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La historia de la indumentaria se nos ofre- ce como un libro abierto en el cual pode- mos descubrir los más variados aspectos de nuestro pasado histórico. Es difícil pre- cisar en qué momento el ser humano deci- de cubrir su cuerpo. Sin embargo, desde la más remota antigüedad, las imágenes plasmadas en las diversas manifestaciones artísticas y los restos arqueológicos que han llegado hasta nosotros nos informan de que el vestido ha estado asociado al ser humano casi desde su aparición en el pla- neta. El acto de vestirse inmediatamente fue acompañado de la búsqueda de dife- renciación, y en ella iría implícito el deseo de novedad y cambio que daría origen a ese fenómeno social que conocemos como moda. La moda, hoy como ayer, dirige los más variados aspectos de nuestra vida; sin embargo, la acepción que aquí nos interesa es la referida al vestido. Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Castellana o Españo- la, de 1611, no recoge el término “moda” pero sí el Diccionario de Autoridades de 1723, que lo define como “uso, modo ù cos- tumbre. Tomase regularmente por el que es nuevamente introducido, y con especiali- dad en los trages y modos de vestir”, en lo que se aprecia el especial hincapié en esa asociación con el vestido. No obstante, el término moda, tal y como hoy lo entende- mos, es en el siglo XVII cuando comenza- mos a encontrarlo en los documentos de la época. En España lo encontramos mencio- nado en una obra de 1662, de Agustín Moreto, El lindo Don Diego; y en Francia, en La escuela de mujeres de Moliere. En cada momento de la historia y en cada época se ha resuelto de distinta manera la necesidad humana de proteger- se, identificarse y expresarse por medio del vestido. Por esta razón, el vestido, estrechamente ligado al ser humano y aso- ciado al fenómeno de la moda, refleja los gustos estéticos y las tendencias del momento en el que se desarrolla, convir- tiéndose así en uno de los signos más visi- bles de las transformaciones sociales, polí- ticas, económicas y culturales. No en vano decía Balzac, en su Tratado de la vida ele- gante, que “el atavío es el más elocuente de todos los estilos (…) forma parte del propio hombre, es el texto de su existen- cia, su clave jeroglifica”. Hay dos maneras de vestirse. Una, la más simple y antigua, se resuelve con un trozo de tela cuya hechura no reproduce las for- mas naturales del cuerpo humano. Un trozo de tela de forma rectangular daría respuesta a esa tipología básica de vestidos envolventes que se ciñen al cuerpo mediante fíbulas o cinturones, tipología que ha sido denominada por algunos his- toriadores como vestidos drapeados, por los pliegues que hace la tela al ser ceñida con un cinturón al cuerpo. La segunda tipología responde a aquellos vestidos cuyas piezas han sido cortadas y unidas mediante costura para adaptarse a las for- mas naturales del cuerpo humano. Mien- tras que la primera no exige la presencia de una persona especializada para su con- fección, la segunda sí. Ambas fórmulas han dado solución a las necesidades de indu- mentaria de la humanidad hasta nuestros días. Como comentábamos anteriormente, desde la Prehistoria tenemos referencias visuales y arqueológicas que nos informan 77 Amalia Descalzo Lorenzo Apuntes de moda desde la Prehistoria hasta época moderna

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La historia de la indumentaria se nos ofre-ce como un libro abierto en el cual pode-mos descubrir los más variados aspectosde nuestro pasado histórico. Es difícil pre-cisar en qué momento el ser humano deci-de cubrir su cuerpo. Sin embargo, desdela más remota antigüedad, las imágenesplasmadas en las diversas manifestacionesartísticas y los restos arqueológicos quehan llegado hasta nosotros nos informande que el vestido ha estado asociado al serhumano casi desde su aparición en el pla-neta. El acto de vestirse inmediatamentefue acompañado de la búsqueda de dife-renciación, y en ella iría implícito el deseode novedad y cambio que daría origen aese fenómeno social que conocemoscomo moda.

La moda, hoy como ayer, dirige los másvariados aspectos de nuestra vida; sinembargo, la acepción que aquí nos interesaes la referida al vestido. Covarrubias, en suTesoro de la Lengua Castellana o Españo-

la, de 1611, no recoge el término “moda”pero sí el Diccionario de Autoridades de1723, que lo define como “uso, modo ù cos-tumbre. Tomase regularmente por el que esnuevamente introducido, y con especiali-dad en los trages y modos de vestir”, en loque se aprecia el especial hincapié en esaasociación con el vestido. No obstante, eltérmino moda, tal y como hoy lo entende-mos, es en el siglo XVII cuando comenza-mos a encontrarlo en los documentos de laépoca. En España lo encontramos mencio-nado en una obra de 1662, de AgustínMoreto, El lindo Don Diego; y en Francia,en La escuela de mujeres de Moliere.

En cada momento de la historia y encada época se ha resuelto de distinta

manera la necesidad humana de proteger-se, identificarse y expresarse por mediodel vestido. Por esta razón, el vestido,estrechamente ligado al ser humano y aso-ciado al fenómeno de la moda, refleja losgustos estéticos y las tendencias delmomento en el que se desarrolla, convir-tiéndose así en uno de los signos más visi-bles de las transformaciones sociales, polí-ticas, económicas y culturales. No en vanodecía Balzac, en su Tratado de la vida ele-

gante, que “el atavío es el más elocuentede todos los estilos (…) forma parte delpropio hombre, es el texto de su existen-cia, su clave jeroglifica”.

Hay dos maneras de vestirse. Una, la mássimple y antigua, se resuelve con un trozode tela cuya hechura no reproduce las for-mas naturales del cuerpo humano. Untrozo de tela de forma rectangular daríarespuesta a esa tipología básica de vestidosenvolventes que se ciñen al cuerpomediante fíbulas o cinturones, tipologíaque ha sido denominada por algunos his-toriadores como vestidos drapeados, porlos pliegues que hace la tela al ser ceñidacon un cinturón al cuerpo. La segundatipología responde a aquellos vestidoscuyas piezas han sido cortadas y unidasmediante costura para adaptarse a las for-mas naturales del cuerpo humano. Mien-tras que la primera no exige la presenciade una persona especializada para su con-fección, la segunda sí. Ambas fórmulas handado solución a las necesidades de indu-mentaria de la humanidad hasta nuestrosdías.

Como comentábamos anteriormente,desde la Prehistoria tenemos referenciasvisuales y arqueológicas que nos informan

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Amalia Descalzo Lorenzo

Apuntes de modadesde la Prehistoriahasta época moderna

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de las diferentes indumentarias que ha idoadoptando el ser humano. La referenciaclásica de la primera representación deltraje en España son las pinturas rupestresde Cogull (Lérida), que muestran con cla-ridad personajes vestidos con pieles. Sinembargo, habrá que esperar al primermilenio a. C., cuando, por influencia de lascolonizaciones fenicia y griega, se desarro-llan las culturas tartésicas e íbera, paraencontrar representaciones detalladas dela indumentaria: túnicas y mantos drapea-dos, con flecos y cenefas de adorno, yabundante joyería. Las piezas de cerámicaibérica y las numerosas esculturas dedamas oferentes que conservan nuestrosmuseos reflejan también este atuendo,que en lo esencial debió de mantenerse,junto al uso de la toga latina.

La civilización romana, que admiró e imitóen muchos aspectos a la griega, no se limi-tó a copiarla, sino que la asimiló y la trans-formó. El vestido romano tenía como pren-da básica la túnica, formada por dos piezasde tela cuadradas o rectangulares, cosidas,que dejan abiertos los espacios para sacarla cabeza y los brazos, y la cual se ceñía a lacintura con un cinturón. Una variedad de latúnica fue la llamada laticlavia, decoradacon ribetes o clavus. También encontramosuna túnica con manga larga, hasta la muñe-ca, de origen oriental. Sobre estas túnicasse ponía un manto de hechura rectangularllamada pallium. A diferencia de los griegoslos romanos llevaron prendas interiores. Deforma similar a la túnica, la prenda interiorconfeccionada en lino recibió el nombre desubucula, y licium, una especie de taparra-bos que se anudaba alrededor de la cintu-ra. La prenda típicamente romana fue latoga, que, de hecho, solamente la podíanutilizar aquellos que tenían la categoría deciudadanos romanos. Consistía en una granpieza de lana blanca cortada en forma semi-circular. Su gran tamaño dificultaba su colo-cación, y había que ser muy hábil paraponérsela, o por el contrario contar con laayuda de un sirviente.

La indumentaria femenina derivaba enparte de la griega, pues su prenda princi-pal estaba inspirada en el quitón griego. Elvestido principal recibía el nombre destola y, dependiendo de la manera en quedisponían los cierres y el cinturón paraajustar al cuerpo, se creaban diferentestipologías. Ésta se vestía sobre la túnicaíntima, pues también las romanas hicieronuso de prendas interiores, como una cintaque sujetaba el pecho y una prenda a

modo de bragas como nos lo indica elmosaico encontrado en Pompeya. Comoprenda “de encima”, el manto llamadopalla, de gran tamaño y generalmentemuy vistoso por los colores llamativos quese utilizaban.

Tras el Imperio Romano, en la PenínsulaIbérica, y en general en lo que hoy cono-cemos como Europa, se mezclaron lasupervivencia del mundo clásico, lainfluencia del imperio oriental, de Bizan-cio, y el vestido que en el siglo V trajeronlos pueblos centro europeos que llama-mos bárbaros. El pueblo que llega a laPenínsula es el que conocemos como visi-godo. De este momento histórico, queabarca cronológicamente del siglo VI a ini-cios del VIII, el único resto referente a suindumentaria que ha llegado hasta no-sotros son las grandes hebillas y fíbulascon las que ajustaron sus vestidos. No obs-tante, la documentación gráfica, aunqueescasa, nos informa de que la túnica queveíamos en el mundo clásico sigue siendoel vestido básico de la sociedad visigoda;túnicas cortas y largas con decoración declavus continúan en uso en estos siglos.San Isidoro nos habla en sus Etimologías,de una túnica llamada armilausa, cuyorasgo más distintivo era estar abierta en lafalda. Sobre estas túnicas se ponían losmantos, también heredados del mundoclásico como la clamide y el palium.Ahora bien, lo más novedoso de estemomento histórico, y que se conservaráen los años posteriores, son las prendaspara vestir las piernas. San Isidoro distin-gue entre las bragas, femoralias y tubru-

cos. La diferencia entre ellos viene dadapor el largo. La femoralia fue un pantalónque cubría de la cintura hasta por debajode las rodillas y el tubrucos, un pantalónque cubría de la cintura hasta los tobillos.

El vestido femenino se resuelve igual-mente con túnicas decoradas con clavus,y como prendas “de encima”, los mantos,de entre los que distinguiremos uno com-pletamente cerrado, al modo de un pon-cho actual, más corto por delante, y que yallevaron las mujeres bizantinas.

Estos vestidos sencillos que en la formarecuerdan al mundo clásico y en la deco-ración, al mundo oriental, son los queadoptaron los cristianos del norte de laPenínsula. En el siglo VIII llegaron los ára-bes, pueblo poderoso y culto, cuya presen-cia se hará notar en muchos aspectos denuestra historia y, cómo no, en la indu-mentaria, como iremos viendo.

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Figura 1. Dama oferente. Santuario del Cerro de los Santos (Albacete). Edad de Hierro II.

Museo Arqueológico Nacional.

Figura 2. Figura femenina. Beocia (Grecia), 460-450a.C. Museo Arqueológico Nacional.

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La sencillez linealdel vestido románico

Igual que hablamos de un estilo artísticocomún a todo el Occidente, dentro de loque se entendía por Occidente en el sigloX, podemos hablar también de un vestidocomún. El vestido románico que se de-sarrolla cronológicamente entre los siglosX y XII cabría incluirlo en la tipología devestidos drapeados. De hechura sencilla,se cortaban mangas y cuerpo en una pieza.Camisas, calzas, túnicas y mantos constitu-ían el guardarropa básico de los hombresdel románico. No existían apenas diferen-cias entre el vestido de hombre y el demujer, salvo en el largo.

En su modalidad más elaborada el vesti-do de hombre y el de mujer se componí-an de dos túnicas superpuestas, más largala de debajo. El vestido talar, largo, usadopor clérigos y laicos, era propio de perso-nas de elevada condición social. Cuandoestas túnicas largas eran lujosas en sus teji-dos y adornos se las llamaba brial, y hom-bres y mujeres la vestían sobre la camisa.Con el nombre de “piel” o pelizón fue lla-mado un traje amplio “de encima” forradode piel.

Ahora bien, los primeros pasos hacia laconquista de lo que más tarde sería el artede la sastrería, los comenzamos a ver eneste período que llamamos románico. Lasimágenes que han llegado hasta nosotrosnos informan de unas túnicas más evolu-cionadas, ajustadas al cuerpo, con man-gas muy vistosas por su amplitud, congran bocamanga. A finales del siglo XII sepone en marcha un sistema que permiti-rá ajustar las prendas al cuerpo. Esta inno-vación, cuyo origen se produce en elmundo militar, fue revolucionaria e inme-diatamente copiada por el mundo civil. Elsistema consistía en dejar una abertura enun costado de la prenda con ojetes aambos lados de la misma, por los que sepasaba una cuerda. En el Códice de SanAndrés del Arroyo, en un dibujo querepresenta un guerrero, se nos muestraeste sistema aplicado a la prenda, llama-da perpunte, que el militar viste sobre lacota de malla.

Sobre estas prendas, hombres y mujeresvestían mantos y capas: los primeros, tra-sunto del pallium romano, y los segun-dos, de hechura semicircular que solíaanudarse sobre un hombro. De entre losmantos femeninos, siguieron teniendogran aceptación los cerrados de influencia

Figura 3. La Anunciación de los Pastores. Panteón de los Reyes. Colegiata de San Isidoro de León.

Figura 4. Códice de San Andrés delArroyo. Miniatura militar.Cortesía M. Moleiro. Editor. S.A.

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Figura 5. Saya encordada de Doña Leonor.Monasterio de las Huelgas (Burgos).

Patrimonio Nacional.

Figura 6. Cantigas de Alfonso X. Cantiga XXIV. Biblioteca del Real Monasterio deSan Lorenzo del Escorial. Patrimonio Nacional.

bizantina. En cuanto a los tocados, habríaque distinguir entre aquellos de carácterdecorativo y los de carácter funcionalcomo el sombrero. De entre los primeros,el más común fue el conocido con el nom-bre de capiello, realizado en tela, pero queimitaba en forma a los de hierro que lleva-ban los militares. Las mujeres se cubrían lacabeza, salvo las doncellas que llevaban elpelo descubierto y decorado con diade-mas. Entre los tocados femeninos fueronextraordinariamente vistosos, el máscomún consistía en una toca que tapabacabeza y cuello.

En el siglo XIII.El vestido gótico y su gustopor la sencillez y elnaturalismo

La pacífica situación política, los progresostecnológicos y el activo comercio entreOriente y Occidente sentaron las bases enel siglo XIII para una floreciente economíaque favoreció el renacer de las ciudades.Se pone en marcha una sociedad más com-pleja en la que la diversificación profesio-nal determinó nuevas estructuras sociales,

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y se agudiza mucho más que antes la diver-sificación social por el vestido.

Hay una aspiración colectiva al lujo,como se comprueba en las leyes suntua-rias destinadas a contenerlo. Las diferen-cias sociales en el vestir se empezaron anotar con más intensidad por el uso detejidos, pieles o colores costosos que sólounos pocos se podían permitir, sin olvidarque los tejidos más lujosos de este perío-do fueron los hispanomusulmanes traba-jados en los talleres árabes establecidos enAl-Andalus. El siglo XIII tiene un interésespecial para la historia de la indumenta-ria en España debido a los hallazgos de losvestidos exhumados de los enterramien-tos reales en el Monasterio de las Huelgasen Burgos. Gracias a estos vestidos y a lanumerosa documentación gráfica que nosproporcionan las miniaturas alfonsíes,conocemos mejor la moda del siglo XIII.

Se produce un incremento de los tiposde vestidos, que se diversifican no sola-mente por el número sino también por suhechura. Observamos que los patrones delos vestidos comienzan a complicarse, perosin llegar a alcanzar el nivel de complejidadque presentarían los vestidos de finales delsiglo XIV. No obstante, fue en el siglo XIIIcuando comenzó a desarrollarse el difícilarte de la sastrería. La sencilla y lineal túni-ca del período románico con forma de ‘T’,que se construía con piezas de tela de corterectangular, se complicó al introducir unavariante estructural muy importante comofue la nesga. Esta pieza de tela de cortetriangular se añadió a los lados de la túnicacon la finalidad de ampliar el vuelo de lamisma. También en el siglo XIII se apreciaun corte más sofisticado en los vestidosajustados, que presentan sisas extremada-mente abiertas, que nos indican la inter-vención de un profesional.

Igual que hablamos de un arte góticocomún a todo el Occidente, podemoshablar de un vestido común. Un país quedesempeñó un papel importante en la cre-ación de un arte y de un vestido gótico fueFrancia. Aunque los reinos cristianossiguen la moda que podemos denominarcomo internacional, observamos entre lasmujeres una serie de rasgos muy origina-les debidos a la supervivencia de modasanteriores y a la influencia del mundomusulmán. No hay apenas diferenciasentre el vestido masculino y el femenino,salvo en el largo. Observamos que aumen-ta el número de prendas: camisa, bragas–en el caso de los hombres–, calzas, saya

Figura 7. Pellote de Don Fernando de la Cerda. Monasterio de las Huelgas (Burgos).Patrimonio Nacional.

o saya encordada y pellote constituían lasprendas básicas del vestido gótico,pudiendo prescindir del pellote aquellapersona que lo quisiera. Sobre estas pren-das, mantos y capas. De entre los mantos,hemos de dedicar especial atención a unmodelo de creación española cuya singu-laridad consistía en presentar una abertu-ra lateral para meter por ella el brazo.

Como rasgo típicamente peninsularhemos de señalar las bellísimas camisasfemeninas bordadas, que en los textos dela época son denominadas “camisas mar-gomadas”. Estas camisas bordadas con

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hilos de seda de vistosos colores, cuyosmotivos decorativos vienen del mundomusulmán, ocuparon un lugar destacadoen los ajuares femeninos hasta el reinadode los Reyes Católicos. Es cierto que en elsiglo XIII en toda Europa aparecen, comonovedad, los vestidos sin mangas, pero enningún otro lugar sino en la Península seabrieron las sisas de las sayas o de los pello-tes tan exageradamente, quizás con laintención de mostrar ampliamente lascamisas margomadas. Dentro de la indu-mentaria femenina hemos de destacar tam-bién los tocados con innovadoras formas ydecoraciones, y de complicada ejecución.El armazón se realizaba con pergamino yposteriormente se forraba con largas ban-das de tela con sus extremos rizados.

El siglo XIV. Diferenciade indumentaria entre sexos

En el siglo XIV se produce un suceso degran trascendencia: la población europeaqueda reducida a un tercio por la peste de1348. Esto afectó a la sociedad y a la moda,y, entre las múltiples respuestas humanas

ante tan demoledor suceso, se dio mayorimportancia al vestido, especialmente porparte de los más poderosos.

En el siglo XIV el difícil arte de la sastreríaestá prácticamente conquistado. Personasespecializadas en el corte y la confección delos vestidos daban respuesta a una clientelaque demandaba las complicadas hechurasque surgieron en el siglo XIV. Si durante lasprimeras décadas del siglo la moda siguiómanteniendo los mismos vestidos, con lige-ras variaciones estructurales, que en el sigloanterior, en la segunda mitad del XIV se pro-dujo un cambio radical. La aparición deprendas cortas, como fueron el jubón y lajaqueta, determinaron la diferenciacióndefinitiva entre la indumentaria femenina yla masculina. Ambas prendas, de difícil eje-cución y corte, estaban diseñadas con lafinalidad de modelar el cuerpo, siguiendolos dictados estéticos del momento. La cre-ación de estas prendas provocó una trans-formación sustancial en las calzas, que hastaeste momento cubrían el pie y la piernahasta la mitad del muslo y que ahora se pro-longan hasta la cintura. Ambas prendas seoriginaron primeramente en el ámbito mili-tar, para pasar de inmediato al civil, siempre

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Figura 9. Marqués de Santillana,Maestro de Sopetran. Museo Nacional del Prado.

Figura 10. Retrato de Carlos V, Tiziano.Museo Nacional del Prado.

Figura 8. Leyenda de Santa Lucia.Maestro de Estimariu. Museo Nacional del Prado.

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expectante hacia las innovaciones adopta-das en el vestir por el hombre militar, mode-lo a imitar por causa tan noble como expo-ner su vida a cambio de la de los demás. Niqué decir tiene la importancia que este sec-tor de la sociedad tendrá en el desarrollo ycreación de la indumentaria masculina a lolargo de la historia. La continua investiga-ción que el mundo militar realizaba parabuscar prendas más cómodas, acordes consu función ofensiva y defensiva, aceleraba lacreatividad. Por otro lado, estaba liberadode las continuas pragmáticas que los reyesfueron dictando para controlar las prácticasindumentarias del total de la población.

Es también en la segunda mitad del sigloXIV cuando aparece una prenda de usopara ambos sexos: la hopalanda. Prendasuelta, vueluda y de amplias mangas, muyapreciada entre las clases más poderosas,podía forrarse con piel y, mientras que lasde las mujeres fueron siempre largas, loshombres las tuvieron largas, cortas hastamedia pierna y muy cortas.

El siglo XV. La innovacióndel vestido femenino

El siglo XV marca el paso de la Edad Mediaa la Edad Moderna. Desde el punto devista artístico el estilo gótico seguirá vigen-te en Europa, mientras que en Italia se ini-cia el Renacimiento. En cuanto a la moda,dos centros se disputan la hegemoníacomo centros creadores: por un lado, lacorte de los Duques de Borgoña, dondeimpera moda francesa o franco flamenca y,por otro, Italia.

Hopalandas, jaquetas y jubones constituí-an el vestuario básico de la sociedad moder-na, vestidos sobre las camisas interiores,bragas y calzas. La cabeza adquiere un cier-to protagonismo y se pone de moda uncorte de pelo llamado “a la escudilla” queamplia el límite del rostro al afeitarse las sie-nes. Esta estética afectó también a las cabe-zas femeninas. La importancia concedida ala cabeza, tanto femenina como masculina,es atestiguada por los cortes de pelo y losenormes tocados, traducidos en capirotespara los hombres y tocas de elaborada cons-trucción con soportes sorprendentes paralas mujeres, algunos de los cuales repitenlos pináculos de las catedrales góticas. Nue-vamente los dictados estéticos que vemosen los artes figurativas se traducen en lamoda y la implican. La verticalidad proyec-tada en la arquitectura se refleja en la esbel-

Figura 12. La Emperatriz María de Austria,Antonio Moro. Museo Nacional del Prado.

Figura 11. Adoración de los Reyes Magos (ca. 1530). Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

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tez de las siluetas, y se subraya con el tallealto en los vestidos, los zapatos de afiladaspuntas y los asombrosos henin que la cortede los Duques de Borgoña exhibe comocentro creador de moda.

Ahora bien, dentro de esta moda interna-cional de la que también participa España,al final del siglo XV y coincidiendo con elreinado de los Reyes Católicos, nuestro paísempieza a despuntar en este campo por lacreación de prendas que han sido decisivasen la evolución de modas posteriores: lascamisas margomadas, el verdugado, el tren-zado y los chapines. Entre ellas destacamosel verdugado, pues fue el origen de todoslos armazones que se sucedieron a lo largode la historia para ahuecar las faldas. Ni quédecir tiene que este artilugio que aparecióbajo el reinado de los Reyes Católicos nopasó desapercibido entre los cronistas de laépoca, y alguno de ellos atribuye su inven-ción a Doña Juana, esposa de Enrique IV,hermano de Isabel la Católica, criticadasiempre por su vida relajada. Evidentemen-te esta falda armada con aros de hierro,mimbre o junco llamados verdugos, noestaba diseñada para ocultar una preñez,pero, independientemente de quien partie-ra la idea, lo cierto es que el primer can-cande la historia surgió en España.

Siglo XVI. La moda españolaen las cortes europeas

El siglo XVI aparece perfectamente defini-do por dos estilos de vestir: el primerocoincidiría con el reinado de Carlos V y elsegundo, con el de Felipe II. España, abier-ta a Europa a partir de la llegada de CarlosV, recibe una importante influencia demodas de otros países que se combinarono convivieron con las típicas del país.Durante las primeras décadas del siglo, lamoda se caracterizó por su variedad,riqueza de colorido y libertad, que, perfec-tamente combinadas, subrayaron el carác-ter individual del vestido renacentistasimplícito en el pensamiento humanista.

En el vestido masculino los rasgos máselocuentes fueron las cuchilladas y las pro-minentes braguetas, y en el femenino, lasvistosas mangas de la camisa bordada y losvestidos encargados de respetar las formasnaturales del cuerpo. Alrededor de 1530empezamos a ver cómo se define unanueva etapa en nuestro país, que deja deser receptor para convertirse en creadorde un estilo típicamente español que imi-

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Figura 13. Retrato de Felipe IV, Diego Velázquez. Museo Nacional del Prado.

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tará toda Europa hasta las primeras déca-das del siglo XVII. En esta etapa de la his-toria de España, el vestido se convierte enun perfecto aliado de la monarquía máspoderosa de Europa. Frente al conceptode libertad que nos ofrecían los vestidosde principios de siglo, con el nuevo estilo,hombres y mujeres sometieron sus cuer-pos a las prendas rígidas e inmoviles queexigía la etiqueta española, con la finalidadde transmitir con el lenguaje corporal losgestos sosegados y altivos implícitos en losideales de la monarquía hispánica.

Las principales prendas que componíanel vestido masculino fueron el jubón, quese vestía sobre la camisa; las calzas, com-puestas de muslos acuchillados; y lasmedias. Sobre el jubón se podía vestir lacuera o el coleto, sin mangas, o la ropilla,ésta con mangas. Como complemento, elcuello de lechuguilla, que poco a poco vaaumentando su diámetro hasta alcanzar sumáxima exageración en el reinado de Feli-pe III. Con este vestido hay una clara pre-ferencia por prendas vueludas y cortas quedejaban al descubierto las piernas: la capa,con capilla aplastada; el ferreruelo, dehechura circular como la capa y con cue-llo vuelto; el bohemio, más vueludo ycuyos bordes delanteros quedaban vueltosluciendo el forro; el tudesco, con mangas,aunque se llevaba echado por los hombrossin meter los brazos por ellas.

El vestido de mujer resaltaba la estrechezde la cintura, pero borraba las formas natu-rales del cuerpo; para ello la moda españo-la hizo uso del llamado cartón de pecho,embrión de los futuros corsés de la historiade la indumentaria, y del verdugado. Sobreestas prendas interiores se vestía la sayaentera o un conjunto formado por jubón ybasquiña. Los cambios más notorios de estamoda que se mantendrá hasta las primerasdécadas del siglo XVII vienen dados por elcuello de lechuguilla, los tocados y los pei-nados, estos últimos cada vez más altos, ydotan a la cabeza de una forma piramidal.Como prendas “de encima” se usaba la“ropa” o la galerilla, ambas abiertas pordelante y sin costura en la cintura: la ropa,más holgada, quedaba despegada del cuer-po, la galerilla se ajustaba a la cintura.

El siglo XVII. La modaespañola viaja en solitario

En el siglo XVII la moda española comien-za a peder protagonismo en Europa a

Figura 14. Infanta Margarita de Austria, Diego Velázquez. Museo Nacional del Prado.

la par que su economía y su política.A mediados de siglo la francesa irá paulati-namente eclipsando a la moda españolacomo principal inspiradora del vestidoeuropeo. Mientras tanto España y los espa-ñoles se aferraran más que nunca a susmodas y, aunque acogió influencias, espe-cialmente de su país vecino, podemosdecir que durante gran parte del siglo XVIIse mantuvo un estilo propio, que en losúltimo años del reinado de Carlos II segui-rá vigente a pesar de iniciarse la introduc-ción de la moda francesa en nuestro país.

El siglo XVII se inicia sin apenas cambiosestilísticos en cuanto a moda se refiere.Durante el reinado de Felipe III hombres

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Page 10: 1. Apuntes de Moda Desde La Prehistoria

y mujeres siguen llevando las prendas esta-blecidas en el anterior y son inapreciableslas modificaciones, siendo la más notableel enorme tamaño que habían alcanzadolos cuellos de lechuguilla. Sin embargo, enel reinado de Felipe IV se produce un cam-bio radical en el vestido de los españoles:las abultadas calzas del período anterior sesustituyen por los calzones y el cuello delechuguilla, por el de la golilla. Este vesti-do masculino, cuyos rasgos más notablesfueron el color negro, el cuello de golilla ysu tendencia a la austeridad, estaba forma-do por las siguientes prendas: un jubónque se vestía sobre la camisa interior; unaropilla, que se vestía sobre el jubón; y loscalzones. Como complementos, mediasde punto, también en color negro, y zapa-tos. Como prenda “de encima”, la capatípica llamada ferreruelo. La rígida golilla,que todo el mundo identificaba con Espa-ña, estaba formada por un soporte de car-tón forrado en seda negra sobre el quedescansaba un cuello blanco llamado valo-na. Este cuello, que obligaba a mantener lacabeza erguida, se convirtió en símbolo dela gravedad y altivez de los españoles.Dicho vestido se mantendrá durante elsiglo XVII y parte del XVIIII. Los cambiosde la moda, a lo largo de los años, afecta-ron principalmente a las mangas, a los cal-zones, cada vez más estrechos, y a lahechura de la golilla, que se fue adaptan-do a las melenas, cada vez más largas.

La moda femenina, especialmente bajolos reinados de Felipe IV y Carlos II, se dis-tanció notablemente de la corriente euro-pea. Las españolas no renunciaron al ver-dugado, y sobre él fueron elaborando lassiluetas que precedieron al “guardainfan-te”, que hace su aparición alrededor de losaños treinta, no sin antes pasar por la crí-tica de los moralistas y legisladores de laépoca. En opinión de los contemporáne-os vino de Francia, al parecer por obra deunos cómicos que actuaron en Madrid,cuando ya en ese país había pasado demoda. Se dio la curiosa circunstancia deque, en contra de lo que solía suceder, noapareció primero en el traje de corte paradespués generalizarse entre el resto de losestamentos sociales, sino que su aparicióny divulgación se dio primero fuera del cír-culo cortesano. El modelo francés consis-tía en una plataforma de mimbre a la altu-ra de las caderas, pero las españolas loconvirtieron en un complicado armazónrealizado con aros de madera, alambre ohierro unidos entre sí con cintas o cuerdas

que se completaba en la parte superiorcon mimbre, crin y otros materiales paraenfatizar las caderas. El guardainfante sevestía sobre varias enaguas y sobre él, a suvez, se ponía la pollera, falda interior reali-zada con tejidos ricos de vistosos coloresy a veces acolchada con lana para redon-dear las caderas, encima de la cual se colo-caba la falda exterior femenina llamadabasquiña.

Alrededor de la década de los setenta eluso del guardainfante fue relegado a lasceremonias muy especiales. El sacristánsiguió desempeñando el papel de ahuecarlas faldas, bajo el reinado del último Aus-tria, Carlos II, que en poco tiempo fuereemplazado por el tontillo, armazón rea-lizado con aros que se cosían en una falda;se volvía a repetir el sistema de ensambla-je del verdugado.

Junto a los armazones para ahuecar lasfaldas, el otro elemento que hay que seña-lar como típico de la moda femenina fue la“cotilla”, prenda armada con ballenas,determinante de la rigidez y tiesura deltorso femenino. Se trata de un artilugiosurgido de los ideales de belleza del sigloXVI y que se mantuvo durante todo el sigloXVII. La cotilla se vestía sobre la camisainterior femenina, y sobre ella, el jubón.Con estas prendas, los cambios más noto-rios afectaron a las mangas, escotes y pei-nados.

Bibliografía

Este artículo se apoya documentalmenteen los estudios de Carmen Bernis, histo-riadora y pionera en el estudio de la indu-mentaria histórica en España.

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AMALIA DESCALZO LORENZO

Figura 15. Jubón femenino(segunda mitad del siglo XVII). Museo del Traje.

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