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TRABAJO COOPERATIVO FILOSOFÍA ESTÉTICA Psiqueabandonada. Almcagra 1 Nuestra sensibilidad Antes de comenzar a leer sobre la estética, la experiencia de la belleza o el arte es bueno pararse a pensar sobre lo que ya sabes, o crees saber, acerca del tema. Este asunto de la sensibilidad es muy importante pues la experiencia estética existe porque hay algo en el hombre que la permite. Este algo podríamos decir que es una cierta sensibilidad que poseemos para percibir lo hermoso. ¿En qué consiste?¿Cómo se manifiesta? Son cuestiones que deberías pensar antes de seguir adelante. Para ayudarte a ello responde a las siguientes cuestiones que se te plantean de la forma más sincera y exhaustiva posible. No hay una respuesta válida o acertada. Tan sólo responde con tu propia opinión y bastará. ___________________________________________________________________________________ a) ¿Con cuáles de las afirmaciones siguientes te identificas? - El arte es una manifestación de lo bello. - El arte es una compensación por la dureza de la realidad y por la simpleza de la vida cotidiana. - El arte es una fuente de verdad. - El arte es lo que nos hace disfrutar intensamente. - El arte es lo que se expone en los museos - El arte es la obra del artista - El arte es lo que gusta al público - El arte no puede ser algo producido industrialmente. b) ¿Con cuáles no estás de acuerdo? ¿Por qué? c) Comenta las siguientes frases: - “Es raro encontrar mucho genio unido a mucha razón”. - “Una belleza de la Naturaleza es una cosa bella; la belleza artística es una bella representación de una cosa”. - “Gusto es la facultad de juzgar lo bello”. - “El artista nace, el científico se hace”. - “Algo que es bello es también bueno”. - “El culto al cuerpo es el mejor signo del amor a la belleza”. - “Sería imposible vivir si el mundo fuera feo”. d) Lee el texto que se te propone a continuación y responde a las preguntas que se te formulan. “¡Ahí está todo el grupo! Parecen muy animados. – ¡Hola a todos! – les saludo –. ¿Qué os pasa, que estáis tan contentos? Cualquiera diría que es viernes. – Casi – me contesta Jordi –. ¿No te acuerdas? Mañana no hay clase: ¡nos vamos para la capital! – Sí, claro que me acuerdo. Ahora mismo acabo de prepararme la bolsa. – ¡Vaya rollo que os espera! – salta Javi. – Dirás que nos espera a todos, ¿no? – le pregunta Elena extrañada –. ¿O es que tú te libras? – No voy, ¿,no lo sabías? – contesta Javi –. Ya lo dije cuando la tutora propuso esta visita al museo del Prado. – Pues no me enteré – se disculpa Elena –. ¿Y por qué no vas?, ¿te pasa algo? – ¡Qué le va a pasar! –contesta Rosa en lugar de Javi –. Que pasa un montón del arte y del Prado. – Yo ya he estado en el Prado – se defiende Javi –. ¡Con una vez es suficiente! – ¿Cuándo? – le pregunto. – Bueno, con mis padres. Hace tiempo. – Ya, ya... – interviene Elena –. Seguro que no te enteraste de nada. – ¿Y de qué hay que enterarse? – contesta Javi burlón –. Está lleno de cuadros, todos son parecidos. Visto uno, vistos todos. – Mira que eres bruto – replica Elena. – Ya. Seguro que vosotros vais porque os interesa mucho el arte, ¿no? – se defiende. – Se cree el ladrón que todos son de su condición – interviene Rosa –. Yo voy a divertirme y a conocer el Prado. Las dos cosas no están reñidas.

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TRABAJO COOPERATIVO FILOSOFÍA ESTÉTICA

Psiqueabandonada. Almcagra

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Nuestra sensibilidad Antes de comenzar a leer sobre la estética, la experiencia de la belleza o el arte es bueno pararse a pensar sobre lo que ya sabes, o crees saber, acerca del tema. Este asunto de la sensibilidad es muy importante pues la experiencia estética existe porque hay algo en el hombre que la permite. Este algo podríamos decir que es una cierta sensibilidad que poseemos para percibir lo hermoso. ¿En qué consiste?¿Cómo se manifiesta? Son cuestiones que deberías pensar antes de seguir adelante. Para ayudarte a ello responde a las siguientes cuestiones que se te plantean de la forma más sincera y exhaustiva posible. No hay una respuesta válida o acertada. Tan sólo responde con tu propia opinión y bastará. ___________________________________________________________________________________ a) ¿Con cuáles de las afirmaciones siguientes te identificas? - El arte es una manifestación de lo bello.

- El arte es una compensación por la dureza de la realidad y por la simpleza de la vida cotidiana.

- El arte es una fuente de verdad.

- El arte es lo que nos hace disfrutar intensamente.

- El arte es lo que se expone en los museos

- El arte es la obra del artista

- El arte es lo que gusta al público

- El arte no puede ser algo producido industrialmente. b) ¿Con cuáles no estás de acuerdo? ¿Por qué? c) Comenta las siguientes frases: - “Es raro encontrar mucho genio unido a mucha razón”.

- “Una belleza de la Naturaleza es una cosa bella; la belleza artística es una bella representación de una cosa”.

- “Gusto es la facultad de juzgar lo bello”.

- “El artista nace, el científico se hace”.

- “Algo que es bello es también bueno”.

- “El culto al cuerpo es el mejor signo del amor a la belleza”.

- “Sería imposible vivir si el mundo fuera feo”. d) Lee el texto que se te propone a continuación y responde a las preguntas que se te formulan. “¡Ahí está todo el grupo! Parecen muy animados.

– ¡Hola a todos! – les saludo –. ¿Qué os pasa, que estáis tan contentos? Cualquiera diría que es viernes.

– Casi – me contesta Jordi –. ¿No te acuerdas? Mañana no hay clase: ¡nos vamos para la capital!

– Sí, claro que me acuerdo. Ahora mismo acabo de prepararme la bolsa.

– ¡Vaya rollo que os espera! – salta Javi.

– Dirás que nos espera a todos, ¿no? – le pregunta Elena extrañada –. ¿O es que tú te libras?

– No voy, ¿,no lo sabías? – contesta Javi –. Ya lo dije cuando la tutora propuso esta visita al museo del Prado.

– Pues no me enteré – se disculpa Elena –. ¿Y por qué no vas?, ¿te pasa algo?

– ¡Qué le va a pasar! –contesta Rosa en lugar de Javi –. Que pasa un montón del arte y del Prado.

– Yo ya he estado en el Prado – se defiende Javi –. ¡Con una vez es suficiente!

– ¿Cuándo? – le pregunto.

– Bueno, con mis padres. Hace tiempo.

– Ya, ya... – interviene Elena –. Seguro que no te enteraste de nada.

– ¿Y de qué hay que enterarse? – contesta Javi burlón –. Está lleno de cuadros, todos son parecidos. Visto uno,

vistos todos.

– Mira que eres bruto – replica Elena.

– Ya. Seguro que vosotros vais porque os interesa mucho el arte, ¿no? – se defiende.

– Se cree el ladrón que todos son de su condición – interviene Rosa –. Yo voy a divertirme y a conocer el

Prado. Las dos cosas no están reñidas.

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– Pues yo voy para ver Las meninas – dice Elena muy seria.

– ¿Las meninas? – contestamos todos casi a la vez.

– ¡Ésta sí que es buena! – exclama Jordi –. ¿No lo has visto ya en fotografía?

– Sí, pero no tiene nada que ver. Dicen que al natural es alucinante – le contesta Elena.

– ¡Tú sí que alucinas! – interviene Rosa –. Si me dijeras otro cuadro..., pero precisamente Las meninas es

horrible.

– Sí – asiento –. ¡Tienen todos una cara de bobos! Nunca he entendido por qué es tan famoso. ¡Mira que son

feos!

– ¿Y qué? – contesta Elena –. Ni que fuera un anuncio de medias. No veo la relación.

– Pues la hay – advierte Rosa –. Una pintura tiene que ser bonita, si no, ¿qué gracia tiene?

– Depende de para qué la quieras – dice Javi –. Si la quieres para adornar la sala de estar, entonces tiene

mucha. Me imagino Las meninas encima del sofá de mi casa. Mi madre estaría encantada, seguro. Hace juego

con los retratos de mi familia. ¡Son todos tan guapos! – bromeo.

– ¡Como tú! – me corta Elena –. Además, ¿te crees que tiene el tamaño de la fotografía que sale en el libro de

arte?

– Un poco más grande, imagino – contesto burlón –. Pero mi casa no es tan pequeña.

– ¿Sabes cuánto mide? – me interroga Elena.

– Pues, no sé. Como todos, más o menos.

– No tienes ni idea – exclama Elena –. Es enorme. En directo, impresiona. No es lo mismo ver una pintura en

un libro que contemplarla al natural. Es como oír una canción por la radio o en un concierto. EI arte se ha de

vivir en directo.

– Elena... no sabía que te interesara tanto el arte. A mí Las meninas me deja frío, pero no me importaría

tenerlo en casa. Seguro que vale una fortuna – interviene Javi.

– Seguro – añade Jordi –. Es increíble lo que llegan a pagar algunos por tener obras de arte. No lo entiendo.

Para ver cuadros te vas a un museo y ya está.

– Sí, pero y lo que fardas teniendo un Velázquez en casa, ¿qué? – le digo.

– Pues, ¿qué quieres que te diga? Fardas más con un deportivo – me contesta –. Eso sí que es una obra de

arte.

– Siempre pensáis en lo mismo: dinero y fardar. En la vida hay otras cosas – puntualiza Rosa.

– Sí... – sonríe Jordi –, pero menos importantes.

– En serio – continúa Rosa –, no importa lo que cuesta una obra de arte, sino lo que vale.

– ¿Y quién decide lo que vale? ¿Por qué Las meninas es un no va más y algunos graffiti que hay por ahí no

valen nada? – pregunta Javi –. Hay graffiti que me gustan más que Las meninas.

– Bueno, no depende de lo que te guste a ti – replica Rosa –. Depende de si tiene calidad artística o no.

– ¿Y quién decide lo que tiene calidad artística? – contraataca Javi –. Por ejemplo, pensemos en los cuadros

de Van Gogh. Si son arte del bueno, explícame por qué se moría de hambre. Si son arte ahora, también lo eran

entonces, ¿no?

– ¡Eso! – asiente Jordi –. Tiene guasa que en vida no vendiera ni un cuadro y ahora paguen millonadas por

ellos.

– Y, a veces, algunos de ésos que venden por tanto dinero son falsos. ¿Os habéis enterado? Unos japoneses

pagaron una barbaridad de dinero por una versión de Los girasoles y ahora resulta que no es auténtica –

explica Javi.

– ¡Vaya! – exclamo –.

– ¿Qué dices a eso, Rosa? ¿Sigue siendo arte o, como no lo firmó Van Gogh, no vale nada?

– ¡Y yo qué sé! – contesta Rosa un tanto molesta –. ¿Os pensáis que yo lo sé todo o qué?”

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– Seguro que conoces el cuadro Las meninas, de Velázquez. Si no es así, búscalo en un libro de arte.

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1) Señala qué impresión te ha causado e indica si estás de acuerdo con Elena o con Rosa y Rafa. 2) ¿Crees que la belleza o la fealdad de los personajes retratados tiene algo que ver con el valor de una obra de arte?, ¿por qué? 3) ¿Opinas, como Rosa, que la fealdad está reñida con el arte? Piensa en alguna obra que te guste a pesar de que no destaque por la belleza de lo representado. – Javi, que no parece muy entusiasmado por el arte, afirma que Las meninas sólo le interesa por el valor económico que tiene. 1) ¿Crees que ésta es la actitud apropiada para valorar una obra de arte?, ¿por qué? 2) Además de lo ocurrido con las pinturas de Van Gogh, ¿conoces algún otro ejemplo en que el valor económico y artístico de algo no siempre coincidan? – En el relato, Jordi afirma que, para él, un deportivo es una verdadera obra de arte. 1) ¿Estás de acuerdo?, ¿por qué? 2) A pesar de lo bonito que pueda ser un coche, ¿cuál es la característica que básicamente lo diferencia de lo que tradicionalmente consideramos obras de arte?

(AA.VV. Filosofía. Bachillerato, Sevilla, Guadiel, 1998) _______________________________________________________________________________________________________________________________________

Nadie parece ser sensible a todas las artes. A unos les apasiona la ópera, a otros la danza y a otros el cine. Hay

quien se aburre en un museo de pintura pero se derrite viendo bailar a un buen bailarín, quien goza con las

líneas de un dibujo en blanco y negro y quien sólo aprecia los estallidos de color. De modo que párate y

reflexiona, por escrito, sobre las siguientes cuestiones. (todos) 1. ¿Qué tipo de experiencias estéticas son tus preferidas? 2. ¿Hay alguna manifestación artística por la que no sientas ningún aprecio? Y si es así, ¿a qué crees que se

debe? 3. ¿Puede haber alguna relación entre el placer estético y el conocimiento? 4. ¿Nos hace la ignorancia menos sensibles? ¿Cómo ayuda el conocimiento a la emoción estética? 5. ¿Es un artista el que aprende una técnica y la repite sin añadirle nada personal? 6. ¿Se te ocurren nuevos ámbitos de lo humano en los que se puede ser creativo y artístico?

¿Qué es la belleza? Al reflexionar sobre el arte y la belleza hemos de partir de las propias ideas. Y en este caso de los propios sentimientos y emociones, ya que la percepción del arte y de la belleza tiene mucho que ver con ello. Lee los textos que se te presentan a continuación y responde a las preguntas que se te formulan.

“Nada es tan insoportable al hombre como estar en total reposo, sin pasiones, sin ocupaciones, sin diversiones, sin interés. Se da cuenta entonces de su nulidad, de su abandono, de su insuficiencia, de su dependencia, de su impotencia, de su vacío.

Al momento saldrán del fondo de su alma el tedio, la negrura, la tristeza, la pena, el despecho, la desesperación.”

Blaise Pascal. (AA.VV. Filosofía. 1º Bachillerato, Madrid, Ed. Coloquio, 1998) 1.- Pon un título al texto. 2.- ¿Por qué crees que el autor considera que de la “quietud” salen todos los males?

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"Arte es cualquier producción humana que provoca en el espectador una emoción. Emoción es una descarga

del sistema nervioso que, al superar un nivel de intensidad, escapa al control de la razón y deviene

autónoma como un reflejo condicionado: es el escalofrío producido por la música, el sobrecogimiento que nos

embarga al oir un poema sublime, el abandono estático que nos invade al recibir cualquier impresión

sensorial provocada por un acto humano de gran fuerza.

Por supuesto, en la obra de arte -en un poema, por ejemplo- pueden existir elementos dirigidos a la razón

que la estimulan, pero cuando esa obra es realmente artística, la participación de la razón en la respuesta

se ve desbordada en un sentimiento oceánico, ilimitado y por tanto indefinible, sin fronteras, no

conceptualizable, ajeno a la razón, que se difunde como un estado psicosomático por todo el cuerpo."

Racionero, Ll.: Arte y ciencia, Laia, Barcelona, 1986, pág. 124.

1) ¿Es la "emoción" un buen criterio para distinguir los productos del arte de los que no lo son? Razona la respuesta. 2) ¿Te parece adecuada la descripción de la emoción propuesta en el texto de Lluís Racionero? Intenta completarla con nuevas ideas. _________________________________________________________________________________

La segunda vida del arte

La relación del arte con la economía se ha transformado plenamente desde la Antigüedad hasta nuestros días. En el Renacimiento existía un mecenas que ayudaba al artista económica y vitalmente; en los siglos XVII y XVIII, las monarquías europeas apoyaban el arte con sus artistas de la corte. Pero todo ello se ha metamorfoseado en el siglo XX en un empresario que vende arte como vende cualquier otro producto del mercado, y esto ha provocado que se produzcan obras banales, poco trabajadas y frívolas, con el único fin de sacar el máximo provecho económico posible.

En este reino de la confusión se llega incluso a pensar que para que un objeto pueda ser considerado

artístico se requiere simplemente que cumpla estas cuatro condiciones:

1. Que sea el fruto de alguien que diga ser artista.

2. Que sea expuesto en una galería, publicado o exhibido.

3. Que los críticos ayuden al artista a hacer pública su obra.

4. Que se venda.

De acuerdo con esto, resulta que el modo de decidir qué es arte y qué no lo es se asemeja, en buena medida,

a una operación comercial: arte es lo que se cotiza en el mercado como arte. Sin embargo, en ninguna de

esas condiciones legitimadoras del arte se pide que la obra produzca un impacto emocional en el espectador;

y, sin embargo, éste ha sido el criterio que desde la Antigüedad nos ha orientado para decidir qué es arte y

qué no lo es. Lluís Racionero llama a este criterio la segunda vida del arte. Sólo aquello que produce un

verdadero impacto en el espectador es arte. La obra nace en lamente del artista y renace ("segunda vida")

en el espectador. De acuerdo con este autor, el proceso de nacimiento y "renacimiento" del arte podría

representarse así:

Realidad ---- Artista ------ EMOCIÓN ------- Obra ------ Espectador ----- EMOCIÓN

La palabra emoción aparece dos veces: son las dos vidas del arte, una en el creador, la otra en el receptor;

nace en el artista y renace en el espectador. Se diría que el observador emocionado vuelve a la realidad y la

percibe transfigurada a causa de su nuevo estado de ánimo. Esa es la enorme "utilidad del arte", su función

perenne, válida incluso en una época de dispersión como la nuestra, porque, una vez que el espectador haya

captado la realidad transfigurada, el mundo ya no volverá a ser como antes.

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Es, por tanto, en la emoción donde debe buscarse la clave que permita distinguir con claridad qué objetos o

producciones pueden ser considerados obras de arte. De ahí que podamos aceptar como legítima la

definición de arte que propone Ll. Racionero:

"arte es todo objeto material o mental compuesto por un ser humano que puede provocar una emoción a

un grupo de espectadores"

Si una determinada producción humana es sólo informativa no se trata de arte, sino de ciencia; si sólo es

divertida, es humor, pero no arte. Únicamente cuando la información, el humor o cualquier objeto artístico

trascienden de sus propios límites y se expresan de un modo que logra emocionar a un espectador

desinteresado, entonces alcanzan el rango de obra de arte."

(AA.VV. Filosofía. 1º de Bachillerato, Madrid, McGraw-Hill)

1) Haz un mapa conceptual del texto indicando las ideas principales y las secundarias y la relación que hay entre ellas 2) Se menciona la emoción como la clave, pero ¿qué sentimientos crees que formarían parte de ella? 3) ¿Crees que la contemplación de la obra de arte que realiza el espectador la "recrea" o "completa" de alguna manera?

Algunas definiciones de la belleza y sus efectos Lee los textos que a continuación se te proponen. Cada uno de ellos tiene un título para orientarte al respecto de su contenido. Primero extrae las ideas principales de cada uno de ellos, luego piensa con cuál o cuáles de ellos coincides en punto de vista. Por último trata de hacer una definición lo más exhaustiva posible de la belleza y de la experiencia estética. a) La belleza nos consuela

”... es una suerte de garantía de que, en medio de todo el caos de lo real, de todas sus imperfecciones y maldades, de sus parcialidades, finalidades y embrollos, la verdad nos sale al encuentro. La función ontológica de lo bello consiste en cerrar el abismo abierto entre lo ideal y lo real.”

H.G. GADAMER, La actualidad de lo bello

b) La belleza es lo que eleva el alma humana

“Cuando alguien, viendo la hermosura de este mundo y acordándose de la verdadera, toma alas y, una vez alado, deseando emprender el vuelo y no pudiendo, dirige sus miradas hacia arriba, como un pájaro, y descuida las cosas de esta tierra, se le acusa de estar loco; esta es, pues, de todas las formas de posesión divina, la mejor y la constituida de mejores elementos, tanto para el que la tiene como para el que se asocia a ella, y,

por participar de esta locura, se dice del que ama las cosas bellas que está loco de amor” PLATÓN,Fedro

c) Agradable, bello, bueno

“Llamamos agradable a aquello de lo que se goza; bello a aquello que gusta simplemente; bueno a lo que se estima, es decir, a lo que el entendimiento atribuye un valor objetivo.”

I. KANT, Crítica del juicio

d) La participación en la forma ideal

“La belleza es una participación de una forma ideal y trascendente que se realiza en los objetos, pero que sólo es perceptible para aquel que participa de ella; lo bello sólo existe para el que es bello.”

PLOTlNO

e) Lo que nos hace sentir livianos

“La fuerza del ala consiste, naturalmente, en llevar hacia arriba lo pesado, elevándose por donde habita la raza de los dioses, y así es, en cierto modo, de todo lo relacionado con el cuerpo, lo que en más alto grado participa de lo divino. Ahora bien: lo divino es hermoso, sabio, bueno y todo lo que es de esta índole; esto es, pues, lo que más alimenta y hace crecer las alas.”

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PLATÓN, Fedro

f) La experiencia estética del artista

“La mano se mueve con el estilete o el pincel. El ojo espera e informa del resultado de lo hecho... En una

efectiva experiencia estética, la relación es tan próxima que controla simultáneamente el acto y la percepción. Tal intimidad vital de conexión no puede tenerse si solamente están comprometidos la mano y el ojo. Cuando ambos no actúan como órganos de todo el ser, no hay sino una secuencia mecánica del sentido y del movimiento, como al caminar automáticamente. Cuando la experiencia es estética, la mano y el ojo son instrumentos, a través de los cuales opera toda la criatura viviente, totalmente activa y en movimiento.”

J. DEWEY,

g) Los efectos de contemplar el arte

“[...] el arte adormece las potencias activas, o más bien resistentes, de nuestra personalidad, y nos lleva a un estado de docilidad perfecta.”

H. BERCSON, Essai

h) La lenta flecha de la belleza

“La especie más noble de la belleza es aquella que no arrebata de repente, que no hace ataques tempestuosos y embriagadores, sino que se filtra despacio, que le lleva a uno consigo, casi sin ser advertida, y que le vuelve a salir al encuentro en un sueno, pero que, al final, después de haberse posado largamente en nuestro corazón con sencillez, toma completa posesión de nosotros y llena nuestro corazón de lágrimas y nuestro corazón de anhelo.”

F. NIETZSCHE, El nacimiento de la tragedia

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Aquí tienes varios ejemplos de arte formalista, expresionistas o simbolistas. Identifícalos y explica el porqué.

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[Conveniente lectura de las últimas páginas “Afianzando conceptos”] Lee el texto que se te presenta y responde a las cuestiones que se formulan más abajo.

“La experiencia estética no puede desligarse de la percepción sensible y corporal, del juego de las formas y los

volúmenes, del ritmo, el sonido o el color. El arte se hace con el cuerpo, y con el cuerpo se percibe. Decía

Merleau Ponty: «no es imaginable cómo podría pintar un espíritu». Por supuesto, el arte tiene más significado

que su presencia sensible (por ejemplo, en el plano intelectual o en el emotivo), pero lo sensible y el medio

material y técnico para la creación de la obra y para su recepción son imprescindibles.

A lo largo del tiempo, no sólo han cambiado los temas que los artistas podían o querían presentar, sino los

medios técnicos, ya fueran los materiales (pigmentos, óleos, mármol, fibra de vidrio, titanio, plásticos, etc.), ya

se tratara de los medios mecánicos (fotografía, cine, simulación por ordenador, etc.). El desarrollo cientítico-

técnico, que ha propiciado cambios muy sustanciales en nuestra vida y en los problemas morales que hoy nos

planteamos, abre campos y posibilidades impensables hace poco en el ámbito del arte y de su disfrute:

- Da lugar a nuevas formas de armonía y de belleza en la música (música electrónica, nuevos instrumentos,

aplicación de la informática a la música), en la arquitectura (nuevos materiales e innovaciones que pueden

hacer realidad proyectos como los de la Tokio Millenium Tower, rascacielos de 170 pisos y 840 metros de

altura), y en otras artes, especialmente las visuales.

- Hace posible la irrupción de nuevas formas de arte de gran poder innovador e impacto social, como el cine.

El cine, que de por sí es un nuevo medio mecánico de reproducción de imágenes en movimiento, a su vez sólo

fue posible gracias a los avances de la óptica, la electricidad, la espectrografía, la acústica, la luminotecnia, etc.

- Permite, mediante los medios técnicos de reproducción (fotografía, cine, vídeo, etc.) y la amplia y rápida

difusión de los medios de comunicación de masas, poner al alcance de quien esté interesado las obras de arte

consagradas por la tradición y otras nuevas, como el flamenco, el jazz o la música pop-rock, con un grado de

fidelidad creciente.

- Las posibilidades de reproducción y difusión están en el origen de la cultura de masas y de la estetización

general de la vida debida a los medios de comunicación y a la publicidad. Éstos suelen tener presentes criterios

de belleza o de atractivo formal y han inf1uido poderosamente en los gustos estéticos de nuestra época, e

incluso en la propia noción de belleza.

- La propia economía comienza a verse muy influida por estos nuevos medios de producción, representación y

creación de realidad; los sectores ligados a la imagen y a la comunicación se han vuelto determinantes dentro

del conjunto de las actividades que generan riqueza. La obra de arte adquiere así connotaciones industriales.

Por ejemplo, muchas de las obras maestras del cine son superproducciones, obras de un equipo.

Paradójicamente, algunos autores señalan la relación de dichos avances con la decadencia o, en términos más

radicales, con lo que algunos han llamado «muerte del arte» en nuestro siglo. Según Gianni Vattino, ha muerto

el arte comprometido con la transformación moral y social. En general, hoy día el arte sólo quiere ser arte y

no promocionar moral o políticamente a los individuos o a la sociedad. También ha muerto el gran arte

tradicional, engullido por la cultura de masas y por los medios de comunicación. En buena medida, el arte se

ha banalizado y se ha convertido en mero entretenimiento. Finalmente, para prestigiarse frente a las masas

consumidoras de «arte fácil», los artistas a menudo han respondido en nuestro siglo aislándose en un arte

incomprensible para la inmensa mayoría de la sociedad, apartando de sus obras todo elemento de goce

inmediato, etc.

Walter Benjamin consideró que el arte y su recepción están marcados en nuestro siglo por el enorme progreso

de las técnicas de reproducción. La ilimitada duplicación de la obra de arte la despojaba de su «aura». El aura

es la «manifestación irrepetible de una lejanía», «descansar en un atardecer de verano y seguir con la mirada una cordillera en el horizonte es aspirar el aura de esas montañas». De forma menos poética, el aura es el

encanto que emana de una obra, que embarga a quien contempla esa obra única, irrepetible, ligada a

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tradiciones y a funciones rituales y de culto. En la reproducción un concierto oído a través de un equipo

musical, una fotografía de Las Meninas o el vídeo del Partenón falta el «aquí» y el «ahora» de la obra única,

su vinculación con la tradición, las alteraciones que el tiempo ha dejado en ella, su autenticidad. Las técnicas

modernas de reproducción separan lo reproducido de la tradición y ponen su presencia masiva y al alcance de

cualquiera en el lugar de la presencia irrepetible del original.

Pero todo lo anterior tiene, según Benjamin, una vertiente positiva: la reproductibilidad técnica libera la obra

de su función ritual y al hacerlo la libra de limitaciones, de prohibiciones, aumenta sus posibilidades de

exhibición. El cine, ejemplo de arte de nuestro tiempo, penetra con la cámara en la realidad como el cirujano

en el cuerpo y llega a grandes colectivos, mientras que la pintura o la literatura sólo llegaban a

individualidades.

Benjamin entendía que el «arte por el arte», es decir, la teoría y la práctica que hicieron del arte una

actividad autónoma que encuentra en sí misma y en los valores estéticos su propia finalidad, fue una respuesta

ante los desafíos lanzados por la técnica. En concreto, fue una reacción ante la crisis provocada por la

fotografía. La fotografía y el cine supusieron, en efecto, un gran reto a la pintura y a la literatura, ya que

podían realizar mejor, más rápidamente, y llegando a muchas más personas, lo que antes hacían el realismo

pictórico y narrativo. Para otros autores, el triunfo de la técnica y de sus valores no explican por sí solos la

cadena de rupturas que caracterizan el arte moderno. A este factor habría que añadir otros, como la paulatina

pérdida de la función social del arte en la sociedad capitalista, que hace al arte concentrarse en su función

estética; la progresiva división del trabajo, que hace del artista un especialista y del arte una actividad

autónoma; y, por supuesto, los esfuerzos de los propios artistas por descubrir e innovar.

Por otro lado, como señaló Adorno, los medios de reproducción y de comunicación con frecuencia hacen del

arte algo trivial en su intento de hacerlo llegar a toda la población como objeto de consumo. Por ello, Adorno

veía en el arte autónomo, que se excluía conscientemente de esa cultura masiva, una alternativa liberadora y

positiva. Benjamin lo consideraba, por el contrario, un producto elitista que servía fácil- mente a los intereses

de la burguesía.

Algunos autores sostienen que, en la actualidad, el libre mercado y la política cultural de muchos países

amenazan la innovación artística y cultural, ya que sólo están interesados en aquellas obras que son fáciles de

entender y de degustar por la inmensa mayoría del público. Así, el arte se hace kitsch y ecléctico: hay que

darle a los aficionados productos con apariencia de arte y un poco de todo, siempre que sea fácil de

contemplar y se acomode a todas las necesidades, especialmente a la de aquellos que tienen poder de compra.

Por otro lado, no conviene perder de vista una visión general y ponderada de nuestro tiempo: el siglo XX ha

sido de gran vitalidad y pluralidad, como lo prueba la asombrosa sucesión de movimientos artísticos. Los

nuevos medios técnicos de que se sirve el arte no tienen por qué mermar su creatividad, sino dotar al arte de

nuevos recursos y posibilidades expresivas adaptadas a nuestro tiempo.

La experiencia estética en un mundo tecnificado Una sensación bastante extendida en la filosofía y en la literatura es la de que la vida actual carece de

equilibrio, pues hay ciertas capacidades y vertientes del ser humano a las que se ha dado demasiado

importancia en detrimento de otras: la razón, la eficacia, la rapidez, la competitividad, etc.

Schiller, a finales del siglo XVIII, concretaba su insatisfacción ante la cultura moderna en la oposición que ésta

establecía entre la capacidad de sentir y la de pensar, de la sensibilidad y de la razón: «... el gozo está separado del trabajo, los medios del fin, el esfuerzo de la recompensa. Encadenado eternamente sólo a un pequeño fragmento de la totalidad, el hombre se ve a sí mismo sólo como un fragmento; escuchando siempre sólo el monótono girar de la rueda que mueve, nunca desarrolla la armonía de su ser y, en lugar de darle forma a la humanidad que yace en su naturaleza, llega a ser una mera estampa de su ocupación, de su ciencia» (Citado

por MARCUSE en Eros y civilización. Págs. 173-174).

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Schiller esperaba que el arte reconciliara la naturaleza sensible y espiritual del hombre. Desde su punto de vista,

esto era posible porque la experiencia estética pone en juego capacidades perceptivas, sensitivas, hedonistas, que

corresponden tanto a lo mental como a lo corporal del sujeto que efectúa la experiencia. Ya antes Kant había

advertido certeramente que el juicio estético responde al libre juego de la imaginación y el entendimiento, y

que en él se manifiesta la unidad de las facultades como expresión del «sentimiento de la vida».

Marcuse propuso como terapia la abolición de los controles represivos que la civilización ha impuesto sobre la

sensualidad. La función estética puede ser la guía para una civilización no represiva, ya que la experiencia

estética es un juego de libertad, donde las reglas sirven para desplegar creatividad y donde se da una

gratificación aceptable de nuestros deseos.

Además, el arte tiene otras funciones menos utópicas, pero no menos interesantes. La dimensión lúdica de la

experiencia estética, las sensaciones de agrado, de expansión de la personalidad, de vitalidad intensa que nos

aporta, el carácter gratificante que tiene para quien la disfruta, la ha convertido en fuente de felicidad y de

satisfacción para el ser humano de todas las épocas.

Para Bloom, en su obra El canon occidental, la verdadera utilidad del arte consiste en el crecimiento, en el

desarrollo de nuestro propio yo interior. Esto entronca con una larga tradición que consideraba que la

experiencia estética nos permite adentrarnos en una existencia más rica, abandonarnos sin riesgos a

experiencias excitantes. Los seres humanos no tenemos bastante con nuestra propia experiencia y buscamos

ampliarla. El arte y la experiencia del arte es un ámbito incomparable para ello.

«El arte actual, que tiene a su disposición las nuevas 1ecnologías del tiempo y de la imagen, goza de una

especial capacidad para hablar directamente con el lenguaje de nuestro tiempo; pero como arte tiene un poder más grande aún para formular las preguntas y misterios más profundos de la condición humana.»

BILL VIOLA: El arte en el fin de siglo. Pág. 103. Teniendo en cuenta el contenido del texto: - Extrae las características que el texto asigna al arte y la experiencia estética en nuestro mundo actual. - ¿Cuáles crees que son los conceptos y funciones del arte más extendidos hoy entre la gente que conoces?( El arte como imitación, como expresión, como forma, como realidad imaginativa, el arte por el arte, como necesidad de la naturaleza humana, como evasión, como purificación, educador o humanizador) - ¿Con cuál de los enumerados en el texto te sientes más identificado/a? - ¿Con cuál de ellos estás en total desacuerdo? Razona por qué - Haz un listado de las que serían, a tu juicio, las características más sobresalientes de lo podríamos llamar hoy ARTE… -.¿Cuáles añade el texto que tú no habías tenido en cuenta? ¿Qué añaden esas características que el texto introduce a lo que ya sabías sobre el arte?

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¿Eres creativo?

Hasta el momento hemos dedicado a hablar mucho de lo que sentimos ante lo bello y del arte y sus artífices –los artistas. Ahora nos centraremos en estos últimos y en el papel preponderante que la estética contemporánea y moderna les concede en el terreno de la creación de belleza. Desde el Romanticismo la expresión del individuo y su poder creador han sido dos determinantes de la actividad artística. En íntima conexión con ello está el desarrollo teórico en torno al Genio del Creador, del artista. En ocasiones miramos a los artistas como a personas extrañas, diferentes a la mayoría. Muchos se comportan de forma extravagante y eso refuerza nuestra creencia en que son especiales –un completo éxito de las técnicas de marketing, todo hay que decirlo. El que es capaz de componer, actuar, representar, fabricar, pintar.., un objeto que los demás admiran obtiene el reconocimiento social –los medios de comunicación se encargan hoy de que todo el mundo se entere- y su carácter es automáticamente analizado, sale en las revistas, aparece en la televisión o es tema de las conversaciones que se tienen en ella y fuera de ella. Parece tocado de un don especial que le hacen capaz de realizar obrar no accesibles a la mayoría de los mortales. La creatividad tiene mucho que ver con esto. Y ahora vamos a intentar pensar un poco en ella antes de estudiar las ideas de Kant y Schopenhauer sobre el genio del artista. Y es que la creatividad consiste en ser capaz de ver organizaciones de las cosas que otros no ven; inventiva, iniciativa, atrevimiento, arrojo, intrepidez, claridad mental.., son sus compañeros. Y todos tenemos mucho o poco de ello. Recuerda lo que importa haber sido educado en algo para ser capaz de realizar ese algo. Por eso te propongo que leas el siguiente texto en el que hay una serie de características de la creatividad, léelo y marca cuáles de esas características crees poseer. Luego hablaremos entre todos sobre nuestro nivel de creatividad. Un buen comienzo para hablar de los artistas y sus cualidades es hablar de nosotros y las nuestras. Características de las personas creativas

a) Sensibilidad para los problemas y capacidad de asumir riesgos: presentan mayor tolerancia a la

ambigüedad, disfrutan asumiendo riesgos y no se sienten bloqueadas ante un posible fracaso.

b) Fluidez de opciones, ideas no convencionales: generan distintas respuestas ante una misma pregunta,

piensan alternativas sin tener en cuenta los hábitos sociales o las soluciones más comunes.

c) Flexibilidad mental: es una cualidad indispensable para poder adaptarse a las nuevas ideas o las nuevas

formas de hacer las cosas. Es lo opuesto a las representaciones estáticas, propias de posturas inmovilistas. La

flexibilidad mental enriquece la pluralidad de perspectivas ante las nuevas situaciones o ante la obra que se

desea emprender.

d) Originalidad: suele ser la nota más característica del acto creativo. Viene dada por la capacidad del

artista de percibir y expresar las posibilidades latentes en aquello que desea realizar y no pergeñadas

todavía.

e) Capacidad de análisis y síntesis: consiste en analizar y recombinar, a través de distintas conexiones

posibles, los elementos que se han de considerar.

f) Capacidad de redefinición: significa organizar los materiales de distinto modo, y encontrar usos, funciones

y aplicaciones de los objetos diferentes de las habituales.

g) AÑADE ALGUNA CARACTERÍSTICA MÁS QUE CREAS QUE PUEDAN POSEER Y NO ESTÁ INCLUIDA

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El genio creador y la actividad creadora.

Vamos a estudiar en esta actividad las teorías sobre el genio creador de Inmanuel Kant y de Arthur Schopenhauer. Además dedicaremos un rato a considerar cómo se produce la actividad creadora, cuáles son sus mecanismos. Lee los textos que se te presentan y responde a las cuestiones. - Haz una lista lo más exhaustiva posible –entre lo visto en el texto anterior y esta- de las características del genio creativo. - ¿Qué crees que quiere decir Kant con la expresión “el Genio es Naturaleza y no ciencia”? - ¿Estás de acuerdo con la distinción que Shopenhauer hace entre Genio e individuo vulgar? - En definitiva, ¿se nace o se hace el artista? Texto a) El genio en Kant.

“Junto al gusto, que es la facultad de juzgar lo bello, Kant propone el genio como la facultad de crear o

producir objetos bellos. Veamos dos definiciones complementarias de “genio”.

“Genio es el talento (o don natural) que da la regla al arte”(Crítica del Juicio, parágrafo 46.)

“Genio es la capacidad espiritual innata mediante la cual la Naturaleza da la regla al arte”. (Ibíd.)

De estas dos definiciones, nos interesa extraer las siguientes ideas:

a) El genio es un don, es un regalo que la Naturaleza proporciona a la persona, al artista, para que pueda

crear objetos bellos.

b) Ese talento, esa capacidad, es absolutamente innata (no producida, sino que nace con la vida) y,

mediante ella, el artista se comporta en la creación de objetos bellos como si fuera Naturaleza. El artista es

así una Naturaleza creadora. De ahí que Kant señale para el genio las cualidades siguientes:

1.-Originalidad. El genio produce los objetos bellos sin tener en cuenta regla alguna, sino simplemente

guiándose por las ideas de su propia imaginación o mente.

2.- Los productos del genio, las obras de arte realmente geniales, se convierten en modelos, en productos

ejemplares que sirven y orientan a otros artistas. Asimismo, ofrecen criterios fiables que pueden ayudar a

distinguir entre una verdadera obra de arte y un producto que, aunque parece obra de arte, es

simplemente fruto de la habilidad y de la imitación.

3. Dado que el genio es Naturaleza y no es ciencia, no puede comunicar a nadie las reglas conforme a las

cuales produce su arte. En ello se distingue claramente de la ciencia, cuyos contenidos más difíciles pueden

ser aprendidos con esfuerzo y buenos maestros. Puesto que se trata de una capacidad espiritual innata, es

imposible aprender o enseñar la genialidad; el artista nace, el científico se hace.”

Texto b) El genio en Schopenhauer

“Según Schopenhauer, el genio surge como fruto de un desarrollo anormal de la facultad del conocimiento,

que, al generar una cantidad considerablemente mayor que la que exige el mero servicio de su voluntad,

queda libre y con un fin más noble, a saber: la contemplación esencial de la realidad.

El genio consiste, pues, en un poder y exaltación del conocimiento intuitivo, y en ello se distingue

expresamente de la inteligencia científica, que se manifiesta especialmente eficaz en el conocimiento

discursivo. Por medio de éste, sólo se podrán producir obras perecederas; pero las creaciones inmortales

serán siempre obras del genio. Veamos las características que Schopenhauer atribuye al genio.

En primer lugar, es necesario considerar la imaginación como una característica absolutamente

imprescindible de la genialidad. Sin duda alguna constituye su cualidad esencial, aunque no conviene

identificar plenamente imaginación y genio.

La tarea de la imaginación consiste en ampliar casi hasta el infinito el horizonte de visión del individuo

genial, de tal modo que éste pueda superar ampliamente su perspectiva personal y colocarse en una

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situación privilegiada desde la que pueda hacer desfilar ante sus ojos “casi todos los cuadros posibles de la

vida”. La imaginación es una condición esencial del genio, pues sólo mediante ella puede superar tanto las

coordenadas espacio-temporales en que se dan las intuiciones, cuanto el azar mismo con que ellas se

presentan.

Sin embargo, como todos sabemos, es falso que la imaginación sea siempre un signo de genialidad. Muy al

contrario, muchas personas que tienen muy poco “genio” poseen una desmesurada imaginación.

Además de la imaginación, el genio posee una serie de cualidades que Schopenhauer va desgranando al hilo

de su comparación con el individuo vulgar. A éste le niega la capacidad para una verdadera contemplación

estética, pues la persona vulgar sólo es capaz de dirigir su atención a las cosas que se relacionan con la

voluntad de vivir, y es incapaz de detenerse en la contemplación de cualquier objeto, ya sea una obra de

arte, un aspecto bello de la Naturaleza o un momento de su propia vida.

Por el contrario, la persona con genio se recrea en la contemplación de la vida, y se esfuerza por penetrar

en la idea de cada cosa. Schopenhauer hace una comparación muy plástica de las diferencias entre el

individuo vulgar y el genio:

“Así como para la persona de todos los días el conocimiento es como una linterna que dirige sus pasos, para

el genio es el Sol el que ilumina el mundo y revela su sentido”

(El mundo como voluntad y representación, libro III, parágr. 36)

Curiosos e interesantes son los análisis que realiza Schopenhauer acerca de las relaciones entre razón-genio-

locura: “Es raro encontrar mucho genio unido a mucha razón; por el contrario, un talento genial está

sometido muchas veces a vivos afectos y a pasiones poco razonables”. La persona prudente nunca será

genial, y el genio será el ser más ajeno al individuo prudente. Puesto que la conducta del genio no está

dirigida por la razón, sino por la intuición, el influjo de lo inmediato le suele conducir a la irreflexión, al

arrebato y a las pasiones. Además, genialidad y locura pueden llegar a coincidir en el momento de la

inspiración, ya que éste es el momento en que la inteligencia se libera completamente de su tiranía a la

voluntad de vivir; y, por ello, se trata de un estado que, en sí mismo, es antinatural.

Schopenhauer señala también como una de las condiciones esenciales del genio la melancolía. Frente al

individuo vulgar que suele generar seguridad en su enfrentamiento continuo a la realidad, el genial sucumbe,

a menudo, en el decaimiento y la nostalgia, ya que se percata claramente de las miserias de la vida

humana. Igualmente puede atribuírsele un cierto infantilismo, ya que se trata de un estado mental tan libre

de las sujeciones de las miserias de la realidad sensible, que sólo podemos encontrarlo en la etapa infantil del

ser humano.”

Texto c) El proceso creativo

“Al igual que en la ciencia, se parte de la realidad, de la que se toman unos fenómenos, seleccionándolos

según la sensibilidad del estilo vigente o según una nueva metáfora. El artista, una vez ha seleccionado las

experiencias, las convierte en formas, intensificando detalles de la realidad. Las formas empleadas serán

palabras, líneas, colores, sonidos, volúmenes, etc., que, combinadas de acuerdo a determinadas reglas, ya

sean de inspiración original o extraídas de un estilo convencional, darán lugar a un modelo u obra

terminada que debe ser comunicado al espectador para que se produzca una experiencia estética

determinada.

El arte tiene dos vidas: una en el autor y otra en el espectador; la obra debe renacer en el espectador; la

emoción inspiradora del artista debe reencarnarse en el contemplador para que éste sienta la realidad

transfigurada.

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Así pues, la convergencia entre arte y ciencia es plena en el momento del acto creativo, pero, qué estado

mental podría corresponderse con la capacidad de lograr una síntesis nueva a partir de elementos

preexistentes? Ll. Racionero propone la metáfora de la onirosíntesis (síntesis del sueño) como el estado ideal

en que se produce la creación humana, una combinación inconsciente realizada en un estado similar al

sueño. El proceso creativo es un regreso de la mente a lo indiferenciado, a las fases anteriores a la lógica y al

lenguaje, donde se puede producir una intercambiabilidad de las cosas como se da en el sueño.

Una vez completada esa etapa del “viaje”, la mente vuelve a la conciencia llevando consigo una síntesis

nueva de elementos antes inconexos. El acto de creación es una iluminación súbita, una revelación

instantánea en forma de imagen o relación de conceptos. Pero ella sólo se produce si la mente ha sido

preparada mediante un gran esfuerzo previo en el estudio del problema.”

(LÓPEZ MOLINA y ABAD PASCUAL Filosofía. 1º Bachillerato, Madrid, MacGraw-Hill, 2000)

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El filosofo Arthur Danto se interroga sobre qué es el arte

El prestigioso filósofo y crítico del arte norteamericano Arthur C. Danto se interroga acerca de una pregunta compleja que no admite concepciones unívocas en su flamante libro ¿Qué es el arte? en el que intenta aproximarse a una definición hilvanada a través de la filosofía y algunos nombres fundamentales de la historia del arte. “Platón definió el arte como imitación, aunque resulta difícil decir si se trata de una teoría o de una mera observación, ya que en la Atenas de aquel tiempo no había nada más que fuera denominado arte”, arranca el autor en las primeras hojas del libro editado por Paidós. En un texto que navega entre el ensayo, la reflexión y la historia del arte de a destellos puntuales, Danto cuestiona la popular creencia según la cual el arte es un concepto indefinible, e intenta explicar las propiedades que constituyen su sentido universal. Las pinturas de Giotto, Las señoritas de Aviñón de Pablo Picasso (“un paradigma de pintura revolucionaria”), el espíritu del fauvismo de Henri Matisse (Mujer con sombrero), el Cuadrado negro del artista abstracto Malevich en 1915, Jackson Pollock y hasta el compositor John Cage se suceden a través del relato para dar forma a una explicación que atraviese todos los períodos. El contexto de cada producción es fundamental a la hora de intentar una aproximación a la pregunta que dispara el libro, según explica el propio autor nacido en Michigan en 1924, considerado uno de los críticos de arte más reputados en Estados Unidos. “En mi opinión, para alcanza una definición mejor que la de Platón, hay que mirar a los artistas más recientes, ya que son más propensos a restar de sus teorías propiedades anteriormente consideradas esenciales para el arte, como la belleza”, se despacha el autor conocido por sus audaces teorías sobre el arte. Danto hace especial hincapié en dos grandes artistas: Marcel Duchamp, relacionado al dadaísmo, y Andy Warhol, referente del pop art, ambos vinculados a movimientos “hasta cierto punto filosóficos, “pues eliminaban características que se habían considerado hasta ese momento intrínsecas al concepto del arte”. “Sirviéndome de Duchamp y Warhol para brindar mi propia definición de arte, he intentado entresacar ejemplos de la historia del arte para mostrar que la definición siempre ha sido la misma. Así, me ayudo de Jacques-Louis David, Piero Della Francesca, y de la Capilla Sixtina de Miguel Angel”, destaca Danto para agregar que “lo que lo hace arte se encuentra una y otra vez a lo largo de la historia”. A grandes rasgos y con tono filosófico -por donde se mechan los conceptos de Descartes, Kant y Hegel-, Danto arguye que una obra de arte se define siempre por dos criterios esenciales: el significado y la materialización. A eso, añade un tercer criterio, el de la interpretación que cada espectador aporta a esa obra. El arte es ante todo un “significado encarnado” y son sus propiedades invisibles las que convierten a algo en arte: aquello que lo hace arte es una propiedad esencial sin la cual un objeto no puede entenderse o interpretarse como tal. Para el autor, “un artista encarna significados” y eso es precisamente lo que vincula a los grandes maestros mencionados a lo largo del volumen.

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Profesor emérito de la Universidad de Columbia y crítico de arte del semanario The Nation, Danto estaba acostumbrado a remover los cimientos de las artes plásticas con sus artículos y ensayos, desde que en los años 80 anunció el fin del arte y una época basada en la incertidumbre y la ausencia de referencias. Sus libros El abuso de la belleza, La transfiguración del lugar común y Después del fin del arte conforman una trilogía que intenta llegar a comprender los cambios radicales en el arte desde los años 60. Para ver el video: El arte ha muerto: Introducción a la teoría del fin del arte de Arthur C. Danto, de un clic al siguiente vínculo [Duración 10 min.]: http://www.youtube.com/watch?v=19Tv546yZcc

- Explica la postura del autor, a partir de este texto y del vídeo propuesto (u otros, si lo crees preciso.) _________________________________________________________________________________

Videojuegos y arte.

http://www.xgenstudios.com/game.php?keyword=flow

El videojuego Flow del año 2006, disponible en línea en su página web, está expuesto en el MoMa junto a otros videojuegos desde el año 2014 por ser considerados piezas artísticas.

Juega a este videojuego y enumera los factores de su diseño, mecánicas, música, fotografía, etc., que consideres que pueden haber hecho que se considere arte. ¿Estás de acuerdo con esta categorización? ¿Conoces otros videojuegos que puedan ser considerados arte? Razona tu respuesta en ocho o diez líneas.

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Afianzando conceptos. Características de la experiencia estética

La filosofía, como hemos visto en la Unidad Didáctica 1, se preocupa de reflexionar sobre aquellas situaciones problemáticas que despiertan el interés del hombre. Y ese interés humano suele ser muy amplio y estar relacionado con muy diversos temas. Tal es la condición del ser humano: inadaptado por definición, sintiendo siempre el mundo como un lugar para el que no está hecho, sintiéndose a sí mismo ante una realidad diferente a la que viven los diversos organismos vivos que existen. Y una de las facetas de esa realidad que nosotros percibimos es lo que estudia la ESTETICA, una disciplina centrada en la reflexión acerca de un tipo de objetos capaces de producir emociones que nos sirven para valorarlos como bellos, feos, sublimes... Así estudia un tipo especial de experiencia que ciertos objetos logran suscitar. Estos objetos capaces de despertar experiencias estéticas en nosotros reciben el nombre de objetos estéticos. Aunque no todos los pensadores están de acuerdo, se considera que éstos pueden ser de dos tipos: - Objeto artístico: creado artificialmente por el hombre con la intención de suscitar una experiencia estética. Son objetos de este tipo: una pintura, una sinfonía o una representación teatral. - Objeto natural: no es una creación humana. Está ahí y el hombre se lo encuentra. Pueden ser objetos de este tipo: una flor, una concentración de nubes sobre el mar o un bello rostro. Para algunos filósofos, la emoción ocasionada por una pintura es similar al sentimiento que nos puede producir un paisaje, una puesta de Sol en el mar o un desierto de dunas. Por ello, a pesar de las diferencias, son considerados objetos del mismo tipo: objetos estéticos. De todas formas, sea cual sea su naturaleza, lo que tienen en común es el sentimiento que nos producen: estos objetos nos afectan de forma distinta a como lo hacen los demás objetos “prosaicos” que nos rodean. Decimos que estos objetos son bellos porque nuestra personalidad se enriquece cuando los admiramos. Decimos que algo es bello cuando no nos deja igual. Este enriquecimiento es mayor cuando nos preparamos para percibir la belleza, es decir, cuando aprendemos a distinguir los elementos que componen el objeto bello: formas, armonías, colores, ritmos, tonos, etc. Cuanto más conocemos el estilo de un pintor, mejor apreciamos sus obras; cuanto más conocemos los recursos cinematográficos que un realizador nos puede ofrecer, mejor apreciamos las imágenes que nos muestra. Habitualmente se considera la experiencia estética un goce o placer agradable para los sentidos. Sin embargo, sin ser estéticos, también son agradables a los sentidos un baño caliente, una suculenta comida o un masaje eficaz. Pero, mientras que un baño caliente o un buen masaje provocan sensaciones físicas inmediatas (bastante agradables, por cierto), los objetos estéticos van más allá. En el goce estético hay una dimensión emocional e intelectual que no surge automáticamente por el simple hecho de colocarnos ante un objeto estético. En determinadas ocasiones, pero no siempre, contemplar una obra de arte o un paisaje produce en nosotros una experiencia especial que nos resulta difícil comunicar y que supera la simple satisfacción de los sentidos. Es un placer de otro tipo. Un placer provocado por la combinación de elementos: ritmos, colores, formas, disposiciones, proporciones, sonidos, silencios.., que sirven a una función comunicativa que nos transmite un significado. Las expresiones “me dice algo” o “no me dice nada” son muy usadas cuando nos referimos a lo que nos gusta –parece bello- o no nos gusta. Definir o explicar un sentimiento, sea cual sea, resulta difícil. Para muchos, imposible. El placer, como cualquier otra emoción, sólo puede ser parcialmente comunicado a los otros, aproximadamente descrito o inducido, pero nunca completa y definitivamente transmitido y comprendido, al menos, verbalmente. Precisamente, para muchos teóricos, lo característico de los objetos estéticos es que logran comunicar lo lingüísticamente incomunicable. Surgen como otros modos de expresar emociones que, si no, resultarían difícilmente compartibles. Y es que tener una experiencia estética no es almacenar datos sensoriales en la memoria. Sino participar del objeto que nos proporciona dicha experiencia. Un auténtico encuentro. Cuando salimos de un concierto u olemos el azahar, decimos que hemos tenido una experiencia estética, porque estamos afectados por la interpretación a la que hemos asistido o el olor que hemos sentido. Afectados en un sentido global: es un sentimiento que nos desborda y afecta no sólo a nuestros sentidos, sino también a nuestra capacidad cognoscitiva, que activa nuestros recuerdos y nos hace vivir con intensidad y plenitud. Sensaciones fugaces que nos permiten trascender lo habitual y situarnos, por un momento –de ahí la brevedad de la experiencia estética-, “fuera del tiempo”, saboreando el placer en toda su intensidad, sintiéndonos dichosos de estar vivos y experimentando esas emociones. Para explicar este valor estético, Platón narra en su diálogo Fedro una bella metáfora. Nos cuenta que las almas de las personas, antes de venir a este mundo, vivían en un mundo celestial; pero, por alguna razón misteriosa, se vieron obligadas a caer a la tierra y han quedado separadas de una verdad y una felicidad de las que sólo guardan un leve recuerdo. Desterradas en la pesadez terrenal, las almas han perdido las alas Y no pueden impulsarse hacia

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el gozo del conocimiento de lo verdadero. Sin embargo, existe una experiencia por la que el alma humana se eleva de nuevo. Es la experiencia del amor y la belleza. Para Platón, lo «bello» es lo que más brilla y nos atrae, la visión de lo ideal: lo perfecto, lo armónico, lo equilibrado. Para Platón. las experiencias del amor y la belleza serán las que marquen el camino privilegiado por el que los seres humanos pueden llegar a la verdad. Éste es el quehacer originario de la filosofía y por ello siempre ha sido difícil separar la reflexión sobre la verdad, el bien y la belleza. Este encuentro con la belleza y la consiguiente elevación del espíritu de la que nos hablaba Platón son posibles porque el sentir humano es un sentir estético. La expresión «estético» tiene su origen en el vocablo griego aisthetikós, que significa «sensible» y se refiere en principio, por tanto, a la capacidad que tenemos los seres humanos de percibir sensaciones. Sin embargo, en castellano la utilizamos para referirnos sobre todo a nuestra capacidad de sentir la belleza y la fealdad. Lo que sí ocurre es que la base de este sentimiento de lo bello es la sensibilidad, porque el encuentro con la belleza tiene siempre una mediación material, lo bello tiene que percibirse de algún modo por los sentidos. Desde esta perspectiva podríamos entender la Belleza como perfección. Las cosas bellas serían las cosas bien hechas, lo bello se identificaría con lo perfecto, lo eu-morfé, lo que está en buena forma. De aquí se derivará el término latino formosus de donde procede «hermoso» y «hermosura». En este estrato lo feo sería lo deforme, y lo bello, lo que se atiene a una simetría, a unos cánones, a una perfección formal. Un acabado perfecto. La experiencia estética es una emoción que ciertos objetos pueden provocar en nosotros, pero sólo si nos acercamos a ellos de una determinada forma. El aventurero que explora un paraje desconocido buscando un tesoro, el propietario que contempla un bosque calculando las ganancias que obtendrá en la venta o el publicista que escoge una melodía para el anuncio de detergente no se sitúan a sí mismo en disposición de tener una experiencia estética. Su actitud no es la apropiada. Sólo una actitud desinteresada puede proporcionarnos el placer característico de la experiencia estética. Pero, ¿en qué consiste? ¿Supone un acercamiento indiferente y pasivo al objeto estético? No. Cuando hablamos de una actitud desinteresada, no utilizamos el término interés en su acepción de “atención e inclinación entusiasta a algo”, sino en su acepción de “provecho o utilidad de algo”. Así, en este sentido, mantener una actitud interesada supone acercarnos a algo fijándonos en su utilidad y en el beneficio que podemos extraer, mientras que mantener una actitud desinteresada significa apartar esta finalidad utilitarista; en otras palabras, aproximarnos al objeto estético sin convertirlo en un medio o instrumento para nuestro provecho, sino respetándolo como un fin en sí mismo. Así es como debemos acercarnos a las obras de arte y a la naturaleza si queremos gozar de una verdadera y pura experiencia estética.

(Texto elaborado usando como material de referencia las siguientes obras: CORTINA, Adela Filosofía.1º, Madrid, Santillana, 1996, pp. 249-250; AA.VV. Filosofía. Bachillerato, Sevilla, Guadiel, 1998, pp.222-224)

Continuando con las características de la experiencia estética podemos añadir a las anteriormente estudiadas los siguientes rasgos:

- La realidad se nos presenta más ligera: la experiencia estética transforma nuestra visión de la realidad, de modo que el mundo nos parece más liviano y la vida más llevadera; a través de esta experiencia descubrimos un nuevo sentido en las cosas.

- Nos altera la vivencia del tiempo: el goce estético hace que nos olvidemos del reloj, hace que el tiempo pase casi «sin sentir». La experiencia de lo estético nos permite superar la fugacidad del tiempo ordinario y saborear la eternidad, transitar del pasado al presente y al futuro sin solución de continuidad.

- Desprendimiento del yo: tanto la experiencia de crear algo bello como la de contemplar cosas bellas, nos puede conducir a un estado de cierto olvido de nosotros mismos. Aunque se trata de un proceso gradual, la experiencia estética supone un salir al encuentro, un desprenderse del yo rutinario para crear, para perderse en la contemplación, para dejarse arrastrar por el embrujo de la belleza, libres de cualquier tipo de lastre.

- Precariedad del gozo: la intensidad de la experiencia contrasta con su brevedad; el gozo estético es un gozo precario y por ello parece fruto del azar. La realidad a la que se vuelve después de la contemplación parece más dura.

A través del sentir estético llegamos al disfrute de la experiencia estética. Y a través de las experiencias estéticas vamos desarrollando una actitud estética. Por «actitud estética» entendemos la relación que los seres humanos mantenemos con los objetos estéticos. Para aclarar en qué consiste esta relación, los filósofos de la estética moderna, entre los que destacan Baumgarten y Kant, distinguen nítidamente entre el gozo estético y el placer sensible.

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La experiencia estética no está determinada por el placer sensible que nos proporcionan los objetos. Si así fuera, la belleza de tales objetos dependería del mayor o menor agrado que provocasen en cada uno de nosotros. De esta forma identificaríamos lo bello con lo agradable y la relación estética se reduciría a un simple deseo despertado por una sensación. ¿Significa esto que cuando observamos una flor o disfrutamos con una novela no estamos obteniendo un placer? Por supuesto que se trata de una experiencia placentera, pero no se trata del mismo tipo de placer que el que obtenemos cuando comemos una apetitosa comida o saciamos la sed. Se trata de un placer que no consiste en gozar de una novela o gozar de una flor, sino de gozar con una novela o gozar ante una flor. Por ello, para diferenciar el placer que provoca lo bello del placer que provoca lo agradable o lo apetitoso, hablaremos del goce estético para referirnos a ese otro tipo de placer que no procede de la satisfacción de necesidades del organismo. Además, mientras que en el mero placer sensible sometemos el objeto a nuestro deseo, en el gozo estético sentimos que nuestra voluntad se detiene ante el objeto y establece cierta complicidad con é1. Contemplar un buen cuadro o escuchar una hermosa melodía son experiencias que hacen que nuestra voluntad se detenga, y toda nuestra atención quede «raptada» y seducida. El gozo estético que se produce ante esa pintura o esa pieza musical se genera por la admiración que nos provocan los objetos estéticos. Ese momento de admiración es un momento de fascinación y asombro por el que se establece un proceso de comunicación distinto al habitual. Nos sentimos arrastrados por el objeto estético, que abre ante nosotros un mundo diferente. Este mundo que se nos abre a través de la admiración puede ser una invitación a olvidarnos de la realidad cotidiana, a desentendernos de ella, a romper los procesos de comunicación ordinarios. Para algunos artistas la actitud estética consiste en la ruptura con el mundo ordinario, en el inicio de una comunicación nueva, en el comienzo de un orden alternativo que el arte nos ofrece seduciendo a la imaginación. Sin embargo, este mundo que se abre y esta comunicación que se inicia se producen desde un mundo real que la imaginación completa, enriquece y desborda. Puede pensarse que este protagonismo de la imaginación se produce en detrimento de la razón humana. Sin embargo esto no es así, principalmente por dos motivos: -Porque la razón no trabaja únicamente con conceptos, sino que también utiliza sensaciones e imágenes. El conocimiento que tenemos de la realidad también es imaginativo y por ello la sensibilidad no puede ser minusvalorada en detrimento del entendimiento. -Porque la razón humana es una razón sentiente, y por ello la sensibilidad que se despierta con los objetos estéticos tiene un carácter propio: es racional sin ser conceptual, pero es sensible sin ser únicamente placentera. Así pues, por el hecho de poner en juego la sensibilidad, el objeto estético no anula ni el entendimiento ni la voluntad, más bien los detiene, los mantiene fascinados. Esta admiración no es tan sólo una simple sorpresa, ya que la actitud estética exige de nosotros un interés especial: un interés que Kant llamó «desinteresado», porque lo bello tiene una finalidad propia que es independiente de la utilidad y el consumo. Este interés «desinteresado» recoge lo que Aristóteles llamaba el momento de la contemplación. Contemplar no es soportar pasivamente la presencia de algo, sino aceptar lo contemplado y entablar con ello una comunicación que es sentiente y racional al mismo tiempo. Por esta razón, la actitud estética no lleva consigo un enfrentamiento entre el intelecto y la sensibilidad, sino el afán de buscar su equilibrio y armonía. La contemplación es un juego libre porque no apunta a ninguna finalidad preestablecida. Un juego en el que surgen continuamente nuevas formas de interacción entre nuestra facultad creadora de imágenes y nuestra facultad de entender mediante conceptos.

(Extraído de CORTINA, Adela Filosofía.1º, Madrid, Santillana, 1996, pp.251-253) El juicio del gusto.

El ser humano es un ser que juzga. Continuamente, en nuestra vida familiar, en nuestro trabajo, en los momentos de diversión... hacemos juicios sobre lo que nos rodea. Por ejemplo, hacemos juicios cuando afirmamos cosas como: el CD es más duradero que el disco de vinilo, lo que acabas de hacer es injusto o este vestido es más bonito que el que llevabas ayer. En todos estos casos, lo que hacemos es formular un juicio; es decir, expresar una oración, que puede ser verdadera o falsa, en la que atribuimos una cualidad a un objeto. Pues bien, el acto de formular esta oración o proposición es el acto de juzgar y la proposición u oración enunciativa resultante es lo que llamamos un juicio. Entre los juicios que las personas formulamos, algunos autores distinguen uno especial: el juicio estético. En el juicio estético, formulamos una proposición en la que se relaciona un objeto con una cualidad estética (belleza, fealdad, sublimidad). Así, oraciones como “esta flor es bella”, “esta sinfonía es sublime” o “este poema no tiene nada de bello” constituyen juicios estéticos. Ahora bien, es preciso diferenciar entre nuestra opinión de agrado o

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desagrado acerca de algo (esta pintura no me gusta, la encuentro fea) y un juicio estético legitimado y que tenga validez más allá de nuestra preferencia personal. El juicio estético es posible gracias a la experiencia estética. Percibimos algo que nos afecta intensamente y, casi de inmediato, sin que medie la reflexión, lo consideramos bello o feo. Por lo tanto, podemos afirmar que el juicio estético es fruto de la experiencia y la sensación, y no el resultado de una deliberación intelectual. El juicio estético está basado en una sensación que producen los objetos en nosotros. Dicho de otra manera, el juicio estético no se basa en una cualidad que tenga el objeto, sino en una experiencia que provoca en nosotros. Por lo tanto, si se basa en una sensación subjetiva y personal del observador, tendremos que admitir que el juicio estético es, también, una valoración subjetiva que nace de una sensación íntima y privada. El subjetivismo del juicio estético nos sitúa ante un problema que ha hecho reflexionar a los teóricos de la estética. Si el juicio estético es subjetivo, entonces no puede tener validez universal; es decir, vale para mí, pero quizá no valga para los otros. Por esta razón, para algunos autores es inevitable circunscribir el juicio estético al ámbito personal. Cuando yo digo “este cuadro es hermoso” o “esta tempestad sobre el mar es sublime”, estoy haciendo una apreciación personal que vale para mi, pero que quizá no sea compartida por los demás. Sin embargo, nuestra forma de apreciar los objetos estéticos nos inclina a rechazar la creencia de que nuestras valoraciones estéticas sor meras opiniones personales. Generalmente, cuando alguien hace un juicio estético y afirma que algo es bello o feo, tiene la convicción es que eso debería ser así para todos; es decir, está convencido de la objetividad y universalidad de su juicio. Cuando atribuimos belleza a una obra de arte, cuando consideramos que tiene un alto valor estético, pensamos que esto es o debe ser así para todo el mundo.

(Extraído de AA.VV. Filosofía. Bachillerato, Sevilla, Guadiel, 1998, pp.225-226) El juicio es el último grado en el goce estético y con él nos comprometemos en la valoración del objeto estético. Con él estamos pasando a la acción, con él intentamos valorar tanto la belleza del mundo natural, si se trata de un objeto estético de la naturaleza, como la belleza plasmada en la obra de arte, si se trata de un objeto estético artificial. En este último caso, con el juicio estético intentamos captar la intención del artista y participar en la conversación a la que nos ha invitado con su obra. Las primeras reflexiones sobre el juicio estético como un juicio del gusto se atribuyen al pensador español Baltasar Gracián. Partiendo de él, podríamos describir el buen gusto como una capacidad humana caracterizada por los siguientes rasgos: - Representa el ideal de formación social, el ideal de una sociedad educada y cultivada. - No está condicionado por ser noble, cortesano o vulgar; por tanto, no es un juicio que dependa de la estirpe o los méritos sociales. - Supone capacidad para distanciarse de las propias preferencias y alcanzar validez social. - No está fundado en criterios conceptuales, ni tampoco se buscan. - Supone una integración de los cinco sentidos. - A diferencia de la moda, el gusto crea independencia, supone capacidad para discernir y adaptar las modas al gusto. - Supone la referencia a un todo que, sin estar dado de antemano, se pregunta por las relaciones entre la naturaleza y el arte.

(Extraído de CORTINA, Adela Filosofía.1º, Madrid, Santillana, 1996, p.253) Para Inmanuel Kant es evidente la existencia de una exigencia de universalidad en nuestros juicios estéticos. En 1790 E. Kant publicó una obra titulada Critica del Juicio, que ha sido considerada como el fundamento de la estética moderna. En ella realiza Kant una investigación sobre la belleza y el arte, que ha sido fuente de inspiración de la mayor parte de las teorías estéticas de los siglos xix y xx. Juicio significa "facultad de juzgar", "capacidad de juzgar", esto es, capacidad de distinguir, de evaluar y de decidir acerca de objetos y acontecimientos. Por su parte, crítica tiene aquí el sentido de "investigación", de modo que esta obra es en su primera parte una Investigación sobre la facultad de juzgar estética. Llamamos gusto a la facultad de juzgar que posee cada ser humano en materia de lo estético. Solemos decir que fulano tiene buen gusto o que mengano no tiene gusto para vestir. Tener "buen gusto" significa, entre otras cosas, vestir bien, saber decorar una habitación, elegir adecuadamente los regalos, ser prudente en una conversación... Así pues, nuestra vida está rodeada de cuestiones referentes al gusto. De acuerdo con la teoría kantiana, podemos distinguir dos dimensiones del gusto: 1. El gusto que va unido a los sentidos, a lo que llamaríamos la esfera apetitiva inferior (inclinaciones, deseos, sensaciones); mediante ella identificamos el gusto con los placeres sensibles. Así, juzgamos "placenteros" una

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buena comida, un buen vino o un buen chapuzón en la piscina en un día de calor. Este ámbito del gusto lo constituye, pues, la esfera de lo agradable, que no debemos confundir con la esfera de lo bello. 2. Desde el punto de vista estético, gusto es la facultad de juzgar lo bello y, en este sentido, pertenece no a la esfera sensible, sino a la de la razón. Según Kant, todos los seres humanos podemos ponernos de acuerdo acerca de qué es lo bello, porque todos participamos de una misma racionalidad y de unos mismos principios, gracias a los cuales juzgamos la realidad. Al igual que es posible ponerse de acuerdo en la esfera del conocimiento y en la esfera de lo moral, también podemos ponernos de acuerdo en la esfera del gusto. Se suele decir que con Kant, por primera vez, la esfera de lo bello adquiere su propia autonomía respecto del territorio epistemológico (ámbito de los juicios de conocimiento)y del ámbito de la moral. Y ello se dice porque, desde Platón hasta Kant, la Filosofía ha tendido siempre a identificar verdad, bien y belleza, confundiendo así lo que, de hecho, pertenece a consideraciones distintas acerca de la realidad. De ahí que Kant establezca una triple consideración: - Lo agradable, aquello que place a los sentidos en la sensación. De lo agradable decimos que nos gusta. "Me gusta esta comida", "me gusta pasear en las tardes de primavera" "me gusta este cuadro"... Cuando calificamos algo de "agradable" no exigimos a nadie que esté de acuerdo con nosotros, sino que simplemente manifestamos nuestra opinión. En esta esfera del gusto (al que llamamos gusto inferior) podemos estar de acuerdo con aquella sentencia que dice "cada cual tiene su propio gusto" o "sobre gustos no hay nada escrito". Los que defienden este punto de vista piensan que es imposible ponerse de acuerdo en cuestiones de gusto. Quienes así piensan son los que defienden un empirismo del gusto, esto es, juzgan los objetos estéticos de acuerdo a nuestros sentidos. Kant no comparte esta opinión. - Lo bueno, aquello que es apreciado, que tiene un valor objetivo. En esta esfera podemos distinguir entre aquello que es bueno para algo (lo útil) y aquello que es bueno en si mismo. Dormir es bueno para la salud, del mismo modo que leer es bueno para el espíritu. Ambas acciones son buenas para algo (son útiles). Por su parte, las acciones morales (cumplir con el deber, por ejemplo) son buenas en sí mismas, y pretenden ser universales y necesarias. Así, podemos decir que todos estamos de acuerdo en "socorrer al necesitado". Ahora bien, lo que Kant pone de manifiesto es que lo bueno es propio de las acciones morales y éstas no pertenecen a la esfera estética, sino sólo a la de La moral. - Lo bello, aquello que place sin interés alguno. El desinterés es la condición de posibilidad de la experiencia estética. La verdadera experiencia estética es aquella que se produce sin interés alguno por parte del sujeto que contempla el objeto estético. En ese sentido, se diferencia claramente de la experiencia de lo agradable, en la que hay un interés de los sentidos en el placer sensible, o de la experiencia moral, en la que se produce un interés del ser humano en realizar el bien. La idea de que el desinterés es la condición esencial de la experiencia estética está presente en gran parte de las reflexiones sobre estética en la Historia del pensamiento y, además, es una idea que está bastante cercana al sentido común, pues parece que la experiencia estética debe ser ajena a todos los intereses que agobian al ser humano en la experiencia sensible e incluso en la científica. ¿Qué diferencia hay entre el juicio "me gusta esta rosa" y "ésta rosa es bella"? Se trata de una distinción lingüística que es preciso analizar. Desde el punto de vista kantiano, existe una diferencia de pretensión de validez. En el primer caso ("me gusta esta rosa"), no exigimos a nadie que esté de acuerdo con nosotros, sino que simplemente nos conformamos con emitir nuestro parecer acerca de esa flor. Sin embargo, en el caso del juicio "esta rosa es bella", su formulación misma lleva consigo la exigencia de que todos los posibles interlocutores estén también de acuerdo con nosotros. Y ello es así porque, para Kant, también podemos ponernos de acuerdo en cuestiones de gusto, ya que todos los seres humanos participamos de unas mismas estructuras racionales. A este respecto, Kant habla de un sentido común estético (sensus communis aesthéticus) del que participamos todos los humanos y gracias al cual es posible ponernos de acuerdo en la esfera estética. Del mismo modo que podemos llegar a coincidir en el ámbito de la ciencia Y de la moral, también podemos establecer un acuerdo en cuestiones referentes a la belleza y al arte. De estas consideraciones se deriva la idea kantiana de la belleza. No es una característica de los objetos, sino de cómo los contemplamos. Es un estado mental en el que se produce un libre juego de las facultades, una perfecta armonía entre el conocer y el sentir. Como dicho estado mental es ocasionado por una facultad que es igual y común a todos los hombres –el gusto- la belleza es algo subjetivo, pero común, y por ello universal.

(Texto fundamentalmente extraído de LÓPEZ MOLINA y ABAD PASCUAL Filosofía. 1º Bachillerato, Madrid, MacGraw-Hill, 2000, pp. 252-256)

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Definir la belleza. “A pesar del interés, podríamos decir común y casi universal, que provoca la belleza, ésta se mantiene inaprehensible intelectualmente, no sólo por la variedad de los objetos que la sustentan, sino por la diversidad de las opiniones que suscita. Tras haber estudiado las concepciones de la Belleza de Platón y Kant sabemos que llamamos Belleza a una disposición que experimenta el sujeto ante la presencia de objetos que suscitan dicha libre organización de sus facultades. Una disposición que disuelve la dicotomía entre subjetivismo y objetivismo. Ni la Belleza es una cualidad de los objetos ni tampoco una mera sensación particular y subjetiva de cada uno. Para terminar con ello vamos a hacer un repaso histórico de las concepciones que se han dado sobre ella. Luego, intentaremos precisar algunas distinciones analizando las diversas clases de belleza. Y, por último, cerraremos el apartado viendo uno de los aspectos más olvidados en la estética tradicional: la fealdad y su relación con la belleza. En la Antigüedad clásica encontramos los primeros estudios y reflexiones acerca de la belleza. En general, en la cultura de ese momento predominó una concepción objetivista: la belleza constituye una cualidad que poseen los objetos artísticos y naturales que llamamos bellos. Esta cualidad que hace que los objetos sean hermosos y nos deleiten es la armonía. Para un griego, algo era bello cuando las partes que lo componían formaban una combinación perfecta en proporción, medida y orden. Así, un cuerpo hermoso era aquel cuyas partes casaban a la perfección y se combinaban formando un todo equilibrado y sereno. A este respecto, en la Grecia clásica existían unos cánones o modelos ideales de belleza que establecían cuáles debían ser las proporciones y medidas de un cuerpo hermoso. Para Policleto, por ejemplo, la estatura de una persona debía ser siete veces la medida de su cabeza. Durante la Edad Media siguió predominando una concepción objetivista de la belleza. Sin embargo, se dieron, también, algunos cambios de perspectiva. Con la aparición y el auge del cristianismo, las ideas bíblicas empezaron a influir en la forrna de entender el mundo y, también, en la estética. El mundo adquirió valor y belleza gracias a Dios. Así, se pensaba que si hay belleza en lo que nos rodea es porque se trata de una creación divina y que de alguna manera participa de su belleza. Por otra parte, también por influencia cristiana, empezó a hacerse una distinción inexistente en la estética griega. Es la distinción entre belleza sensible o material y belleza espiritual o interior. Mientras que la primera es engañosa y fugaz (con el tiempo se marchita), la segunda, al ser sinónimo de bondad y virtud, es superior y más encomiable. El Renacimiento fue un retorno, en muchos sentidos, a la Antigüedad clásica. En lo que respecta a la estética, se siguió manteniendo una postura objetivista y se concibió la belleza como un equilibrio y armonía que deleita a los sentidos. Además, en esta época se recuperaron algunas ideas clásicas olvidadas durante la Edad Media. Por ejemplo, se extendió una concepción más naturalista de la belleza y el arte. La naturaleza se convirtió en el auténtico modelo del artista. A ella recurría como verdadera maestra y fuente de sus obras. Así, durante el Renacimiento fue característica la aplicación de estudios científicos (matemáticos, geométricos, anatómicos...) a la creación artística. Esto se aprecia en el interés por las leyes de la perspectiva, que permitían representar fielmente las percepciones del espacio. En la Modernidad se produce un proceso de subjetivización y relativización de la belleza. En las épocas anteriores había predominado una concepción objetivista; sin embargo, se habían dado también algunos atisbos personales de relativización. A este respecto, Giordano Bruno (1548-1600), un hombre del Renacimiento, ya señaló un cierto cambio de perspectiva y una tendencia a la relativización, que se fue afianzando con el paso del tiempo. Así lo vemos en sus palabras: “No hay nada que sea absolutamente bello, sino sólo para alguien”. En el siglo XVIII, con los empiristas e ilustrados, ya existe una clara conciencia de que la belleza no depende tanto de las características del objeto, sino de la forma en que el sujeto lo siente o percibe. Por lo tanto, se entiende que encontrar algo bello o feo depende de cuestiones tan personales como nuestro carácter, nuestras preferencias, las convenciones de nuestra época, el entorno en el que vivimos... A finales del siglo XIX y comienzos del XX se desarrollará un movimiento más amplio de ruptura con la idea clásica de la armonía y numerosos artistas contribuirán a desmontar la vieja idea objetivista de la Belleza. Las vanguardias, a principios del siglo XX, procederán a una completa subversión de los cánones y criterios de Belleza y terminarán convirtiéndola en aquello que un artista – creador- considera como tal. Será la subjetividad del creador el que dé la medida para separar lo que es bello de lo que no lo es. Sobre esto volveremos más tarde al estudiar el arte en los siglos XX y XXI.

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Clases de belleza Una primera clasificación que podemos hacer respecto a la belleza se basa en el tipo de objeto que la suscita. Así, igual que existen dos tipos de objetos estéticos (objeto natural y objeto artístico), existen, también, dos clases de belleza: -Belleza natural. Es la que suscitan los objetos naturales. Poseen este tipo de belleza una flor, un rostro, un paisaje... -Belleza artística. Es la que suscitan las creaciones artificiales del ser humano; es decir, las obras de arte. Así, poseen este tipo de belleza una pintura, una sinfonía o un soneto. La relación entre estas dos clases de belleza ha variado a lo largo del tiempo. Mientras la concepción estética fue naturalista y mimética (considerando el arte una copia de la naturaleza), la belleza artística se hizo depender de la belleza natural. Entonces, se consideraba que el arte era bello en la medida en que lograba reproducir la armonía y perfección de los objetos naturales. En la Modernidad, en cambio, se da un proceso de independización del arte respecto a la naturaleza. El arte deja de concebirse como espejo de la realidad y pasa a verse como una manifestación de la libertad y la creatividad humanas, que no está estéticamente obligada a respetar las leyes de la naturaleza. Por ello, la belleza artística deja de valorarse según criterios naturalistas y adquiere importancia y sentido en sí misma. Kant establece otra división o clasificación de la belleza. El tipo de belleza no depende tanto del objeto que la suscita, sino de aquello que lo hace bello. Kant distingue: -Belleza adherente. Es la que posee un objeto en función de la idea que tenemos de cómo debe ser ese objeto. No es, por tanto, una belleza pura, sino que depende de una finalidad o función que se le atribuye. Así, un edificio o un mueble antiguo sólo pueden ser bellos si se adecuan a nuestra idea de lo que debe ser un mueble o un edificio. Dicho de otra manera, una silla de estilo victoriano, por muy elegante que sea, si sólo tiene tres patas y no sirve para sentarse, no podrá ser considerada bella, ya que no cumple la finalidad para la que ha sido creada. -Belleza libre. Es la que posee un objeto por sí mismo, sin depender de ninguna idea o finalidad a la que deba adaptarse. Es una belleza pura, puesto que no tenemos ninguna idea preconcebida de cómo debiera ser ese objeto. Así, una flor, una cenefa o una melodía son bellas, precisamente porque no responden a ninguna utilidad. Belleza y fealdad Definir en qué consiste la fealdad comporta tantas dificultades como definir en qué consiste la belleza, puesto que tradicionalmente se ha identificado lo feo con la negación de lo bello. Habitualmente se considera feo todo aquello en lo que se da una disminución o ausencia total de belleza. Esta oposición a la belleza puede entenderse a un doble nivel: por un lado, formal y por otro, material. Formalmente, la fealdad consiste en la deformación y la desfiguración; en cambio, en lo que se refiere a la materia o el contenido, la fealdad se asocia a lo éticamente negativo, es decir, a la maldad, la depravación, lo criminal... Esto se debe a que muchos autores, a lo largo de la tradición occidental, han querido ver dos ámbitos estéticos y éticos encontrados: el claro y puro ámbito de la belleza y la bondad, y el oscuro y depravado ámbito de la fealdad y la maldad. Aunque la fealdad y la deformidad nunca han estado totalmente ausentes de la historia del arte, lo cierto es que, hasta el Romanticismo, sólo aparecen de forma marginal. Y además, su presencia sólo sirve como contrapunto y contraste con la belleza (para realzarla) o como forma de expresar lo ética y culturalmente rechazable (el vicio, la criminalidad...). Con el Romanticismo se inicia un proceso de reivindicación de lo feo en el ámbito del arte. Abundan, entre los artistas de este momento, los temas escabrosos, los paisajes desolados, los sentimientos lúgubres. En resumen, aparecen como protagonistas lo terrible, lo feo y lo monstruoso. Sin embargo, en esta época lo feo no es todavía un valor y un fin en sí mismo, sino una forma de expresar ciertas emociones vivenciales. La fealdad sigue siendo un recurso artístico de expresión de sentimientos, y no un valor en sí misma. Puede afirmarse, sin que sea contradictorio, que lo feo adquiere valor estético. Posteriormente, se da una radicalización del gusto por lo feo que lleva a algunas corrientes a reivindicar lo feo como fin en sí mismo y no como instrumento artístico. Uno de los máximos exponentes de esta tendencia es el pintor Francis Bacon (1909- 1992). En este artista predomina obsesivamente el interés por la distorsión y la

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deformidad de la figura humana; es decir, por la recreación de una fealdad capaz de provocar repugnancia y rechazo.

Diferentes concepciones del arte – El arte como imitación. Esta concepción surgió en las culturas antiguas y se mantuvo como concepción predominante hasta prácticamente el Romanticismo. Para los que la mantienen, el arte debe ser una copia o imitación de la realidad o naturaleza. Expresado de forma metafórica, el arte constituye un espejo que reproduce fielmente la realidad. Por eso, en general, al artista no se le valora por su originalidad y creatividad, sino por su capacidad para reflejar fidedignamente lo que le rodea. Sin embargo, esta concepción no es tan radical y suele considerar el arte, más que una copia, una representación de la realidad. Entre las corrientes artísticas que con más claridad se basan en esta postura, están el naturalismo y el realismo artístico. – El arte como expresión. Esta concepción del arte se inicia con el Romanticismo, época en la que se concede especial importancia a la imaginación creadora del artista. Por eso, el arte deja de concebirse como reproducción de la realidad y pasa a verse como expresión de emociones y sentimientos vivenciales difícilmente expresables de otro modo. Para los expresionistas, el arte se entiende como un modo que posee el artista para expresar los sentimientos propios o ajenos. Lo consideran, también, un mecanismo que permite al espectador revivir o vivenciar esos mismos sentimientos. Por eso, para estos autores, el arte vendría a ser un tipo especial de lenguaje, capaz de transmitir y hacer entender sentimientos incomunicables mediante el lenguaje común. – El arte como forma. Esta concepción es más tardía y parece exclusiva de algunas corrientes estéticas contemporáneas. Los que la mantienen defienden que lo propio del arte es la forma y no el contenido o historia que ésta pueda contener. Es preciso señalar que, en toda obra de arte, existen dos planos diferenciables: el plano del contenido (el tema o los sentimientos que la obra intenta comunicar) y el plano de la forma (el medio para materializar y expresar ese contenido). Así, un mismo contenido o tema (la crucifixión, por ejemplo) puede expresarse mediante formas muy distintas: las numerosas representaciones de este tema que existen en la historia del arte son un buen ejemplo de ello. Pues bien, para los formalistas, el arte debe vaciarse de todo contenido, porque lo específicamente artístico es la forma. Por eso, reivindican la autonomía del arte respecto a toda intención representativa de la realidad. El arte abstracto es el exponente más claro de esta concepción. – El arte como realidad imaginativa. Ésta es quizá la concepción más minoritaria de las que hemos visto. Sostiene que el arte no es una realidad física (por ejemplo, Las meninas de Velázquez), sino una realidad imaginativa: la idea que tenía Velázquez al pintar Las meninas y, también, la imagen mental que se forma cada espectador. Por lo tanto, según esta concepción, es preciso diferenciar el arte (imagen mental) de su plasmación física (obra de arte). Esta última es imperfecta e inferior comparada a la primera; sin embargo, es la única forma que posee el artista para hacer partícipes de lo artístico al resto de los seres humanos. A la diversidad de concepciones acerca del arte, se le añade la pluralidad de opiniones sobre cuál es el sentido y la función que éste ejerce en el seno de la cultura humana. Las posturas a este respecto son muchas y muy variadas. Sin embargo, vamos a ver algunas de las que han tenido una incidencia más relevante en el transcurso del tiempo. – El arte por el arte. Algunos autores, sobre todo contemporáneos, han sostenido que la pregunta por la función que desempeña el arte es una pregunta ilegítima. El arte, tanto la actividad del artista como el resultado que se desprende de ella, no cumple ni debe cumplir ninguna utilidad. Por ello, consideran rechazable cualquier criterio utilitarista que se imponga a la creación artística. Además, sostienen que es injustificado valorarlo según determinados aspectos, como los valores éticos que entraña, lo que nos puede enseñar o la serenidad que puede proporcionarnos. El arte, según los defensores de esta conocida postura, debe tener como único criterio el arte mismo; por esta razón, sus partidarios enarbolan como única bandera el lema del arte por el arte. Esta consigna tiene que entenderse en toda su dimensión: la única finalidad que debe perseguir el artista (por encima de principios éticos, políticos, sociales, comerciales, pedagógicos...) es producir y crear una obra auténticamente artística; esto es lo único que se le puede exigir al artista y a su producción. Esta postura constituye, en definitiva, la reivindicación de un arte ajeno a cualquier propósito didáctico o moralizador, y la defensa de un arte radicalmente puro. – El arte como necesidad de la naturaleza humana. Los defensores de esta postura coinciden con los partidarios de la anterior en que el arte no cumple ni debe cumplir ninguna utilidad o función. Sin embargo, las razones en las que se sustentan son algo distintas a las anteriores. El arte no debe justificarse pragmáticamente, pues su valor reside en la satisfacción de una necesidad específicamente humana. El ser humano, a diferencia de los demás seres vivientes, siente la necesidad de expresar su personalidad y sus vivencias de forma artística, aunque de ello no extraiga aparentemente ninguna compensación material ni ninguna ventaja para su supervivencia. Y es que,

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según esta postura, la producción de arte y su contemplación son actividades que deleitan por sí mismas porque responden a una íntima y profunda inquietud característica del ser humano. – El arte como evasión. Según esta postura, una de las utilidades que proporciona el arte, tanto al artista como a su público, es ser un medio para huir de una realidad que no les satisface. Ante la fealdad, la miseria, la depravación, e incluso, ante la rutina que rodea a la existencia cotidiana, el arte proporciona una manera de escapar a otro mundo: un mundo, extraordinario y bello, capaz de hacer olvidar al espectador su insignificante vida. Así, al asistir a un concierto o al pase de una película, el público se adentra e identifica tanto con lo que contempla que se olvida por unos instantes de sus problemas y obligaciones. – El arte como purificación. Una de las funciones que cumple el arte es purificar al espectador de ciertas pasiones que podrían serle perjudiciales si no se liberase indirectamente de ellas. Esta concepción de la función que cumple el arte surgió en la Antigüedad clásica, en concreto de la mano de Aristóteles. Según este filósofo, en la tragedia y en la música, el espectador se conmueve y revive las pasiones que mueven a los personajes. Este contagio de sentimientos consigue liberarle de esas mismas pasiones, que, vividas personalmente, serían desastrosas para el que las padece. Esta reviviscencia purificadora de pasiones nocivas fue denominada por Aristóteles “catarsis”. – El arte humanizador. En el extremo completamente opuesto a la postura que vimos en primer lugar, se encuentra ésta. Para algunos pensadores, el arte sí posee una función o finalidad que va más allá de lo puramente artístico. Esta función, en la que reside el auténtico valor y dignidad del arte, consiste en la transmisión y promoción de los valores éticos, sociales, culturales... que hacen del hombre un auténtico ser humano. El artista no puede tener como única intención crear formas bellas y sublimes que deleiten al espectador, sino que debe intentar que esas mismas formas bellas logren educarlo moral, social y humanamente. Precisamente, porque el arte logra agradar y divertir por sí mismo, debe someter esa capacidad a un fin más elevado: enseñar deleitando o educar divirtiendo. Los convencidos de esta postura exigen del artista un compromiso más profundo que el exclusivamente estético y le piden que ponga su arte al servicio de una sociedad más humana y digna.”

(Extraído de AA.VV. Filosofía. Bachillerato, Sevilla, Guadiel, 1998, pp.233-236)