un lago para ese amor- gonzalo arango

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  • 7/29/2019 Un Lago Para Ese Amor- Gonzalo Arango.

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    Un lago para ese amor

    Gonzalo Arango

    Cuando la mir me sent sbitamente enamorado. Yo trat de hablarle, pero una oleada desangre me encendi la cara. En los das siguientes me sent sacudido por las ms audacesemociones. Por su parte nunca supe que jugaba en mi vida un papel que como en las grandestragedias define con un solo gesto una cantidad de amarguras y de soledades irremediables. No lecomuniqu nunca la presencia de esta pasin que ya haba nacido en m. Estaba ella tan ajena a laimportancia que yo pusiera en su ser, que si se lo hubiera comunicado habra tenido para m un

    bondadoso sentimiento de piedad. Pensar que me pudiera compadecer era algo que me irritaba: juro que la habra abofeteado. Esta piedad seguramente le hubiera nacido de la comparacinentre su belleza de una espiritualidad anglica, fulgurante, con mi ser annimo, sin nada en l que

    excitara la posibilidad de una conquista. Mi rostro no indicaba nada extraordinario y mi serntimo apenas encaraba algunas modestas ambiciones.

    Como nunca le dije nada, mi derecho sobre ella naci de la gran facilidad con que yo me instalabaen el mundo de las ilusiones. Si le hablara pens- toda la ansiedad y la espera se desvaneceranen un poco de polvo, de viento o frenes. Quise que este amor se debatiera solo, luchara en s mismo con imgenes ausentes, que triunfara por s mismo. Tuve celos cuando la vea pasearsesola con su aire ingenuo y fascinante como un desafo a los hombres y a la naturaleza. Paraevitarme esas emociones violentas que se desencadenaban en m, prefera no verla y me retiraba

    a la soledad a gozar ntimamente mi dulce e incomunicable secreto.

    Poco me interes por su vida, aunque me atormentaba ese gran espacio negro y desconocido desu pasado que no quise investigar para no afrontar un mundo de realidades vulgares, deincidencias, pensamientos y deseos. Yo la amaba y pens que su pasado sin m, sin mi ternura y sin

    este bello idealismo de que la hice objeto, se desvaneca su valor, se haca opaca su belleza...

    Nunca supe su nombre, pero yo la reconoca como Babel, seguramente por ese significado deinfinito y de fracaso que encierran todas las aspiraciones humanas.

    En uno de esos ataques de celos me encerr en mi cuarto. Pasaron algunos meses sin duda, ycuando sal de la fascinacin de las lecturas que haba hecho, haba desaparecido. No pregunt si

    se haba casado o muerto o si se haba ido a la luna. Yo no haca parte de su mundo real: ramosdos lejanas. Pero yo la amaba contra su voluntad, fuera del tiempo o en la muerte.

    No la volv a ver...

    Ahora tengo 40 aos. Han pasado muchos desde entonces. A esta edad no puedo asegurar quemi vida ha sido un xito o un fracaso. Me parece que cuando se hace parte del tiempo estas dos

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    palabras carecen de sentido. No tengo derecho a dar un concepto sobre lo que soy. De todosmodos soy algo, supongo. He tenido aspiraciones, he meditado en la muerte, la vida me ha

    parecido un acontecimiento merecido y hermoso, he querido escribir un libro...

    Aunque he vivido solo no puedo decir que no amo a los hombres. Contra toda disculpa los amo,lucho en el mismo mundo de ellos y a decir verdad, les temo: temo sus esperanzas, sus amores ysus fracasos.

    Respecto a la novela que he estado escribiendo en los ltimos aos he tenido que reformarla cadavez que la leo. Me siento vivir, fluir el pensamiento, la sangre y veo que no puede terminarse,como si se tratara de un argumento infinito. Me parece que cada palabra que escrib hace un aoha perdido su brillo o su verdad. Entonces tengo que recomenzar. Es intolerable que elpensamiento sea algo tan frgil que no resista el paso de unos das. Cuando reviso cada frase

    pienso que si ya est escrita es porque el pensamiento ha sufrido una metamorfosis y toma unaentidad extraa, spera y ajena y se me desliza la vida hacia una objetividad intolerable. Cuandomiro el perfil de las palabras con esa seguridad agresiva bajo mi pluma, me dan ganas de gritar.Han pasado muchos aos comenzando y volviendo a caer en la misma trampa. He renunciado

    definitivamente a escribirla.

    Hoy he pensado en la conveniencia de estar enamorado. Siempre me pareci difcil compartir unaintimidad con mujeres. Me imagino acercarse una con aire preocupado y redentivo:

    -Amor, en qu piensas?

    Yo no sabra responder, porque si a algo tengo un verdadero temor es a las palabras, y adems,uno suele estar abstrado, con un vaco en la conciencia, eternizando. Pero esto es lo que pensara

    antes. Ahora s lo que puedo responder:

    -En qu habra de pensar? Justamente estaba pensando en ti.

    Pues he decidido buscar esa mujer y tener con ella una vida simple para dejar de sentirme tansolo y olvidar en ella el recuerdo o la sensacin obstinada de que uno tiene tanta importancia

    sobre la tierra.

    Me he quitado la barba y me he puesto como son ordinariamente los hombres. Espero que nohabr diferencias entre ellos y yo. Antes de salir a la ciudad (yo vivo en el campo) me mir en elespejo, cosa que no haba hecho nunca y dediqu a mi rostro una pequea sonrisa. Cuando me re de que me miraba y que senta como un descubrimiento de mi cuerpo, me re estrepitosamente ytem que estuviera loco. Me tranquilic pensando que era apenas normal, pues me cay muy engracia que yo fuera as y que nunca tuve inquietud en imaginarme cmo era. El tiempo me habasealado con sus huellas inexorables.

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    El primer problema que se me present cuando estuve en las calles de la ciudad fue el cmohablarle a una mujer. Es cierto que conoca muchas novelas de amor y los trucos del erotismo.

    Recordaba ahora las palpitantes escenas de Julin Sorel con la seora Renal; la inteligenciadeliberada con que Kierkegaard pone en El Diario de un Seductor la manera ms directa para

    llegar a la conquista del ser amado. Pero esto no me alentaba. Con qu pretexto iba yo ainteresar a una mujer, qu palabra inicial le dira? Ese Te amo no estara precedido pormiradas, coqueteos, sonrisas y leves contactos corporales? Tendra fuerza para llevar hasta elfinal semejante aventura? Lo primero que se me ocurri fue encontrarla. Pens que luego podraconfiar, atrado por sus ojos, en la fuerza de los impulsos, que en estos casos se debe sentir uno

    arrebatado por una inspiracin que fluye naturalmente de lo ms profundo del ser.

    Ahora, recostado en mi cama, recuerdo infinidad de rostros, algunos de ellos hermosos, otrossaturados de perfumes inolvidables, de sonrisas deliciosas, de ojos que abran un pequeo mundomelanclico lleno de anhelos, esperas, felicidades fracasadas.

    He repetido la bsqueda varios das. Confieso que en mi anhelo de encontrarla me he metido enlos lugares ms refinados y he descendido sin escrpulo a los ms srdidos sitios de mujereslibertinas. Nada. He renunciado definitivamente a ella. Creo que cualquiera estara bien para m,pero tengo mi fundado temor de que yo no estara apropiado para ninguna. Esta duda se debe a la

    incapacidad de abandonarme a la posesin de otro ser.

    Recuerdo con remordimiento los torpes dilogos que sostuve con algunas mujeres y que no me

    hicieron muy feliz. A una que estaba sola en el banco de un parque le dije:

    -Sera el hombre ms feliz si me estuviera esperando.

    Ella respondi con crueldad:

    -Puede ser desgraciado, porque espero a otro, y puede seguir su camino.

    Yo me puse rojo de vergenza y no supe qu contestar. Como me qued callado sin saber quhacer con los pies, le dije:

    -bueno, de todos modos l ha tenido suerte.

    No he vuelto a la ciudad desde entonces. Cuando estaba en sus avenidas senta una turbacin deverme en medio de ese oscuro y denso oleaje de la multitud, de rostros felices, puros,intrascendentes. Una tarde, a la cada del sol, el aire pareca derretido, sent vrtigo de vermearrastrado, sudoroso, en ese movimiento slido y clido que no conduca a nada. Mir la puestade ese sol de verano y me dije: Maana no estar y otros ojos mirarn en mi lugar un crepsculo

    parecido: la existencia es un fracaso. Despus pas el mareo y me pareci estpido lo que haba

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    pensado. Si me comparo con el sol pens- es porque estoy arruinado: lo que importa es queestos ojos son mos ahora...

    Haba renunciado a todo y me senta tranquilo, pero mi vida ha sido turbada por una nueva

    inquietud. Despus de pasar el da encerrado en mi cuarto salgo a recibir un poco de sol en elmomento en que la tarde agoniza, cerca al estanque, donde reverberan las orqudeas. All meecho sobre una yerba pura, de cara al cielo. En el estanque saltan los peces. En la calma de tardeestival miro el lago en su profundidad coloreada de verde. Me quedo horas enteras mirando comosalido del tiempo. Contemplo mi rostro retratado en esa calma acutica y el movimiento de las

    nubes. Ayer estaba extasiado mirando el lago y de repente, a un lado de mi imagen apareci unamujer. Me qued quieto para no espantar esta aparicin y estaba seguro que haba alguienabsolutamente real a mi lado. Hubiera podido decir hasta el color de sus ojos, verdes como elagua, y la dulce sonrisa que se dibujaba en sus labios. Cuando intent hablarle, las aguas seagitaron movidas por el pecho de unas golondrinas que rozaron la superficie refrescante. Cuando

    las pequeas ondas del lago empezaron a morir y las aguas tornaron a su habitual serenidad, laimagen haba desaparecido. Mir los alrededores y no haba nadie. Pens que haba sido unaalucinacin, pero an perduraba en mi el recuerdo de su rostro. Esa noche me emborrach

    trastornado por semejante aparicin.

    Todas las tardes salgo al lago para esperarla, pero la imagen no ha vuelto. Desde entonces nohago sino pensar en ella con un sentimiento nuevo que es el amor. Ahora vivo esperando unasombra, enamorado de una sombra. Cuarenta aos de una vida de bsqueda, de anhelos, de

    luchas y pasiones ntimas que culminan en un lago, en espera de algo que no existe, instalado

    dolorosamente al pie de la irrealidad.

    Me dej arrastrar por estos pensamientos melanclicos. Vea muy clara mi falsa postura en elmundo, todo inasible y abstracto como las imgenes del cielo que se retrataban en el fondo del

    lago. Con el corazn oprimido empec a reclamarla a grandes voces. No haba duda de que laimagen corresponda a un ser real, pues una imagen no surge de la nada. Pero ella no estaba y misvoces se perdan tiernamente sobre las aguas. Comprend lo irremediable de mi soledad. Esaimagen desaparecida como por un mgico sortilegio me hizo temer que yo no fuera un serabsolutamente real. Cuando tuve este pensamiento me provoc hundirme en el fondo del lago y

    sentir una agona real en mis pulmones, encontrar la imagen en el fondo o perecer.

    Lleg la noche. Mi perfil era negro bajo el cielo. Comprend que haba sido rechazado en mi

    esfuerzo por ingresar como cualquier hombre en el mundo de los vivos. Ahora, mirando la nocheestrellada, tuve la inquietud de cmo entrara en el de los muertos. Volvera todo a comenzar? Yome haba deslizado tiernamente en busca de aquella imagen que en el pasado se llamaba Babel yahora ya no poda ni imaginarla, pero haba vuelto a mi vida con ese instinto liberador, sedienta de

    morir a mi lado.

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    Me acaricio la cara con un aire casi metafsico y siento que la barba ha crecido de nuevo. Tengo unverdadero fastidio de mi cuerpo. Hasta cierto punto me desprecio por todas estas cosas que nacen

    en m como una fatalidad.

    ( Dedicado a Luisa Snchez de Prez con la siguiente leyenda: Madame: aspiro a que este cuentosea digno de tu gusto literario. Si logro conmoverte, se salv. Francia habla siempre por ti:

    Gonzalo )