96 el estado de derecho en bolivia

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    "OPINIONES Y ANÁLISIS" "OPINIONES Y ANÁLISIS" 

    La Paz - Bolivia

    EL ESTADO DE DERECHOEN BOLIVIA

    Primera edición, noviembre de 2008  D.L. Nº 4 - 1 - 2595 - 08 ©FUNDEMOS Calle Hermanos Manchego No. 2441Teléfonos: 2440846 - 2440642

    Fax: 2433539Casilla: 2302Correo electrónico: [email protected]

     Diseñ o de Tapa: Susana Machicao Impresión : Artes Gráfi cas Edito rial "Garza Azul" Teléfono 2232414 Casilla 12557 

     La Paz - Bolivia

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    CONTENIDO

    Presentación ............................................................................................... 7

    EL ESTADO DE DERECHO, LEGALIDAD Y PROYECTOSREVOLUCIONARIOSSalvador Romero Pittari ....................................................................... 11

    EL RESPETO A LAS LEYES Y LA CULTURAPOLÍTICA EN BOLIVIA. EL POPULISMO YLA TENTACIÓN DEL TOTALITARISMOH. C. F. Mansi lla .................................................................................... 53

    DEL ESTADO DE DERECHO AL ESTADO ATRABILIARIO:EL GOBIERNO INSTITUCIONAL Y EL GOBIERNODE LAS MASASHenry Oporto Castro ............................................................................ 87

    ESTADO DE DERECHO: DESAFÍO PARA BOLIVIAEN EL SIGLO XXICarlos Alberto Goitia Caballero ....................................................... 117

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    PRESENTACIÓN

    El establecimiento de la democracia en 1982 trajo aparejadaen Bolivia la progresiva construcción de un Estado de derecho parabrindar garantías a los ciudadanos, asegurar el respeto de los derechos,garantizar la autonomía de las actividades de la sociedad, promoverla independencia de los órganos de justicia, conseguir el equilibrio depoderes. Se trató de una situación con visos de novedad pues si bienen el país hubo significativos períodos en los cuales la definición dela titularidad del gobierno se resolvió mediante elecciones, era menosfrecuente que el Estado respetase plenamente las libertades y garantías

    ciudadanas.

    Por supuesto, para cualquier país la construcción de un Estadode derecho es un trabajo lento que requiere cambios en la legislación,en las instituciones y también modificaciones en las pautas de la culturapolítica, en el compromiso de los actores políticos o sociales con lalegalidad, más allá de los beneficios directos que puedan obtener.Además, los avances no son lineales ni uniformes, existen tanto

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    oposiciones como estancamientos. Sin embargo, está claro que si ladécada de 1990 correspondió a un intenso esfuerzo por c rear el Estadode derecho en Bolivia, con importantes reformas en el sector judicial(aprobación de nuevos Códigos con mayores garantías para losciudadanos), creación de nuevas instituciones (Tribunal Constitucional,Defensoría del Pueblo) o promoción de una educación atenta a losderechos humanos y a los valores democráticos, en los años siguienteshubo un decaimiento de ese impulso y en algunos casos inquietantesretrocesos con la reaparición de situaciones que se consideraban yasuperadas.

    Hoy en día, el Estado de derecho constituye una de lasdimensiones clave de la democracia, por lo que una reflexión sobre

    los avances conseguidos, los problemas y los desafíos en esta materiaconstituyen una tarea ineludible.

    El número se inaugura con el artículo del doctor en sociologíay director del Instituto de Estudios Democráticos de la UniversidadCatólica Salvador Romero Pittari, “El Estado de derecho, legalidady proyectos revolucionarios” en el cual se hace un novedoso recorridode la historia boliviana a la luz de la difícil construcción del Estadode derecho, señalando que desde el siglo XX los proyectosrevolucionarios han destacado más la legitimidad de los procesos decambio que el respeto a las normas. A continuación, el doctor enfilosofía y catedrático en varias universidades europeas H. C. F. Mansillaexplica en “El respeto a las leyes y la cultura política en Bolivia: elpopulismo y la tentación del totalitarismo” cómo el desencanto conel neoliberalismo fortaleció las corrientes populistas que son muy pocoatentas a la cultura de la legalidad, lo que se engarza con una persistente“tradición autoritaria, centralista y colectivista” de la cultura políticaen el país. Después, “Del Estado de derecho al Estado atrabiliario: el

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    Ivonne Fernández Weisser Hartwig Meyer-Norbisrath

    DIRECTORA EJECUTIVA NACIONAL REPRESENTANTE DE LA FUNDACIÓNDE FUNDEMOS HANNS SEIDEL PARA EL MERCOSUR

    gobierno institucional y el gobierno de las masas”, artículo del sociólogoe investigador en asuntos políticos Henry Oporto señala que seprodujeron importantes avances en la institucionalización del Estadode derecho en la década de 1990 que se encontrarían amenazados poractitudes autoritarias del gobierno de Evo Morales. Finalmente, el exministro y ex asambleísta Carlos Alberto Goitia recuerda en “Estadode derecho: desafíos para Bolivia en el siglo XXI” la importancia delEstado de derecho para la democracia, la necesidad de asegurar losderechos del ser humano en y frente al Estado para concluir con unrepaso de los retos urgentes que tiene Bolivia para afianzar su Estadode derecho.

    Con este número, Fundemos confía en contribuir a rescatar el

    valor del Estado de derecho como principio básico de la convivenciatolerante en el país en un momento de serias tensiones políticas.

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    EL ESTADO DE DERECHO, LEGALIDAD YPROYECTOS REVOLUCIONARIOS

    Salvador Romero Pittari*

    Algunos elementos teóricos

    Este artículo busca examinar las relaciones entre la democrac ia,el Estado de derecho y la sociedad boliviana, su cultura y los actores

    sociales que en ella se mueven.

    Conviene señalar al inicio que el Estado y el derecho mantienenentre ellos una estrecha relación al punto que algunos teóricos del temahan afirmado la estricta identidad entre uno y otro, tal fue el caso del

     jurista de origen checo Hans Kelsen.

    El planteamiento que reduce el Estado al orden jurídico vigentey éste a aquel, ambos concebidos como ideales, independientes decualquier base material, tiene una doble cara que la equiparación del

    uno con el otro esconde y termina por dejar en la sombra lasespecificidades de cada una de las esferas. Si bien nadie negará queel Estado es un sistema de derecho positivo, un ordenamiento coercitivo

    y normativo, no todos aceptarán que el Estado sea sólo eso y que seponga entre paréntesis el papel de la historia, la cultura y la sociedaden el surgimiento del fenómeno jurídico. Si no ¿cómo explicar queel derecho en concreto adopte tal o cual forma o contenido y no otro?Y ¿ qué hacer con la arbitrariedad, tan común en nuestro medio, cuyaobediencia se asegura con la fuerza del Estado? Son los factoreshistóricos, las realidades sociales que explican la particularconfiguración de los sistemas jurídicos de cada país y sus anomalías.

    Por otro lado, el derecho, la norma, Kelsen los presentó puros,como ideas normativas, susceptibles de recurrir a la fuerza para sucumplimiento, formando un ordenamiento piramidal invertido,lógicamente encadenado, sin lagunas donde todo precepto encuentra

    su justificación en uno superior hasta llegar a la norma de normas,la constitución que sin apoyarse en nada cierra el conjunto. La rigidezdel planteamiento parece atenuarse ya que la pirámide jurídica cuyoápice la Constitución de la que pende la legalidad de la totalidad delorden normativo, de la jerarquía escalonada de disposiciones ycompetencias que trazan las fronteras del Estado y de lo que no loes, quedó abierta, no sustentada en precepto jurídico alguno 1. Lo quepodría interpretarse en sentido de que si la Ley de Leyes no dependede otra norma y tampoco es creación de la nada sólo puede resultarde la dinámica social, de las luchas y oposiciones, de los acuerdos entredistintos actores sociales reales que se enfrentan intentado imponerlos valores y orientaciones para la sociedad que cada uno de ellospostula2.

    1 H. Kelsen, La teoría pura del derecho, Losada, Buenos Aires, 1941. Verasimismo, Teoría general del Estado, Ed. Nacional, México, 1948.

    2 H. Kelsen, señala que la norma básica no es propiamente positiva sino hipotética.Cf. La teoría general, op.cit., p. 329 y ss.

    * Doctor en Sociología en la Ecole Practique Des Hautes Etudes, Francia.Columnista y autor de varios libros. Actualmente, es Director del Instituto parala Democracia de la Universidad Católica Boliviana.

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    La Constitución reflejaría así los valores que resultan de lastransacciones y pactos entre las fuerzas sociales que, en ciertosmomentos y por un tiempo, dan predominio a unos en lugar de otrosy que quizá los vencidos de ayer podrán más tarde hacer prevalecer.De esta manera los arreglos entre grupos sociales contrapuestos dedonde surge la constitucionalidad están sujetos a cambios queprovendrán de nuevos enfrentamientos y de nuevos arreglos. En talperspectiva, resulta difícil aceptar la pureza de la juridicidad y lareducción del Estado a ella.

    La teoría de Kelsen podría, pues, admitir no sólo que el Estadoy el sistema jurídico no son completamente equiparables sino tambiénque su realización en un determinado espacio y tiempo no es puramente

    un ideal, procede de los anhelos, de las aspiraciones, de los interesesde los grupos sociales, regionales o étnicos. La Constitución no es unproducto estático, final inmodificable, sigue a los procesos detransformación, de cambio, violentos o consensuados de las sociedades.

    Por su parte, el Estado no es tampoco una suerte de rey Midas,como señala un tratadista, que lo que toca lo vuelve milagrosamentederecho, precepto legal, se trata más bien de un conjunto institucionalnormativo que traduce la sociedad real, con sus quiebres, su cultura,sus saberes y tecnologías, las relaciones con otros Estados y con sumedio.

    Dicho esto, no puede desconocerse que el Estado es el creadorexclusivo del derecho positivo, es decir de las normas coercibles cuyoincumplimiento o desacato puede ser objeto de sanción formal, masno separado de su fundamento social, del pueblo o del Soberano comohoy se complacen los comunicadores en llamarlo. Sería empero caeren posiciones metafísicas convertirlo en una suerte de ente real, dotado

    de una voluntad propia, única como lo hicieron los autoritarismossocialistas o fascistas. El Estado histórico, real está conformado poruna multiplicidad de voluntades, aquí más organizadas, allá menos,a menudo opuestas, contradictorias, portadoras de intereses distintos,pero capaces de alcanzar convergencias abiertas u ocultas, formalese informales.

    En los sistemas democráticos existen instituciones ymecanismos legales a fin de que el encuentro de los diversos actoresde la sociedad, puedan ser públicos y transparentes. Además lasdemocracias modernas buscan no vulnerar los sentimientos de lasminorías. El siglo pasado y el actual ofrecen numerosos ejemplos deconcepciones legales que sirvieron y sirven para dominar, rebajar o

    eliminar al Otro, al diferente, a los grupos minoritarios.

    De los horrores e injusticias que de ahí salieron surgió una nuevasensibilidad de hombres y sociedades que, sin negar el caráctercoercitivo de la norma, que no es equivalente a una exclusiva relaciónde violencia policíaca o militar, sino el resorte último de la legalidad,busca reconocer al Otro y sus valores, concertar entre mayorías yminorías, desarrollar los espacios de discusión, de debate que restringenlos límites del poder de las mayorías, de los que se ocupó J. Habermans3.

    Este autor encontró en el diálogo libre las bases del consensopara que las discusiones, que en la vida cotidiana mantienen actoresque se consideran iguales, arriben a un entendimiento. La norma legal,en un Estado de derecho democrático, es, para él, aquella que conllevauna promesa de emancipación, fundada en la pretensión de encarnar

    3 J. Habermans, Droit et democratie, Gallimard, Paris, 1997.

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    el derecho natural que todos los hombres deberían aceptar. Ese derechopositivo se concibe como una suerte de medio institucional que penetralas discusiones de actores sociales, puestos en una posición de igualdad,promoviendo, la racionalidad de los argumentos en las controversias,la publicidad, así como la solidaridad y el reconocimiento mutuo delos participantes e incorporando, en ocasiones, los resultados en laesfera normativa estatal.

    En el reconocimiento del otro, en las discusiones paritarias sefunda la legitimidad del actual orden democrático plural. La lecciónde la experiencia histórica recogida de los totalitarismos excluyentesdel siglo pasado en Europa es que en un Estado legal, moderno laConstitución debe crear instituciones que permitan la convivencia de

    actores cuyos valores y fines no se pueden reducir a los del Otro. Dondeesto falla, sostiene H. J. Laski, un politólogo inglés, la estructuraconstitucional se fragiliza y los movimientos hacia la dictadura sonrápidos y hallan la vía expedita4.

    Si la Constitución expresa los valores de grupos sociales enconflicto por la historicidad de la sociedad, es decir por controlar lasorientaciones de ésta hacia la justicia, como forma de reparto delexcedente social, hacia las modalidades de preservar o de transformarel orden, de producirlo o reproducirlo, para emplear una expresión deA. Touraine, no cabe duda que la construcción de la opinión pública

    es fundamental para la conformación de un régimen constitucional.Asimismo ésta requiere ahora para desarrollarse de la independencia,transparencia y objetividad de los medios de comunicación social. Los

    estados de opinión, no meramente reflexivos sino críticos de la situaciónde las cosas cristalizan en acciones de las agrupaciones sociales,capaces, de impulsar la búsqueda de entendimiento, de diálogo sin elcual se corre el riesgo de que los derechos de unos se acrecienten ylos de otros se rebajen, quitando a la Constitución validez por no podersatisfacer las demandas que los actores le hagan y caer en luchasabiertas por el cambio de la norma básica.

    El diálogo ha alcanzado en la sociedad boliviana reciente, aligual que en otras, un papel casi mágico que en los hechos le hapermitido pasarse de las condiciones mínimas para alcanzar losobjetivos, por lo menos en cuanto a la racionalidad de los argumentos,a la simetría de los actores, a la publicidad aspectos sobre las cuales

    J. Habermans insiste. Aunque hay que reconocer que finalmente enlos acuerdos últimos sobre la modificación de la Constitución elaborabapor la Asamblea Constituyente, el diálogo ha obtenido resultadospositivos, prueba evidente que los bolivianos, en despecho de nuestrasdivergencias y oposiciones, tenemos la voluntad de continuar viviendo

     juntos, que por debajo de las discrepancias, existe un denominadorconstituido por un radical sentimiento de conformar una nac ionalidadcomún, que una historia compartida de más de 500 años ha creadodiferencias, injusticias, pero también vínculos de solidaridad, decooperación, de afectividad que ha permitido abrir el debate, llevara referéndum un texto constitucional negociado, aun si todas las partes

    no se reconocen en él. Cualquiera sea el resultado de la consulta, lademocracia plural ha pasado una de sus pruebas más difíciles y costosasen términos sociales y de convivencia, mostrando que sólo en el Estadode Derecho, donde se respeta así sea imperfectamente el derecho delos disidentes, de las minorías de oposición, se pueden construirinstituciones para la convivencia presente, así como para echar las basesde un futuro compartido.4 H. J. Laski, El Estado en la teoría y en la práctica, Ed., Revista de Derecho

    Privado, Madrid, 1936, p.102.

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    Los bolivianos no hemos sido afectos a valorar el Estado dederecho, al contrario por diversas razones que en este artículointentaremos establecer, los partidos, los agentes sociales, la opinión

    lo consideró en los orígenes de la República como supeditado a laspersonalidades, a la fuerza de los hombres del destino y luego, en elsiglo XX como algo transitorio, que se debía soportar pasajeramentehasta que la utopía de la revolución se materialice. Así fue para lamayoría de actores políticos del siglo pasado y para muchos de ahora.El derecho, su contenido y sus aplicaciones se tomaron como algo quese puede poner de lado cuando las necesidades de un procesorevolucionario así lo exigen.

    Antes de examinar las concepciones que contribuyeron a

    debilitar el Estado de derecho en el país conviene clarificar el alcancede esos conceptos en el texto. Se trata antes que de una definiciónprecisa de señalar los criterios mínimos que se deben observar paraconsiderarlo como vigente en una sociedad:

    1. El poder del gobernante debe ser legal, vale decir que nace deuna elección universal por voto mayoritario, efectuada por losciudadanos que emiten el sufragio de manera directa, igualitariay secreta, libres de coacciones físicas o morales y de acuerdoa las leyes electorales.

    2. E l gobierno se legi tima reconociendo y respetando l aConstitución y el ordenamiento jurídico en cuyo marco sujetasus decisiones y su actuar.

    3. Todas las corrientes de opinión y de intereses que existen enla sociedad deben poder organizarse para participar en laselecciones5.

    El Estado de derecho es uno de los tipos de Estado tipificadopor el origen del poder por la forma de ejercitarlo así como por quienesparticipan en su conformación, que se contrapone a los Estados

    totalitarios, autoritarios o Revolucionarios. En este último el poder nacede la revolución y no de la Constitución. La llamada RevoluciónNacional de 1952, en Bolivia, fue criticada por algunos politólogospor haber basado su legitimidad y su legalidad en el régimen anterioren lugar de hacerlo en el acto revolucionario, hecho que terminó, segúnesos puntos de vista, por impedir su realización completa 6.

    En consecuencia, las características señaladas aluden, antes queal aspecto sustantivo de los derechos y de las libertades, a la formade establecer el gobierno y a sus límites. Por eso el Estado de derecho

    significa al mismo tiempo la prevalencia de la Constitución y delsistema democrático, si bien la proposición inversa no es ciertanecesariamente, pero será difícil concebir en la actualidad unademocracia que en la práctica no sea igualmente constitucional y dederecho7.

    La Constitución y los caudillismos personalizados del Siglo XIX

    La República heredó las formas de legitimidad del poder propiasde la monarquía española. Durante los 15 años de la Guerra de la

    Independencia se forjó en el territorio de la Audiencia de Charcas una

    Ecuatoriano de Estudios Políticos, Instituto Latinoamericano de InvestigacionesSociales, Guayaquil, 1993, p. 82. Ver también J. Habermans, op.cit.

    6 J. Malloy, Bolivia: La Revolución Inconclusa, Ed. Juventud, La Paz, 1989.

    7 Cf. E. Boelli, “Contitucionalismo” en N. Bobbio y N. Matteucci, Diccionariode política, Siglo XXI, Ed. México, 1976, Tomo I, p. 388 y ss.5 Cf. A. Román Armendáriz, Política. 650 conceptos al alcance de todos, Instituto

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    cierta conciencia nacional sobre todo entre las elites de las principalesciudades, sin embargo el problema de la legitimidad del poder no fueresuelto. La autoridad del Rey era concreta y recibía adhesiones

    fuertemente personalizadas de sus súbditos, ponía en juego lazosemotivos entre estos últimos y la persona del Rey, de acuerdo al modelo

     jerarquizado y paternalista bien conocido y cercano de la familia yla Iglesia.

    La entronización de un nuevo monarca daba lugar a enormesfestejos en los virreinatos, donde se paseaba en las poblaciones la realefigie para reconocimiento de todos sus sujetos. En las festividadeslas lágrimas de emoción se mezclaban con las risas de alegría, deentusiasmo como describe G. R. Moreno en La pompa del retrato. El

    día señalado para el acto, “un solo impulso de fidelidad a la dinastíay de amor a la metrópoli movía unánimemente a peninsulares y anativos” (Buenos Aires),8  aunque ya se conocía las novedades delterrible suceso de la invasión napoleónica a España. En Chuquisacano fue menos en el orden de los sentimientos de lealtad y de devociónal monarca9.

    Otra ilustración de la afirmación se halla en el uso durante lasublevación de 1780 por parte de Tupak Katari del título de virrey yde virreina para su acompañante. Una estratagema, sin duda, pero queno deja de sorprender ya que el líder de la rebelión indígena se presenta

    ante sus seguidores como representante del rey y no de los reinos oimperios pre-colombinos, lo que prueba la profundidad de la penetración

    de la legitimidad de la Corona española. Aquí no se puede pasar poralto el papel que tuvo la Iglesia en este fenómeno. Cierto en ese tiempoel poder regio ya estaba en entredicho por las ideologías de la ilustración,

    por el liberalismo, al cual adherían muchos de los conductores delproceso de la independencia, por la Revolución francesa y laIndependencia americana.

    Los libertadores Bolívar y Sucre fueron objeto de un cultorepublicano que no se dio a ningún otro personaje de la independencia.El país y su capital tomaron el nombre de aquellos. Fueron consideradosal instar de Napoleón como fundadores de dinastías no como herederosde dinastía. A su partida los sucesores no lograron obtener el mismotrato y buscaron una legitimidad más abstracta en las leyes, en la

    Constitución, pero que tal vez apoyó, por lo menos en parte, la viejatradición popular de fundar el poder en nexos personalizados, en lascualidades del hombre, del conductor que valían más que los principiosabstractos, legales proclamados por la Constitución, quizá por ello ésteno se sentía obligado a cumplirlos, sin olvidar que aquellos le dabanespacio para movidas dejadas a su arbitrio.

    En los atributos del líder, que conseguía cimentar lealtades,relaciones de apoyo de persona a persona radicaron ciertos elementosde la respuesta social a la destrucción y el desorden de 15 años deguerras por la independencia. Habían urgencias internas, vacíos de

    poder, rivalidades provincianas y externas, problemas con los paísesvecinos, que aguijonearon el caudillismo impulsado por aspiracionesnobles o por bajas pasiones. A la par se estableció el marco legal,ejemplo de la modernización del Estado, que anheló la independencia,pero allí aparecieron también disposiciones que complotaron paraapuntalar el ejercicio abusivo del poder, el régimen presidencialistacasi sin restricciones.

    8 G. R. Moreno, Últimos días coloniales en Alto Perú, Renacimiento, La Paz,1940, Tomo II, p. 10.

    9 Ibid., p.11.

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    Pero ¿cuáles eran las cualidades que se esperaba tuviese uneventual candidato a ejercer el mando? La repuesta no es simple.Probablemente se admiraba la valentía, el coraje, la inteligencia, se

    reconocía la hombría, las habilidades de comando, la palabra suelta.Algunos de los militares de la emancipación ya eran aclamados poresas virtudes heroicas, otros tenían que manifestarlas, ganarlas en laacción. De ahí salía el prestigio del jefe que expresaba al mismo tiempoel sentimiento de orgullo de sus seguidores, pero no bastaba. Requeríaasimismo contar con la fuerza, con el ejército para alcanzar el cargoy mantenerlo. Ese conjunto complejo de rasgos y atr ibutos presentadosde manera impresionista más que sistemática hacían parte de unacultura local con poco desarrollo educativo, científico, tecnológico,con débil densidad poblacional y con una carga fuer te de interacciones

    basadas en conocimientos personalizados. Por su parte, los rasgospresumidos de los conductores se hacían evidentes cuando se losratificaba en los actos, reforzando la cultura de origen.

    Tales expectativas culturales en torno a la figura del gobernantetuvieron gran influencia, no exclusividad, para generar y para consolidarel caudillismo, que paradójicamente intentó en todos los casos hallaruna justificación en la legalidad y, en algún grado, la encontró en lasconstituciones, aunque en la práctica buscó igualmente respaldarse enuna extensa red de relaciones familiares, de padrinazgo ycompadrazgo,10 de amistades y paisanos. Las redes a su vez dependían

    de aquel, en un juego de causalidades circulares. Si bien personalismopolítico no es ni ha sido un fenómeno exclusivo de Bolivia, ni siquiera

    de América Latina11. Tampoco lo fue el régimen presidencialista fuer teque se impuso en todas las constituciones del Continente hasta hoydía.

    Los textos constitucionales no fueron un mero adornoprescindible, en despecho de su reducida aplicación. Tampoco podían,ellos solos deshacer el voluntarismo autoritario del gobernante. “Losestados de excepción” y algunas otras prerrogativas contenidos en lanorma básica, que componían el presidencialismo, fueron un útilinstrumento para actuar según sus conveniencias, para burlar lalegalidad con la ilegalidad. Sin embargo ésta también operaba en otroscampos, conquistando poco a poco espacios de la vida ciudadana,ganando terreno inicialmente en instituciones que eran bastante

    distantes del interés inmediato de los gobernantes, acumulando normasy prácticas que, con el tiempo, lograron no sólo poner coto al desempeñodel poder personalizado sino que, en ocasiones, cuando la juridicidadtuvo mayor respaldo de la opinión, inclusive derrotarlo, como sucediócon los intentos de prorrogas presidenciales en la década de 1920.

    El personalismo político tomó el ejercicio del poder como sifuese de su dominio privativo, favorecido por las debilidadesinstitucionales, por el poco arraigo de las normas12, por la estrechezdel medio social, dominado por relaciones cara a cara. Pero uno detrásde otro, los caudillos elaboraron constituciones que no les impidieron

    gobernar siguiendo su voluntad y sus caprichos, a golpes de estados

    11 Cf., G. Soriano de García Pelayo, El personalismo Político hispanoamericanodel siglo XX. Criterios y proposiciones metodológicas para su estudio, MonteÁvila Ed., Caracas, 1996.

    12 G. Soriano de García Pelayo, op. cit., p. 9.

    10 Cf., J. P. Lavaud, “Le comperage a La Paz” Cahiers des Amériques Latines,París, 1988, Nº 13-14, p. 89-113, para ver la continua influencia de estainstitución en el país.

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    de sitio. Allí, como se dijo, se encontraba el manantial que llevabaagua al molino de aquellos. Cierto, al lado de estas normas, existíanasimismo el reconocimiento de libertades y derechos frecuentemente

    inobservados. Pero hacia las cuales se miraba la opinión pública parahacer los juicios sobre el desempeño de las autoridades. De esta manerala usanza de elaborar constituciones con cada gobierno era un procesono completamente inclinado al lado del poder.

    Aunque en esta práctica hubo algo más que interesesinstrumentales. Tal vez los gobernantes de turno buscaban mostrarsecon esos textos como iniciadores o reencauzadores de un proceso quese había extraviado en manos de su antecesor, generalmente derrocadoviolentamente a través de revoluciones, cuartelazos o pronunciamientos

    que en oportunidades añadían un contenido popular, de participacióndel pueblo en el levantamiento. Cada nuevo mandatario sostenía quevolvía a los valores originales de la República, si bien resulta difícilsaber a qué principios u orientaciones se referían. Probablementealudían a los ideales de la independencia; libertad, ciudadaníaigualitaria, progreso que prometió la Independencia. De ahí la necesidadde establecer un nuevo texto constitucional, para recuperarlos y darlesvigencia. Y a veces se intentó cumplir, no todo era farsa.

    A la caída del mariscal Santa Cruz, después de la ConfederaciónPerú-Boliviana, el general Velasco se hizo del poder. Llamó a su

    régimen la Restauración. Otro levantamiento militar entregó el gobiernoal general Ballivián, vencedor de Ingavi, el movimiento tomó el nombrede Regeneración y procedió a aprobar una nueva Constitución decarácter autocrático. Los intentos de golpes de estado y la agitaciónpopular agotaron a Ballivián quien nombró un sucesor provisional quefue rápidamente derrocado. Velasco reasumió la presidencia pero volvióa ser expulsado, esta vez por el general Belzú, quien encabezó un

    movimiento militar que llevó su nombre y procedió a votar otraConstitución.

    Un observador francés13 refiriéndose a Santa Cruz, pero susapreciaciones valen para los demás, informaba a su cancillería: “Elgobierno republicano representativo en Bolivia es una palabra hueca,la realidad es un absolutismo puro y mal cifrado bajo libreas delibertad… Yo no podría decir que sea un crimen…Lo creo hasta útilpara el país y acaso indispensable, porque por enojoso y abusivo quesea el gobierno absoluto,…es el sólo sistema a que pueden aspirar porlargo tiempo los estados sudamericanos, el solo que puede salvarlosde una ruina inminente y regenerarlos, porque cuando un pueblo hatenido la desgracia de caer en la anarquía o en la completa

    desmoralización no puede salir de ese estado sino echándose en losbrazos de uno solo. Ejerce, sobre todo, funestos efectos sobre la moralpública”.

    La sucesión de presidentes y constituciones hasta el fin de laGuerra del Pacífico fue de estilo parecido, con alguna excepción talel caso de Tomás Frías y Adolfo Ballivián, breves interludios, en unmar de revueltas, de estados de excepción que ponían la legalidad almargen y entregaban por completo las decisiones al gobernante delmomento. La Constitución proclama principios y derechos nobles,instituciones meditadas, frecuentemente vistos como innecesarios,

    salvo los capítulos que le daban facultades extraordinarias, para unpersonaje que había alcanzado el poder por su coraje, perseverancia,por sus habilidades en el manejo de la tropa y el favor de sus camaradas,pronto a cambiar por otro.

    13 M. Bouchet Martigny, Carta citada por A. Arguedas, Los caudillos letrados,López Roberts y Cia, Barcelona, 1923.

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    El personalismo que provenía de las tradiciones españolas hallóun modelo en Napoleón y sus mariscales, que esos hombres en buscade fama y poder se apresuraron en hacer suyo e imitar. Santa Cruz,

    dicen sus biógrafos, molestaba a la aristocracia limeña por los airesnapoleónicos que se daba en el trato con la gente14. En el país existióun culto por el Emperador, manifiesto en grabados, estatuillas debronce, mármol y hasta de estuco hace no mucho vendidas en la feriade alasitas.

    La tiranía de Megarejo que duró seis años en los cuales secometieron los mayores atropellos abusos y crímenes contra las personasy sus bienes de los que la sociedad tenía memoria, también tuvo suConstitución aunque ella no levantó bandera alguna ni defendió

    principios de justificación, salvo la ambición del hombre. El régimenno fue una excepción aunque probablemente por su duración y porquecondujo al extremo las tendencias ya antes manifiestas, fue el que elpaís sintió más. Su aparición dio más tarde lugar a un debate intelectual,por un lado, quienes como A. Gutiérrez consideraron a Melgarejo nocomo un hecho extraordinario ni único, tuvo predecesores ycontinuadores. Fue un fenómeno social estructural provocado en partepor el apego y sometimiento de la población al caudillo fuerte, alhombre osado, temerario, brutal que encarnaba el destino. Elmelgarejismo, sostuvo Gutiérrez, es una enfermedad social. “La primerade sus condiciones es la sumisión, silenciosa, absoluta, sin veleidades

    de resistencia (del ciudadano). Debe ofrecer ese homenaje a un poderdespótico, arbitrario, voluntarioso, fuera de toda restricción legal” 15.

    O quizá el autócrata, como señaló H. Kelsen, era el único investidode derechos políticos, que conceden al titular la participación en laforja de la voluntad estatal. Ni siquiera es indispensable la conveniencia

    privada, el melgarejismo puede ser desinteresado, desprendido. Lofundamental es que apoye al interés del que manda, a su voluntad. Hubomelgarejismo antes de Melgarejo, lo hay después de él16. Por otro,quienes lo consideraban un accidente desgraciado de la historia, talcomo A. Guzmán, pero no parte de la cultura política nacional.

    Lo cierto es que Melgarejo constituyó el ejemplo más trágicode esa legitimidad del poder que se apoyaba en los lazos y lealtadespersonalizadas, exigidas por la naturaleza del liderazgo, en una sociedadpequeña, que desconfiaba de las abstracciones y generalizaciones del

    derecho, como la igualdad jurídica del ciudadano.

    Desde la proclamación de la independencia hasta 1880, fin dela guerra con Chile, se promulgaron 11 constituciones. Santa Cruz(1831), (1834), Velasco (1839), J. Ballivián (1843), Belzú (1851), Achá(1861), Melgarejo (1868), Morales (1871), Daza (1878). Unas másautoritarias, otras más liberales pero todas apenas observadas.Únicamente el líder del civilismo J. M. Linares se sacó la careta y seproclamó dictador, lo que habían sido en gran medida los presidentesque lo antecedieron. Sin embargo, su abierta ruptura con la legalidadle acarreó desde el primer momento resistencias. La opinión, en

    particular ilustrada, aspiraba tener la norma básica de la República,aunque en la práctica fuese poco aplicada, había sentimientosambivalentes con ella de respeto y desconsideración, a veces en elmismo personaje. Más aún, a través de su vigencia se iban desarrollando,vulneradas por los desbordes de los mandones de turno, las instituciones

    14 A. Crespo, Santa Cruz, El cóndor indio, F.C.E., México, 1944.

    15 A. Gutiérrez, El melgarejismo antes y después de Melgarejo, Ed., PopularesCamarlinghi, La Paz, 1975, p. 274. Esta obra, probablemente constituyó unode los primeros trabajos sistemáticos sobre el caudillismo personal izado, escritoen el país y también en el extranjero.

    16 Ibid.

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    republicanas, como el poder judicial, los códigos legales, el parlamento,que a pesar de su servilismo hacia los caudillos, no faltó jamás en suseno un núcleo respetable de oposición, víctima de todos los atropellos

    y abusos, pero comprometido con la ley.

    Los partidos tardaron en aparecer y nunca superaron del todo,por lo menos en aquellos años, el apego al mando de los caudillos.Las ideologías cedían frente a las personas alrededor de las cuales seorganizaban las oposiciones. Ni la izquierda ni la derecha eran entidadesfijas, polos claros de referencia. Sin duda, el liberalismo de loslibertadores con sus ataques a la Iglesia, a las añosas tradiciones pudoser considerado como de izquierda y sus adversarios, reclutados entrelo que quedaba del antiguo régimen, como de derecha. Con J. Ballivián

    apareció, quizá no voluntariamente, un embrión de un partidoaristocratizante al cual se opuso el populismo cholo de Belzú. Peroel carácter estamental de la sociedad boliviana, apenas tocado por laIndependencia, no favorecía la polarización derecha/izquierda, pocoutilizada por aquel tiempo. El ballivianismo, a la caída de Linares, tomóel nombre de partido Rojo, con un tinte de legalismo y democraciaque intentaron imponer durante los breves gobiernos de T. Frías y A.Ballivián Coll, presidente que fue elegido por voto directo, como anteslo fue Córdoba. Los enemigos del rojismo continuaron tomando elnombre del líder que seguían.

    Los partidos doctrinarios y sus conductores

    Después de la Guerra del Pacífico aparecieron dos grupos: losconservadores, tipificados como de derecha, aunque en verdad erandistintas agrupaciones partidarias, no siempre en buenas relacionesentre ellas, mas resultaron unidas bajo la mima etiqueta, por los retos

    políticos e ideológicos que les lanzó el liberalismo. Éste encarnó laizquierda en la posguerra del Pacífico. Durante los años de su gobiernoel partido liberal se fue fraccionando y resultó empujado hacia la

    derecha por el surgimiento de posiciones más de avanzada en laizquierda. Los partidos frecuentemente crecían o se forjaban con lostransfugios que venían del partido que se desgastaba.

    Con el tiempo, la etiqueta de derecha, no fue una auto-nominación, se la recibía de los oponentes. El espectro político bolivianollegaba hasta el centro izquierda. Así la mecánica del juego de partidoscondujo hacia la derecha a formaciones que nacieron en la izquierda,pero por la renovación de su ala extrema, que se radicalizaba, aparecíanen la otra banda17. Así ocurrió con el liberalismo a par tir de la segunda

    década del siglo XX. El mismo camino fue seguido luego por variasotras agrupaciones políticas, como el M.N.R. A pesar del contenidodoctrinario de los partidos posteriores a 1880, el componente caudillistapermaneció.

    La derecha nacional, que tardó en aparecer y asumirse comotal, perdió sus raíces originales aristocratizantes y católicas, que fueronla de los partidos del período conservador para desde la década de los40 encarnar una posición opuesta sobre todo al socialismo, al marxismo,al radicalismo guerrillero y más cerca de nuestros días inclinada hac iael mercado, a la reducción del Estado, defendiendo la institucionalidad

    legal y el pluralismo. Partidos como el M.N.R. o A.D.N. y susconductores ilustran esta evolución. Como en otras sociedades, laizquierda se deslizó hacia la derecha desplazada por la dinámica dela radicalización de su polo extremo.

    17 Cf. Sobre el tema en Francia, M. Winock, Mécanique du glissement a la droite,In Les droites en France 1789-2007, Nouvel Observateur, Hors Serie Nº 7. Vertambién J. F. Sirenelli, et al, La droite en france, Gallimard, París, 2006.

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    La derrota del pacífico sacudió profundamente al país. Lacerteza dolorosa de sentirse por primera vez sin atenuantes del ladoperdedor, la ocupación del litoral por los chilenos produjo en los

    bolivianos un estado de ánimo frustrado, crítico, deseoso de superarlos errores del pasado que dio lugar a una auto-reflexión que se volcóhacia el estudio de la geografía, del territorio, de la historia y de lacultura nacional.

    De esta manera, se puso el dedo acusador sobre la debilidadinstitucional del Estado, debida a los permanentes cuartelazos, a lasautocracias individualizadas que pasaban por encima de toda legalidad,a la falta de concepciones ideológicas de los partidos, al “diletantismode la tiranía”, según la sentencia de A. Gutiérrez y en fin a la poca

    instrucción de la población, a su reducido número. Durkheim hubieseañadido a estas tendencias la densidad moral, entendida como lapreferencia por los contactos cercanos, íntimos entre personas quedaban a cada interlocutor un amplio conocimiento práctico del otro,generador de simpatías y antipatías durables, predominante en lospueblos y ciudades del país, de reducida dimensión.

    Se convocó a la Asamblea de 1880 que votó una nuevaConstitución que rigió por más de 40 años. Allí aparecieron en acciónpartidos como el liberal, dirigido por el general E. Camacho, opuestoa la paz con Chile y el del pragmatismo que buscaba un pronto acuerdo

    con el vencedor. La Asamblea designó presidente al general Campero,quien a pesar de ser considerado el iniciador del período conservador,era ideológicamente cercano al liberalismo. La primera elección populardespués del conflicto (1884), en la que el gobierno mantuvo unaposición neutral, opuso a G. Pacheco con su partido Demócrata, alConstitucional de Arce y a los liberales con Camacho. Ganó Pachecopor estrecho margen de votos y fue designado presidente constitucional.

    En la siguiente elección (1888) volvió a correr E. Camacho por losliberales contra A. Arce, del constitucionalismo, que ya había hechosuyos los planteamientos de M. Baptista, su correligionario, de combatir

    por la religión, el orden, la moral, la familia y las buenas costumbres,contra “la empresa jacobina” en Bolivia, que no era otra que la ideologíadel liberalismo. Los constitucionales ganaron la justa electoral y Arcese posesionó como presidente. En la nueva elección (1892), Baptista,a pesar de obtener una muy corta ventaja sobre Camacho y no contarcon seguridad con el respaldo congresal, fue proclamado presidentee inauguró su período con un estado de sitio para dispersar la oposiciónde la cámaras legislativas.

    En el acto electoral de 1896, S. Fernández Alonso por el partido

    constitucional venció a J. M. Pando que representó al grupo liberal.Camacho ya no se presentó probablemente cansado de sus anterioresderrotas y distanciado de los jóvenes de su partido. Alonso fue el últimogobernante conservador, cayó vencido por la llamada RevoluciónFederal, propiciada por el liberalismo que desde su fundación habíaproclamado su oposición a las tomas del gobierno por la violencia.

    Los conservadores manejaron el país con continuas suspensionesde los derechos constitucionales. El régimen presidencialista de laConstitución con algunos retoques respecto al pasado continuó.Tampoco se distinguieron por su limpieza en las elecciones, gobernaron

    con su gente, excluyendo a la oposición.

    Sin embargo, ya no se trató totalmente de la arbitrariedadcaprichosa, voluntarista y personal de los caudillos de la épocaprecedente. Las luchas políticas se despersonalizaron en alguna mediday había que contar con las elecciones y con el respaldo de la opinión,de los electores, además del propio partido para alcanzar el Gobierno.

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    Lo que no impidió, la aparición de hombres fuertes, enérgicos nosiempre seguidores de la ley, de actos electorales amañados y degobiernos donde los amigos personales cercaban el despacho

    presidencial.

    El partido liberal fue el más doctrinario de la época, enroló agran parte de la juventud nacida en el momento del conflicto con Chile.Se trató de un liberalismo más político y libertario que económico yde mercado.

    B. Saavedra, en un libro escrito cuando ya se había alejado delliberalismo de sus años mozos, recordó los ideales de esa agrupaciónque propugnaban: la libertad como legítima expansión de las actividades

    personales, la búsqueda del progreso, la soberanía del pueblo, elsufragio popular consciente y depurado, la instrucción básica obligatoriay gratuita, la libertad de palabra, prensa y asociación18. Empero unavez llegado al poder se mostraron gradualistas en la implantación dederechos y partidarios de controlarlos desde arriba. Asimismo, noconsiguieron escapar al fenómeno del personalismo político calificadopor algún autor como una inmunodeficiencia de las sociedadeshispanoamericanas19, particularmente grave en nosotros.

    La revolución liberal que asentó en La Paz el Poder Ejecutivoy Legislativo, trajo cambios en las relaciones de los departamentos

    del país, en la estratificación social, en sentido de una apertura enbeneficio del sector tipificado como medio, en particular del cholo,

    que los propios revolucionarios miraron frecuentemente con temor,como una subversión de rangos.

    La Asamblea Nacional instalada en Oruro después de la victorialiberal (1899) designó presidente a J. M. Pando. Al cual sucedieronpor voto popular cuatro otros gobiernos liberales: I. Montes (1904),E. Villazón (1909), I. Montes (1913), J. Gutiérrez Guerra (1917),faltaba algo más de un año para concluir el mandato de este último(1920) cuando fue derrocado por un golpe civil-militar promovido porlos republicanos, partido formado por los disidentes del liberalismoy los restos de los viejos conservadores.

    Los gobernantes liberales, en su mayoría, no dejaron de lado

    los conocidos estados de sitio, los confinamientos y destierros de susadversarios y se volvieron igualmente culpables de manipular laselecciones para sacar vencedores a sus candidatos. Las políticas deconceder prebendas a los fieles y alejar a los menos dispuestos ainclinarse ante el mandatario terminaron por fraccionar el partido, losdisidentes engrosaron la oposición y hastiados de las prácticas abusivasrecurrieron al golpe de estado.

    No todos los presidentes conservadores y liberales cayeron enel caudillismo personalista, donde confluían, como señaló C. Schmitt,uno de los teóricos de este tipo de gobierno, dos componentes: el

    gobernante, dotado de una personalidad dominante y “la situación delas cosas”20, que obligó a menudo a los gobernantes a continuar conlas prácticas ilegales y a recurrir a las decisiones atropelladoras einconsultas.

    18 B. Saavedra, La democracia en nuestra historia, Gonzáles y Medina, La Paz,1921, p.75.

    19 G. Soriano de García Pelayo, op. cit., p.11. 20 C. Schmitt, La dictadura, Rev. De Occidente, Madrid, 1968.

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    En el caso boliviano no hay duda que además de los factoresseñalados, del fenómeno del personalismo político del siglo XIX queno terminaron de desaparecer en el siguiente, pese al relativo progreso

    social, la amenazante situación de las cosas internacionales, lasdivisiones internas crearon una situación difícil que complotó para elresurgimiento de los poderes caudillistas, considerados como únicose indispensables para evitar el desastre. Arce, entre los conservadoresy Montes, entre los liberales, constituyeron una ilustración del modelo.El último concentró el poder no sólo con su presidencia, sino tambiéncon el manejo del partido a su gusto. Controló la prensa y el ejército.

    La substitución del liberalismo, que en sus años de gobiernohabía llegado a conformar una oligarquía, tal vez más unificada que

    la de la plata, pero no cerrada, porosa, no rompió el modelo quecomenzó con la Revolución Federal. Si bien ya no se cambiabaúnicamente de caudillo, se cambiaba de partido, de gente beneficiadapor las prebendas del poder, lo que implicaba, en opinión de E. F inot,introducir una alternabilidad en el gobierno, sobre todo cuando laselecciones se traficaban para guardar el poder21.

    La alianza política que reemplazó al liberalismo, coloreada detintes socialistas, desplazó definitivamente a este grupo a la derecha,iniciando un ciclo político distinto, inclinado hacia la izquierda. LaGuerra del Chaco aceleraría el proceso conformando agrupaciones de

    tono más radical que dominarían la escena. Por las tomas de posiciónde ellas, las distintas formaciones nacidas del republicanismo acabaronigualmente a la derecha, al lado de sus antiguos compañeros de ruta:los liberales.

    Las nuevas orientaciones ideológicas del Chaco a la RevoluciónNacional

    Los revolucionaros republicanos organizaron una junta degobierno compuesta por Bautista Saavedra, José María Escalier y JoséManuel Ramírez que convocó a una Convención para la reforma dela Constitución. Saavedra, un político experimentado, rápidamentemostró su carácter dominante y su habilidad de maniobra haciéndoseelegir presidente de la República por la Convención, que no estabafacultada para ello. La oposición rechazó la movida y se retiró formandoel partido Republicano Genuino. Saavedra condujo el país con puñode hierro, exiló a sus adversar ios, censuró la prensa y volvió corrienteel excepcional estado de sitio. Transmitió, concluidos cinco años de

    gobierno, el poder a H. Siles, después de haber hecho anular en elCongreso la elección del anterior candidato oficial a la presidencia,de cuya lealtad dudó. Siles se ligó a Saavedra por un acuerdodenominado “mandato imperativo”, pero aquel una vez asumida lapresidencia se deshizo del saavedrismo. Igualmente condujo el paíscon mano firme. Creó su propio partido político: el Nacionalista,compuesto sobre todo por jóvenes que luego tuvieron un desempeñoimportante en la posguerra del Chaco. El intento de prórroga de sugobierno desembocó en un golpe del ejército, encabezado por el generalBlanco Galindo y una junta militar, quienes llamaron al primerreferéndum donde se aprobó la autonomía universitaria y organizaron

    las elecciones nacionales donde se impuso el binomio: DanielSalamanca del partido República Genuino como presidente y José LuísTejada Sorzano, del liberalismo, como vicepresidente. En este períodose produjo la Guerra del Chaco en la cual Bolivia perdió una gran partedel territorio en disputa, pero salvó el área petrolífera.

    Durante el conflicto Salamanca fue forzado por el Alto MandoMilitar a renunciar. Ocupó la presidencia Tejada Sorzano, quien firmó

    21 E. Finot, Nueva Historia de Bolivia, Fundación Universitaria Patiño, López,Buenos Aires 1946, p. 358.

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    el cese de fuego con el Paraguay. Tejada a su vez fue derrocado porun golpe militar dirigido por el coronel David Toro (1936) con el quese inició el socialismo de Estado, poco interesado en la normatividad

    democrática. Al año, Toro fue reemplazado por el Coronel Busch, héroedel Chaco, quien llamó a una convención nacional pero terminódeclarándose dictador.

    Luego del suicidio de Busch, siguieron gobiernos militaresdesignados por la fuerza de la acción del ejército o por las elecciones:el general Quintanilla, sucesor de Busch fue impuesto por sus colegasde armas. El general Peñaranda resultó elegido en e lecciones nacionalesy cayó de la presidencia por un movimiento de jóvenes militaresnacionalistas al que se sumó el Movimiento NacionalistaRevolucionario ( M.N.R.), partido de reciente conformación. El coronelW. Villarroel tomó el mando de la nación.

    Los resultados de la Guerra del Chaco frustraron a loscombatientes, jóvenes de clase media urbana, campesinos que, porprimera vez, convivieron con sus compatriotas citadinos y sufrieronla misma dolorosa experiencia, obreros e intelectuales, que encontraronen las ideologías nuevas una manera renovada de mirar a la sociedad,de donde surgieron partidos, movimientos, contra el pasado. Hubo unanhelo generalizado de crear un orden distinto, que supere los erroresde antes. Todo ello se tradujo en un clima de efervescencia y agitación

    política y social.

    Las dictaduras nazi-fascista y socialistas de Europa seencontraron entre los modelos que mayor influencia alcanzaron en lasacciones e ideas de los jóvenes revolucionarios. Así el gobierno deVillarroel se hizo culpable del fusilamiento de un grupo de importantespolíticos de oposición, que la población consideró un asesinato porque

    no hubo ni sombra de juicios o procesos legales de respaldo. Se tratóde crímenes, como eran frecuentes en los regímenes totalitarios deentonces. El hecho produjo temor y espanto en el país originando la

    Revolución de Julio de 1946, donde fueron victimados salvajementeel presidente y varios de sus colaboradores. Vino luego un gobiernode civiles elegido por voto directo: E. Hertzog y M. Urriolagoitia. Esteúltimo que ocupó la presidencia por la renuncia de Hertzog, enfrentóconflictos sindicales, campesinos y una corta guerra civil, presidióasimismo las elecciones nacionales en las cuales sobre variascandidaturas se impuso el M.N.R., pero el gobierno se negó a entregarel poder y formó una junta militar que acabó derrotada por unainsurrección popular, la Revolución Nacional (9 de Abril de 1952).Así se abrió una etapa distinta de la política en Bolivia, basada en lalegitimidad conferida por el acto revolucionario.

    Ahí pareció cobrar realidad el mito de la revolución propugnadopor los partidos radicales, por los intelectuales, gremios y sindicatosde orientaciones nacionalistas, marxistas, socialistas, anarquistas, quese desarrollaron en la posguerra del Chaco y para quienes la democraciay el Estado de derecho, no constituía un fin en sí mismos, tolerados,en el mejor de los casos, como un momento transitorio de la historiaque se encamina hacia metas determinadas por su propia evolución.Cierto existían matices en las diferentes agrupaciones, así como en lasactitudes hacia el personalismo político que variaban de una a otra

    formación. Éstas en su acción ya habían relegado hacia los confinesde la derecha al antiguo liberalismo y a los otros partidos de la época,inclusive a los que invocaron el socialismo en sus siglas. Con laRevolución de 1952 el mito de la legitimidad revolucionaria encarnóen la realidad, aunque no faltaron quienes juzgaron la Revolucióntraicionada. Su prestigio permanece hasta hoy. Sin duda para muchos,tampoco fue un verdadera revolución cuya llegada aún esperan.

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    Conviene retomar el hilo que quedó a principios de la décadadel 20, momento en que el marxismo, el socialismo y el anarquismoen sus distintas vertientes, superaron el estado embrionario que tuvieron

    a finales del siglo XIX y comenzaron a tomar cuerpo en organizacionesobreras, gremiales y movimientos sociales. Su aparición resultó algotardía con relación a otros países del área, pero atraparon el tiempoperdido.

    ¿Qué contribuyó al surgimiento de estas orientaciones en la sociedadboliviana?

    Uno de los acontecimientos que acaparó la imaginación de lasincipientes agrupaciones laborales y de los intelectuales fue en elámbito internacional el triunfo de la Revolución Rusa y en el locallas primeras huelgas de mineros, probablemente iniciadas en Huanuni,por la reducción de la jornada de trabajo y la represión que siguió.El desarrollo de la minería del estaño con sus importantesconcentraciones de trabajadores favorecía la organización deactividades reivindicativas. Por esos años se fundaron también lasuniversidades populares que difundieron las ideas socialistas. Peroademás, y no de poco interés para la implantación de esas corrientesen la política nacional, fue la publicación de obras de marxistas,socialistas y anarquistas a través de editoriales argentinas y españolas,

    como Claridad, Aguilar, que pusieron al alcance del público losprincipales textos de autores de esas corrientes. No que antes noexistiesen traducciones por ejemplo de Proudhon, Bakunin, Marx,Engels u otros, sino que la calidad dejaba mucho que desear, de maneraque algunos importantes socialistas o anarquistas de antes sólo tuvieronun conocimiento muy aproximativo de esas fuentes. La primera versión

    completa y cuidada del Capital en castellano apareció en España debidaal profesor M. Pedroso, 193322.

    En 1914, se funda el primer partido socialista en Bolivia. Ensu Programa de acción, firmado por intelectuales como Jaime Mendoza,Alberto Mendoza López, Ezequiel Salvatierra llama la atención laradicalidad de las propuestas entre las cuales se destaca la idea derevolución así como la de integración continental23. Luego hubo muchasotras tentativas hasta la Guerra con el Paraguay, a partir de la cuallas organizaciones partidarias van a establecerse y consolidarse, dandoun giro diferente a la política nacional.

    Las corrientes anarquistas se introducen sobre todo en lasasociaciones obreras y artesanales, en las cuales se producen choquesfuertes entre los militantes anarquistas y los socialistas. Lo mismosucede en los primeros congresos obreros a principios de los años 20,en Oruro, La Paz, Potosí. Allí se hacen planteamientos tan radicalescomo en los que más tarde c ristalizaron en la Tesis de Pulacayo (1946)y en la poderosa Central Obrera Boliviana (C.O.B.) de 1953.

    En las conclusiones de los congresos ya se entrega el papel deactor privilegiado de las transformaciones y de la Revolución por veniral proletariado, particularmente a su vanguardia minera24. La sociedadconoció de inmediato que en escena había un actor protagónico.

    22 Antes, en 1918 apareció la primera versión castellana del Capital K. Marx deJuan Justo, en Buenos Aires, pero estaba incompleta, faltaban los últimos libros.

    23 G. Lora, Historia del movimiento obrero boliviano,1923-1933, Ed. Amigos delLibro, La Paz, Cochabamba, 1970, vol. III, p.132. Resulta muy importante parael desarrollo de las ideas y organizaciones socialistas en el país esta obra deG. Lora así como el volumen IV.

    24 G. Lora op. cit. , pp.11-56.

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    Data de ese tiempo el mito de la revolución contrapuesto alideal de la democracia y del Estado de derecho vistos como una farsaburguesa o con cierto pragmatismo como una etapa histórica transitoria

    que se deberá superar.

    El mito ganó terreno con la Revolución Rusa conquistando aintelectuales, sindicalistas y políticos. La Revolución Francesa fuemenos invocada porque se consideró que la independencia nacionalque había sido uno de sus frutos, no consiguió vencer el predominiodel criollismo local, ni liberar al indio y a los proletarios de sussujeciones, ni al país de su dependencia, lacras que la verdaderaRevolución prometía acabar. La promesa que se tomó como monedaconstante y sonante, de cumplimiento inexorable, fundada en las leyescientíficas de la historia, iba en los años del Chaco a difundirse enla gran masa de combatientes. Pero también sufrió mezclas yenfrentamientos con otras ideas tan prometedoras y autoritarias comoella.

    El período bélico y su fatal desenlace hicieron estallar toda latradición acumulada por los conservadores y liberales, incluida la delos regímenes de tinte inicial socialista, como el de Saavedra o Silesrelegándolos hacia una derecha estigmatizada de obsoleta. El descalabromilitar erosionó la moral cívica democrática y republicana impulsandola aclimatación de vanguardias políticas e intelectuales radicales, en

    especial socialistas comunistas. Pero en esa misma época, semanifestaron igualmente las corrientes rivales que ensalzaron elnacionalismo, los mitos originarios y la necesidad de un conductorenérgico del pueblo, ingredientes de una ideología visible en lasexperiencias del nazismo en Alemania y del fascismo en Italia. Ni éstasni las otras se interesaban por la suerte de las instituciones libres ylegales.

    El fin de la década de los treinta e inicios de los 40, constituyóun hervidero de partidos políticos inspirados en esas ideologías yadaptadas a las realidades del país. Se formaron el Partido

    Revolucionario Obrero (1935), Falange Socialista Boliviana(1937), elPartido de Izquierda Revolucionario(1940), el Partido Comunista,desprendido del PIR (1950), Partido Socialista Obrero (1940), elMovimiento Nacionalista Revolucionario (1941) y otras menores.Viejos temas y enfoques nuevos sobre el indio, las tierras, la propiedadde las grandes empresas mineras, el sindicalismo, ocuparon el debatepolítico que culminó con la Revolución Nacional de 1952 del M.N.R.

    Ese hecho escindió la historia nacional en un antes y un después.En despecho de arrancar su legitimidad en las elecciones de 1950, queganó, y le fueron escamoteadas. Sin embargo, las medidasrevolucionarias que ejecutaron se basaron en el mandato del puebloque tomó el poder, derrocando al ejército, en las calles de La Paz yOruro, en las minas. Así se dictaron los decretos de nacionalizaciónde las grandes compañías mineras, la reforma agraria, el voto universaly la reforma educativa.

    El MNR opuso el nacionalismo revolucionario a la anti-nación,a la Rosca, vale decir a la burguesía minera, a los grandes propietariosde tierras y sus seguidores, intentando forjar una nación unitariaproyectada al futuro, en el sentido francés del término. Mientras los

    partidos socialistas idealizaban la lucha de clases, el MNR se formóen una alianza de clases medias, obreras y campesinos para alcanzarsus propósitos. El impulso de la revolución sobre todo en los primerosaños arrolló a todos los partidos opositores, relegándolos a los márgenesextremos de la derecha y la izquierda. Muchas personas salidas de lasagrupaciones socialistas desarrollaron la tesis del “entrismo” ingresando

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    al partido gobernante, con la idea que una vez cumplidas dentro delrégimen “movimientista” los objetivos de la revolución nacional, másde carácter pragmático-burgués que socialista, se la llevaría adelante

    para entrar en una auténtica revolución proletaria.

    El primer gobierno revolucionario de V. Paz Estenssoro fue unrégimen de facto que al margen de la legalidad y sin respetar losderechos y garantías constitucionales ejecutó las transformacionesrevolucionarias. H. Siles Zuazo, elegido en la primera elección consufragio universal (1956), apabulló a sus contendientes, si bien laelección pecó de manipulación, quizá innecesaria. Paz Estenssoroocupó por segunda vez la presidencia (1960), al fin de su mandatointentó prorrogarse. Líder indiscutido del Partido monopolizó el poderen el gobierno, en el partido, y en las asociaciones sindicales afines,lo que produjo oposiciones dentro del MNR que se fraccionó enagrupaciones desprendidas que iban de la derecha a la izquierda.

    Su vicepresidente, el general R. Barrientos, lo derrocó al pocotiempo de iniciado el tercer período. Se formó un co-gobierno con elgeneral Ovando y se presentó a elecciones populares con parte delMNR, varios grupos de su propia creación y aliado con los restos delos partidos tradicionales que lo llevaron a la presidencia. Tuvo lapretensión de reencaminar la revolución que sostenía había perdidosus metas originales, creando la II República. El Congreso Nacional

    que lo acompañó votó la Constitución actualmente vigente, con algunasmodificaciones introducidas en 1994 y 2004.

    Durante su gestión se firmó el Pacto Militar-Campesino quesustentó su gobierno y los demás regímenes militares que le siguieronhasta 1982. En 1967, estalló la guerrilla de E. Che Guevara que le costóla vida a su comandante y a otros integrantes del grupo.

    Barrientos murió en un accidente de helicóptero y le sucediósu vicepresidente, L. A. Siles que fue víctima de un golpe de estadodirigido por el general Ovando (1969). Inicio de varias dictaduras

    militares de derecha e izquierda, con un fuerte sello estatista.

    El Coronel Banzer, ante el caos generado en la breve presidenciadel general Torrez, por las fuerzas izquierdistas que condujeron a uncasi gobierno dual con la Central Obrera Boliviana, convencidas quela revolución socialista estaba a la vuelta de la esquina, se hizo delpoder apoyado por el grueso del ejército, además de partidos civiles.Durante su largo régimen racionalizó y modernizó el Estado boliviano,con un cariz centralista y planificador. Se proclamó dictador y prohibiólos partidos políticos y sindicatos. Sin embargo, las presiones socialesy obreras obligaron a convocar elecciones (1977), que fueron ganadaspor el candidato oficial General Pereda Asbún, donde se agruparonlos simpatizantes y partidarios de Banzer, que representó la derecha,frente a varias formaciones que se proclamaban de izquierda. La ADNestaría más tarde entre las fuerzas que buscaron el establecimiento delEstado de derecho en el período de la vuelta de la democracia.

    Pereda tomó el poder por la fuerza, pues su elección fue anuladapor fraude. Otro golpe militar cortó su gobierno, en sus comienzos.El fin de esta acción fue llamar a elecciones, que no dieron un resultadodefinitivo. Las agrupaciones con mayor votación, fueron ambas

    facciones del MNR, encabezadas por sus dirigentes históricos: V. Pazy H. Siles, que se empantanaron en el Congreso, de donde saliódesignado presidente, para salvar el impasse W. Guevara, otro de losfundadores del MNR que formó su propia agrupación: el PartidoRevolucionario Auténtico (PRA), aliado del MNR pazestenssorista, enesa oportunidad. Guevara ocupaba el cargo de presidente del Senado.Una intervención militar dirigida por el general Natusch Busch

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    interrumpió la gestión de Guevara. Sin embargo, los militares nolograron quedarse en el poder, se volvió al régimen constitucionaleligiendo en el Congreso a la primera mujer presidente de la República

    Lydia Gueiler a la sazón presidente de la Cámara de Diputados, quetambién fue víctima de otro brutal golpe militar. No sin antes haberefectuado elecciones nacionales que dieron el triunfo al MNR deIzquierda conducido por H. Siles.

    Se sucedieron tres cortos gobiernos militares de facto de losgenerales García Mesa, Torrelio y Vildoso. Este último comprendióla inutilidad para el país, las fuerzas Armadas de los gobiernos de fuerzay devolvió la presidencia al ganador de las elecciones de 1980 así comoal Congreso electo. De esta manera, retornó la democracia hasta hoy.

    La vuelta de la democracia

    H. Siles sufrió la arremetida de organizaciones sociales ysindicales que reivindicaban derechos conculcados por losautoritarismos militares, en una situación de caos económico con unainflación desbocada. Se vio obligado a acortar un año su mandato yllamar a elecciones que dieron la presidencia de la República a V. PazEstenssoro.

    Su administración tomó con éxito drásticas medidas que cortaronla inflación y estabilizaron la economía. La legislación laboral sufriómodificación a fin de facilitar la libre contratación laboral, que causófuerte rechazo en las organizaciones sindicales. Cerca de 25.000trabajadores fueron despedidos de la empresa minera estatal. Ante lashuelgas laborales, el gobierno recurrió al estado de sitio para recuperarel orden.

    Por primera vez, un juicio contra un ex-presidente, García Mesa,concluyó, condenando a éste y algunos de sus colaboradores, entre ellosal coronel Arce Gómez, ya preso por delito de narcotráfico en E.E.U.U.

    a 30 años de prisión que cumple hasta hoy.

    En las elecciones siguientes (1989) ganó el general Banzer conADN y otros aliados. Sin embargo, en aras de la paz social tuvo queceder la presidencia a la tercera fuerza electoral: el MIR. Así llegóal gobierno J. Paz Zamora que hizo alianza con su adversario Banzer.La administración de Paz Zamora y ADN logró implantar instituciones,mediante acuerdos políticos con los partidos con representacióncongresal, que modernizaron la democracia y ampliaron la vigenciade legalidad. De esta suerte se estableció la Corte Nacional Electoral,independiente, cuyos miembros se eligen por 2/3 de votos del Congreso,igual que los vocales de la Corte Suprema de Justicia, acuerdos inéditosen Bolivia y el Continente. Se separó el Ministerio Público del gobierno,se promulgó la Ley SAFCO de la Contraloría General de la República,la Ley INRA para el saneamiento y titulación de tierras. Pero la políticade alianzas políticas fue mal vista por la sociedad que la consideróinmoral, fuente de corrupción y nepotismo. En el gobierno de PazZamora se inició una marcha indígena por la tierra y el territorio quetrajo el reconocimiento de las naciones originarias, mostrando lasnuevas sensibilidades que marcarían los cortes futuros de la sociedadboliviana.

    En junio de 1993 se realizaron las elecciones presidenciales quedieron un cómodo triunfo a G. Sánchez de Lozada y V. H. Cárdenas(36%), seguidos por la Alianza Patriótica de H. Banzer y O. Zamorade ADN y el MIR, CONDEPA de C. Palenque e I. Kuljis ocupó eltercer lugar (14%), delante de otro frente populista de M. Fernándezy E. Talavera con algo menos del 14%, revelando la aceptación delas agrupaciones neo-populistas en la sociedad.

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    El régimen de Sánchez de Lozada tomó un giro abierto haciael mercado y la capitalización de las empresas estatales con recursosextranjeros, que las controlaron. La inclinación liberal de tales

    disposiciones fue motivo de rechazo por las organizaciones populares,que forzó un nuevo estado de sitio, en despecho de la voluntad delgobierno que atenta con las normas constitucionales.

    Se votó la Ley de Participación Popular que municipalizó ydescentralizó el poder en el territorio nacional, dando recursos a lasalcaldías, intentando cerrar la brecha campo-ciudad e impulsando eldesarrollo rural, con evidentes diferencias entre municipios en el manejode fondos. Se trató de una medida importante que tuvo efectos en losindicadores sociales bajos que afligen al país.

    Al término del período, ocurrió la toma de las minas de Capacircay Amayapampa por los trabajadores, propiedad de una empresaextranjera. La recuperación ordenada por las autoridadesgubernamentales ocasionó un número importante de muertos, que laoposición cargó al gobierno. Mas fue el sistema democrático que sufriócon los hechos un enorme desgaste.

    En esas condiciones se efectuaron las elecciones generales de1997, que permitió el retorno democrático al poder del general Banzersecundado por el vicepresidente J. Quiroga, con 22% del voto. El MNR

    ocupó un segundo lugar con un 18%, el tercero le correspondió aCONDEPA, 17%, cuyo líder C. Palenque, ya había muerto. El MIRllegó en cuarto lugar con 16.7%. UCS tuvo el quinto puesto. Las bajasproporciones de sufragios de las agrupaciones políticas y su cortadiferencia, mostraban ya las fragilidades del sistema de partidos.

    Banzer para poder gobernar formó una gran coalición política:el Compromiso por Bolivia con el MIR y 6 otras formaciones partidarias.

    Inició un amplio diálogo nacional para recoger sugerencias para lareforma de la Constitución.

    En Cochabamba sindicatos, asociaciones de vecinos iniciaronla denominada Guerra del Agua, a fin de impedir el cumplimiento delcontrato firmado con una compañía extranjera de concesión de aguas.Un clima de agitación social se apoderaba de las principales ciudadesy del área rural que dificultaba las políticas de largo plazo. Las líneasde ruptura social del nuevo milenio, construidas alrededor de las etniasy las identidades locales se tornaron críticas en ese momento.

    Banzer, gravemente enfermo, entregó el poder a suvicepresidente Quiroga, faltando un año para terminar su período.Falleció poco después. Banzer condujo el país en momentos de gravescrisis. Su paso de la dictadura a la democracia fue sincero, sin suintervención resulta difícil pensar que la democracia hubiese subsistido.Su partido formó una derecha modernizadora y plural que combatiópor consolidar el Estado de derecho, al cual las fuerzas de izquierdaradical, ganadas al mito de la revolución conceden un interés secundarioo tal vez ninguno.

    Quiroga asumió el mando en agosto de 2001, tratando dealejarse de los liderazgos fuertes, personalizados al estilo de Siles, Paz,Banzer, desarrollando políticas económicas y sociales. Su corto paso

    por la presidencia trabó la posibilidad de iniciar acciones de largo plazoen medio, además, de una persistente agitación social. Efectuó el censode población en 2002 una cuyas preguntas, mal planteada por lostécnicos sobre identidades de los bolivianos, deslegitimó los gobiernosy la política desde el nacimiento de la República, vistos, sobre tododesde afuera, como únicamente interesados en preservar privilegiosde una minoría en perjuicio de las grandes masas indígenas originarias.

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    Una lectura sin duda deformante de la sociedad boliviana y su gente,de sus cruces y vínculos, de sus encuentros y desencuentros forjadosdesde hace más de 500 años de relaciones de diversa naturaleza entre

    los hombres y los pueblos del país. Las miradas desenfocadas pretendenignorar los reales esfuerzos de distintas políticas por incorporar losgrupos desprivilegiados a la educación, la salud, la tierra, el trabajo,quizá lentos, no inexistentes.

    En 2002, una nueva elección devolvió el poder a Sánchez deLozada, acompañado por el periodista C. Mesa Gisbert por el MNR.En esta oportunidad la segunda agrupación electoral fue el Movimientohacia el Socialismo (MAS) de Evo Morales. Entre el primero y elsegundo la diferencia apenas fue de un 1%. Siguió la Nueva FuerzaRevolucionaria de M. Reyes Villa y luego el resto de formaciones conporcentajes más reducidos.

    Sánchez de Lozada formó otro amplio acuerdo de partidos, peroenfrentó desde el inicio de su administración una conflictividad socialque creció. La bandera de los movimientos contra el régimen fue lasalida del gas por Chile, tema que oficialmente no fue tratado por elgobierno. La agitación popular cobraba las facturas de las políticasneo liberales del pasado. Sánchez de Lozada tuvo que resignar sumandato en el vicepresidente C. Mesa Gisbert.

    El nuevo mandatario juró ante el Congreso comprometiéndosea cumplir una agenda política denominada de Octubre, por la fechade posesión. Allí figuró un referéndum para zanjar el problema delgas que se realizó. El referéndum también sirvió para legitimar elgobierno. Sin embargo, falto de apoyo político real, no pudo conseguirla aprobación de la ley de hidrocarburos.

    Un ambiente de intranquilidad, de rumores de conspiracionesse apoderó de la sociedad que finalmente llevaron a su renunciadefinitiva en junio de 2005, entregando el mando al presidente de la

    Corte Suprema de Justicia, J. Rodríguez Veltze, cuya misión fue lade llamar a elecciones de donde salió como claro vencedor el MASy sus candidatos E. Morales y A. García Linera, con un programa detransformaciones revolucionarias.

    Los principales partidos contendores aparecieron como de viejocuño, acusados de corrupción, nepotismo, incompetencia y fueroncolocados en los confines de la derecha. Sin duda, e llos hicieron muchopor merecer las críticas, pero su actuación también tuvo mucho depositivo para enmarcar el país en instituciones modernas, plurales. Laincorporación de la idea de la multiculturalidad en el texto constitucionalreformado fue resultado de sus acuerdos, idea que reemplazó laconcepción del MNR de la nación unitaria abierta a un futurocompartido.

    Tres generaciones de partidos actuaron en el períododemocrático, como recuerda Romero Ballivián25. Democracia que hacepoco festejó 25 años de sucesiones presidenciales según las reglaslegales. La primera generación vio la sociedad y sus problemas desdelos ángulos del nacionalismo y el socialismo, a ella pertenecen el POR,PIR, MNR, FSB. La segunda apareció en los 70, comprometida con

    una perspectiva revolucionaria que no desdeñó la guerrilla o el fococomo vías para tomar el poder. Ahí estuvo el MIR y el Partido Socialista1 de M. Quiroga Santa Cruz, aunque poco a poco entraron en el juego

    25 S. Romero Ballivián, Reformas, conflictos y consensos, Fundación HannsSeidel, Fundemos, La Paz, 1999, p. 101 y ss.

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    democrático, por cuya consolidación lucharon. ADN también surgióen ese entonces, pero su posición fue de derecha, igualmente adoptóla democracia a la cual contribuyó en ese largo período.

    La tercera generación conformada por CONDEPA y la UniónCívica Solidaridad (U.C.S.) tuvieron una ideología y organización decorte populista, el primero más inclinado a la izquierda, el segundoal otro lado del espectro. Una novel formación apareció con el nuevomilenio, aunque sus raíces son viejas, la conforman agrupaciones conun fuerte contenido étnico, desconfiadas y opuestas a los mecanismosde mercado, a la globalización y hasta a la legalidad constitucional,lo que no frena su participación en actos electores como muestra elMAS.

    Los 25 años de democracia no han pasado en vano. Lasinstituciones legales se han arraigado en una gran parte de la población,pero nuevos riesgos las amenazan, surgidos de las sensibilidadesposmodernas que empujan hacia el “decisionismo arbitrario y extremo”del dirigente, aun constitucional. A éste se unen las seculares tendenciasque obstaculizaron en el pasado el enraizamiento de la democracia enBolivia. Por una parte, el caudillismo personalista y el presidencialismoreconocido por la propia Constitución, fuente de numerosasdisposiciones, donde solían cobijar las arbitrariedades. Por otra, el mitode la revolución, hoy renovado, con objetivos étnicos antes que

    proletarios, que vuelve y justifica sus desmanes contrarios a las normaslegales, en las utopías comunitarias.

    C. Schmitt reflexionó sobre este decisionismo final, productodel mundo de las múltiples culturas en pie de igualdad, un valorlegítimo, pero que en casos de conflicto social dificulta encontrarsoluciones racionales, pues cada actor se encapsula en su mundo

    valorativo, inconmensurable con el del otro, dejando el camino abiertopara que el líder, plebiscitado en una elección, tome las decisionesúltimas de acuerdo con su juicio y arbitrio, por encima de todo.

    Bolivia ha aceptado su carácter multicultural y multiétnico masesta definición no está reñida con la democracia y la normatividad.Al contrario, obliga al Estado, a la sociedad y a las personas a buscarinstituciones adecuadas para la convivencia de todos. La utopíarevolucionaria creyó en el derrocamiento de una minoría por unamayoría para conseguir la justicia y la libertad, pero el reino que creófue el de un totalitarismo cruel. Tampoco parece una solución entregarseal decisionismo de uno solo, ni al de un colectivo cualquiera seaéste.

    Ahora los bolivianos están en procura de edificar una sociedadabierta al Otro, al diferente, a las minorías, pero éstas y las mayoríassolo pueden encontrar el respeto recíproco en el derecho, que es lagarantía de una vida pacífica y prometedora. Los bolivianos de todaslas regiones y culturas aspiran a participar en la vida política nacionaly lamentarían ceder ante la violencia de los poderes fácticos.

    ¿Cómo marchar juntos, evitando estos escollos? Los modelosautoritarios del pasado, sin duda no desaparecidos, no son la respuestaapropiada para los tiempos que corren. Igualmente resulta inapropiado

    el intento de entregar la conducción de las transformaciones, que elpaís demanda, a un movimiento o a un actor social privilegiado. Yanadie cree en la vocación histórica de una clase o de un grupo étnicoo regional. Para seguir conviviendo juntos, con nuestras diferencias,anhelo compartido por la inmensa mayoría, respetar las garantíaslegales, las reglas del juego democrático parece fundamental. Pero nobasta, los desafíos de la modernidad no se pueden ignorar. Comprender

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    su naturaleza, sus posibilidades y sus límites, para definir nuestraspolíticas con ellos, es otra exigencia insoslayable. Vivir la época sindejar de bailar nuestro folklore no parecen ser propósitos incompatibles.

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    EL RESPETO A LAS LEYES Y LA CULTURAPOLÍTICA EN BOLIVIA.

    EL POPULISMO Y LA TENTACIÓN DEL

    TOTALITARISMO

    H. C. F. Mansilla*

    Preliminares

      Al igual que en una parte considerable de América Latina,

    una cultura de la legalidad de corte moderno, racional y previsible estodavía hoy una asignatura pendiente en Bolivia. Lo mismo puededecirse de la prevalencia del Estado de derecho. No hay duda de losprogresos registrados desde la restauración de la democracia en 1982,pero todavía carecemos de una cultura política democrática y pluralistaque se haya consolidado seriamente en todos los estratos sociales y

    ámbitos geográficos del país1. Desde las primeras encuestas de altarepresentatividad (1999) sobre estos temas, la evidencia empírica hamostrado la coexistencia de nuevas orientaciones democráticas junto

    con viejas normativas autoritarias: las mismas personas que apoyanla democracia persisten en practicar valores autoritarios, y viven así “entre dos mundos”2. De este modo la comprobación empírica haconfirmado las intuiciones de historiadores, ensayistas y escritoresacerca de un sustrato intolerante, autoritario, colectivista y centralistaque obviamente no pertenece a la esencia de la identidad nacional— es dudoso que tal cosa metafísica realmente exista —, pero queinfluye desde larga data sobre el quehacer político de la nación.

    La cultura de la legalidad y el Estado de derecho no hanadquirido una carta segura de ciudadanía y siguen sometidos en granescala a consideraciones de oportunidad y a los vaivenes del poderpolítico. En el caso específico de la cultura de la legalidad se puedeadelantar la hipótesis de que las prácticas cotidianas de una buena partede la población boliviana y de las instancias gubernamentales prosiguenpautas culturales de carácter premoderno y a menudo irracional, que

    * Estudios de Ciencias Políticas y Filosofía; Maestría en Ciencias Políticas;Promoción doctoral en Filosofía (Universidad Libre de Berlín). Concesión de

    la venia legendi (habilitación para cátedra titular de Ciencias Políticas), porla Universidad Libre de Berlín. Profesor visitante en la Universidad de Zurich.Miembro de número de la Academia de Ciencias de Bolivia. Entre sus últimaspublicaciones: “Tradición autoritaria y modernización imitativa. Dilemas dela identidad colectiva en América Latina”; “Tradición, modernidad y postmodernidad”; “La aldea global y la modernización de un país subdesarrol lado”;“Lo propio y lo ajeno en Bolivia”.

    1 Cf. dos investigaciones basadas en evidencia empírica, que son indispensablespara entender la actual cultura política boliviana: Mitchell A. Seligson et al.,

     Auditoría de la democracia . Infor me Boliv ia 2006,   Cochabamba: Ciudadanía / LAPOP / Vanderb ilt Universit y 2006; Daniel E. Moreno Morales et al., Cultura

     polí tica de la democracia en Boliv ia 2008. El impac to de la gobern abili dad,Cochabamba: Ciudadanía / LAPOP / Vanderbilt University 2008.

    2 Jorge Lazarte R.,  Entre dos mundos. La cultura polít ica y democr ática en Bolivia,   La Paz: Plural 2000, p. 110, 115.- El nivel de tolerancia es no sólomuy bajo en términos absolutos, sino también en relativos, es decir dentro delcontexto latinoamericano. Cf. Mitchell A. Seligson,  La cultura polít ica de lademocracia en Bolivia: 2000,  La Paz: Universidad Católica Boliviana / USAID / Encuestas y Estudios 2001, p. 18, 76, 81.

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    dificultan una convivencia razonable de los bolivianos en la épocaactual. Se trata, por otra parte, de padrones de comportamiento colectivoque están muy difundidos en casi todos los sectores sociales del país,

    y que son apreciados positivamente por los mismos, lo que impide uncambio sustancial en el corto plazo.

    Se puede argüir, evidentemente, que los procesos demodernización técnico-económica y de globalización cultural, en loscuales Bolivia está inmersa hace décadas, han influido de modo positivosobre el funcionamiento de la administración pública y sobre los estilosde hacer política, de manera que no podría sostenerse la tesis de lanaturaleza premoderna de las prácticas socio-políticas bolivianas. Larealidad es más compleja. En las ciencias sociales se conoce bien elfenómeno siguiente. Los cambios en la dimensión del comportamiento

    individual y colectivo son por naturaleza muy lentos y no coincidennecesariamente con modificaciones en los terrenos de la economía yla tecnología, por más profundas que sean estas últimas. Uno de losrasgos centrales de la historia contemporánea del Tercer Mundo consiste

     justamente en que la adopción del progreso tecnológico, la introducciónde la economía de libre mercado, la utilización de los sistemas másavanzados de comunicaciones y la importación del armamento mássofisticado pueden tener lugar en medio de la preservación de rutinasculturales que vienen de muy atrás y que mantienen su preeminenciaen los campos de la política, el tratamiento efectivo de las leyes, la

    relación cotidiana del ciudadano con los poderes del Estado y la vidafamiliar e íntima.

    Esta problemática será abordada en las siguientes líneas desdeuna perspectiva de las ciencias políticas y no desde la disciplina

     jurídica. El acento principal recaerá, por lo tanto, en el anális is de losvalores de orientación y las pautas colectivas de comportamiento, pero

    en su relación con la esfera de las normas constitucionales y legales,es decir: con la cultura de la legalidad, aunque a primera vista se tratede una vinculación indirecta.

    Populismo como reacción ante fenómenos de desilusión masiva

    En América Latina en general y en la zona andina en particularse puede observar un fenómeno recurrente estudiado por la sociologíapolítica: los avances en la educación democrática y la ampliación dela vigencia de los derechos humanos suceden a veces paralelamentea un vigoroso renacimiento (1) de la aun vigorosa tradición culturaldel autoritarismo, (2) de corrientes indigenistas y (3) de movimientospopulistas3 teñidos de nacionalismo y socialismo. Estos movimientos

    poseen rasgos exteriores de una gran visibilidad simbólica. Suscaracterísticas “públicas” están concebidas para el consumo popularmasivo, y no siempre tienen una significación profunda y duradera.La constelación actual en Bolivia es confusa a primera vista porqueel movimiento populista y los sectores políticos afines tienen lareputación de encarnar la progresividad histórica y una auténticamodernización según las verdaderas necesidades del país. Esta opiniónestá muy difundida en la sociedad boliviana y, lamentablemente,también en círculos de la cooperación