una boda en brownsville

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Selección de cuentos esenciales de Isaac Bashevis Singer

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UNA BODA EN BROWNSVILLE (Short Friday and Other Stories) 1961-64 Isaac Bashevis Singer Editorial Bruguera, 1981 Traduccin: Juan del Solar y Patricia Cruzalegui

ISAAC BASHEVIS SINGER Naci en 1904 ( 1902) en Radzymin, cerca de Varsovia, en el seno de una familia de rabinos. Vivi durante su adolescencia en Varsovia, educndose en el seminario de rabinos. En 1935 march a Estados Unidos donde empez a practicar el periodismo en la prensa juda de Nueva York (revista Forward). Su obra narrativa est toda ella escrita en yiddish y es una evocacin emotiva pero al mismo tiempo crtica de los ambientes judos de su pas, Polonia. Sus obras se tradujeron al ingls y a partir de ah el autor consigui una enorme resonancia en el mundo entero. Entre sus obras cabe destacar Satn en Goray (1935), La familia Moskat (1950), El Mago de Lublin (1960), El esclavo (1962), La casa de Jampol (1967), Los herederos (1969), Enemigos, una historia de amor (1972). Singer ha escrito y publicado cuentos como El Spinoza de Market Street (1961) y Un amigo de Kafka (1970), un volumen de memorias y cuentos para nios. Le fue concedido el Premio Nobel en el ao 1978. Siempre en el umbral que separa fantasa y realidad, y caracterizados por el habitual sentido del humor de Singer, los cuentos que integran la presente seleccin abordan los temas esenciales de la narrativa del gran autor yiddish.

YENTL, EL MUCHACHO DE LA YESHIVA (Yentl, the Yeshiva Boy)

1 Tras la muerte de su padre, no tena Yentl motivo alguno para permanecer en Yanev. Se hallaba completamente sola en la casa. A decir verdad, los inquilinos estaban deseosos de volver y pagar el alquiler, y los agentes matrimoniales se agolpaban ante su puerta con propuestas llegadas de Lublin, Tomashev y Zamosc. Pero Yentl no quera casarse. Una voz interior le repeta incesantemente: No! Qu le sucede a una chica despus de la boda? Comienzan todos sus males y la suegra se convierte en su duea y seora. Yentl admita que la vida de mujer no era para ella. No saba coser ni tejer. Se le quemaba la comida y dejaba que la leche se le derramara al hervir; el budn del sbado nunca le sala bien, y no lograba que la masa del challah se le esponjara. Yentl prefera mil veces las actividades masculinas a las femeninas. Su padre, Reb Todros, que en paz descanse, durante los muchos aos que estuvo postrado en el lecho haba estudiado la Tor con su hija como si de un hijo se tratara. Le peda a Yentl que cerrara con llave las puertas y corriera las cortinas, para luego concentrarse ambos en el estudio del Pentateuco, la Mishnah, la Gemar y los Comentarios. Result ser tan buena alumna que su padre sola decirle: -Yentl, t tienes alma de hombre. -Entonces, por qu nac mujer? -Porque incluso el cielo se equivoca. No caba la menor duda. Yentl era distinta de todas las dems chicas de Yanev: alta, delgada, huesuda, tena pechos pequeos y era estrecha de caderas. Los sbados por la tarde, mientras su padre dorma, ella sola ponerse sus pantalones, su camisa ribeteada, su chaqueta de seda, su casquete y su sombrero de terciopelo, y se sentaba a contemplar su propia imagen en el espejo. Pareca un apuesto joven moreno. Y por si esto fuera poco, un bozo muy fino le asomaba sobre el labio superior. Slo sus gruesas trenzas delataban su condicin de mujer, pero el cabello se poda eliminar perfectamente. Yentl concibi entonces un plan que acapar sus pensamientos noche y da. No: ella no haba nacido para amasar la pasta, preparar budines, charlar con mujeres tontas o pelearse por la tanda frente al tajo del carnicero. Su padre le haba contado tantas historias de yeshivas, rabinos y hombres de letras! Tena el cerebro repleto de discusiones talmdicas, preguntas, respuestas y frases eruditas. Y haba llegado a fumar a escondidas la larga pipa de su padre.

Un da anunci Yentl a los gestores que quera vender la casa e irse a vivir a Kalish con una ta. Las vecinas trataron de disuadirla de su empeo y los agentes matrimoniales dijeron que estaba loca, que tena ms posibilidades de encontrar un buen partido all mismo, en Yanev. Pero Yentl era obstinada. Fue tal su mpetu que vendi la casa al primer postor y malbarat los muebles por nada. Todo cuanto percibi de su herencia fueron ciento cuarenta rublos. Y entonces, una noche del mes de Av, mientras Yanev dorma, Yentl se cort las trenzas, se dej caer tirabuzones de las sienes y se puso la ropa de su padre. Cuando hubo metido la ropa interior, las filacterias y algunos libros en una maleta de paja, ech a caminar rumbo a Lublin.

Ya en la carretera, consigui que un coche la llevara hasta Zamosc, de donde prosigui su marcha a pie. Se detuvo en una posada del camino y se present como Anshel, nombre de un to suyo, ya fallecido. La posada estaba llena de muchachos que viajaban para estudiar con los rabinos ms famosos. Se hallaban enfrascados en una discusin sobre los mritos de las diferentes yeshivas. Algunos alababan las de Lituania y otros sostenan que en Polonia los estudios eran ms intensivos y la alimentacin mejor. Era la primera vez que Yentl se encontraba sola entre muchachos. Qu distinta le pareci su conversacin a la chchara de las mujeres!; pero era demasiado tmida para unirse a ellos. Un joven hablaba de un posible matrimonio y la cuanta de la dote, mientras otro, parodiando a un rabino en el Purim, declamaba un pasaje de la Tor aadiendo toda clase de interpretaciones obscenas. Poco despus decidieron hacer pruebas de fuerza. Uno logr abrir el apretado puo de su compaero, y otro le baj el brazo a su compinche. Un estudiante que merendaba pan con t, remova su taza con una navaja a falta de cuchara. Fue entonces cuando uno de ellos se acerc hasta Yentl y le dio una palmadita en el hombro: -Por qu tan callado? Acaso no tienes lengua? -No tengo nada que decir. -Cmo te llamas? -Anshel. -S que eres tmido: pareces una violeta a la vera del camino. El muchacho le dio un pellizco en la nariz. Yentl hubiera querido responderle con un golpe, pero su brazo se neg a moverse. Empalideci. De pronto otro estudiante, ligeramente mayor que los dems, acudi en su defensa. Era alto y muy blanco, tena barba negra y unos ojos ardientes. -Oye, por qu le tienes mana? -No mires si no te gusta. -Quieres que te arranque los tirabuzones? El joven barbudo la llam a un lado y le pregunt de dnde vena y adnde iba. Yentl le dijo que quera ir a una yeshiva, pero que fuera tranquila. El joven se mes la barba. -Si es as, ven conmigo a Bechev. Le dijo que era el cuarto ao consecutivo que volva a Bechev. La yeshiva era pequea, y los estudiantes -treinta en total- se alojaban en las casas del pueblo. La comida era abundante y las amas de casa se encargaban de zurcirles los calcetines y lavarles la ropa. El rabino de Bechev, director de la yeshiva, era un genio. Poda plantear diez preguntas y responder a todas con una sola demostracin. Tarde o temprano, la mayora de los estudiantes consegua esposa en el pueblo. -Por qu te marchaste a mitad de curso? -le pregunt Yentl. -Mi madre muri. Y ahora estoy de regreso. -Cmo te llamas? -Avigdor. -Por qu no te has casado an? El joven se rasc la barba. -Es una larga historia. -Cuntamela.

Avigdor se cubri los ojos y medit un momento. -Vendrs a Bechev? -S. -Pues entonces no tardars en enterarte. Yo estaba comprometido con la hija nica de Alter Vishkower, el hombre ms rico del pueblo. Haba fijado incluso la fecha de la boda, cuando un buen da me devolvieron el contrato matrimonial. -Qu sucedi? -No lo s. Seguramente las malas lenguas se encargaron de propagar habladuras. Hubiera podido reclamar la mitad de la dote, pero no sirvo para esas cosas. Ahora estn intentando embarcarme en otro compromiso, pero la chica no me gusta. -Y en Bechev, los chicos de la yeshiva miran a las mujeres? -En casa de Alter, donde yo coma una vez por semana, Hadass, su hija, serva siempre la comida... -Es guapa? -Es rubia. -Las morenas tambin pueden ser atractivas. -No. Yentl mir a Avigdor fijamente. Era delgado, huesudo, y tena las mejillas hundidas. Sus rizadas patillas parecan azules de tan negras, y las cejas se le juntaban en el entrecejo. La mir framente, con el esquivo arrepentimiento de quien acaba de revelar un secreto. Tena la solapa rasgada, como es costumbre entre quienes guardan luto, y el forro de su gabardina quedaba visible. Tamborile nerviosamente sobre la mesa y silb una meloda. Detrs de aquella frente amplia y surcada de arrugas parecan galopar los pensamientos. De pronto dijo: -Bueno, qu ms da: me convertir en un eremita y basta. 2 Por extrao que parezca, en cuanto Yentl -o Anshel- lleg a Bechev, se le asign una pensin de un da a la semana en casa de Alter Vishkower, el mismo hombre acaudalado cuya hija haba roto su compromiso con Avigdor. Los alumnos de la yeshiva estudiaban por parejas, y Avigdor eligi a Anshel como compaero. La ayudaba con los cursos. Era tambin un experto nadador y se ofreci a ensearle el estilo braza y a patalear en el agua, pero ella siempre encontraba excusas para no bajar al ro. Avigdor le sugiri que compartieran el alojamiento, pero Anshel encontr un lugar donde dormir en casa de una viuda entrada en aos y medio ciega. Los martes coma en casa de Alter Vishkower y Hadass lo atenda. Avigdor sola hacerle muchas preguntas: Qu aspecto tiene Hadass? Se ve triste? Est alegre? Estn tratando de casarla? No menciona mi nombre por casualidad? Y Anshel le informaba que Hadass volcaba la comida sobre el mantel, se olvidaba de traer la sal y meta los dedos en el plato de smola al llevarlo a la mesa. Se pasaba el da dndole rdenes a la sirvienta, se hallaba absorta leyendo cuentos a todas horas y cambiaba de peinado cada semana. Adems, deba creerse muy bella porque no dejaba de mirarse al espejo, aunque en realidad no era tan atractiva. -A los dos aos de casada -le dijo Anshel un da- estar hecha un cascajo. -Quieres decir que no te gusta? -No especialmente. -Pero seras capaz de desairarla si ella te deseara?

-Podra prescindir de ella. -No tienes impulsos perversos? Los dos amigos, que compartan el mismo atril en un rincn de la casa de estudios, pasaban ms tiempo conversando que estudiando. Cuando Avigdor se pona a fumar, Anshel le quitaba el cigarrillo de los labios para dar una bocanada. Como a Avigdor le gustaban los panecillos de alforfn, Anshel se detena cada maana en la panadera a comprarle uno y no dejaba que l se lo pagara. A veces haca cosas que sorprendan muchsimo a Avigdor. Si a ste se le caa algn botn de la chaqueta, Anshel se presentaba al otro da en la yeshiva con hilo y aguja para coserlo. Y encima le compraba toda clase de regalos: un pauelo de seda, un par de calcetines, una bufanda. Avigdor le iba cogiendo ms y ms cario a este chiquillo cinco aos menor que l, cuya barba ni haba empezado a despuntar. En una ocasin dijo a Anshel: -Quiero que te cases con Hadass. -Qu ganaras t con eso? -Prefiero que seas t y no un desconocido. -Te convertiras en mi enemigo. -Jams. A Avigdor le gustaba dar largas caminatas por la ciudad y Anshel sola acompaarlo. Absortos en la conversacin, solan llegar hasta el molino de agua, el bosque de pinos o la encrucijada donde se alzaba el santuario cristiano. A veces se tendran en la yerba. -Por qu no podr una mujer ser igual a un hombre? -pregunt Avigdor en una ocasin, alzando la mirada al cielo. -En qu sentido? -Por qu Hadass no podra ser como t? -Cmo soy yo? -Pues, un buen tipo. Anshel se puso a retozar. Cort una flor y le arranc los ptalos uno a uno. Luego recogi una castaa y se la tir a Avigdor en plena cara. Este observ una mariquita que avanzaba por la palma de su mano, al cabo de un momento dijo: -Estn intentando casarme. Anshel se incorpor en el acto. -Con quin? -Con Peshe, la hija de Feitl. -La viuda? -Esa misma. -Por qu habras de casarte con una viuda? -No le intereso a nadie ms. -No es cierto. Ya aparecer alguien que te convenga. -Nunca. Anshel dijo a Avigdor que Peshe no era un buen partido. No tena belleza ni inteligencia, era slo una vaca con dos ojos. Adems, podra ser de mal agero; su marido muri durante el primer ao de matrimonio. Era el tipo de mujer que matan a sus esposos. Pero Avigdor no respondi. Encendi un cigarrillo, aspir una larga bocanada y empez a echar roscas de humo. La cara se le haba puesto verde.

-Necesito una mujer. No puedo dormir de noche. Anshel se estremeci. -Por qu no esperas hasta que aparezca la ms adecuada? -Me haban destinado a Hadass. A Avigdor se le humedecieron los ojos y se puso en pie de un salto. -Basta de remolonear. Vmonos. A partir de ah todo ocurri rpidamente. A los dos das de haberle confiado a Anshel su problema, Avigdor se comprometi con Peshe y llev tarta de miel y coac a la yeshiva. Se fij una fecha bastante prxima para la boda. Cuando la futura esposa es viuda, no hay necesidad de preparar el ajuar: lo tiene todo. Por su parte, el novio era hurfano y no tena que solicitar la aprobacin de nadie. Los estudiantes de la yeshiva bebieron el coac y le dieron su enhorabuena. Anshel tambin bebi un sorbito, pero no tard en sofocarse. -Ay! Cmo quema! -Acaso no eres todo un hombre? -brome Avigdor. Despus de la celebracin, Avigdor y Anshel se sentaron con un volumen de la Gemar, pero apenas avanzaron y su conversacin fue igualmente lenta. Avigdor se balanceaba de un lado a otro, se mesaba la barba y murmuraba entre dientes: -Estoy perdido -dijo de improviso. -Si ella no te gusta, por qu te casas? -Me casara hasta con una cabra. Al da siguiente, Avigdor no apareci por la casa de estudios. Feitl, el comerciante en pieles, perteneca a los hasidim y quera que su futuro yerno prosiguiera sus estudios en la sinagoga hasdica. Los estudiantes de la yeshiva comentaban que, aunque la viuda fuese baja y redonda como un barrilo, su madre, hija de un lechero, y su padre medio analfabeto, era innegable que la familia entera nadaba en la opulencia. Feitl era copropietario de una curtidura y Peshe haba invertido su dote en una tienda que venda arenques, brea, cacharros y sartenes, y siempre estaba llena de campesinos. Padre e hija estaban equipando a Avigdor, para el que haban encargado un abrigo de piel, otro de pao, un kapote de seda y dos pares de botas. Aparte de eso, ya haba recibido, como regalos, las pertenencias del primer marido de Peshe: la edicin de Vilna del Talmud, un reloj pulsera de oro, un candelabro de la Janukah y un especiero. Anshel se sent solo frente al atril. El martes, cuando se present a cenar en casa de Alter Vishkower, Hadass le coment: -Qu me dices de tu amigo? Est de nuevo en Jauja, verdad? -Qu esperabas? Que nadie ms le hiciera caso? Hadass se sonroj. -No fue culpa ma. Mi padre se opuso. -Por qu? -Porque descubrieron que un hermano suyo se haba ahorcado.

Anshel la mir. Estaba all de pie, alta, rubia, con su cuello esbelto, sus mejillas hundidas y sus ojos azules. Llevaba un vestido de algodn y un delantal de calic. Su cabello, recogido en un par de trenzas caa sobre su espalda. Lstima no ser hombre, pens Anshel. -Y ahora lo lamentas? -pregunt Anshel. -Y cmo! Hadass huy de la habitacin. El resto de la comida -carne, budn relleno y t-, se lo trajo la sirvienta. Hadass reapareci cuando Anshel ya haba acabado de comer y estaba lavndose las manos para las bendiciones finales. Se acerc a la mesa y dijo con voz sofocada: -Jrame que no le dirs nada. No tiene por qu saber qu ocurre en mi corazn... Sali corriendo nuevamente y por poco se tropieza contra el marco de la puerta. 3 El director de la yeshiva pidi a Anshel que eligiera otro compaero de estudios, pero transcurrieron varias semans y Anshel segua estudiando sola. No haba nadie en la yeshiva capaz de ocupar el puesto de Avigdor. Todos los dems eran pequeos en cuerpo y alma. Decan necedades, fanfarroneaban por cualquier tontera, se rean como idiotas y se comportaban como pobres diablos. Sin Avigdor, la casa de estudios pareca vaca. Anshel pasaba la noche en su tarima, en casa de la viuda, y no poda conciliar el sueo. Despojada de su gabardina y de los pantalones, se transformaba nuevamente en Yentl, una muchacha casadera enamorada de un joven que estaba comprometido con otra. Quiz deb haberle dicho la verdad, pens Anshel. Pero era demasiado tarde para hacerlo. No poda ser de nuevo una muchacha y prescindir de los libros y la casa de estudios. Se hallaba as echada aquella noche, con la cabeza llena de ideas extravagantes que estuvieron a punto de enloquecerla. Se qued dormida y momentos despus se despert sobresaltada. En su sueo se haba visto como mujer y hombre a la vez, vestida con ropa de ambos sexos: un corpio y una camisa bordada. Se le haba retrasado la regla y de pronto sinti miedo... Quin sabe... En el Medrash Talpioth haba ledo sobre una mujer que concibi con slo desear a un hombre. Y entonces compredi por qu la Tor prohiba usar ropas del sexo opuesto. Al hacerlo no engaamos slo al prjimo, sino a nosotros mismos. Hasta el alma se ofusca al verse encarnada en un cuerpo extrao. De noche, Anshel permaneca despierta, y de da apenas poda mantener los ojos abiertos. En las casas a las que iba a comer, las mujeres se quejaban de que el chico no probaba bocado. El rabino observ que Anshel no prestaba atencin a las clases y miraba por la ventana, absorto en sus pensamientos. Al siguiente martes se present Anshel en casa de Vishkower a cenar. Hadass le sirvi un plato de sopa y esper, pero Anshel estaba tan confundida que ni siquiera le dio las gracias. Estir la mano para coger una cuchara, pero se le resbal. Hadass aventur un comentario: -He sabido que Avigdor te ha dejado. Anshel despert de su letargo. -Qu quieres decir? -Ya no es tu compaero.

-Se ha marchado de la yeshiva. -No lo ves nunca? -Parece que se esconde. -Irs a la boda al menos? Anshel permaneci un instante en silencio como si no hubiera entendido bien la pregunta. Luego dijo: -Es un perfecto idiota. -Por qu lo dices? -T eres preciosa, pero la otra parece un mono. Hadass se puso de mil colores. -Todo fue culpa de mi padre. -No te preocupes. Ya encontrars a alguien que te merezca. -Yo no quiero a nadie. -Pero a ti todos te quieren... Se produjo un largo silencio. Los ojos de Hadass se agrandaron, inundndose con la tristeza de quien sabe que el consuelo no existe. -Se te enfra la sopa. -Yo tambin te quiero. Anshel se sorprendi de sus propias palabras. Hadass volvi la cabeza y la mir fijamente: -Qu dices? -Es verdad. -Alguien puede estar oyendo. -No tengo miedo. -Toma tu sopa. Traer el budn de carne ahora mismo. Y Hadass se volvi, haciendo sonar sus tacones altos al alejarse. Anshel se dedic a buscar judas en la sopa. Pesc una, pero se le cay. Haba perdido el apetito; tena la garganta cerrada. Saba que se estaba enredando en una accin perversa, pero una extraa fuerza la impulsaba a seguir. Hadass reapareci trayendo una fuente con dos budines rellenos de carne. -Por qu no comes? -Estoy pensando en ti. -Y qu piensas? -Quiero casarme contigo. A Hadass se le hizo un nudo en la garganta. -Es con mi padre con quien debes tratar esos asuntos. -Lo s. -Lo que se acostumbra es enviar a un casamentero. Y se escabull de la habitacin, dando un portazo. Anshel se ri para sus adentros y pens: Con las chicas puedo jugar a mi antojo. Ech sal y luego pimienta en la sopa. Estaba aturdida. Qu he hecho? Debo estar perdiendo el juicio. No hay otra explicacin...

Se oblig a comer, pero no poda probar bocado. Slo entonces record que Avigdor haba querido casarla con Hadass. En medio de su turbacin, concibi un plan: se desquitara en nombre de Avigdor y al mismo tiempo lo acercara a ella a travs de Hadass. Esta era virgen: qu poda saber de los hombres? A una chica como ella se le poda engaar por un buen tiempo. A decir verdad, Anshel tambin era virgen pero la Gemar y las conversaciones masculinas la haban ilustrado ampliamente sobre el tema. Sinti miedo y alborozo al mismo tiempo, como alguien que est a punto de engaar a toda una comunidad. Se acord del dicho: Las multitudes son necias. Se puso de pie y dijo en voz alta: Ha llegado la hora de que haga algo. Aquella noche Anshel no peg ojo. A cada momento se levantaba a tomar agua. Tena la garganta reseca y la frente le arda. Su cerebro trabajaba febrilmente por voluntad propia: se estaba librando una batalla en su interior. Le lata el estmago y las rodillas le dolan. Tena la sensacin de haber hecho un pacto con Satans, ese genio maligno que se burla de los hombres ponindoles trampas y obstculos en el camino. Cuando se qued dormida, ya haba amanecido. Se despert ms rendida que antes, pero no poda seguir durmiendo en la tarima de la viuda. Hizo un esfuerzo para incorporarse y, cogiendo la bolsa con sus filacterias, parti hacia la casa de estudios. En el camino se encontr nada menos que con el padre de Hadass. Anshel le dio los buenos das cordialmente, y recibi a su vez un saludo amistoso. Reb Alter se mes la barba y le busc conversacin: -Mi hija Hadass debe estar alimentndote con cscaras. Se te ve desfallecida. -Su hija es una muchacha estupenda y muy generosa. -Entonces, por qu ests tan plido? Anshel permaneci un minuto en silencio. -Reb Alter, hay algo que debo decirle. -Pues venga. Dilo. -Reb Alter, me gusta su hija. Alter Vishkower hizo un alto. -Vaya! Crea que los estudiantes de la yeshiva no hablaban de estas cosas. Sus ojos denotaban gran hilaridad. -Pues es la pura verdad. -Estas cosas no se discuten personalmente con el interesado. -Pero yo soy hurfano. -Bien..., en ese caso lo que se acostumbra es enviar un agente matrimonial. -S... -Qu ves en ella? -Es hermosa... noble... inteligente... -Vamos a ver... Ven ac, cuntame algo de tu familia. Alter Vishkower rode a Anshel con el brazo y ambos siguieron caminando hasta llegar al patio de la sinagoga.

4 Una vez que has dicho A, tienes que decir B. De las ideas pasamos a las palabras, y de las palabras a los hechos. Reb Alter Vishkower dio su consentimiento para la boda, pero Freyda Leah, la madre de Hadass, tard ms en decidirse. Alegaba que no quera que su hija se enredara con otro estudiante de la yeshiva de Bechev, y que prefera a alguien de Lublin o de Zamosc. Pero Hadass amenaz con arrojarse al pozo si la volvan a humillar pblicamente (como le haba ocurrido con Avigdor). Sin embargo, esta unin -cosa tpica en la mayora de los matrimonios desaconsejablesgozaba del apoyo general: el rabino, la parentela y las amigas de Hadass. Haca un tiempo que a las chicas de Bechev se les iban los ojos por Anshel. Lo observaban desde sus ventanas cuando pasaba por la calle y l por su parte, tena siempre las botas muy lustrosas y no bajaba la vista ante ninguna mujer. Cuando iba a la panadera de Beila a comprar un pletl, bromeaba con tanta gracia y estilo que dejaba maravilladas a las mujeres. Estas admitan que Anshel tenan un no s qu: los tirabuzones se le rizaban ms que a los otros chicos, se pona la bufanda de un modo distinto, y su mirada, risuea aunque distante, pareca fijarse en un punto muy lejano. Adems, el hecho de que Avigdor se hubiera comprometido con Peshe, la hija de Feitl, dejndolo solo, aument el cario que la gente del pueblo ya le tena. Alter Vishkower mand redactar un contrato provisional de matrimonio en el que se comprometa a darle una dote superior a la que haba prometido a Avigdor, as como ms regalos y un perodo de manutencin ms largo. Las chicas de Bechev corrieron a abrazar a Hadass y felicitarla. Ella se puso a tejer en seguida una bolsa para las filacterias de Anshel, un pao para la challah y una talega para el matzoh. Cuando Avigdor se enter del compromiso de Anshel, se acerc a la casa de estudios a presentarle sus saludos. Haba envejecido durante estas ltimas semanas; estaba con la barba en desorden y los ojos enrojecidos. Le dijo a Anshel: -Saba que esto era inevitable. Lo supe desde el principio, cuando te encontr en la posada. -Pero fuiste t quien me lo sugiri. -Lo s. -Entonces por qu me abandonaste? Te marchaste sin despedirte siquiera. -No quera dejar ninguna puerta abierta a mis espaldas. Avigdor le pidi a Anshel que dieran un paseo. Aunque Succoth haba pasado ya, el sol segua iluminando el da. Ms carioso que nunca, el joven le abri su corazn a Anshel. S, era cierto. Un hermano suyo haba sucumbido a la melancola y se haba ahorcado. Y ahora l mismo se senta casi al borde del abismo. Peshe tena mucho dinero y su padre era un hombre rico, pero Avigdor se pasaba las noches en blanco. No quera convertirse en tendero y tampoco lograba olvidar a Hadass. Se le apareca hasta en sueos. El sbado por la noche casi se desmaya al or su nombre en la oracin de Havdala. Pero a pesar de todo prefera que fuese Anshel y no otro quien se casara con ella... Por lo menos estara en buenas manos. Avigdor se inclin y comenz a arrancar la hierba seca sin motivo aparente. Sigui hablando incoherentemente como un posedo por el demonio. De repente dijo: -He decidido hacer lo mismo que mi hermano. -Tanto la amas? -La llevo clavada en el corazn. Luego renovaron sus votos de amistad y prometieron no volver a separarse. Anshel propuso que, en cuanto ambos se casaran, fuesen vecinos o compartiesen incluso la misma casa. Podran estudiar juntos todos los das y hasta ser copropietarios de una tienda.

-Quieres que te diga la verdad? -le dijo Avigdor-. Mi vida est unida a la tuya, como la historia de Jacob y Benjamn. -Entonces por qu me dejaste? -Quiz por eso mismo. Aunque el da se puso fro y borrascoso, ellos continuaron su paseo hasta el bosque de pinos y slo volvieron al atardecer, para la oracin vespertina. Instaladas en sus ventanas, las chicas de Bechev los vieron pasar abrazados y tan absortos en su conversacin que iban pisando charcos y montculos de basura sin darse cuenta. Avigdor se vea plido y desgreado, y el viento le agitaba uno de los largos tirabuzones. Anshel se morda las uas. Hadass tambin corri a su ventana, y al verlos pasar se le llenaron los ojos de lgrimas... Los hechos se sucedieron velozmente. Avigdor fue el primero en casarse. Como la novia era viuda, la boda se celebr en privado, sin msicos, animador ni ceremonia del velo de la novia. Peshe pas un da bajo el dosel nupcial, y al da siguiente volvi a la tienda en la que despachaba brea con manos grasientas. Avigdor empez a rezar en el Centro hasdico con su nuevo chal litrgico. Anshel lo visitaba y los dos se la pasaban charlando animadamente hasta que oscureca. La boda de Anshel y Hadass se fij para el sbado de la semana de Janukah, aunque el futuro suegro la quera adelantar. Hadass ya haba estado comprometida en otra ocasin, y adems el novio era hurfano: por qu tena el pobre que seguir mortificndose en el camastro improvisado que le daba una viuda, cuando poda tener esposa y hogar propios? Anshel se repeta varias veces diarias que lo que estaba a punto de hacer era pecaminoso, disparatado y perverso a ms no poder. Se estaba enredando en una cadena de infundios en la que tambin implicaba a Hadass. Nunca lograra expiar todas las transgresiones que estaba cometiendo. Una mentira tras otra! Varias veces decidi marcharse de Bechev cuando an estaba a tiempo de acabar con esa comedia absurda, que ms pareca obra de un demonio que de un ser humano, pero un poder irresistible la tena en sus garras. Se senta cada vez ms unida a Avigdor y no se atreva a destruir la ilusoria felicidad de Hadass. Despus de su boda, Avigdor se sinti an ms inclinado al estudio, y ambos amigos se reunan dos veces al da. Por la maana estudiaban la Gemar y los Comentarios y por la tarde los cdigos legales y sus glosas. Alter Vishkower y Feitl el comerciante en pieles estaban muy complacidos y comparaban a Anshel y Avigdor con David y Jonatn. Con tantas complicaciones, Anshel iba de un lado a otro como una sonmbula. Los sastres le tomaron las medidas para renovarle el guardarropa, y tuvo que valerse de mil y un subterfugios para que no descubrieran que era mujer. A Anshel le pareca imposible que su embuste pudiera durar tantas semanas: era increble! Burlarse de la comunidad haba resultado divertido; pero hasta cundo se mantendra la farsa? De qu modo saldra a relucir la verdad? Anshel rea y lloraba por dentro. Se haba convertido en un duende cuya misin en esta tierra era burlarse de la gente y engaarla. Soy una vil pecadora, una Jeroboam ben Nabat, se deca. Su nica justificacin era que haba aceptado todas estas cargas porque su alma anhelaba ardientemente estudiar la Tor... No tard Avigdor en quejarse del mal trato que le daba Peshe. Lo acusaba de ser un haragn y un pobre diablo: una boca ms que alimentar. Trat de atarlo a la tienda, asignndole tareas que nada tenan que ver con sus inclinaciones y dndole propinas ridculas. En lugar de consolarlo, Anshel lo indispona an ms contra Peshe. Le deca que su mujer era un monstruo, una fiera y una avara que seguramente haba matado a su primer marido a disgustos y ahora hara lo mismo con l. Y al mismo tiempo enumeraba las virtudes de Avigdor: su altura y su virilidad, su ingenio y su erudicin. -Si yo fuese mujer y me casara contigo -le dijo un da Anshel-, sabra cmo apreciarte debidamente. -Bien, pero no lo eres...

Avigdor suspir. Mientras tanto, se aproximaba la fecha de la boda de Anshel. El sbado anterior a la Janukah, Anshel fue llamada a leer la Tor desde el plpito. Las mujeres le lanzaron una lluvia de pasas y almendras. El da de la boda, Alter Vishkower dio una fiesta para los jvenes. Avigdor se sent a la diestra de Anshel. El novio pronunci un discurso talmdico y los dems invitados pasaron a discutir los puntos, fumando cigarrillos y bebiendo vino, licores y t con limn o mermelada de frambuesa. A esto sigui la ceremonia de velar a la novia, al trmino de la cual condujeron al novio al dosel nupcial muy cerca de la sinagoga. La noche estaba fresca y despejada, y el cielo lleno de estrellas. Los msicos entonaron una meloda mientras dos hileras de chiquillos sostenan cerillas encendidas y velas en forma de trenza. Despus de la ceremonia nupcial, los novios rompieron su ayuno con un caldo de pollo dorado. Luego, siguiendo la costumbre, dio comienzo el baile y el anuncio de los regalos de boda. Haba muchos y costosos regalos. El animador de bodas describi las penas y alegras que aguardaban a la novia. Peshe, la mujer de Avigdor, se encontraba entre los invitados; pero pese al exceso de joyas que llevaba encima, se le vea fea con una peluca que le cubra ms de media frente y una enorme capa de piel, para no hablar de las manchas de brea en sus manos que ningn jabn podra lavar. Una vez concluida la Danza de la Virtud, los novios fueron conducidos por separado a la cmara nupcial. Los miembros de su escolta dieron instrucciones a la pareja sobre la conducta a seguir, y los instaron a ser prolficos y a multiplicarse. Al amanecer, la suegra de Anshel y su camarilla bajaron a la cmara nupcial y sacaron las sbanas sobre las que haba dormido Hadass, para asegurarse de que el matrimonio se haba consumado. Al descubrir huellas de sangre, el grupo se regocij y la novia fue objeto de caricias y enhorabuenas. Luego, blandiendo la sbana, salieron en tropel afuera a bailar una danza Kosher sobre la nieve recin cada. Anshel haba encontrado una manera de desflorar a la novia. La inocencia de Hadass le impidi darse cuenta de cmo fueron y cmo debieron haber sido realmente los hechos. Se haba enamorado profundamente de Anshel. Estaba prohibido que los novios durmieran juntos durante los siete das siguientes al primer contacto sexual. Al otro da, Anshel y Avigdor iniciaron el estudio del Tratado sobre las Mujeres Menstruantes. Cuando los dems se hubieron marchado y ambos se quedaron a solas en la sinagoga, Avigdor le pregunt tmidamente a Anshel sobre la noche que acababa de pasar con Hadass. Anshel satisfizo su curiosidad y continuaron cuchicheando hasta el anochecer. 5 Anshel haba cado en buenas manos. Hadass era una esposa fiel y sus padres satisfacan todos los deseos del yerno y hacan alarde de sus talentos. A decir verdad, ya haban transcurrido varios meses y Hadass todava no esperaba un hijo, pero nadie se tom esto muy a pecho. Por otra parte, la situacin de Avigdor haba empeorado notablemente. Peshe no slo lo torturaba, sino que lleg a reducirle la comida y a negarle incluso una camisa limpia. Como l nunca tena un cntimo, Anshel volvi a comprarle un pan de alforfn cada da y lo invitaba a cenar a su casa, ya que Peshe no tena tiempo de cocinar y era demasiado tacaa para tomar una sirvienta. Reb Alter Vishkower y su esposa censuraron este proceder basndose en que un pretendiente rechazado no deba visitar la casa de su antigua prometida. Todo esto dio mucho que hablar al pueblo; pero Anshel, citando precedentes, lleg a demostrar que la ley no lo prohiba. La mayora de la gente tom partido por Avigdor y culp a Peshe de todo.

Avigdor no tard mucho en pedirle el divorcio, y como no quera tener un hijo con semejante esperpento, imitaba a Onn o para decirlo con palabras de la Gemar: trillaba en el interior, pero arrojaba su simiente fuera. Le haca confidencias a Anshel. Un da le cont que Peshe no se lavaba antes de acostarse, que roncaba como una sierra circular y que viva tan obsesionada por el dinero de la tienda que barboteaba sobre l hasta en sueos. -Ay, Anshel, cmo te envidio! -le deca. -No tienes por qu envidiarme. -Lo tienes todo. Me gustara tener tu buena suerte... sin quitarte nada, claro est. -Todos tenemos problemas. -Qu clase de problemas puedes tener t? No tientes a la Providencia. Cmo hubiera podido adivinar que Anshel no pegaba el ojo por la noche y pensaba con suma frecuencia en la huida? Acostarse con Hadass y engaarla le resultaba cada vez ms doloroso. El amor y la ternura de la joven la avergonzaban. La devocin de sus suegros y sus esperanzas de tener un nieto constituan una carga para ella. Los viernes por la tarde toda la gente del pueblo acuda a los baos, y cada semana Anshel tena que inventarse una nueva excusa. Pero pronto empez a despertar sospechas. Circulaba el rumor de que Ansehl deba tener una horrible marca de nacimiento, alguna hernia o quiz una circuncisin ml hecha. A juzgar por sus aos, ya deba haberle crecido barba, pero sus mejillas continuaban tersas. Ya era Purim y la Pascua estaba prxima. Pronto llegara el verano. No muy lejos de Bechev haba un ro en el que todos los estudiantes de la yeshiva y los jvenes solan baarse en cuanto empezaba a hacer suficiente calor. La mentira se iba hinchando como un absceso y un buen da acabara reventando. Anshel saba que deba encontrar la manera de liberarse. Los jvenes que vivan con sus suegros tenan por costumbre recorrer las ciudades aledaas durante los das semifestivos de la semana de Pascua. Disfrutaban del cambio, se sentan renovados, buscaban la oportunidad de hacer negocios y compraban libros u otras cosas necesarias para un joven. Lublin quedaba cerca de Beshev, y Anshel convenci a Avigdor para hacer el viaje juntos por cuenta de Anshel. Avigdor qued encantado ante la perspectiva de librarse por unos das de la fiera que tena en casa. El viaje en coche result muy agradable. Los campos empezaban a verdear y las cigeas volvan de las regiones clidas, formando arcos inmensos en el azul del cielo. Los arroyos se precipitaban hacia los valles y las aves gorjeaban. Los molinos giraban, las flores primaverales empezaban a brotar sobre la hierba, y por doquier se vean vacas pastando. Los dos amigos comieron las frutas y los pastelitos que Hadass les haba preparado y siguieron conversando, bromeando e intercambiando confidencias hasta llegar a Lublin. All tomaron una habitacin para dos en una posada. Durante el viaje, Anshel haba prometido revelarle un secreto asombroso cuando llegaran a Lublin. Avigdor haba bromeado: Qu clase de secreto era se? Habra descubierto Anshel un tesoro escondido? O tal vez escrito un ensayo? O creado una paloma a fuerza de estudiar la Cbala? Una vez en la habitacin, y mientras Anshel corra el cerrojo cuidadosamente, Avigdor le dijo en son de burla: -A ver, oigamos ese tremendo secreto. -Preprate a or la cosa ms increble que hayas odo jams. -Estoy preparado para lo que sea. -Soy mujer y no hombre -le dijo Anshel-. No me llamo Anshel, sino Yentl. Avigdor solt una carcajada. -Saba que era un cuento.

-Pero si es verdad. -Ni un tonto se tragara eso. -Quieres que te lo demuestre? -S. -Pues entonces me desnudar. Avigdor abri bien los ojos. Pens que quiz lo que su amigo deseaba era practiar la pederastia. Anshel se quit la gabardina y la camisa bordada, despojndose luego de su ropa interior. Avigdor ech una ojeada y se puso lvido primero y despus de color rojo vivo. Anshel se tap de prisa. -He hecho esto slo para que puedas dar fe ante los tribunales. De otro modo, Hadass constar siempre como una mujer cuyo marido est ausente. Avigdor haba perdido el habla y un extrao temblor le sacuda el cuerpo. Quiso hablar, pero de sus labios no brotaba nada. Se sent rpidamente porque sus piernas ya no lo aguantaban. Finalmente murmur: -No es posible! No puedo creerlo! -Quieres que vuelva a desnudarme? -No! Y Yentl pas a contarle toda la historia: la postracin de su padre enfermo y las lecturas que con ella haca de la Tor; la poca paciencia que tena con las mujeres y su chchara absurda; la venta de la casa y de todos los muebles; su partida del pueblo, el viaje hasta Lublin disfrazada de hombre y su encuentro con Avigdor en la posada del camino. Sentado y sin habla, el muchacho la contemplaba y escuchaba su relato. Yentl se haba vuelto a poner su ropa de hombre. Por ltimo dijo Avigdor: -Debo estar soando. Se pellizc la mejilla. -No es un sueo. -Por qu me tienen que pasar a m estas cosas...? -Es completamente cierto. -Por qu lo hiciste? Uff! Ser mejor que me calme. -No quera pasarme la vida amasando y cociendo pan. -Y lo de Hadass? Por qu lo hiciste? -Lo hice por ti. Saba que Peshe te atormentara y en nuestra casa podras estar tranquilo... Avigdor permaneci largo rato en silencio. Luego inclin la cabeza y la movi, apretndose las sienes con ambas manos. -Qu hars ahora? -Me ir lejos, a otra yeshiva. -Cmo? Si me lo hubieses dicho antes, podramos haber... Avigdor se detuvo en medio de la frase. -No. No hubiera resultado. -Por qu no? -No soy ni una cosa ni la otra.

-Dios mo, qu dilema! -Divrciate de ese monstruo y csate con Hadass. -Peshe no me dar el divorcio y a Hadass no le intereso. -Hadass te ama y esta vez no le har caso a su padre. Avigdor se levant bruscamente, pero luego volvi a sentarse. -No podr olvidarte... Nunca...

6 Segn la Ley, Avigdor no deba permanecer un minuto ms a solas con Yentl. Sin embargo, con la gabardina y los pantalones puestos pareca el mismo Anshel de siempre. Reanudaron su conversacin con la confianza habitual: -Cmo te has atrevido a violar da a da el mandamiento que ordena: Una mujer no podr llevar encima todo cuanto pertenezca a un hombre? -No fui creada para arrancar plumas ni para cotorrear con mujeres. -Y preferiras perder tu puesto en la otra vida? -Quiza... Avigdor alz los ojos. Y entonces se dio cuenta de que las mejillas de Anshel eran demasiado tersas para ser masculinas, y de que su abundante cabellera y sus manos pequeas tambin la delataban. No obstante, se resista a creer que aquello no fuese un sueo del que podra despertarse en cualquier momento. Se mordi los labios y se pellizc la pierna. Se senta tan cohibido que a la hora de hablar, tartamudeaba. Su amistad con Anshel, sus conversaciones ntimas, sus confidencias: todo haba sido una farsa! Hasta lleg a pensar que Anshel poda ser un demonio. Se sacudi, como para despertarse de una pesadilla; sin embargo, aquel poder que nos permite distinguir la realidad del sueo, le hizo ver que todo era verdad. Hizo acopio de valor: l y Anshel jams podran ser extraos el uno para el otro, aunque Anshel fuera en realidad Yentl..., y aventur un comentario: -Me parece que un testigo que declara en favor de una mujer abandonada no puede casarse con ella, pues la ley lo considera cmplice en el asunto. -Cmo? No se me haba ocurrido. -Tendremos que consultar el Eben Ezer. -Yo no estara tan segura de que las leyes relativas al abandono de mujeres puedan aplicarse en este caso -dijo Anshel con aires eruditos. -Si no quieres que Hadass sea una mujer abandonada, tendrs que contarle el secreto t misma. -No puedo hacer eso. -En cualquier caso, has de buscarte otro testigo. Gradualmente, ambos amigos reanudaron su conversacin talmdica. Al principio, a Avigdor le result algo extrao discutir sobre un texto sagrado con una mujer, pese a que muy poco antes la Tor los haba unido. Aunque sus cuerpos fueran diferentes, sus almas eran hermanas. Anshel hablaba cadenciosamente, gesticulaba con el dedo pulgar, jugaba con sus tirabuzones y tiraba de su imberbe mentn: gestos tpicos de un estudiante de la yeshiva. En el calor de la discusin lleg incluso a coger a Avigdor por la solapa y lo llam estpido. l sinti entonces un gran amor por Anshel, mezclado con vergenza, remordimiento y ansiedad. Si lo hubiera sabido antes!, repeta para sus adentros.

En su imaginacin comparaba a Anshel (o Yentl) con Bruria, la esposa de Reb Meir, y con Yalta, la mujer de Reb Nachman. Por primera vez pudo ver con claridad que l haba deseado siempre una mujer que no pensara solamente en cosas materiales... Su inters por Hadass se haba esfumado, y saba que aorara a Yentl, pero no se atrevi a decirlo. Sinti calor y not que la cara le arda. Le resultaba imposible mirar a Anshel a los ojos. Comenz a enumerar los pecados de la joven y descubri que l tambin se hallaba implicado en ellos, pues durante sus das impuros la haba tocado y se haban sentado juntos. Y qu decir de su matrimonio con Hadass? La cantidad de transgresiones que ello supona! Un fraude premeditado, falsos votos e impostura! Y Dios sabe cuntas cosas ms! De pronto le pregunt: -Di la verdad, eres hereje? -Dios me guarde. -Cmo has podido hacer esto entonces? Cuanto ms hablaba Anshel, menos la entena Avigdor. Todas las explicaciones de la joven parecan apuntar a un solo blanco: tena cuerpo de mujer y alma de hombre. Al final le dijo que se haba casado con Hadass tan slo para estar ms cerca de l, Avigdor. -Lo que quera era estudiar la Gemar y los Comentarios, no zurcir tus calcetines. Permanecieron callados largo rato. Luego Avigdor rompi el silencio: -Me temo que Hadass se enfermar al or todo esto. Dios quiera que no. -Temo lo mismo. -Qu va a pasar ahora? Al caer la tarde, los dos empezaron a rezar la oracin vespertina. En medio de su turbacin, Avigdor confunda las bendiciones, omitiendo algunas y repitiendo otras. Miraba de reojo a Anshel, que se balanceaba de un lado a otro, golpendose el pecho y bajando la cabeza. La vio levantar el rostro con los ojos cerrados, como implorando a los cielos: Padre celestial, t que conoces la verdad... Una vez concluida la plegaria, se sentaron frente a frente, pero a buena distancia uno del otro. La habitacin se fue llenando de sombras. Los reflejos del crepsculo se proyectaban en la pared opuesta a la ventana, imitando un bordado prpura. Avigdor quiso hablar una vez ms, pero las palabras se le atascaron en la punta de la lengua. De pronto estallaron: -Quiz an no sea demasiado tarde. No puedo seguir viviendo con esa maldita... T... -No, Avigdor. Es imposible. -Por qu? -Seguir mi vida como ahora... -Te echar de menos. Muchsimo. -Y yo a ti. -Qu sentido tiene todo esto? Anshel no respondi. Se hizo de noche y las luces se apagaron. En la oscuridad, ambos parecan escucharse los pensamientos uno al otro. La Ley prohiba a Avigdor permanecer a solas en la habitacin con Anshel, pero ella era para l algo ms que una mujer. Qu extrao poder el de la ropa!, pens. Sin embargo, habl de otra cosa: -Yo te aconsejara que simplemente enviases el divorcio a Hadass. -Cmo, as? -Qu importa? Si el sacramento matrimonial no fue vlido... -Supongo que tienes razn.

-Ya habr tiempo de que se sepa la verdad ms adelante. La sirvienta entr con una lmpara, pero no bien se hubo marchado, Avigdor la apag. Las circunstancias, y las palabras que tenan que decirse no necesitaban luz. Ya en la penumbra, Anshel le cont todos los pormenores y respondi a todas las preguntas de Avigdor. El reloj dio las dos y ellos seguan hablando. Anshel le dijo que Hadass no lo haba olvidado. Hablaba de l con frecuencia, se preocupaba por su salud y lamentaba -aunque no sin cierta satisfaccin- el rumbo que haba tomado su relacin con Peshe. -Ser una buena esposa -dijo Anshel-. Yo ni siquiera s preparar un budn. -No obstante, si ests dispuesta... -No, Avigdor. No estoy destinada a ser... 7 Todo result un verdadero rompecabezas para el pueblo: el mensajero que le trajo los papeles de divorcio a Hadass; la prolongada estada de Avigdor en Lublin hasta pasadas las vacaciones; su retorno a Bechev con los hombros cados y los ojos apagados como si hubiera estado enfermo. Hadass se postr en su lecho y el doctor iba a verla tres veces al da. Avigdor se aisl del mundo. Si alguien le diriga la palabra al cruzarse con l, no responda. Peshe denunci a sus padres que Avigdor se pasaba las noches fumando y dando vueltas por la habitacin. Y cuando finalmente sucumba a la fatiga, pronunciaba en sueos un nombre de mujer conocido: Yentl. Peshe comenz a hablar de divorcio. El pueblo pens que Avigdor no se lo dara o que por lo menos le exigira dinero, pero l no puso el menor impedimento. En Bechev no era costumbre que los misterios siguieran siendo tales mucho tiempo. Cmo guardar secretos en un pueblecito donde todo el mundo sabe qu habas se cuecen en el puchero del vecino? Sin embargo, pese a que mucha gente se dedic a espiar por el ojo de las cerraduras y a escuchar tras los postigos, nadie logr descubrir la verdad de los hechos. Hadass estaba siempre en cama, llorando. Chanina, el mdico naturista, diagnostic que se estaba consumiendo. Anshel haba desaparecido sin dejar rastro. Reb Alter Vishkower mand llamar a Avigdor, y cuando el joven lleg, muchos se agolparon bajo la ventana, pero no lograron or una palabra de la conversacin. Y esos tipos, que tenan por costumbre entrometerse en los asuntos ajenos, inventaron miles de teoras, todas inconsistentes. Un grupo lleg a la conclusin de que Anshel haba ido a parar en manos de sacerdotes catlicos y se haba convertido. Esto bien poda ser cierto. Pero de dnde iba a sacar tiempo para ver sacerdotes si se pasaba el da entero estudiando en la yeshiva? Y adems, de cundo ac un apstata enva el divorcio a su mujer? Otros murmuraban que Anshel se haba interesado por otra mujer. Pero quin podra ser? No sola haber aventuras amorosas en Bechev. Y ninguna joven -juda o gentil- se haba ido del pueblo recientemente. Alguien insinu que Anshel haba sido raptado por los espritus del mal o que incluso era uno de ellos. Cit como prueba el hecho de que el joven nunca haba ido a los baos ni al ro. Es del dominio pblico que los demonios tienen pies de ganso. De acuerdo, pero Hadass debi haberlo visto descalza alguna vez, verdad? Adems, qu demonio le enva el divorcio a su mujer? Cuando un diablo toma por esposa a la hija de algn mortal, lo usual es que la convierta para siempre en mujer abandonada.

No falt quien afirmara que Anshel haba cometido un pecado gravsimo y se haba exiliado para expiarlo. Pero de qu tipo de pecado poda tratarse? Por qu no se lo haba confiado al rabino? Y qu motivos tendra Avigdor para errar como un alma en pena? La hiptesis de Tevel el msico se acercaba ms a la verdad. Tevel sostena que Avigdor no haba logrado olvidar a Hadass y Anshel se haba divorciado de sta para que su amigo la tomara por esposa. Pero era posible una amistad as en este mundo? Y en ese caso, por qu no haba esperado Anshel a que Avigdor se divorciara primero? Y ms an: es obvio que un plan semejante slo puede llevarse a caba si la esposa ha sido informada del arreglo y lo acepta. Sin embargo, Hadass haba dado pruebas de estar perdidamente enamorada de Anshel y, de hecho, se haba enfermado de pena. Una cosa era evidente para todos: Avigdor saba la verdad. Pero era imposible sacarle una palabra. Persista en su aislamiento y su silencio con tal tenacidad que irritaba a todo el pueblo. Los amigos ntimos aconsejaban a Peshe que no se divorciara de Avigdor, aunque hubiesen cortado todo tipo de relaciones y ya no viviesen como marido y mujer. l ni siquiera le daba ya las bendiciones del kiddush los viernes por la noche. Se pasaba las noches en la sinagoga o en casa de la viuda que haba alojado a Anshel. Cuando Peshe le hablabla, l permaneca callado y cabizbajo. Como buena comerciante, Peshe no aguant tanto remilgo mucho tiempo: necesitaba un hombre joven que la ayudara en la tienda y no a un estudiante de la yeshiva, vctima de su melancola. Y como un tipo de esa calaa bien poda tomar las de Villadiego y dejarla colgada, al final acept el divorcio. Entretanto, Hadass se haba recuperado y Reb Alter Vishkower hizo saber que estaba redactando un contrato matrimonial: Hadass se casara con Avigdor. El pueblo se qued de una pieza. El matrimonio entre un hombre y una mujer que, pese a haber firmado un compromiso, lo hubieran roto, era algo inaudito. La boda se celebr el primer sbado despus de Tishe b'Ov e incluy todos los implementos habituales en los matrimonios de mujeres vrgenes: el banquete para los pobres, el toldo instalado frente a la sinagoga, los msicos, el animador de bodas y la Danza de la Virtud. Slo falt una cosa: alegra. De pie bajo el toldo, el novio era la imagen misma del desconsuelo; la novia, aliviada ya de su enfermedad, segua no obstante plida y demacrada. Al beber el caldo de pollo dorado derram abundantes lgrimas. En todas las miradas se lea la misma pregunta: por qu habra actuado Anshel as? Tras la boda de Avigdor con Hadass, Peshe difundi el rumor de que Anshel le haba puesto precio a su mujer y que Avigdor se la haba comprado con un dinero que Alter Vishkower le proporcionara. Un joven lleg a la conclusin, tras darle muchas vueltas al asunto, de que Anshel haba perdido a su querida esposa jugando a las cartas con Avigdor o quiz en la rueda del dreidl en Janukah. Por regla general, cuando los hombres no pueden hallar el grano de la verdad, devoran grandes dosis de mentiras. La verdad misma suele ocultarse de manera tal que cuanto ms la buscamos menos la encontramos. Poco despus de la boda, Hadass qued embarazada. Dio a luz un nio, y cul no sera la sorpresa de los asistentes a la circuncisin al or que el padre le haba puesto el nombre de Anshel a su hijo!

EL LTIMO DEMONIO (The Last Demon) 1 El infrascrito, demonio, da fe de que ya no quedan demonios. Para qu ms, si el hombre de por s es un demonio? De qu sirve persuadir a hacer el mal a alguien que ya est convencido? Yo soy el ltimo de los persuasores. Vivo en un tico, en Tishevitz, y obtengo mi sustento de un libro de cuentos yiddish, un remanente de los das que precedieron a la gran catstrofe. Las historietas del libro son puras paparruchas, pero las letras hebreas tienen peso propio. De ms est decirles que soy judo. Qu otra cosa podra ser? Un gentil? He odo decir que hay demonios gentiles, pero no conozco ninguno ni quiero conocerlos. Jacob y Esa nunca podrn ser parientes polticos. Yo vine aqu desde Lublin. Tishevitz es una aldea olvidada de Dios, en la que Adn no se detuvo ni a hacer pis. Es tan pequea que cuando pasa un carruaje, el caballo est en la plaza del mercado y las ruedas traseras an no han llegado a la barrera de peaje. En Tishevitz hay lodo desde el Succoth hasta Tishe b'Ov. Las cabras del pueblo no necesitan levantar su barba para mordisquear los techos de caa de las cabaitas. Las gallinas duermen en medio de las calles, y los pjaros construyen nidos en las cofias de las mujeres. En la sinagoga del sastre, un macho cabro es el dcimo participante en el quorum. No me preguntis cmo me las arregl para llegar a esta letra diminuta del ms nfimo de todos los devocionarios. Pero cuando Asmodeus te ordena ir, has de ir sin rechistar. Despus de Lublin, la carretera me resulta conocida hasta Zamosc. A partir de ah, no tienes ms gua que t mismo. Me dijeron que buscara una veleta de hierro con una corneja instalada sobre la cresta del gallito en el techo de la sinagoga. En otros tiempos el gallo giraba con el viento, pero hace aos que ya no se mueve, ni siquiera cuando hay truenos y relmpagos. En Tishevitz, hasta las veletas de hierro mueren. Hablo en presente porque para m el tiempo se halla detenido. Llego y echo una mirada . Que me maten si logro encontrar aqu a uno solo de nuestros hombres! El cementerio est vaco. No hay cobertizos. Voy a los baos rituales, pero no oigo un solo ruido. Me siento en el banco ms alto, contemplo la piedra sobre la que cada viernes se vierten los cubos de agua, y me quedo perplejo. Para qu me necesitarn aqu? Si quieren un diablillo, qu necesidad hay de importarlo desde Lublin? Acaso no hay suficientes diablos en Zamosc? Afuera brilla el sol -nos acercamos al solsticio de verano-, pero en el interior de los baos hace fro y no hay luz. Encima de m veo una telaraa, y en ella una araa que agita las patas como si tejiera, aunque de hecho no est hilando. De moscas no hay el menor rastro, ni siquiera un cascarn vaco. Qu comer este bicho? -me pregunto-, sus propias entraas? De repente le oigo canturrear un sonsonete talmdico: Un len no queda satisfecho con un bocado, y una acequia no se llena con la suciedad de sus propias paredes. Rompo a rer estrepitosamente. -Es cierto? Por qu se ha disfrazado usted de araa? -Ya he sido gusano, pulga y rana. Llevo aqu doscientos aos sin tener nada que hacer. Pero necesitas un permiso para irte. -La gente aqu no peca? -Hombres nimios, pecados nimios. Si hoy da alguien codicia la escoba del vecino, maana empezar a ayunar y se pondr guisantes en los zapatos. Desde que Abraham Zalman viva con la

ilusin de ser el Mesas, hijo de Jos, la gente ya no tiene sangre en las venas. Si yo fuera Satans, no enviara aqu ni a uno de nuestros chiquillos de escuela primaria. -Cunto le cuesta? -Qu hay de nuevo en el mundo? -me pregunta. -Las cosas no hay ido muy bien para los nuestros. -Qu ha ocurrido? El Espritu Santo se robustece? -Se robustece? No tiene poder ms que en Tishevitz. Nadie ha odo hablar de l en las grandes ciudades. Hasta el Lublin est fuera de moda. -Caray... qu bueno! No le parece? -Pues no -digo yo-. La Gran Culpa nos resulta peor que la Gran Inocencia. Se ha llegado a un punto en el que la gente quiere pecar ms all de sus capacidades. Se martirizan por el ms trivial de los pecados. Si las cosas van as, para qu nos necesitan? Hace un instante estaba yo sobrevolando la calle Levertov y vi a un hombre arrebujado en un abrigo de mofeta. Tena barba negra y patillas onduladas; de sus labios sobresala una boquilla de mbar. Por la acera de enfrente pasaba la mujer de un oficial y a m se me ocurre preguntarle al caballero: Vaya ganga! Verdad que s, to? Yo no esperaba de l ms que una idea; incluso haba preparado mi pauelo por si me escupa. Y qu crees que hizoPara qu pierdes tu aliento conmigo? -exclam furioso-. Yo soy materia dispuesta. Ms bien trabjatela a ella. -Y de dnde proviene esta desgracia? -La culturizacin! En los doscientos aos que lleva usted sentado aqu sobre su rabo, Satans ha inventado una nueva receta para preparar kasha. Hoy en da los judos ya producen escritores -en yiddish y en hebreo- que han acabado por asumir nuestras tareas. Hablamos con cada adolescente hasta que nos enronquecemos, pero ellos imprimen sus textos kitsch a millares y los distribuyen entre los judos de todas partes. Conocen todos nuestros trucos: la burla, la piedad. Esgrimen cien razones por las que una rata debe ser kosher. Todo lo que quieren es redimir el mundo. Y si usted no poda corromper nada, por qu lo han dejado aqu doscientos aos? Y si usted nada ha podido hacer en doscientos aos, qu esperan de m en dos semanas? -Recuerde usted el dicho: Ms ven cuatro ojos que dos. -Y qu hay que ver por estos pagos? -Un joven rabino acaba de mudarse de Modly Bozyc. An no llega a los treinta, pero est atiborrado de conocimientos y se sabe de memoria los treinta y seis tratados del Talmud. Es el mximo cabalista de Polonia, ayuna lunes y viernes y realiza las abluciones rituales cuando el agua est helada. No permitira que uno de nosotros le dirija la palabra. Y encima tiene una mujer guapa, no es realmente el colmo? Con qu podramos tentarlo? Sera como intentar atravesar una pared de hierro. Si me pidieran mi opinin, dira que Tishevitz debiera desaparecer de nuestros archivos. Slo le pido que me saque de este lugar antes de que me vuelva loco. -No, primero tengo que hablar con ese rabino. Por dnde me aconseja comenzar? -Valiente pregunta. El to comenzar por echarle sal en la cola antes de que usted abra la boca. -Soy de Lublin. No es fcil asustarme.

2 Ya en camino a casa del rabino, pregunto al diablillo: -Qu ha intentado hasta ahora? -Qu no habr intentado! -responde l. -Una mujer? -Ni la mirara. -Una hereja?

-Sabe todas las respuestas. -Dinero? -En su vida ha visto una moneda. -Reputacin? -Le importa un bledo. -Nunca mira hacia atrs? -Ni siquiera mueve la cabeza. -Algn truco ha de tener. -Dnde lo esconder? La ventana del escritorio del rabino est abierta: entramos volando. Alrededor, las parafernales de costumbre: un arca con el Rollo Sagrado, estanteras, una mezuzah en un cofre de madera. El rabino, un hombre joven de barba rubia, ojos azules, patillas amarillentas, frente alta y un ancho capuchn de viuda, est sentado en la silla rabnica, leyendo atentamente la Gemar. No le falta nada: yarmulka, faja y camisa bordada, con cada una de las franjas trenzadas ocho veces. Escucho sus ruidos craneanos: puros pensamientos! Se balancea y entona: Rachel t'unah v'gazezah en hebreo, que luego traduce: Una oveja lanosa esquilada. -En hebreo, Rachel significa oveja y es tambin un nombre de mujer -le explico. -Aj? -Una oveja tiene lana y una mujer, cabello. -Por consiguiente? -Si no es un andrgino, una muchacha ha de tener vello pubiano. -Basta de chcharas y djeme estudiar -dice el rabino, furioso. -Un segundo -le digo-, la Tor no se le enfriar. Es cierto que Jacob amaba a Raquel, pero cuando le dieron a La en lugar de la otra, no la encontr nada mal. Y cuando Raquel le entreg a Bilhah como concubina, qu hizo La para herir a su hermana? Se meti a la cama con Zilpah. -Eso ocurri antes de la Tor. -Y lo del rey David, qu? -Tuvo lugar antes de la excomunin decretada por el rabino Gershom. -Antes o despus del rabino Gershom, un macho es un macho. -Sinvergenza! Shaddai kra Satan -exclama el rabino-. Y tirando de sus patillas, empieza a temblar como un azogado. Qu absurdidades estoy pensando? Luego se coge los lbulos de ambas orejas y se las tapa con ellos. Yo sigo hablndole, pero l no me escucha; se enfrasca en un pasaje difcil y no hay manera de sacarle una letra. El diablillo de Tishevitz me dice: Un to duro de pelar, verdad? Maana ayunar y se revolcar en una cama de cardos. Adems, donar hasta el ltimo penique a instituciones de caridad. -Un creyente as en estos tiempos? -Slido como una roca. -Y su mujer? -Un manso corderito. -Y qu hay de los hijos? -An nios. -Pero tal vez tenga una suegra. -Ya est en el otro mundo. -Algn pleito? -Ni siquiera tiene medio enemigo. -Y dnde encontr usted esta joya? -De vez en cuando surge un to as entre los judos. -Pues tengo que echarle el guante. Es mi primer trabajito en esta zona. Me prometieron que si tena xito, sera transferido a Odessa. -Y qu ventaja tiene el cambio?

-Es lo ms prximo al Paraso para los de nuestra especie. Puedes dormir veinticuatro horas diarias. La poblacin peca y peca sin que tengas que mover un solo dedo. -Y en qu os entretenis todo el da? -Jugando con nuestras mujeres. -Aqu no queda una sola de nuestras chicas -dice el diablillo y suspira-. Haba una perra vieja, pero muri. -Y qu hacis entonces? -Lo mismo que Onn. -Eso no lleva a ningn sitio. Aydame y te juro por las barbas de Asmodeus que te sacar de aqu. Tenemos un puesto libre como mezclador de hierbas amargas. Slo trabajars en Pascua. -Espero que resulte y no sean las cuentas de la lechera. -Ya hemos resuelto cosas peores.

3 Ha pasado una semana y nuestro asunto no avanza; estoy de un humor de perros. Una semana en Tishevitz equivale a un ao en Lublin. El diablillo de Tishevitz est perfectamente, pero cuando pasas doscientos aos en un agujero as, acabas volvindote un idiota. Cuenta chistes que no haran rer ni a Enoch y l se desternilla de risa. Suele citar nombres propios de la Haggadah. Todos sus hroes usan barba larga. Quisiera largarme cuanto antes, pero no hace falta ser mago para volver a casa con las manos vacas. Tengo enemigos entre mis colegas y debo cuidarme de posibles intrigas. Tal vez me enviaron aqu para que me desnuque. Cuando los diablos dejan de incordiar a la gente, empiezan a echarse zancadillas unos a otros. La experiencia nos ensea que, de todas las trampas que utilizamos, hay tres que nunca fallan: la lujuria, el orgullo y la avaricia. Nadie puede eludir las tres, ni siquiera el rabino Tsots en persona. De las tres, el orgullo tiene las redes ms grandes. Segn el Talmud, a un erudito le est permitido tener la octava parte de una octava parte de vanidad. Pero un sabio suele rebasar su cuota. Como veo que los das pasan y el rabino de Tishevitz persiste en su obstinacin, me concentro en la vanidad. -Rabino de Tishevitz -le digo-, yo no he nacido ayer. Vengo de Lublin, donde las calles estn pavimentadas con exgesis del Talmud. Usamos manuscritos para calentar nuestras estufas. Los pisos de nuestros ticos suelen combarse bajo el peso de la cbala. Pero ni siquiera en Lublin he conocido a un sabio de su categora. Cmo es posible -me pregunto- que nadie haya odo hablar de usted? Quiz los verdaderos santos deban ocultarse, pero el silencio nunca traer la redencin. Usted debiera ser el jefe espiritual de esta generacin y no slo el rabino de esta comunidad, por santa que sea. Ha llegado la hora de darse a conocer. Cielos y Tierra lo estn esperando. El propio Mesas, desde el Nido del Ave, busca con la mirada un santo tan intachable como usted. Pero qu hace usted mientras tanto? Estar sentado en su silla rabnica, dictaminando qu ollas y pucheros son realmente kosher. Perdone la comparacin, pero es como si a un elefante le encargaran transportar una paja. -Quin es usted y qu desea? -me pregunta el rabino aterrorizado-. Por qu no me deja estudiar? -Hay momentos en los que el servicio de Dios exige el abandono de la Tor -exclamo-. Cualquier estudiante puede estudiar la Gemara. -Quin le ha enviado aqu? -Me enviaron, y aqu estoy. Cree que los de arriba no han odo hablar de usted? Estn enfadados con su persona. Los que tengan la espalda ancha que carguen con su parte a cuestas. O para decirlo

en rima: al que quiera celeste, que le cueste. Escuche esto: Abraham Zalman era el Mesas, hijo de Jos, y a usted le ordenan preparar el camino del Mesas, hijo de David; de modo que deje de dormir. Aprstese para la batalla. El mundo se hunde hacia la cuadragsima novena puerta de la inmoralidad, pero usted se ha abierto camino hasta el sptimo firmamento. En las mansiones celestiales slo se oye un grito: el hombre de Tishevitz! El ngel que tiene Edom a su cargo ha armado a una pandilla de demonios contra usted. Satans tambin se mantiene al acecho. Asmodeus os est socavando el terreno. Lilith y Namah rondan junto a la cabecera de su cama. Usted no los ve, pero Shabriri y Briri le andan pisando los talones. Si los ngeles no os defendieran, esta turba impa ya os habra reducido a polvo y cenizas. Pero usted no est solo, rabino de Tishevitz. El seor Saldalphon vigila cada uno de vuestros pasos. Metratron os observa desde su esfera luminosa. Todo est pendiente de un hilo, hombre de Tishevitz: ya puede usted subir a la balanza. -Qu debo hacer? -Escuche bien lo que le diga; aun cuando le ordene quebrantar la ley, haga lo que le mande. -Quin es usted? Cul es su nombre? -Elas el Tishbita. Ya tengo listo el cuerno del carnero del Mesas. De usted depende que llegue la hora de la redencin o que tengamos que peregrinar otros 2.689 aos por las tinieblas de Egipto. El rabino de Tishevitz permanece un buen rato en silencio. Su cara va adquiriendo la misma blancura de las tiras de papel en las que anota sus comentarios. -Cmo puedo saber que est diciendo la verdad? -me pregunta con voz temblorosa-. Perdneme, ngel Santo, pero exijo una prueba. -Tiene razn. Le dar una prueba. Y levanto una rfaga tan violenta en el estudio del rabino que la tira de papel en la que estaba escribiendo echa a volar como una paloma. Las pginas de la Gemara empiezan a pasarse solas y las cortinilla del Rollo Sagrado ondea. La yarmulka del rabino abandona bruscamente su cabeza, sube hasta el techo y cae de nuevo sobre el crneo del venerable. -As acta la naturaleza? -le pregunto. -No. -Y ahora, me cree? El rabino de Tishevitz vacila. -Qu quiere que haga? -El director espiritual de esta generacin ha de ser famoso. -Y cmo hacerse famoso? -Empiece a recorrer el mundo. -Haciendo qu? -Predicando y pidiendo limosna. -Para qu debo pedir limosna? -Primero pdala. Luego le dir qu hacer con el dinero. -Quin contribuir? -Cuando yo ordeno, los judos dan. -Y de qu quiere que viva? -A todo emisario rabnico le corresponde una parte de lo que recoja. -Y mi familia? -Ganar usted lo suficiente para mantenar a todos. -Qu debo hacer ahora mismo? -Cerrar la Gemara.

-Oh! Pero mi alma suspira por la Tor -gime el rabino de Tishevitz. Sin embargo, levanta la cubierta del libro con la intencin de cerrarlo... Pobre de l si llega a hacerlo! Qu hizo Joseph de la Rinah? Se limit a alcanzarle a Samael un polvo de rap. Yo empiezo a rerme para mis adentros: Rabino de Tishevitz, por fin te tengo! El diablillo de los baos pblicos aguza la oreja en un rincn y se pone verde de envidia. Es cierto que promet hacerle un favor, pero los celos de los diablos pueden ms que cualquier otra cosa. Y el rabino me dice de pronto: -Perdone usted, seor, pero exijo otra prueba. -Qu quiere que haga ahora? Que detenga el sol? -Tan slo que me ensee sus pies. En cuanto el rabino de Tishevitz hubo dicho estas palabras, comprend que todo estaba perdido. Podemos camuflar todas las partes de nuestro cuerpo, salvo los pies. Desde el diablillo ms bajo hasta Ketev Meriri, todos tenemos patas de ganso. El diablillo rompi a rer en su rincn. Por vez primera en mil aos, yo, maestro en el arte de la persuasin, perd el habla. -No suelo mostrar mis pies -exclamo furioso. -Lo cual significa que es usted un demonio. Pik, largo de aqu! -exclama el rabino. Y, corriendo hacia su estantera, saca el Libro de la Creacin y lo agita amenazadoramente en direccin a m. Qu diablo puede hacer frente al Libro de la Creacin? Me alej del estudio del rabino con el alma hecha pedazos. Para abreviar la historia: tuve que quedarme en Tishevitz. Adis Lublin, adis Odessa. En un segundo naufragaron todas mis estratagemas. Luego me lleg una orden de Asmodeus: -Qudate en Tishevitz y revienta. No te alejes a una distancia mayor que la que un hombre puede recorrer en da sbado. Cunto tiempo llevo aqu? La eternidad ms un mircoles. Lo he visto todo: la destruccin de Tishevitz, la destruccin de Polonia. Ya no quedan judos ni demonios. Las mujeres ya no vierten agua la noche del solsticio invernal. Ya no evitan dar cosas en nmeros pares ni llaman por la maana a la anticmara de la sinagoga. Tampoco nos previenen antes de vaciar los cubos de agua sucia. El rabino fue martirizado un viernes del mes de Nisan. La comunidad entera fue sacrificada, los libros sagrados reducidos a cenizas y el cementerio profanado. El Libro de la Creacin le fue devuelto al Creador. Los no judos se lavan en los baos pblicos. La capilla de Abraham Zalman ha sido convertida en pocilga. Ya no hay ngel del Bien ni ngel del Mal: se acabaron los pecados y las tentaciones! Esta generacin ya es culpable siete veces, pero el Mesas no viene. Por quin habra de venir? Si el Mesas no vino por los judos, los judos fueron hacia l. Ya no hay necesidad de demonios. Nosotros tambin hemos sido aniquilados. Yo soy el ltimo: un refugiado. Puedo ir adonde me plazca, aunque adnde puede ir un demonio como yo? Al lado de los asesinos? Un da encontr un libro de cuentos yiddish entre dos barriles rotos, en la casa que en otro tiempo perteneci a Velvel el Tonelero. Y all estoy ahora, yo, el ltimo de los demonios. Como polvo y duermo sobre un plumero. Sigo leyendo este galimatas. El estilo del libro me resulta familiar: budn sabtico frito en manteca de cerdo = blasfemia envuelta en piedad. La moraleja del libro es: ni juez, ni juicios. Sin embargo, las letras son judas. No pudieron destruir el alfabeto. Me pongo a chupar legras para alimentarme. Cuento las palabras, hago versos e interpreto cada punto una y otra vez, tortuosamente.

Aleph = abismo: qu otra cosa caba esperar? Beth = beb: condenado antes de nacer Gimel = genocidio: su sombra se extiende Daleth = Dios: pretende saberlo todo Je = juez: su veredicto, un fraude Vau = verdugo: listo desde siempre Zayin = zodaco: signos en la lejana Cheth = chusma: ignorancia al desnudo Teth = telogo: seor encarcelado Iod = infortunio: nuestro eterno destino Pues s, mientras quede un solo libro, tendr algo que me sostenga. Mientras la polillas no destruyan la ltima pgina, habr algo con que jugar. Qu pasar cuando no quede letra alguna? Prefiero ni pensarlo. Cuando no quede letra alguna, el ltimo demonio emigrar a la Luna.

ESTHER KREINDEL SEGUNDA (Esther Kreindel the Second) 1 En la ciudad de Bilgoray viva un talmudista llamado Meyer Zissl. Era un hombre bajo, ancho de espaldas y de cara redonda, con barba negra, mejillas encarnadas, ojos color cereza oscura, dentadura prominente y una abundante cabellera que le llegaba hasta el nuca. A Meyer Zissl le gustaba comer bien, poda beberse media pinta de coac de un solo trago, y era muy amigo de cantar y bailar en las bodas hasta el amanecer. No tena paciencia para ensear, pero la gente rica seguan envindole a sus hijos en calidad de alumnos. A la edad de treinta y seis aos perdi Meyer Zissl a su esposa, que lo dej con seis hijos. Seis meses ms tarde se cas con una viuda, Reitze, oriunda del pueblo de Krashnik. Era sta una mujer alta, enjuta y silenciosa, de nariz larga y muchas pecas. Reitze haba sido lechera antes de contraer matrimonio con un rico setentn, Reb Tanchum Izhbitzer, del cual tuvo una hija: Simmele. Antes de morir, Reb Tanchum haba hecho bancarrota y dejado a su mujer sin nada, alvo su adorada hijita. Simmele saba escribir y poda leer la Biblia en yiddish. Su padre, al volver de viaje de negocios, sola traerle siempre algn regalo: un chal, un delantal, un par de zapatillas, un pauelo bordado o un nuevo libro de cuentos. Y Simmele, cargando con todas sus pertenencias, se fue un da a vivir con su madre y su padrastro a Bilgoray. La prole de Meyer Zissl, cuatro nias y dos nios, era una camada codiciosa y desaliada: peleadores, glotones, gritones, prdigos en toda suerte de bromas malvolas y siempre dispuestos a mendigar o robar. Inmediatamente atacaron a Simmele, le hurtaron todos sus tesoros y la apodaron la Presumida. Simmele era delicada: tena una cinturita estrecha, piernas largas, rostro fino, piel blanca, cabello negro y ojos grises. Les tema a los perros del patio, se azoraba por la manera en que la familia sola arrebatarse la comida de los platos, y le daba vergenza desnudarse ante sus hermanastras. Muy pronto dej de hablar con los hijos de Meyer Zissl y no hizo amistad con ninguna de las nias del vecindario. Cuando sala a la calle, los golfillos le tiraban piedras y la llamaban gata miedosa. Simmele se quedaba en casa, leyendo libros y llorando. Desde muy nia haba disfrutado escuchando cuentos. Su madre lograba calmarla contndole alguno, y cuando Reb Tanchum viva, sola hacerla dormir regularmente con un cuento de hadas. Un personaje ideal como tema de cuentos era Reb Zorach Lipover, un gran amigo de Reb Tanchum que viva en Zamosc. Reb Zorach era conocido en media Polonia por sus riquezas. Su mujer, Esther Kreindel, provena asimismo de una familia adinerada. Y a Simmele le encantaba or hablar de aquella clebre familia, de sus riquezas y sus hijos bien educados. Un da, Meyer Zissl lleg a almorzar y trajo la noticia de que la esposa de Zorach Lipover haba fallecido. Simmele abri mucho los ojos. Aquel nombre le trajo recuerdos de Krashnik y de su difunto padre, de los tiempos en que haba tenido un cuarto propio, una cama con dos almohadas, un cobertor de seda con forro de lino bordado y una criada que le serva refrescos. Ahora viva en un cuarto desaseado y usaba un vestido rado y un par de zapatos descosidos; en sus cabellos haba plumas de pollo; sala sin lavarse y estaba rodeada por esos chiquillos asquerosos que aprovechaban la primera oportunidad para hacer de las suyas. Al or que Esther Kreindel haba muerto, Simmele enterr la cara entre las manos y rompi a llorar. La chica no saba si estaba lamentando la suerte de Esther Kreindel o la suya propia, o bien el hecho de que la mimada Esther Kreindel se estuviera pudriendo ahora en su tumba, o de que su propia vida, la de Simmele, hubiera llegado a un final tan miserable.

2 Cuando Simmele dorma sola en su sof-cama, los hijos de Meyer Zissl la torturaban; de ah que Reitze compartiera a menudo su cama con la nia. Lo cual no era la solucin ms adecuada, ya que Meyer Zissl quera dormir a veces con su mujer y Simmele, aunque se daba perfecta cuenta de lo que los adultos se disponan a hacer, tena que hacerse la dormida. Una noche en que Simmele estaba durmiendo con su madre, Meyer Zissl volvi de una fiesta de bodas, borracho. Levant a la joven dormida del lado de su mujer, aunque slo para descubrir que Reitze haba dejado una pila de ropa mojada en el sof-cama. Como su deseo era tan grande, Meyer deposit a su hijastra encima del horno, entre los retales. Simmele permaneci adormilada un rato ms, y al despertar oy roncar a Meyer Zissl. Para no enfriarse, se tap con un saco de harina. Luego oy un susurro extrao, como si unos dedos estuvieran rasguando un tablero. Cuando alz la cabeza, se qued estupefacta al ver una mancha de luz brillante en la pared, muy cerca de ella. Los postigos estaban cerrados; el fuego del horno se haba apagado haca rato, y ninguna de las lmparas estaba encendida. De dnde poda venir? A medida que Simmele la observaba, la mancha de luz empez a vibrar intensamente y sus anillos luminosos se fueron coagulando. Perpleja, la nia se olvid del susto. Una mujer empez a materializarse: primero la frente, luego los ojos, la nariz, la barbilla y el cuello. Por ltimo abri la boca y comenz a emitir palabras que parecan salir de la Biblia en yiddish. -Simmele, hija ma -le dijo la voz-, has de saber que yo soy Esther Kreindel, la esposa de Reb Zorach Lipover. Los muertos no acostumbramos interrumpir nuestro profundo sueo, pero como mi esposo suspira por m da y noche, no logro descansar en paz. Aunque los treinta das de duelo ya han pasado, el pobre no cesa de lamentarse y de pensar en m. Si pudiera liberarme de la muerte, me alzara muy gustosa y volvera junto a l. Pero mi cuerpo yace bajo siete pies de tierra, y mis ojos ya han sido devorados por los gusanos. Por consiguiente, yo, el espritu de Esther Kreindel, he sido autorizado a buscarme otro cuerpo. Dado que tu padre, Reb Tanchum, era como un hermano para mi Zorach, te he elegido a ti, Simmele. De hecho, t no me resultas extraa, sino casi una pariente: pronto entrar en tu cuerpo y te convertirs en m. No tengas miedo, pues nada malo te suceder. Cuando amanezca, cbrete la cabeza y anuncia a tu familia y a la gente del pueblo lo que ha ocurrido. Los perversos negarn tus palabrasy te acusarn, pero yo te proteger. Atiende a mis palabras, Simmele, pues tendrs que hacer todo lo que te ordene. Ve a Zamosc, busca a mi afligido esposo y convirtete en su esposa. Sintalo en tus rodillas y srvelo fielmente como yo lo hice durante cuarenta aos. Puede que al comienzo Zorach dude de mi vuelta, pero yo te dar seales para convencerlo. No debes tardar, pues Zorach est consumido por la nostalgia y pronto, Dios no lo quiera, podra ser demasiado tarde. Dios mediante, cuando te llegue la hora suprema, tanto t como yo seremos los escabeles de Zorach en el Paraso. Apoyar su pie derecho sobre m, y el izquierdo sobre ti; seremos como Raquel y La: mis hijos sern tuyos, como si hubieran salido de tu seno... Esther Kreindel sigui hablando y contndole a Simele una serie de intimidades que slo una mujer puede saber. Y no par hasta que el gallo cant en el gallinero y la luna de medianoche se dej ver por las rendijas de los postigos. Luego sinti Simmele que algo duro como un guisante se le introduca por las fosas nasales y se le instalaba en el crneo. La cabeza le doli un momento, pero despus ces el dolor y la nia sinti que las manos y los pies se le alargaban, y que su vientre y pechos maduraban. Tambin le madur el cerebro, y al punto empez a pensar como una esposa, madre y abuela acostumbrada a dirigir una gran casa con mayordomos, criadas y cocineros. Todo era demasiado fabuloso. En Tus manos me encomiendo, murmur la joven. Pronto se qued dormida, y Esther Kreindel se le apareci inmediatamente en sueos y permaneci a su lado hasta que Simmele abri los ojos, al amanecer.

3 Nia delicada, Simmele sola quedarse en cama hasta muy tarde, pero aquella maana se despert con el resto de la familia. Sus hermanastros y hermanastras, vindola encima del horno cubierta con un saco de harina, empezaron a rerse, a rociarle agua en la cara y a hacerle cosquillas en los pies con pajitas. Reitze los ech fuera. Pero Simmele, incorporndose, esboz una sonrisa benvola y recit: Te agradezco, Seor. Y aunque nadie acostumbre poner un cntaro de agua junto a la cama de una nia para hacer las abluciones matinales, Simmele pidi a su madre agua y una jofaina. Reitze se encogi de hombros. Cuando la joven estuvo vestida, Reitze le alcanz una rebanada de pan y una taza de achicoria, pero Simmele dijo que primero quera rezar y, sacando su pauelo sabtico, se cubri la cabeza. Meyer Zissl observaba perplejo la conducta de su hijastra. Simmele ley oraciones del devocionario, se inclin, se dio golpes de pecho y, despus de recitar l hace las paces en las alturas, retrocedi tres pasos. Luego, antes de comer, se lav las manos hasta la mueca y musit la Bendicin. Los nios la rodearon en tropel, remedndola y burlndose de ella; pero Simmele se limit a sonrer como una madre y exclam: -Nios, dejadme rezar, por favor. Bes en la frente a la niita ms pequea, pellizc al nio menor en la mejilla y oblig al mayor a sonarse la nariz en su delantal. Reitze estaba boquiabierta. Meyer Zissl se rasc la cabeza. -Qu clase de trucos son stos? Casi no reconozco a la chica -dijo Meyer Zissl. -Ha madurado en una noche -replic Reitze. -Tiembla como Yentl la Piadosa -dijo el mayor de los nios en son de burla. -Simmele, qu te ha pasado? -pregunt Reitze. La muchacha no contest inmediatamente, sino que sigui mascando lentamente el pan que tena en la boca. No era muy de su estilo actuar con tanta deliberacin y calma. Cuando hubo deglutido la ltima migaja, repuso: -Ya no soy Simmele. -Y quin eres ahora? -inquiri Meyer Zissl. -Soy Esther Kreindel, la esposa de Reb Zorach Lipover. Su alma se apoder de m anoche. Llevadme a Zamosc, junto a mi marido y a mis hijos. Mi hogar se encuentra abandonado. Y Zorach me necesita. Los nios mayores se echaron a rer ruidosamente, mientras los menores miraban la escena embobados. Reitze palideci. Meyer Zissl se mes la barba y dijo: -Esta chica est poseda por un dybbuk. -No, no es un dybbuk, sino el alma sagrada de Esther Kreindel la que se ha posesionado de m. No poda permanecer en su tumba porque su marido, Zorach Lipover, se est consumiendo de pena. Sus negocios andan de cabeza, y su fortuna se est esfumando. Me ha contado todos sus secretos. Si no me creis, os puedo aportar pruebas. Y Simmele empez a repetir algunas de las cosas que Esther Kreindel le confiara despierta y en sueos. El estupor de Meyer Zissl y de la madre de Simmele iba en aumento a medida que la oan. Las palabras, frases y todo el lenguaje de la joven eran los de una mujer experimentada y habituada a dirigir un negocio y una gran casa. Abord temas que alguien tan joven como Simmele no hubiera

podido saber, y describi la enfermedad final de Esther Kreindel, contndoles cmo los mdicos se la haban agravado con sus pastillas y ungentos, adems de aplicarle copas y sanguijuelas para sangrarla. Los vecinos se percataron pronto de que algo extrao suceda, como suele hacer la gente que en un pueblo escucha detrs de las puertas y espa por el ojo de la cerradura. La historia se difundi y una multitud se fue congregando ante la casa de Meyer Zissl. Al or lo que haba pasado, el rabino envi un mensaje ordenando que le llevaran a la nia. En casa del rabino se hallaban reunidos el Consejo de ancianos y las matronas ms distinguidas de la comunidad. Cuando lleg Simmele, la esposa del rabino cerr la puerta con cadena y el interrogatorio comenz. Haba que averiguar si la muchacha estaba intentando engaarlos, o si se hallaba poseda por un diablo o por uno de esos demonios insolentes que se hacen los listos y tratan de entrampar a los justos. Al cabo de varias horas de interrogatorio, todos quedaron convencidos de que Simmele deca la verdad. Pues todos haban conocido a Esther Kreindel, y la joven no slo hablaba como la difunta, sino que tena adems sus gestos, su sonrisa y la misma manera de mover la cabeza y secarse la frente con el pauelo. Sus modales eran tambin los de alguien que siempre ha estado acostumbrado a la opulencia. Adems, de haber sido poseda por algn espritu maligno, Simmele hubiera prorrumpido en insultos, mientras que su comportamiento era muy respetuoso e iba respondiendo a todas las preguntas con moderacin y cortesa. Los hombres comenzaron pronto a mesarse la barba, y las mujeres a frotarse las manos, enderezarse la cofia y estirarse el delantal. Los miembros de la empresa de Pompas Fnebres, normalmente tipos recios y carentes de emocin, se enjugaban las lgrimas de los ojos. Hasta un ciego hubiera podido ver que el alma de Esther Kreindel haba vuelto. Mientras el interrogatorio prosegua, Zeinvel el cochero enganch un caballo a su calesa y, llevndose a varios testigos, parti rumbo a Zamosc, a contarle las nuevas a Reb Zorach Lipover. Al orlas, ste rompi a llorar y orden al cochero que aprestara un coche con cuatro caballos en el que subieron l, un hijo y dos de sus hijas. El cochero no escatim latigazos. El camino estaba seco, los caballos partieron al galope y al caer la noche Zorach Lipover y su familia se hallaban en Bilgoray. Simmele segua en casa del rabino, cuya esposa la protega de la gente curiosa y malsana. Estaba sentada en la cocina haciendo calceta, tarea que, segn juraba Reitze, jams haba sabido hacer antes. La joven haba evocado una serie de hechos olvidados tiempo atrs: inviernos horribles de haca tres decenios, las olas de calor que siguieron a la Fiesta de los Tabernculos, nevadas en pleno verano, vientos que rompan molinos de viento, granizadas que estrozaron techos y lluvias de peces y de sapos. Tambin les haba hablado de asados y coccin al horno, as como de las enfermedades que las mujeres pueden coger durante el embarazo, discutiendo los rituales concernientes a la cohabitacin y al perodo menstrual. En la cocina, las mujeres se hallaban perplejas y en silencio. Les pareca or hablar a un cadver. De pronto se oyeron las ruedas del carruaje de Reb Zorach que haca su entrada en el patio. Cuando el visitante apareci, Simmele puso a un lado sus labores y, levantndose, le anunci: -Zorach, he vuelto. Las mujeres prorrunpieron en lamentos. Zorach se qued con la mirada fija en ella. Luego se reanud el interrogatorio, que dur hasta despus de medianoche y dio origen a una serie de declaraciones contradictorias respecto a lo que se haba dicho. Estos desacuerdos generaron, a su vez, dilatadas disputas, aunque desde el comienzo todo el mundo admiti que la mujer que haba recibido a Zorach era, sin duda alguna, Esther Kreindel.

Pronto empez Reb a gritar en un tono desgarrador, y el hijo de Zorach le dijo madre a Simmele. Las hijas no cedieron tan fcilmente, sino que intentaron probar que Simmele era una farsante: estaban ansiosas por asumir las prerrogativas de su madre. Mas poco a poco se fueron dando cuenta de que el asunto no era tan simple. Al principio, la menor guard silencio; luego la mayor inclin la cabeza. Antes de que amaneciera, ambas hijas pronunciaron la palabra que haban estado evitando durante horas: madre! 4 Segn la ley, Zorach Lipover se hubiera podido casar con Simmele inmediatamente, pero Reb Zorach tena una tercera hija, Bina Hodel, que se negaba obstinadamente a aceptar los hechos. Sostena que Simmele pudo haber recibido informacin sobre Esther Kreindel de sus propios padres o de alguna criada que la difunta hubiera despedido. O bien la muchacha poda ser una bruja o haberse confabulado con algn diablillo. Pero Bina Hodel no era la nica que sospechaba de Simmele. En Zamosc haba varias viudas y divorciadas que vean en Reb Zorach un buen partido, y no estaban dispuestas a dejar que Simmele se lo llevara as como as. De modo que empezaron a decir por la ciudad que la joven era una zorra astuta, una libertina intrigante, una cerda que intentaba meter el hocico en un jardn ajeno. Cuando el rabino de Zamosc oy hablar de las pretensiones de Simmele, orden que fuera conducida a su presencia para examinarla. Y la ciudad de Zamosc se vio as dividida de buenas a primeras. La gente rica, los eruditos y los malhablados ponan en duda las pretensiones de Simmele y queran examinarla ms de cerca. Los vecinos y amigos de Esther Kreindel tambin deseaban interrogar a la muchacha. Al enterarse Reitze de lo que estaba ocurriendo en Zamosc y del probable trato que aguardaba a su hija, protest amargamente diciendo que no quera ver a la nia de un lado a otro ni convertida en la comidilla de la ciudad, y que Simmele no tena inters alguno en la fortuna de Reb Zorach Lipover. Pero Meyer Zissl albergaba otros planes: estaba harto de ensear y haca tiempo que deseaba mudarse a Zamosc, ciudad ms grande y alegre que Bilgoray, llena de gente rica, jvenes joviales, mujeres hermosas, tabernas y bodegas. Un da, Meyer Zissl, que ya haba recibido una cantidad de dinero de Zorach Lipover, persuadi a Reitze de que lo dejara ir con Simmele a Zamosc. Una gran multitud se haba congregado ante la casa del rabino de Zamosc para ver llegar a Simmele con Meyer Zissl. ste y sus adeptos procuraron que slo los ciudadanos ms influyentes fueran admitidos. Simmele llevaba puesto un vestido de fiesta de Reitze y un pauelo de seda en la cabeza. En las ltimas semanas haba crecido y engordado, volvindose ms madura. Pese a que de todas partes la acribillaban a preguntas, responda con tanta educacin y buen gusto que incluso los que haban ido a burlarse de ella acabaron guardando silencio. La misma Esther Kreindel no hubiera sabido dar respuestas ms apropiadas. Al principio le preguntaron mucho sobre el otro mundo. Y Simmele empez a hablar de su agona, de la limpieza de su cuerpo y de su entierro; les describi cmo el ngel Dumah se le acerc a la tumba con su varita de fuego y le pregunt su nombre, y cmo los espritus malos y los duendes intentaron pegrsele, hasta que la salv el Kaddish recitado por sus piadosos hijos. Sus buenas acciones y sus faltas fueron pesadas en una balanza durante le juicio en el Cielo. Satn haba conspirado contra ella, pero los ngeles sagrados la defendieron. Les narr el encuentro con sus padres, abuelos, bisabuelos y otras almas que llevaban tiempo viviendo en el Paraso. Pero cuando se diriga al lugar del juicio le permitieron contemplar la Gehena por una ventana.

Y todos los presentes suspiraron cuando la joven describi los horrores infernales: las camas de tortura, las pilas de nieve y los lechos de carbn donde los malvados eran revolcados; los ganchos incandescentes de los que colgaban a los rencorosos por la lengua o los pechos. Hasta los ms desdeosos e impenitentes se echaron a temblar. Simmele fue identificando por sus nombres a varios habitantes de Zamosc que ahora cumplan condenas: algunos eran sumergidos en barriles de brea hirviendo, otros tenan que juntar madera para las hogueras en que luego seran quemados, y unos cuantos eran envenenados por serpientes o bien devorados por vboras y erizos. Un forastero nunca hubiera odo hablar de mucha de esa gente ni de sus crmenes. A continuacin describi Simmele las columnas de diamante del Paraso, entre las cuales se hallaban los justos sentados en sillas de oro y con la cabeza coronada, banquetendose con el Leviatn y el Buey Salvaje y bebiendo el vino que Dios guarda para sus elegidos, mientras los ngeles les revelaban los secretos de la Tor. Les explic que los justos no utilizan a sus esposas como escabeles, sino que las mujeres santas se sientan ms bien junto a sus maridos, aunque en sillas cuyo respaldo dorado es algo ms bajo que el de los varones. Felices de or estas nuevas, las mujeres de Zamosc rompieron a rer y a gritar. Reb Zorach Lipover se cubri la cara con ambas manos y dej que las lgrimas resbalaran por sus mejillas. Tras el interrogatorio en casa del rabino, Simmele fue conducida a la mansin de Reb Zorach, donde se hallaban reunidos los hijos, parientes y vecinos de este ltimo. All volvi a ser interrogada detenidamente, esta vez sobre los amigos, mercaderes y sirvientes de Esther Kreindel. La joven lo saba todo y recordaba a todo el mundo. Las hijas de Reb Zorach sealaron varios cajones de los armarios y alacenas, y Simmele fue enumerando todas las piezas de ropa blanca y objetos contenidos en ellas. Hizo un par de observaciones sobre un mantel bordado que Zorach le trajo una vez de Leipzig, y de un incensario comprado tambin por l en una feria de Praga. Luego empez a hablar en tono familiar con todas las seoras mayores, contemporneas de Esther Kreindel: Treina, an sientes acidez despus de las comidas?... Riva Gutah, se te ha curado ya el fornculo del seno izquierdo? Y se puso a bromear inocentemente