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A I ~ m· ·. ~m·orteaJ. ·"" ,·· ti-"' ' · VII ·-W .. ~-- - ~

de OLIVERIO PERRY

BOGOTA 19 7 7

NOT! CIA B!OGRAF!CA DEL AUTOR *

Periodista, Publicista. Abogado. ~ aci6, Samaci, Boy ad!. junio 14, 1900. Esposa: Aura Marla Torres Acevedo, quien cumple ai'tos, agosto 27. Hijos: Oliverio Alberto, Clarita de Montejo y Jeannette Lucia de Saravia. £studios secundarios: Colegio Boyad., Tunja; grade: 1920. Estudios profesionales: Facultad de Derecho, Uni~ · versidad N acional; doctorado, agosto 11. 19 .30. Ha sido: reportero; jefe de informaciOn; secretario redacci6n "El Tiempo", Bogota, 1921~45; subdirector-gerente "La Raz6n", 1945A6; secretario de Ia Contralorla General de la RepUblica, 1933-34; secretario de Gobiemo de Boyaci, 19 35; profesor de his to ria de Colombia, Colegio de Boyaci, 1935; inspector del Municipio de Bogota en las Ernpresas de Energia Electrica, 1937;jefe de propaganda, Loter{a del Centenario de Bogota, 1938; magistrado del Tribunal Supremo de Aduanas, 1938-40; diputado a Ia Asamblea de Boya­d. y su presidente, 1931-33 y 1934; representante a laCGimara, 1945-46; gerente y n!iembro fundador de Editorial "Argra Ltda.", 1947-68; corresponsal de "Time" en Colombia, 1945-48; jefe de relaciones pUblicas de Avianca, 1948-55; presidente de Anadim, 1961-62; fundador y gerente de Ia agencia de propaganda y rela­ciones pUblicas "Oliverio Perry & Cla.". Secretario privado de Ia Presidencia de la RepUblica durante el perlodo del Doctor Carlos Lleras Restrepo y condecorado por este con la Cruz de Boyad .. Au tor de: un estudio titulado: "La prensa en Colombia" (tesis de grado); ~·cuatro aitos de Administraci6n Liberal. Administraci6n Olaya Herrera", (en colaboraci6n), 1934. Editor de "Quie~n es Quien en Colombia"; "Quien es Quien en Ia Gran Colombia", 1952; "Cultura y Econom{a en Venezuela, Panama, Ecuador y Colombia", 1955; HLa Manuelita- Una industria centenaria", 195.3 (en colaboraci6n con Jorge Plazas); "Banco de Bogota", 1960; H£] Ferrocarril del Atlantico", 1961 (en colaboraci6n con Jorge Plazas) y ''Seguros Bolivar" (en colaboraci6n con Gustavo Perry). Fue miembro honorario de la Academia de Historia de Boyaca; miembro del Circulo de Periodistas de Bogota y del Club Campestre "El Lago", Fusagasug<i. Fue condecorado por el Go~ bierno de Panama.

*Tomado de "Quien es Quien en Colnmbia'\ 4a. edici6n, 1970.

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A LA 1\IEMORIA DE OLIVERIO

Las gentes vinculadas a Oliverio Perry por los lazos de la sangre o por los del parentesco politico han querido, al propiciar Ia publicaci6n de este libro de circulaci6n restringida, rendir un homenaje de carii'lo y admiraci6n a quien fue orgullo de su estirpe, en su doble condici6n humana e intelectual.

Escogido por ellos para decir algo de lo mucho en que se juzgan deudores de Oliverio, no puedo excusarme del oneroso encargo, pues los lazos familiares que a ei me unen no han de ser 6bice para elogiar cuanto merece serlo, una vida que me fue dado conocer muy de cerca, consagrada siempre al servicio cristiano del pr6jimo y a Ia difusi6n de las ideas politicas que nutrieron su vida profesional, por juzgarlas como mils utiles albien colectivo.

No por ser un lugar comun, so bra repetir aqu i que en Oliverio Perry encarn6, entre nosotros, el periodista nato. Desde pequeflo -como ei mismo lo refiere con inocultable orgullo en las prim eras paginas de este li­bro-le atrajo Ia tinta de imprenta, esa que tanto brillo ha dado a nuestro discurrir de pueblo.republicano, y no clio tregua a su inquietud hasta verla satisfecha con su ingreso, primero a! periodismo de provincia, en las ague­rridas huestes de "La Linterna", y luego a! periodismo capitalino porIa puerta ancha de "El Tiempo", Ia tribu­na liberal desde donde dictarian catedra, por cere a de

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medio siglo, los hermanos Eduardo y Enrique Santos. Ya alii Oliverio hizo rap ida Carrera, basta llegar, desde oficios modestos, al alto cargo de J efe de Redacci6n. Fue, entonces, cuando tuvo el, allado de sus ilustres maestros, Ia oportunidad de conocer, en Ia intimidad de sus prop6sitos y sueiios, a quienes, en los dos bandos de Ia actividad poHtica, tejian ellienzo de Ia historia na­cional, sus minucias y debilidades, y de enterarse de los entresijos de cada noticia que, bien adobada, saHa en Ietras de molde a sa tis facer Ia curiosidad general. La poderosa memoria de que estaba dotado le permiti6 ademas, encargarse de Ia relator! a de las sesiones del Congreso, actividad en Ia cuallogr6 verdaderas proezas, a! reconstruir, para regodeo de paladares exquisitos, los lances de aratoria parlamentaria mas sonados, con fide­lidad dificil de superar por medias diferentes' de los mecanicos puramente impersonales.

Despues de fugaces excmsiones por el campo de Ia ad­ministraci6n publica y de algun escarceo politico que no le dej6, a Ia verdad, buen recuerdo, pues su temperamen­to se resentia de los procederes desleales a que suele recurrir el caciquismo electoral, regres6 a! periodismo, del que pas6 luego, para no retornar sino ocasionalmen­te, al campo publicitario, como cabeza de Ia empresa

· ... · ec!\tgJ:i<!-L':'Qujen es Quien.en.Golombia~' .. l'or sabida, me eximire de recabar Ia excelencia de esta, en sus diversas ediciones, a! hacer conocer de propios y extraiios e1 nombre de los colombianos que, dentro de los sectores oficial o privado, venian distinguiendose cada tiempo al servicio de lacomunidad; · · \

Con todo su conocimiento, directo, de los hechos de Ia vidanacional ocurridos a pleno aire oentre bambali-

... : ... P.a§,.enJQs.1tltimos . ..tiempos,D.liverio ... estaba.en.posibili---·

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dad de dejarnos de ellos para beneficio, tant,n de laenco­petada historiografia como delano meno~ utd petztc-. histoire, un registro vivo, revestrclo de aquel anecdotano que, hacienda el relata mas humano, repentmam~nte descubre a! observador intehgente y persp!Caz la mt1ma urdimbre de hechos aparentemente inconexos. Pues bien, Oliverio, quiza por la tirania que Cron~s ejerce sobre el hombre de hoy, fue dejando para mas tarde tan laudable empeiio y solo a! final de sus elias se dedic6 a el, con el animo de darle debido remate. Sin embargo, ape­nas logr6 redondear los primeros capitulos, que_ co_mpren~ den el registro de los episodios de Ia niiiez provmc1ana,_ los primeros intentos de periodismo, el paso por la capi­tal de esa misma provincia, el yiaje a Bogota, la.vincu­laci6n con "El Tiempo" y el primer conocimicnto de quienes hab{an de constiiuirse, en sus guias dentro del ejercicio periodistico. Se perdi,6 a$1, ·como tantas otras veces ha ocurrid() en el devenir de los tiempos, Ia opor­tunidad de cm1tat con una his tori~ de, primera mano -sobre los avatares de nuestra vida republlcana posterio­res al ingreso en Ia liz a social de Ia g~neracibn del Centenario.

A pesar de las limitaciones:ya dichas, el relato,que aparece en Ia prim era parte de este hbro con el titulo de

· "LosPresidentes que he conocido"; que el au tor ide6 para su obra, no obstante exceder del contenido, es ejemplo, de buen estilo periodistico directo, con po~as concesiones al adomo superf!uo y no exento de gracia

· comunicativa cuando Ia ocasi6n lo permite. Ademas, es apropiado retrato de O!lverio en su vid~ social e intima, sencillo, descomplicaclo, presto al donaue y ala generosa comprensi6n de las gentes y de las diversas situaciones

· ·"1·· · ·q_ueiavidalespresen:ta:: -········ - ·· · ·

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Para que el personaje no quede incomplete, se inclu­yen a! final dellibro dos paginas que, ademas de retratar­le muy bien, se relacionan muy directamente con los ul­timos aflos de.su vida, cuando se vinculo, en forma por demas generosa, a! presidente Lleras Restrepo, en un puesto de g·ran confianza personal, desempefiandolo con Ia discreci6n propia de su natural sefior!o, y tuvo las:;ttis­facci6n de recibir el homenaje del C{rculo de Periodistas de Bogota, a! cumplir sus bodas de oro period{sticas que, por un risuefio azar, •coindidiero_n con las bodas de plata del "Qui en es Quien en Colombia" por el cual siempre tuvo decidida preferencia. Cierran esta ultima parte -a manera de colof6n-los versos que a Oliverio dedic6, en diferentes epocas de su vida, el ingenio del invariable amigo Fray Lej6n.

· Ha pasado ya un lustra de ceniza sabre el dia en que dej6 de alentar Ia vida generosa de Oliverio Perry; su familia, de Ia que fue porte y gu!a, guard a !a confianza de que en una vida. futura se reunira a e!; mientras tanto, dedica a rememorarle este libra, llen6 de su espJritu, y

_;cuya lectura confla encuentre eco generoso en el cora­zan de los amigos, en quienes Oliverio vi6 siempre como una .P.rolongaci6n afortunada de su propio drculo

_ .. famrhar. , .-.· ...•.... -.-

G.P. Z.

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LOS PRESIDENTES QUE HE CONOCIDO

A traves de estos recuerdos, con los cuales no se pre,

tende hacer literatura sino contitr Ia verdad, me prop on­

go presentar muy objctivamel}te las~ figuras mas sobresa­

lientes de Ia vida nacion'al a las que he tratado o conoci­

do directamen'te, relatando ademas episodios en los que

· personalmente intervine o de los que he tenido conoci~

mien to a.utentico y que sirven para apreciar episodios de

!a vida colombialfa ocurridos durante el periodo que va

de 1909, el mas lejano aiio en mimcmoria, a los dlas en

que se escriben estas llneas. A nadie pretendo herir gra­

tuitamente;pero ante Ia necesidad de ser objetivo,-no

me culpo si algunos figurones .de pronto no resultan tan

pomposarnente solemnes como ellos mismos lo desearan.

Y va de cuento.

En un hogar tradicionalmente liberal, y con ancestro

liberal de muchas generaciones en am bas ramas, aprendl,

·· ------- - - ·· --- ·- ~~---- · ·desde·rnuy'pequeiio;a·querer ya·tra,bajar ·por·las ideas

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democraticas y por el imperio de la libertad. Me apasio­n6 siempre la defensa y la pnictica de la libre expresi6n del pensamiento. Leia semanalmente y desde que se fund6 "La Lintema", que dirigia y de la que era duefio elliberal, ravacholista y r.adical Enrique Santos Moritejo, a quien acompafiaba un intrepido y bizarro equipo de conmilitones formado entre otros por Pedro Antonio Zubieta, Martin Perry, Juan C. Hernandez, Anatolio Gomez y el chato Romero. Esta lectura me permitia sostener discusiones y polemicas, naturalmente muy de­mentales, con un compafiero de escuela primaria, Carlos Arturo Fonseca, mi pariente lejano, perteneciente a una de las poquisimas pero aguerridas y muy intransigentes familias conservadoras que habia en Samaca, mi pueblo natal, escenario de estos episodios. Mi contrincante tenia como lectura predilectiJ. el peri6dico "La Soledad", que a su pa~re le enviaban desde Bogota, y que dirigia e inspiraba el grupo mas hirs)lto del conservatismoretar­

, datario de la capital. Estas discusiones nos indujeron a enfrentar tesis y nombres y al paso que yo hacia elogio d~ Santander como fundador del partido liberal, Carlos Arturo pretendia apabullarme con los nombres de Boli-

. var, Sucre, etc. A tanto me llev6, que decidi f\lndar mi propio peri6dico y plagiando el nombre de "La Linterna",

.Io bautice coRd-de .''ElJtaro''•· Era•escrito· a mano,·con letra muy patoja y s6lo se editaban unos 10 ejemplares que se vendian a centavo, pero que llevaba avisos, cada uno de los cuales costaba dos centavos, lo que nos per­mitia, a su directory propietario, que lo era yo, al ad-ministradorque era Martin, mi henua·no, dos afios ··y· mayor que yo, y aljefe de drculaci6n, al mismo tiempo

, .cobrador, que lo.erarni herman0 , menor en dos afios,_ ·-·---;-::·Jornas .Enriqu~ ,- darnos · unaspanzad«sde4rutas y-dulces

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cada domingo al final de la faena. J:!ue precaria la vida cle este primer intento periodistico, demasiado rudimenta­rio y elemental, debido a un episodio anecd6tico que vale la pena relatar.

Un cierto personaje, pariente de mi padre, Eduardo Monroy, tambien de familia intransigentemente liberal, con varios muertos al servicio de la causa, movido por la desenfrenada ambici6n de ser alcalde de la poblaci6n, designaci6n que correspondia, como hoy, al gobernador del Departamento, hizo publica pro testa del credo poli­tico que profesaba, para matricularse simultaneamente en el opuesto, o sea, que dejaba de ser liberal y pasaba a ser conservador. Por entonces el director de "El Faro" tenia, entre las lecturas preferidas que le habian reco­mendado, un libro del tratadista ingles, Samuel Smiles, denominado ''El Cadcter". Muy a pr;op6sito, en "El Faro" del domingo siguiente ~1 dia en·que tom6 pose­si6n de la alcald!a.el nuevo cdns~rvador, se teprodujo un parrafo muy p'ertinente de dicho libro, que el flamante alcalde lo tom6 para si, porque evidentemente le caia como ani/lo al dedo. Ante la imposibilidad de retarme a duelo o de hacer directamente el reclamo, ya que d era hombre de 3 5 afios y yo, lo que el mismo llamaba, un mocoso impertinente de 9 ai\os, lehizo el reclamo direc­to ami padre, quien le respondi6 que estaba lis to a asu­mir la responsabilidad por su hijo, solidarizandose plena­mente conlo que decia "El Faro" y con lo que murmu­raban por lo bajo todas las gentes del pueblo. Pero muy amistosamente mi prqgenitor me aconsej6 que p-rimero estudiara y me preparara debidamente para ser luego un buen periodista, ya que parecia que tal era nii vocaci6n • o lo que ahora llamamos con tanta gracia mi carisma. Y

- ··--as1-muri6 '-'-El-Faro'"---------·---·-----~·----

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Pcro veniamos hablando de 1909. Cursaba yo enton· ces el ultimo ano en Ia escuela publica del pueblo. Un bucn dia el director de dicha escuela nos di6 instruccio­nes de volver a nuestras casas, vestirnos con el uniforme dominguero (del cual formaba parte indefectible el cue­llo marinero) y regresar a Ia m:tyor brevPdad. De alli sali6 Ia comunidad muy formal y solemne hacia !a plaza principal, donde encontramos las otras escuelas urbanas, incluyendo las de nifias, todas muy peripuestas y ordena­ditas, y a los senores principales del pueblo, tambien con sus vestidos domingueros de pano (pues los de entre semana ordinariamente er11n de manta), los zapatos muy brillantes y lustrosbs y cada cual con una botella de brandy en el bolsillo trasero del pantal6n (costumbre muy boyacense en las fiestas patronales de los pueblos). Frente a Ia alcaldia habia una especie de altar, proscenio o tab !ado, en donde lo principal era el retrato de un per­soriaje degrandes mostachos, a quien le cruzaba el pe­cho una cinta o banda tricolor. Despues ·supe que era el

·general Rafael Reyes, presidente de Ia Republica, de qui en hasta entonces nos hab ian ensefiado a recelar y a querer poco, precisamente por ser conservador, tbdo lo cual contribuia a aumentar Ia sorpresa y el asombro de las mentes infantiles, Despues de lanzados a! aire los vo­ladores detonantes, se oyeron varios vivas al Excelentisi­rno Senor Presidente de Ia Republica, a Samac a, a Ia Jus­ticia y a Fernando Cortes Monroy, abogado cuya familia era oriunda del poblado y emparentada con Ia mia. A continuaci6n el .alcalde dio lectura a un documento, que era simplemente Ia informacion lleg~da de Bogota, se-)· gun Ia cual Samaca ganaba el pleito de limites que sos'te­nia de anos atnis con su vecino, el municipio conserva-dor de Ventaquemada. Tenia mucha significaci6n para

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cl pueblo b sentcncia o arbitraje en cuesti(m, que habla dictado el jcfc del Estauu, porque le hacia propietario dcflnitiYo dd p~iramo denominado de "El Gacal", globo ue tierra muy extensu, muy fertil y que, por virtud de la sentcncia, se destinaba al fomento de la educaci6n en el municipio. AI conoccrse, pues, los detalles de la pro­viucncia emanada del progresista mandatario boyacense, touo el rnundo, no solamente se explic6 Ia legitima eufo­ria que se habia apoderado de los principales heliotropos de Ia poblaci6n, sino de Ia ciudadania toda, que ese dia se di6 a una colectiva bacanal.

Fue, pues, este el primer nombre presidencial que qued(, grabado en mi mente y que poco tiempo despues volvi6 a sonar, esta vez con acentos mclodramaticos, cuando llegaron, un poco tardias, las informaciones del atentado de "Barro Colorado", o se<;~, el intento que hu­bo de darle muerte, aprovecha~do el pasco que .en el pe­riodo de la mafianahacia por la carrnera central desde el palacio presidencial hasta el kjano barrio de Chapine­ro en su lojosa limusina, y del cual sali6 ileso gracias, entre otras cosas, ala intrepida actitn.d de su hija Sofia, que le acompafiaba. ·

Decia que yo, como muchos demis paisanos, habia carnbiado subitamente de concepto respecto de Reyes, porque el haber fallado en favor deSamaca, pueblo re­belde, casi ciento por ciento liberal, discolo, desafecto al gobierno, y en contra de una poblaci6n como Venta­quemada, cuyas gentes en un noventa por ciento eran conservadoras, cuyos dirigentes ocupaban posiciones de influencia en el gobierno departamental y ten ian validos en el Gobierno Nacional y dentro de la clerecia, que por ese tiempo gozaba de poder decisorio ante los poderes ·

· publicos, dejaba muy en claro el espiritu de justicia, de

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rectitud y al mismo tiempo devalentia del jefe del Estado. Por eso, tambien se explica que los hombres no­tables de mi pueblo le hubieran expresado su gratitud por medio de una tarjeta de oro de 24 quilates, bella obra de orfebreria, "firmada por el alcalde, personero, presidente del Concejo, jueces, recaudador, maestros de escuela y los notables del municipio". (No llevaba una sola firma femenina porque eran tiempos en que Ia inter­vencion en politica o en asuntos publicos constituia pa~ ra Ia mujer pecado cap hal que atentaba contra su condi­cion de reina del hogar ). Se le en trego dentro de un es­tuche de madera artisticamente tallado, obra en que se esmero el genio artistico de mi padre, gran ebanista, y que con justicia llamo !a a ten cion en las esferas de Pala­cio, tanto por el preciosismo con que estaba fabricado como porque aquel joyel solo podia abrirse conociendo el secreto chino que le instalo a proposito su fabricante~

Una tercera vez en que yo supe de Reyes J'ue cuando el pueblo, .aupado por Enrique Olaya Herrera, Eduardo Santos y Laureano Gomez, Ie obligo a dimitir, porque se hab !a convertido en dictador. Apenas llevaba un afio de

iestar disfrutando del periodo extraordinario que una · asamblea constituyente amai1ada le decreto servilmente.

Reyes, tam bien en esta vez, se mostro grande estadista, pues habiendo podido ceder ala presion de aquellos ·de sus ministros atrabiliarios que le proponian disolver las manifestaciones populares disparando sobre las multitu­des liberaJes y conservadoras los canones y fusiles que manejaba el ministeriode guerra, prefirio entregarle el mando, esto es !a primeramagistratura, al de!lignado ~- -general Ramon Gonzalez Valencia y exilarse de Colom­bia, de donde estuvo .ausente hasta despues del afio

·-1920;··-- ...... ......... ......... . ......... , ............................... _ ............. .

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Cornentando alguna vez con el doctor Eduardo San­tos los atributos del celebre rnandatario boyacense, me decia que quiza no habia conocido en toda su vida publi­ca a un hombre con mas definido don de rnando que el general Reyes y relataba, para confirmar ese concepto, esta curiosa anecdota: Y endo Santos de pas eo por cam­pos de Boyac:i, se !I ego a los hervideros o pozos calientes que habia en las afueras de Paipa y que Ia gente decia tener raras virtudes curativas, especialmente para afec­ciones reum:iticas. (Todo esto quedabaen donde est:i aC' tualmente el hotel de Sochagota). Alllegar a uno de los pozos vio dentro de el a un hombre corpulento, robusto, inconocible por el barro negro que le cubria Ia cara y el torso, y qui en al verle, sin mas preambulcis kdijo: ."Oiga joven Santos, b:ijese de ~sa aci'mila, desnudese y venga a baf1arse en estos pozos, que sqnmuy .sanos". Y el doctor Santos, d6cilmente, sin protes,ta, ?"' ,bajo de Ia ~abalgadu­ra, Ia puso en seguro, se fue desmidando alii mismo a !a limpia luz del firmamentci y con solo sus pantaloncillos se arroj6 a! pozo donde estaba el general Reyes, qui en le di6 unas palmaditas en Ia espalda diciendole: "Asi se ha· ce, amigo. Vera, usted, como le sienta de bien".

De regreso, y nuevamente sobre su cabalgadura, San­tos reflexionaba acerca de lo sucedido y no acertaba a explicarse que fuerza le habia: obligado a obedecer ciega­mente aquel mandato, sin el menor signo de resistencia.

La actividad dictatorial de Reyes tambien abunda en anecdotas que le pintan de cuerpo entero. Debe recor­darse que antes de ser. dictador y cuando fue elegido presidente, a raiz de !a guerra de los mil dias, tuvo ras· gos de estadista agil y penetrante, conio es elocuente ejemplo su celebre ley de las minorias, por medio de Ia

... cual,'amas de alejaralpartido-liberal;o a gran parte de

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ei de las preocupaciones guerreras, asigmindole una mo­desta cuota (menos de Ia tercera parte) en el poder (con­greso y ministerios ), en la practica le dio entidad legal, -por decirlo asi~ al privilegio que se consagraba en fa­vor del partido conservador de elegir a! presidente de Ia republica y a las mayorias del parlamento. Habilmente, y tambien de manera muy discreta, asordin6 Ia tremen­da intervenci6n que en la politica y el manejo de Ia cosa publica, tenia desde los tiempos de Nunez, el clero, al que trat6 de reducir ala atenci6n de los asuntos espiri­tuales. Y en el aspecto constructivo material no se puc­de olvidar el gran tramo de la carretera central del norte que dej6 en servicio hasta su tierra natal, Santa Rosa de Viterbo, a donde lleg6 con el primer autcim6vil importa­do a Colombia, asi como el impulso y fomento que di6 ala navegacion del alto y del bajo Magdalena y ala cons' truccion del ferrocarril de Girardot y el estimulo que presto a incipientes empresas industriales nacidas por

. aquella epoca. Sobre sus metodos o la mecanica del mando, el perio­

d!sta y escritor. costeno, Julio H. Palacio, antigup secre­tario de Nunez y qui en se jactaba de tener alma palacie­ga, relataba, en amena conferencia publica que dict6.en el hotel Ritz en 1930, una cmiosa anecdota, con !a cual quiso demostrar;refiriendose a Reyes, q1,1e no es ft leon como lo pintan. Decia Palacio que Reyes intervenia en todo: le dictaba instrucciones al mayordomo, dandole practicamente el menu de cada comida; como se deb fa planchar la ropa, cuanto se deb fa pagar ala gente del as eo, de que man era tratar con los rmirchantes de la ph' za del mercado y todo esto mientras, por otra parte, re· cibfa embajadores y trataba con ellos los problemas de

- ·laAmazonia ? ·sobre las ·incidencias del-Concordato en -

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la lnstruccion o sobre la cliusula de la nacion mas favo­recida, a tiempo que con los directorios politicos de su partido planeaba los debates del parlamento y las cues­tiones electorales. Julio H. Palacio dirigia entonces, por voluntad de Reyes, el peri6dico conservador oficialista llamado "El Nuevo Tiempo", que gozaba de especiales privilegios, consideraciones y trato por parte del gobier' no y de todas las agencias oficiales del Estado. Pero esto exigia reciprocidad y la que impuso Reyes era nada menos !a de que el editorialista, o sea.el director, solo podia tratar editorialmente los temas que aquelle indicara, quien, ademas, senalaba su forma y or.ientaci6-n. Un buen dia, estando reunida una importante Conferen­~ia Episcopal, con asistencia de los principales mitrados del pais, el jefe del Estado decidio agasajar a dichos je­rarcas con un banquete que debia servirse en los come­dares del palacio presidencial, Nati.\ralmente, en la tarde del dia anteriory usando una· hoja ordinaria de papel, Reyes le di6, contra su costumbre, instrucciones muy generales y vagas, al mayordomo sobre dicho banquete. Decia el memorandum respectivo: '.'Manana a las ocho de Ia noche banquete ala clerigalla. Ojo: comida ordi­naria y abundante como para eclesiasticos". Parece que mas tarde, urgido por el tiempo, quiso hacerle llegar a Julio H. Placio el memorandum sobre lo que deb ia decir el editorial-del dia siguiente de "El Nuevo Tiempo". Inadvertidamente, us6 !a misma hoja en donde por elan­verso habia escrito el memonindum para el mayordomo. El destinado al director del "Nuevo Tiempo" le prescribfa escribir sobre el concordato y lapaz religiosa en el pais. Deda el conferenciante Palacio que el memorandum para ello habia recibido un empleado secundario, quien, ·

- en vista de que el director no ida al peri6dico por estar

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enfermo, lo paso a las cajas ordenando que se levantara el texto conforme estaba y que se publicara como edito­rial. De esa manera, a! dia siguiente habia salido en el sitio de honor !a celebre orden: "Banquete a !a clerigalla, comida ordinaria y abundante como para eclesi:isticos". Agregaba Palacio que el presidente, entonces ya dictador, lejos de haberlo desterrado a Mocoa, como habia hecho con Abadia Mendez, con el conocido cacique conserva­dor boyacense Sotero Pcl'iuela y con el hermano de este, el canonigo Cayo Leonidas, le habia mandado el medico de Palacio a que lo visitara y recetara, con una nota de puii.o y letra en que le decia: "Te agradezco la leccion". En lo que conozco de los archivos de "El Nuevo Tiem­po" no he encontrado la publicaci6n que confirrne la anecdota de Julio H. Palacio.

Antes de cerrar los recuerdos sobre el general Reyes y de entrar al periodo del republicanismo que sigui6 a la caida del Dictador y al episodio de sainete que fue el rndanc6lico final del Quinquenio y para darle c9lorido humano al relato, creo oportuno referir una anecdota que pinta a un tiempo, las costumbres de la epoca y,al persmpje_principal que, por las buenas o por las malas, llen6 en esos prim eros aii.os del siglo la vida colombiana. El general Reyes, tanto por su temperamento militar co­mo por la ruda batalla que tuvo que librar con la natura­leza en el Amazonas, explotando el caucho, usaba,. en

·general, de untrato campechano, abierto y confianzudo, que especialmente le era habitual eri sus relaciones con los amigos, paisanos y coetaneos. Entre estos tenia un · com padre que vi via en Santa Rosa de Viterbo, do ride

· ·llevaba una·vi~a vegetativay precaria,-·dividiendola entre

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las faenas del campo y los pequeii.os negocios que e! aje­treo de la vida urbana le permitian. Cuando Reyes subi6 a !a Presidencia los amigos de aque! le aconsejaron que le pidiera a su com padre algo para remediar su situaci6n lindante con la miseria. El sujeto, ni corto ni perezoso, le escribio al compadre Rafael y la respuesta, en lujoso papel con membrete que llevaba en colores el escudo de Ia Republica, no se hizo esperar; El Presidente compadre decia a su amigo que lo esperaba en Palacio cualquier dia y a cualquier hora. El otro, quemando sus ultimos cartuchos, se compro ropa nuev.a hecha en tela de lana y por sastre de renombre, botines para reemplazar las alpargatas que habitualmente usc.ba, una vistosa corbata azul de prusia y un sombrero tirvles y con ese e!egante atuendo emprendio viaje a !a Capital. Como se lo habia anunciado el Presidente, fue recibi~o inmediatamente, Jlevado por un optilento edec~n eri ,tnye de gala a traves de los sal ones dd Palacio hasta el despacho de su compa­dre, el jefe del Estado, quien le recibi6 dandole un fuer-te abrazo. El pa:lutdo provinciano, entre cohibido y des­concertado, tuvo, sin embargo, :inim'o para relatarle a!. _eminente paisano todas sus cuitasy ponerlo al tanto de las aulagas porque estaba atravesando en su misera exis­tencia. Ya a! finalle pedla, no UTI'\ ayuda personal sino un puestecito que lo sacara de apuros.'Reyes, con lame­jor buena voluntad de acceder a la peticion de su compa­dre, le insinu6 que permaneciera en la Capital una sema­na o dos, el ti.empo que fuera necesario para que, averi­guando en ministerios y dem:is servicios, pudiera encon­trar !a posicion que le conviniera, .y al efecto le ofreci6 pagar los gastos del hotel y de su perrhanencia en Bogota .. El compadre estuvo diligente y como se le sabia protegi­do del general; era-bien recihido de tpdos, pero en su

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largo recorrido por !a burocracia de entonces, nada sacaba en limpio, pues en unas partes le exigian buena letra y apenas Ia tenia regular; en otras, buena ortografia y e! pobre no distinguia entre Ia v de vaca y !a b de bu­rro, y en 'otras, era necesario que supiera algo mas de las cuatro operaciones de Ia aritmetica para sacar porcenta­jes. Asi transcurrieron los dias hasta el domingo cuando, ya un tanto mohino y preocupado, a eso de las 10 de !a manana se encamin6 a! parque de !a Independencia, en donde encontr6 que una banda de musica como diez ve­ces mas grande que !a que solia to car en las fiestas de Santa Rosa, su tierra, colocada dentr6 de un kiosco, se proponia dar una retreta. Not6 que no era el del clarine­te el que llevaba el compas, como ocurria en las fiestas pueblerinas, sino un senor con una varita, que agitaba en .el aire. Ese fue para el el gran descubrimiento, pues no dej6 que amaneciera ellunes cuando ya estaba frente a su com padre pidiendole que lo nombrara en el puesto que tenia el senor que agitaba Ia varita en Ia banda de musica. Por buena voluntad que tuviera el Presidente . coil su paisano, esta vez no fue posible complacerlo en su extravagante e ingenua petici6n. Le toc6 a Reyes po­nerse a buscar personalmente lo que su chabacano com· p'adre no habia podido hallar. y se dice que este termin6 de colector de rentas en su pueblo natal.

Entremos ahora de lleno a! periodo del Republicanis­mo, surgido del acuerdo entre los pa.rtidos liberal y C()n, __ servador que habian tumbado a! dictador y que, hallar:l­dose identificados en Ia necesidad de modificar algunas

· disposiciones de Ia cesarista Constitutic6n del 86, ··· ·········aetidieron eiegir.iin presldeilie-qiie iiogoberiiai-a,coffio ·

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los anter.IUrcs, ni con rncntalidad conservadora ni con mcntalidad liberal, ni a nombrc del partido conservador ni a nornbre del partido liberal, sino por mandato yen represcntacion de toda la naci6n. El rnovirniento, en rea­lidad, tuvo vigoroso impulso inicial. Exponentes muy . destacados de las dos colectividades se incorporaron a el y en un determinado momento parecia como si hubieran renunciado a sus antiguas querencias politicas, es decir, . a sus queridos odios y a sus aberraciones intransigentes. · Contribuy6 a este peculiar fen6meno politico el hecho de haber sidQ elegido para presidente un hombre en rea­lidad ecuanime, un tanto romantico, bien preparado, y que tuvo como carisma especial el de resolver conflictos y situaciones con despachos telegdJicos de impecable e ingeniosa factura. Era este estadista Carlos E. Restrepo, antioqueno de Ia mas pura cep.a delmaiz, con sus birre­tesde literate y,a no dudarlo,,cori,un rimy buen olfato politico. _· _ · ·

Yo no co nod a Carlos E. personalmente como presi­dente, porque su periodo trascurri6 ~ntre 1910 y 1914, durante los cuales, alternativamente, fui alum no del Co­legiode Boyaca y obrero de multiples actividades en Ia Fabrica de Hilados y Tejidos de Samaca. Lo conoci mu­chos afios despues como ministro de Gobierno en Ia ad­ministraci6n nacional que presidio uno de los genios po­liticos colombianos mas destacados del presente siglo, el doctor Enrique Olaya Herrera, a quien habia contribui­do a elegir dentro de un movimiento parecido al repu­blicano de que fue alma Restrepo y que en el ano 30 se denomin6 Ia Concentracion Nacional. ,

El presidente Carlos E. Restrepo tuvo que manejar h:ibil y discretamente un congresocuya composici6n po­Iitica rio Ie era favorable '-i al-misrrio tiempo resisti6, con

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honestidad y valentia, Ia violenta y a veces agresiva pre­sion de sus antiguos conmilitones conservadores, la de los mas intransigentes exponentes del clericanismo hirsu­to y a veces las demasias de las exigencias liberales, par­tido en el cual, sinembargo, siempre tuvo su mejor apo­yo. Le favoreci6, en cambio, Ia simpatia muy esponta­nea y visible que le profesaba el pueblo y la reciente ex­periencia que la naci6n hab ia tenido con Ia dicta dura del Quinquenio.

Su gobierno indudablemente tuv6 muy favorables in­fluencias en Ia educaci6n politica colombiana. Refirien­dome a Boyaca, donde vivi durante esteperiodo, de 1910 a 1914, recuerdo que por primera vez los liberales tuvieron acceso a posiciones decisorias dentro.delgo­bierno departamental·y fue as{ como una persona como MartinPerry, mi tio, que toda Ia vida fuepresidente del D_irectorio Liberal, que estaba signado como anticlerical, descreido, ravacholista y hasta maso]J (sin serlo ), por el

simple hecho de que propugnaba y defendia las tesis 'de Spencer, Smithy Espinosa, fue.llamado a desempdiar Ia

_,subsecretaria de Hacienda, de Ia que dependiail todos los recaudadores de los municipios boyacenses. Y Ma-

l nuel R .. Vasquez, el gobernador, era una persona avanza-. _ da, tqlerante y moderna quedeconservador no ten.la

sino el nombre. En los inicios de este periodo del repubiicanismo, el

30 de enero de 1911, naci6 "El Tiempo". Lo fund6 el abogado Alfonso Villegas Restrepo, uno de los escrito­res polemistas y panf!etarios mas famosos y temidos de Ia epoca y quien en Ia ultima etapa de su vida se consa.­gr6 a! ejercicio de suprofesi6n como abogado consultor,

_. ... esp~cilll!Ilent~ alserviciq <it: gr<lnd"s C:()t:npaJ'1faspetrole: _ ras. Este dubman e intelectual bohemio tuvo una agria

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y desapacible disputa periodistica con Luis Cano, el di­rector editorialista de "El Espectador" en torno a Ia controvertida figura del doctor Carlos Adolfo Urueta, que degener6 en rina personal de perfiles poco edifi­cantes.

EJ peri6dico recien fundado era 6rgano del republica­nismo. Le disputaba el campo a "El Liberal" del general Uribe Uribe y se enfrentaba a! ultraconservador "El Nuevo Tiempo", que ya no era mas el peri6dico palacie-. go. En "El Tiempo" colaboraban, ademas, Eduardo Santos, Luis Eduardo Nieto Caballero, Tomas Rueda Vargas, y otras figuras, figurones y figurines del nacien­te partido republicano.

Restrepo era sencillo en sus, costumbres; nunca hizo ostentaci6n de su poder. Solla salir de Palacio solo, sin compafiia de nadie,. a pasearpor las cal,les de Bogota. Es­to le vali6 que leachacaran gr:Huitas ap.ecdotas, que nun­ca tuvieron confirmaci6n autorizada. Una de ellas, que se rehitaba pica'rescamente a media voz en los cerrillos, presentaba a! mandatario disfrazandose con el atuendo del artesano tipico de Bogota, o sea ruana, sombrero jipijapa, pantalones y chaqueta de manta burda para sa­lir de juerga con sus compaiieros de faena, especialmen­te s1,1 grande amigo C!Qdo!J1iro_ Ramirez, por esas calles peligrosas de Las Cruces llamadas de las Escaleritas, Ia Esmeralda, etc., habitadas por las nifias de Ia vida alegre, en busca de aventuras y de un buen aguardiente de resa­ca, es decir de contrabando, que se fabricaba en los so­cavones y caiiadas del cerro de Monserrate, donde tuvo su vasto imperio el conocido personaje llamado papa Fi­del. Se llegaba a afirmar de Restrepo y de Clodomiro qu_e <;l1,1rante a,]guna, de aque!Jasa,venturillas, habian da­do en una tienducha de poco tranquifizador aspecto,

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con un grupo de verdaderos artesanos, quienes, tam bien en plan de juerga, y bien provistos de bandola, guitarra, tiple y otros instrumentos de estudiantina, alegraban Ia farra por esos barrios de Dios. La exigencia que hicieran los dos personajes antioquefios a los de Ia estudiantina para que tocaran y cantaran una canci6n antioquefia y Ia desobligante respuesta de los aludidos, dizque desen­caden6 un combate a pufio limpio que dio por resultado dos tremendos moretones en los ojos de Clodomiro y Carlos E., quienes de all!, muy ca!laditos, regresaron a sus bases, para acudir a! dia siguiente y por toda una se­mana, a sus quehaceres oficiales, protegidos Jo·s ojos con gafas negras. ·

Conversando alguna vez con el doctor Santos y tra­tando de averiguar con eJ, qui en vivi6 mas directamente. en el escenarioy durante la.epoca de aquella anecdota, me rectificaba Ia especie diciendo que si en verdad Car­los E., antes de ser elegidopresidente, tuvo afici6n, p'or cierto muy acentuada, hacia el aguardiente, cuando su nominaci6n a Ia prim era magistratura tom6 caracteres serios, su madre le llam6 a su Jado y haciendolo' arrodi­IIar le pidi6 Ia promesa de no ingerir licor alguno mien­tras fuera presidente por si resultaba electo para esa po- . sici6n, promesa que cumpli6 .con rigurosa leal tad. Santos dice que ese episodio es rigurosamente hist6rico y que, por consiguiente, Ia anecdota en cuesti6n es.pura leyen­da y fantasia popular. Cuando yo le conoci de ministro, no era propiamente un santurr6n en materia de trago, pero tampoco un beodo consuetudinario; era, en ese i'Sc

pecto, un hombre normal. Sinembargo, tambien por I'os tiempos de Ia campafla electoral que, a fines de 1929 y pri)1cipios de1930,diopor result<ldo Ia elecci6ndeEn­

rique Olava Herrera para presidente d.d:';()jc)ffiliia, en fa 28

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cual Carlos E., interYino en primera linea, sus cumpai\ew ros de lucha afirmaban que solia ponerse unas rascas de padre y senor nuestro y que por una de ellas habia perdi­do el chance de volver a ser presidente, cuando el candi­dato Olaya Herrera, por diferencias con Alfonso Lopez, quiso proponerlo como tercero en discordia. Tambien tengo serias dudas sobre Ia verosimilitud de esta especie.

Dije atras que durante aquellos cuatro aflos de Ia ad­ministraci6n Restrepo yo reparti mi tiempo entre el Co­legio de Boyaca y mi trabajode operario manual en Ia Fabrica de Hilados y Tejidos.de Samaca.

A Ia fabrica ingrese a Ia edad de 13 aflos, devengando unjornaldiario. de 12 centavos, que me alcanzaban para pagar 60 centavos por a)imentaci6n,. semanalmente, y . los 12 restantes. en golosinas. Mipri~era ocupaci6n fue rudimentaria. Manejaba una maquina dobladora de tela, o sea, donde se media, por yardas, lo que salia de los te­lares. De ahi mepasaron de ayudante en el manejo del motor, luego, de ayudante en las calderas productoras del vapor., mas tarde, de tejedor, en donde alcance a de­vengar Ia f~bulosa suma de $1.20 por dia, con h cual me consideraba un potentado. AI cabo de dos afios, ha­biendo hecho algunos ahorros y loco por volver a estu­diar, con el apoyo de mis padres, retorne a! colegio. La fabrica de Samaca era en ese entonces Ia industria mas impottante que tenia Colombia y sus propietarios,. el se­flOr Francisco J. Fernandez y su familia, por cierto muy favorecidos de Reyes durante el Quinquenio, uno de los clanes mas ricos del pais. All!, en Ia hbrica; tam bien tu-

. vevdeidades de periodi:S'ta, pefO m\ly fugaccs, porque

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no encontre ambiente ni clientela. Parte de Ia factoria funcionaba en los edificios que fueron propiedad de mi

I SSG, familia, quien por el aiio de .\.864, ut6picamente quiso establecer en aquel pueblito una gran empresa siderurgi­ca que, para sus fundadores, constituy6 el mas profundo fracaso econ6mico, no obstante haber tenido el mas alagador exito tecnico. De ese primer intento por iniciar en Colombia una bien lograda muestra de Ia industria ·pe­sada en su mas caracteristica expresi6n, quedan apcnas vagas y difusas referencias escritas. De ella se ocuparon el presidente Rafael Nunez, quien quiso darle apoyo del Tesoro Nacional, y el presidente del Estado Sobera­no de Boyaca en aquellos aii.os, Jose Eusebio Otalora. El fundador de Ia misma, Martin Perry, mi bisabuelo, naci­do en Bilston, Inglaterra, antes de establecerse en Sam;l­ca, trabaj6 como tecnico director de !a Siderurgica de Pacho (Cundinamarca) con un equipo de expertos brita­nicos. Para el error de perspectiva en que incurri6 in flu-

. yeron varies facto res: primero el resultado del analisis tecnico hecho en los laboratorio.s de Birmingham de las l):iUestras del mineral tomadas en los que se consideraban

. fiquisimos yacimientos o filones minerales ferruginosos . I existentes en Samaca y que a Ia postre resultaron pobres

fallqsg~J.qlogicas, cop.ceptl,) que no.pudo menos de pro- . ducir el desbordante entusiasmo que lollev6 a concen-

. trar en su aventura todos losrecursos, as! los provenien-.. tes de sus haberes y propiedades en lnglaterra como los

que habia acumulado en Colombia. Quiza de aqui debie­ran arrancar estos apuntes: considero .que es del todo .. conveniente yutil relatar a espacio esta pequefra gran··'. historia. Referia mi padre, en las sencillas y exquisitas velad":s~amilia.resdo!lde Jorrn~barn()S aJelada y embebi­d<i audiencia su esposae hijos, que su abuelo.Martfn,

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contratado como tecnico en Londres para Yenir a prestar sus servicios en la "Teneda de Pacho", Cundinan1arca, viaj6 desde !a refinada capital de! Imperio Britanico has­ta Ia incipiente y atrasada aldea dellejano pais con un grupo de colegas y catedraticos entre los que descolla­ban los apellidos Corradine, Standfield, Wittingham, mientras dejaba en Birmingham a su esposa, que de sol­tera se llam6 Mariana Bray, y a sus hijos Mariana, Jorge, Isabel, Alfredo y Enrique, enumerados por orden de edad.

El tfpico tecnico ingles, a mas de sus conocimientos profesionales, llev6 a Pacho sus habitos y usos de vida: ejercicios gimnasticos, pulcritud y refinamiento en el vestir fuera de !a usina, frecuencia en el baiio y el inman­cable tea !a hora de las 5 p.m. Como la nataci6n fue siempre una de sus aficiones, 'incliriaciones o jobis, se dio trazas de construir un estanque titilizando el arroyuelo cercano a Ia factor Ia, con Ia doble finalidad de suminis­trar servicios de acueducto a toda !a instalaci6n y fuerza hidraulica para los menesteres industriales y utilizando, ademas, !a improvisada piscina para ejercitarse en su deporte. La tradici6nfamiliar registra !a anecdota de que en uno de aquellos dias en que el jovenbritanico practicaba. e1 ejercicio por tiempo ·excesivo, a! dedicarse a! descanso sobreaguando de espaldas, casi relajado, fue amodord.ndose y no advirti6 que insensiblemente !a mansa corriente del estanque le llevaba a! sitio en donde !a represa formaba impetuosa cascada en. su rebosadero y, sin poderlo evitar, fue precipitado desde altura supe­rior a los 3 metros, quedando, como era natunil; incons­ciente y, con Ia cabeza y todo el cuerpo, recibiendo el golpe del agua. Le acompaii.aba siempre en estas buc61i­cas e inocentonas andanzas un perro 'que, sin ser ejemplo

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en materia de pedigree, tampoco podia catalogarse entre los cuasi ex-gozquejos de que babla Marroquin en su poema "La Perrilla". Lo cierto fue que en aquella criti­ca ocasion, "Nelson", que asi se llamaba el can, quiza en anonimo bomenaje al genial marino britanico que le bi­zo morder el polvo a !a escuadra napoleonica, tras de la­drar angustiosa y desesperadamente, usando de todo su ingenio y sus buenas fuerzas, se dio maii.a de retirar el · cuerpo inanimado de su amo y de llevarlo basta Ia orilla a donde no alcanzaba a llegar el agua, mientras a todo correr regreso a! comedor de-la casa principal y alii importuno tanto con sus ladridos a uno de los paisanos de Martin, quiza el que mayor afinidad mantenia con el, que el requerido decidio seguir el camino que el perro le indicaba y que le condujo basta donde se hallaba incons­ciente pero aun vivo .el descuidado nadador, a quien se pudo reanimar luego, facilmente. Desde entonces nunca hafaltado en nuestro clan un perro llama do Nelson.

Martin se encariii.o con Ia tierra a donde .vino a traba­jar; con to do, Ia decision de radicarse en ella obedecio a ~uriosas circunstancias que vale Ia pena relatar y·cuyo

. conocimiento ha llegado hasta estas lineas a traves de tradicion oral que mis hermanos y yo recibimos de mi padre, el nieto mayorazgo, qui en alcanzo a vi vir los aii.os iniciales de su infancia en los postreros tiempos de abun­dancia de que gozaron el trashumante ingles y su familia en Colombia.

Pacho, como en general todas las poblaciones del alti­plano, celebraba y continua celebrando su fiesta patr~- ... nal, mezcla de ritualismo catolico, de ostentosas pnicti: cas paganas e idolatricas y de holganza popular, to do lo cl1a.lllevaba yllevage11tes procedentes_de apartados lu­gares y en aquellos tiempos especialmente a los galleros,

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que a!li encontraban propicias y amp lias oportunidades para gozar de este espectaculo, a! cual se dice que no son alergicos los ingleses y del que en Ia poblacion· boyacense de Samaca cxistian y han scguido pelechando no escasos y fanaticos aficionados.

No fue, ciertamente, en Ia gallera, don de epis6dica y · fantasticamente pudiera localizarse el sitio en el cuallos gal!eros de Samaca (Monroyes, Escamillas, Ruices, Caji­gas) entraron en conocirniento con Martin Perry. Fue en Ia siderurgica que este por entonccs dirigia y a Ia que llegaron de visita a! termino de sus alegres y despreocu­pados escarceos festivos, donde no solo le conocicron sino que entablaron amistad, nacida en el caballeresco y rumboso acogimiento que eJ simpatico inglesito dispenso a los impenitentes fiesteros de Samaca, a quienes, a! final de su recorrido por las instala.cione.s industriales y en el cualles sirvio de ilustrado cicerone;' obsequio con aquel extraii.o brebaje; servido en luJosa vajilla de finisima por­celana, y que h.lego supieron era el tradicional te de las 5, muy anterior a Ia gloriosa epoca victoriana, tan caraa Ia rubia y perfida Albion. . .

Cuando los de Samac:i examinarcin aquellas piedras coloreadas de orin, les encontraron no solo similitud si­no identidad con las que en grande abundancia se halla­ban en Ia lorna por d~mde se precipitaba !a cascada del arroyue]o de "Gachaneque" que baii.a todo el pie del · llano que le da fondo verde a !a simpatica poblacion, de inconfundible ancestro chibcha. AI ingles no le fueron indiferentes ni Ia observacion que le hicieran sus visitan­tes ni Ia reiterada insistencia para que visitara Ia region y asi pudiera apreciar objetivamente las posibilidades mi­neras que ellos creian alli se hallaban. Meses despues (y .casi .cuando.de.e!lo.s.e habian olvidado los fiesteros de

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Samad.) el ingles les anunci6 visita, para la cual aquellos se prepararon con un programa rebosante de cordialidad );' espontanea hospitalidad y cuyo numero final consistio en una excursion a los lugares que ellos con tanto entu­siasmo habiarr descrito en su episodica visita ala factoria de Pacho. Cuando Martin anunci6 su prop6sito de fun­dar alli una· siderurgica de rna yores proporciones que la que dirigia en Pacho, e invito a sus anfitriones a partici­par en Ia empresa y a que .le brindaran su colaboracion · p_ara llegar pronto_a una efectiva realizacion-de su propo­Slto, ellos promet1eron hacerse socios formales de Ia em­presa y prestar el concurso que se le8 pedia, aunque ala postre solo fue efectiva lii segunda, pues en cuanto a !a participaci6n financiera ellos prefirieron continuar en la linea de las fiestas y los gallos, tan caros a su muelle sen­tido de Ia vida.

Amarrado como estaba por su contrato con Ia Ferre­r fa de Pacho, Martin, una vez decidic\o a plantar defini­twamente su tolda en Colombia, ni siquiera pudo regre-

. sara Bilston para de allf traer su familia y hubo de con­f6rmarse con que, al termino de nutrida corresponden­Cla con sU:s he;:nanos, ellos le despacharan a su joven es­posa y los 5 h!JOS que hasta entonces le habia dado. Jor­ge, mi abuelo, el varon !Uayor pero el segundo de la di­nastia, tenia por entonces 14 anos, cursaba estudios de bachillerato en Londr.es, destad.nqose como excelente deportista en varias lineas de esa actividad; a ei le corres­pondi6 ser el jefe de la aventurada expedicion maritima en la que, c~mo en el ~aso de Colon -y en bajeles Iigera­mente supenores en tecnica a los en que se hizo eldep cubrimiento de America, emplearon algo mas de3 me·

. · . ses, pues tuvieron que sort ear un mar agitado, hostil y ·_ tempestuosC> _que los desvi6 de la rutayenalglinmomen-.

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to amenazo al pasaje con irremediable tragedia colectiva. En Londres la despedida de Ia familia no habia estado desprovista de tintes romanticos y dramaticos, dentro de la tradicional familia britanica, pues los hermanos de Martiny los de Mariana, ala vez socios,-los unos en fun­daciones siderurgicas de medianas pero prosperas propor­ciones y los otros en locerias de porcelana, y de las cua­les Martin se habia empeiiado en desvincularse financie­ramente para conectar todos sus recursos en sus proyec­tadas explotaciones de ultramar, decidieron dejar un re­cuerdo de fd.gil estructura pero de perenne intencion y que ciertamente ha logrado conservarse hasta el presen­te; en efecto, provistas las dos nii\as, Mariana e Isabel, de sendas ramas de flores y situadas a uno y otro !ado de un jarr6n de fina ceramica no co'cida, alglin tecnico dibuj6 en el artefacto una especie .de poet11a que luego, al some­terlo al fuego del homo, quedo grabado en oro. En ella familia presaba todo su sentimie!lto per lo que presentia iba a ser una despedida definitiva:, · .

En Pacho, donde la familia Perry-Bray permanecio el tiempo que a Martin le restaba para cumplir su compro­miso, nacier.on: Torrias y Emma, a la vez que fallecieron Alfredo y Enrique. ·

En cuanto a Ia f:ibrica, sus primeros quince telares los adquirio Ernesto Po.nce c\eL('!.on .eh Manchester, Inglate­rra. Por muchos ai\os fue necesario importar toda Ia hi­laza, colorantes o tinturas, lo mismo que los tecnicos; pe­ro e1 elemento nativo de Samaca aprendia el manejo de las maquinas con extraordinaria rapidez y facilidad. Anos mas tarde cornenz6 a u_tilizarse algod6n nacional en modestas cantidades. El senor Fernandez conoci6 la factorla cuando llego a Samaca tendiendo una linea de

. telegrafo, por virtue\ de contrato..c\e concesiortque le.ha-

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bia otorgado el presidente Reyes; se enamoro de Ia ins­talacion y a su regreso a Bogota cerro Ia operacion de compra y desde ese instante inicio su ensancbe. Cuando yo estuve trabajando como obrero aprendiz, Ia factoria tenia tres secciones: Ia de bilados, en donde trabajaba mi bermano Martin y que producia parte de Ia materia pri­ma, bilando el algodon procedente de Miraflores en Bo-

' . , yaca, de Suarta, en Santander, y de la Costa Atlantica; y se completaba con el que se importaba, ya bilado, de I~glaterra o de Estados Unidos, para completar las nece­s;dad.es de esas instalaciones. Por Ia epoca de mi expe­nenC!a personal, esa seccion era modelo de eficiencia; otra secci6n era Ia de tejidos, cuyos edificios, de cons­trucci6n reciente, distaban de los de Ia prim era dos kilo­metros por carretera, que las intercomunicaba. A mas de Ia maquinaria de urdimbre y de Ia de acabado, ~peraban 105 telares, 10 de ellos de doble ancho. Era tambien ma­quinaria procedente de Manchester y, clara esta, de efi­ciencia muy inferior a Ia que rinden !as maquinas de las n;oder~as factorias. Aquellas requerfan de un operario

· P?r umd:",d y, .en casos excepcionales, como el :tpfo, po­. dta conf!arsele basta tres. Hoy un babil operario maneja de 25 a 30y aun mas. . .

La production semanal de tela a!canzaba mas o menos· a _70.000 yardas, que alimentaban los mercados de Boya­ca, los dos Santanderes, Cundinamarca, Tolima, Cauca y por el norte, parte de Venezuela. El fuerte de estas ma­nufacturas textiles lo constitufan las mantas y !ienzos, base de las prendas o confecciones con que por mucbos afio_s se .visti6 el pueblo, en sus estai:nentos obrero ycam­pesmo y en !a c!ase media baja. Su calidad era tan 6pti­n:_a, que resistia el uso y el abuso por dos y aun tres

· · ····· a nos, Jo que ~-Ia postre resultaba poco aconsejable por ·

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concepto de Ia productividad economica. Eventualmen­te, se elaboraban paiiolones para mujer, toallas de hilo de algodon y paiios entreverados de algodon y lana. La tercera secci6n Ia constituian los talleres y laboratorios de tintoreria manejados por expertos extranjeros prefe­rencialmente alemanes y por muy buenos tecnicos co­lombianos. La empresa tuvo auge basta 1930, en que se inici6 su decadencia definitiva, hasta llegar a su melan­c61ica liquidaci6n.

Hacia el afio de 1912, cuandopor primera vez sali de mi pueblo natal, a conocer otros borizontes y a iniciar estudios secundarios en el Colegio de Boyaca de Tunja, una de mis primeras preocupaciones fue conocer !a casa y los talleres en donde se editaba'.,'La Lin,terna", cosa que no me qued6 dificil porque ~ant() rr\Lpadre como Martin, mi tlo, y los Zubietas, parierites de este por afinidad, mantenian estrecba relaci6n coit el peri6dico del que Pedro Antonio Zubieta babia sido fundador, con su pro­pietario, Enrique Santos Montejo. Este me acogi6 con Ia inmensa simpatia que siempre lo dracterizo y no obstan­te el peligro que encerraba el visitar !a casa y el saludar . siquiera a su director, cargado ya condos excomuniones porla.Iglesia, yo le visitab.a diari<J.mente,]e ayudaba a desempaste!ar el tipo con el cual se componian las pagi­nas y de cuando en cuando llevaba sueltos socia!es que Enrique se complacia en publicar solo para gozarse de mi ufania por ver en letras de mo!de las simplezas que yo escribla. Varias vec_es tuve que asordinar mis visitas a "La Linterna" y hasta mi amistad con Enrique, porque el es­pionaje inquisidor de los trogloditas en mas de una oca­si6n.llev6"el chisme .a larectoria de~ Colegio y alii fui lla-

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mado a rendir cuentas, con serios prenuncios de ser ex­pulsado del plantel.

AI fundarse "La Linterna", los elementos retardata­rios del departamento, los que disfrutaban los privilegios del poder, es decir, los caciques conservadores que se hacian elegir a Ia Asamblea, a Ia Camara y al Senado, y los elementos eclesiasticos mas intransigentes se alarmaron, tanto por Ia audacia doctrinaria con que se presentaba el nuevo 6rgano periodistico · defen­diendo y propugnando abiertamente las doctrinas y los programas liberales, como por Ia labor de critica serena, autorizada y documentaaa·, que se propuso llevar adelan­te el equipo vinculado al peri6dico, y cuyos solos nom­bres despertaban rece!os, rencores y desconfianza entre los usufructuaries del poder y entre los que, como los curas, dominaban gregariamente a! pueblo. Por eso, a! primer pretexto que encontraron, exigieron y obtuvie­ron de lit curia, o sea del episcopado, servido entonces por un gallardopero impotentejerarca, el senor .Eduardo Maldonado Calvo, quien era ante todo un sibarita y un refinado caballero diletante, que larizare. excom!}ni6n · · sobre el nuevo peri6dico, con lo ctial aspiraban a que !a fanatizada e ignara muchedumbre boyacense lo repudia­ra, tratandolo como cosa vitanda, y, por consi· guiente, lo condenara al fracaso-. Maldonado Calvo, por un tiempo, resisti6 ala presion que le hadan los can6-nigos y curas, pero atemorizado por los an6nimos y ame­nazas que le llegaban, decidi6 lanzar !a excomuni6n por

· prim era vez, acto que tuvo !a virtualidad de arirrientar a! doble instantaneamente !a circulaci6n del peri6dico;·aJ:' cual, ademas corrienzaron .a llegar anuncios o propagah" da paga, aun de entidades extranjeras. ·

. . La causa. principal por !a cual se exigi a ]a excomu--: ' . .

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ni6n era en verdad Ia campaiia que "La Linterna" habia emprendido para que se libertara a! conglomerado boya­cense de !a tutela y dependencia de los curas parrocos aliados con los caciques. Los parrocos eran inspectores de cada escuela e imponian el pensum de instrucci6n, que orientaban a su capricho. La lucha contra este esta­do general de cosas motiv6 Ia excomuni6n, a !a que se le busc6 cualquier futil pretexto.

En !a estructura social existente entonces en Colom­bia, !a casta clerical era singularmente poderosa e influ­yente y disfrutaba de privilegios propensos, por el abuso de los mismos, a !a arbitrariedad y a tremendas injusti­cias. Desde el poder omnlmodo que el parroco de una al­dea o pequeiio poblado ejerda sobre su obediente y su­misa grey, de cu ya vida, suette y futuro disponia a su talante, a lo sumo con !a cooperaci6n o ~omplicidad del alcalde, el recaudador y el ga!nonhl' de cada uno de esos lugares, pasandopor el episdopadq, cuya sede de ordi­naria se hallaba en !a capital dei departamento, desde don de ejercitaba una especie de principado, dispensador de.favores, regalias, o castigos, ha~ta el supremo jerarca que, con el nombre de primado, c.onstituia en !a capital de la Republica !a cabeza de !a Iglesia y. que, mediante . su espaldarazo, cubria con gracia !a cabeza de uncandi· dato presidencial o.con_e!baculazo, le condenaba a las tinieblas exteriores. Nose concebia entonces aspecto ninguno de !a vida en sociedad que en alguna man era, estuviera libre de !a influencia o de !a presencia del dero.

De ahi que !a campafia osada y audaz de "La Linter~ na", que pretendia encauzar y reducir !a accion de los ministros de Dios a los menesteres y preocupaciones ex- . clusivamente espirituales o del alma, despertara tanta indignaci6n y protesta dentro de !a derecia y el partido

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conservador que en ella afincaba su poder, como entu­siasmo en elliberalismo que, durante las anteriores con­tiendas belicas, se habia desangrado en los campos de batalla por Iograr una autentica separaci6n y Iimitaci6n de poderes y funciones entre Ia Iglesia y el Estado. A las peripecias, dolencias, dramas, tragedias no fueron ajenos los mios por sus dos polos vitales. AI tio Martin, a! que recien graduado en Ia Escuela Normal de Tunja, el regi- . menlo habia destacado a Pesca para regentar Ia principal escuela urbana y quien por entonces no habia adoptado definicion politica o particlista alguna, los equipos de re­dutamiento del Gobierno lo incorporaron a troche mo­che y brutalmente en las tropas combatientes, ponien­do, en sus manos, habiles tan solo para mane jar Ia tiza, el abaco y Ia cartiiJa, un mostruoso mosquete que escu~ pi~ fuego y plorno fratricidas y que el nunca pudo rna· . n:epr por nata torpeza para todo violehcia. Del vivac guerrero donde acampaba mal de su grado, .le hizo esca­par, por h~roico empefio'de toda Ia familia, el hermano m~nor, el tio Alfredo, cuyos bizarros afios le mantenian en azarosa actividad de correo i:landestino a! seryicio de un.granjefe revolucionario, el general Ramon Neira, a qmen llevaba los trascendentales mensajes de sus corres­ponsales en el discreto barreno que hibilmente le habia fabricado a! ef?ct\Z>, en su borden de caminante, mi pa· · dre, qmen se pmtaba solo· para estos menesteres. El cisa­do y timido desertor y el intrepido y temerario correo git~no, vivian cor: el credo en Ia boca, pues se les perse­~Ia para COUVertJr]os en Carne de canon, hasta que Un d1a les enchrqueraron, antes que pudieran ampararse es> condiendose en el dob!e cielo raso que tenia ei coinedor de Ia casapaterna, dia en que mi padre, protegido de

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esa Implacable busqueda, en razon de que cojeaba de Ia pierna. derecha, a] irsele un poco Ia ]engua contra los carceleros de sus hermanos, fue obligado tambien a in­corporarse como conscripto y a marchar con pesada impedimenta en un trayecto de mas de 8 kilometros en lo que jocosamente llamabamos despues "La campafia de los micos", porque alllegar en el camino de Samaca a Chiquinquini a] sitio llamado "Posada de los micos", por absoh;ta incapacidad fisica se nego a continuar Ia marcha, asi, en cambio, le mataran alii mismo, lo que a! efecto intent6 uno de aquellos barbaros, y solo se pudo salvar gracias a que sus companeros de odisea castrense salieron en su defensa y le procuraron posteriormente Ia fuga.

Aparte de las excornunionehquefueronfulminadas sobre "La Linterna", (una de las CUf!l~s, lamayor, se hi­zo con todos los rituales prescritos,porel inquisidor Torquemada, e~ decir, pronunciali.dq el anatema desde el pulpito de la ca.tedral de Tunja en misa solemne de I 0 did(! manana y quemando un ejemplar del peri6dico y el retrato de su director y propietario ),se perseguia la Iibre difusi6n del pensamiento ejercitado por otros medios, como en el caso de un conocido folleto llamado "Cartas a un Campesino", de procedencia ~spanola y que el pre­sidente del Directorio Liberal de Boya.ca, Martin Perry, con financiaci6n de sus propios haberes, importara en cantidad y distribuyera entre sus copartidarios, a quie­nes los remitia a precio de costo y con Ia recoinendacion escrita, muy encarecida, de que en cada Iugar su lectura o bien se hiciera en corrillo durante las vespertinas reu- ' niones que era costumbre efectuar en Ia tienda mas fa­mosa del pueblo, o bien pasandolo de mano en mano

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para que nadie se quedara sin conocer aquel demoledor panfleto que, en realidad, dejaba muy mal parados a los curas de misa y olla.

No tardo mucho tiempo en llegarle a! jerarca Maldo­nado Calvo la alarmante noticia sobre los estragos que en Ia desprevenida grey suya de Boyad estaba causando el folleto que tan diligentemente habia distribuido el in­quieta director del!iberalismo boyacense. El Colegio ,de Canonigos de Tunja, dia y noche, presionaba a su obispo para que to mara alguna medida energica (que ya no po­dia ser Ia. excomunion porque Martin Perry, como cola­borador de "La Linterna", ya estaba excomulgado) para contrarrestar eficazmente aquella disolvente campaiia, que constituia seria amenaza para los privilegios clerica­les. A Maldonado Calvo no se le ocutri6 otra cosa sino invitar a! famoso autor de aquella pequeiia revolucion a una conferencia que debia desarrollarse entre los dos en el Palacio Episcopal y durante la cual se proporifa obte­ner del jefe del partido Iibera! Ia promesa de suspender la tarea que ellos, los curas, calificaban perversa, malsana e irreverente. · · !,:.

La noticia de _Ia sonada entrevista se difundi6 por to­dos los vericuetos del territorio boyacensei como regue­r?,de polvora. Y como Martin Perry acept~ra lain~ita- ·. t1on; pues eraui)a oportUnidad que rio se dd)ia desapro­vechar, Ia expectativa en Ia ciudad de Tunja iba crecien­do de minuto en minuto,alimentada con las mas dispa­ratadas conjeturas sabre lei que en ella ida a suceder. El dia, o mejor dicho Ia noche,en que debia efectuarse el encuentro, las habitaciones del Pahicio Episcopal e~'taban pletoricas de monjas, curas, padres, hermanos y tam bien de los mas sonados politicos y aun d.e algunos altos fun-

ocionarios de] gobiemo; Afueratambiefi ha!YiiCsUsp€rt'. .

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so, y, estrategicamente localizados, los buenos artesanos liberales de Tunja, siempre dispuestos a los aetas de ge­neroso desprendimiento y sacrificio, vigilaban Ia escena, dispuestos a llevar su intervencion, en caso necesario, a los ultimos extremes.

La escena, sinembargo, fue sencilla, tranquila y un tanto apacible, lo que no se opuso a! forcejeo gallardo de Ia inteligencia de una y otra parte. Procuraremos re­producirla fielmente.

A las siete de la noche en pun to el joven director libe­ral enfundado en grueso abrigo. de color negro y cubierta Ia cabeza con ux"I sombrero de los que se llamaban cocos o media calabaza, dio tres golpes en Ia puerta principal de Ia mansion episcopal.· Un uji<;r le franqueo Ia entrada y traspasando el zaguan empedrado de aquella casa colo­nial, entrego a!familio,r. (que,lo er": l)n estudiante avan­zado del seminario) su somb~ero y. elabrigo y avanzo re­sueltamente haCia el salon principal. Por Ia puerta de . fondo entro lerita y majestuosamente .el corpulento obis­po, quien le dijo a su visitante:

·-Buenas naches, senor Perry .. Era este un mom en to cumbre de Ia expectativa para

quienes a traves de cortinas y por los hue cos disimulados de las puertas seguian Ia escena, pues entre·las costum­bres de mas rigurosa--observancia entonces, estaba Ia de que, c:uando el prelado extendia Ia mano para saludar, Ia persona favorecida con ese gesto cordial deb ia arrodi­llarse, to mar !a mano y besar el anil!o que remataba en una valiosa amatista que se decia era Ia esposa de su due­iio. Don Martin Perry prescindio de toda aquella pesada tradici6n y con todo el respeto y cordialidad se limito a estrechar Ia mano que se le tendia, respondiendo:

--=Buenas noches;--sefwr Maldonaqo.

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Hubo luego unos segundos embarazosos de silencio. El dueiio de casa invito a su contertulio a sentarse y lue­go le dijo:

-Le agradezco mucho, senor Perry, que haya accedi­do a venir a esta su casa, donde quisiera verlo con mas frecuencia, pues deseo tratarle hoy sobre algun proble­ma que nos preocupa mucho a todos los pastores, quiero decir, a los m'inistros del Senor, que en este Departamen­to tenemos !a responsabilidad de conducir las almas por los caminos del bien y del servicio aDios. Nos, digo yo, confio en su amplia comprensi6n y en su buena disposi­ci6n para acceder como buen cat6lico, a las indicaciones que me voy a permitir darle.

-He tenido mucho gusto, respondi6 Perry, en acceder a su obligante invitaci6n y no se equivoca usted a! espe­rar de mi comprensi6n y buena disposici6n de alma pa­ra considerar y estudiar los temas que tanto le preocu­pan, especialmente desde el punto de vistahumano.

-Yo _creo q\le usted ya ha adivinado que se trata espe­cialmente de un folleto o pasquin o panfleto muy sucio y vulgar que me informan usted ha estado dist~;jbuyendo

· y recomendando su lectura. y que resulta intolerable por­que es precisamente de las publicaciones que han mereci­do la condenaci6n y el anatema de la Santa Madre Iglesia. -

-En verdad, senor Maldonado, no conozco ninglin fo­lleto, pasquin o panfleto de las caracteristicas a que us­ted se refiere, o sea, una publicaci6n vulgar e indigna y no se si tales calificativos le ha merecido a us ted la cita­da publicaci6n por haberla leido o· simplemente por ,:. · referencia. ·

-Hablando francamente, senor Perry, yo me estoy ·····---refiriendo a! opusculo llamad.o "Cartas a un Campesino'', . . .

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donde se hace una pintura extravagante malevolamente intencionada, de algunos elementos del clero y que yo no creo pueda ser considerada como rnodelo de lite­ratura.

-Respeto mucho su criteria y su concepto pero so­bre !a calidad de !a literatura y sobre los rneritos litera­rios del autor, me permito diferir comedidamente de us­ted pues quiza usted ignore, senor Maldonado, que se trata de uno de los mas connotados escritores espanoles.

-De todas maneras esa publicaci6n o folleto, senor Perry, esta causando muy grave perturbaci6n dentro de !a grey cat61ica del pueblo boyacense y yo no puedo to· lerar que pueda seguir impunemente esa camp ana. Yo aspiro a que usted me facilite !a man era de ponerle fin a este enojoso asunto.

-Pudiera yo tambien decir a ustefl, senorMaldonado, que quien se halla a! frente d~el.partido liberal, y usted sabe que yo lo. 'estoy eri este momento, por honrosa aun· que inmerecida distinci6n,'tarnpoco puede manifestarse dispuesto a tolerar que prosigan impunemente las predi­casde los parroc0s en los pulpitos ¢ontra las ideas y doc­trinas del partido liberal y yo, como usted, espero que me facilite !a manera de ponerle fin a esa situaci6n irre­gular.

--Pero usted comprende senor Perry, que yo no puc­do impedirles a los sacerdotes que en el ejercicio de su sagrada misi6n procuren por todos los rnedios salvar a las almas contra los peligros que en todas las formas les pone el diablo.

-Ni yo puedo renunciar, senor Maldonado, a tratar de alertar a mis correligionarios contra los metodos insi­diosos de quienes, s6 pretexto de salvar las almas, a ten­tan contra los derechos inalienables ,de !a inteligencia.

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-Pero usted senor Perry, no cree que haya un pun to en que podamos conciliar nuestros intereses y nuestras preocupaciones?

-Si creo que lo haya, si de una u otra parte existe el prop6sito de ceder en algo. Si tanto le preocupa a usted senor Maldonado el folletico en cuesti6n, porque no me compra Ia existencia que de el tengo aun en el almacen?

- Y us ted me promete que cesa en su camp ana? -No! yo haria un nuevo pedido. A menos que, en

realidad, una buena amonestaci6n episcopalle pusiera cierto freno a! excesivo celo de los parr0 cos en los pue­blos, cuando de anatematizar al partido liberal se trata.

-Si usted me trae casos concretes, yo procurare estu­diarlos y as! espero que podamos ir encontrando puntas de concordia y aun de acuerdo.

-Yo no puedo rehuir tan galante invitaci6n. Muy bue-nas naches, senor Maldonado. ·

-Muy buenas noches y muchas gracias, sefwr Perry. Es lo cierto que, desde e_ntonces fue notorio un asor­

dinamiento en el violento tono de los sermones en los pueblos, especialmente en aquel!os en donde predomina­ba Ia mayoria liberal. Tambien amain6, en cierto grado,

_el tono anticlerical de algunas publicaciones de "La Linterna" ..

Deda atras quelacastaclerical ejerda notorio pcide­do y disfrutaba de singulares privilegios, lo cual se de-b ia, entre otras cosas, a los habitos de las gentes humil­des y sencil!as que saludaban al sacerdote con El bendito cuyo texto era, con pequenas variantes, seglin Ia regi6J1, el siguiente: "Bendito sea sumerced y el Santisimo Sacra­mento del Altar, y muy buenos dlas de Dios a sumerced;' Yaunque a veces esta formula tam bien la usaban los sier-

.. vos de Ia gieha ante erca:Cique o territeriierife-iodo pode~

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roso, nunca faltaba ni podia ser reemplazada por otra en el saludo a todo el que llevara habito telar.

Regresando a los lejanos dias en que hice el desplaza­miento desde mi pueblo natal hasta Ia capital del depar­tamento, no puedo por menos de relatar el tremendo imp acto que en mi sencillisima. alma infantil produjo aquel episodic. Yo habia oido de algunos de mis compa­neros, mas afortunados que el au tor, porque ya hablan visitado Ja capital, relatos fantasticos sobre los enormes edificios que se levantaban hacia el cielo, cuyas paredes de blancos marmoles eran como palacios de hadas, por donde corrlan dos de miel y de leche, y en mi fantasia hab Ia creado una ciudad infinitamente mas bella de lo que era Ia que enmarcan los barrancos multicolores de Ia frigida ciudad de los antiguos Zaques.

Fue Jo cierto que durante un mes se hicieron los pre-' parativos para cambiar el atue!fdo hecho en burda manta de la fabrica de Samaca por la tia Mercedes Novoa Perry de Escamilla, c0rpulenta dama_casada con el tio Elias Escamilla, por un espectacular vestido de pano y las rusticas cotizas 0 alpargatas con que calzaba mi pie por los senores botines de cuero de canguro que, hacienda sacrificios pecuniarios, me regalara mi padre, y caballero sobre briosa yegua cisne, tras la caballeria del apuesto ji­nete que era mi tio Alfredo, hice en dcis horas la distan­cia que media entre Samaca y Tunja por un camino que atraviesa el ge!ido paramo que alli se llama de los Pijaos. Pero consagremos unas pocas lineasa pintar, a grandes pinceladas, lo que era la mon6tona existencia de esos pequenos pueblos o aldeas donde las parejas no ten ian otros horizontes ni otro aliciente que el de alimentarse, las mas veces oplparamente, observando una opaca y rutinaria vida vegetativa ·quepor las npches tenia su rna-

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nifestacion mas humana en el arnor bendecido que a ca­

da hogar le daba, ano tras ano, un nuevo hijo, programa

descolorido y sin aliciente que solo rnuy de tarde en tar­

de se rompia porIa llegada de un obispo como so­

lian decir alii rnismo, para encarecer lo inusitado de la

ocorrencia, con Ia celebracion de un sarao o reunion so­

cial, un baile, 0 un pas eo amenizado con musica de cuer­

da. Entonces la tia Mercedes y el tio Elias, quienes no

obstante practicar el amor todas las noches con devota

consagracion santificada por el altar, no habian logrado

tener un hijo, y cuya amplia sala o salon de recibo, pre~

via solicitud, se habia destinado para efectuar all! Ia

proyectada reunion, se dedicaban a abrillantar Ia est era

de esparto con esperma rallada y a consumar todos los

preparativos para que los danzarines estuvieran all! a sil

gusto. Se daba con frecuencia el caso de que de aquellos

actos so.ciales saliera cuando menos un compromiso ma­

trimonial. Se bailaban entonces ei cadencioso valse, el

revoltoso pasillo, el brincante bambuco, el acompasado

rag-time y Ia coquetona danza, pues en las costumbres

no habia entrada aun el torbellino, danza de exclusivo

uso de Ia gleba, ni el tango argentino, ni el charleston

norteamericano, que apenas subia a los tablados de los

teatros, y Ia cumbia costeiia no habia logrado aclimatar­

se en Ia altiplanicie. Fuera de esos inocentes regocijos, que eran en extre­

ma esponidicos, las muj eres no ten ian otra ocupacion

que dedi car una hora diaria a los oficios religiosos en Ia

iglesia y media hora mas a cambiar consej as y decires

sobre las ocurrencias de Ia vida en el pueblo con sus amis-­

tades, bien porque se las encontraran en e] atrio de

aquella iglesia o porque intercambiaran·cortas visitas, y,

. entre tanto, los hombres, termiriada: la faena diaiia, ya

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en el campo, ya en los talleres u oficinas, se reunian,

arrebujados en sus ruanas de lana virgen, en torno de Ia

pila que, instalada en el centro de la plaza, suministraba

el agua requerida para el consumo diario por todas las

mansiones del poblado, y alii comentaban Ia insipida

cronica del diario acontecer municipal o el chisme !!ega·

do de otros lugares o se relataban los cuentos verdes de

mas reciente edicion. Tres episodios anuales le cambiaban Ia faz al pueblo:

la Semana Santa, Ia fiesta patronal, y las vacaciones de

fin de aiio. La Semana Santa arrancaba desde el viernes de Dolo­

res, dia en que de todas las casas principales salia bien

de manana el jefe del hogar en su cabalgadura de confian­

za rumbo a Tunja, en donde hada abundante provision

de rancho: atun, salmon, sardinas, pesc'\do, bongos,

langostinos; los licores: brandy ante tqdo, vinos blanco,

rosado y tinto; de pasteles, harinas, azucar y chocolate,

despwos de lo cual en almacenes especializados compra­

ba un par de botines ( entonces, no se usaban todavia los

zapatos) para cada uno de los hijos, quienes rigurosamen­

tedebian estrenar, de pies a cabeza, en los dias claves de

Ia Semana Santa. El sabado llama do de Ram OS, llegaba al a trio de Ia

iglesia abundante provision de palma que todos los mu­

chachos de la escuela y, especialmente, los acolitos de Ia

iglesia, tej ian artisticamente para repartirla al dia siguien­

te, domingo durante Ia misa mayor, entre Ia feligresia, de

suerte que toda ella pudiera participar en Ia ceremonia

que figuraba Ia entrada triunfal de Cristo en J erusalen.

Naturalmente, se reservaban las palmas mas grandes y

mejor tejidas a] parroco,. al alcalde, al mayordomo de

Ia fabrica y al gamonal del pueblo.

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La ceremonia del domingo de Ramos, que atraia inmensa muchedumbre, era muy simpatica y al mismo tiempo sencilla. El parroco, vistiendo vistosos ornamen­tos talares, encabezaba un paseo por el centro del tem­plo hasta su entrada principal, que luego se cerraba, mientras desde una esquina de Ia plaza otra muchedum­bre de gente ·acompanaba con palmas a un nino vestido a manera de rey, con capa de armino, corona de laton y­dardos en Ia cabeza, que, montado en una pollina blan­ca, recorda Ia distancia hasta Ia puerta del templo, dis­pensando bendiciones a! pueblo que, a su paso, se arro-

. dillaba para recibirlas. Alllegar a Ia entrada principal, el parroco, con su ramo, daba tres golpes y las puertas, co­mo por ensalmo, se abrian de par en par y Ia muchedum­bre, llevando literalmente a Ia burra y a! nino por los aires, se llegaba basta el altar mayor, donde proseguia Ia misa. La gente, a! terminar Ia ceremonia, regresaba a sus hogares o granjas, llevando Ia palma de rarno, que colo­caba, como protecci6n o amuleto, en lo alto de !a entra­da principal.

· Los dias lunes y martes de laSemana Mayor tr,anscu­rrian de manera comun y corriente. Pero el miercoles

, era de inusitada actividad en el interior de las casas prin­. cipales del poblado, ya que estaba destinado a preparar

manjares ya cocinar los llamados amasijos en los homos rudiinentarios que en cada una de elias habia, amasijos que producian gran cantidad de pan blanco y de trigo, destinado casi totalmente en los dias subsiguientes a su distribuci6n gratuita entre las gentes pobres que iban a pedirlo de puerta en puerta y a quienes se les daba junto con una o varias pastillas de chocolate. ·

E!Jueves Santo era el gran dia: todos los nifios del ··centro estrenaqan; Los senores-vest fan su·mejor· atuen:·

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do y relegaban temporalmente Ia calurosa ruana para lucir, como all! se decia, en cuerpo, cada uno se proveia de una botella de brandy Hennessy, Tres Estrellas, im­portado por Valenzuela, e iniciaba minucioso recorrido por las casas de los hermanos y mas cercanos allegados, en don de obsequiaba a Ia gente mayor con un trago de aquel ardiente licor, en simb6lico gesto de paz y de amis­tad. Naturalmente, como Ia operaci6n Ia estaban ejecu­tando simultaneamente los otros jefes de hogar, bacia el medio dia se registraba una borrachera general de tomo y lomo, de Ia cual dificilmente se escapaban las senoras .

Durante Ia misa mayor del jueves se hacia el traslado del Santisimo desde el tabernaculo del altar mayor, don­de se mantenia habitualmente, basta el del suntuoso mo­numento que Ia diligencia y el sentido artistico de las damas del pueblo habia levantado en llila capilla lateral de Ia misma iglesia, el miercoles en !a tarde. Tales mo­numentos conteni11!1. en sus di;:ersos pianos, artfstica­mente dispuestos, hellos ramos de flares, inmensos y apetitosos racimos de fru1ias como duraznos, manzanas, peras, naranjas, Iimas, granadas, chirimoyas y cuanto da­ba !a tierra, mientras en pianos secundarios se colocaban nacidos de trigo y otros cereales diligentemente cultiva­dos de tiempo atras, todo lo cual le daba a! conjunto un aspecto de extraordinaria opulencia y frondosidad. Para Ia poblaci6n infantil el monumento constituia especial atracci6n, pues cada qui en, entre e!los, cuidadosamente elegia de antemano el racimo de frutas de que habia de apoderarse cuartdo llegara el mom en to de desmontar Ia representaci6n, lo que ocurda a! viernes a primera hora, cuando se le sustitu ia por Ia representaci6n del Calvaria con Ia crucifixion y muerte .de Cristo.

Las procesiones en los pueblos, y rne tefiero aqui na-

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ruralmente a Samaca, se efectuaban los dias miercoles, jueves y viernes santo y domingo de pascua y su recorri­do se bacia por las vias principales del casco de la pobla­cion, en ruta conocida porIa calle de Ia amargura. Toma­ban parte en esa representacion varios cuadros phisticos con episodicJS de la vida publica de J esucristo, !lam ados pasos; a cada una de las familias notables del pueblo les correspondia preparar y vestir uno de ellos, emulando cada cual en la objetividad de la representaci6n, sin per­juicio de la elegancia de los tiempos modernos. Y asi la Magdalena de pronto resultaba ostentando falda a media pierna para no estar en contra de la moda. Los pasos eran conducidos generalmente por gentes humild'es del pueblo que se ocultaban bajo un capuchon negro, excep­ci6n hecha del paso de la Dolorosa que siempre iba en andas .de los mas robustos jovenes y elegantes elementos de !a sociedad.

La fiesta patronal tenia varias fases. Una religiosa, que se cumplia en la iglesia, y otra pagana. Consistia la reli­giosa en los ritos acordados por la iglesia y a los cuales asistian todos los habitantes sin distingo, con gevoci6n y fe. Los paganos se iniciaban la vispera del dia wn la que­rna abundante e impresionante de voladores y artificios pirotecnicos muy vistosos, que llenaban de regocijo a los espectadores, pero especialmente a los nifios. El dia gran-

. de, despues de la misa mayor, la plaza se cerraba en sus cuatro esquinas con una especie de barricadas o barreras de madera, para habilitarla aside amplio circo de toreo. Desde temprano el brandy circulaba de mano en mano y al soltarse en medio de la plaza el primer astado de'·casta, los mas bizarros jovenes, cuyo valor estaba superestimu­lado por el brandy, le hacian frente con lamas varia for-

··· tuna, pues-si, algunos lograban sa car unJance vistoso, ·

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otros caian estrepitosamente, rodando por el suelo, todo para regocijo colectivo. En algunas ocasiones, el dia ter­minaba con un baile en la sala de la tia l\lercedes, con lo cual en algo participaba la mujer de este tributo al santo patrono del pueblo.

Diciembre era un mes dis tin to a los de mas. Hab fa en las gentes una propension irresistible a la holganza y di­version, y una y otra se iniciaban des de el 8 de aquel roes, fecha consagrada ala advocacion de la Virgen lla.­mada de la Inmaculada Concepcion. La noche vispera de dicho dia los cerros que circundan la poblaci6n ofrecian feerico espectaculo, pues en todos ellos las gen­tes prendian grandes hogueras, en homenaje a la Virgen en tanto que en el centro mi~mo de la poblacion, en ca­da puerta de la entrada principal, brillaba un faro! y en la plaza muchas hogueras, ql\e sim!.ll.aban gigantesco incendio. Todo era reemplazado a} dfa siguiente por handeras blancas y azules con albas cintas, tam bien en homenaje a !a: Virgen. . ·

En la reunion social que indefectiblemente se efectua­ba esa noche, solian designarse losllamados alfere<es o priostes, a cuyo cargo corria el paseo que, a sitio mas o menos pintoresco o lejano, deb fa efectuarse al dia si­guiente y durante el cual se bailaba, se toreaba, se mon­taba a caballo y la gente en una palabra, sabia divertirse. Al final de la jornada se nombraban otros alfereces o priostes, para la organizacion y costo del baile que debia proseguir esa misma noche, y en dicho baile ten ian que hacerse los preparativos para el regocijo del dia subsi­guiente, basta empatar con las celebraciones de la nove­na de aguinaldos, que eran nuevos motivos y pretextos para bailar y divertirse despues de rezar. Este regimen de excepci6n; que muchos lamentaban,no se prolongara por

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todo el aiio, duraba hasta el 6 de enero, en que se con­memoraba Ia visit a de los Reyes Magos y cuando en ver­dad la gente tenia que volver a pensar en la prosa gris de Ia vida.

Y volvamos a Tunja. La vista de Ia mirifica ciudad, desde el alto que se descubre por aquel punto cardinal a los ojos del viajero, es desconcertante y hasta descorazo­nadora, pues a cambio de los rascacielos que yo esperaba encontrar y de los grandes palacios apenas si se divisaba un bosque de torres y cupulas de iglesia y los techos abi­garrados de ranchos y casuchas que pueblan ]as afueras de ]a ciudad.

Pero cuando se asientan las emociones y se tamizan los sentimientos, la ciudad se torna grata, pues a su ad us­to aspecto externo se contrapone el calor humano y la simpatia que predominan en el interior.

Era aquella una epoca en que sefloreaba en todos los aspectos de la vida colombiana, el romanticismo. Pues al paso que Ia lectura preferida de las niflas de los 13 a los 25 aflos eran "La Maria" de Jorge Isaacs, que se lela en­tre suspires y Iigrimas, y "La Dam a de las Cam~Iias" de Alejandro Dumas, cuyas hojas finales ordinatiamente se desleian con el copioso llanto de quines llegaban hasta el final, los j6venes se deleitaban con los sonoros sonetos · y los poemas ampulosos de Julio FI6rezy Alvarez Henao y los laboriosamente pulimentados de Guillermo Valen­cia. J ugaba entonces ei am or a las escondidas. entre genu­flexior:ies y gestos caballerescos que le daban un sabor peculiar. Dos miradas que se cruzaran en el camino lie-

. vaban al var6n a perseguir discreta y furtivamente a·"!~- · dama que as! le impresionara en su fugaz recorrido hasta dar con Ia mansion en donde ella entrara, y a partir de ese momenw.:rn:o·n:.taba guardia en: laesquiniCdes<le don-

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de su impaciencia pudiera atisbar si Ia entonces ya dama de sus ensueiios le favorecia con una asomadita a Ia ventana.

Ordinariamente se hacia acompaflar de su amigo mas intimo, ambos pulcramente vestidos, con sombrero co­co o media calabaza y con una varita flexible en !a rna­no que completaba su elegante atuendo. Pasados cua­tro a cinco dias de este ejercicio de seflas, el mancebo osado y bizarro se arriesgaba a pasar por frente de Ia casa y si tras los cristales de Ia ventana divisaba Ia faz de su amada, Ia adornaba con un saludo de genufle­xi6n en que el coco desde Ia cabeza llegaba hasta los pies. En dias posteriores, · el saludo solia acompaiiarse de un gesto con Ia mano sobre el coraz6n, con el que el amante queria significar cudnto estaba sufriendo por ella. Se ingeniaba el pretendiente para conocer a que iglesia iba a rezar su dam a, cu,andO_salia de compra~ o de visitas para, en: todos esos menes~er.es, seguirla tambien, acompaflado por su amigo, a quien ·portal raz6n se le llamaba el cuarto,' siempre a distancia y apresurando o disminuyendo el rifmo de los pasos; segun que asi lo hi-ciera ella y su compaflia. .

Llegaba finalmente, primero el cruce angustiado de pocas palabras con las cuales el var6n de ordinario pedia licencia a Ia dam a para solicitarle a sus progenitores Ia entrada a Ia casa .. Si Ia respuesta era afirmativa, y casi siempre lo era, a menos quemediaran especiales razones de diferencia social o de ancestrales odios politicos, el candida to a novio, siempre en Ia compaflia de su cuarto, tomaba valor ordinariamente en la tienda de la .misma esquina donde tantos elias se habia apostado, ingiriendo dos o tres tragos de brandy. El cuarto !e acompaflaba basta la ·puerta;·donde golpeaba apr~suradamente y lue-

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go desaparecia, dejando a su compaflero embarcado en Ia grande. La entrevista con el progenitor de la nina era mas bien corta.

-Me he tornado el atrevimiento de pedirle esta entre­vista porque admiro con el mas puro sentimiento a su senorita hija dona NN y deseo visitarla en su casa con las mas sanas ihtenciones. De este proposito mio estan ente­rados mis padres y con su santa bendicion he dado este trascendental paso. que ruego a !a bondad de us ted reci­birlo con benevolencia, si cree que en el ha podido haber osadia.

-Mi familia y yo nos sentimos muy honrados con que usted quiera frecuentar nuestra casa, en donde sera siem­pre recibido con ei respeto y distincion que correspon­den a su elevada estirpe y a su rancio abolengo. Pero per­mitame decirle, respecto a los sentimientos que me dice le ha inspirado nuestra hija, que es preinaturo hablar de ellos en esta primera ocasion en· que tengo el honor de conocerlo personalmente y tener!o de huesped en esta su casa. Espero que usted entendera que no puede ser otra Ia conducta de un padre celosoguardian de sus,,hijas .

. -La cortedad de mis anosy Ia inexperiencia de mi ju­ventud no me impiden comprerider su inobj.etable acti­tud y me es especialmente placentero.expresarle mi ente­ra confcirmidad con ella, en Ia esperanza de que us ted se sirva indicarme la frecuencia con que pueda yo visitar o siquiera vera su senorita hija, con su consentimiento y el de su senora esposa y desde luego si a ella le place.

· -Le parece bien que senalemos la hora de las 6 de la tarde de los jueves para que tengamos el honor y ei·pJa-cer de recibirle? · ·

Y lleno de dicha el mancebo tomaba !a palabra de su . solemne-inte~locutor ycon e!lo daba por·terminada su

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primera visita, a las que luego seguirian, con rigurosa puntualidad, las acordadas para las 6 de la tarde de los jueves, que primero se. extenderian por un~ hora, luego por hora y media y mas tarde por dos o mas horas. Sr las cosas marchaban a !a medida de los deseos y honestos anhelos de los pichones, el novio, un mes y otro tam­bien, para poder agasajar a !a mujer de sus suei\os, for­mulaba invitaciones, bien a! teatro, bien a paseos o a otros eventos sociales semejantes, a! padre, la madre, y hermanas menores. Si ya Ia familia del novio habia visi­tado a !a de la.novia, cosa que era de rigor cuando las re­laciones llevaban tres meses 0 mas, uno de los miembros de ella participaba tambien en esos colectivos agasajos, que le daban ocasion a! pretendiente de sentirse en !a gloria cuando por casualidad su mano rosaba levemente la de la muchacha. Demas est~ .advertir que aquellas visi­tas de los jueves se efectuabary toqJ-ando asiento la sue­gra, o el suegro en medio y a respetuosa dis tan cia ~~! vi­sitante yde !a nina y que los temas de Ia conversacwn necesariamente versaban sobre las incidencias del tiempo atmosferico, sabre las inocentes octirrencias dela vida social, sobre los encuentros con amigos comunes, no sin que el.progenitor de turno ingeniosamente explcirara las · creencias religiosas y poli ticas de qui en aspiraba a ingre­sar en su familia. Solo despues de seis meses el vigilante de las visitas dejaba de serlo el padre o la madre, para .en­cargar de tal mision a una de las hermanas, mas inclina­da que los otros a la tolerancia y aun a la complicidad, que llegaba hasta permitir los llamadcis besos robados .. Un be so en serio solo se alcanzaba a! precio de la bendi­cion en el altar y eso despues de que ala novia se le le­van tara el velo.

Cuando las damas ponian en las Cjilles solitarias y

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adustas de Ia ciudad una nota de color y de alegria con su presencia, era de ver !a gallardia con que 'los varones todos les cedian el paso porIa acera, mientras se descu­brian en un.amartelado saludo lleno de arabescos en el aire. Eran los tiempos en que muy deveras Ia mujer era reina en el hogar y soberana en los actos sociales y el hombre tirano de ella en todo sentido.

En materia de teatro yo no conoda, antes de vivir en Tunja, cosa distinta de los elementales entremeses y sai­netes que, en burdos proscenios o tablados, representa­bamos los muchachos de Ia escuela a! final del af\o esco­lar, tan largos y tediosos como carentes de valor drama­tido y aun literario. Fue, por tanto, intenso el impacto emocional que recibiera cuando, con su familia, el t{o Martin me llev6 primero a presenciar, como expectador at6nito, una famosapieza de t.eatro que, si mal no re­cuerdo, era Ia denominada "Como los muertos" de An­tonio Alvarez L!eras, !lena de truculencias escenicas, con las que arrancaba atronadores aplausos a Ia ingenua au­.diencia de aquellos tiempos. Pero mi mayor asombro ocurri6 cuando fui, ya no al teatro sino a una:'sala de ci­ne, el cine mudo, lleno de letreros explicativos que en­tonces hacfa su debut en Colombia y que para todos

constituiaalgo inexplic~ble y casidiab?lico~ puesno . ·• acertabamos a descubrir objetivamente c6irio" en el blan­co tel6n una pantalla luminosa dibujaba figuras humanas, panoramas, recintos .cerrados y episodios de movimien­to, con mayor autenticidad de·Ia que ofreciera una esce­na viva de teatro.

A ese modesto teatrC>, de que t~~ C>rgullosa se s~;;tia Tunja, y qu' consist Ia en am plio patio descubierto fl"en­te al burdo galp6n que servia de escenario yque estaba

:rodeaao d e:tresfiiasae paicos·cub ieifos; Uegal:ian, -· ·· ·

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sinembargo, con juntos de renombre, en cortas temp ora· das. Justamente, cuando mas intensa era Ia lucha entre "La Linterna" y los llamados elementos retardatarios o retr6grados, a un audaz empresario, sino me equivo­co, Jose Maria (Chepe) Ruiz, se le ocurri6llevar hasta Tunja, procedente de Bogota, un conjunto o compafiia de operetas y zarzuelas de Ia que era figura principal Ma­rina Ugetti, una soprano muy graciosa y de buenos ribe­tes artlsticos. Dicho conjunto anunci6 Ia presentaci6n en en escena de una obra ti tulada "Carne Flaca", un tanto subida de color y esto, a tiempo que, en Ia iglesia de Santa Barbara y en Ia Catedral de Ia di6cesis, se estaban desarrollando unas mz"sz"ones, con predicadores importa­dos que tronaban desde los pulpitos, pintando infiernos llenos de llamas y de pailas plet6ricas de aceite hirviendo donde se cocinaban y rechinaban las almas de los perver­sos liberales. La presencia de Ia alegre i:ompafiia teatral y su anuncio de dar aquellas atrevidas"obras de opereta, despert6 el teirior. de un conflicto p6Htico-religioso, plies s.e hizo correi Ia especie de que _elementos fanati­cos del conservatismo, a up ados por los tremebundos pre­dicadores de las misiones, llevarian a los habitantes de Ia vered_a de Runta, muy poblada, muy ignorante y muy irresponsable, a impedir, porIa fu~rza, que se hii:iera Ia represenfaci6n anurtciada. Saherlo" esto los liberales de Samaca, de Boyaca, de Ramiriqul, de Genesano, de Mo­niquir{ y trasladarse todos ellos, sin previo acuerdo, a Ia capital boyacense, bien provistos de sus rev6lveres mar­ca .Smith & Weston de caf\6n largo, fue todo uno. Mon­tados en briosos corteles, formaron doble guardia de ho­

·nor desde el hotel donde se hospedaba todo el elencC> del artlstico conjunto hasta el teatro y su escenario. Y asf; con esta convincente garantia;n<],die pudo impedir

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esta y las subsiguientes representaciones. Los runtanos no aparecieron p or alli, p orq ue las au toridades se dieron buena cuenta de que si el encuentro se permitia, serian

mcontables lo~ m~ertos de uno y otro bando e impidie­ron discreta y JUIC!Osamente que Ia maniobra proditoria se llevara. a cabo. He ahi otro de los fact ores determinan­tes de Ia triple excomunion que por muchos aiios peso sobre "La Linterna ". ·

PorIa puerta grande del Palacio de Nariiio salio el 7 de agosto de 1914, a eso de las 5 de Ia tarde eJ entonces

ya expresidente; Carlos E. Restrepo, a quien en esos mo­mentos historicos le acompaiiaban Ia simpatia y el cari-.

iio del pueblo, que supo apreciar los generosos esfuer­zos que, en todos los actos de su mandato, hizo para eJ n;ovimiento que eJ auspicio con el nombre de republica­msmo, tomara carta definitiva de naturaleza en Ia es­tructura poli tica de Ia nacion colombiana; esfuerzos y

,ar;helos que,las~imosa y mel<;l1colicamente tambien peri­. chtaron a! termmo de su pericido presidencial, quedim:

do teducido el movimiento a lo que entonces ironica-

/ mente se llamo el sofa republicano porque los seguidores del mismocablan, a! final de Ia experiencia, comoda- ' mente sentados en uno de.esos artefactos, que eran basic

cos en el amueblamiento del salon de recibo de las colo­niales ~ansiones santaferefias. Silos principales politicos

Y:' hab1an dado el escandaloso viraje o media vuelta de . c1ento ochenta grados, para quedar de nuevo ubicados en las ~i,ej~s toldas ~~ sus imtigmis querencias poli ti~as, los J?enodJcos tamb1en comenzaban, aunque con cierta pudilmn~ez()reat() ~econciencia, a transitar por el ...

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mismo camino, en lo que tenia no poca influencia el te· mor de que languideciera !a clientela de lectores, aun precaria para todos ellos, y, por ende, el sagrado punta! economico o financiero que constituia !a vida vegetativa de esos organos de !a comunidad: el anunciador. Et ge­neral Rafael Uribe Uribe, uno de los mas gallardos y prestigiosos caudillos que, tanto en el concepto militar como en el de las lin des civicas, ha tenido .el partido li­

beral colombiano a lo largo de toda Ia historia, tocaba a somaten a sus correligionarios desde su briosa tribuna

periodlsticade "El Liberal"; y no solo los antiguos ge­nerales, coroneles, rna yo res, capitanes, y veteranos de Ia sangrienta guerra de los mil dias cohtestaban presente a su persistente !lam ado, sino, que tambien los combatien­tes civiles de la misma colectividad le ofrecian su con­

curso intelectual y .el prestigio de sus plumas, que pocos meses antes estuvieran a! s~rvicio del utopico repriblica­nismo. De los primeros organos periodlsticos en regre­sar a las toldas liberales, matriculandose de hecho en su ala radical, lo fue "La Linteni.a" de Tunja, que ya gozaba de ancho y merecido pres~igo y de autorizada vo­ceda entre elliberalismo boyacense. Uribe Uribe regis­tro alborozado, mediante historico y sonado discurso, ·

que pronunciara en Bogota, !a incorporacion de !a aguerrida Linterna a los programas y luchas del antiguo glorioso y siempre renovado partido liberal. Tras d~ el siguieron muchos otros periodicos de influencia y tradi­cion en provincia, como los de Antioquia y Ia Costa Atlantica, y finalmente, rio sin despertar Ia iridignacion de su fundador y de los pocos elementos que aun le acompafiaban en ellanguido sofa republican:o, tam bien "EI Tiempo" se convirtio desde entonces y para siempre

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en periodico de ideas y doctrina liberates al servicio de Ia republica.

· A Carlos E. Restrepo, le sucedio en la silla de Bolivar un autentico republica conservador, el doctor Jose Vi­cente Concha, constitucionalista de profundos conoci­mientos y de buenas disciplinas profesorales en esta · compleja ciencia del derecho publico. A mas de su domi­nic sobre las cuestiones juridicas, en las que sus concep­t?s y opiniones s?lian predominar en estrados o en po­lemtcas, se le tema por elocuente y convincente orador de la escuela demosteniana, con recursos efectistas ver­daderamente desconcertantes que le hadan temible en !a contienda; peinaba larga cabellera que le llegaba .casi hasta los hombres y le cubria ampliamente Ia nuca y que, cuando se agitaba en Ia tribuna, se le alborotaba como melena c!e leon, cosa que tenia ocurrencia especial­mente en los mas sonoros debates del parlamento, pues un afio y otro tam bien era elegido, ya para la Camara de

i R~pr~~entantes, ya para la del Senado, por la drcuns­. cnpcwn electoral de Cundinamarca, o por la de cual-

/ qmer otro departamento, todos los cuales se disputaban. elh?nor de te)1erlo como vocero, naturalme~te elegido poi e1 partido conservador. .. .·· ....... ·· •. ·... . ... · ... ·

Concha goberno a nombre de todoslos colombianos, pero con criterio y con metodo conservador. Y tam bien acon;pafia!ldoseen los ministerios y gobernaciones pre­dommantemente con elementos de ese partido, siendo c;mtados los ca~o,s enq';le llamo a posiciones de prirrlera !mea en la admtmstracion o en los consejos de gobierno

.· •.... a el~!Tiel'ltosljb"raJes,tomanc!olos prefe!en<;iaJ y casi ex­clustvamente de la corriente que animaba y .dirigia el .

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general Rafael Uribe Uribe, por quien tenia justificada admiracion, dada las insignes calidades de military de caudillo civil de que este habla dado muestras superabun­dantes, y sincere reconocimiento, por el decisive apoyo que para su eleccion le hab Ia brindado en las urnas.

Dos grandes hechos historicos, uno de caracter inter­riacional y el otro de entidad casi exclusivamente interna, se cumplieron durante los cuatro primeros afios de esta administracion, que, por lo demas, solo to nos grises y rasgos mediocres tiene en el cuadro de Ia vida nacionaL

En lo internacional, Ia primera guerra mundial que esta­llara promediado el afio de ~914,.y que venia preparan­dose en el complejo ajedrez de los intereses politicos que jugaban con la suerte.de Europay en,los .que llevaba la voz cantante la casta militar ,que dominaba en Alemania con la fig1,1ra histdonica del kaiser Guillermo II, habien­do sido e! precario leit-motiv del estallido el asesinato que en Ia ignota poblacion deSarajevo fue cometido en Ia persona opaca 'del principe archiduque heredero de Austria, Francis.co Fernando. Como cosa curiosa vale la pena anotar que Ia noticia de aquel crimen politico, gra.­ciosamente transmitida a! periodico "El Tiempo" por Ia

·· agencia de noticias Reuter, que en esa epoca monopoli­zaba los rnedios de comunicacion internacional, aparecio como aviso limitado en un escondido rincon de las pagi­nas interiores de dicho periodico, que, sinembargo, fue el {mico que en todo Colombia la publico. ·

Habia pasado el periodice> que fundara Alfonso Ville­gas Restrepo desde 1913 a ser propiedad del doctor Eduardo Santos, quien lo compro por lasuma de $ 5.000,00,~ dinero que obtuvo en prestamo del Banco

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de Bogota, no sin que el gerente de dicho instituto, ami­go intima de la madre del doctor Santos, dona Leopol­dina Montejo de Santos, se le opusrera y aun le reganara por la pretension que tenia de comprometer valioso pa­trimonio en una empresa que podna llevarlo al fracaso y que a! banquero regaf:ton le inspiraba mu_y~oca confian­za. Este miope gerente, de tan aquzlma VISion para los negocios, era un senor chocolatero y muy bien q~isro_ entre las senoras, de nombre Carlos Camacho. Mas avl­zora y arriesgada fue entonces Ia senora Leopoldina, a qui en amigos y familiares llamaban .dona Polita, quien le dio a! gerente Camacho, mientras e! tomaba sorbo a sor-. bo espumosa taza de chocolate santafereno, una leccion de confianza y de estimulo a los empenos de la nueva generacion. ·

El periodico se vendia por el precio de 3 centavos ysu edicion diaria, en tamano impotable e inmanejable, de gaceta, constaba ordinariamente de 4 paginas: la primera, dedicada integramente a los avisos de propaganda, con preferencia por los anuncios c;le muerte ylos de realiza­cion en los mas famosos almacenes 0 tiendas de. ropa; la segunda, en cuyas dos primeras columnas se insertaba el articulo de fondo, llainado editorial, en el que se com· prometia la opiJ1ion del periodico; en la misma pagina tei!ian cabida las colaboraciones de escritores, litera-tos y poetas vinculados al peri6dico por afinidad de ideas o por amistad y, por ultimo, se incluian comenta­rios y cri ticas sobre actos de los organismos oficiales o . de cualquiera actividad de Ia vida colectiva, tanto 4<:!<1 ciudad como del resto del pais; en Ia tercera paginaiban las informaciones de provincias y las muy escasas, li- ·

-·· · mitadisill:las, que llegabandel exterior, todo lo cual __ ·_· ··········· coriiplemeiitaba con el reciirsivo produd6- deE tijera, ...

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0 sea con el saqueo que de noticulas, informaciones, chascarri!los, poesias, etc. se hacia a Ia p~ensa extran­jera, tomandolas de los ejemplares de car;Je que . semana tras semana llegaban a la redaccwn; matenal semejante, amen de Ia cronica de sangre, de las de robos y de movimiento de pasajeros y unas tantas no­t!culas de lo que hoy se llama Ia vida social, integra ban Ia cuarta pagina y ultima del periodico, que, lenta pero progresivamente, iba conquistando_clientela en !a capital de Ia republica y fuera de ella, ~rac_1a_s a un~ muy acerta­da organizaci6n que desde el pnnc1p10 sup1eron darle Fabio Restrepo, asesor de Santos en este aspecto desde el principia y Eduardo Zubie;a, quien entro a con:ple_tar el equipo pocos meses despue~ y ~,cuyo acertado lr;~tm­to y prurito, de orden y organlz~?w.n _mucho s_e debw del exito financiero que tuvo el penod1co en su tltubeante infancia. · · · . ·- .··. ·. · , ·

El doctor Eduar.do Santos tuvo toda Ia vida gratuita­mente a su servicio a un hombre bo~ach6n,sin muchos alcancesintelectuales, cuya familia paterna habia acumu­lado apreciable fortuna representad~encasas, que eran arrendadas y producian a sus duef:tos buena rent a con un. minimo de esfuerzo. Era este personaje.Luis Castro Mon. tejo, primo hermano de Santos y compaf:tero suyo ,de pilatunas infantiles, preferencia.que luego conservo en Ia edad maduray en lamelancolica vejez el expresidente y periodista, transformando a! agraciado en su confidente, su representante personal y su agente para todo, en_ for­ma que era quiza la unica persona ante qme_n el retlcen­te politico y aun el receloso hombre de soC!edad q_ue ha­bia en Sa-ntos, no interpuso la barr era del convencwna­lismo de formulas vacuas que establecian distancia con qui en le tratara o siquiera se acercara, a hablarle. Luis

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Castro era su arquitecto para todos los remiendos, ensan­ches y acomodamientos que se le iban ocurriendo en las instalaciones donde funcionaba el peri6dico. Se cuenta que en los alb ores de !a incipiente empresa eran e!, Gui­llermo Santos y otros habituales contertulios de los es­trechos e inc6modo~ talleres tipograficos, entonces ins­ta!ados e·n zaguanes empedrados con piedra boluda de unas modestas casas localizadas en uno de los costados del flam ante parque de Santander, los encargados de . transportar en artefactos llamados parihuelas o en carre­tillas las paginas del peri6dico compuestas en el tipo que siglos atras habia inventado Gutemberg, no sin que fue­ra raro el caso de que una o mas de aquellas paginas se derrumbaran en el trasteo y los diestros tip6grafos, pro­vistos de velas de sebo, acudieran a! sitio del desastre pa' ra trata:r de remediarlo y lograr que de todas maneras pudiera imprimirse el peri6dico en !a muy rudimentaria maquina que constituia el equipode "El Tiempo" en su primera epocac Si la tnaniobra tenia exito, Luis Castro y Guillermo Santos y todos los tip6grafos que intervenian

. ' en ella, se premiaban con una buena docena pe amargas o sea de cerveza, para lo cual se daban trazas· de hacer abrir una de las tienduchas que por alli pululaban, No tengo para que decir que de estes hechos no tuve to no;. cimieiito personal y directo porque entonces yo vivia ¢n Tunja, donde como ya dije, era colaborador material e

- intelectual de "La Linterna" de Enrique Santos: Las anecdotas, sinembargo, las escuche muchas veces de bo­ca del mismo Luis Castro y tam bien de la de Guillermo Santos, quienes, ya en los dias boyantes del peribqico, se ufanaban con toda raz6n de estas proezas. '

Conoci a! doctor Eduardo Santos en noviembre de -1920. Tra~a,je en superi6dico y alladosuyodesde me-

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diados de 1921 basta 1945. He tenido relaciones amisto­sas muy cordiales con e!, interrumpidas muy pasajera­mente por incidentes harto triviales que pudieron arre­glarse decorosamente, hasta el dia en que escribo estos apuntes, agosto de 1972, faltando pecos para que el 28 del presente mes llegue ei a ]a cumbre de los 84 aiios.

Algunos de los datos que consigno enseguida y que se refieren a epoca anterior al contacto directo que estable­cimos en 1920, obran en multiples publicaciones y los de caracter mas intimo los conoci a traves de su herma­no Enrique, el gran Cali ban, de Luis Castro Montej o, ya fallecido y de muchas otras personas vinculadas a !a familia Santos Montejo por diferentes causas: amistad, familia, politica, profesi6n, etc.

Eduardo Santos es un hombre eximio de Colombia. Como tal pasara a Ia historia, que h~ de consagrarle pro­bablemente mayor numero de renglpnes que a Ia mayor parte de las otras figuras que sobr:es,!ieron en su misina generaci6n. Est1ldi6 jurisprudencia en el claustro de San­ta Clara, institute del que no me habl6 nunca con mu­cho eritusiasmo. Fue, al decir de su cuiiado Alfonso Vi­llegas Restrepo, quien lo afirm6 en ¢scrito suyo publica­do en "La Republica", durante una polemica que los dos sustivieron por cuestiones politicas, el mejor estu­diante- de su curse y su grado fue brillantisimo. De cia Villegasque !as calificaciones habian formado una he;­mosa sinfonia de cincos. Lo cierto es que la abogacia ja­mas Ia ejerci6. En su juventud solo des<;mpeii6 un mo­desto cargo de oficia[mayor en el departamento deAr­chivo de Ia Cancilleria. Se dice que esta modesta chanfai­na se !a otorg6 o se la consigui6 don Marco Fidel Smirez, quien por entonces era factor influyente en aquella car­

·tera; El dato tiene-inportancia porlo _que mas adelante

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se vera. Ha sido uno de los hombres mas vz'ajados de Co­lombia. Practicamente conoci6 todo el mundo. A Paris iba con su esposa como ira su casa de Chapinero. Fue brillante diplomatico, gobernador de Santander y canci-1ler en la administraci6n Olaya HeJ;rera y su actuaci6n mas destacada, entre las muchas que tuvo, fue su inter· venci6n ante !a Sociedad de las Naciones en Ginebra por el conflicto de Leticia. Su vocaci6n y su pasi6n ha.sido el periodismo, en donde ha hecho figura !a primera linea y a Ia sombra del cual ha disfrutado de una de las mas pingi.ies rentas que hay en Colombia. Lleg6 a Ia Presiden· cia de Ia Republica y la ejerci6 con brillo y con tino; pa­ra emplear una de sus frases, con fey dignidad. Buen co­nocedor de hombres y, en general, del elemento huma· no, supo escoger sus .inmediatos colaboradores y espe· cialmente dos de ellos, que le acompaii.aron a lo largo de todo d perlodo de su administraci6n, y fueron su brazo .,: derecho: Carlos Lleras Restrepo y Luis Lopez de Mesa. A pesar de esas incursiones por los predios de Ia adminis- I traci6n, su gran devoci6n, su autentica preocupaci6n,

·sus desvelos se los ha llevado casi exclusiva y absotbente­mente, "El Tiempo;', al que, a estas horas, sigue orien­tando en lo fundamental, aunque con frecuencia, como es habitual en el, diga "que n<tda tiene que ver, que par;a nada se entiende con el peri6dico''. Su estilo de escrit.or, especialmente como editorialista, es llano y con frecuen~ cia, al decir de sus severos criticos, un tanto descuidado. El mismo Villegas. afirmaba que los editoriales de Santos eran rodillones. Sinembargo, hay paginas suyas que para el mas exigente, son de antolog1a. Ha sido uri excel,nte expositor, y un gran orador. Pero por sobre todo un causeur, o .conversador de primera. Que lo digan, si nb,

,.las senora~ ,que le -han conocido. Los -rasgos tlpicos que

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forman el contorno de su compleja y contradictoria per' sonalidad, nos lo muestran como el reverso de lo que fue su hermano mayor Enrique, el simpatiquisimo Caliban, pues si para este por nada ni por nadie valla Ia pena de perder un cine, el otro trascondentalizaba Ia escupidera, como deda el primo Eduardo Perry Z. Parsimonioso y nervioso; decidido y elusivo; obstensiblemente dadivoso pero pichicato y centavero, especialmente con quienes han estado a su servicio; apatico y ambicioso, comprensi· vo y obstinado; buen hijo, buen hermano, buen esposo, buen padre, politico habilidoso y sutil yen verdad hom· bre de pocos, poqulsimos amigos, creo que a lo largo de su vida tuvo una absc6ndita ambici6n: hacer que su exis­tencia sigui~ra las Hneas maestras de Ia vida de Santan­der, por quien tuvo una devdta admiraci6n, muy pr6xi­

,ma a Ia que lemereci6 BoHv~r.

Veamos como. conod a! doctor Eduardo Santos: Concluidos mis. estudios secundarios en el Colegio de

Boyaca y armado con mi ±1amante ,C\iploma de bachiller, me traslade a Bogota con parte de mi familia, pues mi padre con algunos de mis hermanos: Jorge, Tomas Enri- · que y Roberto, ya hab!an sentado sus toldas en esta em· brujada ciudad del Aguila Negra. De Tunja vine con mu­chas cartas de recomendaci6n, de esas que se dan en_ ter­minos rimbombantes y que muy pocas veces son efecti­vas. Trala como 150 de ellas. Hasta para el Presidente Suarez me dio una el can6nigo Cayo LeonidasPei\uela, mi rector en los ultimos' ai\os de estudio en el Colegio. Suarez Ia recibi6, !a abri6, Ia ley6, me dijo que el can6-nigo hada grande elogio de ml, que era muy obligante Ia recomendaci6n dellevita y que tendria mucho gusto en

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ayudarme en lo que pudiera, pero que el no sabia donde pudiera hallarse un puesto, que yo lo buscara y le comu­nicara emU era, para poner todo su conato a fin de que el encargado de hacer el nombramiento me favoreciera con Ia resp'ectiva designaci6n. A pesar de lo emulsionada de Ia promesa, a ml me supo a gloria; ere! que hab Ia co­gido el cielo con las manos, que en uno a dos dlas ten­dda el mejor puesto apetecible y hasta Ia fecha lo ·estoy esperando.

Pero volvamos a Santos. Para el trala una Carta austec ra y sob ria de mi tio Martin Perry, por entonces presi­dente del Directorio Liberal de Boyaca. Muy acicaladito, cop mi mejor vestido dominguero y una corbata roja, que a! decir de Tomas Enrique mas pareda una rechi­nante bandera c0 n las que se anunciaban entonces·las carnicerias, famas o expendios de carne, fui a Ia casona donde entonces se editaba "El Tiempo", cuya {mica en­trada era porIa calle 14. En el dintel de Ia puerta se leia, tallado en un grueso bloquede piedra, por Romulo Ro­zo (qui en afios despues fue gran escultor en Mejico) el

' nom bre del periodico, a imitaci6n del que e11cabezaba Ia prim era pagina del mismo. Un ancho corredor embaldo-< sinado conduda a! pie de Ia escalera de madera que lle­yaba hasta Ia segunda planta y Ia cual remataba precisa• mente al frente de Ia oficina del doctor Santos. Le ser:vfa de biblioteca y de escritorio y Ia antecedia un pequefi.o local a manera de sala de espera. Como estaba abierta Ia puerta, t1midamente y medio tanteando, por Ia oscuri­dad que reinaba, entre a esa sala de espera .. Desde. alii pu-

. de ver en Ia h<J;bitaci6n siguiente·a una figura mas"b.ien de poca alzada, inclinada sobre unas cuartillas de papel peri6dico colocadas en un escritoJio de hermcas propor­ciones. YL:rueescribiacon Japiz. Pasados.algunos minu---·

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tos y dando unos golpesitos casi inaudibles por temor a interrumpir, o{ que de adentro me dedan:

-Un momento. Quede all{ quieto otros cuantos minutos, al cabo de

los cuales mi personaje dejando ellapiz sobre las cuarti­llas, se levant6 nerviosamente, se meti6 Ia mano por en­tre Ia pretina de los pantalones en su parte trasera y co­mo buscando alguna pulga que picara en mala parte (ma­nia que luego le observe con frecuencia) y dirigiendose a mime dijo:

-A sus 6rdenes. -Traigo para usted esta carta, le dije entregindosela. Rompi6 el sobre y comenz6 a leer a velocidades as­

tron6micas. Todo esto sin ma,ndarme' seguir pi sen tar. -Me dice el senor Perry, su tio, amigo·m{o muy dis­

tinguido, que \tsied, joven P,erry, tiene el prop6sito de buscarse un trabajo que Je propor.cione maneras de sos­tenerse y estudiar una carrerac Lo· que us ted intenta es, desde luego, muy loable y otros lo han intentado y lo lqn logrado, aunque comprenden1 que noes cosa muy. facil. Por lo que hace a este peri6dico, tengo que !amen­tar que po le podamos ofrecer nada porque todo el per­sonal esta completo. Si se presenta alguna oportunidad de ayudarle en otra parte, con mucho gusto lo hare. En caso. de que algo ocurra le avisare a su tio. .

-No qui ere us ted que yo, que ten go poco que hacer · ahora, vuelva a averiguar si se ha podido conseguir a! go?

-No me parece que haya para que. Mucho gusto de haberlo conocido y saludes a su tio.

Y tendiendome Ia mano, mas helada que sus palabras, me puso en trance de dar Ia vue! ta y bajar las escaleras,

· tan desinflado ·como es·de suponer$e. Enrique estaba en

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esos momentos en el patio de Ia prim era planta, junto a I~ oficina de Eduardo Zubieta, que entonces desempena­ba el cargo de cajero y era algo as{ como subgerente, pues reemplazaba a don Fabio en sus ausencias eventua­Jes. AI verme Enrique me abrazo y me dijo:

-Qui'ubo mijo, ya conseguiste chanfaina? Que te dijo Eduardo/

Tu senor hermano me echo un platon de agua helada. Deb{a de estar escribiendo el editorial de manana. En­

tonces se pone imposible. Pero no te desanimes, persiste porque tu debes ser periodista. Ven, te ensefio mi ofici­na y algunas instalaciones del periodico. Fue as{ como porIa prim era vez vi un linotipo (Ia maquina pensante como Ia Ilamabamos) y un salon de composici6n y Ia planta en que se imprimia el periodico.

-A.fgo dis tin to de lo que ten{amos en "La Linterna", no te parece? , me dijo Enrique, qui en a! final de esta · brevisima excursion, agreg6:

-Ven todas las veces que quieras por aqu{, que yo conflo en que en cualquier momento podamos buscarte algo que bacer. _ . •

AI salir pase por Ia oficina de Eduardo .Zub!eta. Esta' ba contandole a este viejo amigo mis andanzas y cuitas, cuando entro Santos como una ttomba y desde Ia puer-· ta dijo:

-Don Eduardo, presteme ah{$10,00 que necesito. Y sin esperar a que el cajero se los diera, abri6 el ca'

jon del escritorio, y de a!H saco el dinero y salio como bab{a entrado, no sin decirme, como si fuera Ia primera vez que me vela:

-Buenos dlas, senor. -As{ es eJ, comentaba Zubieta, mientras apuntaba en

. un papelillo, el dinero que el director.:..propietario habia

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extraido de alli, pues tenia que llevarlo a Ia contabilidad. Anos despues, cuando eventualmente me correspondio reemplazar a Eduardo durante las vacaciones anuales que tomaba, yo tambien debia soportarle aquel bullicio­so y desorganizado sistema de obtener los fondos que necesitaba y que, desde luego, eran muy suyos.

La invitacion que me hizo Enrique y que yo no vacile en aceptar, porque me fascinaba ver funcionar las ma­quinas y todas las instalaciones del periodico, hizo inevi­table que tuviera varios encuentros ocasionales con el doctor Santos. Y auncuando su actitud no era bostil, siempre pasaba de largo y ami saludo correspondia, pe· rosin que yo advirtiera que el sabia quien era el que le saludaba:

Tambien mis frecuentes visitas a Enrique dieron opor­tunidad, tanto a que yo viera e;n letras de molde mis pini­tos de periodista, consistentes ,en noticulas insignifican­tes sabre algunas deficiencias que notaba en·Ja vida urba­na, pero escritos que yo estimaba producciones o edito­riales de alto vuelo, como para que a!=luel mi amigo me ericomendara algunas elementales tareas que no alcan­zaba a realizar el reducidlsimo equipo que entonces ba­cia el periodico, integrado por Eduardo, Enrique, dos reporteros, uno de ellos Ramb]a (Ramon Bernal Azula, de Ttirija)y algunos espontaneos o voluntafios que se aparecian irregularmente por alii y casi todos los cuales llevaban notas sociales y algunas noticias.

Quiza, sin que yo lo maliciara, Caliban no bacia otra cosa que pro bar mi vocacion para el exigente oficio. De­bio hallarla digna de estimulo, porque muy de veras y sin alarde me ayudo basta que se salio con las suyas, pues me enchanfaino en el periodito .

· Eduardo habia llegado, entonces, a, ser figura que cam·

73.

/

peaba en el primer plano de Ia notoriedad nacional. Y a no se debat!a en el anonimato, como que llevaba 7 aiios figurando en prim era plana de su periodico (que cada d{a ganaba en adeptos, en simpatia yen buena reputa­cion y sobre todo en favorecedores, tanto por el aspec­to de venta o sea, de lectores, como por el de anuncia­dores) ni en Ia diaria contienda por obtener para el con­dumio, ni en Ia solicitud de valederos para romper·el,es­trecho c!rculo de los mandarines y poderosos de turno. Yo hab{a tenido breve noticia de to do eso, cuando a! re­cibir Ia aludida carta de introduccion de mi tlo, este me dijo:

-El doctor Santos a quien usted va a conocer, es un joven y brillante periodista de mucho porvenir, hermano menor de Enrique y·quien acaba de protagonizar un so­nado episodio polltico con el Presidente de Ia Republica,

. en el cual se porto con singular dignidad y destreza inte­lectual, gamindole ostensiblemente Ia partida al veterano

· y .ducho polltico y gramatico conservador. No en tend{ yo, nile puse por entonces may ores bolas

a aquello de pro tagonizar el'episodio y como por el aiio 17 habla seguido con juvenil in teres e] desarrollo de Ia campaiia presidencial en que se disputaron el favor popu­lar enlas urnas el citado Marco Fidel Suarez y el famo' so poeta Guillermo Valencia, a quien los literatos consi­deraban jefe y maximo exponente de Ia Hamada escuela decadentista, pense que·]a advertertcia o informacion ilustrativa que me habia dado el bien enterado tio, sere" feria a esa contienda, en .Ia c11al por cierto tam bien habia tornado yo algunas modestlsimas acciones. ··>··

Sal{ del garrafal error a poco de estar en Bogod, a! in­dagar con personas de buen credito y muy enteradas de

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.1

Ia vida y milagros de "El Tiempo" y su director propie­tario.

Ciertamente Ia campai'!a electoral dell 7 habia contri­buido en no poca proporcion a que el nombre de "El Tiempo" y de su director fueran conocidos en todo el territorio del pals. Uno y otro se perfilaron como brio­sos batalladores. La circulacion,_ cosa muy importante para un diario, iba creciendo y aumentaban tam bien los anuncios o sea Ia propaganda pagada, fact ores que per­mitieron ir renovando paulatina y muy.adecuadarnente los obsoletos implementos de imprenta de.los primeros af\os por otros de mas moderna invencion y de mayor eficiencia. Todo eso era posible en el arnbiente de liber­tad y de democracia que por ~ntonces reinaba y que hay que abonarle a Ia evolucion que habla experimentado el regimen conservador que seiioreaba)a Nacion desde 1886, pero especialmente a la.poHtica.inteligente y Si.\til que supo implantar el general Rafael Reyes cuando ocu­p6 Ia presidencia de Ia Republica.

AI solido y ya ainplio prestigioque habia ganado la­boriosa y pacientemente Santos, vinO a unirse un insoli­to y resonante episodio ocurrido aprincipios de 1919, es decir" apenas transcurridos 8 meses de Ia administra­cion Suarez. Todavla se encuentran documentos feha­cientes sobre el, aunque .de sus actores parece que solo sobrevive el doctor Santos. Atenido a esos documentos, pero sin reticencias o inhibiciones que en algunos de ellos podra notar ellector, voy a referir el hecho que; sin perder sus caracteristicas de anecdota, por sus desarro­llos e implicaciones tiene hoy Ia categorla inconfundi­ble de hecho historico.

Suarez, a quien no podra ignorar quien escriba Ia cr6-

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nica de este pais, tanto en el campo de Ia ciencia como en el de !a poli rica, lleg6 a Ia jefatura del Estado al ter­mino de una carrera de bur6crata consagrado y rutina­rio, empujado, sostenido y amparado mas por las sota­nas negras y amatistas del beligerante y entonces todo poderoso clero politiquero del pais y bendecido por el

. baculo episcopal que esgrimia inapelablemente l\lonse­iior Bernardo Herrera Restrepo, Prima do de Colombia, que _por los volubles, tornadizos y fugaces organismos electoreros de su propio partido. Confront6, a pocas se­manas de haberse acomodado en Ia silla presidencial, una precaria situaci6n del erario publico, con su secuela de atraso en leis pagos de los maestros, en las pensiones de los invalidos de guerra, en los jornales de los trabaja­dores a! servicio del Estado y otros compTomisos aun mas exigentes. Se sent!a males tar, _a lo largo y ancho del pais, por falta de trabajo, eran desfavorables las condic ciones para los negocios, y aparecieron algunos signos inequlvocos de escasez y de hambre dentro del con junto

. social. En tales circunstancias el "fninistro de Guer;ra tom6 Ia

infortunada iniciativa de contratar en el exterior Ia fac­tura de algunos implementos para el uso del ejercito que tradicionalmente eran confecdonados por operarios·y · contratistas naciorrales. La infortunada medida provoc6 fu~rte movimiento de protesta en Ia capital de Ia Repu­blica, que sali6 a Ia superficie en las calles con mitines de agresiva protesta v-franca censura a! gobierno, caldea· dos porimprovisados y fogosos oradores. Se produjeron as! los acontecimientos dell6 de rharzo de 1919; que I por si solos dan material para un buen libro, y sobre los cuales no me propongo ahondar porque no .cuadran J

,- ::uf.. Dejaron saldo de varios mliertos, gentes sencillas e ··-- · -~

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inocentes. Naturalmente, Ia prensa de oposici6n, con "El Tiempo" a Ia cabeza, se enfrent6 decididamente a! gobierno y tom6 decidida acci6n contra el propio primer mandatario, quien, al contestar un memorial energico pero respetuoso que Ia plana mayor del partido le habia elevado exigiendole una severa investigaci6n para pun­tualizar los hechos y deducir Ia responsabilidad consi­guiente a sus directos autores, contest6 infortunadamen­te tratando de minimizar los acontecimientos y pichica­teando, regateando en tomo a! numero de muertos habi­dos en lo que el gobierno llamaba Ia refriega y que fue una burda y cobarde masacre.

Santos desde "El Tiempo" escribi6 un vibrante edito­rial censurando acremente- a Suarez por esta conducta y en el curso del e5crito. utilizb en dos ocasiones Ia palabra cinico. Se le convulsion6 entonces: a! au tor de "Los Sue­nos de Luciano Palgar" el ce~o gramatical y esa reacci6n biol6gica le hizo perdei infantilmente los estribos. Dan­dole a! relato que sobre el episodio protagonizado por el Jefe del Estado yel director de "El Tiempo" hizo el doctor Santos a! dia siguiente desu ocurrencia todo el credito que se merece, y que se acrecienta respa!dado como_ esta por su palabra de caballero y por su juramen­to, voy a relatarlo en su primera parte conforrrie a Ia ver­sion recogida de labios autorizados, doctos y honestos en los primeros dias de mi asentamiento en Bogota y que coincide con lo que hoy todavia recuerdan algunos testigos coeraneos de los acontecimientos. .

El senor Suarez, a! leer el peri6dico mientras degusta­ba su habitual taza de chocolate con panderos, pandeyu­cas y mogollitas de chicharr6n, que era su frugal desayu­no como cuand.o vivia en el Camell6n de Los Cameros, salt6 ·como un caucho, arroj6la gaceta a! suelo, se levan-

7.7

!

t6, di6 varios pasos en distintas direcciones y al fin esta­ll6. Cuando lleg6 el senor Gerardo Pulecio, secretario ge­neral de la Presidencia, le pregunt6 si habia lei do el pas­qu{n de los Santos y como el interpelado nolo habia he­cho, selo puso en las manos y le dijo:

-Vea Ia canallada de esos tipos. Me dicen cinico y lo repiten. Es clara su intenci6n. El au tor no puede ignorar el origen griego de esa palabra.

Pulecio, que no era, ni con mucho fil6logo, supuso que el voquible significaba algo denigrante y que estaba usado con intenci6n peyorativa, pero no se atrevi6 a aclarar el asunto.

La .escena se repiti6, con algunas. variantes, con otros fundonarios de Ia casa palaciega y con algunos ministros que llegaron a tratar·problemas del Estado con su Jefe, y que tampoco eran doctos en griego; con ellos fue mas explicito en el significado que le daba a cinico. Y as! transcurri6 todo el dia en evidente exacerbaci6n, aunque no trascendi6 los lindes del clarigobernante. A! tennin? de aquella inquieta jornada y cuando principiaban a caer las sombnis de Ia noche, los mas lntimos y C0participes de la indignaci6n presidencial propusieron al ofendido .

d d d 'i presidente, todo un maquiavelico plan i ea o par~ ar

· una ejemplar e inolvidable lecci6n a los osados plumife- I . ~f~~~:r~!ri l:s~~~~~t~a;:l:;i~~~~~as:;~~nqct:~:~a~~/an ~·

Los elementos esenciales los suministraba Ia ley. Con- I cretamente, el C6digo Politico y Municipal, que en uno .

1!

de s'us articulos establecia que el Presidente del~ Repu-blica pod fa imponer directamente' penas de arrestp hasta . de seis meses a quien le infligiera una ofensa, estando en ejercicio de sus funciones. Si Santos ten{ a entereza, co-· m6'soliari.dedtquienes le conotian, no se·iba aretracc· ····

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tar, estando frente al senor Suarez, de lo que habia di­cho o escrito en el susodicho editorial. Habia que mon­tar, pues una escena, con testigos de cargo, relatores y todo cuanto exige el complejo cuarialesco para el caso ... Y habia que hacer participar en su ejecuci6n a liberales y conservadores para quitarle todo tinte de parcialidad politiquera. Por ventura, se podia disponer y se dispuso del funcionario encargado del Protocolo que lo era, na­da menos, que el senor Leopoldo Montejo, tio carnal del doctor Eduardo Santos, quien debia Ilevar al perio­dista hasta el propio despacho u oficina del Presidente. Este estaria acompanado del senor Pulecio, Secretario General, cosa muy normal en estas audiencias y de un senor Rozo, creo que de filiaci6nliberal y tambien em­pleado de Palacio. Y para abundar en testimonios, tras de las cortinas de una ventana, bien mimetizados, se co­locar!an dos detectives, expertos eh taquigrafla, uno li- . beral y otro conservador, para que pudieran tomar notas y luego atestiguar. · ·

.Sobre la conducta de Montejo, el relato que publico el c\octor Santos al dia siguiente en .las columnas editoriales de "El Tiempo" y que adelante se inserta textualmente, procura, si no justificarla del todo, exaltando la precaria situaci6n que por esos dias caracterizaba Ia vida de un empleadoliberal, pohre"fcargado.de obligaciones deri­vadas de numerosa familia, al menos paliar los caracteres de servilismo que se necesitaban para desempenar !a na­da atractiva tarea que le asignaron. Ell ector .despreveni­do se forman\ el juicio que le merezca sobre el proceder del Sr. Montejo, que el nuestro queda suficientemente claro en este ·parrafo, ya que tan melanc6lico proceder no da para rtu\s.

A Santos; quieti por raz6ri del ofido solia donnir has-

19

ta medio dia, en esos tiempos en que tocandole hacer to­do en el peri6dico trasnochaba hasta las tres, cuatro o cinco de Ia manana, lo sac6 de su cama el d{a de !a entre­vista su obsecuente tio, el jefe del ceremonial de proto­colo de Ia Cancilleria, a eso de las diez, diciendole que tenia el enc'argo de llevarlo a Palacio. Santos, sinembar­go, pidi6 .tregua hasta las once para ir bien desayunado y sobre todo para poner en orden sus ideas, pues no rra-1iciaba cual fuera el objeto de aquella inopinada audien­cia que de oficio se le otorgaba y el circunspecto tio no quiso _decirle el motivo de !a cita, alegando que lo igno­raba.

AI llegar a Ia Casa de Narino, que entonces prestaba servicios de flamante Palacio Presidencial, el J efe del Es­tado ya estaba en compaii.ia de to do el personal previa~ mente acordado para !a escena que iba a. desarrollarse. Recibi6 entre afable y reticente a! joven periodista, y le condujo al costado de) salon cuyas ventanas dan sobre la Carrera septima y desde all{ mostr6 al doctor Santos un sector de !a pare a del edificio situ ado en frente, casa de don Jorge Holguin, que mostraba orifici.o:>,pequenos correspondientes, segun dijoel mandatario,a disparos que el achacaba a qyienes pretendieron el 16 de es.e mes . de marzo asaltar y tomarse a Palacio y arrastrar por las· calles al presidente Eloy Alfaro en Quito anos atras.

AI regresar a! sitio don de la entrevista habia de desa­rrollarse, Santos, de ojos linces y atenci6n alerta,- y que­do en medio de Pulecio y Rozo, y pudo advertir, quizas debido a una brisa indiscreta que sop lara en aquel instanc te en dicho. recin to, que una de !:its 'cortinas colgaiifes de­jab aver indiscretamente dos pares de botines dentr6 de los cua!es era apenas obvio suponer que estuvieran bien

·····phntados otrostantbs pies de hombre; dado ·eJ calibre···

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de aquellos calzados. Esa circunstancia parece que le mostr6 al visitante con luz de destello el prop6sito de aquel elaborado montaje teatral ode paso de comedia y, naturalmente, se propuso obrar con el mayor cuidado o impecable prudencia.

Para una concatenaci6n mas ordenada, veamos el edi­

torial de Santos que produjo el alboroto:

"LO INAUDITO

"Hemos le!do Ia contestaci6n que el senor Presidente de Ia Republica dio al memorial que ayer publicamos, y al terminarla hemos sentido a~ombro, vergiienza, indig· naci6n, tristeza. Mas adelante'insertamos ese singular do­cumento y estamos seguros dec que quienes lo lean expe­rimentaran la misma penos!sirra i)Tipresi6n.

"Era ya sufici'entemente escandalos'o que eJ senor Mi­nistro de Gobierno, en las circulares telegrHicas que ha pasado a los Departamentos sobre los sucesos del domin­go, falseara la verdad en una forma tim cruda. La menti­ra oficial no necesitaba refuerzos, pero eJ senor Presiden· te ha querido robustecerla y ha hecho bajo su firma de­claraciones que el respeto debido al J efe del Estado im­pide calificar como elias lo merecen.

"La leg{tima e indispensable defensa de los canones y los rifles contra una multitud que hula aterrada; el asal­to al Palacio, defendido por infanterfa y artiller!a, in ten· tado por gentes inermes que ya estaban lejos de d; los ti­ros a! aire que rebotaron por desgracia y causaron dcis desgracias, un muerto y un herido, cuando pasaron de diez los que cayeron abalcados porIa espalda en las in· mediaciones del Palacio; las balas perdidas que en otros

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lugares iban solas a acabar con Ia vida de los ciudadanos, sin que nadie lo pretendiera.

"No tenemos palabras para juzgar este documento. Cre!amos a! senor Suarez, de cuya mansedumbre y buen coraz6n tan to se nos ha hablado, lie no de congoja por Ia sangre derramada, por los muertos que pesan sobre el gobierno· que llevara su nombre, y no encontramos entre las frases dnicas destinadas a encubrir !a verdad ni una

. ' palabra de dolor, ni un acento de piedad. La angustia que ha sobrecogido a Ja capital con las gran des desgra­cias del domingo, no ha hallado eco en el sefi.or Presiden­te, que no se ha inclinado siquiera con respetuoso dolor ante los cadaveres de los que cayeron el fatldico 16 de marzo a manos de sus agentes. Lo unico que ha hecho es salvar de un golpe todos los llmites de !a verdad para re­ducir a dos el numero de las vlctimas ocasionadas por el . ataque del EjerCito. Creera ei que con tan dnica afirma­ci6n puede resucitar a los otros muertos y curar a los heridos? .

"tY ha olvidadodon Marco Fidel Suarez que es Pre­sidente de !a Republica cuarido llegue a habli'\r de some­timiento a !a Santa Sede, al Tribunal de La Haya o a !a Liga de las Naciones, para que juzguen en esta acusaci6n que los ciudadanos hacen a! Gobierno actual de Colome

· bia? No otra cosa (salvo lo de1a Santa·Sede) propuso en d{as pasados el General Jose Cicer6n Castillo en con-· diciones mucho mas serias, y despert6 una tempestad de protestas de cuantos tienen vivo el sentimiento de Ia dignidad nacional. Ahora es el sefi.or Suarez el que desde el Solio,en Iugar de hacer justicia, ·en vez de ir frii.li'c'ii­mente a Ia verdad y a Ia sanci6n, y .de abrir su aim~· a! do­lory a !a luz, forma entre los fautores de Ia mentira ofi.

·cial;·niega Ips· hechos y proponeabrbitraje absurdo de· ·

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una entidad extranjera. A nuestro esplritu confundido se ha presentado a! pensar en esa propuesta, !a duda an­gustiosa de si quien lo hace goza del pleno uso de sus facultades.

"La honrada iniciativa de un grupo de ciudadanos que en hora cr!tica quisieron pedir justicia y remedio pa­ra los males del pals, ha producido solo un inaudito, un bochornoso documento oficial. El Presidente les ha di­cho: 'Es in uti! que ustedes pidan verdad y justicia a! Je­fe del Estado; vamos todos a pedirla alextranjero, a ese extranjero ante el cual yo represento !a Patria de que so­mas hijos ustedes y yo, y para empezar, yo niego !aver­dad y reduzco en sus nueve decimas partes el numero de las vlctimas y justifico a quienes abalearon a los ciuda­danos'. Y firma todo esto! ·

"Una oscura angustia opriJVe nu~stro coraz6n, ante cosas tan incalificables, y de r}uevo ,miramos este escrito del senor Suarez, para convencerhos de que no somas v!ctimas de una pesadilla. Pero no, el senor Suarez ha es­crito realmeritecesta respuesta· y ha expresado estos con-ceptos. . .. ·.

"Y se admira de que periodistas imperiosos y obseca­dos hayan llegado hasta pedirle que se separe del puesto · que ocupa. iC6mo no pedirlo, c6;no no deseatlo con vehemencia; con intensa ansiedad,' ante documentos co­mo este, que no tiene precedente y .que ojala, para l)o­nor y bien de !a R,eptlblica, sea unico en nuestra histo­·ria! "

El relato que Santos, hizo de su pluma y letra (pues · ·entonces no usaba !a Underwood) del celebre episodio que tanta y tan merecida fama le diera y tanto influyera

····en el prestigio bien ganado de ·''El Ti~mpo", dice asi:

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"LA ENTREVISTA DEL EXCELENTISIMO SENOR PRESIDENT£ DE LA REPUBLICA

CON EDUARDO SANTOS

Relacion detallada de lo ocurrido ayer en el Palacio Presidencial.

"Voy a relatar los hechos ocurridos ayer en el Palacio Presidencial, entre el S\'nor Presidente de Ia Republica y yo, con perfecta serenidad y de manera absolutamente verfdica, sincera y leal. Lo que voy a decir lo respaldo · con mi palabra de honor, cuyo valor me atrevo a decir que conoce el pals, y estoy resuelto a jurarlo, sin restric­ciones ningunas. Lo que va a leerse es lo que dirfa a Ia autoridad, con las formalidades legales del caso, si se Jlamara a declarar.

"A las diez de Ia manana se presento en mi casa e1 se­nor don Leopoldo Montejo, tfo carnal mfo y emple.ado del Ministerio de Relaciones Exteriores, como J efe del Ceremonial Diplomatico. No me habfa yo l~vantado to, dav{a y el senor Montejo entr6 ami cuarto y me dijo que el senor Presidente. de la Republica lo hab!a Ilama:do para decirle que me llevara a Palacio, con el fin de tener una e·ntrevista con el. Manifeste que irla inmediatamente, y al efecto cite a! senor Montejo para las once. ·

"A esa hora nos encontramos y .nos dirigfmos a Pala­cio. All! estaban los senores Antonio de Narvaez y Car­los Uribe de Brigard, con quienes converse algunos mi­nutos, refiriendoles como el senor Suarez me llafu_caba, sin saber ni yo ni el senor Montejo con que objeto.

"A los pocos minutos sali6 el senor Suarez acompana­. do del do<;:tor Gerardo Pulecio, Secretario de Ia Presiden-

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cia, y de otro individuo que yo no conozco, pero que se­glin dicen es el senor Rozo, antiguo empleado de Ia Se­cretaria de Palacio. El senor Suarez, despues de corteses saludos, nos hizo entrar a todos al Salon Amarillo, y principia por hacerme ver las huellas de tres disparos que se velan en los muros de Ia casa del general Holguin, de modo muy claro. Luego me hizo sentar, entre los se­nores Pulecio y Rozo; el senor Montejo se sent6 un poco mas lejos y el senor Suarez frente a mi. Y tomando un numero de "El Tiempo" de antier, 19 de marzo, me dijo:

"-Voy a analizar el articulo que usted ha escrito· so· bre mi respuesta a! memorial que usted escribi6 con otros ciudadanos, y a explicar esa respuesta m fa.

"El senor Suarez Jey6 mi editorial pausadamente, ha­cienda una o dos breves observacione.s sin importancia, y luego pas6 a leer su famos,a expp~ici6n. A cad~ par;afo de esta comentaba y ainpliapa sus p<ilabras; mamfesto que no tenia yo por que decir si a. elle hablan dolido 0

no los sucesos, CJ.ue eso era de su fuero interno; que '.en cuando a estar atoquinado', Como vulgarmente se dice, no lo estaba, y que su concienci"- .estaba perfectamente tranquila, porque creia haber cumplido con todo su de· ber; que si 'se pusiera a 1Iorar' s{ lo derribarlan, o cosa semejante. Hizo .disquisiciones rnUY amenas y sutiles sa­bre Ia tranquilidad de !a conciencia, citando a un clasico espanol, y en seguida reafirm6 lo que dice en su respues­ta citada, sobre Ia necesidad de los actos ejecutados por Ia autoridad el domingo, sobre el ataque a mauo armada al Palacio; sobre las intenciones siniestras de los manifes-. tantes,etc., y dijo que hasta se hab{a pensado hacer con ello que se hizo con don Eloy Alfaro, sugiriendo Ia posi­ble escena en frases pintorescas .

"Agreg6luego que lo de indemnizaci6n y socorro a

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las vlctimas de los sucesos era cosa que solo podia de­cretar el Congreso pero que eJ estaba dispuesto a contri­buir en !a suscripcion que para el efecto se abriera ( y so­lo para los inocentes y desvalidos) con Ia que diera el que mas diera. Hizo una nueva defensa de lo liberal y to­lerante de su gobierno. Manifesto como se afanaba por buscar colaboradores dignos, a pesar de las excomunio­nes de ciertos partidos, y que muchas veces lo had a, casi a ciegas en lo politico. Por ejemplo, dijo, 'yo no sabl<i que don Jesus del Corral fuera republicano; yo lo creia liberal de esos que Haman autonomos, o bloquistas. , .' Dijo que se hablaba mucho de que i:I estaba sometido a! dero, de que depend Ia de este, y sin embargo, 'agrego, acaba de nombrar ministro a! doctor Arango, que lo acu­so en Roma y que levant6 aqul tantas protestas .

. "AI terminar, el senor Presidente se extendio. sobre su respuesta de acudir a un arbitraje de entidad extranje­ra, diciendo que era cosa de un alcance moral, que no se referia a los sucesos del domingo sino a Ia persecuci6n desatadasobre su gobierno, etc. En .resumen, repiti6 to-

. das y cada una de las afirmaeiones de su respyesta a! me­morial del 17 de marzo, haciendo hincapie en que cuan­do hab!6 de dos des gracias, se refiri6 solo a las ocurridas . frente a los muros del palacio, nada mas; que las oi;urri' das en-la calle 8a., en Ia segunda calle de la·carrera; ften' te alliceo de Pfo X, entraban entre las ocurridas 'en luga­res distantes', de que el habla. Me permit! observarle que nadie lo habla entendido asf; que los soldados hablan

. disparado des de Ia esquina de Ia carrera 7 a. y Ia calle 8a., a pocos pasos del Palacio, y que rtadie podrfa creer>J.ue esos fueran lugares distantes. Le observe tam bien, respec­to a !a manera de disolver los des6rdenes; lo que ese dfa habfa yo vi~to. personalmente, en !a Plaza· de Bolivar; Ia. · ··· · · r· ·

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ninguna necesidad de apelar a los disparos contra peque­nos grupos.

"El senor Presidente hablo mas de media hora, con mucha calma y amenidad, y yo solo le hice dos o tres muy breves observaciones.

"En general, me limite a oirlo, respetuosamente, y sus palabras no llevaron a mi animo la impresion de que yo hubiera procedido con injusticia al censurar !a ci:lebre respuesta del senor Presidente, ni menos !a de que estu­vieranjustificados los actos de !a autoridad que he criti­cado sin vacilaciones des de un principio.

"Conc!ufda su exposicion, el senor Suarez dejo el pe­riodico y frotandose las manos, con to no solemne me dijo: ·

·· -Ahora el senor doctor S,ant0s, ofdas estas explica- · ciones, me va a 'decir si yo soy un dnico, como lo dijo en su peri6dico, o no lo soy. ·

"Y ole repuse: · "-Excelentlsimo senor, me pone usted en una situ a­

cion muy ddicada; recuerde que yo estoy en su Palacio, que us ted es .el Presidente de !a Republica, y que yo soy un joven y usted es lo que es; recu.erde el respeto a que estoy obligado. . . ·

"El sefwr Suiuez me interrumpio y me dijo: "-No, eso no; si qui ere salgamos a Ia puerta o vamos

a Ia casa del doctor Pulecio; piense usted que tiene diez anos mas que yo. Lo que necesito es que me conteste: ·~soy un dnico o no? . .

"Le repuse que era inaceptable situar !a cuestion en ese terreno; Ie rogue respetuosamente que me excusara de darl<E lil1i respiiesta eri esiifciima; que no era lo mis-

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/

mo una declaraci6n en un articulo de peri6dico que un dilema asi, cara a cara, entre el J efe del Estado y un ciu­dadano. El senor Suarez insisti6 de manera terminante en reducirme a esa pregunta, en exigir un si o un no, y nada vali6 el que yo le pidiera que generaliz:hamos la cuesti6n.

"Como yo le dijera que no nos redujeramos a un vo­cablo, el con timo airado me recit6 una copla cuyo.sen­tido es que el que agravia escribe en el agua y olvida y el agraviado guarda en el coraz6n y no olvida. Preguntele yo entonces, como entend!a !a palabra dnico, y ei con cierta aspereza me dijo:

"-Eso lo sabe todo el mundo, esa palabra viene de una expresi6n griega que qui ere decir perro.

"Yo le rep use: "-Senor Suarez, yo no le he querido decir perro, en

manera alguna; yo no soy gramatico ni fil61ogo; he to­mado esa palabra en su sentido corriente. Ahora, si des­pues de haber. o{do !a explicaci6n del senor Presidente, tuviera yo que volver a escribir este att{culo, lo har!a lo ·mismo; a lomas yo creed a que el senor Presigente esta mal informado. Respecto a lo del cinismo, pa'ra m{ lo constitu!a, a! escribir el articulo de que se trata, el.mos­tr!lr tanta tranquilidad !lnt~ sucesos sangrientos, y el pre­sentar los hechos desvirtuados.

"Tras de otras pocas pa!abras, y ante nuevas exigen- · cias del senor Su<irez, para que yo dijera si era el un dni­co o no, yo con respetuosa fineza dije que no retiraba nada de mi editorial.

"A esto dijo el senor Suarez que·si ello. era as!, noha­b{a rnas que hablar, que prescind{a de decirme algunas otras cos as que ten fa pensadas y volviendose a los seno-

--cres Pulecio yRozo dijo: · ·· ·

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"-Senores testigos, tomen nota de que este senor ha venido a Palacio a tratar de cinico al Presidente de Ia Re­publica.

"Yo con voz firme rep use: "-No, senor Suarez. Yo no he venido aqul, usted me

ha hecho venir, us ted me ha llamado, y yo le he suplica­do repetidas veces que no me obligara a responderle, que no me pusiera en esc dilema; yo le he pedido que situe­mos Ia cuesti6n en un terreno general y usted no ha querido. .

"Esto ocurria estando ya todos de pie yen direcci6n a !a puerta. El senor Suarez me habl6 de. que se defende­r! a, de que no tolerada esto, y yo creo que pronunci6 Ia palabra venganza, anuncjandomeque Ia tomarla. Ej se­nor Montejo diee que ndla oy6, y por eso no lo afirmo

. categ6ricamente. En todo cas(), yo tuye Ia impresi6n clara, precisa, evidente ( y !a te.ngq afm) de que el senor Suarez quiso anlenazarme, en 'form<~ no sujeta a duda ninguna. · ·.. ·.

"Me habl6 el senor Suarez algo del temor que defier !a sentir por las consecuencias de mis a~tos. Yo le dije tex-tualmente: · · ·

"_:_No abrigo temor alguno, hasta ese mom en to nose me hab{a ocurrido siquiera que pudiera sucederme algo. Pero las !eyes son para ejecutarlas. "Si en esc escrito mio

. hay algo contra las !eyes, usted esta en el deber de a_cu­sarme, y yo no retiro ese escrito.

"El senor Suarez me repuso que as! se haria, .que no habria quien no me condenara y que hasta podria poner­me de juez al senorMontejo, mi t!o, que tenia que ser parcial conmigo por razones de sangre. Yo indignado le repuse: · . . . ~- _"-,No, senor Su:i.rez_, ~~ono esnormal: yo no puedo

89

aceptar ese juicio de persona que esta unida a ml por !a sangre, para asuntos en que he intervenido.

"Y haciendo una venia, sal! a! corredor, baje las esca­leras sin volver a mirar y me dirigl hacia mi casa.

"Este es elrelato fie! de lo ocurrido, y estoy seguro de que los senores Suarez, Pulecio y Rozo no podran ·re.cti­ficar una sola de mis palabras. AI testimonio del senor Montejo renuncio de !a manera mas solemne, porque no q_uiero que siendo el mi tio, puedan tacharse como par­cmles sus palabras por personas que no lo conocen. Dejo a Ia apreciacion del pals el hecho de que fuera de dos empleados de Palacio, solo se hubiera admitido como tercer testigo a un hombre que es mi pariente cercano y que es, desde hace varios anos, empleado publico, dignl­simo ~mpleado, dequien el senor Suarez considera que neces1ta del empleo para sostener a su familia.

"Yoestoy seguro de haber procedido como debla ha, .. cerlo. En nada me desmedf, y n:ie negue repetidas veces

a resolver el dilema que imperiosamente me plan teo el senor Suarez, pero no podia prestarme a Ia clara inten, cion de este y retractarme ante testigos de un escrito

_· queesla expresion honrada de una conviccion;si dse: .. noi'Presidente 'ci:lri si.i exp6sii:iori me hubieraci:mvenci:

d? de error, virilm~nte lohabria reconocido, pero nolo h1zo, y yo no pod1a hacer otra cosa que sostener mis pa­labtas. Y como dijo R{os Rosas en solemne ocasion: 'Si · no fueran mlaspedirla que se esculpiesen'. . ...

· . "Algunos, y yo entre ellos, cr~yerori. ayer quei;;_;.;cu­rndo era solo una celada para evitar las estorbosas ti'a­bas de la ley de prensa y para situarme en el terreno del

··.· Godigo Pen,al, cuyo articulo 262 dice: 'El que con arne-. . . I .

90

nazas, provocacion a rina, amagos o injurias ofendiere al Presidente de la Reptlblica, o a! Encargado del Poder Ejecutivo, sufrid. por este solo hecho Ia pena de seis me­ses ados anos de prision'.

"Sin embargo, dos personas de altisima responsabili­dad, y tan cercanas a! senor Suarez que pueden ser teni­

das como voceros autenticos de este, (y que habiendo te­nido conocimiento del asunto), no por mi, (quisieron es­pontaneamente intervenir y averiguar lo que hubiera en el fondo, y despues de hacerlo, sin que yo supiera, me in­

formaron de sus gestiones ), me dijeron solemnemente ayer que ello en ningun caso era asf; que el senor Suarez habia querido solo dar nobilisimo ejemplo de republica­nismo practico,.l!amando a Ul.l periodista adverso para explicarle sus actos, para defenderse an~~ ely apelar a su hidalguia; que el ere! a sus explicaciones suficientes para obtener mi retractacion,y qu¢ al.ve.r que ello no era asi, al sentir que yo'no cedia, fue vfctima 'de natural indig­nacion y lanz6'·exj.lresiones queen manera alguna encu­bren aviesos planes.

"Las dos personafidades que esto 'dicen lo afirman con energia de convencidos, y yo no quiero desechar esa ex­plicacion, aunque la insist en cia del senor Suarez en redu- · cir la discusion solo il una palabra, Ia oscurece y esta po­co acorde con la generosisima intenci6n de que se habla; yo le ped{ muy respetuosamente que me permitiera.abor­dar !a cuestion en general, y else nego reiteradas veces a accede!- a e!lo. Pero no quiero discutir esto; no quiero en manera alguna presentarme como victima, ni asumir ac­titudes heroicas; no quiero hacer este incidente personal y extrano, tema de una campaii.a periodistica; y si, como se me dice, esto es un asunto concluido y aislado, me li-. .

·mito a darlo a conocer, porque·no mf' pertenece, porque

91

fue motivado por una actuaci6n publica y debe ser tam­

bien publico. Yo quiero dejar mi indignaci6n para cues­

tiones que no me atanan personalmente, y por eso en es­

ta me limite a narrar los hechos. Que el publico haga los

comentarios que crea oportunos. "Si mis informantes estuvieran equivocados; si la pri­

mera suposici6n fuera Ia exacta, habria que convenir en

que es Ia primera vez en nuestra his to ria en que el J efe

del Estado tiende redes en su Palacio a los ciudadan0s y

los hace ira caer en elias, seguro de que no podnin ni si­

quiera sospechar semejante lazo .. "Por mi parte, estoy perfectamente tranquilo, con esa

total serenidad .de conciencia de que habl6 el senor Sua­

rez. Juzgo inaudito este proceder de reducir a cuesti6n

personal entre un Presidente y un periodista las frases de

un articulo, y no puedo decir como juzgo este hecho de

Jlevar al Palacio a un ciudadano a plantearle ante testi­

gos, una sitl.!acion en que o se retracta de sus escritos y

pierde toda autorida.d moral, o seve obligado a repetir

en su cara a! senor Presidente de Ia Repub1i~a, por

exigencia imperiosa de este;una dura frase q\le nose cree in justa. Esa presion; ese proceder, son algo que ni el

mas parcial de los amigos del senor Sua.rez podrla juz-

gar con benevolencia. ·

EDUARDO SANTOS"

En Bogota, donde siempre h~ri abundado los ·t~rtulia­deros, el principal de los cuales era por aquellos dfas Ia

Hamada esquina de Arrdncaplurnas, nombre que Je ve-. ····· ..... · n!a a Ia irifersecciori de Ia cafrera sepfiiria coh !a calle12,

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porque era donde se apostaban los lechuguinos o filipi­chines a piropear y a desplumar a las muchachas, en los

costureros, tertulias, bares y clubes las noticias y exage­

radas versiones sobre lo ocurrido en Ia ins6lita entrevista

de Palacio se extendi6 como reguero de polvora, llegan­

dose a deformar tanto hasta el punto de que en pocas

horas se aseveraba que el Presidente Suarez y el periodis­

ta Santos se hab{an tranzado a pescozones. En todo el

pals el episodic fue conocido minuciosamente en termi­

nos que siempre favoreclan Ia intervencion del periodis­

ta y dejaban bastante mal parade a! mandatario. A esto contribuy6 el heche de que Ia revista humoris­

tica "Bogota C6mico", que circulaba nacionalmente y

gozaba de vasto prestige, registr6 regocijadamente, como

era de cajon, el ridicule incidente,publiceindo en prime­

ra pagina una incisiva caricatura del gran dibujante ''La­

piz", hermano de Laureano Gomez, y al pie los siguien-tes versos de '.'Fray-Lej6n": '

"Han sido ccisas no vistas, si se pudieran sonar; que un gobierno en formas listas vaya a !lamar periodistas y les proponga trompear.

"Hoy Marco este curso di6. Y en un charco soberano de ridlculo se hundi6, pues dizque a Santos lleg6 hasta ofrecerle una man9"·

93

~· '/. i.

' ". '

EJ peri6dico "El Tiempo" aumento su tiraje, no solo el dia en que Ia historieta fue publicada, sino los subsi­guientes en los que se esperaban nuevos desarrollos y re­ferencias a lo ocurrido. De todo ello fue quedando un saldo defiriitivo decisivamente favorable y positive en favor de la tribuna liberal que ya en 1920 le pisaba muy de cerca los talones al diario conservador "El Nuevo Tiempo", dirigido entonces por el poeta, diplomati~o y politico Ismael Enrique Arciniegas y periodico que por su calidad de gobiernista integral gozaba de especialisi­mas consideraciones y privilegios, tanto en las facilidades y cuasimonopolio para llegar a las fuentes de informa­cion relativas ala vida oficial, como en el dadivoso sumi­nistro del papel o de las facilidades para importarlo, as{ como los demas implementos de imprenta que necesi­tara.

El ingrato y desventurado desarrollo que tuvo el inci­dente cre6 en el ambito de Ia familia Santos Montejo unas ciertas e inevitables tensiones, a las que hay que·re­ferirse objetivamente por razon de los imperatives hist6-rico"s. For ejemplo, la senoraLeopoldina de .Santos, ma­drede Eduardo, Enrique, Guillermo, Hern;mdo y Gus­tavo y hermana del senor Leopoldo Montejo, el triste- . mente celebre jefe del Ceremonial Diplomatico del Mi-nisterio de Reiai:iones Exteiiores, 'estuvo en esos dias

· entre la espada y Ia pared, entre su hermano y su hijo; donde Ia escogencia,por cierto no era de dudarse. Pero estaba tam bien entre su hijo y el senor Suarez, a quien le guardaba sincera gratitud, no solo por la manera<;omo acogio a Eduardo cuando fue fundonario del dep}1rta­mento de archivo de Ia Cancilleria, ~ino por ]a conducta que el misrrto senor Suarez tuvo cuartdo el entonces bi-

. ····· zarrojOven, que ca±npeababastanfea sus ancha:s par los·

94

predios de la rancia sociedad bogotana, !!ego a tenerun cierto lio sexo-sentimental con una dama casada algo casquivana, pero de indudables atractivos y cuyo esposo habia conquistado fama (a! parecer no muy merecida) de tremebunda y explosivamente celoso, pues los reite­rados adornos que su amorosa esposa le hizo nacer en la frente, no fueron solo los que le dedicara nuestro ladino heroe ( quien, al contr<'!rio de su hermano Enrique, goza­ba fama de patriarcal y hasta pacato) sino los provenien­tes de buen numero de otros exponentes masculines afi- . cionados al excitante deporte de las conquistas mas o menos espect<'!culares o de relumbron. Pero lo malo no fue el que ellio hubiera alcanzado eiertas proporciones de tormentoso romance, sinp que el imberbe Donjuan, quiz a por inexperitncia, no tomo las adecuadas y efica­ces precauciones que pusieran a er y a su complice a sa1: vo de cualquier i]idiscreto fi~gogeo de ter.ceros, bien o mal intencionados, y ello dio pie para que estuviera a punto de formarse en aquellos severos predios de la Can­cilleria Ia marimorena, con serio peligro de verse mal fe­rida y hasta truncada Ia Carrera de nuestro futuro perio­dista, politico, diplomatico y estadista. Todo lo cual su­po sortearlo tan habil, como discreta y generosamente el senor Suarez, mientras el protago.nista de este enredo de costurero logro que se echara tierra sobre su aventura, abandonando por unps anos el escenario donde ella h<J.­bla ocurrido, permitiendole de contera, su primer con­tacto personal y directo c_on Ia civilizacion europea y es­pecialmente h de la madre Espana, en don:de conoci6 y tuvo _relaciones de bast3J'[te intimidad con Enrique Go­mez Carrillo, quien alcanzaba por entonces notable y ex­tensa figuracion' en d _mundo de las letras y especialmen-

_,. . ... teen e!ambito del periodismo. Un r,etrato del intelec-

! J

95

tua] guatemalteco, con carinosa dedicatoria, ocupo siem­

pre s1t10 de honor en !a biblioteca de Santos, mientras ]a

tuvo en la casona de la calle 14. Dona Politano compaginaba en su mente sencilla y

buena yen su generoso corazon, aquella actitud del se·

nor Suarez, a quien desde entonces veneraba o poco me­

nos, con la que a] cabo de unos cuantos anos se habia

visto.obligado a tomar su hijo, originada en un pat de

malhadados adjetivos. Y sino podia perdonar a su her·

mano el haber sido agente, maliciosa o desprevenidamen­

t~, para la celada que se le habia tendido a su hijo, que­

na, anhebba,. rogaba, hacia todo lo posible e imposible

porque el mc1dente se olvidara, sin entrar en considera­

cion_es _de si el hab{a sido un .eficaz tramp olin para el

crecJml;'':to del perio~~co y para universalizar en el pa:is

el p~estlgw ~e aquel h!JO a quien tanto queria y eri quien

habra depos1tado una fe ciega, como se vera cuarido se

trate de !a _compra que hizo Eduardo de "El Tiempo" a

Alfonso Vrllegas Restrepo, cuandoaun no era su cunado

. .El doctor Santos, por su parte, cuando a! historico .

h.e~ho se I; extrajo y ~~rovecho todo el zumo,que en po­

htrca podra dar, tamb1en puso empeno en.que no sele

reco~dara ni se le enrostrara a! senor Suarez. Doy testi- .

momo de esto, porque cuando en la prim era edici6n de'

· "Quien e_s qu!e.n en Colombia", redacte para publicarla,

Ia not~-~wgraf1c~ d~l doctor Santos, que Iuegosometi a

su revrswn, me prdw que suprimiera de ella la referenda

que se hada al"susodicho episodio.

Pero era inevitable que, estando "El Tiempo", y por

end~ su drrector, en Ia prim era linea de la oposici6ii a!

gob1erno, fatalmente tuviera que verse de nuevo enfren- ·.

tadoa_quien e;ra cabeza de el ylos acontecimientos que

en Ia v1da nacronal se ddarfollaron entre los anos ·20 y

96

J I I J

21 y Ia participacion que en ellos correspondi6 a co.da

uno de estos dos contendores, dejaron Ia impresi6n, un

tanto superficial, a nuestro juicio, de que Santos se ensa­

naba en implacable persecuci6n al insigne gramatico.

Quienes de verdad la emprendieron ardorosa e intran­

sigentemente contra el fueron Laureano Gomez, Alfon­

so Lopez (ligados desde antes en aguerrida y traviesa

yunta po!itica en trance de figuracion), con Nemesio

Camacho, Armando Solano, Luis Canoy otros politicos.

Laureano ocupaba yapuesto en el parlamento, alineado

en el ala conservadora desafecto a! gobierno y que se·

complacia en marcadas coincidencias con !a minor! a li­

beral, cuya natura! postura era !a oposicion. Alfonso Lo­

pez Pumarejo era poco conocido en los estadios de la po­

Htica pero, en carribio, se ufanab<t wcia!mente de ser

quien mejores vestidos y .corbatas ohstentaba en los salo­

nes del Jockey,· del cual fue, co111o $us.hermanos Pedro,

Eduardo y Miguel, socio desde teinprana juventud. Ade­

mas, s.e habia dedicadoa ia banc~y'estaba al frente de !a

sucursal del B'anco Mercantil Americano, de vida relati­

varriente fugaz en el pals. Como hab{a vivido en Londres

durante varios anos (de donde trajo'sus ostentosas afi­

ciones a Ia elegancia eri el vestir), y sabla leer unbalance

y desentranarle sus ocultos tesoros, pontificaba sobre

cuestion"'s economicas, bancarias y fiscales en los corri­

llos, en los salones del Club, en los zaguanes y tambien

con el.primer transeunte que le cay era entre manos,' a

quien solapeaba de lo !indo en los poyos de las puertas,

como si estuviera disputando agresivamente, circunstan­

cias todas estas que le valieron elremoquete de la mosca

Lopez. l'eculiaridad quetambien caracterizaba a su her­

mano Eduardo, quien en su extravagancia en Ia materia

· llego a proyectar y anunciar publicamente una· fib rica de

97

ideas para venderlas a precios convencionales lo que le cubri6 de ridiculo. '

Los adversarios del presidente Suarez encontraron un campo y un ambiente bastante propicios a sus planes, hallazgo que para ellos fue un tanto gratuito, pues, en verdad, nada o muy poco se debi6 a su propio esfuerzo. Los sucesos del16 de marzo de 1919 repercutieron en el Congreso de Ia Republica y provocaron alli intencioi].a· dos debates. La situaci6n econ6mica que se afrontaba en esos aiios era harto precaria y estrecha y se reflejaba en la penuria de la tesorer!a, donde al deberse sueldos a maestros y empleados por seis y mas meses, habia lleva­do a que las n6minas respectivas se vendieran en las lon­jas del agio aviles precios, con descuentos muchas veces superiores al 50% del valor nominal. El comercio atrave­saba epocas tambien muy dificiles para a tender a sus. c?mpr~misos internacionales y Ia vida del pais se resen­tla debtdo, en buena parte, a! decir de los entendidos a

· la car en cia de relaciones regulares con los Estados U ni­. dos, rotas desde 1903, a raiz de Ia separaci6n de Pana-. rna, propiciada por aquella naci6n. " .

El senor Suarez habia adoptado como uno de los pro: p6sit?s Y. objetivos fundamentales de su gobierno,.la aprobacwn deltratado que restableda aquellas relacio' nes.·El protocolo correspondiente venia debatiendose de muchos aiios atras, y habia sido reforrnado en varias oca­siones. Tambien en el parlamento norteaniericano regis­tr6 serias resistencias, no tanto por el monto de Ia indem­nizaci6n que se le reconocia a Colombia por los perjui­cios econ6micos que hab!a recibido, "dimanados d:e\las cuantiosas inversiones hechas en el territorio del istrno

. ' (canal y ferrocarril), .como por la celebre .clausula en

98 I j

donde se le daba a nuestra naci6n una especie de satis­facci6n moral.

El periodismo colombiano se dividio entre partidarios y opositores a! tratado y Ia contienda fue enconada, no solo entre el!os sino en el parlamento. Dentro de la es­trategia empleada se involucro Ia politica, y esto hizo que la situacion para el tratado se tornara harto precaria y aun amenazara total y ruidoso fracaso.

Una complicaci6n casi imprevista vino a sumarse a las preocupaciones del gobierno y, en particular, a las del presidente gramatico o presidente paria como el mismo seiior Suarez se bautiz6 para hacer referencia a su origen extremadamente humilde y de hijo natural. Tal compli­caci6n se origino en las denuncias hechas en el parlamen­to, con escenograffa c\e:grande escandalo montada con cuidadoso esmero y tecnica ~uy prolija, y cuyo actor principal fue Laureano Gomez, pot detras del cual esta­ban,naturalmente, Alfonso Lopez 'y todos los integran­tes de la elite cer:tenarista de ambos partidos. Se trataba de pintar, con car<tcteres de hi mayorgravedad y como mostruoso atentado contra Ia dignidad de la investidura presidencial, el hecho de que el sen,6r Suarez, por aque­llos 'dias de mezquirias remuneraciones y en los que con mayor rigor se estaba sintiendo la crisis fiscal del Estado, se hubiera valido de un su amigo, agiotista de profesi6n, para venderle a vii precio, como es de uso, entre ellps, los gastos de representacion de unos meses aun no tras­curridos, para con su producto a tender a impostergables compromisos personales.

Delaci6n de esa peripecia tuvo .que hi1berla y de ella habia de aprovecharse, con superabundante arrogancia, verbal vehemencia, minuciosidad y sevicia el censor ofi-

99

cioso con asiento en el Congreso 1 doctor Laureano GO­

mez, quien tuvo habilidad, que no puede desconocersele,

para pin tar el melancolico episodio con las mas negras tintas, dandole todo el contorno, apariencia y color de

un abominable crimen contra el Estado en lo tocante a!

valor espiritual de Ia dignidad a que estaba obligado el

primer Mandatario. La espectacular acusacion cayo como una bomba,

no solo en el caldeado ambito del Congreso, sino en to­

do el pals, pues los periodicos, aun cuando lo hubieran

querido, no pod! an ocultar la feroz arremetida, pletorica

de probanzas fehacientes y nadie osaba entonces apare­

cer menos exigente que el censor, en materia que se presentaba tan esencial a Ia hombrla de bien. "El Tiem­

po", publico los mejores relatos de aquellas sesiones y sus maquinas vomitaban todo el dla ejemplares para .

saciar Ia enfermiza ansiedad del publico. El senor Suarez, si se excluyen algunos escritos suyos

que hizo publicar en el "Diario Oficial", lo que produjo

. escandalo y le merecio acres reprimendas, no tomo ini- ·

cialmente accion alguna pani·minimizar el Sir,tal que se

le estaba levantando y ello dio pabulo a los confabula­

dos, .quienes orientaron Ia batalla en el parlamento hacia

una formal acusacion al Presidente. Hasta all{ el senor ·

Suarez, cuyo c6hsetva:tistno ottodoxo estaba respaldado

por una ya larga vida de servicios y fidelidad a su parti­

do, y quien estaba teologal y umbilicalmente unido al

clero y quiza excesivamente confiado en el todopodero­

so baculo arzobispal, con el que se aplastaba en su cuna

todo intento de inconformismo 0 rebeld{a en las'!!las del

partido de la hegemonla, confiaba en que Ia repres,enta­

cion conservadora marcharia en invulnerable unidad ante

. cua!quier cOnnatO para cjuitarle tierra bajo su silla. Pero

100

entonces pudo comprobar (y ya demasiado tarde) que

quedaban abunda;>te~ y behcosos restos del antiguo va­lenClsmo que hab1a s1do su contendor, que se insinuaba

una corriente en torno ~1 general Alfredo Vasquez Cobo, pretend1ente ala sucesion, y que por si solo Laureano

era todo un hecho politico en crecimiento que merecia

tratarse con cuidado. Ocurri6 entonces un acontecimiento inusitado y des­

concertante~ que Ia historia ha recogido para revaluarlo,

P.~r lo que tlene de ensenanza democratica y de abnega­

cwn personal en cuanto a su protagonista. El presidente

Suarez, hombre de soberbia humildad, como ahora se le

califica, se presento voluntaria y espond.neamente en el

reci:r:to donde se le estaba ac1.1sando. Tan ins6lita y sor- .

pres1ya fue esta actitud, que los dignatarios de la corpo­

racion en el primer momento no S')bian que hacer, ni como actuar, ni siquiera en his trivialidades del protoco­

lo, pues. dudaban si sentarlo a' hi der~cha 0 a Ia izquierda del pres1dente' El senor Suarez pausadamente, serena­

mente subio despacio los escalones para ascender a! solio

presidencial; all! saludo a los dignatarios y tomo asiento

por breves instantes, mientras pidio'que se le permitiera

el uso de la palabra. Su exposicion fue entonces se.ncilla y clara, casi inge­

nua. Acept6 sin tapujos y sin reticencias Ia total veraci­

d~d de. las imputaciones que se Ia hablan hecho, explico

mmucwsamente los terminos en que habfa celebrado Ia

negociacion con e] agiotista, hizo referencia a muchos

casos similares que a nadie hab{an dado pie para formu­

lar a~usaciones r:~ escandal?s, pero nisiquiera reproches,

aduC!endo tamb1en Ia teona de que, forinando en reali­

dad, parte los gastos de representacion de Ia remunera­

cion inherente al desempeno del cargo, no encontraba

101

desdoroso, sino triste, eJ que el propio jefe del Estado tuviera que recurrir a expedientes de esa naturaleza, porque ello era indicia cierto de las aulagas a que estaba sornetido.

Luego se dedic6 mas de lleno al analisis de la situa­cion. Habj6 de la importancia que para la naci6n tenia el tratado con los Estados Unidos cuya ratificaci6n estaba al estudio de las Camaras, present6, sin espectacularidfld pero con evidente realismo y sana preocupacion, los per­juicios que para Colombia seguramente se seguir!an con una nueva negativa de dicha negociacion y finalmente di­jo que como hab!a llegado al convencimiento de que el verdadero y grande obstaculo que impedia el trilmite re­gular ~e ella era su presencia al frente del gobierno, anunCiaba que estaba 'dispuesto a retirarse voluntaria­mente de la Presidencia, bajo la condicion de que se · adoptara previamente un acuerdo parasacar adelante tan importante convenio. · ·

· No se oia en el recinto, bajo la densa gravidez del si-lencio, nada que no fuera el estupor pintado en .los ros: tros de quienes fueron testigos de aquella irnp;resionante escena, al termino de !a cual el senor Suarez, con la mis­ma senci!lez que hab !a usado al hacer su sorpresiva entra­da, se qespidio·de los dignatarios de la corporaci6ny en~ rtimb6 s\ls pas as nuevafnente hatia el despacho presiden­cial y, por segundos, que fueron interminables, quedo alll el eco de sus palabras, que nadie osaba perturbar.

Se impuso finalmente la realidad de la dura vida y en­tonces, con muybuen acuerdo, se decidio levan tar la se­sion para dar tiempo a que cristallzara un plan de 'a\)Cion frente al hecho peculiadsimo que acababa de crearse: la crisis presidencial. ·

l02

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.L

. De ~qui en adelante ningun episodio mas o menos sig: mftcattvo de la vtda colombtana se ha cumplido_ sin que en alguna forma haya el doctor Santos intervenido en d.

Todavia hoy, cuando !a decrepitud biologica lo esta consur:'iendo iml:'lacablement;; cuando ya no lee porque no le strven los OJOS; cuando solo recibe, con harta difi­cultad, a Hernando Santos; cuando en el dialogo hay que hablarle en tono alto para que oiga o repetirle dos y tres veces las palabras; cuando ya no le dicta a Isabel Pe­rez Azula, su secretaria de 40 afios, esas cartas tipicas su­~as que llevan destino a todo el Mundo y cuando apenas st acude ,a ella para que le lea periodicos y uno que otro hbro, as1 y todo llama dos, tres o mas veces a Roberto Garcia, y con no poca frecuencia inspira los editm:iales y comentarios y se entripa, se congestiona de santa in­dignacion ante las piruetas comui)istoides .de su sobrino­nieto, Eduardo Santos Calderon, a'.qu!en el periodicc; mantiene y sostiene a cuerpo 'de rey en la vi! plusvalia que·tanto le indigna. Pero como estamos anticipando un poco el final, volvamos al pri:ricipio. · ·

, Ya veremos, en el sitio que le cOI:responde, como se soluciono, COmo vino a resolverse, flO tan a gusto de SUS

gestores, por cierto, la crisis presidencial originada en la austera.dimision del senor Suarez. Por ahora tratemos de arra.ncada biografla del personaje' que nos ocupa, desde la fecha de su nacimiento. ·

~onsta ~n todas las ediciones de "Quien es Quie~", en vanas pubhcaciones de "El Tiernpo" y sobre todo en los libros parroquiales respectivos que el nino Eduardo San­tos Montejo, nacio en Bogota el 28 de agosto de 1888. 0 sea dos afws despues de haber entrado en vigencia la celebre Constitucion de Caro y Nunez, que todavia nos

103

rige. Fuerun sus padres el abogado santandereano Fran­cisco Santos, natural de Curit{ y la senora Leopoldina Montejo, oriunda del Valle de Tenza, en Boyaca. El ma­yor de sus hermanos lo fue el senor Hernando Santos Montejo, quien goz6 fama (viva todavia) de agudo inte­lectual, de s6lida formaci6n artistica y definitivamente negado para las cosas prosaicas de la vida, como el dine­ro y Ia fama de ganarlo. Cas6 este con dona Isabel Pardo y de su matrimonio, que en verdad fue un tanto fugaz, no quedaron herederos, pues en plena juventud y cuan­do todo pared a sonreirle en la vida, se disparo un pisto­letazo, cuyo imp acto aun puede verse, valga el testimo­nio de Fray-Lejon, en el sofa que le sirvio para este dra.­matico escape. Afios atras su padre, el doctor Francisco Santos, tam bien habla puesto fin a .sus dlas de manera semejante, aunque un poco mas romantica, pues cuen­tan .las anecdotas que lo hizo al final de una cacerla orga­nizada por ei y con participacion de numerosos y muy allegados amigos suyos, y medio escogido con e] ingenuo

, proposito de que se achacara su fallecimiento a un la­mentable accidente involuntario de no rara o,::urrenCia en dicha clase de eventos, y esto para que su muerte causa­ra el menor dafio a los suyos.

Es lo cierto que tan desgraciado final puso a la senora Montejo de Santos, -asistida ciertamente por una alma bien templada, en la imperio sa riecesidad de afrontar Ia vida y todas sus exigencias, un tanto agobiada con el no despreciable lastre de 8 hijos, fruto del que pareda hasta

entonces matrimonio feliz, y a varios de los cuales tenia que acabar de formar. · ..

Tras de Hernando vino a Ia vida Guillermo, a qulen

tuve oportunidad de conocer en Tunja, cuando trabaja­. ba en el Banco Boyaca·y compartia con el tlo Martin,

104 + I ~

soltero entonces, el albergue que a los dos se les brinda­ba por modesto etipendio, en !a casa de las sei'ioritas Rui­ces. Era ya un hombre maduro y lo vi por prim era vez en 1912, teniendo yo 12 afios y eJ entre 28 y 30. Caso con

Dorila Uribe, muy guapa e inteligente, no tuvieron hi­jos, pero adoptaron una nina que fue el encanto de su hogar hasta que los dos fallecieron y ella se convirti6 en respetabiHsima matrona con larga descendencia.

A Guillermo siguieron dos varones y una mujer, muer­tos a edad temprana, siendo especialmente doloroso el fallecimiento de la ultima, por s.er unica en la familia.

Tras de estas lamentables perdidas 'continuo la fami­lia con Enrique, qui en nacio el17 de julio de 1886. Ca­s6 con su prima hermana Noem{ Castillo Montejo en el aiio de 1911, matrimonio del cual fueron hijos en su or­

den, Cecilia, Enrique, Beatriz y Hern,ando. . Despues de Enrique, nacio,Eduardo, comoya sedijo,

el 28 de agostq de1888. Nuestro biografiado caso con dona Lorencit<i Villegas el anode 1916 y todavla recuer­da Eduardo que cuando v!ajaron al Ociso a pasar allf la luna de miel, las gehtes de aquellos)ugares les improvisa­

ronun recibimiento alegre y feerico, pues .lo hicieron con antorchas, en v!sta de que la pareja llego avanzada la noche. Ademas, las demostraciones de carifio iban acom­pafiadas. confervorosos vivas a! partido liberal, con cohetes y voladores lanzados a] aire y con la musica de un autent!co conjunto folc1orico de la region. Seis afios

transcurrieron sin que !a .feliz pareja, por muchos envi­diada, tuviera descendencia, hasta que despuesde un cor­to viaje por America Central que se vio interrumpido por los inequ{vocos'signos de embarazo que presentaba Lo­rencita, indicativos. de un proceso de gestaci6n. El 22 de

· septiembre de 1922, dla dela Fiesta, del Estudiante, que

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' '

en aquel ano tuvo especial brillantez, alegria y derroche de ingenio, nacio una nina a quien bautizaron con el non:bre de Clarita, quien a los dos anos era una preciosa n;un~ca de cabel!os dorados, ojos negros y arrobadora vtvactdad, que a todos cautivaba. Fallecio ella en el ama­necer dellS de febrero de 1925, vlctima de una escarla­tina que se complico con virulenta difteria dando as! Iu­gar a! mas intenso drama jam as vivido por los esposos, Santos Villegas, que gravito sobre ellos en adelante y du­rante todo el tiempo que les resto de vida y del cual fue n,o. solo testi~o toda Ia nacion sino, en cierta man era, par­ttope ~dolondo de sus hondas y dolorosas consecuencias.

. Es lo cierto que, bien por mutuo acuerdo, tacito o ex­preso 0 yor otras circunstancias no conocidas, los esposos no volvteron a tener hijos, aunque se hicieron'a Ia ilusion de que !a nina jamas se hab{a apartado de su !ado y arre. glaron el cotidiano discurrir de su existencia como si en realidad ella estuviera all{ presente entre los dos, prime­ro, y_luego solo con Equardo, cuando este perdio a Lo­

,renCita el mes. de m~rzo de 1962. Finalm.ente, los esposos Santos M?nt":'Jo tuvteron a Gustavo, quien tuvo sus ribe­t:s de ~enodtst~, escritor, cdtico de arte y el mismo ar­ttsta, htz? estudws. de piano muy especializados en Euro­pa, esps:ctalmente en Franciae Italia. A su regreso a Co" lombia prograrno iln coricierto en el Teatto Colon para

. el cua) con:o con)a mejor prensa y el mas propici; am­btente ~e s;mpatta. Naturalmente, tambien en Bogota se pre.paro cmdadosamente y quienes llegaron a escucharle en priv~d_o hadan Liciles augurios del mas franco yro­tundo ~xtto. Por eso fue ~u;t mas lamentable e inexpii~a­ble el ftas,c? de que fue Vlcttma cuando, ante aquella hlJO-

sa, se;ectiSlma y muy concurrida audiencia, allevantarse · el telon y es.cuchatlos aplausos desaluctoc·an que·erafe: ····

106

cibido, se sent6 frente a! teclado y all! permanecio mu­do, impasible, impotente, callado, quieto, sin atreverse a nada. Pareda como si una densa cortina entre sus ojos, su memoria, sus facultades y el instrumento se hubiera interpuesto impenetrable, para no pennitirle intentar ni siquiera la pulsacion de una tecla blanca o negra. Fueron cinco terribles minutos de angustia, de expectativa, de desesperada espera, tras los cuales el teJon volvio a caer. Nada de cuanto se intento luego pudo restablecer en el virtuoso su antiguo dominio del instrumento; por mucho tiempo aquel episodio, ciertamente lamentable, incom­prensible, duro, apabullante, le mantuvo alejado de la sociedad y basta de los amigos y solo la solicitud de su madre, Polita y de sus hermanos y familiares, pudo li­brarle de un posible co lap so sicologico .. Le ocurrio lo que acabamos derelatar siendo aun muy joven, por for­tuna, y el trascurso de los an?sJe P.ei-miti6 reponer,se y hasta in ten tar ¢1 ejercicio de su~ Ia<;ultades de escritor y cr{tico de arte\ Despues de casado intervino transitoria­mente en Ia polltica y, por cietto, en corrientes que no fueron propiamente las adictas asus hefmanos, o sea, el santismo. E! mayor de ellos, Enrique, se mesaba los po­cos cabdlos que tenia en su informe cabeza, cada vez que publicamente apareda Gustavo militando con las huestes lopistas, aceptando puestos-que esa corriente controlaba, como Ia Alcald{a de Bogota, durante lase· gunda administracion Lopez, y algunos canonj{as de me­nor significacion. Gozo toda la vida de fama de cicatero en grado superlativo. Como testimonio que puedo dar al respecto anoto que su hijo, doctor Eduardo Santos Go­mez, para editar un libro de que es au tor, sobre cons" truccion y polltica de silos, tuvo que gestionar que los costos los asumiera su tio·y padrino ,Ectuardo Santos

107

Montejo, quien, por cierto, cuando puso su finna a ]a factura correspondiente, que no sobrepasaba los $9.000 por 1.500 ejemplares, levan to el clamor hasta el cielo, aduciendo que habia podido reducirse a ]a mitad el tira­je, ya que de esa clase de impresos, ordinariamente !a mitad setienen que obsequiar y !a otra mitad se vuelven estorbo. Lo decia no porque !a obra estuviera mal escri­ta o no valiera !a pena, sino por que su excesiva especia­liza<;i6n le restringia !a natural clientela que pudiera te­ner. Gustavo muri6 casi de repente, a causa de un in far­to y aparte de Ia fortuna de su esposa, que nunca mane­j6 directamente, dej6 buena cantidad de haberes.

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Visita period{stica de Oliverio Perry al Presidente Olaya Herrera

en "Tlerra Grata"en 1930. De izquierda a dfJrecha: doctor Ignacio Mariiio Ariza, General Agustz'n Morales Olaya, Presidente Enrique Qlaya Herrera, doctor F"abio Lozano y Lozano, General Alfredo Vasquez Cabo y el periodista Olive·6o Perry.

Remenbranzas .

. ·. ·,

! ..

' .

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El Presidente Carlos Lleras RestrepO>y el doctor Oliverio Perry en

Palacio, el d(a en que este ultimo fue galardonado con la "Cruz de , -Boyac&-".

"Dialogo "Jndiscreto

UN DIA EN LA "CASA DE SAN CARLOS"

Testt'monio ingenuo sabre ia labor del Primer Mandatario Carlos

Lleras Restrepo, al cumplirse hoy dos aiios de su administraci6n.

- Lo de su afici6n· al trabajo no es simple propaganda. -Entre­

vistas y peticz'ones. -Las giras no son par "hobby".- Un perio~

dista entre btimbali1tas.- El ''equipo''presldencial.

Par Oliverio Perry, especial para EL TJEMPO.

Para tranq1.1llidad de mis iectotes rrie anti<;ipo a dedrleS qt1e no me proportgo en esta cr6nica hac.er un bahi.nce lli dar "impresiones"

Sobre lo qUe han sido eStOS primexos do~ aii.os de la administnl.d6n

Llerat? R;.estrepo, por(IUe nadie· re~istirl_<i·,a Ia ientaci6n de calificar­me de "·palacieg0:"-, y,.aun'Cuando en~pti,ridadde verdad estafia en

I.e cierto, porque·hace dos meses largos trabajo en Palacio, no fal­

tarla quien le pi.isie!a a"la :ffionirquica paiabreja un contenido pe­yo·r~dvo, con la inte-D:ci6n de deme_ritar ~I ingenU:o teStim-onio,

*nico r)r0p6sito qUe 'inspira estas l{nea:s,/q~~ qliiero Presentarles

en' foim.a de "diil'ogo"' 'bus cando as{ que sean un poco mas potables: · · · ·

Casa y no Palacio

·-lEs .c~elbie que ~n ei -~-~co tiemp~- ciue uS ted lleva trabajando

cerca del Preside·nte LleraS Restrepo_ ya se crea capacitado 'o "sufi­

cientemente iliistrado"_._pani hablarCOn propiedad de 10 que ei esti hacienda~?

-No. De eso se ~n!=argad. Ia: 'h"iStoria. Pero hacer uri a especie de

inventariO _o, nlejbr C.iicho, c6nta:f c6mo suele transcurrir un dfa.en

Ia "Cas a de San Carlos:', s{ creo. q11:e. no resulta nidesproporciona­

do ni superior !1 ipjs f_twrzas,_ pcii'_que estoy seguro.de que ni los

<lfi_os,_ ni ini S_Orp.~es~v.~·reingi~s-o _a.Ja _Qur~s~acLi Ie hay an d~do gol-. pe ~e 'gi"iC~a· a irii lrrefren<ibl~ yoc·<l:c16n de; periodista·.

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-iQue es eso de "Casa de San Carlos''? iPor que no "Palacio de San Carlos", como todo el mundo le dice?

-Porque, como lo apunt6 certerainente o hace pocos d{as un ocasional colaborador de El Tiempo, por su estilo arquitect6nico, par la tra.dici6.n, par Ia distribuci6n que tiene en su interior, por sus fachadas extemas es mucho mas "casa'' que·"palacio" y se herman a, a~emas, con la "Casa Rosada", lade "Itamarati", lade "Miraflores", lade "Torretagle", etc. Fue la' casa en que vivi6 Bollvar y varios de los presidentes que le siguieron. .

Aficion al trabajo

-iC6mo se desarrolla o transcurre, entonces, un d{a en la "Ca~ sa de San Carlos"? GEs derto que el presidente Lleras Restrepo trabaja much a a hay al~o de propa~anda intencionada o de leyen­da para "epa tar al burgues"?

-La f~rna que en materia de capacidad de trabajo se h.a ganado el Presidente Lleras lo ha acompa:iiado durante los 40 ai\os que

·neva de actividad pUblica. De ella dan testimonio quienes le acorn~ pa:fiaron en.la Secretar{a de 'Gqbier~o de_·Bogota, 1os _q"u~ mas· tar~ de estuvieron a su lado en la Secret3.r{a <ie Gobiei:no de Cundina~ mire a~ los _que-le. vie ron deserilpefiarse _en laCon tralor{a Geneial de la Rep~blica, poco despues en dps· oCasiones, en efMinisterio

,-de Hacienda, quienes lo secundai-qri en l'as actividades de tipo po-. Htico, sus· co~pafleros. en los cuel-pos cOlegiados (As~mblea, Ci-m~a, ~enad,o) ~ intemacional1:n_ente aquellos que fue·ron sus pares en arduas. c·onferencia.s. internacionales. Pero creo que nos esta~ mos desviando unpoco bacia el campo biografico,.djscuiP~ble en m{ p.or el hecho de.que mis trabajos de lOs Ulthnos afios hiri ·

"·~·stad<f deaiCa:cros· ·a'aVei·iguar· "Qiii~n- ·es .. Qurerf eri cot om bia' '/P"e'rc.> no sie;rtdo este el prop6sito real del ~:coloquiO", debemos volver, · sin mas divagaciones al tema central. Rehitemos los hfchds y_ par e11<?s· se veri si en realidad el presidente Lleras trabaja "de verdi,· verd<i", o s~ todo es m~~ica de alas y solo fachada~. · ·. . ·· ___ ~N.o. ira ~step.._ a exg_er~ Pll:ra qu~ .. a}go le' cobije de_ ·esaJ~a?

· iSomos tan human as! .' .. ·-. j "·

-Ni el presidente, ni los ininistrOs, sCcretarios, goberrlidores, .. gerentes, director.es .o jefes de departarnentos, estable.cimientos y

-... -.-· empr_e_sas .ofida,l~s , __ n.i. pa.rticu_ta_:r:rp_~n.te .. yo .$.acari a.ro,9.§_ p 7;Qy_~<:h o. ~s: .. _Pe,c_{fico y_c6ti~able -para haDlar con la te~inolog{a e-~ori.6mica

114

I

I

tan en boga- de una aureola de "buenos trabajadores" en tanto es~ trabajo por sus resultados no valiera la pena. Side esto se ha hablado y se ha escrito en la prensa, no ha sido por voluntad o querer delJefe del Estado, pero lo cierto es que al traves de estos 2 aiios de gobierno ha sido este un punta en que no se ha podido crear discrepancia dentro de la opiniOn pUblica.

Las 8 horas simbblicas

-Para entrar en materia, lc6mo es Ia jomada u horario de tra~ bajo en Palacio?

-Nonnativamente la iniciaci6n de tareas debe comenzar a las 9 de la maii.ana, in.terrumpir a Ia 1 de la tarde, reanudarse a las 3 y termina~. a las 7 de la noche. Laboralmente esto no implica nin~ guna novedad. Son 'as clisicas 8 horas de tiabajo.

,-CY entonces? Con una buena distribuci611<resas 8 horas po: dnan ser muy bien aprovechadas .. · .

-lY usted cree qqe no esite eSa buena 4i:;tribUci6n (racionali~ zaci6n del trabajo, dir{a un ~c9nomista ~ualquie;ra) y qtle no se aprovechan esas 8. horas· y las adidpll~IeS, ·qt:te much<is veces son otras 8? S~lo qu~_la cosa noes tan·fi~jf·.cu3.ndo entran en juego los "imponderabtesn.o "imprevisiblesn,_ que en u;n pals en proceso de desarrollo sott de· diarja o~urrencia. V ~~t:>'s no mis lo que ocu-

. · rre .<:;on los ·~ Acuerdo,s Ministeriale.s". E_stos ilustres ges.tores de la ~osa pUblica, los ministros, 13 en total,_ tienell cad·a uno cita fija con el-Presidente una vez ala semana, suiduraci6n se ha previsto en una hon\. El Ministro lleva un abult;,tdo folder, tari gordo que G_t veces amenaza rom perle la- simb61ica ~3.rter3.. Lleva all{ los asun­tqs que necesitan del' conc"epto y orientaci6n.del Jefe del Estado, los. que _,est.~n. .en proceso. d. e. eje.c:uci6n, .l'os. que.se relacionan .con inidativas propias 9 ajenas, Jos que h~m de ir finilhnente a Ia deci~ si6ri del Consejo de Mjnistros. · · ·

- Y en la hora que se le ha asignado, tel Ministro alcanza a · tratar todos sus asuntos? ·

. ~N atuialmen~e qUe sada cual V.f\. plantealld_o sus cuestiones con · la prelaci6n que cre·e conveniente darles, a ni.e'nos que el P_re·sidente

se adelante a indagar por d 6 los qUe estime de mayOr Ui-gencia o hnportailcia. Y todo va bien mientras el diilogo, que diScurre en tf-rminoS muy directos y concret6s, no sea intei"feiidq por tina con~ sulta-telef6nico:rinaplazable; .. Un gobemad~r que llama desde la ca~

ll5

/

pi tal de su departamento y que por tanto se sup one hade tratar

problemas de inmediata atenci6n y que debe conocer el presidente,

o que requiere el ejercicio del poder decisorio de este. 0 es otro de

los ministros que hade dar cuenta de la manera como se ha cum~

plido una misi6n especial, ala cual siempre esta vincula do un

negocio de proyecciones para la naci6n. -S'efior Presidente, de Washington lo llama el doctor Jorge

Valenciaj2tramillo, ( el del Comercio Exterior), tengo que anun~

ciarle, no obstante la pen a que me da con mi amigo el min.i~tro de

turno, quien par haberle interrumpido tres o cuatro veces su

"acuerdo" est3. que echa chispas y descarga sabre mi enclenque

humanidad toda la electricidad de su fulminante mirada de amis~

toso reproche. Pero. -Un mom en to! Un memento, que aqu{ me han soplado una

pregunta de tipo gori!esco: <Como se las arregla el Presidente (o

el seiior Presidente, como usted dice con tanta gracia) o mejor

dicho, no hay un gran desperdicio de tiempo en eso de pasar del

tema que .. esti tratando ei Ministro al que le propene por telt!fono

el gobernador, para en seguida volver al del Ministro, de este pasar

nuevamerite al dislmil que· le propene el poco ·carit~tivo colega de

su interlocutory tras de haber vuelto a este entrar sin··.transacci6n

al complejo que seguramente le prop one quien le habla desde

Washington? -Claro que podr{a tener raz6n la intericionada preguntica que

le soplaron, si se tratara de una Cabeza menos ·bien qrgai1izada, ser~

vida por uria memoria menos feliz y alerti que laS qUe, feliziDerite

para el palS, tiene el Sefior Presid"ente, quien se las sabe todas y

con todas esti familiarizado, porque las ha venido tratando, estu~

diando; d:indoles vueltaJ.lor todaspartes, desde hace 40 aiios. Y p·or eso; CU.ando quien int.errump'e es~· por ejemplo, el d6ctof.Ab­

d6n Espinosa, su hibil,.Ieal e inteligente Ministro·de Hacienda, ce~

loso cancerbero del fisco, el Presidente ya sabe, cuando le mencio~

na los bonos de desarrollo constante, a cuinto asciende la enli- ,

si6n, que proporci6n se esti effipleando .en vivienda, a cu3.nto as~·

deride la parHdita que hubo que girarle.a Octavia Arizm,~n~, de

Antioqui:i, etc. -iN6 es bU:eno que dejemos "ya en paz a los ministroS y ·que

paSemos a otro tema? ·

···-···-No. Es verd4d que eltem-a en.que ve:U.-iinos ocupandonos da~

rla suficienie para una·pagm,a d~J p'eti6dico sin avisos yen letra

116

\ r· j

bien menudita, y que no se podri agotarlo ni aUn abusando del

peri6dico y sus pacientes lectores. Pero hay sl que redondear es­

quemiticarnente el panorama. Naturalmente el ministro cuyo

acuerdo ha sido vlctima de tres o cuatro "cmbuchados" durante

los cuales se ha fum ado 8 o 10 cigarrillos y ha ingerido dos o tres

pocillos del exquisite cafe que la Federaci6n le obsequia ala Pre­

sidencia, se da sus trazas de estirar el tiempo (para lo cual siempre

cuenta con la indulgente de ferenda del Presidente) y solo cuando

nada le queda en la Cartera y le ha dado bien la lecci6n al MandaM

tario sale radiante, dicharachero y satisfecho, mientras el Ministro

que le sigue en turno le Ianza, como dos afilp.das cuchillas que pe­

netran al alma, una mirada severa y retadora que un amistoso pal­

metazo en el hombre y una comprensiva y cordial frase de cole­

ga sa be disimular. AI segundo ministro le · ocurre o tro tan to que al

primero y as£ sucesivarnente.

Los secretarios

-lPero entre m~nistro y ministro n:o h<ly uri descansito?

-S{, como n9, ~1 precise que: sabe.rrios-3.p.fovecha.r el doctor

John Agudelo 1 :Secretario General de Ia Pl-esidenda, veterano en

las lides de ~alacio, muy competente abogado,de agih'sima inteli-.

gencia rnuy bieri an:ueblada con.lecturas que lo mantienen al dla,

. no solo con su profesi6n sin con la liter,atura·y la cultura en gene~

raJ; ex.celente para el apunte chispeante·,y con una buena reserva

de.cuentos y. calambures de todos loS_ matices y para todos los

gustos. 0 el doctor Rodrigo Botero, Secretario Econ6niico, cu)la

magra y ascetica hurnanidad se desliza imperceptible y casi ahoga­

da en los guarismos que .ei.hace intendonalmente .mas grandes

·escritos co:n lipices de colores para presentar en 4 rasgos.una s'iw

n6psis gr<ifica y objetiva, sobre lOs Indices del costo de la 'vida la

rata de crecimiento demogd.fico, las met~s de producci6n, el in~ greso nacional, etc. TambiCn el doctor Jaime Vidal cOn sus grue.

sos infolios a los q·ue lGs ha ap1icado Ia impl~cable Iur)a de sus su­

tilezas jur{dicas en las que es toda una reconocida autoridad de

alto vuelo. 0 cualquiera otrO de nosotros :que se presenta con su

fardo a cuestas, quiero decir, con su folder para despachar lo que

les corresponde y que cada cual considera mils urgente que lode

los dem<is.

117

-~No sed. una de las causas del exceso de trabajo que se ha im­

puesto el Presidente, la falta de que delegue en sus colaboradores

parte de las funciones que hoy ejerce? -Es ami modo de ver otro de los errados conceptos que se tie­

nen de e1. El h~cho de que oriente, aconseje y vigile, no le ha im­

pedido delegar funciones y responsabilidades en lo que es suscepti­

ble de esa d~legaci6n. Pueda que ·en ocasiones el delegatario, o par

timidez o par prudencia o simplemente par falta de "garra", todo

quiera que se lo resuelva el Presidente. Y como, adernis, la,gente,

el publico, el pueblo, que segun el concepto de John Agudelo to­

d~v{a esta dominado par Ia mentalidad monirquica del poder que

rein6 durante la Colonia, en acuerdo con la cual todo le hade lie­

gar como una graciosa dispensa, un generoso 4on o un opulento

regale del Principe, tam bien asp ira y pide y exige que todo lo ha­

ga el Presidente, puede verse que es par estos lades par donde hay

una grave falla de la efectiva cooperaciOn que todos podr{amos

prestarle al mandatario para tratar de aliviarle la carga.

Las ' 1Peticiones"

-lPor qUe dice usted que t'odo el mundo quiere que todo se lo

restielva el Presidehte? ·Pa_ra eso ser{a necesario que diariamerite se

yiera asediado San Carlos par una ramer{ a de gentes. -No hay una diaria romer{a de gentes, aunque el nllmero de

quienes llegan a sus distintas dependencias, inclusive las de la Pri~ mera Dama, y de aquellos a qu.ienes se concede audiCncia, no es

reducido, lo que sl se registra en cada-jomada es un· inmens·p alud

d_e._pe_ticiones escritis~ Son _m_uy pocas l~s _que no exige_n ·que el .··

Presiderite _les ·conceda. aildienda, bieri p afa"·camp'rOriieteflo a que

sea paQ.rino en un cambia de argollas .de compiop1iso,o· Ya Para ·

que sea con Ia se:fiora padrinode bautizo.del Ultimo retofio, o_

para que env{e al exterior unas estampillas usadas, o para ciue

haga un prestamo .de$ 10,000& $ 20.000 pagaperoen 10 aiios en

cuotas no may ores de $100.00 y recouociendo sobre los saldos

mens~ales Uri in tereS bancario, o para.qu~ conceda una be·c¥·il nifio prodigio que por tirria ri odio de los profesores no pas6··el

afio, o para que le- ordene a~juez qtie.suel_te a Un pr~so, para qti.e

· --- ~-.--financie .. de .. S1l--propio- peculio .. una.operaciOn.de .drugla ___ pli.stk.~.----· ....

_cuando._rio es'para que s~ cO~prometa a Ianzar la pr~era bola e~

118

.,.

el torneo organizado par la Liga de San Ambrosio, que instale la

Asociaci6n Nacional de Barberos. Aun entidades y personas en

quienes se supone un cierto grado de cultura dvica, y que p or

tanto de ben o tienen que saber que su asunto corresponde estu­diarlo, dilucidarlo o resolverlo a un ministerio o a un organismo

estatal, prefieren sal tar la barrera para llevarle directamente el problema al Presidente, con el resultado de que dilatan el proceso

y pierden un tiempo precioso.

Giras ala provincia

Y si tanto tiene que hacer el Presidente en Bogota y tan tas co­

s as reclaman su atenci6n en su despacho, ~cOmo se explica enton­

ces esa aficiOn suya por las visitas y giras alos-departamentos y

provincias? -Esa es otrapreguntica de tipo gorilesco, pe~o, como todas,

ficil de absolver. Las giras, que no son propiamente lo que: se lla­

ma un "hobby", se. explican porq'ue ~s{ el manda:tario, a m<is de

que durante ellas se polle eh cont'acto P~.rsOnal con el pals nado­

nal, adquiere un <;on<?cimiento· objetivo:y directO de las Obras que

s~ estin ejecutando y de "las neces~dades ·quC ·exigen inmediata

ateD:ci6n del Est~do .. Y coffio las h<ice~ aproVechando los fines de

semana y los llarriados "puentes-", no: distr~e tiempo que p~diera

req~erir la marcha U?rmal_de la administfaci6n, amen de que to~

<":lo este al d{a·. Son ellaspricticamente o~a manera de trabajar, y

en que forma! Buen testimo.nio de ese pesado trajln dan el coro~

nel GUstavo MatamoroS, elleal y previ~ivo eded.n, J efe de la Casa

Militar, quien previamente arregla el programa y lut!go se encarga

de que se ejecute con preCiSiOn de min1.itos, rutas de viaje, horaM

rios y compromisp_.s, tpd()Jo _c,:uaJ d(!sca!ga .eyol;>re sus }:J.ombros una

responsabilidad poco envidiable; el doctof Pr6spero Morales Pra­

dilla, una de las mas valiosas adquisiciones del equipo presidencial,

director de la Oficina de InformaciOn -que es hoy una fimcional,

eficaz y ::esponsable organizaci6n de tipo tecnico y _profesional, con ambtdosos prospectos culturales-:-los mi:q.istros· y· dem:is fun­

cionar~os que han participadoe_n: elias, entre quienes se cuentan

con harta frecuencia Emilio ~:rrea y Jose Galat, quienes ademis

hacen otras par su cuenta, y por eso saben que no se.ofganizan y

realizan esas visitas para diversiOn u holganza, sino pa,ra de veras ·tomarle .. el pulse· al pa{s. ~

119

Como en el golf

-Bueno, y de ustedes los inmediatos colaboradores, Gque? -Lo ha pintado muy bien john Agudelo con un slmil bastante

exacto: el del juego del golf. EJ golfista hace en una manana 36

hoyos, que aparentemente son una cosa fatigante, pero para el constituye un inmenso placer y satisfacd6n personales. Para el

caddie, que. tiene que seguir al jug ad or paso a pasO, y ordinaria·

mente concluye derrengado, sin el halago 'de divertirse como

aquel, acaba rendido, extenuado y muchas veces con ganas de

botar a lo alto mazos y bolas. El Presidente trabaja 16 6 20 hotas,

y para fl eso es algo estimulante, divertido, reconfortante, que le

da nuevas brios, pero para los caddies que van tras de et apunt<in·

dole el "score", la co sa no .resulta tan divertida. Sin embargo, para

ellos resulta inconmensurablemente interesante y provechosa.

Una falsa alarm a

-~Aiguna ani:cdota curiosa? -Una de Ia cual no fu{ testigo, pero que me Ia han re.latadO·

quienes s[ lo fueron. Parece que· poi" los- tiempos que nO es diflcil

de adivinar, tan(o en Ia parte oficHil de San Carlos como· en Ia

privada se hizo una compleja instalad6n de alarn:ias, con son~ras

campanas, timbres y sirenas, destinada a poner alerta en segundos

'a todo el personal yen primer tertnino al de la Casa i'{1ilitar. De

· ello nunca ha ienido qUe hacer uso el Presidente Ller;S, entre

o-tras cosas porque hasta hace poco ignoraba en absolu to la exis~

ten cia de. esa instalad6n. Per·o un bwin dla, una empleada q.ef ser­

vicio enJa Casa Privada, estando limpiando el polvo de los inu·e~ ·.

- bles, involuntaria e·inocentemente -acdon(da alarma,·-que· s"on6

con ·tremendo estr6pito por todas partes. La guardia milifar se pu~­

so alerta y en plan de defenSa; los empleados grandes y pequefios

salieron presurosos de sus oficinas y acudierOn corriendo hacia el

despacho del PreSidente, suponiendo que de alH prOven{ a ellla~·

_ mamie.nto·. Eljefe de turno en la Casa Militar, palido y desencaja­

do, irrumpi6' en el despaCho del PiesidCnte; quien mu·y tr:ihq·u:no

se hallaba enfrascado en er estudio de un extenso inforlne. ·

-~Que se _le ofrece Seflor President!:!?, pregunt6 netvioso el

djst~gU.idci oficial. ___ . . . .. _ .. · _:_Nadi Miyor, ~pOf qU~? ~·yo no .. ie he Iiamad'O~·

120

-~No fue ustcd seflor Presidente quien accion6 la alarma?

-~Cu;il alarma? ~Hay aqui alguna alarma? GD6nde estli?

Naturalmente el incidente di6 para divertidos comentarios, y

termin6, como ten{ a que ser, en una uninime y alegre carcajada

cuando se descubri6 el inocente origen del improvisado simulacra.

-Es tiempo de ponerles fin a estos deshilvanados apuntes, y

mientras nos disponemos a ello, cuando las doce campanadas del

reloj anuncian Ia media nochi de un gelido dla de este agosto ab~

surdamente fr{o, la luz que se filtra desde el despacho privado del

Presidente, nos hace pensar que su jornada del d{a que expira, no

tiene soluci6n de continuidad con la del nuevo que comienza. All-{

hay, a esas horas, un hombre que sigue pensando, vigilando y tra,­

bajando, apacionada y alegremente,-en funci6n de Patria.

OLIVERIO PERRY

De "El Tiempo", agosto 7 de 1968

121

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Dz"scurso de agradecimiento del doctor Oliverio Perry al C{rculo de Periodistas de Bogotd, con motivo del homenaje que esta entidad le n·ndi6 para celebrar sus bodas de oro de ejercicio period{stico.

Perm! tame, senor Presidente, que en tan propicia oca­si6n como la que hoy me depara !a infinita generosidad de mis col.egas de la vieja y de la nueva guardia, le haga entrega del primer ejemplar, recien salida del homo, de la cuarta edici6n de "Quien es Qui en en Colombia", que tarnbien esta cumpliendo aiios, pues hace 25 que en esta nuestra cara Santa Fe de Bogota viola lt+z publica la pri­mera edici6n, en la que nos :acompaii6 d malogrado Antonio Bruges Carmona, brioso periodista, gran senor y amigo de verdad. Como en If! dei1oy ,nos ha a,compaiia­do; con singular peri cia y de,vota consagraci6n, el doctor Gustavo Perry·Zt+bieta. Y digo que nos han acompaiiado,

. porque me patece de elemental justicia, y hasta de cier­ta conveniencia conyugal, destacar que este ha sido, en todo tiempo, un arduo y exigenteeinpeiio conjunto con mi esposa, no solo por el ccinstante est!mtilo y efi­caz animaci6n que de ella he recibido, sino por su posi-

. tiva cooperaci6n en los ajetreos propios de esta actividad. Pero no trato de hacer ahora, porque se me tachada de mal gusto; ni la propaganda ni la apologia de la oqra, ya que, adeinas, estoy convencido de que ella se ha ganado, con mucha fortuna, la simpatia y la generosa acogida de los que hoy Haman, con tanta gracia, y mist~rio, los medias de eamunicacibn, de los q.iales por cierto esta publicaci6n es muestra bien caracteristica. ·

En cambio, senor Presidente, senoras y sefwres, seame dado expn~sar en cortas.frases, per9 muy sinceras, el

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conmovido agradecimiento que debo, en primer termino

a! sefwr Presidente del C!rculo de Periodistas, don Kico­

his Mora Davila y a los demas integrantes de esta asocia­

ci6n gremial, ala que, para honra mia, pertenezco, lo

mismo que a todos los que nos honran con su grata pre­

sencia, por haber querido venir a protocolizar conmigo

que hace 50 aflos ingrese formalmente a "El Tiempo",

que por entonces ya habia conquistadci el primer pues.­

to en el favor del publico lector colombiano (perdonen

otra vez !a intencionada propaganda). El hecho en si,

puro y escueto, mas bien pudiera tener un cierto tinte

de. melancolla, que fue quiza, lo que indujo al gran Cali­

ban a rechazar de plano el t!mido, pero bien inspirado

intento, de algunos de sus discipulos y amigos que qui­

simos reridirle homenaje cuando lleg6, tan vigoroso y

campante, ala cumbre de los ochenta aflos. Pero en rrti

caso, si a lo afloso de hi efemerides se agrega !a satisfac­

ci6n de haber sido fie!, durante medio sigio, a los mas

exigentes principios de la etica y de la honestidad y a

.· los inflexibles postulados de la caballerosidad, y a las

· enseii.anzas qU:e a lo largo de nii practica profesional

recib{ de los Santos; si, ademas, me asiste el recuerdo

de tantos autenticos valcires de esta celosa actividad, con

quienes C<:JillP<trti hon1bro a hombro el diario traj!n que

ella imp one y esto, cuarido tan escasos y deficient.es

eran los elementos materiales de que se disponia, y

.hubimos de suplirlos con Ia entrega total ala dura y a

veces ingrata tarea; si agregamos, ademas, Ia participa­

ci6n, directa o indirecta,.que por raz6n del oficioJef!la­

mos en grandes episodios de !a vida nacional, lei que

nqs hadasentir coautores, as{ fuera en grado infimo

en !a prqgi:e§iV1J,estructuraci6n de Ia democraciacolorri- ·

. piapa;si, por otra parte, el !rttirnC> convenchriiento de

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El Presidente Carlos Lleras Resvrepo firma -ez pe~gCtm'ino cOn 1ue el

C{rculo de Periodistas festej6 los 50 aiios de acUvz'dad p'ert'od{stica. ·

de Oliverio Perry.

que vivimos entonces nuestra romi'mtica aventura, ejer­ciendo, mas que un oficio de pingues rendimientos, un

· ·noble y permanente apostolado; y si en la cima de este fantastico edjficio, hecho de sentimientos, de emociones y de risuefias miradas al pasado, nos vemos regalados esta noche .. con la presencia del Presidente Ileras Restre­po -a quien as{ tengo la oportunidad de verlo alguna vez- y el periodista por VOCacion y temperamento Si lQS hay, yes mi viejo compafiero y fraterno amigo, el inco­rregible poeta Roberto Garcia Pefia, quien me abruma en nombre de los dadivosos oferentes, con la abundante ge­nerosidad de sus bellas frases, pues entonces yo si creo que la cos a no se queda en el sefialamien to de un hi to cronol6gico y que el gallardo festejo, tanto mas valioso cuanto mas espontaneo, tiene un mas hondo y perdura­ble sentido, que me hace sentir feliz, que me estimulay

.. confqrta porque en estaf()rma veo que no hasido del ··-. __ todo ihutilmiyida, de l<J; Ct!al, a pesar dela nieveimper­. ·. tine11te y de otras engafiosas apariencias, sigo espei:ando · mticho, sobte todo si la suerte. me brindara Ia fortuna de .. hacer nuevasjornadas allaqo de C<J;rlos Lleras'Restrepo. ' Y at constatar que he cumplido aquellas exigencias que

/ se le hacen a! hombre libre; tener un hijo(tuve tres)sem­.·-.· ... , . kr":r4n ~rbql(he seii1bJaqo111as de ci(!nto)yes_cribir u11'

libr? ( tengci 'en mi haber \lna media docena de. ellos)' que. ' .. e11 este largo recorrido no le he hecho mal a nadie, inten­

tional o concierttemente y que es mucho lo buena que la . existencia me)lapermitidodisfrutar, me afianzoen el •. . razonado optimism: a que me induce a tener confiap.z.a, cadadia mayor no solo enmi mismo y mi suerte, shw principalmente, en la grandeza de Colombia, que par:i. toc!os)gs1(qui presentes, !J.a sido, es y seranues'tra rrias. · honda e incancelable preocupaci6n. · ·

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OUverio Perry lee su discurso --de .. agradei::imienta al Ctrculo de Periodistas de Bogotd en presen~ia del Presidente Carlos Ller'as Restrep9, del

. directOT de HE! Tiempo. '.', Rbberto Garc(a Peiia, de su esposa Au rita Torres de Perry, y de sus hljos Clarlta Perry de Montejo, Alberto Perry, Melba Dug and de Perry y ] eannette Perry de Sarabia . .

De FRAY LEJON

Para OLIVERIO PERRY

De Ia secc£6n •isuenos D{as" de El Tiempo

1934

Que ti;as la Underwood y que te marc has?

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Esta bien, Oliverio. Todoesto de la prensa es solarnente conw.un ji'ltro depiedra de los sesos goteados lentainente enla tinaja . . . . · .. ·.· de.l.suscriptor sediento

·.que a diari'o saborea el agua caida . sin ver si arriba el ji'ltro queda seco. · · · .. · Quien como tu pudiera · hoy fugarse del diario tinajero .

• • y ser oficinista, · '' ama debrazos, musico o[abriego;

algo en que uno no tenga que hacer falsas piruetas de talento.

·· ' · Nose por que no guise yo dedicarrne a cterigo. · Para ti muy sabroso. Enrique Santos ya no te dice idiota y majadero, ni Barrera, famelico de temas, te indaga que paso en los ministerios, ·'

. ni te esculca las notas finamente para fraguarsu editorial,Alberto,

'ni tieries que atender a los tagartos ·

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errantes o domest£cos, ni ya tienes que hac erie antesala al cajero,

ni estas desde hoy pendiente de Ia chiva o del ultimo carro a Chapinero. '

Pero para nosotros no es lo mismo, Oliverio;

porque; mas que colega, ser supiste un leal compaii.ero,

un amigo de espaldas y de frente y por fuera y por dentro.

Para mi vale mas un buen amigo que un efusivo falso con talento, pues Ia buena amistad solq.profesa

· quien es. buen' caballero .. Sobre tu antigua silla de dou aiios.

de fijo a .otro vereinoso y aquella vieja' md.q~ina golpearan otros dedos;

mas a este .casiirbn ·toda una vida · una red irrompiblede recuetdos,' te amarra reciamente, y aunque marches aun mas que en otraparte esta tu puesto

en nuestroscorazones · y en tu escritorio viejo.

Porque ppr mas que partas, no podrias ya prescindir de "El Tiempo" que !lev as ya en Ia sangre,

el corazon, elalma y el cerebra. . Y seras en Ia vida y en Ia muert~, como lo has sido siempre, un compaiiero,

. buen camarada Perry, · buen amigo Oliverio. ,

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Don Oliverio Perry -caracter e hidalguia-, luchador incansable y asaz inteligente, va a romperse los sesos en Ia Secretaria Privada y laboriosa de nuestro President e.

Pero el sabe la cosa; como cuando regia la redaccion del diario tan sagaz y agilmente, y en todos los lugares donde su simpatia se aima a la admirable claridad de su mente.

Leal a sus amigos y fie! a sus ideas,

1968

"Cromwell", tal como suele firmar en las tare as de Ia prensa, hoy acaso pudiera abandonarlos; puesto que en esa plaza ha de andar pronto y listo, tener el data exacto y el in forme previsto

·.a fin de que no 'Herda Ia cabeza don Carlos.

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•'•'

por Chapete

EL SECRETARIO PRECISO

-'Oye, Perry, necesito que me espantes los lagartos ..

-No se preocupe, Presidente, que yo se "Quien es Quien en Colombia". ·

T

t

132

1972

Era Oliverio Perry un caballero.

Mucho mas que mi amigo fue mi hermano;

desde un amable tiempo,yaJejano,

lleg6 a unirnos ellazo massincero:

Sq entreg6 alpe!iodismo .todo entero

im un agii estilo, exacto y llano;

siempr'! tan gran seiior y tan humano

· )'tan corfliqly noble compaiiero. ·

. , . ··--..·_,

Gincuent"a afi.os amables de una vida

de lk,~l artt,Vtad, engraridecida · ·

po,_~sus alt~s virtudes y talento.

;>e quebr6 el coraz6n lleno de brio

del viejo "Cromwell", y seritiqueel mio

se parti6 igual en el fatal momenta.

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RECADO DE LOS NIETOS DE OLIVERIO PERRY

Abuehto: 1-Iace un afio, cuando fuz'mos a visitarte, Abue­

lita nos con to que habias partido a hacer un viaje muy

largo y no habias tenido tiempo de despedirte de noso­tros. Desde entonces hemos esperado inutilmente a que

regreses para sentarnos, como de costumbre, alrededor de ti, a oir esos maravillosos cuentos con que nos dis­traias antes de irnos a. dormir o para saltar y jugar hasta

el cansancio, mientras llegaba Ia hora de hacer las tareas.

Nos imaginamos que estards al!ti muy contento cuando

no has pensad9 volver, ni tlmido tiempo de escribirnos;

eso, al menos, es lo que nos contesta Abuelita cuando le

averiguamos de ti;aunque quiui ·no sea del todo cierto

pues cuantas veces nos lo h~·dichq se le aguan los ojos .

Si tan buena es ellugar en donde ahara vives

porque no poderrios via jar: todo~ alia, a estar juntos como

antes? El Niiio Dios, en cuya fiesta nos reunian tpdos

los afios para celebrarla con comedias y cantos, tendra

que darnos, comoregalo, la ilusi611 de- que aun vivz'mos al

!ado tuyoy permitirnos que no olvidemos lo que tu nos

enseiiaste .todos los dias: que Ia vida es buena y que se

puede ser feliz en ella, hacier~;do siempre el bien. AI re­cordar lo que fue tu vida: clara, limpia; dedicada a servir

a los demas, nos sentimos muy orgullosos de ser tus nie­

tos y deseamos seguir tu ejemplo de devoci6n por nues­

tros pro jim os.

T'!ls nietos

Oliverio Perry y su seiiora Aurita Torres de Perry, en compO.fit'a del Padre Ricardo Lombardi S.j., Director General del Niqvimien­to par un Nfundo Mejor y un grupo de sacerdotes, con motivo de un curso de espiritualit;l.ad post-condliar realz'zada· en el Centro Intemacional Pto XII, en Rom a. ·