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Vaticano II: Acontecimiento irreversible Notas para el estudio de la espiritualidad espafiola en Ja década de los afios sesenta La década de los aiios sesenta es, des de el punto de vista cat61ico, la década deI concilio vaticano II. Pocas veces serâ tan fâcil elegir un acon- tecimiento tan incontestable y tan aglutinante. En cierto sentido, toda la vida cristiana de esta década hace referencia a él, sea como futuro, sea como presente, sea como pasado. Los tres tiempos se hacen presente en cualquiera de sus dîas, aunque de manera diversa. Por eso nos ha parecido que el vaticano II podîa aunar estas notas sobre la espiritualidad espallola de los allOS sesenta. Los datos que encon- tramos, y las reflexiones que hacemos quieren referirse de alguna forma al concilio. Todo 10 demâs queda fuera de nuestra temâtica. Tres perîodos netamente diferenciados pueden ser distinguidos en este espacio de tiempo: Uno, desde los albores deI sesenta hasta el comienzo deI Concilio, caracterizado principalmente por la continuidad de la década precedente. Por 10 cual, aquî no insistiremos en aquellos rasgos que pue- den ser considera dos comunes a ambas épocas '. Otro, que se extiende des de el mismo comienzo de la Asamblea Ecuménica hasta su final. Este momento de la vida eclesial esta caracterizado en Espaiia por una curiosa expectativa. Espaiia comienza a despertar de su letargo de varios dece- nios 2. En ella estudiaremos con preferencia el proceso de la lenta evolu- 1 Cfr. el articulo precedente de LOPE CILLERUELO en este mismo nûmel'O de Revista de Es- piritualldad. 2 Aquf hacemos referencia concretamente al tiempo de la posguerra espafiola; ésta, la guerra civil espafiola, tuvo un influjo mas que considerable en el desenvolvimiento espiritual espafiol posterior. El considerar el levantamiento nacional coma una cruzada religiosa, hizo que Espafia se sintiera con misiones muy caracteristicas y particulares en el seno de la Iglesia universal. Muchos t6picos y frases comunes evidencian hasta qué punto nuestra naci6n vivia separada deI resto de Europa y deI mundo a partir deI 36: «Espafia es la reserva moral de Occidente», «la Espafia cat6lica», «Espafia es diferente». Cfr. el articulo de ISArAs RODRfauEz en este mismo nûmero de Revista de Espiritualidad.

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Vaticano II: Acontecimiento irreversible

Notas para el estudio de la espiritualidad espafiola en Ja década de los afios sesenta

La década de los aiios sesenta es, des de el punto de vista cat61ico, la década deI concilio vaticano II. Pocas veces serâ tan fâcil elegir un acon­tecimiento tan incontestable y tan aglutinante. En cierto sentido, toda la vida cristiana de esta década hace referencia a él, sea como futuro, sea como presente, sea como pasado. Los tres tiempos se hacen presente en cualquiera de sus dîas, aunque de manera diversa.

Por eso nos ha parecido que el vaticano II podîa aunar estas notas sobre la espiritualidad espallola de los allOS sesenta. Los datos que encon­tramos, y las reflexiones que hacemos quieren referirse de alguna forma al concilio. Todo 10 demâs queda fuera de nuestra temâtica.

Tres perîodos netamente diferenciados pueden ser distinguidos en este espacio de tiempo: Uno, desde los albores deI sesenta hasta el comienzo deI Concilio, caracterizado principalmente por la continuidad de la década precedente. Por 10 cual, aquî no insistiremos en aquellos rasgos que pue­den ser considera dos comunes a ambas épocas '. Otro, que se extiende des de el mismo comienzo de la Asamblea Ecuménica hasta su final. Este momento de la vida eclesial esta caracterizado en Espaiia por una curiosa expectativa. Espaiia comienza a despertar de su letargo de varios dece­nios 2. En ella estudiaremos con preferencia el proceso de la lenta evolu-

1 Cfr. el articulo precedente de LOPE CILLERUELO en este mismo nûmel'O de Revista de Es­piritualldad.

2 Aquf hacemos referencia concretamente al tiempo de la posguerra espafiola; ésta, la guerra civil espafiola, tuvo un influjo mas que considerable en el desenvolvimiento espiritual espafiol posterior. El considerar el levantamiento nacional coma una cruzada religiosa, hizo que Espafia se sintiera con misiones muy caracteristicas y particulares en el seno de la Iglesia universal. Muchos t6picos y frases comunes evidencian hasta qué punto nuestra naci6n vivia separada deI resto de Europa y deI mundo a partir deI 36: «Espafia es la reserva moral de Occidente», «la Espafia cat6lica», «Espafia es diferente». Cfr. el articulo de ISArAs RODRfauEz en este mismo nûmero de Revista de Espiritualidad.

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ciôn mental de nuestro episcopado al contacto con aquellas corrientes con­cHiares que eran portôdoras de valores nuevos para la Iglesia.

y un tercero, que se encuentra frente a la renovaciôn que exige el Concilio. No ha sido nuestro intento el analizar en profundidad todas las vicisitudes deI devenir espiritual espanol en estos diez anos, sino mas bien el traznr unas coordenadas, que puedan poner facilmente al lector en la pista deI cambio religioso de que hoy somos partîcipes y conscientes 3.

I. EN ESPERA DEL CONCILIO

1. Espafia dormfa

Nada espectacular acaecia en Espana en los anos inl11ediat;1mente preconciliares. Nuestra naciôn habia vivido fascinada por la figura senera de Pîo XII. Nunca como en este pontificado se habîa oido con tanta insis­tencia el grito jEspana por el Papa! 4. Bastaba a nuestros obispos y supe­riores religiosos haeer referencia a algun discurso 0 documento papal para que los espanoles vieran sin demasiadas dificultades el camino a seguir.

El nuevo Papa Juan XXIII habîa caîdo bien a los espanoles 5; y de sus ensenanzas Espana alimcntaba su piedad. Podîamos afirmar que la nota mas caracterîstiea de la vivencia religiosa de esta época era el aglu­tinamiento de los laicos en tomo a la Jerarquîa y de ésta al Romano Pon­tifiee. Pocos y leves acontecimientos de la vida nacional venîan a turbar esta armonîa.

Desde nuestra perspectiva de aquende, sin embargo, se siente tristeza al constatar que una naciôn aparentemente tan riea en piedad fuera tan pobre en teologîa 6.

3 Indudablemente estos auos dei posconcilio pasaran a la historia dei sentimiento religioso espauol dei siglo XX como determinantes. Los cinco primeros afios de la década dei sesenta son una preparaci6n para la eclosi6n religiosa posterior. De ahl que les concedamos aqul menos importancia.

4 La muerte de Plo XII cre6 una honda conmoci6n en nuestro pueblo. Ese dia Espafia comprendi6 cuanto amaba al Papa difunto. El Cardenal Pla y Deniel, desde la revista Ecclesia, nos hablaba de la gran vinculaci6n dei Pontifiee a nuestra naci6n; cfr. Ecclesia, 18 (1958) 405. Mucho se habla hablado de esto en diversas publicaciones. Una slntesis de las relaciones deI Papa Pacelli con nuestra patria puede verse en F. MONTALBÀN, Historia de la Iglesia Cat6lica, tomo IV, Madrid, BAC, 1961, pp. 827·833.

5 En realidad en un primer momento Espafia se qued6 estupefacta. La câlida emoci6n que habla sentido por la figura de Plo XII, tan contrastante con la dei Pontifiee actual, no hacla demasiado fascinante al nuevo Papa. Pero mas râpidamente de 10 que hubiera podido imagi­narse, Espafia am6 a Juan XXIII tanto como a su predecesor. En pocos meses el nuevo Papa se aduefi6 dei coraz6n de los espafioles.

6 Aqul, nuestras publicaciones rezumaba. escollistica por todos sus poros. Si algo nuevo aceptabamos tenia que ser filtrado a través de este sistema filos6fico-teoI6gico. Si nos aso­mâbamos al exterior y usurpâbamos alguna idea 0 pensamiento feliz, tratabamos de darle paso a través de una estructura mental bien determinada; vivlamos coma a la defensiva.

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Los movimientos apostolieos seguian su curso normal, y continuaban alimentando la pied ad de nuestro pueblo. Entre éstos se hallaban la Accion Catolica, los movimientos de ejereicios espirituales, los institutos secula­res, los movimientos sacerdotales, el Opus Dei, los equipos matrimonia­les, los cursillos de cristiandad, ejcrcitaciones para un mundo mejor, las 6rdenes terceras, etc. 7.

Al iniciarse la década de los sesenta, nuestra patria comenzaba a su vez un periodo de desarrollo indu striaI, y se velan en perspeetiva nuevos fenomenos que iban a incidir no poco en nuestro vivir cristiano 8. Seguia la polérnica en t01'110 a la Acciôn Cat61ica 9, y nuestras revistas publicaban de cuando en cuando opiniones sobre 10 que debiera ser una verdadera opini6n pûblica en la Iglesia 10.

También tuvieron eeo en nuestra naci6n las enciclicas papales, en con­creto las mas significativas, Mater et Magistra y Pacem in terris. Los ar­ticulos y las conferencias se multiplicaban en t01'110 a estos documentos papales, y las polérnicas se centraban en aquellos puntos sociol6gicos que hacian mas mella en nuestro pueblo 11.

Por primera vez comenzaba a escribirse en nuestras revistas y se habla­ba en conferencias de ecumenismo, y en la Universidad de Salamanca se fundaba el centro ecumél1ico Juan XXIII 12.

Pero el acontecimiento que atraia de una forma especial las miradas de todos era el Concilio Ecuménico. La pregunta que estaba en la boca de todos era lcual sera su cometido? Los te6logos y conferenciantes se preguntaban cual seria la tematica mas estudiada por la magna asamblea.

7 Sobre todos estos movimientos hacemos nuestro el juicio de Olegario Gonzalez de Car­dedal; aunque él parece excluir de este juicio a la Acci6n Cat6lica, nosotros la incluimos: «El balance de la vida espiritual que a través de tantas acciones eclesiales estos movimientos han suscitado, es en conjunto muy positivo; ellos han alimentado la lIama de una vida cristiana sincera, entregada y voluntariosa. Sin embargo, las estructuras mentales de las que algunos de ellos han nacido y los criterios operantes en ellos son teol6gicamente bastante problematicos, y en sus consecuencias no pocas veces absolutamente inaceptables» (Meditaci6n teol6gica desde Espaila, Salamanca, Sigueme, 1970, p. 484).

8 Los Metropolitanos espanoles enjuicial'On este momento: Actitud cristiana ante los pro­blemas morales de la estabilizaci6n y el desarrollo econ6mico. Declaraci6n colectiva de los Metropolitanos espailoles, en Ecclesia, 20 (1960) 185-187. Varias revistas publicaron comenta­rios a esta carta. Estaban de acuerdo en que para Espana comenzaba un momento especia!.

'Ciertamente la polémica no era de ahora, pero las discusiones sobre qué habla que entender pOl' Acci6n Cat6lica y qué puesto ocupaban las otras asociaciones en el apostolado de la Iglesia segulan vigentes.

10 Plo XII habla hablado de esto; pero los estudiosos no se ponlan de acuerdo en senalar la verdadera naturaleza de esta opini6n publica. Nadie podia sospeéhar entonces que todas aquellas discusiones serian el principio de 10 que hoy denominamos pluralismo teol6gico, que tampoco sabemos a ciencia cierta en qué consiste.

11 Este momento senala el comienzo de las distintas posturas que la Iglesia espanola iria adoptando frente a las realidades sociopoliticas.

12 Fue fundado pOl' el profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca don José Sanchez Vaquero, y tenia pOl' objeto el informar a sus socios sobre la vida y la teologla de los «her· manos separados». Hoy es internacionalmente conocido, y sus frutos han sido considerables. La cl'eaci6n de este centro cinco anos antes hubiera sido imposible.

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Todos ellos estaban de 3cuerdo en que en la actualidad las desviacio­nes dogmâticas no justificaban la celebraci6n de un Concilio. Efectiva­mente, fue el mismo Juan XXIII quien dirigiéndose a los Padres conciliares decîa: "Si la tarea principal deI Concilio fuera discutir unD u otro artîculo de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo con mayor difusi6n las enseîianzas de los Padres y Te610gos antiguos y modernos, que suponemos conocéis y tenéis presente en vuestro espîritu, para esto no era necesario un Concilio" 13.

Los posibles errores que alm pudieran haber existido habîan sido frenados por las enseîianzas de Pio XII. Y se oia decir en las aulas universitarias y en los seminarios que jamâs la Iglesia habia estado tan padfica en sus dogmas. En realidad nuestro orgullo mayor era la unidad de la Iglesia, bajo la autoridad deI Papa, frente a la desuni6n de las sectas protestantes y al mundo que se desintegraba y atomizaba en un numero incontable de teorias y filosofias de todo orden.

Es cierto que la Iglesia vivia en medio de un mundo materializado, pero no 10 es menos que los movimientos apost6licos estaban, al parecer, en pleno auge.

Mientras, los hombres que pudieran haber sido una luz que alum­brara el posible rumbo deI Vaticano II -los profesores de teologia­vivian demasiado inmersos en una mentalidad can6nica y escolâstica, y no podian imaginarse un Concilio que se saliera de estas ca sillas en que ellos vivian 14.

Aunque en conferencias y charlas se hablaba con frecuencia de los deseos y esperanzas que el Concilio vendrîa a colmar, en las revistas cien­tîficas se escribia poco sobre esto. Nadie queria arriesgarse, 0 mejor, fal­taba imaginaci6n y sensibilidad interior para las posibles perspectivas del Concilio 15.

13 Discurso en la apertura dei Concilio, en Ecclesia, 22 (1962) 1282; AAS, 54 (1962) 791. 14 Ya en 1963, hablando de los fines deI Vatieano II, entre los que se eneuentra la adap­

taei6n de la doetrina a las exigeneias modernas, eseribe J. Martinez refiriéndose a la eseo­Iastiea: «la eseolastiea tiene de suyo virtualidad mas que sufieiente para dar satisfaeei6n eum­plida a euanto legftimamente pueden exigir la mentalidad y vida modernas» (La verdad y la caridad ante el fin principal dei Concilio Vaticano II, en Teologia Espiritual, 7 (1963) 28-29)_ De esta afirmaei6n hasta el pIuraIismo teol6gieo quedaba mucha pOl' andar _ La afirmaei6n que hemos dada sobre los profesores de entonees, indudabIemente que no abarea a tOdos, pero si ereemos que pueda referirse a la mayoria. Un buen eatalizador de este momento eelesial espafioI los ve asi: «Gran parte deI profesorado doeente en los seminarios espafioIes hasta ahora proeedfa de la generaei6n preguerra, que podiamos también definir coma generaei6n posmodernismo. Aquel aeonteeimiento politico naeional y éste teoI6gieo-eelesi>\stieo condicio­naron en fuerte medida el taIante intelectual de muchas profesores. Cristalizaron en 1930, Y de ellos, unos, con ejemplar buena voIuntad, han ido renovando el vina y los odres y hoy la dan nuevo; otros intentaron ver si el vina nuevo se adaptaba a los odres vie jas, y no poeos siguen con su vina y sus odres. Fue una generaei6n ereeida en la atm6sfera defensiva, detee­tara de herejias, que produjo la represi6n modernista. Le fa1t6 eonfianza en la fuerza deI pensamiento, en la vitalidad de la investigaei6n, y par ello no tuvo impulsa ereador)) (OLEGARIO GoNZALEZ DE CARDEDAL, Meditaci6n teol6gica desde Espaiia, Salamanea, Sigueme, 1970, p_ 405).

15 La bibliograffa sobre el Vatieano II en esta época a que nos venimos refiriendo es muy redueida; efr. M. NrcoLAu, El pr6ximo Concilia Ecuménico, en Raz6n y Fe, 162 (1960) 149-164; L. DE ECHEVERRfA, El Concilio y la opini6n pûblica, Madrid, 1961; Dr. C. MORCILLO, Los temas

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2. Los teôlogos

"Qué esperaban nuestros te6logos del Concilio? Es dificil dar una res­puesta precisa a esta pregunta, pues como es l6gico no todos nuestros te6logos pensaban de igual manera. De la bibliografia de que disponemos, y de las conferencias a que entonces asistimos se podia sacar un denomi­nador comun. Podiamos decir que una gran mayoria de los te6logos espa­noIes coincidia en el fondo y en la forma en sus esperanzas conciliares. Del articulo antes citado de Mons. Morcillo se deducia que las esperan­zas eran muy vastas, pero muy imprecisas. El autor no hizo mas que ir siguiendo los distintos discursos 0 documentos papales referentes al Concilio. En él se hace una buena sintesis deI pensamiento deI Papa Juan XXIII sobre el Concilio Ecuménico.

Entre los articulos aparecidos por aquellas fechas es el deI P. Nicolau el que mas especifica y el que desciende a mas detalles. Por ese motivo 10 escogemos como paradigma de 10 que pOl' aquellas épocas esperaban nuestros te6logos deI Concilio que se iba a celebraI' 16.

Parece que el Concilio deberia reflexionar primera mente sobre aque-110s puntos que los Concilios Tridentino y Vaticano 1 habian dejado in­completos, como serian la naturaleza y prerrogativas deI episcopado. Entre estos puntos se hallaria también ellaicado. No olvidemos que par la época que nos ocupa el tema de los laicos, era un tema candente. Pio XII, con sus numerosos discursos dirigidos a los seglares, habia plantado las bases para una teologia deI seglar cat61ico, que ahora podia sancionar de una manera solemne un Concilio.

Se suponia que el Concilio emplearia el sistema de los precedentes, es decir, expondria la doctrina cat6lica por medio de definiciones solemnes.

Se tenian grandes esperanzas de que el Concilio se ocupara deI tema de los sacramentos; en concreto, el tema de las relaciones entre episco­pado y sacerdocio.

Sin duda alguna, el Concilio abordoria los problemas mas candentes entonces sobre la Sagrada Escritura, principalmente la problematica plan­teada por las teorias bultmannianas referentes a la comprensi6n deI N.T.

Una de las tareas mas importantes de su pontificado segun habia afirmado repetidas veces Juan XXIII tendrÎa pOl' objetivo 1:1 reforma deI Derecho Can6nico. También en esta materia el Concilio dejaria la

deI Concilia, en Ecclesia, 21 (1961) 115-116; M. USEROS CARRETERO, Esquemas preconciliares y opiniones personales, en Religi6n y Cultura, 7 (1962) 258-272. Hablando de esta época escribe J. L. MARTIN DESCALZO: «En los afios de preparaci6n conciliar sacerdotes y periodistas rivali­zaron en estaI' en las nubes. ;,Quién intuy6 en nuestro pais los caminos que iban a abrirsele a la Iglesia?» (Los primeras meses de la qUinta sesi6n conciliar, en Iglesia Viva, n. 2 (1966) 94).

16 Con esto no queremos decir que este articulo represente el pensamiento colegial de los te610gos espafioles. Habria muchos que disentirian de él; pro creemos que si representa una buena base de! pensamiento de muchos profesores y conferenciantes de aque! momento.

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marc a de su huella. En realidad no era mucho 10 que se suponia que en este campo habria que modificar 0 cambiar. Ademas de aceptar ya coma definitivas las reformas que se habhn ido introduciendo, coma las refe­rentes al ayuno eucaristico y a la misa, se hablaba de modificar la legisla­cion sobre los pecados reservados, las censuras y ciertos impedimentos. Se suponia ademas que el Concilio se limitaria a las grandes lineas de la re­forma deI Derecho, de jan do para mas tarde a otros organismos la adapta­cion concreta y detallada.

Se pensaba que el Concilio no dejaria de estudiar la naturaleza de la Accion Catolica, tema que estaba tan en boga y tan discutido en aquel momento, y en general se tenian grandes esperanzas de que estudiaria con detencion todo 10 referente a la espiritualidad seglar; en concreto, se pensaba en los Hamados institutos seculares, sin prescindir de los lai cos que viven de sus tare as temporales en el mundo.

Se llego a pensar que quiza el Concilio abrirîa algûn cauce juridico para establecer el estado de perfeccion en favor de los sacerdotes secula­res, ya que muchos de ellos se habian ligado libremente con algùn voto especial 0 pertenecîan a algul1J asociacion piadosa.

Referente a la exencion de los religiosos habia por entonces bastan­tes problemas, ya que por aquella época existia una verdadera efervescen­cia de fervor parroquial y diocesano. Tmnpoco seria extrano el Concilio a esta problematica.

También se suponia que serian frutos del Concilio la creacion de las juntas de Metropolitanos, las Conferencias episcopales y los seminarios in­terdiocesanos.

Timidamente se pedia la reforma de la Curia Romana en aras de la universalidad de la Iglesia, poniendo por delante que la Curia Romana en la actualidad desempenaba su cometido con verdadera eficiencia.

En la liturgia es en donde los espafioles al parecer éramos mas aVél11-zados. Se pedîa el uso de 18 lengua vulgar para aquellos puntos en que los fie1es debienll1 intervenir de una forma mas activa y personal. ASI, pues, el latîn seguiria siendo 'I~ lengua oficial de la Iglesü:l, pero por mo­tivos pastorales y practicos podrîan introducirse para algunas partes litur­gicas las lengu(l,s vulgares. Till11bién por vez primera 3'3 hablaba entre 110S0tro8 de establecer la concelebracion. La expcriencia de 11111Ch03 sacer­dotes en l'cunIones y congresos habian pucsto en el t:Jpete las dificnltades de ta do orden que acarreaba la celebracion de la misa individnal; {,pOl'

qué no restablecer el antiguo fito de la cOllcelebracion? El Concilio quiza tnmbién sc ocupsrla del establecimiento deI di8co­

nado permanente, que ya alguien sc habîa atrevido a pcdir en el Con·· greso de Asis (1956).

Por 10 anterÎormente eXpllesto puede verse qué placidamente vivian

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su fe los espafioles en pleno siglo XX. Aunque muchos de los temas antes indicados fueron tratados en el Concilio, el aire conciliar fue muy diferente del que nosotros nos imaginabamos 17.

3. Nuestras obispos

También los Metropolitanos radiografiaron la situacion espafiola pre­conciliar y expresaron sus espen'11zas a través de una "Declaraciôn colec­tiva ante el Concilio Vaticano II 18.

Comienzan nuestros obispos explicando a los fieles qué es un Con­cilio. Afirman que pululan demasiadas informaciones sobre aspectos acci­dentales, que a veces se pierden en elucubraciones sin sentido. Lo impor­tante -a juicio de nuestros prelados- es penetraI' en el misterio deI Con­cilio. Y a continuacion exp onen todo 10 que pudiéramos denominar teo-10gîa de un Concilio: los poderes episcopales, su sometimiento al Romano Pontifice, el ejemplo de unidad de la Iglesia frente al mundo, principal­mente pOl' 10 que se refiere a su unidad doctrinal. Hacen resaltar los obis­pas la gran importancia de la J erarquia en la conservaciôn del deposito de la revelaciôn. Dicen que impresionan por su numero las citas bîblicas en las que se resalta el sometimiento de los fieles a la misma.

Leîdos desde nuestra perspectiva de hoy parece que nuestros Metro­politanos de entonces nos estan hablando desde otro mundo. Dejan entre­ver que el episcopado es un organismo tan compacto que no es posible en élla existencia de diversas corrientes. POl' otra parte, se tiene la impre­siôn de que pensaban que el cometido deI prôximo Concilio seria confir­maI' 10 ya existente.

Luego los obispos buscan las causas que hubieran motivado la cele­braciôn deI Concilio, y después de estudiadas las sefialadas pOl' Juan XXIII aventuran ellos otras posibles. Los errores mas en baga en aquella época serian objeto deI estudio de la Asamblea. Asi escriben: "De un lado agit:m la vida humana doctrinas y sistemas filosôficos y polîticos, econo­micos y sociales, que pretend en dictar a todos los hombres de cualquier l'uza unos modos de vida que se contraponen nIas ensenanzas deI Evan­gelio, cuando no las contradicen diametl'almente, como sucede con el co­munismo ateo. En este aspecto vivimos las ûltimas y mas radicales con­secuencias de errores que ya cOllocieron los dos ùltimos Concilios, el de Trento y el Vaticano 1" 19.

El tono de est::s afinnaciones pnreœn qne ql1ieren ir mas alla de las

17 No estamos de acuerdo, por consiguiente, con 10 que anos mas tarde escribirfa el mismo P. Nicolau haciendo referencia a este articulo, al afirmar que en su articulo se habian adivinado las lfneas conciliares; cfr. MIGUEL NICOLAU, Problemas dei Concilio Vaticano II, Madrid, Stu­dium, 1963, p. 9.

18 Ecclesia, 21 (1961) 109-202. 19 Ecclesia, 21 (1961) 200.

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fronteras de nuestra patria. Aqui, en efecto, no parecen detectarse tales errores. Pero quiza, la alusiôn que mas adelante hacen a otras posibles desviaciones, ya se refieran mas concretamente a nuestro pais: "Hay un cierto espiritu de rebeldia y de soberbia autosuficiencia entre determinados seglares mal formados y poco piadosos; e incluso "entre los sacerdotes, especialmente entre los menos dotados de doctrina y de vida menos seve­ra -por decirlo con palabras dei Papa Pio XII-, se va difundiendo de modo cada vez mas grande y preocupante un cierto espîritu de novedad" (Carta Enciclica Menti Nost1'ae), que se manifiesta en iniciativas que t1'a­tan de burlar el refrendo de la J erarquia, en criticas irrespetuosas contra su magisterio 0 sus actuaciones, y en opiniones peregrinas acerca de de­terminadas devociones, métodos de espiritualidad, menosprecio dei cuIto a las sagradas imagenes, procesiones, etc., en contra deI sentir tradicional de la Iglesia" 20.

Este ûltimo pasaje de la Carta episcopal, a nuestro juicio, no tiene precio, porque detecta 10 que los obispos consideraban mas pernicioso en­tre nosotros. Como pue de verse, en realidad muy pocas deficiencias eran encontradas por nuestra Jerarquia en la vida deI Catolicismo espaîiol. Pero desde la perspectiva que dejan los aîios pasados, nosotros encontra­mos algunos defectos que consideramos radicales. Uno, el monopolio extremoso que la Jerarquîa hacîa de su autoridad. En vez de pedir a los fieles su colaboraciôn, sus sugerencias y su voz, se limitaba a llamarles la atenciôn deI peligro que podîan correr, so pretexto deI Concilio, de no seguir siendo tan sumisos a sus dictamenes; y eI otro, que se deriva inme­diatamente de éste, la incapacidad de los fieles para pensar por propia cuenta 21.

Si observamos después cômo se planteô el Concilio hemos de afirmar sin ningûn temor, que por esta época la problematica que un dia seria conciliar, tanto a los obispos espaîioles coma a sus fieIes les sonaba a mûsicas celestiales 22.

Por eso nos parece justo terminar estas breves reflexiones sobre la pro­blematica anteconciliar con el epîgrafe que encabezamos este estudio de los aîios antecedentes al Concilio Vaticano II. iEspaîia dormîa!

20 Ecclesia, 21 (1961) 200. 21 Véase esta frase de la misma Declaraci6n: "Cuando la Jerarquia habla, todo criterio

propio tiene que ceder, porque la fidelidad al mensaje de Cristo, seglin ense!h\bamos en la primera parte de esta Declaracion, s610 se concibe a través de la Jerarquia, digan 10 que quieran los enemigos de Cristo 0 algunos fieles y aun sacerdotes desorientados, que mediante distingos imposibles y absurdos pretenden ser audaces y modernos y solo son desobedientes 0 insensatos (Ecclesia, 21 (1961) 202).

22 Ya hemos hecho notar en varias ocasiones coma nuestra preparaci6n e intuicion conci· liares fueron nulas. Tenia raz6n el P. Arias cuando escribi6: "Cristo amigo y hermano hablo por boca de Juan XXIII en el amanecer dei Concilio, cuando todavia nuestro Dios era mas el Dios de Moisés que el de Maria, cuando aun nos mirabamos con recelo unos a otros para no contaminarnos, cuando el condenarnos era una virtud, cuando pecabamos todos de pela­gianismo y no nos sonrojabamos siquiera de nuestro maniqueismo» (El Concilia, trontera dificil, Madrid, El Perpetuo Socorro, 1966, p. 5).

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II. LOS ANOS DEL VATICANO II

Ya hemos dicho que este momento conciliaI' ha de sel' considera do coma una curiosa expectativa en nuestro vivi!' religioso espanol. Espana era en 10 religioso un pais hondamente conservador. Los grandes proble­mas que sacudian al resto de las naciones europeas nos llegaban aqui de soslayo, y nosotros ademas reaccionabamos a la defensiva. La Jerarquîa mas vinculada al Derecho Canonico que a la Sagrada Escritura carecia de imaginacion y controlaba pOl' 10 demas la situacion sin grandes dificul­tades. En este entomo ideologico espanol hacia su aparicion en la Iglesia el Concilio Vaticano II.

La pregunta salta en seguida a nuestros labios, l,como reacciono Es­pana ante la Asamblea que se estaba celebrando en Roma? A grandes rasgos podiamos decir que a un primer momento de estupor siguieron otros en que lentamente el pueblo y el episcopado fueron despertando e incorporandose de una forma activa al gran movimiento centroeuropeo que era dueno y senor dei Concilio. Lo que siempre sera cierto es que los obispos espanoles dei Vaticano II no eran los Padres conciliares de Trento.

El publico solo se fue problematizando conciliarmente, cuando nues­tros peritos al regreso de las sesiones conciliares nos narraban coma se iban desarrollando los debates 23. Pero de este incorporarse a la marcha deI Concilio solo era participe una minoria 24. Una encuesta realizada en el ultimo periodo conciliaI' indicaba que un treinta y cinco pOl' ciento de los espafioles ignoraba que se estuviera celebrando un Concilio.

Esa minoria 0 élite a que antes haciamos referencia -sacerdotes, reli­giosos y seminaristas, junto con algunos lai cos cultos- poco a poco se fue dando cuenta de 10 que en Roma estaba sucediendo. A este momento preciso hay que atribuir el comienzo de 10 que mas tarde terminaria divi­diendo radicalmente a los espanoles 25.

23 Refiriéndose a este primer momento conciliar escribe J. L. MARTIN DESCALZO: «Este libro nace de una tristeza, la de quien al llegar entusiasmado deI Concilio se encuentra un clima catôlico que ha vivido en una dulce indiferencia aquello que unD habla juzgado entusiasmante. Del Concilio la mayorfa de los espanoles no sabla nada, ni para bien ni para mal» (Un perio· dista en el Concilio, Madrid, PPC, 1963, p. 9). El autor echa la culpa de esta indiferencia espanola a la prensa, que se ha limitado a transmitir escuetamente los comunicados oficiales (cfr. o. c., p. 9).

24 «Si uno tuviera que dar su 'balance' deI momento dirfa esto: Una gran mayorla (y en­tiendo par gran mayoria un 80 0 un 90 pOl' 100 de los espanoles) no se ha incorporado para nada 0 casi nada al clima concilia!» (Los primeras meses de la quinta sesiôn conciliar, en Iglesia Viva, n. 2, 1966, p. 9).

25 Conozco personalmente el caso de un profesor muy querido de sus alumnos, que se granjeô su enemistad definitiva pOl' el hecho de haber defendido con calor a la vuelta de una sesiôn conciliaI' las posiciones extremistas de un cardenal de la Curia Romana.

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342 JAVIER VALVERDE

1. Nuestros obispos en el aula conciliar

i., y el papel de nuestro Episcopado en el Concilio? Ya 10 hemos hecho notar; también nuestros obispos, formados en su mayor parte en un am­biente de defensa y de miedo a la herejî'a, se fueron poco a poco abriendo paso en el aula conciliar. En general, mantuvieron una Ilnea abstracta y conservadora, pero creemos que no hicieron el ridîculo como algunos co­mentadores se han atrevido a decir 26.

El P. Peinador, que juzgaba el Concilio desde una perspectiva neta­mente conservadora, los ha visto aS1: "Para nuestro gusto, las interven­ciones de los espafioles, casi todas durante la discusiôn de los esquemas "de libertate y de Ecclesia in mundo huius temporis", sobresalieron par su valentia, su claridad -con una sola excepciôn- y su acierto. Par for­tuna no se dio la menor nota discordante. Defendieron con ardor el pun­to de vista justo. Mas nos hubiera gustado, desde luego, que todos hubie­ran entendido que no eran sôlo los que habla ban 0 mandaban par escrito sus observaciones, sino el Episcopado espafiol en pleno, representado por ellos, el que opinaba, el que objetaba 0 el que exigîa, segun los casos. TaI es nuestro parecer, farmado, no a través de resumenes de prensa, sino después de olrles directamente a todos los que han intervenido en la asamblea conciliar" 27.

El gran mérito de los espafioles en el Concilio ha sido el de obligar a los centroeuropeos a precisar sus conceptos. Ademas, nuestros obispos se fueron abriendo poco a poco a los aires nuevos que soplaban en el aula conciliar, y al final algunos hicieron un papel bastante discreto.

2. Los obispos espanoles al final deI Concilia

En "la Declaraciôn colectiva deI Episcopado espafiol para la etapa posconciliar", firmada en Roma el 8 de diciembre de 1965, nuestros pre­lados indicaban claramente que una nueva época se abrîa para la Iglesia de Espafia y para la Iglesia univers al 28. Merece que nos detengamos a exa­minar este documento, ya que indiea el pensamiento religioso de nuestro episcopado en el momento de clausurarse la asamblea conciliar. Esta Carta, cotejada con la Declaraciôn de nuestros Metropolitanos hecha en la etapa preconciliar nos indic a cuanto se habla corrido en Espafia en tan poco tiempo.

26 AIgt1n padre quizas habla demasiado. Daba la impresi6n de que queria hacerse notar y pasar a la historia.

27 ANTONIO PEINADOR, El Vaticano II visto y juzgado por un perito, en Ilustraci6n dei Clero, nllinero extraordinario dedicado al Concilio Vaticano II, junio 1960, p. 14. En su visi6n deI Concilia, el autor no deja ocultar su entusiasmo par el ala conservadora. Las observaciones que hace sobre nuestro episcopado no las consideramos deI todo atinadas. En las etapas fina· les deI Concilio no todos nuestros obispos fueron conservadores.

Otros juzgarian con menos benevolencia, y quiza mas justicia, la presencia de nuestros obispos en el Concilia.

28 Ecclesia, 25 (1965) 1762·1765.

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VATICANO II: ACONTECIMIENTO IRREVERSIBLE 343

a. Un nuevo estilo. Lo primero que Hama poderosamente la atencion al leer esta Declaracion es que algo nuevo ha sucedido. Si a un lector impersonal, se le ocultara la fecha de esta Declaracion, y se la hieieran leer inmediatamente después de la Carta de los Metropolitanos, juzgarîa con toda seguridsd que la distancia entre ambos documentos es de siglos. Un nuevo aire y un nuevo espîritu corren por toda ella 29.

Los Metropolitanos nos hablaban con miedo de aqueHos saeerdotes y seglares inquietos que pareee se resistîan a esperar de la J erarquîa sus con-­sejos. Ahora es la misma Jerarquîa la que confiesa que neeesita la ayuda de todos; y diee abiertamente y sin ningûn miedo "que nos hemos ador­mecido a veees en la confianza de nuestra unidad catolica, amparada por las leyes y por tradiciones seculares" 30. Los Obispos se hacen mas realis­tas. Hablan de las realidades sociologicas de nuestro pueblo que hay que conoeer. Se haeen alusiones veladas a las dos Espaiias. El Concilio urge que nos comprendamos: "El primer fruto de nuestra renovacion debiera ser una mayor union y concordia entre los espaiioles, superando las dife­rencias, que por razones historieas 0 cualesquiera motivos sociales y polî­ticos pudieran separarnos. Nuestra plena unidad en la p2Z fecunda de los espîritus es condieion indispensable para alcanzar los frutos que esperamos deI Concilio, tanto en la vida religiosa como en el orden temporal" 31. Cuan­tos aiios hubiéramos neeesitado -sin Concilio- para comprender esta sencilla verdad, que aûn hoy pat'eee sonar a heterodoxia a muchos compa­triotas nuestros instalados economiea 0 ideologicamente: la pacificacion de los espîritus de todos los espaiioles sin excepcion.

Estas ûltimas frases deI Documento de nuestros obispos, escritas a im­pulsos deI optimismo conciliar, no les hizo prever entonees cuantos rios de tinta harÎan correr en aiios posteriores, cuando en Espaiia se hicieran el eentro de una gran polémica.

El Concilio habîa traido para la sociedad espaiiola nuevos aires; ya no seria facil identifiear a los catolicos con deferminados grupos de dere­chas. Al menos el Concilio y la Declaracion de nuestros obispos daban pie para ello, aunque la realizacion de este programa no se llevara a cabo sin dolorosos desgarros.

Este nuevo aire que el Concilio venia a traer a nuestra Iglesia de Es­paiia, se caracterizaba también por un optimismo desbordante. Algunos aiios mas tarde pocos de nuestros obispos se hubieran atrevido a estam-

29 A pesar de 10 QuaI no obsta para que estemos de aouerdo oon J. M. Desoalzo ouando esoribe: «A pesar deI enorme interés de muohos de sus parrafos, sea porque no se logr6 el tono apto para llegar al hombre de la oalle, sea porque los j6venes vieron en ella sobre todo los fragmentos que mostraban la voluntad de oonservar por enoima de la voluntad de revisar y renovar, 10 oierto es que aquella voz son6 en el desierto. Apenas se han vista comentarias en prensa y revistas. Apenas se la ha aludido en sermanes y oanferencias» (lglesia Viva, 1. O.,

P 95). 30 Ecclesia, 1. O., p. 1766. 31 Ecclesia, 1. O., p. 1766.

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par en un documento colectivo frases de tanta esperanza en el futuro: "Las deliberaciones y disposiciones conciliares han difundido en la Iglesia 10 que el Papa Pablo VI ha Hamado una "nueva psicologfa", en que se combina la fidelidad a la tradicion y la sintonfa con la hora en que vivi­mos ... jEs justo que demos gracias a Dios!" 32. "Tenemos grandes posi­bilidades, y muchas esperanzas en el Senor al acometer la tare a deI pos­concilio" 33. Por todas partes el Documento rezuma optimismo. Por el momento no se vislumbran grandes dificultades en el Catolicismo espanol; al contrario, todo hace suponer que una nacion tan profundamente cato­lica coma Espana responda con un vigor nuevo a esta nueva interpelacion deI Espiritu Santo. Asf se 10 recordaba el Papa a los obispos espanoles el 26-XI-1965. Ademas, la prontitud con que en nuestro pafs se habfa puesto en practica la renovacion de la liturgia colmaba las esperanzas de nuestros obispos. El cielo, pues, estaba muy claro en Espana 34.

b. Los puntos neuralgicos de la Declaraciôn. Ademas de exhortar a los fieles a la puesta en practica de las normas conciliares, la Declara­don tenfa por objeto presentar a los cristianos de Espana aquellos temas deI Concilio que pudieran serles mas extranos.

Del estupendo estudio que el Concilio ha hecho sobre la constitucion de la Iglesia se deducen las exigencias de. un diâlogo fecundo entre obis­pos sacerdotes y fieles en la recta ordenacion deI apostolado 35. Se habla deI pluralismo coma de una de las caracterfsticas mas notables de nuestro tiempo. Y bajo este aspecto nos presentan la doctrina deI Concilio sobre la Iglesia y los no cristianos, la libertad religiosa y la Iglesia y el mundo de nuestros dfas.

En 10 tocante a la libertad religiosa los obispos constatan que los de­bates que sobre ésta se hicieron en el aula fueron muy vivamente seguidos por Espana. Ahora hay que despreocuparse de las discusiones deI aula conciliar y "atenerse lealmente a la doctrina proclamada" 36. La libertad religiosa, dicen nuestros prelados, no se opone a la confesionalidad del Estado ni a la unidad relimosa de una nacion.

Por fin quedaba desterrada de nuestro léxico la palabra tolerancia, y el respeto profundo a la persona humana también entraba a formar parte de nuestro patrimonio comûn.

Por 10 que se refiere a la Constitucion "Gaudium et Spes", creemos que la afirmacion mas grave se halla al final de la Declaracion: "Las di­rectrices conciliares sobre la vida economica, social y polîtica deben ser

32 Ecclesia, 1. c., p. 1763. 33 Ecclesia, 1. c., p. 1767. 34 Ecclesia, 1. c., p. 1763. 35 Anos mas tarde la famosa <lasamblea conjunta» seria una sencilla aplicaci6n de este prin·

cipio senalado par nuestros obispas. Y nosatros nos preguntamas: !,par qué entances muchas de eIlas se opusieron y vieron con malas ojas esta reuni6n?

36 Ecclesia, 1. c., p. 1765.

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VATICANO II: ACONTECIMIENTO IRREVERSIBLE 345

guîa en el proceso de instauraciôn de un orden justo, en que los bienes materiales y espirituales lleguen a todos los ciudadanos en una distribu­ciôn equitativa y todos los ciudadanos puedan influir de alguna manera en las instituciones pûblicas" 37. Quedaban asi sentados los principios para actuaciones posteriores de nuestro episcopado en el terreno social. La J e­rarquîa espanola comenzaba a tener conciencia de la importancia de la doctrina conciliar para las realidades sociolôgicas de Espana.

Al finalizar esta breve sîntesis de la Declaraciôn episcopal, no pode­mos menos de constatar las diferencias notables entre ella y la De­claraciôn precedente de nuestras Metrapolitanos hecha en la etapa pre­conciliar de los anos sesenta. El Concilio habîa supuesto para la Iglesia de Espana, al menos como aparece en esta Declaraciôn, una verdadera conversiôn. Con esto no queremos decir que el Episcopado hubiera asi­milado plenamente todo el espîritu latente en los documentos conciliares. Los anos posteriores nos vendrîan a decir que el Concilio no habîa sida perfectamente asimilado, pero el cambio y la conversiôn se habîan rea­lizado.

3. Un lenguaje nuevo en algunas declaraciones de obispos 38.

El Dr. Bueno Monreal se halla satisfecho y contento por todo 10 que ha supuesto el Concilio. Pero su satisfacciôn mis grande se halla en 10 que el Concilio ha dicho de los seglares. "Y a es hora de que dijéramos a los seglares que ellos son Iglesia" 39. El Concilio ha descubierto a los seglares su verdadera vocaciôn. A juicio deI prelado esta verdad se oscu­reciô a partir de la reforma protestante, cuando la Iglesia Catôlica acentuô las funciones de la Jerarquia. Pero la afirmaciôn mâs grave deI cardenal de Sevilla es que él es partidario de los diâconos casados. l,Quién se hu­biera imaginado oir de boca de un obispo una afirmaciôn seme jante en Espana hacîa algunos anos? Pera no son sus afirmaciones concretas 10 mâs significativo; 10 mâs importante es la nueva mentalidad que se deja adivinar en sus impresiones conciliares 40.

A juicio del Dr. Dîaz Merchân 10 mâs importante deI Concilio ha sido el intercambio de ideas. Segun él, las divisiones de que con tanta insis­tencia hablaba la prensa, eran mâs aparentes que reales; habîa un fondo de profunda unanimidad 41.

Mons. Cirarda confies a sin ambages que se siente muy otra después

37 Ecclesia, 1. C., p. 1764. 38 Expandremas las declaracianes de algunas abispas hechas en los dfas de la clausura deI

Concilia al P. Arias; cfr. P. ARIAS, El Concilia, /rontera di/ici!, Madrid, El Perpetua Sacarra, 1966, pp. 362-391.

39 P. ARIAS, o. c., p. 263.

7

40 Cfr. P. ARIAS, O. c., pp. 262-265. 41 Cfr. P. ARIAS, O. c., p. 369.

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deI Concilio 42. No se trata, pues, de que el Concilio haya adoptado unas cuantas f6rmulas; se trata, ante todo, deI nuevo espîritu que ha creado. Hablando de los cambios que el Concilio ha producido en su vida per­sonal, dice Mons. Cirarda que se nota "en una sensaci6n mas apremiante de sencillez y pobreza evangélica. Veo, por otra parte, que el ejercicio de la autoridad, que el Senor me ha confiado en su Iglesia, tengo que cumplirlo con un sentido de servicio, mandando, sî, porque el ejercicio propio de la autoridad es mandar, pero mandando de otra manera: en contacto întimo con los sacerdotes y fieles, para oh sus consejos y recibir sus iniciativas" 43. Y mas adelante anade: "El Concilio ha supuesto un impacto fuerte en todos nosotros" 44. No es de extranar que en Espana sor­prendan algunos planteamientos conciliares, pues hemos vivido algunos anos bastante apartados deI resto deI mundo, nos viene a decir el enton­ces joven obispo auxiliar de Sevilla.

Don Mauro Rubio puntualiza, por su parte, que el Concilio ha lleva­do a su conciencia la tranquilidad y la paz: "la tranquilidad y la alegrîa de saber que 10 que en estos ûltimos diez anos decîamos y hacîamos unos cuantos sacerdotes y seglares -en el orden pastoral, intelectual, social­no era un subproducto de la exaltaci6n y el romanticismo juveniles" 45.

4. La actitud de los cat6licos espaflOles jrente al Concilia

A la hora de cerrarse el Concilio comenzaban a manifestarse en Es­pana dos formas muy distintas de interpretarlo. Una oposici6n abierta al mismo no se daba. Nuestros obispos en la Declaraci6n antes citada aluden expHcitamente a estas dos formas: "Tales posturas extremistas, que se han enfrentado con intensidad en algunas partes, se manifiestan también en Espana. Algunos disimulan mal su disgusto ante ciertas de­terminaciones conciliares. Otros propenden a reformas apresuradas, al margen 0 contra las disposiciones de la Jerarquîa" 46. Esta afirmaci6n de los obispos deja entrever muchas cosas. Segûn ella, se puede suponer que se estaba fraguando un grupo conservador, que no intentaba ûnicamente dar una interpretaci6n al Concilio, sino que se opondrîa a él directamen­te. La otra parte, la avanzada 0 progresista, ûnicamente era acusada de su demasiada prisa en poner en practica las decisiones conciliares. Poco tiempo serîa necesario para que también esta postura manifestara su opo­sici6n al Concilio so pretexto de que 10 importante no era la pues ta en practica de las decisiones conciliares, sino de su mentalidad. Asî, ya

42 Cfr. P. ARIAS, O. c., p. 273. 43 P. ARIAS, O. C., p. 374. 44 P. ARIAS, O. C., p. 375. 45 P. ARIAS, O. C., p. 388. 46 Ecclesia, 1. c., p. 1763.

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el mismo dîa en que los obispos deI Orbe cat6lico clausuraban solemne­mente el Vaticano II, se estaba fraguando un conflicto agudo en la hasta entonces tranquila Espafia.

Mons. Cirarda analizando nuestra actitud frente al Concilio descubrîa las siguientes posturas: 1) los que no se han sorprendido. Se trata de una pequefia élite, que vivîa en contacto con la literatura europea, y ha visto el desenlace deI Concilio como un desarrollo normal de esta problematica que se venîa fraguando. En este grupo hay algunos que van mas alla de 10 que el Concilio ha dicho 47. 2) Los asustados. "Son los que no acaban de entender nad a de las maravillas de esta hora grande de la historia" 48.

En este grupo descubre el obispo a unos que actuan de buena voluntad, y que en honor a la tradici6n se resisten a todo cambio, y a otros que utilizan a la Iglesia anteconciliar para mantener su estabilizaci6n privile­giada en el campo econ6mico. 3) Los desinteresados. Son aquellos que creen que el Concilio es cosa de curas. El obispo se refiere a esa gran masa que apenas sabe que se esta celebrando un Concilio. 4) El de los buenos cristianos turbados. Son ese grupo de cristianos que piensan que verdaderamente el Concilio es ob ra de Dios, pero se sienten incapaces de compaginar sus decisiones con la fe que ellos habîan creîdo antes 49.

Creemos que estas atinadas observaciones de Mons. Cirarda han pues­to el de do en la llaga. El Concilio para Espafia era sobre todo una novedad. Mas que los Decretos aprobados, que muchos cat6licos desconocîan por completo, 10 que aquî impresionaba sobre manera eran las nuevas perspec­tivas que el Concilio habîa abierto en la Iglesia 50.

J. L. Martîn Descalzo, a su vez, veîa para Espafia tres peligros a la hora de implantar las decisiones conciliares 51: 1) el minimismo. Defienden esta posici6n aquellos que dicen que aquî en Espafia ya venîamos hacien­do 10 que ahora ha decidido el Concilio. También pueden pertenecer a este grupo aquellos que tienen una idea muy particular de Espafia, y a la hora de tomar decisiones serias nos vienen con eso de que "Espafia es

47 Cfr. El Cancilia vista par las peritas espanales, Madrid, Euraamérica, 1965, p. 3. 4S El Cancilia vista par las peritas espanales, o. c., pp. 3-4. 49 Cfr. El Cancilia vista par las peritas espanales, o. c., p. 6. 50 Muy otro es el juicia deI P. PEINADOR en su ya citada Cr6nica canciliar. Veamos a moda

de ejemplo c6mo explica el Decreta de Ecumenisma: <<Para nuestro gusta, un ejempla tlpico de esto que decimas puede encantrarse en el ecumenisma. En realidad se trata de la puesta en practica de varios preceptos de la caridad: positivos, como el de la correcci6n fraterna en toda su amplitud, 0 negativos, como el de evitar el escandalo 0 la cooperaci6n al mal. De siempre los te610gos cat6Iicos vienen dandonos con claridad suma los principios por los que tiene que regirse el hombre en sus relaciones con los otros hombres, por exigencias de esta virtud y de la justicia. Si en su ropaje especial el ecumenisma no encierra esos principios, no dice nada, si los encierra 10 dice todo. El caSO es entenderse» (a. c., p. 58). El caso es enten­derse, decimos nasotros también. Si los decretos conciliares se han Iimitado a decir unica­mente la que ya ensefiaban las te610gas cat6licos, para esa no era necesario un concilia, coma habla dicho Juan XXIII a los Padres conciliares. Por 10 demas, nos gustarla que el P. Peinador nos dijera a cual de esos dos preceptos por él aludidos se debe el nacimiento de la Inquisi­ci6n. Mucho nos tememos que el P. Peinador, estando presente en el aula conciIiar, no haya percibido 10 mas importante que aIl! se estaba ventilando.

51 Cfr. Iglesia Viva, 1. c., PP. 95-96

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diferente". 2) Los amargados. Estos cre en en el Concilio, pero estan con­vencidos de que aqui en Espana no hay nada que hacer. 3) El cisma de los esp'iritus. Entre nosotros no habra cismas teologicos, pero seguramente los catolicos se dividiran en los de antes del Concilio y en los de después deI Concilio.

A pesar de todo, el autor cree que se comienzan a dibujar en la geo­grafia nacional una serie de sintomas que nos hacen estar abiertos a la esperanza.

Esta es, en smtesis, la trayectoria seguida pOl' el Concilio entre nos­otros. El deshielo ha sido lento, pero el Concilio ha supuesto para Espana un milagro que todos creiamos imposible.

JAVIER V AL VERDE GIL, ocd Triana, 9 Madrid-16

III. ESPIRITUALIDAD POSCONCILIAR

"1966 Tiempo de Concilio"

Editorial Nova Terra acerto con este sencillo titulo puesto a una de sus colecciones. A primera vista parece inexacto. El Concilio habia ter­minado en 1965. Pero ideologicamente se habia dado en el clavo, 1966 era ano conciliar. Es opinion comun, y los escritos de ese ano 10 recordaban, que "la historia prueba que los periodos postconciliares son al menos tan importantes coma los Concilios mismos" 1. Incluso habia quien preferia acentuar la importancia deI postconcilio asegurando que "la historia de los Concilios demuestra que la mayor 0 menor eficacia de ellos se ha de­cidido, casi siempre, en la etapa postconciliar. De ahi -anadia- la tras­cendencia deI momento que vivimos" 2.

Terminada, pues, la marcha de nuestros obispos sobre el Vaticano, marcha casi siempre de alumnos, vueltos a Espana cronistas y peritos, y terminada la tension preocupada 0 despreocupada de los que observaron el concilio desde el propio suelo llegaba el momento de poner manos a la obra. El concilio no se habia convocado para sel' un acto folklorico, sino para vitalizar la existencia cristiana. Era esto 10 que estaba en juego y 10 que h,,-bia que ganar con ilusion, cabeza, tes on y hasta furia espanola.

1 Retlexiones sobre el Concilio, en Hechos y Dichos, n. 300 (enero 1966) 6. 2 El Concilio por las di6cesis, en Ecclesia, 26 (1966) 376.

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diferente". 2) Los amargados. Estos cre en en el Concilio, pero estan con­vencidos de que aqui en Espana no hay nada que hacer. 3) El cisma de los esp'iritus. Entre nosotros no habra cismas teologicos, pero seguramente los catolicos se dividiran en los de antes del Concilio y en los de después deI Concilio.

A pesar de todo, el autor cree que se comienzan a dibujar en la geo­grafia nacional una serie de sintomas que nos hacen estar abiertos a la esperanza.

Esta es, en smtesis, la trayectoria seguida pOl' el Concilio entre nos­otros. El deshielo ha sido lento, pero el Concilio ha supuesto para Espana un milagro que todos creiamos imposible.

JAVIER V AL VERDE GIL, ocd Triana, 9 Madrid-16

III. ESPIRITUALIDAD POSCONCILIAR

"1966 Tiempo de Concilio"

Editorial Nova Terra acerto con este sencillo titulo puesto a una de sus colecciones. A primera vista parece inexacto. El Concilio habia ter­minado en 1965. Pero ideologicamente se habia dado en el clavo, 1966 era ano conciliar. Es opinion comun, y los escritos de ese ano 10 recordaban, que "la historia prueba que los periodos postconciliares son al menos tan importantes coma los Concilios mismos" 1. Incluso habia quien preferia acentuar la importancia deI postconcilio asegurando que "la historia de los Concilios demuestra que la mayor 0 menor eficacia de ellos se ha de­cidido, casi siempre, en la etapa postconciliar. De ahi -anadia- la tras­cendencia deI momento que vivimos" 2.

Terminada, pues, la marcha de nuestros obispos sobre el Vaticano, marcha casi siempre de alumnos, vueltos a Espana cronistas y peritos, y terminada la tension preocupada 0 despreocupada de los que observaron el concilio desde el propio suelo llegaba el momento de poner manos a la obra. El concilio no se habia convocado para sel' un acto folklorico, sino para vitalizar la existencia cristiana. Era esto 10 que estaba en juego y 10 que h,,-bia que ganar con ilusion, cabeza, tes on y hasta furia espanola.

1 Retlexiones sobre el Concilio, en Hechos y Dichos, n. 300 (enero 1966) 6. 2 El Concilio por las di6cesis, en Ecclesia, 26 (1966) 376.

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ILusroN, TRABAJO, ESPERANZA Y DESILUSrON

"Apasionante tarea"

Espafia, aunque pobre material e ideolôgicamente, es generosa y de­bemos reconocer que su despertar a 1966 fue un despertar lleno de bue­nos deseos e ilusi6n. "En Espana estamos asistiendo a este despertar de un interés profundo por los temas teolôgicos, interés nacido de una vo­luntad de fidelidad al concilio" 3. Los te6logos tienen conciencia de estar ante una "apasionante tarea" 4. Quizâ nadie coma ellos han sufrido ante la indigencia de un pueblo y saben que "el Concilio se presenta asÎ como la gran oportunidad: una oportunidad excepcional" 5.

Y este sentimiento se observa no sôlo en los sesudos teôlogos, sino en quienes mâs modestamente se dirigen a masas enteras. Quizâ las mas as no hayan captado 10 apasionante de estos momentos (no queremos ser ilusos), pero ciertamente quienes estân en contacto con ellas sÎ que 10 saben y 10 viven. Y esto ya es importante. Tomar conciencia es dar el primer paso. Y esta conciencia es tan fuerte y palpable que se cree una tonterÎa repetirlo: "decir que estamos en un momento muy importante es, de puro sabido, como no decir nada" 6. Pero, a pesar de todo, se siente la necesidad de proclamarlo: "pero la verdad es que 10 estamos" 7. Esta ilu­si6n no se paga con nada. Es el principio de cualquier ulterior suceso, en­tendida la palabra en su mâs rico significado.

"El momento de la accion"

Espana se puso inmediatamente en acci6n. Sociolôgicamente no pode­mos decir, y menos afirmar coma evidente, que "la primera mitad dei ano 1966 ( ... ) se va a caracterizar por una preocupaciôn general en tomo al conocimiento de las grandes cuestiones que los padres conciliares han abordado y aprobado" 8. Es posible que también esto se diera. Pero no podemos ponerlo coma actividad ûnica, ni siquiera primordial en Espana. Nuestros obispos, con fecha 8 de diciembre de 1965 y desde Roma decîan

3 OLEGARIO GONZALEZ DE CARDEDAL, Meditaci6n teal6gica desde Espaiia, Salamanca, Sigueme, 1970, p. 387. Coma se sabe, este libro refieja la década de los afios sesenta. A veces, coma en la cita dei texto, no es facil precisar la fecha en que tales palabras fueron escritas. Otras veces, si, ya que la advierte la nota a pie de pagina.

4 Presentaci6n, en Iglesia Viva, n. 1 (1966) 5. Es la presentaci6n no s610 dei nll.mero, sino también de la revista, que se abre con esas paginas.

5 J. I. TELLECHEA, La hora de la aceptaci6n, en Iglesia Viva, n. 1 (1966) 19. 6 La Conterencia episcopal espaiiala, en Ecclesia, 26 (1966) 335. 7 Ibidem. 8 C. FLORISTAN, Balance general dei Concilia, en Ecclesia, 26 (1966) 317.

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350 J. M. CORDOnÉS

a la naci6n: "ha llegado el momento de la accion: el de asimilar la doc­trin a y el de llevar las decisiones a la prâctica" 9.

Podemos asegurar (y se constatarâ inmediatamente) que ya en el um­braI de 1966 no pocos grupos de espanoles habfan asimilado la doctrina conciliar y tenfan prisa por pasar a la accion. Conscientes de que el que da el primero da dos veces, 1966 no podfa pasar a la historia deI cristia­nismo espanol como el ano dedicado a un estudio en soledad deI concilio. Era conviccion general, al menos en los cuadros de mayor relieve, que "no se puede esperar demasiado" 10. 1966, pues, marca des de sus mismos comienzos el momento de la accion.

Con los pies en el suelo

La ilusion y la frescura con que Espana se lanza a pensar, exponer, profundizar y vivir el concilio no es irracional y romântica. Es normal un estilo en cierto modo triunfalista, frases ampulosas, afirmaciones redon­das, optimismo exagerado, etc. Pero también hay cabezas bien asentadas, las primeras en la accion y las mâs comprometidas, que saben que el mejor termometro deI suelo son los pies. Se tiene conciencia de la realidad y deI carâcter de Espana. Y se conoce el fondo ideol6gico deI concilio. No pierden de vista desde el primer momento que "son dos los elementos a conjugar y no uno: El Concilio y el Catolicismo espanol" 11. De este conocimiento hay que partir. He aquf los principales puntos a tener en cuenta para una accion conciliar en Espana, en el orden estrictamente religioso:

"Subdesarrollo teol6gico" 12, Las pâginas precedentes nos han hecho vislumbrar hasta qué punto era pobre nuestra teologfa y 10 desconexio­nados que estâbamos de los verdaderos problemas conciliares. Crefamos que el concilio iba a ser otra cosa. Por eso, en este umbraI, no es extra­no que los te610gos se confiesen con humildad: "lc6mo no reconocer que va a ser indispensable antes que nada un enorme esfuerzo de renovacion intelectual?" 13. Al mismo tiempo se llama la atenci6n a los espanoles para no desaprovechar el poco bien que trae consigo ir detrâs de los demâs: tengamos la sabidurfa de no tropezar donde otros 10 hicieron 14.

Si para ellos fue casi inevitable, por estar el camino sin roturar, nos­otros no tendrfamos perdon. Serf a una muestra mâs de nuestra ineptitud para ir adelante por la vida.

9 Ha llegado la hora de la acci6n. Declaraci6n colectiva dei episcopado espaiiol para la etapa posconciliar, en Ecclesia, 25 (1965) 1763.

10 J. L. TELLECHEA, La hora de la aceptaci6n, 1. C., p. 19. El autor recoge la voz dei obispo de Salamanca, M. Rubio Repullés.

11 O. FULLAT, I,Espaiia es cat6Uca?, en Iglesia Viva, n. 4 (1966) 56. 12 O. GONzALEZ DE CARDEDAL, o. c., p. 382. 13 Fresentac/6n, en Iglesia Viva, n. 1 (1966) 4. 14 O. GONzALEZ DE CARDEDAL, O. c., pp. 11, 384.

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VATICANO II: ACONTECIMIENTO IRREVERSIBLE 351

"Moralismo notable". "Nuestro cristianismo tradicional fue en ver­dad de un moralismo notable" 15. Esto implica un concepto de Iglesia muy especial, sobre todo de su dinamismo, "uno de los aspectos mas impor­tantes deI Vaticano II'' 16, Y de la santidad. La Iglesia debera concebirse como realidad imperfecta en trance de superaciôn, y su santidad "consis­tira en una mayor recepci6n de Dios en el alma, mucho mas que en una mayor adquisici6n de la santidad por el cumplimiento de unas normas, aunque éstas sean las evangélicas" 17. l,Cômo recibira esto el pensamiento espafiol? Quiza "el Ecclesia semper reformanda les suena a slogan sub­versivo, porque en su concepciôn la Iglesia esta fuera de la historia" 18.

"Estilo conciliar" 19. Quienes han asimilado el espiritu deI concilio admiten sin dificultad, mas atm, proc1aman como necesario, que por enci­ma de cualquier afirmaciôn particular, y por encima de todas las afirma­ciones juntas queda eso que puede llamarse estilo conciliaI'. l,Cômo 10 cap­taran las mentes "fieles"?

Si llegase el conflicto... Se hizo famosa la intervenciôn de un Procu­rad or en Cortes quien llegô a decir: "en casa de un conflicto entre los principios deI Concilio y los principios deI Movimiento, optaria pOl' estos ûltimos". Esta mentalidad hizo necesario tener en cuenta, si se queria des­de un principio caminar con los pies en el suelo, llamar la atenciôn sobre nuestro sel' socio-polltico para tener conciencia de los posibles "obstacu­los a la penetraciôn deI Concilio en Espafia" 20.

"Estos conservadol'es son la gran masa de nuestros fietes". No todos velan con buenos ojos el concilio. Un sacerdote anciano le contaba a un seglar de pro: "la mala suerte ha sido la nuestra, que tuvimos que pasar por la Repùblica y ahora por el Concilio" 21. Por eso, la prudencia, y hasta la caridad, tenîa que llevar a tomar una actitud peculiar, espafiola, en la marcha hacia adelante si queriamos hacer un posconcilio vivo. Hasta los mas exigentes 10 comprendian: "el respeto a cierto inmovilismo que dice de la Iglesia, no obedece ûnicamente a razones de seguridad, de rutina, de fidelidad inc1uso, sino a algo mas sagrado y mas humano, a no hacer dafio

:. , .. r:rrT"'!'-~"·'·'lè4î 15 J. M, DE LLANOS, Problemas actuales dei catolicismo en Espaiia, Valencia, Comercial Edi­

tora de Publicaciones, 1967, p. 78. 16 F. SEBASTIAN, Iglesia y sociedad. Las lineas teol6gicas de la Constituci6n sobre la Iglesia

y el mundo actual, en Iglesia Viva, n. 4 (1966) 25. 17 A. GUERRA, Santidad de la Iglesia y santidad de estado, en Revista de Espiritualidad, 26

(1967) 387. 18 M. MATOS, Neointegrismo, en Raz6n y Fe, 178 (1968) 176. 19 J. I. TELLECHEA, La hora de la aceptaci6n, 1. c., p. 11. Pueden verse las pp. 11-13, Son

interesantes. 20 Es el titulo de un articulo de R. BELDA en Iglesia Viva, n. 5 (1966) 79-87. Pueden verse

también en el n. 4 de dicha revista el articulo citado de O. FULLAT, y el de L. ALTABLE, La promoci6n obrera en la sociedad espaiiola actual, 39-54.

21 J. JIMÉNEZ LOZANO, El dramatico conflicto de dos catolicismos, en Hechos y Dichos, n, 387 (junio 1966) 563.

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a los débiles en la fe, que viene a sel' la enorme multitud de los creyentes en un pals donde creer significaba, y en gran parte significa todavla, acep­tar y someterse" 22.

"Entre la hispanica y la ibérica". Las dos Espafias, bastante clara­mente manifestadas en toda la historia de nuestro pueblo, se temen a la hora de vivir el concilio. Ya las cl'ônicas enviadas desde Roma durante el concilio eran muy distintas: unas hispanicas, abiertas a todo, otras ibé­ricas, cerradas a los vientos no espafioles. Por eso se teme que unos se lancen sin tener en cuenta las caracterlsticas y los valores deI cristianismo espafiol, y que otros se replieguen sobre los propios valores, sin tener en cuenta nuestras limitaciones 23.

De todas estas peculiaridades de nuestro cristianismo en el umbral mismo deI posconcilio pueden surgir muchas cosas. "Nuestra tierra es hoy la mas abonada para todas las cosechas, pero también para todas las mo­das teolôgicas, todas las herejlas, todas las absolutizaciones, todos los par­tidismos" 24. l,Qué producira, al fin, esta nuestra tierra?

La siembra

El conocimiento propio era necesario, pero se habria quedado en inûtil lamentaciôn si no hubiéramos estado dispuestos a emprender rapidamente el camino. Y Espafia puso manos a la obra.

Los programas espirituales no faltaron. El pensamiento central que los preside es éste: "hay que tener la humildad y el valor de emprender decididamente la renovaciôn de todo 10 que en nuestra vida cristiana per­sonal 0 colectiva esté gastado, empobrecido, debilitado por el mundanismo, por la rutina" 25.

Mas en particular surgiran tres proyectos de tipo estrictamente reli­gioso. Podemos Hamarlos dogmatico, moral y espiritual. Los dos prime­ros, en una nueva visiôn dei dogma y de la moral, pueden considerarse tan espirituales como el tereero.

22 J. M. DE LLANOS, Problemas actuales deI catolicismo en Espaiia, o. c., p. 15. 23 Catolicismo espanol en la hora deI Concilia, en Pentecostés, 4 (1966) 3-4_ 24 OLEGARIO GONzALEZ, Meditaci6n ... , p. 382. Quiza uno de los puntos mas estudiados es

nuestra peculiaridad 0 nuestro catolicismo actual [es decir, el que encuentra el concilio en nosotros]. Ademas de los estudios citados, y reduciéndonos a 10 que mas puede interesar aqui, puede verse: F. REVILLA, Objeciones al catolicismo espanol, Barcelona, Dima Ediciones, 1967; A. C. COMIN, i,Espana, pais de misi6n?, Barcelona, Nova Terra, 1966; i,Concilio 0 rebeldia? Los latijundios clericales de Lérida, Barcelona, Nova Terra, 1966; J. M. VAZQUEZ, Realidades socio-religiosas de Espana, Madrid, Editora Nacional, 1967 (ahi encontrara el lector el estado dei catolicismo espafiol en muchos de sus aspectos. Para el tiempo que a nosotros nos interesa, es imprescindible este Iibro); R. DOUCASTELLA [y otrosJ, Andlisis sociol6gico dei catolicismo espanol, Barcelona, Nova Terra, 1967; J. ALBERDI - J. L. PINTOS, Actitud religiosa dei univer­sitario espanol. Encuesta Fecum 1967, Madrid, Raz6n y Fe, 1968; J. M. GIRONELLA, Cien espa­noIes y Dios, Ed. Nauta, 1969 (su pregunta, «i,Cree usted que el Concilio Vaticano II ha sido eflcaz?» revela mucha de 10 que aqui nos interesa); Mil espaiioles y Dios.

25 Presentaci6n, en Iglesia Viva, n. 1 (1966) 6.

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El dogmâtico contani con un nuevo y excelente lanzador, la revista, de nueva creaciôn precisamente en 1966, 19lesia viva. Es una revista que sale con modestia y valentia: "queremos estar modestamente presentes a la hora critica de realizar el Concilio en esta porciôn de la Iglesia univer­saI que somos los catôlicos espafioles ( ... ) "Iglesia viva" nace ya como punto de convergencia deI trabajo y los anhelos de varios grupos de pro­fesores, clérigos y laicos, pero tiene la esperanza de servir de cauce a muchos mas y multiplicar el fruto de sus esfnerzos en esta fnerte tierra espafiola" 26. Desde otra ladera, cercana e întima, se invita también a un trabajo seriamente teolôgico en favor deI posconcilio espafio1 57 •

La moral también tiene su programa mas concreto que el anterior, y que asoma su nueva direcciôn y su nueva captaciôn de nuestro hombre espafiol: "una Teologîa moral agil y moderna, mas en contacto, como dice el Concilio, con la Biblia, la liturgia y la historia y mas sensible a las necesidades de los tiempos" 28. Estas necesidades se concretaran asî: "en primer lugar, el problema de las libertades concret as deI hombre: libertad religiosa, polîtica, sindical, informativa" 29. "Hace falta también la pues ta en marcha de una auténtica pastoral misionera en el sentido amplio de la palabra", y "sobre todo las nuevas generaciones eclesiasticas y seglares deben sentirse en todo momento comprendidas y tomadas en serio" 30.

26 Ibidem, p. 6. Merece la pena hacer resaItar desde aqui el valor de esta revista. Prefiero que la haga una persona de mucha mas juicio y autoridad. Dos afios después de haber salido la revista escribia J. M. GaNzALEZ RUIZ: «termina ... deseando que el valor -juveni! y maduro al mismo tiempo- de Iglesia Viva siga ofreciendo una buea plataforma para un pensaI' teo-16gico que haga posible la nueva edici6n dei cristianismo en esta vieja 'piel de taro'}) (En torno a «El cristianismo no es un humanismo}), en Iglesia Viva, n. 13 (1968) 103. Es un juicio que recae sobre los numeros anteriores, que son los que aqui mas nos interesan en este momento).

27 OLEGARIO GONzALEZ, Meditaci6n ... , pp. 382-384. En realidad, Olegario llama bastante la atenci6n sobre 10 difici! que va a sel' lograr una teologia que no sea extremista. No quisié­ramos sel' injustos con otros autores y publicaciones, coma si quisiéramos desconocer que hubo también otros proyectos postconciliares para Espafia desde la teologia. Podriamos citaI', pOl' ejemplo, A. A. ESTEBAN y RaMERa, La revisi6n de los estudios eclesidsticos a la luz dei Vaticano II, en Revista Espafi.ola de Teologia, 26 (1966) 335-347 (se limita al curso introduc­torio); A. DE VILLALMONTE, Iniciaci6n al misterio de Cristo segun el Vaticano II, en Salmanticen­sis, 14 (1967) 281-308 (tiene el mismo caracter que el anterior, aunque es mas rico); M. NICOLAU, Bases conciliares para la revisi6n de los estudios eclesidsticos: El Decreto «Optatam totiUS}), nn. 13-18, ibidem, 429-478; V. RODRiGUEZ, El método teol6gico después dei Concilia Vaticano II, ibidem, 379-504; J. ALEU, Ensayo de una sistematizaci6n de la teologia sobre la base dei Con­cilio Vaticano II, en Revista Espafi.ola de Teologia, 27 (1967) 117-137. Todo autor tiene sus preferencias. A mi, personalmente, me ha parecido que mirado tanto a posteriori como desde la espil'itualidad, era mas importante el inquieto e indeterminado programa de Iglesia Viva.

28 Catolicismo espafi.ol en la hora dei Concilio, en Pentecostés, 4 (1966) 5. 29 Ibidem, p. 4. 30 Ibidem, p. 6. Como programa, aunque no desarrollado, nos parece importante, desde el

punto de vista conciliar, el que aqui nos interesa. Otro programa moral ha desarrollado, con fl'ecuentes citas deI Vaticano II, A. DE SOBRADILLO, La moral cristiana, en Salmaticensis, 14 (1967) 553-579. En la Semana de Teologia de 1966 se presenta una ponencia dei Dr. G. HIGUERAS sobre Teologia moral en los documentos dei Concilio Vaticano II (no se publica con las res­tantes ponencias, y no tenemos noticia de que se haya pUblicado en otro lugal'). También tuvo su incidencia el Vaticano II en el II Coloquio de protesores de Teologia Moral (3-10, 9, 1966). Véase una cr6nica en II Coloquio de protesores de Teologia Moral, en Studium, 6 (1966) 517-521. Puede compararse con el l Coloquio ... (Sai Terrae, 54 (1966) 25-27). Las paginas de P. LUM­BRERAS, Aportaci6n dei Vaticano II a nuestros manuales de Teologia Moral, en Studium, 6 (1966) 425-469, no pueden tenerse coma programaticas. Es un resumen de 10 que el Concilio ha aportado a 10 mas juridico de la moral. Aun con la impel'fecci6n de esta nota nos inte-

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Desilusiona un poco observar que desde la espiritualidad no se ha formu1ado un deseo ni un breve programa conciliar para nuestra espiri­tualidad. Como si no se necesitase, 0 no interesase 10 que habia dicho el concilio. Si repasamos las principales revistas espano1as de espiritualidad del ano 1966 31 , nos quedaremos extranados ante la carencia abso1uta de unas palabras al menos. Cierto que todas ellas han hecho aparecer, de una manera 0 de otra, el nombre del concilio vaticano II en sus paginas. A veces sô10 de pasada. En los casos restantes, con a1gûn tema particu1ar. Pero ninguna de ellas ha dedicado siquiera un editorial 0 una nota pro­gramatica. Sin tirar piedras al propio tejado, y precisamente porque hab1a­mos desde casa, esta constataciôn nos duele enOl'memente 32. No obstante, también la espiritualidad espano1a tiene su programa desde 1966. Revistas y libros, que podrian no parecer de estricta espiritualidad, nos ofreceran el programa 0 la realizaciôn de una espiritualidad biblica, positiva, peni­tencia1, comunitaria, ecuménica 33. No es mal programa.

La hora de la verdad

Aunque no sea faci1, programar tampoco es 10 mas dificil. Después de los programas habia que empezar a realizarlos en teoria y en la vida. Las visiones de conjunto escritas a primeros de 1967 juzgarîan bastante dura­mente 10 que en Espana se habia hecho durante el ano anterior. La critica se centraba sobre todo en tres aspectos fundamentales: apenas se habia hecho nada en lînea popular y divulgadora, caredamos de grandes comen­tarios, y abundô mas la po1émica sobre 10 discutible que la explicaciôn de 10 ya clarificado 34.

l'esaba citar cuanto precede, pues las nuevas relaciones entre moral y espiritualidad son cada vez mas estrechas. El I Congreso ... se preguntaba pOl' las relaciones entre teologia moral, espi­ritualidad y pastoral (cfr. Sai Terrae, 1. c., p. 26). No es momento de pronunciarse sobre 10 que aIli se dice. Nos interesa ll.nicamente percibir las preocupaciones de la moral, por sel' algo intimamente Iigado a la espiritualidad.

31 Estas revistas a que me reliera son Manresa, Revista de Espiritualidad, Teologia Espi­ritual, Revista Agustiniana de Espiritualidad.

32 No puede tenerse como programatico el articulo de A. HUERGA, Teologia espiritual y teologia escoldstica, en Revista Espànola de Teologia, 26 (1966) 3-34. Estamos ante un breve resumen deI concepto de teologia espirituaI. Las escasas referencias al Vaticano II van acom­panadas de muchas mas referencias a antiguas polémicas, no siempre bien planteadas, que desvirtuan incluso 10 poco que se dice dei Concilio. Algo parecido debe decirse de 10 poco que escribi6 sobre espiritualidad, al analizar la Lumen gentium, M. LLAMERA, La obra y el Iruto dei Concilio Vaticano II, en Teologia Espiritual, 9 (1965) 99-112. Esta misma revista pubIic6 un numero extraordinario (todo 1963) dedicado al Concilio. No crea que pueda tenerse como adelantamiento a 10 que el Concilia diria después, y par la tanto coma programatico. Mas sensible fue B. JIMÉNEZ DUQUE, Acerca de la espiritualidad cristiana contempordnea, en Revista de Espiritualidad, 26 (1967) 131-154. Ahi llamara al Vaticano II «Concilia de la espi­ritualidad, de la santidad» (p. 154), Y en su analisis de la espiritualidad contemporanea tendra siempre en cuenta el mismo Concilio. Digamos, no obstante, que llegaba un poco tarde y que, ciertamente, no intentaba sel' programatico.

33 A. MONTERO, Espiritualidad dei Concilio, en Ecclesia, 26 (1966) 34-36. 34 J. L. MARTiN DESCALZO, Ano importante y dilicil en la vida religiosa, en Postconcilio en

Espana, Madrid. Ed. Palabra, 1967, 60-73_ Estas paginas se habian publicado en ABC el 27-12-1966. En otro lugar mas oportuno citaremos otros balances de este mismo ana de vida con­ciliaI' en Espana.

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Quiza pueda decirse 10 que precede, pero es posible que a una mayor distancia podamos darnos cuenta de que se exageraba. Durante ese ano la vida cristiana entraba en contacto con nuevas ideas conciliares seria­mente expuestas. Muchos de nuestros prelados se asomaron a las paginas de revistas de larga tirada 35, personas serias hablaron de "proliferaciôn de publicaciones aparecidas apenas termina do el Concilio" 36, algunas editoria­les supieron conjuntar firmas prestigiosas y muy sensibilizadas con la nueva visiôn cristiana de la existencia 37, hombres ya de gran prestigio y de in­negable futuro en la religiosidad nacional no se desdenaron de explicar aspectos muy sensibles deI concilio a los lectores comunes con una finura conciliar innegable 38, no todas las conferencias se detuvieron en la polé­mica 39, y en el orden popular también se hicieron esfuerzos muy notables que no podemos olvidar 40.

Si no tuvimos buenos comentarios conciliares (no podia improvisarse en dos anos) , las promesas de nuevos tiempos empezaban a dar su fruto. Aigunos comentarios 41, visiones de conjunto 42, capitulos sueltos 93, e ideas centrales deI concilio empezaban a publicarse con un aire nuevo. La teo­logia supo vitalizarse uniéndose no sôlo con la escritura, sino también con

35 Nos referimos aqui a las intervenciones que eran recogidas en la revista Ecclesia, en su secci6n «VOZ de nuestros preladosll. Y en otras mas locales, asi como en diarios, nuestros obispos hablaron con frecuencia.

36 Asi los representantes de la nueva publicaci6n Iglesia Viva en su presentaci6n, n. 1 (1966) 3.

37 Es un mérito innegable de Nova Terra, de Barcelona. Entre los autores 11amados a co· laborar citamos A. C. Comin, J. M. Rovira·Be11oso, E. Miret Magdalena, J. Bigorda, etc. No fue la unica, pero oreo que merece esta distinci6n.

38 Me reliero, y es un deta11e que me 11am6 la atenci6n y quiero resaltar, a varios nombres que colaboraron en la revista Ecclesia (después cambiarian los tiempos, como veremos). Entre esos nombres estan M. Useros, E. Yanes, C. Floristan, M. Benzo, J. M. Osés, J. Ruiz Diaz ...

39 Para hacerse una idea dei numero y tematica de estas conferencias y actividades, cfr. la secci6n «Vida cat6lica de Espaiiall, de la revista Ecclesia.

40 Seria imposible recorrer las multiples pUblicaciones de tipo popular que en Espaiia se hicieron dei Concilio. Escojo s610 un ejemplo (que bien pudo ser excepci6n, desde luego), la revista popular Carmelo Teresiano. Ademas de las multiples informaciones que durante el Con· cilio habia publicado, desde abri! de 1966 hasta septiembre de 1967 fue presentando a sus lec· tores en dosis suficientes, claras y serias, una exposici6n de los diversos documentos conci· liares. Reunidos después en libro aparte (16 documentos para usted, Madrid, Ed. de Espi· ritualidad, 1966), algunos criticos, benévolos, creyeron que se trataba de una obra hecha por especialistas. Si no fue tanto, si nos da una idea de que 10 que se present6 a esos lectores era muy digno y formativo.

41 Entre los primeros comentarios en Espaiia de valor podriamos citar Comentarios de Cuadernos para el Dialogo al Esquema XIII, Madrid, Cuadernos para el Dialogo, 1966. Intere· san menos, por la materia y nuestro tema, los de la libertad religiosa, que quiza fueron los mas interesantes para Espaiia.

42 Sobre visiones de conjunto e ideas centrales me parecen de interés los articulos dei pri· mer aiio de la revista Iglesia Viva.

43 Entre los capitulos sueltos, ademas de ciertos articulos a los que me reliera en la nota precedente, pueden citarse los comentarios de M. Useros, Jiménez Duque y R. Gabas a otros tantos numeros 0 capitulos de la Lumen gentium en Comentarios a la «Constituci6n sobre la Tglesiall, Madrid, BAC, 1966; J. PEREA, Comentarios a la constituci6n sobre la Iglesia, en Iglesia Viva, n. 7 (1966) 77·83, a pesar de 10 durisima que resulta su critica de esta obra, no puede menos de constatar que, en los casos enumerados, estamos ante paginas muy dignas. Por mi parte tengo que decir que el comentario de Jiménez Duque sobre el capitulo V, dedicado a la santidad, vale mucho mas que otros comentarios hechos fuera de Espaiia, v. gr., mucho mas que el comentario publicado en la obra dirigida por Barauna.

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la sociologia 44 y con la psicologia 35, para dirigirse mejor al hombre y re­dimir unos conceptos que habian sido demasiado abstractos en la historia de nuestro cristianismo. Algo, en definitiva, iba cambiando y habia que estar contentos de ver cômo se movian las cosas en nuestra Espaîia frente a las ide as que habian Ilegado deI concilio.

En principio podemos decir que los grupos comprometidos en unos programas renovadores supieron desarrollarlos con dignidad. La siembra naciô y pu do verse el campo con buen color, ciertamente muy distinto al de aîios anteriores.

Bautismo de sangre

Esta renovaciôn y los mejores deseos hacian prever enfrentamientos no por domésticos menos dolorosos. Al caminar con los pies en el suelo 10 habian sospechado todos los que se conocian.

Espaîia reconocia que el concilio habia sido un acontecimiento espi­ritual y que era espiritu 10 que habia que inyectar antes que otra cosa en la hora deI posconcilio 46. Hasta es posible que alguno exagerase esa consideraciôn espiritual, Ilevandola a términos sospechosos 47. Lo cierto es que Espaîia, si algo exagerô deI concilio, fue su caracter espiritual.

Sin embargo, 10 espiritual posiblemente era ya considerado con muy diversa consistencia. No pocos frentes espaîioles, jerarquico-religiosos y laicos, habian madurado 10 suficiente durante el concilio y habian com­prendido ciertos aspectos y logros conciliares que daban una visiôn mas encarnada a la espiritualidad. Otros, sin embargo, parece que no 10 habian entendido asi. Estaban donde estaban antes, con la dificultad de encon­trarse ahora frente a cosas nuevas que otros decian, 0 habian asimilado unas palabras pero no unas ideas que ciertamente para ellos eran nuevas. y vino el choque, un choque que marc aria la vida cristiana espaîiola hasta pasada la década de los aîios sesenta. El choque llegô en el ambito jerar­quico 48 y mas seriamente en el laical49, en el que estuvieron también pre­sentes los circulos mas nuevos deI mismo cleTO, en una insistente referen­cia al espiritu deI concilio vaticano II.

, 44 Cfr. los articulos citados de R. Belda, o. Fullat, L. AItable y R. Alberdi. El primero y el

ûltimo seran contados entre los mas frecuentes colaboradores de Iglesia Viva, que estrena estilo conciliaI' en Espana.

45 Basta citaI' el nombre de E. Freijo Balsebre, que, con los anteriores, es uno de los mas estimados y usuales colaboradores de la revista.

46 Véanse algunos datos interesantes en A. MONTERa, Espiritualidad deI Concilia, en Ecclesia, 26 (1966) 34.

47 Quiza 10 acentuaba demasiado D. Marcelo al escribir: «el Concilio ha sido ante todo un hecho religioso en su origen C .. ); en su autoridad C .. ); en su inspiraci6n C .. ); en su prop6-sito C .. ); en su aplicaci6n C .. »)) (en su primera homilia en Barcelona, 19-5-1966, Ecclesia, 26 (1966) 799).

48 Quiza los acontecimientos primeros, y no los menos importantes, fueron la manifestaci6n de sacerdotes en Barcelona, el revuelo levantado en la misma Barcelona con el nombramiento de D. Marcelo para aquella sede, y la llamada «operaci6n Moisés)). No nos toca aqui juzgar estos hechos. Solamente queremos citarlos coma prueba de algo que empieza a moverse.

49 Este fue mucho mas duradero y profundo. Dura, propiamente, en sentido posconciIiar, todo 1966-967, y de él hablaremos inmediatamente con mas detenci6n.

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1966-1967 pasaran a la historia deI cristianismo espafiol posconciliar coma los afios del documento La Iglesia y el orden temporal (29.6.66) 50,

debido en principio a la Comision permanente deI episcopado espafiol, y de las discusiones y fatal desenlace de la Accion catolica.

Los juicios emitidos no ya en aquellos dias, que podrian metodologica­mente tacharse de impulsivos (aunque el asunto Accion catolica dura afios), sino después, con una amplia perspectiva fueron de 10 mas dura que ha podido escribirse. Del primer documento, comparandolo con otro poste­rior y distinto se dijo: "la explicacion de este fundamental hecho historieo [la diversidad entre la postura de 1966 y 1971] es sencilla: la "mayoria" en la Conferencia Episcopal de 1966 pertenecîa a la "minorîa" conciliar" 51.

Grave acusacion a nuestra recién estrenada Conferencia episcopal. El su­ceso de la Accion catolica era juzgado afios mas tarde asi por un hombre coma Don Olegario: "todo ello llevo a la crisis de 1967, donde se firmo el acta de defuncion de los movimientos especializados de accion catolica, fecha inignorable para la historia religiosa de Espafia. En ella se hicieron opciones mortales para el futuro del apostolado seglar" 52.

l,Qué habia pasado? Fueron casi dos afios de dis cu sion en los que no se dejo solos a los obispos. Los que mas promesas habîan hecho a la hora de pensar en el posconcilio supieron dar la cara y escribir docta y pensa­damente sobre el problema de la accion catolica, problema que envolvîa toda una eclesiologia nueva y una nueva comprension de la presencia de la Iglesia en el mundo. Digamos que estaba en discusion la inteligencia conciliar de los dos fundamentales documentos deI vaticano II, Lumen gentium y Gaudium et Spes.

La estrechez de estas paginas, y el hecho de que hayamos toma do el casa de la Accion Catolica coma test de toda una postura espafiola reve­ladora de dos frentes de ideas religiosas nos impide detenernos en todo el problema. Quiza estas solas palabras nos den una ide a de 10 que estaba sucediendo: "de hecho, y durante el transcurso de la actual crisis de la Ac­cion Catolica Espafiola, se ha llegado a insinuar que la Accion Catolica no puede tener, respecto al orden temporal, la competencia de una orga­nizacion laieal, puesto que se moveria dentro de los limites deI apostolado jerarquico, pero sin embargo tampoco tiene la competencia temporal pro­pia de la jerarquîa, puesto que ni tampoco es jerarquia, ni ésta puede renunciar a 10 que le es exclusivamente propio.

l,Cuâl seria entonces, la competencia de la Accion Catolica [seglin la jerarquia espafiola y quienes la respaldan]? Solo cabrîa afirmar su radical

50 El texto puede verse en Ecclesia, 26 (1966) 973-983. 51 F. URBINA, Para una lectura eclesial y social dei Documenta [Iglesia y comunidad poIiticaJ,

en Iglesia Viva, n. 43 (1973) 17. El autor compara expresamente ambos documentas. 52 OLEGARIO GONZÂLEZ DE CARDEDAL, Elogio de la encina, Salamanca, Sigueme, 1973, 407-408.

pesde luego, las palabras son la suficientemente duras coma para que nadie se meta pOl' una futilidad contra plumas bastante menas criticas, aunque no de la autoridad de don Olegario.

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atemporalidad, pero esta afirmaciôn constituiria una monstruosidad aun mayor, ya que implicaria el que la Iglesia impediria el compromiso y la acciôn temporal de aquellos mismos lai cos cuya conciencia forma de ma­nera mas cuidadosa y organizada para que puedan ocupar coma tales su "puesto principal" en la tarea encaminada a que "el mundo se impregne deI espiritu de Cristo y alcance mas eficazmente su fin en la justicia, la caridad y la paz" 53.

Una nueva dicotomia se consumaba a finales de 1967. No se sabe aun si por miedo a unas estructuras espanolas y a la consiguiente con­vivencia socio-poIltica-religiosa, 0 por una determinada comprensiôn de las relaciones entre jerarquia y laicado por una parte, e independencia 0

autonomia deI orden temporalal cristiano por otra 54. Lo cierto es que caye­l'on hombres de toda solvencia en el posconcilio espanol 55 y que indirec­tamente se desautorizaba también una corriente ideolôgico-religiosa que dentro deI pobre panorama espanol habia empezado a nacer 56.

Lôgicamente tenia que venir la desilusiôn de unos hombres que en larga espera, meditaciôn y esperanza deseaban contribuir al bien de Es­pana 57. No habian sentido el calor necesario en el nacimiento. La cul-

53 E. FREIJO BALSEBRE, Teoria y praxis de la temporalidad de la Acci6n Cat6lica, en Iglesia Viva, n. 6 (1966) 59. Todo el largo articulo, en pp. 37-65. Antes habia escrito con el mismo titulo en Iglesia Viva, n. 5 (1966) 49-63. El autor, vocaci6n «tardia», habia sido miembro de la Acci6n Oat6lica antes de entrar en el seminario.

54 Los nuevos Estatutos de la Acci6n Cat6lica Espanola se aprueban el 29-11-1967. Véase su publicaci6n en Ecclesia, 27 (1967) 1851-1868. Sobre la interpretaci6n de todo este proceso, en el que entraba la transformaci6n dei pensamiento espafiol cristiana 0 la permanencia en su espiritu tradicional, pueden verse los estudios citados de Freijo y las palabras de don Ole­gario (Elogio de la encina, p. 408). Podrian citarse muchos estudios, pero se hace innecesario dado el sentido que tiene para nosotros la discusi6n sobre la acci6n cat6lica: sentido de test.

55 La «Renovaci6n trienal de consiliarios nacionales de Acci6n Oat6lica)) trajo el cese de Julio L6pez, Miguel Benzo, Antonio Aradillas, Francisco Belda, Juan Gastafiaga, Ram6n To­rrella y José Manuel de 06rdoba.

56 Me quiero referir ahora concretamente a J. M. Gonzalez Ruiz, quien con su libro El cristianismo no es un humanismo. Apuntes para una teologia dei mundo, Madrid, Ed. Penin­sula, 1966, habia manifestado claramente su nivel conciliar, y que no en vano ciertas ideas dei esquema XIII vinieron de él. También puede ir en esta misma linea -yen este misma tema, cosa que aquf nos interesa mucho por 10 que traemos en discurso- F. Sebastian, quien sobre la materia, y en una t6nica «de acuerdo con 10 fundamental», inici6 una breve y fecunda discusi6n con Gonzalez Ruiz (cfr. A prop6sito de «El cristianismo no es un humanismo», de 1. M. Gonzdlez Ruiz, en Iglesia Vlva, n. 12 (1957) 545-557).

57 De hecho muchas revistas fueron siguiendo los acontecimientos y discusiones. Ecclesia fue siempre fiel, hasta la muerte de cruz. Sai Terrae se atrevi6 a escribir ya en 1967: «El dialogo iniciado tan ejemplarmente entre obispos, consiliarios y militantes no deja de ser un marco reconfortante para el futuro» (O. MIELGO, El apostolado seglar en Espaiia. Visi6n general, en Sai Terrae, 55 (1967) 12). Otras revistas (Apostolado Laical, Raz6n y Fe, Hechos y Dichos, etcétera) empezaron siendo moderadas, supieron expresar confianza y descubrir aspectos nota­bles de 10 que se trataba en las reuniones, pero terminaron desilusionadas. Las cr6nicas iban siendo cada vez menos positivas.

Lo mismo sucederia con la opini6n que mereci6 el envia de delegados de la Acci6n Oat6lica Espafiola al III Oongreso mundial de los laicos, celebrado en Roma los dias 11·18 de octubre de 1967. Pudimos anotar reacciones muy favorables sobre nuestros delegados. Pero las mas fueron extremadamente duras. Una moderada, dentro de 10 negativa que resultaban la mayor parte, decia: «Los delegados que escogieron [los obispos] para representar a Espafia en el Oongreso internacional de laicos reftejaban Ûllicamente un sector de la opini6n y no represen­taban la mentalidad de los dirigentes de A. O.» (1. ELIZALDE, 6Antiepiscopalismo en Espana?, en Hechos y Dichos, n. 382 (enero 1968) 17). Son amargas estas palabras escritas casi en pers­pectiva profética: <mada mas cristiana y ascético que la revisi6n, por eso nada mas lento y

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pa que se echaban encima los de arriba, con toda su buena voluntad, era una cuIpa objetivamente pesada. Con evidente amargura y empuje profético se ha atrevido a decir Don Olegario: "la vitalidad espiritual de nuestro pueblo hispanico es considerablemente superior a la capacidad de conducci6n de sus guîas" 58.

y no obstante, incluso en la lucha amarga de quien vislumbra la de­rrota, se fraguaron en esos afios unos criterios, unos moldes y estrategias, y hasta unos cambios importantes, que prepararian (ahora 10 vemos) 10 que no podîa menos de llegar. Cerremos este perîodo con estas palabras: "no obstante, las personalidades mas clarividentes de la iglesia percibieron el imperativo deI tiempo hist6rico y se abrieron al espîritu conciliar, junto a la inmensa mayorîa rectora dispuesta a no ceder 0 en casa lîmite tole­rar dentro deI mînimo campo de acci6n a las nuevas ideas. No obstante el milagro real, que para la iglesia cat6lica fue el Vaticano II, se prolong6 en doble medida para Espafia, pues aun el rechazo 0 la asfixia que sufri6 en determinados sectores no lograron hacerle infecundo" 59.

l CRISTIANISMO ANTROPOLÔGICO?

Los acontecimientos resefiados hacîan vislumbrar tiempos nuevos, difî­ciles y comprometidos. Se sospechaba, pero no se podîa profetizar cual serîa la reacci6n. Lo verîamos en seguida.

Clara ruptura

La publicaci6n de los estatutos de la Acci6n cat6lica fue un hecho central en la convivencia eclesial y espiritual de Espafia. 1968 se pre­sent6 metido en tensiones. Las tensiones, uua vez captadas con claridad, tuvieron que ser estudiadas coma humus de un cristianismo que tiene que asentarse en la realidad 60. Y mientras unos reflexionaban sobre este estado de cosas coma c1ima de su respiraci6n, otros, a niveles mas

cuesta arriba, como ya 10 vamos viendo -y muchos andan comentando- en esta hora critica en que los pampanos deberian ir ganando en uvas» (B. HERRERO AMARO, Nuestro catollcismo post-conciliar, en Iglesia Viva, n. 3 (1966) 62).

58 OLEGARIO GONZALEZ, Elogio de la encina, o. C., p. 402. 59 Ibidem, p. 392. 60 No deja de ser sintomatico el hecho de que el primer numero de Iglesia Viva, en 1968,

lleve como titulo general éste: «Las tensiones en la vida de la Iglesia» (enero-febrero, p. 13). rrecisamente unD de los titulos es: Tensiones entre Carisma e Instituci6n, Jerarqufa y Laicado, pp. 27-50. Por su parte, C. Escartin, en junio de 1968 (posiblemente 10 escribiria antes) juz­gaba ya asi los primeros meses de ese mismo ano: «Nuestra Iglesia -episcopado, clero y lai­cado- es espiritualmente sana, pero todo se esta convirtiendo en problema (Espafîa: la Iglesia en 1968, en Palabra, n. 34 (junio 1968) 28). Todo el articulo, en pp. 25-29. Matiza estas paginas, ante intervenciones de los lectores, en los numeros de julio y agosto, pp. 38, 38-39, respectiva­mente.

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populares y amplios, anunciaban que esas reflexiones eran necesarias, por­que el problema existia, al tiempo que enunciaban entre quiénes andaba el juego y 10 peligroso deI mismo. Titulos como ~Antiepiscopalismo en Espaiia? 61 y El dramâtico conflicto de dos catolicismos 62, no son dos titulos inventados. Como tampoco 10 es este otro de una revista mas tra­dicional, sobre todo a partir de 1968: Primero, unidad interna 63. De tal manera se ve amenazada, 0 realizada, la unidad interior que, "sin buscarlo producen la sensaciôn de hermanos separados dentro de la Iglesia" 64.

Como hecho sociolôgico, nos parece que los tres titulos son exactos. Uni­camente afiadiria, 0 aclararia, que el antiepiscopalismo no viene solamente de los laicos, sino también de los sacerdotes. En la contienda de la Acciôn Catôlica habian caido no solamente los dirigentes laicos, sino también los dirigentes religiosos, y, junto con ellos, aquella direcciôn teolôgica que apoyaba desde fuera sus mis mas ide as, y que resultaba ser la parte mas formada e inquieta deI clero espafiol 65 •

Dimensi6n terrestre dei misterio cristiano

Hay quien piensa que el talante espiritual posconciliar de Espafia (me sospecho que se habla sobre todo des de 1968) ha nacido de la desgraciada importaciôn de algo nacido en Rusia, la "autocritica" 66. Y piensan esos mismos autores que hubiera sido preferible que nuestros cristianos poscon­ciliares, a nivel personal y a nivel comunitario, hubieran hecho un poco mas de "autoexamen" 67. Desde un punto de vista sociolôgico (que aqui asumimos como preferente, si no como ùnico), hay que advertir que la "autocritica" era ya anteconciliar en Espafia, y que los autores que pro­vocan y sufren la ruptura han partido de ese "autoexamen" que se pedia 68.

El origen, pues, de la ruptura ha estado en otra parte. Lo que ha suce­dido es que en el mismo autoexamen unos han percibido una cosa y otros otra.

En concreto, la divisiôn, ha venido porque unos piensan que el concilio

61 El articulo es de I. ELIZALDE, 1. c., pp. 16-20. 62 Es autor J. JIMÉNEZ LOZANO, en Hechos y Dichos, n. 387 (junio 1966) 562-565. 63 Ahora el autor es J. B. CARDENAL FERNANDEZ, y la revista, Ecclesia, 28 (1968) 141. 64 Ibidem. 65 Cfr. notas 55, 56. 66 C. ESCARTÎN, Apuntes, en Palabra, n. 53 (enero 1970), p. 20. Como el tftulo de esas pa­

ginas no dice nada, no estara de mas hacer eonstar el tltulo general de este numero de Palabra: «1970: Resumen de una déeada». No puedo renunciar aquî a unas palabras dei autor, pOl' mas que nos hagan asistir a una sesi6n no apta: «hemos presenciado algunas lamentables 'autocritieas', y son todo un espectaculo coma [sic] aleccionador; una especie de 'strip tease' espiritual; algo falto de pudor, de rigor y de limpieza; algo que se ofrece con cierta pretensi6n de 'arte' eara a la galeria» (ibidem).

67 Ibidem. Podria recordarsele a C. Escartin que también Palabra habia hablado en 1967 de «sincera autocritica» (J. M. PEROSANz, Situaci6n de la Acci6n Cat6lica en Espafia, en Palabra, n. 28 (diciembre 1967) 9).

68 E. MIRET MAGDALENA utiliza este lenguaje, «hacer autoexamen»: Cat6licos en linea ecumé­nica, en Ecclesia, 26 (1966) 142-143.

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ha sabido abrirse al mundo, redescubrir los valores terrenos, superar el multisecular dualismo, etc., haciendo que el cristianismo asuma coma pro­pias e ineludibles todas las dimensiones de la existenci3, mientras otros piensan que 10 ûnico que se haee es declinar en 10 espiritual para entregm'se a un mundanismo radical, que olvida nuestra primera dimension.

y por aquî tiraron las dos corrientes des de 1968 coma posturas no solo complementarias y aun distintas, sino contr3rias. Se habîa tomado conciencia de que, por el momento, la union no podia llegar. La corriente tradicional ya se conoee y es preciso que entremos algo mas en la exposi­cion de 10 que otros muchos au tores pensaban. Uno de los que con mas claridad (quiza no aparato cientifico) ha expuesto esta vision de la exis­tencia cristiana ha sido L. Acebal Monfort. Me permito esta extensa cita, muy significativa: "en el sena de ellas mismas [de las distintas confesiones eclesiales] guardan todavîa profundos, irracionales y esterilizantes trazos de comportamientos, prejuicios, costumbres nacidos de la "filosofia de la discriminacion y de la in just ici a" .

Todo esto quiere decir que 10 primero que tiene que cambiar es la mis­ma opinion pûblica de las Iglesias. Significa que mientras los cristianos no estén acostumbrados a admitir qué comportamientos evangélicos pueden y deben ser crîticos de opciones economicas, poHticas, sociales muy concre­tas, seguiremos viviendo un cristianismo, unas veees de sacristia y otras de salon, con la complicidad de um predicacion abstracta y espiritualizan­te. Nunca deI todo el cristianismo de Cristo, muerto por una acusacion que en el tiempo fue polîtica, y que eternamente transportara ese acto supremo de Dios por el hombre, que llamamos "salvacion" 69. En el resumen que preeedia al artîculo se podian leer estas palabras que explican aûn mas claramente 10 que se querra decir: "no basta con ocuparse ûnicamente del alma. Uno tiene que inquietarse por el cuerpo y por las condiciones en que éste vive, condiciones economicas que pueden afectar al alma. Todo 10 que hago por los derechos civiles 10 hago porque representa una parte de mi compromiso en el ministerio cristiano" 70.

Esta vision se introduciria, logica y neeesariamente, en todas nuestras preguntas de cristianos. Incluso en las preguntas radicales, que en otro tiempo el simple hecho de habérnoslas formulado nos hubiemn parecido absurdas. Preguntarse, por ejemplo, ;,Creemos en Dios, sî 0 no?, es tomar conciencia de que "para el creyente, el recurso a la providencia no es una justificacion de la quietud pasiva, de la irresponsabilidad, de la arbitrarie­dad imperada por el poderoso" 71. Y las consideraciones serian las mismas,

69 L. ACEBAL MONFORT, Las Iglesias y derechos humanos, en Hechos y Dichos, n. 391 (di· ciembre 1968) 1057·1058.

70 Ibidem, p. 1052. 71 J. ITURRIOZ, I.Creemos en Dios: si 0 no?, en Razon y Fe, 177 (1968) 618. Frases en este

sentido, y mas duras, en pp. 609-620.

8

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en el mismo tono, si nos preguntasemos por el Sentido actual de la te cris­tiana 72, 0 si anslizamos la nueva etapa que deben descubrir los espanoles en los movimientos eclesiales, v. gr., el ecuménico 73.

Un nuevo ritmo se nota en las publicaciones, sobre todo en las publi­caciones periôdicas, siempre cargadas deI sentido de la inmediatez. Nuevos nombres han empezado a sonar, otros se retiran 74. Hay acusaciones 75.

Los cambios en algunas publicaciones son tan llamativos, que sôlo los inaprensivos podrian echarlo en olvido.

Por otra parte, es el ano de la Humanae vitae, que servira para dividir aûn mas el grupo de nuestros dirigentes 76. Es el camino de 1969, que sigue los pasos deI precedente. Llamese acciôn social, llamese mundo, llamense valores terrenos, hablese de antropocentrismo, e incluso de antropolatria, el viraje se ha consumado 77 y sôlo nos queda esperar en el umbral de 1970 con confianza y ansiedad 78,

ESPIRITUALIDAD POSCONCILIAR y RELIGIOSIDAD

En una naciôn como Espana en la que "si de algo pecamos -y en­tiéndase el retruécano- es de religiôn, de practica religiosa, de cristianis-

72 L. M. ARMENDARIZ, Sentido actual de la le cristiana, en Raz6n y Fe, 177 (1968) 593-608, 178 (1968) 23-40.

73 L. ACEBAL MONFORT, Nueva etapa dei Movimiento Ecuménico, en Raz6n y Fe, 177 (1968) 269-282. Ahi puede verse c6mo, segilll el autor, se ha logrado superar (no anular) las etapas llamadas espiritual y doctrinal para entrar en la que podra llamarse de acci6n social. A nivel interpretativo tenemos que hacer una observaci6n: posiblemente eran aUn pocos los que sabian par d6nde andaban realmente. Nos apoyamos en la sucedido en la IV Semana Teol6gica de Bilbao, que tenia coma tema «Qué aporta el cristianismo al hombre actual». Parece, segilll las cr6nicas y quienes de visu andaban par alli, que los que maS llamaron la atenci6n fueron Comin, Ellacurfa, Marzal y Armendariz. Hubo otro grupo que pareci6 estar aUn en las nubes. Este grupo estaba formado par G6mez-Caffarena, Manzana, Gonzalez Ruiz, Alberdi, Rof Car­ballo, Freijo, Benzo ... Para mi es muy sintomatico el que se considere a todos éstos en las nubes, porque crea que son los mas serios que hemos tenido en esos afios. Quede esta anota­ci6n como muestra de que muchos de los de «pro» eran de bastante menos.

74 Si nos fijamos, por ejemplo, en Raz6n y Fe casi nos basta con tener en cuenta los adu­cidos ultimamente y afiadir a ellos la ahora frecuente presencia de un hombre que comenzara a sonar mucha en esos afios: A. Alvarez Bolado. Es toda una ideologia la que queda repre­sentada. Y si pensamos en la revista Ecclesia notaremos el fen6meno contrario. Citabamos en nota 38 diversos nombres, de autoridad, que habfan estado presentes en sus paginas en los primeras pasos deI postconcilio. Si abrimos las paginas de 1968 no encontramos crea que ninguno de esos nombres. Cuando topamos con A. Vazquez, A. Pardo e 1. Elizalde constatamos que los dos primeras escriben una sencilla cr6nica, y el tercera una breve historia de Taizé con una interviu. /,D6nde estan los otros? Alguien les ha suplido. Empezamos a notar la pre­sencia deI segundo de Lubac (sin haber conocido el primera), y sobre todo deI también se­gundo Daniélou.

75 Véanse los juicios que emite Ecclesia contra ciertos espafioles a quienes no ha parecldo muy bien la marcha de la Acci6n Cat6lica y deI Apostolado Seglar: 28 (1968) 812.

76 S610 como muestra, pues no entra en nuestro tema, puede verse un resumen de estas opiniones en Ecclesia, 28 (1968) 1307-1308.

71 Leer Una religi6n antropol6gica, en Ecclesia, 28 (1968) 1075, puede ayudar a comprender 10 que unos pensaban de los otros. Como también leer a los contrarias lleva a captar la que los otros opinaban d los unos (me remito al articulo citado de L. Acebal en nota 69), Puede leerse también en este sentido A. ALVAREZ BaLADa, Cristianos explicitos, en Raz6n y Fe, 177 (1968) 125-130.

78 Es precisamente el tftulo deI estudio de A. Guerra en este mismo n1imero al examinar los afios 1970-1974.

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mo hiperreligiosizado y, por ello, en seguida belicoso entre nosotros" 79

tenîa normalmente que plantearse el problema entre espiritualidad 0 vida cristiana y su uniôn a cierta religiosidad tradicional. Si este campo de la religiosidad 10 extendemos a los movimientos espirituales entre nosotros existentes, nos daremos cuenta de que el temario que aquî se nos presenta es amplîsimo. Csptar el influjo, 0 falta de influjo, que el concilio vatica­no II ha tenido en todo ello, percibir unos cambios concretos, atestiguar inquietudes y luchas nacidas al calor de sus ideas, nos llevarîa demasiado lejos. Dnas palabras indicativas seran suficientes para damos una idea.

Devociôn popular

Que desde un princlplO comenzase a moverse el espîritu conciliar en este campo, es obvio. Y que se comenzase también inmediatamente un enfrentamiento, es algo que no puede negarse. El que escribe -y quiza muchos de los que leen- puede testificar tanto una decapitaciôn de ima­genes como un fervorîn en su honor. Sabe que los primeros 10 hacian pOl' no saber donde colocar tanta cosa (de hecho regalaban 10 que se les pedîa), y que el segundo procedîa a ello después de leer un parrafo del vaticano II (el numero 125 de la Constituciôn sobre la liturgia, sobre todo la primera parte).

Estos hechos desconcertaron al pueblo. Dnos hablaban y otros obra­ban. Aigunos constataban: "el cuIto a los Sagrados Corazones, a San José y a los Santos, el Santo Rosario, novenas, triduos, Horas Santas, han des­aparecido en muchos sitios como algo anacrônico, dejando la impresiôn, en las personas no f01'madas, de que en todo ello no habîa mas que pma supersticiôn" 80. En principio, la inmensa maYOl'îa estaba de acuerdo en que "en todo ello se imponîa una poda" 81 y que habîa que respetar, edu­candola, la piedad deI pueblo 82. Lo difîcil, en la practica, era precisar 10 que exigia poda, y 10 que no pasaba de ser desfiguraciôn de la mente deI Concilio.

Creo que aSI como en la practica los mas duros fueron los que se im­pusieron la tare a de "limpiar" la pied ad y devociôn popular, en teOl'îa los duros fueron los "tradicionales". Se despacharon con una fraseologia que

79 J. M. DE LLANOS, Problemas actuales ... , o. c., p. 48. 80 A. l'EINADOR, lSe hunde la barca de Pedro?, Madrid, Studium, 1970, P. 243. Es evidente

que el ambiente reflejado en ese libro es de los afios que preceden a 1970. Aunque no se limita a Espafia, nuestra nacion no queda excluida.

81 M. BRUGAROLA, Crisis y esperanza de la Iglesia, Madrid, Studitim, 1968, 138. Si se me permite una aclaracion sociologica -y ciertamente no intencionada- diré que estos dos libros pueden resumir la vision que la derecha se forma de la Espafia postconciliar.

82 A. TAPIADOR, Respetemos, educdndola, la piedad deI pueblo, en Ecclesia, 28 (1968) 61·63. Conviene advertir que en nuestra consideracion no entra la cuestion artlstica de nuestras igle, sias, Es de sobra sabido, y pOl' aqui atacan sin posible oposicion algunos, que ciertas ventas de la riqueza artlstica de nuestras iglesias habrlan merecido castigos mas que ejemplares. No es éste el problema.

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ciertamente era poco conciliar, aunque resuIt6 posconciliar 83. Se apoyaban éstos en que, al menos, esas formas de devociôn eran para muchas perso­nas el ûnico medio de uniôn con Dios. Pastoralmente se les debia respe­taro Los contrarios opinaban que Dios nos ha manifestado cômo quiere ser adorado, en espiritu y verdad, y que es neeesario que acabemos de una vez con algo que es objetivamente muy sospechoso.

Lo cierto es que la limpieza se fue haciendo. Si contribuyô 0 no a la purificaciôn de la vida cristiana es algo que no toca aqui juzgar.

Congresos y ejercicios

Dentro de las formas de piedad en concreto pueden examinarse mu­chas. El hecho de que la revista se haya preocupado de otras formas con anterioridad 84 nos lleva a preguntarnos brevemente ahora por estas dos formas de manifestaciôn y vivencia deI Cristianismo.

Con motivo del Congreso eucaristico nacional eelebrado en Sevilla (17-23 de junio de 1968) se vino a poner este problema. Muchos se pre­guntaban si era conveniente continuar con este tipo de devociôn "folklô­rica", 0 si habia llegado el momento de la supresiôn. Parecia conveniente apoyarse en las realidades constatables, y nada mejor que la terminaciôn deI Congreso.

El juicio sobre el Congreso (juicio de un acontecimiento, pero sobre el que recaeria el juicio sobre el futuro dei acontecimiento) fue duro. A pesar de que los "accidentes" resuItasen bien, se pensaba que "nuestro ûl­timo Congreso eucaristico ha sido exponente -uno mas- de esa clara timidez con que el catolicismo espafiol se confronta con el post-concilio" 85.

"Cuando llegaba la hora de enfilar presente y futuro, las actitudes se vol­vian silentes, cautas y, en el fondo, inseguras" 86.

Sin embargo, hombres arriesgados como el P. Llanos no estaban por la supresiôn de estos actos, ya que pueden ayudar a la fe del pueblo y expresarla comunitariamente. La condiciôn puesta para su permanencia era un cambio serio: existencia, "pero eso si, siempre que por fidelidad al tiempo de revisiôn y de apertura y de vuelta a la mas venerable tradiciôn, que vivimos, los congresos de mafiana adquieran una tonalidad nueva y se desarrollen segûn una llnea que voy a atreverme aqui a bosquejar bus­cando -iperdôn!- haeer cosquillas a los peritos" 87.

8J Callemos una fila de nombres, que no serfa diflcil detectar. 84 Remitimos a cuanto se escribi6 en esta misma revista en 1971: Liturgia y espiritualidad,

en Revista de Espiritualidad, 30 (1971) 439·451. Aunque alli se limitaba el autor a 10 que habla aparecido en el campo concreto de las revistas de espiritualidad, creo que el lector puede darse una idea. Quiza deba fijarse, sobre todo, en 10 dicho acerca deI rosario.

85 F. GIL DELGADO, Congreso Eucaristico de Sevilla. Suslancia y accidentes de un Congreso, en Hechos y Dichos, n. 389 (agosto·septiembre 1968) 758.

86 Ibidem. 87 J. M. DE LLANOS, t:Mlis congresos eucaristicos?, en Hechos y Dichos, p. 389 (agosto·sep·

tiembre 1968) 753. El autor hace todo un proyecto sobre c6mo deberfan ser en 10 sucesivo los congresos eucarfsticos. Todo su articulo, en pp. 753-756.

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Por su parte, los ejercicios espirituales necesitaban también ser consi­derados a la luz deI concilio. Se habian convertido durante afios en un ordinario acto de piedad y, en no pocas ocasiones, en una rutina mensual 0

anual. Hay que agradecer a los padres jesuitas el que se dieran cuenta nipi­

damente de la necesidad de "reelaborar" los ejercicios a la luz del vatica­no II. Y fue precisamente Espafia -con no pocos espafioles (ambos datos son los que aqui nos interesan)- la que acogio una nutrida convivencia de jesuitas, quienes pusieron mana a la obra 88. Quiza la conclusion mas conciliar en favor de los ejercicios deI futuro fue "no ( ... ) aferrarse a unas practicas determinadas, sino encontrar la voluntad de Dios, quitar no algo determinado, sino 10 que a cada unD impide la realizacion de su fin, dar con su camino peculiar" 89. Podriamos decir que se habia tratado de encon­trar en el método ignaciano "una actitud existencialista funcional" 90. Si esto era volver al mejor espiritu e intenci6n ignacianos, es algo que no nos compete determinar. Baste saber que el concilio sirvi6 para buscar esta face ta escondida en san Ignacio, 0 para integrarla si es que no existia en su primitivo esquema.

Movimientos espirituales

El concilio habia recomendado la formaci6n de "asociaciones de amis­tad, a fin de ayudarse unos a otros a portarse cristianamente, con mas faci­lidad y plenitud, en una vida a menu do difîcil" 91. En realidad, estas aso­ciaciones ya existian en la Iglesia, al menos entre nosotras. Pero el hecho de que el concilio las considerase, asi coma su decreto sobre el apostola­do de los laicos hacia sospechar que algo deberîa ser revisionado 0 re­considerado. En Espafia ademas de la Acci6n Cat6lica, con todas sus ramas (movimiento del que ya hemos hablado), no podemos olvidar otras mo­vimientos. Un breve recuerdo es necesario. Dejamos cierto tipo de "aso­ciaciones" en franca baja, si no en trance de extinci6n, asi coma aquellas que nos parecen "colonizadas" 0 "desmembradas" en exceso.

Comunidades de base. Posiblemente es el movimiento mas unido al Vaticano II. Quienes han estudiado su origen, y han querido determinar su nacimiento coinciden en admitir su relaci6n estrecha con el concilio.

88 Del 16 al 27 de agosto de 1966, 150 jesuitas se reunieron en Loyola para estudiar los ejerelcios de san Ignacio a la luz deI Vaticano II.

89 1. IPARRAGUIRRE, Exigeneia ignaciana de novedad, en Raz6n y Fe, 177 (1968) 284. 90 Ibidem. Para este mismo acontecimiento, consultar: 1. IPARRAGUIRRE, La «reelaboraci6n»

de los ejercicios, en Manresa, 41 (1969) 163-180; C. ESPINOSA, problemdtica de los ejercicios espirituales hoy, Roma, 1966. Y, por supuesto, el volumen que reeogia el trabajo de la con­vivencia de Loyola (nos interesa aqui 10 espaftoI): Los ejercicios de san Ignacio a la luz deI Vaticano II, Madrid, BAC, 1968. Posteriormente apareei6 un libro de P. SANCHEZ CÉSPEDES, Los ejercicios a la luz de la Biblia. Libro nuevo y completo de los ejercicios de san Ignacio ... adaptado al criterio ... deI Vaticano II, Madrid, U. P. de Comillas, 1967 (el libro, a pesar de su voluminosidad -1072 p.-, no pareee aportar cosas nuevas).

91 po 6.

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"Se puede decir que las comunidades cristianas de base nacen en los anos deI Concilio Vaticano II'' 92. Inc1uso quiza pueda afirmarse que "las co­munidades cristianas han surgido en una conciencia nueva de la Iglesia que hay que situar en la prolongaciôn de la Eclesiologîa deI Vaticano II'' 93.

Esto querria decir que nace propiamente inc1uso después (temporalmente) del Vaticano II. Basta detenerse un poco en el estudio deI "fundamento teolôgico" de dichas comunidades para darse cuenta de elio 94. Y 10 mismo se deduce repasando la bibliografîa sobre el tema. En 1968 empieza a aparecer una bibliografia que ya puede llamarse ta1. Hasta ese ano, apenas alglin leve presagio socio-psicolôgico 95.

Cursillos de cristiandad. Los movimientos anteriores al concilio tie­nen el peligro de pensar que este acontecimiento puede acabar con su vida. Y a veces podrîa y deberÎa ser verdad. Otras veces, algunos particu­lares, insuficientemente apoyados, se lanzan a un ataque desordenado e injusto. Lo cierto es que estos movimientos se ponen a la defensiva.

Los Cursillos de cristiandad pertenecen a este tipo de movimientos, aunque no sean los ûnicos. Hay testimonios directos de Mons. Hervas sobre el ambiente de Cursillos durante la celebraciôn del concilio 96. Después deI concilio se ha escrito expresamente un libro con el tîtulo Vaticano II y Cursillos de cristiandad 97. Los nuevos "rolios" contienen muchas citas de documentos conciliares 98. Su influjo auténtico, no obstante, no parece haber existido. Esto no es una acusaciôn, sino una constataciôn. Puede ser que el movimiento de Cursillos se adelantase tanto a los tiempos que desde eI principio diese con 10 que el concilio ha venido a recordarnos 0 a en­senarnos después. Sôlo afirmo el hecho.

Al haeer la historia deI movimiento, en su etapa de "evoluci6n enri­quecedora" no se mienta al concilio 99. Y al responder los Cursillos a los que piensan que el Vaticano II tiene mucho que decirles, se ha escrito: "con gran modestia de nuestra parte, pero no con menor satisfac­ciôn, hemos de confesar que el Movimiento de Cursillos se situô en ese ,

92 D. DE PABLO MAROTO, Movimientos modernos de espiritualldad, en Revista de Espiritualidad, 30 (1971) 416. Ahi remitimos a nuestros lectores tanto para este movimiento coma para otros. La exposici6n es clara e informada. Aqui, de acuerdo con nuestro proyecto, llamamos unica­mente la atenci6n sobre su referencia al Vaticano II.

93 M. MATOS, Las comunidades cristianas, en Raz6n y Fe, 179 (1969) 315. 94 Cfr. A. ALONSO, Comunidades eclesiales de base, Salamanca, Sigueme, 1970, pp. 63 sS. 9S Véase la bibliografia analizada por C. FLORISTAN en Comunidades de base, Madrid, Ma­

rova, 1971, pp. 209-226. 96 Véase en C. SANCHEZ - F. SUAREZ, Cursillos de cristiandad abiertos al juturo, Madrid,

Euramérica, 1971, pp. 34, 47, 95-97 ... 97 C. SANCHEZ, Vaticano II y Cursillos de cristiandad, Madrid, Euramérica, 1968. 98 Se abre asi el «rollo» de Meditaclones (publicado con los otros en 1968): «después de

la publicaci6n deI Manual de Dirigentes con los nuevos esquemas de los Rollos, revisados y actualizados, seglin la doctrina deI Vaticano II, este Secretariado Nacional ofrece ahora también a las Escuelas de Dirigentes los Rollos misticos y seglares desarrollados» (p. 3). También estan publicados por Euramérica, 1968.

99 Cursillos ... abiertos al juturo, O. C., pp. 25-26.

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pIano desde sus comienzos, hace mas de veinte anos" 100. Se tiene, asi, la impresion de que el movimiento se ha mirado en el concilio con el gozo de quien se encuentra prolongado en él.

Legion de Maria. Que sepamos hasta 1970 poca importancia se ha dado desde Espana a una confrontacion entre este movimiento y el con­cilio Vaticano II 101. El unico que conocemos se encuentra en la misma llnea de los examinados antes sobre el movimiento de Cursillos 102. El puesto importante que la Legion concede a Maria, y a las palabras del concilio recordando a Maria como "Reina de los Apostoles" en el decreto sobre el Apostolado de los laicos 103, es una ocasion estupenda para sa­berse en llnea conciliar (y no tratamos de negarlo). También aqui se han sabido captar algunos principios fundamentales y comunes deI aposto­lado en el concilio y aplicarlos a la Legion, para precisar que la Legion es efectivamente un apostolado para los tiempos deI postconcilio.

JosÉ MANUEL CORDOBÉS, ocd Triana, 9 Madrid-16

100 Ibidem, p. 17. Es la impresi6n que se saca también leyendo el !ibro Vaticano II y Cur· sillos de cristiandad, ya citado. Y podria afirmarse 10 mismo de L. A. MACHADO, Temas con· ciliares para los Cursillos de cristiandad, Salamanca, Sigueme, 1966 (sin que esto indique poco valor deI !ibro). Otros escritos no han intentado poner el problema de las relaciones entre Concilio y Cursillos, por 10 que no nos parece oportuno citarlos aqui. El escrito Con· ceptos basicos sobre los cuales se ha desarrollado el movimiento de cursillos de cristiandad a la luz de la historia y deI Concilio Vaticano II, no 10 conocemos. Se encuentra citado en A. AUGUSTINOVICH, Uneas biblicas deI Movimiento de Cursillos, Salamanca, Sigueme, 1970, p. 10, nota 2 (al no ser espafiol el autor, queda fuera de nuestras notas. Si interesa, no obstante, notar que en la presentaci6n espafiola de C. Gil Atrio se empieza con estas palabras: «desde 1964 se viene abogando por una adaptaci6n a fondo de los temas de cursillos de cristiandad al Concilio» (p. 9). A continuaci6n se dice que esto se ha ide logrando con la adaptaci6n de los rollos que hemos citado anteriormente. Creo, pues, que puede mantenerse cuanto decimos en el texto.

101 Basta repasar la colecci6n Legio Mariae de la Editorial Verbo Divino para darse cuenta de que casi todos los !ibros son traducidos. Aqul, pues, no nos interesan. En tal sentido podria citarse, sobre todo, el de M. TEIXEIRA, El decreto deI apostolado de los seglares y el Manual de la Legion de Maria.

102 Me refiero a L. GONzALEZ,CARVAJAL, La Legion de Maria. Un apostolado para los tiempos deI postconcilio, Madrid (GrM. Color), 1968. En 1969 aparecia la segunda edici6n, con las mismas paginas (20), y en 1970 la tercera, con 40 paginas.

103 Apostolicam Actuositatem, 4.