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"" 6SS AMERICA PINTORESCA gicas y botanicas dc la comarca, cazar animates y empajarlos, dibujar y haccr visitas, aduras penas nos daba un momento dc descanso. A la salida del sol abriamos la tienda v ponfamos manos d la obra: los mozos Ignacio y Timoteo bajaban al rio provistos dc grandes calabazas cn forma de peras de veinte litros de capacidad d buscar el agua necesaria para lavarnos, o cuando no, la comprabamos d los nuichachos del pais cjue montados en un rocin la llevan casi arrastrando en unas largas cartas de bambu, colocadas a ambos costados del jumento. El ('.ilxicacion lie la cueida llamada tn'uj j espectaculo que ofrece este sistema de acarreo tan primitivo es a veces muy pintoresco, cspe- cialmente cuando los aguadores van en comitiva, pues cnt6nces mientras el uno toca la zam- porta, y el otro masca un platano, y el de mas alia se pone en pie sobre cl lomo de la bestia. no falta quien azuza a la suya haciendola trotar y excitando a las demas, de suerte, que si sc cae una se caen todas las que vienen detrds, formandose un gran monton sobre la charca producida por el agua que se escapa de los bambues, entre la confusion y el des6rden. A orillas del rio, al pie de la ciudad y d la sombra de unos ceibas gigantescos reunfasc todas las mananas un considerable numero de lavandcras presentando un golpe de vista en- tretenido y por demds pintoresco. Era aquel un lavadcro en su expresion mds primitiva. Cuando volvia d casa y mientras se disponian los embalajes, pasaba el tiempo dibujando plantas, Qperacion que excitaba en alto grado la curiosidad dc los transeuntes. Todos los vagos de la ciudad se paraban frente a la puerta, y poquito a poco fueron entrando en la

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" " 6 S S AMERICA PINTORESCA

gicas y botanicas dc la comarca, cazar animates y empajarlos, dibujar y haccr visitas, aduras

penas nos daba un momento dc descanso. A la salida del sol abriamos la tienda v ponfamos

manos d la obra: los mozos Ignacio y Timoteo bajaban al rio provistos dc grandes calabazas

cn forma de peras de veinte litros de capacidad d buscar el agua necesaria para lavarnos, o

cuando no, la comprabamos d los nuichachos del pais cjue montados en un rocin la llevan

casi arrastrando en unas largas cartas de bambu, colocadas a ambos costados del jumento. El

('.ilxicacion lie la cueida llamada tn'uj j

espectaculo que ofrece este sistema de acarreo tan primitivo es a veces muy pintoresco, cspe-

cialmente cuando los aguadores van en comitiva, pues cnt6nces mientras el uno toca la zam-

porta, y el otro masca un platano, y el de mas alia se pone en pie sobre cl lomo de la bestia.

no falta quien azuza a la suya haciendola trotar y excitando a las demas, de suerte, que si sc

cae una se caen todas las que vienen detrds, formandose un gran monton sobre la charca

producida por el agua que se escapa de los bambues, entre la confusion y el des6rden.

A orillas del rio, al pie de la ciudad y d la sombra de unos ceibas gigantescos reunfasc

todas las mananas un considerable numero de lavandcras presentando un golpe de vista en-

tretenido y por demds pintoresco. Era aquel un lavadcro en su expresion mds primitiva.

Cuando volvia d casa y mientras se disponian los embalajes, pasaba el tiempo dibujando

plantas, Qperacion que excitaba en alto grado la curiosidad dc los transeuntes. Todos los

vagos de la ciudad se paraban frente a la puerta, y poquito a poco fueron entrando en la

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casa, donde permanecian de pie dias enteros contemplando en silencio a unos s^res tan

raros como nosotros, que habiamos ido allf desde tan lejos, sin otro objeto que secar, dibu-

jar y empaquetar yerbas, insectos y guijarros de su pais. Esta curiosidad molesta alguna vez,

iba acompanada en otras ocasiones de agasajos y atenciones, no por pequenos menos con-

movedores. No habia muchacho que diera con una flor hermosa o un insccto brillante que no

lo trajera a los caballeros extranjeros: cuando no una culebra, un lagarto, d veces un p<*ijaro

matado de una pedrada disparada con la honda o bodoquera, 6 un kinkaju (Potos caudivol-

villus) cogido en el bosque d orillas del rio, mientras cstaba atracdndose de bavas de madrofio.

Las mujeres de Cartago hacen bonitos bordados multicolores en el tambor, por el estilo

Iglesia dc Ziual iCnuca)

de los que tuvimos ocasion clever en Salento. Las camisasdelas fiestas, unico ve^tido en uso,

abiertas holgadamente sobre el pecho v atadas a la cintura por medio de un sencillo cordon,

estdn adornadas con estos bordados lo propio que las imageries de los santos y los ornamen-

tos sacerdotales. Cierta manana vino a visitarme una vecina en com pa ft fa de su hija, una

linda morenita de catorce abrilcs, autora de unos dibujos muy candidos, pero que revelaban

cierto sentimiento del color. Aquella buena mujer vino d pedirme que diera algunas lecciones

de acuarela a su hija, preguntdndome con vox un tanto temblona, cuanto le llevaria por ello.

Sin duda calcularia que puesto que vivia en una tienda, debia hacerlo para vender mis gene-

ros. pues rccuerdo que a la negativa que hubede darle, se mostro muy contrariada, noapare-

ciendo la sonrisa en sus labios, sino despues que le hube regalado algunos colorines de

Europa.

A algunos kilometros de la ciudad las colinas de arena se presentan estratificadas con

regularidad en capas ligeras, y d veces toman la forma de toba bermeja y ferruginosa. En-

contrdndome un dia sobre la cima de una de csas lomas desde donde se divisa un hermoso

panorama de Cartago y sus alrededores, presencie sin querer una escena en extremo cu-

riosa. Varias veces habia oido hablar del respeto con que los buitres urubus tratan al buitre

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real (Sarcoramphus Papa). Lo que presencie es una prueba palmaria de ello. Sobre el cuer-

po de una vaca que habia muerio accidental men te se habia posado un gran enjambre de los

indicados buitres (gallinazos), los cualcs picoteaban el cadaver con fiera voracidad. De repente

se descubre un punto negro en cl zenit; una de aquellas aves lanza un grito estridente y en

el acto todas las demas levantan la cabeza para contcmplar aquel punto que va creciendo a

ojos vistas. En menos de un minuto los gallinazos, aterrados, abandonanel festin y se forman

cn semicirculo a una respetuosa distancia de los despojos, mientras el rey se arroja rdpido co-

mo una centella sobre las entraftas humeantes de la vfctima. Era de ver con qui encarniza-

miento se revolcaba en su regio festin aquella avc, cuya espalda era blanca, cl cuello encar-

nado y azules las carunculas de su collar. Media hora cstuvo sacando cl vientre de mal afto,

en prcsencia de su corte, con la particularidad de que esta no volvio a reanudar el interrum-

pido banquete, hasta que el rey hubo remontado majestuosamente el vuelo.

Habian trascurrido ya nueve dias desde nuestra llegada a Cartago: las mulas estaban re-

pucstas, 6 a lo menos en disposicion de llcgar hasta Cali, por poco que encontraramos el ca-

mino firme, por lo que cl dia 25 de marzo, d las nueve y media dc la maftana, nos despedia-

mos dc nucstros amigos los cartageneros de America, y enderezabamos nuestros pasos hacia

el Sur.

El camino de Cartago d Cali sigue por la orilla derecha del Cauca a algunos kilometros

del cauce del rio, envuclto entre las yerbas de la pradera y por tanto fucra del alcance de la

vista. Las colinas, tras de las cuales se desliza el riode laVieja, muy cercanascn un principio,

se van quedando atrds, d rnedida que el terrcno se eleva, hacia la sierra de Calarma, uno de

los contrafuertes dc la Cordillera central, cn cuyos repliegues abriga la salina de Burila (1).

En un principio el suelo arcnoso y permeable es muy firme para andar, de modo que daba

gusto ver d la caravana desfilar alcgrementc, con los arrieros que hacian chasquear el latigo,

yendode mula en mula, enderezando la carga de unas, en otras ajustando un rejo, ora cogien-

do una hoja de platano para resguardar del sol el kincajii, llamado por ellos Pedro, en me-

tnoria de cierto negro de Cartago, y prorumpiendo d la vez en cantos, votos y carcajadas, lle-

nos de ardor y de buena voluntad.

E11 Vcnta quemada, cerca de una cabafia dc bambues que domina la Ionia y junto d unaca-

naffstula (cassia) cubierta de vainas negras, algunos indfgenas fabricaban cuerda(cabuya). La

cabuya se hace con la hilaza de una furcroya (Fourcroya longccva) que abunda cn las zonas

cdlido-templadas, y d veces tambien con las fibras de las pitas de diversas especies. Macha-

cadas las hojas, separan la hilaza golpedndola sobre un peine dc hicrro clavado cn un pi£ de

palo. Lucgo las lavan, las ponen d blanquear al sereno y las atan en haces para ser torcidas.

Esta ultima operacion es la que practicaban dos hombrcs, cerca de los cuales me detuve un

rato, y en verdad que no puede darse nada mds primitivo. El primero llevaba la pita arrolla-

da d la cinturadiba hilandola a reculoncs, mientras que el segundo, despues de haccrlapasar

por la horquilla de un poste caballete, la torcia por medio de una pequefta hilera 6 raqueta, 11a-

(1) sal dc liurila, hoy cxplolada apfnas, conticuc, scRun Liborio Ctnla, novenia y dos cenlesimas dc cloruro dc sodio.

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mada al\[ garretilla, d la cual imprimia un rdpido movimiento rotatorio, que en cierto modo

rcemplazaba Ia rotacion del torno dc nuestros cordelcros. (V&ise el grabado de la pdg. 68S.)

HI camino cruzaba un paisajc algo desnudo cubicrto de raquiticos matorrales de crotones

y cesalpineas: a un lado y otro aparecian charcas llenas de pistias y pontederiaceas divcrsas,

que el Cauca sc habia dejado olvidadas, al retirarse despues de sus inundaciones dnuas. Un

ave singular, del tamafto de un ganso, que tiene cl cuello bianco y rojas las patas y cuyo

nombre de co-cli es una onomatopeya, sc paseaba con gravedad y con ademan pausado cerca

de nosotros, desenterrando con su pico ganchudo los gusanos que forman su alimento. Los

drboles presentaban un follaje muy raquitico, esperando para reverdecer la estacion de las

lluvias; no obstante, en la mayor parte de ellos campeaba una soberbia orqufdea, que yo he

tenido la dicha de ser el primero en descubrir ( i ) y que abre en la bifurcacion de las ramas

mayores sus periantos de color de rosa, bianco 6 lila, con labelo purpdreo y manchas

amarillas.

A continuacion franqueamos sin cl menor contratiempo las quebradas de Zaragoza, las

Piedras, Peladillo y Ia Mena.

Pernoctamos en Naranjo, cuyo lugar es cabeza dc un distrito que cuenta unos dos mil

habitantes. Altura dc la poblacion: novecientos sesenta y cinco metros y medio; tempera-

tura: veinticinco grados. HI terreno de las cercanias, ligeramente ondulado, estd cubierto

de praderas secas, d las cuales sedafuegode vez en cuando para renovarlas yerbas, y de bos-

quecillos muy claros y poco extensos. Las cabanas son todas dc bambu, cuya planta, muy

abundante en la vecindad del Cauca, presta incalculables scrvicios. En las praderas cortas y

en las sabanas abunda un drbol espinoso, muy particular, llamado suribio, especie de inga que

alcanza de seis a diez metros de altura y se cubre de hermosos penachos dc flores blancas y

ododferas, d las cuales suceden unas vainas redondeadas, que al secarsc sc abren dando paso

a unas semillas negras rodeadas de un arilo escarlata.

Al dia siguiente al rayar el alba estdbamos ya d caballo. La comarca, por cspacio de algu-

nas leguas, mostraba alturas de arena que en ciertos puntos tenian un centenar de metros de

elevacion, mientras que cerca de Cartago no tenian mds que de diez a veinte. Al pasoencon-

tramos las quebradas del Pedernal y de los Micos, en las cuales se ven medio enterradas ro-

cas dc asperon inyectadas de hierro, desprendidas de la Cordillera. Antes de llegar d la Vic-

toria, pueblo situado a novecientos veintiocho metros de altura, el suelo se presenta cada

vcz mds drido. En la necesidad de hacer una vigorosa caminata para recuperar el tiempo

perdido la vfspera, proscguimos la marcha, atravesando el lecho desecado de las quebradas

Honda y de las Lajas, bajo un sol de metal en fusion, abrasado el gaznate, y sin otro refres-

co que alguna que otra naranja, cogida del drbol en obsequio nuestro por algun haccndado

compasivo. •

A las tres de la tarde pasamos por Zarzal (mil veinticinco metros), cuya iglesia rodeada

de una empalizada me parecio digna de un rapido cr6quis. (Veaseel grabado de la pag. 6S9.)

(1) Mc rcficro al Cattuya chototnsii. Linden y Andrl, dcsciito en la Iluilrauon hortkola. 1873, pdg. 43.

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Hacia un calor dc treintaydos grados y la reverberacion dc la luz era muy inc6moda. Algu-

nas cabras blancas trepaban por las lomas amarillentas como las mieses maduras. El unico

rumor que turbaba el silencio de aquel t6rrido paisaje era el canto de las cigarras y el roce

de los lagartos y culebras con la hojarasca.

Despues de haber atravesado la quebrada dc las Cartas nos sorprendio la noche, precedida

de una esplendorosa puesta de sol, durante la cual los bosques que cubren las vertientes de la

Cordillera occidental desaparecieron envueltos en una neblina azulada, al par que se desta-

caban vigorosamente sobre la atm6sfera azul, enormes niasas de nubes baftadas de purpura y

oro y heridas de soslayo por los resplandores del sol que se abismaba en las ondas del mar

Pacffico, enrojeciendo con sus postreros reflejos las cumbres opuestas de la Cordillera central.

En el valle lleno de sombras por donde andabamos silenciosos, los rumores se iban ex tin-

guiendo uno tras otro con la luz del

dia. E l tapa (amino, q u e e s una es-

pecie de chotacabra, adornada de

largas plumas caudales, se posaba en

el camino, huia al aproximarnos con

vuelo rastreroe irregular para volver

a posarse y a huir obstinadamente (1).

Por fin, a las siete y media de la

tarde, despues de una marcha de diez

horas, entrabamos en casade D. Ma-

nuel Triana, cenabamos regularmente

y nos tendiamos con delicia sobre un HI lapa-camino ( Hydro?/a/is ugnt/rtlalo )

cuero de buey, que hacia las veces de

lecho, sobre el cual dormimos de un tiron toda la noche.

Las orillas del rio de la Paira aparecen sombreadas, cubiertas de Mores y frecuentadas sin

cesar por un numero inmenso de aves acudticas. Al levantarse el sol tomainos un bafto: el

agua tenia una frescura deliciosa: el dia 27 de marzo, d las siete de la maftana, marcaba el

term6metro veintitres grados, y la temperatura del agua no se diferenciaba mucho de la

del a in bien te. La gran ipomea blanca de Colombia suspendia de los drboles sus largos festo

nes, e impregnaba el aire de suaves efiuvios, y en muchas ramas se retorcian algunos tallos

carnosos de vainilla (Vainilla planifolia). Hacia el Norte el bosque presentaba una brecha

por la cual pasaba el camino, parecida a la avenida de un parque, sombreada por drboles cen-

tenarios y admirablemente iluminada por el sol naciente, y en frente se veia tendido el arco

de un puente hecho de bambues, construccion sin igual por su caracter pintoresco y seductor.

En suma, contempldbamos un paisaje de esos que quedan grabados en la mcmoria, habiendo

dejado en mi dnimo las huellas de una de las impresiones mds gratas de mi viaje.

Pero apenas hubimos abandonado el hogar de Manuel Triana reaparecio el drido paisaje

(1) Ml tapa-camino sc llama cientificamcnle Hy drop talis ttgmettfafa.

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de la vfspera, con la particularidad de presentarse aliernados los matorrales secos con las vcr-

des praderas, por las cuales cruzaba el ganado en libertad completa, notandose ya la presen-

cia de una comarca en que la industria humana comenzaba d ayudar eficazmenteal trabajode

la naturaleza. Otros cainbios se observaban ademds en la configuracion del suelo, principal-

mente en las alturas, pues las vertientes todas de la cordillera central mostraban un color mas

verde y sus bosques eran mds regulares de lo que succdc en la Cordillera occidental, cuyas

grandes cxtensiones enteramente peladas y el terreno en general crudamente colorido, impri-

mian alguna variedad d los ultimos tt-rminos del panorama.

Kacbadit ilc la iglesia dc Tulua (Cauca)

Desde que hubimos atravesado las quebradas tie Guavito y .Murillo, sc ofrecio a mis ojos

una cxtrana zona botanica, com pues ta casi enteramente tie mirtaceas. Losguayabos silvestrcs

alfombraban el suelo con sus frutas y los cugenias cubiertos dc negras bay as comestibles

atraian un inmenso nurnero de aves e insectos tie colores vivos y brillantes.

Cada arbol puede decirse que era el refugio de una colonia de avispas y abejas silvestrcs,

cuyos panales ofrecian todas las dimensioncs y formas imaginables: los habia del tamafio de

un huevo tie gallina y de un pilon de azucar: los unos eran conicos 6 cih'ndricos, los otros fusi-

formes, esfericos u ovoideos, con repliegues sobrepuestos como volantes tic un traje de baile

<> lisos como una hoja de papcl: su color variaba desde el bianco perla al pardo oscuro, y

desde el rojo al amarillo ocraceo. Para un naturalista aquello era un verdadero suplicio de

Tantalo, pues no habia mds que alargar la mano para coger panales a porfi'a; pero los insectos

estaban apcrcibidos y al menor asomo de ataque hubieran cerrado con furor contra el impru-

dente que a tal sc atreviera, pasandolo muy mal, el, los guias y las mulas, que en un abrir y

cerrar de ojos hubieran quedado acribillados de aguijonazos.

Despues de Overo se encuentra San Vicente, pueblo situado sobre una meseta, cuyo

terreno forma un ligcro dcclivc, entre el rio dc Buga la Grande y la quebrada Folleco, a mil

setenta y scis metros de altura. La poblacion, compuesta de unas dos mil almas, depende de ss

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la vil la de T u l u d ; pero se ha enriquecido y rcc lama y a su independencia municipal . E l ter-

reno dcbe su f rescura p e r m a n e n t e a un subsue lo arci l loso cubierto de c spesa capa vegeta l .

I o d a s las casas del pueb lo son d e bambu y a r g a m a s a , enlucidas intcr iormente y c o n s e r v a d a s

con esmero . C o n la arcil la s e fabr ican ladril los y te jas c u y o uso v a genera l izdndose , y g rac ias

d ello la pequena colonia presenta un aspecto r i sueno i m p r e g n a d o d e bienestar . F a l t a b a la

ig les ia y se abri6 una suscricion que produ jo en pocos d ias quince mil pesos fuertes , d e c u y a

cant idad hfzose entrega a un constructor d e T u l u d e n c a r g a d o d e l evantar el templo cuanto

antes . A l pasar nosotros por S a n V i c e n t e , es taba y a f abr icado el portico y se levantaban las

co lumnas de m a d e r a d e la nave . E l templo debia tener veint ic inco metros d e longitud

por trece y treinta cent fmetros d e anchura . L o s muros laterales, de tap ia has ta la altura d e

la techumbrc , tenian un espesor d e sesenta centfmetros y es taban a p o y a d o s cn contra-

fuertes inter iores . ( V e a s e el g r a b a d o d e la p a g . 6 9 3 . ) E l edif ic io debia ser e n t r e g a d o al culto

prox imamente . D e suerte que en pocos aiios es te pueblo no solo ha v i s to decupl icar su vc-

cindario, s ino q u e se ha cnr iquec ido rap idamente , por m e d i o del trabajo.

S e entra en la vil la de T u l u d por una ser ie d e caminos fangosos d cual mas , y s i tuados

junto al rio torrentuoso que l l e v a el mismo n o m b r e , cl cual se f r a n q u e a por un puente dc

bambu solo pract icable p a r a los peatones ; las mulas han d e v a d e a r la corriente. N o s e s a b e a

punto fijo la f e c h a de la fundacion d e T u l u d ; pero es m u y remota , pues y a d fines del s ig lo

pasado ( 1 7 9 4 ) la poblacion fud er ig ida en parroquia . S u altura sobre el mar es d e mil once

metros y su temperatura de ve int icuatro g r a d o s . J u n t o d la poblac ion el va l le sc estrecha

y la Cord i l l e ra presenta rocas e scarpadas , casi inacces ib les , entre las cuales establecieron sus

r e f u g i o s los ant iguos indios P i j aos . D e s d e allf s e d c s c o l g a b a n con f recuenc ia , con su cacique

C a l a r c a al f rente , para ir a host igar a los conquis tadores y pr ivar ies d e sentar sus reales en

la c o m a r c a , hasta q u e muerto su caudi l lo , fueron v e n c i d o s y cx te rminados sin misericordia .

L a s calles de T u l u d son rectas y las casas m u y espac iosas , estan construidas a l a e s p a n o l a ,

s iendo muchas las que tienen un balcon corrido que da al pat io interior. L a plaza publica e s

m u y vas ta , es ta a l f o m b r a d a d e y e r b a y no o f rece otro cardctcr sal iente que la iglesia d e

la M a t r i z , en c u y a f a c h a d a se o b s e r v a el esti lo bas tardeado caracter fs t ico d e las pr imeras

obras de los mis ioneros amer icanos .

Los moradores de Tulud han logrado domesticar dos especies de voldtiles indfgenas dig-

nos en mi concepto dc poblar nuestros corrales, por la finura de sus carnes. El primero 11a-

mado gitacharaca se parece al pavo, si bien su tamano es el de una gallina, y es facil cruzarlo

con el gallo andaluz: su plumaje es de un color gris verdoso, siendo mds claro el del cuello y

la cresta: ignoro su nombre cientifico. El segundo, del cual adquirf dos ejemplares machos,

es una palmfpeda del tamano dc un pato, si bien tiene el porte animadode una cercela o de

una bernacha. En Tulud le llaman igtiasa y correspondc al Chenalopex jubata de los ornitolo-

gos. Tiene la cabeza y el cuello de un color bianco irisado, la espalda y el vientre rojo

claro, la cola negra y las alas del propio color, si bien en su parte media despiden reflejos dc

un tono verde metdlico. (V&mse los grabados de la pag. 695.)

Desde Tulud a Buga las lomas aparecen cubiertas de mimosas (Acacia farneriana) lie-

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nas de perfumadas flores amarillas. Allf el calor deja sentir sus efectos torridos. De trecho en

trecho, la presencia de un corpulento ceiba de copa redondeada revela laproximidad de una

hacienda: las empalizadas no estdn hechas con bambues entrelazados sino partidos cn dos y

ligados d unos posies labrados tambien, aunque no

aplanados en forma de tablas. Por primera vez, dcs- ^

de Tocaima, vuelvo 4 encontrar setos de brome- i l

lias. El manzanillo abunda en los bosques y se ^ \

levanta rodeado de grandes compuestas arbores- J

centes. Los pastos nutren millares de cabezas de

ganado. El carnero merino de origen espaftol, de f r

grandes lanas negras, empieza d mostrarse, aun- \ \

que con su matiz nativo trocado en un tono rubio

claro. Por toda la comarca yerran cabras de pelo L a iguasa de Tulua ( Chenalofxx jubata)

bianco.

En las cercanfas de la villa, los huertos y jardines se multiplican. Por todas las cercas

asoman arboles frutales, palmeras, cocoteros y zapoteros; numerosas perchas de bambu de

extrana construccion orillan el camino y por

todos lados se ven pequeiios campos de cana

de azucar, platanos y anonas (Anona muri-

cata). Todas las casas tiencn tejado, pues

en las montaftas vecinas abunda la arcilla roja

que sirve admirablemente, no s61o para la ela-

boracion de tejas, sino tambien para fabricar ^

valle se levantan escarpaduras de rocas arend- ~

ceas de un color rojizo amarillento. El maiz, fflrjffijfe jWr^fevI* ..

que presenta allf proporciones dcsusadas, es \ " " ' '

la base de la alimentacion, pues se emplea ••'"•b^ - l . .

tiva en Buga produce espigas enormcs, com- .

pactas, de grano apretado, bianco y trasluci-

do, cubiertas de unas bractcas de un hermoso

color violeta oscuro. Esta variedad es pre. • S - ' ' - ' ' i ^ J ^ ^ ;

sa y la reputo digna de ser introducida en Guardadora dc iguasas, en Tulua

Europa. .

El camino se ensancha gradualmcnte, de suerte que al entrar en los arrabales tiene unos

treinta metros. Allf se ven mulas y jumentos transportando lefia en unos comodos bastos

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perfectamente equilibrados, cuyo uso no se ha generalizado aun entre las mulas de Colombia

destinadas al transporte de la carga ordinaria.

Entramos en la ciudad: por las callcs corren abundantes arroyos que toman sus aguas de

los canales dc riego alimentados por las corrientes vecinas, los cuales fertilizan los jardincs

y hucrtos de Buga. Dichas aguas proceden del rio dc las Piedras que desagua en cl Cauca d

cinco kilometros de la ciudad.

La fundacion de Buga data de 1570. Mandola levantar Don Alvaro de Mendoza, gober-

nador de Popayan, en sustitucion de un pueblo situado con anterioridad en el valle del Chin-

che al pie de la montafta llamada Pan de azucar, en donde se habian rctirado el capitan

Domingo Lozano y sus companeros despues dc veneer d los indios Pijaos. En un principio

la ciudad rccibio el nombre de Guadalajara, que cambitS luego por el de Nucva Galicia y

ultimamente por el de Buga que conserva to da via. En el dia la ciudad cuenta unos seis mil

seiscientos habitantes. En la plaza apreci£ su altura en mil cincuenta y dos metros y su

temperatura media en veinticuatro grados.

El aspecto monotono del valle del Cauca empezaba a fatigarme, puesto que habia ido

alii mas bien que animado del deseo de hacerme cargo de los grados de civilizacion, gene-

ralmente rudimentaria en aquella parte del pais, donde la agricultura esta aun poco menos

que circunscrita al sistema pastoril. para estudiar los productos naturales de unas regio-

nes casi del todo incxploradas. Resolvi, pues, separarme por unos dias de mis companeros

en Buga, para hacer una correria por el Ocste, hasta franquear la Cordillera occidental y

recorrer el pintoresco valle del rio Dagua, en la vertiente del Paci'fico. De esta suerte erei

poder apreciar la diferencia de aspecto que ofrecen las tres grandes cadenas de los Andes,

en la Nueva Granada. Df por consiguiente las debidas instrucciones a Fritz y a Juan, para

que con el resto del convoy siguicran el camino ordinario por Cerrito y Palmira y me

aguardaran cn Cali; y a las seis y media de la manana del dia 29 de marzo enderece mis pa-

sos hacia el Ocste, acompanado del guia Ignacio y garni el Cauca atravesando la ciudad y

recorriendo los caminos orillados de maracayes (Martinezia caryoUefolia) y limoneros llenos

de frutos, que se prolongan hasta el fondodel valle. Sobre nuestras cabezas, grandes critrinas

de cien pi6> de altura daban albergue a una verdadcra colonia de garzas familiares, cuyos

nidos se mecian al extremo de casi todas las ramas. (Vease el grabado de la pdg. 697.)

A orillas del rio encontn; vestigios de una industria poco comun alii, con la presencia de una

barca chata recien instalada y que funcionaba perfectamente. La barca era plana, bicn cons-

truida y estanca: media doce metros de longitud por tres de anchura, y pasaba por una

cuerda halada sobre la cual resbalaba una polea por la fuerza del agua, combinada con el

gobernalle, de modo que nos condujo en breves instantes d la orilla opuesta. Durante el tra-

yecto el pasero hizome saber que la barca y los cablcs habian costado novecientos pesos sen-

cillos (tres mil seiscientos francos) y que la empresa prometia ser muy fructuosa siempre que

el camino que va d Yotoco desde la orilla izquierda no se transformase en un mar infranquea-

ble por efecto de las avenidas del Cauca. Poco tardc en convencerme dc cllo, pues en el trc-

cho de algunos kil6metros tuve necesidad de ir saltando de cenagal en cenagal y atravesar

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V 1 A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 6 9 7

brazos de rio por troncos de drboles, dntes de encontrar el terreno firme y llegar a unachoza

de bambues que forma parte de un pueblecito nombrado Mediacanoa donde nos suministraron

unas gotas de anisado con que reparamos nuestras fuerzas. La altura del rio en las aguas

bajas, tomada al nivelde la barca, resulto ser de novecientos cuarenta y ocho metros en aquel

pa raj e.

Nos hallabamos ya en la orilla izquierda

del Cauca, al pie mismo dela Cordillera occi-

dental y las pefias que salian a flor de tierra

prestaban al paisaje un aspecto muydistinto

del que ofrecia la llanura arenosa de la orilla

derecha. Pobre en extremo era la vegetacion

y el linico arbusto que cubria la desnudez del

prado agostado, era una linda verbenacea de

hojas arrugadas v fiores azules, la Petraa

volubilis, llamada jazmin azul por los indi-

gents.

En Yotoco, miserable villorrio de algu-

nos centenares de habitantes, enclavado en

medio de una campina arida y d una altura

de novecientos ochenta y un metros, note la

presencia de un arbolillo cubierto de hermo-

sos ramos de ilores amarillas y bayas decolor

de marfil, que con el nombre de milluyo usan

las mujeres del pais para almidonar la ropa

blanca. El Cauca se bifurca un poco mds ar-

riba de Yotoco y las escarpadas vertientes „ . . , , , , ' 1 Posador de aves, dc bambu, cerca de Buga

de la colina, formadas de esquisto hojoso,

terminan bruscamente sobre los terrenos inundados y cubiertos de una vegetacion acud-

tica podcrosa. Allf cerca se encuentra la hacienda de Hatoviejo, cuyo mayordomo Juan

Bautista Quierdo me dio algunos informes que resumire mas tarde al echar una ojeada

de conjunto sobre la agricultura del Cauca. Hasta entonces habia ido flanqueando las coli-

nas por un terreno agostado, cuya sola vegetacion herbacea era el basflico (Ocimnm Ba-

silicum), quedando no poco sorprendido de encontrarle allf completamente naturalizado. Obli-

gado d descender de nuevo hasta el nivel del rio, pues una barrera infranqueable de esquisto

hacia torcer el sendero hasta la vaguada del valle, tuve ocasion de notar uno de los aspectos

mds sorprendentes de la naturaleza intertropical; tal era el que ofrecia un bosque de algunos

kilometros dc extension cuyo suelo estaba enteramente sumergido en aguas negruzcas y

manchadas de robin, al igual que ciertos lagos o igarapes del Brasil. No puede darse un

aspecto mas fantastico que el que producian los corpulcntos troncos de los drboles de unos

treinta metros dc altura, negros y lucientes, reflejdndose en aquel espejo al parecer de accro

in

C \ P A

.vWS

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6 g S AMERICA r i N T O R E S C A

brunido, entre la penumbra formada por cl follaje, cuya densidad era tal que no podia

romperla el sol de mediodfa.

Franquee lu<igo una serie de colinas agostadas y cubiertas de una cscudlida alfombra de gra-

mineas, malvaceas y euforbios. Los asperones mostraban al desnudo por do quiera sus tobas

parduscas. La unica distraccion que halle en medio de tanta monotonia fue la presencia de una

culebra ncgra de unos tres metros de longitud, que hizo dar a mi mula un salto atras al atra-

vesar cl camino. El rcptil desaparccio en la espesura sin darmc tiempo de alcanzarlc.

En breve rcaparecio la zona inundada, pero solo sumergida en parte, pues en los puntos

donde no lo estaba, los pdcaris huroneaban por la hojarasca en busca de los frutos de buri-

lico que son su alimento favorito. For los matorrales asomaban las frutas, rojas como cere-

zas, del ciruelo macho y las grosellas del tocotal espinoso que prestaban a la vegetacion un

tinte especial; y alii ademas tuve ocasion de contemplar por primera vez el vcrdadero Coca

(Erylhroxyltm Coca) itn estado silvestre, formando arbolillos de cinco d seis metros de altura

entremezclados con las precedentes cspecies.

Ueclinaba el sol y por entre los claros del bosque se veian blanquear dc vez en cuando

las casas del pueblecillo de Cerrito, situado en la orilla opuesta del Cauca, d unos doce

kilometros de distancia. Pasada la hacienda del Trapiche, empezo el cotidiano concierto cre-

puscular de los loros y los monos chillones; pero por fin divisamos los tejados de Yijes, pue-

blo enclavado en un estrccho valle, y al oscurccer abria la barrera del potrcro de don Ma-

nuel Jose Cobo, para quien llevaba una carta de recomendacion. Al preguntar d este honrado

agricultor por la posada del pueblo, me dijo:

— Lo que es por esta noche, no cuente V. con otra posada que mi casa.

Y uniendo los hechos a los dichos, me ayudo a descabalgar, se hizo cargo de la mula y

del criado y me prcsento a su seftora, rodcada a la sazon de ocho hijos que rcbosaban salud

por todos los poros; y en tanto que se preparaba la cena, mi noble hucsped me hablo con

cordial confianza de su persona y de sus empresas.

Despues de la cena, una verdadera cena de familia, sencilla pero suculenta, los ninos

fucron uno tras otro d arrodillarsc delante de su padre, besandole la mano y recibiendo su

bendicion, tras de lo cual nos retiramos a dcscansar.

Cuando al dia siguiente manifest^ deseos de partir, al anunciar mi proyecto de franquear

la Cordillera por encima de Vijes, el senor Cobos meneo la cabeza y me dijo:

—Crco que obraria V. mas cuerdamente yendo a pasar por Mulal6 6 por Cali. E s ver-

dad que de aquf parte una trocha que va a las Pavas y al Dagua; pero se requicrcn pies de

montanes para salirse de ella, y si no esta V. bien scguro dc su caballerfa, corregran peligro

de perdcrsc.

—tjSi estoy scguro?.... Segurfsimo. Ademas, he oido decir que cl camino dc Mulalo es

arenoso y drido, y yo no S<J por que se me figura que en el alto del Potrcrito he de encontrar

verdaderas sorpresas vegetales. Con que, tentard la aventura.

—Como V. guste. En este caso ird con V. uno de mis pastores que le servira de gufa:

crco que no estara de mas, siquiera para ayudarle a salir de las barrancas.

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V I A J E A LA AMERICA EQUINOCCIAL 7 13;

Mientras Ignacio ensillaba la mula tom6 la altura del lugar, que result^ ser de dos mil

veintiseis metros, y luego df un vistazo d los cultivos del seftor Cobos y observe con pla-

cer que no s6!o explotaba el ganado en sus praderas perfectamente dispuestas, sino tambien

un horno de cal, lo cual constituye un gran adelanto en la comarca. Por illtimo, me puse en

camino para escalar el alto del Potrerito.

En las orillas de la quebrada, con la cual corre paralelamente el sendero, crccen calian-

dras cubiertas de flecos de color de rosa, helechos y ariideas, finos bambues, grandes aralid-

ceas (Oreopanax) y una orqufdea, cuyos tallos de cuatro metros dc altura aparecen cubiertos

de flores sonrosadas que despiden un delicioso perfume (Sobralia die ho torn a). Durante la rd-

pida ascension por un sendero de cabras, no perdf Vijes de vista, con sus tres calles orienta-

das de Este d Oestc, los tej'ados de sus casas, sobre los cuales alzan sus copas los cocoteros

y su iglesia en estado de reconstruccion. E l distrito, cuya mayor parte abarcaba desde allf,

contiene una poblacion de mil doscicntos habitantes poco mds 6 m«Snos, y el pueblo esta ven-

tajosamente situado en cl punto de empalmc de los caminos de Mulal6, Cerrito y Yotoco.

Al penetrar cn cl espeso bosque que corona cl alto del Potrerito, mc convcncf de que mis

espcranzas no habian salido defraudadas. A1H existia, en efecto, una vegetacion nucva. Gran

ndmero dc epffitas cstaban pegadas d las ramas de los drboles, y una humedad penetrante en

extremo baftaba la atmosfera y desarrollaba una flora criptogama de las mds variadas. E l as-

peron y las arcillas de los fiancos de la Cordillera habian hecho plaza d unos terrenos, en los

cuales el cieno alcanzaba profundidades nada tranquilizadoras. Pero mi ficl Mansita tenia el

ptt seguro, no le faltaba valor y salia de todo d pedir dc boca. Allf descubrf la flor de una mc-

lastomdcea, llamada Amaraboyo por los indfgenas, de la cual hice un andlisis detallado. Libo-

rio Arango me habia dicho que se la encontraba cn Antioqufa.

—,-Ldstima—dccia—que hayan dado cl nombre mds feo d la flor mas bonita!

La simple nomenclatura de las riquezas vegetales acumuladas en el alto del Potrerito for-

maria un extenso catdlogo, que cn ningun caso scria propio de este lugar. Baste decir que

enriquecf mi herbario con un sin fin dc especies, pues aquella zona es, sin disputa, una de las

mds ricas que habia de encontrar durante mi viaje.

L a cuspide del paso, d la cual Ilcgu£ a la una, se halla d mil novecientos treinta metros,

y en mi concepto scria sumamente ventajoso dirigir por alii el camino de Dagua, con pre-

ferencia al que pasa por el alto de San Antonio, sobre Cali, situado como estd a una altura

mayor d simple vista.

Al salir de los bosquecillos que tan abundante cosecha me proporcionaron, el sendero, mds

practicable ya, serpentea d traves de las redondeadas faldas de las lomas cubiertas de yerba

rasa. Todo estd desicrto en lontananza, con cxcepcion dc dos puntos blancos que sc divisan

en el vallecillo del rio de San Mdrcos, indicando el emplazamiento de las haciendas de San

Jos6 y de Ocachf, d cuatro kil6metros de distancia Ia una de la otra. E l suelo estd formado

de arcillas rojas que yacen directamcnte sobre la masa de aspcron, las cuales, segun se ob-

servaen algunos dcrrumbos, presentan un espesor de cinco d ocho metros, y tienen en la parte

aha un color rojo anaranjado y por debajo un bonito color de rosa.

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"" 6SS A M E R I C A P I N T O R E S C A

Al final de la primera cuesta situada al salir de la quebrada de San Mdrcos, cncontr£ las

Pavas, que cs un lugar de formacion recicntc, con unos quinientos habitantes y situadoenun

valle fertil cubierto de pldtanos, campos de carta dulce y grupos de bambues antcriores al des-

montc. E l pueblo de las Pavas, cn el cual se esta Icvantando una iglesia, debe su prosperidad

toda a la agricultura, y no hasta ahora que se halle indicado en ningun mapa, siendo de

suponer que d los geografos colombianos les pasaria dcsapercibido este hermoso rincon dc

tierra, cuya altura es de mil cuatrocientos ochenta y dos metros.

E n toda la comarca se nota un cambio singular de clima, quenopuede atribuirsc mds que

d los desmontes asaz considerables que han debido modificar el regimen de las lluvias. E n

esta parte de la Cordillera empieza la region del Choco, «donde de los doce meses del afto

llueve trece,» segun la parad6jica, aunque caracteristica, expresion de los indigenas. Del pro-

pio modo que la sequi'a reina durante gran parte del ano en todas las lomas que acabamos de

recorrer, los bosques de aquellas cercanfas reciben persistentes y contfnuas lluvias. N o basta

acaso este ejemplo para dar una idea de los resultados que podrian alcanzarsc cn esas comar-

cas, con solo desmontar el terreno, sanearlo y fertilizarlo para establccer en <*l cultivos remu-

neratorios?

Pase la noche en la choza de un labrador del pais, llamado Juan Maria Perlaza, el cual

estuvo de acuerdo conmigo respecto al porvenir agricola del pais.

Al dia siguiente, las montaftas que hube de atravesar continuaban ofreciendo el mismo

aspecto. Las arcillas predominaban cubriendo bancos de esquisto, desde cl momento que dc-

jabamos atras y sobre nuestras cabezas los asperones altos. Dichas arcillas presentan un

matiz amarillento de ocre. Por entre el asperon serpcntean grandes vetas dc sflice bianco puro,

cn fragmentos resqueb raj ados y engastados cn sus gangas sinuosas. E n el sitio por donde

se atravicsa el rio Bitaco (altura mil ciento veintinueve metros), el camino cs vertigi-

noso y de una belleza pintoresca que siento en el alma no haber podido pintar. Soberbias

tlores blancas de la Sob ratia Candida y de la Bscobedia scabrifolia dan variedad al aspecto

uniforme de las praderas agostadas. E s a s lomas continuan sin interrupcion, sin dejar otro

claro que el espacioque media entre el a l tode Bitaco (mil sctecientos cincuenta y seis metros)

y el Dagua, cubierto de un bosque, en el cual hube de encontrar la mds hermosa de las ara-

liaceas, 6 scasc una Orcopavax dc hojas doradas, cobijando una alfombra de Car/ndovica im-

pcrialis.

Nos desayunamos con una taza de leche en la hacienda de Simarronas, y luego descen-

dimos por una cuesta montafiosa, de la cual no pueden dar idea alguna los peores caminos de

Europa. L a difcrencia de altura que media entre el alto de Bitaco y el lecho del Dagua (se-

tecientos tres metros), que bullia a nucstros pies encajonado cn una entalladura gigantesca,

asciende d mil cincuenta y tres metros, que recorri6 mi mula felizmente y sin dar un traspies.

L a verdad es que con uno solo que diera hubicra habido bastante. Juzgucn si no mis lee-

tores. E n un momento en que Ignacio iba delante, dctuveme para contemplar unos obje-

tos blancos que manchaban cl ccspcd de la quebrada situada a trescientcs metros debajo de

nucstros pies, y como se fijara en ello, m c d i j o :

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V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 0 1

— ^ N o sabe V . qu£ es eso? Pues nada: son huesos dc los pasajeros y de las caballerfas

que han rodado por csas pendientes y que los buitres y las hormigas han dejado blancos

como la nieve.

Departiendo sobre el particular, llegamos sanos y salvos al fondo del valle, al sitio donde

se vadea el rio Dagua.

I'unite de Li?» Iv.r.Tas cu cl rio Hagua

X I I I

K1 rio I>.igua. Juntas .— L a casa «lc lus duendes .—Jimene*, Naranju, I 'apogaycio y la L a g u n a . — T i a v c s i a dc la Cordil lera. E l alio

San Anionio .— Joaquina Borrcro. — I . lcgada a Cal i . — L a s ig lcs iasdc San Kranci>co, San Pedro y la Mcrccd. - L a Virgcii ,ic 1. s

Kcmcdi-.S.— Curiosidade.N de C a l i . — S u s cercanias. K>cenas, coslumbrcs y pa isa jes .—Un alambique primiiivo.- Ikccpcioncs y

en fc rmcdadcs .—La familia Ca icedo.—I 'ar l ida <!e C a l i . — L o s Srcs . J . C o id oh a y A . Valencia .—Despcdida.

E l rio Dagua es uno de los mas rapidos de Colombia, de suerte que ascendiendo su curso

a unos ciento treinta kilometros, apenas si se cuentan vcinte, desde la nueva poblacion de

Cordoba al mar, accesibles a la navegacion fluvial. D e s d e Tocota , no le jos de su or/gen, hasta

las Juntas , medi su altura absoluta en ocho puntos distintos comprendidos cn una distancia

de cincuenta kil6metros, encontrando la enorme diferencia de nivel dc doscientos noventa v

dos metros, que representa una pendiente media de veinticinco metros ochenta y cuatro cen-

ti'metros por kil6metro.

S e ex plica por tanto la zozobra que pasaban los viajcros, que hacc pocos anos todavi'a

fiaban el pellejo d unas cmbarcaciones muy endebles, pues bastaba un movimiento falso 6

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una simple inadvertencia para dar con el barco y sus tripulantes en el agua. Pero desde cl

afio 1 8 7 5 se transita por un buen camino desde Cali d C6rdoba, y el resto de la distancia

hasta el mar, se f ranquea cn sdlidas embarcaciones por la tabla del rio, y dun dntes dc poco,

segun he oido decir, una lfnea fidrrea obviara los ultimos inconvcnientes.

E n las inmediacioncs del sitio por donde se a t rav iesac l rio, se levantauna casita cubierta

de bdlago que lleva el pomposo nombre de hacienda del Dagtia. M i criado se qucdo alii a

pasar la noche, mientras yo , deseoso de ir a pernoctar d las Juntas , tom<- una calabaza de

chocolatc, piqu£ los i jarcs de la mula y continue la marcha, no sin recomcndar d Ignacio que

se cntrctuviera secando las plantas, hasta mi regreso.

Por fin rccorria un camino digno de tal nombre, desde que l legue d Colombia. D e s d e cl

primer momento se advertia que un concicnzudo estudio del perfil debia haber preccdido d

la construccion de esta vfa, segura, dc tres metros dc anchura, liana y conservada con bas-

tante esmero.

E s t e camino se prolongaba paralelamentc d la orilla izquierda del Dagua , cuyas aguas

torrcntuosas corren d una profundidad que varia entre cien y doscientos metros de la calzada.

Al pic de las vcrt iginosas vertientes de los cerros de la orilla dcrecha, las alborotadas ondas,

se estrcllan cien y mil veccs contra los cantos rodados tomando matices sin fin que varian

desde la blancura inmaculada de la espuma, d los tonos del acero bruftido y del vc rdc mar. L a

montafia deja en dcscubierto por todos lados su osamenta pizarrosa cuyas cstratificacioncs

muy inclinadas y a veces entcramente verticalcs imprimen d la region un cardcter de bcllcza

salvaje realzada con los encantos de una vcgetacion cuya lozanfa y var icdad aumentan a me-

dida que el camino se aproxima d la playa.

E n primer lugar se vc la confluencia del rio Bitaco, que despues de torccr bruscamcntc

al sur-ocste, vierte su caudal en el Dagua . A partir de alii, el lecho dc este sc angosta dc

subito cntrc dos fuertcs murallas csquistosas. Pasada la bonita quebrada de J imenez, cn-

tcramcnte tapizada de gesncridccas y helechos, sc ven grandes bloques, desprendidos dc la

montafia por su propio peso 6 por efecto dc algun terrcmoto y detenidos cn su caida, ya en

una muesca de la misma roca, ya atascados en un Iccho dc arcilla blanda. Dichos bloques

produccn el efecto de las piedras derechas que se ven en algunos sitios de la Bretana.

Antes de anochecer llegue a la aldea de las Juntas , grupo de cabafias situado en la con-

fluencia del rio Pepita con el D a g u a : la altura del pueblo es, segun mis cdlculos, de tres-

cientos metros, resultando inferior cn cchciua y ocho a la que le da Codazzi: su temperatura

es muy elevada, como que ni siquiera la cvaporacion cuotidiana de las aguas basta a refrcscar

la atmosfera cn una garganta ceiiida dc altas cumbres que no dejan pasar ni un soplo de

brisa. N o obstante cl lugar es muy sano, debido sin duda d ser ncgra la poblacion que lo ha-

bita, cuya zona natural es la t6rrida. E n t r e csa raza ncgra se reclutaban dntes los boyas, 6

sean los intr^pidos barqucros que descendian el D a g u a en frdgiles canoas haciendo cn tres

dias la travesia desde las Juntas d Buenaventura.

M e dirigi a uno de ellos l lamado Moreno, pidiendolc ccna y albergue, y sin haccrse de

rogar seg6 unas caftas dulces para mi cabalgadura e hizo preparar un groscro sancocho. Pase

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V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 13;

por la comida; pero ^y el albergue? L a familia de Moreno, compuesta de una horrible mujer

cubierta de guifiapos y algunos rapaces ociosos, bizcos y de tez negra amarillenta que daban

asco, no se mostraba al parecer muy propicia d compartir conmigo su triste chiribitil, ni tenia

y o tampoco muchas ganas de dormir con ellos, de modo que y a empezaba d preguntarme si

obraria mejor con pasar la noche al raso.

— T e n e m o s , — d i j o Moreno, — u n a casa abandonada, l lamada de los duendes... pero de

fijo no sera V. tan loco que vaya d dormir allf.

Exc i tados en esta forma mi amor propio al par que mi curiosidad, semejante proposicion

debia ser aceptada, y lo fu6 desde lu£go. R o g u £ que me acompafiara a la tienda embrujada,

que era un viejo almacen de la i p o c a en que Juntas scrv ia de centro de deposito del co-

mercio activo entre Buenaventura y Cali.

E n tan extrailo local me avine d pasar la noche tendido sobre cuatro tablas dispucstas en

un rincon. M i huesped, por supuesto, sin duda para infundirme valor me cont6 algunas con-

sejas de aparccidos que escuche encogiendo los hombros, y se march6 riendo con socarrone-

ria, y un si es no es curioso por saber en q u i estado amaneceria al dia siguiente.

Cuando me quede solo procedf a instalarme, despues de dejar la mula atada d una especie

de patio, situado detras de la segunda pieza. Encendi lu£go una bujfa, qu i t i el polvo d las

tablas que iban a scrvirme dc lecho, coloqui la silla a g u i s a de almohada y el revolver debajo,

y despues de poner en limpio las notas tomadas durante el dia, apague la luz y sin quitarme

el calzado, me acost i dejando el machete al alcance de la mano.

A despecho del cansancio que me rendia, no pude pegar los ojos, pues las fdbulas de Mo-

reno daban vueltas y mds vueltasen mi imaginacion. Por finseapoder6 de mf un suefio ligero

y al despertar, ya habia amanecido. Moreno estaba aguardando junto al portal, y se qued6

con tamafia boca abierta cuando le explique que los temidos duendes no eran ni podian ser

mds que vampiros.

Admirable en verdad es la vegetacion que crece en el bajo Dagua . E n los bosquesde las

vertientes observe por primera vez un buen numero de especies, cuya mayor parte, si bien

pertenecian d g£neros que habia encontrado en otros parajes, formaban especies enteramente

distintas ( i ) .

Despues de recorrer una parte de las cercanfas de Juntas, yaver iguado, por el testimonio

de algunos indigenas, que ni la formacion geol6gica, ni la vegetacion diferian gran cosa, desde

aquella localidad hasta las aguas mansas del Dagua, decidf tomar de nuevo el camino de

Cali. N o obstante, apunte previamente algunos datos relativos al pequeno puerto de Buena-

ventura, situado en una excelente bahfa del Pacffico, en el cual tocan una vez al mes los va-

pores de una compaftfa inglesa que hace el servicio entre el Callao y Panamd. L a poblacion

situada en yn islote al fondo de la bahfa, frente d la desembocadura del Dagua, data de una

fecha no muy lejana, pues no fue fortificada hasta el ano 1 8 2 1 , al estallar la guerra de la In-

(I) He de wBalar principalmente los siguientes: Calycophyllum, Bryonia, Filodtndron, Cos/ui, Aphelandra, Cypriptdium, Longi. folium, l'tptronia, Caina, Ctcropia, Adiantum, SciaJaalyt, Ileluonia, Sckombur&kia y algunos otros gcncros.

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? 0 4 A M E R I C A PIN TOR ESC A

dependcncia. Su excclentc puerto, declarado franco en cl arto 1S26, vi6 convcriirse gradual-

mente las pcquefias chozas que dntes tenia, en una poblacion de unos dos mil habitantes. L a

bah fa, no obstante, fu£ descubierta en los primeros tienipos de la conquista por Pascual de

Andagoya en el afto 1 539 el cual la denomintS «Bahfa de la Cruz» y <Bahfa dc San Buena-

ventura.* Este mismo personaje fue el primero que remont6 el Dagua y despues de atra-

vesar el valle del Salado llcg6 hasta Cali.

Si se acaba con la rapidez apetecida el ferro carril del Cauca, Buenaventura, con su puerto

de primer 6rden, situado d la mitad de la ruta entre Panama y Guayaquil y con una tempe-

ratura rclativamcnte modcrada (270, 5), tiene reservado un brillante porvenir comercial.

Al salir de las Juntas parte del camino un nuevo ramal que baja hasta C6rdoba y atra-

viesa el rio por medio de un excelente puente estribado en unas rocas naturales. (V"^ase el

grabado de la pdg. 701 . ) Desde allf, y tras algunas horas de galope, gane la hacienda del Da-

gua, donde llegue a medio dia: Ignacio me aguardaba scntadoal sol. Tom£ un pequerto refri-

gerio y partimos en direccion del Este.

E l unico comestible que se

encuentra en las escasas vi-

viendas junto al camino del

Dagua, es una especie de torta

tie mafz amasada con huevos,

llamada por los arrierospan dc

liono (1), golosina soberana-

mcnte insfpida y grosera.

A partir de la conlluencia

del rio Bitaco, remontando cl

Dagua, cambia la formacion

geologica del suelo. Por do

quiera aparece esquisto talco-

so mezclado con bloques de as-Fcxrn .yj I.inJtni ,

peron. Sobre las rocas se ven

grandes yacimientos dc arcilla bermeja. La vegetacion cambia tambien de un modo brusco,

lo propio que el clima, que de lluvioso sc convierte en seco. E n las vertientcs abundan los

Opuntia, los Cereus y otros cactos, asi como una variedad del Fourcroya, llamada I:ourcroya

Lindent. E n los drboles sc enrosca una magnffica bromcliacea de follaje rfgido y cncorvado

como cl zinc, mostrando unos panfculos de dos a tres metros dc altura, parecidos a grandes

girandolas.

Llegamos d los Homos, pueblo cuyo nombre le cuadra muy bien por cstar situado cn una

hondonada cuya atmosfcra es ciertamcnte abrasadora. Las montaftas van siendo cada vez mds

(1) Ilono 0 cl nombic dc un pucblccillo kiluado en cl camino dc Cali. Al indiendo pan ion muchos los que por corruption le Hainan

ton 1 it mono.

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V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 0 5

desnudas. A entrambos lados del rio, cn lontananza, sc destaca una larga serie dc cerros, en

los cuales se encuentran asperones rodados sin presentarse aun en forma dc lechos. Las lomas

de la derecha ocultan el valle del Salado, verdadero eden de los recolectores dc plantas. D c

allf proceden las bellisimas orqufdeas que adornan nuestras estufas. I.os bardalcs que rodean

las cabanas son dc Bromelia Kara!as, planta armada de terriblcs aguijones. La comarcaestd

despoblada y apenas si algunos cafe l a les y platanarcs indican acd y aculld cl esfuerzo del

trabajo humano.

Visla tic UIII <:allc dc Cal i ( ( i u c a )

Continvamos subiendo rapidamcnte. L a aldca de Papagayero (novecientos cuarcnta y cin-

co metros) cuenta unas treinta chozas y esta situada sobre una planicie rodeada dc un anfi-

tcatro de montafias, cuyas cumbres pobladas de bosque contrastan con los pastos de las cer-

canias, que deben toda su frescura a la naturaleza arcillosa del suelo. A las seis y media

llamamos d la puerta de una habitacion dc modesta apariencia, llamada la Laguna , donde

pernoc tamos.

Partimos al dia siguientc muy dc madrugada y apenas hubimos andado un kilometro, se

present6 el asperon bien marcado; no ya mezclado con cl esquisto, sino bianco 6 gris y for-

mando podcrosas capas homogeneas. Sucesivamentc encontramos la hacienda de los Plantales

(mil doscientos sesenta metros) y luego Tocata, cn donde ccsa cl cultivo del pldtano (mil

quinientos seis metros). Allf dominan las lomas y asoman los arbustos, contrastando con los

bosques espesos que coronan todas las cumbres que nos rodean.

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7 0 6 A M E R I C A P I N T O R E S C A *

Desde la hacienda de Sanchez se divisa la fuente del Dagua que nace al pi6 de un sober-

bio cerro situado d cuatro 6 cinco kil6metros de distancia, llamado faralones de Cali. E n el

punto donde lo atravesamos por s^ptima y ultima vez, la poderosa corriente, tan terrible a

quince leguas de aquel punto, es un pobre arroyo de seis metros apinas, que murmura entre

los guijarros. Despues de medirlo con exactitud, halld entre las pefias una curiosa especie de

Podostemon, planta perteneciente d una familia completamente desconocida de Linneo.

Continua la ascension, presentdndose enfrente el alto de San Antonio, por cuyo desfilade-

ro debemos franquear la Cordillera occidental para bajar de nuevo al valle del Cauca. E l ca-

mino es sumamente resbaladizo: se multiplican losdrboles y arbustos y las melastomdceas de

corolas encarnadas (Meriania) y unas hermosas acantdceas forman floridos setos.

Por fin ganamos la 'cumbre (mil novecientos setenta metros), desplegdndose de nuevo ante

nuestros ojos el pintoresco y anchuroso valle del Cauca. Cali yace recostado en el ultimo es-

calon de las colinas. E n el humedo c^sped, por entre el cual corren un sin fin de arroyuelos,

crecen orqufdeas de extraftas flores, llamadas Masdevallia, Chtmara y Nycterina, en com pa-

rt fa de evelinas de color violeta y estelios blancos.

Son las dos, y hostigado por el hambre tomo una vereda que conduce d una risuena casita

medio sepultada entre el follaje. U n a muchacha de unos diez y ocho d veinte anos sale d la

puerta y se pone d mis 6rdenes: su porte es gracioso, negra su cabellera, bianco y fino su

cutis y al entreabir sus labios para sonreirme, muestra unos dientes incomparables: aftddase d

esto que lleva un holgado vestido de percal claro y jquidn lo creyera! limpio y aseado hasta

el exceso.

— A p e e s e V. , seftor, y entre d descansar.

— M i l gracias, bella muchacha; pero es el caso que quiero llegar a Cali tempranito; lo

unico que deseo es que me proporcione V . un par de huevos y un vaso de agua.

L a encantadora j6ven entra en la casa para reaparecer en breve con una fuente llena de

nata, huevos y unos pastelillos muy sabrosos. N o pude lograr que aceptara retribucion al-

guna, por ser yo extranjero.

— Y o quiero mucho d Francia—dijo ,—por tanto cuando regrese V . d su pais, no se olvide

de Joaquina Borrero.

Las liltimas colinas que dominan Cali por el Oeste, son desnudas y peladas d causa de

los fuertes vientos que soplan sin cesar en esta parte de la Cordillera. Dichas colinas, perpen-

diculares a un eje principal, separan los valles de los rios San Antonio y Cali, de los cuales

el tiltimo recibe las aguas del primero para entregarlas al Cauca, un poco mds alld de la ciu-

dad, cuyos edificios y jardines divisaba ya, bafiados por la luz del sol.

A las cinco de la tarde, entrdbamos en la ciudad despues de diez horas de marcha. Fr i tz

y Juan, instalados c6modamente en el hotel Colombia, me estaban esperando desde la vfspera.

Cali es la Have del valle del Cauca, teniendo mds tftulos que Popayan para ser residencia

del gobierno: ya fu6 durante mucho tiempo capital de provincia. S u s relaciones con el extran-

je ro por Buenaventura, con el gobierno federal por el camino del Quindio y con el bajo Cauca

por Cartago, son de todo en todo mds fdciles que las de Popayan, ciudad enclavada en un

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circuito dc montaflas de diftcil acceso. Quizds s6Io Palmira, ciudad de diez mil almas, rcnom-

brada por la fertilidad dc su suelo, sus culiivos de tabaco y el caracter industrioso de sus ha-

bitantes, pucdc competir en influcncia con Cali.

E n los primcros tiempos de la conquista, Helalcazar, maravillado de la fertilidad exccp-

cional del valle del Cauca, rcsolvio fundar un pueblo cn el mismo emplazamicnto que hoy

ocupa Cali, de modo que el dia 25 de julio de 1536 su lugartenientc Miguel Muftoz puso la

primera piedra. L a nueva poblacion rccibio cl nombre de Santiago de Cali. E n breves afios

aumcnt6 su poblacion y se desarrollaron sus relaciones comerciales; pero habiendo trasladado

HI j'uente dc Cali (Cauca)

mds tardc Belalcazar el gobierno a Popayan, juzgando mejor su situacion y mas saludable su

clima, la ciudad de Cali empezo a degenerar, y cuantos esfuerzos se hicieron despues para

rchabilitarla resultaron esterilcs. E n sus bucnos tiempos tenia anchas calles tiradas d cordel y

orilladas de casas bastante cspaciosas, entre las cualcs debia contarse sin duda la que nos ser-

via de alojamiento. (V'case el grabado de la pag. 705.)

L a ciudad dc Cali contara cn la actualidad unos docc mil habitantes. Su altura sobre el

inaresde mil cuarenta y scis metros y sescnta centimetros, segun Boussingault, y de mil trcinta

y dos metros solamente, a tenor de las once obscrvacioncs que practique por cspacio dc ocho

dias; y su tempcratura media dc vcinticuatro grados.

Excepcion hecha de algunos antiguos conventos de frailes muy vastos, pero exentos de

estilo arquitcctonico, y de un hermoso puentc de mamposteria, de siete ojos, tendido sobre el

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Cali, los cdificios publicos se reducen d dos iglesias, dignas de alguna atcncion, hasta el punto

que no vacilo cn colocarlas entre los mejorcs ejemplares arquitectonicos de Colombia. D e las

dos, la mds interesante es la de San Francisco, anexa al antiguo convento de la <5rden, que al

igual que este fue construida en 1 7 7 3 por Fray Fernando F . Larrea, de Quito. E n cuantoal ar-

quitecto venido dc Esparta, solo se sabe que se llamaba Pablo. La base de la iglesia cs de silla-

4 =

igltsu ilc >an t'lancucu cn Call (Caucai

res y cl rcsto de mamposteria, presentando adornos que le prestan cierto aspecto drabe en extre-

mo elegante, aparte de que el tiempo ha impresoa sus muros aquel tono dorado querecuerda

nopocos monumentos del mediodfa de Espa f l a£ Italia. A l dibujo de la torre de San Francisco,

que saqu6 allf mismo, puedo aftadir sus dimensiones exactas: su altura es de veintitres metros

once centfmetros, d la cual hay que agregar la hermosa cruz de hierro forjado del rcmate que

mide cuatro metros veinticinco centfmetros. L a fachada de la torre, unida d la de la nave, tie-

ne diez y seis metros ochenta y dos centfmetros dc extension. •

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L a catedral de San Pedro se levanta en el lado Sur de una espaciosa plaza cubierta de

cesped con senderos trazados en sentido diagonal. E s un importanle monumento de agrada-

ble masa, en cuyo interior se ven algunos cuadros de buena traza. Desde los balcones de la

casa de don Belisario Caicedo examine su gallarda fachada de ordeti compuesto, el domingo

de Ramos (7 de abril de 1S76), en el momento de cantarse el attollite por las, en que una mi-

tad del cabildo, segun el ritual, permanecia encerrada en el templo, respondiendo a los ver-

sfculos cantados desde afuera por la mi tad restante. La muchedumbre provista de cirios. fa-

l\iiN.ije cn cl valle <lel Cauca

rolillos depapel y largas p a l m a s ( i ) s e agolpabapara as is t i ra la procesion. Unamusica extrafta

acompanaba el canto. L a abigarrada muchedumbre, cnvuelta en las ruanas multicolores y

prostemada en la plaza, el grotesco aparato de esta mala copia de las ceremonias europeas, y

el soberbio panorama embellecido con las galas de una hermosa manana primaveral, clesde la

llanura del Noreste cubierta de vastos palmares, hasta los picachos o faralones de Cali al

Oeste y la cima del Nevado de Huila al Sur, contribuian d hacer de aquella escena un cuadro

admirable.

La tercera iglesia de Cali se llama la Merced, y pertcnccio tambien en otros tiempos d un

convento. Debe su celebridad a la milagrosa imagen que alberga, cuya historia va unida a

una piadosa leyenda.

(1) L a s palmas cn cuc-tion proccden dc las ticrr.as frondt-s del Coats butyrafta y tienen dc dos a Ires inctros dc lonRi'.U'.l. Es'.n cs-

pccic abunda mucho cn la comarca que tc cxlicndc cniie Cali y Palmira.

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T u v e ocasion de examinar con detencion esta venerada imagen colocada cn cl crucero, al

fondo de una capilla, a la cual da ingreso un arco cintrado, tapizado dc indiana estampada.

Ocupa el centro de un enorme retablo dorado en los bordes y el resto pintado al temple, d

guisa de decoracion de teatro y con la pretension de rcpresentar el paisaje del rio Cabd, don-

de la imdgen fue cncontrada. Aunquc no cs fdcil llegar hasta el altar, y cs aun mds diffcil

tocar la santa imdgen, en talcs casos hay siempre medio dc arrcglarse con los sacristanes, y

esto fue lo que hice yo, cabtendomc la satisfaccion dc examinarla de cerca. Observe que es de

una labor muy fina y que pertenece, al pareccr, d los mejores tiempos del renacimiento espa-

ftol. Mide cerca de un metro de altura, sin contar el z6calo que forma pieza aparte. L leva la

cabeza ladeada d la izquicrda, tiene la nariz aguilcrta, la boca sonriente y cntrcabierta, y sus

ojos rasgados son suaves y expresivos. L a labor de las manos afiladas y regordetas, es per-

fecta: con cllas sostiene al Nifto Dios desnudo y dotado de delicadas formas, el cual dirigc

una sonrisa d su madre, cuyo manto tiene cogido con la mano derecha, llevando en la izquicr-

da una fruta. E l cuerpo estd csculpido en piedra silicea, dctan extraordinaria dureza. que saca

chispa lo mismo que el pcdcrnal.

Un pintor, llamado Angelino Mcdoro Romano, autor de algunos cuadros existentes en el

convento de San Francisco, cmbadurn6 este notable grupo. U n manto de seda sujeto d la

cabeza por una corona de plata y pedrerfa constituye el vestido de la Virgen; dc modo que

en la presente ocasion como en tantas otras, la costumbre que existe en la America del S u r

de embadurnar y vestir d guisa de muftecas las santas imdgencs, me priv6 del placer de exa :

minar una verdadera obra de arte, cuyos menores detalles originales hubiera aprcciado con

vcrdadero gusto.

D e todas las poblaciones del Cauca, despues de Popayan, Cali es la que cuenta con ma-

yor numero de caserones exornados con csculturas en madera labrada, en los cuales se ven

ademds muebles antiguos, que dc fijo darian dentera d mds de cuatro colcccionistas.

Las dos restantes iglcsias de Cali, de cstilo gricgo, pero sin cardcter, no mcrcccn especial

mencion. Entre las otras construccioncs dignas dc ser visitadas, preciso es consignar un anti-

guo convento que hoy sirve de colegio, y la cscuela de nifias, espaciosa y muy bien monta-

da. Entrambos establecimicntos patcntizan los laudables esfuerzos del gobicrno en pro dc la

ensefianza.

Las cercanfas de Cali convidan d dar agradables paseos.

Remontando el Cali como tambien siguiendo el camino de Vijcs, bien para estudiar la

vegetacion, bien para ir d visitar algun rancho de las alturas, pueden hacerse encantadoras

excursiones a trav£s de un paisaje bello y animado. Ora, como en A g u a Blanca, se ve una

especie de barraca india hecha dc bambu, abicrta d la intemperie y contcnicndo en una sala

unica todos los objetos ncccsarios d la vida, amontonados cn pintoresco des6rden, ora sc

prcsencia un baile improvisado por los cabrcros al s6n de la guitarrilla 6 el tiplc, y por todas

partes se observa hasta qu<$ grado recompensa el suelo el trabajo mds ligcro.

E n medio del extenso valle, ya en los claros que dejan las praderas 6 los diversos cultivos

junto a los grandes bosques de palmas rcalcs (Cocos butyrcuea) el paisaje ba joun clima cdlido,

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ofrece un aspecto tranquilo al par que grandioso. A cada instante surgen detalles d cual mas

encantadores, sobre todo para los o j o s d e un europeo poco acostumbrado d panoramas semi-

salvajes. H l t e n o s por ejemplo, d orillas de un apacible riachuelo; para franquearlo no hay

mds puente que unos postes unidos por travcsaftos en su extremidad superior y enlazado con

cafias de bambu partidas, por cuya palanca pasan las mulas, sin hundirse, milagro inexplica-

ble que se repitc sin cesar. Junto al bosque recicn descuajadose levanta una cabaf ia6 rancho,

abierto d la intemperie, cuya techumbre prolongada tiene la forma de colgadizo: la cabafia es

toda de bambu y la cubierta de hojas de palma. Junto d la cabafia, se ven unos hermosos

grupos de bactris espinosos, linica palmera de la comarca que tiene tallos multiples, y que

al parecer se han librado del desmonte s61o por una especie dc respeto instintivo hdcia las

formas bellas, pues las tales palmeras nada producen. (Vease el grabado de la pag . 709.)

A l penetrar en la choza, lo primcro que s c presenta d nuestra vista son unos niftos emba-

durnados y enteramente desnudos, ocupados en mascullar pldtanos. L a madre, en tanto,

se ocupa en hacer chicha, que no se hace con mafz como en el Peru, sino con azucar de carta

puesto a fermentar en agua, y cl padre ha salido d cazar 6 pescar, armado del arco y la bo-

doquera.

Asf en las cabaftas como al aire libre, una de las operaciones mds d ignas de ser obscrvadas

cs la destilacion del aguardiente de cana. (Vease el g rabado de la pdg. 7 1 2 . ) N a d a mds pri-

mitivo que cl alambique que usan los habitantes pobres del Cauca. S o b r e las tres piedras que

forman la tulpa, se v e una olla ordinaria, si bien por su instalacion difiere de las otras. E n

su parte ventruda, cerca del cucllo se abre un orificio que tiene un tubo de bambu cncajado,

cuyo agujero exterior cae sobre un plato de cacharreri'a. S o b r e la olla, medio llena de j u g o

de cafla fermentado y puesta a la lumbre, se coloca una m a r m i t a d e cobre llena dc agua fria

que hace las veces de condensador. E l alcohol gotea sobre cl plato y de allf pasa a un reci-

piente por otro tubo cubierto con un poco de algodon en rama para impedir que el vapor

escape. T o d o el trabajo de la mujer encargada dc la operacion consiste en mantener fria el

agua de la marmita, vacidndolay llendndola sin cesar por medio de una calabaza.

Por grande que sea la escasez de esas pobres gentes, eso no impide que ofrezcan al ex-

tranjero que pasa d visitarlas, lo poco que poseen, un cigarro, un traguito de chicha 0 aguar-

diente, naranjas 6 platanos, dc modo que no tengo recucrdo de que nunca en tales casas se

me haya negado nada de cuanto les he pedido, por cuyo motivo d la region del Cauca se le

da el nombre de «el dulce pafs del

M a s no se crea por esto que miestancia en Cali pasara completamente desprovista de in-

cidentes desagradables, pues la ficbre, que hasta ent6nces me habia respetado, empezaba d

minar mis fuerzas. Para continuar el v ia je hdcia el S u r y ganar la Ifnea ecuatorial dntes de

la mala estacion, quedabannos largas semanas, por no decir mcses, de penosas marchas, dc-

biendo empezar por la parte mds difi'cil, cual era la ascension d las e levadas mesetas de

Pasto. A l revistar las caballerfas me convenct de que de puro estropeadas estaban casi todas

fuera de servicio, con el aditamento de que me habian robado una. Vendf tres, ccdi^ndolas

por un mendrugo, y compr£ dos dc refresco. Ignacio y T imoteo se habian aprovechado de

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KaUicacion dc »gBardicotc dc carta ccica dc Cali

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mi enfermedad para engafiarme, queddndose con el dinero que recibian diariamentc para cui-

dar a las mulas. Por este motivo les pagu6 los alcances y les despedi con una buena fraterna

por toda recompensa.

Con objeto d e g a n a r tiempo hice que Juan se adelantara con el bagaje, y como Fr i tz seemr

peft6 en acompanarle, quedamos en que yo les seguiria d uno 6 dos dias de distancia, tan

luc'go como recobrara las fuerzas.

A l quedarme solo en Cali, en casa de la sefiora Caicedo, acabe de estudiar algunas plan-

tas y complete los informes que tenia sobre la comarca.

E s t a seftora se dign6 explicarme el mecanismo que rige cn el cultivo y explotacion de sus

propiedades, que se extienden desde Garrapata, cerca de Roldanillo, hasta pasado Sipi y los

rios Surama y San Agustin. E n el centro se levanta un cerro aislado, llamado el Jorra , que

pasa por ser un cono volcdnico. L a region es muy feraz, pero dedif ic i l acceso, y los naturalcs

del pafs son poco amigos del trabajo.

— L a s cercanias del rio S ip i—me dijo la s eft or a Caiccdo—encierran grandes riquezas mi-

neralogicas. E n mi juventud recuerdo habcr visto negros trayendo de parajes casi inaccesibles

pepitas de oro de algunas libras de peso. Con sus machetes las partian en lingotes que iban i

vender siempre que tenian necesidad de vestidos o de productos europeos. Tambien allf se

ha descubierto kaolin en gran cantidad; pero desgraciadamente esta sustancia presenta al-

guna mezcla de hierro que seria preciso aislar.

Hicele varias preguntas sobre el canal interoceanico, y vf que la cuestion 1c tocaba muy

de cerca, pues sus propiedades colindaban con el San Juan, de cuya union posible con el Atrato

se ha hablado mucho.

Pasados tres dias de relativo reposo en Cali, despues de la partida dc mis companeros,

recobr6 las fuerzas y desapareci6 la fiebre. Tom£, pues, un criado llamado Daniel, que me

habia sido recomendado calorosamente, y habiendose compromctido d acompaftarme hasta

Quito le proporcione caballo y equipo.

E l dia 1 1 de abril, d las once de la mafiana, salf de Cali acompaftado de los sefiores C6r-

doba y Valencia, empeftados en hacer conmigo el «paseo de la partida» durante algunos ki-

16metros, segun cordial costumbre del pais. Seguimos primero un camino llano a traves de

unos pastos; franqueamos despues la quebrada llamada Caftaveralejo, y a la sombra de un

algarrobo vaciamos la copa de despedida. Por fin, despues de estrecharnos los pulgarcs, A

la moda de Colombia, nos separamos, y<indose cada grupo por su lado, entre mil protestasde

sincera 6 inalterable amistad.

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X I V

D E C A L I A P O P A Y A N ( C A U C A )

Par'.ida para P o p a y a n . — L a h o r m i g a a r r i e r a . — E l puente dc J a m u n d i : inundaciuncs : l o s m o n o s c o l o r a d o s . — J a m u n d i : r i ftas d e gal l inazos .

—Ix>s potrcros y c l b a m b u — H a c i e n d a dc C o r i n t o : una dest i ler fa cn el C a u c a . — L o s pantanos de C a f i i t a s . — E l paso de la Ha l sa .—

L a s mujeres del C a u c a a l t o . — l t u e n o s a i r e s . — D i g r e s i o n l o p o g r a f i c a . — U n a j o r n a d a i n f a u s t a : momento crit ico en el r io O v c j a s : la casa

del pasc io d c A g a n c h e : una noche d e m i s e r i a . — E l Hat i c o , paisaje . — Piendatnd. — L a quina d c P i tayA , — L o s rios C a j i b i o y C o f r e .

— L l e g a i l a a P o p a y a n . — L a c iudad j i b i a .

E l dia I I de abril de 1876 salimos de Cali, como queda dicho, Fritz y y o hdcia el rio, 6

sea en direccion de Popayan, tanto para desechar pensamientos tristes, cuanto para ganar

tiempo, en tanto que nuestras gentes, que se nos habian adelantado con las acemilas, avanza-

ban d pequeftas jornadas.

E l camino abierto d traves de unos terrenos negruzcos, formados de espesas capas de

humus, con seriales de turba y que recuerdan los tchernozemes del S u r de la Rusia, e s a l prin-

cipio ancho y corre en h'nea recta entre dos fosos, de los cuales la tierra que se extrajo sirvio

para levantar el suelo. Pero el buen camino cesa pronto y el viajero d lo mejor se encuentra

en medio de los pastos sin mds senderos que las veredas abiertas por el capricho de las mulas.

Cerca de la hacienda de San F ernando doy con un hermoso achiote de fiores sonrosadas

(flixa orellana var. rosea), especie que habia visto ya en lbagu£, y cuya planta seria d mi ver

uno de los mejores adornos en nuestras estufas. A orillas del rio Melendez d donde llegamos

d eso de las dos de la tarde, la altura del suelo es de mil cuarenta y seis metros, y un poco mds

l£jos, en el rio de la Vega , cl term6metro marca treinta y cuatro grados . Por los matorrales aso-

ma una hermosa cucurbitdcea, cuyos frutos Uamadosen el pais ca/adazas de culebra, presentan

con su color verde jaspeado de bianco un magmfico efecto ornamental. A l ir d cogcr una mc

quedo extdtico ante un espectdculo curioso pordemds, que aunque no del todo nuevo para mi,

nunca se me habia ofrecido formando una escena tan animada. E n efecto, al pi£ de una ca-

liandra, pulula una admirable proccsion de hormigas arrieras, las cuales andan en dos filas

enarbolando cada una entre sus mandibulas un pedacito rcdondo de hoja verde cortada ad-

mirablcmcntc, de un tamafio diez 6 veinte veces mayor que su cuerpo, en direccion de las

galerias subtcrrdncas del hormiguero. N o se sabrd qu£ se hacen con ella, hasta que algun

nuevo H u b e r logre penetrar estos mistcriosos arcanos, para revelar a los sabios los ultimos

secretos de este modelo de republicas.

E l terreno un tanto alto hasta entonces, vuelve d bajar hdcia el lecho de un pequefto rio

llamado Jamundi, que acababa de desbordarse inundando la llanura. Diffcil dar con el vado;

pero observando la vegetacion, reconocf las orillas del rio por las ingas, sagitarias, ginesias,

dicfanbaquias y heliconias que crecen en ellas formando una espesura. Por otra parte el ca-

mino de la dcrecha del Cauca que viene de Zelandia atraviesa el rio Jamundi cerca del Paso

de Si fuente por un elegante puente que logramos descubrir en medio de una frondosa espe-

sura de cafias de bambu de veinte metros de altura. S u s flexibles ramajes estdn cuajados de

grandes fnonos colorados que nos contemplan familiarmcntc, a diez pasos de distancia, hacien-

do muccas y contorsiones.

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L a region de Jamundi , cuya altura de mil veinticuatro metros rcsulta inferior al nivel me-

dio del Cauca bajo aquella Iatitud, es fertil y saludable en las cumbres ; pero sumerg ib lc y

malsana en una gran extension del llano. E l distrito cuenta unos dos mil doscientos habi-

tantes diseminados en una gran drea de terreno. S e cultivan cn cl la cana d e aziicar, cl cacao

y el pldtano y son numerosos los rebaftos que v a g a n casi librcrnente por la llanura.

Nuest ra entrada en la aldea c o i n c i d e con una dc esas puestas dc sol como solo se ven

en los Andes , cuyos arrebolcs parecidos d los dcstcl los de un gran incendio se reflejaban en

cl valle y en las c o p a s d c las palmas realcs ( i ) , envo lv iendo con una especie d e polvillo de oro

las cumbres de las montanas y mostrando entre los desgarrados nubarrones la entrada de

unos antros cicI6peos de maravi l loso aspecto. Contrastando con tamafta magnif icencia, la aldea

de Jamundi se nos ofrecia poco m^nos que deshabitada. E n la plaza publica, adornada con

un corpulento ceiba, y cuyas dimensiones no ccden a la plaza dc la Concordia dc Paris, se

veian solo dos 6 tres perros pelones y unos cuantos cerdos dc color oscuro huroneando entre

las inmundicias sin preocuparse poco ni mucho de un e n j a m b r e de gal l inazos que se disputa-

ban una carrona informe. A pocos pasos un indigena dcscargaba recios machetazos sobre un

soberbio e jemplar de pa lma real, pretendiendo dcspo jar lo de todas sus ramas, pues allf domi-

na Ia preocupacion de que este drbol atrae al rayo. Me-

di una de sus hojas y tenia doce metros de longitud y

cont£ hasta cien pares de hojuelas l a t e r a l c s d c un color

oscuro por arriba y bianco por debajo.

E n Cali me recomendaron la choza de Lorenzo Ve-

ga y mientras se cocia el sancoc/io hice una vis ita d la

iglesia que estaba llena de fieles, por ser semana santa."

Hubimos de pasar la noche sobre el tradicional cuc-

ro de buey, y d las s iete de la mafiana del dia s iguiente

reanudamos la marcha hdcia el S u r . L a llanura de J a -

mundi continua ofrec iendo por a lgun t iempo la unifor-

midad de sus pastes, a l terada una que otra vez por

bosquecillos en los cualcs sobresalen las soberbias cim-

bras de la palma real. Encont ramos luego una serie de

lomas de arcilla amaril lenta 6 rojiza y d veces tambien

de color de sangre, cubiertas casi todas de un bonito arbusto de rtores blancas y b a y a s ver-

des comestibles, l lamado madrono, cuya planta pertenece al g r u p o de las melastomdceas y

constituyc la vegetacion predominante dc aquella region. E n las orillas del camino que ser-

pentea por las vert ientes de las lomas se ven potreros 6 setos cercados dc empal izadas , cuya

estructura no pudo m^nos dc llamar mi atencion, pues en v e z dc estar unidos y sujetos

conbejucos , los pilarejos y las planchas se hallan entrelazados en la forma que i n d i c a e l g r a -

En u l „ L r r . « rC8i°,,> '1C! C a U " , a ' ^ OCU,,a K r a n i , C S e X , C n s i o n C S , l c P'oducicndo un cfccto majcsluo*, « J r n. S B > - — a los c e r d o s , y s i r v * tambien p a , * fab k , r una e»|iecic de mantcca muy estimada. •

Dcta l la de una ccrcu d e bambu

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; i 6 A M E R I C A P I N T O R E S C A

J>ada de la pdgina anterior, que recomiendori los ngricultores de todos los pafses en donde es

posible y util el cult ivo del bambii ( i ) .

Al i i cerca se encuentra la hacienda del general Truji l lo, cuyo nombre corre mezclado con

los p r i n c i p a l s aeon tec imientos poHiicos ocurridos en Colombia estos ultimos aftos. E n una

explotacion vecina, propia de D . Barto lomc Fernandez , l lamada la hacienda de Corinto, vi cl

admirable espectdculo de una dcstileria en plena Cordillera. Ignoro c6mo pueden haber s ido

eonducidos hasta alii los alambiques, los hornillos, las iarras y en una palabra toda la maqui-

r - — . — : — — — - m\

Los pantanos dc Cartitas

naria necesaria para montar un establecimiento de esta clase. E l l o no obstante, el S r . Fer -

nandez me ensertd c6mo funcionaban estos aparatos que rinden diar iamente hasta quince

arrobas ( 1 8 7 k i logramos 500 g r a m o s ) de alcohol.

D e s p u e s dc franquear el rio C laro y otros arroyos, l legamos a Cartitas (mil doscientos cin-

cuenta y seis metros), y ludgo bajamos de nuevo al val le que se extendia hasta el mismo le-

cho del Cauca. A la vegetacion de gramfneas que predomina en las lomas suceden las espesas

frondas dc la llanura inundada, y durante horas enteras erramos d traves de inextricables

pantanos, cubiertos de g randes jitsicuas dc hojas de sauce, melastomos morados, cartas de

( 1 ) I 'oi c jcmplo cn el mcdiodia dc Francia , donde cl cultivo intcligcntc del bamliu es d c £xito scguro. N o hay madcra m i * l igcia .

solida y a propcmlo |>ara las construcciones. Ultimamcnte lie tcnido ocavion dc ver cn la propicdad del Sr . Maxcl d c M o n l ^ u r c (Card), i

ui i l lat del Gardon , caiia> dc bamU'i p k n l a d a s por mil larcs, dc diez a quinrc metros d c longi lud y grucsas c o m o c l brazo, que rcmur.crabaa

tauy b i tn a su intcligcntc propic la i io

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bambu, arundindceas variadas y helechos acudticos. A cada paso nos atascamos y d veces el

agua nos llega al cuello. Por ultimo div isamos una porcion de montfculos que nos ayudan d

dar con una pista para salir de aquellos malditos atolladeros.

A media ladera de una de las lomas encontramos unos pasadores de cuerda que conducen

al paso de la balsa del Cauca. L a balsa cn cuestion es una especie de barca que pone en co-

municacion ambas orillas del rio; pero cuando l legamos allf el rio la habia esirellado, por lo

Kl a l c a l d e <le Bucoosaircs

que no nos quedo otro rccurso que atravcsar lo cn canoa, dejando que las mulas lo pasaran i

nado. Mas de dos horas invertimos en ello.

Hecho el desembarque el v ia jero se sicntc trasportado a una nueva region, pues si la

orilla izquierda del Cauca es liana, la dcrccha es dspera y en vez de bosques inundados se

encuentran montfculos de arena y lomas de penascos por entre los cuales scrpentea el camino.

Las mujeres que bajan a la orilla en busca de agua , parcccn g r u p o s d c fellas del Nilo. Cubren

su cucrpo con una sava de paiio basto, llamado bayeta de Castilla, de un color azul oscuro,

llevdndola sujeta oblicuamcntc d la cintura; y en su mayor fa tienen sangre india mez-

clada con la negra, como asi lo atesi igua su prolongado torso, sus micmbros ccnccHos y la

conformacion especial dc su pecho comprimido. E n su lenguaje tlomina un acento particular,

que consiste en un ceceo infantil y en la supresion de la erre final, asi por e jemplo dicen:

— '/idro,venga fioacd, cn lugar dc: «Is idro, v e n g a por acd.» N a d a mds pintorcsco que vcrlas

bajar al Cauca con la j a r r a en la cabeza.

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"" 6SS A M E R I C A P I N T O R E S C A

L a verdadera region del Cauca alto no empieza sino despues del paso de la balsa. Des-

de allf y d partir de la altura de mil cien metros, vamos subiendo rdpidamente hdcia las cum-

bres donde las tres Cordil leras neo-granadinas se aglomeran con el monstruoso al par que

sublime des6rden propio de los volcanes del Ecuador . A lo sumo nos separan de Popayan

cien kilometros de camino, s iempre remontando el Cauca, cuyo rio circula por allf a una al-

tura dc mil setecientos metros, presentando un desnivel medio no ya de veintitres centf-

metros por kil6mctro como de Cali d Cartago , sino de seis metros y medio. E l valle se

angosta bruscamente entre una doble fila de alturas de arcilla roja mezclada con cantos roda-

dos, de suerte que el Cauca bulle comprimido en sus sinuosas orillas, hasta encontrar la

llanura d los tres grados de latitud norte, donde se ensancha para correr rnajestuoso y tran-

quilo hasta el salto de J u a n Garc ia en el E s t a d o de Ant ioqufa .

A poca distancia se levanta la villa de Caloto, en una region cajiente cuya temperatura

media anual es de 2 3 ' correspondiente a su altura de mil diez metros. Caloto, al igual que

Quilichao, fu£ fundado por Bela lcazar en el ano 1 5 4 3 . E s t a poblacion en su primera epoca

hubo de sufrir las incursiones sangrientas de los indios Pi jaos . L a leyenda se ha apoderado

de a lguno de estos hechos.

L legamos de noche a Buenosaires . N o s instalamos convenientemente, no sin tropezar con

dificultades que hubo de allanar el alcalde dc la aldea ( v e a s e el g rabado de la pag. 7 1 7 ) , y

despues de una cena compuesta de platanos y huevos remojados con una copita de chicha,

nos tendemos sobre cl duro suelo y roncamos de lo Undo. A las nueve de la maftana del dia

siguiente, despues de tomar la altura del pueblo que result6 ser dc mil doscientos setcnta me-

tros, enteramente igual d la que public^ Codazzi, rcanudamos la marcha d traves de las lomas,

dejando d la derecha el Cauca encajonado entre sus c lcvadas mdrgenes. E l camino era cada

vez mds dspcro, pues cl terreno quebrado presentaba unasuccs ion de colinas cerradas hdcia el

E s t e por algunas cumbres, sobre las cuales sc destacaba el picacho de la T e t a , cuyo nombre

debe a la forma especial de la roca que forma su ctispide. Insiguicndo mi costumbre, que

esta vez por poco me cucsta cara, tome la delantera d Danie l sin mds objeto que herborizar

un rato.

Y no se extrane ahora que vuelva s iempre al mismo tema, pues el eterno problema dc todo

viaje por la Cordil lera consiste precisamente en avanzar. E s t e problema se resuclvc; pero re-

nace sin cesar como un fenix fatfdico. D e esas admirablcs rcgiones en donde la naturaleza

ha agotado todas sus complacencias, solo el hombre parece destinado a ser excluido. T o d o

conspira d alejarle de allf, como si quisiera impedfrselc que pueda penetrar los misterios de

una herinosura y riqueza sin igual. L o s val les mds fertiles estdn cerrados entre los A n d e s ; sus

vericuetos son impracticables, innavegables sus rios y sumergibles sus playas. Ademds, no

parece sino que los hombres de la conquista se pusieran de acuerdo con las razas aut6cto-

nas para trazar los caminos por los parajes mds diffciles y mds propensos d deteriorarse con

el transito. Seria , en verdad, cur iosauna monograf fa completade los caminos de la Cordil lera

de los A n d e s ; y s£pase ahora que si insisto tanto en esta parte dolorosa del viaje, es porque

de ella depende principalmente el porvenir de Colombia.

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V I A J E A LA A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 13;

Ora hay que atravesar esoesas malezas que azotan el rostro del pasajero durante jornadas

enteras, como sucede en el camino del Quindio, entre el rio Moral y cl S a n Juan, y si la llu-

via ha doblegado las ramas, hay que resignarse ;1 salir calado hasta los huesos.

Ora hay que andar por unos malditos caminos, cuyos ribazos, de un metro de altura, pcr-

miten apdnas el paso de las mulas, de suerte que las piernas rozan en ellos, y se despellejan

si no se ha tornado la precaucion dc protcgcrlas con unas botas bien fuertes. Para mayor de-

licia, los estribos y las espuelas se enganchan a cada paso, dando tortura d las rodillas.

Mas 16jos se encuentran las llamadas angosturas o scan canales en declive abiertos en la

arena 6 en la arcilla y de fondo tan estrccho que no pudiendo sentar las mulas mds que un

solo casco cn el surco, se ven obligadas d cruzar las piernas para andar, con cl aditamento de

rozar de continuo en las margenes y de caerse por poco que pongan el pid en el empinado

talud. Esas angosturas se encuentran a cada paso, y al cruzarsc dos viajeros, no hay mas

remcdio que tumbar una mula para que la otra pase por encima.

A veces, y esto he tenido ocasion de vcrlo en Guavita y A g u a s Blancas, la cabalgadura

sube una empinada rampa scmbrada de cantos rodados parccidos d balas dc canon, que ceden

d sus pasos, y si tan voluminosas son las piedras hade saltar deroca en roca, con grave riesgo

de dar un resbalon y arrojar al ji'nete por las orcjas.

E n los caminos cn que predominan los esquistos, dc los cuales ofrece el rio Dagua un

ejemplo pintoresco, las rocas suelcn desprenderse en grandes masas 6 tablas formando al caer

formidables avalanchas dc piedras y tierras. A esos desprendimientos se les llama derrumbos,

y no solo ponen en peligro la vida de los viajeros, sino que obstruyen los caminos. A veces

se desploma una montafta entera y entonces hay que buscar entre los escombros un camino

que la vfspera no existia, y que tal vez desaparecera al dia siguiente.

Al recorrer los senderos trazados cn los llancos cespedosos dc algunas pendicntcs muy rd-

pidas, tal como sucede en las abruptas lomas que descienden del rio Bitaco al Dagua, se ven

con harta frccuencia en el valle situado d algunos ccntenares de metros de profundidad, las

osamentas de viajeros y mulas, que un paso dado cn falso hizo rodar hasta el fondo del pre-

cipicio.

Los barros, barrizales y pantanos, segun la nomenclatura usada en el pafs, prcsentan una

gran variedad de formas, que engafian por su aspecto al hombre mds avisado.

—A los barrizales por la milad\—dice un aforismo granadino; pero en ciertas ocasio-

nes uno no sabe por donde dccidirsc, pues la lluvia borra y confundc, nos61o las diversas sen-

das trazadas por las mulas, sino tambien la pista de los arrieros dc la vfspera.

Las caidas son pcligrosas cuando hay barro en las bajadas, pues si las cabalgaduras llegan

d caerse de cabeza, el j inete estd perdido; y cuando no, se fracturan los remos, 6 al forcejear,

rompen los rejos y hacen afticos la carga. Respecto d la carga, hasta en los caminos ordina-

rios es preciso estarla componiendo de continuo.

Peores son todavfa las tierras negras de Pasca d Fusagasugd, pues el camino presenta un

perfil transversal muy inclinado, siendo poco menos que imposible evitar los resbalones dc las

mulas, de modo que cl j inete suclc caerse con una pierna cogida debajo de ellas.

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720 A M P.RICA P I N T O R E S C A

Y <que d i remos de los camitios almohadillados 6 camellones, l l amados asf por asemejarse

a una ser ie de a lmohadas separadas entre s( por pro fundos surcos, 6 d una suces ion dc lo-

mos d c camellos d e dos j o r o b a s ?

l l e r n o s hablado ya distintas veces d c la forma cn que se practica el paso de los rios, por

lo que rcmito al lector d las descr ipciones cons ignadas en el presente relato.

L o s puentes consisten comunmente cn dos v i g a s con un lecho de f a g i n a s a t r a v e s a d a s y

cubicrtas de tierra, y como esta se cuela por los intersticios de las ramas , que por adi tamen-

to se v a n pudriendo, de ahf una ser ie de agu je ros en e x t r e m o pel igrosos .

Por las sabanas 6 inmensas l lanuras cubiertas de altas g ramineas , es menes te r buscar el

camino d t r a v i s de un d c d a l o dc sendas trazadas por el g a n a d o bravio , por los j a g u a r e s , los

boas y los indios. A no ser por la brujula, mds de un v ia jero hal lar ia la muerte en aquel las

inmensidades .

Podr ia c i tar aun los caminos dc palos d i spuestos con troncos de drboles, por el e s t i lode l que

se encuentra en el alto de S a n F r a n c i s c o ; los g randes cenaga les producidos por las inundacio-

nes ; los obstaculos formados por los drboles q u e al caer se a t rav iesan en los s e n d e r o s ; l o s gla-

ciares de los nevados, en los cuales pcrecen sepultadas las c a r a v a n a s ; l a t raves ia dc los l agos y

bosques sumerg idos , a la buena de D i o s ; la navegac ion en al madia 6 en canoa ; l o s v i e n t o s d c

las alturas capaces de desarzonar d un j i n e t e ; y e s o dun sin mcncionar las t r o c h a s q u e a veces

los g u f a s ban de abr i r a machetazos, l lenas dc di f icultades y pel igros . Presc indo d e hablar de

todo esto, pues s61o su nomenclatura ocupar ia la rgo espacio.

A h o r a bien, c*qui£n diria q u e los E s t a d o s tienen la inaudita pretension de cstablecer pea-

j e s en tan infernales ver icuetos y que se votan fondos y se dcst inan cant idadcs para su con-

s e r v a t i o n ? C u a n d o dcntro de un siglo la vasta inmigracion europea h a y a logrado t rans formar

esas soledades , todo el mundo se prcguntard c6mo han podido transcurr ir s ig los cnteros sin

que sus habitantes comprendicran la imperiosa neces idad dc sacri f icarlo todo al e m p c f t o d e

dotar al pafs de buenas v ia s d e comunicacion, ya q u e el las son l a f u e n t e pr imera del b ienestar

y de la r iqueza d e un pueblo. E n t 6 n c c s s e r a n le idas con a s o m b r o las pag inas cn que el v ia je-

ro d e hoy ref icre con fidelidad sus cuitas y miserias.

E l relato de una de esas j o r n a d a s miserabies , que el poeta lat ino hubiera m a r c a d o de fi jo

con una p iedra negra , lo encuentro c o n s i g n a d o en mi cartera de v i a j e con fecha 1 3 d e abril

de 1876 , y v o y d trascribir lo l i tera lmente :

<<13 abril de 1 8 7 6 . J u e v e s S a n t o . — Buenosa i rcs ( C a u c a ) . — A las se is d e la mafia-

na. — T e r m o m e t r o : -f 190. — L l u e v e . — B a r 6 m e t r o 0 m , 6 6 o , 5 . — A l t u r a calculada : 1 , 2 7 0

metros.

» Part ida d las nueve, solo. Danie l v e n d r a d reunirse c o n m i g o con el b a g a j e . E l sendcro

s igue por unas lomas cubiertas de c i s p e d , entre el cual aparecen los madrofios, y una apoci-

nea de g r u e s a s frutas ova ladas , o b l o n g a s y rugosas , l l amada cn el pais*://0r//0/probablementc

es un Echites. A la izquierda la c u m b r e de la T e l a domina la Cordi l le ra central , y las monta-

ftas aun'feras d e Coloto y Qui l ichao alzan sus cabezas cubiertas d e g r a m a s y sus contrafuer-

tcs pelados .

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V I A J E A LA A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 13;

» A una hora dc camino, la mula tropicza y cae sobre unos cantos rodados, al bordc de un

precipicio. El menor movimicnto en falso puedc pcrdcrme. S e me queda cl pie derecho en el

estribo y no pucdo sacarlo. Con una mano comprimo la cabcza dc la pobre Mansita y inc sir-

vo de la otra para cortar suavemente con un puiial la cincha y todas las ataduras de cuero.

Luego hago chasquear la lcngua y la Mansita se levanta y yo tras clla. N o hay que lamentar

mds que algunas contusiones leves. Despues de cnsillarla dc nuevo, rcanudo la marcha, tan-

teando el camino con la mayor caulela.

» Un poco antes del medio dia llego a una

Canada profunda y angosta, por cl fondo de

la cual corrc rumoroso el rio Ove ja , pode-

roso tributario del Cauca. E l descenso, con

ofrecer peligro, sc rcaliza sin contratieinpo,

por entre cantos rodados y arcillas espesas

muy resbaladizas. A la una y media gano la

orilla, cuya altura es dc mil ciento noventa y

un mctros(term. + 2 9 ° , 2 ; — b a r . 0»,667). L a

corriente va creciendo a ojos vistas. A la

sombra dc unos grandes bambues espino-

sos y con los pics hundidos cn cl cicno pro-

fundo y viscoso, aguardo a Daniel que ha de

llegar con cl bagaje. Yerdaderas nubes dc

mosquitos y zancudos me devoran.

> A las dos aparece Daniel, cl cual one

sus voces a las mias llamando al pasero. Trans-

cur re una hora y no aparecc. N o obstante nos

consta que debe hallarsc al otro lado del

rio, que tendra cn aquel silio unos ochcnta

metros de ancho. Empieza a llovcr y 110 he

comidocn todo el dia mds que dos bolas de chocolate: el tiempo pasa : son las cuatro y media

y la noche se aproxima. Remontar la orilla a trav<*s de las arcillas empapadas seria una

locura: ademas, notamos con sorpresa que la corricntc ha crccido cn mdnos dc tres horas.

» P o r fin, tomo la resolucion dc ir por la canoa a nado. Un cable dc crin, sujeto d un ar-

bol en la orilla opucsta, sc halla atado a un posteen la nuestra. L o desato, le ail ado la jaquima

de mi mula y despues de desnudarme rcmonto un tanto la orilla, a fin dc tener mas cuerda y

librarmc de verme arrastrado por la corricntc, que a unos cien metros de allf choca contra

las penas formando un cspantoso raudal. Con la cuerda entre los dientes, me arrojo al agua

y empiezo a nadar; pero jay! que no he contado con la fucrza desigual dc la ccrriente, tan

debil cabe a las orillas como impetuosa en cl centro del rio, y en un instante la cuerda des-

cribe una gran curva, y yo me sicnto arrastrado. jMaldicion! L a cuerda se me cnrosca por cl

cuello y me ahoga. M e zambullo, logro desprenderme de ella y la abandono; pero la c o r n e a * ->

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te s iguc arrastrandomc, y c s t o y perdido sin remedio si no alcanzo la orilla dntes de la catara-

ta. L o cons igo al fin, tras los mds desespcrados es fuerzos y D i o s mediante, cn los momentos

en que Danie l lanzaba d c s g a r r a d o r c s gr i tos .

» E n t o n c e s 6 y e n s c nuestras voces en el ccrro vcc ino y d el las contcstan unos arrieros, lo-

g rando l lamar la atencion del pascro, cl cual a p a r e c e por fin y desata lentamcnte la canoa con

imperturbable s a n g r e fria. M e a r m o de paciencia y s c ver i f ica el paso sin novedad.

» E s y a de noche. E l pasero se queda con los arr ieros, y dun nos rcsta mds de un ki l6mc-

tro d e marcha a t raves de la s e l v a y por entre las p iedras dc una e s c a r p a d a cuesta , para l legar

d la cabaf ia de A g a n c h e , donde sin duda podremos p a s a r la noche. M c coloco d la cabeza del

convoy y despues de de jar suelta la br ida sobre el cuello dc la inula, me abandono una vcz

mas d sus scguros instintos. Danie l s igue detras, a pic y ar reando d su rocin. P e r o deb ia cstar

cscrito que las c o n g o j a s de ese dia no tuvicran t£rmino, pues cl cabal le jo se cac panza arriba

y perneando, cog ido c o m o una cuf ia entre dos rocas. Prec i so c s a y u d a r d levantarle , cortar los

rejos y d e j a r l c c s c a p a r por las espesuras , abandonar el b a g a j e , las colecciones y todo, para v o l v e r

a tomar la cuesta, molidos dc fat iga . P o r ultimo, d eso dc las ocho de la noche, se det iene la mula

ante una empal izada y unos ladr idos furiosos sa ludan nuestra l l egada d la choza de A g a n c h e .

» — N o hay p o s a d a , — e x c l a m a una mujer, a somandose d la puerta.

» E n efecto, la choza esta atestada. Otros v ia je ros , aun mds d ignos de last ima que nos-

otros, empapados , tcmblorosos d c calentura. y de el los uno mor ibundo, yaccn envuel tos cn

sus mantas en todos los r incones, en los bancos , etc., etc. A d e m d s , no h a y nada que co-

mer, y hemos dc acostarnos sin cenar, despues de trece horas d e marcha, transidos de desfa-

llecimicnto. P o r fortuna huroncando por los r inconcs damos con una botella de aguardiente

de carta, de c u y o licor cspir i tuoso nos haccmos unas fr icciones en la cabeza y cn los pics y

nos bebemos a d e m a s a lgunos sorbos dntes de e n v o l v c r n o s cn los cobcrtorcs y tendernos

sobre la mesa, venciendo, con un suerto reparador, tantos y tales sufr imientos .»

T a l es en su f o r m a rdpida el resumen dc una d c esas jo rnadas , no s iendo raro que se re-

produzcan con frecuencia en toda peregr inacion por las regiones dc los A n d e s .

A l salir el sol es taba ya de pie y no hay que decir si me encontraba magul lado.

A las s iete fuimos cn busca dc las mulas y no estaban. L a manga qued6 abierta y se ha-

bian escapado. D i o s sabe cudndo v o l v c r f a m o s d verlas . Sa l ieron a pcrseguir las y no puciimos

part i r hasta las nueve y media, reconfortados con un sancocho, y a que no sabroso, abun-

dante.

j A d i o s para s iempre, A g a n c h e : no puedes figurarte con qu6 a l c g r f a sacudo, no el polvo,

s ino el barro, de mis sandal ias sobre tus habitantes g roseros , obtusos c inhospitalarios!

L l e n o s de alegria , cual si nos hubieramos l ibrado d c una horrible pcsadil la, subimos las

var iadas pendientes de los contrafuertes dc la Cordi l lera que dcscienden al Cauca . E n S a n t a

M a r t a (mil setecientos treinta metros) empieza la region d c las brumas , prcsentando el cardc-

ter dc la tierra templada-fr ia , y este cardctcr sc acentua aun mas en el A l m o r z a d c r o (mil no-

vec ientos metros) con las befar ias , las masdeva l ias y las plcurotal ias que allf crecen en abun-

dancia.

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V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C T I A L 7 2 3

E n la aldca del Hatico, situada d mil novecientos veintiocho metros, sc ve un grupo dc

casitas cuyos techos aparecen adornados de un modo especial, que ni habia visto ni he vuelto

d ver en otra parte alguna. Estdn formados como los demas con paja de las lomas; pero en su

arista tienen unos cojines trasversales con una ser ie de cruces de madera que ofrecen un as-

pecto original. E l terreno de I lat ico es arenoso, la aldea bien venti lada y sus casitas son muy

aseadas. E n las cercanfas vuc lvo a encontrar la gran aralidcea, que habia visto y a en el alto

del Potrerito, magnif ico Dendropanax, cuya introduccion seria de desear , sobre todo, en los

A l d c a del I l a l i co

jardines de la costa del Mediterrdneo. E l camino sube, baja y serpentea entre unas alturas de

mil novecientos metros y unos valles de mil quinientos a mil seiscientos, en un terreno gene-

ralmente fertil. Allf sc dan las naranjas mds hermosas y ricas que he tenido ocasion de comer

en la Amer ica del Sur . E n los jardines de las cabanas mas pobres se ven florcs cult ivadas

que revel an un v a g o instinto de la ornainentacion. L o s setos genera lmente estan formados

con cicrto arbusto que se parcce mucho al manzanillo. T a l cs cl Euphorbia colinifolia de

Kunth, cuya variedad colorada encontre en el Cauca, cerca del rio de la Paila. L a vegetacion

de los barrancos es si cabe mas bella. U n a cinconacea de grandes hojas doradas por debajo,

diversos mclastomos de f iores sonrosadas y otras especies parccidas, como las sinforinas, las

befarias, las onefdias y otras orquideas, amen dc papcronias y numerosos helechos, matizan

los linderos de los bosques con sus formas y colores d cual mas encantador; desuer te que aquel

camino parece la aven ida de un ameno jardin saludablc y arenoso, en el cual, gracias d su

terreno permeable, apdnas las l luvias dejan huclla.

L a comarca esta muy bien cultivada. L a s fourcroyas crcccn allf admirablemente, produ-

ciendo una pita, de una longitud poco comun, que s irve y se emplea con ex i to para la fabri-

cacion de cordcl. A l g u n a s de las que cncuentro al paso estdn floridas y tienen tallos hasta dc

ocho metros de altura. E n las vertientes, cuyas rocas han quedado en descubierto por los

desprendimientos, se v e el asperon en diversas formas , preponderando el ferruginoso, d

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7 2 4 A M E R I C A P I N T O R E S C A

guisa de balas dc canon de supcrficie rugosa y exfol iada. S o n muchos los minerales que le

acompaftan, tin^ndolo dc var iados colorcs, entre los cuales predomina el matiz negruzco.

E s o s bloques, cuyo tamafio varia desde cl del pufio al de una casa, prcscntan los dngulos

desgastados por efecto de la accion eros iva , que es ademas la que ha sembrado cl terreno de

particulas plateadas, procedentes del desgaste de aquellos.

E s t e agradab le sendero forma por espacio dc a lgunos ki lometros un piano inclinado ap6-

nas, que conduce hasta lo alto de la cuesta que desciende hasta el rio dc Piendam6, donde

llego, solo, d las cinco de la tarde, cn medio de un fucrtc aguacero .

E l alto de P iendamo se c l e v a mil novecicntos cincucnta y cuatro metros sobre el nivel del

mar, y el rio del misrno nombre corre por cl val le d cien metros de profundidad.

I . lcgada a Popayan

Pres icntese la proximidad de un centro de poblacion importante. E l espfritu industrioso

de los habitantes de Popayan ha trascendido hasta a la viabil idad de la comarca, desde los $

tiempos de la ocupacion espaftola.

A t r a v i e s a el rio P iendam6 un puente s61ido y bien construido. D e s d e la opuesta vertiente

hasta cl rio Caj ibio (mil setecientos ochenta y nueve metros) no median mds que un par de

kilometros, y el Co f re (a igual altura) corre por alU cerca. E s o s cstrechos valles estan scpa-

rados entre si por abruptas vertientes cubicrtas de una vcgetacion muy espesa, entre la cual

crece la famosa quinina de P i tayo ( i ) . Antes de dcscmbocar en el Cauca, el rio Co f re unido

al Mi rail ores y algunos otros alluentes, recibc cl nombre de Palace.

Consecuentcs con su sistcma de seguir en la traza de sus caminos la Hnea recta como la

mas corta entre dos puntos, los conquistadores espaftoles franquearon cl ultimo alto que

( i ) P i t a y 6 , d sea e! punto d o n d e sc recoge la prcciosa c o i t e z a , es una aldea situada a veinticinco k i lometros dc a l i i , & vista dc p i j a -

ro, entre S i l v i a y J a m b a l o , sobre una d c las est i ibacioncs mds qucbradas de la vertiente Oes le dc la Cordi l lera c e n l i a l , en una pintorcsca

o n i a r c a poblada dc bosques.

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V I A J E A L A A M £ R I C A E Q U I N O C C I A L 7 2 $

separa cl rio Palacd del valle de Popayan por medio dc una via empinada c intransitable,

sobre todo para la carga pesada. Absurdo es el trazado, si bien el viajero consigue con

ello tcner a la vista un admirable panorama. Parese un momento antes dc cmprender el ulti-

mo descenso, vuelva sus miradas al S u r y a b a r c a r A un csplendido golpe de vista. E n v u e l t o e n

un anfiteatro dc altas montanas, cuyos picachos se pierden entre las nubes, se despliega un de-

licioso mar de verdura dc color dc esmcralda formado por pomposas praderas, salpicado dc

bosqucs de un color mAs acentuado y esmaltado dc un sin fin de puntos blancos que son otras

tantas casas 6 iglesias. A l pic el rio Cauca, rcducido a las dimensiones de un arroyo y pareci-

d o d unacintade plata, se desprende de las vert ientesde Puracc y v a a confundir sus aguas con

C'.isas a la cniiada dc Popayan

las del rio del Molino hacia el Oeste, antes d c i r a cncajonarse cerca de Juluinito, entre asperos

ribazos. Y en cl fondo del cuadro, entre los sauces (Salix //umboldti) que hacen alii las veces

dc nuestros alamos dc Italia, sc trasparentan los edificios de Popayan, capital del Es tado del

Cauca, llamada la «ciudad sabia.» L a imprcsion que alii se experimenta es tan encantadora

como duradera. Aquello es un oasis junto a un desierto; la Canaan dc los A n d e s ; algo, como

la tierra bendecida entrcvista por la Mignon de Goethe, donde uno quisiera vivir, amar y

morir. (V'ease el grabado de la pag. 72.].)

A l descender la empinada cuesta sombreada por hermosos arbolillos, en los cuales sus-

penden sus guirnaldas bcllas orqui'deas, fuxias, lamuruxias y salvias cntremezcladas con los

tubos sonrosados y verdes de una preciosa gcsncriacea ( 1) , sc acentua mas y mas el caracter

risueno de la vegetacion, hasta la misma ciudad. l'*ranquease el Cauca por medio de un her-

moso puente forinatlo por un arco rebajado de veinte metros de luz y otros tres dispuestos

para ganar el desnivel del terreno. Por la orilla izquierda el puente esta a nivel ; pero por la

derecha forma una rampa suave, rematada con un portico de cardctcr arquitcctonico.

(!) Es la Siiadocalyx digitalijlora ile l.in.lcn y Ar. i l i t .

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"" 6SS A M E R I C A P I N T O R E S C A

A partir del puente s c abre una roza rectilinea de cinco kilometros de longitud que con-

duce a la ciudad, formando una via anchurosa, empedrada con gui jarros y orillada de fosos.

D o s paseos naturales, unicos cn el mundo por su hermosura, orlan esta avenida verdadera-

mente r£gia : estan hcchos con variados arbustos que crcccn libremente, sin que nunca hayan

sido dcsmochados por las tijeras de podar de ningun zafio jardinero. E n t r e otros descuellan dos

vegetales por todo extrcmo admirables: el primcro, dotado dc un follaje parccido al del drbol

de cauchuc, es un euforbio arborco; el otro cs la planta predilecta de los popayaneros, la flor

de mayo. I maginese un hermoso arbusto, dc ramas enhiestas y lisas adornadas con hojas de

color verde oscuro, ovales y puntiagudas, relucicntes y dotadas de tres nervaduras longitu-

dinales, y col6quese sobre ese fondo unas grandes flores solitarias, en forma de cstrellas, an-

chas como la palma de la mano y pintadas de un hermoso color rojo magenta , con cinco

gruesas manchas blancas en cl centro. y s c tendra la flor de mayo, admiracion y dcleite dc los

viajeros que recorren la comarca, y designada por los botdnicos con el nombre de Meriania

ma/a/is, dc la familia de las melastomdceas.

Rodeados dc un cuadro d cada paso mds scductor, que de vez en cuando se entreabria,

dejando vislumbrar ora un ver jc l de naranjos, chirimoyas y avocateros , ora una ainena pra-

dera poblada de reses hundidas en la yerba hasta la barr iga ; aquf la pequefta iglesia dc Belen

construida sobre una loma, alld los gigantescos dentellones de la Cordillera, rebosando por

doquier la vida y la riqueza, y con una temperatura dc veinticuatro grados centfgrados, Uega-

mos d Popayan el dia de Sdbado Santo ( 1 5 abril de 1876) , con el cuerpo y el dnimo bien dis-

puestos para examinar y observar atentamente el cumulo de maravi l las scmbradas por do-

quiera, a nuestro paso.

X V

D E P O P A Y A N A P A S T O ( C A U C A )

I 'opayan; p.«iiajes, la ciudad, su histori* y dc*c i ipc ion .—Kcngon cl Pailuso.—El prc ladode Popayan y los l a r a m t a s . — L a s ccrcanfas dc

la c iudad : una tnrmenta en la C o r d i l l e r a . — E l volcan d e P u r a c l ; itincrario, dcwripc ion, las 6&as vitjtu, cl rio Vinagre y la chorrcra

dc San Antonio ; aguas icrmalc* y val inas .—Part ida para Pas t o . — L o s penados .—Kto Koble .—Timbio .—Cucvi la* .—Qui lcas*? .—Lan-

go»la y l ie lxe* .—Dolores y la sciiora dc C o r d o b a . — L o s rio* E v n i t a y Santo T o m i t . — L o s Arbo lcs .—San 1-iancisco y el cultivo del

a r r o z . — E l condor rey en la quebrada de Guavi ta .— Llcgada a E l ltordo.

A n t e s de entrar en Popayan, el aspecto del hermoso paseo orillado dc meridneas cambia

por completo. A la tlor de mayo, suceden vulgares cmpalizadas, por encima de las cuales se

divisan las alturas de las ccrcanfas. L a pequef ia iglesia de Helen se levanta aislada sobre una

loma situada d la izquierda del camino, y por el E s t e cierra el paisaje una serie de colinas y

montafias cubiertas de potreros, sobre las cuales asoman los altos picachos de la cadena de

los Andes dominados por los volcanes de Puracc y Sotard. Una curva del rio del Molino en-

vuelve casi por completo la ciudad, antes de entrar en cl fertil val le para ir a reunirsea l Cau-

ca. S c le franquea junto a la misma ciudad por medio de un puente de muchos arcos cons-

truido en 1868, en sustitucion del antiguo, vetusto, angosto y ruinoso que aun subsiste un

poco mas abajo del primero.

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A l salir del puente el camino forma una cucsta que se encarama hasta l legar & la ciudad,

compuesta por aquel lado de casas altas y de buen aspecto, con g a l e n a s cfc arcos en el piso

superior. (V6ase el g rabado de la pag. 725 . ) Desembocase luego en una anchurosa plaza tapi-

zada de yerba, y con una fuente en el centro que no deja de tener sus pretensiones arqui-

tect6nicas, sin e m b a r g o dc que en vez dc serv i r para apagar la sed d los habitantes, esta

abandonada d las sucicdadcs de todos los chiquillos del barrio. E n uno dc los lados del vas-

to cuadrildtero sc levantan las tristcs parcdes de ladrillo de una antigua iglesia, tostadas por

la intemperie.

L a ciudad de Popayan se halla situada a 20 26" de latitud N o r t e y 790 9 " de longitud O . de

Paris : goza de un clima delicioso, pues la temperatura que oscila entre los 1 8 0 y 240, durante

mi permanencia alii se mantuvo constantemente d 180 . E l cielo se presenta casi s iempre puro

y didfano, si prescindimos de las estaciones lluviosas, 6 sdase de marzo d mayo y de octubre

d diciembre, y aun ent6nces las l luvias toman las mds de las veces la forma de borrascas muy

rccias, pcro poco duraderas.

L a fundacion dc Popayan sc remonta d los primeros tiempos de la conquista, 6 sea al

afto 1 5 3 5 , en que Belalcdzar, despues de estableccrse cn Quito, envi6 a su lugarteniente Pe-

dro de Af iasco d explorar aquel las rcgiones. A l afto siguiente, c e d i e n d o d l o s buenos informes

que este le diera, se puso al frente de una expedicion, compucsta de doscientos soldados,

ochenta caballos y cuatro mil indios auxiliares, que tom6 el camino del Norte . E n medio de

una marcha arr iesgada y teniendo que veneer una tras otra d las tribus indigenas, que huian

atcrradas ante los invasores, puso la primera piedra d Popayan el mes de diciembre de 1 5 3 S

en el mismo sitio ocupado hasta enttSnccs por los indios. Convcr t ida la ciudad en punto de

apoyo para sus conquistas sucesivas, fud desde entonces teatro de importantes sucesos. Vein-

te aiios despues de su fundacion el rcy de Espa f ta le concedio el ti'tulo, d la sazon muy envi-

diado, de ciudad muy noble y muy lcal\ el ponti'fice Paulo I I I la erigio en sede episcopal en

el ai lo 1 547 , y d part i r de aquel ent6nces sus moradores comenzaron d levantar iglesias im-

portantes. L a catedral, edificada por los misioneros jesuitas, es de orden j<3nico, y la iglesia

de San Francisco, construida por los hermanos de la Propagacion dc la F e , de orden corin-

tio. E x i s t e n en la ciudad otras iglesias dc menos importancia, entre las cuales solo merecen

consignarse las capillas er igidas respectivamente por las hermanas de S a n t a T e r e s a y las

Agust inas .

T a n t o como por su riqueza y por su situacion privi legiada, Popayan fu6 celebre durante mu-

cho t iempo por su universidad, por sus colcgios y por los hombres notables que vio nacer en

su scno. E l nombre del astronomo Caidas y el de Mosquera , ge6grafo , general , dictador y pre-

sidente de Colombia, estan unidos intirnamente d la historia de esta ciudad, vfctima luego de

las guerras civiles, hasta el punto de que su poblacion dntes muy numerosa quedara reducida

pocos anos hd a unos siete mil habitantes.

Vecino terrible de Popayan es el volcan dc Purace. E n 1 8 2 7 un terremoto destruy6 una

buena parte de la ciudad; en 1 8 4 9 sobrevino una nueva erupcion, y en el decurso del siglo

pasado se contaron hasta ciento veinte oscilaciones d cual mas aterradora.

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V I A J E A L A A M E R I C A E Q U I N O C C I A L 7 13;

E l dia de nuestra l legada d Popayan fue precisamcntc cl S a b a d o Santo , y en su conse-

cuencia, tuvimos ocasion dc prescnciar la original procesion que alii sc celebra el d o m i n g o d e

Pascua, con el nombre d e : « E n t i e r r o dc Cristo.)) ( V e a s e cl g rabado de la pag. 728 . )

En Popayan comiamos cn casa de un tal Rcngon, apodado el Pasluso, por ser or ig inar io

de Pasto. Por cicrto que diferia poco dc las demds poblacioncs del Cauca la alimentacion, con-

sistente en cl tradicional sancocho, 6 como si di jeramos cl plato nacional, compuesto de plata-

nos, patatas y pedazos dc c a m e coriacea; huevos con pl i tanos fr i tos ; d u l c e s 6 confituras secas

de guayabas 6 moras y la caractcri'stica taza dc espumoso chocolate acompanada depedac i tos

tie queso bianco, amen de un buen vaso de agua, con cl cual ddbamos fin a todas las comidas.

Despues <le la tormenta : r e ^ r e s J a Popayan

E r a el patron muy. aficionado a los gal los de combate, y d igno rival dc F f g a r o cn cl a fan

dc divertir a su^-hucspedes a fuerza dc chistes y buenas ocurrencias. l)t: cl aprendi el ccle-

brc calcmfcur dc los tres santos del Cauca, que son Sat/jon, Sana/ lo y Sancocho> j uego d e vo-

c a b l e que quiere deeir literalmente traducido: lodazal, i n o s q u i t o y g u i s o , sin e m b a r g o dc q u e

la verdadera sal dc la cosa pueden gustarla linicamente los hi jos del pais.

Vis i te los seminarios nuevos, cl m a y o r y el menor, fundados h a c i a « i l o s u m o unos scis a f tos

por cl senor Bermudez, prelado dc Popayan , y confiados a la direccion de los padres lazaristas

franceses, con objeto deconvert i r los cn una cscucla normal dc sacerdotes colombianos y rege-

nerar la instruccion primaria. E l seminario mayor, bajo la advocacion dc S a n Camilo , s e

halla instalado en un antiguo convcnto de jesuitas que ha sido objeto dc importantes repara-

ciones: hay cn el un jardin cn cl cual sc ensaya cl cultivo dc los iirboles frutales curopeos, y

un buen gabinete de fisica y quimica. L o s mismos padres han contribuido, por ultimo, a la

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.. 7 3 ° AMERICA WNTORESCA

fundacion dc un hospital, que funciona admirablcmcntc y cuenta con crecientcs rccursos, gra-

cias la noble generosidad dc las scfioras tic la poblacion.

Durante mi permanencia en Popayan tuve ocasion de coinprobar las cifras referentes a la

altura de la ciudad, resultando ser de mil ochocientos trece metros sobre cl nivel del mar;

v antes de tomar la vuclta del Norte me propuse haccr algunas excursiones botdnicas por los

alrededores de la poblacion y visitar las ricas quebradas situadas al pic del volcan cle Puracd.

Las recolecciones hechas por I l a r t w e y en aquellos mismos parajes y las observaciones de

M . Boussingault, mc dispensaban cn cicrto modo de subir hasta cl mismo volcan, por cuyo

motivo me contentc con echar un vistazo a sus contrafuertcs. Parti, una maftana, acorn pail ado

de Juan, en direccion de Coconuco. E l camino en un principio c o n e encajonado entre dos

mdrgenes y sombrcado por unos drboles de tamano regular : luego se encarama serpentcando

por unas lomas, apoyado cn un ribazo, y por ultimo se e leva bastante hasta atravesar unos

frondosos bosquccillos, en los cuales crece una excelente especie de quinina (Chinchona Pi-

tayensis). Una vegetacion opulcnta alfombra cl suelo dc todas las quebradas, cl grueso tronco

dc los drboles, las penas y hasta cl lecho dc los arroyos. A l franqucar cl rio del Molino des-

cubrf numerosas aroideas que me eran totalmente desconocidas y cntrc las cuales deben ser

contados un Philodcndron y un - Inthurium de moradas espatas. E l Amaraboyo morado, ar-

bol pcrtcneciente d la familia de las melastomdccas, alcanza allf una altura de veinte metros

y el suelo aparcce matcrialmente alfombrado con los restos tie sus admirables ilores de v i v o

color violcta, de las cuales recogi algunas con el intento de conservarlas en alcohol. En la bi

furcacion d e s u s r a m a s las inflorescencias purpureas de una orquidea que se cultiva y a e n nues-

tras estufas, el Pidcndrum panic id alum, agrega sus bellos atavios a los bejucos enroscados

pintorescamente y cubiertos dc parasitarias.

Aunque partimos con un sol esplendido, un poco antes de medio dia el ciclo se encapoto

dc repente, llotando sobre la cuspide del Purace negro penacho de nubes. A juzgar por la in-

quietud que produce cn todos los miembros del cucrpo humano la saturacion electrica de la

atm6sfera, presentiase la formacion de una borrasca formidable. E n las comarcas ecuatoriales

un poco despues de la culminacion del sol, el calor que impregna a los tranquilos valles enra-

rece el aire y en pugna con las brisas frcscas que banan las cumbres, se produce una ruptura

dc equilibrio que al poco rato engendra espantosas tempestades. E n talcs momentos, jay dc

los pasajeros que se ven sorprendidos atravesando los estrechos desfiladeros de las Cordille-

ras! E l impetu del huracan, cuya vclocidad va en aumento a modo de torrente cstrcchado en-

tre dos paredes de rocas cortadas a pico, les arrastrara consigo cual dcbiles plumas.

E n menos de media hora nos v imosenvueltos por el temporal. Juan apetecia ver hacia algun

liemjx) uno de esos fuertes aguaceros dc los Andes , cuyas dramdticas descripciones habia Ici-

do, c iba quizds a verse complacido con cxceso. E n breves instantes cl viento alcanzo cl ind-

ximo de violencia. Arboles corpulentos se retorcian como pajas, gemian y estallaban brusca-

mente. Los rayos se sucedian sin interrupcion, abrasando la oscuridad con sus fulgorcs, y la

voz horrisona del trvieno retumbaba sin cesar, repercutida por el eco dc las montafias. A cada

nueva descarga, sentiamos retemblar cl suelo a nuestras plantas. L a s mulas, no parando mien-

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tes cn los precipicios, marchaban ;il azar con las orcjas gachas y el rabo entre las piernas. Un

fuerte olor d azufre llenaba cl ambiente E n tanto segufamos avanzando sin vislumbrar un

asomo dc refugio donde guarecernos entre aquellas penas cscuetas, en las cuales regolfaba la

lluvia, formando torrentes amarillcntos a nuestros pics, mientras el ramajc nos azotaba el ros-

tro y desgarraba nuestras vestiduras. S e hubicra dicho que asistiamos d la agonfa de la Na-

turaleza.

Dos horas duro el espantoso cataclismo: por ultimo, la tempestad empujadapor una fuerte

rafaga descendida dc las alturas del Sotara y el Puracc se corrio hacia el Oeste con vertigi-

nosa rapidez. Por el Oriente asomaba un Salvador rayo d e luz que abria de nuevo las puertas

a la esperanza y nos hacia olvidar el pasado pcligro, mientras los nubarrones ccnicientos en

un principio y blancos luego, recogfanse pausadamente como el velo de una recien casada.

Aparccio un punto de ciclo azul, que luego se convirtid en ancho boquete, y por fin, el lirma-

mcnto sereno volvio d inostrarse en toda su esplcndida belleza. E l aire estaba impregnado de

calmay suavidad y los pulmoncs aspirabanlo con delicia. Los torrentes se cscurrieron por las

rapidas vertientcs y en breve cl unico rccucrdo que quedaba de aquel terrible diluvio eran

unas gotitas colgadas, como graciosas perl as dc rocio, en todos los tallos dc las yerbas.

Por la tardc, al volver d Popayan, el camino de Helen, que habiamos recorrido algunas

horas antes d la sombra de hermosos drboles, estaba materialmente cubierto d e ramas tron-

chadas, siendo en gran numero los troncos que mostraban sus fibras al aire, hendidos por las

exhalaciones electricas (vease el g rabado de Ia p i g . 729). A l llegar a la ciudad, dijeronnos

que habian caido doce centcllas; pero este espectaculo es allf tan comun, que ni la cmocion

mds levc turbaba el semblante de las personas que nos dieron la noticia.

Puesto que he hablado del Puracc, el primer volcan cn actividad que encontraba en mi

camino, y si bicn son en gran numero las observacioncs de sabios d i s t inguidosaque ha dado

lugar, no crco inoportuno aftadir aquf a lgunas palabras.

Desde cualquiera de las alturas inmediatas a Popayan atrae las miradas del cspectador la

mole piratnidal de esta hermosa montafta, situada al E s t e de la ciudad. Comunmcnte aparece

coronada de nubes. Tre inta aftos atras su forma era orbicular; j>cro en 1849 sobrcvino una

explosion formidable seguida de una erupcion d c barro, cenizas y otras sustancias, abriendose

un crdter de cien metros de diametro, del cual brota constantemente como en cl Vesubio una

espesa humarcda. L a s aldcas de Puracc, T a m b o , Coconuco y San Isidro, lo propio que la

mayor parte de las habitaciones discminadas por la comarca, quedaron medio scpultadas, y por

l>oco la ciudad de Popayan, dun con distar vcintisiete kilometros del Purace, sufre la misma

suerte que Pompeya en el afto 79 de nuestra era ( 1 ) .

A partir de ent6nces, la cumbre del volcan presenta la forma truncada que se 1c ve en

el dia.

Desde Popayan se puede ir al volcan de Puracc, bien por el camino d e Poblason, bicn

(1) En tieni|x> cc ' alda> !a ahuia «icl I'uiacc era dc cir.co mil cicnlo ockenta y cuatro mclioj.. En 1850,«> ilcclr, dc»j>uc> .lc la cruj-ion, cl general MOM|UCI.. la cncontro «lu cinco mil mclros. En la actualidad cs dc CJ:>tic» mil novicin: os die/ Y ocho, CU)i .> dat. . iirjdi-

«an una baja dc do.vcicntcv> . U-: 1 y seis mclr«>. >ol»rc 1& altura primitiva del vo'can.

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