amadis de gaula libros

Upload: marinela-puiu

Post on 08-Mar-2016

43 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Amadis de Gaula Libros

TRANSCRIPT

  • ADRAMN 9

    mala suerte y no ha su grandeza y libe-ralidad, pues el rey Adramn, ms por presto, digo, que por escaso, se deve te-ner, segn las grandes y continuas mer-cedes que acostunbra a hazer, las cuales no principia despus de rey que, siendo cavallero andante, por donde pasava de-xava a todos espantados de las ddivas que clava sin querer recebir presente, d-diva ni merced de ningn prncipe del mundo. Esto no lo digo por creces ni en-salmar sus cosas, mas porque veis claro cunta es mi desventura y desdicha que basta matar y atar las manos a prncipe tan liberal, que comigo no pueda hazer lo que con todo el mundo ha hecho y haze.

    Deliber irme por el mundo como el corcho sobre el agua por ver si cesara el viento de mis males, y mi spera fortuna amainara, y si mi quietud y bonanca har

    algn principio para mi descanso. Deli-ber, pues, escrevir de visavuelo y avue-lo, de padre y de hijo, de jams tomar pola para escrevir, sino seguir mi mala y perversa ventura; y si escriviere, ser d'ella, que no poco tendr qu dezir y qu contar y escrevir, pues soy cierto que cama y cintura y malaventura nunca falt a los desdichados, tampoco faltar a m . Laus Deo.

    Este libro es acabado d'escrevir y de hordenar. El gran Dios sea loado que tanto tienpo m' dado que lo pudiese acabar; mas lo que est por venir, la ra^n claro lo ensea que no se sabe escrevir, as que quiero de^ir fecha carta Deus mantea. (ff. 186r-v).

    2. AMADIS DE GAULA (Libros I-IV)

    de Garci Rodrguez de Montalvo (h. 1496)

    por Juan Manuel Cacho Blecua

    TESTIMONIOS

    [1] [Sevilla], [Meinardo Ungut y Stanislao Polono], [1496] [2] Zaragoza, Jorge Coci, 1508 (30 de octubre) [H>]

    BIBLIOGRAFA: Eisenberg-Marn: n 632. FACSMIL: Edicin de 1508 (Madrid, Instituto de Espaa, en prensa); edicin de 1533 (Barcelona, Crculo del Biblifilo, 1978); edicin de 1535 (Valencia, Roig Impresores, 1996); edicin de 1539 (Bogot, Instituto Caro y Cuervo, 1992) EDICIN: Juan Manuel Cacho Blecua (ed.), Madrid, Ctedra, 1987-1988. ESTUDIOS: Avalle-Arce (1990), Cabar-cas Antequera (1992), Cacho Blecua (1979, 1986 y 2000), Gracia (1991, 1992 y 1993), Mrida (1994), Ramos (1994 y 1995), Riquer (1987), Sales Das (1999) y Surez Pallasa (1995 y 1998).

  • 10 ANTOLOGA DE LIBROS DE CABALLERAS CASTELLANOS

    [31 Sevilla, 1511 [4] [Roma], Antonio [Martnez] de Salamanca, 1519 (19 de abril) [5] Zaragoza, Jorge Coci, 1521 (30 de julio) [6] Toledo, 1524 [7] Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1526 (20 de abril) [8] Sevilla, Juan Cromberger, 1531 (22 de junio) [9] Venecia, Juan Antonio de Nicolini Sabio, 1533 (7 de septiembre). Edicin "corregi-

    da" por Francisco Delicado [10] Sevilla, Juan Cromberger, 1535 (22 de junio) [11] Sevilla, Juan Cromberger, 1539 (8 de mayo) [12] Medina del Campo, Juan de Villaquirn y Pedro de Castro, 1545 (1 de diciembre) [13] Sevilla, Jacome Cromberger, 1547 [14] Lovaina, Servazio Sasseno (a costa de la viuda de Arnold Birckman), 1551 (20 de

    octubre) [15] Sevilla, Jcome Cromberger, 1552 [16] Burgos, Pedro de Santularia, 1563 (9 de febrero) [17] Salamanca, Pedro Lasso, a costa de Lucas de Junta, 1575 [18] Sevilla, Alonso de la Barrera, 1575 (28 de mayo) (a costa de Francisco de Cisne-

    ros, mercader de libros) [19] Alcal de Henares, Querino Gerardo (a costa de Juan Gutirrez), 1580 [20] Sevilla, Fernando Daz (a costa de Alonso de Mata), 1586 (diciembre)

    TEXTOS

    1. La historia fingida

    Otros UVO d e ms baxa suerte que escrivieron, que no solamente edificaron sus obras sobre algn cimien-to de verdad, mas ni sobre el rastro d'e-11a. Estos son los que compusieron las historias fengidas en que se hallan las cosas admirables fuera de la orden de natura, que ms por nombre de patraas que de crnicas con mucha razn deven ser tenidas y llamadas. [...]

    Y yo esto considerando, desseando que de m alguna sombra de memoria quedasse, no me atreviendo a poner el mi flaco ingenio en aquello que los ms cuerdos sabios se ocuparon, qusele jun-tar con estos postrimeros que las cosas ms livianas y de menor substancia escri-vieron, por ser a l segn su flaqueza ms

    conformes, corrigiendo estos tres libros de Amads, que por falta de los malos es-criptores o componedores muy corruptos y viciosos se lean, y trasladando y en-mendando el libro cuarto con Las sergas de Espkndin, su hijo, que hasta aqu no es en memoria de ninguno ser visto, que por gran dicha paresci en una tumba de pie-dra que debaxo de la tierra, en una her-mita cerca de Constantinopla, fue hallada, y trado por un ngaro mercadero a estas partes de Espaa, en letra y pargamino tan antiguo, que con mucho trabajo se pudo leer por aquellos que la lengua sa-ban; en los cuales cinco libros, como-quiera que hasta aqu ms por patraas que por crnicas eran tenidos, son con ta-les emiendas acompaados, de tales en-xemplos y doctrinas, que con justa causa se podrn comparar a los livianos y febles

  • AMADS DE GAULA ( i - I V ) 11

    saleros de corcho que con tiras de oro y plata son encarcelados y guarnescidos, porque ass los cavalleros mancebos como los ms ancianos hallen en ellos lo que a cada uno conviene. (Prlogo).

    2. Nacimiento de Amads

    Pues n o ta rd mucho que a Elisena le vino el tiempo de parir, de que los dolores sintiendo como cosa tan nue-va, tan estraa para ella, en grande amar-gura su coracn era puesto, como aquella que le convena no poder gemir ni que-xar, que su angustia con ello se doblava; mas en cabo de una pieca quiso el Seor poderoso que sin peligro suyo un fijo pa-riesse, y tomndole la donzella en sus ma-nos vido que era fermoso si ventura ovies-se, mas no tard de poner en esecucin lo que convena segn de antes lo pensara, y embolviole en muy ricos paos, y pso-lo cerca de su madre, y traxo all el arca que ya ostes, y dxole Elisena:

    -Qu quieres fazer? -Ponerlo aqu y lancarlo en el ro, -dixo

    ella-, y por ventura guarecer podr. La madre lo tena en sus bracos llo-

    rando fieramente y diziendo: -Mi hijo pequeo, cuan grave es a m

    la vuestra cuita! La donzella tom tinta y pergamino, y

    fizo una carta que deza: Este es Amads sin Tiempo, hijo de rey. Y sin tiempo deza ella porque crea que luego sera muerto, y este nombre era all muy preciado por-que as se Uamava un santo a quien la donzella lo encomend. Esta carta cu-bri toda de cera, y puesta en una cuer-da gela puso al cuello del nio. Elisena tena el anillo que el rey Perin le diera cuando d'ella se parti, y metilo en la misma cuerda de la cera, y ans mesmo poniendo el nio dentro en el arca le pu-sieron la espada del rey Perin [...]

    Esto as fecho, puso la tabla encima tan junta y bien calafeteada, que agua ni otra cosa all podra entrar, y tomndola en sus bracos y abriendo la puerta, la puso en el ro y dexola ir; y como el agua era grande y rezia, presto pass a la mar, que ms de media legua de all no estava. (cap. i).

    3. Profeca de Urganda

    DgOte d e aque l que hallaste en la mar que ser flor de los ca-valleros de su tiempo. ste far estreme-cer los fuertes; ste comencar todas las cosas y acabar a su honra en que los otros fallescieron; ste far tales cosas que ninguno cuidara que pudiessen ser comencadas ni acabadas por cuerpo de hombre; ste har los sobervios ser de buen talante; ste avr crueza de cora-en contra aquellos que se lo merecieren y ahn ms te digo, que ste ser el ca-vallero del mundo que ms lealmente mantern amor, y amar en tal lugar cual conviene a la su alta proeza; y sabe que viene de reyes de ambas partes. [...]

    -Ay, seora!, -dixo Gandales-, rugo-vos por Dios que me digis dnde vos fa-llar para hablar con vos en su hazienda.

    -Esto no sabrs t por m ni por otro, -dixo ella.

    -Pues dezidme' vuestro nombre, por la fe que devis a la cosa del mundo que ms amis.

    -T me conjuras tanto, que te lo dir [...] Y sabe que mi nombre es Urganda la Desconocida; agora me cata bien y co-nsceme si pudieres.

    Y l, que la vio donzella de primero, que a su parecer no passava de diez y ocho aos, viola tan vieja y tan lassa, que se maravill cmo en el palafrn se poda tener; y comencse a santiguar de aquella maravilla. Cuando ella ass lo vio, meti mano a una buxeta qu en el

  • 12 ANTOLOGA DE LIBROS DE CABALLERAS CASTELLANOS

    regaxo traa. Y poniendo la mano por s, torn como de primero, y dixo:

    -Parcete que me hallaras ahunque me buscasses? Pues yo te digo que no to-mes por ello afn, que si todos los del mundo me demandassen, no me hallaran si yo no quisiesse. (cap. ii)

    4. Del Donzel del Mar a Amads de Gaula

    Pa s s a n d o el Donzel del Mar por una sala hablando con su donzella, vio a Milicia, hija del rey, nia, que estava llorando, y preguntle qu hava. La nia dixo:

    -Seor, perd un anillo que el rey me dio a guardar en tanto que l duerme.

    -Pues yo vos dar, -dixo l-, otro, tan bueno o mejor que le deis.

    Estonces sac de su dedo un anillo y diselo. Ella dixo:

    -ste es el que yo perd. -No es, -dixo l. -Pues es el anilllo del mundo que

    ms le paresce, -dixo la nia. -Por esto est mejor, -dixo el Donzel

    del Mar-, que en lugar del otro le daris.

    El rey despert y demand a su hija que le diesse el anillo, y ella le dio aquel que tena. l lo meti en su dedo cre-yendo que el suyo fuesse, mas vio yazer a un cabo de la cmara el otro qtie su hija perdi, y tomndolo juntlo con el otro y vio que era el que l a la reina ha-va dado, y dixo a la nia:

    -Cmo fue esto d'este anillo? Ella, que mucho le tema, dixo: -Por Dios, seor, el vuestro perd yo,

    y pass por aqu el Donzel del Mar, y como vio que yo llorava diome esse que l traa y yo pens que el vuestro era.

    El rey ovo sospecha de la reina, que la grand bondad del Donzel del Mar, jun-to con la muy demasiada hermosura, no

    la oviessen puesto en algn pensamien-to indevido, y tomando su espada entr en la cmara de la reina, y cerrada la puerta dixo:

    -Duea, vos me negastes siempre el anillo que yo os diera, y el Donzel del Mar halo dado agora a Milicia; cmo pudo ser esto que veisle aqu? Dezidme de qu parte le huvo, y si me ments, vuestra cabeca lo pagar.

    La reina, que muy airado lo vio, cay a sus pies y dxole:

    -Ay, seor, por Dios, merced!, pues de m mal sospechis, agora vos dir la mi cuita que hasta aqu vos ove negado.

    Entonces comenc de llorar muy re-zio, firiendo con sus manos en el rostro, y dixo cmo echara a su hijo en el ro y que llevara consigo el espada y aquel anillo.

    -Para Santa Mara!, -dixo el rey-, yo creo que ste es nuestro hijo.

    La reina tendi las manos, diziendo: -Ass pluguiesse al Seor del mundo! -Agora vamos all vos y yo, -dixo el

    rey-, y preguntmosle de su fazienda. Luego fueron entrambos solos a la

    cmara donde l estava y fallronlo dur-miendo muy assossegadamente, y la rei-na no haza sino llorar por la sospecha que tanto contra razn d'ella se tomava. Mas el rey tom en su mano la espada que a la cabecera de la cama era puesta, y catndola la conosci luego como aquel que con ella diera muchos golpes y buenos, y dixo contra la reina:

    -Por Dios, esta espada conosco yo bien, y agora creo ms lo que me dixis-tes.

    -Ay, seor!, -dixo la reina-, no le de-xemos ms dormir, que mi coracn se aquexa mucho.

    Y fue para l y tomndole por la mano tirle un poco contra s diziendo:

    -Amigo seor, acorredme en esta priessa y congoxa en que estoy.

  • AMADS DE GAULA ( i - I V ) 13

    l despert y viola reziamente llorar y dixo:

    -Seora, qu es esso que havis?; si mi servicio puede algo remediar, man-ddmelo, que fasta la muerte se cumplir.

    -Ay, amigo!, -dixo la reina-, pues ago-ra nos acorred con vuestra palabra en de-zir cuyo fijo sois.

    -Ass Dios me ayude, -dixo l-, no lo s, que yo fue hallado en la mar por gran aventura.

    La reina cay a sus pies toda turbada y l hinc los inojos ante ella y dixo:

    -Ay, Dios!, qu es esto? Ella dixo llorando: -Hijo, ves aqu tu padre y madre. [...] Y fue llamado Amads, y en otras mu-

    chas partes Amads de Gaula. (cap. x).

    5- Los poderes del mago

    Era [Arcalus] u n o de los grandes ca-valleros del mundo que gigante no fuesse. Amads lo catava creyendo que en l ava gran fuerca por razn, y Arca-lus le dixo:

    -Qu me catas? -Catte, -dixo l-, porque segn tu

    parescer podras ser hombre muy sea-lado si tus malas obras no lo estorvassen y la deslealtad que has gana de mante-ner.

    -A buen tiempo, -dixo Arcalus-, me traxo la fortuna si de tal como t ava de ser reprehendido.

    Y fue para l, su langa baxa, y Ama-ds ass mesmo, y Arcalus lo firi en el escudo y fue la langa en piecas, y junt-ronse los cavallos y ellos uno con otro tan bravamente, que cayeron a sendas partes, mas luego fueron en pie como aquellos que muy bivos y esforzados eran; y firironse con las espadas de tal guisa, que fue entre ellos una tan cruel y brava batalla, que ninguno lo podra creer si no la viesse, que dur mucho

    por ser ambos de tan gran fuerca y ardi-mento, pero Arcalus se tir afuera y dixo:

    -Cavallero, t ests en aventura de muerte y no s quin eres. Dmelo por-que lo sepa, que yo ms pienso en te matar que en vencer.

    -Mi muerte -dixo Amads- est en la voluntad de Dios a quien yo temo, y la tuya en la del diablo, que es ya enojado de te sostener y quiere que el cuerpo a quien tantos vicios malos ha dado con el nima perezca; y pues desseas saber quin yo soy, dgote que he nombre Amads de Gaula y soy cavallero de la reina Brisena. Y agora punad de dar cima a la batalla, que os no dexar ms folgar. [...]

    Cuando Arcalus se vio en aventura de muerte, comenc de fuir contra un palacio donde saliera, y Amads en pos d'l, y ambos entraron en el palacio, mas Arcalus se acogi a una cmara, y a la puerta d'ella estava una duea que cata-va cmo se combatan. Arcalus, desque en la cmara fue, tom una espada y dixo contra Amads:

    -Agora entra y combtete comigo. -Mas combatamos en este palacio,

    que es mayor, -dixo Amads. -No quiero, -dixo Arcalus. -Cmo!, -dixo Amads-; ende te cre-

    es amparar? Y poniendo el escudo ante s entr

    con l, y aleando la espada por lo ferir, perdi la fuerca de todos los miembros y el sentido, y cay en tierra tal como muerto. [...]

    Y luego desarm a Amads, que no saba de s parte, y armse l de aquellas armas, y dixo a la duea:

    -Este cavallero no le mueva de aqu ninguno por cuanto vos amades, y ass lo dexad fasta que el alma le sea salida, (cap. xviii).

  • 14 ANTOLOGA DE LIBROS DE CABALLERAS CASTELLANOS

    6. Desencantamiento de Amads

    Y es t ando ass, entraron por la puerta del palacio dos donzellas, y traan en las manos muchas candelas encendidas, y pusieron d'ellas a los can-tos de la cmara donde Amads yaza. Las dueas que all eran no las pudieron fablar ni mudarse de donde estavan, y la una de las donzellas sac un libro de una arqueta que so el sobaco traa y co-menc a leer por l; y respondale una boz algunas vezes; y leyendo d'esta gui-sa una pieca, al cabo respondironle muchas bozes juntas dentro en la cma-ra que ms parescan de ciento. Enton-ces vieron cmo sala por el suelo de la cmara rodando un libro como que vien-to lo levasse y par a los pies de la don-zella. Y ella lo tom y partilo en cuatro partes y fuelas quemar en los cantos de la cmara donde las candelas ardan; y tornse donde Amads esta va, y tomn-dolo por la diestra mano, le dixo:

    -Seor, levantadvos, que mucho ya-zis cuitado.

    -Santa Mara!, qu fue esto, que por poco fuera muerto?

    -Cierto, seor, -dixo la donzella-, tal hombre como vos no deva ass morir, que ante querr Dios que a vuestra mano morrn otros que mejor lo meres-cen. (cap. xix).

    7. Liberacin de los prisioneros

    Se fue [Amads] luego a la crcel y entr en el palacio donde los hom-bres matara, y de all lleg a la prisin en que estavan los presos; y el lugar era muy estrecho y los presos muchos; y ava ms en largo de cien bragadas y en ancho una y media, y era ass escuro como de donde claridad ni aire poda entrar, y eran tantos que ya no caban. Amads entr por la puerta y llam a

    Gandaln, mas l estava como muerto; y cuando oy su boz, estremescise, y no cuid que era l, que por muerto lo te-na y pensava que l estava encantado. Amads se aquex ms y dixo:

    -Gandaln dnde eres? ]Ay Dios, qu mal hazes en me no responder!

    Y dixo contra los otros: -Dezidme, por Dios, si es bivo el es-

    cudero que ac metieron. El enano, que esto oy, conosci que

    era Amads, y dixo: -Seor, ac yazemos y bivos somos,

    ahunque mucho la muerte hemos desse-ado.

    l fue muy alegre en lo or y tom candelas que cabe la lmpara del palacio estavan, y encendi[n]dolas torn a la crcel y vio dnde Gandaln y el enano eran, y dixo:

    -Gandaln, sal fuera, y tras ti todos cuantos aqu estn, que no quede nin-guno.

    Y todos dezan: -Ay, buen cavallero, Dios te d buen

    galardn porque nos acorriste! Entonces sac de la cadena a Ganda-

    ln, que era el postrero, y tras l al ena-no y a todos los otros que all estavan ca-tivos, que fueron ciento y quinze, y los treinta cavalleros, y todos ivan tras Ama-ds a salir afuera de la cueva, dizendo:

    -Ay, cavallero bienaventurado, que ass sali nuestro Salvador Jesucristo de los infiernos cuando sac sus servidores! l te d las gracias de la merced que nos hazes. (cap. xix)

    8. Unin de los enamorados

    E lla [Oriana] estava tan espantada, que le no poda hablar, y abracse con l [con Amads], que gran miedo ava de los cavalleros muertos que cabe ella estavan. La Donzella de Denamarcha fue tomar el cavallo de Amads, y vio la es-

  • AMADS DE CAULA ( i - I V ) 15

    pada de Arcalus en el suelo, y tomn-dola trxola mads y dixo:

    -Ved, seor, qu fermosa espada. l la cat, y vio ser aquella con que

    le echaran en la mar y gela tom Arca-lus cuando lo encant. [...] Amads le-vava a su seora por la rienda, y ella le iva diziendo cuan espantada iva de aquellos cavalleros muertos, que no po-da en s tornar, mas l le dixo:

    -Muy ms espantosa y cruel es aque-lla muerte que yo por vos padezco; y, seora, doledvos de m y acordaos de lo que me tenis prometido, que si hasta aqu me sustuve, no es por l sino cre-yendo que no era ms en vuestra mano ni poder de me dar ms de lo que me dava; mas si de aqu adelante veyndo-vos, seora, en tanta libertad no me aco-rrissedes, ya no bastara ninguna cosa que la vida sostenerme pudiesse; antes sera fenecida con la ms raviosa espe-ranza que nunca persona muri.

    Oriana le dixo: -Por buena fe, amigo, nunca, si yo

    puedo, por mi causa vos seris en esse peligro. Yo har lo que queris, y vos ha-zed como, aunque aqu yerro y pecado parezca, no lo sea ante Dios. [...]

    Y desviando de la carrera se fueron al valle, donde hallaron un pequeo arroyo de agua y yerva verde muy fresca. All descendi Amads a su seora, y dixo:

    -Seora, la siesta entra muy caliente; aqu dormiris hasta que venga la fra. Y en tanto, embiar a Gandaln aquella vi-lla y traernos ha con que refresquemos.

    -Vaya, -dixo Oriana-, mas quin gelo dar?

    Dixo Amads: -Drgelo han sobre aquel cavallo, y

    venirse ha a pie. -No ser as, -dixo Oriana-; mas lieve

    este mi anillo, que ya nunca nos tanto como agora valdr.

    Y sacndolo del dedo, lo dio a Gan-daln. Y cuando l se iva, dixo a passo contra Amads:

    -Seor, quien buen tiempo tiene y lo pierde tarde lo cobra.

    Y esto dicho, luego se fue; y Amads entendi bien por qu lo l deza. Oria-na se acost en el manto de la donzella, en tanto que Amads se desarmava, que bien menester lo ava; y como desarma-do fue, la donzella se entr a dormir en unas matas espessas, y Amads torn a su seora; y cuando ass la vio tan fer-mosa y en su poder, avindole ella otor-gada su voluntad, fue tan turbado de plazer y de empacho, que slo catar no la osava. Ass que se puede bien dezir que en aquella verde yerva, encima de aquel manto, ms por la gracia y come-dimiento de Oriana que por la desem-boltura ni osada de Amads, fue hecha duea la ms hermosa donzella del mundo. Y creyendo con ello las sus en-cendidas llamas resfriar, aumentndose en muy mayor cuantidad, ms ardientes y con ms fuerca quedaron, ass como en los sanos y verdaderos amores acaes-cer suele, (cap. xxxv)

    9. El infante don Alfonso de Por-tugal

    Y e n t an to q u e hablavan con Gro-venesa, Briolanja a Amads mirava y parescale el ms fermoso cavallero que nunca viera. Y por cierto tal era en aquel tiempo, que no passava de veinte aos, y tena el rostro manchado de las armas, mas considerando cuan bien em-pleadas en l aquellas manzillas eran y cmo con ellas tan limpia y clara la su fama y honra haza, mucho en su apos-tura y hermosura acrescentava. Y en tal punto aquesta vista se caus, que de aquella muy fermosa donzella que con tanta aficin le mirava tan amado fue,

  • 16 ANTOLOGA DE LI BROS DE CABALLERAS CASTELLANOS

    que por muy largos y grandes tiempos nunca de su coracn la su membranca apartar pudo; donde por muy gran tuer-ca de amor costreida, no lo pudiendo su nimo sufrir ni resistir, aviendo cobra-do su reino, como adelante se dir, fue por parte d'ella requerido, que d'l y de su persona sin ningn entrevallo seor poda ser; mas esto sabido por Amads, dio enteramente a conoscer que las an-gustias y dolores con las muchas lgri-mas derramadas por su seora Oriana no sin gran lealtad las passava, ahunque el seor infante don Alfonso de Portugal, aviendo piedad d'esta fermosa donzella, de otra guisa lo mandase poner. En esto hizo lo que su merced fue, mas no aque-llo que en efecto de sus amores se escri-vi. De otra guisa se cuentan estos amo-res que con ms razn a ello dar fe se deve... (cap. xl).

    10. Las pruebas mgicas

    " p u e s e [Amads] adelante lo ms pres--L to que l pudo sin temor ninguno como aquel que senta no haver errado a su seora, no solamente por obra, mas por el pensamiento. Y como fue so el arco la imagen comenc a hazer un son mucho ms diferenciado en dulcura que a los otros haza, y por boca de la trom-pa lancava flores muy hermosas que gran olor davan, y caan en el campo muy espessas, ass que nunca a cavalle-ro que all entrasse fue lo semejante he-cho y pass donde eran las imagines de Apohdon y Grimanesa; con mucha afi-cin las estuvo mirando, parecindole muy hermosas, y tan frescas como si bi-vas fuessen. [...]

    Galaor lo quisiera detener, mas l tom presto sus armas y fuese adelante rogando a Dios que le ayudasse. Y cuan-do lleg al lugar defendido, par un poco y dixo:

    -O, mi seora Oriana, de vos me vie-ne a m todo el esfuerco y ardimiento; membradvos, seora, de m a esta sazn en que tanto vuestra sabrosa membranca me es menester!

    Y luego pass adelante y sintise he-rir de todas partes duramente, y lleg al padrn de mrmol, y, passando d'l, pa-recile que todos los del mundo eran a lo ferir, y oa gran rodo de bozes, como si el mundo se fundiesse, y dezan:

    -Si este cavallero tornis, no ay agora en el mundo otro que aqu entrar pueda.

    Pero l, con aquella cuita, no dexava de ir adelante, cayendo a las vezes de manos y otras de rodillas, y la espada con que muchos golpes firiera hava perdido de la mano y andava colgada de una correa, que la no poda cobrar; ass lleg a la puerta de la cmara y vio una mano que lo tom por la suya y lo me-ti dentro, y oy una boz que dixo:

    -Bien venga el cavallero que passan-do de bondad aquel que este encanta-miento hizo, que en su tiempo par no tuvo, ser de aqu seor.

    Aquella mano le pareci grande y dura, como de hombre viejo, y en el bra-co tena vestida una manga de xamete verde. Y como dentro en la cmara fue, soltle la mano, que la no vio ms, y l quedo descansado y cobrado en toda su fuerca, y quitndose el scudo del cuello y el yelmo de la cabeca, meti la espada en la vaina y gradeci a su seora Oria-na aquella honra que por su causa gana-ra, (cap. xliv).

    11. Carta airada de Oriana

    To d o lo ms del tiempo [Oriana] es-tava sola, pensando cmo podra, en venganca de su saa, dar la pena que mereca aquel que la causara, y acord que, pues la presencia apartada era, que en absencia todo su sentimiento por

  • AMADS DE GAULA ( i - I V ) 17

    scripto manifiesto le fuesse. Y fallndose sola en su cmara, tomando de su cofre tinta y pargamino, una carta scrivi que deza ass: [...]

    Mi raviosa quexa acompaada de sobrada ra-yn da lugar a que la flaca mano declare lo que el triste corazn encubrir no puede contra vos el falso y desleal cavallero Amads de Gaula, pues ja es co-nocida la deslealtad y poca firmeza que contra m, la ms desdichada y menguada de ventura sobre to-das las del mundo, haris mostrado, mudando vues-tro querer de m, que sobre todas las cosas vos ama-va, ponindole en aquella que, segn su edad, para la amar ni conocer su discrecin basta. Y pues otra venganza mi sojuzgado cornijn tomar no puede, quiero todo el sobrado y mal empleado amor que en vos tena apartarlo. Pues gran yerro seria querer a quien a mi desamando todas las cosas desam por le querer y amar. O, qu mal emple y sojuzgu mi coracn, pues, en pago de mis sospiros y passiones, burlada y desechada fuessse! Y pues este engao es

    ya manifiesto, no parescis ante m ni en parte don-de yo sea, porque sed cierto que el muy encendido amor que vos hava es tornado, por vuestro mereci-miento, en muy raviosa y cruel saa, y con vuestra quebrantada fe y sabios engaos id a engaar otra cativa mujer como yo, que ass me venc de vuestras engaosas palabras, de las cuales ninguna salva ni escusa sern recibidas; antes, sin os ver, plair con mis lgrimas mi desastrada ventura y con ellas dar fin a mi vida, acabando mi triste planto.

    Acabada la carta, cerrla con sello de Amads muy conocido, y puso en el so-bresc r ip to : Yo soy la doncella herida de punta de espada por el corajn, y vos sois el que me feristes. (cap. xliv).

    12. Penitencia de amor

    Amads se a p e y puso las armas en i- tierra, y desensill el cavallo y de-xole pascr por la yerva; y l desarmse y hinc los inojos ante el buen hombre, y comencle a besar los pies. El hombre

    bueno lo tom por la mano, y alendolo lo hizo sentar cabe s y vio cmo era el ms fermoso cavallero que en su vida visto hava; pero viole descolorado y las fazes y los pechos baados en lgrimas que derrama va, y ovo d'l duelo y dixo:

    -Cavallero, parece que havis gran cuita, y si es por algn pecado que ayis hecho y estas lgrimas de arrepentimien-to d'l os vienen, en buena hora ac na-cistes; mas si vos lo causa algunas tem-porales cosas, que segn vuestra edad y hermosura por razn no devis ser muy apartado d'ellas, membradvos de Dios y demandalde merced que vos traya a su servicio.

    Y ale la mano y bendxole y dxole: -Agora dezid todos los pecados que

    se os acordaren. Amads ass lo fizo, dizindole toda

    su hazienda, que nada falt. El hombre bueno le dixo:

    -Segn vuestro entendimiento y el li-naje tan alto donde vens, no os devra-des matar ni perder por ninguna cosa que vos aveniesse, cuanto ms por he-cho de mugeres, que se ligeramente gana y pierde, y vos consejo que no pa-ris en tal cosa mientes y vos quitis de tal locura que no hagis por amor de Dios, a quien no plaze de tales cosas, y ahun por la razn del mundo se devra hazer, que no puede hombre ni deve amar a quien le no amare.

    -Buen seor, -dixo Amads-, yo soy llegado a tal punto, que no puedo bevir sino muy poco, y rugoos, por aquel Se-or poderoso cuya fe vos mantenis, que vos plega de me llevar con vos este poco de tiempo que durare, y havr con vos consejo de mi alma. Pues que ya las ar-mas ni el cavallo no me hazen menester, dexarlo he aqu y ir con vos de pie, ha-ziendo aquella penitencia que me man-dades. Y si esto no hazis, erraris a Dios, porque andar perdido por esta montaa sin hallar quien me remedie. [...]

  • 18 ANTOLOGA DE LIBROS DE C

    Y el hombre bueno comenc de llo-rar con gran pesar que d'l hava, ass que las lgrimas le caan por las barbas, que eran largas y blancas, y dxole:

    -Mi fijo seor, yo moro en un lugar muy esquivo y trabajoso de bevir, que es una hermita metida en la mar bien siete leguas, en una pea muy alta, y es tan estrecha la pea, que ningn navio a ella se puede llegar si no es en el tiempo de verano, y all moro yo ha treinta aos, y quien all morare convinele que dexe los vicios y plazeres del mundo; y mi mantenimiento es de limosnas que los de la tierra me dan.

    -Todo esso, -dixo Amads-, es a mi grado, y a m plaze passar con vos tal vida esta poca que me queda, y rugo-vos, por amor de Dios, que me lo otor-guis, (cap. xlviii).

    13. Nacimiento de Esplandin

    All e s tuvo Oriana con algunos do-lores fasta la noche, y con ellos re-cibiendo algn tanto de fatiga; mas de all adelante la ahincaron mucho ms en cuantidad, ass que pass muy gran cui-ta y grande afn, como aquella que de aquel menester fasta entonces nada sa-ba. Pero el gran miedo que tena de ser descubierta de aquella afruenta en que estava la esforc de tal suerte, que sin quexarse lo sufra. Y a la media noche, plugo al muy alto Seor, remediador de todos, que fue parida de un fijo, muy apuesta criatura, quedando ella libre, el cual fue luego embuelto en muy ricos paos. Y Oriana dixo que gelo llegassen a la cama, y tomndolo en sus bracos, lo bes muchas vezes. La Donzella de De-namarcha dixo a Mabilia:

    -Vistes lo que este nio tiene en el cuerpo?

    -No, -dixo ella-, que estoy ocupada, y tanto tengo que hazer en socorrer a l y

    CABALLERAS CASTELLANOS

    a su madre para que lo pariesse, que no mir a otra parte.

    -Pues, ciertamente, -dixo la donzella-, algo tiene en los pechos que las otras criaturas no han.

    Estonces encendieron una vela, y desembolvindolo vieron que tena de-bajo de la teta derecha unas letras tan blancas como la nieve, y so la teta iz-quierda, siete letras tan coloradas como brasas bivas, pero ni las unas ni las otras supieron leer ni qu dezan, porque las blancas eran de latn muy escuro, y las coloradas, en lenguaje griego muy cerra-do, (cap. lxvi).

    14. El combate contra el mons-truo: el Endriago

    Tena {el Endriago] el cuerpo y el rostro cubierto de pelo, y enci-ma hava conchas sobrepuestas unas so-bre otras tan. fuertes, que ninguna arma las poda passar, y las piernas y pies eran muy gruessos y rezios. Y encima de los ombros hava alas tan grandes, que fasta los pies le cubran, y no de pndolas, mas de un cuero negro como la pez, lu-ziente, velloso, tan fuerte que ninguna arma las poda empecer, con las cuales se cubra como lo fiziesse un hombre con un escudo. Y debaxo d'ellas le sal-an bracos muy fuertes ass como de len, todos cubiertos de conchas ms menudas que las del cuerpo, y las manos hava de fechura de guila con cinco de-dos, y las uas tan fuertes y tan grandes, que en el mundo poda ser cosa tan fuer-te que entre ellas entrasse que luego no fuesse desfecha. Dientes tena dos en cada una de las quixadas, tan fuertes y tan largos, que de la boca un codo le sa-lan, y los ojos, grandes y redondos, muy bermejos como brasas, ass que de muy luee, siendo de noche, eran vistos y to-das las gentes huan d'l. Saltava y corra

  • AMADS DE GAULA ( i - I V ) 19

    tan ligero, que no hava venado que por pies se le pudiesse escapar; coma y be-ba pocas vezes, y algunos tiempos, nin-gunas, que no senta en ello pena nin-guna. Toda su holganca era matar hombres y las otras animalias bivas, y cuando fallava leones y ossos que algo se le defendan, tornava muy saudo, y echava por sus narizes un humo tan spantable, que semejava llamas de llue-go, y dava unas bozes roncas espantosas de or; ass que todas las cosas bivas huan ant' l como ante la muerte. Ola tan mal, que no hava cosa que no em-poncoasse; era tan espantoso cuando sacuda las conchas unas con otras y ha-za cruxir los dientes y las alas, que no pareca sino que la tierra faza estreme-cer. Tal es esta animalia Endriago llama-do como vos digo, -dixo el maestro Eli-sabad-, Y ahn ms vos digo, que la fuerca grande del pecado del gigante y de su fija caus que en l entrasse el enemigo malo, que mucho en su fuerca y crueza acrecienta. [...]

    [El Cavalkro de la Verde Espada] como len saudo, pospuesto todo temor, fue para el Endriago, que muy desfallecido y flaco esta va, ass de la mucha sangre que perda y del ojo quebrado. Y como las cosas passadas de su propia servidumbre se caen y perecen, y ya enojado Nuestro Seor qu'el enemigo malo oviesse tenido tanto poder y fecho tanto mal en aque-llos que, ahunque pecadores, en su san-ta fe cathlica crean, quiso darle esfuer-zo y gracia special, que sin ella ninguno fuera poderoso de acometer ni osar es-perar tan gran peligro, a este cavallero para que sobre toda orden de natura diesse fin aquel que a muchos la hava dado, entre los cuales fueron aque-llos malaventurados su padre y madre. Y pensando acertarle en el otro ojo con la

    ' spada, qusole Dios guiar a que gela me-ti por una de las ventanas de la narizes, que muy anchas las tena. Y con la gran

    fuerca que puso y la qu'el Endriago traa, el spada cal, que le lleg a los sesos. Mas el Endriago, como le vido tan cerca, abracse con l, y con las sus muy fuer-tes y agudas uas rompile todas las ar-mas de las spaldas, y la carne y los hues-sos fasta las entraas; y como l estava afogado de la mucha sangre que beva, y con el golpe de la spada que a los sesos le pass, y sobre todo la sentencia que de Dios sobr' l era dada y no se poda revocar, no se podiendo ya tener, abri los bracos y cay a la una parte como muerto sin ningn sentido. El ca vallero, como ass lo vio, tir por la spada y me-tigela por la boca cuanto ms pudo tan-tas vezes, que lo acab de matar. Pero quiero que sepis que antes qu'el alma le saliesse, sali por su boca el diablo, y fue por el aire con muy gran tronido, ass que los que estavan en el castillo lo oye-ron como si cabe ellos fuera, de lo cual ovieron gran espanto, (cap. lxxiii).

    15. La cortesa de Amads

    To m n d o l e de l manto, [Leonorim] le dixo: -Mi buen amigo, pues que a ruego de

    mi padre quedis tres das, quiero yo que al mo quedis dos [...] Y este don vos demando que le otorguis de grado; si no, far que os prendan estas mis don-zellas, y no havr que os gradezca.

    Estonces le cercaron ms de veinte donzellas muy fermosas y ricamente guarnidas, y Leonorina, con gran risa y plazer, dixo:

    -Dexalde fasta ver lo que dir. l fue muy ledo d'esto que aquella

    fermosa seora faza, tenindolo por la mejor honra que all se le hava fecho, y dxole:

    -Bienaventurada y fermosa seora, quin sera osado de no otorgar lo que vuestra voluntad es, esperando, si lo no

  • ANTOLOGA DE LIBROS DE CABALLERAS CASTELLANOS

    fiziesse, ser puesto en tan esquiva pri-sin? Y yo lo otorgo como lo mandis, ass esto como todo lo otro que servicio de vuestro padre y madre y vuestro sea. Y a Dios plega por la su merced, mi bue-na seora, que las honras y mercedes que d'ellos y de [v]s recibo me llegue[n] a tiempo que de m y de mi linaje os sean gradecidas y servidas.

    Esto se cumpli muy enteramente, no por este Cavallero de la Verde Spada, mas por aquel su fijo Esplandin [...] ass como Urganda la Desconocida en el cuarto libro lo profetiz, lo cual se dir adelante en su tiempo.

    Las donzellas le dixeron: -Buen acuerdo tomastes. Si no, no

    pudirades escapar de mayor peligro que lo fue el del Endriago.

    -Ass lo tengo yo, seoras, -dixo l-, que mayor mal me podra venir enojan-do a los ngeles que al diablo, como lo l era.

    Gran plazer hovo d'estas razones que passaron el Emperador y la Emperatriz, y todos los hombres buenos que all eran, y muy bien les pareci las graciosas res-puestas que el Cavallero de la Verde Spa-da dava a todo lo que le dezan, ass que esto le[s] faza creer, ahn ms que el su gran esfuerco, ser l hombre de alto lugar, porque el esfuerco y valenta muchas ve-zes acierta en las personas de baxa suer-te y gruesso juizio, y pocas, la honesta mesura y polida crianca, porque esto es devido aquellos que de limpia y genero-sa sangre vienen. No afirmo que lo alean-can todos, mas digo que lo devran al-cancar, como cosa a qvie tan temidos y obligados son, como este Cavallero de la Verde Spada lo tena, que poniendo a la braveza del su fuerte coracn una orla de gran sofrimiento y contratacin amorosa, defenda que la sobervia y la ira lugar no fallassen por donde su alta virtud daar pudiessen" (cap. lxxiv).

    3. LAS SERGAS D E ESPLANDIN (v libro amadisiano)

    de Garci Rodrguez de Montalvo (1510)

    por Juan Manuel Cacho Blecua

    TESTIMONIOS

    [1] Sevilla, Jacobo Cromberger, 1510 (31 de julio) [2] Toledo, Juan de Villaquirn, 1521 (8 de mayo) [->]

    BIBLIOGRAFA: Eisenberg-Marn: n 1276. FACSMIL: edicin de 1587 (Aranjuez, Doce Calles, 1998). ESTUDIOS: Cacho Blecua (1986, y 2000), Gonzalo Gonzlez (1993, 1995 y 1997), Mrida (1989 Y 1990), Rodrguez Velasco (199D y Sales Das (1992, 1993, 1994, 1996, 1998). GUA DE LEC-TURA: Sales (1999).