82404455 el rock de la carcel

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I auditorio esun hervidero.Hay alaridos yempujonesportodo lados.Cientos de loshombres ahí se

aüentanunos conotros yllenan elIulBr con un olor a encierro queviene del sudor del cuerpo impreg-nado enlaropa. Muevenlos cuer-pos excitados y levantan rm puñoen alto para apuntar a un hombreque, en solitario, los dirige comomaestro de orquesta. "¡A ver,miéntenme lia madre, hijos de lachingada!", desafia Raúl Cabañasdesde el escenario y la multitudrechifla o aúlla con cada nota quesale de su guitarra eléctrica. Ense-gUida el joven de ojos miel y pielblancalepone más sentimiento alGlarin de Los Doors.

Tan¡netido estáenlas notas ouelos movimientos del chico de24 años parecentura cal-ca de los emblemáti-cos gUitaristas Jim-my Hendrix o Rob-by Krieger. Encor-va la espalda, echael cuerpo hacia de-lante, brinca mien-tras golpea con ñ¡rialas cuerdas. Recorre elescenario, levanta requin-tos yenloquece alpúblico. Ycuan-do parece que ya hizo todo lo quepuede ur ídolo del rock, sorprendecon r¡na voz raposa que haría enlo-quecer hasta a la rebelde Janis Jo-plin. "¡Orale, cabrones, a cantar,que es concierto!", grita Cabañasantes de deJarse caer al suelo.

Abajo, lo aclaman sus fieles fa-náticos: asesinos, violadores, se-cuestradores y defraudadores.Pero arriba del templete Raúl loscontrola con un poder de supers-tar,lejos delpapel de recluso conproblemas psiquiátricos. AhorasÍ está como para la portada deuna revista de rock, no como haceunos minutos, cuando lo vi absor-to y la mirada perdida, con su ca-bello a rape, ajustado perfecta-mente al cráneo de su locura. Estees elpúblico, estaes laestrella, to-dos flanqueados por los muros

del Reclusorio Sur de la Ciudadde México. Después de este con-cierto nadie tiene escapatoria.

Raúl Cabañas desgarra la vozmientras entona una segunda can-ción, hace todo por ganar el con-curso que organizaron las autori-dades entre los reclusorios de lacapital del país. El campeonato detalentos lleva el soñador nombreVo c e s m Librtad. Antes del JimmyHendrix del pen-al ya subió al es-cenario Miguel Angel, un contra-tenor formado en academias, yCésar, un barítono de profesión,que interpretó alsalsero MarcAn-thony. Ambos recibieron aplausos,pero ninguno prendió igual.

Los reclusos se entregan a Raúlen esa mañan¿ del rr de noviembrede zotr: gitan, canturrean comopueden la letra traducid¿ al espa-ñol y aplauden cuando el prisione-ro les hace una señal. La cáÍcel

culiar grupo debailarines integra-do por cuatro internos con retrasomental, sentenciados por robo.Nada más atinado que hacerse lla-mar Grupo Sicosis. Con torpezaarrnan sus pasos de baile y ame-nizan el número de Cabañas, queensaya al duro del rock y acabamostrando el dedo medio comoseñal de desprecio y agradeci-miento a los asistentes.

Minutos más tarde, tres juecesdan el veredicto del concwso.Anncian que comenzarán del ter;cer lugar para arriba y para sorpre -sa de todos el primer nombre quepronuncian es el de Raúl Cabañas,el favorito que nadie conocía. En-seguida eI reclusorio que era unaolla o<prés de felicidad estalla enrechiflas y abuche os. ¡Buuu! El en-sordecedor ruido de descontentono deja escuchar los nombres delprimero y segundo lugar. Ycomo

Thlenüo en el en€ierroRaúl {-lab.rñas lar,ó la ropa dc sus r:lr:p.rñcxis pnisionrros]:;rmcnizdt las r,lsit;is dr¡rnir¡ic¿iles p;rra juntar dinero 1,coiltprar urul.guitarra, co* l.r quc ;rlNtra cr:rr4:<tne r- rricl,c¿cr'¡ cl lrxr¡-¡;rz doruritorio {ll¿trn

tomaun aire parecido alfrenéticofestival de música y arte deWoodstock, que anualmente sereeliza en NuevaYork. Rockean lospresos vestidos con rigurosa cami-sola y pantalón caqui y rockean losvisitantes de traje oscuro o g¡is,funcionarios públicos.

El requinto alucinante concluye yunos 5oo reos metidos enun salóncon pintura gAstada vociferan co-mo si fueran alumnos de un cole-gio: "¡Ce-va-repsi, Ce-va-repsi!".Precisamente de ahí viene Caba-ñas, del Cevarepsi: Centro Varonilde Rehabilitación Psicosocial, lacárcel para reos conpadecimientosmentales del Distrito Federal. Enese lugar es donde pasa sus dÍas ysus noches, es donde guitarrea,canta y compone desde que lediragnosticaron un trastomo depersonalidad. Lo acompaña un pe -

en un motin, los prisioneros se in-disciplinan por el resultado y lasautoridades se apresuran a termi-nar el concurso. Sólo vuelve rmpo-co la calma cuando C abañas recibesu premio de tercer lugar. De nue-vo, los aplausos, los gritos, la en-trega de sus nuevos fanáticos. y eljoven sonríe como quien gana unGrammy a liapreferencia delpribli-co. Un campeón sin corona.

Cabañas deja atónitos a todos enel reclusorio. Funcionarios pribli'cos, intemos, celadores y guardiaslo ven con sorpresay admiración.Escrutan esa mirada ausente y esecuerpo delgado que esconde unapersonalidad al esülo delDocfo'rle-I<r¿lly elMistu.E[yde reo de un ladoy estrella de rockpor otro. Y se pre-guntan ¿quién es este recluso quecuando toca es como si viviera elmismísimo Jimmy Hendrix?

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UnElprimer acercamiento que tuvoRaúl C abañas con lia música fue enel coche de su papá a los cincoaños, mientras recorríanel centrode la Ciudad de México. Ahí cono-ció a Led Zepellin y a Los Doors,sus grupos favoritos, que desPuésIo animaron a corer a casa Y ar-marunabatería con cubetas, conlas quele seguíaelritmo alas can-ciones. "Mi papá tenía muchos ca-setes y me dejaba poner todos. Lestbiamachíny me sentía como enlas nubes. Desde morro me en-cantó esto del rock", me dice.

En la secund¿ria tomó un tallerde guitanay se enamoró. Usaba to -

do eldinero de sus "domingos" pa-racomprar discos de vinilo yguíaspara perfeccionar su toque. Tantafue supasiónque sus abuelos aho-naron para regalarle su primeraguitatra eléctricq una YamahaStratocaster en blanco y negro, Yun amplificador, con los qr¡e pare-cía formar un triángulo amorosoperfecto. Le venía tan natural res-balar los dedos por los trastes, quedesdelos 15 años apostótodoalamusicay dejó la escuela- Formó va-rias bandas, de las cuales siempresalíapor diferencias creativas. Nin-guna relevante, pese a su talentqacaso por su afición a labebida

"Me salíade clases conmis cua-tes y me ponía abajo de un árbol.Agarábamo s wt lesrwito ( aguar-diente) con agua de horchata y ledábamos un chingo de horas a lamúsica. Yo me sentía chido, todosme esguchaban. Hastalas morrasme veían con otros ojos", mecuenta entusiasmado RaúI.

Pero l¡a adultez soryrendió a Ca-bañas cuando enun abriry cerrarde ojos ya tenÍa zz años, unaparejay tres hijos. Así que un día enterrósusueño de convertirse enestrellade rock para volverse un resignadomúsico enlos vagones del Metro yllevar algo de dinero acasa. Note-nía ni idea de que meses despuéssu talento le haría gawr concur-sos, daría algunas entrevistas amedios yestaría apunto de iniciarsu primera gira musical.

Pero lafamaimplicaun costo ypara Raúl elprecio es pagar por uncrimen que, ¿$egura, no cometió.

La tarde del r3 de abril de zorosalió de su caga y se süió al Metroa cantar. Lo hizo como acosturn-braba: por la LÍnea 3, de Univer-sidad a Indios Verdes, y hasta lamedianoche, cuando en los últi-mos vagones sólo quedaban bo-rrachos y trasnochados que des-pués de escucharlo lo invitaban atocar en fiestas de cumpleaflos oen funerales. Cuando eso sucedíaapartaba 8o pesos para paglar unpequeño cuarto en el Hotel Bal-mis, en la populosa colonia Obre-ra, y 40 parapasar lanoche con r¡a-rios tragos devodkay jugo de na-ranja. Bebía hasta embriagarse yparaba la borrachera con una du-cha caliente. Después planchabaconlas nunos suropa, afinabasuguitarra y regfesaba a los frenes.

/ / Mi papá tenia mu€hos €asetes U meb^^ dejaba pon€r úodos. Desd,e morro!|J mé eneánüó esúo del roekee

Raúl Cabañas, prisionero

34 DOMINGO 23 DE ENERI] DE 2ÑI2

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Con esa rutina en mente, enfilódesde Metro Hidalgo hacia el ho-tel, pero enuna calle oscura se topócon tres hombres con olor a sol-vente: le apuntaron con la pistola,le quitaron su guitarra, un viejo ce-lular, una chamarra, una cajetillade cigarros y 3oo pesos en mone-das, su ganancia de seis horas derocanrroleo en el subterráneo. Sinun centavo pensó en deambularhasta que abrieran el Metro; el can-sancio lo venció a las cuatro de lamañanay se acurrucó esperando aque saliera el sol.

El frío calaba y buscó un lugardonde orinar. Raul Cabañas mecuenta que encontró un parque y,aprovechando la oscuridad, se li-beró. Dice que estaba subiéndoseel cierre cuando dos hombres 1oempujaron dentro de un auto. Ensegundos ya estaba adentro deuna patrulla de policías, quienes

manejaban hacia algrin lado que éIno reconocía, mientras volteabanhacia todos lados verificando queno hubiera testigos en las calles deuna ciudad que premia a sus po-licías con bonos económicos porcada detenido. "¡Ora sí, ya chin-gaste a tu madre!", dice Cabañasque le repetían.

Llegó a wra agencia del Minis-terio Público, caminando entreempujones. Hasta el frío se le quitócuando escuchó que los policías loacusaban de haber manejado unautomóvil Shadow, robado. Cuen-ta que negó todo durante horas ypidió más pruebas: sólo recibióburlas. Sin celular no pudo llamaracasa. "Yo les decíaque no, que nome robé nada, que estaban equivo-cados. Les dije borracho sí soy,marihuano también, pero raterono] pero me ignoraron"', rememo-ra el rockero Cabañas.

66No me robé na¡la"Bomaeho si sou,marihuanoúambién, pcroratero no et

Raúl Cañabas en su defensa

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36 DOMINGO 2! ¡i: El'lEPLl :: 2rr,,ll2

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Al cabo de unas horas de resis-tencia, las burlas se convirtieronen arnenazas para su esposa y sushijos. Le dijeron de todo; que te-nÍan su dirección, que la violaríany luego matarían a sus hijos. Y conun "ya güeyes, flrmo lo que quie-ran, pero no le hagan nada a mi fa-müa", se inculpó del delito. Hastasintió que el fi:ío paró cuando ñr-mó la declaración en la oue con-firmaba lo dicho por los poücías.

Yese díaporlatarde, r4 de abrilde zo1o, en elluzgado 54 de lo Pe-nal en el Distrito Federal decidie-ron que pasarÍa sus noches en elReclusorio Oriente por robo de ve -hículo. ¿La sentencia? Cinco añosy dos meses.

Lo más irónico de la situación,asegura Cabañas, es que é1 ni siquiera sabe manejar.

se bajara de Ia cama Ie pidieran una'ETaúl Cabañas le dieron el doil-* cancíón para Ia banda. Comenzó amitoriocuatro,designadoparalos dar conciertos durante las visitasintemos de poca o mediana peli- familiares. Como si fuera un can-gfosidad. Tan pronto llegó, se pu- tante de restaurante, pasaba a lasso a lavar la ropa de sus compañe- mesas y cobraba uno, dos, tres pe-rospara tener un poco de dinero y sos por rola, mientras sus compa-poder rentar una guitarra de sólo ñeros comían con sus parientes ocuatrocuerdasque,por25pesosal sus parejas. Desde unas Meñani-día, le daba un custodio llamado tas hasta el rock ácido deRafael. Al principio, el sonido de- In-A-Gaddñ-Da-Vi.dn, que le ser-safinado que salía de ese viejo ins- vían para enviar cerca de 3oo pe-trumento lo usaba para é1, pero sos a su familia cada semana.pronto se hizo famoso entre los Coneldinero,suesposalsabellereos por su forma de tocar. Cuan- compró la gu.itarra que aún con-do lo hacÍa, hasta las grabadoras serva.Sinmarca,barata,lepusosuen el patio del reclusorio se calla- sello colocándole la estamna deban para cederle eI sonido. una modelo semidesnuda que.

No era inusual que un grupo de sostiene, se parece a su mujei. yintemos estuviera a su alrededor, como si fuera símbolo de su ma-marcándole con las manos el rit- trimonio,eljovenyelinstrumentomo a su voz raposa, o que apenas se hicieron inseparables.

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músicos ylocosParahablar con Raúl Cabañas unodebequellegarprimero alo alto dela delegación Xochimilco, en elpueblo de SanMateoXalpa, aunahora y media del corazón de la ciu-dad. Ahí está el Reclusorio Sur, unajaula en forma de peine inaugura-da en 1978 y donde se les pasa lavida a cerca de ocho mil5oo reos,a un costado está el Cevarepsi, queparece combinar a una prisión tra-dicional con un set de Los Olvida-dos, la pefcrfa de Luis Buñuel, enla que retrata una correccional deparias, pobres y enfermos.

Hay que pasar por cuatro puntosde revisión a cinco metros bajo tie-rra; caminar ponrn túnel color ver -

de pistache de diez metros de lar-go; entregar identiflcaciones a porlos menos seis ñncionarios; en-trar al patio de la cárcel; sortear areclusos con todos tipo de sÍndro-mes y delirios y buscar su dormi-torio, donde encuentro a los reosmedicados y con pocas posesio-nes. Parece un albergue viejo, don-de a la enfermedad y a la soledadse suma el presunto delito.

C ada cuarto ejemplifi ca la esqui-zofrenia. Al fondo hay un baño co-munitario que por precaución ca-rece de espejos y que, en su lugar,tiene una pintura, ya sea de pecesy algas o depinos enunpaisajene-vado... paraque elijanentre dormi-torio con vista al mar o al bosque.En el cuatro duerme Cabañas conurl gorro negro, dos camisas colorcaqui --+l uniforme de la cárcel-,un par de tenis viejos, dulces y suunido instrumento es todo lo quetiene. Es aquídonde cuentalahis-toria del último tramo de su üda,paradójicamente el más exitoso ensu faceta musical.

Durante suprimer mes adentro,el aspecto deprimente del Centrolo contagió. La población enfermade 4ot reos nadateníaque ver conel dinamismo del ReclusorioOriente, donde muchos internospasan horas ejercitándose con pe-sas. Aquí, algunos de sus compa-ñeros no hablan, otros apenas semueven y muchos están en condi-

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ciones vulnerables.

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Lo único que le devolvió unasonrisa es su viejo instrumento.De nuevo, se refugió en la ggitarray su talento salió a flote. Comosiempre, primero requinteando élsolo y después para un círculo decuriosos que termina pidiendomás y más canciones hasta que seforja como ídolo. Así fue como eltalento del reo con trastomo depersonalidad llegó a los oídos deldirector Jaime Abasolo, rur norte-ño aficionado a la música. ouienpara sacarlo de la fuerte depresión

le pidió que participara en el con-curso Toces en Libertad.

Enojado por el traslado, RaúlCabañas casi se niega a la oportu-nidad, pero la insistencia del fun-cionario terminó por doblegarlo."Es un virtuoso, un maestro de laguitarra que demuestra que en lalocura hay mucho arte. No pode-mos desperdiciar ese talento,,, di-ce Jaime Abasolo, quien de algUnatna forma se ha convertido en elpatrocinador y agente de carrera.

Después de obtener eltercer lu-

gar en aquel duelo en el que la mú-sica clásica venció al rock, Caba-ñas ha recibido ofertas para pre-sentarse en los reclusorios Norte,Oriente, Sur, la PenitenciarÍa delDistrito Federalyhastaenlacárcelfemenil de Santa Martha. Le estánconsiguiendo una guitarra eléctri-ca y un amplificador, así como lospermisos para su primera gira mu-sical interreclusorios.

Incluso, tiene lista la primeracanción de la gira que componecon música y letra de su autoría.Está dedicada a su familia y a lacárcel psiquiátrica. En un impro-visado toquÍn, que se organizalue-go de que una orquesta llega tardea la cárcel, muestra la rola a suscompañeros de celda.

" iEsto para los compas bien pin-ches locos del Cevarepsi, bola dedementes!", grita Cabañas y lescanta sobre cómo los muros nopueden atrapar los sueños y me-nos si son de locos. Empieza sólocon cinco espectadores y su facetatÍmida, pero su guitarra yvoz rom-pen con la rutina y, para cuando seconvierte en rockstar, tiene a másde 2oo reos cantando con é1. Co-mo en cada escenario, se entrega.Ríe, g¡ita, cantaatodopulmón, re-corre el escenario y deja el fi sico enel templete. Le responden con unaenloquecida ronda de aplausos ygritos de "¡Cabañas, Cabañas!".

Toca canciones de Los Doors,Led Zepellin y El T?i, que tienen elpoder de darle alegría a la depri-mente cárcel. Y cuando terminacon un requinto, como suele ha-cerlo, eleva la glritarra al aire y sequeda viendo un momento al cie-lo, donde pone sus planes. Sabeque la posibüdad de una prelibe-ración está latente, que si ya con-siguió su primera gira podría tenersuprimer disco en unos tres años.Justo alos 27, la edad enque suído-loJimmyHendin< se convirtió enuna leyenda. @

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OSCAR BALDERAS es unrepcrtero cle arrabales. Le gustan lostemas ije narcotráficq cr.in1en, vír:lenci;ry [:.l.celel, ¡xrro le áslrsf,]n lo-; i)¿y¿lo.; ybs espacios cenadcs. Es un boxearjor-frustradg qu9 esclil"re todr: lo que leparez,ca frcciOnr per.r no l0 es

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