un dia de colera arturo perez-reverte

1065

Upload: httpspodemoslondreswordpresscomtagteresa-rodriguez

Post on 12-Aug-2015

146 views

Category:

Education


13 download

TRANSCRIPT

Page 1: Un dia de colera   arturo perez-reverte
Page 2: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Este relato no es ficción ni libro deHistoria. Tampoco tiene unprotagonista concreto, pues fueroninnumerables los hombres ymujeres envueltos en los sucesosdel 2 de mayo de 1808 en Madrid.Héroes y cobardes, víctimas yverdugos, la Historia retuvo losnombres de buena parte de ellos:las relaciones de muertos y heridos,los informes militares, las memoriasescritas por actores principales osecundarios de la tragedia, aportandatos rigurosos para el historiador yponen límites a la imaginación del

Page 3: Un dia de colera   arturo perez-reverte

novelista. Cuantas personas ylugares aparecen aquí sonauténticos, así como los sucesosnarrados y muchas de las palabrasque se pronuncian.En Un día de cólera, Arturo Pérez-Reverte convierte en historiacolectiva las pequeñas y oscurashistorias particulares registradas enarchivos y libros. Lo imaginado, portanto, se reduce a la humildeargamasa narrativa que une laspiezas. Con las licencias mínimasque la palabra novela justifica,estas páginas pretenden devolver lavida a quienes, durante doscientos

Page 4: Un dia de colera   arturo perez-reverte

años, sólo han sido personajesanónimos en grabados y lienzoscontemporáneos, o escueta relaciónde víctimas en los documentosoficiales.

Page 5: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Arturo Pérez-Reverte

Un día de cóleraePUB v1.2Himali 03.02.11

Page 6: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Título original: Un día de cóleraArturo Pérez-Reverte, 2007Diseño portada: Eugenio Álvarez Dumunt,Malasaña y su hijaProyecto: Enric SaméPáginas: 250

Editor original: deor67 (v1.0 a v1.1)Segundo editor: Himali (v1.2)ePub base v2.0

Page 7: Un dia de colera   arturo perez-reverte

A Étienne de Montety, gabacho

Page 8: Un dia de colera   arturo perez-reverte
Page 9: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Desdeñaron su interés sin ocuparsemás que de la injuria recibida. Seindignaron con la afrenta y sesublevaron ante nuestra fuerza,corriendo a las armas. Los españolesen masa se condujeron como unhombre de honor.

Napoleón Bonaparte, citado por LesCases

Memorial de Santa Helena

Tengo por enemigo a una nación dedoce millones de almas, enfurecidashasta lo indecible. Todo lo que aquí se

Page 10: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hizo el dos de mayo fue odioso. No,Sire. Estáis en un error. Vuestra gloriase hundirá en España.

Carta de José Bonaparte a su hermano elEmperador

Los que dieron la cara no fueron enverdad los doctos. Ésos pasaron todo elsarampión napoleónico, y en nombrede las ideas nuevas se hubieran dejadorapar como quintos e imponer elimperial uniforme. Los que salvaron aEspaña fueron los ignorantes, los queno sabían leer ni escribir… El únicopapel decoroso que España ha

Page 11: Un dia de colera   arturo perez-reverte

representado en la política europea loha representado ese pueblo ignoranteque un artista tan ignorante y genialcomo él, Goya, simbolizó en aquelhombre o fiera que, con los brazosabiertos, el pecho salido, desafiandocon los ojos, ruge delante de las balasque lo asedian.

Ángel GanivetGranada la bella

Page 12: Un dia de colera   arturo perez-reverte

1

Siete de la mañana y ocho grados enlos termómetros de Madrid, escalaRéaumur. El sol lleva dos horas porencima del horizonte, y desde el otroextremo de la ciudad, recortando torresy campanarios, ilumina la fachada depiedra blanca del palacio de Oriente.Llovió por la noche y aún quedancharcos en la plaza, bajo las ruedas ylos cascos de los caballos de trescarruajes de camino, vacíos, que acaban

Page 13: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de situarse ante la puerta del Príncipe.El conde Selvático, gran cruz de CarlosIII sobre el casacón cortesano,gentilhombre florentino de laservidumbre de la reina de Etruria —viuda, hija de los viejos reyes Carlos IVy María Luisa—, se asoma un momento,observa los carruajes y entra de nuevo.Algunos madrileños desocupados, en sumayor parte mujeres, miran concuriosidad. No llegan a una docena, ytodos guardan silencio. Uno de los doscentinelas de la puerta está apoyado ensu fusil con la bayoneta calada, junto ala garita, indolente. En realidad, esabayoneta es su única arma efectiva; por

Page 14: Un dia de colera   arturo perez-reverte

órdenes superiores, su cartuchera estávacía. Al escuchar las campanadas de lacercana iglesia de Santa María, elsoldado observa de reojo a sucompañero, que bosteza. Les queda unahora para salir de guardia.

En casi toda la ciudad, el panoramaes tranquilo. Abren los comerciosmadrugadores, y los vendedoresdisponen en las plazas sus puestos demercancías. Pero esa aparentenormalidad se enrarece en lasproximidades de la puerta del Sol: porSan Felipe y la calle de Postas,Montera, la iglesia del Buen Suceso ylos escaparates de las librerías de la

Page 15: Un dia de colera   arturo perez-reverte

calle Carretas, todavía cerradas, seforman pequeños grupos de vecinos queconfluyen hacia la puerta del edificio deCorreos. Y a medida que la ciudaddespierta y se despereza, hay más genteasomada en ventanas y balcones.Circulan rumores de que Murat, granduque de Berg y lugarteniente deNapoleón en España, quiere llevarsehoy a Francia a la reina de Etruria y alinfante don Francisco de Paula, parareunirlos con los reyes viejos y su hijoFernando VII, que ya están allí. Laausencia de noticias del joven rey es loque más inquieta. Dos correos deBayona que se esperaban no han llegado

Page 16: Un dia de colera   arturo perez-reverte

todavía, y la gente murmura. Los haninterceptado, es el rumor. También sedice que el Emperador quiere tener juntaa toda la familia real para manejarla conmás comodidad, y que el jovenFernando, que se opone a ello, haenviado instrucciones secretas a la juntade Gobierno que preside su tío el infantedon Antonio. «No me quitarán la corona—dicen que ha dicho— sino con lavida».

Mientras los tres carruajes vacíosaguardan ante Palacio, al otro extremode la calle Mayor, en la puerta del Sol,apoyado en la barandilla de hierro delbalcón principal de Correos, el alférez

Page 17: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de fragata Manuel María Esquivelobserva los corrillos de gente. En sumayor parte son vecinos de las casascercanas, criados enviados en busca denoticias, vendedores, artesanos y gentesubalterna, sin que falten chisperos ymanolos característicos del Barquillo,Lavapiés y los barrios crudos del sur.No escapan al ojo atento de Esquivelpequeños grupos sueltos de tres o cuatrohombres de aspecto forastero que semantienen silenciosos y a distancia.Aparentan desconocerse entre ellos,pero todos tienen en común ser jóvenesy vigorosos. Sin duda se cuentan entrelos llegados el día anterior, domingo,

Page 18: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desde Aranjuez y los pueblos vecinos,que por alguna razón —ninguna puedeser buena, deduce el alférez de fragata—no han salido todavía de la ciudad.También hay mujeres, pues suelen sermadrugadoras: la mayoría trae lacanasta del mercado al brazo ycomadrea repitiendo los rumores ychismes que circulan en los últimosdías, agravados por la tensa jornada deayer, cuando se abucheó a Muratmientras iba a una revista militar en elPrado. Sus batidores incomodaban a lagente para abrir paso, y la vuelta tuvoque hacerla con escolta de caballería ycuatro cañones, con el populacho

Page 19: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cantándole:

Por pragmáticasanciónse ha mandadopublicarel que al jarrode cagarse llameNapoleón.

Esquivel, al mando del pelotón degranaderos de Marina que guarneceCorreos desde las doce del día anterior,es un oficial prudente. Además, latradicional disciplina de la Armada

Page 20: Un dia de colera   arturo perez-reverte

equilibra su juventud. Las órdenes sonevitar problemas. Los franceses estánsobre las armas, y se teme que sóloesperen un pretexto serio para dar unescarmiento que apacigüe la ciudad. Locomentó anoche en el cuerpo de guardia,hacia las once, el teniente general donJosé de Sexti: un italiano al servicio deEspaña, hombre poco simpático, quepreside por parte española la comisiónmixta para resolver los incidentes —cada vez más numerosos— entremadrileños y soldados franceses.

—Sobre las armas, como le digo —contaba Sexti—. Los imperiales casi nome dejan pasar por delante del cuartel

Page 21: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del Prado Nuevo, y eso que voy deuniforme… Todo tiene un aspectoinfame, se lo aseguro.

—¿Y no hay ninguna instrucciónconcreta?

—¿Concreta?… No sea infeliz,hombre. La junta de Gobierno parece uncorral con la raposa dentro.

Estando en conversación, los dosmilitares oyeron rumor de caballos ysalieron a la puerta, a tiempo de ver unanumerosa partida francesa que se dirigíaal galope hacia el Buen Retiro, bajo lalluvia, para reunirse con los dos milhombres que allí acampan con variaspiezas de artillería. Al ver aquello,

Page 22: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Sexti se fue a toda prisa, sin despedirse,y Esquivel envió otro mensajero a sussuperiores pidiendo instrucciones, sinrecibir respuesta. En consecuencia, pusoa los hombres en estado de alerta yextremó la vigilancia durante el resto dela noche, que se hizo larga. Hace unrato, al empezar a congregarse vecinosen la puerta del Sol, mandó a un cabo ycuatro soldados a pedir a la gente que sealeje; pero nadie obedece, y loscorrillos engrosan a cada minuto quepasa. No puede hacerse más, así que elalférez de fragata acaba de ordenar alcabo y los soldados que se retiren, y alos centinelas de guardia que, al menor

Page 23: Un dia de colera   arturo perez-reverte

incidente, se metan dentro y cierren laspuertas. Ni siquiera en caso de queestalle un altercado los granaderospodrán hacer nada, en un sentido u otro.Ni ellos, ni nadie. Por orden de la Juntade Gobierno y de don Francisco JavierNegrete, capitán general de Madrid yCastilla la Nueva, y para complacer aMurat, a las tropas españolas se les haretirado la munición. Con diez milsoldados imperiales dentro de la ciudad,veinte mil dispuestos en las afueras yotros veinte mil a sólo una jornada demarcha, los tres mil quinientos soldadosde la guarnición local están indefensosfrente a los franceses.

Page 24: Un dia de colera   arturo perez-reverte

«Lo mismo que la generosidad deeste pueblo hacia los extranjeros notiene límites, su venganza es terriblecuando se le traiciona.»

Jean Baptiste Antoine MarcellinMarbot, hijo y hermano de militares,futuro general, barón, par de Francia yhéroe de las guerras del Imperio, queesta mañana es un simple capitán deveintiséis años asignado al estado mayordel gran duque de Berg, cierra el libroque tiene en las manos —El últimoAbencerraje, del vizcondeChateaubriand— y mira el reloj debolsillo puesto sobre la mesita de noche.

Page 25: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Hoy no entra de servicio hasta las diez ymedia en el palacio Grimaldi, con elresto de ayudantes militares de Murat;de modo que se levanta sin prisas, acabael desayuno que un criado de la casadonde se aloja le ha servido en lahabitación, y empieza a afeitarse junto ala ventana, mirando la calle desierta. Elsol que atraviesa los vidrios ilumina,desplegado sobre un sofá y una silla, suelegante uniforme de oficial edecán delgran duque: pelliza blanca, pantalóncarmesí, botas hannoverianas y colbacde piel a lo húsar. A pesar de sujuventud, Marbot es veterano deMarengo, Austerlitz, Jena, Eylau y

Page 26: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Friedland. Tiene experiencia, por tanto.Es, además, un militar ilustrado: leelibros. Eso sitúa su visión de losacontecimientos por encima de la demuchos compañeros de armas,partidarios de arreglarlo todo asablazos.

El joven capitán sigue afeitándose.Una chusma de aldeanos embrutecidos eignorantes, gobernada por curas. Así hacalificado hace poco el Emperador a losespañoles, a quienes desprecia —conmotivo— por el infame comportamientode sus reyes, la incompetencia de susministros y Consejos, la incultura y eldesinterés del pueblo por los asuntos

Page 27: Un dia de colera   arturo perez-reverte

públicos. Al capitán Marbot, sinembargo, cuatro meses en España lollevan a la conclusión —al menos esoafirmará cuarenta años más tarde, en susmemorias— de que la empresa no es tanfácil como creen algunos. Los rumoresque circulan sobre el proyecto delEmperador de barrer la corrupta estirpede los Borbones, retener a toda lafamilia real en Bayona y dar la corona auno de sus hermanos, Luciano o José, oal duque de Berg, contribuyen aenrarecer el ambiente. Según losindicios, Napoleón estima favorablepara sus planes el momento actual. Estáseguro de que los españoles, hartos de

Page 28: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Inquisición, curas y mal gobierno,empujados por compatriotas ilustradosque tienen puestos los ojos en Francia,se lanzarán a sus brazos, o a los de unanueva dinastía que abra puertas a larazón y al progreso. Pero, aparteconversaciones mantenidas con algunosoficiales y personajes locales inclinadosa las ideas francesas —afrancesadoslos llaman aquí, y no precisamente paraensalzarlos—, a medida que las tropasimperiales bajan desde los Pirineosadentrándose en el país, con el pretextode ayudar a España contra Inglaterra enPortugal y Andalucía, lo que MarcellinMarbot ve en los ojos de la gente no es

Page 29: Un dia de colera   arturo perez-reverte

anhelo de un futuro mejor, sino rencor ydesconfianza. La simpatía con que alprincipio fueron acogidos los ejércitosimperiales se ha trocado en recelo,sobre todo desde la ocupación de laciudadela de Pamplona, de las fortalezasde Barcelona y del castillo de Figueras,con tretas consideradas insidiosas hastapor los franceses que se dicenimparciales, como el propio Marbot.Maniobras que a los españoles, sindistinción de militares o civiles, inclusoa los partidarios de una alianza estrechacon el Emperador, han sentado como unpistoletazo.

«Su venganza es terrible cuando se

Page 30: Un dia de colera   arturo perez-reverte

le traiciona.»Las palabras escritas por

Chateaubriand dan vueltas en la cabezadel capitán francés, que continúarasurándose con el esmero quecorresponde a un elegante oficial deestado mayor. La palabra venganza,concluye sombrío, encaja bien con esosojos oscuros y hostiles que sienteclavados en él cada vez que sale a lacalle; con las navajas de dos palmos queasoman metidas en cada faja, bajo lascapas que todos llevan; con los hombresde rostro moreno y patilludo que hablanen voz baja y escupen al suelo; con lasmujeres desabridas que insultan sin

Page 31: Un dia de colera   arturo perez-reverte

rebozo a los que llaman franchutes,mosiús y gabachos sin disimular la voz,o pasean descaradas, abanicándoseenvueltas en sus mantillas, ante lasbocas de los cañones francesesapostados en el Prado. Traición yvenganza, se repite Marbot, incómodo.El pensamiento lo lleva a distraerse uninstante, y por eso se hace un corte en lamejilla derecha, entre el jabón que lacubre. Cuando maldice y sacude lamano, una gota roja se desliza por el filode la navaja de cachas de marfil y caeen la toalla blanca que tiene extendidasobre la mesa, ante el espejo.

Es la primera sangre que se derrama

Page 32: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el 2 de mayo de 1808.

—Acuérdate siempre de que hemosnacido españoles.

El teniente de artillería Rafael deArango baja despacio los peldaños desu casa, que crujen bajo las botas bienlustradas, y se detiene en el portal,pensativo, abotonándose la casaca azulturquí con vivos encarnados. Laspalabras que acaba de dedicarle suhermano José, intendente honorario delEjército, le producen especialdesasosiego. O tal vez no sean laspalabras, sino el fuerte apretón de

Page 33: Un dia de colera   arturo perez-reverte

manos y el abrazo con que lo hadespedido en el pasillo de la casafamiliar, al enterarse de que se encaminaa tomar las órdenes del día antes deacudir a su puesto en el parque deMonteleón.

—Buenos días, mi teniente —losaluda el portero, que barre el umbral—. ¿Cómo andan las cosas?

—Te lo diré cuando vuelva, Tomás.—Hay gabachos calle abajo, junto a

la panadería. Un piquete dentro delmesón, desde anoche. Pero no asoman lagaita.

—No te preocupes por eso. Sonnuestros aliados.

Page 34: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Si usted lo dice, mi teniente…Inquieto, Arango se pone un poco

atravesado el sombrero negro de dospicos con escarapela roja, se cuelga elsable y mira a uno y otro lado de la callemientras apura las últimas chupadas delcigarro que humea entre sus dedos.Aunque sólo tiene veinte años, fumarcigarros de hoja es en él una viejacostumbre. Nacido en La Habana defamilia noble y origen vascongado,desde que ingresó como cadete ha tenidotiempo de servir en Cuba, en el Ferrol, ytambién de ser apresado por losingleses, que lo canjearon en septiembredel año pasado. Serio, capaz y con valor

Page 35: Un dia de colera   arturo perez-reverte

militar acreditado en su hoja deservicios, el joven oficial es, desde haceun mes, ayudante del comandante de laartillería de Madrid, coronel NavarroFalcón; y a recibir las órdenes de sucargo se dirige, preguntándose si lastensiones del día anterior —manifestaciones contra Murat yacaloradas tertulias callejeras— irán amás, o las autoridades controlarán unasituación que, poco a poco, pareceescaparse de las manos. La Junta deGobierno crece en debilidad mientrasMurat y sus tropas crecen en insolencia.Anoche, antes de recogerse Arango encasa, por el Círculo Militar corría la

Page 36: Un dia de colera   arturo perez-reverte

voz de que en la fonda de Genieys loscapitanes de artillería Daoiz, Cónsul yCórdoba —Arango los conoce a lostres, y Daoiz es su jefe inmediato—habían estado a punto de batirse enduelo con otros tantos oficialesfranceses, y que sólo la intervenciónenérgica de jefes y compañeros de unosy otros impidió una desgracia.

—Daoiz, que ya sabéis lo templadoque es, andaba como loco —contó elteniente José Ontoria, citando a testigosdel suceso—. Cónsul y Pepe Córdoba loapoyaban. Los tres querían salir a lacalle de la Reina y matarse con losfranceses, y a duras penas se lo

Page 37: Un dia de colera   arturo perez-reverte

impidieron entre todos… A saber quéimpertinencia dirían los otros.

El nombre del capitán Daoiz hacefruncir el ceño a Arango. Se trata, comodijo Ontoria y el propio Arango puedeconfirmarlo, de un militar frío y cabal, aquien no es fácil que se le suba la cóleraal campanario; muy diferente delexaltado Pedro Velarde, otro capitán deartillería que, ése sí, anda por las salasde banderas predicando sangre ycuchillo desde hace días. En cambio,Luis Daoiz, un sevillano distinguido,acreditado en combate, tiene unaexcelente hoja de servicios y enormeprestigio en el Cuerpo, donde los

Page 38: Un dia de colera   arturo perez-reverte

artilleros, por su talante sereno, edad yprudencia, lo apodan El Abuelo. Pero elcomentario definitivo, la guinda delasunto, la puso anoche Ontoria,resumiendo:

—Si Daoiz pierde la paciencia conlos franceses, eso significa que puedeperderla cualquiera.

De camino hacia el despacho delgobernador militar de la plaza, Arangopasa ante la panadería y el mesón de losque habló el portero y echa una miradade reojo, pero sólo alcanza a ver lasilueta de un centinela bajo el arco deentrada. Los franceses han debido deapostarse allí durante la noche, pues

Page 39: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ayer por la tarde el lugar estaba vacío.No es buena señal, y el joven se aleja,preocupado. Algunas calles estándesiertas; pero en las que llevan alcentro de la ciudad, pequeños grupos degente se van formando ante botillerías ytiendas, donde los comerciantes atiendenmás a la charla en corro que a susnegocios. La Fontana de Oro, el café dela carrera de San Jerónimo que hastaayer era frecuentado a todas horas pormilitares franceses y españoles, seencuentra vacío. Al ver el uniforme deArango con la charretera de teniente,varios transeúntes se acercan apreguntarle por la situación; pero él se

Page 40: Un dia de colera   arturo perez-reverte

limita a sonreír, tocarse un pico delsombrero y seguir camino. Aquello nopinta bien, así que aprieta el paso. Lasúltimas horas han sido tensas, con elinfante don Antonio y los miembros dela junta de Gobierno poniendo pañoscalientes, los franceses prevenidos yMadrid zumbando como una colmenapeligrosa. Se dice que hay genteconvocada a favor del rey Fernando, yque ayer, con el pretexto del mercado,entró mucho forastero de los pueblos dealrededor y de los Reales Sitios. Gentemoza y ruda que no venía a vender.También se sabe que andan conspirandociertos artilleros: el inevitable Velarde

Page 41: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y algunos íntimos, entre ellos JuanCónsul, uno de los protagonistas delincidente en la fonda de Genieys. Hayquien menciona también a Daoiz; peroArango, capaz de comprender que éstediscuta y quiera batirse con oficialesfranceses, no imagina al frío capitán,disciplinado y serio hasta las trancas,yendo más allá, en una conspiraciónformal. En cualquier caso, con Daoiz osin él, si Velarde y sus amigos preparanalgo, lo cierto es que a los oficiales queno son de su confianza, como el propioArango, los mantienen al margen. Encuanto a su comandante en Madrid, elplácido coronel Navarro Falcón,

Page 42: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hombre de bien pero obligado a navegarentre dos aguas, los franceses por arribay sus oficiales por abajo, prefiere nodarse por enterado de nada. Y cada vezque, con tacto, Arango, a título deayudante, intenta sondearlo al respecto,el otro sale por los cerros de Úbeda,acogiéndose al reglamento.

—Disciplina, joven. Y no le dévueltas. Con franceses, con ingleses ocon el sursum corda… Disciplina y bocacerrada, que entran moscas.

Tres hombres endomingados pese aser lunes, vestidos con sombreros de

Page 43: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ala, marsellés bordado, capote convuelta de grana y navajas metidas en lafaja, se cruzan con el teniente Arangocuando éste camina, en busca de laorden del día para su coronel, cerca delGobierno Militar. Dos son hermanos: elmayor se llama Leandro Rejón y cuentatreinta y tres años, y el otro, Julián,veinticuatro. Leandro tiene mujer —sellama Victoria Madrid— y dos hijos; encuanto a Julián, acaba de casarse en supueblo con una joven llamada PascualaMacías. Los hermanos son naturales deLeganés, en las afueras, y llegaron ayera la ciudad, convocados por un amigo deconfianza al que ya acompañaron hace

Page 44: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mes y medio cuando los sucesos que, enAranjuez, derrocaron al ministro Godoy.El tal amigo pertenece a la casa delconde de Montijo, de quien se dice que,por lealtad al joven rey Fernando VII,alienta otra asonada en su nombre. Peroes lo que se dice, y nada más. Lo únicoque los Rejón saben de cierto es que,con algún viático para la jornada ygastos de taberna, traen instrucciones deestar atentos por si se tercia armar bulla.Cosa que a los dos hermanos, que sonmozos traviesos y en pleno vigor de susaños, no disgusta en absoluto, hartoscomo están de sufrir impertinencias delos gabachos; a quienes ya es hora de

Page 45: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que hombres que se visten por los pies—eso dice Leandro, el mayor—demuestren quién es el verdadero rey deEspaña, pese a Napoleón Bonaparte y ala puta que lo parió.

El tercer hombre, que camina a lapar de los Rejón, se llama MateoGonzález Menéndez y también ayer vinoa Madrid desde Colmenar de Oreja, supueblo, obedeciendo a consignas quealgunos compadres suyos han hechocorrer entre los opuestos a la presenciafrancesa y partidarios del rey Fernando.Es cazador, hecho al campo y a lasarmas, cuajado y fuerte, y bajo el capoteque le cubre hasta las corvas esconde un

Page 46: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pistolón cargado. Aunque va junto a losRejón como si no los conociera, los tresformaron parte anoche del grupo que,con guitarras y bandurrias, pese al aguaque caía, dio una ruidosa rondalla abase de canzonetas picantes, con muchoinsulto y mucha guasa, al emperifolladoMurat bajo los balcones del palaciodonde se aloja, en la plaza de DoñaMaría de Aragón, desapareciendo al serdisueltos por las rondas y reapareciendoal rato para continuar la murga. Eso,después de abuchear bien al francés porla mañana, cuando regresaba de larevista en el Prado.

Page 47: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Dicen quemosiú Muratestáacostumbradoal fuego.¡Vaya si tendrácostumbrequien ha sidococinero!

—Pise usted fuerte, prenda, que esaacera está empedrada —dice LeandroRejón a una mujer hermosa que,basquiña de flecos, mantilla de lana ycesta de la compra al brazo, cruza unrectángulo de sol.

Page 48: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Pasa adelante la mujer, entredesdeñosa y halagada por el piropo —elmayor de los Rejón es mozo bienplantado—, y Mateo González, queescucha el comentario, la sigue con lamirada antes de volverse a loshermanos, guiñarles un ojo, y seguirjunto a ellos al mismo paso. Ahora lostres sonríen y se balancean caminandocon aplomo masculino. Son jóvenes,fuertes, están vivos y sanos, y la vista deuna mujer guapa les anima el día. Es,opina el menor de los Rejón, un buencomienzo. Para celebrarlo, saca de bajoel capote una bota con tinto deValdemoro, que la larga noche y la

Page 49: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cencerrada a Murat dejaron más quemediada.

—¿Remojamos la calle del trago?—Ni se pregunta —mirada

falsamente casual de Leandro Rejón aMateo González—… ¿Usted se apunta,paisano?

—Con mucho gusto.—Pues alcance esto, si apetece.Estos tres hombres que andan sin

prisas pasando la bota mientras sedirigen a la puerta del Sol, deteniéndosepara echar atrás la cabeza y asestarsecon pulso experto un chorro de vino,están lejos de imaginar que, dentro detres días, reos de sublevación, dos de

Page 50: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ellos, los hermanos Rejón, seránsacados a rastras de sus casas enLeganés y fusilados por los franceses, yque Mateo González morirá semanasmás tarde, a resultas de un sablazo, en elhospital del Buen Suceso. Pero eso, aestas horas y bota en mano, ni lo piensanni les importa. Antes de que se oculte elsol que acaba de salir, las tres navajasalbaceteñas que llevan metidas en lasfajas quedarán empapadas de sangrefrancesa. En el día que comienza —trasla lluvia, sol, ha dicho el mayor de losRejón mirando el cielo, y volverá allover por la noche—, esas tres futurasmuertes, como tantas otras que se

Page 51: Un dia de colera   arturo perez-reverte

avecinan, serán vengadas con creces, deantemano. Y todavía después, duranteaños, una nación entera las seguirávengando.

Durante el desayuno, LeandroFernández de Moratín se quema lalengua con el chocolate, pero reprime eljuramento que le tienta los labios. Noporque sea hombre temeroso de Dios;son los hombres los que le dan miedo,no Dios. Y él es poco amigo de aguabendita y sacristías. Sucede que lacontención y la prudencia son aspectosdestacados de su carácter, con cierta

Page 52: Un dia de colera   arturo perez-reverte

timidez que proviene de cuando, a loscuatro años, quedó con el rostrodesfigurado por la viruela. Quizá poreso sigue soltero, pese a que hace dosmeses cumplió los cuarenta y ocho. Porlo demás es hombre educado, culto ytranquilo; como suelen serlo losprotagonistas de las obras que le handado fama, contestada por numerososadversarios, de principal autor teatral desu tiempo. El estreno de El sí de lasniñas aún se recuerda como el másimportante y discutido acontecimientoescénico del momento; y esas cosas, enEspaña, aportan pocas mieles y muchoacíbar amargo, por las infinitas

Page 53: Un dia de colera   arturo perez-reverte

envidias. Ésta es la razón de que, en lasactuales circunstancias, el temor almundo y sus vilezas esté presente en lospensamientos del hombre que, vestidocon bata y zapatillas, bebe, ahora abreves sorbos, su chocolate. Ser autorde renombre, favorecido además por elprimer ministro Godoy, luego caído endesgracia, preso y al cabo acogido enFrancia por Napoleón, incomoda laposición de Moratín, que en el mundillode las letras tiene enemigos mortales.Sobre todo desde que, por gustospersonales e ideas más artísticas quepolíticas —de éstas carece en absoluto,excepto ser amigo del poder constituido,

Page 54: Un dia de colera   arturo perez-reverte

fuera cual fuere—, se le atribuye, no sinrazón, la etiqueta de afrancesado, queen los tiempos confusos que corren se havuelto peligrosa. Desde los abucheos deayer al duque de Berg y lasconcentraciones de vecinos gritandocontra los franceses, Moratín teme porsu vida. Los amigos de la tertulia de lafonda de San Esteban le han aconsejadoque no salga de su casa —número 6 dela calle Fuencarral, entre las esquinas deSan Onofre y Desengaño—; pero esotampoco garantiza nada. A lasdesgracias que en los últimos tiempos levienen encima, se añade la vecindad deuna cabrera tuerta que tiene su puesto de

Page 55: Un dia de colera   arturo perez-reverte

leche en el portal de enfrente: mujerparlanchina y de lengua venenosa, llevadías incitando a los vecinos a dar unescarmiento a ese Moratín de ahíenfrente, hechura de Godoy —la cabrerase refiere al ministro caído con el motepopular de Choricero—y de la gente depolaina: los afrancesados que hanvendido España y al buen rey donFernando, que Dios guarde, al malditoNapoleón.

Dejando el tazón de China sobre subandeja, Moratín se levanta y da unospasos hasta el balcón. Aliviado, sinapartar del todo los visillos, compruebaque el puesto de la cabrera está cerrado.

Page 56: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Tal vez anda lejos, con la gente que secongrega en la puerta del Sol. TodoMadrid es un hervidero de desconcierto,rumores y odio, y eso no puede terminarbien para nadie. Ojalá, se dice elliterato, ni la junta de Gobierno ni losfranceses —confía más en éstos que enla junta, de todas formas— pierdan elcontrol de la situación. El recuerdo delos horrores callejeros del año 1792,que vivió de cerca en París, leestremece el ánimo. Su talante dehombre culto, viajado, cortés y prudente,se acobarda ante los excesos que recela,pues los conoce, del pueblo sin freno: lacalumnia hace dudosa la más firme

Page 57: Un dia de colera   arturo perez-reverte

reputación, la crueldad adopta lamáscara de la virtud, la venganza usurpala balanza de la Justicia, y la celebridadsituada en lugar equívoco acarrea, amenudo, consecuencias funestas. Si todoeso fue posible en una Francia templadapor las ideas ilustradas y la razón, aMoratín lo amedrenta lo que un estallidopopular puede desencadenar en España,donde a la gente analfabeta, cerril, lamueve más el corazón que la cabeza. Yaen la noche del 19 de marzo, cuando lasublevación de Aranjuez hizo caer a suprotector Godoy, Moratín tuvo ocasiónde oír, bajo la ventana, su propionombre en gritos de amotinados que le

Page 58: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hicieron temer verse fuera de casa,arrastrado por las calles. La certeza decómo el populacho sin freno ejerce lasoberanía cuando se apodera de ella, loaterroriza. Y esta mañana parece a puntode repetirse la pesadilla, mientras élpermanece inmóvil tras los visillos, lafrente helada y el corazón latiéndoleinquieto. Esperando.

El dramaturgo Moratín no es elúnico que desconfía del pueblo y suspasiones. A la misma hora, en Palacio,en el salón de consejos de la junta deGobierno, los próceres encargados del

Page 59: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bienestar de la nación española enausencia del rey Fernando VII, retenidoen Bayona por el emperador Napoleón,siguen discutiendo abatidos ydesconcertados, con las huellas de lanoche que han pasado en blancoimpresas en la cara, arrugadas las ropas,despuntando las barbas en los rostrosojerosos que reclaman la navaja de unbarbero. Sólo el infante don Antonio,presidente de la junta, hermano del viejorey Carlos IV y tío del joven FernandoVII, utilizó el privilegio de su sangrereal para retirarse a dormir un ratodespués de una última entrevista con elembajador de Francia, monsieur

Page 60: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Laforest, y no ha vuelto a aparecer. Losdemás siguen allí sosteniéndose comopueden, tirados por los sillones y sofásbajo las imponentes arañas del techo,apoyados de codos en la gran mesacubierta de tazas sucias de café yceniceros rebosantes de gruesas colillasde cigarros, los puños en las sienes.

—Lo de ayer nos llevó al extremo,señores —opina el secretario de lajunta, conde de Casa Valencia—.Abuchear a Murat ya era insolencia;pero llamarlo troncho de berzas en sucara, y apedrearlo luego hastaencabritarle el caballo en medio de larechifla general, eso no lo perdonará

Page 61: Un dia de colera   arturo perez-reverte

nunca… Para más escarnio, todosvitorearon luego al infante don Antoniocuando pasaba en coche por el mismositio… La gente baja terminará porponernos a todos la soga al cuello.

—Fea metáfora esa —apuntaFrancisco Gil de Lemus, ministro deMarina, entre dos bostezos—. Merefiero a lo de la soga.

—Pues llámelo como le dé la gana.Además de Casa Valencia y Gil de

Lemus, que representa a la poca Armadaespañola que queda después deTrafalgar, en la sala están presentes,entre otros, don Antonio Arias Mon,anciano gobernador del Consejo; Miguel

Page 62: Un dia de colera   arturo perez-reverte

José de Azanza, ministro de lainexistente Hacienda española;Sebastián Piñuela, por una Gracia yJusticia de la que se burlan los francesesy en la que no confían los españoles; yel general Gonzalo O’Farril como tibiorepresentante de un Ejército confuso,indefenso e irritado ante la invasiónextranjera. Durante toda la noche,convocados también dignatarios de losConsejos y Tribunales Supremos, todoshan discutido hasta enronquecer, puestienen sobre la mesa un ultimátum deMurat, a quien el incidente del díaanterior dejó fuera de sí: de no obtenerla colaboración incondicional de la

Page 63: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Junta, dice, tomará el mando de ésta,pues tiene fuerza suficiente para tratar aEspaña como país conquistado.

—No siempre es el número lo quevence —sugería, de madrugada, el fiscalManuel Torres Cónsul—. Recuerdenque Alejandro derrotó a trescientos milpersas con veinte mil macedonios. Yasaben: Audaces fortuna iuvat, y todoeso.

El impulso patriótico de TorresCónsul, de una energía inusitada a taleshoras, hizo levantar la cabeza,sobresaltados, a varios consejeros quedaban cabezadas en sus asientos. Sobretodo a los que sabían latín.

Page 64: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Sí, claro —respondió elgobernador del Consejo, Arias Mon,resumiendo el sentir general—. ¿Y quiénde nosotros es Alejandro?

Todos miraron al ministro de laGuerra; que, ajeno a todo, como si noescuchara la conversación, encendía uncigarro de Cuba.

—¿Qué opina usted, O’Farril?—Opino que este habano tira fatal.Así están las cosas, amanecido el

día. Asustados, indecisos —hace tiempoque firman sus tímidos bandos ydecre tos en nombre del rey , sinespecificar si se trata de Carlos IV oFernando VII—, la parálisis de la Junta

Page 65: Un dia de colera   arturo perez-reverte

se alimenta con la falta de noticias. Loscorreos de Bayona no han llegado, y losministros y consejeros carecen deinstrucciones del joven monarca, dequien ignoran si sigue allí por suvoluntad o como prisionero delEmperador. Pero algo está claro: lasombra del cambio de dinastía oscureceEspaña. El pueblo ruge, ofendido, y losimperiales se refuerzan, arrogantes.Después de haberse llevado a la familiareal y a Godoy, Murat pretende hacer lomismo —se ejecuta en este precisoinstante— con la reina viuda de Etruriay el infante don Francisco de Paula, quecuenta sólo doce años. La de Etruria es

Page 66: Un dia de colera   arturo perez-reverte

amiga de Francia y se va de mil amores;pero lo del infantito es otra cosa. Decualquier modo, tras resistirse con ciertadecencia a esta última imposición, laJunta ha debido doblegarse ante Murat,aceptando lo inevitable. Con las tropasespañolas alejadas de la capital, laescasa guarnición acuartelada y sinmedios, la única fuerza que puedeoponerse a tales designios es unestallido popular. Pero, en opinión delos allí reunidos, eso justificaría labrutalidad francesa, dándole allugarteniente de Napoleón el pretextopara aplastar Madrid con una victoriafácil, sometiéndola al saqueo y la

Page 67: Un dia de colera   arturo perez-reverte

esclavitud.—No hay otra que ser pacientes —

opina al fin, cauto como siempre, elgeneral O’Farril—. No podemos sinocalmar los ánimos, precaver lasinquietudes populares, y contenerlas,llegado el caso, con nuestras propiasfuerzas.

Al oír eso, el ministro de Marina,Gil de Lemus, da un respingo en suasiento.

—¿A qué se refiere?—A nuestras tropas, señor mío. No

sé si me explico.—Me temo que se explica

demasiado bien.

Page 68: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Algunos consejeros se miransignificativamente. Gonzalo O’Farril selleva de maravilla con los franceses —por eso es ministro de la Guerra con laque está cayendo—, extremo que laHistoria confirmará con su actuación enel día que hoy comienza y con susposteriores servicios al rey JoséBonaparte. Entre los miembros de laJunta, sólo unos pocos participan de susideas. Aunque, tal como andan las cosas,casi todos ahorran comentarios. Sólo elcontumaz Gil de Lemus vuelve a lacarga:

—Es lo que nos faltaba, caballeros.Hacerles el trabajo sucio a los

Page 69: Un dia de colera   arturo perez-reverte

franceses.—Si lo hacen ellos, será más sucio

todavía —opone O’Farril—. Ysangriento.

—¿Y con qué fuerzas quiere ustedcontener a la gente en Madrid?…Demasiado es que los soldados no seunan al populacho.

El ministro de la Guerra levanta undedo admonitorio, marcial, y ensarta enél un aro de humo habanero.

—Me hago responsable, descuiden.Les recuerdo que toda la tropa estáacuartelada con órdenes estrictas. Y sinmunición, como saben.

—Entonces, ¿cómo pretende que

Page 70: Un dia de colera   arturo perez-reverte

contengan al pueblo? —se interesa,guasón, Gil de Lemus—. ¿A bofetadas?

Un silencio incómodo sucede a laspalabras del ministro de Marina. Pese alos bandos publicados por la Junta y porel duque de Berg, fijando horas decierre para tabernas, rondas devigilancia y responsabilidades depatronos y padres de familia respecto aempleados, hijos y criados que molestena los franceses, los incidentes menudeanen las seis semanas transcurridas desdela llegada de Murat a Madrid: al díasiguiente, 24 de marzo, ya ingresaban enel Hospital General tres soldadosfranceses malheridos en peleas con

Page 71: Un dia de colera   arturo perez-reverte

paisanos a causa de su descomedimientoy abusos, que a partir de entoncesincluyeron crímenes por robo,exacciones diversas, violaciones,ofensas en iglesias, y el sonadoasesinato del comerciante Manuel Vidalen la calle del Candil por el generalpríncipe de Salm-Isemburg y dosedecanes suyos. Como respuesta, lalucha sorda de navajas contra bayonetasresulta ya imposible de parar: tabernas,barrios bajos y lugares de prostituciónfrecuentados por la tropa francesa, consu peligrosa mezcla de mujeres,rufianes, aguardiente y puñaladas, se hanconvertido en focos de conflicto; pero

Page 72: Un dia de colera   arturo perez-reverte

también sitios respetables de la ciudadamanecen con franceses degollados porpropasarse con la hija, hermana, sobrinao nieta de alguien. Sin contar lospresuntos desertores, así declarados porel mando imperial, en realidaddesaparecidos en pozos o enterradosdiscretamente en patios o sótanos. Elregistro del Hospital General, sin contarotros establecimientos de la ciudad,basta para advertir la situación: el 25 demarzo se anotaron los casos de unmameluco de la Guardia Imperial,herido, un artillero de la Guardia,muerto, y otro soldado del batallón deWestfalia que falleció al poco rato. Dos

Page 73: Un dia de colera   arturo perez-reverte

franceses apaleados y tres muertos, unode ellos de un balazo, fueron anotadosen los días siguientes. Y entre el 29 demarzo y el 4 de abril se consignaron lasmuertes de tres soldados de la Guardia,uno del batallón de Irlanda, dosgranaderos y un artillero. Desdeentonces, el número de imperiales quehan ingresado heridos o muertos en elHospital General es de cuarenta y cinco,y el total en Madrid, de ciento setenta ycuatro. Tampoco escasean las víctimasespañolas. La comisión militar hispano-francesa que debe controlar estosincidentes incluye, además del generalSexti, al general de división Emmanuel

Page 74: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Grouchy; pero Sexti suele inhibirse afavor de su colega francés, con elresultado de que casi todos losconflictos provocados por losimperiales quedan impunes. En cambio,en sucesos como el del presbítero deCarabanchel don Andrés López, quehace días mató de un tiro a un capitánfrancés llamado Michel Moté, no sólo lajusticia es rigurosa, sino que los propiosimperiales la toman por su mano,saqueando, como fue el caso, lavivienda del sacerdote homicida ymaltratando a criados y vecinos.

En cualquier caso, convencida de supropia impotencia, la Junta de Gobierno

Page 75: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que, nominalmente, aún rige España enesta mañana del lunes 2 de mayo, hatomado, incluso contra la opinión de susmiembros más irresolutos, una decisióncon ribetes de gallardía que salva parala Historia algunos flecos de su honor.Al tiempo que accede al deseo delduque de Berg de trasladar a Bayona alos últimos miembros de la familia realespañola y ordena que las tropaspermanezcan en sus cuarteles sin que seles permita «juntarse con el paisanaje»,también, a propuesta del ministro deMarina, nombra una nueva Junta fuera deMadrid, en previsión de que la actual«quede privada de libertad en el

Page 76: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ejercicio de sus funciones». Y a esajunta paralela, compuestaexclusivamente por militares, le otorgapoderes para establecerse librementeallí donde sea posible; aunque el lugarde reunión recomendado es una ciudadespañola todavía libre de tropasfrancesas: Zaragoza.

De camino hacia la puerta del Sol,don Ignacio Pérez Hernández, presbíterode la parroquia de Fuencarral, se cruzacon un batidor imperial cuando baja porla calle Montera. El francés, un cazadora caballo, parece tener prisa y se aleja

Page 77: Un dia de colera   arturo perez-reverte

calle arriba, al galope y con muchadesconsideración, casi atropellando alos vendedores que acaban de montarsus puestos en la red de San Luis.Aunque algunos gritos e insultos losiguen en la galopada, don Ignacio noabre la boca, si bien sus ojos negros yvivos —tiene veintisiete años—perforan al jinete como si pretendieranque la ira de Dios lo fulminase allímismo con su montura y las órdenes quelleva en el portapliegos. El clérigoaprieta los puños dentro de los ampliosbolsillos de la sotana que viste. En elderecho estruja un folleto reciénimpreso, que el amigo en cuya casa ha

Page 78: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pasado la noche, párroco de SanIldefonso, le dio esta mañana: Carta deun oficial retirado a uno de susantiguos compañeros. En el izquierdo—don Ignacio es zurdo— aprieta lascachas de una navaja que, pese a lasórdenes que ostenta, lleva encima desdeque ayer se presentó en Madrid encompañía de un grupo de feligreses parahacer bulto contra los franceses y afavor de Fernando VII. La navaja escomo la que todo español de las clasespopulares usa para cortar pan, ayudarseen la comida o picar tabaco. Al menoses la excusa que el sacerdote, en debateinterior que a veces llega a angustiarlo

Page 79: Un dia de colera   arturo perez-reverte

un poco, se plantea ante su conciencia.Pero lo cierto es que nunca la habíallevado en el bolsillo, como ahora.

Don Ignacio no es hombre fanático:hasta ayer, como la mayor parte de loseclesiásticos españoles, mantuvo unsilencio prudente, según instruccionesrecibidas de su párroco, y éste delobispo correspondiente, sobre losturbios asuntos de la familia real y lapresencia francesa en España. Nisiquiera durante la caída de Godoy o elasunto de El Escorial el joven clérigoabrió la boca. Pero un mes dehumillaciones por parte de las tropasimperiales acampadas en Fuencarral

Page 80: Un dia de colera   arturo perez-reverte

colma ya su vaso de paciencia cristiana.La última gota de hiel rebosó hace unasemana, cuando un pobre cabrero fueapaleado ante la iglesia por variossoldados franceses para robarle susanimales; y cuando don Ignacio corrió aimpedirlo, se encontró con una bayonetaante los ojos. Para acabar la faena, losfranceses se entretuvieron orinando,entre risotadas, en los escalones delrecinto sagrado. Así que, cuando ayercorrió la voz de que en Madrid seanunciaba jarana, don Ignacio no lopensó dos veces. Después de la misa deocho, sin decir palabra a su párroco,vino a la ciudad acaudillando a una

Page 81: Un dia de colera   arturo perez-reverte

docena de feligreses con ganas degresca. Y con ellos, tras pasar lajornada ronco de abuchear a Murat,aplaudir al infante don Antonio y darvivas al rey, durmiendo luego cada unodonde pudo, quedó en verse con ellos aestas horas, para averiguar si hanllegado los mensajeros de Bayona.

Navaja aparte, tampoco el contenidodel otro bolsillo de la sotana sosiega eltalante del joven clérigo, que repite unay otra vez, de memoria, uno de sus másinfames párrafos: «La conveniencianacional de cambiar la rancia dinastíade los ya gastados Borbones por lanueva de los Napoleones, muy

Page 82: Un dia de colera   arturo perez-reverte

enérgicos». La furia de don Ignaciosería mayor si supiera —como seaveriguará tiempo después— que elautor del escrito no es ningún oficialretirado, como afirma el título, sino elabate José Marchena, personajecomplejo y famoso en los círculosilustrados españoles: un ex clérigorenegado de religión y patria, al quepaga Francia. Antiguo jacobino yconocido de Marat, Robespierre ymadame de Staël, temido hasta por losafrancesados mismos, Marchena pone sutalento oportunista, su ácida prosa y suabundante bilis al servicio de lapropaganda imperial. Y en estos

Page 83: Un dia de colera   arturo perez-reverte

turbulentos días madrileños, frente aunas clases superiores recelosas oindecisas y a un pueblo indignado hastala exasperación, la letra impresa, con sucascada de pasquines, libelos, folletos yperiódicos leídos en cafés, colmados,botillerías y mercados para un auditorioinculto y a menudo analfabeto, tambiénes eficaz arma de guerra, tanto en manosde Napoleón y el duque de Berg —queha instalado su propia imprenta en elpalacio Grimaldi— como en las de laJunta de Gobierno, los partidarios deFernando VII y este mismo, desdeBayona.

—Ya está aquí don Ignacio.

Page 84: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Buenos días, hijos míos.—¡Viva el rey Fernando!—Que sí, hombre, que sí. Que viva y

que Dios lo bendiga. Pero estémonostranquilos, a ver qué pasa.

El grupo de foncarraleros —capasde bayetón, bastones de nudos en lasmanos jóvenes y recias, monterasarriscadas y sombreros de alas caídas—aguarda a su presbítero junto a la fuentede la Mariblanca. Falta poco para que laaguja del Buen Suceso señale las ocho,y en la puerta del Sol hay un millar depersonas. Pese a que el ambiente secarga, las actitudes son pacíficas.Circulan rumores disparatados: desde

Page 85: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que Fernando VII está a punto de llegara Madrid, liberado al fin, hasta que,para engañar a los franceses, va acasarse con una hermana de Bonaparte.No faltan mujeres que van y vienenatizando los corrillos, forasteros y gentede diversos barrios de Madrid, aunquepredomina lo popular: chisperos delBarquillo, manolos del Rastro yLavapiés, empleados, menestrales,aprendices, bajos funcionarios, mozosde cuerda, criados y mendigos. Se venpocos caballeros bien vestidos yninguna señora que acredite eltratamiento: la gente acomodada,desafecta a los sobresaltos, permanece

Page 86: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en casa. También hay unos pocosestudiantes y algunos niños, casi todospilluelos de la calle. Muchos vecinos dela plaza y las calles adyacentes estánasomados a portales, balcones yventanas. No hay militares a la vista, nifranceses ni españoles, excepto loscentinelas de la puerta de Correos y unoficial en el balcón enrejado deledificio. De corrillo a corrillo circulanperegrinos rumores y exageraciones.

—¿Se sabe ya algo de Bayona?—Todavía nada. Pero dicen que el

rey Fernando se ha escapado aInglaterra.

—Ni hablar. Es a Zaragoza a donde

Page 87: Un dia de colera   arturo perez-reverte

se dirige.—No diga usted barbaridades.—¿Barbaridades?… Lo sé de buena

tinta. Tengo un cuñado conserje en losConsejos.

A lo lejos, entre la gente, donIgnacio alcanza a distinguir a otrosacerdote con sotana y tonsura. Ellosdos, concluye, deben de ser los únicosclérigos presentes en la puerta del Sol aestas horas. Eso lo hace sonreír: inclusodos son demasiados, habida cuenta de lacalculadísima ambigüedad que la Iglesiaespañola despliega en esta crisis de lapatria. Si nobles e ilustrados, opuestosunos a los franceses y partidarios de

Page 88: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ellos otros, coinciden en despreciar losarrebatos y la ignorancia del pueblo,también la Iglesia mantiene, desde laguerra con la Convención, un cuidadosonadar entre dos aguas, combinando elrecelo al contagio de las ideasrevolucionarias con su tradicionalhabilidad —estos días puesta a prueba— para estar con el poder constituido,sea el que fuere. En las últimas semanas,los obispos multiplican exhortaciones ala calma y a la obediencia, temerosos deuna anarquía que los asusta más que lainvasión francesa. Salvo algunosacérrimos patriotas o fanáticos que venal diablo bajo cada águila imperial, el

Page 89: Un dia de colera   arturo perez-reverte

episcopado español y gran parte de losclérigos y religiosos están dispuestos arociar con agua bendita a cualquiera querespete los bienes eclesiásticos,favorezca el culto y garantice el ordenpúblico. Ciertos obispos de buen olfatose ponen ya sin disimulo al servicio delos nuevos amos franceses, justificandosus intenciones con piruetas teológicas.Y sólo más adelante, cuando lainsurrección general se confirme en todaEspaña como un huracán de sangre,ajustes de cuentas y brutalidad, lamayoría de los obispos se irádeclarando del lado de la rebelión, lospárrocos predicarán desde sus púlpitos

Page 90: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la lucha contra los franceses, y podráescribir el poeta Bernardo LópezGarcía, simplificando el asunto para laposteridad:

¡Guerra!, gritóante el altarel sacerdotecon ira.¡Guerra;repitió la liracon indómitocantar.

En cualquier caso —futuros poemasy mitos patrióticos aparte—, nada de

Page 91: Un dia de colera   arturo perez-reverte

eso puede sospecharlo todavía el jovenpresbítero don Ignacio. Y menos a tanfrescas horas de hoy. Sólo sabe que enun bolsillo de la sotana lleva elarrugado folleto traidor o gabacho, quetanto monta, cuyo tacto le hace hervir lasangre, y en el otro la navaja, por másque procura alejar de su cabeza lapalabra violencia cada vez que le rozala mente. Y siente un singular calorcilloque linda con el pecado de orgullo —habrá que arreglarlo con un confesor,piensa, cuando todo acabe—. Unasensación grata, picante, completamentenueva, que le hace erguirse, complacido,entre el grupo de feligreses

Page 92: Un dia de colera   arturo perez-reverte

foncarraleros cuando la gente alrededorlos mira y susurra: oye, fíjate, a ésos losacaudilla un cura. A fin de cuentas,concluye, si las cosas fuesen hoy pormal camino, nadie podrá decir que todoslos clérigos de Madrid estuvieron asalvo tras sus altares y claustros.

Revolotean las aves, sobresaltadas,en torno a las torres y espadañas de laciudad. Son las ocho en punto, y lascampanadas de las iglesias se conciertancon el sonido del tambor de las guardiasque se relevan en los cuarteles. A esamisma hora, en su casa de la calle de la

Page 93: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Ternera, número 12, el capitán deartillería Luis Daoiz y Torres acaba devestirse el uniforme y se dispone aacudir a su destino en la Junta deArtillería, situada en la calle de SanBernardo. Oficial de carácter tranquilo,prestigio profesional y extraordinariacompetencia, conocedor de las lenguasfrancesa, inglesa e italiana, inteligente eilustrado, Daoiz lleva cuatro mesesdestinado en Madrid. Nacido en Sevillahace cuarenta y un años, comprometidoen fecha reciente con una señoritaandaluza de buena familia, el capitán eshombre de aspecto pulcro y agradable,aunque de baja estatura, pues mide

Page 94: Un dia de colera   arturo perez-reverte

menos de cinco pies. Su semblante esmoreno claro, usa patillas a la moda, yen los lóbulos de las orejas acaba decolocarse, para salir a la calle, los dosaretes de oro que, por coqueteríamilitar, lleva desde el tiempo en quesirvió como artillero a bordo de navíosde la Armada. Su hoja de veintiún añosde servicio, donde el valor figura desdehace tiempo como acreditado, esriguroso reflejo de la historia militar desu patria y de su época: defensas deCeuta y Orán, campaña del Rosellóncontra la República francesa, defensa deCádiz contra la escuadra del almiranteNelson y dos viajes a América en el

Page 95: Un dia de colera   arturo perez-reverte

navío San Ildefonso.Al coger el sable, a Daoiz le pasa

por la mente, como una nube sombría, elrecuerdo del desafío de ayer por la tardeen la fonda de Genieys: tres oficialesfranceses arrogantes y obtusos,voceando inconveniencias sobre Españay los españoles sin caer en la cuenta deque los militares de la mesa vecinacomprendían su idioma. De cualquierforma, no quiere pensar en eso. Detestaperder los estribos, él que tiene fama dehombre sereno; pero ayer estuvo a puntode ocurrir. Es difícil no contagiarse delambiente general. Todos viven con losnervios a flor de piel, la calle anda

Page 96: Un dia de colera   arturo perez-reverte

inquieta, y el día que se presenta pordelante no va a ser fácil, tampoco. Asíque más vale mantener la cabeza fría, elsentido común en su sitio y el sable en lavaina.

Mientras baja los dos pisos de laescalera, Daoiz piensa en su compañeroPedro Velarde. Hace un par de días, enla última reunión que mantuvieron con elteniente coronel Francisco Novella yotros oficiales amigos en casa deManuel Almira, oficial de cuenta y razónde artillería, Velarde, contra todalógica, seguía mostrándose partidario detomar las armas contra los franceses.

—Son dueños ya de todas las

Page 97: Un dia de colera   arturo perez-reverte

fortalezas en Cataluña y en el Norte —argumentaba exasperado—. Acaparanlas provisiones de boca y guerra,cuarteles, hospitales, transportes,caballerías y suministros… Nosimponen una vejación continua,intolerable. Nos tratan como a animalesy nos desprecian como a bárbaros.

—Quizá con el tiempo cambien demaneras —apuntó Novella, sin muchaconvicción.

—¡Qué van a cambiar ésos! Losconozco bien. No en balde frecuenté enBuitrago a Murat y a sus figurones deestado mayor… ¡Menuda canalla!

—Hay que concederles

Page 98: Un dia de colera   arturo perez-reverte

superioridad, al menos.—Eso es un mito. La Revolución les

borró la teórica, y sólo sus continuascampañas han aumentado su práctica.No tienen más superioridad que suarrogancia.

—Exageras, Pedro —lo contradijoDaoiz—. Son el mejor ejército delmundo. Admitámoslo.

—El mejor ejército del mundo es unespañol cabreado y con un fusil.

Aquélla fue una de tantasdiscusiones inútiles e interminables. Denada sirvió recordarle al exaltadoVelarde que la conspiración quepreparaban los artilleros —diecinueve

Page 99: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mil fusiles para empezar, y España enarmas— había fracasado, que todo elmundo los dejaba solos, y que el propioVelarde sentenció el proyecto alcontarle al general O’Farril lospormenores del plan. Además, nisiquiera está claro lo que pretende el reyFernando. Para unos ese joven es todoambigüedad e indecisión; para otros,duda entre una sublevación en su nombreo alborotos calculados en una prudenteespera.

—Espera, ¿para qué? —insistíaimpaciente Velarde, casi a gritos—. Yano se trata de levantarse por el rey nipor algo parecido. ¡Se trata de nosotros!

Page 100: Un dia de colera   arturo perez-reverte

¡De nuestra dignidad y nuestravergüenza!

De nada valieron las razonesexpuestas, entre otros, por el propioDaoiz. Velarde seguía en sus trece.

—¡Hay que batirse! —repetía—.¡Batirse, batirse y batirse!

Eso estuvo diciendo una y otra vez,como alienado; y con las mismaspalabras, al fin, se levantó ydesapareció escaleras abajo, camino desu casa o sabe Dios dónde, mientras losdemás se miraban unos a otros,melancólicos, y tras encogerse dehombros se retiraba cada mochuelo a suolivo.

Page 101: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—No hay nada que hacer —fue ladespedida del bueno de Almira,moviendo tristemente la cabeza.

Daoiz, con dolor de su corazón,estuvo de acuerdo. Y esta mañana losigue estando. Sin embargo, el plan noera malo. Se habían registrado intentosanteriores, como el de José Palafoxentre Bayona y Zaragoza, y el propósitode crear en las montañas de Santanderun ejército de resistencia formado portropas ligeras; pero Palafox fuedescubierto y tuvo que esconderse —prepara ahora una sublevación enAragón—, y el otro proyecto acabó enmanos del ministro de la Guerra, siendo

Page 102: Un dia de colera   arturo perez-reverte

archivado sin más consideración.—Hagan el favor de no complicarme

la vida —fue el comentario con que elgeneral O’Farril, fiel a su estilo, enterróel asunto.

Pese a todo, a las dificultades y aldesinterés de la junta de Gobierno, unatercera conspiración, la de los artilleros,ha seguido adelante hasta hace pocosdías. El plan, fraguado con reunionessecretas en la chocolatería del arco deSan Ginés, en la Fontana de Oro y en lacasa que el escribiente Almira tiene enel 31 de la calle Preciados, nuncapretendió una victoria militar, imposiblecontra los franceses, sino ser chispa que

Page 103: Un dia de colera   arturo perez-reverte

prendiese una vasta insurrecciónnacional. Desde hace tiempo, gracias aque el coronel Navarro Falcón favorecíaa los conspiradores no dándose porenterado, en el parque de Monteleón setrabajaba secretamente en la fabricaciónde cartuchos de fusil, balas y metrallapara cañones, rehabilitando piezas deartillería y escondiendo la últimaremesa de fusiles enviada desdePlasencia para evitar que fuese a manosfrancesas, como las anteriores; aunqueen los últimos días, alertado el cuartelgeneral de Murat y con órdenes delMinisterio de la Guerra español parasuspender esas actividades, los

Page 104: Un dia de colera   arturo perez-reverte

artilleros trasladaron en secreto el tallerde cartuchería a una casa particular.También siguieron manteniendocontactos en casi todos losdepartamentos militares de España, yconvinieron, determinados por PedroVelarde, puntos de concentración paratropas y futuras milicias, los mandosrespectivos, los depósitos de pertrechosy lugares donde serían interceptados loscorreos franceses y cortadas suscomunicaciones. Pero llevar todo eso ala práctica exigía recursos superiores alos del Cuerpo; por lo que Velarde,siempre impetuoso, decidió por sucuenta y riesgo pedir ayuda a la Junta de

Page 105: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Gobierno. Así que, sin consultar connadie, fue a ver al general O’Farril y lecontó el plan.

Mientras cruza la plaza de SantoDomingo en dirección a la calle de SanBernardo, Luis Daoiz revive la angustiacon que escuchó a su compañero contarlos pormenores de la conversación conel ministro de la Guerra. Velarde veníaexcitado, ingenuo y exultante,convencido de que había logrado poneral ministro de su parte. Pero mientrasrefería la entrevista, Daoiz, perspicazsobre la naturaleza humana, comprendióque la conspiración quedabasentenciada. Así que, ahorrando

Page 106: Un dia de colera   arturo perez-reverte

reproches que de nada servían, se limitóa escuchar en silencio, tristemente, y anegar con la cabeza cuando el otro huboterminado.

—Se acabó —dijo.Velarde se había puesto pálido.—¿Cómo que se acabó?—Que se acabó. Olvídalo… Hemos

perdido.—¿Estás loco? —su amigo,

impulsivo como siempre, lo agarrabapor la manga de la casaca—. ¡O’Farrilha prometido ayudarnos!

—¿Ese?… Tendremos suerte si nonos mete a todos en un castillo.

Daoiz acertó de pleno, y las

Page 107: Un dia de colera   arturo perez-reverte

consecuencias de la indiscreción sehicieron sentir de inmediato: cambios dedestino para los artilleros, movimientostácticos de las tropas imperiales y unretén de franceses dentro del parque deartillería. El recuerdo de la visita delrey Fernando a Monteleón a principiosde abril, presentándose cuatro días antesde salir hacia Bayona sin otra escoltaque un caballerizo, y las aclamacionesque le dedicaron los artilleros mientrasvisitaba el recinto, acrecientan ahora latristeza del capitán. «Sois míos. Devosotros puedo fiarme, porquedefenderéis mi corona», llegó a decir eljoven rey en voz alta, elogiándolos a él

Page 108: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y a sus compañeros. Pero en este primerlunes de mayo, atenazados por lasórdenes, la desconfianza o la cautela desus superiores, los artilleros no son delrey ni de nadie. Ni siquiera puedenconfiar unos en otros. El conjurado demayor graduación es Francisco Novella,que sólo es teniente coronel, y ademásse encuentra mal de salud; el resto sonunos pocos capitanes y tenientes.Tampoco los intentos personales deDaoiz para implicar al cuerpo deAlabarderos, a los Voluntarios delEstado del cuartel de Mejorada y a losCarabineros Reales de la plaza de laCebada han dado fruto: excepto los

Page 109: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Guardias de Corps y algún oficial derango inferior, nadie fuera del pequeñogrupo de amigos osa rebelarse contra laautoridad. Así que, por prudencia, ypese a las reticencias de Pedro Velarde,de Juan Cónsul y de algún otro, losconspiradores han dejado el intento paramejor ocasión. Muy pocos los seguirían,y menos después de las últimasdisposiciones que confinan a losmilitares en sus cuarteles y los privan demunición. No sirve de nada —así semanifestó Daoiz en la última reunión,antes de que Velarde se fuera dando unportazo— hacerse ametrallar comopardillos, con todo el Ejército mirando

Page 110: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cruzado de brazos, sin esperanza y singloria, o acabar en el calabozo de unaprisión militar.

Tales son, en resumen, los recuerdosmás recientes y los amargospensamientos que esta mañana, caminode su destino rutinario en la JuntaSuperior de Artillería, acompañan alcapitán Luis Daoiz; ignorante de que,antes de acabar el día, un cúmulo deazares y coincidencias —de los que nisiquiera él mismo será consciente— vana inscribir su nombre, para siempre, enla historia de su siglo y de su patria. Ymientras el todavía oscuro oficialcamina por la acera izquierda de la calle

Page 111: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de San Bernardo, observando conpreocupación los grupos de gente que seforman a trechos y se dirigen hacia lapuerta del Sol, se pregunta, inquieto, quéestará haciendo a esas horas PedroVelarde.

Como cada mañana antes de acudir asu destino en la junta de Artillería, elcapitán Pedro Velarde y Santillán,santanderino de nacimiento, veintiochoaños de edad —la mitad de ellosvistiendo uniforme, pues ingresó comocadete a los catorce—, da un rodeo, y envez de ir directamente de su casa en la

Page 112: Un dia de colera   arturo perez-reverte

calle Jacometrezo a la de San Bernardo,toma la corredera de San Pablo y pasapor la calle del Escorial. Hoy lleva enel bolsillo una carta para su novia —Concha, con la que tiene promesa dematrimonio—, que enviará más tarde aCorreos. Sin embargo, al pasar bajocierto balcón de un cuarto piso de lacalle del Escorial, donde una mujerenlutada y aún hermosa riega lasmacetas, Velarde, también como cadamañana, se quita el sombrero y saludamientras ella permanece inmóvil,observándolo desde arriba hasta quedobla la esquina y se aleja. Esa mujer,cuyo nombre quedará registrado en la

Page 113: Un dia de colera   arturo perez-reverte

letra menuda de la jornada que hoycomienza, es y será para siempre unmisterio en la biografía de Velarde. Sellama María Beano, es madre de cuatrohijos aún menores, varón y tres hembras,y viuda de un capitán de artillería. Vive,según declararán más tarde los vecinos,«exenta de sospechas desfavorables»con su modesta pensión de viudedad.Pero cada mañana, sin faltar un solo día,el oficial pasa ante su balcón, y cadatarde la visita en su casa.

Pedro Velarde viste la casaca verdede estado mayor de Artillería en vez dela azul común. Mide cinco pies y dospulgadas, es delgado y de facciones

Page 114: Un dia de colera   arturo perez-reverte

atractivas. Se trata de un oficialinquieto, ambicioso, inteligente, conseria formación científica y prestigioentre sus compañeros, que hadesempeñado trabajos técnicos derelevancia, estudios sobre artillería ycomisiones diplomáticas importantes;aunque, salvo una intervención casitestimonial en la guerra con Portugal,carece de experiencia en combate, y enel apartado valor de su hoja de serviciosfiguran las palabras no experimentado.Pero conoce bien a los franceses. Pormandato del hoy caído ministro Godoyfiguró en la comisión enviada paracumplimentar a Murat cuando la entrada

Page 115: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de los imperiales en España. Eso leproporcionó un conocimiento exacto dela situación, reforzado con el trato enMadrid, por razones de su cargo desecretario de la Junta Superior del arma,con el duque de Berg y su plana mayor,en especial con el comandante de laartillería francesa, general LaRiboisière, y sus ayudantes. De esemodo, observando desde tanprivilegiada posición las intencionesfrancesas, Velarde, con sentimientosidénticos a los de su amigo Luis Daoiz,ha visto trocarse la antigua admiracióncasi fraternal que, de artillero aartillero, sentía por Napoleón

Page 116: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Bonaparte, en el rencor de quien sabe asu patria indefensa en manos de untirano y sus ejércitos.

En la esquina de San Bernardo,Velarde se detiene a observar de lejos acuatro soldados franceses que desayunanen torno a la mesa, puesta en la puerta,de una fonda. Por su uniforme deduceque pertenecen a la 3.a división deinfantería, repartida entre Chamartín yFuencarral, con elementos del 9.o

regimiento provisional instalados enaquel barrio. Los soldados son muyjóvenes, y no llevan otras armas que lasbayonetas en sus fundas del correaje:muchachos de apenas diecinueve años

Page 117: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que la despiadada conscripciónimperial, ávida de sangre joven para lasguerras de Europa, arranca de sus casasy sus familias; pero invasores, a fin decuentas. Madrid está lleno de ellos,alojados en cuarteles, posadas yviviendas particulares; y sus actitudesvan desde las de quienes se comportancon la timidez de viajeros en lugardesconocido, esforzándose parapronunciar algunas palabras en lengualocal y sonreír corteses a las mujeres,hasta la arrogancia de quienes actúancomo lo que son: tropas en lugarconquistado sin disparar un solo tiro.Los del mesón llevan las casacas

Page 118: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desabrochadas; y uno, acostumbrado sinduda a climas septentrionales, está enmangas de camisa, disfrutando de losrayos de sol tibio que calientan aquelángulo de la calle. Ríen en voz alta,bromeando con la moza que los atiende.Tienen aspecto de bisoños, confirmaVelarde. Con el grueso de sus ejércitosempleado en duras campañas europeas,Napoleón no cree necesario enviar aEspaña, sometida de antemano y dondeno espera sobresaltos, más que algunasunidades de élite acompañadas de gentesin experiencia y reclutas de las levasde 1807 y 1808, estos últimos conapenas dos meses de servicio. En

Page 119: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Madrid, sin embargo, hay fuerzas decalidad suficiente para asegurar eltrabajo de Murat. De los diez milfranceses que ocupan la ciudad y losveinte mil apostados en las afueras, unacuarta parte son tropas fogueadas y conexcelentes oficiales, y cada divisióntiene al menos un batallónexperimentado —los de Westfalia,Irlanda y Prusia— que la encuadra y daconsistencia. Sin contar los granaderos,marinos y jinetes de la Guardia Imperialy los dos mil dragones y coracerosacampados en el Buen Retiro, la Casade Campo y los Carabancheles.

—Cochinos gabachos —dice una

Page 120: Un dia de colera   arturo perez-reverte

voz junto a Velarde.El capitán se vuelve hacia el hombre

que está a su lado. Es un zapatero deviejo, con el mandil puesto, que acabade retirar las tablas de la puerta de sucovacha, en el zaguán del edificio quehace esquina.

—Mírelos —añade el zapatero—.Como si estuvieran en su casa.

Velarde lo observa. Debe de rondarlos cincuenta años, calvo, el pelo ralo ylos ojos claros y acuosos, que destilandesprecio. Mira a los franceses como sideseara que el edificio se desplomarasobre sus cabezas.

—¿Qué tiene contra ellos? —le

Page 121: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pregunta Velarde.La expresión del otro se transforma.

Sin duda se ha acercado al oficial,desvelándole su pensamiento, porque eluniforme español le daba confianza.Ahora parece a punto de retroceder unpaso mientras lo observa, suspicaz.

—Tengo lo que tengo que tener —dice al fin entre dientes, hosco.

Velarde, pese al malhumor que loatenaza desde hace días, no puede evitaruna sonrisa.

—¿Y por qué no va y se lo dice?El zapatero lo estudia con recelo, de

arriba abajo, deteniéndose en lascharreteras de capitán y las bombas de

Page 122: Un dia de colera   arturo perez-reverte

artillería en el cuello de la casaca deestado mayor. De parte de quién estaráeste militar hijo de mala madre, parecepreguntarse.

—Quizá lo haga —murmura.Velarde asiente, distraído, y no dice

más. Aún permanece unos instantes juntoal zapatero, contemplando a los de lafonda. Luego, sin despedirse, caminacalle arriba.

—Cobardes —oye decir a suespalda, e intuye que eso no va por losfranceses. Entonces gira sobre sustalones. El zapatero sigue en la esquina,los brazos en jarras, mirándolo.

—¿Qué ha dicho? —pregunta

Page 123: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Velarde, que siente agolpársele lasangre en la cara.

El otro desvía la mirada y se muevehacia la protección del zaguán, sinresponder, asustado de sus propiaspalabras. El capitán abre la boca parainsultarlo. Maquinalmente ha puesto unamano en la empuñadura del sable, ylucha con la tentación de castigar lainsolencia. Al fin se impone el buensentido, aprieta los dientes y permaneceinmóvil, sin decir nada, hecho unlaberinto de furia, hasta que el zapateroagacha la cabeza y desaparece en sucovacha. Velarde vuelve la espalda y sealeja descompuesto, a largas zancadas.

Page 124: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Vestido con sombrero a la inglesa,frac solapado y chaleco ombliguero, elliterato e ingeniero retirado de laArmada José Mor de Fuentes pasea porla calle Mayor, paraguas bajo el brazo.Se encuentra en Madrid con cartas derecomendación del duque de Frías,pretendiendo la dirección del canal deAragón, su tierra. Como muchosociosos, acaba de pasar por laadministración de Correos en busca denoticias de los reyes retenidos enBayona; pero nadie sabe nada. Así quetras tomar un refrigerio en un café de lacarrera de San Jerónimo, decide echar

Page 125: Un dia de colera   arturo perez-reverte

un vistazo por la parte de Palacio. Lagente con la que se cruza parece agitada,dirigiéndose en grupos hacia la puertadel Sol. Un platero, al que encuentraabriendo la tienda, le pregunta si escierto que se prevén disturbios.

—No será gran cosa —respondeMor de Fuentes muy tranquilo—. Yasabe: pueblo ladrador, poco mordedor.

Los joyeros de la puerta deGuadalajara no parecen compartir esatranquilidad: muchas plateríaspermanecen cerradas, y otras tienen alos dueños fuera, mirando inquietos el iry venir. Por la plaza Mayor y SanMiguel hay grupos de verduleras y

Page 126: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mujeres cesta al brazo que parlotean enagitados corros, mientras de los barriosbajos de Lavapiés y la Paloma subenrachas de gente brava, achulada,montando bulla y pidiendo hígados degabacho para desayunar. Eso noincomoda a Mor de Fuentes —él mismotiene sus gotas de fantasioso y un puntode fanfarrón—, sino que lo divierte. Enuna corta memoria o bosquejillo de suvida que publicará años más tarde, alreferirse a la jornada que hoy comienza,mencionará un plan de defensa deEspaña que él mismo habría propuesto ala Junta, patrióticas conversaciones conel capitán de artillería Pedro Velarde, e

Page 127: Un dia de colera   arturo perez-reverte

incluso un par de intentos por tomar hoylas armas contra los franceses: armas delas que durante todo el día —y no porfalta de ocasiones en Madrid— semantendrá bien lejos.

—¿Adónde va usted, Mor deFuentes, si hay un alboroto tan grande?

El aragonés se quita el sombrero. Enla esquina de los Consejos acaba deencontrarse con la condesa de Giraldeli,dama de Palacio a la que conoce.

—Lo del alboroto ya lo veo. Perodudo que vaya a más.

—¿Sí?… Pues en Palacio se quierenllevar los franceses al infante donFrancisco.

Page 128: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Qué me dice usted.—Como lo oye, Mor.La de Giraldeli se marcha, azorada y

llena de congoja, y el literato aprieta elpaso hacia el arco de Palacio. Hoy seencuentra allí de servicio uno de susconocidos, el capitán de GuardiasEspañolas Manuel Jáuregui, del quepretende obtener información. Lajornada se presenta interesante, piensa.Y quizá vindicativa. Los gritos que seprofieren contra Francia, losafrancesados y amigos de Godoy,suscitan en Mor de Fuentes un placersecreto y añadido. Su ambición artística—acaba de publicar la tercera edición

Page 129: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de su mediocre Serafina—y los círculosde amistades literarias en que se mueve,con Cienfuegos y los otros, lo llevan adetestar con toda su alma a LeandroFernández de Moratín, protegido deldepuesto Príncipe de la Paz. A Mor deFuentes lo mortifica, y mucho, que elpúblico de los teatros rinda, a modo derecua o piara, servil acatamiento a losapartes, palabrillas sueltas, soseríamojigata y gustos del Ingenio deIngenios y otras extranjerías, junto alque a todos los demás —Mor de Fuentesincluido— se les toma por enanillosajenos al talento, a la prosa y al versocastellanos. Por eso el aragonés se

Page 130: Un dia de colera   arturo perez-reverte

complace con los gritos que, mezcladoscon los que alientan contra losfranceses, aluden a Godoy y a la gentede polaina, Moratín incluido.Aprovechando el barullo, a Mor deFuentes no le disgustaría que al nuevoMolière, mimado de las musas, le dieranhoy un buen escarmiento.

Cuando Blas Molina Soriano,cerrajero de profesión, llega a la plazade Palacio, sólo queda un carruaje delos tres que aguardaban ante la puertadel Príncipe. Los otros se alejan por lacalle del Tesoro. Al lado del que sigue

Page 131: Un dia de colera   arturo perez-reverte

inmóvil y vacío se ve poca gente, aexcepción del cochero y el postillón:tres mujeres con toquillas sobre loshombros y capazos de la compra, ycinco vecinos. Hay algunos curiososmás en la amplia explanada, observandoa distancia. Para averiguar quién ocupalos carruajes, Molina se recoge la capade pardomonte y corre detrás, aunque nologra alcanzarlos.

—¿Quién va en aquellos coches? —pregunta cuando vuelve.

—La reina de Etruria —respondeuna de las mujeres, alta y bien parecida.

Todavía sin aliento, el cerrajero sequeda con la boca abierta.

Page 132: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Está usted segura?—Claro que sí. La he visto salir con

sus niños, acompañada por un ministro,o un general… Alguien con sombrero demuchas plumas, que le daba el brazo.Subió deprisa y se fue en un suspiro…¿Verdad, comadre?

Otra mujer asiente, confirmándolo:—Se tapaba con una mantilla. Pero

que se me pegue el puchero si no eraMaría Luisa en persona.

—¿Ha salido alguien más?—No, que yo sepa. Dicen que se va

también el infantito don Francisco dePaula, la criatura. Pero sólo hemos vistoa la hermana.

Page 133: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Sombrío, lleno de funestospresentimientos, Molina se dirige alcochero.

—¿Para quién es el carruaje?El otro, sentado en su pescante,

encoge los hombros sin responder.Escamadísimo, Molina mira alrededor.Aparte los centinelas de la puerta —hoytoca Guardias Españolas en la delPríncipe y Walonas en el Tesoro—, nose ve escolta ninguna. Es inimaginableun traslado de esa importancia sin tomarprecauciones, se dice. Aunque tal vez loque pretenden es no llamar la atención.

—¿Han venido gabachos? —pregunta a uno de los curiosos.

Page 134: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—No he visto ninguno. Sólo uncentinela allá lejos, en San Nicolás.

Pensativo, Molina se rasca elmentón que esta mañana no tuvo tiempode afeitar. San Nicolás, junto a la iglesiade ese nombre, es el acuartelamientomás cercano de franceses, y es raro queestén así de tranquilos. O que loparezcan. Él acaba de pasar por lapuerta del Sol, y allí tampoco hay rastrode ellos, aunque el sitio está lleno devecinos que andan calientes. Nadie, sinembargo, frente a Palacio. Los cochesque han partido y ese otro dispuesto yvacío no auguran nada bueno. Un clarínde alarma resuena en sus adentros.

Page 135: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Nos la están endiñando —concluye— hasta la bola.

Sus palabras hacen volver la cabezaa José Mor de Fuentes. El literatoaragonés se encuentra por allí tras venirpaseando desde el arco de Palacio. Nole han dejado ver a su amigo el capitánJáuregui. Blas Molina lo conoce devista, pues hace dos semanas arregló lacerradura de su casa.

—Y nosotros, aquí —le comentaMolina, exasperado—. Cuatro gatos ysin armas.

—Pues ahí está la Armería Real —responde guasón Mor de Fuentes,señalando el edificio.

Page 136: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El cerrajero se acaricia el cuello,pensativo. Ha tomado la chanza al piede la letra.

—No lo diga usted dos veces. Si lagente se anima, descerrajo la puerta. Esmi oficio.

El otro lo observa fijamente paraaveriguar si habla en serio. Luego mira aun lado y a otro con aire incómodo,mueve la cabeza y se aleja, paraguasbajo el brazo, mientras el cerrajero sequeda dándole vueltas a lo de laArmería Real. Mejor olvidarlo demomento, concluye. De cualquier modo,con armas o sin ellas, Blas MolinaSoriano, a sus cuarenta y ocho años, es

Page 137: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el más fervoroso partidario que el reyde España tiene en Madrid. Las razonesdel culto exaltado que profesa a lamonarquía son complejas, y a él mismose le escapan. Más tarde, en undetallado memorial elevado al rey sobresu participación en los sucesos del 2 demayo, se definirá como «ciegoapasionado de V.M y la Real Familia» .Hijo de un ex soldado de caballeríaservidor del infante don Gabriel, laCasa Real le costeó el examen decerrajero. Desde entonces, la gratitud deMolina lo lleva al extremo de vérsele,con muestras de extrema devoción, encada aparición pública de los Borbones.

Page 138: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Sobre todo junto a Fernando VII, a quienadora con lealtad perruna: se le ha vistocorrer a pie junto a su caballo por elPrado, la Casa de Campo y el BuenRetiro, llevando una cubeta con aguafresca por si al joven rey se le antojababeber de ella. El momento más feliz desu existencia lo vivió Molina aprincipios de abril, cuando tuvo la dichade indicar a Fernando VII el camino delparque de Monteleón, que el monarcabuscaba sin más escolta que unsirviente. Allí, aprovechando lacoyuntura, el cerrajero se coló conmucho desparpajo acompañando a lapersona real, y pudo admirar el depósito

Page 139: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de cañones, armas y municiones delparque de artillería; sin sospechar que elrecuerdo de esa casual visita está hoy apunto de tener importancia decisiva —literalmente de vida y muerte— en lahistoria de Blas Molina y de muchosotros madrileños.

Con tales antecedentes, nadie queconozca al apasionado cerrajero sesorprendería de hallarlo esta mañana enla plaza de Palacio, como se le viodurante el motín de Aranjuez al frente deun grupo de alborotadores que pedían lacabeza de Godoy, o durante los sucesosde ayer domingo, lo mismo abucheandoa Murat a la salida de misa y en la

Page 140: Un dia de colera   arturo perez-reverte

revista del Prado, que vitoreando, conotras diez mil personas, al infante donAntonio a su paso por la puerta del Sol.Según Molina ha contado a sus amigos,no le llega la camisa al cuerpo con losinfernales gabachos dentro de Madrid, yestá dispuesto a hacer cuanto esté en sumano por preservar a la familia real delas intenciones francesas. A tal efecto hapasado buena parte de la noche apostadoen una esquina de la calle Nueva,vigilando por su cuenta los correos queentraban y salían de la residencia deMurat en la plaza de Doña María deAragón, y llevando luego, diligente, esosinformes a la Junta de Gobierno, sin

Page 141: Un dia de colera   arturo perez-reverte

descorazonarse aunque nadie le hicieracaso y el portero lo mandase cada vez apaseo. Ahora, tras descabezar un brevesueño en su domicilio, y dejando a sumujer asustada y llorosa por verlo entales pasos, el inquieto cerrajero acabade confirmar sus aprensiones. En lo quea él se refiere, la reina viuda de Etruriapuede irse con viento fresco donde másaproveche: todos saben que esafrancesada y quiere acompañar a suspadres en Bayona, así que con su pangabacho se lo coma. Pero arrebatar alinfantito, último de la familia que, consu tío don Antonio, queda en España, escrimen de lesa patria. De modo que,

Page 142: Un dia de colera   arturo perez-reverte

junto al carruaje vacío que aguardafrente a la puerta del Príncipe, que tanmala espina le da, el humilde cerrajero,espontáneo adalid de la monarquíaespañola, decide impedirlo, aunque seaél solo y con las manos desnudas —nisiquiera lleva navaja, pues su mujer, conmucho sentido común, se la ha quitadoantes de salir—, mientras le quede unagota de sangre en las venas.

Así que, sin pensarlo dos veces,Blas Molina traga saliva, se aclara lagarganta, da unos pasos hacia el centrode la plaza y empieza a gritar«¡Traición! ¡Se llevan al infante!¡Traición!», con toda la fuerza de sus

Page 143: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pulmones.

Page 144: Un dia de colera   arturo perez-reverte

2

Todavía no son las nueve de lamañana cuando el teniente Rafael deArango llega al parque de Monteleón,llevando en un bolsillo de la casaca lasdos órdenes del día. Una la ha recogidoen el Gobierno Militar y otra en la JuntaSuperior de Artillería, y ambascoinciden en establecer que las tropassigan confinadas en sus cuarteles y seevite, a toda costa, confraternizar con elpaisanaje. Al texto escrito de la última,

Page 145: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el coronel Navarro Falcón ha añadido,de palabra, algunas instruccionescomplementarias.

—Mucha mano izquierda con losfranceses, por el amor de Dios… Encuanto a decisiones por su cuenta yriesgo, ni se le ocurra. Y al menorproblema, avíseme corriendo para quele mande a alguien.

El medio centenar de paisanoscongregados delante del parque no estodavía un problema, pero puede serlo.La idea abruma al joven teniente, puescon su baja graduación está a punto deasumir, hasta que llegue alguien derango superior —Arango fue el primer

Page 146: Un dia de colera   arturo perez-reverte

oficial que se presentó esta mañana en laJunta—, la responsabilidad delprincipal depósito de artillería deMadrid. Así que procura adoptar unaexpresión impasible cuando,disimulando la inquietud, camina entrelos grupos que se apartan a su paso. Porfortuna, la actitud de éstos es razonable.En su mayor parte son vecinos delbarrio de Maravillas, artesanos,pequeños comerciantes y criados de lascasas cercanas, y entre ellos se cuentanvarias mujeres y parientes de lossoldados del parque, antiguo palacio delos duques de Monteleón cedido parauso militar. En torno al oficial se

Page 147: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desatan comentarios exaltados oimpacientes, un par de vivas al arma deartillería y algún vítor más fuerte,coreado por todos, al rey Fernando VII.Tampoco faltan insultos a los franceses.Algunos de los congregados pidenarmas, pero nadie les hace coro.Todavía.

—Buenos días, mesié le capitén.—Bonjour, lieutenant.Apenas pasa bajo el arco de

ladrillo, tejas y hierro forjado de laentrada principal, Arango se topa con elcapitán francés que manda eldestacamento de setenta y cincosoldados del tren de artillería imperial,

Page 148: Un dia de colera   arturo perez-reverte

un tambor y cuatro subalternos, quevigilan la puerta, el cuartel, las cuadras,el pabellón de guardia y la armería. Elespañol se lleva la mano al pico delsombrero y el otro responde con irritadadesgana: está nervioso, y sus hombres,más. Esos de afuera, le dice a Arango,llevan un rato insultándolos, así que estádispuesto a dispersarlos a tiros.

—Si no se magchan de la puegta,j’ordonne les tirer dessus… Pum,pum… Comprenez?

Arango comprende demasiado bien.Aquello desborda las instrucciones quele dio su coronel. Desolado, mira entorno y estudia las expresiones

Page 149: Un dia de colera   arturo perez-reverte

preocupadas en los rostros de la escasatropa española que tiene a sus órdenes:dieciséis artilleros entre sargentos,cabos y soldados. Ni siquiera vanarmados, pues hasta los fusiles que hayen la sala de armas están sin munición nipiedras de chispa en las llaves de fuego.Indefensos, todos, frente a aquellosfranceses con la mosca tras la oreja yarmados hasta los dientes.

—Voy a ver qué puede hacerse —ledice al capitán de los imperiales.

—Je vous donne quinse minutos.Pas plus.

Alejándose del francés, Arangollama a sus hombres aparte. Están

Page 150: Un dia de colera   arturo perez-reverte

confusos, e intenta tranquilizarlos. Porsuerte se encuentra con ellos el caboEusebio Alonso, un veterano sereno,disciplinado y muy de fiar, al queconoce. Así que lo manda a la puertacon instrucciones de calmar a lospaisanos y procurar que los centinelasfranceses no hagan una barbaridad. Ental caso no podrá responder de la gentede afuera, ni de sus hombres.

Frente a Palacio, las cosas se hancomplicado. Un gentilhombre de laCorte, a quien desde abajo nadie puedeidentificar, acaba de asomarse a un

Page 151: Un dia de colera   arturo perez-reverte

balcón del edificio para unir sus gritos alos del cerrajero Blas Molina. «¡Sellevan al infante!», ha voceado,confirmando los temores de la gente quese congrega alrededor del coche vacío,y que ahora pasa de las sesenta o setentapersonas. Es menos de lo que necesitaMolina para dar el paso siguiente. Fuerade si, seguido por algunos de los másexaltados y por la mujer alta y bienparecida, que agita un pañuelo blancopara que los centinelas no disparen, elcerrajero se precipita hacia la puertamás próxima, la del Príncipe, donde lossoldados de Guardias Españolas,perplejos, no le impiden el paso.

Page 152: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Sorprendido del éxito de su iniciativa,Molina anima a los que lo siguen acontinuar adelante, da un par de vivas ala familia real, vuelve a gritar «traición,traición» con voz atronadora, yenvalentonado al comprobar que muchoscorean sus consignas, sube por lasprimeras escaleras que encuentra, sinotra oposición que la de un uniformado,el exento de Guardias de Corps Pedrode Toisos, que le sale al paso.

—¡Por Dios!… ¡Esténse ustedesquietos, que ya tenemos quien nosguarde las espaldas!

—¡Un carajo! —vocea Molina,apartándolo—. ¡Las espaldas las

Page 153: Un dia de colera   arturo perez-reverte

guardamos nosotros!… ¡Mueran losfranceses!

Inesperadamente, mientras elcerrajero avanza seguido por susincondicionales, en el rellano de laescalera aparece un niño de doce años,vestido de corte y acompañado de ungentilhombre y cuatro Guardias deCorps. La mujer alta, que sigue trasMolina, da un grito: «¡El infante donFrancisco!», y el cerrajero se detiene enseco, desconcertado, al verse ante elchiquillo. Luego, rehaciéndose con suhabitual desparpajo, hinca una rodilla enlos peldaños de la escalera y grita:«¡Viva el infante! ¡Viva la familia

Page 154: Un dia de colera   arturo perez-reverte

real!», coreado por sus acompañantes.El niño, que había palidecido al ver eltumulto, recobra el color y sonríe unpoco, lo que aviva el entusiasmo deMolina y su gente.

—¡Arriba, arriba! —gritan—. ¡Aver al infante don Antonio!… ¡De aquíno sale nadie!

Y así, en tropel salpicado de vítoresy mueras, Molina y los suyos seprecipitan a besarle las manos al niño ylo llevan casi en volandas, con suescolta, hasta la puerta del gabinete desu tío don Antonio. Una vez allí,respondiendo a unas palabras que elgentilhombre que lo acompaña desliza

Page 155: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en su oído, el chico, con una serenidadadmirable para sus pocos años,agradece a Molina y a los otros susdesvelos, asegura que no viaja a Bayonani a ninguna parte, les ruega que bajen ala plaza a tranquilizar a la gente, ypromete que en un momento se asomaráa un balcón para contentarlos a todos. Elcerrajero duda un instante, perocomprende que es aventurado ir másallá, sobre todo porque en la escaleraresuenan las pisadas de un piquete deGuardias Españolas que sube a todaprisa para despejar la situación. Asíque, satisfecho y decidido a no tentarmás la suerte, convence a quienes lo

Page 156: Un dia de colera   arturo perez-reverte

siguen de que eso es lo razonable, sedespide del infante con muchos vivas yreverencias, baja las escaleras con suséquito saltando los peldaños de cuatroen cuatro, y regresa a la plaza, triunfantey feliz como si llevara la faja de capitángeneral, justo cuando don Francisco dePaula, que cumple como un jovencaballero, sale entre grandes aplausos albalcón que hace escuadra en larinconada de Palacio, saludando con lacabeza en señal de gratitud y haciendomuchos besamanos al pueblo allícongregado, que pasa ya de lastrescientas personas, entre ellas algunossoldados sueltos del regimiento de

Page 157: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Voluntarios de Aragón, con más genteacercándose de las casas vecinas y otraasomada a los balcones.

En ese momento vuelve acomplicarse todo. Muy cerca delcerrajero Molina, José Lueco, vecino deMadrid y fabricante de chocolate, estájunto al carruaje que sigue detenido enla puerta del Príncipe, ocupado sólo porel cochero y el postillón. En el tumulto,y mientras el infante se asomaba albalcón, Lueco acaba de cortar con sunavaja, ayudado por Juan Velázquez,Silvestre Álvarez y Toribio Rodríguez—el primero mozo de mulas y los otrosmozos de caballos del conde de

Page 158: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Altamira y del embajador de Portugal—,las riendas del tiro del carruaje.

—¡En éste no se lo llevan! —galleaLueco.

—Antes muertos —apuntaVelázquez.

—Que esclavos —remachaRodríguez.

La gente los aplaude como a héroes.Alguno intenta, incluso, desjarretar a lasmulas. En ese mismo instante, y cuandoaún no han cerrado las navajas, entre lamultitud aparecen dos uniformesfranceses, uno de soldado de infanteríaligera y otro blanco y carmesí conmuchos cordones y entorchados, que

Page 159: Un dia de colera   arturo perez-reverte

viste el jefe de escuadrón Armand LaGrange, ayudante del duque de Berg;quien al ver el revuelo desde la terrazade su cercana residencia del palacioGrimaldi, lo envía con un intérprete aver qué sucede. Y se da la circunstanciade que La Grange, veterano pese a sujuventud y hombre de puntilloaristocrático, que por temperamentodetesta a la chusma, se abre paso aempujones camino de la puerta delPríncipe, con mucho valor o muchodesprecio. Con muy malas maneras, ensuma, y con la soberbia de quien semueve por terreno propio. Hasta que,para su infortunio, se topa con José

Page 160: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Lueco y los compañeros.—Vas a empujar —le dice éste— a

la cochina gabacha que te parió.El edecán de Murat no conoce una

palabra de español, pero el intérprete selo traduce. Además, las navajas abiertasy las caras de quienes las empuñanhablan solas. Así que da un paso atrás ymete mano al sable de caballería quelleva al cinto. El soldado lo imita, lagente abre corro venteando refriega, y enésas aparece el cerrajero Molina, que ala vista de los uniformes renueva susgritos:

—¡Matadlos! ¡Matadlos!… ¡Que nopase ningún francés!

Page 161: Un dia de colera   arturo perez-reverte

En menos de lo que tarda en decirlo,todos se precipitan sobre La Grange y elintérprete, los zarandean, desgarran suropa, y habrían sido descuartizados allímismo de no interponerse el exento deGuardias de Corps Pedro de Toisos.Con mucha presencia de ánimo, Toisosllega a la carrera y logra poner aparte alayudante de Murat y al soldado,haciéndoles envainar los sables mientrasordena a Lueco y a los otros que guardenlas navajas.

—¡No derramemos sangre!…¡Piensen en el infante don Francisco, porel amor de Dios!… ¡No deshonremoseste sitio!

Page 162: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Su uniforme y su autoridad contienenun poco los ánimos, dando tiempo a queun piquete de veinte franceses, que vienea toda prisa por la calle Nueva, ponga arecaudo a sus compatriotas, retirándosecon ellos entre un círculo de bayonetas.Esto enfurece a Blas Molina, que veescapársele la presa y da vocesincitando a la gente a no dejarlos ir. Enese momento aparece en la puerta dePalacio el ministro de la Guerra,O’Farril, que sale a echar un vistazo. Ycomo el cerrajero le grita sin ningúnrespeto en las narices, el ministro,descompuesto, le da un empujón,queriendo apartarlo de allí.

Page 163: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Márchense estos insurrectos a suscasas, que nadie necesita de ellos!

—¡Usía y otros pícaros venden aEspaña y nos pierden a todos! —serevuelve el cerrajero, sin amilanarse.

—¡Fuera de aquí, o mando abrirfuego!

—¿Fuego?… ¿Contra el pueblo?La gente se agolpa, amenazadora,

secundando a Molina. Un soldado jovende Voluntarios de Aragón pone la manoen la empuñadura de su sable,increpando a O’Farril hasta que éste,prudente, se mete dentro. En ese instantese oyen nuevos gritos. «¡Un francés! ¡Unfrancés!», vociferan varios, corriendo

Page 164: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hacia la esquina del Tesoro. Molina, quebusca ciegamente dónde descargar sucólera, se abre paso a codazos, a tiempode ver cómo un asustado marino de laGuardia Imperial —un mensajero queintentaba escapar hacia San Gil— esdesarmado frente al cuerpo de guardiapor el capitán de Guardias WalonasAlejandro Coupigny, hijo del generalCoupigny, que le quita el sable y lo metedentro para salvarlo de la turba furiosa.Molina, descompuesto por la pérdida deesta segunda presa, arrebata de manosde un vecino un grueso bastón de nudosy lo enarbola en alto.

—¡Vamos todos a buscar franceses!

Page 165: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—grita hasta desencajarse las quijadas—. ¡A matarlos!… ¡A matarlos!

Y, dando ejemplo, seguido por elsoldado de Voluntarios de Aragón, elchocolatero Lueco, los mozos decaballerías y algunos más, entre los queno faltan varias mujeres, echa a correrhacia las calles próximas a Palacio,buscando en quien saciar la sed desangre; objeto que consigue a los pocospasos, pues apenas doblada la esquinadescubren a un militar imperial, sin dudaotro mensajero que se dirige alacuartelamiento de San Nicolás. Conaullidos de júbilo, el cerrajero y elsoldado se lanzan en persecución del

Page 166: Un dia de colera   arturo perez-reverte

francés, que corre desesperado hastaque Molina lo alcanza a garrotazos en larinconada de la escuela que hay frente aSan Juan. Allí mismo le golpea una yotra vez la cabeza, sin piedad, hasta queel infeliz cae al suelo, donde el soldadolo atraviesa con su sable.

Joaquín Fernández de Córdoba,marqués de Malpica y grande deEspaña, está asomado al balcón de sucasa, cerca del Palacio Real y frente a laiglesia de Santa María, observando el iry venir de la gente. Con el últimogriterío y conmociones, inquieto y

Page 167: Un dia de colera   arturo perez-reverte

espoleado por la curiosidad, el marquésdecide echar un vistazo de cerca. Parano comprometerse —es capitán delregimiento de infantería de Málaga,aunque se encuentra dispensado delservicio—, descarta el uniforme y seviste con sombrero de ala corta, fracpardo, pantalón de ante y botas polacas.Después coge un bastón estoque, se meteun cachorrillo cebado y cargado conbala en un bolsillo, y sale acompañadopor un sirviente de confianza. El deMalpica no es hombre en quien lasrevueltas populares despierten simpatía;pero, como militar y español, lapresencia francesa lo incomoda.

Page 168: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Partidario al principio, como tantosmiembros de la nobleza, de la autoridadnapoleónica que puso coto a losdesmanes revolucionarios queensangrentaron el país vecino,admirador como militar de las proezasbélicas de Bonaparte, el marqués hacambiado en los últimos tiempos esacomplacencia por la irritación de quienve su tierra en manos extranjeras.También se cuenta entre quienesaplaudieron la caída de Godoy, laabdicación de los viejos reyes y lasubida al trono de Fernando VII. En eltalante del joven monarca tiene puestasel de Malpica muchas esperanzas;

Page 169: Un dia de colera   arturo perez-reverte

aunque, como militar y hombre discreto,nunca se haya pronunciado públicamentea favor ni en contra de la situación quevive su patria, y reserve las opinionespara la familia y el círculo de susíntimos.

En compañía del sirviente, llamadoOlmos, que fue soldado y ordenanzasuyo en Málaga, el marqués pretendeechar una ojeada por aquella parte delbarrio y luego subir hacia Palacio. Asíque, pasando por detrás de Santa María,toma la calle de la Almudena hasta laplaza de los Consejos, y tras cambiarimpresiones con un encuadernador delibros al que conoce —el hombre,

Page 170: Un dia de colera   arturo perez-reverte

preocupado, duda si abrir su taller o no—, tuerce a la izquierda por la calle delFactor para dirigirse a Palacio. Esacalle está desierta. No hay un alma, ybalcones y miradores se ven vacíos. Asíque el instinto militar del marqués seinquieta con tan extraño silencio.

—Esto no me gusta un pelo, Olmos.—A mí tampoco.—Volvamos, entonces. Iremos por

el arco de Palacio. Custos rerumprudentia, etcétera… ¿No crees?

—Yo creo lo que usía diga.Un redoble de tambor los deja

helados. El sonido crece tras la esquinade la calle del Biombo, acompañado por

Page 171: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el rítmico golpeteo de suelas sobre elempedrado: pasos numerosos queavanzan con rapidez. El marqués y sucriado se pegan a la fachada de la casamás próxima, buscando resguardo en elportal. Desde allí ven cómo unacompañía completa de infantería con losfusiles prevenidos, sus oficiales alfrente y sable en mano, aparecedoblando la esquina y se dirige haciaPalacio a paso ligero.

Las tropas francesas salen de SanNicolás.

La primera fuerza francesa que

Page 172: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desemboca en la explanada, un pocoantes de las diez de la mañana, sonochenta y siete hombres del batallón degranaderos de la Guardia imperial quecustodia la residencia del duque de Bergen el palacio Grimaldi. Blas Molina,que ha regresado a la plaza tras matar alsoldado francés junto a San Juan, vellegar la compacta columna deuniformes azules con peto blanco ychacós negros. Éstos, comprende enseguida, no son reclutas sino tropas deélite. Como el resto de la gente entre laque se encuentra, el estado de ánimo delcerrajero oscila entre el estupor y lacólera por la actitud amenazante de los

Page 173: Un dia de colera   arturo perez-reverte

recién llegados. El trayecto desde lacercana plaza de Doña María de Aragónlo han hecho los franceses en pocosminutos, y al llegar a la explanada seven reforzados por dos tiros de caballosarrastrando cañones de a veinticuatrolibras y por el resto de la infantería queabandona San Nicolás. Esas fuerzasconvergen sobre la puerta del Príncipe yse despliegan en impecable maniobra.El oficial al mando tiene órdenesdirectas de Murat: repetir la acción decastigo que tan buenos resultados dio aNapoleón en El Cairo, en Milán, enRoma, y últimamente al mariscal Junoten Lisboa. De modo que, con la eficacia

Page 174: Un dia de colera   arturo perez-reverte

profesional que corresponde al mejorejército del mundo, las órdenes sesuceden con rigor militar, los artillerosdesenganchan las cureñas de cañón desus tiros y los ponen en batería,cargándolos con metralla, y losgranaderos se alinean disponiendo losfusiles frente al medio millar depersonas congregadas ante el edificio.

—Va a caer pedrisco —dice alguienjunto a Molina.

No hay advertencia ni intimaciónprevia. Apenas los cañones quedan enbatería y los granaderos en dos filas, laprimera rodilla en tierra y la segunda enpie, fusiles encarados, un oficial levanta

Page 175: Un dia de colera   arturo perez-reverte

su sable y ordena fuego sin más trámite:una primera descarga alta, sobre lascabezas de la gente que se arremolinaasustada, y una segunda directa a matar,con metralla de los cañones, queretumban con doble estampido, arrojanhumo y fogonazos, y en un instanteriegan de balas y esquirlas la explanada.Esta vez no hay gritos patrióticos, niinsultos a los franceses, ni otra cosa queel alarido de pánico que sale decentenares de gargantas mientras lamultitud, sorprendida por tan brutalcontundencia, corre dispersándose entodas direcciones, pisoteando a losheridos que se revuelcan en charcos

Page 176: Un dia de colera   arturo perez-reverte

rojos, a las mujeres que tropiezan, a losque, alcanzados por las descargas defusilería que los franceses hacen ahoracon implacable cadencia, caen por todaspartes mientras las balas y la metrallazumban, rompen, quiebran, mutilan ymatan.

La eficacia del fuego francés sobreel gentío inerme y despavorido es letal.No puede calcularse el número exactode víctimas frente al Palacio Real. LaHistoria retendrá, entre otros, losnombres de los vecinos Antonio García,Blasa Grimaldo Iglesias, Esteban Milán,Rosa Ramírez y Tomás Castillón.Incluso hay muertos entre el personal

Page 177: Un dia de colera   arturo perez-reverte

palatino: el médico de Su MajestadManuel Pereira, el cerero real CosmeMiel, el ayuda de cámara FranciscoMerlo, el cochero real José MéndezÁlvarez, el lacayo de las RealesCaballerizas Luis Román y el farolerode Palacio Matías Rodríguez. Entrequienes podrán contarlo, el portero decadena más antiguo del edificio, JoséRodrigo de Porras, recibe una herida demetralla en la cara y otra del rebote deuna bala en la cabeza; Joaquín María deMártola, aposentador mayor honorariodel rey, que se encuentra en el coche alque José Lueco y sus compañeroscortaron los tirantes de los caballos,

Page 178: Un dia de colera   arturo perez-reverte

recibe un impacto que le rompe unbrazo; y al mayordomo de semanaRodrigo López de Ayala, asomado a unaventana del palacio, le saltan a la caralos cristales rotos por una bala que loalcanza en el pecho, y de cuya heridamorirá dos meses más tarde.

Al crepitar la fusilada y llenarse laplaza de humo y sangre, Blas Molinacorre aterrado, agachando la cabeza. Enmitad del tumulto, mientras pierde lacapa y la busca, ve caer herido a otrocerrajero al que conoce, el asturianoManuel Armayor. También creeidentificar, en una mujer que está en elsuelo con la cabeza abierta de un balazo,

Page 179: Un dia de colera   arturo perez-reverte

a la alta y bien parecida que entró tras élen Palacio agitando un pañuelo blanco.Deteniéndose un instante, Molina intentasocorrer al colega caído, pero el fuegofrancés es intenso, así que desiste ycorre como todos, buscando ponerse asalvo. En cuanto a Manuel Armayor,alcanzado por las primeras descargas,consigue al fin levantarse y, dandotraspiés, corre hasta caer desmayado enbrazos de un grupo de fugitivos. Entretodos lo llevan a rastras hacia su casa dela calle de Segovia; desangrándose,pues mientras lo retiran recibe tresdisparos más.

Page 180: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Eso son tiros —dice el cabo JoséMontaño.

En el parque de Monteleón, como elresto de sus hombres, el teniente Rafaelde Arango se queda inmóvil y atento. Loque suena en la distancia parecendisparos, en efecto, pero aislados ylejanos. Los artilleros se miran unos aotros. También los franceses lo hanoído, pues Arango ve al capitán discutircon uno de los suboficiales y volverseluego en su dirección, como reclamandoexplicaciones.

—Al final se va a liar —murmuraalguien.

—O se ha liado —dice otro.

Page 181: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Silencio! —ordena Arango.Siente enormes deseos de sentarse

en un rincón apartado, cerrar los ojos ydesentenderse de todo. Pero no puedehacer eso. Tras reflexionar un poco,encarga discretamente al cabo Montañoy a otros tres artilleros que se metan condisimulo en la sala de armas y ponganpiedras a los fusiles.

—Más vale estar prevenidos —apunta, como sin darle importancia—.Porque nunca se sabe.

—¿Y qué hay de los cartuchos, miteniente?

Arango vacila un poco. Las órdenesespecifican que la tropa debe estar sin

Page 182: Un dia de colera   arturo perez-reverte

munición. Pero no sabe qué estápasando. Los rostros desorientados desus hombres, que lo miran conrespetuosa confianza aunque algunotiene edad para ser su padre —parecementira lo que impone una charretera enel hombro derecho—, terminan pordecidirlo. Son su responsabilidad,concluye, y no puede dejarlosindefensos entre los franceses. No hastaese extremo.

—Escondidas bajo el armero delbarracón hay ocho cajas. Abran una sinllamar la atención, y que cada uno de losnuestros coja un puñado y se lo meta enlos bolsillos… Pero no quiero ni un

Page 183: Un dia de colera   arturo perez-reverte

fusil cargado. ¿Entendido?Mientras Montaño y los otros se

dirigen a cumplir la orden, Arango tomaalgunas disposiciones adicionales, comoponer a otros dos artilleros en la puertapara que ayuden al cabo Alonso, pues lagente de afuera, que sin duda oye lajarana, arrecia en sus gritos y pidearmas. Además, encarga al sargentoRosendo de la Lastra que no quite ojo alos franceses, e informe hasta de cuandovayan a las letrinas. Como últimadisposición, despacha al soldado JoséPortales a la Junta de Artillería, a lacalle de San Bernardo, con el mensajeverbal para el coronel Navarro Falcón

Page 184: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de que envíe con urgencia un oficial derango superior que maneje la situación.Luego respira hondo, se llena lospulmones de aire como si fuera azambullirse, y va en busca del capitánfrancés, para convencerlo de que todoestá en orden.

—¡Armas! ¡Armas!… ¡Necesitamosarmas!

Corre la gente furiosa y desaforadapor las calles próximas a Palacio,mostrando las manos desnudas, lasropas manchadas de sangre, metiendoheridos en los portales de las casas. En

Page 185: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los balcones, las mujeres gritan, lloran.Unos vecinos corren a esconderse, otrossalen enardecidos y exigen venganza ymuerte, mientras una enajenacióncolectiva inflama las calles. «A matargabachos» es grito general. Y frente aquienes argumentan la falta de armas,circula la consigna «tenemos palos ycuchillos». En la plaza de la CruzVerde, un sargento de caballería polaca,que allí se aloja, es acometido por ungrupo de mozalbetes cuando sale paradirigirse a su puesto, muerto a pedradasy navajazos, y colgado de los pies,desnudo, en un farol de la esquina de lacalle del Rollo. Y a medida que se

Page 186: Un dia de colera   arturo perez-reverte

difunde la noticia de la matanza enPalacio, de barrio en barrio empieza lacaza general del francés.

—¡Están buscando a los gabachospor todo Madrid!… ¡A las armas!… ¡Alas armas!

La multitud corre de un lado a otro,exaltada, buscando en quien vengarse.El centro de la ciudad es un herviderode odio. Desde el balcón de Correos, elalférez de fragata Esquivel ve cómo elgentío de la puerta del Sol apedrea a undragón que pasa al galope, inclinadosobre la crin de su caballo, en direccióna la carrera de San Jerónimo. Por todaspartes suenan gritos llamando a las

Page 187: Un dia de colera   arturo perez-reverte

armas y a la montería de franceses, y elpopulacho comienza a lanzarse sobreéstos cuando los encuentra aislados,sorprendidos en la puerta de susalojamientos o camino de los cuarteles.Muchos oficiales, suboficiales ysoldados pierden así la vida,acuchillados al poner el pie en la calle.En los primeros momentos, además delsargento de caballería polaca, dosmilitares imperiales son asesinadosfrente al teatro de los Caños del Peral,tres mueren degollados en la plaza delConde de Barajas, y dos apuñalados contijeras de sastre junto a la taberna delarco de Botoneras. Y a otro polaco, de

Page 188: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los que montan guardia en la plazueladel Ángel frente al palacio de Ariza —residencia del general Grouchy—, ledescargan un trabuco en la espalda.Mucha gente hecha a la rapiña y lanavaja sale a pescar en río revuelto, conel resultado de que a los cadáveresfranceses se les despoja de bolsas,anillos, prendas de ropa y cuantosobjetos de valor llevan encima.

No son pocas las mujeres queintervienen en el desorden. Tras echarsea la calle a ecos del tumulto, RamonaEsquilino Oñate, de veinte años, soltera,que vive en el número 5 de la calle de laFlor, camina con su madre hasta la

Page 189: Un dia de colera   arturo perez-reverte

esquina de San Bernardo, animando alvecindario a enfrentarse a los franceses.

—¡Herejes sin Dios y sin vergüenza!—los define la madre.

Y dando allí con un oficial imperialque sale de una casa donde se aloja, loacometen ambas arrebatándole laespada, le causan varias heridas conésta, y lo habrían matado de no acudir ensu socorro varios soldados franceses,que a culatazos y golpes de bayonetadejan a las dos mujeres malparadas yexánimes.

De los barrios más broncos, a losque van llegando noticias de balcón enbalcón y de boca en boca, convergen

Page 190: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hacia las calles céntricas grupos dechisperos, manolos y gentuzaencolerizada, con el aliento denumerosas mujeres que los acompañan yjalean, para atacar a todo francés conque se topan. No hay soldado imperial apie o montado que no reciba palos,navajazos, pedradas, golpes de tejas,ladrillos o macetas. Una de éstas,arrojada desde un balcón de la calle delBarquillo, mata al hijo del generalLegrand —que ha sido paje personal delEmperador—, derribándolo del caballoante la consternación de suscompañeros. Cerca de allí, José MuñizCueto, asturiano de veintiocho años, que

Page 191: Un dia de colera   arturo perez-reverte

trabaja de mozo en la hostería de laplazuela de Matute y viene de Palacioespantado por lo que acaba de vivir, seune a otros jóvenes en la persecución deun francés al que descubren huyendo,hasta que éste se mete en el colegio deLoreto, donde unas monjas salen adefenderlo y lo acogen dentro. De vueltaa la hostería, el asturiano encuentra a suhermano Miguel y a otros tres sirvientes—se llaman Salvador Martínez, AntonioArango y Luis López— armándose conel dueño del negocio, José FernándezVillamil, para salir a buscar franceses.En la cocina se oye el llanto de lahostelera y las criadas.

Page 192: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Vienes? —pregunta el amo.—La duda ofende. Y más yendo mi

hermano.Se echan los seis afuera en chaleco y

remangadas las camisas, serios,determinados. Todos llevan sus navajas,a las que han añadido grandes cuchillosde cocina, el hacha de partir leña, unchuzo oxidado, un espetón de asar y unaescopeta de caza que el hostelerodescuelga de la pared. En la calle de lasHuertas, donde se les unen el aprendizde sastre de un taller cercano y unplatero de la calle de la Gorguera, hayun enorme charco de sangre en el suelo,pero no ven a nadie muerto o herido, ni

Page 193: Un dia de colera   arturo perez-reverte

español ni francés. Alguien dice desdeuna ventana que un mosiú se hadefendido: la del suelo es sangremadrileña. Algunas mujeres gritan o selamentan en los balcones; otras, al ver alhostelero y sus mozos, aplauden y pidenvenganza. De camino, mientras lapartida engrosa con nuevasincorporaciones —un mancebo debotica, un yesero, un mozo de cuerda yun mendigo que suele pedir en AntónMartín—, algunos comerciantes cierranlas puertas y ponen tablones en losescaparates. Unos pocos animan algrupo armado, y los chicuelos de lacalle dejan trompos y tabas para correr

Page 194: Un dia de colera   arturo perez-reverte

detrás.—¡A Palacio!… ¡A Palacio! —grita

el mendigo—… ¡Que no quede franchutevivo!

De ese modo empiezan a formarsepor toda la ciudad partidas espontáneas,que tendrán papel relevante al poco rato,cuando los disturbios se conviertan eninsurrección masiva y la sangre corra aríos por las calles. La Historiaregistrará la existencia de al menosquince de estas partidas organizadas,sólo cinco de ellas dirigidas porindividuos con preparación militar.

Page 195: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Como la capitaneada desde la plazuelade Matute por el hostelero FernándezVillamil, donde figuran los mozos JoséMuñiz y su hermano Miguel, casi todaslas cuadrillas se forman con gente delpueblo bajo, obreros, artesanos,humildes funcionarios y pequeñoscomerciantes, con poca presencia declases acomodadas y sólo en un casoconducidas por alguien que pertenece ala nobleza. Uno de esos grupos selevanta en una botillería de la carrera deSan Jerónimo; otro se forma en la callede la Bola, entre los lacayos del condede Altamira y los del embajador dePortugal; otro sale de la corredera de

Page 196: Un dia de colera   arturo perez-reverte

San Pablo, dirigido por el almacenistade carbón Cosme de Mora; otro loorganiza en la calle de Atocha el plateroJulián Tejedor de la Torre con su amigoel guarnicionero Lorenzo Domínguez,sus oficiales y aprendices; y otro, el másilustrado de los que hoy combatirán enlas calles de Madrid, es levantado porel arquitecto y académico de SanFernando don Alfonso Sánchez en sucasa de la parroquia de San Ginés,donde arma a sus criados, a algunosvecinos y a sus colegas BartoloméTejada, profesor de Arquitectura, y JoséAlarcón, profesor de Ciencias en laacademia de cadetes de Guardias

Page 197: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Españolas: unos caballeros que, segúntodos los testigos, pelearán durante lajornada, pese a su posición, edad eintereses, con mucho coraje y muchadecencia.

No todo el mundo persigue a losfranceses. Es cierto que en los barriosmás bajos o populares y en las cercaníasde Palacio, calientes tras la matanzahecha por la Guardia Imperial, losvecinos se ensañan con cuantos caen ensus manos; pero muchas familiasprotegen a los que se alojan endomicilios particulares y los ponen a

Page 198: Un dia de colera   arturo perez-reverte

salvo del furor de quienes pretendenasesinarlos. No siempre se trata decaridad cristiana: para muchosmadrileños, sobre todo genteestablecida, empleados del Estado, altosfuncionarios y nobles, las cosas noparecen claras. La familia real está enBayona, el pueblo revuelto no es fiableen sus fervores y odios, y los franceses—único poder incontestable a día dehoy, sin verdadero Gobierno y con elejército español paralizado— suponencierta garantía frente al desordencallejero que puede volverse, en manosde cabecillas revoltosos, desbocado ytemible. En cualquier caso, por una u

Page 199: Un dia de colera   arturo perez-reverte

otra razón, lo cierto es que no falta enlas calles quien se interponga entrepueblo y franceses solos o desarmados,como el vecino que en la plazuela de laLeña salva a un caporal gritándole a lagente: «Los españoles no matamos agente indefensa». O las mujeres quefrente a San Justo se oponen a quienespretenden rematar a un soldado herido, ylo meten en la iglesia.

No son éstos los únicos ejemplos depiedad. Durante toda la mañana, inclusoen las horas terribles que están porllegar, menudearán los casos en que serespete la vida de los que arrojen lasarmas y pidan clemencia, encerrándolos

Page 200: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en sótanos y buhardillas o guiándolos alugares seguros; aunque el rigor esinmisericorde con quienes intentanllegar en grupos a sus cuarteles o abrenfuego. Pese a las muchas muertescallejeras, el historiador francés Thiersreconocerá más tarde que no pocossoldados franceses deben hoy la vida «ala humanidad de la clase media, quelos ocultó en sus casas». Numerosostestimonios darán fe de ello. Uno seráconsignado en sus memorias, añosdespués, por el joven de diecinueveaños que en este momento observa losincidentes desde la puerta de su casa,situada en la calle del Barco, frente a la

Page 201: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de la Puebla: se llama Antonio AlcaláGaliano y es hijo del brigadier de laArmada Dionisio Alcalá Galiano,muerto hace tres años al mando delnavío Montañés en el combate naval deTrafalgar. Bajando por la calle del Pez,el joven ve a tres franceses que, cogidosdel brazo, van por el centro del arroyoevitando las aceras «con paso firme yregular continente, si no sereno, digno,amenazándolos una muerte cruel yteniendo que sufrir ser el blanco deatroces insultos». Los tres se dirigen sinduda a su cuartel, seguidos por unaveintena de madrileños que los hostigan,aunque todavía no se deciden a tocarlos.

Page 202: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Y en último extremo, cuando la turbaestá a punto de llegar a las manos,termina salvando a los franceses unhombre bien vestido, que se interpone yconvence a la gente para que los deje irsanos y salvos, con el argumento de que«no debe emplearse la furia españolaen hombres así desarmados y sueltos».

También hay lugar para lacompasión militar. Cerca de la puerta deFuencarral, los capitanes Labloissiere yLegriel, que llevan órdenes del generalMoncey al cuartel del Conde-Duque, sesalvan de unos vecinos que pretendendescuartizarlos, gracias a laintervención de dos oficiales españoles

Page 203: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de Voluntarios del Estado, que los metenen su cuartel. Y en la puerta del Sol, elalférez de fragata Esquivel, que hapuesto a sus granaderos de Marina sobrelas armas aunque siguen sin cartuchos,ve a ocho o diez soldados imperialesque, en la esquina de la calle delCorreo, quieren pasar entre la gente quelos rodea e insulta. Antes de que ocurrauna desgracia, baja a toda prisa conalgunos de sus hombres, logra desarmara los franceses y los mete en loscalabozos del edificio.

El comandante Vantil de Carrère,

Page 204: Un dia de colera   arturo perez-reverte

agregado al Cuerpo de Observación delgeneral Dupont, es uno de los dos milnoventa y ocho enfermos franceses —lamayoría por venéreas y por sarna, queestraga al ejército imperial—ingresados en el Hospital General,situado en la confluencia de la calle deAtocha con el paseo del Prado. Alescuchar gritos y golpes, Carrère selevanta de su catre en el pabellón deoficiales, se viste como puede y acude aver qué ocurre. En la puerta, cuya verjaacaba de cerrarse ante una multitud depaisanos enfurecidos que arroja piedrasmientras pretende entrar en el edificio ymasacrar a los franceses, un capitán de

Page 205: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Guardias Españolas intenta contener alpopulacho con unos pocos soldados, ariesgo de su vida. Rogándole queaguante un poco más, el comandantefrancés organiza con toda urgencia ladefensa, movilizando a treinta y seisoficiales ingresados en el hospital y acuantos soldados pueden tenerse en pie.Tras bloquear la puerta con unabarricada hecha de camas metálicas,abierto el depósito de armas dispuestoen una sala del hospital, Carrère reúneun batallón de novecientos hombres,vestidos con sus camisas gastadas ynegras de enfermos, a los que distribuyepor el edificio para guarnecer las

Page 206: Un dia de colera   arturo perez-reverte

entradas de Atocha y el Prado. Aun así,el capitán de Guardias Españolastodavía debe emplearse a fondo parareducir un intento de los mozos decocinas por hacerse con armas dentrodel hospital y degollar a los enfermos.En el tumulto de los pasillos, dondellegan a dispararse algunos tiros, unzapador español de robusta constitución,dos cocineros y dos enfermeros sonencerrados en las cocinas, pero ningúnfrancés resulta herido. La situación ladespeja, al fin, una compañía deinfantería imperial que acude a pasoligero, dispersa a la gente de la calle yacordona el edificio. Cuando el

Page 207: Un dia de colera   arturo perez-reverte

comandante Carrère busca al capitánespañol para darle las gracias yaveriguar su nombre, éste se hamarchado con sus hombres a su cuartel.

Otros no tienen la suerte de losenfermos del Hospital General. Unordenanza francés de diecinueve añosque lleva un mensaje al retén de la plazaMayor es asesinado por los vecinos enla calle de Cofreros; y un pelotón que,ajeno al tumulto, pasa por el callejón dela Zarza cargando leña, es acometidocon piedras y palos hasta que todos losimperiales quedan heridos o muertos, y

Page 208: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los atacantes se apoderan de sus armas.Más o menos a la misma hora, elpresbítero don Ignacio Pérez Hernández,que permanece en la puerta del Sol consu grupo de feligreses de Fuencarral, vedesembocar por la calle de Alcalá, juntoa la iglesia y el hospital del BuenSuceso, a dos mamelucos de la Guardia,que galopan a rienda suelta con pliegosque —pronto averiguará su contenido,pues caerán en las manos mismas delsacerdote— son del general Grouchypara el duque de Berg.

—¡Moros!… ¡Son moros! —grita lagente al ver sus turbantes, fieros bigotesy coloridas ropas—. ¡Que no se

Page 209: Un dia de colera   arturo perez-reverte

escapen!Los dos jinetes egipcios tiran los

pliegos para salvar la vida e intentanabrirse paso entre la turba que les agarralas riendas de los caballos. A la alturade la calle Montera espolean susmonturas y las lanzan a través del gentío,disparando sus pistolas de arzón adiestro y siniestro. Enfurecida, lamultitud corre tras ellos, alcanza a unoen la red de San Luis, derribándolo deun balazo, y al otro en la calle de laLuna, de donde lo trae a rastras,ensañándose con él hasta que muere.

Page 210: Un dia de colera   arturo perez-reverte

En el edificio de Correos, desdecuyo balcón lo ha presenciado todo, elalférez de fragata Esquivel envía unmensaje urgente al Gobierno Militar,comunicando al gobernador donFernando de la Vera y Pantoja que lasituación empeora, que la puerta del Solestá llena de gente exaltada, que hayvarias muertes y que él no puede hacernada, pues sus hombres siguen sincartuchos por órdenes superiores. Alpoco rato llega la respuesta delgobernador: que se las arregle comopueda, y si no tiene cartuchos, que los

Page 211: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pida a su cuartel. Con pocas esperanzas,Esquivel manda a otro mensajero conesa solicitud, pero los cartuchos nollegarán nunca. Desalentado, termina pordecir a sus hombres que atranquen laentrada; y en caso de que la multitudtermine forzándola e invada el edificio,abran el calabozo donde están losprisioneros franceses y los dejenescapar por la puerta de atrás. Luegovuelve al balcón para observar eltumulto, y comprueba que mucha gentede la que llenaba la plaza, que habíaabandonado ésta por las calles Mayor yArenal para dirigirse a Palacio, regresaen desbandada a la carrera. Los

Page 212: Un dia de colera   arturo perez-reverte

gabachos, gritan, están ametrallando acuantos se acercan, sin piedad.

Preocupado por las descargas queoye resonar hacia la zona de Palacio, elcapitán Marcellin Marbot termina devestirse a toda prisa, coge su sable, selanza escaleras abajo y pide almayordomo español del lugar en que sealoja —un pequeño palacete cercano ala plaza de Santo Domingo— que leensillen el caballo que está en la cuadray lo saquen al patio interior. Ya sedispone a montarlo y salir al galopehacia su puesto junto al duque de Berg,

Page 213: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en el cercano palacio Grimaldi, cuandoaparece don Antonio Hernández,consejero del tribunal de Indias ypropietario de la casa. Viste el española la antigua, con chupa de mandil ycasaca de tontillo, aunque lleva el pelogris sin empolvar. Al ver al jovenoficial alterado y a punto de echarse decualquier modo a la calle, lo retiene deun brazo con amistosa solicitud.

—Si sale, lo van a matar… Lossuyos han disparado sobre la gente. Hayrevoltosos afuera, atacando a todofrancés que encuentran.

Desazonado, Marbot piensa en lossoldados imperiales enfermos e

Page 214: Un dia de colera   arturo perez-reverte

indefensos, en los oficiales alojados encasas particulares por todo Madrid.

—¿Atacan a hombges desagmados?—Me temo que sí.—¡Cobagdes!—No diga eso. Cada cual tiene sus

motivos, o cree tenerlos, para hacer loque hace.

Marbot no está de ánimos paraapreciar motivos de nadie. Y no se dejaconvencer en cuanto a quedarse. Supuesto está junto a Murat; y su honor deoficial, en juego, le dice resuelto a donAntonio. No puede permanecerescondido como una rata, así queintentará abrirse paso a sablazos. El

Page 215: Un dia de colera   arturo perez-reverte

consejero mueve la cabeza y lo invita aseguirlo hasta la cancela, desde dondese ve la calle.

—Mire. Hay al menos treintarevoltosos con trabucos, palos ycuchillos… No tiene usted ningunaposibilidad.

El capitán se retuerce las manos,desesperado. Sabe que don Antoniotiene razón. Aun así, su juventud y sucoraje lo empujan adelante. Con ojosextraviados se despide de su anfitrión,agradeciéndole su hospitalidad y susfinezas. Después reclama de nuevo elcaballo y empuña el sable.

—Deje aquí el caballo, envaine eso

Page 216: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y venga conmigo —dice don Antonio,tras reflexionar un poco—. A pie tienemás oportunidades que montado.

Y, con sigilo, rogándole que seponga el capote para disimular lollamativo del uniforme, el dignoconsejero conduce a Marbot hasta eljardín, lo hace pasar por una puertecitadel muro, bajo la rosaleda, y dando unrodeo por las calles estrechas lo guía élmismo, caminando unos pasos pordelante para comprobar que todo estádespejado, hasta la esquina de la calledel Reloj, junto al palacio Grimaldi,donde lo deja a salvo en un puesto deguardia francés.

Page 217: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—España es un lugar peligroso —ledice al despedirse con un apretón demanos—. Y hoy, mucho más.

Cinco minutos después, el capitánMarbot entra en el palacio Grimaldi.Hierve el cuartel general de Su AltezaImperial el gran duque de Berg: hay unjaleo de mil diablos, los salones estánllenos de jefes y oficiales, y por todaspartes entran y salen batidores conórdenes, en un ambiente de nerviosismoy agitación extrema. En la biblioteca dela planta baja, donde se han arrinconadomuebles y libros para dejar espaciolibre a mapas y archivos militares,Marbot encuentra a Murat vestido de

Page 218: Un dia de colera   arturo perez-reverte

punta en blanco, botas hannoverianas,dolmán de húsar, alamares, bordados yrizos por todas partes, resplandecientecomo de costumbre pero con el ceñofruncido, rodeado de su plana mayor:Moncey, Lefevbre, Harispe, Belliard,ayudantes de campo, edecanes y otros.La flor y la nata. No en vano laRepública y la guerra han dado alImperio los generales más competentes,los oficiales más leales y los soldadosmás valientes de Europa. El propioMurat —sargento en 1792, general dedivisión siete años después— es unaespléndida prueba de ello. Sin embargo,aunque eficaz y sobrado de coraje, el

Page 219: Un dia de colera   arturo perez-reverte

gran duque no resulta un prodigio dehabilidad diplomática, ni de cortesía.

—¡Ya era hora, Marbot!… ¿Dóndediablos estaba?

El joven capitán se cuadra, balbuceauna excusa vaga e ininteligible y luegodeja la boca cerrada, ahorrándoseexplicaciones que en realidad a nadieimportan. Al primer vistazo ha advertidoque Su Alteza está de un humor de mildiablos.

—¿Alguien sabe dónde se ha metidoFriederichs?

El coronel Friederichs, comandantedel 1.er regimiento de granaderos de laGuardia Imperial, entra en ese instante,

Page 220: Un dia de colera   arturo perez-reverte

casi empujando a Marbot. Viene consombrero redondo, casaquilla demañana y ropa de paisano, pues eltumulto lo sorprendió en el baño y notuvo tiempo de vestirse de uniforme.Trae en una mano el sable de un cornetade cazadores a caballo muerto por elpopulacho ante la puerta de la casadonde se aloja. Murat aún se enfurecemás al escuchar su informe.

—¿Qué hace Grouchy, maldita sea?… ¡Ya tendría que estar trayendo a lacaballería desde el Buen Retiro!

—No sabemos dónde está el generalGrouchy, Alteza.

—Pues busquen a Privé.

Page 221: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Tampoco aparece.—¡Entonces, a Daumesnil!… ¡A

quien sea!El duque de Berg está fuera de sí. Lo

que estimaba una represión brutal,rápida y eficaz, se está yendo de lasmanos. A cada momento entranmensajeros con partes sobre incidentesen la ciudad y franceses atacados por lagente. La lista de bajas propias aumentasin cesar. Acaba de confirmarse lamuerte del hijo del general Legrand —un joven y prometedor teniente decoraceros liquidado por un macetazo enla cabeza, comentan con estupor—, laherida grave del coronel Jacquin, de la

Page 222: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Gendarmería Imperial, y también que elgeneral La Riboisière, comandante deArtillería del estado mayor, lo mismoque medio centenar de jefes y oficiales,se encuentra bloqueado por elpopulacho en su alojamiento, sin podersalir.

—Quiero a los marinos de laGuardia protegiendo esta casa, y a miscazadores vascos en Santo Domingo.Usted, Friederichs, asegure con sus dosbatallones de granaderos y fusileros laplaza de Palacio y la entrada a laAlmudena y la Platería… Que la tropatire sin compasión. Sin perdonar la vidade nadie, sea cual sea la edad o el sexo.

Page 223: Un dia de colera   arturo perez-reverte

¿Está claro?… De nadie.Sobre un plano de Madrid extendido

en la mesa —español, aprecia el jovenMarbot, levantado hace veintitrés añospor Tomás López—, Murat repite susórdenes a los recién llegados. Eldispositivo, previsto hace días, consisteen traer a la ciudad a los veinte milhombres acampados en las afueras; ycon los diez mil que ya hay dentro,tomar todas las grandes avenidas ycontrolar las principales plazas y puntosclave, para evitar el movimiento y lascomunicaciones entre un barrio y otro.

—Seis ejes de progresión,¿comprendido?… Una columna de

Page 224: Un dia de colera   arturo perez-reverte

infantería entrará desde El Pardo porSan Bernardino, otra de la Casa deCampo por el puente y la calle deSegovia pasando por Puerta Cerrada,otra por Embajadores y otra por la callede Atocha… Los dragones, losmamelucos, los cazadores a caballo ylos granaderos montados del BuenRetiro avanzarán por la calle de Alcaláy la carrera de San Jerónimo, mientrasla caballería pesada sube con el generalRigaud desde los Carabancheles por lapuerta y calle de Toledo… Esas fuerzasirán cortando las avenidas, aislandocuarteles, y confluirán en la plaza Mayory la puerta del Sol… Si hace falta, para

Page 225: Un dia de colera   arturo perez-reverte

controlar el norte de la ciudadmoveremos dos columnas más: el restode la infantería desde el cuartel delConde-Duque, y la que está acampadaentre Chamartín, Fuencarral y Fuente dela Reina… ¿Me explico? Puesespabilen. Pero antes miren ese reloj,caballeros. Dentro de una hora, o sea, alas once y media, a las doce comomucho, todo tiene que haber terminado.Muévanse. Y usted, Marbot, esté atento.En seguida habrá algo para usted.

—No tengo caballo, Alteza.—¿Que no tiene qué?… ¡Quítese de

mi vista, maldita sea!… ¡Ocúpese deeste inútil, Belliard!

Page 226: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Desolado, temeroso de haber caídoen desgracia, Marbot se cuadra ante elgeneral Belliard, jefe del estado mayor,quien le ordena que busqueinmediatamente un caballo, suyo o dequien sea, o se pegue un tiro. También lemanda que distribuya unos cuantosgranaderos en torno al palacio Grimaldi,para eliminar a los tiradores enemigosque empiezan a hacer fuego desdeazoteas y tejados.

—Disparan mal, mi general —argumenta Marbot, pasándose de listo.

Belliard lo fulmina con la mirada yseñala el vidrio roto de una ventana,sobre un charco de sangre en el

Page 227: Un dia de colera   arturo perez-reverte

entarimado del suelo.—Por mal que lo hagan, nos han

herido aquí a dos hombres.«Hoy no es mi día», piensa Marbot,

que se imagina degradado por torpe ybocazas. Para rehabilitarse, emprendecon mucho celo la tarea encomendada.Aprovechando la ocasión, pone unpiquete bajo su mando personal,ahuyenta con descargas cerradas a losmerodeadores y despeja la calle hasta elpalacete de don Antonio Hernández.Donde logra por fin, para alivio de sureputación maltrecha, recuperar elcaballo.

Page 228: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Mientras el capitán Marbot avanzacon su piquete entre la plaza de DoñaMaría de Aragón y la de SantoDomingo, madrileños armados contrabucos, mosquetes y escopetas de cazaintentan regresar al Palacio Real o bajarhacia éste desde la puerta del Sol; peroencuentran el camino tomado por loscañones y los granaderos del coronelFriederichs, que destaca avanzadillas enlas calles próximas. De modo que esosgrupos son ametrallados sin compasiónen cuanto aparecen por la Almudena ySan Gil, que los cañones imperialesenfilan a lo largo. Muere así FranciscoSánchez Rodríguez, de cincuenta y dos

Page 229: Un dia de colera   arturo perez-reverte

años, oficial de la tienda de coches delmaestro Alpedrete, a quien unaandanada francesa alcanza de llenocuando dobla la esquina de la calle delFactor en compañía de los soldados deVoluntarios de Aragón Manuel Agrela yManuel López Esteba —los dos tambiéncaen malheridos y fallecerán díasdespués—, y del cartero José GarcíaSomano, que escapa a la descarga perohallará la muerte media hora más tarde,alcanzado por una bala de mosquete enla plazuela de San Martín. Desde lasventanas altas de Palacio, dondealabarderos y guardias se hanaprovisionado de municiones y cerrado

Page 230: Un dia de colera   arturo perez-reverte

las puertas, resueltos a defender elrecinto si los franceses intentan metersedentro, el capitán de Guardias WalonasAlejandro Coupigny ve, impotente,cómo los paisanos son rechazados ycorren perseguidos por jinetes polacosvenidos del palacio Grimaldi, que losrematan a sablazos.

Los que huyen de las balas francesasse fragmentan en grupos. Muchosrecorren la ciudad pidiendo armas avoces, y otros buscan venganza y sequedan por las inmediaciones, en esperade ajustar cuentas. Tal es el caso de

Page 231: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Manuel Antolín Ferrer, ayudante deljardinero del real sitio de la Florida,que uniéndose al oficial jubilado deembajadas Nicolás Canal y a otrovecino llamado Miguel Gómez Morales,se enfrenta a navajazos con un piquetede granaderos de la Guardia Imperial enla esquina de la calle del Viento con ladel Factor, acometiéndolos desde unportal. De ese modo matan a dosfranceses, retirándose después a laazotea de la misma casa, con la malafortuna de encontrarse en un lugar sinsalida. Aunque Canal logra evadirsearrojándose al tejado vecino, Antolín yGómez Morales son apresados, molidos

Page 232: Un dia de colera   arturo perez-reverte

a culatazos y conducidos a un calabozo.Ambos serán fusilados al día siguiente,de madrugada, en la montaña delPríncipe Pío. Entre esos fusilados secontará también José Lonet Riesco,dueño de una mercería de la plaza deSanto Domingo, que tras pelear junto aPalacio es apresado por un piquetecuando huye, con una pistola descargadaen una mano y un cuchillo en la otra, porla calle de la Inquisición.

Más afortunado resulta el notarioeclesiástico de reinos Antonio Varea,uno de los pocos individuos de buenaposición que hoy luchan en las calles deMadrid. Tras haber acudido a la puerta

Page 233: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del Sol en compañía de su tío ClaudioSanz, escribano de cámara, y luego a laexplanada de Palacio resuelto a batirse,el notario Varea participa en losenfrentamientos hasta que, persiguiendoa unos franceses en retirada, recibecerca de los Consejos un balazo de losgranaderos de la Guardia. Transportadopor su tío y por el oficial de inspecciónde Milicias don Pedro de la Cámara a sucasa de la calle de Toledo, junto a losportales de Paños, logrará refugiarseallí, ser curado y salvar la vida.

Otros tienen menos suerte. Por todoel barrio, exasperados con la matanzahecha en sus camaradas, los imperiales

Page 234: Un dia de colera   arturo perez-reverte

disparan contra quien se acerca yprocuran dar caza a los fugitivos. Así escomo caen heridos Julián MartínJiménez, vecino de Aranjuez, y eltejedor vigués de veinticuatro añosPedro Cavano Blanco. Así mueretambién José Rodríguez, lacayo delconsejero de Castilla don AntonioIzquierdo: herido ante la casa de susamos, en la calle de la Almudena, llamadesesperadamente a la puerta; pero antesde que le abran es alcanzado por dossoldados franceses. Uno le asesta unsablazo en la cabeza y otro lo remata deun pistoletazo en el pecho. En la mismacalle, a poca distancia de allí, el niño de

Page 235: Un dia de colera   arturo perez-reverte

doce años Manuel Núñez Gascón, queha estado arrojando piedras e intentaponerse a salvo perseguido por unfrancés, es muerto a bayonetazos antelos ojos espantados de su madre, que lopresencia todo desde el balcón.

Al otro lado de la Almudena,refugiado en un portal cercano a losConsejos con su sirviente Olmos,Joaquín Fernández de Córdoba, marquésde Malpica, ve pasar al galope a variosbatidores imperiales que vienen de laplaza de Doña María de Aragón. Supreparación militar le permite hacerse

Page 236: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una idea aproximada de la situación. Laciudad tiene cinco puertas principales, ytodas las avenidas que vienen de éstasconfluyen en la puerta del Sol a modo delos radios de una rueda. Madrid no esplaza fortificada, y ninguna resistenciainterior es posible si el centro de esarueda y los radios son controlados porun adversario. El marqués de Malpicasabe dónde acampan las fuerzasenemigas de las afueras —a estas alturases hora de pensar en los franceses comoenemigos— y puede prever susmovimientos para sofocar lainsurrección: las puertas de la ciudad ylas grandes avenidas serán su primer

Page 237: Un dia de colera   arturo perez-reverte

objetivo. Observando a los grupos deciviles mal armados que corren endesconcierto de un lado para otro, sinpreparación ni jefes, el de Malpicaconcluye que la única forma de oponersea los franceses es hostigarlos en esaspuertas, antes de que sus columnasinvadan las calles anchas.

—La caballería, Olmos. Ahí está laclave del asunto… ¿Comprendes?

—No, pero da lo mismo. Usíamande, y punto.

Saliendo del zaguán, Malpica para aun grupo de vecinos que viene enretirada, pues conoce de vista al hombreque los encabeza. Éste, un caballerizo

Page 238: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de Palacio, lo reconoce a su vez y sequita la montera. Trae un trabuco, llevala capa terciada al hombro, y loacompañan media docena de hombres,un muchacho y una mujer con delantal yun hacha de carnicero en las manos.

—Nos han acribillado, señormarqués. No hay manera de arrimarse ala plaza… Ahora la gente desbaratadalucha donde puede.

—¿Vosotros vais a seguirbatiéndoos?

—Eso ni se pregunta.El de Malpica explica sus

intenciones. La caballería, utilísima paradisolver motines, será el principal

Page 239: Un dia de colera   arturo perez-reverte

peligro con el que se enfrenten quienespelean en las calles. Los dos núcleosprincipales están acuartelados en elBuen Retiro y en los Carabancheles. ElRetiro queda lejos, y ahí nada puedehacerse; pero los otros entrarán por lapuerta de Toledo. Se trata de organizaruna partida dispuesta a estorbarlos allí.

—¿Cuento con vosotros?Todos asienten, y la mujer del hacha

de carnicero llama a voces a otros quecorren alejándose de Palacio. Asíreúnen a una veintena, entre los quedestacan el uniforme amarillo de undragón de Lusitania que iba a su cuartely cuatro soldados de Guardias Walonas

Page 240: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que han desertado del Tesoro con susfusiles, descolgándose por las ventanas,y vienen corriendo desde lascaballerizas para unirse a los queluchan. El dragón tiene veinticuatro añosy se llama Manuel Ruiz García. Los deGuardias Walonas, vestidos con suuniforme azul de vueltas rojas y polainasblancas, son un alsaciano de diecinueveaños llamado Franz Weller, un polacode veintisiete, Lorenz Leleka, y doshúngaros: Gregor Franzmann, deveintisiete años, y Paul Monsak, detreinta y siete. El resto del grupo sonjardineros, mozos de las cuadrascercanas, un mancebo de botica, un

Page 241: Un dia de colera   arturo perez-reverte

aguador de quince años de edad quelleva un pañuelo ensangrentadoalrededor de la cabeza, un conserje delos Consejos y un manolo de Lavapiés,carpintero de oficio, despechugado y deaire crudo —redecilla en el pelo,chaquetilla de alamares y navaja de dospalmos metida en la faja—, queresponde al nombre de Miguel CubasSaldaña. El manolo, que va en compañíade otro sujeto de aspecto patibulariovestido con capote pardo y calañés, seofrece con mucho desparpajo a levantaren su barrio, de camino, una buenacuerda de compadres. Así que, trasdetenerse junto al palacio de Malpica

Page 242: Un dia de colera   arturo perez-reverte

para que Olmos traiga el refuerzo de trescriados jóvenes, dos carabinas y cuatroescopetas de caza, el marqués, eligiendolas calles menos frecuentadas paraevitar a los franceses, dirige a susvoluntarios hacia la puerta de Toledo.

El marqués de Malpica no es elúnico que ha pensado en cortar el paso alas tropas francesas. En el noroeste de laciudad, un grupo numeroso y armado conescopetas de caza y carabinas, en el quese cuentan Nicolás Rey Canillas, detreinta y dos años, mozo de Guardias deCorps y ex soldado de caballería,

Page 243: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Ramón González de la Cruz, criado delmariscal de campo don José JenaroSalazar, el cocinero José FernándezViñas, el vizcaíno Ildefonso ArdoyChavarri, el zapatero de veinte añosJuan Mallo, el aceitero de veintiséisJuan Gómez García y el soldado deDragones de Pavía Antonio MartínezSánchez, deciden obstaculizar la salidade la tropa francesa que ocupa el cuarteldel Conde-Duque, junto a SanBernardino, y se apostan en lasproximidades. El primero en morir esNicolás Rey, que lleva dos pistolascargadas al cinto; y que al toparse conun centinela, a quien descerraja un tiro a

Page 244: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bocajarro, es alcanzado por un balazo.Desde ese momento, tomandoposiciones en las casas cercanas y traslas tapias, los sublevados abren fuego yse generaliza un combate que será brevepor la desproporción de fuerzas:quinientos franceses frente a veintipocosmadrileños. Saliendo los marinos de laGuardia Imperial del cuartel, dirigen uneficaz fuego graneado que obliga areplegarse a los atacantes. En laretirada, deteniéndose de vez en cuandoa disparar mientras saltan tapias yhuertos para ponerse a salvo, moriránGonzález de la Cruz, Juan Mallo, Ardoy,Fernández Viñas y el soldado Martínez

Page 245: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Sánchez.

No sólo mueren los combatientes.Exasperados por el acoso de losmadrileños, los piquetes francesesempiezan a hacer fuego contra losvecinos asomados a ventanas ybalcones, o contra grupos de curiosos.El ex sacerdote José Blanco White,sevillano de treinta y dos años, sale aver qué ocurre cuando oye el tumultodesde la casa que lleva dos meseshabitando en el número 8 de la calleSilva.

—¡Los franceses tiran contra el

Page 246: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pueblo! —le advierte un vecino.En realidad, José Blanco White

todavía no se llama así. El nombre —tomado de su ascendencia irlandesa—lo adoptará más tarde, britanizando elsuyo original de José María Blanco yCrespo, cuando exiliado en Inglaterraescriba unas Cartas de Españafundamentales para comprender eltiempo que le toca vivir. Ahora, aBlanco White, el Pepe Crespo de lastertulias sevillanas y de los cafésmadrileños, amigo del poeta Quintana yal mismo tiempo admirador del teatro deMoratín, hombre ilustrado, lúcido, cuyasideas de libertad y progreso están más

Page 247: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cerca de las extranjeras que del cerradoambiente de telarañas y sacristía quetanto lo desazona en su patria —eslector pertinaz de Feijoo, Rousseau yVoltaire—, la noticia de la represaliafrancesa le parece increíble; unaatrocidad enorme e impolítica. De modoque se apresura a confirmarlo con suspropios ojos. Así llega a la plaza deSanto Domingo, donde confluyen cuatrograndes calles, una de las cuales vienedirectamente de Palacio. Por ellaresuena el redoble de un tambor, yBlanco White se detiene junto a un grupode gente pacífica, transeúntes bienvestidos y menestrales del barrio.

Page 248: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Aparece entonces al extremo de la calleuna tropa francesa a paso ligero, con losfusiles prevenidos. Mientras BlancoWhite espera a verlos de cerca, sinsospechar peligro alguno, observa quelos imperiales hacen alto a veinte pasosy encaran sus armas.

—¡Cuidado!… ¡Van a disparar!…¡Cuidado!

La descarga llega inesperada, brutal,y un hombre cae muerto a la entrada dela calle por donde todos escapancorriendo. Con el corazón saltándole enel pecho, aterrado por lo que acaba depresenciar y sin aliento, Blanco Whitecorre de vuelta a su casa, sube las

Page 249: Un dia de colera   arturo perez-reverte

escaleras y cierra la puerta. Allí,indeciso, lleno de turbación, abre laventana, escucha más disparos y vuelvea cerrarla a toda prisa. Luego, sin saberqué hacer, saca de un arcón una escopetade caza, y con ella en las manos sepasea por la habitación, sobresaltándosea cada descarga cercana. Es un actosuicida, se dice, echarse a la calle decualquier modo, sin saber para qué. Conquién ni contra quién. A fin de calmarse,mientras toma una decisión, coge unacaja de pólvora y plomos y se pone ahacer cartuchos para la escopeta. Alcabo, sintiéndose ridículo, devuelve laescopeta al arcón y va a sentarse junto a

Page 250: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la ventana, estremeciéndose con elcrepitar del tiroteo que se extiende porlos barrios cercanos, punteado aintervalos por el retumbar del cañón.

Cuando el capitán Marbot regresa alpalacio Grimaldi, encuentra al duque deBerg saliendo a caballo con toda suplana mayor, escoltado por medioescuadrón de jinetes polacos y unacompañía de fusileros de la GuardiaImperial. Como la situación secomplica, y teme quedar aislado allí,Murat ha decidido trasladar su cuartelgeneral cerca de las caballerizas del

Page 251: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Palacio Real, en la cuesta de SanVicente, por donde tiene prevista sullegada la infantería acampada en ElPardo, mientras otra columna lo harádesde la Casa de Campo por el puentede Segovia. Una ventaja táctica del sitio,aunque eso nadie lo comenta en voz alta,es que desde allí podría Murat, con sucuartel general en pleno, rodear por elnorte y replegarse sobre Chamartín si laciudad quedase bloqueada y las cosas sesalieran de madre.

—¡La caballería ya debería estar enla puerta del Sol, acuchillando a esachusma! ¡Y Godinot y Aubrée avanzandodetrás con su infantería!… ¿Qué pasa en

Page 252: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el Buen Retiro?El duque de Berg da furiosos tirones

a las riendas del caballo. Su humor haempeorado, y no le faltan motivos.Acaba de saber que más de la mitad delos correos enviados a las tropas hansido interceptados. Al menos ésa es lapalabra que utiliza el general Belliard.El capitán Marbot, que se acerca sobresu montura mientras el rutilante grupo deestado mayor toma la calle Nueva haciael Campo de Guardias, tuerce la boca alescuchar el eufemismo. Es una formacomo otra cualquiera, piensa, dedescribir a jinetes apedreados desde lascasas y las esquinas, acorralados por la

Page 253: Un dia de colera   arturo perez-reverte

gente, derribados de sus caballos yapuñalados en calles y plazas.

—Ahí tiene un pliego de órdenes,Marbot. Haga el favor de llevarlo alBuen Retiro. A rienda suelta.

—¿A quién se lo entrego, Alteza?—Al general Grouchy. Y si no lo

encuentra, a cualquiera que esté almando… ¡Muévase!

El joven capitán recibe el sobresellado, se lleva la mano al colbac ypica espuelas en dirección a SantaMaría y la calle Mayor, dejando atrás alescoltadísimo duque de Berg. Debido ala importancia de su misión, el generalBelliard ha tenido la precaución de

Page 254: Un dia de colera   arturo perez-reverte

asignarle cuatro dragones de escolta.Mientras cabalga precediéndolos por lacalle de la Encarnación, Marbot inclinala cabeza sobre la crin del caballo yaprieta los dientes, esperando el golpede una teja, la maceta o el escopetazoque lo derriben de la silla. Es un militarprofesional y con experiencia, pero esono le impide lamentar su mala suerte. Nohay tarea más peligrosa que llevar unmensaje a través de una ciudad enestado de insurrección; y su misiónconsiste en llegar al Buen Retiro, dondese encuentran acampadas la caballeríade la Guardia Imperial y una división dedragones, sumando tres mil jinetes. La

Page 255: Un dia de colera   arturo perez-reverte

distancia no es grande, pero el itinerarioincluye la calle Mayor, la puerta del Soly las calles de Alcalá o San Jerónimo,que en este momento son, para unfrancés, los peores lugares de Madrid. AMarbot no se le escapa que Murat,consciente de lo peligroso del encargo,se lo ha encomendado a él, joven oficialagregado a su estado mayor, en vez de alos edecanes titulares, a quienes prefieremantener cerca y a salvo.

Aún no han perdido de vista Marboty sus cuatro dragones el palacioGrimaldi, cuando desde un balcón lestiran un escopetazo, que eluden sinconsecuencias. A su paso suenan varios

Page 256: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tiros más —por fortuna no son militaresquienes disparan, sino civiles conescopetas de caza y pistolas— y algunosobjetos caen desde balcones y ventanas.Acompañados del sonido de los cascosde sus monturas, los cinco jinetesavanzan al galope por las calles, engrupo compacto que obliga a la gente adejar paso libre. De ese modo toman lacalle Mayor y llegan a la puerta del Sol,donde la multitud es tanta y tanamenazadora que Marbot sienteflaquearle el ánimo. Si vacilamos,concluye, aquí se acaba todo.

—¡No os detengáis! —grita a sushombres—. ¡O estamos muertos!

Page 257: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Y así, temiendo a cada zancada delcaballo verse desmontado y hechopedazos, el capitán clava espuelas,ordena a los dragones juntarse bien unoscon otros, y los cinco cabalgan hacia laembocadura de San Jerónimo sin que losque se apartan a su paso, intentandoalgunos atrevidos oponerse o agarrarlospor las riendas —el propio Marbotatropella con su caballo a un par deexaltados—, puedan hacer otra cosa queinsultarlos, arrojarles piedras y palos, yverlos pasar, impotentes. Sin embargo,entre la calle del Lobo y el hospital delos Italianos, la carrera se trunca: unhombre envuelto en una capa dispara a

Page 258: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bocajarro una pistola contra el caballode uno de los dragones, que hinca elbelfo y derriba al jinete. En el acto salede las casas vecinas un grupo numerosoque intenta degollar al dragón caído;pero Marbot y los otros tiran de lasriendas, vuelven grupas y acuden ensocorro del camarada, imponiéndose asablazos sobre las navajas y puñales quemanejan los atacantes, casi todosjóvenes y desharrapados, de los que tresquedan en el suelo y huye el resto; no sinque dos dragones sufran heridas ligerasy Marbot reciba una recia puñalada que,pese a no dar en carne, rasga una mangade su dolmen. Al fin, dando una mano al

Page 259: Un dia de colera   arturo perez-reverte

dragón desmontado para que se agarre alas sillas y corra entre dos caballos, loscinco hombres prosiguen la marcha atoda prisa, carrera de San Jerónimoabajo, hasta las caballerizas del BuenRetiro.

Mientras eso ocurre, el cerrajeroBlas Molina Soriano también corre juntoa los muros del convento de Santa Clara,huyendo de las descargas francesas.Tiene intención de bajar hacia la calleMayor y la puerta del Sol para unirse alos que allí están; pero suena tiroteo ygritos de gente desbandada hacia la

Page 260: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Platería, así que se detiene en laplazuela de Herradores con variosfugitivos que, como él, vienen corriendodesde Palacio. Entre ellos se encuentranel grupo del chocolatero José Lueco yotra pequeña cuadrilla formada por unhombre mayor de barba blanca, que traeuna antigua espada llena de herrumbreen la mano, y tres jóvenes armados conoxidadas moharras de lanzas; armastodas viejas de más de un siglo, y que,cuentan, han cogido en la tienda de unchamarilero. Dos mujeres y un vecinosalen a darles agua y a preguntar cómoestán las cosas, aunque hay más gentearriba, en las ventanas, mirando sin

Page 261: Un dia de colera   arturo perez-reverte

comprometerse. Molina, que tiene unased atroz, bebe un trago y pasa la jarra.

—¡Quién tuviera fusiles! —selamenta el viejo de la barba blanca.

—Y que lo diga usted, vecino —apostilla uno de los jóvenes—. Hoyveríamos cosas gordas.

En ese momento el cerrajero tieneuna inspiración. El recuerdo de su visitaal parque de Monteleón, escoltando aljoven Fernando VII, lo ilumina depronto. Su memoria registró fielmentelos cañones puestos en el patio, losfusiles alineados en sus armeros. Yahora se da una sonora palmada en lafrente.

Page 262: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Estúpido de mí! —exclama.Los otros lo miran, sorprendidos.

Entonces se explica. En el parque deartillería hay armas, pólvora y munición.Con todo eso en su poder, losmadrileños podrían tratar a losfranceses de hombre a hombre, comodebe ser, en vez de hacerse ametrallarpor las calles, indefensos.

—Ojo por ojo —puntualiza, feroz.A medida que explica su plan,

Molina ve animarse los rostros decuantos lo rodean: miradas de esperanzay ansia de revancha sustituyen a lafatiga. Al fin, levanta en alto el bastónde nudos con el que apaleó al soldado

Page 263: Un dia de colera   arturo perez-reverte

francés y echa a andar, decidido, haciala calle de las Hileras.

—¡Quien quiera luchar, que me siga!Y ustedes, vecinas, corran la voz…¡Hay fusiles en el parque de Monteleón!

Page 264: Un dia de colera   arturo perez-reverte

3

En el parque de Monteleón, elteniente Rafael de Arango ha visto, congrandísimo alivio, abrirse un poco laspuertas y entrar tranquilamente alcapitán Luis Daoiz.

—¿Qué tenemos por aquí? —pregunta el recién llegado, con muchasangre fría.

Arango, que debe contenerse para noperder las formas y abrazar a susuperior, lo pone al corriente, incluido

Page 265: Un dia de colera   arturo perez-reverte

lo de colocar piedras en los fusiles ydisponer alguna cartuchería,precauciones que Daoiz aprueba.

—Es hacer un poco de contrabando—dice con una breve sonrisa—. Peroeso llevamos adelantado, por si acaso.

La situación, le informa el teniente,es difícil, con el capitán francés y sugente muy nerviosos, y el gentío deafuera cada vez más espeso. Mientras seescuchan tiros hacia el centro de laciudad, nuevos grupos de alborotadoresconfluyen desde las calles próximas alas de San José y San Pedro, delante delparque. Los vecinos, entre ellos muchasmujeres exaltadas, salen a unírseles y

Page 266: Un dia de colera   arturo perez-reverte

golpean las puertas pidiendo armas.Según el cabo Alonso, que sigue en laentrada, y el maestre mayor Juan Pardo,que vive enfrente y va y viene connoticias de la calle, todo se complicapor momentos. El propio Daoiz pudocomprobarlo cuando se dirigía haciaaquí, enviado por el coronel NavarroFalcón.

—Así es —dice el capitán en elmismo tono de calma—. Pero creo quepodemos controlar las cosas, demomento… ¿Cómo están los hombres?

—Preocupados, pero mantienen ladisciplina —Arango baja la voz—.Imagino que al verlo a usted aquí estarán

Page 267: Un dia de colera   arturo perez-reverte

más confortados. Algunos vinieron adecirme que, si hay que batirse, cuentecon ellos.

Daoiz sonríe, tranquilizador.—No llegaremos a eso. Las órdenes

que traigo son todo lo contrario: calmaabsoluta y ni un solo artillero fuera delparque.

—¿Y lo de dar armas al pueblo?—Menos todavía. Sería un

disparate, tal como están los ánimos…¿Qué hay de los franceses?

Arango señala el centro del patio,donde el capitán imperial y sussubalternos forman un grupo queobserva, preocupado, a los oficiales

Page 268: Un dia de colera   arturo perez-reverte

españoles. El resto de la tropa, exceptolos pocos que hay vigilando la puerta,permanece formado a discreción veintepasos más allá. Algunos hombres estánsentados en el suelo.

—El capitán andaba muy arrogantehace un rato. Pero a medida que la gentese reunía afuera, se ha ido arrugando…Ahora está nervioso, y creo que tienemiedo.

—Voy a hablar con él. Un hombrenervioso y asustado resulta máspeligroso que sereno.

En ese momento se acerca el caboAlonso, que viene de la puerta. Tresoficiales de artillería solicitan entrar.

Page 269: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Daoiz, que no parece sorprendido, diceque los dejen pasar; y al poco aparecenen el patio con aire casual, vestidos deuniforme y sable al cinto, el capitán JuanCónsul y los tenientes Gabriel de Torresy Felipe Carpegna. Los tres saludan aDaoiz de modo tan serio y circunspectoque hace pensar a Arango que no es laprimera vez que se encuentran estamañana. Juan Cónsul es amigo íntimo deDaoiz; y su nombre, junto al del capitánVelarde y el de otros, circula estos díasentre rumores de conspiración. Tambiénes uno de los que ayer lo acompañabanen el frustrado desafío de la fonda deGenieys.

Page 270: Un dia de colera   arturo perez-reverte

«Aquí —reflexiona el joven teniente— se está cociendo algo».

A las diez y media, en las oficinasde la Junta de Artillería, número 68 dela calle de San Bernardo, frente alNoviciado, el coronel Navarro Falcóndiscute con el capitán Pedro Velarde,que está sentado tras su mesa dedespacho, junto a la de su superior y jefeinmediato. Navarro Falcón ha vistollegar al capitán muy descompuesto,encendido y excitado, pidiendo ir alparque de Monteleón. El coronel, queaprecia sinceramente a Velarde, le niega

Page 271: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el permiso con tacto y afectuosa firmeza.Daoiz se las arreglará solo, dice, y austed lo necesito aquí.

—¡Hay que batirse, mi coronel!…¡No queda otra!… ¡Daoiz tendrá quehacerlo, y nosotros también!

—Le ruego que no diga disparates yque se tranquilice.

—¿Tranquilizarme, dice?… ¿No haoído los tiros? ¡Están ametrallando alpueblo!

—Tengo mis instrucciones, y ustedtiene las suyas —Navarro Falcónempieza a exasperarse—. Haga el favorde no complicar más las cosas. Limítesea cumplir con su deber.

Page 272: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Mi deber está ahí afuera, en lacalle!

—¡Su deber es obedecer misórdenes! ¡Y punto!

El coronel, que acaba de dar unpuñetazo en la mesa, lamenta haberperdido los nervios. Es soldado viejo,que se batió en Santa Catalina de Brasil,contra los ingleses en el Río de la Plata,en la colonia de Sacramento, en elasedio de Gibraltar y durante toda laguerra con la República francesa. Ahoramira incómodo al escribiente ManuelAlmira y a los que están en el cuartocontiguo, escuchando, y luego observade nuevo a Velarde, que, enfurruñado,

Page 273: Un dia de colera   arturo perez-reverte

moja la pluma en el tintero y hacegarabatos sin sentido sobre los papelesque tiene delante. Al fin el coronel selevanta y deja en la mesa de Velarde laorden transmitida por el general Vera yPantoja, gobernador de la plaza,disponiendo que las tropas se mantenganen los cuarteles y al margen de cuantoocurra.

—Somos soldados, Pedro.No suele llamarlo a él ni a ningún

oficial por el nombre de pila, y Velardelo sabe; pero, ajeno a la muestra deafecto, niega con la cabeza mientrasaparta a un lado, con desdén, la ordendel gobernador.

Page 274: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Lo que somos es españoles, micoronel.

—Escuche. Si la guarnición sepusiera de parte de la gente revuelta,Murat haría marchar hacia Madrid alcuerpo del general Dupont, que está asólo un día de camino… ¿Quiere ustedque caigan sobre esta ciudad cincuentamil franceses?

—Como si vienen cien mil.Seríamos un ejemplo para toda España,y para el mundo.

Harto de la discusión, NavarroFalcón vuelve a su mesa.

—¡No quiero oír una palabra más!…¿Está claro?

Page 275: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El coronel toma asiento y aparentaenfrascarse en el papeleo. Y así,fingiendo que no oye a Velardemurmurar por lo bajo, como alienado:«Batirse, batirse… Morir por España»mientras sigue haciendo garabatos sinsentido, piensa que ojalá Luis Daoiz,allá en Monteleón, pueda conservar lacabeza fría, y él mismo, aquí, sea capazde mantener a Velarde sujeto a su mesa.Dejar que el exaltado capitán se acerquehoy al parque de Monteleón seríaarrimar una mecha encendida a un barrilde pólvora.

Page 276: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Pese a sus excesos y apasionadopatriotismo, el cerrajero Molina no tienenada de tonto. Sabe que si conduce a lagente hacia el parque por calles anchasllamará mucho la atención, y tarde otemprano los franceses les cortarán elpaso. Así que recomienda silencio a laveintena de voluntarios que lo siguen —número que aumenta sobre la marchacon nuevas incorporaciones—, y trassepararse de quienes buscan el caminomás corto, conduce a su partida por elpostigo de San Martín y la calle de Hitaa la de Tudescos, en dirección a la

Page 277: Un dia de colera   arturo perez-reverte

corredera de San Pablo.—Sin armar bulla, ¿eh?… Ya habrá

tiempo para eso. Lo que importa esconseguir fusiles.

A esa misma hora, otros grupos delos incitados por Blas Molina, oencaminados a Monteleón por iniciativaespontánea, suben por los Caños y SantoDomingo hacia la calle ancha de SanBernardo, y desde la puerta del Sol porla red de San Luis hasta la calleFuencarral. Algunos conseguirán llegardurante la hora siguiente; pero otros,confirmando los temores de Molina,quedarán aniquilados o dispersos alencontrar destacamentos franceses. Tal

Page 278: Un dia de colera   arturo perez-reverte

es el caso de la cuadrilla formada por elchocolatero José Lueco, que con losmozos de mulas y caballos JuanVelázquez, Silvestre Álvarez y ToribioRodríguez, decide ir por su cuenta,acortando camino por San Bernardo.Pero en la calle de la Bola, cuando yasuma una treintena de individuos porhabérsele unido los mozos de unahostería y un mesón cercanos, undorador, dos aprendices de carpintero,un cajista de imprenta y variossirvientes de casas particulares, lapartida, que dispone de algunascarabinas, trabucos y escopetas, se topacon un pelotón de fusileros de la

Page 279: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Guardia Imperial. El choque es brutal, abocajarro, y tras los primeros navajazosy escopetazos los madrileños separapetan en las esquinas con Puebla ySanto Domingo. Durante buen rato, y conno poco atrevimiento, libran allí unporfiado combate que causa bajas a losfranceses, viéndose ayudados en larefriega por gente del vecindario quearroja tiestos y objetos desde losbalcones. Al cabo, a punto de verseenvueltos por tropas de refresco quellegan de las calles adyacentes, lapartida se disuelve dejando variosmuertos sobre el terreno. José Lueco,herido de un sablazo en la cara y un

Page 280: Un dia de colera   arturo perez-reverte

balazo en el hombro, consigue refugiarseen una casa próxima —al tercer intento,pues las dos primeras puertas a las quellama no se le abren—, dondepermanecerá escondido el resto de lajornada.

Como la del chocolatero Lueco,otras partidas apenas llegan a formarse,o duran el poco tiempo que tardan lastropas francesas en dar con ellas ydispersarlas. Eso ocurre al pequeñogrupo armado de palos y navajas que losfranceses desbandan a cañonazos en laesquina de la calle del Pozo con San

Page 281: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Bernardo, hiriendo a José Ugarte,cirujano de la Real Casa, y a lasantanderina María Oñate Fernández, decuarenta y tres años. Lo mismo pasa enla calle del Sacramento con una partidaencabezada por el presbítero donCayetano Miguel Manchón, quienarmado con una carabina y al mando dealgunos jóvenes resueltos intenta llegaral parque de artillería. Una patrulla dejinetes polacos cae sobre ellos deimproviso, el presbítero resulta heridode un sablazo que le deja los sesos alaire, y su gente, aterrada, se desperdigaen un instante.

Page 282: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Tampoco llegará a su destino elgrupo acaudillado por don JoséAlbarrán, médico de la familia real,quien tras presenciar la matanza dePalacio recluta una cuadrilla depaisanos armados con palos, cuchillos yalgunas escopetas, a los que intentaguiar por San Bernardo. Detenidos porla metralla que los franceses disparancon dos cañones puestos en bateríafrente a la casa del duque de Montemar,deben refugiarse en la calle de SanBenito; y allí se ven cogidos entre dosfuegos cuando otra fuerza francesa, queviene de Santo Domingo, dispara contraellos desde la plaza del Gato. El

Page 283: Un dia de colera   arturo perez-reverte

primero en morir, de un balazo en elvientre, es el yesero de cincuenta ycuatro años Nicolás del Olmo García.El grupo queda deshecho y disperso, yel doctor Albarrán, malamente herido ydejado por muerto —rescatado mástarde por sus amigos, logrará sobrevivir—, es despojado por los imperiales desu levita, reloj y doce onzas de oro quelleva encima. A su lado, tras habersebatido con un pequeño espadín de cortey una pistola de bolsillo como únicasarmas, muere Fausto Zapata y Zapata, dedoce años, cadete de GuardiasEspañolas.

Page 284: Un dia de colera   arturo perez-reverte

En una casa de la calle del Olivo, elniño de cuatro años y medio Ramón deMesonero Romanos —que con el tiemposerá uno de los escritores más popularesy castizos de Madrid— también resultavíctima accidental del tumulto. Alprecipitarse con su familia al balcónpara ver a un grupo de paisanos quegritan «¡A armarse! ¡Viva Fernando VIIy mueran los franceses!», el pequeñoRamón tropieza y se abre la frente conlos hierros de la barandilla. Muchosaños después, en sus Memorias de unsetentón, Mesonero Romanos contará elepisodio, describiendo a su madre, doñaTeresa, preocupada por la salud del hijo

Page 285: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y por lo que ocurre en la calle,encendiendo candelillas ante una imagendel Niño Jesús y rezando con fervor elrosario, mientras el padre —el hombrede negocios Tomás Mesonero— debateinquieto con sus vecinos. En esemomento se presenta en la casa un amigode la familia, el capitán de infanteríaFernando Butrón, a dejar su espada y lacasaca de uniforme, a fin de evitar,según dice, que los grupos de paisanosque recorren las calles lo obliguen,como ya han intentado tres veces, aponerse a su cabeza.

—Van por ahí revueltos ydesconcertados, buscando quien los

Page 286: Un dia de colera   arturo perez-reverte

dirija —cuenta Butrón, mientras sequeda en chupa y mangas de camisa—.Pero todos los militares tenemos ordende ir a encerrarnos en los cuarteles…No hay otra.

—¿Y todos obedecen? —preguntadoña Teresa Romanos, que sin dejar depasar cuentas del rosario le trae un vasode clarete fresco.

Butrón bebe el vino sin respirar y seprueba la chaqueta inglesa que le ofreceel dueño de la casa. Queda algo corta demangas, pero mejor eso que nada.

—Yo, al menos, pienso obedecer…Pero no sé qué pasará si esta locurasigue adelante.

Page 287: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Jesús, María y José!Doña Teresa se retuerce las manos y

empieza a murmurar el vigésimoavemaría de la mañana. Tumbado en uncanapé junto a la imagen del Niño Jesús,con un emplasto de vinagre en la frente,Ramoncito Mesonero Romanos llora amoco tendido. De vez en cuando, a lolejos, suenan tiros.

En la puerta del Sol hay reunidasdiez mil personas, y el gentío seextiende hacia las calles cercanas, deMontera hasta la red de San Luis, asícomo por Arenal, Mayor y Postas,

Page 288: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mientras grupos armados con trabucos,garrotes y cuchillos patrullan losalrededores, alertando de toda presenciafrancesa. Desde el ventanal de su casa,en el número 15 de la calle de Valverde,esquina a Desengaño, Francisco deGoya y Lucientes, aragonés de sesenta ydos años de edad, miembro de laAcademia de San Fernando y pintor dela Real Casa con cincuenta mil reales derenta, lo mira todo con expresión adusta.Dos veces ha rechazado a su mujer,Josefa Bayeu, al solicitarle ésta que bajela persiana y se retire al interior. Enchaleco, abierto el cuello de la camisa ylos brazos cruzados sobre el pecho, un

Page 289: Un dia de colera   arturo perez-reverte

poco inclinada la cabeza poderosa quetodavía luce pelo espeso y crespo conpatillas grises, el pintor vivo másfamoso de España permanece asomado,tozudo, observando el espectáculocallejero. De las voces del gentío y losdisparos sueltos, lejanos, apenas llegana sus oídos —sordos desde que unaenfermedad los maltrató hace años—algunos ruidos amortiguados que seconfunden con los rumores de sucerebro, siempre atormentado, tenso ydespierto. Goya está en el balcón desdeque, hace poco más de una hora, eljoven de dieciocho años León Ortega yVilla, discípulo suyo, vino desde su casa

Page 290: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de la calle Cantarranas a pedirlepermiso para no ir al estudio. «A lomejor tenemos que hacer frente a losfranceses», le dijo al pintor,acercándose a su oído inválido ylevantando mucho la voz, como decostumbre, antes de marcharse con unasonrisa juvenil y heroica, propia de suspocos años, sin atender los ruegos deJosefa Bayeu, que le recriminaba correrriesgos sin preocuparse de la angustiade su familia.

—Tienes madre, León.—Y vergüenza torera, doña Josefa.Ahora Goya sigue inmóvil, mirando

ceñudo el denso hormigueo de gente que

Page 291: Un dia de colera   arturo perez-reverte

baja hacia la puerta del Sol o sube porFuencarral en dirección al parque deartillería. Hombre genial, predestinado ala gloria de las pinacotecas y a lahistoria del Arte, intenta vivir y pintarmás allá de la realidad de cada día, pesea sus ideas avanzadas, a sus amigosactores, artistas y literatos —entre ellosMoratín, cuya suerte preocupa hoy alpintor—, a sus buenas relaciones con laCorte y a su rencor, no siempre secreto,hacia el oscurantismo, los frailes y laInquisición. Que durante siglos, a sujuicio, han convertido a los españoles enesclavos, incultos, delatores y cobardes.Pero mantener la propia obra lejos de

Page 292: Un dia de colera   arturo perez-reverte

todo eso resulta cada vez más difícil. Yaen la serie de grabados Los caprichos,realizada hace nueve años, el aragonéspuso en solfa, sin apenas disimulo, acuras, inquisidores, jueces injustos,corrupción, embrutecimiento del puebloy otros vicios nacionales. Del mismomodo, esta mañana le resulta imposiblesustraerse a los negros presagios queensombrecen Madrid. El rumor vago quellega a los tímpanos maltrechos delviejo pintor se incrementa a veces,subiendo de punto, mientras las cabezasde la multitud se agitan en oleadas, igualque el trigo a efectos del viento, o elmar cuando avisa temporal. El aragonés

Page 293: Un dia de colera   arturo perez-reverte

es hombre enérgico, que en su juventudhizo de torero, riñó a navajazos y fueprófugo de la justicia; no se trata de unpetimetre ni un apocado. Sin embargo,ese gentío para él casi silencioso, que seestremece y agita cerca, tiene algooscuro que lo inquieta más allá delmotín inmediato o los disturbiosprevisibles. En las bocas abiertas y losbrazos alzados, en los grupos que pasanllevando en alto palos y navajas,gritando palabras sin sonido que en lacabeza de Goya suenan tan terriblescomo si pudiera oírlas, el pintor intuyenubes oscuras y torrentes de sangre. Asu espalda, entre lápices, carboncillos y

Page 294: Un dia de colera   arturo perez-reverte

difuminos, sobre la mesita donde sueletrabajar en sus apuntes aprovechando laclaridad del amplio ventanal, está elesbozo de algo iniciado esta mañana,cuando la luz era todavía gris: un dibujoa lápiz donde se ve a un hombre deropas desgarradas, arrodillado y con losbrazos en cruz, rodeado de sombras quelo cercan como fantasmas de unapesadilla. Y al margen de la hoja, con suletra fuerte, indiscutible, Goya ha escritounas palabras: Tristes presentimientosde lo que ha de acontecer.

Jacinto Ruiz Mendoza padece de

Page 295: Un dia de colera   arturo perez-reverte

asma, y hoy ha amanecido —como leocurre a menudo— con fiebre alta yprofunda sensación de ahogo. Desde lacama en la que se encuentra postradooye disparos sueltos y se incorpora conesfuerzo. Tiene el cuerpo empapado ensudor, así que se quita la camisa dedormir húmeda, se refresca un poco lacara con el agua de una jofaina y se vistedespacio, abrochando con dedos torpeslos botones de la nueva casaca blancacon solapas y vueltas carmesíes con laque acaba de ser dotado el regimientode infantería número 36 de Voluntariosdel Estado, donde sirve con el grado deteniente. Le cuesta acabar de ponerse la

Page 296: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ropa, pues se encuentra débil; y suasistente, un soldado al que envió enbusca de noticias, no ha vuelto todavía.Al cabo logra ponerse las botas, y conpasos indecisos se dirige a la puerta.Nacido en Ceuta hace veintinueve años,Jacinto Ruiz es delgado, de complexióndébil, pero voluntarioso y con muchopundonor militar. Su carácter estranquilo, casi tímido, con un punto deretraimiento debido a la enfermedadrespiratoria que padece desde niño. Porlo demás, patriota, fiel cumplidor de susobligaciones, amante del Ejército y de lagloria de España, en los últimos tiemposha sufrido lo indecible, como tantos de

Page 297: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sus camaradas, por la postraciónnacional ante el poder napoleónico.Aunque, no siendo hombre exaltado,nunca expresó opiniones políticas másallá del cerrado círculo de los amigosíntimos.

En la escalera, Ruiz encuentra a unmozalbete que sube corriendo, y con élse informa de que los franceses disparancontra el pueblo mientras grupos deciviles se encaminan a los cuarteles enbusca de armas. Inquieto, Jacinto Ruizsale a la calle y apresura el paso sinresponder a las interpelaciones quevarios vecinos, al ver su uniforme, lehacen desde los balcones en demanda de

Page 298: Un dia de colera   arturo perez-reverte

noticias. Sigue sin detenerse endirección al cuartel de Mejorada,situado al final de la calle de SanBernardo, en el número 83 y haciendoesquina con San Hermenegildo, un pocomás arriba del edificio de la Junta deArtillería. De ese modo, lo más aprisaque puede, aunque sin descomponer elpaso para no causar mala impresión,luchando con el sofoco de sus pulmonesenfermos y pese a la fiebre que le hacearder la frente bajo el sombrero, elhumilde teniente de infantería, cuyonombre no es más que una escueta líneaen el escalafón del Ejército, acude aincorporarse a su regimiento sin

Page 299: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sospechar que, cerca de la calle por laque ahora camina, muchos años despuésde este largo día que apenas comienza,se alzará un monumento de bronce a sumemoria.

Lo que se oye en la distancia sontiros sueltos, pero no descargas. Esotranquiliza un poco a Antonio AlcaláGaliano, que recorre el barrioobservando el revuelo de la gente. Susdiecinueve años no le impiden darsecuenta de lo obvio: las cuadrillas vantan ridículamente armadas que parecelocura desafiar a los soldados franceses.

Page 300: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Aun así, a impulsos de su mocedad, eljoven acaba uniéndose a un grupo quepasa con mucho alboroto junto a laiglesia de San Ildefonso, más por lasmujeres que miran desde los balconesque por otra cosa. Está enamorado deuna madrileña, y eso lo alienta a podercontar algún lance heroico, aunque seamínimo. La cuadrilla, compuesta demuchachos, la dirige uno con trazas deoficial artesano, que da vivas al reyFernando. Los sigue el joven AlcaláGaliano hasta la calle Fuencarral, dondesurge una acalorada discusión sobre elcamino a seguir: unos quieren ir a uncuartel a juntarse con la tropa y pelear

Page 301: Un dia de colera   arturo perez-reverte

juntos y en orden, mientras otrospretenden embestir a los francesesdonde los encuentren, tendiéndolesceladas para hacerse con sus armas yseguir actuando a saltos, en pequeñosgrupos, atacando y retirándose poresquinas y azoteas. La disputa seenciende, algunos están a punto de llegara las manos, y uno de los más exaltados,descamisado y de malas trazas, terminavolviéndose a Alcalá Galiano:

—¿Qué opina usted, amigo?El tratamiento llano no le hace

gracia al educado huérfano del héroe deTrafalgar, que además pertenece a laMaestranza de Caballería de Sevilla,

Page 302: Un dia de colera   arturo perez-reverte

aunque vista de paisano. Así que,disgustado pero con prudencia ymarcando distancias, responde que notiene opinión formada al respecto.

—¿Pero quiere matar franceses, ono?

—Claro que sí. Aunque nopretenderá que los mate a puñetazos…No llevo armas.

—En eso estamos. En buscarlas.Alcalá Galiano mira los rostros

poco simpáticos que lo rodean. Casitodos son mozos de baja condición, y nofaltan chicuelos desharrapados de lacalle. Tampoco le pasan inadvertidaslas miradas recelosas que dirigen a su

Page 303: Un dia de colera   arturo perez-reverte

frac y sombrero bordado. «Uncurrutaco», oye decir a uno. A éstos,concluye inquieto, hay que temerlos másque a los franceses.

—Pues ahora que me acuerdo —responde, todo lo sereno que puede—,tengo armas en mi casa. Así que voy abuscarlas, que vivo cerca, y vuelvo.

El otro lo estudia de arriba abajo,suspicaz y despectivo.

—Vaya entonces, hombre de Dios.Alcalá Galiano titubea, picado por

el tono, y en ese momento se acerca elque hace las veces de jefe. Es unesportillero de manos fuertes y callosas,que huele a sudor.

Page 304: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Usted —le dice a bocajarro— nonos sirve para nada.

El joven siente un golpe de calor enla cara. Qué diablos hago yo, concluye,con esta gente.

—Pues que tengan un buen día.Herido en su amor propio, pero

aliviado en cuanto a la inquietantecuadrilla que deja atrás, Alcalá Galianoda media vuelta y se encamina a su casa.Una vez allí, tomando su sombrero congalón de plata y su espada, no sin dejara la madre inquieta y llorosa al verloarriesgarse de nuevo, sale en busca demejor compañía, dispuesto a mezclarseen la refriega junto a gente decente y

Page 305: Un dia de colera   arturo perez-reverte

juiciosa. Pero sólo encuentra grupos depaisanos enfurecidos, casi todos gentebaja, y algún militar intentandocontenerlos. En la esquina de la calle dela Luna con Tudescos ve a un oficial debuen aspecto, teniente de Guardias deCorps, a quien pide consejo. El otro,creyendo por el galón del sombrero quees uno de sus guardias, le pregunta quéhace en la calle y si no conoce lasórdenes.

—Soy maestrante, señor teniente. DeSevilla.

—Pues vuélvase inmediatamente asu casa. Yo voy de camino a mi cuartel,y las órdenes son de no moverse. Y si

Page 306: Un dia de colera   arturo perez-reverte

llega el caso, de disparar para sosegarel tumulto.

—¿Contra la gente?—Todo puede ser. Ya ve cómo

andan todos, rabiosos y sin freno. Haymuchas muertes de franceses y empiezaa haberlas de paisanos… Usted parecede buena familia. Ni se le ocurrajuntarse con la gente exaltada.

—Pero… ¿De verdad nuestrastropas no van a entrar en combate?

—Ya se lo he dicho, diantre. Lerepito que vaya a su casa y no se mezclecon esa chusma.

Convencido y obediente,escarmentado por la propia experiencia,

Page 307: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Antonio Alcalá Galiano desanda elcamino a su domicilio, donde la madre,que aguarda angustiada, lo recibe conmuchos ruegos de que no vuelva a salir.Y al fin, confuso y desalentado porcuanto ha visto, accede a quedarse encasa.

Mientras el joven Alcalá Galianorenuncia a ser actor de la jornada,grupos de madrileños siguen intentandollegar al parque de Monteleón en buscade armas. Desviándose en largo rodeo,el cerrajero Blas Molina y los suyos seven detenidos cerca de la corredera de

Page 308: Un dia de colera   arturo perez-reverte

San Pablo por la presencia de un piquetefrancés, al que Molina, con el juiciodespabilado por la experiencia dePalacio, decide no incomodar.

—Cada cosa a su tiempo —susurra—. Y los nabos en Adviento.

Otras partidas, sin embargo, lleganpronto y sin novedad a las puertas delparque, engrosando el número de losque allí se congregan. Tal es el caso dela acaudillada por el estudianteasturiano José Gutiérrez, un joven flacoy enérgico a quien se unen, con otradocena de individuos, el peluqueroMartín de Larrea y su mancebo FelipeBarrio. También el vecino de la calle

Page 309: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del Príncipe Cosme Martínez del Corral,impresor y administrador de una fábricade papel y antiguo soldado de artillería,pese a llevar encima 7.250 reales encédulas retiradas esta mañana, acude aMonteleón para ofrecerse a sus antiguoscompañeros, por si se ven en trance debatirse. Por su parte, el almacenista decarbón Cosme de Mora, que tiene tiendaen la corredera de San Pablo, y su amigoel portero de juzgado Félix Tordesillas,vecino de la calle del Rubio, logranabrirse paso al frente de un grupo devecinos sin encontrar franceses que losinquieten. A esta partida, una de las másnumerosas, se unen por el camino el

Page 310: Un dia de colera   arturo perez-reverte

oficial de obras Francisco Mata, elcarpintero Pedro Navarro, el sangradorde la calle Silva Jerónimo Moraza, elarriero leonés Rafael Canedo, y JoséRodríguez, botillero de San Jerónimo,que viene acompañado de su hijoRafael. En la calle Hortaleza losalcanzan los hermanos Antonio y ManuelAmador; que, pese a su rechazo y a lospescozones que le dan, no pueden evitarque los siga su hermano pequeñoPepillo, de once años.

Otra cuadrilla que está a punto dellegar a Monteleón es la levantada por

Page 311: Un dia de colera   arturo perez-reverte

José Fernández Villamil, hostelero de laplazuela de Matute, a quien siguenescoltando los mozos a su servicio,algunos vecinos y el mendigo de AntónMartín. Irrumpiendo en el retén deInválidos de las Casas Consistoriales,Fernández Villamil ha logradoapoderarse, sin resistencia por parte delos guardias —uno se unió a ellos—, demedia docena de fusiles, sus bayonetas yla munición correspondiente. Entretodos los paisanos sublevados hoy enMadrid, el hostelero y su partida seránde los que más peripecias vivan. Apenasconseguidos los fusiles, trasencaminarse a Palacio por Atocha y la

Page 312: Un dia de colera   arturo perez-reverte

calle Mayor, tuvieron un encuentro cercade los Consejos con un pequeñodestacamento de caballería imperial. Enla escaramuza, derribado de un tiro eloficial enemigo, el grupo se vioobligado a retroceder hasta lossoportales de la plaza Mayor,manteniendo allí un breve tiroteo hastaque, llegada desde Palacio una avanzadade infantería francesa, el hostelero y lossuyos tuvieron que replegarse, cruzandoal descubierto y bajo fuego intenso lapuerta de Guadalajara hacia la plaza delas Descalzas, donde se les unieron elmaestro cerrajero Bernardo Morales yJuan Antonio Martínez del Álamo,

Page 313: Un dia de colera   arturo perez-reverte

dependiente de Rentas Reales. Un nuevointento de ir a Palacio se vio frustradohace rato por una descarga de metrallaal doblar una esquina. De regreso a lasDescalzas, mientras se deteníanagrupados para recobrar alientodiscutiendo qué hacer, algunos vecinosles han dicho desde los balcones quegrupos de paisanos se dirigen al parquede Monteleón. De modo que, tras brevealto para refrescarse en la taberna deSan Martín y coger un pellejo de vino deuna arroba para el camino —a la vistade los fusiles, el tabernero se niega acobrarles nada—, Villamil y sushombres, mendigo incluido, toman a

Page 314: Un dia de colera   arturo perez-reverte

buen paso el camino del parque, sin queesta vez nadie grite «¡A matarfranceses!». Aunque se cruzan conpequeños grupos que alborotan y pidenarmas, o vecinos que jalean desdeportales, balcones y ventanas, elhostelero y sus acompañantes,escarmentados, avanzan ojo avizorpegados a las casas, con las armasprevenidas, la boca cerrada yprocurando no llamar la atención.

Por las ventanas de la Junta deArtillería siguen oyéndose disparos a lolejos —ahora el tiroteo es continuo— y

Page 315: Un dia de colera   arturo perez-reverte

gritos de gente suelta que pasa caminode Monteleón. A las once de la mañana,el capitán Pedro Velarde, que parapreocupación de su coronel continúahaciendo garabatos en un papel mientrasmurmura entre dientes «a batirnos, abatirnos», echa hacia atrás su silla, conviolencia, y se pone en pie, apoyadasambas manos en la mesa.

—¡A morir! —exclama—. ¡A vengara España!

Navarro Falcón se levanta e intentacontenerlo, pero Velarde está fuera desí. Cada disparo de los que suenan en lacalle, cada grito de la gente que pasa,parece roerle las entrañas.

Page 316: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Descompuesto el gesto, pálido el rostro,rechaza a su superior, y ante los ojosespantados de oficiales, soldados yescribientes que acuden al oír sus voces,se precipita hacia la escalera.

—¡Vamos a batirnos con losfranceses!… ¡A defender a la patria!

Todos se miran indecisos mientrasel coronel levanta los brazos, ordenandoque permanezcan donde están. Velarde,que se ha detenido un instante para versi alguien lo acompaña, da media vueltay se lanza a la calle, arrebatando decamino el fusil a uno de los ordenanzas.

—¡Todo el mundo quieto! —ordenaNavarro Falcón—. ¡Que nadie lo siga!

Page 317: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Del medio centenar de hombres queen este momento se encuentran en lasoficinas, patio y zaguán de la Junta deArtillería, sólo dos desobedecen esaorden: el escribiente de cuenta y razónManuel Almira y el meritorio DomingoRojo Martínez. Levantándose de susmesas, dejan plumas y tinteros, cogencada uno un fusil, y sin decir palabrasiguen a Velarde.

Casi a la misma hora en que elcapitán Velarde abandona la Junta deArtillería, al otro lado de la ciudad,cerca de la fuente de Neptuno, el capitán

Page 318: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Marcellin Marbot mira la cuesta quebaja del Buen Retiro, dispuesto a guiarlas avanzadas de la columna decaballería que el general Grouchy envíaen dirección a la puerta del Sol, dondesegún un correo que acaba de llegar —al galope y con un brazo roto de unbalazo— todo sigue en manos delpopulacho. Vuelto a mirar sobre lagrupa del caballo, firme y erguido en susilla, Marbot admira el aspectoimponente de la máquina de guerrainmóvil a su espalda.

«Nada en el mundo —se dice conorgullo— puede detener esto».

Y no le falta razón. Aquélla es la

Page 319: Un dia de colera   arturo perez-reverte

crema de las tropas imperiales. Lamejor caballería del mundo. A lo largode la tapia sur de las caballerizas,escalonadas por escuadrones, lascompactas filas de monturas y jinetesocupan toda la extensión de la alamedahasta la plaza del Coliseo del antiguopalacio de los Austrias, centellandopuntas de lanza, cascos y cordonesdorados bajo el sol de la mañana. Lavanguardia está formada por un centenarde mamelucos y medio centenar dedragones de la Emperatriz. Los siguendoscientos cazadores a caballo y otrostantos granaderos montados,pertenecientes todos a la Guardia

Page 320: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Imperial, y casi un millar de dragones dela brigada Privé. La misión de esafuerza de caballería es despejar lapuerta del Sol y la plaza Mayor paraconverger allí con la infantería, quellegará por las calles Arenal y Mayor, yla caballería pesada, que desde losCarabancheles avanzará por la calle deToledo.

—Usted dirá, Marbot.El veterano coronel Daumesnil,

encargado de dirigir el primer ataque,llega junto al capitán. Viene a lomos deun espléndido tordo rodado, vestido consu vistoso uniforme de coronel decazadores a caballo de la Guardia: el

Page 321: Un dia de colera   arturo perez-reverte

dolmán verde, la pelliza rojabalanceándose con garbo sobre unhombro, el colbac de piel de oso con subarbuquejo enmarcándole los ojos vivosy el mostacho. Reprimir alborotos demuchachos y viejas, ha dichodespectivo, es impropio de un soldado.Pero las órdenes son las órdenes.Respetuosamente, Marbot recomienda lacalle de Alcalá, que es ancha ydespejada.

—Con atención a las bocacalles dela izquierda, mi coronel. Hay muchagente emboscada.

Daumesnil, sin embargo, se muestrapartidario de enviar la vanguardia por

Page 322: Un dia de colera   arturo perez-reverte

San Jerónimo, que es el camino máscorto. El resto de la fuerza seguirá luegopor Alcalá, despejando así ambasavenidas.

—Que asomen el hocico, si seatreven… ¿Se adelanta usted de vueltacon el gran duque o viene con nosotros?

—Tal como está la puerta del Sol,prefiero acompañarlos. Ya ha vistocómo llegó el último batidor, y lo quecuenta. Con mi pequeña escolta nopodré pasar.

—Permanezca a mi lado, entonces…¡Mustafá!

El bravo jefe de los mercenariosegipcios, el mismo que en Austerlitz

Page 323: Un dia de colera   arturo perez-reverte

estuvo a punto de alcanzar al gran duqueConstantino de Rusia, avanza con sucaballo, acariciándose solemne losdesaforados bigotes. Es un tipo grande yfuerte, que viste pantalón bombachorojo, chaleco y turbante, y al cinto lucecurva gumía y un largo alfanje, como elresto de sus camaradas.

—Tú y tus mamelucos vais delante.Sin piedad.

En el rostro atezado del egipciodestella una sonrisa feroz. «IallahBismillah», responde, y tornando grupasalcanza la cabeza de su colorida tropa.Entonces el coronel Daumesnil sevuelve a su corneta de órdenes, suena un

Page 324: Un dia de colera   arturo perez-reverte

clarinazo, todos gritan «¡Viva elEmperador!» y la vanguardia de lacolumna se pone en marcha.

Veinte minutos antes de que lacaballería de la Guardia Imperialavance desde el Buen Retiro, el alférezde fragata Manuel Esquivel, con todo elalivio del mundo, ha visto llegar surelevo a la casa de Correos de la puertadel Sol.

—¿Traen ustedes munición?El otro, un teniente chusquero de

edad avanzada, el aire rudo e inquieto,niega con la cabeza.

Page 325: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Ni siquiera para nosotros. Ni unmal cartucho.

Al escuchar aquello, Esquivel nohace aspavientos. Se lo esperaba.Tendrá que hacer todo el camino deregreso al cuartel con la tropa indefensa,a través de una ciudad enloquecida.Malditos sean, piensa. Sus jefes, losfranceses, el populacho y la madre quelos trajo a todos.

—¿Cuáles son las últimasinstrucciones?

—No han cambiado. Encerrarnos yno asomar la gaita.

—¿Así estamos todavía?… ¿Con loque está pasando ahí afuera?

Page 326: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El otro tuerce el gesto condesagrado.

—A mí qué me cuenta. Yo cumploórdenes, como usted.

—¿Órdenes? ¿Qué órdenes?… Aquínadie ordena nada.

El teniente no responde, limitándosea mirarlo como urgiéndolo a irse de unavez. Esquivel observa angustiado a susveinte granaderos de Marina, queterminan de formar en el patio con losinútiles fusiles colgados al hombro. Paracolmo, comprueba, el vistoso uniformede esa tropa de élite, casaca azul convueltas rojas, correaje blanco y gorroforrado de piel, puede confundirse de

Page 327: Un dia de colera   arturo perez-reverte

lejos con el de los granaderosimperiales.

—¿Qué hay de los franceses?El teniente hace amago de escupir

entre sus botas, pero se contiene. Luegoencoge los hombros con indiferencia.

—Se preparan para marchar sobre elcentro de la ciudad. O eso dicen.

—Será una matanza. Ya ve cómoestá la gente de encendida. He vistocosas…

—Ése es problema de los gabachos,¿no cree?… Ni suyo ni mío.

Está claro que al recién llegadoempieza a incomodarlo tantaconversación. Y parece resuelto a no

Page 328: Un dia de colera   arturo perez-reverte

complicarse la vida. Ahora dirigeojeadas impacientes a diestra ysiniestra, con visibles deseos de queEsquivel desaparezca y atrancar laspuertas.

—Yo de usted me iría a toda prisa—sugiere.

Esquivel asiente como si acabara deescuchar el Evangelio.

—No me lo pensaré dos veces —concluye—. Buena suerte.

—Lo mismo digo.Haciendo de tripas corazón,

preocupado por lo que va a encontrarafuera, el alférez de fragata se acerca asus granaderos, que lo miran entre

Page 329: Un dia de colera   arturo perez-reverte

confiados e inquietos. Del edificio deCorreos al cuartel de Marina, situado enel paseo del Prado, hay un trecho largo.Aunque estarán mejor allí, con el restode la compañía —sobre todo si al finalse les ordena salir a la calle para ayudaral pueblo o para reprimirlo—, eltrayecto se presenta lleno de obstáculos:la distancia, la gente y los franceses.Sobre todo estos últimos, que viniendodel Buen Retiro van a seguir, sin duda,el mismo camino que él debe tomar, a lainversa, para ir al cuartel. Y no quiereimaginar lo que pasará si se encuentran.

—Calen bayonetas.«Por lo menos —decide en sus

Page 330: Un dia de colera   arturo perez-reverte

adentros— que la cosa no nos pille conlas manos en los bolsillos».

—Preparados para salir. A mi ordeny sin detenerse. Vean lo que vean, paselo que pase, no atiendan más que a mí…¿Listos?

El sargento del piquete, con su caracurtida de veterano y sus cicatrices deTrafalgar, lo mira como preguntándolesi sabe lo que hace. Para tranquilizar ala tropa, Esquivel compone una sonrisa.

—Fusil en prevengan. Paso ligero.Y tras persignarse mentalmente,

poniéndose a la cabeza de sus hombres,el alférez de fragata abandona eledificio. Apenas en la calle, su primera

Page 331: Un dia de colera   arturo perez-reverte

impresión es que penetra en un océanode gente. Al reconocer los uniformes deMarina, la multitud deja paso,respetuosa. Hay mucho pueblo llano,con numerosas mujeres que han venidode la parte sur de la ciudad, y losbalcones y ventanas están cuajadoscomo si de una fiesta se tratara. Unossonríen, dan vivas o aplauden viendotropa española. Otros, más hoscos, losincitan a unirse a ellos o entregar losfusiles. Impertérrito, sin hacer caso anadie, Esquivel sigue su marcha. Dellado de Santa Ana oye tiros sueltos.Procurando no mirar a nadie, el sable enla vaina y suspendido en la mano

Page 332: Un dia de colera   arturo perez-reverte

izquierda, los ojos fijos en laembocadura de la carrera de SanJerónimo, el marino dirige a susgranaderos mientras ruega a Dios lespermita llegar a tiempo y sin novedad alpaseo del Prado.

—¡Mantengan el paso!… ¡Vista alfrente!

La marcha, siempre a pasoredoblado, lleva al piquete junto al BuenSuceso y luego carrera de San Jerónimoabajo, donde Esquivel observa que losgrupos de gente son más dispersos,clarean y acaban siendo pequeñaspartidas agazapadas en portales yesquinas con trabucos, palos y cuchillos.

Page 333: Un dia de colera   arturo perez-reverte

En tres ocasiones, al pasar por lasbocacalles que llevan a Antón Martín yla calle de Atocha, les hacen algunosdisparos de lejos —no se sabe sifranceses o españoles—, que no causandesgracias, aunque sí sobresalto.Mientras mantiene el paso rápido,trotando con resonar de botas en elsuelo, y a medida que el piquete seacerca a la confluencia de San Jerónimoy el Prado, Esquivel siente desfallecerleel ánimo cuando ve la rutilante ycompacta columna de caballeríafrancesa que, despacio, extendiéndosepor atrás hasta el Buen Retiro, baja porla cuesta y avanza en dirección

Page 334: Un dia de colera   arturo perez-reverte

contraria, todavía a unas cien varas dedistancia.

—Virgen santa —exclama elsargento, a su espalda.

Esquivel se vuelve, con un rugido.—¡Conserven la formación!… ¡Vista

al frente!… ¡Cabeza, variaciónizquierda!

Y así, sólo un poco antes de que lacaballería francesa rebase la fuente deNeptuno, desfilando impasible a pasoligero ante los sorprendidos jinetes de lavanguardia imperial, el pequeñodestacamento español, con todos susgranaderos mirando al vacío como si novieran la amenazadora masa de hombres

Page 335: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y caballos, gira disciplinadamente en laesquina misma y se aleja bajo losárboles del paseo del Prado, a salvo.

Hacia las once y media de lamañana, cuando la vanguardia decaballería avanza hacia la puerta del Solpor San Jerónimo, el resto de las tropasimperiales situadas en las afueras deMadrid han abandonado suscampamentos y se dirigen a las puertasde la ciudad, obedeciendo las órdenesde tomar las grandes avenidas yconverger en el centro. Al vermultiplicarse la presencia de franceses,

Page 336: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y comprobando que sus avanzadas abrenfuego sin aviso previo contra todo grupode civiles que encuentran a su paso, lagente que sigue en la calle buscadesesperadamente armas. A veces lasobtiene asaltando tiendas, salones deesgrima, cuchillerías, o saqueando laArmería Real, de donde algunos salencon corazas, alabardas, arcabuces yespadas de los tiempos de Carlos V. Aesa misma hora, por la tapia trasera delcuartel de Guardias Españolas, un grupode soldados pasa fusiles y cartuchos alpaisanaje que desde allí reclama,mientras sus oficiales miran hacia otrolado pese a las órdenes recibidas. El

Page 337: Un dia de colera   arturo perez-reverte

coronel don Ramón Marimón, que sepresentó apenas comenzaron losdisturbios, ha llegado a tiempo deimpedir que la tropa, ya formada paraello, saliera a la calle. Pese a todo,cinco soldados uniformados, entre losque se cuentan el sevillano deveinticinco años Manuel Alonso Albis yel madrileño de veinticuatro EugenioGarcía Rodríguez, saltan la tapia y seunen a los insurrectos. De este modoforman partida una treintena de soldadosy paisanos entre los que se encuentranJosé Peña, zapatero de diecinueve años;José Juan Bautista Montenegro, criadodel marqués de Perales; el toledano

Page 338: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Manuel Francisco González Rivas,vecino de la calle del Olivar; elmadrileño Juan Eusebio Martín, y eloficial herrero de cuarenta años JuliánDuque. Todos juntos se dirigen hacia elpaseo del Prado cruzando por el huertode San Jerónimo y el jardín Botánico, enbusca de franceses. Allí combatirán, conextraordinaria dureza y haciendo daño alenemigo, contra destacamentos decaballería que bajan del Buen Retiro yunidades de infantería imperial queempiezan a subir desde el paseo de lasDelicias y la puerta de Atocha.

Page 339: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Mientras los choques entremadrileños y avanzadillas francesas segeneralizan a lo largo del Prado, elmozo de caballerías reales GregorioMartínez de la Torre, de cincuenta años,y José Doctor Cervantes, de treinta ydos, que se dirigían al cuartel deGuardias Españolas en busca de armas,dan media vuelta al ver el paso cortadopor una columna de jinetes franceses. Alpoco encuentran a un conocido llamadoGaudosio Calvillo, funcionario delResguardo de la Real Hacienda, que vaapresurado llevando cuatro fusiles, dos

Page 340: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sables y una bolsa de cartuchos.Calvillo les cuenta que muy cerca, en elportillo de Recoletos, sus compañerosde Aduanas se disponen a batirse, o lohacen ya; de modo que cogen un fusilcada uno y deciden seguirlo. Por elcamino, al verlos armados y resueltos,se les unen los hortelanos de la duquesade Frías y del marqués de Perales JuanFernández López, Juan José Postigo yJuan Toribio Arjona, llevandoFernández López una escopeta de cazade su propiedad y provistos los otrossólo de navajas. Arjona se hace cargodel fusil que resta, y llegan de ese modoa las inmediaciones del portillo, justo

Page 341: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuando los aduaneros y algunos paisanosse enfrentan a avanzadillas de infanteríafrancesa que se aventuran por el lugar.Saltando tapias, corriendo agachadosbajo los árboles de las huertas, los seisterminan por unirse a un gruponumeroso, formado entre otros por losfuncionarios del Resguardo AnselmoRamírez de Arellano, FranciscoRequena, José Avilés, Antonio Martínezy Juan Serapio Lorenzo, a quienesacompañan los alfareros del tejar deAlcalá Antonio Colomo, Manuel DíazColmenar, los hermanos Miguel y DiegoManso Martín, y el hijo de éste. Entretodos logran acorralar a unos

Page 342: Un dia de colera   arturo perez-reverte

exploradores franceses que avanzandescuidados por la huerta de San FelipeNeri. Tras furioso intercambio dedisparos, les caen encima con navajas,al degüello, haciendo tan terriblecarnicería que al cabo, espantados de supropia obra, previendo la inevitablerepresalia, se dispersan y corren aocultarse. Los funcionarios buscanamparo en las dependencias de Aduanasdel portillo de Recoletos, y el hortelanoJuan Fernández López, todavía con suescopeta, decide acompañarlos; sinimaginar que de allí a poco rato, cuandollegue el grueso de tropas enemigasqueriendo vengar a sus camaradas, ese

Page 343: Un dia de colera   arturo perez-reverte

lugar se convertirá en una trampa mortal.

En su despacho de la Cárcel Real, eldirector no da crédito a sus oídos.

—¿Que los presos solicitan qué?El portero jefe, Félix Ángel, que

acaba de poner un papel manuscritosobre la mesa de su superior, encoge loshombros.

—Lo piden respetuosamente, señordirector.

—¿Y qué es lo que dice quesolicitan?

—Defender a la patria.—Me toma el pelo, Félix.

Page 344: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Dios me libre.Poniéndose los anteojos, incrédulo

todavía, el director lee la instancia queacaba de presentar el portero jefe,transmitida por conducto reglamentario:

Abiendo adbertido el desorden quese nota en el pueblo y que por losbalcones se arroja almas y munisionespara la defensa de la Patria y el Rey, elabajo firmante Francisco Xavier Cayónsuplica en su nombre y de suscompañeros bajo juramento de volbertodos a la prisión se nos ponga enlibertad para ir a exponer la vidacontra los estrangeros y en bien de la

Page 345: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Patria.Respetuosamente en Madrid a dos

de mayo de mil ochosientos y ocho.

Aún estupefacto, el director mira alportero jefe.

—¿Quién es ese Cayón?… ¿Elnúmero quince?

—El mismo, señor director. Tieneestudios, como puede ver. Y buena letra.

—¿De fiar?—Dentro de lo que cabe.El director se rasca las patillas y

resopla, dubitativo.—Esto es irregular… Eh…

Imposible. Ni siquiera en estas difíciles

Page 346: Un dia de colera   arturo perez-reverte

circunstancias… Además, algunos soncriminales con delitos de sangre. Nopodemos dejarlos sueltos.

El portero jefe se aclara la garganta,mira el suelo y luego al director.

—Dicen que si no se atiende lasolicitud de buen grado, se amotinan porfuerza.

—¿Amenazan? —el director da unrespingo—. ¿Se atreven a eso, loscanallas?

—Bueno… Es una forma de verlo.De cualquier manera ya lo han hecho…Están reunidos en el patio y me hanquitado las llaves —el portero jefeseñala el papel sobre la mesa—. En

Page 347: Un dia de colera   arturo perez-reverte

realidad esa instancia es una formalidad.Un detalle de buena fe.

—¿Se han armado?—Bueno, sí… Lo de siempre:

hierros afilados, pinchos, tostones… Lonormal. También amenazan con pegarlefuego a la cárcel.

El director se seca la frente con unpañuelo.

—De buena fe, dice.—Yo no digo nada, señor director.

Lo de buena fe lo dicen ellos.—¿Y se ha dejado quitar las llaves,

por las buenas?—Qué remedio… Pero ya los

conoce. Por las buenas es una manera de

Page 348: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hablar.El director se levanta de su mesa y

da un par de vueltas alrededor. Luego vajunto a la ventana, oyendo preocupadolos tiros de afuera.

—¿Cree que cumplirían su palabra?—Ni idea.—¿Se hace usted responsable?—Lo veo con ganas de guasa, señor

director. Dicho sea con todo respeto.Indeciso, el director vuelve a

secarse la frente. Luego regresa junto ala mesa, coge los lentes y lee otra vez lainstancia.

—¿Cuántos reclusos tenemos ahora?El portero jefe saca una libreta del

Page 349: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bolsillo.—Según el recuento de esta mañana,

ochenta y nueve sanos y cinco en laenfermería: noventa y cuatro en total —cerrando la libreta, hace una pausasignificativa—. Al menos hace unmomento teníamos ésos.

—¿Y quieren salir todos?—Sólo cincuenta y seis, según el tal

Cayón. Otros treinta y ocho, si contamoslos enfermos, prefieren quedarse aquí,tranquilos.

—Es una locura, Félix. Más que unacárcel, esto parece un manicomio.

—Un día es un día, señor director.La patria y todo eso.

Page 350: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El director mira al portero jefe,suspicaz.

—¿Qué pasa?… ¿También quiere ircon ellos?

—¿Yo?… Ni ciego de uvas.

Mientras el director y el portero jefede la Cárcel Real dan vueltas al escritode los presos, una carta de tonodiferente llega a manos de los miembrosdel Consejo de Castilla. Va firmada porel duque de Berg:

Desde este instante debe cesar todaespecie de miramiento. Es preciso que

Page 351: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la tranquilidad se restablezcainmediatamente o que los habitantes deMadrid esperen ver sobre sí todas lasconsecuencias de su resolución. Todasmis tropas se reúnen. Órdenes severase irrevocables están dadas. Que todareunión se disperse, bajo pena de serexterminados. Que todo individuo quesea aprehendido en una de esasreuniones sea inmediatamente pasadopor las armas.

Como respuesta a la intimación deMurat, el abrumado Consejo, con firmadel gobernador don Antonio Arias Mon,se limita a despachar un bando

Page 352: Un dia de colera   arturo perez-reverte

conciliador al que, en una ciudad enarmas y enloquecida, nadie hará caso:

Que ninguno de los vasallos deS.M. maltrate de palabra ni de obra alos soldados franceses, sino que antesbien se les dispense todo favor y ayuda.

Ajeno a cualquier bando publicado opor publicar, Andrés Rovira yValdesoera, capitán del regimiento deMilicias Provinciales de Santiago deCuba, a la cabeza de un pelotón depaisanos que buscan batirse con losfranceses, encuentra al capitán Velarde

Page 353: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuando éste, seguido por losescribientes Rojo y Almira, camina porSan Bernardo hacia el cuartel deMejorada, sede del regimiento deVoluntarios del Estado. Al ver la actitudresuelta de Velarde, Rovira, que loconoce, se le une con su gente. De esemodo llegan juntos al cuartel, dondeencuentran el regimiento formado en elpatio y en actitud de defensa, y a sucoronel, don Esteban Giraldes Sanz yMerino —marqués de Casa Palacio,veterano de las campañas de Francia,Portugal e Inglaterra—, discutiendoagriamente en un aparte con susoficiales, que pretenden echarse a la

Page 354: Un dia de colera   arturo perez-reverte

calle, fraternizar con el pueblo eintervenir en la lucha. Giraldes se niegay amenaza con arrestar a todos losmandos de teniente para arriba, pero ladiscusión se agrava con la presencia dejefes populares, vecinos y conocidos dela gente del cuartel, que se ofrecen paraabrir paso a los soldados hasta elcercano parque de Monteleón,garantizando que el pueblo, necesitadode jefes, acatará cualquier orden militar.

—¡Aquí la única disciplina escumplir lo que yo mando! —exige elcoronel, a punto de perder los estribos.

La posición de Giraldes se debilitacon la llegada de Velarde, Rovira y los

Page 355: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hombres que los siguen. El tenienteJacinto Ruiz, que pese al asma y lamucha fiebre ha logrado incorporarse asu unidad, escucha a Velarde argumentarcon calor, y comprueba que susexaltadas palabras encienden todavíamás los ánimos, incluido el suyo.

—¡No podemos estar cruzados debrazos mientras asesinan al pueblo! —vocea el artillero.

El coronel se mantiene en sus trece,y la situación roza el motín. Frente aquienes afirman que si el regimiento salea la calle su ejemplo alentará al resto detropas españolas, Giraldes opone queeso extendería la matanza, volviendo

Page 356: Un dia de colera   arturo perez-reverte

irreversible el conflicto.—¡Es vergonzoso! —insiste

Velarde, coreado por oficiales ypaisanos—. ¡El honor nos obliga abatirnos por encima de todaconsideración!… ¿Es que no oye ustedlos tiros?

El coronel empieza a dudar, y se lenota. La discusión sube de tono. Lasvoces llegan hasta los soldadosformados en el patio, entre los queempiezan a correr comentarioslevantiscos.

—Permítanos al menos —insisteVelarde— reforzar a los compañeros deMonteleón… Apenas hay allí unos

Page 357: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pocos artilleros con el capitán Daoiz, ylos franceses tienen dentro del parqueuna fuerza muy superior… Será ustedresponsable, mi coronel, si atacan a losnuestros.

—¡No le tolero que me hable en esetono!

Velarde no se achanta lo másmínimo:

—¡Con mi tono o sin él, seráresponsable ante la patria y ante laHistoria!

Ha subido la voz lo suficiente paraque los soldados de las filas próximasescuchen a gusto. En el patio crece elrumor de murmullos. Rojo de ira, con

Page 358: Un dia de colera   arturo perez-reverte

las venas a punto de reventarle por elcuello alto y duro de la casaca, Giraldesseñala la puerta de la calle.

—¡Salga de mi cuartelinmediatamente!

Resuelto, Velarde alza más la voz,que ahora resuena en todo el patio.

—¡Cuando salga, le juro por miconciencia que no lo haré solo!

Es el capitán Rovira quien proponeuna solución. Puesto que el peligro quecorren los artilleros del parque es real,podría enviarse una pequeña tropa paraasegurarlos de cualquier intento francés.Una fuerza oficial, que al mismo tiempofrene a los paisanos que se amontonan

Page 359: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en la calle.—Si la gente se desboca, será peor.

Más uniformes españoles mantendrían ladisciplina.

Al fin, acosado, inseguro de poderseguir manteniendo a sus hombres bajocontrol, el coronel se agarra a esa salidacomo mal menor. A regañadientes,accede a enviar una fuerza a Monteleón.Para ello elige a uno de sus capitanesmás serenos: Rafael Goicoechea, almando de la 3.a compañía del 2.o

batallón, que tiene bajo sus órdenes atreinta y tres fusileros, a los tenientesJosé Ontoria y Jacinto Ruiz Mendoza, alsubteniente Tomás Bruguera y a los

Page 360: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cadetes Andrés Pacheco, Juan ManuelVázquez y Juan Rojo. La instrucciónverbal que recibe Goicoechea es noemprender actos de hostilidad contraninguna fuerza francesa. Tras lo cual,provistos de munición, fusiles alhombro, con su jefe y oficiales al frente,los Voluntarios del Estado abandonan elcuartel y bajan por San Bernardo haciala fuente de Matalobos, la calle de SanJosé y el parque de artillería. Losacompañan Velarde, Rovira y unaveintena de paisanos alborozados. Losvecinos aplauden y vitorean, palmean laespalda a los soldados, y algunos se lesunen. Precediendo a la tropa, aturdido

Page 361: Un dia de colera   arturo perez-reverte

por su precario estado de salud,inflamado de fiebre y respirando condificultad, el teniente Jacinto Ruiz seesfuerza por mantenerse erguido. Alpasar por la esquina de la calle de SanDimas, Ruiz observa cómo el padre delcadete Andrés Pacheco, el exento deGuardias de Corps José Pacheco, quedesde el balcón de su casa ha visto a suhijo pasar con los otros camino deMonteleón, baja a toda prisa ciñéndoseun sable, y sin decir palabra se une a latropa.

—¡Ahí están!… ¡Vienen delante los

Page 362: Un dia de colera   arturo perez-reverte

moros!Cuando la vanguardia de jinetes

desemboca de San Jerónimo en la puertadel Sol, entre el hospital e iglesia delBuen Suceso y el convento de laVictoria, el primer movimiento de lamultitud desarmada es dispersarse porlas calles próximas, esquivando loscaballos lanzados al galope y losalfanjes de los mamelucos, que hacenmolinetes sobre sus cabezas tocadas conturbantes y descargan tajos contra lagente que corre indefensa. Empujadoentre la desbandada general, elpresbítero de Fuencarral don IgnacioPérez Hernández intenta refugiarse en un

Page 363: Un dia de colera   arturo perez-reverte

portal. Allí ayuda a un anciano que hacaído al suelo y se expone a serpisoteado, cuando por todas partessurgen voces de cólera, incitando a noretroceder y plantar cara.

—¡A ellos, rediós!… ¡A por esosmoros gabachos! ¡Que no pasen! ¡Que nopasen!

A su alrededor, espantado, elpresbítero escucha el clac, clac, clac, deinnumerables navajas que se abren.Cachicuernas albaceteñas de sietemuelles, con hojas de entre uno y dospalmos de longitud, que los hombressacan de las fajas, de los bolsillos, debajo los capotes y las chaquetas, y con

Page 364: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ellas en las manos se lanzan ciegos,gritando encolerizados, al encuentro delos jinetes que avanzan.

—¡Viva España y viva el rey!… ¡Aellos!… ¡A ellos!

El choque es brutal, de unsalvajismo nunca visto. Tan ebrios deira que algunos ni se preocupan por suseguridad personal, los madrileños semeten entre las patas de los caballos, seagarran a las bridas y se cuelgan de lassillas, apuñalando a los mamelucos enlas piernas, en el vientre, destripando alos caballos que caen patas al airecoceando sus propias entrañas.

—¡A ellos!… ¡Que no quede moro

Page 365: Un dia de colera   arturo perez-reverte

vivo!Continúan llegando mamelucos a

brida suelta. Tropiezan los caballos conlos cuerpos caídos y siguen adelante asaltos y trompicones, dando corvetascon hombres agarrados a ellos enracimos testarudos y feroces queintentan derribar a los jinetes sinprecaverse de los sablazos, mientras detodos los rincones de la plaza acudencorriendo paisanos enloquecidos connavajas en las manos, con escopetas decaza y trabucos que descargan abocajarro en la cara de los caballos y enel pecho de sus jinetes. No haymameluco que caiga o ruede por tierra

Page 366: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sin ocho o diez puñaladas, y a medidaque acuden más jinetes, y los uniformesverdes y cascos relucientes de losdragones franceses se mezclan con laropa multicolor de los mercenariosegipcios, la matanza se extiende alcentro de la plaza, con la gentedisparando carabinas y escopetas desdelos balcones, tirando tejas, botellas,ladrillos y hasta muebles. Algunasmujeres arremeten desde los portalescon tijeras de coser o cuchillos decocina, muchos vecinos arrojan armas aquienes pelean abajo, y los más osados,desorbitados los ojos por el ansia dematar, aullando de furia, saltan a la

Page 367: Un dia de colera   arturo perez-reverte

grupa de los caballos y, agarrados a susjinetes, los acuchillan y degüellan,matan, mueren, se desploman abiertos asablazos, caen de rodillas bajo loscaballos o se revuelcan por el suelo conlos enemigos agonizantes, envueltos ensangre de todos, clavando navajas entrelos gritos de unos y otros, los relinchosde las bestias desventradas, las coces desus patas en el aire. Perecen así,deshechos a puñaladas, veintinueve delos ochenta y seis mamelucos queintegran el escuadrón; entre ellos ellegendario Mustafá, héroe de Austerlitz,a quien sujetan los asturianos FranciscoFernández, criado del conde de la

Page 368: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Puebla, y Juan González, criado delmarqués de Villaseca, mientras elalbañil Antonio Meléndez Álvarez,leonés de treinta años, le rebana elcuello con su cachicuerna. Y al coronelDaumesnil, jefe de la vanguardiafrancesa, le matan dos caballos anavajazos, librándose de ser acuchilladoporque en ambas ocasiones lo socorrensus mamelucos y dragones.

—¡Vienen más, aguantad!… ¡Viva elrey Fernando!… ¡Viva España!

Ensangrentadas hasta las cachas, lasnavajas no descansan. Muchos jinetes,espantados por el muro humano que seles opone, vuelven grupas y se alejan

Page 369: Un dia de colera   arturo perez-reverte

rodeando el Buen Suceso hacia la callede Alcalá, donde otra gente los acomete;pero la carrera de San Jerónimo siguevomitando oleadas de caballeríaimperial, y los paisanos combatientessufren terribles bajas. Junto a la fuentede la Mariblanca, el albañil MeléndezÁlvarez recibe un sablazo que le abre lacabeza. Un mancebo de tienda de lacalle Montera llamado BuenaventuraLópez del Carpio, que acude a batirsejunto a su compañero Pedro Rosal,encaja un tiro en la cara; y a su lado,pisoteados por los caballos a cuyasriendas se aferran, caen el menorquínLuis Monge, el mozo de cuerda Ramón

Page 370: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Huerto, el napolitano Blas Falcone, eljornalero Basilio Adrao Sanz y lavecina de la calle Jacometrezo MaríaTeresa de Guevara. Mucha genteempieza a chaquetear y corre en buscade amparo, y al poco rato no quedan enla puerta del Sol más de tres centenaresde hombres y algunas mujeres quepelean como pueden, refugiándose en lasesquinas y zaguanes para tomar respiroo esquivar las cargas de los grupos máscompactos de caballería, volviendo asaltar sobre los jinetes sueltos que van yvienen para despejar la plaza. Loshermanos Rejón y su compañero elcazador colmenarense Mateo González,

Page 371: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que luchan a brazo partido, se venobligados a recular hasta el atrioenrejado del Buen Suceso cuando unanueva oleada de dragones a caballodispersa su grupo a tiros y golpes desable, matando a la manola EzequielaCarrasco, al herrador Antonio IglesiasLópez y al zapatero de diecinueve añosPedro Sánchez Celemín. Entre los que,navaja en mano, se resguardan en elBuen Suceso, Mateo González reconocecon estupor al actor Isidoro Máiquez,que ha salido a batirse con el pueblo.

—Rediós. No me diga que usted esMáiquez…

El famoso representante, que tiene

Page 372: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuarenta años, viste a lo castizo:chaquetilla corta de majo, calzón deante, polainas de paño y pañuelorecogiéndole el pelo. Al oír su nombresonríe con aire fatigado, mientras seenjuga la sangre de la cara —sangreajena, parece— con el dorso de unamano.

—Sí, amigo —responde, afable—.En persona y a su servicio.

A Mateo González, que no le hantemblado las piernas frente a losmamelucos, se le corta el aliento.Lástima, se lamenta, que no quede vinoen la bota de los hermanos Rejón, paracelebrar el encuentro.

Page 373: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Lo vi hacer de don Pedro en Lacomedia nueva… ¡Impresionante!

—Se lo agradezco mucho, pero noes momento. Vayamos a lo nuestro.

El descanso dura poco. Apenas pasael grueso del nuevo ataque francés,todos, Máiquez incluido, salen otra veza la calle, sobre el empedrado de laacera, resbaladizo de sangre. JoséAntonio López Regidor, de treinta años,recibe un balazo a bocajarro en elmismo instante en que, encaramado a lagrupa del caballo de un mameluco, leparte a éste el corazón de una puñalada.Caen también en esas cargas francesas,entre otros, Andrés Fernández y Suárez,

Page 374: Un dia de colera   arturo perez-reverte

contador de la Real Compañía de LaHabana, de sesenta y dos años; ValerioGarcía Lázaro, de veintiuno; JuanAntonio Pérez Bohorques, de veinte,mozo de caballos de las RealesGuardias de Corps, y Antonia FayolaFernández, vecina de la calle de laAbada. El noble guipuzcoano JoséManuel de Barrenechea y Lapaza, depaso por Madrid, que al oír el tumultosalió esta mañana de su fonda con unbastón estoque, dos pistolas de duelo alcinto y seis cigarros habanos en unbolsillo de su levita, recibe un sablazoque le parte la clavícula izquierda,abriéndola hasta el pecho. Y unos pasos

Page 375: Un dia de colera   arturo perez-reverte

más allá, en la esquina de la casa delCorreo con la calle Carretas, los niñosJosé del Cerro, de diez años, que vadescalzo y con las piernas desnudas, yJosé Cristóbal García, de doce, resistena pedradas, cara a cara, el embate de undragón de la Guardia Imperial bajo cuyosable pierden la vida. Para entonces, elpresbítero don Ignacio Pérez Hernández,espantado por cuanto presencia, haabierto la navaja que traía en el bolsillo.Remangados hasta la cintura losfaldones de la sotana, pelea a pie firmeentre los caballos, junto a sus feligresesfoncarraleros.

Page 376: Un dia de colera   arturo perez-reverte

4

Cuando el capitán Pedro Velardellega al parque de Monteleón con lafuerza de Voluntarios del Estado y lospaisanos que los acompañan, el gentíoen la calle de San José supera el millarde personas. Viendo aparecer losuniformes blancos con un capitán deartillería al frente, todos prorrumpen envítores y aplausos, y a duras penas lograVelarde abrirse paso hasta la puerta. Alencontrarla cerrada, la golpea con

Page 377: Un dia de colera   arturo perez-reverte

firmeza y autoridad. Se entreabre ésta unpoco, y al ver los de dentro —dosfranceses y un artillero español— suscharreteras de capitán, le franquean elpaso sin más trámite, aunque sólopermiten que entren él y otro oficial, queresulta ser el teniente Jacinto Ruiz. Encuanto pisa el recinto, Velarde ve alcapitán francés con sus oficiales y lagente formada; y antes de presentarse aLuis Daoiz, que se encuentra con elteniente Arango en la sala de oficiales,se dirige en línea recta, resuelto yescoltado por Ruiz, hacia el jefe de losimperiales.

—Está usted perdido —le suelta a

Page 378: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bocajarro— si no se oculta con toda sugente.

El capitán francés, inseguro ante laruda actitud del español e impresionadopor su casaca verde de estado mayor, sequeda mirándolo desconcertado.

—El primer batallón de granaderosestá en la puerta —farolea Velarde,impertérrito, señalando al teniente Ruiz—. Y los demás vienen marchando.

El francés lo observa fijamente, yluego a Jacinto Ruiz. Después se quita elchacó, secándose la frente con la mangade la casaca. Velarde casi puede oír suspensamientos: desde el día anteriorcarece de órdenes superiores,

Page 379: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desconoce la situación en el exterior, yninguno de los enlaces que mandó enbusca de noticias ha regresado. Nisiquiera sabe si llegaron a su cuartel ohan sido despedazados en las calles.

—Que los suyos entreguen las armas—lo intima Velarde—, pues el puebloestá a punto de forzar la entrada y norespondemos de que sea ustedatropellado.

El otro contempla a sus hombres,que se agrupan como un rebaño antes delsacrificio, mirándose inquietos mientrasoyen arreciar los gritos de la gente quepide armas y cabezas de gabachos.Luego balbucea unas palabras en mal

Page 380: Un dia de colera   arturo perez-reverte

español, intentando ganar tiempo. Nosabe quién es este capitán ni lo querepresenta, aunque la autoridad con quese expresa, el gesto exaltado y el brillofanático de sus ojos, lo desconciertan. AVelarde, que advierte el ánimo de suoponente, ya no hay quien lo pare. En elmismo tono, apoyada la mano izquierdaen la empuñadura del sable, exige alfrancés que haga de buena voluntad loque, de negarse, le obligarán a hacer a lafuerza. El tiempo es precioso, y urge.

—Rinda las armas inmediatamente.Cuando el capitán Luis Daoiz sale al

patio a ver qué ocurre, el jefe imperial,desmoronado, acaba de rendirse a

Page 381: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Velarde con toda su tropa y losVoluntarios del Estado se encuentran yadentro del parque. De modo que Daoiz,como comandante del recinto, asume lasdisposiciones adecuadas: los fusilesfranceses a la armería, el capitán y losmandos al pabellón de oficiales conórdenes de ser exquisitamente tratados,y los setenta y cinco soldados en lascuadras al otro extremo del edificio, lomás lejos posible de la puerta y bajo lavigilancia de media docena deVoluntarios del Estado. Luego deordenar todo eso, coge aparte a Velardey, encerrándose con él en la sala debanderas, le echa una bronca.

Page 382: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Que sea la última vez que das unaorden en este cuartel sin contarconmigo… ¿Está claro?

—Las circunstancias…—¡Al diablo las circunstancias!

¡Esto no es un juego, maldita sea!Por muy exaltado que sea, Velarde

aprecia mucho a su amigo. Lo respeta.Su tono se vuelve conciliador, y lasexcusas son sinceras.

—Discúlpame, Luis. Yo sóloquería…

—¡Sé perfectamente lo que querías!Pero no hay nada que hacer. ¡Nada!… Aver si te lo metes de una vez en lacabeza.

Page 383: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Pero la ciudad está en armas.—Sólo cuatro infelices, al final. Y

sin ninguna posibilidad. Estás hablandode batir al ejército más poderoso delmundo con paisanos y unas cuantasescopetas… ¿Es que te has vuelto loco?Léete la orden que me dio Navarrocuando salí esta mañana —Daoizgolpetea con los dedos sobre el papelque ha sacado de una vuelta de la casaca—. ¿Ves?… Prohibido tomar iniciativaso unirse al pueblo.

—¡Las órdenes ya no valen, talcomo están las cosas!

—¡Las órdenes valen siempre! —allevantar la voz, Daoiz también eleva su

Page 384: Un dia de colera   arturo perez-reverte

escasa estatura empinándose sobre laspuntas de las botas—. ¡Incluidas las queyo doy aquí!

Velarde no está convencido, ni loestará nunca. Se roe las uñas, agita conviolencia la cabeza. Le recuerda a suamigo el compromiso para lasublevación de los artilleros.

—Lo decidimos hace unos días,Luis. Tú estabas de acuerdo. Y lasituación…

—Eso ya es imposible de ejecutar—lo interrumpe Daoiz.

—El plan puede seguir adelante.—El plan se ha ido al traste. La

orden del capitán general nos destroza a

Page 385: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ti, a mí y a unos pocos más, pero es unadisculpa estupenda para los indecisos ylos cobardes. No disponemos de fuerzasuficiente para sublevarnos.

Sin darse por vencido, llevándolohasta la ventana, Velarde señala a losVoluntarios del Estado que fraternizancon los artilleros.

—Te he traído casi cuarentasoldados. Y ya sabes todos los paisanosque hay afuera, esperando armas.También veo que han venido algunoscompañeros fieles, como JuanitoCónsul, José Dalp y Pepe Córdoba. Siarmamos al pueblo…

—Métetelo en la cabeza, Pedro. De

Page 386: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una vez. Nos han dejado solos,¿comprendes?… Hemos perdido. Nohay nada que hacer.

—Pero la gente se está batiendo enMadrid.

—Eso no puede durar. Sin losmilitares, están sentenciados. Y nadie vaa salir de los cuarteles.

—Demos ejemplo y nos seguirán.—No digas simplezas, hombre.Dejando a Velarde murmurar sus

inútiles argumentos, Daoiz se aleja deél, sale al patio y se pone a pasear solo,descubierta la cabeza, las manoscruzadas a la espalda sobre los faldonesde la casaca, sintiéndose blanco de

Page 387: Un dia de colera   arturo perez-reverte

todas las miradas. Fuera del parque, alotro lado de la gran puerta cerrada bajoel arco de ladrillo y hierro, la gentesigue dando mueras a Francia y vivas aEspaña, al rey Fernando y al arma deartillería. Por encima de sus voces,amortiguado en la distancia, resuenacrepitar de fusilería. A Luis Daoiz, quevive el momento más amargo de su vida,cada uno de esos gritos y sonidos ledesgarra el corazón.

Mientras el capitán Daoiz se debatecon su conciencia en el patio del parquede Monteleón, al sur de la ciudad, en el

Page 388: Un dia de colera   arturo perez-reverte

extremo opuesto, a Joaquín Fernándezde Córdoba, marqués de Malpica, y alos paisanos voluntarios, se les seca laboca cuando ven aparecer la caballeríafrancesa que sube hacia la puerta deToledo. Más tarde, al hacer balance dela jornada, se confirmará que esa fuerzaimperial, que viene de su campamentoen los Carabancheles bajo el mando delgeneral de brigada Rigaud, consta dedos regimientos de coraceros:novecientos veintiséis jinetes que ahoraremontan la cuesta al trote, entre lasrectas arboledas que se inclinan hasta elManzanares, con intención de dirigirsepor la calle de Toledo hacia la plaza de

Page 389: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la Cebada y la plaza Mayor.—Cristo misericordioso —murmura

el sirviente Olmos.Con pocas esperanzas, el marqués

de Malpica mira alrededor. En torno alembudo de la puerta de Toledo, pordonde forzosamente deben penetrar losfranceses en la ciudad, hay apostadoscuatrocientos vecinos de los barrios deSan Francisco y Lavapiés. Decir queabundan entre ellos los tipos populares—chaquetillas pardas, pañuelos defranjas blancas y negras, calzones conlas boquillas sueltas y la pierna al aire— es quedarse corto: en su mayor parteson manolos y gente baja, rufianes de

Page 390: Un dia de colera   arturo perez-reverte

navaja fácil y mujeres de las calles demala fama próximas al lugar, aunque nofalten vecinos honrados de la Paloma ylas casas cercanas, carniceros ycurtidores del Rastro, mozos y criadasde los mesones y tabernas de esa partede la ciudad. Pese a sus esfuerzos porplantear una defensa razonable en lomilitar, y tras muchas discusiones yvoces desabridas, el de Malpica no hapodido impedir que se organicen a sumanera, según grupos y afinidades, deforma que cada cual toma lasdisposiciones que cree oportunas: unosbloquean la calle con carros, vigas,cestones y ladrillos de una obra cercana,

Page 391: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y aguardan detrás, confiados en susnavajas, cuchillos, machetes, chuzos,espetones de asador u hoces de segar.Otros, los que tienen fusiles, carabinas opistolas, han ido a apostarse en elhospital de San Lorenzo y en losbalcones, ventanas y terrazas quedominan la puerta de Toledo y la calle,donde hay mujeres que disponen ollasde aceite y agua hirviendo. El deMalpica, que por su grado de capitán enla reserva del regimiento de Málaga esel único con verdadera experienciamilitar, apenas consigue imponeralgunos consejos tácticos. Sabe que losjinetes franceses acabarán forzando la

Page 392: Un dia de colera   arturo perez-reverte

débil barrera, así que ha situado algomás atrás, escalonada al amparo de unsoportal próximo a la esquina de la callede los Cojos, a la gente que acata susórdenes: una treintena de personas queincluye a sus criados y la partidalevantada en la calle de la Almudena, lamujer con el hacha, el mancebo debotica y algunos más que se unieron porel camino. Su misión, ha explicado, seráatacar por el flanco a los jinetesenemigos que pasen la barrera. Y aquienes tienen fusiles de reglamento —el dragón de Lusitania, los cuatrodesertores de Guardias Walonas, elcriado Olmos y el conserje de los

Page 393: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Consejos— les recomienda disparar conpreferencia a los oficiales, abanderadosy cornetas. En cualquier caso, a los quecabalguen delante, den órdenes omuevan mucho las manos.

—Y si nos dispersan, corred yreuníos de nuevo, retrocediendo poco apoco hacia la plaza de la Cebada… Sihay que retirarse, nos juntaremos allí.

Uno de los voluntarios, elcaballerizo de Palacio que empuña untrabuco, sonríe confiado. Para el puebloespañol, acostumbrado a la obedienciaciega a la Religión y la Monarquía, untítulo nobiliario, una sotana o ununiforme son la única referencia posible

Page 394: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en momentos de crisis. Eso quedarápatente muy pronto, en la composiciónde las juntas que hagan la guerra a losfranceses.

—¿Cree usía que vendrán nuestrosmilitares?

—Claro que sí —miente elaristócrata, que no se hace ilusiones—.Ya lo veréis… Por eso hay que aguantarlo que se pueda.

—Cuente con nosotros, señormarqués.

—Pues vamos. Cada uno en supuesto, y que Dios nos ayude.

—Amén.Al otro lado de la puerta de Toledo,

Page 395: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el sol hace relucir, elocuente, corazas,cascos y sables. Los gritos y vivas conlos que hace un momento se animaba lagente han cesado por completo. Lasbocas están ahora mudas, abiertas; ytodos los ojos, desorbitados, fijos en labrigada de caballería que se acerca enmasa compacta. Arrodillado tras el pilarde madera de un soportal, con unacarabina en las manos, dos pistolascargadas y un machete al cinto, elsombrero inclinado sobre la frente paraque no lo deslumbre el sol, el marquésde Malpica piensa en su mujer y en sushijos. Luego se persigna. Aunque eshombre piadoso que no oculta sus

Page 396: Un dia de colera   arturo perez-reverte

devociones, procura hacerlo condisimulo; pero el ademán no pasainadvertido. Su criado Olmos lo imita, yal cabo hacen lo mismo cuantos seencuentran próximos.

—¡Ahí están! —exclama alguien.Por un instante, el marqués no presta

atención a la puerta de Toledo. Intentaaveriguar la causa de una extrañavibración creciente que nota bajo larodilla apoyada en tierra. Entoncescomprende que se trata del suelo quetiembla con las herraduras de loscaballos que se acercan.

Page 397: Un dia de colera   arturo perez-reverte

A mediodía, el centro de Madrid esun continuo y confuso combate. En elespacio comprendido entre laembocadura de la calle de Alcalá y lacarrera de San Jerónimo, la casa deCorreos, San Felipe y la calle Mayorhasta los portales de Roperos, haycadáveres de ambos bandos: francesesdegollados y madrileños que yacen en elsuelo o son retirados a rastras dejandoregueros de sangre, entre relinchos decaballos moribundos. Y la lucha siguesin cuartel, por una ni otra parte. Lospocos fusiles y escopetas cambian de

Page 398: Un dia de colera   arturo perez-reverte

manos al morir sus dueños, arrebatadospor quienes esperan a que alguien caigapara coger su arma. Los gruposdispersos en la puerta del Sol vuelven areunirse después de cada carga decaballería, y saltando desde loszaguanes y soportales, el claustro delBuen Suceso, la Victoria, San Felipe ylas calles adyacentes, acometen denuevo a cuerpo descubierto, navajascontra sables, trabucos contra cañones,tanto a los dragones y mamelucos quesiguen llegando de San Jerónimo yvuelven grupas por Alcalá, como a lossoldados de la Guardia Imperial que,bajo el mando del coronel Friederichs,

Page 399: Un dia de colera   arturo perez-reverte

avanzan por Mayor y Arenal, desdePalacio, barriendo las calles confusilería y fuego de las piezas decampaña que emplazan en cada esquina.Uno de los primeros heridos por estasdescargas es el joven León Ortega yVilla, el discípulo del pintor Franciscode Goya, que lleva un rato desjarretandoa navajazos caballos de los franceses. Ycerca de los Consejos, tras retirarse anteuna carga de jinetes polacos junto a susfeligreses de Fuencarral, el presbíterodon Ignacio Pérez Hernández esalcanzado por una andanada de metrallafrancesa, da unos pasos vacilantes y sedesploma. Pese al nutrido fuego

Page 400: Un dia de colera   arturo perez-reverte

enemigo, sus compañeros logranrescatarlo, aunque herido de gravedad, yponerlo a cubierto. Llevado más tarde ycon muchas peripecias al HospitalGeneral, don Ignacio salvará la vida.

Por toda la ciudad se suceden casosparticulares, combates que a vecesllegan a ser individuales. Tal es el quelibra frente a la residencia de la duquesade Osuna, en solitario, el carboneroFernando Girón: topándose en unaesquina con un dragón francés, lodesmonta de un garrotazo y, trasrematarlo a golpes, le quita el sable y

Page 401: Un dia de colera   arturo perez-reverte

con él se enfrenta a un pelotón degranaderos antes de ser muerto abayonetazos. Un mallorquín llamadoCristóbal Oliver, antiguo soldado deDragones del Rey al servicio del barónde Benifayó, sale de la hostería dondese alojan ambos en la calle de losPeligros, y con un espadín de su amocomo única arma, camina hasta laesquina de la calle de Alcalá, dondeacomete a cuanto francés pasa a sualcance, mata a uno y hiere a dos; y alrompérsele en el último la hoja delespadín, con sólo la empuñadura en lamano, regresa tranquilamente a suhostería. De ese modo, las relaciones de

Page 402: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los combates y sus incidenciasregistrarán, más tarde, la actuación demuchos hombres y mujeres anónimos,como el que los vecinos de la calle delCarmen ven desde sus ventanas, vestidocon ropa de cazador, polainas debecerro y una canana llena de cartuchos,que parapetado en una esquina de lacalle del Olivo dispara uno tras otrodiecinueve tiros contra los franceses,hasta que, sin munición, arroja laescopeta, saca un cuchillo de monte y sedefiende espalda contra la pared, hastaque lo matan. Tampoco llega a sabernadie el nombre del calesero —conocido sólo como El Aragonés—que,

Page 403: Un dia de colera   arturo perez-reverte

emboscado en un zaguán de la calle dela Ternera, dispara un trabuco cargadocon puntas de tapicero, a bocajarro,contra todo francés que pasa por lacalle. Ni los nombres de cuatrochisperos que pelean a navajazos conunos polacos en la calle de la Bola. Niel de la mujer todavía joven que, enPuerta Cerrada, tras derribar del caballoa pedradas a un batidor francés mientrasle grita «¡date, perro!», lo degüella consu propio sable. Nunca se conocerá,tampoco, el nombre del granadero deMarina desarmado —desertor de sucuartel o del piquete del alférez defragata Esquivel— que en la calle de

Page 404: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Postas pone a salvo a un grupo demujeres y niños acosado por losfranceses; y cayendo luego sobre undragón desmontado, lo estrangula conlas manos desnudas; aunque más tarde,en la relación de bajas de la jornada,figurarán los nombres de tres soldadosque hoy visten ese uniforme: EstebanCasales Riera, catalán —muerto—,Antonio Durán, valenciano, y JuanAntonio Cebrián Ruiz, de Murcia.

Quedará memoria documentada, encambio, de los nueve albañiles que aliniciarse el enfrentamiento trabajaban en

Page 405: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la obra de reparación de la iglesia deSantiago: el capataz de sesenta y seisaños Miguel Castañeda Antelo, loshermanos Manuel y Fernando Madrid,Jacinto Candamo, Domingo Méndez,José Amador, Manuel Rubio, AntonioZambrano y José Reyes Magro. Todosellos pelean en la calle de Luzón,acorralados entre la caballería francesaque llega de la puerta del Sol y lainfantería que avanza por Mayor yArenal. Hace media hora, al pasar bajosus andamios un pelotón de polacos quedaba caza a paisanos en fuga, losalbañiles atacaron a los jinetes,tirándoles cuanto hallaron a mano, desde

Page 406: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tejas hasta herramientas; y bajandoluego, descamisados, abiertas lasnavajas que todos llevaban encima, searrojaron a luchar con la ingenua rudezade su oficio. Ahora, acosados por todaspartes, batidos a mosquetazos, debenretroceder calle arriba y resguardarse enla parroquia. El capataz Castañedaacaba de recibir un tiro en el vientre quele hace doblar las rodillas y acurrucarseen la acera, de donde lo levanta elalbañil Manuel Madrid. Con sucompañero a cuestas, viendo que laiglesia queda lejos, Madrid buscareparo en la plaza de la Villa; con tanmala fortuna que, al pasar una zona

Page 407: Un dia de colera   arturo perez-reverte

enfilada, suena una descarga, chascanplomazos contra los muros próximos, yaunque Madrid resulta ileso, una balarompe un brazo al infeliz Castañeda.Caen los dos, y mientras más tiroszurrean sobre sus cabezas, Madridarrastra como puede al compañero,tirando de su brazo sano, para ponerlo acubierto.

—Déjame, hombre —murmuradébilmente el capataz—. Pesodemasiado… Déjame y vete… Sálvatemientras puedas.

—¡Ni hablar! ¡Así me maten esosmosiús hijoputas, te vienes conmigo!

—No vale la pena… Yo estoy

Page 408: Un dia de colera   arturo perez-reverte

servido, y me voy por la posta.Un vecino llamado Juan Corral, que

observa la escena desde un portal, seacerca agachado, y cogiendo al heridopor los pies ayuda a ponerlo a salvo. Deesa forma, cargados con Castañeda através de la ciudad llena de franceses,aventurándose por calles desiertas y porotras donde los enemigos hacen fuego delejos, Madrid y Corral logran llevarlo asu casa de la calle Jesús y Maria, dondele hacen la primera cura. Trasladado enlos días siguientes al Hospital General,el capataz vivirá tres años hasta morir,al fin, a causa de sus heridas.

Los otros albañiles de la obra de

Page 409: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Santiago corren una suerte másinmediata y trágica. Refugiados en laiglesia, al poco rato se ven rodeados porun pelotón de fusileros que busca vengara sus camaradas polacos. JacintoCandamo intenta resistir y apuñala alprimer francés que se acerca, por lo quees reventado a culatazos y dejadoagonizante con siete heridas. AFernando Madrid, José Amador, ManuelRubio, José Reyes, Antonio Zambrano yDomingo Méndez se los llevan atadosentre empujones, insultos y golpes. Losseis se contarán entre los ejecutados lamadrugada del día siguiente, en lamontaña del Príncipe Pío.

Page 410: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Viva España y viva el rey!… ¡Aellos! ¡A ellos!

En la puerta de Toledo, bajo laspatas de los caballos rabones y lossables de los coraceros franceses, lamanolería de los barrios bajos deMadrid combate enloquecida, con laferocidad de la gente que nada tiene queperder y el odio insensato de quien sóloanhela venganza y sangre. Apenas losprimeros jinetes cruzaron bajo el arco,topándose con la barricada, una turba dehombres y mujeres saltó sobre ellos apecho descubierto, acometiendo conpalos, cuchillos, piedras, chuzos, tijeras,

Page 411: Un dia de colera   arturo perez-reverte

agujas de espartero y cuantos enseresdomésticos pueden ser usados comoarmas, mientras desde los tejados,ventanas y balcones próximos se hacíaun fuego irregular, pero nutrido, deescopetas, fusiles y carabinas. Cogidospor sorpresa, los primeros coraceros seamontonan ahora desordenados,derriban gente a sablazos, intentanvolver atrás o espolean sus monturaspara salvar los obstáculos; mas losestorba el enjambre de civilesvociferantes que corta las riendas,apuñala a los caballos, se encarama alas grupas y da en tierra con losimperiales, entorpecidos por sus

Page 412: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pesados cascos y corazas de acero, porcuyas junturas y golas, una vez en tierra,los atacantes meten sus enormes navajas.

—¡Sin piedad!… ¡No dejéis francésvivo!

El degüello se extiende más allá dela puerta y la barricada, a medida quemás caballería atropella a la multitud eintenta abrirse paso hacia la calle deToledo. Viene ahora el turno de lasmujeres que están en las ventanas, consus calderos de aceite y agua hirviendoque encabritan a los caballos y hacenrevolcarse por tierra a los jinetesabrasados, cuyos alaridos cesan cuandogrupos de paisanos los acometen, matan

Page 413: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y descuartizan sin misericordia. Algunosarrojan tiestos, botellas y muebles. Lasbalas de los tiradores —el dragón deLusitania y los Guardias Walonasdisparan con eficacia profesional—abren orificios en cascos y corazas, ycada vez que un francés pica espuelas yse lanza al galope en dirección a PuertaCerrada, rufianes de burdel, mujerzuelasde taberna, honradas amas de casa yvecinos airados, dejándose pisotear porlos cascos del caballo, arrastrados porel suelo sin soltar la silla o la colarecortada del animal, unen sus esfuerzosen derribar al jinete, clavarle cuantotienen a mano, arrancarle la coraza y

Page 414: Un dia de colera   arturo perez-reverte

reventarle las tripas a golpes ycuchilladas. Cuando María DelgadoRamírez, de cuarenta años, casada, seenfrenta a un jinete francés con una hozde segar, recibe un balazo que le rompeel fémur del muslo derecho. Una balaatraviesa la boca a María GómezCarrasco, y un sablazo acaba con AnaMaría Gutiérrez, de cuarenta y nueveaños, vecina de la Ribera de Curtidores.A su lado es herido de muerte el jovende veinte años Mariano Córdova,natural de Arequipa, Perú, presidiariodel puente de Toledo, de donde escapóesta mañana para unirse a los quecombaten. La manola María Ramos y

Page 415: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Ramos, de veintiséis años, soltera, quevive en la calle del Estudio, recibe unsablazo que le abre un hombro cuando,espetón de asar en mano, intentaderribar del caballo a un coracero.Cerca de ella caen el peón de albañilAntonio González López —pobre desolemnidad, casado y con dos hijos—,el carbonero gallego Pedro RealGonzález y los manolos del barrio JoséMeléndez Moteño y Manuel García,domiciliados en la calle de la Paloma.La pescadera Benita Sandoval Sánchez,de veintiocho años, que pelea junto a sumarido Juan Gómez, grita «¡cochinosgabachos!», se aferra a un caballo y le

Page 416: Un dia de colera   arturo perez-reverte

clava unas tijeras de limpiar pescado enel cuello, derribando a bestia y jinete; yantes de que el francés se reponga de lacaída, lo apuñala en la cara y los ojos,revolviéndose luego contra otros quellegan. A su lado, cuchillos en mano ycubiertos de sangre francesa, pelean elmanolo Miguel Cubas Saldaña,carpintero de Lavapiés, y sus amigos ellavandero Manuel de la Oliva y elvidriero Francisco López Silva. Otrocompadre, el jornalero Juan Patiño, searrastra por el suelo con las tripas fuera,intentando esquivar las patas de loscaballos.

—¡Resistid!… ¡Por España y por el

Page 417: Un dia de colera   arturo perez-reverte

rey Fernando!El marqués de Malpica, que ha

descargado su carabina y las dospistolas, empuña el machete, abandonael resguardo de los soportales y se une ala pelea, seguido por el sirviente Olmosy la gente de su grupo; pero a los pocospasos vacila, espantado. Nada en suanterior vida militar lo había preparadopara una escena como ésta. Hombres ymujeres con la cara abierta a sablazos seretiran de la pelea dando traspiés, losfranceses que caen chillan comoanimales en manos de matarifes mientrasse debaten y son degollados, y muchoscaballos desventrados a navajazos van

Page 418: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de un lado a otro sin jinete, pisándoselas entrañas. Un oficial de coraceros deojos despavoridos, que ha perdido elcasco en la refriega, se abre camino congolpes de sable, espoleando su montura.El criado Olmos, la mujer del hacha decarnicero y el manolo Cubas Saldaña searrojan bajo las patas del caballo, quelos arrastra y atropella, no sin queCubas logre darle al francés unapuñalada en el vientre. Se descomponeel jinete, tambaleándose en la silla, yeso basta para que uno de los soldadosde Guardias Walonas —el polacoLorenz Leleka— lo derribe de unbayonetazo, antes de caer él mismo con

Page 419: Un dia de colera   arturo perez-reverte

un tajo de sable en el cuello. Resuena eljinete francés con estrépito de acero aldar en el suelo, y Malpica, por instintivoimpulso de honor militar, le pone elmachete ante los ojos, intimándolo arendirse. Asiente el otro, aturdido, máspor interpretar el ademán que porcomprender lo que se le dice; pero enese instante la mujer se acerca pordetrás, ensangrentada y cojeando, y leabre al coracero la cabeza de unhachazo, hasta los dientes.

—¿Cuándo vienen a ayudarnosnuestros militares, señor marqués?

—Ya falta menos —murmuraMalpica, mirando al francés.

Page 420: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Al otro lado de la puerta de Toledosuenan clarines, crece el rumor decaballerías al galope, y Malpica, quereconoce el toque de carga, mirainquieto más allá de la matanza que lorodea. Una masa de acero centelleante,cascos, corazas y sables, empieza acruzar compacta bajo el arco de lapuerta de Toledo. Entonces comprendeque hasta ahora no se las han visto másque con la avanzadilla de la columnafrancesa. El verdadero ataque empiezaen este momento.

«Esto no puede durar», piensa.El capitán Luis Daoiz está inmóvil y

pensativo en el patio del parque de

Page 421: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Monteleón, escuchando los gritos de lamultitud que reclama armas al otro ladode la puerta. Procura evitar las miradasque, a pocos pasos, en grupo junto a laentrada de la sala de banderas, ledirigen Pedro Velarde, el tenienteArango y los otros jefes y oficiales. Enla última media hora han llegado ante elparque nuevas partidas, y las noticiascorren como pólvora inflamada. Habríaque estar sordo para ignorar lo queocurre, pues el ruido de disparos seextiende por toda la ciudad.

Daoiz sabe que no hay nada que

Page 422: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hacer. Que el pueblo que combate en lascalles se queda solo. Los cuartelescumplirán las órdenes recibidas, yningún jefe militar arriesgará su carrerani su reputación sin instrucciones delGobierno o de los franceses, según laslealtades de cada cual. Con FernandoVII en Bayona y la Junta que preside elinfante don Antonio abrumada y sinautoridad, pocos de quienes tienen algoque perder se pronunciarán hasta que seperfilen vencedores y vencidos. Por esono hay esperanza. Sólo una insurrecciónmilitar que arrastrase al resto deguarniciones españolas habría tenidoposibilidades de éxito; pero todo se ha

Page 423: Un dia de colera   arturo perez-reverte

torcido, y no será la voluntad de unospocos la que lo enderece. Ni siquieraabrir las puertas del parque a quienesreclaman afuera, armarlos contra losfranceses, cambiará las cosas. Sóloextenderá la matanza. Además están lasórdenes, la disciplina y todo el resto.

Órdenes. Con gesto maquinal, Daoizextrae de la vuelta de su casaca el papelque le entregó el coronel NavarroFalcón antes de salir de la JuntaSuperior de Artillería, lo desdobla yvuelve a leerlo por enésima vez:

No tomará en ningún momentoiniciativa propia sin órdenes

Page 424: Un dia de colera   arturo perez-reverte

superiores por escrito, ni fraternizarácon el pueblo, ni mostrará hostilidadninguna contra las fuerzas francesas.

Con amargura, el artillero sepregunta qué harán en ese momento elministro de la Guerra, el capitángeneral, el gobernador militar deMadrid, para justificarse ante Murat. ADaoiz le parece oírlos: el populacho ysus bajas pasiones, Alteza. Gentedescarriada, inculta, agitadores ingleses.Etcétera. Lamiendo las botas al francéspese a la ocupación, al rey prisionero, ala sangre que corre por todas partes.Sangre española, en suma; vertida con

Page 425: Un dia de colera   arturo perez-reverte

razón o sin ella —hoy la razón es lo demenos— mientras se ametralla al puebloindefenso. El recuerdo del incidente deayer por la tarde en la fonda de Genieysasalta de nuevo a Daoiz, produciéndoleuna insoportable vergüenza. Al capitánde artillería le escuece su honormaltrecho. Aquellos oficialesextranjeros insolentes, burlándose de unpueblo desgraciado… ¡Cómo searrepiente ahora de no haberse batido!¡Y cómo, sin duda, se arrepentirámañana!

Estupefacto, Daoiz mira el papel dela orden a sus pies. No es consciente dehaberlo roto, pero ahí está, arrugado y

Page 426: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hecho pedazos. Al fin, como sidespertara de un sueño incómodo, miraalrededor, observa el asombro deVelarde y los otros, las expresionesansiosas de artilleros y soldados. Depronto se siente liberado de un pesoenorme, casi con ganas de reír. No serecuerda tan sereno y lúcido jamás.Entonces se yergue, comprueba quelleva bien abotonadas casaca y chupa,saca el sable de la vaina y apunta con élhacia la puerta.

—¡Las armas al pueblo!… ¡Abatirnos!… ¿No son nuestros hermanos?

Page 427: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Además del presbítero deFuencarral, a quien sus feligresesretiraron malherido del combate, hayotro sacerdote que pelea en lasinmediaciones de la puerta del Sol: sellama don Francisco Gallego Dávila.Capellán del convento de laEncarnación, se echó a la calle aprimera hora de la mañana, y tras batirseen Palacio y junto al Buen Suceso huyeahora fusil en mano, con un grupo deciviles, hasta la calle de la Flor baja. Elayudante de la Real Caballeriza RodrigoPérez, que lo conoce, lo encuentra

Page 428: Un dia de colera   arturo perez-reverte

arengando a los vecinos a tomar lasarmas para defender a Dios, al rey y a lapatria.

—Quítese usted de ahí, donFrancisco… Que lo van a matar, y éstasno son cosas de su ministerio. ¡Quédirán sus monjas!

—¡Qué monjas ni qué niño muerto!Hoy, mi ministerio se ejerce en la calle.Así que únase a nosotros, o vaya a sucasa a esconderse.

—Prefiero irme a casa, con supermiso.

—Pues vaya con Dios y noimportune más.

Animados por su tonsura, sotana y

Page 429: Un dia de colera   arturo perez-reverte

actitud decidida, varios fugitivos secongregan alrededor del sacerdote.Entre ellos se encuentran el conductorde Correos Pedro Linares, de cincuentay dos años, que lleva en la mano unabayoneta francesa y al cinto una pistolasin munición, y el zapatero de treintaaños Pedro Iglesias López, vecino de lacalle del Olivar, armado con un sable desu propiedad, a quien hace media horavieron matar a un soldado enemigo en laesquina de la calle Arenal.

—¡Volvamos a pelear! —los exhortael sacerdote—. ¡Que no digan que losespañoles damos la espalda!

El grupo —seis hombres y un

Page 430: Un dia de colera   arturo perez-reverte

muchacho provistos de cuchillos,bayonetas y un par de carabinas cogidasa los dragones enemigos— se encaminaresuelto hacia la calle de losCapellanes, junto a cuya fuente,agazapados tras un guardacantón,turnándose para apuntar y dispararmientras el compañero carga, hay tressoldados haciendo fuego con fusiles.

—¡Ya están aquí nuestros militares!—exclama don Francisco Gallego,gozoso.

La desilusión llega pronto. Uno delos uniformados es el sargento segundode Inválidos Víctor Morales Martín, decincuenta y cinco años, veterano de los

Page 431: Un dia de colera   arturo perez-reverte

dragones de María Luisa, que se haechado a la calle por su cuenta,abandonando sin permiso el cuartel dela calle de la Ballesta con algunoscompañeros de los que se vio separadoen la refriega. Los otros dos soldadosson jóvenes, visten casaca azul concuello del mismo color y solapas rojas,y llevan en la escarapela roja delsombrero la cruz blanca que distingue alos regimientos suizos al servicio deEspaña. Uno de ellos no tarda enconfirmar a los recién llegados, en unespañol de rudas resonanciasgermánicas, que él y su camarada —setrata de su hermano, pues son los

Page 432: Un dia de colera   arturo perez-reverte

soldados Mathias y Mario Schleser, delcantón de Aargau— se encuentran allícombatiendo por gusto, pues suregimiento, el 6.o suizo de Preux, tieneórdenes de no salir a la calle. Ellos ibanal cuartel cuando se vieron en mitad deltumulto; así que desarmaron a unosfranceses a los que sorprendieronfugitivos y aislados, y aquí están.Librando su propia guerra.

—Que Dios os bendiga, hijos míos.—Apárrtese de ahí, reverrendo.

Vienen más frranzosen. Ja.En efecto. Desde la plazuela del

Celenque suben, con muchasprecauciones, dos dragones franceses

Page 433: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desmontados parapetándose tras suscaballos, seguidos por un pequeño grupode uniformes azules. Apenas ven a losconcentrados en la esquina, se detieneny hacen fuego. Algunas balas levantandesconchones en el yeso de las paredes.

—¡De lejos no hacemos nada! —grita el sacerdote—… ¡A ellos!

Y acto seguido, pese a los esfuerzosde los militares por detenerlo, se lanzablandiendo el fusil como una maza,seguido ciegamente por los paisanos. Lanueva descarga francesa, cerrada y biendirigida, los encuentra al descubierto,mata al sargento de Inválidos Morales,hiere de muerte al soldado Mathias

Page 434: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Schleser —que hace dos días cumplióveintinueve años— y alcanza con unrebote superficial a su hermano Mario,mientras don Francisco Gallego,aturdido, es arrastrado por los otros enbusca de refugio. Cargan ahora losfranceses con sus bayonetas, y lossupervivientes corren despavoridoshacia las Descalzas golpeando laspuertas que encuentran al paso, aunqueninguna se abre. El zapatero Iglesias y elconductor de Correos Linares logranescabullirse hacia la plazuela de SanMartín; pero el sacerdote, que cojea porhaberse lastimado un pie, sólo llegahasta la puerta principal del convento.

Page 435: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Allí, dando golpes con la culata delfusil, pide refugio; mas nadie respondedentro, y los franceses le dan alcance.Resignado a su suerte, se vuelvemientras reza el acto de contrición,dispuesto a entregar a Dios su alma.Pero al ver su sotana y su tonsura, eloficial que manda el grupo, un veteranode bigote cano, aparta con el sable a losque quieren atravesarlo allí mismo.

—¡Herejes y malditos hijos deLucifer! —les escupe don Francisco.

Los soldados se limitan a molerlo aculatazos y llevárselo maniatado endirección a Palacio.

Page 436: Un dia de colera   arturo perez-reverte

No sólo corren los fugitivos de laplaza de las Descalzas. Algo más al surde la ciudad, al otro lado de la plazaMayor, los supervivientes tras la cargade la caballería pesada en la puerta deToledo se retiran como pueden, cuestaarriba, hacia el Rastro y la plaza de laCebada. La refriega ha sido tan dura, ytan enorme la matanza, que los francesesno conceden cuartel a nadie. Para daresquinazo a los coraceros que lo sableantodo a su paso, el exhausto marqués deMalpica busca resguardo en las callespróximas a la Cava Baja mientrassostiene a su sirviente Olmos, quedespués de verse entre las patas de un

Page 437: Un dia de colera   arturo perez-reverte

caballo enemigo orina sangre como uncerdo degollado.

—¿Adónde vamos ahora, señormarqués?

—A casa, Olmos.—¿Y los gabachos?—No te preocupes. Has hecho

suficiente por hoy. Y creo que yotambién.

El criado se mira el calzón, teñidode rojo hasta las rodillas.

—Me estoy vaciando por el pitorrodel botijo.

—Pues aguanta.En la esquina de la calle de Toledo

con la de la Sierpe, el dragón de

Page 438: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Lusitania Manuel Ruiz García, que seretira con los Guardias Walonassupervivientes Paul Monsak, GregorFranzmann y Franz Weller —los tresextranjeros y él se conocen desde hacepoco rato, pero les parece haber pasadojuntos media vida—, se detiene muysereno a cargar el fusil al reparo de unportal, encara el arma apuntando concuidado y derriba de un tiro en el pechoa un francés que galopaba calle arriba,sable en alto.

—Era mi último cartucho —le dicea Weller.

Después los cuatro echan a correr,agachados, esquivando el fuego que les

Page 439: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hacen unos franceses desmontados queavanzan bajo los soportales. Loempinado de la calle los fatiga. RuizGarcía les ha propuesto a los otrosampararse con él en su cuartel, que estáen la plaza de la Cebada. Todos seapresuran mucho, pues zurrean las balasy también suena próximo el trote de máscaballos enemigos. Al llegar Monsak,Franzmann y Weller al cruce con lacalle de las Velas, este último advierteque el dragón no va con ellos; se vuelvey lo ve tirado boca arriba en mitad de lacalle. «Scheisse», piensa el alsaciano.Suerte de mierda. Primero su camaradaLeleka, y ahora el español. Por un

Page 440: Un dia de colera   arturo perez-reverte

momento piensa en ayudarlo, pues talvez sólo se encuentre herido; perosuenan más disparos y los coracerosestán cerca. Así que sigue corriendo.

Perseguida por los jinetes franceses,llevando en una mano sus tijeras depescadera, la manola de veintiocho añosBenita Sandoval Sánchez, que haluchado hasta el último instante en lapuerta de Toledo, pasa corriendo juntoal cuerpo del dragón Manuel RuizGarcía. En el combate y la posteriorespantada ha perdido de vista a sumarido, Juan Gómez, y ahora intenta

Page 441: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ponerse a salvo por la puerta de Moros,a fin de dar un rodeo y regresar a sucasa, en el 17 de la calle de la Paloma.Pero los caballos de los perseguidorescorren más que ella, entorpecida por lafalda que levanta con la mano libremientras pretende esquivarlos,desesperada. Al ver que es imposible,entra por la calle del Humilladero,refugiándose en un portal que cierra conel pestillo. Se queda de ese modoinmóvil y a oscuras, el corazónsaliéndosele por la boca, sofocada porla carrera, atenta a los ruidos de afuera,que no tardan en desengañarla: el rumorde caballerías se detiene, suenan voces

Page 442: Un dia de colera   arturo perez-reverte

airadas en francés, y una sucesión degolpes estremece la puerta. Sin hacerseilusiones sobre su suerte —morir nosería lo peor, piensa—, la mujer subedesatinada por las escaleras, golpea unapuerta tras otra, y al ver una abierta semete por ella, mientras abajo crujen losmaderos del portal y ruido de botas ymetal atruena los peldaños. No haynadie en la casa; y tras recorrer lashabitaciones pidiendo auxilio en vano,Benita sale al pasillo para darse de bocacon unos coraceros que lo destrozantodo.

—Viens, salope!La ventana más próxima está

Page 443: Un dia de colera   arturo perez-reverte

demasiado lejos para tirarse a la calle,de modo que la mujer le cruza la cara deun tijeretazo al primer francés que latoca. Luego retrocede e intentadefenderse entre los muebles.Exasperados por su resistencia, losimperiales la acribillan a balazos,dejándola por muerta en un charco desangre. Pese a la extrema gravedad desus heridas, los dueños de la casa laencontrarán más tarde, aún con aliento.Curada in extremis en el hospital de laOrden Tercera, Benita Sandoval viviráel resto de su vida respetada por susvecinos, famosa entre la manoleríaprotagonista del terrible combate de la

Page 444: Un dia de colera   arturo perez-reverte

puerta de Toledo.

Con los coraceros pisándole lostalones, otro grupo de paisanos huyehacia el cerrillo del Rastro. Se trata delmanolo Miguel Cubas Saldaña, suscompadres Francisco López Silva yManuel de la Oliva Ureña, el aguador dequince años José García Caballero, lavecina de la calle Manguiteros VicentaReluz, y el hijo de ésta, de once años,Alfonso Esperanza Reluz. Todos, hastael niño, han intervenido en el combatede la puerta de Toledo e intentanponerse a salvo; pero un destacamento

Page 445: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de caballería que sube desdeEmbajadores les corta el paso,acometiéndolos a sablazos. Cae heridode un tajo en la cabeza GarcíaCaballero, alcanzan a Manuel de laOliva cuando intenta saltar una tapia, yhuye el resto hacia la plaza de laCebada, donde aún hay choques entrepaisanos dispersos y jinetes. Allí,Miguel Cubas Saldaña lograescabullirse metiéndose en San Isidro,pero Francisco López, alcanzado por losfranceses, es roto a culatazos que lehunden el pecho. En las escaleras de laiglesia, en el momento de volverse paraarrojar una piedra, cae muerto a balazos

Page 446: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el niño Alfonso Esperanza, y herida lamadre cuando intenta protegerlo.

En su progresión hacia el centro dela ciudad, la caballería pesada queviene de los Carabancheles por la callede Toledo y la infantería que sube desdela Casa de Campo por la calle deSegovia encontrarán, todavía, otronúcleo de resistencia en Puerta Cerrada.Allí se ven acometidos los franceses porfusilería desde ventanas y azoteas, y porataques de vecinos que los hostigandesde las calles próximas. Eso daocasión a varias cargas despiadadas con

Page 447: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pérdida de muchas vidas, el incendio dealgunas casas y la explosión deldepósito de pólvora de la plazuela,donde muere abrasado el empleado dealmacén Mariano Panadero. Caecombatiendo, alcanzado por un balazo,el zapatero gallego Francisco Doce,vecino de la calle del Nuncio; y tambiénJosé Guesuraga de Ayarza, natural deZornoza, Joaquín Rodríguez Ocaña —peón albañil de treinta años, casado ycon tres hijos— y Francisco Planillas,de Crevillente, que logra retirarseherido hasta las cercanías de su casa, enla calle del Tesoro, donde morirá sinsocorro y desangrado. Muere también el

Page 448: Un dia de colera   arturo perez-reverte

asturiano de Llanes Francisco Teresa,soltero, con madre anciana en su tierra:hombre bravo, licenciado de la guerradel Rosellón y sirviente en el mesónnuevo de la calle de Segovia, hace fuegode fusil por las ventanas, matando a unoficial francés. Cuando se le acaba lamunición, los franceses entran a por él y,tras maltratarlo mucho, lo fusilan en lapuerta.

El avance imperial se complica,pues ni siquiera las grandes calles queconducen al centro son seguras. Elcapitán Marcellin Marbot, que tras el

Page 449: Un dia de colera   arturo perez-reverte

primer ataque en la puerta del Solintenta establecer contacto con elgeneral Rigaud y sus coraceros, se veobligado a detenerse y desmontar en laplazuela de la Provincia hasta que unatropa de infantería despeje el camino.Escarmentados de anterioresemboscadas, los soldados avanzandespacio, pegados a las casas yresguardándose en los zaguanes,apuntando a ventanas y tejados, ydisparan contra cualquier vecino,hombre, mujer o niño, que se asoma.

—¿Se puede pasar sin problemas?—le pregunta Marbot al caporal deinfantería que al fin le hace señas de

Page 450: Un dia de colera   arturo perez-reverte

seguir adelante.—Pasar, se puede —responde

indiferente el otro—. De los problemasno me hago responsable.

Picando espuelas con su escolta dedragones, el joven capitán de estadomayor avanza al trote, cauto. No llega,sin embargo, más que hasta la calle de laLechuga, donde se detiene al ver másfusileros agazapados tras unos carroscon las caballerías muertas entre losvarales. Más allá, le dicen, los golpesde mano de la gente que ataca a saltosdesde las calles cercanas y la acción detiradores ocultos hacen el avanceimposible.

Page 451: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Cuándo podré pasar?—Ni idea —responde un sargento

con aretes en las orejas, mostacho gris yla cara tiznada de pólvora—. Tendráque esperar a que despejemos la calle…Aventurarse es peligroso.

Marbot mira en torno. Sentadoscontra una pared hay tres soldadosfranceses con vendajes ensangrentados.Un cuarto yace boca abajo, inmóvil enun charco rojo parduzco sobre el quezumba un enjambre de moscas. En cadabocacalle hay cadáveres que nadie seatreve a retirar.

—¿Tardarán mucho nuestros jinetes?El sargento se hurga la nariz. Parece

Page 452: Un dia de colera   arturo perez-reverte

muy cansado.—Por los tiros y gritos que se oyen,

no andan lejos. Pero han tenido pérdidasenormes.

—¿Frente a mujeres y paisanos? ¡Escaballería pesada, por Dios!

—A mí qué me cuenta. Con estosbrutos enloquecidos, todo es posible. Ymatarlos lleva su tiempo.

Mientras el capitán Marbot intentacumplir su misión de enlace, algunosmadrileños sufren las primerasrepresalias organizadas. Además de lasejecuciones en caliente, rematando

Page 453: Un dia de colera   arturo perez-reverte

heridos o tirando sobre gente indefensaque observa los combates, los francesesempiezan a fusilar, sin trámite previo, aquienes apresan con armas en la mano.Tal es la suerte que corre VicenteGómez Sánchez, de treinta años, deprofesión tornero de marfil, capturadotras una escaramuza frente a San Gil yarcabuceado en la alcantarilla deLeganitos. Lo mismo ocurre con loshortelanos de la duquesa de Frías JuanJosé Postigo y Juan Toribio Arjona, quelos imperiales capturan tras la matanzadel portillo de Recoletos. Sacados de lahuerta donde se escondían y llevadosfuera de la puerta de Alcalá, junto a la

Page 454: Un dia de colera   arturo perez-reverte

plaza de toros, los fusilan y rematan abayonetazos en compañía de loshermanos alfareros Miguel y DiegoManso Martín, y del hijo de éste,Miguel.

Sobre las doce y media, a excepciónde los puntos de resistencia que losmadrileños mantienen entre PuertaCerrada, la calle Mayor, Antón Martín yla puerta del Sol, las columnas queconvergen hacia el centro avanzan ya sindemasiada dificultad, asegurando suscomunicaciones por las grandesavenidas. Tal es el caso de la calle de

Page 455: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Atocha, hacia la que se han retiradonumerosos paisanos que combatían en elpaseo del Prado. Algunos traen noticiade las atrocidades cometidas por losfranceses en la puerta de Alcalá y en elResguardo de Recoletos, donde acabande apresar a los funcionarios que allíestaban, interviniesen o no en loscombates.

—Se los han llevado a todos —cuenta alguien—: Ramírez de Arellano,Requena, Parra, Calvillo y los otros…También a un hortelano del marqués dePerales que tuvo la mala suerte deesconderse con ellos. Llegaron losgabachos, les quitaron las armas y los

Page 456: Un dia de colera   arturo perez-reverte

caballos, y los bajaron al Prado como auna recua de bestias… Y cuando elbrigadier don Nicolás Galet acudió deuniforme a reclamar a su gente, lepegaron un tiro en la ingle.

—Conozco a Ramírez de Arellano.Su mujer es Manuela Franco, la hermanade Lucas. Tienen dos hijos y ella estáembarazada del tercero… ¡Pobres!

—Por lo visto están fusilando amucha gente.

—Y la que van a fusilar… Anosotros, por ejemplo, si nos agarran.

—¡Cuidado, que vuelven!Atacados por un destacamento de

dragones procedente del Buen Retiro y

Page 457: Un dia de colera   arturo perez-reverte

por una columna de infantería queavanza desde el paseo de las Delicias,una docena de paisanos y cuatrosoldados de los cinco que abandonaronel cuartel de Guardias Españolas —elquinto, Eugenio García Rodríguez, hamuerto junto a la verja del JardínBotánico— se baten en retiradaprotegiéndose en las calles próximas.Empieza de ese modo una sucia pelea deesquinas, zaguanes y soportales, en laque los españoles terminan cercados.Apresan así, cuando huye hacia lastapias de Jesús, a Domingo BrañaBalbín, mozo de tabaco de la RealAduana. Tres soldados de Guardias

Page 458: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Españolas que van con él logran escaparde casa en casa, derribando tabiques ysaltando por los tejados, mientras que elsevillano Manuel Alonso Albis, cuyouniforme atrae la atención de losfranceses, recibe un tiro de refilón quele destroza un carrillo; y al volversedejando caer el fusil mientrasdesenvaina el sable, recibe otro disparoen el pecho que lo derriba junto al murotrasero del Hospital General. Capturandespués al arriero Baltasar Ruiz, queserá fusilado al poco rato en laalcantarilla de Atocha. Los demás,perseguidos por los imperiales que lesdan caza a la bayoneta y los ametrallan

Page 459: Un dia de colera   arturo perez-reverte

con una pieza de artillería que enfilacalle de Atocha arriba, pelean al armablanca, sin esperanza, sucumbiendo unotras otro. El que más lejos llega es JuanBautista Coronel, músico de cincuentaaños nacido en San Juan de Panamá,quien, corriendo cerca de la plazuela deAntón Martín, recibe una esquirla demetralla que le desgarra un muslo y elvientre. Otros miembros de esa partida,José Juan Bautista Montenegro, elgallego de Mondoñedo Juan Fernándezde Chao y el zapatero de diecinueveaños José Peña, acorralados y sinmuniciones, levantan las manos y serinden a los franceses. Por la tarde, los

Page 460: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tres se contarán entre los fusilados en lacuesta del Buen Retiro.

En el Hospital General, situado en laesquina de la calle de Atocha con lapuerta del mismo nombre, donde dos milenfermos franceses se salvaron estamañana de verse degollados por elpopulacho, el mozo de sala SerapioElvira, de diecinueve años, acaba dellegar de la calle trayendo a uncompañero, maltrecho de un balazo quele fracturó dos costillas cuando ambosrecogían heridos en Antón Martín.Dejando al compañero en manos de un

Page 461: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cirujano, Elvira atraviesa el corredoratestado de heridos y agonizantes enbusca de otro mozo que se atreva a salira la calle. En ese momento, unpracticante de cirugía sube dando vocespor la escalera principal.

—¡Los gabachos quieren fusilar alos presos de las cocinas!

Serapio Elvira corre abajo, conotros, y encuentra allí a un sargentoimperial que, con un pelotón desoldados, se lleva al zapador, los mozosy los enfermeros que hace ratopretendieron pasar a cuchillo a losfranceses del hospital. Sin pensarlo dosveces, Elvira coge un trinchante y se

Page 462: Un dia de colera   arturo perez-reverte

arroja sobre el suboficial, que saca suespada y le da un sablazo. Cae herido eljoven, desenvainan los otros soldados, yse les arrojan encima, en tropel, todoslos mozos de la cocina —en su mayorparte asturianos— y algunos enfermerosy practicantes de cirugía que acuden altumulto. De los españoles, además deSerapio Elvira, resulta muerto Franciscode Labra, de diecinueve años, y heridossus compañeros Francisco BlancoEncalada, de dieciséis, SilvestreFernández, de treinta y dos, y JoséPereira Méndez, de veintinueve, asícomo el cirujano José Quiroga, ellavandero Patricio Cosmea, el mozo de

Page 463: Un dia de colera   arturo perez-reverte

patio Antonio Amat y el enfermeroAlonso Pérez Blanco —que morirá desus heridas días más tarde—. Pero entretodos hacen retroceder a los franceses,llenándolos de golpes y heridas. Elmarmitón Vicente Pérez del Valle, unrobusto mozo de Cangas que empuña unhierro de asar, se enfrenta al suboficialhasta que éste suelta el sable y huyedescalabrado con sus hombres.

—¡Gabachos hijos de la gran puta!… ¡No volváis aquí!

Pero los franceses vuelven, y conansias de revancha. Tras pedir ayuda enel piso superior, el suboficial agredido—lleva ahora la cabeza vendada y viene

Page 464: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ciego de cólera— regresa con unpelotón de granaderos, irrumpe en lascocinas a punta de bayoneta y señala acuantos se distinguieron en la refriega.Se llevan de ese modo hacia laalcantarilla de Atocha, descalzos y encamisa, a Pérez del Valle, a otro mozode cocina y a cinco practicantes decirugía. En una declaración posteriorsobre los sucesos del día, un testigopresencial, el juez Pedro la Hera,declarará que «ninguno volvió alhospital ni jamás se supo de ellos».

El capitán Luis Daoiz está

Page 465: Un dia de colera   arturo perez-reverte

preocupado por la defensa del parque deartillería. La mayor parte de la gente quereclamaba fusiles, al abrírsele laspuertas y hacerse con ellos se dispersópor la ciudad, dispuesta a combatir porsu cuenta —muchos, pocofamiliarizados con las armas de fuego,sólo cogieron sables y bayonetas—.Entre Daoiz, el capitán Velarde y losotros oficiales han podido retener aalgunos paisanos, convenciéndolos deque serán más útiles allí. En una vivadiscusión mantenida en la sala debanderas, confrontado el orgullo frío deDaoiz con los apasionados arrebatos deVelarde, este último se manifestó seguro

Page 466: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de que, cuando en los otros cuartelessepan que la lucha empieza enMonteleón, las tropas españolas saldrána la calle.

—¿De qué sirve batirnos? —preguntaba uno de los compañeros, elcapitán de artillería José Córdoba—.Somos cuatro gatos.

—Porque dando ejemploanimaremos a otros —fue la respuestaoptimista de Velarde—. Ningún militarde honor se quedará cruzado de brazos,dejando que nos liquiden.

—¿Tú crees?—Me va la vida en ello. O mejor

dicho, nos va.

Page 467: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El escéptico Daoiz, siempreprudente y lúcido, duda que eso ocurra.Conoce el estado de apatía ydesconcierto en que se encuentra elEjército, así como la cobardía moral delos mandos superiores. Sabeperfectamente —lo sabía al tomar ladecisión de entregar fusiles al pueblo—que quienes ocupan el parque, cuandopeleen, lo harán solos. Por el honor, ypunto. Además, pocos lugares hay enMadrid menos adecuados para unadefensa eficaz. Monteleón no es cuartelsino edificio civil, o conglomerado devarios, antiguo palacio de los duques deMonteleón cedido por Godoy al arma de

Page 468: Un dia de colera   arturo perez-reverte

artillería: medio millón de piescuadrados imposibles de defender,circunvalados por una tapia que nisiquiera es muro, tan alta como débil,que discurre recta y cuadrangular a lolargo de las Rondas en su parteposterior, por la calle de San Bernardoal oeste, por San Andrés al este, y al surpor San José. Lo dilatado del recinto,rodeado de casas y alturas que lodominan, sin otra posición paraobservar el exterior que algunasventanas del tercer piso del edificio —retirado de la tapia, sólo puede versedesde él un trecho de la calle de SanJosé—, hace que la vigilancia de

Page 469: Un dia de colera   arturo perez-reverte

eventuales fuerzas enemigas debaefectuarse con centinelas en las casaspróximas o en la calle, al descubierto.Además, excepto los Voluntarios delEstado y los pocos artilleros, la gentecarece de disciplina y formación militar.Para colmo de males, según acaba deinformar el sargento Rosendo de laLastra, los cañones sólo disponen dediez cargas de pólvora encartuchadas yotras veinte que se preparan a todaprisa; y aunque sobran balas de todoslos calibres, no hay saquetes ni botes demetralla. Con ese panorama, Luis Daoizsabe que una victoria militar estádescartada, y que cuanta acción

Page 470: Un dia de colera   arturo perez-reverte

emprenda no puede ser sino dilatoria.Una vez comience el ataque francés, loque Monteleón aguante dependerá de ladesesperación de quienes lo defiendan.

—Con su permiso, mi capitán —dice el teniente Arango—. Ya está lagente distribuida en escuadras, comoordenó…

El capitán Velarde se ocupa ahorade situarla en sus puestos.

—¿Cuánta hay?—Poco más de doscientos civiles

entre la calle y el parque, aunquetodavía se nos une algún vecino delbarrio… A eso hay que sumar losVoluntarios del Estado, los artilleros

Page 471: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que teníamos aquí y la media docena deseñores oficiales que han venido areforzarnos.

—Trescientos, más o menos —concluye Daoiz.

—Sí, bueno… Quizá algunos más.Arango, cuadrado ante Daoiz,

aguarda instrucciones. El capitánobserva su gesto preocupado por laenormidad de lo que preparan, y sientealgún remordimiento. El joven oficial,ajeno a la conspiración, se encuentra allíporque esta mañana le tocaba estar deservicio, dolido al constatar que todo seorganizó a sus espaldas. El comandantedel parque ni siquiera sabe qué piensa

Page 472: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Arango de la ocupación francesa, ni delas medidas que se toman, y desconocesus opiniones políticas. Lo ve cumplirsus obligaciones, y es lo que cuenta. Decualquier modo, concluye, la suerte o elfuturo de ese joven cuentan poco. No esel único imposibilitado de elegir hoy sudestino, en Madrid.

—Haga traer cerca de la puerta doscañones de a ocho libras y otros dos dea cuatro —le ordena Daoiz—. Limpios,cargados y listos para hacer fuego.

—No tenemos metralla, mi capitán.—Ya lo sé. Que los carguen con

bala. De todas formas, encargue aalguien buscar clavos viejos, balas de

Page 473: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mosquete o lo que sea… Hasta laspiedras de fusil pueden valer, y de ésastenemos muchas. Que las metan ensaquetes, por si acaso.

—A la orden.El capitán observa a las mujeres que

están en el patio, mezcladas con losciviles y los militares. En su mayorparte son familiares de soldados o delos paisanos armados: madres, esposase hijas, vecinas de las calles próximasque han venido acompañando a lossuyos. Bajo la dirección del caboartillero José Montaño, algunas traensábanas, colchas y manteles, yrasgándolos hacen en el patio una pila

Page 474: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de hilas y vendas para cuando empiece acaer gente. Otras abren cajas demunición, meten manojos de cartuchosen capazos y cestos de mimbre, y losllevan a los hombres que se parapetanen los edificios del parque o en la calle.

—Otra cosa, Arango. Procure sacara esas mujeres de ahí antes de quelleguen los franceses… Éste no es sitiopara ellas.

El teniente suspira hondo.—Ya lo he intentado, mi capitán. Y

se ríen en mi cara.

Frente a la puerta del parque y con

Page 475: Un dia de colera   arturo perez-reverte

talante muy distinto al de Luis Daoiz, elinfatigable Pedro Velarde supervisa ladistribución de los tiradores, seguidopor las sombras fieles de losescribientes Rojo y Almira. Supresencia y el calor convencido quederrocha a cada paso animan a militaresy a paisanos, que lo secundan confervor, dispuestos a seguirlo al mismoinfierno. El capitán de estado mayor —hoy lo demuestra de sobra— es de losraros jefes capaces de inflamar a lagente bajo su mando. Hasta puedeaprenderse de memoria, en el acto, losnombres de todos sus subordinados ydirigirse a ellos, incluidos los civiles

Page 476: Un dia de colera   arturo perez-reverte

más torpes y bisoños, como si hubiesenluchado juntos toda la vida.

—¡Les vamos a dar a los francesescon todo lo que tenemos! —dice degrupo en grupo, mientras se frota lasmanos—. ¡Esos mosiús no saben la queles espera!

Por todas partes sus palabrasconfortan a la gente, que hace punto dehonra en cumplir las órdenes. Así, conel estímulo y la actitud resuelta delcapitán, aquellos paisanosdesorientados, las partidas anárquicashechas de gente casi toda humilde,comerciantes modestos, artesanos,chisperos, mozos, criados y vecinos que

Page 477: Un dia de colera   arturo perez-reverte

empuñan un fusil por primera vez en susvidas —algunos sintieron flaquear suánimo al ver marcharse, una vezarmados, a la mayor parte de quienes losacompañaban en la calle—, tomanconciencia de grupo, se organizan yapoyan unos a otros, atienden lasinstrucciones y acuden con buen talantedonde se les requiere.

—Hay que arrimar esos andamios ala tapia del parque, junto a la puerta,para que nuestra gente pueda asomarse ydisparar por encima… ¿Le parece bien,Goicoechea?

—Sólo podrán encaramarse cuatro ocinco.

Page 478: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Cuatro o cinco fusiles ahí son unmundo.

—A la orden.De acuerdo con el capitán de

Voluntarios del Estado, Velarde hadividido en dos a los soldados traídosdel cuartel de Mejorada, reforzándoloscon cuadrillas de paisanos. Quince delos treinta y tres fusileros, bajo el mandodel teniente José Ontoria y el subtenienteTomás Bruguera, vigilan la parte traseradel recinto —las cocinas, los talleres ylas cuadras, contiguas a la calle de SanBernardo y a la Ronda—. El resto, delque se harán cargo Goicoechea y suayudante Francisco Alveró cuando

Page 479: Un dia de colera   arturo perez-reverte

empiece el combate, ocupa las pocasventanas que dan a la fachada principal,la puerta del parque y la calle de SanJosé, con gente de la partida de paisanosreunida por el oficial de obrasFrancisco Mata. A los demás civiles losdeja Velarde bajo el mando de quienesvinieron acaudillándolos, pero consupervisión de los capitanes Cónsul,Córdoba, Rovira y Dalp. De ese modolos sitúa junto a la tapia y en losedificios particulares que hay al otrolado de la calle, al abrigo de portales yzaguanes o parapetados con muebles,fardos, colchones y cuanto amontonanlos vecinos. También destaca

Page 480: Un dia de colera   arturo perez-reverte

avanzadillas de paisanos en la esquinade San Bernardo, la calle de San Pedro,que desemboca junto al convento de lasMaravillas —el edificio de las monjascarmelitas está frente a la puertaprincipal del parque—, y la esquina dela calle Fuencarral, con órdenes deavisar cuando aparezcan enemigos. Enese último punto, Velarde sitúa lapartida del estudiante asturiano JoséGutiérrez, al que acompañan, entreotros, el peluquero Martín de Larrea ysu mancebo Felipe Barrio. Sus órdenesson dar aviso, replegarse y entrar en lascasas próximas para combatir allí.

—Sobre todo, que nadie dispare sin

Page 481: Un dia de colera   arturo perez-reverte

órdenes. En cuanto vean enemigos, seretiran ustedes con mucha cautela yvienen a avisar. Es mejor pillarlosdesprevenidos… ¿Está claro?

—Clarísimo, mi capitán. Ver, callary volver a contarlo.

—Justo. Así que hala, espabilen. Yviva España.

—¡Viva!—¿Qué hacemos nosotros, señor

capitán?Velarde se vuelve hacia otro grupo

que aguarda instrucciones: la partida deJosé Fernández Villamil, el hostelero dela plazuela de Matute, cuya gente —JoséMuñiz Cueto y su hermano Miguel, otros

Page 482: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mozos de la hostería, algunos vecinosdel barrio y el mendigo de Antón Martín— llegó armada por su cuenta, trasapoderarse de fusiles del retén deInválidos de las Casas Consistoriales.El hostelero y los suyos son de lospocos civiles presentes en el parque quehan olido hoy la pólvora, batiéndose envarios lugares de la ciudad. Esaexperiencia les da aplomo. Incluso, lecuenta Fernández Villamil al capitán deartillería, su mozo José Muñiz mató deun tiro a un oficial francés. Al escucharaquello, Velarde asiente y felicita aMuñiz. Sabe lo que significa el elogiode un superior, sobre todo viniendo de

Page 483: Un dia de colera   arturo perez-reverte

un militar y en estas circunstancias. Conlo que se avecina.

—Díganme una cosa… ¿Se vencapaces de aguantar en la calle, a pechodescubierto?

—Espere y lo verá —gallea elhostelero.

—La duda ofende —apunta otro.Velarde sonríe aprobador,

procurando poner cara de que lo hanimpresionado. Está en su salsa.

—No se hable más, porque voy aencomendarles una misión crucial… Demomento embósquense enfrente, en elhuerto de las Maravillas, sin pegar untiro hasta que empiece el fuego en serio.

Page 484: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Tenemos intención de sacar luego loscañones a la calle, y hará falta quien nosproteja. Cuando eso ocurra, ustedessalen del huerto y se tumban en la acera,unos apuntando hacia Fuencarral y otroshacia San Bernardo. ¿Entendido?… Asíimpedirán que los tiradores franceses seacerquen y disparen contra nuestrosartilleros.

—¿Y por qué no sacamos ya loscañones? —pregunta con muchodesparpajo el mendigo de Antón Martín.

Los escribientes Rojo y Almira, quesiguen pegados a Velarde, estudian almendigo con ojo crítico: nariz roja devino, calzón sucio y chupa vieja sobre

Page 485: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una camisa llena de mugre. Los dedosque aferran el mosquete reluciente tienenlas uñas rotas y negras. Pero Velardesonríe con naturalidad. Es un hombremás, a fin de cuentas. Un fusil, unabayoneta y dos manos. Esta mañana nosobra nada de eso.

—Es pronto para arriesgarlos sinsaber por dónde vendrá el ataque —responde, paciente—. Los sacaremoscuando tengamos claro dónde disparar.

Fernández Villamil y los otros miranal artillero, entusiasmados. Todosmuestran una confianza ciega.

—¿Vendrán más militares, señorcapitán?

Page 486: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Por supuesto —responde Velarde,impasible—. En cuanto empiecen lostiros… ¿Imaginan que nos van a dejarsolos peleando?

—¡Claro que no!… ¡Cuente connosotros, mi capitán!… ¡Viva el reyFernando! ¡Viva España!

—Viva siempre. Y ahora ocupen suspuestos.

Viéndolos irse, fanfarrones ybulliciosos como una pandilla de chicosdispuestos a jugar a la guerra, Velardesiente una punzada incómoda. Sabe quelos manda a una posición expuesta.Haciendo como que no advierte lasmiradas que le dirigen los escribientes

Page 487: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Rojo Palmira —los dos saben que nohay tropas españolas que esperar, nimucho menos—, prosigue ladistribución de gente que acordó conLuis Daoiz.

—A ver, ¿quién manda en estegrupo?… Usted es Cosme, ¿verdad?

—Sí, mi capitán —responde elalmacenista de carbón Cosme de Mora,encantado de que el militar hayaretenido su nombre—. Para servirle austed y a la patria.

—¿Saben todos manejar los fusiles?—Más o menos. Yo cazo con

escopeta.—No es lo mismo. Estos dos

Page 488: Un dia de colera   arturo perez-reverte

señores les dirán lo más básico.Mientras los escribientes explican a

Mora y los suyos el modo de morder elcartucho con rapidez, cargar, atacar,disparar y cargar de nuevo, Velardeobserva a los hombres que tienealrededor. Algunos son sólo unoschicos. Con ellos está un niño pequeñoque lo mira impávido.

—¿Y este crío?—Es nuestro hermano, señor capitán

—dice un joven que está junto a otro quese le parece mucho—. No hay forma deconvencerlo de que vuelva a casa… Nipegándole se va.

—Será peligroso para él. Y vuestra

Page 489: Un dia de colera   arturo perez-reverte

madre estará angustiada.—¿Y qué quiere que hagamos? No

consiente en irse.—¿Cómo se llama?—Pepillo Amador.Velarde decide olvidarse del niño,

pues tiene cosas urgentes que atender.Aquélla es la partida más numerosa delas que han llegado a Monteleón, y losrostros traslucen sentimientos diversos:inquietud, decisión, desconcierto,angustia, esperanza, valor… Tambiénmuestran una ingenua fe en el capitánque tienen delante, o más bien en sugraduación y uniforme. La palabracapitán suena bien, inspira confianza

Page 490: Un dia de colera   arturo perez-reverte

elemental a esos voluntarios valerosos,sencillos, huérfanos de su rey y suGobierno, dispuestos a seguir a quienlos guíe. Todos han dejado familias,casas y trabajos, arriesgándose paraacudir al parque impulsados por larabia, el pundonor, el patriotismo, elcoraje, el odio a la arrogancia francesa.Dentro de un rato, concluye Velarde,muchos quizás estén muertos. Incluso élmismo, con ellos. El pensamiento lodeja absorto, silencioso, hasta que sepercata de que todos lo miranexpectantes. Entonces se yergue y alza lavoz.

—En cuanto al manejo de la

Page 491: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bayoneta y el arma blanca —añade—,tratándose de hombres como ustedes,seguro que no hace falta que nadie lesenseñe nada.

La bravata da en el blanco: losrostros se relajan, hay algunascarcajadas y palmadas en los hombros.Ni sobre bayonetas ni sobre navajas,alardean algunos golpeando lacachicuerna que llevan en la faja. Que selo pregunten, si no, a los gabachos.

—Lo bueno de esta munición —remata Velarde, tocando a su vez laempuñadura del sable— es que ni seacaba nunca, ni precisa quemarpólvora… ¡Y ningún francés la maneja

Page 492: Un dia de colera   arturo perez-reverte

como los españoles!—¡¡Ninguno!!Le responde una ovación. Y de ese

modo, tras alentarles un poco más elentusiasmo —el capitán sabe que, comoel miedo, el valor es contagioso—,envía al almacenista de carbón y a sugente a cubrir las barricadas, aceras ybalcones de las casas contiguas al jardíny al huerto del convento de lasMaravillas, con la orden de batir,cuando empiece la lucha, la mayorextensión posible de la embocadura deSan José a San Bernardo.

—¿Qué opina usted, mi capitán? —pregunta en voz baja el escribiente

Page 493: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Almira, que mueve dubitativo la cabeza.Velarde encoge los hombros. Lo que

importa es el ejemplo. Tal vez esoremueva conciencias y favorezca elmilagro. Pese al pesimismo de Daoiz,sigue creyendo que, si Monteleónresiste, las tropas españolas nopermanecerán con los brazos cruzados.Tarde o temprano se echarán a la calle.

—Hay que aguantar como sea —responde.

—Sí, pero… ¿Cuánto tiempo?—Lo que podamos.Mientras conversan en voz baja,

capitán y escribiente miran irse a losvoluntarios. Van con ese grupo, hasta un

Page 494: Un dia de colera   arturo perez-reverte

total de quince hombres y muchachos, eloficial sangrador Jerónimo Moraza, elportero de juzgado Félix Tordesillas, elcarpintero Pedro Navarro, el botillerode la calle Hortaleza José Rodríguez —acompañado por su hijo Rafael— y loshermanos Antonio y Manuel Amador,seguidos de cerca por Pepillo, suhermanito de once años, que los siguearrastrando una pesada cesta llena demunición.

Después de conseguir un fusil y unpaquete de cartuchos, el joven dedieciocho años Francisco Huertas de

Page 495: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Vallejo, segoviano de familiaacomodada, va a apostarse donde leordenan: el balcón de un primer pisosituado frente a la tapia del parque deartillería. Desde allí puede ver laesquina con San Bernardo. Loacompañan un hombre joven, flaco y conlentes, armado también con mosquete,que tras estrecharle la mano conceremonia se identifica de nombre yoficio como Vicente Gómez Pastrana,cajista de imprenta, y el inquilino odueño de la casa: un tipo risueño depatillas grises y cierta edad que llevapolainas de cazador, escopeta y doscananas de balas cruzadas al pecho.

Page 496: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Éste es el mejor sitio —comentael cazador—. En cuanto los francesesaparezcan por esa esquina, lostendremos enfilados.

—Se ha equipado usted bien.—Iba a salir temprano por

Fuencarral, con mi perro. Pero al findecidí quedarme aquí… Es mejor quetirarles a los conejos.

El cazador, que se presenta comoFrancisco García —don Curro, precisa,para amigos y camaradas—, parecehombre de permanente buen humor, pocopreocupado por la suerte de sus enseresdomésticos. Aun así, con ayuda deFrancisco Huertas y del cajista de

Page 497: Un dia de colera   arturo perez-reverte

imprenta, aparta muebles para despejarlas inmediaciones del balcón y colocados colchones enrollados contra labarandilla de hierro, a modo deparapeto, por si alguna bala perdida,dice, quiere colarse dentro. Luego retiraalgunas porcelanas y una imagen deJesús Nazareno que estaba junto a unaparador, y lo pone todo a salvo en eldormitorio. Al cabo mira en torno,satisfecho, y les guiña un ojo a susacompañantes.

—He mandado a mi mujer a casa desu hermana. No quería irse, pero pudeconvencerla. Espero que no hayamuchos destrozos… Le puede dar un

Page 498: Un dia de colera   arturo perez-reverte

soponcio.Asomados al balcón, los tres

hombres observan el ir y venir de gentearmada que se distribuye por el huertode las Maravillas o se tumba en la acerajunto a la tapia, al otro lado de la calle.Hay gritos, carreras y órdenescontradictorias, pero todos mantienenuna disciplina razonable. Los uniformesblancos de los Voluntarios del Estadoasoman por las ventanas del únicoedificio interior del parque que seencuentra cerca de la calle, y en lapuerta destaca el azul turquí de losartilleros. Francisco Huertas observa alcapitán de casaca verde que da órdenes

Page 499: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en la entrada. Ignora su nombre, peromilitares y paisanos lo obedecen sinrechistar. Eso inspira confianza al jovensegoviano, que salió esta mañana decasa de su tío don Francisco Lorrio —elsobrino está en Madrid pretendiendo unempleo del Estado merced a las buenasrelaciones de la familia— sin otraintención que observar el tumulto, perono pudo sustraerse al entusiasmopopular. Cuando se abrieron las puertasdel parque y la gente entró en busca defusiles, le pareció vergonzoso quedarseafuera, mirando. Así que fue con losdemás, y antes de darse cuenta tenía enlas manos un fusil reluciente y en los

Page 500: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bolsillos provisión de cartuchos.—Vamos a tomarnos una copita

mientras esperamos, porque una cosa noquita la otra… ¿Ustedes gustan?

Don Curro ha aparecido con unabotella de anís dulce, tres vasos y trescigarros habaneros. Francisco Huertasbebe un sorbo de licor, sintiéndosetonificado.

—Estaría bien —dice el cajista deimprenta— despachar a algún gabacho.

—Brindemos por la intención —eldueño de la casa vuelve a llenar losvasos—. Y también a la salud del reyFernando.

Hay tumulto en la calle. Francisco

Page 501: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Huertas, con el cigarro en la boca y sinencender —no es partidario de ponersea echar humo en este momento—, apurasu anís y se asoma al balcón, mosqueteen mano. La gente está tumbada entierra, y junto a la esquina algunosapuntan sus fusiles. Otros corren haciael convento de las Maravillas. Elcapitán de casaca verde ha desaparecidodentro del parque, cuyas puertas secierran lentamente, suscitando en eljoven una extraña sensación dedesamparo. Cuando mira hacia lasventanas del edificio, comprueba quelos Voluntarios del Estado se hanagachado y sólo asoman las bocas de

Page 502: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sus armas.—Murat nos invita a bailar, señores

—dice don Curro, que echa humo conmucha flema.

Francisco Huertas observa que alcajista de imprenta le tiemblan lasmanos cuando, tras apagar su cigarro,vacía la pólvora en el cañón del fusil,mete la bala con el resto del cartucho ylo ataca todo con la baqueta. Sintiendoun escalofrío que le recorre la espinadorsal, los brazos y las ingles, el jovenhace lo mismo y después se arrodillacon sus dos compañeros tras elimprovisado parapeto, con la culatapegada a la cara. Huele a metal, madera

Page 503: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y aceite.«¿Qué hago aquí?», se interroga de

pronto, asustado.Desde un balcón vecino, alguien

grita que vienen los franceses.

La única partida de voluntarios quetodavía no ha llegado al parque deartillería es la de Blas Molina Soriano.En un alarde de prudencia,escarmentado por las escenas quepresenció ante Palacio, el cerrajerolleva a su cuadrilla en silencio y dandorodeos para evitar toparse con unafuerza francesa que los desbarate. De

Page 504: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ese modo, procurando pasarinadvertido, el grupo ha ido desdeTudescos a la corredera de San Pablo,de allí a la plazuela de San Ildefonso, yluego de callejear un poco desembocaahora en la calle de San Vicente, caminode la Palma alta y el convento de lasMaravillas. La cercanía del parque deMonteleón anima a Molina y los suyos,que empiezan a perder la discreción yprorrumpen en vivas a España y muerasa los franceses. Pero al doblar laesquina de San Andrés y San Vicente, elcerrajero levanta una mano y hace alto.

—¡Callarse! —ordena—. ¡Callarse!La gente de la partida se congrega a

Page 505: Un dia de colera   arturo perez-reverte

su lado, pegada a la esquina, mirandocalle arriba. Escuchando. Los vivas ymueras han cesado, los rostros estánmortalmente serios. Como Molina, cadahombre permanece atento al ruidoinconfundible que se oye con claridadentre los edificios interpuestos: uncrepitar siniestro, seco, nutrido yconstante.

Se combate en el parque deMonteleón.

Page 506: Un dia de colera   arturo perez-reverte

5

Entre las doce y media y la una de latarde, Madrid queda cortado en dos.Desde el paseo del Prado hasta elPalacio Real, las vías principales seencuentran ocupadas por tropasfrancesas, cuya caballería va y viene algalope barriendo las calles con ferocescargas, reforzada por cañones que tirancontra cuanto se mueve y pordestacamentos de infantería que avanzande esquina en esquina. Sin embargo,

Page 507: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pese a que la máquina de guerranapoleónica se impone poco a poco, sucontrol está lejos de ser absoluto. Loscoraceros de la brigada Rigaud siguenen Puerta Cerrada, sin tener el pasoexpedito. Con la artillería imperialbatiendo la plaza Mayor, la de SantaCruz y Antón Martín, grupos demadrileños se dispersan por las callejasadyacentes después de cada acometida,pero vuelven a reunirse y atacan denuevo, tenaces, desde zaguanes ysoportales. Sin esperanza de victoria,buena parte de la gente sensata,desengañada o aterrada por la matanza,anda en fuga o procura retirarse a su

Page 508: Un dia de colera   arturo perez-reverte

casa. Pero aún quedan madrileñosempeñados en disputar, a tiros ynavajazos, cada portal y cada esquina.Quienes se baten de ese modo son losdesesperados sin escapatoria posible,los que nada tienen que perder, los quequieren vengar a amigos y parientes, lagente de los barrios bajos dispuesta atodo, y quienes, más allá de cualquierrazón, ya sólo buscan cobrarse caro enlos franceses, ojo por ojo y diente pordiente, el estrago de la jornada.

—¡A ellos!… ¡Que lo paguen, esosgabachos!… ¡Que lo paguen!

Para unos y otros, el precio esterrible. Hay muertos en cada calle del

Page 509: Un dia de colera   arturo perez-reverte

centro, en cada portal y en cada esquina.El fuego de artillería, que no escatima lametralla, ha hecho desaparecer debalcones y ventanas a casi todos lostiradores españoles, y descargascontinuas de fusileros, cazadores ygranaderos mantienen desiertas lasfachadas superiores, tejados y terrazasde los edificios. Varias mujeres perecenasí, alcanzadas cuando arrojan desde suscasas macetas, floreros y muebles contralos franceses. Entre ellas se cuentan laaragonesa de treinta y seis años ÁngelaVillalpando, que muere en la calleFuencarral; en la de Toledo, las vecinasCatalina Calderón, de treinta y siete

Page 510: Un dia de colera   arturo perez-reverte

años, y María Antonia Monroy, decuarenta y ocho; en la del Soldado, lachispera de treinta y ocho años TeresaRodríguez Palacios; y en la deJacometrezo, la viuda AntoniaRodríguez Flórez. Por su parte, elcomerciante Matías Álvarez recibe undisparo en el pecho cuando hostiga a losimperiales con una escopeta desde unbalcón de la calle de Santa Ana. Y en sucasa de la calle de Toledo, esquina a laConcepción Jerónima, desde dondearroja tejas y enseres de cocina contratodo francés que pasa por debajo, aSegunda López del Postigo le atraviesanel muslo izquierdo de un balazo.

Page 511: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Sin embargo, muchos de quienes hoymueren o quedan heridos en ventanas ybalcones son ajenos al combate,alcanzados al asomarse o mientrasintentan resguardarse del tiroteo. Es asícomo, en la calle del Espejo, una mismabala perdida, o intencionada, mata a lajoven Catalina Casanova y Perrona —hija del alcalde de Casa y Corte donTomás de Casanova— y a su hermanoJoselito, de pocos años; y en la esquinade la calle de la Rosa con la de Luzón,otra descarga francesa cuesta la vida, envísperas de su boda, a la joven dedieciséis años Catalina Pajares deCarnicero, hiriendo a la criada de la

Page 512: Un dia de colera   arturo perez-reverte

casa, Dionisia Arroyo. De ese modomueren también, entre numerosasvíctimas no combatientes, EscolásticaLópez Martínez, de treinta y seis años,natural de Caracas; el pinche de cocinade treinta años José Pedrosa, en la plazade la Cebada; Josefa Dolz de Castellar,en la calle de Panaderos; la viuda MaríaFrancisca de Partearroyo, en la plazadel Cordón; y muchos otros, entre losque se cuentan los niños EstebanCastarera, Marcelina Izquierdo, ClaraMichel Cazervi y Luisa García Muñoz.Tras poner a esta última, de siete años,en manos de su madre y de un cirujano,su padre y el mayor de sus hermanos,

Page 513: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que no habían participado hasta ahora enlos acontecimientos de la jornada, cogenun viejo sable de la familia, un cuchillode monte y dos pistolas, y se echan a lacalle.

Los franceses tiran a bulto, sinavisar. En la calle del Tesoro, undestacamento de la Guardia Imperial yun cañón emplazado en la esquina de laBiblioteca Real disparan contra ungrupo nutrido donde se mezclanfugitivos de los combates, vecinos ycuriosos. Mueren en el acto JuanAntonio Álvarez, jardinero de Aranjuez,

Page 514: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y el septuagenario napolitano LorenzoDaniel, profesor de italiano de losinfantes de la familia real; y quedaherido Domingo de Lama, aguador delretrete de la reina María Luisa. Cuandoacude a ayudar a este último, que searrastra por el suelo dejando un reguerode sangre, Pedro Blázquez, maestro deprimeras letras, soltero, es acometidopor un granadero francés, al que seenfrenta sin otra arma que uncortaplumas que lleva en el bolsillo.Perseguido hasta un patio interior,Blázquez logra despistar al granadero yregresa para ayudar a Domingo deLama, a quien pone al cuidado de unos

Page 515: Un dia de colera   arturo perez-reverte

vecinos. El maestro de primeras letrasse encamina entonces a su casa, situadaen la calle Hortaleza, con tan malasuerte que al doblar una esquina se dade boca con un centinela francés, allíapostado con fusil y bayoneta.Consciente de que, si se aleja, el otrodisparará su arma, Blázquez se abraza aél, intentando acuchillarlo en el cuellocon su cortaplumas, recibiendo a cambioun bayonetazo en un costado. Al finlogra desasirse y huir por la calle de lasInfantas, refugiándose en casa de unaconocida, Teresa Miranda, soltera,maestra de niñas. Atemorizada por eltumulto, la maestra abre la puerta a

Page 516: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Blázquez tras mucho hacerse de rogar ylo encuentra ante sí, ensangrentado,todavía con el cortaplumas en la mano,con aspecto que más tarde, entre susamistades, calificará de «homérico yvaronil». Haciéndolo pasar, y mientrasel hombre se desnuda de cintura paraarriba a fin de que le cure la herida, lasolterona se enamorará perdidamentedel maestro de primeras letras.Transcurrido el tiempo de noviazgo aluso y hechas las amonestacionespertinentes, Pedro Blázquez y TeresaMiranda se casarán un año más tarde, enla iglesia de San Salvador.

Page 517: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Mientras el maestro Blázquez escurado de su bayonetazo, en el centro dela ciudad prosiguen los combates.Aunque las tropas imperiales semantienen desplegadas en las grandesavenidas, ni las cargas de caballería niel fuego nutrido de la infantería lograndespejar del todo la puerta del Sol,donde grupos de paisanos siguenatacando desde el Buen Suceso y lascalles próximas sin desmayar por lasenormes pérdidas y la dureza de larespuesta. Lo mismo pasa en AntónMartín, Puerta Cerrada, la parte alta dela calle de Toledo y la plaza Mayor. Enésta, bajo el arco de la calle Nueva, los

Page 518: Un dia de colera   arturo perez-reverte

artilleros franceses de un cañón de aocho libras se ven acometidos pormedio centenar de hombres malvestidos, sucios e hirsutos, que se hanido acercando a saltos, en pequeñosgrupos, resguardados en zaguanes ysoportales. Se trata de los presosliberados de la cercana Cárcel Real, enla plazuela de la Provincia, que tras darun rodeo caen sobre los franceses con lacontundencia propia de su crudacondición, armados con pinchos,navajas y cuantas armas han podidocoger por el camino. Atacados desdevarios sitios a la vez, los artilleros sondescuartizados sin misericordia junto al

Page 519: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cañón y despojados de ropa, fusiles,sables y bayonetas. Luego de aliviar aconciencia los cadáveres, dientes de oroincluidos, los atacantes, asesorados porun gallego llamado Souto —que hacetres años, según afirma, sirvió a bordodel navío San Agustín en Trafalgar—,dan la vuelta al cañón y enfilan ladesembocadura de la calle Nueva con lapuerta de Guadalajara, disparandocontra la infantería francesa que vienedesde los Consejos.

—¡Metralla!… ¡Meted metralla, quees lo que más daño hace!… ¡Y refrescadantes, no se inflame la pólvora!… ¡Así!… ¡Venga acá ese botafuego!

Page 520: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Alentados por su ferocidad, otrospaisanos dispersos o fugitivos engrosanel grupo, atrincherado en el ángulonoroeste de la plaza. Se unen a lospresos, entre otros, los asturianosDomingo Girón, de treinta y seis años deedad, casado, carbonero de la calleBordadores, y Tomás Güervo Tejero, deveintiuno, criado de la casa de monsieurLaforest, embajador de Francia.También se incorporan a la partida, trasvenir corriendo por la calle de Postas acausa de una nueva carga francesa y laconsiguiente dispersión, el murciano decuarenta y dos años Felipe GarcíaSánchez, inválido de la 3.a compañía, su

Page 521: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hijo —zapatero de oficio— PabloPolicarpo García Vélez, el tahoneroAntonio Maseda, el guarnicioneroManuel Remón Lázaro, y FranciscoCalderón, de cincuenta años, que vivede pedir limosna en las gradas de SanFelipe.

—¿Qué pasa con los militares,amigo? ¿Salen o no salen a echar unamano?

—¿Salir?… Ya lo ve. ¡Aquí losúnicos que salen son gabachos!

—Pues en la plaza de la Cebadaacabo de cruzarme con unos de GuardiasWalonas…

—Son desertores, seguro… Todavía

Page 522: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los fusilaran si los cogen, o cuandovuelvan a su cuartel.

Llega a congregarse en aquel ángulode la plaza una nutrida fuerza que, pesea estar mal organizada y peor armada,impone respeto a los francesesprocedentes de la puerta deGuadalajara, obligándolos a retirarsehacia los Consejos. Eso envalentona aalgunos presos, que se aventuran bajolos soportales y acometen a losrezagados, entablándose confusoscombates parciales al arma blanca,bayonetas contra navajas, entre laPlatería, la cava de San Miguel y laplazuela del mismo nombre. Ese ir y

Page 523: Un dia de colera   arturo perez-reverte

venir, que despeja un trecho de la calleMayor, permite llevar a varios heridoshasta la botica de don Mariano PérezSandino, en la vecina calle de Santiago,que su propietario mantiene abiertadesde que empezaron los combates.Entre los allí atendidos se cuentaManuel Calvo del Maestre, oficial dearchivo del Ministerio de la Guerra yveterano de la campaña del Rosellón,que tiene un carrillo destrozado de unbalazo. Al poco rato llegan elguarnicionero Remón, con los dedos deuna mano cercenados por un sablefrancés, y el criado de la embajadafrancesa Tomás Güervo, que grita de

Page 524: Un dia de colera   arturo perez-reverte

dolor mientras contiene con ambasmanos sus tripas abiertas. Segúncomenta el preso Francisco XavierCayón, que trae al herido, Güervoparece el caballo de un picador despuésde que lo empitone un toro.

—¡Alto el fuego!… ¡No gastemosmás cartuchos!

Tumbados en la esquina de lascalles de San José y San Bernardo, alextremo de la tapia de Monteleón, loshombres de la partida de José FernándezVillamil cargan y disparan sus fusiles,ensordecidos por las detonaciones,

Page 525: Un dia de colera   arturo perez-reverte

irritados los ojos por el humo de lapólvora quemada. Han salido desde elhuerto de las Maravillas por iniciativapropia, antes de tiempo, y disparan aciegas, derrochando munición para nada.Los franceses que se acercaban alparque —veinte hombres y un oficialqueriendo entrar en el recinto— hacerato que desaparecieron calle abajo,ahuyentados a tiros, a excepción de doscuerpos inmóviles en el suelo, junto a laVisitación, y un herido que se arrastrahacia la fuente de Matalobos.Imponiéndose al fin a sus compañeros,el hostelero de la plazuela de Matutelogra que dejen de disparar. Se

Page 526: Un dia de colera   arturo perez-reverte

incorporan mirándose unos a otros,desconcertados. En la confusión delprimer tiroteo salieron todos a la callecontraviniendo las órdenes del capitánVelarde, que les había encargadopermanecer ocultos en el huerto delconvento. La escaramuza real, intensa defuego, apenas duró un minuto; pero eltiroteo se prolongó un rato, ya sinobjeto, a causa del ardor de losvoluntarios, a quienes sólo lasadvertencias de los soldados del cuartelhan impedido meterse en San Bernardodetrás de los franceses fugitivos.

—¡Ésos no paran de correr!—¡Recuerdos a Napoleón, mosiús!

Page 527: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Cobardes!… ¡Les hemos dadopara el pelo!

Ahora se abren un poco las puertasdel parque, y el capitán Luis Daoiz, consemblante hosco, sale y se dirige agrandes zancadas hacia FernándezVillamil y su gente. Viene sin sombrero,y pese a las charreteras de la casacaazul, el sable y las botas altas, supequeña estatura no impondría grancosa, de no ser por la autoridad de suaire resuelto y la mirada furiosa queperfora a los paisanos.

—¡No vuelvan a desobedecer lasórdenes!… ¿Me oyen?… ¡Ustedes sesometen a la disciplina militar, o se van

Page 528: Un dia de colera   arturo perez-reverte

todos a casa!Protesta débilmente el hostelero,

arropado por su gente. Sólo pretendíanayudar, argumenta. Al ver a losfranceses, creyeron su deber unirse a losque disparaban.

—De los franceses se hanencargado, y muy bien, el capitánGoicoechea y los Voluntarios del Estado—lo corta Daoiz—. Aquí cada uno tienesu obligación. La de ustedes es quedarseen el huerto, como les dijo don PedroVelarde, hasta que salgan los cañones.

—¡Pero si los hemos hecho corrercomo conejos! ¡Ésos no vuelven!

—Era sólo una patrulla despistada.

Page 529: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Vendrán más, se lo aseguro. Y no serátan fácil ahuyentarlos la próxima vez…¿Les queda munición?

—Alguna queda, señor oficial.—Pues no malgasten la que tienen.

Hoy cada bala vale una onza de oro.¿Entendido?… Ahora, regresen a suspuestos inmediatamente.

—A sus órdenes.—Eso. A ver si es verdad. A mis

órdenes.Desde el primer piso de la casa

contigua, en el balcón protegido por loscolchones de don Curro García, el jovenFrancisco Huertas de Vallejo asiste a laconversación del artillero y la gente de

Page 530: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Fernández Villamil. Está sentado en elsuelo, la espalda apoyada en la pared yel mosquete entre las piernas, yexperimenta una extraña sensación deeuforia. Durante la escaramuza hadisparado dos de los veinte cartuchosque traía en los bolsillos, y ahora selleva a los labios la tercera copa de anísque el dueño de la casa acaba deofrecerles a él y al cajista de imprentaGómez Pastrana. Para celebrar,argumenta, el bautismo de fuego.

—Tiene razón ese capitán —dicedon Curro, filosófico, fumando conparsimonia el resto de su cigarrohabanero—. Sin disciplina, España se

Page 531: Un dia de colera   arturo perez-reverte

iría al carajo.Esta vez Francisco Huertas apenas

prueba el licor. Alguien se acerca a lacarrera desde el otro extremo de lacalle, dando voces junto al convento delas Maravillas. Los tres hombresempuñan sus armas y se incorporan,asomándose a mirar desde el balcón.Quienes llegan, sin aliento, son elestudiante José Gutiérrez, el peluqueroMartín de Larrea y su mancebo FelipeBarrio, que estaban de avanzadilla en laesquina de las calles San José yFuencarral. Por las trazas, traen prisa.

—¡Gabachos!… ¡Vienen másgabachos!… ¡Ahora es por lo menos un

Page 532: Un dia de colera   arturo perez-reverte

regimiento!En un abrir y cerrar de ojos, la calle

se vacía, El capitán Daoiz da tres ocuatro órdenes secas y se encaminadespacio a la puerta del parque, conmucha serenidad y sin descomponer elpaso. José Gutiérrez y los suyos semeten en el huerto del convento con lapartida del hostelero FernándezVillamil. En balcones y ventanas,soldados y paisanos se agachan,ocultándose lo mejor que pueden.

—¿Queríamos bailar?… Pues ahítraen la música —comenta don Curro,amartillando su escopeta tras despachar,con mirada ya un poco turbia, la cuarta

Page 533: Un dia de colera   arturo perez-reverte

copita de anís.

Cuando las puertas de Monteleón secierran tras Luis Daoiz, el tenienteRafael de Arango, que supervisa latraída de cargas de pólvora para balasde cañón y las hace apilar en lugarseguro cerca de la entrada, observa quePedro Velarde va al encuentro de susuperior, que ambos discuten en vozbaja, y que Daoiz mueve la cabeza conademán rotundo, señalando los cuatrocañones dispuestos junto a la entrada.Después, los dos capitanes se acercan alas piezas recién engrasadas, pulidas y

Page 534: Un dia de colera   arturo perez-reverte

relucientes en sus cureñas.—¡Los militares, a formar! —ordena

Daoiz.Sorprendidos, Arango, Velarde, los

otros oficiales, los dieciséis artilleros ylos Voluntarios del Estado que están enel patio se alinean en dos grupos, junto alos cañones. También el capitánGoicoechea y los suyos se asomanarriba, por las ventanas. Daoiz seadelanta tres pasos y mira a los hombrescasi uno por uno, impasible. Luego sacael sable de la vaina.

—Hasta ahora —dice en voz alta yclara—, todo cuanto ha ocurrido aquí esde mi exclusiva responsabilidad, y de

Page 535: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ello responderé ante mis superiores, mipatria y mi conciencia… En lo que pasea partir de ahora, las cosas sondiferentes. Quien se una al grito que medispongo a dar, no podrá volverseatrás… ¿Está claro?

Una pausa. El silencio es mortal. Alo lejos empieza a oírse el redoble de untambor que se aproxima. Todos sabenque se trata de un tambor francés.

—¡Viva el rey don FernandoSéptimo! —grita Daoiz—. ¡Viva lalibertad de España!

El teniente Arango, por supuesto,grita con todos. Sabe que a partir de esemomento no podrá alegar que sólo

Page 536: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cumple órdenes, pero el honor militar leimpide hacer otra cosa. De los demás,oficiales o soldados, nadie se quedacallado: dos sonoros «¡viva!» derespuesta atruenan el patio. Sin podersecontener, exaltado como suele, PedroVelarde rompe la formación, saca suespada y la levanta, cruzándola en altocon la de Daoiz.

—¡Muertos antes que esclavos! —exclama a su vez.

Un tercer oficial se adelanta de lasfilas. Es el teniente Jacinto Ruiz, conpaso vacilante por la fiebre, que seacerca a los dos capitanes, saca tambiénsu sable y sin decir una palabra cruza su

Page 537: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hoja con las otras dos. Tropas yoficiales los vitorean. Por su parte,Rafael de Arango permanece inmóvil enla fila, el sable en la vaina. Resignado.El joven tiene la boca seca y amargacomo si hubiera masticado granos depólvora. Se batirá, por supuesto, si noqueda otro remedio. Hasta la muerte,como es su obligación. Pero malditas lasganas que tiene de morir allí.

Impresionados, la boca abierta deestupor, el almacenista de carbón Cosmede Mora y su gente se mantienen con lacabeza baja y en silencio, espiando a los

Page 538: Un dia de colera   arturo perez-reverte

franceses por las rendijas de las puertasy tras los postigos entornados de lasventanas. Los quince hombres, entre losque se cuentan Antonio y ManuelAmador y su hermanito Pepillo, ocupanel almacén de un espartero que da a lacalle de San José, situado en la plantabaja de una casa vecina al convento delas Maravillas.

—Madre del Amor Hermoso —murmura entre dientes el carpinteroPedro Navarro.

—Silencio, carajo.Los franceses que llegan desde la

calle Fuencarral son muchos. Por lomenos una compañía entera, calcula el

Page 539: Un dia de colera   arturo perez-reverte

portero de juzgado Félix Tordesillas,que tuvo en su juventud algunaexperiencia militar. Vienen con redoblede tambor y bien formados, arrogantes,llevando desplegado un banderíntricolor. Para sorpresa de los paisanosque los observan ocultos, tanto oficialescomo soldados se cubren con el altochacó característico de los franceses,pero sus casacas de uniforme no sonazules, sino blancas con pecherasabotonadas de color azul. Los precedengastadores con hachas, granaderos y unpar de oficiales.

—Ésos traen malas pulgas —susurraCosme de Mora—. Que a nadie se le

Page 540: Un dia de colera   arturo perez-reverte

escape un tiro ni haga ruido, o estamosapañados.

El tambor francés ha enmudecido, ypor las rendijas se ve a dos oficialesacercarse a la puerta del cuartel, llamara ella a voces y con los puños, y mirar alos lados de la calle. Después uno de losoficiales da una orden, y una veintena degastadores y soldados se acerca a lapuerta y empieza a dar hachazos ygolpes. En el almacén de esparto,arrodillado sobre un montón de sacosnuevos de arpillera, un ojo pegado a larendija del postigo, el lencero BenitoAmégide y Méndez se pasa la lengua porlos labios y cuchichea con el sangrador

Page 541: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Jerónimo Moraza, que está a su lado.—No creo que los de adentro vayan

a…Un estampido ensordecedor le corta

las palabras y el aliento, mientras laonda expansiva de tres explosionesencadenadas, rebotando en los muros dela calle, revienta los vidrios de lasventanas y arroja una nube de astillas,esquirlas y fragmentos de yeso y ladrilloque crujen y saltan por todas partes.Aturdidos, sin reponerse de su asombro,Cosme de Mora y sus hombres seasoman a la calle, fusil en mano, y loque ven los deja estupefactos: laspuertas del parque han desaparecido, y

Page 542: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bajo el arco de hierro forjado pendensólo maderas rotas colgadas de susbisagras. Frente a ellas, en una extensiónsemicircular de quince o veinte varas dediámetro, el suelo está cubierto deescombros, sangre y cuerpos mutiladosde franceses, mientras lossupervivientes de la tropa corren encompleto desorden, atropellándose unosa otros.

—¡Les han tirado desde dentro!…¡Han disparado los cañones a través dela puerta!

—¡Viva España!… ¡Que no escapeninguno!… ¡A ellos, a ellos!

La calle se llena de paisanos que

Page 543: Un dia de colera   arturo perez-reverte

disparan contra los franceses fugitivos,perseguidos casi hasta la fuente Nuevade los Pozos, en el cruce con la calleFuencarral. El entusiasmo es delirante.De las casas salen hombres, mujeres yniños que se apoderan de las armasabandonadas por el enemigo en fuga,disparan contra los franceses que aún sehallan a la vista, rematan a los heridos anavajazos y cuchilladas y despojan loscuerpos de cuanto útil, arma, munición,dinero, anillos o ropa intacta llevanencima.

—¡Victoria! ¡Van de huida!…¡Victoria!… ¡Mueran los gabachos!

Con toda ingenuidad, la multitud —

Page 544: Un dia de colera   arturo perez-reverte

más grupos de vecinos quieren unirseahora a los paisanos armados—pretende lanzarse tras los franceses,dándoles alcance hasta sus cuarteles. Elteniente Arango, a quien Luis Daoiz hahecho salir con varios artilleros paraimpedirlo, debe emplearse a fondo paraconvencer a la gente de que entre enrazón.

—¡No están vencidos! —grita hastavolverse ronco—. ¡Cuando sereorganicen, volverán! ¡Volverán!

—¡¡Viva España y viva el rey!!…¡¡Muera Napoleón!!… ¡¡Abajo Murat!!

Al fin, casi a golpes y empujones,Arango y los artilleros logran

Page 545: Un dia de colera   arturo perez-reverte

restablecer el orden. Los ayuda lallegada oportuna de la partida de civilesque acaudilla el cerrajero Blas MolinaSoriano, que tras prolongados rodeospara evitar a los franceses —y unaprudente espera en la calle de la Palmahasta ver en qué terminaba el últimoepisodio—, se incorpora, al fin, alnúmero de defensores de Monteleón.Recibido el refuerzo con alborozo yconducido al interior del parque, esMolina quien informa al capitán Daoizde la presencia de más fuerzasimperiales en las proximidades. Acudencon mucha prisa, señala, desde la puertade Santa Bárbara. Por su parte,

Page 546: Un dia de colera   arturo perez-reverte

observando los uniformes y divisas dela docena de enemigos muertos en lacalle, el capitán Velarde, que por suexperiencia de estado mayor conoce lacomposición de las fuerzasnapoleónicas, identifica a la tropa quellevó a cabo el último intento. Se tratade una compañía adelantada del batallónde Westfalia, que suma al completo másde medio millar de hombres. Losmismos que, según el cerrajero Molina,acuden a paso ligero hacia Monteleón.

Junto a la fuente de la Mariblanca,en la puerta del Sol, Dionisio Santiago

Page 547: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Jiménez, mozo de labor conocido porCoscorro en el real sitio de SanFernando, de donde es natural, ve morira su amigo José Fernández Salcedo, decuarenta y seis años, cuando una balafrancesa le arranca media cara.

—¡No os quedéis al descubierto,carajo! ¡Cubríos!

Coscorro y otros que andan cercaforman parte de los grupos de genteforastera, robusta y decidida, que entróayer en Madrid para pronunciarse afavor de Fernando VII; y que hoy, lejosde sus casas y sin refugio posible,pelean en las calles con ladeterminación de quien no tiene adónde

Page 548: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ir. Tal es el caso de muchos de los queintegran la partida numerosa, casi uncentenar de hombres, que lleva hora ymedia tenazmente pegada a los aledañosde la plaza, retirándose dispersa antecada acometida francesa y volviendo ajuntarse y pelear en cuanto puede. Estánallí el sexagenario José Pérez Hernán dela Fuente y sus hijos Francisco y Juan,que vinieron ayer de Miraflores de laSierra endomingados con marsellés,gorro de pelo y capote de grana, ytambién el jardinero del marqués deSantiago en Griñón Miguel FacundoRevuelta Muñoz, de diecinueve años, aquien acompaña su padre Manuel

Page 549: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Revuelta, jardinero del real sitio deAranjuez. Andan cerca, lanzando golpesde mano contra los franceses desde laspuertas del hospital del Buen Sucesoque dan a San Jerónimo y a Alcalá, loshermanos Rejón, con su bota de vinovacía y sus navajas ensangrentadas, encompañía de Mateo González, el actorIsidoro Máiquez, el oficial de imprentaAntonio Tomás de Ocaña, que vaarmado con un trabuco, los vecinos dePerales del Río Francisco del Pozo yFrancisco Maroto, y los muchachosTomás González de la Vega, de quinceaños, y Juanito Vie Ángel, de catorce.Este último se encuentra en compañía de

Page 550: Un dia de colera   arturo perez-reverte

su padre, el antiguo soldado inválido deGuardias Walonas Juan Vie del Carmen.

—¡Ahí vienen más!Cuatro jinetes polacos y unos

dragones sables en mano se acercan algalope, dispuestos a dispersar elpequeño grupo que de nuevo se haformado junto a la Mariblanca. En esemomento, saliendo del Buen Suceso, eloficial de imprenta Ocaña descerraja untrabucazo en el pecho de uno de loscaballos, que cae arrastrando al jinete.Aún no ha tocado éste el suelo cuandolos hermanos Rejón y Mateo Gonzálezlo cosen a puñaladas, y Máiquez, queacaba de cargar una pistola, dispara

Page 551: Un dia de colera   arturo perez-reverte

contra los otros. Acuden los demáspaisanos, sablean polacos y dragones,suenan mosquetazos de infantesfranceses que cargan a la bayonetadesde la calle de Alcalá, y en medio deuna confusión enorme, entre gritos ymaldiciones, se baten todos con rápidaferocidad. Un sablazo deja fuera decombate a Mateo González, que searrastra como puede, desangrándose,hasta un portal cercano. Suenan tiros,llegan más enemigos, cae AntonioOcaña atravesado de un balazo,Francisco del Pozo retrocede dandoalaridos con un profundo tajo de sableque casi le cercena un hombro, y el resto

Page 552: Un dia de colera   arturo perez-reverte

busca resguardo en el claustro del BuenSuceso, donde varias mujeresaterrorizadas gritan e intentanesconderse mientras suenan lasdescargas y los franceses fuerzan laentrada.

—Estoy sin balas —dice IsidoroMáiquez— y ya tengo bastante.

Escapando por la puerta frontera alconvento de la Victoria, el actor saledisparado hacia su casa, que está cercade Santa Ana. Lo acompañan corriendolos hermanos Rejón, a los que ofrecerefugio. Al intentar seguirlos, una balaalcanza por la espalda a FranciscoMaroto, que se desploma en medio de la

Page 553: Un dia de colera   arturo perez-reverte

calle, frente a la botillería de LaCanosa. El ex soldado Juan Vie delCarmen, que sale detrás con su hijo,coge a éste de la mano y se lanza endirección opuesta, hacia la esquina deCarretas, mientras las balas zumbanalrededor y suenan con chasquidos en elsuelo y contra las fachadas de las casas.

—¡Corre, Juanito!… ¡Corre!…¡Piensa en tu madre!… ¡Corre!

Subiendo por Carretas, a punto detorcer a la derecha por detrás deCorreos, el muchacho se suelta de lamano, trastabilla y cae.

—¡Papá!… ¡Papá!Con la muerte en el alma, Juan Vie

Page 554: Un dia de colera   arturo perez-reverte

se detiene y da la vuelta. Una bala le hapasado un muslo a Juanito. Aterrado, elpadre lo coge en brazos e intentaponerlo a resguardo mientras lo cubrecon su cuerpo, pero en un instante se venrodeados de soldados enemigos. Éstosson muy jóvenes y llevan los uniformessucios y los rostros ennegrecidos por elhumo de la pólvora. Con sistemáticabrutalidad, usando las culatas de susfusiles, los franceses revientan a golpesa padre e hijo.

—¡Llegan más gabachos!En la calle de San José, ante el

Page 555: Un dia de colera   arturo perez-reverte

parque de Monteleón, el capitán Daoizcontiene a los paisanos que,envalentonados, quieren ir al encuentrode los franceses que se acercan. Estavez los imperiales vienen sin redoble detambores; aunque, según lasavanzadillas que regresan a la carrerapara informar, son numerosos.

—No nos precipitemos, muchachos.Dejadlos que se aproximen y losescarmentaremos mejor.

El tuteo complace a los paisanos,satisfechos por verse tratados de igual aigual por el capitán de artillería. Elcerrajero Molina, que se ha ofrecido atender una emboscada cerca de la fuente

Page 556: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Nueva, convence a los suyos de que elseñor oficial tiene razón y lo mejor esseguir sus instrucciones. Así que LuisDaoiz, tras recomendar prudencia,ahorro de munición y mantenerse acubierto, envía a Molina y su gente a lascasas de la esquina con San Andrés.Contando la cuadrilla traída por elcerrajero, Daoiz tiene ahora bajo sumando a poco más de cuatrocientaspersonas entre artilleros, Voluntariosdel Estado y gente civil, con el refuerzode una docena de mujeres resueltas.Éstas incluso ayudan a sacar a la callelos cuatro cañones que, tras hacer buenpapel en la emboscada de la puerta, el

Page 557: Un dia de colera   arturo perez-reverte

capitán ordena colocar afuera. Cubriránla transversal de San José en ambasdirecciones, hacia San Bernardo y lafuente de Matalobos por la derecha yhacia Fuencarral y la fuente Nueva porla izquierda, enfilando también haciaabajo la calle de San Pedro, que desdela misma puerta del parque discurreperpendicular junto al convento de lasMaravillas. El problema consiste en quelos cañones, con munición para treintatiros —y sólo unos pocos saquetesimprovisados de metralla—, seránservidos por gente al descubierto,expuesta al fuego francés sin otraprotección que los tiradores apostados

Page 558: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en las ventanas del parque, encima de latapia y en los edificios cercanos; cuyamunición, pese a que artilleros ysoldados trabajan en el polvorínencartuchando a toda prisa bajo lavigilancia del sargento Lastra, no superalos veinte o treinta disparos por fusil.

—A tus órdenes, Luis. Están listoslos cañones.

Daoiz, que observa preocupado lasesquinas de la calle de San José,preguntándose por cuál asomará elenemigo, se vuelve al oír la voz dePedro Velarde. Siguiendo susinstrucciones, éste ha supervisado lainstalación de las cuatro piezas: tres

Page 559: Un dia de colera   arturo perez-reverte

enfilando cada posible eje de laprogresión enemiga y otra dispuesta aser orientada en una u otra dirección,según las necesidades. Con cada cañónhay una dotación de artilleros reforzadapor voluntarios civiles para municionary mover las cureñas. El plan consiste enque Velarde dirija la defensa desde elinterior del cuartel mientras Daoizmanda personalmente el fuego de cañón,asistido por los tenientes Arango y Ruiz—este último se ha ofrecido voluntario,pues sirvió como artillero en el campode Gibraltar—. Humean los botafuegosen las manos de cada cabo de pieza, ytodos, militares y paisanos, miran

Page 560: Un dia de colera   arturo perez-reverte

expectantes a los dos capitanes. La feciega que Daoiz advierte en sus rostros,las sonrisas bravuconas y confiadas, lasmujeres que van de un cañón a otrorepartiendo vino a los artilleros ollevando cartuchos al huerto y las casascercanas, inquietan a éste, No saben,piensa, lo que nos espera.

—¿Mandaste al muchacho? —pregunta Velarde.

Asiente Daoiz. A esas horas, elcadete de Voluntarios del Estado JuanVázquez Afán de Ribera, a quien se leha confiado la misión a causa de sujuventud y agilidad, debe de corrercomo un gamo por la calle de San

Page 561: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Bernardo, llevando un escrito para elcapitán general de Madrid. En pocaslíneas, y más a instancias de Velardeque por auténtica esperanza de que sirvapara algo, Daoiz, como comandante delparque de Monteleón, explica lasrazones por las que se baten con losfranceses, expresa su resolución deresistir hasta el final y pide ayuda a suscamaradas «para que el sacrificio delos hombres y paisanos bajo mi mandono sea inútil».

—Vete adentro, Pedro —le dice aVelarle—. Y que Dios nos la deparebuena.

Sonríe el otro. Parece a punto de

Page 562: Un dia de colera   arturo perez-reverte

decir algo; tal vez una frase que tienepreparada para la ocasión.Conociéndolo como lo conoce, a Daoizno le sorprendería en absoluto. Al cabo,Velarde se limita a encoger loshombros.

—Buena suerte, mi capitán.—Buena suerte, amigo mío.—¡Viva España!—Que sí, hombre. Vete adentro de

una vez.—A tus órdenes.Daoiz se queda inmóvil, viendo a

Velarde desaparecer dentro del parque.Genio y figura, piensa. Luego se vuelvea los que aguardan junto a los cañones.

Page 563: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Alguien grita desde un balcón que losfranceses están a punto de doblar laesquina. Daoiz traga saliva, suspira ysaca el sable.

—¡Todos a sus puestos! —ordena—. ¡Fuego a mi voz!

En la esquina de la calle de la Palmacon San Bernardo, Juan Vázquez Afánde Ribera, cadete de la 2.a compañía,3.er batallón de Voluntarios del Estado,se detiene a tomar aliento. Con laagilidad de sus doce años, ha bajado ala carrera desde el parque deMonteleón, llevando el mensaje del

Page 564: Un dia de colera   arturo perez-reverte

capitán Daoiz en la vuelta izquierda dela manga de su casaca, y ahora sedispone a atravesar una zonadescubierta. El hecho de que el cruce decalles esté desierto, sin un alma a lavista ni vecinos en los balcones, le damala espina. Pero el comandante delparque, al despedirlo hace un rato,encareció lo importante de la misión.

—De usted depende —le dijo— quenos socorran o no.

El jovencísimo aspirante a oficial sepasa una mano por el pelo revuelto ysudoroso. Ha dejado el sombrero en elcuartel para ir más desembarazado, ysólo lleva al cinto su daga de cadete.

Page 565: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Con ojos suspicaces observa losalrededores. Nadie a la vista,comprueba de nuevo. Las puertas estáncerradas, los postigos echados, lastiendas tienen puestos los tablones porfuera. Y reina un silencio inquietante,roto a intervalos por algunos disparoslejanos.

Hay que decidirse, piensa elmuchacho. El mensaje de socorro de suscompañeros parece quemarle en lamanga. Prudente, recordando lasenseñanzas recibidas en la escuelamilitar, reflexiona sobre el recorridoque va a hacer en la siguiente carrera.Cruzará la calle hasta el guardacantón

Page 566: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de enfrente, y de allí seguirá hasta elcarro abandonado en la puerta de lo queparece una posada. Ojalá, se dice, nohaya tiradores enemigos cerca. Luegorespira hondo tres veces, agacha lacabeza, y echa a correr de nuevo.

Recibe el tiro casi antes deescucharlo. Un golpe en el pecho y unchasquido. Pero no siente dolor. Creoque me han disparado, concluye. Tengoque salir de aquí. Ayúdame, Dios mío.De pronto advierte que tiene la carapegada al suelo y que todo se vuelveoscuro. Tengo que entregar el mensaje,piensa angustiado. Hace un esfuerzopara levantarse, y muere.

Page 567: Un dia de colera   arturo perez-reverte

La llegada de más infantería enemigapor San Jerónimo y desde Palacio hahecho insostenible la situación en lapuerta del Sol. El suelo está cubierto decadáveres de franceses y españoles,caballos muertos, sangre y escombros.Desiertos balcones y ventanas,marcados los edificios con viruela debalas y metralla, el lugar queda al fin enmanos imperiales. En los últimoscombates, huyendo hacia las callespróximas o luchando como perrosacorralados, caen el carbonero deveinticuatro años Andrés CanoFernández, Juan Alfonso Tirado, de

Page 568: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ochenta años, el jornalero Félix Sánchezde la Hoz, de veintitrés, y muchos otrosque, sin poder escapar, quedan heridos opresos. Mientras huyen calle Monteraarriba, una descarga mata al tejedorseptuagenario Joaquín Ruesga y a lamanola de Lavapiés Francisca Pérez dePárraga, de cuarenta y seis años. Elúltimo disparo español en la puerta delSol lo hace, con una carabina y desde sucasa —situada cerca de la esquina conArenal—, el oficial de la Real LoteríaJosé de Fumagal y Salinas, de cincuentay tres años, a quien la fusilada francesaque llega como respuesta deja muertosobre los hierros del balcón, ante los

Page 569: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ojos espantados de su esposa. Y abajo,junto a la fuente de la Soledad, elmaestro de esgrima Pedro Jiménez deHaro, que salió a batirse en compañíade su primo el también maestro de armasVicente Jiménez, cae tras vérselas asablazos con un grupo de dragonesfranceses mientras el primo, desarmadopor los imperiales, es hecho prisionero.A golpes, los franceses llevan a VicenteJiménez a las covachuelas de SanFelipe, bajo las gradas de la iglesia,donde están concentrando a cuantoscapturan cerca. Allí es puesto con otroshombres que aguardan a que se decidasu suerte.

Page 570: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Nos van a fusilar —comentaalguien.

—Ya veremos.En la penumbra de la covacha, unos

rezan y otros blasfeman. Alguno confíaen una intervención de las autoridadesespañolas, y no falta quien manifiesta suesperanza en un alzamiento general delos militares contra los franceses; peroel comentario sólo suscita un silencioescéptico. De vez en cuando se abre lapuerta y los centinelas meten dentro aotro prisionero. De ese modo, a medidaque sus captores los traen atados,sangrando y maltratados, llegan elcontador del Ayuntamiento Gabino

Page 571: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Fernández Godoy, de treinta y cuatroaños, y el corredor de letras de cambioaragonés Gregorio Moreno y Medina, detreinta y ocho.

—Nos van a fusilar, seguro —insisteel de antes.

—No sea usted cenizo, hombre…¡Habrase visto mala sombra!

No todos los fusilamientos se hacenesperar. En algunos lugares de Madrid,los franceses pasan de las represaliasindividuales a las ejecuciones en grupo,sin juicio previo. En la zona oriental dela ciudad, apenas se despeja de

Page 572: Un dia de colera   arturo perez-reverte

resistencia la amplia alameda del paseodel Prado, los funcionarios delResguardo de Recoletos y otrospaisanos capturados con las armas en lamano son empujados a culatazos hasta lafuente de la Cibeles, donde se les obligaa desnudarse para no estropear la ropacon las balas y la sangre. En la calle deAlcalá, asomado a un balcón del palaciodel marqués de Alcañices, el oficial decontaduría Luis Antonio Palacios vetraer del Buen Retiro a una de esascuerdas de prisioneros, custodiada pormucha tropa francesa. Tumbado en elbalcón para no recibir un balazo desdeabajo, con un catalejo para observar

Page 573: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mejor la escena, Palacios reconoce entrelos prisioneros a algunos de losfuncionarios del Resguardo y a un amigosuyo, de familia distinguida, llamadoFélix de Salinas González. Aterrado, elcontador ve a través de la lente cómo aSalinas, tras despojarlo de su levita y sureloj, lo hacen arrodillarse y le disparanen la cabeza, desde atrás. A su lado vecaer, uno tras otro, a los aduanerosGaudosio Calvillo, Francisco Parra yFrancisco Requena, y al hortelano de laduquesa de Frías Juan Fernández López.

Atruena de punta a punta, entre

Page 574: Un dia de colera   arturo perez-reverte

turbonadas de humo de pólvora, la callede San José, frente al parque deMonteleón. Las balas crepitan por todaspartes, punteadas por estampidos yfogonazos de artillería.

—¡Cubrirse! —grita ronco elcapitán Daoiz—. ¡Los que no estén enlos cañones, que se protejan!

Los franceses han aprendido lalección de los dos fracasos anteriores:no intentan ya forzar el asalto, sino queaprietan el cerco desde San Bernardo,Fuencarral y la Palma, destacandotiradores que hacen fuego graneadosobre los defensores del parque. De vezen cuando, resueltos a apoderarse de un

Page 575: Un dia de colera   arturo perez-reverte

zaguán o a desalojar un edificio, lanzanataques puntuales, con grupos reducidosque avanzan pegados a las casas; perosus esfuerzos se ven obstaculizados porel fuego de los paisanos parapetados enlas viviendas próximas, el de losVoluntarios del Estado que disparandesde el tercer piso del edificio delparque, y el de los cuatro cañonessituados ante la puerta que enfilan lascalles a lo largo, en todas direcciones.Aun así, entre quienes sirven las piezasde artillería o combaten tumbados en laacera junto a la tapia, hay varias bajas.Muy castigado por los tiradoresfranceses, con las balas estrellándose

Page 576: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sobre sus cabezas o rebotando en elsuelo, el grupo del hostelero FernándezVillamil, cegado por el humo de lasdescargas, se ve obligado a retirarse alinterior del parque, luego que la fusiladaenemiga mate al mendigo de AntónMartín —nunca llegará a saberse sunombre— y hiera en la cabeza a AntonioClaudio Dadina, platero de la calle de laGorguera, a quien los hermanos Muñiz,con los fusiles terciados a la espalda y agatas por el suelo bajo las balasfrancesas, arrastran por los pies hastaponer en resguardo.

—¡Sólo quedan dos saquetes demetralla, mi capitán!

Page 577: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Usad bala rasa… Y guardad lossaquetes para cuando los franceses esténmás cerca.

—¡A la orden!De pie entre los cañones,

paseándose con el sable apoyado en elhombro como si estuviera en una paradamilitar, el semblante en aparienciatranquilo, Luis Daoiz dirige con muchooficio el fuego de los que sirven lascuatro piezas, mientras el tiroteoenemigo busca su cuerpo. La fortuna, sinembargo, sonríe al capitán: ninguno delos moscardones de plomo que pasanzumbando da en el blanco.

—¡Ruiz!

Page 578: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El teniente Ruiz, que ayuda a cargaruna de las piezas de a ocho libras, seyergue entre el humo de la refriega. Estámás pálido que la casaca de suuniforme, pero los ojos le brillanenrojecidos de fiebre.

—¡A sus órdenes, mi capitán!Una bala roza la charretera derecha

de Daoiz, haciéndole sentir un hondovacío en el estómago. Esto no puededurar mucho, piensa. De un momento aotro, esos cabrones se harán conmigo.

—Mire aquellos franceses que seagrupan en la esquina de San Andrés.¿Cree que podrá alcanzarlos con undisparo?

Page 579: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Si movemos el cañón unos pasosallá, podría intentarse.

—Pues a ello.Otras dos balas francesas zumban

entre los dos hombres. El teniente Ruizmira de dónde provienen con airemolesto, como si algún inoportunomaleducado se inmiscuyera en laconversación. Buen muchacho, piensaDaoiz. Nunca lo había visto antes dehoy, pero le gusta el tenientucho. Deseaque salga de ésta.

—¡Alonso!… ¡Portales!… ¡Ayudena mover esta pieza!

El cabo segundo Eusebio Alonso yel artillero valenciano de treinta y tres

Page 580: Un dia de colera   arturo perez-reverte

años José Portales Sánchez, que acabande municionar un cañón cuyo fuegodirige el teniente Arango, acuden con lacabeza baja, esquivando balazos, yempujan las ruedas de la cureña. Amedio camino es alcanzado Portales,que se desploma sin abrir la boca. Alverlo caer, una mujer de buen palmitoque, desafiando el tiroteo, remangada labasquiña, trae dos cartuchos de cañóndesde la puerta del parque, se une algrupo.

—¡Quítese de ahí, señora! —laintima el cabo Alonso.

—¡Quítate tú, malasombra!La maja —lo sabrán más tarde los

Page 581: Un dia de colera   arturo perez-reverte

artilleros— se llama Ramona GarcíaSánchez, tiene treinta y cuatro años yvive en la cercana calle de SanGregorio. Al poco rato la releva unartillero. No es la única que en estemomento participa en el combate. Lainquilina del número 11 de la calle deSan José, Clara del Rey y Calvo, decuarenta y siete años, ayuda al tenienteArango y al artillero Sebastián Blanco acargar y apuntar uno de los cañones, encompañía de su marido, Juan González,y sus tres hijos. Otras mujeres traencartuchos, vino o agua para los quepelean. Entre ellas está la joven dediecisiete años Benita Pastrana, vecina

Page 582: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del barrio, que salió a la calle al saberherido a su novio Francisco SánchezRodríguez, cerrajero de la plazuela delGato. También combaten la malagueñaJuana García, de cincuenta años; lavecina de la calle de la MagdalenaFrancisca Olivares Muñoz; JuanaCalderón, que tumbada en un zaguáncarga y pasa fusiles a su marido JoséBeguí; y una muchachita quinceañeraque cruza a menudo la calle sininmutarse por las descargas francesas,llevando en el delantal munición para supadre y el grupo de paisanos quedisparan contra los franceses desde elhuerto de las Maravillas, hasta que en

Page 583: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una descarga cerrada cae muerta por unabala. El nombre de esta joven nuncallegará a saberse con certeza, aunquealgunos testigos y vecinos afirman quese llama Manolita Malasaña.

—¿Que el parque de artillería qué?—pregunta Murat, fuera de sí.

Alrededor del duque de Berg,instalado en el Campo de Guardias contoda su plana mayor y fuerte escolta, susgenerales y edecanes tragan saliva. Lospartes de bajas propias sonestremecedores. El capitán MarcellinMarbot —quien acaba de informar de

Page 584: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que la infantería del coronel Friederichsha tomado la puerta del Sol, perocontinúan los combates en Antón Martín,Puerta Cerrada y la plaza Mayor— ve aMurat estrujar entre las manos elinforme del comandante del batallón deWestfalia, empeñado en el parque deMonteleón. Allí, la resistencia de lossublevados está siendo tenaz. Losartilleros, reforzados con algunossoldados, se han unido al pueblo. Suscañones, bien situados en la calle, hacenestragos.

—Quiero que los borren de la faz dela tierra —exige Murat—.Inmediatamente.

Page 585: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Se está en ello, Alteza. Perotenemos muchas bajas.

—Me importan poco las bajas. ¡Aver si nos enteramos de una vez!… ¡Meimportan un rábano!

Murat, que se ha inclinado sobre elplano de Madrid extendido en una mesade campaña, golpea con el dedo unpunto de la parte superior: un contornocuadrangular rodeado de calles rectas,que hasta ahora traía a todos sincuidado. Monteleón. Ni siquiera tiene unnombre en el plano.

—¡Quiero que se tome a cualquierprecio! ¿Me oyen? ¡A cualquier precio!… Esos canallas necesitan un

Page 586: Un dia de colera   arturo perez-reverte

escarmiento ejemplar… A ver,Lagrange. ¿A quién tenemos cerca?

El general de división JosephLagrange, que hoy oficia de ayudantepersonal del duque de Berg, echa unvistazo al mapa y consulta las notas quele muestra un edecán. Parece aliviado alconfirmar que, en efecto, disponen dealguien en las inmediaciones.

—El comandante Montholon, Alteza.Coronel en funciones del Cuarto deinfantería. Espera órdenes con unbatallón entre la puerta de Santa Bárbaray la de los Pozos.

—Perfecto. Que refuerce a loswestfalianos inmediatamente… ¡Mil

Page 587: Un dia de colera   arturo perez-reverte

quinientos hombres bastarán paraplanchar a esa chusma, maldita sea!

—Supongo, Alteza.—¿Lo supone?… ¿Qué coño que lo

supone?

En la plazuela de Antón Martín,situada a media subida de Atocha haciala plaza Mayor, al manolo Miguel CubasSaldaña, que tras batirse en la puerta deToledo pudo escapar refugiándose enSan Isidro, se le acaba la suerte. Hallegado hasta allí peleando donde podía,unido a un pequeño grupo que al final seve disperso por una andanada de

Page 588: Un dia de colera   arturo perez-reverte

metralla. Aturdido Saldaña por elimpacto, sangrando por los oídos y lanariz, cuando levanta la cabeza del suelose encuentra rodeado de bayonetasfrancesas. Mientras lo llevan aempujones, tambaleante y maniatado, endirección al Prado, el manolo observacon desconsuelo que se apaga laresistencia de los que pelean en lascallejas próximas. Apoyada por uncañón que bate la ancha avenida, lainfantería francesa avanza de casa encasa, disparando de modo preventivohacia cada balcón, ventana o bocacalle.Por tierra hay numerosos muertos yheridos que nadie retira.

Page 589: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Poco después de que Cubas Saldañacaiga prisionero, las dos últimaspartidas que combaten en Atocha yAntón Martín son aniquiladas. Acosadoshasta la puerta de una corrala de laMagdalena, ametrallados por el cañónque tira desde la plaza, caen FranciscoBalseyro María, jornalero de cuarenta ynueve años, la gallega de treintaManuela Fernández, herida en la cabezapor una esquirla, y el sirviente asturianoFrancisco Fernández Gómez, a quien lametralla arranca el brazo derecho. Deesa cuadrilla sólo consiguen escapar elcabrero Matías López de Uceda,

Page 590: Un dia de colera   arturo perez-reverte

moribundo de un balazo, y dos hombrestambién heridos que lo transportan: suhijo Miguel y el jornalero palentinoDomingo Rodríguez González. Dando unrodeo intentan dirigirse al HospitalGeneral, sin que en ninguna de las casasa las que llaman se les abra ni socorra.

—¡Dispersaos!… ¡Sálvese quienpueda!

El otro grupo corre la misma suerte.Deshecho a metrallazos, en plena fuga,caen junto a la calle de la Flor, cazadoscomo conejos, el músico de veintisieteaños Pedro Sessé y Mazal el criado dela Inclusa Manuel Anvías Pérez, detreinta y tres, y el mozo de cuerda leonés

Page 591: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Fulgencio Álvarez, de veinticuatro. Esteúltimo, al que dan alcance los francesespor ir herido en una pierna, se defiendecon su navaja hasta que lo rematan abayonetazos. No es mucho mejor lasuerte que corre el joven de dieciochoaños Donato Archilla y Valiente, a quiensu compadre y compañero de combatePascual Montalvo, panadero, que huyecon él por la calle del León, ve capturary llevarse atado calle del Prado abajo.Desprendiéndose en un portal del sablefrancés que lleva en la mano, Montalvocamina detrás de su amigo, siguiéndolode lejos para ver adónde lo conducen yprocurar, si puede, su liberación. Poco

Page 592: Un dia de colera   arturo perez-reverte

después, escondido tras unos setos delpaseo del Prado, lo verá fusilar en lastapias de Jesús Nazareno, en compañíade Miguel Cubas Saldaña.

No todos los muertos en AntónMartín son combatientes. Tal es el casodel cirujano de ochenta y dos añosFernando González de Pereda, quefallece de un balazo junto a la fuente dela plaza cuando, con algunos camillerosvoluntarios, socorre a las víctimas deuno y otro bando. Como él, variosmédicos, cirujanos y mozos de hospitalcaen hoy mientras realizan su tarea

Page 593: Un dia de colera   arturo perez-reverte

humanitaria: el cirujano Juan de laFuente y Casas, de treinta y dos años,muere cuando intenta cruzar la plazuelade Santa Isabel con enfermeros ymaterial sanitario; Francisco JavierAguirre y Angulo, médico de treinta ytres años, recibe un balazo de uncentinela francés mientras atiende a unosheridos abandonados en la calle deAtocha; y a Carlos Nogués y Pedrol,catedrático de clínica de la universidadde Barcelona, una bala le rompe lacadera cuando, tras atender ainnumerables heridos en la puerta delSol, se retira a su casa de la calle delCarmen. Caen también Miguel Blanco

Page 594: Un dia de colera   arturo perez-reverte

López, de sesenta años, enfermero de lasacramental de San Luis; el mancebo decirugía Saturnino Valdés Regalado, quecon otro compañero transporta encamilla a un herido por la calle deAtocha; y el capellán de las DescalzasJosé Cremades García, a quien losfranceses matan de un tiro mientras dalos auxilios espirituales a un moribundo,en la puerta misma de la iglesia.

De las muertes que hoy enlutanMadrid, la más singular y misteriosa,nunca del todo aclarada, es la de MaríaBeano: la mujer bajo cuyo balcón

Page 595: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pasaba temprano cada día, visitándolapor las tardes, el capitán Pedro Velarde.Aún joven y hermosa, viuda de unoficial de artillería, respetada por susvecinos y de honorabilidad sin tacha,esa madre de cuatro hijos pequeños, unvarón y tres hembras, lleva toda lamañana con la ventana abierta,reclamando noticias del parque deMonteleón. Y cuando al fin le confirmanque los artilleros luchan allí con losfranceses, se precipita al tocador, peinasus cabellos, ordena su vestido, tomauna toquilla negra y se echa a la calletras encomendar sus hijos a una criadavieja y fiel, sin más explicaciones. De

Page 596: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ese modo, corriendo por las calles,«demudado el rostro y descompuesta deansiedad», según testimoniarán mástarde quienes se cruzan con ella, MaríaBeano se dirige al parque de artillería,probando suerte por diversos lugarespara aventurarse por las calles que allíconducen. Pero el cerco es absoluto, ynadie puede ir más allá de losdestacamentos que bloquean cadaacceso. Rechazada por los soldadosimperiales, contenida a duras penas poralgunos vecinos que intentan disuadirlade su empeño, la viuda terminadesasiéndose de quienes la estorban,deja atrás un retén francés, y sin atender

Page 597: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los gritos de los centinelas corre callede San Andrés arriba, hasta que la matauna bala. El cuerpo, sobre un charco desangre y envuelto en la toquilla negra,permanecerá todo el día tirado en laacera. Tan extraña conducta, el secretode su afán por llegar al parque deMonteleón, quedará velado parasiempre por las sombras del misterio.

Ajeno a la muerte de María Beano,el capitán Velarde supervisa desde hacecuarenta y cinco minutos el fuego de loshombres apostados en el edificio y bajoel arco del parque de Monteleón. Luis

Page 598: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Daoiz le ha pedido que no se expongajunto a los cañones, con objeto de quetome el mando en caso de que él caiga.En este momento Velarde se encuentrajunto a la entrada, dirigiendo a lostiradores que, tumbados allí yencaramados a un andamio apoyado enla tapia, protegen con su mosquetería alos que afuera sirven las cuatro piezas.Los franceses sólo han adelantadoinfantería hasta las calles próximas, sinfuego de cañón, y Velarde estásatisfecho de cómo van las cosas.Artilleros y Voluntarios del Estado sebaten con oficio y firmeza, y casi todoslos paisanos hacen su papel, sosteniendo

Page 599: Un dia de colera   arturo perez-reverte

un fuego que, si bien no es muy preciso,tiene a los atacantes en respeto. Aun así,el capitán observa preocupado que lostiradores enemigos, saltando de portalen portal y de casa en casa, están cadavez más cerca. Eso obliga a algunosciviles a retroceder, abandonando laesquina con San Bernardo y San Andrés.Los franceses han ocupado un primerpiso en esta última calle, y desde allíhostigan a quienes transportan heridosaL convento de las Maravillas.Dispuesto a desalojarlos, Velarde reúneun pequeño grupo formado por elescribiente Almira —el otro escribiente,Rojo, está sirviendo un cañón con el

Page 600: Un dia de colera   arturo perez-reverte

teniente Ruiz—, los Voluntarios delEstado Julián Ruiz, José Acha y JoséRomero, y el criado de la calleJacometrezo Francisco Maseda de laCruz.

—¡Vengan conmigo!A la carrera, uno tras otro, los seis

hombres cruzan la calle, pasan entre loscañones y se pegan a la fachada deenfrente. Desde allí, por señas, Velardeindica a Luis Daoiz cuáles son susintenciones. El comandante del parque,que permanece de pie en medio deltiroteo, sereno como si estuviese depaseo, hace un gesto que podríainterpretarse como afirmativo; aunque

Page 601: Un dia de colera   arturo perez-reverte

también, sospecha Velarde, puedehaberse encogido de hombros. Decualquier modo, el capitán avanza conlos otros pegado a la pared,protegiéndose de portal en portal, hastallegar al depósito de esparto donde seencuentra la partida del almacenista decarbón Cosme de Mora.

—¿Cuántos son ustedes? —preguntaVelarde.

—Quince, señor oficial.—La mitad, conmigo.Saliendo a la calle uno por uno, a

intervalos que les marca el propioVelarde, Almira, los tres Voluntariosdel Estado, Maseda, Cosme de Mora y

Page 602: Un dia de colera   arturo perez-reverte

seis más, pasan corriendo el cruce deSan José con San Andrés y se reúnen alotro lado.

—Somos trece —murmura Maseda—. Mal número.

—¡Silencio!… Calen bayonetas.Obedecen los Voluntarios del

Estado, con movimientos mecánicos yprofesionales. Varios paisanos losimitan, torpes.

—Algunos no tenemos bayoneta,señor oficial —dice el lencero BenitoAmégide y Méndez.

—Pues a culatazos, entonces…¡Arriba!

En tropel, Velarde a la cabeza, los

Page 603: Un dia de colera   arturo perez-reverte

trece hombres suben el tramo deescalera que lleva al primer piso, hacenastillas la puerta y se lanzan contra losfranceses que hay en la casa.

—¡Viva España!… ¡Viva España yviva Dios!

La refriega se lleva a caboacuchillando en corto, sin cuartel, entrelos muebles destrozados, de habitaciónen habitación, a gritos, golpes ymosquetazos. El lencero Amégide recibeonce heridas, y a su lado caen elVoluntario del Estado José Acha, querecibe un bayonetazo en un muslo, y elcriado Francisco Maseda, con un balazoen el pecho. De los enemigos, cuatro

Page 604: Un dia de colera   arturo perez-reverte

quedan degollados y cinco saltan por laventana. En el último instante, elVoluntario del Estado Julián Ruiz, deveintitrés años, recibe un tiro tan aquemarropa que muere antes de que seapague el papel del cartucho francés quele humea en la casaca.

Afloja un poco el fuego enemigo, ylos españoles economizan munición.Frente a la puerta del parque, dondeestán los cañones —a uno se le harajado el fogón, por lo que sólo quedantres cubriendo las calles—, el tenienteJacinto Ruiz tiene cargada y apuntada la

Page 605: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pieza que enfila San José hacia laesquina de San Andrés, Fuencarral y lafuente Nueva, pero retiene el tiro hastadar con un blanco que merezca la pena.Está auxiliado por el escribienteDomingo Rojo, el Voluntario del EstadoJosé Abad Leso y dos artilleros delparque: el cabo segundo Eusebio Alonsoy el soldado José González Sánchez. Lafiebre tiene a Ruiz sumido en un estadode alucinación que le hace despreciar elpeligro. Se mueve como si la pólvoraquemada estuviese dentro de su cabeza,y no fuera. Intentando ver a través de lahumareda, el teniente señala con el sabledesnudo los posibles objetivos a batir,

Page 606: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mientras el cabo Alonso y los otros,bien abierta la boca para que no lesrevienten los tímpanos con losestampidos, se agachan detrás de lapieza, botafuego en mano, esperando laorden.

—¡Allí, allí!… ¡Miren a laizquierda!

Desde atrás, mientras vigila laactuación de los otros cañones, elcapitán Luis Daoiz ve cómo unarepentina fusilada francesa graniza sobreel cañón del teniente, hiere a éste en unbrazo y derriba al cabo Alonso, alVoluntario del Estado José Abad y alartillero González Sánchez. En dos

Page 607: Un dia de colera   arturo perez-reverte

zancadas se acerca a ellos: GonzálezSánchez tiene los sesos al aire, y Abaduna bala en el cuello, aunque sigue vivo.El cabo Alonso, al que sólo un rebote harozado la frente, se incorpora tapándosela brecha con una mano, dispuesto aseguir cumpliendo con su obligación. AJacinto Ruiz, que tiene un desgarrón deun palmo en la manga izquierda, el brazole sangra mucho.

—¿Cómo se encuentra? —preguntaDaoiz, a gritos para hacerse oír porencima del tiroteo.

El teniente se tambalea y buscaapoyo en el cañón. Al cabo respirahondo y mueve la cabeza.

Page 608: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Estoy bien, mi capitán, no sepreocupe… Puedo seguir aquí.

—Ese brazo tiene mala pinta. Vaya acurárselo.

—Luego… Ya iré luego.Tres hombres y dos mujeres jóvenes

—una es la que antes ayudó a mover elcañón, Ramona García Sánchez—acuden desde los portales cercanos yarrastran a González Sánchez y a JoséAbad, dejando un rastro de sangre, hastael convento de las Maravillas. El exentoJosé Pacheco, que con su hijo el cadeteAndrés Pacheco trae cuatro cargas depólvora encartuchada, saca un pañuelodel bolsillo y se lo ata a Jacinto Ruiz en

Page 609: Un dia de colera   arturo perez-reverte

torno a la herida. Un estampido próximo—el cañón mandado por el tenienteArango, que dispara hacia la calle deSan Pedro— los ensordece a todos.Ahora el fuego de mosquetería francesase dirige a la puerta del parque, yninguno de los artilleros que seresguardan allí acude a cubrir lospuestos vacíos. Dirigiendo señas a unospaisanos tumbados junto a la tapia delhuerto de las Maravillas, Daoiz hacevenir a dos: el botillero de HortalezaJosé Rodríguez y su hijo Rafael.

—¿Saben manejar un cañón?—No… Pero llevamos un rato

mirando cómo lo hacen.

Page 610: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Pues ayuden aquí. Ahora están alas órdenes de este oficial.

—¡Sí, señor capitán!No todos parecen tan dispuestos,

comprueba Daoiz. Artilleros, soldados yvoluntarios aguantan lo mejor quepueden; pero cada vez que se intensificael fuego francés, más gente busca refugiodentro del parque o se queda en elconvento con pretexto de llevar a losheridos. Es lógico, concluyedesapasionado el capitán. No hay comolos metrallazos y la sangre para templarentusiasmos. Tampoco todos losoficiales que esta mañana se presentaronvoluntarios asoman la nariz. Alguno de

Page 611: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los que más alto hablaban en tertulias ycafés prefiere ahora quedarse dentro.Daoiz suspira, resignado, el sable sobreel hombro y rozándole la hoja la patilladerecha. Allá cada cual. Mientras élmismo, Velarde y algunos otros sigandando ejemplo, la mayor parte demilitares y civiles aguantará; ya sea porconfianza ciega en los uniformes que losguían —si esos pobres paisanossupieran, concluye—, o por mantener lasformas y el qué dirán. A falta de otratriste cosa, la palabra cojones sigueobrando efectos prodigiosos entre elpueblo llano.

—¡Apunten esta pieza!… ¡Ya!

Page 612: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Las órdenes de Jacinto Ruiz vuelvena resonar junto a su cañón. Satisfecho,Daoiz comprueba que también las otrasdos piezas cumplen su cometido. Lasbalas pasan zumbando como abejorros,y el sevillano se sorprende de seguirvivo en vez de tirado en el suelo, comootros infelices que están junto a la tapiacon los ojos abiertos y las carasrebozadas de sangre, o los que gritanmientras los llevan camino del convento,la amputación o la muerte. Así, tarde otemprano, vamos a terminar todos,piensa. En el suelo o en el convento. Laidea le hace torcer la boca en una muecasin esperanza. Por un instante su mirada

Page 613: Un dia de colera   arturo perez-reverte

se cruza con la del teniente Rafael deArango, negro de pólvora, sudoroso ycon la casaca y el chalecodesabrochados, que da órdenes a sugente. El comportamiento del joven escorrecto, pero en sus ojos puede leerseun reproche. Creerá que disfruto conesto, deduce Daoiz. Un chico extraño, detodas formas: suspicaz y pocosimpático. Debe de pensar que, si salevivo de Monteleón y no acaba fusilado oen un castillo, le hemos reventado parasiempre la carrera. Pero al diablo. Quecada palo aguante su vela. Tenientes,capitanes o soldados, no hay vuelta atráspara nadie. Eso vale para todos,

Page 614: Un dia de colera   arturo perez-reverte

paisanos incluidos. Lo demás carece deimportancia.

Con tales pensamientos en la cabeza,cuando Daoiz se vuelve a mirar haciaotro lado, encuentra al capitán Velarde.

—¿Qué haces aquí?Pedro Velarde, con el escribiente

Almira pegado a él como una sombra,viene tiznado y roto de su refriega en laesquina de San Andrés, donde acaba demandar como refuerzo a la otra mitad dela partida de Cosme de Mora. Daoizobserva que su amigo ha perdidoalgunos botones de la elegante casacaverde de estado mayor y trae unacharretera partida de un sablazo.

Page 615: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Crees que vendrán asocorrernos? —pregunta Velarde.

Ha debido gritar para hacerse oírentre el tiroteo. Daoiz encoge loshombros. Hoy no sabe qué soportamenos: los reproches mudos del tenienteArango o el optimismo desaforado deVelarde.

—No creo. Estamos solos… No haymás cera que la que arde.

—Pues los franceses aflojan elfuego.

—De momento.Velarde se acerca más, intentando

que no los oiga Almira.—Aún hay esperanza, ¿no? Ya le

Page 616: Un dia de colera   arturo perez-reverte

habrá llegado tu mensaje al capitángeneral… Tal vez reaccionen…¡Nuestro ejemplo los estará haciendoenrojecer de vergüenza!

Una bala francesa zumba entre losdos militares, que se miran a los ojos.Exaltado como siempre el uno, sereno elotro.

—No digas tonterías, hombre —responde Daoiz—. Y vete adentro, quete van a matar.

Page 617: Un dia de colera   arturo perez-reverte

6

Disparando sus últimos cartuchos,los soldados de Guardias Walonas PaulMonsak, Gregor Franzmann y FranzWeller se repliegan en buen orden desdePuerta Cerrada a la plaza Mayor por elarco de Cuchilleros. Retrocedencubriéndose unos a otros, amparados enlos portales y sin dejar de batirse contenacidad germánica, desde que laúltima carga de coraceros e infanteríafrancesa los desalojó de la plaza de la

Page 618: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Cebada, donde se habían juntado con ungrupo que intentaba resistir allí, y en elque se contaban, entre otros, el vecinode la Arganzuela Andrés Pinilla, elzapatero de viejo Francisco DoceGonzález, el guarda de la Casa deCampo León Sánchez y el maestroveterinario Manuel Fernández Coca.Entre todos mataron a un oficial y dossoldados franceses cerca de la casa delarzobispo de Toledo, lo que dio lugar aque los imperiales asaltaran la vivienda,saqueándola con mucho estrago. Ahora,acosada por jinetes franceses, lacuadrilla se dispersa. Sánchez yFernández Coca escapan hacia la

Page 619: Un dia de colera   arturo perez-reverte

plazuela del Cordón, y el resto hacia laCava Alta, donde una bala de fusildestroza las piernas de Andrés Pinilla yotra mata al zapatero Doce González.Cuando los supervivientes —los tresGuardias Walonas, un médico militar detreinta y un años llamado EstebanRodríguez Velilla, el peón de albañilJoaquín Rodríguez Ocaña y el vizcaínoCayetano Artúa, dependiente delmarqués de Villafranca— intentanparapetarse tras dos carros abandonadosal pie de las escaleras de Cuchilleros,un pelotón de infantería imperial bajadesde la puerta de Guadalajaradisparando contra todo lo que se mueve.

Page 620: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Vámonos!… ¡Aprisa!…¡Vámonos de aquí!

Cogidos entre dos fuegos, caenheridos de muerte el albañil y elvizcaíno, escapan Monsak, Franzmann yWeller escaleras arriba, y a EstebanRodríguez Velilla, que tocado de bala enun muslo pretende refugiarse en laposada de la Soledad, donde vive, uncoracero lo alcanza y derriba de dossablazos, uno de los cuales le abre lacabeza y otro le deja un tajo hondo en elcuello. Malherido, desangrándose, elmédico se arrastra de portal en portalhasta Puerta Cerrada, donde unosvecinos piadosos, de los pocos que se

Page 621: Un dia de colera   arturo perez-reverte

aventuran a asomarse a la calle, lorecogen y llevan a la posada. Sale alpatio su joven esposa, Rosa Ubago,espantada por el aspecto del marido,que viene exánime y empapadas lasropas de sangre. En ese momento entrandetrás varios soldados enemigos, quehan visto retirar al herido y pretendenrematarlo.

—Coquin! Salaud! —lo insultan losimperiales, enfurecidos.

Llueven empujones y culatazos,maltratan a la mujer, huyen los vecinos,dejan los franceses por muerto aRodríguez Velilla y saquean el lugar. Elmédico agonizará penosamente hasta

Page 622: Un dia de colera   arturo perez-reverte

morir al décimo día, maltrecho por lasheridas y golpes. Retirada a Galicia, suviuda Rosa Ubago, según una cartafamiliar que será conservada, novolverá a casarse «en respeto a lamemoria del que murió como unhéroe».

—¡Vivan los valientes!… ¡Que Dioslos bendiga!… ¡Viva España!

Los gritos los da una monja, sorEduarda de San Buenaventura: una delas cinco religiosas de velo que, conotras catorce profesas, una priora y unasubpriora, residen en el convento de

Page 623: Un dia de colera   arturo perez-reverte

clausura de las Maravillas, justoenfrente del parque de Monteleón. Adiferencia de sus compañeras, sorEduarda no atiende a los heridos quetraen de la calle, ni ayuda al capellándon Manuel Rojo a administrarlesauxilio espiritual. Se encuentraencaramada a una de las ventanas delconvento que dan a la puerta del parque,enardeciendo a los hombres que luchany arrojándoles a través de la rejaestampas de santos y escapularios, quelos combatientes recogen, besan y semeten entre la ropa.

—¡Quítese de ahí, hermana, por elamor de Dios! —le ruega la superiora,

Page 624: Un dia de colera   arturo perez-reverte

madre sor María de Santa Teresa,intentando retirarla de la ventana.

—¡Salve! ¡Salve! —sigue gritandola religiosa, sin hacer caso—. ¡VivaEspaña!

Los cañonazos han roto los vidriosdel crucero y las ventanas del convento,convertido en hospital de campaña.Atrio, templo, locutorio y sacristíaalbergan a los heridos que llegan sincesar, y largos regueros rojos, que alprincipio las monjas limpiaban conbayetas y cubos de agua y ahora a nadiepreocupan, manchan corredores ypasillos. Olvidadas las rejas y laclausura, abierta la cancela y los

Page 625: Un dia de colera   arturo perez-reverte

portones de la calle, las carmelitasrecoletas van y vienen con hilas,vendajes, bebidas calientes y alimentos,sus hábitos y delantales manchados desangre. Algunas llegan hasta la puertapara hacerse cargo de los combatientesque vienen destrozados por las balas yla metralla, traídos por compañeros opor sus propios medios, tambaleantes,cojeando mientras intentan taponarse lasheridas.

—¡Vivan los valientes!… ¡Viva laInmaculada madre de Jesús!

Algunos se persignan al escuchar lasvoces de sor Eduarda. Desde la calle,donde sigue junto a los cañones, Luis

Page 626: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Daoiz observa a la monja asomada a laventana, temiendo que una bala fría o unrebote de metralla la despache al otromundo. Hace falta estar como una cabra,concluye. O ser patriota hasta lascachas. Aunque no es hombre aficionadoa estampas piadosas ni gasta más rezosque los imprescindibles, el capitánacepta una medallita de la Virgen que unpaisano le entrega a instancias de lamonja.

—Para el señor oficial, ha dicho.Daoiz coge la medalla y la

contempla en la palma de la mano. Haygente para todo. De cualquier manera,concluye, aquello no hace mal a nadie, y

Page 627: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el entusiasmo de la religiosa es deagradecer. Además, su presencia en laventana anima a los que luchan. Así que,procurando lo vean quienes están cerca,besa con gravedad la medalla, se lamete en el bolsillo interior de la casacay luego saluda a la monja con unainclinación de cabeza. Eso atiza losgritos y el entusiasmo de ésta.

—¡Vivan los oficiales y lossoldados españoles! —grita desde sureja—. ¡No desmayen, que Dios losmira desde el Cielo!… ¡Allí los esperaa todos!

El cabo Eusebio Alonso, negro depólvora, costra de sangre seca en la

Page 628: Un dia de colera   arturo perez-reverte

frente y el bigote chamuscado por losfogonazos, que limpia el ánima de unode los cañones de a ocho libras, sequeda mirando a la monja con la bocaabierta y luego se vuelve hacia Daoiz.

—Por mí, que espere. ¿No le parece,mi capitán?

—Eso mismo estaba pensando yo,Alonso. Tampoco es cosa de ir conprisas.

Dos manzanas de casas más allá, enel tramo de la calle Fuencarralcomprendido entre las de San José y laPalma, el comandante en funciones de

Page 629: Un dia de colera   arturo perez-reverte

coronel Charles Tristan de Montholon,jefe del 4.o regimiento provisional de labrigada Salm-Isemburg, la división deinfantería, se asoma prudente a unaesquina y echa un vistazo. Elcomandante es apuesto y de buenafamilia, hijastro del diplomático,senador y marqués de Semonville,antaño intransigente revolucionario yhoy bien situado en el círculo íntimo delEmperador. Esa favorable conexiónfamiliar tiene mucho que ver con elhecho de que Charles de Montholonostente a los veinticinco años de edaduna alta graduación militar, aunque en suhoja de servicios figuren más tareas de

Page 630: Un dia de colera   arturo perez-reverte

estado mayor junto a generalesinfluyentes que combates en primeralínea. Lo que el joven coronel no puedeimaginar en esta turbulenta mañana demayo junto al parque de artillería deMadrid —cuyo nombre, Monteleón,tiene singular semejanza con su apellidofamiliar—, es que el futuro le reserva,además del grado de mariscal de campoy el título de conde del Imperio, unpuesto de observador privilegiado delos últimos días del Emperador, cuyosojos cerrará tras acompañarlo en la islade Santa Helena. Mas para eso faltantodavía trece años. De momento está enMadrid, al sol, sombrero bajo el brazo y

Page 631: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pañuelo en mano para enjugarse lafrente, en compañía de dos oficiales; sucorneta de órdenes y un intérprete.

—Que los tiradores intentendespejar la calle y eliminar a los quesirven los cañones… El ataque serásimultáneo: los westfalianos desde SanBernardo y la Cuarta compañía por esaotra calle… ¿Cómo se llama?

—San Pedro. Desemboca en lapuerta misma del parque.

—Por San Pedro, entonces. Y desdeaquí, la Segunda y Tercera compañíaspor San José. Tres puntos a la vez darána esos bárbaros en qué pensar mientrasles caemos encima. Así que vamos

Page 632: Un dia de colera   arturo perez-reverte

allá… Muévanse.Los capitanes que acompañan a

Montholon se miran entre sí. Se llamanHiller y Labedoyere. Son veteranos,fogueados en campos de batalla demedia Europa y no entre edecanes ymapas de cuartel general.

—¿No conviene esperar a quelleguen los cañones? —pregunta Hiller,cauto—. Quizá sea mejor barrer antes lacalle con metralla.

Montholon hace un mohíndesdeñoso.

—Podemos arreglarnos solos. Sonpocos militares y algunos paisanos.Apenas tendrán tiempo de disparar una

Page 633: Un dia de colera   arturo perez-reverte

andanada y les habremos caído encima.—Pero los de Westfalia han

recibido lo suyo.—Fueron confiados y torpes. No

perdamos más tiempo.Seguro de la tropa bajo su mando, el

comandante mira alrededor. Desde hacerato, mientras avanzadas de tiradoreshacen fuego de diversión sobre loscañones enemigos, el grueso de la fuerzade asalto toma posiciones esperando laorden de avanzar. Desde la fuente Nuevahasta la puerta de los Pozos, la calleFuencarral está llena de casacas azules,calzones blancos, polainas y chacósnegros de la infantería de línea imperial.

Page 634: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Los soldados son jóvenes, como decostumbre en España, aunqueencuadrados por cabos y suboficialesdisciplinados y con experiencia. Quizápor eso se muestran tranquilos pese alos cadáveres de camaradas que se vena lo lejos, tirados en la calle. Deseanvengarlos, y verse numerosos les inspiraconfianza. Se trata, a fin de cuentas, dela infantería del ejército más poderosodel mundo. Tampoco Montholon albergadudas. Cuando empiece el ataque, ladefensa de los sublevados sedesmoronará en un momento.

—Vamos allá de una vez.—A la orden.

Page 635: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Suenan toques de corneta, redoblanlas cajas de los tambores, el capitánHiller saca su sable, grita «Viva elEmperador» y se planta en mitad de lacalle mientras los noventa y seissoldados de su compañía se ponen enmovimiento. Avanzan primero lostiradores saltando de puerta en puerta,seguidos por filas de infantes que sepegan a las fachadas y caminan tras losoficiales. Desde su esquina, elcomandante los ve progresar por amboslados de la calle de San José mientrascrepita la fusilería y la humareda seextiende como niebla baja. Por losredobles que llegan de las cercanías,

Page 636: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Montholon sabe que en ese instante seregistra un movimiento similar en lacalle de San Pedro, junto al convento demonjas, y que los westfalianos,escarmentados de su experienciaanterior, avanzan también por SanBernardo. La idea es que tres ataquessimultáneos confluyan en la puertamisma del parque.

—Algo no va bien —diceLabedoyere, que ha permanecido junto aMontholon.

Muy a su pesar, éste opina lo mismo.Pese a la granizada de fusilería que caesobre los cañones rebeldes, losespañoles aguantan. Innumerables

Page 637: Un dia de colera   arturo perez-reverte

fogonazos relumbran entre la humareda.Un estampido hace temblar las fachadasy arroja un proyectil que restalla contralos muros, haciendo saltar fragmentos deyeso, ladrillo y astillas. A pocoempiezan a aparecer soldados francesesque regresan heridos, apoyándose en lasparedes o dando traspiés, traídos arastras por sus camaradas. Uno es elcapitán Hiller con el rostroensangrentado, pues un rebote se leacaba de llevar el chacó, hiriéndolo enla frente.

—No se arrugan —informa mientrasse quita la sangre de los ojos, se hacevendar y vuelve a meterse, estoico y

Page 638: Un dia de colera   arturo perez-reverte

profesional, en la humareda.Viéndolo irse, Labedoyere tuerce el

gesto.—Me parece que no va a ser tan

fácil —comenta.Montholon le impone silencio con

una orden seca.—Avance con su compañía.Labedoyere se encoge de hombros,

saca el sable, hace redoblar el tambor,grita «calen bayonetas» y luego«adelante» a sus hombres, y se mete enla neblina de pólvora detrás de Hiller,seguido por ciento dos soldados queagachan la cabeza cada vez querelumbra enfrente un rosario de

Page 639: Un dia de colera   arturo perez-reverte

fogonazos.—¡Adelante!… ¡Viva el Emperador!

… ¡Adelante!En su esquina, inquieto, el

comandante Montholon se roe la uña deldedo anular de la mano izquierda, dondeluce un sello de oro con el escudofamiliar. Es imposible, piensa, que en unepisodio de orden público, sucio,oscuro, sin gloria, unos cuantosinsurrectos desharrapados resistan a losvencedores de Jena y Austerlitz. Pero elcapitán Labedoyere tiene razón. No va aser fácil.

Page 640: Un dia de colera   arturo perez-reverte

La bala le entra a Jacinto Ruiz por laespalda, saliéndole por el pecho. Desdecinco o seis pasos de distancia, LuisDaoiz lo ve erguirse como si de prontohubiese recordado algo importante.Después el teniente suelta el sable, semira aturdido el orificio de salida en latela rota de su casaca blanca, y al fin,sofocado por la sangre que le sale de laboca, cae primero sobre el cañón yluego al suelo, resbalando contra lacureña.

—¡Recojan a ese oficial! —ordenaDaoiz.

Page 641: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Unos paisanos agarran a Ruiz y se lollevan parque adentro, pero Daoiz nodispone de tiempo para lamentar lapérdida del teniente. Dos artilleros ycuatro de los civiles que atienden loscañones han caído ya bajo la granizadade balas que los franceses dirigen contralas piezas, y varios de los que ayudan acargar y apuntar se encuentran heridos.A cada momento, en cuanto losenemigos logran acercarse un poco yafirmar su fuego, nuevos abejorros deplomo pasan zumbando, golpean elmetal de los cañones o hacen saltarastillas de las cureñas. Mientras Daoizmira en torno, el roce de un balazo hace

Page 642: Un dia de colera   arturo perez-reverte

vibrar con tintineo metálico la hoja delsable que tiene apoyada en el hombro.Al echar un vistazo, comprueba que elimpacto ha hecho en ésta una mella demedia pulgada.

«De aquí no salgo vivo», se diceotra vez.

Más zumbidos y chasquidosalrededor. A Daoiz le duelen la espalday el pecho por la tensión de losmúsculos que esperan recibir un tiro deun momento a otro. Otro artillero quesirve el cañón del teniente Arango,Sebastián Blanco, de veintiocho años, selleva las manos a la cabeza y sedesploma con un gemido.

Page 643: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Más gente ahí!… ¡Nodesatiendan esa pieza!

Satisfecho, Daoiz observa que, aunbatiéndose muy expuestos en mitad de lacalle, al descubierto, los cañones semanejan con regularidad y razonableeficacia, y sus andanadas, aunque debala rasa, infunden respeto a losfranceses, junto con el feroz fuego defusilería que se hace por la tapia y lasventanas altas del parque, donde elcapitán Goicoechea y sus Voluntariosdel Estado se ganan el jornal. Desde lascasas de enfrente y el huerto de lasMaravillas, los paisanos, todavía conbuen ánimo, también disparan o alertan

Page 644: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sobre movimientos enemigos. Daoizobserva que uno de ellos abandona surefugio, corre veinte pasos bajo el fuegopara registrar los bolsillos de un francésmuerto junto a la arcada del convento, ytras desvalijarlo regresa a la carrera, sinun rasguño.

—¡Hay gabachos agrupándose allí!¡Van a cargarnos a la bayoneta!

—¡Traed metralla!… ¡Hay quetirarles con metralla!

Los saquetes de lona cargados conbalas de mosquete o fragmentos de metalse han terminado hace rato. Alguien traeun talego relleno con piedras de chispapara fusil.

Page 645: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Es lo que hay, mi capitán.—¿Quedan más de éstos?—Otro.—Siempre es mejor que nada…

¡Cargad la pieza!Uniendo sus esfuerzos a los de los

sirvientes, Daoiz ayuda a apuntar elcañón hacia San Bernardo. Una balaenemiga golpea junto a su mano derecha,resonando metal contra metal, y cae alsuelo aplastada, del tamaño de unamoneda. Ayudan al capitán el artilleroPascual Iglesias y un chispero deveintisiete años, achulado y con buenaplanta, llamado Antonio GómezMosquera. Como las ruedas de la cureña

Page 646: Un dia de colera   arturo perez-reverte

se traban en los escombros de la calle,Ramona García Sánchez, que siguetrayendo cartuchos del parque o aguapara que se refresquen cañones yartilleros, ayuda a los que empujan.

—¡Los veo flojos, señores soldados!—zahiere guasona, resoplando con losdientes apretados, un hombro contra losradios de una rueda. Con el esfuerzo sele ha roto la redecilla del pelo, que lecae sobre los hombros.

—Olé las mujeres bravas —diceGómez Mosquera, garboso, echándoleun vistazo al corpiño algo suelto de lamaja.

—Menos verbos, galán. Y más

Page 647: Un dia de colera   arturo perez-reverte

puntería… Que me he encaprichado deun abanico con plumeros de losgabachos, para ir el domingo a los toros.

—Eso está hecho. Prenda.Apenas situado el cañón, el artillero

Iglesias clava la aguja en el fogón, cebacon un estopín y levanta la mano.

—¡Pieza lista!—¡Fuego! —ordena Daoiz, mientras

se apartan todos.Es Gómez Mosquera quien aplica el

botafuego humeante. Con una violentasacudida de retroceso, el cañón envía suandanada de piedras de fusil convertidasen metralla a los franceses agrupados acincuenta pasos. Aliviado, Daoiz ve

Page 648: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cómo el grupo enemigo se deshace:algunos soldados caen y otros corren,despejando aquel lugar de la calle.Desde la tapia y balcones próximos, lostiradores aplauden a los artilleros.Ramona García Sánchez, después delimpiarse la nariz con el dorso de lamano, piropea al capitán con muchogarbo.

—Vivan los señores oficialesguapos, aunque sean bajitos. Y viva lamadre que los parió.

—Gracias. Pero váyase, quedisparan otra vez.

—¿Irme?… De aquí no me sacan nilos moros de Murat, ni la emperatriz

Page 649: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Agripina, ni el desaborío de NaboleónMalaparte en persona… Yo sólo saltopor el rey Fernando.

—Que se vaya, le digo —insisteDaoiz, malhumorado—. Estar aldescubierto es peligroso.

Sonríe con media boca la maja,ahumada la cara de pólvora, mientras seanuda un pañuelo en torno a la cabezapara recogerse el pelo. El sudor,observa Daoiz, le oscurece la camisa enlas axilas.

—Mientras usted siga aquí, mibrigadier, Ramona García se leatornilla… Como dice una prima míasoltera, a un hombre hay que seguirlo

Page 650: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hasta el altar, y a un hombre valientehasta el fin del mundo.

—¿De verdad dice eso su prima?—Como lo oye, sentrañas.Y arrimándose un poco más, ante las

sonrisas fatigadas de los otros artillerosy paisanos, Ramona García Sánchez lecanta al capitán Daoiz, en voz baja, doso tres compases de una copla.

El postrer combate en el centro deMadrid tiene lugar en la plaza Mayor,donde se han retirado las últimaspartidas que aún disputan la calle a losfranceses. Amparándose bajo los

Page 651: Un dia de colera   arturo perez-reverte

soportales, en zaguanes y callejonesaledaños, ya sin municiones y con laúnica ayuda de sables, navajas ycuchillos, unos pocos hombres libranuna lucha sin esperanza, mueren o soncapturados. El tahonero AntonioMaseda, que acorralado por un piquetede infantería francesa se niega a soltar lavieja espada enmohecida que tiene en lamano, es cosido a bayonetazos en elportal de Pañeros. La misma suertecorre el mendigo Francisco Calderón,muerto de un balazo cuando intentaescapar por el callejón del Infierno.

—¡Aquí ya no hay quien aguantemás!… ¡Que cada perro se lama su

Page 652: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cipote!Un estampido final, y todos a correr.

En la embocadura de la calle Nueva, lospresos de la Cárcel Real han hecho suúltimo disparo de cañón contra losgranaderos franceses que vienen de laPlatería. Después lo inutilizan,siguiendo el consejo del gallego Souto,aplastándole un clavo en el orificio dela pólvora antes de dispersarsebuscando el amparo de las callespróximas. Un disparo abate al presoDomingo Palén, que es recogido convida por los compañeros. En su fuga,apenas se meten corriendo a ciegas porla calle de la Amargura, el carbonero

Page 653: Un dia de colera   arturo perez-reverte

asturiano Domingo Girón y los presosSouto, Francisco Xavier Cayón yFrancisco Fernández Pico se dan deboca con seis jinetes polacos, que losintiman a rendirse. Están a punto dehacerlo cuando interviene desde unbalcón la joven de quince años FelipaVicálvaro Sáez, que arroja macetassobre los polacos, derribando a uno delcaballo. Suena un tiro, cae la muchachapasada de un balazo, y aprovechan lospresos para acometer cuchillo en mano.

—¡Gabachos cabrones!… ¡Osvamos a meter los sables por el culo!

En la refriega degüellan al caído yvuelven grupas los otros, mientras los

Page 654: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuatro hombres cruzan corriendo la calleMayor. Acuden al galope más polacos,suenan tiros, y en la esquina de la calleBordadores cae muerto el carboneroGirón. Unos pasos más allá, en la de lasAguas, una bala le destroza una rodilla aFernández Pico, y da con él en tierra.

—¡No me dejéis aquí!…¡Socorredme!

Los cascos de los jinetes enemigossuenan cerca. Ni Souto ni Cayón sevuelven a mirar atrás. El caído intentaarrastrarse hasta el resguardo de unportal, pero un polaco refrena su caballojunto a él e, inclinado y sin desmontar,lo remata despacio, a sablazos. Muere

Page 655: Un dia de colera   arturo perez-reverte

así el preso Francisco Fernández Pico,de dieciocho años, vecino de la calle dela Paloma y pastor de profesión. Seencontraba en la cárcel por apuñalar aun tabernero que le había aguado elvino.

Los avatares de la última resistenciaen la plaza Mayor han reunido en elmismo grupo, junto al arco deCuchilleros, al vecino de la escalera delas Ánimas Teodoro Arroyo, alconductor de Correos Pedro Linares —superviviente de varias escaramuzas—,a los Guardias Walonas Monsak,

Page 656: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Franzmann y Weller, al napolitanoBartolomé Pechirelli, al inválido de la3.a compañía Felipe García Sánchez ysu hijo el zapatero Pablo García Vélez,a los oficiales jubilados de embajadasNicolás Canal y Miguel GómezMorales, al sastre Antonio Gálvez y alos restos de la partida formada por elplatero de Atocha Julián Tejedor de laTorre, su amigo el guarnicioneroLorenzo Domínguez y varios oficiales yaprendices. Son diecisiete hombres losque se resguardan en la desembocaduradel arco con la plaza, y su número llamala atención de un pelotón enemigo queen ese momento recupera el cañón

Page 657: Un dia de colera   arturo perez-reverte

abandonado. Al no poder alcanzarloscon el fuego de sus fusiles, pues losespañoles se protegen en los zaguanes yen las gruesas columnas de lossoportales, cargan los otros a labayoneta y se entabla un reñido cuerpo acuerpo. Caen varios imperiales, ytambién Teodoro Arroyo con la ingleabierta de un bayonetazo, mientras elconductor de Correos Pedro Linares,abrazado en el suelo a un sargentofrancés, intercambia puñaladas con élhasta que lo matan entre variosenemigos.

—¡Paul!… ¡Quítate de ahí, Paul!El grito de advertencia del soldado

Page 658: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de Guardias Walonas Franz Weller a sucamarada Monsak llega tarde, cuando aéste ya le han atravesado los pulmones ycae ahogándose en sangre. Fuera de sí,Weller y Gregor Franzmann acometen alos franceses, manejando sus fusilesarmados con bayonetas contra lasaceradas puntas enemigas. Hay golpes,culatazos, cuchilladas. Gritan los de unoy otro bando para inspirarse valor oinfundir miedo al enemigo, cae másgente, salpica la sangre por todas partes.Aguantan los insurgentes y retrocedenlos imperiales.

—¡A ellos! —aúlla Pablo GarcíaVélez—. ¡Se retiran!… ¡Acabemos con

Page 659: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ellos!Weller y Franzmann, que han

recibido heridas ligeras —el primerotiene una ceja abierta hasta el hueso y elsegundo un bayonetazo en un hombro—,saben que la palabra retirada aplicadaal enemigo es una quimera; así que, trascambiar un rápido vistazo deinteligencia, arrojan los fusiles y salencorriendo bajo los soportales,esquivando como pueden el fuego demosquetería que les hacen desde el otrolado de la plaza. Llegan de ese modo ala plazuela de la Provincia, dondetropiezan con unos soldados franceses.Para su sorpresa, al verlos solos, de

Page 660: Un dia de colera   arturo perez-reverte

uniforme y desarmados, los imperialesno se muestran hostiles. Cambian conellos unas palabras en francés y alemán,e incluso los ayudan a vendar susheridas cuando los Guardias Walonascuentan que las recibieron intentandoponer paz entre los combatientes.

—Estos españoles, vous savez —apunta Franzmann—… Verdaderasbestias, todos ellos. Ja.

Luego, orientados por los francesessobre el mejor camino para no encontrarproblemas, los dos camaradas se dirigencalle Atocha abajo, para curarse en elHospital General. Horas después,avanzada la tarde, el húngaro y el

Page 661: Un dia de colera   arturo perez-reverte

alsaciano regresarán sin otros incidentesa su cuartel. Y allí, tras presentarseconvencidos de que los espera un severocastigo por deserción, comprobarán conalivio que, a causa de la confusiónreinante, nadie ha advertido su ausencia.

Menos suerte que los GuardiasWalonas Franzmann y Weller tiene elsastre Antonio Gálvez, que intentaescapar tras deshacerse el grupo en larefriega del arco de Cuchilleros. Cuandocorre de la calle Nueva a la plazuela deSan Miguel, un disparo de metrallabarre el lugar, arranca esquirlas del

Page 662: Un dia de colera   arturo perez-reverte

empedrado de la acera y alcanza aGálvez en las piernas, derribándolo.Consigue incorporarse y correr denuevo, maltrecho, dando traspiés,mientras unos pocos vecinos asomados alos balcones próximos lo animan aescapar; pero sólo avanza unos pasosantes de caer de nuevo. Siguearrastrándose cuando los imperiales ledan alcance, disparan contra losbalcones para ahuyentar a los vecinos yle tunden sin piedad el cuerpo aculatazos. Dejado por muerto,reanimado más tarde gracias a lacaridad de dos mujeres que salen arecogerlo y lo llevan a una casa cercana,

Page 663: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Antonio Gálvez quedará inválido para elresto de su vida.

No lejos de allí, tras escapar de laplaza Mayor, el zapatero Pablo GarcíaVélez, de veinte años, busca a su padre.Cuando la segunda carga a la bayonetafrancesa se vio apoyada por unoscoraceros venidos de la calle Imperial,y los restos del grupo del arco deCuchilleros acabaron deshechos bajouna lluvia de sablazos, García Vélez ysu padre —el murciano de cuarenta ydos años Felipe García Sánchez— sevieron separados, pues cada uno

Page 664: Un dia de colera   arturo perez-reverte

procuró salvarse como pudo. Ahora, conla navaja metida en la faja y un tajo desable que le sangra un poco en el cuerocabelludo, exhausto por el combate y lascarreras que se ha dado con losfranceses detrás, el zapatero recorreprudente los alrededores, guareciéndosede portal en portal, preocupado por lasuerte de su padre; ignorando que a estashoras, después de huir hasta lascercanías de la calle Preciados, FelipeGarcía Sánchez yace en el suelo con dosbalas en la espalda.

—¡Tenga cuidado, señor!… ¡Hayfranceses en los Consejos!

García Vélez se vuelve,

Page 665: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sobresaltado. Sentada en los escalonesde madera, en la penumbra del zaguándonde acaba de refugiarse, hay unajoven de dieciséis o diecisiete años.

—Súbete arriba, niña. Eso de afuerano es para ti.

—Ésta no es mi casa. Estoyesperando a poder irme.

—Pues quédate un poco más, hastaque amaine.

El joven permanece en el umbral,espiando las inmediaciones. Parecentranquilas, aunque hacia la plaza Mayorsuenan tiros sueltos. Alcanza a ver unhombre muerto: un paisano boca abajoen la acera, a quince pasos.

Page 666: Un dia de colera   arturo perez-reverte

«Espero —se dice— que mi padrehaya logrado escapar».

Luego piensa en los otros. En toda lagente dispersa con la última arremetidafrancesa. Antes de echar a correr tuvotiempo de ver a alguno con las manoslevantadas, rindiéndose. No le gustaríaestar en su pellejo, concluye, con tantogabacho muerto en la plaza.

—¿Quiere un poco de pan?García Vélez no ha probado bocado

desde que salió de su casa, muytemprano. Así que va a sentarse en laescalera, junto a la muchacha que leofrece medio pan de los dos que llevaen una cesta. No es ni fea ni bonita. Dice

Page 667: Un dia de colera   arturo perez-reverte

llamarse Antonia Nieto Colmenar,costurera y vecina del barrio, con casajunto a la iglesia de Santiago. Habíasalido a comprar en la plaza cuando sevio sorprendida por las cargas de losfranceses, y buscó refugio.

—Tienes sangre en la falda, chica—observa el zapatero.

—También usted la lleva en lasmanos y en la cabeza.

Sonríe el joven, mirando el rojooscuro que se coagula en sus dedos y enla navaja. Luego se toca la herida delpelo. Le escuece.

—La de las manos es sangrefrancesa —dice, pavoneándose un poco.

Page 668: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—La mía es del hombre muerto ahíafuera. Me arrodillé a socorrerlo, perono pude hacer nada. Luego vine aquí…Por culpa de esta sangre no me handejado entrar en ninguna casa. Todo eraverme y cerrar la puerta, los queabrían… La gente no quiere problemas.

El zapatero escucha distraídomientras mordisquea el pan convoracidad, pero el tercer bocado se haceimposible de tragar, a causa de la bocaseca. Daría la vida, decide, por uncuartillo de vino. Con ese pensamientose levanta y sube por la escalera,llamando a tres o cuatro puertas. Nadieabre ni atiende a sus voces, así que

Page 669: Un dia de colera   arturo perez-reverte

vuelve a bajar, resignado.—Cobardes hijos de Satanás… Son

peores que los gabachos.Encuentra a la joven observando la

calle, con su cesta al brazo.—Se ve todo tranquilo. Voy a irme a

casa.A García Vélez no le parece buena

idea. Hay franceses por todas partes,dice. Y no respetan nada.

—Deberías esperar un poco.—Llevo mucho rato fuera. Mi madre

estará preocupada.Tras mirar con cautela a uno y otro

lado de la calle, la muchacha se recogeun poco la falda con una mano y camina

Page 670: Un dia de colera   arturo perez-reverte

apresurada y temerosa. Desde el portal,García Vélez la ve alejarse. En esemomento, hacia los Consejos, oyecascos de caballos; se vuelve y ve acinco coraceros franceses que trotancalle arriba. Al descubrir a la chica,espolean sus monturas y cruzan frente alportal, gritando de júbilo. Viéndolospasar, el zapatero blasfema para susadentros. La pobrecita no tiene ningunaposibilidad de escapar.

«Y aquí se acaba tu suerte,compañero.»

Es lo que se dice a sí mismo,resuelto a encarar lo inevitable.Después, con el chasquido de siete

Page 671: Un dia de colera   arturo perez-reverte

muescas cachicuernas, Pablo GarcíaVélez abre la navaja.

En la ventana del segundo piso deuna casa de la calle Mayor, desde dondeobserva tras una persiana, el oficial dela Biblioteca Real Lucas Espejo, decincuenta años, que vive con su madreinválida y una hermana soltera, ve acinco coraceros franceses perseguir auna joven, que corre delante de loscaballos hasta que éstos la atropellan yderriban. Tres de los jinetes siguenadelante, pero los otros hacencaracolear a sus monturas en torno a la

Page 672: Un dia de colera   arturo perez-reverte

muchacha, que se incorpora aturdida. Deimproviso, intenta escapar. Un coracerose inclina desde la silla y la agarrabrutal por el pelo. Ella se debatefuriosa, le muerde la mano, y el francésla derriba de un sablazo.

—Dios mío —murmura LucasEspejo, apartando a su hermana, quepretende acercarse a mirar.

Horrorizado, el oficial de laBiblioteca Real está a punto de retirarsede la ventana cuando, de un portalpróximo, ve salir a un hombre joven conalpargatas, faja, chaleco y en mangas decamisa, que se arroja navaja en manocontra el coracero, apuñala al caballo en

Page 673: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el cuello hasta hacerle doblar las patasdelanteras, y aferrándose al jinete,encaramado sobre la montura, le clavaal francés una y otra vez la navaja dedos palmos de hoja por la escotadura dela coraza, antes de que el segundocoracero, acercándose por detrás, lomate de un tiro de pistola a bocajarro.

Una granizada de balas francesasobliga a meterse dentro a los treshombres que combaten parapetados traslos colchones, en el balcón que da a lacalle de San José, frente a la tapia delparque de Monteleón.

Page 674: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Esto se pone feo —dice el dueñode la casa, don Curro García, apurandoel chicote de un cigarro habanero.

La botella de anís, que rueda vacía asus pies, no le afloja el pulso. Ha estadodisparando su escopeta de postas, coneficacia de cazador, sobre los francesesque asoman por la esquina de SanBernardo. Pero el fuego enemigo, cadavez más intenso, apenas permite yaasomar la cabeza. Junto a don Curro, eljoven de dieciocho años FranciscoHuertas de Vallejo tiene la boca amargay áspera, llena de un desagradable sabora pólvora. Sus labios y lengua estángrises, pues ha mordido y metido en el

Page 675: Un dia de colera   arturo perez-reverte

caño del fusil, con sus respectivas balas,diecisiete de los veinte cartuchos depapel encerado —cada uno contiene unabala y la carga necesaria para el disparo— que le dieron antes de empezar elcombate. Nadie ha traído más municióndesde el parque de artillería, difuminadoentre la humareda de los cañonazos y elfogonear de los disparos. Lo haintentado el cajista de imprenta VicenteGómez Pastrana, que hace rato quemó suúltimo cartucho y ahora se apoya en lapared del revuelto salón de la casa —hay impactos de bala en el techo yastillazos en los muebles—, con lasmanos en los bolsillos y mirando

Page 676: Un dia de colera   arturo perez-reverte

disparar a sus compañeros. Hace un ratoquiso ir en busca de munición, pero losenemigos están muy cerca, su fuego esgraneado y no hay quien salga a la calle.Abajo no queda nadie, y en las otrasviviendas, tampoco. De un momento aotro, ha dicho preocupado el cajista, losgabachos pueden aparecer en laescalera.

—Habría que irse —sugiere.—¿Por dónde?—Por detrás. Al convento de las

Maravillas.Francisco Huertas muerde otro

cartucho, mete pólvora y bala en elcañón, y usando el papel encerado como

Page 677: Un dia de colera   arturo perez-reverte

taco lo presiona todo con la baqueta.Luego mueve la cabeza, pococonvencido. Aquello no se parece a loque imaginaba cuando, al oír el tumulto,salió de casa de su tío dispuesto abatirse por la patria. En realidad estáempezando a batirse por sí mismo. Paraseguir vivo.

—Yo creo que deberíamos juntarnoscon los del parque. Allí podemos seguirluchando.

—Por la calle, imposible —oponeGómez Pastrana—. Los mosiús están aveinte pasos y no se puede cruzar… Alo mejor yendo por los patios llegamoshasta nuestros cañones. Seguir aquí es

Page 678: Un dia de colera   arturo perez-reverte

quedarnos en la ratonera.Indeciso, Francisco Huertas consulta

con el dueño de la casa. Don Curro serasca las patillas grises y miraalrededor, impotente. Aquél es su hogar,y no le apetece dejárselo al enemigo.

—Váyanse ustedes —dice al fin,hosco—, que yo me quedo.

—Los gabachos están al llegar.—Por eso mismo… ¡Qué dirían mis

vecinos, si desamparo esto!—Pues bien que lo han desamparado

ellos.—Cada uno es cada cual.Resulta imposible determinar si el

valor de don Curro proviene de que

Page 679: Un dia de colera   arturo perez-reverte

defiende su casa o de la botella vacíaque hay en el suelo. Prudente, agachadotras los colchones, el joven Huertas seasoma al balcón para echar un últimovistazo. Los uniformes azules son cadavez más numerosos en la esquina conSan Bernardo, hostigados por losVoluntarios del Estado que tiran desdelas ventanas altas del parque. Calle deSan José abajo, frente a la puertaprincipal de Monteleón, los tres cañonessiguen disparando a intervalos, yalgunos paisanos todavía hacen fuegodesde las casas contiguas. Junto a laspiezas de artillería permanece un gruponumeroso de hombres y algunas mujeres,

Page 680: Un dia de colera   arturo perez-reverte

indiferentes al hecho de hallarse aldescubierto en mitad de la calle enfiladapor la mosquetería enemiga.

—Yo me voy —concluye,metiéndose dentro.

El cajista Gómez Pastrana aparta laespalda de la pared.

—¿Adónde?—Con los que luchan abajo.El otro coge el fusil, le pone la

bayoneta y se pasa la lengua por loslabios, tan ennegrecidos de pólvoracomo los de Francisco Huertas.

—Pues andando —dice, traspensarlo un instante—. No se nos pegueel arroz.

Page 681: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Viene usted, don Curro?El dueño de la casa, que se inclina

para encender con un mixto otrohabanero, mueve la cabeza.

—Ya he dicho que no —diceechando humo, el aire heroico—. Aquícaerá Sansón con todos los filisteos.

—¿Y su mujer?—Por ella lo hago… Y por mis

hijos, si los tuviera —nueva bocanadade humo—. Lo que no es el caso.

Francisco Huertas se cuelga el fusildel hombro:

—Que Dios lo proteja, entonces.—Y a ustedes, criaturas.Los dos jóvenes bajan por la

Page 682: Un dia de colera   arturo perez-reverte

escalera, y dando la espalda al zaguánprincipal cruzan un patio con macetas degeranios y un aljibe y salen a la parte deatrás. Algunas balas pasan alto,zurreando en el aire, y les hacen agacharla cabeza. A Gómez Pastrana se lerompe un cristal de los espejuelos.

—Maldita sea mi estampa. El ojo deapuntar.

Ayudándose mutuamente, saltan unatapia y se encuentran al otro lado, juntoal huerto de las Maravillas. Hay humo alo lejos, sobre los tejados. En la calle ylos alrededores sigue el tiroteo.

—Detrás viene alguien —susurra elcajista.

Page 683: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Gabachos?—Puede.Aún no ha terminado de decirlo

cuando ante su bayoneta, que apuntahacia lo alto de la tapia, aparecen laspatillas grises y el rostro enrojecido dedon Curro. El cazador viene sudoroso,terciada la escopeta a la espalda,sofocado por el esfuerzo.

—Me lo he pensado mejor —dice.

El cerrajero Blas Molina Soriano,que ha ayudado a retirar al teniente Ruiz,regresa a la puerta del parque con losbolsillos llenos de cartuchos. Allí,

Page 684: Un dia de colera   arturo perez-reverte

apoyado en una jamba destrozada de lapuerta, dispara contra los franceses quese adelantan desde la fuente Nueva y lacalle Fuencarral. Le parece que hanpasado días enteros desde que, aprimera hora de la mañana, encabezó elestallido del motín junto a Palacio. Yempieza a sentirse decepcionado. Lagente que combate es poca, habidacuenta de la población que tiene Madrid.Y los militares, salvo los de Monteleón,donde casi todos los uniformados batenel cobre como buenos, no muestran prisapor unirse a la lucha. De cualquiermodo, Molina aún confía en que lossoldados españoles salgan de sus

Page 685: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuarteles. Es imposible, se dice, quehombres con sangre en las venaspermitan a los franceses ametrallarimpunemente al pueblo, como hastaahora, sin mover un dedo para evitarlo.Pero tanta demora y falta de noticias damala espina. A medida que el tiempopasa, los enemigos estrechan el cerco ycae más gente, el cerrajero sientemenguar sus esperanzas. No llegan losanhelados refuerzos, cada vez hay máspaisanos y militares que chaquetean,hartos o asustados, retirándose del fuegopara resguardarse en la parte de atrásdel parque o las casas vecinas, y losfranceses menudean como abejas en una

Page 686: Un dia de colera   arturo perez-reverte

colmena. Así que, en un claro deltiroteo, Molina se acerca al oficial deartillería que, sable en mano, dirige elfuego de los cañones.

—¿Cuándo vienen los militares asocorrernos, mi capitán?

—Pronto.—¿Seguro?Luis Daoiz lo mira impasible, el aire

ausente. Como si no lo viera.—Tal que hay Dios.Molina, impresionado por la actitud

del oficial, traga saliva con dificultad,pues tiene el gaznate seco como lamojama.

—Hombre, si usted lo dice…

Page 687: Un dia de colera   arturo perez-reverte

La mujer que asiste en el cañón máspróximo, Ramona García Sánchez, sepasa el dorso de una mana sucia por lanariz y mira al cerrajero entre lospárpados entornados, ennegrecidos dehumo de pólvora.

—¿No ha oído usted al señorcapitán, so malaentraña?… Si dice quevienen, vendrán. Y punto. Ahora echeaquí una mano, o váyase y no estorbe.Que no está el día para chácharas.

—No se ponga así, señora.—Me pongo como me sale del

refajo. No te fastidia.La última palabra es ahogada por un

estampido. Otro de los cañones acaba

Page 688: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de disparar, y el retroceso de la cureñacasi atropella a Molina, que da unrespingo y se aparta a un lado. Comorespuesta, llega una, furiosa fusiladafrancesa. Entre el humo y los plomazosque pasan, uno de los sirvientes de lapieza se vuelve a gritar hacia la puertadel parque.

—¡Pólvora y balas!… ¡Aquí!…¡Rápido!

Desde la puerta vienen variospaisanos, entre ellos dos mujeres —lajoven Benita Pastrana y la vecina de lacalle de San Gregorio Juana García—con munición encartuchada que traen enserones de esparto, agachándose para

Page 689: Un dia de colera   arturo perez-reverte

esquivar las descargas enemigas.Abastecen así el cañón del tenienteArango, que sigue enfilando la calle deSan Pedro servido por el artilleroAntonio Martín Magdalena, al queayudan con la lanada y los espeques losvecinos Juan González, la mujer de éste,Clara del Rey, y sus hijos Juanito, dediecinueve años, Ceferino, de diecisiete,y Estanislao, de quince. También quedaprovisto el cañón de a ocho libras queantes mandaba el teniente Ruiz, cuyofuego hacia Fuencarral y la fuente Nuevadirige ahora el cabo Eusebio Alonso, ydonde combaten el escribiente Rojo, elbotillero de Hortaleza José Rodríguez y

Page 690: Un dia de colera   arturo perez-reverte

su hijo Rafael. Recibe asimismo cuatrobalas y cargas de pólvora la tercerapieza, que apunta hacia la calle de SanBernardo y la fuente de Matalobos,servida por los artilleros PascualIglesias y Juan Domingo Serrano, elchispero Antonio Gómez Mosquera y elsoldado de Voluntarios del EstadoAntonio Luque Rodríguez. Algunossoldados y paisanos se encuentran entreellos, tumbados en tierra, de rodillas oen pie los más atrevidos, disparando entodas direcciones para protegerlos delfuego francés. Otros se resguardan traslas cureñas y en la puerta del parquemientras cargan fusiles y pistolas o

Page 691: Un dia de colera   arturo perez-reverte

reciben armas que les pasan cargadasdesde el interior del recinto. A cadamomento cae alguno. Es el caso de JuanRodríguez Llerena, curtidor, natural deCartagena de Levante; del soldado deVoluntarios del Estado EstebanVilmendas Quílez, de diecinueve años, yde Francisca Olivares Muñoz, vecina dela calle de la Magdalena, a la que unbalazo traspasa el cuello cuando llevauna damajuana con vino a los artilleros.Las cureñas de los cañones estánmanchadas de sangre, hay charcos rojosen el suelo y regueros que dejan loscuerpos que son llevados a rastras,apenas caen, a la puerta del parque o al

Page 692: Un dia de colera   arturo perez-reverte

convento de las Maravillas; en una decuyas ventanas, la monja sor Eduardasigue arrojando medallas y estampasmientras anima a los que combaten.

—¡Que Dios los bendiga a todos!…¡Viva España!

Benditos o sin bendecir, piensaamargamente Luis Daoiz, lo cierto esque los defensores del parque caencomo conejos. Se lo dice —discreto yentre dientes— al capitán Velardecuando éste se acerca a ver cómo andanlas cosas afuera.

—En menudo lío hemos metido aestos infelices, Pedro.

Velarde, que trae su habitual cara de

Page 693: Un dia de colera   arturo perez-reverte

alucinado, lo mira como si acabara decaer de la luna.

—Es cosa de aguantar un poco más—dice, componiéndose la charreterapartida de un sablazo—. Loscompañeros no pueden dejarnos así.

—¿Compañeros? ¿Qué compañeros?—Daoiz baja cuanto puede la voz—.Están todos escondidos en suscuarteles… Y si salimos de ésta, a ti y amí nos espera el paredón. Acabe comoacabe, estamos fritos.

Un par de balas francesas pasanzumbando, cerca. Tras mirar con calmaa uno y otro lado de la calle, Velarde seacerca un poco más a su amigo.

Page 694: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Vendrán —susurra, confidencial—. Te lo digo yo.

—Qué coño van a venir.Velarde se vuelve al interior del

parque, y Luis Daoiz echa un nuevovistazo en torno, sintiendoremordimientos por las miradasconfiadas que ve fijas en él: su uniformey su actitud siguen confortando a los quepelean. En cualquier caso, concluye, nohay vuelta atrás. La fatiga, las muchasbajas, el castigo francés, empiezan asentirse. Daoiz no quiere pensar lo queocurrirá si los franceses, profesionales afin de cuentas, llegan al cuerpo a cuerpoen una carga a la bayoneta. Eso,

Page 695: Un dia de colera   arturo perez-reverte

suponiendo que quede alguien pararecibirlos. La masa de combatientes entorno a las tres piezas de artillería atraelo más nutrido del fuego enemigo, cuyostiradores afinan la puntería. Otro balazotintinea en la culata de un cañón, y elrebote, que pasa a un palmo del capitán,alcanza en la garganta al artilleroPascual Iglesias, que se derrumba con elatacador en las manos, vomitando sangrecomo un jarameño apuntillado. LlamaDaoiz para que releven al caído, peroninguno de los artilleros guarecidos enla puerta del parque se atreve a ocuparel puesto. Acude en su lugar un soldadode Voluntarios del Estado llamado

Page 696: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Manuel García, veterano de rostroaguileño, patillas frondosas y pielatezada.

—¡No se agrupen junto a loscañones! —grita Daoiz—. ¡Dispérsenseun poco!… ¡Busquen resguardo!

Es inútil, comprueba. A los paisanosque todavía no se amilanan y aflojan,poco hechos a los rudimentos de tácticamilitar, su propio ardor los exponedemasiado. Otra descarga francesaacaba de cobrarse las vidas del vecinodel barrio Vicente Fernández de Herosa,alcanzado cuando traía cartuchos paralos fusiles, y del mozo de pala de tahonaAmaro Otero Méndez, de veinticuatro

Page 697: Un dia de colera   arturo perez-reverte

años, a quien el ama, Cándida Escribano—que observa la lucha escondida tras laventana de su panadería—, ve caerpasado de dos balazos, tras batirse juntoa sus compañeros Guillermo DegrenonDérber, de treinta años, Pedro del VallePrieto, de dieciocho, y Antonio VigoFernández, de veintidós. Agarrando alcaído, los tres panaderos lo cargan hastael convento, sin poder evitar que por elcamino —su sangre les chorrea por losbrazos— muera desangrado. Al regreso,apenas pisan la calle, una nueva fusiladafrancesa hiere en la cabeza, degravedad, a Guillermo Degrenon,alcanza en el pecho a Antonio Vigo y

Page 698: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mata en el acto a Pedro del Valle. Ensólo diez minutos, la panadería de lacalle de San José pierde a sus cuatromozos de tahona.

Charles Tristan de Montholon,comandante en funciones de coronel del4.o regimiento provisional de infanteríaimperial, comprueba que todos losbotones de su casaca están abrochadossegún las ordenanzas, se ajusta bien elsombrero y saca el sable. Está harto deque a sus soldados los cacen uno a uno.Así que, tras recibir los informes de suscapitanes de compañía y las malas

Page 699: Un dia de colera   arturo perez-reverte

noticias de los westfalianos, que siguenbloqueados en la esquina de San Josécon San Bernardo, resuelve poner todala carne en la sartén. El ataquesimultáneo por las tres calles noprogresa, sus hombres sufrendemasiadas bajas, y los mensajes delcuartel general son cada vez másirritados y acuciantes. «Acabe con eso»,ordena, lacónico, el último, firmado depuño y letra por Joachim Murat. Demodo que, ordenando un replieguetáctico, Montholon no ha dejado enprimera línea más que a los de Westfaliay a destacamentos de tiradores para quehostiguen desde terrazas y tejados. El

Page 700: Un dia de colera   arturo perez-reverte

resto de la fuerza lo concentrará en unsolo punto.

—Iremos en columna cerrada —hadicho a sus oficiales—. Desde la fuenteNueva, calle de San José adelante, hastael parque mismo. Bayonetas caladas, ysin detenerse… Yo iré a la cabeza.

Los oficiales terminan de disponer alos hombres y se sitúan en sus puestos.Montholon comprueba que la columnaimperial es una masa compacta, erizadade ochocientas bayonetas, que ocupatoda la calle; y que los soldadosjóvenes, al verse amparados entre suscamaradas, muestran más confianza.Para abrir la marcha ha escogido a los

Page 701: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mejores granaderos del regimiento. Elataque en columna cerrada es, además,temible especialidad del ejércitoimperial. Los campos de batalla de todaEuropa atestiguan que resulta difícilsoportar la presión de un ataque francésen columnas, formación que expone alos hombres a sufrir mayor castigodurante el avance, pero que, dirigida porbuenos oficiales y con tropasentrenadas, permite llevar hasta las filasenemigas, a modo de ariete, una cuñacompacta y disciplinada, de grancohesión y potencia de fuego. Decenasde combates se han ganado así.

—¡Viva el Emperador!

Page 702: Un dia de colera   arturo perez-reverte

La corneta de órdenes emite la notaoportuna, y en el acto empiezan aredoblar los tambores.

—¡Adelante!… ¡Adelante!Azul, sólida, impresionante por su

tamaño y el brillo de las bayonetas, conrítmico ruido de pasos, la columna sepone en marcha embocando San José.Montholon camina en cabeza, expuestocomo el que más, con la extrañasensación de irrealidad que siempre leproduce entrar en combate: losmovimientos mecánicos, eladiestramiento y la disciplina,reemplazan la voluntad y lossentimientos. Procura, por otra parte,

Page 703: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que la aprensión a recibir un balazo semantenga relegada al rincón más remotode su pensamiento.

—¡Adelante!… ¡Paso ligero!El ritmo de las pisadas se acelera y

resuena ahora en toda la calle.Montholon escucha a su espalda larespiración entrecortada de los hombresque lo siguen, y al frente la fusilada delos que cubren el ataque. Mientrasavanza, los ojos del joven comandanteno pierden detalle: los soldadosmuertos, la sangre, los impactos demetralla y balas en las fachadas de lascasas, los cristales rotos, la tapia deMonteleón, el convento de las

Page 704: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Maravillas más allá del cruce con SanAndrés, la puerta del parque algo máslejos, con los cañones y el grupo degente que se arremolina en torno. Uno delos cañones hace fuego, y la bala, quellega alta, golpea el alero de un tejado,arrojando sobre la columna francesa unalluvia de ladrillo desmenuzado, yeso ytejas rotas. Después, un espeso tiroteoestalla desde la tapia y la puerta.

—¡Apretad el paso!Los españoles no disponen de

metralla, confirma con júbilo elcomandante francés. Volviéndose amedias, echa un vistazo a su espalda ycomprueba que, pese a los disparos que

Page 705: Un dia de colera   arturo perez-reverte

derriban a algunos hombres, la columnasigue su marcha, imperturbable.

—¡Paso de carga! —grita de nuevo,enardeciendo a la gente para el asalto—… ¡Viva el Emperador!

—¡¡¡Viva!!!Ahora sí tienen al fin, concluye

Montholon, la victoria al alcance de lamano.

Reuniendo a cuantos hombres puedeen el patio, Pedro Velarde, el sabledesnudo, se echa con ellos a la calle.

—¡Calad bayonetas!… ¡Ahí vienen!Aunque muchos se quedan

Page 706: Un dia de colera   arturo perez-reverte

parapetados en la puerta o disparandodesde las tapias, lo siguen afuera cincoVoluntarios del Estado y media docenade paisanos, entre los que se cuentan elcerrajero Molina y los restos de lapartida del hostelero FernándezVillamil, con el platero Antonio ClaudioDadina y los hermanos Muñiz Cueto.

—¡No van a pasar! —aúlla Velarde,ronco de furia y de pólvora—… ¡Esosgabachos no van a pasar! ¿Me oís?…¡Viva España!

Entre confuso tiroteo, el grupo se vereforzado por gente de la partida deCosme de Mora, que retrocede endesorden desamparando la casa de la

Page 707: Un dia de colera   arturo perez-reverte

esquina de San Andrés que hace ratotomaron al asalto con Velarde, y porpaisanos sueltos: el estudiante JoséGutiérrez, el peluquero Martín de Larreay su mancebo Felipe Barrio, el cajistade imprenta Gómez Pastrana, don CurroGarcía y el joven Francisco Huertas deVallejo, que han logrado llegar hasta allípor el convento de las Maravillas. Secongregan así en torno a los cañones,incluyendo a los que manejan las piezas,medio centenar de combatientes,incluidas Ramona García Sánchez, quepermanece cerca del capitán Daoiz, yClara del Rey, que con su marido e hijossigue atendiendo el cañón que manda el

Page 708: Un dia de colera   arturo perez-reverte

teniente Arango.—¡Aguantad!… ¡Bayonetas y

navajas!… ¡Aguantad!El agrupamiento se paga con sangre,

pues facilita la puntería de los tiradoresdesplegados por los edificios y tejadoscercanos. Recibe así un balazo en un piela joven de diecisiete años BenitaPastrana, que morirá de la infección alos pocos días. También caen heridos eljornalero de diecisiete años ManuelIllana, el soldado asturiano deVoluntarios del Estado Antonio LópezSuárez, de veintidós, y recibe un disparoen la cabeza el aserrador AntonioMatarranz y Sacristán, de treinta y

Page 709: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuatro.—¡Ahí vienen!… ¡Ahí llegan!Con la manga de la casaca, Luis

Daoiz se enjuga el sudor de la frente ylevanta el sable. Dos de los tres cañonesestán cargados, y sus sirvientes losempujan a toda prisa para enfilar lacalle de San José, por donde se acerca,a paso de carga y bayonetas por delante,la inmensa columna francesa,imperturbable en su avance aunque lagente del capitán Goicoechea, desde lasventanas del parque, la fusila con cuantotiene. De los demás oficiales queacudieron a presentarse por la mañana,apenas hay rastro. Deben de estar,

Page 710: Un dia de colera   arturo perez-reverte

piensa agriamente Daoiz, vigilando conmucho denuedo la pacífica retaguardia.En cuanto a la fuerza enemiga que seencuentra a punto de caerle encima, elveterano capitán de artillería sabe queno hay modo de detener su ataque, y quecuando las disciplinadas bayonetasfrancesas lleguen al cuerpo a cuerpo, losdefensores acabarán arrollados sinremedio. Sólo queda, por tanto, rendirseo morir matando. Y antes que verse anteun pelotón de ejecución —de eso no lolibra nadie, si lo cogen vivo—, Daoiz espartidario de acabar allí, de pie y sableen mano. Cual debe hacer, a talesalturas, un hombre que, como él, no está

Page 711: Un dia de colera   arturo perez-reverte

dispuesto a levantarse la tapa de lossesos de un pistoletazo. Antes prefierelevantársela a cuantos franceses pueda.Por eso, desentendiéndose del mundo yde todo, el capitán afirma los pies y sedispone a bajar el sable, gritar «fuego»para la descarga de los cañones —si almenos tuvieran metralla, se lamenta porenésima vez— y luego usar ese sablepara vender su vida al mayor precio enque su coraje y desesperación puedantasarla. Por un instante, su miradaencuentra los ojos enfebrecidos dePedro Velarde, que amartilla una pistolay la dispara contra los franceses, sindejar de dar voces y empujones para

Page 712: Un dia de colera   arturo perez-reverte

contener a los que, ante la cercanía deaquéllos, chaquetean y pretendenecharse atrás. Maldito y querido loco deatar, piensa. Hasta aquí nos han traído tupatriotismo y el mío, dignos de unaEspaña mejor que esta otra, triste,infeliz, capaz de hacernos envidiar a losmismos franceses que nos esclavizan ynos matan.

—¿Cuándo llegan los refuerzos,señor capitán? —pregunta RamonaGarcía Sánchez, que se ha situado juntoa Daoiz, cuchillo en una mano ybayoneta en la otra—… Porque laverdad es que tardan, sentrañas.

—Pronto.

Page 713: Un dia de colera   arturo perez-reverte

La maja sonríe, hombruna y feroz,sucio el rostro de pólvora.

—Pues como tarden más de minuto ymedio, a buenas horas.

Daoiz abre la boca para ordenar laúltima andanada: los franceses están apunto de rebasar la esquina de SanAndrés, a cuarenta pasos. Y en eseinstante, cuando la columna enemigallega al mismo cruce, suenan clarinazosy alguien uniformado, un oficial español,aparece en la esquina con un sable enalto y, anudada en el, una banderablanca.

Page 714: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Deteneos!… ¡Alto el fuego!La tentación de evitar más efusión de

sangre es poderosa. El comandanteMontholon sabe que, aunque tome elparque de artillería por asalto, las bajasentre su tropa serán muchas. Y eseoficial que llega agitando bandera deparlamento mientras hace esfuerzosdesesperados para que cese el combate,ofrece una oportunidad que sería suicida—literalmente, pues el propioMontholon avanza a la cabeza de sushombres— desaprovechar. Por eso elfrancés ordena detenerse a la columna y

Page 715: Un dia de colera   arturo perez-reverte

colgar los fusiles al hombro culataarriba, a la funerala. El momento es deextrema tensión, pues aún hay disparos yla actitud de los españoles no está clara.Desde la puerta del parque llegan gritoscon órdenes y contraórdenes, mientrasun oficial de baja estatura y casaca azulse mueve entre los cañones con losbrazos en alto, conteniendo a su gente.Un disparo abate a un soldado imperial,que se desploma entre las protestas deindignación de sus camaradas. Confuso,Montholon está a punto de ordenar queprosiga el ataque cuando, tras otros dostiros sueltos, el fuego cesa porcompleto, y desde las tapias y ventanas

Page 716: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del parque algunos insurrectos seincorporan para ver qué ocurre. Eloficial de la bandera blanca ha llegadohasta los cañones, donde todos gritan ydiscuten. Montholon no entiende unapalabra del idioma, así que ordena alintérprete, pegado a sus talones con elcorneta y un tambor, que traduzca cuantooiga. Luego ordena a la columna seguiradelante a paso ordinario, manteniendolos fusiles culata arriba, hasta que llegana diez pasos de los cañones. Allí, unoficial sin sombrero y con unacharretera de su casaca verde partida deun sablazo les sale al encuentro, ygesticulando con malos modos suelta

Page 717: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una áspera parrafada en español, queremata en mal francés:

—Si continués, ye ordone vu tirerdesús… ¿Comprí o no comprí?

—Dice… —empieza a traducir elintérprete.

—Comprendo perfectamente lo quedice —responde Montholon.

Ordenando hacer alto a la columna,el comandante francés se adelantaseguido por el intérprete, el corneta ylos capitanes Hiller y Labedoyere, haciael grupo formado por el oficial de labandera blanca, el de la casaca azul —capitán de artillería, comprueba al verde cerca los ribetes rojos del uniforme

Page 718: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—, el de la casaca verde, que es otrocapitán, y media docena de militares ypaisanos que se adelantan entre loscañones, más curiosos que los demás,agolpados detrás de las cureñas, en lapuerta, sobre las tapias y en las ventanasdel parque, armas en mano, en actitud altiempo curiosa y hostil. Hasta delconvento de las Maravillas salenhombres armados a ver qué ocurre, yescuchan y miran desde la verjaretorcida de balazos. El oficial reciénllegado discute vivamente con los otrosdos. Montholon observa que tambiénlleva distintivos de capitán y visteuniforme blanco con vueltas carmesíes,

Page 719: Un dia de colera   arturo perez-reverte

como algunos de los soldados quedefienden el parque. Eso lo identificacon el mismo regimiento al quepertenece esa tropa. Sin embargo, entreésta se ven también casacas azules deartillería, como la que lleva el capitánbajito. Y aunque el capitán alto lleva enel cuello las bombas de artillero, sucasaca verde lo distingue comoperteneciente al estado mayor de esaarma. Desconcertado, el comandantefrancés se pregunta a quién tieneenfrente, en realidad, y quién diablosmanda allí.

Page 720: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Además de sudoroso y jadeante, elcapitán Melchor Álvarez, del regimientode infantería Voluntarios del Estado,está irritado. El sudor y el jadeo sedeben a la carrera que acaba de darsedesde el cuartel de Mejorada, donde elcoronel don Esteban Giraldes locomisionó hace quince minutos con lainstrucción de ordenar a losresponsables del parque de Monteleónque cesen el fuego y entreguen el recintoa los franceses. En cuanto a la irritación,proviene de que, pese al riesgo que hacorrido interponiéndose entre los

Page 721: Un dia de colera   arturo perez-reverte

contendientes sin más resguardo que unpañuelo blanco en la punta del sable,ninguno de los oficiales al mando deaquel disparate le hace el menor caso.El capitán Luis Daoiz le ha dicho que sevaya por donde vino, y el otroinsurrecto, Pedro Velarde, acaba dereírse con todo descaro en su cara:

—El coronel Giraldes no mandaaquí.

—¡No es cosa de Giraldes, sino dela Junta de Gobierno! —insiste Álvarez,mostrando el documento—. La ordenviene firmada por el ministro de laGuerra en persona… Lo indigna estasinrazón, y ordena cesar el fuego

Page 722: Un dia de colera   arturo perez-reverte

inmediatamente.—El ministro pierde el tiempo —

declara Velarde—. Y usted, también.—Están solos. Nadie va a

secundarlos, y en el resto de la ciudadreina la calma.

—¡Le digo que pierde el tiempo,rediós!… ¿Está sordo?

El capitán Álvarez miramalhumorado al oficial de estado mayor.Al entregarle la orden, el coronelGiraldes lo previno sobre la exaltacióny fanatismo de ese Pedro Velarde,aunque sin detallarle que llegara a talextremo. Más inquietante resulta que elotro capitán, cuya reputación es de

Page 723: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hombre ecuánime y sereno, se enroquede tal manera. Lo cierto, concluyeÁlvarez observando los estragos y losregueros de sangre en el suelo, la genteagolpada y expectante, es que todo haido demasiado lejos.

—Son ustedes unos irresponsables—insiste severo—. Están precipitandoal pueblo, y lo exponen a consecuenciasaún más desastrosas… ¿No les basta lasangre derramada por unos y otros?

El capitán Daoiz estudia a losfranceses. El jefe de la columna semantiene a cuatro pasos, acompañado dedos capitanes y un corneta. A su lado, unintérprete traduce cuanto se habla. El

Page 724: Un dia de colera   arturo perez-reverte

comandante escucha atento, inclinada aun lado la cabeza, fruncido el ceño ymanoseando la hebilla del cinturón, elsable todavía en la otra mano.

—Al pueblo lo ametrallan y susangre la vierten estos señores —diceDaoiz, señalando al francés—. Y elGobierno, y usted mismo, capitánÁlvarez, y muchos otros, siguencruzados de brazos, mirando.

—Eso —interviene Velarde, muyacalorado— cuando no lo hacen enconnivencia directa con el enemigo.

Álvarez, que es hombre pocosufrido, siente que la cólera le sube a lacabeza. No es partidario de los

Page 725: Un dia de colera   arturo perez-reverte

franceses, sino militar fiel a lasordenanzas y al rey Fernando VII. Estáallí, órdenes aparte, porque considera laresistencia a los imperiales una aventuratemeraria e inútil. Ni el pueblo y losmilitares juntos, ni España enteralevantada en armas, tendrían la menorposibilidad frente al ejército máspoderoso del mundo.

—¿Enemigo? —protesta, amoscado—. Aquí el único enemigo es elpopulacho sin freno y el desorden… ¡Ylo de la connivencia lo tomo como uninsulto personal!

Pedro Velarde se adelanta un paso,duros los rasgos, la mano izquierda

Page 726: Un dia de colera   arturo perez-reverte

crispada en torno a la empuñadura delsable.

—¿Y qué? ¿Quiere que le désatisfacción?… ¿Le apetece batirseconmigo?… Pues retire esa vergonzosabandera blanca y júntese con estosseñores franceses, que ellos y usted severán bien servidos.

—Tranquilízate —tercia Daoiz,sujetándolo por un brazo.

—¿Que me tranquilice? —Velardese libera de la mano del otro, con malosmodos—. ¡Que se vayan ellos al diablo,maldita sea!

Álvarez está a pique de abandonar.Es inútil, concluye. Que se maten, si no

Page 727: Un dia de colera   arturo perez-reverte

queda otra. Y sea lo que Dios quiera.Sin embargo, tras cambiar una miradacon el comandante de la columnafrancesa —parece un joven distinguido yrazonable, no como otras malas bestiascuarteleras del ejército imperial—decide insistir un poco. De los doscapitanes rebeldes, Luis Daoiz parece elmás sensato. Por eso se dirige a él.

—¿Usted no tiene nada que decir?…Sea razonable, por amor de Dios.

El artillero parece reflexionar.—Se ha ido muy lejos por ambas

partes —dice al fin—. Habría que veren qué condiciones se detendría el fuego—en ese punto mira al comandante

Page 728: Un dia de colera   arturo perez-reverte

francés—… Pregúntele.Todos se vuelven a mirar al jefe de

la columna imperial, que, inclinadohacia el intérprete, escucha conatención. Luego niega con la cabeza yresponde en su idioma. El capitánÁlvarez no habla francés; pero antes deque el intérprete traduzca, advierte eltono desabrido, inequívoco, delcomandante. Después de todo, se dice,tiene sus motivos. Los del parque le hanmatado a no poca tropa.

—El señor comandante lamenta nopoder ofrecer condiciones —traduce elintérprete—. Tienen que devolver a losrehenes franceses sanos y salvos y dejar

Page 729: Un dia de colera   arturo perez-reverte

las armas. Les ruega que piensen sobretodo en la gente del pueblo, pues ya haymuchos muertos en Madrid. Sólo puedeaceptar de ustedes la rendicióninmediata.

—¿Rendirnos?… ¡Y un cuerno! —exclama Velarde.

Luis Daoiz levanta una mano. Elcapitán Álvarez observa que elcomandante francés y él se miran a losojos, de profesional a profesional.Quizás haya alguna esperanza.

—Vamos a ver —dice Daoiz concalma—. ¿No hay otra forma deacomodarlo?

Niega de nuevo el francés después

Page 730: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de que su intérprete traduzca la pregunta.Y cuando el artillero lo mira a él,Álvarez se encoge de hombros.

—No nos dejan salida, entonces —comenta Daoiz, con una extraña sonrisaa un lado de la boca.

El capitán de Voluntarios del Estadoexhibe de nuevo la orden firmada por elministro O’Farril.

—Esto es lo que hay. Sean sensatos.—Ese papel no vale ni para las

letrinas —opina Velarde.Ignorándolo, el capitán Álvarez

observa a Luis Daoiz. Éste mira eldocumento, pero no lo coge.

—En cualquier caso —solicita

Page 731: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Álvarez, desalentado al fin— permitanque me lleve de aquí a mi gente.

Daoiz lo mira como si hubiesehablado en chino.

—¿Su gente?—Me refiero al capitán Goicoechea

y los Voluntarios del Estado… Novinieron a luchar. El coronel insistiómucho en eso.

—No.—¿Perdón?—Que no se los lleva.Daoiz ha respondido seco y distante,

mirando alrededor como si de repenteaquella situación le fuese ajena y él sehallase lejos. Están como cabras, decide

Page 732: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de pronto Álvarez, asustado de suspropias conclusiones. Es lo que ocurre,y no lo había previsto nadie: Velardecon su exaltación lunática y este otro consu frialdad inhumana, están locos deatar. Por un momento, dejándose llevarpor el automatismo de su graduación yoficio, Álvarez considera la posibilidadde arengar a los soldados quepertenecen a su regimiento y ordenarlesque lo sigan lejos de allí. Eso debilitaríala posición de aquellos dos visionarios,y tal vez los inclinase a aceptar rendirsea discreción del francés. Pero entonces,como si le hubiera advertido elpensamiento, Daoiz se inclina un poco

Page 733: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hacia él, casi cortés, con la mismasonrisa extraña de antes.

—Si intenta amotinarme a la tropa—le dice confidencial, en voz bajísima—, lo llevo adentro y le pego un tiro.

Francisco Huertas de Vallejo asisteal parlamento de los oficiales españolesy franceses, entre el resto de paisanosque se congregan junto a los cañones. Eljoven voluntario se encuentra con donCurro y el cajista de imprenta GómezPastrana, la culata del fusil apoyada enel suelo y las manos cruzadas sobre laboca del cañón. No todo lo que se dice

Page 734: Un dia de colera   arturo perez-reverte

llega hasta sus oídos, pero parece clarala postura de los jefes, tanto por lasvoces que da el capitán Velarde, que esquien habla más alto de todos, como porlas actitudes de unos y otros. En suánimo, el joven voluntario confía en quelleguen a un acuerdo honorable. Hora ymedia de combate le ha cambiadociertos puntos de vista. Nunca imaginóque defender a la patria consistiera enmorder cartuchos agazapado tras loscolchones enrollados en un balcón, o enla zozobra de correr como una liebre,saltando tapias con los franceses detrás.De aquello a las estampas coloreadascon heroicas gestas militares media un

Page 735: Un dia de colera   arturo perez-reverte

abismo. Tampoco imaginó nunca loscharcos de sangre coagulada en el suelo,los sesos desparramados, los cuerposmutilados e inertes, los alaridosespantosos de los heridos y el hedor desus tripas abiertas. Tampoco la ferozsatisfacción de seguir vivo donde otrosno lo están. Vivo y entero, con elcorazón latiendo y cada brazo y cadapierna en su sitio. Ahora, la breve treguale permite reflexionar, y la conclusión estan simple que casi lo avergüenza:desearía que todo acabara, y regresar acasa de su tío. Con ese pensamientomira alrededor, buscando el mismosentimiento en los rostros que tiene

Page 736: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cerca; pero no encuentra en ellos —nolo advierte, al menos— sino decisión,firmeza y desprecio hacia los franceses.Eso lo lleva a erguirse y endurecer elgesto, por miedo a que sus faccionesdelaten sus pensamientos. Así que, comotodos, el joven procura mirar condesdén a los enemigos, muchos de ellostan imberbes como él, que aguardan apocos pasos en formación de columna.Vistos de cerca impresionan menos,concluye, aunque se les veaamenazadores en su compactadisciplina, con los vistosos uniformesazules, correajes blancos y fusilescolgados del hombro culata arriba; tan

Page 737: Un dia de colera   arturo perez-reverte

distintos a la desastrada fuerzaespañola, hosca y silenciosa, que tienenenfrente.

—Esto no va bien —murmura donCurro.

El capitán Daoiz está diciéndolealgo aparte al capitán de Voluntarios delEstado que vino con la bandera blanca,quien no parece satisfecho con lo queescucha. Francisco Huertas los veconversar, y también cómo el intérpreteque está junto al comandante francés seaproxima un poco, atento a lo que dicen.Entonces, un chispero que se encuentraapoyado en uno de los cañones —eljoven Huertas sabrá más tarde que su

Page 738: Un dia de colera   arturo perez-reverte

nombre es Antonio Gómez Mosquera—aparta al francés de un violentoempujón, haciéndolo caer de espaldas.

—¡Carajo! —grita el chispero—.¡Viva Fernando Séptimo!

Lo que viene a continuación,inesperado y brutal, ocurre muy rápido.Sin que medie orden de nadie, de formadeliberada o por aturdimiento, unartillero que tiene el botafuegoencendido en la mano aplica la mecha alfogón cebado de la pieza. Atruena lacalle un estampido que a todossobresalta, retrocede la cureña con elcañonazo, y la bala rasa, pasando juntoal comandante enemigo y los oficiales,

Page 739: Un dia de colera   arturo perez-reverte

abre una brecha sangrienta en lacolumna francesa, inmóvil e indefensa.Gritan todos a un tiempo, confusos losoficiales españoles, espantados losfranceses, y al vocerío se suman loslamentos de los heridos imperiales quese revuelcan en el suelo entre suspropios pedazos, el horror de losmiembros mutilados, los aullidos depánico de la columna deshecha que sedesbanda y corre en busca de refugio.Tras el primer momento de estupor,Francisco Huertas, como el resto de suscompañeros, se echa el fusil a la cara yarcabucea a quemarropa a los enemigosen desorden. Luego, entre el fragor de la

Page 740: Un dia de colera   arturo perez-reverte

matanza, observa cómo el capitán Daoizgrita inútilmente «¡Alto el fuego!», peroaquello ya no hay quien lo pare. Elcapitán Velarde, que ha sacado su sable,se precipita sobre el comandanteimperial y lo intima a él y a sus oficialesa la rendición. El francés, de rodillas yconmocionado por el disparo del cañón—tan próximo que le ha chamuscado laropa—, al ver la punta reluciente delsable ante sus ojos, alza los brazos,confuso, sin comprender lo que estápasando; y lo imitan sus oficiales, elcorneta y el intérprete. También muchosde los soldados que formaban lavanguardia de la columna, los que

Page 741: Un dia de colera   arturo perez-reverte

todavía no han escapado por las callesde San José y San Pedro, hacen lomismo: arrojan los fusiles, levantan lasmanos y piden cuartel rodeados por unaturba de paisanos, artilleros y soldadosespañoles que a empujones y culatazos,cercándolos con las bayonetas, losmeten en el parque con sus oficiales,mientras la gente alborozada gritavictoria y da vivas a España y al reyFernando y a la Virgen Santísima; y lasventanas, las tapias y la verja delconvento hormiguean de civiles ymilitares que aplauden y festejan loocurrido. Entonces, Francisco Huertas,que con don Curro, el cajista Gómez

Page 742: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Pastrana y los demás, vitoreaentusiasmado mientras levanta en lo altode su fusil el chacó manchado de sangrede un francés, advierte al fin laenormidad de lo ocurrido. En uninstante, los defensores de Monteleón,además de cautivar al comandante y avarios oficiales de la columna enemiga,han hecho un centenar de prisioneros.Por eso le sorprende tanto que el capitándon Luis Daoiz, inmóvil y pensativo enmedio del tumulto, en vez de participarde la alegría general, tenga el rostroceñudo y ausente, pálido como si unrayo hubiera caído a sus pies.

Page 743: Un dia de colera   arturo perez-reverte

7

Desde la una de la tarde, un silenciosiniestro se extiende por el centro deMadrid. En torno a la puerta del Sol y laplaza Mayor sólo se oyen tiros aisladosde las patrullas o pasos de piquetesfranceses que caminan apuntando susfusiles en todas direcciones. Losimperiales controlan ya, sin oposición,las grandes avenidas y las principalesplazas, y los únicos enfrentamientosconsisten en escaramuzas individuales

Page 744: Un dia de colera   arturo perez-reverte

protagonizadas por quienes intentanescapar, buscan refugio o llaman apuertas que no se abren. Aterrados,escondidos tras postigos, celosías ycortinas, asomados a portales y ventanaslos más osados, algunos vecinos vencómo patrullas francesas recorren lascalles con cuerdas de presos. Una laforman tres hombres maniatados quecaminan por la calle de los Milanesesbajo custodia de un grupo de fusilerosque los hacen avanzar a golpes. Unplatero de esa calle, Manuel Arnáez, quepese a los ruegos de su mujer seencuentra asomado a la puerta del taller,reconoce en uno de los cautivos a su

Page 745: Un dia de colera   arturo perez-reverte

compañero de profesión Julián Tejedorde la Torre, que tiene tienda en la callede Atocha.

—¡Julián!… ¿Adónde te llevan,Julián?

Los guardias franceses le gritan alplatero que se meta dentro, y uno llega aamenazarlo con el fusil. Arnáez ve cómoJulián Tejedor se vuelve a mostrarle lasmanos atadas y levanta los ojos al cielocon gesto resignado. Más tarde sabráque Tejedor, tras echarse a la calle parabatirse junto a sus oficiales yaprendices, ha sido capturado en laplaza Mayor en compañía de uno de loshombres que van atados con él: su amigo

Page 746: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el guarnicionero de la plazuela deMatute Lorenzo Domínguez.

El tercer preso del grupo se llamaManuel Antolín Ferrer, y es ayudante dejardinero del real sitio de la Florida, dedonde vino ayer para mezclarse en lostumultos que se preparaban. Es hombrecorpulento y recio de manos, como lo haprobado batiéndose en los Consejos, lapuerta del Sol y la plaza Mayor, donderesultó contuso y capturado por losfranceses en la última desbandada.Testarudo, callado, ceñudo, caminajunto a sus compañeros de infortunio conla cabeza baja y el ojo derecho hinchadode un culatazo, barruntando el destino

Page 747: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que le aguarda. Confortado por lasatisfacción de haber despachado, consus propias manos y navaja, a dossoldados franceses.

La escena de la calle de losMilaneses se repite en otros lugares dela ciudad. En el Buen Retiro y en lascovachuelas de la calle Mayor, losfranceses siguen encerrando gente. Enestas últimas, bajo las gradas de SanFelipe, el número de presos asciende adieciséis cuando los franceses metendentro, empujándolo a culatazos, alnapolitano de veintidós años Bartolomé

Page 748: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Pechirelli y Falconi, ayuda de cámaradel palacio que el marqués de Cerralbotiene en la calle de Cedaceros. De allísalió esta mañana con otros criados paracombatir, y acaban de apresarlo cuandohuía tras deshacerse la últimaresistencia en la plaza Mayor.

Cerca, por la plaza de SantoDomingo, otro piquete imperial conduceen cuerda de presos a Antonio Macíasde Gamazo, de sesenta y seis años,vecino de la calle de Toledo, alpalafrenero de Palacio Juan AntonioAlises, a Francisco Escobar Molina,maestro de coches, y al banderilleroGabriel López, capturados en los

Page 749: Un dia de colera   arturo perez-reverte

últimos enfrentamientos. Desde la puertade las caballerizas reales, el ayudanteLorenzo González ve venir de SantaMaría a unos granaderos de la Guardiaque conducen, entre otros, a su amigo eloficial jubilado de embajadas MiguelGómez Morales, con quien hace unashoras asistió a los incidentes de la plazade Palacio y que luego, no pudiendosufrir el desafuero de la fusiladafrancesa, fue a batirse en losalrededores de la plaza Mayor. Al pasarmaniatado y ver a González, GómezMorales le pide ayuda.

—¡Acuda usted a alguien, por Dios!¡A quien sea!… ¡Estos bárbaros van a

Page 750: Un dia de colera   arturo perez-reverte

fusilarme!Impotente, el ayudante de

caballerizas ve cómo un caporal francésle cierra la boca a su amigo con unabofetada.

El mismo camino sigue otra cuerdade presos en la que figuran DomingoBraña Calbín, mozo de tabaco de laReal Aduana, y Francisco BermúdezLópez, ayuda de cámara de Palacio.Braña y Bermúdez se cuentan entrequienes con más coraje se han batido enlas calles de Madrid, y diversos testigosacreditarán puntualmente su historia.

Page 751: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Braña, asturiano, tiene cuarenta y cuatroaños y ha sido capturado cuandopeleaba al arma blanca, con un valorextremo, cerca del Hospital General. Encuanto a Francisco Bermúdez, vecino dela calle de San Bernardo, salió alestallar los tumultos armado con unacarabina de su propiedad, y tras peleardurante toda la mañana donde la refriegaera más intensa —«bizarramente»,afirmarán los testigos en un memorial—,fue apresado cuando, herido y exhausto,rodeado de enemigos y aún con sucarabina en las manos, ya no podíavalerse. Antonio Sanz, portero de laSala de Alcaldes de Casa y Corte, lo

Page 752: Un dia de colera   arturo perez-reverte

identifica al pasar llevado por losfranceses, junto a la parroquia de SantaMaría. Al poco rato, también JulianaGarcía, una conocida que vive en lacalle Nueva, lo ve desde su balcón,entre otros presos, «cojeando de unaherida en la pierna y con la caraquemada de pólvora».

Otros tienen más suerte. Es el casodel joven Bartolomé Fernández Castilla,que en la plazuela del Ángel salva lavida de milagro. Sirviente en casa delmarqués de Ariza, donde se aloja elgeneral francés Emmanuel Grouchy,

Page 753: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Fernández Castilla salió a pelear con elprimer alboroto del día, armado de unaescopeta. Asistió así a los combates dela puerta del Sol, y tras batirse en lascallejuelas que van de San Jerónimo aAtocha, resultó herido por una descargahecha desde la plaza Mayor. Dispersosu grupo, llevado por tres compañerosde aventura hasta la casa de su amo,donde lo dejan en el portal, es rodeadopor la guardia del general francés, quepretende acabarlo a bayonetazos. Loadvierte una criada, pide socorro,acuden los demás sirvientes y se oponentodos a los franceses. Porfían unos yotros, amagan empujones y golpes,

Page 754: Un dia de colera   arturo perez-reverte

logran los criados meter a FernándezCastilla en la casa, y sólo se calman losánimos cuando acude un ayudante delgeneral Grouchy, quien ordena respetarla vida del mozo y llevarlo preso en unacamilla al Buen Retiro. Vuelven aamotinarse los criados, negándose aentregarlo, y hasta las cocineras salen aforcejear con los imperiales. El propiomarqués, don Vicente María Palafox,termina por intervenir y convence a losfranceses de que respeten al herido.Bajo su cuidado personal, el jovenpermanecerá en cama cuatro meses,convaleciente de sus heridas. Años mástarde, acabada la guerra contra

Page 755: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Napoleón, el marqués de Arizacomparecerá por iniciativa propia antela comisión correspondiente, para quelas autoridades concedan a su criado unapensión por los servicios prestados a lapatria.

Mientras en la plazuela del Ángel sedecide sobre la vida o muerte deBartolomé Fernández Castilla, cerca deallí, en la de la Provincia, el porterojefe de la Cárcel Real, Félix Ángel, oyegolpes en la parte trasera del edificio yacude a ver quién llama. Al caboempiezan a llegar presos de los que

Page 756: Un dia de colera   arturo perez-reverte

salieron a combatir por la mañana.Muchos vienen ahumados de pólvora,rotos de la lucha, ayudando a caminar asus camaradas; pero todos se tienen, máso menos, sobre sus pies. Acuden solos,en parejas o pequeños grupos,sofocados por el esfuerzo de la carreraque se han dado para escapar de losfranceses.

—Nunca pensé que me alegraría devolver aquí —comenta uno.

No falta quien conserva ánimo paraalardear de lo que hizo afuera, ni quientuvo tiempo de remojarse en la tabernadel arco de Botoneras. Varios traen lasropas manchadas de sangre, no siempre

Page 757: Un dia de colera   arturo perez-reverte

propia, y también armas capturadas alenemigo: sables, fusiles y pistolas quevan dejando en el zaguán y que, a todaprisa, el portero jefe hace desaparecerarrojándolas al pozo. Entre ellos vienenel gallego Souto —vestido con unacasaca de artillero francés— y unsonriente Francisco Xavier Cayón, elrecluso que escribió la petición para quelos dejaran salir a la calle bajo palabrade reintegrarse a prisión cuando todoacabase.

—¿Ha sido duro?—A ratos.Sin más comentarios, con el aplomo

de la gente cruda, Cayón se va derecho

Page 758: Un dia de colera   arturo perez-reverte

al porrón de vino que el portero jefetiene sobre la mesa de la entrada, echaatrás la cabeza y se mete un largo chorroen el gaznate. Luego se lo pasa a Souto,que hace lo mismo.

—¿Muchas desgracias? —seinteresa Félix Ángel.

Cayón se seca la boca con el dorsode la mano.

—Que yo sepa, han matado a Pico.—¿A Frasquito? ¿El pastor mozo de

la Paloma?—Ese mismo. Y a Domingo Palén

también se lo llevaron herido alhospital, pero no sé si habrá llegado ono… También me parece que vi caer a

Page 759: Un dia de colera   arturo perez-reverte

otros dos, pero de ésos no estoy seguro.—¿Quiénes?—Quico Sánchez y el Gitano.—¿Y los demás que faltan?El preso cambia una mirada guasona

con su compañero Souto y luego seencoge de hombros.

—No sé. Estarán por ahí.—Prometieron volver.El otro le guiña un ojo.—Pues si lo prometieron, volverán,

¿no?… Supongo.El pronóstico de Francisco Xavier

Cayón se cumple casi al pie de la letra.El último preso llamará a la puertaprincipal de la Cárcel Real al mediodía

Page 760: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del día siguiente, bien afeitado y vestidocon ropa limpia, tras haber pasadotranquilamente la noche en su casa delRastro, con la familia. Y el recuentodefinitivo, remitido dos días más tardepor el portero jefe al director de lacárcel, concluirá con la siguiente lista:

Presos: 94Se negaron a salir: 38Salieron: 56Muertos: 1Heridos: 1Desaparecidos (que se dan por

muertos): 2Prófugos: 1

Page 761: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Regresaron: 51

En la cuesta de San Vicente, aJoachim Murat se lo llevan los diablos.Sus ojos de brutal espadón echanchispas entre los rizos negros y lasfrondosas patillas. Un ayudante lo estáponiendo al corriente de los sucesos enel parque de artillería.

—¿Prisioneros? —Murat no dacrédito a lo que oye—. ¡Imposible!…¿Cuántos?

El ayudante traga saliva. Tampoco éldaba crédito hasta que acudió enpersona a comprobarlo. Acaba de

Page 762: Un dia de colera   arturo perez-reverte

regresar con las espuelasensangrentadas, reventando a su caballo.

—Han cogido al comandanteMontholon con varios oficiales y unoscien soldados de su columna —dice concuanta suavidad le es posible, viendoenrojecer el rostro de su interlocutor—… Si se les suman los heridos que hanmetido dentro y el destacamento desetenta y cinco hombres que teníamosallí cuando se sublevó el cuartel, salenunos… En fin… Alrededor dedoscientos.

El gran duque de Berg, los ojosinyectados en sangre, lo agarra por losalamares bordados de la pelliza.

Page 763: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Doscientos?… ¿Me estádiciendo que esa gentuza tiene en supoder a doscientos prisionerosfranceses?

—Más o menos, Alteza.—¡Hijos de puta!… ¡Hijos de la

grandísima puta!Ciego de ira, Murat dirige una

mirada homicida a dos dignatariosespañoles que aguardan algo más lejos,descubiertos y a pie. Se trata de losministros de Hacienda, Azanza, y de laGuerra, O’Farril, a los que hace esperardesde hace rato. A última hora de lamañana, Murat mandó un mensaje alConsejo de Castilla para que aplacase al

Page 764: Un dia de colera   arturo perez-reverte

pueblo, so pena de males mayores. Y losdos ministros, tras recorrer —inútilmente y con riesgo para suintegridad física— las calles próximasal Palacio Real, se han presentado aljefe de las tropas francesas para pedirleque no extreme el rigor en la venganza.

—¡Que no lo extreme, dicen!… ¡Vana ver todos lo que es extremar deverdad!

Acto seguido, descompuesto y agritos, Murat ordena una sucesión derepresalias que incluyen arcabucearsobre el terreno a todo madrileñoculpable de la muerte de un francés, asícomo el juicio sumarísimo, condena de

Page 765: Un dia de colera   arturo perez-reverte

muerte incluida, de cuantos hombres,mujeres o muchachos sean apresadoscon armas en la mano, desde las defuego hasta simples navajas, tijeras ycualquier instrumento que pinche ocorte. También ordena la detencióninmediata, en su domicilio, de todosospechoso de haber intervenido en elmotín, y autoriza a los imperiales aentrar en casas desde las que se hayadisparado contra ellos.

—¿Qué hacemos con los insurrectosdel parque de artillería, Alteza?

—Fusílenlos a todos.—Antes habrá que… Bueno.

Tendremos que tomar el parque.

Page 766: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Con violencia, Murat se vuelvehacia el general de división JosephLagrange.

—Oiga, Lagrange. Quiero que seponga usted al mando del Sextoregimiento de la brigada Lefranc, que seestá moviendo desde la carretera de ElPardo y San Bernardino haciaMonteleón. Y que con ésta, auxiliado deartillería y de cuantas fuerzas necesite,incluido lo que quede del batallón deWestfalia y del Cuarto provisional,acabe con la resistencia del parque. ¿Meoye?… Páselos a cuchillo a todos.

El otro, un soldado veterano y duro,con las campañas de los Pirineos,

Page 767: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Egipto y Prusia en la hoja de servicios,se cuadra con un taconazo.

—A la orden, Alteza.—No quiero recibir de usted ningún

parte, ningún informe, ningún mensaje.¿Comprende?… No quiero saber unamaldita palabra de nada que no sea elcompleto exterminio de los rebeldes…¿Lo ha entendido bien, general?

—Perfectamente, Alteza.—Pues muévase.Aún no ha montado Lagrange a

caballo, cuando Murat se vuelve haciaAugustin-Daniel Belliard, tambiéngeneral de división y jefe de su estadomayor.

Page 768: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Belliard!—A la orden.El gran duque de Berg señala,

despectivo, a los dos ministrosespañoles que aguardan mansamente aque los reciba. Semanas más tarde,ambos se pondrán sin reservas alservicio del rey intruso José Bonaparte.Ahora siguen esperando, sin que nadielos atienda. Hasta los batidores ygranaderos de la escolta de Murat se lesríen en la cara.

—Ocúpese de esos dos imbéciles.Que sigan ahí, pero lejos de mi vista…Ganas me dan de hacerlos fusilar a ellostambién.

Page 769: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Apoyado en una jamba rota de lapuerta de Monteleón, el capitán LuisDaoiz no se hace ilusiones. Desde eldesastre de la columna francesa no hansufrido ningún ataque serio, pero lostiradores enemigos mantienen la presión.El cerco es total, y los servidores de loscañones españoles se mantienen lo mása cubierto que pueden para eludir losdisparos. Todo el que cruza entre lapuerta del parque, el convento de lasMaravillas y las casas contiguas, debehacerlo a la carrera, con riesgo derecibir un balazo. Y por si fuera poco, elcapitán Goicoechea, que con sus

Page 770: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Voluntarios del Estado y buen númerode paisanos sigue apostado en lasventanas altas del edificio principal,anuncia movimiento de cañonesenemigos por la parte de San Bernardo,junto a la fuente de Matalobos. Todoindica que los franceses preparan unnuevo asalto en toda regla, y que estavez no tienen intención de fracasar.

—¿Cómo ves el panorama? —pregunta Pedro Velarde.

Daoiz mira a su amigo, que vienefumando una pipa. Lleva el sable en lafunda y dos pistolas metidas en el cinto.Con algunos botones menos en lacasaca, la charretera partida y la mugre

Page 771: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del combate, más parece contrabandistade Ronda que oficial de estado mayor.Tampoco yo, piensa el capitán, debo detener mejor aspecto.

—Mal —responde.Los dos militares permanecen

callados, atentos a los sonidos delexterior. Salvo algún disparoesporádico de los tiradores ocultos, laciudad está en silencio.

—¿Cómo sigue el teniente Ruiz? —se interesa Daoiz.

—Gravísimo. No ha perdido elconocimiento, y sufre horrores… Unchico valiente, ¿verdad?… Un buenmuchacho.

Page 772: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿No sería mejor llevarlo alconvento, con las monjas?

—No conviene moverlo. Ha perdidomucha sangre y podría quedarse en elcamino. Lo tengo en la sala de oficiales,con otros heridos nuestros y franceses.

—¿Cómo va lo demás?En pocas palabras, Velarde lo pone

al corriente. Los defensores del parqueya se reducen a media docena deoficiales, diez artilleros, una treintenade Voluntarios del Estado y menos detrescientos paisanos: el medio centenarque ayuda en los cañones y defiende lascasas contiguas al convento, los queestán con el propio Velarde en la puerta

Page 773: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y las tapias o con Goicoechea en lasventanas del tercer piso, y los que seocupan de proteger la parte posterior delrecinto, aunque de ésos desertanmuchos. Además, no toda la fuerzaatiende a la defensa, pues parte seemplea en vigilar al comandante y a lostrece oficiales franceses prisioneros enel pabellón de guardia, así como a losdoscientos soldados encerrados en lascocheras y cuadras. En lo que se refierea municiones, escasea la cartuchería; lafalta de cargas de pólvora para loscañones es angustiosa, y la de metralla,absoluta: un saquete con piedras dechispa de fusil se reserva para

Page 774: Un dia de colera   arturo perez-reverte

emplearlo como metralla si la infanteríafrancesa vuelve a acercarse losuficiente.

—Que se acercará —apunta Daoiz,sombrío.

Su amigo chupa la pipa mientras seagita, incómodo. Ha perdido fuelle,advierte Daoiz. Ni siquiera un exaltadocomo él puede engañarse a estas alturas.

—¿Cuántos ataques más podremosaguantar? —pregunta Velarde.

Más que pregunta, parece unareflexión en voz alta. Daoiz mueve lacabeza, escéptico.

—Si los franceses lo hacen bien,sólo habrá uno.

Page 775: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Los dos capitanes permanecen otrorato en silencio, observando cómoalgunos soldados y paisanos intentanmejorar la protección en torno a loscañones. Aprovechando la pausa en elcombate, las piezas se resguardan condos armones del parque y algunosmuebles sacados de las casas. Velardetuerce el gesto.

—¿Crees que eso sirve de algo?—Levanta un poco la moral.Viniendo del interior del parque, una

jovencita de falda sucia y desgarrada,brazos desnudos y el pelo recogido bajoun pañuelo, se les acerca con unagarrafa en cada mano y les ofrece vino.

Page 776: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Le dicen que no, gracias, que atienda ala tropa; y ella, agachada la cabeza yapresurándose, se dirige hacia la genteque guarnece los cañones. Daoiz nuncallegará a conocer su nombre, pero esamuchacha, vecina de la cercana calle deSan Vicente, se llama Manoli Armayonay Ceide, y aún no ha cumplido treceaños.

—Me temo que en Madrid haterminado todo —comenta de prontoVelarde—. Y tú tenías razón… Nadiemueve un dedo por nosotros.

—¿Y qué esperabas?—Esperaba decencia. Patriotismo.

Coraje… No sé… España es una

Page 777: Un dia de colera   arturo perez-reverte

vergüenza… Confiaba en que nuestroejemplo moviera a otros.

—Pues ya ves.—Quisiera preguntarte algo, Luis.

Antes, cuando parlamentábamos con losfranceses… ¿Llegaste a pensar enrendirnos?

Un silencio. Al cabo, Daoiz seencoge de hombros.

—Quizás.Velarde lo mira de reojo, pensativo,

dando chupadas a la pipa. Luego muevela cabeza.

—Bueno —concluye—. Decualquier manera, no importa. Despuésde la salvajada del cañonazo con

Page 778: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bandera blanca, ya no podemoscapitular, ¿verdad?…

Sonríe Daoiz, casi a su pesar.—No estaría bien visto.—Y que lo digas —también Velarde

esboza ahora una sonrisa torcida—.Mejor terminar aquí, sable en mano, quefusilados de madrugada en el foso de uncastillo.

Con ademán cansado, adelantando elmentón, Daoiz señala a los hombres ymujeres agazapados tras los mueblesrotos y las cureñas de los cañones.

—Diles eso a ellos.Los rostros de artilleros y paisanos,

ahumados de pólvora, parecen máscaras

Page 779: Un dia de colera   arturo perez-reverte

grises relucientes de sudor. El solcalienta lo suyo a estas horas, y esevidente que el cansancio, la tensión ylos estragos del combate hacen efecto.Pese a todo, la mayoría sigue mirandoconfiada a los dos capitanes. Junto a latapia del huerto de las Maravillas, entreun grupo de vecinos armados con fusilesque descansa a resguardo de lostiradores franceses, Daoiz observa alniño de diez u once años —PepilloAmador le han dicho que se llama— quevino acompañando a sus hermanos yahora lleva puesto un chacó francés.Algo más acá, sentada en el suelo entreel chispero Gómez Mosquera y el cabo

Page 780: Un dia de colera   arturo perez-reverte

artillero Eusebio Alonso, con un enormecuchillo de cocina metido en el refajo,la manola Ramona García Sánchez lededica una sonrisa radiante al capitáncuando se cruzan sus miradas.

—Siguen creyendo en ti —diceVelarde—. En nosotros.

Daoiz se encoge otra vez dehombros.

—Si no fuera por eso —respondecon sencillez— hace rato que me habríarendido.

Entre la una y las dos de la tarde,desde el balcón de una casa de la calle

Page 781: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Fuencarral, junto al Hospicio, el literatoe ingeniero retirado de la Armada JoséMor de Fuentes presencia con su amigoVenancio Luna y el cuñado de éste, quees sacerdote, el espectáculo de losbatallones franceses entrando conredoble de tambores y águilasdesplegadas por la puerta de SantaBárbara. Luego de dar vueltas por laciudad, Mor de Fuentes ha buscadorefugio allí al toparse con los imperialescuando se dirigía a echar un vistazo alparque de artillería. Detenido en laesquina de la calle de la Palma por unpiquete, pudo desembarazarse sininconveniente por hablar bien el idioma.

Page 782: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Esto tiene fea pinta —comentaLuna.

—Vaya si la tiene. Menos mal quepude meterme aquí.

—¿Qué ha visto por el camino? —seinteresa el cuñado sacerdote.

Mor de Fuentes tiene una copa devino oloroso en una mano. Con la otrahace un ademán de suficiencia, como sinada de cuanto ha visto fuese digno desu combatividad patriótica.

—Mucho francés. Y a última hora,vecinos muertos de miedo y poca genteen la calle. Casi todos los insurrectos sehan ido a Monteleón o andan dispersos.

—Dicen que en el Prado están

Page 783: Un dia de colera   arturo perez-reverte

arcabuceando gente —apunta Luna.—Eso no lo sé. Pese a mis esfuerzos

no pude pasar de la fuente de la Cibeles,porque encontré caballería francesa…Quería llegar hasta el cuartel deGuardias Españolas, donde tengoconocidos. Naturalmente, con intenciónde unirme a la tropa si ésta hubieraintervenido. Pero no tuve oportunidad.

—¿Llegó usted al cuartel?—Bueno. No del todo… Por el

camino supe que el coronel Marimónordenó cerrar las puertas y que nosaliera nadie, así que comprendí que novalía la pena. Allí, por lo visto, selimitaron a entregar a los vecinos, por

Page 784: Un dia de colera   arturo perez-reverte

encima de la tapia, unas docenas defusiles.

—Lo mismo habrán hecho en otroscuarteles, imagino.

—Que den armas al pueblo, sólo lohe oído de Guardias Españolas y deInválidos. También los de Monteleón,claro… Del resto, Walonas, los deCorps y demás, no sé nada.

—¿Cree que al fin saldrán a lacalle? —pregunta el cuñado sacerdote.

—¿A estas horas, con los de Muratpor todas partes?… Lo dudo. Esdemasiado tarde.

—Pues crea que no lo lamento. Esachusma armada es peor que los

Page 785: Un dia de colera   arturo perez-reverte

franceses. A fin de cuentas, Napoleón harestaurado los altares que profanó enFrancia la Revolución… Lo que importaes que se restablezca el orden y acabeeste disparate. La gente de bien,moderada y amante del reposo público,no está para sobresaltos.

En la calle resuena un tiro de fusil,muy cerca, y los tres hombres retrocedeninquietos, abandonando el balcón. En lasala de estar, sentado en un sofá, Mor deFuentes bebe otro sorbito de oloroso.

—No seré yo quien discuta eso.

El coronel Giraldes, marqués de

Page 786: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Casa Palacio y comandante delregimiento de infantería de líneaVoluntarios del Estado, se apoya en lamesa de su despacho como si fuera acaerse al suelo de un momento a otro.

—Es su parque, por Dios… ¡Son susartilleros quienes lo empezaron todo!

—¿Y sus soldados? —replica elcoronel Navarro Falcón—. ¡Algo habrántenido que ver!

—Están bajo su jurisdicción,diantre… ¡Es su responsabilidad, y no lamía!

Hace quince minutos queintercambian reproches. José NavarroFalcón, director de la junta de Artillería

Page 787: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y superior directo de los capitanesDaoiz y Velarde, se ha presentado en elcuartel de Mejorada asustado por lasnoticias que llegan de Monteleón. Nomenos preocupación embarga aGiraldes, enterado de que la tropa queencomendó a Velarde y al capitánGoicoechea se encuentra mezclada en elcombate. Además, la mortandad entrelas tropas francesas está siendo terrible.Con tales antecedentes, a ambos jefes seles descompone el cuerpo imaginandolas consecuencias.

—¿Cómo se le ocurrió confiarletropa a Pedro Velarde, en el estado enque se hallaba ese oficial? —pregunta

Page 788: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Navarro Falcón.—Me dejé liar —responde Giraldes

—. Ese loco de capitán suyo pretendíaamotinarme a la tropa.

—¡Haberlo arrestado!—¿Y por qué no lo hizo usted, que

es su superior inmediato?… No mefastidie, hombre. Mis oficiales tambiénandaban calientes, queriendo echarse ala calle. Para quitármelo de encima, notuve más remedio que mandar aGoicoechea con treinta y tressoldados… ¡Y mire que lo dejé claro!Nada de confraternizar con el pueblo,nada de oposición a los franceses… Yave. Una desgracia, de verdad. Le

Page 789: Un dia de colera   arturo perez-reverte

aseguro, por mi honor, que esto es unacompleta desgracia.

—Y que lo diga. Para todos.—Pero mucho ojo, ¿eh?… Quien

dejó salir de la Junta Superior aVelarde, y luego envió a Monteleón alcapitán Daoiz, fue usted. ¿Estamos?…Es su parque de artillería, Navarro, y sugente. Insisto: la mía no tuvo másremedio que obedecer.

—¿Y cómo sabe que ocurrió así?—Bueno. Lo supongo.—¿Lo supone?… ¿Eso es lo que

piensa decir al capitán general, en sudescargo?

Giraldes alza un dedo.

Page 790: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Es lo que he dicho ya, si usted mepermite. Le he enviado un oficio aNegrete asegurándole que soy ajeno aesa barbaridad… ¿Y sabe quéresponde?… Pues que él se lava lasmanos… ¡Otro que tal! —Giraldes cogeun pliego manuscrito que tiene sobre lamesa y se lo muestra al coronel deartillería—. Para dejarlo claro, me haremitido con acuse de recibo una copiade la carta que Murat mandó estamañana a la junta. Lea, lea… Me latrajeron hace un momento.

Es preciso que la tranquilidad serestablezca inmediatamente, o que los

Page 791: Un dia de colera   arturo perez-reverte

habitantes de Madrid esperen sobre sítodas las consecuencias de suresolución…

—¿Qué le parece? —prosigueGiraldes recuperando el papel—. Másclaro, agua. Y todavía, cuando mando auno de mis ayudantes a Monteleón paraque reduzca a esos caribes a laobediencia, cosa que debería haberhecho usted, no se les ocurre más quedisparar un cañonazo en mitad delparlamento y hacer una sarracina… Asíque lo de menos es cómo termine elparque. Lo que me preocupa ahora sonlas consecuencias.

Page 792: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Se refiere a usted y a mí?—En cierta manera, sí. A nosotros

como responsables… Quiero decir atodos, naturalmente. Ya ha visto cómolas gasta Murat. En mala hora, Navarro.Le digo que en mala hora.

Exasperado, lleno de irritación y sinsaber qué hacer, el coronel NavarroFalcón se despide de Giraldes. Una vezafuera decide echar un vistazo por laparte de Monteleón y camina SanBernardo arriba, hasta que en la esquinade la calle de la Palma un retén le cortael paso con malos modos, sin deferenciahacia su uniforme y charreteras.

—Arrêtez-vous!

Page 793: Un dia de colera   arturo perez-reverte

En su torpe francés, aprendidodurante la campaña de los Pirineos, eljefe de la junta de Artillería de Madridpide hablar con un oficial; pero lo másque logra es que se acerque unsubteniente bigotudo con granos en lacara. Por las insignias, Navarro Falcóncomprueba que pertenece al 5.o

regimiento de la 2.a división deinfantería, que a primera hora de lamañana, según sus noticias, se hallabaacampada en la carretera de El Pardo.Los imperiales están metiendo en danza,deduce, todo lo que tienen.

—¿Puedo paser un peu avant,silvuplé?

Page 794: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Interdit!… Reculez!Navarro Falcón se toca las bombas

doradas del cuello de la casaca.—Soy el director de la junta…—Reculez!Un par de soldados levantan sus

fusiles, y el coronel, prudente, da mediavuelta. Está enterado de que al brigadierNicolás Galet y Sarmiento, gobernadordel Resguardo, que esta mañana quisointerceder por sus funcionarios delportillo de Recoletos, los franceses lehan pegado un tiro. Así que mejor seráno tentar la suerte. Para Navarro Falcón,sus años de juventud intrépida, Brasil,Río de la Plata, la colonia de

Page 795: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Sacramento, el asedio de Gibraltar y laguerra contra la República francesaestán demasiado lejos. Ahora tiene unascenso en puertas —lo tenía hasta estamañana— y dos nietos a los que deseaver crecer. Mientras se aleja procurandohacerlo despacio y sin perder lacompostura, oye a lo lejos descargasaisladas de fusilería. Antes de volver laespalda ha tenido ocasión de ver muchainfantería y cuatro cañones francesesfrente al palacio de Montemar, junto a lafuente de Matalobos. Dos de las piezasapuntan hacia San Bernardo y la cuestade Santo Domingo; y a su ojo experto noescapa que están allí para impedir todo

Page 796: Un dia de colera   arturo perez-reverte

socorro a los cercados. Los otroscañones enfilan la calle de San José y elparque de artillería. Y mientras siguealejándose del lugar sin mirar atrás, elcoronel los oye abrir fuego.

El primer disparo de metralla arrojasobre los defensores una nube de polvo,yeso pulverizado y fragmentos deladrillos.

—¡Tiran de Matalobos!… ¡Cuidado!… ¡Cuidado!

Advertida de los movimientosfranceses por el capitán Goicoechea ylos que observan desde las ventanas

Page 797: Un dia de colera   arturo perez-reverte

altas del parque, la gente tiene tiempo debuscar cobijo, y la primera andanadasólo se cobra dos heridos. BernardoRamos, de dieciocho años, y ÁngelaFernández Fuentes, de veintiocho, que seencuentra allí acompañando a su marido,un piconero de la calle de la Palmallamado Ángel Jiménez, son evacuadosal convento de las Maravillas.

—¡Los artilleros en la calle, yagachados! —vocea el capitán Daoiz—.¡Los demás, busquen resguardo!… ¡Acubierto, rápido!… ¡A cubierto!

La orden es oportuna. Siguen al pocorato un segundo disparo francés y untercero, antes de que el fuego se haga

Page 798: Un dia de colera   arturo perez-reverte

preciso y constante, con gran desplieguede fusilería desde todas las esquinas,terrazas y tejados. Para Luis Daoiz,único que se mantiene en pie entre loscañones pese al horroroso fuego quebate la calle, la intención de losfranceses está clara: impedir eldescanso de los defensores ymantenerlos con la cabeza baja,sometidos a intenso desgaste comopreparación de un asalto general. Poreso sigue gritando a la gente que seproteja y economice munición hasta quela infantería enemiga se ponga a tiro.También ordena al capitán Velarde, quese ha acercado entre el fuego para pedir

Page 799: Un dia de colera   arturo perez-reverte

instrucciones, que mantenga a los suyosdentro del parque, listos para salircuando asomen bayonetas enemigas.

—Y tú quédate con ellos, Pedro.¿Me oyes?… Aquí no haces nada, yalguien tiene que tomar el mando si medan.

—Pues como sigas ahí, de pie,tendré que relevarte pronto.

—Adentro, te digo. Es una orden.Al poco rato, el bombardeo

ensordecedor —la onda expansiva delos cañonazos emboca la calle,retumbando en todos los pechos junto alestrépito de la metralla— y la intensafusilada francesa empiezan a hacer

Page 800: Un dia de colera   arturo perez-reverte

daño. Crece el castigo, corre la sangre,y alguna gente de la que se resguarda enlos portales cercanos, en la huerta y trasla verja del convento, se desbanda ydesaparece por donde puede. Es el casodel joven Francisco Huertas de Vallejoy su compañero don Curro, que secobijan en las Maravillas después deque al cajista de imprenta GómezPastrana una esquirla le seccione layugular y muera desangrado. Tambiénson heridos un cerrajero llamadoFrancisco Sánchez Rodríguez, elpresbítero de treinta y siete años donBenito Mendizábal Palencia —que visteropa seglar y se ha estado batiendo con

Page 801: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una escopeta— y el estudiante JoséGutiérrez, que hoy frecuenta todos loslugares de peligro. La herida de esteasturiano de Covadonga es ya la cuarta—aún ha de recibir hoy treinta y nuevemás, y pese a ello sobrevivirá—: unrebote le arranca el lóbulo de una oreja.Gutiérrez acude por su pie a hacersevendar donde las monjas antes de volveral combate. Luego contará que lo quemás lo impresiona es la cantidad enormede sangre —«como si hubieran echadoen el suelo cubos y cubos»— que pisamientras camina por los pasillos delconvento.

En la calle, mientras tanto, el resto

Page 802: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de la partida de José Gutiérrez es casianiquilado cuando otra descargafrancesa mata, en la puerta misma delparque, a dos de los tres últimoshombres que quedaban en pie de quieneslo siguieron a Monteleón: el peluqueroMartín de Larrea y su mancebo FelipeBarrio. También derriba malherido alartillero Juan Domingo Serrano, cuyopuesto ocupa el cochero del marqués deSan Simón: un mozo alto y fornido, defuertes brazos, llamado Tomás ÁlvarezCastrillón. Cae poco después, junto alcañón que atiende con su marido y sushijos, la vecina del barrio Clara delRey, alcanzada por un cascote de

Page 803: Un dia de colera   arturo perez-reverte

metralla que le destroza la frente. Lapérdida más sensible es la del niño deonce años Pepillo Amador Álvarez, quedurante toda la jornada se ha mantenidojunto a sus hermanos Antonio y Manuel,asistiéndolos en el combate. Al cabo,una bala francesa lo alcanza en lacabeza cuando, después de cruzar variasveces corriendo la zona batida con laaudacia de su corta edad, trae un cestolleno de munición. Muere así el másjoven de los defensores del parque deartillería.

Tiene pocos años más que Pepillo

Page 804: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Amador el soldado francés que, en elimprovisado hospital de las Maravillas,agoniza en brazos de la monja sorPelagia Revut.

—Ma mère! —exclama, en elmomento de morir.

La monja entiende perfectamente lasúltimas palabras del muchacho, porqueella misma es francesa: llegó a Españaen 1794 con un grupo de religiosasfugitivas de la Revolución. Esta mañana,cuando al primer estampido de cañónsaltaron los cristales del crucero y lasventanas, las religiosas abandonarondespavoridas sus celdas y secongregaron en la iglesia a rezar,

Page 805: Un dia de colera   arturo perez-reverte

creyendo llegado el fin del mundo. Fueel capellán mayor del convento, donManuel Rojo, quien tras alentar a lascarmelitas con oraciones y palabras deánimo, apelando luego a la humanidad ycaridad cristiana, mandó abrir laclausura y franquear la cancela deltemplo y la verja del atrio. Después,auxiliado por algunos vecinos, empezó ameter heridos dentro, sin distinción deuniforme —al principio la mayor parteeran franceses—, mientras las monjas,preparando hilas, vendajes, caldos ycordiales, se ocupaban de ellos. Ahora,atrio, templo, locutorio y sacristíaresuenan con gemidos y gritos de dolor

Page 806: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en ambas lenguas, las veintiunareligiosas —en realidad veinte, pues sorEduarda sigue animando a los patriotasdesde una ventana— atienden a losheridos, y el capellán va de uno a otroentre cuerpos mutilados y charcos desangre, dando los auxilios espirituales.Los últimos defensores de Monteleónque acaban de traer son una mujermoribunda llamada Juana García, condomicilio en el número 14 de la calle deSan José, y un chispero joven y animosoque se sostiene él mismo el paqueteintestinal, desgarrado por un metrallazo,de nombre Pedro Benito Miró. A éste lodejan en el suelo entre otros heridos y

Page 807: Un dia de colera   arturo perez-reverte

agonizantes, sin poder darle más socorroque unos trapos con los que le vendan elvientre.

—¡Padre! —llama sor Pelagia, quecierra los ojos del soldado francés.

Acude don Manuel y musita unaoración mientras hace la señal de la cruzen la frente del muerto.

—¿Era católico?—No sé.—Bueno. Da lo mismo.Levantándose, la monja atiende a

otros compatriotas. Sor María de SantaTeresa, la superiora, le ha encomendadoque, por su nacimiento y por dominar lalengua, se encargue de los franceses

Page 808: Un dia de colera   arturo perez-reverte

heridos en el desastre de la columnaMontholon, o de los que entran por laparte meridional del convento, a travésde la puerta de la iglesia que da a lacalle de la Palma. Porque en lasMaravillas se da una situación peculiar,sólo imaginable en el desbarajuste de uncombate como el que se libra afuera:mientras los cañonazos francesesarrasan el jardín y la huerta, arruinan elNoviciado, maltratan los muros y llenanlos patios y galerías de cascotes yfragmentos de metralla, por San José ySan Pedro entran heridos españoles, ypor la Palma traen a heridos franceses,respetando ambos bandos el recinto

Page 809: Un dia de colera   arturo perez-reverte

como terreno neutral, o sagrado. Esemiramiento no es común en las tropasimperiales, que han profanado iglesias yaún lo harán con muchas más, en Madridy en toda España. Pero la circunstanciade que las monjas acojan a las víctimas,así como la presencia mediadora de sorPelagia, obran el milagro.

Cerca del palacio de Montemar, elgeneral de división Joseph Lagrange,futuro conde del Imperio con nombreinscrito en el Arco de Triunfo de París,presencia el bombardeo del parque deartillería.

Page 810: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Creo que ya los hemos ablandadolo suficiente —apunta el general debrigada Lefranc, que está a su lado,observando la calle de San José con uncatalejo.

—Esperemos un poco más.Con el aliento del duque de Berg en

el cogote, Lagrange, soldado frío yminucioso —por eso le ha encargadoMurat resolver la crisis—, no quiereriesgos innecesarios. Los madrileños,con tan poca preparación militar que nisiquiera tienen milicias ciudadanas, noacostumbran a verse bajo las bombas; yel general francés está seguro de que,cuanto más prolongue el castigo, menor

Page 811: Un dia de colera   arturo perez-reverte

será la resistencia al asalto, que deseadefinitivo y final. Lagrange, fogueadomilitar de cincuenta y cuatro años, pielpálida y nariz aguileña enmarcada porpatillas a la moda imperial, tieneexperiencia en sofocar motines: durantela campaña de Egipto se encargó deaplastar sin misericordia, ametrallandoa la multitud, la revuelta de El Cairo.

—¿No cree que podríamos avanzar?—insiste Lefranc, dando golpecitosimpacientes en el catalejo.

—Todavía no —responde Lagrange,áspero.

En realidad está a punto de ordenarel ataque de la infantería, pero Lefranc

Page 812: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—rubio, nervioso, poco hábil en ocultarsus emociones— no le cae bien, y deseamortificarlo. El general de divisióncomprende que su colega, humillado alverse desplazado del mando, no sea elhombre más feliz de la tierra. Pero unacosa es el puntillo de pundonor,comprensible en todo militar, y otra elantipático recibimiento que le dispensóLefranc, al extremo de ilustrarlo aregañadientes sobre la composición ydistribución táctica de la tropa. Demodo que el general de división, pocoamigo de malentendidos en cuestionesde servicio, ha puesto firme al debrigada, recordándole sin rodeos que él

Page 813: Un dia de colera   arturo perez-reverte

no pidió el mando de esta operación,que las órdenes son directas y verbalesdel gran duque de Berg, y que en elejército imperial, como en todos losejércitos del mundo, el que manda,manda.

—Vamos allá —dice por fin—. Quesigan tirando los cañones hasta que lavanguardia llegue a la esquina. Después,a paso de carga.

Sus ayudantes traen los caballos deambos generales; porque estas cosas,opina Lagrange, hay que hacerlas comoes debido. Suena la corneta, redoblanlos tambores, se despliega el águilatricolor, y los oficiales gritan órdenes

Page 814: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mientras forman en columna de ataque alos mil ochocientos hombres del 6.o

regimiento provisional de infantería.Casi el mismo número de efectivos —eso incluye el maltrecho regimiento delapresado Montholon y lo que queda delbatallón de Westfalia— estrechan elcerco alrededor del parque y lo aíslandel exterior. En este instante,obedeciendo los toques de corneta y lasseñales del tambor, se intensifica elfuego de fusilería contra los rebeldes. Alo largo de la columna corren ya losacostumbrados vivas al Emperador conque el ejército francés suele enardecerseen cada asalto. Para encabezar éste,

Page 815: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Lagrange ha conseguido un destacamentode gastadores, que utilizará paradespejar obstáculos, y algunosmostachudos granaderos de la GuardiaImperial. Está seguro de que, puestos alfrente con su reputación de imbatibles,esos veteranos arrastrarán con máseficacia a los bisoños. Con un últimovistazo, envidiando el soberbio tordojerezano que monta su colega Lefranc —requisado manu militari hace quincedías en Aranjuez—, el pacificador de ElCairo monta en su caballo y compruebaque todo está a punto. Así que,satisfecho de la tropa espesa yreluciente de bayonetas que se extiende

Page 816: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desde la plazuela de Monserrate hastalas Comendadoras de Santiago, seacomoda en la silla, afirma las botas enlos estribos y pide a Lefranc que se sitúea su lado.

—Ahora, si le parece, general —comenta, seco—, acabemos esto de unavez.

Diez minutos después, de la esquinade San Bernardo al convento de lasMaravillas, la calle de San José es unahoguera. La humareda de pólvora seretuerce en espirales desgarradas porlos fogonazos, y sobre el redoble de

Page 817: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tambor y los toques de corneta francesesasciende el crepitar violento de lafusilería. Tiran contra esa neblina loshombres a los que el capitánGoicoechea dirige desde las ventanasaltas del edificio principal del parque, ytiran cuanto tienen —disparos, piedras,tejas y ladrillos arrancados— los que,encaramados sobre la tapia, intentanobstaculizar mas de cerca el avancefrancés. Frente a la puerta, los cañonesdisparan bala rasa contra la columnaenemiga, y en torno a ellos se agrupanlos paisanos y soldados que el capitánVelarde saca del interior paraenfrentarse a las bayonetas próximas.

Page 818: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Aguantad!… ¡Por España y porFernando Séptimo!… ¡Aguantad!

Artilleros, Voluntarios del Estado,paisanos y mujeres, empuñando fusiles,bayonetas, sables y cuchillos, ven surgirde la humareda, imparables, los chacósde los granaderos enemigos, las hachasy picas de los gastadores, los chacósnegros y las bayonetas de la temibleinfantería imperial. Pero en vez devacilar o retroceder, se mantienenfirmes en torno a los cañones,arcabucean a los franceses casiapoyándoles los cañones en el pecho, aquemarropa; y un último tiro de cañónarroja, a falta de metralla, una lluvia de

Page 819: Un dia de colera   arturo perez-reverte

piedras de chispa para fusil que hacebuen destrozo en la vanguardia francesay le destripa el caballo jerezano algeneral Lefranc, dando con éste entierra, contuso. Vacilan los francesesante la brutal descarga, y al detenerse uninstante se renueva el ánimo de losdefensores.

—¡Resistid por España!… ¡Que nose diga!… ¡A ellos!

Acometen los más osados,lanzándose contra los granaderos, y setraba así un áspero combate en corto,cuerpo a cuerpo, a golpes de bayoneta yculatazos, usando los fusilesdescargados como mazas. Caen muertos

Page 820: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en esa refriega Tomás ÁlvarezCastrillón, el jornalero José Álvarez yel soldado de Voluntarios del Estado, deveintidós años, Manuel Velarte Badinas;y quedan heridos el mozo de carniceríaFrancisco García, el soldado LázaroCansanillo y Juana Calderón Infante, decuarenta y cuatro años, que pelea junto asu marido José Beguí. Por parte francesalas bajas son numerosas. Impresionadosante la ferocidad del contraataque,retroceden los imperiales dejando elsuelo cubierto de muertos y heridos,bajo el fuego graneado que les hacendesde ventanas y tapias. Luego,rehaciéndose, empujados por sus

Page 821: Un dia de colera   arturo perez-reverte

oficiales, hacen una descarga cerradaque diezma a los defensores y avanzande nuevo, a la bayoneta. La fusilada,intensa y terrible, hiere sobre la tapia alpaisano Clemente de Rojas y al capitánde Milicias Provinciales de Santiago deCuba Andrés Rovira, que esta mañanavino acompañando a Pedro Velarde y ala gente del capitán Goicoechea.También mutila junto a la puerta delparque a Manoli Armayona, la muchachaque durante la última pausa del combateestuvo refrescando con vino a losartilleros, y hiere de muerte en torno alos cañones a José Aznar, que peleajunto a su hijo José Aznar Moreno —

Page 822: Un dia de colera   arturo perez-reverte

éste lo vengará luchando comoguerrillero en las dos Castillas—, alguarnicionero sexagenario Julián LópezGarcía, al vecino de la calle de SanAndrés Domingo Rodríguez González, ya los jóvenes de veinte años AntonioMartín Rodríguez, de profesión aguador,y Antonio Fernández Garrido, albañil.

—¡Ahí vienen otra vez los gabachos!… ¡Hay que detenerlos, porque no daráncuartel!

El ímpetu del segundo asalto lleva alos franceses hasta casi tocar con lamano los cañones. No hay tiempo decargar de nuevo las piezas, de modo queel capitán Daoiz, agitando en molinetes

Page 823: Un dia de colera   arturo perez-reverte

el sable sobre su cabeza, reúne a cuantagente puede.

—¡Aquí, conmigo!… ¡Que les cuestecaro!

Acuden alrededor, con desesperadaresolución, el resto de la partida deCosme de Mora, el crudo chisperoGómez Mosquera, el artillero AntonioMartín Magdalena, el escribiente deartillería Domingo Rojo, la manolaRamona García Sánchez, el estudianteJosé Gutiérrez, algunos Voluntarios delEstado y una docena de paisanos de losque todavía no huyen buscando refugio.Pedro Velarde, también sable en mano yfuera de sí, corre de un lado a otro,

Page 824: Un dia de colera   arturo perez-reverte

obligando a volver al combate a quienesse esconden en las Maravillas o dentrodel parque. Saca así del convento, aempujones, al joven Francisco Huertasde Vallejo, a don Curro y a algunosheridos leves que habían buscadocobijo, y los hace unirse a los quedefienden los cañones.

—¡Al que retroceda, lo mato yo!…¡Viva España!

Continúa cuerpo a cuerpo el segundoasalto francés, bayonetas por delante.Nadie entre los defensores ha tenidotiempo de morder cartuchos y cargarfusiles, de manera que suenan algunospistoletazos a bocajarro y se confía la

Page 825: Un dia de colera   arturo perez-reverte

matanza a bayonetas, cuchillos ynavajas. Ahora, en corto, la ventaja delos enemigos no es otra que la delnúmero, pues a cada paso que dan seven acometidos por hombres y mujeresque lidian como fieras, borrachos desangre y de odio.

—¡Que lo paguen!… ¡Al infiernocon ellos!… ¡Que lo paguen!

Abaten de ese modo a muchosfranceses; pero también, revueltos entreenemigos a los que golpean con losfusiles descargados o apuñalan, caenacribillados a tiros y golpes de bayonetael artillero Martín Magdalena, elchispero Gómez Mosquera, los

Page 826: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Voluntarios del Estado Nicolás GarcíaAndrés, Antonio Luce Rodríguez yVicente Grao Ramírez, el sereno gallegoPedro Dabraña Fernández y el botillerode San Jerónimo José Rodríguez, muertocuando acomete a un oficial enemigo encompañía de su hijo Rafael.

—¡Se han parado los franceses! —aúlla el capitán Daoiz—. ¡Resistid, quelos hemos parado!

Es cierto. Por segunda vez, el ataquede los mil ochocientos hombres de lacolumna Lagrange-Lefranc se vedetenido ante los cañones, donde losmuertos y heridos de uno y otro bando seamontonan hasta el punto de dificultar el

Page 827: Un dia de colera   arturo perez-reverte

paso. Una nueva andanada artillera —inesperada descarga hecha desde lacalle de San Pedro— acribilla alestudiante José Gutiérrez, que sedesploma milagrosamente vivo, perocon treinta y nueve impactos de metrallaen el cuerpo. La misma descarga mata ala vecina de la calle de la Palma ÁngelaFernández Fuentes, de veintiocho años,que combate bajo el arco de la puertadel parque, a su comadre FranciscaOlivares Muñoz, al vecino José Álvarezy al paisano de sesenta y seis años JuanOlivera Diosa.

—¡Recargad!… ¡Ahí vienen otravez!

Page 828: Un dia de colera   arturo perez-reverte

En esta ocasión el asalto francés yano se detiene. Gritando «Sacré nom deDieu, en avant, en avant!», losgranaderos, gastadores y fusileros trepansobre el montón de cadáveres,desbordan a los que defienden loscañones y alcanzan la puerta del parque.La humareda y los fogonazos de quienestodavía tienen armas cargadas sesalpican de gritos y alaridos, chasquidosde carne abierta y huesos que se rompen,olor a pólvora quemada, exclamaciones,blasfemias e invocaciones piadosas.Enloquecidos por la carnicería, losúltimos defensores del parque matan ymueren, rebasadas las fronteras de la

Page 829: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desesperación y el coraje. Daoiz, que sedefiende a sablazos, ve caer a su lado,muerto, al escribiente Rojo. El veteranocabo Eusebio Alonso es desarmado —un granadero enemigo le arrebata el fusilde las manos— y se desplomamalherido tras defenderse con lospuños, a patadas y golpes. Y caetambién la manola Ramona GarcíaSánchez, que provista de su enormecuchillo de cocina tiene arrestos paraespetarle a un enemigo: «Ven que tesaque los ojos, mi alma», antes de que lamaten a bayonetazos. En ese momento,cuando desde el interior del parqueacude con refuerzos, un balazo mata en

Page 830: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la puerta al capitán Velarde. Elcerrajero Blas Molina, que corre detráscon el escribiente Almira, el hosteleroFernández Villamil, los hermanos MuñizCueto y algunos Voluntarios del Estado,lo ve caer al suelo y, desconcertado, sedetiene y retrocede con los otros. SóloAlmira y el sobrestante de la RealFlorida Esteban Santirso se inclinansobre el capitán, y agarrándolo por unbrazo intentan ponerlo a resguardo. Otrabala alcanza en el pecho a Santirso, quecae a su vez. Almira desiste alcomprobar que sólo arrastra un cadáver.

Page 831: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Desde la calle, el joven FranciscoHuertas de Vallejo ha visto morir alcapitán Velarde, y también observa quelos franceses empiezan a entrar por lapuerta del parque.

«Es hora de irse», piensa.Peleando de cara, pues no se atreve

a dar la espalda a los enemigos,caminando hacia atrás mientras se cubrecon el fusil armado de bayoneta, eljoven intenta alejarse de la carnicería entorno a los cañones. De ese modoretrocede con don Curro García y otrospaisanos, formando un grupo al que se

Page 832: Un dia de colera   arturo perez-reverte

unen los hermanos Antonio y ManuelAmador —que cargan con el cuerpo sinvida de su hermano Pepillo—, elimpresor Cosme Martínez del Corral, elsoldado de Voluntarios del EstadoManuel García, y Rafael Rodríguez, hijodel botillero de Hortaleza JoséRodríguez, muerto hace rato. Todosintentan llegar a la puerta trasera delconvento de las Maravillas, pero en laverja les caen encima los imperiales.Apresan a Rafael Rodríguez, huyenMartínez del Corral y los hermanosAmador, y cae don Curro con la cabezaabierta, abatido por el sablazo de unoficial. Forcejean otros, escapan los

Page 833: Un dia de colera   arturo perez-reverte

más, y Francisco Huertas acomete aloficial en un impulso de rabia, resuelto avengar a su compañero. Penetra labayoneta sin dificultad en el cuerpo delfrancés, y al joven se le eriza la pielcuando siente rechinar el acero entre loshuesos de la cadera de su adversario,que lanza un alarido y cae,debatiéndose. Recuperando el fusil,despavorido de su propia acción,eludiendo los plomazos que zumbanalrededor, Francisco Huertas da mediavuelta y se refugia en el interior delconvento.

Page 834: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Rodeado de muertos, cercado debayonetas, aturdido por el estruendo delcañón y la fusilería, el capitán Daoizsigue defendiéndose a sablazos. En lacalle sólo queda una docena deespañoles resguardados entre lascureñas, sumergidos en un mar deenemigos, ya sin otro objeto que seguirvivos a toda costa o llevarse por delantea cuantos puedan. Daoiz es incapaz depensar, ofuscado por el fragor delcombate, ronco de dar gritos y cegadode pólvora. Se mueve entre brumas. Nisiquiera puede concertar los

Page 835: Un dia de colera   arturo perez-reverte

movimientos del brazo que maneja elsable, y su instinto le dice que, de unmomento a otro, uno de los muchosaceros que buscan su cuerpo le tajará lacarne.

—¡Aguantad! —grita a ciegas, alvacío.

De pronto siente un golpe en elmuslo derecho: un impacto seco que lesacude hasta la columna vertebral y haceque le falten las fuerzas. Con gesto deestupor, mira hacia abajo y observa,incrédulo, el balazo que le desgarra elmuslo y hace brotar borbotones desangre que empapan la pernera delcalzón. «Se acabó», piensa

Page 836: Un dia de colera   arturo perez-reverte

atropelladamente mientras retrocede,cojeando, hasta apoyarse en el cañónque tiene detrás. Luego mira en torno yse dice: «Pobre gente».

Pie a tierra entre la confusión delcombate, casi en la vanguardia misma desus tropas, el general de división JosephLagrange ordena que cese el fuego. Unospasos atrás, junto al magullado generalde brigada Lefranc, se encuentra un altodignatario español, el marqués de SanSimón, que con uniforme de capitángeneral y revestido de todas susinsignias y condecoraciones ha logrado

Page 837: Un dia de colera   arturo perez-reverte

abrirse paso hasta allí, a última hora,para rogarles que detengan aquellalocura, ofreciéndose a reducir a laobediencia a quienes aún resisten dentrodel parque de artillería. Al generalLagrange, espantado de las terriblesbajas sufridas por su gente en el asalto,no le gusta la idea de seguircombatiendo habitación por habitaciónpara despejar los edificios donde serefugian los rebeldes; de modo queaccede a la solicitud del ancianoespañol, a quien conoce. Se agitanpañuelos blancos, y el toque de corneta,repetido una y otra vez, obra efectosobre los disciplinados soldados

Page 838: Un dia de colera   arturo perez-reverte

imperiales, que detienen el fuego y dejande acometer a los pocos supervivientesque permanecen entre los cañones.Cesan así disparos y gritos, mientras sedisipa la humareda y los adversarios semiran unos a otros, aturdidos: centenaresde franceses alrededor de los cañones yen el patio de Monteleón, españoles enlas ventanas y en las tapias acribilladasde metralla, que arrojan los fusiles ohuyen hacia el edificio principal, y elreducido grupo que sigue de pie en lacalle, tan sucio y roto que apenas esposible distinguir a paisanos demilitares, negros todos de pólvora,cubiertos de sangre, mirando alrededor

Page 839: Un dia de colera   arturo perez-reverte

con los ojos alucinados de quien vesuspender su sentencia en el umbralmismo de la muerte.

—¡Rendición inmediata o degüello!—grita el intérprete del generalLagrange—. ¡Armas abajo o seránpasados a cuchillo!

Tras unos momentos de duda, casitodos obedecen lentos, agotados. Comosonámbulos. Siguiendo al generalLagrange, que se abre paso entre sustropas, el marqués de San Simóncontempla con horror la calle cubiertade cadáveres y heridos que se agitan ygimen. Asombra la cantidad depaisanos, entre ellos muchas mujeres,

Page 840: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que se encuentran mezclados con losmilitares.

—¡Todos ustedes son prisioneros!—vocea el intérprete francés, repitiendolas palabras de su general—. ¡Queda elparque bajo autoridad imperial porderecho de conquista!

Algo más allá, el marqués de SanSimón divisa a un oficial de artillería alque increpa el general francés. El oficialestá de rodillas y recostado sobre unode los cañones, lívido el rostro, unamano apretándose la herida de unapierna ensangrentada y la otrasosteniendo todavía un sable. Quizás,concluye San Simón, se trate del capitán

Page 841: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Daoiz, a quien no conoce en persona,pero al que sabe —a estas horas está alcorriente todo Madrid— responsable dela sublevación del parque. Mientrasavanza curioso, dispuesto a echarle unvistazo más de cerca, el ancianomarqués escucha algunas palabrassubidas de tono que el general Lagrange,descompuesto por la matanza y enatropellada jerga de francés y malespañol, dirige al herido. Habla deresponsabilidades, de temeridad y delocura, mientras el otro lo miraimpasible a los ojos, sin bajar la cabeza.En ese momento, Lagrange, que tiene susable en la mano, toca con la punta de

Page 842: Un dia de colera   arturo perez-reverte

éste, despectivo, una de las charreterasdel artillero.

—Traître! —lo increpa.Es evidente que el capitán herido —

ahora el marqués de San Simón estáseguro de que es Luis Daoiz— entiendeel idioma francés, o intuye, al menos, elsentido del insulto. Porque su rostro,blanco por la pérdida de sangre,enrojece de golpe al oírse llamartraidor. Después, sin pronunciarpalabra, incorporándose de improvisocon una mueca de dolor y violentoesfuerzo sobre la pierna sana, tira ungolpe de sable que atraviesa al francés.Cae hacia atrás Lagrange en brazos de

Page 843: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sus ayudantes, desmayado y echandosangre por la boca. Y mientras estalla unconfuso griterío alrededor, variosgranaderos que están detrás acometen alcapitán español y lo traspasan por laespalda, a bayonetazos.

Page 844: Un dia de colera   arturo perez-reverte

8

El coronel Navarro Falcón llega alparque de Monteleón poco antes de lastres de la tarde, cuando todo haterminado. Y el panorama lo espanta. Latapia está picada de balazos y la callede San José, la puerta y el patio delcuartel, cubiertos de escombros ycadáveres. Los franceses agrupan en laexplanada a una treintena de paisanosprisioneros y desarman a artilleros yVoluntarios del Estado, haciéndolos

Page 845: Un dia de colera   arturo perez-reverte

formar aparte. Navarro Falcón seidentifica ante el general Lefranc, que lotrata muy desabrido —aún atienden algeneral Lagrange, maltrecho por laespada de Daoiz—, y luego recorre ellugar, interesándose por la suerte deunos y otros. Es el capitán Juan Cónsul,que pertenece al arma de artillería,quien le da el primer informe de lasituación.

—¿Dónde está Daoiz? —pregunta elcoronel.

Cónsul, cuyo rostro muestra losestragos del combate, hace un ademánvago, de extremo cansancio.

—Lo han llevado a su casa, muy

Page 846: Un dia de colera   arturo perez-reverte

grave… Muriéndose. No había camilla,así que lo pusieron sobre una escalera yuna manta.

—¿Y Pedro Velarde?El otro señala un montón de

cadáveres agrupados junto a la fuentedel patio.

—Ahí.El cuerpo desnudo de Velarde está

tirado de cualquier manera entre otros,pues los franceses lo han despojado desus ropas. La casaca verde de estadomayor despertó la codicia de losvencedores. Navarro Falcón se quedainmóvil, paralizado por el estupor. Todoresulta peor de lo que imaginó.

Page 847: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Y los escribientes de midespacho que vinieron con él?…¿Dónde está Rojo?

Cónsul lo mira como si le costaraentender lo que le dice. Tiene los ojosenrojecidos y la mirada opaca. Al cabode un instante mueve despacio la cabeza.

—Muerto, me parece.—Dios mío… ¿Y Almira?—Se fue acompañando a Daoiz.—¿Y qué hay de los demás?… Los

artilleros y el teniente Arango.—Arango está bien. Lo he visto por

ahí, con los franceses… De losartilleros hemos perdido a siete, entremuertos y heridos. Más de la tercera

Page 848: Un dia de colera   arturo perez-reverte

parte de los que teníamos aquí.—¿Y los Voluntarios del Estado?—De ésos también han caído

muchos. La mitad, por lo menos. Ypaisanos, más de sesenta.

El coronel no puede apartar la vistadel cadáver de Pedro Velarde: tiene lospárpados entornados, la boca abierta yla piel pálida, cerúlea, resalta el orificiodel balazo junto al corazón.

—Ustedes están locos… ¿Cómo seles ocurrió hacer lo que han hecho?

Cónsul señala un charco de sangrejunto a los cañones, allí donde cayóDaoiz tras atravesar con su sable algeneral francés.

Page 849: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Luis Daoiz asumió laresponsabilidad —dice encogiéndose dehombros—. Y nosotros lo seguimos.

—¿Lo siguieron?… ¡Ha sido unabarbaridad! ¡Una locura que nos costarácara a todos!

Interrumpe la conversación uncapitán ayudante del general LaRiboisière, comandante de la artilleríafrancesa. Tras preguntarle al coronel encorrecto español si es el jefe de laplaza, le pide las llaves de losalmacenes, del museo militar y de lacaja de caudales. Al haber sido tomadoel cuartel por la fuerza de las armas,añade, todos los efectos pertenecen al

Page 850: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ejército imperial.—No tengo nada que entregarle —

responde Navarro Falcón—. Ustedes sehan apoderado de todo, así que nonecesitan ninguna maldita llave.

—¿Perdón?—Que me deje en paz, hombre.El francés lo contempla

desconcertado, mira a Cónsul comoponiéndolo por testigo de la descortesía,y luego, secamente, da media vuelta y sealeja.

—¿Qué va a ser de nosotros? —lepregunta Cónsul al coronel.

—No sé. No tengo instrucciones, ylos franceses van a lo suyo… Usted

Page 851: Un dia de colera   arturo perez-reverte

procure salir de aquí con nuestrosartilleros, en cuanto sea posible. Por loque pueda pasar.

—Pero el capitán general… La Juntade Gobierno…

—No me haga usted reír.Cónsul señala hacia el grupo de

Voluntarios del Estado, que con elcapitán Goicoechea se concentran en unángulo del patio, desarmados yexhaustos.

—¿Qué pasa con ellos?—No sé. Sus jefes tendrán que

ocuparse, supongo. Sin duda mediará elcoronel Giraldes… Yo voy a mandarleuna nota al capitán general, explicando

Page 852: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que los artilleros se han involucrado asu pesar, por culpa de Daoiz, y que todala responsabilidad es de ese oficial. Yde Velarde.

—Eso no es exacto, mi coronel… Almenos no del todo.

—¿Qué más da? —Navarro Falcónbaja la voz—. Ni uno ni otro tienen yanada que perder. Velarde está ahí tirado,y Daoiz muriéndose… Usted mismopreferirá eso a que lo fusilen.

Cónsul guarda silencio. Parecedemasiado aturdido para razonar.

—¿Qué les harán a los paisanos? —inquiere al fin.

El coronel tuerce el gesto.

Page 853: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Ésos no pueden alegar quecumplían órdenes. Y tampoco son asuntomío. Nuestra responsabilidad terminaen…

A mitad de la frase, Navarro Falcónse interrumpe, incómodo. Acaba deadvertir un punto de desprecio en losojos de su subordinado.

—Me voy —añade, brusco—. Yrecuerde lo que acabo de decir. Encuanto sea posible, lárguese.

Juan Cónsul —morirá poco tiempodespués, batiéndose en la defensa deZaragoza— asiente con aire ausente,desolado, mientras mira en torno.

—Lo intentaré. Aunque alguien debe

Page 854: Un dia de colera   arturo perez-reverte

quedarse al mando de esto.—Al mando están los franceses,

como ve —zanja el coronel—. Perodejaremos al teniente Arango, que es eloficial más moderno.

La suerte de los paisanos apresadosen Monteleón no inquieta sólo al capitánCónsul, sino que angustia, y mucho, a losinteresados. Agrupados primero alfondo del patio bajo la estrechavigilancia de un piquete francés, y ahoraencerrados en las caballerizas delparque, acomodándose como puedenentre el estiércol y la paja mugrienta,

Page 855: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una treintena de hombres —el númerocrece a medida que los franceses traen alos que encuentran escondidos o apresanen las casas vecinas— esperan a que sedecida su destino. Son los que nolograron saltar la tapia o esconderse ensótanos y desvanes, y han sidoapresados junto a los cañones o en lasdependencias del parque. Que los hayanpuesto aparte de los militares les damala espina.

—Al final sólo pagaremos nosotros—comenta el oficial de obras FranciscoMata.

—Puede que nos respeten la vida —opone uno de sus compañeros de

Page 856: Un dia de colera   arturo perez-reverte

infortunio, el portero de juzgado FélixTordesillas.

Mata lo mira, escéptico.—¿Con todos los gabachos que

hemos aviado hoy?… ¡Qué carajo nosvan a respetar!

Mata y Tordesillas pertenecen algrupo de civiles que lucharon desde lasventanas del edificio principal, bajo lasórdenes del capitán Goicoechea. Conellos se encuentran, entre otros, elcerrajero abulense Bernardo Morales, elcarpintero Pedro Navarro, eldependiente de Rentas Reales JuanAntonio Martínez del Álamo, un vecinodel barrio llamado Antonio González

Page 857: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Echevarría —alcanzado por un astillazoen la frente que aún sangra—, y RafaelRodríguez, hijo del botillero deHortaleza José Rodríguez, muerto juntoa los cañones, a cuyo cadáver no hapodido dedicar otra piedad filial quecubrirle el rostro con un pañuelo.

—¿Alguien ha visto a Pedro elpanadero?

—Lo mataron.—¿Y a Quico García?—También. Lo vi caer donde los

cañones, con la mujer de Beguí.—Pobrecilla… Más redaños que

muchos, tenía ésa. ¿Dónde está elmarido?

Page 858: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—No sé. Creo que pudo largarse atiempo.

—Ojalá yo no hubiera esperadotanto. No me vería en las que me veo.

—Y en las que te vas a ver.Se abre el portón de la cuadra, y los

franceses empujan dentro a un nuevogrupo de prisioneros. Vienen muymaltratados de golpes y culatazos, trasser sorprendidos queriendo saltar latapia desde las cocinas. Se trata deloficial sangrador Jerónimo Moraza, elarriero leonés Rafael Canedo, el sastreEugenio Rodríguez —que vienecojeando de una herida, sostenido por suhijo Antonio Rodríguez López— y el

Page 859: Un dia de colera   arturo perez-reverte

almacenista de carbón Cosme de Mora,que, aunque contuso de los golpesrecibidos, muestra su alegría porencontrar vivos a Tordesillas, a Mata yal carpintero Navarro, con los que vinoal parque formando partida.

—¿Qué va a ser de nosotros? —selamenta Eugenio Rodríguez, que tiemblamientras su hijo intenta vendarle laherida con un pañuelo.

—Va a ser lo que Dios quiera —apunta Cosme de Mora, resignado.

Recostado en la paja sucia,Francisco Mata blasfema en voz baja.Otros se santiguan, besan escapularios ymedallas que sacan por los cuellos de

Page 860: Un dia de colera   arturo perez-reverte

las camisas. Algunos rezan.

Armado con un sable, saltandotapias y huertos por fuera de la puerta deFuencarral, Blas Molina Soriano halogrado fugarse del parque deMonteleón. El irreductible cerrajerosalió en el último momento por la partede atrás, después de ver caer al capitánVelarde, cuando los franceses irrumpíana la bayoneta en el patio. Al principio loacompañaban en la fuga el hosteleroJosé Fernández Villamil, los hermanosJosé y Miguel Muñiz Cueto y unchispero del Barquillo llamado Juan

Page 861: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Suárez; pero a los pocos pasos tuvieronque separarse al ser descubiertos poruna patrulla francesa, bajo cuyosdisparos cayó herido el mayor de losMuñiz. Oculto después de dar un rodeohasta la calle de San Dimas, Molina vepasar a Suárez a lo lejos, maniatadoentre franceses, pero ni rastro deFernández Villamil y de los otros. Trasaguardar un rato, sin soltar el sable yresuelto a vender cara la vida antes quedejarse apresar, Molina decide ir acasa, donde su mujer, imagina, debe deestar consumida de angustia. Sigueadelante por San Dimas hasta el oratoriodel Salvador, pero encontrando cortado

Page 862: Un dia de colera   arturo perez-reverte

por retenes franceses el paso de cuantasbocacalles dan a la plazuela de lasCapuchinas, toma por la calle de laCuadra hasta la casa de la lavanderaJosefa Lozano, a la que encuentra en elpatio, tendiendo ropa.

—¿Qué hace usted aquí, señor Blas,y con un sable?… ¿Quiere que losgabachos nos degüellen a todos?

—A eso vengo, doña Pepa. Alibrarme de él, si me lo permite.

—¿Y dónde quiere que meta yo eso,hombre de Dios?

—En el pozo.La lavandera levanta la tapa que

cubre el brocal, y Molina arroja el arma.

Page 863: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Aliviado, tras asearse un poco y dejarque la mujer cepille su ropa paradisimular las trazas del combate,prosigue camino. Y así, adoptando elaire más inocente del mundo, elcerrajero pasa entre una compañía defusileros franceses —vascos, parecenpor las boinas y el habla— en la plazade Santo Domingo, y junto a un pelotónde granaderos de la Guardia en la callede la Inquisición, sin que nadie lodetenga ni moleste. Cerca de casaencuentra a su vecino Miguel Orejas.

—¿De dónde viene usted, amigoMolina?

—¿De dónde va a ser?… Del parque

Page 864: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de artillería. De batirme por la patria.—¡Atiza!… ¿Y cómo ha sido la

cosa?—Heroica.Dejando a Orejas con la boca

abierta, el cerrajero entra en su casa,donde encuentra a su mujer hecha un marde lágrimas. Tras consolarla con unabrazo, pide un caldo y se lo bebe depie. Luego sale de nuevo a la calle.

El disparo francés impacta en lapared, haciendo saltar fragmentos deyeso. Agachando la cabeza, el joven dedieciocho años Francisco Huertas de

Page 865: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Vallejo retrocede por la calle de SantaLucía mientras a su alrededor zumbanlos balazos. Se encuentra solo yasustado. Ignora si los franceses ledispararían con la misma saña de noadvertir el fusil que lleva en las manos;pero, pese al miedo que le hace corrercomo un gamo, no está dispuesto asoltarlo. Aunque ya no le quedancartuchos que disparar, ese fusil es elarma que le confiaron en el parque deartillería, con él ha combatido toda lamañana, y la bayoneta está manchada desangre enemiga —el rechinar de acerocontra hueso todavía le eriza la piel alrecordar—. No sabe cuándo volverá a

Page 866: Un dia de colera   arturo perez-reverte

necesitarlo, así que procura no dejarloatrás. Para eludir los disparos, el jovense mete por debajo de un arco, cruza unpatio atropellando gallinas que picoteanen el suelo, y tras pasar ante los ojosespantados de dos vecinas que lo mirancomo si fuese el diablo, sale a uncallejón trasero, donde intenta recobrarel aliento. Está cansado y no lograorientarse, pues desconoce esas calles.Detente y piensa un poco, se dice, ocaerás como un gorrión. Así que intentarespirar hondo y tranquilizarse. Le ardenlos pulmones y la boca, gris de mordercartuchos. Al fin decide volver sobresus pasos. Hallando de nuevo a las

Page 867: Un dia de colera   arturo perez-reverte

vecinas del patio, les pide un vaso deagua con voz ronca, que ni él mismoreconoce. Se la traen, asustadas del fusilal principio, compadecidas luego de sujuventud y su aspecto.

—Está herido —dice una de ellas.—Pobrecillo. Tan joven.Francisco Huertas niega primero con

la cabeza, luego mira y comprueba quetiene un desgarrón en la camisa, alcostado derecho, por donde manasangre. La idea de que ha sido heridohace que le flojeen las piernas; pero unbreve examen lo tranquiliza en seguida.Sólo es un rebote sin importancia: unimpacto de bala fría de las que acaban

Page 868: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de dispararle en la calle. Las mujeres lehacen una cura de urgencia, le dejanlavarse la cara en un lebrillo con agua ytraen un trozo de pan y cecina, quedevora con ansia. Poco a poco vanacudiendo vecinos para informarse conel joven, que cuenta lo que ha visto enMonteleón; pero cada vez se arremolinamás gente, hasta el punto de queFrancisco Huertas teme que eso atraigala atención de los franceses.Despidiéndose, termina el pan y lacecina, pregunta cómo llegar a laBallesta y al hospital de los Alemanes,sale de nuevo a la parte de atrás ycallejea con cautela, asomándose a cada

Page 869: Un dia de colera   arturo perez-reverte

esquina antes de aventurarse más allá.Siempre con su fusil en las manos.

Pasadas las tres de la tarde ya no secombate en la ciudad. Hace rato que lastropas imperiales controlan todas lasplazas y avenidas principales, y lascomisiones pacificadoras dispuestas porel duque de Berg recorren Madridaconsejando a la gente que se mantengatranquila, renuncie a manifestacioneshostiles y evite formar grupos quepuedan ser considerados provocaciónpor los franceses. «Paz, paz, que todoestá compuesto», es la voz que extienden

Page 870: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los miembros de esas comisiones,integradas por magistrados del Consejoy los Tribunales, el ministro de laGuerra O’Farril y el general francésHarispe. Cada una va acompañada porun destacamento de tropas españolas yfrancesas, y a su paso, de calle en calle,se repiten las palabras de tranquilidad yconcordia; hasta el punto de que losvecinos, confiados, se asoman a laspuertas e intentan averiguar la suerte defamiliares y conocidos, acudiendo acuarteles y edificios oficiales obuscando sus cuerpos entre loscadáveres que los centinelas francesesimpiden retirar. Murat desea mantener

Page 871: Un dia de colera   arturo perez-reverte

visibles los ejemplos del escarmiento, yalgunos de esos cuerpos permaneceránvarios días pudriéndose donde cayeron.Por incumplir la orden, Manuel Portóndel Valle, de veintidós años, mozo delReal Refugio que ha pasado la mañanaatendiendo a heridos por las calles,recibe un balazo cuando, junto a unoscompañeros, intenta retirar un cadáveren las cercanías de la plaza Mayor.

Mientras las comisiones de pazrecorren Madrid, Murat, que ha dejadola cuesta de San Vicente para echar unvistazo al Palacio Real antes de volver asu cuartel general del palacio Grimaldi,dicta a sus secretarios una proclama y

Page 872: Un dia de colera   arturo perez-reverte

una orden del día. En la proclama,enérgica pero conciliadora, garantiza alos miembros de la Junta y a losmadrileños el respeto a sus luces yopiniones, anunciando duras medidasrepresivas contra quienes alteren elorden público, maten franceses o llevenarmas. En la orden del día, los términosson más duros:

El populacho de Madrid se hasublevado y ha llegado hasta elasesinato. Sé que los buenos españoleshan gemido por estos desórdenes.Estoy muy lejos de mezclarlos conaquellos miserables que no desean más

Page 873: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que el crimen y el pillaje. Pero lasangre francesa ha sido derramada. Enconsecuencia, mando: 1.o El generalGrouchy convocará esta noche laComisión Militar. 2.o Todos los quehan sido presos en el alboroto y con lasarmas en la mano, serán arcabuceados.3.o La Junta de Gobierno va a hacerdesarmar a los vecinos de Madrid.Todos los habitantes que después de laejecución de esta orden se hallarenarmados, serán arcabuceados. 4.o Todolugar en donde sea asesinado unfrancés será quemado. 5.o Todareunión de más de ocho personas seráconsiderada junta sediciosa y deshecha

Page 874: Un dia de colera   arturo perez-reverte

por la fusilería. 6.o Los amos quedaránresponsables de sus criados; los jefesde talleres, de sus oficiales los padresy madres, de sus hijos; y los ministrosde los conventos, de sus religiosos.

Sin embargo, las tropas francesas noesperan a recibir ese documento paraaplicar sus términos. A medida que lascomisiones pacificadoras recorren lascalles y los vecinos regresan a sushogares o salen confiados de éstos,piquetes imperiales detienen a todosospechoso de haber participado en loscombates, o a quien encuentran conarmas, sean navajas, tijeras o agujas de

Page 875: Un dia de colera   arturo perez-reverte

coser sacos. Son así apresadas personasque nada han tenido que ver con lainsurrección, como es el caso delcirujano y practicante Ángel deRibacova, detenido por llevar encimalos bisturís de su estuche de cirugía.También apresan los franceses, por unalima, al cerrajero Bernardino Gómez; alcriado del convento de la MercedDomingo Méndez Valador, por uncortaplumas; al zapatero de diecinueveaños José Peña, por una chaveta decortar suela; y al arriero Claudio de laMorena, por una aguja de enjalmarsacos que lleva clavada en la montera.Los cinco serán fusilados en el acto:

Page 876: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Ribacova, De la Morena y Méndez en elPrado, Gómez en el Buen Suceso, yPeña en la cuesta del Buen Retiro.

Lo mismo ocurre con FelipeLlorente y Cárdenas, un cordobés deveintitrés años, de buena familia, quevino hace unos días a Madrid con suhermano Juan para participar en losactos de homenaje a Fernando VII por suexaltación al trono. Esta mañana, sincomprometerse a fondo en ningúncombate, ambos hermanos han ido de unsitio para otro, participando de laalgarada más como testigos que comoactores. Ahora, sosegada la ciudad, alpasar por el arco de la plaza Mayor que

Page 877: Un dia de colera   arturo perez-reverte

da a la calle de Toledo se ven detenidospor un piquete francés; pero mientrasJuan Llorente logra eludir a losimperiales, metiéndose en un portalcercano, Felipe es detenido al hallárseleuna pequeña navaja en el bolsillo. Suhermano no volverá a saber nunca de él.Sólo días más tarde, entre los despojosrecogidos por los frailes de SanJerónimo a los fusilados en el Retiro yel Prado, la familia de Felipe Llorentepodrá identificar su frac y sus zapatos.

Algunos, pese a todo, logransalvarse. Y no faltan actos de piedad

Page 878: Un dia de colera   arturo perez-reverte

por parte francesa. Es el caso de lossiete hombres atados que unos dragonesconducen por Antón Martín, a los que uncaballero bien vestido consigue liberarconvenciendo al teniente que manda eldestacamento. O el de los casi cuarentapaisanos a los que una de las comisionespacificadoras —la encabezada por elministro O’Farril y el general Harispe—encuentra en la calle de Alcalá, junto alpalacio del marqués de Valdecarzana,cercados como ovejas y a punto de serconducidos al Buen Retiro. La presenciadel ministro español y el jefe francéslogra convencer al oficial de la fuerzaimperial.

Page 879: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Váyanse de aquí —dice O’Farrila uno de ellos en voz baja— antes deque estos señores se arrepientan.

—¿Llama señores a estos bárbaros?—No abuse de su paciencia, buen

hombre. Ni de la mía.Otro afortunado que salva la vida en

última instancia es Domingo RodríguezCarvajal, criado de Pierre Bellocq,secretario intérprete de la embajada deFrancia. Tras haberse batido en lapuerta del Sol, donde unos amigos lorecogieron con una herida de bala, unsablazo en un hombro y otro que se le hallevado tres dedos de la mano izquierda,a Rodríguez Carvajal lo conducen a casa

Page 880: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de su amo, en el número 32 de la calleMontera. Allí, mientras al herido loatiende el cirujano de la diputación delCarmen don Gregorio de la Presa —labala no puede extraerse, y RodríguezCarvajal la llevará dentro el resto de suvida—, el propio monsieur Bellocq,poniendo una bandera en la puerta,recurrirá a su condición diplomáticapara impedir que los soldados francesesdetengan al sirviente.

Pocos gozan hoy de esa protección.Guiados por delatores, a veces vecinosque desean congraciarse con losvencedores o tienen cuentas pendientes,los franceses entran en las casas, las

Page 881: Un dia de colera   arturo perez-reverte

saquean y se llevan a quienes serefugiaron en ellas después de la lucha,sin distinción entre sanos y heridos. Esole ocurre a Pedro Segundo IglesiasLópez, un zapatero de treinta años que,tras salir de su casa de la calle delOlivar con un sable y haber matado a unfrancés, al volver en busca de su madreanciana es denunciado por un vecino ydetenido por los franceses. También aCosme Martínez del Corral, que logróevadirse del parque de artillería, van abuscarlo a su casa de la calle delPríncipe y lo conducen a San Felipe, sindarle tiempo a desprenderse de los7.250 reales en cédulas que lleva en los

Page 882: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bolsillos. Siguen llenándose de esemodo los depósitos de prisionerosestablecidos en las covachuelas de SanFelipe, en la puerta de Atocha, en elBuen Retiro, en los cuarteles de lapuerta de Santa Bárbara, Conde-Duque yPrado Nuevo, y en la residencia mismade Murat, mientras una comisión mixta,formada por parte francesa por elgeneral Emmanuel Grouchy y por laespañola por el teniente general José deSexti, se dispone a juzgar sumariamentey sin audiencia a los presos, en virtud debandos y proclamas que la mayor partede éstos ni siquiera conoce.

Muchos franceses, además, actúan

Page 883: Un dia de colera   arturo perez-reverte

por iniciativa propia. Piquetes, retenes,rondas y centinelas no se limitan aregistrar, detener y enviar presos a losdepósitos, sino que se toman la justiciaen caliente y por su mano, roban ymatan. En la puerta de Atocha, elcabrero Juan Fernández se consideraafortunado porque los franceses lo dejanir después de quitarle sus treinta cabras,dos borricos, cuanto dinero llevaencima, la ropa y las mantas. Alentadospor la pasividad de sus jefes, y a vecesincitados por ellos, suboficiales,caporales y simples soldados seconvierten en fiscales, jueces yverdugos. Las ejecuciones espontáneas

Page 884: Un dia de colera   arturo perez-reverte

se multiplican ahora en la impunidad dela victoria, teniendo por escenario lasafueras en la Casa de Campo, las orillasdel Manzanares, las puertas de Segoviay Santa Bárbara y las alcantarillas deAtocha y Leganitos, pero también en elinterior de la ciudad. Son numerosos losmadrileños que mueren así, cuando eleco de las voces de «paz, paz, todo estácompuesto» aún no se extingue en lascalles. Caen de ese modo, fusilados omalheridos en esquinas, callejones yzaguanes, tanto paisanos que se batieron,como inocentes que sólo asoman a lapuerta o pasan por allí. Es el caso, entremuchos, de Facundo Rodríguez Sáez,

Page 885: Un dia de colera   arturo perez-reverte

guarnicionero, a quien los franceseshacen arrodillarse y fusilan ante la casadonde trabaja, número 13 de la calle deAlcalá; del sirviente Manuel SuárezVillamil, que yendo con un recado de suamo, el gobernador de la Sala deAlcaldes don Adrián Martínez, esapresado por unos soldados que lerompen las costillas a culatazos; delgrabador suizo casado con una españolaPedro Chaponier, maltratado y muertopor una patrulla en la calle de laMontera; del empleado de RealesCaballerizas Manuel Peláez, a quien dosamigos suyos, el sastre Juan AntonioÁlvarez y el cocinero Pedro Pérez, que

Page 886: Un dia de colera   arturo perez-reverte

lo buscan por encargo de su esposa,encuentran tendido boca abajo y con laparte posterior del cráneo destrozada,cerca del Buen Suceso; del trajineroAndrés Martínez, septuagenario que,ajeno por completo al motín, esasesinado con su compañero FranciscoPonce de León al encontrarles unanavaja los centinelas de la puerta deAtocha, cuando ambos vienen deVallecas trayendo una carga de vino; ydel arriero Eusebio José MartínezPicazo, a quien roban los franceses surecua de mulos antes de pegarle un tiroen las tapias de Jesús Nazareno.

Algunos de los que han combatido y

Page 887: Un dia de colera   arturo perez-reverte

se fían de las proclamas de la comisiónpacificadora pagan esa confianza con lavida. Eso ocurre al agente de negociosPedro González Álvarez, que tras formarparte del grupo que se batió en el paseodel Prado y el jardín Botánico fue arefugiarse en el convento de losCapuchinos. Ahora, convencido por losfrailes de que se han publicado laspaces, sale a la calle, es cacheado porun piquete francés, y al encontrarle unapistola pequeña en la levita, lodesvalijan, desnudan y fusilan sin mástrámite en la cuesta del Buen Retiro.También es la hora del saqueo. Dueñoslos vencedores de las calles, señalados

Page 888: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los lugares desde donde se les hizofuego o codiciosos de los bienes depropietarios acomodados, losimperiales disparan contra quien lesapetece, derriban puertas, entran amansalva en donde pueden, roban,maltratan y matan. En la calle de Alcalá,la intervención de oficiales francesesalojados en los palacios del marqués deVillamejor y del conde de Talara impideque sus soldados saqueen estosedificios; pero nadie frena a la turba demamelucos y soldados que a pocospasos de allí asalta el palacio delmarqués de Villescas. Ausente el dueñode la casa, sin nadie que imponga

Page 889: Un dia de colera   arturo perez-reverte

respeto a los desvalijadores, invadenéstos el recinto con el pretexto de quepor la mañana se les hizo fuego; ymientras unos destrozan las habitacionesy se apoderan de cuanto pueden, otrossacan a rastras al mayordomo JoséPeligro, a su hijo el cerrajero JoséPeligro Hugart, al portero —un antiguosoldado inválido llamado José Espejo—y al capellán de la familia. La mediaciónde un coronel francés salva la vida alcapellán; pero el mayordomo, su hijo yel portero son asesinados a tiros ysablazos en la puerta misma, ante losojos espantados de los vecinos quemiran desde ventanas y balcones. Entre

Page 890: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los testigos que darán fe de la escena secuenta el impresor Dionisio Almagro,vecino de la calle de las Huertas, quiensorprendido por el tumulto se refugió encasa de su pariente el funcionario depolicía Gregorio Zambrano Asensio,que hace mes y medio trabajaba paraGodoy, antes de tres meses trabajarápara el rey José, y dentro de seis añosperseguirá liberales por cuenta deFernando VII.

—Quien la hace, la paga —comentaZambrano, a resguardo tras las cortinasdel mirador.

Page 891: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El mismo drama se repite en otroslugares, desde palacios de la noblezahasta casas de mercaderes ricos oviviendas humildes que se saquean eincendian. Sobre las cinco de la tarde, elalférez de fragata Manuel MaríaEsquivel, que por la mañana logróretirarse al cuartel desde la casa deCorreos con su pelotón de granaderos deMarina, se presenta ante el capitángeneral de Madrid, don Francisco JavierNegrete, para recibir el santo y seña dela noche. Allí lo hacen entrar en eldespacho del general, y éste le ordena

Page 892: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que tome veinte soldados y acuda aproteger la casa del duque de Híjar, queestá siendo saqueada por los franceses.

—Por lo visto —explica Negrete—,cuando esta mañana salía el generalNosecuantos, que se alojaba allí, elportero le disparó un pistoletazo abocajarro. El desgraciado no hizoblanco, pero mató un caballo. Así que loarcabucearon sobre la marcha ymarcaron la casa para luego… Ahora,según parece, quieren usar el pretextopara robar cuanto puedan.

Antes de que termine de hablar elcapitán general, Esquivel ha advertidola enormidad de lo que le viene encima.

Page 893: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Estoy a la orden de usía —responde, lo más sereno que puede—.Pero tenga en cuenta que si ellospersisten y no ceden a mis razones,tendré que valerme de la fuerza.

—¿Ellos?—Los franceses.El otro lo mira en silencio, fruncido

el ceño. Luego baja los ojos y se pone amanosear los papeles que tiene sobre lamesa.

—Usted lo que tiene que hacer esinfundir respeto, alférez.

Esquivel traga saliva.—Tal como están las cosas, mi

general —apunta con suavidad—,

Page 894: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hacerse respetar será difícil. No estoyseguro de que…

—Procure no comprometerse —lointerrumpe secamente el otro, sin apartarla vista de los papeles.

El sudor humedece el cuello de lacasaca del oficial. No hay orden escritani nada que se le parezca. Veintesoldados y un alférez echados a losleones con una simple instrucciónverbal.

—¿Y si a pesar de todo me veocomprometido?

Negrete no despega los labios, siguecon los papeles y pone cara de dar porterminada la conversación. Esquivel

Page 895: Un dia de colera   arturo perez-reverte

intenta tragar saliva de nuevo, pero tienela boca seca.

—¿Puedo al menos municionar a mitropa?

El capitán general de Madrid yCastilla la Nueva ni siquiera alza lacabeza.

—Retírese.Media hora más tarde, al frente de

veinte granaderos de Marina a los queha ordenado calar bayonetas, cargar losfusiles y llevar veinte tiros en lascartucheras, el alférez Esquivel llega alpalacio de Híjar, en la calle de Alcalá, ydistribuye a sus hombres frente a lafachada. Según cuenta un aterrorizado

Page 896: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mayordomo, los franceses se han idotras saquear la planta baja, aunqueamenazando con volver para ocuparsedel resto. El mayordomo le muestra aEsquivel el cadáver del portero RamónPérez Villamil, de treinta y seis años,que yace en el patio, en un charco desangre y con una servilleta puesta sobrela cara. También refiere el mayordomoque un repostero de la casa, PedroÁlvarez, que intervino con PérezVillamil en el ataque al general francés,logró escapar hasta la calle deCedaceros, donde quiso refugiarse encasa de un tapicero conocido suyo; peroal encontrar la puerta cerrada,

Page 897: Un dia de colera   arturo perez-reverte

abandonada la vivienda por habermuerto ante ella un dragón, fue preso yllevado entre golpes al Prado. Varioschicuelos de la calle, que fueron detrás,lo han visto fusilar junto con otros.

—¡Vuelven los franceses, mialférez!… ¡Hay varios en la puerta!

Esquivel acude como un rayo. Alotro lado de la calle se ha congregadouna docena de soldados imperiales, querondan con malas intenciones. No hayoficiales entre ellos.

—Que nadie se mueva sin órdenesmías. Pero no les quitéis ojo.

Los franceses permanecen allí unbuen rato, sentados a la sombra, sin

Page 898: Un dia de colera   arturo perez-reverte

decidirse a cruzar la calle. Ladisciplinada presencia de losgranaderos de Marina, con susimponentes uniformes azules y gorrosaltos de piel, parece disuadirlos deintentar nada. Al cabo, para alivio delalférez de fragata, terminan alejándose.El palacio del duque de Híjar seguirá asalvo durante las cinco horas siguientes,hasta que la fuerza de Esquivel searelevada por un piquete del batallónfrancés de Westfalia.

Pocos sitios en Madrid gozan de lamisma protección que la casa del duque

Page 899: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de Híjar. El temor a represaliasfrancesas hace que numerosos vecinosabandonen sus hogares. No hacerlocuesta la vida al sastre MiguelCarrancho del Peral, antiguo soldadolicenciado tras dieciocho años deservicio, a quien los franceses quemanvivo en su casa de Puerta Cerrada. Apunto está de costársela, también, alcerrajero asturiano Manuel Armayor,herido a primera hora en las descargasde Palacio. Cuando lo llevaban a sudomicilio de la calle de Segovia, losacompañantes descubrieron los cuerposde dos franceses muertos en la calle. Noqueriendo dejarlo allí aunque se

Page 900: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desangraba por varias heridas, avisarona su mujer, que bajó a toda prisa, con lopuesto; y así, escoltado el matrimoniopor algunos vecinos y conocidos, buscórefugio en casa de un criado del príncipede Anglona, en la Morería Vieja. Tanprudente medida acaba de salvar la vidadel cerrajero. Encolerizados losfranceses por sus camaradas muertos,interrogan a los vecinos, y uno delata aManuel Armayor como combatiente dela jornada. Los soldados hunden lapuerta y, al no hallarlo dentro, incendianel edificio.

Page 901: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡Suben los franceses!El grito sobresalta la casa del

corredor de Vales Reales EugenioAparicio y Sáez de Zaldúa, en el número4 de la puerta del Sol. Se trata delbolsista más rico de Madrid. Suvivienda, que en días anteriores fuevisitada amistosamente por jefes yoficiales imperiales, es confortable ylujosa, llena de cuadros, alfombras yobjetos de valor. Nadie ha combatidohoy desde ella. Al comenzar la primeracarga de caballería francesa, Aparicioordenó a su familia retirarse al interior y

Page 902: Un dia de colera   arturo perez-reverte

a los criados cerrar las ventanas. Sinembargo, según cuenta una sirvienta quesube aterrorizada del piso de abajo,durante el combate con los mamelucosquedó muerto uno en la puerta,atravesado en ella y cosido a navajazos.Es el propio general Guillot —uno delos militares franceses que en díaspasados visitaron la casa— el que haordenado el allanamiento.

—¡Tranquilos todos! —ordenaAparicio a su familia, parientes yservidumbre, mientras se adelanta alrellano de la escalera—. Yo trataré conesos caballeros.

La palabra caballeros no es la que

Page 903: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuadra a la soldadesca enfurecida: unaveintena de franceses cuyas botas yvocerío resuenan en los peldaños demadera, hundiendo puertas en los pisosde abajo, destrozándolo todo a su paso.Al primer vistazo, Aparicio se hacecargo de la situación. Allí no hay buenaspalabras que valgan; de modo que, conpresencia de ánimo, vuelve a toda prisaa su gabinete, coge de un secreter unrollizo talego de pesos duros, y deregreso al rellano vacía las monedassobre los franceses. Eso no los detiene,sin embargo. Siguen escaleras arriba,llegan hasta él, y lo zarandean entregolpes y culatazos. Acuden a socorrerlo

Page 904: Un dia de colera   arturo perez-reverte

su sobrino de dieciocho años Valentínde Oñate Aparicio y un dependiente dela empresa familiar, el zaragozanoGregorio Moreno Medina, de treinta yocho. Se ensañan con ellos losfranceses, matan a bayonetazos alsobrino, arrojándolo luego por el huecode la escalera, y arrastran abajo aEugenio Aparicio y al empleadoMoreno, al que un mameluco hacearrodillarse y degüella en el portal. AAparicio lo sacan a la calle, y trasapalearlo hasta reventarle las entrañaslo rematan en la acera, a sablazos.Después suben otra vez a la casa,buscando más gente en la que cebarse.

Page 905: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Para entonces la esposa de Aparicio halogrado escapar por los tejados con suhija de cuatro años, una criada y algunosservidores, refugiándose por la calleCarretas en la tahona de los frailes de laSoledad. Los franceses saquean la casa,roban todo el dinero y alhajas, ydestruyen muebles, cuadros, porcelanasy cuanto no pueden llevarse consigo.

—El señor comandante dice quesiente la muerte de tantos compatriotassuyos… Que lo siente de verdad.

Al escuchar las palabras que traduceel intérprete, el teniente Rafael de

Page 906: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Arango mira a Charles Tristan deMontholon, coronel en funciones del 4.o

regimiento provisional. Tras la retiradadel grueso de las fuerzas imperiales,innecesarias ya en el conquistado parquede artillería, Montholon ha quedado almando con quinientos soldados. Y locierto es que el jefe francés está tratandocon humanidad a heridos y prisioneros.Hombre educado, generoso enapariencia, no parece guardar rencor porsu breve cautiverio. «Azares de laguerra», comentó hace un rato. Ante elestrago de tanto muerto y herido,muestra una expresión apenada, noble.Parece sincero en tales sentimientos, así

Page 907: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que el teniente Arango se lo agradececon una inclinación de cabeza.

—También dice que eran hombresvalientes —añade el intérprete—. Quetodos los españoles lo son.

Arango mira en torno, sin que laspalabras del francés lo consuelen deltriste panorama que se ofrece a sus ojosenrojecidos, donde el humo de pólvoraque le tizna el rostro forma legañasnegras. Sus jefes y compañeros lo handejado solo para ocuparse de losheridos y los muertos. Los demás sefueron con orden de mantenerse adisposición de las autoridades, despuésde un tira y afloja entre el duque de Berg

Page 908: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—que pretendía fusilarlos a todos— y elinfante don Antonio y la Junta deGobierno. Ahora parece haberseimpuesto la cordura. Quizá losimperiales y las autoridades españolashagan cuenta nueva con los militaressublevados, atribuyendo laresponsabilidad de lo ocurrido a lospaisanos y a los muertos. De éstos haydonde escoger. Todavía se identificancadáveres españoles y franceses. En elpatio del cuartel, donde los cuerpos sealinean cubiertos unos por sábanas ymantas y descubiertos otros en sushorribles mutilaciones, grandes reguerosde sangre apenas coagulada bajo el sol

Page 909: Un dia de colera   arturo perez-reverte

surcan la tierra de fango rojizo.—Un espectáculo lamentable —

resume el comandante francés.Es más que eso, piensa Arango. El

primer balance, sin considerar losmuchos que morirán de sus heridas enlas próximas horas y días, es aterrador.A ojo, en un primer vistazo, calcula quelos franceses han tenido en Monteleónmás de quinientas bajas, sumandomuertos y heridos. Entre los defensores,el precio es también muy alto. Arango hacontado cuarenta y cuatro cadáveres yveintidós heridos en el patio, ydesconoce cuántos habrá en el conventode las Maravillas. Entre los militares,

Page 910: Un dia de colera   arturo perez-reverte

además de los capitanes Daoiz yVelarde y el teniente Ruiz, sieteartilleros y quince de los Voluntariosdel Estado que vinieron con el capitánGoicoechea están muertos o heridos, yse ignora la suerte reservada al centenarde paisanos apresados al final delcombate; aunque según las disposicionesdel mando francés —fusilar a quieneshayan tomado las armas— ésta tiene malcariz. Por fortuna, mientras losimperiales entraban por la puertaprincipal, buena parte de los defensorespudo saltar la tapia de atrás y darse a lafuga. Aun así, antes de irse con loscapitanes Cónsul y Córdoba, los

Page 911: Un dia de colera   arturo perez-reverte

oficiales supervivientes y el resto de losartilleros y Voluntarios del Estado —desarmados y con la aprensión de quelos franceses cambien de idea y losarresten de un momento a otro—,Goicoechea confió a Arango que en lossótanos y desvanes del parque haynumerosos civiles escondidos. Esoinquieta al joven teniente, que procuradisimularlo ante el comandante francés.No sabe que casi todos lograránescapar, sacados de allí con sigilo alllegar la noche por el teniente deVoluntarios del Estado Ontoria y elmaestro de coches Juan Pardo.

Hay un grupo de heridos puestos

Page 912: Un dia de colera   arturo perez-reverte

aparte, bajo la sombra del porche delpabellón de guardia. Alejándose deMontholon y del intérprete, Rafael deArango se acerca a ellos mientrascamilleros franceses y españolesempiezan a trasladarlos a casa delmarqués de Mejorada, en la calle de SanBernardo, convertida en hospital por losimperiales. Son los artilleros yVoluntarios del Estado que siguen vivos.Separados de los paisanos, esperan elmomento de su evacuación, después deque la buena voluntad del comandantefrancés haya facilitado las cosas.

—¿Cómo se encuentra, Alonso?El cabo segundo Eusebio Alonso,

Page 913: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tumbado sobre un lodoso charco desangre con un torniquete y un vendajeempapado de rojo en la ingle, lo miracon ojos turbios. Fue herido de muchagravedad en el último instante de lalucha, batiéndose junto a los cañones.

—He tenido días mejores, miteniente —responde con voz muy baja.

Arango se pone en cuclillas a sulado, contemplando el rostro del bravoveterano: demacrado y sucio, el pelorevuelto, los ojos enrojecidos desufrimiento y fatiga. Hay costras desangre seca en la frente, el bigote y laboca.

—Van a llevárselo ahora al hospital.

Page 914: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Se pondrá bien.Alonso mueve la cabeza, resignado,

y con débil ademán se indica la ingle.—Ésta es la del torero, mi

teniente… La femoral, ya sabe. Me voydespacito, pero me voy.

—No diga bobadas. Lo van a curar.Yo mismo me ocuparé de usted.

El cabo frunce un poco el ceño,como si las palabras de su superior loincomodaran. Muchos años más tarde, alescribir una relación de esta jornada,Arango recordará puntualmente suspalabras:

—Acuda usted mejor a quien puedatener remedio… Yo no me he quejado ni

Page 915: Un dia de colera   arturo perez-reverte

he llamado a nadie… Yo no llamo másque a descansar de una vez. Y lo hagoconforme, porque muero por mi rey, y enmi oficio.

Tras vigilar el traslado de Alonso—fallecerá poco después, en el hospital— Arango se acerca a echar un vistazoal teniente Jacinto Ruiz, a quien en esemomento colocan en una camilla. Ruiz,que hasta ahora no ha recibido másatención que un mal vendaje, está pálidopor la pérdida de sangre. Su respiraciónentrecortada hace temer a Arango —ignora que el teniente de Voluntarios delEstado padece de asma— que haya unalesión mortal en los pulmones.

Page 916: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Se lo llevan ahora, Ruiz —le diceArango, inclinándose a su lado—. Securará.

El otro lo mira aturdido, sincomprender.

—¿Van a… fusilarme? —pregunta alfin, con voz desmayada.

—No diga barbaridades, hombre.Todo acabó.

—Morir desarmado… De rodillas—balbucea Ruiz, cuya piel sucia relucede sudor—. Una ignominia… No esfinal para un soldado.

—Nadie va a fusilarle, créame. Noshan dado garantías.

La mano derecha del herido,

Page 917: Un dia de colera   arturo perez-reverte

asombrosamente vigorosa por unmomento, se engarfía en un brazo deArango.

—Fusilado no es… manerahonrosa… de acabar.

Dos enfermeros se hacen cargo delteniente. Al levantar la camilla sucabeza cae a un lado, balanceándose alpaso de quienes lo llevan. Arango lomira alejarse, y luego echa un vistazo entorno. No tiene nada más que hacer allí—los civiles heridos están siendollevados al convento de las Maravillas—, y las palabras de Jacinto Ruiz leproducen singular desazón. Suexperiencia de las últimas horas, el trato

Page 918: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que se da a los paisanos y la enormidadde las bajas imperiales, lo preocupa.Arango sabe lo que puede esperarse delas garantías francesas y del poco vigorcon que las autoridades españolasdefienden a su gente. Todo dependerá,en última instancia, del capricho deMurat. Y no van a ser pundonorososgentilhombres como el comandanteMontholon los que detengan a su generalen jefe, si éste decide dar amplio ysonado escarmiento. «Deberías ponertierra de por medio, Rafael», se dicecon una punzada de alarma. De pronto,el recinto devastado del parque deartillería le parece una trampa de las

Page 919: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que llevan derecho al cementerio.Tomando su decisión, Arango va en

busca del comandante imperial. Por elcamino se compone la casaca,abrochándola para que adopte el aspectomás reglamentario posible. Una vez anteel francés, pide a través del intérpretelicencia para ir a su casa.

—Sólo un momento, mi comandante.Para tranquilizar a mi familia.

Montholon se niega en redondo.Arango, traduce el intérprete, es susubordinado hasta nueva orden. Debepermanecer allí.

—¿Soy prisionero, entonces?—El señor comandante ha dicho

Page 920: Un dia de colera   arturo perez-reverte

subordinado, no prisionero.—Pues dígale, por favor, que tengo

un hermano mayor que me quiere comoun padre. Que también el señorcomandante tendrá familia, y compartirámis sentimientos… Dígale que le doy mipalabra de honor de reintegrarme aquíinmediatamente.

Mientras el intérprete traduce, elcomandante Montholon mantiene losojos fijos en el oficial español. Pese a ladiferencia de graduación, tienen casi lamisma edad. Y es evidente que, aunquesus compatriotas han pagado un preciomuy alto por tomar el parque, latenacidad de la defensa tiene

Page 921: Un dia de colera   arturo perez-reverte

impresionado al francés. También elbuen trato recibido de los militaresespañoles cuando fue capturado con susoficiales —se imaginaba, ha dichoantes, degollado y descuartizado por elpopulacho— debe de influir en suánimo.

—Pregunta el señor comandante silo de su palabra de honor de regresar alparque de artillería lo dice en serio.

Arango —que no tiene la menorintención de cumplir su promesa— secuadra con un taconazo marcial, sinapartar sus ojos de los de Montholon.

—Absolutamente.«No lo he engañado», piensa con

Page 922: Un dia de colera   arturo perez-reverte

angustia, advirtiendo un destelloincrédulo en la mirada del otro. Luego,desconcertado, observa que el francéssonríe antes de hablar en tono bajo ytranquilo.

—Dice el señor comandante quepuede irse usted… Que comprende susituación y acepta su palabra.

—Familiale —corrige el otro, en suidioma.

—Que comprende su situaciónfamiliar —rectifica el intérprete—. Yacepta su palabra.

Arango, que debe hacer un esfuerzopara que el júbilo no le descomponga elgesto, respira hondo. Luego, sin saber

Page 923: Un dia de colera   arturo perez-reverte

qué hacer ni decir, extiende torpementesu mano. Tras un momento de duda,Montholon la estrecha con la suya.

—Dice el señor comandante que ledesea mucha suerte —traduce elintérprete—. En casa de su hermano, oen donde sea.

De nuevo se aventura por las callesJosé Blanco White, después de pasar lasúltimas horas encerrado en su casa de lacalle Silva. Camina prudente, atento alos centinelas franceses que vigilanplazas y avenidas. Hace un momento,tras acercarse a la puerta del Sol,

Page 924: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tomada por un fuerte destacamentomilitar —cañones de a doce librasapuntan hacia las calles Mayor y Alcalá,y todas las tiendas y cafés estáncerrados—, Blanco White se vioobligado a correr con otros curiososcuando los soldados imperiales hicieronamago de abrir fuego para estorbar quese agruparan. Aprendida la lección, elsevillano se mete por el callejón querodea la iglesia de San Luis y se alejadel lugar, apesadumbrado por cuanto havisto: los muertos tirados en las calles,el temor en los pocos madrileños quesalen en busca de noticias, y laomnipresencia francesa, amenazante y

Page 925: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sombría.José Blanco White es hombre

atormentado, y a partir de hoy lo serámás. Hasta hace poco, mientras lastropas francesas se aproximaban aMadrid, llegó a imaginar, como otros deideas afines, una dulce liberación de lascadenas con las que una monarquíacorrupta y una Iglesia todopoderosamaniatan al pueblo supersticioso eignorante. Hoy ese sueño se desvanece,y Blanco White no sabe qué temer másde las fuerzas que ha visto chocar en lascalles: las bayonetas napoleónicas o elcerril fanatismo de sus compatriotas. Elsevillano sabe que Francia tiene entre

Page 926: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sus partidarios a algunos de los máscapaces e ilustres españoles, y que sólola rancia educación de las clases mediay alta, su necia indolencia y sudesinterés por la cosa pública, impidena éstas abrazar la causa de quienpretende borrar del mapa a los reyesviejos y a su turbio hijo Fernando. Sinembargo, en un Madrid desgarrado porla barbarie de unos y otros, la finainteligencia de Blanco White sospechaque una oportunidad histórica acaba deperderse entre el fragor de las descargasfrancesas y los navajazos del puebloinculto. Él mismo, hombre lúcido,ilustrado, más anglófilo que francófilo,

Page 927: Un dia de colera   arturo perez-reverte

en todo caso partidario de la razón librey el progreso, se debate entre dossentimientos que serán el drama amargode su generación: unirse a los enemigosdel papa, de la Inquisición y de lafamilia real más vil y despreciable deEuropa, o seguir la simple y recta líneade conducta que, dejando aparte lodemás, permite a un hombre honradoelegir entre un ejército extranjero y suscompatriotas naturales.

Agitado por sus pensamientos,Blanco White se cruza en el postigo deSan Martín con cuatro artillerosespañoles que conducen a un hombretendido sobre una escalera, cuyos

Page 928: Un dia de colera   arturo perez-reverte

extremos apoyan en los hombros. Alpasar cerca, la escalera se inclina a unlado y el sevillano descubre el rostroagonizante, pálido por el sufrimiento yla pérdida de sangre, de su paisano yconocido el capitán Luis Daoiz.

—¿Cómo está? —pregunta.—Muriéndose —responde un

soldado.Blanco White se queda boquiabierto

e inmóvil, las manos en los bolsillos dela levita, incapaz de pronunciar palabra.Años más tarde, en una de sus famosascartas escritas desde el exilio deInglaterra, el sevillano rememorará suúltima visión de Daoiz: «El débil

Page 929: Un dia de colera   arturo perez-reverte

movimiento de su cuerpo y sus gemidoscuando la desigualdad del piso de lacalle hacía que aumentaran susdolores».

El teniente coronel de artilleríaFrancisco Novella y Azábal, que seencuentra enfermo en su casa —esíntimo de Luis Daoiz, pero su dolenciale impidió acudir al parque deMonteleón—, también ha visto pasar,desde una ventana, el lúgubre y reducidocortejo que acompaña al amigo. Ladebilidad de Novella no le permitebajar, por lo que permanece en su

Page 930: Un dia de colera   arturo perez-reverte

habitación, atormentado por el dolor y laimpotencia.

—¡Esos miserables lo han dejadosolo! —se lamenta mientras susfamiliares lo devuelven al lecho—…¡Todos lo hemos dejado solo!

Luis Daoiz apenas sobrevivirá unosminutos después de llegar a su casa.Sufre mucho, aunque no se queja. Losbayonetazos de la espalda le anegan desangre los pulmones, y todos coincidenen que su muerte es cosa hecha.Atendido primero en el parque por unmédico francés, llevado luego a casa delmarqués de Mejorada, un religioso —sunombre es fray Andrés Cano— lo ha

Page 931: Un dia de colera   arturo perez-reverte

confesado y absuelto, aunque sinadministrarle la extremaunción porhaberse agotado los santos óleos.Conducido por fin al número 12 de lacalle de la Ternera, siempre sobre laimprovisada camilla hecha con unaescalera del parque, un colchón y unamanta, el defensor de Monteleón seextingue en su alcoba, acompañado porfray Andrés, Manuel Almira y cuantosamigos han podido acudir a su lado —ose atreven a hacerlo— en esta hora: loscapitanes de artillería Joaquín de Osma,Vargas y César González, y el capitánabanderado de Guardias Walonas JavierCabanes. Como fray Andrés manifiesta

Page 932: Un dia de colera   arturo perez-reverte

su preocupación por que Daoiz muerasin recibir los santos óleos, Cabanes vahasta la parroquia de San Martín enbusca de un sacerdote, regresando con elpadre Román García, que trae los avíosnecesarios. Pero antes de que el reciénllegado unja la frente y la boca delmoribundo, Daoiz agarra la mano defray Andrés, suspira hondo y muere.Arrodillado junto al lecho, el fielescribiente Almira llora sin consuelo,como un niño.

Media hora más tarde, en sudespacho de la junta Superior de

Page 933: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Artillería y apenas informado de lamuerte de Luis Daoiz, el coronelNavarro Falcón dicta a un amanuense elparte justificativo que dirige al capitángeneral de Madrid, para que éste lo hagallegar a la junta de Gobierno y a lasautoridades militares francesas:

Estoy bien persuadido, Sr. Excmo.,de que lejos de contribuir ninguno delos oficiales del Cuerpo al hechoocurrido, ha sido para todos un motivodel mayor disgusto el que elalucinamiento y preocupaciónparticular de los capitanes D. PedroVelarde y D. Luis Daoiz sea capaz de

Page 934: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hacer formar un equivocado conceptotrascendental de todos los demásoficiales, que no han tenido siquiera lamás mínima idea de que aquéllospudieran obrar contra loconstantemente prevenido.

El tono de ese oficio contrasta conotros que el mismo jefe superior deArtillería de Madrid escribirá en losdías siguientes, a medida que vayansucediéndose acontecimientos en lacapital y en el resto de España. Elúltimo de tales documentos, firmado porNavarro Falcón en Sevilla en abril de1814, terminada la guerra, concluirá con

Page 935: Un dia de colera   arturo perez-reverte

estas palabras:

El 2 de mayo de 1808 los referidoshéroes Daoiz y Velarde adquirieron lagloria que inmortalizará sus nombres yha dado tanto honor a sus familias y ala nación entera.

Mientras el director de la junta deArtillería escribe su informe, en eledificio de Correos de la puerta del Solse reúne la comisión militar presididapor el general Grouchy, a quien el duquede Berg ha encomendado juzgar a losinsurrectos capturados con armas en la

Page 936: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mano. Por parte española, la Junta deGobierno mantiene allí al tenientegeneral José de Sexti. EmmanuelGrouchy —cuya negligencia influirásiete años más tarde en el desastre deWaterloo— es hombre experto enrepresiones: en su currículum vitaeconsta, con letras negras, el incendio deStrevi y las ejecuciones de Fossanodurante la insurrección del Piamonte enel año 99. En cuanto a Sexti, desde elprimer momento decide inhibirse,dejando en manos francesas la suerte delos prisioneros que llegan atados, de unoen uno o en pequeños grupos, y aquienes los jueces no escuchan ni ven

Page 937: Un dia de colera   arturo perez-reverte

siquiera. Convertidos en tribunalsumarísimo, Grouchy y sus oficialesresuelven fríamente nombre tras nombre,firmando sentencias de muerte que lossecretarios redactan a toda prisa. Ymientras los magistrados españoles querecorrieron las calles proclamando«paz, que todo está compuesto» seretiran a sus casas, convencidos de quesu pobre mediación devuelve latranquilidad a Madrid, los franceses,libres de trabas, intensifican losapresamientos, y la matanza se estableceahora de un solo signo, a modo devenganza implacable.

Los primeros en sufrir ese rigor son

Page 938: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los prisioneros depositados en lascovachas de San Felipe, a los queacaban de unirse el impresor CosmeMartínez del Corral, traído desde sucasa de la calle del Príncipe, elcerrajero de veintiséis años BernardinoGómez y el panadero de treinta AntonioBenito Siara, apresado cerca de la plazaMayor. De camino, mientras un piquetefrancés conducía a los dos últimos, unaronda de Guardias de Corps se topó conellos e intentó liberarlos. Discutieronunos y otros, porfiaron los Guardias yacudieron mas franceses al tumulto. Alfin, los militares españoles no lograronimpedir que los imperiales se salieran

Page 939: Un dia de colera   arturo perez-reverte

con la suya. Encerrados ahora en lascovachuelas, un suboficial francés llevaa Correos la lista de ese depósito, dondeMartínez del Corral, Gómez y Siarafiguran junto al maestro de esgrimaVicente Jiménez, el contador FernándezGodoy, el corredor de letras Moreno, eljoven criado Bartolomé Pechirelli y losotros detenidos, hasta un total dediecinueve. Firma el general Grouchytodas las sentencias de muerte —nisiquiera las lee— mientras el tenientegeneral Sexti observa sin despegar loslabios. Al instante, para angustia de losamigos y parientes que se atreven apermanecer en la calle y siguen de lejos

Page 940: Un dia de colera   arturo perez-reverte

a los presos que caminan entrebayonetas, éstos son llevados al BuenSuceso. En el trayecto, que es cono, losdetenidos cruzan la puerta del Sol, llenade soldados y cañones, en cuyopavimento, entre grandes regueros desangre seca, yacen los caballosdestripados por las navajas durante elcombate de la mañana.

—¡Nos van a matar! —grita elnapolitano Pechirelli a la gente con laque se cruzan junto a la Mariblanca—.¡Estos canallas nos van a matar!

De la cuerda de presos se alza unclamor desgarrado, de protesta ydesesperación, coreado por los

Page 941: Un dia de colera   arturo perez-reverte

familiares que siguen el triste cortejo. Atodas esas voces y llantos acuden mássoldados franceses, que dispersan a lagente y empujan entre culatazos a loshombres maniatados. Llegan así al BuenSuceso, en una de cuyas salas vacías sonconfinados los prisioneros mientras susverdugos los despojan de los escasosobjetos de valor y prendas de buenaropa que aún conservan. Luego, sacadosde cuatro en cuatro, son puestos ante unpiquete de fusileros dispuesto en elclaustro, que los arcabucea aquemarropa mientras los amigos yfamiliares, que aguardan afuera o en loscorredores del edificio, gritan

Page 942: Un dia de colera   arturo perez-reverte

horrorizados al oír las descargas.

El Buen Suceso es el comienzo deuna matanza organizada, sistemática,decretada por el duque de Berg pese asus promesas a la Junta de Gobierno. Apartir de las tres de la tarde, el estrépitocontinuo de fusilería, los gritos de lostorturados y el vocerío de los verdugossobrecoge a los pocos madrileños que,buscando noticias de los suyos, seaventuran cerca del Buen Retiro y elpaseo del Prado. La alameda y elterreno comprendido entre losJerónimos, la fuente de la Cibeles, las

Page 943: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tapias de Jesús Nazareno y la puerta deAtocha se convierten en vasto campo demuerte donde irán amontonándosecadáveres a medida que decline el día.Los fusilamientos, que empezaron deforma espontánea por la mañana y seintensifican ahora con las sentencias demuerte oficiales, se suceden hasta lanoche. Sólo en el Prado, lossepultureros llenarán al día siguientenueve carros de cadáveres, pues lacantidad de ejecutados allí es enorme.Entre ellos se cuentan el zapatero PedroSegundo Iglesias, que tras matar a unfrancés fue delatado por un vecino en lacalle del Olivar, el mozo de labor del

Page 944: Un dia de colera   arturo perez-reverte

real sitio de San Fernando DionisioSantiago Jiménez Coscorro, el toledanoManuel Francisco González, el herreroJulián Duque, el escribiente de loteríaFrancisco Sánchez de la Fuente, elvecino de la calle del PiamonteFrancisco Iglesias Martínez, el criadoasturiano José Méndez Villamil, el mozode cuerda Manuel Fernández, el arrieroManuel Zaragoza, el aprendiz de quinceaños Gregorio Arias Calvo —hijo únicodel carpintero Narciso Arias—, elvidriero Manuel Almagro López, y eljoven de diecinueve años MiguelFacundo Revuelta, jardinero de Griñónque combatió junto a su padre Manuel

Page 945: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Revuelta, en cuya compañía vino aMadrid para intervenir contra losfranceses. También fusilan a otrosinfelices que no han participado en lalucha, como es el caso de los albañilesManuel Oltra Villena y su hijo PedroOltra García, apresados en la puerta deAlcalá cuando, ajenos a todo, venían detrabajar fuera de la ciudad.

—Sortez!… ¡Afuega todos!En un patio del palacio del Buen

Retiro, el guardacoches del edificio,Félix Mangel Senén, de setenta años,entorna los ojos en la luz poniente y gris,

Page 946: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bajo un cielo que de nuevo amenazalluvia. Los franceses acaban de sacarloa empujones de su improvisadocalabozo, un almacén de la antiguafábrica de porcelana de la China dondeha pasado las últimas horas a oscuras,en compañía de otros detenidos.Mientras sus ojos se acostumbran a laclaridad exterior, el guardacochesadvierte que sacan también al cocheroPedro García y a los mozos de RealesCaballerizas Gregorio Martínez de laTorre, de cincuenta años, y AntonioRomero, de cuarenta y dos —los tresson subordinados suyos, y juntos se hanbatido contra los franceses hasta caer

Page 947: Un dia de colera   arturo perez-reverte

presos en la reja del Botánico—. Conellos vienen el alfarero AntonioColomo, trabajador de los tejares de lapuerta de Alcalá, el comerciante JoséDoctor Cervantes y el amanuenseEsteban Sobola. Todos estánmugrientos, heridos o contusos, muymaltratados después de que loscapturasen luchando o con armasescondidas. Los franceses se hanensañado con el alfarero Colomo, quepor resistirse cuando fueron a buscarloal tejar donde se escondía, vino lleno degolpes y ensangrentado. Apenas se tieneen pie, hasta el extremo de que debensostenerlo sus compañeros.

Page 948: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Allez!… Vite!El modo en que los franceses

aprestan los fusiles no deja lugar adudas sobre la suerte que aguarda a losprisioneros. Al advertirlo, prorrumpenen ruegos y lamentos. Colomo cae alsuelo, mientras Mangel y Martínez de laTorre, que retroceden hasta apoyar lasespaldas en el muro, insultan congruesos términos a los verdugos. Derodillas junto a Colomo, que muevedébilmente los labios rotos —estárezando en voz baja—, Antonio Romeropide misericordia con gritosdesgarrados.

—¡Tengo tres hijos pequeños!…

Page 949: Un dia de colera   arturo perez-reverte

¡Voy a dejar una mujer viuda, una madreanciana y tres criaturas!

Impasibles, los imperiales siguencon sus preparativos. Resuenan lasarmas al amartillarse. El amanuenseSobola, que conoce el francés, se dirigeen ese idioma al suboficial que manda elpiquete, proclamando la inocencia detodos. Para su fortuna, el suboficial, unsargento joven y rubio, se quedamirándolo.

—Est-ce que vous parlez notrelangue? —pregunta, sorprendido.

—Oui! —exclama el amanuense,con la elocuencia de la desesperación—. Je parle français, naturellement!

Page 950: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El otro aún lo observa un poco más,pensativo. Luego, sin decir palabra, loaparta del grupo y lo aleja a empujones,devolviéndolo al calabozo mientras lossoldados levantan los fusiles y apuntanal resto. Mientras se lo llevan —lograrásalir de allí al día siguiente,milagrosamente vivo—, Esteban Sobolaescucha los últimos gritos de suscompañeros, interrumpidos por unadescarga.

Anochece. Sentado en un poyo juntoa la fuente de los Caños, envuelto en sucapote y cubierto con una montera, elcerrajero Blas Molina Soriano se

Page 951: Un dia de colera   arturo perez-reverte

confunde con la oscuridad que empiezaa adueñarse de las calles de Madrid.Lleva un rato inmóvil, el corazónoprimido por cuanto ha visto. Se retiró aeste rincón de la plaza desierta despuésde que unos jinetes francesesdispersaran un pequeño grupo devecinos que, con el irreductiblecerrajero entre ellos, reclamaba libertadpara una cuerda de presos conducidospor la calle del Tesoro hacia San Gil.Toda la tarde, desde que salió de sucasa al volver del parque de artillería,Molina ha ido de un lado a otro,consumido por la desazón y laimpotencia. Nadie lucha ya, ni se

Page 952: Un dia de colera   arturo perez-reverte

resiste. Madrid es una ciudad entinieblas, estrangulada por las tropasenemigas. Quienes se aventuran por lascalles para cambiar de refugio, volver acasa o indagar el paradero de amigos yfamiliares, lo hacen furtivamente,apresurando el paso en las sombras,expuestos a ser detenidos o recibir, sinprevio aviso, el disparo de un centinelafrancés. Las únicas luces encendidas sonlas hogueras que los piquetes imperialeshacen en esquinas y plazas con mueblesde las viviendas saqueadas. Y esa luzoscilante, rojiza y siniestra, iluminabayonetas, piezas de artillería, murosacribillados a balazos, cristales rotos y

Page 953: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cadáveres tirados por todas partes.Blas Molina se estremece bajo el

capote. De algunas casas brotan gritos yllantos, pues las familias se angustianpor la suerte de los ausentes o se duelencon tanta muerte consumada oinevitable. De camino a esta parte de laciudad, el cerrajero se ha cruzado conparientes de presos y desaparecidos.Procurando no formar grupos quesusciten la ira de los franceses, esapobre gente acude a Palacio o a losConsejos, reclamando mediacionesimposibles: hace rato que ministros yconsejeros se han retirado a sus casas; ya los pocos que interceden ante las

Page 954: Un dia de colera   arturo perez-reverte

autoridades imperiales nadie losatiende. Descargas aisladas de fusileríasiguen sonando en la noche, tanto paraseñalar nuevas ejecuciones como paramantener a los madrileños amedrentadosy en sus casas. De camino a los Cañosdel Peral, Molina ha visto cuatrocadáveres recientes junto al convento deSan Pascual y otros tres entre la fuentede Neptuno y San Jerónimo —segúncontó un vecino, venían de esquilarmulas en el Retiro y los franceses leshallaron encima las tijeras—, además demucho muerto suelto que nadie recoge ydiecinueve cuerpos cosidos a tiros en elpatio del Buen Suceso, todos en montón

Page 955: Un dia de colera   arturo perez-reverte

y arrimados a un muro.Considerando todo eso con extremo

dolor, Blas Molina llora al fin, de rabiay de vergüenza. Tantos valientes,concluye. Tantos muertos en el parquede Monteleón y en otros lugares, paraque todo acabe bajo el telón siniestro dela noche negra, las hogueras francesasde las que llegan risas y voces deborrachos, las descargas que sobrecogenel corazón de los madrileños que haceun rato luchaban, desafiando el peligro,por su libertad y por su rey.

«Juro vengarme», se dice, erguidode pronto en la oscuridad. «Juro que mevengaré de los franceses y de cuanto han

Page 956: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hecho. De ellos y de los traidores quenos han dejado solos. Y que Dios memate si desmayo.»

Blas Molina Soriano mantendrá eljuramento. La Historia de los turbulentostiempos futuros ha de registrar, también,su humilde nombre. Huido de Madridpara evitar represalias, vuelto despuésde la batalla de Bailén a fin decolaborar en la defensa de la ciudad,huido de nuevo tras la capitulación, eltenaz cerrajero acabará por unirse a lasguerrillas. Finalizada la contienda,Molina escribirá un memorial—«Quedando abandonada mi mujer entotal desamparo, para hacer yo el

Page 957: Un dia de colera   arturo perez-reverte

servicio de V.M y la Patria…» —solicitando del rey un modesto empleoen la Corte. Pero Fernando VII,regresado a España tras pasar la guerraen Bayona felicitando a Bonaparte porsus victorias, no responderá nunca.

Page 958: Un dia de colera   arturo perez-reverte

9

El asturiano José María Queipo deLlano, vizconde de Matarrosa y futuroconde de Toreno, tiene veintidós años.Elegante, culto, de ideas avanzadas queen otro momento lo situarían más cercade los franceses que de suscompatriotas, será con el tiempo uno delos constitucionalistas de Cádiz,exiliado liberal con el regreso deFernando VII y autor de una fundamentalHistoria del levantamiento, guerra y

Page 959: Un dia de colera   arturo perez-reverte

revolución de España. Pero esta noche,en Madrid, el joven vizconde está lejosde imaginar todo eso; ni tampoco quedentro de veintiocho días se hará a lamar desde Gijón a bordo de un corsarioinglés, con objeto de pedir ayuda enLondres para los españoles en armas.

—No hemos podido salvar aAntonio Oviedo —dice abatido,dejándose caer en un sillón.

Los amigos en cuya casa acaba deentrar —los hermanos Miguel y Pepe dela Peña— se muestran desolados. Desdemedia tarde, en compañía de su primo eltambién asturiano Marcial Mon, JoséMaría Queipo de Llano ha estado

Page 960: Un dia de colera   arturo perez-reverte

recorriendo Madrid en procura de laliberación de un íntimo de todos ellos,Antonio Oviedo; que, sin haberintervenido en los enfrentamientos, fueapresado por los franceses al cruzar unacalle, yendo desarmado y sin quemediara provocación por su parte.

—¿Lo han fusilado? —preguntaPepe de la Peña, lleno de angustia.

—A estas horas, seguro.Queipo de Llano refiere a sus

amigos lo ocurrido. Tras indagar elparadero de Antonio Oviedo, él y Monaveriguaron que lo habían llevado alPrado con otros presos, y que allí, pesea las promesas de Murat y a las

Page 961: Un dia de colera   arturo perez-reverte

afirmaciones de que todo estabacompuesto y terminado, se ejecutaba sinjuicio ni procedimiento a revoltosos y ainocentes. Alarmados, los dos amigosfueron a casa de don Antonio AriasMon, que además de gobernador delConsejo y miembro de la Junta deGobierno es pariente del joven MarcialMon y del propio Queipo de Llano.

—El pobre anciano, rendido decansancio, estaba durmiendo la siesta…Confiaba, como todos, en que Muratmantendría su palabra. Y cuandologramos despertarlo y contarle lo quepasaba, no lo podía creer… ¡Tantorepugnaba a su honradez!

Page 962: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¿Y qué hizo?—Lo que cualquier persona decente.

Convencido al fin de que cuantocontábamos era cierto, se lamentó,diciendo: «¡Y yo, que de buena fe, heprocurado quitar las armas al pueblo,empeñando mi palabra!». Luego nos diode su puño y letra una orden para que sepusiera en libertad a Oviedo, estuvieradonde estuviese. Corrimos con ella deun lado a otro, pasando entre franceses ymás franceses…

—Que nos dieron buenos sustos —apunta Marcial Mon.

—El caso es que terminamos en lacasa de Correos —prosigue Queipo de

Page 963: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Llano—, donde manda por los nuestrosel general Sexti. Aunque lo de manda esun decir.

—Conozco a Sexti —dice Miguel dela Peña—. Un italiano estirado y fatuo,al servicio de España.

—Pues mal paga ese miserable a supatria adoptiva. Con la mayor frialdaddel mundo, miró la orden, se encogió dehombros y dijo muy seco: «Tendrán queentenderse ustedes con los franceses»…De nada sirvió que le recordáramos queél es responsable, con el generalGrouchy, del tribunal militar. Para evitarreclamaciones, respondió, le entregatodos los presos al francés y se lava las

Page 964: Un dia de colera   arturo perez-reverte

manos.—¡El infame! —salta Pepe de la

Peña.—Eso mismo le dije, casi en esos

términos, y me volvió la espalda.Aunque por un momento he temido quenos hiciera arrestar.

—¿Y Grouchy?—No quiso recibirnos. Un edecán

suyo nos echó del modo más grosero delmundo, y es una suerte que nos hayandejado salir sin otra violencia. Temoque a estas horas, el pobre Oviedo…

Los cuatro amigos se quedan ensilencio. A través de las ventanascerradas llega el ruido de una descarga

Page 965: Un dia de colera   arturo perez-reverte

lejana.—Oigo pasos en la escalera —dice

Miguel de la Peña.Se alarman todos, pues nadie está

seguro esta noche en Madrid.Decidiéndose por fin, Marcial Mon sedirige a la puerta, la abre y da un pasoatrás, como si acabara de ver a unespectro.

—¡Antonio!… ¡Es Antonio Oviedo!Entre exclamaciones de alegría se

precipitan todos sobre el amigo, queviene despeinado y pálido, con la ropadescompuesta. Llevado casi en brazoshasta un sofá, logra reponerse con unacopa de aguardiente que le dan para que

Page 966: Un dia de colera   arturo perez-reverte

recobre el color y el habla. Después,Oviedo cuenta su historia: la de tantosmadrileños que hoy se ven ante unpelotón de fusilamiento, con laventurosa diferencia de que, a punto deser arcabuceado, debió la vida a labenevolencia de un oficial francés, quelo reconoció como cliente habitual de laFontana de Oro.

—¿Y los demás?—Muertos… Todos muertos.Con el horror en la mirada, absorto

en la noche que oscurece la ciudad,Antonio Oviedo bebe de un trago elresto del aguardiente. Y el joven Queipode Llano, que atiende a su amigo con

Page 967: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tierna solicitud, advierte espantado quealgunos de sus cabellos se han vueltoblancos.

En otros infelices, las impresionesde la jornada que acaban de vivirafectan también a su razón. Es el casodel zaragozano Joaquín MartínezValente, cuyo hermano Francisco, deveintisiete años, abogado de los RealesColegios, tenía en la puerta del Sol uncomercio en sociedad con el tío deambos, Jerónimo Martínez Mazpule.Cerrada la tienda durante todo el día yabierta al fin con las paces de la tarde, a

Page 968: Un dia de colera   arturo perez-reverte

última hora se presentaron en ella variossoldados franceses y un par demamelucos. Pretextando que desde allíse les hizo fuego por la mañana,rodearon a tío y sobrino en la entradadel comercio. Logró escapar MartínezMazpule, atrancando la puerta; pero noFrancisco Martínez Valente, golpeado yarrastrado hasta el portal de la tiendavecina. Allí, pese a los esfuerzos de losdependientes para meterlo dentro ysalvarlo, el abogado recibió unpistoletazo que le reventó la cabeza enpresencia del hermano, que acudía en suauxilio. Ahora, perdida la razón por laimpresión y el terror del bárbaro

Page 969: Un dia de colera   arturo perez-reverte

sacrificio, Joaquín Martínez Valentedelira recluido en casa de su tío,lanzando alaridos que estremecen alvecindario. Morirá meses más tarde,loco, en el manicomio de Zaragoza.

Muchos son los desgraciados ajenosa la revuelta que siguen cayendovíctimas de represalias, pese a lapublicación de las paces, o confiados enellas. Fuera de las ejecucionesorganizadas, que seguirán hasta el alba,esta noche son asesinados numerososmadrileños por asomarse a balcones yportales, tener luz encendida en unaventana o hallarse a tiro de los fusilesfranceses. Recibe así un balazo junto al

Page 970: Un dia de colera   arturo perez-reverte

río Manzanares, cuando regresa en laoscuridad con sus ovejas, el pastor dedieciocho años Antonio EscobarFernández; y un centinela francés abatede un tiro a la viuda María Vals deVillanueva cuando ésta se dirige aldomicilio de su hija, en el número 13 dela calle Bordadores. Los tiroteosesporádicos de la soldadesca borracha,provocadora o vengativa, también matana inocentes dentro de sus casas. Es elcaso de Josefa García, de cuarenta años,a quien una bala hiere de muerte alpararse junto a una ventana iluminada,en la calle del Almendro. Lo mismo lesocurre a María Raimunda Fernández de

Page 971: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Quintana, mujer del ayuda de cámara dePalacio Cayetano Obregón, que aguardaen un balcón el regreso de su marido, y aIsabel Osorio Sánchez, que recibe untiro cuando riega las macetas en su casade la calle del Rosario. Mueren también,en la calle de Leganitos, el niño de doceaños Antonio Fernández Menchirón ysus vecinas Catalina González de Aliagay Bernarda de la Huelga; en la calle deTorija, la viuda Mariana de Rojas yPineda; en la calle del Molino deViento, la viuda Manuela DiestroNublada; y en la calle del Soldado,Teresa Rodríguez Palacios, de treinta yocho años, mientras enciende un

Page 972: Un dia de colera   arturo perez-reverte

quinqué. En la calle de Toledo, cuandoel comerciante de lencería FranciscoLópez se dispone a cenar con su familia,una descarga resuena contra los muros,rompe los vidrios de una ventana, y lomata una bala.

Sobre las diez de la noche, mientrasla gente aún muere en sus casas ycuerdas de presos son encaminadashacia los lugares de ejecución, el infantedon Antonio, presidente de la Junta deGobierno, que ha escrito al duque deBerg para interceder por la vida dealgunos de los sentenciados, recibe la

Page 973: Un dia de colera   arturo perez-reverte

siguiente nota firmada por JoachimMurat:

Señor mi primo. He recibido lanotificación de V.A.R. sobre losproyectos de algunos militaresfranceses de quemar casas desde lasque se han disparado bastantes tiros defusil Prevengo a V.A.R. que remito esteasunto al general Grouchy,mandándole reciba todas lasinformaciones posibles. Me pide V.A.R.la libertad de algunos paisanos quehan sido cogidos con las armas en lamano. Según mi orden del día, y paraimponer en lo sucesivo, serán pasados

Page 974: Un dia de colera   arturo perez-reverte

por las armas. Mi determinación será,sin duda, de vuestra aprobación.

A la misma hora, Francisco JavierNegrete, capitán general de Madrid,escribe antes de irse a dormir una cartaal duque de Berg. El borrador lo redactaa la luz de un candelabro, en zapatillas ybata de casa, mientras en la habitacióncontigua su asistente cepilla el uniformecon el que mañana Negrete se presentaráa cumplimentar a Murat y recibirinstrucciones. En la carta, publicadadías más tarde por el Moniteur en París,el jefe de las tropas españolasacuarteladas en la ciudad resume

Page 975: Un dia de colera   arturo perez-reverte

perfectamente su punto de vista sobre lajornada que termina:

Vuestra Alteza comprende cuándoloroso debe haber sido para unmilitar español ver correr en las callesde esta capital la sangre de dosnaciones que, destinadas a la alianza yunión más estrechas, no deberíanocuparse más que en combatir anuestros enemigos comunes. DígneseV.A. permitirme que le exprese miagradecimiento, no solamente por loselogios que hace de la guarnición deesta villa y por las bondades con queme colma, sino sobre todo por su

Page 976: Un dia de colera   arturo perez-reverte

promesa de hacer cesar las medidas derigor tan pronto como lo permitan lascircunstancias. Así V.A. confirma laopinión que le había precedido en estepaís y que anunciaba todas las virtudesde que se halla ornado. Conozcoperfectamente las intenciones rectas deV.A., previendo las ventajas queindudablemente deben resultar para mipatria. Ofrezco a V.A. la adhesión mássincera y absoluta.

En la cripta de la iglesia de SanMartín, sólo cinco amigos de Daoiz y deVelarde, con los sepultureros Pablo

Page 977: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Nieto y Mariano Herrero, velan a losdos capitanes de artillería: suscompañeros Joaquín de Osma, Vargas yCésar González, el capitán de GuardiasWalonas Javier Cabanes y el escribienteAlmira. Los cadáveres fueron traídos alanochecer, metiéndolos a escondidasdesde la calle de la Bodeguilla por lapuerta y las escaleras que hay detrás delaltar mayor. Daoiz llegó a última horade la tarde en un ataúd desde su casa dela calle de la Ternera, con las botaspuestas y vestido con el mismo uniformecon que halló la muerte en Monteleón.El cuerpo de Velarde vino hace pocorato, conducido por cuatro artilleros del

Page 978: Un dia de colera   arturo perez-reverte

parque sobre dos tablas de cama conunos palos atravesados, desnudo comolo dejaron los franceses tras el combate,envuelto en una lona de tienda decampaña que los soldados se llevaron alirse. Alguien ha dispuesto un hábito deSan Francisco para amortajar el cuerpocon decencia, y ahora los dos capitanesyacen juntos, uniformado uno y en hábitofranciscano el otro. Mantiene el rigor dela muerte cara arriba el rostro de Daoiz,y vuelto el de Velarde a la derecha —por enfriarse tirado en el suelo delparque— como si todavía aguardara unaúltima orden de su compañero. Llora ala cabecera, desconsolado, Manuel

Page 979: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Almira; y junto a los muros húmedos yoscuros, apenas iluminados por dosvelones de cera puestos junto a loscadáveres, se mantienen silenciosos lospocos que se atreven a estar allí, pueslos demás se encuentran, a estas horas,escondidos o fugitivos de la venganzafrancesa.

—¿Qué se sabe del teniente Ruiz?—pregunta Joaquín de Osma—. El deVoluntarios del Estado.

—Lo atendió un cirujano francés encasa del marqués de Mejorada,sondándole la herida —responde JavierCabanes—. Luego lo llevaron a sudomicilio. Me lo contó hace un rato don

Page 980: Un dia de colera   arturo perez-reverte

José Rivas, el catedrático de SanCarlos, que estuvo a verlo un momento.

—¿Grave?—Mucho.—Por lo menos, así no lo detendrán

los franceses.—No estés tan seguro. En cualquier

caso, su herida es de las mortales… Nocreo que salga de ésta.

Los militares se miran, inquietos.Corre el rumor de que Murat hacambiado de idea y ahora quiere detenera cuantos intervinieron en la sublevacióndel parque de artillería, sean civiles omilitares. La noticia la confirman loscapitanes Juan Cónsul y José Córdoba,

Page 981: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que en este momento bajan a la cripta.Ambos vienen embozados y sin sable.

—He visto atados por la calle aunos artilleros —refiere Cónsul—.También han ido a buscar a algunosVoluntarios del Estado que estuvieronbatiéndose… Por lo visto, Murat quiereun escarmiento.

—Creía que sólo arcabuceaban apaisanos cogidos con armas en la mano—se sorprende el capitán Vargas.

—Pues ya ves. Se amplía el cupo.Los militares cambian nuevas

ojeadas, nerviosos, mientras bajan lavoz. Únicamente Cónsul, Córdoba yAlmira han estado en Monteleón, pero la

Page 982: Un dia de colera   arturo perez-reverte

amistad con los muertos y su presenciaallí los compromete a todos. Losfranceses fusilan por menos de eso.

—¿Y qué hace el coronel NavarroFalcón? —susurra César González—.Dijo que iba a interceder por su gente.

Mientras habla, el militar mirasuspicaz hacia la escalera de la cripta,donde vigila uno de los enterradores.Esta noche debe temerse tanto a losimperiales como a quienes —nuncafaltan en tiempos revueltos— procurancongraciarse con ellos. Meses mástarde, ya sublevada toda España contraNapoleón, incluso uno de los oficialesque hoy se han batido en el parque, el

Page 983: Un dia de colera   arturo perez-reverte

teniente de artillería Felipe Carpegna,prestará juramento al rey José, luchandodel lado francés.

—No sé lo que Navarro intercede,ni con quién —dice Juan Cónsul—. Loúnico que repite a todos es que ni sehace responsable ni sabe nada; pero quesi él hubiera estado hoy en Monteleón,mañana se encontraría a muchas leguasde Madrid.

—¡Estamos perdidos, entonces! —exclama Córdoba.

—Si nos cogen, no te quepa duda —apunta Juan Cónsul—. Yo me voy de laciudad.

—Y yo. En cuanto pase por mi casa

Page 984: Un dia de colera   arturo perez-reverte

a buscar algunas cosas.—Tened cuidado —los previene

Cabanes—. No os estén esperando.Se abrazan los militares, echando

una última mirada a Daoiz y a Velarde.—Adiós a todos. Buena suerte.—Eso. Que Dios nos proteja a

todos… ¿Viene usted, Almira?—No —el escribiente señala los

cuerpos yacentes de los capitanes—.Alguien tiene que velarlos.

—Pero los franceses…—Ya me arreglaré con ellos.

Váyanse.Los otros no se hacen de rogar. Por

la mañana, cuando los sepultureros

Page 985: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Nieto y Herrero entierren con muchadiscreción los cadáveres, sólo ManuelAlmira permanecerá a su lado, leal hastael fin. Daoiz será puesto en la criptamisma, bajo el altar de la capilla deNuestra Señora de Valbanera, y Velardeenterrado afuera, con otros muertos de lajornada, en el patio de la iglesia y juntoa un pozo de agua dulce, en el lugarllamado El Jardinillo. Años más tarde,Herrero atestiguará: «Tuvimos laprecaución de dejar ambos cuerpos delos referidos D. Luis Daoiz y D. PedroVelarde lo más inmediato posible a lasuperficie de la tierra, por si en algúntiempo se trataba deponerlos en otro

Page 986: Un dia de colera   arturo perez-reverte

paraje más honroso a su memoria».

Ildefonso Iglesias, mozo del hospitaldel Buen Suceso, se detiene horrorizadobajo el arco que comunica el patio conel claustro. A la luz del farol que llevasu compañero Tadeo de Navas, elmontón de cadáveres semidesnudosconmueve a cualquiera. Iglesias y sucompañero han visto muchos horroresdurante la jornada, pues ambos, conriesgo de sus vidas, la pasaronatendiendo a heridos y transportandomuertos cuando los disparos y losfranceses lo permitían. Aun así, el

Page 987: Un dia de colera   arturo perez-reverte

espectáculo lamentable de la iglesia y elhospital contiguos a la puerta del Sol leseriza el cabello. Unos pocos cuerposfueron retirados al ponerse el sol por losamigos o familiares más osados,exponiéndose a recibir un balazo, peroel resto de los fusilados a las tres de latarde sigue allí: carne pálida, inerte,sobre grandes charcos de sangrecoagulada. Huele a entrañas rotas yvísceras abiertas. A muerte y soledad.

—Se han movido —susurra Iglesias.—No digas tonterías.—Es verdad. Algo se ha movido

entre esos muertos.Con cautela, el corazón en un puño,

Page 988: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los dos mozos de hospital se acercan alos cadáveres, iluminándolos con elfarol en alto. Quedan catorce: ojosvidriosos, bocas entreabiertas y manoscrispadas, en las diferentes posturas enque los sorprendió la muerte o losdejaron, cuando todavía estabancalientes, los franceses que hicieron enellos el último despojo después deasesinarlos.

—Tienes razón —cuchichea Navas,aterrado—. Algo se mueve ahí.

Al acercar más el farol, un gemidolevísimo, apagado, que procede de otromundo, estremece a los mozos, queretroceden sobresaltados. Una mano,

Page 989: Un dia de colera   arturo perez-reverte

rebozada de sangre parda, acaba dealzarse débilmente entre los cadáveres.

—Ése está vivo.—Imposible.—Míralo… Está vivo —Iglesias

toca la mano—. Aún tiene pulso.—¡Virgen santísima!Apartando los cuerpos rígidos y

fríos, los mozos de hospital liberan alque aún alienta. Se trata del impresorCosme Martínez del Corral, que llevaocho horas allí, dejado por muerto trasrecibir cuatro balazos y robársele, consus ropas, los 7.250 reales en cédulasque llevaba consigo. Lo sacan delmontón como a un espectro, desnudo y

Page 990: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cubierto con una costra de sangre seca,propia y ajena, que lo cubre de lacabeza a los pies. Llevado arriba contoda urgencia, el cirujano DiegoRodríguez del Pino conseguiráreanimarlo, obteniendo su curacióncompleta. Durante el resto de su vida,que pasará en Madrid, vecinos yconocidos tratarán con respeto casisupersticioso a Martínez del Corral: elhombre que, en la jornada del Dos deMayo, peleó con los franceses, fuefusilado y regresó de entre los muertos.

El soldado de Voluntarios del

Page 991: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Estado Manuel García camina por lacalle de la Flor con las manos atadas ala espalda, entre un piquete francés. Lallovizna que poco antes de lamedianoche empieza a caer del cielonegro moja su uniforme y su cabezadescubierta. Después de batirse en elparque de artillería, donde atendió unode los cañones, García se retiró alcuartel de Mejorada con el capitánGoicoechea y el resto de compañeros.Por la tarde, al propagarse el rumor deque también los militares que lucharonen Monteleón iban a ser pasados por lasarmas, García se marchó del cuartel encompañía del cadete Pacheco, el padre

Page 992: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de éste y un par de soldados más. Fue aesconderse a su casa, donde su madreviuda lo aguardaba llena de angustia.Pero varios vecinos lo vieron llegarcansado y roto de la refriega, y alguno lodenunció. Los franceses han ido abuscarlo, tirando abajo la puerta ante elespanto de la madre, para llevárselo sinmiramientos.

—¡Más gápido!… Allez!… ¡Caminamás gápido!

Empujándolo con los fusiles, losfranceses meten al soldado en el cuartelen construcción del Prado Nuevo —mástarde se conocerá como de los Polacos—, en cuyo patio, a la luz de antorchas

Page 993: Un dia de colera   arturo perez-reverte

que chisporrotean bajo la llovizna,descubre a un grupo de presos atadosentre bayonetas, a la intemperie. Losguardias ponen a García con ellos, queestán tumbados en el suelo o sentados,mojadas las ropas, maltrechos de golpesy vejaciones. De vez en cuando losfranceses cogen a uno, lo llevan a unángulo del patio, y allí lo registran,interrogan y apalean sin piedad. Nocesan los gritos, que estremecen aquienes aguardan turno. Entre losdetenidos, a la luz indecisa de lasantorchas, García reconoce a un paisanode los que estaban en Monteleón. Así loconfirma el otro, el chispero del

Page 994: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Barquillo Juan Suárez, capturado poruna patrulla de cazadores de Baygorricuando huía tras la entrada de losfranceses.

—¿Qué van a hacer con nosotros?—pregunta el soldado.

El paisano, que está sentado en elsuelo y apoya su espalda en la de otropreso, hace un gesto de ignorancia.

—Puede que nos fusilen, y puedeque no. Aquí cada uno dice una cosadiferente… Hablan de diezmarnos:como somos muchos, a lo mejor fusilana uno de cada tantos, o así. Aunque otrosdicen que van a matarnos a todos.

—¿Lo consentirán nuestras

Page 995: Un dia de colera   arturo perez-reverte

autoridades?El chispero contempla al soldado

como si éste fuera tonto. La cara deSuárez, barbuda, sucia y mojada, brillagrasienta a la luz de las antorchas.García observa que tiene los labiosagrietados por los golpes y la sed.

—Mira alrededor, compañero. ¿Quéves?… Gente del pueblo. Pobresdiablos como tú y como yo. Ni un oficialdetenido, ni un comerciante rico, ni unmarqués. A ninguno de ésos he vistoluchando en las calles. ¿Y quiénes nosmandaban en Monteleón?… Dos simplescapitanes. Hemos dado la cara lospobres, como siempre. Los que nada

Page 996: Un dia de colera   arturo perez-reverte

teníamos que perder, salvo nuestrasfamilias, el poco pan que ganamos y lavergüenza… Y ahora pagaremos losmismos, los que pagamos siempre. Te lodigo yo. Con una madre de sesenta ycuatro años, mujer y tres hijos… Vaya site lo digo yo.

—Soy militar —protesta García—.Mis oficiales me sacarán de aquí. Es suobligación.

Suárez se vuelve hacia el preso queestá a su espalda, escuchándolos —elbanderillero Gabriel López—, y cambiacon él una mueca burlona. Después seríe amargo, sin ganas.

—¿Tus oficiales?… Ésos están

Page 997: Un dia de colera   arturo perez-reverte

calentitos en sus cuarteles, esperandoque escampe. Te han dejado tirado,como a mí. Como a todos.

—Pero la patria…—No digas tonterías, hombre. ¿De

qué hablas?… Mírate y mírame. Fíjateen todos estos simples, que se echaron ala calle como nosotros. Acuérdate de lahombrada que hemos hecho enMonteleón. Y ya ves: nadie movió undedo… ¡Maldito lo que le importamos ala patria!

—¿Por qué saliste a luchar,entonces?

El otro inclina un poco el rostro,pensativo, las gotas de lluvia

Page 998: Un dia de colera   arturo perez-reverte

corriéndole por la cara.—Pues no sé, la verdad —concluye

—. A lo mejor no me gusta que losmosiús me confundan con uno de esostraidores que les chupan las botas… Nopermito que se meen en mi cara.

Manuel García señala con el mentóna los centinelas franceses.

—Pues éstos nos van a mear, y bien.Una mueca lobuna, desesperada y

feroz, descubre los dientes de Suárez.—Éstos, puede ser —replica—.

Pero los que dejamos destripados alláarriba, en el parque… De ésos teaseguro que ni uno.

Page 999: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Mientras Juan Suárez y el soldadoManuel García esperan en el patio delcuartel del Prado Nuevo, una cuerda depresos tirita bajo la llovizna en la partenordeste de la ciudad. Se trata depaisanos apresados en el parque deartillería y otros lugares de Madrid:treinta hombres empapados y exhaustosque no han probado alimentos ni aguadesde el combate de Monteleón. Ahora,tras haber sido llevados de lascaballerizas del parque a los tejares dela puerta de Fuencarral, llegan alcampamento de Chamartín. Rodeados debayonetas, insultos y golpes de losfranceses que salen de sus tiendas de

Page 1000: Un dia de colera   arturo perez-reverte

campaña para mirarlos, cruzan el recintomilitar y se detienen en la penumbra deuna explanada, a la luz brumosa de dosantorchas clavadas en tierra.

—¿Qué van a hacer con nosotros?—pregunta el sangrador JerónimoMoraza.

—Degollarnos a todos —respondeCosme de Mora, con fría resignación.

—Lo habrían hecho antes, en lostejares.

—Tienen toda la noche pordelante… Querrán divertirse un poco,mientras tanto.

—Taisez-vous! —grita un centinelafrancés.

Page 1001: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Los prisioneros cierran la boca. DeMora y Moraza son dos de los seissupervivientes de la partida delalmacenista de carbón. Los otros losacompañan maniatados: el carpinteroPedro Navarro, Félix Tordesillas,Francisco Mata y Rafael Rodríguez. Seagrupan con los demás presos a manerade rebaño asustado, queriendoprotegerse cada uno entre los demás,mientras un oficial francés con un farolen la mano se acerca y los miradetenidamente, contándolos despacio.Cada vez, al llegar a diez, da una ordena los soldados, que sacan a un hombredel grupo. Apartan de ese modo al

Page 1002: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cerrajero Bernardo Morales, al arrieroleonés Rafael Canedo y al dependientede Rentas Reales Juan Antonio Martínezdel Álamo.

—¿Qué hacen? —inquiere,espantado, el carpintero Pedro Navarro.

Cosme de Mora se pasa la lenguapor los labios en busca de unas gotas delluvia. Aunque intenta mantenerseerguido y entero, teme que las rodillas leflaqueen. Cuando responde a la preguntade Navarro, le tiembla la voz.

—Nos están diezmando —dice.Apoyado en la barandilla del balcón

Page 1003: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de su casa, en la calle del Barco, eljoven Antonio Alcalá Galiano escuchadescargas lejanas de fusilería. La calle ylas esquinas con la Puebla Vieja y laplazuela de San Ildefonso están aoscuras bajo un cielo negro y opaco,nuboso, sin luna ni estrellas. El hijo delhéroe muerto en Trafalgar se sientedecepcionado. Lo que su imaginaciónanunciaba por la mañana como aventurapatriótica ha terminado en reprimendamaterna y en melancólica desilusión. Nilas clases altas —la suya—, ni losmilitares, ni la gente de bien se hansumado al tumulto. Salvo rarasexcepciones, sólo el pueblo bajo quiso

Page 1004: Un dia de colera   arturo perez-reverte

implicarse como suele, levantisco,irracional, sin nada que perder y alreclamo del río revuelto. Por lo que eljoven sabe, todo queda sofocado por losfranceses con mucha pena y poca gloriapara los insurrectos. Antonio AlcaláGaliano se alegra ahora de no haberseguido el impulso de unirse a lossublevados: gente de mala índole,escasas prendas y pocas luces, comopudo comprobar cuando quisoacompañar por la mañana a un grupo derevoltosos. Por la tarde, vuelto a casatras su breve experiencia motinesca, elmuchacho tuvo ocasión de asistir a unaconversación reveladora. Los vecinos

Page 1005: Un dia de colera   arturo perez-reverte

de los barrios donde no había tiroteoestaban asomados a los balcones,procurando enterarse de lo que pasaba,y la calle del Barco era de las que semantenían tranquilas por abundar en ellala gente acomodada y de clase alta.Charlaban de balcón a balcón lacondesa de Tilly, que vive enfrente, y lamadre de ésta, inquilina del cuarto pisode la casa donde los Alcalá Galianoocupan el principal. Pasó entonces porla calle, vestido de uniforme, el oficialde Guardias Españolas Nicolás Morfi,conocido de la familia por ser gaditano.

—¿Qué hay del alboroto, donNicolás? —preguntó desde arriba la de

Page 1006: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Tilly.—Nada, señora mía —Morfi se

había parado, sombrero en mano—.Usted misma lo ha dicho: alboroto degente despreciable.

—Pues ha pasado un hombre hacerato, gritando que un batallón francés seha rendido todo; y aquí, tan españolescomo el que más, hemos aplaudido arabiar.

Negó Morfi con una mano,despectivo.

—No hay nada que aplaudir, se loaseguro. Son patrañas de cuatroinsensatos. Murat, mal que nos pese, hadevuelto el orden… Lo mejor es

Page 1007: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mantenerse todos quietos y confiar enlas autoridades, que para eso están.Cuando la gentuza se desmanda, nuncase sabe. Puede resultar peor que losfranceses.

—Huy, pues mire. Me quedo mástranquila, don Nicolás.

—Mis respetos, señora condesa.Poco después de asistir a ese

diálogo, Antonio Alcalá Galiano, puestoel sombrero de maestrante para ir másseguro, dio un paseo sin que nadie loinquietara hasta la calle del Pez, a fin devisitar a una señorita con la quemantiene relaciones oficiales. Allí,sentado con ella en el mirador de un

Page 1008: Un dia de colera   arturo perez-reverte

segundo piso, pasó la tarde jugando a labrisca y viendo cómo las patrullasfrancesas registraban a los escasostranseúntes, obligados a llevar la capadoblada al hombro en previsión dearmas ocultas. Al regreso, bajo un cieloencapotado que amenazaba lluvia, eljoven se cruzó con piquetes imperialescuya suspicacia crecía a medida queentraba la noche. Su madre lo vio llegarcon alivio, ya dispuesta la cena.

—Tu paseo me ha costado cincorosarios, Antoñito. Y una promesa aJesús Nazareno.

La sirvienta retira ahora los platosde la mesa, mientras Antonio Alcalá

Page 1009: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Galiano permanece en el balcón,satisfecho, humeándole entre los dedosun cigarro sevillano de los que fuma unocada noche y que, por respeto, nuncaenciende delante de su madre.

—Quítate del balcón, hijo. Me damiedo que sigas ahí.

—Ya voy, mamá.Suena otra descarga apagada, lejos.

Alcalá Galiano aguza el oído, pero nooye nada más. La ciudad sigue a oscurasy en silencio. En la esquina de SanIldefonso se adivinan los bultos de loscentinelas franceses. Un día agitado,concluye el joven. Pronto se olvidarátodo, en cualquier caso. Y él ha tenido

Page 1010: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la suerte de no complicarse la vida.

A esa misma hora, a sólo unamanzana de la casa donde AntonioAlcalá Galiano fuma asomado al balcón,otro joven de su edad, FranciscoHuertas de Vallejo —que sí se hacomplicado hoy la vida, y mucho— estálejos de tenerlas todas consigo. Su tíodon Francisco Lorrio, en cuya casa serefugió después del combate y laaccidentada fuga desde Monteleón, lovio llegar con inmensa alegría, sóloenturbiada por el hecho de que elsobrino llevara en las manos un fusil que

Page 1011: Un dia de colera   arturo perez-reverte

podía comprometerlos a todos.Sepultada el arma en el fondo de unarmario, el doctor Rivas, médico amigode la familia, ha limpiado y desinfectadola herida del muchacho; que no revistegravedad, por tratarse de un rebote debala que ni siquiera fracturó lascostillas:

—No hay hemorragia, y el huesosólo está contuso. El único cuidado serávigilarlo dentro de unos días, cuando seresienta la herida. Si no supura, todo irábien.

Francisco Huertas ha pasado el restode la tarde y el comienzo de la noche encama, tomando tazas de caldo,

Page 1012: Un dia de colera   arturo perez-reverte

tranquilamente abrigado y bajo loscuidados de su tía y sus primas de trecey dieciséis años. Éstas lo miran como aun Aquiles redivivo, y se hacen referiruna y otra vez los pormenores de laaventura. Sin embargo, avanzada lanoche, retiradas las primas y adormiladoel joven, su tío entra en la alcoba,demudado el semblante y con un quinquéen la mano. Lo acompaña RafaelModenés, amigo de la familia,secretario de la condesa de la Coruña yalcalde segundo de San Ildefonso.

—Los franceses están registrandolas casas de la gente que anduvo en larevuelta —dice Modenés.

Page 1013: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—¡El fusil! —exclama FranciscoHuertas, incorporándose dolorido en lacama.

Su tío y Modenés lo hacenrecostarse de nuevo en las almohadas,tranquilizándolo.

—No hay razón para que venganaquí —opina el tío—, pues nadie te vioentrar, e ignoran lo del arma.

—Pero puede haber imprevistos —apunta Modenés, cauto.

—Ésa es la cuestión. Así que, por siacaso, vamos a librarnos del fusil.

—Imposible —se lamenta elmuchacho—. Cualquiera que salga deesta casa con él, se expone a que lo

Page 1014: Un dia de colera   arturo perez-reverte

detengan.—Yo había pensado desmontarlo

para esconderlo por piezas —dice su tío—. Pero si hubiera un registro serio, elriesgo sería el mismo…

Desesperado, Francisco Huertashace nuevo intento de levantarse.

—Soy el responsable. Lo sacaré deaquí.

—Tú no vas a moverte de esa cama—lo retiene el tío—. A don Rafael se leha ocurrido una idea.

—Los dos tenemos mucha amistadcon el coronel de Voluntarios de Aragón—explica Modenés—. Así que voy apedirle que mande cuatro soldados a

Page 1015: Un dia de colera   arturo perez-reverte

esta casa, con cualquier pretexto, paraque se hagan cargo del problema. Aellos nadie les pedirá explicaciones.

El plan se pone en práctica deinmediato. Don Rafael Modenés seocupa de todo, y el resultado es de lomás feliz: por la mañana, apenasamanecido el día, cuatro soldados —unode ellos sin fusil— se presentarán en lacasa para beberse una copita de orujoofrecida por el tío de Francisco Huertas,antes de regresar a su cuartel, cada unocon un duro de plata en el bolsillo y unarma colgada del hombro.

Page 1016: Un dia de colera   arturo perez-reverte

No todos tienen amigos coninfluencia para salvaguardar esta nochesu libertad o sus vidas. Pasada la una dela madrugada, bajo la lluvia que rompea ráfagas sobre la ciudad en tinieblas,una gavilla de presos empapados ydeshechos de fatiga camina con fuerteescolta. Casi todos van despojados,descalzos, en chaleco o mangas decamisa. El grupo lo forman Morales,Canedo y Martínez del Álamo —los tressorteados en el diezmo de Chamartín—y el escribano Francisco SánchezNavarro. De paso por otros depósitos y

Page 1017: Un dia de colera   arturo perez-reverte

cuarteles, se unen a ellos el sexagenarioAntonio Matías de Gamazo, el mozo detabaco de la Real Aduana DomingoBraña, los funcionarios del ResguardoAnselmo Ramírez de Arellano, JuanAntonio Serapio Lorenzo y AntonioMartínez, y el ayuda de cámara dePalacio Francisco Bermúdez. Casi alfinal del trayecto, en la plaza de DoñaMaría de Aragón, se suman elpalafrenero Juan Antonio Alises, elmaestro de coches Francisco Escobar yel sacerdote de la Encarnación donFrancisco Gallego Dávila, que traspelear y ser apresado junto a lasDescalzas acabó en un calabozo del

Page 1018: Un dia de colera   arturo perez-reverte

palacio Grimaldi. Allí, el duque de Bergen persona le echó un vistazo al volverde la cuesta de San Vicente. Cuando seencaró con el sacerdote, Murat seguíadescompuesto, furioso por los informesde bajas, aunque todavía resultaraimposible calcular las dimensiones de lamatanza.

—¿Eso es lo que manda Dios, cuga?… ¿Degamag sangue?

—Sí que lo manda —respondió elsacerdote—. Para enviaros a todos alinfierno.

El francés lo estuvo mirando unpoco más, despectivo y arrogante,ignorando la paradoja de su propio

Page 1019: Un dia de colera   arturo perez-reverte

destino. Dentro de siete años seráJoachim Murat quien, con mala memoriay peor decoro, derrame lágrimas enPizzo, Nápoles, cuando lo sentencien amorir fusilado. Sin embargo, ellugarteniente del Emperador en Españano ha sabido ver esta tarde, ante él, másque a un cura despreciable de sotanasucia y rota, con huellas de culatazos enla cara y un brillo fanático, pese a todo,en los ojos enrojecidos de sufrimiento ycansancio. Vulgar carne de paredón.

—Lo dice el Evangelio, ¿no, cuga?… El que a hiego mata, a hiego muere.Así que te vamos a fusilag.

—Pues que Dios te perdone, francés.

Page 1020: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Porque yo no pienso hacerlo.Ahora, bajo la lluvia que arrecia,

don Francisco Gallego y los demásllegan a las huertas de Leganitos y elcuartel del Prado Nuevo. Allípermanecen largo rato en la puerta,mojándose y temblando de frío, mientraslos franceses reúnen dentro otra cuerdade presos. Salen en ella los albañilesFernando Madrid, Domingo Méndez,José Amador, Manuel Rubio, AntonioZambrano y José Reyes, capturados porla mañana en la iglesia de Santiago.También vienen maniatados y mediodesnudos el mercero José Lonet, eloficial jubilado de embajadas Miguel

Page 1021: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Gómez Morales, el banderillero GabrielLópez y el soldado de Voluntarios delEstado Manuel García, a quien antes desalir despojan los guardias de las botas,el cinturón y la casaca del uniforme. Unavez fuera del cuartel, el oficial francésque manda la escolta cuenta losprisioneros a la luz de un farol.Disconforme con el número, dirige unaspalabras a los soldados, que entran en eledificio y a poco regresan con cuatrohombres más: el platero de AtochaJulián Tejedor, el guarnicionero de laplazuela de Matute Lorenzo Domínguez,el jornalero Manuel Antolín Ferrer y elchispero Juan Suárez. Puestos con los

Page 1022: Un dia de colera   arturo perez-reverte

otros, el oficial da una orden y el tristegrupo prosigue la marcha hacia unastapias que están muy cerca, entre lacuesta de San Vicente y la alcantarillade Leganitos. Son las tapias de lamontaña del Príncipe Pío.

Esta misma noche, mientras elsacerdote don Francisco Gallego caminacon la cuerda de presos, sus superioreseclesiásticos preparan documentosmarcando distancias respecto a losincidentes del día. Más adelante, sobretodo después de la derrota francesa enBailén, la evolución de los

Page 1023: Un dia de colera   arturo perez-reverte

acontecimientos y la insurreccióngeneral llevarán al episcopado española adaptarse a las nuevas circunstancias;aunque, pese a todo, diecinueve obisposserán acusados, al final de la guerra, decolaborar con el Gobierno intruso. Entodo caso, la opinión oficial de laIglesia sobre la jornada que hoyconcluye se reflejará, elocuente, en lapastoral escrita por el Consejo de laInquisición:

El alboroto escandaloso del bajopueblo contra las tropas delEmperador de los franceses hacenecesaria la vigilancia más activa y

Page 1024: Un dia de colera   arturo perez-reverte

esmerada de las autoridades…Semejantes movimientos tumultuarios,lejos de producir los efectos propiosdel amor y la lealtad bien dirigidos,sólo sirven para poner la Patria enconvulsión, rompiendo los vínculos desubordinación en que está afianzada lasalud de los pueblos.

Pero entre todas las cartas ydocumentos escritos por las autoridadeseclesiásticas en torno a los sucesos deMadrid, la pastoral de don MarcosCaballero, obispo de Guadix, será lamás elocuente. En ella, tras aprobar elcastigo «justamente merecido por los

Page 1025: Un dia de colera   arturo perez-reverte

desobedientes y revoltosos», SuIlustrísima previene:

Tan detestable y pernicioso ejemplono debe repetirse en España. Nopermita Dios que el horrible caos de laconfusión y el desorden vuelva amanifestarse… La recta razón conoce yve muy a las claras la horrenda ymonstruosa deformidad del tumulto,sedición o alboroto del ciego y neciovulgo.

Leandro Fernández de Moratín no hasalido de su casa de la calle Fuencarral.

Page 1026: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Se vistió por la mañana con desaliño ymiedo, pues no quería que las turbas —alas que temía ver en su escalera,capitaneadas por la cabrera tuerta— loarrastrasen por las calles en pantuflas ybata. Y así continúa esta noche,despeinado y sin afeitar, intacta la cenaque le sirvió su vieja criada. Eldramaturgo ha pasado las últimas horassin moverse de la mecedora,desasosegado, unas veces intentandotrabajar ante el papel en blanco mientrasla tinta se secaba en el cañón de lapluma, otras con un libro abierto cuyaslíneas era incapaz de leer. Todo el díafue un ir y venir al balcón, el alma en la

Page 1027: Un dia de colera   arturo perez-reverte

boca, esperando noticias de los amigos,pero sólo el abate Juan Antonio Melón,su íntimo, acudió a visitarlo. La soledady zozobra de Moratín se han vistoacentuadas por el pavor ante losdisparos, los gritos de paisanosexaltados, el ruido de la caballeríafrancesa recorriendo las calles. En elcorto tiempo que pasaron juntos, Melónquiso tranquilizarlo, contándole cómolos franceses reprimían los disturbios yla Junta de Gobierno publicaba laspaces. Ahora, devuelto a laincertidumbre, con la noche asomada alos cristales del mirador como negraamenaza, Moratín no sabe qué pensar.

Page 1028: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Distanciado de las clases popularespese a su éxito teatral, detesta poreducación y timidez la violenciaignorante, desaforada, de las clasesbajas cuando se desmandan; pero almismo tiempo se siente patriota sincero,y la escopetada francesa y las muertesde paisanos indefensos repugnan a sussentimientos de español ilustrado.

«Infeliz, cruel, amada y odiosapatria», se dice con amargura. Despuéscierra de golpe el libro, vuelve a medirel salón con pasos inciertos, atiende unmomento junto al balcón y va a apoyarseen el aparador, la mirada perdida en losvolúmenes que cubren la pared frontera.

Page 1029: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Siente que la jornada que hoy termina leda la razón. No encuentra en suconciencia de artista, en sus ideas quesiempre tuvieron como referente el otrolado de los Pirineos, otra senda que lasumisión a Francia: el poderincontestable, sin remedio ni vueltaatrás. No subirse a ese carro triunfalsignifica, para el dramaturgo y para losque sienten como él —afrancesados, tanexecrados por el populacho—, quedar almargen de la Historia, del Arte y delProgreso. Ésa es la causa de queMoratín, pese a la turbación que leproducen las descargas sueltas quesuenan en la distancia, oponga al dolor

Page 1030: Un dia de colera   arturo perez-reverte

del corazón el bálsamo de la razón,aliviada por el hecho de que, brutal yobjetivamente, tales escopetazos ponenlas cosas en su sitio. Ese doblesentimiento imposible de conciliarexplicará que, en los tiempos que estánpor venir, el más brillante literato deEspaña ponga su talento al servicio deMurat y el futuro rey José, y adule aéstos y a Napoleón como hizo antañocon Carlos IV y con Godoy. Del mismomodo que más adelante, tras emprenderel camino triste del exilio con lasderrotadas tropas francesas —únicasgarantes de su vida—, adulará tanto laConstitución de Cádiz como a Fernando

Page 1031: Un dia de colera   arturo perez-reverte

VII, buscando una rehabilitaciónimposible. Y veinte años después deesta noche aciaga, Moratín morirá enParís amargado y estéril, atormentadopor haber traicionado a una nación a laque dio su obra literaria, pero a la queno supo, ni quiso, acompañar en elsacrificio. Al cabo, muchos años mástarde, uno de sus biógrafos hará unresumen de su carácter que podríaservirle de epitafio: «Si cambió deparecer, es porque nunca lo tuvo».

La lluvia salpica por todas partes enla oscuridad. Son las cuatro de la

Page 1032: Un dia de colera   arturo perez-reverte

mañana y aún es noche cerrada. Frenteal cuartel del Prado Nuevo, en undescampado de la montaña del PríncipePío, dos faroles puestos en el sueloiluminan, en penumbra y a contraluz, ungrupo numeroso de siluetas agrupadasjunto a un talud de tierra y una tapia:cuarenta y cuatro hombres maniatadossolos, por parejas o en reatas de cuatroo cinco ligados a una misma cuerda. Conellos, entre el soldado de Voluntariosdel Estado Manuel García y elbanderillero Gabriel López, el chisperoJuan Suárez observa con recelo elpelotón de soldados franceses formadosen tres filas. Son marinos de la Guardia,

Page 1033: Un dia de colera   arturo perez-reverte

ha dicho García, que por su oficioconoce los uniformes. Cubiertos conchacós sin visera, los franceses llevan alcinto sables de tiros largos y protegende la lluvia las llaves de sus fusiles. Laluz de los fanales hace brillar loscapotes grises, relucientes de agua.

—¿Qué pasa? —pregunta GabrielLópez, espantado.

—Pasa que se acabó —murmura,lúcido, el soldado Manuel García.

Muchos advierten lo que está a puntode ocurrir y caen de rodillas,suplicando, maldiciendo o rezando.Otros levantan en alto sus manos atadas,apelando a la piedad de los franceses.

Page 1034: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Entre el clamor de ruegos eimprecaciones, Juan Suárez escucha auno de los presos —el único sacerdoteque hay entre ellos— rezar en voz alta elConfiteor, coreado por algunas vocestrémulas. Otros, menos resignados, serevuelven en sus ataduras e intentanacometer a los verdugos.

—¡Hijos de puta!… ¡Gabachos hijosde puta!

Algunos guardianes apartan apresos, empujándolos con las bayonetascontra el talud y la tapia. Otros,nerviosos por el griterío, empiezan adisparar a los más agitados. Resuenandescargas aquí y allá, y los fogonazos

Page 1035: Un dia de colera   arturo perez-reverte

iluminan rostros airados, expresionesdesencajadas de pánico o de odio.Comienzan a caer los hombres, sueltos oen confuso montón. Suena una ordenfrancesa, y la primera fila de soldadoscon capotes grises levanta a un tiempolos fusiles, apunta, y una descargacerrada abate al primer grupo puestoante la tapia.

—¡Nos matan!… ¡A ellos!… ¡Aellos!

Algunos desesperados, muy pocos,se lanzan contra las bayonetas francesas.Hay quien ha roto sus ligaduras y alzalos brazos desafiantes, avanza unospasos o intenta huir. A golpes de

Page 1036: Un dia de colera   arturo perez-reverte

bayoneta y culatazos, los guardianesempujan a otro grupo, y los presosavanzan a ciegas, despavoridos,pisoteando cuerpos. En un instante, lasegunda fila de capotes grises releva ala primera, resuena otra orden, y unnuevo rosario de tiros, cuyo resplandorse fragmenta y multiplica en las ráfagasde lluvia, salpica la escena. Caen máshombres en montón, segados de golpegritos, insultos y súplicas. Ahora losfranceses retroceden un poco paradejarse mayor espacio, y resuena elestampido de una tercera descarga,cuyos fogonazos se reflejan, rojos, enlos regueros de sangre que corren sobre

Page 1037: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los cuerpos caídos, mezclándose con elagua del suelo. Amarrado a ManuelGarcía y a Gabriel López, Juan Suárez,que se ha visto empujado contra el taludy obligado a arrodillarse a golpes deculata y pinchazos de bayoneta, tropiezacon los muertos y agonizantes, resbalaen el barro y la sangre. Entre la lluviaque le corre por la cara, mira aturdidolas siluetas grises que encaran de nuevolos fusiles, apuntándole. Tiembla de fríoy de miedo.

—Feu!El rosario de fogonazos lo

deslumbra, y siente el plomo golpear asu espalda en la tierra, chascar en la

Page 1038: Un dia de colera   arturo perez-reverte

carne de los hombres que tienealrededor. Se revuelve con un espasmoangustiado, intentando hurtar el cuerpo,y de pronto siente las manos libres,como si al caer sus compañeros quedaserota la atadura por un tirón o una bala.Lo cierto es que se mantiene sobre suspiernas, ofuscado y lleno de terror trasla descarga, entre otros que siguen depie o arrodillados y gritan, se agrupan ocaen heridos, muertos. Un ramalazoconfuso y desesperado recorre el cuerpodel chispero, haciéndolo retroceder deespaldas hasta dar en el talud. Allí, trasmirar incrédulo sus muñecas libres,llevado por súbita resolución, aparta a

Page 1039: Un dia de colera   arturo perez-reverte

manotadas a los hombres que aún lorodean, y pisoteando cadáveres ymoribundos, lodo y sangre, corredespavorido hacia la oscuridad. Pasaasí, veloz y afortunado, entre sombrasamigas o enemigas, manos que intentanretenerlo, voces, fogonazos de tiros quelo rozan a quemarropa. Al fin, disparosy gritos quedan atrás. La noche se tornatinieblas, agua negra, chapoteo de barrobajo los pies que siguen corriendo conla desesperación del instinto que a ellosfía la vida. Desaparece de pronto elsuelo, rueda Suárez por la cuesta de unahondonada y llega magullado, sinaliento, hasta una tapia alta. De nuevo

Page 1040: Un dia de colera   arturo perez-reverte

oye voces de franceses que correndetrás y le dan alcance.

—Arrête, salaud!… Viens ici!Suenan más tiros y un par de balazos

zumban cerca. Salta el chispero con ungemido de angustia, se agarra a lo altode la tapia y trepa como puede,resbalando en la pared mojada. Susperseguidores están allí mismo,queriendo agarrarlo por las piernas;pero él se desembaraza pataleando. Yaunque siente los golpes de un sablehiriéndolo en un muslo, un hombro y lacabeza, cae vivo al otro lado, seincorpora sin mirar atrás y siguecorriendo a ciegas, recortado en la

Page 1041: Un dia de colera   arturo perez-reverte

estrecha línea azulgris del alba queempieza a definirse en el horizonte, bajola lluvia.

A las cinco y cuatro minutosamanece sobre Madrid. Ha dejado dellover, y la claridad brumosa del díaempieza a extenderse por las calles.Envueltas en sus capotes, inmóviles enlas esquinas de la ciudad atemorizada ysilenciosa, las siluetas grises de loscentinelas franceses se destacanamenazantes. Los cañones enfilanavenidas y plazas donde los cadáverespermanecen tirados en el suelo,

Page 1042: Un dia de colera   arturo perez-reverte

arrimados a los muros sobre charcos delluvia reciente. Una patrulla decaballería francesa pasa despacio, conruido de herraduras resonando en lascalles estrechas. Son dragones, y llevanlos cascos mojados, los capotes colorceniza sobre los hombros y lascarabinas cruzadas en el arzón.

—¿Llevan prisioneros?—No. Van solos.—Creí que venían a buscarte.Desde la ventana de su casa, el

teniente Rafael de Arango ve alejarse alos jinetes franceses mientras se anudael corbatín. Ha pasado la noche enblanco, preparando su fuga de Madrid.

Page 1043: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Murat ha ordenado al fin que se detengaa cuantos artilleros participaron en lasublevación del parque de Monteleón, yel joven teniente no va a quedarseesperando. Su hermano, el intendentehonorario del Ejército José de Arango,en cuya casa vive, lo ha convencidopara que se evada de la ciudad,haciendo los preparativos adecuadosmientras Rafael dispone lo necesariopara el viaje. Como primer paso, ambosse proponen cumplir con una formalidadmínima: visitar al ministro de la Guerra,0’Farril, con quien la familia Arangotiene lazos de parentesco y paisanaje,para consultarle los pasos a dar. En

Page 1044: Un dia de colera   arturo perez-reverte

previsión de que el ministro no quieracomprometerse en favor del tenienteartillero, su hermano ha trazado ya, conalgunos amigos militares, un plan defuga: Rafael irá al cuartel de GuardiasEspañolas, donde tienen previstoesconderlo hasta que, disfrazado dealférez de ese cuerpo, puedan hacerlosalir de la ciudad.

—Estoy listo —dice el joven,poniéndose el sobretodo.

Su hermano lo mira condetenimiento. Le lleva casi diez años, loquiere mucho y cuida de él como loharía su padre ausente. Rafael deArango observa que parece emocionado.

Page 1045: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Hay que darse prisa.—Claro.El teniente de artillería se mete en

los bolsillos —viste de paisano, porprecaución— un cartucho de monedasde oro y el reloj que su hermano acabade darle, así como los documentosfalsos que lo acreditan como alférez deGuardias Españolas y una miniatura conel retrato de su madre que tenía en eldormitorio. Por un momento contemplael cachorrillo cargado que hay sobre lamesa, dudando si cogerlo o no, mientrasprudencia e instinto militar se debatenen su ánimo. El hermano resuelve lacuestión, moviendo la cabeza.

Page 1046: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Es peligroso. Y tampoco serviríade nada.

Se miran un instante en silencio,pues apenas hay más que decir. Rafaelde Arango consulta la hora en el reloj.

—Siento darte tantas inquietudes.Sonríe el otro, melancólico.—Hiciste lo que tenías que hacer. Y

gracias a Dios sigues vivo.—¿Recuerdas lo que me dijiste ayer

por la mañana, casi a esta misma hora?… Acuérdate siempre de que hemosnacido españoles.

—Ojalá todos lo hubiéramoshecho… Ojalá todos nos hubiéramosacordado de lo que somos.

Page 1047: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Cuando los dos se dirigen a lapuerta, el teniente se detiene, pensativo,tomando a su hermano por el brazo.

—Espera un momento.—Tenemos prisa, Rafael.—Espera, te digo. Hay algo que no

te he contado todavía. Ayer en elparque, hubo momentos extraños. Mesentía raro, ¿sabes?… Ajeno a todocuanto no fuese aquella gente y aquelloscañones con los que nos esforzábamostanto… Era singular verlos a todos, lasmujeres, los vecinos, los muchachos,pelear como lo hicieron, sin municionescompetentes, sin foso y sin defensas, apecho descubierto, y a los franceses tres

Page 1048: Un dia de colera   arturo perez-reverte

veces rechazados y hasta en una ocasiónprisioneros… Que eran diez veces másque nosotros, y no pensaron en fugarsecuando les tiramos el cañonazo, porqueestaban más atónitos que vencidos… Nosé si comprendes lo que quiero decir.

—Lo comprendo —sonríe elhermano—. Te sentías orgulloso, comoyo lo estoy ahora de ti.

—Quizá sea la palabra. Orgullo…Me sentía así entre aquellos paisanos.Como una piedra de un muro,¿entiendes?… Porque no nos rendimos,fíjate bien. No hubo capitulación porqueDaoiz no quiso. No hubo más que unaola inmensa de franceses anegándonos

Page 1049: Un dia de colera   arturo perez-reverte

hasta que no tuvimos con qué pelear.Dejamos de luchar sólo cuando nosinundaron, ¿ves lo que quiero decir?…Como se deshace y desmorona un murodespués de haber aguantado muchasavenidas y torrentes y temporales, hastaque ya no puede más, y cede.

Calla el joven y permanece absorto,perdida la mirada en los recuerdosrecientes. Inmóvil. Luego ladea un pocola cabeza, vuelta hacia la ventana.

—Piedras y muros —añade—. Porun momento parecíamos una nación…Una nación orgullosa e indomable.

El hermano, conmovido, apoya conafecto una mano en su hombro.

Page 1050: Un dia de colera   arturo perez-reverte

—Fue un espejismo, ya lo ves. Noduró mucho.

Rafael de Arango sigue quieto,mirando la ventana por la que, como ungris presentimiento, entra la luz del 3 demayo de 1808.

—Nunca se sabe —murmura—. Enrealidad, nunca se sabe.

La Navata, octubre de 2007

Page 1051: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Nota del Autor

Además de largos paseos por lascalles de Madrid y consultas puntualesde documentos, es abundante el materialbibliográfico manejado como base paraeste relato. Quizá sea útil consignaralgunas referencias que permitan allector profundizar en la materia,deslindar —si lo desea— los límitesentre lo real y lo inventado, y cotejar losaspectos históricamente probados conlos muchos puntos oscuros que,

Page 1052: Un dia de colera   arturo perez-reverte

doscientos años después de la jornadadel Dos de Mayo, todavía discutenhistoriadores y expertos militares. Estarelación no incluye libros ni documentospublicados después de junio de 2007:

Ramón de Mesonero Romanos.Memorias de un setentón.Ramón de Mesonero Romanos. Elantiguo Madrid.Elías Tormo. Las iglesias del antiguoMadrid.Sociedad de Bibliófilos españoles.Colección general de los trajes que enla actualidad se usan en España: 1801.Imprenta Real. Kalendario manual y

Page 1053: Un dia de colera   arturo perez-reverte

guía de forasteros en Madrid para elaño 1808.Rafael de Arango. Manifestación de losacontecimientos del parque deArtillería de Madrid.J. Alía Plana. Dos días de mayo de1808 en Madrid, pintados por Goya.J. Alía Plana y J. M. Guerrero Acosta.El «Estado del Ejército y la Armada»de Ordovás.J. M. Guerrero Acosta. Los franceses enMadrid, 1808.J. M. Guerrero Acosta. El ejércitonapoleónico en España y la ocupaciónde Madrid.Emilio Cotarelo. Isidoro Máiquez y el

Page 1054: Un dia de colera   arturo perez-reverte

teatro de su tiempo.Manuel Ponce. Máiquez, el actormaldito.José de Palafox. Memorias.Antonio Ponz. Viaje de España.Comte Murat. Murat, lieutenant del'Empereur en Espagne 1808.Marcel Dupont. Murat.L. y F. Funcken. L'Uniforme et lesarmes des soldats du Premier Empire.VV. AA. Goya. Los fusilamientos del 3de mayo.Richard Tüngel. Los fusilamientos de 3de mayo de Goya.Baron de Marbot. Mémoires.M. A. Martín Mas. La GrandeArmée.

Page 1055: Un dia de colera   arturo perez-reverte

J. J-E. le Roy. Souvenirs de la guerrede la Peninsule.José Gómez de Arteche. Guerra de laIndependencia. Historia militar deEspaña de 1808 a 1814.Ministerio de Defensa. Historia de lainfantería española.Jacques Domange. L’Armée deNapoleón.Marqués del Saltillo. Misceláneamadrileña, histórica y artística.Josep Fontana. La época delliberalismo.Alphonse Grasset. La guerred'Espagne.Ministerio de Defensa. El ejército de

Page 1056: Un dia de colera   arturo perez-reverte

los Borbones.Ricardo de la Cierva. Historia militarde España.José Mor de Fuentes. Bosquejillo de mivida.Joaquín de Entrambasaguas. El Madridde Moratín.Antonio Papell. Moratín y su época.Fundación Caja Madrid. Madrid. Atlashistórico de la ciudad.J. M. Bueno. Soldados de España.Peñasco y Cambronero. Las calles deMadrid.Pedro de Répide. Las calles de Madrid.Josef María Bouillé. Guía del oficialparticular para campaña. 1805.

Page 1057: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Cayetano Alcázar. El Madrid del Dosde Mayo.Manuel Godoy. Memorias.Christian Demange. El Dos de Mayo.Mito y fiesta nacional (1808-1958).M. A. Thiers. Histoire du Consulat etde l'Empire.Museo del Ejército. Madrid, el 2 demayo de 1808.Martín de Riquer. Reportaje de laHistoria.J. C. Montón. La revolución armada delDos de Mayo en Madrid.Cevallos y Escoiquiz. Mémoires.Antonio Alcalá Galiano. Memorias.General Foy. Histoire de la guerre de

Page 1058: Un dia de colera   arturo perez-reverte

la Peninsule sous Napoléon.Juan Pérez de Guzmán y Gallo. El Dosde Mayo de 1808 en Madrid.Conde de Toreno. Historia dellevantamiento, guerra y revolución deEspaña.Calcografía Nacional de Madrid.Estampas de la Guerra de laIndependencia.Fernando Díaz-Plaja. Dos de Mayo de1808.José Blanco White. Cartas de España.VV. AA. El Dos de Mayo y susprecedentes. Actas del congresointernacional.VV. AA. Memorial de artillería.

Page 1059: Un dia de colera   arturo perez-reverte

VV. AA. Histoire et dictionnaire duConsulat et de l’Empire.VV. AA. Répertoire mondial dessouvenirs napoléoniens.Dr. Ledran. Tratado de las heridas dearmas de fuego.Academia de Caballeros GuardiasMa r i na s . Ejercicios de cañón ymortero.Ronald Fraser. La maldita guerra deEspaña.Rafael Farias. Memorias de la Guerrade la Independencia escritas porsoldados franceses.David Gates. La úlcera española.Ricardo García Cárcel. El sueño de la

Page 1060: Un dia de colera   arturo perez-reverte

nación indomable.Charles Esdaile. España contraNapoleón.J. M. Cuenca Toribio. La Guerra de laIndependencia: un conflicto decisivo.Manuel Izquierdo. Antecedentes ycomienzos del reinado de FernandoVII.Pere Molas Ribalta. La España deCarlos IV.Andrés Muriel. Historia de Carlos IV.E. Bukhari y A. McBride. Caballería einfantería napoleónicas.E. Bukhari y A. McBride. Napoleon'sDragoons and Lancers.E. Bukhari y A. McBride. Napoleon's

Page 1061: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Cuirassiers and Carabiniers.Philip Haythornthwaite. Napoleon'sLine Infantry.Charmy. La Garde Impériale à Pied.R. Chartrand y B. Younghusband.Spanish Army of the Napoleonics Wars(1793-1808).André-Fugier. Napoléon et l'Espagne.Jean-Joël Bregeon. Napoléon et laguerre d’Espagne.W. F. P. Napier. History of the War inthe Peninsula.Hans Juretschke. Los afrancesados enla Guerra de la Independencia.William Beckford. Un inglés en laEspaña de Godoy.

Page 1062: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Ayuntamiento de Madrid. Plano deMadrid según la maqueta de D. LeónGil de Palacio.Ayuntamiento de Madrid. Planimetríageneral de Madrid de 1749 a 1764Tomás López. Plano geométrico deMadrid en 1785.Fausto Martínez de la Torre. Plano dela villa y corte de Madrid en 1800.Juan López. Plano de Madrid en 1812.Museo Municipal de Madrid. Vistasantiguas de Madrid.

Page 1063: Un dia de colera   arturo perez-reverte

Arturo Pérez-Reverte (Cartagena,España, 1951) se dedica en exclusiva ala literatura, tras vivir 21 años (1973-1994) como reportero de prensa, radio ytelevisión, cubriendo informativamentelos conflictos internacionales en eseperiodo. De su producción literariadestacan títulos como El húsar (1986),

Page 1064: Un dia de colera   arturo perez-reverte

El maestro de esgrima (1988), La tablade Flandes (1990), El club Dumas(1993), La sombra del águila (1993),Territorio comanche (1994), La pieldel tambor (1995), La carta esférica(2000), Con ánimo de ofender (2001),La Reina del Sur (2002), CaboTrafalgar (2004), El pintor de batallas(2006), Un día de cólera (2007), Ojosazules (2009), Cuando éramoshonrados mercenarios (2009) y lacolección Las aventuras del capitánAlatriste, iniciada en 1996. Estos títulosconsolidan una espectacular carreraliteraria más allá de nuestras fronteras,donde ha recibido importantes

Page 1065: Un dia de colera   arturo perez-reverte

galardones literarios, entre los cualescabe destacar el Grand Prix de literaturapolicíaca de Francia (1993) y PremioPalle Rosenkranz de Dinamarca por Elclub Dumas (1994) o el premio JeanMonnet de literatura europea por La pieldel tambor (1997). En 1998 esnombrado Caballero de la Orden de lasLetras y las Artes de Francia; en 2003,miembro de la Real Academia Españolay en 2004, primer Doctor Honoris Causade la Universidad Politécnica deCartagena.