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    LEYENDAS NEGRASDE LA

    IGLESIA

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    LEYENDAS NEGRASDE LA

    IGLESIAVITTORIO MESSORI

    Prefacio del cardenalGiacomo Biffi,

    arzobispo de Bolonia

    Traduccin deStefania Maria Ciminelli,

    Celia Filipetto y Juana Mara Furi

    PLANETA

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    Coleccin PLANETA TESTIMONIODireccin: lex Rosal

    Ttulo original: esta edicin es una seleccindePensare la storia, Lsfida delle fedeyLe cose della vita

    Edizioni San Paolo, S.R.L., Miln, 1992,1993, 1995

    por la traduccin, Stefania MariaCiminelli, Celia Filipetto y Juana MaraFuri, 1996

    Editorial Planeta, S. A., 2004Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona(Espaa)

    Realizacin de la cubierta: Departamentode Diseo de Editorial PlanetaIlustracin de la cubierta: Procesin deflagelantes de Goya, Academia de SanFernando, Madrid (foto Aisa)1. a 10.aediciones: de abril de 1996a noviembre de 200111.edicin: enero de 2004Depsito Legal: B. 1.926-2004ISBN 84-08-01778-0Composicin: Foto Informtica, S. A.

    Impresin: Liberduplex, S. L.Encuadernacin: EncuadernacionesRoma, S. L.Printed in Spain - Impreso en EspaaEste libro no podr ser reproducido, ni totalni parcialmente, sin el previo permiso escritodel editor. Todos los derechos reservados

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    PREFACIO

    Cuando un muchacho, educado cristianamente por la familia y lacomunidad parroquial, a tenor de los asertos apodcticos de algn profesor

    o algn texto empieza a sentir vergenza por la historia de su Iglesia, se

    encuentra objetivamente en el grave peligro de perder la fe. Es una

    observacin lamentable, pero indiscutible; es ms, mantiene su validezgeneral incluso fuera del contexto escolstico.

    Aqu tenemos un problema pastoral de los ms punzantes; y

    sorprende constatar la poca atencin que recibe en los ambientes

    eclesiales.

    Para salvar nuestra alegra y orgullo de pertenecer al pequeo

    rebao destinado al Reino de Dios, no sirve la renuncia a profundizar en

    las cuestiones que se plantean. Es indispensable, por el contrario, la

    aptitud para examinar todo con tranquila ecuanimidad: en oposicin a loque comnmente se piensa, la escptica cultura contempornea no carece

    de cuentos, sino de espritu crtico; por eso el Evangelio se encuentra tan a

    menudo en posicin desfavorable.

    Tal como he dicho en repetidas ocasiones, el problema ms radical aconsecuencia de la descristianizacin no es, en mi opinin, la prdida de la

    fe,sino la prdida de la razn: volver a pensar sin prejuicios ya es un gran

    paso hacia adelante para descubrir nuevamente a Cristo y el proyecto del

    Padre.

    Por otra parte, tambin es verdad que la iniciativa de salvacin deDios tiene una funcin sanadora integral: salva al hombre en su totalidad;

    incluida, por lo tanto, su natural capacidad cognoscitiva.

    Lalternativa de la fe no es, en consecuencia, la razn y la libertad

    de pensamiento, tal como se nos ha repetido obsesivamente en los ltimos

    siglos; sino, al menos en los casos de extrema y desventurada coherencia,

    el suicidio de la razn y la resignacin a lo absurdo.

    Con respecto a la historia de la Iglesia y a las dificultades pastorales

    que provoca, conviene recordar la necesidad de un triple anlisis.

    El primero es de carcter esencialmente teolgico, tal que puede sercompartido slo por quien posee los ojos de la fe. Se trata

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    fundamentalmente de adquirir y llevar al nivel de la conciencia una

    eclesiologa digna de este nombre. Se podr llegar a comprender en ellaque la Iglesia es, como deca san Ambrosio, ex maculatis immaculata: una

    realidad intrnsecamente santa constituida por hombres todos ellos, en

    grado y medida diferente, pecadores.Aqu est precisamente su prodigio y su encanto: el Artfice divino,

    usando la materia pobre y defectuosa que la humanidad le pone a su

    disposicin, consigue modelar en cada poca una obra maestra, resplande-

    ciente de verdad absoluta y sobrehumana belleza; verdad y belleza que

    tambin son nuestras, de cada uno de nosotros, segn la proporcin de

    nuestra efectiva participacin en el cuerpo de Cristo.Se muestra as verdadero y agudo telogo sea cual sea su

    especializacin acadmica y su cultura reconocida no tanto el que se

    indigna y escandaliza porque hay obispos que, en su opinin, son asnos,como el que se conmueve y entusiasma porque admtase la

    irreverencia hay asnos que son obispos.

    Bajo este aspecto, el creyente puede acercarse a las vicisitudes y

    acontecimientos de la historia de la Iglesia con nimo mucho ms

    emancipado que el que no es creyente: su eclesiologa le permite noconsiderar a priori inaceptable ningn dato que resulte realmente

    establecido y cierto, por deshonroso que parezca para el nombre cristiano;

    mientras que el incrdulo se sentir obligado a rechazar o banalizar todo

    herosmo sobrehumano, los valores trascendentes, los milagros que

    encuentra sobrenaturalmente motivados. Ms o menos lo que ocurre en el

    caso del Santo Sudario, por mencionar un tema que apasiona a Messori.

    Formalmente, como sabemos, nuestra fe no resulta afectada,

    cualquiera que sea el modo en que la ciencia decida pronunciarse: incluso

    podramos permitimos el lujo de no creer en lo que ella diga. Aceptar la

    autenticidad de esa sbana, en cambio, es moralmente imposible paraquien no reconoce en Jess de Nazaret el Cristo, hijo del Dios viviente, por

    lo inexplicable que es el cmulo de eventos extraordinarios que

    caracterizan su origen y su conservacin. Lsospecha de prejuicio, ya se

    ve, cae, en este caso, en el campo de Agramante ms que en el de losPaladinos.

    El segundo tipo de anlisis es de ndole filosfica, y pueden

    compartirlo todos los que dispongan de un mnimo de honestidad

    intelectual.

    Cuando se habla de culpas histricas de la Iglesia, no hay que

    desestimar el hecho de que sta es la nica realidad que permanece

    idntica en el curso de los siglos, y por tanto acaba siendo tambin la

    nica llamada para responder de los errores de todos.

    A quin se le ocurre preguntarse, por ejemplo, cul fue, en la pocadel caso Galileo, la posicin de las universidades y otros organismos de

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    relevancia social respecto a la hiptesis copernicana? Quin le pide

    cuentas a la actual magistratura por las ideas y las conductas comunes delos jueces del siglo XVII? O, para ser an ms paradjico, a quin se le

    ocurre reprochar a las autoridades polticas milanesas (alcalde, prefecto,

    presidente de la regin) los delitos cometidos por los Visconti y los Sforza?Es importante observar que acusar a la Iglesia viva de hoy en da de

    sucesos, decisiones y acciones de pocas pasadas, es por s mismo un

    implcito pero patente reconocimiento de la efectiva estabilidad de la

    Esposa de Cristo, de su intangible identidad que, al contrario de todas las

    dems agrupaciones, nunca queda arrollada por la historia; de su ser

    casi-persona y por lo tanto, slo ella, sujeto perpetuo de

    responsabilidad.

    Es un estado de nimo que precisamente a travs de las actitudesde venganza y la vivacidad de los rencores revela casi un initium fidei

    en el misterio eclesial: lo que, posiblemente, provoca la hilaridad de los

    ngeles en el Cielo.

    Pero una vez asimiladas estas anotaciones, digamos, de

    eclesiologa sobrenatural y natural, uno no puede eximirse de analizar

    con mayor concrecin la cuestin: se hace por lo tanto necesario examinar

    la credibilidad de lo que comnmente se dice y se escribe sobre la Iglesia.

    Hay que averiguar la verdad, salvarla de las alteraciones,

    proclamarla y honrarla, cualquiera que sea la forma en la que se presenta

    y la fuente de informacin. Ms de una vez santo Toms de Aquino nosensea que omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est

    (cualquier verdad, quienquiera la diga, viene del Espritu Santo); y sera

    suficiente esta cita para observar la envidiable amplitud de espritu que

    caracterizaba a los maestros medievales.

    Recprocamente, tambin hay que decir que las falsedades, las

    manipulaciones y los errores deben ser desenmascarados y condenados,cualquiera que sea la persona que los proponga y cun amplia sea su

    difusin.Ahora bien, es necesario que nos demos cuenta de una vez dice,

    entre otras cosas, Vittorio Messori en estas pginas del cmulo deopiniones arbitrarias, deformaciones sustanciales y autnticas mentiras

    que gravitan sobre todo lo que histricamente concierne a la Iglesia. Nos

    encontramos literalmente sitiados por la malicia y el engao: los catlicos

    en su mayora no reparan en ello, o no quieren hacerlo.

    Si recibo un golpe en la mejilla derecha, la perfeccin evanglica me

    propone ofrecer la izquierda. Pero si se atenta contra la verdad, la misma

    perfeccin evanglica me obliga a consagrarme para restablecerla:

    porque all donde se extingue el respeto a la verdad, empieza a cerrarse

    para el hombre cualquier camino de salvacin.

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    De esta firme conviccin, me parece, ha nacido este libro, que

    esperamos se convierta de inmediato en un instrumento indispensable parala moderna accin pastoral.

    Algunas veces me imagino que el cuerpo de la cristiandad actual

    padece, por as decirlo, algn tipo de deficiencia inmunitaria.Lagresin al Reino de Dios iam praesens in mysterio es fenmeno

    de todos los tiempos, y de ello el Seor nos ha avisado repetidamente,

    aunque en las ltimas dcadas no hemos escuchado mucho sus palabras

    sobre el tema.

    En cambio, lo que especialmente caracteriza nuestra poca es el

    principio de que no se debe reaccionar: la retrica del dilogo a toda

    costa, un malentendido irenismo, una rara especie de masoquismo eclesial

    parecen inhibir todas las defensas naturales de los cristianos, de manera

    que la virulencia de los elementos patgenos puede realizar sin obstculossus devastaciones.

    Afortunadamente, el Espritu Santo nunca deja sin intrnseca

    proteccin a la Esposa de Cristo. Permanece siempre activo, estimulando

    las antitoxinas necesarias bajo diferentes formas y a diferentes niveles.El presente volumen que recoge gran parte de los apreciados

    artculos del Vivaio de Vittorio Messor, seccin del diario catliconacional es precisamente uno de estos remedios providenciales para

    nuestros males: su aparicin es una seal de que Dios no ha abandonado a

    su pueblo.

    Messor es, gracias a Dios, autor original y muy personal. Y no es

    obligatorio compartir singularmente todas sus geniales opiniones, pero no

    podemos dejar de compartir, todos y apreciar todos su valiente

    servicio a la verdad y su amor por la Iglesia.

    Cardenal GIACOMO BIFFI

    Arzobispo de Bolonia

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    INTRODUCCIN

    El presente libro es una recopilacin de artculos que he publicado en

    peridicos italianos. El origen periodstico de los textos se manifiesta en el

    hecho de que, en cada uno de ellos, el argumento se encuentra claramente

    encuadrado. Ello propicia que una de sus formas de lectura pueda ser a

    pgina abierta.

    El ttulo que los une, Leyendas negras de la Iglesia, manifiesta la

    triste realidad de aquella frase evanglica: Creis que he venido a traer la

    paz al mundo? Os digo que no, sino la divisin. Sin embargo, es necesario

    recordar el antiguo principio de que el movimiento no se prueba con

    complejas teoras sino, simplemente, movindose. As tambin ocurre con

    el cristianismo: fe en un Dios que se ha tomado tan en serio el tiempo de

    los hombres que ha participado en l encarnndose en un lugar, en un

    tiempo, en un pueblo, con un rostro y un nombre; la verdad del

    Evangelio se prueba en la historia concreta. Es Jess mismo quien lanza el

    desafo: al rbol se le juzga por sus frutos. Es precisamente la defensa de

    estos frutos lo que sirve de nexo a los diversos captulos de este libro.

    La pasin con que me enfrento al contenido de estos temas convive

    siempre con la vigilante autoirona de quien sabe bien cmo el creer no esun arrogante, incluso fantico, segn yo. En ninguna pgina, ni siquiera

    en las ms polmicas, he olvidado el consejo de san Agustn: Interficite

    errores; homines diligite. Acabad con los errores; amad a los hombres. No

    todas las ideas ni todas las acciones son respetables. Dignos de todo respetoson, sin embargo, cada uno de los hombres.

    Las consideraciones que desarrollo en las pginas que siguen unen

    conviccin y disponibilidad a la discusin. Y tambin se hallan abiertas a la

    humildad de la obediencia, al sacrificio duro pero convencido del sabercallar, en el momento en que as se decida por quien, en la Iglesia, ostenta

    la legtima autoridad sobre el depsito de la fe. Gracias a Dios no me en-

    cuentro entre aquellos (hoy numerosos) que estn convencidos de que a

    ellos se les ha concedido descubrir en qu consista el verdadero

    cristianismo, la verdadera Iglesia. Y que piensan que slo a partir de losaos sesenta del siglo XX un grupo de telogos acadmicos habran

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    descubierto qu quiere decir verdaderamente el Evangelio. Como si,

    durante tantos siglos, el Espritu Santo hubiera estado aletargado o,

    sdicamente, se hubiera divertido inspirando de modo errneo y

    abusivo a tantas generaciones de creyentes, entre los cuales una multitud de

    santos que solamente Dios conoce.En realidad, no somos sino enanos sobre las espaldas de gigantes. Y

    solamente la conciencia de nuestro extraordinario pasado donde abund el

    pecado, s, pero tambin la gracia, puede abrirnos el camino del futuro.

    VITTORIOMESSORI

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    1. Sentimientos de culpa

    Al cabo de tres das de fatigoso viaje en comn, Lo Moulin, de ochenta y

    un aos, aparece fresco, elegante, atento y tan cordial como siempre.Moulin, profesor de Historia y Sociologa en la Universidad de Bruselas

    durante medio siglo, autor de decenas de libros rigurosos y fascinantes, es

    uno de los intelectuales ms prestigiosos de Europa. Es quizs quien mejor

    conoce las rdenes religiosas medievales, y pocos sienten tanta admiracinpor la sabidura de aquellos monjes como l. A pesar de haberse distan-

    ciado de las logias masnicas en las que milit (A menudo me dice

    afiliarse a ellas es condicin indispensable para hacer carrera en

    universidades, peridicos o editoriales: la ayuda mutua entre los "hermanos

    masones" no es un mito, es una realidad an vigente), sigue siendo un

    laico, un racionalista cuyo agnosticismo bordea el atesmo.

    Moulin me encomienda que repita a los creyentes uno de sus

    principios, madurado a lo largo de una vida de estudio y experiencia:Haced caso a este viejo incrdulo que sabe lo que se dice: la obra maestra

    de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos,

    sobre todo en los catlicos, una mala conciencia, infundindoles la

    inquietud, cuando no la vergenza, por su propia historia. A fuerza de

    insistir, desde la Reforma hasta nuestros das, han conseguido convenceros

    de que sois los responsables de todos o casi todos los males del mundo. Os

    han paralizado en la autocrtica masoquista para neutralizar la crtica de lo

    que ha ocupado vuestro lugar.

    Feministas, homosexuales, tercermundialistas y tercermundistas,pacifistas, representantes de todas las minoras, contestatarios y

    descontentos de cualquier ralea, cientficos, humanistas, filsofos, ecolo-

    gistas, defensores de los animales, moralistas laicos: Habis permitido que

    todos os pasaran cuentas, a menudo falseadas, casi sin discutir. No ha

    habido problema, error o sufrimiento histrico que no se os haya imputado.

    Y vosotros, casi siempre ignorantes de vuestro pasado, habis acabado por

    creerlo, hasta el punto de respaldarlos. En cambio, yo (agnstico, pero

    tambin un historiador que trata de ser objetivo) os digo que debis

    reaccionar en nombre de la verdad. De hecho, a menudo no es cierto. Perosi en algn caso lo es, tambin es cierto que, tras un balance de veinte

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    siglos de cristianismo, las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas.

    Luego, por qu no peds cuentas a quienes os las piden a vosotros? Acaso

    han sido mejores los resultados de lo que ha venido despus? Desde qu

    plpitos escuchis, contritos, ciertos sermones? Me habla de aquella Edad

    Media que ha estudiado desde siempre: Aquella vergonzosa mentira delos "siglos oscuros", por estar inspirados en la fe del Evangelio! Por qu,

    entonces, todo lo que nos queda de aquellos tiempos es de una belleza y

    sabidura tan fascinantes? Tambin en la historia sirve la ley de causa y

    efecto...

    Pienso en el historiador de Bruselas mientras atravieso en coche, la

    periferia de Miln una maana cualquiera. Aqu, como en toda periferia

    urbana, un Dante contemporneo podra ambientar uno de los crculos de

    su infierno: ruidos ensordecedores, olores mefticos, montones de

    escombros y desechos, aguas envenenadas, aceras obstruidas por vehculos

    aparcados, escarabajos y ratas, cemento enloquecido, briznas de hierba

    txica. Por doquier adviertes la ira y el odio de unos contra otros:

    automovilistas contra camioneros, peatones contra motorizados,

    compradores contra vendedores, septentrionales contra meridionales,

    italianos contra extranjeros, obreros contra patrones, hijos contra padres. La

    degradacin se instala en los corazones mucho antes que en el ambiente.

    Al fin, la meta: el gran monasterio, la antigua casa religiosa. Aliviado

    por librarme del coche atravieso el portn. De golpe, el mundo cambia a mi

    alrededor. Un gran patio de una antigedad de siglos, cerrado en todos sus

    lados por un soportal, sosiega el nimo con la armona de sus arcos. El

    silencio, la belleza de los frescos, el ritmo de las edificaciones, la frescura

    de las sombras. Ms all del patio se ve un amplio jardn, ltimo reducto en

    cuyos rboles se ha refugiado todo lo que sobrevive o vuela en la tierra

    desolada de las inmediaciones. La hospitalidad de los religiosos te hace

    sentir que esa gente, pese a todo, intenta hacer el bien y cree que todava esposible amar.

    Con una mezcla de irona y angustia, pienso en la venganza de la

    historia de los ltimos dos siglos, poblados por gente diversa pero unida

    por un furioso intento de suprimir los signos cristianos, empezando por lascongregaciones religiosas; por la necesidad de destruir con stas esos

    lugares de paz y belleza, vistos como inmundos rincones de oscurantismo,

    anacrnicos obstculos en la senda sobre la que edificar el soado nuevo

    mundo.Ahora, ms all del muro que resguarda el jardn, tenemos el fruto

    del radiante maana prometido. Jams el mundo, en nombre de la

    humanidad, se volvi ms inhumano. Se han truncado las expectativas: la

    realidad y la esperanza de un mundo ms habitable perduran pero por

    cunto tiempo? en estos residuos religiosos que han sobrevivido (pormilagro, por azar, por obstinacin de los cristianos, que resurgen cada vez

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    que son eliminados) a la furia de los iluminados. Sus hijos y nietos se

    refugian tambin aqu para lamentarse de todo cuanto se ha perdido. Y para

    alegrarse de que se haya salvado algo de la rabia de los destructores.

    Si por el fruto se reconoce al rbol, quiz haya que extraer alguna

    conclusin de ello, aunque sea para proseguir con la admonicin deMoulin, el viejo historiador agnstico, a los creyentes: causa y efecto....

    Tambin nosotros tenemos nuestros esqueletos en el armario; y ojo con

    querer disimularlo. La realidad cristiana siempre mezcla lo divino con lo

    humano; la Iglesia es casta et meretrix, segn sentencian los Padres. Y as

    son y fueron siempre sus hijos. Pero miremos tambin a nuestro alrededor,

    ya no tan avergonzados e intimidados. La caridad no es posible sin la

    verdad; para nosotros y para los dems.

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    I. ESPAA, LA INQUISICINY LA LEYENDA NEGRA

    2. Leyenda negra/1

    Bailando con lobos, la pelcula norteamericana que se pone del lado de losindios, gan siete Oscars.

    Hacia mediados de los aos sesenta el western se dispuso aexperimentar un cambio; las primeras dudas acerca de la bondad de lacausa de los pioneros anglosajones provocaron una crisis del esquemablanco bueno-piel roja malo. Desde entonces, esa crisis fue en aumentohasta conseguir la inversin del esquema: ahora, las nuevas categorasinsisten en ver siempre en el indio al hroe puro y en el pionero al brutal

    invasor.Como es lgico, existe el peligro de que la nueva situacin seconvierta en una especie de nuevo conformismo del hombre occidental PC,

    politically correct, como se denomina a quien respeta los cnones y tabesde la mentalidad corriente.

    Mientras que antes se produca la excomunin social de todo aquelque no viera un mrtir de la civilizacin y un campen del patriotismoblanco en el coronel George A. Custer, ahora merecera la mismaexcomunin todo aquel que hablara mal de Toro Sentado y de los sioux,

    que aquella maana del 25 de junio de 1876, en Little Big Horn, acabaroncon la vida de Custer y con todo el Sptimo de Caballera.A pesar del riesgo de que aparezcan nuevos eslganes conformistas,

    es imposible no acoger con satisfaccin el hecho de que se descubran lospasteles de la otra Amrica, la protestante, que dio (y da) tantasdesdeosas lecciones de moral a la Amrica catlica. Desde el siglo XVIlas potencias nrdicas reformadas Gran Bretaa y Holanda in primisiniciaron en sus dominios de ultramar una guerra psicolgica al inventarsela leyenda negra de la barbarie y la opresin practicadas por Espaa, conla que estaban enzarzadas en la lucha por el predominio martimo.

    Leyenda negra que, como ocurre puntualmente con todo lo que noest de moda en el mundo laico, es descubierta ahora con avidez por curas,

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    frailes y catlicos adultos en general, quienes, al protestar con tonosvirulentos en contra de las celebraciones por el Quinto Centenario deldescubrimiento ignoran que, con algunos siglos de retraso, se erigen enseguidores de una afortunada campaa de los servicios de propaganda

    britnicos y holandeses.Pierre Chaunu, historiador de hoy, fuera de toda duda por sercalvinista, escribi: La leyenda antihispnica en su versinnorteamericana (la europea hace hincapi sobre todo en la Inquisicin) hadesempeado el saludable papel de vlvula de escape. La pretendidamatanza de los indios por parte de los espaoles en el siglo XVI encubri lamatanza norteamericana de la frontera Oeste, que tuvo lugar en el sigloXIX. La Amrica protestante logr librarse de este modo de su crimenlanzndolo de nuevo sobre la Amrica catlica.

    Entendmonos, antes de ocuparnos de semejantes temas sera precisoque nos librsemos de ciertos moralismos actuales que son irreales y que seniegan a reconocer que la historia es una seora inquietante, a menudoterrible. Desde una perspectiva realista que debera volver a imponerse,habra que condenar sin duda los errores y las atrocidades (vengan dedonde vengan) pero sin maldecir como si se hubiera tratado de una cosamonstruosa el hecho en s de la llegada de los europeos a las Amricas y desu asentamiento en aquellas tierras para organizar un nuevo hbitat.

    En historia resulta impracticable la edificante exhortacin de quecada uno se quede en su tierra sin invadir la ajena. No es practicable noslo porque de ese modo se negara todo dinamismo a las vicisitudeshumanas, sino porque toda civilizacin es fruto de una mezcla que nuncafue pacfica. Sin nimo de incodar a la Historia Sagrada misma (la tierraque Dios prometi a los judos no les perteneca, sino que se la arrancaron ala fuerza a sus anteriores habitantes), las almas bondadosas que reniegan delos malvados usurpadores de las Amricas olvidan, entre otras cosas, que asu llegada, aquellos europeos se encontraron a su vez con otrosusurpadores. El imperio de los aztecas y el de los incas se haba creado conviolencia y se mantena gracias a la sanguinaria opresin de los pueblos

    invasores que haban sometido a los nativos a la esclavitud.A menudo se finge ignorar que las increbles victorias de un puado

    de espaoles contra miles de guerreros no estuvieron determinadas ni porlos arcabuces ni por los escassimos caones (que con frecuencia resultabanintiles en aquellos climas porque la humedad neutralizaba la plvora) ni

    por los caballos (que en la selva no podan ser lanzados a la carga).Aquellos triunfos se debieron sobre todo al apoyo de los indgenas

    oprimidos por los incas y los aztecas. Por lo tanto, ms que comousurpadores, los ibricos fueron saludados en muchos lugares como

    liberadores. Y esperemos ahora a que los historiadores iluminados nosexpliquen cmo es posible que en ms de tres siglos de dominio hispnico

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    no se produjesen revueltas contra los nuevos dominadores, a pesar de sunmero reducido y a pesar de que por este hecho estaban expuestos al

    peligro de ser eliminados de la faz del nuevo continente al mnimomovimiento. La imagen de la invasin de Amrica del Sur desaparece de

    inmediato en contacto con las cifras: en los cincuenta aos que van de 1509a 1559, es decir, en el perodo de la conquista desde Florida al estrecho deMagallanes, los espaoles que llegaron a las Indias Occidentales fueron

    poco ms de quinientos (s, s, quinientos!) por ao. En total, 27.787personas en ese medio siglo.

    Volviendo a la mezcla de pueblos con los que es preciso hacer lascuentas de un modo realista, no debemos olvidar, por ejemplo, que loscolonizadores de Amrica del Norte provenan de una isla que a nosotrosnos resulta natural definir como anglosajona. En realidad, era de los

    britanos, sometidos primero por los romanos y luego por los brbarosgermanos precisamente los anglos y los sajones que exterminaron a

    buena parte de los indgenas y a la otra la hicieron huir hacia las costas deGalia donde, despus de expulsar a su vez a los habitantes originarios,crearon la que se denomin Bretaa. Por lo dems, ninguna de las grandescivilizaciones (ni la egipcia, ni la romana, ni la griega, sin olvidar nunca la

    juda) se cre sin las correspondientes invasiones y las consiguientesexpulsiones de los primeros habitantes.

    Por lo tanto, al juzgar la conquista europea de las Amricas serpreciso que nos cuidemos de la utopa moralista a la que le gustara unahistoria llena de reverencias, de buenas maneras, y de faltaba ms, usted

    primero.Aclarado este punto, es preciso que digamos tambin que hay

    conquistas y conquistas (y en pelculas como la muy premiada Bailandocon lobos se empieza a entender) y que la catlica fue ampliamente

    preferible a la protestante.Como escribi Jean Dumont, otro historiador contemporneo: Si,

    por desgracia, Espaa (y Portugal) se hubiera pasado a la Reforma, sehubiera vuelto puritana y hubiera aplicado los mismos principios que

    Amrica del Norte ("lo dice la Biblia, el indio es un ser inferior, un hijo deSatans"), un inmenso genocidio habra eliminado de Amrica del Sur atodos los pueblos indgenas. Hoy en da, al visitar las pocas "reservas" deMxico a Tierra del Fuego, los turistas haran fotos a los supervivientes,testigos de la matanza racial, llevada a cabo adems sobre la base demotivaciones "bblicas".

    Efectivamente, las cifras cantan: mientras que los pieles rojas quesobreviven en Amrica del Norte son unos cuantos miles, en la Amrica exespaola y ex portuguesa, la mayora de la poblacin o bien es de origen

    indio o es fruto de la mezcla de precolombinos con europeos y (sobre todoen Brasil) con africanos.

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    3. Leyenda negra/2

    La cuestin de las distintas colonizaciones de las Amricas (la ibrica y la

    anglosajona) es tan amplia, y son tantos los prejuicios acumulados, queslo podemos ofrecer algunas observaciones.Volvamos a la poblacin indgena, tal como sealamos

    prcticamente desaparecida en los Estados Unidos de hoy, donde estnregistradas como miembros de tribus indias aproximadamente un millny medio de personas. En realidad, esta cifra, de por s exigua, se reduciraan ms si consideramos que para aspirar al citado registro basta con teneruna cuarta parte de sangre india.

    En el sur la situacin es exactamente la contraria; en la zona

    mexicana, en la andina y en muchos territorios brasileos, casi el noventapor ciento de la poblacin o bien desciende directamente de los antiguoshabitantes o es fruto de la mezcla entre los indgenas y los nuevos

    pobladores. Es ms, mientras que la cultura de Estados Unidos no debe a laindia ms que alguna palabra, ya que se desarroll a partir de sus orgeneseuropeos sin que se produjese prcticamente ningn intercambio con la

    poblacin autctona, no ocurre lo mismo en la Amrica hispano-portuguesa, donde la mezcla no slo fue demogrfica sino que dio origen auna cultura y una sociedad nuevas, de caractersticas inconfundibles.

    Sin duda, esto se debe al distinto grado de desarrollo de los pueblosque tanto los anglosajones como los ibricos encontraron en aquelloscontinentes, pero tambin se debe a un planteamiento religioso distinto. Adiferencia de los catlicos espaoles y portugueses, que no dudaban encasarse con las indias, en las que vean seres humanos iguales a ellos, a los

    protestantes (siguiendo la lgica de la que ya hemos hablado y que tiende ahacer retroceder hacia el Antiguo Testamento al cristianismo reformado)los animaba una especie de racismo o al menos, el sentido desuperioridad, de estirpe elegida, que haba marcado a Israel. Esto,sumado a la teologa de la predestinacin (el indio es subdesarrollado

    porque est predestinado a la condenacin, el blanco es desarrollado comosigno de eleccin divina) haca que la mezcla tnica e incluso la culturalfueran consideradas como una violacin del plan providencial divino.

    As ocurri no slo en Amrica y con los ingleses, sino en todas lasdems zonas del mundo a las que llegaron los europeos de tradicin

    protestante: el apartheid sudafricano, por citar el ejemplo ms clamoroso,es una creacin tpica y teolgicamente coherente del calvinismo holands.Sorprende, por lo tanto, esa especie de masoquismo que hace poco impulsa la Conferencia de obispos catlicos sudafricanos a sumarse, sin mayores

    distinciones ni precisiones, a la Declaracin de arrepentimiento de loscristianos blancos hacia los negros de aquel pas. Sorprende porque aunque

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    por parte de los catlicos pudo haber algn comportamiento condenable,dicho comportamiento, al contrario de lo ocurrido en el caso protestante,iba en contra de la teora y la prctica catlicas. Pero da igual, hoy por hoy,

    parece ser que existen no pocos clericales dispuestos a endilgarle a su

    Iglesia culpas que no tiene.Las formas de conquista de las Amricas se originan precisamente enlas distintas teologas: los espaoles no consideraron a los pobladores desus territorios como una especie de basura que haba que eliminar para

    poder instalarse en ellos como dueos y seores. Se reflexiona poco sobreel hecho de que Espaa (a diferencia de Gran Bretaa) no organiz nuncasu imperio americano en colonias, sino en provincias. Y que el rey deEspaa no se ci nunca la corona de emperador de las Indias, a diferenciade cuanto har, incluso a principios del siglo XX, la monarqua inglesa.Desde el comienzo, y ms tarde, con implacable constancia, durante toda lahistoria posterior, los colonos protestantes se consideraron con el derecho,fundado en la misma Biblia, de poseer sin problemas ni limitaciones toda latierra que lograran ocupar echando o exterminando a sus habitantes. Estosltimos, como no formaban parte del nuevo Israel y como llevaban lamarca de una predestinacin negativa, quedaron sometidos al dominio totalde los nuevos amos.

    El rgimen de suelos instaurado en las distintas zonas americanasconfirma esta diferencia de las perspectivas y explica los distintosresultados: en el sur se recurri al sistema de la encomienda, figura jurdicade inspiracin feudal, por la cual el soberano conceda a un particular unterritorio con su poblacin incluida, cuyos derechos eran tutelados por laCorona, que segua siendo la verdadera propietaria. No ocurri lo mismo enel norte, donde primero los ingleses y despus el gobierno federal deEstados Unidos se declararon propietarios absolutos de los territoriosocupados y por ocupar; toda la tierra era cedida a quien lo deseara al precioque se fij posteriormente en una media de un dlar por acre. En cuanto alos indios que podan habitar esas tierras, corresponda a los colonosalejarlos o, mejor an, exterminarlos, con la ayuda del ejrcito, si era

    preciso.El trmino exterminio no es exagerado y respeta la realidad

    concreta. Por ejemplo, muchos ignoran que la prctica de arrancar el cuerocabelludo era conocida tanto por los indios del norte como por los del sur.Pero entre estos ltimos desapareci pronto, prohibida por los espaoles.

    No ocurri lo mismo en el norte. Por citar un ejemplo, la entradacorrespondiente en una enciclopedia nada sospechosa como la Laroussedice: La prctica de arrancar el cuero cabelludo se difundi en el territoriode lo que hoy es Estados Unidos a partir del siglo XVII, cuando los colonos

    blancos comenzaron a ofrecer fuertes recompensas a quien presentara elcuero cabelludo de un indio fuera hombre, mujer o nio.

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    En 1703 el gobierno de Massachusetts pagaba doce libras esterlinaspor cuero cabelludo, cantidad tan atrayente que la caza de indios,organizada con caballos y jauras de perros, no tard en convertirse en unaespecie de deporte nacional muy rentable. El dicho el mejor indio es el

    indio muerto, puesto en prctica en Estados Unidos, nace no slo delhecho de que todo indio eliminado constitua una molestia menos para losnuevos propietarios, sino tambin del hecho de que las autoridades pagaban

    bien por su cuero cabelludo. Se trataba pues de una prctica que en laAmrica catlica no slo era desconocida sino que, de haber tratadoalguien de introducirla de forma abusiva, habra provocado no slo laindignacin de los religiosos, siempre presentes al lado de loscolonizadores, sino tambin las severas penas establecidas por los reyes

    para tutelar el derecho a la vida de los indios.Sin embargo, se dice que millones de indios murieron tambin en

    Amrica Central y del Sur. Murieron, qu duda cabe, pero no como paraestar al borde de la desaparicin como en el norte. Su exterminio no sedebi exclusivamente a las espadas de acero de Toledo y a las armas defuego (que, como ya vimos, casi siempre fallaban), sino a los invisibles yletales virus procedentes del Viejo Mundo.

    El choque microbiano y viral que en pocos aos caus la muerte dela mitad de la poblacin autctona de Iberoamrica fue estudiado por elgrupo de Berkeley, formado por expertos de esa universidad. El fenmenoes comparable a la peste negra que, procedente de India y China, asolEuropa en el siglo XIV. Las enfermedades que los europeos llevaron aAmrica como la tuberculosis, la pulmona, la gripe, el sarampin o laviruela eran desconocidas en el nicho ecolgico aislado de los indios, por lotanto, stos carecan de las defensas inmunolgicas para hacerles frente.Pero resulta evidente que no se puede responsabilizar de ello a loseuropeos, vctimas de las enfermedades tropicales a las que los indiosresistan mejor. Es de justicia recordar aqu, cosa que se hace con pocafrecuencia, que la expansin del hombre blanco fuera de Europa asumi amenudo el aspecto trgico de una hecatombe, con una mortalidad que, en el

    caso de ciertos barcos, ciertos climas y ciertos autctonos, alcanz cifrasimpresionantes.

    Al desconocer los mecanismos del contagio (faltaba mucho an paraPasteur) hubo hombres como Bartolom de las Casas figuracontrovertida que habr que analizar prescindiendo de esquemassimplificadores que fueron vctimas del equvoco: al ver que aquellos

    pueblos disminuan drsticamente, sospecharon de las armas de suscompatriotas, cuando en realidad no eran las armas las asesinas, sino losvirus. Se trata de un fenmeno de contagio mortfero observado ms

    recientemente entre las tribus que permanecieron aisladas en la Guayanafrancesa y en la regin del Amazonas, en Brasil.

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    La costumbre espaola de decir Jess!, a manera de augurio a quienestornuda, nace del hecho de que un simple resfriado (del cual el estornudoes sntoma) sola ser mortal para los indgenas que lo desconocan y para elque carecan de defensas biolgicas.

    4. Leyenda negra/3

    Las presiones de los judos a travs de los medios de comunicacin y lasprotestas de los catlicos empeados en el dilogo con el judasmo hantenido xito. La causa de la beatificacin de Isabel la Catlica, reina deCastilla, recibi en estos das un imprevisto frenazo [...]. La preocupacin

    por no provocar las reacciones de los israeles, irritados por la beatificacin

    de la juda conversa Edit Stein y por la presencia de un monasterio enAuschwitz, favoreci el que se hiciera una "pausa para reflexionar" sobre laconveniencia de continuar con la causa de la Sierva de Dios, ttulo al queya tiene derecho Isabel I de Castilla.

    As dice un artculo publicado enIlNostro Tempo, Orazio Petrosillo,informador religioso de IlMessaggero. Petrosillo recuerda que el frenazodel Vaticano lleg a pesar del dictamen positivo de los historiadores,

    basado en un trabajo de veinte aos contenido en veintisiete volmenes.En estas cantidades ingentes de material dice el postulador de la causa,Anastasio Gutirrez no se encontr un solo acto o manifestacin de lareina, ya fuera pblico o privado, que pueda considerarse contrario a lasantidad cristiana. El padre Gutirrez no duda en tachar de cobardes a loseclesisticos que, atemorizados por las polmicas, renuncian a reconocer lasantidad de la reina. Sin embargo, Petrosillo concluye diciendo, se tienela impresin de que la causa difcilmente llegue a puerto.

    Se trata de una noticia poco reconfortante. Sin embargo, no es laprimera vez que ocurre; cindonos a Espaa, recordemos que Pablo VIbloque la beatificacin de los mrtires de la guerra civil, por lo quepodemos comprobar que, una vez ms, se consider que las razones de la

    convivencia pacfica contrastaban con las de la verdad, que en este caso esatacada con una virulencia rayana en la difamacin, no slo por parte de los

    judos (a los que en la poca de Isabel les fue revocado el derecho a residiren el pas), sino tambin por parte de los musulmanes (expulsados deGranada, su ltima posesin en tierras espaolas), y por todos los

    protestantes y los anticatlicos en general, que desde siempre montan enclera cuando se habla de aquella vieja Espaa cuyos soberanos tenanderecho al ttulo oficial de Reyes Catlicos. Ttulo que se tomaron tan enserio que una polmica secular identific hispanismo y catolicismo, Toledo

    y Madrid con Roma.

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    En cuanto a la expulsin de los judos, siempre se olvidan ciertoshechos, como por ejemplo, el que mucho antes de Isabel, los soberanos deInglaterra, Francia y Portugal haban tomado la misma medida, y muchosotros pases iban a tomarla sin las justificaciones polticas que explican el

    decreto espaol que, no obstante, constituy un drama para ambas partes.Es preciso recordar que la Espaa musulmana no era en absoluto elparaso de tolerancia que han querido describirnos y que, en aquellastierras, tanto cristianos como judos eran vctimas de peridicas matanzas.Sin embargo, est ms que probado que si haba que elegir entre dos males

    Cristo o Mahoma los judos tomaron partido por este ltimo, haciendode quinta columna en perjuicio del elemento catlico. De ah surgi el odio

    popular que, unido a la sospecha que despertaban quienes formalmentehaban abrazado el cristianismo para continuar practicando en secreto el

    judasmo (los marranos), condujo a tensiones que con frecuenciadegeneraron en sanguinarias matanzas espontneas y continuas a las quelas autoridades intentaban en vano oponerse. El Reino de Castilla y Aragnsurgido del matrimonio de los reyes todava no se haba afianzado y no es-taba en condiciones de soportar ni de controlar una situacin tan explosiva,amenazado como estaba por una contraofensiva de los rabes que contabancon los musulmanes, a su vez convertidos por compromiso.

    Desde el punto de vista jurdico, en Espaa, y en todos los reinos deaquella poca, los judos eran considerados extranjeros y se les daba cobijotemporalmente sin derecho a ciudadana. Los judos eran perfectamenteconscientes de su situacin: su permanencia era posible mientras no

    pusieran en peligro al Estado. Cosa que, segn el parecer no slo de lossoberanos sino tambin del pueblo y de sus representantes, se produjo conel tiempo a raz de las violaciones de la legalidad por parte de los judos noconversos como de los formalmente convertidos, por los cuales Isabelsenta una ternura especial tal que puso en sus manos casi toda laadministracin financiera, militar e incluso eclesistica. Sin embargo,

    parece que los casos de traicin llegaron a ser tantos como para no poderseguir permitiendo semejante situacin.

    En cualquier caso, como mantiene la postulacin de la causa desantidad de Isabel, el decreto de revocacin del permiso de residencia alos judos fue estrictamente poltico, de orden pblico y de seguridad delEstado, no se consult en absoluto al Papa, ni interesa a la Iglesia el juicioque se quiera emitir en este sentido. Un eventual error poltico puede ser

    perfectamente compatible con la santidad. Por lo tanto, si la comunidadjuda de hoy quisiera presentar alguna queja, deber dirigirla a lasautoridades polticas, suponiendo que las actuales sean responsables de loactuado por sus antecesoras de hace cinco siglos.

    Aade la postulacin (no hay que olvidar que ha trabajado conmtodos cientficos, con la ayuda de ms de una decena de investigadores

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    que dedicaron veinte aos a examinar ms de cien mil documentos en losarchivos de medio mundo): La alternativa, el aut-aut "o convertirse oabandonar el Reino", que habra sido impuesta por los Reyes Catlicos esuna frmula simplista, un eslogan vulgar: ya no se crea en las

    conversiones. La alternativa propuesta durante los muchos aos deviolaciones polticas de la estabilidad del Reino fue: "O cesis en vuestroscrmenes o deberis abandonar el Reino." Como confirmacin ulteriortenemos la actividad anterior de Isabel en defensa de la libertad de culto delos judos en contra de las autoridades locales, con la promulgacin de unseguro real as como con la ayuda para la construccin de muchassinagogas.

    No obstante, resulta significativo que la expulsin fueraparticularmente aconsejada por el confesor real, el muy difamado Toms deTorquemada, primer organizador de la Inquisicin, que era de origen judo.Tambin resulta significativo y demostrativo de la complejidad de lahistoria el hecho de que, alejadas de los Reyes Catlicos, aunque fuera porel clamor popular y por motivos polticos de legtima defensa, las familias

    judas ms ricas e influyentes solicitaron y obtuvieron hospitalidad de lanica autoridad que se la concedi con gusto y la acogi en sus territorios:el Papa. De esto slo puede sorprenderse todo aquel que ignore que laRoma pontificia es la nica ciudad del Viejo Continente en la que lacomunidad juda vivi altibajos segn los papas que les tocaron en suerte,

    pero que nunca fue expulsada ni siquiera por breve tiempo. Habr queesperar al ao 1944 y a que se produzca la ocupacin alemana para ver,ms de mil seiscientos aos despus de Constantino, a los judos de Roma

    perseguidos y obligados a la clandestinidad; quienes consiguieron escaparlo hicieron en su mayora gracias a la hospitalidad concedida porinstituciones catlicas, con el Vaticano a la cabeza.

    El camino a los altares le est vedado a Isabel tambin por quienesterminaron por aceptar sin crticas la leyenda negra de la que hemoshablado y de la que seguiremos ocupndonos, y que abundan incluso entrelas filas catlicas. No se le perdona a la soberana y a su consorte, Fernando

    de Aragn, el haber iniciado el patronato, negociado con el Papa, con elque se comprometan a la evangelizacin de las tierras descubiertas porCristbal Coln, cuya expedicin haban financiado. En una palabra, seranlos dos Reyes Catlicos los iniciadores del genocidio de los indios, llevadoa cabo con la cruz en una mano y la espada en la otra. Y los que se salvaronde la matanza habran sido sometidos a la esclavitud. Sin embargo, sobreeste aspecto, la historia verdadera ofrece otra versin que difiere de laleyenda.

    Veamos, por ejemplo, lo que dice Jean Dumont: La esclavitud de

    los indios existi, pero por iniciativa personal de Coln, cuando tuvo lospoderes efectivos de virrey de las tierras descubiertas; por lo tanto, esto fue

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    as slo en los primeros asentamientos que tuvieron lugar en las Antillasantes de 1500. Isabel la Catlica reaccion contra esta esclavitud de losindgenas (en 1496 Coln haba enviado muchos a Espaa) mandandoliberar, desde 1478, a los esclavos de los colonos en las Canarias. Mand

    que se devolviera a las Antillas a los indios y orden a su enviado especial,Francisco de Bobadilla, que los liberara, y ste a su vez, destituy a Colny lo devolvi a Espaa en calidad de prisionero por sus abusos. A partir deentonces la poltica adoptada fue bien clara: los indios son hombres libres,sometidos como los dems a la Corona y deben ser respetados como tales,en sus bienes y en sus personas.

    Quienes consideren este cuadro como demasiado idlico, lesconvendra leer el codicilo que Isabel aadi a su testamento tres das antesde morir, en noviembre de 1504, y que dice as: Concedidas que nosfueron por la Santa Sede Apostlica las islas y la tierra firme del marOcano, descubiertas y por descubrir, nuestra principal intencin fue la detratar de inducir a sus pueblos que abrazaran nuestra santa fe catlica yenviar a aquellas tierras religiosos y otras personas doctas y temerosas deDios para instruir a los habitantes en la fe y dotarlos de buenas costumbres

    poniendo en ello el celo debido; por ello suplico al Rey, mi seor, muyafectuosamente, y recomiendo y ordeno a mi hija la princesa y a su marido,el prncipe, que as lo hagan y cumplan y que ste sea su fin principal y queen l empleen mucha diligencia y que no consientan que los nativos y loshabitantes de dichas tierras conquistadas y por conquistar sufran daoalguno en sus personas o bienes, sino que hagan lo necesario para que seantratados con justicia y humanidad y que si sufrieren algn dao, lorepararen.

    Se trata de un documento extraordinario que no tiene igual en lahistoria colonial de ningn pas. Sin embargo, no existe ninguna historiatan difamada como la que se inicia con Isabel la Catlica.

    5. Leyenda negra/4

    A Bartolom de Las Casas se le atribuye la responsabilidad de lacolonizacin espaola de las Amricas. Un nombre que se saca siempre arelucir cuando se habla de las ms afortunadas de sus obras, con un ttuloque en s constituye un programa:Brevsima relacin de la destruccin delas Indias. Una destruccin; si as define un espaol, para ms seas frailedominico, la conquista del Nuevo Mundo, cmo encontrar argumentos endefensa de esa empresa? Acaso el proceso no se cerr con un inapelableveredicto en contra para la colonizacin ibrica?

    Pues no, no se cerr en absoluto. Es ms, la verdad y la justiciaimponen el que no se acepten sin crticas las invectivas de Las Casas; para

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    usar la expresin que utilizan los historiadores ms actualizados, ha llegadoel momento de someterlo a una especie de proceso, a l, tan furibundo enlos que iniciaba contra otros.

    En primer lugar, quin era Las Casas? Naci en Sevilla en 1474,

    hijo del rico Francisco Casaus, cuyo apellido delata orgenes judos.Algunos estudiosos, al realizar un anlisis psicolgico de la personalidadcompleja, obsesiva, vociferante, siempre dispuesta a sealar con el dedoa los malos, de Bartolom Casaus, convertido luego en el padre LasCasas, han llegado incluso a hablar de un estado paranoico dealucinacin, de una exaltacin mstica, con la consiguiente prdida delsentido de la realidad. Juicios severos que, sin embargo, han sidodefendidos por grandes historiadores como Ramn Menndez Pidal.

    Se trata de un estudioso espaol, por lo que se podra sospechar deparcialidad.

    Pero William S. Maltby no es espaol, sino norteamericano deorgenes anglosajones, profesor de Historia de Sudamrica en unauniversidad de Estados Unidos, y en 1971 public un estudio sobre laleyenda negra, los orgenes del mito de la crueldad de los papistasespaoles. Maltby escribi, entre otras cosas, que ningn historiador quese precie puede hoy tomar en serio las denuncias injustas y desatinadas deLas Casas y concluye: En resumidas cuentas, debemos decir que el amorde este religioso por la caridad fue al menos mayor que su respeto por laverdad.

    Ante este fraile que con sus acusaciones inici la difamacin de lagigantesca epopeya espaola en el Nuevo Mundo, hubo quienes pensaronque tal vez sus orgenes judos entraron en juego inconscientemente. Comosi se tratara de un resurgir de la hostilidad ancestral contra el catolicismo,sobre todo el espaol, culpable de haber alejado a los judos de la pennsulaIbrica. Con demasiada frecuencia se escribe la historia dando por sentadoque sus protagonistas se comportan pura y exclusivamente de formaracional y no se quiere admitir (precisamente en el siglo del psicoanlisis!)la influencia oscura de lo irracional, de las pulsiones ocultas incluso para

    los mismos protagonistas. Por lo tanto, es muy posible que ni siquiera LasCasas haya podido sustraerse a un inconsciente que, a travs de la obsesivadifamacin de sus compatriotas, incluidos sus hermanos religiosos,responda a una especie de venganza oculta.

    Sea como fuere, el padre de Bartolom, Francisco Casaus, acompaa Coln en su segundo viaje al otro lado del Atlntico, se qued en lasAntillas y, confirmando las dotes de habilidad e iniciativa semticas, creuna gran plantacin donde se dedic a esclavizar a los indios, prctica que,como hemos visto, haba caracterizado el primer perodo de la Conquista y,

    al menos oficialmente, slo ese perodo. Despus de cursar estudios en laUniversidad de Salamanca, el joven Bartolom parti con destino a las

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    Indias, donde se hizo cargo de la pinge herencia paterna, y hasta lostreinta y cinco aos o ms, emple los mismos mtodos brutales quedenunciara ms tarde con tanto ahnco.

    Gracias a una conversin superara esta fase para convertirse en

    intransigente partidario de los indios y de sus derechos. Tras su insistencia,las autoridades de la madre patria atendieron sus consejos y aprobaronseveras leyes de tutela de los indgenas, lo que ms tarde iba a tener un

    perverso efecto: los propietarios espaoles, necesitados de abundante manode obra, dejaron de considerar conveniente el uso de las poblacionesautctonas que algn autor define hoy como demasiado protegidas, ycomenzaron a prestar atencin a los holandeses, ingleses, portugueses yfranceses que ofrecan esclavos importados de frica y capturados por losrabes musulmanes.

    La trata de negros (colosal negocio prcticamente en manos demusulmanes y protestantes) slo afect de forma marginal a las zonas bajodominio espaol, en especial y casi en exclusiva, a las islas del Caribe.Basta con que viajemos por esas regiones cuya poblacin, en la zonacentral y andina, es en su mayora india y, en la zona meridional entreChile y Argentina, exclusivamente europea, para que podamos comprobarque es raro encontrar negros, a diferencia del sur de Estados Unidos, Brasily las Antillas francesa e inglesa.

    Sin embargo, aunque en nmero reducido en comparacin con laszonas bajo dominio de otros pueblos, los espaoles comenzaron a importarafricanos, entre otros motivos porque no se extendi a ellos la proteccinotorgada a los indios, implantada en tiempos de Isabel la Catlica y

    perfeccionada posteriormente. Aquellos negros podan ser explotados (porlo menos en las primeras pocas, pues incluso a ellos les iba a llegar unaley espaola de tutela, cosa que nunca iba a ocurrir en los territoriosingleses), pero hacer lo mismo con los indios era ilegal (y las audiencias,los tribunales de los virreyes espaoles, no solan ir con bromas). Se trata

    pues, de un efecto imprevisto y digamos que perverso de la encarnizadalucha emprendida por Las Casas que, si bien se bati noblemente por los

    indios, no hizo lo mismo por los negros a los que no dedic una atencinespecial, cuando comenzaron a afluir, despus de ser capturados en lascostas africanas por los musulmanes y conducidos por los mercaderes dela Europa del norte.

    Pero volvamos a su conversin, determinada por los sermones dedenuncia de las arbitrariedades de los colonos (entre los que l mismo seencontraba) pronunciados por los religiosos lo cual confirma lavigilancia evanglica ejercida por el clero regular. Bartolom de LasCasas se orden cura primero y luego dominico y dedic el resto de su

    larga vida a defender la causa de los indgenas ante las autoridades deEspaa.

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    Es preciso que reflexionemos, en primer lugar, sobre el hecho de queel ardiente religioso haya podido atacar impunemente y con expresionesterribles no slo el comportamiento de los particulares sino el de lasautoridades. Por utilizar la idea del norteamericano Maltby, la monarqua

    inglesa no habra tolerado siquiera crticas menos blandas, sino que habraobligado al imprudente contestatario a guardar silencio. El historiador dicetambin que ello se debi adems de a las cuestiones de fe, al hecho deque la libertad de expresin era una prerrogativa de los espaoles durante elSiglo de Oro, tal como se puede corroborar estudiando los archivos, queregistran toda una gama de acusaciones lanzadas en pblico y noreprimidas contra las autoridades.

    Por otra parte, se reflexiona muy poco sobre el hecho de que estefuribundo contestatario no slo no fue neutralizado, sino que se hizo amigontimo del emperador Carlos V, y que ste le otorg el ttulo oficial de

    protector general de todos los indios, y fue invitado a presentar proyectosque, una vez discutidos y aprobados a pesar de las fuertes presiones en con-tra, se convirtieron en ley en las Amricas espaolas.

    Nunca antes en la historia un profeta, tal como Las Casas seconsideraba a s mismo, haba sido tomado tan en serio por un sistema

    poltico al que nos presentan entre los ms oscuros y terribles.

    6. Leyenda negra/5

    Por lo tanto, las denuncias de Bartolom de Las Casas fuerontomadas radicalmente en serio por la Corona espaola, lo cual la impuls a

    promulgar severas leyes en defensa de los indios y, ms tarde, a abolir laencomienda, es decir, la concesin temporal de tierras a los particulares,con lo que caus graves daos a los colonos.

    Jean Dumont dice al respecto: El fenmeno de Las Casas esejemplar puesto que supone la confirmacin del carcter fundamental ysistemtico de la poltica espaola de proteccin de los indios. Desde 1516,

    cuando Jimnez de Cisneros fue nombrado regente, el gobierno ibrico nose muestra en absoluto ofendido por las denuncias, a veces injustas y casisiempre desatinadas, del dominico. El padre Bartolom no slo no fueobjeto de censura alguna, sino que los monarcas y sus ministros lo recibancon extraordinaria paciencia, lo escuchaban, mandaban que se formaran

    juntas para estudiar sus crticas y sus propuestas, y tambin para lanzar, porindicacin y recomendacin suya, la importante formulacin de las "Leyes

    Nuevas". Es ms: la Corona obliga al silencio a los adversarios de LasCasas y de sus ideas.

    Para otorgarle mayor autoridad a su protegido, que difama a sussbditos y funcionarios, el emperador Carlos V manda que lo ordenen

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    obispo. Por efecto de las denuncias del dominico y de otros religiosos, en laUniversidad de Salamanca se crea una escuela de juristas que elaborar elderecho internacional moderno, sobre la base fundamental de la igualdadnatural de todos los pueblos y de la ayuda recproca entre la gente.

    Se trataba de una ayuda que los indios necesitaban de especialmanera; tal como hemos recordado (y a menudo se olvida) los pueblos deAmrica Central haban cado bajo el terrible dominio de los invasoresaztecas, uno de los pueblos ms feroces de la historia, con una religinoscura basada en los sacrificios humanos masivos. Durante las ceremoniasque todava se celebraban cuando llegaron los conquistadores paraderrotarlos, en las grandes pirmides que servan de altar se llegaron asacrificar a los dioses aztecas hasta 80.000 jvenes de una sola vez. Lasguerras se producan por la necesidad de conseguir nuevas vctimas.

    Se acusa a los espaoles de haber provocado una ruina demogrficaque, como vimos, se debi en gran parte al choque viral. En realidad, de nohaberse producido su llegada, la poblacin habra quedado reducida almnimo como consecuencia de la hecatombe provocada por losdominadores entre los jvenes de los pueblos sojuzgados. La intransigenciay a veces el furor de los primeros catlicos desembarcados encuentran unafcil explicacin ante esta oscura idolatra en cuyos templos se derramabasangre humana.

    En los ltimos aos, la actriz norteamericana Jane Fonda que, desdela poca de Vietnam intenta presentarse como polticamentecomprometida defendiendo causas equivocadas, quiso sumarse al con-formismo denigratorio que hizo presa de no pocos catlicos. Si estosltimos lamentan (cosa increble para quien conoce un poco lo que eran loscultos aztecas) lo que llaman destruccin de las grandes religiones

    precolombinas, la Fonda fue un poco ms all al afirmar que aquellosopresores tenan una religin y un sistema social mejores que el impuesto

    por los cristianos mediante la violencia.Un estudioso, tambin norteamericano, le contest en uno de los

    principales diarios, y le record a la actriz (tal vez tambin a los catlicos

    que lloran por el crimen cultural de la destruccin del sistema religiosoazteca) cmo era el ritual de las continuas matanzas de las pirmidesmexicanas.

    He aqu lo que le explic: Cuatro sacerdotes aferraban a la vctimay la arrojaban sobre la piedra de sacrificios. El Gran Sacerdote le clavabaentonces el cuchillo debajo del pezn izquierdo, le abra la caja torcica ydespus hurgaba con las manos hasta que consegua arrancarle el coraznan palpitante para depositarlo en una copa y ofrecrselo a los dioses.Despus, los cuerpos eran lanzados por las escaleras de la pirmide. Al pie,

    los esperaban otros sacerdotes para practicar en cada cuerpo una incisindesde la nuca a los talones y arrancarles la piel en una sola pieza. El cuerpo

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    despellejado era cargado por un guerrero que se lo llevaba a su casa y loparta en trozos, que despus ofreca a sus amigos, o bien stos eraninvitados a la casa para celebrarlo con la carne de la vctima. Una vezcurtidas, las pieles servan de vestimentas a la casta de los sacerdotes.

    Mientras que los jvenes de ambos sexos eran sacrificados as pordecenas de miles cada ao, pues el principio estableca que la ofrenda decorazones humanos a los dioses deba ser ininterrumpida, los nios eranlanzados al abismo de Pantiln, las mujeres no vrgenes eran decapitadas,los hombres adultos, desollados vivos y rematados con flechas. Y as po-dramos continuar con la lista de delicadezas que dan ganas de desearle aJane Fonda (y a ciertos frailes y clericales varios que hoy en da semuestran tan virulentos contra los fanticos espaoles) que pasara porellas y que despus nos dijera si es verdad que el cristianismo fue peor.

    Algo menos sanguinarios eran los incas, los otros invasores quehaban esclavizado a los indios del sur, a lo largo de la cordillera de losAndes. Como recuerda un historiador: Los incas practicaban sacrificioshumanos para alejar un peligro, una caresta, una epidemia. Las vctimas, aveces nios, hombres o vrgenes, eran estranguladas o degolladas, en oca-siones se les arrancaba el corazn a la manera azteca.

    Entre otras cosas, el rgimen impuesto por los dominadores incas alos indios fue un claro precursor del socialismo real al estilo marxista.Obviamente, como todos los sistemas de este tipo, funcionaba tan mal quelos oprimidos colaboraron con los pocos espaoles que llegaron

    providencialmente para acabar con l. Igual que en la Europa oriental delsiglo XX, en los Andes del siglo XVI estaba prohibida la propiedad

    privada, no existan el dinero ni el comercio, la iniciativa individual estabaprohibida, la vida privada se vea sometida a una dura reglamentacin porparte del Estado. Y, a manera de toque ideolgico moderno,adelantndose no slo al marxismo sino tambin al nazismo, el matrimonioera permitido slo si se seguan las leyes eugensicas del Estado para evitarcontaminaciones raciales y asegurar una cra humana racional.

    A este terrible escenario social, es preciso aadir que en la Amrica

    precolombina nadie conoca el uso de la rueda (a no ser que fuera para usosreligiosos), ni del hierro, ni se saba utilizar el caballo que, al parecer, yaexista a la llegada de los espaoles y viva en algunas zonas en estado

    bravo, pero los indios no saban cmo domarlo ni haban inventado losarreos. La falta de caballos significaba tambin la ausencia de mulas yasnos, de modo que si a ello se aade la falta de la rueda, en aquellas zonasmontaosas todo el transporte, incluso el necesario para la construccin delos enormes palacios y templos de los dominadores, lo realizaban lashordas de esclavos.

    Sobre estas bases los juristas espaoles, dentro del marco de laigualdad natural de todos los pueblos, reconocieron a los europeos el

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    derecho y el deber de ayudar a las personas que lo necesitasen. Y no puededecirse que los indgenas precolombinos no estuviesen necesitados deayuda. No hay que olvidar que por primera vez en la historia, los europeosse enfrentaban a culturas muy distintas y lejanas. A diferencia de cuanto

    haran los anglosajones, que se limitaran a exterminar a aquellosextraos que encontraron en el Nuevo Mundo, los ibricos aceptaron eldesafo cultural y religioso con una seriedad que constituye una de susglorias.

    7. Leyenda negra/6

    Resulta significativo cuanto escribe el protestante Pierre Chaunu

    sobre la colonizacin espaola de las Amricas y las denuncias como las deLas Casas: Lo que debe sorprendernos no son los abusos iniciales, sino elhecho de que esos abusos se encontraran con una resistencia que provenade todos los niveles de la Iglesia, pero tambin del Estado mismo deuna profunda conciencia cristiana.

    De este modo, las obras como la Brevsima relacin de ladestruccin de las Indias de fray Bartolom fueron utilizadas sinescrpulos por la propaganda protestante y despus, por la iluminista,cuando en realidad son para utilizar las mismas palabras que Chaunuel ms hermoso ttulo de gloria de Espaa. Estas obras constituyen eltestimonio de la sensibilidad hacia el problema del encuentro con unmundo absolutamente nuevo e inesperado, sensibilidad que faltar durantemucho tiempo en el colonialismo protestante primero y laico despus,gestionado por la brutal burguesa europea del siglo XIX, ya secularizada.

    Hemos visto cmo, de la Corona para abajo, no slo no se tomabanmedidas contra una denuncia como la de Las Casas, sino que se trat de

    poner remedio con leyes que tutelasen a los indios del que el denunciantemismo sera proclamado protector general. El fraile surcara el ocano endoce ocasiones para hablar ante el gobierno de la madre patria en favor de

    sus protegidos; en todas esas ocasiones iba a ser honrado y escuchado y suscahiers de dolances iban a ser trasladados a comisiones que

    posteriormente los utilizaran para redactar leyes, y a profesores que daranvida al moderno derecho de gentes.

    Nos encontramos ante un hecho indito, que no tiene parangn en lahistoria de Occidente, y resulta mucho ms sorprendente si se aade queLas Casas no slo fue tomado en serio, sino que, probablemente, fuetomado demasiado en serio.

    Hemos dicho ya que existe la sospecha perfilada por quien ha

    estudiado su psicologa de que este convertido padeca de un estado dealucinacin, de una exaltacin mstica. En palabras del norteamericano

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    William S. Maltby, las exageraciones de Las Casas lo exponen a un justoe indignado ridculo. O, por citar a Jean Dumont: Ningn estudioso quese precie puede tomar en serio sus denuncias extremas. Entre los miles dehistoriadores que existen, citaremos al laico Celestino Capasso:

    Arrastrado por su tesis, el dominico no duda en inventarse noticias y encifrar en veinte millones el nmero de indios exterminados, o en dar porfundadas noticias fantsticas como la costumbre de los conquistadores deutilizar a los esclavos como comida de los perros de combate...

    Como dice Luciano Perena, de la Universidad de Salamanca: LasCasas se pierde siempre en vaguedades e imprecisiones. No dice nuncacundo ni dnde se consumaron los horrores que denuncia, tampoco seocupa de establecer si sus denuncias constituyen una excepcin. Alcontrario, en contra de toda verdad, da a entender que las atrocidades eranel nico modo habitual de la Conquista. Para l, personalidad pesimista yobsesiva, el mundo es en blanco y negro. Por una parte se encuentran susmalvados compatriotas, que son como fieras desenfrenadas; por la otraestn los indgenas, vistos textualmente como gente que no conocesediciones o tumultos, que est del todo desprovista de rencor, odio ydeseo de venganza. En este sentido, se encuentra entre los predecesoresdel mito del buen salvaje, tan querido por los iluministas del siglo XVIIIcomo Rousseau, que sigue vigente en el actual e ingenuo tercermundismosegn el cual todos los hombres son santos, siempre que no sean nieuropeos ni norteamericanos, los nicos que nacen marcados por una culpaimperdonable.

    Asombra en un fraile esta negacin del pecado original, esta falta derealismo y de justicia: tendramos, por una parte, a unos ngelesindefensos, y por la otra, a unos demonios despiadados. Entre otras cosas,el Hernn Corts que puso fin al gran imperio de los aztecas y al que LasCasas presenta de forma pesimista (cosa que, al parecer, no mereca deltodo), fue quien vio bajar de las pirmides el ro de sangre humana de lasvctimas sacrificadas. Una empresa como aqulla, de conquistadores comoaqullos, no se habra podido realizar jams con buenas maneras; adems,

    los espaoles consideraban la dureza como algo sagrado porque de aquellaspoblaciones apacibles segn Las Casas, tambin formaban parte losaztecas y tambin los incas, de los que se ocupara Francisco Pizarrocon su costumbre de arrancarles el corazn a decenas de miles de jvenes.

    Como todos los utpicos, Las Casas no super la prueba de larealidad; entre muchos otros privilegios, el gobierno le concedi el de tratarde poner en prctica, en territorios adecuados puestos a su disposicin, su

    proyecto de evangelizacin basado slo en el dilogo y las excusas. Entodas las ocasiones, acab con la exterminacin de los misioneros o con su

    fuga, perseguidos por los buenos salvajes provistos de temibles flechas

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    envenenadas. Como siempre que se intenta hacer realidad un sueo, seconvierte en pesadilla.

    Por citar a uno de sus ms recientes bigrafos, Pedro Borgs,profesor de la Complutense de Madrid, Bartolom se refugi otra vez en la

    irrealidad, predicando siempre no lo que se poda, sino lo que se debahaber hecho. El mismo Borgs impide que pensemos que Las Casas es elprecursor de una teologa de la liberacin al estilo marxista; como todobuen convertido, lo que le interesaba era la salvacin eterna. Su obsesinpor los indios no era para salvaguardar sus cuerpos, sino para salvar susalmas. Slo si se los trataba de forma adecuada iban a aceptar el bautismosin el cual habran ido al infierno tanto ellos como los espaoles. Nosencontramos pues exactamente en el lado contrario de quien hoy no ve msque la dimensin horizontal y que, por lo tanto, no tiene nada que ver conel mstico Las Casas.

    De todos modos, tal como reconoce Maltby, fueran cuales fuesenlos defectos de su gobierno, en la historia no hubo ninguna nacin queigualara la preocupacin de Espaa por la salvacin de las almas de susnuevos sbditos. Hasta que la corte de Madrid no sufri la contaminacinde masones e iluminados, no repar en gastos ni en dificultades paracumplir con los acuerdos con el Papa, que haba concedido los derechos de

    patronato a cambio del deber de evangelizacin. Los resultados hablan;gracias al sacrificio y al martirio de generaciones de religiosos mantenidoscon holgura por la Corona, en las Amricas se cre una cristiandad que eshoy la ms numerosa de la Iglesia catlica y que, a pesar de los lmites

    propios de todas las cosas humanas, ha dado vida a una fe mestiza,encarnada por el encuentro vital de distintas culturas. El extraordinario

    barroco del catolicismo latinoamericano es la muestra ms evidente de que,a pesar de los errores y los horrores, una de las ms grandes aventurasreligiosas y culturales tuvo una feliz evolucin. A diferencia de lo ocurridoen Norteamrica, en Sudamrica el cristianismo y las culturas

    precolombinas dieron vida a un hombre y a una sociedad realmente nuevosrespecto a la situacin precolombina.

    A pesar de sus exageraciones, de sus generalizaciones ilcitas, de susinvenciones y difamaciones, Las Casas es testigo importante de unOccidente que no olvida las admoniciones evanglicas. Fue un abusoaislarlo del debate en curso entonces en la pennsula Ibrica, parainstrumentalizarlo como arma de guerra contra el papismo, fingiendoignorar que contra Espaa se utilizaba la voz de un espaol (miembro deuna orden nacida en Espaa) escuchado y protegido por el gobierno y laCorona de esa misma Espaa.

    8. Leyenda negra/7

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    Arma cnica de una guerra psicolgica, es como define Pierre

    Chaunu el uso que las potencias protestantes hicieron de la obra de LasCasas. Las riendas de la operacin antiespaola las llev sobre todo

    Inglaterra, por motivos polticos pero tambin religiosos, pues en aquellaisla, la separacin de Roma efectuada por Enrique VIII haba dado lugar auna Iglesia de Estado bastante poderosa y estructurada como para ponerseal frente de las dems comunidades reformadas de Europa. La lucha inglesacontra Espaa fue vista as como la lucha del Evangelio puro contra lasupersticin papista.

    Los Pases Bajos y Flandes desempearon un papel importante enesta operacin de guerra psicolgica, pues estaban enzarzados en unalucha contra los espaoles. Fue precisamente un flamenco, Theodor DeBry, quien dise los grabados que acompaaran una de las tantasediciones realizadas en tierras protestantes de la Brevsima relacin:dibujos truculentos, en los que los ibricos aparecen entregados a todo tipode sdicas crueldades contra los pobres indgenas. Dado que las imgenesde De Bry (que, como es lgico suponer, trabaj basndose en suimaginacin) son prcticamente las nicas antiguas de la Conquista, yfueron reproducidas profusamente y continan apareciendo incluso hoy entodos los manuales escolares, no hace falta precisar en qu medidacontribuyeron a la formacin de la leyenda negra.

    Para aadir un elemento ms a los muchos que ya se han citado, espreciso observar que nunca se reflexiona sobre lo que ocurri despus deldominio espaol. Ya se sabe que Espaa fue invadida por Napolen y que,a pesar de la resistencia tenaz e invencible que constituy el primer sntomadel fin del imperio francs, tuvo que abandonar a s mismos los extensosterritorios americanos.

    Al eclipsarse la estrella napolenica, Espaa reconquist su gobiernopero ya era demasiado tarde para restablecer el statu quo en las tierras deultramar. Resultaron intiles los intentos de domar la revolucin de loscriollos, es decir, de la burguesa blanca que haba logrado radicarse en

    aquellas zonas. Esos burgueses acomodados eran los que desde siemprehaban mantenido tensas relaciones con la Corona y el gobierno de lamadre patria, acusados de defender demasiado a los indgenas y deimpedir su explotacin. La hostilidad de los criollos iba dirigida sobre todocontra la Iglesia, y en particular, contra las rdenes religiosas no slo

    porque velaban para que se respetaran las leyes de Madrid que tutelaban alos indios sino tambin porque (incluso antes de Las Casas, la primeradenuncia contra los conquistadores se hizo en el ao 1511 en una iglesiacon techo de paja de Santo Domingo y la pronunci el padre Antonio de

    Montesinos) siempre haban luchado para que dicha legislacin fuesemejorada continuamente. Se olvida acaso que las expediciones armadas

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    para destruir las reducciones de los jesuitas haban sido organizadas por losterratenientes espaoles y portugueses, los mismos que ejercieron fuertes

    presiones sobre sus respectivas Cortes y gobiernos para que la Compaade Jess fuese eliminada definitivamente?

    Debido a esta oposicin a la Iglesia, vista como aliada de losindgenas, la lite criolla que condujo la revolucin contra la madre patriaestaba profundamente contaminada por el credo masnico que dio a losmovimientos de independencia un carcter de duro anticlericalismo porno decir de anticristianismo, que se mantuvo hasta nuestros das. Hasta elmartirio de los catlicos en Mxico, por ejemplo, ocurrido en la primeramitad de nuestro siglo. Los libertadores, los jefes de la insurreccin contraEspaa fueron todos altos exponentes de las logias; por lo dems, enaquellas tierras se form en la ideologa francmasnica Giuseppe Garibaldi,destinado a convertirse en Gran Maestro de todas las masoneras. Unanlisis de las banderas y los smbolos estatales de Amrica latina permitecomprobar la abundancia de estrellas de cinco puntas, tringulos,

    pirmides, escuadras y todos los elementos de la simbologa de loshermanos.

    Resulta innegable el hecho de que en cuanto se liberaron de lasautoridades espaolas y de la Iglesia, los criollos invocaron los principiosde hermandad universal masnica y de los derechos del hombre de

    jacobina memoria para liberarse de las leyes de tutela de los indios. Casinadie dice la amarga verdad: pasado el primer perodo de la colonizacinibrica, fatalmente duro por el encuentro-desencuentro de culturas tandistintas, no hubo ningn otro perodo tan desastroso para los autctonossudamericanos como el que se inicia en los albores del siglo XIX, cuandosube al poder la burguesa supuestamente iluminada.

    Al contrario de lo que quiere hacer creer, la leyenda negraprotestante e iluminista, la opresin sin lmites y el intento de destruccinde las culturas indgenas comienzan cuando la Iglesia y la Coronaabandonan la escena. Desde entonces se inicia una obra sistemtica dedestruccin de las lenguas locales, para sustituirlas por el castellano,

    idioma de los nuevos dominadores que proclamaban haber asumido elpoder en nombre del pueblo. Pero era un pueblo constituido slo porla exigua clase de los terratenientes de origen europeo.

    A partir de entonces aparecen las medidas que nunca se habanimplantado en el perodo colonial para impedir el mestizaje, la mezclaracial y cultural. Mientras la Iglesia aprobaba y alentaba los matrimoniosmixtos, los gobiernos liberales se opusieron a ellos y, con frecuencia, los

    prohibieron.Se comenz as a seguir el ejemplo poco evanglico de las colonias

    anglosajonas del Norte, donde tambin, y no por casualidad, fue lamasonera la que gui la lucha por la independencia. Se cre entonces un

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    frente comn entre las logias de la Amrica septentrional y la meridional,primero para vencer a la Corona de Espaa y despus, a la Iglesia catlica.De este modo naci la dependencia que marcar toda la historia y quecontina hasta hoy del Sur con respecto al Norte. Resulta curioso ver

    cmo los progresistas que sealan las culpas de la colonizacin catlicaespaola denuncian, al mismo tiempo, la dependencia de Estados Unidosde la Amrica latina; es evidente que no se dan cuenta de que su doble

    protesta encierra una contradiccin: mientras pudieron, los reyes de Espaay los papas fueron los grandes defensores de la identidad religiosa, social yeconmica de las zonas catlicas. El protectorado norteamericanoqued determinado por los criollos, los ricos colonos que quisierondeshacerse de las autoridades espaolas y religiosas para poder llevar acabo sin impedimentos sus negocios. As dice Franco Cardini a propsitode los norteamericanos cuya ayuda, a menudo oculta, solicitaron loshermanos en lucha contra la Corona y la Iglesia: Baste recordar losdesmanes que acompaaron la hegemonizacin de la zona panamea y laguerra de Cuba a finales del siglo XIX; baste recordar el constante apoyonorteamericano al gobierno laico mexicano que desde hace dcadasmantiene una Constitucin que, con su contexto ms que anticlerical,anticatlico, humilla y ofende los sentimientos de la mayora del pueblomexicano, y cuando se perfilaba la posibilidad de que algo cambiara, EE.UU. apoy a bandidos como Venustiano Carranza. Y no movieron un solodedo durante la sanguinaria persecucin anticatlica de los aos veinte.Ya se sabe que hoy en da el gobierno norteamericano favorece y financiael proselitismo de sectas protestantes que tiene el efecto de apartar al

    pueblo de sus tradiciones de casi medio milenio, lo cual constituye unagrave violacin de la cultura.

    Los esfuerzos racistas realizados despus de la salida de Espaaquedaron plasmados simblicamente en el arte; mientras que antes las dosculturas se haban entrelazado maravillosamente, dando vida a las obrasmaestras del barroco mestizo, con la llegada al poder de los iluministasvolvieron a separarse. La extraordinaria arquitectura de las ciudades

    coloniales y de las misiones fue sustituida por la arquitectura de imitacineuropea de las nuevas ciudades burguesas, en las que ya no haba sitio paralos pobres indios.

    9. La muerte de un inquisidor

    El verano propicia las relecturas, sobre todo las de textos clsicos.Como tal se considera La civilizacin del Occidente medieval de Jacques

    Le Goff, que le cuando se public en francs y que ahora, despus de

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    muchas ediciones en varias colecciones, Einaudi vuelve a presentar enedicin de bolsillo. Aprovecho este da de verano para darle un repaso.

    Entre los medievalistas laicos, Le Goff es uno de los santones perono es ajeno a las gaffes, la ms clamorosa de las cuales es la del

    asesoramiento histrico para la adaptacin cinematogrfica de El nombrede la rosa de Umberto Eco, quien tuvo que admitir que su Edad Media,la del libro, era histricamente ms exacta que la reflejada en imgenes conel consejo cientfico de este tan homenajeado profesor francs. Pero LeGoff tambin es autor de El nacimiento del Purgatorio, obra que, a pesarde su apariencia severamente acadmica, hay que tomar con pinzas y est

    plagada de un deseo iconoclasta (si bien hbilmente enmascarado) hacia lapastoral y, sobre todo, el dogma catlicos.

    Volvamos a La civilizacin del Occidente medieval, donde tampocofaltan perspectivas sectarias, o ms bien, falsedades propiamente dichas.Por ejemplo, en las pginas 102 y 103 de la ltima edicin italiana, diceas: Los dominicos y los franciscanos se convierten para muchos ensmbolo de hipocresa; los primeros inspiran an ms odio por la forma enque se han puesto al frente de las represiones de la hereja, que por el papelasumido en la Inquisicin. Una revuelta popular en Verona acabacruelmente con el primer "mrtir" dominico: san Pedro, llamado

    precisamente, Mrtir, y la propaganda de la orden difunde su imagen conun cuchillo clavado en el crneo.

    En relacin a los franciscanos, la afirmacin es difcilmentesostenible, sobre todo si se tienen en cuenta los lmites que el mismo LeGoff puso a su trabajo: el centro mismo de la Edad Media, los siglos quevan del X al XIII. Ahora bien, Francisco de Ass muri en 1226 y en lo queresta del siglo, entre el movimiento creado por l y las capas populares se

    produce una especie de idilio que durar bastante, e ir ms all de la EdadMedia y llegar en cierto modo hasta nuestros das. No es casualidad que la

    publicidad misma recurra con frecuencia a la imagen de un frailefranciscano para algn anuncio cuando hace falta inspirar confianza ycautivar. Acaso no era franciscano el padre Po de Pietrelcina,

    protagonista del que probablemente fue uno de los movimientosdevocionales interclasistas ms amplios, intensos y duraderos, en los que

    participaron ricos y pobres, cultos e ignorantes?Pero lo que en la frase de Le Goff no slo es sectario sino falso es la

    alusin a un odio que acompaara a los dominicos por haberse puestoal frente de las represiones de la hereja y por el papel que asumieron enla Inquisicin. Resulta sorprendente, adems, que un medievalista tanconsiderado a nivel internacional tergiverse literalmente la verdad enrelacin con san Pedro de Verona.

    Pero vayamos por orden. En primer lugar, la Inquisicin no nacecontra el pueblo sino para responder a una peticin de ste. En una

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    sociedad preocupada sobre todo por la salvacin eterna, el hereje espercibido por la gente (comenzando por la gente corriente y analfabeta)como un peligro, del mismo modo que en culturas como la nuestra, que no

    piensan ms que en la salud fsica, se considerara peligroso a quien

    propagase enfermedades contagiosas mortales o envenenara el ambiente.Para el hombre medieval, el hereje es el Gran Contaminador, elenemigo de la salvacin del alma, la persona que atrae el castigo divinosobre la comunidad. Por lo tanto, y tal como confirman todas las fuentes, eldominico que llega para aislarlo y neutralizarlo, no se ve rodeado deodio, sino que es recibido con alivio y acompaado por la solidaridad

    popular.Entre las deformaciones ms vistosas de cierta historiografa est la

    imagen de un pueblo que gime bajo la opresin de la Inquisicin yespera con ansia la ocasin de liberarse de ella. Pero ocurre justamente locontrario; si a veces la gente se muestra intolerante con el tribunal, no es

    porque sea opresivo sino todo lo contrario, porque es demasiado tolerantecon personas como los herejes que, si hemos de atender a la vox populi, nomerecen las garantas y la clemencia de la que los dominicos hacen gala.Lo que en realidad querra la gente es acabar con el asunto deprisa,deshacerse sin demasiados prembulos de aquellas personas para las quelos jueces de sayo multiplican las garantas legales.

    Antes de la propagacin protestante del siglo XVI, entre laproliferacin de movimientos herejes medievales, existe uno solo queparece afectar a amplias capas populares de algunas zonas; se trata del delos ctaros albigenses cuya erradicacin exigi una cruzada especial enProvenza. Pero, tal como recuerda el mismo Le Goff, el liderazgo albigenseno fue asumido por el pueblo, sino por la nobleza de la Francia meridionalque, mediante la propaganda o la coaccin, contribuy a que la hereja seextendiera al pueblo. Y fue por un motivo bien poco religioso, segnconfirma el historiador: La nobleza ansiaba rebelarse contra la Iglesia,

    porque aumentaba los casos de imposibilidad de matrimonio porconsanguinidad, provocando la consiguiente subdivisin de los dominios

    territoriales de la aristocracia. En una palabra, lo que queran era casarseen familia para no desprenderse de sus bienes.

    Pero volvamos al prrafo sacado de La civilizacin del Occidentemedieval: Una revuelta popular en Verona acaba cruelmente con el primer"mrtir" dominico: san Pedro, llamado precisamente, Mrtir, y la

    propaganda de la orden difunde su imagen con un cuchillo clavado en elcrneo, dice textualmente Le Goff.

    Resulta sorprendente; el futuro santo nace, efectivamente, en Verona,pero lo matan el 6 de abril de 1252 en Brianza, cerca de Meda, exactamente

    en un lugar boscoso denominado Farga, cuando viajaba de Como a Miln

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    en compaa de otro religioso, al que tambin asesinaron. Por lo tanto,Verona no tiene nada que ver, porque no fue all donde muri.

    Tampoco tiene nada que ver una presunta revuelta popular.Nombrado inquisidor por el Papa mismo, para luchar contra la hereja

    patarina o ctara, Pedro fue asesinado en una emboscada que letendieron en el bosque dos de esos herejes, longa manus de una conjurasecreta tramada contra l. Los dos asesinos se arrepintieronespontneamente de su accin y acabaron entrando en la orden de losdominicos.

    Esta conversin fue determinada, entre otras cosas, por la reaccinpopular al homicidio; precisamente el pueblo que, segn Le Goff, se habrasublevado para acabar cruelmente con el malvado inquisidor, le tributade inmediato uno de los ms extraordinarios triunfos de devocin querecuerde la historia de la santidad. Miln, que acuda en masa a escucharsus sermones, se ech a la calle al enterarse de que llegaba su cuerpo y actoseguido se entrega a un culto de tal alcance que son las mismas autoridadeslaicas de la ciudad las que envan una delegacin al Papa