trampolines musicales - carmelo saita

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“Trampolines musicales”de Carmelo Saitta Texturas Una textura será siempre la resultante del vínculo que se establezca entre los materiales y los criterios organizativos (rítmicos en principio) a que éstos sean sometidos. A partir d esta definición podríamos pensar que el número de texturas es infinito: sin embargo y a partir de un punto de vista gestáltico, sabemos que sólo podemos percibir un número muy limitado. Pensemos que los criterios por lo cuales pueden vincularse dos planos no son más que tres: - Integración: ya sea por el uso de un solo material característico, o porque todos los sonidos estén ordenados con el mismo y único criterio organizativo, la resultante dará cuenta de una sola cosa o de un solo plano. - Independencia: esta textura resulta de la separación en por lo menos dos planos, ya sea por la partición de dos o más tipos de sonidos cuyas cualidades sean particularmente diferentes, porque los sonidos constitutivos estén agrupados u ordenados por dos o más criterios rítmicos bien diferenciados o porque ambas cosas sucedan a la vez. - Subordinación: como en el caso anterior, en esta textura el conjunto se separa en dos partes (por el tipo de material, la organización o ambas cosas a la vez), pero ahora una de ellas, por su mayor pobreza material, por su mayor nivel de redundancia, se subordina a la que presenta una mayor información. Estos criterios, que corresponden en lo material a los conceptos de figura – 2 figuras – figura y fondo, en música son siempre fenómenos de superposición, entendidos estos como “uno encima del otro” o ”uno delante del otro” (recordemos que estas nociones están vinculadas con la idea de espacio interior por analogía a las nociones de cerca – lejos, abajo – arriba del espacio exterior). También debemos decir que, básicamente, estas nociones son inferidas por la percepción. Todos sabemos que la música suele tener más de dos planos, pero en la mayoría de los casos los reducimos a no más de dos (eventualmente tres). Tomemos por caso una canción popular: tendremos la melodía cantada y tal vez un instrumento que la duplica al unísono o a la tercera. Es posible que exista una segunda voz (contracanto) en contrapunto con la línea principal a cargo de algún instrumento de viento. También es común encontrar un “soporte” armónico a cargo de las cuerdas y una “base” rítmica a cargo de piano – guitarra, bajo y batería. No obstante, lo más probable es que la mayoría de los oyentes perciba sólo dos planos: uno constituido por la voz y el otro constituido por el resto de los instrumentos (acompañamiento). Como se ve, existe una tendencia a simplificar los niveles de superposición en una música. Por su puesto que dicha actitud depende de la particularidad que la música presente, pero está claro que, más allá de su grado de complejidad, solemos simplificar el fenómeno para su aprehensión. De hecho, que reparemos en los diferentes estratos no solo dependerá de cómo estos hayan sido conformados, sino también de nuestro aprendizaje, de cómo nos hayamos familiarizado con las estructuras musicales. De todos modos, no debemos confundir las texturas con los criterios texturales; un mismo criterio admite más de un tipo de textura. Por ejemplo: Monodia – homofonía y homofonía por aglutinamiento, responden al criterio de integración. Polifonía – polifonía oblicua, responden al criterio de independencia Otras variantes de estas mismas estructuras surgen da partir de las características propias de los diferentes estilos musicales. Podemos ver que una textura se caracteriza por los sonidos que la componen y por cómo éstos se comportan en el tiempo, de allí que también se la suela llamar comportamiento. Los comportamientos pueden ser simples o complejos, según participen uno o más planos (estratos)

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Page 1: Trampolines Musicales - Carmelo Saita

“Trampolines musicales”de Carmelo Saitta Texturas Una textura será siempre la resultante del vínculo que se establezca entre los materiales y los criterios organizativos (rítmicos en principio) a que éstos sean sometidos. A partir d esta definición podríamos pensar que el número de texturas es infinito: sin embargo y a partir de un punto de vista gestáltico, sabemos que sólo podemos percibir un número muy limitado. Pensemos que los criterios por lo cuales pueden vincularse dos planos no son más que tres:

- Integración: ya sea por el uso de un solo material característico, o porque todos los sonidos estén ordenados con el mismo y único criterio organizativo, la resultante dará cuenta de una sola cosa o de un solo plano.

- Independencia: esta textura resulta de la separación en por lo menos dos planos, ya sea por la partición de dos o más tipos de sonidos cuyas cualidades sean particularmente diferentes, porque los sonidos constitutivos estén agrupados u ordenados por dos o más criterios rítmicos bien diferenciados o porque ambas cosas sucedan a la vez.

- Subordinación: como en el caso anterior, en esta textura el conjunto se separa en dos partes (por el tipo de material, la organización o ambas cosas a la vez), pero ahora una de ellas, por su mayor pobreza material, por su mayor nivel de redundancia, se subordina a la que presenta una mayor información.

Estos criterios, que corresponden en lo material a los conceptos de figura – 2 figuras – figura y fondo, en música son siempre fenómenos de superposición, entendidos estos como “uno encima del otro” o ”uno delante del otro” (recordemos que estas nociones están vinculadas con la idea de espacio interior por analogía a las nociones de cerca – lejos, abajo – arriba del espacio exterior). También debemos decir que, básicamente, estas nociones son inferidas por la percepción. Todos sabemos que la música suele tener más de dos planos, pero en la mayoría de los casos los reducimos a no más de dos (eventualmente tres). Tomemos por caso una canción popular: tendremos la melodía cantada y tal vez un instrumento que la duplica al unísono o a la tercera. Es posible que exista una segunda voz (contracanto) en contrapunto con la línea principal a cargo de algún instrumento de viento. También es común encontrar un “soporte” armónico a cargo de las cuerdas y una “base” rítmica a cargo de piano – guitarra, bajo y batería. No obstante, lo más probable es que la mayoría de los oyentes perciba sólo dos planos: uno constituido por la voz y el otro constituido por el resto de los instrumentos (acompañamiento). Como se ve, existe una tendencia a simplificar los niveles de superposición en una música. Por su puesto que dicha actitud depende de la particularidad que la música presente, pero está claro que, más allá de su grado de complejidad, solemos simplificar el fenómeno para su aprehensión. De hecho, que reparemos en los diferentes estratos no solo dependerá de cómo estos hayan sido conformados, sino también de nuestro aprendizaje, de cómo nos hayamos familiarizado con las estructuras musicales. De todos modos, no debemos confundir las texturas con los criterios texturales; un mismo criterio admite más de un tipo de textura. Por ejemplo:

� Monodia – homofonía y homofonía por aglutinamiento, responden al criterio de integración.

� Polifonía – polifonía oblicua, responden al criterio de independencia Otras variantes de estas mismas estructuras surgen da partir de las características propias de los diferentes estilos musicales. Podemos ver que una textura se caracteriza por los sonidos que la componen y por cómo éstos se comportan en el tiempo, de allí que también se la suela llamar comportamiento. Los comportamientos pueden ser simples o complejos, según participen uno o más planos (estratos)

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Estos planteos sobre texturas o unidades de sentido son un buen punto de partida para la experimentación y realización en clase. Los alumnos podrán hacer sus propuestas, y aquí, más que en otros ejercicios, el cotejo entre la propuesta y el resultado será de fundamental importancia, La posibilidad de integración o separación de los planos depende casi siempre de más de un factor; por eso, la audición y posterior discusión son situaciones ideales para el aprendizaje. De estas discusiones surgirán los factores que generaron el desfasaje entre el propósito y el resultado perceptivo, entre la propuesta y lo que en realidad de obtuvo. Es aquí donde el joven experimenta la importancia de los parámetros materiales y temporales y entiende el porqué de su prioridad en la organización musical. También es aquí donde se pone en juego por primera vez, el carácter integrador de nuestra actividad, pues en estas unidades texturales no sólo estamos controlando determinados tipos de sonidos y determinados criterios generales organizativos, en realidad lo que ponemos en juego es la misma idea musical. Pensemos que estos fragmentos (unitarios por cierto) ya son obras; simples en su aspecto formal, pero no en otros aspectos. El control o las consignas que pongamos en juego nos garantizarán el criterio de unidad y nos permitirá manifestar los aspectos creativos personales que caracterizan las posibles diversidades texturales y la riqueza expresiva y musical