yannis ritsos

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Poesía social

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  • - 2 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    ON el ttulo genrico Entre los poetas mos venimos publi-

    cando, en el mundo virtual, una coleccin de cuadernos

    monogrficos con los que deseamos contribuir a la divulgacin

    de una poesa crtica que, con diversas denominaciones (poesa

    social, poesa comprometida, poesa de la conciencia) se

    caracteriza por centrar su temtica en los seres humanos, bien

    sea para ensalzar sus valores genricos, o bien para denunciar

    los atropellos, injusticias y abusos cometidos por quienes detentan

    el Poder en cualquiera de sus formas.

    Poesa sta que no se evade de la realidad, sino que incide en

    ella con intencin transformadora. Se entiende por ello que tal

    produccin y sus autores hayan sido frecuentemente acallados,

    desprestigiados, censurados e incluso perseguidos por dichos po-

    deres dominantes.

    Se trata, en fin, de una poesa no neutral, teida por el com-

    promiso tico de sus autores.

    Los textos aqu incorporados proceden de muy diversas fuentes;

    unos de nuestra biblioteca personal, otros de Internet.

    La edicin digitalizada de estos cuadernos poticos carece de

    toda finalidad econmica. No obstante, si alguien se considera

    perjudicado en sus legtimos derechos de propiedad intelectual,

    rogamos nos lo haga saber para que retiremos los textos cuestio-

    nados.

    C

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Entre los poetas mos

    Yannis Ritsos (1909 -1990)

    Poeta, ensayista y poltico griego nacido en Monemvasi el 1

    de mayo de 1909.

    Los grandes traumas sufridos en la niez (muerte temprana de

    la madre y de su hermano mayor, el ser afectado por una tu-

    berculosis de la que tard en recuperarse cuatro aos, la en-

    fermedad mental del padre y la ruina econmica de la familia)

    le marcaron para siempre.

    Inici su carrera potica en 1934, ao en que apareci su pri-

    mer poemario: Tractor; a ste seguiran Pirmides (1935) y

    Epitafio (1936); stas obras significaron un profundo revulsi-

    vo en la poesa griega. Otros nuevos ttulos -Sinfona de Pri-

    mavera (1938), Mazurca Antigua con ritmo de lluvia (1943),

    etc.,- fueron saliendo de su pluma hasta reunir una obra poti-

    ca de ms de cuarenta volmenes.

    Por su compromiso poltico y social fue detenido varias veces

    durante la segunda guerra mundial; y en 1967 fue nuevamente

    encarcelado por la dictadura de Papadopoulos.

    Yannis Ritsos fue el poeta de la libertad de Grecia, siendo con-

    siderado uno de los representantes ms importantes de la poe-

    sa contempornea, no slo por la calidad y originalidad de su

    literatura, sino por su compromiso con la sociedad de su tiem-

    po, como hombre y como artista.

  • - 4 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Yannis Ritsos es incluido literariamente en la Generacin Grie-

    ga de los aos 30, afn a la Generacin espaola del 27, aun-

    que tambin podra ser comparado con el grupo potico del

    36.

    Su poesa es en cierto modo fotogrfica: en sus textos se refle-

    jan impresiones instantneas sobre las gentes y ambientes de

    su tierra, uniendo la belleza fsica y humana con frecuentes

    connotaciones polticas.

    Adems de poemarios, este escritor es autor de interesantes

    ensayos y obras de teatro.

    Su fallecimiento se produjo el 11 de noviembre de 1991 a los

    81 aos.

    Para ms informacin sobre este autor, vase la bibliografa

    que obra al final de este cuaderno.

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Ah, te vas?

    Ah, te vas? Buenas noches. No, yo no voy. Buenas noches.

    Yo voy a salir ms tarde. Gracias.

    Es que, por fin, tengo que salir de esta casa machacada.

    Tengo que ver la ciudad un rato.

    No, no la luna, la ciudad con sus manos marcadas de callos

    La ciudad asalariada, la ciudad que jura por sus puos y su pan

    La ciudad que nos lleva sobre sus espaldas, soportndonos

    a todos nosotros

    Con nuestras pequeeces, nuestras maldades, nuestras

    enemistades

    nuestras ambiciones, nuestra ignorancia, y nuestra vejez

    Tengo que escuchar los grandes pasos de la ciudad

    y que deje ya de escuchar los tuyos, los del Dios, y los mos.

    Buenas noches.

    (Fragmento de La Sonata al claro de luna)

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Aguardando su ejecucin

    Ah, detenido contra el muro, al amanecer, sus ojos descubiertos,

    mientras doce armas le apuntan, l con calma siente

    que es joven y bien parecido, que desea estar bien afeitado,

    que el horizonte distante, rosa plido, se convierte en l

    y, s, que sus genitales conservan su propio peso,

    hay algo triste en la excitacin de ellos ah donde

    los eunucos miran,

    es ah donde apuntan; se ha convertido ya en la estatua

    de s mismo?

    l, vindose ah, desnudo, en un da brillante

    del verano griego, arriba en la plaza mirando a lo que est arri-

    ba

    l mismo tras los hombros de la multitud, detrs de

    las apresuradas turistas de grandes glteos,

    detrs de las tres viejas falsas de sombreros negros.

    De: Gestos (1969)

    Traduccin Jaime Nualart Fuente: Material de Lectura, UNAM

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Alejamiento

    Desapareci al fondo de la calle.

    La luna haba salido ya.

    Un pjaro son entre los rboles.

    Una historia corriente, simple.

    Nadie haba notado nada.

    Entre las dos farolas,

    un gran charco de sangre.

    De Testimonios II yIII

    Versin de Romn Bermejo

    http://amediavoz.com/ritsos.htm

  • - 8 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    A m -dice- me coges...

    A m -dice- me coges.

    A m me encierras

    me matas.

    Puedes coger aquel pjaro?

    Puedes matar

    el aire que escondo

    entre mis uas?

    De De papel

    Vers. de C. Chamorro, J. Lentini

    y D., Papagueorguiu

    http://amediavoz.com/ritsos.htm

  • - 9 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Atenas 1970

    En estas calles

    la gente camina; la gente

    se apresura, tiene prisa

    por salir, por irse (de qu?),

    por llegar (dnde?) -Yo no lo s- no son rostros

    aspiradoras, botes, cajas-.

    Tienen prisa.

    En estas calles, otro tiempo,

    ellos han pasado con amplias banderas,

    tenan una voz (lo recuerdo, yo la o),

    una voz audible.

    Ahora,

    caminan, corren, tienen prisa,

    una prisa animada-

    el tren llega, lo abordan, choca;

    luz verde, roja;

    el hombre de la puerta atrs del cristal partido;

    la prostituta, el soldado, el verdugo;

    el muro es gris

    ms alto que el tiempo.

    Ni siquiera las estatuas se pueden ver.

    De: Corredor y escalera (1970)

    Traduccin: Jaime Nualart Fuente: Material de Lectura UNAM

  • - 10 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Belleza de la clase trabajadora

    Caminaba nerviosamente de un lado a otro de la sucia calle

    sudando,

    cuidando

    el camin ponchado y su carga. Descalzo,

    con los pantalones enrollados, semejaba un remero antiguo,

    de pies grandes y morenos, msculos esculturales

    en sus brazos desnudos. Cuando la brisa sopl

    su poderosa espalda se dibuj a travs de la camisa.

    Las muchachas

    que regresaban de la playa al medioda

    siguieron lentamente hasta ese punto de la calle

    para anudar sus sandalias

    o ajustarse el cinturn. Entonces l

    subi sobre los melones del camin, sac su peine y

    se arregl el cabello.

    De: Testimonios.

    Fuente: Material de Lectura, UNAM

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Bsqueda

    Adelante, caballeros -dijo l. No hay inconveniente

    Vanlo todo.

    No tengo nada que ocultar. Aqu est la habitacin,

    aqu el estudio.

    Aqu el comedor. Aqu? -el tico para los vejestorios.;

    todo se acaba. Caballeros, est lleno: todo se acaba,

    se acaba.

    As de rpido tambin. Caballeros: esto? Un dedal: -de mam:

    Esta? una lmpara de aceite de mi madre,

    su sombrilla -ella me am

    enormemente-:

    pero, est olvidada tarjeta de identificacin? estas alhajas,

    de otra persona? la

    toalla sucia?

    Esta entrada de teatro? La camisa con agujeros? Manchas

    de sangre?

    Y esta fotografa? De l, s, con un sombrero de mujer cubierto

    con flores,

    dedicada a un extranjero -la letra es suya-.

    Quin dej esto aqu? Quin dej esto aqu?

    Quin dej esto aqu?

    Fuente: Material de Lectura, UNAM

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Conmemoracin

    En un rincn est de pie el abuelo,

    en otro sus diez nietos,

    y en la mesa nueve velas

    clavadas en el pan de hogaza.

    Las madres se arrancan el cabello

    y los nios callan.

    Por el tragaluz la Libertad

    observa y suspira.

    De: 18 Canciones de la Patria Amarga.

    Traduccin: Ivo Maldonado Fuente: poesa-maule.com

  • - 13 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Detrs del olvido

    Lo nico slido que de l qued fue su chaqueta.

    La colgaron all, en el armario grande. Fue olvidada.

    Se peg al fondo, detrs de nuestras ropas de verano, de invierno,

    -nuevas cada ao, para nuestras necesidades nuevas-. Hasta que,

    un da, llam nuestra atencin puede que por su color extrao,

    puede que por su anticuado corte-. Sobre sus botones

    haba tres imgenes, iguales y redondas:

    el muro del fusilamiento, con cuatro agujeros,

    y alrededor, nuestro remordimiento.

    Fuente: Festival Internacional de Poesa de Medelln

    Texto y traducc. por Juan Ruiz de Torres

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    El desencarcelado

    Sali de la crcel. Era una hermosura. Coches, rboles,

    puertas, ventanas abiertas, charlas. Pero entonces,

    por qu aquella amargura? Qu le falta?

    La atenazante estrechez aquella

    casi contena amplitud, le ofreca algo as como

    una disculpa a mano para todo. Ahora,

    bajo el sol, en torno a l, rostros muy ocupados, extraos,

    rejas nuevas, ms grandes que antes. Y ni siquiera

    aquel derecho a firmar, respetuosa y sinceramente,

    breves cartas sometidas a censura encarcelado.

    Le escuecen los ojos por el sol. Intenta sonrer.

    No lo consigue. Afortunadamente, nadie le conoce;

    nadie se fija en l. Cmo que afortunadamente?

    Acaso no es eso justamente lo que lo desanima?

    Apoy su hato

    en la acera caliente y polvorienta, se sent encima,

    mir alrededor, cerr los ojos y se qued dormido.

    Traduccin de Romn Bermejo y Lpez-Muiz

    Ed. Icaria Poesa 2007

  • - 15 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    El guante que llevas

    El guante que llevas

    no puedes examinarlo

    por dentro.

    Tienes que quitrtelo

    volverlo del revs

    entrada la noche

    en la estrecha habitacin

    ya que todo el da habrs saludado

    a propios y extraos

    con la mano desnuda.

    En De papel

    Versin de Coloma Chamorro, Javier Lentini y Dimitri Papagueorguiu

    http://www.poemilia.com/yannis-ritsos/el-guante-que-llevas/

  • - 16 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    El significado de la sencillez

    Tras las cosas sencillas me oculto para que me encontris;

    si no me encontris, encontraris las cosas,

    tocaris lo que toc mi mano,

    las huellas de nuestras manos se unirn.

    La luna de agosto brilla en la cocina como una olla de estao

    (ocurre as tambin por lo que digo) alumbra la casa desierta y

    su silencio arrodillado el silencio est siempre de rodillas.

    Cada palabra es un camino hacia un encuentro a menudo

    frustrado, y es palabra verdadera, mientras insiste en el encuentro.

    Fuente:

    abrahamgragera.bolgspot:Yannis-Ritsos

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    El sospechoso

    Cerr la puerta con llave.

    Mir hacia atrs con desconfianza

    y se guard la llave en el bolsillo.

    Le detuvieron en esa postura.

    Le maltrataron durante meses.

    Hasta que una noche confes

    (y qued demostrado)

    que la llave y la casa

    eran suyas. Pero nadie pudo entender

    por qu haba escondido su llave.

    De modo que

    a pesar de habrsele declarado inocente,

    sigui siendo sospechoso para todos.

    De Testimonios II yIII

    Versin de Romn Bermejo http://amediavoz.com/ritsos.htm

  • - 18 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Epitafio

    1. Hijo, cuerpo de mi cuerpo, sangre de mi sangre, tutano de

    mis tutanos,

    corazn del mo, gorrin de mi diminuto jardn, florecilla

    de mi soledad

    A dnde vol mi pequeo? A dnde se ha ido? En qu lugar

    me ha dejado?

    La jaula est vaca y en la fuente no queda una gota de agua.

    2. Mis dedos mecan hasta el amanecer tus cabellos rizados

    mientras vigilaba tu sueo.

    Tus cejas bien formadas dibujadas a pincel,

    creaban arcos para que mi mirada anidara y descansara all.

    Tus ojos rutilantes reflejaban al amanecer la distancia de los cielos

    y yo procuraba evitar que una lgrima ma los empaara.

    Tus dulces labios perfumados, cuando hablabas, lograban que las

    rocas

    y los rboles devastados florecieran, que los ruiseores cantaran.

    3. En un da de mayo me dejaste, en ese da de mayo te perd.

    En la primavera amabas tan bien, hijo, cuando subas

    Al tejado empapado de sol y divisabas desde all,

    tus ojos nunca se saciaban de beber la luz del mundo.

    Con tu voz varonil tan dulce y clida, volvas a contar

    tantas cosas como guijarros hay en las playas.

    Hijo, dijiste que todas esas maravillas seran nuestras

    Pero ahora tu luz ha muerto, el brillo y las brasas se han apagado.

  • - 19 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    4. Estrella, ma, has puesto en tu sombra todo lo que la Creacin

    ha cobijado

    Y todo lo que el sol, esa bola negra de camo, ha recogido bajo

    su luz.

    La muchedumbre pasa y me oprime, los soldados me pisotean

    Pero mi mirada no titubea y mis ojos jams te abandonan.

    El vaho etreo de tu aliento roza mi mejilla

    Ay! La gran luz de una boya flota al final del camino.

    La palma de una mano baada de luz seca mis lgrimas

    Ay! hijo, tus palabras se albergan en lo ms profundo de mi.

    Mira, me levanto, mis piernas an me pueden sostener

    Una gozosa luz, mi valiente hijo, me levanta del suelo.

    Duerme hijo, amortajado con banderas,

    Voy al encuentro de tus hermanos, traigo tu voz conmigo.

    5. Eras tierno, de noble temperamento, todas las gracias iban contigo,

    Llevabas todas las caricias del viento, todas las florecillas silvestres.

    De pies ligeros, pisabas suave como una gacela

    nuestro umbral brillaba como el oro tan pronto lo cruzabas.

    Saqu juventud de tu juventud, y para presumir hasta poda sonrer.

    La vejez nunca me atemoriz y a la muerte la poda desdear.

    Mas ahora, dnde me puedo situar? Dnde me refugio?

    Estoy a la deriva como rbol marchito en una llanura nevada.

    6. Cuando te parabas frente a la ventana, tu espalda

    abarcaba la entrada, todo el mar, todas las naves de los pescadores.

    La casa se inundaba de tu sombra, inmensa como un arcngel.

    Y el brillo del lucero vespertino titilaba en tu odo.

  • - 20 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Nuestra ventana era el portal hacia el mundo, miraba al Paraso

    donde las estrellas estaban en flor, mi hijo adorado.

    All, de pie, en el atardecer refulgente parecas el timonel del barco,

    En tu habitacin, en la clida penumbra del crepsculo.

    Ay! me embarcaste en la quietud de la Va Lctea, ahora este buque

    se va a pique

    Su timn se ha roto y me enrumbo al fondo del mar, a la deriva en

    mi soledad.

    7. Si tuviera la pocin de los inmortales, si slo la tuviera: una

    nueva alma para ti

    s despertaras por un instante, para ver y hablar y deleitarte en

    medio de tu sueo.

    Me pondra al lado tuyo, adosada a ti, exuberante de vida, calles,

    balcones y plazas

    atestadas de gente vitoreando, las doncellas recogiendo flores

    para rociar tus cabellos.

    Mis bosques fragantes colmados de miles de races y hojas,

    cmo puedo yo, la malograda, creer que te he perdido?

    Hijo, todo se ha desvanecido, todo me ha abandonado,

    no tengo ojos y no puedo ver, no tengo boca que me permita

    hablar.

    8. Hijo, qu Hado te ha signado, qu Hado me ha condenado

    a sufrir este dolor lacerante, a padecer este fuego en mi pecho.

    Mi dulce joven, no has desaparecido, vives en mis venas.

    Hijo mo, fluye profundo en todas nuestras venas y permanece vivo

    para siempre.

    Fuente: El rinoceronte ilustrado blogspot: epitafio Versin de P. Potdevin

  • - 21 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Esta noche

    Esta noche

    hemos aprendido algunas cosas que la pluma no puede expresar.

    Esta noche hemos sabido que tenemos que ser felices,

    amarnos unos a otros.

    Fue como si en el centro de detencin, la vida,

    despojada de su esencia ms fundamental,

    hubiera permitido esta claridad inesperada.

    Diario del Exilio 1948.

  • - 22 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Romiosini

    I

    Estos rboles no se conforman con tan poco cielo,

    estas piedras no se conforman bajo el paso extranjero,

    estos rostros no se conforman sino con sol,

    estos corazones no se conforman sino con justicia.

    Este paisaje es duro como el silencio,

    aprieta contra el pecho sus piedras calcinadas,

    aprieta contra la luz sus olivos hurfanos y sus vias,

    aprieta los dientes. No hay agua. Solamente luz.

    El camino se pierde en la luz y la sombra de la tapia es de hierro.

    Se petrificaron los rboles, los ros y las voces en la cal del sol.

    La raz tropieza con el mrmol. Arbustos polvorientos.

    El mulo y la roca. Jadean. No hay agua.

    Todos tienen sed. Hace aos. Todos mastican un amargo bocado

    de cielo.

    Sus ojos estn rojos por el insomnio,

    una profunda marca se clava como una cua entre sus cejas,

    como un ciprs entre dos montaas a la hora del crepsculo.

    Sus manos estn pegadas al fusil,

    el fusil prolonga sus manos,

    sus manos prolongan sus almas,

    tienen los labios llenos de rabia

    y el dolor en lo ms hondo de sus ojos

    como una estrella en un pozo de sal.

    Cuando estrechan la mano el sol est seguro en el mundo,

    cuando sonren una pequea golondrina vuela de sus barbas hirsu-

    tas,

    cuando duermen doce estrellas caen de sus bolsillos vacos,

  • - 23 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    cuando caen la vida sube la cuesta con banderas y tambores.

    Hace tantos aos que tienen hambre, todos tienen sed, todos mue-

    ren

    sitiados por tierra y por mar;

    el calor devor sus campos y la sal reg sus casas,

    el viento arranc sus puertas y las escasas lilas de la plaza,

    por los agujeros de sus abrigos entra y sale la muerte,

    sus lenguas son speras como una pia,

    sus perros han muerto envueltos en sus sombras,

    la lluvia cala sus huesos.

    Arriba en las atalayas fuman inmviles la bosta y la noche

    escrutando el mar enfurecido donde se hundi

    el mstil roto de la luna.

    El pan se agot, las balas se agotaron,

    ahora cargan los caones slo con sus corazones.

    Tantos aos sitiados por tierra y por mar,

    todos tienen hambre, todos sucumben, pero ninguno muere

    sus ojos brillan en las atalayas,

    ven una gran bandera, un gran fuego rojo

    y cada amanecer miles de palomas vuelan de sus manos

    hacia las cuatro puertas del horizonte.

    IV

    Enfilaron hacia el alba con la mirada altiva del que tiene hambre,

    en sus ojos inmviles se haba coagulado una estrella,

    llevaban sobre sus hombros el verano herido.

    Por aqu pasaron los soldados con los estandartes pegados

    al cuerpo,

    con la obstinacin entre sus dientes como una pera verde,

    con la arena de la luna en sus pesados borcegues

  • - 24 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    y el carbn de la noche adherido a la nariz y las orejas.

    rbol tras rbol, piedra tras piedra, atravesaron el mundo,

    sobre almohadas de espinas atravesaron el sueo,

    llevaban la vida como un ro en sus manos resecas.

    A cada paso ganaban una braza de cielo para darlo.

    Arriba en las atalayas quedaban petrificados como rboles

    quemados,

    y cuando bailaban en la plaza, temblaba en las casas el cielo raso

    y tintineaba la cristalera en las repisas.

    Ah, qu canto sacudi las cumbres

    entre sus rodillas sostenan la escudilla de la luna y cenaban,

    y aplastaban el ay en los recovecos de su corazn

    como si aplastaran un piojo entre sus gruesas uas.

    Quin te llevar ahora el pan caliente en la noche para alimentar

    los sueos?

    Quin a la sombra del olivo har compaa a la cigarra para que

    la cigarra no calle,

    ahora que la cal del medioda pinta la tapia en torno del horizonte

    borrando sus magnficos nombres viriles?

    Esta tierra que embalsamaba el alba,

    la tierra que era de ellos y de nosotros su sangre cmo ola

    la tierra

    y ahora cmo han cerrado sus puertas nuestras vias,

    cmo disminuy la luz en los techos y en los rboles,

    quin dira que la mitad se encuentra bajo tierra y la otra mitad

    entre rejas?

    Con tantas hojas el sol te da los buenos das,

    con tantos estandartes brilla el cielo,

    y unos entre rejas y otros bajo tierra.

    Calla, de un momento a otro sonarn las campanas.

    Esta tierra es de ellos y de nosotros.

  • - 25 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Bajo tierra, con las manos cruzadas,

    aferran la cuerda de la campana esperan la hora, no duermen,

    no estn muertos,

    aguardan para anunciar la resurreccin. Esta tierra

    es de ellos y de nosotros nadie nos la podr quitar.

    VII

    La casa, el camino, la higuera, la cscara del sol que las

    gallinas picotean en el patio.

    Los conocemos, nos conocen. Aqu entre las breas

    la culebra ha mudado su tnica amarilla.

    Aqu est la choza de la hormiga y el torren lleno de troneras de

    la avispa,

    en el mismo olivo el cuerpo muerto de la cigarra del ao pasado y

    el canto de la cigarra de este ao,

    en los arbustos tu sombra que te sigue como un perro silencioso,

    muy castigado,

    perro fiel al medioda se acuesta junto a tu sueo terroso

    husmeando las adelfas,

    a la noche se ovilla a tus pies mirando una estrella.

    Un silencio de peras se multiplica en las piernas del verano,

    la somnolencia del agua se demora en las races del algarrobo,

    la primavera tiene siete hijos hurfanos adormecidos en su regazo,

    un guila moribunda en sus ojos,

    y all arriba, detrs del pinar,

    la capilla de San Juan Ayunador secndose al sol

    como el plido excremento del gorrin en una ancha hoja de

    mora.

    Este pastor envuelto en su pelliza

    tiene en cada pelo del cuerpo un ro seco,

    tiene un bosque de encinas en cada agujero de su flauta

    y su bastn tiene los mismos nudos

    que el remo que golpe por primera vez el azul del Helesponto.

  • - 26 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    No es necesario que recuerdes. La vena del pltano

    tiene tu misma sangre, la misma del asfdelo y la alcaparra de la

    isla.

    Desde el fondo silencioso del pozo asciende al medioda

    una voz de vidrio oscuro y viento blanco,

    una voz redonda como un nfora antiguala misma voz antigua

    y el cielo enjuaga con ail las piedras y nuestros ojos.

    Cada noche la luna da vuelta sobre los campos el cuerpo de los

    grandes muertos,

    palpa sus rostros con dedos salvajes, helados

    hasta reconocer a su hijo por el filo del mentn y las cejas

    de piedra,

    registra sus bolsillos. Siempre encuentra algo. Algo encontramos.

    Un relicario con madera de la Cruz. Un cigarrillo aplastado.

    Una llave, una carta, un reloj detenido a las siete.

    Le damos cuerda nuevamente. Las horas comienzan a correr.

    Cuando maana sus ropas se pudran

    y queden desnudos entre botones militares

    como quedan los restos de cielo entre las estrellas del verano

    como queda el ro entre las adelfas

    como queda el sendero entre los limoneros cuando llega la

    primavera,

    acaso encontremos entonces sus nombres y podamos gritar: yo

    amo.

    Entonces. Pero estas cosas estn todava muy lejos,

    todava muy cerca, como cuando estrechas

    una mano en la oscuridad y dices buenas noches

    con la amarga cortesa del desterrado que vuelve a la casa paterna

    y ni los suyos lo reconocen,

    porque l ha conocido la muerte,

    y ha conocido la vida que est antes de la vida y despus de la

    muerte

  • - 27 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    y los reconoce. No se entristece. Maana, dice. Y est

    seguro de que el camino ms largo es el camino ms corto al

    corazn de Dios.

    Y he aqu la hora en que la luna lo besa con cierta angustia detrs

    de la oreja,

    las algas, la maceta, el escabel y la escalera de piedra le dicen

    buenas noches,

    y las montaas y los mares y las ciudades y el cielo le dicen

    buenas noches

    y sacudiendo la ceniza del cigarrillo sobre las rejas del balcn

    puede llorar por su seguridad,

    puede llorar por la seguridad de los rboles y de los astros y de sus

    hermanos.

    Fuente:Ignoriabolgspot - Yannis Ritsos. tres poemas

    Versin Horacio Castillo.

  • - 28 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Gris y blanco

    Por la tarde, el caf estaba vaco. Se sent solo y esper,

    exactamente detrs del vaso de agua, sintiendo

    las sillas vacas, y los cristales que se oscurecan,

    los ruidos pequeos que se detenan en el primer escaln

    de la puerta, sin pasar adentro: una espera que haba estado

    tan clara,

    ahora indefinida, incumplida, boca abajo. Enfrente de l,

    sobre los rboles del parque, se levant la luna grande,

    profunda, oscura, detrs de los cristales; una luna tambin

    de cristal,

    que puso una mancha crdena en la frente de la mujer,

    que se haba sentado en silencio en el asiento contiguo.

    Levant el vaso. El agua estaba tibia. La luna, tibia tambin.

    Tendra que vaciar las dos. La mano de la mujer estaba totalmente

    blanca.

    Fuente: Trianarts:Recordando a Yannis Ritsos

  • - 29 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Hechos cotidianos

    Ella dijo: Llvate la llave y cuando vuelvas

    poco importa cundo

    abre y entra. Me encontrars aqu. Aos enteros

    pasaron. Cuando l abri

    lo primero que vio en el espejo del armario,

    frente a la puerta,

    no fue otra persona sino l mismo,

    bastante envejecido, con un saco gris.

    Incluso aqu ha de esperarme como siempre? Al lado,

    sobre el muro,

    fijo con un clavo, un pequeo papel:

    Esprame,

    he ido de un salto a la frutera. l tomo su sombrero,

    desliz en un bolsillo el papel y parti nuevamente.

    En la pared qued brillando el clavo

    como un insecto enmurado en un vida bien suya durante

    un medioda de oro y de verano.

    Traduccin de Nicols Guilln: Diez Poemas de Yannis Ritsos

  • - 30 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    La clera

    Cerraba los ojos al sol. Se mojaba los pies en el mar. Se fij

    por primera vez en la expresin de sus manos.

    Un cansancio escondido,

    y amplio como la libertad. Gentes enviadas

    iban y venan, trayendo regalos y promesas,

    prometiendo botn y ttulos ms altos.

    l, sin dejarse convencer,

    observaba un cangrejo subir trastabillando a un guijarro,

    despacio, con desconfianza, y, sin embargo, solemne, como si

    ascendiera la eternidad.

    No saban que la clera era sencillamente una excusa.

    Yannis Ritsos

    http://trianarts.com/poema-del-dia-la-colera-de-yannis-ritsos/

    En Parntesis, Testimonios I 1946 1947

  • - 31 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    La muchacha que recobr la vista

    Ah dijo ella, veo otra vez. Ah. Todos estos aos mis ojos

    me fueron extraos,

    se hundieron en m; fueron dos guijarros mohosos

    en agua oscura, densa negra. Ahora

    no es eso una nube? y sta una rosa? dime;

    y esto una hoja es verde? v-e-r-d-e

    y esto, mi voz s? y puedes orme hablar?

    Voz y ojos no es esto lo que se llama libertad?

    Abajo en el stano he olvidado la amplia charola de plata,

    las cajas de cartn, las jaulas y los carretes de cuerdas.

    Fuente: Material de Lectura. Unam.

  • - 32 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    La sospecha

    Cerr la puerta. Receloso mir tras de s

    y arroj la llave en su bolsillo. Fue entonces cuando lo

    arrestaron.

    Lo torturaron durante meses. Hasta que una tarde confes

    (y esto fue tomado como prueba) que la llave y la casa

    eran de su propiedad. Pero nadie entendi

    por qu trat de esconder la llave. Y as,

    a pesar de su exoneracin, l sigui siendo un sospechoso.

    De Testimonios

    Fuente: Material de Lectura, UNAM

  • - 33 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    La subida

    Estuvo largo tiempo en el ajeno huerto, y slo pensaba

    en subir a escondidas a la higuera desnuda, para mirar

    desde lo alto al mundo, como si fuera una hoja

    o un pjaro; pero siempre pasaba alguien

    y siempre lo dejaba para luego.

    Una tarde,

    mir en derredor suyo -todo desierto-, trep

    a la rama ms alta; entonces se oyeron

    voces de entre las matas: Qu haces, all arriba?

    grandes voces-, y contest: Un higo, quedaba un higo.

    La rama se quebr. Lo levantaron. Tena la mano derecha

    agarrotada.

    Cuando abrieron sus dedos, no haba nada dentro.

    Texto y traducciones del original griego

    por Juan Ruiz de Torres

  • - 34 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    La tierra y el agua

    Se inclin sobre el pozo un crculo de oscuridad,

    oscuridad lustrosa y fresca . Y all en el centro,

    su rostro lleno de luz, sitiado. Entonces,

    tir el cubo y subi agua. Acaso

    con tanta sed se haba bebido su rostro? Ahora

    necesitara como poco una mscara

    semejante a l; (si no, como iba a andar

    entre los hombres). Tomo tierra y agua,

    amas el barro cuidadosamente; pero no recordaba

    cmo era su rostro. Mir sus manos

    entre sus dedos colgaba, rojsimo, el barro .

    De Testimonios II y III, Rf. Icaria de Poesa, 2007

    Traduccin: Romn Bermejo Lpez-Muiz

  • - 35 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Mira, hermano mo

    Mira hermano mo, cmo hemos aprendido a conversar

    de forma muy tranquila y sencilla.

    Nos entendemos ahora, no se necesita ms.

    Y maana propongo volvernos an ms sencillos.

    Encontraremos esas palabras que pesan lo mismo

    en todos los corazones, en todos los labios.

    As, llamando al pan, pan y al vino, vino.

    Y de tal forma que sonran los dems y digan

    Poemas as te hago cien cada hora.

    Eso queremos nosotros tambin.

    Porque nosotros no cantamos para distinguirnos, hermano mo,

    de la gente.

    Nosotros cantamos para juntar a la gente.

    Fuente: Blogspot Jaquemate

    Traduccin de Beatriz Crcamo)

    La expresin en traduccin literal es llamar a los higos, higos y a la

    artesa, artesa

  • - 36 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    No cuesta nada...

    No cuesta nada

    una mentira ms.

    Todo se perdona

    cuando respiras sin querer-

    el cesto vaco

    la corona de cristal.

    De "De papel"

    Versin de Coloma Chamorro, Javier Lentini y Dimitri Papagueorguiu

  • - 37 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Obrero del verbo

    Trabaj durante toda su vida,

    sin reposo, ardiente y exaltado, casi seguro de la inmortalidad,

    la suya, por supuesto, en primer trmino.

    Hasta que una noche

    el viento sopla de repente.

    La puerta se cierra con estrpito.

    l ve las estatuas caer

    y golpearse las narices contra el suelo, y comprende.

    Las palabras que l haba escrito con tanto

    celo por aos y por aos,

    se haban endurecido.

    Las senta bajo sus dedos

    como la pelambre seca y neutra de una bestia muerta.

    Sin embargo, continu su trabajo como de costumbre,

    hasta confundir la muerte y la inmortalidad,

    la embriaguez y el olvido.

    Pero lleg a poner en claro

    lo que es exactamente el trabajo entre la futilidad y el orgullo.

    El sonoro vaivn del pndulo

    tena la resonancia de un tambor en la noche,

    como si ritmara una marcha de soldados somnolientos

    entre dos batallas.

    Traduccin de Nicols Guilln: Diez poemas de Yannis Ritsos.

  • - 38 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Piedras

    Llegan y se van los das, sin plan y sin sorpresas.

    Las piedras se empapan de luz y de memoria.

    Hay uno que coloca una piedra por almohada.

    Otro que, antes de baarse, deja su ropa debajo de una piedra,

    que no la lleve el aire. Otro que usa una piedra por escao

    o mojn en su huerto, el cementerio, el establo, el bosque.

    Tarde, tras la puesta del sol, al volver a casa,

    cualquier piedra de la playa que pongas en tu mesa

    es una estatuilla - una pequea Niki, o el perro de Artemisa -,

    y esa piedra en que a medioda un joven pos sus pies

    mojados,

    es un Patroclo, con pestaas cerradas y sombras.

    Traduccin del original griego por Juan Ruiz de Torres

  • - 39 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Poetas

    (Para Kostas Karyotakis)

    Oh, no cabe ninguna duda de que somos

    poetas. Nosotros. Con cabellera ondulada

    (viejo emblema de artistas) y majestuosos,

    a alinear frases aprendimos. Nos ampara

    asimismo una sensibilidad histrica

    cuando nos amedranta hoja mustia, sin brillo,

    nube azul a lo lejos. Decimos: quimrica

    es nuestra vida, no tenemos un amigo.

    Permanecer solitarios siempre, mudos,

    pero con altivez nos reservamos dentro

    un mstico tesoro y cuando en el crepsculo

    la campana resuena brincamos inquietos.

    Creemos vulgares ignorantes e indignos

    a todos los que nos rodean, no merecen

    nuestra atencin: la nueva pgina el quejido

    de nuestro amor inspido de nuevo obtiene.

    Rumiamos siempre nuestros viejos sentimientos

    repetidos hasta la saciedad. Mostramos

    nuestro talento: piamos como polluelos - justificamos nuestro tan bello trabajo -.

    El mundo entero no es sino nosotros mismos

    y una pared empapelamos bajo un manto.

    Nuestro dolor contamos del momento altivos

    en un (sin disonancias) verso equilibrado.

    Si tambin los dems que nos rodean sufren

    si los someten, si les quema la injusticia que semejantes chabacaneras turben

    nuestro celeste pensamiento? Oh, tonteras.

    (Trad. Esteban Ortega Ramos)

  • - 40 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Pueblo

    Un pueblo pequeo y guerras

    sin espadas y balas

    por el pan de todo el mundo,

    la luz y la cancin.

    Bajo su lengua guarda

    lamentos y vtores,

    y si comienza a cantar

    se quiebran las piedras.

    De: 18 Canciones de la Patria Amarga

    Traduccin de Ivo Maldonado. Poesa Maule

  • - 41 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Retraso

    Todava le quedaba una hora; alcanzara.

    Poda, pues, observar el florero vaco,

    parecido a una mano de cristal como esperando, parecido a un...

    Cuando se acord de irse

    los otros haban acabado ya su jornada. Y l ni siquiera

    Haba terminado sus observaciones, con la idea

    de que le sobrara tiempo. As pues, lo nico que poda hacer

    era coger dos flores de las coronas grandes

    que estaban en la entrada -dos lirios, y nada ms-

    muy altos, muy blancos, para el florero vaco.

    Fuente: Festival de Poesa de Medelln

    Texto y traducciones del original griego por Juan Ruiz de Torres

  • - 42 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Segundo bautizo

    Las palabras humildes se bautizan

    en la amargura y el llanto,

    echan alas y vuelan:

    son como pjaros que trinan.

    Y esa palabra secreta,

    la palabra de la libertad,

    en vez de alas lanza una estocada

    que rasga los aires.

    De 18 canciones de la Patria Amarga.

    Traduccin por Ivo Maldonado Fuente: poesa-maule.com

  • - 43 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Seales

    Si sabe que lo observan desde una ventana,

    cmo puede moverse de un modo tan bello, tan sencillo

    Quiero aprender en qu consiste tal simplicidad.

    Bajo la persiana, me miro en el espejo.

    Un orificio en la frente me lo impide.

    No preguntes hasta cundo durar no durar; otros toman las

    decisiones.

    Pon la mesa al revs; apaga la luz. El espejo

    est lleno de orificios de bala. No mires a travs.

    Mirar dijo el otro- por esos orificios.

    Ver mi rostro robado otra vez, intacto.

    Traduccin del ingls de Abraham Gragera

  • - 44 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Seora de las Vias (Fragmento)

    Seora de las Vias, cmo aguantar sobre

    nuestros hombros tanto cielo,

    cmo aguantar tanto silencio con todos los secretos de las plantas?

    Un delfn brillando corta el silencio del mar

    igual que el cuchillo corta el pan sobre la mesa

    de los marineros,

    igual que el primer rayo del sol corta el sueo.

    De piedra en piedra brilla el camino y de pjaro

    en pjaro sube la

    escalera

    y el sol, mitad entre el mar, otra mitad sobre los

    cielos, arde

    como la naranja entre tus manos y como tu oreja

    bajo tus cabellos.

    Y as puesta y fuerte en medio de todo el

    mundo,

    teniendo en tu mano izquierda la gran balanza y

    en la derecha la

    Santa espada,

    Eres la belleza y la valenta, eres la Hlade.

    As como atraviesa maizales, partiendo la

    seda del aire,

    la rubias borlas de maz rozan las axilas

    como si te rozara el recin brotado bigote del

    pastor,

    de ola en ola el escalofro desborda a las espigas,

    de sonido en sonido los robles se inclinan a los

    manantiales,

    y las montaas estn en torno como los cntaros

    que esperan ser llenados.

    Seora de las Vias, en nuestros pechos re refleja

  • - 45 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    tu cara

    igual que alumbra una nube blanca las laderas pobladas

    de los bosques,

    y el ro te sigue como un len domesticado

    cuando repartes los rayos a las ramas del agua,

    cuando repartes a los pastores plvora y canto,

    y te llaman hermana los caballos y los corderitos.

    Fuente: Atlas de Poesa: Poemas de Yannis Ritsos

  • - 46 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Siempre

    Comenzamos una conversacin

    se parte por la mitad.

    Comenzamos a construir un muro

    no nos dejan terminarlo.

    Y nuestra cancin, partida.

    Todo lo acaba el horizonte.

    Por encima de las lonas pasan a manadas las estrellas

    a veces cansadas, a veces amargas, sin embargo seguras

    por sus caminos, y por los nuestros.

    Y el da, hasta el ms injusto, te deja en el bolsillo

    una banderita azul y blanca de la fiesta de la mar,

    te deja una bocanada de aire limpio

    te deja en la vista la gracia de los ojos

    que miraban contigo la misma piedra,

    que repartieron por igual el mismo dolor,

    la misma nube, la misma sombra.

    Todo lo hemos repartido, camaradas,

    el pan, el agua, el cigarrillo, la pena,

    y la esperanza.

    Ahora podemos vivir o morirnos

    sencillamente y con belleza con mucha belleza-

    igual que si abrimos una puerta a la maana

    y decimos buenos das al sol y al mundo.

    Fuente: blogspot Croacsirtaki

  • - 47 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Sin confirmar

    Siempre crey en aquella gran luz.

    La toco dice -, no slo la veo, no la veo,

    slo la toco, la tengo, la soy. Y como anocheca,

    y en la habitacin ya no se distinguan las mesas, las bandejas,

    las marinas, el reloj, nuestras formas,

    l, realmente resplandeca todo entero sobre su silla,

    y su silla tambin luca con sus cuatro patas,

    como fijas en una nube. Quisimos

    tocarle para estar seguros. Pero no nos atrevimos

    a levantarnos de nuestro sitio, porque estbamos agazapados

    en lo ms alto de una escalera sin escalones,

    en una escalera altsima que no habamos subido.

    Traduccin Juan Ruiz de Torres.

    Fuente: Festival de poesa de Medelln

  • - 48 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Sueo de un medioda de verano II

    La tierra fue regada con luz. Imposible separar tierra de luz.

    Nosotros somos nuestro sueo.

    Se abrieron las ventanas y entraron las flores como un alegre

    ejrcito que con tambores rojos y doradas trompetas viene de

    nuestro jardn de ayer a nuestra bondad de hoy.

    La palizada se cubri de hierba y no puedes siquiera imaginar

    que es una palizada.

    En las rubias trencitas de la primavera aparecieron lirios azules.

    Y aquellos que antes lloraban, recordaron hoy que son jvenes

    y ren su llanto.

    Fuente: Blog del Amasijo

    (Traduccin de Selma Ancira)

  • - 49 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Teatro antiguo

    A medioda, cuando se encontr en el centro del antiguo teatro,

    aquel joven griego, seguro de s mismo,

    tan hermoso como sus antepasados,

    lanz un grito (pero no de admiracin; admiracin

    no sinti en absoluto, y si la hubiera sentido,

    no la demostrara de seguro); simplemente, un grito,

    puede que de la alegra indomable de su juventud,

    o para probar la resonancia del lugar. Enfrente,

    de lo alto de los acantilados, el eco contest

    - el eco griego que ni imita ni repite,

    sino que sencillamente contina, desde altura incalculable,

    el eterno clamor del ditirambo. -

    Fuente: Festival de Poesa de Medelln

    Traduccin del original griego por Juan Ruiz de Torres

  • - 50 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Testimonio

    Ella abri los postigos.

    Colg las sbanas sobre el alfizar de la ventana.

    Descubri el da.

    Un pjaro la mir directamente a los ojos.

    Estoy sola, murmur.

    Estoy viva. Entr a la habitacin.

    Tambin el espejo era una ventana.

    Si salto desde l caera en mis propios brazos.

    Fuente: Material de Lectura n. 29: Yannis Ritsos (UNAM)

  • - 51 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Bibliografa

    Antologa: 1936-1971, trad. Dimitri Papagueorguiu, Barcelona, s. f.

    Grecidad y otros poemas, trad. Heleni Perdikidi, Madrid, 1979.

    La olla ahumada, trad. Luis de Caigral, Ciudad Real, 1982.

    Poemas, trad. Luis de Caigral, Ciudad Real, 1983.

    Repeticiones; 12 poemas para Cavafis, trad. Luis de Caigral, Gijn, 1983.

    Himno y llanto por Chipre, trad. Pedro Bdenas de la Pea, Madrid, 1985.

    Grecitat, trad. cat. Jess Cabezas y Rubn Montas, Valencia, 1992.

    De papel, trad. Coloma Chamorro, Javier Lentini y Dimitri Papagueorguiu,

    Barcelona, 1996.

    De lacrita al patriota: les Divuit canons de la ptria amarga, trad. cat.

    Eusebi Ayensa, Madrid y Barcelona, 2003.

    Sueo de un medioda de verano, trad. Selma Ancira, Mxico, 2005.

    Parntesis. Testimonios (ISBN: 84-7426-817-6, 1 ed.) / Romn Bermejo /

    Barcelona: Icaria [Espaa], 2005. 124 p.

    Fedra, trad. Selma Ancira, Barcelona, Acantilado 2007.

    Sonata del claro de luna, trad. Selma Ancira, Barcelona, Acantilado 2007.

    La Seora de las Vias, trad. Natalia Morelen, Mxico, 2007.

    yax, trad.Selma Ancira, Barcelona, Acantilado 2008.

    Epitafio, trad. Juan Jos Tejero y versin de Manuel Garca, Huelva, 2009.

    La casa muerta, trad. Selma Ancira, Barcelona, Acantilado 2009.

    Cristemis, trad.Selma Ancira, Barcelona, Acantilado 2011.

    Epitafio / Dieciocho cantares de la patria amarga, trad. Juan Jos Tejero y

    versin de Manuel Garca, Sevilla, Coleccin Romiosyne, Ed. Point de Lunettes

    2012.

    Romiosyne / La seora de las vias, traduccin y prlogo de Juan Jos Tejero,

    Valencia, Pre-textos 2014.

    En Internet:

    Yannis Ritsos en Wikipedia

    Yannis Ritsos en Lecturalia

    Poemas de Yannis Ritsos en amediavoz.es

    18 canciones de la Patria Amarga, en poesa-maule.com (fragmentario).

    Yannis Ritsos en Mediterrneo Sur

    Yannis Ritsos: 18 Cantos de la Patria Amarga

    Canciones de la amarga tierra, en Youtube

    Nicolas Guilln: diez poemas de Ritsos

  • - 52 -

    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    n d i c e

    3 Semblanza biogrfica

    5 Ah, te vas?

    6 Aguardando su ejecucin

    7 Alejamiento

    8 A m -dice- me coges

    9 Atenas, 1970

    10 Belleza de la clase trabajadora

    11 Bsqueda

    12 Conmemoracin

    13 Detrs del olvido

    14 El desencarcelado

    15 El guante que llevas

    16 El significado de la sencillez

    17 El sospechoso

    18 Epitafio

    21 Esta noche

    22 Romiosini

    28 Gris y blanco

    29 Hechos cotidianos

    30 La clera

    31 La muchacha que recobr la vista

    32 La sospecha

    33 La subida

    34 La tierra y el agua

    35 Mira, hermano mo

    36 No cuesta nada

    37 Obrero del verbo

    38 Piedras

    39 Poetas

    40 Pueblo

    41 Retraso

    42 Segundo bautizo

    43 Seales

    44 Nuestra Seora de las Vias (fragmento)

    46 Siempre

    47 Sin confirmar

    48 Sueo de un medioda de verano II

    49 Teatro antiguo

    50 Testimonio

    51 Bibliografa

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Coleccin de Poesa Crtica

    Entre los poetas mos

    1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49

    ngela Figuera Aymerich Len Felipe Pablo Neruda Bertolt Brecht Gloria Fuertes Blas de Otero Mario Benedetti Erich Fried Gabriel Celaya Adrienne Rich Miguel Hernndez Roque Dalton Allen Ginsberg Antonio Orihuela Isabel Prez Montalbn Jorge Riechmann Ernesto Cardenal Eduardo Galeano Marcos Ana Nazim Hikmet Rafael Alberti Nicols Guilln Jess Lpez Pacheco Hans Magnus Enzensberg Denise Levertov Salustiano Martn Csar Vallejo scar Alfaro Abdellatif Labi Elena Cabrejas Enrique Falcn Ral Gonzlez Tun Heberto Padilla Wole Soyinka Fadwa Tuqan Juan Gelman Manuel Scorza David Eloy Rodrguez Lawrence Ferlinghetti Francisca Aguirre Fayad Jams Luis Cernuda Elvio Romero Agostinho Neto Dunya. Mikhail David Gonzlez Jess Munrriz lvaro Yunque Elas Letelier

    50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95

    Mara ngeles Maeso Pedro Mir Jorge Debravo Roberto Sosa Mahmud Darwish Gioconda Belli Yevgueni Yevtushenko Otto Ren Castillo Kenneth Rexroth Vladimir Maiakovski Mara Beneyto Jos Agustn Goytisolo ngel Gonzlez Manuel del Cabral Endre Farkas Ana Ajmatova Daniel Belln Jos Portogalo Julio Fausto Aguilera Aim Csaire Carmen Soler Fernando Beltrn Gabriel Impaglione Roberto Fernndez Retamar Affonso Romano de SantAnna Wislawa Szymborska Francisco Cenamor Langston Hughes Francisco Urondo Carl Sandburg Silvia Cuevas Victoriano Cremer Nicanor Parra Ledo Ivo Amiri Baraka Muriel Rukeyser Jorge Etcheverry Ali Ahmad Said, Adonis Vctor Valera Mora El Chino Attila Jzsef Daisy Zamora Eugenio de Nora Mario Jorge de Lellis Floridor Prez Yannis Ritsos Rosario Castellanos Continuar.

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    Cuaderno de Poesa Crtica n. 94: Yannis Ritsos

    Cuaderno 94 de Poesa Social

    YANNIS R ITSOS Biblioteca Virtual

    OMEGALFA

    Abril 2015