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TropicalForest Conservation Long-Term Processes of Human Evolution, Cultural Adaptations and Consumption Patterns

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TropicalForestConservationLong-Term Processes of Human Evolution, Cultural Adaptations and Consumption Patterns

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Long-Term Processes of Human Evolution, Cultural Adaptations and Consumption Patterns

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Published in 2016 by the United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, 7, place de Fontenoy, 75352 Paris 07 SP, France and the UNESCO Office in Mexico, Presidente Masaryk 526, Polanco, Miguel Hidalgo, 11550 Ciudad de Mexico, D.F., Mexico.

© UNESCO 2016

ISBN: 978-92-3-000042-4

This publication is available in Open Access under the Attribution-ShareAlike 3.0 IGO (CC-BY-SA 3.0 IGO) license (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/igo/). By using the content of this publication, the users accept to be bound by the terms of use of the UNESCO Open Access Repository (http://www.unesco.org/open-access/terms-use-ccbysa-en).

The designations employed and the presentation of material throughout this publication do not imply the expression of any opinion whatsoever on the part of UNESCO concerning the legal status of any country, territory, city or area or of its authorities, or concerning the delimitation of its frontiers or boundaries.

The ideas and opinions expressed in this publication are those of the authors; they are not necessarily those of UNESCO and do not commit the Organization.

Original idea, concept, coordination and supervision of the editing and publication: The UNESCO Office in Mexico.

Conception, Edition and General Coordination of the project:Nuria Sanz, Head and Representative, UNESCO Office in Mexico Editorial work:Rachel Christina Lewis, UNESCO Office in MexicoJosé Pulido Mata, UNESCO Office in MexicoChantal Connaughton, UNESCO Office in Mexico Graphic and cover design:Ananda Ramírez Cordero

The UNESCO Office in Mexico would like to thank the Instituto de Ecología (INECOL) in Xalapa, the Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) and the Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH for their collaboration. We would also like to extend our gratitude to all of the participants, whose contributions have made this publication possible.

Printed in Mexico.

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AbstractThe protection of tropical forests and the development of sustainable land use practices in the humid tropics are of global importance, as these forests represent a great reservoir of biodiversity and are of crucial importance to the regulation of the Earth’s climate. Learning to manage ecosystems sustainably is a pressing priority, as wide areas of tropical forest are continuously turned into savannas through positive feedback fuelled by anthropogenic fire, the reduction of evapotranspiration and climate change.

This article presents two case studies of pre-Columbian land use in the Neotropics which have implications for the future sustainability of Amazonia: anthropogenic soils known as Amazonian Dark Earths (ADEs) and raised field agriculture. This article also discusses the extent to which these two components may encourage policies that lay out alternative strategies to the slashing and burning of tropical forests by industrial and traditional agriculture, as well as flood mit gation in Neotropical savannas.

Resumen La protección de las florestas tropicales y el desarro-llo de prácticas de uso de la tierra sostenibles en los trópicos húmedos son de importancia global, ya que éstas representan un gran reservorio de biodiversidad y son de crucial importancia para la regulación del clima de la tierra. Aprender a manejar de manera sosteni-ble estos ecosistemas es una prioridad urgente, ya que grandes zonas de floresta tropical continúan transfor-mándose en sabanas a través de la retroalimentación positiva impulsada por los incendios antropogénicos, la reducción de la evapotranspiración y el cambio cli-mático.

En este artículo se discuten dos casos de estudio del uso precolombino de la tierra en los neotrópicos, los cuales tienen implicaciones para considerar un futuro soste-nible de la Amazonia: los suelos antrópicos conocidos como Amazonian Dark Earths (ADEs) y los campos elevados. Además, se discute hasta qué punto los ADEs y la agricultura de campos elevados pueden motivar políticas que diseñen estrategias alternativas a la quema de las florestas tropicales por la agricultura industrial y tradicional, así como la mitigación de las inundaciones en las sabanas neotropicales.

José Iriarte

Department of Archaeology, University of Exeter, United Kingdom

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Un futuro sostenible para la Amazonia: lecciones de la arqueologíaIntroducciónDurante los últimos 10 mil años, los humanos han destinado una parte cada vez mayor de la biosfera a la producción de alimentos. La inventiva humana para do-mesticar plantas y animales, transformar los ambientes e intensificar la agricultura ha permitido un aumento de la producción de alimentos que parecería no tener límites. La Revolución Verde, que comenzó a partir de la década de 1960, con-dujo a un aumento dramático de la producción agrícola mundial (véase Evenson & Gollin, 2003). Es así que mediante la sustitución de los controles internos de los procesos ecológicos —tales como el suministro de nutrientes y la supresión de pla-gas— por controles externos —tales como los fertilizantes y plaguicidas— la agricul-tura industrial intensiva fue divorciando a la agricultura de la ecología (Robertson & Swinton, 2005; Vandermeer, 2011). En la actualidad, es ampliamente reconocido que la Revolución Verde trajo consigo altos costos ambientales y sociales (Altieri, 2008; Robertson & Swinton, 2005). Este modelo de agricultura ha contribuido a degradar los servicios que proveen los ecosistemas y de los cuales depende la vida, entre los que se hallan los ciclos de los nutrientes del agua, el carbono, así como la regulación del clima (Robertson & Swinton, 2005; Perfecto & Vandermeer, 2008). En este sentido, si bien la Revolución Verde ha favorecido a los agricultores de gran escala, en contrapartida ha obligado a muchos agricultores de pequeña escala a migrar a las ciudades, así como ha contribuido a la pobreza urbana (Spencer, 2000). La práctica de la agricultura como una suerte de “sacrificio” ecológico y social ya no es sostenible (Scherr & McNeely, 2008). El gran reto de la agricultura sosteni-ble es, por un lado, satisfacer la demanda de alimentos de una población mundial en crecimiento; mientras que por el otro, intentar salvaguardar los servicios de los ecosistemas (Hobbs et al., 2008).

La fracción de superficie terrestre dedicada a la agricultura es enorme y cada vez mayor (Robertson & Swinton, 2005). La gestión de la tierra de tal forma que man-tenga los servicios de los ecosistemas requerirá de innovación tanto en la agricultura

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como en las políticas agrícolas (Pretty, 2008). Sin embargo, las políticas actuales para el desarrollo y la investigación hacen hincapié en la modificación genética de las plantas cultivadas, lo cual va en detrimento de los recursos dirigidos a la innova-ción agroecológica (Vanloqueren & Baret, 2009). Existe una necesidad urgente de aplicar la ecología para la adaptación, el diseño y la gestión de los paisajes agríco-las que generen beneficios para la producción, la biodiversidad y las comunidades locales (Scherr & McNeely, 2008; Vandermeer, 2011). Esto requerirá avances en la ecología (Robertson & Swinton, 2005), ya que muy pocos sistemas agrícolas se comprenden bien a nivel del ecosistema. En particular, es sólo uno de los servicios de los ecosistemas, el rendimiento de la cosecha, el que se ha privilegiado en detri-mento de otros, como por ejemplo, el mantenimiento de los ciclos biogeoquímicos. Es por ello que se necesita de mayor investigación para identificar los organismos y los procesos ecológicos que juegan un papel clave en el funcionamiento de los agroecosistemas (Robertson & Swinton, 2005) y a su vez se deben encontrar formas de explicar y promover el valor de los servicios que éstos prestan a los humanos.

Un subconjunto de este conocimiento que ha atraído una atención especial es el conocimiento tradicional “fósil” de las culturas pasadas. Mucho antes de que emer-giera la agricultura industrial estilo occidental, muchas otras culturas se dedicaron a la agricultura intensiva, a veces empleando técnicas que prácticamente han desapa-recido en la actualidad. La historia y la prehistoria nos ofrecen muchos ejemplos de diversas trayectorias hacia una intensificación (Denevan, 1995; Erickson, 1992; Gu-ttmann-Bond, 2010; Thurston and Fisher, 2007). Debido a su profundidad tempo-ral y la multiplicidad de casos disponibles para el estudio, los estudios arqueológicos pueden proporcionarnos una visión comparativa única sobre la sostenibilidad de los sistemas agrícolas, su capacidad de resiliencia, así como su vulnerabilidad, tanto a factores ambientales extrínsecos, como el cambio climático, o a factores intrínsecos de las sociedades (Janssen & Scheffer, 2004; Kemp et al., 2006; Branch et al., 2007). La información disponible nos sugiere que algunos de estos sistemas de agricultura intensiva prehistóricos fueron probablemente sostenibles durante siglos (Armillas, 1971; Coe, 1964; Denevan, 1995; Erickson, 1992), algunos de los cuales pueden haber sido utilizados de manera continua por más de un milenio (Gliessman, 1991; Mathewson, 1987). Sin embargo, sería descabellado suponer que cualquiera de es-tos sistemas agrícolas son panaceas —después de todo, muchos han desaparecido y es obvia la importancia de conocer las razones por las cuales desaparecieron— o que podrían ser incorporados de manera intacta a los diferentes contextos sociales, tec-noeconómicos y ambientales modernos (véanse Doolittle et al., 2002, y Lombardo et al., 2011). Es así que nos debemos preguntar: ¿podría este conocimiento “fósil” local de las culturas tradicionales —como se infiere de los estudios arqueológicos, geoarqueológicos y arqueobotánicos, y a partir de los resultados de los experimen-tos de rehabilitación— proporcionar información útil para la práctica de agricultura intensiva sostenible en el siglo XXI?

Los estudios arqueológicos precolombinos de Latinoamérica nos proporcionan dos ejemplos de técnicas agrícolas ampliamente practicadas en el pasado, pero ahora

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Figura 1. Mapa de Sudamérica que muestra la ubicación de los sitios con agricultura de campos elevados y la distribución de las ADEs (puntos negros) (tomado de WinklerPrins & Aldrich, 2010). 1) Zona central de los Llanos de Mojos al este de la ciudad de Trinidad, Bo-livia. 2) Región de Baures en los llanos de Mojos, Bolivia. 3) Cuenca baja del Río Guayas, Ecuador. 4) Río Daule, Ecuador. 5) Región de Tolima-Toluca, costa Pacífica de Colombia. 6) Río San Jorge, Colombia. 7) Llanos de Barinas, Venezuela. 8) Costa de la Guyana Francesa. © José Iriarte.

prácticamente extintas, las cuales se considera que tienen potencial real para con-tribuir al diseño de agroecosistemas sostenibles modernos (Darch, 1988; Doolittle et al., 2002; Lehmann et al., 2006; Siemens, 2000). Las técnicas empleadas parecen no sólo haber proporcionado nuevas soluciones a las fuertes restricciones ambien-tales para la producción de alimentos, sino que también parecen haber tenido efec-tos en el funcionamiento del ecosistema que hoy consideraríamos positivo. Estos dos ejemplos son los suelos antropogénicos conocidos generalmente como Terras Pretas, hoy denominadas Amazonian Dark Earths (de aquí en adelante ADEs) y los sistemas de cultivo en campos elevados. Estos dos ejemplos se describen en las próximas secciones del capítulo con más detalle.

Amazonian Dark EarthsEl primero de estos ejemplos es el descubrimiento de suelos que fueron modi-ficados, con o sin intención, con grandes cantidades de carbón vegetal, materia orgánica con alto contenido de nutrientes y cenizas, los cuales fueron creados por los agricultores precolombinos amazónicos (Glaser et al., 2001; Glaser, 2007; Pe-

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tersen et al., 2001; Woods et al., 2009). Las propiedades bioquímicas hacen que estas ADEs sean mucho más fértiles que los oxisoles y ultisoles de los cuales se deri-van (Glaser, 2007). La investigación de estos suelos por arqueólogos, científicos del suelo y ecólogos ha estimulado un floreciente interés en el biochar o biocarbono (Atkinson et al., 2010; Glaser, 2007; Glaser et al., 2002; Lehmann, 2009; Roberts et al., 2009). Además de conferir mayor fertilidad, los agregados de biocarbono están atrayendo un gran interés como una forma de almacenar carbono en los suelos de forma duradera (Lehmann et al., 2006; Glaser, 2007; Glaser et al., 2002). Aunque los mecanismos subyacentes no están todavía claros, los efectos de biocarbono sobre los procesos biogeoquímicos del suelo también pueden conducir a la reducción de emisiones de los suelos de otros gases de efecto invernadero, como el óxido nitroso (Yanai et al., 2007). Los estudios experimentales de Terra Preta Nova, inspirados por los estudios arqueológicos y geoarqueológicos, están mostrando resultados prome-tedores (Steiner et al., 2008; Steiner et al., 2007).

El tamaño de las ADEs varía desde menos de una hectárea a varios cientos de hec-táreas, aunque la mayoría de los sitios registrados se reducen a menos de 2 ha (Kern et al., 2003). Se estima que las mismas cubren aproximadamente 0,1-0,3% (6,000-18,000 km2) de la parte forestada de la cuenca del Amazonas (Woods & Denevan, 2009), aunque el modelo predictivo realizado por McMichael et al. (2014) estima que las ADEs pueden haber cubierto 3.2% (aproximadamente 154.063 km2) de la cuenca del Amazonas. Las ADEs se encuentran generalmente a lo largo de los prin-cipales ríos, aunque en ciertas regiones, como por ejemplo Santarém (Schaan, 2012) y sobre los ríos Purus y Madeira medios (Levis et al., 2012), también se encuentran en áreas de interfluvio. En la porción central y baja de la Amazonia, la gran mayoría de las ocupaciones relacionadas con su formación comenzó alrededor o después de 2,000 años cal. A. P. (Arroyo-Kalin, 2010; Heckenberger & Neves, 2009), aunque parecen ser más antiguas en el alto Río Madeira (Miller, 1992).

Existe una diversidad de datos etnohistóricos, arqueobotánicos y de estudios en co-munidades modernas, incluyendo los caboclos (definido como el campesinado Ama-zónico con ascendencia mixta) y las comunidades indígenas tradicionales, que nos pueden arrojar luz sobre el potencial agrícola de las ADEs. Por ejemplo, en la región de Araracuara de la Amazonia colombiana, los datos de polen de varios sitios de ADEs, que comienzan alrededor de 1,200 años cal. A. P., han documentado la presencia de una diversidad de recursos vegetales, incluyendo cultivos de tubérculos como la ba-tata (Ipomoea batatas) y la mandioca (Manihot esculenta), el maíz (Zea mays), árboles frutales tales como el cajú (Anacardium occidentalis) y la maraca (Theobroma bicolor), las palmeras, incluyendo los géneros Astrocaryum, Euterpe, Geonoma e Iriartea, junto con las especias como los ajíes (Capsicum chinensis) (Herrera et al., 1992). En la Amazonia central, el análisis de fitolitos de un contexto tomado de un montículo artificial cons-truido con suelos de ADEs documentó la presencia de maíz, zapallo (Cucurbita sp.), mate (Lagenaria sp.) y Calathea, además de Heliconia y de fitolitos de palmera de tipo Bactris alrededor de 1,000 años cal. A. P. (Bozarth et al., 2009).Las crónicas europeas tempranas en la región de Santarém generalmente describen

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el cultivo de maíz y mandioca por las sociedades indígenas históricas a lo largo del Amazonas (Woods & McCann, 1999). Curiosamente, una referencia en particular a la zona de Santarém por Heriarte (1874 [1662]) indica que la variedad principal del pueblo Tapajós era el maíz. Hoy, las poblaciones locales utilizan las ADEs de forma diferente a lo largo de las diferentes regiones de la Amazonia. Los estudios realizados en las comunidades caboclas e indígenas muestran de manera general que las ADEs son utilizadas para cultivos que demandan alta cantidad de nutrientes. En el Río Tapajós inferior y en la Amazonia central, por lo general se utilizan las ADEs para plantar maíz, porotos (Phaseolus spp.) y zapallos, entre otros (German, 2003; Hiraoka et al., 2004; Woods & McCann, 1999). En otras zonas menos orien-tadas hacia el comercio de productos agrícolas, como el Río Madeira medio, las comunidades caboclas utilizan las ADEs para cultivar variedades de mandioca que crecen de forma productiva (Fraser & Clement, 2008; Fraser, 2010; Fraser et al., 2012). El grupo indígena Kiukuro del Alto Río Xingú planta su cultivo básico, la mandioca, en los suelos de tierra firme, mientras que los otros cultivos que exigen de más nutrientes, como el maíz, la papaya (Carica papaya) y el tabaco (Nicotiana tabacum), son cultivados en las ADEs que se crean alrededor de las aldeas moder-nas, así como también aprovechan las ADEs que existen en las aldeas abandonadas (Schmidt & Heckenberger, 2009). De manera similar, el grupo Araweté, que habita en las florestas de lianas del Río Xingu, prefiere las ADEs ricas en nutrientes para plantar maíz, ya que afirman “hace crecer el maíz ‘y/o’ hace que el maíz crezca feliz” (Balée, 2013, p. 44).

En términos de productividad, las ADEs pueden producir altos rendimientos tanto de maíz como de mandioca. Los datos disponibles para la producción de maíz en las ADEs de la Amazonia central son similares a la producción de maíz en los ex-perimentos modernos de los sistemas agrícolas de campos elevados (véanse Iriarte et al., 2010, e Iriarte, 2016, Fig. 2). Los datos provenientes de dos sitios de ADEs en la Amazonia central muestran un rendimiento promedio de 3.925 t ha-1 para el sitio Apui y un rango de entre 3,6 y 6 t ha-1 en la estación de investigación Cal-deiro (Wenceslau Teixeira, com. pers., 2010). Asimismo, Major et al. (2005) han reportado que en comparación con los oxisoles pobres en nutrientes típicos de la Amazonia, los rendimientos de maíz pueden ser hasta 65 veces mayor en las ADEs. Cuando se compara con la agricultura de campos elevados, es interesante observar que mientras que los suelos de campos elevados que sustentaron el cultivo de maíz en el pasado se encuentran actualmente con sus nutrientes básicamente agotados (McKey et al., 2010), las ADEs continúan siendo extremadamente fértiles en la actualidad.

German (2003) ha argumentado que el alto rendimiento de maíz es una de las principales ventajas de la agricultura en ADEs. Dado que el maíz sólo se tarda unos pocos meses en madurar, un solo desyerbe sería necesario para este cultivo de tan rápido crecimiento. Por el contrario, dado el largo periodo de crecimiento de la mandioca, el cual puede tomar entre 8 y 24 meses, varios desyerbes deberían ser ne-cesarios. Sin embargo, Fraser et al. (2009) han documentado cómo los agricultores

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del Alto Río Madeira cultivan de manera productiva muchas variedades de mandio-ca, tanto en suelos de ADEs como en suelos circundantes. La productividad media del cultivo de mandioca de 12 ADEs en la Amazonia central promedió alrededor de 6,5 t ha-1, que está muy por encima de los rendimientos típicos de Ultisoles (3.5 t ha-1) y Oxisoles (4 t ha-1) que dominan la región (Fraser et al., 2009). Sobre la base de estas cifras, Denevan (2014, p. 212) ha sugerido recientemente que de ocho a diez millones de personas podrían haber vivido en la Gran Amazonia precolombi-na, basados en el cultivo de maíz y mandioca en las ADEs.

Es así que las ADEs, las cuales representan un sistema tropical intensivo de agri-cultura que podría reducir las emisiones de carbono emitidas a la atmósfera, se presentan como un claro ejemplo de cómo prácticas agrícolas del pasado pueden informar políticas alternativas a la agricultura industrial (Schiermeier, 2006; Jeffery et al., 2015). Más aun, los estudios florísticos nos indican que las florestas que crecen en las ADEs y han sido abandonadas, así como sus inmediaciones, son más ricas en especies de árboles (Junqueira et al., 2010) y en su agrobiodiversidad (Clement et al., 2004; Junqueira et al., 2010; Major et al., 2005; Clement & Junqueira, 2010) que las que crecen en los suelos circundantes no modificados, lo que demuestra la resilien-cia de estos ecosistemas a varios siglos de intensa ocupación humana.

La agricultura de campos elevadosEl otro caso pertinente es la agricultura precolombina de campos elevados. La mis-ma permitió a las poblaciones indígenas cultivar las sabanas inundables, lo que pro-veyó al suelo de mejor drenaje, aeración, retención de la humedad (lo cual es par-ticularmente importante en estos ambientes que están sujetos a una larga estación lluviosa y una rigurosa estación seca), mayor fertilidad y posiblemente más facilidad para cosechar y desmalezar (Denevan, 2001). Asimismo, el sedimento orgánico de los canales aportado a las superficies de cultivo podría proveer de una fuente re-novable de nutrientes para el suelo. Durante el Holoceno tardío, muchas sabanas tropicales inundables de Sudamérica y Centroamérica, como es el Beni en la Ama-zonia boliviana, la Depresión Momposina en Colombia y la franja costera de las Guyanas, entre otras, fueron transformadas en vastos paisajes agrícolas a través de la construcción de campos elevados por los nativos americanos (Figuras 1 y 2). Las estimaciones en las sabanas del Beni de la Amazonia boliviana (aproximadamente del tamaño del Reino Unido) sugieren que hasta 1 millón de hectáreas de campos elevados fueron construidas por culturas precolombinas a partir del primer milenio de nuestra era (Saavedra, 2009), lo que sugiere que ésta fue probablemente un tipo sostenible de agricultura intensiva que estuvo en armonía con la influencia de un sistema fluvial muy activo.

Los estudios paleoecológicos y arqueobotánicos nos muestran que el maíz fue un cultivo importante cultivado en todos los campos elevados precolombinos de los neotropicos, entre otros varios cultivos incluyendo la mandioca, el zapallo, el algo-dón (Gossypium sp.), el mani (Arachis sp.), por mencionar algunos ejemplos (Figura 3) (Iriarte & Dickau, 2012). Asimismo, los experimentos de campos elevados mo-

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dernos muestran que los mismos pueden ser muy productivos, pudiéndose cosechar entre 2 y 5.8 t ha−1 de maíz, y hasta 21 t ha−1 de mandioca (Iriarte, 2016, Figura 2). Por tanto, este tipo de agricultura tuvo ciertamente la capacidad de haber sustenta-do poblaciones numerosas (Iriarte et al., 2010).

A continuación, presento dos ejemplos de cómo la arqueología ha descubierto dos aspectos del funcionamiento de los campos elevados que pueden informar prácticas agrícolas para un futuro sostenible (véase Renard et al., 2012). Uno es la práctica de agricultura sin fuego en la Guyana Francesa y el otro es la creación de campos elevados como una forma de mitigar las inundaciones en el norte del Beni, Bolivia.

El uso de la tierra sin fuegoEste caso de estudio se centra en las sabanas costeras de la Guyana Francesa. Los paisajes agrícolas precolombinos a la largo de la costa de las Guyanas se caracterizan

Figura 2. Ejemplos de campos elevados de Sudamérica. A) y B) Campos elevados de la Guyana Francesa, © Stephen Rostain. C) Campos elevados de la región de San Borja, Bo-livia, © Google Earth. D) Plataformas agrícolas de la región de Santa Ana, Bolivia, © José Iriarte.

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Figura 3. Selección de vestigios botánicos recuperados en campos agrícolas elevados y sitios de habitación asociados. A) Fitolito de tipo wavy-top rondel de la mazorca de maíz (Zea mays) del sitio K-VIII, Guyana Francesa. B) Fitolito en forma de cruz Variedad 1 de la hoja de maíz (Zea mays) del sitio Bois Diable, Guyana Francesa. C) Fitolito de tipo scalloped sphere de la cascara de zapallo (Cucurbita spp.), Loma Salvatierra, Bolivia. D) Grano de almidón de maíz (Zea mays), Loma Salvatierra. E) Grano de almidón de ají (cf. Capsicum sp.), Loma Salvatierra. F) Grano de almidón de mandioca (Manihot esculenta), Loma Salvatierra. G) Grano de almidón de ñame (Dioscorea sp.), Loma Salvatierra. H) Fragmento de mazorca y grano de maíz (Zea mays), Loma Salvatierra. I) Fragmento de cáscara de zapallo (Cucurbita spp.), Loma Salvatierra. J) Base de semilla de algodón (Gossypium sp.), Loma Salvatierra. K) Fragmento de cascara arqueológica de maní, Loma Salvatierra (Arachis sp.) y moderna para comparación. L) Fragmentos de endocarpio de coquitos de palmera (Arecaceae) Loma Salvatierra. (tomado de Iriarte y Dickau 2012). © Ruth Dickau.

por la presencia de campos elevados, canales y lagunas, los cuales se extienden por 600 km desde el Río Berbice, en Guyana, hasta cerca de la ciudad de Cayena, en la Guyana Francesa (Rostain, 2012).

Para entender qué tipo de agricultura se practicaba en los campos elevados y qué tipo de impacto tuvieron estos sistemas en el ambiente, se realizó un estudio in-terdisciplinario integrado que combinó i) los estudios paleoecológicos de una co-lumna de sedimento (turba) extraída de un humedal (combinando polen, fitolitos y análisis de carbón vegetal), ii) el análisis de suelos de un perfil de campos elevados

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ubicados a unos 700 metros de dicho humedal y iii) los análisis de granos de almi-dón de sitios habitacionales aledaños (McKey et al., 2010; Iriarte et al., 2010; Iriarte et al., 2012; Rostain, 2012) (Figura 4).

Los análisis de partículas de carbón, polen y fitolitos nos proporcionaron un registro continuo de los últimos 2,150 años A. P. Entre los ca. 2,200 años cal. A. P. (base de la turba) y los 800 años cal. A. P., los conjuntos de polen y fitolitos estuvieron do-minados por las hierbas de humedal, incluyendo las ciperáceas y marantáceas. Los porcentajes de gramíneas (Poaceae) y fitolitos son bajos y el carbón macroscópico (> 125 mm) está representado de manera insignificante a lo largo de este periodo. La evidencia de los diversos indicadores nos muestra que el paisaje local era una sabana inundada estacionalmente que rara vez tuvo algún tipo de incendio. Alrededor de los 800 años cal. A. P. se da una marcada disminución de los taxones representati-vos de los humedales (ciperáceas y marantáceas), coincidentemente con un fuerte aumento en la abundancia de las gramíneas y la primera aparición de polen de maíz, lo que demuestra que la construcción inicial de campos elevados agrícolas fue principalmente para el cultivo del maíz (Iriarte et al., 2012).

El hallazgo más importante de este estudio proviene de los datos de carbón macros-cópico, el cual pone en tela de juicio las suposiciones tradicionales acerca del uso de la tierra en tiempos precolombinos. A diferencia de la tendencia clara hacia un incremento de carbón (quemas) que se registra en los registros de paleoincendios durante el Holoceno tardío en las florestas neotropicales, la cual refleja la intensi-

Figura 4. A) Diagrama de porcentaje de fitolitos de plantas seleccionadas de los perfiles de suelo de los campos elevados precolombinos de K-VIII y Bois Diable. Las fechas indican la edad del Horizonte A enterrado (turba) que se encuentra inmediatamente por debajo de los campos elevados. B) Diagrama de porcentajes de polen (verde claro) y fitolitos (verde oscuro) de plantas seleccionadas y el influjo de carbón macroscópico (rojo) de la columna de sedimento del humedal K-VIII. Los símbolos representan los cultivos: maíz ( ), mandioca (○) y batata dulce (○). © Mitchell Power.

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ficación del uso de la tierra, y que luego es seguida por una fuerte disminución de carbón (quema) asociado al colapso de la población indígena debido al contacto con los europeos a partir de 1492 A. D. (Dull et al., 2010; Bush et al., 2008), en las sabanas de la Guyana Francesa se evidencio la tendencia totalmente opuesta. La baja abundancia de carbón a lo largo de la zona K-VIII-2 (agricultores precolombinos de campos elevados) es inesperada debido al gran aumento en esta zona de gramí-neas inflamables con respecto a la zona anterior. La quema tan baja de biomasa en el periodo de los agricultores de campos elevados se explica a través de la implemen-tación de prácticas de limitación del fuego por parte de ellos mismos. La limitación de los incendios debió de haber presentado ventajas para la agricultura de campos elevados. Los fuegos hacen que se pierdan los nutrientes del suelo, como el nitróge-no y el fósforo, a través de la formación de gases y aerosoles (Mahowald et al., 2005, Wan et al., 2001). Asimismo, los barbechos en la ausencia de fuego probablemente fueron más efectivos para restablecer la biomasa de plantas, la materia orgánica del suelo y la estructura del suelo para el siguiente ciclo de cosecha (Dezzeo & Cha-cón, 2005; Miranda et al., 2002). Más aun, el control de los incendios pudo haber evitado el trabajo de desbrozar a los campos elevados de las malezas adaptadas a los incendios típicos de las sabanas neotropicales que crecen rápidamente luego de los incendios (Miranda et al., 2002).

En la tercera zona de nuestro diagrama, zona K-VIII-3 (Figura 3), alrededor del año 1500 d. C., el registro nos muestra un incremento dramático en el influjo de carbón, lo cual significa el retorno de los incendios a la región y demuestra clara-mente que éste es un fenómeno poscolombino. Luego de 1500 d. C., una vez más el patrón de la frecuencia de carbón en la sabana difiere radicalmente con recons-trucciones de los paleoincendios de las florestas neotropicales, los cuales disminu-yen dramáticamente luego de 500 años cal. A. P. Es así que una vez más debemos preguntar por qué estos patrones son tan diferentes en los contextos de sabana en relación con los contextos de floresta. El registro nos muestra una clara correlación entre el incremento dramático de la abundancia de carbón, el cual comienza apro-ximadamente en los 500 años cal. A. P., y el arribo de los europeos a la región cos-tera de la Guyanas. Es sólo después de que se da el abandono de los campos elevados en las sabanas inundables y de la adopción de una forma diferente de agricultura en la época colonial (camas elevadas en florestas taladas en áreas de terra firme) que el fuego comienza a ser utilizado como una herramienta importante para la gestión del uso de la tierra.

Los resultados de este estudio nos muestran que los agricultores precolombinos de campos elevados limitaron los fuegos, lo cual contrasta marcadamente con los agri-cultores de tala y quema que viven en ambientes similares de sabanas y florestas, y los cuales queman regularmente las sabanas por una variedad de razones (por ejem-plo: aumentar la visibilidad, lo cual facilita la caza y la prevención de incendios ca-tastróficos al final de la estación seca) (Mistry et al., 2005; Rodríguez, 2007; Mistry, et al. 2005; Rodríguez, 2007). Estos datos también ponen en tela de juicio el postu-lado de que los incendios antrópicos hayan sido un rasgo dominante de todos los

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ecosistemas de sabanas neotropicales (Mann, 2005; Rodríguez, 2007), incluyendo aquellos que fueron habitados por agricultores de campos elevados precolombinos (Erickson & Balée, 2006).

En el clima actual de desarrollo de la Amazonia, en donde la práctica de la agricultura con la utilización de fuego en las zonas que ya han sido deforestadas libera más carbo-no a la atmósfera del que se conserva, evitando la deforestación a través de programas como REDD (Aragão & Shimabukuro, 2010), las prácticas precolombinas de gestión de uso de la tierra libre de incendios a lo largo de la costa de la Guyana Francesa se deberían discutir como una alternativa a las prácticas insostenibles actuales.

Estrategia de mitigación de las inundacionesOtro caso interesante es el estudiado por Umberto Lombardo en la región noroeste de los Llanos de Moxos, Bolivia. Lombardo y sus colaboradores (2011) sugieren que la agricultura de campos elevados permitió a los pueblos precolombinos mitigar el riesgo de inundaciones más intensas y frecuentes de lo que se experimenta hoy en esta región. Esta proposición se basa principalmente en los estudios de su grupo en la región de Yacuma, también denominada recientemente como el Platform Ridge Region (Lombardo, 2010). En ella, los campos elevados consisten en plataformas elevadas que en promedio tienen de 30 a 40 cm de profundidad, 15 m de ancho y 80 m de largo, aunque pueden llegar hasta los 35 m de ancho y 750 m de largo. De manera particular, la mayoría de los campos de esta región se construyeron sobre las zonas mejor drenadas del paisaje como depósitos fluviales, incluyendo los deno-minados paleodiques. En esta región, los investigadores también notaron que los canales entre las plataformas son muy superficiales, lo cual facilitaría que el agua pu-diera fluir libremente hacia afuera de los campos elevados. Asimismo, en la región, los canales entre los campos elevados no están conectados con canales o terraplenes que podrían haber dirigido el agua rica en nutrientes hacia los campos elevados. Por lo tanto, no habría existido agua estancada en los canales durante la estación seca ni un aporte adicional de nutrientes de los ríos de aguas blancas que drenan la región. Por último, los análisis del tamaño de grano de los sedimentos muestran que estos campos fueron construidos sobre suelos limosos que son mucho más adecuadas para la agricultura que los suelos arcillosos de la sabana.

Con base en estas características de los campos elevados de esta región, los autores argumentan que los campos agrícolas construidos en la región de Yacuma habrían sido construidos con el único propósito de mejorar el drenaje del agua. Si bien mu-chos campos elevados han sido construidos en la actualidad en depósitos fluviales, rara vez se inundan; es probable que las condiciones de inundación fueran dife-rentes en el pasado. La intensidad y la ocurrencia de inundaciones en la cuenca del Mamoré han demostrado estar relacionadas con los fenómenos de El Niño (Aalto et al., 2003). La frecuencia de eventos de El Niño/La Niña, de escala moderada a fuerte, varió en escalas de tiempo del milenio durante el Holoceno, con un máximo c. 1,200 años cal. A. P., que desde entonces ha disminuido hasta el presente (Moy et al., 2002). Es interesante notar, como argumenta Lombardo, que en la región

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de Yacuma, sólo 10.1% de la zona en donde se encuentran los campos elevados fue inundada durante las grandes inundaciones de El Niño, del 2007 (Lombardo, 2010). En conclusión, estos autores argumentan que en dicha región los campos elevados fueron construidos como una estrategia de mitigación a las inundaciones que posiblemente fueron más intensas durante los fenómenos extremos de El Niño.

En conclusión, en el contexto de las predicciones climáticas que nos indican que los fenómenos de El Niño se intensificaran en el futuro, campos elevados en la región de Yacuma nos brindan lecciones que pueden informar las políticas agrícolas del futuro.

Discusión y consideraciones finalesLa protección de las florestas tropicales y el desarrollo de prácticas de uso de la tierra sostenibles en los trópicos húmedos son de importancia global, ya que estas florestas representan un gran reservorio de biodiversidad y son de crucial importancia para la regulación del clima de la tierra. Hoy, la presión humana sobre las florestas y las saba-nas neotropicales se está intensificando por su conversión para la agricultura industrial y la cría de ganado (Cardoso da Silva & Bates, 2002), así como por la quema frecuente de las mismas, lo que conlleva a una reducción de los nutrientes del suelo (Dezzeo & Chacón, 2005; Miranda et al., 2002) y un incremento de las emisiones de carbón emi-tidas a la atmósfera (Andreae & Merlet, 2001; Aragão & Shimabukuro, 2010). Apren-der a manejar estos ecosistemas es una prioridad urgente, ya que las zonas de florestas tropicales están siendo convertidas en sabanas a través de la retroalimentación positiva impulsada por los incendios antropogénicos, la continua deforestación, la reducción de la evapotranspiración y el cambio climático (Malhi et al., 2008; Nepstad & Stickler, 2008). Irónicamente, mientras que hoy alrededor de 90% de las comunidades locales están empobrecidas, gran parte de este antiguo paisaje agrícola se encuentra abando-nado o infrautilizado (Erickson, 1992; Oxfam, 2009).

Aprender de la práctica de la agricultura de campos elevados puede conllevar a una biodiversidad sostenible y delinear políticas para proporcionar una forma de segu-ridad alimentaria alternativa a las poblaciones rurales más vulnerables, mientras que al mismo tiempo contribuiría a reducir el riesgo de inundaciones asociadas con el cambio climático y se convertiría en un sustituto a la deforestación de la agricultura industrial. Esto es particularmente relevante para los ríos Mamoré y Beni, en donde se prevé que los regímenes de inundación que se asocian con episodios de La Niña aumenten en intensidad y frecuencia.

De la misma manera, el descubrimiento de que los agricultores precolombinos uti-lizaron un manejo de la sabana “libre de fuego” nos ofrece nuevas perspectivas para un manejo y conservación alternativos de las sabanas (Oxfam, 2009). La creación de nuevos campos elevados agrícolas en el Beni por parte de Oxfam y la Fundación Kenneth Lee han demostrado el valor potencial para las comunidades locales empo-brecidas, especialmente teniendo en cuenta las proyecciones preocupantes sobre el cambio climático y su efecto devastador en las comunidades ribereñas de las tierras bajas. Los resultados preliminares indican que estos sistemas reducen el riesgo de

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inundaciones y son extremadamente productivos (hasta 5 t · ha-1 de maíz y cultivos de 2-3/año). Hoy, la creación de nuevos campos elevados agrícolas en el Beni pue-de ofrecer ventajas renovados para las comunidades locales y también ser de interés mundial en relación al cambio climático actual. Sin embargo, si bien los resultados preliminares son promisorios, aún sabemos muy poco de cómo funcionan estos sistemas. Los datos arqueológicos y los experimentos modernos de reactivación y creación de campos elevados nos muestran que estos sistemas son altamente pro-ductivos y reducen el riesgo de inundaciones. Sin embargo, estos experimentos son de pequeña escala y de corto plazo, lo que impide valorar adecuadamente la sostenibilidad de estos sistemas.

De la misma manera, los estudios modernos en ADEs, inspirados fuertemente por la arqueología, demuestran gran potencial para mejorar la fertilidad del suelo, el secuestro del carbón y la consiguiente mitigación del cambio climático. En con-clusión, los estudios arqueológicos y actualísticos en las ADEs y la agricultura de campos elevados puede informar políticas que diseñen estrategias alternativas a la quema de las florestas tropicales por la agricultura industrial y tradicional, así como la mitigación de las inundaciones en las sabanas neotropicales. El rol de la arqueo-logía, la geografía y la ciencia del suelo en cuanto a informar e integrar los co-nocimientos a las políticas de desarrollo sostenibles representa un gran desafío de integración de los científicos, las instituciones gubernamentales y los actores más interesados como las poblaciones rurales de la Amazonia (véanse Rittl et al., 2015; Renard et al., 2012; Oxfam, 2009).

AgradecimientosLas ideas y los temas desarrollados en este capítulo derivan del proyecto PAST (Pre-Columbian Amazon-Scale Transformations; ERC-cog 616.179), financiado por el Consejo de Investigación Europeo (ERC), y se nutre de las ideas generadas y discutidas por el grupo EARTHMOVERS (CNRS-Guyana Francesa), incluyen-do a Doyle McKey, Mitch Power, Francis Mayle, Stephan Rostain, Bruno Glaser, Delphine Renard, Jago Birk y Anne Zangerlé.

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