unidos en la afe construimos paz

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construimos paz UNIDOS EN LA AFE ASOCIACIÓN DE FUNDACIONES EMPRESARIALES

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En el marco de la Pasantía AFE 2015- Regional Antioquia, se lanzó la publicación de la Asociación de Fundaciones Empresariales- AFE, “Unidos en la AFE construimos paz”. Estas páginas, recogen experiencias que evidencian el compromiso de las Fundaciones AFE en la construcción de verdaderos cambios sociales para lograr una Colombia en paz. En la AFE, creemos firmemente que no solo debemos darle una y muchas oportunidades a la paz, sino que además debemos comprometernos con ella todos los días. Ese es precisamente el contenido activo de nuestras fundaciones asociadas que ha dado frutos; frutos que nos motivaron a recoger en esta publicación las iniciativas más destacadas en la construcción de paz. No fue fácil recoger en esta publicación todo el compromiso de nuestras asociadas. Sin embargo, allí se evidencia todo el conjunto de programas que impulsan cada día a las Fundaciones AFE, principalmente en temas de educación, generación de ingresos, empoderamiento comunitario, fortaleci

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construimos pazUNIDOS EN LA AFE

ASOCIACIÓN DE FUNDACIONES

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PRESIDENTE JUNTA DIRECTIVARoberto Pizarro Mondragón

VICEPRESIDENTE JUNTA DIRECTIVASoraya Montoya González

JUNTA DIRECTIVAFundación AlpinaEduardo Díaz UribeFundación Bolívar DaviviendaFernando Cortés McAllisterFundación CompartirRafael Orduz MedinaFundación Ideas para la PazMaría Victoria Llorente SardiFundación LukerPablo Jaramillo VillegasFundacion Mario Santo DomingoPablo Gabriel ObregónFundacion PromigasJulio Martín GallegoFundación PropalEduardo Posada CorpasFundación Smurfit Kappa ColombiaBeatriz Mejía Arango

DIRECCION EJECUTIVAMaría Carolina Suárez Visbal

COORDINADORA GENERALPaola Rojas Bernal

COORDINADORA DE INVESTIGACIÓN Y DESARROLLOErika Marcucci Núñez

COORDINACIÓN EDITORIALMaría Carolina Suárez VisbalMauricio Sojo Vásquez

REDACCIÓNDiana Corzo Arbeláez

DISEÑOMartha Ayde Arias Ortiz

EDICIÓN DE FOTOGRAFÍAMario Inti García

CASA EDITORAPublicaciones Semana S.A.Teléfono: 646 8400

DIRECTOR DE PRODUCCIÓNOrlando González Galindo

IMPRESIÓNColombo Andina de Impresos

PRINTED IN COLOMBIA

Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial

sin autorización expresa de Publicaciones Semana S.A. o Asociación

de Fundaciones Empresariales.

En la impresión de este producto editorial se utilizaron papeles Kimberly

Reciklart 100% reciclados.

4 La AFE, comprometida con la construcción de paz Roberto Pizarro, Presidente Junta Directiva AFE

5 Démosle una oportunidad a la paz María Carolina Suárez, Directora Ejecutiva AFE

6 Hacia una agenda colectiva para la paz sostenible María Victoria Llorente, Miembro Junta Directiva AFE

8 Introducción: Construir una paz sostenible y duradera depende de todos

18 Fortalecer la institucionalidad es hacer el bien mejorSU

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32 Recuperar la fe en sí mismas, el reto de las comunidades

48 Generar oportunidades e ingresos, un estímulo para la prosperidad social

64 Educación, un motor para toda la vida

78 Cultura viva, una apuesta para el desarrollo

88 Bienvenidos a la posguerra Columnista Alejandro Santos

90 ¿Estamos preparados para la paz? Columnista Marta Ruíz

92 Directorio AFE y sus fundaciones

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Ilustración portada: Leonardo Parra

2015

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EDITORIAL

Fue hace cerca 8 años, en marzo de 2008, cuando nueve fundaciones de origen empresarial y familiar –Antonio Restrepo Barco, Carvajal, Coro-na, Compartir, Dividendo por Colombia, Ideas para la Paz, Mario Santo Domingo, Saldarriaga Concha y Social– decidieron formalizar la creación de una organización que identificara su compromiso por la construcción de un mejor país.

Con esa visión de contribuir a las metas de transformación social sostenible a través de la puesta en marcha de prácticas sociales, se creó la Asocia-ción de Fundaciones Empresariales, más conocida como AFE, que ha venido consolidándose como un actor social que a la fecha agrupa 61 fundaciones.

Somos conscientes de nuestro deber de corres-ponsabilidad con el Estado.

En esa medida nuestra labor tiene como propósito poner al servicio del Gobierno Nacional y de los gobier-nos locales, el conocimiento y experiencias de nuestras fundaciones asociadas, con el propósito de fortalecer la institucionalidad, como eje fundamental para la verda-dera construcción de paz y la prosperidad.

Hoy día, como le sucede a la gran mayoría de colombianos, la paz es el gran derrotero de las Fundaciones AFE y de ahí que nos hayamos puesto en la tarea de realizar esta publicación que parte de nuestro lema: “Unidos en la AFE sumamos más”, para mostrar cómo cada una de las iniciativas que promovemos permiten construir paz.

La publicación tiene 5 capítulos, cada uno con una dedicación a una temática en particular: forta-lecimiento institucional, empoderamiento comunita-rio, generación de ingresos, educación y cultura.

En cada capítulo se destaca cómo las Fundacio-nes AFE, en cada una estas temáticas, a través de sus programas y proyectos, producen unos impactos positivos en las comunidades, que permite empoderarlas y hacerlas gestoras de su propio desarrollo a través de herramientas dirigidas a fortalecer sus capacidades para reconstruir, y en algunos casos construir tejido social.

La publicación, además de visibilizar el compro-metido trabajo de las Fundaciones AFE en la búsque-da de verdaderas transformaciones sociales y una ma-yor equidad; pretende motivar a individuos, empresas y fundaciones a encaminar sus acciones a proyectos que tengan la vocación de construir paz a través de los elementos que distinguen los proyectos de las fundaciones AFE: trabajo con enfoque territorial, con una visión de largo plazo y partiendo siempre de las necesidades y las realidades de las comunidades.

Estamos seguros que la paz requiere un traba-jo colectivo y que enfrentamos grandes retos para lograr que la realidad que hoy vive nuestro país cambie. Para ello, nos proponemos como Asociación trabajar en una agenda que permita: • Fortalecer las alianzas público privadas, para tra-

bajar de la mano del Estado, bajo la clara noción de corresponsabilidad que nos corresponde como actores de la sociedad.

• Fortalecer la institucionalidad y la descentraliza-ción que permita recuperar la confianza y acer-carnos cada vez más a los territorios. La paz se construye desde la regiones.

• Construir en y con el territorio y sus comunidades, partiendo de sus realidades y comprendiendo sus parti-cularidades e intereses legítimos.

• Cambiar los paradigmas y prejuicios para dar respues-tas a las necesidades que impone el posconflicto y ac-tuar con poblaciones y regiones que más lo requieren.

Estamos seguros que entre todos, si queremos un futuro diferente, podemos construirlo. Esperamos que esta publicación, sirva como ejemplo para mostrar que “Unidos, somos más” y para profundizar en la apuesta que nos involucra a todos, en especial a las Fundaciones AFE si queremos que nuestro quehacer sea decisivo para alcanzar un país fortalecido, incluyente y en paz.

Roberto Pizarro MondragónPresidente Junta Directiva

Asociación de Fundaciones Empresariales

LA AFE, COMPROMETIDA CON LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ

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La frase que titula esta nota la grabó en una canción John Lennon en 1969 y hoy, no sólo nos sigue inspirando, sino que adquiere una singular importancia.

En la AFE creemos firmemente que no solo debemos darle una y muchas oportunidades a la paz, sino que además debemos comprometernos con ella todos los días. Ese es precisamente el compro-miso activo de nuestras fundaciones asociadas que ha dado frutos; frutos que nos motivaron a recoger en esta publicación las iniciativas más destacadas de cada una de ellas para la construcción de paz.

Y es que más allá de lo que unos u otros enten-damos por “construcción de paz”, lo importante es,

ha sido y será, trabajar decididamente y de manera cada vez más articulada por construir una Colombia más equitativa e incluyente. Porque la paz no es solo materia de diálogos o planes, debe hacerse. Si quere-mos darle la oportunidad a la paz, debemos encontrar la forma de abrirle camino a los cambios que como individuos, como empresarios, como fundaciones y como sociedad nos corresponde enfrentar.

Hoy, en agosto de 2015, hacen parte de la AFE sesenta y un (61) fundaciones de origen familiar y empresarial, todas ellas comprometidas con la imple-mentación de proyectos innovadores, transformadores, incluyentes y dirigidos a construir un país más equitati-vo y justo, como garantía para conseguir la paz.

Las Fundaciones AFE cuentan con activos fundamentales que van más allá de sus recursos financieros. Su conocimiento, habilidades para la gestión, motivación por arriesgar, neutralidad política y, en especial, su estabilidad y permanencia que supera posturas y coyunturas, es un distintivo y una ventaja que han sabido aprovechar.

A través de las fundaciones se afianzan, de manera particular, los vínculos con las comunidades y se canali-za la acción social con una visión de largo plazo, refle-jada en actuaciones estratégicas, eficientes, rigurosas y gestionadas de manera eficiente para generar un valor agregado vital a la sociedad colombiana.

El entendimiento de las necesidades particulares de las comunidades, el trabajo cercano en las regiones, el desarrollo de estrategias innovadoras y eficaces, el compromiso a largo plazo, nos permiten generar con-fianza para construir verdaderos cambios sociales en la perspectiva de lograr una Colombia en paz.

Educación, generación de ingresos, empodera-miento comunitario, fortalecimiento institucional, cultura, son las líneas de trabajo que buscamos destacar en esta oportunidad, con algunas de las iniciativas que hoy realizan nuestras fundaciones en las diferentes regiones del país.

No ha sido tarea fácil recoger en esta publicación todo el compromiso de nuestras asociadas y eviden-ciar todo el conjunto de programas y proyectos que impulsan día a día. Sin embargo, esperamos que estas páginas sean fuente de inspiración, un ejemplo y una evidencia de que, como lo pregonaba la recordada Primera Ministra de la India, Indira Gandhi “hay que abrir el corazón, trabajar sin descanso, hacer más y hablar menos”, si queremos que nuestras próximas ge-neraciones puedan vivir el país que todos soñamos.

¡Que sea un propósito darle una oportunidad a la paz!

María Carolina Suárez VisbalDirectora Ejecutiva

Asociación de Fundaciones Empresariales

A LA PAZDÉMOSLE UNA OPORTUNIDADFo

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“La paz no solo se logra en La Habana, ni es una responsabilidad exclusiva del Gobierno La paz se logra con el trabajo mancomunado de todos los actores sociales, desde las regiones, en particular en aquellos territorios donde son claras las dificultades institucionales”

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REFLEXIÓN

PAZ SOSTENIBLEHACIA UNA AGENDA COLECTIVA PARA LA

Los avances logrados en la negociación de La Habana son significativos, aunque es evidente que nada aún está garantizado y que este sigue siendo un proceso frágil. Con todo, si queremos en esta opor-tunidad darle sostenibilidad a la eventual paz, no podemos esperar a que se firme hasta el último de los acuerdos entre los delegados del gobierno y los jefes de las FARC. Debemos prepararnos como sociedad.

Como punto de partida es indispensable en-tender la conexión de doble vía que hay entre la superación del conflicto armado y la modernización del país y su inserción en condiciones de competi-tividad en el mundo globalizado. No cabe duda de que Colombia podrá avanzar mejor en la agenda de modernización y ser más competitiva si logramos ce-rrar el conflicto con las guerrillas. Al mismo tiempo, es indudable que para que la paz sea sostenible se requieren avances significativos tanto en la moder-nización de nuestras instituciones, como en apuestas productivas y empresariales de gran envergadura que generen riqueza de manera inclusiva, distribu-yendo beneficios a todos los colombianos. En este

sentido paz y desarrollo económico sostenibles van de la mano del desarrollo social.

Esto nos lleva a la noción de la construcción de una paz sostenible que implica abordar transforma-ciones culturales, sociales, políticas y económicas que le apunten precisamente a romper con los ciclos de violencia que por décadas han golpeado a muchos territorios del país y a cerrar las enormes brechas e inequidades que existen entre la Colombia moderna y la Colombia periférica. Esto no ocurrirá de un día para otro, ni aparecerá milagrosamente en caso de que se firmaran los acuerdos de paz con la insurgencia. Se trata de un proceso de largo plazo que requiere de enfoque, compromiso y empeño de toda la sociedad.

¿Cómo aportar a tal esfuerzo? Es una pregunta básica que tenemos que responder para empezar a prepararnos para la construcción de paz. Esta pregunta no tiene solución fácil pues puede tener respuestas tan diversas y heterogéneas como sectores tiene la sociedad. Ahora bien, es evidente que hay sectores que pueden tener mayor centralidad dentro de dicho esfuerzo entre los que sin dudas se encuen-

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(1) Reychler, L. y Stellamans, A. (2005). Researching Peace Building Leadership (Vol.71, No.2°) Hungary: Cahiers Internationale betrekkingen en

vredesonderzoek.Traducción propia

(2) Banfield Jessica, Canan Gündüz y Nick Killick (Eds.) (2006) Local Business, Local Peace: the Peacebuilding Potential of the Domestic Private

Sector. International Alert

tra el sector empresarial, y por supuesto sus funda-ciones. Como se ha visto en otros procesos de paz en el mundo, los empresarios tienen la capacidad para potenciar u obstaculizar la paz.1 Esto es así, no solo por su músculo sobre la economía y la política, sino también por el liderazgo que algunos empresarios ejercen y pueden llegar a ejercer.

En este sentido resulta clave responder la pregunta que viene apareciendo con más frecuencia en los últimos dos años sobre qué pueden hacer las empresas, los em-presarios y sus fundaciones de cara al proceso en curso y en pos de la sostenibilidad de la paz.

Hasta el momento, se ha visto que no hay una actitud o respuesta homogénea de las empresas y que sectores del empresariado (especialmente los inversionistas y propietarios) tienen dudas frente a las verdaderas intenciones de las FARC de insertarse en la democracia y al mercado, así como frente a la capacidad del gobierno de garantizar las reglas de mercado que aplican a sus inversiones.

Para avanzar en la respuesta a tal pregunta proponemos trabajar a partir de dos premisas. La primera, el escenario territorial es central para la paz y su sostenibilidad. Es en lo local donde los colombianos nos jugaremos la posibilidad o no de construir una paz sostenible. La segunda, es reconocer que si bien el sector empresarial es clave para la construcción de una paz sostenible, no lo puede hacer solo. Es fundamen-tal que empresarios, sociedad civil y actores estatales trabajen de la mano en la transformación de estructu-ras y dinámicas que han alimentado y posibilitado el conflicto. Es ahí donde las fundaciones de origen em-presarial, como las 61 que actualmente reune la AFE tienen que jugar un rol fundamental. La paz sostenible es una tarea que requiere el compromiso de públicos y privados y siguiendo a Reychler y Stellamans. “…

es una realidad política que puede ser creada y cuya construcción demanda, entre otras cosas, la existencia de una masa crítica de líderes comprometidos.”2

¿En torno a qué debe confluir el compromiso de estos actores? La respuesta a esta pregunta variará de acuerdo al territorio. No obstante, hoy en Colombia una agenda interesada en contribuir desde el mundo empresarial a la construcción de una paz sostenible debe contemplar mínimamente acciones encami-nadas al fortalecimiento de instituciones propias de la democracia e iniciativas de inclusión económica, social y política. En este sentido cobran vigencia acciones encaminadas, por ejemplo, a generar y forta-lecer capacidades locales en territorios donde es débil la presencia estatal, apoyar emprendimientos eco-nómicos en antiguos epicentros de conflicto, ampliar la participación de grupos de población vulnerables debido al conflicto y asegurar una gestión empresarial respetuosa de los Derechos Humanos.

La centralidad de los empresarios en esta agen-da no es cuestión de hacer aportes económicos. Es posible que se requieran algunos aportes de esta na-turaleza, pero el foco debe estar en la identificación y desarrollo de iniciativas y modelos de negocio y gestión empresarial y social, a través de sus funda-ciones, que logren generar transformaciones que le aporten efectivamente a la sostenibilidad de la paz. En este sentido, se trata de una agenda que apela al liderazgo y la capacidad de innovación que tienen las empresas y sus fundaciones.

María Victoria LlorenteMiembro Junta Directiva Asociación

de Fundaciones EmpresarialesDirectora Ejecutiva

Fundación Ideas para la Paz

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INTRODUCCIÓN

Para alcanzar una paz duradera, las fundaciones AFE tienen como prioridad fortalecer su trabajo en los territorios con otras instituciones, comunidades, organizaciones, empresarios y el sector público.

UNA PAZ DURADERA Y SOSTENIBLE REQUIERE EL COMPROMISO DE TODOS

CONSTRUIR

La construcción de paz en Colombia no se restringe a lo que puedan hacer el Gobierno y los grupos alzados en armas en un escenario de diálogo. Exige, además, el compromiso de toda la sociedad con un proceso que debe entenderse hacia el largo plazo. En esa tarea, el sector social empresarial juega un papel determinante y fundamental para lograr el tránsito al posconflicto que todos anhelamos.

Para la Asociación de Fundaciones Empresa-riales –AFE–, ese compromiso implica una respon-sabilidad de aportar un esfuerzo mayor, que se arti-cule no solo con sus grupos de interés, sino también con otros actores y con las diferentes entidades del Estado, especialmente en territorios donde se evidencia una debilidad institucional.

Cumplir este propósito requiere que las empresas y sus fundaciones se conviertan en jugadores titulares, porque está claro que las acciones que tienden a lograr mayores resultados e impactos positivos son aquellas que suman intereses y esfuerzos e involucran a la comunidad desde el inicio, como lo tienen claro las 61 fundaciones que hoy día hacen parte de la AFE.

“Estamos convencidos de la necesidad de pensar la paz y trabajar por ella”, asegura Roberto Pizarro, presidente de la Junta Directiva de la AFE y pre-sidente ejecutivo de la Fundación Carvajal, preo-cupado por hallar la esquiva fórmula que permita estructurar una paz sostenible y duradera, que no solo implica aunar esfuerzos sino traducirlos en compromisos claros y tangibles para todos, e incluso en asumir nuevos retos que superen los temores y paradigmas y nos permitan ver que Colombia es más allá de las grandes urbes.

Desde la creación de la AFE, hace cerca de ocho años, sus miembros han realizado un trabajo colectivo para tener mayor impacto en las intervenciones socia-les que ejecutan. Con este mismo espíritu colabora-tivo confían en lograr transformaciones significativas en el proceso de construcción de paz, que pasa por el ejercicio de crear un sentido compartido y revisar la relación con el Gobierno nacional y los gobiernos regionales, que permita la generación y construcción de alianzas público-privadas que le apuesten a verda-deras transformaciones sociales.

Una búsqueda colectiva de la pazPara las fundaciones asociadas a la AFE, construir una paz sostenible implica generar transformaciones culturales, sociales, políticas y económicas que permi-tan romper con la violencia que durante décadas ha golpeado al país y que contribuyan a cerrar las enor-mes brechas e inequidades que existen en Colombia.

En esta dirección se encuentran las palabras de los directivos de la Fundación Proantioquia, para quienes “las fundaciones no debemos entender la paz exclusivamente en el marco del proceso que se adelanta en La Habana, o como la ausencia del conflicto armado, sino como un proceso al que es posible aportar en materia de equidad para focalizar esfuerzos de la mano de lo público”.

De acuerdo con Rafael Grasa, presidente del Instituto Catalán Internacional por la Paz, la cons-trucción de paz, más allá de las negociaciones, debe entenderse como un proceso de largo aliento que as-pira a transformar los conflictos, para lo que “es clave aprender mejor la naturaleza del conflicto y visualizar

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la paz como algo más que ausencia de violencia, al centrarse en la raíz, en las diversas causas”.

En ese sentido, no es suficiente una mirada en la que primen exclusivamente asuntos relativos a la superación de las secuelas del conflicto armado, como la reconstrucción de la infraestructura destruida, la remoción de minas antipersonas y el retorno o la reubicación de desplazados. Se requieren, además, actividades concretas y multidimensionales que permitan restaurar o instaurar relaciones sociales y políticas entre personas y grupos y acabar, no solo con la violencia directa, sino también con las causas de fondo, la violencia estructural y simbólica.

Para construir la paz hace falta la activa participa-ción de todos los actores de la sociedad: administracio-nes e instituciones de diferente nivel (local, regional y na-cional), academia y universidad, sociedad civil y actores comunitarios diversos y, especialmente, actores privados como ONG, empresas y fundaciones empresariales.

En la AFE, el colectivo de fundaciones asociadas tiene claro que se trata de un proceso a largo plazo cuya meta última es construir una paz estable y duradera en Colombia. Esto implica construir una nueva sociedad, incluyente y reconciliada, y con-solidar instituciones públicas y privadas en todo el territorio capaces de sortear las demandas sociales, políticas y económicas de la población.

“Superar la violencia generada por la inequidad es posible, teniendo como base la erradicación de la po-breza, el mejoramiento de la calidad de vida, el fomento de las capacidades de los individuos y las comunidades y una mayor equidad y justicia social. A esto debemos

apuntarle cuando hablamos de construir un país con mi-ras a la paz sostenible”, señala Ángela Escallón Emiliani, directora ejecutiva de la Fundación Corona.

Para la Asociación de Fundaciones Empresariales –AFE–, el fin último de sus fundaciones es el traba-jo coordinado y mancomunado con el Estado, para lograr una transformación social encaminada a un país más equitativo y con menores niveles de pobreza. De esta forma, la construcción de paz representa un gran reto tanto para el Gobierno como para el sector social empresarial, ya que es en el trabajo conjunto donde reside la clave para lograr una paz sostenible.

Complementando las acciones del EstadoLa experiencia ha demostrado que la paz no se limita a la ausencia de violencia sino que es un camino que se construye a través de la generación de procesos integrales, participativos y humanos de desarrollo en distintos niveles territoriales, comple-mentando la acción del Estado.

En este proceso, una de las lecciones más signifi-cativas es la importancia de “trabajar con el Estado, buscando fortalecer la institucionalidad para articular y coordinar esfuerzos, sobreponiendo la causa común a los egos institucionales”, como afirma Soraya Montoya, actual Vicepresidenta de la AFE y directora ejecutiva de la Fundación Saldarriaga Concha.

Ahora bien, para lograrlo, se requiere consolidar alianzas público-privadas efectivas, en las que cada ac-tor tenga claro el rol que juega cada uno de los actores. Así, el Estado estará encargado de definir el norte de la actuación y asumir la provisión de los bienes o servi-cios objeto de la alianza, para lo cual debe contar con gobiernos e instituciones públicas fortalecidas.

Por su parte, las entidades privadas pondrán su capacidad de gestión, cercanía con la comunidad, conocimiento y experiencia a disposición del Esta-do para complementar la oferta estatal, pero nunca para reemplazarla. La importancia de estas entidades estará basada en su conocimiento y en la eficacia de su gestión. En consecuencia, trabajando mancomuna-damente se logrará un mayor impacto, un país en paz y lleno de oportunidades e igualdad para todos.

De acuerdo con Eduardo Díaz Uribe, director ejecutivo de la Fundación Alpina hasta agosto de

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“Las fundaciones AFE tenemos una gran apuesta por construir un país con mayor equidad, inclusión y justicia social, y con menor pobreza, trabajando con poblaciones vulnerables, especialmente en territorios que requieran fortalecimiento institucional”: María Carolina Suárez, Directora Ejecutiva de la AFE.

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INTRODUCCIÓN

2015, estas son las ventajas con las que cuentan las fundaciones empresariales para complementar la acción del Estado en las comunidades. “Principal-mente, la capacidad de correr riesgos e innovar, construyendo nuevos caminos para que sean repli-cados y escalados por pares, comunidades y por las entidades gubernamentales”, señala.

Al respecto, el presidente de la Junta Directiva de la AFE y presidente ejecutivo de la Fundación Carvajal, Roberto Pizarro, destaca el hecho de que las fundaciones y organizaciones privadas tienen una larga vida lo que, según él, “ayuda mucho en cualquier proceso de reconciliación y paz porque esos temas no son de corto plazo. La ventaja es que el sector privado está allí y estará allí. Eso puede asegurar la continuidad de las intervenciones”.

En ello coincide Viviana Echeverri, directora ejecutiva de la Fundación Alvaralice, para quien es necesario que desde el sector empresarial “se asuma una corresponsabilidad en la construcción de paz y por lo tanto de país”. En este proceso las fundacio-nes empresariales tienen un marco de acción que tiene mucho que aportar, como lo es la capacidad de innovación en iniciativas estratégicas sociales, la posibilidad de generar alianzas que permanezcan en el tiempo y la experiencia para conocer los territorios. “Estas son virtudes que saldrán a relucir en las alian-zas público-privadas”, concluye Echeverri.

En diferentes oportunidades, el Gobierno Nacio-nal también ha reconocido los aportes que el sector social empresarial realiza en este campo. Para Beatriz Linares, exdirectora de la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema

–ANSPE– (Q.e.p.d.), “el rol de las fundaciones es muy claro porque, dada su amplia experiencia de trabajo social, cuentan con todos los elementos para diseñar e implementar iniciativas que contribuyan a la inclu-sión social de los grupos vulnerables”.

Por su parte, Paula Gaviria, quien dirige actual-mente la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas, llama la atención sobre la importancia de que el sector privado asuma esta co-rresponsabilidad. “Lo ideal es que las empresas vayan más allá de su responsabilidad tradicional, que es ha-cer bien lo que tienen que hacer en el marco de todos los pactos globales y garantías, para que generen un valor que impacte socialmente en el país”.

Construir la paz desde el territorio “En la lógica de construir la paz, que es la de la reconciliación y que es la que afortunadamente está viendo el país, todos los actores, incluidas las empresas, la academia y la sociedad civil, estamos enfrentándonos a nuevos retos que son maravillosas oportunidades”, sostiene Eduardo Díaz Uribe, ex director de la Fundación Alpina.

De acuerdo con Díaz Uribe, en este escenario el país va a buscar en las fundaciones empresariales aliados en el proceso de construcción de paz, un reto que hay que asumir “con la mente abierta y dispuesta a cambiar los paradigmas, porque a la sociedad van a ingresar nuevos actores, problemáticas diferentes y territorios a los que quizás las empresas no habían po-dido ingresar como lo son el Catatumbo, los Montes de María, Caquetá o el Putumayo, entre otros”.

Este es un verdadero desafío para el sector em-presarial y representa “grandes oportunidades para robustecer la gestión social que estamos desarro-llando, trabajando con poblaciones a las que antes no podíamos llegar por temas de inseguridad”, afirma Mariana Jaramillo, gerente de Desarrollo Sostenible de la Fundación Cemex.

Es por ello que los directivos de las fundaciones coinciden en que es necesario ‘sintonizarse’ en una visión de construcción de paz que permita generar un mayor impacto en sus intervenciones.

Pero, ¿cuál debe ser el foco de acción de las fun-daciones AFE en este proceso? Para María Victoria

El fin último de las fundaciones

empresariales es el trabajo coordinado y de la mano con el Estado para reducir

la inequidad en Colombia.

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AFE

“En este camino no puede haber nadie que se quede por fuera. Hoy, Colombia está hablando de que la paz es una responsabilidad colectiva y en ella, el sector empresarial debe entender que su función social está directamente relacionada con la construcción de la paz”: Paula Gaviria, Directora de la Unidad de Víctimas.

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Llorente, actual miembro de la Junta Directiva de la AFE y directora ejecutiva de la Fundación Ideas para la Paz, es clave que el trabajo tenga un enfoque territorial, en donde se reflexione sobre cómo las intervenciones cambian las condiciones específicas en un territorio, cuáles son los actores convocados y cuál es el actor institucional por parte del Estado.

En este sentido, aunque cada una de las 61 fundaciones agrupadas en la AFE trabajan por la paz desde lo que saben hacer y desde sus potencialidades, la construcción de paz demanda la incorporación de un acento en lo territorial, con intervenciones de cara al entorno directo de las comunidades pero articula-das en el marco de proyectos regionales y nacionales.

Además, desde la experiencia de esta fundación, destacada como centro de pensamiento y reflexión en torno a las dinámicas del conflicto, es necesario que el sector empresarial y sus fundaciones com-prendan que la paz es un proceso en el que “lo importante es cómo se puede ayudar a construir, porque hay que decirlo: no todos los programas sociales generan una verdadera transformación”.

“Esto no es una cuestión exclusivamente de rela-cionamiento directo con la comunidad, sino de cómo se le puede aportar a la región para mejorar sus con-

diciones. No se trata de mejorar las condiciones de unos individuos y no más. Puede ser una visión muy ambiciosa para las empresas, pero creo que es para discutir y me parece que la Asociación de Fundacio-nes Empresariales –AFE– es un sitio donde se plantea esta discusión”, concluye Llorente.

Retos para el sector social empresarialDesde hace varios años, las fundaciones AFE imple-mentan en el país diferentes iniciativas con el propósi-to de mejorar las condiciones de poblaciones vulne-rables, así como de los territorios en donde operan las empresas matrices, a través de esfuerzos que le han aportado al país en el proceso de construir una nación más pacífica e incluyente.

Con diferentes líneas de trabajo, estas fundacio-nes le han apostado a la transformación de realidades locales de diferentes actores en el territorio. Por eso, ante la coyuntura actual, es necesario fortalecer los procesos ya iniciados, pero además, considerar nuevas esferas para la participación del sector social empre-sarial en los procesos de construcción de paz.

Además de la articulación, sostenibilidad y perti-nencia de los proyectos que impulsan el Gobierno y las fundaciones empresariales, bien sea en educación, emprendimiento o empoderamiento, para avanzar en las tareas que requerirá el posconflicto, posteriores a la firma de un acuerdo de paz, será necesaria la fortaleza institucional en ambas instancias.

Esto significa que la paz debe tener un enfo-que territorial que fortalezca las capacidades de los municipios y regiones del país. Fortalecer esa insti-tucionalidad, capaz de dar respuestas eficaces a las necesidades en un escenario de posconflicto, cuando seguramente aparecerán nuevos paradigmas, es uno de los principales retos en los que las fundaciones AFE están llamadas a contribuir.

De igual forma, las propuestas que aporten al for-talecimiento del tejido social de comunidades que han estado atravesadas por el conflicto y al mejoramiento de sus condiciones de vida, tienen que fortalecerse y fomentarse para avanzar hacia la construcción de paz.

Es necesario entonces multiplicar y reproducir, en cientos de poblaciones, experiencias que ya han probado las Fundaciones AFE en algunos territorios, para poner en marcha proyectos de reconstrucción con comunidades campesinas, como lo está haciendo un importante número de Fundaciones AFE bajo el liderazgo de la Fundación Semana en El Salado, corregimiento del Carmen de Bolívar.

Esa tarea implica, para las empresas y fundaciones, vincularse a los procesos de atención y satisfacción de los derechos vulnerados de las comunidades que han vivido en carne propia los efectos de la guerra, para acompañarlas en su retorno a los territorios de origen.

“Tenemos que conquistar esos territorios, no co-lonizarlos. Conquistarlos en el sentido bilateral: ellos a nosotros y nosotros a ellos para que esos cientos

“Aportamos a la construcción de un tejido y un capital social que puede generar las condiciones para que un nuevo ciudadano sea quien empiece a construir este camino para la paz”: Ana Milena Lemos, directora ejecutiva de la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla.

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INTRODUCCIÓN

de miles de colombianos tengan acceso al desarrollo empresarial de mercados económicos, mejoramiento del ingreso, capacitación de jóvenes para el empleo, participación democrática y política y satisfacción de los derechos a la educación y la salud en un contexto de desarrollo rural”, explica Mario Gómez, exdirec-tor social de la Fundación Restrepo Barco.

La inclusión de las poblaciones excluidas es otro de los principales desafíos. Desde la perspectiva de Diego Molano, director ejecutivo de la Fundación Bava-ria hasta mayo de 2015, “es necesario que el sector privado y las fundaciones empresariales consideren cómo involucrarán a las víctimas, los victimarios, los miembros de las fuerzas armadas y los veteranos en sus cadenas de valor. Esto implicará, además de trabajar con programas de oportunidades focalizadas, generar procesos de atención psicosocial y promover verdade-ras innovaciones de paz para la reconciliación”.

De esta forma, una de las apuestas de las fundacio-nes asociadas a la AFE se centra en desarrollar progra-mas para la inclusión y la reconciliación, pero con una perspectiva de institucionalizarse a través de políticas públicas y planes de desarrollo de las regiones, con

base en las lecciones aprendidas que permitan adaptar el proyecto y generalizarlas para hacerlos aplicables en otros territorios e incluso, para incorporar sus aprendi-zajes en la construcción de políticas públicas.

Finalmente, es preciso que el sector empresarial atienda a preguntas trascendentales sobre cuál va a ser su aporte en el proceso de construir la paz. Pero el llamado va más allá de las fundaciones empresa-riales que realizan la gestión social en representación de las compañías, pues, como explica María Victoria Llorente, directora ejecutiva de la Fundación Ideas para la Paz, hay una tarea pendiente de re-significar la operación a propósito de la paz, creando entornos más prósperos y sostenibles.

Para Ana Paola Salamanca, quien fue directora ejecutiva de la Fundación Carboandes hasta julio pasado, este es uno de los retos de las fundaciones empresariales hacia el interior del sector privado. “Es necesario que nosotros, como representantes de las empresas en el campo de Responsabilidad Social Empresarial, generemos al interior de las casas ma-trices una apertura hacia la pluralidad y la sensibili-zación sobre los retos, compromisos y sacrificios que en la construcción de una paz duradera es necesario hacer para alcanzar un equilibrio social en términos económicos y políticos”, asegura.

Como se presenta en los capítulos a continuación, con programas e iniciativas para fortalecer la institu-cionalidad, empoderar a las comunidades, generar oportunidades e ingresos en las poblaciones más vulne-rables, invertir en la educación con el convencimiento de que es el motor de progreso, y promover la cultura como eje central del desarrollo social, las fundaciones empresariales han sumado esfuerzos significativos para avanzar en los desafíos que impone el proceso de cons-truir una paz duradera y sostenible en Colombia.

La construcción de paz representa un gran reto para el

Gobierno y el sector privado, ya que en el trabajo conjunto está la clave para

lograr una paz sostenible.

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SENTIDO DE RESPONSABILIDADActualmente, la AFE agrupa un total de 61 fundaciones de origen familiar o empresa-rial, con el ánimo de favorecer la articulación, la cooperación, la innovación social y el intercambio de experiencias entre los asociados, y actúa siempre con transparencia para lograr un mayor impacto en sus intervenciones y contribuir a la equidad y al desarrollo social sostenible de la sociedad colombiana. El sentido de responsabilidad de las organizaciones que integran la AFE está orientado al trabajo colaborativo en busca de un interés común: la búsqueda de verdaderas trans-formaciones sociales a través de innumerables iniciativas en pro de la garantía de los derechos humanos como condición sine qua non para lograr la paz.Trabajan por la inclusión de las comunidades que habitan zonas alejadas, muchas de ellas carentes hasta de agua, limitadas por la ausencia total de instituciones educativas y de salud, entre otras. Esta circunstancia ha llevado a las fundaciones a ratificar la necesi-dad de trabajar de manera conjunta y liderar alianzas con el Estado y el sector privado.

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FORTALECIMIENTO INSTITUCIONAL

LA INSTITUCIONALIDAD ES HACER EL BIEN MEJOR

Fomentar el desarrollo de capacidades de gestión exitosa y aportar al fortalecimiento de organizaciones e instituciones públicas y privadas es esencial para alcanzar una paz sostenible y el progreso de las comunidades.

Adoptar principios y métodos aplicados por organizaciones triunfadoras en su esfera de acción es parte del proceso de fortalecimiento institucional que deben enfrentar los organismos de la sociedad civil e instituciones públicas y privadas para pasar de “hacer el bien, a hacer el bien mejor”.

En la construcción de una paz sostenible es fun-damental contar con instituciones sólidas, para que éstas sean uno de los pilares sobre los cuales se susten-te el desarrollo económico y social en Colombia.

La falta de eficiencia y la debilidad de las instituciones en algunas regiones del país generan consecuencias para la población, especialmente para

los ciudadanos más vulnerables que encuentran obstáculos para acceder a las vías formales para la satisfacción de sus demandas sociales.

De acuerdo con Ana Milena Lemos, directo-ra ejecutiva de la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla, “la debilidad institucional que hay en algunas regiones nos lleva a nosotros, como sector privado social, a asumir el rol de construir, acompañar los procesos, potenciar la inversión y garantizar que el Gobierno y la gestión pública se realicen efectivamente”.

De esta forma, para aportar en el propósito co-lectivo de la paz y luchar contra la inequidad no basta

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con cubrir necesidades sociales básicas a través de proyectos en educación, salud y nutrición, entre otras áreas, sino que es necesario fortalecer las capacidades de las instituciones, principalmente de las entidades públicas que son, en últimas, quienes en el largo plazo velarán por la garantía de derechos y el acceso a servicios sociales de la población.

“El conflicto ha sido un impedimento. Se atravesó en el proceso de descentralización, que era necesario para el fortalecimiento de las institucio-nes regionales. La nación fue incapaz de gobernar algunos territorios y de llevar allí la democracia, por lo que se volvieron zonas donde impera una cultura de la ilegalidad”, asegura María Victoria Llorente, directora ejecutiva de la Fundación Ideas para la Paz, para quien es necesario reconstruir la noción de lo público y superar las barreras que eventualmente surgen entre el sector privado y el Estado.

En esto coincide Juan Carlos Franco, director general de la Fundación Mario Santo Domingo. “Algu-nos de los problemas que impiden una paz sostenible se relacionan con una institucionalidad débil e incluso excluyente, donde hay entidades públicas poco eficien-tes. Pero todos los ejercicios de desarrollo social que realicemos las fundaciones deben, obligatoriamente, ir de la mano de los procesos de política pública y de fortalecimiento institucional. Sin instituciones sólidas ningún país es próspero y ninguna intervención es realmente sostenible”, afirma el directivo.

Desarrollar capacidades de gestión, capacitar a los servidores públicos de las entidades en la región, formar a la ciudadanía para ser veedores y garantes de las administraciones locales, aportar a la política pública en diferentes materias y brindar asistencia técnica, son algunas de las vías por las cuales las fundaciones AFE plantean un proceso para que las instituciones puedan detectar en sí mismas fortalezas y debilidades y potencializar su impacto.

Concibiendo organizaciones más eficientes“Creemos que crear institucionalidad social genera prosperidad, empoderamiento comunitario, legitima-ción de las comunidades y convivencia ciudadana; y eso en sí debe generar paz en las comunidades”, asegura José Francisco Aguirre, director ejecutivo de Compartamos con Colombia.

Para este directivo, es claro que la paz es un mandato constitucional que no puede entenderse como un propósito de un Gobierno particular. Como representante de esta corporación, destaca que la paz es una apuesta de país y de diferentes actores, que debe dilucidarse y concebirse hacia el largo plazo.

Bajo estos planteamientos, su línea de acción en fortalecimiento busca responder a interrogantes sobre cómo crear institucionalidad desde lo funda-cional, cómo crear capacidades en las entidades del Estado para que sus proyectos tengan un impacto real y cómo desde la empresa privada es posible desempeñar un rol que genere un valor agregado y mayor prosperidad social.

Para ello, acompañan a entidades, organizaciones y empresas en el desarrollo de proyectos, bajo cinco frentes de trabajo: gobierno corporativo, estrategia, sostenibili-dad financiera, análisis legal y control interno.

Una organización más eficiente en su gestión multiplica el impacto que

tienen sus proyectos de

desarrollo local. Esta es la apuesta de las fundaciones en fortalecimiento

institucional.

"La prueba de fuego viene luego de las negociaciones de paz. Ahí, la AFE y todos vamos a tener que jugar un papel fundamental": Fundación Alpina.

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“Nuestro trabajo con fundaciones y entidades públicas de orden nacional, regional y local busca otorgar una mirada integral a las organizaciones, para multiplicar el impacto que tienen con los proyec-tos que benefician a la población. Siempre partimos de la premisa de que estas organizaciones pueden tener un impacto sustancialmente mayor y a eso le apostamos”, explica Aguirre.

Como parte de este acompañamiento, Compar-tamos con Colombia ha asesorado a más de 300 orga-nizaciones desde que fue fundada en el año 2001 por un grupo de 15 firmas de servicios profesionales que buscaba trabajar por la transformación social del país.

Dentro del grupo de organizaciones que han abierto las puertas a este proceso de fortalecimiento se encuentra una amplia diversidad, entre ellos, las fundaciones Pies Descalzos, Fútbol con Corazón, Tiempo de Juego, Colombianitos, Profamilia, Co-rona, Saldarriaga Concha y Carboandes, y algunas entidades como el Instituto Colombiano de Bienes-tar Familiar, Artesanías de Colombia y el Centro de

Innovación Social de la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema (ANSPE).

El trabajo, además, se desarrolla bajo un enfoque de paz, como explica José Francisco Aguirre. “No está basado en un acuerdo, sino en el rol que tienen las instituciones de generar prosperidad y reconciliación en la sociedad. Una organización que representa a la ciudadanía, aporta a la comunidad y promueve el desarrollo social de forma eficiente, va a ser un agente promotor de paz”, enfatiza el directivo.

A través del programa Aflora, la Fundación Bolí-var Davivienda también capacita organizaciones para potencializar su impacto. “Buscamos hacer más fuerte la gestión misional y administrativa, y generar una ma-yor capacidad de gestión en más de 190 organizaciones impactadas, de las cuales se benefician, actualmente, más de 350 mil personas”, señala Fernando Cortés McAllister, director ejecutivo de esta fundación.

Según la definición del programa, Aflora “es una ruta de capacidades de desarrollo de compe-tencias, que permite llevar a las organizaciones sociales a un nivel de maduración, en donde su capacidad de gestión es suficiente para ser sos-tenibles y de alto impacto en la región en la que operan”. En este proyecto participan fundaciones, asociaciones o corporaciones sin ánimo de lucro y organizaciones no gubernamentales.

Por otra parte, la Fundación Saldarriaga Concha también ha implementado un programa de fortaleci-miento institucional, con el cual se pretende contri-buir con un legado para el sector social en Colombia, capacitando a personas e instituciones fortalecerlas técnicamente en temas de gestión y calidad.

En el año 2006, esta fundación creó el Programa de Fortalecimiento, el cual tiene como principal desa-fío “desarrollar las capacidades de las organizaciones beneficiarias para generar valor social”. Como resul-tado de esta iniciativa se realizó el fortalecimiento de 28 organizaciones sociales y cinco universidades, y, además, se publicó un informe que recoge y sistemati-za las experiencias desarrolladas en pro de consolidar organizaciones más eficientes y sostenibles.

El fortalecimiento de las organizaciones sociales por parte de las Fundaciones AFE se realiza, además de la contribución en experiencia, asesoría y cono-

“Los ejercicios de desarrollo social que realizamos las fundaciones deben ir de la mano de los procesos de fortalecimiento institucional. Sin instituciones sólidas ningún país es próspero y ninguna intervención es sostenible”: Fundación Mario Santo Domingo.

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cimientos, con el aporte de recursos para que estos proyectos puedan hacerse realidad.

Este es el caso de la Fundación Arturo & Enrica Sesana (FA&ES), que tiene como compromiso invertir 100% de sus recursos en iniciativas orientadas a me-jorar la calidad de vida de niñas, niños. adolescentes y adultos mayores en Colombia.

Como explica María Claudia Santos, coordina-dora de esta fundación, además del apoyo financiero, el enfoque de trabajo tiene como prioridad el acom-pañamiento en temas estratégicos para la ejecución de los proyectos, como la sostenibilidad en el tiempo.

Además, la fundación le apuesta a la generación de alianzas entre diversas organizaciones que ejecutan proyectos en una misma línea de acción. “Apoyamos con prioridad proyectos que provienen del trabajo articulado entre fundaciones o entre sectores”, afirma Santos, para quien es claro que esta transmisión de conocimientos permite que los logros tengan mayor alcance y un impacto estructural y a largo plazo.

Organizaciones, instituciones y entidades más sólidas, que actúen en beneficio de la población y con parámetros de transparencia y eficiencia, son la base de una sociedad que se construye en un camino hacia la disminución de la violencia. La paz, como propósi-to superior, debe estar institucionalizada en entidades sólidas y legítimas para la población, para que así sea sostenible y duradera en el tiempo.

En pro de una mejor gobernabilidadEn el marco del fortalecimiento institucional de las entidades públicas, son los funcionarios, que en el día a día asumen las relaciones con la comunidad, quienes requieren mayor formación para entender las dinámi-cas sociales en los ámbitos local, regional y nacional.

En aras de mejorar la capacidad de las insti-tuciones, la Fundación Cerro Matoso lleva a cabo

capacitaciones a candidatos y alcaldes, y los acom-paña en la formulación de los planes de desarrollo local. Así mismo, adelanta un diplomado en Lide-razgo y Gestión Pública, dirigido a miembros de la administración departamental y a concejales de los municipios del Alto San Jorge (Córdoba).

Además, en la vía del fortalecimiento, la funda-ción acompaña a estos municipios en la formulación de ocho proyectos, robusteciendo sus equipos de pla-neación e infraestructura, gracias al aval otorgado por el Departamento Nacional de Planeación para ser la primera organización de Córdoba en formar parte de la Red de Estructuradores de Proyectos, cuyo objetivo es apoyar a las administraciones locales en la presentación de proyectos de impacto al Sistema General de Regalías.

“Esta asesoría y este apoyo en estructuración de proyectos con una metodología aplicada es muy importante, pues de allí depende que se genere infraestructura para el progreso de la zona y para el bienestar de los habitantes, en temas de vivienda, parques, espacios públicos, centros de salud, entre otros”, explica Luis Fernando Caldera, director ejecutivo de la Fundación Cerro Matoso.

Para la Fundación Promigas, que tiene como área de influencia la región Caribe colombiana, “las coyunturas actuales y los marcos de políticas públi-cas exigen de gobiernos eficaces y transparentes que incorporen de manera efectiva las capacidades y oportunidades de las comunidades y de sus entornos”.

Por esto, desarrollan iniciativas que fortalecen la labor del Estado en los procesos de planeación y la participación ciudadana en los mismos, contri-buyendo así a elevar la efectividad de los Planes de Desarrollo municipales, especialmente en lo relacionado con el sistema educativo y el logro de los objetivos de crecimiento.

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Entre las acciones más destacadas, la Fundación Promigas resalta el apoyo a gobiernos locales en procesos de planeación para el diseño y la puesta en práctica de políticas públicas que faciliten el adecua-do funcionamiento del sector educativo, tarea en la que juega un papel clave la relación que se establece con las Secretarías de Educación.

A estos proyectos se suman otras iniciativas que buscan despertar el interés de la comunidad sobre los principales temas de ciudad, entre los que se destaca la participación en ‘Barranquilla Cómo Vamos’, a través del cual se desarrolla un control social para que la ciudadanía pueda incidir en el mejoramiento de la calidad de vida y demandar transparencia y efectivi-dad en la gestión de los recursos públicos.

Como explica su director, Julio Martín Gallego, el compromiso de la Fundación Promigas en esta ma-teria es “construir territorios que brinden oportunida-des de desarrollo a la población, con administraciones públicas que tengan la capacidad de gestión para hacer del desarrollo una apuesta sostenible”.

En este sentido, sus intervenciones promueven el uso adecuado de los espacios de participación a partir del ejercicio de una ciudadanía activa, y facilitan la imple-

mentación de las políticas públicas en las comunidades, visibilizando la labor del Estado entre los habitantes.

Control sobre lo público, compromiso de todosFortalecer la institucionalidad implica promover las capacidades de los ciudadanos para realizar una veeduría a las administraciones públicas y velar por el cumplimiento de los propósitos que se tejen como comunidad. Reforzar las capacidades de vigilancia de la sociedad civil ha sido uno de los logros del pro-yecto ‘Ciudades Cómo Vamos’, implementado por la Fundación Corona en alianza con otras fundacio-nes, universidades y empresas.

A través del programa, y con el fin de construir una ciudadanía más activa en el ejercicio de sus derechos, la Fundación Corona realiza un segui-miento periódico y sistemático al cumplimiento del Plan de Desarrollo de las administraciones públicas en varias ciudades del país.

“Se construye ciudadanía cuando se contribuye al fortalecimiento de capacidades individuales y colectivas para crear las condiciones necesarias y suficientes para una vida digna”, explica Ángela Es-callón Emiliani, directora ejecutiva de la Fundación Corona, organización de la sociedad civil colombia-na creada hace más de 50 años.

Durante cinco décadas, la Fundación ha estado “comprometida con el desarrollo social del país, el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones más vulnerables de la sociedad y con la incidencia de la ciudadanía en la formulación, el diseño y la aplica-ción de políticas públicas de alto impacto colectivo en los ámbitos de la salud, la economía, la educación y la participación”, agrega Escallón Emiliani.

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“El papel de las fundaciones es fundamental para lograr la paz. Todo lo que hacemos es por la paz de ahora y por la que queremos lograr. Somos, por excelencia, el enlace para lograr un verdadero diálogo entre la comunidades, el gobierno y la sociedad”: Luis Fernando Múnera, Director Ejecutivo Fundación Universidad de Antioquia.

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En sintonía con sus objetivos, la fundación conso-lidó el programa ‘Cómo Vamos’, que se realiza desde 1998 como un ejercicio de evaluación de los avances y retrocesos en la calidad de vida de los ciudadanos mediante indicadores previamente definidos. Anual-mente, se aplica una encuesta de percepción ciuda-dana y se organiza mesas de trabajo periódicas con expertos, organizaciones sociales y directivos para re-flexionar sobre la información recogida y procesada.

La idea inicial fue desarrollada de manera conjun-ta por la Fundación Corona, El Tiempo y la Cámara de Comercio de Bogotá, alianza a la que posterior-mente se vinculó la Universidad Javeriana, para eva-luar a la administración pública de Bogotá. El proceso ha sido tan exitoso que ya ha sido replicado en Cali, Cartagena, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga, Manizales, Valledupar, Pereira e Ibagué, y ha servido de modelo para otros ejercicios internacionales.

En el camino de construir ciudadanía y replicar la estrategia en más territorios para mitigar los proce-sos de violencia, la Fundación Corona articula enfo-ques, esfuerzos y recursos en iniciativas de inversión social coherente; sistematiza, comparte y aporta el conocimiento gestionado; y construye modelos inno-vadores, flexibles, adaptables, replicables y escalables a partir de ese conocimiento.

Junto a otras organizaciones agrupadas en la AFE, esta fundación realiza esfuerzos para mejo-rar los modelos de manera que puedan ser aportes efectivos a políticas públicas y programas estatales de reducción de pobreza e inequidad, planeación partici-pativa y promoción del desarrollo regional.

En Valledupar, por ejemplo, la alianza es con la Fundación Carboandes, que tiene como área de influencia el departamento del César. Para Ana Paola Salamanca, directora ejecutiva de esta funda-ción hasta julio pasado, los programas de este tipo “permiten asegurar que se desarrollen estrategias enfocadas hacia la construcción participativa de la paz en el mediano y largo plazo”.

Por su parte, en la ciudad de Cali, la Fundación Alvaralice junto a otras entidades se encarga de repli-car este programa para evaluar, desde la ciudadanía, los cambios en la calidad de vida de los habitantes a partir del cumplimiento del Plan de Desarrollo, lo que genera fortalecimiento institucional a través de la participación ciudadana en la política pública.

“Fortalecer las instituciones y la acción cívica es una necesidad indiscutible para la construcción de paz”, señala Viviana Echeverri, directora de esta fundación, que en esta dirección desarrolla el proyec-to ‘Yo actúo por Cali’, el cual robustece la labor de las organizaciones comunitarias para que sean estas “las que van a pedir cuentas a la Administración Munici-pal del cumplimiento de las metas”.

De esta forma, el programa ‘Cómo Vamos’ contribuye a construir un país con miras a una paz sostenible pues concibe la paz no solo como

la ausencia de violencia sino como el camino que se construye a través de la generación de procesos integrales, participativos y humanos de desarrollo en distintos niveles territoriales.

“Generar capacidades para que las comuni-dades conquisten para sí mismas mejores condi-ciones de vida es una primera forma de promover ciudadanía”, concluye Escallón Emiliani, directora ejecutiva de la Fundación Corona.

En este proceso, la Fundación Corona reco-noce que todavía hay tareas pendientes tales como transversalizar la perspectiva de construcción de paz en líneas de acción; generar y consolidar espacios y mecanismos de articulación, trabajo conjunto, complementariedad y sinergia; destinar fondos para apoyar iniciativas relevantes, y cualificar los aportes a las políticas públicas para el posconflicto.

En el norte del país, realizar control social sobre la inversión de regalías también ha sido un desafío asumido por la Fundación Cerrejón para el Fortalecimiento Insti-tucional de la Guajira. El objetivo es alcanzar la equidad social a través de una mejor inversión de regalías y otros recursos públicos, de manera que se promueve la participación ciudadana y se fortalece su capacidad de interlocución para realizar un seguimiento al destino de estos dineros que recibe el departamento.

En palabras de Roberto Junguito, Presidente de Cerrejón, un tema fundamental para el desarrollo de la Guajira y para “cosechar los beneficios de la minería es que la región necesita tener instituciones

“Crear institucionalidad social genera prosperidad, empoderamiento comunitario, legitimación de las comunidades y convivencia ciudadana. Eso en sí genera paz en las comunidades”: Compartamos con Colombia.

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fuertes y, sobre todo, que tengan la capacidad de generar proyectos de alto impacto”.

En aras de alcanzar el propósito enunciado por el presidente de Cerrejón, esta fundación también fortalece las capacidades de las administraciones te-rritoriales en temas de planeación, gestión, monitoreo y evaluación, apoyando la formulación participativa de los Planes de Desarrollo y los instrumentos para la rendición de cuentas a las comunidades.

Asimismo, parte de la gestión de la Fundación Cerrejón para el Fortalecimiento Institucional de la Guajira se enfoca en apoyar los procesos de formula-ción de proyectos en el departamento y en los muni-cipios, a través de asistencia técnica y capacitación a comunidades indígenas en temas de Estado, partici-pación ciudadana y control social, entre otros.

Hacia unas políticas públicas más participativas“Una de nuestras apuestas esenciales es incidir y ar-ticularnos a la política pública” asegura Ana Milena Lemos, directora ejecutiva de la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla, pues desde su perspec-tiva, el sector privado y sus fundaciones deben logar una transformación para que la política pública sea efectiva en los territorios descentralizados.

“Nuestro propósito es que en la gestión pública exista una mayor conciencia sobre el fin que tiene en función de garantizar el ejercicio de los dere-chos de los ciudadanos y de esos ciudadanos, el

ejercicio de la ciudadanía. Se trata de una apuesta de muy largo plazo”, señala.

De la experiencia desarrollada en centros educati-vos propios, la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla ha sistematizado prácticas pedagógicas exi-tosas y lecciones sobre aprendizajes por mejorar. Este ha sido uno de los insumos empleados para aportar al proceso de construcción de políticas públicas en edu-cación para los municipios Florida, Pradera y Zarzal en el departamento del Valle del Cauca.

La estrategia que utilizan parte de fortalecer las capacidades de los actores sociales e institucionales para la acción colectiva en torno al desarrollo local. La Fundación realiza el acompañamiento técnico a las tres administraciones municipales para cualificar y ejercer liderazgo en el proceso participativo de plani-ficación territorial en el sector de educación.

Como resultado de esta apuesta, 78 organi-zaciones sociales participan activamente en la formulación de planes de desarrollo sectoriales en educación, primera infancia y adolescencia, en los municipios de influencia de la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla.

En el camino de incidir en las actuaciones de las entidades públicas, la Fundación Dividendo por Co-lombia también realiza un trabajo mancomunado con el Estado para incidir en la educación pública del país.

En alianza con las Secretarías de Educación de ciudades y municipios, Dividendo por Colombia implementa la apertura de aulas para la nivelación

Las Fundaciones AFE buscan incidir en la política pública aportando en la construcción de Planes de Desarrollo que respondan a las necesidades de las comunidades.

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en procesos básicos y aceleración del aprendizaje de niñas, niños y jóvenes que se encuentran fuera del sistema educativo, bien sea porque han desertado de este o porque nunca han ingresado.

“Por orientación de la Junta Directiva, en Divi-dendo aportamos a la solución de problemas nacio-nales. Identificamos problemas del país en materia de educación, realizamos una inversión inicial, operativa, logística e investigativa para diseñar modelos que brin-den soluciones a estos desafíos, y estos deben ser perti-nentes, sostenibles, y escalables a nivel nacional, para generar un verdadero impacto”, señalan sus directivos.

De esta forma, la Fundación Dividendo por Colombia aporta al fortalecimiento del sector público educativo, en una línea de especial importancia, la cual se enfoca en incluir a quienes por su edad y condición socioeconómica, entre otros factores, han estado excluidos del sistema educativo tradicional. Como parte de este proceso, se capacitan alrededor de 800 docentes anualmente, lo que es una condición fundamental para mejorar la calidad de la educación.

A través de esta capacitación, la Fundación fomenta las capacidades en los maestros para atender a una población que tradicionalmente presenta rasgos de agresividad, violencia y poco reconocimiento de autoridad, para que sean ellos quienes logren “trans-formar las condiciones de vida y la formación en el ser y el saber de niñas, niños y jóvenes”, aseguran los directivos de la Fundación. Esta capacidad va más allá del conocimiento técnico y se destaca por generar habilidades para el manejo de situaciones complejas que se presentan con este grupo de estudiantes.

En este sentido, Dividendo por Colombia for-talece el sector educativo de diferentes ciudades y municipios del país, formando un equipo docente y diseñando un modelo pedagógico a través del cual ingresar a la escuela puede ser una realidad para todas las niñas y los niños, independientemente de su edad o su situación particular.

Dentro del colectivo de fundaciones que aúnan esfuerzos para el fortalecimiento institucional tam-bién se encuentra la Fundación Social, que a través de su línea de trabajo en proyectos sociales directos acompaña y fortalece diferentes procesos participa-tivos entre las comunidades y las instituciones del Estado en diferentes zonas del país.

“Construir proyectos colectivos que mejoren la calidad de vida y la convivencia en los terri-

“Generar capacidades para que las comunidades conquisten para sí mismas mejores condiciones de vida es una primera forma de promover ciudadanía”: Fundación Corona.

torios, incidir en política pública para promover cambios estructurales favorables al desarrollo y la paz y realizar concertaciones, alianzas y redes para conseguir que actores institucionales y comunita-rios apoyen los procesos de desarrollo y paz” son las principales estrategias que la Fundación Social implementa en esta dirección.

Los proyectos de desarrollo integral se llevan a cabo en diferentes entes territoriales (local, interme-dio y regional) en seis zonas del país: Bogotá, Nariño, Valle de Aburrá, Ibagué, Soacha y Cartagena. En el caso particular de la capital del país, se realiza un proceso con las localidades de Kennedy y Bosa para promover la participación de la comunidad en la agenda de desarrollo del territorio.

Además, la Fundación Social promueve desde el año 2007 el premio Emprender Paz, una iniciativa que –en alianza con la Cooperación Alemana– iden-tifica, reconoce y socializa experiencias en las que las empresas se comprometen y aportan significativa-

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mente a la superación del conflicto y sus consecuen-cias, así como a la creación de oportunidades pro-ductivas sostenibles e incluyentes para la población afectada por la violencia.

En palabras de Eduardo Villar Borrero, Presi-dente de la Fundación Social, quienes obtienen este reconocimiento “son, en algunos casos, empresas grandes que han entendido la labor de aventurarse en los territorios de conflicto para llevar desarrollo y oportunidades; mientras en otros son audaces em-prendimientos de quienes habitan en las zonas más difíciles y desde allí han asumido el desafío de generar riqueza y crear sus propias opciones. Ambos abordan un compromiso personal de convivencia armónica con los otros y con la construcción de sociedad”.

Desde el año 2008, el premio Emprender Paz ha re-cibido 301 iniciativas, de las cuales 63 han sido finalistas y, de estas, 29 fueron galardonadas y recibieron la asis-tencia técnica para el fortalecimiento de sus proyectos.

Las fundaciones que le apuestan con su trabajo al fortalecimiento institucional y a la incidencia en la política pública han entendido que con su expe-riencia y conocimiento pueden lograr una verdadera

transformación, más allá de los límites de cobertura y recursos que como organización tienen.

Esta gestión se realiza en pro de garantizar polí-ticas que sean efectivas para toda la población, de lo cual debe derivarse una mayor igualdad de oportu-nidades entre los ciudadanos y así, una disminución de la inequidad, que emerge como una de las causas estructurales del conflicto y la violencia en Colombia.

Transferir las lecciones aprendidasEn palabras de Eduardo Díaz Uribe, director ejecu-tivo de la Fundación Alpina hasta agosto de 2015, “más allá de realizar apoyos puntuales a proyectos específicos en términos de cobertura, número de beneficiarios, etc., es importante participar en el desa-rrollo de experiencias cuya sistematización y lecciones aprendidas pueden ser útiles para su uso por terceros, por las comunidades y principalmente por el Estado. Así estamos construyendo hacia el futuro”.

En este camino, la Fundación Alpina trabaja para transferir conocimientos y capacidades a otros, con el fin de mejorar sus condiciones sociales. Esta es su estrategia para generar un mayor impacto con proyectos que aporten a la construcción de la paz.

Un ejemplo en terreno del trabajo que desarrollan bajo esta orientación es el realizado con el proceso de seguimiento a las dificultades para acceder a servicios financieros de crédito en comunidades campesinas del Cauca. “Esta experiencia la sistematizamos y valoramos cuáles eran las barreras que impedían que la población pudiera progresar. Detectamos aspectos muy puntuales, que se derivan de la burocracia de las instituciones. El resultado se entregó al Ministerio de Agricultura y se difundió, para dar cuenta de estas dificultades y construir sobre ellas soluciones efectivas por parte del sector público”, explica Díaz Uribe.

Luego de esta experiencia, la Fundación Alpina pudo constatar que uno de los efectos de la publica-ción del informe fue la disminución de un porcentaje significativo de estas barreras para el acceso a créditos por parte de las poblaciones campesinas del Cauca.

Con la mentalidad de generar proyectos para transferir conocimientos, la Fundación Alpina tam-bién ha realizado procesos en educación y seguridad alimentaria a través de metodologías mejoradas de diagnóstico e implementación en diferentes zonas del país. El resultado de estos procesos se evidencia en 46 publicaciones realizadas en 7 años, desde que nació como organización, lo que soporta esta apuesta de sistematización de conocimientos y experiencias para que sus aprendizajes sean significativos para otros.

Para fortalecer las capacidades de otras or-ganizaciones, la Fundación Promigas también cuenta con una línea de acción en desarrollo del conocimiento, con la cual busca licenciar el uso de metodologías propias para generar mayor impacto y cobertura partiendo de los proyectos desarrolla-dos en el Caribe colombiano.Fo

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“Las Fundaciones AFE trabajamos en red para construir de manera conjunta, de la mano con actores públicos, tejido social en las comunidades con menos oportunidades. Tenemos la capacidad de llegar a territorios olvidados, en donde el Estado es débil. Es la forma como contribuimos a la construcción de paz y aportamos al posconflicto”: Magda Restrepo, Directora Ejecutiva Fundación Fraternidad Medellín.

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Este es el caso del proyecto ‘Escuelas que aprenden’, el cual busca fortalecer las capacidades de los actores educativos, entre ellos, los equipos técnicos de las Secretarías de Educación, los equipos de gestión de los colegios y los docentes. Este fue licenciado a la Fundación Terpel para replicar la experiencia de trabajo en Córdoba, Neiva y Cúcuta, e igualmente, la Secretaría de Educación de Monte-ría solicitó a la Fundación Promigas transferir esta estrategia para ser replicada en todas las institucio-nes educativas de la ciudad.

En un escenario de posconflicto, será cada vez más necesario que las Fundaciones puedan compartir sus conocimientos, para que la experiencia de quienes han trabajado con grupos de víctimas y victimarios del con-flicto armado pueda ser replicada y potencializada en las nuevas zonas de intervención que surjan, aquellas que por la situación de inseguridad no habían podido ser intervenidas en el pasado.

Otra de las experiencias significativas realizadas en este campo y con la que se busca incidir en la transfe-rencia de conocimientos y en las políticas públicas, la desarrolla la Fundación Antonio Restrepo Barco en siete municipios de la región de Montes de María, en los de-partamentos de Sucre y Bolívar, en donde la Fundación trabaja en la prevención del reclutamiento forzado de menores de edad por parte de grupos ilegales armados.

Construir democracia en una zona de enfren-tamientos entre la guerrilla y los grupos armados ilegales (desaparecidas estructuras paramilitares) llevó a la Fundación Antonio Restrepo Barco a potenciali-zar desde hace varios años el desarrollo social y crear entornos protectores para prevenir la caída de niños, niñas y jóvenes en las trampas de la guerra.

Por eso, en esta región, la Fundación Antonio Restrepo Barco acompaña la formulación de las

políticas públicas de juventud. A manera de diag-nóstico, cuenta con un mapa de riesgos y oportuni-dades para estudiar, en cada una de las localidades, los casos particulares de jóvenes relacionados con la problemática del reclutamiento forzado.

En este contexto y con recursos del Fondo Mul-tipropósito constituidos por la Fundación Bolívar Davivienda y la Fundación Antonio Restrepo Barco, están apoyando cerca de 20 microproyectos para evi-tar la vinculación de niños, niñas y jóvenes a grupos armados al margen de la ley, a través del fomento de entornos protectores como la cultura, proyectos pro-ductivos y el fortalecimiento organizacional.

Los proyectos son ejecutados por parte de orga-nizaciones sociales de los cinco municipios prio-rizados: Carmen de Bolívar, San Onofre, Ovejas, Zambrano y San Juan Nepomuceno, en los departa-mentos de Bolívar y Sucre.

En los municipios de San Onofre y Carmen de Bolívar, en alianza con la Fundación Mi Sangre, coordina acciones con las organizaciones sociales que desde hace más de siete años trabajan en ese territo-rio en el programa ‘Fomento de los Derechos de los niños y jóvenes de los Montes de María’, creado por la Fundación Antonio Restrepo Barco.

La Fundación Antonio Restrepo Barco, entidad consultora ante el Consejo Económico y Social de Na-ciones Unidas (Ecosoc) y la Organización de Estados Americanos (OEA), considera que el compromiso de la entidad con la construcción de un país menos violento se traduce en la labor de prevención del reclutamiento y también en los programas de educación en el Riesgo de Minas Antipersonales y Municiones sin Explotar.

Para disminuir la violencia en el país, los directi-vos de esta Fundación aseguran que es clave iden-tificar las fortalezas de cada actor y unir esfuerzos

Transferir conocimientos y capacidades a otros es una de las estrategias para que los proyectos logren replicarse en más territorios e impactar en la construcción de paz a lo largo y ancho de Colombia.

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teniendo en cuenta la experiencia y las temáticas que manejan las organizaciones. Esto con el fin de ejecutar una tarea en equipo, dentro de un proceso transparente, entre las instituciones estatales, el sector privado y la cooperación internacional, involucrando la experiencia de estas últimas en cuanto al respeto por los derechos humanos, la paz y la diversidad.

Precisamente, en la búsqueda de una paz sos-tenible, la Fundación Restrepo Barco está compro-metida con el apoyo a los procesos de reinserción voluntaria, restitución de tierras y reparación de víctimas mediante atención psicosocial, capacita-ción, prevención y monitoreo integral.

En esta misma dirección, la Fundación Social desarrolla el proyecto ‘Construcción de paz’, en alianza con la Agencia Colombiana para la Rein-tegración (ACR), el cual busca apoyar activamente el proceso de reintegración de excombatientes de grupos armados al margen de la ley.

Como resultado de este programa en 2014 la Fun-dación Social, a través del Banco Caja Social, apoyó la dispersión de la ayuda económica de cerca del 75% de participantes activos en el programa a nivel nacio-nal, entregó 158 microcréditos a unidades de negocio establecidas por participantes en Bogotá, Villavicencio, Yopal y Montería, y realizó compras institucionales a 10 proveedores por un monto superior a 200 millones, contribuyendo así al cumplimiento efectivo de los pro-pósitos de esta entidad del Estado.

Además, en aras de fortalecer la ruta de inte-gración, también desarrollan talleres de educación financiera dirigidos a los profesionales de reintegra-ción, quienes se convierten en multiplicadores de los aprendizajes con las personas que pertenecen al programa de reinserción.

Como explica Eduardo Villar Borrero, pre-sidente de la Fundación Social, “esta institución promueve procesos que favorecen la participación, la resolución de conflictos, la inclusión y la creación de oportunidades para las poblaciones excluidas; esfuerzos que son independientes de la negociación política, pues somos conscientes de que los acuerdos per se no traen consigo una paz verdadera si no están afirmados en la reconciliación”.

Por esto, la Fundación Social le ha apuntado a la creación de espacios de inclusión con las perso-nas que han decidido dejar las armas, proporcio-nando oportunidades de ingreso al circuito econó-mico, permitiéndoles hacer parte de su cadena de valor y apoyándolos en su crecimiento como seres humanos. “Solo así creemos que podemos aportar al cumplimiento de nuestra misión: contribuir a superar las causas estructurales de la pobreza, para construir una sociedad justa, solidaria, productiva y en paz”, asegura Villar.

La Asociación de Fundaciones Empresariales –AFE–, a través de la promoción de su proceso de ges-tión de conocimiento, ha posibilitado la articulación de recursos y la formulación de proyectos y estrategias para la consolidación de la población civil como actor

Para construir una paz sostenible, las Fundaciones AFE deben enfocar nuevos esfuerzos hacia zonas de conflicto armado, que por la situación de inseguridad no habían podido ser intervenidas.

Las fundaciones que le apuestan al fortalecimiento institucional y a la incidencia en la política pública han entendido que con su experiencia y conocimiento pueden lograr una verdadera transformación.

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eficiente y eficaz en los procesos de paz, reinserción y aceptación de los desvinculados.

Comprometidos con el posconflicto Proantioquia, fiel a su compromiso misional según el cual promueve y apoya iniciativas estratégicas para el bienestar nacional y el desarrollo regional con equidad, ha tenido una activa participación en el surgimiento y consolidación de organizaciones pensadas para el pos-conflicto, como la Corporación Excelencia en la Justicia, Transparencia por Colombia e Ideas para la Paz.

Rafael Aubad, presidente ejecutivo de Proantioquia, destaca la influencia que ha tenido la Fundación que dirige en esas organizaciones y en procesos de fortale-cimiento institucional local y nacional durante varias décadas por medio de la conformación de esas y otras instituciones como Antioquia Presente, la Precooperati-va Recuperar y la Fundación Colfuturo, entre otras.

A través de un centenar de entidades, Proantioquia incide en la política pública y comparte escenarios con otras instituciones, en los que discute temas nacionales como el desarrollo rural, la desmovilización, la justicia, la salud y la pobreza con el fin de crear condiciones de equidad para que la paz tenga lugar.

“Proantioquia entiende la paz no solo en el mar-co del Proceso de Paz de La Habana o como ausencia de conflicto, sino desde los aportes en materia de equidad. Por ello, entiende la paz desde la inclusión educativa para que todos los niños estén en la escuela y, de esta manera, no sean vulnerables a la violencia; también la concibe desde la competitividad para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos con el fin de lograr que haya menos personas proclives a dedicarse a la ilegalidad”, explica Aubad.

Programas como el Centro de Pensamiento So-cial, ‘Medellín Cómo Vamos’ y las mesas de trabajo sobre seguridad, empleo, salud, pobreza, movilidad y educación, son algunas de las acciones de Proantio-quia que han impactado la sociedad debido al posi-cionamiento de los temas de su agenda en la opinión pública en reuniones y espacios con los empresarios.

Para Proantioquia, es claro que para disminuir los procesos de violencia en el país, las organizacio-nes agrupadas en torno a la Asociación de Fun-daciones Empresariales –AFE– deben continuar fortaleciendo espacios de discusión; mantener una agenda de trabajo con lo público y acompañar los procesos de generación de equidad.

“Hay un gran reto y es la apropiación de los temas de equidad y de paz por parte de la sociedad civil para que esté más cohesionada y no dependa del gobierno de turno. Si no es así, no habrá un proceso efectivo para la construcción de paz”, afir-ma el presidente de Proantioquia.

Desde su concepción, la Fundación Ideas para la Paz (FIP) está estrechamente ligada al propósito de incidir en la política pública, fortalecer las capacida-des institucionales en zonas que han estado históri-

camente sumidas en el conflicto armado y aportar a la política de seguridad ciudadana y a las diferentes discusiones alrededor de la paz y el fin de la violencia.

La FIP es un centro de pensamiento que genera conocimientos y propone iniciativas para contribuir a la superación del conflicto armado y a la construcción de una paz sostenible en Colombia, trabajando bajo cuatro áreas estratégicas: dinámicas del conflicto y negociaciones de paz; construcción de paz y poscon-flicto; sector empresarial, conflicto y construcción de paz; y estudios de seguridad y defensa.

María Victoria Llorente, directora ejecutiva de la FIP, asegura que “la firma del acuerdo de paz es una oportunidad histórica para que cambiemos el escenario de actuación y podamos poner fin al con-flicto. Una guerra de 50 años tiene representaciones simbólicas y muy significativas para todo el país, por lo que esta es la mejor manera para concentrar esfuerzos y cerrar la brecha entre el campo y la ciudad, que implica necesariamente que el Estado gobierne sobre todo el territorio”

Con más de 15 años de experiencia como politó-loga en temas de paz y seguridad nacional, Llorente es una de las principales expertas en el país en la materia. Para la construcción de paz, considera que es necesario realizar un ejercicio de ‘abajo hacia arri-ba’ y no viceversa, que es, “como muchas veces se ha hecho, tratando de implantar el Estado desde arriba, sin que las acciones surjan en el territorio”.

La Fundación Ideas para la Paz realiza un segui-miento continuo a los procesos de negociación políti-ca que se adelantan con las FARC en la ciudad de la Habana, “haciendo aportes desde nuestras distintas áreas programáticas a la labor de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz. Así mismo, difundiendo conceptos y estrategias para aclimatar un entorno fa-

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vorable a este proceso en múltiples espacios de discusión pública”, según relata su último informe de gestión.

Igualmente, la FIP participó activamente de las discusiones sobre justicia transicional en Colombia y en el debate político sobre el ‘Marco Legal para la Paz’. Los estudios en temas claves como desmovilización, reintegración de combatientes, reincidencia de esta población, entre otros, son un insumo de utilidad para la formulación de políticas públicas en este campo.

La justicia a la regiónDe cara al posconflicto, uno de los principales retos que enfrenta el país tiene que ver con la descentrali-zación de la justicia, pues durante décadas en algu-nas regiones no han existido instituciones de justicia para garantizar los derechos de la población.

La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, en alianza con la Fundación Ideas para la Paz (FIP) y otras organi-zaciones, trabaja en el fortalecimiento institucional para mejorar el acceso y la prestación de servicios de justicia en regiones que han sufrido el conflicto ar-mado con mayor crudeza en 33 municipios del país ubicados en los Montes de María, el sur del Tolima, el Nudo de Paramillo, la Macarena y Tumaco.

El apoyo se realiza a través de la implementa-ción del Programa Nacional de Casas de Justicia, el cual tiene como objetivo crear “centros interinstitu-cionales de información, orientación, referencia y prestación de servicios de resolución de conflictos, donde se aplican y ejecutan mecanismos de justicia formal y alternativa. Con ellas se pretende acercar la justicia al ciudadano orientándolo sobre sus dere-chos, previniendo el delito, luchando contra la impu-

nidad, facilitándole el uso de los servicios de justicia formal y promocionando la utilización de mecanis-mos alternativos de resolución de conflictos”.

En alianza con la Fundación Cerrejón para el Fortalecimiento Institucional de la Guajira, las Casas de Justicia también se implementan en este departa-mento del norte del país, con el objetivo de brindar acceso en las regiones a la justicia además de formas alternativas para resolver los conflictos.

Gracias a la gestión de la Fundación con las ad-ministraciones locales y los concejos municipales, fue posible inaugurar Casas de Justicia en los municipios Barrancas, Uribia y Riohacha, y vincular en ellas a conciliadores formados en equidad, miembros de la comunidad que cuentan con la capacitación necesa-ria para colaborar en la resolución de conflictos en un contexto de diversidad étnica y cultural.

El Programa Nacional de Casas de Justicia tam-bién se implementa en 9 de los 11 municipios que conforman la región de Urabá, en el departamento de Antioquia, en alianza con la Fundación Social de Uniban (Fundaunibán), en donde la fundación capacita a líderes comunitarios en temas de conci-liación en equidad para mitigar, prevenir y resolver conflictos cotidianos y de convivencia.

Más de 200 conciliadores se han capacitado para ejercer su labor a través del programa de participación y fortalecimiento de la base social. Los líderes formados y certificados por el Ministerio de Justicia son el pilar de las Casas de Justicia que funcionan desde 2007 en la región.

En 2005, dos años antes de la creación de las Casas de Justicia, Fundaunibán inició un programa de participación ciudadana con líderes de las comu-

"Podemos contribuir a eliminar el conflicto siempre y cuando actuemos bajo un verdadero pacto entre el Estado, la sociedad y sus miembros", Fundación Sociedad Portuaria de Buenaventura.

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nidades que sirvió de plataforma para que muchos de ellos se convirtieran, posteriormente, en conciliadores.

En ese sentido, la fundación suscribió un con-venio con el Ministerio de Justicia para convertirse en facilitadora del proceso de creación y consolida-ción de las Casas de Justicia en la región mediante la elaboración de contenidos asociados al fortaleci-miento de la base social.

Desde entonces, ha capacitado un total de 208 conciliadores, quienes realizan su labor voluntaria en la Casa Regional de Justicia ubicada en el muni-cipio de Chigorodó, y las Casas que funcionan en las Personerías de Mutatá, Carepa y Apartadó, en la Comisaría de Familia de Turbo, en la Secretaría de Bienestar Social de Necoclí y los corregimientos de El Totumo y Pueblo Nuevo, entre otros.

Los conciliadores son líderes reconocidos que cuentan con el visto bueno de sus comunidades y de las Juntas de Acción Comunal y reciben cerca de 120 horas de capacitación en temas jurídicos y de derechos humanos. Además, deben aprobar exáme-nes con el fin de tener herramientas para conciliar casos de menor cuantía, cuotas alimentarias, linde-ros, obras, contratos de compraventa, liquidación de la sociedad conyugal y conflictos vecinales.

Fundaunibán acompaña este proceso con el desarrollo y mantenimiento de Softconcilia, un programa diseñado para documentar todos los casos que llevan en el marco de la iniciativa conciliación en equidad. Además, destaca la importancia de la labor toda vez que los acuerdos suscritos para diri-mir las diferencias tienen mérito ejecutivo debido a que la figura se creó con el objetivo de contribuir a descongestionar la justicia.

Gabriel Márquez, director ejecutivo de Fun-daunibán, considera que este programa y los demás que ejecuta la fundación desde hace 26 años, contribuyen a mejorar la calidad de vida de las comunidades y a lograr un desarrollo sostenible de las regiones en donde está presente C.I. Unibán S.A. y sus empresas vinculadas.

“Somos una fundación que fundamenta su labor en procesos de educación, formación y capacita-ción. Nos hemos comprometido con el desarrollo humano integral y sostenible en las comunidades donde hacemos presencia, incidiendo en la búsque-da de oportunidades y trabajando en el desarrollo de proyectos de forma participativa que fomentan el fortalecimiento del tejido social y la cohesión de las comunidades, bajo el principio que el Estado y la paz la construimos todos”, señala Márquez.

En este sentido y con el propósito de contribuir a la disminución de la violencia en el país, el director de Fundaunibán considera que los miembros de la Asociación de Fundaciones Empresariales –AFE– pueden fortalecer su labor en red, trabajar en equipo para atender integralmente la población en situación vulnerable, mediante el establecimiento de alianzas público-privadas, regionales, nacionales e internacio-nales, democráticas y horizontales.

“Nuestro compromiso como fundación se orienta en acompañar a las comunidades por las que trabajamos. Por esa razón, debemos imple-mentar planes estratégicos integrales que contribu-yan con el fortalecimiento de competencias sociales que faciliten la incorporación a la sociedad civil de los grupos en conflicto”, concluye.

Para cumplir con ese propósito, Márquez reconoce que es necesario derribar barreras como la falta de voluntad política para generar alianzas, la escasez de recursos, la desconfianza de las comu-nidades, la falta de planeación de los entes guber-namentales, el exceso de trámites y la fragilidad del entorno familiar y comunitario.

No obstante, al tener el apoyo de otras orga-nizaciones a través de la AFE, han logrado sumar recursos, conocer metodologías de intervención social y acceder al conocimiento de nuevas tecno-logías. Además, con las diferentes estrategias para fortalecer las entidades públicas, se busca que cada vez sean más y mejores los vínculos que se establecen con el Gobierno en pro de consolidar territorios con instituciones que desde su trabajo le apuesten a la construcción de la paz y la equi-dad en Colombia.

“Fortalecer las instituciones y la acción cívica es una necesidad indiscutible para la construcción de paz": Fundación Alvaralice.

Foto: cortesía Fundación Alvaralice

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EMPODERAMIENTO COMUNITARIO

Mediante proyectos de formación en democracia y valores, liderazgo comunitario, impulso al rol de la mujer y reconstrucción del tejido social en zonas afectadas por el conflicto armado, las Fundaciones AFE contribuyen a aumentar la capacidad de la población vulnerable para transformar su entorno y proyectar su desarrollo.

COMUNIDADESRECUPERAR LA FE EN SÍ MISMAS, EL RETO DE LAS

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Aumentar la fortaleza espiritual, política, social o económica de los individuos y las comuni-dades para impulsar cambios positivos en las situa-ciones que viven se traduce en empoderamiento. En un sentido similar, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) define empode-ramiento como el proceso por el cual se obtienen, fortalecen y mantienen las capacidades necesarias para establecer y alcanzar sus propios objetivos de desarrollo a lo largo del tiempo.

Para otros estudiosos de las disciplinas sociales e investigadores de la Cepal, como John W. Durston y Daniel Duhart, por ejemplo, “el empoderamiento, en el contexto de una estrategia social, es un proceso selectivo consciente e intencionado que tiene como objetivo la igualdad de oportunidades entre los actores sociales”.

Por eso, en Colombia, considerado como uno de los países más inequitativos del mundo con un coeficiente de Gini de 0.538 en 2014, las fundaciones que hacen parte de la AFE trabajan con las comunidades en el pro-ceso de empoderarlas sobre su desarrollo, su presente y su futuro mediante proyectos para la reconstrucción del tejido social, la formación de líderes y la promoción en la participación y solución de los problemas comunes.

Ante la incertidumbre en los rostros de personas víctimas de la violencia política, social o económica, los esfuerzos y recursos de algunas fundaciones se orientan a fomentar el capital humano, como requi-sito fundamental de un proceso de empoderamiento exitoso y como una forma de contribuir a una paz sostenible en todo el territorio colombiano.

Además de crear oportunidades o desarrollar capacidades y habilidades en los individuos de una comunidad en condición de vulnerabilidad, el verda-dero reto es incluirlos como actores de la sociedad, porque el empoderamiento no se logra por decreto sino que se facilita y se construye permanentemente.

Las fundaciones promueven el empoderamien-to de las comunidades, es decir, el desarrollo de su potencial y de su capacidad de autogestión, mediante diversas estrategias que se construyen a partir de la fortaleza institucional de las organizaciones, los recur-sos técnicos, humanos y financieros disponibles y las mismas prioridades señaladas por las comunidades.

Mujeres que superan las barreras impuestas históricamente al género y se unen en torno a proyectos productivos, jóvenes que desde las aulas aprenden a participar en juntas de acción comunal y en el gobierno escolar, y víctimas de la violencia que regresan a su territorio para reconstruir una comu-nidad, son algunas de las experiencias de empodera-miento promovidas por las Fundaciones AFE.

Formando un capital socialEntregar herramientas y capacidades para que las comunidades se hagan partícipes de su propio desarrollo ha sido una de las líneas de acción de las Fundaciones AFE, tarea en la que los líderes comu-

nitarios y las organizaciones sociales se convierten en protagonistas decisivos.

Melba Guadalupe Pinedo, directora ejecutiva de la Fundación Gases de Occidente, explica que en la me-dida en que una comunidad cuenta con mayor capital social –conformado por sus líderes y organizaciones–, la violencia disminuye. Es en esta dirección que reali-zan su aporte a la construcción de un país en el que los pobladores sean autores de un futuro en paz.

“Una comunidad con organizaciones sociales fuer-tes, con confianza en sus vecinos y autoridades, solidaria y con capacidad instalada, es una comunidad con menos posibilidades de generar violencia”, señala Pinedo.

Para aportar a esta causa, la Fundación Gases de Occidente, en alianza con la Fundación Carvajal y la Corporación Viviendo, ejecuta el programa ‘Centros de Escucha’ en el barrio El Retiro, uno de los más violentos en la ciudad de Cali, en donde se trabaja mancomunadamente con los líderes comunitarios para que se conviertan en un puente entre la comunidad y las instituciones, facilitando las rutas de atención opor-tuna y apoyando a la resolución de conflictos.

Promover el empoderamiento

comunitario significa fomentar

las capacidades de autogestión de las comunidades

para que estas sean protagonistas de su presente y su futuro.

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Empoderar a los excluidos a través de su propia comunidad. Esto es lo que se ha propuesto la Funda-ción Gases de Occidente en este barrio de la capital del Valle del Cauca, el cual es asociado con frecuentes casos de violencia, drogadicción, desempleo, presencia de pandillas, embarazo adolescente, indigencia y haci-namiento, solo por mencionar algunos fenómenos.

Mediante este ‘Centro de Escucha’, los habitan-tes del barrio –‘limitados a ver, oír y callar’– plan-tean con seguridad sus inquietudes y problemas coti-dianos, conflictos familiares, escolares o de vecindad, para recibir orientación y ayuda.

Los espacios de encuentro y escucha crean con-fianza entre los miembros de la comunidad, mitigan y reducen el daño generado por el consumo de sustancias psicoactivas entre los habitantes, ofrecen alternativas a los conflictos y articulan las acciones de las diferentes entidades públicas y privadas que atienden problemáticas barriales.

Para que este proceso fuera exitoso, el primer paso fue conformar un grupo de líderes que recibió la capacitación necesaria para convertirse en operadores en terreno. Hoy, son quienes escuchan y aconsejan. Si es el caso, guían a las personas cuando necesitan

asistencia de una institución en particular y brindan asesoría para gestionar proyectos.

Aunque el proceso ha tenido dificultades, el Centro ha logrado reconocimiento en la comunidad y se ha ganado su espacio para ayudar a cambiar la mentali-dad de los habitantes en un barrio donde hasta hace poco hablar y ser escuchado era impensable, lo que ha generado otras dinámicas sociales de reconocimiento entre los ciudadanos y un camino hacia la convivencia en paz, en el ámbito personal, familiar y local.

La directora de la Fundación Gases de Occidente insiste en la necesidad de hacer alianzas para fortalecer el tejido social de las comunidades más vulnerables, aumentar el capital social y disminuir la violencia. “En este sentido buscamos generar capacidades de gestión en las organizaciones de base y líderes comunitarios, como es también el caso de Potrero Grande en la comuna 21 de Cali y en el norte del Cauca y Buenaventura”.

En esta misma dirección, la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla, tiene una línea de acción que promueve la gestión social para el bienestar de las comunidades, a través de la cual busca fortalecer las capacidades funcionales de las familias y sus miembros.

Con capacitaciones en emprendimiento y cultura ciudadana, los participantes adquieren conocimientos sobre la institucionalidad del Estado, el ejercicio de los derechos y el empoderamiento en la interlocución ante las autoridades locales. Estos procesos se ejecutan promoviendo la asociación y la formación de grupos de apoyo entre las familias, lo que genera también el fortalecimiento y entendi-miento de lo colectivo y lo comunitario.

“Una comunidad con organizaciones sociales fuertes, con confianza en sus vecinos y autoridades, solidaria y con capacidad instalada, es una comunidad con menos posibilidades de generar violencia”: Fundación Gases de Occidente.

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31Como señala Ana Milena Lemos, directo-

ra ejecutiva de la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla, este trabajo permite aportar en la transformación de nuevos ciudadanos y construir un capital social con la capacidad para generar las condiciones para construir la paz.

Reconstruir el tejido socialRecuperar la confianza de las comunidades en sí mismas es un reto que se multiplica en aquellas zonas que han sido tocadas directamente por el conflicto armado y que requieren procesos de reconciliación y reconstrucción, no solo en la infraestructura física, sino en el corazón de cada uno de los habitantes.

Una manilla elaborada con la silueta de hombre-citos de colores unidos por las manos, que forman una cadena y que recuerdan tiras de papel plegado recor-tadas por los niños en las escuelas, es el símbolo que la Fundación Semana ideó para representar la Alianza por la Reconstrucción de El Salado (departamento de Bolívar), convertido en un pueblo fantasma tras la muerte de 60 personas del corregimiento Montes de María, a manos de 450 hombres del Bloque Norte de

las Autodefensas Unidas de Colombia que atacaron la población durante cuatro días del año 2000.

La mayoría de sus 7.000 habitantes se convirtieron en víctimas del desplazamiento forzado, deambularon por el país y dos años más tarde, ante la falta de opor-tunidades, le dijeron adiós al miedo para espantar la miseria y regresar a sus tierras en busca de un porvenir.

Desde 2009, la Fundación Semana, junto a instituciones públicas, empresas del sector privado y fundaciones empresariales, trabaja para tratar de sanar las heridas de la guerra, reconstruir las estructu-ras económicas y restaurar el tejido social.

Para lograr esos objetivos, Claudia García, directora de la fundación, identificó con el apoyo de la Fundación Carvajal siete áreas de intervención integral: infraestructura, desarrollo comunitario, desarrollo económico, salud, educación, cultura y seguridad, las cuales fueron pilares para crear un plan piloto de restitución y reparación en el país. Aunque todavía está lejos de escribirse el punto final de esta historia, ya se han dado los primeros pasos para que la comunidad de El Salado retorne y se ponga en pie.

La creación de un centro de salud, un centro de atención a la primera infancia, la reconstrucción de la casa de la cultura, la entrega de tierras a algunas familias, la edificación del alcantarillado, y la puesta en marcha de diferentes proyectos productivos con el apoyo y el trabajo mancomunado de diferentes ac-tores, entre otros, son ejemplos de la transformación que está viviendo esta comunidad.

“La alianza por la reconstrucción de El Salado se ha convertido en una forma replicable de acompañar a una comunidad gestionando el regreso de las insti-tuciones estatales a cumplir con su deber de garan-tizar los derechos de las comunidades y acudiendo a la voluntad y responsabilidad de las empresas priva-das, quienes desde sus conocimientos y capacidades contribuyen con el proceso”, afirma Claudia García, directora de la Fundación Semana.

Esta Fundación está comprometida con el desarro-llo de las comunidades partiendo de la idea de generar inclusión, equidad y garantía de los derechos desde la acción y las capacidades de las comunidades mismas y a través de una alianza público-privada que articula el aporte de ambos sectores, como explica García.

Según su directora, un proceso de desarrollo desde la base implica que la comunidad decida sobre su futuro y que las fundaciones apoyen y articulen el trabajo desde esas metas, logrando entonces resulta-dos coherentes con las necesidades de las personas.

Para Claudia García, es claro que “una comuni-dad se fortalece a través de sus líderes, organizaciones y espacios de participación, de forma que la fundación pueda retirarse, dejando una comunidad capaz de dirigir su propio desarrollo, gestionar sus relaciones con el Estado y buscar la solidaridad del sector privado”.

“Una comunidad empoderada aprende a luchar por lo que le corresponde acudiendo a los canales

A partir del trabajo conjunto entre los

habitantes y el entendimiento de

lo colectivo surgen oportunidades

para consolidarr comunidades que

trabajan en pro de la construcción de paz.

“Un proceso de desarrollo desde la base implica que la comunidad es la que decide sobre su futuro. Las fundaciones apoyamos y articulamos el trabajo desde esas metas, logrando procesos coherentes con las necesidades de las personas”: Fundación Semana.

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establecidos, pero necesita la presencia de las institu-ciones que respondan a sus llamados y garanticen sus derechos”, agrega la directora de la Fundación Semana, señalando la necesidad de que se desarrolle un proceso integral en el que se fortalezca la institucionalidad de forma simultánea al empoderamiento de los pobladores.

En las zonas rurales, los proyectos agroecológicos también son una alternativa, una oportunidad y un ejer-cicio que les permite a las comunidades reconstruir su tejido social y ser las forjadoras de su propio destino. En este sentido, la Fundación Alpina y la Gobernación de Bolívar convirtieron un terreno abandonado en lo que hoy es el Parque Agroecológico de El Salado, con 7,2 hectáreas de extensión adquiridas por la comunidad.

Los habitantes de El Salado asisten a talleres abiertos sobre técnicas relacionadas con la puesta en marcha de una granja integral sostenible. Estudian desde la preparación de los suelos, la alimentación de los animales hasta emprendimiento y administración. El objetivo es que los participantes multipliquen este tipo de proyectos para mejorar la seguridad alimenta-ria en los territorios donde habitan.

Reconstruir el tejido social es un desafío latente en las poblaciones que se han visto afectadas directa e indirectamente por el conflicto armado. A este reto se ha sumado la Fundación Antonio Restrepo Barco, “cuyas intervenciones en estas comunidades tienen el propósito de velar por los derechos fundamentales de niñas, niños y jóvenes víctimas del conflicto y hacer parte de la construcción social que es necesaria para devolver el bienestar y la calidad de vida que todos en igualdad merecemos”, como explica Mario Gómez, director social de la Fundación hasta febrero de 2015.

Actualmente, esta fundación tiene entre sus proyectos el fortalecimiento y capacitación de los resguardos indígenas embera-katío que habitan en los Altos de San Jorge y de Sinú, en el departamento de Córdoba. Allí el trabajo consiste en atender a la po-blación con un enfoque diferencial, con el propósito de proteger y garantizar sus derechos, especialmente aquellos que han sido violentados como consecuencia del conflicto armado y la violencia que provocó su desplazamiento desde el Chocó.

En esta labor, la Fundación educa a los habitantes sobre el riesgo ante las minas antipersonales, atiende a quienes sufrieron secuelas de la violencia y establece diálogos para lograr un empoderamiento y una inter-vención a las principales necesidades de la comuni-dad, planteadas desde los mismos pobladores.

Una comunidad más empoderadaEn la Fundación Cerrejón Guajira Indígena, la apuesta de transformación se centra en el empodera-miento de la comunidad wayuu, que es la etnia más numerosa en Colombia y que se asienta en el depar-tamento de la Guajira, el cual tiene la mayor cantidad de habitantes indígenas del país, por lo que ocupan un lugar esencial para el desarrollo social de la región.

El departamento es, además, una zona fronteriza con altos niveles de violencia y pobreza, en la que históricamente las comunidades indígenas han sido violentadas por actores armados al margen de la ley. Es en este contexto donde cobra importancia “el trabajo intercultural que realiza la fundación, el cual ha sido fundamental para el reconocimiento de lo que es la paz en Colombia, la paz en el territorio y lo que podría

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ser su preparación para un posconflicto”, como señala Otto Vergara, director ejecutivo de esta Fundación.

La acción de la Fundación Cerrejón Guajira Indígena se centra en el desarrollo de programas que permitan el reconocimiento de la autonomía organizativa y territorial del pueblo wayuu, mediante la creación de liderazgos y planes integrales para la comunidad, y el fortalecimiento del Consejo Superior de Palabreros para la toma de decisiones.

En este marco, una de las líneas de trabajo se en-foca en la seguridad alimentaria de la comunidad indí-gena, la cual se apalanca en fomentar la comida nativa como un símbolo de identidad, orgullo y pertenencia. El propósito es fortalecer el sistema productivo indíge-na y los cultivos nativos, incrementando la producción y el consumo en los mercados locales, como una estra-tegia para generar empoderamiento comunitario.

“Trabajar por el empoderamiento es vital. Mientras algunas organizaciones se enfocan únicamente en el mejoramiento de las condiciones de vida de las comuni-dades en que se relacionan, el mayor impacto es prepa-rarlos para ser más activos y partícipes en el desarrollo político y decisorio de su región. Crear democracia con grupos étnicos genera organizaciones sólidas y sostenibi-lidad en todo tipo de proyectos”, asegura Otto Vergara.

Además de la etnia wayúu, en la región también habitan comunidades wiwa, kogi y arhuaco, por lo que ha sido necesario fortalecer la participación política, económica, social y ambiental, desde las diferencias de la interculturalidad, para crear un entorno que proteja los derechos de todos los pobladores indígenas.

En Urabá y Magdalena, por su parte, Fun-daunibán ha implementado un modelo de ges-tión social para el mejoramiento de vida, el cual tiene como objetivo fortalecer el tejido social en las regiones donde hace presencia la compañía C.I. Unibán S.A. y sus empresas vinculadas, con una metodología sustentada en la participación y organización comunitaria y ciudadana que genera impactos positivos en los indicadores de calidad de vida en las regiones bananeras colombianas.

En 26 años de trabajo continuo, Fundaunibán ha formado a más de 3 mil habitantes en temas de participación ciudadana y gestión local. “La Fundación está convencida de que la mejor manera de afrontar la violencia es a través de la participa-ción ciudadana y comunitaria, entendiéndola como una estrategia que permite identificar las necesida-des de una comunidad, priorizarlas y desarrollar alternativas para su solución”, concluye Gabriel Márquez, su director ejecutivo.

Hacia una ciudadanía más activaConvencidos de que para que exista empoderamiento es necesario fomentar herramientas de liderazgo y partici-pación ciudadana desde las escuelas, en el 2008 la Fun-dación Promigas empezó a ejecutar el proyecto ‘Jóvenes + Cívicos’ en Barranquilla, con el apoyo de las Secreta-rías de Educación municipales y departamentales.

Las Fundaciones AFE promueven la

participación activa de los ciudadanos en el desarrollo de sus comunidades.

“Un proceso de desarrollo desde la base implica que la comunidad es la que decide sobre su futuro. Las fundaciones apoyamos y articulamos el trabajo desde esas metas, logrando procesos coherentes con las necesidades de las personas”: Fundación Semana.

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Esto significa que las lecciones de matemáticas, geografía, biología o química, de los grados octavo a once, se complementan con seminarios y talleres para que alumnos y profesores desarrollen compe-tencias ciudadanas, a partir de la participación real en procesos de sus comunidades.

La idea es que conozcan los mecanismos de participación en las escuelas y comunidades, para que se empoderen y actúen en el gobierno escolar y las juntas de acción comunal. Adicionalmente, apren-den la metodología para la elaboración y gestión de proyectos de cooperación internacional.

El programa se inició en cuatro escuelas y hoy par-ticipan 45 instituciones educativas que han certificado a más de 1.200 estudiantes y 828 docentes, quienes cono-cen mejor la ciudad, sus derechos y responsabilidades.

Julio Martín Gallego, director ejecutivo de la Fundación Promigas, considera que la educación en ciudadanía es la puerta de entrada a una cultura de paz. “Gracias a esta se pueden entender y derrum-bar los prejuicios y estereotipos que nos dividen; establecer relaciones interpersonales basadas en la cooperación y la solidaridad; comprender mejor el mundo que nos rodea en términos de su diversidad y pluralidad; desarrollar capacidades que nos ayuden a dialogar y construir con los demás una sociedad más justa, fomentar el respeto a los derechos humanos y, especialmente, aprender a resolver los problemas y conflictos de manera pacífica”, concluye el directivo.

Fortalecer la capacidad y participación de la población joven para contribuir al desarrollo local también es parte del trabajo que desarrolla la Funda-ción Surtigas en el departamento de Córdoba, como explica su directora, María Claudia Trucco.

Con el programa ‘Liderazgo Transformador’ y el diplomado en ‘Liderazgo y Ciudadanía Juvenil’, la fundación brinda capacitación en valores cívicos y de-mocráticos e incentiva a los jóvenes a liderar procesos de construcción juvenil, cultural, política y económica en su entorno. Así, estos se convierten en actores esen-ciales para impulsar el progreso en sus comunidades.

“Nuestra prioridad es trabajar con jóvenes, debido a que son ellos quienes mayoritariamente están expuestos a la exclusión de oportunidades de formación y labora-les, y al reclutamiento de grupos al margen de la ley, en-tre otras problemáticas”, señala María Claudia Trucco.

De esta forma, el gran reto como fundación es implementar proyectos en los que los jóvenes se con-viertan en un grupo poblacional clave para el desa-rrollo del país, en los que se generen capacidades para la participación y la inclusión socio-productiva.

La Fundación Fanalca también realiza sus aportes en esta meta común de formar a los habitantes en temas de cultura ciudadana y liderazgo. En el año 2013, como parte de este programa, 1.936 niñas, niños y jóvenes participaron en talleres, semilleros y campañas cívicas que buscaron promover comportamientos humanos basados en el entendimiento de los deberes y derechos.

Elizabeth Gutiérrez, directora ejecutiva de esta Fundación, resalta que el programa tiene como objetivo la formación de ciudadanos respetuosos, educados en valores y líderes en la generación de relaciones armónicas con los demás, basadas en el cumplimiento de normas de convivencia, lo que está muy ligado a los procesos de sana convivencia que generan a través de la recuperación de parques y espacios públicos en la capital vallecaucana.

Por su parte, la Fundación Propal también cuenta con un programa para generar habilidades y capacida-des en los ciudadanos para que sean protagonistas acti-vos en la construcción y desarrollo de sus comunidades. “Para la construcción de un país equitativo debemos trabajar en el desarrollo de comunidades empoderadas y capaces, en lo que es necesario apoyar al Estado jun-to con otros actores”, afirma Eduardo Posada Corpas, director ejecutivo de la Fundación Propal.

Este programa está dirigido a líderes y gesto-res de la comunidad que pueden aportar en temas fundamentales para la gestión pública, para lograr un empoderamiento social desde las regiones.

Mujer, protagonista del desarrolloPotenciar el papel de niñas y niños, mujeres y adultos mayores es una condición para alcanzar la justicia social, además de ser un requisito necesario para construir una sociedad igualitaria y en paz. Es allí donde se encuentra la relevancia del trabajo de las fundaciones AFE que Fo

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"La disminución de la violencia es una tarea que tiene que asumir toda la sociedad por ser un fenómeno complejo, diverso, extendido y arraigado en nuestra sociedad": Fundación Promigas.

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empoderan a sectores de la población con programas de educación y generación de oportunidades, para que sean ellos los autores de grandes transformaciones en el desarrollo local, regional y nacional.

Potenciar el rol de la mujer como protagonista del progreso y del bienestar de la sociedad es una de las líneas de acción que emplean las fundaciones para em-poderar al género. Para los directivos de la Fundación Belcorp, “cuando la mujer se empodera se convierte en un eje multiplicador y un actor de transformación social, cuya lucha es, además de mejorar la calidad de vida de su familia, aportar a su comunidad”.

Esta apuesta de construcción de país a través del empoderamiento femenino se encuentra alinea-da con el trabajo de la Corporación Belcorp, que considera a la mujer como su razón de ser y orienta sus acciones a brindarles oportunidades. “Trabaja-mos día a día contribuyendo al crecimiento de las capacidades y potencialidades de las mujeres de nuestro país para que ellas sean autoras de su propia vida y participen en la construcción de su entorno”, aseguran los directivos de la Fundación Belcorp.

De hecho, a través del proyecto ‘Grandes Mu-jeres’, dirigido inicialmente a las consultoras de la compañía, se está promoviendo el emprendimiento y ofreciendo capacitación integral, en alianza con cuatro universidades del país, para que desarrollen su potencial económico, social y emocional.

En la actualidad, con el apoyo del programa, 10 mil mujeres en ocho ciudades de Colombia le apues-tan a su independencia financiera, construyen redes de apoyo para prevenir el maltrato y mejoran su au-toestima. Pero los beneficios no se limitan a ellas, pues de acuerdo con las cifras de la fundación, una madre invierte 90 por ciento de sus ingresos en su familia, lo que representa mayor bienestar para sus hijos.

En esta misma línea se enfocan los esfuerzos de la Fundación Mujeres de Éxito, que busca que “cada vez sea mayor la visibilidad y el liderazgo de la mujer en los procesos de construcción colectiva de un capi-tal social, económico, ambiental y político”.

Para logarlo, como explica su directora ejecutiva Nancy Valero, ha trabajado más de 20 años en torno al empoderamiento, los derechos políticos, la autonomía y la autogestión de las mujeres, a través de proyectos con perspectiva de género que se desarrollan en alianza con entidades del sector público e instituciones privadas.

Dentro de las acciones específicas que realizan para el cumplimiento de sus propósitos, esta fun-dación destaca el reconocimiento que realizan, con el Premio Mujeres de Éxito, a las colombianas que por su vocación de servicio, iniciativa, constancia, crecimiento profesional, esfuerzo y autenticidad, han aportado al desarrollo integral del país.

Así mismo, con el Centro de Desarrollo Empre-sarial, la Fundación Mujeres de Éxito teje una red de mujeres emprendedoras para multiplicar experiencias exitosas en unidades de negocio. A ella pertenecen ac-

tualmente 315 mujeres, quienes reciben capacitación en temas de género y liderazgo.

Además, en el año 2012, esta Fundación adelan-tó una alianza público-privada con el Ministerio de Agricultura para llevar a cabo el Concurso de Empren-dimientos y Asociatividad Mujer Rural, que benefició a cerca de 1.500 fundaciones en 27 municipios del país. Este proyecto también contó con el apoyo de otras Fundaciones AFE, como la Fundación Social, Gases del Caribe, Fundaunibán y Smurfit Kappa Colombia.

La apuesta por el empoderamiento de la mujer también se materializa en los proyectos liderados por la Fundación WWB. “Está probado que la mujer puede romper con el ciclo de la pobreza, pues si ella tiene ingresos y oportunidades, invierte en salud y educación para sus hijos, por lo que así estamos realizando un aporte significativo a la equidad y a la paz”, afirma Da-niela Konietzko, presidenta de la Fundación.

En el Centro de Liderazgo para la Mujer de la Fundación WWB se han capacitado 1.151 mujeres de la capital del Valle del Cauca en temas de edu-cación financiera y liderazgo. Pero además, algunas han podido acceder al crédito para financiar sus proyectos de micro y pequeñas empresas gracias a los recursos de la organización.

Con la convicción del rol que desempeñan

las mujeres en el desarrollo de su familia y sus

comunidades, las fundaciones ofrecen

oportunidades de formación y

empoderamiento a este grupo de la población.

“Trabajar por el empoderamiento es vital. El mayor impacto es preparar a las comunidades para ser más activas y partícipes en el desarrollo político y decisorio de su región”: Fundación Cerrejón.

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María Lucía Restrepo es una de las empresarias que surgió de la mano del apoyo de la Fundación WWB. Desde las 4:30 de la mañana empieza su trabajo moliendo el maíz y preparando los productos que saca a la venta en la Quesera Pasoancho. Are-pas, empanadas y deditos de queso, forman parte del portafolio de ventas de esta mujer de 62 años, que planea, en sus palabras, “seguir en la lucha con su negocio para que sea cada vez más próspero”.

Doña María Lucía recuerda cuándo, hace más de 20 años, se acercó a la única oficina de WWB que había para entonces en la ciudad de Cali, en donde encontró la oportunidad de recibir un crédito para adquirir maquinaría, enfriadores y materia prima con la que sacó adelante el proyecto productivo que la convirtió en un referente en su barrio.

De esta forma, la Fundación WWB se orienta hacia el cumplimiento de su principal objetivo, que es “el empoderamiento, reconocimiento y liderazgo de la mujer de escasos recursos y su familia, cuyos resul-tados son los claros testimonios de las mujeres que nos demuestran cómo se están transformando sus vidas”, concluye Daniela Konietzko.

Hacia la costa norte del país, la preparación y venta de arepa de huevo también se convirtió en un negocio que demuestra la fuerza del empoderamiento de la mujer. La experiencia se desarrolla con 60 mu-jeres de Luruaco, Atlántico, quienes desde hace cinco años convirtieron el oficio en una empresa, incremen-taron las ventas 16 por ciento, en promedio, mejora-ron los ingresos familiares y también su autoestima.

A través de la Asociación de Productoras de Arepa con Huevo de Luruaco (Asopral), las asocia-

das recibieron educación financiera y empresarial impartida con el apoyo de la Fundación Gases del Caribe, la cual promueve el desarrollo empresarial como vía para contribuir a mejorar la calidad de vida de las familias de la región.

Esta capacitación les permitió obtener la per-sonería jurídica y crear un centro de acopio que facilita la venta de insumos para la elaboración de las arepas. Pero está comprobado que no es suficien-te con impulsar la independencia económica, si esta no está sustentada en la necesidad de empoderarse como agente de derechos, para lo cual se plantea el eje psicosocial del proyecto, que incluye la participa-ción en talleres informativos y de sensibilización de género, en los que las integrantes de Asopral apren-den sobre sus derechos y la forma de ejercerlos.

“Ya no nos sentimos sometidas. En estos momentos somos capaces de gestionar proyectos en beneficio de la asociación y del municipio de Luruaco”, dice Beatriz Castillo, representante de Asopral al referirse a otros beneficios derivados del proyecto Fortalecimiento Empresarial y Psicosocial promovido por la FGC, el programa Mujer Rural del Ministerio de Agricultura y el Banco Interame-ricano de Desarrollo (BID).

Diana Margarita Santiago, directora ejecutiva de la Fundación Gases del Caribe es consciente de que el proyecto que están desarrollando contribuye a la construcción de un país menos violento y una paz sostenible. “La finalidad es mejorar las condiciones de vida de asociaciones de mujeres productoras median-te la intervención integral empresarial, psicosocial y comunitaria para fortalecer las habilidades y com-

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petencias en producción con calidad y de este modo lograr un mayor reconocimiento en los ámbitos local, regional y nacional”, afirma. Opción para adultos mayoresEn Barranquilla, los adultos mayores que viven en cer-canías al puerto de la ciudad, en barrios en condición de vulnerabilidad socioeconómica como La Chinita, El Ferry, La Luz y Villanueva, también han encontrado un programa que los incentiva a ser protagonistas de la etapa del ciclo vital que están viviendo, gracias a la Fundación Puerto de Barranquilla (Fundaport).

‘Renacer: aquí nacen mis sueños’ es la iniciativa que les ha permitido a los adultos mayores de estas comunidades volver a participar en actividades produc-tivas, recreativas, lúdicas y pedagógicas para garantizar sus derechos. Además, realizan clubes de salud, talleres psicosociales y encuentros intergeneracionales que le permiten a este segmento de la población participar activamente en su vida y su comunidad.

También orientado en esta dirección se encuentra el trabajo desarrollado por la Fundación Salda-rriaga Concha que, desde hace 40 años, desarrolla estrategias para mejorar las oportunidades de las personas en condiciones de discapacidad y para adultos mayores. Enfrentar la exclusión social, empoderando a estos sectores de la población para que puedan ejercer sus derechos y deberes, y generar oportunidades educativas, productivas y de participación social son su principal prioridad.

Para Soraya Montoya, directora ejecutiva de la Fundación Saldarriaga Concha, esta es una forma de contribuir al cierre de las brechas socioeconó-

micas que son fuente de conflicto y violencia, y un aporte para alcanzar una paz sostenible. Por eso, sin importar la edad, raza, sexo, origen étnico, o capacidades, la fundación propende por un desa-rrollo comunitario que convierte a las personas en protagonistas y constructoras de las acciones, y no en receptoras pasivas de asistencia social.

Un testimonio del trabajo desarrollado por la fundación es el de Luis Alfredo Torres, desplazado de la masacre de El Salado (Carmen de Bolívar) ocurrida en febrero de 2000, quien regresó a su tierra 11 años des-pués para escribir un nuevo capítulo en su historia, sanar las heridas de su alma y tomar las riendas de su destino.

Según su narración, al regresar encontró un trac-tor para arar la tierra y pensó que era mejor continuar cultivando en la forma tradicional. “Aunque uno a veces dice que no, con los resultados uno se da cuenta que el campo y la tecnología van de la mano”, dice Torres, a sus 72 años. Antes, sembraba dos veces en un lugar y luego buscaba otro porque le parecía que la tierra no le servía. Ahora, con el acompañamiento de la Fundación Saldarriaga Concha, utiliza abonos y ha comprendido que preparar la tierra para cosechar es más rentable, que se puede reutilizar y así, obtener una mayor producción. Por ejemplo, si antes recogía una tonelada, hoy recoge el triple. “He aprendido que hay que combinar mis saberes con los de las nuevas genera-ciones, y que si existe la tecnología, hay que usarla y no negarse a ella”, comenta convencido.

Para la Fundación Saldarriaga Concha, empo-derar a personas en condición de discapacidad y a los adultos mayores es una de las acciones con mayor impacto en la calidad de vida de la población bene-ficiaria, particularmente en materia de educación, salud y generación de ingresos.

“A través del empoderamiento de las personas se logra que, al conocer sus derechos y deberes, encuentren formas de organizarse para incidir, promoviendo su pro-pio desarrollo, convirtiéndose en veedores de los recursos públicos y evitando ser manipulados por intereses ajenos a las propias comunidades. En resumen, asumiendo una ciudadanía responsable”, afirma Montoya.

Pero además, esta labor adquiere un inmenso potencial cuando el trabajo se realiza con adultos mayores que han sido víctimas del conflicto armado. Según un estudio publicado en noviembre de 2014 por la Fundación Saldarriaga Concha, las personas mayores de 60 años representan el 9% de las vícti-mas, siendo actores fundamentales en los procesos de retorno, restitución y construcción de paz.

“Solo una comunidad que es protagonista de su propio desarrollo estará en capacidad de construir la paz en el territorio": Fundación Propal.

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El trabajo realizado por la Fundación Saldarriaga Concha con los adultos mayores que viven en zonas afectadas por el conflicto armado les ha permitido identificar cuál es su rol dentro de estos procesos, en temas como la recuperación y generación de valor en la memoria como componente decisivo en los procesos de verdad y reparación y el liderazgo de las personas mayores en las comunidades, al ser transmi-sores de conocimiento, cultura y tradición.

Para Soraya Montoya, directora de la Fundación Saldarriaga Concha, es clara la importancia de hacer alianzas con otras organizaciones pares porque las pro-blemáticas en las comunidades son diversas y comple-jas y una sola organización no puede hacerles frente.

“La Asociación de Fundaciones Empresariales –AFE– permite generar un espacio para identificar lo que las organizaciones están haciendo, compartir co-nocimiento y experiencias, y plantear intervenciones conjuntas a partir de ese mapeo”, explica Montoya.

De hecho, implementar acciones mediante alian-zas con otras fundaciones y entidades en territorios afectados por el conflicto es una experiencia que les ha permitido aprender a articular esfuerzos y a trabajar con el Estado, comprendiendo sus ritmos, dinámicas y procesos. Así mismo, han aprendido a reconocer la im-portancia de tener presencia en el territorio, construir las prioridades con las personas, generar confianza y desarrollar capacidad en la propia comunidad.

Para disminuir la violencia en el país, la Funda-ción Saldarriaga Concha considera necesario generar estrategias que propicien el desarrollo integral de las comunidades, fortalecer la institucionalidad del

Gobierno y trabajar desde la definición de políticas públicas, evitando la dispersión de recursos y la satu-ración sobre una misma población y sobreponer la causa común a los egos institucionales.

Primera infancia, una prioridadEn los municipios más apartados del país, una de las poblaciones que más sufre las consecuencias de la po-breza y la exclusión es la primera infancia. Las causas son variadas, desde la ausencia de programas sociales en lugares periféricos, hasta el desconocimiento por parte de los adultos sobre la importancia de esta eta-pa en el desarrollo de niñas y niños.

Como parte del empoderamiento comunitario, las fundaciones AFE han considerado esencial trabajar junto con los adultos de las comunidades y las entidades gubernamentales para mejorar la calidad de vida de los más pequeños. Las estrategias varían, pero uno de los componentes primordiales tiene que ver con la sensibili-zación sobre las necesidades básicas de los menores.

Al programa presidencial de atención integral de la primera infancia ‘De cero a siempre’ se han sumado, además de las entidades gubernamentales, las fundacio-nes AFE, como son Saldarriaga Concha, Bancolombia, Éxito, Smurfit Cartón, Caicedo González - Riopaila Castilla, Restrepo Barco, Corona, Carvajal y Mario Santo Domingo, lo que representa una alianza significa-tiva para asegurar un desarrollo integral para todas las niñas y los niños de cero a cinco años de Colombia.

Según cifras del programa, en el país hay poco más de 5 millones de niñas y niños en primera infan-cia y anualmente nacen 700 mil bebés, una población que debe ser de atención prioritaria dentro de la gestión social de los sectores público y privado, con el agravante de que 3 de cada 4 menores en condición de vulnerabilidad no recibe una atención integral.

Para trabajar por la primera infancia hay una gran diversidad de opciones, como la salud materna y la atención prenatal, la supervivencia infantil y la nu-trición infantil. En este último, se han enfocado los es-

Trabajar por la primera infancia es brindar mejores oportunidades para el futuro de las comunidades.

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“Para lograr la paz, las Fundaciones AFE jugamos un rol fundamental en empoderar a las comunidades y con ello promover desarrollos locales”: Camilo Polanco, Director Ejecutivo Fundación Haciendo Equipo.

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fuerzos de la Fundación Éxito, institución que plantea la necesidad de políticas de Estado que logren, entre otros, erradicar la desnutrición infantil en Colombia, para construir así un mejor país.

Como explica Germán Jaramillo, director ejecuti-vo de la Fundación Éxito, la invitación con esta estra-tegia es que “todos los ciudadanos se sumen al reto de alcanzar una Generación Cero Desnutrición Infantil para Colombia, en el 2030, bajo la estrategia ‘GEN CERO’, lo que ya se logró en países como Chile, en donde las nuevas generaciones hoy miden en prome-dio 12 centímetros más que sus padres”.

Esta estrategia se suma al trabajo que ha realizado durante 30 años la Fundación Éxito, aportando al desa-rrollo integral de la primera infancia a través de inter-venciones nutricionales en instituciones educativas, co-munidades y familias, de las cuales se beneficiaron, en el año 2014, 35.529 niños menores de cinco años y 7.627 familias gestantes y lactantes, a través del trabajo con más de 200 instituciones públicas y privadas.

Así como la Fundación Éxito centra sus esfuerzos en alcanzar el reto de la ‘Generación Cero Desnutrición’, la Fundación Alpina, durante sus primeros cinco años de existencia, ejecuta múltiples proyectos en pro de la seguridad alimentaria de la niñez, a través de estrategias educativas y de fortalecimiento productivo y social.

Entre estos se encuentra, por ejemplo, un pro-yecto para fomentar buenas prácticas en la produc-ción, comercialización y el consumo de alimentos para la seguridad alimentaria y nutricional en el departamento del César, en el que participaron 457 familias campesinas e indígenas.

En Bogotá, Chía y Facatativá, la Fundación Alpina también ejecuta, desde el año 2012, un proyecto para contribuir al mejoramiento del estado nutricional de 2.200 estudiantes de primaria de ocho instituciones edu-cativas y sus familias, a través del cual se proyecta cons-truir un modelo de educación alimentaria para medios escolares que pueda implementarse en otros colegios.

Este trabajo, además de beneficiar en territorio a cientos de familias, ha trascendido en proyectos de asesoría y asistencia técnica en el diagnóstico y formulación de políticas de seguridad alimentaria, en municipios como Facatativá y Buriticá, entre otros.

Así, si en la primera infancia los pequeños reciben amor, educación y una buena alimentación, la experien-cia indica que tendrán entonces mejores oportunidades para crecer en armonía con su comunidad y construir un territorio de paz: serán una generación empoderada.

‘No’ a cualquier tipo de violenciaLa paz también comienza por casa y para alcanzarla se requiere desactivar todas las violencias sociales y cotidianas, entre ellas la intrafamiliar y particular-mente la de género, que impiden el empoderamiento de las personas y la toma de decisiones.

Esta es la razón por la que la Fundación Carboan-des desarrolla la iniciativa ‘¡Párala Ya! Nada justifica

la violencia contra las mujeres’, cuyo “propósito es sensibilizar a la población de Valledupar de los efectos negativos y las formas de violencia contra las mujeres”, como explican los directivos de Carboandes.

El proyecto comenzó a ejecutarse en 2011 con la creación de la llamada Red de Voceros y Voceras de la campaña, integrada por 40 mujeres y tres hombres capacitados para informar a la comunidad sobre las herramientas legales de protección, atención y sanción existentes para evitar el maltrato por razones de género.

Además del trabajo informativo en diferentes barrios de la ciudad, la red, junto a aliados como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Cooperación Internacional Alemana (GTZ por sus siglas en alemán), ONU Mujeres, y el Pro-grama de Desarrollo y Paz del Cesar, entre otros, ha participado en acciones de concientización.

Una de ellas fue la organización de un debate sobre género entre los candidatos a la Alcaldía de Valledupar en 2011. La realización de talleres de sensibilización con periodistas y la conmemoración de los días de la No Violencia contra la Mujer y los Derechos de la Mujer, cada 25 de noviembre y 8 de marzo, respectivamente.

Estas actividades y la agenda política de las mu-jeres han logrado incidir sobre la formulación de los planes de desarrollo departamental y municipal y en los Consejos Territoriales de Participación. También han servido para impulsar la creación de la Mesa In-terinstitucional de Equidad de Género en Valledupar y para que la población y las mismas mujeres com-prendan que la violencia física o psicológica no tiene justificación y se empoderen.

En el mundo, diversas investigaciones demuestran la estrecha relación que existe entre la violencia de

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género y la guerra, en las que se destaca cómo esto es un obstáculo para la paz. Por eso, proteger y prevenir de cualquier muestra de agresividad a las mujeres es un desafío prioritario para cualquier país que busca construir una sociedad más pacífica.

Comunidades más sólidasLas fundaciones AFE juegan un papel determinan-te cuando realizan acompañamiento y asesoran a comunidades que se encuentran en alto riesgo de vulnerabilidad por situaciones ligadas al conflicto armado, empoderando a las comunidades para contener la violencia.

En el municipio de Morales, Cauca, en el extre-mo sur del país, la Fundacion EPSA y el Fondo para el Fortalecimiento de Organizaciones Comunitarias en Cauca y Valle (FOCUS) adelantan un proyecto para hacer frente al riesgo de desplazamiento de los habitantes y empoderarlos a través de una estrategia integral estructurada en dos fases: 2004 y 2012-2015.

La empresa, a través de su fundación, decidió apoyar el fortalecimiento de las organizaciones comunitarias capacitándolas en manejo y resolución

de conflictos para que ellos mismos sean capaces de hallar las soluciones a diversas problemáticas.

Luz María Gallo, directora ejecutiva, afirma que el compromiso de la Fundación EPSA está fundamenta-do en la promoción del desarrollo local a partir del for-talecimiento de capacidades de las comunidades aleda-ñas a las zonas de influencia, es decir, en los municipios en donde se encuentran las Centrales Hidroeléctricas y las zonas de distribución y comercialización de EPSA.

“En estas áreas residen familias campesinas, indígenas, afrodescendientes y población de estratos 1, 2 y 3 que presentan grandes dificultades para acceder a una mejor calidad de vida y que deben convivir con las diferentes manifestaciones de violencia que hay en sus territorios tales como: amenazas, hostigamientos, desplazamientos forzados y confinamiento, entre otros, debido a la presencia histórica de diversos grupos ar-mados ilegales en su localidad”, dice la directora.

Para hacerle frente a ese complejo entorno, la Fun-dación EPSA desarrolla acciones en dos líneas de inter-vención: educación y desarrollo económico local. En la primera, los esfuerzos se enfocan al apoyo a la educación básica y media, haciendo especial énfasis en el fortaleci-miento y mejoramiento de la calidad de la educación.

La primera fase del proceso de empoderamien-to priorizó el fortalecimiento de organizaciones de base en poblaciones de los departamentos del Valle, Cauca y Nariño. La fundación realizó inversiones en organizaciones comunitarias para que fueran estas las que definieran sus necesidades y buscaran alternativas y soluciones a los problemas.

En esta línea de intervención se promueve el desa-rrollo de competencias y habilidades para la construc-ción de ambientes propicios para una sana convivencia y, por consiguiente, de no violencia. De la misma forma, se contribuye a la recuperación de infraestructura esco-lar para servicio de la comunidad, permitiendo que la población infantil y juvenil tenga acceso a la educación.

En la segunda fase que está en ejecución, la Fundación EPSA pretende integrar el desarrollo de base al desarrollo local en cuatro territorios del Valle y Cauca, como por ejemplo en Morales. Allí, nuevos actores, como los diferentes entes gubernamentales y la empresa privada trabajan con las organizaciones de base en la gestión y planeación de iniciativas que tengan un impacto territorial más amplio.

Jorge Eduardo Forero, encargado de la línea de Fortalecimiento y Emprendimiento de la Fundación EPSA, dice que el desarrollo local es una estrategia que combina procesos de organización y de acción colectiva con procesos de creación de significaciones y representa-ciones (cultura local); redes sociales y políticas de demo-cracia e inclusión social, y de generación de capacidades de gestión sociales y productivas. “Es un proceso que empodera a la comunidad a través de la promoción del desarrollo económico, social, y ambiental”, afirma.

La iniciativa FOCUS está liderada por el consorcio conformado por las fundaciones EPSA, Fo

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“Las fundaciones construimos con y para las comunidades un entorno propicio para lograr un verdadera transformación social del país”: María del Pilar Gómez de Duncan, Directora Ejecutiva Fundación Puerto de Cartagena.

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Smurfit Kappa Colombia y Corona, que adminis-tra los recursos suministrados por la Fundación Interamericana. Además, tienen aliados como la Federación Nacional de Cafeteros, el Departamen-to para la Prosperidad Social (DPS) y las diferentes administraciones municipales, entre otros.

Una labor similar de inclusión y empodera-miento ejecuta la Fundación Carvajal en el Distrito de Aguablanca, a través de los Centros de Servicios Básicos Comunitarios presentes en la Comuna 18 y San Fernando, que se crearon con el propósito de ser el punto de partida de un proceso de desarrollo local y colectivo para mejorar la calidad de vida y el acceso a servicios básicos comunitarios de familias que viven en condiciones de vulnerabilidad.

Roberto Pizarro, presidente ejecutivo de la Funda-ción Carvajal, explica que desde sus inicios, la funda-ción se comprometió a promover la inclusión social de zonas urbanas marginales mediante iniciativas sociales, con énfasis en generación de ingresos, educación-cultura, vivienda y medioambiente, soportada en una estrategia de acompañamiento social y comunitario.

La diferencia es que aquellos hacían parte de proyec-tos asistencialistas que se limitaban a satisfacer las necesi-dades básicas inmediatas de los más pobres, mientras que los actuales, además de eso, persiguen el empoderamiento de los beneficiarios a través de varios programas.

La Fundación define los Centros como ‘polos de desarrollo’ en donde las personas pueden encontrar diferentes servicios que varían según la sede, en donde se comercializan a bajo costo alimentos, materiales de construcción, telas, útiles escolares y medicamentos.

Esta iniciativa integra a decenas de aliados estra-tégicos tanto públicos como privados y a organiza-ciones de base comunitarias que aportan su trabajo. Es un ejercicio de participación de los ciudadanos, quienes ya sienten los centros como propios, lo que

genera un territorio de cohesión social necesario para la construcción de paz.

Además, gracias al trabajo de la Fundación Carvajal, 192 líderes comunitarios se forman en la Escuela de Liderazgo, mientras 11 juntas de acción comunal reciben fortalecimiento para la ejecución y construcción de proyectos, ambos procesos que favorecen el empoderamiento de los habitantes sobre el presente y futuro del territorio que habitan.

Por su parte, en la ciudad de Buenaventura, el puerto más importante de Colombia sobre el Pacífico con el 80 por ciento de la población en situación vul-nerable y la mitad de estos en la indigencia, es también escenario de una estrategia integral de desarrollo co-munitario impulsada por la Fundación de la Sociedad Portuaria de Buenaventura Fabio Grisales Bejarano.

Andrés Ramírez, gerente social de la Fundación, afirma que el logro más importante es “el empodera-miento de las comunidades a través de herramientas de liderazgo y convivencia ciudadana, para garanti-zar una sostenibilidad a través de su propio esfuerzo”.

El área misional de Desarrollo Comunitario co-bra más importancia en una población como esta, que enfrenta problemáticas como el narcotráfico, la presencia de bandas criminales, las escalofriantes cifras de homicidios y el desplazamiento forzado, entre muchas otras.

“Construir identidad y sentido de pertenencia se ha convertido en un derrotero para contrarrestar estas

“Trabajar por el empoderamiento es vital. El mayor impacto es preparar a los habitantes para ser más activos y partícipes en desarrollo político y decisorio de su región": Otto Vergara, Fundación Cerrejón Guajira.

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EMPODERAMIENTO COMUNITARIO

afectaciones. El camino apenas se empieza a trazar de manera participativa con las comunidades y preten-demos que en esta construcción colectiva se desenca-denen relaciones que permitan una convivencia más incluyente y la aparición de nuevos liderazgos para ne-gociar y promover espacios de solución de estos conflic-tos”, señalan los directivos de la Fundación Sociedad Portuaria de Buenaventura Fabio Grisales Bejarano.

Vivienda, pilar de la calidad de vidaSegún cifras del Ministerio de Vivienda, el DANE y el Departamento Nacional de Planeación, se estima que en Colombia 2.5 millones de la población están afectadas por el déficit habitacional, un indicador que incluye tanto a las familias que no tienen un techo, como a las que tienen una casa con algún tipo de carencia, como los servicios públicos.

Así, la vivienda digna se ha convertido en un tema de interés prioritario tanto para el Gobierno nacional como para las Fundaciones AFE, que desa-rrollan esfuerzos significativos para atender una pro-blemática que, además de atentar contra un derecho constitucional de la población, impide el desarrollo de las familias en un contexto comunitario. Esta es una dificultad que se ahonda en un país que, como resultado del conflicto armado, ha tenido cientos de personas que se han visto obligadas a desplazarse forzosamente, abandonando sus hogares y territorios.

Mejorar las condiciones de vivienda no solo bene-ficia a una familia o un grupo de individuos, pues se ha

demostrado que la tenencia de una casa propia genera las condiciones para que los ciudadanos aumenten su re-lación con el entorno más próximo y le apuesten al desa-rrollo de un ambiente favorable para toda la comunidad.

Justamente, bajo la necesidad de proveer vivienda a los habitantes del Urabá, trabajadores de las com-pañías bananeras, nació la Fundación Social Banacol-Corbanacol. “Esto pasó hace más de veinticinco años, cuando en la zona los pobladores vivían en ‘cambu-ches’ y no existía ninguna infraestructura”, asegura Juan Felipe Laverde, gerente de la Fundación.

Corbanacol concibe la vivienda como el espacio más importante en el que se fortalecen los lazos familia-res, se consolidan las sanas relaciones y se forman há-bitos de vida para la convivencia en la comunidad. Por esto, ha participado en la generación de más de 6.000 soluciones de vivienda con la construcción de siete urba-nizaciones en cinco municipios colombianos, y también por medio del mejoramiento y la legalización de predios.

Tal como asegura el directivo de esta fundación, “históricamente, los problemas sociales se generan por desigualdades, falta de oportunidades y necesida-des insatisfechas de vivienda, salud, formación y edu-cación de la población”, razón por la que Corbanacol ha trabajado bajo esta premisa, buscando brindar a las poblaciones soluciones pertinentes a las necesida-des realizando un acompañamiento permanente.

Con un modelo que entiende la vivienda como una solución integral para la generación de espacios de convivencia y desarrollo social, la Fundación Em-presa Privada Compartir también le ha apostado a contribuir a la solución de la problemática del déficit habitacional en el país.

Desde 1980 y hasta finalizar el año 2014, esta fundación ha entregado un total de 37.493 viviendas, con las que se mejora la calidad de vida de pobla-

“El fomento de las capacidades de los individuos y las comunidades es la base para superar la violencia generada por la inequidad”: Fundación Corona.

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ciones vulnerables y de familias de estratos bajos. Se trata de viviendas primordialmente de interés social, las cuales cuentan con un componente comunitario con servicios complementarios integrales.

Además de la entrega de las viviendas, la Fundación Compartir estimula la capacidad “de solidaridad y de trabajo conjunto, organiza a la comunidad e impulsa la capacitación en la admi-nistración de la propiedad comunitaria”, por lo que “ofrece a los beneficiarios y sus familias un acompañamiento social que busca abrir espacios de diálogo y concertación, apoyar las decisiones de la comunidad, y resolver inquietudes y problemáticas, para mejorar continuamente su calidad de vida”, como señala la definición del programa.

Un trabajo similar desarrolla la Fundación Mario Santo Domingo desde el año 2007, en el que decidió apostarle a la creación de comunidades sostenibles a través de macroproyectos de vivienda en las ciudades de Barranquilla y Cartagena con un potencial para mejorar la calidad de vida de más de 40 mil familias.

“En términos de reducción de violencia, la funda-ción cuenta con un enfoque integral y comunitario en los macroproyectos de vivienda que es, desde nuestra perspectiva, la principal acción para contribuir a un país en paz”, señala Juan Carlos Franco, su director general.

En este sentido, explica Franco, “la Fundación de-cidió apostarle a la consolidación de la comunidad más que a la entrega de viviendas de interés social prioritario per se”, por lo que se implementa un fuerte trabajo con énfasis en valores y estrategias de convivencia, pues estos proyectos tienden a agrupar poblaciones de diferentes estratos y contextos, incluyendo a víctimas del desplaza-miento forzado y a excombatientes reinsertados

De esta forma, ir más allá representa una verdade-ra oportunidad para el empoderamiento, pues se trata de construir una comunidad sostenible, cohesionada socialmente, integrada a los mercados locales y con las rutas de oferta institucional activas, para lo cual la Fundación Mario Santo Domingo genera procesos de gestión comunitaria, como Juntas de Acción Comunal y consejos comunitarios, en los cuales los habitantes formulan sus planes de desarrollo.

A la estrategia de vivienda es necesario sumarle una institucionalidad fuerte, según explica el direc-tivo. “A la hora de la verdad, para que los proyectos de vivienda de gran escala no se conviertan en gue-tos, debe estar el Estado en pleno, de forma que esos planes realmente puedan llegar a implementarse”, concluye Juan Carlos Franco.

Otro ejemplo de este proceso es el desarrollado por la Fundación Carvajal en el marco del proyecto de re-construcción de El Salado, en donde la alianza permitió poner en marcha el proyecto de construcción de 100 vi-viendas para los pobladores de este territorio de Montes de María, bajo el proyecto Urbanización Los Sueños.

Además de la construcción de viviendas, la Fundación Carvajal busca fortalecer la participación

comunitaria como eje del desarrollo integral de este corregimiento, en donde opera diferentes proyectos de infraestructura para la reconstrucción.

El trabajo desarrollado por las Fundaciones AFE para mejorar, a través de la vivienda digna, la calidad de vida de las comunidades de diferentes regiones del país, ha demostrado que el adecuado desarrollo urbano y la producción de vivienda por sí sola no ga-rantiza el bienestar de las familias. En esta dirección, desde la AFE se han definido factores clave que deben contemplar estos proyectos, como el acompañamiento previo, la existencia de condiciones mínimas de sana convivencia y el análisis y planeación del entorno socioeconómico del sector donde se construyen.

Lograr que la comunidad sea protagonista de su desarrollo local, que se reconozca como actor social y sueñe lo que quiere para su futuro, y que cuente con las capacidades ciudadanas para construir. Este ha sido uno de los retos de las fundaciones AFE, que, como afirma Soraya Montoya, directora ejecutiva de la Fundación Saldarriaga Concha, deben “trabajar por el desarrollo comunitario, pero haciendo a las personas autores de las acciones y no receptores pasivos, con la conciencia sobre la existencia de sus derechos y deberes”.

La participación, la construcción de un tejido social y de pertenencia sólido, y la formación en capacidades de gestión son estrategias necesarias para el empoderamiento. A esto se suman los proyectos en educación y generación de ingresos, que le dan el poder a cada ciudadano de tomar las riendas del progreso individual y comunitario.

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GENERACIÓN DE OPORTUNIDADES E INGRESOS

Educación financiera, formación para el trabajo, asistencia técnica a proyectos productivos y acceso a servicios de crédito son algunas de las estrategias impulsadas por las fundaciones AFE para promover el crecimiento económico, el bienestar y la calidad de vida de las comunidades.

GENERAR

La igualdad de oportunidades es un requisito esencial para sobrepasar el desafío que implica disminuir la inequidad y la injusticia social, circunstancias que, de no combatirse, generan obstáculos medulares en el proceso de construir una paz sostenible y duradera.

Una de las herramientas para que los individuos labren su propio destino es la generación de oportuni-dades e ingresos para el desarrollo social propio y de sus comunidades. Claro está que el crecimiento econó-mico no es un fin en sí mismo, pues la acumulación de riquezas sin dirección no garantiza el bienestar de una comunidad, pero sí representa un vehículo por medio del cual se puede alcanzar mayor calidad de vida.

En las comunidades vulnerables, las Fundacio-nes AFE encuentran que los habitantes se desen-

OPORTUNIDADES E INGRESOS, UN ESTÍMULO PARA LA PROSPERIDAD SOCIAL

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vuelven en un círculo vicioso, en el que la falta de oportunidades, una adecuada capacitación, recursos y acceso al sistema financiero les impide potenciar sus proyectos productivos y sus capacidades para ahorrar e invertir para el progreso.

Es en este escenario donde las Fundaciones AFE han jugado y juegan un papel determinante, apoyando el empoderamiento económico y contribuyendo así al mejoramiento en la calidad de vida de los colombianos.

Una puerta a los servicios de créditoAunque el nivel de bancarización en Colombia vie-ne creciendo y llega a 72,5 por ciento de la pobla-ción adulta, según lo cita el Informe de Inclusión Financiera publicado por Asobancaria a corte de

diciembre de 2014, el acceso a servicios de crédito y a recursos para la financiación de emprendimien-tos sigue teniendo barreras para la población más vulnerable del país, como lo demuestra el estudio de evaluación de acceso a créditos realizado en 2012 por la Fundación Alpina en comunidades campesinas del Cauca.

Precisamente, en este contexto, donde es casi imposible obtener recursos del sistema bancario, la Fundación Corona en alianza con las fundaciones Antonio Restrepo Barco, Alpina, Caicedo Gon-zález Riopaila Castilla, Carvajal, Smurfit Kappa Colombia, Hogares Juveniles Campesinos, Escuela para la Vida, Samaritanos de la Calle, Ser Gente, SIDOC, Cedecur y Fundefir, lidera un programa

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para “incrementar la cultura y el acceso a servicios financieros alternativos de población en condicio-nes de pobreza y no bancarizada”.

Este proyecto se denomina ‘Bankomunales’ y, se-gún Ángela Escallón Emiliani, directora ejecutiva de la Fundación Corona, busca que los beneficiarios “no solo tengan acceso a créditos sino también a una for-ma de ahorro y ganancia a través de la capitalización de sus acciones”. Se trata de organizaciones comuni-tarias que se asocian para prestarse servicios financie-ros entre sí, una operación en la que las Fundaciones AFE juegan un papel clave, pues deben transferir y hacer seguimiento al modelo en las comunidades para garantizar el éxito del mismo.

Este proyecto, además de representar una opor-tunidad para acceder a capital, busca promover el ejercicio de una ciudadanía económica, por lo que “se enfoca en superar el analfabetismo financiero de

las comunidades en situación de pobreza, generar maneras alternativas de microfinanciamiento y ofre-cer formas de ahorro e inversión seguras”.

‘Bankomunales’ cobró vida en noviembre de 2011 y a la fecha tiene cobertura en municipios de los departamentos de Atlántico, Caldas, Quindío, Risaralda, Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Cun-dinamarca, Antioquia, Córdoba y Bogotá. Como banca comunitaria, sus principales beneficiarios son campesinos dedicados a la agricultura, pequeños empresarios y madres cabeza de familia que, en su mayoría, presentan baja escolaridad y reciben ingre-sos inferiores a un salario mínimo.

El acceso a recursos también afecta a las per-sonas o grupos que buscan darle forma a un nuevo negocio. En Colombia, aunque el Estado ha mejo-rado el flujo de financiamiento en el último año y medio, con más de 140.000 millones provenientes de Bancoldex por medio del programa Innpulsa, este es todavía el eslabón débil de la cadena.

Esta situación es descrita en el estudio ‘Escalando el Emprendimiento’, realizado por la Universidad de los Andes, que analizó la base de empresas de la Superintendencia de Sociedades entre 2000 y 2010. La investigación arrojó como resultado principal que en este periodo, solo 284 empresas en Colombia mostraron las características de ser organizaciones emprendedoras de alto impacto.

Acciones para mejorar estos indicadores son realizadas por IC Fundación, que apoya a líderes emprendedores y asociaciones en comunidades vulnerables, cuyas iniciativas productivas ya están operando, pero que no tienen acceso a las líneas de crédito tradicional y requieren de capital de trabajo para ampliar sus negocios o comprar insumos.

Actualmente, IC Fundación se encuentra apoyando 11 proyectos empresariales asociativos en Cauca, Santander, Boyacá, Antioquia, Bogotá y Caquetá, los cuales impactan directamente en la ca-lidad de vida de 3 mil familias. Para su financiación, la organización ha desembolsado en los últimos años más de 1.000 millones de pesos en créditos, en un trabajo que se desarrolla en alianza con la Funda-ción Saldarriaga Concha, la Fundación Smurfit Kappa Colombia y la Fundación Mineros.

De acuerdo con José Andrés Díaz, director ejecu-tivo de IC Fundación, este proyecto de generación de ingresos es también una oportunidad para el empo-

“Apoyamos la construcción de paz creando oportunidades para que las personas que hoy empuñan un fusil, mañana puedan empuñar una calculadora y un lapicero”: Fundación Coomeva.

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deramiento comunitario. “Apoyamos asociaciones u organizaciones que demuestran resiliencia y una ca-pacidad para generar cambios positivos en su región, no solo a nivel de su modelo de negocio sino a través de un compromiso de generar un impacto social posi-tivo hacia sus socios y comunidad”, afirma Díaz.

Aunque todavía no se puede hablar de resultados finales, los líderes han incorporado a su cotidianidad criterios empresariales, preocupación por los números y la gestión, y un compromiso hacia el crédito.

Para el director ejecutivo de IC Fundación, su estrategia es una teoría de cambio que se basa en otorgar acceso al capital a proyectos empresariales asociativos que pueden generar un valor económico escalable, que como resultado tenga un mayor desa-rrollo social en el entorno próximo.

Este trabajo con proyectos productivos se desa-rrolla en regiones afectadas por el conflicto armado que serán de alta significancia para el posconflicto como lo son el Cauca, Caquetá, Bajo Cauca Antio-queño y Santander. “En estas zonas, la paz podrá ser sostenible si logramos aumentar la inclusión de las poblaciones vulnerables en los sistemas que permi-ten desarrollo como son la participación política, los servicios sociales y el acceso a crédito que les permita apalancar su crecimiento”, afirma José Andrés Díaz.

De esta forma, para el directivo de IC Fundación, su compromiso se encuentra en apoyar proyectos empresariales de población vulnerable para generar fuentes sostenibles de ingresos en comunidades aparta-das. “Así, fortaleciendo alianzas con otras fundaciones e instituciones del sector público y privado, lograremos una paz sostenible para el país”, concluye Díaz.

De otra parte, en las zonas rurales de Atlán-tico y Bolívar, donde las brechas frente al mundo urbano de la región son notables en asuntos vitales como el acceso a la educación, la salud y los servi-cios públicos, la Fundación Mario Santo Domingo

facilita el acceso al crédito y a servicios financie-ros para la generación de recursos a familias de bajo nivel de ingresos. Esta labor se desarrolla por medio del programa ‘Unidad Microfinanciera Yo Prospero’, que se orienta en dos vías: generando bancarización y ofreciendo asesoría técnica y/o créditos para capital de trabajo.

A corte de junio de 2013, el programa otorgó créditos a 4.700 microempresas por 8.287 millones de pesos y 610 para vivienda por 6.071 millones de pesos. Las mujeres participaron de 71,80 y 74,75 por ciento, respectivamente. Además, 85 por ciento de los beneficiarios pertenece al nivel 1 y 2 del Sisbén.

“Quería cumplir el sueño de organizar un al-macén, un negocio de muebles y lo hice”, dice Luis Orozco, ebanista y uno de los microempresarios que han logrado desarrollar su potencial emprendedor. El objetivo es que personas como don Luis, que en su mayoría viven de negocios informales, puedan usar estos créditos para fortalecer sus propias empresas o acceder a viviendas propias.

Los microempresarios también reciben capa-citación en liderazgo, aspectos legales, trabajo en equipo e imagen empresarial para posicionarse mejor en el mercado. Entre 2012 y 2013, más de 7.500 personas recibieron asesorías.

Así las cosas, la Unidad Microfinanciera se ha convertido en un potenciador de la sostenibilidad de las comunidades donde tiene presencia gracias al trabajo conjunto entre instituciones públicas y privadas como la ONG Kiva, el Departamento para la Prosperidad Social (DPS), el Sena y la Unidad de Víctimas, entre otras.

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"Debemos estar dispuestos a arriesgar recursospara invertir en lo largo y profundo que esrescatar el capital social": IC Fundación.

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GENERACIÓN DE OPORTUNIDADES E INGRESOS

Juan Carlos Franco, director general de la Fun-dación Mario Santo Domingo, explica que el com-promiso con la construcción de una paz sostenible se evidencia en sus contribuciones a la formalización de la microempresa, al programa de becas y educación y desde 2007 al desarrollo integral de comunidades sostenibles en los macroproyectos de vivienda en Ba-rranquilla y Cartagena para 40.000 familias.

Estos ejemplos demuestran cómo, facilitando el acceso a recursos del sector financiero, es posible generar una movilidad social positiva entre las comu-nidades más vulnerables del país. Gracias a ellos, la educación financiera y el otorgamiento de crédito han llegado a ciudadanos que por su historia crediticia o la informalidad de sus ingresos no habrían podido acceder en entidades bancarias.

Impulso a los proyectos productivosAl Cauca lo agobia la carencia de recursos de sus habitantes. Aunque el Informe 2014 de Pobreza Monetaria, publicado por el DANE, valoró la mejoría nacional, los números muestran una realidad que ubica a este departamento en condiciones de vulnera-bilidad respecto al resto del país.

Frente a este panorama de inequidad que se vive en medio de la alta incidencia de los actores

al margen de la ley, hay fundaciones que buscan abrirle opciones de autosostenimiento a la sociedad de este departamento. Este es el caso de la Funda-ción Alpina, que realizó una experiencia significati-va de desarrollo social, económico y organizacional con 189 pequeños productores de leche.

Esta iniciativa, que nació en 2009, les brinda acompañamiento y asistencia técnica para que aumen-ten su producción, mejoren sus ingresos, implementen prácticas amigables con el medioambiente y promue-van la seguridad alimentaria de la zona, entre otros.

Eduardo Díaz Uribe, director ejecutivo de la Fundación Alpina hasta agosto de 2015, destaca que estas organizaciones “de manera progresiva y autogestionada, vienen asumiendo el financiamiento de sus costos administrativos y de asistencia técnica antes cubiertos por Oxfam y la Fundación Alpina”.

En la misma línea de fomentar la capacidad productiva desde las organizaciones sectoriales, la Fundación Alpina ha implementado iniciativas en las comunidades wayuu de la Alta y Media Guajira, y con los productores y distribuidores de leche cruda en Bogotá y Popayán, entre otras.

Esto significa que más allá de entregar los recursos, las Fundaciones AFE cumplen un papel esencial acom-pañando, a través de la transferencia de conocimientos,

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los procesos de surgimiento y consolidación de pro-yectos productivos, lo que responde a dos dificultades que enfrenta la población vulnerable, que son la falta de acceso a crédito y la escasa asistencia técnica para obtener mejores resultados.

En sintonía con esta experiencia, la Fundación Social Banacol-Corbanacol realiza un acompañamien-to a los pequeños productores de plátano en el Urabá antioqueño, a quienes apoyan con herramientas para el fomento empresarial, la creación y el fortalecimiento de cooperativas y la certificación de sus procesos.

Este proyecto ha tenido un impacto significativo en la competitividad y productividad para los platane-ros de la región, quienes directa o indirectamente han sufrido los vestigios de la guerra y la violencia que durante años azotó a esta zona del país.

En palabras de Juan Felipe Laverde, gerente de esta Fundación, “el modelo platanero es un negocio incluyente, en el que 60 por ciento de los plataneros son desmovilizados o desplazados que hoy están ex-portando. Son empresarios que ahora luchan porque sus hijos encuentren un contexto diferente a la guerra. Este es un ejemplo claro de que sí se puede hacer una transformación de cara al posconflicto”.

Como parte de la gestión que realiza la Funda-ción Social Banacol-Corbanacol, también se realiza el acompañamiento a proyectos de investigación en

diferentes municipios de la región de Urabá, vincu-ladas al empleo de nuevas tecnologías para el mejo-ramiento de la productividad. Algunos de ellos, por ejemplo, evalúan los limitantes nutricionales en la producción de plátano, mientras otros son planes pi-lotos para la siembra bajo determinadas condiciones, lo que demuestra una clara apuesta por la gestión del conocimiento para el sector productivo.

Por su parte, la Fundación Coomeva también encontró, dentro del marco de acción de su casa matriz, un nicho de la población que requería de este acompañamiento. Se trata de jóvenes, universi-tarios, técnicos y tecnólogos que necesitan un primer impulso para generar emprendimientos y modelos de negocio, no solo en términos de recursos, sino de asesoría y asistencia técnica.

“En palabras sencillas, siempre explico que un empresario no va a la quiebra por no saber hacer are-pas, sino por no saber hacer todo lo demás que im-plica el sostenimiento de un negocio, es decir, temas financieros, de distribución y marca, entre otros. Allí entra la Fundación Coomeva, para ayudarles a hacer viable su emprendimiento”, afirma José Fernando Iragorri, ex director de la Fundación Coomeva.

De esta forma, su trabajo tiene como punto de partida motivar a los jóvenes en la creación de la empresa, para posteriormente acompañarlos en la

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evaluación del modelo de negocio y si este es via-ble, llevarlos a una etapa de financiación a través de una línea de crédito para emprendimiento. Lue-go de esto, cada iniciativa continúa en un proceso de seguimiento, con el propósito es minimizar el riesgo de que la empresa desaparezca y garantizar su sostenibilidad en el tiempo.

Más de 3.000 empresas se han creado con la ase-soría de la Fundación Coomeva, generando 17.500 empleos en diferentes ciudades del país. A estas cifras se suma el fortalecimiento de otros 6.000 negocios que acudieron luego de haber iniciado su operación.

“Nuestro aporte a la paz sin duda está en la genera-ción de ingresos. Con los negocios que apoyamos, esta-mos creando nuevos empleos y aportando al desarrollo económico del país”, afirma su director ejecutivo.

Como explica José Fernando Iragorri, antiguo director de la Fundación Coomeva, diariamente el grupo de colaboradores tiene como meta crear al menos una nueva empresa. En 2014, el reto fue que 400 emprendimientos ingresaran al mercado, por lo que considera que este es un trabajo significativo para que haya nuevos puestos de trabajo que pue-den beneficiar a cientos de colombianos.

“La forma más significativa en la que apoyamos la construcción de paz es creando oportunidades para que las personas que hoy empuñan un fusil, mañana puedan empuñar una calculadora y un lapicero. En un proceso de posconflicto, nuestro apoyo podría ser fundamental para que víctimas y victimarios se inte-gren exitosamente a la actividad económica, bien sea creando empresa o siendo empleados de uno de estos proyectos”, concluye Iragorri.

Todas las iniciativas de las Fundaciones AFE que trabajan para fortalecer proyectos micro empresariales parten de un presupuesto que se ve reflejado en las palabras de Diana Margarita San-tiago, directora ejecutiva de la Fundación Gases del Caribe, para quien “una forma de contribuir a la sostenibilidad de la paz en el país es apoyar la construcción de desarrollo local, a través de opor-tunidades que le permitan a las personas el mejora-miento de sus condiciones de vida”.

Con el impulso a los proyectos productivos, las

Fundaciones AFE contribuyen al

desarrollo local en las regiones más pobres del país.

“Le apostamos de manera decidida a alcanzar la paz, pero no una paz transitoria, sino una que sea sostenible y perdurable para las generaciones futuras. Se trata de tener una agenda común que nos permita acabar con tantos años de violencia, para construir un mejor país, más incluyente y equitativo para todos”: Fundación Bancolombia.

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En esta dirección, la Fundación Gases del Caribe desarrolla sus proyectos para fortalecer la capaci-dad productiva de asociaciones y microempresarios mediante una intervención integral, que permita convertirlas en empresas sociales sostenibles.

Estas acciones se orientan bajo una asistencia téc-nica empresarial, productiva y comercial que realiza el fortalecimiento con énfasis en mejorar las capacida-des, la productividad, la competitividad y la inserción en el mercado de los distintos proyectos productivos.

Un ejemplo de ello es el proyecto Arte & Tejido, en el que se apoya a la Asociación de Artesanas de Chorrera con el propósito de impulsar la producción artesanal a nivel nacional, como medio de generación de ingresos y mejoramiento de las condiciones de vida de las beneficiarias. En este participan 36 muje-res cabeza de familia, quienes reciben capacitaciones y asesorías y, gracias a la venta de estos productos artesanales, mejoran su calidad de vida día tras día.

Promoviendo la innovación y el emprendimientoFactores como la falta de financiamiento y los pre-juicios sociales no permiten que el emprendimiento tome más fuerza en el país. Para romper esta tenden-cia, la Fundación Bancolombia se enfoca en garanti-zar la sostenibilidad de nuevas empresas conforma-das por núcleos familiares que les permita generar puestos de trabajo y formalizarse.

De acuerdo con Catalina Echavarría Ramírez, di-rectora ejecutiva de esta Fundación, “nuestra apuesta es acompañar el ciclo de vida del ser humano. En ese sentido, el emprendimiento le permite a los jóvenes y adultos poder generar ingresos, ya sea desde la em-pleabilidad o la posibilidad de ser emprendedores”.

A través de su línea de emprendimiento, que cuenta con más de 400 beneficiarios directos y 600 indirectos, esta fundación busca apoyar a personas con iniciativas empresariales ubicadas en entornos complejos desde lo económico pero con oportunidades de desarrollo basa-das en ideas innovadoras y ganas de salir adelante.

El acompañamiento a los beneficiarios se hace desde tres ejes: social, financiero y comercial, lo que, según plantea la Fundación, debe contribuir a garan-tizar la perdurabilidad de los negocios.

Entre los principales logros obtenidos por este programa se destaca la generación de alianzas con en-tidades que se dedican a promover el emprendimiento, la formalización y bancarización, acciones que garanti-zan la sostenibilidad y rentabilidad de los negocios.

“Contribuir a la sostenibilidad de la paz es apoyar la construcción de desarrollo local, a través de oportunidades que le permitan a las personas el mejoramiento de sus condiciones de vida”: Fundación Gases del Caribe.

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Otro ejemplo de apoyo y acompañamiento a este segmento de la población lo protagoniza la Fundación Bavaria, que se la juega por los empren-dedores más innovadores y con mayor potencial de crecimiento sostenible del país. Por medio del programa ‘Destapa Futuro’, brinda capacitación virtual, presencial y mentoría, así como capital semilla y financiamiento.

Este plan tiene cobertura nacional y su primera versión comenzó a desarrollarse en 2006. A corte de 2014, 65.500 emprendedores han sido convoca-dos en 8 años de operación. De estos, 4.000 se han capacitado y 380 han recibido capital semilla por US$10,8 millones, contribuyendo en la generación de más de 6.000 nuevos empleos.

Según los directivos de la Fundación Bavaria su compromiso está en la creación de valor compar-tido: “entendemos que la equidad y la generación de oportunidades para todos, en particular, para las comunidades más vulnerables, es la mejor forma de generar desarrollo económico y social y avanzar hacia una paz que sea duradera y sostenible”.

Para crear estas condiciones de paz en los ámbi-tos locales y nacionales se requiere que alrededor de la cadena de valor de las empresas y sus fundaciones se desarrollen acciones compartidas que generen mayores oportunidades sociales.

“Cuando las Fundaciones AFE definen una orien-tación prioritaria en temas como educación, nutrición, emprendimiento y creación de capacidades y compe-tencias en los jóvenes, entre otros, se están haciendo aportes fundamentales para crear condiciones de paz”, concluyen los directivos de la Fundación Bavaria.

Asimismo, la Fundación Bolívar Davivien-da encuentra “en el emprendimiento dinámico y de alto potencial de crecimiento un instrumento efectivo para generar desarrollo social y económico en el país, pues con ello se generan empleos mejor remunerados, una cultura de premio al mérito y al esfuerzo, se fomenta la innovación y se dinamizan algunas industrias de bajo crecimiento”.

En esta dirección, realiza la promoción de la cultura de innovación y emprendimiento a través de espacios de capacitación en diferentes regiones del país, para lo que destinó 182 millones de pesos en el año 2014. Además, a través del programa ‘Emprende País’, cuenta con una plataforma de asistencia técnica para promover las ideas y negocios innovadores con asesorías, capacitaciones y mentorías que permitan generar una estrategia de creci-miento sostenible, formar juntas directivas que generen valor y, o, presentarse a inversionistas.

Al culminar el 2014, este programa arrojó como resultado 199 emprendedores en entrevistas, 144 en capacitaciones, 53 en mentorías, 21 en preparación a inversionistas y 15 en comité asesor.

Para Fernando Cortés McAllister, director ejecutivo de la Fundación Bolívar Davivienda, este programa “es un reflejo de que las fundaciones AFE estamos liderando y siendo referentes con iniciativas de alto impacto para construir una sociedad más justa, equitativa e innovadora”.

El apoyo al emprendimiento regional, a través de un programa de mentorías empresariales, tam-bién es una de las estrategias implementadas por la Fundación Proantioquia para contribuir al desarro-llo económico y social del departamento. Este tiene como metodología “articular la movilización de capacidades técnicas y empresariales en apoyo a los sistemas de emprendimiento, competitividad de la región y cooperación internacional”.

De acuerdo con los directivos de esta Fundación, además del trabajo estratégico que realizan mediante la incidencia en diversos espacios de discusión y de propuestas de política pública en los que participa el presidente de Proantioquia, en el ámbito territorial la competitividad es una de las apuestas esenciales para atender los temas de equidad y construcción de paz.

Empleos dignos para la construcción de pazEn la labor de las Fundaciones AFE cabe muy bien el proverbio ancestral, según el cual “mejor que dar un pescado es enseñar a pescar”. Por esto, han focalizado sus esfuerzos en ofrecer a los jóvenes ca-pacitaciones que les permitan, en el futuro, acceder al mercado laboral y desempeñarse con sus cono-Fo

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cimientos en un área que les genere ingresos para alcanzar una movilidad social.

La Fundación Gases de Occidente ha orientado sus esfuerzos en apoyar a la población joven en condi-ción de vulnerabilidad utilizando la formación como eje principal los programas ‘Pacífico y Cauca Joven’ y ‘Alianza Don Bosco-Cocina Para Todos’.

El primero tiene como objetivo mejorar los indi-cadores de empleabilidad y emprendimiento juveniles. Esto se logra por medio de la capacitación en perfiles pertinentes para la región como técnicos en comercio exterior, manejo de montacargas y mecánico industrial, y con el fortalecimiento de las organizaciones de base.

El programa inició en 2011, con el apoyo de aliados estratégicos como las Fundaciones Swissaid y Propal, el Departamento para la Prosperidad Social (DPS) y el SENA. Se desarrolla en municipios del Valle del Cauca y Cauca, específicamente Buenaven-tura, Puerto Tejada, Guachené, Villa Rica y Padilla.

Según Melba Guadalupe Pinedo, Directora Ejecutiva de la Fundación Gases de Occidente, “la inversión en este tipo de proyectos, según estudios de evaluación de impactos, nos muestran que existe un retorno social importante”.

La alianza entre el Centro Don Bosco y el SENA forma integralmente en gastronomía a jóvenes en riesgo social ubicados en los estratos 1 y 2. La idea es convertirlos en técnicos en cocina y facilitarles su inserción al mercado laboral en Cali.

El proyecto, creado en 2008, logró la acogida del perfil en el sector gastronómico, la capacitación de los jóvenes como técnicos en cocina y facilitó su ingreso al mercado laboral, tanto que el indicador de empleabilidad de este segmento poblacional alcanzó 98 por ciento.

En esta misma región del país, la Fundación Smurfit Kappa Colombia cumple 53 años forjando el porvenir de jóvenes del sector rural por medio de la generación de capacidades, habilidades y destrezas para que cuenten con mayores y mejores oportunida-des económicas y sociales. Esta labor la cumplen los Institutos Técnicos Agropecuarios y Forestales (ITAF), creados en los municipios de Cajibío y El Tambo en Cauca y Darién en Valle del Cauca.

En los ITAF se implementa un modelo pedagógi-co para desarrollar competencias laborales y desper-tar el espíritu emprendedor de jóvenes campesinos. Los estudiantes cursan la básica secundaria y media técnica con énfasis en áreas agropecuaria y forestal para garantizar su permanencia en la escuela, en zonas rurales con altos índices de violencia. Además de la preparación académica, los institutos proporcio-nan recursos para que los alumnos inicien proyectos productivos desde el colegio y tengan la posibilidad de generar ingresos en las comunidades.

En séptimo grado, los estudiantes tienen acceso al servicio de microcrédito creado por los ITAF con la participación de alumnos, padres de familia y docentes. Los créditos se otorgan con base en un reglamento ela-borado por ellos mismos. “El proyecto es responsabili-dad del estudiante, quien recibe el crédito con el aval de sus padres. Sin embargo, se convierte en un proyec-to familiar porque los padres y hermanos asumen la responsabilidad del mismo durante la permanencia en el centro educativo”, explica Beatriz Mejía, directora ejecutiva de la Fundación Smurfit Kappa Colombia.

Así mismo, Mejía destaca que el trabajo realiza-do con los ITAF está relacionado con la visión de la empresa de participar en el mejoramiento continuo de las comunidades ubicadas en el área de influencia

Para crear condiciones de paz

en las regiones, las Fundaciones AFE fomentan la

formación en oficios y capacidades que

permiten a las comunidades

encontrar alternativas

para mejorar su calidad de vida.

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GENERACIÓN DE OPORTUNIDADES E INGRESOS

de la compañía, ser “líder en desarrollo sostenible” y “contribuir a la construcción de una sociedad más justa donde exista igualdad de libertades”.

De acuerdo con la directora ejecutiva de esta Fundación, el proyecto “ha contribuido al desarrollo humano y a la reducción de la pobreza, mejorando el acceso y la calidad de la educación de jóvenes cam-pesinos del área de influencia del proyecto forestal de Smurfit Kappa Colombia”.

Si bien las poblaciones rurales y los municipios en la periferia son quienes tienen menor acceso a educación técnica y superior, en las ciudades capitales también hay jóvenes expectantes por una oportunidad para acceder a formación para el trabajo y encontrar un empleo estable.

En Bogotá, la Fundación Chevrolet promue-ve como línea de acción principal la generación de oportunidades e ingresos. Sin embargo, como explica Sandra Romero, supervisora de programas de la fun-dación, “esto no debe entenderse exclusivamente como proyectos productivos y microempresas, pues desde nuestra perspectiva, la población joven, que es la que más desempleo tiene, requiere con urgencia formarse en áreas que le permitan encontrar un empleo digno”.

A este propósito se direccionan con el programa ‘Pacto Motor’, que cuenta con aliados estratégicos como la Secretaría Distrital de Desarrollo Económi-co, la Fundación Neme, la Sociedad Salesiana y 13 empresas del sector privado, y que se propone crear oportunidades de empleo a jóvenes de escasos recur-sos en la cadena automotriz y de transporte.

Hasta la fecha, el plan piloto, que inició en octubre de 2011, ha beneficiado a más de 500 jóvenes ofreciéndoles procesos de orientación, formación técnica pertinente y de calidad, acompañamiento psicosocial e intermediación laboral en especialidades requeridas por el sector automotor. Los beneficia-rios son principalmente personas provenientes de las localidades de Usme, Bosa, Tunjuelito y Ciudad Bolívar, unas de las más deprimidas de la capital del país. Además, la fundación tiene proyectado replicar el programa en Medellín y Cali.

De este total de personas, más de dos terceras partes se encuentra vinculada laboralmente a las compañías donde realizaron sus prácticas. Además, 80 por ciento de las empresas socias reconocen las bondades del proyecto porque les ahorra recursos y tiempo en la selección de personal al encontrar en estos jóvenes el perfil requerido.

Según Sandra Romero, profesional del equipo de la Fundación Chevrolet, ‘Pacto Motor’ busca acercar al sector privado (en este caso, la industria automotriz y los servicios relacionados) a una prioridad social del país: abrir oportunidades de generación de ingresos a la población vulnerable. Esto representa una contribución a una de las causas generadoras del conflicto, que es la falta de oportunidades, por lo que “la mayor contribu-ción es quitarle a las esquinas a jóvenes que estarían en

la calle, para encausarlos hacia el trabajo y mejorar sus competencias laborales, humanas y ciudadanas”.

“Entendemos la construcción de paz como un proceso en el que es necesario tender puentes, entre quienes pueden brindar las oportunidades y quie-nes necesitan recibirlas”, explica Romero. En este desafío, es necesario que los proyectos se enfoquen en la inclusión social de aquellos ciudadanos que, por falta de oportunidades, se encuentran excluidos de los sistemas políticos, sociales y económicos.

Dentro de esta población se encuentran también víctimas y victimarios, personas directamente relacio-nadas con el conflicto armado, que en el escenario de un eventual posconflicto requerirán del trabajo de instituciones que, como la Fundación Chevrolet, se encargan de vincular a los diferentes sectores de la so-ciedad, un tema en el que esta fundación ya se encuen-tra adelantando algunos proyectos piloto.

Escuelas de oficios, formación para la vidaBajo la línea de Generación de Capacidades Comuni-tarias, la Fundación Mayagüez cuenta con una escue-la de formación en oficios financiada por el ingenio azucarero productor de biocombustible, la cual busca fortalecer unidades productivas mediante el mejora-miento de habilidades y aptitudes de las personas que participan en la capacitación no formal en las zonas de influencia de la compañía.

Gastronomía, confecciones, estética y belleza, entre otros, son algunos de los oficios en los que los alumnos se preparan para tener una opción de ge-neración de ingresos familiares. En 2014, un total de

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1.501 personas fueron beneficiadas con este progra-ma destacado por la comunidad.

Julián Cardona, director general de la Fundación Mayagüez, señala que en la institución están convenci-dos de que la educación ofrece a las personas bienestar porque quien ha tenido la oportunidad de educarse cuenta con la posibilidad de avanzar socialmente, me-jorar su calidad de vida y ser más productivo.

El programa de formación en oficios tiene como fin último impulsar a las personas a desarrollar su propio proyecto empresarial, como en el caso de María Luz Dary Fajardo, una de las beneficiarias de la Fundación Mayagüez, que se dedica a la elaboración de arreglos florales. En su testimonio, recogido por la institución, señala que “esto ha sido una formación para poder subsistir, porque lo poco que sabía lo he formalizado. Ya tengo mi negocio y conozco el tema de los costos, que es algo que uno muchas veces no entiende”.

“Estamos convencidos de que la educación es la vía para que un país logre ser más próspero, equita-tivo y justo”, dice Cardona, tras explicar las razones que los impulsan a continuar dirigiendo esfuerzos e inversión social en proyectos relacionados con el acceso y la calidad de la educación.

Con estas inversiones, en el corto plazo buscan que los jóvenes desarrollen capacidades y competen-cias que les permitan estar preparados para enfrentar el mundo laboral. En el largo plazo, aspiran a que ellos sean quienes dirijan los procesos de desarrollo local de las comunidades donde viven.

En la Fundación Ernesto Mejía Amaya también tienen como enfoque principal la habilitación para el trabajo de población vulnerable, particularmente, de desmovilizados, desplazados y jóvenes en proceso de resocialización, entre otros. El reto es lograr la inclu-sión en el mercado laboral, para lo cual le apuntan a

la formación en cuatro líneas de acción: confección, mecánica, electricidad y sistemas.

La entidad, reconocida por la Secretaría de Edu-cación de Cali, entrega una certificación en técnico laboral a quienes se capacitan dentro de sus progra-mas de formación para garantizar una educación formal con la que puedan vincularse a un empleo.

“Lo más importante para la Fundación Ernesto Mejía Amaya es garantizar que exista un cambio en el proyecto de vida de los beneficiarios. Para de-terminar la efectividad, creamos una estadística de vinculación laboral o aplicación del conocimiento, la cual está alrededor de 60 por ciento de impacto favorable, lo que significa que nuestra formación ge-nera una transformación en sus vidas”, explica Jorge Iván Varela, su director ejecutivo.

De acuerdo con Varela, la labor de la Fundación tiene una relación directa con el proceso de construc-ción de paz, pues allí se están formando como mano de obra calificada víctimas y victimarios en procesos de reintegración, con el compromiso de generar el impac-to suficiente para asegurar su vinculación laboral.

Según explica este directivo, “si bien es el Estado el que debe propiciar estos mecanismos de inclusión, cuando no es así, las Fundaciones AFE pueden aportar en este proceso, especialmente en la población campesi-

“Las fundaciones AFE tendemos un puente articulador entre las empresas, el sector público, las organizaciones de la sociedad civil y las poblaciones a las que están dirigidas estas iniciativas”: Fundación Chevrolet.

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GENERACIÓN DE OPORTUNIDADES E INGRESOS

na. El reto de estas instituciones es habilitar a quienes no quieren retornar a sus lugares de orígenes, a incluirse en el mercado económico de la ciudad”.

La Fundación Carvajal es otra de las organi-zaciones que le apuesta a la generación de ingresos y oportunidades a partir de la formación integral en oficios. Para ello, cuenta el proyecto ‘Centro de Desarrollo Productivo’ en la ciudad de Cali y en otros municipios del departamento de Valle del Cauca, en donde jóvenes y adultos que viven en comunidades vulnerables reciben capacitación técnica, desarrollo de competencias gerenciales, de emprendimiento y laborales, y temas de desarrollo humano.

El proyecto nació en el año 2005 en el distrito de Aguablanca “con el propósito de contribuir al mejo-ramiento de la capacidad de generación de ingresos y empleo del sector microempresarial de alimentos”, se-gún explica la definición del programa. Posteriormente abrió sus puertas a diferentes oficios, como electricidad, confecciones, carpintería de aluminio, soldadura, siste-mas, arreglo de computadores, entre otros.

Este se desarrolla en alianza con otras institucio-nes, como el Sena y la Fundación Limmat, a través de las cuales es posible ampliar la cobertura. Durante el año 2014, el programa de generación de ingresos apoyó a 758 personas en fortalecimiento empresarial y formación para el trabajo en Cali y Buenaventura.

Para Roberto Pizarro, presidente ejecutivo de la Fundación Carvajal, es claro que este tipo de estrategias “permiten que las familias que son aten-didas se desenvuelvan en un entorno más favorable, propiciando el desarrollo de competencias para la

vida y para el trabajo que les permitan acceder a mejores oportunidades de inclusión y, especialmente, de generación de ingresos”.

Por otra parte, la Fundación Propal también ha trabajado en la línea de generación de ingresos a tra-vés de la educación, con el convencimiento de “una comunidad protagonista de su propio proceso de desarrollo y que cuente con estos mínimos recursos, estará en capacidad de construir paz”.

Eduardo Posada Corpas, director ejecutivo de la Fundación Propal, explica que en el área de educación ofrecen opciones de formación para el trabajo y sano aprovechamiento del tiempo libre para niñas, niños y jóvenes. “Es una manera de alejar a esta población de las actividades violentas, a la vez que se preparan para su futuro laboral y profesional”, asegura el directivo.

En una de las sedes de la Fundación Propal, ubicada en el municipio de Guachené (Cauca), continúan ofertando carreras técnicas y tecnológicas conjuntamente con la seccional Cauca del Sena. Estas carreras, entre las que figura administración, aportan a los estudiantes competencias laborales integradas al trabajo productivo y contribuyen a la reformulación de sus proyectos de vida, facilitando su proceso de desarrollo personal, familiar y social.

En la misma dirección, la Fundación Fanalca cuen-ta con una línea de acción orientada a la capacitación, la cual tiene como premisa que es posible lograr el cambio en la calidad de vida de las personas y, por lo tanto, en las comunidades, a través de la formación para el traba-jo, potenciando las habilidades y brindando oportunida-des para que jóvenes y mujeres mejoren sus ingresos.

Accediendo a capacitaciones en panadería, téc-nicas de bar y mesa, cocina nacional e internacional, bisutería y sistemas, entre otros, 124 personas han encontrado oportunidades para generar ingresos. Este es el caso de Diana Arayón, beneficiaria del proyecto ‘A ganar’ de la comuna 20 de Cali, una mujer que gracias a la formación recibida y a la oportunidad de realizar una práctica laboral, ahora cuenta con un trabajo estable que le permite garantizar unas mejo-res condiciones de vida para ella y para su familia.

Estos procesos de formación, que le aportan al país gracias al impacto que tienen en la calidad de vida de sus habitantes, contribuyen a la construcción de territorios en los que existen oportunidades para todas las personas, disminuyen la desigualdad y a su vez aumentan la autonomía de las comunidades, re-duciendo los escenarios de violencia e injusticia social.

Encadenamiento productivo exitosoArticulando a los habitantes a las cadenas de valor de las compañías que representan, las Fundaciones AFE han empezado un camino para mejorar las oportunidades y la calidad de vida en las comunidades en donde operan.

En algunos municipios del Tolima (Payanadé y El Guamo), Norte de Santander (Cúcuta), Quindío (Ar-menia y Tebaida) y Cundinamarca (Apulo), la Funda-

La educación financiera es una de las estrategias

implementadas por las Fundaciones

AFE para generar oportunidades e ingresos en las comunidades.

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ción Cemex se enfoca en solucionar dos anhelos del ser humano: trabajo y tenencia de casa propia.

Por medio del programa ‘Bloqueras Solidarias’, la Fundación Cemex busca contribuir a la erradicación de la pobreza extrema en Colombia, trabajando con familias de ingresos inferiores a dos salarios mínimos para que mejoren o construyan sus viviendas con bloques de concreto que ellas mismas producen.

La Fundación Cemex provee la capacitación, la maquinaria y la materia prima para que las personas se sumen a este encadenamiento productivo. Como resultado, la mitad de los bloques producidos son propiedad de las familias beneficiarias, mientras el 50 por ciento restante es utilizado por el proyecto para su comercialización, lo que genera algunos ingresos que garantizan el sostenimiento de la iniciativa.

Mariana Jaramillo Thomas, Gerente de Desa-rrollo Sostenible, Comunicación y Asuntos Corpo-rativos de Cemex Colombia, explica que el proyecto “involucra a las comunidades directamente con su desarrollo, brindando la posibilidad a decenas de familias de autoemplearse”.

De acuerdo con Jaramillo Thomas, mejorar las condiciones de habitabilidad de las familias colombia-nas en condiciones de vulnerabilidad no solo contribu-ye a un bienestar inmediato, sino que permite construir hogares más dignos y con ello a mejorar otra serie de aspectos que pueden generar violencia intrafamiliar, como el hacinamiento. Además, tener un hogar en buenas condiciones permite a las familias proyectarse y evaluar otras posibilidades de generación de ingresos.

En esta misma dirección, la Fundación Cemex cuenta con el programa ‘Patrimonio Hoy’, por medio del cual, desde al año 2005, más de 15 mil familias co-lombianas de estratos 1, 2 y 3 se han beneficiado a través de la construcción o el mejoramiento de sus viviendas.

Con este programa, las familias reciben asesora-miento en construcción, un congelamiento en los precios de los insumos, acceso a materiales de construcción, fa-cilidad en los puntos de pago y el soporte necesario para cumplir su sueño de construir una vivienda de calidad.

Entre los testimonios recogidos por la Fundación Cemex se encuentra el de Luis Pineda, beneficiario de la ciudad de Bogotá, quien asegura que “estoy muy con-tento con el programa, empecé con un lote y después de dos años tengo una casa de dos pisos, con un local en el primero”, por lo que el programa, además, le dio la posibilidad de generar nuevos ingresos en su vivienda.

Por su parte, la Fundación Surtigas se impuso como meta mejorar la calidad de vida de poblaciones

en condiciones de vulnerabilidad social y económica con el programa ‘Jóvenes con Valores Productivos’, que se centra en tres ejes: educación, empleabilidad y fortalecimiento del tejido social.

El primero ha educado en valores productivos a jóvenes en Bolívar, Córdoba y Sucre, en donde 140 personas se formaron como Técnicos Instaladores de Redes de Gas y luego se vincularon a Surtigas o a su red de empresas contratistas.

Desde 2011, bajo la modalidad de la creación y fortalecimiento del emprendimiento, ha beneficiado a 950 jóvenes en Bolívar, Córdoba y Sucre, quienes mejoraron sus ingresos y su calidad de vida con la puesta en marcha de unidades de negocio.

“La Fundación ha asumido el compromiso de generar bienestar y desarrollo a la comunidad, bajo criterios de equidad, propiciando oportu-nidades y acciones de gran impacto y retorno social”, explica María Claudia Trucco, directora de la Fundación y líder de RSE de Surtigas.

Una inversión de más de 3.500 millones de pesos ha garantizado la participación de 1.000 jóvenes de la región Caribe, miembros de comunidades rurales en condición de pobreza extrema, desplazados por el conflicto armado y madres cabeza de hogar.

En esta misma dirección, la Fundación Manuel Mejía implementa programas de educación que es-tén cercanos a las necesidades del sector productivo cafetero en donde se centra su influencia. Los pro-gramas de formación en administración de empresas agropecuarias, producción de café, gestión integral, administrativa y financiera, seguridad alimentaria, entre otros, responden a la necesidad de continuar

“La generación de oportunidades para las comunidades más vulnerables es la mejor forma de generar desarrollo y avanzar hacia una paz sostenible": Fundación Bavaria.

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formando a las personas que se encuentran en el entorno próximo a la producción cafetera.

“La educación en este caso va de la mano con la generación de ingresos, pues buscamos que los cafete-ros desarrollen proyectos productivos viables y maxi-micen las posibilidades, con base en el contexto en que viven. Así, la Fundación prepara a las personas para unas nuevas oportunidades”, asegura Margarita Buitrago, directora de la Fundación Manuel Mejía

Sectores con potencialEn las comunidades más necesitadas, las Fundacio-nes AFE han detectado sectores de la población que trabajan alrededor de un mismo negocio y que, con el acompañamiento y la asistencia técnica, pueden multiplicar su productividad.

Una de ellas es la Fundación Grupo Familia, que se ha propuesto dignificar la labor del reciclador, in-tegrante de un gremio que se mueve en un sector que debe lidiar con cerca de 25.000 toneladas de residuos sólidos por día, según señala la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios (SSPD).

Para este segmento poblacional busca mejorar su calidad de vida mediante el acompañamiento y gestión de unidades productivas de reciclaje como bodegas pertenecientes a asociaciones y coopera-tivas, en donde se provee maquinaría, transporte y formación a líderes recicladores.

Este plan cobró vida en el 2008 y hoy cubre municipios en Antioquia, Cundinamarca, Valle del Cauca, Cauca, Cesar, Sucre, Atlántico y en algunos barrios de Bogotá, donde el reciclaje no es un negocio rentable por los costos y volúmenes de residuos. Así mejoran la calidad de vida de más de 1.600 recicladores, dándoles apoyo en la gestión

empresarial, y además ofreciéndoles el acceso a otros proyectos en educación, alimentación, salud, recreación y vivienda.

María Adelaida Pérez, directora ejecutiva de la fundación y y gerente de desarrollo organizacional del Grupo Familia, afirma que su respaldo a los recicladores “contribuye a la superación de brechas donde la vulnerabilidad y el desequilibrio en las opor-tunidades son la constante. En la medida en que esta población se incluya efectivamente en los procesos económicos del país, estará más alejada de las diná-micas de violencia y delincuencia”.

Entre los resultados más destacados se encuentra el desarrollo de la capacidad económica y social en más de 13 Unidades Empresariales de Reciclaje (UDER) en área urbana y cuatro proyectos medioambientales en área rural, que agrupan a personas que tienen como oficio el reciclaje. “Para 2018, esperamos tener más de 20 UDER auto sostenibles”, señala Pérez.

En el norte del país, la Fundación Electricaribe Social también identificó un grupo de habitantes con mucho que aportar en elgremio de los electricistas. Una nueva vida, lejos de la informalidad y el riesgo para la salud que implican las instalaciones fraudu-lentas, tienen ahora los beneficiarios del programa ‘Reiniciar’ de esta organización.

Silvia Cayón Ayub, directora ejecutiva de esta Fun-dación, explica que se trata de un espacio de formación académica en instalación de redes eléctricas internas para personas de estratos 1 y 2 que realizan el oficio informalmente. “Con los conocimientos adquiridos y la certificación que se entrega, las personas tienen nuevas oportunidades para abrirse camino en el mundo laboral y mejorar sus condiciones de vida y las de su familia”, señala. ‘Reiniciar’ forma parte de la línea de interven-

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ción a proveedores, a través de la cual la Fundación se ha propuesto educar a los llamados ‘marañeros’ para evitar que realicen empalmes eléctricos y reconexio-nes ilegales cuando buscan ingresos.

“Estas personas tienen la oportunidad de adqui-rir una acreditación que los habilita para acceder a oportunidades formales de trabajo, a la vez que los aleja de la práctica de actividades que ponen en riesgo su vida”, afirma la directiva.

Adicionalmente, el proceso de formalización y educación de quienes buscan ingresos con prácticas informales desestimula y evita que los ciudadanos recurran a vías de hecho como método para suplir sus necesidades básicas.

Hasta la fecha, más de 300 personas se han forma-do como operarios en instalaciones eléctricas gracias al programa Reiniciar. Esta iniciativa, creada en 2004, se ha implementado con éxito en Barranquilla, Cartage-na, Santa Marta, Montería, Riohacha y Valledupar.

Con la capacitación, los nuevos operarios tienen oportunidad de generar ingresos por medio de su incorporación productiva al trabajo formal, mejorar su calidad de vida y dignificar su ejercicio laboral.

A partir de esta experiencia, y otros programas como Hogares Eficientes, orientado a capacitar las familias para que reconozcan las ventajas de las instalaciones adecuadas, la Fundación Electricaribe destaca las bondades del trabajo en red.

“Cuando desarrollamos programas orientados al uso responsable y seguro de la energía eléctrica, es difícil lograr el compromiso de los habitantes de las zonas subnormales de la región Caribe, que acostumbran a hacer uso del servicio de manera ilegal y que se niegan a la normalización de redes previendo el compromiso de pago del servicio, por lo que estos proyectos han ayuda-do a combatir esta situación”, explica la directiva.

En la ciudad de Barranquilla, la Fundación Puer-to de Barranquilla (Fundaport), también trabaja para potenciar la actividad productiva de los habitantes del sector de Los Tres Postes en el barrio Rebolo, en

donde varias familias se dedican a la fabricación de estibas nuevas y recicladas.

Como explica Vanessa Danies Urquijo, directora ejecutiva de Fundaport, el objetivo de este proyecto es “generar capacidades y nuevos conocimientos para contribuir al fortalecimiento y crecimiento exponen-cial de las unidades productivas de estibas contribu-yendo a elevar el desarrollo social y económico de la población hacia una vida digna”.

Para lograrlo, capacitan a los estiberos en orga-nización contable para que sus costos sean eficientes y construyen un tejido social en el que las diferentes familias puedan actuar como una asociación y no como una competencia.

La existencia de un conflicto armado de tan larga duración y la ausencia de la paz, ha sido uno de los grandes obstáculos para la inclusión económica y el desarrollo productivo constante en el país. Además, “ha sido uno de los factores más desestabilizadores del entorno de las operaciones empresariales”, como explica María Victoria Llorente, directora ejecutiva de la Fundación Ideas para la Paz.

Promover negocios inclusivos, fomentar los empren-dimientos y educar financieramente a los colombianos forma parte de este proceso de incluir en la economía para generar un valor compartido, que como fin último debe propiciar un escenario ideal para la superación de los conflictos internos. De esta forma, el impacto se multiplicará, pues un país en paz es el mejor escenario para el desarrollo económico y social.

“Las Fundaciones AFE somos un aliado del Gobierno nacional en la lucha contra las trampas de la pobreza y en la construcción de escenarios de paz, a través de la generación de ingresos y oportunidades”: Fundación Surtigas.

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EDUCACIÓN

Convencidos que la educación otorga el poder a niñas, niños y jóvenes de transformar su presente y su futuro, las Fundaciones AFE tienen dentro de sus prioridades fortalecer la calidad, el acceso y la inclusión para complementar una formación más integral.

“La educación es el motor de desarrollo por excelencia. Es un instrumento claro de nivelación social, que abre las puertas del saber y de la convi-vencia pacífica, y debe llegar a todos los ciudadanos de nuestro país”. Con estas palabras, las directivas de la Fundación EPM ratifican la labor que realizan las fundaciones AFE en torno a mejorar la oferta educativa que reciben cientos de niñas, niños y jóve-nes a lo largo y ancho de Colombia.

Para las fundaciones AFE, la educación es uno de los factores determinantes para el desarrollo de los individuos y las comunidades, y además, una cla-ra estrategia para alcanzar el objetivo de disminuir la desigualdad social y a partir de ello, la pobreza.

Hace más de cinco años el Gobierno comenzó a impulsar el Pacto Nacional por el Mejoramiento de la Calidad Educativa bajo la premisa de que “no es posible pensar en prosperidad si no comenzamos a hablar de educación”, una tarea en la que las Funda-ciones AFE han adquirido experiencia y aprendido lecciones para generar mayor impacto social.

Con sus obras, acciones y estrategias de tiempo atrás y como una apuesta de largo plazo, las funda-ciones AFE que trabajan en pro de la educación y el uso adecuado del tiempo libre han estado compro-metidas con la formación integral como condición indispensable para formar mejores seres humanos, ciudadanos con valores éticos, respetuosos de lo público, que ejercen los derechos humanos, cumplen con sus deberes y conviven en paz.

UN MOTOR PARA TODA LA VIDAEDUCACIÓN,

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Las fundaciones trabajan con la convicción de que la educación genera oportunidades legítimas de progreso y prosperidad y, cuando es competitiva y pertinente, contribuye a cerrar brechas de inequidad. Un trabajo silencioso que se ejecuta desde diferentes frentes de acción para contribuir al mejoramiento de la calidad de la educación.

Para las Fundaciones AFE, la educación, más allá de un programa o proyecto puntual, se entiende como un fin en sí mismo, cuyo impacto significativo está en el fortalecimiento de las capacidades de niñas, niños y jóvenes. Se trata de una apuesta a futuro que se enfoca en proveer mejores oportunidades, capaci-dades y competencias para la vida adulta.

Incluir a quienes han estado excluidos histórica-mente de la escuela, disminuir la deserción escolar, implementar programas para convertir a los maestros en verdaderos agentes de cambio y construir escuelas con modelos pedagógicos innovadores, son algunas de las líneas de trabajo definidas por las fundaciones.

Estos esfuerzos, cuyas historias, metodologías y resultados se relatan a continuación, son enormes aunque a veces parecen gotas en un océano de necesi-dades de formación de capital humano, en momentos en que el país se ha empeñado en que la prosperidad sea una realidad para todos.

Maestros, gestores del cambioAl interior de las aulas, son los docentes quienes tienen el poder para construir el conocimiento y también para facilitar y generar cambios en el contexto educativo. Al oficio de enseñar lo acompañan tareas indispensables como lo son el gestar valores, promover nuevas prácticas para vincular a todos los estudiantes, e incluso ir más allá

de los conocimientos técnicos, para educar en el ser, el saber y el hacer en capacidades esenciales para formar ciudadanos constructores de paz.

Como eje del compromiso con el mejoramiento de la calidad de la educación de la Fundación Empresa Privada Compartir se encuentran los maestros, pues la experiencia les ha mostrado que es necesario trans-formar la escuela a partir de la labor de los profesores, tal como plantea el estudio ‘Tras la excelencia docente. Cómo mejorar la calidad de la educación para todos los colombianos’, publicado por la Fundación en el 2014.

“Con la certeza de que el docente es un factor determinante en la calidad de la educación, creamos el Premio Compartir al Maestro, para reconocer y aportar a la labor de los educadores que desarrollan proyectos pedagógicos transformadores”, señalan los directivos de la Fundación Empresa Privada Compartir.

Más de 25 mil postulaciones han sido recibidas durante los 15 años que han pasado desde que se gestó este reconocimiento. De estos, alrededor de 300 maestros han sido premiados. Además, desde el 2012, se entrega el Premio Compartir al Rector, en el que se han recibido cerca de mil postulaciones.

Para la Fundación Compartir, “el compromiso con una paz sostenible se hace evidente en nuestra visión de construir un país más equitativo, creando

Un maestro formado integralmente influye en la calidad del aprendizaje de sus estudiantes. Eso lo saben las Fundaciones AFE que le apuestan a la formación docente.

“Es fundamental alcanzar sinergias entre las Fundaciones AFE para trabajar en conjunto promoviendo políticas educativas que contribuyan al camino que queremos recorrer”: Fundación Compartir.

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capacidades y generando oportunidades. La educa-ción es la herramienta más efectiva para cerrar las brechas de inequidad existentes”.

Es por esto que han enfocado su trabajo en pro-mover programas para garantizar un sistema educati-vo en el que todos los colombianos reciban educación de la más alta calidad, en aras de alcanzar la equidad y el progreso del país. “Entre los compromisos para construir la paz, es necesario crear espacios para fa-cilitar el diálogo entre los diferentes actores alrededor de la educación, para generar un trabajo conjunto y alinear los esfuerzos en esta dirección”, concluyen los directivos de esta fundación.

Con su proyecto ‘El líder en mí’, la Fundación Terpel también le apuesta a la formación de los do-centes de los colegios de primaria para que incorpo-ren en el aula actividades que inviten al liderazgo y a la transformación del día a día en la escuela.

El modelo pedagógico se basa en siete hábitos de gestión, entre los que se encuentran ser proactivo y empezar con el fin en la mente, con los cuales se busca formar a directivos y docentes en liderazgo e

implementarlos de manera transversal en el currículo de instituciones educativas oficiales. En el 2014, este proyecto se vinculó a cuatro Secretarías de Educación a través de 63 colegios públicos, en donde se formó a 301 maestros y 60 rectores, impactando indirecta-mente a una población de 48.834 estudiantes.

En la línea de formar y capacitar a los miembros de la comunidad educativa, la Fundación Terpel tam-bién desarrolla el programa ‘Escuelas que aprenden’, mediante el cual se fomentan temas como liderazgo, trabajo en equipo, autoevaluación institucional, plan de mejoramiento, diseño curricular y estrategias pe-dagógicas para mejorar la enseñanza de matemáticas y lenguaje en niños de primaria.

“Desde la Fundación Terpel creemos que la edu-cación es el elemento fundamental para el desarro-llo, la movilidad social y la equidad. Es un vehículo universal para apoyar en la formación de las perso-nas, que son, en últimas, quienes con sus actuaciones construyen una sociedad más pacífica y menos violen-ta”, asegura Marybell Gutiérrez, jefe de programas de educación de la Fundación Terpel.

La Fundación Proantioquia, en su línea de Calidad de la Educación, también realiza una apuesta hacia el fortalecimiento del rol de los maestros como gestores de las transformaciones en la escuela. Este trabajo se lleva a cabo de la mano con entidades públicas y privadas, “como las Secretarías de Educación de Medellín y An-tioquia, lo cual garantiza el mayor aprovechamiento de los recursos y evita la duplicación de esfuerzos”.

Entre las iniciativas apoyadas por Proantioquia para fortalecer el ser y el hacer de los maestros y de los directivos docentes se encuentran los programas ‘Ser + Maestro’ y ‘Rectores Líderes Transforamadores’. El pri-mero, se adelanta desde el año 2007 en los departamen-tos de Antioquia, Cauca y Boyacá, y tiene como objetivo formar en herramientas de comunicación, trabajo en equipos de alto desempeño, liderazgo, pedagogía del afecto, gestión de proyectos y gestión escolar, entre otros.

Según explican los directivos de la Fundación Proantioquia, “en el día a día la organización realiza una construcción de procesos y prácticas para incidir en

una región más equitativa a través del mejoramien-to de la calidad de la educación, lo que aporta

directamente a la paz”.Por su parte, el programa ‘Recto-

res Líderes Transformadores’ busca que los directivos docentes de las

instituciones educativas cuenten con herramientas de liderazgo que les permitan ser agentes de

“La educación es el motor de desarrollo por excelencia, que abre las puertas del saber y de la convivencia pacífica": Fundación EPM.

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transformación en las comunidades escolares. “Si un rector es formado integralmente como excelente ser humano y líder transformador, su labor se verá reflejada en la calidad del aprendizaje de los estu-diantes”, señala la ficha del programa.

Con estos programas, las fundaciones AFE buscan fortalecer y garantizar la formación y el liderazgo de los docentes, una tarea cuyos resultados están directamente vinculados con la calidad de los colegios en Colombia. Un maestro capacitado y con las herramientas para transformar la escuela es un actor fundamental en el proceso de construir la paz y abrir nuevas ventanas de posibilidades para las niñas y los niños en el país.

Transformando desde los cimientosDentro de las Fundaciones AFE, una de las estrate-gias para transformar la educación y convertirla en un medio para alcanzar la paz y el desarrollo, ha sido la construcción de instituciones educativas propias con modelos diferenciadores para resolver necesida-des de acceso y calidad educativa.

En esta línea, la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla, cuenta con dos instituciones edu-cativas en los municipios de Florida y Zarzal, área de influencia del Ingenio Riopaila Castilla. Allí imple-mentan un modelo pedagógico de formación para el trabajo con espíritu empresarial y énfasis técnico, el cual busca ofrecer una educación que permita, simul-táneamente y desde preescolar, forjar un proyecto de vida en lo personal y lo productivo.

A partir de su trabajo con estos dos centros edu-cativos propios, la Fundación profundizó sus conoci-mientos y experiencia, lo que le permitió convertirse en un actor clave para el desarrollo de la política pública en materia educativa para los municipios

Florida, Pradera y Zarsal. Esto es, para Ana Milena Lemos, directora ejecutiva, el aporte más significativo en el ámbito comunitario.

Por su parte, con la administración de tres insti-tuciones educativas oficiales, entregadas en concesión por la Secretaría de Educación del Distrito, la Funda-ción Empresa Privada Compartir también implemen-tó un modelo institucional para garantizar un servicio educativo de alta calidad a niñas, niños y jóvenes de escasos recursos económicos de la ciudad de Bogotá.

Adicionalmente, y como aporte al mejoramiento de los espacios escolares, Compartir, en alianza con diferen-tes entidades del sector público y privado, ha construido 62 jardines infantiles y colegios con el objetivo de apoyar los procesos de aprendizaje de niñas, niños y adoles-centes en Bogotá, Cali, Cartagena, Chía, Chipaque, Fómeque, Guayabetal, Medellín, Montenegro, Pereira, Quetame, Soacha y Viotá, entre otros municipios.

Dentro de este modelo educativo, la Fundación Compartir realizó una alianza con la Fundación Tiempo de Juego para ofrecer a los estudiantes espacios adecuados para ocupar su tiempo libre en la práctica deportiva como aporte para la construcción de una paz sostenible en el país.

Con las premisas y la metodología utilizada por el modelo Fútbol por la Paz, transferida de la organiza-ción Tiempo de Juego, la Fundación Compartir busca que los encuentros deportivos y las demás actividades generen entornos atractivos de diálogo y convivencia para quienes han sido víctimas de la exclusión social, el marginamiento y la escasez de oportunidades de crecimiento y desarrollo para ellos y sus familias.

Así, estas dos fundaciones contribuyen a aumen-tar la oferta educativa y a mejorar el acceso, tanto en poblaciones rurales como en barrios vulnerables de la

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capital del país, con el propósito de sumarse a la cons-trucción de un país en paz a través de la generación de oportunidades en educación.

Otras organizaciones no han creado institucio-nes propias, pero se han comprometido en alianzas público-privadas para transformar la educación pública en las regiones donde operan. Este es el caso de la Fundación Cavelier Lozano, una institución que “está convencida de que las transformaciones sociales se logran a través de esta vía, que aunque es la de más largo plazo, es la única que asegura que se está construyendo sociedad y país”, afirma Pilar Noriega, coordinadora general de la Fundación.

En el municipio de Cajicá, en donde se concen-tra el 80 por ciento de la operación de la compañía Alquería, esta Fundación trabaja por el mejoramien-to de la calidad de la educación en conjunto con

diferentes actores, como la Alcaldía Municipal, la Gobernación de Cundinamarca, la Universidad de los Andes y la Fundación Nutresa, entre otros.

Con esta intervención conjunta se impacta la educación que reciben ocho mil estudiantes y el trabajo que desarrollan 325 maestros y 22 directivos docentes en seis instituciones educativas. La gestión de estrategias da como resultado iniciativas para mejorar la calidad y per-tinencia del currículo en el aula, así como para integrar los temas de convivencia y para promover actividades para el uso y aprovechamiento del tiempo libre.

Como explica Pilar Noriega, “esta fundación se creó con el espíritu de aportar a la educación pública del país, porque es ahí donde germinan las posibili-dades de una verdadera transformación social basada en la generación de oportunidades”.

Que esta transformación social logre generarse desde los cimientos es uno de los propósitos de la Fundación Sociedad Portuaria de Santa Marta, la cual tiene como responsabilidad la administración de tres hogares infantiles del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en los barrios Bastidas y Gaira, y en el corregimiento de Taganga, alianza de la que se benefician 300 niñas y niños de la primera infancia

“Es un gran reto que la nueva generación crezca con valores que sean útiles para la comunidad, por lo que en estas instituciones inculcamos y formamos precisamente para que aporten a un mejor país. La educación es nuestra principal arma para contra-rrestar cualquier distención que exista en nuestra sociedad”, asegura Yolanda Mendoza, directora ejecutiva de esta Fundación.

Incluir a los excluidos, un derecho y un deberConstruir la paz es un proceso de inclusión de todas y todos los ciudadanos, sin lugar a ningún tipo de discriminación por etnia, religión, color de piel, gé-nero, capacidades o condición social. Esta tarea debe surgir desde las instituciones locales, las empresas y las escuelas que en el día a día son las que asumen la misión de integrar a los individuos a la sociedad.

Una escuela incluyente es un lugar que enseña y construye desde la diferencia. Sin embargo, históricamente las instituciones educativas no siempre han contado con modelos pedagógicos que respondan a estas realidades, un desafío en el que las fundaciones AFE han podido contribuir con su aporte para satisfacer las demandas de la inclusión educativa.

“El compromiso como organización es contri-buir al cierre de las brechas de inequidad del país, que sin duda son fuente de conflicto y violencia, a través de procesos de inclusión donde se reconozca, valore y asuma la diversidad”, afirma Soraya Mon-toya, directora de la Fundación Saldarriaga Concha, entidad que a lo largo de más de 40 años de labores ha beneficiado a más de mil instituciones públicas y privadas y cerca de un millón de personas.

“Nuestra principal arma para contrarrestar cualquier distención que exista en la sociedad es la educación”: Fundación Sociedad Portuaria de Santa Marta.

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De acuerdo con cifras de la Fundación, “el acceso a la educación de personas con discapacidad es alar-mante: mientras 85 por ciento de la población entre los 6 y los 11 años accede a la educación, solamente el 27,4 por ciento de la población con discapacidad en esta edad lo hace y tan solo el 5,4 por ciento puede acceder a una educación superior”.

A través de los programas de la entidad, que componen la línea de educación incluyente y desde una perspectiva de diversidad, la Fundación pro-mueve el acceso y la permanencia de estudiantes con discapacidad en todos los niveles educativos y en igualdad de condiciones.

En la actualidad, como parte de esta línea de lide-razgo en educación inclusiva, la Fundación Saldarriaga Concha desarrolla un proyecto para acompañar a 18 instituciones educativas ubicadas en Cali, Buenaventu-ra, Sucre y Bolívar, en aras de fomentar buenas prácti-cas para la atención de los estudiantes discapacitados.

Para la Fundación Saldarriaga Concha, el traba-jo por una Colombia incluyente comienza desde la primera infancia, con el fin de atenuar los impactos desfavorables sobre su calidad de vida. En ese senti-do, la formación de los docentes, el acompañamien-to a las instituciones para atender la diversidad en el aula, así como la movilización y toma de conciencia por parte de la comunidad educativa, generan valor para una sociedad que se encuentra en proceso de construir una paz duradera.

La escuela para todosEn la misma dirección de crear una escuela incluyen-te para generar igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos y aportar a la construcción de la paz se encuentra el trabajo de la Fundación Dividendo por Colombia, que actúa como ente articulador entre el Estado, la sociedad civil y otras organizaciones

ejecutando programas que permiten a niñas, niños y jóvenes en condiciones de vulnerabilidad “adquirir las herramientas y competencias para incorporarse en la vida social y productiva del país”.

La Fundación Dividendo por Colombia tiene claro por qué apostarle a la formación para cons-truir un país diferente. “En el año 2002, la Junta Directiva definió este enfoque porque estamos con-vencidos, junto a los cientos de empresarios que nos apoyan, de que la educación es el motor de cambio más trascendental para una sociedad y de que es lo único que va a permitir que el país progrese. Una nación donde los niños no pueden ingresar o culmi-nar su primaria o su bachillerato no tiene opciones para el futuro”, aseguran sus directivos.

Los programas ‘Procesos básicos’ y ‘Acelera-ción del aprendizaje’ son modelos flexibles para que los niños aprendan a leer, escribir y puedan ser promovidos a secundaria y posteriormente terminar el bachillerato, lo que representa una segunda oportunidad para quienes, por diversidad de razones, ingresaron fuera de tiempo a la escuela, desertaron en el camino o tienen alguna condición especial que dificulta su permanencia en las institu-ciones educativas.

“La población con la que trabajamos son niños que no accedieron al sistema educativo, desertaron o están en riesgo de desertar. Muchos son jóvenes que están en extra-edad para su nivel escolar, o, por ejemplo, que no saben leer y escribir y por esto el sistema oficial tiene dificultades para insertarlos en las aulas regulares”, explican lo directivos de la Fundación Dividendo por Colombia.

En alianza con las Secretarías de Educación en más de 130 municipios del país y en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla, esta fundación implementa sus programas en aras de garantizar que

Con su trabajo, las Fundaciones AFE

ayudan a construir la escuela como un escenario

de inclusión, respeto y diversidad.

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los niños vuelvan a la escuela y puedan permanecer hasta culminar sus estudios.

“Lo que estamos haciendo es restituir el derecho a la educación a una población de 160 mil beneficia-rios anualmente. Muchos de ellos son niños víctimas del desplazamiento forzado, vivieron el reclutamiento de menores o son hijos de combatientes y excomba-tientes reinsertados, que por las dinámicas del conflic-to vieron alterada la garantía de este derecho. Es una apuesta de paz y reconstrucción del tejido social”, señalan los directivos de Dividendo por Colombia.

Según el análisis que ha llevado a cabo esta Fun-dación, desde hace más de una década de la imple-mentación de estos programas es definitivo que tanto para las Alcaldías como para el sector privado social el primer riesgo para que un niño o joven pueda vin-cularse a grupos delincuenciales es que esté desescola-rizado. “Que ingresen al colegio, independientemente de las circunstancias por las que lo hagan en tiempos distintos a otros niños, es un factor de protección para la vinculación al conflicto”, concluyen.

Uno de los aliados en este proceso es la Fundación Bancolombia, con la cual, gracias a los aportes de los empleados de la compañía matriz, fue posible abrir 98

aulas de ‘Procesos básicos’ y 197 de ‘Aceleración del aprendizaje’ en el año 2013, con una inversión supe-rior a los cuatro mil millones de pesos.

Garantizar que la escuela sea efectivamente un es-cenario de puertas abiertas para todos los ciudadanos, sin importar su edad, es una apuesta educativa por la paz y el desarrollo. Es por esto que la Fundación Smur-fit Kappa Colombia se ha propuesto brindar oportuni-dades de formación a los adultos desescolarizados que viven en municipios de sus zonas de influencia.

En los departamentos del Cauca y Valle del Cauca, y en el Eje Cafetero, esta fundación apoya los procesos educativos de trabajadores forestales y de poblaciones que habitan en cercanías a las plantaciones de su casa matriz. A la fecha, hay 867 adultos vinculados, quienes encuentran en la educación el poder para construir nue-vas oportunidades y demostrar que nunca es tarde para vencer los obstáculos y superarse a sí mismo.

Educación superior, el desafío en la agenda públicaEn las últimas décadas, el país ha avanzado significa-tivamente en garantizar la cobertura en el acceso a educación preescolar, básica y media. Si se trata de generar una verdadera transformación en las condi-ciones actuales, entonces el mayor reto es garantizar que los miles de estudiantes que egresan anualmente de las instituciones educativas puedan acceder a una educación superior, en la que se formen considerando un proyecto de vida para garantizar su futuro.

Según cifras del Ministerio de Educación Nacional, en la última década la tasa de cobertura de educación

“La educación es el vehículo universal para la formación de las personas, que son quienes construyen una sociedad más pacífica y menos violenta”: Fundación Terpel.

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superior alcanzó el 37 por ciento en el año 2010. El reto del Gobierno es alcanzar una tasa de 50 por ciento, pues “las posibilidades de desarrollo y bienestar del país dependen de que esta tendencia se mantenga al alza”.

Aunque son esfuerzos limitados a poblaciones pequeñas y provenientes de regiones particulares, las fundaciones AFE también han asumido este desafío, financiando a través de becas y programas la forma-ción universitaria de jóvenes colombianos.

Para incentivar el acceso a educación superior en estudiantes talentosos de escasos recursos, la Funda-ción Bancolombia, a través del programa de becas ‘Sueños de Paz’, ha beneficiado a 580 jóvenes en 29 departamentos del país.

Carlos Raúl Yepes, presidente de Bancolombia, asegura que “el programa es una forma de pensar y actuar que nace de creer que entre menos personas ten-gamos en las esquinas y más personas tengamos con una ocupación que sea buena para su vida, que sea produc-tiva, que le ayude con su talento, habrá menos personas expuestas al narcotráfico, a la violencia y al desempleo”.

En esta apuesta por el acceso a la educación superior también participa la Fundación Belcorp con su programa ‘Mujeres Iluminando Mujeres’, el cual se ejecuta en convenio con 21 universidades del país. Desde 2007 hasta la fecha, más de 800 jóvenes, mu-chas de ellas hijas de consultoras de la Corporación Belcorp, han tenido la oportunidad de estudiar una carrera universitaria o de nivel superior.

En la actualidad, como parte de este programa, hay más de 200 becas activas y se han graduado cerca de 300 profesionales. “Invertimos en la educación de niñas y jóvenes ofreciéndoles acceso a una educación de calidad a través de becas integrales. Creemos que al cambiar el futuro de una niña, estamos cambiando la historia de toda una sociedad”, es la consigna de la fundación para esta línea de acción.

Igualmente, a través del Fondo EPM para la Educación Superior Regional, la Fundación EPM ha financiado a 261 jóvenes con excelencia académica para que accedieran a educación superior a través de un programa de crédito que permite hasta 90 por ciento de condonación del recurso económico asigna-do, según el rendimiento académico.

A ello se suma la alianza AMA con las entidades públicas de Medellín y el departamento y el Instituto para el Desarrollo de Antioquia IDEA, en donde la Fundación EPM ha invertido, entre 2014 y 2015, una suma que asciende a 22 mil millones de pesos, de los 100 mil reunidos por la alianza para benefi-ciar a 10 mil estudiantes, como explica Luz María Pérez, su directora ejecutiva.

De otra parte, la Fundación Mayagüez también contribuye con un programa de becas en la univer-sidad ICESI, el cual consiste en el pago del 100 por ciento de la matrícula en esta institución universitaria y una asignación mensual, equivalente a un salario mínimo mensual, para que el estudiante cubra los

costos de manutención. Por su parte, la universidad suministra alimentación, facilita libros y realiza un seguimiento académico y psicosocial para garantizar el buen desempeño del estudiante. El programa be-neficia a 11 jóvenes que cursan estudios en Medicina, Química Farmacéutica, Biología, Ingeniería Indus-trial, Ingeniería de Sistemas y Diseño Multimedia.

En Buenaventura, una de las ciudades donde las posibilidades de acceso a la educación superior son considerablemente más limitadas, la Fundación Sociedad Portuaria Regional de Buenaventura Fabio Grisales Bejarano contribuye con la generación de más oportunidades para los jóvenes de la región para acceder a la educación superior.

“Estamos convencidos de que a través de la educación se promueve el desarrollo integral de las personas para que sean miembros activos de la socie-

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dad y ejerzan una ciudadanía de manera propositiva, convirtiéndose en elementos claves para mejorar los índices de desarrollo humano. Una comunidad educada propone cambios en el contexto del diálogo y para el reconocimiento de la diversidad, necesarios para la cons-trucción de una paz sostenible”, asegura Andrés Ramí-rez, gerente social de la Fundación Sociedad Portuaria Regional de Buenaventura Fabio Grisales Bejarano.

Según Ramírez, “en cerca de 20 años, la Funda-ción ha graduado a más de 500 jóvenes de Buenaven-tura en instituciones de educación superior, transfor-mando las condiciones económicas de sus familias”.

Un contexto similar, en el que abunda la pobreza, la violencia y la desigualdad, se encuentra en el área de influencia de la Fundación Cerro Matoso, en el departamento de Córdoba. Allí, esta Fundación ha asumido como una de sus principales rutas de trabajo el fortalecimiento de la educación, en aras de lograr un progreso para la región.

Con recursos de la Fundación, así como de los empleados de la empresa Cerro Matoso y de la misma compañía, la Fundación invierte en un Plan de Apoyo Educativo por medio del cual se otorgan becas a estudiantes de la región para que puedan ingresar a una universidad.

En el año 2014, la fundación benefició a 27 jóvenes del Alto de San Jorge con estas becas de educación superior y se espera que para 2015 este número ascienda a 32. “Con este y otros proyec-tos en instituciones educativas, le apuntamos a un tema clave que es la educación, que definitivamen-te es la única forma en que muchos jóvenes pueden tener una visión distinta sobre el futuro y dejar el pasado de la violencia de la región atrás”, señala Luis Fernando Caldera, director ejecutivo de la Fundación Cerro Matoso.

A través del programa ‘Talentos excepcionales’, la Fundación Cavelier Lozano también facilita el ac-ceso a fondos de becas. Pero su trabajo va mucho más allá, pues convoca a estudiantes desde noveno grado para que inicien un proceso de formación y prepara-ción para la educación superior. El propósito es que este acompañamiento se vea reflejado en la definición del proyecto de vida y en unos excelentes resultados académicos en las pruebas de Estado.

Cada uno de estos programas suma en el objetivo de aumentar la cobertura de la educación superior, en aras de que en estos espacios de formación del co-nocimiento los jóvenes colombianos puedan adquirir más y mejores herramientas para la construcción del presente y el futuro del país.

Por una educación más pertinenteCon la puesta en marcha de las centrales didácticas en el distrito de Aguablanca, Cali, la Fundación Carvajal se enfoca en el fortalecimiento de la calidad educativa

Las Fundaciones AFE que le apuestan a la educación superior contribuyen a combatir la desigualdad y la inequidad, requisitos indispensables para un país próspero y en paz.

“La educación es el motor de desarrollo por excelencia, que abre las puertas del saber y de la convivencia pacífica”: Fundación EPM.

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brindando apoyos pedagógicos para superar algunas carencias y potenciar los talentos de los niños.

Las centrales didácticas ofrecen actividades en arte, cultura, tecnología y educación básica y son espacios a los que pueden acceder niñas, niños y jó-venes en las horas que no se encuentran dentro de la jornada escolar, por lo que fomentan el sano aprove-chamiento del tiempo libre.

Este proyecto, además, se implementa a través de la Asociación Agencia Red Cultural del Distrito de Aguablanca y la Fundación Culturarte, dos organiza-ciones de base que recibieron el acompañamiento de la Fundación Carvajal para fortalecer sus procesos y be-neficiar con su robustecimiento a la misma comunidad.

Por su parte, en la Fundación Manuel Mejía, una de las principales líneas de acción tiene como propósito elevar la calidad y cobertura de la edu-cación en las zonas rurales del país, una labor en la que trabaja mancomunadamente con el Ministerio de Educación Nacional en diversas iniciativas.

Entre ellas, el programa ‘Juventud rural, educación y desarrollo rural’ plantea un modelo educativo más pertinente para la formación de los habitantes en las zonas rurales y los colegios agropecuarios de Colom-bia. De acuerdo con la ficha técnica del programa, este “cuenta con herramientas pedagógicas y didácticas que contribuyen a una educación de calidad que cierra brechas entre las zonas urbanas y rurales del país”.

Este trabajo, que se empezó a desarrollar en con-junto con el Ministerio de Educación en el año 2010, constituye hoy una estrategia nacional en “Formación en Gestión para Docentes y Directivos Docentes de las Instituciones Educativas con Enfoque Agropecuario”.

En alianza con la Fundación Génesis, el modelo se ha implementado en diferentes lugares del país, como Cundinamarca, Arauca, Putumayo, Huila y Cauca. En el 2012 se mantuvo activo en Arauca, en donde se beneficiaron 1.648 estudiantes y 68 docen-tes, pertenecientes a cuatro instituciones educativas.

De esta forma, con una metodología especial, se busca acercar a los jóvenes del campo y ofrecer una educación acorde con su contexto, que les permita potencializar sus conocimientos y apalancar el desa-rrollo de las zonas rurales en Colombia.

En el Urabá antioqueño, las fundaciones Fun-daunibán y Banacol-Corbanacol también cuentan con una línea de acción en materia educativa para mejorar el acceso y la calidad de espacios para la for-mación integral con los que cuentan los pobladores.

De acuerdo con la Fundación Fundaunibán, “nuestro modelo de gestión social expresa que la edu-cación es su prioridad. La considera, más que un fin, el medio por excelencia para la transformación del ser humano y el aprendizaje de la vida en sociedad”.

En este sentido, la fundación fortalece procesos pedagógicos y de infraestructura educativa en insti-tuciones de escasos recursos de la región. Además, desarrolló en la región bananera el Instituto Unibán, el cual brinda una formación integral y educación formal y para el trabajo a jóvenes de la comunidad bananera, además de acompañar a centros educati-vos infantiles en la implementación de experiencias pedagógicas innovadoras.

Para Gabriel Márquez, director de Fundaunibán, estos programas demuestran que la fundación se ha “comprometido con el desarrollo humano integral y sostenible en las comunidades donde hace presencia, incidiendo en la búsqueda de oportunidades y traba-jando en el desarrollo de proyectos de forma participa-tiva que fomentan el fortalecimiento del tejido social y la cohesión de las comunidades, bajo el principio que el Estado y la paz la construimos todos”.

Por su parte, la Fundación Social Banacol-Corba-nacol le apuesta a la formación integral y la adminis-

“Si los niños construyen un proyecto de vida vinculado al desarrollo de sus comunidades sabrán que la alternativa no es la guerra, sino que la oportunidad es la paz": Fundación Grupo de Energía de Bogotá Fo

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tración efectiva del tiempo libre a través de diferentes centros de educación en arte, deporte y temas familia-res entre otros, con el propósito de empoderar a niñas, niños, jóvenes, mujeres y a la comunidad en general que habita en el área de influencia de la compañía.

“La Fundación Corbanacol reconoce la educa-ción y la cultura como los motores transformadores y constructores del tejido social”, asegura Juan Felipe Laverde, gerente de esta fundación, además de agre-gar que cualquier programa o proyecto que desarro-llen en los centros comunitarios debe brindar una formación para la vida, en ciudadanía, convivencia, capacidades y habilidades.

Desde el trabajo de la Fundación Propal, también se proyectan esfuerzos para “ofrecer opciones en for-mación para el trabajo y sano aprovechamiento del tiempo libre para niños y jóvenes, como una manera de alejar a esta población de las actividades violen-tas, a la vez que se preparan para su futuro laboral y profesional”, según señala Eduardo Posada Corpas, director ejecutivo de esta fundación.

En este sentido, la Fundación Propal cuenta con diferentes proyectos para fortalecer las capacidades de niñas, niños y jóvenes en municipios como Guachené, Villa Rica, Puerto Tejada y Caloto, en el departa-mento del Cauca y Yumbo. Algunas de las actividades desarrolladas son el reforzamiento académico y la dotación escolar en escuelas de estas zonas.

Además, en una alianza público-privada con la Fun-dación Carvajal, el Ministerio de Educación Nacional

y las Alcaldías de los municipios de Corinto, Miranda, Toribio, Guachené, Caloto y Puerto Tejada en el depar-tamento del Cauca, la Fundación Propal desarrolla un proyecto de jornada escolar complementaria que benefi-cia a cerca de 4.200 niños y jóvenes entre los 9 y 16 años de edad, de instituciones educativas oficiales

Con este proyecto se busca contribuir al mejo-ramiento de la calidad de la educación, garantizar la permanencia de los niños y jóvenes en el sistema educativo y ofrecer una alternativa para ocupar de forma sana el tiempo extracurricular. Para ello, se desarrollan talleres, programas artísticos, cultura-les, deportivos, medio ambientales y de lenguaje, buscando desarrollar y fortalecer sus competencias como ciudadanos.

Propuestas innovadoras para la educaciónA través del proyecto ‘Palabrario y Numerario’ que se desarrolla en una alianza entre la Fundación Corona, la Fundación Caicedo González Riopaila Castilla, la Fundación Luker, la Fundación Carva-jal y la Fundación Génesis, entre otras institucio-nes, se promueve el desarrollo de competencias en lenguaje y matemáticas en estudiantes y maestros desde preescolar hasta quinto grado.

El entrenamiento con profesores y el trabajo con padres y estudiantes ha sido esencial para el éxito de este programa, que en el 2013 benefició a 34.700 niñas y niños, 826 docentes y 42 escuelas.

Además de ser disciplinas del conocimiento, las matemáticas y el lenguaje son herramientas para la vida, necesarias para el desarrollo humano de cual-quier individuo, tanto para acceder a oportunidades de estudio y trabajo, como para el relacionamiento sano en cualquier comunidad.

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“La paz es una apuesta por nuestros niños”: Germán Jaramillo, Director Ejecutivo Fundación Éxito.

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En palabras de Ángela Escallón Emiliani, directora ejecutiva de la Fundación Corona, “ge-nerar capacidades por medio de la educación para que las comunidades conquisten por sí mismas mejores condiciones de vida es una primera forma de promover una ciudadanía activa”. Esta es la razón por la que a través de esta línea de acción le apuestan a la educación como la vía más efec-tiva para superar la segregación social y construir democracia en el país y en los territorios.

El propósito de estas alianzas es, además, “ge-nerar prácticas pedagógicas innovadoras y exitosas que puedan implementarse en la gestión pública, es decir, en las escuelas oficiales, para el mejoramiento de la calidad educativa. Esto, claro, con base en la experiencia ya iniciada por las fundaciones”, señala Ana Milena Lemos, directora ejecutiva de la Funda-ción Caicedo González.

Así mismo, a través de la implementación de programas innovadores en las instituciones educati-vas de los departamentos de Atlántico, Magdalena y La Guajira, la Fundación Promigas busca enseñar a las escuelas a “hacer mejor lo que tienen que hacer: aprender a aprender, aprender a enseñar y enseñar a aprender, con el propósito de mejorar las oportunida-des de aprendizaje de los estudiantes”.

‘Escuelas que aprenden’, ‘Escritura creativa’, ‘Lectores saludables’ y ‘Moraleando’, son algunas de las estrategias ejecutadas con el propósito de fortale-cer la educación que reciben cientos de niñas y niños en el aula de clase. Esta última, por ejemplo, pretende cambiar las concepciones de los maestros de forma proactiva e intencional para promover el desarrollo moral de niños y jóvenes y mejorar su comportamien-to y su convivencia en la comunidad educativa.

Para la Fundación Promigas, la educación es un elemento “forjador de justicia, equidad y movilidad social, que brinda la oportunidad de trabajar juntos y construir propuestas de desarrollo que siembran paz en los hogares, en las comunidades y en el país”.

Otro ejemplo innovador de atención integral y educación para la primera infancia es el que desarrolla la Fundación Carulla-aeioTU, el cual funciona como una empresa social para subsidiar a los menores de familias con escasos recursos en diferentes ciudades del país. El modelo, desde su concepción, realiza un acom-pañamiento a los niños para encontrar un sentido a la vida a través de procesos de exploración del entorno.

“Buscamos que los miles de niños que gradua-mos todos los años de los centros aeioTU lleven consigo un hábito de vivir en paz y de construir la paz”, dice Nathalia Mesa, directora ejecutiva de la Fundación Carulla-aeioTU.

Construir un país menos violento es el compromi-so de la fundación, que se dedica a educar a las nue-vas generaciones. Por eso, mientras los alumnos están con ellos “los niños, familias y comunidades aceptan y perdonan el pasado, reconocen y aprenden a convivir

con las diferencias. También aprenden a escuchar y a dialogar”, como explica la directora.

Con este modelo pedagógico implementado por la Fundación Carulla, los niños tienen la experien-cia de la democracia y la paz porque aprenden con el ejemplo a reconocer su propia identidad como colombianos y como miembros de una comunidad.

“Nuestra educación no es teórica sino muy prác-tica”, asegura Mesa tras agregar que la implemen-tación de este modelo pedagógico en los 16 centros aeioTU ha implicado la capacitación de más de 500 educadores y la participación de 6.000 familias.

Esta experiencia le apuesta a la atención integral de la primera infancia, un grupo de la población que ha sido rezagado y que solo recientemente empieza

“La educación es la puerta de entrada a una cultura de paz. Es el elemento forjador de justicia y equidad por excelencia”: Fundación Promigas.

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a ser incluido en la atención de escuelas oficiales y en las políticas públicas de educación.

Así, para los directivos de la Fundación Carulla -aeioTU-, estas cifras muestran que sí se puede lograr la reconciliación, la convivencia en paz, el trabajo en equipo y la articulación comunitaria en diversos lugares del país como en El Salado, por ejemplo, donde han vis-to cambios fundamentales en los niños, que son un pilar fundamental en la reconstrucción de la comunidad.

En palabras de Nathalia Mesa, es claro que desde la AFE, las fundaciones pueden contribuir a la paz evitando perpetuar los paradigmas, hábitos y prácti-cas que promueven la violencia como la discrimina-ción y el materialismo, entre otros.

De otro lado, la Fundación Luker, en alianza público-privada con la Secretaría de Educación de Manizales, ha implementado por más de 10 años el programa ‘Escuela Activa Urbana’, el cual pretende transformar la calidad educativa en 11 instituciones oficiales de la ciudad.

Con un trabajo orientado a desarrollar procesos de liderazgo, resolución de conflictos, participación democrática, trabajo en equipo, tolerancia, vincula-ción al mundo laboral y aprovechamiento del tiempo libre, se ha beneficiado a población en situación de pobreza y vulnerabilidad, vecinos a cada institución educativa que forma parte del programa.

Santiago Isaza, director de educación de la Fundación Luker, explica que la fundación realiza este esfuerzo institucional porque busca tener mayor y mejor educación para aumentar las oportunidades de generar empresa y empleos de calidad para disminuir el riesgo de pobreza y violencia en la ciudad.

De hecho, han podido evidenciar que a través del modelo los estudiantes tienen una mayor motivación para participar en organizaciones estudiantiles y para hacer parte activa de los escenarios de participación que otorga su institución educativa, formándolos como ciudadanos de paz, respetuosos del otro y de los dere-chos humanos. Así, han visto mejoras sustanciales en instituciones educativas donde la convivencia escolar ha tenido transformaciones importantes, como es el caso de los colegios la Asunción, Andrés Bello y San Jorge.

Entre otros programas que le apuntan a la edu-cación y al uso del tiempo libre, la fundación apoyó la iniciativa ‘Escuelas Deportivas por la Paz’ para formar a través del deporte en valores, convivencia y reconocimiento de la diferencia a más de 1.000 niños, niñas y jóvenes, anualmente.

Así mismo, la Fundación Luker gestiona, en alian-za con otras organizaciones, el programa ‘Rectores Líderes Transformadores’ en la ciudad de Manizales, con el cual se forma a directivos docentes en su ser y en su hacer para que transformen la comunidad educativa de manera que sus miembros se conviertan en perso-nas capaces de comprender, ser, vivir y trascender.

En pro de la promoción de la innovación, la Fun-dación Grupo de Energía de Bogotá desarrolla desde hace una década el programa ‘Semilleros Científicos’ que beneficia anualmente a más de mil niñas y niños, por medio de un espacio para el pensamiento cientí-fico en el que se explotan los talentos y habilidades de los menores en ciencia y tecnología.

En palabras de los directivos de la Fundación Grupo de Energía de Bogotá, “estamos convencidos de que la paz es un asunto generacional y que si los niños y jóvenes construyen un proyecto de vida vin-culado al desarrollo de sus comunidades a través de la ciencia y la tecnología, tendremos una oportunidad como país. Hemos visto en estos 10 años niñas y ni-ños que hoy saben que la alternativa no es la guerra, sino que la oportunidad es la paz”.

Así se ha fomentado, de una forma adecuada, el uso del tiempo libre y un medio de desarrollo indivi-dual, social y comunitario para prevenir factores de riesgo, lo que permite mejorar la calidad de vida de los beneficiarios del programa y sus familias.

Más estudio, menos trabajo infantilDurante más de una década, la Fundación Telefónica ha trabajado por la defensa de los derechos de los niños, ni-ñas y adolescentes ante la amenaza que genera el trabajo infantil. Esto ha sido posible a través de un sólido progra-ma de intervención directa con los menores, sus familias y las comunidades educativas más próximas a su entorno.Fo

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En particular, su trabajo se enfoca en realizar intervención directa y brindar atención integral a los menores de edad trabajadores, en cooperación con entidades gubernamentales y organizaciones aliadas. El modelo de intervención está centrado en el acompa-ñamiento de niños y niñas entre los 10 y 14 años, con quienes se lleva a cabo un proceso que incluye el apoyo a las familias, la articulación y complementariedad del programa con diferentes instituciones educativas, además de la intervención en el desarrollo de políticas públicas a favor de las comunidades afectadas.

“La prevención y la erradicación del trabajo infantil se logran gracias a la mejora de la calidad educativa en las instituciones donde los niños del programa se incorporan, estableciendo con dichos planteles un plan de trabajo sostenido y sotenible”, explica Maria Ximena Durán, Directora Ejecutiva de la Fundación Telefónica.

Más de 50 mil niñas y niños han sido atendidos en 49 municipios del país, gracias a la red de 10 importan-tes ONG aliadas que cubren el territorio colombiano.

Los directivos de la Fundación Telefónica resaltan la importancia del trabajo de las fundacio-nes AFE que con sus programas incentivan la sana ocupación del tiempo libre de los menores de edad, lo que genera un espacio protector para ellos, lejos de las calles y además, del trabajo infantil.

Además, en el desafío de involucrar la tecnología en el desarrollo y la innovación en el país, la Fundación Telefónica también implementa programas en mate-ria de calidad educativa y acceso al conocimiento. El objetivo es, a través de la incorporación de las Tecno-logías de la Información y las Comunicaciones (TIC),

generar oportunidades de educación y aprendizaje, lo que se logra a través de la formación de docentes de entornos sociales vulnerables, con el fin de prepararlos pra el mundo digital. Con este programa, al finalizar 2014, la Fundación formó 3.233 maestros, pertene-cientes a 78 instituciones educativas de 42 municipios.

Los diferentes proyectos que le apuestan a la edu-cación como motor para el cambio demuestran que esta es la puerta de entrada a una cultura de paz, en la que sea posible derrumbar los prejuicios y estereo-tipos que nos dividen, establecer relaciones interper-sonales basadas en la cooperación y solidaridad, y desarrollar capacidades que nos ayuden a dialogar y a construir con los demás una sociedad más justa.

Así, para las Fundaciones AFE es claro que todo tipo de proyectos que contribuyan a abrir las puertas de las escuelas para adquirir nuevos conocimientos, fortalecer los ya aprendidos o incentivar las aptitu-des y actitudes de los niños, son más que necesarios para superar la segregación social y garantizar un futuro sostenible, no solo para cada individuo en particular, sino para las comunidades a las que pertenecen. Esto lo han entendido las Fundaciones AFE, que saben que invertir en educación es una inversión social segura y eficiente, que impacta en el presente y el futuro de los colombianos.

“La educación es el vehículo para lograr una sociedad más equitativa, competitiva, innovadora, moderna, incluyente, fuerte y participativa”: Ministra de Educación Nacional.

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Valores, creencias y tradiciones se expresan a través de las formas como los individuos asumen la recreación, el deporte y las artes. La cultura es una representación de cómo se vive la ciudadanía y se construye un territorio en paz desde las comunidades.

CULTURA VIVAUNA APUESTA PARA EL DESARROLLOAlejar la violencia, generar esperanza y pro-piciar cambios culturales en niñas, niños y jóvenes es la principal motivación de las Fundaciones AFE que dedican recursos técnicos y humanos para promover la recreación, los deportes y las artes en las ciudades y municipios de Colombia.

La música, la literatura, las danzas y las artes plásticas, entre otras expresiones, son una manifes-tación de la cultura que intrínsecamente recoge los valores, creencias y tradiciones que durante años se van forjando en el interior de las comunidades.

Aunque durante décadas, la idea del progreso estuvo estrechamente vinculada al crecimiento econó-mico, desde 1966 la UNESCO promueve la cultura

como parte constitutiva del desarrollo, resaltando el papel que cumplen los bienes, servicios y actividades culturales como promotores de identidad, valores y sentido de pertenencia a un territorio.

De esta manera, acceder a la cultura desde la infancia es fundamental para la formación de la sensi-bilidad, la expresividad, la convivencia y la construc-ción de ciudadanía. Sin embargo, en comunidades donde prima la violencia y la pobreza, el acceso a la oferta cultural suele ser muy limitado.

Como una apuesta de desarrollo, las Funda-ciones AFE facilitan y promueven el acceso a las diferentes actividades culturales, deportivas y re-creativas, potencializando las habilidades y talentos

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de los ciudadanos, transformando el entorno de las comunidades y reconfigurando el espacio público hacia la participación y la paz.

La cultura en el territorioDetrás del fortalecimiento de una comunidad se encuentra la necesidad de garantizar la existencia de espacios públicos que puedan ser utilizados como lugares culturales de interacción y convivencia entre los ciudadanos, en los que el encuentro con el otro promueva la solidaridad, el respeto y el sano relacio-namiento entre vecinos.

Convencidos de la necesidad de proveer luga-res para la cultura, la educación y la integración, la Fundación EPM en Medellín puso a disposición de los antioqueños espacios públicos para el disfrute y el aprendizaje de todos los ciudadanos.

“Un ser que es tocado por la cultura, la educa-ción o la sensibilidad con el medioambiente, es un ser que experimentará cambios en su forma de ver el mundo y de relacionarse con él, cambios que con toda certeza construirán nuevas y mejores realida-des para toda la sociedad”, afirman los directivos de la Fundación EPM.

En esta dirección, uno de los objetivos de esta Fundación es –a través de los programas de rege-neración del espacio público y de la mano de las comunidades–, lograr una transformación cultural del territorio, en la que “niños y niñas, hombres, mujeres y adultos mayores, interactúen y comprendan las diversas formas de pensar, expresar y sentir y así dinamicen sus relaciones con los otros, para lograr

efectivamente una mejora en la calidad de vida de las comunidades”, asegura su directora.

En los espacios EPM para la Cultura y la Educa-ción, entre los que se encuentran la Casa de la Música ubicada en el Parque de los Deseos, la Biblioteca EPM ubicada en la Plaza de Cisneros, el Parque de las Luces y el Museo del Agua ubicado en Parque de los Pies Descalzos, se ofrece programación cultural, científica y musical, buscando la sana apropiación del espacio público, con sentido de inclusión y participación.

Además de promover la diversidad de expresiones culturales como parte de su programación, la Fundación EPM también ha enfocado sus esfuerzos en fortalecer las bibliotecas de la región metropolitana del Valle de Abu-rrá y de otras subregiones de Antioquia, y en generar un espacio para la apropiación social del conocimiento en la capital antioqueña, que es la Biblioteca EPM.

Un cambio cultural de este tipo también está pro-piciando la Fundación Fanalca en las comunidades beneficiarias del proceso de recuperación de parques ubicados en zonas vulnerables de Cali. “Estos parques representan un sitio de esparcimiento, de alegría para todos nuestros jóvenes y en este momento estamos libres de violencia”, dice Luz Mary Gaitán, vecina del Parque Comuna 14 de Cali.

Este testimonio, recogido por la Fundación Fanal-ca, muestra el impacto que ha tenido en la comunidad el programa de recuperación urbana y arquitectónica de los parques públicos de la ciudad. Los habitantes de las Comunas 2, 7, 14 y 20 de Cali se han beneficiado con esta labor orientada a construir, adecuar y trans-formar los parques de uso público en torno a los cuales

Con la recuperación de

espacios públicos, las fundaciones EPM y Fanalca

promueven puntos de encuentro para la sana

convivencia y la recreación en

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los vecinos se convierten en gestores de su desarrollo y contribuyen a garantizar su sostenibilidad.

Elizabeth Gutiérrez Muñoz, directora ejecutiva de la Fundación Fanalca, destaca que los parques recuperados son lugares de encuentro para la con-vivencia pacífica. “Dignificamos espacios públicos abandonados y violentos, que se encuentran en las comunidades más vulnerables, para convertirlos en oasis de convivencia y paz. Hemos recuperado 38.200 metros cuadrados representados en cuatro parques, en los que se benefician anualmente 357.000 personas que disfrutan de espacios dignos para la cultura, la educación, el deporte y la recreación, en un ambiente sano que dignifica al ser humano”, señala.

Adicionalmente, mediante talleres y actividades lúdicas, la Fundación Fanalca promueve la conviven-cia pacífica en cinco comunas de la capital del Valle. Desde su creación, en 2004, más de 35 mil personas se han beneficiado con esta iniciativa de educación en cultura ciudadana, a través de la cual se han formado como multiplicadores del civismo y partícipes de las actividades cívicas de la ciudad.

“Escuchamos las necesidades de la comunidad. Por ello comenzamos a implementar programas de arte y cultura, que tienen como objetivo la formación de ciudadanos respetuosos, educados en valores, líderes en la generación de relaciones armónicas con los demás, basadas en el cumplimiento de normas de convivencia”, destaca la directora de la Fundación Fanalca.

Al respecto, Gutiérrez agrega que para tener una paz sostenible, las fundaciones deben seguir desarro-llando el trabajo que hacen y encontrar puntos en común con otras organizaciones para sumar esfuerzos y lograr un mayor impacto desde los distintos compo-nentes del desarrollo humano, para contribuir así con la generación de acciones de inclusión social.

“La continuidad de los programas sociales es fundamental para no generar frustraciones en la comunidad, ni interrumpir procesos sociales que dan resultado en el largo plazo. Hay que comprender que la conducta humana no se cambia de un día para otro, por lo que se requiere un trabajo constante”, concluye Gutiérrez Muñoz.

Música para la pazDentro de las expresiones culturales, la música es un vehículo ideal para generar un diálogo entre la experiencia individual y social, y promover a través de esta un escenario conjunto de integración. Las experiencias a nivel mundial han demostrado que con la práctica o interpretación como parte de un conjunto musical, un individuo desarrolla valores como la disciplina, el respeto por el trabajo del otro, y la constancia, las cuales son muy positivas para los procesos formativos de niñas, niños y jóvenes.

Con el propósito de promover la cultura y apoyar la construcción de proyectos artísticos y el tejido social del país, en el año 2010 la Fundación Bolívar Davivienda creó la Filarmónica Joven de Colombia, en alianza con la Fundación Nacional Batuta y la Orquesta de las Américas (YOA).

En la Filarmónica Joven de Colombia, los jóvenes entre 16 y 24 años encuentran un espacio para for-marse, progresar y proyectarse en el ámbito nacio-nal e internacional de la mano de maestros de talla mundial. Simultáneo a su progreso musical, como individuos experimentan un crecimiento personal que se deriva de la práctica disciplinada, de compartir con otros pares de su misma edad y de asumir retos como las presentaciones ante públicos reconocidos.

Como explica Fernando Cortés McAllister, director ejecutivo de la Fundación Bolívar Davivien-

Alejar la violencia, generar esperanza y propiciar cambios culturales en niñas, niños y jóvenes es la principal motivación de las Fundaciones AFE que promueven la recreación, los deportes y las artes.

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da, “esta orquesta es un referente en el país de cómo apoyar la cultura en beneficio de la población, que demuestra que a través de la música sinfónica los jóvenes encuentran un proyecto de vida exitoso”.

Además, señala que esta experiencia les ha per-mitido comprobar que con la producción musical los individuos mejoran su autoestima, son más tolerantes, respetuosos y colaboran con una convivencia pacífica.

Interpretar un instrumento y socializar en proce-sos de formación musical es significativo para niñas, niños y jóvenes, especialmente en contextos sociales vulnerables. Bajo esta idea nació ‘La música como ge-neradora de paz en los niños y jóvenes’, un proyecto de la Fundación Huellas del departamento del Atlán-tico, mediante el cual, con el apoyo de la Fundación Nelly Ramírez Moreno, entidad sin ánimo de lucro de segundo nivel, obtuvo la dotación de instrumentos, una tarima y equipo para la formación musical.

Asimismo, la Fundación Escuela Taller de Arte Boteritos de Cali recibió una donación de instrumen-tos musicales; el Amparo de Niños de Tunja compró los materiales para la elaboración de los trajes del grupo de danzas y la tuna y el Museo de Arte Mo-derno realizó actividades culturales y de manejo del tiempo libre en niños y jóvenes.

Toda esta labor la lograron adelantar diversas organizaciones gracias al apoyo de la obra legada por los Ramírez Moreno que se dedica a entregar recur-sos a instituciones que tienen como objetivo fortalecer y mejorar la calidad de vida de la población benefi-ciaria. Así, pretenden promover el acceso a la educa-ción, la cultura y las bellas artes y mejorar la calidad de vida de niños y jóvenes en situación vulnerable y la

de los adultos mayores desprotegidos en 83 ciudades de 22 departamentos del país.

“Nuestra gestión va encaminada a proporcionar herramientas que permitan complementar la educación tradicional con los diferentes tipos de manifestaciones artísticas, como mecanismo de construcción de paz y te-jido social”, señala Mónica Moreno Bejarano, directora ejecutiva de las Fundaciones Ramírez Moreno.

Para niñas, niños y jóvenes, el impacto de este trabajo se ve reflejado en el buen uso del tiempo libre y en la generación de espacios culturales y lúdicos como mecanismos de construcción de paz.

Al respecto, Moreno Bejarano consideran que para interrumpir los procesos de violencia en el país, las organizaciones sin ánimo de lucro deben generar más espacios de construcción colectiva de proyectos e invitar a los representantes del Estado a que elaboren propues-tas con las fundaciones asociadas a la AFE.

Así mismo, Moreno Bejarano resalta que entre las acciones pendientes por parte de las fundaciones en el propósito de lograr una paz sostenible está la de “complementar nuestro trabajo de manera que la inter-vención sea de carácter integral e incluya a todos los sec-tores y a todas las dimensiones de la población objetivo. Un buen ejemplo de un trabajo conjunto y estructurado es el caso de El Salado, donde muchas entidades apor-taron su grano de arena y su experiencia para hacer de este caso un ejemplo de intervención exitosa”, expresa.

Formando en el ser, el saber y el hacerLos espacios extracurriculares, en los que niñas, niños y jóvenes pueden emplear su tiempo libre mientras adquieren un aprendizaje significativo, también han

En los Centros de Iniciación y Formación Deportiva (CIFD), niños entre los 5 y 12 años reciben una educación integral a partir de la actividad física.Fo

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estado presentes en las líneas de acción de las Funda-ciones AFE para promover el acceso a la cultura.

Con actividades culturales y deportivas, la Funda-ción Social Banacol-Corbanacol está contribuyendo a la construcción de un país menos violento y a la posibilidad de alcanzar una paz sostenible en y desde la región de Urabá, en el norte del departamento de Antioquia.

Este trabajo social lo realizan desde hace 25 años a través de diferentes programas para benefi-ciar no solo a los empleados de Banacol, la mayor empleadora de la región, sino para crear condicio-nes de bienestar en las comunidades vecinas a las zo-nas de producción y entre los pequeños productores plataneros que comercializan sus productos a través de esa compañía exportadora de banano y plátano.

Juan Felipe Laverde, gerente de la Fundación, destaca que más de 5.000 niños participan cada año en actividades extracurriculares deportivas, culturales y de aprovechamiento del tiempo libre organizadas y ejecutadas a través de los Centros de Iniciación y Formación Deportiva (CIFD) y Culturales (CIFAC).

“La Fundación trabajado incansablemente en la im-plementación de programas integrales que fortalezcan la familia como centro de la sociedad y constructora de paz. Es una apuesta especial por la primera infancia, los niños, las mujeres y los jóvenes, conscientes de que esta población tiene en sus manos cambiar el rumbo de la región y del país, y alcanzar la paz sostenible, de la que tanto se habla hoy”, asegura Laverde.

En el desarrollo del modelo integral, la inversión social acumulada de Corbanacol en 2013 alcanzó los 5.820 millones de pesos y brindó 39.771 servicios sociales durante ese periodo.

Parte de esa inversión se destinó a los Centros de Iniciación y Formación Deportiva, CIFD, donde niños, niñas y jóvenes reciben tanto formación deportiva, como en valores, mientras se les brinda oportunidades de aprovechamiento del tiempo libre y acompañamiento psicosocial a las familias, como explica su director.

Gracias al convenio suscrito con Indeportes Antioquia y los 11 municipios de la región de Ura-bá, este programa se extendió a toda la subregión, de forma que niñas y niños tienen la oportunidad de desarrollar sus habilidades en cinco disciplinas: balonmano, voleibol, fútbol, atletismo y gimnasia. La Fundación Corbanacol ya comenzó a replicar esta iniciativa también en Costa Rica donde tienen la participación de 769 menores.

La actividad deportiva se complementa con la formación integral a través de la danza, la música y las artes escénicas en los Centros de Iniciación y For-

“Cuando una comunidad es capaz de cambiar su manera de vivir y convivir, podemos decir que hemos dado un paso que nos acerca más a la paz”: Fundación Orbis.

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mación Artística y Cultural (CIFAC) que beneficia a 350 niñas y niños. Tienen un semillero de Chirimía y una banda marcial. Con la Fundación Incolmotos Ya-maha, la Fundación Corbanacol realizó una alianza para estimular las capacidades rítmicas musicales en niños y jóvenes entre los 8 y los 17 años.

Los centros son espacios de formación para la vida a través de la cultura y el deporte, pues todos los proyectos que ejecuta la Fundación buscan “fortale-cer el ser, el saber y el hacer”. Así, están generando cambios en la cultura de la región y demuestran que hay otras opciones diferentes a las violentas.

“Nuestros programas van acompañados de proce-sos de empoderamiento a las familias, buscando que se sientan corresponsables de su bienestar, hagan sosteni-bles los procesos y que busquen alternativas de paz en la resolución de sus conflictos”, afirma Laverde.

El directivo considera que para interrumpir los procesos de violencia, las fundaciones deben articular esfuerzos, desarrollar programas integrales, participar en la ejecución de los proyectos y no solo financiarlos. Ser-vir de articuladores entre la empresa privada, la universi-dad y el Estado para fortalecer la institucionalidad.

Extender los programas a otras zonas diferentes a las áreas de influencia, poner al servicio de otras fun-daciones la experiencia adquirida y empoderar a las comunidades para que los proyectos sean sostenibles, son algunos de los compromisos que las fundaciones tienen pendientes, según el director de Corbanacol.

“Siempre es, ha sido y será una prioridad para Corbanacol generar acciones encaminadas a la

construcción del tejido social y la consolidación de la paz”, explica el directivo al señalar las prioridades y dificultades encontradas en su labor.

Estas dificultades se han mitigado con las alianzas que se gestan al interior de la AFE con otras entida-des pares porque “ha logrado acercar las necesidades regionales a la oferta pública nacional, crear sinergias y encontrar puntos de convergencia en la imple-mentación de los programas que benefician a más familias”, concluye Laverde.

El deporte también ha sido la estrategia emplea-da para promover la inclusión social en dos territorios prioritarios de Cali, en donde la Fundación Carvajal ha ejecutado diversos programas en el barrio El Reti-ro y en la Comuna 18.

A través del proyecto Golazo se busca fortalecer el desarrollo social, prevenir la violencia en los barrios a través de la formación de jóvenes como monitores deportivos y promover el uso adecuado del tiempo li-bre acompañado con nutrición y convivencia familiar.

Según la ficha técnica del proyecto, esta estrate-gia “responde a las necesidades identificadas en estos dos territorios: falta de espacios para el deporte y la

Los programas de formación deportiva le 'meten un gol' a la violencia, incentivando valores y comportamientos de juego limpio en niños y jóvenes.

“Complementamos la educación tradicional con los diferentes tipos de manifestaciones artísticas, como mecanismo de construcción de paz y tejido social”: Fundaciones Ramírez Moreno.

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recreación, el aprovechamiento del tiempo libre de los jóvenes y el fomento de los valores a través del de-porte”. Con este programa se benefician 2.250 niños entre los 6 y 16 años en Cali y Buenaventura.

Con la promoción de valores como el respeto, la honestidad, la responsabilidad y la solidaridad, la Fundación Carvajal busca ‘meter un golazo’ a los problemas de violencia que surgen entre los jóvenes de 15 a 24 años en estas comunidades.

A través de la cultura y los deportes, el Sistema de Fundaciones de Cerrejón también se compromete con el desarrollo social de la región en donde realiza su operación minera. Los programas implementados en esta dirección han sido las principales estrategias para contribuir “a la prevención y reducción en el consumo de alcohol, tabaco y drogas, al igual que ge-nerar hábitos de vida saludable y sana convivencia”, según explica su más reciente informe de gestión.

Los programas de música y deporte son ofrecidos como procesos de educación complementaria a la educación formal que reciben en las escuelas. “For-talecen valores, además de que desarrollan en niñas, niños y jóvenes la capacidad de establecer relaciones sanas y constructivas”, agrega el documento.

Con ‘Jóvenes Talentos Deportivos’, proyecto que realizan las Fundaciones de Cerrejón en alianza con otras instituciones, se busca promover las prácticas deportivas en fútbol, béisbol, ajedrez y atletismo especialmente entre los niños de la región. Además, se fortalece el trabajo de la selección Guajira de niños del departamento, y de la selección infantil de la escuela deportiva Esperanza Wayuu.

Por su parte, con el programa de fortalecimiento cultural, el Sistema de Fundaciones de Cerrejón apoya la realización de festivales como La Cultura Wayuu o el Festival del Retorno en Fonseca, además de formar a gestores en emprendimiento cultural para el desarrollo de proyectos en sus comunidades. Asimismo, se están promoviendo y preservando las muestras culturales ancestrales de las comunidades indígenas de la Guajira y se fomenta la transmisión de estos conocimientos tradicionales a las nuevas generaciones.

Dentro de las manifestaciones artísticas que se incentivan para generar una Guajira en paz, la mú-sica ocupa un papel protagonista, por lo que a través del programa ORFF se promueve la interpretación de instrumentos para que desarrollen sus talentos y puedan hacer parte más adelante de la Orquesta Sinfónica Cerrejón, agrupación con más de 100 jóve-nes guajiros que ha recorrido la región y el país con ritmos que van desde el vallenato, la cumbia, el porro, el currulao hasta el bolero y el vals.

‘Somos pacífico’, para una cultura de pazEn el barrio Potrero Grande de Cali, donde sus habi-tantes viven las consecuencias de la exclusión, funciona desde febrero del año 2013 el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico, en el que más de mil jóvenes desplie-gan sus talentos, tocan tambores y transmiten alegría.

En los 7.000 metros cuadrados del edificio de ladrillos, niños y adultos tienen la oportunidad de

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AFE

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81participar en programas gratuitos y aprender músi-ca, sistemas, teatro, producción audiovisual, diseño gráfico, danza, tecnologías digitales, idiomas, empren-dimiento y hasta cocina. El Tecnocentro Cultural es resultado de la alianza pública privada conformada por la Fundación Alvaralice, la Alcaldía de Cali, la Caja de Compensación Familiar del Valle del Cauca (Comfandi), y la Fundación Paz y Bien.

Gracias al esfuerzo conjunto, desde 2013 están presentes allí instituciones como el Instituto Tecnoló-gico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), el Museo de Ciencias de Boston e Intel, quienes tie-nen la franquicia del programa ‘Computer Clubhou-se’; la Fundación Nacional Batuta, que apoya el programa de Formación Musical; el Ministerio de Tecnologías de la Información y Telecomunicaciones, que tiene a su cargo el llamado Punto Vive Digital; y el Centro Cultural Colombo Americano, que dirige el programa de bilingüismo en inglés.

El Tecnocentro Cultural Somos Pacífico, que beneficia a 1.400 niños y jóvenes con actividades de formación cultural y de Tecnologías de la Informa-ción y Comunicación, tuvo una inversión de más de 5 millones de dólares, gracias a una exitosa alianza público-privada enfocada en la construcción de paz.

Uno de los testimonios recogidos por la Funda-ción Alvaralice es el de Félix Alberto Cabezas, joven que participa de las actividades del Tecnocentro, quien señala que “antes en el barrio había mucha violencia, pero los muchachos dejaron las armas y empezaron a preguntar cómo podían participar, así que el cambio ha sido muy bueno”.

Para Viviana Echeverri, directora ejecutiva de la Fundación Alvaralice, “este es un modelo innovador para el desarrollo humano con dos pilares: tecnología y cultura, enfocados en la paz y la convivencia”.

Entornos de coloresPoniéndole color a las comunidades, la Fundación Orbis aporta a la construcción de entornos más agradables y pacíficos, a través de los programas ‘Medellín se pinta de vida’ y ‘Barrios de colores’ los cuales contribuyen a que las poblaciones más vul-nerables disfruten de un hábitat digno, saludable, sostenible y accesible.

“La experiencia demuestra que al imprimirle color a los espacios habitados, hay efectos claros sobre

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la calidad de vida de las personas, comenzando por una actitud diferente frente al lugar que se ocupa”, destaca el informe de gestión de esta fundación.

Darle vida con toques de color a los espacios habitados por las poblaciones vulnerables es una de las actividades que realiza la Fundación Orbis, orga-nización sin ánimo de lucro fundada en 1975 con el nombre de Fundación Pinar del Río.

Con la convicción de que el hábitat es un tema fundamental cuando se piensa en un país más justo, en una sociedad sana y en una paz sostenible, la Fun-dación realiza el mejoramiento de viviendas, entornos comunitarios e instituciones educativas, para alcanzar transformaciones que van más allá de lo estético y que tienen que ver con el comportamiento, la apro-piación y el sentido de pertenencia que desarrollan los individuos hacia los espacios habitados.

“Cuando una comunidad es capaz de cambiar su manera de vivir y convivir en un espacio para generar dinámicas de integración y cuidado, podemos decir que hemos dado un paso que nos acerca más a la paz y a la convivencia”, afirma Gonzalo Velásquez, director ejecutivo de la Fundación Orbis.

Durante el año 2014, esta fundación participó en el mejoramiento de 9.509 viviendas, 44 institu-ciones educativas y 77 entornos comunitarios. Ade-más, con el apoyo a artistas, grafiteros y muralistas, intervino 158 murales y proyectos de arte urbano. Todo esto hace parte de un trabajo en alianza con otras 40 instituciones públicas y privadas en las principales ciudades del país. Cada una de estas intervenciones son la muestra de que ir más allá de la estética en proyectos de inversión social, es lograr desarrollar sentido de pertenencia por medio de la participación conjunta en la transformación de los espacios donde habitan las comunidades.

En la Fundación Orbis son conscientes de que con el mejoramiento del hábitat a través de la pintura no alimentan personas, ni curan a los enfermos, ni resuelven problemas que pueden determinar las condiciones primarias de violencia de la sociedad. Sin embargo, tienen la certeza, y las cifras así lo mues-tran, de que al mejorar las condiciones de los entor-nos donde viven las poblaciones beneficiarias, dignifi-

“Cuando una comunidad es capaz de cambiar su manera de vivir y convivir en un espacio para generar dinámicas de integración y cuidado, podemos decir que hemos dado un paso que nos acerca más a la paz y a la convivencia”: Fundación Orbis.

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can su experiencia de vida y dan nuevas motivaciones para cambiar su percepción sobre su comunidad y sobre las posibilidades de avanzar positivamente.

Una experiencia similar se desarrolló en la ciu-dad de Barranquilla, con el apoyo de la Fundación Puerto de Barranquilla (Fundaport), para cambiar el estereotipo de uno de los barrios con mayores niveles de conflictividad social.

Pintando las fachadas de las viviendas se trans-formó la cara del sector Los Tres Postes en el barrio Rebolo, en donde se ubica una de las esquinas más peligrosas de la capital del Atlántico, como explica Vanessa Dannies Urquijo, directora ejecutiva de Fundaport. Este cambio, en un principio estético, significa para los habitantes la posibilidad de empe-zar a transformar la imagen negativa que proyectan para el resto de la ciudad.

“La estrategia, además, contempló que cada per-sona no pintara su propia casa, sino que aportara al mejoramiento de la de uno de sus vecinos, por lo que también se fortalecieron los vínculos entre los habi-tantes que se empoderaron, más allá de su vivienda, de todo el sector”, destaca Dannies Urquijo.

Impulsando las organizaciones culturalesPara Fundaunibán, la cultura es “la mayor riqueza que tienen los pueblos para su cohesión y desarrollo sosteni-ble”. Esta es la razón por la que promueven, apoyan y acompañan en las comunidades la formulación, gestión y desarrollo de proyectos culturales, deportivos y recrea-tivos, en aras de brindar oportunidades para el sano

esparcimiento de los pobladores de las regiones banane-ras de Colombia.“Contribuimos al fortalecimiento de la identidad cultural, generando sentido de pertenencia y permanencia en la región”, explica Gabriel Márquez, director ejecutivo, quien resalta que en más de 26 años de labor misional han conformado 38 organizaciones culturales y se ha formado a más de 980 personas.

Entre los jóvenes que han participado de estos proyectos se encuentra Emanuel Villegas, quien opina que “haber formado parte de estos procesos cultura-les de música y danza me ha ayudado a desarrollar cualidades que jamás pensé que iba a desarrollar”.

Asimismo, la Fundación Grupo de Energía de Bogotá busca abonar el terreno para la paz promo-viendo acciones y expresiones culturales, como, por ejemplo, el Festival del Perdón de las comunidades indígenas en el sur de Colombia, con el cual se incen-tiva un proceso de reconciliación de base y sostenible.

De acuerdo con los directivos de esta fundación, “la cultura y la educación son contenidos prioritarios de una agenda de paz, que sea capaz de cortar la transmisión intergeneracional de la pobreza”.

Las diferentes iniciativas planteadas muestran cómo la cultura, entendida desde un ejercicio que se desarrolla en el escenario de lo público, puede contribuir en la construcción de la paz y la genera-ción de desarrollo social en Colombia. A través de las expresiones artísticas y culturales desarrolladas por niñas, niños y jóvenes, en el país se están sembrando las semillas para que germine una verdadera cultura pacífica y de sana convivencia.

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COLUMNA

La primera dificultad que afronta un país con un conflicto tan largo como el colombiano es imaginarse que es posible vivir sin él. La guerra ha restringido por mucho tiempo el margen de maniobra para superar pro-blemas estructurales que cualquier sociedad similar a la colombiana enfrenta, como la violencia social, la pobre-za y la desigualdad. En nuestro caso la guerra ha sido un obstáculo real y en ocasiones un pretexto para aplazar los cambios fundamentales que requerimos como Na-ción. Cambios que no dan más espera si no queremos desaparecer del mapa del progreso y la civilidad.

Más que hablar de posconflicto, hablemos de lo que el propio gobierno ha llamado la construcción de la paz. Un proceso al que algunos le han puesto fechas establecidas, como diez años o veinte. Equivocada-mente se piensa que el posconflicto comenzará el día después de que se firmen los acuerdos con las FARC, que será una tarea exclusiva del Estado, o que consiste en darles empleo a 40.000 desmovilizados. La realidad es que la construcción de la paz es un imperativo con o sin acuerdos con las guerrillas, en muchas regiones comenzó hace varios lustros, y su desarrollo es desigual dependiendo de los territorios y los actores.

La paz con acuerdos o sin ellosTodos queremos que haya un acuerdo entre el gobierno y las FARC para ponerle fin al conflicto pero la cons-trucción de la paz requiere mucho más que un acuerdo con grupos armados. Hoy en Colombia hay muchas dinámicas del postconflicto que requieren ser atendidas tanto por el Estado como por los actores de la sociedad civil, entre ellos, la empresa privada que juega un papel político estratégico en la reconciliación.

Siempre se ha pensado que los acuerdos son un prerrequisito para empezar a construir espacios de paz. Pero a veces es a la inversa. Una dinámica de concilia-ción y desarrollo puede ser un muro de contención para la guerra. En Colombia hay cientos de lugares donde la gente está retornando a sus territorios, y que exige una atención rápida a sus demandas sociales. El oriente antioqueño, los Montes de María, el Magdalena Medio, o el Catatumbo requieren respuestas económicas y sociales urgentes, o serán presa fácil de grupos armados emergentes y los insipientes procesos de reconciliación y de construcción de tejido social se pueden desvanecer.

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Somos parte del cambioUn segundo elemento que debería servir para que el sector empresarial reflexione es la necesidad del cambio. A muchos puede sonarles anacrónico y hasta ideológico hablar de las causas objetivas del conflicto, pero existen. Es cierto que por sí misma ni la pobreza ni la desigualdad explican la espiral de la guerra. Pero también lo es que estos dos elementos sumados a otros como la tradición sectaria en la política, la poca capacidad del Estado para cumplir sus funciones básicas, la falta de bienes públicos, o el militarismo, son el caldo de cultivo para cualquier conflicto. En el campo colombiano estas situaciones se exacerban y por eso la guerra colombiana la han sufrido sobre todo los campesinos.

El sector empresarial, como uno de los pilares del establecimiento y como protagonista de una económica pujante, necesita reflexionar sobre lo que ha sido su papel en una sociedad atravesada por el conflicto. Es imposible que cambie el país si las élites mismas no cambian. Para empezar, la empresa privada debe contribuir de una manera más estra-tégica a la construcción de la paz, no sólo apoyando a sus grupos de interés o comunidades vinculadas directamente por sus inversiones. Es cierto que hay una carga impositiva en Colombia concentrada en las grandes empresas y que a estas les cae todo el mundo. Pero es sorprendente leer algunas encuestas en las que el sector empresarial se muestra solidario con el esfuerzo de paz, pero no está dispuesto a meterse la mano al bolsillo para consolidarlo. ¿Cómo se puede aportar mejor? Primero, siendo éticos y disciplinados en lo tributario, que es la vía natural de redistribución de la riqueza. Generando mayores oportunidades laborales que tengan impacto en regiones altamente afectadas por la guerra o aliándose en iniciativas de desarrollo y paz que realmente transformen la vida de las comunidades en el territorio.

Agendas emergentesLa guerra, para bien o para mal ha transformado al país, su cultura, sus valores, su territorio y a su gente. Las agendas sociales que emergen ahora son un desafío para los empresarios. Por ejemplo, la sindical y laboral. Si la violencia distorsionó completamente la

relación de los sindicatos con las empresas, la reconci-liación urge que se construya una cultura del diálogo y la concertación diferente a la que hemos tenido. Los sindicatos tendrán que cambiar mucho, fortalecerse, pero las empresas también, de cara además a los desafíos de una economía globalizada.

La equidad de género es otro factor clave. Todos los estudios económicos con énfasis en el desarrollo destacan la necesidad de que la mujer tenga una mayor y más justa participación en el mundo laboral, máxime cuando ellas han sido las principales supervi-vientes de la guerra. Su inclusión puede tener un alto impacto social en la construcción de la paz.

El medio ambiente es otro aspecto clave. En días recientes la ONU despejó cualquier duda que subsistiera sobre el origen humano del calentamiento global. El medio ambiente es un sistema complejo que requiere esfuerzos compartidos y consecuentes de las empresas y de cada individuo que habita el plane-ta. Es una agenda inaplazable y prioritaria.

Finalmente la paz nos plantea nuevas preguntas sobre el tipo de país que queremos ser, y esa respuesta pasa inexorablemente por la calidad de la educación. Tristemente somos una nación, que aunque ha mejora-do mucho en cobertura, está muy rezagada en calidad.

Sin una mejor educación sencillamente no podremos salir adelante, por más que se silencien los fusiles y se apacigüen los odios . La educación, no me cabe duda, será el elemento clave para que el país tenga más movilidad social. Para romper los círculos perversos de corrupción y captura de los bienes públicos por parte de mafias, pues una ciudadanía más educada necesariamente tiene que elevar el nivel del debate público, de la calidad de la democracia, y de sus liderazgos.

El fin del conflicto es una gran oportunidad para los empresarios, para la economía y para la vida social y espiritual del país. Pero hay que hacer-lo bien. Porque un posconflicto mal hecho, puede llevarnos a otra espiral de violencia. Depende de los armados, depende del Estado, depende de los empresarios, depende de todos.

Alejandro SantosDirector Revista Semana

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COLUMNA

Primero que todo, tenemos que deshacernos de ideas equivocadas sobre el posconflicto. Por ejemplo, que el gran problema que tendremos que enfrentar será el de los desmovilizados. La preocupación de muchos empresarios es qué pasará con los 15 o 20 mil hombres y mujeres, en su mayoría campesinos, que retornarán a sus pueblos después de años de guerra, muchos de ellos todavía dominados por una cultura autoritaria y sin más destrezas que el manejo de las armas.

Si bien este es un problema gordo, no es ni el prin-cipal, ni el más grave. Colombia ya tiene una trayectoria de 20 años en procesos de reinserción social y política de excombatientes, que, contra todo prejuicio, han sido exitosos. Un estudio de la Fundación Ideas para la Paz contratado por la Agencia Colombiana para la Rein-tegración (ACR) demuestra que un 75% de los desmo-vilizados logra permanecer en la civilidad. En esa cifra se destacan los exguerrilleros como los más sólidos y persistentes en su decisión de abandonar las armas.

El reto mayor, en realidad, será construir lo que el propio Alto Comisionado para la Paz Sergio Jaramillo ha llamado la paz territorial. La firma de un acuerdo en La Habana será el preludio para una etapa de transición que implicará afrontar un

PARA LA PAZ?¿ESTAMOS PREPARADOS

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verdadero cambio social. Sí, porque aunque hoy sea difícil reconocerlo, mucha de nuestra idiosincracia ha sido moldeada por el conflicto, por el miedo y la desconfianza. Por la exclusión y el estigma. Todo ello tendrá que cambiar si queremos superar de verdad el conflicto armado. Y no será fácil.

Si uno estudia la experiencia internacional entiende de qué estamos hablando. Sudáfrica, luego de su transición política, vivió una de sus etapas más duras de violencia al emerger nuevos conflictos étnicos y hoy se habla de que persiste un apartheid social. España y Argentina no terminan de trami-tar las demandas de justicia y de memoria por los muertos y desaparecidos durante sus dictaduras; y en sitios como Irlanda o Guatemala, aún no se conquista la anhelada estabilidad política a pesar de que hubo acuerdos de paz hace más de una década. Por eso no me cabe duda de que una vez firmado un acuerdo con las FARC habrá polarización, todo el mundo se sacará los trapitos al sol, e incluso, puede haber una nueva ola de violencias recicladas. Habrá que transi-tar por esas fuertes mareas para encontrar la calma, y esta solo dependerá de que lo que se haga en los próximos años en los territorios, se haga bien.

La paz territorialEn voz baja y con relativo optimismo, los negociadores de La Habana tasan en 10 años el tiempo de la tran-sición. Otros expertos calculan que ésta puede tomar entre 25 y 30, si la tarea se hace con juicio. Porque el enfoque territorial quiere decir que el gobierno ha com-prendido, por lo menos en el papel, que tenemos que atacar los problemas que han hecho posible la perpetua-ción de la guerra: la desigualdad en todas sus expresio-nes (social, étnica, regional), la precariedad de nuestra democracia, la paquidermia de las instituciones. Y, por supuesto, enfrentar el gran reto de la reconciliación.

Empecemos por la desigualdad, y apuntemos al único punto de la agenda de La Habana que se ocupa de ella: el desarrollo rural integral. La nuestra ha sido una guerra campesina. Una definición aún más radical sería que ha sido una guerra en las regiones de colo-nización. Allí donde fueron a parar los campesinos sin tierras, los despojados de la guerra civil de los 50, don-de la frontera agrícola se expandió vorazmente, tanto como la coca y los fusiles. Para nadie es un secreto que en Colombia hay dos países que conviven: uno moder-no, pujante y urbano; y otro marginal y olvidado.

La mayor brecha que debe cerrarse en estos años es la del campo y la ciudad; y la del centro con esa periferia. Lograr que el Estado llegue a las zonas ru-rales. Eso implica desde aclarar títulos de propiedad, hasta superar la concentración improductiva de la tie-rra; ejercer con transparencia la seguridad ciudadana, lo que implica redefinir roles y doctrinas de la Fuerza Pública; y revitalizar una democracia local capturada por mafias que hacen inviable la participación política y el ejercicio de los derechos.

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Bien es sabido que gran parte del sector rural no tributa. No puede aspirarse a una paz territorial si por ejemplo sectores tan importantes para el campo, como los ganaderos, no pagan impuestos, tal como lo denuncio el exdirector de la DIAN Juan Ricardo Ortega. Los acuerdos de La Habana contemplan entre otros aspectos, un catastro rural ajustado a la realidad y un fondo de tierras que permita redistri-buir parcelas entre los campesinos, y crear propiedad privada donde no la hay, con el objetivo de que haya un verdadero mercado.

¡Qué paradoja! Se trata de crear las condiciones para que fluya el capitalismo y no de imponer fórmu-las socialistas, como a veces se cree. De hecho, esta ha sido la propuesta de industriales que, como Hernán Echavarría Olózaga (q.e.p.d), han enarbolado por años, pero que en el pasado no tuvieron eco, entre otras cosas, por la crudeza del conflicto.

Otro de los pilares de la transición será la apertura democrática. A mi juicio esta tiene dos grandes com-ponentes: profundizar la participación y el pluralismo; y acercar las instituciones a la gente. El Grupo de Memoria Histórica dice en su informe Basta ya que uno de los elementos que explican la prolongación del conflicto es el miedo a la democracia que expre-san diferentes estamentos de la sociedad. Miedo a los sindicatos, miedo a la protesta popular, miedo a que haya movilidad social y política, a que gobierne, por ejemplo, la izquierda. Muchos crímenes se han come-tido en Colombia en nombre del comunismo y muchos otros en nombre del anti-comunismo. Como sociedad, habrá que aprender a respetar la libre expresión, el libre pensamiento y la diversidad de opiniones políti-cas. Tener por fin, y en todos los niveles, una derecha civilista, y una izquierda también desarmada. Pero con igual legitimidad política. Este es el reto mayor.

También será crucial la reconciliación. Este no es asunto menor, ni se trata sólo de actos simbólicos de abrazos entre los otrora enemigos. La sostenibilidad del proceso de paz depende de encontrar las dosis necesarias de verdad y justicia para poder cerrar las heridas, y una política generosa y profunda de reparación. La reconciliación es un proceso complejo porque no depende sólo del Estado, sino de los flujos y movimientos dentro de la sociedad; del ambiente cultural, ético y moral que se instaure. La reconcilia-ción exige una comprensión del pasado.

¿Qué hacer?En todo este escenario futuro ¿cuál es el papel del sector privado? ¿De sus fundaciones? Para empe-zar, ser protagonistas del cambio social. Superado el conflicto armado, el país se adentra en una dis-cusión inaplazable sobre su modelo de desarrollo, sobre qué tanto Estado y qué tanto mercado nece-sita para construir un modelo más equitativo; sobre la sostenibilidad humana de una economía, basada en la extracción de materias primas, por ejemplo.

En Colombia ya hay algunos avances en la re-flexión sobre la responsabilidad social de las empre-sas. Temas como el Pacto Global por los derechos humanos ya tiene por lo menos una década de vida. Sin embargo, la debilidad del Estado y la excusa del conflicto, han hecho que muchos de los principios básicos no se cumplan. Un primer elemento clave es que el sector privado sea proactivo en el terreno ético para llegar a acuerdos sobre temas sensibles para las comunidades. La protección del agua, por ejemplo.

En segundo lugar, el posconflicto obligará a volver a pensar en los territorios como el principal escenario de acción social. La guerra ha destruido no sólo la infraestructura de muchas poblaciones sino su capacidad productiva y su confianza en las institucio-nes. La tarea en lugares como el oriente antioqueño, el Catatumbo, Montes de María, o el sur del país es la reconstrucción física y espiritual de lo que el conflicto arrasó. Y ello requiere una especie de Plan Marshall que permita en poco tiempo fortalecer la vida comu-nitaria, tanto como la economía. Generar proyectos productivos incluyentes y con valor agregado en los territorios es una tarea urgente.

Tercero, apostar por procesos de largo plazo e integrales. La lógica pragmática del empresario en oca-siones choca con los tiempos de las comunidades que son más lentos, a su vez más participativos. Sin embar-go, el arraigo comunitario es un factor indispensable del cambio social. Los proyectos puntuales y fugaces, si bien pueden dar réditos a las empresas y beneficios inmediatos a la gente, casi nunca afectan de manera significativa el desarrollo. Miles de millones de pesos se han invertido en proyectos que duran unos cuantos meses y que al final dejan frustrados a todos. Experien-cias como Valle en Paz y los Programas de Desarrollo y Paz demuestran que, como se dice popularmente, la ciencia de la paz, es la paciencia.

Cuarto, actuar conjuntamente y de manera inte-gral. Uno de los problemas que ha tenido la actuación de los privados en el terreno social es que en ocasiones no se articula con lo público ni con otros actores del territorio. Abandonar la tentación del asistencialismo e intentar la planeación conjunta es un reto inmediato.

Finalmente, lo más importante: hacer una apuesta estratégica por la juventud. El punto crítico del posconflicto no son los líderes sexagenarios de la guerrilla. Es como cauterizar esa herida por donde entran las nuevas generaciones a la violencia. Hay que invertir de manera preferencial en los jóvenes rurales y de territorios conflictivos; aquellos que no tienen oportunidades de educación con calidad, ni de empleo. Y que en un contexto de desencanto, son presa fácil del reclutamiento.

Marta RuizDirectora del portal Verdad Abierta y consejera

editorial y columnista de Revista Semana

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Fundación ÉxitoCarrera 48 No. 32 B Sur 139Ciudad: MedellínTeléfono: (574) 339 6509www.grupoexito.com.co

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Fundación Ideas para la Paz Calle 100 No. 8 A 37 Torre A Of. 305Ciudad: BogotáTeléfono: (571) 218 3449www.ideaspaz.org

Fundación LukerCarrera 23 No. 64 B 33 Piso 3 Edificio Casa LukerCiudad: ManizalesTeléfono: (576) 875 6442 – 43www.fundacionluker.org.co

Fundación Manuel MejíaCalle 73 No. 8 - 13 Piso 4 Torre ACiudad: BogotáTeléfono: (57 1) 3266050 Ext. 1153www.fmm.edu.co

Fundación Mario Santo DomingoCalle 70 A No. 7 – 81Ciudad: BogotáTeléfono: (571) 607 0707www.fsmd.org.co

Fundación MayagüezCalle 22N No. 6AN - 24, Oficina 701Ciudad: CaliTeléfono: (2) 2608283 / 2608280www.ingeniomayaguez.com

Fundación Mujeres de ÉxitoCarrera 47 No. 91-96 Ciudad: BogotáTeléfono: 6463120 - 6463123www.fmujeresdeexito.org

Fundación OrbisCalle 19 A No. 43B-41Ciudad: MedellínTeléfono: (574) 5767710 ext. 11105www.grupo-orbis.com

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Fundación Puerto de CartagenaManga, Terminal Maritimo de CartagenaCiudad: CartagenaTeléfono: (575) 6502399 www.cisne.puertocartagena.com

Fundación Saldarriaga ConchaCarrera 11 No. 94 – 02 Oficina 502Ciudad: BogotáTeléfono: (571) 622 6282 www.saldarriagaconcha.org

Fundación SemanaCarrera 11 A No. 93 - 67 Oficina 201Ciudad: BogotáTeléfono: (571) 646 8400 www.fundacionsemana.com

Fundación Smurfit Kappa ColombiaCalle 15 No. 18 - 109 – Puerto IsaacCiudad: YumboTeléfono: (572) 691 4000 ext. 2490www.fundacionsmurfitcartondecolombia.org

Fundación SocialCalle 72 No. 10 - 71 Piso 9Ciudad: BogotáTeléfono: (571) 595 3810www.fundacion-social.com.co

Fundación Sociedad Portuaria Regional de Buenaventura – SPRBUNAv. Portuaria. Ed Fundación Sociedad PortuariaCiudad: BuenaventuraTeléfono: (572) 2423730 - 2410700-09 Ext 2112www.fundacionsprbun.org

Fundación Sociedad Puerto de Santa MartaCarrera 1 No. 10A-12Ciudad: Santa MartaTeléfono: (575) 421 7970www.spsm.com.co

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Fundación Universidad de AntioquiaCalle 50 No. 51-29, oficina 610Teléfonos: (574) 512 2060 Ext. 107www.fundacionudea.com

Fundación WWB ColombiaAvenida 5 Norte No. 16-N-78Ciudad: CaliTeléfono: (572) 667 0717www.fundacionwwbcolombia.org

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Actualizado a septiembre de 2015.

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