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Rafael Cansinos Assens

LOS JUDÍOS

en la literatura española

con una introducción deJACOBO ISRAEL GARZÓN

y un epílogo deLUIS EMILIO SOTO

PRE-TEXTOS • FUNDACIÓN ONCECOLECCIÓN LETRAS DIFERENTES

NOTA A LA EDICIÓN

La primera edición de Los Judíos en la Literatura Española la realizó enBuenos Aires la editorial Columna en 1937, en una colección dirigida por CésarTiempo. En ésta que el lector tiene en sus manos, primera publicación enEspaña gracias a la Fundación ONCE y a la Editorial Pre-Textos, se ha res-petado la edición original, aunque se han realizado ligerísimas modificacionesen el texto para corregir erratas evidentes de la primera edición o actualizaralguna palabra que ha caído en desuso ("Sefard" por "Sefarad", "nórtica" por"nórdica", etc.). También se han modificado los títulos de los capítulos paramejorar la identificación de las obras y autores analizados. Finalmente, se haañadido una amplia introducción de Jacobo Israel Garzón, aunque el prólogooriginal de la edición princeps, firmado por Luis Emilio Soto, se ha conserva-do como epílogo de la obra por su evidente interés al aportar datos biográfi-cos y literarios de una época muy desconocida de la vida, siempre oscura, deCansinos Assens.

Rafael Manuel Cansinos

Archivo Rafael Cansinos Assens

www.cansinos.com

Fundación ONCEColección "Letras Diferentes"

Directores: José María Arroyo Zarzosa

Rafael de Lorenzo

Asesor Editorial: Gregorio Burgueño ÁlvarezAsesor Literario: Luis Cayo Pérez Bueno

© Diseño gráfico: Rafael Manuel Cansinos Galán

© Diseño cubierta: Pre-Textos (S. G. E.)

© De esta edición: Fundación ONCE y Editorial Pre-Textos, 2001

© Herederos de Rafael Cansinos Assens, 2001

© Introducción: Jacobo Israel Garzón, 2001

© Epílogo: Luis Emilio Soto, 1937

Ilustración cubierta: Candelabro de los Siete Brazos de la Sinagoga Pinkas, en Praga

ISBN: 84-8191-388-X

Depósito legal: V.2107-2001

Impresión: T. G. Ripoll, S.A. - Tel. 96 132 40 85

Pol. Ind. Fuente del Jarro - 46988 Paterna (Valencia)

INTRODUCCIÓN

por JACOBO ISRAEL GARZÓN

RAFAEL CANSINOS ASSENS fue un gran escritor, hoy raro y ol-vidado. Poeta en prosa, novelista, periodista y crítico literario,se afilió al modernismo en su primera juventud y llegó a serel padre del ultraísmo en el periodo inmediatamente posteriora la primera guerra mundial. Tuvo su época de gran produc-ción entre los años 1914 a 1927, fecha a partir de la cual se de-dicó a algunos ensayos, a la crítica literaria en La Libertad-a veces en ABC- y a numerosas traducciones.

Rafael Cansinos Assens, el divino fracasado

Nace Rafael Cansinos el 24 de noviembre de 1882, hijo deManuel Cansino y de Dolores Assens, en el sevillano barriode la Alameda. A la muerte de su padre, ocurrida cuando élcontaba doce años, la familia, compuesta de la madre, dos her-manas mayores -Josefa y Pilar- y él mismo, junto con unostíos, se trasladan a Madrid. Poco después de llegar a la capi-tal muere la madre.

No termina los estudios básicos y empieza a estudiar idio-mas; en 1898 aparece su primer cuento en el semanario lite-rario El Arte. Otras colaboraciones suyas aparecen en revistasnoventayochistas, como Vida Nueva, y también en el periódicorepublicano El País, donde entonces colaboraban autores jóve-nes como Baroja y Azorín. Pero pronto se une al movimientomodernista. Colabora en Helios, la revista que dirigían JuanRamón Jiménez y Gregorio Martínez Sierra, y también en ElMotín, que dirigía el viejo revolucionario anarquista José Na-kens. El propio autor nos ha dejado, en los primeros capítulosde sus memorias, editadas con el título de La novela de un li-terato, los recuerdos de su iniciación a la creación literaria,

cuando todavía firmaba con su verdadero nombre de RafaelCansino (la «s» la añadiría algún tiempo después).

Se interesó por la cuestión judía simultáneamente al iniciode la campaña del senador Ángel Pulido. En sus memorias re-fleja la impresión de su visita al senador poco después de queéste escribiera Los israelitas españoles y el idioma castellanoen 1904 y antes de que publicara Españoles sin Patria. Estavisita fue muy importante en su interiorización del judaismocomo pertenencia y como fe, y en ella conoció a José Farache,judío gibraltareño afincado en Madrid, a través de quien sinduda conocería los orígenes judíos del apellido Cansino (exis-tente entre los judíos de Gibraltar), pues ya en el libro Espa-ñoles sin Patria de Pulido, en 1905, figura Cansinos como «pu-blicista español distinguido, descendiente de israelitas».

Las profundas relaciones de Rafael Cansinos Assens con eljudaismo es un tema que han tenido presente los que han es-tudiado su obra; desde Borges, que indicaba, en un bello poe-ma, que reproduzco más adelante, que Rafael «sintió que erasuyo ese destino» (el de Israel) y le denominó «poeta judeo-an-daluz», hasta su buen amigo César Tiempo, quien prologó va-rias de sus obras impresas en Argentina y le consideraba ple-namente judío; desde su biógrafo Abelardo Linares quien dudade su judaismo, hasta Lázaro Schallman que escribió que Ra-fael «al cabo de dolorosas búsquedas espirituales logra desci-frar el misterio que latía en lo recóndito de los anales familia-res, y se reencuentra no sólo consigo mismo sino con el hechizode su estirpe milenaria»; todos ellos trataron el judaismo deRafael Cansinos, que iba bastante más allá de la simpatía sinllegar a ser judaismo oficial. El mismo diría de sí que su posi-ción le servía para «dar su amén a todos los responsos. Parapronunciar el réquiem y el shalom».

Pero por ambiguas que puedan ser esas relaciones, no esmenos cierto que durante muchas etapas de su vida Rafael sesintió judío no sólo en un sentido laico sino también religioso.Y fue visto así por muchas personas. Sus poesías de tema ju-dío, algunas anteriores a 1919 y otras del periodo que va des-de la guerra civil hasta la creación del Estado de Israel, de-muestran claramente este sentimiento.

8/JACOBO ISRAEL GARZÓN

Por otro lado, sus relaciones con distintas personalidadesjudías a lo largo de su vida -y las cartas intercambiadas-, elamor con el que trata al judaismo y al pueblo judío en su obraescrita, particularmente en sus crónicas de la creación de laprimera sinagoga madrileña en forma de novelas en clave-en las que él es Benaser el poeta, descendiente de conversos-muestran su entronque con el pueblo judío y demuestran, almismo tiempo que su pertenencia, los límites de la misma.

Hemos dejado a Cansinos unos párrafos más arriba visitan-do al senador Ángel Pulido, quien iniciaba su campaña filose-fardí, hacia el final de 1904 o comienzos de 1905. Tenía enton-ces veintidós años. Vive de sus colaboraciones en periódicos y enrevistas, así como de sus traducciones; publica en la revista mo-dernista Renacimiento, que dirigía Gregorio Martínez Sierra, losprimeros Salmos, que más tarde incluiría en El candelabro delos siete brazos; también colabora en la Revista Latina de Villa-espesa, en la Revista Crítica de Carmen de Burgos (Colombine),y en Prometeo, la revista creada en 1908 por Ramón Gómez dela Serna; es redactor y crítico literario de la Correspondenciade España y traduce entre otras novelas Matrimonios morga-náticos, de Max Nordau, cuando este autor aún no había llega-do a España en el exilio de la Gran Guerra. Por otro lado, cola-bora en la campaña de Pulido, que entonces se dedicaba a lacreación de las primeras Asociaciones Hispano-Hebreas. Y viveen la calle Morería, número ocho, junto a su hermana Pilar, puessu soltería terminaría muchos años más tarde, en 1962.

En 1914, Rafael inicia, con la publicación de El candela-bro de los siete brazos, su vida de escritor consagrado. Ese mis-mo año llegan a España una serie de intelectuales judíos, al-gunos refugiados de la Gran Guerra, entre ellos el escritor ymédico Max Nordau, de quien Cansinos había ya traducido unanovela, y el profesor de lenguas semíticas Abraham ShalomYahuda, con quien Rafael inicia una amistad que perduraríahasta la muerte de aquél en 1951. Junto con el abandono delmodernismo y la promoción de las vanguardias, la creación li-teraria, la crítica literaria y el judaismo conforman la parteesencial del periodo culminante de su vida, en los años que vandesde 1914 hasta 1927.

introducción/9

Entre 1914 y 1918, fecha de la aparición del ultraísmo, pu-blica, además de su primer libro ya citado, varios ensayos:Estética y erotismo de la pena de muerte1; La nueva literatura Iy II2 -que agrupa artículos aparecidos en La Correspondenciade España- y El divino fracaso3, en el cual describe el vivifi-cante fracaso de la obra literaria del escritor, parábola del fu-turo Cansinos Assens. También escribe algunas novelas: El se-creto de la sabiduría (Biblioteca Hispania, Madrid, 1918); Laque tornó de la muerte4, Las cuatro gracias5 y El eterno mila-gro6, así como varias novelitas en colecciones de bolsillo.

En 1918 tiene lugar su ruptura con Ramón Gómez de laSerna. Rafael le había urgido para que abandonase su tertuliaen Pombo y pasara a dirigir la renovación literaria. PeroRamón, individualista y poco confiado en las vanguardias re-presentadas por Cansinos, rompió con éste y escribió una de-safortunada semblanza suya en el primer tomo de Pombo, apa-recido ese mismo año. A finales de 1918 surge en Madrid elultraísmo, cuando llega a la capital desde París el poeta chile-no Vicente Huidobro, y Xavier Bóveda entrevista a Cansinosen El Parlamentario, el periódico dirigido por Antón del Olmet,aparecido durante la Guerra Mundial, pagado al parecer porlos alemanes. El ultraísmo coincide cronológicamente con elmovimiento dadaísta. En el Café Colonial y en el de El Pilar,donde tenía sus tertulias, Rafael Cansinos era el sacerdote ypadre del ultraísmo, el orientador del movimiento. Es en esaépoca cuando lo conocen Miguel Ángel Asturias y Jorge LuisBorges, quien a partir de entonces lo consideraría siempre sumaestro, y que escribiría un poema a él dedicado al volver asu país:

1Editorial Renacimiento, Madrid, 1917.

2Editorial V. H. Sanz Calleja, Madrid, 1917.

3Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 1918.

4Biblioteca Misterio, Madrid, 1918.

5Mundo Latino, Madrid, 1918.

6Biblioteca Patria, Madrid, 1918.

10/JACOBO ISRAEL GARZÓN

A RAFAEL CANSINOS ASSENS

Larga y final andanza sobre la exaltación arrebatada delala del viaducto.

A nuestros pies, busca velajes el viento, y las estrellas -co-razones de Dios- laten intensidad.

Bien paladeado el gusto de la noche, traspasados de som-bra, vuelta ya una costumbre de nuestra carne la noche.

Noche postrer de nuestro platicar, antes que se levanten en-tre nosotros las leguas.

Aún es de entrambos el silencio donde como praderas res-plandecen las voces.

Aún el alba es un pájaro perdido en la vileza más lejanadel mundo.

Ultima noche resguardada del gran viento de ausencia.

Grato solar del corazón; puño de arduo jinete que sabe so-frenar el ágil mañana.

Es trágica la entraña del adiós como de todo acontecer enque es notorio el Tiempo.

Es duro realizar que no tendremos en común las estrellas.

Cuando la tarde sea quietud en mi patio, de tus carillassurgirá la mañana.

Será la sombra de mi verano tu invierno y tu luz será glo-ria de mi sombra.

Aún persistimos juntos.

Aún las dos voces logran convenir, como la intensidad y laternura en las puestas de sol.

El mismo Borges escribiría algunos años más tarde otropoema sobre Cansinos que ha sido más difundido:

La imagen de aquel pueblo lapidadoy execrado, inmortal en su agonía,en las negras vigilias lo atraíacon una suerte de terror sagrado.Bebió como quien bebe un hondo vinolos Salmos y el Cantar de la Escrituray sintió que era suya esa dulzura

introducción/11

y sintió que era suyo ese destino.Lo llamaba Israel. Íntimamentela oyó Cansinos como oyó el profetaen la secreta cumbre la secretavoz del Señor desde la zarza ardiente.Acompáñeme siempre su memoria;las otras cosas las dirá la gloria.

Son los años entre 1918 y 1921 de gran producción litera-ria. Escribe ensayos como Poetas y prosistas del novecientos1,novelas como La santa niña Catalina8, La Madonna del ca-rrosel9, y diversas novelas cortas. Publica también varios librosde tema judío: España y los judíos españoles. El retorno del éxo-do10; Las bellezas del Talmud11, y Salomé en la literatura12. Di-rige la revista Cervantes, que había fundado su amigo Villaes-pesa, y que pasa a ser el órgano de expresión del movimientoultraísta, y figura como redactor de la revista sevillana Grecia,que dirigía Isaac del Vando Villar. En Cervantes escribe Borgestraducciones de los expresionistas alemanes, y el propio Cansinosescribe poesía con el seudónimo de Juan Las.

Pero Cansinos se cansa del ultraísmo. Siendo un crítico li-terario, entiende que vanguardismo equivale a renovación per-manente y cambio. Y satiriza al movimiento ultraísta en unaobra, El movimiento V.P., que se edita en 1921. Ese mismo añode 1921 abandona su trabajo como periodista en La Corres-pondencia de España, para pasar a colaborar como crítico lite-rario en La Tribuna y, más tarde, en Los Lunes de El Impar-cial, donde permanecería hasta 1925.

7Editorial América, Madrid, 1919.

8Biblioteca Patria, Madrid, 1920.

9Mundo Latino, Madrid, 1920.

10Editorial Monclús, Tortosa, 1919.

11Editorial América, Madrid 1920. Esta antología ha tenido tres edicio-nes argentinas: en 1939 y 1945 por M. Gleizer, y en 1988 por Editor; tam-bién existe una edición pirata española de Edicomunicación, Barcelona, 1988.

12Editorial América, Madrid, 1920.

12/JACOBO ISRAEL GARZÓN

Todavía serán los años entre 1921 y 1927 un periodo pro-lífíco para la producción cansiniana. Publica varias novelas: Enla tierra florida13; Los sobrinos del diablo14; La huelga de lospoetas15-en la que satiriza el mundo periodístico-; El madri-gal infinito16; La pobre Meca17; El llanto irisado18; y numerosasnovelas cortas. También publica una novela en clave de temajudío, Las luminarias de Hanukkah19 en la que narra la crea-ción de la primera comunidad judía madrileña en los años dela Guerra Mundial; de esta obra se hizo una edición argentinaen 1961 por Editorial Candelabro, con prólogo de su amigoCésar Tiempo.

Igualmente son años prolíficos para el ensayo, la crítica li-teraria y las traducciones. Entre 1921 y 1927 publica una an-tología de cuentos de autores judíos con una excelente intro-ducción sobre la literatura judía moderna: Cuentos judíoscontemporáneos20. También publica otras obras: Ética y estéti-ca de los sexos. Ensayos de simbólica sexual21; Los valores eró-ticos de las religiones. De Eros a Cristo22; Sevilla en la litera-tura. Las novelas sevillanas de José Mas23; Los temas literariosy su interpretación24; Literaturas del Norte. La obra de Concha

13Mundo Latino, Madrid, 1921.

14V. H. Sanz Calleja, Madrid, 1921.

15Mundo Latino, Madrid, 1921.

16Renacimiento, Madrid, 1922.

17Biblioteca Patria, Madrid, 1922. Hay una edición portuguesa en EdiçoesSpartacus, en traducción de Campos Lima con el título A pobre dactilógrafa,

18Editorial Mörlins, Berlín, 1924. Editado para países de lengua no es-pañola.

19Editora Internacional, Madrid, 1924.

20Editorial América, Madrid, 1921.

21Editorial América, Madrid, 1921. Hay reedición parcial de EditorialJúcar.en 1973.

22V. H. Sanz Calleja, Madrid, 1925.

23Rivadeneyra, Madrid, 1922.

24V. H. Sanz Calleja, Madrid, 1924.

25Colección Crisol, Madrid, 1924.

INTRODUCCIÓN/13

Espina25; La Nueva Literatura T. III. La Evolución de la Poe-sía y La Nueva Literatura T. IV. La Evolución de la Novela26.

Desde 1927 Cansinos abandona la creación literaria. Unamujer, Josefina Megías, es pretexto más que causa para esteaislamiento voluntario. No perteneció a las corrientes intelec-tuales emergentes, la generación del 27 y el grupo de la Re-vista de Occidente. Se apartó de todos, desinteresado de supropia obra, como si en él hubieran calado las palabras delEclesiastés: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad». Conti-nuó con algunos de sus ensayos y de sus obras de crítica lite-raria: Los valores eróticos de las religiones. El amor en el Can-tar de los Cantares21. Desde 1925, en que abandona Los Lunesde El Imparcial, publica una crítica literaria semanal en LaLibertad -donde continuaría hasta 1936- y colabora en al-gunas revistas judías latinoamericanas. Pero sobre todo tra-duce incesantemente para la casa Aguilar; a esa época perte-nece la última de sus traducciones de Nordau, La esencia dela civilización, y comienza la gran traducción de la obra de Dos-toievski.

Su tertulia, que habíase trasladado al Universal, era fre-cuentada por escritores jóvenes a quienes interesa la proble-mática social. Él mismo, en una entrevista de César Arconadapublicada en La Gaceta Literaria en junio de 1929 diría: «Lasmadrugadas de los domingos -no antes de las dos- nos reuni-mos bajo el cielo de cristales de El Universal, unos cuantosamigos encapuchados de una procesión que luego se encami-na al Viaducto -estrellas de escarcha o rosetas de luz en todoslos ojales. Mis amigos -no ponga usted discípulos- son jóve-nes, de una juventud que vale por toda una obra. Y se llamanIgnacio Catalán -sensibilidad norteña, pensamiento quieto yprofundo-, Martín Parapar -energía moderna, cerebro cúbicoy soviético-, Luis Estrada -mirada de diamante sobre los cris-tales del futuro hasta ayer-, Arderius y José Díaz Fernández.Éstos son los que llevan los picos del manto. Pero siempre

26Editorial Páez, Madrid, 1927.

27Renacimiento, Madrid, 1930.

14/JACOBO ISRAEL GARZÓN

llega el transeúnte, el extranjero, el americano que nos traesu quetzal o su cóndor. Una noche, Ferreira de Castro, con susconchas de peregrino lusitano, y otra, Jorge Luis Borges o LuisEmilio Soto, con el tango argentino hecho meditación y antí-fona».

En esos años muere su viejo amigo José Farache, a quienconociera en la primera entrevista con Ángel Pulido. Con élpierde quizá al último de sus amigos judíos que todavía vivíanen Madrid, pues Nordau había muerto, y Yahuda vivía desde1920 fuera de España. En su recuerdo escribe un relato, «Unentierro en Sefard», que publicaría en Judaica de BuenosAires en 1939, y que luego incluiría en 1950 en Los judíos en Se-fard.

No siendo protagonista de las nuevas corrientes, a las quedetecta, conoce y anima a través de la crítica literaria que es-cribe en La Libertad, el advenimiento de la República no letrae cargos ni prebendas. Y Cansinos entra en un periodo demuy escasa producción editorial. Apenas si encontramos de esaépoca un folleto publicado en Barcelona hacia 1934, «Ramón J.Sénder y la novela social». Pero Cansinos no permanece ocio-so. Escribe diversos artículos y narraciones de temática judía,que publicaría más tarde. En el número 16 de la revistaJudaica de Buenos Aires publica un artículo sobre Moisés. Yse dedica sobre todo a Dostoievski. Ocho años le cuesta la tra-ducción de sus Obras Completas, que publicaría en 1936 la casaAguilar; y, junto a la traducción, su libro: Dostoievski, el nove-lista de lo subsconciente28. Luis Emilio Soto, en el prólogo de laedición de 1937 de Los Judíos en la Literatura Española, es-cribe sobre esta etapa del autor:

«De entonces acá la actividad literaria de Cansinos se con-trajo a una sola tarea: traducir las obras completas deDostoievski. Ocho años largos le llevó levantar estas Pirámidesen la lengua de Castilla, pero tamaña empresa sólo estaba alalcance de quien como él venía preparándose desde treintaaños atrás... Ocho años de inquietud absorbente equivalían en-

28 Aguilar, Madrid, s. d.

INTRODUCCIÓN/15

tonces en la literatura de España, a un superlativo plan quin-quenal, a un esfuerzo heroico, demasiado sostenido, en un me-dio donde todavía la improvisación tiene muchos cultores. Norecordamos nada por el estilo si se exceptúa el viaje de cir-cunvalación que como traductor y como crítico, emprendióAstrana Marín en torno a Shakespeare... Para dar cima a eseempeño, Cansinos hizo abandono de otros compromisos, redu-jo las colaboraciones en los diarios de las cuales vive, prolongósus vigilias laboriosas. Como autor de libros, considerado en-tre los más fecundos, llamóse a silencio por espacio de un lus-tró y medio, consecuente con la abstinencia que es la primeraregla a que debe someterse quien busca el retraimiento de cual-quier Tebaida. Sus pasos perdidos, sus caminatas al alba porlos rincones del Madrid antiguo, fueron enrareciéndose confor-me Cansinos dejaba de frecuentar al hombre de la calle paraintimar con el hombre del subsuelo. Fue el pensionista de lafamilia alucinante compuesta por Raskolnikov, Stavroguin, elpríncipe Mischkin, los Karamázov.»

En julio de 1936 llega la Guerra Civil española. Ya no pu-blicó apenas en un país más preocupado por la supervivenciaque por la literatura. Vive de lo que le envían los amigos y deuna pequeña herencia que recibieron sus hermanas en 1931de una amiga de la familia, que depositó en valores en el Banco deEspaña. Desde noviembre de 1936 estuvo evacuado en elnúmero 19 de la calle de Mancebos, hasta agosto de 1937, mesen el que seguramente los obuses destrozan la casa, como in-dica en algunas de sus poesías publicadas por mí en Raíces 15;desde esa fecha pasa a vivir al número 6 de la calle Ramón yCajal, hasta el final de la guerra. Parece que intenta salir delpaís (Cansinos apenas salió de la ciudad a lo largo de su viday parece que no llegó a ver el mar), pero las autoridades le nie-gan el pasaporte; así al menos consta en la instancia presen-tada el 30 de junio de 1939 ante las nuevas autoridades.

Sus amigos hispanoamericanos intentan publicar su obrafuera de España. En 1936 se publica en Chile el tomo V de LaNueva Literatura. La Evolución de los temas literarios29 por la

29 De ese texto se ha republicado en dos ocasiones una parte, La CoplaAndaluza, por Ediciones Demófilo en 1976 y por EAUSA en 1985; se reco-

16/JACOBO ISRAEL GARZÓN

Editorial Ercilla, que pretendía iniciar la edición de las obrasde Cansinos. Sus amigos judíos latinoamericanos no le olvida-ron. César Tiempo publicó en la editorial Columna, dirigida porél, en 1937, este Los Judíos en la Literatura Española. En larevista Judaica, de Buenos Aires, se publican diversas narra-ciones de Cansinos, algunas de las cuales recopilaría más tar-de en Los Judíos en Sefard30. También se publican en la mis-ma revista algunos artículos aparecidos anteriormente en LaLibertad, como el titulado «Posición de sefardíes y asquenazíesen la cultura judía».

Al terminar la guerra, Cansinos abandona la casa deRamón y Cajal, donde había pasado el último año y medio, y semuda junto con su hermana Pilar a la avenida de MenéndezPelayo, 57, que sería el último de sus domicilios. La otra her-mana, Josefa, vive como siempre en la misma casa, pero enotro piso, ya que las relaciones con sus hermanos eran lo sufi-cientemente conflictivas para que procurasen vivir separados.El 30 de junio de 1939 Rafael escribe una instancia al Ministrode Gobernación solicitando el carné de periodista, que las nue-vas autoridades habían establecido. A la instancia acompaña-ba una declaración jurada en la que respondía a una serie decuestiones sobre su pertenencia a sindicatos o partidos políti-cos, distinciones por parte de los «rojos» y personas que pudie-sen avalar sus manifestaciones. Negaba Rafael su pertenenciaa partidos o sindicatos, hacía fe de conciencia contra el régi-men anterior, negaba distinciones o mejoras recibidas de laRepública y presentaba como testigos al doctor Mónico Cid, aArturo Cid, probablemente hermano o pariente del anterior, ya los vecinos de las calles de Mancebos y de la Morería, y de

gen aquí los artículos aparecidos en La Libertad como comentarios al librode los hermanos Caba Andalucía, su comunismo y su cante jondo.

30 Me estoy refiriendo a «Los judíos en Sefard» (Judaica, 56, 1938), «Enel plenilunio» (Judaica, 57,1939), «Los judíos en Sefard» (Judaica, 67,1939),«Los judíos en Sefard. Rosa Torquemada» (Judaica, 68-69,1939), «Los judíosen Sefard. Yom Kipur» (Judaica, 70, 1939) y «Un entierro en Sefard»(Judaica, 73-75, 1939).

INTRODUCCIÓN/17

la margen derecha de la calle de Ramón y Cajal, y entre estosúltimos vecinos al sacerdote don Francisco Javier Martínez.

En el expediente que he podido consultar, un extracto delcual fue publicado por mí en Raíces 15, existe un documentoemitido en Burgos el 7 de julio de 1939 por el Jefe del ServicioNacional de Prensa con destino al Jefe del Servicio de Prensade Madrid, donde le solicita comunicación sobre si RafaelCaminos Asserss (sic) se encuentra dentro de las condicionesde la Ley para inscribirle o no en el Registro Oficial dePeriodistas. Este documento, que no debió tener contestación,tiene al margen una anotación manuscrita «Rafael CansinosAssern (sic)».

La burocracia funcionaba de modo lento y no es sino casiun año más tarde, el 8 de mayo de 1940, cuando el Ministeriode la Gobernación, a través de la Subsecretaría de Prensa yPropaganda / Sección Central, / Personal (Depuración dePeriodistas) solicita referente a don Rafael Caminos Assers(sic) antecedentes: políticos-sociales y masónicos al Delegadodel Estado para Recuperación de Documentos; políticos-socia-les, morales y de otro orden al Gobernador Civil de Madrid yal Director General de Seguridad; de carácter profesional a laDirección General de Prensa

La Dirección General de Prensa contesta a 21 de mayoque no existe ningún antecedente referente a Rafael Cami-nos Assers (sic), «por ser desconocido en la profesión perio-dística».

La Delegación para la Recuperación de Documentos con-testa a veintiséis y veintisiete de junio de 1940 que no tieneantecedentes masónicos ni políticos-sociales, respectivamente.

La Dirección General de Seguridad contesta a 17 de julio,seguramente a raíz de una investigación con los testigos pre-sentados, que Rafael Casinos Assens (sic) es persona de ordeny de profundos sentimientos católicos; que sus vecinos le tie-nen como excelente persona; que antes de la guerra trabajabacomo crítico literario en el periódico La Libertad, que durantela guerra no trabajó en nada, sino que vivía de unos valoresdepositados en el Banco de España; que había pedido pasaportepara trasladarse a Francia y pasarse a zona nacional, pero que

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le fue denegado el pasaporte; que no había pertenecido a nin-gún partido político ni sindical; que durante la guerra y en casade un sacerdote que vivía en el cuarto contiguo al suyo le ha-bía ayudado en varias ocasiones al Santo Sacrificio de la Misa.

Todos estos testimonios eran favorables por lo tanto a quese le considerara apto para la profesión periodística.

Pero el 26 de julio del mismo año la Delegación Nacionalde Información e Investigación de la Falange Española Tradi-cionalista y de las J.O.N.S. contesta acerca de Rafael CaminosAssers (sic), natural de Sevilla, de 57 años, soltero, escritor:

«Fue colaborador de La Libertad de Madrid, habiendo pu-blicado trabajos literarios suyos también en ABC y Blanco yNegro.

Es periodista y escritor judío, habiendo escrito varios librosy folletos en defensa del Judaismo. Es amigo íntimo del aven-turero judío José Estrugo, dirigente del Socorro Rojo Interna-cional.

Es persona de la cual se desconoce si pertenecía a algúnpartido político, ni sindical, siendo de vida bastante rara.»

La acusación de judaismo, única de todo el expediente, bas-tó para que el 16 de octubre del mismo año el Instructor JulioTudela Porta propusiera que se denegase la solicitud de RafaelCansinos, que no se le inscribiera en el Registro Oficial dePeriodistas ni se le expidiera el correspondiente carné, lo cualse comunica el 23 de octubre a Rafael Cansinos Assens (¡porfin escriben correctamente los apellidos!), indicándole que,como consecuencia de la resolución recaída en su expedientede depuración político-social y profesional, el Director General dePrensa ha denegado su inscripción en el Registro de Periodistasy que por lo tanto «queda invalidado para ejercer la profesiónde periodista».

Desde el final de la guerra, Rafael, que se había recluidoen sí mismo desde 1927, no pudo ejercer como periodista, y seesforzó en salvarse del naufragio trabajando como traductor,fundamentalmente para la Editorial Aguilar. Es un hombre decincuenta y siete años, seguramente algo cansado y melancóli-co. Le quedan pocos amigos en el interior del país, y en el ex-terior sus amigos hispanoamericanos absorben la inmigración

introducción/19

española y europea, pues estamos en plena Segunda GuerraMundial. Tenemos pocos datos de él en esta época. Sabemosque interioriza más el judaismo que en años anteriores, quizácomo reflejo de la dificultad de exteriorizarlo. Algunas de suspoesías de tema judío de esta época, publicadas por mí enRaíces 15, así lo reflejan:

Lo mismo que a tus fieles el fiero fanatismote obligó a disfrazarte en conversión fingidacubrió de cal tus santos signos de fe sincerae hizo de ti uno, máscara triste y adolorida.(de «La Vieja Sinagoga»)

Me maravilla tu danza Israel.

¿Quién dijo que Israel tenía los pies pesados?

Ni siquiera cuando sus anchos hombros

desfallecían bajo la grave carga

del cautiverio de danzar dejaron.

Danza Myriam frente al Éxodo inmenso

recién salida de tierra de Egipto

sobre la piel de onagro que extienden sus amigas

y su canto de gloria es una danza.

Danza David al frente de las tribus

ante la santidad del arca

y el ritmo de sus pies es una viva

acción de gracias.

Y más viva, más viva todavía

es la danza inefable de tu idea

sobre la piel de onagro de los tiempos

de tu idea cambiante siempre activa

que al ritmo de las horas se adelanta.

(«La Danza de Israel»)

El término de la Guerra Mundial no significa cambio sus-tancial en la vida de Rafael Cansinos. Es un hombre olvidadopor las nuevas generaciones, aunque en 1947 se edita el quesería él último de sus libros publicados en vida en nuestro país:Verde y dorado en las letras americanas, un libro de crítica li-

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teraria31. Enrique Azcoaga, en un artículo publicado muchosaños más tarde, titulado «Redescubrimiento de Rafael Cansi-nos Assens», narra que «desde 1939, año en que acabó la con-tienda maldita, hasta que el editor Manuel Aguilar comenzó apublicar sus traducciones de Goethe y Dostoievski, todos nospreguntábamos qué sería de su vida, por dónde andaría meti-do, cuál sería en definitiva la existencia de este raro de grantamaño... Pasado el tiempo, pocos meses antes de mi llegada aBuenos Aires, celebrando la aparición de un libro del jovenpoeta Salvador Pérez Valiente en un café literario de la Glorie-ta de Bilbao madrileña, reencontré a Cansinos Assens 'alejado'y muy cerca del grupo reunido para agasajar al 'iracundo' y en-trañable autor de Cuando ya no hay remedio. Circunstanciaque aproveché conmovidamente para 'actualizarle' entre quie-nes lo tenían casi tan olvidado como Gonzalo Torrente Balles-ter en su 'Panorama'... Mis compañeros de Café Gijón y depoesía celebraron mi descubrimiento y que dijera: 'Quien de-bería hablar sobre Salvador Pérez Valiente no soy yo, sino esegran escritor y magnífico crítico literario a quien acabo de en-contrar al levantarme a dirigiros la palabra y que se llamaRafael Cansinos Assens'...».

Vuelve, tras la Guerra Mundial a tomar contacto con susamigos judíos que le daban por muerto. Abraham S. Yahudale escribe de nuevo en 1948, diez años después de su cartaanterior. Celebra en una poesía el nacimiento del Estado deIsrael:

Ya florece de nuevo en Sión

de Jericó la rosa inmortal

ghettos y pogromos ya lejos quedaron

el judío en su tierra celebra la Pascua triunfal.

(de «En el sórdido ghetto»)

El mismo Yahuda habla con Hiram Peri, rector entonces dela Universidad Hebrea de Jerusalem, para que le dieran a Can-

31 Editorial Aguilar.

INTRODUCCIÓN/21

sinos un puesto de lector de español en la Universidad Hebrea;le pide a Cansinos que escriba a Peri, pero dudo que aquél qui-siera emigrar a otras tierras.

Prologado por César Tiempo aparece en Buenos Aires, en1950, inaugurando la colección Sefarad de Editorial Israel, unnuevo libro, Los judíos en Sefard. Episodios y símbolos, que re-copila entre otras narraciones algunas de las que aparecieronen Judaica durante la Guerra Civil. Extiende sus relatos ju-daicos más allá de los de Las luminarias de Hanukkah, prác-ticamente hasta el fin de los años veinte, sin darles en estecaso unidad de novela, sino manteniéndolos como retazos, fo-tografías -más bien films cortos- de un tiempo invadido por lanostalgia.

Un año más tarde, en 1951, muere su gran amigo AbrahamYahuda y, unos años más tarde, en 1955, se publica el que se-ría su último libro: Mahoma y el Korán32.

Pero Cansinos está dotado de vitalidad. Tras la muerte desu hermana Pilar, se casa con Braulia Galán, que cuidaba delescritor, y engendra un hijo, Rafael, nacido en 1958; y todavíaen 1961 ve cómo en Buenos Aires se reeditan Las luminariasde Janucá, gracias a César Tiempo y Lázaro Schalman.

Escribe algunos artículos para la revista judía argentinaDavar: «Un personaje de novela: Abraham Kovner»33; «Glosashumanísticas»34; «El españolismo de Heine»35 y «El último de-seo»36, que sería el último artículo publicado. También se pu-blica en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos de laUniversidad de Granada -publicar en España es como una re-surrección- una traducción suya del Keter Malkut (CoronaReal) de Ibn Gabirol, en el año de 1962, con un prólogo que de-cía: «Ningún español medianamente impuesto en las BellasLetras desconoce el nombre de Rafael Cansinos Assens... Ver-dadera alma hebrea, ha calado como ningún escritor español

32Publicado por la Editorial Bell de Buenos Aires.

33Davar, 82.

34Davar, 92.

35Davar, 100.

36Davar, 101.

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contemporáneo en la esencia del hebraísmo; su familiaridadcon la Biblia y los grandes genios del judaismo se revela en to-dos y cada uno de sus libros».

En 1963 le visitamos en su casa de la calle Menéndez yPelayo unos cuantos amigos judíos, que nos interesábamos porel viejo y olvidado escritor. Nos contó numerosas anécdotas enrelación con los judíos madrileños, muchas de las cuales figu-ran en Los judíos en Sefard. Al salir de la casa vimos un grancuadro con la Virgen y el Niño, y, dándose cuenta de nuestroasombro, comentó: «Terminada la guerra vinieron a casa unosguardias civiles, ya que yo había colaborado en el lado de laRepública. Después de plantear numerosas cuestiones pregun-taron a mi hermana: '¿Ustedes de qué religión son?' Y mi her-mana, señalando este cuadro, respondió: '¡Católicos!'¿no lo ven?Esas mismas preguntas y esas mismas respuestas -continuóCansinos- explican gran parte del desarrollo de la pintura re-ligiosa del Siglo de Oro».

Ese mismo año de 1963 le visita Borges, quien en 1960 ha-bía escrito en La Nación de Buenos Aires de 10 de julio, en unbello artículo titulado «Cansinos y las Mil y Una Noches»:«Cansinos Assens, irónico padre del ultraísmo, poeta de secre-tas y profundas raíces bíblicas y maestro de una prosa feliz quesiempre logra la belleza y nunca parece buscarla y cuya evo-lución no es menos ligera que amplia, consagra ahora sus vi-gilias y su fervor a esa abnegada tarea de traducir, que el des-dén juzga subalterna... De este gran escritor judeo-andaluzpodemos decir que una sola cosa le falta: la plena gloria lite-raria que tan abundantemente merece y que ahora le escati-ma un azar hostil, pese a la resonancia que su palabra alcan-za en tantos corazones y a la piedad filial que le profesamossus antiguos discípulos». Sin duda la conversación de los dosgrandes escritores estuvo teñida por la nostalgia.

Un año más tarde, en la madrugada del 7 de julio de 1964,fallecía Rafael Cansinos Assens en Madrid, a los ochenta y unaños de edad, en la habitación 218 del Sanatorio Ruber. Fueenterrado en el cementerio de San Justo. La prensa madrile-ña pasó por alto su fallecimiento, con la excepción de GonzálezRuano en ABC, que escribiría en su diario: «Efectivamente

introducción/ 23

unos diarios dan cuatro líneas sobre la muerte de Cansinos yotros ni esto. Parece que mi artículo publicado hoy en ABC seráel único. No sabemos ayudar la vida de los escritores pero nisiquiera hemos aprendido a enterrarlos».

Sus amigos argentinos sí supieron enterrarlo. El diario LaNación de Buenos Aires publicó una necrología, y, cuatro díasmás tarde, en los locales de la Sociedad Hebraica Argentina,con la adhesión de la Asociación Bné Brith y de la Fundaciónde Estímulo del Intelectual Judeo-argentino, se le rindió unhomenaje en el que hablaron Jorge Luis Borges, BernardoKoremblit, Carlos Mastronardi, Isabelino Scornik y LázaroSchallman. Se rendían así los honores debidos a Cansinos As-sens, editando además la revista Davar su artículo «El últimodeseo», artículo premonitorio de su muerte, muestra del deseoincumplido, permanente, del deseo de Benaser el poeta, del des-cendiente de conversos:

«Cuando el último canto expire entre mis labios -dijo elpoeta-, quiero que me entierren en tierra de mi patria; en latierra sagrada de Sión, tierra de mis abuelos gloriosos...»

Veinte años después de su muerte, en 1984, Bernardo Ko-remblitt le evocaba en un bello artículo publicado en Sefárdicade Buenos Aires, titulado «Rafael Cansinos Assens o el vello-cino de la literatura». El artículo, emocionado y emocionantehomenaje, cuenta una conversación con Borges, en la que éstele dijera: «Estoy ordenando mis anotaciones sobre Cansinos As-sens, y el libro que escriba sobre él será mi gran felicidad fi-nal». No sabemos en qué quedó este proyecto, y si hay una obrainacabada de Borges sobre Cansinos.

En España ha habido algunos intentos de recuperar suobra. Se reeditaron algunos libros: El movimiento V.P. (dos ve-ces); La copla española (dos veces); Ética y estética de lossexos; El candelabro de los siete brazos; Las bellezas delTalmud; El divino fracaso y toda una recopilación de su ObraCrítica. Bajo el cuidado y la preparación de su hijo Rafael sehan publicado en tres tomos sus memorias con el título de LaNovela de un Literato. Algunas cartas de Borges a Cansinosfueron publicadas en El País por Juan Manuel Bonet. Abelar-do Linares escribió una pequeña biobibliografía suya: Fortuna

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y Fracaso de Rafael Cansinos Assens. Yo mismo he publicadoalgunas poesías, cuentos y noticias inéditas en la revistaRaíces, y participado en dos programas televisivos sobre Cansi-nos, uno para Tiempo de Creer de la Segunda Cadena, que di-rigen Baruj Garzón y Esther Bendahán, y otro también parala Segunda Cadena junto con Juan Manuel Bonet. Ramón OteoSans escribió un buen estudio, Cansinos Assens: entre el mo-dernismo y la vanguardia, que ha editado Aguaclara. AlbertoGonzález Troyano le ha dedicado un importante ensayo enObra Crítica. El Archivo Rafael Cansinos Assens está disponi-ble para los estudiosos en la web por la especial dedicación desu hijo Rafael (www.cansinos.com). Pero todas estas acciones nohan bastado para acercar la obra de Cansinos a su público, alpúblico capaz de interpretar el texto y descubrir -como en laobra borgiana- las mil caras ocultas de una misma escritura.

Sobre Los Judíos en la Literatura Española

El libro que ahora se reedita ve por vez primera la luz ennuestro país. Publicóse en 1937, cuando la guerra asolaba Es-paña, a varios miles de kilómetros, en Buenos Aires, por espe-cial cuidado de César Tiempo, amigo del escritor, que entoncesdirigía Columna, Centro Argentino de Grandes Publicaciones.Que los artículos -creo que casi todos publicados anteriormen-te en la revista argentina Judaica- iban a ser publicados, erauna realidad al menos desde el 12 de diciembre de 1936, puesen esa fecha Tiempo le escribe a Cansinos37: «Es más que pro-bable que Los judíos en la Literatura española que ya obra enpoder de Kibrik -ahora está en la imprenta componiéndose-lleve un prólogo iconográfico de Soto. Si no aparecen nuevasdificultades, sobre todo las derivadas del recrudecimiento de lacampaña antisemita, creo que pronto tendremos ejemplares».Algo más abajo, en la misma carta, le pide: «Mucho le estima-

37 Carta inédita existente en el Archivo Rafael Cansinos Assens, www.can-sinos.com.

introducción/25

ré me envíe cuanto antes sus artículos sobre Misericordia yLuna Benamor, que faltan para completar el volumen. Tuveesos números de Judaica donde aparecieron pero con las mu-danzas han de haberse extraviados. Además Resnik no andaen buenas relaciones con Kibrick (ambos fueron socios en la di-rección de Mundo Israelita y la conducta no del todo clara deaquél forzó a Kibrick a disolver la sociedad) y no nos facilita-ría esos trabajos».

Sin embargo, seguramente por los avatares de la guerra,el libro se editó sin que Cansinos lo supiera, pues en otra car-ta de Tiempo a Cansinos, de 29 de noviembre de 1938 -es de-cir un año después de la edición-, le escribe38:

«Querido Cansinos:

Le escribo al azar. No es la primera carta que le escribo asíaleatoriamente. Pero espero que los manes del correo me seanpropicios esta vez y podamos entendernos como fueron mis de-seos desde un principio. Le he escrito hace más de un año ad-virtiéndole que de acuerdo a sus deseos editaría su libro Los ju-díos en la literatura española, bajo los signos de la editorialque dirijo. Tenía sus originales, vale decir su tácita conformi-dad para hacerlo, y como la respuesta no llegaba, encomendéun prólogo a nuestro amigo Luis Emilio Soto y el libro apare-ció sin otro pasaporte que el de la autoridad de su firma y elmagnífico ensayo acerca de su vida y de su obra realizado porel amigo nombrado. Una vez el libro en la calle le envié tresejemplares certificados y una carta pidiendo sus señas para es-cribirle en firme y poniéndome a su disposición para lo que dis-pusiere. No obtuve respuesta ni vino de vuelta el envío. No con-forme con ello hablé con Isaac Pacheco, Canciller de la Em-bajada de España en Buenos Aires, para que me obtuviera susseñas por vía oficial. En la misma valija diplomática salió esepedido junto con otro de Soto inquiriendo por Mariano Ba-quero un amigo que se había hecho en sus tertulias de Madrid,

38 Carta inédita existente en el Archivo Rafael Cansinos Assens, www.can-sinos.com.

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según tengo entendido. No se pudo saber nada acerca suyo y síde Baquero.

Le hago el detalle de todos esos movimientos para que com-pruebe que en ningún momento hubo mala voluntad, intenciónde ocultar nada, ni evasiva alguna, cosa de la que no podía du-dar nadie y menos Vd. a quien he dado reiteradas y efusivaspruebas de adhesión y de simpatía. Pero he aquí que un señora quien distingue usted con su amistad -y que no la merece-un tal Salomón Resnik arrojado de todas partes por su inmo-ralidad, tomó demasiado en serio la sentencia atribuida aSócrates por Platón en uno de sus diálogos: Un poeta, para serun verdadero poeta, no debe componer discursos en verso, sinohacer ficciones, y salió a propalar desde su marisma de Judaicaque yo le había defraudado y no sé cuantas otras supercherías.Le ruego que aclaremos, querido Cansinos, en nombre de lainalterable amistad que le profeso desde hace tantos años, eldesdichado episodio y la leyenda de ese señor Resnik que pordefraudar los derechos de Bialik se cree un verdadero poeta se-gún la afirmación socrática.

Quedo esperando sus noticias impacientemente.

Con los mejores votos por su salud y ventura personal, que-do de Vd. admirador y amigo que bien le quiere.»

La obra que el lector tiene entre sus manos analiza diezobras y personajes judíos de ficción de la literatura española:una del siglo XVIII (La Raquel de García de la Huerta); tres delsiglo XIX, entre ellas un relato de Bécquer (La Rosa de Pasión)y dos de Galdós (el Daniel Morton de Gloria y el ciegoAlmudena de Misericordia); y las seis restantes son obras delprimer tercio del siglo XX. Estas últimas son quizás las másperspicaces y donde demuestra Cansinos su gran talento de crí-tico de la actualidad literaria. Una de ellas está dedicada alpersonaje autobiográfico de Isaac Muñoz, orientalista granadi-no de principios de siglo, que escribió una novela bajo el nu-men hebreo, como dice el propio Cansinos, Voluptuosidad. Cua-tro artículos bucean en la mentalidad antisemita de algunosescritores españoles de nuestro siglo: el dedicado al personajefemenino de Antolina Esmond, hija de un judío gibraltareño,

introducción/27

en la novela El Carro de Asalto, obra del escritor malagueñoAdolfo Reyes; el que analiza la célebre novela Luna Benamor,del escritor valenciano Blasco Ibáñez; el estudio del personajetambién femenino de Estrella Escarza en la novela del escri-tor levantino Antonio Cases, Las hogueras de Israel; y final-mente el dedicado a la novela de un conocido escritor antise-mita, Juan Pujol, El hoyo en la arena, donde el personajefemenino, Julia Guzmán, no es en realidad judía, sino que elautor la conceptúa como de origen judío por sus malas artes.El contrapunto está en el último de los artículos, sobre la hu-manidad del personaje judío, Ismael Dávalos, en la novelaCáliz Rojo, de Concha Espina. El final produce un efecto decompensación a la visión maniquea y estrecha de los anterio-res novelistas.

El interés de estos estudios de crítica literaria y sociocul-tural es evidente, al mostrarnos a través de los personajes deficción cómo los creadores españoles vieron a los judíos duran-te aproximadamente un siglo y medio, de una forma sin dudaplural, pero en la que pesaba la historia y el prejuicio.

Jacobo Israel GarzónMadrid

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Los Judíosen la Literatura Española

LA RAQUEL

de GARCÍA DE LA HUERTA

Con el Edicto de Expulsión de 1490 desaparecen los judíosde España y de su literatura, que está en vísperas de cuajaren los dos grandes géneros que la han hecho famosa: la nove-la y el teatro. El judío, que hasta entonces sólo fue figura epi-sódica en poemas y narraciones, perderá toda opción a la cali-dad de protagonista y la literatura española perderá tambiénla oportunidad de incorporarse ese elemento étnico que enri-quecería la variedad de su elenco humano. El judío desapare-ce, se borra en la conciencia de los españoles y sólo asomaráalguna que otra vez en su literatura como figura de leyenda ovestido con los arreos históricos. Así aparece por ejemplo en elteatro de Lope de Vega en el drama titulado Las paces de losReyes y la Judía de Toledo, al que sirven de argumento las di-sensiones sucitadas entre el rey Alfonso VIII y sus vasallos, conmotivo de sus amores con la hermosa Raquel y que terminacon la muerte de la barragana a manos de la nobleza insur-gente. Esta obra de Lope fue luego base de inspiración paraotros autores y los eruditos cuentan otras elaboraciones delmismo argumento, hechas sucesivamente por el doctor Mira deAmescua -La desdichada Raquel (1635)-, Juan Bautista Dia-mante -La Judía de Toledo (1667)- y finalmente don VicenteGarcía de la Huerta -Raquel (1778)-. Ésta última es la que de-tiene la evolución del tema que alcanza en ella su culminaciónliteraria no por su perfección absoluta, sino porque acaso envirtud de su fuerza impresionante, acapara desde entonces lapredilección de los públicos. La Raquel de Huerta arrumba alas anteriores, como el don Juan Tenorio de Zorrilla, relega alolvido a todos los demás don Juanes de nuestro teatro. Se tra-ta de un caso de tuna literaria, ya que aparte de los versos,bien poco es, según parece, lo que Huerta puso en su obra, yaque, según Menéndez Pelayo, elaboró bajo el marcado influjode la Raquel de Ulloa y, sobre todo, de La Judía de Toledo de

Diamante, hasta el punto de que sus contemporáneos llegarona acusarle de plagiario. Quizá tuviera gran parte en el éxito deGarcía de la Huerta la circunstancia de haber producido suobra, de asunto auténticamente español, en una época en quepredominaba el gusto del neoclasicismo francés e imperabanlas famosas unidades aristotélicas con lo que La Raquel veníaa representar un rebrote de nuestro teatro romántico lleno defogosidad pasional y una protesta contra nuestras letras afran-cesadas. Don Vicente García de la Huerta se puso con su tra-gedia histórica a la cabeza del bando españolista contra losafrancesados Iriarte, Samaniego, Forner, Jovellanos, etc., conlos cuales sostuvo violentas polémicas que, enconadas por lapasión política, le valieron un destierro a Orán, del que volvió,sin embargo, más fiero y arrogante que nunca. García de laHuerta, extremeño como Espronceda, tiene en su verso bravoaliento español, que viene de la entraña del pueblo lleno de ru-deza y poder y con él no podían competir los pulidos autoresdel bando contrario, que habían respirado los suaves perfumesde las rosas de Francia. La Raquel de la Huerta atronó con suverso heroico todo el final del siglo XVIII y aún hoy conservaen la lectura gran parte de su vitalidad, sobre todo, en aque-llos pasos en que Alfonso y Raquel cantan su pasión enorme,fatal, que prolonga su grito y su poder hasta la misma muer-te. Una pasión española y también semítica, que parece unirel fuego de los desiertos abrasados al temple heroico de las es-padas castellanas.

Pero veamos más de cerca la obra del trágico extremeño.Ya hemos dicho de dónde arranca el venero de su inspiración.Tanto a su Raquel como a las de los escritores que le prece-dieron en el tratamiento del tema, sírvele de fuente común unpaso de la Chrónica general (part. 4, folio 387, col. 2), que diceasí: «Pues el rey D. Alfonso ovo passados todos estos trabajosen el comienzo cuando reinó fue cassado, fuése para Toledo consu muger, Doña Leonor; e estando y [allí] pagóse mucho de unajudía que avie nombre fermosa e olvidó la muger e encerrósecon ella gran tiempo en guisa que non se podie partir de ella,por ninguna manera, nin se pagaba tanto de cosa ninguna; eestubo encerrado con ella poco menos de siete años, que non se

32/ RAFAEL CANSINOS ASSENS

mebraba de si nin de su reyno nin de otra cosa ninguna. En-tonces ovieron su acuerdo los ornes buenos del reyno comopusiesen algún recaudo en aquel fecho tan malo e tan desagui-sado; e acordaron que la matasen e que así cobrarier a su Señor,que tenien por perdido; e con este acuerdo fuéronse para allá;e mientras los unos fablaron con el Rey, entraron otros dondeestaba aquella judía en muy nobles estrados e degolláronla».

Estas frases sencillas, casi bíblicas de la Crónica Generalque proclaman el prestigio fabuloso de la belleza judía, dieronluego de sí los versos heroicos de Lope, Ulloa, Diamante yHuerta. La sangre de Raquel fecundó el teatro de sus verdu-gos como la de Clitemnestra, el teatro griego.

Tanto Lope como sus émulos posteriores han cogido ese epi-sodio histórico y han tratado de dar relieve y volumen a las fi-guras, allí sólo señaladas por sus nombres genéricos: el rey, lajudía. Han sacado a escena corporeizados a ese vago Alfonso yesa borrosa judía y movido a la vista del público esos ornes bue-nos, que irrumpen armados de espadas en la cámara de la con-cubina. Ninguno ha aportado ninguna modificación esencial alargumento, que aparece tratado en esa serie de obras, con másfidelidad que un mito griego. Raquel cae siempre mortalmen-te herida a los pies de los toledanos, sus nobles asesinos, y elrey que no ha sabido salvarla, pese a todo su amor, se resignasin esfuerzo a su pérdida y se reúne de nuevo con su esposa.Ni siquiera castiga a los culpables. Es todo un rey y acierta asacar partido del desastre consolidando su poder y aceptandola sangre vertida de su amada como materia de un nuevo sa-cramento de comunión con su pueblo. Imposible no sentir cier-ta indignación sentimental ante esa fácil resignación del mo-narca que pierde esa calidad, no sólo humana, sino tambiénestética. ¿Qué habría hecho en caso semejante un Don Pedroel Cruel; cruel precisamente por superabundancia de lo hu-mano, por exceso de sentimiento? La concubina de Alfonso de-bía haber merecido funerales regios.

La tragedia de don Vicente Antonio García de la Huerta(para dar el nombre completo) está escrita en endecasílabosasonantados y se divide en tres jornadas. En la primera los no-bles han triunfado en el ánimo del rey y conseguido de éste que

LA RAQUEL DE VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA/33

se separe de su amada Raquel y es el propio monarca el queintima a la hebrea la orden irrevocable de abandonar Toledoen un éxodo en el que habrá de seguirle toda la grey judaica.La separación -el mismo Alfonso lo declara- será para él lamuerte. Pero no hay más remedio. El pueblo (entiéndase siem-pre la nobleza y el clero, que el pueblo era entonces tan sólouna comparsa) se lo impone. Y a la pregunta de Raquel: ¿Quéresuelves en fin?, contesta Alfonso:

Que partas luego,

Mas, ¡ay de mí! que aqueste duro fallocontiene la sentencia de mi muerte.Pero, ¿en qué me detengo, en qué reparo?Huya Raquel a conservar su vida,mientras queda a morir Alfonso Octavo.(Vase)

Raquel le replica con un anatema; que es también una pro-fecía:

Pués ya, Alfonso que ingrato me abandonas

desatento, cruel y temerario,

si me has amado, si en tu aleve

pecho de aquel volcán amante queda rastro

permita el cielo que estas cosas mira

y está tu ingratitud considerando,

pases por el dolor de verme muerta

el acero cruel de tus vasallos;

que queriendo vengar estas ofensas

no logre tu rigor executarlo;

que mi sombra interrumpa tu reposo,

y que en pesar continuo y largo llanto

llores la desventura, ingrato Alfonso

que Raquel, por amarte, está esperando.

En la segunda jornada, las cosas han cambiado de as-pecto. Raquel, aconsejada por su hermano de raza, Rubén -eljudío astuto y cauteloso de las leyendas populares-, consigue

34/RAFAEL CANSINOS ASSENS

fijar en su favor el ánimo vacilante del rey. Raquel solicitadel rey como curso de esa entrevista, disimulando su inten-ción y sin valerse más que del resorte patético de sus lágri-mas, hace que el rey revoque la orden de expulsión y aúndiscute con él sobre la oportunidad de tal medida, replicán-dole con sus mismos argumentos de la jornada primera. Debeirse de Toledo. Él mismo le hizo comprender que su ausen-cia era impuesta por su misma seguridad. Las turbas laodian, a ella y a su pueblo y por su culpa acabarán aborre-ciendo a Alfonso. Nada, que debe irse. Pero Alfonso inter-preta como desamor esta resolución de la hebrea y con trá-gico acento exclama:

Pues si mi desventura es tan notoria,y esta vida, este espíritu mezquinocomo inútiles prendas considero;

(sacando la espada)acero noble, rayo que esgrimidode mi diestra, blasones duplicásteisa Marte poderoso, ya os dedicoa mejor ministerio; sed piadosoinstrumento de amantes testimonios.Y tú, Raquel, si quieres testimoniosde mi constante amor ciertos y fijos,pues no oyes mi razón, estas alfombraste los ofrezcan con mi sangre escritos,

(En ademán de echarse sobre la espada).

Raquel, asustada, se abalanza a él e impide que cumpla sudesignio. Luego para evitar una reincidencia, se declara dis-puesta a todo:

Deteneos: ¿Qué hacéis? ¿Qué furia es ésta?Mirad que de la espada el duro filo,quando amenaza estragos a ese pecho,los obra y executa ya en el mío.¿No advertís que ese golpe rigurososerá fin de mi vida? ¿Quién ha dicho

LA RAQUEL DE VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA/35

que muerto Alfonso Octavo, Raquel puedavivir un solo punto? ¿Habéis creído,que a vuestra costa pueden redimirsemis desdichas? Vivid, Alfonso mío;vivid que Raquel sólo para amaros,la vida quiere. Ya, Señor, me rindo,a quanto dispusiéreis; ya Toledoserá otra vez mi centro; no hay peligro,que a trueque de agradaros me dé asombro,que me dé susto, a trueque de serviros.

Raquel ha triunfado y con ella ha triunfado su pueblo.Alfonso indulta del destierro a los judíos toledanos. Y para quesu amada no tenga en lo sucesivo el más mínimo temor deque nadie pueda vejarla ni a ella ni a los suyos, decide sen-tarla en su propio trono, como reina.

Y porque tu temor desvanecidodel todo quede; porque no receles,de un vulgo, osado los infieles tiros,desde hoy de mi Cetro y mi Coronaserás dueño absoluto. Mis dominiosa tu arbitrio se rijan y gobiernen;de todos los vasallos los destinosde ti dependerán públicamente,porque todos así te estén sumisos.Ha de mi guardia.

Acuden Manrique, un caballero castellano, que por medraren la corte sigue el partido de Raquel, la guardia y acompa-ñamiento de castellanos. El rey ocupa el trono y después de unproemio silogístico sobre la obediencia que se debe al monar-ca, acaba por notificarles su real determinación de que Raquello sustituya ya en el trono.

... mi poder y mi dominio

la transfiero y yo mismo la coloco

en mi solio Real; esto entendido,

36/RAFAEL CANSINOS ASSENS

pues confesáis debéis obedecerme

(colocándola en el trono)sabed que ya Raquel reina conmigo.

Los castellanos, Manrique el primero, acatan la orden ydesfilan ante el solio, besando la mano de la hebrea entroni-zada. El rey contempla satisfecho el espectáculo y para extre-mar más su fineza, se retira, dejando que Raquel reine sola:

Y porque mi presencia no embarace,que obres con libertad, yo me retiro,A Dios, bella Raquel.

He ahí una reina judía, en el trono de Castilla. Pero loscastellanos no se van a contentar tan fácilmente con esa apo-teosis. Ya dos caballeros cortesanos, García y Alvar Fáñez, quedesde el principio de la obra, han acaudillado a los revoltosos,colman su indignación ciudadana al ver a una hebrea, senta-da en el sagrado trono de Castilla y como Armodio y Aristogi-tón en la literatura griega, juran libertar a Alfonso de ese he-chizo y al reino de esa vergüenza...

GARCÍA:

Libertemos a Alfonso de este encanto.ALVAR FÁÑEZ:

Mi vida ofrezco para conseguirlo.GARCÍA:

Mas se debe excusar toto alboroto,

no parezca motín el que es oficio.ALVAR FÁÑEZ:

A quanto dispusiéres, me resuelvo.GARCÍA:

Pues si tú me acompañas, hoy consigo,

eternizar el nombre Castellano

con la violenta empresa que medito;

y verá el mundo en mí, quando contemple

los efectos que ya me pronostico,

la mayor lealtad en la osadía;

LA RAQUEL DE VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA/37

pues hay casos tan raros y exquisitos,en que es más fiel el menos obedientey más leal el que es menos sumiso.

En la tercera jornada, sobreviene la catástrofe motivadapor la excesiva confianza del rey Alfonso, convencido de que lamajestad del solio será invisible Paladion para su amada, re-suelve salir de cacería a las riberas del Tajo. Raquel tiene elpresentimiento de la tragedia y con patéticos acentos le ruegaa Alfonso que no la deje sola, expuesta a tantos peligros en suausencia. Pero se trata de un caso de ceguera fatídica. A los te-mores de Raquel, responde Alfonso:

Sí, Raquel mía: amor te ha coronadoY porque tengas desde luego pruebasde la estabilidad de tu govierno,y quan segura están aún en mi ausencia,al placer ordinario de la cazaintento no negarme. Nuevas fuerzasa las guardias se aumenten de Palacioa mayor prevención. Así deshecha,Raquel hermosa, esos recelos vanos,que te causan pesar. Contigo quedael alma que te adora: y pues me brindandel Tajo ya las plácidas riberas,a Dios, bella Raquel!

Se va Alfonso y entra Rubén, el astuto consejero de la he-brea. Empieza halagando a Raquel y dándole gracias en nom-bre de la nación judía, por los beneficios que de ella acaba derecibir, con lo que nos enteramos de una de las causas del des-contento de los nobles. La superioridad de trato concedida a loshebreos sobre los súbditos castellanos de Alfonso. Oigamos aRubén:

Ya la hebrea

Nación por mi las gracias te tributa

por lo mucho, Raquel, que te interesas

38/RAFAEL CANSINOS ASSENS

en su alivio. Los pechos, que pagaba,los servicios, las cargas y gabelasestán ya suspendidas, y dispuestoal reintegro también de todas ellasa costa del Erario, como mandas;y porque éste tampoco así padezca,al Pueblo Castellano se duplicanlos impuestos.

Raquel asiente, encareciendo la justicia de tales medidas:

Razón acaso fuera,

que, quando de este Reyno los vasallos

en riquezas abundan y en haciendas,

repartiesen con pobres extranjeros,

cuya industria y trabajo son sus rentas,

las cargas del Estado. Fuera injusta

Política.

Rubén le comunica luego que el rey ha mandado pregonarun bando disponiendo que nadie pueda en Toledo llevar armassin su real permiso. Alfonso apela al desarme preventivo parafrustrar la revolución. Y Rubén tomando pie de ahí, silba enlos oídos de la hebrea estas insidiosas exhortaciones. (Rubénes la serpiente astuta, el demonio que da consejos de perdicióna las criaturas):

... Todo perezca,

quanto a tu elevación contradixere,

quanto pueda oponerse a tu grandeza.

Haz que Castilla sienta tus rigores;

te sangre criminal las calles riega;

no quede castellano sospechoso,

que no adore tu planta o que no muera.

Imprudentes palabras. Porque ya están ahí, entre bastido-res, los conjurados, resueltos a aprovechar la ausencia del mo-

LA RAQUEL DE VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA/39

narca y acabar de una vez con el ludibrio que mancilla los bla-sones reales y esquilma la bolsa del pueblo (no olvidemos elcomplejo económico). Vienen capitaneados por Alvar Fáñez ypor García. Pero este último trata de encauzar la revolución,apartándola de extremismos. A él le parece bastante el destie-rro de Raquel y su grey judaica y quiere evitar a todo trancela efusión de una sangre que sea como fuere, se ha mezcladocon la de su rey. García es un moderado, mientras que AlvarFáñez representa el criterio radical y con este motivo disputanviolentamente. Raquel oye sus gritos y en seguida se sobresal-ta y pierde los ánimos. Asustada, se dirige a Rubén, en de-manda de aliento, más bien que de consejo:

Ay de mí, triste, ¿qué desdicha es ésta?¿Qué es aquesto, Rubén? ¿No has escuchado?

Pero Rubén, no menos empavorecido, le contesta:

Estas son las funestas consecuencias,que por más que esforzaba el artificio,temí de tu ambición y tu sobervia.Del extremo peligro en que nos vemos,ella ha sido la causa; considerael friste fin, que las maldades tienen,y huye de tanto riesgo como puedas.No pongas más en mí la confianza;que no valen ya astucias ni cautelas.

Y se va. Raquel, al verse abandonada, prorrumpe en la-mentaciones de mujerzuela. No: no tiene temple heroico estaRaquel ni está a la altura del coturno trágico.

En tanto se lamenta así, sintiéndose ya traspasada por lasespadas de los castellanos, entra García decidido a salvarla me-diante el único recurso posible: la fuga. García propone a Ra-quel que lo siga. Cuenta con hombres seguros que podrán sa-carla de Toledo, por una puerta excusada de palacio, y llevarlaa lugar bien defendido donde pueda esperar el regreso de Al-fonso. Pero Raquel cree que se trata de un ardid para sacarla

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de aquella cámara regia, donde se cree amparada por la ma-jestad del trono y en vez de aceptar la propuesta de García, in-crepa al noble caballero, atribuyéndole los más negros desig-nios. Pero ya en aquel instante han penetrado los revoltososen palacio, capitaneados por Alvar Fáñez. Traen las espadasdesnudas y gritan: «¡muera aquesta tirana!». Rubén, muerto demiedo, corre a esconderse detrás del trono. Raquel torna a suslamentaciones y va también a esconderse tras el solio, dondese encuentra con su nefasto consejero:

Lugar sagrado,

(al solio)

cuya ambición es causa de estas penas,sed mi asylo esta vez, si otra vez fuisteisteatro de mi orgullo y mi sobervia;encubridme a lo menos... ¿más, qué miro?¡Tú aquí Rubén! ¡Tú, infame! Ya no esperaremedio mi desdicha, pues no puedendonde esté tu maldad, faltar tragedias.Ya ves cómo se lucen tus doctrinas,maestro infame, que en tu torpe escuelael arte me enseñaste, de perderme.Castellanos, volad; nada os detenga;aquí a Raquel tenéis: ya que gustosamorirá, si Rubén muere con ella.

Pero ya los conjurados irrumpen en la cámara regia, sin res-peto a ese solio en que Raquel se ampara y que es como la som-bra de su Alfonso. Vienen desnudas las espadas y gritando: ¡mue-ra! Raquel en un conato de heroísmo, les sale al paso y lesapostrofa: «¡Traidores!» Pero luego suaviza sus palabras y sólotiende a enternecerlos y apiadarlos con su fragilidad de mujer:

Traydores... ¿Mas, qué digo? Castellanos,nobleza de este Reyno, ¿así la diestraarmáis con tanto oprobio de la famacontra mi vida? Tan cobarde empresa¿no os da rubor y empacho?...

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Pero Alvar Fáñez no se conmueve. Raquel entonces tratade justificarse con razonamientos de amor. ¿Qué delito ha co-metido ella, sino el ser amada de Alfonso y corresponder a suternura? Y Raquel, para demostrar más su inocencia, se valede un silogismo que podría convencer a aquellos vasallos de unrey absoluto:

¿Pude dejar de amarle, siendo amada?Si un rey con sólo su precepto fuerza,a su imperio juntando las caricias,su amor, su halago, las heroicas prendasque le hacen adorable ¿bastaríaalgún esfuerzo a hacerle resistencia?juzgad con más acuerdo, ¡oh Castellanos!;ved que el enojo la razón os ciega:remitid esta causa a más examen;atended...

Raquel quiere ganar tiempo. Pero Alvar Fáñez le replicaque no hay que juzgar más, que ya está dictada la sentencia.

Amor te mata;

si el ofende, Raquel, de amor te queja.

Entonces Raquel se yergue, se empina sobre el coturno, al-canza el máximum de estatura. Se ve bien claramente que esuna criatura de amor, que de solo su llama vive y que le es dul-ce abrasarse en ella. Han nombrado al amor, pues ya no le im-porta morir. Oídla:

No, traidores; no, aleves; no, cobardes;y si porque amo a Alfonso, me sentenciavuestra barbaridad, no me arrepiento;nada vuestros rigores me amedrentan.Yo amo a Alfonso y primero que lo olvide,primero que en mi pecho descaezcaaquel intenso ardor con que le quise,no digo yo una vida, mil quisiera

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tener, para poder sacrificarlasa mi amor. ¿Qué dudáis? Mi sangre viertavuestro rigor. Al pecho que os ofrezcotan voluntariamente, abrid mil puertas:que no cabrá por menos tanta llama,tanto ardor, tanto fuego, tanta hoguera.

Pero Alvar Fáñez no le concederá esa apoteosis de morir conel bello pecho blasonado de ese bárbaro aderezo. La presencia deRubén, el innoble, le sugiere otra muerte más ruin y oscura. Ru-bén, que perdió a la favorita con sus consejos, será quien ahorala despene con su puñal. Y así lo hace Rubén, bajo el imperio deaquellas espadas desnudas. Raquel se siente herida, se tamba-lea, dirige unas palabras de reproche a su matador y luego ya enel delirio de la agonía, va a abrazarse, buscando apoyo en él, altrono de Alfonso, al símbolo materializado de su amor.

Y tú, oh Trono, que causas mi tragedia,

ayuda a sostener el cuerpo débil,

que el alma desampara; Alfonso, vuela

y recibe este aliento, que el postrero

es de mi vida. ¡Ay Dios! ¡Qué mal se esfuerza

el corazón! ¡Alfonso..., amado Alfonso...

¿Qué te detiene? ¿Cómo a ver no llegas?...

Pero Alfonso sí llega; y a tiempo de recoger todavía su úl-timo suspiro y sus palabras últimas:

Sí; yo muero; tu amor es mi delito;la plebe, quien le juzga y le condena.Sólo Hernando es leal; Rubén ¡qué ansia!me mata; y yo por ti muero contenta.

Raquel, como vemos, es perfecta hasta el fin, cual criaturade amor. Ha amado a Alfonso hasta el postrer instante. Y susúltimas palabras, son como el supremo testimonio de un már-tir de amor. Raquel no ha tenido más Dios que su Alfonso ypor su Dios muere contenta.

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La tragedia ya corre a su fin. Alfonso, tras de endechar el ca-dáver de su Raquel, ofrécele en holocausto a su asesino, el pórfi-do Rubén, que sigue allí. Él mismo lo hiere con su regia manohaciéndole un honor excesivo. Pero Rubén no será el único cas-tigado. La cólera del monarca estalla. Como rey y como amante,necesita un escarmiento. Ha de ofrecer al trono ultrajado.

Mas al cielo protesto,

y a ti, oh Raquel, que con tu sangre riegas

de este lugar el trágico distrito,

la más atroz venganza; porque vean

los que tengan noticia de la injuria,

que si hubo quien osase cometerla,

también hubo quien supo castigarla.

Venganza, amor, quien te ha ofendido muera.

Apenas ha acabado Alfonso de pronunciar las palabrastranscritas, cuando entra en la estancia Alvar Fáñez, seguidode sus castellanos. Todos ellos doblan la rodilla ante el rey yse ofrecen víctimas propiciatorias a su justo enojo.

Dices, Alfonso, bien; y si pretendes,satisfacción tomar de ésta, que ofensaacaso juzgarán y por servicioreputamos nosotros, las cabezasa tus pies ofrecemos, que no importamorir, quando tu honor vengado queda.

Alfonso echa mano a la espada. Pero en aquel momentosurge en la escena el noble García, el cual intercede por los re-voltosos y contiene las iras del monarca, con un discreto razo-namiento:

a la justicia remitid la queja;mirad, Señor, que el celo los disculpa.

Alfonso envaina la espada y cuerdamente exclama, remi-tiendo ya toda la culpa a los hados:

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Tienes razón, que el santo cielo ordenapor más atroz que sea su delito,que quien le cometió, disculpa tenga:Yo, tu muerte he causado, Raquel mía;mi ceguedad te mata; y pues es ellala culpada, con lágrimas de sangrelloraré yo mi culpa y tu tragedia.

Perdona a sus vasallos y los hace levantar del suelo con-tentándose con este castigo de orden moral o estético:

Sirvaos de pena

contemplar lo horroroso de la hazaña,

que emprendistéis en esa beldad muerta.

Y para conclusión, el autor pone en boca de García estasentencia:

Escarmiente en su exemplo, la soberuia;

pues quando el cielo quiere castigarla,

no hay fuerza, no hay poder que la defienda.

De donde se infiere que lo que se ha querido castigar aquíes la soberbia, la soberbia judaica, según la frase convenida.Lo que a los castellanos indignaba hasta el extremo de suble-varse contra su rey no eran sus amores con la hermosa hebrea,sino la soberbia de ésta y de toda su grey judaica. Esta sober-bia judía, de la que más de una vez se quejan los croniconescastellanos y que ya constituye un tópico obligado de todos losantisemitismos, es lo que a Raquel pierde. La queja de los cas-tellanos insurgidos se resume en esa fórmula vieja: el judío nose conforma con ser igual a los ciudadanos del país en que vive,sino que aspira a ser más, a dominar, a imponerse. Tiene unsentido imperialista de la vida y el hábito de ejercitar la vo-luntad del dominio. No en vano se cree la raza elegida. La so-berbia judía se ha hecho célebre en su aparente contradiccióncon la humildosidad con que otras veces se nos presenta laraza. El judío entra a cada momento en la historia con el ges-

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to encogido, encorvado, harapiento. Pero aguardad un poco yle veréis erguirse con el gesto de un soberano. Es que el judíose siente representante de la raza más antigua del mundo y secree acaso con derecho a los honores de ese decanato. Y ade-más todas las semanas se transforma en la sinagoga con la glo-ria del Sábado. El judío va siempre encaramado sobre sus cua-renta siglos de historia y se explica que mire con un poco dedesdén a esos otros advenedizos de Europa. El judío tiene laconciencia de su superioridad y verdaderamente el número desus grandes hombres le confieren cierto derecho a esa presun-ción. Y añádase, por último, para explicar esas demasías de susoberbia, el complejo de resentimiento que desde hace siglosarrastra. Oprimido, vejado, expoliado siempre, es natural quecuando la fortuna le favorece un poco se hinche y pretenda co-brarse la cuenta de todos los agravios pretéritos. Es Shylockclamando su justicia con una vehemencia que la hace parecervenganza. Además, en las alternativas de esplendor y miseriaque componen su milenaria historia, el judío se ha acostum-brado a esos vaivenes bruscos y ha perdido la idea de la mo-deración. La nave de Israel navega a rachas, y cuando cogeviento favorable, hincha sus velas con ufanía loca, sin com-prender que la ola que la encumbra es también la que va a des-peñarla. Interviene aquí también su concepto mesiánico de lahistoria, su fe en la palabra infalible de sus profetas, su afi-ción a escudriñar oráculos y pronósticos. Aguarda una repara-ción desde hace siglos, una era de gloria y de dominación, y encuanto un hecho se presta a esa interpretación favorable, pien-sa si no será el comienzo de su era triunfal. Las leyendas desus libros sagrados le confirman en este criterio. En el casopresente, Raquel la Toledana, podía ser una réplica de la Es-ther persa. ¿Quién sabe si el rey Alfonso, enemistado con suesposa; no sentaría legítimamente en su trono a esta judía pre-destinada y con ella a toda la raza de Israel? Y entonces, heahí recuperado el perdido trono de Judá, esa ilusión perennedel pueblo disperso. La excesiva fe en el milagro es lo que pier-de a esta raza, por otra parte tan cuerda y calculadora, hechaal hábito de exactitud de las matemáticas. Su soberbia no esotra cosa que una excesiva confianza en Dios. Pero esa sober-

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bia no puede imputársele a Raquel, sino a su consejero Rubén,que representa el genio astuto de la raza. Raquel es tan sólouna mujer que ama, igual a todas las mujeres que aman, ver-daderamente, en todas las latitudes de la tierra. Ella, de porsí, sólo aspira al amor de su Alfonso y es el espíritu mesiánicode su raza el que en ese amor involucra la pasión del poder.Protege a los suyos, porque es lógico que así lo haga, porqueno puede menos de sentir la piedad de sus hermanos, infelices,pero no hace del amor de Alfonso un medio táctico para nin-guna política de engrandecimiento judío. En este terreno,Raquel obra al dictado de Rubén, de igual modo que Esther, enla corte de Asuero, obraba a impulsos de Mordejai. Toda la cul-pa del desastre corresponde a aquél, que no supo graduar conacierto las posibilidades de una semejanza histórica. Raquel-y así nos la pinta Huerta- es tan sólo una criatura de amorque no se desdibuja ni desdice un momento y que, en el ápicetrágico, muere contenta de inmolarse por la felicidad del ama-do. Si como hemos indicado, flaquea en cuanto a entereza im-perial y resulta indigna del trono en que la ha sentado, comomujer es irreprochable y alcanza la altura de las grandes he-roínas de amor, de todos los tiempos, y no podría ser un argu-mento contra su raza. En ningún instante la vemos apelar asortilegios ni arrumacos extraordinarios para retener a Alfon-so y dominar su voluntad; todo su hechizo radica en su her-mosura y su único recurso patético son las lágrimas, esas lá-grimas patrimonio de toda mujer y su tesoro de perlas natura-les. La judía no aparece en Raquel sino como un encarecimientode belleza y pasionalidad. Una ráfaga de Oriente sobre la fríameseta castellana.

De igual modo que su protagonista, la obra de Huerta senos aparece como una obra de belleza trágica, sin que procedaatribuirle intención política. El autor ha elegido ese episodiotoledano, seducido por su patetismo y por su vinculación en lahistoria patria, pero lo ha tratado con la misma objetividad queun mito de la fábula griega. No se advierte en su verso ningu-na vibración de un odio -que, por otra parte, no podía sentir-contra los judíos, que ya hacía siglos habían dejado de actuarcomo personajes reales en el drama político de España. Él ope-

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ra en lo histórico, y todo lo histórico es frío, desvitalizado; ir abuscar criaturas en la historia es lo mismo que ir a sacar som-bras, del tártaro. Su Raquel está compuesta con los rasgos tra-dicionales de su figura: belleza y pasión. Rubén, el traidor deldrama, es el eterno Judas, sobre quien la leyenda ha echadotoda la carga de la tenebrosidad oriental. No hay nada que ven-ga a caldear el antiguo conflicto político y étnico. Los nobles sesublevan contra su rey, en nombre del honor castellano, paralo que desde su punto de vista, no les falta razón, ya que Alfonsoexcédese en verdad al sentar en su trono a esa intrusa, que nisiquiera es su esposa. Es Alfonso quien en realidad provoca lacatástrofe y es soberbio. Y él quien debería sucumbir bajo losaceros castellanos, si no fuere por la prerrogativa de los reyesde que otros expíen sus culpas. Pero la ausencia de pasión po-lítica, de judeofobia en Huerta resalta patente. Los últimos ver-sos del drama evidencian que sólo ha querido dar una leccióna los monarcas, poner de realce los peligros de la soberbia. Deigual modo el Edipo de Sófocles aspiraba a mostrar los peligrosdel aturdimiento iracundo. Así entendida, la obra de Huertaqueda muy lejos de toda intención antisemítica, de todo pro-pósito de influir en ese sentido sobre un pueblo que, como elespañol del siglo XVIII, ya había perdido hasta la noción vi-sual del judío. En la perspectiva histórica, la Raquel de Garcíade la Huerta se coloca en esa vaga zona poética del apólogo, laleyenda y el mito, es decir, que corre la suerte de todos los dra-mas humanos, bajo la acción corrosiva del tiempo. Así como loscuerpos se convierten en polvo, los actos, aun los más trágicosy terribles, los que más torturaron el cuerpo vivo, llegan a serpara los venideros una lección abstracta, una sentencia im-personal y apenas si un momento, galvanizados por el geniotrágico, logran impresionar a un público en la falaz resurrec-ción escénica.

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LA SARA DE «LA ROSA DE PASIÓN»

(EN LEYENDAS)

de GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

Después del judío histórico, el judío de leyenda. El arte es-pañol no disponía de modelos vivos y actuales, porque no exis-tían en la vida española. El judío sefardí no había sido aún des-cubierto y si desde las próximas costas marroquíes se corríaalguna vez a la península, con fines de tráfico o a impulsos denostalgia turística, hacíalo al amparo de un equívoco que loconfundía con el moro, si usaba indumentaria oriental o cualcorrecto europeo, disfrazado con un pasaporte francés o britá-nico. En la Sevilla, donde nació Gustavo Adolfo, había ya poraquella época una comunidad sefardí, radicada en el populosobarrio de las Lumbreras, cuyos miembros se dedicaban en sumayor parte al comercio en frutas mogrebíes -dátiles, cocos,babuchas- que expendían los más humildes, por las calles dela ciudad cual vendedores ambulantes. Vestían al estilo orien-tal y el pueblo, ignorante y nada curioso, los tomaba por mo-ros, sin que ellos hicieran nada por desmentirlo. Pero este equí-voco socorrido llegó a resultarles peligroso cuando con ocasiónde una de nuestras incontables guerras de África -la del ge-neral Margallo, año ochenta y tantos del pasado siglo-, la chi-quillería sevillana dio en correrlos y apedrearlos, como a talesmoros que parecían. Y entonces fue el protestar ellos y alzarlos brazos y clamar con voces roncas, que ellos no eran moros,sino hebreos. Y hasta en los periódicos locales hicieron publi-car un comunicado en que lo declaraban así. No eran moros,aunque tampoco decían que fueran judíos, sino hebreos, cu-

«La rosa de pasión» se incluye tradicionalmente en Leyendas. La pri-mera edición de este relato se publicó en El Contemporáneo el 24 de marzode 1864. (N. del E.)

briéndose todavía con eufemismo. Pero esto era en Sevilla, tanpróxima a ese Marruecos, donde ya empezaba la diáspora se-fardí, que en las poblaciones del interior de España, si exis-tían cripto-judeos, envolvíanse en un misterio aún más impe-netrable.

Bécquer nació en Sevilla y allí pudo ver judíos, aunque sólofueron los de las Lumbreras. Luego, ya en Madrid, pudo cono-cer a un judío insigne, pelirrojo, asquenazi, el banquero Bauer,representante de la casa Rothschild en la corte española, figu-rón imponente de aquel tiempo, que compraba ministros y fa-vorecía literatos y que en su famosa finca de la Alameda dababanquetes a los que asistían personajes como Castelar yCánovas, de la antigua bohemia política del 54, al lado de otrosde la bohemia literaria de la época. Pero, aunque así fuera, eltema judío no estaba aún maduro en interés para tocarlo enEspaña, de otro modo que en su aspecto histórico o legendario.Lo más que esas epifanías circunstanciales del judío extranje-ro, asquenazi, pelirrojo como Judas, podían engendrar en Es-paña, era un sentimiento de temor supersticioso, muy propiopara gustar la emoción de las viejas leyendas antisemitas. Elauge prodigioso de la casa Rothschild, que extendía sus ten-táculos financieros por las cuatro naciones más poderosas deEuropa y parecía realizar un vasto plan de dominación políti-ca al amparo del internacionalismo económico, era propio a ins-pirar ese supersticioso temor, en que se complacen las imagi-naciones románticas. Y hágase cuenta que estábamos entoncesen plena época del romanticismo, que vivíamos del reflejode Heine, de Hugo y Lamartine.

Bécquer, ese Heine sin ironía, ese enamorado del clarode luna y las ruinas, recorría España en busca de leyendas po-pulares para su inspiración literaria y de motivos pintorescospara su lápiz. Leyendas de tiempos antiguos, místicos y heroi-cos, leyendas de sortilegios y hechizos, de amores imposiblesentre criaturas de razas distintas. Toledo era el cuartel gene-ral de sus excursiones románticas. Y en Toledo precisamente,según nos advierte en el proemio, recogió de labios de una jo-vencita, en un jardín, esa conseja titulada «La Rosa de Pasión»,en que se interpreta poética -y nada humanamente- el origen

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de esa extraña flor, en que los cristianos han simbolizado lapasión de Cristo, al modo cómo los gentiles simbolizan enla anémona, la cruenta muerte de Atis. Y la Rosa de Pasiónque aquella joven toledana mostraba a Bécquer en un jardíntoledano simbolizaba no la Pasión de Cristo, sino la de una mu-chacha israelita, Sara Levi, sacrificada por su padre Daniel,una noche de Viernes Santo, en castigo por amar a un cristia-no y en sustitución de él, que era la víctima esperada. «La Rosade Pasión», según el relato de Bécquer, es el recuerdo vivo ydoloroso de un crimen ritual, perpetrado por los judíos.

La mención del crimen ritual aparece ya en la leyenda an-tigua, con los nombres del Cristo de la Luz y el Santo Niño dela Guarda, que Bécquer cita a los comienzos de su relato y esmuy posible que en esas tradiciones se inspirase el poeta paracomponer su narración. Y lo hizo con el desenfado, con la des-preocupación moral, mejor dicho, con la amoralidad estética delartista que coge la emoción patética donde la halla, sin hacercuenta de que está creando una materia eterna, que puede es-tigmatizar para siempre a una raza inocente. Así procedió Sha-kespeare en su Mercader de Venecia. No le importaba la razóno la sinrazón de su Shylock; lo único que buscaba era el pate-tismo de sus gritos y sus lágrimas de usurero burlado y padreescarnecido.

El arte no es moral, porque no lo es la vida y él aspira areflejarla íntegra en un diminuto universo. Y lo menos quepuede hacer el arte, en punto a moralidad, es contentarse consu papel de espejo y no volverse tendencioso y sistemático; por-que entonces pierde esa variedad, esa complejidad que sonlas que salvan en la vida, pierde su gracia natural y se con-vierte en un instrumento de captación y de tortura. Bécquer,en su «La Rosa de Pasión», no es un antisemita como no lo estampoco Shakespeare en su Mercader de Venecia; es tan sóloun artista que quiere transmitirnos una emoción de terror su-persticioso, valiéndose de la carga sugeridora que ya lleva ensí el nombre de judío y a este fin resucita una antigua conse-ja, que se ha de escuchar o leer, al amor de la lumbre, en no-che de viento y pensando que la Inquisición puede llamar depronto a nuestra puerta. Porque si la leéis en otras circuns-

LA SARA DE «LA ROSA DE PASIÓN» DE BÉCQUER/51

tandas, de día, ante el moderno escenario urbano de rascacie-los y autobuses y mujeres pintadas y alegres —¡oh, vivan el rim-mel y el labiflor!- esa leyenda espeluznante nos hará reír. Claroque con un poco de amargura al pensar en las patrañas que elodio cristiano puso en circulación contra un pueblo culpable tansólo de no aceptar la Cruz. Seguro que el poeta sevillano, alcomponer su obrita, sonreiría también, calculando de antema-no con el egoísmo natural de los artistas, el efecto infalible desu carga romántica.

«La Rosa de Pasión» es una leyenda perfecta en su género;no le falta nada. Su Daniel Levi es el judío de los Pasos deSemana Santa. «Tenía los labios delgados y hundidos (en señalde astucia), a la sombra de su nariz desmesurada y corva comoel pico de un aguilucho; y aunque de sus ojos pequeños, verdes,redondos y casi ocultos entre las espesas cejas, brotaba una chis-pa de mal reprimida cólera», la sonrisa no se borra nunca de suboca. En lo moral, ese Gwinplayne judío era «rencoroso y ven-gativo como todos los de su raza, pero más que ninguno enga-ñador e hipócrita». Es, además, avaro y, a pesar de ser dueñode inmensa fortuna, se pasaba todo el día «acurrucado en elsombrío portal de su vivienda, componiendo y aderezando ca-denillas de metal, cintos viejos o guarniciones rotas, con las quetraía un gran tráfico entre los truhanes del Zocodover, las re-vendedoras del Postigo y los escuderos pobres». Daniel era fi-nalmente un cobarde, incapaz de reaccionar contra los vejáme-nes de que le hacen objeto y pronto siempre a doblegarse antelos poderosos. «Aborrecedor implacable de los cristianos y decuanto a ellos pudiera pertenecer, jamás pasó junto a un caba-llero principal o un canónigo de la Primada, sin quitarse una yhasta diez veces el mugriento bonetillo que cubría su cabezacalva y amarillenta ni acogió en su tenducho a sus habitualesparroquianos sin agobiarles a fuerza de humildes salutacionesacompañadas de aduladoras sonrisas.» Daniel aguanta y son-ríe. Sonríe cuando las beatas al verlo le saludan cual si viesena Lucifer y también sonríe cuando la chiquillería toledana lelanza piedras para exasperarle. Esa sonrisa es su escudo y suespada. Esa sonrisa está grávida de tragedia. Esa sonrisa esimponente y venerable, porque es el estigma de toda la pasión

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de una raza y los cristianos de Toledo si tuvieran sensibilidad,deberían arrodillarse ante ella como se arrodillan ante la son-risa de Jesús atado a la columna.

Pero los beatos de Toledo sólo ven en esa sonrisa un testi-monio de la ruindad judía.

Pues bien: junto a ese judío torvo y tenebroso de su padreDaniel, coloca Bécquer a ese prodigio de belleza y de luz que essu hija Sara. Sara recoge en su persona, tomándola natural-mente del cielo, toda la claridad que faltan en el sórdido zaqui-zamí y el alma negra de su padre. Es Jessica junto a Shylock.Quienes la ven, murmuran la obli