69768587 christopher priest el ultimo dia de la guerra

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    CHRISTOPHER PRIEST

    El ltimo da de la guerra

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    minotauro

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    Ttulo original:The Separation

    Traduccin de Carlos Riba Garca

    Diseo e ilustracin de la sobrecubierta: Enrique Iborra

    Primera edicin: junio de 2004

    Christopher Priest, 2002 Ediciones Minotauro, 2004Avda. Diagonal, 662-664, 6.a planta. 08034 Barcelonawww.edicionesminotauro.com

    ISBN: 84-450-7507-1Depsito legal: M. 20.421-2004

    Todos los derechos reservados

    Impreso en Brosmac, S.L.Polgono Ind. Arroyomolinos, n1, calle c, 31Mstoles. 28938 Madrid

    Impreso en EspaaPrinted in Spain

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    NDICE

    PRIMERA PARTE 1999 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8

    SEGUNDA PARTE 1936-1945 . . . . . . . . . . . . . 28

    TERCERA PARTE 1999 . . . . . . . . . . . . . . . . . 180

    CUARTA PARTE 1940-1941 . . . . . . . . . . . . . .190

    QUINTA PARTE 1940-1941 . . . . . . . . . . . . . . 215

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    A Paul Kincaid

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    PRIMERA PARTE

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    En la tarde de aquel jueves de marzo, la lluvia caa sin parar y elpueblo estaba velado por unas deprimentes nubes grises y bajas. StuartGratton, de espaldas a la calle, estaba sentado a una pequea mesa juntoal amplio ventanal de la librera; cada tanto se volva para echar unvistazo fuera, al lento movimiento de los coches y camiones y a lospeatones de mirada esquiva que pasaban entre los charcos con losparaguas encajados sobre los hombros.

    En la mesa, ante l, haba una copa casi vaca y, junto a sta, una

    botella pequea de vino del Rin, medio llena. Al lado de la botella, enuna fina copa de champaa, una nica rosa roja se mantena muy erguidaen el agua. A la derecha de Gratton se vea una pila de ejemplares encarton de su msreciente libro, The Exhausted Rage, un reportaje querelataba las experiencias de algunos de los hombres que habanparticipado en la Operacin Barbarroja, la invasin de la Unin Soviticallevada a cabo por el ejrcito alemn en 1941. A la izquierda del escritor,en el borde de la mesa, haba dos pilas ms pequeas de ejemplares de

    otros dos de sus libros, ambos reeditados en rstica al mismo tiempo queel nuevo de tapa dura. Uno de los ttulos era The Last Day of War, ellibro que, publicado en 1981, haba consolidado la reputacin de su autory que se reimprima regularmente desde entonces. El otro se llamaba TheSilver Dragons, un reportaje escrito a partir de los relatos de los soldadosy aviadores que haban combatido en la guerra chino-norteamericana amediados de la dcada de 1940.

    El bolgrafo de Gratton descansaba sobre la mesa junto a la mano del

    autor.El gerente de la librera, un hombre atento y claramente incmodocuyo nombre apenas recordaba Gratton tal vez fuera Rayner, estabade pie junto a l cuando haba comenzado la sesin de firma deejemplares, haca media hora, pero unos minutos despus lo llamaronpara que atendiera alguna cuestin. Ahora, Gratton poda verlo en el otroextremo de la librera, aparentemente ocupado con algn problemarelacionado con la caja registradora o el ordenador. El responsable de

    rea de su editor, quien se supona que deba acompaar a Gratton paraayudarlo durante la sesin de firmas, haba llamado desde su telfono

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    mvil para decir que haba habido un accidente en la M1 y que llegaratarde. La librera, situada en una calle lateral pero cerca de la sede centraly de las grandes tiendas de Buxton, no estaba muy concurrida. De vez encuando, llegaban algunas personas bajo la lluvia, miraban curiosamente

    al escritor y el pster pegado en la pared junto a l en el que se anunciabala sesin de firmas, pero ninguno de ellos pareca interesado en comprarsus libros. Incluso, uno o dos de ellos se alejaron incmodos al darsecuenta de que l estaba sentado all.

    No haba sido as cuando haba comenzado a firmar: dos o trespersonas haban estado esperndolo, entre ellos un amigo suyo, DougRobinson, quien, generosamente, haba conducido desde su casa enSheffield para darle apoyo moral. Doug, diciendo que deba reemplazar

    su viejo y gastado ejemplar, incluso haba comprado uno de los librosencuadernados en rstica. Agradecido, Gratton se lo haba firmado; lomismo haba hecho con los ttulos que haban comprado los otrosclientes, pero todos se haban marchado ya. Doug y l haban acordadoencontrarse ms tarde en el bar The Thistle, dos puertas ms abajo en lamisma calle. Rayner, el gerente, le haba pedido que firmara algunosejemplares adicionales, para tener en stock, y tres o cuatro ms paraenviar por correo a algunos clientes que los haban pedido haca algn

    tiempo, pero eso haba sido todo. Seguramente, en alguna parte, la gentedeba de estar comprando sus libros; su obra tena buenas ventas. En sucampo, Gratton estaba considerado como uno de los principales autores.Sin embargo, pocos de sus lectores parecan haberse dado cita en Buxtonen esa lgubre tarde de lluvia.

    Gratton estaba lamentando haberse prestado una vez ms a una sesinde firmas. l ya haba acometido similar tarea en el pasado, as quedebera haber sabido lo que iba a pasar. Lo que empeoraba las cosas esta

    vez era el hecho de que haba acortado un viaje de investigacin en elextranjero para llegar a tiempo al compromiso. En el largo vuelo a travsdel Atlntico haba pasado por varios husos horarios, por lo que, adems,estaba cansado por la falta de sueo y se senta agobiado por el trabajoatrasado que se haba ido acumulando mientras estaba fuera. En el humorintrospectivo en que se hallaba, de repente record a su esposa Wendy,que haba muerto haca dos aos. A ella le gustaba aquella librera yacostumbraba comprar all la mayor parte de sus libros. l casi no se

    haba acercado a la tienda desde que ella muri. Obviamente, durante esetiempo haba habido algunos cambios: nuevas estanteras y vitrinas,

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    No estoy en condiciones de conseguir que publiquen sus notas dijo Gratton.

    No se trata de eso. Pensaba que usted podra estar interesado enleerlas. He visto su anuncio.

    Dnde lo vio?Me lo envi un viejo compaero de armas de mi padre. l lo haba

    encontrado en una revista llamadaRAF Flypast.Su padre se llamaba Sawyer, no es cierto?S, eso es. Yo tambin me llamo Sawyer. Es mi nombre de soltera.

    Vi su anuncio y pens que las notas de mi padre podan ser lo que ustedestaba buscando.

    Y durante la guerra estuvo en el Mando de Bombardeo?S, justamente. Empuj el gran sobre en direccin a l. Mire,debo decirle que yo no he ledo las notas. Nunca he podido descifrar suletra manuscrita. l no hablaba mucho de su trabajo pero se pasaba horasen su habitacin, escribiendo sin cesar. Se retir hace muchsimo tiempoy vivi solo durante varios aos, pero al final se vino a vivir conmigo ymi marido. Estuvo con nosotros los ltimos dos aos y medio de su vida.Siempre estaba escribiendo sus cuadernos de notas. En realidad nunca le

    prest mucha atencin porque su actividad haca que no lo tuvieraencima de m continuamente. Tal vez usted haya tenido algunaexperiencia similar...

    No. Nada parecido. Mis padres murieron hace algunos aos.Bueno, pap me dijo una vez que pondra todo por escrito, su vida

    entera, el tiempo que haba pasado en la Fuerza Area, todo lo que habahecho. Eso era otro inconveniente para m. La mayor parte de lo queescribi trata sobre la guerra, y ese tema nunca me interes. Pero

    entonces me enviaron su anuncio..., as que, bueno, aqu estoy.Gratton mir el mojado sobre acolchado que descansaba sobre la

    mesa.Son los originales? pregunt.No. Los originales son dos docenas de cuadernos escolares, de esos

    corrientes. Estn desparramados en su viejo dormitorio, juntando polvo.Podra dejarle los originales si los necesitara, pero lo que le he trado sonfotocopias. Pens que si resultaba que el material no le era til, siemprepodra reciclar las hojas de papel.

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    Bueno, gracias... humm...Angela Chipperton. Seora Angela Chipperton. Cree que pap es

    el hombre por el que usted se interesaba?Es imposible saberlo hasta que haya ledo lo que escribi. Tengo

    cierta curiosidad acerca de un tema con el que me encontr. Como ustedsin duda sabe, Sawyer es un apellido frecuente. Ya he recibido diez odoce respuestas a mi anuncio, pero he estado fuera y todava no hepodido ocuparme de ellas. Leer las memorias de su padre tan prontocomo pueda. Ha escrito una direccin para que pueda ponerme encontacto con usted?

    He incluido una carta de presentacin con mi direccin.Le estoy sinceramente agradecido, seora Chipperton dijo

    Gratton, y se puso de pie.Lamento preguntarle esto dijo ella mientras se daban la mano,

    pero hay alguna posibilidad de que... quiero decir, si el material resultatil para publicar y hay alguna posibilidad de pago, podra yo...?

    Leer el manuscrito y le har saber lo que pienso. Pero, en realidad,las memorias de guerra no tienen mucho mercado en estos das, a menosque hayan sido escritas por una persona famosa.

    Ver, cuando vi su anuncio me pregunt si podra ser ste el caso.Para m, l no era ms que pap, pero pienso que tal vez pudo estarinvolucrado en algo importante durante la guerra.

    No lo creo.Nunca he visto referencias a nadie llamado Sawyer enlos trabajos conocidos sobre la guerra. Pienso que l debi de ser slo unaviador ms. Por eso he publicado un anuncio, para tener informacin,para ver qu puedo encontrar. Es posible que aqu no haya nada. Y, porsupuesto, que su padre no sea la persona que busco. Pero si encontrara

    algo importante, puede estar segura de que se lo har saber.Despus de esto, ella se march rpidamente, y Gratton reanud su

    guardia ante la ventana de la librera.

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    Al da siguiente, Gratton descubri que el sobre acolchado de laseora Chipperton contena ms de trescientas hojas sin numerar,fotocopiadas, como ella haba dicho, de cuadernos escolares pautados.En las fotocopias, las pautas impresas en el papel haban salido con una

    intensidad casi igual a la de las palabras escritas, algo que prometa unascuantas horas de ardua lectura, un riesgo profesional que corren losinvestigadores de historias populares. La letra era pequea y al menosparte de ella era regular y clara, pero haba varios pasajes en los que sevolva desastrada y era apenas legible. El deficiente fotocopiado de otraspartes del trabajo haca pensar que haban sido hechas conlpiz. Grattonech un vistazo a algunas de las pginas y luego las devolvi al sobreacolchado. Cogi la carta de presentacin y la puso en su archivo de

    correspondencia. Ella viva en Bakewell, un pequeo pueblo deDerbyshire al otro lado de Buxton, en la carretera de Chesterfield.Hasta aquel momento, Gratton haba sabido de la existencia de ms o

    menos una docena de oficiales y soldados llamados Sawyer que habanparticipado enoperaciones areas contra blancos alemanes en el Mandode Bombardeo de la RAF durante la dcada de 1940. Casi todos esoshombres ya haban muerto, y unos pocos de ellos haban dejado algunacarta o fotografa que daban testimonio de sus experiencias. Gratton ya

    haba podido eliminar la mayor parte de esos testimonios. El restonecesitaba ser investigado ms minuciosamente. El escrito del padre dela seora Chipperton pareca prometedor, pero la mera extensin deltexto era desalentadora.

    Gratton puso el sobre acolchado sobre la pila junto a su escritorio.Ms tarde leera todo el material. La mayor parte de l, que le haba sidoenviado en respuesta al anuncio sobre la indagacin Sawyer, le estabaesperando a su regreso del extranjero, un trabajo adicional que debera

    haber previsto. Esta vez, su viaje haba sido largo y provechoso; habaconseguido varias entrevistas y una buena cantidad de material dearchivo, aunque para eso haba sido necesario viajar bastante: primero aColonia, Frankfurt y Leipzig; despus, de Alemania a Bielorrusia yUcrania Brest, Kiev y Odessa; luego hacia el norte, a Suecia;finalmente, diez tensos das en Estados Unidos, visitando WashingtonDC, Chicago, St. Louis, acosado por suspicaces agentes cada vez quesuba a un tren transcontinental o, cuando cogi un avin para un breve

    vuelo interno, al pasar por un aeropuerto. Para los visitantes extranjeros,era cada vez ms difcil viajar dentro de Estados Unidos, en parte debido

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    a las restricciones generales, pero sobre todo por la extendidadesconfianza que despertaba cualquier persona llegada desde Europa.Para Gratton ste era otro riesgo profesional que deba asumir, pero losgrandes retrasos ocasionados por las autoridades aduaneras y de

    inmigracin norteamericanas cada vez que se entraba o sala de EstadosUnidos se haban convertido en una importante molestia. Aparte de lascada vez ms dificultosas condiciones de viaje, sus investigacionesimplicaban la coincidencia de sus itinerarios con los ms usuales entrelos jubilados, cada da ms numerosos, y sus viudas e hijos adultos.

    Sin embargo, tambin era gratificante comprobar cun necesariocontinuaba siendo su trabajo. Adems de la montaa de cartas y paquetesque le esperaba en el vestbulo a su regreso, haba varios cientos de

    correos electrnicos acumulados en la bandeja de entrada de su servidory una buena cantidad de mensajes en el contestador telefnico. Muchosde esos mensajes sonaban irritados debido a que las personas que loshaban dejado no haban podido contactar con l por su telfono mvil:segn cmo se mirara, era una ventaja que los mviles europeos todavafueran intiles en Estados Unidos, mientras la desregulacin continuabaen debate.

    Contento de estar en casa y libre para trabajar una vez ms, Gratton

    dedic dos das a poner sus cosas en orden. Etiquet y fich las cintasms recientes, luego las empaquet para enviarlas a la agencia detranscripcin. Mientras haca esto, volvi a ver el enorme manuscrito deSawyer. Se senta tentado de leerlo por lo que haba vislumbrado de lodetallado de ciertos pasajes. A largo plazo, ahorrara tiempo si encargabaa algn profesional que se ocupara de transcribir el escrito; la agencia conla que trabajaba tena a alguien especializado en descifrar documentosholgrafos. Despus de haber pensado en esa alternativa ya no haba

    vuelta atrs. Escribi a la seora Chipperton y le pidi que le mandara loscuadernos originales. Incluy en el sobre un documento formal dederechos de publicacin, que le permita encargar la realizacin de latranscripcin y, en caso de que fuera necesario, la eventual utilizacin decitas extradas del original.

    Todo esto le hizo pensar otra vez en el problema Sawyer. En su cuartamaana en casa, se sent ante el ordenador y, con mucho cuidado,redact una carta para uno de sus antiguos entrevistados.

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    Capitn retirado Samuel D. LevyApartado de correos 273Antananarivo (Repblica de Masada)

    Querido capitn Levy:Espero que se acuerde de m. Hace unos ocho aos lo entrevist sobre

    sus experiencias mientras volaba con la Fuerza Area de Estados Unidosen las campaas de 1942-1943 en China y Manchuria. Usted tuvo la

    amabilidad de dedicarme varias horas de su tiempo. De aquellasconversaciones pude extraer un excelente material sobre las misiones debombardeo en las que usted particip: los ataques areos contra losbastiones japoneses de Nanking y Chiang. Utilic la mayor parte de esematerial en mi historia de la campaa llamada The Silver Dragons: the9th US Army Air Force in China. Recuerdo que en su momento ped amis editores que le enviaran un ejemplar de regalo del libro. Desdeentonces nunca he vuelto a saber nada de usted as que, en caso de que no

    hubiera recibido aquel ejemplar, le envo aqu uno de una recientereedicin en rstica. Al igual que en las anteriores ediciones, suentrevista aparece destacada en los primeros captulos.

    Ahora permtame que vaya al grano.ltimamente me he interesado por la vida y la carrera de un hombre

    que particip en la guerra. Se trata del teniente aviador Sawyer (noconozco su nombre de pila, ni siquiera sus iniciales). Al seor Sawyer lerodea cierto misterio. Lo descubr leyendo a Winston Churchill. Vi unprimer indicio del enigma en el segundo tomo de las memorias de guerrade Churchill, Su hora ms gloriosa, aqu le envo tambin una fotocopiadel documento pertinente. Es del Apndice B del volumen, que contienelas notas y comunicaciones del gabinete Churchill durante el perodo.Esta nota, enviada a varios miembros del gabinete de guerra, est fechadael 30 de abril de 1941. Churchill describe a Sawyer como un objetor deconciencia que al mismo tiempo era un piloto en activo de bombardeo dela Real Fuerza Area. Esta circunstancia le pareci curiosa, y lo mismo

    me pas a m. Lo que tambin me interes de este fragmento es el hecho

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    de que nunca tropec con el nombre de Sawyer en ninguna de misinvestigaciones. Tampoco Churchill vuelve a referirse a este misterio.

    A partir de Churchill, puedo deducir que, en 1941, Sawyer servacomo oficial en la RAF; probablemente tambin antes de entonces, y

    posiblemente despus. Esta informacin hizo sonar una lejana campana,lo que me hizo repasar el material de entrevistas con ex miembros de laRAF que tena en mi archivo. Efectivamente, en una de las cintas quegrab con usted encontr una referencia a un hombre llamado Sawyer.Usted hablaba de su formacin profesional, antes de irse a EstadosUnidos para unirse al Ala Commonwealth de la USAAF para la invasinnorteamericana de las islas en poder de Japn. Eso debi de ser en elverano de 1941, cuando la mayor parte de ex pilotos de la RAF firmaron

    contrato con los norteamericanos.Por lo tanto me pareci probable que en abril usted an estuviera

    sirviendo en la RAF, lo cual es una coincidencia que no puedo pasar poralto. Del contexto que surge de la grabacin, parecera como si el Sawyerque usted conoci en Inglaterra fuera un oficial, tal vez un piloto, pero noqueda claro si l formaba parte de su tripulacin. Me gustara muchosaber si el Sawyer que usted conoci es el mismo por el que Churchill seinteres brevemente. Si fuera as, conoci usted bien a Sawyer? Qu

    recuerdos tiene de l?Estoy seguro de que est usted muy ocupado y por lo tanto no espero

    que conteste extensamente a esta carta. Si la historia de Sawyer revistesuficiente inters, intentara conseguir un contrato con mi editor parapublicar un libro sobre l. Si esto llegara a suceder y a usted le parecierabien, yo podra viajar a Madagascar especialmente para este asunto; lovisitara y grabara en cinta sus palabras como la vez anterior.

    Apenas estoy empezando a investigar sobre el seor Sawyer, por lo

    que supongo que habr muchas otras pistas que explorar. La posibilidadde que haya una conexin entre usted y l es bastante remota. Debe dehaber muchos miembros de la RAF con el mismo nombre. He publicadounos cuantos anuncios en las habituales revistas de especialistas yveteranos. Las respuestas ms importantes, doce hasta ahora, son deantiguos miembros de la RAF o de sus familiares. Sin embargo, loshechos de su vida superan al parecer el mbito de la RAF, por eso megustara mucho conocer cualquier dato que usted pudiera facilitarme.

    Espero que a la llegada de esta carta se encuentre usted bien de saludy activo, y que contine disfrutando de su retiro en esa encantadora casa

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    que tuve el privilegio de visitar la ltima vez. Espero con gran intersrecibir alguna noticia suya.

    Atentamente,

    STUART GRATTON

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    Stuart Gratton haba nacido a ltima hora de la tarde del 10 de mayode 1941. Fue un nacimiento prematuro, unas tres semanas antes de lo

    previsto; sin embargo, su alumbramiento fue normal. Se cri en los aosde la posguerra, una poca de considerable cambio social y poltico enGran Bretaa, pero, dado que durante la mayor parte de aquellos aos lera un nio que iba a la escuela, apenas se dio cuenta de lo que estabasucediendo en el ancho mundo.

    Para l, la guerra contra Alemania era un acontecimiento que afectabaa la generacin de sus padres, algo que vinculaba a la gente de esa edadde una forma que l en realidad nunca lleg a entender mientras fue

    pequeo. Desde su punto de vista, el legado ms interesante y obvio de laguerra era la enorme cantidad de daos materiales que los bombardeosde los alemanes haban producido en la mayor parte de las ciudades msgrandes de Inglaterra. A lo largo de su niez, fue testigo de los programasde reconstruccin y restauracin de edificios pblicos pero, de todosmodos, grandes sectores de la ciudad de Manchester cercanos al sitiodonde se cri Gratton permanecieron destruidos durante muchos aos.Incluso en la pequea aldea sin ninguna importancia estratgica

    donde viva, las huellas de la guerra perduraron durante largo tiempo. Aunoscuatrocientos metros de la casa familiar haba un espacio en ruinasen el que l y sus amigos jugaban cada da. Conocan el sitio por elnombre de la base de artillera, una enorme zona de estructuras dehormign armado y refugios subterrneos ahora completamente enruinas que en tiempos del conflicto haba sido el emplazamiento deuna batera de caones antiareos.

    Slo aos despus, cuando la conciencia adulta de Gratton empez a

    despertar, comenz a crecer su inters por los acontecimientos de laguerra. El principio fue la coincidencia histrica de la fecha de su

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    nacimiento. Para muchos historiadores, el 10 de mayo de 1941 era lafecha culminante de la guerra, el da en que terminaron las hostilidadesen tierra, a pesar de que el armisticio se firm unos das despus.Ciertamente, su madre consideraba que su nacimiento haba sido un

    hecho significativo y cada ao, cuando se acercaba la fecha, contaba susrecuerdos de la guerra.Al acabar la escuela y la universidad, Gratton se dedic a la

    enseanza, como profesor de historia, y se desempe con crecienteentusiasmo en esta disciplina pero, con el tiempo, su inters por el trabajoen el aula fue menguando. Se cas en 1969 y durante algunos aos l ysu mujer, Wendy, otra profesora, vivieron en una serie de pisosalquilados cercanos a sus respectivos institutos. En la dcada de 1970

    tuvieron dos hijos. Para llegar a fin de mes, Gratton empez a escribirlibros sobre historia popular y oral, concentrndose al principio en losrecuerdos que la gente tena del bombardeo de Londres de 1940-1941.Lo que le impresionaba de ese perodo de la guerra era el naturalestoicismo de los ingleses, que, habiendo vivido las noticias de losdesastres militares y la terrible experiencia del bombardeo de civiles,todava saboreaban tristemente sus traumticos recuerdos aos despusde acabado el conflicto. En los setenta, la vida del ingls corriente se

    haba transformado gracias al boom de la posguerra; con todo, lossupervivientes de esos das negros parecan considerarlos an como unaexperiencia definitoria.

    A pesar de que sus primeros libros se vendieron razonablemente bien,en especial en las localidades donde haban sucedido los hechosrelatados, nunca fueron algo ms que una aportacin mnima a losrecursos de la familia. En los setenta, en un intento de ampliar susintereses, Gratton escribi una historia completa de la guerra que

    enfrent a chinos y norteamericanos y sobre cmo la sucesin deaparentes xitos militares contra Mao, tras la ocupacin de Japn, habaconducido al estancamiento econmico y social de Estados Unidos. Laprofunda recesin norteamericana era un problema en la poca que ldescriba en su libro, como continuaba sindolo todava. Esa obra recibicomentarios respetuosos y se gan un hueco en el estante de los libros dereferencia de la mayor parte de las bibliotecas del Reino Unido pero, unavez ms, poco contribuy a cambiar las finanzas de la familia Gratton.

    En 1981, falleci Harry, el padre adoptivo de Gratton, dejndole lacasa donde todava viva, una mansin campestre, construida en ladrillo,

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    en una aldea a las afueras de Macclesfield. Ese mismo ao, Grattonpublic el libro que, a la vez que consagrara su nombre, transformarasus finanzas: The Last Day of War.

    En la introduccin del libro, Gratton argumentaba que la guerra entre

    Inglaterra y Alemania haba durado exactamente un ao, desde el 10 demayo de 1940 hasta el mismo da de 1941. A pesar de que Inglaterra yFrancia haban declarado la guerra a Alemania en septiembre de 1939, nohubo ningn enfrentamiento serio hasta el mayo siguiente. Hasta esemomento apenas hubo escaramuzas, algunas de ellas graves ydestructivas, pero que en s mismas no representaban una guerra total.Era la poca que el senador norteamericano partidario del aislacionismollamado William E. Borah apod la falsa guerra.

    El 10 de mayo de 1940 tuvieron lugar tres acontecimientosimportantes. El primero, la invasin alemana de los Pases Bajos yFrancia, lo que forzara al ejrcito ingls a abandonar territorio francs.El segundo fue el primer bombardeo de civiles, en la ciudad universitariaalemana de Freiburg-im-Breisgau. A pesar de que el ataque result seraccidental, fue la seal para el comienzo de una serie de incursiones derepresalia que finalmente conduciran al bombardeo de saturacin deciudades de ambos lados. Y en tercer lugar, el 10 de mayo de 1940,

    dimiti el primer ministro britnico, Neville Chamberlain, y su puestofue ocupado por Winston Churchill.

    Exactamente un ao despus, Gran Bretaa segua estando sola frentea Alemania, pero la guerra se haba convertido en algo completamentediferente y ms complejo.

    Hacia 1941, Alemania estaba en el pinculo de su podero militar. Lastropas alemanas ocupaban la mayor parte de Europa y con su aliadofrancs de Vichy dominaba una enorme extensin de frica y Oriente

    Medio. Alemania tambin controlaba los Balcanes, incluyendo Bulgaria,Yugoslavia y la mayor parte de Grecia. Los primeros judos polacoshaban sido trasladados a guetos en Varsovia y otras grandes ciudades.Italia haba entrado en la guerra al lado de Alemania. Pese a suneutralidad, Estados Unidos suministraba barcos, aviones y armas a losingleses. La Unin Sovitica haba formado una alianza con Alemania.Japn, igualmente aliado de Alemania, estaba embarcado en una guerraen China y Manchuria y estaba gravemente debilitado por las sanciones

    petroleras impuestas por Estados Unidos.

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    En la noche del 10 de mayo de 1941, tanto Inglaterra como Alemaniallevaron a cabo devastadores bombardeos contra su respectivoadversario. La RAF asol Hamburgo y Berln, causando enormes daosen ambas ciudades, particularmente en Hamburgo. Al mismo tiempo, la

    Luftwaffe realiz el ataque ms destructivo de la guerra, con cerca desetecientos aviones dejando caer bombas explosivas de gran poder ycargas incendiarias en vastas zonas de Londres. Pero ocultos a la miradade la mayora de la gente, ocultos incluso a la historia, varios pequeosacontecimientos se estaban produciendo aquella noche. Uno de ellos fueel nacimiento de Stuart Gratton, en la mismsima casa de Cheshire queahora l haba vuelto a ocupar.

    Movido inicialmente por la curiosidad y despus por la intuicin de

    que poda escribir un buen libro, Gratton se dispuso a descubrir questuvieron haciendo algunas personas aquel da.

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    El 10 de mayo de 1941, el oficial piloto Leonard Cheshire,

    distinguido dos veces en accin, estaba en el Atlntico Norte, a bordo deun carguero noruego que navegaba en convoy entre Liverpool yMontreal. Cheshire serva como piloto en el Mando de Bombardeo de laRAF pero, al acabar su primer turno de misiones, se ofreci voluntariopara pilotar sobre el Atlntico hasta Inglaterra los avionesnorteamericanos de bombardeo que Estados Unidos dejaba en prstamoy arriendo. Esa noche, l estaba jugando a los naipes con otrosvoluntarios. Cheshire le cont a Stuart Gratton que, despus de la partida,

    haba subido a cubierta para tomar un poco de aire fresco y pasar variosminutos acodado sobre la borda, contemplando la masa oscura del barcoms cercano, que navegaba en un rumbo paralelo a unos pocos cientos demetros. En la cubierta del otro barco tambin haba alguien: Cheshire vioal hombre cuando encenda un cigarrillo, produciendo un sbito destellode luz que l estaba convencido podra haber sido detectado por unavin o barco enemigos desde considerable distancia. (Cheshire cont aGratton que debido al armisticio se haba quedado en Estados Unidos

    hasta el final de aquel verano. Colabor en la organizacin del AlaCommonwealth de la USAAF, en la que las tripulaciones desmovilizadas

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    de la RAF fueron animadas a aportar su experiencia de combate, quesera muy til en las incursiones preventivas contra el expansionismojapons. Aunque se senta tentado a unirse a la Fuerza Areanorteamericana, Cheshire prefiri regresar a Inglaterra para participar en

    la Operacin Macabeo, la evacuacin a Madagascar de judos europeosque los ingleses realizaron por aire y por mar. Durante la larga ypeligrosa operacin, actu como piloto y como administrador. Cuando en1949 volvi a la vida civil, puso en marcha algunas casas de caridad paraveteranos y otros excombatientes con enfermedades graves.)

    John Hitchens era operador de telgrafos del Servicio Postal ingls;viva en el norte de Inglaterra. El 10 de mayo tom un tren a Londrespara ver un partido de ftbol. En 1939, al declararse la guerra, la disputa

    de la Copa de la Asociacin de Ftbol haba sido suspendida. Sinembargo, hacia 1941 se reanudaron algunas competiciones. Ese da, enWembley, se jugaba la final de la Copa de la Liga de Ftbol de Guerra.Se enfrentaban el Arsenal y el Preston North End. Ms de sesenta milaficionados presenciaron el encuentro, que termin con empate a 1. Lamayora del pblico era de Londres, pero los que haban viajado para verel partido pudieron coger sus trenes de regreso al caer la tarde. Hitchensiba en uno de los ltimos trenes que abandon la estacin de Euston;

    recuerda haber odo las sirenas mientras el tren arrancaba. (Entre 1942 y1945, John Hitchens trabaj en Europa Oriental, en la reparacin ymantenimiento de las redes telefnicas despus de la OperacinBarbarroja. En 1945 regres a Gran Bretaa y se jubil del ServicioPostal en 1967.)

    El doctor Joseph Goebbels, ministro de Propaganda e Informacin delReich, pas el da en su oficina de Berln. Estableci nuevas penas parala escucha ilegal de las transmisiones de la BBC. Recibi las ltimas

    cifras de prdidas de barcos, en las que quedaba constancia de que, enabril, los ingleses haban perdido medio milln de toneladas. Intensificsus esfuerzos destinados a las transmisiones de radio dirigidas a Irak.Clausur el servicio alemn de radio para Sudfrica. Al caer la tarde, eldoctor Goebbels regres a su casa de Lanke. Recibi la visita de gentedel mundo del cine y juntos vieron un noticiario ingls reciente; todosestuvieron de acuerdo en que era malo y de ninguna manera comparablecon los nuestros. Luego vieron dos pelculas en color, una alemana y la

    otra norteamericana. Le sigui una discusin sobre los problemasrelacionados con la produccin cinematogrfica, que fue interrumpida

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    por las sirenas que advertan de un ataque areo. (El doctor Goebbelsocup su puesto hasta 1943. En 1944 public el primero de susDiarios;los siguientes aparecieron a razn de uno por ao. Ms tarde se convirtien un notable realizador cinematogrfico y columnista de peridicos. En

    1972, se retir de la vida pblica.)El condecorado teniente Guy Gibson prestaba servicio en West

    Mailing, una base de la RAF en Kent. La noche en cuestin, l y suoficial de navegacin, el sargento Richard James, volaban a bordo de unBristol Beaufighter, en misin de patrulla de combate sobre Londres.Haba comenzado un fortsimo ataque de la Luftwaffe. l y el sargentoJames vieron dos bombarderos Heinkel 111 e intentaron atacarlos, peroel can del Beaufighter se encasquill. Gibson regres a la base, hizo

    que revisaran sus armas y volvi a la misin de patrulla. Esa noche nohubo ms incidentes. (Hacia el final de la guerra, Gibson tambinparticip en la Operacin Macabeo. Pilot ms vuelos de evacuacin quecualquier otro voluntario. Estuvo involucrado en el incidente deToulouse, en el que el avin que l pilotaba, y que transportaba a ms decincuenta judos alemanes a Madagascar, fue uno de los varios aparatosde la formacin atacados por cazas franceses pilotados por miembros delFrente Nacional. Recibi varias condecoraciones civiles por la valenta e

    iniciativa demostradas en esa ocasin. Ms tarde, Gibson se dedic a laingeniera elctrica y posteriormente entr en poltica con motivo de laselecciones generales de 1951. Fue elegido miembro del PartidoConservador en representacin de West Bedfordshire y fue ayudante delministro del Interior en el gabinete de R. A. Butler. En 1968, Gibsonrecibi el ttulo de sir. En los primeros aos de la dcada de 1970, sirGuy lider la campaa conservadora contra la incorporacin de GranBretaa a la Unin Europea. En 1976, despus de perder su escao en el

    Parlamento en las elecciones generales, volvi al mundo de losnegocios.)Pierre Charrier, miembro de las fuerzas de la Francia Libre con base

    en Londres, particip en la fiesta de Juana de Arco en el cuartel deWellington; era la primera vez que se celebraba fuera de Francia. Losfestejos finalizaron en la catedral de Westminster, y monsieur Charriertodava estaba all cuando empezaron a caer las primeras bombas de lanoche. Aunque fuertemente impresionado por lo que estaba viviendo,

    regres sano y salvo a su alojamiento en Westbourne Road. (MonsieurCharrier volvi a Pars a finales de 1941, donde ocup un puesto

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    gubernamental en la reconstruccin de posguerra. Ms tarde, fuecomisario europeo.)

    Philip Harrison, subsecretario de la embajada de Inglaterra enChungking, estaba trabajando en su oficina cuando el edificio fue

    atacado por aviones japoneses. A pesar de que Harrison no result heridoen el ataque, el embajador, sir Archibald Clark Kerr, y varios miembrosde su equipo recibieron algunos cortes y contusiones menores. El edificiosufri daos estructurales pero, poco tiempo despus, una vez realizadasalgunas reparaciones, se reanud el trabajo de la embajada. (El seorHarrison continu su carrera diplomtica hasta 1965, cuando se retir.Estuvo a cargo de la embajada del Reino Unido en Estados Unidosdurante la presidencia de Adlai Stevenson, entre 1957 y 1960. Harrison

    muri en 1966; su hija fue entrevistada por Stuart Gratton.)Kurt Hofmann era piloto de pruebas civil de la empresa

    Messerschmitt en un pequeo aerdromo en el este de Alemania. El 10de mayo de 1940, rodeado del ms extremo secreto, Hofmann pilot, ensu primer vuelo, un nuevo y revolucionario tipo de avin. Era un cazaexperimental impulsado por una turbina de retropropulsin. Antes deaterrizar felizmente, el prototipo Messerschmitt Me-163 vol a 995kilmetros por hora. El avin fue de uso generalizado en el frente ruso

    desde finales de 1943 hasta el cese de hostilidades, convirtindose en elcaza-bombardero de ataque a blancos en tierra estndar de la Luftwaffe.Se comprob que era superior no slo a los primeros cazas a reaccinrusos Mig-15 sino tambin al Lockheed Sabre que entr en servicio almismo tiempo en la USAAF. (Ms tarde, Kurt Hofmann ingres en laLuftwaffe, donde vol con el Me-163 durante varios meses. Fuederribado y herido en 1944. Despus de que el Tratado de los Uralespusiera punto final a las hostilidades, regres a Alemania y ocup el

    puesto de director tcnico de la aerolnea civil Lufthansa.)El subteniente Mike Janson formaba parte de la oficialidad del

    destructorBulldog, de la Royal Navy. El barco navegaba por el AtlnticoNorte, de regreso a Liverpool, transportando en su caja de seguridad unamquina codificadora Enigma junto con los procedimientos y las clavesOffizier. Esta presa de valor incalculable haba sido capturada el daanterior en el submarino U-110 por el teniente David Balme, jefe delgrupo de abordaje del Bulldog, despus de que ste y la caonera

    Broadway atacaran y dejaran fuera de combate al submarino alemn. Apesar de que Mike Janson no haba formado parte del grupo de abordaje,

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    era el oficial de guardia cuando el U-110 fue detectado por primera vez.El submarino se hundi mientras era remolcado por los ingleses. Laincautacin de la Enigma fue un punto de inflexin en el esfuerzodestinado a interceptar y descodificar las rdenes cifradas del Alto

    Mando alemn. (Despus de la guerra, Mike Janson continu prestandobrillantes servicios en la Royal Navy de tiempos de paz hasta que en1960 se retir con el grado de almirante.)

    La RAF estuvo muy activa sobre Europa en la noche del 10 al 11 demayo de 1941. Cinco Bristol Blenheim atacaron varios barcos de cargafrente a La Pallice, al oeste de Francia. Ningn barco fue alcanzado, y nose perdi ningn avin. (El sargento Andy Martin era el navegante deuno de los Blenheim. l describi amargamente la misin a Stuart

    Gratton; se quej de la larga duracin del vuelo y la aparente falta depropsito o efecto del ataque.) Los astilleros, las centrales elctricas y lazona cntrica de la ciudad portuaria de Hamburgo fueron atacados poruna fuerza combinada de ciento diecinueve bombarderos. Treinta y unapersonas resultaron muertas y cerca de mil fueron heridas. Se produjeronincendios en varias partes de la ciudad, que destruyeron los almacenesKster, un gran banco y la Bolsa de Hamburgo. Cuatro aviones inglesesno volvieron a su base. (En el momento de la incursin area, Wolfgang

    Merck era bombero de Hamburgo; l describe aquella noche como deuna gran confusin y actividad pero, a la maana siguiente, lasautoridades descubrieron que los daos permanentes producidos por elbombardeo no eran tan graves como se haba temido durante el ataque.)Otros veintitrs aviones de la RAF volaron hasta Berln y causaron daosen amplias zonas. Tres aparatos no pudieron regresar. (Hanna Wenke,que en 1941 era una nia, dijo que pas una noche calurosa e incmodaen un refugio junto al edificio de apartamentos de sus padres; sin

    embargo, al da siguiente no haba daos aparentes en el suburbioberlins donde ella viva.) Adems del esfuerzo principal de bombardeo,se enviaron otros veinticinco bombarderos de la RAF en misiones demenor importancia, incluido el lanzamiento de minas marinas en elKattegat. No se registraron prdidas.

    En la noche del 10 al 11 de mayo, el sargento de polica Terry Collinsestaba en servicio de guardia de incendios en el Parlamento, con laresponsabilidad particular, junto con otros miembros de la polica de

    Westminster, de velar por la seguridad de la Victoria Tower. Despus delanochecer, la Luftwaffe lanz el que sera el mayor bombardeo sobre

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    Londres. Apartndose de la prctica habitual de concentrarlos en laszonas industriales y los muelles del East End, los aviones alemanes sedistribuyeron ampliamente sobre toda la ciudad y dejaron pocas zonas asalvo de los ataques. El ms sistemtico se llev a cabo en el West End y

    los barrios circundantes, distritos que hasta entonces haban quedadoindemnes. Esa noche murieron ms de mil cuatrocientos londinenses yotros mil ochocientos resultaron heridos. Ms de sesenta mil viviendasfueron destruidas o daadas. Muchos edificios importantes ymonumentos famosos quedaron devastados. La sala de debates de laCmara de los Comunes fue destruida por las explosiones y el fuego. LaBBC recibi un impacto directo, pero se las arregl para continuar sustransmisiones durante el ataque y despus de l. La abada de

    Westminster fue alcanzada por al menos quince artefactos incendiarios.El palacio de Buckingham fue daado. Sobre el British Museum cayeronvarias bombas. El Big Ben recibi el impacto de una bomba que afect alcarilln pero no al reloj. Se incendiaron tiendas y oficinas a lo largo detodo Oxford Street. Los conductos de gas, las cloacas y la red telefnicaresultaron seriamente daados. La Victoria Tower, de la que el sargentoCollins era responsable, estaba a la sazn rodeada de andamios yprotecciones para someterla a reparaciones y a una limpieza a fondo. La

    presencia de tantas tablas de madera junto a la estructura exterior de latorre representaba un serio riesgo de incendio. Poco despus demedianoche, una lluvia de cargas incendiarias cay en susinmediaciones. La mayor parte de las que cayeron sobre la calle fueronneutralizadas rpidamente, pero una que qued alojada en el andamiaje,muy cerca de la parte ms alta de la torre, continu ardiendo. El sargentoCollins cogi un pesado saco de arena y trep por las escaleras de losandamios y plataformas para llegar hasta el fuego. Despus de una

    subida extenuante, el sargento logr extinguir rpidamente el fuego conla arena y volvi a bajar. (Collins cont a Stuart Gratton que no habavuelto a pensar en su accin hasta un ao despus, cuando recibi laGeorge Cross. Para entonces, se haba trasladado al territorio bajomandato britnico de Madagascar, donde supervis la seguridad de losciviles durante la transicin. Permaneci en Madagascar durante loslevantamientos de la lucha por la independencia. En 1962, cuando fueproclamada la Repblica de Masada, el comisario Collins, junto conotros funcionarios y diplomticos ingleses, fue forzado a regresar aInglaterra.)

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    Antes de que cayera la tarde del 10 de mayo, Rudolf Hess,lugarteniente de Hitler, despeg del aerdromo de la fbricaMesserschmitt de Augsburg, Baviera, en un bimotor Me-110D.Comisionado y autorizado por Hitler, llevaba consigo un plan de paz

    entre Inglaterra y Alemania, que deba ser entregado personalmente aWinston Churchill. Aterriz en Holanda para repostar. Poco despus dehaber vuelto a despegar, su aparato fue interceptado por aviones decombate alemanes, que primero intentaron hacerlo aterrizar y luegotrataron de destruirlo con fuego de ametralladoras. Hess consiguideshacerse de ellos y enfil hacia el mar del Norte. Los aviones atacantesfueron tras l durante un rato pero acabaron desistiendo y regresaron a subase. Otros cazas alemanes con base en la ocupada Dinamarca

    despegaron tambin en un intento de interceptar el avin de Hess. Todosvolvieron a su base, y sus pilotos declararon que el avin perseguidohaba sido derribado sobre el mar; sin embargo, a pesar de las vvidasdescripciones y corroboraciones mutuas de sus relatos, ninguno de losaviadores pudo aportar una prueba concluyente. (Hess complet sumisin de paz.)

    Entonces, ms tarde, aparece el teniente Sawyer, del Mando deBombardeo de la RAF. Churchill dijo que Sawyer estaba registrado

    como objetor de conciencia y al mismo tiempo era un piloto debombardero en activo. El memorando de Churchill a su equipodepartamental exiga que se aclararan estos trminos. No hay registradaninguna respuesta oficial. Cerca de sesenta aos despus, Stuart Gratton,de familia de tradicin pacifista, se dio cuenta de que ah haba unahistoria. De qu se trataba? Sobre todo, qu poda haber estadohaciendo Sawyer el 10 de mayo de 1941?

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    SEGUNDA PARTE

    1936-1945

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    Serv como oficial en el Mando de Bombardeo de la RAF desde elcomienzo de la segunda guerra mundial. Entr en el servicio a travs delEscuadrn Universitario del Aire de Oxford, donde yo era remero delBrasenose College. En aquellos aos, yo tena dos pasiones: una eraremar, y la otra, volar. La guerra no me interesaba, y jams se me habaocurrido que pudiera verme involucrado en una. Los acontecimientosmundiales estaban ms all de los lmites de mi restringida rea deconciencia; as haba sido la mayor parte de mi vida. Saba que mi visinera ingenua y que, por lo tanto, estaba escasamente preparado para elenorme conflicto en el que, a la larga, terminaramos atrapados todos.

    Debera haber sabido ms sobre esta cuestin. Durante la GranGuerra, que era como se conoca la primera guerra mundial en la dcadade 1930, mi padre haba sido un objetor de conciencia reconocido.Hombre reservado, nunca trat de forzar en sus hijos la aceptacin de suspropias convicciones. De todas maneras, mi hermano Joe y yo crecimosen la creencia de que la guerra era una maldicin, algo que deba serevitado a toda costa. Durante la segunda guerra mundial y los aos que lasiguieron, la poltica de apaciguamiento de los nazis practicada por losingleses antes de la guerra haba perdido cualquier crdito y seconsideraba despreciable, pero sa nunca fue la opinin de mi padre. lsostena que los principios de la ley de apaciguamiento descansabansobre la humana y pragmtica poltica econmica de no forzar aAlemania a cumplir con las agobiantes reparaciones de guerra impuestaspor el Tratado de Versalles. Prcticamente todos los miembros delgobierno britnico de aquellos das haban combatido en la Gran Guerray se sentan con el deber de hacer todo lo posible para impedir otroenfrentamiento. Tal vez estuvieran de acuerdo con lo que Hitler siemprehaba proclamado: que las iniquidades de Versalles haban conducido ala segunda guerra mundial.

    Por lo tanto, la ingenuidad era mi propia falta, porque los deportes es decir, el remo eclipsaban cualquier otra cosa. Viva exclusivamenteel momento y mi atencin estaba totalmente centrada en el deporte queadoraba. Durante 1935 y 1936, me concentr en un objetivo nico:clasificarme para formar parte del equipo ingls que competira en los

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    Juegos Olmpicos. Mi hermano y yo nos entrenamos con una energacasi obsesiva.

    Cualquiera que nos hubiera visto mientras entrenbamos o encompeticin habra concluido que el resultado era de prever: seramos

    seleccionados para integrar el equipo ingls de remo. Siempre estbamosen forma y ganbamos con facilidad la mayor parte de las regatas en lasque participbamos, pero cuando uno est sumergido en esa obsesinsiente que no es posible dar nada por sentado. Cuando, a finales de juniode 1936, finalmente Joe y yo fuimos seleccionados, nos pareci quesencillamente aqulla era la noticia ms grande que bamos a recibir ennuestra vida. Esa noche, la celebramos con nuestros amigos en un grannmero de bares de Oxford, pero al da siguiente regresamos a nuestro

    entrenamiento con resuelta dedicacin.Por lo tanto, la historia de lo que me pas durante la guerra empieza

    en julio de 1936, cuando Joe y yo partimos para ir a los Juegos de Berln.

    2

    Yo tena diecinueve aos y, a pesar de que en ese momento no podasaberlo, se no iba a ser mi nico viaje a Berln. Las siguientes visitas seprodujeron cuando yo estaba en la RAF y al mando de un bombardero,tratando de ver el suelo a travs de la oscuridad, el humo y las nubessobre la enorme ciudad que se extenda a mis pies, arrojando bombasincendiarias sobre edificios y calles. En 1936, ese futuro era algoinimaginable para m.

    Durante algo menos de un ao, haba vivido fuera de la casa familiar

    en Tewkesbury. Iba all la mayor parte de los fines de semana y recogami correspondencia, lavaba mi ropa y preparaba gran cantidad de comidapara la semana siguiente. En realidad, casi era un adolescente, por lo queun viaje al extranjero, sobre todo a Alemania en esos aos plagados deacontecimientos, constitua una aventura extraordinaria.

    Mientras nos dirigamos hacia la costa sur de Inglaterra, yo iba alvolante de la furgoneta en la que transportbamos nuestro equipo; eso, ens mismo, era para m otro pequeo triunfo. Haba empezado a conducir

    haca muy poco tiempo; hasta ese momento, era mi hermano Joe quiennos llevaba aqu y all. Hasta entonces todos los viajes haban sido de

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    cortas distancias, la mayor parte de ellos en las familiares carreteras entreOxford y Tewkesbury. Yo no haba viajado hacia el sur o hacia el estems all de Londres, y siempre en horas diurnas. Y de repente, hemeaqu, embarcado en nuestra aventura, conduciendo despacio en la

    oscuridad a travs de las colinas en direccin a Dover, con Joedormitando a mi lado.Ahora me pregunto si deberamos o no haber hecho ese viaje, pero ya

    no tiene sentido. En el mundillo del remo, como en el de casi todos losdeportes, la palabra poltica era una palabrota. En la dcada de 1930resultaba fcil cerrarse a los acontecimientos del mundo: no exista latelevisin, la radio careca de la fuerza que el periodismo independientelleg a tener durante y despus de la guerra y, para la mayora de la

    gente, la principal fuente de informacin era cualquier peridico quellegara a sus manos. Era muy raro que Joe y yo leyramos cualquier otraseccin del diario que no fuera la de deportes. En general, los britnicoscerraban su mente a Hitler y los nazis, confiando en que un dadesapareceran. Sin embargo, la gente como Joe y yo no deberamoshabernos dado una excusa como sa. ramos universitarios y estbamosrodeados de personas informadas e inteligentes, que tenan opinionessobre todos los temas, temas que eran ventilados con frecuencia. ramos

    bastante conscientes de qu estaba ocurriendo en Alemania y de que elhecho de participar en los Juegos Olmpicos poda ser interpretado comoun apoyo al rgimen de Hitler.

    Yo saba todo esto pero, francamente, el tema no me interesaba. Losdeportistas ms importantes de ambos sexos, llegados de todo el mundo,se encontraran en Berln. Aqulla iba a ser la nica oportunidad en mivida de competir al ms alto nivel en el acontecimiento deportivo que yohaba elegido.

    Debo decir que Joe no pensaba exactamente de la misma manera.Cada vez que hablbamos acerca de lo que suceda en Alemania, nuestrodesacuerdo se manifestaba con vehemencia, pero debido a que ambosestbamos entregados al deporte y tenamos que trabajar en equipo noslas arreglbamos para que ese tema no interfiriera en nuestro propsito.

    Yo adoraba el remo. Adoraba la potencia que haba en mi cuerpo, lavelocidad que era capaz de alcanzar, la agilidad de mis movimientos.Remaba cada da que el tiempo lo permita; algunas veces solo, para

    aumentar mi resistencia, pero normalmente con Joe, entrenndonos paraobtener velocidad, coordinacin o sencillamente para acostumbrarnos a

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    remar juntos. Nunca podamos entrenar demasiado tiempo, ni siquiera elsuficiente. Yo saba que siempre poda mejorar, que siempre podaesforzar mis msculos un poco ms. Competamos en un deporte en elque los mrgenes necesarios para ganar a menudo se medan en

    fracciones de segundo; no haba ninguna mejora tan insignificante comopara que pudiera ser descuidada.Joe estaba tan comprometido como yo. Poda observar cmo todo lo

    que yo senta dentro de m tomaba forma en l. Mi hermano iba a popa.Mientras rembamos, su cuerpo estaba slo a un palmo del mo. Suespalda llenaba mi visin: hombros, brazos, movindose adelante y atrs,estirndose en el esfuerzo principal, recuperndose, rodando haciaadelante, deslizando la pala dentro del agua, preparando la presin para la

    prxima palada. Cuando rembamos, Joe se converta en mi inspiracin,la potencia, los msculos funcionales reproduciendo cada movimientoque yo haca como si furamos algo sincronizado desde las alturas poruna fuerza invisible. Vea su espalda a la luz del sol, bajo la lluvia, en losdas nublados, tanto cuando nuestra coordinacin era perfecta como enlos momentos en los que nada nos sala bien. La observaba cuandodescansaba o en los instantes de mximo estallido de energa. Laobservaba, aunque raramente la vea de verdad. Era un lugar donde

    descansaba mi mirada, una vista conocida y tranquila cuando meconcentraba en la mecnica tarea de avanzar ms rpidamente que nunca.En esos momentos, Joe y yo nos convertamos en algo que era muchoms que un equipo: como si fusemos una sola persona.

    La gente deca que formbamos la mejor pareja sin timonel del pas.Dado que el remo era una disciplina en la que Inglaterra destacaba, todoscifraban grandes esperanzas en nosotros. La pareja sin timonel olmpicaque haban ganado el oro en Los Angeles en 1932 estaba formada por

    Edwards y Clive, el equipo ingls. Ellos eran nuestros hroes, pero seesperaba que nosotros los igualramos o incluso que los superramos.ste era el absorbente ambiente en el que estaba inmersa nuestra vida.

    La juventud est ciega respecto al mundo exterior, pero la juventudobsesiva est an ms ciega. Ignorando todo lo que no fuera el remo, nosentrenamos intensamente para los Juegos durante la primavera y elcomienzo del verano de 1936. Alemania se estaba rearmando,construyendo una fuerza area ilegal, y Hitler ocupaba Renania con sus

    tropas, pero nosotros entrenbamos con pesas, corriendo, batiendomarcas de velocidad, mejorando continuamente el ritmo y la fluidez de

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    nuestras paladas, aprendiendo cundo y cmo acelerar, cundoconsolidar nuestro vigor, cmo tomar el camino ms corto y ms directoen el agua que flua constantemente y formaba impredecibles remolinosdebajo de nuestro bote. Entonces, lleg julio y, con l, el momento de

    nuestro viaje a Alemania.En 1936, los equipos olmpicos nacionales no eran trasladados

    conjuntamente como se hace en nuestros das. Se supona que cada unode nosotros viajara a Berln por su cuenta. As pues, cargamos todo elequipo en nuestra propia furgoneta y viajamos turnndonos paraconducir.

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    Durante la corta travesa por mar hasta la costa de Francia, estuvemerodeando por la cubierta del barco. Joe se haba quedado en la sala depasajeros y no volv a verlo hasta que amarramos en puerto. Yo estabacompletamente despierto y asombrado por todo lo que vea, pero tambinpreocupado por la integridad de nuestros dos cascos, amarrados uno al

    lado del otro sobre el techo de la furgoneta. Siempre los transportbamosde ese modo adondequiera que fusemos, pero nunca antes los habamosembarcado a bordo de un vapor. Mientras la furgoneta bajaba a la bodegasuspendida de una gra, pasamos por un angustioso momento de alarma.Pens en la fragilidad de los botes y en que cualquier desperfecto que seprodujera en ellos poda dejarnos fuera de la competicin.

    Miraba el mar nerviosamente. Observaba las dos costas entre las quenavegbamos despacio. En algn sitio, en medio del canal de la Mancha,

    con las luces de Inglaterra y de Francia claramente visibles, sent como siel mar se hubiera estrechado. Ambas costas parecan estar al alcance dela mano. Nunca me haba dado cuenta de lo cerca que nuestro pas estabade la tierra continental europea. Desde esta perspectiva, el mar no parecamucho ms ancho que un gran ro. Sumido en esos pensamientos, mequed en la parte central del barco, junto a la borda, apreciando apenascmo podra haberlo hecho? qu importante llegara a ser para laseguridad nacional ese estrecho espacio de agua.

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    Tres horas ms tarde, con el amanecer rompiendo frente a nosotros,viajbamos hacia el este, alejndonos de Calais a lo largo de la costafrancesa, avanzando hacia la frontera belga.

    Joe conduca. Yo me acurruqu lo mejor que pude en el asiento del

    pasajero, cerr los ojos y trat de dormir un rato, pero estaba demasiadoemocionado. La desconocida Francia rural desfilaba mgicamente antenuestras ventanillas: campos llanos cultivados en forma de rectngulosexactos; hileras de altos rboles a lo largo de la carretera. Delante denosotros, la perspectiva de cientos de kilmetros de amable tierraextranjera: Blgica, Holanda y Alemania.

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    Al da siguiente, estaba conduciendo yo la furgoneta cuando llegamosa la frontera entre Holanda y Alemania.

    se era el momento que habamos estado esperando con sentimientosencontrados. Por supuesto, estbamos nerviosos por los nazis pero, almismo tiempo, debido a que nuestra madre haba nacido en Alemania,

    habamos sido criados en la creencia de que ese pas era un lugar bueno yhermoso, tierra de gran civilizacin y cultura. Sinceramente, no tenamosla menor idea de lo que debamos esperar.

    Una o dos horas antes de llegar a la frontera, cruzamos la ciudadholandesa de Eindhoven. La carretera era recta pero peligrosamenteestrecha, construida sobre un talud que corra por campos anchos y deescaso inters. Ms all de Venlo, entramos en una zona boscosa.Despus de atravesar el ro Maas sobre un largo puente de hierro,

    llegamos a la zona de la frontera, medio escondida en una carretera quediscurra entre densos matorrales de vegetacin. Los funcionariosholandeses nos despacharon con rapidez. Despus de un examensuperficial de nuestros pasaportes, uno de los agentes subi la barrera, yavanzamos por la estrecha franja de tierra de nadie. Podamos ver elpuesto fronterizo alemn unos cien metros ms adelante; all tambinhaba una larga barrera que cruzaba la carretera. sta estaba pintada contres bandas helicoidales: roja, negra y blanca.

    Nos pusimos detrs de otros dos vehculos que esperaban para pasar yhacamos avanzar la furgoneta un tramo cada vez que uno de ellos

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    cruzaba la frontera. Cuando lleg nuestro turno, el funcionario, unhombre corpulento que vesta un uniforme de chaqueta verde, pantalonesnegros y lustradas botas negras, nos salud con un brazo alzado en unenrgico ngulo.

    Heil Hitler!Heil Hitler! respondi Joe.Antes de salir de casa habamos recibido una carta que el Foreign

    Office haba enviado a todos los deportistas olmpicos en la que se nosadverta del comportamiento y las normas de cortesa que se esperarande nosotros en Alemania. El saludo hitleriano era el primer tem de lalista. El no tenerlo en cuenta o negarnos a hacerlo poda meternos enproblemas rpidamente, problemas entre los que figuraban el

    encarcelamiento y la deportacin. Como la mayor parte de la gente enInglaterra, habamos visto noticiarios rodados por los nazis. Paranosotros, en ese saludo haba algo inconfundiblemente ridculo ehistrinico. En nuestras habitaciones de la residencia universitaria, Joe yyo parodibamos el saludo hitleriano e imitbamos el paso de la oca,entre nosotros y con nuestros amigos; con eso nos tronchbamos de risa.

    El guardia baj el brazo rgidamente. Se inclin frente a la ventanilladel pasajero y nos mir. Era un hombre ms bien joven, de ojos celestesy bigote rubio cuidadosamente recortado. Mir con suspicacia dentro delcompartimiento de carga de la furgoneta donde estaba acomodadonuestro equipaje, se inclin hacia atrs con los brazos en jarras mientrasobservaba los botes amarrados en el techo y luego extendi susregordetes dedos. Joe le entreg nuestros pasaportes.

    l mir lentamente los documentos, pasando las pginas con precisosmovimientos de dedos. El sol me daba de lleno a travs del parabrisas.Empec a sentirme angustiado.

    Estos pasaportes son de la misma persona dijo l sin levantar lamirada. Dos veces J.L. Sawyer.

    Tenemos las mismas iniciales respond, empezando lo que paranosotros era una explicacin habitual. Joe era siempre Joe. A m, a vecesme llamaban Jack, pero era normal que me llamaran J.L.. Peronuestros nombres...

    No, me parece que no.

    Somos hermanos.

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    Los dos tienen las iniciales J.L., ya veo! Una coincidencia.Joseph, Jacob! Es as como llaman a los gemelos en Inglaterra?

    Ni Joe ni yo dijimos nada. El funcionario cerr el segundo pasaportepero se qued con ellos.

    Van a los Juegos Olmpicos de Berln dijo, dirigindose a m. Yoestaba al volante, pero, desde su punto de vista, la conduccin del ladoderecho deba de haberme puesto en el costado equivocado del vehculo.

    S, seor respond.En qu competicin se proponen participar?En la de pareja sin timonel.Tienen dos botes. No hace falta ms que uno.

    Uno es para las prcticas, seor. Y lo llevamos como reserva, por sihubiera un accidente.El oficial volvi a abrir los pasaportes e inspeccion atentamente las

    fotografas.Ha dicho que son gemelos. Hermanos.S, seor.El agente se volvi y se encamin hacia su oficina, una caseta de

    madera de aspecto slido que se alzaba al lado de la barrera. Variasgrandes banderas rojas con la cruz gamada dentro de un crculo blancopendan de sus mstiles junto a la pared. En aquel sitio protegido por losrboles no haba viento, y las banderas apenas se movan.

    Qu hace?Todo ir bien, Jack. Tranquilzate..., no hemos quebrantado

    ninguna norma.A travs de la gran ventana de la fachada, podamos ver al guardia.

    Estaba sentado ante su escritorio, pasando las pginas de un gran libroparecido a uno de los utilizados en contabilidad. En la caseta haba dosguardias ms; estaban de pie, un poco ms apartados, y miraban. Detrs ya nuestro lado, continuaban llegando otros vehculos al puesto fronterizopero, despus de una breve demora, reciban la indicacin de continuarque le daban otros guardias.

    Por fin, el nuestro regres. Ech un rpido vistazo a los camiones quenos adelantaban lenta y ruidosamente.

    Ingleses dijo el funcionario. Hablan un alemn notablementebueno. Han visitado el Reich antes? Nos devolvi los pasaportes,

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    dirigiendo su pregunta deliberadamente a Joe. Despus del primersaludo, mi hermano no haba dicho una sola palabra y continuabamirando hacia delante, ms all de la barrera, en direccin a la carreteraque entraba en Alemania. Habla usted alemn tan bien como su

    hermano gemelo? dijo el guardia en tono elevado mientras golpeteabasus dedos en el borde de la ventanilla.S, seor dijo Joe, sonriendo con sbito encanto. No, nunca

    hemos visitado Alemania.Les ensean alemn en las escuelas inglesas?S. Pero adems, nuestra madre naci en Alemania.Ah! Esto lo explica todo! Su madre es sajona, seguramente!

    Saba que no me equivocaba respecto a su acento! Bueno, deben saberque estamos orgullosos de los deportistas que tenemos en el Reich.Descubrirn que ser difcil ganarles.

    Estamos contentos de estar aqu, seor.Muy bien. Pueden entrar al Reich.Heil Hitler!El guardia retrocedi un paso. Mientras cruzbamos una raya blanca

    pintada sobre la calzada, Joe alz mecnicamente un brazo, despussubi el cristal de su ventanilla. Y con tranquilo desprecio, dijo:

    Heil, maldito Hitler.Estaba haciendo su trabajo.Disfruta demasiado con su trabajo dijo Joe.Pero pronto el silencio volvi a hacerse entre nosotros, cada uno

    absorto en la contemplacin del desconocido paisaje del norte deAlemania.

    Las escenas que vimos se han mezclado desde entonces en unas pocas

    imgenes memorables. Gran parte del paisaje por el que pasbamos eraboscoso, un cambio notorio despus de los chatos terrenos de cultivo quehabamos visto en Blgica y Holanda. A pesar de que atravesamos variasciudades industriales Duisburg, Essen, Dortmund, todas ellasenvueltas en una fina y acre bruma que haca que nos escocieran losojos, no eran tan distintas entre s como para proporcionarnos unosrecuerdos detallados. Yo estaba escribiendo un diario del viaje, pero enaquella jornada slo registr un par de breves notas. Lo que mejorrecuerdo era la sensacin general de estar en Alemania, el lugar del quetodo el mundo hablaba en aquellos das y, con ella, un vago sentimientode terror asociado con ese nombre. Ese sentimiento estaba realzado por

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    los cientos y miles de banderas con la esvstica que ondeaban en casitodos los edificios y muros, un resplandor en rojo, blanco y negro.Extendidas sobre las autopistas y entre los edificios a travs de la calle enciudades y pueblos, haba grandes pancartas. En ellas se lean mensajes

    inspiradores, tal vez surgidos espontneamente, pero que por su tonomachacn, eran muy probablemente producto del trabajo del partido.Haba eslganes sobre el Sarre, sobre Renania, sobre el Tratado deVersalles, sobre los alemanesAusland;* una pancarta que vimos muchasveces en diferentes lugares declaraba: Prometemos obediencia ciega!.En cambio se vean pocos anuncios comerciales y, ciertamente, ningunosobre los Juegos Olmpicos.

    Condujimos y condujimos, e intentamos conservar nuestra energa

    fsica para el entrenamiento y los acontecimientos que nos esperabanpero, inevitablemente, cuando nos acercamos a los alrededores de Berln,estbamos agotados. Joe quera que encontrramos en seguida la oficinadel equipo olmpico britnico, para hacerles saber que habamos llegado,pero yo estaba harto de conducir, harto de estar dentro de la furgoneta.Slo quera encontrar la casa de la familia amiga con quienes habamosacordado pasar nuestros das en Berln.

    Discutimos desmayadamente la cuestin durante un rato. Joe deca

    que habamos llegado a la ciudad antes del medioda y que an nosquedaban varias horas diurnas. Yo estaba de acuerdo en que debamosretomar el entrenamiento lo ms rpidamente posible, poner nuestrosmsculos otra vez en forma para la competicin, pero insista tercamenteen que lo que quera hacer era descansar. Por fin llegamos a una suerte decompromiso. Localizamos la oficina central del equipo britnico, luegofuimos desde all a la balsa cercana a la Villa Olmpica en Grunewald,donde se entrenaban los equipos de remo. Descargamos nuestros botes y

    remos dentro de la nave que nos haban asignado. Hecho esto,condujimos hasta el apartamento de nuestros amigos, en Charlottenburg,un suburbio en el oeste de Berln. Ese da, nuestra primera jornada enBerln, no entrenamos.

    * Nombre que reciban las poblaciones de origen alemn en pases no germnicos (N. del ed.)

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    Cinco aos ms tarde, a principios del verano de 1941, estabaingresado en un hospital rural de Warwickshire. Mi avin, el Wellington

    A-Able, se haba estrellado en el mar del Norte a unas treinta millas de lacosta de Inglaterra, en algn lugar frente a Bridlington. Cuando el avincay al mar, a bordo slo quedbamos yo y otro miembro de latripulacin, el navegante Sam Levy, que estaba herido por metralla en lacabeza y una pierna. Sam y yo conseguimos subir a un bote neumtico yunas cuantas horas despus fuimos rescatados por una lancha salvavidas.

    Yo estaba en la niebla de la amnesia. No recordaba casi nada, nisiquiera esto tan esquemtico que acabo de contar. Slo perduraban enm algunos destellos, como fragmentos de una terrible pesadilla.

    Poco a poco fui recuperando la plena conciencia, confuso por lo quean segua estando en mi mente, un conflicto de imgenes violentas, y loque poda ver a mi alrededor, en el mundo fsico. Estaba en una cama,sufra intensos dolores, vea a personas desconocidas que entraban ysalan, en mi cuerpo se llevaban a cabo manipulaciones inexplicables,botellas y bandejas tintineaban a mi alrededor, me senta incapacitadopara cualquier movimiento y como si estuviera siendo conducido a algnsitio en una vagoneta.

    Mentalmente, vea u oa o recordaba el ensordecedor ruido de losmotores, brillantes destellos en el cielo oscuro que nos rodeaba, un fuerteestallido que se repeta cada vez que mova la cabeza, un golpe de frocuando, delante de mi cara, el parabrisas fue hecho trizas por un trozo demetralla, voces en el intercomunicador, el vigoroso y pavoroso oleaje delmar, el fro, el terror.

    Poco a poco fui saliendo de la confusin, empezando a captar elsentido de lo que vea en torno a m.Me di cuenta de que estaba en un hospital, recordaba haber estado a

    bordo del avin, saba que haba otros hombres conmigo. Me dolan laspiernas. Me dola el pecho, no poda mover la mano izquierda. Mesacaron de la cama y me sentaron en una silla, despus volvieron aacostarme. Vea la cara de mi madre, pero cuando volva a abrir los ojos,ella ya no estaba. Supe que mi estado era grave.

    Trat de obtener alguna explicacin del personal mdico al respectopero, a medida que mejoraba lentamente, me di cuenta de que ellos no

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    daran respuestas hasta que no les hiciera preguntas. Primero, deba sercapaz de formular la pregunta en mi mente. Antes de eso, incluso yotena que aclarar en mi cerebro qu era lo que quera saber.

    Empec a retroceder intentando encontrar los recuerdos que

    necesitaba, aprendiendo a hacerlo a medida que lo haca.

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    Mientras estuvimos en Alemania, residamos en el barrio berlins deCharlottenburg, en un gran apartamento de la Goethestrasse. Por una

    feliz casualidad, ste se encontraba cerca tanto del Estadio Olmpicocomo de la zona donde entrenbamos, en Grunewald. El apartamento erapropiedad de un amigo ntimo de la familia de mi madre, el doctorFriedrich Sattmann, y con l vivan su esposa Hanna y su hija Birgit.Estaban en la segunda planta de un inmenso y slido edificio, una decuyas fachadas daba a una calle ancha y bordeada de rboles por dondelos tranvas circulaban en uno y otro sentido durante todo el da y buenaparte de la noche; la otra daba a una zona de parque muy arbolada. A Joe

    y a m se nos asign una habitacin en la parte trasera del apartamento.Tenamos una pequea terraza en la que podamos sentarnos y pasar unrato con la familia tomando caf y pastel. Aqulla era una casa llena demsica. Sus tres habitantes tocaban algn instrumento. La seoraSattmann, el piano, y su marido, el fagot. Birgit, de diecisiete aos,tocaba el violn y estudiaba en el Conservatorio de Berln con HerrProfessor Alexander Weibl. Todo, nos decan ellos, haba sidoprohibido; ni siquiera podan reunirse en las casas de los amigos para

    tocar con sus pequeos conjuntos de cmara, por eso tocaban juntos encasa.Durante toda nuestra estancia, el doctor Sattmann y su mujer nos

    trataron con gran generosidad, pero para nosotros qued muy claro que laprctica mdica de nuestro anfitrin ya no era una actividad prspera. lno nos dijo nada al respecto, pero cada maana que permanecimos en suapartamento anunciaba formalmente que se marchaba para atender a suspacientes y volva slo una hora ms tarde explicando que apenas uno o

    dos de ellos haban requerido sus servicios.

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    La seora Sattmann nos cont que ya no poda seguir trabajando en laeditorial donde era traductora. Birgit, que an no haba acabado suprimer ao de conservatorio, nos dijo que estaba cada vez msdesesperada por abandonar su pas. Yo qued deslumbrado por Birgit

    desde la primera vez que pos los ojos en ella; era una preciosa joven deoscura cabellera cuyo rostro se iluminaba cada vez que sonrea. Ella, porsu parte, se mantena vergonzosamente apartada de nosotros dos.

    Cada noche, la seora Sattmann cocinaba para Joe y para m, pero lasraciones eran reducidas y la calidad de los alimentos, escasa. No nosexplicaron nada sobre esta cuestin.

    Fue durante nuestros das en Berln cuando empec a percibir las cadavez ms claras diferencias entre mi hermano y yo, diferencias que

    habran de tener un impacto tan duradero en ambos. Cuando noestbamos juntos entrenando, raramente lo vea. Mientras yo me ocupabade mantenerme en forma, l se marchaba a dar largas y solitariascaminatas por todo Berln; deca que era para hacer ejercicio, pero erafrecuente que por las tardes lo oyera discutir con el doctor Sattmannsobre lo que haba visto y sobre cuestiones polticas. Yo trataba deunirme a ellos, pero la verdad es que aquellos temas no me interesaban ypensaba constantemente en nuestras regatas. Empec a sentir que Joe no

    estaba dando todo de s y que nuestra existencia como equipo corrapeligro.

    Aunque fsicamente mi hermano y yo ramos idnticos, nuestrapersonalidad no podra haber sido ms diferente. Es muy difcil verseclaramente a uno mismo, pero supongo que sera justo decir que mi vidadesde ms o menos los trece aos fue despreocupada y bastante egosta.Me diverta tanto como poda y aprovechaba al mximo las ventajas detener unos padres acomodados e indulgentes. Los deportes y la aviacin

    eran mis principales intereses; las chicas, beber cerveza y una crecientefascinacin por los coches empezaron a competir con aquellos a medidaque fui creciendo.

    Pero Joe era diferente. Siempre fue ms serio que yo, y tena unaapariencia ms consciente y responsable. El reflexionaba sobre las cosasy escriba sobre lo que pensaba, algunas veces ostentosamente, a miparecer. Joe lea libros que trataban sobre temas de los que yo no tena lamenor idea y cuyos ttulos ni siquiera despertaban mi inters. Mientras

    yo me diverta y aprenda a volar, primero como alumno particular ydespus en el Escuadrn Areo Universitario, l deca que estaba

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    demasiado ocupado estudiando y entrenando. Sus gustos musicales seinclinaban por lo clsico y serio, tena amigos que para m eranreservados y sardnicos y, si yo trataba de hablar con l sobre los temasque le interesaban, me trataba con desdn y condescendencia.

    A pesar de que en aquella rivalidad yo era la vctima, entenda questaba haciendo l e incluso por qu lo haca. Siendo sincero conmigomismo, saba que yo senta de modo parecido. Cuando alguien crecejunto a un gemelo idntico, no tiene ninguna posibilidad de olvidarlo.Los gemelos sufrimos infinitos comentarios y bromas sobre elasombroso parecido entre uno y otro. Los dems te dicen que sonincapaces de distinguiros, aunque seguro que lo haran si se tomaran lamolestia. Nos preguntan si pensamos igual. Los padres te visten de la

    misma manera, los amigos y parientes te hacen regalos idnticos o dicencosas que incluyen automticamente a los dos. Las diferenciassuperficiales, si acaso son percibidas, son sealadas sin darlesimportancia. Soterrada en todo esto est la presuncin de que los gemelosdeben de sentir de la misma manera.

    Pero lo que quiere, lo que ansia el gemelo es que le traten como un sernico. Eso es casi imposible mientras se es pequeo pero, tan prontocomo se llega a la adolescencia y se acerca la edad adulta, empieza a

    intentar crear una distancia. El gemelo quiere una vida independiente,adquirir informacin a la que no tenga acceso su hermano, tener secretospara l. Eso no significa una falta de amor ni un creciente disgusto haciaaquella persona tan cercana. Simplemente, se trata de la necesidad deconvertirse en un individuo.

    En Berln, empec a darme cuenta de que los Juegos eran lo nico quenos una. A menudo estaba sin Joe, entrenando solo o pasando el rato enel piso de los Sattmann mientras l haba salido con la familia. Por las

    tardes, l y el doctor Sattmann iban al estudio de ste, mientras yo mequedaba en compaa de su mujer, Hanna, y Birgit. Yo adoraba lamsica que ellas tocaban, la delicadeza con la que interpretaban juntas, ydisfrutaba con la posibilidad de tener cerca a Birgit, pero no poda dejarde pensar en lo que estaba ocurriendo entre mi hermano y yo.

    Sin embargo, habamos ido all para competir y Joe, al menos, seaplicaba concienzudamente en esto. Cada maana nos dedicbamos aentrenar con energa, y aprovechbamos completamente los

    conocimientos y la paciencia de Jimmy Norton, el entrenador del equipoingls. En cuanto nos hubimos adaptado al lugar las desconocidas

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    vistas de Berln, las impredecibles corrientes del canal dondeentrenbamos y, sobre todo, los sonidos que emitan el resto de losequipos, que trabajaban en sus propios idiomas, las voces lanzadas porlos megfonos y que resonaban sobre el agua conseguimos

    concentrarnos en la tarea por la que habamos ido a aquella ciudad.Lenta y gradualmente, nuestros tiempos y logros fueron mejorando.

    Nuestro primer objetivo era completar el recorrido en unos modestosocho minutos y medio; sabamos que Edwards y Clive haban ganado sumedalla en un tiempo inferior a los ocho minutos, aunque haba sido enun recorrido aguas abajo. A comienzos del verano, en un trayectoparecido a favor de la corriente en el Tmesis, cerca de Oxford, Joe y yohabamos llegado a conseguir un tiempo de ocho minutos y cinco

    segundos. Sabamos que se no era nuestro lmite ni lo mejor quepodamos hacer. Las hazaas deportivas son fruto de mejoras graduales;nunca se trata de una actuacin extraordinaria y casual imposible derepetir. Y nosotros ya llevbamos tres meses de aumento constante develocidad y tiempos cada vez ms reducidos.

    El seor Norton nos animaba a que centrramos nuestra menteanticipadamente en la fase eliminatoria y que tratramos de imaginarnosen la primera regata: los tiempos se iran reduciendo por ellos mismos.

    Las regatas de clasificacin comenzaran cinco das despus. En laprimera jornada completa de entrenamiento, sobre un agua como unespejo y sin corriente perceptible, nuestra mejor marca fue de ochominutos y medio.

    Al da siguiente hicimos cuatro veces el recorrido completo: nuestromejor tiempo fue ocho minutos y veintids segundos.

    Al cuarto da, pudimos alcanzar los ocho minutos diecinueve cada vezque realizamos el recorrido.

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    Cinco aos ms tarde, estaba ingresado en un hospital rural deWarwickshire tratando de hacer retroceder mi memoria. Ahora me doycuenta de que mis recuerdos fueron llegando en un orden que no era el

    real. Resultaba desesperante: lo primero que recordaba de un incidente

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    era lo ltimo que haba ocurrido, pero no poda acordarme de losacontecimientos que haban conducido a ese final.

    Hubo un violento ruido, el estrpito de la metralla al penetrar en elfuselaje a unos tres palmos a mis espaldas, en algn sitio debajo de m,

    abrindose camino en el vientre del Wellington. Justo al lado del tablerodel navegante, junto al comienzo del ala. El artillero de cola, KrisGalasckja, se arrastr hacia proa desde su torreta e inform por elintercomunicador de que le pareca que Sam Levy haba muerto. Lasangre cubra sus mapas, dijo Kris. Mir los aparatos de control y vi quela velocidad del avin estaba cayendo, el altmetro indicaba queperdamos altura imparablemente: nuestra preciosa altura estaba siendoroda por la atraccin de la gravedad.

    Abajo, mientras bamos dando tumbos hacia el oeste sobre el mar delNorte con rumbo a Inglaterra, vislumbr la irregular y negra lnea dellitoral alemn.

    Algunos minutos ms tarde, Kris volvi a activar el intercomunicadory dijo que pensaba que Sam se recuperara. Haba sido herido en lacabeza pero respiraba bien. Luego dijo que iba a tratar de recostarlo mscmodamente en el suelo, cerca de la escotilla.

    Orden a Kris que regresara a su puesto en la torreta de cola y quemantuviera los ojos abiertos por si nos persegua algn caza. Erafrecuente que patrullaran sobre el mar, a la bsqueda de algnbombardero que regresara a casa fuera de formacin. En los momentossiguientes, pude sentir que la tripulacin se mova torpemente por elfuselaje detrs de m; sus cambios de posicin afectaban a la estabilidaddel avin. Nadie deca nada, pero yo poda or la respiracin de miscompaeros en los auriculares del intercomunicador que llevaba en micasco de vuelo.

    Cuando por fin se quedaron quietos, nuestra altura haba bajado hastamenos de tres mil setecientos metros y continuaba disminuyendolentamente. No haba manera de conseguir ms potencia en los motores.Los alerones estaban tan rgidos que a duras penas poda mover lapalanca de mando. La tripulacin empez a arrojar al mar la municinque no habamos utilizado; el mismo camino tomaron las herramientas,las bengalas y todo lo que no estuviera fijado. El fro aire nocturnopenetraba en el avin no slo por los agujeros hechos por la metralla sinotambin por la escotilla abierta detrs de m.

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    Continuamos nuestro vuelo en una larga trayectoria descendentetratando de demorar todo lo posible su inevitable desenlace. Transcurriuna hora, una hora en la que empec a engaarme con el pensamiento deque, despus de todo, quiz logrramos salir con vida. Para entonces,

    nuestra altura era de mil doscientos metros. El motor de babor empez avibrar y a recalentarse.Colin Anderson, el operador de radio, apareci en el

    intercomunicador diciendo que pensaba que ya podamos romper elsilencio de radio para enviar una peticin de auxilio, y me pregunt qume pareca.

    Todava estamos bastante lejos de la costa dije. Debemostener cuidado. De todas maneras, qu te hace pensar que dejar que este

    cacharro se estrelle?Perdona, J.L.Todos queramos volver a casa. Continuamos volando en silencio.Pero un minuto despus, ms o menos, el motor de babor empez a

    fallar. Cambi de idea y orden a Col que enviara el SOS. A novecientosmetros de altura, con un mar negro como la noche que, cuando unagujero en las nubes lo permita, veamos pasar por debajo de nosotros,encend la luz de emergencia y orden a mis hombres que cogieran losbotes inflables y los chalecos salvavidas y saltaran. Ellos se negaron ahacerlo, por lo que tuve que gritar para decirles que aquello era unaorden. Les rogu, vocifer que saltaran. Era su nica esperanza desalvacin. El intercomunicador estaba silencioso. Estaban todava abordo mis hombres cuando el avin se estrell o haban saltado cuandoles di la orden? No tena tiempo para comprobarlo; faltaban pocossegundos para hundirnos en el mar. El impacto, cuando se produjo, fueun enorme golpe; muy bien podramos habernos estrellado contra elsuelo. De alguna manera, me las arregl para trepar a un bote neumtico;estaba casi inconsciente y helado hasta el tutano. Vi que Sam Levyestaba conmigo en el bote. El tiempo no haba pasado.

    Deba de encontrarme en estado de shock. En aquel momento estabaconfuso, tambin lo estaba cuando ms tarde trat de recordar losucedido. Ahora que han pasado tantos aos, todava lo estoy.

    Dnde est la cometa? dije, y me di cuenta de que, por alguna

    razn, no poda hablar en voz alta. Cuando vi que Sam no reaccionaba,volv a preguntar, esta vez haciendo todo lo posible por gritar.

  • 8/14/2019 69768587 Christopher Priest El Ultimo Dia de La Guerra

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    C h r i s t o p h e r P r i e s t E l l t i m o d a d e l a g u e r r a

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    Sam estaba all, al otro extremo del pequeo bote. Su cabeza parecamoverse como si estuviese hablando.

    Qu? exclam.Se hundi o que deca. Por ah.

    Cmo diablos hemos salido?Con el impacto, la escotilla desapareci. Yo estaba tendido junto a

    ella, y seguramente t has debido de arrastrarte fuera. No te acuerdas?Dentro de m, el nico recuerdo era el caos que haba en la cabina de

    mando del Wellington. Oscuridad total, fro intenso, la entrada de aguahelada cuyo nivel suba a mi alrededor. En un instante, la cabina seconvirti en un lugar incomprensible. Toda seal de orientacin haba

    desaparecido. El sector que tena ante m era arriba o abajo? Estabaacostado o de pie? O todava estaba sentado ante los controles? Estabacabeza abajo? La pier