varios autores - año cristiano 04

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A Ñ O CRISTIANO DIRIGIDO POR LOS CATEDRÁTICOS DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA LAMBERTO DE ECHEVERRÍA BERNARDINO LLORCA, S. I. LUIS SALA BALUST CASIMIRO SÁNCHEZ ALISEDA Con la colaboración de un gran número de autores IV (último) Octubre - Diciembre BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID • MCMLIX

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A O CRISTIANODIRIGIDO POR LOS CATEDRTICOS DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

LAMBERTO DE ECHEVERRA BERNARDINO LLORCA, S. I. LUIS SALA BALUST CASIMIRO SNCHEZ ALISEDA Con la colaboracin de un gran nmero de autores IV (ltimo) Octubre - Diciembre

BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOSMADRID MCMLIX

N D I C ENihil obstat: Lie. Eugenius Snchez, Censor. Imprityiatur: t Fr. Franoiscus, O. P . Episcopus Salmantinus. Salmanticae, 15 angust 1959.

G E N E R A L

Pgs. OCTUBRE 1. 2. 3. 4. 5. (>. 7. 8. 9. 10. 11. San Remigio de Reims, Bernardino Llorca, S. 1 Los Santos Angeles Custodios, Eugenio Beitia Sania Teresita dei Nio'Jess, Baldomero Jimnez Duque. San Froiln, Quintn Aldea Baquero, S. L San Francisco de Ass, Pedro Borges Moran, O. F. M. ... San Allano de Zamora, Manuel Alonso Hernndez Beato Raimundo de Capua, ngel Morta Fguls San Bruno, Antonio Hmales :. F,l Saulsiino Rosario, Lamberto de Echeverra Sania Brgida de Snccia, Virgilio Bejarano San Juan Leonardo, Manuel Oseros Carretero San Luis Bcltrn, /cente Galduf Blasco, O. P San Francisco de Borja, Bernardino Llorca, S. 1 La maternidad divina de Mara, Pedro de Alcntara Martines Beata Soledad Torres Acosta, Luis Portero La Madre de Dios de Bcgoa, Andrs E. de Maarica ... La Virgen del Pilar, Fermn Yzurdiaga horca San Wilfrido, Jess Mara Barranquero y Orrego San Eduardo I I I de Inglaterra, Enrique Iniesta, Sch. P. ... San Calixto I, Bernardino Llorca, S. I. Santa Teresa de Jess, Pablo Bilbao Arstegui San Gerardo Mayela, Dionisio Felipe, C. SS. R Santa Margarita Mara de Alacoque, Jos Julio Martnez, S. 1 San Lucas, J'lix Asensio, S. I San Pedro de Alcntara, Pedro de Alcntara Martnez ... San Juan Cancio, Lamberto de Echeverra San Maurilio, Lamberto de Echeverra San Hilarin, Jos Muera, S. 1 San Abercio, Jos Jimnez Delgado, C. M. F San Antonio Mara Claret, Arturo Tobera Araoz San Rafael, Rafael Garca y Garca de Castro San Frutos, Julin Garca Hernando San Bernardo Calv, Jaime Tarrago Beato Contardo Ferrini, Lamberto de Echeverra San Simn y San Judas, Evaristo Martn Nieto Beatos Pedro Sanz y compaeros mrtires, Alvaro Huerga, O.P 3 8 16 25 29 37 41 > 45 50 55 65 69 74 83 87 92 98 105 112 119 125 130 136 145 152 160 165 169 174 180 192 200 204 211 215 220

12. 13. 14. 1S. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28.

Deposita legal: M. 5064-1939.

Sucs.

de Kivadeneyra, S. A.Paseo L Onslmo Eedono, 26.MABEIC'

NDICE GENERAL VI NDICE GENERAL

VII

P4gs. Pg. Beato Gabriel Taurin Dufresse, Lamberto de Echeverra . 226 Luca Bartolino, Raimundo Creytcns, O, l' 230 30. San Alonso Rodrguez, Pedro Saina Radrguee 233 31. Santa Margarita de Hungra, Gabriel de Borncmissa 240 Ultimo domingo de octubre.Jesucristo, Rey universal ... 248 NOVIEMBRE DICIEMBRE 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. Conmemoracin de Todos los Santos, Fermn Yzurdiaga Lorca La Conmemoracin de los Fieles Difuntos, Casimiro Snchez Aliseda San Pedro Armengol, Juan Gomis San Carlos Borromeo, Lamberto de Echeverra Beato Martn Porres, Antonio Garca Figar Fiesta de las Santas Reliquias, Adalberto M Franquesa, O. S. B .'. San Severo, Bernardino Llorca, S. 1. Los Mrtires de Indochina Bernardino Llorca S. 1 San Wilibrordo, Garca M. Colombs, O. S. B San Alvaro de Crdoba, Justo Prez de Urbel, O. S. B. ... Los Mrtires Coronados, Francisco Martn Hernndez... Dedicacin de la iglesia del Salvador, Mara Paz Navarro de la Pea, O. S. B : La Dedicacin del Santo Sepulcro, Luis Arnaldich, O. F. M San Andrs Avelino, Rafael Mara Lpez Mels, O. F. M. San Martn de Tors, Lamberto de Echeverra San Milln de la Cogolla, (Nicols Gonzlez Ruiz San Diego de San Nicols, Andrs-Avelino Esteban Romero San Estanislao de Kostka, Antonio de Viu, S. 1 San Josafat, Santiago Morillo, S. 1 San Alberto Magno, Emilio Saturas, O. P San Eugenio, Juan Francisco Rivera Santa Matilde y Santa Gertrudis, Mara Angeles Aisa ... Beata Juana Delanoue, Lamberto de Echeverra Beato Roque Gonzlez de Santa Cruz, Guillermo Furlong, S. I Dedicacin de las baslicas de San Pedro y de San Pablo, en Roma, Juan Ferrando Roig San Odn de Cluny, Luis Serd Santa Isabel de Hungra, Javier Martn Artajo San Edmundo de Canterbury, David Lionel Greenstock. ... La Presentacin de Nuestra Seora, Mary Salas San Columbano, Benardino Llorca, S. 1 Santa Cecilia, Jos Artero San Clemente, Pedro Alcorta Maz .._ San Juan de la Cruz, Baldomero Jimnez Duque Santa Catalina de Alejandra, Joaqun Gonzlez Villanueva. 257 265 277 283 288 302 307 312 316 320 326 329 333 339 347 356 365 370 375 383 387 392 396 402 406 410 414 419 427 431 437 445 451 459 I. .'. 3. 4. 5. 6. 7. 8. '). 10. 11. 12. 13. 11. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. Beato Edmundo Campion, Manuel Briceo, S. 1 Santa Bibiana, Casimiro Snchez Aliseda .' Beato Juan de Ruysbroeck, Faustino Martnez Goi "... San Francisco Javier, Len Lopetegui, S. 1 Santa Brbara. Lamberto de Echeverra San Pedro Crislogo, Aleiandro Olivar, O. S. B 'Beato Nicols Tavelic. Atanasio Matanic, O F M Beato Plcido Riccardi, Aurelio M. Argem. O. S. B. ... Snn Pedro Pascual, Dara Cabnelas. O. F. M San Nrulan fe Bari, Nicols Gonzlez Ruiz San Atnbnisio, francisco de P. Vizmanos, S. 1 \,;\ Inmaculada Concepcin, Pedro de Alcntara Martines,O, V. M Santa Lrocardia, Juan Francisco Ribera San Mrlduiades, Melauiades Andrs Martn Santa Eulalia de Mrida, ngel Fbreaa Grau San Dmaso, Casimiro Snchez Aliseda ...." Nuestra Seora de Guadalupe, de Mjico, Alfonso Junco. Beato Toms Holland, David Lionel Greenstock Santa Luca, Matilde Gavarrn Santa Nona, Lamberto de Echeverra Beato Juan Marinoni, Antonio Venv Ballester. C. R San Venancio Fortunato, Jos GuUln Santa Mara Crucificada di Rosa, Luis Portero San Ensebio de Vercelli. Vicente Serrann San Lzaro, Ladislao Guim Castro. O. F. M Expectacin del Parto de la Santsima Virgen, Romualdo M. a Daz Carbonell. O. S. B Beato Urbano V., Isaac Vzquez, O. F. M Santo Domingo de Silos, Marqus de Lozoya Santo Toms, Luis Arnaldich, O. F. M Santa Francisca Javier Cabrini, Javier Prez de San Romn San Ivo de Chartres, Toms Garca Barberena Beata Margarita de Youville, Lamberto de Echeverra Vigilia de Navidad, Juan ili." Lecea La Natividad del Seor, Julio Montalvillo San Esteban, Lorenzo. Rber Nuestra Seora del Rosario de Andacollo (Chile), Juan Manuel Llerena .' 505 512 517 525 532 535 538 541 547 551 555 564 571 578 583 587 597 604. 607 612 615 621 628 632 639 647 650 657 664 673 679 689 697 704 712 717 29. San Juan Berchmans, Joaqun Gonzlez Villanueva San Leonardo de P o r t o Manrizio, Isidoro de Villapierna, O. F. M. Cap 27. San Jos Pignatelli, Miguel Battlori, S. I. 28. Santa Catalina Labour, Casimiro Snchez Aliseda 20. San Saturnino de Tolosa, Antoine Dumas, O. S. B 30. San Andrs, Andrs Fucnte.s ''.. 467 471 475 480 489 494

10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.

VIH

NDICE GENERAL

rtgi. San Juan Apstol y Evangelista, Xtrnfln O. F. M. Cap 28. Santos Inocentes, Jos M.* Valverde 29. San Gaspar del'Bfalo, Lamberto de uhi. Santo Toms de Canterbury, Jorge llliih 30. Beata Vicenta Mara de Vicua, Josf ,-tili i 31. San Silvestre, Francisco Martn Hernillitlra ndice de santos y beatos ndice de autores 27. ili lutria, .. l

O

CTUBRE

722 .729 , 7.M , 740 7|> . 7S.( , 765 77.?

1 de octubre

SAN REMIGIO DE REIMS(f ca.530)

San Remigio, clebre obispo de Reims, conocido en la historia principalmente por el hecho de haber bautizado al rey Clodoveo y un buen nmero de su pueblo, fu hombre, segn el testimonio de San Gregorio de Tours, insigne por su erudicin y santidad y por sus obras maravillosas, por todo lo cual es considerado como el apstol de los francos. Las fuentes que nos informan sobre l, principalmente San Gregorio de Tours y San Avito de Vienne, aunque fieles en la relacin de los hechos fundamentales, no .son absolutamente securas en lo gue se refiere a los detalles de los mismos. Sin embargo, tomando el conjunto de vslo.s, podemos decir que estamos suficientemente informados. S Nacido en Laon, hacia el ao 437, de padres galos, hizo tan considerables progresos en su formacin, y particularmente en la elocuencia, que, segn el testimonio de San Sidonio Apolinar, compaero suyo en los primeros aos, lleg a superar a todos sus iguales. Contando slo veintids aos de edad, al quedar vacante en 459 la sede de Reims, fu l destinado para la misma, y los hechos probaron bien pronto que con su celo y fervor de ,espritu supla lo que le faltaba de experiencia. No poseemos muchas noticias sobre la actividad de San Remigio durante la primera etapa de su vida, desde su elevacin a la sede de Reims, en 459, hasta el gran acontecimiento de la conversin de Clodoveo, hacia el 496, en que tan directamente intervino San Remigio. Pero lo poco que conocemos nos lo presenta como un prelado eminente, consciente de sus deberes y entregado de lleno a la instruccin y gobierno de su pueblo. Sabemos por Sidonio Apolinar que desarroll gran actividad en convertir a muchos entre los invasores francos y someterlos al yugo de Cristo. El mismo atestigua que posey un volumen de los sermones de Remigio, cuya suavidad, belleza de expresin y plenitud de doctrina pondera extraordinariamente. Con

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esta elocuencia, a la que se juntaba su eminente santidad, contribuy eficazmente a poner el fundamento de la conversin del pueblo de los francos. Entre los pocos documentos que de este tiempo se nos han conservado es digna de memoria una carta, dirigida por San Remigio, hacia el ao 482 a Clodoveo, en la que lo felicitaba por su feliz principio como rey de los francos en la regin de Tournai y le daba excelentes orientaciones y consejos para el gobierno de su pueblo. As le dice: "Debis mostrar deferencia con los sacerdotes y recurrir siempre a su consejo. Si reina armona entre vos y ellos, vuestro reino sacar de ello mucho provecho... Que todos os amen y os respeten... Que vuestro tribunal sea asequible a todos y que nadie salga triste de l. Emplearis todas las riquezas de vuestros padres en librar cautivos y desatar las cadenas de los esclavos..." De hecho, tal era ya su prestigio por este tiempo que, cuando Clodoveo conquist la Galia del Norte, en torno al ao 490, Remigio fu, seguramente, el intermediario entre la poblacin indgena, cristiana en su mayora, y los dirigentes conquistadores. Todo su empeo lo dirigi desde entonces a atraer al mismo Clodoveo a la religin cristiana. Precisamente la intervencin de San Remigio en la conversin definitiva de Clodoveo y del pueblo franco constituye el punto ms interesante y glorioso de su vida. Por esto es conveniente notarla con alguna detencin. Ante todo, consta que en este tiempo Clodoveo, aunque continuaba afecto al paganismo, trataba amistosamente con los cristianos, que constituan la mayora de la poblacin indgena. l mismo haba tomado por esposa a la catlica Clotilde, hija del rey cristiano de Borgoa, Chilperico. Ms an: sabemos que ella realiz repetidos intentos de convertir a su esposo al cristianismo, y que ste consinti en que su primognito fuera bautizado. Es verdad que, segn se refiere, habiendo muerto el nio poco despus del bautismo, ech en cara a la reina esta muerte, afirmando que no hubiera muerto si .hubiera sido puesto bajo la proteccin de los dioses francos; sin embargo, volvi a permitir que su segundo hijo fuera bautizado. Estando, pues, Clodoveo en esta disposicin tuvo lugar su conversin, segn todos los indicios, durante la guerra que mantuvo contra los alemanes el ao 496 o tal vez 497. Cmo sucedi este importante acontecimiento y qu

intervencin tuvo en l San Remigio, el apstol de los francos? No es fcil responder con absoluta objetividad a esta pregunta. Sin embargo, teniendo presente el relato de San Gregorio de Tours, que es quien ms detalles nos ofrece, y otras noticias contemporneas, podemos responder substancialmente lo siguiente: Habiendo irrumpido los alemanes en el territorio de los francos, encontrbase Clodoveo en el momento decisivo de la batalla. Ms an: cuando advirti que los francos comenzaban a ceder y que era inminente la victoria de sus enemigos, invoc al Dios de su esposa, Santa Clotilde, prometindole abrazar la fe si le conceda la victoria. De hecho, inesperadamente, volvieron la espalda los enemigos y emprendieron la huida. Ante un hecho tan sorprendente, Clodoveo, ya victorioso, se decidi a realizar lo prometido. A este hecho fundamental aade San Gregorio de Tours diversos detalles, de cuya objetividad no ofrece plenas garantas. Tales son: que su esposa, Clotilde, antes de emprender Clodoveo la batalla, le dijo: "Seor, si quieres alcanzar victoria, invoca al Dios de los cristianos; si t lo invocas con toda confianza, nada se te puede resistir". A lo cual respondi Clodoveo que as lo hara, y, si sala victorioso, se hara cristiano. Por esto el mismo historiador, en el momento crtico de la batalla, pone en boca del rey franco estas palabras invocando al Seor: "Oh Cristo, a quien Clotilde invoca como Dios vivo!, yo imploro tu ayuda. He invocado a mis dioses, y ellos no tienen ningn poder. Acudo, pues, a ti. Yo creo en ti. Lbrame de mis enemigos y yo me bautizar en tu nombre". El mismo Gregorio de Tours aade multitud de detalles sobre los acontecimientos que luego siguieron: cmo, lleno de jbilo por la victoria, exclam al encontrarse con su esposa, Clotilde: "Clodoveo ha vencido a los alemanes, pero t has vencido a Clodoveo". Y a continuacin realiz con toda solemnidad el acto trascendental de su propio bautismo y de gran nmero de magnates de su pueblo. Reduciendo, pues, a lo substancial todo este relato, podemos sintetizarlo de la manera siguiente: Con el consejo de su esposa, Santa Clotilde, Clodoveo se puso en contacto con San Remigio de Reims, y, efectivamente, bajo su direccin, tanto el rey como un buen nmero de magnates y del pueblo recibieron la instruccin necesaria para poder recibir el bautismo. Clodoveo manifest, por una parte, su preocupacin de que muchos de

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ellos, particularmente los hombres de su guardia personal, no renunciaran fcilmente a sus dioses, y, por otra, su voluntad de que no se forzara a nadie a abrazar la fe cristiana. Pero la mayora de los magnates y dems cortesanos se manifest decidida a seguir el ejemplo de su rey. As, pues, dedicse de lleno San Remigio a la obra de su instruccin, en lo que consta que le ayud otro santo insigne, San Vedasto. La escena misma del bautismo, aun exponindonos a mezclar los hechos estrictamente histricos con detalles subjetivos del cronista, vale la pena reproducirla como nos la refiere San Gregorio. En efecto, con el objeto de impresionar los sentidos de aquel pueblo brbaro con las solemnes ceremonias del bautismo, San Remigio y la reina Clotilde procuraron que la ciudad de Reims, donde se realiz probablemente este gran acto, se engalanara con toda magnificencia y que la catedral y el baptisterio aparecieran con los esplendores de las grandes fiestas. Luego aade el historiador: "El nuevo Constantino avanza hacia el baptisterio. Cuando hubo entrado en l, en presencia de todo el pueblo y de la corte entera que lo contemplaba, el obispo Remigio le dice: "Inclina humildemente tu cabeza, sicmbro; adora lo que hasta ahora has quemado; quema lo que hasta aqu has adorado". As, pues, habiendo hecho Clodoveo la profesin de fe en Dios omnipotente y en la Trinidad, fu bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo". A continuacin San Remigio bautiz a dos hermanas del rey y, con la ayuda de otros sacerdotes, a unos tres mil hombres de la corte y del ejrcito, as como tambin a gran multitud de mujeres y nios. Muchos suponen que estos acontecimientos tuvieron lugar el 25 de diciembre de 496, el mismo ao de la victoria de Clodoveo sobre los alemanes. Fcilmente se comprende el entusiasmo con que recibi estos acontecimientos el episcopado de las Galias. San Avito de Vienne escriba al principe: "Vuestra fe es nuestra victoria... Osar yo predicaros la misericordia de Dios, cuando un pueblo, hasta ahora cautivo, celebra la vuestra con transportes de jbilo ante el mundo entero y con lgrimas delante de Dios? Yo no formulo ms que un voto; puesto que Dios va a hacer, por vuestro medio, un pueblo enteramente suyo, esparcid del tesoro de vuestro corazn

semillas de fe entre los pueblos vecinos que, viviendo en su ignorancia, no han sido corrompidos por los grmenes de las doctrinas perversas". U n a vez realizada la conversin oficial del pueblo franco, en la que tan activa parte tuvo San Remigio, continu ste trabajando con la mayor intensidad en su ulterior instruccin. Bajo la proteccin de Clodoveo continu esparciendo entre los francos la semilla del Evangelio, con lo cual realiz una obra admirable. La leyenda le atribuye un nmero extraordinario de milagros en est labor de evangelizacin. A este propsito es clebre, sobre todo, la de la vasija o ampolla sancta, que se conservaba en la abada de San Remigio, que se supone ser la misma que sirvi para ungir con el leo santo del bautismo al rey Clodoveo y que vino milagrosamente del cielo. Esta vasija se empleaba en la consagracin de los reyes de Francia, pero fu rota en la Revolucin francesa, si bien se conserva una parte de ella en la catedral de Reims. Los obispos, reunidos en una asamblea convocada en Reims, declararon que se sentan impulsados a la defensa de la fe por el ejemplo viviente de San Remigio, el cual, segn ellos afirman, "en todas partes destruy los altares de los dolos, realizando multitud de milagros". De l conservamos una carta, escrita poco despus de la muerte de Clodoveo, ocurrida en 511 y dirigida al obispo de Tongres-Maestricht. En tono enrgico reprocha a este ltimo obispo algunos excesos cometidos contra algunos pueblos. De este modo aparece la entereza de carcter con que continu trabajando hasta el fin de su vida. De todo ello se deduce que San Remigio, en la ltima etapa de su vida, hizo lo que pudo para promover el Evangelio entre el pueblo de los francos, recin convertido al cristianismo, por lo cual, con justo ttulo, es venerado como su apstol. En un snodo celebrado en 517 convirti a un obispo arriano, que se haba presentado para argir contra el santo obispo. Sin embargo, su accin apostlica no siempre encontr la aprobacin y buena acogida entre sus hermanos de episcopado. Poco despus de la muerte de Clodoveo, probablemente en 512, los obispos de Pars, Sens y Auxerre le escribieron acerca de un sacerdote, llamado Claudio, ordenado por l a peticin del rey. En la carta le reprochan el haber ordenado a un hombre mercader, segn ellos, de degradacin, y dan a entender que piensan fu sobornado para

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ello, acusndole de haber perdonado todos los desaciertos financieros de Claudio. Se conserva la carta con la que San Remigio respondi a este cmulo de inculpaciones y acusaciones infundadas. Claramente convencido de que aquellos obispos estaban llenos de despecho y apasionamiento, se lo manifiesta as con toda claridad, pero su respuesta es un modelo de paciencia y caridad. San Gregorio de Tours atestigua que gobern la Iglesia de Reims setenta aos, y que muri en paz hacia el ao 530. Se ha conservado el texto de un testamento, que se le atribuye. Probablemente es autntica la versin breve del mismo. Su fiesta se celebr en distintas fechas, y la Iglesia de Reims le dedicaba cinco durante el ao: el 12 de enero, la vigilia; el 13, su fiesta; el 29 de mayo, la traslacin; el 1 de octubre, ora traslacin; el 30 de diciembre, su relacin. Pero, al fin, prevaleci el 1 de octubre como nica fiesta.BERNARDINO LLORCA, S. I. BIBLIOGRAFA Ac. SS. Bol., 1 de octubre. Diversos documentos interesantes. VENANTHIUS FORTUNATOS, Vita, en M'pn. Germ. Hist., Auc. Ant., I V , 2, p.&'s. HINCMARIUS, Vtia, en Mon. Germ. Hi4(., Ser. Rer. Merov. III, p.239s.GREGORIUS TURONENSIS, en Mon. Germ. Hist, Ser. Rer. Merov., I.

Artculo "Ckwis", en Dict. Arch. Lit. Asimismo artculo "Remi". KURTH, G., Clovis. 2 vals., 2. a ed. (1901). OPPENHEIMER, F., The Legend o he Saine Ampoule (1953). S. REMI, 533-1933. Ffes... du jubile en l'honneur du XIV ceptenaire de la mor de saint Remi, 15 janvier 1933.

2 de octubre

LOS SANTOS ANGELES CUSTODIOS"La existencia de los ngeles est atestiguada casi por cada una de las pginas de la Sagrada Escritura." As habla San Gregorio Magno, a quien se da el ttulo de Doctor de la milicia celeste. Podemos aadir nosotros que el mismo alto origen ha de reconocerse para el culto de estos celestiales espritus. La devocin a los ngeles aparece casi con espontaneidad en los primeros aos de jiuestra vida y ya no nos abandona jams. En una inscripcin del cementerio de San Calixto se lee: Arcessitus ab angelis,

que viene a decir: "fu llamado por los ngeles" para presentarle al Seor. "Salid al encuentro suyo, ngeles del Seor, para ofrecer su alma en la presencia del Altsimo", canta la Iglesia en el oficio de difuntos. La fiesta de los ngeles custodios tiene ya existencia multisecular. Se ha recordado que ya en el siglo V se celebraba en Espaa y en Francia, como fiesta particular. Suprimida por San Po V , fu restablecida por un decreto de Paulo V el ao 1608, fijndola para el primer da libre despus de San Miguel. Clemente X fu quien la introdujo definitivamente en la liturgia de toda la Iglesia, determinando que se celebrara el da 2 de octubre. El nombre de "ngel" significa mensajero. E s nombre que significa ministerio y oficio. Pero la perfeccin de su naturaleza va de acuerdo con ese sublime oficio, que ellos ejercen de una manera ms permanente que los dems seres de la creacin. Son los "mensajeros" de Dios, por excelencia. Son seres creados, intelectuales, superiores a los hombres, dotados por el Seor de especial virtud y poder. La humana filosofa apenas haba columbrado, de una manera borrosa, la existencia de los ngeles. La fuente primera de nuestra devocin es la Revelacin divina, contenida en la Sagrada Escritura. Con ella en la mano evitamos el primer error en que cayeron algunos telogos combatidos por Orgenes, que, influidos por la filosofa pagana, tuvieron a los ngeles por "dioses". Estn al servicio de Dios, pero san seres creados por su omnipotencia. M e recen nuestra veneracin por su grandeza sobrenatural, por la gracia que les adorna, por su amor al Seor, demostrado en la prueba, que no supieron superar Lucifer y sus secuaces, los cuales, por su soberbia, fueron convertidos en demonios y padecen las penas eternas del infierno, que fu creadoi para ellos. En la vida de Cristo Nuestro Seor y en la vida de la Iglesia primitiva los ngeles ejercen su misin de mensajeros con frecuencia. A veces se designa a losi ngeles por su nombre, como a San Gabriel, San Rafael, San Miguel; a veces simplemente se les designa con el genrico apelativo de "el ngel del Seor"; a veces cumplen su misin individualmente, como el ngel que bajaba a la piscina de Betzata, en la puerta Probtica, para agitar el agua y comunicar una virtud maravillosa de curacin de cualquier enfermedad que tuviere el primero que descenda a sus ondas. Otras

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II

veces son dos los ngeles enviados, como los que vio la Magdalena, vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde haba estado el cuerpo de Jess muerto, antes de la resurreccin. Otras veces la Escritura alude a legiones de ngeles, como aquellas "doce legiones" que hubiera enviado el Padre celestial si Cristo hubiera formulado tal peticin. Y no falta alguna ocasin en que la Escritura habla de "millares de millares", como aquellos que aparecen en el Apocalipsis alrededor del trono triunfal del Salvador del mundo. Dada la armona perfecta del mundo, como obra del Creador, podemos pensar en la escala ascendente que va del maravilloso mundo fsico que nos va descubriendo en su portentosa complejidad la fsica nuclear, al mundo de los vivientes, ms perfecto an, siguiendo por esa misteriosa unin de lo somtico y lo psquico, lo material y lo espiritual, representado por la persona humana. Los ngeles son las criaturas que colman esta ascensin hacia el cielo. Por eso decimos que son superiores a los hombres. La Escritura los llama "estrellas de la aurora e hijos de Dios". Dice fray Luis de Len que se les llama "estrellas de la aurora porque sus entendimientos, ms claros que estrellas, echaron rayos de s, saliendo a la luz del ser en la aurora del mundo. Y se les llama hijos de Dios porque, entre lo que l cri, es lo que ms se le parece en la perfeccin de su naturaleza". Los ngeles han sido creados por Dios, como el universo entero, para su gloria. Es decir, "para alabar, hacer reverencia y servir" al Creador. Cumplen esta finalidad siendo la corona gloriosa del Seor, como le vieron tantos artistas, capitaneados por Lucas della Robbia, el escultor florentino, autor del grupo ms delicioso de los ngeles cantores. Estas representaciones artsticas no son arbitrarias, sino que siguen la lnea de los libros santos, como el del Apocalipsis, donde se lee: "Vi y o la voz de muchos ngeles en rededor del trono, y de los vivientes y de los ancianos; y era su nmero miradas de miradas, y millares de millares, que decan a grandes voces: Digno es el Cordero, que ha sido degollado, de recibir el poder, la riqueza, la sabidura, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendicin. Y todas las criaturas que existen en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y todo cuanto hay en ellos, o que decan: Al que est sentado en el trono y

al Cordero, la bendicin, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos". Por ello decimos que los ngeles forman la corte celestial, que primariamente mira al honor de Dios Creador y Redentor. Y precisamente porque todo su anhelo es alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Seor, los ngeles se convierten, por disposicin divina, en ngeles custodios. Cuando tengamos el concepto exacto de la religin, que no se ha hecho primariamente para nuestra felicidad, sino para la gloria del Seor, comprenderemos por qu cumplen las criaturas anglicas con este oficio de mensajeros de Dios cerca de nosotros, y de custodios de nuestra pobre vida, destinada, como la suya, "para alabar, hacer reverencia y servir" al Creador. Quieren los ngeles que formemos a su lado en la corte celestial, que conservemos y aumentemos la gracia, que nos da derecho a cantar en sus coros; a repetir, por toda la eternidad, la meloda inefable de los que san gloriosos porque supieron buscar la gloria de Dios. En el libre del xodo, cuando se acaba de promulgar la ley santa, el Seor, que habla en estilo directo a cada uno de los israelitas, anuncia solemnemente la asistencia de los ngeles custodios con estas palabras: "Yo mandar a mi ngel ante ti, para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto". Para los israelitas este texto significa la asistencia y la custodia de los ngeles en la peregrinacin por el desierto hasta llegar la tierra prometida. Significa tambin la asistencia y la custodia de los ngeles para el viaje de esta vida terrenal y la llegada a la gloria del cielo. El acontecimiento histrico del paso de Israel por el desierto fu la ocasin para que el Seor promulgara su Ley y para que se nos anunciara este auxilio de los ngeles custodios en las dificultades que la vida terrena entraa. Por Jo dems, la tutela de los ngeles se anuncia en muchos otros pasajes de la Escritura, pero quiz en ninguno con tanta fuerza expresiva como en el salmo 90, donde dice: "Te encomendar a sus ngeles, para que te guarden en todos tus caminos. Y ellos te llevarn en sus manos para que no tropieces en las piedras. Pisars sobre spides y vboras, hollars al len y al dragn". San Bernardo comenta as este pasaje bblico, exponiendo la custodia de los ngeles en la doctrina general de la .providencia de Dios para la salvacin de los hombres.

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"Aplicas al hombre, oh Seor!, tu corazn y solcito lo cuidas. Le envas tu Unignito, diriges a l tu Espritu, le prometes tu gloria. Y para que nada haya en el cielo* que deje de participar en nuestro cuidado, envas a aquellos bienaventurados espritus a ejercer su ministerio para bien nuestro, los destinas a nuestra guarda, les mandas que sean nuestros ayos. Poco era para ti haber hecho ngeles tuyos a los espritus; hceslos tambin ngeles de los pequeuelos, pues escrito est: Los ngeles de stos estn viendo siempre la cara del Padre. A estos espritus tan bienaventurados hceslos ngeles tuyos para con nosotros y nuestros para contigo". Los Santos Padres de la Iglesia han predicado esta doctrina, aplicando a los ngeles de la guarda distintos ttulos en los que se expresa la importancia de su ministerio. Eusebio de Cesrea les llama "tutores" de los hombres; San Hilario, "mediadores"; San Basilio, "compaeros de nuestro camino"; San Gregorio Niseno, "escudo protector", Simen Metafrastes, "muralla que rodea por todas partes la fortaleza de nuestra alma, defendindola de los asaltos del enemigo"; San Cirilo Alejandrino, "maestros que nos ensean la adoracin y el culto de Dios". No es posible seguir. Hacemos notar solamente que San Agustn y San Gregorio Magno no han perdido ocasin para exaltar el valor de la intervencin anglica en nuestra vida. Y la sagrada liturgia en este da de su fiesta les ha saludado con las siguientes palabras: "Cantamos a los ngeles custodios de los hombres, que puso el Padre, junto a nuestra frgil naturaleza, como celestiales compaeros para que no sucumbiramos ante las insidiosas acometidas de los, enemigos". Si consideramos atentamente la letra de la Escritura divina, observaremos que se habla en sus pginas de diversos rdenes de ngeles. Isaas ve a los "serafines" cantando, y uno de ellos purifica los labios del profeta con un carbn encendido. El Gnesis nos dice que un "querubn" fu puesto por Dios como guardin del paraso, y el xodo que fueron dos los "querubines" los que estaban en el arca santa desde donde promete el Seor hablar a su pueblo. San Pablo nombra a los "principados, potestades y dominaciones", as como ios "tronos, virtudes y arcngeles". Existe, pues, una jerarqua celeste con ngeles de orden y oficio superior y ngeles de orden y oficio inferior. Todos,

ciertamente, excelsos y muy superiores a nuestra humana naturaleza. Ante esto se han preguntado los telogos si entra en la providencia ordinaria de Dios destinar para custodia de los hombres a los ngeles de las categoras superiores o se encomienda este oficio a los ngeles de las categoras inferiores. La lectura de los textos sagrados nos persuade que ngeles de todas las categoras, aun de las superiores, San Gabriel, San Rafael, San Miguel, los serafines y querubines, han cumplido misiones cerca de los hombres, como se comprueba con la vida de la Santsima Virgen y San Juan Bautista, el pueblo de Israel, el profeta Isaas, el san^> patriarca Tobas, por no citar sino los pasajes ms salientes. Pero es posible que los ngeles de los rdenes inferiores sean los que normalmente se designan para ejercer la custodia de los hombres, y as se puede creer que en las jerarquas anglicas unas cumplen la misin de asistir ante el trono del Seor y otras se destinan para la custodia del universo creado, en el que sobresalen los hombres como primero y principal objeto de esa cuidadosa guardia. Los primeros son ngeles "asistentes" al trono celestial; los otros, "ejecutores" de la Providencia en el auxilio a la humanidad cada. Las misiones y disposiciones ms destacadas, como la de la encarnacin del Verbo anunciada por San Gabriel y otras semejantes, saldran fuera de la regla ordinaria y general. Cuando se habla de los ngeles custodios nos referimos primariamente a los que ejercen la salvadora tutela de las personas individuales. Cada uno> de nosotros tiene su ngel de la guarda. Dios quiere que todos los hombres se salven y que lleguen al conocimiento de la verdad. Al decir todos los hombres no exclumos a ninguno. Tenemos, por tanto, por ms congruente a esta voluntad salvfica de Dios el extender con la misma universalidad el ministerio tutelar de los ngeles. Todas las almas han sido redimidas por Cristo, todas estn en el camino de la salvacin, todas son defendidas y protegidas por los ngeles. Y muchas almas, nacidas en la pagana y misteriosamente salvadas por la iluminacin de la fe, deben esto a los ngeles de su guarda. Lo sabremos el da en que se haga la cuenta universal del paso de les hombres por la tierra. Pero lo columbramos ya desde ahora, siguiendo el pensamiento de los telogos sobre la salvacin de los infieles negativos, que guardan la ley

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natural. El ministerio de los ngeles juega en ellos un papel principal. Este ngel nuestro nos acompaa siempre, no nos abandona jams en esta vida. En la otra, para quienes hayan alcanzado la gloria, an quedan vinculados a su triunfo. Hemos aludido a las narraciones de la Biblia para fundamentar nuestra doctrina sobre los ngeles. Ahora transcribimos una referencia de los Actos de los Apstoles, donde, al mismo tiempo, podemos ver a un ngel en accin y palpar la fe de la Iglesia primitiva en la custodia de los ngeles. San Pedro estaba custodiado en la crcel y Heredes Rensaba exhibirlo al pueblo. La noche anterior a este da del triunfo del perseguidor, San Pedro se hallaba dormido entre dos soldados, sujeto con dos cadenas y guardada la puerta de la prisin por centinelas. "Un ngel del Seor se present en el calabozo, que qued iluminado, y, golpeando a Pedro en el costado, le despert diciendo: Levntate pronto; y se cayeron las cadenas de sus manos. El ngel aadi: Cete y clzate tus sandalias. Hzolo as y agreg: Envulvete en tu manto y sigeme. Y sali en pos de l. No saba Pedro si era realidad lo que el ngel haca; ms bien la pareca que fuese una visin. Atravesando la primera y la segunda guarda llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad. La puerta se les abri por s misma y salieron y avanzaron por una calle, desapareciendo luego el ngel. Entonces Pedro, vuelto en s, dijo: Ahora me doy cuenta de que realmente el Seor ha enviado su ngel y me ha arrancado de las manos de Heredes y de toda la expectacin del pueblo judo". San Pedro lleg a la casa de Mara, la madre de Juan Marcos, y llam a la puerta. Saban ellos que Pedro estaba en la crcel, pero, al or su voz, sin creer an en el prodigio de su liberacin, pensaron: "Ser su ngel". As vivi la Iglesia primitiva esta verdad alentadora de la custodia de los ngeles, que reclaman tambin su parte en la feliz difusin del mensaje evanglico. Todos los hombres tienen su ngel custodio. Pero, adems, lo tienen los reinos y comarcas. De San Miguel, como ngel del pueblo de Dios, se habla en el libro del profeta Daniel. Y el pueblo gentil de los persas tena su ngel. As podemos aceptar la doctrina de San Jernimo, que nos dice que, "cuando el Altsimo separaba a las razas y se constituan los trminos de cada pueblo, numeraba los ngeles

que les haban de custodiar". Y si esto se dice de los pueblos, lo diremos, con tanta mayor razn, de la Iglesia catlica, difundida de Oriente a Occidente, y de las Iglesias particulares, de las dicesis y colectividades religiosas. Y de esto tenemos un ejemplo patente, segn toda la tradicin de los Santos Padres griegos, en las cartas que se escriben a los ngeles de las siete Iglesias- del Asia proconsular en el libro del Apocalipsis. Los ngeles aparecen aqu unidos en su suerte y en sus aspiraciones a las mismas Iglesias, a los obispos y a los fieles. Ellos reciben y transmiten las alabanzas y las reprensiones que foirman parte de los mensajes. Salvando siempre todas las distancias, por dramos decir que, como Cristo quiso aparecer como vestido de nuestras flaquezas, as los ngeles de estas Iglesias de Asia, y lo mismo diremos de todas las dems del mundo, parecen ante el Seor unidos a las circunstancias de aquellas cristiandades que en tantas cosas eran dignas de alabanza y en otras haban cado de su primitivo esplendor. Dice a este propsito el gran obispo de Miln San Ambrosio: "No solamente destin Dios a los obispos para defender su grey, sino tambin a los ngeles". Y aade San Gregorio de Nacianzo: "No dudo que los ngeles son rectores y patronos de las iglesias, como nos ensea el Apocalipsis de San Juan". Los ngeles custodios deben ser venerados e invocados. "Actale, escucha su voz, no le resistas", dice el libro del xodo. Tres frases de San Bernardo resumirn adecuadamente esta doctrina: "Anda siempre con circunspeccin dice el Santo, como quien tiene presente a los ngeles en todos los caminos". "Amemos afectuosamente a sus ngeles como a quienes han de ser un da coherederos nuestros, siendo ahora abogados y tutores puestos por el Padre y colocados por l sobre nosotros." As amar a los ngeles es amar a Dios mismo. Al amor se aade la confianza. "Aunque somos tan pequeos y nos queda tan largo y tan peligroso camino, qu temeremos teniendo tales custodios? Fieles son, prudentes son, poderosos son. Siempre, pues, que vieres levantarse alguna tentacin, amenazar alguna tribulacin, invoca a tu guarda, a tu conductor, al protector que Dios te asign para el tiempo de la necesidad y de la tribulacin. No duerme, aunque por breve tiempo disimule alguna vez; no sea que con peligro salgas de sus manos si ignoras que ellas te sustentan."

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La fiesta de los ngeles custodios se celebra con rito de/ fiesta doble mayor y oficio fes.tivo propio en los maitines y laudes, misa y segundas vsperas. H e aqu la oracin propia del da: "Oh Dios, que con inefable providencia te has dignado enviar a tus santos ngeles para nuestra guarda!, concede a los que te pedimos el vernos defendidos por su proteccin y el gozar eternamente de su compaa. Por Cristo nuestro Seor. As sea".EUGENIO BEITIA. BIBLIOGRAFA SAOTO TOMS DE AQUINO, Stma Teolgica, p.l. a q.113.

DUHR, J., Anges, artculo en Dic, de spiritual, vol.l (1933) c.580-625.RAIMUNDO SUREZ y AURELIANO MARTNEZ, O. P., Introduccin al

tratado de los ngeles, en el t.3 de la edicin bilinge de la Suma Teolgica (BAC). BERAZA, De Deo Creante (Bilbao 1921).PP. SOCIETATIS IESU IN HISPANIA, Sacrae Theologiae Summa, II (BAC).

M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia (BAC).

3 de octubre

SANTA TERESITA DEL NIO JESS(f 1897)

Alencon, 1873. El 2 de enero ha nacido en aquella ciudad normanda una nia; el da 4 se la bautiza en Nuestra Seora. Es el primer encuentro misterioso con Jess. Se trata de la ltima .hija de Luis Martin y de Celia Gurin, un matrimonio ejemplar, cristiansimo, sencillamente heroico en el conjunto de sus virtudes sinceras. Con su estilo fin de siglo un poco cerrado, un poco romntico, un poco burgus. l haba trabajado como relojero y joyero. Ella diriga una pequea artesana de encajes de Alemjon. Es familia modesta, pero acomodada. A la pequea precedieron otros ocho hermanos, de los cuales murieron cuatro de corta edad. Quedan: Mara, Paulina, Leona y Celina. A mediados de marzo hubo que enviar a la pequea a Semall para que la criase Rosa Taill, y no volver al hogar familiar hasta abril del ao siguiente. Lo exigi as la debilidad de la nia y la falta de salud de la madre. En casa se vive una intimidad entraable y encantadora. La educacin de las hijas se realiza clidamente, ex-

quisitmente, pero sin mimos. El ambiente es de intensa piedad y de una cultura relativa, pero apropiada a las condiciones de la familia y de los tiempos. Por cierto que Teresita ofreqe sntomas de nerviosismo exagerado a ratos. D e prdromos de amor propio muy significativos. Y de cabeza despierta y de corazn nobilsimo tambin. Pero el cuidado de los suyos, su esfuerzo despierto desde muy pronto, y sobre todo la gracia de Dios, han logrado que aquellos defectos queden perfectamente superados y las cualidades magnficas orientadas hacia el bien. Ella podr afirmar de s misma con toda verdad esta frase tremenda: "Desde los tres aos no he negado nada a Dios..." Es un caso de precocidad sobrenatural pocas veces igualado. El 28 de agosto de 1877 mora madame Martn. De aos vena soportando una dura enfermedad cancerosa. Su muerte fu la de una santa. Teresita, de cuatro aos y medio, capt la emocin de aquellos das y de aquel trance. Pero su sensibilidad qued afectada: durante diez aos padecer demasiado las impresiones pequeas de la vida, aparecer tmida, llorosa por cualquier pequenez que le acaezca. Al quedar hurfanas las dos hermanas pequeas escogieron por madre a las mayores. Celina, a Mara; Teresa, a Paulina. La influencia de sta en Teresita ser enorme e indeleble, tanto en el mundo como despus en el Carmelo. Por noviembre de aquel ao la familia Martin se traslada a Lisieux. Vive all un hermano de la difunta madre, con su esposa y sus hijas, y as podan estar las cinco jvenes un poco a la sombra de los tos y ms relacionadas. Don Luis compr una casita con jardn en las afueras casi de Lisieux: los "Buissonnets". Un rincn delicioso y tranquilo, donde transcurri la juventud de Teresa hasta su entrada en el Carmen. De 1877 a 1888. Vida intensa familiar. Sin ser mimada ser la "reinecita" de la casa, obre todo para su padre, con quien pasea, a quien adora. Con su hermana Celina la unin es constante. Viven identificadas en ideales, en gustos, en detalles. Tambin intima mucho con su prima Mara Gurin. Con Paulina... no hay que decir. Algunos viajes con los tos o con su padre y hermanas a Txouville, a Alencon, a Deauville... En 1879 la primera confesin. Y hacia 1880 una visin misteriosa en el jardn: un hombre como su padre, con el rostro tapado. Profticamente anunciaba el porvenir.

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Desde octubre de 1881 empieza a frecuentar como me-1 diopensionista la abada de las benedictinas de Lisieux para recibir instruccin ms completa, esa formacin general que las jvenes de su clase media reciban por entonces. Pero el 2 de octubre del ao siguiente Paulina entraba en el Carmelo. Fu una segunda orfandad para T e resa, suplida en parte por los cuidados de la hermana mayor, Mara. Y es entonces cuando surge la extraa enfermedad. Primero dolores continuos de cabeza; luego, desde el 25 de marzo de 1883, la virulencia del mal: obsesiones, ataques violentos, dolores y sntomas que no se saben calificar. Estuvo en peligro de morir. Pero el 13 de mayo, Pentecosts aquel ao, se realiz el prodigio: la Virgen, desde la estatua que presida su estancia, sonri a Teresita y sta qued milagrosamente curada. El 8 de mayo del ao 1884 la primera comunin, que recibe en el colegio. Su preparacin fu esmeradsima. Y el suceso ntimamente impresionante. "Ah, qu dulce fu el primer beso de Jess a mi alma! Fu un beso de amor, me senta amada, y le deca tambin: "Yo os amo, me entrego a Vos para siempre..." Este da no fu slo una mirada, sino una fusin, ya no eran dos; Teresa haba desaparecido, como la gota de agua que se pierde en el Ocano". Cuando el 14 de junio del mismo ao, recibe la confirmacin de manos de monseor Hugonin, obispo de Bayeux, su comunin del Espritu Santo fu tan fervorosa como haba sido la del Verbo encarnado. En 1885 y 1886 sufre un largo perodo de escrpulos, que maduran su alma. Mara es su sostn. Pero sta entra tambin en octubre en el Carmelo. Y entonces sus hermnitos del cielo, invocados por ella, le obtienen la paz. Ms an: el 25 de diciembre de aquel ao 1886. recibe la gracia que ella llama de su conversin: su hipersensibilidad queda instantneamente dominada. Para siempre vivir bajo este aspecto en la ms equilibrada normalidad. Ms gracias. En julio del 87, ante una estampa del Crucificado, se despierta en su alma el deseo de salvar las de sus hermanos los hombres. Esta sed no har ms que crecer a lo largo de su vida. Con ella morir abrasada. Ahora desde el cielo la sacia en una lluvia de conversiones maravillosas. La primera por la que se interesa es por la del criminal Prancini, que morir en el cadalso besando el crucifijo.

El Carmelo. Desde los dos aos empez a sentir la llamada. Ahora ya es apremiante. Es all, enclaustrada, contemplativa, como siente que Dios la pide ser misionera, ganarle almas, vivir en el Carmelo teresiano el ideal que la gran reformadora espaola le haba consignado. Teresita iba a encarnar el ideal de la madre Teresa como nadie despus de ella lo haba realizado. "He venido (al Carmen) para salvar las almas y sobre todo a fin de rogar por los sacerdotes." Pero tena entonces quince aos! Las dificultades no se hicieron esperar. Heroicamente se dispuso a vencerlas. El 29 de mayo de 1887 pide el permiso a su padre, que le concedi emocionado. Sin embargo, no pudo entrar en el Carmen hasta el 9 de abril de 1888. Los superiores eclesisticos resistieron. Viajes a Bayeux, a Roma... Porque del 4 de noviembre al 2 de diciembre ir con su padre y Celina en peregrinacin a Roma, para pedir al Papa el anhelado permiso. El da 20 fu la audiencia papal.. Se ha prohibido decir nada al Papa, pero ella habla, insiste, hasta que la arrancan de los pies de Len XIII. Este slo pudo dejarle caer unas vagas palabras de aliento... Pero el obispo, monseor Hugonin, daba el 28 de diciembre la deseada autorizacin. Con todo, hasta el abril siguiente no fu recibida en "el arca santa". Nueve aos en el Carmelo de Lisieux. Despus... el cielo. Las fechas de los actos oficiales de su vida monstica son las siguientes: entrada como postulante el 2 de abril de 1888. Toma de hbito (preside monseor Hugonin) el 10 de enero de 1889. Por cierto que aquella maana, inesperadamente, nev, porque la Esposa tuvo aquel capricho y el Esposo, delicadamente, se lo concedi. El 8 de septiembre de 1890 profesin (se la retardaron varios meses porque s, quiz por sus pocos aos todava). El 24 de septiembre del mismo mes toma del velo negro. El Carmelo de Lisieux era en conjunto, por aquellos aos, mediocre nada ms. No relajado, pero tampoco modlicamente fervoroso. Vive an una de las fundadoras, la madre Genoveva de Santa Teresa, alma santa, pero ya retirada. Es priora la madre Mara de Gonzaga, mujer corriente y vulgar, susceptible, envidiosa, autoritaria, cambiable. Pero no exageremos. Todo ello en un tono como suele darse con frecuencia en muchas mujeres, al mismo tiempo virtuosas. A Teresita la trat con cierta severidad. E hizo bien. Para que as no resultase la nia bonita de

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la comunidad. En los ltimos aos de la Santa supo estimarla y hasta pona en ella confianza, lo cual no ha de admirarnos, dada la delicadsima caridad de la hermanita. A Teresita la envolvi un poco, sin ser personalmente contra ella, la animosidad que un grupo de religiosas (las de la madre Gonzaga) abrigaba contra las hermanas Martin, que por sus cualidades estupendas empezaron a pesar en la vida de la comunidad. La vida externa de Teresa del Nio Jess y de la Santa Faz en el convento se resume en pocas lneas: Observancia perfecta y amorosa de las reglas y constituciones de la Orden. Generosidad hasta en los ms mnimos detalles en la obediencia y en la caridad con sus hermanas religiosas. Pobreza delicada y minuciosa. Sonrisa en los labios siempre. Alegra en la recreacin. Igualdad de trato con todas. All estn tres de sus hermanas carnales (Celina entrar en septiembre de 1894). Pero Teresita no conceder ni lo ms mnimo a su naturaleza. Y sus hermanas llegarn casi a extraarse de la aparente indiferencia de su hermanita. Es ms: cuando su "madrecita" Paulina, ahora Ins de Jess, sea priora (1893-1896), Teresa ser la religiosa que menos disfrute del trato y conversacin de la misma. A poco de la entrada de Teresa en el monasterio comienza la enfermedad que repercuta en el uso de las facultades mentales de su padre, tan amado. Morir en 29 de julio de 1894 entre sus cuados y atendido por Celina, que se ha quedado siempre con l. Todos esos aos T e resita sufri terriblemente con las diversas alternativas. La misin proftica, habida en su infancia, se cumpla ahora doloridamente. Cuando, en febrero de 1893, fu elegida priora su hermana Ins, sta nombr maestra de novicias a la madre Gonzaga, pero la dio como ayudante a sor Teresita. Y cuando, en marzo de 1896, vuelve la madre Gonzaga a ser priora, reteniendo el cargo de maestra a la vez, sigui sirvindose de la Santa igualmente. Hasta la confi prcticamente el noviciado. Fu as, sin ttulo, maestra efectiva de novicias hasta morir. En ese cargo delicado dio muestras de una prudencia extraordinaria y sobrenatural. Poco ms puede aadirse si no es la enfermedad y la muerte. El 2 y 3 de abril de 1896 las primeras .hemoptisis que denunciaban Ja tuberculosis pulmonar. Lentarnen-

te avanzar sta hasta quitarle la vida, el 30 de septiembre del ao siguiente. Luego volveremos sobre ello. Pero estos datos, no podran contarse poco ms o menos de otras muchas religiosas fervientes de por ah? Por qu Teresita de Lisieux es una santa? Una santa! La ms clebre de los tiempos modernos, y quiz de toda la historia de la cristiandad. La que ha provocado un "huracn de gloria" como ninguna otra. La de los milagros y conversiones sin nmero. La de los millones de ejemplares de su autobiografa, vertida en docenas de idiomas, el libro ms ledo.y multiplicado en el siglo actual... Es un misterio de lo sobrenatural. Pero esta monjita fu enviada por Dios al mundo trayendo en sus manos un mensaje del cielo. As, por este medio tan humanamente humilde. Son... cosas de Dios!... Ese mensaje nos lo ha entregado ella en unas pginas sencillas, literariamente abandonadas: unos cuadernos que la madre Ins de Jess y la madre Mara de Gonzaga le hicieron escribir. Algunas cartas, sobre todo una de septiembre de 1896, a su hermana Mara del Sagrado Corazn. Tambin algunos dichos recogidos por las que la rodeaban. Y unas cuantas poesas para los recreos y fiestas de las monjitas. Y todo ello hecho vida en su vida, encarnacin de su propio mensaje, la idealidad pura del mismo hecho en ella realidad transparente y maravillosa. Resumirlo aqu y ahora es de una extrema dificultad. Mensaje de amor... En la carta antes aludida, Teresita ha trazado en unas pginas sublimes su llameante aspiracin de amor, alma de su vida. Por su vocacin de carmelita ella se siente esposa de Jesucristo y madre de las almas. Pero eso se explcita en ella en una multitud de vocaciones que le queman el alma: vocacin de guerrero por Cristo, de sacerdote, de apstol, de doctor, de mrtir... Era imposible vivirlo externamente todo. Pero los captulos 12 y 13 de la Carta primera a los Corintios le dio la solucin. "Por fin encontr el descanso. Analizando el Cuerpo mstico de la santa Iglesia, no m vea incluida en ninguno de los miembros citados por San Pablo, o ms bien pretenda reconocerme en todos. La caridad me dio la clave de mi vocacin. Encenda yo que, si la Iglesia posee un cuerpo compuesto de diferentes miembros, no poda faltarle el ms necesario, el ms excelente de todos los rganos: pensaba que ella tena un corazn y que este corazn ar-

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da en llamas de amor. Vea claro que slo el amor pone en movimiento sus miembros, porque, si el amor se apagaba, los apstoles no anunciaran el Evangelio, los mrtires rehusaran verter su sangre... Comprend que el amor abarca todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que el amor trasciende todos los tiempos y lugares porque es eterno. Entonces, delirante de gozo, exclam: Mi vocacin es el amor. S; he encontrado mi lugar en el seno de la Iglesia, y este lugar, oh Dios mo!, es el que Vos me habis sealado: en el corazn de la Iglesia, mi madre, yo ser el amor... As sern realizados mis ensueos." El amor! A ese amor, a esa caridad misericordiosa del Seor, se haba ella consagrado como vctima. Fu el 9 de junio de 1895. Fu una verdadera inspiracin: consagrarse no precisamente a la justicia, como otras almas han hecho, sino al amor... Poco das despusel 14 de junio, al hacer el ejercicio del va crucis en el coro, sinti su alma herida, abrasada, sumergida totalmente en el amor. Fu una gracia mstica de valor inestimable. Pero esta vocacin Teresa la ha vivido segn una frmula que ella ha hecho universalmente famosa: la de la infancia espiritual. El secreto es viejo como el Evangelio. Pero Teresa ha recibido la misin de llamar la atencin en nuestros das sobre ese caminito, que es, en definitiva, el de todos. Reconocernos como nios ante Dios, nuestro Padre. Y, por tanto, ser humildsimos, sencillos, y confiar sin lmites en su bondad y misericordia infinitas. Esa infancia espiritual es la pobreza de espritu de la Sagrada Escritura; es la doctrina de las nadas de San Juan de la Cruz. En el Evangelio y en San Juan de la Cruzsu padre y su maestro preferidobebi ella a raudales su doctrina del amor y de la humildad perfecta, que con su gracia personal ha ofrecido a nuestro siglo, el cual, con razn, ha reconocido all la quintaesencia de la perfeccin cristiana en su ms pura y exquisita sencillez. Sin accidentalidades, ni extraordinarios, ni nada raro. Solamente lo substancialmente sobrenatural a secas, con toda su belleza y enorme fuerza vital. Y nuestros tiempos, atormentados y en angustia, se han impresionado hondamente ante esa bocanada de aire sano de confianza y de amor que les vena de Lisieux... Teresita recibi esa misin. Y la vivi en su vida. Su entrega de amor la hizo vctima de amor. Su marco exter-

no ser maravillosamente sencillo, humilde, desconocido, nazaretano: un pobre monasterio carmelita sin relieve especial. All ser ella una monjita perfecta, ideal, que har por amor pursimo de Dios todas sus acciones sencillas, pero as maravillosamente valiosas. Sufrir siempre mucho, porque su rica sensibilidad de alma y de cuerpo la han hecho apta para sufrir. Sin embargo, los ltimos aos sern terribles de dolor siempre envolvente. Tena que sufrir para hacer fecundo su mensaje. Tena que morir el grano para que die'se mucho fruto. Tena que ser corredentora de millares y millares de almas. La tuberculosis apareci en abril de 1896. Poco a poco, todo lo invadi. Sufri calladamente cuanto pudo. Lleg en los ltimos meses al ltimo extremo. Todo estaba herido: pulmones e intestinos. Las curas de botones de fuego, la sed abrasadora ("Cuando bebo agua es como si vertiese fuego sobre fuego!"), la fiebre asfixiante... La consumacin lleg al trmino de perforar los huesos la piel hecha llagas. El cuido..., el de entonces, y la priora ms bien fu corta en ello, no, desde luego, por mala intencin, sino por criterio miope. Pero, adems, pocos das despus de las primeras hemoptisis su alma se vio sumergida en una prueba mistica atroz: desapareci de ella todo sentimiento de fe y surgi avasallador el contrario... Fueron dieciocho meses (hasta morir) de un verdadero martirio. La santa de la confianza sin medida se senta como si tal realidad no existiera. Lo senta..., porque su fe y su confianza fueron cada da ms grandes y esforzadas. En su angustia la sonrisa floreca en su rostro. Y la intencin apostlica de tal prueba la alentaba a sufrir. Las pginas en que ella describe su tormento son realmente impresionantes. Y la finalidad heroica expresada del mismo: "Pero, Seor, vuestra hija ha comprendido vuestra divina luz, ella os pide perdn por sus hermanos, ella acepta comer todo el largo tiempo que Vos queris el pan del dolor y no quiere levantarse de esta mesa llena de amargura donde comen los pobres pecadores antes del da que Vos habis sealado... Oh Jess!, si es necesario que la mesa manchada por ellos sea purificada por un aL- H que os ame, yo quiero comer sola el pan de la prueba hasta que os plazca introducirme en vuestro reino luminoso. La sola gracia que os pido es la de no ofenderos jams." As, deshecha, crucificada en cuerpo y alma, pero re-

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bosando amor y paz, la encontr la muerte. Su alma viva y comulgaba al misterio de la Santa Faz, su devocin predilecta. Y se abra profticamente a los inmensos horizontes de su fecunda futura misin. "Yo no he dado a Dios ms que amor. l me devolver amor. Despus de mi muerte har caer una lluvia de rosas." "Amar, ser amada, y volver a la tierra para hacer amar al Amor." "Presiento que mi misin va a comenzar: la misin de hacer amar a Dios como yo le amo, de ensear mi caminito a las almas." "Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra..." As hasta el final. En el repecho del Calvario ella, que, comentando el salmo 22, haba dicho: "All estaba toda mi alma!", recorra ahora su senda de la infancia espiritual, de la confianza y del total abandono... El 29 de septiembre pudo exclamar: "Lo he dicho todo... Todo est cumplido. Slo cuenta el amor!" El 30 fu una larga agona. "No me explico cmo puedo sufrir tanto si no fuese por mi ardiente deseo de salvar almas..." "No, yo no me arrepiento de haberme entregado al Amor..." La Virgen de la sonrisa velaba junto a su hijita. Cunto y qu delicadamente haba ella amado a Mara! Ahora la miraba con un ansia especial... A las siete y minutos de la tarde el postrer grito: "Oh..., le amo! Dios mo..., os amo!" Luego un xtasis maravilloso, celestial... Dur poco ms de un credo. El ltimo golpe lo daba el Amor! Despus, la publicacin de sus escritos. La lluvia de rosas, de milagros, de gracias de todo gnero. La beatificacin en 1923. La canonizacin en 1925. El patronato sobre todas las misiones en 1927. La apoteosis universal...BALDOMERO JIMNEZ DUQUE.

Conseils et souvenirs por su hermana Celina) (Lisieux 1952) 286 pp. (traduccin espaola en Burgos). Y las antiguas ediciones de la Historia de un atna, que en parte an son aprovechables y orientadoras.

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BIBLIOGRAFALa literatura sobre la Santa es actualmente ingente. A veces exagerada por ambos extremos. Pero podemos limitarnos a leerla a ella misma. Ser, sin duda, lo mejor. Su sencillez, su buen sentido, su calor comunicativo... son admirables. Hoy poseemos ya la edicin crtica manual de sus autgrafos principales, aquellos que, maquillados, constituyerton hasta hace poico la llamada Historia de un alma. Edicin de Lisieux, 1957, 3'8 pp. (responden a la edicin fotogrfica de los mismos hecha anteriormente). H a y traduccin espaola. Burgos. El Monte Carmelo. Tambin: Cartas (Lisieux 1948), 469 pp. (edicin espaola en Burgos). Novissima Verba (por VL INS), Lisieux, 224 pp.

San Froiln fu uno de los hombres que forjaron la Espaa medieval en las difciles horas del siglo ix. Dos grandes tareas se imponan a los hombres de aquella poca para librarse del angustioso aniquilamiento que les amenazaba: la reconquista del suelo patrio de manos de los rabes y la inmensa obra de colonizacin que a la Reconquista segua. Era preciso entonces hacerlo todo. Al recobrarse la yerma y asolada geografa hispnica haba que imprimir sobre ella, como sobre tabla rasa, el espritu, el carcter, la cultura y la pasin de la Espaa cristiana, que renaca con sello nuevo tras los Montes Cntabros. La accin fecunda de Froiln, su vida y su espritu, lleno de afanes de superacin, quedaron tejidos en la trama de la historia de aquella Espaa. Quin era San Froiln y cul fu la trayectoria de su vida? Por fortuna, se conserva una corta biografa del orodoxo varn Froiln, obispo legionense, copiada en elegante minscula visigtica por el dicono Juan, contemporneo suyo. Esa copia es del ao 920, quince aos despus de la muerte del santo obispo (905). Ignoramos quin fu su autor. A pesar de su estilo lacnico y de sus adherencias legendarias, podemos reconstruir los rasgos fundamentales de su vida y carcter. 'Nace el ao 833 en los arrabales de Lugo. All recibe durante sus primeros aos la enseanza que los concilios exigan a los candidatos para el sacerdocio. Al llegar a los dieciocho aos su vida interior entr en crisis. Dud entre la vida retirada del desierto o la actividad apostlica. El futuro fundador de cenobios y gran predicador de muchedumbres opta por la soledad de los montes. Los espritus superiores toman personalmente la iniciativa de su vida y Froiln quiso consagrarla totalmente a la familiaridad ntima con Dios. Buscaba a Dios en aquellos montes y lo encontraba en todas las criaturas, que le hablaban de una

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belleza arcana y superior. El poda cantar dulcemente aque-> los versos de Berceo:Yaciendo a la sombra perd todos cuidados; od sones de aves dulces e modulados. Nunca udieron omnes rganos ms emprados, nin que formar pudiesen sones ms acordados.

Mientras l gozaba de los encantos de la soledad estallaba en la Espaa musulmana una violenta persecucin contra los cristianos. El ao 850 comenz a florecer de nuevo con el rito solemne de la sangre el martirologio cordobs. Rosas purpreas de esta larga primavera martirial fueron, entre otros, e! sacerdote Perfecto, degollado el da de la Pascua mora; el erudito monje Isaac, decapitado y colgado de un palo; el joven Sancho, crucificado; las dos vrgenes Columba y Pomposa, y el ms famoso de todos, el bienaventurado Eulogio, "aquel hacedor anhelante de mrtires", cuya cabeza cort el alfanje de un solo golpe, a las tres de la tarde del sbado 11 de marzo del ao 859. Tal vez la voz poderosa de esta sangre inocente retumb entre los montes donde Froiln se esconda y le empuj a organizar una cruzada. Tal vez en el dilogo familiar con Dios sinti la invitacin a la vida activa. NOS cuenta su bigrafo, con la ingenuidad de nuestros cantares de gesta y, sin duda, imitando los inicios de la predicacin de Isaas, que al joven eremita le acuciaba la duda de si deba permanecer por ms tiempo en aquellas soledades. Para liberarse de ella se someti a la prueba del fuego. Si Dios suspenda las leyes era seal evidente de su voluntad divina. Froiln introdujo unas brasas encendidas en su boca. El fuego no le caus la ms mnima quemadura. Dios haba hablado. De los montes se lanz a los poblados a propagar entre los hombres otro fuego que le arda dentro. Su vida nos dice escuetamente que recorra las ciudades predicando sin cesar la palabra divina con gran aplauso de todos. En sus triunfos pastorales senta irresistiblemente el atractivo de la soledad para reponer sus energas. Acompaado del sacerdote Atilano torna a su retiro. Ambos se escondieron en los montes de Curueo (Len). Pero los pueblos en masa le seguan a su celda solitaria. Con las muchedumbres iban magnates y obispos que anhelaban or su palabra. Entre sus oyentes se despertaron numerosos seguidores cautivados por sus ejemplos, Ante los rue-

gos insistentes se ve forzado a bajar a la ciudad de Veseo. All erige su primer monasterio, que llenar pronto con 300 monjes. Es el comienzo de una nueva etapa: fundador de cenobios. Su fama salta los montes de Len y llega a odos de Alfonso III en Oviedo. El rey le enva mensajeros ordenndole venir a su corte. Honda impresin caus en Alfonso la presencia de aquel monje. Se fija en l para la gigantesca obra de repoblacin que haba comenzado su padre, Ordoo I. Las fronteras del reino astur-leons llegaban por el sur hasta la lnea del Duero. De Castilla se poda decir lo del poeta: "Harto era Castilla menguado rincn | cuando Amaya era corte, Hitero el moyn". Zamora, Toro y Simancas eran fortalezas que espiaban posibles asaltos rabes al reino cristiano. Las zonas fronterizas a ambos lados del ro estaban despobladas y devastadas por los reyes asturianos. Lo exiga as la tctica militar. Pero haba que ir empujando 1.a frontera ms abajo. Para eso, en la zona norte del Duero era necesario levantar los poblados destrudos y poner en explotacin las tierras abandonadas. Ninguna fuerza ms cohesiva para dar vida a estas preocupaciones regias que la accin colonizadora de los monasterios. Esto lo comprendi cabalmente Alfonso III y concedi al Santo amplias facultades para visitar todos sus dominios y levantar cenobios a cuyo amparo se acogiesen los nuevos poblados. Estas agrupaciones humanas as formadas constituan una unidad poltica cuyo jefe era el abad, y sus agentes y maestros los monjes, que enseaban las artes de la paz e infundan el espritu de cruzada en la guerra de Reconquista. Froiln puso en juego de nuevo su capacidad de iniciativa y se dio a recorrer las tierras del reino alfonsino. Su beligerante actitud le llev a fundar dos grandes monasterios cerca de la frontera, a pocos kilmetros de Zamora. El primero fu el de San Salvador de Tbara. En l se congregaran 600 monjes de ambos sexos. Era uno de esos monasterios llamados dplices, donde las monjas, aunque rigurosamente separadas, tenan la ventaja de la asistencia sacerdotal y de la defensa en caso de invasin. Fu ste, en el siglo X, uno de los ms famosos monasterios por el arte refinado de su escritorio. La pesadumbre del tiempo, insensible a los afanes del hombre, no nos ha permitido ver en su realidad de piedra la arquitectura de esta fundacin. Pero, afortunadamente, un cdice de su escritorio nos la conserva parcialmente. En el ltimo folio aparece la torre del monasterio, "alta y lapdea", de si-

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Hera policroma, con ventanales de arcos de herradura. Sobre el tejado, dos airosas torrecillas con sendas campanas. A los lados de los ltimos ventanales dos balcones voladizos se asoman al horizonte. Tres .hombres suben a la torre por unas escaleras de mano y otro hace sonar las campanas tirando de una cuerda. Adosado a la torre est el escritorio. Un pergaminero aparece sentado en un taburete cortando el pergamino con grandes tijeras. En un aposento inmediato estn el monje Snior, copista, y Emeterio, escriba y pintor, discpulo predilecto de Magio. Fu Magio la gloria cultural ms notable del monasterio tabarense. Contemporneo en su niez de Froiln, elev a alturas maravillosas el arte de la miniatura, ese arte "casto, espiritual y apacible a los ojos, y que mueve el nima a altas consideraciones". Son todos los datos que poseemos de esta esplndida fundacin. Del segundo monasterio tenemos an menos noticias. Segn el citado bigrafo, lo levant en un emplazamiento alto y ameno junto a las aguas del Esla, al parecer cerca de 'Moreruela (Zamora). Slo una frase aade a este laconismo: "se reunieron all 200 monjes consagrados a la ascesis de la vida regular". Aquellos cronistas medievales, avaros del tiempo, no nos cuentan nada de los mtodos de direccin espiritual del Santo cenobiarca ni del ambiente de perfeccin que, sin duda, reinaba en estos monasterios. Pero se siente palpitar en estas breves pginas biogrficas la dinmica incontenible de Froiln, su temperamento emprendedor, su espritu sobrenatural lleno de ardorosa elocuencia, su recia personalidad de caudillo espiritual. Esa era la fama que corra de pueblo en pueblo y de comarca en comarca y que cada da ganaba ms admiradores. Por eso no es extrao que, al quedar vacante la sede de Len, se lzase unnime la voz del clero y del pueblo, reclamando por obispo al abad Froiln. El rey, que no haba logrado convencerle para que aceptase el oficio, pastoral, se alegr sobremanera. Vencida su resistencia, fu consagrado obispo de Len el da de Pentecosts, 19 de mayo del 900. se mismo da reciba tambin la consagracin episcopal para la sede de Zamora su inseparable y santo amigo Atilano. Estas dos lumbreras, dice emocionado el autor annimo, puestas sobre el candelero, iluminaron con la claridad de su luz eterna todos los confines de Espaa. La Iglesia de Len, que estaba dedicada, segn una donacin de la poca, "a los seores, santos, gloriosos y, despus de Dios, fortsimos patronos San-

ta Mara Virgen, Reina celeste, y San Cipriano, obispo y mrtir", reciba ahora clamorosamente por obispo al que haba de ser su Patrono hasta el da de hoy. Slo la gobern cinco aos, pero el herosmo de sus virtudes y el triunfo de su santidad la aureolaron para siempre.QUINTN ALDEA BAQUERO, S. I. BIBLIOGRAFA Acta sanct., 5 oct. t.3, pp.228~235. Espaa Sagrada, Vita, t.34, pp.422-425; cf. pp.159-203.L P E Z PELEZ, A., S a n Froiln (Madrid 1910).

ID., Vida postuma de un santo (Madrid 1911). GONZLEZ, J., San Froiln de Len |Len 1946). Estos dos ltimos autores son los que mejor han valorado las fuentes histricas de San Froiln. El ltimo es ms exacto1 y conciso que el primero y traza un cuadro ms fiel de la poca de San Froiln.

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Por qu a ti? Por qu a ti? Por qu todo el mundo viene en pos de ti? As le preguntaba cierto da a San Francisco uno de sus discpulos, intrigado por la irresistible atraccin que ejercia un hombre externamente tan despreciable como el Pobrecillo de Ass. Fray Maseo, que tal era el nombre del que preguntaba, se plante hace ya siete siglos un problema que todava hoy sigue intrigando a cuantos reflexionan sobre l. Prescindiendo de los innumerables simpatizantes que San Francisco tiene, tanto entre los catlicos como entre los que no lo son, cuarenta y seis mil religiosos, ciento cincuenta mil religiosas y tres millones de terciarios franciscanos estn atestiguando que todava subsiste actualmente el hecho observado por fray Maseo. Nuestra sabidura popular lo ha reflejado en el adagio de que " por fraile o por hermano, todo el mundo es franciscano". Y esto viene sucediendo as desde hace setecientos aos. Qu tendr San Francisco para ejercer esta atraccin? Cuanto ms se estudia la personalidad del Santo ms claras aparecen estas tres cosas: humanamente considera-

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do, San Francisco posea una riqueza de dotes intelectuales, morales y psicolgicas que hacen atrayente su figura; estas cualidades humanas, lejos de quedar sepultadas, adquirieron bajo el manto de la santidad un matiz nuevo y le infundieron a sta un carcter extraordinariamente amable; la unin de las cualidades humanas y de la santidad hicieron de San Francisco el Santo eminentemente moderno. La riqueza de sus atractivos humanos se nos presenta desbordante ya en su misma juventud. Y es que, adems de poseer excelentes cualidades, dispuso' tambin de medios para manifestarlas. Nacido en Ass entre 1181 y 1182, tuvo la fortuna de poseer una madre piadosa, Madonna Pica, de la que recibi una honda educacin cristiana. Su padre, Pedro Bernardone, era un rico mercader en telas. De carcter jovial, altruista, soador, caballeresco, Francisco amaba la vida y se entreg a ella. Por eso lo encontramos constituido en jefe de la juventud, en organizador de holgorios y bullangueras, en alma de todas las fiestas juveniles. Le gustaba vestir con elegancia, cultivar el cabello, aparecer limpi, comportarse con finura y cortesa. Los historiadores nos lo presentan tambin como generoso hasta el derroche, leal con los amigos y liberal para con los pobres. Era un autntico juerguista, pero no un disoluto. Sus fiestas juveniles eran bulliciosas, pero se mantenian siempre dentro de lo correcto. Se nos dice que nunca perdi la gracia santificante. Este carcter alegre, jovial, desprendido, volver a manifestarse con mucha frecuencia a lo largo de su vida. En medio de sus enfermedades cantaba. A sus frailes los quera ver siempre alegres, con esa sana y honda alegra que nace del saber que se tiene a Dios. En medio de su pobreza daba cuanto tena a otro tal vez menos pobre que l. A su Orden le imprimi ese sello caracterstico de alegra y de pobreza que se ha hecho proverbial. Pero de una pobreza que, cuando no tiene que dar, se da a s misma de una manera alegre por amor de D p s . A los veinte aos le sobrevino una crisis. En su ciudad natal se declararon la guerra nobles y plebeyos. Aqullos, aliados con la vecina ciudad de Perusa, vencieron a stos, y Francisco, que haba luchado en las filas de los humildes, tuvo que soportar en Perusa un ao de prisin. Al poco

tiempo de verse libre, en 1203, se apoder de l una fiebre gravsima. Durante la convalecencia se percat, con gran sorpresa suya, de que las fiestas juveniles ya no le llenaban el alma, y entonces, sediento de aventuras, en 1205 emprendi viaje hacia el sur de Italia para luchar contra el Imperio al lado de las fuerzas de Inocencio III. Inesperadamente, desde Spoleto, regresa a Ass cuando apenas haba hecho otra cosa que iniciar el viaje. Es que la mano de Dios haba comenzado a trabajarlo de una manera definitiva. Poco a poco va perdiendo el gusto por las diversiones bulliciosas. Poco a poco se va dando cuenta de que algo quiere Dios de l. Qu ser? Aos cruciales y difciles fueron para Francisco los transcurridos entre 1205 y 1208. Abandonado de sus amigos, distanciado de su mismo padre, a quien en presencia del obispo de Ass le entreg hasta los vestidos que llevaba puestos, inici amistad con los pobres y con los leprosos. Su carcter dinmico y resuelto le impuls a restaurar tres ruinosas ermitas de Ass una vez que en la de San Damin le pareci or del crucifijo la voz de que restaurase su casa. El nuevo comportamiento del joven no poda menos de parecer absurdo a quienes lo haban conocido antes. Pero lo grave, para Francisco no era tanto el hecho de que sus conciudadanos comenzasen a mirarlo como un lastimoso enajenado, cuanto la angustiosa incertidumbre en que viva respect de la voluntad de Dios. Despus de tan larga crisis, el 24 de febrero de 1208 le vino la luz repentinamente. Al or las palabras del Evangelio en que Jesucristo enviaba a sus apstoles por el mundo a hacer bien a todos, desprovistos de todo y expuestos a cualquier trato que quisieran darles, Francisco, sbitamente iluminado por Dios, comprendi qu esto mismo era lo que el Seor peda de l. A su caracterstico dinamismo le falt tiempo para llevar a la prctica el programa evanglico. N o importaba que sus conciudadanos se mofasen de l. Descalzo, vestido de tnica y capuchn aldeanos, y ceido con una cuerda, apareci por las calles de Ass predicando, con el entusiasmo v vigor que le eran propios, la paz, la pobreza y la caridad cristianas. Si una obra es de Dios, tarde o 'temprano termina por triunfar. Francisco experiment muy pronto que la suya era obra divina. Mientras la mayor parte de los habitantes de Ass esperaban que el nuevo apstol fracasase en su

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empeo, a los dos meses de su decisin se le comenzaron a unir hombres tan sensatos y respetados en la ciudad como el rico y sesudo Bernardo de Quintaval, el pobre pero honrado Gil de Ass y el noble e ilustrado cannigo de la catedral Pedro Cattani. Incomprensiblemente a los ojos de los prudentes del mundo, estos hombres abandonaron la sabidura y riqueza humanas para, al igual que Francisco, dedicarse a predicar a los dems el Evangelio vivindolo ellos personalmente de la manera ms radical. Cuando a estos tres discpulos de la primera hora se le sumaron otros ocho, el Santo experiment la necesidad de trazar para los doce un nico programa de vida. Recopil con este fin varios textos del Evangelio, aquellos precisamente que hablan de la renuncia a todo y del seguimiento decidido de Jesucristo, y con sus discpulos se present a Inocencio III para que le aprobase el nuevo modo de vida. La iniciativa de someter previamente al Papa la breve regla de una naciente Orden religiosa era inusitada entonces. Pero ms llamativo que este gesto original de Francisco era el contenido 'de la regla misma. N a die, ni incluso Inocencio III, crean posible vivir como Francisco y sus compaeros se proponan. Es que entonces, objetaba el Santo, era imposible vivir l Evangelio? El Papa comprendi que Francisco tena razn y aprob verbalmente su programa de vida. Era el ao 1209. El ao del nacimiento de la Orden franciscana. Constituido n padre de una familia religiosa, San Francisco en adelante ya no es slo l, sino tambin sus hijos. Pero ni l ni sus hijos se pueden comprender si las cualidades humanas del padre las seccionamos del element divino que comenz a intervenir a raz de su crisis. La gracia no cambia la naturaleza. A sus veintisis o veintisiete aos, Francisco segua conservando su espritu idealista y caballeresco de aos atrs. Se trata de aquel espritu caballeresco de la Edad Media que lo arriesgaba todo por el honor o por la gloria de depositar los laureles a los pies de la amada, y que Francisco no pud saciar cuando, de camino hacia el sur de Italia para participar en la guerra, la gracia divina le hizo regresar a Ass. Esta misma gracia es la que ahora, apoderndose de su espritu caballeresco inicialmente contrariado, lo proyect hacia nuevos ideales. Francisco y sus compaeros se convirtieron en caballeros andantes del Evangelio, porque sin un qui-

jotismo espiritual como el suyo, a nadie se le hubiera ocurrido lanzarse a la conquista de las almas desprovistos de todo, renunciando a todo, descalzos, burdamente vestidos, dependiendo de la benvola caridad de los dems. Sorprendentemente, este gnero de vida obtuvo un xito que nadie hubiera podido pronosticar. La Iglesia necesitaba entonces de reforma y todos anhelaban un cristianismo ms impregnado de Evangelio, sobre todo en el aspecto de la pobreza. Este ambiente dio origen a una verdadera pululacin de sectas herticas que se proclamaban las restauradoras del cristianismo evanglico o apostlico como entonces se llamaba. Reflejando los deseos de todos y oponindose a las desviaciones heterodoxas, Francisco ofreci con su Orden la verdadera solucin a los problemas d la Iglesia. De aqu que las gentes se volcaran sobre l: a los doce aos de su fundacin, n 1221, la Orden contaba ya con el sorprendente nmero de ms de tres mil frailes; en 1212 fund con Santa Clara de Ass la rama femenina de las clarisas; en 1221, para dar cabida en la Fraternidad a los muchos que lo solicitaban, pero que por diversas circunstancias no podan hacerse religiosos, instituy la Orden Tercera, es decir, la de los terciarios franciscanos. La pobreza es lo que externamente resalta ms, tanto en San Francisco cmo n sus frailes, aun actualmente. Incluso no se puede negar que es un elemento de gran importancia lo mismo en la espiritualidad del fundador que en la de su Orden. Pero se equivocara quien slo, o principalmente, considerase a Francisco en funcin-de esta virtud. Por debaio de la pobreza late otro elemento, el ms fundamental de todos: un incondicional amor a Jesucristo, que llev a Francisco y a sus frailes a identificarse lo ms posible con el Salvador. Repercusin inmediata de este amor incondicional, llammosle caballeresco, es la vivencia del Evangelio de una manera literal, incluso bajo el aspecto de no poseer absolutamente nada, es decir, d la ms estrecha pobreza. Aqu es donde reside el secreto d San Francisco y lo que impulsa todos sus movimientos. Se trata de una prveccin espiritual, en cuanto usufructuada por la gracia, de las qrandes cualidades afectivas que posea el Santo. Un ejemplo de esto lo tenemos en el amor que Francisco senta por la naturaleza. La hermana agua, la hermana alondra, el hermano lobo, el herman sol, las hermanas aves.Ao cristiano i 2

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los hermanos menores (sus frailes), no son sino modos de expresarse, adoptados por el Santo, reveladores de la capacidad y necesidad humanas de amar que encerraba su alma. Slo que estas cualidades psquicas estaban ahora espiritualizadas por la gracia. Enfocada esta capacidad de amar hacia Jesucristo con el nuevo impulso de la gracia, no es extrao que llegara a donde lleg. "El Amor no es amado! El Amor no es amado!", repeta frecuentemente el Santo, herido en su fina sensibilidad de amante, al comprobar la fra indiferencia de los cristianos ante las amorosas finezas del Redentor. Este amor a Jesucristo ser el resorte mgico que le impulsar a realizar acciones que un hombre superficial tal vez considere como nieras. Cada vez que oa pronunciar l nombre de Jess se relama los labios. Deseaba que sus frailes recogiesen del suelo los fragmentos de pergamino que hallasen porque en ellos poda encontrarse escrito el nombre del Seor. En cierta ocasin se desnudaron l y su compaero para vestir a un mendigo, porque los pobres eran hermanos de Jesucristo. En la Sagrada Escritura se alude al Redentor como a un leproso, razn suficiente para que Francisco reservase para estos desgraciados, a quienes llamaba los hermanos cristianos, sus ms finas atenciones. La fidelidad incondicional a la Iglesia y la devocin al Papado, una de las grandes virtudes del Santo, no frecuentes en una poca minada por pequeas pero mltiples heterodoxias, obedeca a su firme persuasin de que la Iglesia era la Esposa de Jesucristo, y el Papa su Vicario en la tierra. Dotado de una imaginacin viva y enemigo de lo abstracto, en l Santo este amor iba dirigido a Jesucristo, considerado sobre todo en sus misterios de sabor humano. Para vivir plenamente la fiesta de Navidad, Francisco represent plsticamente en Greccio, en 1223, el nacimiento del Nio jess, primera representacin origen de nuestros belenes. La Pasin y la Eucarista constituan el centro de sus pensamientos. San Francisco tiene el mrito de haber introducido en la Iglesia de una manera definitiva la devocin a la humanidad de Jesucristo. Fu tambin el amor al Salvador lo que le infundi una sed insaciable de almas, que le condujo a l y a sus frailes a lanzarse desde el primer momento a la predicacin, de

la misma manera que quera Jesucristo lo hicieran sus apstoles: "No poseis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, ni alforja para el camino, ni dos tnicas, ni zapato, ni cayado" (Mt. 10,9-10). A partir de la fundacin de la Orden el Santo apenas tendr un momento de reposo (tampoco lo tendrn sus frailes), acuciado por llevar, almas a Jesucristo. Esta ser en los doce aos que siguen su ocupacin ms frecuente, y la Italia centra] su preferido campo de accin. En 1210 lo encontramos evangelizando la Umbra y estableciendo la paz entre los nobles y plebeyos de Ass. Luego pasa a Toscana y pacifica asimismo la ciudad de Arezzo, ensangrentada por luchas fratricidas. En 1217 quiere pasar a Francia, pero se vio obligado a detenerse en Florencia. Todava en 1222, cuando ya sus enfermedades le hacan sufrir no poco, lo encontramos predicando y ofreciendo un testimonio viviente del Evangelio en la parte oriental y meridional de Italia. Sus plticas eran sencillas, salpicadas de vivas imgenes, de tono clidamente familiar y al aire libre. Posea una oratoria personalsima e inconfundible, que ofreca un marcado contraste con la vigente en aquellos tiempos. Sus historiadores nos aseguran que, atrados por ella, "hombres y mujeres, clrigos y religiosos, corran ansiosos de ver y escuchar al hombre de Dios". Y aaden, refirindose a la regin de Umbra: "As se vio entonces transformarse en breve tiempo la faz de toda la comarca y aparecer risuea y hermosa la que antes se mostraba cubierta de mculas y fealdades". Su deseo de dar a conocer a Jesucristo le indujo en cierta ocasin a pararse en mitad del camino y dirigir la palabra a sus hermanas aves, que, solicitas y silenciosas, acudieron a escucharle. De entre sus viajes apostlicos merecen destacarse dos por el especial significado que entraan. Como los anteriores a que nos acabamos de referir, tambin stos proceden de su insaciable amor a Jesucristo, pero adquieren una expresin nueva, prcticamente indita hasta entonces. La atraccin que senta hacia la humanidad del Salvador le hizo concebir en 1212 el propsito de llegarse hasta Palestina para visitar los lugares santificados por el Seor. La nave tena todas las plazas ocupadas y entonces Francisco se arriesga con su compaero a viajar ocultamente en calidad de polizn. Una tempestad impidi al barco llegar a su destino, y el Santo tuvo que regresar a Italia. Ante

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esta contrariedad, su frtil imaginacin le sugiri un nuevo proyecto, que tena la ventaja de ofrecerle una ocasin probable de morir, como buen caballero, por el objeto de sus amores. En 1213 se encamina hacia Espaa, visita el sepulcro de Santiago e intenta trasladarse a Marruecos para anunciar a Jesucristo entre los musulmanes. Tampoco en esta ocasin puede realizar su programa. Pero no ceja. En 1219 consigue, por fin, embarcarse hacia Siria y revivir en Palestina, sobre el mismo terreno que los presenci, Jos hechos de la vida del Salvador. Con esta visita a Jos Santos Lugares, Francisco se convierte en el iniciador de esa epopeya heroica y sangrienta que sus hijos han venido realizando desde hace seis sigJos y medio por defender Ja tierra santificada por Jesucristo. Tanto este viaje a Tierra Santa como eJ que proyect a Marruecos significan el primer intento de evangeiizacin pacfica entre Jos musulmanes, que es tambin una de Jas ms preciadas herencias que Jos franciscanos han conservado siempre de su fundador. Sin embargo, esto no es todo. Desde su regreso de Tierra Santa, es decir, desde 1221, Francisco tendr que ocuparse preferentemente de Jos asuntos de Ja Urden, que iba adquiriendo un rpido desarroJJo. Y as como los viajes apostlicos por Italia son ia expresin del deseo que Je roa de dar a conocer a Jesucristo, su labor de estos aos consistir, sobre todo, en trabajar por mantener dentro de Ja Urden Ja pureza de Jos ideales evanglicos. E n ios captulos generales de 1221 y 1223, en ias exliortaciones a Jos frailes, en sus contactos con eJ cardenaJ riugoiino, protector de Ja Fraternidad, Ja meta que persegua era siempre Ja observancia estricta deJ EvangeJo. Esto ya era nuevo, Pero an dio un paso ms adelante. Si en eJ Evangelio se dice que Jesucristo envi a sus apstoles por todo eJ mundo, por qu Jos franciscanos se iban a arredrar ante esto? A imitacin deJ Maestro, Francisco envi tambin sus fraiJes a predicar entre Jos no crisdanos, fundando de esta manera Jas modernas misiones entre infieles, expuesta era en aqueJJa poca esta cJase de apostolado, pero el amor no conoce limites, y si gana ia muerte, ia suire con aiegna. La correspondencia suprema y tangibJe por parte del oalvador al amor que Francisco le protesaba sobrevino en -a mitad de septiembre de 1224. Encontrndose en el monte de La Verna, Jesucristo se Je aparece al Santo en forma

di' serafn y lo identifica humanamente consigo imprimindole sus cinco llagas. Francisco qued convertido en un Cristo viviente. Con razn se le ha llamado "el Cristo de l.i Edad Media". Enfermo, casi ciego, con el agudo dolor de las llagas, pero siempre alegre (precisamente en esta poca compuso y cantaba frecuentemente el hermoso Cntico de las criaturas o del hermano sol), el Santo expir en Ass el atardecer del 3 de octubre de 1226, junto a su amada capilla de la Porcincula, centro de todo el movimiento franciscano y testigo, mediante la indulgencia obtenida del Papa por el Santo, del ocult retorno a Cristo de tantas almas descarriadas. Con su atractivo personal, su altsima y austera pero agradable santidad, sus intuiciones y geniales innovaciones en la Iglesia, San Francisco termina siempre ganndose la simpata de cuantos se acercan a l. Aun bajo el aspecto puramente humano, su nueva manera de ver las cosas obliga a los historiadores a considerarlo como el primer hombre moderno y el forjador, mediante su Orden, del humanismo cristiano.PEDRO BORGES MORAN, O. F . M . BIBLIOGRAFA Acta Sanct., 4 oct. t.2 pp.683-723. SAN BUENAVENTURA, Vita o Legenda maior (Quara^chi 1898). SARASOLA, L., San Francisco de Ass (Madrid 1929). JORGENSEN, ]., San Francisco de Ass (Madrid 1916),. CUTHBERT DE BRIGHTON, Vida de San Francisco de Ass2 (Barcelona) 1944). ENGLEBERT, O., Vida de San Francisco de Ass (Buenos Aires 1949). SAN FRANCISCO DE ASS, Escritos completos. Biografas y' Florenlas (BAC).HILARINO FELDER o DE; LUCERNA, Los ideales de San Francisco (Bar-

celona 1926). CHESTERTON, G. K., San Francisco de Ass. Biografa* (Barcelona 1953). SELVANESCHI, N., El juglar de Dios. San Francisco de Ass (Madrid 1957). FACCHINETTI, San Francisco de Ass en a historia, en la leyenda y en el arte. 2 v. (Barcelona 1942).

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SAN ATILAO DE ZAMORA(f ea.916)

Del que fu grandioso monasterio de Santa Mara de Moreruela, en Zamora, enriquecido con privilegios de Alfonso VII, Fernando II y aun de Sumos Pontfices, como Alejandro III; de aquella ilustre abada junto al Esla caudaloso; de todo aquello que en el siglo xn fu cuna de la Orden del Cister en Espaa, hoy no queda sino desolacin y ruina. Aun estn en pie algunos paredones del templo gigantesco y la sala capitular. La iglesia, de tres naves, conserva casi intacta la girla, la capilla mayor con su bside, siete absidiolas y dos an menores a los costados del crucero. Esto, y poco ms, es cuanto queda de aquel monumento insigne, en el que quiz se inspir el arquitecto de la bellsima catedral leonesa. El monasterio de Moreruela est ntimamente ligado a la vida de San Atilano y San Froiln, prior y abad de aquella fundacin de Alfonso III para consolidar la lnea defensiva del Esla y del Duero contra los rabes. Las ruinas actuales, dignas de mejor trato, son recuerdo, aunque triste, de la primitiva fundacin de los dos Santos, al lado opuesto tal vez del mismo ro. De la vida de San Atilano existen muy pocos datos, y algunos improbables; pero los que son ciertos bastan para destacar la personalidad eminente de uno de los grandes obispos espaoles de los aos difciles de nuestra Reconquista. Haba nacido en Tarazona de Aragn, .hacia el ao 850, y, al parecer, de noble familia. Joven de quince aos, hace ya vida religiosa en un monasterio ben