titania por juventino sevilla

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Por Juventino Sevillaamor de viejo,es hacerse pendejo.

En su oscura buhardilla, mientras naca la noche, el anciano hechicero trabajaba embelesado, abstrado en cada uno de sus movimientos. Tiernamente sostena, en la mano izquierda, un pequeo huevo rosado de basilisco, salpicado por minsculas lentejuelas azules, mecindolo, dulcemente, sobre la tenue flama vacilante de un mechero de trementina, en ires y venires que lo adormecieran; como para que no se diera cuenta de nada. Al mismo tiempo la mano derecha, a escondidas, se entretena sumergiendo la aguja, hecha con una espina de pescado, dentro de su propia simiente aperlada. Tras un relampagueante movimiento, casi imperceptible para el ojo humano, perfor el duro cascarn, penetrando de golpe la fina aguja hasta su clido interior, fertilizndolo, revivindolo. Mientras realizaba la prodigiosa obra, su mente, como si fueran impactos de luz, no dejaba de traer a su memoria la imagen amada de Titania.

Arrebujado, en el aposento, no se cansaba de admirar la belleza del cuerpo desnudo, perfecto, de aquella hermosura de mujer: labios hmedos e incitantes exhalaban perfume de violetas y nardos, cutis de melocotn. Una mata de oscuros cabellos, fluyendo libres, sobre sus redondos hombros, acaricindolos. Los ojos almendrados inyectados de un candor sofocante, irradiando deseo en la mirada, y la blancura de su piel adornada con un manto de diminutas eflides doradas, cayendo sobre el palmito; como pinceladas de Dios. Los adormilados pezones nios, pequeos, ligeramente acanelados, levantndose apenas de su colchn areolar, sobre los suaves y aterciopelados senos de una curvatura enloquecedora. El pubis mostrando aquel tringulo ensortijado que ya se abra entre la penumbra de los muslos, ansioso, despidiendo el suave aroma, desquiciante y enervante, de una extica flor silvestre; de extraordinaria estirpe. La encrucijada, de aquel sexo salvaje, que no descans hasta saberse enteramente posedo, satisfecho al fin.

Tambin y sin que pudiera evitarlo las dolorosas escenas de su engao y traicin emergieron, hirindolo de nuevo, haciendo sangrar su viejo corazn. Un domingo por la tarde mientras cruzaba el viejo puente de rocas verdosas, el gusano parsito de la sospecha carcoma sus pensamientos, augurio de maldad, obligndolo a regresar antes de lo previsto a su buhardilla. Al abrir con temblorosa mano la mohosa cerradura, encontr el lecho mancillado: su adorable Titania desnuda, a horcajadas, se entregaba al clrigo del pueblo; su peor enemigo, dando alaridos brutales de placer que nunca antes haba exhalado con l. Presto asi por la empuadura su acerada espada, de doble filo y, dando mandarriazos a diestra y siniestra, destroz en pedazos el magro cuerpo del ofensor, para, enseguida, verter alcohol sobre la mujer amada, arrojndole una tea encendida, antes de cerrar por fuera el portn de la casa. Perdindose en la oscuridad de los tiempos.

Sus pensamientos, de manera intempestiva, se vieron interrumpidos por un ligero chillido, salido de las entraas mismas del huevo de basilisco que, justamente en esos instantes, bajo la suave llama de fuego, eclosionaba. Liberando as, sorprendentemente, a una pequea nia de grandes y melanclicos ojos azules, quien se asomaba, tmidamente, desde su interior.Depositndola gentilmente sobre su palma, el anciano hechicero se mir una vez ms en su recuerdo, sintiendo una mordida de nostalgia en el pecho mientras le arrancaba cada uno de los ojos: Espero que con esto sea todo diferente.