the last song nicholas sparks by abookworld d5g7bqn

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A los diecisiete años de edad, Veronica "Ronnie" Miller la vida se le pone boca abajo cuando sus padres se divorciaron y su padre se mudó desde Nueva York a Wilmington, Carolina del Norte. Tres años después, sigue enojado y alejados de sus padres, especialmente a su padre... hasta que su madre decide que sería en el mejor interés de todo el mundo si se pasó el verano en Wilmington con él. Padre de Ronnie, un ex pianista y maestra, es vivir una vida tranquila en la playa de la ciudad, inmersa en la creación de una obra de arte que se convertirá en la pieza central de una iglesia local. La historia que se desarrolla es una historia inolvidable sobre el amor en sus múltiples formas — el primer amor, el amor entre padres e hijos — que muestra, ya que sólo una novela puede Nicholas Sparks, las muchas maneras en que las relaciones profundamente sentida puede romper nuestros corazones ... y sanarles.

TRANSCRIPT

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~22~~

TTrraadduucciiddoo eenn eell FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ppoorr eell aappooyyoo ddee::

MMaarriiaann,, MMeellaa,, DDaarrkkSSccaarr2266,, DDaannii,, CCuukkeettaa__lllluummiinnoossaa,,

BBlluueeMMoooonn**,, TTaammmmyy,, LLuunniittaa,, LLuurreexxooccuulllleenn__sshhaaddooww,, BBlluuee RRaaiinn,,

MMeelloo,, FFlloorreenn,, VVaammppiirraabbrriiiinn,, VVaannee DDhhaammppiirr,, PPaaaauuccuulllleenn,, PP!!nnkk

PPaanntteerr,, SSaannddrriiuuxx__1188,, TTrriinniittyy,, EElllliiee yy TTiibbaarrii..

CCoorrrreeggiiddoo ppoorr::

TTiibbaarrii,, EElllliiee,, NNeerruu yy SSeelleennee..

GGrruuppoo ddee AAppooyyoo::

VVaanniillllee,, CCyyeellyy DDiivviiNNNNaa,, EElllliiee,, PPiillaarr,, DDaarrkkSSccaarr2266,, MM@@ddddyy,,

KKuuaammii,, BBiiaannccaalluuccaass yy TTiibbaarrii..

RReeccooppiillaaddoo yy RReevviissaaddoo ppoorr::

TTiibbaarrii yy EElllliiee

DDiisseeññaaddoo ppoorr::

AAnnjjhheellyy

GGrraacciiaass aa TTooddaass ppoorr ssuu aayyuuddaa ppaarraa

ppooddeerr rreeaalliizzaarr eessttee pprrooyyeeccttoo..

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~33~~

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~44~~

Índice

Sinópsis 6

Prólogo 7

Capítulo 1 11

Capítulo 2 18

Capítulo 3 30

Capítulo 4 43

Capítulo 5 48

Capítulo 6 62

Capítulo 7 72

Capítulo 8 75

Capítulo 9 83

Capítulo 10 92

Capítulo 11 102

Capítulo 12 113

Capítulo 13 131

Capítulo 14 158

Capítulo 15 171

Capítulo 16 174

Capítulo 17 182

Capítulo 18 192

Capítulo 19 200

Capítulo 20 211

Capítulo 21 221

Capítulo 22 229

Capítulo 23 231

Capítulo 24 243

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~55~~

Capítulo 25 252

Capítulo 26 258

Capítulo 27 285

Capítulo 28 288

Capítulo 29 299

Capítulo 30 310

Capítulo 31 315

Capítulo 32 327

Capítulo 33 337

Capítulo 34 347

Capítulo 35 351

Capítulo 36 379

Capítulo 37 380

Epílogo 386

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~66~~

Sinópsis

A los diecisiete años de edad, Veronica "Ronnie" Miller la vida se

le pone boca abajo cuando sus padres se divorciaron y su padre se mudó desde

Nueva York a Wilmington, Carolina del Norte. Tres años después, sigue

enojado y alejados de sus padres, especialmente a su padre... hasta que su

madre decide que sería en el mejor interés de todo el mundo si se pasó el

verano en Wilmington con él. Padre de Ronnie, un ex pianista y maestra, es

vivir una vida tranquila en la playa de la ciudad, inmersa en la creación de una

obra de arte que se convertirá en la pieza central de una iglesia local. La historia

que se desarrolla es una historia inolvidable sobre el amor en sus múltiples

formas — el primer amor, el amor entre padres e hijos — que muestra, ya que

sólo una novela puede Nicholas Sparks, las muchas maneras en que las

relaciones profundamente sentida puede romper nuestros corazones ... y

sanarles.

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~77~~

Prólogo

Ronnie

Mirando por la ventana del dormitorio, Ronnie se preguntó si el Pastor Harris ya

estaba en la iglesia. Se suponía que así era, y mientras miraba las olas rompiendo sobre

la playa, se preguntó si todavía era capaz de observar el juego de luces que fluían a

través de la vidriera por encima de él. Tal vez no…, la ventana se había instalado hace

más de un mes, después de todo, y probablemente estaba demasiado preocupada

como para notar nada más. Sin embargo, esperaba que alguien nuevo en la ciudad se

hubiera topado con la iglesia esta mañana y experimentado la misma sensación de

asombro que había tenido ella la primera vez que había visto la entrada de luz a la

iglesia, en ese día frío de noviembre. Y ella esperaba que el visitante se hubiera tomado

algún tiempo para considerar de dónde había venido la ventana, y admirar su belleza.

Había estado despierta durante una hora, pero ella no estaba lista para afrontar el día.

Las vacaciones se sentían diferentes este año. Ayer, se había llevado a su hermano

menor, Jonah, a dar un paseo por la playa. Aquí y allá había árboles de Navidad sobre

las cubiertas de las casas por las que pasaban. En esta época del año, tuvieron la playa

casi para ellos solos, pero Jonah no mostró ningún interés por las olas o las gaviotas

que le habían fascinado sólo unos meses antes. En cambio, había querido ir al taller, y

ella lo había llevado allí, aunque él se hubiera quedado sólo unos minutos antes de la

salida sin decir una sola palabra.

En la mesilla de noche situada junto a ella había una pila de fotografías enmarcadas de

la alcoba en la pequeña casa de playa, junto con otros elementos que había recogido esa

mañana. En el silencio, ella los estudió hasta que fue interrumpida por un golpe en la

puerta. Su madre asomó la cabeza.

— ¿Quieres desayunar? He encontrado un poco de cereales en el armario.

— No tengo hambre, mamá.

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~88~~

— Tienes que comer, cariño.

Ronnie siguió mirando a la pila de fotos, sin ver nada en absoluto.

— Yo estaba equivocada, mamá. Y no sé qué hacer ahora.

— ¿Te refieres a tu padre?

— Sobre todo.

— ¿Quieres hablar de ello? — Cuando Ronnie no respondió, su madre cruzó la

habitación y se sentó a su lado. — A veces te ayuda si hablas. Has estado muy callada

estos dos últimos días.

Por un instante, Ronnie se sintió aplastada por recuerdos que la abrumaban: el fuego y

la reconstrucción posterior de la iglesia, la vidriera de colores, la canción que

finalmente ella había terminado. Pensó en Blaze, Scott y Marcus. Pensó en Will. Ella

tenía dieciocho años y recordó el verano en que había sido traicionada, el verano en

que había sido detenida, el verano en que se había enamorado. No había sido hace

tanto tiempo, pero a veces sentía que había sido una persona totalmente distinta por

aquel entonces.

Ronnie suspiró.

— ¿Qué pasa con Jonah?

— Él no está aquí. Brian lo llevó a la zapatería. Él es como un cachorro. Sus pies están

creciendo más rápido que el resto de su cuerpo.

Ronnie sonrió, pero su sonrisa se desvaneció tan rápido como había llegado. En el

silencio que siguió, ella sintió que su madre le recogía el pelo largo y lo giraba en una

cola de caballo suelta en la espalda. Su madre lo había estado haciendo desde que

Ronnie era una niña. De una manera extraña, ella todavía lo encontraba tranquilizador.

No es que ella lo admitiría alguna vez, por supuesto.

— Te diré lo que hay que hacer. — Su madre continuó mientras se fue al armario y

ponía la maleta sobre la cama — ¿Por qué no me lo cuentas mientras hacemos el

equipaje?

— No sabría ni por dónde empezar.

— ¿Qué tal por el principio? ¿Jonah mencionó algo acerca de las tortugas?

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~99~~

Ronnie se cruzó de brazos, sabiendo que la historia no había comenzado allí. — No

realmente. — Dijo — Aunque yo no estaba allí cuando sucedió, creo que el verano

comenzó realmente con el fuego.

— ¿Qué fuego?

Ronnie llegó a la pila de fotos en la mesilla de noche y suavemente quitó un artículo de

periódico desgarrado que había entre dos fotos enmarcadas. Le dio el papel de

periódico amarillento a su madre.

— Este fuego. — Dijo — El de la iglesia.

SOSPECHA DE FUEGOS ARTIFICIALES ILEGALES EN LA IGLESIA DE

BLAZE PASTOR HERIDO

Wrightsville Beach, Carolina del Norte.

Un incendio destruyó el edificio histórico de la Primera Iglesia Bautista en la víspera de Año

Nuevo, y los investigadores sospechan que fueron los fuegos artificiales ilegales. “Los bomberos

fueron convocados por una llamada anónima a la iglesia situada frente a la playa después de la

medianoche y encontraron llamas y humo que salían de la parte posterior de la estructura”, dijo

Tim Ryan, jefe del cuerpo de bomberos de Wrightsville Beach. “Los restos de un cohete de

botella, un artificio de pirotecnia aéreo, se encontraron en el lugar de origen de las llamas”.

El Pastor Charlie Harris estaba dentro de la iglesia cuando comenzó el fuego y sufrió

quemaduras de segundo grado en sus brazos y manos. Fue trasladado al Centro Médico

Regional de New Hanover y se encuentra actualmente en la unidad de cuidados intensivos.

Era el segundo incendio de una iglesia en unos cuantos meses en el condado de New Hanover.

En noviembre, la iglesia de la Buena Esperanza de Covenant, en Wilmington, fue

completamente destruida. "Los investigadores todavía lo están tratando como sospechoso, y

como un caso de incendio potencial en este punto", señaló Ryan.

Los testigos aseguran que menos de veinte minutos antes de que el fuego se iniciara, vieron

lanzar los cohetes de botella desde la playa detrás de la iglesia, probablemente por la celebración

del Año Nuevo. "Los cohetes de botella son ilegales en Carolina del Norte, y son especialmente

peligrosos, teniendo en cuenta las condiciones de sequía reciente”, advirtió Ryan. "Este fuego

demuestra la razón del por qué. Un hombre está en el hospital y la iglesia es una catástrofe

total”.

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1100~~

Cuando su madre terminó de leer, miró hacia arriba y se encontró con los ojos de

Ronnie. Ronnie dudó, pero luego, con un suspiro, empezó a contar una historia que

todavía veía completamente sin sentido para ella, incluso con el beneficio de la

retrospección.

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1111~~

Capítulo 1

Ronnie

Seis meses antes.

Ronnie se sentó cabizbaja en el asiento delantero del coche, preguntándose por qué

demonios sus padres la odiaban tanto.

Era la única cosa que podría explicar por qué estaba aquí visitando a su padre, en esta

axila del sur de algún lugar dejada de la mano de Dios, en vez de pasar tiempo con sus

amigos de regreso a casa en Manhattan.

No, ignora eso. No sólo estaba visitando a su padre. ‚Visitar‛ implicaba un fin de

semana o dos, tal vez incluso una semana. Suponía que podía vivir con una visita.

¿Pero quedarse hasta finales de agosto? ¿Prácticamente todo el verano? Eso era el

destierro, y para la mayoría de las nueve horas que les había llevado bajar, se había

sentido como una prisionera a punto de ser trasladada a una cárcel rural. No podía

creer que su madre le estuviera haciendo eso.

Ronnie estaba tan envuelta en la miseria, que le llevó un segundo reconocer la sonata

de Mozart, nº. 16 en Do Mayor. Era una de las piezas que había interpretado en el

Carnegie Hall hacía cuatro años, y sabía que su madre había puesto la canción para

Ronnie, mientras dormía. Muy mal. Ronnie se inclinó para apagarlo.

— ¿Por qué has hecho eso? — Dijo su madre frunciendo el ceño — Me gusta escucharte

tocar.

— No.

— ¿Qué tal si bajo el volumen?

— Sólo apágalo, mamá. ¿Está bien? No estoy en el mejor estado de ánimo.

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1122~~

Ronnie miró por la ventana, sabiendo muy bien que los labios de su madre acababan

de formar una línea apretada. Su madre hizo eso muchas veces durante estos días. Era

como si se magnetizaran sus labios.

— Creo que vi un pelícano cuando cruzamos el puente a Wrightsville Beach. —

Comentó a su madre forzadamente.

— ¡Caramba, que se hinchan! ¡Tal vez debería llamar al Cazador de Cocodrilos!

— Él murió. — Dijo Jonah, su voz flotando desde el asiento trasero, los sonidos

mezclados con los de su Game Boy. A sus diez años, su hermano era todo un dolor—

en—el—culo adicto a la Game Boy — ¿No te acuerdas? — Prosiguió — Fue muy triste.

— Claro que me acuerdo.

— No suena como si lo recordaras.

— Bueno, lo hice.

— Entonces, ¿no deberías haber dicho lo que acabas de decir?

Ella no se molestó en responder por tercera vez. Su hermano necesitado siempre la

última palabra. Eso le volvía loca.

— ¿No has podido conseguir dormir nada? — Su madre le preguntó.

— Hasta llegar a aquel bache. Gracias por eso, por cierto. Mi cabeza prácticamente

atravesó el cristal.

Su madre tenía la mirada fija en la carretera.

— Estoy contenta de ver que tu siesta acaba de ponerte en un mejor estado de ánimo.

Ronnie estalló su burbuja de chicle. Su madre odiaba eso, y era la razón principal por la

que había hecho eso casi sin parar cuando habían comenzado a bajar por la I—95. La

interestatal, en su humilde opinión, era en este punto uno de los tramos de la carretera

más aburridos jamás concebidos. A menos que a alguien le gustara mucho la comida

rápida grasienta, los cuartos de baño asquerosos en las áreas de descanso, y los

millones y millones de pinos, que podrían calmar a una persona tanto como para

dormirse con su monotonía hipnóticamente fea.

Ella había dicho exactamente esas palabras a su madre en Delaware, Maryland, y

Virginia, pero su madre nunca había hecho caso de los comentarios. Aparte de tratar

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1133~~

de hacer agradable el viaje, ya que sería la última vez que la verían por un tiempo, su

madre no estaba hecha para las conversaciones en el coche. No se sentía cómoda

conduciendo, lo que no es de extrañar pues, o bien montaba en el metro o caminaba

hasta el lugar donde quería llegar. En el apartamento, aunque... esa era una historia

diferente. Mi madre no tuvo reparos en meterse las cosas ahí, y el portero del edificio

había venido dos veces en el último par de meses para pedirles que las guardaran

abajo. Su madre probablemente creía que cuanto más fuerte gritara acerca de las

calificaciones de Ronnie, o sus amigos, o el hecho de que Ronnie continuamente hiciera

caso omiso de su toque de queda, o el incidente − sobre todo el incidente −, sería m{s

probable que Ronnie se preocupara.

Bueno, ella no era la peor madre. Ella realmente no tenía nada. Y cuando ella se sentía

generosa, Ronnie podría incluso admitir que era muy buena en lo que respecta a las

madres. Sólo que su madre estaba atascada en algún salto en el tiempo raro en el que

los niños nunca crecían, y Ronnie deseaba por enésima vez que ella hubiera nacido en

mayo en lugar de agosto. Cuando ella cumpliera los dieciocho años, su madre no sería

capaz de obligarla a hacer nada. Legalmente, ella tendría la edad suficiente para tomar

sus propias decisiones, y digamos que venir aquí no estaba en su lista de tareas

pendientes.

Pero ahora, Ronnie no tuvo otra opción. Debido a que todavía tenía diecisiete años.

Debido a un truco del calendario. Porque su madre la concibió tres meses antes de lo

que debería. ¿Qué fue eso? No importa cuánto había pedido Ronnie o se había quejado

o gritado o gimoteado ferozmente sobre los planes de verano, no había conseguido ni

el más pequeño pedazo de diferencia. Ronnie y Jonah iban a pasar el verano con su

padre, y eso era definitivo. No hay peros que valgan, fue la forma en que su madre lo

había expresado. Ronnie había aprendido a despreciar esa expresión.

Justo al lado del puente, el tráfico de verano se había reducido a una fila de coches a

paso de tortuga. A un lado, entre las casas, Ronnie vislumbró el océano. ¡Yupi! No le

llamó la atención que le hubiera dado en otras circunstancias.

— De nuevo, ¿por qué nos estás haciendo esto? — Ronnie se quejó.

— Ya hemos pasado por esto. — Respondió su madre — Tenéis que pasar tiempo con

vuestro padre. Os echa de menos.

— ¿Pero por qué todo el verano? ¿No podría ser sólo un par de semanas?

— Necesitáis más de un par de semanas juntos. No lo has visto en tres años.

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1144~~

— Eso no es culpa mía. Él es el que se fue.

— Sí, pero tú no has respondido a sus llamadas. Y cada vez que venía a Nueva York

para veros a ti y a Jonah, no le hacías caso y te ibas con tus amigos.

Ronnie estalló su chicle de nuevo. Por el rabillo del ojo, vio a su madre hacer una

mueca de dolor.

— Yo no quiero hablar con él o verlo. — Dijo Ronnie.

— Simplemente trata de llevarte mejor con él, ¿de acuerdo? Tu padre es un hombre

bueno y te quiere.

— ¿Por eso se fue?

En lugar de responder, su madre miró por el espejo retrovisor.

— Tú has estado esperando esto con impaciencia, ¿no, Jonah?

— ¿Estás bromeando? ¡Esto va a ser grande!

— Me alegro de que tengas una buena actitud. Tal vez podrías enseñársela a tu

hermana.

Él resopló.

— Sí, claro.

— Yo no veo por qué no puedo pasar el verano con mis amigos. — Ronnie se quejó

recordando que no había llegado todavía. Aunque sabía que las posibilidades eran

escasas o nulas, todavía albergaba la fantasía de que podía convencer a su madre de

volver en el coche.

— ¿No querrás decir que prefieres pasar toda la noche en los clubes? No soy ingenua,

Ronnie. Yo sé lo que pasa en ese tipo de lugares.

— Yo no hago nada malo, mamá.

— ¿Qué pasa con tus notas? ¿Y tu toque de queda? ¿Y…?

— ¿Podemos hablar de otra cosa? — Interrumpió Ronnie — ¿Como por qué es tan

imprescindible tener que pasar tiempo con mi padre?

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1155~~

Su madre no le hizo caso. Por otra parte, Ronnie sabía que tenía toda la razón para

hacerlo. Ella ya había respondido a la pregunta más de un millón de veces, incluso

aunque Ronnie no quisiera aceptarlo.

El tráfico finalmente comenzó a moverse de nuevo, y el coche avanzó unos cincuenta

metros antes de llegar a otra detención. Su madre bajó la ventanilla y trató de rebasar a

los coches que tenía delante.

— Me pregunto lo que estará pasando. – Murmuró — ¿Siempre hay tanto tráfico aquí?

— Es la playa. — Jonah se ofreció — Está siempre llena de gente.

— Son las tres de la mañana de un domingo. No debería estar lleno de gente.

Ronnie puso las piernas en alto, odiando su vida. Odiando todo lo relacionado con

esto.

— Oye, ¿mamá? — Preguntó Jonás — ¿Papá sabe que Ronnie fue arrestada?

— Sí. Él lo sabe. — Respondió ella.

— ¿Qué hará?

Esta vez, Ronnie respondió. — Él no hará nada. Lo único que le importaba era el piano.

Ronnie odiaba el piano y juró que nunca lo tocaría de nuevo, una decisión, aunque

algunos de sus antiguos amigos pensaban que era extraño, ya que había sido una parte

importante de su vida desde que la conocían. Su padre fue una vez profesor en

Julliard, había sido su maestro también y, durante mucho tiempo, había estado

consumida por el deseo no sólo de tocar, sino de componer música original con su

padre.

Ella era buena, también. Muy buena, en realidad, y debido a la conexión de su padre

con Julliard, la administración y los maestros eran bien conscientes de su capacidad. El

rumor comenzó a extenderse lentamente por el oscuro mundo de ‚la música cl{sica es

lo m{s importante‛ que constituía la vida de su padre.

Un par de artículos en revistas de música clásica seguidos, y una pieza

moderadamente en The New York Times, que se centró en la relación padre—hija que

vino después, todo lo cual condujo finalmente a un aspecto codiciado en la serie

Jóvenes Intérpretes en el Carnegie Hall cuatro años antes. Que, según ella creía, era el

punto culminante de su carrera. Y fue un punto culminante, ella no era ingenua sobre

lo que había logrado. Ella sabía lo raro que era que se presentara una oportunidad

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1166~~

como la de ella, pero últimamente se había encontrado a sí misma preguntándose si el

sacrificio había valido la pena. Nadie, aparte de sus padres, probablemente recordaba

el rendimiento, después de todo. O incluso le importaba. Ronnie había aprendido que,

a menos que tuvieras un vídeo popular en YouTube o pudieras realizar presentaciones

frente a miles de personas, la habilidad musical no significaba nada.

A veces deseaba que su padre le hubiera enseñado a tocar la guitarra eléctrica. O, al

menos, clases de canto. ¿Qué se suponía que podía hacer con la habilidad de tocar el

piano? ¿Enseñar música en la escuela local? ¿O tocar en algún vestíbulo del hotel

mientras la gente estaba en recepción? ¿O continuar la dura vida de su padre? Mira lo

que había conseguido gracias al piano. Había terminado renunciando en Julliard para

que pudiera salir a la carrera como concertista de piano y se encontró tocando en

lugares ‚baratos y de mal gusto‛* para un público que apenas llenaba las primeras dos

filas. Viajó cuarenta semanas al año, lo suficiente para crear tensión en el matrimonio.

Lo siguiente que supo es que su madre estaba gritando todo el tiempo y su padre se

retraía en sí mismo, como de costumbre, hasta que un día simplemente no regresó de

una gira por el sur. Por lo que sabía, no estaba trabajando durante todos estos días. Ni

siquiera estaba dando clases particulares.

¿Cómo resolviste esto, papá?

Sacudió la cabeza. Ella realmente no quería estar aquí. Dios sabe que ella no quería

tener nada que ver con nada de esto.

— ¡Hey, mamá! — Jonah llamó. Se inclinó hacia delante — ¿Qué hay ahí? ¿Es una

rueda de la fortuna?

Su madre estiró el cuello tratando de ver alrededor del coche, en el carril de al lado de

ella.

— Creo que sí, cariño. — Respondió ella — Debe de haber un carnaval en la ciudad.

— ¿Podemos ir? ¿Después de cenar todos juntos?

— Tendrás que preguntárselo a tu padre.

— Sí, y quizás después, todos nos sentaremos alrededor de una hoguera y asaremos

malvaviscos**. — Ronnie intervino — Como una gran familia feliz.

Esta vez, ninguno de los dos le hizo caso.

— ¿Crees que tiene otras atracciones? — Preguntó Jonah.

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— Estoy segura de que las tiene. Y si tu padre no quiere montar en la rueda, estoy

segura de que tu hermana irá contigo.

— ¡Impresionante!

Ronnie se hundió en su asiento. Se preguntó cómo su madre podía sugerir algo así.

Todo era demasiado deprimente para creerlo.

______________

* En inglés utiliza la expresión hecha ‚Rinky—dink‛, que surgió en EE.UU a comienzos del s.

XX. (N. del C.)

** Malvaviscos: Son las nubes de golosina. En España se conocen como jamones. (N. del C.)

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FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1188~~

Capítulo 2

Steve

Steve Miller tocaba el piano con gran intensidad, anticipando la llegada de sus hijos en

cualquier momento. El piano estaba situado en una pequeña alcoba fuera de la

pequeña sala de la cabaña que él llamaba hogar. Detrás de él estaban los objetos que

representaban su historia personal. No era mucho. Aparte del piano, Kim había sido

capaz de embalar sus pertenencias en una única caja, y había tardado menos de media

hora en ponerlo todo en su lugar. Había una foto de él con su padre y su madre cuando

era joven, otra foto de él tocando el piano cuando era adolescente. Éstas estaban

montadas entre dos de los títulos que había recibido, uno de Chapel Hill, y el otro de la

Universidad de Boston, y, debajo de ellas, había un certificado de reconocimiento de

Julliard después de haber enseñado durante quince años.

Cerca de la ventana había tres calendarios enmarcados delineando sus fechas. Más

importante, sin embargo, había media docena de fotografías de Jonah y Ronnie,

algunas pegadas en la pared o enmarcadas y, sentado frente al piano el piano, cada vez

que las miraba se acordaba de que, a pesar de sus buenas intenciones, nada había

resultado de la manera en que esperaba.

La luz del sol de la tarde entraba inclinada a través de las ventanas, haciendo al interior

de la casa parecer congestionado, y Steve podía sentir las gotas de sudor comenzando a

formarse en su frente. Afortunadamente, su dolor de estómago se había reducido

desde la mañana, pero había estado nervioso durante días, y él sabía que iba a volver.

Él siempre había tenido un estómago débil; a los veintitantos años, había tenido una

úlcera y fue hospitalizado por diverticulitis*; cerca de los treinta años, habían tenido

que extirparle el apéndice después del estadillo que tuvo mientras Kim estaba

embarazada de Jonah. Comía Rolaids como si fueran dulces, tomaba Nexium desde

hacía años, y aunque sabía que probablemente podría comer mejor y hacer más

ejercicio, dudaba de que alguno de los dos pudiera ayudarlo. Los problemas de

estómago eran de familia.

NNiicchhoollaass SSppaarrkkss TThhee LLaasstt SSoonngg

FFoorroo ddee PPuurrppllee RRoossee ~~1199~~

Desde que su padre murió, hacía seis años, él había cambiado; y desde el funeral se

había sentido como si hubiera estado en una especie de cuenta regresiva. En cierto

modo, suponía que lo había estado. Hacía cinco años que había renunciado a su

posición en Julliard, y un año después de eso había decidido probar suerte como

pianista de concierto. Hace tres años, él y Kim decidieron divorciarse, y menos de doce

meses más tarde, las fechas de la gira comenzaron a disminuir, hasta que finalmente se

terminaron por completo. El año pasado, él se había mudado de vuelta aquí, a la

ciudad donde había crecido, al lugar que nunca pensó que vería de nuevo. Ahora

estaba a punto de pasar el verano con sus hijos, y aunque trató de imaginar lo que el

otoño le traería una vez que Ronnie y Jonah estuvieran de vuelta en Nueva York, sólo

sabía que las hojas se tornarían amarillas antes de volverse rojas, y que en la mañana

sus respiraciones saldrían en pequeñas bocanadas. Hacía mucho tiempo que había

renunciado a tratar de predecir el futuro.

Esto no le molestaba. Sabía que las predicciones no tenían sentido, y, además, que

apenas podía comprender el pasado. En estos días, todo lo que podía decir con certeza

es que era normal en un mundo que amaba lo extraordinario, y la realización de ello lo

dejó con un vago sentimiento de decepción ante la vida que había llevado. Pero, ¿qué

podía hacer? A diferencia de Kim, que había sido extrovertida y gregaria, él siempre

había sido más reticente a mezclarse con la multitud. Aunque tenía algo de talento

como músico y compositor, le faltaba el carisma o la simpatía o lo que fuera que

lograba destacar a un intérprete en el mundo del espectáculo. A veces, incluso admitió

que había sido más un observador del mundo que un participante de él, y en

momentos de dolorosa honestidad, a veces creía que era un fracaso en todo lo que era

importante.

Tenía cuarenta y ocho años. Había terminado su matrimonio, su hija lo evitaba, y su

hijo estaba creciendo sin él. Mirando atrás, sabía que no tenía a nadie a quien culpar

más que a sí mismo, y más que nada, esto era lo que quería saber: ¿Es todavía posible

para alguien como él experimentar la presencia de Dios?

Hace diez años, nunca se hubiera imaginado pensando en algo así. Dos años, incluso.

Pero la mediana edad, a veces creía, lo había hecho tan reflectivo como un espejo.

Aunque en un tiempo había creído que la respuesta estaba de alguna manera en la

música creada por él, ahora sospechaba que había estado equivocado. Cuanto más

pensaba en ello, más se daba cuenta de que, para él, la música siempre había sido un

movimiento que lo alejaba de la realidad, en lugar de ser un medio para vivir en ella

más profundamente. Tal vez experimentó la pasión y la catarsis en las obras de

Tchaikovsky o una sensación de logro cuando él había escrito sonatas por su cuenta,

pero ahora sabía que enterrarse a sí mismo en la música tiene menos que ver con Dios

que un deseo egoísta de escapar.

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Ahora creía que la respuesta verdadera estaba en algún lugar entre el amor que sentía

por sus hijos, en el dolor que experimentaba cuando se despertaba en la casa tranquila

y se daba cuenta de que ellos no estaban allí. Pero incluso entonces, sabía que había

algo más.

Y de alguna manera, esperaba que sus hijos le ayudaran a encontrarlo.

*** Unos minutos más tarde, Steve notó que el sol se reflejaba en el parabrisas de una

camioneta polvorienta en el exterior. Él y Kim la habían comprado hacía años para

salidas de fin de semana a Costco y vacaciones familiares. Se preguntó de pasada si ella

se había acordado de cambiar el aceite antes de comenzar el viaje, o incluso desde que

él se había ido. Probablemente no, decidió. Kim nunca había sido buena en cosas como

esas, razón por la cual él siempre había tenido que encargarse de ellas.

Pero esa parte de su vida había acabado.

Steve se levantó de su asiento, y al momento en que salió al porche, Jonah ya estaba

fuera del coche y corriendo hacia él. Estaba despeinado, sus gafas estaban torcidas, y

sus brazos y piernas estaban tan delgados como lápices. Steve sintió un nudo en la

garganta, le recordó una vez más lo mucho que se había perdido en los últimos tres

años.

— ¡Papá!

— ¡Jonah! — Steve gritó mientras cruzaba la arena rocosa que constituía su patio.

Cuando Jonah saltó a sus brazos, todo lo que pudo hacer fue sólo mantenerse erguido.

— Estás tan grande — Dijo.

— ¡Y tú te has vuelto más pequeño! — Dijo Jonah — Estás flaco ahora.

Steve abrazó a su hijo fuerte antes de bajarlo al suelo. — Me alegro de que estés aquí.

— Yo también, papá. Mamá y Ronnie pelearon todo el tiempo.

— Eso no es divertido.

— Está bien. Las ignoraba.

— Ah. — Respondió Steve.

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Jonah se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz. — ¿Por qué no nos dejó mamá

volar hasta aquí?

— ¿Le preguntaste a ella?

— No.

— Tal vez deberías.

— No es importante. Sólo era curiosidad.

Steve sonrió. Había olvidado lo locuaz que su hijo podía ser. — Hey, ¿es ésta tu casa?

— Esa es.

— ¡Este lugar es increíble!

Steve se preguntó si Jonah lo decía en serio. La casa no era nada impresionante. Era por

mucho la más antigua propiedad en Wrightsville Beach, y estaba atrapada entre dos

enormes casas que habían sido construidas en los últimos diez años, lo que la hacía

parecer aún más diminuta. La pintura se desprendía, en el techo habían desaparecido

numerosas tejas, y el pórtico se estaba pudriendo... no lo sorprendería si la siguiente

tormenta la arrancara desde sus cimientos, lo que sin duda le agradaría a los vecinos.

Desde que se había mudado, ninguna familia había hablado con él.

— ¿Tú crees? — Dijo.

— ¿Hola? Está justo en la playa. ¿Qué más se puede pedir? — Hizo un gesto hacia el

océano — ¿Puedo ir a echar un vistazo?

— Claro que sí. Pero ten cuidado. Y permanece detrás de la casa. No vayas por fuera.

— Trato hecho.

Steve le vio correr fuera antes de girarse para ver a Kim acercarse. Ronnie también

había salido del coche, pero permanecía aún cerca de él. — Hola, Kim — Dijo.

— Steve. — Ella se acercó a darle un abrazo breve — ¿Estás bien? – Preguntó — Te ves

delgado.

— Estoy bien.

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Detrás de ella, Steve notó a Ronnie lentamente abriéndose paso hacia ellos. Le llamaba

la atención lo mucho que había cambiado desde la última foto que Kim le había

enviado por correo electrónico. Atrás quedó la niña que recordaba, y en su lugar estaba

una mujer joven con una raya púrpura en su largo cabello castaño, esmalte de uñas

negro, y ropa oscura. A pesar de los evidentes signos de rebelión adolescente, volvió a

pensar en lo mucho que se parecía a su madre. Algo bueno, también. Estaba, pensó, más

encantadora que nunca.

Se aclaró la garganta. — Hola, cariño. Es bueno verte.

Cuando Ronnie no respondió, Kim frunció el entrecejo. — No seas grosera. Tu padre

quiere hablar contigo. Di algo.

Ronnie se cruzó de brazos. — Muy bien. ¿Qué tal esto? No voy a tocar el piano para ti.

— ¡Ronnie! — Steve podía oír exasperación de Kim.

— ¿Qué? — Ella sacudió la cabeza — Pensé que lo mejor era sacarlo del camino lo

antes posible.

Antes de que Kim pudiera responder, Steve sacudió la cabeza. Lo último que quería

era una discusión. — Está bien, Kim.

— Sí, mamá. Está bien. — Dijo Ronnie — Tengo que estirar las piernas. Voy a dar un

paseo.

A medida que se iba pisando fuerte, Steve vio a Kim luchar contra el impulso de

llamarla de vuelta. Al final, sin embargo, no dijo nada.

— ¿Viaje largo? — Le preguntó, tratando de aligerar el estado de ánimo.

— Ni siquiera te lo imaginas.

Él sonrió, pensando que, por un instante, era fácil imaginar que aún estaban casados,

ambos en el mismo equipo, ambos aún enamorados.

Excepto, por supuesto, que ya no lo estaban.

***

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Después de descargar las maletas, Steve se fue a la cocina, donde sacó cubitos de hielo

de la antigua hielera y los dejó caer dentro de los vasos no coincidentes que habían

venido con la casa.

Detrás de él, oyó a Kim entrar en la cocina. Tomó una jarra de té dulce, sirvió dos vasos

y le dio uno a ella. Fuera, Jonah estaba alternativamente persiguiendo y siendo

perseguido por las olas, mientras las gaviotas revoloteaban.

— Parece que Jonah se está divirtiendo. — Él dijo.

Kim dio un paso hacia la ventana. — Él ha estado emocionado por venir durante

semanas. — Ella vaciló — Él te extrañaba.

— Yo también lo he extrañado.

— Lo sé. — Ella dijo. Tomó un sorbo de su té antes de mirar alrededor de la cocina —

Así que éste es el lugar, ¿eh? Tiene... carácter.

— Por ‚car{cter‛, asumo que has notado el techo con goteras y la falta de aire

acondicionado.

Kim esbozó una breve sonrisa.

— Sé que no es mucho. Pero es tranquilo y puedo ver salir el sol.

— ¿Y la iglesia te permite quedarte aquí de forma gratuita?

Steve asintió. — Pertenecía a Carson Johnson. Era un artista local y, cuando murió, dejó

la casa a la iglesia. El pastor Harris dejará que me quede hasta que esté listo para

vender.

— ¿Y cómo es vivir en casa? Quiero decir, tus padres solían vivir a, ¿qué? ¿Tres

cuadras de aquí?

Siete, en realidad. Cerca. — Está bien. — Se encogió de hombros.

— Está tan lleno ahora. El lugar realmente ha cambiado desde la última vez que estuve

aquí.

— Todo cambia. — Dijo él. Se apoyó en el mostrador, cruzando una pierna sobre la

otra — Entonces, ¿cuándo es el gran día? — Preguntó, cambiando de tema — Para ti y

Brian.

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— Steve… acerca de eso...

— Está bien. — Dijo, levantando una mano — Estoy contento de que encontraras a

alguien.

Kim lo miró fijamente, claramente debatiéndose si aceptar sus palabras o zambullirse

en el territorio sensible.

— En Enero. — Ella dijo finalmente — Y quiero que sepas que con los niños… Brian no

pretende ser alguien que no es. Te agradaría.

— Estoy seguro de que lo haría. — Él dijo, tomando un sorbo de su té — ¿Cómo se

sienten los niños acerca de él?

— A Jonah parece gustarle, pero a Jonah le gustan todos.

— ¿Y Ronnie?

— Ella se lleva bien con él, tan bien como contigo.

Él se rió antes de notar su expresión de preocupación. — ¿Cómo está ella en realidad?

— No lo sé. — Ella suspiró — Y no creo que ella lo sepa, tampoco. Ella está en esa

etapa oscura, de mal humor. Ignora su toque de queda, y la mitad del tiempo no puedo

conseguir m{s que un ‚lo que sea‛ cuando trato de hablar con ella. Trato de hablar

cosas típicas de adolescentes, porque recuerdo lo que era... pero... — Ella sacudió la

cabeza — Viste la forma en que estaba vestida, ¿no? ¿Y su cabello y ese maquillaje

horrible?

— Mmm.

— ¿Y?

— Podría ser peor. — Kim abrió su boca para decir algo, pero nada salió, Steve sabía

que tenía razón — Cualquiera que sea la etapa por la que está pasando, cualquiera que

sea tu temor, Kim, Ronnie aún sigue siendo Ronnie.

— Supongo. — Reconoció. Antes de sacudir la cabeza — Sé que tienes razón. Es sólo

que es tan difícil últimamente. Hay momentos en que sigue siendo tan dulce como

siempre. Al igual que con Jonah. A pesar de que pelean como perros y gatos, todavía lo

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lleva al parque cada fin de semana. Y cuando él tenía problemas en matemáticas, le

enseñó todas las noches. Lo cual es extraño, porque apenas pasa cualquiera de sus

materias. Y no te he dicho esto, pero la hice tomar el SAT* en febrero. Ella se equivocó

en todas las preguntas. ¿Sabes cuán inteligente hay que ser para fallar cada una de las

preguntas?

Cuando Steve se rió, Kim frunció el ceño. — No es gracioso.

— Es un poco divertido.

— Tú no has tenido que lidiar con ella en estos últimos tres años.

Él hizo una pausa. — Tienes razón. Lo siento. — Tomó su vaso de nuevo — ¿Qué dijo

el juez con respecto al robo en la tienda?

— Lo que te dije por teléfono. — Dijo con una expresión resignada — Si no se mete en

más problemas, será borrado de su registro. Si lo hace de nuevo, sin embargo... — Ella

se fue apagando.

— Tú estás preocupada por eso. — Él comenzó.

Kim dio la vuelta. — No es la primera vez, ese es el problema. – Confesó — Ella

admitió haber robado el año pasado una pulsera, pero esta vez dijo que estaba

comprando un montón de cosas en la farmacia y no pudo contener todo, así que metió

el brillo labial en su bolsillo. Ella pagó todo lo demás, y cuando veo el video, parece ser

un error honesto, pero...

— Pero no estás segura.

Cuando Kim no respondió, Steve sacudió la cabeza. — Ella no está dentro del perfil de

‚Los M{s Buscados de Estados Unidos‛. Ella cometió un error. Y siempre tuvo buen

corazón.

— Eso no significa que esté diciendo la verdad ahora.

— Y no quiere decir que mintió, tampoco.

— ¿Así que tú le crees? — Su expresión era una mezcla de esperanza y escepticismo.

Él viajó a través de sus sentimientos acerca del incidente, como lo había hecho una

docena de veces desde la primera vez que Kim se lo había dicho.

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— Sí. — Dijo — Le creo.

— ¿Por qué?

— Porque es una buena chica.

— ¿Cómo lo sabes? — Preguntó ella. Por primera vez, sonaba enojada — La última vez

que pasaste tiempo con ella, estaba terminando la escuela media. — Se apartó de él

entonces, cruzando los brazos mientras miraba por la ventana. Su voz sonó amargada

cuando dijo — Podrías haber vuelto, ¿sabes? Podrías haber enseñado en Nueva York

de nuevo.

No tenías que viajar por todo el país, no tenías que mudarte aquí… podrías haber

formado parte de sus vidas.

Sus palabras le picaron, y sabía que ella tenía razón. Pero no había sido tan simple, por

razones que ambos sabían, aunque no lo reconocían. El cargado silencio pasó cuando

Steve finalmente se aclaró la garganta. — Sólo estaba tratando de decir que Ronnie

sabe diferenciar lo bueno de lo malo. Por mucho que afirma su independencia, todavía

creo que es la misma persona que siempre fue. En las cosas que realmente importan, no

ha cambiado.

Antes de que Kim pudiera deducir cómo o si ella debía responder a su comentario,

Jonah entró por la puerta principal, sus mejillas enrojecidas. — ¡Papá! ¡He encontrado

un taller genial! ¡Vamos! ¡Quiero mostrártelo!

Kim arqueó una ceja.

— Está en la parte de atrás. — Dijo Steve — ¿Quieres verlo?

— ¡Es increíble, mamá!

Kim miró de Steve a Jonah, y viceversa. — No, está bien. – Dijo — Eso suena más como

algo de padre e hijo. Y, además, realmente debería irme.

— ¿Tan pronto? — Preguntó Jonah.

***

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Steve sabía lo difícil que esto iba a ser para Kim, y él respondió por ella. — Tu madre

tiene un largo viaje de regreso. Y, además, quería llevarte esta noche al carnaval.

¿Podríamos hacer eso en su lugar?

Steve vio los hombros de Jonah encogerse una fracción. — Creo que está bien. — Dijo.

Después de que Jonah le dijera adiós a su madre, sin Ronnie aún a la vista y, según

Kim, con pocas probabilidades de que volviera pronto, Steve y Jonah se acercaron al

taller, un edificio con un techo de chapa inclinado que había venido con la propiedad.

Durante los últimos tres meses, Steve había estado casi todas las tardes aquí, rodeado

de basura y una variedad de pequeñas láminas de vidrio de color que Jonah estaba

ahora explorando. En el centro del taller había una gran mesa de trabajo con el

comienzo de una vidriera, pero Jonah parecía mucho más interesado en las extrañas

piezas de taxidermia encaramadas en los estantes, la especialidad del anterior

propietario. Es difícil no quedar fascinado por las criaturas disecadas, o por la cabeza

de la zarigüeya injertada en el cuerpo de un pollo.

— ¿Qué es esto? — Preguntó Jonah.

— Se supone que es arte.

— Pensé que el arte era como pinturas y otras cosas.

— Así es. Pero a veces el arte es otras cosas, también.

Jonah arrugó la nariz, mirando al medio—serpiente—medio—conejo. — No se ve

como el arte. — Cuando Steve sonrió, Jonah indicó a la ventana de vitraux sobre la

mesa de trabajo — ¿Eso también era suyo? — Preguntó.

— En realidad, eso es mío. Estoy haciéndola para la iglesia de calle abajo. Se quemó el

año pasado, y la ventana original fue destruida en el fuego.

— Yo no sabía que tú podías hacer ventanas.

— Lo creas o no, el artista que solía vivir aquí me enseñó.

— ¿El tipo que hizo los animales?

— El mismo.

— ¿Y tú lo conocías?

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Steve se unió a su hijo en la mesa. — Cuando yo era niño, me escapaba aquí cuando se

suponía que debía ir a los encuentros de estudios de la Biblia. Hizo las vidrieras de la

mayoría de las iglesias de por aquí. ¿Ves la foto en la pared? — Steve apuntaba a una

pequeña foto de Cristo Resucitado pegada a uno de los estantes, fácil de perderse de

vista en el caos — Espero que luzca así cuando haya terminado.

— Impresionante. — Dijo Jonah, y Steve sonrió. Obviamente, era la palabra favorita de

Jonah de nuevo, y se preguntó cuántas veces la oiría este verano.

— ¿Quieres ayudarme?

— ¿Puedo?

— Yo contaba con eso. — Steve le dio un codazo suave — Necesito un buen asistente.

— ¿Es difícil?

— Yo tenía tu edad cuando empecé, así que estoy seguro de que serás capaz de

manejarlo.

Jonah tomó con cautela un trozo de vidrio y lo examinó, sosteniéndolo a la luz, su

expresión seria. — Estoy bastante seguro de que puedo manejarlo, también.

Steve sonrió. — ¿Todavía vas a la iglesia? — Le preguntó.

— Sí. Pero no es la misma a la que íbamos. Es a la que Brian le gusta ir. Y Ronnie no

siempre va con nosotros. Ella se encierra en su habitación y se niega a salir, pero en

cuanto nos vamos, ella va a Starbucks para pasar el rato con sus amigos. Pone a mamá

furiosa.

— Eso pasa cuando los niños se convierten en adolescentes. Ponen a prueba a sus

padres.

Jonah puso el vidrio de vuelta sobre la mesa. — Yo no lo haré. — Dijo — Yo siempre

voy a ser bueno. Pero no me gusta la nueva iglesia mucho. Es aburrida. Así que quizás

no vaya a esa.

— Muy bien. — Hizo una pausa — He oído que no jugarás al fútbol este otoño.

— No soy muy bueno en ello.

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— ¿Y qué? Es divertido, ¿verdad?

— No cuando otros niños se burlan de ti.

— ¿Se burlan de ti?

— Está bien. No me molesta.

— Ah. — Dijo Steve.

Jonah movió sus pies, con algo obviamente en su mente. — Ronnie no ha leído ninguna

de las cartas que tú le enviaste, papá. Y no toca el piano más, tampoco.

— Lo sé. — Respondió Steve.

— Mamá dice que es porque tiene el síndrome premenstrual (PMS*).

Steve casi se ahogó, pero se repuso rápidamente. — ¿Sabes siquiera lo que eso

significa?

Jonah empujó sus gafas hacia arriba por su nariz. — Ya no soy un niño. Significa

síndrome de estar enfadada con los hombres (‚Pissed at Men Syndrome‛).

Steve se rió, erizando el pelo de Jonah. — ¿Qué tal si vamos a encontrar a tu hermana?

Creo que vi que se fue hacia el festival.

— ¿Podemos montar en la rueda de la feria?

— Lo que tú quieras.

— Excelente.

____________

* Diverticulitis: Es una hinchazón (inflamación) de una bolsa anormal en la pared intestinal. (N.

del C.)

* La Prueba de Razonamiento SAT (Scholastic Aptitude Test, anteriormente Scholastic

Assessment Test) es una prueba estandarizada para la admisión a la universidad en los Estados

Unidos. (N. del T.)

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Capítulo 3

Ronnie

La feria estaba llena de gente. O más bien, se corrigió Ronnie, el Festival de Mariscos

de la Playa de Wrightsville estaba repleto. Mientras pagaba por un refresco en uno de

los puestos de concesión, podía ver a los coches aparcados en caravana a lo largo de los

dos caminos que conducen hasta el muelle, e incluso a unos pocos adolescentes

emprendedores conseguir dinero alquilando las entradas de sus casas, aquellas más

cercanas a la acción.

Hasta ahora, sin embargo, la ‚acción‛ era aburrida. Suponía que había estado

esperando que la rueda de la fortuna fuera un elemento permanente y que el muelle

ofreciera tiendas y grandes almacenes, como en el paseo marítimo de Atlantic City. En

otras palabras, esperaba que fuera el tipo de lugar en el que pudiera verse pasando

durante el verano. No tuvo esa suerte. El festival estaba ubicado temporalmente en el

estacionamiento al extremo del muelle, y en su mayoría se parecía a la feria de un

pequeño condado. Los paseos desvencijados formaban parte de una feria ambulante, y

el estacionamiento estaba forrado con cabinas de juego demasiado caros y concesiones

de alimentos grasientos. Todo el lugar era algo… asqueroso.

Aunque nadie más parecía compartir su opinión. El lugar estaba lleno. Viejos y

jóvenes, familias, grupos de estudiantes de escuela intermedia viéndose unos a otros.

No importaba en qué camino fuera, siempre parecía estar luchando contra la marea de

cuerpos. Cuerpos sudorosos. Grandes cuerpos sudorosos, dos de los cuales estaban

aplastándola entre ellos cuando la multitud llegó a una parada inexplicable. No cabía

duda de que ambos habían optado tanto por la salchicha frita como por la barra de

tocino frito que había visto al pasar en un stand. Ella arrugó la nariz. Asqueroso.

Detectando una abertura, se escapó de los paseos y las cabinas de juego del carnaval y

se dirigió hacia el muelle. Afortunadamente, la multitud siguió adelante mientras se

movía por el muelle, pasando cabinas que ofrecían manualidades hechas en casa para

la venta. No podía imaginarse a si misma comprando alguna de ellas... ¿quien en la

tierra querría un gnomo construido enteramente de conchas de mar? Pero,

evidentemente, alguien estaba comprándolas, o las cabinas no existirían.

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Distraída, tropezó con una mesa ocupada por una anciana sentada en una silla

plegable. Vestida con una camisa estampada con el logo del SPCA*, tenía el pelo

blanco y una cara alegre. El tipo de abuela que probablemente pasaba todo el día horneando

galletas antes de la Nochebuena, pensó Ronnie. En la mesa delante de ella había folletos y

un frasco de donaciones, junto con una caja de cartón grande. En su interior había

cuatro cachorros grises, uno de los cuales saltó sobre sus patas traseras para mirar por

encima del lado de la caja.

— Hola, pequeñín — dijo.

La anciana sonrió. — ¿Quieres sostenerlo? Él es el divertido. Yo lo llamo Seinfeld. — El

cachorro dio un ladrido agudo.

— No, está bien. — Él era lindo, sin embargo. Muy lindo, aunque ella no creía que el

nombre le fuera bien. Y sí quería alzarlo, pero sabía que no iba a querer devolverlo si lo

hacía. Ella tenía una debilidad por los animales en general, especialmente los

abandonados. Al igual que estos pequeños. — Ellos van a estar bien, ¿verdad? No vas a

tener que ponerlos a dormir, ¿no?

— Van a estar bien — respondió la mujer —. Por eso hemos puesto esta mesa. Así la

gente puede adoptarlos. El año pasado encontramos hogares para más de treinta

animales, y estos cuatro ya han sido adoptados. Estoy a la espera de los nuevos

propietarios para que los recojan cuando se vayan. Pero hay más en el refugio si te

interesa.

— Sólo estoy de visita — respondió Ronnie, mientras un rugido les llegó desde la

playa. Estiró el cuello, tratando de ver. — ¿Qué está pasando? ¿Un concierto?

La mujer sacudió su cabeza. — Voleibol de playa. Han estado jugando durante horas

algún tipo de torneo. Deberías ir a ver. He oído los gritos todo el día, por lo que los

juegos deben ser muy emocionantes.

Ronnie pensó en ello. ¿Por qué no? No puede ser peor que lo que está ocurriendo aquí. Lanzó

un par de dólares en el frasco antes de dirigirse hacia las escaleras.

El sol estaba descendiendo, dando el océano un brillo como de oro líquido. En la playa,

unas pocas familias restantes se congregaron sentándose sobre toallas cerca del agua,

junto con un par de castillos de arena a punto de ser arrastrados por la marea alta. Las

golondrinas entraban y salían del mar, a la caza de cangrejos.

No tardó mucho en llegar a la fuente de la acción. A medida que avanzó su camino

hacia el borde de la playa, se dio cuenta de que las otras chicas en la audiencia parecían

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obsesionadas con los dos jugadores a la derecha. No era ninguna sorpresa. Los dos

tipos — ¿de su edad? ¿Mayores? — eran de la clase a los que su amiga Kayla

rutinariamente describía como ‚golosinas para la vista‛. Aunque ninguno de ellos era

exactamente el tipo de Ronnie, era imposible no admirar sus largos y musculares

cuerpos y la forma de en que se desplazaban por la arena.

Especialmente el más alto, con pelo castaño oscuro y una pulsera de macramé en su

muñeca. Kayla definitivamente se habría concentrado en él, siempre iba por los más

altos; del mismo modo en que la rubia en bikini cerca de la línea estaba obviamente

concentrada en él. Ronnie había notado a la rubia y a su amiga de inmediato. Ambas

eran delgadas y bonitas, con dientes cegadoramente blancos, y, obviamente,

acostumbradas a ser el centro de atención y tener a chicos babeándose por ellas.

Estaban separadas de la multitud y animaban con delicadeza, probablemente para no

estropearse el pelo. Bien podrían haber puesto carteles anunciando que estaba bien

admirarlas desde la distancia, pero que no se les acercaran demasiado. Ronnie no las

conocía, pero ya no le caían bien.

Volvió su atención hacia el juego justo cuando los chicos lindos anotaron otro punto. Y

luego otro. Y otro más. Ella no sabía cómo estaba el marcador, pero eran obviamente el

mejor equipo. Y, sin embargo, mientras observaba, ella en silencio empezó a animar a

los chicos del otro equipo. Tenía menos que ver con el hecho de que ella siempre

apoyaba al más débil, lo cual hacía, y más que ver con el hecho de que la pareja

ganadora le recordaba a los mimados tipos de escuelas privadas que a veces se

encontraba en los clubes, chicos del estilo de Dalton y Buckley en el Upper East Side*

que pensaban que eran mejores que los demás simplemente porque sus padres eran

banqueros o inversionistas.

Ella había visto lo suficiente de la llamada ‚gente privilegiada‛ como para reconocer a

uno de sus miembros cuando lo veía, y apostaría su vida a que esos dos eran sin duda

parte de la masa popular de por aquí. Sus sospechas se confirmaron después del punto

siguiente, cuando el compañero del chico de cabello castaño le guiñó el ojo a la amiga

bronceada de la muñeca Barbie de tamaño real cuando se dispuso a servir. En esta

ciudad, toda la gente atractiva claramente se conocía.

¿Por qué no se sintió sorprendida por eso?

El juego de repente parecía menos interesante, y se volvió para irse cuando otro

servicio cruzó la red. Vagamente escuchó a alguien gritando mientras el equipo

contrario devolvió el servicio, pero antes de que hubiera tomado más de un par de

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pasos, sintió a los espectadores a su alrededor empujándose unos a otros, haciéndola

perder el equilibrio por un instante.

Un instante demasiado largo.

Se volvió justo a tiempo para ver a uno de los jugadores corriendo hacia ella a toda

velocidad, su mirada intentado seguir la trayectoria de la pelota descarriada. No tuvo

tiempo para reaccionar antes de que se estrellara contra ella. Ella sintió que él la

agarraba de los hombros en un intento simultáneo a detener su impulso y evitar su

caída. Sintió un tirón en el brazo por el impacto, y vio casi con fascinación como la tapa

salió volando el vaso de plástico, el refresco hizo un arco en el aire antes de caer, justo

sobre su cara y su camisa.

Y entonces, en un momento, todo había terminado. De cerca, vio que el jugador de pelo

castaño la miraba con los ojos llenos de espanto.

— ¿Estás bien? — Jadeó.

Podía sentir la soda cayendo por su rostro y empapando su camisa. Vagamente, oyó

que alguien en la multitud empezaba a reír. ¿Y por qué no deberían de reírse? Si había sido

un día fantástico.

— Estoy bien — espetó.

— ¿Está segura? — la voz del chico era entrecortada. Si contaba para algo, parecía estar

realmente arrepentido. — Te atropellé bastante fuerte.

— Sólo… déjame ir — dijo entre dientes.

Él no parecía darse cuenta de que aún estaba agarrándola por los hombros, y sus

manos instantáneamente liberaron la presión. Dio un paso hacia atrás y

automáticamente tocó su brazalete. Lo giró casi ausente. — Lo siento mucho. Yo iba

por la pelota y...

— Sé lo que estabas haciendo — dijo —. Sobreviví, ¿vale?

Con eso, se dio la vuelta, deseando nada más que salir de allí lo más pronto posible.

Detrás de ella, oyó a alguien gritar — ¡Vamos, Will! ¡Volvamos al juego! — Pero

mientras se abría paso entre la multitud, era consciente de alguna manera de la

continua mirada del chico sobre ella hasta que desapareció de la vista.

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*** Su camisa no estaba arruinada, pero eso no la hacía sentir mucho mejor. A ella le

gustaba esta camisa, era un recuerdo del concierto de Fall Out Boy al que había asistido

con Rick el año pasado, para el cual había salido a escondidas de su casa. A su madre

casi le había dado un ataque, y no simplemente porque Rick tenía un tatuaje de una

telaraña en el cuello y más piercings en las orejas que Kayla, sino porque había

mentido acerca de a dónde iba, y no había llegado a casa hasta la tarde del día

siguiente, ya que habían terminado visitando la casa del hermano de Rick, en

Filadelfia. Su madre le había prohibido ver o hablar con Rick otra vez, una regla que

Ronnie rompió al día siguiente.

No era que ella amara a Rick, francamente, ni siquiera le gustaba mucho. Pero ella

estaba enfadada con su mamá, y se sintió bien en ese momento. Pero cuando llegó a la

casa de Rick, ya estaba drogado y borracho de nuevo, tal como lo había estado en el

concierto, y se dio cuenta de que si seguía viéndolo, iba a continuar ejerciendo presión

sobre ella para que probara lo que sea que él estaba tomando, al igual que lo había

hecho la noche anterior. Pasó sólo unos minutos ahí antes de dirigirse a la Plaza de la

Unión por el resto de la tarde, sabiendo que habían terminado.

Ella no era una ingenua acerca de las drogas. Algunos de sus amigos fumaban

marihuana, unos pocos cocaína o éxtasis, y uno incluso tenía una costumbre

desagradable de metanfetamina. Todos excepto ella bebían los fines de semana. Cada

club y fiesta al que iba brindaba fácil acceso a todo eso. Sin embargo, parecía que cada

vez que sus amigos fumaban o bebían o tomaban las píldoras que juraban hacían que

la noche valiera la pena, pasaban el resto de la noche arrastrando sus palabras o con

sensación de vértigo o vómitos o perdiendo totalmente de control y haciendo algo

realmente estúpido. Algo que generalmente involucraba a un chico.

Ronnie no quería ir allí. No después de lo que le sucedió a Kayla el invierno pasado.

Alguien, Kayla nunca supo quién, le introdujo una sustancia en su bebida y, aunque no

tenía más que un vago recuerdo de lo que pasó después, estaba segura que recordaba

estar en una habitación con tres chicos que había conocido esa noche. Cuando se

despertó a la mañana siguiente, sus ropas estaban esparcidas por la habitación. Kayla

nunca dijo nada más, prefería fingir que nunca había sucedido, y lamentaba haberle

dicho a Ronnie siquiera eso, pero no era difícil para conectar los puntos.

Cuando llegó al muelle, Ronnie tiró su vaso de refresco medio vacío y secó con furia su

camisa con la servilleta húmeda. Parecía estar funcionando, pero la servilleta estaba

desintegrándose en pequeños copos blancos que se parecían a la caspa.

Genial.

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Realmente deseaba que el chico hubiera chocado con otra persona. Ella sólo estuvo allí

por ¿cuánto, diez minutos? ¿Cuáles eran las probabilidades de que se hubiera girado

en el mismo instante en que la pelota salía volando hacia ella? ¿Y que estuviera

sosteniendo una soda entre una multitud en un partido de voleibol que ni siquiera

quería ver, en un lugar en el cual no quería estar? En un millón de años, lo mismo

probablemente nunca podría volver a ocurrir. Con probabilidades como esa, debería

haber comprado un billete de lotería.

Y luego estaba el chico que la chocó. Un lindo chico de pelo castaño y ojos marrones.

De cerca, se dio cuenta que era m{s guapo que lindo, sobre todo cuando tenía esa…

expresión de preocupación. Podría haber sido parte del grupo popular, pero en el

nanosegundo que sus ojos se encontraron, tuvo la extraña sensación de que él era

alguien real entre todos los chicos.

Ronnie sacudió su cabeza para despejar su mente de pensamientos tan locos. Es

evidente que el sol estaba afectando su cerebro. Satisfecha de haber hecho lo mejor que

pudo con la servilleta, recogió el envase de soda. Tenía planeado lanzar el resto, pero

cuando se dio la vuelta sintió al envase atascarse entre ella y alguien más. Esta vez, no

pasó nada en cámara lenta, el refresco inmediatamente cubrió el frente de su camisa.

Se quedó inmóvil, mirando su camisa con incredulidad. Tienes que estar bromeando.

Frente a ella estaba una muchacha de su edad sosteniendo un granizado, al parecer tan

sorprendida como ella. Estaba vestida de negro, y su cabello oscuro colgaba en rizos

rebeldes que enmarcaban su cara. Como Kayla, tenía por lo menos media docena de

piercings en cada oreja, destacados con un par de cráneos en miniatura que colgaban

de sus orejas, y su delineador y sombra de ojos oscuros le daban un aspecto casi

salvaje. Mientras los restos de la soda empapaban la camisa de Ronnie, la chica—gótica

señaló con su granizado hacia la mancha.

— Apesta ser tú — dijo.

—¿Te parece?

— Al menos combina con el otro lado ahora.

— Oh, lo entiendo. Estás tratando de ser graciosa.

— Ingeniosa me gusta más.

— Entonces deberías haber dicho algo como ‚Tal vez deberías atenerte a los vasitos

anti—derrame‛.

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La chica gótica se echó a reír, un sonido sorprendentemente femenino. — Tú no eres de

por aquí, ¿verdad?

— No, soy de Nueva York. Estoy aquí visitando a mi papá.

— ¿Para el fin de semana?

— No. Para el verano.

— Realmente apesta ser tú.

Esta vez, fue el turno de Ronnie a reír. — Soy Ronnie. Es una abreviatura de Verónica.

— Llámame Blaze*.

— ¿Blaze?

— Mi verdadero nombre es Galadriel. Es de El Señor de los Anillos. Mi madre es muy

rara.

— Por lo menos no te llamó Gollum.

— O Ronnie. — Con una inclinación de la cabeza, gesticuló por encima de su hombro.

— Si quieres algo seco, hay unas camisas de Nemo en la cabina de allí.

— ¿Nemo?

— Sí, Nemo. ¿De la película? ¿Pescado Naranja y blanco, aleta estropeada? ¿Queda

atrapado en un tanque de peces y su papá va a encontrarlo?

— No quiero una camiseta de Nemo, ¿de acuerdo?

— Nemo es genial.

— Sí... si tienes seis años — Ronnie replicó.

— Haz lo que quieras.

Antes de Ronnie pudiera responder, vio a tres hombres abriéndose paso a través de

una multitud. Se destacaban de la muchedumbre de playa por sus pantalones cortos

rotos y tatuajes, mostrando el pecho desnudo debajo de las chaquetas de cuero pesado.

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Uno tenía una ceja perforada y llevaba un equipo de música anticuado, otro tenía una

camiseta blanqueada y los brazos completamente cubiertos de tatuajes. El tercero, al

igual que Blaze, tenía el pelo negro largo contrastando con su piel de color blanco

lechoso. Ronnie se volvió instintivamente hacia Blaze, sólo para darse cuenta de que se

había ido. En su lugar estaba parado Jonah.

— ¿Qué derramaste en tu camisa? — Preguntó — Estás toda mojada y pegajosa.

Ronnie buscó a Blaze, preguntándose dónde se había ido. Y por qué. — Sólo vete, ¿de

acuerdo?

— No puedo. Papá te está buscando. Creo que quiere que vuelvas a casa.

— ¿Dónde está?

— Se detuvo para ir al baño, pero él debería estar aquí en cualquier momento.

— Dile que no me viste.

Jonah pensó en ello. — Cinco dólares.

— ¿Qué?

— Dame cinco dólares y me voy a olvidar que estás aquí.

— ¿Hablas en serio?

— No tenemos mucho tiempo — dijo —. Ahora son diez dólares.

Sobre la cabeza de Jonah, vio a su padre buscándolos en la multitud a su alrededor.

Instintivamente se agachó, sabiendo que no había manera de que pudiera colarse por

delante de él. Miró a su hermano, el chantajista, que evidentemente se había dado

cuenta también. Era lindo y lo amaba, y respetaba sus habilidades de chantaje, pero

aún así, él era su hermano pequeño. En un mundo perfecto, estaría de su lado. ¿Pero lo

estaba él? Por supuesto que no.

— Te odio, lo sabes — dijo.

— Sí, te odio también. Pero todavía te va a costar diez dólares.

— ¿Qué hay de cinco?

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— Te has perdido tu oportunidad. Sin embargo, tu secreto estará a salvo conmigo.

Su padre todavía no los había visto, pero estaba más cerca.

— Bien —dijo entre dientes, hurgando en sus bolsillos. Pasó más de un billete arrugado

a Jonah. Mirando por encima del hombro, vio a su padre moviéndose en su dirección,

su cabeza todavía yendo de lado a lado, y ella se agachó en la cabina. Sorprendiéndola,

Blaze se apoyaba contra la pared de la cabina, fumando un cigarrillo.

Ella sonrió. — ¿Problemas con tu papá?

— ¿Cómo puedo salir de aquí?

— Eso depende de ti. — Blaze se encogió de hombros — Pero él sabe la camisa que

llevas puesta.

***

Una hora más tarde, Ronnie estaba sentada junto a Blaze en uno de los bancos cerca del

final del muelle, aburrida, pero no tan aburrida como lo había estado antes. Blaze

resultó ser una buena oyente, con un extraño sentido del humor y, lo mejor de todo,

parecía amar a Nueva York tanto como Ronnie lo hacía, aunque nunca había estado

allí. Hizo preguntas acerca de los edificios: Times Square y el Empire State Building y

la Estatua de la Libertad, trampas para turistas que Ronnie trató de evitar a toda costa.

Ronnie le siguió la corriente antes de describir al verdadero Nueva York: los clubes en

el Chelsea, la escena musical en Brooklyn, y los vendedores callejeros en el Barrio

Chino, donde se puede comprar discos pirateados o carteras falsificadas de Prada o

casi cualquier cosa por centavos de dólar.

Hablar acerca de esos lugares le hizo desear absolutamente volver a casa en vez de

estar aquí. Cualquier lugar excepto aquí.

— No habría querido venir aquí tampoco — Blaze estuvo de acuerdo —. Confía en mí.

Es aburrido.

— ¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí?

— Casi mi vida entera. Pero al menos me visto bien.

Ronnie había comprado la camisa del estúpido Nemo, sabiendo que ella hacía el

ridículo. El tamaño que había en la cabina era sólo extra—grande, y le llegaba

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prácticamente a las rodillas. Lo único bueno que tenía era que una vez que se la puso,

había sido capaz de deslizarse oculta tras su padre. Blaze había tenido razón con eso.

— Alguien me dijo que Nemo era genial.

— Ella estaba mintiendo.

— ¿Qué estamos haciendo todavía aquí? Mi papá probablemente se ha ido por ahora.

Blaze se volvió. — ¿Por qué? ¿Quieres volver a la feria? ¿Tal vez ir a la casa embrujada?

— No. Pero no tiene que haber algo más que juegos.

— Todavía no. Más tarde lo habrá. Pero por ahora vamos a esperar.

— ¿Para qué?

Blaze no respondió. En su lugar, se levantó y se dio la vuelta, frente a las aguas negras.

Su pelo se movía en la brisa, y parecía mirar a la luna. — Te he visto antes, ¿sabes?

— ¿Cuándo?

— Cuando estabas en el juego de voleibol. — Hizo un gesto hacia abajo el muelle —.

Yo estaba allí.

— ¿Y?

— Tú parecías fuera de lugar.

— Entonces tú…

— Por eso yo estaba de pie en el muelle. — Saltó para arriba sobre la barandilla y se

sentó frente a Ronnie —. Yo sé que no quieres estar aquí, pero ¿qué hizo tu papá para

que te enojes tanto?

Ronnie se secó las palmas en sus pantalones. — Es una larga historia.

— ¿Vive con su novia?

— Yo no creo que tenga una novia. ¿Por qué?

— Considérate afortunada.

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— ¿De qué estás hablando?

— Mi padre vive con su novia. Esta es su tercera desde el divorcio, y es la peor por

lejos. Es sólo unos pocos años mayor que yo y se viste como una stripper. Por lo que sé,

ella era una stripper. Me pone enferma cada vez que tengo que ir allí. Es como si no

supiera cómo actuar en torno a mí. Un minuto trata de darme consejos, como que es mi

madre, y al minuto siguiente está tratando de ser mi mejor amiga. La odio.

— ¿Y vives con tu madre?

— Sí. Pero ahora ella tiene un novio, y él está en la casa todo el tiempo. Y es un

perdedor, también. Lleva este peluquín ridículo, porque se quedó calvo cuando tenía

veinte o algo, y él siempre me está diciendo que tengo que darle a la universidad una

oportunidad. Porque cree que me importa lo que piensa. Está todo jodido, ¿sabes?

Antes de que Ronnie pudiera responder, Blaze saltó hacia abajo. — Vamos. Creo que

están a punto de empezar. Tienes que ver esto.

Ronnie siguió a Blaze por el muelle, hacia una multitud que rodeaba a lo que parecía

ser un espectáculo de calle. Sorprendida, se dio cuenta de que los ejecutantes eran los

tres tipos matones que había visto antes. Dos de ellos tenían música de break dance a

todo volumen en el cuadro de auge, mientras que el que tenía el pelo largo y negro

estaba en el centro haciendo malabarismos con lo que parecían ser pelotas de golf

encendidas en llamas. De vez en cuando detenía los malabares y sostenía las pelotas,

girándolas entre los dedos o en el dorso de la mano y pasándolas a lo largo de un brazo

hasta llegar a la otra. Dos veces, cerró su puño sobre la bola de fuego, casi

extinguiéndola, sólo para mover la mano, permitiendo que las llamas escaparan por la

pequeña abertura cerca de su pulgar.

— ¿Lo conoces? — Dijo Ronnie.

Blaze asintió. —Es Marcus.

— ¿Está usando algún tipo de capa protectora en las manos?

— No.

— ¿No duele?

— No si sostienes la bola de fuego correctamente. Es impresionante, sin embargo, ¿no

es cierto?

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Ronnie tenía que estar de acuerdo. Marcus extinguió dos de las bolas y luego volvió a

encenderlas al tocar la tercera. En el suelo yacía un sombrero de mago con la abertura

hacia arriba, y Ronnie vio como la gente comenzó a tirar el dinero en ella.

— ¿De dónde saca las bolas de fuego?

— Él las hace. Puedo mostrarte cómo. No es difícil. Todo lo que necesitas es una

camiseta de algodón, hilo y aguja, y algún líquido para encendedores.

A medida que la música seguía sonando, Marcus tiró las tres bolas de fuego hacia el

tipo con el corte mohicano y encendió dos más. Los malabares iban y venían entre

ellos, como si fueran payasos de circo utilizando bolos, más rápido y más rápido, hasta

que un tiro falló.

Sólo que no lo hizo. El tipo de la ceja perforada la atrapó al estilo de pelota de fútbol y

comenzó a hacerla rebotar de un pie al otro, como si fuera nada más que una pelota de

goma. Después de extinguir tres de las bolas de fuego, los otros dos hicieron lo mismo,

el grupo entero pateando las dos bolas de fuego de ida y vuelta entre ellos. La multitud

comenzó a aplaudir, y el dinero llovía en el sombrero a medida que la música llegaba a

su fin. Entonces, todas a la vez, las bolas de fuego restantes fueron capturadas y

apagadas al mismo tiempo cuando la canción terminó.

Ronnie tuvo que admitir que nunca había visto nada igual. Marcus se acercó a Blaze y

le dio un largo y prolongado beso que parecía tremendamente inadecuado en público.

Abrió los ojos despacio, mirando directamente a Ronnie antes de alejar a Blaze.

— ¿Quién es esa? — Preguntó, señalando en la dirección de Ronnie.

— Esa es Ronnie — dijo Blaze —. Ella es de Nueva York. Acabo de conocerla.

El tipo del mohawk, y el del piercing en la ceja se reunieron con Marcus y Blaze en su

escrutinio, lo que hizo a Ronnie sentirse claramente incómoda.

— Nueva York, ¿eh? — Preguntó Marcus, tirando de un encendedor de su bolsillo y

encendiendo una de las bolas de fuego. Tomó la bola en llamas inmóvil entre el pulgar

y el dedo índice, lo que Ronnie se preguntara una vez más cómo podía hacerlo sin

quemarse.

— ¿Te gusta el fuego? — Dijo.

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Sin esperar una respuesta, arrojó la bola de fuego en su dirección. Ronnie saltó fuera de

su trayectoria, demasiado sorprendida para responder. La pelota cayó detrás de ella

mientras un agente de policía se precipitaba hacia adelante para acabar con el fuego.

— Ustedes tres — gritó, señalándolos —. Fuera. Ahora. Les he dicho antes que no

pueden hacer su pequeño show en el muelle, y la próxima vez les juro que los voy a

encerrar.

Marcus levantó las manos y dio un paso hacia atrás. — Estábamos a punto de irnos.

Los chicos cogieron sus abrigos y empezaron a moverse hasta el muelle, hacia los

juegos de carnaval. Blaze los siguió, dejando a Ronnie sola. Ella sintió al oficial mirarla,

pero no le hizo caso. En cambio, dudó brevemente antes de ir tras ellos.

__________

* SPCA: Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales. (N. del C.)

* Blaze: llama, incendio, fuego. (N. del C.)

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Capítulo 4

Marcus

Él sabía que ella los seguiría. Ellos siempre lo hacían. Especialmente las nuevas chicas

en la ciudad. Esa era la cosa con las chicas: Peor él las trataba, ellas más lo buscaban.

Ellas eran así de estúpidas. Fiables, pero estúpidas.

Él se apoyó contra la maceta en la fachada del hotel, Blaze envolvió sus brazos

alrededor de él.

Ronnie estaba sentada al frente de ellos en una de las bancas; a su lado, Teddy y Lance

pronunciaban mal sus palabras cuando intentaban llamar la atención de las chicas que

pasaban delante de ellos. Ellos estaban ya borrachos como el infierno, estaban un poco

borrachos incluso antes del show y, como siempre, todos excepto las chicas más feas

los ignoraron. La mitad del tiempo, incluso él los ignoraba.

Blaze, mientras tanto, estaba mordisqueando sobre su cuello, pero él ignoró eso,

también.

Estaba harto del modo en que ella siempre se colgaba de él cuando estaban en público.

Harto de ella en general. Si ella no fuera tan buena en la cama, si no supiera las cosas

que realmente lo excitaban, él la habría botado un mes atrás por una de las tres, cuatro

o cinco otras chicas con las que él con regularidad dormía. Pero ahora mismo no estaba

interesado en ellas, tampoco. En cambio, miró fijamente hacia Ronnie, gustándole la

raya púrpura en su pelo y su pequeño cuerpo delgado, el efecto brillante de su sombra

de ojos. Era del tipo de lujo, estilo zorra, a pesar de la camiseta estúpida que estaba

llevando. Le gustó mucho esto.

Él empujó contra las caderas de Blaze, deseando que ella no estuviera aquí. — Ve a

traerme algunas papas fritas — dijo. —Tengo hambre.

Blaze se retiró. — Sólo me quedan un par de dólares. — Él podía escuchar el lloriqueo

en su voz.

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— ¿Y? eso debería cubrirlo. Y asegúrate de no comer ninguno de ellos, tampoco. — Él

lo quiso decir. Blaze se estaba volviendo un poco suave en el vientre, un poco hinchada

en la cara. Sin sorpresas, considerando que ella últimamente ha estado bebiendo casi

tanto como Teddy y Lance.

Blaze hizo un espectáculo de hacer pucheros, pero Marcus le dio un pequeño empujón

y ella se dirigió a una de las cabinas de alimento. La fila era de al menos seis o siete

personas, y mientras ella alcanzaba el final, Marcus se paseó hacia Ronnie y tomó

asiento al lado de ella. Cerca, pero no muy cerca. Blaze era del tipo celosa, y él no

quería que ella espantara a Ronnie antes de que él tuviera una oportunidad de

conocerla.

— ¿Qué piensas? — él preguntó.

— ¿Sobre qué?

— El show. ¿Habías visto alguna vez algo como esto en Nueva York?

— No — ella admitió —. No lo había hecho.

— ¿Dónde te estás quedando?

— Justo abajo en la playa en un pequeño camino. — Él podía decir por su respuesta

que estaba incómoda, probablemente porque Blaze no estaba aquí.

— Blaze dice que dejaste plantado a tu papá.

En respuesta, ella simplemente se encogió.

— ¿Qué? ¿No quieres hablar sobre eso?

— No hay nada que decir.

Él se inclinó hacia atrás. — Tal vez solamente no confías en mí.

— ¿De qué estás hablando?

— Tú hablas con Blaze, pero no conmigo.

— Ni siquiera te conozco.

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— No conoces a Blaze, tampoco. Sólo la encontraste.

Ronnie no parecía apreciar sus respuestas rápidas. — Sólo no quiero hablar con él, ¿ok?

Y no quiero tener que pasar mi verano aquí, tampoco.

Él empujó el cabello fuera de sus ojos. — Entonces vete.

— Sí, correcto. ¿Dónde se supone que vaya?

— Vallamos a Florida.

Ella parpadeó. — ¿Qué?

— Conozco a un chico que tiene un sitio allí justo fuera de Tampa. Si quieres, te llevaré.

Podemos quedarnos ahí todo lo que quieras. Mi coche esta ahí.

Ella lo miró fijamente como si estuviera en shock. — No puedo ir a Florida contigo.

Yo… yo acabo de conocerte. ¿Y qué sobre Blaze?

— ¿Qué sobre ella?

— Estás con ella.

— ¿Y? — él mantuvo su cara neutral.

— Esto es demasiado extraño. — Sacudió su cabeza y se puso de pie —. Pienso que iré

a ver cómo le va a Blaze.

Marcus metió la mano en su bolsillo por una bola de fuego. — Sabes que estaba

bromeando, ¿cierto?

En realidad, él no había estado bromeando. Él había dicho esto por la misma razón que

le lanzó la bola de fuego. Para ver cuán lejos él podía empujarla.

— Sí, okay. Está bien, todavía voy a hacia allá para hablar con ella.

Marcus la vio irse con paso airado. Tanto como él admiraba esa dinamita en su

pequeño cuerpo, no estaba seguro de qué hacer con ella. Ella vestía a la par, pero a

diferencia de Blaze, no fumaba o mostraba interés alguno en ir a fiestas, y tenía la

sensación que había más de ella de lo que estaba diciendo. Él se preguntaba si ella tenía

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dinero. Tenía sentido, ¿cierto? ¿Departamento en Nueva York, casa en la playa? la

familia tiene que tener dinero para permitirse cosas así.

Pero… entonces otra vez, allí no había posibilidad de que ella encajara con las personas

de por aquí que aquí tienen dinero, al menos los que él conocía. Entonces ¿De qué tipo

era? Y ¿por qué esto importaba?

Porque a él no le gustaban las personas con dinero, no le gustaba la forma en que ellos

alardeaban sobre eso, y no le gustaba el modo en que ellos pensaban que eran

superiores a otros por eso.

Una vez, antes de que él se hubiera separado, había oído a un niño rico en la escuela

hablando sobre el nuevo bote que obtuvo por su cumpleaños. No era un esquife

pedazo de mierda: era una Boston Whaler de veintiún pies como GPS y sonido, y el

niño seguía fanfarroneando sobre cómo él lo iba a usar todo el verano y acoplarlo a las

gradas en el club de campo. Tres días después, Marcus le prendió fuego al bote y lo vio

arder desde detrás del árbol de Magnolia en el decimosexto verde.

No le dijo a nadie lo que había hecho, por supuesto. Le contaba a una persona, y bien

podría haberle confesado a los polis. Teddy y Lance eran casos en punto: mantenlos en

una celda y se vienen abajo tan rápido como se cierre la puerta.

Ese era el por qué él insistía en que ellos hicieran todo el trabajo sucio estos días. La

mejor manera de impedirles hablar era asegurarse que ellos eran aún más culpables de

lo que él era.

Hoy día, ellos fueron los que robaron la bebida, lo que golpearon al tipo calvo hasta

dejarlo inconciente en el aeropuerto antes de tomar su cartera, los que dibujaron la

esvástica* en la sinagoga. Él no necesariamente confiaba en ellos, ni siquiera le

gustaban especialmente, pero siempre acompañaban sus proyectos. Ellos servían a un

objetivo.

Detrás de él, Teddy y Lance continuaban actuando como los idiotas que eran, y con la

ida de Ronnie, Marcus estaba inquieto. No tenía la intención de quedarse aquí toda la

noche, sin hacer nada.

Después de que Blaze regresara, después de que comiera sus patatas fritas, él calculó

que irían a vagar. Ver qué salía a colación. Nunca sabía qué podría pasar en un lugar

como este, o en una noche como esta, con gente como esta. Una cosa era segura:

después de un show, siempre necesitaba algo… más. Signifique lo que signifique.

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Echando un vistazo a la cabina de alimentos, vio a Blaze pagando por las patatas fritas,

Ronnie directamente detrás de ella. Él miró fijamente a Ronnie, otra vez deseando que

ella lo mirara, y tarde o temprano, ella lo hizo.

No demasiado, sólo una ojeada rápida, pero eso era suficiente para hacer que él se

preguntara de nuevo cómo sería ella en la cama.

Probablemente salvaje, él pensaba. La mayor parte de ellas lo eran, con la clase correcta

de estímulo.

____________

* Signo nazi. (N. del T.)

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Capítulo 5

Will

Sin importar lo que estaba haciendo, Will siempre podía sentir el peso del secreto

ejerciendo presión sobre él. En la superficie, todo parecía normal. En los últimos seis

meses, había ido a clases, jugaba al baloncesto, asistió a la fiesta de graduación, y se

graduó de la escuela secundaria, estudios superiores. No ha sido todo perfecto, por

supuesto. Hace seis semanas, él había roto con Ashley, pero no tenía nada que ver con

lo que había sucedido esa noche, la noche que nunca podría olvidar. La mayoría del

tiempo, era capaz de mantener la memoria bajo llave, pero de vez en cuando, en sus

ratos libres, todo volvía a él con la fuerza intensa y visceral*(1). Las imágenes nunca

cambiaban o desaparecían, las imágenes nunca se veían borrosas en los bordes. Como

si lo viera a través de otros ojos, se veía a sí mismo corriendo por la playa y agarrando

a Scott, ya que él miraba el fuego ardiendo.

— ¿Qué demonios hiciste? — Recordó haber gritado.

— ¡No es mi culpa! — Scott había gritado atrás.

Fue sólo entonces, sin embargo, que se dieron cuenta de que no estaban solos. En la

distancia se dio cuenta de Marcus, Blaze, Teddy y Lance observándolos, y supo

enseguida que habían visto lo que pasó.

Sabían que...

Tan pronto como se apoderó de su teléfono celular, Scott le detuvo.

— ¡No llames a la policía! ¡Ya te dije que fue un accidente! — Su expresión era

suplicante —. ¡Vamos, hombre! ¡Me lo debes!

La cobertura informativa había sido amplia el primer par de días, y había visto los

segmentos y leído los artículos en el periódico con un nudo en el estómago. Una cosa

era la cobertura de un incendio accidental. Tal vez podría haber sido accidental. Pero

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alguien había sido herido esa noche, y sentía una oleada nauseabunda de culpa cada

vez que pasaba por el sitio. No importaba que la iglesia estuviera siendo reconstruida o

que el pastor hacía tiempo que había sido dado de alta del hospital, lo que importaba

era que él sabía lo que había sucedido y que no había hecho nada al respecto.

Me lo debes...

Esas eran las palabras que más le obsesionaban.

No simplemente porque Scott y él habían sido muy buenos amigos desde el jardín de

infancia, por otra razón más importante. Y a veces, en medio de la noche, permanecía

despierto, odiando la verdad de esas palabras y deseando una manera de hacer las

cosas bien.

Curiosamente, fue el incidente ocurrido en el partido de voleibol de ese día lo que

había disparado las memorias de aquella vez. O más bien, había sido la chica con la

que había chocado. Ella no se había interesado en sus disculpas, y a diferencia de la

mayoría de las chicas de aquí, no había tratado de ocultar su enojo. Ella no se hervía a

fuego lento y no había chillado, era dueña de sí misma de un modo en que la catalogó

de inmediato como diferente.

Después de que ella salió corriendo, se había terminado el juego, y tuvo que admitir

que había perdido un par de tiros que normalmente no perdería. Scott le veía con esa

mirada furiosa, tal vez por el juego de la luz, miraba exactamente como lo había hecho

en la noche del incendio cuando, Will había sacado su teléfono celular para llamar a la

policía. Y eso fue todo lo que faltó para establecer los recuerdos perdidos otra vez.

Él había sido capaz de aguantar hasta ganar el juego, pero después de haber

terminado, había necesitado algún tiempo a solas. Así que se había acercado a la feria y

se detuvo en un stand de esos juegos caros, imposibles—de—ganar. Se disponía a

disparar un balón sobre—inflado en el borde un poco demasiado alto cuando oyó una

voz detrás de él.

— Aquí estás — dijo Ashley —. ¿Estabas evitándonos?

Sí, pensó. En realidad, eso hacía.

— No — respondió él —. No he lanzado un tiro desde que terminó la temporada, y

quería ver qué tan falto de práctica estoy.

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Ashley sonrió. Su top blanco, sandalias, y pendientes colgantes acentuaban sus ojos

azules y cabello rubio para un efecto máximo. Se había cambiado el equipo de voleibol.

Típico, ella era la única chica que había conocido que llevaba cambios de ropa

completos como norma regular, incluso cuando se iba a la playa. En la fiesta de

graduación en mayo pasado, se había cambiado tres veces: un traje para la cena, otro

para el baile, y una tercera para la fiesta más tarde. Ella efectivamente había traído

consigo una maleta, y luego de posar para las fotografías, él había tenido que cargar la

maleta hasta el coche. Su madre no había encontrado extraño que ella hubiera

empacado como si estuviera partiendo de vacaciones en lugar de a un baile. Pero

quizás eso fue parte del problema. Ashley lo había llevado a ver el interior del armario

de su madre, la mujer debe haber tenido un centenar de diferentes pares de zapatos y

un millar de trajes diferentes. Su armario podría haber albergado un Buick*.

— No me dejes que te detenga. No me gustaría hacerte perder un dólar.

Will se volvió, y después de colocarse sobre el borde, envió el balón hacia el arco de la

canasta. Este rebotó en el aro y el tablero antes de caer dentro. Ese fue uno.

Dos más y en realidad iba a ganar un premio. Cuando la pelota rodó hacia atrás, el

trabajador de la feria lanzó furtivamente una mirada a Ashley. Ashley, por su parte, no

parecía haber notado siquiera la presencia del trabajador. Cuando la pelota rodó por la

red y volvió a él, lo cogió de nuevo y miró al trabajador.

— ¿Alguien ha ganado hoy?

— Por supuesto. Hay muchos ganadores cada día. — Él siguió mirando a Ashley

mientras respondía.

No es sorpresa. Todo el mundo siempre se fija en Ashley. Ella era como una señal de

neón para cualquier persona con una onza de testosterona. Ashley dio otro paso

adelante y se apoyó en la cabina. Ella sonrió a Will de nuevo. Ashley nunca había sido

muy sutil. Después de ser coronada como la reina del baile, ella había llevado la tiara

toda la noche.

— Has jugado bien hoy — dijo —. Y tu servicio ha mejorado mucho.

— Gracias, respondió él.

— Creo que eres casi tan bueno como Scott.

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— De ninguna manera — dijo. Scott había estado jugando voleibol desde que tenía

seis años; Will había tomado el juego sólo después de su primer año.

— Soy rápido y puedo saltar, pero no tengo el juego completo como Scott.

— Sólo estoy diciendo lo que vi.

Centrándose en el borde, Will exhaló, tratando de relajarse antes de rodar el balón. Es

lo mismo que su entrenador siempre le había dicho que debía hacer en la línea de tiros

libres, no que alguna vez pareció mejorar su porcentaje. Esta vez, sin embargo, la

pelota chasqueó a través de la red. Dos de dos.

— ¿Qué vas a hacer con el animal de peluche si ganas? — ella preguntó.

— No lo sé. ¿Lo quieres?

— Sólo si quieres que lo tenga.

Él sabía que ella quería que se lo ofreciera a ella en lugar de preguntar por ello.

Después de dos años juntos, hay pocas cosas que no sabía de ella. Tomó el balón,

exhaló de nuevo, y dio su disparo final. Éste, sin embargo, fue un toque muy duro, y la

pelota rebotó en la llanta trasera.

— Estuvo cerca — dijo el trabajador —. Hay que tratar de nuevo.

— Sé cuando retirarme.

— Te diré algo. Tomaré un dólar menos. Dos dólares por tres tiros.

— No, está bien.

— Dos dólares y voy a dejarlos a los dos tomar los tres tiros. — Agarró la pelota,

ofreciéndosela a Ashley. — Me encantaría verte intentarlo. — Ashley se quedó

mirando el balón, es obvio que ni siquiera había contemplado tal idea. Probablemente

no.

— No lo creo — dijo Will —. Pero gracias por la oferta. — Se volvió hacia Ashley —.

¿Sabes si Scott todavía está por aquí?

— Está en la mesa con Cassie. O al menos ahí es donde estaban antes de venir a hablar

contigo. Creo que le gusta. — Se dirigió en esa dirección, con Ashley a su derecha.

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— Así que estábamos hablando — dijo Ashley, sonando casi casual — y Scott y Cassie

pensaron que podría ser divertido ir a mi casa. Mis padres están en Raleigh* para

algún evento con el gobernador, por lo que tendríamos el lugar para nosotros.

Will sabía lo que venía. — No lo creo — dijo.

— ¿Por qué no? No es como si algo interesante estuviera sucediendo aquí.

— Simplemente no creo que sea una buena idea.

— ¿Es porque rompimos? No es como si quisiera que volviéramos a estar juntos.

Razón por la cual viniste al torneo, pensó. Y se vistió así esta noche. Y vino a buscarme. Y

propuso ir a su casa, ya que sus padres no están en casa. Pero no dijo esas cosas. Él no estaba

de humor para discutir, ni tampoco quería hacer las cosas más duras de lo que ya eran.

Ella no era una mala persona, simplemente no era para él.

— Tengo que ir a trabajar mañana por la mañana temprano, y me pasé todo el día

jugando al voleibol en el sol — dijo —. Sólo quiero ir a dormir.

Ella lo agarró del brazo, llevándolo a una parada. — ¿Por qué no contestas mis

llamadas?

Él no dijo nada. No había nada que decir.

— Quiero saber lo que hice mal — preguntó ella.

— Tú no has hecho nada malo.

— Entonces, ¿qué es?

Cuando él no contestó, ella le dio una sonrisa suplicante. — Ven y vamos a hablar de

eso, ¿de acuerdo?

Él sabía que merecía una respuesta. El único problema era que se trataba de una

respuesta que ella no quería oír.

— Como dije, estoy cansado.

*** — ¡Estás cansado! — dijo Scott gritando —. ¿Tú le dijiste que estabas cansado y querías

ir a dormir?

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— Algo así.

— ¿Estás loco?

Scott miró a través de la mesa. Cassie y Ashley hacía tiempo que se habían dirigido el

muelle para hablar, sin duda, la disección de todo lo que había le había dicho a Ashley,

agregando drama innecesario a una situación que probablemente debiera haber

permanecido en privado. Con Ashley, sin embargo, siempre había drama. Tuvo la

repentina sensación de que el verano iba a ser largo.

— Estoy cansado — dijo Will — . ¿Tú no lo estás?

— Tal vez no escuchaste lo que estaba sugiriendo. ¿Yo y Cassie, tú y Ashley? ¿La casa

de sus padres en la playa?

— Ella lo mencionó.

— ¿Y aún seguimos aquí porque...?

— Ya te lo dije.

Scott sacudió la cabeza. — No... mira, ahí es donde me pierdes. Se utiliza la excusa de

‚estoy cansado‛ con tus padres cuando quieren que laves el coche, o cuando te dicen

que te levantes para que puedas llegar a la iglesia. No cuando se trata de una

oportunidad como esta.

Will no dijo nada. Aunque Scott era sólo un año más joven, estaba en el último año en

Laney High School en el otoño, a menudo actuaban como si Will fuera su mayor y

sabio hermano.

Excepto la noche en la iglesia...

— ¿Ves a ese tipo de allá en el stand de baloncesto? Él está allí todo el día tratando de

conseguir gente en el juego para ganar algo de dinero y comprarse un poco de cerveza

y los cigarrillos al final de su turno. Simple. Sin complicaciones. No es mi tipo de vida,

pero lo puedo entender. Pero tú, yo no te entiendo. Quiero decir... ¿has visto esta noche

Ashley? Ella es preciosa. Luce como las chicas en Maxim.

— ¿Y?

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— Mi punto es, ella es caliente.

— Lo sé. Estuvimos juntos por un par de años, ¿recuerdas?

— Y yo no estoy diciendo que tengas que volver con ella. Todo lo que estoy sugiriendo

es que los cuatro nos dirijamos a su casa a pasar un buen rato, y ver qué pasa.

Scott se recostó en su asiento. — ¿Y por otro lado? Todavía no entiendo por qué

rompiste con ella en primer lugar. Es obvio que todavía está interesada en ti, y ustedes

siempre parecían perfectos juntos.

Will sacudió la cabeza. — No éramos perfectos juntos.

— Tú has dicho eso antes, pero ¿qué significa eso? ¿Es ella, como... psicópata o algo así

cuando estaban solos? ¿Qué pasó? ¿La has encontrado sobre ti con un cuchillo

carnicero, o la has visto aullar a la luna cuando fuiste a la playa?

— No, nada de eso. Simplemente no funcionó, eso es todo.

— Simplemente no funcionó — dijo Scott repitiendo — ¿Puedes incluso escucharte a ti

mismo?

Cuando Will no mostró signos de ceder, Scott se inclinó sobre la mesa. — Vamos,

hombre. Haz esto por mí, entonces. Vive un poco. Es vacaciones de verano. Una por el

equipo.

— Ahora suenas desesperado.

—Estoy desesperado. A menos que te comprometas a ir esta noche con Ashley, Cassie

no ir{ conmigo. Y estamos hablando de una chica que est{ dispuesta a ‘Romance de la

Piedra’. Ella quiere ‘Liberar a Willy’.

— Lo siento. Pero no puedo ayudarte.

— Bien. Arruina mi vida. A quién le importa, ¿verdad?

—Vas a sobrevivir. — Hizo una pausa —. ¿Tienes hambre?

— Un poco — Scott gruñó.

— Anda. Vamos por unas hamburguesas con queso.

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Se levantó de la mesa, pero Scott siguió haciendo pucheros. — Necesitas para practicar

el saque — dijo, refiriéndose a los primeros juegos de voleibol —. Enviaste la pelota a

cualquier dirección. Era todo lo que podía hacer para mantenernos en juego.

— Ashley me dijo que yo era tan bueno como tú.

Scott resopló y se elevó de la mesa. — Ella no sabe de lo que está hablando.

***

Después de permanecer en línea para sus alimentos, Will y Scott se movieron al puesto

de condimentos, donde Scott inundó su hamburguesa en Ketchup. Se salió por los

lados cuando Scott puso el pan de nuevo.

— Eso es repugnante — comentó Will.

— Escucha esto. Había un tipo llamado Ray Kroc y comenzó una pequeña empresa

llamada McDonald's. ¿Has oído hablar de él? De todos modos, en su hamburguesa

original, en muchos aspectos, la hamburguesa americana original, claro está, insistió en

que se añada Ketchup. Debería decirte lo importante que es para el sabor general.

— Sigue hablando. Eres tan fascinante. Voy a buscar algo de beber.

— Tráeme una botella de agua, ¿quieres?

Mientras Will se alejaba, algo blanco brilló por él, partiendo en la dirección de Scott,

Scott también lo vio, e instintivamente se lanzó fuera del camino, dejando caer su

hamburguesa con queso en el proceso.

— ¿Qué diablos crees que estás haciendo? — Scott exigió, volteándose. En el suelo

había una caja de papas a la francesa. Detrás de él, Teddy y Lance tenían sus manos

metidas en los bolsillos. Marcus estaba de pie entre ellos, tratando de parecer

inocentes.

— Yo no sé de qué estás hablando — respondió Marcus.

— ¡Esto! — Scott gruñó, pateando la caja hacia ellos.

Fue el tono, Will pensó, lo que hizo que todo el mundo que les rodeaba se tensara. Will

sentía los pequeños cabellos de su cuello erizarse, hormigueando en lo palpable, casi

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una física dislocación del aire y el espacio, un temblor de prometida violencia.

Violencia que Marcus obviamente buscaba.

Como si estuviera jugando con él.

Will vio a un padre recoger a su hijo y moverse lejos, mientras que Ashley y Cassie

volvían del muelle, estaban congeladas en los alrededores. A un lado, Will reconoció a

Galadriel, que estos días se hacía llamar Blaze, dando vueltas cerca.

Scott los miró, apretando su mandíbula. — Ya sabes, yo estoy enfermo y cansado de tu

mierda.

— ¿Qué vas a hacer? — Marcus sonrió — ¿Dispararme un cohete de botella?

Scott dio un repentino paso hacia adelante, y Will se abrió paso entre la multitud

frenética, tratando de llegar a su amigo a tiempo. Marcus no se movió. No era bueno.

Se sabía que él y sus amigos eran capaces de cualquier cosa... y lo peor de todo, sabían

lo que Scott había hecho...

Pero a Scott, con su furia, no parecía importarle. Cuando Will se lanzó hacia delante,

Teddy y Lance se desplegaron, dejando a Scott en el medio. Trataron de encerrarlo,

pero Scott se movió demasiado rápido, y de pronto todo pareció suceder a la vez.

Marcus dio un paso hacia atrás, Teddy pateó un taburete, obligando a Scott a saltar

fuera del camino. Se estrelló contra una mesa, derribándola. Scott recobró su equilibrio

y apretó los puños. Lance estaba cerca de su costado. Will se abrió paso hacia adelante,

ganando impulso, y apenas oyó el llanto de un niño pequeño. Liberándose de la

multitud, se desvió hacia Lance cuando de repente una chica se acercó a la riña.

— ¡Deténganse! — La chica gritó, abriendo los brazos hacia fuera —. ¡Basta ya! ¡Todos!

Su voz era sorprendentemente fuerte y con autoridad, lo suficiente para que Will se

detuviera en su camino. Todos los demás se congelaron, y en el repentino silencio, los

gritos de los niños pequeños sonaban estridentes. La muchacha se giró, mirando a cada

uno de los alborotadores, a su vez, y tan pronto como Will vio la franja violeta en su

pelo, se dio cuenta exactamente de dónde la había visto antes. Sólo que ahora llevaba

una camiseta de gran tamaño con un pez en el frente.

— ¡La lucha ha terminado! ¡No hay pelea! ¿No ves que este chico está herido?

Desafiando a la corriente, se abrió paso entre Scott y Marcus y se agachó hacia el niño

llorando, que había sido atropellado entre la conmoción. Tenía tres o cuatro años, y

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una camisa naranja calabaza. Cuando la niña le habló, su voz era suave, su sonrisa

tranquilizadora.

— ¿Estás bien, cariño? ¿Dónde está tu madre? Vamos a ir a buscarla, ¿vale? El niño

parecía centrarse momentáneamente en su camisa.

— Este es Nemo — ella dijo —. Se perdió, también. ¿Te gusta Nemo?

A un lado, una mujer histérica con un bebé se abrió paso entre la multitud, ajenos a la

tensión en el aire. — ¿Jason? ¿Dónde estás? ¿Has visto a un niño? ¿Pelo rubio, camisa

naranja?

Aliviada, cambió sus facciones tan pronto como ella lo vio. Se ajustó el bebé en la

cadera mientras corría a su lado. — ¡No puedes salir corriendo así, Jason! — gritó —.

Me asustaste. ¿Estás bien?

— Nemo — dijo él, señalando a la chica.

La madre se volvió, observando a la niña, por primera vez. — Gracias, él justo se alejó

cuando yo estaba cambiando el pañal del bebé y...

— Está bien — dijo la muchacha, moviendo la cabeza —. Él está bien.

Will observó a la madre llevar a sus hijos lejos, entonces se volvió hacia la muchacha,

dándose cuenta de la forma en que ella sonreía al niño que se marchaba. Una vez que

se había alejado lo suficiente, sin embargo, la chica de pronto pareció darse cuenta de

que todos en la multitud estaban mirándola. Se cruzó de brazos, consciente de sí

misma cuando la multitud empezó a separarse por el rápido acercamiento de un oficial

de policía.

Marcus rápidamente murmuró algo a Scott antes de fundirse en la multitud. Teddy y

Lance hicieron lo mismo. Blaze se volvió para seguirles también y, sorprendiendo a

Will, la chica de la franja violeta se extendió para agarrar su brazo.

— ¡Espera! ¿A dónde vas? — gritó ella.

Blaze liberó su brazo, caminando de espalda. — Bower's Point.

— ¿Dónde está eso?

— Sólo bajas en dirección a la playa. Lo encontrarás. — Blaze se volvió y se precipitó

detrás de Marcus.

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La niña parecía saber qué hacer. Para entonces, la tensión, que tan sólo unos momentos

antes era muy espesa, se disipó tan rápido como había surgido. Scott enderezaba la

mesa y se dirigió a Will, justo cuando a la muchacha se le acercó un hombre que él

asumió era su padre.

— ¡Aquí estabas! — gritó con una mezcla de alivio y desesperación —. Hemos estado

buscándote. ¿Estás lista para partir?

La muchacha, que había estado observando a Blaze, obviamente estaba descontenta de

verlo.

— No — dijo simplemente. Con eso, se dirigió a la multitud, en dirección a la playa.

Un niño se acercó al padre. — Supongo que no tiene hambre — el muchacho le dijo.

El hombre puso su mano sobre el hombro del niño, viéndola mientras bajaba las

escaleras de la playa sin mirar atrás. — Creo que no — dijo.

— ¿Puedes creer eso? — dijo Scott furioso, alejándolo de la escena que Will había

estado observando tan de cerca. Scott seguía exaltado, la adrenalina surgía —. Yo

estaba a punto de acabar con ese freak.

— Uh... sí — respondió. Sacudió la cabeza —. No estoy seguro de que Teddy y Lance

te hubieran dejado.

— Ellos no han hecho nada. Esos tipos son puro espectáculo.

No estaba tan seguro de eso, pero él no dijo nada.

Scott tomó un respiro. — Espera. Aquí viene la policía.

El oficial se acercó a ellos lentamente, obviamente tratando de evaluar la situación. —

¿Qué está pasando aquí? — exigió.

— Nada, oficial — respondió Scott, sonando recatado.

— Escuché que había una pelea.

— No, señor.

El oficial esperó por más, su expresión era escéptica. Ni Scott ni Will dijeron nada. Para

entonces, el área de condimento estaba lleno de gente yendo al negocio. El oficial

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contempló la escena, asegurándose de que no faltara nada, de repente su rostro se

iluminó con el reconocimiento a la vista de alguien que estaba parado detrás de Will.

— ¿Eres tú, Steve? — gritó.

Lo vio alejarse a grandes zancadas hacia el padre de la muchacha.

Ashley y Cassie se acercaron a ellos. La cara de Cassie estaba enrojecida. — ¿Estás

bien?

— dijo ella agitada.

— Estoy bien — respondió Scott.

— Ese tipo está loco. ¿Qué pasó? Yo no vi cómo empezó.

— Él me tiró algo, y yo no iba quedarme así. Estoy enfermo y cansado de la forma en

que actúan esos tipos. Él piensa que todo el mundo le teme y que puede hacer lo que

quiera, pero la próxima vez que lo intente, no va a ser tan lindo...

Will no lo escuchaba. Scott siempre fue un gran conversador, hacía lo mismo durante

sus partidos de voleibol, y Will había aprendido hace mucho tiempo a pasarlo por alto.

Se volvió, viendo de nuevo al oficial charlar con el papá de la joven, preguntándose por

qué ella intentaba alejarse de su padre. ¿Y por qué ella estaba saliendo con Marcus?

Ella no era como ellos, y de alguna manera dudaba que supiera lo que era meterse con

ellos. Como Scott continuó, asegurando a Cassie que fácilmente podría haber manejado

a los tres, se encontró a sí mismo esforzándose por escuchar la conversación del oficial

de policía con el padre de la joven.

— Oh, hey, Pete — dijo el padre —. ¿Qué está pasando?

— Lo de siempre — respondió el oficial —. Hacer todo lo posible para mantener las

cosas bajo control aquí. ¿Cómo va la ventana de la iglesia?

— Lenta.

— Eso es lo que dijiste la última vez que te pregunté.

— Sí, pero ahora tengo un arma secreta. Este es mi hijo, Jonah. Va a ser mi ayudante

este verano.

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— ¿Sí? Bien por ti, hombrecito... ¿No se suponía que tu hija iba a venir aquí, también,

Steve?

— Ella está aquí — dijo el padre.

— Sí, pero nos dejó de nuevo — agregó el niño —. Ella está muy enojada con papá.

— Lamento oír eso.

Will observó al padre mirando hacia un punto de la playa. — ¿Tienes alguna idea de

dónde podría estar?

El oficial miró como escaneando la línea de flotación. — Podría estar en cualquier

lugar. Pero algunos de esos chicos son malas noticias. Especialmente Marcus. Confía en

mí, no quieres que ella tenga una compañía como él.

Scott seguía fanfarroneando a las encantadas Cassie y Ashley. Bloqueándolo fuera,

Will pronto sintió la necesidad de llamar al oficial de policía. Sabía que no era su deber

decir nada. No sabía de la chica, no sabía por qué había salido corriendo en primer

lugar. Tal vez ella tenía una buena razón. Pero al ver el pliegue de preocupación en la

frente de su padre, recordó su paciencia y amabilidad cuando había rescatado al niño,

y las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.

— Ella fue a Bower's Point — anunció.

Scott dejó de hablar en mitad de la frase, y Ashley se volvió hacia él con el ceño

fruncido. Los otros tres lo estudiaban con incertidumbre.

— Es su hija, ¿verdad? — Cuando el padre asintió con la cabeza ligeramente, continuó.

— Ella va a Bower's Point.

El oficial siguió mirándolo, luego se volvió hacia el padre. — Cuando termine aquí,

voy a ir a hablar con ella y ver si puedo convencerla de volver a casa, ¿vale?

— Tú no tienes que hacer eso, Pete.

El oficial continuó estudiando el grupo en la distancia. — Creo que en este caso es

mejor si voy.

Inexplicablemente, Will sintió una extraña ola de alivio. Y debió haberlo demostrado,

porque cuando se volvió hacia sus amigos, cada uno de ellos le estaba mirando.

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— ¿Qué diablos fue todo eso? — Scott exigió.

Will no contestó. No podía, porque realmente no lo entendía ni él mismo.

___________

* Se aplica al sentimiento que es muy profundo, intenso e irracional. (N. del T.)

* Buick: Marca de coche, se caracterizan por ser muy largos. (N. del T.)

* La ciudad de Raleigh es la capital del estado de Carolina del Norte, Estados Unidos. (N. del T.)

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Capítulo 6

Ronnie

En circunstancias normales, Ronnie probablemente habría apreciado una noche como

esta. En Nueva York, las luces de la ciudad hacían imposible ver muchas estrellas, pero

aquí era justo lo contrario. Incluso con la capa de bruma marina, ella podía ver

claramente la Vía Láctea, y directamente al sur, Venus brillaba intensamente. Las olas

rompían y rodaban rítmicamente a lo largo de la playa, y en el horizonte podía ver las

luces tenues de media docena de barcos camaroneros.

Pero las circunstancias no eran normales. Cuando se puso de pie en el porche, ella miró

al oficial, furiosa más allá de lo creíble.

No, cambia eso. No sólo estaba furiosa. Ella era un hervidero. Lo que sucedió fue tan...

sobre protector, tan exagerado, que todavía apenas podía procesarlo. Su primera idea

fue simplemente hacer autostop a la estación de autobuses y comprarse un billete de

vuelta a Nueva York. Ella no se lo diría a su padre o su madre, ella había llamado

Kayla. Una vez que estuviera allí, iba a averiguar qué hacer a continuación. No importa

lo que decidiera, no podía ser peor que esto.

Pero eso no era posible. No con el agente Pete aquí. Se puso de pie detrás de ella ahora,

asegurándose de que entrara.

Ella aún no lo podía creer. ¿Cómo podría su padre, su propia carne y sangre, hacer

algo como esto? Era casi un adulto, no había hecho nada malo, y no era ni medianoche.

¿Cuál era el problema? ¿Por qué se tiene que convertir esto en algo mucho más grande

de lo que era? Oh, claro, en un principio el Oficial Pete lo hizo sonar como si hubiera

sido un ordinario, Run of the mill (1)* orden de desalojar su lugar en Bower's Point no

había algo que sorprendió a los otros, pero luego se volvió hacia ella. Se concentró en

ella específicamente.

— Te voy a llevar a casa — había dicho, lo que hace que suene como si tuviera ocho

años.

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— No, gracias — le había respondido.

— Entonces voy a tener que arrestarla por cargos de vagancia, y que su padre la lleve a

casa.

Cayó en la cuenta entonces de que su padre había pedido al policía que la llevara a

casa, y hubo un instante en que se congeló mortificada.

Claro que había tenido problemas con su madre, y sí que había violado su toque de

queda de vez en cuando. Pero nunca, nunca, ni siquiera una vez, tuvo a su madre

diciéndole a la policía que saliera detrás de ella. En el porche, el oficial interrumpió sus

pensamientos.

— Ve adelante — le indicó, lo que dejaba bastante claro que si ella no abría la puerta, él

lo haría.

Desde el interior podía oír los sonidos suaves del piano, y reconoció a La Sonata de

Edvard Grieg en Mi menor. Respiró hondo antes de abrir la puerta, luego la cerró

detrás de ella.

Su padre dejó de tocar y miró cuando ella lo miró. — ¿Por qué envías a la policía detrás

de mí?

Su padre no dijo nada, pero su silencio fue suficiente.

— ¿Por qué harías algo así? — Preguntó ella —. ¿Cómo pudiste hacer algo así?

Él no dijo nada.

— ¿Qué es? ¿Tú no querías que me divirtiera? ¿Tú no confías en mí? ¿No pensaste en el

hecho de que yo no quiero estar aquí?

Su padre cruzó las manos en su regazo. — Yo sé que no quieres estar aquí...

Dio un paso adelante, todavía mirándolo. — ¿Así que tu decides que quieres arruinar

mi vida, también?

— ¿Quién es Marcus?

— ¡A quién le importa! — le gritó —. ¡Ese no es el punto! Tú no vas a supervisar todas

las personas con las que alguna vez he hablado, ¡así que ni siquiera lo intentes!

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— No estoy tratando de...

— ¡Odio estar aquí! ¿Entiendes? ¡Y te odio a ti, también!

Ella lo miró fijamente, su rostro retándolo a contradecirla. Esperanzada que lo

intentaría, así sería capaz de decirlo de nuevo.

Pero su padre no dijo nada, como de costumbre. Odiaba ese tipo de debilidad. En un

arrebato, cruzó la habitación hacia la sala, tomó la foto de ella donde tocaba el piano,

aquella en la que estaba su padre a su lado en el banco, y la arrojó por la habitación. A

pesar de que se estremeció con el sonido de cristales rotos, se mantuvo tranquilo.

— ¿Qué? ¿Nada que decir?

Se aclaró la garganta. — Tu dormitorio es la primera puerta a la derecha.

Ella ni siquiera quiso dignificar sus comentarios con una respuesta, por lo que se

precipitó por el pasillo, decidida a no tener nada más que ver con él.

— Buenas noches, cariño — le gritó —. Te amo.

Hubo un momento, sólo un momento, cuando ella se encogió por lo que le había dicho

a él, pero su arrepentimiento desapareció tan rápido como había llegado. Era como si él

no se hubiera dado cuenta de que ella estado enojada. Lo oyó empezar a tocar el piano

de nuevo, retomándolo exactamente donde lo había dejado.

*** En el dormitorio, que no era difícil de encontrar, teniendo en cuenta que sólo había tres

puertas en el pasillo, uno para el baño y el otro a la habitación de su padre, Ronnie

encendió la luz. Con un suspiro de frustración, se quitó la camiseta ridícula de Nemo

que casi se había olvidado que llevaba.

Había sido el peor día de su vida.

Oh, ella sabía que estaba siendo melodramática sobre todo el asunto. No era estúpida.

Aún así, no había sido un gran día. La única cosa buena que encontró en todo el día fue

a Blaze, que le dio la esperanza de que tendría al menos una persona con quien pasar el

tiempo este verano.

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Asumiendo, por supuesto, que Blaze aún quería pasar tiempo con ella. Después del

pequeño truco de papá, aún estaba en duda. Blaze y el resto de ellos probablemente

todavía estarían hablando de ello. Probablemente riéndose de ella. Era el tipo de cosa

que Kayla traería a colación durante años.

Todo esto le produjo mal del estómago. Tiró la camisa de Nemo en la esquina, si jamás

la volvía a ver, sería demasiado pronto, y comenzó a deslizarse fuera de la camisa.

— Antes de que termine de asquearme del todo, debes saber que estoy aquí.

Ronnie saltó con el sonido, dando vueltas alrededor para ver a Jonah mirándola. —

¡Fuera! — Ella gritó —. ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Este es mi cuarto!

— No, es nuestro cuarto — dijo Jonah. Señaló —. ¿Ves? Dos camas.

— ¡Yo no voy a compartir una habitación contigo!

Él echó la cabeza hacia un lado. — ¿Vas a dormir en la habitación de papá?

Abrió la boca para responder, considerado rápidamente mudarse a la sala antes de

darse cuenta de que no iba a ir ahí de nuevo, entonces cerró la boca sin decir palabra.

Pisoteó su maleta, deslizó la cremallera de la parte superior, y abrió la tapa. Ana

Karenina estaba encima, y se tiró a un lado, buscando su pijama.

— Monté en la rueda de la fortuna — dijo Jonah —. Fue genial estar tan alto. Así es

como papá te encontró

— Genial.

— Fue impresionante. ¿Te subiste?

— No.

— Deberías haberte subido. Podías ver todo hasta llegar a Nueva York.

— Lo dudo.

— Yo podía. Puedo ver muy lejos. Con mis gafas, quiero decir. Papá dice que tengo

ojos de águila.

— Sí, claro.

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Jonah no dijo nada. En su lugar, fue por el oso de peluche que había traído de casa. Era

el único que agarraba cuando estaba nervioso, y Ronnie dio un respingo, lamentando

sus palabras. A veces, su forma de hablar hace que sea fácil pensar en él como un

adulto, pero cuando tiró el oso a su pecho, sabía que no debería haber sido tan dura. A

pesar de que era un niño precoz, y de ser verbal hasta llegar a molestar a veces, era

pequeño para su edad, más del tamaño de un niño de seis o siete años que de un niño

de diez años. Nunca fue fácil para él. Había nacido prematuramente por tres meses, y

sufría de asma, mala visión, y falta de buena coordinación motriz. Ella sabía que los

chicos de su edad pueden ser crueles.

— Yo no quise decir eso. Con tus gafas, tú definitivamente tienes ojos de águila.

— Sí, están muy bien ahora — murmuró, pero cuando se dio la vuelta y se enfrentó a la

pared, se estremeció de nuevo. Él era un chico dulce. Un dolor en el trasero a veces,

pero sabía que no tenía un hueso de maldad en él.

Se acercó a su cama y se sentó junto a él. — Oye — dijo —. Lo siento. Yo no quise decir

eso. Estoy teniendo una mala noche.

— Lo sé — dijo.

— ¿Fuiste a alguno de los otros juegos?

— Papá me llevó a la mayoría de ellos. Casi me enfermé, pero no lo hice. Y yo no tenía

miedo para nada en la casa embrujada. Me di cuenta de que los fantasmas eran falsos.

Ella le dio una palmada en la cadera. — Siempre has sido muy valiente.

— Sí — dijo —. ¿Como aquella vez que se apagaron las luces en el apartamento? Tenías

miedo de la noche. Yo no tenía miedo, sin embargo.

— Lo recuerdo.

Parecía satisfecho con su respuesta. Pero luego se quedó en silencio, y cuando volvió a

hablar, su voz era apenas un susurro. — ¿Extrañas a mamá?

Ronnie tomó las mantas. — Sí.

— Yo como que la echo de menos, también. Y no me gustaba estar aquí solo.

— Papá estaba en la otra habitación — dijo.

— Lo sé. Pero me alegro de que llegaras a casa de todos modos.

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— Yo también.

Sonrió antes de lucir preocupado de nuevo. — ¿Crees que mamá está bien?

— Ella está bien — le aseguró. Se puso encima de las mantas —. Pero sé que ella te

extraña, también.

***

Por la mañana, con la luz del sol asomando por las cortinas, le tomó a Ronnie unos

segundos darse cuenta de dónde estaba. Parpadeando hacia el reloj pensó, tienes que

estar bromeando. ¿Las ocho? ¿De la mañana? ¿En verano?

Ella se dejó caer nuevamente sobre su almohada, sólo para encontrarse a sí misma

mirando hacia el techo, sabiendo que el sueño ya estaba fuera de la cuestión. No se

despertó con los rayos de luz disparando a través de las ventanas, sino con su padre

tocando en el piano en el salón. Cuando de repente recordó lo que había sucedido la

noche anterior, la ira que sentía por lo que su padre había hecho resurgió.

Bienvenidos a otro día en el paraíso.

Fuera de la ventana, oyó el ruido lejano de los motores. Se levantó de la cama y tiró de

la cortina, sólo para saltar hacia atrás, sorprendida al ver a un mapache en la cima de

una bolsa rota de basura. Mientras que la basura esparcida era asquerosa, el mapache

era lindo, y ella golpeó el cristal, tratando de llamar su atención.

Fue sólo entonces cuando se dio cuenta de los barrotes de la ventana.

Barrotes. En. La. Ventana.

Atrapada.

Apretando los dientes, se dio la vuelta y entró en la sala. Jonah estaba viendo dibujos

animados y comiendo un plato de cereal; su padre levantó la mirada, pero siguió

tocando.

Se puso las manos en las caderas, en espera de que se detuviera. No lo hizo. Se dio

cuenta de que la foto que ella había arrojado estaba en su lugar encima del piano,

aunque sin el cristal. — Tú no puedes mantenerme encerrada todo el verano — dijo —.

No va a suceder.

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Su padre levantó la vista, aunque siguió tocando. — ¿De qué estás hablando?

— ¡Tu pusiste rejas en la ventana! ¿Se supone que debo ser tu prisionera?

Jonah siguió viendo los dibujos animados. — Te dije que se pondría como loca —

comentó.

Steve sacudió su cabeza, las manos continuaban desplazándose por el teclado. — Yo no

los puse. Vinieron con la casa.

— No te creo.

— Ellos lo hicieron — dijo Jonah —. Para proteger el arte.

— ¡No estoy hablando contigo, Jonah! — Ella se volvió hacia su padre —. Pongamos

las cosas claras. ¡Tú no vas a pasar este verano tratándome como si yo fuera todavía

una niña! ¡Tengo dieciocho años de edad!

— No vas a tener dieciocho años hasta el veintiuno de agosto — dijo Jonah detrás de

ella.

— ¿Podrías permanecer fuera de esto? — Ella se dio la vuelta para mirarlo —. Esto es

entre yo y papá.

Jonah frunció el ceño. — Pero no tienes los dieciocho años todavía.

— ¡Ese no es el punto!

— Pensé que te habías olvidado.

— ¡Yo no me olvidé! No soy estúpida.

— Pero tú dijiste...

— ¿Te callas un segundo? — Ella dijo, no pudiendo ocultar su exasperación. Giró su

mirada de nuevo a su padre, que seguía tocando el piano, sin faltar nunca una nota —.

Lo que hiciste anoche fue... — Ella se detuvo, incapaz de poner todo lo que estaba

pasando, todo lo que había ocurrido, en palabras —. Soy lo suficientemente mayor

como para tomar mis propias decisiones. ¿Entiendes? Tú no tienes derecho de decirme

qué hacer cuando salgo por la puerta. ¡Y podrías por favor escucharme!

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De repente, su padre dejó de tocar.

— No me gusta este juego que estás jugando.

Parecía confundido. — ¿Qué juego?

— ¡Esto! ¡Tocar el piano cada minuto que estoy aquí! ¡No me importa cuánto quieres

tocar! ¡Yo nunca voy a tocar el piano de nuevo! ¡Especialmente para ti!

— Muy bien.

Ella esperó más, pero no había nada.

— ¿Eso es todo? — Preguntó —. ¿Eso es todo lo que vas a decir?

Su papá parecía confundido acerca de cómo responder. — ¿Quieres desayunar? Hice

un poco de tocino.

— ¿Tocino? — Preguntó ella —. ¿Tú hiciste tocino?

— Uh—oh — dijo Jonah.

Su padre miró a Jonah.

— Ella es una vegetariana, papá — explicó.

— ¿De verdad? — Preguntó.

Jonah respondió por ella. — Desde hace tres años. Pero ella es rara a veces, así que

tiene sentido.

Ronnie miraba con asombro, preguntándose cómo la conversación había sido

secuestrada. No se trataba de tocino, esto era acerca de lo que pasó anoche. —

Pongamos las cosas claras — dijo —. Si alguna vez envías a la policía para traerme a

casa de nuevo, no sólo seguiré negándome a tocar el piano. No voy a ir simplemente a

casa. Nunca, jamás hablaré contigo de nuevo. Y si no me crees, pruébame. Llevo ya tres

años sin hablar contigo, y fue la cosa más fácil que he hecho.

Con eso, se fue pisando fuerte a su habitación. Veinte minutos más tarde, después de

ducharse y cambiarse, ella salió por la puerta.

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*** Su primer pensamiento cuando caminaba por la arena es que debería haber llevado

pantalones cortos.

Ya estaba caliente, el aire lleno de humedad. Todo a lo largo de la playa, la gente ya

estaba acostada en toallas o jugando en las olas. Cerca del muelle, vio a media docena

de surfistas flotando en sus tablas, esperando la ola perfecta.

Por encima de ellos, al final del muelle, ya no estaba más del festival. Casi todo había

sido desmontado, y los puestos ya habían sido retirados del lugar, dejando sólo basura

dispersa y restos de alimentos. Adelantándose más, deambulaba por los pequeños

negocios de la ciudad. Ninguna de las tiendas estaba abierta todavía, pero la mayoría

era del tipo en el que nunca habría puesto un pie en cualquier caso... tiendas turísticas

de playa, un par de tiendas de ropa que parecían especializarse en el tipo de faldas y

blusas que su madre podría usar, y un Burger King y McDonald's, dos lugares a los

que se negaba a entrar en principio. Añadiendo el hotel y media docena de

restaurantes de lujo y bares, y era más o menos todo. Al final, lo único interesante era

una tienda de surf local, una tienda de música, y un antiguo restaurante al que podría

imaginarse saliendo con amigos... si alguna vez hacía algunos.

Ella regresó a la playa y mientras descendía por una duna, notó que se habían

multiplicado las multitudes. Era un magnífico día ventoso, el cielo era de un azul

profundo y sin nubes. Si Kayla hubiera estado aquí, incluso habría considerado pasar

el día al sol, pero Kayla no estaba aquí y ella no iba a ponerse el traje de baño e ir

sentarse sola. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer?

Tal vez debería tratar de conseguir un trabajo. Le daría una excusa para estar fuera de

la casa la mayor parte del día. Ella no había visto ningún cartel de ‚Se busca

empelado‛ en las ventanas, pero alguien tenía que estar contratando, ¿verdad?

— ¿Llegaste a casa? ¿O el policía terminó intentando conquistarte?

Mirando atrás, Ronnie vio a Blaze entrecerrar los ojos hacia ella en la duna. Perdida en

sus pensamientos, ni siquiera había reparado en ella. — No, él no intentó

conquistarme.

— ¿Oh, así que tú intentaste conquistarlo a él?

Ronnie se cruzó de brazos. — ¿Terminaste?

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Blaze se encogió de hombros, con expresión pícara, y Ronnie sonrió. — ¿Y qué pasó

después que me fui? ¿Algo interesante?

— No. Los chicos se fueron y no sé a dónde han ido. Sólo terminé quedándome en

Bower's Point.

— ¿No volviste a tu casa?

— No. — Ella se puso de pie, sacudiéndose la arena de sus jeans —. ¿Tienes dinero?

— ¿Por qué?

Blaze se irguió. — No he comido desde ayer por la mañana. Como que estoy

hambrienta.

___________

* Común y corriente, corriente y moliente. (N. del T.)

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Capítulo 7

Will

Will estaba del Ford Explorer en su uniforme, mirando el aceite drenarse mientras

simultáneamente hacia lo mejor que podía para ignorar a Scott, algo más fácil de decir

que de hacer. Scott había estado sermoneándolo sobre la tarde anterior desde que

habían llegado al trabajo esa mañana.

— Mira, tú estabas pensando acerca de todo en forma equivocada. — Siguió Scott,

intentando otro rumbo. Él tomó tres latas del aceite y las puso en el estante a su lado —

. Hay una diferencia entre pasarla bien juntos un rato y volver a estar juntos.

— ¿No terminamos con esto todavía?

— Habríamos terminado si tú tuvieras algo de sentido. Pero desde donde yo lo miro,

es obvio que estás confundido. Ashley no quiere regresar contigo

— No estoy confundido — Will dijo. Él se limpió las manos en una toalla —. Eso es

exactamente lo que ella preguntaba.

— Esto no es lo que Cassie me dijo.

Will dejó de lado la toalla y tomó su botella de agua. La tienda de su padre se

especializaba en reparación de frenos, cambios de aceite, afinamientos y alineaciones

frontales, y su padre siempre quería que el lugar se viera como si el piso recién hubiese

sido encerado y acabaran de abrir el negocio. Lamentablemente, el aire acondicionado

no había sido demasiado importante para él, y en el verano, la temperatura estaba en

algún sitio entre el Mojave y el Sahara*. Él tomó un largo trago, terminando la botella

antes de intentar volver a hablar con Scott otra vez. Scott era por lejos la persona más

testaruda que él alguna vez había conocido. El tipo podía volverlo loco fácilmente.

— No conoces a Ashley como yo. — Él suspiró —. Y, además, ha terminado y punto.

No sé por qué sigues hablando de ello

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— ¿Quieres decir aparte del hecho de que Harry no conoció a Sally anoche*? Porque

soy tu amigo y me preocupo por ti. Quiero que disfrutes este verano. Quiero disfrutar

este verano. Quiero disfrutar de Cassie.

— Entonces sal con ella

— Si sólo fuera así de fácil. Mira, anoche le sugerí justo eso. Pero Ashley estaba tan

alterada que Cassie no quiso abandonarla.

— Siento realmente que no haya funcionado.

Scott se mostraba dudoso. — Sí, puedo verlo.

Para aquel momento, el aceite se había agotado. Will agarró las latas y dirigió hacia las

escaleras mientras Scott se quedó debajo para sustituir el enchufe y verter el aceite

usado en el barril de reciclaje. Cuando Will abrió la lata y puso el embudo, echó un

vistazo a Scott.

— ¡Eh! a propósito, ¿viste a la chica que paró la lucha? — él preguntó —. ¿La que

ayudó al niño pequeño a encontrar a su madre?

Tomó un momento para registrar las palabras. — ¿Te refieres a la chica—vampiro con

la camiseta de dibujos?

— Ella no es un vampiro.

— Sí, yo la vi. En resumidas cuentas, ¿una fea raya púrpura en su pelo, uñas pintadas

de negro? Tiraste su soda sobre ella ¿recuerdas? Pensó que tú olías mal.

— ¿Qué?

— Solamente digo — dijo él —. No notaste su expresión después de estrellarte contra

ella, pero yo lo hice. Ella no podía alejarse de ti lo bastante rápido. Por ende, tú

probablemente olías mal.

— Ella tuvo que comprar una nueva camisa.

— ¿Y?

Will añadió la segunda lata. — No sé. Ella sólo me sorprendió. Y no la he visto por aquí

antes.

— Repito: ¿Y?

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La cosa era que Will no estaba exactamente seguro de por qué él pensaba en la chica.

En particular considerando lo poco que sabía de ella. Sí, ella era bonita, él lo había

notado inmediatamente, a pesar del pelo púrpura y el rimel oscuro, pero la playa

estaba llena de chicas bonitas. Tampoco era por el modo en que ella había parado la

pelea. En cambio, él seguía volviendo al modo en que ella había tratado al niño que se

había caído. Él había vislumbrado una ternura sorprendente bajo ese exterior rebelde,

y esto le había picado la curiosidad.

Ella no se parecía a Ashley en lo absoluto. Y no era que Ashley fuese una mala persona,

porque no lo era. Pero había algo superficial acerca de Ashley, incluso si Scott no

quería verlo. En el mundo de Ashley, cada persona y cada cosa era puesta en pequeñas

cajas opuestas: popular o no, caro o barato, rico o pobre, hermoso o feo. Y él tarde o

temprano se había cansado de sus bajos juicios de valor y su inhabilidad para aceptar o

apreciar algo que estuviera en el medio.

Pero la chica con la raya púrpura en su pelo…

Él sabía instintivamente que ella no era así. Él no podía estar absolutamente seguro,

desde luego, pero podría apostarlo. Ella no ponía a los demás en pequeñas cajas

porque ella no se ponía a sí misma en una, y esto le llegó como refrescante y diferente,

especialmente cuando lo comparaba con las chicas que él conocía en Laney. Sobre todo

con Ashley.

Aunque las cosas estaban ajetreadas en el garaje, sus pensamientos siguieron

llevándolo de vuelta a ella más a menudo de lo que él hubiera esperado.

No todo el tiempo. Pero lo bastante como para entender que, por alguna razón, él

definitivamente quería llegar a conocerla un poco mejor, y se encontró preguntándose

si la vería otra vez.

____________

* El desierto de Mojave es el desierto más grande de la costa oeste de los Estados Unidos, y el

desierto del Sahara es el más grande del mundo, situado en el norte de África. (N. del C.)

* Se refiere a la película ‚Cuando Harry conoció a Sally‛ (When Harry met Sally), donde los

personajes se conocen por casualidad y se siguen encontrando a través de los años hasta que

terminan casándose. (N. del C.)

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Capítulo 8

Ronnie

Blaze se dirigió hacia el restaurante que Ronnie había visto en su paseo por el distrito

financiero, y tuvo que admitir que tenía cierto encanto, sobre todo si eras aficionado a

la década de 1950. Había un mostrador pasado de moda flanqueado por taburetes, el

suelo era de azulejos blancos y negros, y las cabinas rojas de vinilo agrietado se

alineaban en las paredes. Detrás del mostrador, el menú estaba escrito en el pizarrón, y

por lo que Ronnie podía ver, el único cambio en los últimos treinta años habían sido los

precios.

Blaze pidió una hamburguesa con queso, un batido de chocolate y patatas fritas;

Ronnie no se podía decidir y terminó pidiendo solamente una Coca—Cola Light. Tenía

hambre, pero no estaba exactamente segura de qué tipo de aceite utilizaban en la

freidora, y, al parecer, no había nadie más en el restaurante. Ser vegetariana no siempre

fue fácil, y hubo momentos en que quería renunciar a todo eso.

Momentos como cuando su estómago gruñía. Como ahora.

Pero ella no quería comer aquí. Ella no podría comer aquí, no porque fuera una

persona del tipo vegetariana—por—principios, sino porque era la clase de persona

vegetariana—para—no—sentirme—enferma. No le importaba lo que la gente comía;

era sólo que cada vez que pensaba de dónde provenía realmente la carne, se imaginaba

a una vaca en un prado o una cría de cerdo, y se sentía a sí misma con náuseas.

Blaze parecía feliz, sin embargo. Después de hacer su pedido, se recostó en la cabina.

— ¿Qué te parece el lugar? — Preguntó.

— Es genial. Es un poco diferente.

— He estado viniendo aquí desde que era una niña. Mi padre me traía todos los

domingos después de misa por un batido de chocolate. Son los mejores. Obtienen su

helado de algún pequeño lugar en Georgia, pero es asombroso. Debes pedir uno.

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— No tengo hambre.

— Estás mintiendo. — Dijo Blaze — He oído el gruñido de tu estómago, pero lo que

sea. Es tu problema. Pero gracias por esto.

— No es gran cosa.

Blaze sonrió.

— ¿Y qué pasó anoche? ¿Eres famosa... o algo así?

— ¿Por qué lo preguntas?

— Debido al policía y la forma en que te llevó fuera. Tenía que haber una razón.

Ronnie hizo una mueca. — Creo que mi padre le dijo que me buscaran. Hasta sabía

dónde vivía.

— Apesta ser tú.

Cuando Ronnie se echó a reír, Blaze alcanzó el salero. Después de volcarlo, Ronnie

comenzó a recoger la sal de la mesa con un dedo para juntarlo en un montón.

— ¿Qué piensas de Marcus? — Preguntó.

— Realmente no he hablado con él. ¿Por qué?

Blaze pareció elegir cuidadosamente sus palabras. — Nunca le gusté a Marcus. — Dijo

— Al crecer, me refiero. No puedo decir que me gustó mucho, tampoco. Siempre fue

algo... malo, ¿sabes? Pero entonces, no sé, un par de años atrás, las cosas cambiaron. Y

cuando realmente se necesita a alguien, él estaba allí para mí.

Ronnie vio la pila de sal crecer.

— ¿Y?

— Sólo quería que lo supieras.

— Bien. — Dijo — Lo que sea.

— Tú también.

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— ¿De qué estás hablando?

Blaze raspó algo del esmalte negro de sus uñas.

— Yo competía en gimnasia, y tal vez durante cuatro o cinco años, era la cosa más

grande en mi vida. Terminé por marcharme a causa de mi entrenador. Era

verdaderamente duro de pelar, siempre diciendo lo que hacías mal, pero nunca

felicitándote por lo que hacías bien. De todos modos, yo estaba desmontando una viga

un día, y se dirigió hacia adelante gritándome cuál era la manera adecuada de trabajar

en la planta y cómo tengo que congelar, lo mismo que le había oído gritar cerca de un

millón de veces. Yo estaba cansada de oírlo, ¿sabes? Así que le dije, ‚Lo que sea‛, y él

me agarró del brazo con tanta fuerza que me dejó moretones. De todos modos, me

dice, ‚¿Sabes lo que est{s diciendo, cuando dices ‚Lo que sea‛? Es sólo una palabra

clave para la palabra que empieza por f, seguido de ‚tú‛. Y a tu edad, nunca, jam{s le

digas eso a nadie‛. — Blaze se inclinó hacia atrás — Así que ahora, cuando alguien me

lo dice, yo solo digo: ‚Tú también‛.

Justo entonces, la camarera llegó con la comida, y la puso delante de ellos con un

eficiente gesto. Cuando se fue, Ronnie alcanzó su refresco.

— Gracias por la conmovedora historia.

— Lo que sea.

Ronnie volvió a reír, y le gustó su sentido del humor.

Blaze se inclinó sobre la mesa. — ¿Y qué es lo peor que has hecho?

— ¿Qué?

— Hablo en serio. Siempre pregunto eso a la gente. Me parece interesante.

— Muy bien. — Contestó Ronnie — ¿Qué es lo peor que has hecho?

— Eso es fácil. Cuando yo era pequeña, tenía de vecina a la Sra. Banderson. Ella no era

la mujer más agradable, pero no era una bruja, tampoco. Quiero decir, no es que

cerrara sus puertas el día de Halloween, ni nada. Pero realmente adoraba en su jardín,

¿sabes? Y su césped. Quiero decir, si alguna vez lo cruzáramos en nuestro camino hacia

el autobús escolar, habría salido furiosa gritando que le estábamos arruinando el

césped. En cualquier caso, una primavera, plantó todas esas flores en su jardín. Cientos

de ellas. Era magnífico. Bueno, estaba ese chico llamado Billy, que no le gustaba mucho

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a la Sra. Banderson, tampoco, porque una vez estaba jugando al béisbol y la pelota se

metió en su patio trasero, y ella no se la devolvió. Así que un día, estábamos

registrando su caseta del jardín, y nos encontramos con un gran pulverizador lleno de

Roundup. ¿El herbicida? Bien, él y yo nos escapamos en una noche oscura y rociamos

todas esas flores nuevas, no me preguntes por qué. Supongo que en aquel momento

pensé que sería gracioso. No era gran cosa. Ya compraría otras nuevas, ¿no? No se

podía decir de inmediato, por supuesto. Pasan unos días antes de que el herbicida

empiece a funcionar. Y la Sra. Banderson estaba allí todos los días, regando y sacando

las malas hierbas, cuando se dio cuenta de que todas sus nuevas flores habían

comenzado a marchitarse. Al principio, Billy y yo nos reímos de ella, pero luego

empecé a notar que ella estaría allí antes de la escuela tratando de averiguar qué le

pasaba a las flores, y todavía estaría allí cuando volviéramos de la escuela. Y al final de

la semana, todas estaban muertas.

— ¡Eso es terrible! — Ronnie gritó, riendo nerviosamente a pesar de sí misma.

— Lo sé. Y todavía me siento mal por aquello. Es una de esas cosas que me gustaría

poder deshacer.

— ¿Alguna vez se lo dijiste? ¿O le ofreciste reemplazar las flores?

— Mis padres me habrían matado. Pero yo nunca, jamás crucé el césped de nuevo.

— Wow.

— Como dije, es la peor cosa que he hecho. Ahora es tu turno.

Ronnie pensó en ello. — No me hablé con mi padre durante tres años.

— Ya lo sé. Y no es tan malo. Como dije, trato de no hablarme con mi padre, tampoco.

Y mi madre no tiene ni idea de dónde estoy la mayor parte del tiempo.

Ronnie desvió la mirada. Por encima de la máquina de discos había una foto de Bill

Haley y sus Cometas.

— Solía robar en las tiendas. — Dijo de manera tenue — Un montón. Nada grande.

Sólo más por la emoción de hacerlo.

— ¿Antes?

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— Ya no. Me atraparon. En realidad, me atraparon dos veces, pero la segunda vez fue

por accidente. Fui a los tribunales, pero los cargos fueron congelados durante un año.

Básicamente, esto significa que, si no te metes en problemas otra vez, los cargos serán

retirados.

Blaze bajó la hamburguesa. — ¿Eso es todo? ¿Eso es lo peor que has hecho?

— Nunca he matado las flores de alguien, si eso es lo que quieres decir. Actos de

vandalismo o nada.

— ¿Nunca le has pegado a tu hermano en la cabeza con el inodoro? ¿O has estrellado el

coche? ¿O has rasurado al gato o algo así?

Ronnie dio una pequeña sonrisa. — No.

— Probablemente eres la adolescente más aburrida del mundo.

Ronnie volvió a reírse antes de tomar un sorbo de su refresco.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Adelante.

— ¿Por qué no te fuiste a casa anoche?

Blaze tomó una pizca de la sal que había acumulado y la roció por encima de sus

patatas fritas. — Yo no quería.

— ¿Y tu madre? ¿No se enfada?

— Probablemente. — Dijo Blaze.

A un lado, la puerta de la cafetería se abrió y Ronnie se giró para ver a Marcus, Teddy

y Lance ir hacia su cabina. Marcus llevaba una camiseta estampada con una calavera y

una cadena que colgaba de la presilla del cinturón de sus pantalones.

Blaze se echó a un lado para dejar sitio, pero extrañamente, Teddy se sentó a su lado,

mientras que Marcus se apretó junto a Ronnie. Lance acercó una silla de una mesa

contigua y la giró antes de sentarse mientras Marcus alcanzaba el plato de Blaze. Tanto

Teddy como Lance automáticamente agarraron las patatas fritas.

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— Hey, eso es de Blaze. — Ronnie gritó tratando de detenerlos — Conseguid las

vuestras.

Marcus se volvió de una a otra. — ¿Sí?

— Está bien. — Blaze dijo empujando el plato hacia él — De verdad. No voy a poder

comer de todas maneras.

Marcus alcanzó el ketchup, actuando como si se hubiera demostrado su razón. — ¿De

qué estabais hablando? Desde la ventana parecía intenso.

— De nada. — Dijo Blaze.

— Déjame adivinar. Ella te está hablando del atractivo novio de su madre y sus actos

nocturnos de trapecistas, ¿verdad?

Blaze se movió en su asiento. — No seas bruto.

Marcus le lanzó a Ronnie una franca mirada. — ¿No te habló acerca de la primera

noche de novios de su madre en que vino a escondidas a su habitación? Era como,

‚Tienes quince minutos para irte a la mierda de aquí‛.

— Cállate, ¿de acuerdo? Eso no es gracioso. Y no hablábamos de él.

— Lo que sea. — Dijo sonriendo.

Blaze se sacudió cuando Marcus empezó a comer la hamburguesa. Teddy y Lance

agarraron más patatas fritas, y durante los siguientes minutos, ellos tres devoraron la

mayor parte de lo que estaba en el plato. Para consternación de Ronnie, Blaze no dijo

nada, y Ronnie se preguntó por qué.

O, de hecho, no se lo preguntó. Parecía evidente que Blaze no quería que Marcus se

enojara con ella, así que le permitió hacer lo que quisiera. Ella lo había visto antes:

Kayla, de todas las posturas difíciles de ella, actuaba de la misma manera que cuando

se trataba de chicos. Y, en general, ellos la trataban como suciedad.

Pero no diría eso aquí. Ella sabía que sólo empeoraría las cosas.

Blaze dio un sorbo al batido y lo puso sobre la mesa. — Entonces, ¿qué queréis hacer

después de esto?

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— Estamos fuera. — Teddy gruñó — Nuestro viejo nos necesita a Lance y a mí para

trabajar hoy.

— Ellos son hermanos. — Blaze explicó.

Ronnie los estudió, pero no pudo ver la semejanza. — ¿De veras?

Marcus acabó la hamburguesa y empujó el plato hacia el centro de la mesa. — Lo sé. Es

difícil de creer que unos padres pudieran tener dos hijos tan feos, ¿eh? De todos

modos, su familia es dueña de un pedazo de motel de mierda situado sobre el puente.

Las tuberías tienen como cien años, y el trabajo de Teddy consiste en desatascar los

baños cuando se atascan.

Ronnie arrugó la nariz, tratando de imaginárselo. — ¿De veras?

Marcus asintió. — Brutal, ¿eh? Pero no te preocupes por Teddy. Es genial en eso. Un

prodigio de verdad. Él realmente lo disfruta. Y Lance aquí… su trabajo es cambiar las

sábanas al mediodía tras los revolcones de la multitud.

— Ew. — Dijo Ronnie.

— Lo sé. Es totalmente asqueroso. — Blaze agregó — Y hay que ver algunas de las

personas que van para alquilar habitaciones por horas. Podrías contraer una

enfermedad con sólo caminar por la habitación.

Ronnie no estaba segura de cómo responder a eso, así que, en su lugar, se volvió hacia

Marcus.

— Entonces, ¿qué haces? — Preguntó.

— Todo lo que quiero. — Respondió él.

— ¿Qué significa eso? — Ronnie lo puso en tela de juicio.

— ¿Por qué te importa?

— Por nada. — Dijo, manteniendo la calma en su voz — Sólo me lo preguntaba.

Teddy tomó la última patata del plato de Blaze. — Significa que él anda por el motel

con nosotros. En su habitación.

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— ¿Tienes una habitación en el motel?

— Vivo allí. — Dijo.

La pregunta obvia era por qué, y ella esperó más, pero Marcus se quedó callado.

Sospechaba que él pretendía que ella intentara burlarse de su información. Tal vez

estaba intuyendo demasiado sobre él, pero tuvo la repentina sensación de que él quería

que ella se interesase por él. Quería que a ella le gustara él. A pesar de que Blaze

estuviera allí.

Sus sospechas se confirmaron cuando alcanzó un cigarrillo. Después de que él lo

encendiera, sopló el humo hacia Blaze y, a continuación, se volvió hacia Ronnie.

— ¿Qué haces esta noche? — Preguntó.

Ronnie se movió en su asiento, repentinamente incómoda. Parecía que todo el mundo,

incluida Blaze, estuviera esperando su respuesta.

— ¿Por qué?

— Tenemos una pequeña reunión en Bower's Point. No sólo nosotros. Un montón de

gente. Quiero que vengas. Sin la policía esta vez.

Blaze estudió la mesa, jugando con la pila de sal. Cuando Ronnie no respondió, Marcus

se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta, sin darse la vuelta.

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Capítulo 9

Steve

— Oye, papá. — Gritó Jonah. Él estaba de pie, detrás del piano, en la alcoba, cuando

Steve trajo los platos de espaguetis a la mesa — ¿Es una foto tuya con la abuela y el

abuelo?

— Sí, son mi madre y mi padre.

— Yo no recuerdo esta foto. En el apartamento, quiero decir.

— Durante mucho tiempo, estuvo en mi oficina en la escuela.

— Oh. — Dijo Jonah. Se acercó a la fotografía estudiándola — Tu mirada es como la del

abuelo.

Steve no estaba seguro de qué pensar sobre eso.

— Tal vez un poco.

— ¿Le echas de menos?

— Él era mi padre. ¿Tú qué crees?

— Yo te extrañaría.

Cuando Jonah llegó a la mesa, Steve pensó que había sido un día satisfactorio, sin nada

especial que destacar. Habían pasado la mañana en el taller, donde Steve le había

enseñado a Jonah a cortar el cristal; habían comido bocadillos en el porche y recogido

conchas por la tarde. Y Steve había prometido que tan pronto como fuera de noche, iría

con Jonah a dar un paseo por la playa con linternas para ver los cientos de cangrejos

araña entrando y saliendo de sus cuevas de arena.

Jonah sacó su silla y se sentó. Tomó un trago de leche, dejándole un bigote blanco.

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— ¿Crees que Ronnie regresará a casa pronto?

— Espero que sí.

Jonah se limpió los labios con el dorso de la mano.

— A veces se queda fuera muy tarde.

— Lo sé.

— ¿Es el oficial de policía quien la va a traer de vuelta a casa de nuevo?

Steve miró por la ventana, el atardecer se acercaba, y el agua estaba volviéndose opaca.

Se preguntó dónde estaba y lo que estaba haciendo.

— No. — Dijo — No, esta noche.

*** Después de su paseo por la playa, Jonah se dio una ducha antes de meterse en la cama.

Steve levantó la colcha y le besó la mejilla.

— Gracias por el gran día. — Dijo Steve en voz baja.

— Gracias a ti.

— Buenas noches, Jonah. Te quiero.

— Yo también, papá. — Steve se levantó y se dirigió a la puerta — Oye, ¿papá?

Steve se volvió.

— ¿Sí?

— ¿Tu padre te llevaba a buscar cangrejos araña?

— No. — Dijo Steve.

— ¿Por qué no? Eso fue impresionante.

— Él no era esa clase de padre.

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— ¿Cómo era?

Steve examinó la cuestión. — Era complicado. — Dijo finalmente.

*** En el piano, Steve recordó la tarde, seis años antes, cuando él tomó la mano de su

padre por primera vez en su vida. Le había dicho a su padre que sabía que él lo había

hecho lo mejor que pudo respecto a su cuidado, que no le culpaba para nada, y lo más

importante de todo, que él lo quería.

Su padre se volvió hacia él. Sus ojos se centraron a pesar de las altas dosis de morfina

que había estado tomando, su mente estaba clara. Miró a Steve durante un largo

tiempo antes de tirar de su mano.

— Suenas como una mujer cuando hablas así. — Dijo.

Estaban en una habitación semi—privada en el cuarto piso del hospital. Su padre había

estado allí durante tres días. Tubos intravenosos se deslizaban por sus brazos, y no

había comido alimentos sólidos en más de un mes. Tenía las mejillas hundidas, y su

piel era transparente. De cerca, Steve pensaba que el aliento de su padre olía a

podredumbre, otra señal de que el cáncer estaba anunciando su victoria.

Steve volvió hacia la ventana. En el exterior, no pudo ver nada, pero el cielo azul,

brillante, como espuma inflexible, rodeaba la habitación. Ni pájaros, ni nubes, ni

árboles visibles. Detrás de él, podía oír el pitido constante del monitor del corazón.

Sonó fuerte y constante, con ritmo regular, haciendo que pareciera que su padre iba a

vivir otros veinte años. Pero no era su corazón lo que lo estaba matando.

— ¿Cómo está? — Kim pidió más tarde esa noche cuando estaban hablando por

teléfono.

— No está bien. — Dijo — No sé cuánto tiempo más tiene, pero...

Se fue apagando. Se podría imaginar a Kim en el otro extremo, de pie cerca de la

cocina, revolviendo la pasta o cortando los tomates en dados, el teléfono de tres picos

entre la oreja y el hombro.

Nunca había sido capaz de permanecer sentada cuando hablaba por teléfono.

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— ¿Alguien más por venir?

— No. — Respondió él.

Lo que no le dijo fue que, según las enfermeras, nadie lo había visitado en absoluto.

— ¿Has podido hablar con él? — Preguntó.

— Sí, pero no mucho tiempo. Estaba entrando y saliendo todo el día.

— ¿Le has dicho lo que le querías decir?

— Sí. — Dijo.

— ¿Qué te dijo? — Preguntó — ¿Dijo que también te quería?

Steve sabía la respuesta que ella quería. Estaba de pie en la casa de su padre,

inspeccionando las fotos en la repisa de la chimenea: la familia después de que

bautizaran a Steve, una foto de la boda de Kim y Steve, Ronnie y Jonah de niños. Los

marcos estaban polvorientos, sin tocar en años. Sabía que había sido su madre quien

los puso allí, y mientras él los miró, se preguntó lo que su padre pensó mientras

también los miraba, o incluso si los veía en absoluto, o incluso si se dio cuenta de que

estaban allí.

— Sí. — Dijo finalmente — Me dijo que me quería.

— Estoy contenta. — Dijo. Su tono parecía aliviado y satisfecho, como si su respuesta

hubiera afirmado algo a su alrededor en el mundo. — Sé lo importante que era para ti.

*** Steve creció en una casa blanca de estilo rancho, en un barrio de casas blancas de estilo

rancho en el lado costero interior de la costa de la isla. Era pequeña, con dos

dormitorios, un solo cuarto de baño y un garaje separado donde se encontraban las

herramientas de su padre y olía permanentemente a aserrín. El patio tenía la sombra de

un roble nudoso que celebró sus hojas durante todo el año, no recibía suficiente sol, así

que su madre plantó la huerta en la parte delantera. Produjo tomates y cebollas, nabos

y frijoles, repollos y maíz, y en los veranos era imposible ver el camino frente a la casa

desde el salón. A veces Steve escuchaba quejas de los vecinos en voz baja, quejándose

de la disminución de valor de la propiedad, pero el jardín se ha replantado cada

primavera, y nadie dijo una palabra directamente a su padre. Ellos sabían, al igual que

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él, que no haría ningún bien. Además, le gustaba a su esposa, y todos sabían que

necesitarían sus servicios un día.

Su padre era carpintero decorativo por comercio, pero tenía un don para la fijación de

nada. Con los años, Steve le había visto reparando radios, televisores, automóviles y

motores de cortadoras de césped, tuberías rotas, colgando canalones, ventanas rotas y

una vez, incluso las prensas hidráulicas de una pequeña planta de producción cerca de

la frontera del estado. Nunca había asistido a la escuela secundaria, pero tenía una

comprensión innata de la mecánica y la creación de conceptos. Por la noche, cuando

sonaba el teléfono, su padre siempre respondía, ya que por lo general era para él. La

mayor parte del tiempo, él dijo muy poco, escuchando cómo una emergencia u otra

cosa se describía, y luego Steve le miraba con atención anotar la dirección en pedazos

de papel arrancados de periódicos viejos. Después de colgar, su padre se aventuraba

hasta el garaje, llenaba su caja de herramientas y se dirigía hacia fuera, por lo general

sin mencionar a dónde iba o cuándo iba a volver a casa.

Por la mañana, el cheque se guardaba cuidadosamente bajo la estatua de Robert E. Lee

que su padre había tallado de un trozo de madera, y su madre le frotaba la espalda y le

prometía depositarlo en el banco mientras su padre desayunaba. Era el único afecto

regular que él notó entre ellos. Ellos no discutían y evitaban los conflictos como una

regla. Parecían disfrutar de la empresa de cada uno cuando estaban juntos, y una vez él

le había cogido de la mano mientras veían la televisión, pero en los dieciocho años que

Steve había vivido en casa, nunca vio a sus padres darse un beso.

Si su padre tenía una pasión en la vida, esa era el póquer. En las noches en que el

teléfono no sonaba, su padre iba a uno de los refugios para jugar. Era miembro de las

logias, no para la camaradería, sino para los juegos. Allí, se sentaba a la mesa con otros

masones o Elks o Shriners o veteranos, a jugar al Texas hold 'em* unas horas. El juego

lo paralizaba, amaba calcular las probabilidades de dibujar una recta o decidir si un

farol cuando lo único que tenía era un par de seises. Cuando hablaba sobre el juego, lo

describía como una ciencia, como si la suerte no tuviera nada que ver con ganar.

— El secreto es saber cómo están. — Solía decir — Y saber cuándo una persona está

mintiendo.

Su padre, Steve decidió finalmente, debía haber sabido mentir. A los cincuenta años,

con las manos casi paralizadas desde hace más de treinta años por la carpintería, su

padre no sólo detuvo la instalación de molduras de corona y marcos de puertas en las

casas frente al mar, costumbre que había comenzado a surgir en la isla, sino que

también comenzó a dejar el teléfono sin respuesta por las tardes. De alguna manera,

continuó pagando sus cuentas, y al final de su vida, él tenía más que suficiente en sus

cuentas para pagar el cuidado médico que su seguro no cubría.

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Nunca jugaba al póquer en sábado o domingo. Los sábados estaban reservados para

las tareas de la casa, y mientras que el jardín en el patio delantero podía molestar a los

vecinos, el interior fue una obra maestra.

Con los años, su padre agregó molduras de corona y considerado revestimientos;

marcó en una obra las ménsulas de la chimenea de dos bloques de arce. Construyó los

gabinetes de la cocina y suelos de madera que se instalan lo más plano y seguro como

una mesa de billar.

Se remodeló el baño, y de nuevo remodelado ocho años después. Cada sábado por la

noche, se puso una chaqueta y corbata, y llevó a su esposa a cenar. Los domingos los

reservó para sí mismo. Después de la iglesia, él manipulaba en su taller, mientras que

su esposa hacía pasteles al horno o verduras en conserva en la cocina.

El lunes, la rutina comenzaba de nuevo.

Su padre nunca le enseñó a jugar. Steve fue lo suficientemente inteligente como para

aprender los conceptos básicos por su cuenta, y le gustaba pensar que tenía interés

suficiente para detectar un farol a alguien. Jugó un par de veces con sus compañeros en

la universidad y descubrió que era simplemente del montón, ni mejor ni peor que

cualquiera de los otros. Después de graduarse y trasladarse a Nueva York, de vez en

cuando venía a visitar a sus padres.

La primera vez, él no los había visto en dos años, y cuando caminaba por la puerta, su

madre lo abrazó fuertemente y le besó en la mejilla. Su padre le dio la mano y dijo —

Tu madre te extrañaba.

Tarta de manzana y café servidos, y después de que terminaron de comer, su padre

estaba alcanzando la chaqueta y las llaves del coche. Era un martes, eso significaba que

iba a los Elks Lodge. El juego terminó a las diez y volvería quince minutos más tarde.

— No... No pasará esta noche. — Instó a su madre, su acento europeo tan pesado como

siempre — Steve apenas llegó a casa.

Recordó pensando que era la única vez que había oído a su madre pedirle a su padre

no ir al albergue, pero si estaba sorprendido, su padre no lo demostró. Se detuvo en la

puerta, y cuando volvió, su rostro era ilegible.

— O llévalo contigo. — Instó.

El cubrió su brazo con su chaqueta. — ¿Quieres ir?

— Claro. — Steve tamborileó los dedos sobre la mesa — ¿Por qué no? Suena divertido.

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Después de un momento, su padre torció la boca, mostrando la más pequeña y más

breve de las sonrisas. Si hubieran estado en la mesa de póquer, Steve dudaba que su

padre hubiera mostrado incluso eso.

— Estás mintiendo. — Dijo.

*** Su madre murió de repente un par de años después de aquel encuentro, cuando tuvo

una explosión arterial en el cerebro, y en el hospital, Steve estaba pensando en su fuerte

bondad cuando su padre se despertó con un silbido bajo. Giró la cabeza y vio a Steve

en la esquina. En ese ángulo, jugando con sombras a través de los ángulos agudos de

su rostro, daba la impresión de ser un esqueleto.

— ¿Todavía estás aquí?

Steve dejó la cuenta a un lado y a toda prisa acercó la silla más. — Sí, todavía estoy

aquí.

— ¿Por qué?

— ¿Qué quieres decir con ‚por qué‛? Porque est{s en el hospital.

— Estoy en el hospital porque me estoy muriendo. Y me moriré estés aquí o no. Tienes

que irte a casa. Tienes esposa e hijos. No hay nada que puedas hacer por mí aquí.

— Quiero estar aquí. — Dijo Steve — Tú eres mi padre. ¿Por qué? ¿No me quieres

aquí?

— Tal vez no quiero que me veas morir.

— Voy a salir si lo deseas.

Su padre hizo un ruido similar a un ronquido. — Mira, ese es tu problema. ¿Quieres

que tome la decisión por ti? Ese ha sido siempre tu problema.

— Tal vez sólo quiero pasar tiempo contigo.

— ¿Quieres? ¿O es que tu esposa te lo pidió?

— ¿Acaso importa?

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Su padre trató de sonreír, pero le salió como una mueca. — Yo no lo sé. ¿No?

*** Desde su lugar en el piano, Steve escuchó un coche que se acercaba. Los faros pasaron

por la ventana y corrió a través de las paredes, y por un instante pensó que Ronnie

podría haber llegado a casa. Pero con la misma rapidez la luz se redujo a la nada, y

Ronnie todavía no estaba aquí.

Fue después de la medianoche. Se preguntó si no debería tratar de encontrarla.

Hace algunos años, antes de que Ronnie hubiera dejado de hablarle, él y Kim habían

ido a ver a un consejero matrimonial cuya oficina se encontraba cerca de Gramercy

Park, en un edificio reformado. Steve recordaba estar sentado junto a Kim en un sofá y

frente a una mujer delgada y angulosa en sus treinta años que llevaba pantalones

grises y le gustaba prensar las yemas de los dedos juntos. Cuando lo hizo, Steve notó

que no llevaba anillo de bodas.

Steve se había sentido incómodo, eso había sido idea de Kim y ya había ido sola. Esta

era su primera sesión juntos, y a modo de introducción, le dijo a la consejera que Steve

mantuvo sus sentimientos reprimidos en el interior, pero que no fue su culpa. Ninguno

de sus padres habían sido personas expresivas, dijo. Tampoco había crecido en una

familia que hablaba de sus problemas. Buscó la música como un escape, fue a decir, y

fue sólo a través del piano, que aprendió a sentir nada en absoluto.

— ¿Es eso cierto? — Preguntó la consejera.

— Mis padres eran gente buena. — Respondió él.

— Eso no responde a la pregunta.

— Yo no sé lo que quieres decir.

La consejera suspiró. — Está bien, ¿qué tal esto? Todos sabemos lo que pasó y por qué

estás aquí. Creo que lo que Kim quiere es que tú le digas cómo te hizo sentir.

Steve examinó la cuestión. Quería decir que todo esto de hablar sobre los sentimientos

era irrelevante. Que las emociones van y vienen y no se puede controlar, de modo que

no hay razón para preocuparse por ellos. Que, al final, las personas deben ser juzgadas

por sus acciones, ya que en el final, se definen las acciones de todo el mundo.

Pero él no lo dijo. En cambio, abrió los dedos juntos.

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— ¿Quieres saber cómo me siento?

— Sí. Pero no me lo digas a mí. — Hizo un gesto a su esposa — Díselo a Kim.

Se enfrentó a su esposa, sintiendo su anticipación. — Me sentí...

Estaba en una oficina con su esposa y una extraña, participando en el tipo de

conversación que nunca podría haber imaginado que podría tener. Fue unos minutos

después de las diez de la mañana, y había estado de vuelta en Nueva York sólo unos

pocos días. Su viaje le había llevado a una veintena de ciudades diferentes, mientras

que Kim trabajó como asistente de abogado en un bufete de abogados de Wall Street.

— Me sentí... — Dijo de nuevo.

*** Cuando el reloj dio la una de la mañana, Steve salió a pie por el porche trasero. La

negrura de la noche había dado paso a la luz púrpura de la luna, por lo que era posible

ver hacia arriba y abajo de la playa. Él no la había visto en dieciséis horas y estaba

interesado, si no muy preocupado. Confiaba en que era inteligente y lo suficientemente

cuidadosa para cuidar de sí misma.

Bueno, quizá estaba un poco preocupado.

Y, a pesar de sí mismo, se preguntó si iba a desaparecer mañana de la misma manera

que había hecho hoy. Y si sería la misma historia día tras día, durante todo el verano.

Pasar tiempo con Jonah había sido como encontrar un tesoro especial, y quería pasar

tiempo con ella también. Se apartó de la entrada y volvió a entrar.

Cuando se sentó en el piano, se sintió de nuevo, lo mismo que le había dicho la

consejera matrimonial, se había sentado en el sofá.

Se sentía vacío.

_____________

* Texas hold 'em es una versión del juego del póquer. Actualmente es la más popular y también

es la más jugada en la mayoría de casinos. (N. del C.)

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Capítulo 10

Ronnie

Durante un tiempo, se había reunido un grupo más grande en Bower's Point, pero uno

a uno se habían ido hasta que sólo los cinco titulares quedaron. Algunos de los otros

habían estado bien, un par de ellos eran incluso algo interesantes, pero entonces el licor

y la cerveza comenzó a hacer efecto, y todos menos Ronnie creían que eran mucho más

divertidos de lo que eran en realidad. Después de un rato, llegó a ser un poco aburrido

y familiar.

Ella estaba parada sola al borde del agua. Detrás de ella, cerca de la hoguera, Teddy y

Lance estaban fumando, bebiendo y, ocasionalmente, lanzándose bolas de fuego unos a

otros, Blaze hablaba arrastrando las palabras y estaba totalmente colgada de Marcus.

Se estaba haciendo tarde. No según los estándares de Nueva Cork; de vuelta en casa,

ella no se presentaba en los clubes hasta la medianoche; pero teniendo en cuenta a qué

hora se había levantado, había sido un largo día. Estaba cansada.

Mañana iba a dormir todo el día. Cuando llegara a casa, colgaría unas toallas o una

manta sobre la barra de la cortina; infiernos, las clavaría a la pared si fuera necesario.

Ella no tenía intenciones de pasar todo el verano despertándose al amanecer, incluso si

iba a pasar el día en la playa con Blaze. Blaze la había sorprendido con la sugerencia, y

en realidad sonaba bastante atractivo. Además, no había para hacer muchas otras

cosas.

Anteriormente, después de que dejaran el comedor, habían caminado a través de la

mayoría de las tiendas cercanas, incluyendo la tienda de música, que era genial, y

después se habían ido a casa de Blaze para ver ‚The Breakfast Club‛, mientras estaba

su madre en el trabajo. Claro, era una película de los años ochenta, pero Ronnie

igualmente la amaba y la había visto al menos una docena de veces. A pesar de que

estaba algo vencida, se sentía sorprendentemente real para ella era.

Más real que lo que estaba pasando aquí esta noche, sobre todo porque mientras más

bebía Blaze, más ignoraba a Ronnie y más se aferraba a Marcus.

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A Ronnie ya no le gustaba ni confiaba en Marcus. Tenía un radar bastante bueno

cuando se trataba de chicos, y ella sabía que había algo ‚mal‛ en él. Era como que

faltara algo en los ojos de Marcus cuando hablaba con ella. Él decía las cosas correctas,

ya no había más sugerencias locas acerca de irse juntos a Florida, por lo menos... y, a

propósito, ¿qué tan raro fue eso? Pero cuanto más tiempo pasaba con él, más le hacía

poner los pelos de punta. No le gustaban Teddy ni Lance tampoco, pero Marcus... ella

tenía la sensación de que actuar normal era simplemente un juego que jugaba para

poder manipular a la gente.

Y a Blaze...

Fue extraño estar en su casa antes, porque parecía tan normal. Estaba en una tranquila

calle sin salida y tenía brillantes contraventanas azules y una bandera norteamericana

que ondeaba en el porche. En el interior, las paredes estaban pintadas de colores

alegres, y un jarrón de flores frescas estaba ubicado en la mesa del comedor. El lugar

era limpio, pero no de una forma neurótica.

En la cocina había un poco de dinero sobre la mesa, junto con una nota dirigida a

Blaze. Cuando Ronnie vio que Blaze deslizaba unos billetes en su bolsillo y leía la nota,

Blaze le mencionó que su madre siempre dejaba dinero para ella. Así sabía que estaba

bien cuando no regresaba a casa.

Extraño.

Lo que realmente quería era hablar con Blaze sobre Marcus, pero sabía que no serviría

de nada. Dios sabe que ella había lo aprendido por Kayla, quien vivía en la negación,

pero aun así, no tenía sentido. Marcus era una mala noticia, y Blaze claramente estaría

mejor sin él. Se preguntaba por qué Blaze no podía ver eso. Tal vez mañana hablarían

de ello en la playa.

— ¿Te estamos aburriendo?

Volteó y vio a Marcus parado detrás de ella. Llevaba una bola de fuego, dejando que

rodara por el dorso de su mano.

— Yo sólo quería llegar hasta el agua.

— ¿Quieres que te traiga una cerveza?

Por la forma en que se lo preguntó, podría decir que él ya lo sabía que iba a decir.

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— Yo no bebo.

— ¿Por qué?

Porque hace que la gente haga cosas estúpidas, podría haberle dicho. Pero no lo hizo. Sabía

que cualquier explicación que le ofreciera sólo prolongaría la conversación.

— Simplemente no lo hago. Eso es todo.

— ¿‚Sólo di que no‛?* — se burló —. Si tú lo dices.

En la oscuridad, parecía llevar el fantasma de una sonrisa, pero sus ojos permanecían

sombríos como pozos. — ¿Crees que eres mejor que nosotros?

— No.

— Entonces vamos. — Hizo un gesto hacia la hoguera —. Siéntate con nosotros.

— Estoy bien aquí.

Él miró por encima de su hombro. Detrás de él, Ronnie podía ver a Blaze excavando

dentro del refrigerador para otra cerveza, que era lo último que necesitaba. Ella ya

estaba inestable sobre sus pies.

Sin aviso previo, él dio un paso hacia ella, tomándola de la cintura. Apretó,

acercándola más a él. — Vamos a caminar por la playa.

— No — dijo entre dientes —. No estoy de humor. Y quítame las manos de encima.

Él se quedó en su lugar. Ella sabía que Marcus estaba disfrutando de esto.

— ¿Estás preocupada por lo que pensaría Blaze?

— Simplemente no quiero, ¿de acuerdo?

— A Blaze no le importaría.

Dio un paso atrás, aumentando la distancia entre ellos. — A mí me importa — dijo —.

Y ya me tengo que ir.

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Él siguió mirándola. — Sí, tú has eso. — Entonces, después de una pausa, habló fuerte

para que los demás pudieran escuchar —: No, yo sólo me quedaré aquí. Pero gracias

por preguntar.

Estaba demasiado sorprendida como para decir algo en respuesta. En vez de eso, ella

comenzó a bajar a la playa, sabiendo que Blaze la estaba viendo, y de repente pensó

que no podía salir de ahí lo suficientemente rápido.

*** En casa, su padre tocaba el piano, y tan pronto como entró, él miró el reloj. Después de

lo que acababa de suceder, ella no estaba de humor para tratar con él, así que se

encaminó hacia el pasillo sin decir palabra. Él debió de haber visto algo en su rostro,

porque la llamó.

— ¿Estás bien?

Ella vacilo. — Sí, estoy bien — dijo.

— ¿Estás segura?

— No quiero hablar de eso.

Él la estudió antes de contestar. — De acuerdo.

— ¿Hay algo más?

— Son casi las dos de la mañana — señaló.

— ¿Y?

Se inclinó sobre el teclado. — Hay algo de pasta en la nevera por si tienes hambre.

Ella tuvo que admitir que la sorprendió que eso. Nada de sermones, nada de órdenes,

nada de establecer las reglas. Casi lo opuesto a como mamá lo habría manejado. Sacudió la

cabeza y se dirigió a la habitación, preguntándose si alguien o algo era normal aquí.

*** Se olvidó de colgar mantas en las ventanas, y el sol entraba como un láser en la

habitación, despertándola después de haber dormido menos de seis horas.

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Gimiendo, se revolvió y puso la almohada sobre su cabeza, entonces recordó lo que

había pasado en la playa la noche anterior. Luego se sentó, sabiendo que el sueño

estaba fuera de la cuestión.

Marcus definitivamente le ponía los pelos de punta.

Su primer pensamiento fue que debió haber dicho algo la noche anterior luego de que

él dijo eso en voz alta. Algo así como ‚¿De qué demonios est{s hablando?‛ o ‚Si

piensas que iría a alguna parte a solas contigo, ¡est{s completamente loco!‛ Pero no lo

había hecho, y sospechaba que simplemente alejarse era lo peor que podría haber

hecho.

Ella realmente tenía que hablar con Blaze.

Con un suspiro, se obligó a si misma a salir de la cama, y se dirigió al baño.

Rápidamente, se duchó y se puso un traje de baño debajo de su ropa, y luego llenó un

bolso con toallas y loción. En el momento en que estaba lista, pudo escuchar a su padre

tocar el piano. Otra vez. Ni siquiera en el apartamento en que vivían había tocado tanto.

Centrándose en la música, se dio cuenta que estaba tocando una de las piezas que ella

había presentado en el Carnegie Hall, la mismo del CD que su madre había estado

escuchando en el coche.

Como si ella no tuviera suficientes cosas que afrontar en este momento.

Necesitaba encontrar a Blaze para poder explicarle lo sucedido. Por supuesto, cómo

hacerlo sin que Marcus quedara como un mentiroso podía ser un problema. Blaze

querría creerle a Marcus, y quién sabía lo que él habría dicho después de que ella se

fuera. Pero tendría que cruzar ese puente, y esperaba que, tumbadas en el sol, las cosas

se suavizaran un poco y pudiera tocar el tema de forma natural.

Ronnie dejó su habitación y caminó por el pasillo cuando la música de la sala terminó,

sólo para ser seguida por la segunda pieza que ella había desempeñado en el Carnegie

Hall. Hizo una pausa, ajustando su bolso en el hombro. Por supuesto que haría eso. Sin

duda porque la había oído en la ducha y sabía que estaba despierta. Sin duda porque

quería encontrar un terreno en común.

Bueno, hoy no, papá. Lo siento, pero tenía cosas que hacer. Ella realmente no tenía ganas

de esto. Estaba a punto de escabullirse hacia la puerta principal cuando Jonah salió de

la cocina.

— ¿No te dije que tenías que comer algo bueno para ti? — Oyó a su padre decir.

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— Lo hice. Es un Pop—Tart.

— Yo estaba pensando más en algo en la línea de los cereales.

— Esto tiene azúcar. — Jonah tenía una expresión seria —. Necesito de mi energía,

papá.

Ella comenzó a caminar rápidamente a través de la sala de estar, con la esperanza de

llegar a la puerta antes de que él tratara de hablar con ella.

Jonah sonrió. — Oh, ¡hola, Ronnie! — Dijo.

— Hola, Jonah. Adiós, Jonah. — Cogió la manija de la puerta.

— ¿Cariño? — Oyó decir a su padre. Él dejó de tocar —. ¿Podemos hablar acerca de

anoche?

— Realmente no tengo tiempo para hablar ahora — dijo, ajustando su bolso de mano.

— Yo sólo quiero saber dónde estuviste todo el día.

— En ninguna parte. No es importante.

— Es importante.

— No, papá — dijo con voz firme —. No lo es. Y tengo cosas que hacer, ¿vale?

Jonah indicó a la puerta con su Pop—Tart. — ¿Qué cosas? ¿A dónde vas ahora?

Esta era exactamente la conversación que había tenido la esperanza de evitar. — No es

asunto tuyo.

— ¿Cuánto tiempo vas a estar fuera?

— No lo sé.

— ¿Volverás para el almuerzo o la cena?

— No lo sé — resopló —. Me voy.

Su padre comenzó a tocar el piano otra vez. Su tercera pieza del Carnegie Hall. Él bien

podría haber estado escuchando el CD de su madre.

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— Vamos a volar cometas más tarde. Yo y papá, quiero decir.

Ella parecía no oírle. En su lugar, se volvió hacia su padre. — ¿Podrías parar con eso?

— Replicó ella.

Él dejó de tocar abruptamente. — ¿Qué?

— ¡La música que estás tocando! ¿Crees que no puedo reconocer las piezas? Sé lo que

estás haciendo, y ya te dije que no voy a tocar.

— Yo te creo — dijo.

— ¿Entonces por qué siempre estás tratando de hacerme cambiar de opinión? ¿Por qué

es que cada vez que te veo, estás sentado ahí tocando?

Ahora parecía genuinamente confundido. — No tiene nada que ver contigo — dijo —.

Es sólo que... me hace sentir mejor.

— Bueno, eso me hace sentir enferma. ¿No lo entiendes? Odio el piano. ¡Odio haber

tenido que tocar todos los días! ¡Y odio tener que seguir viendo siquiera la maldita

cosa! — Antes de que su padre pudiera decir una palabra, se volvió, arrancó de la

mano de Jonah el Pop—Tart, y salió por la puerta.

*** Le llevó un par de horas antes de que encontrara a Blaze en la misma tienda de música

que habían visitado ayer, a un par de manzanas del muelle. Ronnie no había sabido

qué esperar cuando fueron por primera vez a la tienda, parecía un poco anticuada para

estos días, en la época de los iPods y de las descargas, pero Blaze le había asegurado

que valdría la pena, y lo había hecho.

Además de los discos compactos, había verdaderos discos de vinilo, miles de ellos,

algunos de ellos probablemente eran de colección, incluyendo una copia sin abrir de

Abbey Road y un montón de antiguas 45s colgadas en la pared con las firmas de

personas como Elvis Presley, Bob Marley y Ritchie Valens. Ronnie se sorprendió de

que no estuvieran bajo llave y candado. Debían de ser valiosas, pero el hombre que

manejaba el lugar parecía salido de los años sesenta, y parecía conocer a todo el

mundo. Tenía el pelo largo gris recogido en una cola de caballo que le llegaba a la

cintura, y sus gafas eran del mismo tipo que John Lennon había favorecido. Llevaba

sandalias y una camisa hawaiana, y aunque era lo bastante viejo como para ser el

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abuelo de Ronnie, sabía más sobre música que nadie que hubiera conocido jamás,

incluyendo un montón de música nueva Underground* de la cual ella ni siquiera había

oído hablar en Nueva York.

A lo largo de la pared del fondo había auriculares donde los clientes podían escuchar

discos y CD’s, o bien descargar música en sus iPods. Mirando por la ventana esta

mañana, ella vio a Blaze tomando con una mano un auricular contra su oído, y con la

otra golpeando levemente la mesa con sus dedos al ritmo de lo que fuera que estaba

escuchando.

De ninguna manera estaba vestida como para pasar un día en la playa.

Ronnie respiró hondo y se dirigió hacia el interior. Por m{s feo que sonara −ella no

creía que Blaze debía estarse emborrachando en primer lugar−, ella esperaba que Blaze

hubiera estado tan ida que ya habría olvidado lo que pasó. O mejor aún, que hubiera

estado lo suficientemente sobria como para saber que Ronnie no tenía ningún interés

en Marcus.

Tan pronto como comenzó a recorrer el pasillo lleno de CD’s, Ronnie tuvo la sensación

de que Blaze la estaba esperando. Ella bajó el volumen de sus auriculares, aunque no

los apartó de sus orejas, y se volvió. Ronnie aún podía oír la música, algo fuerte y

enojado que no conocía. Blaze recogió los CD’s.

— Pensé que éramos amigas. — Empezó.

— Lo somos. — Insistió Ronnie — Y te he estado buscando por todas partes porque no

quiero que tengas una idea equivocada de lo que pasó anoche.

La expresión de Blaze estaba helada.

— ¿Te refieres a pedirle a Marcus que fuera a dar un paseo contigo?

— No fue así. — Declaró Ronnie — Yo no le pregunté eso. No sé cuál es su juego...

— ¿Su juego? ¿Su juego? — Blaze tiró los auriculares — ¡Yo vi la forma en que lo

mirabas! ¡Escuché lo que le dijiste!

— ¡Pero yo no le dije eso! Yo no lo invité a ir a ningún lugar.

— ¡Trataste de besarlo!

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— ¿De qué estás hablando? No traté de besarlo...

Blaze dio un paso adelante.

— ¡Él me lo dijo!

— ¡Entonces está mintiendo! — Dijo Ronnie bruscamente, sosteniendo su terreno —

Hay algo seriamente mal con ese tipo.

— No..., no..., ni siquiera vayas allí...

— Te mintió. Yo no lo besaría. Ni siquiera me gusta. La única razón por la que yo

estaba allí fue porque tú insististe en que fuéramos.

Durante un largo momento, Blaze no dijo nada. Ronnie se preguntó si finalmente

estaba entrando en razón.

— Lo que sea. — Dijo Blaze, su tono dejaba su significado perfectamente claro.

La empujó al pasar al lado de Ronnie, dando empujones mientras se dirigía hacia la

puerta. Ronnie la observó marcharse, sin saber si estaba herida o enojada por la forma

en que Blaze acababa de actuar, antes de decidir que era un poco de ambas. A través de

la ventana, vio a Blaze irse molesta.

Hasta ahí llegó el intento de mejorar las cosas.

Ronnie no estaba segura de qué hacer a continuación: no quería ir a la playa, pero

tampoco quería ir a casa. Ella no tenía acceso a un coche, y no conocía absolutamente a

nadie. Lo que significaba... ¿qué? Que tal vez ella acabaría pasando el verano en algún

banco dándole de comer a las palomas como algunos de los habitantes más extraños de

Central Park. Tal vez ella acabaría nombrándolos...

A la salida, sus pensamientos se paralizaron por el repentino estruendo de una alarma,

y miró por encima de su hombro, primero en curiosidad y luego en la confusión al

darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Sólo había una manera de entrar y salir de la

tienda.

Lo siguiente que supo fue que el hombre con cola de caballo corría hacia ella.

Ella no trató de correr porque sabía que no había hecho nada malo; y cuando el hombre

con cola de caballo pidió su bolso, no veía razón para no dárselo. Obviamente, se había

producido un error, y no fue hasta que el hombre tomó dos discos y media docena de

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los 45s firmados de su bolso, que se dio cuenta de que había tenido razón acerca de que

Blaze la estaba esperando. Eran los CD’s que Blaze tenía en sus manos, y había tomado

los 45s de la pared. En medio del shock, empezó a comprender que Blaze lo había

planeado desde el principio.

De pronto mareada, apenas oyó al administrador decirle que la policía ya estaba en

camino.

____________

* ‚Sólo di que no‛ (‚Just say no‛) se refiere al lema de una campaña publicitaria muy conocida

dirigida a los adolescentes para que se mantengan alejados de las drogas y el alcohol. (N. del C.)

* Underground (subterráneo) se llama a diferentes subculturas, que se caracterizan por sus

métodos, música, y costumbres alternativas, contrarios a la cultura oficial. Fueron considerados,

desde los años 60, como underground los movimientos punk, hippie, grunge, hardcore, heavy

metal, entre otros. (N. del C.)

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Capítulo 11

Steve

Después de comprar los materiales que necesitaban, principalmente two—by—four* y

hojas de madera contrachapada, Steve y Jonah pasaron la mañana cerrando la

habitación. No era lindo, su padre se habría sentido mortificado por ello, pero Steve

pensó que sería suficiente. Sabía que la casa sería finalmente demolida; en todo caso, la

tierra era más valiosa sin ella. La casa estaba rodeada por tres mini—mansiones, y

Steve estaba seguro de que los vecinos del lugar la consideraban una monstruosidad

que depreciaba el valor de sus propios bienes.

Steve martilló un clavo, colgó la fotografía de Ronnie y Jonah que había tomado de su

alcoba, y dio un paso hacia atrás para examinar su obra.

— ¿Qué te parece? — Le preguntó a Jonah.

Jonah arrugó la nariz.

— Parece que hemos construido una fea pared de madera contrachapada y colgado

una foto en ella. Y no puedes tocar más el piano, tampoco.

— Lo sé.

Jonah inclinó su cabeza de lado a lado.

— Creo que está torcido, también. Como que tiene curvas que entran y salen.

— Yo no veo nada.

— Necesitas gafas, papá. Y todavía no sé por qué querías ponerlo aquí en primer lugar.

— Ronnie dijo que no quería ver el piano.

— ¿Y?

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— No hay lugar para ocultar el piano, así que puse un muro en medio. Ahora ella no

tiene que verlo.

— Oh. — Dijo Jonah, pensando — ¿Sabes?, a mí realmente no me gusta tener que hacer

la tarea. De hecho, ni siquiera me gusta verla apilada en mi escritorio.

— Es verano. No tienes ninguna tarea.

— Sólo estoy diciendo que tal vez deberías construir un muro alrededor del escritorio

en mi cuarto.

Steve reprimió una risa.

— Puede que tengas que hablar con tu madre sobre eso.

— O tú puedes hacerlo.

Steve cedió a una sonrisa.

— ¿Todavía tienes hambre?

— Habías dicho que íbamos a ir a volar cometas.

— Lo haremos. Yo sólo quiero saber si quieres comer.

— Creo que prefiero tomar un helado.

— No lo creo.

— ¿Una galleta? — Jonah parecía esperanzador.

— ¿Qué tal un sándwich de mantequilla de maní y jalea?

— Está bien. Pero luego vamos a volar la cometa, ¿verdad?

— Sí.

— ¿Toda la tarde?

— Todo el tiempo que quieras.

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— Está bien. Voy a comer un sándwich. Pero tienes que comer uno, también.

Steve sonrió, poniendo su brazo sobre el hombro de Jonah.

— Trato hecho.

Se dirigieron hacia la cocina.

— ¿Sabes?, la sala es mucho más pequeña ahora — Observó Jonah.

— Lo sé.

— Y el muro está torcido.

— Lo sé.

— Y no combina con las otras paredes.

— ¿Cuál es tu punto?

La cara de Jonah era seria.

— Sólo quiero asegurarme de que no te estás volviendo loco.

*** Había un clima perfecto para volar cometas. Steve estaba sentado en una duna a dos

casas de la suya, mirando el zig—zag de la cometa en el cielo. Jonah, lleno de energía,

como de costumbre, corrió arriba y abajo de la playa. Steve lo miraba con orgullo, se

sorprendió al recordar que cuando él había hecho lo mismo de niño, ninguno de sus

padres se había unido a él.

No eran malos. Sabía eso. Nunca abusaron de él, nunca pasó hambre, nunca habían

peleado en su presencia. Visitaba al dentista y al médico una o dos veces al año,

siempre había mucho que comer, y siempre tenía una chaqueta en las mañanas frías y

una moneda en su bolsillo para poder comprar la leche en la escuela. Pero si su padre

era indiferente, su madre no distaba mucho de serlo, y él suponía que esa era la razón

por la que habían permanecido casados durante tanto tiempo.

Ella era originaria de Rumania, su padre la había conocido durante su permanencia en

Alemania. Hablaba poco inglés cuando estaban casados, y él nunca cuestionó la cultura

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en la que había sido criada. Ella cocinaba y limpiaba y lavaba la ropa, y por las tardes

trabajaba a tiempo parcial como costurera. Al final de su vida, ella había aprendido un

inglés aceptable, lo suficiente como para ir al banco y a la tienda de comestibles pero,

incluso entonces, su acento era lo bastante fuerte como para que a veces les resultara

difícil a los demás entenderle.

También era una católica devota, una rareza en Wilmington en el momento. Iba a los

servicios todos los días y rezaba el rosario por las tardes, y aunque Steve apreciaba la

tradición y la ceremonia de la misa de los domingos, el cura siempre le pareció un

hombre que era a la vez arrogante y frío, más interesado en las normas de la Iglesia que

en lo que podría mejorar para su rebaño. A veces, muchas veces en realidad, Steve se

preguntaba cómo habría resultado su vida de no haber escuchado la música que salía

de la Primera Iglesia Bautista cuando tenía ocho años de edad.

Cuarenta años después, los detalles estaban borrosos. Se recordaba vagamente

caminando una tarde y escuchando al Pastor Harris en el piano. Sabía que el Pastor

debía de haberlo hecho sentir bienvenido, ya que obviamente fue de nuevo, y el Pastor

Harris finalmente se convirtió en su primer profesor de piano. Con el tiempo, comenzó

a asistir, y posteriormente a faltar, al estudio de la Biblia que la Iglesia ofrecía. En

muchos aspectos, la Iglesia Bautista se convirtió en su segundo hogar, y el Pastor

Harris se convirtió en su segundo padre.

Recordó que su madre no estaba feliz por eso. Cuando estaba alterada, murmuraba

algo en rumano, y durante años, siempre que salía de la iglesia, oía ininteligibles

palabras y frases, mientras ella se hacía la señal de la cruz, y lo obligaba a llevar un

escapulario* debajo de la ropa. En su mente, tener un pastor bautista enseñándole

piano era semejante a jugar a la rayuela con el diablo.

Pero ella no lo detuvo, y eso era suficiente. No le importaba que ella no hubiera

asistido a las reuniones con sus maestros, o que nunca le hubiera leído, o que nadie

invitara a su familia para barbacoas de barrio o fiestas. Lo que importaba era que le

había permitido, no sólo encontrar su pasión, sino también perseguirla a lo largo de su

vida, incluso si desconfiaba de la razón. Y que de alguna manera logró que su padre,

quien ridiculizaba la idea de ganarse la vida mediante la música, le impidiera también

hacerlo. Y, por eso, él siempre la amaría.

Jonah siguió corriendo de ida y vuelta, aunque la cometa no lo requería. Steve sabía

que el viento era lo suficientemente fuerte como para mantenerla en alto sin ayuda.

Podía ver la silueta del símbolo de Batman entre dos negras nubes, de esas que

sugieren que la lluvia se avecina. Aunque la tormenta de verano no duraría mucho

tiempo, tal vez una hora antes de que el cielo se despejara de nuevo, Steve se levantó a

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decirle a Jonah que podría ser un buen momento para terminar por el día. Sólo le tomó

unos pocos pasos antes de darse cuenta de una serie de débiles líneas en la arena que

llegaban a la duna detrás de su casa, las mismas pistas que había visto más de una

docena de veces cuando estaba creciendo. Él sonrió.

— ¡Hey, Jonah! — Gritó, siguiendo las pistas — ¡Ven aquí! Hay algo que creo que

debes ver.

Jonah corrió hacia él, la cometa tirando de su brazo.

— ¿Qué es?

Steve se abrió paso por la duna hasta un lugar donde emergía de la misma playa. Sólo

unos pocos huevos se veían a un par de pulgadas debajo de la superficie cuando Jonah

llegó a su lado.

— ¿Qué tienes? — Preguntó Jonah.

— Es un nido de tortuga boba. — Steve respondió — Pero no te acerques demasiado. Y

no la toques. Tú no deseas molestarla.

Jonah se acercó más, todavía con la cometa.

— ¿Qué es una boba? — Jadeó, luchando por el control de la cometa.

Steve tomó un trozo de madera y comenzó a grabar un gran círculo alrededor del nido.

— Es una tortuga marina. Una en peligro de extinción. Ellas vienen a tierra durante la

noche para depositar sus huevos.

— ¿Detrás de nuestra casa?

— Este es uno de los lugares donde las tortugas marinas ponen sus huevos. Pero lo

principal que debes saber es que están en peligro de extinción. ¿Sabes lo que eso

significa?

— Eso significa que se están muriendo. — Respondió Jonah — Yo veo Animal Planet,

¿sabes?

Steve completó el círculo y echó a un lado el pedazo de madera flotante. Cuando se

puso de pie, sintió un destello de dolor, pero lo ignoró.

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— No exactamente. Eso significa que, si no tratamos de ayudarles y no tenemos

cuidado, las especies podrían extinguirse.

— ¿Como los dinosaurios?

Steve iba a responder cuando oyó el teléfono en la cocina comenzando a sonar. Había

dejado la puerta abierta para capturar cualquier brisa perdida, y alternativamente

caminó y corrió a través de la arena hasta que llegó a la puerta trasera. Le costaba

respirar cuando contestó el teléfono.

— ¿Papá? — Escuchó en el otro extremo.

— ¿Ronnie?

— Necesito que me recojas. Estoy en comisaría.

Steve llegó a frotarse el puente de la nariz.

— Muy bien. — Dijo — Iré enseguida.

*** Pete Johnson, el oficial, le dijo lo que había sucedido, pero sabía que Ronnie no estaba

dispuesta a hablar de eso todavía. A Jonah, sin embargo, no pareció importarle.

— Mamá va a estar como loca. — Comentó Jonah.

Steve vio a Ronnie apretar su mandíbula.

— Yo no lo hice. — Empezó.

— ¿Entonces quién lo hizo?

— No quiero hablar de eso. — Dijo.

Se cruzó de brazos y se apoyó contra la puerta del coche.

— A mamá no le va a gustar.

— ¡Yo no lo hice! — Ronnie repitió, girando hacia Jonah — Y no quiero que tú le digas

que lo hice. — Se aseguró de que entendiera que hablaba en serio antes de girarse hacia

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su padre — Yo no lo hice, papá. — Repitió — Juro por Dios que no lo hice. Tienes que

creer en mí.

Oyó la desesperación en su tono, pero no podía dejar de recordar la desesperación de

Kim cuando habían hablado acerca de la historia de Ronnie. Pensó en la forma en que

había actuado desde que había estado aquí, y considerado el tipo de gente que había

elegido para hacer amistad.

Con un suspiro, sintió la poca energía que le quedaba disiparse. Adelante, el sol era

una bola naranja caliente y furiosa, y más que nada, sabía que su hija necesitaba la

verdad.

— Yo te creo. — Dijo.

Para el momento en que llegaron a casa, el atardecer estaba acabando. Steve salió a la

playa para comprobar el nido de tortugas. Era una de esas noches hermosas, típica de

las Carolinas, una suave brisa, el cielo era una colcha de mil colores diferentes, y cerca

de la costa, un grupo de delfines jugaba más allá del punto del horizonte. Pasaban por

la casa dos veces al día, y se recordó a si mismo decirle a Jonah que los viera. No cabe

duda de que querría nadar hacia ellos para ver si podía acercarse lo suficiente como

para tocarlos; Steve intentó hacer lo mismo cuando era joven, pero ninguna vez lo

logró.

Odiaba tener que llamar a Kim y decirle lo que pasó. Olvidándolo, se sentó en la duna

al lado del nido, mirando lo que quedaba de las pistas de tortuga. Entre el viento y la

multitud, la mayoría de ellas habían sido borradas por completo. Aparte de una

pequeña hendidura en el lugar donde la duna se unía con la playa, el nido estaba

prácticamente invisible, y el par de huevos que quedaba se veía como pálidas rocas

lisas.

Un pedazo de espuma de poliestileno había volado sobre la arena, y cuando él se

inclinó para recogerlo, se dio cuenta de que Ronnie se acercaba. Iba caminando

lentamente, con los brazos cruzados y la cabeza inclinada, de forma que su cabello

escondía la mayor parte de su rostro. Se detuvo a unos metros de distancia.

— ¿Estás enojado conmigo? — Preguntó.

Era la primera vez desde que había llegado aquí que hablaba con él sin una pizca de

rabia o frustración.

— No. — Dijo — No, en absoluto.

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— Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?

Señaló hacia el nido.

— Una tortuga puso sus huevos anoche. ¿Alguna vez has visto una? — Ronnie sacudió

la cabeza, y Steve siguió — Son hermosas criaturas. Tienen este caparazón de color

marrón rojizo, y pueden pesar hasta ocho kilos. Carolina del Norte es uno de los pocos

lugares en que anidan. Pero, de todos modos, están en peligro de extinción. Creo que

sólo uno de cada mil llega a la madurez, y no quiero que los mapaches den con el nido

antes de que nazcan.

— ¿Cómo los mapaches siquiera saben que hay un nido aquí?

— Cuando una tortuga hembra pone sus huevos, se orina. Los mapaches pueden

olerlo, y van a comer todos y cada uno de los huevos. Cuando yo era joven, encontré

un nido en el otro lado del muelle. Un día todo estaba bien, y al día siguiente, todos los

huevos habían sido abiertos. Fue muy triste.

— Vi a un mapache en el porche el otro día.

— Lo sé. Ha escarbado en la basura. Y tan pronto como entre, voy a dejar un mensaje al

acuario. Con suerte, ellos van a mandar a alguien mañana con una caja especial que va

a mantener a las criaturas fuera.

— ¿Qué pasará esta noche?

— Creo que vamos a tener que tener fe.

Ronnie metió un mechón de pelo detrás de su oreja.

— ¿Papá? ¿Te puedo preguntar algo?

— Lo que quieras.

— ¿Por qué dijiste que me creías?

De perfil, pudo ver tanto a la mujer joven en que se estaba convirtiendo como a la niña

que él recordaba.

— Porque confío en ti.

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— ¿Es por eso que construiste el muro para ocultar el piano? — Ella lo miró sólo de

manera indirecta — Cuando entré, no fue muy difícil notarlo.

Steve sacudió la cabeza.

— No. Lo hice porque te amo.

Ronnie esbozó una breve sonrisa, dudando antes de tomar asiento a su lado. Vieron las

olas de manera constante hasta la orilla. La marea alta estaría aquí pronto, y la playa

estaba ya a medio desaparecer.

— ¿Qué va a pasar conmigo? — Preguntó.

— Pete va a hablar con el dueño, pero no lo sé. Un par de esos discos eran de colección

real. Son muy valiosos.

Ronnie se sentía mal del estómago.

— ¿Se lo has dicho a mamá ya?

— No.

— ¿Vas a hacerlo?

— Probablemente.

Ninguno de los dos dijo nada por un momento. En la orilla del mar, un grupo de

surfistas pasó sosteniendo sus tablas. En la distancia, las olas fueron aumentando

lentamente, formando olas que parecían a punto de chocar inmediatamente antes de

formarse nuevamente.

— ¿Cuándo vas a llamar el acuario?

— Cuando entre. Estoy seguro de que Jonah debe tener hambre de todos modos.

Probablemente debería comenzar la cena.

Ronnie se quedó en el nido. Con un nudo en el estómago, no podía imaginar comer.

— No quiero que le pase algo a los huevos de tortuga esta noche.

Steve se volvió hacia ella.

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— Entonces, ¿qué quieres que haga?

*** Horas más tarde, después de meter a Jonah en la cama, Steve salió al porche de atrás

para comprobar a Ronnie. Anteriormente, después de que hubiera dejado un mensaje

en el acuario, había ido a la tienda a comprar lo que él pensaba que necesitaba: un saco

de dormir ligero, una lámpara de camping, una almohada barata, y algunos

insecticidas.

No se sentía cómodo con la idea de que Ronnie durmiera afuera, pero estaba

claramente determinada, y admiraba su impulso para proteger el nido. Había insistido

en que ella estaría bien y, hasta cierto punto, confiaba en que tenía razón. Como la

mayoría de la gente que creció en Manhattan, había aprendido a ser cuidadosa y había

visto y experimentado lo suficiente para saber que el mundo a veces era un lugar

peligroso. Por otra parte, el nido estaba a menos de quince metros de la ventana de su

dormitorio, que él intencionalmente mantendría abierta, de modo que confiaba en que

oiría algo si Ronnie se metía en problemas. Debido a la forma de la duna por el viento,

y la ubicación del nido, no era probable que alguien caminando por la playa siquiera

supiera que ella estaba allí.

Sin embargo, ella sólo tenía diecisiete años, y él era su padre, todo lo cual significaba

que probablemente acabaría chequeándola cada pocas horas. No había oportunidad de

que él fuera capaz de dormir en toda la noche.

La luna se mostraba sólo en una pequeña porción, pero el cielo estaba despejado, y

mientras se movía entre las sombras, pensó de nuevo en su conversación. Se preguntó

cómo se sentía ella por el hecho de que había escondido el piano. ¿Iba a despertar

mañana con la misma actitud que había tenido la primera vez que había llegado? Él no

lo sabía. Al acercarse lo suficiente como para ver la forma de Ronnie durmiendo, el

juego de la luz de las estrellas y las sombras la hacían parecer más joven y a la vez más

grande de lo que realmente era. Se volvió a pensar en los años que había perdido y que

nunca regresarían.

Se quedó el tiempo suficiente para mirar hacia arriba y hacia abajo de la playa. Por lo

que sabía, no había nadie fuera, así que se dio la vuelta y regresó al interior. Se sentó en

el sofá y encendió la televisión, hojeando los canales antes de apagarlo. Por último, se

dirigió a su habitación y se metió en la cama.

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Se quedó dormido casi inmediatamente, pero despertó una hora después. Yendo de

puntillas hacia afuera otra vez, él fue a chequear a la hija que amaba más que a la vida

misma.

_______________

* Two—by—four: Un trozo de madera que es de 2 pulgadas de grosor y 4 pulgadas de ancho, o

que se recorta a las dimensiones ligeramente más pequeñas. (N. del T.)

* Un escapulario es una pieza de tela que forma parte del hábito de algunas congregaciones

religiosas católicas, y consiste en una tira con una abertura por donde se mete la cabeza y que

cuelga sobre el pecho y la espalda, pendiente de los hombros. (N. del C.)

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Capítulo 12

Ronnie

Su primer pensamiento al despertar fue que le dolía todo. Tenía la espalda rígida, le

dolía el cuello, y cuando tuvo el coraje para sentarse, un dolor punzante le recorrió el

hombro.

Ella no podía imaginar que alguien alguna vez eligiera dormir al aire libre. Cuando

estaba creciendo, algunos de sus amigos se habían enaltecido sobre lo divertido de

acampar, pero ella había pensado que estaban trastornados. Durmiendo en el doloroso

suelo.

Y así, por supuesto, lo hizo el sol cegador. A juzgar por el hecho de que ella se había

estado despertando con los granjeros desde que había llegado, calculó que hoy no sería

diferente. Probablemente no eran las siete aún. El sol estaba colgado a baja altura sobre

el océano, y algunas personas paseaban a sus perros o corrían cerca de la orilla del mar.

No cabía duda de que habían dormido en camas. Ella no se imaginaba caminando, y

mucho menos haciendo ejercicio. Ahora era suficientemente difícil respirar sin

desmayarse.

Se armó de valor, poco a poco se puso de pie antes de recordar por qué había estado

aquí en primer lugar. Revisó el nido, notando con alivio que estaba tranquilo, y, muy

lentamente, los dolores y los malestares empezaron a disminuir. Se preguntó de brazos

cruzados cómo Blaze podía tolerar dormir en la playa, y luego, de repente, recordó lo

que Blaze le había hecho.

Arrestada por robar en tiendas. Hurto grave. Delito grave por robo.

Cerró sus ojos, reviviéndolo todo: la forma en que el gerente de la tienda la había

mirado fijamente hasta que el oficial había llegado, la decepción oficial de Pete en la

unidad de la estación, la terrible llamada de teléfono que había tenido que hacer a su

padre. Tenía ganas de vomitar en el coche de camino a su casa.

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Si hubo un punto brillante en todo lo que había sucedido, era que su padre no había

estropeado la reunión. Y aún más increíble, había dicho que creía que ella era inocente.

Por otra parte, no había hablado con su madre todavía. Tan pronto como eso ocurriera,

todas las apuestas terminarían. No cabía duda de que su madre gritaría y gritaría

hasta que su padre cediera, y él acabaría con su contacto con el mundo porque

le había prometido a su madre que lo haría. Tras el incidente, su madre la había

castigado durante un mes, y esta vez, era más que un simple incidente.

Se sentía mal de nuevo. Ella no podía imaginar tener que pasar un mes entero en su

habitación, una habitación que tenía que compartir, no menos, en un lugar en el que no

quería estar. Se preguntó si las cosas podrían ir peor. Tan pronto como estiró los brazos

por encima de su cabeza, ella gritó por un dolor punzante en el hombro. Lo bajó

lentamente, haciendo una mueca.

Ella pasó un par de minutos arrastrando sus cosas a la terraza trasera. A pesar de que

el nido estaba detrás de su casa, ella no quería que los vecinos adivinaran que había

dormido fuera. Sobre la base de la grandeza de sus casas, ella los catalogó como el tipo

de gente que lo quería todo perfecto cuando se levantaban a sus patios traseros

bebiendo café por las mañanas. El conocimiento de que alguien había estado

durmiendo al lado de su casa, probablemente no encajaba con la imagen de la

perfección, y lo último que no quería era encontrarse con la policía. Con su suerte,

probablemente la habrían arrestado por vagancia. Delito grave por vagancia.

Le tomó dos viajes llevar todo, ella no tenía la energía para llevar todo a la vez, y para

cuando terminó, se dio cuenta de que había dejado su ejemplar de Anna Karenina. Ella

había tenido la intención de leerlo anoche, pero había estado demasiado cansada y lo

había puesto debajo de un trozo de madera para que la niebla no lo arruinara. Cuando

volvió a buscarlo, vio a alguien que vestía un mono de trabajo beige que publicitaba a

Frenos Blakelee, llevaba un rollo de cinta amarilla y un montón de palos. Parecía estar

caminando por la playa hacia la casa.

En el momento en que había recuperado su libro, el hombre estaba más cerca y

cazando alrededor de las dunas. Ella se dirigió hacia él, preguntándose qué estaba

haciendo, y luego él se volvió en su dirección. Cuando sus miradas se encontraron, fue

una de las pocas veces en su vida en que ella realmente se sentía muda.

Lo reconoció de inmediato, a pesar del uniforme. Ella recordó la forma en que lo había

visto sin camisa, bronceado y en forma, su pelo castaño mojado de sudor, la pulsera de

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macramé en su muñeca. Era el chico de la cancha de voleibol que se había estrellado

contra ella, el chico cuyo amigo casi se metió en una pelea con Marcus.

Parándose enfrente de ella, no parecía saber qué decir, tampoco. En cambio, se limitó a

mirarla. Aunque ella sabía que era una locura, tenía la impresión de que de alguna

manera el placer corría por ella. Podía verlo comenzando a reconocerla, en la forma en

que comenzó a sonreírle, ninguno de los dos hacía ningún movimiento.

— Hey, eres tú. — Él dijo — Buenos días.

Ella no estaba segura de qué pensar, sólo le quedaba preguntar en tono amistoso —

¿Qué estás haciendo aquí?

— Recibí una llamada desde el acuario. Alguien me llamó anoche para informar de un

nido de tortugas de mar, y me pidieron que viniera aquí para comprobarlo.

— ¿Trabajas para el acuario?

Sacudió la cabeza.

— Sólo soy voluntario allí. Yo trabajo en el taller de frenos de mi padre. No habrás

visto un nido de tortuga por aquí, ¿verdad?

Sintió relajarse un poco.

— Es allí. — Dijo señalando.

— Hey, eso es genial. — Él sonrió — Tenía la esperanza de que estuviera cerca de una

casa.

— ¿Por qué?

— Debido a las tormentas. Si las olas del mar rompen sobre el nido, los huevos no

nacerían.

— Pero son tortugas marinas.

Levantó las manos.

— Lo sé. No tiene sentido para mí tampoco, pero esa es la manera en que funciona la

naturaleza. El año pasado, perdimos un par de nidos cuando una tormenta tropical

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llegó. Fue muy triste. Están en peligro de extinción, ya sabes. Sólo una de cada mil llega

a la madurez.

— Sí, lo sé.

— ¿De veras? — Él parecía impresionado.

— Mi padre me lo dijo.

— Oh. — Dijo. Señaló hacia la playa con un gesto amistoso — ¿He de suponer que

vives por aquí?

— ¿Por qué quieres saberlo?

— Sólo para tener conversación. — Respondió él con facilidad — Mi nombre es Will.

— Hola, Will.

Hizo una pausa.

— Interesante.

— ¿Qué?

— Normalmente, cuando alguien se presenta, la otra persona hace lo mismo.

— No soy como la mayoría de la gente. — Ronnie se cruzó de brazos, con cuidado de

mantener la distancia.

— Ya me imaginé que así era. — Mostró una sonrisa rápida — Lo siento, por chocar

contra

tí en el partido de voleibol.

— Ya te disculpaste, ¿recuerdas?

— Lo sé. Pero parecías furiosa.

— Se volcó el refresco sobre mi camisa.

— Eso es muy malo. Pero realmente deberías tratar de prestar más atención a lo que

está pasando.

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— ¿Perdón?

— Es un juego de movimientos rápidos.

Se puso las manos en las caderas.

— ¿Estás tratando de decir que fue culpa mía?

— Sólo estoy tratando de asegurarme de que no vuelva a ocurrir. Como he dicho, me

sentí mal por lo sucedido.

Con su respuesta, ella tuvo la sensación de que estaba tratando de coquetear con ella,

pero no sabía por qué. No tenía sentido, ella sabía que no era su tipo, y, francamente, él

tampoco era su tipo. Pero a esta hora temprana, no estaba de humor para tratar de

averiguarlo. En cambio, indicó a los objetos que llevaba, pensando que probablemente

era mejor volver al tema en cuestión.

— ¿Cómo se supone que la cinta va a mantener a los mapaches a distancia?

— No sé. Estoy aquí para marcar el nido. Pongo la cinta alrededor de las clavijas para

que los chicos que ponen la jaula sepan dónde encontrar el nido.

— ¿Cuando van a ponerlo en alto?

— No lo sé. — Él se encogió de hombros — Quizás en un par de días.

Pensó en la agonía que había experimentado al despertar, y comenzó a sacudir la

cabeza.

— No, yo no lo creo. Llámalos y diles que tienen que hacer algo para proteger el nido

hoy. Diles que vi un mapache anoche rondando el nido.

— ¿Tú?

— Sólo díselo, ¿de acuerdo?

— Tan pronto como termine, me aseguraré de llamar. Te lo prometo.

Ella miró hacia él, pensando que había sido demasiado fácil, pero antes de que pudiera

pensar en ello aún más, su padre salió al porche trasero.

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— Buenos días, mi amor. — Gritó — Hice el desayuno por si tienes hambre

Will miró de Ronnie a su padre y de vuelta a ella.

— ¿Vives aquí?

En lugar de responder, dio un paso hacia atrás.

— Sólo asegúrate de decírselo a la gente en el acuario, ¿de acuerdo?

Ella emprendió el regreso a la casa y, cuando dio un paso dentro del porche, oyó que

Will la llamaba.

— ¡Hey!

Ella se volvió.

— No me dijiste tu nombre.

— No. — Respondió ella — Supongo que no lo hice.

Cuando se dirigió a la puerta, ella sabía que no debía mirar hacia atrás, pero no pudo

evitar echar un vistazo rápido sobre su hombro. Cuando él levantó una ceja, se dio una

patada mental a sí misma, contenta de no haberle dicho su nombre.

En la cocina, su padre estaba de pie frente a una sartén en la cocina, removiendo con

una espátula. En el mostrador junto a él había un paquete de tortillas, y Ronnie tuvo

que admitir que lo que sea que estuviera haciendo olía terrible. Por otra parte, no había

comido nada desde la tarde de ayer.

— Hola. — Dijo sobre su hombro — ¿Quién era ese con el que estabas hablando?

— Sólo un tipo del acuario. Él está aquí para marcar el nido. ¿Qué estás haciendo?

— Un burrito vegetariano de desayuno.

— Estás bromeando.

— Tiene arroz, frijoles y tofu. Todo va en la tortilla. Espero que esté bien. He

encontrado la receta online, así que no puedo responder por su sabor.

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— Estoy segura de que está bien. — Dijo. Se cruzó de brazos, pensando que bien

podría terminar con esto — ¿Has hablado con mamá?

Sacudió la cabeza.

— No, todavía no. Hablé con Pete esta mañana, sin embargo. Dijo que aún no había

sido capaz de hablar con el dueño. Él está fuera de la ciudad.

— ¿Él?

— Parece que el hombre que trabaja allí es el sobrino del propietario. Pero Pete dijo que

conoce al dueño bastante bien.

— Oh. — Dijo, preguntándose si habría alguna diferencia.

Su padre golpeó la espátula en la sartén.

— De todos modos, me imaginé que podría ser una buena idea no llamar a tu madre

hasta que yo tenga todos los detalles. No me gustaría tener que preocuparla

innecesariamente.

— ¿Estás diciendo que no tengo que decírselo?

— A menos que tú quieras...

— No, eso está bien. — Dijo rápidamente — Tienes razón. Probablemente es mejor

esperar.

— Muy bien. — Él aceptó. Después de un último revuelo, apagó el quemador — Creo

que esto está casi listo. ¿Tienes hambre?

— Mucha hambre — Ella confesó.

Cuando se acercó, tomó un plato de la alacena y añadió la tortilla, a continuación,

recogió algunas de las mezclas en él. Se lo ofreció a ella.

— ¿Es eso suficiente?

— Abundante. — Ella dijo.

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— ¿Quieres café? Tengo una cafetera en marcha. — Tomó una taza de café y se lo

entregó a ella — Jonah mencionó que a veces vas a Starbucks, por lo que he comprado.

Tal vez no sea tan bueno como los que hacen en sus tiendas, pero es lo mejor que

puedo hacer.

Ella tomó la taza, mirándole fijamente.

— ¿Por qué eres tan bueno conmigo?

— ¿Por qué no iba a serlo?

Porque no he sido muy amable contigo, podría haber dicho. Pero no lo hizo.

— Gracias. — Murmuró al contrario, pensando que todo se sentía como un extraño

episodio de Twilight Zone*, donde su padre la había olvidado por completo de alguna

manera en los últimos tres años.

Se sirvió un café y se sentó en la mesa. Steve se unió a ella un momento después con su

propio plato y comenzó a enrollar su burrito.

— ¿Cómo fue anoche? ¿Dormiste bien?

— Sí, cuando me dormí. Despertar no fue tan fácil.

— Me di cuenta demasiado tarde de que probablemente debería haber recogido un

colchón de aire.

— Está bien. Sin embargo, después del desayuno, creo que voy a descansar un rato.

Todavía estoy un poco cansada. Han sido días muy largos.

— Tal vez no deberías tomar café.

— No importa. Créeme, voy a salir.

Detrás de ellos, Jonah entró en la cocina usando su pijama de Transformers, el pelo

desordenado en todas direcciones. Ronnie no pudo evitar sonreír.

— Buenos días, Jonah, — Ella dijo.

— ¿Están bien las tortugas?

— Ellas están bien. — Ella dijo.

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— Buen trabajo. — Dijo él. Se rascó la espalda mientras caminaba hacia la estufa —

¿Qué hay de desayuno?

— Burritos vegetarianos. — Respondió su padre.

Con cautela, Jonah estudió las mezclas en la sartén, a continuación, los artículos en el

mostrador.

— ¡No me digas que te pasaste al lado oscuro, papá!

Steve trató de ahogar su sonrisa.

— Está bueno.

— ¡Es tofu! ¡Qué asco!

Ronnie se echó a reír mientras se alejaba de la mesa.

— ¿Cómo puedo obtener un Pop—Tart en su lugar?

Parecía estar tratando de decidir si esto era una especie de pregunta capciosa.

— ¿Con la leche de chocolate? — Ronnie miró a su padre.

— Hay mucha en la nevera. — Dijo.

Le sirvió un vaso y lo puso sobre la mesa. Jonah no se movió.

— Está bien, ¿qué está pasando?

— ¿Qué quieres decir?

— Esto no es normal. — Dijo — Alguien debería estar furiosa. Alguien siempre está

enojada por la mañana.

— ¿Estás hablando de mí? — Ronnie preguntó. Ella puso dos Pop—Tarts en la

tostadora — Yo siempre estoy alegre.

— Sí, claro. — Él dijo. Él la miró — ¿Estás segura de que las tortugas están bien?

Porque los dos estáis actuando como si hubieran muerto.

— Están bien. Te lo prometo. — Ronnie le aseguró.

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— Voy a comprobarlo.

— Adelante.

Él la estudió.

— Después del desayuno. — Agregó.

Steve sonrió y la miró.

— ¿Qué es lo que tienes en tu agenda para hoy? — Él preguntó — ¿Después de la

siesta?

Jonah tomó su leche.

— Nunca tomas siestas.

— Lo hago cuando estoy cansada.

— No. — Dijo él sacudiendo la cabeza — Esto no es correcto. — Se puso la leche abajo

— Algo extraño está pasando y yo no me voy de aquí hasta que me entere de lo que es.

*** Después de que ella hubiera terminado de comer —y una vez que Jonah había sido

aplacad—, Ronnie se retiró a su habitación. Steve la siguió con algunas toallas

dejándolas caer sobre la barra de las toallas, no es que Ronnie las necesitara. Se quedó

dormida casi de inmediato y se despertó sudando a media tarde. Después de una larga

ducha fría, se detuvo en el taller para decirles a su padre y Jonah lo que iba a hacer.

Es posible, desde luego, que él la moliera más tarde, después de que él hablara con el

oficial o con su madre. O tal vez había estado diciendo la verdad, tal vez la había

creído cuando ella había dicho que era inocente.

¿No sería eso algo?

De cualquier manera, ella tenía que hablar con Blaze, y pasó un par de horas

buscándola. Revisó la casa de la madre de Blaze y el restaurante y, aunque no entró, se

asomó por las ventanas de la tienda de música, latiéndole fuerte el corazón,

asegurándose de que el gerente estaba de espaldas. Blaze no estaba allí, tampoco.

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De pie en el muelle, examinó arriba y abajo la playa, sin suerte. Era posible, por

supuesto, que Blaze se hubiese ido a Bower's Point, era el lugar favorito del grupo de

Marcus. Pero ella no quería ir sola. Lo último que quería era verlo a él, y mucho menos

tratar de hablar con Blaze mientras él estuviera cerca.

Estaba a punto de rendirse y regresar a casa cuando vio a Blaze salir de entre las dunas,

un poco más abajo de la playa. Ella corrió siguiendo sus pasos, asegurándose de no

perderla de vista, entonces se apresuró a bajar a la playa. Si Blaze notó que Ronnie

estaba caminando hacia ella, no dio muestras de cariño. En cambio, cuando Ronnie se

acercó tomó asiento en la duna y miró por encima del agua.

— Tienes que decirle a la policía lo que hiciste. — Ronnie dijo sin preámbulos.

— Yo no he hecho nada. Y es a ti a quien atraparon.

Ronnie sentía cómo temblaba.

— ¡Tú pusiste los cuarenta y cinco CDs en mi bolso!

— No, no lo hice.

— ¡Eran lo CDs que estabas escuchando!

— Y la última vez que los vi, estaban todavía en los auriculares. — Blaze se negó a

enfrentarla.

Ronnie sintió que la sangre empezaba a correr a sus mejillas.

— Esto es grave, Blaze. Esta es mi vida. ¡Puedo conseguir una condena por un delito! Y

te dije lo que había pasado antes.

— Oh, bien.

Ronnie apretó los labios para no explotar.

— ¿Por qué me hiciste esto?

Blaze se levantó de su lugar, sacudiendo la arena de sus pantalones vaqueros.

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— No te he hecho nada. — Dijo. Su voz era fría y plana — Y eso es exactamente lo que

le dije a la policía esta mañana.

En la incredulidad, Ronnie vio a Blaze marcharse, actuando casi como si realmente lo

creyera.

*** Ronnie volvió al muelle.

Ella no quería volver a casa, a sabiendas de que tan pronto como su padre hablara con

el oficial Pete, sabría lo que Blaze había dicho. Sí, tal vez todavía estaría bien sobre todo

el asunto, pero, ¿y si no le creía a ella?

¿Y por qué Blaze estaba haciendo esto? ¿Por Marcus? Lo que sea que Marcus haya

dicho lo hizo porque estaba furioso por la forma en que Ronnie le había rechazado la

otra noche, o Blaze quería creer que Ronnie estaba tratando de robarle su novio. Ahora,

ella se inclinaba hacia la segunda, pero al final, realmente no importaba. Cualquiera

que fuera su motivación, Blaze estaba mintiendo y más que dispuesta a arruinar la vida

de Ronnie.

No había comido desde el desayuno, pero con un nudo en el estómago, no tenía

hambre. En su lugar, ella se sentó en el muelle hasta que el sol se puso, observando el

cambio de agua de azul a gris y, finalmente, el carbón de leña. Ella no estaba sola: A lo

largo del muelle, la gente estaba de pesca, aunque por lo que ella podía ver, los peces

no parecían estar mordiendo. Hace una hora, una joven pareja se había presentado con

bocadillos y una cometa. Se dió cuenta de la forma tan tierna en que se miraban el uno

al otro. Pensó que estaban en la universidad, eran sólo un par de años mayores que

ella, pero había un afecto fácil entre ellos que ella aún no había experimentado en

cualquiera de sus propias relaciones. Sí, ella había tenido novios, pero ella nunca había

estado enamorada, y a veces dudaba de si alguna vez lo estaría. Después de que sus

padres se divorciaron, ella había sido en cierto modo cínica con respecto a todo el

asunto, al igual que la mayoría de sus amigos. La mayor parte de sus padres se

divorciaron, así que a lo mejor tenía algo que ver con eso.

Cuando los últimos rayos del sol se apagaban en el cielo, ella comenzó a volver a casa.

Quería volver esta noche a una hora decente. Era lo menos que podía hacer para

demostrar a su padre que valoraba lo comprensivo que había sido. Y a pesar de su

anterior siesta, todavía estaba cansada.

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Cuando llegó a la cabeza del muelle, optó por caminar por el distrito financiero en

lugar de a lo largo de la playa. Tan pronto como dió la vuelta a la esquina, cerca de la

cafetería, ella sabía que había tomado la decisión equivocada. Una sombra se apoyó en

el capó de un coche, con una bola de fuego.

Marcus.

Solo que esta vez estaba solo. Ella se detuvo, sintiendo su aliento capturado en su

garganta.

Se apartó del coche y caminó hacia ella, la luz de las farolas mostraba la mitad de su

cara en sombras. Rodó la bola de fuego en el dorso de la mano, observándola, luego la

bola terminó de vuelta en su puño. Apretó la mano, extinguiéndolo, y se dirigió hacia

ella.

— Hola, Ronnie. — Dijo.

Su sonrisa le hacía parecer aún más espeluznante. Se quedó en el lugar, deseando que

viera que ella no tenía miedo de él. A pesar de que sí le temía.

— ¿Qué quieres? — Preguntó ella, odiando el ligero temblor en su voz.

— Te vi caminando y pensé en saludarte.

— Ya lo hiciste. — Dijo ella – Adiós.

Ella comenzó a moverse más allá de él, pero él se puso delante de ella.

— He oído que estás teniendo problemas con Blaze. — Susurró.

Se echó hacia atrás, su piel hormigueó.

— ¿Qué sabes sobre eso?

— Sé lo suficiente como para no confiar en ella.

— No estoy de humor para esto.

Una vez más ella se giró, rodeándolo y esta vez la dejó pasar antes de llamarla.

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— No te alejes. He venido a buscarte porque yo quería que supieras que yo podría ser

capaz de contar lo que te está haciendo. — A pesar de sí misma, Ronnie vaciló. En la

penumbra, Marcus la miró fijamente — Me han advertido que ella se pone muy celosa.

— Es por eso que trataste de hacerlo peor, ¿eh?

— Yo estaba haciendo una broma esa noche. Pensé que era gracioso. ¿Crees que yo

tenía idea de lo que iba a hacerte?

Por supuesto que sí, Ronnie pensó. Y era exactamente lo que querías.

— Entonces, hazlo. — Ella dijo — Habla con Blaze, haz lo que tengas que hacer.

Sacudió la cabeza.

— No me oíste. Te dije que podría ser capaz de contar algo con respecto a ella, si...

— ¿Si qué?

Él cerró la brecha entre ellos. Las calles, se dió cuenta, se quedaron calladas. No había

nadie más alrededor, ni coches en la intersección.

— Estaba pensando que podríamos ser… amigos.

Sintió que sus mejillas se ponían de color de nuevo, y la palabra salió antes de que

pudiera detenerla.

— ¿Qué?

— Ya me oíste. Y puedo aclarar todo esto.

Se dió cuenta de que estaba lo suficientemente cerca como para tocarla, y ella dió un

súbito paso hacia atrás.

— ¡Sólo mantente alejado de mí!

Ella se volvió y corrió, a sabiendas de que la seguiría, consciente de que conocía la zona

mejor que ella, aterrorizada de que iba a alcanzarla. Podía sentir su corazón latiendo

fuerte, podía oír su propia respiración frenética.

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Su casa no estaba lejos, pero ella no estaba en forma. A pesar del miedo y de la

adrenalina, podía sentir sus piernas obtener peso. Ella sabía que no podía seguir, y

como hizo una vez, lanzó una mirada hacia atrás sobre su hombro.

Y se dió cuenta de que estaba sola en la calle, nadie detrás de ella, en absoluto.

*** De vuelta en su casa, Ronnie no entró de inmediato. La luz estaba encendida en la sala,

pero quería recuperar la compostura antes de enfrentarse a su padre. Por alguna razón,

no quería que viera lo asustada que había estado, por lo que se sentó en los escalones

del porche.

Por encima de ella, las estrellas estaban en su totalidad, la luna flotando cerca del

horizonte. El olor de la sal y salmuera montaron en la niebla del océano, un olor

vagamente primordial. En otro contexto, podría haber encontrado algo relajante en

esto; ahora, se sentía tan extraño como todo lo demás.

Primero Blaze. Luego, Marcus. Se preguntó si todo el mundo estaba loco aquí abajo.

Marcus ciertamente lo estaba. Bueno, quizás no técnicamente, era inteligente, astuto y,

por lo que ella podía decir, totalmente sin la empatía, la clase de persona que sólo

piensa en sí misma y en lo que quería. El otoño pasado, en su clase de inglés, había

tenido que leer una novela de un autor contemporáneo, y había elegido El Silencio de

los Corderos. En el libro, había aprendido que el personaje central, Hannibal Lecter, no

era psicópata, era sociópata, esa fue la primera vez que ella se dió cuenta de que había

una diferencia entre los dos. Aunque Marcus no era un asesino caníbal, tenía la

sensación de que él y Aníbal son más parecidos que diferentes, por lo menos en la

forma de ver el mundo y su papel en él.

Blaze, aunque... ella solo...

Ronnie no estaba segura exactamente. Controlada por sus emociones, sin duda.

Enojada y celosa. Pero en el día que habían pasado juntas, nunca tuvo la sensación de

que algo andaba mal con la chica, además de ser una ruina emocional, un tornado de

hormonas y la inmadurez que la destrucción había dejado a su paso.

Ella suspiró y se pasó una mano por el pelo. Ella realmente no quería entrar. En su

mente, ella ya oía la conversación.

Hey, cariño, ¿cómo te fue?

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No muy bien. Blaze está completamente bajo el hechizo de un psicópata manipulador y mintió a

la policía esta mañana, así que me voy a la cárcel. ¿Y por el camino? El sociópata decidió que

quiere dormir conmigo, me siguió y prácticamente me dió un susto de muerte. ¿Cómo fue tu

día?

No era exactamente la agradable charla después de la cena que probablemente quería

tener, aunque fuera la verdad.

Lo que significaba que tendría que fingir. Suspirando, se lanzó a sí misma por encima

de los escalones del porche y se dirigió a la puerta. En el interior, su padre se sentó en

el sofá, con una Biblia con los bordes de las páginas doblados abierta delante de él. Lo

cerró mientras ella caminaba.

— Hey, cariño, ¿cómo te fue?

Se obligó a una rápida sonrisa, tratando de actuar lo más despreocupada posible.

— No tuve la oportunidad de hablar con ella. — Dijo.

Era difícil actuar normal, pero de alguna manera lo logró. Tan pronto como se metió

dentro, su padre la había animado a seguirle a la cocina, donde había hecho otro plato

de pasta de tomates, berenjenas, calabaza y calabacín en Penne. Comieron en la cocina

mientras Jonah armaba un Lego de Star Wars, algo que el Pastor Harris le había traído,

cuando se había acercado a saludar antes.

Posteriormente, se establecieron en la sala de estar y sintió que no estaba de humor

para hablar, su padre leía la Biblia mientras ella leía Ana Karenina, un libro que su

madre había jurado que le encantaría. Aunque el libro parecía estar bien, Ronnie no se

podía concentrar en él. No sólo por Blaze y Marcus, sino porque su padre estaba

leyendo la Biblia. Mirando atrás, se dio cuenta de que nunca lo había visto hacer eso

antes. Entonces otra vez, pensó, tal vez él la tenía y ella nunca lo había notado.

Jonah terminó de construir su artefacto de Lego y anunció que se iba a la cama. Ella le

dió unos minutos, con la esperanza de que se hubiera dormido antes de que ella

entrara en la habitación. A continuación, dejó a un lado su libro y se levantó del sofá.

— Buenas noches, cariño. — Dijo su padre — Sé que no ha sido fácil para ti, pero me

alegro de que estés aquí.

Hizo una pausa antes de cruzar la habitación hacia él. Se inclinó y, por primera vez en

tres años, ella lo besó en la mejilla.

— Buenas noches, papá.

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En el cuarto oscuro, Ronnie se sentó en su cama, sintiéndose drenada. Aunque ella no

quería llorar, odiaba cuando lloraba, ella no parecía poder detener la avalancha

repentina de emociones. Ella respiró irregular.

— Adelante, llora. — Oyó murmurar a Jonah.

Genial, pensó. Justo lo que necesitaba.

— No estoy llorando. — Dijo.

— Parece como si estuvieras llorando.

— No lo estoy haciendo.

— Está bien. No me molesta.

Ronnie sollozó y, tratando de ponerse bajo control, tomó el pijama que había escondido

antes. Presionándolo cerca de su pecho, se levantó para ir al baño a cambiarse. En el

camino, se le ocurrió mirar por la ventana. La luna había ascendido en el cielo,

haciendo un resplandor de plata de arena, y cuando se volvió en dirección a los nidos

de tortuga, detectó un movimiento brusco en las sombras.

Después de olfatear el aire, el mapache se dirigió hacia el nido, protegidos sólo por la

cinta amarilla de precaución.

— ¡Oh, mierda!

Ella tiró su pijama y salió corriendo de la habitación. Cuando se abalanzó a través de la

sala de estar y la cocina vagamente oyó gritar a su padre — ¿Qué pasa? — Pero ya

estaba en la puerta antes de que pudiera responder. Encima de la duna, ella comenzó a

gritar mientras agitaba los brazos.

— ¡No! ¡Para! ¡Vete!

El mapache levantó la cabeza, y rápidamente se escabulló. Se desvaneció en la duna en

la hierba.

— ¿Qué está pasando? ¿Qué pasó?

Se volvió y vio a su padre y Jonah de pie en el porche.

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— ¡Ellos no pusieron la jaula!

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* Twilight Zone: Conocida en español como La Dimension desconocida (Argentina), En los

Limites de la Realidad (España) o La Quinta Dimension (en algunos paises de America), fue

una serie de television estadounidense especializada en el género de la ciencia—ficcion, la

fantasia y el terror. (N. del C.)

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Capítulo 13

Will

Las puertas de Frenos Blakelee habían sido abiertas hace sólo diez minutos, cuando

Will la vio empujar a través de las puertas del vestíbulo y caminar directamente hacia

el centro de servicio. Limpiándose las manos con una toalla, se dirigió hacia ella.

— Oye — Dijo sonriendo — No esperaba verte aquí.

— ¡Gracias por nada! — Replicó ella.

— ¿De qué estás hablando?

— ¡Te pedí hacer una sola cosa! ¡Sólo hacer una llamada para que pusieran la jaula!

¡Pero no pudiste hacer eso!

— Espera... ¿qué está pasando? — Él parpadeó.

— ¡Te dije que vi a un mapache! ¡Te dije que vi a un mapache alrededor del nido!

— ¿Ocurrió algo con el nido?

— Como si te importara. ¿Qué? ¿Tu partido de voleibol te hizo olvidar?

— Yo sólo quiero saber si el nido está bien.

Ella continuó mirándolo fijamente.

— Sí. Está bien. No gracias a ti.

Ella se volvió sobre sus talones y se marchó hacia la salida.

— ¡Espera! — Gritó — ¡Espera!

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Hizo caso omiso de él, dejando a Will conmocionado y petrificado en el lugar mientras

ella se iba a pasos pesados a través del pequeño hall de entrada y salida de la puerta

principal.

— ¿Qué diablos fue todo eso?

Por encima de su hombro, Will se dio cuenta de que Scott lo miraba desde detrás de la

grúa.

— Hazme un favor. — Will lo llamó.

— ¿Qué necesitas?

Sacó las llaves de su bolsillo y se dirigió hacia el camión que había aparcado en la parte

trasera.

— Cúbreme. Tengo que ocuparme de algo.

Scott dio un paso hacia adelante.

— ¡Espera! ¿De qué estás hablando?

— Volveré tan pronto como pueda. Si mi padre viene, dile que ya vuelvo. Tú puedes

encargarte de las cosas mientras estoy fuera.

— ¿Adónde vas? — Scott lo llamó.

Esta vez, Will no respondió, y Scott dio un paso hacia él.

— ¡Vamos, hombre! ¡No quiero hacer esto solo! Tenemos un montón de coches que

arreglar.

A Will no le importaba, y una vez fuera de la bahía, corrió hacia su camión, sabiendo

hacia dónde tenía que ir.

*** La encontró en la duna una hora más tarde, junto al nido, todavía tan enojada como lo

había estado cuando había aparecido en la tienda de frenos. Al verlo acercarse, se puso

las manos en las caderas.

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— ¿Qué quieres?

— No me dejaste terminar. Sí llamé.

— Seguro que sí.

Él inspeccionó el nido.

— El nido está bien. ¿Cuál es el problema?

— Sí, está bien. Pero no gracias a ti.

Él sintió una oleada de irritación.

— ¿Cuál es tu problema?

— Mi problema es que yo tuve que dormir fuera de nuevo ayer por la noche porque el

mapache regresó. ¡El mismo mapache del que te hablé!

— ¿Dormiste fuera?

— ¿Alguna vez escuchas algo de lo que digo? Sí, yo tuve que dormir fuera. Dos noches

seguidas, ¡porque tú no haces tu trabajo! Si yo no hubiera estado mirando por la

ventana en el momento justo, el mapache habría conseguido los huevos. Él no estaba a

más de un par de metros de distancia del nido, cuando finalmente lo asusté a la

distancia. Y entonces tuve que quedarme aquí, porque sabía que iba a volver. ¡Es por

eso que te pedí que llamaras en primer lugar! ¡Y supuse que incluso un vagabundo de

playas como tú puede recordar cómo hacer su trabajo!

Ella lo miró fijamente, con las manos en la cintura, como tratando de aniquilarlo con su

visión de rayos de muerte.

Él no lo pudo resistir.

— Una vez más, a ver si entendí la historia bien: Tú viste a un mapache, entonces

querías que yo llamara, entonces viste al mapache de nuevo. Y terminaste durmiendo

en el exterior. ¿Es así? — Ella abrió la boca, y la volvió a cerrar. Luego, dando media

vuelta, se dirigió en línea recta hacia su casa — Llegarán mañana a primera hora. — Le

gritó — Y sólo para que lo sepas, sí llamé. Dos veces, en realidad. Una vez justo

después de poner la cinta, y una vez más después de que me fuera del trabajo.

¿Cuántas veces tengo que decir esto antes de que me escuches? — Aunque se detuvo,

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todavía no se enfrentaría a él. Él continuó — Y después de esta mañana, cuando te

fuiste, me fui directamente al director del acuario y le hablé en persona. Dijo que este

nido será su primera parada por la mañana. Que habrían venido hoy, pero hay ocho

nidos en la playa Holden.

Poco a poco, se volvió y le miró, tratando de decidir si estaba diciendo la verdad.

— Eso no ayuda a mis tortugas esta noche, ¿verdad?

— ¿Tus tortugas?

— Sí. — Dijo. Su tono era enfático — Mi casa. Mis tortugas.

Y con eso, se dio la vuelta y regresó a su casa, esta vez sin importarle que él aún

estuviera allí. A él le gustaba, era tan simple como eso.

*** En su camino de regreso al trabajo, aún no sabía por qué le gustaba, pero nunca, ni una

vez había salido del trabajo para perseguir a Ashley. Cada vez que la había visto, ella

había logrado sorprenderlo. Le gustaba la forma en que siempre decía lo que estaba

pensando, y le gustaba la forma en que se mostraba imperturbable por él.

Irónicamente, sin embargo, aún tenía que dejarle una buena impresión. Primero, le

había derramado refresco encima, luego, casi se había visto implicado en un motín, y

esta mañana, lo había considerado un perezoso o un idiota.

No hay problema, por supuesto. Ella no era su amiga y él no sabía nada de ella... Pero,

por alguna razón, le importaba lo que pensaba de él. Y no sólo le importa, sino que, por

muy loco que pareciera, él quería que ella tuviera una buena impresión de él.

Porque él quería gustarle a ella, también.

Fue una experiencia extraña, una nueva para él, y el resto del día en el taller,

trabajando a lo largo del almuerzo también para compensar por el tiempo que había

perdido, se encontró con que sus pensamientos volvían a ella. Sentía que había algo

real en la forma en que ella hablaba y actuaba, como si realmente le importara, por

debajo de la fachada frágil. Algo que le hizo saber que, si bien la había decepcionado a

este punto, con ella, siempre había una oportunidad de redención.

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Más tarde esa noche, la encontró sentada exactamente donde él pensaba que estaría, en

una silla de playa con un libro abierto en su regazo, leyendo a la luz de una linterna

pequeña. Ella lo miró mientras se acercaba, y luego volvió a su libro, sin mostrarse ni

sorprendida ni contenta.

— Me imaginé que estarías aquí. — Dijo — Con eso de tu casa, tus tortugas, y todo.

Cuando ella no respondió, su mirada se desvió. No era muy tarde y las sombras se

movían detrás de las cortinas de la pequeña casa en la que vivía.

— ¿Alguna señal del mapache? — En lugar de responder, ella pasó una página de su

libro — Espera. Déjame adivinar. Me estás dando la ley de hielo, ¿no?

Con esto suspiró.

— ¿No deberías estar con tus amigos, mirándoos a vosotros mismos en el espejo?

Se rió.

— Eso es gracioso. Tendré que recordarlo.

— No estoy siendo graciosa. Hablo en serio.

— Oh, porque somos tan guapos, ¿no? — En respuesta, ella volvió a su libro, pero

sabía que no estaba en realidad leyendo. Se sentó a su lado — ‚Las familias felices son

todas iguales, cada familia infeliz es infeliz a su manera‛. — Citó señalando a su libro.

— Es la primera línea en tu libro. Siempre pensé que había mucho de verdad en eso. O

tal vez eso es sólo lo que mi profesor de inglés dijo. Realmente no lo puedo recordar.

Lo leí el último semestre.

— Tus padres deben estar muy orgullosos de que puedas leer.

— Lo est{n. Me compraron un poni y todo cuando hice un trabajo sobre ‚El gato en el

sombrero‛*.

— ¿Fue antes o después de que afirmaras haber leído Tolstoi?

— ¡Oh, así que sí me estás escuchando! Sólo me estaba asegurando. — Abrió los brazos

hacia el horizonte — Es una noche hermosa, ¿no? Siempre me han gustado las noches

como ésta. Hay algo relajante en el sonido de las olas en la oscuridad, ¿no te parece? —

Hizo una pausa.

Cerró su libro.

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— ¿Por qué la conferencia de prensa?

— Me gusta la gente a la que le gustan las tortugas.

— Así que ve pasar el rato con tus amigos de acuario. Oh, espera, no puedes. Porque

están salvando a otras tortugas, y tus otros amigos se están pintando las uñas y rizando

el pelo, ¿verdad?

— Probablemente. Pero yo sólo imaginé que podrías querer algo de compañía.

— Estoy bien. — Espetó — Ahora, vete.

— Es una playa pública. Me gusta estar aquí.

— ¿Así que te vas a quedar?

— Creo que sí.

— ¿Entonces no te importa si entro?

Él se enderezó y se llevó una mano a la barbilla.

— Yo no sé si eso es una buena idea. Quiero decir, ¿cómo se puede confiar en que me

quedaré aquí toda la noche? Y con ese mapache molesto...

— ¿Qué quieres de mí? — Preguntó ella.

— Para empezar, ¿qué tal tu nombre?

Cogió una toalla, colocándola sobre sus piernas.

— Ronnie. — Dijo — Es la abreviatura de Veronica.

Él se reclinó un poco, apoyando sus brazos por detrás.

— Muy bien, Ronnie. ¿Cuál es tu historia?

— ¿Por qué te importa?

— Dame un respiro. — Dijo volviéndose hacia ella — Lo estoy intentando, ¿de

acuerdo?

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No estaba seguro de lo que ella pensaba al respecto, pero mientras ella se recogía el

pelo en una coleta suelta, pareció aceptar la idea de que no iba a ser capaz de

deshacerse fácilmente de él.

— Muy bien. Mi historia: Yo vivo en Nueva York con mi madre y mi hermano

pequeño, pero nos envían aquí para pasar el verano con nuestro padre. Y ahora estoy

haciendo de niñera de unos huevos de tortuga, mientras que un jugador de voleibol de,

cruce con mono grasiento, cruce con voluntario de acuario, intenta seducirme.

— No estoy intentado seducirte. — Protestó.

— ¿No?

— Créeme, lo sabrías si estuviera intentando seducirte. No serías capaz de evitar

sucumbir ante mis encantos. — Por primera vez desde que había llegado, la oyó reír. Él

lo tomó como una buena señal y siguió adelante — En realidad, vine aquí porque me

sentía mal por lo de la jaula, y no quería que estuvieras aquí sola. Como dije antes, es

una playa pública y nunca se sabe quién puede venir caminando.

— ¿Alguien como tú?

— No es de mí de quien te debes preocupar. Hay gente mala en todas partes. Incluso

aquí.

— Y déjame adivinar. Tú me protegerías, ¿verdad?

— Si todo se reduce a eso, te protegería en un instante.

Ella no respondió, pero él tenía la sensación de que la sorprendió. La marea subía, y

juntos miraron las olas con destellos de plata cada vez que rodaban y lavaban la orilla.

A través de las ventanas, las cortinas ondeaban, como si alguien los estuviera

observando.

— Muy bien. — Dijo finalmente rompiendo el silencio — Tu turno. ¿Cuál es tu

historia?

— Soy un jugador de voleibol, cruce con mono grasiento, cruce con voluntario de

acuario. — Escuchó su risa otra vez, y le gustó su energía sin límites. Se sentía

contagiosa — ¿Está bien si me quedo aquí contigo durante un tiempo?

— Es una playa pública.

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Hizo un gesto hacia la casa.

— ¿No tienes que decirle a tu padre que estoy aquí?

— Estoy segura de que él ya sabe que estás aquí. — Dijo — Anoche debió haberme

estado vigilando a cada minuto.

— Suena como un buen padre.

Parecía considerar algo antes de sacudir la cabeza.

— Así que, te gusta el voleibol, ¿eh?

— Me mantiene en forma.

— Eso no responde realmente a la pregunta.

— Me gusta. Yo no sé si me encanta, sin embargo.

— Pero sí te gusta chocar con la gente, ¿verdad?

— Eso depende de con quién choque. Pero hace unos días, creo que tendría que decir

que resultó muy bien.

— ¿Crees que empaparme resultó bien?

— Si yo no te hubiera empapado, no podría estar aquí ahora.

— Y yo podría estar disfrutando de una tranquila noche en la playa.

— No sé. — Sonrió — Las tranquilas noches en la playa están sobrevaloradas.

— Supongo que no voy a averiguarlo esta noche, ¿eh? — Se rió — ¿Adónde vas a la

escuela?

— No voy. — Dijo — Me gradué hace un par de semanas. ¿Tú?

— Me acabo de graduar en Laney High School. Es la escuela a donde Michael Jordan

fue.

— Apuesto a que todos en tu escuela secundaria lo dicen.

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— No. — Corrigió — No todos. Sólo los que se gradúan.

Ella rodó los ojos.

— Muy bien. Entonces, ¿qué sigue para ti? ¿Vas a seguir trabajando para tu padre?

— Sólo durante el verano. — Cogió un poco de arena y la dejó escapar entre los dedos.

— ¿Y entonces?

— Me temo que no te lo puedo decir.

— ¿No?

— No sé lo suficiente como para confiar en ti con esa información.

— ¿Qué tal una pista?

— ¿Qué tal si tú me lo dices primero? ¿Qué sigue para ti?

Ella lo pensó.

— Estoy considerando seriamente la posibilidad de una carrera en la vigilancia de

nidos de tortugas. Me parece que tengo un don para ello. Quiero decir, deberías haber

visto la forma en que ese mapache se marchó. Era como si hubiera pensado que yo era

Terminator.

— Hablas como Scott. — Dijo. Al ver su expresión en blanco, explicó — Él es mi

compañero de voleibol, y el hombre es el rey de las referencias de películas. Es como si

no pudiera completar una frase sin una de ellas. Por supuesto, normalmente incluye

algunas insinuaciones sexuales también.

— Eso suena como un talento especial.

— Oh, lo es. Podría conseguir que te haga una demostración personal.

— No, gracias. Yo no necesito ninguna insinuación sexual.

— Es posible que te guste.

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— Creo que no.

Él sostuvo su mirada mientras bromeaban, notando que ella era más bonita de lo que él

recordaba. Divertida e inteligente, también, lo que era aún mejor.

Cerca del nido, vio inclinándose el césped en la brisa, y el sonido constante de las olas

que los rodeaban, haciéndole sentir como si estuvieran en un capullo.

Arriba y abajo de la playa, las luces brillaban en las casas frente al mar.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

— No estoy segura de poder detenerte.

Abrió sus pies en la arena.

— ¿Qué pasa contigo y Blaze?

En el silencio, ella se puso tensa ligeramente.

— ¿Qué quieres decir?

— Me preguntaba por qué estabas saliendo con ella la otra noche.

— Oh. — Dijo. Aunque no tenía idea de por qué, parecía aliviada — En realidad, nos

conocimos cuando ella derramó mi refresco en mí. Inmediatamente después de que

terminara de limpiar lo que tú derramaste sobre mí.

— Estás bromeando.

— No. Por lo que puedo decir, el verter refrescos en las personas es el equivalente de

‚Hola, es un placer conocerte‛, en esta parte del mundo. Francamente, creo que los

saludos estándar funcionan mejor, pero ¿qué sé yo? — Ella respiró hondo — De todos

modos, parecía buena y yo no conozco a nadie más, así que, sólo... terminamos

pasando juntas el tiempo.

— ¿Se quedó aquí contigo anoche?

Ella sacudió la cabeza.

— No.

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— ¿Qué? ¿No quería salvar a las tortugas? ¿O al menos hacerte compañía?

— Yo no le hablé sobre esto.

Se podría decir que no quería decir más, por lo que lo dejó pasar. En cambio, indicó a

la playa.

— ¿Quieres ir a dar un paseo?

— ¿Quieres decir un romántico paseo, o simplemente un paseo?

— Voy a decir... sólo un paseo.

— Buena elección. — Palmeó sus manos juntas — Pero sólo para que lo sepas, no

quiero ir demasiado lejos, siendo que los voluntarios del acuario no estaban

preocupados por el mapache, y los huevos aún están expuestos.

— Ellos estaban definitivamente preocupados. Sé de buena fuente que un voluntario

de acuario está ayudando a proteger el nido ahora mismo.

— Sí. — Dijo — Pero la verdadera pregunta es ¿por qué?

*** Caminaron por la playa en dirección al muelle, pasando por una docena de mansiones

frente al mar, cada una con escaleras que conducían a la playa. Algunas casas más

abajo, uno de los vecinos estaba llevando a cabo una pequeña reunión, todas las luces

en el tercer piso estaban encendidas, y tres o cuatro parejas se apoyaban en la

barandilla, mirando las olas iluminadas por la luz de la luna.

No hablaron mucho pero, por alguna razón, el silencio no se sentía incómodo.

Ronnie mantuvo la distancia suficiente para que no se rozaran accidentalmente entre

sí, a veces estudiando la arena y otras veces mirando al frente. Hubo momentos en que

le pareció ver una sonrisa fugaz cruzar sus facciones, como si se acordara de una

historia graciosa que aún no había compartido con él. De vez en cuando, se detuvo y se

agachó para recoger conchas marinas que estaban medio enterradas en la arena, y él

notaba su concentración a medida que las examinaba a la luz de la luna antes de lanzar

la mayoría de ellas a un lado. Las otras las deslizó en el bolsillo.

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Había muchas cosas que no sabía de ella... en muchos aspectos, seguía siendo una

extraña para él. En eso, ella era todo lo contrario de Ashley. Ashley no era nada

excepto segura y predecible; sabía bien lo que obtenía de ella, aunque no era lo que

realmente quería. Pero Ronnie era diferente, no había duda de ello, y cuando ella le

ofreció una sonrisa sin vigilancia e inesperada, tuvo la sensación de que ella intuía sus

pensamientos. Comprender eso lo llenaba de calidez, y cuando finalmente se dieron la

vuelta y siguieron su camino de regreso hacia su lugar cerca del nido de tortuga, hubo

un instante en que él se imaginaba a sí mismo caminando a su lado en la playa de

noche, todas y cada una de las noches, hasta un futuro lejano.

*** Cuando llegaron a la casa, Ronnie entró a hablar con su padre mientras que Will

desempaquetaba las cosas de su camión. Él instaló su saco de dormir y suministros al

lado del nido de tortuga, deseando que Ronnie pudiera quedarse cerca del nido con él.

Pero ya le había dicho que no había forma de que su padre estuviera de acuerdo. Por lo

menos, sin embargo, él se alegraba de que ella fuera capaz de dormir esta noche en su

propia cama.

Poniéndose cómodo, se acostó, pensando que hoy había sido un comienzo, nada más.

Cualquier cosa podría suceder desde aquí. Pero, cuando ella se volvió, sonriendo

mientras le enviaba un último saludo de buenas noches desde la galería, sintió algo

dentro que saltó en la idea de que ella tal vez podía imaginar también que era el

comienzo de algo.

— ¿Quién es el rígido?

— Nadie. Sólo un amigo. Vete.

*** Mientras las palabras andaban a la deriva por los pasillos dormidos de su mente, Will

tuvo problemas para recordar dónde estaba. Desviando los ojos del sol, se dio cuenta

que estaba cara a cara con un niño pequeño.

— Oh, hey. — Will murmuró.

El muchacho se frotó la nariz.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

— Despertando.

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— Puedo ver eso. Pero, ¿qué estabas haciendo aquí anoche?

Will sonrió. El chico actuaba tan seriamente como un médico forense, lo cual parecía

cómico dado su edad y estatura.

— Durmiendo.

— Uh—huh.

Se apartó, dándose a sí mismo un espacio para sentarse, y se dio cuenta de que Ronnie

estaba de pie a un lado. Estaba vestida con una camiseta negra y vaqueros rotos, y

llevaba la misma expresión divertida que había visto la noche anterior.

— Yo soy Will. — Ofreció — ¿Y tú eres...?

El chico asintió con la cabeza hacia Ronnie.

— Soy su compañero de cuarto. — Dijo — Nosotros nos conocemos desde hace mucho

tiempo.

Will se rascó la cabeza, sonriendo.

— Ya veo.

Ronnie dio un paso adelante, con el pelo aún húmedo por la ducha.

— Este es mi hermano entrometido, Jonah.

— ¿Ah, sí? — Preguntó Will.

— Sí. — Respondió Jonah — Con excepción de la parte de ‚entrometido‛.

— Es bueno saberlo.

Jonah siguió mirándolo.

— Creo que te conozco.

— No lo creo. Creo que recordaría haberte conocido.

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— No, yo me acuerdo. — Dijo Jonah comenzando a sonreír — ¡Tú eres el tipo que le

dijo al oficial de policía que Ronnie estaba en Bower’s Point!

El recuerdo de aquella noche comenzó a resurgir, y Will se giró hacia Ronnie, mirando

con temor cómo su expresión cambiaba de curiosidad a perplejidad y, finalmente, a la

comprensión.

Oh, no.

Jonah estaba todavía en curso.

— Sí, el oficial Pete la trajo a casa, y ella y papá tuvieron esa gran pelea a la mañana

siguiente...

Will vio la boca de Ronnie apretarse más fuerte. Murmurando, se dio la vuelta e

irrumpió en la casa.

Jonah se detuvo en mitad de la frase, preguntándose qué había dicho.

— Gracias por eso. — Will gruñó, y a continuación saltó a sus pies y echó a correr

detrás de Ronnie — ¡Ronnie! ¡Espera! Vamos. ¡Lo siento! No fue mi intención que te

metieras en problemas.

Tomó su brazo cuando la alcanzó. Cuando sus dedos rozaron la camiseta, ella se volvió

hacia él.

— ¡Vete!

— Sólo escúchame durante un segundo...

— Tú y yo no tenemos nada en común. — Espetó — ¿Entiendes?

— ¿Entonces qué fue lo de anoche?

Sus mejillas estaban rojas.

— Deja. Me. Sola.

— Tu acto no funciona en mí. — Dijo. Por alguna razón, sus palabras la mantuvieron

tranquila el tiempo suficiente como para continuar — Tú detuviste la pelea, a pesar de

que todo el mundo quería sangre. Tú fuiste la única que siquiera notó al niño que

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empezó a llorar, y vi la forma en que sonreías cuando él se fue con su madre. Lees

Tolstoi en tu tiempo libre. Y te gustan las tortugas marinas.

A pesar de que levantó la barbilla en forma desafiante, él sintió que había tocado una

fibra sensible.

— ¿Y qué?

— Así que quiero mostrarte algo hoy. — Hizo una pausa, aliviado de que ella no

respondiera de inmediato que no. Pero no había dicho que sí tampoco, y antes de que

pudiera decidir una cosa o la otra, dio un pequeño paso adelante — Te va a gustar. —

Dijo — Lo prometo.

*** Se metió en el aparcamiento vacío del acuario y después pasó a través de una unidad

de servicio pequeña que llevaba hacia la parte de atrás. Ronnie se sentó junto a él en el

camión, pero no dijo mucho durante el viaje hasta allí. Mientras caminaba hacia la

entrada de empleados, se podría decir que, a pesar de que había accedido a venir,

todavía no había formado su opinión acerca de si debía o no seguir enojada con él.

Mantuvo abierta la puerta para ella, sintiendo el aire fresco que se mezclaba con el aire

caliente y húmedo del exterior. Él la llevó por un largo pasillo y, a continuación, se

abrió paso por una nueva puerta que conducía al acuario en sí.

Había un puñado de personas que trabajaban en sus oficinas, si bien el acuario no

abriría al público durante una hora. Le encantaba estar aquí antes de su inauguración,

la luz tenue de los tanques y la ausencia de sonido lo hacía sentir como un escondite

secreto. A menudo, se encontraba hipnotizado por las espinas del pez león envenenado

mientras se encontraban en los tanques de agua salada, rozando el cristal. Se

preguntaba si se habría dado cuenta de que su hábitat se redujo en tamaño, y ni

siquiera sabían que estaba allí.

Ronnie caminaba a su lado, observando la actividad. Parecía conforme con permanecer

en silencio al pasar por un enorme tanque oceánico, que albergaba una pequeña réplica

de un submarino alemán hundido en la Segunda Guerra Mundial. Cuando llegaron al

tanque de las medusas, que poco a poco ondulaban y brillaban fluorescentes bajo la luz

negra, se detuvo y tocó el vidrio maravillada.

— Aurelia aurita. — Dijo Will — También conocidas como medusas de luna.

Ella asintió con la cabeza, volviendo su mirada hacia el tanque, paralizada por su

movimiento a cámara lenta.

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— Son tan delicadas. — Dijo — Es difícil creer que sus picaduras puedan ser tan

dolorosas.

Sus cabellos se habían secado más rizados que el día anterior, haciéndola parecer un

poco como un marimacho rebelde.

— Ni me lo digas. Creo que he sido picado por lo menos una vez al año desde que era

un niño.

— Deberías tratar de evitarlas.

— Lo sé. Pero me encuentran de todos modos. Creo que se sienten atraídas por mí.

Ella sonrió levemente, luego se volvió y se encaró a él directamente.

— ¿Qué estamos haciendo aquí?

— Ya te dije que quería mostrarte algo.

— He visto peces antes. Y he estado en un acuario, también.

— Lo sé. Pero este es especial.

— ¿Porque no hay nadie aquí?

— No. — Respondió él — Porque vas a ver algo que el público no ve.

— ¿Qué? ¿Tú y yo solos cerca de un estanque de peces?

Él sonrió.

— Incluso mejor. Vamos.

En una situación como ésta, normalmente no dudaría en tomar la mano de una chica,

pero no podía decidirse a probar con ella. Hizo un gesto con el pulgar hacia un pasillo

de la esquina, escondido cuidadosamente lejos, para ser prácticamente imperceptible.

Al final del pasillo, se detuvo delante de la puerta.

— No me digas que te dieron una oficina. — Bromeó.

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— No. — Dijo abriendo la puerta — Yo no trabajo aquí, ¿recuerdas? Yo sólo soy un

voluntario.

Entraron en una gran sala con paredes de cemento atravesadas por conductos de aire y

decenas de tuberías expuestas. Las luces fluorescentes perforaban la vista, pero el

sonido era ahogado por los filtros de agua enorme que se alineaban en la pared del

fondo. Un tanque abierto gigante, lleno casi hasta el tope con el agua del océano,

confirió al aire un sabor de sal y salmuera.

Se abrió camino a una plataforma de acero que rodeaba el tanque y subió por las

escaleras industriales. En el otro extremo de la cisterna había una ventana de mediano

tamaño. Las luces por encima del tanque proveían de suficiente iluminación como para

distinguir a la criatura que se movía lentamente.

Observó a Ronnie mientras ella finalmente reconoció lo que estaba viendo.

— ¿Es una tortuga marina?

— Una tortuga boba, en realidad. Su nombre es Mabel.

Cuando la tortuga se deslizó por la ventana, las cicatrices de su caparazón se hicieron

evidentes, al igual que la aleta amputada.

— ¿Qué pasó con ella?

— Fue golpeada por una hélice de embarcación. Fue rescatada hace un mes, apenas

con vida. Un especialista de Carolina del Norte tuvo que amputarle parte de su aleta

delantera.

En el tanque, sin poder permanecer totalmente erguida, Mabel nadó con una ligera

inclinación y chocó con la pared del fondo, y luego comenzó su circuito.

— ¿Va a estar bien?

— Es un milagro que haya vivido tanto tiempo, y espero que lo consiga. Ella es más

fuerte ahora de lo que era. Pero nadie sabe si podrá sobrevivir en el océano.

Ronnie observó cómo Mabel chocó con la pared de nuevo antes de corregir su rumbo y

se volvió hacia Will.

— ¿Por qué querías que viera esto?

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— Porque pensé que te gustaría tanto como a mí. — Dijo — Con cicatrices y todo.

Ronnie parecía preguntarse acerca de sus palabras, pero no dijo nada. En su lugar, se

volvió a observar a Mabel en silencio durante un tiempo. Cuando Mabel desapareció

en las sombras hacia atrás, oyó a Ronnie susurrar.

— ¿No se supone que debes estar en el trabajo? — Preguntó.

— Es mi día libre.

— Trabajar para tu padre tiene sus ventajas, ¿eh?

— Se podría decir eso.

Ella golpeó el cristal, tratando de llamar la atención de Mabel. Después de un

momento, se volvió hacia él de nuevo.

— Entonces, ¿qué sueles hacer en tu día libre?

*** — Sólo eres un buen chico del sur, ¿eh? Ir de pesca, observar las nubes. Siento como si

debieras usar un sombrero de NASCAR y masticar tabaco.

Habían pasado otra media hora en el acuario, Ronnie estaba especialmente encantada

con las nutrias, antes de que Will la llevara a una tienda de cebo para recoger algo de

camarón congelado. De allí, la había llevado a un lote sin urbanizar en la parte

Intercostal de la isla, donde había sacado el equipo de pesca que guardaba en la parte

trasera de su camión. Entonces él la llevó a la orilla de un pequeño muelle, y se

sentaron con los pies colgando un par de metros por encima del agua.

— No seas una snob. — Le reprochó a ella — Lo creas o no, el Sur es grandioso.

Tenemos plomería interior y todo. Y en los fines de semana, podemos ir de Mudding.

— ¿Mudding?

— Nosotros conducimos nuestros camiones en el barro.

Ronnie fingió una expresión de ensueño.

— Eso suena tan... intelectual.

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Él le dio un codazo en broma.

— Sí, tómame el pelo si lo deseas. Pero es divertido. Agua embarrada saltando por

todo el parabrisas, pegado, haciendo girar las ruedas para cubrir de barro al tipo detrás

de ti.

— Créeme, estoy mareada sólo de pensarlo. — Dijo Ronnie inexpresiva.

— Puedo entender que no es como tú pasas tus fines de semana en la ciudad.

Sacudió la cabeza.

— Eh... no. No exactamente.

— Apuesto a que ni siquiera sales de la ciudad, ¿no?

— Por supuesto que salgo de la ciudad. Estoy aquí, ¿no?

— Sabes lo que quiero decir. Los fines de semana.

— ¿Por qué iba a querer salir de la ciudad?

— ¿Tal vez sólo para estar sola de vez en cuando?

— Puedo estar sola en mi habitación.

— Así que, ¿a dónde vas si quieres sentarte bajo un árbol y leer?

— Me gusta ir a Central Park. — Replicó ella con facilidad — Hay una gran colina

detr{s de ‚Tavern on the Green‛. Y puedo comprar un café con leche a la vuelta de la

esquina.

Sacudió la cabeza en un lamento de burla.

— Eres una chica de ciudad. ¿Sabes cómo pescar?

— No es tan difícil. Cebar el gancho, echar la caña, y a continuación sostener el poste.

¿Cómo lo estoy haciendo hasta ahora?

— Bien, si eso es todo lo que sabes al respecto. Pero tienes que saber elegir el tipo de

anzuelo y ser lo suficientemente bueno para tirarlo exactamente donde quieres. Tienes

que saber qué cebos y señuelos usar, y eso depende de todo, desde el tipo de pescado,

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al clima del momento, o la claridad del agua. Y luego, por supuesto, tienes que fijar el

anzuelo. Si es demasiado temprano o demasiado tarde, vas a perder el pescado.

Ronnie pareció considerar su comentario.

— Entonces ¿por qué eliges utilizar camarones?

— Porque estaban de oferta. — Respondió él.

Ella rió, y luego lo rozó ligeramente.

— Lindo. — Dijo — Pero creo que me merecía eso.

Todavía podía sentir el calor de su toque en el hombro.

— Te mereces algo peor. — Dijo — Créeme, la pesca es como una religión para algunas

personas por aquí.

— ¿Te incluyes?

— No. La pesca es... contemplativa. Me da tiempo para pensar sin interrupción. Y

además, me gusta ver las nubes mientras me pongo el sombrero de NASCAR y mastico

tabaco.

Ella arrugó la nariz.

— En realidad no masticas tabaco, ¿verdad?

— No. Me gusta la idea de no perder mis labios por cáncer de boca.

— Bien. — Dijo. Ella balanceó las piernas adelante y atrás — Yo nunca saldría con

alguien que masticara tabaco.

— ¿Estás diciendo que estamos en una cita?

— No. Esto definitivamente no es una cita. Esto es pesca.

— Tienes mucho que aprender. Quiero decir, esto... es de lo que se trata la vida.

Tomó una astilla de madera en el muelle.

— Hablas como un comercial de cerveza.

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Un águila pescadora se deslizaba sobre ellos mientras que la caña se metió una vez y

luego una segunda vez. Will sacudió la barra hacia arriba, cuando la caña se puso

firme. Se puso de pie mientras comenzó a hacer retroceder el carrete, con la caña ya

doblándose. Ocurrió tan rápido que Ronnie apenas tuvo tiempo de entender lo que

estaba sucediendo.

— ¿Conseguiste uno? — Preguntó ella saltando.

— Acércate. — Instó sin dejar de hacer retroceder el carrete. Acercó la caña hacia ella

— ¡Aquí! — Gritó — ¡Tómalo!

— ¡No puedo! — Ella gritó retrocediendo.

— ¡No es difícil! ¡Tómalo y continúa haciendo girar el carrete!

— ¡Yo no sé qué hacer!

— ¡Acabo de decírtelo! — Dijo. Ronnie se acercó, y Will prácticamente le arrojó la

varilla en las manos — ¡Ahora continuar girando el carrete! — Vio la lenteja de la barra

inferior, cuando comenzó a girar la manivela.

— ¡Lo estoy intentando! — Gritó.

— ¡Estás haciéndolo muy bien!

El pez salpicó cerca de la superficie, un pequeño tambor rojo, se dio cuenta, y Ronnie

gritó haciendo una escena. Cuando él se echó a reír, ella empezó a reír también,

saltando sobre un pie.

Cuando el pez salpicó de nuevo, ella gritó por segunda vez, saltando aún más alto,

pero esta vez con una expresión de determinación feroz.

Era, pensó, una de las cosas más divertidas que había visto en mucho tiempo.

— Simplemente sigamos haciendo lo que estamos haciendo. — Alentó él — Acércate

más al muelle y me encargaré del resto.

Abrazando la red, él la puso en su vientre, estirando el brazo sobre el agua mientras

Ronnie seguía con el carrete. Con un movimiento rápido, fue capaz de atrapar el

pescado en la red, entonces se puso de pie. Al invertir la red, el pescado se dejó caer en

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el muelle, dejándose caer contra la superficie. Ronnie siguió sosteniendo el carrete,

bailando en torno al pescado mientras Will se apoderaba de la caña.

— ¿Qué estás haciendo? — Gritó ella — ¡Tienes que ponerlo de nuevo en el agua!

— Va a estar bien.

— ¡Se está muriendo!

Se agachó y cogió el pescado, poniéndolo en el muelle.

¡No, no se está muriendo!

— ¡Tienes que sacarle el anzuelo! — Gritó de nuevo.

Tomó el anzuelo y se puso a moverlo con ligereza.

— ¡Lo estoy intentando! ¡Sólo dame un segundo!

— ¡Está sangrando! ¡Le haces daño! — Ella bailó a su alrededor frenéticamente.

Haciendo caso omiso de ella, comenzó a trabajar en el anzuelo. Podía sentir la cola

moviéndose adelante y atrás, dejándose caer en contra de la parte de atrás de su mano.

Era pequeño, tal vez tres o cuatro centímetros, pero sorprendentemente fuerte.

— ¡Te está llevando demasiado tiempo! — Ronnie dijo con preocupación.

Él liberó cuidadosamente el gancho, pero sostuvo el pez aplastado contra el muelle.

— ¿Seguro que no quieres llevarlo a casa para cenar? Tú debes ser capaz de conseguir

un par de filetes de este pez.

Su boca se abrió y se cerró con incredulidad, pero antes de que pudiera decir nada,

Will lanzó el pez al agua. Con un toque, se sumergió y desapareció. Alcanzó una toalla

de mano y limpió la sangre de sus dedos.

Ronnie siguió mirándolo acusadoramente, las mejillas encendidas por la emoción.

— Te lo habrías comido, ¿no? ¿Si yo no estuviera aquí?

— Me has echado atrás.

— ¿Por qué no te creo?

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— Debido a que probablemente tengas razón. — Le sonrió antes de llegar a la barra —

Ahora, ¿quieres poner el cebo en el anzuelo tú o qué?

*** — Así que mi madre se ha estado volviendo loca tratando de planear la boda de mi

hermana y hacer que todo salga perfecto. — Dijo Will — Ha sido un poco... tenso en

casa.

— ¿Cuándo es la boda?

— Nueve de Agosto. No ayuda a los asuntos que mi hermana quiera celebrarla en

nuestra casa. Que, por supuesto, sólo aumenta el estrés de mi madre.

Ronnie sonrió.

— ¿Cómo es tu hermana?

— Lista. Vive en Nueva York. Tiene un poco de espíritu libre. Muy parecida a otra

hermana mayor que conozco.

Eso pareció agradarle. Mientras caminaban por la playa, el sol se ponía y Will podía

decir que Ronnie se sentía más relajada. Se había terminado la captura y la liberación

de otros tres peces antes de que él la llevara al centro de la ciudad de Wilmington,

donde había disfrutado del almuerzo en una terraza que daba al río Cape Fear.

Dirigiendo los ojos a un punto en la orilla opuesta, él había señalado USS Carolina del

Norte, un buque de guerra fuera de servicio desde la Segunda Guerra Mundial.

Observándolo, Ronnie lo examinó. Will fue alcanzado por lo fácil que era pasar el

tiempo con ella. A diferencia de otras chicas que conocía, le decía lo que quería decir, y

se andaba con juegos estúpidos. Ella tenía un extraño sentido del humor que a él le

gustaba, incluso cuando estaba dirigido a él. De hecho, a él le gustaba todo sobre ella.

*** Cuando se acercaban a su casa, Ronnie corrió a continuación para comprobar el nido

escondido en la base de la duna. Se detuvo en la jaula, estaba hecha de tela metálica y

enterrada en la duna de arena con unas estacas extra largas, y cuando él se unió a ella

en la duna, se volvió hacia él dubitativo.

— ¿Esto va a mantener al mapache a distancia?

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— Eso es lo que dicen.

Ella lo estudió.

— ¿Cómo saldrán las tortugas? No pueden caber a través de los agujeros, ¿no?

Él sacudió la cabeza.

— Los voluntarios del acuario sacan la jaula antes de que los huevos nazcan.

— ¿Cómo saben cuándo se abrirán?

— Lo saben como si fuera una ciencia. Los huevos deben tomar alrededor de sesenta

días para incubar antes de tiempo, pero eso puede variar ligeramente dependiendo del

tiempo. Cuanto más caliente sea la temperatura en todo el verano, más rápido van a

abrirse. Y ten en cuenta que este no es el único nido en la playa, y no fue el primero,

tampoco. Una vez que el primer nido nace, los demás suelen seguir dentro de una

semana o así.

— ¿Alguna vez has visto un nido nacer?

Él asintió con la cabeza.

— Cuatro veces.

— ¿Qué se siente?

— Es un poco loco, en realidad. Cuando se acerca el momento, eliminas las jaulas y

luego cavas una zanja poco profunda del nido a la orilla del agua, lo más lisa posible,

pero lo suficientemente alta en el exterior, para que las tortugas sólo puedan ir en una

dirección. Y es raro, porque al principio sólo un par de huevos se están moviendo, pero

es como que su movimiento es suficiente para poner todo el nido en marcha, y antes de

que tú lo sepas, el nido es como una colmena loca en esteroides. Las tortugas se suben

unas encima de otras para salir del agujero, y luego se golpean la cabeza en la arena y

tocan agua en este desfile de pequeños cuerpos. Es increíble.

Mientras lo describía, él tenía la sensación de que Ronnie estaba tratando de imaginar

la escena. Entonces ella vio a su padre subir al porche de atrás, y saludó.

Él indicó a la casa.

— Supongo que ese es tu padre. — Preguntó.

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— Sí.

— ¿No quieres presentármelo?

— No.

— Prometo tener buenos modales.

— Eso estaría bien.

— ¿Por qué no vas a presentarme?

— Porque aún no me has llevado a conocer a tus padres.

— ¿Y por qué tienes que conocer a mis padres?

— Exacto. — Dijo ella.

— No estoy seguro de entender lo que quieres decir.

— Entonces, ¿cómo demonios pudiste leer un libro completo de Tolstoi?

Si antes estaba confundido, ahora estaba completamente desconcertado. Ella comenzó

a caminar por la playa y él se apresuró para seguir su paso.

— No eres fácil de entender precisamente.

— ¿Y?

— Y nada. Simplemente quería apuntarlo.

Ella sonrió, mirando al horizonte. Desde allí, podía verse cómo un barco estaba

recorriendo su camino hacia el puerto.

— Quiero estar aquí cuando suceda. — Dijo ella sorprendiéndolo.

— ¿Cuando suceda qué?

— Cuando nazcan las tortugas. ¿De qué creías que estábamos hablando?

El chico sacudió la cabeza.

— ¡Oh, de vuelta otra vez a lo mismo! Vale. De acuerdo. ¿Cuándo vas a Nueva York?

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— A finales de Agosto.

— Ese es el punto clave. Las predicciones hablan de un largo y caluroso verano.

— No es un buen comienzo. Me muero de calor.

— Eso es porque vas vestida de negro. Y aún más, llevas unos vaqueros.

— No pensé que iba a estar todo el día por ahí.

— Si lo hubieras sabido, te habrías puesto un bikini, ¿verdad?

— Creo que no. — Respondió ella.

— ¿No te gustan los bikinis?

— Por supuesto que sí.

— ¿Sólo no cuando estoy cerca?

Ella sacudió la cabeza.

— Hoy no.

— ¿Y si prometo volverte a llevar de pesca?

— No est{s ayudando…

— ¿Y a cazar patos?

Ella se detuvo. Cuando finalmente logró encontrar su voz, dijo con desaprobación —

Dime que no matas patos de verdad. — Cuando él no dijo nada, Ronnie continuó —

¿Hola? Pequeñas criaturas con plumas, que viven pacíficamente en un estanque sin

hacer daño a nadie…

Will sopesó la pregunta.

— Sólo los cazo en invierno.

— Cuando era pequeña, mi peluche favorito era un pato. El fondo de escritorio de mi

ordenador era de patos. Tuve un hámster llamado Lucas, como el pato. Me encantan

los patos.

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— A mí también. — Dijo él. Ronnie no se molestó en ocultar su escepticismo. Will

continuó, esta vez contando con los dedos — Me encanta frito, asado, a la parrilla, con

salsa dulce, salsa agridulce…

Ronnie le dio un empujón, haciéndole perder el equilibrio.

— ¡Eso es terrible!

— ¡Es gracioso!

— Eres malo.

— Sólo a veces. — Dijo él. Hizo un gesto hacia la casa — Así que si no quieres ir a casa

todavía… ¿te gustaría venir conmigo?

— ¿Para qué? ¿Planeas enseñarme nuevas formas de acabar con la vida de inocentes

animales pequeños?

— Tengo un partido de voleibol en breve y quiero que vengas. Será divertido.

— ¿Vas a derramar más refresco sobre mí de nuevo?

— Sólo si llevas un refresco.

Ronnie se lo pensó por un momento, pero al final se puso a caminar junto a él en

dirección al muelle. Él le dio un codazo y ella le empujó.

— Creo que tienes bastantes problemas. — Dijo Ronnie.

— ¿Qué problemas?

— Bueno, para empezar, eres un malvado asesino de patos.

Ella rió antes de mirarle a los ojos. Luego miró la arena, miró el mar, y finalmente

volvió a mirarle a él. Sacudió la cabeza, maravillada, incapaz de reprimir una sonrisa

ante lo que estaba ocurriendo entre ellos.

______________

* El gato garabato, o El gato en el sombrero en Latinoamérica, (The Cat in the Hat en inglés), es un

gato ficticio creado por el Dr. Scuss. Este gato aparece en seis de los libros para niños que

escribió el Dr. Scuss (N. del C.)

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Capítulo 14

Ronnie

Si él no fuera tan malditamente guapo, nada de esto hubiera ocurrido.

Mientras miraba a Will y Scott luchar alrededor de la cancha, ella reflexionó sobre la

serie de acontecimientos que la habían llevado hasta allí. ¿Realmente ella había ido a

pescar temprano hoy? ¿Y a ver a una tortuga herida nadar alrededor del tanque a las

ocho de la mañana?

Sacudió su cabeza tratando de no centrarse en el cuerpo delgado de Will y sus

músculos visibles mientras él perseguía la pelota por la arena. Difícil de ignorar, ya que

no llevaba camisa.

Tal vez el resto del verano no sería tan terrible, después de todo.

Por supuesto, ella había pensado lo mismo después de la reunión Blaze, y mira lo que

había resultado.

Él no era realmente su tipo, pero cuando ella lo miró jugar, comenzó a preguntarse si

eso era una cosa tan mala. No había tenido la mejor suerte a la hora de elegir chicos en

el pasado: Rick es el primer ejemplo. Dios sabe que Will era más inteligente que

cualquiera de los otros chicos que había conocido, y más que eso, parecía estar

haciendo algo con su vida.

Él trabajaba, se ofreció como voluntario, era un deportista muy bueno, incluso se

llevaba bien con su familia. Y aunque le gustaba jugar fuera de las cosas en un "Ay,

caramba" especie de camino, no era fácil de convencer. Cuando se comprobó, él la

llamaba a ella —más de una vez, de hecho— y ella tuvo que admitir que él le gustaba.

Si había una cosa sobre él que la hizo detenerse, fue esta: Ella no sabía por qué le

gustaba a él. No era como cualquiera de las chicas con las que lo había visto en la noche

del carnaval…, y con toda sinceridad, ella no estaba segura de que querría volver a

verla después de hoy. Lo vio trotar de vuelta a la línea de servicio y, a continuación,

echó un vistazo en su dirección, obviamente complacido de que hubiera venido.

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Se movía con facilidad por la arena, y cuando se dispuso a servir la pelota, le indicó

algo a Scott, quien parecía jugar el juego como si su vida dependiera de ello. Tan

pronto como Scott se volvió hacia la red, Will rodó sus ojos dejando claro que

encontraba la intensidad de su amigo un poco excesiva. Es sólo un juego, parecía decir,

y ella encontró aquello animador. Entonces, después del saque fuerte y lanzar la pelota

en el aire, él corrió hacia el lado de la torre para seguir boleando.

Cuando sacrificó su cuerpo lanzándose a por la pelota y enviando una columna de

arena en el aire, ella se preguntaba si lo que había visto anteriormente había sido sólo

una ilusión, pero después su disparo salió desviado y Scott alzó las manos con

frustración y una mirada furiosa, Will no le hizo caso. Después de hacerle un guiño a

Ronnie, se preparó para el siguiente tiro.

— Tú y Will, ¿eh?

Hipnotizada, Ronnie no se había dado cuenta de que alguien se había sentado a su

lado. Dándose la vuelta, ella reconoció a la rubia que había estado saliendo con Will y

Scott en la noche del carnaval.

— ¿Perdón?

La rubia se pasó una mano por el pelo y mostró sus dientes perfectos.

— Tú y Will. Os vi a los dos caminando hacia arriba.

— Oh. — Dijo Ronnie.

Su instinto le dijo que era mejor no decir mucho. Si la rubia se dio cuenta de la reacción

cautelosa de Ronnie, no lo demostró. Sacudiendo la cabeza con una habilidad experta,

le brillaron los dientes de nuevo. Definitivamente usaba blanqueador, decidió Ronnie.

— Yo soy Ashley. Y tú eres...

— Ronnie.

Ashley siguió mirándola.

— ¿Y estás de vacaciones? — Cuando Ronnie la miró, sonrió de nuevo — Me hubieras

conocido si fueras de por aquí. Conozco a Will desde que éramos niños.

— Uh—huh. — Ronnie volvió a decir, tratando de parecer evasiva.

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— Creo que vosotros dos os conocisteis cuando él derramó tu refresco, ¿eh?

Conociéndolo, probablemente lo hizo a propósito.

Ronnie parpadeó.

— ¿Qué?

— Esta no es la primera vez que le he visto hacerlo. Y déjame adivinar. Él solamente te

llevó a pescar, ¿cierto? ¿Sobre aquel pequeño muelle del otro lado de la isla? — Esta

vez, Ronnie no podía ocultar su sorpresa — Eso es lo que él siempre hace cuando

comienza a conocer a una muchacha. Bueno, eso o él la lleva al acuario.

Cuando Ashley continuó, Ronnie la miró con incredulidad, sintiendo que el mundo a

su alrededor de repente empezaba a estrecharse.

— ¿De qué estás hablando? — Ella graznó, su voz abandonándola.

Ashley enlazó sus brazos alrededor de sus piernas.

— ¿Chica nueva, nueva conquista? No te enojes con él. — Ella dijo — Es sólo el modo

en el que es él. No puede evitarlo.

Ronnie sintió que la sangre de su rostro se escurrió. Ella se dijo que no iba a escuchar,

que no le creería, que Will no era así. Pero las palabras quedaron retumbando en su

mente... Déjame adivinar. Él solamente te llevó a pescar, ¿cierto?

O eso, o la lleva al acuario...

¿Realmente lo había juzgado mal ella? Parecía que estaba equivocada acerca de todo el

mundo que había conocido aquí. Tenía sentido, teniendo en cuenta que ella nunca

había querido venir en absoluto. Cuando ella respiró hondo, se dio cuenta de que

Ashley la estaba estudiando.

— ¿Estás bien? — Preguntó ella, sus cejas perfectamente juntas en forma de punto de

preocupación — ¿He dicho algo que te molestara?

— Estoy bien.

— Porque parecía que estabas a punto de enfermar.

— He dicho que estoy bien. — Ronnie se rompió.

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La boca de Ashley abierta y cerrada antes de su expresión se ablandó.

— Oh, no. No me digas que te enamoraste de él.

Nueva muchacha, ¿nueva conquista? Es sólo el modo en el que es él… las palabras siguieron

sonando por su cabeza, y Ronnie todavía no contestaba… No podía contestar. En el

silencio, Ashley continuó, su voz compasiva.

— Bien, no te sientas demasiado mal porque él es el tipo más encantador del mundo

cuando quiere serlo. Confía en mí, lo sé, porque me enamoré de él, también. — Ella

inclinó la cabeza a la multitud — Y así tiene a la mitad de las otras chicas que ves por

aquí.

Ronnie instintivamente inspeccionó a la muchedumbre, teniendo a la vista media

docena de bonitas muchachas en bikinis, todas sus miradas fijas en Will. Se sentía

incapaz de hablar. Mientras tanto, Ashley continuaba.

— Me imaginé que tú serías capaz de ver a través de ello… Quiero decir, tú pareces un

poco m{s sofisticada que las otras muchachas de por aquí. Supongo que pensé…

— Me tengo que ir. — Anunció Ronnie, su tono más estable que sus nervios.

Sintió que las piernas le temblaron un poco mientras estaba de pie. En la cancha, Will

debió de haber mirado en su dirección porque se dio la vuelta hacia ella, la sonrisa, la

actuación… Como el tipo m{s encantador del mundo…

Se giró lejos, enojada con él, pero todavía más enojada consigo misma por ser tan

estúpida. Ella no quiso nada más que salir de este lugar del infierno.

*** En su dormitorio, ella tiró la maleta en la cama y estaba metiendo la ropa interior

cuando se abrió la puerta detrás de ella.

Por encima de su hombro, ella vio a su padre en la puerta. Dudó sólo brevemente antes

de cruzar a la cómoda y agarrar más de sus cosas.

— ¿Día duro? — Su padre le preguntó. Su voz era suave, pero no esperaba una

respuesta — Yo estaba en el taller con Jonah cuando te vi entrar por la playa. Se te veía

muy enojada.

— No quiero hablar de ello.

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Su padre se quedó en el sitio, manteniendo su distancia.

— ¿Te vas a algún sitio?

Ella respiró furiosa mientras siguió haciendo las maletas.

— Me voy de aquí, ¿vale? Voy a llamar a mamá y me voy a casa.

— Algo malo, ¿eh?

Se volvió hacia él.

— Por favor, no hagas que me quede. No me gusta estar aquí. No me gusta la gente de

aquí. No quepo aquí. Yo no pertenezco aquí. Quiero ir a casa. — Su padre no dijo nada,

pero vio la decepción en su rostro — Lo siento. — Añadió — Y no es por ti, ¿vale? Si

llamas, voy a hablarte. Y puedes venir a verme a Nueva York y vamos a pasar tiempo

juntos, ¿de acuerdo?

Su padre siguió mirándola en silencio, lo que la hacía sentirse aún peor. Contempló el

contenido de su maleta antes de añadir el resto de sus cosas.

— No estoy seguro de que pueda dejarte ir.

Sabía que iba a venir, y por dentro ella se puso tensa.

— Papá...

Él levantó sus manos.

— No es por la razón que piensas. Te dejaría ir si pudiera. Llamaría a tu madre ahora

mismo. Pero considerando lo que pasó el otro día en la tienda de música…

Con Blaze, ella se oyó respondiéndose. Y el arresto...

Sus hombros se hundieron. En su enojo, se había olvidado de los bienes robados.

Por supuesto que se había olvidado de ellos. ¡Ella no los había robado en primer lugar!

Su energía de repente se evaporó y se dio la vuelta, pisando el suelo bajo la cama. Esto

no era justo. Nada de esto era justo. Su padre todavía no se había movido en la

habitación.

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— Puedo tratar de llegar a Pete —oficial Johnson— y ver si estaría bien. Yo no podría

ser capaz de llegar a él hasta mañana, aunque no quiero que entres en más problemas.

Pero si él dice que está bien, y si todavía te quieres ir, no te haré quedarte.

— ¿Lo prometes?

— Sí. — Dijo él — Aunque preferiría que te quedaras, te lo prometo.

Ella asintió con la cabeza, presionando los labios.

— ¿Vendrás a verme a Nueva York?

— Si puedo. — Dijo él.

— ¿Qué significa eso?

Antes de que su padre pudiera responderle, se produjo una repentina llamanda a la

puerta, fuerte e insistente. Su padre echó un vistazo sobre su hombro.

— Pienso que es probablemente el muchacho con el que estabas hoy. — Ella se

preguntó cómo lo sabía, y a la lectura de su expresión, él añadió — Lo vi dirigiéndose

fuera cuando vine a casa a buscarte. ¿Quieres que me encargue de él?

No te enfades con él. Es sólo el modo en el que es él. No puede evitarlo.

— No. — Ella dijo — Yo me encargaré de él.

Su padre sonrió y, por un instante, ella pensó que parecía más viejo que el día anterior.

Como si su petición de alguna manera lo hubiera envejecido. Pero aun así, ella no

pertenecía aquí. Esto era su lugar, no el suyo.

Los golpes en la puerta volvieron a sonar.

— Oye, papá.

— ¿Sí?

— Gracias. — Ella dijo — Sé que realmente quieres que me quede, pero no puedo.

— Está bien, cariño. — Aunque él le sonrió, las palabras salieron heridas — Entiendo.

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Ella tiró de la costura de sus vaqueros antes de levantarse de la cama. Al llegar a la

puerta, le puso una mano en su espalda y se detuvo. Luego, armándose de valor, se fue

a la puerta y la abrió, notando que la mano de Will colgaba del aire. Él pareció

sorprendido de que ella le hubiera abierto.

Ella lo miró fijamente, preguntándose cómo pudo haber sido tan estúpida como para

confiar en él. Ella debería haber escuchado a sus instintos.

— Oh, hey... — Dijo bajando la mano — Est{s aquí. Por un instante… — Ella cerró de

golpe la puerta, sólo para escuchar de inmediato comenzar a llamar de nuevo, su voz

suplicante — Vamos, ¡Ronnie! ¡Espera! Yo sólo quiero saber lo que pasó. ¿Por qué te

fuiste?

— ¡Vete! — Gritó de nuevo.

— ¿Qué hice?

Ella abrió la puerta de nuevo.

— ¡No voy a jugar a tu juego!

— ¿Qué juego? ¿De qué estás hablando?

— No soy estúpida. Y no tengo nada que decirte.

Una vez más, cerró la puerta. Will empezó a golpearla.

— ¡No me iré hasta que me lo digas!

Su padre hizo un gesto a la puerta.

— ¿Problemas en el paraíso?

— No es el paraíso.

— Así parece. — Dijo — ¿Quieres que me encargue de esto? — Se ofreció de nuevo.

Los golpes comenzaron de nuevo.

— Él no se quedará mucho tiempo. Es mejor que simplemente lo ignoremos.

Después de un momento, pareció aceptar y hizo señas a la cocina.

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— ¿Tienes hambre?

— No. — Ella dijo automáticamente. Entonces, poniendo sus manos sobre su

estómago, ella cambió de opinión — Bien, tal vez un poco.

— Encontré otra buena receta en internet. Ésta tiene cebollas, setas y tomates cocinados

en aceite de oliva, servido sobre pastas y sacudido con el queso Parmesano. ¿Suena

bien?

— No creo que a Jonah le guste.

— Él quería un perrito caliente.

— Ahora hay una sorpresa.

Sonrió mientras los golpes volvieron a sonar. Cuando continuó, debió de haber visto

algo en su cara porque él abrió los brazos.

Sin pensarlo, Ronnie se acercó a él y lo sintió abrazarla. Había algo... suave y

misericordioso en su abrazo, algo que había perdido durante años. Era todo lo que ella

podía hacer para detener las lágrimas antes de que ella se retirara.

— ¿Qué tal si te echo una mano con la cena?

*** Ronnie volvió a intentar absorber el contenido de la página que acababa de leer. El sol

se había puesto hace una hora y, después de navegar sin descanso a través de un

puñado de canales en la TV de su padre, ella lo había apagado y recogido su libro.

Aunque hizo un esfuerzo como pudo, no parecía poder leer un solo capítulo, ya que

Jonah había estado de pie cerca de la ventana durante casi una hora..., lo que la obligó

a pensar en lo que estaba fuera de la ventana, o más bien quién estaba fuera.

Will. Habían pasado cuatro horas, y el hombre aún no se había marchado. Él había

dejado de llamar hacía mucho tiempo y simplemente se subió un poco más allá de la

cresta de la duna, con su espalda a la casa. Técnicamente, él estaba sobre la playa

pública, así que ni ella ni su padre pudieron hacer nada salvo hacerle caso omiso, que

era lo que ella y su padre, quien, curiosamente, estaba leyendo la Biblia de nuevo,

estaban tratando de hacer.

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Jonah, por otra parte, simplemente no podía ignorarlo. Él parecía encontrar fascinante

la vigilia de Will, como un OVNI que aterrizaba cerca del muelle o un Big Food que

caminaba trabajosamente por la arena. A pesar de que llevaba puesto su pijama de

Transformers debería de haber ido a la cama media hora antes, pero le había suplicado

a su padre que le permitiera estar levantado un rato más, porque, según sus palabras,

‚si me voy a la cama demasiado pronto, puede ser que moje la cama‛.

Cierto.

Él no había mojado su cama desde que era un bebé, cuando empezó a andar, y ella

sabía que su padre no le creyó ni una palabra. Su consentimiento probablemente tuvo

que ver con el hecho de que esta era la primera tarde que todos ellos habían pasado

juntos desde que ella había llegado y, dependiendo de lo que el oficial Johnson le dijera

mañana, tal vez la última. Ella pensó que su padre simplemente quiso prolongar la

experiencia.

Lo que era comprensible, por supuesto, y de hecho se sentía enteramente mal por lo

poco que quedaba. Al hacer la cena con él había sido más divertido de lo que había

pensado que sería, ya que no había atado insinuaciones a sus preguntas de la manera

en que su madre hizo últimamente. Sin embargo, no tenía intención de quedarse más

tiempo del que tenía, incluso si fuera muy severo para su padre. Lo menos que podía

hacer era tratar de hacer esta noche agradable.

Lo que era imposible, por supuesto.

— ¿Cuánto tiempo crees que va a sentarse ahí? — Jonah murmuró.

En sus cálculos, se había hecho la misma pregunta al menos cinco veces, aunque ni ella

ni su padre habían respondido. Esta vez, sin embargo, su padre dejó a un lado la Biblia.

— ¿Por qué no vas y le preguntas? — Sugirió.

— Sí, claro. — Jonah resopló — Él no es mi novio.

— Él no es mi novio, tampoco. — Agregó Ronnie.

— Está actuando como tu novio.

— No lo es, ¿de acuerdo?

Pasó a una nueva página.

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— Entonces, ¿por qué está sentado ahí? — Él inclinó la cabeza, tratando de resolver el

enigma — Quiero decir, es simplemente extraño, ¿no te parece? Sentado allí durante

horas, esperándote para hablar contigo. Quiero decir, estamos hablando de mi

hermana. Mi hermana.

— Puedo oírte. — Dijo Ronnie.

En los últimos veinte minutos, pensó que había releído el mismo párrafo en seis

ocasiones.

— Sólo estoy diciendo que es raro. — Reflexionó Jonah sonando como un científico

desconcertado — ¿Por qué iba a esperar fuera a mi hermana?

Ronnie levantó la vista, observando a su padre intentar, pero no consiguiendo,

reprimir una sonrisa.

Regresó a su libro y comenzó a trabajar en el mismo párrafo con renovada

determinación, y para el próximo par de minutos estaba en silencio la sala.

Aparte del sonido de Jonah moviéndose nerviosamente y murmurando por la ventana.

Ella trató de ignorarlo. Se escabulló dentro de sí misma, colocó arriba sus pies sobre la

mesa baja y se forzó a concentrarse en las palabras. Durante un minuto o así fue capaz

de bloquear todo a su alrededor, y estaba a punto de volver a caer en la historia cuando

oyó la voz de Jonah otra vez.

— ¿Cuánto tiempo crees que va a sentarse ahí? — Jonah murmuró.

Ella cerró de golpe el libro.

— ¡Muy bien! — Exclamó pensando otra vez que su hermano sabía con precisión qué

botones presionar para volverla loca — ¡Ya lo tengo! ¡Voy yo!

Una fuerte brisa soplaba, llevando consigo el aroma de sal y pino. Ronnie bajó las

escaleras del porche y se dirigió a Will. Si él oyó cerrarse la puerta no dio ninguna

indicación, en cambio, él parecía contento de tirar conchas pequeñas a los cangrejos

araña que corrían a sus agujeros.

Una capa de neblina marítima protegía las estrellas, haciendo la noche parecer más fría

y más oscura que antes. Ronnie cruzó sus brazos intentando mantener el frío lejos.

Will, ella notó, tenía los mismos pantalones y la misma camiseta que había usado todo

el día. Se preguntó si él tendría frío, pero entonces lanzó el pensamiento lejos. No era

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importante, se recordó cuando él se dio la vuelta hacia ella. En la oscuridad, no podía

leer su expresión, pero cuando lo miró fijamente, se dio cuenta de que estaba menos

enojada con él que exasperada por su persistencia.

— Tienes a mi hermano completamente flipado. — Ronnie dijo con lo que esperaba

fuera una voz autoritaria — Debes irte.

— ¿Qué hora es?

— Las diez pasadas.

— Te tomaste bastante tiempo para salir.

— No tendría que haber salido en absoluto. Te dije antes que te fueras. — Le miró

airadamente.

Su boca se tensó en una fina línea.

— Quiero saber qué ocurrió. — Dijo él.

— No ocurrió nada.

— Entonces dime qué te dijo Ashley.

— Ella no me dijo nada.

— ¡Os vi a las dos hablando! — Acusó él.

Éste era el porqué no quería salir aquí en primer lugar; esto era lo que quería evitar.

— Will…

— ¿Por qué escapaste después de hablar con ella? ¿Y por qué has tardado cuatro horas

en venir fuera a finalmente hablar conmigo?

Ella sacudió su cabeza rechazando admitir lo quemada que se sentía.

— No es importante.

— En otras palabras, ella te dijo algo, ¿no? ¿Qué dijo? ¿Que todavía nos veíamos?

Porque no es así. Hemos terminado.

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A Ronnie le llevó un momento darse cuenta de lo que quería decir.

— ¿Fue tu novia?

— Sí. — Respondió — Durante cuatro años. — Cuando Ronnie no dijo nada, él se

levantó y se acercó a ella — ¿Qué es exactamente lo que te dijo?

Pero Ronnie no le oyó apenas. En su lugar, pensó de nuevo en la primera vez que había

visto Ashley, en la primera vez que había visto a Will. Ashley, con su perfecta figura

cubierta con un bikini, mirando fijamente a Will…

Vagamente, escuchó a Will continuar.

— ¿Qué? ¿No vas a hablar conmigo? ¿Haces que me siente aquí fuera durante horas y

ni siquiera te vas a dignar a darme una simple respuesta?

Pero Ronnie apenas lo oía. En cambio, ella recordaba el modo en que Ashley había

mirado ese día al margen. ¿Posando bellamente, aplaudiendo… su deseo de que Will la

notara? ¿Por qué? ¿Porque Ashley intentaba recuperarle? ¿Y temía que Ronnie se

interpusiera en su camino?

Con esto, las cosas comenzaron a golpear en el lugar. Pero antes de que ella pudiera

pensar qué decir, Will sacudió su cabeza.

— Pensé que eras diferente. Solo pensé… — La miró fijamente, su cara era una mezcla

de cólera y decepción, pero de repente se dio la vuelta y se dirigió a la playa — Mierda,

no sé lo que pensé. — Soltó sobre su hombro.

Ella dio un paso hacia delante y, estaba a punto de llamarle, cuando notó una luz en la

playa cerca del agua. La luz subió y bajó, como si alguien estuviera lanzando una…

Bola de fuego.

Sintió que su respiración quedaba atrapada en su garganta, sabiendo que Marcus

estaba allí, y dio un paso involuntario hacia atrás. Tuvo una súbita imagen de él

caminando a escondidas hacia el nido mientras dormía fuera. Se preguntó lo cerca que

podría haber llegado. ¿Por qué no la dejaba en paz? ¿La estaba acechando?

Había visto historias en las noticias y se había enterado de cosas como ésta. Aunque le

gustara pensar que ella sabía lo que hacer y podía manejarse en casi cualquier

situación, eso era diferente. Porque Marcus era diferente.

Porque Marcus la asustaba.

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Will estaba un par de casas más abajo de la playa, su figura desaparecía en la noche.

Penso en llamarle para que volviera y contárselo todo, pero lo que ella quería era que

mantenerse lo más lejos que ella pudiera. Tampoco quería que Marcus la relacionara

con Will. En cualquier caso, no había un ‚ella y Will‛. Ya no, de todos modos. Ahora

era solo ella.

Y Marcus.

Presa del pánico, dio otro paso atrás y, a continuación, se obligó a detenerse. Si él

supiera que ella tenía miedo, podría empeorar las cosas. En su lugar, se obligó a parar

en el círculo de luz del porche y, deliberadamente, miró fijamente en la dirección de

Marcus.

Ella no podía verlo, solo la chispa de luz que se balanceaba arriba y abajo. Marcus, ella

lo sabía, quería que se asustara, que algo se apagara dentro de ella. Continuó

mirándole fijamente, apoyó sus manos en las caderas y levantó su barbilla desafiante

en su dirección. La sangre le golpeaba en el pecho, pero ella mantuvo su posición

incluso cuando la bola de fuego se asentó en la mano de él. Un momento después, se

apagó la luz y supo que Marcus había cerrado su puño, anunciando su llegada.

No obstante, ella rechazó moverse. No estaba segura de qué haría si él aparecía

repentinamente solo unos metros más allá, pero los segundos se convirtieron en un

minuto y después otro, ella supo que él había decidido que era mejor permanecer lejos.

Cansada de esperar, y satisfecha por haber transmitido el mensaje, se dio la vuelta y se

dirigió hacia el interior.

Solo cuando se inclinó contra la puerta tras cerrarla se dio cuenta de que le temblaban

las manos.

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Capítulo 15

Marcus

— Quiero conseguir algo para cenar antes de que cierren. — Suplicó Blaze.

— Entonces ve. — Dijo Marcus — Yo no tengo hambre.

Blaze y Marcus estaban en Bower's Point, junto con Teddy y Lance, que habían elegido

a las dos chicas más feas que Marcus hubiera visto y estaban en el proceso de

emborracharlas. Marcus se había molestado por encontrarlos aquí en primer lugar, y

luego Blaze había estado acosándolo toda la hora pasada, preguntándole dónde había

estado en todo el día.

Tenía la sensación de que ella sabía que tenía que hacer algo con Ronnie, porque Blaze

no era estúpida. Blaze supo todo el tiempo que Marcus había estado interesado en ella,

lo que explicaba por qué ella había puesto esos Cds en el bolso de Ronnie. Era la

perfecta solución para conseguir que Ronnie mantuviera su distancia…, lo que quiere

decir que Marcus no tendría la oportunidad de ver a Ronnie tampoco.

Eso lo hizo enojar. Y después de encontrarla aquí, lloriqueando por estar hambrienta y

estando a su alrededor y fastidiándolo con preguntas…

— No quiero ir sola. — Ella lloriqueó otra vez.

— ¿No me escuchaste? — Gruñó — ¿Alguna vez has escuchado una sola cosa que he

dicho? Dije que no tengo hambre.

— No estoy diciendo que tengas que comer algo… — Masculló Blaze sometida.

— ¿Simplemente te podrías callar?

Eso la detuvo. Al menos por unos minutos, de todas formas. Él podría decir por la

forma en que ella estaba poniendo mala cara que quería que él se disculpara por algo.

Sí, bueno, eso no iba a suceder.

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Girándose hacia el agua, encendió su bola de fuego, enojado por el hecho que ella

seguía aquí. Enfadado porque Teddy y Lance estuvieran aquí, cuando él quería un

poco de paz y tranquilidad.

Enojado por el hecho que Blaze hubiera controlado a Ronnie y, sobre todo, enojado de

estar enojado con cualquiera de esas cosas. Eso no le gustaba, y odiaba la forma que lo

hacía sentir. Él quería golpear algo o a alguien, y cuando echó un vistazo hacia Blaze y

la vio haciendo pucheros, ella estaba en el tope de la lista. Se dio la vuelta, deseando

poder beber su cerveza y dirigirse a la música y simplemente pensar en privado

durante un rato. Sin toda esa gente atestándolo.

Además, él no estaba verdaderamente enojado con Blaze. Infiernos, cuando por

primera vez había escuchado lo que ella había hecho, él había sido el tipo amable,

pensando que eso podría alisar el camino entre él y Ronnie. Rascas mi espalda, yo

rasco la tuya, ese tipo de cosas.

Pero cuando él se lo sugirió a Ronnie, ella había reaccionado como si él tuviera alguna

especie de enfermedad, como si ella prefiriera morir a estar cerca de él. Pero él no era

del tipo que se daba por vencido, y calculaba que tarde o temprano se daría cuenta de

que esa era su única forma de salir de este lío.

Entonces él iría a su casa a una pequeña visita, esperando la oportunidad para hablar.

Había decidido que eso atenuaría el acto y, en cambio, escucharía con atención cuando

ella hablara sobre la horrible cosa que hizo Blaze. Ellos podrían haber dado un paseo y

tal vez terminar bajo el muelle, y entonces lo que sea que ocurriría, ocurriría. ¿Cierto?

Pero cuando él llegó a su casa, Will estaba ahí. De todas las personas, Will, solamente

sentado ahí en la duna, esperando para hablar con ella. Y Ronnie eventualmente salió y

habló con él. En realidad, ellos parecía que discutían, pero por la forma en que

actuaban, había claramente algo entre ellos, lo que lo cabreó también. Porque eso

quería decir que ellos se conocían. Porque eso quería decir que ahí había alguna cosa.

Lo que quería decir que él la había leído incorrectamente.

¿Y entonces? Oh, esa era la parte incorrecta. Después de que Will se fue, Ronnie se dio

cuenta de que ella tenía dos visitantes, no solo uno. Cuando ella lo notó mirándola, él

sabía que una de dos cosas iba a ocurrir. Saldría y hablaría con él con la esperanza de

conseguir que Blaze dijera la verdad, o actuaría toda asustada como lo había hecho

antes y correría dentro. A él le gustaba el hecho de poder asustarla. Lo podía usar a su

favor.

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Pero ella no hizo ninguna de esas cosas. En cambio, miró fijamente en su dirección

como si dijera, provócame. Ella se quedó de pie en el pórtico, su lenguaje corporal

señalando desafiantemente molesta, hasta que ella finalmente volvió dentro de la casa.

Nadie le hacía eso. En especial las chicas. ¿Quién demonios pensaba que era? Pequeño

cuerpo delgado o no, no le gustó eso. No le gustó en absoluto.

Blaze interrumpió sus pensamientos.

— ¿Estás seguro de que no quieres venir?

Marcus se giró hacia ella, sintiendo la repentina urgencia de aclarar su mente,

calmarse. Él sabía justo lo que necesitaba y quién podía dárselo.

— Ven aquí. — Dijo forzando una sonrisa — Siéntate a mi lado. No quiero que te vayas

todavía.

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Capítulo 16

Steve

Steve miró a Ronnie mientras entraba. Esbozó una sonrisa, intentando convencerle de

que no pasaba nada, pero aun así no podía evitar darse cuenta de su expresión cuando

cogió el libro y se fue a su habitación.

Definitivamente pasaba algo.

Simplemente estaba seguro de eso. No podía saber si estaba triste, enfadada o asustada

y, mientras se debatía entre hablar con ella o no, pensaba que lo que sea que pasase,

ella querría solucionarlo sola. Supuso que eso era normal. Quizás no había pasado

mucho tiempo con ella últimamente, pero había enseñado a adolescentes durante años,

y sabía que cuando querían hablar con él —cuando tenían algo importante que decir—

era cuando el estómago se retorcía con preocupación.

— Hey, papá. — Dijo Jonah.

Mientras Ronnie había estado fuera, le había prohibido a Jonah mirar a través de la

ventana. Parecía lo correcto, y Jonah pensó que era mejor no discutir. Encontró a Bob

Esponja en un canal y se había puesto a verlo durante los últimos quince minutos.

— ¿Sí?

Jonah se levantó con cara seria.

— ¿Qué es lo que tiene un ojo, habla francés y le encanta comer galletas antes de irse a

la cama?

Steve pensó la pregunta.

— No tengo ni idea.

Jonah subió una mano y se tapó un ojo.

— Yo.

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Steve rió mientras se levantaba del sofá, dejando su Biblia a un lado. El chico le hacía

reír mucho.

— Vamos, tengo algunas Oreo en la cocina.

— Creo que Ronnie y Will han discutido. — Dijo Jonah mientras se subía el pijama.

— ¿Así es como se llama él?

— No te preocupes. Le he vigilado.

— Ah. — Dijo Steve — ¿Por qué crees que han peleado?

— Les he escuchado. Will parecía muy enfadado.

Steve frunció el ceño.

— Pensé que estabas viendo los dibujos.

— Estaba. Pero aun así les podía oír. — Dijo Jonah con cara de pena.

— No deberías escuchar las conversaciones de otras personas. — Le regañó Steve.

— Pero a veces son interesantes.

— Sigue estando mal.

— Mamá intenta escuchar a Ronnie cuando habla por teléfono. Y le coge el móvil

cuando está en la ducha para mirar sus mensajes.

— ¿De verdad? — Steve intentó no sonar muy sorprendido.

— Sí. ¿Cómo sino podría seguirle la pista?

— No lo sé… Quiz{s podrían hablar. — Sugirió.

— Sí, bueno. — Resopló Jonah — Ni siquiera Will puede hablar con ella sin discutir.

Vuelve a la gente loca.

***

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Cuando Steve tenía doce años, tenía pocos amigos. Entre ir al colegio y practicar con el

piano, no tenía mucho tiempo libre, y la persona con la que más hablaba era con el

Padre Harris. En esa época, el piano se había vuelto una obsesión, y Steve a veces

practicaba entre cuatro y seis horas diarias, perdido en su propio mundo de melodías y

composición. Ya había ganado bastantes competiciones locales y estatales. Su madre

había ido sólo a la primera, y su padre a ninguna. Además, solía viajar en el asiento

delantero con el Padre Harris cuando iban a Raleigh, Charlotte, Atlanta o Washington

D.C. Pasaban largas horas hablando y, aunque el Padre Harris era un hombre religioso

y hablaba de las bendiciones de Cristo en la mayoría de las conversaciones, siempre

sonaba tan natural como alguien de Chicago comentando lo inútiles que eran los

cachorros durante las carreras.

El Padre Harris era un hombre amable que tenía una vida estresante. Se tomaba sus

sermones seriamente y la mayoría de las tardes iba a ver a su rebaño, ya fuese al

hospital o a un funeral o a las casas de los fieles a los que consideraba amigos. Casaba y

bautizaba los fines de semana, se reunía con la congregación los miércoles por la noche,

y los martes y jueves trabajaba con el coro. Pero todas las tardes antes de que

anocheciera, sin importar el tiempo que hiciese, se reservaba una hora para caminar a

solas por la playa. Cuando volvía, Steve a veces pensaba que esa hora en la que

paseaba, era justo lo que necesitaba. Steve siempre había supuesto que era la manera

del Padre de tener un poco de soledad… hasta que le preguntó al respecto.

— No. — Había contestado el Padre Harris — No paseo por la playa para estar solo,

porque eso no es posible. Camino y hablo con Dios.

— ¿Quieres decir que rezas?

— No. — Dijo de nuevo el Padre Harris — Quiero decir que hablo. Nunca olvides que

Dios es tu amigo. Y como todos los amigos, desea saber qué le está pasando a tu vida.

Bueno o malo, si estás lleno de pena o de enfado, e incluso cuando te preguntas por

qué tienen que ocurrir cosas tan malas. Por eso hablo con él.

— ¿Qué le dices?

— ¿Qué le dices a tus amigos?

— No tengo amigos. — Dijo Steve con una sonrisa irónica — Al menos ninguno con el

que pueda hablar.

El Padre Harris puso una mano en su hombro.

— Me tienes a mí. — Cuando Steve no respondió, el Padre Harris le sacudió el hombro

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— Hablamos de la misma manera que tú y yo.

— ¿Te contesta?

— Siempre.

— ¿Le escuchas?

— Sí. — Dijo — Pero no con mis oídos. — Se puso una mano en el pecho — Aquí es

donde escucho las respuestas. Aquí es donde siento su presencia.

***

Después de besar a Jonah en la mejilla y acostarle en la cama, Steve se paró en la puerta

para estudiar a su hija.

Sorprendentemente, estaba dormida cuando entraron en la habitación, y lo que sea que

le hubiese estado preocupando cuando entró, ya no le preocupaba más. Su cara estaba

relajada, su pelo derramado sobre la almohada y sus brazos cruzados cerca del pecho.

Se debatió entre darle o no un beso de buenas noches, pero decidió dejarlo,

permitiéndole continuar con sus sueños sin interrupción, como aguanieve cayendo río

abajo, a los lugares a los que tuvieran que ir.

Aun así, no pudo irse inmediatamente. Había algo relajante en mirar a sus hijos

dormir, y mientras Jonah se daba la vuelta para alejarse de la luz, se preguntó cuánto

tiempo hacía que no le daba a Ronnie un beso de buenas noches. En el año

aproximadamente que llevaba separado de Kim, Ronnie había alcanzado la edad en la

que encontraba ese acto embarazoso. Recordaba claramente la primera noche que le

había dicho que la acostaría, sólo para escuchar su respuesta — No tienes que hacerlo,

estaré bien. — Kim le había mirado con una expresión de pena: ella sabía que Ronnie

estaba creciendo, pero aun así, el paso de la niñez le había dejado un dolor en el

corazón.

Al contrario que Kim, Steve no le reprochaba a Ronnie el hecho de estar creciendo.

Pensó en su vida a la misma edad y recordó haber tomado sus propias decisiones.

Recordó también formarse sus propias ideas sobre el mundo, y sus años como profesor

sólo habían reforzado la idea de que el cambio no sólo era inevitable, sino que también

traía a veces sus propias recompensas. Había veces en las que se encontraba a sí mismo

en una clase con un alumno, escuchando sus problemas con sus padres, sobre cómo su

madre intentaba ser su amiga y cómo su padre intentaba controlarle. Otros profesores

en el departamento parecían creer que él tenía un don para comunicarse con los

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estudiantes y, a veces, cuando los alumnos se iban, se sorprendía al descubrir que

muchos estudiantes creían lo mismo. No sabía por qué. La mayoría del tiempo o

escuchaba en silencio o reafirmaba sus preguntas, forzando a los alumnos a obtener sus

propias conclusiones y creer que la mayoría de las veces, eran las acertadas. Incluso

cuando sentía la necesidad de decir algo, normalmente ofrecía sólo los típicos

comentarios de los sicólogos. — Por supuesto, tu madre quiere ser tu amiga. — Podía

decir — Empieza a pensar que eres un adulto al que le gustaría conocer. — O — Tu

padre sabe que ha cometido errores en su vida y por eso no quiere que tú los cometas

también. — Pensamientos ordinarios de un hombre ordinario pero, para su sorpresa, el

alumno a veces se volvía en silencio hacia la ventana, como si estuviese absorto en algo

muy profundo. A veces incluso recibía una llamada de los padres del alumno

agradeciéndole que hubiera hablado con su hijo, notando que parecía estar de mejor

humor últimamente. Cuando colgaba, intentaba recordar qué había dicho, con la

esperanza de que hubiese sido más interesante o agudo de lo que creía, pero siempre

acababa sin respuesta.

En el silencio de la habitación, Steve escuchó cómo la respiración de Jonah se

ralentizaba. Sabía que su hijo se había quedado dormido; el sol y el aire fresco parecían

cansarlo de maneras que Manhattan nunca había podido. Y en cuanto a Ronnie, estaba

aliviado de que el sueño hubiese apaciguado la tensión de los últimos días. Su cara

estaba serena, casi angelical, y a veces le recordaba la manera en la que el Padre Harris

paseaba por la playa. La miró en la completa tranquilidad de la habitación deseando

encontrar una señal de la presencia de Dios. Mañana quizá Ronnie se iría, y ese

pensamiento le hizo dar un paso hacia ella. La luz de la luna se colaba a través de la

ventana, y escuchó el zumbido constante de las olas del océano detrás del cristal. Las

estrellas brillaron tiernamente como para afirmar sus pensamientos, como si Dios fuera

a anunciar su presencia en otro lugar. De repente se sintió cansado. Estaba solo, pensó;

siempre estaría solo. Se giró y besó a Ronnie cuidadosamente en la mejilla, sintiendo de

nuevo el amor que le tenía, una alegría tan intensa como el dolor.

*** Justo antes del amanecer, su primer pensamiento al levantarse —en realidad fue como

una sensación— fue que echaba de menos tocar el piano. Mientras se estremecía por

culpa de un predecible dolor en su estómago, sintió la urgencia de correr hacia el salón

y perderse a sí mismo en su música.

Se preguntó cuándo había tenido la oportunidad de tocar otra vez. Ahora lamentaba

no tener relación con otras personas en el pueblo; hubo momentos desde que dejó el

piano en los que fantaseaba sobre acercarse a un amigo para pedirle que algunas veces

tocaran en el salón, un amigo imaginario que consideraba parte de la decoración. Podía

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verse a sí mismo tomando asiento en el polvoriento banco mientras su amigo le miraba

tocar desde la cocina o el vestíbulo —no estaba muy seguro de esto— y en ese

momento, empezaría a tocar algo que conmoviese a su amigo hasta las lágrimas, algo

de lo que había sido incapaz durante todos esos meses de viaje.

Sabía que era una fantasía ridícula, pero sin música se sentía sin rumbo y a la deriva.

Levantándose de la cama, echó esos oscuros pensamientos fuera de su cabeza. El Padre

Harris le había dicho que los miembros habían pedido un nuevo piano para la iglesia,

y que Steve sería bienvenido para tocarlo tan pronto como llegase. Pero eso no sería

hasta finales de julio, y él no estaba seguro de aguantar hasta entonces.

En vez de eso, tomó asiento en la mesa de la cocina y colocó las manos encima. Con

suficiente concentración, debería ser capaz de escuchar la música en su mente.

Beethoven compuso Eroica cuando estaba casi sordo, ¿verdad? Quizás él también

podía escucharlo todo en su mente como lo había hecho Beethoven. Eligió el concierto

que Ronnie había tocado en su representación en el Carnegie Hall, y cerrando los ojos,

se concentró. La tensión era apenas visible cuando empezó a mover los dedos.

Gradualmente, las notas y los acordes se volvieron más y más claros y definidos, y

aunque no era tan satisfactorio como tocar el piano, sabía que serviría.

Con las frases finales del concierto reverberando en su mente, fue abriendo de nuevo

los ojos lentamente y se encontró a sí mismo sentado en la oscura cocina. El sol saldría

por el horizonte en unos minutos, y por alguna razón, escuchó el sonido de una sola

nota, una B plana, colgando en el aire larga y lentamente, pidiéndole que se acercara.

Sabía que sólo se lo había imaginado, pero el sonido de esa sola nota, le hizo buscar

papel y lápiz.

Rápidamente esbozó unas líneas musicales y escribió las notas antes de presionar los

dedos contra la mesa una vez más. De nuevo, sonó, pero esta vez fue seguido por unas

notas más y también las escribió.

Había escrito música durante mucho tiempo a lo largo de su vida, pero incluso

consideraba las melodías como figuritas comparadas con las estatuas que generalmente

prefería tocar. Quizás esto no fuese mucho, pero se encontró a gusto con el cambio. ¿Y

si era capaz de componer algo… inspirador? ¿Algo que fuese recordado mucho tiempo

después de que fuese olvidado?

*** La fantasía no duró mucho. Lo intentó y falló en el pasado, y no tenía ninguna idea de

que volvería a fallar. Pero incluso así, se sintió bien por lo que había hecho. Había algo

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que le transportaba sobre el acto de crear algo de la nada. Aunque no había ido muy

lejos con la melodía —después de mucho trabajo, había vuelto a las primeras notas que

había escrito y había decidido empezar de nuevo—, se sentía satisfecho.

Mientras el sol asomaba sobre las dunas, Steve reflejó sus pensamientos de la noche

antes de decidir ir a dar un paseo por la playa. Más que nada, quería volver a la casa

con la misma expresión de paz que había visto en la cara del Padre Harris, pero

mientras caminaba con dificultad por la arena, no podía evitar sentirse como un

principiante, alguien que buscaba las verdades de Dios como un niño buscando

conchas en el mar.

Habría sido agradable si hubiese sido capaz de ver una señal evidente de Su presencia

—un arbusto en llamas, quizás—, pero intentó centrarse en el mundo a su alrededor: el

sol saliendo por el horizonte del mar, el trino de los pájaros por la mañana, la

persistente bruma encima del agua. Se esforzó por absorberse en la belleza sin pensar,

intentando sentir la arena debajo de sus pies y respirar mientras el aire le acariciaba la

mejilla. Pero a pesar de sus esfuerzos, no sabía si estaba más cerca de la respuesta de lo

que lo estaba cuando empezó.

¿Cómo era — se preguntó por centésima vez — que el Padre Harris fuese capaz de

escuchar las respuestas en su corazón? ¿Qué quería decir cuando decía que sentía la

presencia de Dios? Steve supuso que se lo podía preguntar al Padre Harris

directamente, pero dudaba que la respuesta fuera buena. ¿Cómo podía alguien explicar

algo como eso? Sería como describirle los colores a alguien que es ciego de nacimiento:

las palabras quizá fuesen entendidas, pero el concepto quedaría como algo misterioso y

privado.

Era raro en él pensar esas cosas. Hasta hace poco, nunca había tenido ese tipo de

preguntas, pero se imaginaba que sus responsabilidades diarias le habían mantenido

siempre suficientemente ocupado como para evitar pensar en ellas, al menos hasta que

había vuelto a Wrightsville Beach. Aquí, el tiempo iba más despacio con la paz de su

vida. Mientras continuaba el paseo por la playa, meditó de nuevo sobre la fatídica

decisión que había hecho de probar suerte como un concertista de piano. Es verdad

que siempre se había preguntado si tendría éxito, y sí, había sentido que el tiempo se le

escapaba, pero, ¿cómo esos pensamientos habían adquirido tanta importancia ahora?

¿Por qué había estado tan dispuesto a dejar a su familia durante meses en esa época?

¿Cómo, — se preguntaba — había podido ser tan egoísta? Mirándolo con retrospectiva,

no había demostrado ser una sabia decisión para ninguno. Una vez había pensado que

su pasión por la música había forzado esa decisión, pero ahora sospechaba que había

estado buscando maneras de llenar el vacío que a veces sentía.

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Y mientras seguía caminando, empezó a preguntarse si al darse cuenta de esto

encontraría su respuesta.

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Capítulo 17

Ronnie

Cuando Ronnie se despertó, miró el reloj, aliviada de que por primera vez desde que

había llegado, había logrado quedarse en la cama. No era tarde, para cuando ella salió

de la cama, se sintió algo fresca. Podía escuchar la televisión en la sala de estar, y

saliendo de su habitación, vio de inmediato a Jonah. Estaba tendido en la cama sobre

su espalda, con la cabeza colgando fuera del colchón, mientras miraba fijamente a la

pantalla. Su cuello, expuesto como si estuviera preparado para la guillotina, fue

rociado con migajas de Pop—Tarts. Ella lo miró dando otro bocado, esparciendo más

migajas en sí mismo y en la alfombra.

Ella no quería preguntar. Sabía que la respuesta no tendría sentido, pero no podía

evitarlo.

— ¿Qué estás haciendo?

— Estoy viendo la televisión al revés. — Respondió.

Estaba viendo uno de esos dibujos animados japoneses con criaturas de irritantes ojos

grandes que nunca entendía.

— ¿Por qué?

— Porque quiero.

— Y de nuevo me pregunto, ¿por qué?

— No sé.

Sabía que no debería haber preguntado. En cambio, miró hacia la cocina.

— ¿Dónde está papá?

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— No sé.

— ¿No sabes dónde está papá?

— Yo no soy su niñera. — Parecía molesto.

— ¿Cuándo se fue?

— No sé.

— ¿Estaba aquí cuando te levantaste?

— Uh—huh. — Su mirada nunca salió de la TV — Hablamos sobre la ventana.

— Y entonces…

— No sé.

— ¿Estás diciendo que sólo se desvaneció en el aire?

— No. Estoy diciendo que después de eso, el Pastor Harris vino y salieron a hablar. —

Hizo que sonara como si la respuesta fuera evidente.

— Entonces, ¿por qué no dices eso? — Ronnie alzó las manos con exasperación.

— Porque estoy tratando de ver mi show mientras estoy al revés. No es fácil hablar

contigo con la sangre corriendo a mi cabeza.

Él había escogido ser cortante en cualquier número de respuestas rápidas. Tal vez

deberías estar cabeza abajo más a menudo, pero entonces, por el momento, ella no cedió a

la tentación.

Porque ella estaba en su mejor estado de ánimo. Por haberse quedado dormida. Y lo

mejor de todo, porque oyó una vocecita susurrándole Tú te puedes ir a casa hoy. No más

Blaze, no más Marcus o Ashley, no más temprano por la mañana.

No más, como sea...

Le dio pausa a la idea. Con todo no había sido tan malo. En realidad, ella había tenido

un buen rato con él ayer, de cualquier forma, hasta el final. Realmente tendría que

haberle dicho a él lo que Ashley había dicho; ella debería haberle explicado. Pero con

Marcus ahí...

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Ella quería llegar realmente lejos de este lugar, tanto como fuera posible.

Tirando a un lado de las cortinas, se asomó por la ventana. Su padre y el Pastor Harris

estaban de pie en la calzada, y se dio cuenta de que no había visto el pastor desde que

era una niña. Él había cambiado poco desde entonces, aunque ahora se apoyaba en un

bastón, el pelo blanco y las cejas gruesas eran tan memorables como siempre. Ella

sonrió, recordando lo bien que él había estado después del funeral de su abuelo. Ella

sabía por qué a su padre le agradaba mucho, había algo infinitamente amable sobre él,

y recordó que, después del servicio, él le había ofrecido un vaso de limonada fresca que

era tan dulce como cualquier otro refresco. Parecían estar hablando con alguien más en

un coche, alguien que ella no podía ver. Se acercó a la puerta y la abrió para obtener

una mejor vista. Tardó sólo un instante reconocer el coche patrulla. El oficial Pete

Johnson estaba justo dentro de la puerta abierta del coche, claramente se estaba

preparando para salir.

Podía escuchar el motor al ralentí, y mientras bajaba los escalones del porche, su padre

ofreció con la mano tentativamente*. Pete abrió la puerta cerrada, dejando a Ronnie

con una sensación de desmoronamiento.

Cuando llegaron su padre y el Pastor Harris, Pete ya estaba dando marcha atrás al

coche, lo que sólo confirmó su idea de que las malas noticias se avecinaban.

— Has vuelto. — Dijo su padre — Cuando lo comprobé hace un rato, estabas muerta

para el mundo. — Hizo un gesto con el pulgar — ¿Te acuerdas del Pastor Harris?

Ronnie le tendió la mano.

— Lo recuerdo. Hola de nuevo. Es bueno verle.

Cuando el Pastor Harris la tomó, Ronnie se dio cuenta de las cicatrices brillantes que

cubrían sus manos y brazos.

— No puedo creer que esta sea la misma joven que tuve la buena fortuna de conocer

hace mucho tiempo. Está toda crecida ahora. — Él sonrió — Te pareces a tu madre.

Había oído esto mucho últimamente, pero ella aún no estaba segura de qué pensar de

eso. ¿Significa que parecía vieja? ¿O que su madre parecía joven? Era difícil de decir,

pero sabía que era un cumplido.

— Gracias. ¿Cómo está la Señora Harris?

Se apoyó en su bastón.

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— Ella me mantiene en la línea, como siempre lo ha hecho. Y estoy seguro de que le

encantaría verte también. Si encuentras una oportunidad de pasarte por la casa, voy a

asegurarme de que ella tenga una jarra de limonada casera para ti.

Lo que mostró que aún lo recordaba.

— Puedo aceptar eso.

— Espero que sí. — Se volvió a Steve — Gracias de nuevo por tu ofrecimiento para

hacer la ventana. Está quedando hermosa.

Se despachó en gracias.

— No me tiene que dar las gracias a mí...

— Por supuesto que sí. Pero realmente tengo que irme. Tengo a las hermanas Towson

liderando el estudio de la Biblia esta mañana, y si las conocieras, entenderías por qué

es imprescindible que no las deje con nuestros aparatos. Ellas son bastante del tipo

fuego y azufre. Les encanta Daniel y el Apocalipsis, y parecen olvidar que la Segunda

de Corintios es todavía un capítulo en el buen libro. — Se volvió a Ronnie — Fue

maravilloso verte de nuevo, joven. Espero que tu padre no te esté causando

demasiados problemas estos días. Sabes cómo pueden ser los padres.

Ella sonrió.

— Él está bien.

— Bien. Pero si te causa problemas, puedes venir a hablar conmigo, y yo haré lo mejor

para que se comporte. Él era bastante travieso cuando niño, así que sólo puedo

imaginar cuán frustrado lo debes de tener.

— Yo no era travieso. — Su padre protestó — Todo lo que hice fue tocar el piano.

— Recuérdame lo que te dije acerca de la vez que pusiste tinte rojo en la pila bautismal.

Su padre parecía mortificado.

— ¡Nunca hice eso!

El Pastor Harris parecía estar divirtiéndose.

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— Tal vez no, pero mi punto está en que, no importa cómo se presente a sí mismo, tu

padre no era perfecto.

Con esto, giró y puso en marcha el coche. Ronnie le vio ir, divertido. Alguien que

puede hacer a su padre estremecerse... de una manera inofensiva, por supuesto, era

una persona que definitivamente quería conocer un poco mejor. Sobre todo si tenía

historias que contar acerca de su padre. Historias divertidas. Buenas historias.

La expresión de su padre al verlo ir era inescrutable. Cuando se volvió hacia ella, sin

embargo, parecía haber vuelto al padre que ella conocía, y recordó de nuevo que el

oficial Pete había estado aquí sólo un par de minutos antes.

— ¿Qué fue todo eso? — Preguntó — Con el oficial Pete.

— ¿Por qué no vamos a desayunar primero? Estoy seguro de que probablemente estés

muerta de hambre. Apenas cenaste.

Ella llegó a sus brazos.

— Sólo dímelo, papá.

Su padre vaciló, luchando por encontrar las palabras correctas, pero no había manera

de que pudiera ocultar dulcemente la verdad. Suspiró.

— No sabrás cuándo regresarás a Nueva York, al menos hasta que estés procesada la

próxima semana. El propietario de la tienda tiene la intención de presentar cargos.

*** Ronnie se sentó en la duna, menos enojada que asustada ante la idea de lo que estaba

sucediendo dentro de la casa. Había pasado una hora desde que su padre le había

contado lo que el oficial Pete había dicho, y ella había estado sentada aquí desde

entonces. Sabía que su padre estaba dentro hablando con su madre por teléfono, y

Ronnie sólo podía imaginar cómo estaba reaccionando su madre. Esta era la única cosa

buena de estar aquí.

A excepción de Will...

Ronnie sacudió la cabeza, preguntándose por qué en la tierra ella seguía pensando en

él. Ellos eran algo más, suponiendo que alguna vez habían comenzado. ¿Por qué él se

había interesado en ella? Él había estado con Ashley durante mucho tiempo, lo que

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significaba que le gustaban las de su tipo. Si hay una cosa que había aprendido, era que

la gente no cambia.

A ellos les gustaba lo que les gustaba, aunque no entendieran por qué. Y ella no era en

absoluto como Ashley.

Sin discusión, sin debate. Porque si ella era como Ashley, ella justamente podría

empezar a nadar hacia el horizonte hasta perder toda esperanza de rescate. Finalmente

podría terminar así.

Sin embargo, eso no era lo que más le molestaba. Lo que le molestaba era su madre. Su

madre no dudaba al escuchar sobre la detención desde que su padre estaba en el

teléfono.

La idea le hizo temblar. Su madre estaba manteniendo la reunión, sin duda, gritando.

Tan pronto como su padre colgara, ella probablemente llamaría a su hermana o su

propia madre y difundiría las noticias sobre la cosa más horrible que Ronnie había

hecho. Ella estaría en una repetición de todo tipo de cosas personales, por lo general

con una exageración lo suficiente como para hacer parecer a Ronnie tan culpable como

sea posible. Su madre siempre descuidaba los matices, por supuesto. En este caso, ¡el

matiz más importante era que ella no lo había hecho!

Pero, ¿qué importaba? Por supuesto que no. Podía sentir la rabia de su madre, y toda

esta cosa le hizo enfermar del estómago. Tal vez era una buena idea que ella no se

fuera hoy a casa.

Detrás de ella, oyó a su padre acercarse. Cuando miró por encima del hombro, vaciló.

Ella sabía que él estaba tratando de averiguar si quería estar sola antes de que él

cautelosamente se sentara a su lado. Él no dijo nada enseguida. En cambio, parecía

estar observando un distante barco de pesca de camarón anclado cerca del horizonte.

— ¿Estaba enojada?

Ella ya sabía la respuesta, pero no pudo dejar de hacerla.

— Un poco. — Admitió.

— ¿Sólo un poco?

— Estoy bastante seguro de que Godzilla estaba en la cocina mientras estábamos

hablando.

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Ronnie cerró los ojos, imaginando la escena.

— ¿Le has dicho lo que realmente pasó?

— Por supuesto que sí. Y me aseguré de decirle que yo estaba seguro de que estás

diciendo la verdad. — Puso un brazo en los hombros de ella y le dio un abrazo — Ella

lo superará. Siempre lo hace.

Ronnie asintió. En el silencio, ella podía sentir a su padre estudiándola.

— Siento que no hayas podido ir a casa hoy. — Dijo. Su tono era suave y de disculpa —

Sé lo mucho que odias estar aquí.

— Yo no odio estar aquí. — Dijo de forma automática. Sorprendiéndose a ella misma,

se dio cuenta que, de tanto estar tratando de convencerse a sí misma de lo contrario,

estaba diciendo la verdad — Es sólo que no pertenezco a este lugar.

Le dio una sonrisa triste.

— Si te sirve de consuelo, cuando yo estaba creciendo, me sentía como si no

perteneciera aquí, tampoco. Soñé con ir a Nueva York. Pero es extraño, porque cuando

finalmente escapé de este lugar, terminé extrañándolo más de lo que pensé que lo

haría. Hay algo en el océano que me llama.

Se volvió hacia él.

— ¿Qué va a pasarme a mí? ¿El oficial Pete dijo algo más?

— No. Sólo que la dueña siente que tiene que presentar cargos, ya que los artículos

eran valiosos y ella ha tenido muchos problemas con el robo últimamente.

— ¡Pero yo no lo hice! — Ronnie lloraba.

— Lo sé. — Dijo — Y vamos a resolverlo. Vamos a encontrar un buen abogado y lo

afrontaremos.

— ¿Los abogados son caros?

— Los que son buenos. — Dijo.

— ¿Puedes permitirte eso?

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— No te preocupes. Ya se me ocurrirá algo. — Hizo una pausa — ¿Puedo preguntarte

algo? ¿Qué hiciste para que Blaze se volviera tan loca? Nunca me lo dijiste.

Si se lo hubiese preguntado su madre, ella probablemente no habría respondido.

Tampoco le habría respondido a su padre incluso un par de días antes. Ahora, no veía

ninguna razón para no hacerlo.

— Ella tiene un extraño y aterrador novio, y piensa que yo estaba tratando de apartarlo

de ella. O algo así.

— ¿Qué entiendes de extraño y aterrador?

Ella hizo una pausa. Al borde del agua, la primera de las familias llegaba, cargada con

toallas y juguetes de playa.

— Lo vi anoche. — Dijo en voz baja. Ella señaló hacia la playa — Él estaba de pie allí

mientras yo estaba hablando con Will.

Su padre no trató de ocultar su preocupación.

— Pero él no puede estar cerca.

Sacudió la cabeza.

— No. Pero hay algo... sobre él. Marcus...

— Tal vez deberías mantener la distancia con los dos. Blaze y Marcus, quiero decir.

— No te preocupes. No tenía la intención de hablar con ninguno de ellos de nuevo.

— ¿Quieres que llame a Pete? Sé que no has tenido una buena experiencia con él...

Ronnie sacudió la cabeza.

— Aún no. Y lo creas o no, no estoy enojada con Pete en absoluto. Sólo estaba haciendo

su trabajo, y actualmente, él es bastante comprensivo con todo esto. Creo que él se

compadeció de mí.

— Él me dijo que cree en ti. Por eso habló con el dueño.

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Ella sonrió, pensando en cuán agradable era hablar con un padre como éste. Por un

instante, se preguntó cómo habría sido su vida de diferente si él nunca se hubiera

alejado. Ella vaciló, recogiendo un puñado de arena y la dejó filtrar a través de sus

dedos.

— ¿Por qué nos dejaste, papá? — Preguntó — Soy lo suficientemente mayor como para

saber la verdad, ¿de acuerdo?

Su padre estiró las piernas, obviamente, para ganar tiempo. Parecía estar luchando con

algo, tratando de averiguar cuánto decir y por dónde empezar, antes de empezar con

lo obvio.

— Después de que dejara de enseñar en Juilliard, hice todos los espectáculos que pude.

Era mi sueño, ¿sabes? ¿Ser un pianista famoso? De todos modos... yo supongo que

debería haber pensado más sobre la realidad de la situación antes de tomar la decisión.

Pero no lo hice. No me di cuenta de lo difícil que iba a ser para tu madre. — La miró

fijamente con una mirada seria —. Al final, sólo éramos una especie... definitivamente

nos separamos.

Ella vio cómo respondió su padre, tratando de leer entre líneas.

— No había nadie más, no estaba allí. — Dijo ella. Su voz no tenía inflexión.

Su padre no respondió, y su mirada se cayó. Ronnie sintió caer algo dentro de ella.

Cuando finalmente respondió, se le vio cansado.

— Sé que debería haber hecho algo más por salvar el matrimonio, y lo siento por eso.

Más de lo que te puedes imaginar. Pero quiero que sepas algo, ¿bien? Nunca dejé de

creer en tu madre, nunca dejé de creer en la resistencia de nuestro amor. Incluso

aunque no terminara bien, de la forma en que tú o yo queríamos, te veo a ti y a Jonah y

pienso en cuán afortunado soy por teneros como hijos. En una vida de errores,

vosotros dos sois las cosas más grandes que jamás me sucedieron.

Cuando terminó, recogió un puñado de arena y la dejó escapar entre los dedos, con esa

sensación de cansancio de nuevo.

— ¿Qué voy a hacer?

— ¿Te refieres a hoy?

— Me refiero a todo.

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Ella sintió que él extendió su mano en su espalda.

— Creo que tal vez el primer paso debe ser ir a hablar con él.

— ¿Con quién?

— Will. — Dijo — ¿Te acuerdas cuando él pasó por delante de la casa ayer? ¿Cuando

yo estaba de pie en el portal? Yo estaba mirándote, pensando en lo naturales que

parecíais estando juntos.

— Ni siquiera lo conoces. — Dijo Ronnie, su voz con una mezcla de admiración y

sorpresa.

— No. — Dijo. Él sonrió, con su expresión amorosa — Pero te conozco a ti. Y ayer

estabas feliz.

— ¿Y si él no quiere hablar conmigo? — Dijo con preocupación.

— Querrá.

— ¿Cómo lo sabes?

— Porque yo estaba mirando y él estaba feliz, también.

___________

* En el sentido de dar la bienvenida a la casa. (N. del T.)

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Capítulo 18

Will

— Vamos, hombre. Tienes que mantener la cabeza en el juego. Si haces eso, vamos a

aplastar a Landry y a Tyson en el torneo.

Will lanzó la pelota de una mano a la otra mientras él y Scott se quedaban parados en

la arena, aún sudando por las últimas jugadas. Ya era tarde. Habían terminado en el

garaje a las tres, y corrieron hacia la playa para un partido de práctica contra un par de

equipos de Georgia, que pasaban la semana en la zona. Todos estaban preparándose

para el torneo sureste que se realizaría más tarde en agosto, que iba a ser celebrado en

Wrightsville Beach.

— Ellos no han perdido aún este año. Y acaban de ganar los nacionales juniors. — Will

señaló.

— ¿Y? Nosotros no estábamos allí. Les ganaron a un montón de aficionados.

En la humilde opinión de Will, la competencia en el torneo nacional juvenil no era de

aficionados. En el mundo de Scott, sin embargo, cualquier persona que perdía era un

aficionado.

— Ellos nos ganaron el año pasado.

— Sí, pero el año pasado estabas jugando aún más horrible que ahora. Yo tuve que

llevar toda la carga.

— Gracias.

— Sólo lo estoy diciendo. Estás inconsistente. Al igual que ayer. Después de que esa

chica de los perdedores saliera corriendo, jugaste el resto del juego como si estuvieras

ciego.

— Ella no es la chica de los perdedores. Su nombre es Ronnie.

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— Lo que sea. ¿Sabes cuál es tu problema?

Sí, Scott, por favor, dime cuál es mi problema, pensó Will. Me muero por saber lo que piensas.

Scott continuó, ajeno a los pensamientos de Will.

— Tu problema es que no estás centrado. Una pequeña cosa que sucede, y te vas a la

tierra de nunca jamás. ¡Oh, derramé el refresco de Elvira sobre ella, así que voy a fallar

en las próximas cinco jugadas! ¡Oh, Vampira se enfadó con Ashley, así que mejor

pierdo los próximos dos servi...!

— ¿Quieres parar? — Will interrumpió.

Scott parecía confundido.

— ¿Parar qué?

— Parar de ponerle nombres.

— ¿Ves? ¡Eso es exactamente de lo que estoy hablando! No estoy hablando de ella.

Estoy hablando de ti y de tu falta de enfoque. Tu incapacidad para concentrarte en el

juego.

— ¡Acabamos de ganar dos sets consecutivos, y ellos sólo anotaron siete puntos en

total! Los aplastamos. — Will protestó.

— Pero no deberían habernos hecho cinco puntos siquiera. Tendríamos que haber

acabado con ellos.

— ¿Hablas en serio?

— Sí, lo digo en serio. No son muy buenos.

— ¡Pero ganamos! ¿No es eso suficiente?

— No si podríamos haberles ganado por más. Deberíamos haber roto su espíritu de

modo que, cuando se crucen con nosotros en el torneo, se den por vencidos antes de

que el juego comience. Se llama psicología.

— Creo que se llama exagerar la puntuación.

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— Bueno, eso es sólo porque no estás pensando bien, o no habrías terminado

comiéndote la cara de Cruella de Vil.

Elvira, Vampira y ahora Cruella. Al menos, Will pensó, no estaba reciclando su material.

— Creo que estás celoso. — dijo Will.

— No. Personalmente, creo que deberías salir con Ashley, así yo puedo salir con

Cassie.

— ¿Todavía estás pensando en eso?

— ¿Hola? ¿En quién más podría estar pensando? Deberías haber visto su bikini de

ayer.

— Entonces invítala a salir.

— Ella no irá. — Scott frunció el ceño con consternación — Es como un paquete o algo

así. Yo no lo entiendo.

— Tal vez ella piensa que eres feo.

Scott lo miró antes de forzar una risa falsa.

— ¡Ja, ja! Eso es muy gracioso. Realmente deberías tratar de obtener un contrato con

Letterman*. — Su mirada permanecía fija en Will.

— Sólo lo estoy diciendo.

— Bueno, no, ¿de acuerdo? ¿Y qué pasa contigo y...?

— ¿Ronnie?

— Sí. ¿Qué fue eso? Ayer pasaste tu día libre con ella, y entonces ella aparece esta

mañana ¿y la besas? ¿Estás como... en serio con ella o algo así?

Will se mantuvo en silencio. Scott sacudió su cabeza mientras levantaba un dedo,

haciendo hincapié en su punto.

— Mira, aquí está la cosa. Lo último que necesitas es ponerte en serio con una chica.

Necesitas concentrarte en lo importante. Tienes un trabajo de tiempo completo, eres

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voluntario tratando de salvar a los delfines o a las ballenas o a las tortugas o lo que sea,

y sabes lo mucho que tenemos que practicar para prepararnos para el torneo. ¡Tú no

tienes suficiente tiempo como para una relación!

Will no dijo nada, pero veía el pánico de Scott crecer más con cada segundo que

pasaba.

— ¡Ah, vamos, hombre! No me hagas esto. ¿Qué diablos es lo que ves en ella?

No dijo nada.

— No, no, no. — Scott se repetía como un mantra — Sabía que esto iba a suceder. ¡Es

por eso que te dije que salieras con Ashley! Así no te pondrías en serio de nuevo.

¿Sabes lo que va a suceder? Te vas a convertir en un ermitaño. Vas a alejar a tus amigos

para poder salir con ella. Confía en mí, lo último que necesitas es ponerte en serio con...

— Ronnie. — Will terminó su frase.

— Lo que sea. — Scott rompió — Estás perdiendo el punto.

Él sonrió.

— ¿Alguna vez te has dado cuenta de que tienes más opiniones sobre mi vida que

sobre tu propia vida?

— Eso es porque no echo a perder las cosas como lo haces tú.

Will tuvo un recuerdo involuntario, que lo llevó de nuevo a la noche del incendio, y se

preguntaba si Scott era realmente tan ignorante.

— No quiero hablar de eso. — Dijo Will, pero se dio cuenta de que Scott no estaba

escuchando.

En cambio, su mirada se centró sobre el hombro de Will, en un lugar de la playa.

— Tienes que estar bromeando. — Scott murmuró.

Se dio la vuelta y vio a Ronnie, que se acercaba. En vaqueros y una camiseta oscura,

por supuesto, viéndose tan fuera de lugar como un cocodrilo en la Antártida.

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Una enorme sonrisa se extendió por su rostro. Se dirigió hacia ella, llenándose con la

vista de ella, preguntándose de nuevo lo que estaba pensando. Le encantaba el hecho

de que él no pudiera entenderla por completo.

— Hey. — Dijo acercándose hasta ella.

Ella se detuvo, justo fuera de su alcance. Su expresión era seria.

— No me beses. Sólo escucha, ¿de acuerdo?

*** Sentada a su lado en el camión, Ronnie seguía siendo tan enigmática como siempre.

Miró por la ventana, sonriendo débilmente, al parecer contenta de ver el paisaje.

Ronnie llevó las manos a su regazo.

— Quiero que sepas que a mi padre no le importa que estés usando pantalones cortos y

una camiseta.

— Sólo me va a llevar unos minutos.

— Pero se supone que debe ser una cena informal.

— Estoy sudado y con calor. No voy a entrar a tu casa para cenar con tu padre

vistiendo como un vagabundo.

— Pero acabo de decirte que no le importa.

— A mí me importa, sin embargo. A diferencia de algunas personas, me gusta dar una

buena impresión.

Ronnie se irritó.

— ¿Estás diciendo que a mí no?

— Por supuesto que no. Por ejemplo, a todas las personas que conozco les encanta

conocer gente con el pelo morado.

Aunque ella sabía que estaba tomándole el pelo, sus ojos se abrieron y luego se

redujeron bruscamente.

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— Tú no pareces tener problemas con él.

— Sí, pero eso es porque yo soy especial.

Se cruzó de brazos y lo miró.

— ¿Vas a estar así toda la noche?

— ¿Así cómo?

— ¿Como alguien que no tiene la menor posibilidad de volver a besarme nunca, jamás?

Se rió y se volvió hacia ella.

— Te pido disculpas. Yo no quise decir esto. Y, de hecho, me gustan los mechones de

color púrpura. Es... quien tú eres.

— Sí, bueno, vas a tener que aprender a ser más cuidadoso con lo que dices la próxima

vez.

Mientras hablaba, abrió la guantera y comenzó a husmear a través de ella.

— ¿Qué estás haciendo?

— Sólo mirar. ¿Por qué? ¿Estás ocultando algo?

— Siéntete libre de husmearlo todo. Y mientras estás en ello, tal vez podrías

organizarlo un poco.

Sacó una bala y la alzó para que pudiera verla.

— Supongo que esto es lo que usas para matar a los patos, ¿no?

— No, eso es para los ciervos. Es demasiado grande para un pato. El pato se

desmenuzaría en pedazos si le tiro con eso.

— Tienes problemas graves, ¿lo sabes?

— Eso he oído.

Se rió antes de establecerse en el silencio. Estaban en el lado Intercostal de la isla, y

entre la expansión cada vez mayor de casas, el sol estaba brillando fuera del agua.

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Cerró la guantera y bajó la visera. Al darse cuenta de una fotografía de una preciosa

rubia, la sacó y la examinó.

— Ella es bonita. — Comentó Ronnie.

— Sí, lo es.

— Diez dólares a que está publicada en tu página de Facebook.

— Los perdiste. Esa es mi hermana.

Vio cómo su mirada oscilaba de la foto a su muñeca, mirando la pulsera de macramé.

— ¿Qué pasa con los brazaletes a juego? — Preguntó.

— Mi hermana y yo los hicimos.

— Para apoyar una buena causa, sin duda.

— No. — Dijo, y cuando no dijo nada más, estaba impresionado de que pareciera intuir

que él no quería decir nada más.

En cambio, metió con cuidado la foto en su lugar y levantó la visera de nuevo.

— ¿A qué distancia vives? — Ronnie le preguntó.

— Ya casi estamos allí. — Le aseguró Will.

— Si hubiera sabido que era tan lejos, me hubiera ido a casa. Dado que nos estamos

dirigiendo cada vez más lejos de mi casa, quiero decir.

— Pero te hubieras perdido mi brillante conversación.

— ¿Así es como lo llamas?

— ¿Planeas insultarme un poco más? — Él la miró — Sólo necesito saber si subo o no el

volumen de la música, así no tengo que oírlo.

— Sabes que no debería haberte besado antes. No fue exactamente romántico. —

Replicó Ronnie.

— Yo pensé que fue muy romántico.

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— Estábamos en un garaje, tú tenías grasa en tus manos, y tu amigo nos miraba con la

boca abierta.

— Un perfecto escenario. — Dijo.

A medida que desaceleraba el coche, Will bajó la visera. Luego, después de hacer un

giro, se detuvo mientras presionaba el mando a distancia. Dos puertas de hierro

forjado lentamente se abrieron, y el camión rodó hacia delante de nuevo.

Entusiasmado con la idea de cenar con la familia de Ronnie más tarde esa noche, Will

no pareció darse cuenta de que Ronnie se había quedado callada.

__________

* David Letterman es un conocido comediante estadounidense de televisión, anfitrión del

programas de entrevistas nocturnas ‚late Night with David Letterman‛, programa que continúa

en el aire por la cadena CBS desde 1993. (N. del C.)

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Capítulo 19

Ronnie

Bien, pensó, esto es ridículo. No sólo los motivos esculpidos con los jardines de rosas y

setos y las estatuas de mármol, o la gran mansión georgiana apoyada en elegantes

columnas, o incluso los caros coches exóticos que estaban siendo encerados a mano en

un área reservada para ellos, sino todo.

No era ridículo. Era más que ridículo. Sí, ella sabía que había gente rica de Nueva York,

con apartamentos de veintitrés habitaciones en Park Avenue y casas en los Hamptons,

pero no fue como si nunca hubiera pasado el tiempo con aquellas personas o que

hubiera sido invitada a sus hogares. Lo más cerca que jamás había llegado a ver un

lugar como éste se encontraba en revistas, e incluso entonces, la mayoría de los

disparos de sobrevuelo había sido tomada por los paparazzi.

Y allí estaba ella, vistiendo una camiseta y unos vaqueros rotos. Agradable. Por lo

menos él podría haberle advertido.

Ella siguió mirando la casa mientras el camión se acercaba a la entrada, dando la vuelta

en la rotonda situada enfrente de la casa. Él se detuvo justo frente a la entrada. Se

volvió hacia él y estaba a punto de preguntarle si realmente vivía ahí, y se dio cuenta

de que era una pregunta estúpida. Obviamente, él vivía aquí. Para entonces, él ya

estaba saliendo del camión.

Siguiendo el ejemplo, ella abrió la puerta y salió. Los dos hombres que lavaban los

coches los miraron rápidamente antes de volver al trabajo.

— Como dije, sólo voy a darme una ducha rápida. No tardaré mucho.

— Bien. — Dijo.

En realidad, no había nada que se le ocurriera decir. Era la casa más grande que jamás

había visto en su vida. Ella lo siguió hasta la escalera que llevaba al porche y se detuvo

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brevemente en la puerta, apenas lo suficiente para ver una placa de mármol cerca de la

puerta que decía:

Los Blakelees

Como en Frenos Blakelee. Al igual que en la cadena automotriz nacional. Como en el

padre de Will, que no se limitaba a poseer una franquicia individual sino que

probablemente había empezado todo el negocio. Todavía estaba tratando de procesar

ese hecho tan simple cuando Will abrió la puerta y la llevó a través de un hall de

entrada enorme con una gran escalinata en el centro. Una colección de paneles de

madera oscura se señalaba a su derecha, mientras que una especie de sala de música

estaba abierta a la izquierda. Justo enfrente había un cuarto abierto enorme, lleno de

sol, y más allá, vio las aguas cristalinas de la Intercostal Waterway.

— No me dijiste que tu apellido era Blakelee. — Murmuró Ronnie.

— No me preguntaste. — Hizo un gesto indiferente — Pasa.

Se la llevó más allá de la escalera hacia una gran sala. En la parte trasera de la casa, vio

un gran porche cubierto. Cerca del agua vio lo que sólo puede describirse como un

yate de tamaño mediano amarrado en el muelle. Bueno, ella lo admitía, se sentía fuera

de lugar aquí, y el hecho de que todo el mundo probablemente se sintió fuera de lugar

la primera vez que vino aquí no era un consuelo. Bien podría haber aterrizado en

Marte.

— ¿Te traigo algo de beber mientras me preparo?

— Um, no, estoy bien. Gracias. — Dijo ella, tratando de no mirar boquiabierta a su

entorno.

— ¿Quieres que te enseñe todo primero?

— Estoy bien.

En algún lugar delante ella escuchó una voz gritando.

— ¿Will? ¿Te oí llegar?

Ronnie se volvió para ver a una atractiva mujer en los comienzos de sus cincuenta

años, vestida con un traje caro y con una revista de bodas en sus manos, que salía para

encontrarlos.

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— Oye, mamá. — Dijo. Tiró las llaves de su camión en un tazón encaramado en la

mesa de entrada, justo al lado de un jarrón de azucenas recién cortadas — He traído a

alguien. Esta es Ronnie. Y esta es mi madre, Susan.

— Oh. Hola, Ronnie. — Dijo Susan con frialdad.

Aunque trató de ocultarlo, Ronnie sabía que no estaba satisfecha de haber sido

sorprendida por la inesperada compañía de Will. Su disgusto, Ronnie no podía dejar

de pensar, tenía menos que ver con la parte inesperada de la compañía como con la

otra parte. Es decir, ella. Pero si Ronnie notó la tensión, Will obviamente no lo hizo. Tal

vez, pensó Ronnie, era un asunto de mujeres el ser capaces de sentir cosas por el estilo,

porque Will siguió charlando con su madre de forma casual.

— ¿Papá anda por aquí? — Will preguntó.

— Creo que está en su oficina.

— Antes de irme, tengo que hablar con él.

Susan cambió la revista de una mano a la otra.

— ¿Te vas?

— Voy a cenar esta noche con la familia de Ronnie.

— Oh. — Dijo — Eso es maravilloso.

— Te va a gustar esto. Ronnie es vegetariana.

— Oh. — Dijo Susan de nuevo, volviendo a examinar Ronnie — ¿Es eso cierto?

Ronnie sentía como si se estuviera encogiendo.

— Sí.

— Interesante. — Dijo Susan.

Mientras que Ronnie podía ver que le parecía todo menos interesante, Will permanecía

ajeno.

— Está bien, así que sólo voy a ir arriba durante unos minutos. Vuelvo en un

momento.

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Aunque Ronnie sentía que quería decirle que se diera prisa, no dijo nada.

— Muy bien. — Le dijo en su lugar.

Con un par de pasos largos, fue subiendo por la escalera, dejando a Ronnie y a Susan

una enfrente a la otra. En el silencio que siguió, Ronnie era muy consciente del hecho

de que, a pesar de lo poco que tenían en común, estaban unidas en su descontento por

quedarse a solas.

Ronnie sentía que quería estrangular a Will. Lo menos que podía haber hecho era

advertirle.

— Entonces. — Dijo Susan, forzando una sonrisa que parecía casi de plástico — ¿Tú

eres la que tenía el nido de tortugas detrás de su casa?

— Esa soy yo.

Susan asintió. Era evidente que había quedado sin cosas que decir, por lo que Ronnie

luchó para llenar el silencio. Hizo un gesto hacia el vestíbulo.

— Usted tiene una hermosa casa.

— Gracias.

Con esto, Ronnie no sabía qué más decir, y durante un largo rato se miraron la una a la

otra con torpeza. No tenía idea de lo que habría ocurrido si las dos se hubieran

quedado solas durante más tiempo. Pero, por suerte, se les unió un hombre de unos

cincuenta o sesenta años, vestido de manera informal con un cargador de muelle y un

polo.

— Creí oír a alguien entrar. — Dijo caminando hacia ellas. Su actitud era amable, casi

jocosa mientras se acercaba — Soy Tom, también conocido como el padre de Will, y tú

eres Ronnie, ¿no?

— Es un placer conocerlo. — Respondió ella.

— Me alegro de que por fin tenga la oportunidad de conocer a la chica de la que ha

estado hablando mi hijo.

Susan se aclaró la garganta.

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— Will va a ir a cenar con Ronnie y su familia.

Tom se volvió hacia Ronnie.

— Espero que no hagan nada de lujo. El niño vive a pizza de pepperoni y

hamburguesas.

— Ronnie es vegetariana. — Añadió Susan.

Ronnie no pudo dejar de advertir que Susan lo dijo del mismo modo en que otra

persona podría haber dicho que era una terrorista. O quizá no. Ronnie no lo sabía

exactamente. Realmente, realmente Will debería haberle advertido sobre lo que podía

esperar, para por lo menos haber estado preparada. Pero Tom, al igual que Will, no

parecía darse cuenta.

— ¿En serio? Eso es genial. Por lo menos, va a comer sano por una vez. — Hizo una

pausa — Sé que estás esperando a Will pero, ¿tienes unos minutos? Quiero enseñarte

algo.

— Estoy segura de que no está interesada en tu avión, Tom. — Protestó Susan.

— No lo sé. Tal vez lo esté. — Dijo. Girándose hacia Ronnie, le preguntó — ¿Te gustan

los aviones?

Por supuesto, pensó, ¿por qué esta familia no habría de tener un avión? Vamos a añadirlo a

la ecuación, todo este lío es por culpa de Will. Ella iba a matarlo tan pronto como

saliera de aquí. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer?

— Sí. — Dijo — Por supuesto que me gustan los aviones.

Suponía que tenía una imagen en la mente de un Learjet o Gulfstream estacionado en

un hangar personal en el otro lado de la propiedad, pero era una imagen borrosa,

puesto que sólo había visto jets privados en fotografías. Sin embargo, esto no era lo que

esperaba en absoluto: la visión de alguien mayor que su padre volando un avión de

juguete a control remoto, y con la concentración puesta en los controles. El avión se

quejaba mientras bordeaba los árboles, para luego volar bajo sobre las aguas del

Intercostal.

— Siempre he querido una de estas cosas, y finalmente se cumplió y tengo una. En

realidad, esta es la segunda. La primera de ellas accidentalmente terminó en el agua.

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— Eso es una pena. — Ronnie simpatizó con él.

— Sí, pero me enseñó que probablemente debería leer el manual completo la próxima

vez.

— ¿Lo chocó?

— No, se quedó sin gas. — Él la miró — ¿Quieres probar?

— Será mejor que no. — Ronnie objetó — No soy buena con esas cosas.

— No es demasiado difícil. — Tom le aseguró — Este es uno de los aviones de

principiante. Se supone que debe ser a prueba de idiotas. Por supuesto, el último

también lo era, así que, ¿qué te dice eso?

— ¿Que tal vez debería haber leído las instrucciones?

— Correcto. — Dijo. Había algo en la forma en que lo dijo, que lo hizo sonar justo como

Will — ¿Tú y Susan hablasteis de la boda? — Le preguntó.

Ronnie sacudió la cabeza.

— No. Aunque Will mencionó algo al respecto.

— Tuve que pasar dos horas de hoy en la floristería mirando arreglos florales. ¿Alguna

vez has pasado dos horas mirando los arreglos de flores?

— No.

— Considérate afortunada.

Ronnie rió, aliviada de estar aquí con él. Justo entonces se acercó Will, recién duchado

y vestido con un polo y pantalones cortos. Ambos eran de marca, pero ella suponía que

ya debería haberlo imaginado.

— Tendrás que perdonar a mi padre. A veces se olvida de que es un adulto. — Will

bromeó.

— Al menos soy honesto. Y no te he visto correr para ayudar en la casa.

— Tuve un partido de voleibol.

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— Sí, estoy seguro de que esa fue la razón. Y tengo que decirte, Ronnie es mucho más

bonita de lo que habías insinuado.

Aunque Ronnie sonrió con placer, Will se encogió.

— Pap{…

— Es cierto. — Añadió Tom rápidamente — No te avergüences. — Después de

asegurarse de que el avión estaba volando derecho de nuevo, miró a Ronnie — Se

avergüenza mucho. Solía ser el niño más tímido en el mundo. Ni siquiera podía

sentarse junto a una chica guapa sin convertir sus mejillas en color rojo brillante.

Will, mientras tanto, sacudía la cabeza con incredulidad.

— No puedo creer que digas eso, papá. Justo delante de ella.

— ¿Cuál es el problema? — Tom miró a Ronnie — ¿Eso te molesta?

— No, en absoluto.

— ¿Ves? — Le tocó el pecho a Will, como si hubiera demostrado su punto — A ella no

le importa.

— Gracias por eso. — Él hizo una mueca.

— ¿Para qué están los padres? Oye, ¿quieres dar un giro a esto?

— Realmente no puedo. Se supone que debo llevar a casa a Ronnie para que podamos

cenar.

— Escúchame. Incluso si te sirven berenjena en colinabo con tofu, quiero que comas

todo lo que pongan delante de ti y asegúrate de felicitarlos por la comida. — Advirtió

Tom.

— Será probablemente sólo pasta. — Ronnie dijo sonriendo.

— ¿De veras? — Tom parecía decepcionado — Él va a comer eso.

— ¿Qué? ¿Tú no quieres que coma?

— Siempre es bueno experimentar cosas nuevas. ¿Cómo estuvo la tienda hoy?

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— Eso es de lo que necesitaba hablar contigo. Jay dijo que hay un problema con el

ordenador o el software, todo se imprime dos veces.

— ¿Sólo la insignia o en todas partes?

— No lo sé. — Tom suspiró.

— Supongo que será mejor comprobar qué es lo que no funciona, entonces.

Asumiendo, por supuesto, que pueda aterrizar esta cosa. Y vosotros dos, que tengáis

una buena noche, ¿de acuerdo?

Unos minutos más tarde, después de entrar en el camión, Will hizo sonar sus llaves

antes de arrancar el motor.

— Perdón por todo eso. Mi padre dice a veces las cosas más locas.

— No te disculpes. Me cae bien.

— Y yo no era tímido y mis mejillas nunca se pusieron de rojo brillante.

— Por supuesto que no.

— Hablo en serio. Yo siempre fui un galán.

— Estoy segura de que lo eras. — Dijo ella, dándole pequeños golpecitos en la rodilla

— Pero escucha. Acerca de esta noche. Mi familia tiene una tradición rara.

*** — ¡Estás mintiendo! — Will gritó — Tú has estado mintiendo durante toda la noche y

estoy enfermo y cansado de eso.

— ¡Ni siquiera te atrevas a ir allí! — Dijo Ronnie a gritos — ¡Tú eres el que está

mintiendo!

Los platos de la cena habían sido quitados hace mucho tiempo. El padre de Ronnie

sirvió espaguetis y salsa de tomate, como estaba previsto, con Will asegurándose de

dejar limpio el plato, y ahora estaban sentados en la mesa de la cocina sosteniendo

cartas de póquer en la frente, en un juego de póquer mentiroso. Will sostenía un ocho

de corazones, Steve tenía un tres de corazones, y Jonah un nueve de espadas.

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Montones de monedas estaban apiladas enfrente de cada uno de ellos, y el montón en

el centro estaba lleno de monedas de cinco y diez centavos.

— Vosotros dos estáis mintiendo. — Agregó Jonah — Ninguno de vosotros sabe cómo

decir la verdad.

Will ofreció a Jonah su cara de juego y metió la mano en su montón de cambio.

— Veinticinco centavos dicen que no sabes de lo que estás hablando.

El padre de Ronnie comenzó a sacudir la cabeza.

— Mala jugada, joven. Se acabó. Voy a tener que subir la apuesta cincuenta centavos.

— ¡Voy a ver eso! — Ronnie gritó.

Tanto Jonah como Will inmediatamente siguieron el ejemplo. Se hizo una pausa, todos

ellos mirándose entre sí antes de lanzar y golpear sus cartas sobre la mesa. Ronnie, ya

que había estado manteniendo un ocho, supuso que todos ellos habían perdido contra

Jonah. Otra vez.

— ¡Sois todos unos mentirosos! — Dijo.

Sus ganancias, se dio cuenta, eran el doble que las de cualquier otra persona, y

mientras miraba a su hermano arrastrar la pila de cambio hacia él, observó que al

menos en este punto, la noche había ido bastante bien.

No había sabido qué esperar cuando había traído a Will, ya que era la primera vez que

había llevado a un chico a conocer a su padre. ¿Iba a tratar de darles espacio para

esconderse en la cocina? ¿Iba a tratar de ser amigo de Will? ¿Iba a hacer o decir algo

que la avergonzara? Desde antes de llegar a su casa, ella ya había comenzado a pensar

en planes de fuga que podría usar tan pronto como se terminara la cena.

Tan pronto como entraron, sin embargo, tuvo una buena sensación. Para empezar, la

casa estaba ordenada, Jonah estaba evidentemente bajo órdenes de no aferrarse a ellos

o interrogar a Will como un fiscal, y su padre se presentó ante Will con un apretón de

manos y un simple ‚Es un placer conocerte‛.

Will estaba en su mejor comportamiento, por supuesto, respondiendo a las preguntas

con un ‚Sí, señor‛ y ‚No, señor‛, lo que le daba la impresión de ser un tipo simp{tico,

en una forma bastante sureña.

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La conversación durante la cena fue fácil, su padre le preguntó algunas preguntas

acerca del trabajo que hacía en el garaje y en el acuario, y Jonah fue tan lejos como para

ponerse la servilleta en el regazo. Lo mejor de todo, su padre no dijo nada vergonzoso

y, aunque trajo a colación el hecho de lo que solía enseñar en Juilliard, no mencionó

que solía ser su maestro, ni que ella había tocado en el Carnegie Hall, ni que habían

escrito canciones juntos, ni mencionó el hecho de que hasta hace unos días, él y Ronnie

se trataban como completos extraños.

Cuando Jonah pidió galletas después de haber terminado la cena, tanto Ronnie como

su padre estallaron en carcajadas, lo que hizo que Will se preguntara qué era tan

gracioso. Juntos, los cuatro se dedicaron a limpiar la mesa, y cuando Jonah sugirió que

jugaran al póquer mentiroso, Will aceptó con entusiasmo.

En cuanto a Will, él era el tipo de hombre que su madre quería para que saliera con

Ronnie: cortés, respetuoso, inteligente, y lo mejor de todo, sin tatuajes... Tal vez habría

sido bueno tener a su madre allí, aunque sólo fuera para asegurarle que su hija no se

había caído completamente a la parte más profunda. Por otra parte, su madre habría

estado probablemente tan emocionada con todo el asunto, que habría intentado

adoptar a Will, o bien repetir y repetir a Ronnie un millón de veces después de que

Will se fuera, acerca de cuán agradable era, lo cual sólo habría hecho a Ronnie querer

terminar todo el asunto, antes de que su madre se entusiasmara demasiado. Su padre

nunca haría ninguna de esas cosas, parecía confiar en el juicio de Ronnie, y se veía feliz

de que ella tomara sus decisiones sin insertar sus propias opiniones.

Lo cual era realmente extraño, teniendo en cuenta que sólo estaba empezando a

conocerla de nuevo; y era un poco triste al mismo tiempo, porque estaba empezando a

pensar que había cometido un gran error al evitarlo durante los últimos tres años.

Podría haber sido agradable hablar con él cuando su madre estaba volviéndola loca.

De todas formas, se alegró de haber invitado a Will a cenar. Sin duda era más fácil para

él conocer a su padre de lo que había sido para Ronnie conocer a Susan. La mujer la

asustaba hasta los huesos. Bueno, tal vez eso era una exageración, pero ella la

intimidaba. La mujer había dejado bastante claro que no le gustaba Ronnie, o bien que

no le gustaba el hecho de que a su hijo le gustara Ronnie.

Normalmente, a ella no le hubiese importado lo que los padres de alguien pensaran de

ella, y ella no se habría molestado en pensar ni un segundo acerca de la forma en que

estaba vestida. Ella era quien era, después de todo... Esta era la primera vez en la que

había sentido que no estaba a la altura, y eso la había molestado mucho más de lo que

había imaginado.

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Mientras caía la noche y el juego del póquer mentiroso comenzaba a disminuir, sintió

la mirada de Will puesta en ella. Ella le devolvió la mirada con una sonrisa.

— Estoy casi fuera. — Anunció acariciando su montón de cambio.

— Lo sé. Yo también. — Él miró hacia la ventana — ¿Crees que estaría bien si vamos a

dar un paseo?

Esta vez, ella sabía con certeza que él se lo estaba pidiendo porque quería pasar tiempo

a solas con ella, porque se preocupaba por ella, incluso si no estaba seguro de si ella se

sentía de la misma manera.

Ella lo miró a los ojos directamente.

— Me encantaría ir a dar un paseo.

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Capítulo 20

Will

La playa se extendía por millas, separada de Wilmington por el puente sobre el canal

Intercostal Waterway. Había cambiado, por supuesto, desde que Will era un niño...

Cada vez más congestionada en los veranos, pequeñas casas de planta baja como en la

que Ronnie estaba viviendo fueron sustituidas por imponentes mansiones frente al

mar, pero todavía le gustaba el mar por la noche. Cuando era joven, solía andar en

bicicleta por la playa, con la esperanza de ver algo interesante, y casi nunca era

decepcionado. Había visto grandes tiburones en las aguas de la playa, castillos de

arena tan intrincados que podrían haber ganado una competencia nacional, y una vez

incluso había visto una ballena, a no más de cincuenta metros de la costa, rodando en

el agua más allá del oleaje.

Esta noche el lugar estaba desierto y, mientras él y Ronnie daban un paseo descalzos

pisando las olas mientras rompían en la playa, fue golpeado por la idea de que esta era

la chica con quien le gustaría afrontar el futuro.

Sabía que era demasiado joven para tales pensamientos y no se hacía ilusiones respecto

al matrimonio, pero de alguna manera sentía que, si se encontraba con Ronnie dentro

de diez años, podría ser la elegida. Sabía que Scott no entendería el concepto —Scott

parecía incapaz de imaginar un futuro que se extendiera más allá del próximo fin de

semana—, pero Scott no era tan diferente de la mayoría de sus compañeros. Era como

si sus mentes corrieran por pistas separadas: Él no estaba en eso de los ligues de una

noche, no era de los de seducir a una chica sólo para ver si podía hacerlo, ni de esos

que actuaban todo encantandores sólo el tiempo suficiente para conseguir lo que

deseaban antes de cortar en favor de una chica nueva y más atractiva. Simplemente no

era así. Él nunca sería así. Cuando se encontraba con una chica, la primera cuestión que

se planteaba no era si ella estaba bien para unos días, sino si era el tipo de chica con la

que podía imaginarse pasar el tiempo a largo plazo.

Él supuso que, en parte, tenía que hacer lo mismo que sus padres. Habían estado

casados durante treinta años, comenzaron luchando como muchas parejas y, con los

años, habían construido el negocio y creado una familia. Con todo, se habían amado,

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celebrando sus éxitos y apoyándose mutuamente durante la tragedia. Ninguno de ellos

era perfecto, pero él había crecido con la certeza de que eran un equipo y, finalmente,

había aprendido aquella lección.

Es fácil pensar que había pasado dos años con Ashley porque ella era hermosa y rica y,

aunque estaría mintiendo si dijera que su belleza era irrelevante, era menos importante

que las cosas que él creyó ver en ella. Le había escuchado a él como él le había

escuchado a ella, él había creído que podía decirle cualquier cosa, y viceversa. Pero,

con el tiempo, se había sentido cada vez más decepcionado con ella, especialmente

cuando ella llorando le confesó que se lo había montado en una fiesta con un tipo de la

universidad local. Las cosas nunca fueron las mismas después de eso. No porque le

preocupara que ella hiciera algo como eso otra vez, todo el mundo cometía errores, y

sólo había sido un beso, pero de alguna manera el incidente ayudó a cristalizar sus

ideas sobre lo que quería de la gente que estaba más cerca. Empezó a notar la forma en

que trataban a otras personas, y no estaba seguro de que le gustaba lo que veía. Su

incesante cotilleo —algo que antes consideraba inofensivo—, comenzó a molestarlo, al

igual que las largas esperas a las que le sometia ella mientras se preparaba para salir

por la noche. Se sintió mal por el momento de romper con ella, pero se consolaba con el

hecho de que él sólo tenía quince años la primera vez que salió con ella, y ella fue la

primera novia que había tenido. Al final, él sintió que no tenía otra opción. Él sabía

quién era y qué era importante para él, y él no vio nada de eso se refleja en Ashley.

Pensó que era mejor sólo terminar la relación antes de que las cosas se pusieran peor.

Su hermana, Megan, era como él en ese aspecto. Hermosa e inteligente, había

intimidado a la mayoría de los chicos que había conocido. Durante mucho tiempo ella

había revoloteado de un tipo a otro, pero no por vanidad o frivolidad. Cuando él le

preguntó por qué pareía incapaz de asentarse, su respuesta fue sencilla — Hay chicos

que crecen pensando que pueden establecerse en algún momento distante en el futuro,

y hay chicos que están listos para el matrimonio tan pronto como encuentren a la

persona adecuada. Los primeros me aburren, sobre todo porque son patéticos, y los

otros, francamente, son difíciles de encontrar. Pero lo grave es que me interesa, y se

necesita tiempo para encontrar un tipo como ese, que me haga sentir igual de

interesada. Quiero decir, si la relación no puede sobrevivir a largo plazo, ¿por qué

valdría la pena gastar mi tiempo y energía para un corto plazo?

Megan. Él sonrió pensando en ella. Vivió su vida con sus propias reglas. Ella había

vuelto a su madre loca durante los últimos seis años con su actitud, por supuesto, ya

que rápidamente había eliminado a casi todos los hombres en la ciudad que provenían

de la clase de familia que su madre habría aprobado. Pero él tuvo que admitir que

Megan lo había hecho bien y, gracias a Dios, había sido capaz de satisfacer a un

hombre en Nueva York que cumplía con todos sus criterios.

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De un modo extraño, Ronnie le recordaba a Megan. Era un bicho raro, una

librepensadora, y tercamente independiente, también. En la superficie, era diferente a

cualquiera que pudiera imaginar encontrar atractiva, pero... su padre era grande, su

hermano era un comino, y ella era casi tan inteligente y cuidadosa como nadie que él

hubiera conocido. ¿Quién más podría acampar toda la noche para proteger un nido de

tortugas? ¿Quién más podría detener una lucha para ayudar a un niño pequeño?

¿Quién más habría leído Tolstoi en su tiempo libre?

¿Y quién más, al menos en esta ciudad, caería por Will antes de saber nada sobre su

familia?

Eso, tuvo que admitir, era importante para él, también, tanto como él deseaba que no lo

fuera. Amaba a su padre y su apellido, y estaba orgulloso del negocio que su padre

había construido. Apreciaba las ventajas que su vida le había traído, pero... él quería

ser su propia persona, también. Quería que la gente lo conociera primero como Will, no

como un Blakelee, y no había otra persona en el mundo con quien pudiera hablar sobre

él, aparte de su hermana. No era como si viviera en Los Angeles, donde se podían

encontrar en cada escuela a los hijos de celebridades, o en un lugar como Andover,

donde prácticamente todo el mundo conocía a alguien que provenía de una familia

famosa. No era tan fácil en un lugar como este, donde todos se conocían, y como había

crecido aquí, había aprendido a ser un poco cauto con sus amistades. Estaba dispuesto

a hablar con casi cualquier persona, pero había aprendido a poner un muro invisible, al

menos hasta estar seguro de que su familia no tenía nada que ver con la nueva

revelación ni era la razón por la que una chica parecera estar interesada en él. Y si no

hubiera sabido con certeza que Ronnie no sabía nada de su familia, se hubiera

convencido de ello cuando se detuvo delante de su casa.

— ¿En qué estás pensando? — Oyó preguntar. Una suave brisa alborotó el pelo y trató

en vano de recoger los mechones en una coleta — Has estado un poco silencioso.

— Estaba pensando en lo mucho que he disfrutado.

— ¿En nuestra casa? Es un poco diferente a lo que estás acostumbrado.

— Tu casa es grande. — Insistió — Al igual que tu padre y Jonah. A pesar de que me

machacó en el poquer mentiroso.

— Él siempre gana, pero no me preguntes cómo. Quiero decir, desde que era pequeño.

Creo que engaña, pero no hemos descubierto cómo.

— Tal vez sólo tienes que ser mejor.

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— Ah, ¿quieres decir como cuando me hablaste sobre lo de trabajar para tu padre?

— Trabajo para mi padre. — Dijo Will.

— Sabes lo que quiero decir.

— Como te dije, no pensé que importara. — Se detuvo y se volvió hacia ella — ¿No?

Ella parecía elegir cuidadosamente sus palabras.

— Es interesante y me ayuda a explicar algunas cosas sobre ti, pero si te dijera que mi

madre trabajó como asistente legal en un Bufete de abogados de Wall Street, ¿sentirías

de manera diferente por mí?

A eso, él lo sabía, podía responder con total honestidad.

— No. Pero es diferente.

— ¿Por qué? — Preguntó — ¿Porque tu familia es rica? Una declaración como ésa sólo

tiene sentido para alguien que piensa que el dinero es lo único que importa.

— Yo no he dicho eso.

— Bueno, ¿qué quieres decir? — Lo desafió, y luego movió la cabeza — Mira, vamos a

dejar clara una cosa. No me importa si tu padre es el sultán de Brunei. Te tocó nacer en

una familia privilegiada. Qué hacer con que esa verdad es cosa tuya. Estoy aquí porque

quiero estar contigo. Pero si no fuera así, ni todo el dinero en el mundo hubiera

cambiado mis sentimientos hacia ti.

Mientras hablaba, la veía cada vez más animada.

— ¿Por qué tengo la sensación de que has dado ese discurso antes?

— Porque yo lo he dicho antes. — Ella se detuvo y se volvió hacia él — Vamos a Nueva

York, y comprenderás por qué he aprendido a decir lo que quiero decir. En algunos

clubes, todos los que conozco son snobs, y están tan pendientes de quién es su familia

o cu{nto hace su familia... me aburren. Me quedo ahí, y todo lo que quiero decir es, ‚Es

genial que otros miembros de tu familia hayan hecho algo, pero, ¿qué has hecho tú?‛

Pero lo hago, porque no lo entienden. Ellos piensan que son los elegidos. Ni siquiera

vale la pena enojarse al respecto, porque la idea es tan ridícula. Pero si crees que te he

invitado porque tu familia es...

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— No. — Dijo interrumpiéndola — Nunca lo pensé ni por un segundo.

En la oscuridad, él sabía que ella estaba considerando si estaba diciendo la verdad o

simplemente lo que ella quería oír. Con la esperanza de poner fin a la discusión, se

volvió y le indicó a sus espaldas, hacia el taller cerca de la casa.

— ¿Qué es ese lugar? — Preguntó.

Ella no respondió de inmediato, y sentía que estaba todavía tratando de decidir si le

había creído.

— Venía con la casa. — Dijo al fin — Mi padre y Jonah están haciendo una vidriera este

verano.

— ¿Tu padre hace vidrieras?

— Lo hace ahora.

— ¿Es eso lo que siempre ha hecho?

— No. — Respondió ella — Como dijo en la cena, enseñaba piano. — Hizo una pausa

para cepillarse algo de sus pies, luego cambió de tema — ¿Qué hay de ti? ¿Vas a seguir

trabajando para tu padre?

Tragó saliva, resistiendo la tentación de besarla de nuevo.

— Solo hasta el finales de agosto. Me voy a Vanderbilt en otoño.

Desde una de las casas sobre la playa llegaron las débiles notas de la música;

bizqueando en la distancia, se podía ver a un grupo congregado en el porche trasero.

La canción era algo de los años ochenta, aunque no pudo precisarlo.

— Eso debe de ser divertido.

— Supongo.

— No pareces muy entusiasmado.

Le tomó la mano y empezaron a caminar de nuevo.

— Es una gran escuela, y el campus es hermoso. — Recitó un poco torpe.

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Ella lo miró.

— ¿Pero no quieres ir allí?

Ronnie parecía intuir cada uno de sus pensamientos y sentimientos, lo que era a la vez

desconcertante y una fuente de socorro. Al menos podía decirle la verdad.

— Quería ir a cualquier otra, incluso me aceptaron en una escuela que tiene un

increíble programa de ciencias del medio ambiente, pero mi madre quería que fuera a

Vanderbilt.

Podía sentir la arena deslizándose entre los dedos de los pies al caminar.

— ¿Siempre haces lo que tu madre quiere?

— No lo entiendes. — Dijo sacudiendo la cabeza — Es una tradición familiar. Mis

abuelos fueron allí, mis padres fueron allí, mi hermana fue allí. Mi madre está en el

Consejo Gestor, y... ella…

Se esforzó por encontrar las palabras adecuadas. Junto a él, podía sentir Ronnie

mirarlo, pero él no podía devolverle la mirada.

— Sé que ella puede ser un poco... distante cuando la gente la conoce por primera vez.

Pero una vez que se familiariza con ella, es la persona más verdadera del mundo. Haría

cualquier cosa —enfatizo lo de cualquier cosa— por mí. Pero los últimos años han sido

realmente difíciles para ella.

Se detuvo a recoger una concha de mar de la arena. Después de examinarla, la envió en

un arco hacia las olas.

— ¿Te acuerdas cuando me preguntaste por la pulsera?

Ronnie asintió con la cabeza, esperando para que siguera.

— Mi hermana y yo usamos las pulseras en honor a nuestro hermano pequeño. Su

nombre era Mike, y él era un pequeño gran hombre... el tipo de niño que era más feliz

cuando estaba con otras personas. Tenía esa risa contagiosa real, y no podía dejar de

reír junto a él cuando sucedía algo divertido. — Hizo una pausa, mirando por encima

del agua — De todos modos, hace cuatro años, Scott y yo teníamos un partido de

baloncesto y era el turno de mi madre para consucir, así que, como siempre, Mike vino

con nosotros. Había estado lloviendo todo el día, y muchas de las carreteras estaban

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resbaladizas. Debería haber puesto más atención, pero Scott y yo empezamos a jugar a

la misericordia en el asiento trasero. ¿Sabes qué juego es? ¿Ese en el que intentas doblar

la muñeca del otro en la direccion contraria hasta que toca el brazo?

Dudó, tratando de reunir fuerzas para el resto de lo que tenía que decir.

— Estábamos realmente tratando de conseguir ganar el uno al otro, moviendo y

pateando el respaldo del asiento... y mi madre nos decía que paráramos, pero no le

hicimos caso. Al final, tenía a Scott justo donde yo quería, y apreté tan fuerte que hice

que gritara. Mi madre se dio la vuelta para ver qué pasaba, y eso era todo lo que hizo.

Perdió el control del coche. Y... — Tragó saliva sintiendo que las palabras lo

estrangulaban — De todos modos, Mike, no lo logró. Maldita sea, sin Scott, mi madre y

yo probablemente tampoco lo hubiéramos logrado. Saltamos la barrera de protección y

caímos al agua. La cosa es que Scott es nadador increíble —se crió en la playa y todo

eso— y se las arregló para sacarnos a los tres fuera, a pesar de que entonces sólo tenía

doce años. Pero Mikey... — Will pellizcó el puente de la nariz — Mikey murió en el

impacto. Ni siquiera había terminado su primer año en el jardín de infancia.

Ronnie le cogió la mano.

— Lo siento.

— Yo también. — Intentó sofocar las lágrimas que aún brotaban cuando pensaba en

aquel día.

— Sabes que fue un accidente, ¿verdad?

— Sí, lo sé. Y mi madre también lo sabe. Pero, aun así, se culpa por perder el control

del coche, al igual que sé que hay una parte de ella que me culpa a mí, también. —

Sacudió la cabeza — De todos modos, después de eso, ella siempre ha sentido la

necesidad de controlar las cosas. Incluyéndome a mí. Sé que está tratando de mantener

mi seguridad para evitar que ocurran cosas malas, y creo que parte de mí también lo

cree así. Quiero decir, mira lo que pasó. Mi madre acabó completamente perdida en el

funeral, y me odiaba a mí mismo por hacerle eso a ella. Me sentía responsable. Y me

prometí que trataría de alguna manera hacer algo por ella. A pesar de que sabía que no

podía.

Mientras hablaba, comenzó a torcer la pulsera de macramé.

— ¿Qué significan las letras EMPS?

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— ‚En mis pensamientos siempre‛. Fue idea de mi hermana, como una manera de

recordarlo. Ella me lo dijo justo después del funeral, pero apenas la oí. Quiero decir,

era tan horrible estar en la iglesia ese día. Con mi madre gritando y mi hermano

pequeño en el ataúd, y mi padre y mi hermana llorando... Juré que nunca iría a otro

funeral.

Por una vez, Ronnie parecía perdida para las palabras. Se enderezó, sabiendo que era

mucho para asimilar y preguntándose por qué él ni siquiera se lo había dicho.

— Lo siento. No debería haber dicho todo eso.

— Está bien. — Dijo rápidamente apretando su mano — Estoy feliz de haberlo hecho

— No es la vida perfecta que probablemente imaginaste.

— Nunca pensé que tu vida era perfecta. — No dijo nada, y Ronnie impulsivamente se

inclinó y le besó en la mejilla — Me gustaría que no hubieras tenido que pasar por todo

eso.

Tomó un aliento largo y reanudó el paseo por la playa.

— De todos modos, es importante para mi madre que yo vaya a Vanderbilt. Así que es

donde voy.

— Estoy segura que te divertirás. He oído que es una gran escuela.

Él entrelazó los dedos con los de ella, pensando en lo suave que se sentía al lado de su

piel callosa.

— Ahora es tu turno. ¿Qué es lo que no sé sobre ti?

— No hay nada como lo que me acabas de contar. — Dijo sacudiendo la cabeza — Ni

siquiera comparable.

— No tiene que ser importante. Sólo tiene que explicar quién eres.

Miró hacia la casa.

— Bueno... yo no me hablé con mi padre durante tres años. En realidad, comencé a

hablar con él hace sólo un par de días. Después de que él y mi madre sse separaran,

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estaba enfadada con él... Honestamente, no quería volver a verlo nunca, y lo último

que quería era pasar el verano aquí.

— ¿Y ahora? — Vio la luz de la luna brillando en sus ojos — ¿Estás contenta de haber

venido?

— Tal vez. — Respondió ella.

Se echó a reír y le dio un codazo juguetón.

— ¿Cómo era tu vida de niña?

— Aburrida. — Dijo — Todo lo que hacía era tocar el piano.

— Me gustaría oírte tocar.

— Ya no toco. — Dijo rápidamente, un toque obstinada a su voz.

— ¿Nunca?

Sacudió la cabeza, y aunque sabía que había más, estaba claro que ella no quería hablar

de eso. En cambio, escuchó cómo le pasó a describir a sus amigos en Nueva York y

cómo pasaba normalmente sus fines de semana, sonriendo a sus historias sobre Jonah.

Se sentía tan natural pasando tiempo con ella, de modo fácil y verdadero. Él le había

contado cosas que nunca había contado, incluso a Ashley. Se suponía que él quería que

ella supiera la verdad sobre él, y confiaba en que, de alguna manera, ella sabría

responder.

No era como nadie que hubiera conocido antes. Estaba seguro de que nunca quiso

dejar su mano, sus dedos parecían encajar perfectamente —sin esfuerzo, juntas, como

dos complementos perfectos.

Aparte de la casa que tenía la fiesta, estaban completamente solos. Las notas de música

eran suaves y lejanas, y cuando levantó la vista, pudo percibir el breve destello de una

estrella fugaz que pasaba por encima. Cuando se volvió a Ronnie, él sabía por su

expresión que también la había visto.

— ¿Qué deseas? — Preguntó, su voz en un susurro.

Pero él no podía responder. En cambio, levantó la mano y metió el otro brazo por su

espalda. La miró, sabiendo con certeza que se estaba enamorando. La atrajo hacia sí y

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la besó bajo un manto de estrellas, preguntándose cómo en la tierra había tenido la

suerte de encontrarla.

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Capítulo 21

Ronnie

Bueno, ella admitía que no podía acostumbrarse a vivir de esta manera: descansar en el

trampolín en la piscina del patio, una taza de té dulce con hielo al lado, una bandeja de

frutas en la cabaña, que había sido servida por el chef, vajilla de plata real y un aderezo

de menta de lujo.

Sin embargo, no podía imaginar lo que debía haber sido para Will crecer en un mundo

como éste. Por otra parte, ya que él nunca había conocido algo diferente,

probablemente nunca lo notó. Cuando tomaba el sol en el trampolín, percibió la

mirada de él, de pie sobre el techo de la cabaña, preparándose para saltar. Se había

subido como un gimnasta, e incluso desde la distancia, pudo ver flexionando los

músculos en sus brazos y el estómago.

— Oye. — Gritó — Mírame hacer un flip.

— ¿Un flip? ¿Eso es todo? Te subes por todo el camino hasta allí y sólo vas a hacer un

flip?

— ¿Qué hay de malo en hacer un flip? — Exigió.

— Sólo estoy diciendo que cualquiera puede hacer un flip. — Se mofó ella — Incluso

yo he podido hacer un flip.

— Me gustaría ver eso. — Parecía escéptico.

— No quiero mojarme.

— ¡Pero te he invitado aquí a nadar!

— Así es como las chicas como yo nadan. Es también conocido como bronceado.

Se echó a reír.

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— En realidad, es probablemente una buena idea que estés tomando algo de sol.

Supongo que el sol no brilla en Nueva York, ¿eh?

— ¿Estás diciendo que estoy pálida? — Ella frunció el ceño.

— No. — Dijo sacudiendo la cabeza — Esa no es la palabra que yo usaría. Creo que

‚palidísima‛ es un poco m{s preciso.

— Wow, qué encantador. Esto me hace preguntarme qué solía ver en ti.

— ¿Solías?

— Sí, y debo decir que, si sigues usando palabras como ‚palidísima‛ cuando se trata de

describirme, yo no veo mucho futuro para nosotros, tampoco.

Él parecía evaluarla.

— ¿Y si hago dos flip? ¿Me perdonas?

— Sólo si terminas los flip con un salto perfecto. Pero si dos vueltas y una gran entrada

torpe es todo lo que puedes hacer, voy a pretender estar sorprendida, siempre y

cuando no me mojes.

Él levantó una ceja antes de retroceder algunos pasos y luego tomar un gran paso para

lanzarse en el aire. Se puso con el abdomen muy apretado, giró dos veces y entró al

agua con los brazos primero y el cuerpo recto, sin apenas un murmullo.

Ahora que ella lo pensaba, era impresionante, si no del todo sorprendente, dada la

forma elegante en que se movía en la cancha de voleibol.

Cuando él apareció en el borde del trampolín, pedaleando en el agua, ella sabía que él

estaba satisfecho consigo mismo.

— Eso estuvo bien. — Dijo.

— ¿Solo bien? — Preguntó él.

— Yo le daría un cuatro coma seis.

— ¿De cinco?

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— De diez. — Dijo ella.

— ¡Eso fue al menos un ocho!

— Por supuesto que crees eso. Es por eso que yo soy el juez. — Respondió ella.

— ¿Cómo debo apelar? — Dijo llegando a aferrarse a la orilla del trampolín.

— No puedes. Es oficial.

— ¿Qué pasa si no estoy contento?

— Entonces tal vez debieras pensarlo dos veces antes de usar la palabra ‚palidísima‛.

— Dijo ella.

Se echó a reír y comenzó a saltar. Ronnie agarró el trampolín.

— Hey... para... no hagas eso.... — Advirtió.

— ¿Quieres decir... esto? — Dijo él tirando hacia abajo aún más fuerte.

— ¡Te dije que no quería mojarme! — Gritó.

— ¡Y yo que quiero que vengas conmigo a nadar!

Sin previo aviso, la agarró del brazo y le dio un tirón. Chillando, ella se sumergió en el

agua. Tan pronto como salió al aire, él trató de besarla, pero ella se alejó.

— ¡No! — Gritó, riendo, disfrutando de la vivacidad del agua y la sensación sedosa de

su piel contra la suya — ¡No te perdono!

Mientras luchaba jugando con él, se dio cuenta de que Susan estaba observando desde

la terraza. Por la expresión de su cara, ella definitivamente no estaba feliz.

*** Por la tarde, cuando se dirigían de vuelta a la playa para revisar el nido de tortugas, se

detuvieron para comprar helados. Ronnie caminaba junto a Will, lamiendo su helado

por el rápido derretimiento, pensando en lo increíble que era que se habían besado por

primera vez ayer. Si la noche anterior había sido casi perfecta, el día de hoy había sido

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aún mejor. Le encantaba lo fácil con que pasaban de grave a alegre y que él fuera tan

bueno burlándose de ella como también siendo objeto de burla.

Por supuesto, él la había tirado al interior de la piscina, razón por la cual necesitaba su

oportunidad de venganza. No fue tan difícil, ya que él no sabía que venía, pero tan

pronto como llevó el propio cucurucho de helado a sus labios, ella le dio un suave

empujón, manchando con helado su cara. Riendo, ella saltó fuera en la vuelta de la

esquina... directamente a los brazos de Marcus. Blaze estaba con él, al igual que Teddy

y Lance.

— Bueno, ¿no es esta una agradable sorpresa? — Dijo Marcus arrastrando las palabras,

endureciendo su agarre.

— ¡Suéltame! — Ella gritó, odiando el pánico repentino en su voz.

— Suéltala. — Will añadió a sus espaldas. Su voz era firme. Seria — Ahora.

Marcus parecía casi divertido.

— Debes mirar por dónde vas, Ronnie.

— ¡Ahora! — Will exigió enojado.

— Tómatelo con calma, Richie Rich*. Se estrelló contra mí, yo simplemente estaba

deteniendo su caída. Y, por cierto, ¿cómo está Scott? ¿Ha estado jugando con cualquier

botella de cohetes últimamente?

Para sorpresa de Ronnie, Will se congeló. Sonriendo, Marcus volvió su mirada hacia

ella. Apretó sus brazos más fuerte antes de liberarla finalmente. Cuando Ronnie dio un

paso hacia atrás, Blaze encendió una bola de fuego, con su indiferente expresión.

— Estoy contento de haber podido detener tu caída. — Dijo — No quedaría bien estar

toda golpeada cuando vayas a los juzgados el martes, ¿verdad? No quieres que el juez

piense que eres violenta, además de ser una ladrona.

Ronnie sólo podía mirarlo, sin palabras, hasta que Marcus se giró. A medida que se

alejaban, vio a Blaze lanzarle la bola de fuego, que él atrapó con facilidad y se la arrojó

de vuelta ella.

***

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Sentada en la duna fuera de su casa, se quedó quieta mientras recordaba todo lo que

había sucedido desde que llegó incluyendo los eventos en la tienda de música. Cuando

terminó, se retorcía las manos juntas en el regazo.

— Y eso es todo. En cuanto a los hurtos en tiendas lo hice en Nueva York, ni siquiera sé

por qué me llevé esas cosas. No era como si yo lo necesitara. Era algo que hacía porque

mis amigos lo estaban haciendo. Cuando fui a los juzgados lo confesé todo porque

sabía que estaba mal y que yo nunca iba a volver a hacerlo. Y el ‚solía hacerlo‛ no

existe, no aquí. Pero a menos que se me retiraran los cargos o Blaze admitiera lo que

hizo, no sólo me iba a meter en un gran problema aquí, sino que también iba a estar en

problemas de vuelta a casa. Sé que suena loco, y estoy segura de que no me crees, pero

te juro que no estoy mintiendo.

Will cubrió las manos entrelazadas de Ronnie con las suyas.

— Te creo. — Dijo — Y confía en mí, nada me sorprende sobre Marcus. Ha estado loco

desde que era un niño. Mi hermana era compañera de él en una clase y ella me dijo que

el maestro una vez encontró una rata muerta en su cajón. Todo el mundo sabía quién lo

había hecho, incluso la directora, pero no pudieron demostrar nada, ¿sabes? Y sigue

haciendo de las suyas habitualmente, pero ahora se ha hecho más creído, y con Lance a

sus órdenes. He oído algunas cosas de miedo de él. Pero Galadriel... solía ser la mejor

niña. La conozco desde que era una niña pequeña, y no sé lo que está pasando con ella

últimamente. Sé que sus padres se divorciaron, y oí que ella lo pasó muy mal. No sé lo

que ve en Marcus, sin embargo, o por qué está tan empeñada en arruinar tu vida. Me

sentía mal por ella, pero lo que está haciéndote es incorrecto.

Ronnie de repente se sintió cansada.

— Tengo que ir a los juzgados la próxima semana.

— ¿Quieres que vaya?

— No. No quiero que me veas de pie ante el juez.

— No importa.

— Es que si tu madre se entera... Estoy bastante segura de que ella no me querrá.

— ¿Por qué dices eso?

Porque he visto la forma en que me miraba antes, podría haber dicho.

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— Es solo una sensación.

— Todo el mundo se siente incómodo cuando lo conocen por primera vez. — Aseguró.

— Como dije, una vez que te conoce se suelta.

Ronnie no estaba tan segura. Detrás de ella, el sol estaba cayendo y el cielo formaba

sombras de color anaranjado.

— ¿Qué pasa con Scott y Marcus? — Preguntó.

Will se puso tenso.

— ¿Qué quieres decir?

— ¿Te acuerdas de esa noche en el festival? Después de hacer su show, Marcus parecía

alterado por algo, así que traté de mantener las distancias con él. Era como si estuviera

explorando a la multitud, y cuando vio a Scott, su rostro... se veía raro, como si hubiera

encontrado lo que necesitaba. Lo siguiente que supe es que había hecho una bola con

su bolsa de patatas fritas y se la arrojo a él.

— Yo estaba allí también, ¿recuerdas?

— ¿Pero recuerdas lo que dijo? Era extraño. Él preguntó si Scott le iba a disparar un

cohete de botella a él. Y cuando antes dijo casi lo mismo que la otra vez, como que te

congelaste.

Will apartó la mirada.

— No es nada. — Insistió apretando las manos — Y yo no habría permitido que algo te

sucediera.

Se recostó apoyándose en los codos.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? ¿De un tema totalmente diferente? — Preguntó él.

Ronnie levantó una ceja, no satisfecha por la respuesta, pero tomó la decisión de

dejarlo ir.

— ¿Por qué hay un piano detrás de una pared de madera en tu casa? — Cuando

pareció sorprendida, él se encogió de hombros — Se puede ver a través de la ventana y

la pared de madera contrachapada no coincide exactamente con el resto del interior.

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Era el turno de Ronnie de apartar la mirada. Ella retiró las manos y las enterró en la

arena.

— Le dije a mi padre que no quería ver nunca más el piano, así que puso delante la

pared.

Will parpadeó.

— ¿Tanto odias el piano?

— Sí. — Respondió ella.

— ¿Debido a que tu padre fue tu maestro? — Ella lo miró con sorpresa cuando Will

prosiguió — Solía enseñar en Juilliard, ¿verdad? Sólo tiene sentido que él te enseñara a

tocar. Y yo estaría dispuesto a apostar que eras muy buena, aunque sólo sea porque

tienes que amar algo antes de odiarlo.

Para un grasoso mono jugador de voleibol, él era bastante perceptivo. Ronnie hundió

más los dedos en la arena, donde las capas se sentían frías y pesadas.

— Él me enseñó a tocar desde el momento en que fue capaz de caminar. He tocado

durante horas, siete días a la semana, durante años. Incluso compusimos juntos. Es lo

que hemos compartido, ¿sabes? Es algo sólo para nosotros dos y, cuando se mudó del

apartamento... Me sentí como si hubiera traicionado no solo a la familia. Me sentí como

si me hubiera traicionado a mí personalmente, y yo estaba tan enojada por todo eso

que juré que nunca volvería a escribir otra canción de nuevo. Así que cuando llegué

aquí y vi el piano y le oí tocar cada vez que lo tenía alrededor, no pude evitar la

sensación de que estaba tratando de fingir que lo que había hecho no tenía

importancia. Al igual que él pensó que podía volver a empezar. Pero no podemos. No

se puede deshacer el pasado.

— Tú parecías amistosa con él la otra noche. — Observó Will.

Ronnie sacó lentamente sus manos de la arena.

— Sí, hemos estado llevándonos mejor en los últimos días. Pero eso no significa que yo

quiera tocar de nuevo. — Dijo.

— No es de mi incumbencia, pero si tú eras tan buena, entonces solo te estás

lastimando a ti misma. Es un regalo, ¿no? ¿Y quién sabe? Tal vez podrías ir a la

Juilliard.

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— Sé que puedo. Todavía estoy inscrita. Han prometido que me van a dar una plaza si

cambio de idea.

Ella sintió una oleada de irritación.

— Entonces, ¿por qué no vas?

— ¿Por qué te importa tanto? — Ella lo miró — ¿No soy quien pensaste que era?

¿Tengo un talento especial? ¿Eso me hace lo suficientemente buena para ti?

— No, en absoluto. — Dijo — Sigues siendo la persona que yo creía que eras. Desde el

primer momento en que nos conocimos. Y no hay manera de que pudieras ser una

mejor opción para mí.

Tan pronto como él lo había dicho, ella se sentía avergonzada de su estallido. Oyó la

sinceridad en su tono y sabía lo que él había querido decir.

Se recordó que se habían conocido hace unos pocos días y, sin embargo..., era amable e

inteligente y ella ya sabía que lo amaba. Como si sintiera sus pensamientos, él se sentó

y se acurrucó más cerca. Se apoyó y la besó suavemente en los labios, y ella estaba

segura de que de repente no quería nada más que pasar horas y horas envuelta en sus

brazos, al igual que él.

___________

* Richie Rich (Ricky Ricón en español) es una película protagonizada por Macaulay Culkin en la

que interpreta al hijo de una familia rica. (N. del T.)

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Capítulo 22

Marcus

Marcus los miró a la distancia. Así que este es el modo que va a ser, ¿eh? Al diablo. Al

diablo ella. Ya era hora de la fiesta.

Teddy y Lance habían recogido la bebida, y la gente ya llegaba. Antes, él había visto

una familia de veraneantes recogiendo su pedazo—de—mierda de minivan con su

perro feo y los niños aún más feos en una de las casas a tres o cuatro abajo de la propia

de casa de pedazo—de—mierda de Ronnie. Él había estado alrededor bastante tiempo

para saber que el siguiente alquiler no comenzaría hasta mañana, después de que los

limpiadores vinieran, lo que significaba que todo lo que él tenía que hacer era ponerse

dentro y el lugar sería suyo por la noche.

No es tan difícil, considerando que tenía la clave y el código de seguridad. Los turistas

nunca cerraron la puerta cuando se fueron a la playa. ¿Por qué deberían ellos? No es

como que ellos alguna vez trajeran nada más que alimento y tal vez unos vídeos juegos

a la playa, ya que la mayor parte de ellos se quedaban durante sólo una semana. Y los

propietarios probablemente estarían en algún lugar de la ciudad, como Charlotte,

cansados de recibir llamadas de la empresa de seguridad cuando los idiotas que te

alquilaron el lugar activan la alarma en el medio de la noche, habían sido bastante

amables para fijar el código de seguridad directamente encima del block de la cocina.

Simpático. Verdaderamente simpático. Con bastante paciencia, él siempre era capaz de

encontrar una casa o dos para organizar una fiesta, pero el secreto era no abusar de sus

oportunidades. Teddy y Lance siempre querían una fiesta en este tipo de lugares, pero

Marcus sabía que si lo hacía con demasiada frecuencia, las empresas de dirección

sospecharían. Enviarían a los administradores a comprobar las cosas, dirían a la policía

que realizara rondas frecuentes, y advertirían a los turistas y propietarios. Entonces,

¿dónde serían las fiestas? Mantenerse en Bower’s Point, igual que siempre.

Una vez al año. Una vez por verano. Esa era su regla, y eso era suficiente, a menos que

quemara la casa después. Él sonrió. Hacer eso y probablemente estaba solucionado.

Nadie siquiera sospecharía que había sido una fiesta en absoluto. No hay nada como

un gran fuego, porque los fuegos estaban vivos. Los incendios, especialmente los

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grandes, se mueven y bailan y destruyen y devoran. Se acordó de prender fuego a un

establo cuando tenía doce años y verlo arder durante horas, pensando que él nunca

había visto nada más increíble. Así que había encendido otro, esta vez en un almacén

abandonado. Con los años, se había establecido un grupo de ellos. No había nada

mejor; nada lo hizo más alto que el poder que él sintió con un encendedor en sus

manos.

Pero él no lo haría. Esta noche no, porque su pasado no era algo que quería que

conocieran Teddy o Lance. Además, la fiesta iba a ser algo. Alcohol, drogas y música. Y

las chicas. Muchachas borrachas. Él tendría a Blaze primero y luego tal vez un par de

otras después de esto, si Blaze estaba lo suficientemente borracha como para

desmayarse. O tal vez él ligue con una niñita bonita y tonta, incluso si Blaze estaba

sobria como para darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Eso podría ser divertido,

también. Oh, él sabía que le iba a hacer una escena, pero acabaría de pasarlo por alto y

Teddy o Lance la echarían. Él sabía que ella iba a volver. Ella siempre regresaba,

rogando y llorando.

Ella era tan malditamente predecible. Y se quejaba todo el maldito tiempo. No como la

señorita cuerpo estrecho justo en la playa.

Había estado tratando de no pensar en Ronnie. Así que no le gustaba, así que quería

pasar tiempo con Richie Rich, la princesa de la tienda de freno. Ella probablemente no

iba a ponerse de cualquier forma. Probablemente era un poco frígida. Aún así, él no

podía entender dónde él se había equivocado con ella o cómo ella había parecido ver

directamente a través de él.

Él estaba mejor sin ella. Él no la necesitaba. No necesitaba a nadie, lo que le hizo

preguntarse por qué siguió observándola o estaba pendiente de que estaba saliendo

con Will.

Por supuesto, eso hizo que fuera un poco más interesante, aunque sólo sea porque él

conocía sobre el punto débil de Will. Podía pasar un buen rato con eso. Al igual que él

iba a divertirse esta noche.

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Capítulo 23

Will

Para Will, el verano estaba pasando demasiado rápido. Entre trabajar en el garaje y

pasar la mayoría del tiempo restante con Ronnie, los días parecían pasar volando.

Mientras agosto se acercaba, se encontró a si mismo poniéndose más y más ansioso al

pensar que en unas pocas semanas ella regresaría a Nueva York y él se iría a

Vanderbilt.

Ella se había convertido en parte de su vida, de muchas maneras, la mejor parte. Aun

cuando él no siempre la entendía, sus diferencias de alguna manera parecían hacer su

relación más fuerte. Habían discutido sobre su proposición de acompañarla a la corte, a

lo que ella se había negado terminantemente, pero recordaba su sorpresa cuando ella

se dio cuenta que él la esperaba afuera del juzgado con un ramo de flores. Sabía que

ella estaba molesta porque los cargos no habían sido retirados, su próxima audiencia

estaba programada para el 28 de agosto, tres días después de que él partiera a la

universidad, pero sabía que había hecho lo correcto al aparecerse ahí cuando ella

aceptó el ramo con un tímido beso.

Ella lo sorprendió tomando un trabajo de medio tiempo en el acuario. No le dijo sus

planes antes o le preguntó si podía darle una recomendación. Francamente, él no se

había dado cuenta de que ella quería trabajar. Cuando le había preguntado después,

ella le había explicado

— Tú trabajas durante el día, y mi papá y Jonah están haciendo una ventana de vidrio

soplado. Necesitaba algo que hacer, además, quiero pagar el abogado yo misma. No es

como si mi papá tuviera mucho dinero. — Cuando él la recogió después de su primer

día de trabajo, se dio cuenta que su piel tenía un tono casi verde — tuve que alimentar

a las nutrias — confesó — ¿Alguna vez has metido tu mano en una cubeta de pescados

muertos y babosos? ¡Es asqueroso!

Hablaron y hablaron. No parecía haber suficiente tiempo en el mundo para compartir

lo que querían. A veces sólo hablaban para llenar los momentos de silencio, cuando

discutían sus películas favoritas, por ejemplo, o cuando ella le dijo que aunque era

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vegetariana, no había decidido si los huevos y la leche contaban. Pero a veces la

conversación se volvía seria. Ella le contó más de sus recuerdos de tocar el piano y su

relación con su papá, él admitió que a veces resentía el hecho de sentir una

responsabilidad por ser el tipo de persona que su mamá quería que fuera. Hablaron de

su hermano, Jonah, y su hermana, Megan, y especulaban y soñaban acerca de dónde

terminarían en la vida. Para él, el futuro se veía pulcramente planeado: cuatro años en

Vanderbilt, y después de la graduación buscaría experiencia trabajando para otra firma

antes de regresar y encargarse del negocio de su padre. Pero aun mientras él repetía el

plan, podía oír la voz de su mamá susurrando su aprobación, y se encontró

preguntándose si era eso lo que quería. Ronnie, por su parte, admitía no estar segura lo

que traerían los siguientes dos años. La inseguridad no parecía asustarle, lo que hacía

que él la admirara aun más. Más tarde, cuando él se fijo en sus respectivos planes, se

dio cuenta de que, entre los dos, ella estaba más a cargo de su destino que él.

A pesar de las cajas construidas para cuidar los nidos de tortugas en la playa, los

mapaches se habían colado bajo la malla de alambre y destruido seis nidos. Tan pronto

como Ronnie supo lo que había sucedido, insistió en que tomaran turnos para cuidar

los nidos detrás de su casa. No había razón para que los dos estuvieran ahí toda la

noche, pero pasaron la mayoría uno con el otro, besándose y hablando en susurros

hasta mucho después de media noche.

Scott, por supuesto, no podía entenderlo, y más de una vez Will llegó tarde a la

práctica sólo para ver a Scott deambular agitado, preguntándose qué le había pasado a

su amigo. En el trabajo, en las raras ocasiones en que Scott preguntaba cómo iban las

cosas con Ronnie, Will no comentaba mucho, sabía que Scott no preguntaba porque

realmente le importara. Scott hacía lo posible por mantener la atención de Will

concentrada en el torneo de voleibol de playa, normalmente fingiendo que Will

volvería a sus cabales pronto o que Ronnie no existía.

Ronnie tenía razón sobre su mamá. Aunque no había dicho nada directamente sobre su

nueva relación, él leía su desapruebo en la manera que forzaba la sonrisa al mencionar

el nombre de Ronnie, y en el comportamiento casi normal que adoptó cuando trajo a

Ronnie a la casa. Nunca preguntó nada de Ronnie, y cuando él decía algo de ella, de lo

bien que la pasaban juntos o lo inteligente que ella era, o cómo lo entendía mejor que

nadie, su mam{ decía cosas como ‚pronto serás un Vanderbilt, y las relaciones a larga

distancia son difíciles‛ o se preguntaría en voz alta si él no pensaba que ‚pasaban

demasiado tiempo juntos‛. Él odiaba cuando ella decía esas cosas. Era todo lo que él

podía hacer para no responderle, porque sabía que estaba siendo injusta. No como

prácticamente todos los demás que Will conocía, Ronnie no bebía o maldecía o

chismeaba, y no habían ido más lejos que un beso, pero él intuía que estas cosas no le

importarían a su mamá. Estaba encerrada en sus prejuicios, así que cualquier intento

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de cambiar su opinión de Ronnie sería inútil. Frustrado, Will empezó a hacer excusas

para alejarse de la casa tanto como le fuera posible. No sólo por lo que su mamá sentía

por Ronnie, sino por la manera en que él se empezaba a sentir por su mamá.

Y por él mismo, claro, por fallar en decírselo.

Aparte de la preocupación de Ronnie con su próxima audiencia en la corte, la única

sombra en su verano idílico era la continua presencia de Marcus. Aunque habían sido

capaces de evitarlo la mayor parte del tiempo, a veces era imposible. Cuando se lo

encontraban, Marcus siempre parecía encontrar una manera de provocar a Will.

Normalmente con una referencia a Scott. Will se sentía paralizado, si reaccionaba,

Marcus podía ir a la policía, si no hacía, nada se sentía mal. Aquí estaba, saliendo con

una chica que se había parado en la corte y que admitió su culpa, y el hecho de que él

no podía armarse de valor y hacer lo mismo había empezado a atormentarlo. Había

tratado hablar con Scott acerca de ‚limpiarse‛ e ir a la policía, pero Scott había

rechazado la idea. Y a su manera indirecta, nunca dejó olvidar a Will lo que había

hecho por él y su familia ese día horrible en que Mikey murió. Will admitió que Scott

había sido heroico, pero mientras el verano pasaba, se empezó a preguntar si una

buena acción previa llevaba a una mala, esto debería ser pasado por alto, y, en estos

momentos oscuros, se preguntó si podría soportar el verdadero costo de la amistad de

Scott.

*** Una noche, a principios de agosto, Will accedió a llevar a Ronnie a la playa a cazar

cangrejos araña.

— Te dije que no me gustan los cangrejos — chillo Ronnie, agarrando el brazo de Will.

Él se rió

— Son sólo cangrejos araña. No te lastimarán.

Ella arrugó la nariz — Son bichos feos y trepadores del espacio exterior.

— Olvidas que esto fue tu idea

— No, fue idea de Jonah. Dijo que era divertido. Me lo merezco por escuchar a alguien

que aprende de la vida viendo caricaturas.

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—Pensé que alguien que alimenta nutrias con pescados babosos no se molestaría por

unos cuantos e inofensivos cangrejos en la playa — Él pasó la linterna por el suelo

iluminando las criaturas que se movían rápido.

Recorrió la arena frenéticamente, por miedo a que otro cangrejo se acercara a su pie. —

En primer lugar, no hay unos pocos cangrejos inofensivos. Hay cientos de ellos. En

segundo lugar, si hubiera sabido que esto es lo que sucede en la playa por la noche, te

habría hecho dormir junto al nido de tortuga cada noche. Así que estoy un poco

enojada contigo por ocultarme este hecho. Y, en tercer lugar, a pesar de que yo trabajo

en el acuario, no significa que me guste tener cangrejos recorriendo mis pies.

Él hizo todo lo posible por mantener una cara seria, pero era demasiado duro. Cuando

ella levantó la vista, captó su expresión.

— Para de sonreír. No es gracioso.

— Sí, lo es... quiero decir, tiene que haber veinte niños pequeños y sus padres aquí,

haciendo lo mismo que nosotros.

— No es mi culpa si sus padres carecen de sentido común.

— ¿Quieres volver?

— No, está bien, ella dijo. — Ya me has traído aquí al centro de la infestación. Creo que

podría soportarlo.

— Tú sabes que hemos estado caminando por la playa mucho últimamente.

— Lo sé. Así que de nuevo, gracias por traer la linterna y arruinar los recuerdos.

— Bien — dijo, y la apagó.

Ella clavó las uñas en el brazo. — ¿Qué estás haciendo? ¡Enciéndela de nuevo!

— Has dejado perfectamente claro que no te gusta la linterna.

— ¡Pero si la apagas, entonces no voy a ver!

— Correcto.

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— Lo que significa que ellos pueden rodearnos ahora mismo. Enciéndela de nuevo,

suplicó.

Lo hizo, y como empezaron a andar por la playa, él se rió. — Un día, te voy entender.

— Yo no lo creo. Si no lo has hecho todavía, esto sencillamente podría estar más allá de

ti.

— Eso podría ser cierto — admitió. Él le pasó un brazo alrededor. — Aún no me has

dicho si vas a venir a la boda de mi hermana.

— Eso es porque no lo he decidido todavía.

— Quiero que conozcas a Megan. Ella es genial.

— No es tu hermana la que me preocupa. No creo que tu mamá quiera que vaya.

— ¿Y? No es su boda. Mi hermana te quiere allí.

— ¿Has hablado con ella sobre mí?

— Por supuesto.

— ¿Qué le dijiste?

— La verdad.

— ¿Que crees que soy sosa?

Él la miró a ella. — ¿Sigues pensando en eso?

— No. Me he olvidado de todo.

Resopló. — Está bien, para responder a tu pregunta. No, yo no dije que eres sosa. Le

dije que solías ser sosa.

Ella le dio un codazo en las costillas, y el fingió pedir misericordia.

— Es broma, es broma... yo nunca diría eso.

— ¿Qué le dijiste, entonces?

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Él se detuvo, volviéndose hacia ella. — Como dije, le dije la verdad. Que eres

inteligente y divertida y que es fácil estar contigo y que eres hermosa.

— Ah, bueno, está bien, entonces.

— ¿No vas a decir que me amas, también?

— No estoy segura de poder amar a un hombre necesitado — ella bromeó. Puso sus

brazos alrededor de él —. O puedes tomar este comentario como una venganza por

dejar que los cangrejos corran por encima de los dedos de mis pies. Por supuesto que te

amo.

Se besaron antes de volver a caminar. Casi había llegado al muelle y estaban a punto

de girar cuando vieron a Scott, Ashley y Cassie acercándose desde la otra dirección.

Ronnie se tensó bajo el brazo cuando Scott salió a interceptarlos.

— Ahí está, hombre — dijo Scott llamándolo mientras se acercaba. Se detuvo frente a

ellos —. He estado toda la noche enviándote mensajes.

Will señala con su brazo apretando a Ronnie. — Lo siento. Le dejé mi teléfono a

Ronnie. ¿Qué pasa?

Cuando respondía, él podía sentir a Ashley mirando fijamente a Ronnie desde lejos.

— Recibí llamadas de cinco de los equipos que van a estar en el torneo, y ellos quieren

hacer algún pre—torneo scrimmaging. Son todos muy buenos, y quieren poner un

mini—campo de entrenamiento junto para conseguir que todos estén listos para

enfrentarse a Landry y Tyson. Mucha práctica, muchos ejercicios, muchos juegos.

Incluso estamos pensando en cambiar los equipos de vez en cuando para mejorar

nuestros tiempos de reacción, ya que todos tenemos estilos diferentes.

— ¿Cuándo vienen?

— Una vez estemos listos, pero estábamos pensando en esta semana.

— ¿Cuánto tiempo van a estar aquí?

— Yo no lo sé. ¿Tres o cuatro días? El suficiente hasta el torneo. Sé que tienes las cosas

de la boda y los ensayos, pero podemos evitar todo eso

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Pensó de nuevo sobre el hecho de que su tiempo con Ronnie pronto estaría llegando a

su fin. — ¿Tres o cuatro días?

Scott frunció el ceño. — Vamos, hombre. Esto es justo lo que necesitamos hacer para

estar listos.

— ¿No te parece que estamos listos ya?

— ¿Qué te pasa? ¿Sabes cuántos entrenadores de la Costa Oeste están viniendo a ver el

torneo? — Él señaló con el dedo a Will. — Tú puede que no necesites una beca de

voleibol para ir a la universidad, pero yo sí. Y esta es la única oportunidad que ellos

tendrán de verme jugar.

Will dudó. — Déjame pensarlo, ¿de acuerdo?

— ¿Quieres pensar sobre esto?

— Tengo que hablar con mi padre primero. No puedo aceptar dejar de trabajar durante

cuatro días en tan corto plazo sin preguntarle. Y no creo que se pueda, de cualquier

forma.

Scott miró a Ronnie. — ¿Estás seguro de que todo esto se trata del trabajo?

Will reconoció el desafío, pero no quería entrar en él con Scott en ese momento. Scott,

también, parecía pensarlo mejor y dio un paso atrás. — Muy bien, muy bien. Habla con

tu papá. Como sea, dijo. — Tal vez encontrarás una manera de meterlo en tu horario.

Con eso, se dio la vuelta, alejándose sin mirar atrás. Will, sin saber qué hacer, empezó a

guiar a Ronnie de regreso a su casa. Estaban fuera del alcance de Scott cuando Ronnie

le pasó el brazo alrededor de su cintura y le preguntó: — ¿Estaba hablando del torneo

del que me dijiste?

Will asintió. — La próxima semana. El día después de la boda de mi hermana.

— ¿En un domingo?

Él asintió. — Es un torneo de dos días, pero las mujeres juegan el sábado.

Ronnie pensó sobre esto. — ¿Y él necesita una beca de voleibol para ir a la

universidad?

— Definitivamente ayudaría.

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Ella tiró de él para detenerlo. — Entonces saca el tiempo para esta cosa del

campamento. Práctica y entrena. Haz lo que tienes que hacer para estar listo. Él es tu

amigo, ¿verdad? Nosotros encontraremos el tiempo para estar juntos. Incluso si

ninguno de los dos podemos sentarnos en el nido de las tortugas. Puedo ir a trabajar

cansada.

Mientras hablaba, Will sólo podía pensar en lo hermosa que era y en lo mucho que la

iba a extrañar.

— ¿Qué va a pasar con nosotros, Ronnie? Al final del verano — él buscó su rostro.

— Vas a ir a la universidad — Ronnie respondió, apartando la mirada —. Y yo

regresaré a Nueva York.

Él inclinó su cara a la de ella. — Sabes lo que quiero decir.

— Sí — dijo — Yo sé perfectamente lo que quieres decir. Pero yo no sé lo que tú quieres

decir. Yo no sé lo que cualquiera de nosotros puede decir.

— ¿Qué crees? yo no quiero que termine

Los ojos de ella eran de color verde mar, tiernos a modo de disculpa. — No quiero que

termine — ella repitió en voz baja.

A pesar de que era lo que él había querido escuchar, y ella obviamente lo decía en

serio, se dio cuenta de lo que ya sabía: que decir las cosas, incluso siendo cierto, tenía

poco poder para cambiar lo inevitable o incluso hacer que se sintiera mucho mejor.

— Voy a viajar a Nueva York para visitarte — prometió.

— Espero que lo hagas.

— Y quiero que vengas a Tennessee.

— Supongo que puedo encargarme de otro viaje por el sur si tengo una buena razón

para ir.

Él sonrió cuando comenzaron a moverse por la playa. — Te diré lo que haremos. Haré

todo lo que Scott quiere para prepararse para el torneo si te comprometes a venir

conmigo a la boda de mi hermana.

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—En otras palabras, tú vas a hacer lo que debes hacer de todos modos, y en cambio,

obtienes lo que quieres.

No era la mejor forma en que podría haberlo dicho. Pero tenía un punto. — Si — él

dijo.

— Supongo que eso es todo.

— ¿Algo más? ¿Cómo lo estás manejando como una difícil negociación?

— Ahora que lo mencionas, sí lo hay. Quiero que intentes hablar y pongas algo de

sentido en Blaze.

—Ya he tratado de hablar con ella.

— Lo sé, ¿Pero eso fue cuándo? ¿Seis semanas atrás? Ella nos ha visto juntos, así que

sabe que no estás interesada en Marcus. Y ella ha tenido tiempo para superarlo.

— Ella no va a decir la verdad — Ronnie respondió. — Eso significa que ella va a

meterse en problemas.

— ¿Cómo? ¿Porque ella sería acusada? El punto es, no quiero que te metas en

problemas por algo que no hiciste. El dueño no escucha, el fiscal no escucha, y no estoy

diciendo que Blaze sí vaya a escuchar, pero yo no veo qué otra opción tienes si quieres

salir de esto.

— No va a funcionar, insistió Ronnie.

— Tal vez no. Pero creo que vale la pena intentarlo. La conozco desde hace mucho

tiempo, y ella no siempre fue así. Tal vez aún hay algo más profundo dentro de ella

que sabe que está haciendo las cosas mal y todo lo que necesita es una buena razón

para tratar de hacerlo mejor.

Aunque ella no estaba de acuerdo, ni en desacuerdo, caminaron hacia la casa en

relativo silencio. Cuando estuvieron cerca, Will pudo ver la luz saliendo de la puerta

abierta del taller.

— ¿Es tu padre el que sigue trabajando en la ventana esta noche?

— Se ve de esa manera — ella dijo.

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— ¿Puedo verlo?

— ¿Por qué no?

Juntos, se dirigieron hacia el edificio destartalado. Una vez dentro, Will vio una

bombilla colgando de un cable de extensión, más una gran mesa de trabajo en el centro

de la habitación.

— Creo que él no está aquí — dijo Ronnie, mirando a su alrededor.

— ¿Esa es la ventana? — Preguntó Will, acercándose a la mesa de trabajo —. Es

enorme.

Ronnie se trasladó a su lado. — Es increíble, ¿no? Es para la reconstrucción de la iglesia

que está en la calle.

— Tú no me dijiste eso. — Su voz sonó tensa, incluso a sus propios oídos.

— Yo no creía que fuera importante — dijo de forma automática —. ¿Por qué? ¿Es

importante?

Will se obligó a alejar de su mente las imágenes de Scott y el fuego. — No realmente —

dijo rápidamente, fingiendo examinar el cristal —. Simplemente no sabía que tu padre

tuviera la capacidad de hacer algo tan complicado.

— Yo tampoco. Ni él, hasta que comenzó, de todos modos. Pero él me dijo que era

importante para él, así que puede que tenga algo que ver con eso.

— ¿Por qué era tan importante para él?

Con Ronnie relatando la historia que su padre le había dicho, Will se quedó mirando la

ventana, recordando lo que Scott había hecho.

Y, por supuesto, lo que él no había hecho. Ella debe haber visto algo en su cara, porque

cuando terminó, parecía estar estudiándolo.

— ¿Qué estás pensando?

Pasó la mano sobre el cristal antes de responder. — ¿Te has preguntado alguna vez lo

que significa ser un amigo?

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— No estoy segura de lo que quieres decir.

Él la miró. — ¿Qué tan lejos llegarías para proteger a un amigo?

Ella vaciló. — Supongo que depende de lo que mi amigo hizo. Y lo serio que es. — Ella

puso una mano sobre su espalda —. ¿Qué no me estás diciendo?

Cuando no le dio respuesta, se escabulló más cerca de él. — Al final, siempre se debe

hacer lo correcto, incluso si es difícil. Yo sé que tal vez no podría ayudarte y que lo

correcto no siempre es tan fácil de entender. Al menos en la superficie, de todos

modos. Pero incluso cuando yo me estaba justificando a mí misma que el robo no era

gran cosa, yo sabía que estaba mal. Eso me hacía sentir… oscura por dentro.

Ella acercó la cara a él, y captó el olor de la arena y el mar en su piel. — Yo no luché

contra los cargos, porque algo dentro de mí sabía que lo que había estado haciendo

estaba mal. Algunas personas pueden vivir con eso, siempre y cuando se salgan con la

suya. Ellos ven tonos grises cuando yo veo blancos y negros. Pero yo no soy esa clase

de persona... y no creo que tú lo seas tampoco.

La mirada se deslizó fuera de ella. Quería decirle, tenía ganas de decirle todo lo que ya

sabía, que ella tenía razón, pero no lograba encontrar las palabras. Ella lo entendió de

una manera que nadie más lo había hecho. Podría aprender de ella, pensó. Él sería una

mejor persona con ella a su lado. En muchas maneras, él la necesitaba. Cuando se

obligó a asentir, apoyó la cabeza sobre su hombro.

Cuando por fin salió del cobertizo, se llegó a detener antes de que ella regresara a su

casa. Él la atrajo hacia sí y comenzó a besarla. Primero los labios, luego en la mejilla, y

luego su cuello. Su piel era como el fuego, como si hubiera estado tumbado al sol

durante horas, y cuando la besó en los labios de nuevo, sintió hundirse su cuerpo en el

suyo. Hundió las manos en su cabeza, mientras la seguía besando poco a poco, él la

empujó contra la pared del taller. La amaba, la deseaba, y mientras la continuaba

besando, podía sentir sus brazos moviéndose sobre su espalda y hombros. Su toque era

electricidad contra de su piel, su aliento caliente contra el suyo, y se sintió deslizarse a

un lugar regido únicamente por sus sentidos.

Sus manos estaban errantes por la espalda y el estómago cuando finalmente sintió a

Ronnie colocar sus manos sobre su pecho y empujarlo.

— Por favor — ella respiró — tenemos que parar.

— ¿Por qué?

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— Porque yo no quiero que mi papá nos atrape. Él podría estar viéndonos desde la

ventana ahora mismo.

— Sólo nos estamos besando.

— Sí. Y como que nosotros nos gusta también. — Ella se rió.

Una sonrisa se extendió sobre su rostro. — ¿Qué? ¿No sólo nos estábamos besando?

— Sólo estoy diciendo que se sentía como... lo que estábamos haciendo nos conducía a

algo más — dijo, enderezando su camisa.

— ¿Y el problema es?

Su expresión le dijo que dejara de jugar, y sabía que ella tenía razón, aunque no era lo

que quería.

— Tienes razón. Suspiró, dejando caer las manos en un círculo suelto alrededor de su

cintura —. Voy a tratar de controlarme a mí mismo.

Ella lo besó en la mejilla. — Tengo plena confianza en ti.

— Gracias — gimió.

Ella le guiñó el ojo. — Voy a ir a ver a mi papá, ¿de acuerdo?

— Está bien. Tengo que estar en el trabajo temprano por la mañana de todos modos.

Ella sonrió. — Una lástima. Yo no tengo que ir a trabajar hasta las diez.

— ¿Ellos todavía precisan que alimentes a las nutrias?

— Se morirían de hambre sin mí. Soy bastante indispensable ahora.

Se echó a reír. — ¿Te he dicho que creo que eres una sobre protectora?

— No creo que nadie me lo haya dicho. Pero, para que lo sepas, no es tan malo tenerte

alrededor, tampoco.

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Capítulo 24

Ronnie

Ronnie observó a Will marcharse mientras se iba a su casa, pensando sobre las cosas

que él había dicho y preguntándose si estaba en lo correcto con lo de Blaze. La cita de

la corte que se acercaba la había estado atormentando todo el verano: algunas veces

ella se preguntaba si la anticipación del posible castigo era peor que el castigo mismo.

Mientras las semanas pasaban, ella se había estado despertando a mitad de la noche y

encontrando imposible volverse a dormir. No era que ella estuviera horrorizada de ir a

prisión —dudaba que fuera encerrada— pero estaba preocupada de que estos crímenes

la pudieran seguir para siempre.

¿Debería revelarle su historia a una universidad a la que ella quisiera ingresar? ¿Se lo

tendría que contar a sus futuros empleadores? ¿Sería capaz de obtener un trabajo como

maestra?

No sabía si quería ingresar a una universidad o si quería ser una maestra, pero el temor

persistía. ¿Acaso esto la atormentaría para siempre? Su abogado no lo pensaba así,

pero no prometía nada. Y la boda. Era fácil para Will pedirle que fuera, asumir que no

era un gran problema. Pero ella sabía que Susan no la quería allí, y lo último que quería

era convertirse en un tipo de distracción. Ese es suponía que fuera el día de Megan.

Llegando al porche, estaba a punto de entrar cuando ella escuchó el chirrido de una

silla. Saltó hacia atrás de terror, sólo para ver que era Jonah observándola.

— Eso. Fue. Tan. Asqueroso.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Ella demandó, su corazón todavía acelerado.

— Observándolos a ti y a Will. Como dije, eso fue tan asqueroso. — Él hizo salir un

punto.

— ¿Estabas espiándonos?

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— Estaba tratando de no hacerlo. Estabas allí en la pared con Will. Parecía como si él

estuviera prácticamente apretándote hasta la muerte.

— No lo estaba haciendo. — Ronnie le aseguró.

— Sólo estoy diciendo lo que vi.

Ella sonrió.

— Lo entenderás cuando seas mayor.

Jonah sacudió su cabeza.

— Comprendo muy bien lo que estabais haciendo. He visto películas. Creo que es

asqueroso.

— Ya has dicho eso. — Ella le dijo.

Eso pareció detenerlo por un segundo.

— ¿A dónde va?

— A casa. Tiene que trabajar mañana.

— ¿Vas a ver el nido de tortugas esta noche? Porque no tienes que hacerlo. Papá dijo

que podíamos observarlas nosotros esta noche.

— ¿Convenciste a papá para dormir fuera?

— Él quiere hacerlo. Piensa que será divertido.

Lo dudo, ella pensó. — Por mí está bien.

— Ya tengo mis cosas listas. La bolsa de dormir, linternas, zumos, sándwiches, una caja

de galletas Ritz, malvaviscos, galletas y una raqueta de tennis.

— ¿Vais a jugar al tennis?

— En caso de que llegue un mapache. Ya sabes. Si trata de atacarnos.

— No te va a atacar.

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— ¿De veras? — Sonó casi decepcionado.

— Bueno, tal vez es una buena idea. — Ronnie agregó — Sólo por si acaso. Nunca se

sabe.

Se rascó su cabeza.

— Eso es lo que pensé también.

Ella apuntó hacia el taller.

— La ventana está genial, por cierto.

— Gracias. — Jonah dijo — Papá quiere asegurarse de que cada pieza esté perfecta. Él

me obliga a hacer piezas dos o tres veces. Pero me estoy volviendo bueno haciéndolas.

— Me doy cuenta.

— Pero se pone caliente. Especialmente cuando enciende la estufa. Es como un horno.

Es un horno, ella pensó. Pero no lo corrigió.

— Qué mal. ¿Cómo va la guerra de galletas?

— Va bien. Sólo tengo que comerlas cuando él está durmiendo.

— Papá no duerme.

— Ahora sí lo hace. Cada tarde, durante unas cuantas horas. Algunas veces yo tengo

que moverlo fuertemente para despertarlo.

Ella miró a su hermano antes de irse a la ventana hacia la casa.

— ¿Dónde está papá de todos modos?

— Está en la iglesia. El Pastor Harris vino hace poco. Ha estado viniendo muy seguido.

A papá y a él les gusta hablar.

— Son amigos.

— Lo sé. Pero creo que sólo lo usa como excusa. Creo que papá fue a tocar el piano.

— ¿Qué piano? — Ronnie preguntó desconcertada.

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— Lo entregaron en la iglesia la semana pasada. Papá ha estado yendo para tocar.

— Ha estado yendo, ¿huh?

— Espera. — Dijo él — No estoy seguro de que debía decir eso. ¿Tal vez lo puedas

olvidar?

— ¿Por qué no deberías habérmelo dicho?

— Porque podrías gritarle otra vez.

— No le voy a gritar. — Ronnie protestó — ¿Cuándo fue la última vez que le grité?

— Cuando estaba tocando el piano. ¿Recuerdas?

Oh, sí, ella pensó. El chico tenía una asombrosa memoria.

— Bueno, no le voy a gritar.

— Bien. Porque no quiero que le grites. Se supone que iremos al Fuerte Fisher mañana,

y quiero que esté de buen humor.

— ¿Hace cuánto que se marchó a la iglesia?

— No lo sé. Siento que han sido horas. Por eso es que estaba aquí fuera. Estaba

esperándolo. Y luego apareciste con Will y os pusisteis intensos.

— ¡Sólo nos estábamos besando!

— No, no lo creo. Definitivamente estabais haciendo algo más. — Jonah dijo con

convicción.

— ¿Ya has cenado? — Ella preguntó, ansiosa de cambiar de tema.

— Estaba esperando a papá.

— ¿Quieres que te prepare un par de perritos calientes?

— ¿Sólo con kétchup? — Él presionó.

Ella suspiró. — Claro.

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— Pensé que ni siquiera te gustaba tocarlos.

— Ya sabes, es gracioso, pero he estado tocando un montón de peces muertos, así que

un perrito caliente no me molesta como ese montón de cosas horribles.

Él sonrió. — ¿Me llevarás al acuario alguna vez para que pueda verte alimentar a las

morsas?

— Si quieres, hasta puedo dejarte alimentarlas.

— ¿En serio? — La voz de Jonah se incrementó por la emoción.

— Claro. Tendré que preguntar, por supuesto, pero han dejado que unos estudiantes lo

hagan, así que creo que no habrá problema.

Su rostro se iluminó.

— Wow. Gracias. — Luego, levantándose de la silla, él añadió — Oh, por cierto, me

debes diez dólares.

— ¿Por qué?

— ¿Hola? Por no contarle a papá lo que Will y tú estabais haciendo. Duh.

— ¿Hablas en serio? ¿Aunque te voy a hacer la cena?

— Vamos. Tú trabajas y yo soy pobre.

— Obviamente crees que gano más de lo que recibo. No tengo diez dólares. Todo lo

que he ganado lo he usado para pagar mi abogado.

Lo pensó un momento.

— ¿Qué tal cinco?

— ¿Acabas de pedirme cinco dólares aunque te dije que no tenía diez dólares conmigo?

Lo pensó. — ¿Qué tal dos?

— ¿Qué tal uno?

Sonrió.

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— Hecho.

*** Después de que le hiciera la comida a Jonah —quería sus perritos calientes hervidos,

no hechos en el microondas— Ronnie se dirigió a la playa, hacia la iglesia. No estaba

muy lejos, pero estaba en la dirección opuesta de la ruta por la que ella generalmente

caminaba, y casi no había notado las últimas veces que había pasado por allí.

Mientras se aproximaba, ella vio la parte superior de la silueta contra el oscuro cielo.

Aparte de eso, la iglesia desaparecía en los alrededores, mayormente porque era

mucho más pequeña que cualquiera de los hogares que la rodeaban y no tenía ninguno

de los caros detalles. Las paredes estaban hechas de tablillas de vías muertas y, a pesar

de la nueva construcción, el lugar ya se veía viejo.

Tuvo que escalar una duna para llegar al estacionamiento en la calle de al lado, y aquí

no había más evidencia de actividad reciente: un contenedor lleno, un pedazo de chapa

junto a la puerta, una camioneta grande aparcada cerca de la entrada. La puerta frontal

estaba abierta, iluminada por un suave cono de luz, aunque el resto del edificio estaba

oscuro.

Ella caminó hacia la entrada y entró. Mirando en los alrededores, podía ver que el

lugar era viejo. El suelo era de hormigón, el tapizado estaba medio hecho, y no había

asientos o púlpitos. El polvo se colaba en todo el lugar, pero estaba bien ordenado.

Donde Ronnie podía imaginar al pastor Harris rezando los domingos, su padre estaba

sentado detrás de un piano nuevo que parecía fuera de lugar. Una lámpara vieja de

aluminio adherida a un cable era la única iluminación.

No la había oído llegar, y siguió tocando, aunque ella no reconoció la canción. Se

escuchaba casi contemporánea, a diferencia de la música usual que tocaban, pero

incluso para sus oídos, se escuchaba… de alguna manera inconclusa. Su padre al

parecer se había dado cuenta también porque se paró durante un momento, al parecer

se le ocurrió algo nuevo, y comenzó desde el inicio de nuevo.

Esta vez, ella escuchó las sutiles variaciones que había hecho. Eran una mejora, pero la

melodía aún no estaba bien. Sintió un aire de orgullo al darse cuenta de que ella

todavía tenía no sólo la habilidad de interpretar música, sino de imaginarse las posibles

variaciones. Cuando ella era más pequeña, era este talento el que había asombrado a su

padre.

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Comenzó de nuevo, haciendo algunos cambios y, mientras lo observaba, ella sabía que

él era feliz. Aunque la música ya no era parte de su vida, siempre había sido parte de él

y, repentinamente, ella se sintió culpable por quitarle eso. Regresando en el tiempo,

recordaba estar enojada por el pensamiento de que él estaba intentando que ella tocara,

pero, ¿realmente estaba tratando de hacer eso? ¿Realmente había sido sobre ella? ¿O él

había tocado porque era un aspecto esencial de quién era?

Ella no estaba segura pero, observándolo, se sintió conmovida por lo que él había

hecho. La manera seria en que él consideraba cada nota y con la rapidez que había

hecho los cambios, hicieron que se diera cuenta de a cuánto había renunciado como

resultado de su demanda inmadura. Mientras tocaba, él tosió una vez, luego otra vez,

antes de detener la canción, tosió muchas veces más, el sonido grueso y mucoso, y

cuando siguió debatiendo, ella corrió hacia él.

— ¿Papá? — Ella chilló — ¿Estás bien?

Él miró hacia arriba y, por alguna razón, la tos comenzó a disminuir. Para cuando ella

se sentó junto a él, sólo estaba respirando con dificultad.

— Estoy bien. — Dijo con una voz débil — Hay tanto polvo aquí... me llega después de

un tiempo. Sucede todo el tiempo.

Ella lo miró, pensando que parecía un poco pálido. — ¿Estás seguro?

— Sí, estoy seguro. — Le dio una palmadita en su mano — ¿Qué estás haciendo aquí?

— Jonah me dijo que estabas aquí.

— Creo que me pillaste, ¿huh?

Agitó su mano. — Está bien, papá. Es un don, ¿verdad? — Cuando él no respondió,

ella señaló el teclado recordando todas las canciones que habían escrito juntos — ¿Qué

era lo que estabas tocando? ¿Estás escribiendo una nueva canción?

— Oh, eso. — Dijo él — ‚Tratando de escribir‛ creo que lo define mejor. Es sólo algo en

lo que he estado trabajando. No es gran cosa.

— Era buena…

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— No, no lo era. No sé que está mal con ella. Podrías... siempre fuiste mejor que yo

componiendo... pero no consigo que suene bien. Es como si estuviera haciéndolo al

revés.

— Era buena. — Ella insistió — Y era… m{s moderno que lo que normalmente tocas.

Sonrió.

— Te diste cuenta, ¿huh? No lo veo de esa forma. Para ser honesto, no sé qué es lo que

me pasa.

— Tal vez has estado escuchando demasiado tiempo mi iPod.

Sonrió. — No, te puedo asegurar que no lo he hecho.

Ella miró alrededor.

— Entonces, ¿cuándo estará terminada la iglesia?

— No lo sé. Creo que te dije que el seguro no cubre todo el daño... está atascado

durante un tiempo.

— ¿Qué hay de la ventana?

— Todavía voy a terminarla. — Señaló a una abertura en la pared detrás de él — Ahí es

donde irá, incluso si tengo que instalarla yo mismo.

— ¿Sabes cómo hacer eso? — Ronnie preguntó insegura.

— Aún no.

Ella sonrió. — ¿Por qué hay un piano aquí si la iglesia no está terminada? ¿No les

preocupa que lo vayan a robar?

— No se suponía que se entregara hasta que la iglesia estuviera terminada y,

técnicamente, se supone que no debería estar aquí. El Pastor Harris está esperando a

que alguien lo quiera guardar, pero todavía no hay nadie, no es tan fácil como suena.

— Se dio la vuelta para echar un vistazo en el marco de la puerta y se sorprendió de

que ya fuera de noche — ¿Qué hora es?

— Un poco más de las nueve.

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— Oh, Dios. — Dijo él comenzando a levantarse — No me di cuenta del tiempo. Se

supone que voy a acampar con Jonah esta noche. Y probablemente debería llevarle

algo para comer.

— Ya me ocupé de eso.

Él sonrió, pero mientras tomaba su hoja de música y apagaba la luz de la iglesia, ella

fue golpeada por lo cansado y frágil que se veía.

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Capítulo 25

Steve

Ronnie tenía razón, él pensó. La canción era definitivamente moderna.

Él no había estado mintiendo cuando le había dicho que no había empezado de esa

manera. En la primera semana, él se había intentado aproximarse a algo hecho por

Schumann; algunos días después de eso, se había inspirado más en Grieg. Después de

eso, era Saint—Saëns quien escuchaba en su cabeza. Pero al final, nada se sentía bien;

nada de lo que hacía capturaba el mismo sentimiento que había tenido cuando había

escrito esas primeras simples notas en un pedazo de papel.

En el pasado, él trabajaba para crear música que, fantaseaba, viviría durante

generaciones. Esta vez no lo hizo. En vez de eso, experimentó. Intentó dejar a la música

presentarse a sí misma y, poco a poco, se dio cuenta de que había dejado de imitar a los

grandes compositores y estaba satisfecho de finalmente confiar en sí mismo. No es que

hubiera llegado allí todavía, porque no lo había hecho. No estaba bien, y había una

posibilidad de que nunca estuviera bien, pero de alguna forma esto se sentía bien para

él.

Se preguntaba si éste había sido su problema todo este tiempo —que se había pasado

su vida emulando lo que había servido para otros—. Tocaba música escrita otros

cientos de años antes; buscaba a Dios durante sus caminatas en la playa porque eso le

había servido al Pastor Harris. Aquí y ahora, con su hijo sentándose junto a él en una

duna fuera de su casa y mirando a través de un par de binoculares, a pesar del hecho

de que probablemente no vería nada, se preguntó a sí mismo si había hecho esas

decisiones, menos porque pensaba que otros tenían las respuestas y más porque él

tenía miedo de confiar en sus propios instintos. Tal vez sus profesores se habían vuelto

su bastón y, al final, él había tenido miedo de ser él mismo.

— Hey, ¿papá?

— ¿Sí, Jonah?

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— ¿Vas a venir a visitarnos a Nueva York?

— Nada me haría más feliz.

— Porque creo que Ronnie va a hablarte ahora.

— Eso espero.

— Ella ha cambiado un montón, ¿no lo crees?

Steve dejó los binoculares.

— Creo que todos hemos cambiado un montón este verano.

— Sí. — dijo él — Creo que me he vuelto más alto, por una cosa.

— Definitivamente. Y has aprendido cómo hacer una ventana de cristal.

Él pareció pensar en eso.

— Hey, ¿papá?

— ¿Sí?

— Creo que quiero aprender a sostenerme sobre mi cabeza.

Steve dudó, preguntándose de dónde en la tierra había venido eso.

— ¿Puedo preguntar por qué?

— Me gusta estar de cabeza. No sé por qué. Pero creo que necesitaré que sostengas mis

piernas. Al menos al principio.

— Estaría feliz de hacerlo.

Estuvieron callados durante un largo rato. Era una noche fragante e iluminada por las

estrellas, y mientras observaba la belleza de sus alrededores, Steve sintió un repentino

asalto de felicidad. Sobre pasar el verano con sus hijos, sobre sentarse en la duna con su

hijo y hablar sobre nada importante. Él se había acostumbrado a días así, y temía el

pensamiento de que terminarían pronto.

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— Hey, ¿papá?

— ¿Sí, Jonah?

— Es medio aburrido aquí fuera.

— Creo que es pacífico. — Respondió Steve.

— Pero apenas puedo ver nada.

— Puedes ver las estrellas. Y escuchar las olas.

— Las escucho todo el tiempo. Suenan lo mismo todos los días.

— ¿Cuándo quieres empezar a practicar ponerte sobre tu cabeza?

— Quizás mañana.

Steve puso su brazo alrededor de su hijo.

— ¿Qué pasa? Suenas algo triste.

— Nada. — La voz de Jonah era apenas audible.

— ¿Estás seguro?

— ¿Puedo ir a la escuela aquí? — preguntó — ¿Y vivir contigo?

Steve sabía que tendría que tratar esto con cuidado.

— ¿Qué pasa con tu madre?

— Quiero a mamá. Y la extraño, también. Pero me gusta estar aquí. Me gusta pasar

tiempo contigo. Ya sabes, haciendo la vidriera, volando barriletes. Tan solo pasando el

tiempo. He tenido mucha diversión. No quiero que se termine.

Steve lo acercó a sí mismo.

— Me encanta estar contigo, también. El mejor verano de mi vida. Pero si estás en la

escuela, no estaríamos juntos como lo estamos ahora.

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— Quizás puedas educarme en casa.

La voz de Jonah era suave, casi asustada, y para Steve de verdad sonaba como su edad.

La compresión de esto hizo que su garganta se tensara. Él odiaba lo que tenía que decir

a continuación, aunque no tuviera otra opción.

— Creo que tu madre te extrañaría si te quedaras conmigo.

— Quizás puedas mudarte de vuelta. Quizás mamá y tú podrían casarse de nuevo.

Steve tomó una respiración profunda, odiando esto.

— Sé que esto es duro y que no parece justo. Desearía que hubiera una forma en que

pudiera cambiar eso, pero no puedo. Necesitas estar con tu madre. Ella te quiere

demasiado, y no sabría qué hacer sin ti. Pero yo también te quiero. Y quiero que nunca

te olvides de eso.

Jonah asintió como si esperara la respuesta de Steve.

— ¿Todavía vamos a ir a Fort Fisher mañana?

— Si quieres. Y después de eso, tal vez podamos ir a los toboganes de agua.

— ¿Hay toboganes de agua allí?

— No. Pero hay un lugar no muy lejos de allí. Tan solo tenemos que acordarnos de

traer nuestros bañadores.

— Ok. — Dijo Jonah sonando más animado.

— Tal vez vayamos a Chuck E. Cheese’s, también.

— ¿De veras?

— Si quieres. Podemos hacer que suceda.

— Ok. — Dijo — Quiero.

Jonah estuvo silencioso de nuevo antes de finalmente alcanzar la heladera portátil.

Cuando sacó una bolsa de galletas, Steve sabía lo suficiente como para no decir nada.

— Hey, ¿papá?

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— ¿Sí?

— ¿Crees que las tortugas saldrán del cascarón esta noche?

— No creo que estén lo bastante listas todavía, pero no falta mucho.

Jonah juntó sus labios pero no dijo nada, y Steve sabía que su hijo estaba pensando

sobre lo de irse de nuevo. Él lo apretó más cerca, pero dentro sintió algo romperse, algo

que él sabía nunca sanaría bien.

*** Temprano a la mañana siguiente, Steve miró a la playa sabiendo que, si caminaba,

simplemente lo haría para disfrutar de la mañana.

Dios, llegó a darse cuenta, no estaba allí. Al menos no para él, de todas formas. Pero

eso tenía sentido ahora que lo pensaba. Si determinar la presencia de Dios fuera

realmente así de simple, entonces él suponía que las playas estarían más llenas por las

mañanas. Estarían llenas de gente en sus propias misiones, en vez de gente trotando o

paseando a sus perros o pescando en el muelle.

La búsqueda por la presencia de Dios, él entendía ahora, era tan misteriosa como el

mismo Dios, y ¿qué era Dios sino misterio?

Qué gracioso, a pesar de que le llevó tanto tiempo, verlo de esa forma.

Pasó el día con Jonah, justo como habían planeado la noche anterior. El fuerte fue

probablemente más interesante para él que para Jonah, ya que él entendía algo de la

historia de la guerra entre los Estados y sabía que Wilmington era el último puerto

funcionando en la Confederación. Los toboganes de agua, por otro lado, fueron mucho

más excitantes para Jonah que para Steve. Todos eran responsables de llevar su propio

flotador hasta arriba de todo y, mientras Jonah era lo suficientemente fuerte las

primeras veces, pronto Steve tuvo que hacerse cargo.

Honestamente, se sentía como si fuera a morir.

Chuck E. Cheese’s, un salón de pizza con una docena de videojuegos, mantuvo a Jonah

ocupado durante otro par de horas. Jugaron tres partidas de hockey sobre mesa,

acumularon unos cuantos cientos de tickets de juego y, después de intercambiar los

tickets, salieron con dos pistolas de agua, dos pelotas saltarinas, un paquete de lápices

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de colores, y dos gomas de borrar. Ni siquiera quería pensar sobre cuánto le había

costado.

Era un buen día, un día de risas, pero cansador. Después de pasar algún tiempo con

Ronnie, él se fue a la cama. Exhausto, se quedó dormido en cuestión de minutos.

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Capítulo 26

Ronnie

Después de que su padre y Jonah se fuesen a pasar el día fuera, Ronnie fue a buscar a

Blaze, esperando encontrarla antes de irse al acuario. Supuso que no tenía nada que

perder. Lo peor que podía pasar era que Blaze le gritara o la rechazara, lo que la dejaría

en la misma posición en la que se encontraba ahora. No esperaba que Blaze cambiara

de repente de opinión, e intentaba no tener muchas esperanzas, pero era difícil no

tenerlas. Will tenía razón: Blaze no se parecía en nada a Marcus, que no era consciente

de sus actos, y ella se tenía que sentir un poco culpable, ¿verdad?

No tardó mucho en encontrarla. Blaze estaba sentada en una duna cerca del muelle,

observando a los surfistas. No dijo nada cuando Ronnie se acercó.

Ronnie no sabía ni por dónde empezar, por lo que empezó con lo obvio.

— Hola, Blaze — dijo.

Blaze no dijo nada, y Ronnie intentó serenarse antes de continuar.

— Sé que probablemente no quieras hablar conmigo…

— Pareces un huevo de pascua.

Ronnie miró la ropa que tenía que llevar en el acuario: una camiseta turquesa con el

logo del acuario y unos shorts blancos con zapatos del mismo color.

— He intentado que cambien el uniforme por uno negro, pero no quieren.

— Mala cosa. El negro es tu color — dijo Blaze con un asomo de sonrisa —. ¿Qué

quieres?

Ronnie suspiró. — No quería conquistar a Marcus esa noche. Él vino hacia mí y no sé

por qué dijo lo que dijo, a no ser que quisiera ponerte celosa. Estoy segura de que no

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me crees, pero quiero que sepas que yo nunca te haría algo así. No soy ese tipo de

persona. — Lo había dicho deprisa, pero finalmente lo había dicho.

Blaze no respondió, pero finalmente dijo: — Lo sé.

No era la respuesta que Ronnie esperaba. — ¿Entonces porqué pusiste esas cosas en mi

bolsa? — soltó de golpe.

Blaze la miró entrecerrando los ojos. — Estaba enfadada contigo, porque es obvio que

le gustas.

Ronnie se cayó una respuesta que habría supuesto el final de la conversación, dándole

a Blaze la oportunidad de continuar. Blaze se centró en los surfistas otra vez. — Has

estado mucho tiempo con Will este verano.

— Me dijo que erais amigos.

— Sí, lo éramos — dijo —. Hace mucho tiempo. Es buena persona. Eres afortunada. —

Se sacudió las manos en los vaqueros —. Mi madre se va a casar con su novio. Después

de que me lo dijera, tuvimos una gran pelea y me echó de la casa. Cambió los cerrojos y

todo.

— Lamento escuchar eso — dijo Ronnie, sintiéndolo realmente.

— Sobreviviré.

Su comentario le hizo pensar en las similitudes de sus vidas: divorcio, furia, rebelión, el

nuevo matrimonio de uno de sus padres... pero, a pesar de esas cosas, no eran iguales.

Blaze había cambiado desde el comienzo del verano. Perdió el entusiasmo que Blaze

tenía cuando se conocieron por primera vez, y parecía mayor, como si hubieran pasado

años en vez de semanas. Pero no era bueno. Tenía bolsas bajo los ojos y su piel tenía un

aspecto cetrino. También había perdido peso, bastante peso. De forma extraña, parecía

como si Ronnie estuviese viendo la persona en la que ella se podría haber convertido, y

no le gustó lo que vio.

— Lo que me hiciste estuvo mal — dijo Ronnie —. Pero aún puedes hacerlo bien.

Blaze sacudió despacio la cabeza. — Marcus no me dejará. Ha dicho que no me volverá

a hablar.

Al escuchar el tono de robot en su voz, Ronnie quiso sacudirla. Blaze parecía saber lo

que Ronnie estaba pensando, y suspiró antes de continuar.

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— No tengo ningún otro sitio al que ir. Mi madre llamó a mis parientes y les dijo que

no me acogiesen. Les dijo que era duro para ella, pero que lo que yo necesitaba ahora

mismo era ‚reflexionar sobre el amor‛. Pero no tengo dinero para comer, y a menos

que quiera dormir en la playa todas las noches por el resto de mi vida, tengo que hacer

lo que Marcus me diga. Cuando se enfada conmigo no me deja que vaya a su casa. Y

no me dará dinero por los shows que hacemos, por lo que tampoco puedo comer. A

veces me trata como a un perro, y lo odio, ¿pero a quién más tengo?

— ¿Has intentado hablar con tu madre?

— ¿Para qué? Piensa que soy un caso perdido y me odia.

— Estoy segura de que no te odia.

— Tú no la conoces como yo.

Ronnie recordó la vez en la que visitó la casa de Blaze y vio el dinero metido en el

sobre. No parecía la misma madre, pero Ronnie no quería decirlo. Durante el silencio,

Blaze se levantó. Sus ropas estaban muy sucias y arrugadas, como si las hubiese

llevado toda la semana, lo que era probable.

— Sé lo que quieres que haga — dijo Blaze —. Pero no puedo. Y no es porque no me

caigas bien, porque no es así. Creo que eres agradable y no debería haberte hecho algo

así, pero estoy tan atrapada como tú, y tampoco creo que Marcus haya acabado contigo

aún.

Ronnie se puso tensa. — ¿Qué quieres decir?

Blaze se quedó quieta. — Ha estado hablando sobre ti otra vez. Y no como algo bueno.

Si fuese tú, me alejaría de mí.

Antes de que Ronnie pudiese responder, Blaze empezó a alejarse.

— Hey, Blaze — la llamó.

Blaze se dio la vuelta lentamente.

— Si alguna vez necesitas algo para comer o un lugar donde quedarte, ya sabes donde

vivo.

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Por un instante, Ronnie pensó ver gratitud en su rostro, y algo que le recordó a la

inteligente y alegre chica que conoció por primera vez en junio.

— Y una cosa más — añadió —. Eso del fuego que haces con Marcus es una locura.

Blaze le dio una triste sonrisa. — ¿De verdad piensas que es peor que cualquier otra

cosa de mi vida justo ahora?

*** A la tarde siguiente, Ronnie se paró delante de su armario, sabiendo que no tenía

absolutamente nada que ponerse. Incluso si fuese a ir a la boda, algo de lo que aún no

estaba segura, no tendría nada remotamente apropiado, a menos que fuese una boda

con Ozzy Osbourne y su clan.

Pero esto era una boda formal de etiqueta: se requerían esmóquines y vestidos para los

invitados, no sólo para la fiesta. Nunca había imaginado que iría a algo parecido

cuando hizo la maleta antes de irse de New York. Ni siquiera había traído el par de

sandalias negras que su madre le había regalado para navidad, dado a que seguían aún

en la caja.

De verdad que no entendía por qué Will quería que fuese. Incluso si encontraba alguna

manera de ir presentable, no tendría con quién hablar. Will estaría en la celebración de

la boda, lo que significaba toneladas de fotos, mientras ella estaba en la recepción,

además, él se sentaría en la mesa principal, por lo que no estarían juntos ni para comer.

Probablemente ella terminara sentada en la mesa con el gobernador o el senador o

algunos parientes que habían viajado en un jet privado… tendrían una charla

incómoda. Eso añadido al hecho de que Susan la odiaba, hacía que ir fuese una mala

idea. Una muy mala idea. Horrible desde todos los puntos de vista.

Por otro lado…

¿Cuándo volvería a ser invitada a una boda como esa? Supuestamente, la casa había

sufrido una gran transformación en el último par de semanas: Una nueva cubierta

tapaba la piscina temporalmente, carpas habían sido levantadas, cientos de miles de

flores habían sido plantadas, y no sólo las luces habían sido alquiladas de uno de los

estudios de grabación de Wilmington, sino que un equipo había ido y lo había

preparado todo. El catering, todo desde caviar hasta champagne Cristal, lo

suministraban tres restaurantes diferentes de Wilmington, y toda la operación era

supervisada por un chef que conocía Susan de Boston, que supuestamente fue

considerado una vez como el chef principal para servir en la Casa Blanca. Era

completamente excesivo, algo que ciertamente ella jamás hubiera considerado para su

propia boda, algo en una playa de México con unas doce personas como únicos

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invitados era más su estilo, pero supuso que eso era parte del atractivo para asistir. Ella

nunca había ido a ninguna otra boda en toda su vida.

Suponiendo, por supuesto, que encontrase algo para ponerse. Honestamente, no sabía

ni por qué estaba buscando en su armario. No podía mover una varita mágica y

convertir un par de vaqueros en un vestido o pretender que su pelo hará que la gente

la vuelva a mirar para observar una de sus camisetas. El único atuendo pasable que

poseía, el único que quizá Susan no encontrara repugnante si simplemente paraba en

su camino hacia el altar, era el traje que llevó al acuario y que la hacía parecer un huevo

de pascua.

— ¿Qué estás haciendo?

Jonah estaba en la puerta, mirándola fijamente.

— Necesito encontrar algo que llevar — dijo.

— ¿Vas a salir?

— No. Quiero decir, algo para llevar a la boda.

Él movió la cabeza con sorpresa. — ¿Te vas a casar?

— Por supuesto que no. La hermana de Will es la que se casa.

— ¿Cómo se llama?

— Megan

— ¿Es simpática?

Ronnie sacudió la cabeza. — No lo sé. Nunca la he visto.

— ¿Entonces por qué quieres ir?

— Porque Will me lo pidió. Así es como funciona — le explicó —. Puede llevar un

invitado a la boda. Se supone que yo soy ese invitado.

— Oh — dijo —. ¿Qué es lo que vas a llevar?

— Nada. No tengo nada que ponerme

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Jonah agachó la cabeza. — Lo que llevas es bonito

El traje del huevo de pascua. Imagínate.

Echó un vistazo a su falda. — No puedo llevar esto. Es una boda formal. Se supone que

debo ir de etiqueta.

— ¿Tienes algo así?

— No

— ¿Entonces porqué sigues ahí?

Cierto, pensó cerrando la puerta del armario y tirándose encima de la cama.

— Tienes razón — dijo —. No puedo ir. Es tan simple como eso.

— ¿Quieres ir? — preguntó Jonah con curiosidad.

En un instante, sus pensamientos pasaron por ‚Absolutamente no‛ a ‚Bueno‛ y

finalmente a ‚Sí, por supuesto‛. Cruzó las piernas por debajo de ella. — Will quiere

que vaya. Es importante para él. Y sería algo digno de ver.

— ¿Entonces por qué no te compras un vestido?

— Porque no tengo dinero.

— Oh — dijo Jonah —. Eso es fácil de arreglar. — Fue hacia la colección de juguetes

que tenía en una esquina. Al fondo, había la maqueta de un avión; lo cogió y se lo

llevó, desenroscando el morro. Mientras esparcía el contenido por la cama, la

mandíbula de Ronnie llegó al suelo al ver la cantidad de dinero que tenía acumulada.

Al menos tenía que haber unos cuantos cientos de dólares.

— Es mi banco — dijo tocándose la nariz —. He estado ahorrando durante un tiempo.

— ¿De dónde has sacado todo esto?

Jonah señaló un billete de diez dólares. — Ése fue por no contarle a papá que te había

visto aquella noche en carnavales. — Señaló a uno de un dólar —. Ése fue por no

decirle a papá que te estabas viendo con Will. — Continuó señalando a varios billetes

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—. Éste fue del chico del pelo azul, y este del póker del mentiroso. Este otro fue de

aquella vez en la que te escapaste después del toque de queda...

— Ya lo pillo — dijo ella, pero aún así… parpadeó —. ¿Has ahorrado todo esto?

— ¿Qué otra cosa se supone que debería haber hecho con el dinero? — contestó —.

Mamá y papá me compran todo lo que necesito. Todo lo que tengo que hacer es

pedírselo durante el tiempo necesario. Es bastante fácil conseguir lo que quiero.

Simplemente tienes que saber cómo hacerlo. Mamá necesita que llore, pero papá

necesita que le explique por qué lo merezco.

Ronnie sonrió. Su hermano, chantajista/psicólogo. Impresionante.

— Por eso no lo necesito. Y me gusta Will. Te hace feliz.

Sí, pensó Ronnie, lo hacía.

— Eres bastante bueno, hermanito, ¿lo sabías?

— Sí, lo sé. Te lo puedes quedar todo, con una condición.

Aquí llegaba, pensó. — ¿Sí?

— No voy a volver a ir de compras contigo. Es aburrido.

No tardó mucho en tomar una decisión. — Trato hecho.

*** Ronnie se miró fijamente en el espejo, casi incapaz de reconocerse a sí misma. Era la

mañana de la boda, y había pasado los últimos cuatro días probándose cada vestido de

la ciudad, caminando ida y vuelta en varios pares de zapatos nuevos y sentándose

durante horas en la peluquería.

Había tardado aproximadamente una hora en rizarse el pelo y darse volumen como la

chica de la peluquería le había enseñado. Cuando Ronnie se sentó en la silla, también

había pedido consejos sobre maquillaje, y la chica le había dado sugerencias que siguió

cuidadosamente. El vestido, no había mucho de donde elegir a pesar de la cantidad de

tiendas que había visitado, tenía un profundo escote en V y lentejuelas negras, algo que

jamás habría imaginado llevar. La noche antes se había limado y pintado las uñas,

tomándose su tiempo, contenta de no haberse manchado con el pintauñas.

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— No te conozco — le dijo Ronnie a su reflejo, girándose de un lado y del otro. Nunca

antes te había visto. Se tiró del vestido, ajustándolo ligeramente. Lucía bastante bien,

tenía que admitirlo. Sonrió. Definitivamente bastante bien para la boda.

Se puso los zapatos de camino a la puerta y se dirigió por el pasillo hacia el salón. Su

padre estaba leyendo la Biblia otra vez, y Jonah estaba viendo los dibujos como

siempre. Cuando su padre y su hermano la miraron, ambos se quedaron boquiabiertos.

— Santa mierda — dijo Jonah.

Su padre se giró para mirarle. — No deberías decir esa palabra.

— ¿Qué palabra?

— Tú sabes la palabra a la que me refiero.

— Lo siento, papá. — Dijo con resignación —. Quiero decir, bendita mierda — intentó

otra vez.

Ronnie y su padre se rieron, y Jonah miró de uno al otro. — ¿Qué?

— Nada — dijo su padre. Jonah se acercó para inspeccionarla más detenidamente.

— ¿Qué le ha pasado al morado de tu pelo? — preguntó —. Se ha ido.

Ronnie se movió los rizos. — Temporalmente — dijo —. ¿Está bien?

Antes de que su padre pudiese contestar, Jonah soltó: — Vuelves a ser normal, pero no

pareces mi hermana.

— Estás fantástica — dijo su padre rápidamente.

Sorprendiéndose a sí misma, Ronnie soltó un suspiro de alivio. — ¿El vestido está

bien?

— Es perfecto — contestó su padre.

— ¿Y mis zapatos? No estoy segura de que hagan juego con el vestido.

— Están bien.

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— He intentado hacerme el maquillaje y las uñas…

Antes de poder siquiera terminar, su padre sacudió la cabeza. — Nunca antes has

estado más hermosa — dijo — De hecho, no sé si hay alguien más hermosa que tú en

todo el mundo.

Había dicho lo mismo antes cientos de veces. — Papá...

— Lo dice de verdad — interrumpió Jonah —. Estás increíble. Estoy siendo honesto.

Casi no te reconocía.

Le frunció el ceño fingiendo indignación. — ¿Así que no te gusto como voy siempre?

Cuando Ronnie rió, vio a su padre sonriéndola.

— Wow — era todo lo que podía decir.

Media hora después, caminaba a través de las puertas del estado de Blakelee con el

corazón a mil por hora.

Acababan de pasar por los oficiales que patrullaban la calle para ver sus invitaciones y

ahora paraban ante un hombre con traje que quería aparcarles el coche. Su padre

intentó explicarle calmadamente que simplemente la iba a dejar, pero su respuesta les

dejó sin palabras a los tres... no entendía el hecho de que un invitado a la boda no

poseyese su propio coche.

Y las mejoras…

Ronnie tenía que admitir que el lugar era tan espectacular como un plató de rodaje.

Había flores por todas partes, los arbustos estaban podados perfectamente, e incluso la

pared de ladrillo que rodeaba la propiedad había sido pintada recientemente.

Cuando por fin consiguieron llegar hasta la rotonda central, su padre miró la casa, que

había crecido a lo largo en el jardín frontal. Lentamente, su padre se giró para mirarla.

Ronnie no estaba acostumbrada a ver a su padre sorprendido, pero esta vez lo estaba,

podía escuchar la sorpresa en su voz.

— ¿Ésta es la casa de Will?

— Sí, lo es — dijo. Sabía lo que su padre iba a decir: es enorme, o que no se había dado

cuenta de lo rica que era su familia o que si ella se sentía cómoda en ese lugar. En vez

de eso, la sonrió sin un ápice de timidez.

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— Es un lugar precioso para una boda.

Condujo con cuidado, sin llamar la atención al viejo coche que llevaban, gracias a Dios.

De hecho, era el coche del Padre Harris, un viejo Toyota sedán de estilo cuadriculado

que salió del mercado tan pronto como entró en la década de 1990; pero funcionaba, y

ahora mismo era suficiente. Los pies de Ronnie ya le dolían. El cómo algunas mujeres

llevaban zapatos de tacón todo el día era algo que no lograba entender. Incluso cuando

estaba sentada, parecían instrumentos de tortura. Debería haberse envuelto los pies en

tiritas. Su vestido, obviamente, no había sido diseñado para llevarlo estando sentada:

se estaba arrugando en las costillas, impidiéndole respirar. O quizá estaba demasiado

nerviosa como para respirar.

Su padre condujo por la rotonda con los ojos fijos en la casa, justo como los suyos lo

estaban la primera vez que la vio. Aunque debería haberse acostumbrado ya, el lugar

aún le parecía impresionante. Incluso los invitados, ella jamás había visto tantos

esmóquines y vestidos de gala en toda su vida, la hacían sentir fuera de lugar. Ella no

pertenecía a ese lugar.

Un poco más arriba, había un hombre con traje señalando a los coches, y antes de que

se diera cuenta, era su turno para bajar. Cuando el hombre le abrió la puerta y le

ofreció una mano para ayudarla a salir, su padre le puso una mano en la pierna.

— Puedes hacerlo — sonrió —. Diviértete.

— Gracias, papá.

Se miró por última vez en el espejo antes de salir del coche. Una vez que estuvo fuera,

se ajustó el vestido, pensando que era más fácil respirar ahora que estaba de pié. Las

rejas del porche estaban decoradas con lilas y tulipanes, y mientras subía las escaleras

hacia la puerta, ésta se abrió repentinamente.

En el esmoquin, Will no se parecía a uno de esos jugadores sin camiseta de volleyball,

como cuando le vio por primera vez, o al confiado chico del sur que la llevó a pescar;

de alguna manera, era como mirar al sofisticado hombre en que se convertiría algún

día. De alguna manera, Ronnie no había esperado que pareciese tan… refinado, y

estaba a punto de gastarle una broma cuando se dio cuenta de que ni siquiera le había

dicho hola.

Durante mucho tiempo, lo único que él podía hacer era mirarla. Durante el extenso

silencio, las mariposas en el estómago de Ronnie se sintieron como pájaros, y en lo

único en lo que podía pensar era en si habría hecho algo mal. Quizá había llegado

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demasiado pronto, y quizá se había excedido con el maquillaje o el vestido. No estaba

segura de qué pensar y empezaba a imaginar lo peor cuando finalmente Will sonrió.

— Est{s… increíble — dijo, y con esas palabras, Ronnie se relajó. Bueno, un poquito.

Aún no había visto a Susan, y hasta entonces seguiría dentro del bosque. Aún así,

estaba encantada con el hecho de que a Will le gustase lo que veía.

— ¿No piensas que es demasiado? — Le preguntó.

Will se puso delante de ella y colocó las manos en sus caderas. — Definitivamente no.

— ¿Pero tampoco poco, verdad?

— Simplemente bien — susurró.

Se puso de puntillas y le ajustó la pajarita para luego rodearle el cuello con sus brazos.

— Debo admitir que no pareces ni la mitad de malo.

No fue tan mal como pensó que iría. Al parecer, ya se habían sacado la mayoría de las

fotos con la novia antes de que los invitados llegasen, así que Will estaba disponible

para pasar algo de tiempo con ella antes de la ceremonia. La mayor parte del tiempo

pasearon alrededor del jardín, y Ronnie se quedó embobada con los adornos que le

habían puesto. Will no había estado bromeando: la parte de atrás de la casa había sido

remodelada completamente, y la piscina había sido tapada temporalmente con una

cubierta. Cientos de sillas blancas estaban en fila alrededor del pasillo donde Megan y

su prometido intercambiarían los botos.

Nuevos caminos habían sido construidos en el césped, facilitando el acceso a las

docenas de mesas donde comerían bajo la masiva sombra de la carpa blanca.

Había cinco o seis intrincadas esculturas de hielo suficientemente grandes como para

aguantar varias horas, pero lo que realmente atrajo la atención de Ronnie fueron las

flores: el suelo era un brillante mar de gladiolos y lilas.

Había mucha más gente de la que esperaba. Aparte de Will, los únicos invitados a los

que conocía eran Scott, Ashley y Cassie, y ninguno de ellos parecía particularmente

alegre de verla.

Aunque eso no importaba mucho. Una vez que la gente se hubo sentado, todo el

mundo, excepto Will, estaba centrado en la inminente aparición de Megan. Will parecía

contento con mirar a Ronnie desde su asiento cerca del altar.

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Quería pasar lo más desapercibida posible, por lo que eligió un asiento en la tercera fila

empezando por atrás, y lo más lejos del camino que tenía que recorrer la novia. Hasta

ahora no había visto a Susan, que probablemente estuviese revoloteando alrededor de

Megan, y rezaba para que no la viera hasta después de la ceremonia. Si tenía suerte,

Susan tampoco se daría cuenta de su presencia, pero eso era poco probable, ya que

pasaría la mayor parte del tiempo con Will.

— Perdona — le escuchó decir a alguien. Al mirar hacia arriba, vio a un hombre mayor

con su mujer intentando pasar a los dos últimos asientos de la fila.

— Será más fácil si me muevo — ofreció.

— ¿Estás segura?

— No hay problema — dijo moviéndose al último asiento vacío. El hombre le era

vagamente familiar, pero lo único que le venía a la cabeza, la única posible conexión

era el acuario, y eso no tenía sentido.

Antes de que pudiese pensar más, un cuarteto empezó a tocar la Marcha Nupcial. Miró

por encima del hombro hacia la casa y a la gente a su alrededor. Escuchó un audible

jadeo cuando Megan apareció al inicio de las escaleras. Cuando empezó a bajar hacia

su padre que la esperaba al final, Ronnie pensó que era la novia más deslumbrante que

jamás había visto.

Cautivada por la visión de la hermana de Will, no se dio cuenta que el hombre que

tenía al lado parecía más interesado en mirarla a ella que a Megan.

La ceremonia fue elegante y sorprendentemente íntima. El cura leyó el segundo libro

de los Corintios, y después Megan y Daniel recitaron los votos que habían escrito

juntos. Se prometieron paciencia cuando era fácil ser impaciente, franqueza cuando era

fácil mentir, y, a su manera, cada uno reconoció que el verdadero compromiso sería

probado con el paso del tiempo.

Mientras Ronnie les miraba intercambiar los anillos, se dio cuenta de por qué habían

celebrado una boda al aire libre. Era menos tradicional que las bodas en las iglesias a

las que había ido, pero aún así formal, y el lugar era perfecto.

También supo que Will tenía razón: le iba a gustar Megan. En las bodas en las que

había estado, siempre había tenido la sensación de que las novias estaban actuando, y

más de una vez, había visto a las novias deprimirse si algo se salía del guión. Megan

por otro lado, parecía disfrutarlo en sobremanera. Mientras su padre la conducía hacia

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el altar, le había guiñado el ojo a varios amigos y se paró para darle un abrazo a su

abuela. Cuando el portador de los anillos, un niño pequeño y mono en un pequeño

esmoquin, paró a mitad del camino y se arrastró hacia las rodillas de su madre, Megan

empezó a reír, disminuyendo así la tensión.

Después de eso, Megan estaba menos interesada en sacarse fotos dignas de una revista

de novias que en estar con sus invitados. Ronnie pensó que estaba muy segura de si

misma, o que no tenía ni la más remota idea del estrés que había sufrido su madre para

que todos los detalles de la boda fueran perfectos. Incluso desde la distancia, Ronnie

pudo adivinar que nada estaba yendo como Susan había planeado.

— Me debes un baile — le susurró la voz de Will.

Al girarse, quedó deslumbrada de nuevo ante lo atractivo que estaba. — No creo que

eso fuese parte del trato — dijo —. Dijiste que sólo querías que viniese a la boda.

— ¿Qué? ¿No quieres bailar conmigo?

— No hay música.

— Me refería a después.

— Oh — dijo —. Bueno, en ese caso, quizá lo considere. Pero, ¿no deberías estar

posando para las fotos?

— He estado haciendo eso durante horas. Necesito un descanso.

— ¿Te hace daño sonreír demasiado?

— Algo parecido. Oh, se supone que te tengo que decir que vas a comer en la mesa

dieciséis con Scott, Ashley y Cassie.

Bomba. — Genial — dijo.

Will rió. — No será tan malo como piensas. Se comportarán lo mejor posible. O si no

mi madre probablemente les corte la cabeza.

Era el turno de Ronnie para reír. — Dile a tu madre que hizo un trabajo maravilloso al

organizar todo esto. Es precioso.

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— Lo haré — dijo. La continuó mirando hasta que escucharon su nombre. Cuando se

giraron, Ronnie pensó que Megan distraía a Will. — Tengo que volver — dijo —. Pero

te encontraré en la cena. Y no olvides nuestro baile.

Era extremadamente apuesto, pensó de nuevo. — Te debo prevenir de que ya me

duelen los pies.

Se puso una mano en el corazón. — Prometo no reírme de ti si cojeas.

— Vaya, gracias

Se acercó y la besó. — ¿Te he dicho ya lo hermosa que estás esta noche?

Ronnie sonrió, saboreando el sabor de sus labios. — No en los últimos veinte minutos.

Pero será mejor que te vayas. Te necesitan en alguna parte, y no quiero meterme en

problemas.

La volvió a besar antes de ir con el resto de los invitados. Sintió un golpe de alegría, se

giró y se encontró con el hombre mayor que se había sentado a su lado durante la

ceremonia, el cual la miraba de nuevo.

*** En la cena, Scott y Ashley no la incluyeron en la conversación, pero descubrió que no le

importaba. No estaba de humor para hablar con ellos, y tampoco tenía hambre. De

hecho, después de mordisquear unos cuantos bocados, se disculpó y se fue hacia la

galería. El porche le daba una vista panorámica de la fiesta, que era incluso más

encantadora en la oscuridad. Bajo el plateado hechizo de la luna, las carpas parecían

estar brillando. Podía escuchar trozos de conversaciones por encima de la música de la

banda que estaba tocando, y se encontró pensando en lo que estaría haciendo en ese

momento si se encontrase en su casa de New York.

Mientras pasaba el verano, había hablado cada vez menos con Kayla. Aunque la seguía

considerando una amiga, se dio cuenta de que no echaba de menos el mundo que

había dejado atrás. No había pensado en ir a una discoteca en semanas, y cuando Kayla

le habló del último chico que había conocido, Ronnie se encontró pensando en Will.

Sabía que el chico en el que se habría fijado Kayla no se parecería en nada a Will.

No le había hablado mucho a Kayla de Will. Kayla sabía que se seguían viendo, pero

cada vez que le mencionaba a Kayla las cosas que habían hecho: pescar, ensuciarse o

caminar por la playa, Ronnie tenía la sensación de que Kayla no le prestaba atención.

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Kayla no era capaz de asimilar el hecho de que Ronnie era feliz con el simple hecho de

estar con Will, y Ronnie no podía evitar preguntarse cómo estaría su amistad cuando

volviese a New York. Sabía que había cambiado en las semanas que había pasado aquí,

mientras que Kayla, al parecer, no había cambiado en nada. Ronnie se dio cuenta de

que ya no le interesaba la idea de ir a discotecas. Pensando en el pasado, se preguntó

por qué había estado tan interesada en ir en primer lugar, la música era alta, y todo el

mundo iba a su bola. Y si todo era tan fantástico, ¿por qué todo el mundo bebía o se

drogaba con la esperanza de mejorar la experiencia? No tenía sentido, pero mientras el

océano sonaba en la distancia, se dio cuenta de que nunca lo había tenido.

También quería una mejor relación con su madre. Al final, su padre le había enseñado

que los padres podían ser buenos. Aunque no tenía muchas ilusiones de que su madre

confiara en ella como lo hacía él, sabía que la tensión había cortado la relación por

ambas partes.

Quizás si intentaba hablar con su madre de la misma manera que lo hacía con su

padre, las cosas mejorarían entre ellas.

Era extraño lo que podía hacerle a una persona el hecho de ser forzado a tomarse las

cosas con calma.

— Va a terminar, ¿lo sabes? — dijo una voz detrás de ella.

Absorta en sus pensamientos, no había oído a Ashley aproximarse, pero había

reconocido su voz.

— ¿Perdona? — cautelosamente, se giró para encontrarse con la rubia.

— Quiero decir, me alegra que Will te haya invitado a la boda. Deberías divertirte

porque no va a durar. Will se irá en un par de semanas. ¿Habías pensado en eso?

Ronnie lo valoró. — No creo que sea nada de tu incumbencia.

— Incluso si hacéis planes para veros, ¿de verdad piensas que la madre de Will va a

aceptarte? — continuó Ashley —. Megan ha estado comprometida dos veces antes de

esta, y su madre lo desechó. Y va a hacer lo mismo contigo, te guste o no. Pero incluso

si no lo hiciera, tú te vas y él también, por eso no va a durar.

Ronnie se tensó, odiando a Ashley por darle voz a sus más oscuros pensamientos. Aún

así, se estaba cansando de esta chica y estaba a punto de alcanzar su límite.

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— Hey, Ashley — le dijo acercándose a ella —. Te voy a decir algo, ¿vale? Y quiero que

prestes atención y voy a ser muy clara. — Tomó otro paso adelante hasta que sus caras

casi se tocaban —. Estoy cansada de escuchar toda tu mierda, a si que si intentas volver

a hablarme, voy a sacarte esos blancos dientes de la boca de un puñetazo. ¿Me has

entendido?

Algo en su cara debió convencer a Ashley de que Ronnie iba en serio, porque se dio la

vuelta sin decir otra palabra y se refugió en la seguridad de la carpa.

*** Después, en el puerto, Ronnie estaba contenta de haber callado a Ashley, pero las

rencorosas palabras de la rubita aún seguían en su mente. Will se iría a Vanderbilt en

dos semanas, y ella se iría una semana después. Ronnie no estaba segura de lo que les

pasaría, aparte de la verdad: las cosas iban a cambiar.

¿Cómo no podrían hacerlo? Su relación se había formado al verse todos los días e

intentarlo, pensó, y no se podía imaginar cómo sería comunicándose por teléfono o por

mensajes. Sabía que había otras opciones, usando la cámara del ordenador, por

ejemplo, pero no tenía muchas ilusiones de que siguieran como hasta ahora.

Lo que significaba… ¿Qué?

Detrás de ella, la gente bailaba. Se habían llevado las sillas de en medio para crear una

pista de baile, y desde su punto de vista desde el puerto, había visto a Will bailar al

menos dos veces con la niña de las flores de seis años, y también con su hermana, lo

que la hizo sonreír. Unos minutos después de su encuentro con Ashley, había visto a

Megan y a Daniel cortar el pastel. La música empezó a sonar de nuevo cuando Tom

bailó con Megan, y cuando ésta tiró el ramo, Ronnie estuvo segura de que los vecinos

debían haber oído el grito de la joven que lo cogió.

— Aquí estás — dijo Will sacándola de su ensimismamiento. Él se acercaba por el

camino que había detrás de ella —. Te he estado buscando por todas partes. Es hora de

nuestro baile.

Ronnie le observó acortar la distancia que los separaba, intentando imaginar qué

pensarían las chicas de su universidad si estuviesen ahora mismo en su lugar.

Probablemente lo mismo que ella: WOW.

Will se acercó unos pasos hasta ella, y Ronnie se giró para verlo. Estudiar el

movimiento del agua parecía más fácil que mirarle a la cara.

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Will la conocía lo suficiente como para saber que algo iba mal.

— ¿Qué pasa?

Cuando no le respondió, él gentilmente le quitó un mechón de pelo de la cara. —

Cuéntamelo — murmuró.

Ronnie cerró los ojos fuertemente antes de mirarlo. — ¿A dónde llegamos con todo

esto? Entre tú y yo.

Will frunció el ceño al concentrarse. — No estoy seguro de lo que quieres decir.

La sonrisa de Ronnie era melancólica. — Sí, lo estás — dijo, y en el momento en el que

quitó la mano de su pelo, estuvo segura de que lo entendió —. No va a ser lo mismo.

— Eso no significa que tenga que terminar…

— Haces que parezca fácil.

— No es difícil ir desde Nashville a New York. Es un viaje de… ¿dos horas en avión?

No es como si tuviese que ir andando.

— ¿Irías a verme? — Dijo Ronnie con voz trémula.

— Lo estaba planeando. Y esperaba que tú también fueses a verme a Nashville.

Podríamos ir al Grand Ole Opry.

Ronnie rió a pesar del dolor que sentía interiormente.

Will puso los brazos alrededor de ella. — No sé a que ha venido esto tan de repente,

pero estás equivocada. Quiero decir, sé que no va a ser lo mismo, pero eso no significa

que no pueda ser mejor en otros aspectos. Mi hermana vive en New York, ¿recuerdas?

Y no es como si el colegio durara todo el año. Hay vacaciones en otoño y primavera, y

otra por Navidades, y luego el verano. Y como he dicho, es un viaje fácil si queremos

hacerlo un fin de semana.

Ronnie se preguntó lo que pensarían sus padres sobre eso, pero no dijo nada.

— ¿Qué pasa? — Preguntó — ¿No quieres ni intentarlo?

— Por supuesto que quiero.

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— Entonces encontraremos una manera de que funcione ¿Ok? — dijo haciendo una

pausa —. Quiero estar contigo tanto tiempo como sea posible, Ronnie. Eres inteligente,

divertida y honesta. Confío en ti. Confío en nosotros. Si, me voy a ir y tú vas a volver a

casa. Pero nada de eso cambia mis sentimientos hacia ti. Y mis sentimientos no van a

cambiar simplemente porque me vaya a Vanderbilt. Te quiero más de lo que he

querido jamás a alguien.

Sabía que estaba siendo sincero, pero una persistente voz en su cabeza le preguntó

cuántos romances de verano sobrevivían. No muchos, y eso no tenía nada que ver con

los sentimientos. La gente cambiaba. Los intereses cambiaban. Todo lo que tenía que

hacer era mirarse en el espejo para saber eso.

Pero perderle le parecía imposible. Era al único que amaba, al único al que amaría

siempre y, mientras siguiera besándola, ella se entregaría a él. Mientras siguiera

abrazándola, ella levantaría los brazos y le rodearía el cuello en respuesta, sintiendo la

fuerza de sus brazos. Sabía que él quería más de su relación de lo que ella estaba

dispuesta a ofrecer, pero, aquí y ahora, de repente se dio cuenta de que no tenía

elección. Sólo existía ese momento, y les pertenecía.

Cuando Will habló, su voz era tentadora y urgente. — ¿Quieres venir conmigo al barco

de mi padre?

Ronnie sintió que estaba temblando, incapaz de saber si estaba preparada para lo

siguiente. Al mismo tiempo, sintió una poderosa urgencia de seguir adelante. — Vale

— susurró.

Will le apretó la mano, y ella tuvo la impresión de que él estaba tan nervioso como ella

cuando la condujo hasta el barco. Sabía que aún podía cambiar de opinión, pero no

quería parar. Quería que su primera vez significara algo, que fuese con alguien que le

importara. Al acercarse al barco, distinguió vagamente lo que les rodeaba: el aire era

frío, y por el rabillo del ojo podía ver a los invitados bailar. Al otro lado, vio a Susan

hablando con el hombre mayor que la había estado observando antes, y de nuevo tuvo

la sensación de que le conocía de alguna parte.

— Ha sido un discurso muy dulce, desearía haberlo grabado — dijo una voz

arrastrando las palabras.

Will se estremeció. La voz provenía de la parte más alejada del puerto. Aunque se

había ocultado en la oscuridad, Ronnie supo exactamente quién era. Blaze le había

advertido de que algo parecido podría ocurrir. Marcus salió de detrás de un poste y

encendió una antorcha.

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— Lo digo en serio, Richie Rich. De verdad que has conseguido quitarle los pantalones

— dijo burlonamente —. Casi.

Will se adelantó un paso. — Vete de aquí.

Marcus movió la antorcha, girándola entre sus dedos. — ¿O qué? ¿Llamarás a la

policía? Te conozco mejor que eso.

Will se tensó. Marcus había conseguido sacarle de los nervios, aunque ella no sabía por

qué.

— Esto es una propiedad privada — dijo Will, pero no sonó tan seguro de si mismo

como debería.

— Adoro esta parte del pueblo ¿tú no? Todos los presentes son típicos de un club de

campo, y construyeron este bonito paseo que sigue el agua de una casa a otra. Me

encanta venir aquí, ¿sabes? Para disfrutar de las vista, quiero decir.

— Esta es la boda de mi hermana — bufó Will.

— Siempre he pensado que tu hermana es muy hermosa — dijo Marcus —. Incluso le

pedí salir una vez. Pero esa fulana me rechazó. ¿Puedes creerlo? — Dijo sin darle

tiempo a Will para responder antes de girarse hacia la multitud —. Vi a Scott antes,

actuando como si no tuviese nada que le preocupase en todo el mundo. Debes

preguntarte por su conciencia ¿no? La tuya tampoco está limpia ¿verdad? Me apostaría

a que ni siquiera le has dicho a tu mami que la putita de tu novia va a ir a la cárcel.

El cuerpo de Will estaba tan tenso como una cuerda.

— Apostaría a que el juez la encierra directamente ¿eh?

El juez…

De pronto, Ronnie supo por qué le había parecido tan familiar el hombre mayor… y

ahora el juez estaba hablando con Susan…

Sintió como el aire se le quedaba atrapado en el pecho.

Oh… Dios…

Se dio cuenta en el mismo momento en el que Will le soltó la mano. Cuando cargó

contra Marcus, éste tiró la antorcha hacia él y se fue del puerto hacia el camino. Se

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acercó por el césped hasta una esquina de la carpa, pero no se alejó mucho de Will.

Rápidamente acortó la distancia, pero cuando Marcus miró sobre su hombro, Ronnie

descubrió que eso era lo que quería que pasara.

Ronnie tuvo un segundo para preguntarse por qué antes de ver a Marcus cortar las

cuerdas que soportaban la carpa…

— ¡No Will para! — gritó, pero ya era demasiado tarde.

Will se chocó contra Marcus, cogiéndolo de la ropa mientras las clavijas que sujetaban

la carpa se saltaban del suelo. Ronnie vio con horror cómo la carpa empezaba a caerse.

La gente empezó a gritar, y escuchó el ruido que produjo una escultura de hielo al

caerse y romperse mientras los invitados gritaban y se dispersaban. Will y Marcus

seguían retorciéndose en el césped hasta que Marcus consiguió soltarse. En vez de

seguir peleando, se escabulló entre la multitud y desapareció detrás de la casa de los

vecinos.

En medio del desaguisado, Ronnie se preguntó si alguien se acordaría de la presencia

de Marcus en la fiesta.

Ciertamente la recordaban a ella.

Sentada en el estudio, se sintió como si tuviese doce años. Todo lo que quería hacer era

salir lo más rápido posible de la casa y llorar bajo las mantas en su casa.

Mientras escuchaba a Susan gritar desde la otra habitación, no podía dejar de pensar en

la carpa cayendo.

— ¡Ha arruinado la boda de tu hermana!

— ¡No, no lo ha hecho! — le gritaba a su vez Will —. ¡Te dije lo que pasó!

— ¿Esperas que me crea que algún extraño entró en la fiesta y que tú intentaste

detenerlo?

— ¡Eso es lo que sucedió!

No sabía por qué Will nunca mencionó el nombre de Marcus, pero de ninguna manera,

lo iba a decir ella. Esperaba oír en cualquier momento el sonido de una silla al romper

la ventana o ver a los dos saliendo del estudio para que Susan pudiera regañarla.

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— Will, por favor… incluso si tu historia es cierta, ¿por qué estaba aquí? ¡Todo el

mundo sabe la seguridad que tenemos! Todos los jueces del pueblo estaban en la boda.

¡El sheriff estaba controlando la calle, por el amor de Dios! No me digas eso… por la

expresión de tu cara sé que tengo razón… ¿Y qué hacías con esa chica en el barco de tu

padre?

La manera en que dijo ‚esa chica‛ hizo que sonara como algo desagradable que Susan

había pisado por el camino y que no se podía quitar del zapato.

— Mamá...

— ¡Para! ¡No intentes inventarte otra excusa! Era la boda de Megan, Will ¿no te das

cuenta? ¡Su boda! Sabes lo importante que era esto para todos nosotros. ¡Sabes lo duro

que hemos trabajado tu padre y yo para que todo estuviese preparado!

— Yo no tenía intención de que sucediera...

— No importa, Will — Ronnie escuchó un largo suspiro de Susan —. Sabías lo que

pasaría si la traías aquí. Sabes que no es como nosotros…

— Ni si quiera le has dado una oportunidad...

— ¡El juez Chambers la reconoció! ¡Me dijo que va a juicio a final de mes por robar! ¡A

si que, o no lo sabías y te ha estado mintiendo, o lo sabías y me has estado mintiendo a

mí!

Hubo un tenso silencio, y a pesar de todo, se mantuvo en silencio para escuchar la

respuesta de Will. Cuando habló, sonó derrotado.

— No te lo dije porque sabía que no lo entenderías.

— Will, cariño… ¿No entiendes que no es suficientemente buena para ti? Tienes todo

tu futuro por delante, y lo último que necesitas en tu vida es alguien como ella. He

estado esperando a que te dieses cuenta por ti mismo, pero obviamente eres demasiado

involucrado emocionalmente como para ver lo obvio. No es suficientemente buena

para ti. Es de clase baja. ¡Clase baja!

Cuando las voces se intensificaron, Ronnie se sintió psicológicamente enferma; era

todo lo que podía hacer para no vomitar. Susan no tenía razón sobre todo, pero tenía

razón en una cosa: Marcus había venido por su culpa. ¡Si hubiese confiado en su

instinto y se hubiese quedado en casa! Ella no pertenecía a ese lugar.

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— ¿Estás bien? — le preguntó Tom. Estaba en la puerta con las llaves del coche.

— Lo siento mucho señor Blakelee — soltó de golpe — No tenía intención de causar

problemas.

— Lo sé — dijo. A pesar de su tranquila respuesta, Ronnie supo que también debía

estar disgustado. ¿Cómo no podría estarlo? Aunque no había nadie herido seriamente,

dos invitados habían perdido el conocimiento y habían sido llevados al hospital. Él

controlaba sus emociones, y Ronnie se lo agradecía. Si le hubiese levantado la voz,

habría roto a llorar.

— ¿Quieres que te lleve a casa? Hay bastante caos ahí fuera. Quizá tu padre tenga

problemas para llegar.

Ronnie asintió. — Sí, por favor — Se alisó el vestido al levantarse, esperando no

vomitar antes de llegar a su casa —. ¿Le podrías decir a Will adiós de mi parte? ¿Y que

no le volveré a ver?

Tom asintió. — Claro — dijo — Puedo hacer eso.

*** No vomitó ni lloró y tampoco dijo nada en lo que debió ser el viaje más largo en coche

que había dado en su vida. Tom tampoco habló, pero eso no era exactamente algo

imprevisto.

La casa estaba en silencio cuando llegó; las luces estaban apagadas, y Jonah y su padre

estaban profundamente dormidos. Desde el pasillo, podía oír a su padre respirar

profunda y pesadamente, como si hubiese tenido un duro día. Pero en todo en lo que

podía pensar cuando se metió a la cama y empezó a llorar era en que ningún día podía

ser más largo y duro que el que acababa de aguantar ella.

*** Sus ojos aún seguían hinchados e irritados cuando sintió a alguien despertándola.

Entrecerrando los ojos, encontró a Jonah, que estaba sentado junto a ella en la cama.

— Tienes que levantarte.

Las imágenes de la noche anterior y las cosas que Susan había dicho aún seguían en su

mente, haciendo que de repente se sintiese con ganas de vomitar.

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— No me quiero levantar.

— No tienes elección. Ha venido alguien.

— ¿Will?

— No — dijo —. Otra persona.

— Pregúntale a papá si puede arreglárselas solo — dijo mientras se tapaba la cabeza

con las mantas.

— Lo haría, pero sigue durmiendo. Además, ha preguntado por ti.

— ¿Quién?

— No lo sé, pero te está esperando en la entrada. Y está buenísima.

*** Después de ponerse un par de vaqueros y una camiseta, Ronnie se dirigió

cautelosamente al porche. No sabía a quién esperaba ver, pero desde luego no la

esperaba a ella.

— Estás horrible — dijo Megan sin preámbulos.

Llevaba unos shorts y un top de combate, pero Jonah tenía razón: De cerca, estaba

incluso más guapa que en la boda. Irradiaba una confianza en si misma que la hizo

sentir muy pequeña.

— Siento mucho haberte arruinado la boda… — comenzó Ronnie.

Megan levantó una mano. — No arruinaste la boda — dijo con una sonrisa irónica —.

Hiciste que la recepción fuese… memorable.

Con el comentario de Megan, Ronnie sintió lágrimas en los ojos.

— No llores — dijo Megan gentilmente —. No te echo la culpa de nada. Si alguien tiene

la culpa, ese es Marcus.

Ronnie parpadeó.

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— Sí, sé lo que pasó. Will y yo hablamos cuando mi madre terminó de regañarlo. Creo

que tengo todo bastante claro. A si que, como he dicho, no te echo la culpa. Marcus está

loco. Siempre lo ha estado.

Ronnie tragó saliva. Aunque Megan estaba siendo muy considerada al perdonarla por

todo lo sucedido, o muy comprensiva, sus sentimientos de mortificación no hicieron

más que intensificarse.

— Umm… si no est{s aquí para gritarme, entonces ¿por qué has venido? — preguntó

Ronnie.

— En parte porque hablé con Will. Pero la razón principal es que quería saber algo. Y

quiero que me digas la verdad.

Ronnie sintió su estómago revuelto. — ¿Qué quieres saber?

— Quiero saber si quieres a mi hermano.

Ronnie no estaba segura de haber escuchado bien, pero la mirada de Megan era

impasible. ¿Qué tenía que perder? Su relación estaba acabada. La distancia se

encargaría de eso... si Susan no lo hacía primero.

Megan había pedido la verdad, y en muestra de su amabilidad, Ronnie supo que no

tenía elección.

— Sí, le quiero.

— ¿No es sólo un tonteo de verano?

Ronnie negó con la cabeza firmemente. — Will y yo… — se calló, sin estar segura de lo

que iba a decir, intentando decidir las palabras para describirlo.

Al estudiarle la cara, Megan lentamente comenzó a sonreír. — Ok — dijo — Te creo.

Ronnie frunció el ceño con consternación, y Megan rió. — He estado cerca y he visto

esa mirada antes. Como esta mañana, al mirarme en el espejo. Yo me siento igual con

Daniel, pero debo decir que es muy raro ver esa mirada en ti. Cuando yo tenía

diecisiete, no creo que supiera siquiera lo que era el amor. Pero cuando está bien, está

bien, y tú eso ya lo sabes.

Mientras Ronnie registraba sus palabras, decidió que Will no le había hecho justicia a

su hermana al describirla. No era genial, era… bueno, mejor que eso. Era el tipo de

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persona que Ronnie quería ser en unos años, prácticamente de todas las maneras

posibles. En cuestión de minutos, Megan se había convertido en su héroe.

— Gracias — murmuró, incapaz de pensar en una respuesta mejor.

— No me des las gracias. Esto no es por ti, es por mi hermano, y él sigue loco por ti —

dijo con una sonrisa —. De todos modos, mi punto de vista es que si tú sigues

enamorada de él, no deberías de preocuparte por lo que pasó en la recepción. Todo lo

que hiciste es darle a mi madre una historia que contará durante el resto de su vida.

Créeme, pasará mucho hasta que se le olvide, pero lo hará. Siempre lo hace.

— No sé…

— Eso es porque no la conoces. Es muy dura, no me malinterpretes, y protectora, pero

una vez que la conoces, no hay nadie mejor que ella en el mundo. Haría lo que fuera

por las personas a las que quiere.

Sus palabras coincidían con la descripción de Will pero, hasta el momento, Ronnie no

había visto esa parte de Susan.

— Deberías hablar con Will — dijo Megan, bajándose las gafas de sol a los ojos y

preparándose para irse —. No te preocupes, no te sugiero que vayas a la casa. Además,

no está allí.

— ¿Dónde está?

Megan indicó con la cabeza sobre su hombro al muelle. — Está en un torneo. El primer

juego empieza en cuarenta minutos.

El torneo. Con todo lo que había pasado, se había olvidado del torneo.

— Estaba allí pero, cuando le dejé, estaba desconcentrado. Estaba muy deprimido. No

creo que haya dormido algo en toda la noche. Especialmente después de lo que le

dijiste a mi padre. Tienes que hacer las cosas bien — dijo con voz firme.

Megan estaba a punto de irse cuando se volvió a girar hacia Ronnie. — ¿Sabes qué?

Daniel y yo hemos retrasado nuestra luna de miel un día para poder ver jugar a mi

hermanito en el torneo. Sería genial si estuviese concentrado en el juego. Quizá le haya

quitado importancia, pero ganar el torneo es importante para él.

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*** Después de ducharse y vestirse, Ronnie corrió hacia la playa. El área alrededor del

muelle estaba abarrotada como su primera noche en el pueblo.

Había gradas temporales rodeando dos canchas levantadas en la parte más alejada del

muelle, abarrotadas con al menos mil espectadores. Había incluso más gente a lo largo

del muelle, lo que daba una buena vista del juego. La misma playa estaba tan llena que

casi no pudo abrirse paso entre la multitud. No había posibilidades de que encontrase

a Will a tiempo.

No había dudas de por qué ganar el torneo era tan importante.

Buscó entre la multitud, alcanzando a ver a los otros equipos, que lo único que

conseguían era ponerla más frenética. Según podía ver, no había un área reservada

para los jugadores, y se desesperó intentando localizarlo entre la multitud.

Faltaban sólo diez minutos para que empezara el partido, y estaba a punto de rendirse

cuando le vio caminando junto a Scott con algunos paramédicos que los conducían

hacia una furgoneta. Mientras Will se quitaba la camiseta, desapareció detrás de la

furgoneta.

Se abrió paso entre la multitud, pidiendo apresuradas disculpas a la gente a la que

empujaba. Le llevó menos de un minuto llegar al sitio donde le había visto por última

vez, pero no había señales de él. Se movió hacia delante de nuevo, y esta vez creyó ver

a Scott, era difícil distinguirlo entre el mar de chicos rubios. Justo cuando dejó escapar

un suspiro de frustración, vio a Will a la sombra de las gradas, bebiendo de un bote de

Gatorade.

Megan había acertado. Pudo ver por la posición de sus hombros que estaba exhausto, y

no pudo ver signos de adrenalina antes del juego.

Esquivó a algunos espectadores más, dándoles con el codo al acercarse. Por un

instante, vio sorpresa en su rostro, pero rápidamente se giró y Ronnie supo que su

padre le había dado el mensaje.

Vio el dolor y la confusión en su reacción. Le habría explicado todo en ese momento,

pero faltando escasos minutos para el comienzo del torneo, no tenían tiempo. Tan

pronto como estuvo cerca, le rodeó con los brazos y le besó tan pasionalmente como

pudo. Si estaba sorprendido, se recobró rápidamente y le devolvió el beso.

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Cuando se separaron finalmente, Will habló — Sobre lo que pasó ayer…

Ronnie negó con la cabeza, poniéndole un dedo sobre los labios. — Hablaremos sobre

eso después, pero como sabes, no quería decir lo que le dije a tu padre. Te quiero. Y

necesito que hagas algo por mí.

Cuando asintió con la cabeza a modo de pregunta, continuó.

— Juega como nunca antes habías jugado.

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Capítulo 27

Marcus

Dando patadas en la arena en Bower’s Point, Marcus sabía que debería estar

disfrutando de los estragos que había causado la noche anterior. Todo había resultado

exactamente de la manera que había planeado. La casa había sido decorada

precisamente como los interminables artículos de prensa habían detallado, y aflojando

las piquetas, no del todo sino lo suficiente para asegurarse de que iban a quedar libres

cuando él se estrellara contra las cuerdas, había sido fácil de hacer cuando todo el

mundo estaba cenando. Había estado encantado de ver a Ronnie pasear hasta el

muelle, con Will de su mano; y ellos no lo habían defraudado. Y el bueno y fiable de

Will había jugado su papel perfectamente, si había un tipo más predecible en el mundo

entero, Marcus se sorprendería. Pulsabas el botón X y Will haría una cosa, presionabas

el botón Y, y Will haría otra. Si no hubiera sido tan divertido, habría sido aburrido.

Marcus no era como los demás, lo había sabido durante mucho tiempo. Mientras

crecía, nunca se sintió culpable de nada, y le gustaba eso de sí mismo. Había poder en

su capacidad de hacer lo que quisiera, cuando quisiera hacerlo, pero el placer era por lo

general de corta duración.

Anoche se había sentido más vivo de lo que se había sentido en meses, la emoción

había sido increíble. Generalmente, después de que se concretaba uno de sus

‚proyectos‛, como le gustaba llamarlos, estaría satisfecho por semanas. Una cosa

buena, también, ya que si su impulso no se controla, eventualmente lo enloquecerían.

Él no era tonto. Él sabía cómo funcionaban las cosas, y por eso siempre era muy, muy

cuidadoso.

Ahora, sin embargo, se vio plagado por la sensación de que había cometido un error.

Tal vez había empujado su suerte demasiado lejos en tomar de la Blakelees como el

objetivo de su último proyecto. Eran lo más cercano a la realeza en Wilmington,

después de todo, tenían el poder, tenían conexiones, y tenían dinero. Y sabía que si

descubrían que estaba involucrado, no se detendrían ante nada hasta encerrarlo

durante tanto tiempo como sea posible. Así que quedó con una duda acuciante: Will

había cubierto a Scott en el pasado, ¿pero lo haría ahora, incluso a expensas de la boda

de su hermana?

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No le gustó esa sensación. Se sentía casi como... miedo. Él no quería ir a la cárcel, no

importa cuán corta fuera la sentencia. No podía ir a la cárcel. Él no pertenecía allí. Él

era mejor que eso. Era más inteligente que eso, y no podía imaginarse encerrado en una

jaula o siendo ordenado por un puñado de guardias de prisión regordetes o ser el

interés amoroso de un neo—nazi de tres cientas libras o comer comida salpicada con

mierda de cucarachas o cualquiera de los otros horrores que fácilmente podría

imaginar.

Los edificios que había quemado y la gente a la que había hecho daño significaban

absolutamente nada para él, pero la idea de la prisión le hizo sentirse... enfermo. Y

nunca antes sintió el miedo de ello más de cerca que desde la noche anterior.

Hasta ahora, las cosas están en calma, se recordó. Obviamente Will no lo había

identificado, porque si lo hubiera hecho, Bower’s Point estaría lleno de policías. Sin

embargo, tenía que permanecer con el perfil bajo por un tiempo. Realmente bajo.

Ninguna fiesta en las casas de playa, ningún fuego en los almacenes, y nada de

acerarse a Will o a Ronnie. No necesitaba mencionar que no iba a pronunciar una sola

palabra a Teddy o a Lance, o incluso a Blaze. Era mejor dejar que los recuerdos de la

gente se desvanecieran.

A menos que Will cambiara de idea.

La posibilidad le golpeó como un mazazo. Una vez había tenido pleno poder sobre

Will, pero de pronto los papeles se habían invertido... o al menos igualado.

Tal vez pensó que sería mejor si él acababa de dejar la ciudad por un tiempo.

Dirigiéndose al sur de Myrtle Beach o Fort Lauderdale o Miami hasta que el bullicio de

la boda se desvaneciera por completo.

Se sentía como la decisión correcta pero, para eso, necesitaba dinero. Una gran

cantidad de dinero. Y pronto. Lo cual significaba que tenía que hacer algunos shows en

frente de algunas multitudes muy grandes. Por suerte, el torneo de voleibol de playa,

comenzaba a partir de hoy. Will competirías, sin duda, pero no había ninguna razón

para acercarse a las gradas. Iba a hacer su show en el muelle... un gran espectáculo.

Detrás de él, Blaze estaba sentada en el sol, con sus pantalones vaqueros y su único

sostén, su camisa estaba hecha una bola cerca de la fogata.

— Blaze — le gritó — vamos a necesitan nueve bolas de fuego hoy. Va a haber una

gran multitud, y tenemos que hacer algo de dinero.

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Ella no le contestó, pero su suspiro le hizo apretar los dientes en el borde. Estaba

enfermo y cansado de ella. Desde que su madre la echó, ella había sido nada más que

una molestia día a día. La vio levantarse de su lugar y agarrar la botella de líquido para

encendedores. Bueno. Al menos ella estaba trabajando un poco para ganarse la vida.

Nueve bolas de fuego. No todas al mismo tiempo, por supuesto, normalmente se

utilizan seis en el curso de un espectáculo. Pero añadiendo una más aquí y allá, algo

inesperado, podría ser suficiente para conseguir el dinero que necesitaba. En un par de

días, estaría en la Florida. Sólo él. Teddy y Lance y Blaze estarían por su propia cuenta

por un tiempo, y estaba muy bien con él. Estaba harto de todos ellos.

Ya planificando su viaje, apenas notó a Blaze empapando varias pelotas de trapo en

líquido para encendedores, directamente encima de la camisa que usaría más tarde en

el show.

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Capítulo 28

Will

Ganar la primera ronda del juego fue muy fácil, Will y Scott apenas sudaron. En la

segunda ronda, el juego fue aún más fácil, sus oponentes anotaron un solo punto. En la

tercera ronda, tanto él como Scott tuvieron que trabajar duro. Aunque el marcador

parecía desequilibrado, Will caminó fuera de la cancha pensando que el equipo que

acababan de vencer era mucho mejor que la puntuación indicada.

Comenzaron los cuartos de final en dos horas; la final fue programada para las seis.

Como se puso las manos sobre las rodillas, en espera del servicio del equipo contrario,

supo que el juego sería suyo el día de hoy. Estaban cinco a dos, pero él no estaba

preocupado. Se sentía bien, se sentía rápido, y cada disparo que hizo envió el balón

volando exactamente al punto que él quería. A pesar de que su rival tiró la pelota al

aire para comenzar su servicio, Will se sentía intocable.

La pelota hizo un arco sobre la red con un fuerte topspin, anticipando su caída, él

corrió hacia delante lanzando el balón a la perfección. Con la sincronización perfecta,

Scott corrió y saltó antes de clavar el balón cruzado, devolviendo el servicio al otro

lado. Ganaron los próximos seis puntos seguidos antes de que el otro equipo tuviera

un saque de nuevo, y como se puso en posición, recorrió rápidamente las tribunas para

ver a Ronnie. Ella estaba sentada en las gradas del lado opuesto a sus padres y Megan,

probablemente una buena idea.

Odiaba no poder decirle a su mamá la verdad acerca de Marcus, pero ¿qué podía

hacer? Si su mamá sabía quién lo había hecho, ella se iría por sangre... lo que

únicamente podría conducir a represalias. Estaba seguro de que lo primero que haría

Marcus si fuera detenido sería conseguir una reducción de sentencia a cambio de

‚información útil‛ sobre otro delito más grave, el de Scott. Que causaría problemas a

Scott en un momento crítico en su búsqueda de becas, por no hablar del daño a los

padres de Scott, que también eran amigos de sus propios padres. Así que había

mentido, y por desgracia su mamá había decidido culpar por todo el asunto a Ronnie.

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Pero ella le dijo que lo amaba, y se lo había demostrado esta mañana, en todo caso.

Ellos hablarían más tarde, lo había prometido. Y ella le dijo que, más que nada, quería

que hiciera su mejor juego en el torneo, que era exactamente lo que él iba a hacer.

Como sus oponentes sirvieron de nuevo, Will se desplazó por la cancha para realizar el

tiro, Scott siguió con un juego perfecto, y Will disparó a su casa. A partir de ese

momento, sus oponentes sólo anotaron un punto más antes de que el juego terminara,

en el próximo partido, ellos anotaron sólo dos veces.

Él y Scott avanzaron a las semifinales, y en las tribunas pudo ver Ronnie

aplaudiéndolo. El partido de semifinales fue más difícil todavía, habían ganado el

primer partido fácilmente, sólo para perder el segundo partido en un desempate.

Will estaba de pie sobre la línea de servicio, esperando que el árbitro diera la señal de

comienzo del tercer juego, cuando su mirada recorrió primero en las gradas y luego

hasta el muelle, observando que la multitud era tres veces mayor de lo que había el año

anterior. Aquí y allí, vio a grupos de personas que había conocido en la escuela

secundaria y otros que había conocido mientras crecía. No había un asiento disponible

en las gradas.

A la señal del árbitro, Will tiró la pelota en el aire y tomó una serie de pasos rápidos.

Lanzándose en el aire, envió un servicio de conducción por la línea de base, buscando

un lugar cerca de tres cuartas partes del camino de vuelta. Aterrizó, listo para mezclar

en su posición, pero ya sabía que no era necesario. Al dividir la cancha, sus adversarios

se habían congelado por un instante demasiado largo; la dura pelota de conducción

envió una columna de arena antes de patinar fuera de la cancha.

Uno a cero.

Will sirvió siete veces seguidas, poniendo a Scott y a él en una cómoda ventaja y,

terminaron alternando los puntos a partir de entonces, condujo a una victoria

relativamente fácil. Al salir de la cancha, Scott le dio una palmada en la espalda.

— Se acabó — dijo —. ¡Estamos en llamas hoy, así que Tyson y Landry, allí vamos!

Tyson y Landry, un par de dieciocho años de edad de Hermosa Beach, California,

fueron el equipo junior dominante en el mundo. Hace un año, ocupaban el

decimoprimer lugar del mundo, lo que habría sido lo suficientemente bueno para

representar a prácticamente cualquier otro país en los Juegos Olímpicos. Habían estado

jugando juntos desde que tenían doce años y no habían perdido un juego en dos años.

Scott y Will se había reunido una sola vez con ellos antes del año pasado en la

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semifinal del mismo torneo, y habían caminado fuera de la cancha con el rabo entre las

piernas. Ni siquiera habían hecho un juego de ello.

Pero hoy sería una historia diferente: ganaron el primer partido por tres puntos; Tyson

y Landry ganaron el siguiente juego por un margen exactamente igual, y en el juego

final se encontraron empatados a siete.

Will había estado fuera en el sol durante nueve horas. A pesar de los litros de agua y

gatorade que había consumido, el sol y el calor lo habrían desgastado por lo menos un

poco, y tal vez lo habían hecho. Pero él no lo sentía. Ahora no. No, cuando se dio

cuenta de que realmente había una oportunidad de ganar todo.

Ellos tuvieron el servicio, siempre en desventaja en el voleibol de playa, ya que los

puntos fueron anotados con cada descarga y el equipo al devolver el servicio tuvo la

oportunidad de establecer y la pelota, pero Scott envió una bola de nudillos sobre la

red que obligó a Tyson a salir de su posición. Tyson fue capaz de alcanzar la pelota a

tiempo, pero la hizo volar en la dirección equivocada. Landry cargó y de alguna

manera puso su mano sobre el balón, pero eso sólo empeoró las cosas, se disparó

contra la multitud, y Will sabía que iba a ser por lo menos un minuto hasta que el

balón estuviera de vuelta en juego. Cuando eso sucedió, él y Scott serían líderes por un

punto.

Como de costumbre, se dirigió primero hacia Ronnie y vio agitando su brazo a él,

entonces, frente a la otra serie de gradas, él sonrió y asintió con la cabeza a su familia.

Más allá de ellos, en el muelle, se podía ver la multitud reunida en la zona más

próxima a los tribunales, pero era evidente un poco más lejos. Se preguntó acerca de

qué, hasta que vio un arco de bola de fuego en el aire.

El partido estaba empatado a los doce cuando sucedió.

La pelota se había disparado contra la multitud, esta vez por Scott, y como se volvió a

su lugar en la cancha, se encontró mirando en el muelle, porque sabía que Marcus

estaba allí.

El hecho de que Marcus estuviera tan cerca, le hizo tensarse con la misma rabia que

había sentido la noche anterior.

Sabía que tenía que dejarlo ir, al igual que Megan le había aconsejado. Sabía que no

debería haber problemas con toda la historia de anoche, era su boda después de todo, y

sus padres habían reservado una suite en el histórico Hotel Wilmingtonian para ella y

Daniel. Pero ella insistió, y él se desahogó. Aunque ella no criticó su decisión, sabía que

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se había se había sentido decepcionada con el secreto que él había guardado sobre el

crimen de Scott. Había sido inequívoco su apoyo esta mañana, no obstante, y mientras

esperaba a que el árbitro hiciera sonar su silbato, sabía que estaba jugando tanto por su

hermana como para sí mismo.

En el muelle, vio las bolas de fuego bailando en el aire, la muchedumbre se había

despejado cerca de la verja, y se podía adivinar que Teddy y Lance bailaban como de

costumbre. Lo que le sorprendió fue el espectáculo de malabarismo, Blaze lanzaba

bolas de fuego a Marcus.

Ella las capturaba de a una, y luego se las enviaba volando hacia Marcus. A los ojos de

Will, las bolas de fuego se movían de ida y vuelta más rápido que de costumbre. Blaze

se retiraba poco a poco, probablemente tratando de retrasar las cosas, hasta que

finalmente golpeó la espalda de la barandilla del muelle.

La sacudida probablemente le hizo perder la concentración, aún cuando las bolas de

fuego continuaban volando hacia ella, porque juzgó mal la trayectoria de una de ellas y

terminó cayendo sobre su camisa. Con otra rápida bola de fuego detrás, llegó una

mientras que atrapaba la anterior con su cuerpo. En cuestión de segundos, la parte

delantera de su camisa se convirtió en una hoja de fuego, alimentado por el exceso de

líquido de encendedor.

Presa del pánico, trató de batear las llamas, obviamente olvidando que todavía tenía la

bola de fuego...

Un momento después, tenía las manos en el fuego, y sus gritos ahogaron todos los

otros ruidos en el estadio. La multitud que rodeaba el espectáculo de fuego debe haber

estado en shock, porque nadie dio un paso hacia ella. Incluso desde esa distancia, se

podía ver las llamas consumiéndola como un ciclón.

Instintivamente, se echó a correr fuera de la cancha, corriendo a través de la arena

hacia el muelle. Sintiendo sus pies resbalando, levantó las rodillas para aumentar su

velocidad, los gritos de Blaze dividían el aire.

Will cruzó a través de la multitud, en forma de zigzag, de una apertura a la siguiente y

llegando rápidamente a las medidas, se llevó tres a la vez, agarrándose de uno de los

pilares para no retrasar, y luego dio media vuelta tan pronto como alcanzó el muelle.

Se metió entre la multitud, incapaz de ver a Blaze hasta que llegó al claro. Para

entonces, un hombre estaba en cuclillas junto a ella, se retorcía, gritando, no había

ninguna señal de Marcus o Teddy o Lance...

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Se detuvo ante la vista de la camisa de Blaze, fundida en su piel en carne viva, con

ampollas. Ella estaba llorando y gritando incoherencias ahora, sin embargo, nadie a su

alrededor parecía tener la menor idea de qué hacer a continuación.

Will sabía que tenía que hacer algo. Una ambulancia se tomaría al menos quince

minutos en cruzar el puente y la playa, incluso sin el público masivo. Cuando Blaze

gritó de dolor una vez más, se inclinó y la recogió con delicadeza en sus brazos. Su

camión estaba cerca, había sido uno de los primeros en llegar en la mañana, y comenzó

a llevarla en esa dirección. Aturdidos por lo que acababan de presenciar, nadie trató de

detenerlo.

Blaze se desvanecía dentro y fuera de la conciencia, y él se movía tan rápido como

podía, cuidando de no sacudirla innecesariamente. Ronnie venía corriendo tras sus

pasos cuando él estaba llevando Blaze, no tenía idea de cómo había sido capaz de bajar

de las gradas y llegar a él con tanta rapidez, pero se sintió aliviado al verla.

— ¡Las llaves están en la rueda trasera! — gritó —. Tenemos que estirarla en el asiento

de atrás, y cuando estemos conduciendo llama a la sala de emergencia y diles que

estamos en camino para que puedan esperarnos

Ronnie se adelantó al camión y fue capaz de abrir la puerta ante la voluntad de llegar.

No fue fácil para maniobrar a Blaze en el asiento, pero lo lograron, y luego Will saltó

detrás del volante. Él acelero, y condujo hacia el hospital, ya seguro de que iba a violar

una docena de leyes de tránsito en el camino.

La sala de emergencias del hospital estaba repleta. Will estaba sentado cerca de la

puerta, mirando hacia fuera en la noche oscura. Ronnie se sentó junto a él. Sus padres,

junto con Megan y Daniel, se habían presentado brevemente, pero se habían ido horas

antes.

En las últimas cuatro horas, Will había contado la historia varias veces a un sinnúmero

de diferentes personas, incluyendo a la mamá Blaze, quien estaba en la parte posterior

con Blaze ahora. Cuando ella entró en la sala de espera, Will había visto claramente el

temor escrito en su cara antes de que una de las enfermeras se la llevara.

Aparte de enterarse de que había sido ingresada de urgencia en cirugía, no había oído

nada. La noche se extendía delante de ellos, pero no podía imaginar irse. Sus recuerdos

siguieron regresando a cómo ella le había mirado cuando estaban sentados uno junto al

otro en el tercer grado, y luego hacia adelante a la imagen de la criatura en estragos

que había llevado en sus brazos ese mismo día. Era extraño, pero habían sido amigos

una vez, y eso era suficiente para él.

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Se preguntó si la policía iba a volver. Habían llegado con sus padres, y él les dijo lo que

sabía, pero habían estado más interesados en saber por qué había llevado a Blaze al

hospital en lugar de dejar que los paramédicos lo hicieran. Les había dicho la verdad,

no había recordado que estaban en el lugar, y pudo ver que necesitaba llegar al

hospital de inmediato y, afortunadamente, habían entendido. Pensó que incluso había

visto al Oficial Johnson hacer un ligero asentamiento, y Will tuvo la sensación de que,

en la misma situación, el oficial Johnson hubiera hecho lo mismo.

Cada vez que la puerta más allá de la estación de las enfermeras se abría, Will buscaba

a una de las enfermeras que había estado allí para recibir a Blaze. En el coche, Ronnie

de alguna manera había sido capaz de llamar al hospital, y un equipo de trauma estaba

esperando; en un minuto, Blaze estaba en una camilla y se la llevaron. Era casi diez

minutos antes de que él o Ronnie pudieran pensar en nada que decir al otro. En

cambio, permaneció con las manos inmóviles, temblando con el recuerdo de Blaze

gritando en el camión.

La puerta se abrió de nuevo en el hospital, y reconoció a la mamá de Blaze mientras

caminaba hacia ellos.

Tanto Will como Ronnie se levantaron. Cuando se acercó, pudo ver las líneas de

tensión alrededor de su boca. — Una de las enfermeras me dijo que todavía estaban

aquí. Quería venir a darle las gracias por lo que hicieron.

Su voz se quebró, y Will tragó, dándose cuenta de que tenía la garganta seca.

— ¿Va a estar bien? — Se las arregló para sacar esas palabras.

— No lo sé todavía. Todavía está en la cirugía. — La mamá de Blaze se centró en

Ronnie —. Soy Margaret Conway. Yo no sé si Galadriel alguna vez me mencionó.

— Lo siento mucho, señora Conway. — Ronnie suavemente llegó a tocar su brazo.

La mujer inhaló, ya no tratando de mantener la compostura. — Yo también —

comenzó. Su voz se hizo más desigual cuando continuó — le dije mil veces que se

mantuviera alejada de Marcus, pero ella no escuchaba, y ahora mi niña…

Se interrumpió, incapaz de contener sus sollozos. Will se vio paralizado cuando Ronnie

se acercó a abrazarla, ambas lloraron abrazadas.

***

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Cuando Will condujo por las calles de Wrightsville Beach, todo estaba brillante por los

focos. Estaba manejando rápido, pero sabía que podía conducir incluso más rápido. En

una fracción de segundo vistazo, fue capaz de darse cuenta de detalles que

normalmente se le habría escapado: el suave halo brumoso alrededor de las farolas, un

volcado de basura en el callejón junto al Burger King, la abolladura pequeña cerca de la

placa de la licencia de un Nissan Sentra de color crema.

Junto a él, Ronnie le miraba con ansiedad, pero no había dicho nada. No había

preguntado a dónde iban, pero no hizo falta. Tan pronto como la mamá de Blaze había

dejado la sala de espera, Will había estado sin decir una palabra y salió furioso de

nuevo hacia la camioneta. Ronnie le había seguido y se subió en el asiento del pasajero.

Más adelante, el semáforo se puso amarillo, pero en lugar de frenar el coche, Will pasó.

El motor del camión aceleró y salió disparado hacia adelante, hacia Bower’s Point.

Sabía que la ruta más rápida y fácil de evitar las curvas era dejando el distrito de

negocios, el camión rugió pasando las casas frente al tranquilo mar. El muelle fue el

siguiente, y luego a la casa de Ronnie, pero no redujo la velocidad. En cambio, él

empujó el carro a los límites de seguridad.

Junto a él, Ronnie se aferraba a la empuñadura, como lo hizo en la última curva en un

estacionamiento de grava casi oculta por los árboles. El camión se detuvo de golpe en

la grava cuando Ronnie finalmente encontró el coraje de hablar.

— Por favor, no hagas esto.

Will la oyó y sabía lo que ella quería, pero él saltó de la camioneta de todos modos.

Bower’s Point no estaba lejos. Se accedía sólo por la playa, que estaba a la vuelta de la

esquina, un par de cientos de metros más allá de la posición de salvavidas.

Will echó a correr. Sabía que Marcus estaría aquí, él lo sintió. Empezó a correr fuera, las

imágenes destellando en su mente: el incendio de la iglesia, la noche en el carnaval, la

forma en que había agarrado a Ronnie por los brazos... y Blaze, en llamas.

Marcus no había tratado de ayudarla. Se había escapado cuando lo necesitaba, cuando

podría haber muerto.

A Will no le importaba lo que podría sucederle. No le importaba lo que podría

sucederle a Scott. Estaba más allá de eso ahora. Esta vez, Marcus había ido demasiado

lejos. Al doblar la esquina, los vio en la distancia, sentados en pedazos de madera a la

deriva alrededor de una pequeña fogata.

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Fuego. Bolas de fuego. Blaze...

Aceleró, preparándose para lo que venía después. Se acercó lo suficiente como para ver

las botellas de cerveza vacías esparcidas alrededor del fuego, pero sabía que la

oscuridad les impidió verlo.

Marcus se estaba llevando una botella de cerveza a los labios cuando Will bajó sus

hombros y se estrelló contra él por la espalda, justo debajo de su cuello. Él sintió la

espalda de Marcus como si fuera un latigazo por el impacto, el único sonido fue un

doloroso grito ahogado mientras Will lo llevaba adelante hacia la arena.

Will sabía que tenía que actuar con rapidez, a fin de llegar a Teddy antes de que él o su

hermano pudieran reaccionar. La visión de Marcus de repente en el suelo los paralizó,

sin embargo, y después de que Will puso una rodilla en la espalda de Marcus, se

abalanzó hacia Teddy, sus piernas se movieron como pistones, volviendo de nuevo

sobre el tronco. Will cayó encima de Teddy, pero en lugar de usar los puños, se echó

hacia atrás y golpeó con la frente hacia abajo en la nariz de Teddy.

Él sintió el sonido de la nariz al romperse, como si hubiera sido aplastada por el

impacto. Se levantó rápidamente, haciendo caso omiso a la vista de Teddy rodando por

el suelo con las manos en la cara y con la sangre que brotaba entre sus dedos, sus gritos

parcialmente amortiguados por el sonido de las náuseas.

Lance ya estaba en movimiento y a la carga de Will cuando este dio un gran paso hacia

atrás, manteniendo su distancia. Lance estaba casi sobre él e iba de baja cuando Will

pronto disparó su rodilla hacia arriba, sintiendo cómo se conectaba con la cara de

Lance. Lance giró la cabeza hacia atrás y estaba inconsciente antes de que cayera al

suelo.

Dos abajo, falta uno.

Para entonces, Marcus estaba tambaleándose sobre sus pies. Cogió un trozo de madera

y dio unos pasos hacia atrás a medida que Will avanzaba. Pero lo último que Will

quería era que Marcus pudiera afirmar sus pies antes de darle un golpe. Will cargó

contra él. Marcus intentó golpearlo con la madera, pero estaba muy débil, y Will la tiró

hacia un lado antes de estrellarse contra el pecho de Marcus. Envolvió sus brazos a su

alrededor, bloqueándolo y levantándolo, aprovechando el impulso para tirar a Marcus

sobre su espalda. Era un cuadro perfecto de tacleo de fútbol, y Marcus fue azotado

sobre su espalda.

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Will llevó todo su peso hacia abajo en la parte superior de Marcus y, como había hecho

con Teddy, cabeceó en el pecho a Marcus tan duro como podía.

Sintió el crujido del hueso en ese mismo instante, pero esta vez no se detuvo allí. En

cambio, él rompió contra Marcus con el puño. Le dio una y otra vez, cediendo a la ira,

desatando su furia en la impotencia que había sentido desde el fuego. Golpeó a Marcus

en el oído. El grito de Marcus sólo lo enfureció más. Se volvió, esta vez apuntando a la

nariz que ya había roto, cuando de repente sintió a alguien apoderarse de su brazo.

Se volvió, listo para Teddy, pero fue Ronnie quien lo tomaba del brazo, con una

expresión de terror en el rostro.

— ¡Alto! ¡No vale la pena ir a la cárcel! — gritó —. ¡No arruines tu vida por él!

Apenas la oyó, pero se registró su tirón mientras ella empezó a tratar de quitarlo.

— Por favor, Will — dijo, con voz temblorosa —. Tú no eres como él. Tienes un futuro.

No tires todo por la borda.

Como poco a poco aflojó el puño, sintió que su pérdida de energía se distanciaba. Que

pugnaba por levantarse, la adrenalina dejándolo débil y fuera de balance. Ronnie pasó

un brazo alrededor de su cintura, y lentamente comenzó a caminar de vuelta al

camión.

*** A la mañana siguiente, se fue a trabajar con la mano muy dolorida, sólo para encontrar

que Scott le esperaba en el vestidor pequeño. Cuando Scott sacó su overol, miró a Will

antes de encogerse sobre los hombros.

— No tenías que dejar el partido — dijo, tirando de la cremallera —. Los paramédicos

estuvieron allí todo el tiempo.

— Lo sé — dijo Will —. Yo no estaba pensando. Los había visto antes, pero se me

olvidó. Siento haberte hecho el partido.

— Sí, bueno, yo también — dijo rápidamente Scott. Tomó un trapo y se lo guardó en su

cinturón —. Podríamos haber ganado todo, pero tenías que salir corriendo a jugar al

héroe.

— Scott, hombre, ella necesitaba de ayuda.

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— ¿Sí? ¿Y por qué tenías que ser tú? ¿Por qué no podías esperar por ayuda? ¿Por qué

no llamar al 911? ¿Por qué tenías que llevarla en tu camión?

— Te lo dije, olvidé que los paramédicos estaban allí. Pensé que sería demasiado largo

para una ambulancia para llegar...

Scott dio un puñetazo contra el armario. — ¡Pero por qué ella! — gritó —. ¡Ni siquiera

la conoces! Ok, si fuera Ashley o Cassie o incluso Ronnie, yo podría entenderlo.

Demonios si fuera un desconocido, yo podía entenderlo. Pero ¿Blaze? ¿Blaze? ¿La

misma chica que va a enviar a tu novia a la cárcel? ¿La chica que sale con Marcus? —

Scott dio un paso hacia él —. ¿Crees que por un segundo ella habría hecho lo mismo

por ti? ¿Si tú te lastimaras y necesitaras ayuda? ¡De ninguna manera!

— Es sólo un juego — Will se opuso, sintiendo su propia ira comenzando a aflorar.

— ¡Para ti! — Scott gritó —. ¡Para ti es un juego! ¡Para ti todo es un juego! ¿No lo

entiendes? ¡Porque no te importa nada! ¡No necesitas ganar este tipo de cosas, porque

incluso si perdieras, todavía puedes conseguir la vida que se te entregó en bandeja de

plata! ¡Pero yo necesitaba esto! ¡Es mi futuro, hombre!

— Sí, bueno, era la vida de una chica — Will azotó la espalda —. ¡Y tú podrías dejar de

ser tan egoísta y, por una vez, verías que salvar la vida de alguien es más importante

que su beca de voleibol!

Scott movió la cabeza con disgusto. — Has sido mi amigo durante mucho tiempo…

pero tú sabes, siempre ha sido en tus términos. Todo ha sido siempre lo que tú quieres.

¿Quieres romper con Ashley, quieres pasar el rato con Ronnie, quieres volar fuera de la

práctica durante semanas, quieres jugar a ser un héroe? Bueno, ¿sabes qué? Te

equivocaste. Hablé con los paramédicos. Ellos me dijeron que estabas equivocado. Que

por la tracción de la camioneta, por lo que tú hiciste, podrías haber empeorado las

cosas. ¿Y qué has hecho? ¿Ella te dio las gracias? No, por supuesto que no lo hizo. Y

ella no lo hará. Pero estás totalmente dispuesto a joder a un amigo porque lo que

quieres hacer es más importante.

Las palabras de Scott eran como golpes en el estómago, pero sólo avivó su ira.

— Sólo piensas en ti, Scott — dijo Will —. Esta vez, no es todo acerca de ti.

— ¡Me lo debes! — Scott gritó, cerrando la taquilla de nuevo —. ¡Te pedí sólo una

simple cosa! ¡Ya sabes lo mucho que significaba para mí!

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— Yo no te debo nada — dijo Will con furia tranquila —. He estado cubriéndote

durante los últimos ocho meses. Estoy cansado de que Marcus esté jugando con

nosotros. Tienes que hacer lo correcto. Necesitas decir la verdad. Las cosas han

cambiado.

Se dio la vuelta y se acercó a la puerta. Cuando él la abrió, oyó a Scott detrás de él.

— ¿Qué dijiste?

Se volvió, manteniendo la puerta abierta, y se reunión con la mirada de Scott con la

intención de acero. — Como te he dicho, necesitas decir la verdad.

Esperó hasta que Scott absorbiera sus palabras, luego salió, dejando la puerta cerrarse

de golpe detrás de él. Como se fue más allá de los coches hasta los ascensores, podía oír

Scott llamándolo después.

— ¿Quieres arruinar mi vida? ¿Quieres que me vaya a la cárcel por un accidente? ¡Yo

no voy a hacer eso!

Incluso cuando se acercaba el vestíbulo, aún podía escuchar a Scott cerrando con

fuerza las taquillas.

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Capítulo 29

Ronnie

La siguiente semana fue tensa para ambos. Ronnie no se sentía cómoda con la violencia

expresada por Will y tampoco estaba del todo cómoda con la forma en que la había

hecho sentir. A ella no le gustaban las peleas, tampoco ver a la gente lastimarse, y sabía

que raramente eso resolvía el problema. Sin embargo, ella no podía enojarse con Will

por lo que había hecho. Por más que no quería tolerar lo que ocurrió, ver a Will bajarse

completamente a los tres la hizo sentir un poco más segura estando con él. Pero Will

estaba estresado. Estaba segura de que Marcus podría informar de lo sucedido y que la

policía vendría a llamar a su puerta en cualquier momento, pero Ronnie tenía la

sensación de que algo molestaba a Will, algo que no se dejaba ver. Por alguna razón,

Will y Scott no se hablaban, y se preguntó si eso tenía algo que ver con la inquietud de

Will.

Luego, por supuesto, estaba la familia. En particular, la madre de Will. Ronnie había

visto a su madre dos veces desde la boda: una vez mientras esperaba en el camión en

casa de Will, mientras que Will corrió dentro de su casa a recoger una camisa limpia, y

otra vez en un restaurante en el centro de Wilmington, cuando se lo pidió. Como

habían ocupado sus asientos, Susan había caminado con un grupo de sus amigas.

Ronnie tenía una vista perfecta de la entrada, pero Will miraba hacia otra dirección. En

ambas ocasiones, Susan le daba deliberadamente la espalda a Ronnie.

Ella no le dijo nada a Will sobre ninguno de aquellos incidentes, mientras Will se

encontraba en su propio mundo de completa preocupación, Ronnie se dio cuenta que

Susan creía que ella era de alguna forma la causante de lo que le sucedía a Blaze.

Cuando se puso de pie en su dormitorio, pudo ver desde la distancia la figura de Will

durmiendo. Él estaba acurrucado cerca del nido de las tortugas, debido a que alguno

de los otros nidos habían empezado a eclosionar, por lo que tuvieron que retirar la

jaula esa misma tarde y el nido estaba completamente expuesto. Ninguno de ellos se

sintió bien acerca de dejarlo así, y como Will empezaba a pasar poco a poco menos

tiempo en su casa de todos modos, se había ofrecido para cuidarlos.

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Ella no quería pensar en los nuevos problemas que tenía, pero se encontró pensando en

todo lo que había ocurrido en el transcurso del verano. Apenas podía recordar a la niña

que había sido el primer día que llegó a la playa. Y el verano aun no había terminado,

en un par de días cumpliría dieciocho, y luego de un último fin de semana juntos, Will

se iría a la universidad. Su siguiente cita en la corte estaba programada pocos días

después de que él se fuera, y luego ella tendría que regresar a Nueva York. Tanto se

había hecho, y aún faltaba mucho por hacer.

Sacudió su cabeza ¿Quién era ella? ¿Y qué vida elegiría? ¿A dónde la llevaría su

elección?

En estos días, nada de ello, y al mismo tiempo todo, se sentía real, más real que

cualquier cosa que ella hubiera conocido. El amor que sentía por Will, el acercamiento

que había tenido con su padre, la forma en que su vida se había reducido a algo simple

y completo. Todo ello a veces parecía estarle ocurriendo a otra persona, alguien a quien

todavía no conocía. Ni en un millón de años habría considerado la idea de que un

tranquilo pueblo de playa en algún lugar del sur habría estado lleno de mucha más...

vida y drama que en Manhattan.

Sonriendo, ella tuvo que admitir que, con unas pocas excepciones, no había sido del

todo malo tampoco.

Ella dormía en una habitación tranquila junto a su hermano, separado sólo por el

vidrio y arena del joven que amaba, un joven que también la amaba. Ronnie se

preguntaba si podría haber algo más en la vida. Y a pesar de todo lo que había

ocurrido, tal vez por eso, ella sabía que nunca olvidaría el verano que habían pasado

juntos, no importa lo que les depararía el futuro. Tumbada en la cama, ella empezó a

quedarse dormida, su último pensamiento consciente fue que faltaba más por venir. A

pesar de la sensación de que algo peor faltaba por pasar, sabía que no podría ser

posible, no después de todo lo que había pasado.

En la mañana, sin embargo, se despertó ansiosa. Como siempre, estaba muy consciente

del hecho de que otro día había pasado, lo que significa un día menos junto a Will.

Pero mientras estaba allí, tratando de dar sentido a la inquietud que sentía, se dio

cuenta de que no era sólo eso. Will se dirigía a la universidad la próxima semana.

Incluso Kayla se dirigía a la universidad.

Sin embargo, ella aún no tenía ni idea de lo que pasaría con ella. Sí, ella cumpliría 18

años pronto, y sí, ella tendría que estar de acuerdo con lo que el tribunal decidiera,

pero luego ¿qué? ¿Iba a vivir con su mamá para siempre? ¿Debería solicitar un empleo

en Starbucks?

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Por un instante, brilló una imagen de sí misma, sosteniendo una pala después detrás

de los elefantes en el zoológico. Era la primera vez que enfrentaba el futuro de manera

directa. Ella siempre había mantenido la creencia de que, sea cual sea su decisión, todo

saldría bien. Ella lo pensó… por un tiempo. ¿Pero aún querría vivir con su mam{ a los

diecinueve? ¿O a los veintiuno? O, Dios no lo quiera, ¿a los veinticinco?

¿Y cómo se supone que alguien en la tierra podría ganar el suficiente dinero para vivir

por su cuenta en las condiciones en que se vive en Manhattan? ¿Sin un título

universitario?

— ¿Está todo bien? Has estado demasiado callada — dijo Will.

— Lo siento — dijo —. Es sólo que he tenido mucho en mente.

Estaban sentados en el muelle, compartiendo rosquillas y café que habían comprado en

el camino. Normalmente, el muelle estaba lleno de gente de pesca, pero esta mañana

habían conseguido un lugar para ellos mismos. Una agradable sorpresa, teniendo en

cuenta que él tenía el día libre.

— ¿Has pensado en lo que quieres hacer?

— Todo lo que no implique elefantes y palas.

Will equilibró su bagel en el vaso de plástico. — ¿Debería querer saber de qué estás

hablando?

— Probablemente no — dijo, haciendo una mueca.

— Muy bien. — Asintió con la cabeza —. Pero yo estaba hablando de lo que querías

hacer por tu cumpleaños mañana.

Ronnie se encogió de hombros. — No tiene que ser algo especial.

— Pero vas a cumplir dieciocho años. Acéptalo, es algo especial. Legalmente vas a ser

un adulto.

Genial, pensó. Sin embargo, era otro recordatorio de que el tiempo se agotaba para

averiguar lo que iba a hacer con su vida. Will debió de haber leído su expresión porque

puso su mano sobre su rodilla.

— ¿Dije algo malo?

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— No. No lo sé. Sólo estoy un poco rara hoy.

A lo lejos, una manada de delfines rompió el agua más allá de las olas. La primera vez

que lo había visto, le había fascinado. Incluso la veinteava vez. Ahora, eran una parte

regular del paisaje, pero aún así, lo echaría de menos cuando estuviera de vuelta en

Nueva York, haciendo lo que sea que haría. Probablemente acabaría siendo una adicta

a los dibujos animados como Jonah, e insistiría en verlos de cabeza.

— ¿Qué tal si te llevo a cenar?

No, tachen eso. Probablemente acabaría adicta al Game Boy. — Muy bien.

— O tal vez nos vamos a bailar.

O tal vez Guitar Hero. A Jonah le gustaba jugar durante horas. Y si tuviera a Rick,

ahora que lo pensaba. Casi todo el mundo sin una vida era adicto a este juego. —

Suena bien.

— ¿O qué tal esto? Pintamos nuestros rostros y tratamos de convocar a la antigua diosa

Inca.

Adicta a esos juegos de mierda, y probamente aun seguiría viviendo en casa cuando

Jonah fuera a la universidad en ocho años. — Lo que tú quieras.

El sonido de la risa de Will fue suficiente para llevar su atención hacia él. — ¿Dijiste

algo?

— Tu cumpleaños. Yo estaba tratando de averiguar lo que quieres para tu cumpleaños,

pero, obviamente, estás en la tierra de nunca jamás. Me voy el lunes, y quiero hacer

algo especial para ti.

Ella lo pensó antes de girar hacia la casa, viendo una vez más cuán fuera de lugar

estaba el largo tramo de la playa a ella. — ¿Sabes lo que realmente quiero?

Eso no sucedió en su cumpleaños, pero dos noches después, el viernes, 22 de agosto,

realmente cerca. El personal del acuario realmente tenía toda la cosa por la ciencia;

antes, por la tarde, los trabajadores y voluntarios del acuario habían empezado a

preparar la zona para que las tortugas puedan alcanzar el agua de manera segura.

Ella y Will habían contribuido, suavizando la arena en la zanja poco profunda que

lleva al mar; otros habían puesto cinta de precaución para mantener a la multitud a

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una distancia segura. La mayoría de la gente, de todos modos. Su padre y Jonah habían

permanecido dentro del área de grabado, parado uno al lado del otro, fuera del camino

de los bulliciosos trabajadores.

Ronnie no tenía ninguna idea de lo que se suponía que debía hacer, aparte de

asegurarse de que nadie se acerque demasiado al nido. No era como si fuera una

experta, pero ella llevaba el traje de colores del acuario, la gente suponía que sabía

todo. Pero ya había respondido más de un centenar de preguntas en la última hora. Le

complació haber sido capaz de recordar las cosas que le había dicho Will acerca de las

tortugas, y también se sentía aliviada de que se había tomado unos minutos para

revisar las tarjetas que había hecho el acuario para sus trabajadores. Casi todo lo que la

gente quería saber ya estaba allí en blanco y negro, pero supuso que era más fácil

preguntarle a las personas con tarjetas que mirar lo que se celebra frente a ellos.

También la ayudó a pasar el tiempo. Ya habían estado aquí durante horas, y aunque

tenían la seguridad de que el nido empezaría a eclosionar en cualquier minuto, Ronnie

no estaba tan segura.

A las tortugas no les importaba si algunos niños pequeños se cansaban o que alguien

tendría que levantarse temprano para ir a trabajar a la mañana siguiente. De Alguna

manera, ella se imaginó que allí tan sólo habría media docena de personas, no los

cientos reunidos a lo largo de la cinta de precaución. Ella no estaba segura de que le

gustase, eso hacía que todo se sintiera como un circo.

A medida que tomaba asiento en la duna, Will se acercó a ella.

— ¿Qué te parece? — Preguntó, señalando la escena.

— No estoy segura todavía. Nada ha sucedido hasta ahora.

— No va a durar mucho.

— Así que sigo hablando.

Will se sentó a su lado. — Hay que aprender a tener paciencia, joven saltamontes.

— Soy paciente. Sólo quiero que la eclosión ocurra más temprano que tarde.

Se echó a reír. — Mi error.

— ¿No deberías estar trabajando?

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— Yo sólo soy un voluntario. Tú eres realmente quien trabaja en el acuario.

— Sí, pero no estoy siendo pagada por mi tiempo y, técnicamente, ya que eres un

voluntario, yo creo que deberías mantenerte en la cinta de precaución durante un

tiempo.

— Déjame adivinar, la mitad de la gente pregunta qué está pasando, y la otra mitad

hace preguntas que están contestadas en las tarjetas que les das.

— Bastante.

— Y estás cansada de eso.

— Digamos que no es tan divertido como la cena que tuvimos la otra noche.

Él la había llevado a un pequeño y acogedor lugar italiano por su cumpleaños, y no

sólo eso, también le había comprado un collar de plata con un colgante de plata en

forma de una tortuga, el cual ella amó y había estado usando desde ese momento.

— ¿Cómo sabes cuándo es casi la hora?

Él señalo con la cabeza a uno de los biólogos del personal. — Cuando Elliot y Todd

empiecen a verse emocionados.

— Suena muy científico.

— Oh, lo es, confía en mí.

— ¿Te importa si me uno a ti?

Después de que Will había ido a recuperar algunas linternas extras de la camioneta, su

papá se había acercado a ella.

— No tienes que preguntar, papá, por supuesto que puedes.

— Yo no quería molestar, luces un poco preocupada.

— Sólo estoy esperando, como todos los demás — dijo. Ella se movió un poco, dándole

espacio para que tomara asiento a su lado. La multitud se había vuelto aún más grande

en la última media hora, y se alegró de que a su papá se le hubiera permitido

mantenerse dentro de la cinta de precaución. Últimamente se le veía muy cansado.

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— Lo creas o no, mientras crecía, yo nunca vi un nido eclosionando.

— ¿Por qué no?

— Simplemente no era la gran cosa que es ahora. Quiero decir, a veces me tropezaba

con un nido y pensaba que estaba expuesto, pero nunca pensé mucho al respecto. Lo

más cerca que nunca llegué a ver una incubación real se acercaba a un nido, fue el día

siguiente a cuando ocurrió. Y veía todos los cascarones rotos alrededor del nido, pero

fue sólo parte de vivir aquí. En cualquier caso, voy apostar a que esto no era lo que

esperabas, ¿eh? ¿Toda esta gente aquí?

— ¿Qué quieres decir?

— Entre tú y Will, ustedes veían ese nido todas las noches, manteniéndolo seguro. Y

ahora que la parte emocionante está ocurriendo, ustedes tienen que compartirlo con

todos.

— Está bien, no me importa.

— ¿Ni siquiera un poco?

Ella sonrió, fue increíble lo bien que su padre había llegado a conocerla. — ¿Cómo va

tu canción?

— Es un trabajo en progreso. Probablemente he escrito un centenar de variaciones de la

misma hasta ahora, pero aun no está bien. Sé que es una especie de ejercicio inútil. Si

aún no he descubierto lo que está mal, creo que nunca lo haré, pero me da algo que

hacer.

— Yo vi la ventana esta mañana. Está casi terminada.

Su padre asintió — Se está acercando.

— ¿Han averiguado cuándo la van a instalar?

— No — el dijo —. Todavía estoy esperando por el dinero para el resto de la iglesia.

Todavía no quieren ponerla hasta que el lugar esté totalmente en uso. El Pastor Harris

está preocupado de que algunos vándalos podrían arrojar piedras. El fuego lo ha hecho

mucho más cauteloso acerca de todo.

— Probablemente sería prudente también.

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Steve enderezó sus piernas en la arena, luego las volvió a encoger, haciendo una

mueca.

— ¿Estás bien? — le preguntó.

— He estado de pie demasiado tiempo estos últimos días. Jonah quiere terminar la

ventana antes de irse.

— Él se ha divertido mucho este verano.

— ¿Si?

— Él me dijo la otra noche que no quiere regresar a Nueva York, que quiere quedarse

contigo.

— Es un niño dulce — dijo. Dudó antes de girar hacia ella —. Creo que la siguiente

pregunta sería si pasaste un buen tiempo este verano.

— Sí, lo hice.

— ¿Debido a Will?

— A causa de todo — dijo —. Estoy contenta de haber pasado tiempo juntos.

— Yo también.

— Así que ¿cuándo es tu próxima visita a Nueva York?

— Oh, no lo sé. Jugaremos a eso por oírlo.

Ella sonrió. — ¿Demasiado ocupado estos días?

— Para nada — dijo —. Pero ¿quieres saber algo?

— ¿Qué es eso?

— Creo que eres una joven increíble. No quiero que te olvides que estoy muy orgulloso

de ti.

— ¿Qué te llevó a ello?

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— Estoy seguro que no te he dicho eso últimamente.

Ella apoyó su cabeza sobre su hombro. — Tú también estás bien, papá.

— Oye — dijo señalando al nido —. Creo que está empezando.

Ella se volteó hacia el nido, luego se puso de pie. Como Will le había dicho. Elliot y

Todd se estaban moviendo con gran emoción, mientras el silencio se apoderó de la

multitud.

Se desarrolló de la manera en que Will lo había descrito, excepto que las palabras no le

hacen justicia. Porque ella fue capaz de acercarse bastante, podía ver todo; el primer

huevo empezó a reventar, seguido por otro, y luego otro, todos los huevos

aparentemente moviéndose en sus propios cascarones, hasta que la primera tortuga

salió y empezó a trepar sobre los otros huevos y fuera del nido.

Aún así, lo que siguió fue aun más impresionante: primero un pequeño movimiento,

luego algunos movimientos, y a continuación tanto movimiento que era imposible para

el ojo capturar todo, cinco, luego diez, veinte y luego demasiadas tortugas como para

poder contarlas, era un frenesí en movimiento.

Como una colmena de esteroides locos…

Y luego estaba la vista de las pequeñas tortugas, de aspecto prehistórico, intentando

escapar del hoyo; arañando su camino hacia arriba para luego volver a caer hacia

abajo, arrastrándose sobre las cabezas de las otras… hasta que una finalmente salió,

seguida por un segundo, y luego un tercero, todos en movimiento a lo largo de la zanja

de arena hacia la luz. Todd estaba esperando al pie del nido con su tabla de Surf.

Uno por uno, Ronnie los observaba pasando con su mirada, pensando que son tan

increíblemente pequeños, que su supervivencia era casi imposible. El océano no haría

más que tragárselos, haciéndolos desaparecer, que era exactamente lo que ocurrió

cuando llegaron al agua, se lanzaron y los revolcaba el mar, balanceándose brevemente

en la superficie antes de desaparecer de la vista.

Ella se había puesto de pie junto a Will, apretando su mano con fuerza, inmensamente

feliz de que había pasado todas esas noches junto al nido y que había participado un

poco en el milagro de una nueva vida. Era increíble pensar que después de semanas en

que no había pasado absolutamente nada, todo lo que había estado esperando se

acabaría en cuestión de minutos. Mientas estaba al lado del chico a quien amaba, sabía

que nunca había compartido algo tan mágico con alguien.

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Una hora más tarde, después de volver a vivir con entusiasmo la incubación en detalle,

Ronnie y Will se despidieron de los otros del acuario mientras se dirigían hacia sus

autos. Aparte de la zanja, se había ido toda la evidencia de lo que había sucedido.

Incluso los cascarones no estaban a la vista; Todd se los había llevado porque quería

estudiar el espesor de los cascarones y la prueba de la posible presencia de sustancias

químicas.

Mientras ella caminaba a su lado, Will pasó su brazo alrededor de ella.

— Espero que eso fuera todo lo que pensabas que sería.

— Fue aún mejor — dijo —. Pero no dejo de pensar sobre las tortugas bebé.

— Van a estar bien.

— No todos ellos.

— No — admitió —. No todos ellos. Cuando son jóvenes, las probabilidades están en

contra de ellos.

Caminaron unos pasos en silencio. — Eso me pone triste.

— Es el círculo de la vida, ¿verdad?

— Yo no necesito la filosofía de El Rey León en este momento.

Ella suspiró. — Necesito que tú me mientas a mí.

— Oh — dijo con facilidad —. En ese caso... Todos van a estar bien. Los cincuenta y seis

de ellos. Ellos crecerán grandes y fuertes, se aparearán y harán bebes tortugas y,

finalmente, morirán luego de haberse hecho viejos, después de vivir mucho más

tiempo que la mayoría de las tortugas, por supuesto.

— ¿De verdad lo crees?

— Por supuesto — dijo con confianza —. Son nuestros bebés. Ellos son especiales.

Todavía estaba riendo cuando vio a su padre salir al porche trasero con Jonah.

— Bien, después de la acumulación de todo el ridículo — comenzó Jonah — y ver toda

la cosa de principio a fin, sólo tengo una cosa que decir.

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— ¿Y eso es? — Will le preguntó.

Jonás sonrió ampliamente. — Eso. Era. Tan. Asombroso.

Ronnie se echó a reír, recordando. En la expresión de asombro de Will, se encogió de

hombros. — Broma privada — dijo y, en ese instante, su padre tosió.

Era una alta y húmeda tos que sonaba mal... pero, al igual que había ocurrido en la

iglesia, no se detuvo con una tos. Tosió otra vez, un trasiego de sonido seguido de otro.

Ella vio como su padre se agarró de algo para mantener el equilibrio, ella podía ver

frunciendo el ceño de Jonah con preocupación y temor, e incluso se congeló en su

lugar. Ella vio como su padre intentaba pararse recto, arqueando la espalda, luchando

para controlar el movimiento de su cuerpo. Llevó ambas manos a su boca y tosió una

vez más, y cuando por fin pudo respirar sin contratiempos, sonaba como si estuviera

respirando a través de agua.

Se quedó sin aliento de nuevo, y luego bajó las manos. Por lo que parecía el más largo

de unos pocos segundos de su vida, Ronnie se congeló en su lugar, sintiendo de

repente más miedo del que nunca había sentido.

La cara de su padre estaba cubierta de sangre.

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Capítulo 30

Steve

Él recibió su sentencia de muerte en febrero, al sentarse en un consultorio, sólo una

hora después de dar su última lección de piano.

Él había comenzado a enseñar de nuevo la primera vez que había regresado a

Wrightsville Beach, después de fallar como un pianista de concierto. El pastor Harris,

sin consultarle, había traído a un estudiante prometedor para la casa algunos días

después de que Steve hubiera llegado a una nueva casa y le hubiera preguntado a

Steve si podía hacerle ‚un favor‛. Era justo como el Pastor Harris comprender que, en

su regreso a casa, Steve difundía el hecho de que estaba perdido y solo, y que la única

forma para ayudarle era trayéndole de vuelta un sentido de propósito a su vida.

La estudiante fue Chan Lee. Sus dos padres enseñaban música en la UNC de

Wilmington, y a los diecisiete ella tenía una técnica maravillosa, pero en cierta forma

carecía de la habilidad para hacer de la música algo propio. Ella era seria y

cautivadora, y Steve simpatizó con ella inmediatamente; ella escuchó con interés y

trabajó duro en incorporar sus sugerencias. Él estaba deseando sus visitas, y para la

Navidad, él le dio a ella un libro acerca de la construcción de pianos clásicos, algo que

él pensó que ella disfrutaría. Pero, a pesar de la alegría que él sentía en enseñar otra

vez, él se encontraba progresivamente cansado. Las lecciones le agotaron cuando

debería haberle dado energía. Por primera vez en su vida, comenzó a tomar siestas

regulares.

Con el paso del tiempo, él comenzó a tomar siestas más largas, hasta de dos horas a la

vez, y cuando él se despertaba, a menudo sentía dolor en su estómago. Una tarde,

mientras cocinaba chile para la cena, él repentinamente sintió un dolor agudo y

punzante en el estómago, y se dobló, golpeando la cacerola de la estufa, esparciendo

tomates y frijoles y carne de res en todo el piso de la cocina. Mientras trataba de

recuperar su aliento, supo que algo estaba seriamente mal.

Él hizo una cita con un doctor, luego volvió al hospital para tomografías y rayos x.

Luego, mientras Steve observaba las ampollas que se llenaban de la sangre necesaria

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para las pruebas recomendadas, pensó acerca de su padre y el cáncer que

eventualmente le había matado. Y repentinamente supo lo que el doctor le diría.

En la tercera visita al doctor, se enteró que estaba en lo correcto.

— Usted tiene cáncer al estómago — el doctor le dijo. Él tomó un largo aliento —. Y

por lo que se puede ver en las tomografías, tiene metástasis en su páncreas y sus

pulmones. — Su voz fue neutral, pero no cruel —. Estoy seguro de que tiene un

montón de preguntas, pero déjeme comenzar por decir que no es bueno.

El oncólogo era compasivo, y aún así le decía a Steve que no había nada que él pudiera

hacer. Steve sabía eso, tal como sabía que el doctor quería que él le hiciera preguntas

específicas, con la esperanza de que hablar en cierta forma simplificara las cosas.

Cuando su papá se estaba muriendo, Steve investigado al respecto. Él sabía lo que

quiso decir cuando el cáncer metastizó, él sabía lo que significaba tener cáncer no sólo

en el estómago, sino también en su páncreas. Él sabía que las probabilidades de

sobrevivir estaban muy cercanas al cero, y en lugar de preguntar cualquier cosa, él

miró hacia la ventana. En el exterior, una paloma estaba parada cerca del cristal, ajena a

lo que estaba ocurriendo en el interior. Se me ha dicho que estoy muriendo, él pensó al

clavar los ojos en el ave, y el doctor quiere que yo hable de eso. Pero no hay nada realmente

por decir, ¿no?

Él esperó un sonido de acuerdo pero, por supuesto, no hubo respuesta del pájaro en

absoluto. Me estoy muriendo, él pensó otra vez.

Steve recordó juntar sus manos, asombrado de que no temblaban. Si alguna vez deberían

temblar, él pensó, sería en un momento como este. Pero estaban tan estables y quietas como

un fregadero.

— ¿Cuánto tiempo tengo?

El doctor pareció aliviado de que el silencio se hubiera roto al fin. — Antes de que

comencemos a entrar en eso, quiero hablar de una cierta cantidad de opciones.

— No hay opciones — Steve dijo —. Usted y yo sabemos eso.

Si el doctor estaba sorprendido por su respuesta, no lo demostró — Siempre hay

opciones — él dijo.

— Pero ninguna de ellas puede curarme. Usted habla de calidad de vida.

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El doctor dejó a un lado su portapapeles. — Sí — él dijo.

— ¿Cómo podemos discutir calidad de vida si no sé cuánto es el tiempo que tengo? Si

sólo tengo algunos días, podría querer decir que debería comenzar a hacer llamadas

telefónicas.

— Usted tiene más que algunos días.

— ¿Semanas?

— Sí, claro.

— ¿Meses?

El doctor vaciló. Él debió haber visto algo en la cara de Steve que señaló que él

continuaría presionando hasta que supiera la verdad. Él se aclaró la voz. — He estado

haciendo esto mucho tiempo, y he venido a enterarme de que las predicciones no

quieren decir mucho. Demasiadas mentiras fuera del área de conocimiento médico.

Una gran cantidad de lo que ocurre después depende de usted y de su genética

específica, su actitud. No, no hay nada que podemos hacer para detener lo inevitable,

pero ese no es el caso. El caso es que usted debería aprovechar al máximo el tiempo

que le pueda quedar.

Steve estudió al doctor, consciente de que su pregunta no había sido contestada. —

¿Tengo un año?

Esta vez, el doctor no respondió, pero su silencio lo delató.

Dejando la oficina, Steve tomó un aliento profundo, armado con el conocimiento de

que tenía menos de doce meses para vivir.

La realidad le pegó más tarde cuando estaba de pie sobre la playa.

Tenía cáncer avanzado, y no había cura. Él estaría muerto dentro del año.

En su camino fuera de la oficina, el doctor le había dado alguna información. Unos

pocos folletos y una lista de sitios Web, útiles para un informe, pero que no servían

demasiado fuera de eso. Steve los había lanzado en la basura en su camino al coche.

Mientras estaba de pie bajo el sol invernal en la playa desierta, él hizo pliegues en sus

manos en su abrigo, clavando los ojos en el muelle. Aunque su vista no era lo que una

vez fue, él podía ver a las personas moviéndose de un lado a otro o pescando por los

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rieles, y se maravilló de su normalidad. No era como si algo extraordinario hubiera

ocurrido.

Él iba a morir, y más temprano que tarde. Con eso, él se percató que tantas de las cosas

a las que dedicaba su tiempo en preocuparse ya no tenían importancia. ¿Su plan de

jubilación? No lo necesitaría. ¿Una forma para ganarse la vida en sus años cincuenta?

No tiene importancia. ¿Su deseo de encontrar a alguien nuevo y enamorarse? No sería

justo para ella y, para ser franco, ese deseo se acabó con el diagnóstico, de cualquier

manera.

Se terminó, se repitió a sí mismo. En menos de un año, él iba a morir. Sí, él había sabido

que algo estaba mal, y quizá incluso había esperado que el doctor le dé las noticias que

tenía. Pero la memoria del doctor hablando las palabras reales comenzó a repetirse en

su mente, como un disco pasado de moda saltándose en un plato giratorio. En la playa,

él comenzó a estremecerse. Estaba asustado y estaba solo. Con la cabeza baja, metió su

cara entre sus manos y se preguntó por qué le había ocurrido a él.

Al día siguiente, llamó a Chan y le explicó que ya no podría enseñarle piano. Después

se encontró con el Pastor Harris para decirle las noticias. En aquel entonces, el Pastor

Harris todavía se recobraba de las lesiones que había sufrido en el fuego, y aunque

Steve supo que fue egoísta agobiar a su amigo durante su convalecencia, él no podía

pensar acerca de nadie más con quien hablar. Él le encontró en la casa, y como estaban

sentados sobre la terraza posterior de la casa, Steve le explicó su diagnóstico. Él trató

de mantener la emoción apartada de su voz, pero falló y, al fin, lloraron

conjuntamente.

Luego, Steve caminaba por la playa, sin saber qué hacer con el poco tiempo que le

quedaba. ¿Qué, se preguntó, era lo más importante para él? Pasando por la iglesia, que

en ese momento las reparaciones no habían comenzado pero las paredes ennegrecidas

habían sido derribadas y haladas fuera, él clavó los ojos en el hueco abierto que una

vez había alojado el vitral, pensando acerca del Pastor Harris y las incontables

mañanas que había gastado en el halo de luz que emanaba a través de la ventana. Fue

entonces que supo que él tenía que hacer otro.

Un día más tarde, él llamó a Kim. Cuando le dijo las noticias, ella sufrió una crisis

nerviosa en el teléfono, llorando en el receptor. Steve sintió una estrechez en la parte de

atrás de su garganta, pero él no lloró con ella, y en cierta forma supo que nunca lloraría

acerca de su diagnóstico otra vez.

Más tarde, él la llamó otra vez para preguntar si los niños podrían pasar el verano con

él. Aunque la idea la asustó, ella consintió. En su petición, ella quedó en no contarles

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sobre su condición. Sería un verano lleno de mentiras, ¿pero qué elección tenía si

quería llegar a conocerlos otra vez?

En la primavera, mientras las azaleas florecían, él comenzó a filosofar más a menudo

acerca de la naturaleza de Dios. Es inevitable, él supuso, pensar acerca de cosas así en un

momento como este. O bien Dios existía, o no; y él se pasaría la eternidad en el cielo, o no

habría nada en lo absoluto luego. En cierta forma, él encontró comodidad en darle

mucho pensamiento a la pregunta; le habló acerca de un profundo anhelo dentro de él.

Él eventualmente llegó a la conclusión de que Dios era real, pero él también quería

experimentar la presencia de Dios en este mundo, en los términos mortales. Y con eso,

él empezó su búsqueda.

Fue el último año de su vida. La lluvia caía casi a diario, haciéndolo una de las

primaveras más mojadas de la historia. Sin embargo, mayo fue absolutamente seco,

como si en alguna parte el grifo se hubiera cerrado. Él compró el vidrio que necesitaba

y comenzó a trabajar en la ventana; en junio, sus hijos llegaron.

Él había caminado por la playa y había ido en busca de Dios y, en cierta forma, él se

percató de que había podido reparar las cuerdas deshilachadas que lo habían atado a

sus niños. Ahora, en una noche oscura en agosto, las tortugas recién nacidas pasaban

rozando la superficie del océano, y él tosía sangre. Era hora de dejar de mentir; era

hora de decir la verdad.

Sus niños se asustaron, y él supo que querían que él le dijera o que hiciera algo para

quitarles el miedo. Pero su estómago estaba siendo perforado por mil agujas

serpenteantes. Él se limpió la sangre de su cara usando la parte de atrás de su mano y

trató de sonar en calma.

— Pienso — él dijo — que necesito ir al hospital.

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Capítulo 31

Ronnie

Su padre estaba conectado a una intravenosa cuando él le contó. Ella inmediatamente

comenzó a sacudir su cabeza. No era verdad. No podía ser verdad.

— No — ella dijo — esto no está bien. Los doctores cometen errores.

— No esta vez — él dijo, alcanzando su mano —. Y siento que hayas tenido que

enterarte de esta manera.

Will y Jonah estaban en la planta baja en la cafetería. Su padre quería hablar con cada

uno de sus hijos separadamente, pero de repente Ronnie no quería tener nada que ver

con nada de eso. No quería que él dijera nada más, ni una sola palabra más.

Su mente destelló en una docena de imágenes diferentes: De repente ella sabía por qué

su padre había querido que ella y Jonah vinieran a Carolina del Norte. Y ella entendió

que su madre había sabido la verdad todo el tiempo. Con tan poco tiempo juntos, él no

tenía ningún deseo de discutir con ella. Y su incesante trabajo en la ventana ahora tenía

un perfecto sentido. Ella recordó su ataque de tos en la iglesia y las veces que se había

contraído de dolor. En retrospectiva, las piezas cabían todas juntas. Aunque todo se

estuviera desmoronando.

Él nunca la vería casada; él nunca tendría un nieto. El pensamiento de tener que vivir el

resto de su vida sin él era demasiado para soportar.

No era justo. Nada de esto era justo para nada.

Cuando ella habló, sus palabras sonaban quebradizas. — ¿Cuándo ibas a decirme?

— No lo sé.

— ¿Antes de que me fuera? ¿O después de que hubiera vuelto a Nueva York?

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Cuando no contestó, ella podía sentir su sangre subiendo en sus mejillas. Ella sabía que

no tendría que estar enojada, pero no podía evitarlo. — ¿Qué? ¿Planeabas decírmelo en

el teléfono? ¿Qué ibas a decir? ‚Oh, lamento no haber mencionado esto cuando

estuvimos juntos el verano pasado, pero tengo cáncer terminal. ¿Cómo esta todo

contigo?‛

— Ronnie...

— Si no ibas a decírmelo, ¿por qué me trajiste aquí? ¿Así podía verte morir?

— No, cariño. Todo lo contrario. — Él giró su cabeza para mirarla —. Te pedí venir así

podía verte vivir.

A su respuesta, ella sintió algo sacudirse suelto adentro, como los primeros guijarros

deslizándose cuesta abajo antes de una avalancha. En el pasillo, ella escuchó dos

enfermeras caminando, sus voces calladas. Las luces fluorescentes tarareaban sobre sus

cabezas, emitiendo un manto azul sobre las paredes. La intravenosa goteaba

consistentemente... escenas normales de cualquier hospital, pero no había nada normal

sobre nada de esto. Su garganta se sentía tan gruesa y pegajosa como pasta, y ella se

volvió la cara, disponiendo a que las lágrimas no vinieran.

— Lo lamento, cariño — él continuó —. Sé que te tendría que haber contado, pero

quería un verano normal, y quería que tú tuvieras un verano normal. Tan solo quería

conocer a mi hija de nuevo. ¿Puedes perdonarme?

Su súplica la hirió hasta lo más profundo, y soltó un llanto involuntario. Su padre

estaba muriendo, y él quería su perdón. Había algo tan penoso en eso, y ella no sabía

cómo responder. Mientras él esperaba, él es acercó y ella tomó su mano.

— Claro que te perdono — ella dijo, y fue entonces que empezó a llorar. Ella se inclino

hacia él, apoyando su cabeza en su pecho, y se dio cuenta de cuan delgado se había

vuelto sin que ella siquiera lo notara. Ella podía sentir el trazado filoso de los huesos en

su pecho, y de pronto se dio cuenta de que él había estado consumiéndose por meses.

El saber que ella no había estado prestando atención rompió su corazón; había estado

tan atrapada en su propia vida que ni siquiera se había dado cuenta.

Cuando su padre puso su brazo alrededor de ella, ella comenzó a llorar más fuerte,

consciente de que pronto este simple acto de afecto no sería más posible. A pesar de

ella misma, ella recordó el día que había llegado a su casa y el enojo que había sentido

hacia él; recordaba haberse ido enojada, el pensamiento de tocarlo era tan alienígeno

para ella como un viaje espacial. Lo había odiado entonces, y ahora lo amaba.

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Ella estaba feliz de que finalmente sabía su secreto, aunque deseara que no lo supiera.

Ella lo sintió corriendo sus dedos por su cabello. Vendría un tiempo en el que él ya no

podría hacer esto, cuando ya no estaría alrededor, y apretó los párpados, intentando

bloquear el futuro. Ella necesitaba más tiempo con él. Necesitaba que él la escuchara

mientras se quejaba; necesitaba que la perdonara cuando cometiera errores. Necesitaba

que él la amara en la manera que lo había hecho este verano. Ella necesitaba todo eso

para siempre, y sabía que no pasaría.

Ella permitió a su padre abrazarla y lloró como la niña que ya no era.

Más tarde, él contestó sus preguntas. Le contó sobre su padre y la historia de cáncer en

su familia, le contó sobre los dolores que había empezado a sentir mientras el Año

Nuevo llegaba. Le contó que la radiación no era una opción, porque la enfermedad

estaba presente en tantos de sus órganos. Mientras hablaba las palabras, ella imaginaba

las células malignas moviéndose de un lugar en su cuerpo al siguiente, un ejército

merodeador de maldad que dejaba destrucción a su paso. Ella preguntó sobre

quimioterapia, y nuevamente su respuesta era la misma. El cáncer era agresivo, y

mientras que la quimioterapia puede ayudar a retrasar la enfermedad, no podía

detenerla, y lo dejaría sintiéndose peor a que si no hubiera hecho nada. Él explicó el

concepto de calidad de vida, y mientras lo hacía, ella lo odiaba por no haberle dicho

antes. Aunque ella sabía que él había hecho la decisión correcta. De haber sabido, el

verano probablemente se hubiera desarrollado diferente. Su relación hubiera tomado

un curso diferente, y ella no quería pensar sobre lo que se hubiera vuelto.

Él estaba pálido, y ella supo que la morfina lo estaba haciendo soñoliento.

— ¿Todavía duele? — ella preguntó.

— No como antes. Está mejor — él le aseguró.

Ella asintió. Intentó de nuevo de no pensar en las células malignas invadiendo sus

órganos.

— ¿Cuándo le contaste a mamá?

— En Febrero, justo luego de que me enteré. Pero le pedí que no te contara.

Ronnie intentó recordar cómo su madre había actuado en ese entonces. Ella tendría que

haber estado triste, pero Ronnie no se podía acordar, o no había estado prestando

atención. Como lo usual, ella había estado pensando tan solo en ella misma. Ella quería

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creer que era diferente ahora, pero sabía que eso no era completamente verdad. Entre

el trabajo y pasar tiempo con Will, relativamente había pasado poco tiempo con su

padre, y el tiempo era una cosa que nunca podría recuperar.

— Pero si me hubieras dicho, hubiera estado alrededor más. Nos podríamos haber

visto más. Te podría haber ayudado así no estarías tan cansado todo el tiempo.

— Sólo sabiendo que estabas aquí era más que suficiente.

— Pero quizás no hubieras terminado en el hospital.

Él alcanzó por su mano. — O quizás mirarte disfrutar un verano sin preocupaciones

mientras te enamorabas fue lo que me mantuvo fuera del hospital en primer lugar.

Aunque él no dijo tanto, ella sabía que no esperaba vivir por mucho más, y ella intentó

imaginar la vida sin él.

Si ella no hubiera venido a quedarse con él, si no le hubiera dado una oportunidad,

podría haber sido más fácil dejarlo ir. Pero lo había hecho, y nada de lo que estaba

pasando iba a ser fácil. En el extraño silencio, ella podía escuchar su respiración

entrecortada, y nuevamente notó cuánto peso había perdido. Ella se preguntaba si

viviría hasta Navidad, o siquiera lo suficiente para que ella lo visitara de nuevo.

Ella estaba sola y su padre estaba muriendo, y no había absolutamente nada que

pudiera hacer para detenerlo.

— ¿Qué va a pasar? — ella le preguntó. Él no había dormido mucho, quizás diez

minutos, antes de que se diera vuelta hacia ella.

— No estoy seguro a lo que te refieres.

— ¿Vas a tener que quedarte en el hospital?

Era la pregunta que había tenido miedo de preguntar. Mientras él dormía, ella había

sostenido su mano, imaginando que él nunca dejaría este lugar. Que pasaría el resto de

su vida en esta habitación que olía a desinfectante, rodeada de enfermeras que eran no

más que extrañas.

— No — él dijo —. Probablemente estaré en casa en algunos días. — Él sonrió —. Al

menos eso espero.

Ella apretó su mano. — ¿Y luego qué? ¿Una vez que nos hayamos ido?

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Él pensó sobre ello. — Supongo que me gustaría ver la ventana terminada. Y terminar

la canción que empecé. Todavía pienso que hay algo… especial allí.

Ella arrastró su silla más cerca. — Quiero decir, ¿Quién se va a asegurar que estás bien?

Él no respondió enseguida, pero intentó levantarse un poco en la cama. — Estaré bien

— él dijo —. Y si necesito algo, puedo llamar al Pastor Harris. Él vive tan solo a un par

de cuadras.

Ella intentó imaginarse al Pastor Harris, con sus manos quemadas y su bastón,

intentando ayudar a su padre si necesitaba ayuda en meterse al auto. Él pareció saber

lo que estaba pensando.

— Como dije, estaré bien — él murmuró —. Sabía que esto estaba viniendo, y si lo mal

viene a peor, hay un hospicio asociado con el hospital.

Ella no quería imaginárselo allí, tampoco. — ¿Un hospicio?

— No es tan malo como crees. He estado allí.

— ¿Cuándo?

— Hace unas semanas. Y volví a ir la semana pasada. Ellos estarán listos para mí

cuando sea que lo necesite.

Aún otra cosa que ella no sabía, aún otro secreto revelado. Aun otra verdad

presagiando lo inevitable. Su estómago se enturbió, nausea instalándose.

— Pero preferirías estar en casa, ¿o no?

— Lo estaré — él dijo.

— ¿Hasta que no puedas?

Su expresión era casi demasiado triste para soportar. — Hasta que no pueda.

Ella dejó la habitación de su padre, dirigiéndose a la cafetería. Era tiempo, su padre

había dicho, para que él le hablara a Jonah.

Ella estaba aturdida mientras caminaba por los pasillos. Era casi media noche ahora,

pero la sala de emergencias estaba tan ocupada como siempre. Ella pasaba por

habitaciones, la mayoría de ellas con las puertas abiertas, y vio niños llorando

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acompañados por padre ansiosos y una mujer que no podía parar de vomitar. Las

enfermeras iban y venían alrededor de la estación central, alcanzando historiales

médicos o llenando carros. Le sorprendía cómo tanta gente podía estar enferma tan

tarde a la noche, aunque ella sabía que la mayoría de ellos se irían a la mañana. Su

padre, por otro lado, estaba programado para que lo movieran a una habitación en el

piso superior; sólo estaban esperando a que se terminara el papeleo.

Ella se abrió paso a través de la abarrotada sala de espera hacia una puerta que llevaba

al área central del vestíbulo del hospital y la cafetería. Mientras la puerta se cerraba

detrás de ella, el nivel de sonido cayó. Podía escuchar el sonido de sus pasos, casi

podía escucharse a sí misma pensar, y mientras se movía, sintió olas de cansancio y

nausea cursar a través de ella. Este era el lugar donde la gente enferma venía; este era

el lugar donde la gente venía a morir, y ella sabía que su padre vería este lugar

nuevamente.

Apenas podía tragar mientras llegaba a la cafetería. Ella frotó sus ojos hinchados,

prometiéndose a ella misma que iba a mantener su compostura. La cocina estaba

cerrada a esta hora, pero había máquinas expendedoras en la pared lejana, y un par de

enfermeras se sentaban en la esquina, sorbiendo café. Jonah y Will estaban sentados en

la mesa cerca de la puerta, y Will miró para arriba mientras ella se acercaba. En la mesa

había una botella de agua medio vacía y leche y un paquete de galletas para Jonah.

Jonah se dio vuelta para mirarla.

— Eso te tomó bastante — él dijo —. ¿Qué está pasando? ¿Papá está bien?

— Está mejor — ella dijo —. Pero él quiere hablar contigo.

— ¿Sobre qué? — Él dejo su galleta —. No estoy en problemas, ¿o sí?

— No, nada que ver. Él te quiere decir lo que está pasando.

— ¿Por qué no me puedes decir tú? — Él sonaba ansioso, y Ronnie sintió su corazón

contraerse con temor.

— Porque él quiere hablar contigo a solas. Como lo hizo conmigo. Te acompañaré

hasta allí y esperare afuera de la puerta, ok?

Él se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta, dejándola que siguiera atrás de

él. — Genial — él dijo mientras la pasaba, y de pronto Ronnie quiso escaparse. Pero

ella tenía que quedarse con Jonah.

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Will continuó sentado, inmóvil, sus ojos fijos en Ronnie.

— Dame un segundo, ¿ok? — Ella le dijo a Jonah.

Will se paró de la mesa, viéndose asustado por ella. Él sabe, ella pensó de repente. De

alguna forma él ya sabe.

— ¿Puedes esperar por nosotros? — empezó Ronnie —. Sé que probablemente tú...

— Claro que esperaré — él dijo calladamente —. Estaré aquí tanto tiempo como me

necesites.

Alivio corrió a través de ella, y ella le dio una mirada agradecida, luego se dio vuelta y

siguió a Jonah. Ellos empujaron abierta la puerta y se dirigieron al pasillo vacío, hacia

el bullicio de la sala de emergencias.

Nadie cercano a ella había muerto nunca. Aunque los padres de su papá habían

muerto y ella recordaba asistir a los funerales, ella nunca los había conocido bien. No

eran el tipo de abuelos que visitaban. Eran extraños en una forma, y aun después de

que hubieran fallecido, ella nunca recordó extrañarlos.

Lo más cercano que ella había tenido alguna vez fue cuando Amy Childress, su

profesora de historia de séptimo grado, fue asesinada en un accidente de tráfico en el

verano después de que Ronnie había terminado de tomar su clase. Lo había escuchado

primero de Kayla, y ella recordaba sentirse menos triste que sorprendida, si tan solo

porque Amy era tan joven. La Srta. Childress todavía estaba en sus veintes y había

estado enseñando por sólo algunos años, y Ronnie recordaba cuán irreal se había

sentido. Ella era siempre tan amistosa; era una de los pocos profesores que Ronnie tuvo

que solía reírse alto en clase. Cuando ella volvió a la escuela en otoño, no estaba segura

de qué esperar. ¿Cómo reaccionaba la gente a algo así? ¿Qué pensaban los otros

profesores? Ella caminaba por los pasillos ese día, buscando por señales de algo

diferente, pero aparte de una pequeña placa que había sido montada en la pared cerca

de la oficina del director, ella no vio nada fuera de lo ordinario. Los profesores

enseñaban sus clases y socializaban en el salón de estar; ella vio a la Srta. Taylor y al Sr.

Burns, dos de los profesores con los que la Srta. Childress comía el almuerzo seguido,

sonriendo y riendo mientras caminaban por los pasillos.

Ella recordaba que le molestaba. Claro estaba, el accidente había pasado en el verano y

la gente ya había estado de luto, pero cuando ella pasó por el aula de la Srta. Childress

y vio que ahora era usada para enseñar ciencia, se dio cuenta de que estaba enojada, no

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sólo porque la Srta. Childress había muerto, sino también porque su memoria había

sido borrada tan enteramente en un corto período de tiempo.

Ella no quería que eso le pasara a su padre. Ella no lo quería olvidado en un tema de

semanas... él era un hombre bueno, un buen padre, y se merecía más que eso.

Pensando a lo largo de esas líneas, hizo que se diera cuenta de algo también: ella nunca

había conocido a su padre cuando estaba sano. Ella había pasado tiempo con él por

última vez cuando iba al primer año de secundaria. Ahora, ella era técnicamente un

adulto, con edad suficiente para votar o unirse al ejército; y a lo largo del verano, él

había encubierto su secreto. ¿Quién podría haber sido si no hubiera sabido que esto le

estaba pasando? ¿Quién era él, en realidad?

Ella no tenía nada con qué juzgarlo, además de recuerdos de él como su profesor de

piano. Ella sabía poco de él. No sabía los novelistas que le gustaban leer, no sabía su

animal favorito y, si era forzada, no podría empezar a adivinar cuál era su color

favorito. No eran cosas importantes, y ella sabía que realmente no importaban, pero de

alguna manera estaba preocupada por el pensamiento de que probablemente nunca

aprendería las respuestas.

Detrás de la puerta, escuchó los sonidos de Jonah llorando, y supo que había

aprendido la verdad. Escuchó las frenéticas negaciones de su hermano y los murmullos

de respuesta de su padre. Ella se reclinó contra la pared, doliendo por Jonah y por ella

misma.

Ella quería hacer algo para hacer que esta pesadilla se fuera. Quería volver el reloj al

momento en el que las tortugas habían nacido, cuando todo estaba bien con el mundo.

Ella quería pararse junto al chico que amaba, su familia feliz a su lado. De pronto

recordó la expresión radiante de Megan cuando había bailado con su padre en la boda,

y sintió un dolor punzante al conocimiento de que ella y su padre nunca compartirían

ese momento especial.

Cerró sus ojos y puso sus manos sobre sus orejas, intentando bloquear el sonido de los

llantos de Jonah. Él sonaba tan indefenso, tan joven… tan asustado. No había manera

de que pudiera entender lo que estaba pasando, no había manera de que pudiera

realmente recobrarse. Ella sabía que él nunca olvidaría este horrible día.

— ¿Puedo conseguirte un vaso de agua?

Apenas escuchó las palabras, pero de alguna manera estaban dirigidas hacia ella.

Mirando hacia arriba a través de sus lágrimas, vio al Pastor Harris parado frente a ella.

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Ella no podía responder, pero de alguna manera pudo sacudir su cabeza. Su expresión

era amable, pero podía ver su angustia en la inclinación de sus hombros, en la forma en

que agarraba su bastón.

— Lo siento mucho — él dijo. Su voz sonaba alerta —. No puedo imaginar cuán difícil

esto es para ti. Tu padre es un hombre especial.

Ella asintió. — ¿Cómo supo que estaba aquí? ¿Te llamó?

— No — él dijo —. Una de las enfermeras me llamó. Estoy aquí dos o tres veces a la

semana, y cuando lo trajiste, ellas pensaron que querría saber. Ellas saben que pienso

en él como mi hijo.

— ¿Vas a hablarle?

El Pastor Harris miró la puerta cerrada. — Sólo si él quiere verme. — Por su expresión

dolorida, ella sabía que podía oír los llantos de Jonah —. Y después de hablar con

ustedes dos, estoy seguro de que querrá. No tienes idea de cuánto él temía este

momento.

— ¿Han hablado sobre ello?

— Muchas veces. Él los ama a ustedes dos más que a la vida misma, y no quería

lastimarlos. Él sabía que el momento vendría, pero estoy seguro de que no quería que

se enteraran así.

— No importa. No es que cambie nada.

— Pero todo ha cambiado — opuso Pastor Harris.

— ¿Porque yo sé?

— No — él dijo —. Por el tiempo que han pasado juntos. Antes de que ustedes dos

vinieran, él estaba tan nervioso. No sobre estar enfermo, sino sobre cuánto tiempo él

quería pasar con ustedes, y quería que todo saliera bien. No creo que te des cuenta de

cuánto te extrañó, o de cuánto realmente te ama a ti y a Jonah. Él literalmente estaba

contando los días. Cuando lo veía, el me decía ‚Diecinueve días‛ o ‚Doce días‛. ¿Y el

día antes de que llegaran? Pasó horas limpiando la casa y poniendo sábanas nuevas en

las camas. Sé que el lugar no es para tanto, pero si lo hubieran visto antes, entenderías.

Él quería que ustedes dos tuvieran un verano para recordar, y quería ser parte de eso.

Como todos los padres, él quiere que seas feliz. Él quiere saber que vas a estar bien. Él

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quiere saber que harás buenas decisiones. Eso era lo que necesitaba este verano, y eso

es lo que le has dado.

Ella entrecerró los ojos hacia él. — Pero no siempre he hecho buenas decisiones.

Pastor Harris sonrió. — Todo eso muestra que eres humana. Él nunca esperó

perfección. Pero sí sé cuán orgulloso está de la joven mujer que te has vuelto. Él me

contó eso tan solo hace unos días, y tendrías que haberlo visto cuando hablaba sobre ti.

Él estaba tan… orgulloso, tan feliz, y esa noche, cuando recé, le agradecí a Dios por eso.

Porque a tu padre le costó cuando se mudó de vuelta aquí. No estaba seguro si

volvería a ser feliz de nuevo. Y, aun así, a pesar de todo lo que ha pasado, ahora sé que

lo está.

Ella sintió el nudo en su garganta. — ¿Qué se supone que tengo que hacer?

— No estoy seguro que haya algo que puedas hacer.

— Pero estoy asustada — ella dijo —. Y mi pap{…

— Lo sé — él dijo —. Y aunque los dos lo han hecho muy feliz, sé que tu papá está

asustado también.

*** Esa noche, Ronnie se paró en el pórtico trasero. Las olas eran constantes y rítmicas

como siempre, y las estrellas parpadeaban con la intensidad de un pinchazo, pero todo

lo demás sobre el mundo alrededor de ella parecía diferente. Will estaba hablando con

Jonah en la habitación, así que había tres personas aquí como era usual, pero de alguna

manera la casa se sentía más vacía.

El Pastor Harris todavía estaba con su papá. El Pastor Harris le contó que planeaba

quedarse a lo largo de la noche, así ella podría traer a Jonah de vuelta a la casa, pero

aun así ella se sentía culpable por irse. Mañana, su padre tenía programadas pruebas

durante el día y otra consulta con su doctor. En el medio de esas cosas, él estaría

cansado, y ella sabía que necesitaría descansar. Pero ella quería estar allí, quería estar a

su lado, aunque estuviera dormido, porque sabía que el tiempo vendría cuando no

podría.

Detrás de ella, escuchó la puerta trasera abrirse con un crujido; Will la cerró detrás de

sí amablemente. Mientras él se acercaba, ella continuaba mirando sobre la arenosa

playa. — Jonah finalmente está dormido — él dijo —. Pero no creo que él realmente

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entienda lo que está pasando. Él me contó que está bastante seguro de que el doctor

hará sentirse bien a su padre, y seguía preguntado cuándo su papá podría volver a

casa.

Ella recordaba sus llantos en la habitación del hospital, y todo lo que podía hacer era

asentir. Will deslizó sus brazos alrededor de ella.

— ¿Estás bien? — él preguntó.

— ¿Cómo crees que estoy? Me acabo de enterar que mi padre está muriendo y que

probablemente no vivirá para ver la Navidad.

— Lo sé — él dijo amablemente —. Y lo siento. Sé que esto es difícil para ti. — Ella

podía sentir sus manos en su cintura —. Me quedaré esta noche, así que si algo pasa y

tienes que ir, alguien puede estar con Jonah. Me puedo quedar aquí por cuanto tiempo

me necesites. Sé que se supone que me tengo que ir en un par de días, pero puedo

llamar a la oficina del director y explicar lo que está pasando. Las clases no empiezan

hasta la semana que viene.

— No puedes arreglar esto — ella dijo. Aunque podía escuchar la agudeza en su tono,

ella no lo podía evitar —. ¿No lo entiendes?

— No estoy intentando arreglarlo...

— Sí, ¡lo estás! ¡Pero no puedes! — Su corazón repentinamente se sintió como si fuera a

explotar —. Y no puedes entender lo que estoy pasando, ¡tampoco!

— He perdido a alguien, también. — Él le recordó.

— ¡No es lo mismo! — Ella pellizcó el puente de su nariz, intentando ahogar las

lágrimas —. Fui tan mala con él. ¡Dejé el piano! Le eché la culpa de todo, ¡y no le dije

más de algunas palabras por tres años! ¡Tres años! Y no puedo recuperar esos años.

Pero tal vez si no hubiera estado tan enojada, él no se hubiera enfermado. Tal vez causé

ese extra… estrés que causó todo esto. ¡Tal vez fui yo! — Ella se alejó de Will.

— No es tu culpa.

Will intentó tomarla de vuelta en sus brazos, pero eso era la última cosa que ella

quería, e intentó alejarse de él. Cuando él no la soltó, ella golpeó su pecho. — ¡Déjame

ir! ¡Puedo manejar esto yo sola!

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Pero él aún la sostenía, y cuando se dio cuenta de que no la iba a dejar ir, ella

finalmente colapsó sobre él. Y por un largo tiempo, ella lo dejó abrazarla mientras

lloraba.

Ronnie estaba recostada en su habitación oscurecida, escuchando el sonido de Jonah

respirando. Will estaba dormido en el sillón de la sala de estar. Ella sabía que debería

intentar descansar, pero se mantuvo esperando a que el teléfono sonara. Ella

imaginaba lo peor: que su padre había vuelto a toser de nuevo, que había perdido más

sangre, que no había nada que nadie pudiera hacer…

Al lado de ella, en la mesa de luz, estaba la Biblia de su padre. Anteriormente, ella le

había echado un vistazo, insegura sobre lo que podría encontrar. ¿Habría él subrayado

pasajes o doblado paginas? Mientras ella hojeaba el libro, había encontrado pocas

huellas de su padre, además de un sentimiento de gasto de las páginas que sugería una

profunda familiaridad con casi cada capítulo. Ella deseaba que él hubiera hecho algo

para hacerla de sí mismo, algo que dejara pistas sobre él mismo, pero no había nada

aún para sugerir que había encontrado algún pasaje más interesante que otro.

Ella nunca había leído la Biblia, pero de alguna manera sabía que leería ésta, buscando

por cualquier significado que su padre había encontrado entre las páginas. Ella se

preguntaba si la Biblia le había sido dada por el Pastor Harris o si la había comprado él

mismo, y cuánto tiempo había estado en su posesión. Había tanto que no sabía sobre

él, y ella se preguntaba ahora por qué nunca se había molestado en preguntarle.

Pero lo haría, ella decidió. Si pronto tendría tan sólo recuerdos, entonces quería tantos

como ella pudiera recolectar, y mientras se encontraba rezando por primera vez en

años, rogaba a Dios por el suficiente tiempo para hacerlo posible.

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Capítulo 32

Will

Will no durmió bien. Durante toda la noche, escuchó a Ronnie

sacudiéndose y girándose y caminando por su cuarto. Reconoció el impacto que estaba

sintiendo; recordó el entumecimiento y la culpa, la incredulidad y la rabia, después de

que Mikel muriera. Los años han apagado la intensidad emocional, pero podía

recordar el conflictivo deseo de compañía y la necesidad de estar solo.

Sintió pena por Ronnie y también por Jonah, quien era muy joven para captar algo de

esto. Incluso para él mismo. Durante el verano, Steve había sido increíblemente amable

con él, como si hubieran estado más en la casa de Ronnie que en la de él. Le gustaba el

modo tranquilo en que cocinaba en la cocina y la fácil familiaridad que compartía con

Jonah. Frecuentemente los miraba en la playa hacien volar cometas o jugando a

capturar olas, o trabajando en la vidriera en tranquila concentración. Mientras que a la

mayoría de los padres les gustaba verse como una clase de hombres que hacía ntiempo

para sus hijos, para Will lo de Steve era una cosa real. En el corto periodo que lo había

conocido, nunca había visto a Steve enojarse, nunca lo había escuchado elevar la voz.

Supuso que eso tenía que ver con el hecho de que sabía que se estaba muriendo, pero

Will no creía que eso lo explicara todo. El padre de Ronnie era solamente… un buen

hombre, en paz con él mismo y con el resto; amaba a sus hijos y, de alguna manera,

confiaba en que ellos tomarían las decisiones correctas.

Mientras él estaba tendido en el sofá, pensó que quería ser el mismo tipo de padre

algún día. Aunque amara a su padre, no siempre había sido la persona amistosa que

Ronnie había conocido. Hay largos periodos de la vida de Will en que difícilmente

recordaba haberlo visto mientras trabajaba para expandir su negocio. Agregas la

volatibilidad de su madre y la muerte de Mikel, que envió a toda la familia a una

depresión durante un par de años, y esos habían sido tiempos en los que él deseó haber

nacido en otra familia. Sabía que era afortunado, y era verdad que las cosas estaban

mejor últimamente. Pero crecer no había sido todo pasteles y fiestas, podía recordarse

queriendo una vida diferente.

Pero Steve era una clase completamente diferente de padre.

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Ronnie le había dicho que él se había sentado con ella durante horas mientras aprendía

a tocar el piano, pero durante todo el tiempo en que él había estado en casa, nunca

había escuchado a Steve hablar de eso. Ni siquiera lo había mencionado de pasada y,

aunque al principio Will pensara que era extraño, comenzó a ver como un poderoso

indicador de su amor por Ronnie. Ella no quería hablar sobre el tema, así que no lo

hizo, incluso aunque fuera parte importante de su vida juntos. Él incluso subió a la

alcoba porque ella no quería que se lo recordaran.

¿Qué clase de persona haría eso?

Solo Steve, un hombre por el cual había crecido para admirar, un hombre del que había

aprendido, y la clase de hombre que él mismo esperaba ser cuando creciera.

*** Se despertó con la luz solar que entraba por las ventanas de la sala de estar, y se estiró

antes de ponerse de pie. Asomándose por el pasillo, vio que la puerta de la habitación

de Ronnie estaba abierta, y supo que ya estaba despierta. La encontró en el porche, en

el mismo lugar que la noche anterior. Ella no se volvió.

— Buenos días. — Le dijo.

Sus hombros se hundieron mientras se giraba hacia él.

— Buenos días. — Dijo ella, dándole la más tenue de las sonrisas. Abrió sus brazos, y él

la envolvió con los suyos, agradeciendo el abrazo — Siento lo de anoche. — Dijo ella.

— No hay razón para que lo lamentes. — Él acarició su cabello — No hiciste nada

malo.

— Mmmm. — Dijo ella — Pero gracias de todas formas.

— No te oí levantarte.

— Estoy despierta desde hace un rato. — Ella suspiró — Llamé al hospital y hablé con

mi padre. Aunque él no dijo mucho puedo decir que aún siente mucho dolor. Cree que

ellos podrían mantenerlo ingresado un par de días después de terminar las pruebas.

En casi cualquier otra situación él le hubiese asegurado que todo estaría bien. Pero en

este caso, ambos sabían que las palabras no significarían nada. En cambio, él se inclinó,

descansando su frente sobre la de ella.

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— ¿Fuiste capaz de dormir? Te escuché paseándote toda la noche.

— No realmente. Al final me fui a dormir con Jonah, pero mi cerebro simplemente no

se callaba, pero no solamente por lo que está pasando con mi padre. — Hizo una pausa

— También por ti, te irás en un par de días.

— Ya te dije que puedo posponerlo. Si necesitas que me quede,

yo…

Ella negó con la cabeza.

— No quiero que lo hagas. Vas a comenzar todo un nuevo capítulo en tu vida, y no

puedo quitarte eso.

— Pero no tengo que ir ahora. Las clases no empiezan hasta…

— No quiero que lo hagas. — Dijo nuevamente. Su voz era suave

pero implacable — Vas a ir a la universidad, y éste no es tu problema. Sé que tal vez

suene duro, pero es verdad. Él es mi padre, no el tuyo, y eso nunca va a cambiar. Y no

quiero pensar a lo que podrías estar renunciando, además de todo lo que está pasando

en mi vida. ¿Puedes entenderlo?

Sus palabras tenían un tono de verdad, incluso aunque deseara que ella estuviera mal.

Después de un momento, él desató su brazalete de macramé y se lo pasó.

— Quiero que tengas esto. — Susurró y, por su expresión, pudo decir que ella entendía

lo mucho que significaba para él que lo aceptara.

Ella mostró una rápida sonrisa y cerró su mano alrededor de éste. Él pensó que estaba

a punto de decir algo cuando ambos oyeron la puerta del taller abrirse repentinamente.

Por un instante, Will pensó que alguien había irrumpido. Pero entonces vio a Jonah

torpemente cargando una silla rota hacia fuera. Con un enorme esfuerzo, la levantó y

la lanzó a una duna al lado del taller. Incluso desde esa distancia, Will pudo ver furia

en la expresión de Jonah.

Ronnie ya estaba saliendo del porche.

— ¡Jonah! — Gritó mientras corría.

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Will fue detrás, chocando con ella cuando alcanzaba la puerta del taller. Mirando tras

ella, vio a Jonah tratando de empujar un pesado cajón por el suelo. Estaba luchando

fuertemente, ajeno a su repentina aparición.

— ¿Qué estás haciendo? — Lloró Ronnie — ¿Cuándo viniste aquí? — Jonah continuó

empujando el cajón, gruñendo por el esfuerzo — ¡Jonah! — Gritó Ronnie.

Su llanto rompió su concentración, y se giró hacia su hermana y Will, sorprendido por

su presencia.

— ¡No puedo alcanzarlo! — Gimió enojado, al borde del llanto — ¡No soy lo

suficientemente alto!

— ¿Qué es lo que no puedes alcanzar? — Preguntó ella antes de dar un paso adelante

— ¡Estás sangrando! — Dijo ella, aumentando el pánico en su voz.

Will notó sus vaqueros rasgados y la sangre en la pierna de Jonah mientras Ronnie se

le acercaba rápidamente. Conducido por sus propios demonios, Jonah empujó

frenéticamente el cajón, y la esquina de la caja chocó contra una de las repisas.

La criatura mitad ardilla mitad pez se cayó encima de Jonah justo cuando Ronnie lo

alcanzaba.

Su cara era apretada y roja.

— ¡Iros! ¡Puedo hacer esto solo! ¡No os necesito! — Gritó.

Él trato de mover el cajón nuevamente, pero estaba enganchado con la repisa, atrapado

en el lugar. Ronnie trató de ayudarlo, pero Jonah la apartó. Para entonces, Will podía

ver las lágrimas en sus mejillas.

— ¡Te dije que te fueras! — Le gritó — ¡Papá quiere que termine la ventana! ¡Yo! ¡No

tú! ¡Eso es lo que estuvimos haciendo todo el verano! — Sus palabras salieron en

sollozos rotos, enojado y aterrado — ¡Esto es lo que hicimos! ¡Lo único que te importó

fueron las tortugas! ¡Pero yo estaba con él todos los días! — Mientras gritaba a través

de sus lágrimas, su voz se rompió — ¡Y ahora no puedo alcanzar la parte del medio de

la ventana! ¡Soy muy bajo! Pero tengo que terminarla porque, si la termino, tal vez

papá se ponga mejor, así que traté de usar la silla para alcanzarla, pero se rompió, y caí

en el cristal y me enojé, y después quise usar el cajón, pero es muy pesado…

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Para entonces, él apenas podía encontrar las palabras. Entonces se balanceó hacia atrás

y cayó al suelo. Agarrando sus rodillas con sus brazos y bajando su cabeza, comenzó a

sollozar, sus hombros convulsionándose.

Ronnie tomó asiento en el suelo a su lado. Ella deslizó un brazo sobre su hombro y lo

acercó a ella mientras él continuaba llorando. Mientras Will miraba, podía sentir un

bulto en la parte posterior de su garganta, sabiendo que él no pertenecía ahí.

Aún así, se quedó mientras Ronnie sostenía a su hermano mientras lloraba, no tratando

de callarlo o de asegurarle que todo estaría bien. Sólo lo sostenía en silencio mientras

sus sollozos comenzaban a cesar. Finalmente él miró arriba, sus ojos rojos tras sus

gafas, su rostro manchado con lágrimas.

Cuando Ronnie habló, su voz era suave, tan gentil como siempre la había escuchado.

— ¿Podemos ir a la casa durante unos pocos minutos? Sólo quiero revisar tu pierna.

La voz de Jonah aún estaba temblorosa.

— ¿Qué pasará con la vidriera? Tiene que ser terminada.

Ronnie miró a los ojos de Will y volvió la mirada a Jonah.

— ¿Podemos ayudar?

Jonah sacudió su cabeza.

— No sabéis cómo.

— Enséñanos.

*** Después de que Ronnie limpiara la pierna de Jonah y le pusiera algunas tiritas, les guió

de vuelta al taller. La vidriera estaba casi completa, todos los detalles de las caras

estaban finalizados, y las barras reforzadas ya estaban en su lugar. El trabajo que

quedaba consistía en poner las piezas para formar un celestial brillo en el cielo.

Jonah le mostró a Will cómo cortar las bandas de plomo y le enseñó a Ronnie cómo

soldar; Jonah cortó el vidrio como lo había estado haciendo casi todo el verano, y lo

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deslizó en las bandas de plomo antes de hacerle espacio a Ronnie para colocar las

piezas en su lugar.

El taller era caluroso y pequeño, pero eventualmente los tres entraron en ritmo. A la

hora del almuerzo, Will salió para conseguir unas hamburguesas y una ensalada para

Ronnie; tomaron un breve descanso mientras comieron, pero volvieron pronto a su

trabajo. Cuando la tarde avanzó, Ronnie llamó al hospital tres veces, solo para saber si

padre se estaba haciendo pruebas o durmiendo, pero estaba bien.

Al anochecer, habían terminado la mitad del trabajo; las manos de Jonah estaban

comenzando a cansarse y tomaron otro descanso para comer antes de mover algunas

lámparas de la sala de estar para agregar luz adicional al taller.

La oscuridad cayó, y Jonah estaba bostezando con mucha frecuencia a las diez. Cuando

entraron para relajarse unos minutos, Jonah se durmió casi inmediatamente. Will lo

llevó a su habitación y lo puso en su cama. Para cuando regresó a la sala de estar,

Ronnie ya estaba de vuelta en el taller.

Will se encargó de cortar los cristales; había visto a Jonah hacerlo todo el día y, aunque

cometió algunos errores al principio, rápidamente se las arregló.

Trabajaron toda la noche, y para cuando empezó a amanecer, ambos estaban muertos

de cansancio. En la mesa de enfrente tendieron la ventana completa. Will no estaba

seguro de cómo se sentiría Jonah al saber que no estuvo ahí para terminar las piezas

finales, pero pensó que Ronnie sabría cómo tratarlo.

— Parecéis como si hubieseis estado despiertos toda la noche. — Dijo una voz detrás

de ellos.

Volviéndose, Will vio al Pastor Harris parado en la entrada. El Pastor Harris estaba

apoyado en su bastón. Estaba usando un traje —probablemente para el domingo en su

servicio de la iglesia— pero Will notó unas horribles cicatrices en el dorso de la mano,

y supo inmediatamente que se extendían por sus brazos. Recordando el fuego en la

iglesia y el secreto que ha guardado todos estos meses, encontró imposible mirar a los

ojos del pastor.

— Hemos estado terminando la ventana. — Dijo Ronnie con la voz ronca.

El Pastor Harris se acercó a la ventana.

— ¿Puedo?

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Ronnie asintió.

— Por supuesto.

El Pastor Harris entró al taller, moviéndose lentamente. Su bastón golpeaba contra el

suelo de madera mientras se acercaba. En la mesa, su expresión cambió de curiosidad a

asombro. Apoyándose en su bastón, recorrió su callosa y cicatrizada mano sobre la

vidriera.

— Es increíble. — Él respiró — Es más hermosa de lo que hubiera imaginado posible.

— Mi padre y Jonah hicieron todo el verdadero trabajo. — Dijo Ronnie — Nosotros

sólo ayudamos a terminarla.

Él sonrió.

— Tu padre estaría muy complacido.

— ¿Cómo ha ido la iglesia? Sé que a mi padre le encantaría ver la ventana en su lugar.

— De tu boca a los oídos de Dios. — Se encogió de hombros — La iglesia no es tan

popular como alguna vez fue, así que no hay muchos miembros. Pero tengo la

impresión de que funcionará. — Por su expresión ansiosa, Will supo que Ronnie se

preguntaba si la ventana sería instalada a tiempo. Pero tenía miedo de preguntar — En

todo caso, tu padre está mejor. — Dijo el Pastor Harris — Debería salir del hospital

pronto, y tú deberías ser capaz de visitarlo esta mañana. No le echaste mucho de

menos ayer. Estuve casi todo el día sentado en su habitación solo mientras le hacían

sus pruebas.

— Gracias por estar con él.

— No, cielo. — Dijo. Él miró a la ventana nuevamente — Gracias a ti.

El taller estaba tranquilo mientras el Pastor Harris se iba. Will lo vio irse, incapaz de

sacarse la imagen de las cicatrices de su cabeza.

En el silencio, estudió la ventana, golpeado por el trabajo necesario para hacer una

nueva, una ventana que no debería ser remplazada. Pensó en las palabras del pastor y

en la posibilidad de que el padre de Ronnie quizás no viviera para ver la ventana

instalada.

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Ronnie estaba perdida en sus propios pensamientos cuando él se volvió a mirarla.

Sintió colapsar algo en su interior, como un castillo de naipes.

— Hay algo que debo decirte.

*** Una vez sentados en la duna, Will le contó todo desde el principio. Cuando terminó,

Ronnie parecía confundida.

— ¿Estás diciendo que Scott inició el fuego? ¿Y que tú lo has estado protegiendo? — Su

voz sonó con incredulidad — ¿Has estado mintiendo por él?

Will sacudió su cabeza.

— No es de ese modo. Te dije que fue un accidente.

— Eso no importa. — Los ojos de Ronnie buscaron los suyos — Accidente o no, él

necesita hacerse responsable por lo que hizo.

— Lo sé. Le dije que fuera a la policía.

— ¿Pero qué si no lo hace? ¿Vas a seguir encubriéndolo para siempre? ¿Dejar que

Marcus siga controlando tu vida? Eso está mal.

— Pero él es mi amigo…

Ronnie saltó sobre sus pies.

— ¡El Pastor Harris casi muere en ese incendio! Pasó semanas en el hospital. ¿Sabes lo

dolorosas que son las quemaduras? ¿Por qué no le preguntas a Blaze cómo se siente? Y

la iglesia… sabes que él ni siquiera puede reconstruirla… ¡y ahora mi padre nunca ver{

la ventana donde en su lugar!

Will sacudió su cabeza, tratando de mantenerse calmado. Podía ver que esto era

demasiado para Ronnie…, su padre, su inminente partida, su cita con el tribunal de

justicia.

— Sé que estuvo mal. — Dijo él tranquilamente — Y me he sentido culpable por eso.

No podría decirte cuántas veces he querido ir a la policía.

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— ¿Y qué? — Demandó ella — ¡Eso no significa nada! ¿No me escuchaste cuando te

hablé sobre admitir en el tribunal de justicia lo que había hecho? ¡Porque yo sabía que

lo que había hecho estaba mal! La verdad sólo significa algo cuando es difícil de

admitir. ¿No lo entiendes? Esa iglesia era la vida del Pastor Harris, ¡era la vida de mi

padre! Y ahora se ha ido, y el seguro no cubrirá el daño y ellos tienen que hacer los

servicios en el almacén…

— Scott es mi amigo. — Él protestó — No puedo simplemente… tirarlo a los lobos.

Ella parpadeó preguntándose si él escuchaba lo que estaba diciendo.

— ¿Cómo puedes ser tan egoísta?

— No estoy siendo egoísta…

— Eso es exactamente lo que eres, y si no puedes entender eso, entonces no quiero

hablar contigo. — Dijo ella. Se volvió y comenzó a caminar hacia la casa — ¡Solo vete!

¡Déjame!

— ¡Ronnie! — Él la llamó, tratando de seguirla.

Ella sintió su movimiento y giró para mirarlo.

— Se acabó, ¿de acuerdo?

— No, no se acabó, vamos… sé razonable…

— ¿Razonable? — Ella agitó sus manos — ¿Quieres que sea razonable? ¡No has estado

mintiendo solo para Scott, me has estado mintiendo a mí también! ¿Sabías por qué mi

padre hacía la ventana! ¡Estuviste de pie directamente a mi lado y nuca dijiste nada

sobre esto! — Sus palabras parecían clarificar algo en su mente, y dio otro paso hacia

atrás — ¡No eres quien yo pensaba! ¡Pensaba que eras mejor que esto! — Él se

estremeció, incapaz de pensar en una respuesta, pero cuando dio un paso adelante,

ella retrocedió — ¡Vete! De todos modos te irás, y nunca nos veremos otra vez. El fin

del verano siempre llega, podemos conversar y pretender todo lo que queramos, pero

no podemos cambiar las cosas, así que sólo termínalo aquí, ahora. No puedo aguantar

todo esto ahora mismo, y no puedo estar con alguien en quien no confío. — Sus ojos

brillaban con lágrimas no derramadas — No confío en ti, Will. Necesitas irte. — Él no

se pudo mover, no podía hablar — ¡Vete! — Ella gritó y corrió a de vuelta a casa.

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***

Esa noche, su última noche en Wrightsville Beach, Will se sentó en el estudio, aún

tratando de darle sentido a todo lo que había pasado. Levantó la mirada cuando su

padre entró.

— ¿Estás bien? — Preguntó Tom — Estabas un poco callado en la cena.

— Sip. — Respondió Will — Estoy bien.

Su padre se movió al sofá y tomó asiento frente a él.

— ¿Estás nervioso por dejarnos mañana?

Will sacudió la cabeza.

— No.

— ¿Empaquetaste todo? — Will asintió y sintió a su padre estudiándolo. Se inclinó

hacia delante — ¿Qué está pasando? Sabes que puedes hablar conmigo.

Will se tomó su tiempo antes de responder, repentinamente nervioso. Finalmente, miró

a los ojos de su padre.

—Si te pidiera que hicieras algo importante por mí, algo grande, ¿lo harías? ¿Sin hacer

preguntas?

Tom volvió a su lugar, aún estudiándolo, y en el silencio, Will supo cuál sería su

respuesta.

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Capítulo 33

Ronnie

— ¿De verdad terminaste la ventana?

Ronnie miró a su padre mientras le hablaba a Jonah en la habitación de hospital,

pensando que él parecía estar mejor. Aún parecía cansado, pero sus mejillas tenían un

poco más de color y se estaba moviendo con mayor facilidad.

— Papá, es asombroso. — Dijo Jonah. — No puedo esperar a que la veas.

— Pero aún faltaban muchas piezas.

— Ronnie y Will ayudaron un poquito. — Admitió Jonah.

— ¿Sí?

— Yo les mostré cómo hacerlo. Ellos no sabían nada. Pero no te preocupes, fui paciente

incluso cuando cometieron errores.

Su padre sonrió.

— Qué bueno oírlo.

— Sí, soy un profesor bastante bueno.

— Estoy seguro de que lo eres.

Jonah arrugó la nariz.

— Huele a algo gracioso aquí, ¿no es cierto?

— Un poco.

Jonah asintió.

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— Eso pensé. — Él se acercó al televisor. — ¿Has estado viendo alguna película?

Su padre sacudió la cabeza.

— No demasiadas.

— ¿Qué es lo que hace eso?

Su papá miró a la bolsa de la IV*.

— Tiene algo de medicina en ella.

— ¿Te hará ponerte mejor?

— Me siento mejor ahora.

— ¿Así que vienes a casa?

— Muy pronto.

— ¿Hoy?

— Tal vez mañana. — Dijo él. — Pero ¿sabes qué podría tomar?

— ¿Qué?

— Una soda. ¿Recuerdas dónde está la cafetería? ¿Por el pasillo y cerca de la esquina?

— Sé dónde está, no soy un niño pequeño. ¿De qué la quieres?

— Un Sprite o un Seven—Up.

— Aunque, no tengo nada de dinero.

Cuando su padre la miró, Ronnie lo tomó como una señal para revisar en sus bolsillos

traseros.

— Yo tengo algo. — Dijo ella. Sacó de su bolsillo lo que pensó que sería necesario y se

lo pasó mientras salía por la puerta. Tan pronto como se fue, ella sintió a su padre

observándola.

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— El abogado llamó esta mañana. Han pospuesto tu juicio para finales de Octubre.

La mirada de Ronnie se dirigió hacia la ventana.

— No puedo pensar en eso ahora mismo.

— Lo siento. — Dijo él. Estuvo callado durante un momento, y ella pudo sentirlo

mirándola. — ¿Cómo lo está llevando Jonah en realidad? — Preguntó.

Ronnie se encogió de hombros.

— Perdido. Confundido. Asustado. Apenas soportando todo esto. — Como yo, quiso

decir.

Su padre le hizo señas para que se acercara. Ella tomó asiento en la silla que Jonah

había estado usando. Él alcanzó su mano y dio un apretón.

— Siento no estar lo suficientemente fuerte como para estar fuera del hospital. Nunca

quise que me vierais así.

Ella ya estaba sacudiendo su cabeza.

— Nunca pidas disculpas por eso.

— Pero…

— Nada de peros, ¿de acuerdo? Tenía que saberlo. Me alegro sabiéndolo.

Él parecía aceptar eso. Pero entonces la sorprendió.

— ¿Quieres hablar de lo que pasó con Will?

— ¿Qué te hace pensar eso? — Preguntó ella.

— Porque te conozco. Porque sé cuándo hay algo más en tu mente. Y porque sé cuánto

te importaba él.

Ronnie se sentó derecha, no queriendo mentirle.

— Él se fue a su casa a hacer las maletas. — Dijo ella.

Pudo sentir a su padre estudiándola.

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— ¿Alguna vez te dije que mi padre era jugador de pocker?

— Sí, me lo dijiste, ¿por qué? ¿Quieres jugar al pocker?

— No. — Dijo él. — Solamente sé que pasó algo más con Will además de lo que me

estás diciendo, pero si no quieres hablar de eso, está bien también.

Ronnie dudó. Ella sabía que él sería comprensivo, pero aún no estaba lista.

— Como dije, él se va. — Dijo en cambio, y con un asentimiento su padre lo dejó pasar.

— Pareces cansada. — Dijo él. — Deberías ir a casa y echarte una siesta después.

— Lo haré, pero quiero estar aquí un rato más.

Él ajustó su mano a la suya.

— Está bien.

Ella miró a la bolsa de IV por la que Jonah había preguntado antes, pero a diferencia de

su hermano, ella sabía que no era medicina para mejorarlo.

— ¿Te duele? — Preguntó.

Él hizo una pausa antes de responder.

— No. — Respondió. — No demasiado.

— ¿Pero te ha dolido?

Su padre comenzó a sacudir la cabeza.

— Cielo…

— Quiero saberlo. ¿Te dolió antes de venir aquí? Dime la verdad. ¿Está bien?

Se rascó el pecho antes de responder.

— Sí.

— ¿Cuánto tiempo?

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— No sé a qué te refie…

— Quiero saber cuándo te empezó a doler. — Dijo Ronnie, inclinándose sobre el borde

de la cama.

Ella deseaba ver sus ojos.

Nuevamente él sacudió su cabeza.

— No es importante. Me estoy sintiendo mejor. Y los doctores saben qué hacer para

seguir ayudándome.

— Por favor. — Dijo ella. — ¿Cuándo comenzó a dolerte?

Él miró hacia sus manos, tan apretadas sobre la cama.

— No lo sé. ¿Marzo o Abril? Pero no era todos los días…

— Cuando te dolía, — continuó, determinada a saber la verdad —, ¿qué hacías?

— Antes no era tan malo. — Respondió él.

— Pero aún así dolía, ¿cierto?

— Sí.

— ¿Qué hacías?

— No lo sé. — Protestó. — Trataba de no pensar en ello. Me concentraba en otras cosas.

Ella podía sentir la tensión en sus hombros, odiando lo que podría decir, necesitando

saber.

— ¿En qué te concentrabas?

Su padre alisó una arruga en la sábana con su mano libre.

— ¿Por qué es tan importante para ti?

— Porque quiero saber si te concentrabas en otras cosas mientras tocabas al piano. —

Tan pronto como dijo eso, ella supo que estaba en lo correcto. — Te vi esa noche

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tocando el piano en la iglesia, la noche que tuviste el ataque de tos. Y Jonah dijo que te

habías estado paseando por ahí tan pronto como apareció el piano.

— Cariño…

— ¿Recuerdas esa vez que dijiste que tocar el piano te hacía sentir mejor? — Su padre

asintió. Él podía ver lo que venía, y ella estaba segura de que no querría responder,

pero ella tenía que saberlo. — ¿Te referías a que ya no sentías tanto el dolor? Y, por

favor, dime la verdad. Sabré si me estás mintiendo. — Ronnie no sería desviada, no

esta vez.

Él cerró sus ojos brevemente, y luego encontró su mirada.

— Sí.

— ¿Pero construiste la muralla alrededor del piano de todas maneras?

— Sí. — Dijo nuevamente.

Con eso, ella sintió que su frágil compostura cedía. Su mandíbula comenzó a temblar

mientras ella bajaba su cabeza hacia el pecho de su padre.

Su padre se extendió hacia ella.

— No llores. — Dijo él. — Por favor, no llores…

Pero ella no podía evitarlo. Los recuerdos de cómo ella había actuado en ese entonces y

el conocimiento de lo que él había estado pasando, drenaron cualquier energía que le

quedaba.

— Oh, Papi…

— No, bebé… por favor, no llores, no fue tan malo entonces. Pensé que podía

soportarlo, y pienso que lo hice. No fue hasta la semana pasada que… — Él con un

dedo tocó su mandíbula, y cuando ella lo miró a los ojos, lo que vio casi le rompe el

corazón. Tuvo que apartar la mirada. — Pude soportarlo entonces. — Repitió él, y ella

supo por su voz que hablaba en serio. — Lo prometo. Dolió, pero no era en lo único en

que pensaba, porque podía escapar de otras maneras, como trabajando en la ventana

con Jonah, o simplemente disfrutando el verano que imaginé cuando le pedía a tu

madre que los dejara estar conmigo.

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Sus palabras la quemaron. Su clemencia era más de lo que podía soportar.

— Lo siento tanto, Papi…

— Mírame. — Dijo él, pero ella no pudo. Ella sólo pudo pensar en su necesidad por el

piano, algo que ella le había quitado. Porque ella pensaba únicamente en ella. Porque

ella quería herirlo. Porque a ella no le importaba. — Mírame. — Dijo nuevamente. Su

voz era suave pero insistente. A regañadientes, ella levantó su cabeza. — Tuve el

verano más maravillosos de mi vida. — Susurró. — Pude verte salvar a las tortugas, y

tuve la oportunidad de ver cómo te enamorabas aunque no dure para siempre. Y sobre

todo, pude conocerte como una joven mujer, no una pequeña niña, por primera vez. Y

no puedo decirte cuánta felicidad me dieron todas esas cosas. Eso es lo que me

mantuvo durante el verano.

Ella supo que sus palabras eran sinceras, lo que solo la hacía sentirse peor. Estaba a

punto de decir algo cuando Jonah irrumpió por la puerta.

— Mirad a quién encontré. — Dijo señalando con la lata de Sprite.

Ronnie levantó la mirada para ver a su madre parada detrás de Jonah.

— Hola, cariño. — Dijo ella.

Ronnie miró a su padre. Él se encogió de hombros.

— Tuve que llamarla. — Explicó él.

— ¿Estás bien? — Preguntó su madre.

— Estoy bien, Kim. — Respondió su padre.

Su madre tomó eso como una invitación para entrar en la habitación.

— Creo que todos necesitamos hablar. — Anunció ella.

*** La mañana siguiente, Ronnie tomó una decisión y estaba esperando en su habitación

cuando su madre entró.

— ¿Terminaste ya de hacer las maletas?

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Ella fijó a su madre con una mirada calmada pero determinada.

— No volveré a Nueva York contigo.

Kim puso sus manos en su cadera.

— Pensé que ya habíamos discutido esto.

—No. — Dijo Ronnie uniformemente. — Tú discutiste esto. Pero no voy contigo.

Su madre ignoró su comentario.

— No seas ridícula. Por supuesto que vienes a casa.

— No voy a volver a Nueva York. — Ronnie cruzó sus brazos pero no levantó la voz.

— Ronnie…

Ella sacudió su cabeza, sabiendo que nunca había hablado tan en serio en toda su vida.

— Me quedo y no está en discusión. Tengo dieciocho años ahora y no puedes forzarme

a volver contigo. Soy un adulto y puedo hacer lo que quiera.

Mientras ella absorbía las palabras de Ronnie, su madre cambiaba su peso inquieta de

un pie a otro.

— Esto… — Dijo finalmente, moviéndose hacia la sala de estar, tratando de sonar

razonable. — Ésta no es responsabilidad tuya.

Ronnie dio un paso hacia ella.

— ¿No? ¿Entonces de quién es? ¿Quién va a cuidarlo?

— Tu padre y yo hemos hablado de eso…

— Oh, ¿te refieres sobre el Pastor Harris? — Demandó Ronnie. — Oh, sí, como si él

pudiera cuidar de papá si colapsa o empieza a vomitar sangre nuevamente. El Pastor

Harris no puede hacerlo físicamente.

— Ronnie… — Su madre empezó de nuevo.

Ronnie levantó sus manos, su frustración y resolución creciendo.

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— Solo porque tú aún estás enojada con él no significa que yo tenga que estar enojada

con él, ¿de acuerdo? Yo sé lo que hizo y lamento que te lo hiriera, pero esto es sobre mi

padre. Él está enfermo y necesita mi ayuda, y voy a estar aquí para él. No me importa

si él tuvo una aventura, no me importa si nos dejó. Pero cuidaré de él.

Por primera vez su madre se vio genuinamente desconcertada. Cuando ella habló

nuevamente su voz era suave.

— ¿Qué fue exactamente lo que te dijo tu padre?

Ronnie estaba a punto de protestar que eso no importaba, pero algo la detuvo. La

expresión de su madre era tan extraña, casi… culpable. Como si… como si…

Ella miró fijamente a su madre, reconocimiento apareciendo mientras hablaba.

— No fue papá quien tuvo una aventura, ¿cierto? — Dijo lentamente. — Fuiste tú.

La postura de su madre no cambió, pero lucía afligida. La compresión golpeó a Ronnie

con una fuerza casi física.

Su madre tuvo la aventura, no su padre, y…

La habitación comenzó a sentirse sofocante mientras las implicaciones se aclaraban.

— Por eso él se fue, ¿no es cierto? Porque lo descubrió, pero tú me dejaste creer todo

este tiempo que todo fue culpa suya, que nos dejó sin ninguna buena razón. Tú

pretendiste que fuera él, cuando fuiste tú. ¿Cómo pudiste hacer eso? — Ronnie apenas

podía respirar. Su madre parecía incapaz de hablar, y Ronnie se preguntó si alguna vez

conoció a su madre completamente. — ¿Fue con Brian? — Demandó de repente. —

¿Estuviste engañando a mi padre con Brian?

Su madre se quedó en silencio, y nuevamente Ronnie supo que estaba en lo correcto.

Su madre la dejó creer que fue su padre quien las dejó sin razón aparente. Y no hablé

con él durante tres años por eso…

— ¿Sabes qué? — Chasqueó Ronnie. — No me importa. No me importa qué pasó entre

vosotros dos, no me importa qué pasó en el pasado. Pero no voy a dejar a mi padre, y

tú no puedes obligarme…

— ¿Quién no se va? — Jonah interrumpió. Él justo entró en la habitación sosteniendo

un vaso de leche, y se volvió de su madre a ella, que pudo oír el pánico en su voz. —

¿Te vas a quedar aquí? — Le preguntó.

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Le llevó un momento a Ronnie responder mientras ponía el enojo bajo control.

— Sip. — Dijo ella, esperando sonar más calmada de lo que se sentía. — Me voy a

quedar.

Él puso el vaso de leche en el aparador.

— Entonces yo también me quedo. — Anunció.

Su madre se vio repentinamente indefensa, y aunque Ronnie aún podía sentir el filo de

su enojo, no había manera de que dejara a Jonah ver a su padre morir. Ella cruzó la

habitación y se agachó.

— Sé que te quieres quedar, pero no puedes. — Dijo gentilmente.

— ¿Por qué no? Tú te quedas.

— Pero yo no tengo clases.

— ¿Y qué? Puedo ir a la escuela de aquí. Papá y yo ya hablamos sobre eso.

Su madre se movió hacia ellos.

— Jonah…

Jonah repentinamente retrocedió, y ella pudo oír el pánico aumentando en su voz

cuando se dio cuenta de que era superado en número.

— ¡No me importa la escuela! ¡No es justo! ¡Quiero quedarme aquí!

________

* Terapia intravenosa (N. del T.)

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Capítulo 34

Steve

Él quería sorprenderla. Ése había sido su plan, de cualquier manera. Interpretaría un

concierto en Albany; su próxima presentación estaba programada en Richmond dos

días después.

Normalmente él nunca iba a casa mientras estaba de tour; era más fácil mantener una

especie de ritmo mientras viajaba de ciudad en ciudad. Pero porque él tenía un poco de

tiempo extra y no había visto a su familia en dos semanas, tomó un tren y llegó a la

ciudad mientras la multitud en la hora del almuerzo salía de las torres de oficinas en

busca de algo para comer.

Fue pura coincidencia haberla visto. Incluso ahora, las posibilidades parecían tan

remotas que parecían imposibles. Ésta era una ciudad de millones de personas y él

estaba cerca de la estación Penn, y estaba pasando cerca de un restaurante que estaba

casi lleno.

Su primer pensamiento, cuando la vio, fue que la mujer lucía exactamente como su

esposa. Ella estaba sentada en una pequeña mesa arrimada a la pared, y enfrente de un

hombre de cabello grisáceo que parecía ser unos pocos años mayor que ella. Estaba

vestida con una falda negra y una blusa de seda roja y pasaba su dedo por el borde de

su copa de vino. Él capturó todo eso y echó un segundo vistazo rápido. En realidad era

Kim, y ella estaba comiendo con un hombre que él nunca antes había visto. A través de

la ventana, la vio mientras reía, y con un hundimiento de seguridad, él sabía que había

visto esa risa antes. La recordaba de años atrás, cuando las cosas estaban mejor entre

ellos. Cuando ella se levantó de la mesa, él miró mientras el hombre se quedaba y

colocaba su mano en la parte angosta de su espalda. El toque del hombre era suave,

casi familiar, como si lo hubiese hecho cientos de veces antes. A ella probablemente le

gustaba el modo en que él la tocaba, pensó Steve mientras observaba cómo el extraño

besaba a su esposa en los labios.

No estaba seguro de qué hacer, pero haciendo memoria, él no podía recordar sentir

mucho de nada. Sabía que las cosas habían estado distantes entre ellos, sabía que

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habían estado discutiendo demasiado, y supuso que la mayoría de los hombres

habrían entrado al restaurante y confrontado a ambos. Tal vez incluso armar una

escena. Pero él no era como la mayoría de los hombres. Así que cambió a su otra mano

el pequeño bolso que armó la noche anterior, dio la vuelta y se dirigió a la estación

Penn.

*** Tomó un tren dos horas después y llegó a Richmond al atardecer. Como siempre tomó

el teléfono para llamar a su esposa, y ella contestó al segundo tono. Podía escuchar la

televisión en el fondo cuando ella dijo hola.

— ¿Por fin lo hiciste, huh? — Ella preguntó —. Me estaba preguntando cuándo

llamarías.

Mientras él se sentaba en la cama, se imaginó la mano del extraño en su espalda.

— Acabo de llegar — Dijo él.

— ¿Está pasando algo emocionante?

Él estaba en un hotel económico, y el edredón se estaba deshilachando en los bordes.

Había un aire acondicionado bajo la ventana, que hacía que las cortinas se movieran.

Podía ver el polvo juntándose sobre el televisor.

— No — dijo él —, nada emocionante.

En el cuarto de hospital, recordó esas imágenes con una claridad que lo sorprendió.

Supuso que fue porque Kim llegaría pronto, junto con Ronnie y Jonah. Ronnie lo había

llamado para decirle que no iba a volver a Nueva York. Él supo que esto no iba a ser

fácil. Recordaba la figura de su padre reducido y demacrado acercándose al final, y no

quería que su hija lo viera en ese estado. Pero ella estaba decidida, y él supo que no

sería capaz de hacerla cambiar de parecer. Pero esto le asustaba.

Todo sobre esto le asustaba.

Él había estado rezando regularmente el último par de semanas. O, al menos, así es

como el Pastor Harris lo había descrito. No juntaba sus manos o hacía reverencia con

su cabeza; él no pedía ser curado. Lo que sí hacía, era compartir con Dios las

preocupaciones que tenía por sus hijos.

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Supuso que no era tan diferente a la mayoría de los padres en su preocupación por

ellos. Son aún jóvenes, ambos tienen una larga vida por delante, y él se preguntaba,

que sería de ellos. Nada de fantasía: le preguntaría a Dios si creía que ellos serían

felices, continuarían viviendo en Nueva York, o si ellos se casarían y tendrían hijos. Lo

básico, nada más, pero fue entonces, en ese momento, que finalmente entendió a lo que

el Pastor Harris se refería cuando le dijo que él caminaba y hablaba con Dios.

A diferencia del Pastor Harris, sin embargo, él ya había escuchado las respuestas en su

corazón o experimentado la presencia de Dios en su vida, y supo que no tenía mucho

tiempo.

Miró al reloj. El avión de Kim se iría en menos de tres horas. Ella se iría directa del

hospital al aeropuerto con Jonah sentado a su lado, y el darse cuenta era aterrador. En

un poco más, él sostendría a su hijo por última vez; hoy, él diría adiós.

*** Jonah estaba llorando tan pronto como entró en la habitación, corriendo directo a la

cama. Steve solo tuvo el tiempo suficiente de abrir los brazos antes de que Jonah cayera

en ellos. Sus hombros como de pajarito tiritaban, y Steve sintió su propio corazón

rompiéndose. Se concentró en cómo se sentía tener a su hijo, tratando de memorizar la

sensación. Steve amaba a sus hijos más que a su propia vida, pero más que eso, él sabía

que Jonah lo necesitaba, y una vez más, él estaba golpeado al darse cuenta que había

fallado como padre.

Jonah continuó llorando inconsolable, Steve lo mantuvo cerca, queriendo nunca dejarlo

ir. Ronnie y Kim se mantuvieron en la entrada, manteniendo la distancia.

— Ellas están tratando de mandarme a casa, papi — Gimió Jonah —. Les dije que yo

podía quedarme contigo, pero ellas no me están escuchando. Seré bueno, papi. Lo

prometo, seré bueno. Iré a la cama cuando tú me digas que lo haga y limpiaré mi

habitación y no comeré galletas cuando se supone que no debo. Diles que me puedo

quedar. Prometo ser bueno.

— Sé que serás bueno — Murmuró Steve —. Tú siempre has sido bueno.

— ¡Entonces díselo, papá! ¡Diles que quieres que me quede! ¡Por favor! ¡Solo díselo!

— Yo quiero que te quedes — Dijo él, sufriendo por su hijo —. Quiero eso más que

nada, pero tu madre también te necesita. Ella te extraña.

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Si Jonah sostenía cualquier esperanza ésta se desmoronó ahí, y él comenzó a llorar

nuevamente.

— ¡Pero, yo nunca voy a volver a verte… y no es justo! ¡Simplemente no es justo!

Steve trató de hablar por medio de su apretada garganta.

— Hey… — Dijo él —. Quiero que me escuches, ¿de acuerdo? ¿Podrías hacer eso por

mí? — Jonah se forzó a levantar la mirada. Aunque trató de no hacerlo, Steve sabía que

él estaba comenzando a estrangularse con sus palabras. Tomó todo lo que tenía para no

romperse a llorar enfrente de su hijo —. Quiero que sepas que eres el mejor hijo que un

padre podría desear tener. Siempre he estado orgulloso de ti, y sé que crecerás y harás

cosas maravillosas. Te quiero tanto.

— Yo también te quiero, papi. Y te voy a extrañar tanto.

Por la esquina de su ojo, Steve pudo ver a Ronnie y a Kim con lágrimas corriendo por

sus rostros.

— Yo también voy a extrañarte. Pero siempre estaré contigo, ¿de acuerdo? Lo prometo.

¿Recuerdas la vidriera que hicimos juntos? — Jonah asintió, su pequeña mandíbula

tiritando —. Yo la llamo Dios de la luz porque me recuerda al cielo. Cada vez que la

luz brille a través de la vidriera que construimos o de cualquier otra vidriera, tú sabrás

que estoy justo ahí contigo, ¿entendido? Ése voy a ser yo. Seré la luz en la vidriera.

Jonah asintió ni siquiera molestándose en secar las lágrimas de su rostro. Steve

continuó sosteniendo a su hijo, deseando con todo su corazón que pudiese hacer las

cosas mejor.

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Capítulo 35

Ronnie

Ronnie salió con su madre y Jonah para despedirse de ellos y hablar sola con su madre

antes de que se marchara, le pidió que hiciera algo por ella tan pronto como regresase a

Nueva York. Entonces volvió al hospital y se sentó junto a su padre, esperando hasta

que él se durmió. Durante mucho tiempo permaneció en silencio, mirando por la

ventana. Ella sostuvo su mano, y se sentaron juntos, sin hablar, ambos mirando las

nubes lentamente a través del cristal.

Ella quería estirar sus piernas y tomar un poco de aire fresco, ya que la despedida entre

su padre y Jonah la había dejado agotada y débil. No quería imaginarse a su hermano

en el avión o entrando en su piso; no quería pensar en si él seguía llorando.

Una vez fuera, anduvo a lo largo de la acera en frente al hospital, con la mente en

blanco. Estaba casi junto a él cuando le oyó aclararse la garganta. Él estaba sentado en

un banco; a pesar del calor que había, usaba una camisa de manga larga como siempre

lo hacía.

— Hola, Ronnie — dijo el Pastor Harris.

— Oh…hola.

— Tengo ganas de ir a visitar a tu padre.

— Él está durmiendo — le dijo —. Pero puedes ir hasta allí si quieres.

Golpeó su bastón, para ganar tiempo y dijo: — Siento por lo que estás pasando,

Ronnie.

Ella asintió con la cabeza, con dificultades para concentrarse. Incluso esta simple

conversación parecía sumamente difícil. De alguna manera, ella comprendía que él se

sentía de la misma manera.

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— ¿Quieres rezar conmigo? — Dijo él con esperanza en sus ojos azules —. Me gusta

rezar antes de ir a ver a tu padre. Eso… me ayuda.

Su sorpresa dio paso a una sensación de alivio. — Me encantaría — le respondió.

Desde entonces ella comenzó a rezar regularmente, y se encontró con que el Pastor

Harris tenía razón. No es que ella creyera que su padre se curaría. Había hablado con

el médico y había visto las radiografías.

Después de su conversación, ella dejó el hospital y se fue a la playa, allí lloró durante

una hora mientras sus lágrimas eran secadas por el viento. No creía en milagros. Ella

sabía que algunas personas sí, pero ella no pudo pensar que su padre iba de alguna

manera a serlo. No después de lo que había visto, no después de lo que el medico le

había enseñado. El cáncer, ella había aprendido, se había ramificado desde su

estómago, al páncreas y los pulmones, y mantener la esperanza parecía peligroso... Ella

no podía imaginarse teniendo que llegar a un acuerdo por segunda vez con lo que le

estaba pasando. Era bastante difícil ya, especialmente tarde en la noche cuando la casa

estaba en silencio y ella estaba sola con sus pensamientos.

En cambio, ella rezó con todas sus fuerzas para ayudar a su padre; había rezado para

intentar tener una actitud positiva en su presencia, para no llorar cada vez que lo viese.

Ella sabía que necesitaba su sonrisa y a la hija en la que recientemente se había

convertido.

Lo primero que hizo después de llevarlo del hospital a casa fue llevarlo a ver la

vidriera. Vió cómo él lentamente se acercaba a la mesa, sus ojos estudiaban todo, pero

su única expresión era incredulidad. Ella supo entonces que había habido momentos

en los que él se había preguntado si viviría lo suficiente para verla acabada. Más que

nada, ella quería que Jonah hubiera estado allí con ellos, y supo que su padre estaba

pensando lo mismo. Había sido su proyecto, la manera en la que ellos habían pasado el

verano.

Él echaba terriblemente de menos a Jonah, lo extrañaba más que a nada, y aunque se

dió la vuelta para que ella no pudiera ver su cara, ella sabía perfectamente que él tenía

lágrimas en su cara, como en su regreso a casa.

Él llamó a Jonah tan pronto como volvió a dentro. Desde el salón, Ronnie podía oír las

garantías de que su padre se sentía mejor, y aunque Jonah probablemente

malinterpretaría eso, sabia que su padre había hecho lo correcto.

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Él quería que Jonah recordara la felicidad del verano, y no pensara en lo que venía

después.

Esa noche, mientras que estaba sentado en el sofá, él abrió la Biblia y comenzó a leer.

Ronnie ahora entendía sus razones. Ella se sentó a su lado y le preguntó lo que había

estado pensando desde que había examinado el libro ella misma.

— ¿Cuál es tu fragmento favorito? — le preguntó.

— Tengo muchos — le dijo él —. Siempre he disfrutado de los Salmos, y también

aprendo mucho con las cartas de Pablo.

— Pero no destacas nada — le dijo ella. Entonces él levantó una ceja, ella se encogió de

hombros —. La estuve mirando mientras tú estabas en el hospital pero no vi nada.

Él pensó su respuesta. — Si tuviera que destacar algo importante, probablemente

destacaría todo. Lo he leído tantas veces y siempre aprendo algo nuevo.

Ella lo estudió cuidadosamente. — No te recuerdo leyendo la Biblia antes…

— Eso es porque tú eras pequeña. Yo guardaba la Biblia en mi cama y leía algo de una

o dos veces por semana. Pregúntale a tu madre. Ella te lo dirá.

— ¿Has leído algo últimamente que quisieras compartir?

— ¿Quieres que yo lea para ti?

Ella asintió con la cabeza, a él le tomo sólo un minuto encontrar el fragmento que

quería.

— Es Gálatas 5:22 — dijo, presionando la Biblia, la colocó en su regazo, y aclaró la

garganta antes de empezar —. Pero cuando el Espíritu Santo controle nuestras vidas, él

producirá en nosotros frutos como: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad,

humildad y auto control.

Ella lo vió leer el versículo, recordando cómo había actuado la primera vez que había

llegado y cómo había respondido a su ira. Recordó todas las veces que él se había

negado a discutir con su madre, incluso cuando ella intentaba provocarlo. Veía esto

como una debilidad y a menudo deseaba que su padre fuera diferente. Pero, al mismo

tiempo, sabía que se había equivocado sobre todo.

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Su padre, ella lo miraba ahora, nunca había estado actuando solo. El Espíritu Santo

había controlado su vida todo el tiempo.

El paquete de su madre había llegado el día siguiente, y Ronnie entonces supo que su

madre había hecho lo que le había pedido. Ella trajo el sobre grande a la mesa de la

cocina y lo rompió de manera recta por la parte superior, para luego arrojar el

contenido sobre la mesa.

Diecinueve cartas, todas ellas enviadas por su padre, todas ellas ignoradas y sin abrir.

Le dió la vuelta y vió varias direcciones que había garabateado en la parte superior:

Bloomington, Tulsa, Little Rock... No podía creer lo que no las había leído. ¿Había

estado ella realmente enfadada? ¿Qué significaba?

Mirando hacia atrás, ella sabía la respuesta, pero todavía no tenía sentido para ella.

Hojeando las cartas, buscó la primera que había escrito. Como la mayoría de las otras,

fue impresa en tinta perfectamente negra, y el matasellos de correos se había

desvanecido un poco. Más allá de la ventana de la cocina, su padre estaba de pie en la

playa y, desde su regreso a la casa, al igual que el Pastor Harris, había empezado a usar

camisas de manga larga a pesar del calor del verano.

Respirando profundamente, abrió la carta, y allí, bajo la luz del sol de la cocina,

comenzó a leer.

Querida Ronnie,

Yo no sé ni cómo empezar una carta como ésta, aparte de decir que lo siento. Es por eso que te

pedí que te reunieras conmigo en el café, y lo que quería era decirte lo de esa noche cuando me

llamaste. Puedo entender por qué no has venido y por qué no coges mis llamadas. Estás enojada

conmigo, estás desilusionada de mí, y en tu corazón, crees que me he escapado. En tu mente, te

he abandonado a ti y he abandonado a la familia.

No puedo negar que las cosas van a ser diferentes, pero quiero que sepas que si yo estuviera en

tu lugar, probablemente me sentiría de la misma forma que tú lo haces. Tienes todo el derecho a

estar enfadada conmigo. Tienes todo el derecho a estar decepcionada de mí. Supongo que me he

ganado el sentimiento que tienes, y no es mi intención tratar de buscar excusas o echar la culpa

o tratar de convencerte de que con el tiempo entenderás.

Con toda honestidad, es posible que no lo hagas, y eso me duele más de lo que tú puedes

imaginar. Tú y Jonah siempre han significado mucho para mí, y quiero que entiendas que ni tú

ni Jonah tienen la culpa de nada. A veces, por razones que no siempre están claras, el

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matrimonio simplemente no funciona. Pero recuerda esto: Yo siempre te amaré, y siempre amaré

a Jonah. Siempre voy a amar a tu madre, y ella siempre tendrá mi respeto. Ella me dió los dos

más grandes regalos que he recibido, y ha sido una madre maravillosa. En muchos sentidos, a

pesar de la tristeza que siento que tu madre y yo ya no estaremos juntos, sigo creyendo que fue

una bendición haber estado casado con ella durante tanto tiempo como lo estuve.

Sé que esto no es mucho y no es capaz de hacer que tú entiendas, pero quiero que sepas que

todavía creo en el don del amor. Quiero que tú creas en él, también. Tú mereces eso en tu vida,

porque nada es más satisfactorio que el amor a uno mismo.

Espero que en tu corazón encuentres alguna manera de perdonarme por irme. No tiene que ser

ahora, o muy pronto. Pero quiero que sepas esto: Cuando estés lista, estaré esperando con los

brazos abiertos en lo que será el día más feliz de mi vida.

Te Quiere, Papá

— Siento que debería estar haciendo más por él — dijo Ronnie.

Ella estaba sentada en el porche trasero del Pastor Harris. Su padre estaba durmiendo

dentro, y el Pastor Harris había venido con una cacerola de lasaña de verduras que su

esposa había hecho. Era mediados de septiembre y todavía había calor durante el día,

aunque en la tarde hace un par de días había aparecido el fresco del otoño. Duró una

sola noche, y por la mañana el sol volvió a calentar, Ronnie se había encontrado

paseando por la playa y se preguntaba si la noche anterior había sido solo una ilusión.

— Estás haciendo todo lo posible — dijo él —. Yo no sé qué más podrías hacer.

— Yo no estoy hablando de cuidar de él. En este momento, ni siquiera me necesita

mucho. Todavía insiste en cocinar, y vamos a caminar a la playa juntos. Incluso voló

cometas ayer. Aparte de la medicación para el dolor, que le produce mucho cansancio,

está casi igual que antes de ir al hospital. Es sólo que...

El Pastor Harris tenía la mirada llena de comprensión. — Quieres hacer algo especial.

Algo que signifique mucho para él.

Ella asintió, contenta de que estuviera allí. En las últimas semanas, el Pastor Harris se

había convertido no sólo en su amigo, sino en la única persona con la que realmente

podía hablar.

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— Tengo fe en que Dios te mostrará la respuesta. Pero hay que comprender que a veces

tardas un tiempo para ser capaz de reconocer lo que Dios quiere que hagas. Así es

como es a menudo. La voz de Dios por lo general no es más que un susurro, que tienes

que prestar mucha atención para escucharlo. Pero otras veces, en esos raros momentos,

la respuesta es obvia y suena tan fuerte como una campana de la iglesia.

Ella sonrió, pensando que se había encariñado de sus conversaciones. — Hablas como

si tuvieras mucha experiencia.

— A mí también me encanta tu papá. Y, como tú, yo también quería hacer algo especial

para él.

— ¿Y Dios le respondió? — Preguntó ella.

— Dios siempre responde. — Le dijo.

— ¿Era un susurro o una campana de la iglesia?

Por primera vez en mucho tiempo, vio un toque de alegría en sus ojos. — Una

campana de la iglesia, por supuesto. Dios sabe que yo soy duro de oído en estos días.

— ¿Qué va a hacer?

Él se enderezó en la silla. — Voy a instalar la ventana de la iglesia — dijo —. Un

benefactor se presentó fuera la última semana, y se ofreció a cubrir el resto de las

reparaciones por completo, pero yo ya tenía todos los equipos de trabajo alineados.

Ellos empiezan a trabajar mañana por la mañana.

*** Durante los próximos días, Ronnie escuchó las campanas de la iglesia, pero todo lo que

oía eran gaviotas. Cuando escuchó susurros, no oyó nada en absoluto. La respuesta no

había llegado como al Pastor Harris de inmediato, pero esperaba que la respuesta

viniera antes de que fuera demasiado tarde.

En su lugar, simplemente continuó como antes. Ayudó a su papá cuando él necesitaba

ayuda, y trató de aprovechar al máximo el tiempo restante que tenían juntos. Ese fin de

semana, porque su padre se sentía más fuerte, hicieron una excursión a los jardines de

Orton Plantation, cerca de Southport. No estaba muy lejos de Wilmington y Ronnie

nunca había estado ahí antes, cuando se retiró a la carretera de grava que llevaba a una

casa original, construida en 1735, ella ya sabía que iba a ser un día memorable. Era el

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tipo de lugar que parecía perdido en el tiempo. Las flores ya no estaban en floración,

pero mientras caminaban entre los robles gigantes con sus ramas colgando cubiertas de

musgo, Ronnie pensó que nunca había estado en un lugar más bello.

Paseando bajo los árboles, su brazo enrollado a través de su padre, ellos hablaron sobre

el verano. Por primera vez, Ronnie le dijo a su padre acerca de su relación con Will, ella

le contó sobre la primera vez que fue a pescar y los tiempos que estuvieron cubiertos

de barro, y le dijo todo sobre el fracaso en la boda. Ella no le dijo, sin embargo, lo que

sucedió el día antes de irse a Vanderbilt, o las cosas que le había dicho a él. Ella no

estaba preparada para eso, la herida estaba todavía al rojo vivo.

Y, como siempre, cuando hablaba, su padre escuchaba en silencio, rara vez intervino,

incluso ni cuando ella se fue apagando. A ella le gustaba eso de él. Le encantaba estar

alrededor de él, y se preguntó qué habría pasado si nunca hubiese llegado para ese

verano.

Después se dirigieron a Southport y cenaron en uno de los pequeños restaurantes con

vistas al puerto. Ella sabía que su padre estaba cansado, pero la comida era buena y

compartieron un hot—Fudge Brownie al final de la comida.

Fue un buen día, un día que sabía que siempre recordaría. Pero como estaba sola en la

sala después de que su papá había ido a la cama, ella se encontró, una vez más,

pensando que había algo más que podía hacer por él.

*** La semana siguiente, la tercera semana de septiembre, ella comenzó a notar que su

padre estaba empeorando. Ahora dormía hasta media mañana y tomaba otra siesta en

la tarde.

A pesar de que había estado tomando siestas regularmente, la siesta comenzó a

alargarse, y se fue a dormir más temprano por las noches. Mientras ella limpiaba la

cocina a falta de algo mejor que hacer, se dio cuenta de que ahora estaba durmiendo

más de la mitad del día.

Todo empeoró después de eso. Con cada día que pasaba, él dormía un poco más.

Tampoco estaba comiendo lo suficiente. En su lugar, él movía la comida de su plato

haciendo como que comía, cuando ella botó los restos a la basura, se dió cuenta de que

él sólo había estado mordisqueando. Estaba perdiendo peso progresivamente ahora, y

cada vez que ella parpadeaba, tenía la sensación de que su padre era cada vez más

pequeño. A veces la asustaba la idea de que un día no quedaría nada de él en absoluto.

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*** Septiembre llegó a su fin. Por las mañanas, el olor salado del mar era mantenido en la

bahía por los vientos de las montañas en la parte oriental del estado. Todavía había

calor, y era temporada alta para los huracanes, pero hasta ahora la costa de Carolina

del Norte se había salvado.

El día anterior, su padre había dormido durante catorce horas. Ella sabía que no podía

evitarlo, que su cuerpo no le daba otra opción, pero a ella le dolía el pensar que él

estaba durmiendo la mayor parte del tiempo. Cuando su padre estaba despierto, se

comportaba más tranquilo ahora, satisfecho de leer la Biblia o caminar lentamente con

ella en silencio.

Más a menudo de lo que esperaba, se encontró pensando en Will. Todavía llevaba la

pulsera de macramé que le había dado, y mientras corría su dedo sobre su composición

intrincada, se preguntaba qué clases estaba tomando, quién caminaba a su lado por los

jardines mientras se movía de un edificio a otro. Le llamó la atención con quién se

sentaría cuando comía en la cafetería y si alguna vez pensaba en ella cuando salía un

viernes o un sábado por la noche. Tal vez, pensó en sus momentos más bajos, que ya

había conocido a alguien nuevo.

— ¿Quieres hablar de ello? — Su padre le preguntó un día mientras paseaban por la

playa. Ellos estaban dirigiéndose hacia la iglesia. Dado que la construcción se inició de

nuevo, las cosas se movían rápido. El equipo era masivo: obreros, electricistas,

hombres que se especializaban en carpintería, corte o paneles de yeso. Había al menos

cuarenta camiones en el sitio de trabajo, y la gente corría dentro y fuera del edificio

constantemente.

— ¿Sobre qué? — Preguntó ella con cuidado.

— Acerca de Will — dijo —. La manera en que terminó todo entre los dos.

Ella le dió una mirada evaluativa. — ¿Cómo puedes saber eso?

Se encogió de hombros. — Porque lo has mencionado sólo de pasada en las últimas

semanas, y como nunca hablas con él por teléfono. No es difícil darse cuenta de que

algo pasó.

— Es complicado — dijo ella a regañadientes.

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Caminaron unos pasos en silencio antes de que su padre volviera a hablar. — Si no te

importa, yo pensaba que era un joven excepcional.

Ella agarró fuerte su brazo. — Sí, no importa. Yo pensé lo mismo.

Para entonces, habían llegado a la iglesia. Se podía ver en los trabajadores que llevan

cargamentos de madera y latas de pintura, y como siempre sus ojos buscaron el

espacio vacío debajo de la torre. La ventana no se había instalado aún, la mayor parte

de la construcción tenía que ser completada primero para evitar que a las piezas de

vidrio frágil le aparecieran grietas, pero a su padre todavía le gustaba visitar el lugar.

Él estaba satisfecho por la nueva construcción, pero no solo por la ventana. Él hablaba

constantemente de la importancia de la iglesia y del Pastor Harris y de cuánto se

perdió de la predicación del pastor en el lugar que él había considerado un segundo

hogar durante mucho tiempo.

El Pastor Harris estaba siempre allí, y como siempre bajaba a la playa al encuentro con

ellos. Mirando a su alrededor, ella lo vió de pie en el estacionamiento de grava. Estaba

hablando con alguien cuando él hizo un gesto animadamente al edificio. Incluso desde

la distancia, se podía decir que estaba sonriendo. Ella estaba a punto de agitar su mano

para llamar su atención cuando repentinamente reconoció al hombre con el que estaba

hablando. Verlo la sorprendió. La última vez que lo había visto, ella estaba

enloquecida; la última vez que habían estado juntos, él no se había molestado en decir

adiós. Quizás Tom Blakelee simplemente había estado conduciendo cerca y se había

detenido a hablar con el pastor sobre la reconstrucción de la iglesia. Tal vez solo estaba

interesado.

Por el resto de la semana, ella buscó a Tom Blakelee cuando visitaban el sitio, pero ella

nunca lo vió ahí de nuevo. Parte de ella se sentía aliviada, ella admitió que sus mundos

ya no se cruzarían.

*** Después de su caminata a la iglesia y de la siesta del atardecer de su papá, ellos

usualmente leían juntos. Ella terminó Anna Karenina, cuatro meses después de que lo

empezara a leer. Ella pidió prestado de la biblioteca algo de Doctor Zhivago. Había

algo sobre los escritores rusos que le atraía: la calidad épica de sus historias, tal vez:

tragedia sombría y los asuntos de un amor predestinado pintado en grandes lienzos,

tan lejos de su vida ordinaria.

Su papá continuó estudiando su Biblia, y a veces él leía un pasaje en voz alta cuando

ella lo pedía. Algunos eran cortos y otros eran largos, pero muchos parecían

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concentrarse en el significado de la fe. Ella no estaba segura del por qué, pero a veces

tenía la sensación de que el acto de leerlos en voz alta arrojaba luz sobre los matices de

sus significados que se había perdido previamente.

Las cenas se estaban convirtiendo en simples asuntos. A principios de Octubre, ella

empezó a hacer la mayoría de la cocina, y él aceptó este cambio tan fácilmente como

había aceptado cada cambio este verano. La mayoría del tiempo él estaba sentado en la

cocina y ellos conversaban mientras hervía la pasta o el arroz y se doraba pollo o filete

en la sartén. Era la primera vez en años que ella cocinaba carne, y se sentía extraño

presionar a su papá para que se la comiera después de poner el plato frente a él.

Él no tenía mucha hambre últimamente y las comidas eran suaves, porque cualquier

tipo de especias irritaba su estómago. Pero ella sabía que él necesitaba comida. Aunque

él no tenía pesa en la casa, ella podía ver cómo él perdía peso.

Una noche después de cenar, ella finalmente le dijo qué había pasado con Will. Le dijo

todo: sobre el incendio y sus intentos de cubrir a Scott, sobre todo lo que había

ocurrido con Marcus. Su papá escuchó atentamente mientras ella hablaba, y cuando al

final él empujó a un lado su plato, ella se dió cuenta de que él no había comido más

que unas cuantas mordidas.

— ¿Puedo preguntar algo?

— Por supuesto — dijo ella —. Puedes preguntarme lo que quieras.

— Cuando me dijiste que estabas enamorada de Will ¿Hablabas en serio?

Ella recordó a Megan haciéndole la misma pregunta. — Sí.

— Entonces pienso que fuiste demasiado dura con él.

— Pero él estaba cubriendo un crimen…

— Lo sé. Pero si lo piensas, tú estás en la misma posición en la que él estaba. Tú sabes

la verdad, justo como él. Y no has dicho nada a nadie.

— Pero yo no lo hice…

— Y tú dijiste que él tampoco.

— ¿Qué es lo que estás tratando de decir? ¿Que debería decirle al pastor Harris?

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Él sacudió su cabeza. — No — dijo él para su sorpresa —. No pienso que tú deberías.

— ¿Por qué?

— Ronnie — dijo él gentilmente —. Debe haber más historia de la que conoce el ojo.

— Pero…

— No estoy tratando de decir que estoy en lo correcto. Soy el primero en admitir que

estoy equivocado sobre un montón de cosas. Pero si todo es como tú lo describiste,

entonces quiero que sepas esto: el pastor Harris no quiere saber la verdad. Porque si lo

hace, él tendrá que hacer algo al respecto. Y, créeme, él nunca querría herir a Scott o a

su familia, especialmente si fue un accidente. Él no es sólo un hombre generoso. Y una

cosa más, y de todo lo que he dicho, ésta es la más importante.

— ¿Qué es?

— Necesitas aprender a perdonar.

Ella cruzó sus brazos. — Yo ya he perdonado a Will. Le he dejado mensajes…

Incluso antes de que terminara, su papá estaba sacudiendo su cabeza. — No estoy

hablando de Will. Tú necesitas aprender a perdonarte primero.

Esa noche, al fondo de la pila de cartas que había escrito su papá, Ronnie encontró otra

carta, una que ella aún no había abierto. Él debió haberla agregado a la pila

recientemente, ya que no tenía estampilla ni matasellos.

Ella tampoco sabía si él quería que ella la leyera ahora o si quería que la leyera después

de que él se fuera. Ella supuso que podía haberle preguntado, pero no lo hizo. La

verdad es que no estaba segura de si realmente quería leerla; simplemente sostener el

sobre la aterraba, porque ella sabía que era la última carta que él le escribiría.

Su enfermedad continuaba progresando. Aunque ellos siguieran sus rutinas regulares

(comiendo, leyendo y caminado en la playa) su papá estaba tomando más medicina

para el dolor. Había veces en que sus ojos estaban vidriosos y fuera de foco, pero ella

aún pensaba que la dosis no era lo suficientemente fuerte. De vez en cuando, lo veía

contraerse de dolor mientras se sentaba en el sofá a leer. Él cerraba sus ojos y se

recostaba, su rostro una máscara de dolor. Cuando eso pasaba, él apretaba su mano;

pero como los días avanzaban, ella notó que su agarre se volvía débil. Su fuerza se

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desvanecía, ella pensó; todo sobre, él se estaba desvaneciendo. Y pronto él se iría

completamente.

Ella podría decir que el pastor Harris notaba los cambios en su papá también. Él los

había estado visitando casi cada día en las semanas recientes, usualmente antes de la

cena. La mayoría de las veces, él mantenía la conversación ligera; los ponía al día en

cuanto a la construcción o les regalaba asombrosas historias de su pasado, trayendo

una fugaz sonrisa al rostro de su padre. Pero también había veces en que ambos se

quedaban sin temas de conversación. Evadiendo el elefante en la sala que estaba

cobrando el impuesto a todos, y en esos momentos parecía que una neblina de tristeza

se establecía en la sala.

Cuando ella sentía que ellos querían estar solos, iba al porche y se sentaba a pensar de

qué podrían estar conversando. Ella podía adivinar, por supuesto: ellos hablaban de la

fe o de la familia o incluso de algunos arrepentimientos que ellos tuvieran, pero sabía

que ellos también rezaban juntos. Ella los escuchó una vez, cuando entró por un vaso

con agua, y recordó que la oración del pastor Harris sonaba más como una súplica. Él

parecía rogar por fuerza tanto como si su propia vida dependiera de ello, y mientras

ella lo escuchaba, cerraba sus ojos para hundirse en una silenciosa oración.

Mediados de Octubre trajo tres días fríos fuera de la estación, suficientemente fríos

como para necesitar un sweater en la mañana. Después de meses de calor implacable,

ella disfrutó la frescura en el aire, pero esos tres días fueron duros para su papá.

Aunque ellos aún caminaban por la playa, sus movimientos se hicieron incluso más

lentos, y se detenían sólo frente a la iglesia antes de volver a casa. A la hora en que

ellos alcanzaban la puerta, su papá estaba tiritando. Una vez dentro, ella lo metía en un

baño tibio, esperando que esto le ayudara, sintiendo las primeras punzadas de pánico a

los nuevos signos de la enfermedad que señalaban que la enfermedad estaba

avanzando más rápido.

Un viernes, una semana antes de Halloween, su padre se recobró lo suficiente como

para que llegaran al pequeño puerto al que Will la había llevado por primera vez. El

oficial Pete les había prestado una caña de pescar extra y una caja de anzuelos.

Notablemente, su papá nunca había pescado antes, así que Ronnie debía poner la

carnada en el anzuelo. Los primeros dos peces que mordieron la carnada escaparon,

pero finalmente fueron capaces de pescar un pequeño corvinón ocelado y ponerlo en el

muelle. Era el mismo tipo de pez que había pescado junto a Will, y mientras el pez se

retorcía cuando ella lo liberaba del anzuelo, inesperadamente extrañó a Will con una

intensidad que se sentía como dolor físico.

Cuando regresaron a casa después de una pacífica tarde en el puerto, dos personas

estaban esperándolos en el porche. No fue hasta que salió del auto que reconoció a

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Blaze y a su mamá. Blaze lucía asombrosamente diferente. Su cabello recogido en una

coleta, y estaba vestida con shorts blancos y un top aguamarina de mangas largas. Ella

no llevaba joyas ni maquillaje.

El ver a Blaze nuevamente, le recordaba a Ronnie algo que evitaba pensar mientras se

preocupaba por su padre: que ella regresaría a la corte antes de que el mes terminara.

Ella se preguntaba qué querían y por qué estaban aquí.

Se tomó su tiempo en ayudar a su papá a salir del auto, ofreciéndole su brazo para

estabilizarlo.

— ¿Quiénes son? — murmuró su papá.

Ronnie le explicó, y él asintió. Mientras se acercaban, Blaze bajó del porche.

— Hola, Ronnie — dijo ella, aclarándose la garganta, ella miró levemente el sol

descendiente —. Vine a hablar contigo.

Ronnie se sentó frente a Blaze en la sala de estar, mirándola mientras estudiaba el piso,

sus padres se habían ido a la cocina para darles algo de privacidad.

— Siento mucho lo de tu papá — comenzó Blaze —. ¿Cómo ha estado?

— Él está bien — Ronnie vaciló —. ¿Qué hay de ti?

Blaze tocó el frente de su camiseta. — Siempre tendré cicatrices aquí — dijo ella,

haciendo un gesto hacia sus brazos y estómago — y aquí. — Ella puso una sonrisa

triste —. Pero tengo suerte de que aún estoy viva, realmente. — Ella se removió en su

asiento antes de mirar a Ronnie a los ojos —. Quería agradecerte por llevarme al

hospital.

Ronnie asintió, aún insegura de hacia dónde las llevaba la conversación. — No fue

nada.

En el silencio, Blaze miró alrededor, insegura de qué decir después. Ronnie,

aprendiendo de su padre, simplemente esperó.

— Debí haber venido antes, pero sé que has estado ocupada.

— Está bien — dijo Ronnie —. Me alegra saber que estás bien.

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Blaze levantó la mirada. — ¿En serio?

— Sip — dijo Ronnie. Sonrió —. Incluso si pareces un huevo de pascua.

Blaze se puso de pié. — Sip, lo sé. Loco, ¿no? Mi mamá me compró algunas ropas.

— Te quedan muy bien, supongo que ambas se están llevando mejor.

Blaze le dió una mirada triste. — Estoy intentándolo. Regresé a casa, pero es duro. Hice

un montón de cosas estúpidas. A ella, a otra gente. A ti.

Ronnie se mantuvo inmóvil, su expresión neutral. — Blaze ¿Por qué estás aquí?

Blaze revolvió sus manos juntas, traicionando su agitación. — Vine a pedir disculpas.

Te hice cosas terribles. Sé que no puedo remediar el estrés que te causé, pero quiero

que sepas que hablé con la oficina del Fiscal esta mañana. Le dije que yo puse las cosas

en tu mochila porque estaba enojada contigo y firmé una declaración jurada que decía

que tú no tenías idea de qué estaba pasando. Deberías recibir tu llamada hoy o

mañana, pero ella prometió que retiraría los cargos.

Las palabras salieron tan rápido, que al principio Ronnie no estaba segura de haber

escuchado bien. Pero el aspecto entretenido de Blaze le dijo todo lo que necesitaba

saber. Después de todos estos meses, después de todos estos incontables días y noches

de preocupación, repentinamente se había acabado. Ronnie estaba en shock.

— Realmente lo siento mucho — continuó Blaze en voz baja —. Nunca debí haber

puesto esas cosas en tu bolso.

Ronnie aún estaba tratando de digerir el hecho de que esta situación de pesadilla

estaba llegando a su fin. Ella estudió a Blaze, quien ahora estaba recogiendo

repetidamente una hilacha del dobladillo de su camiseta. — ¿Qué va a pasar contigo?

¿Van a ponerte cargos?

— No — dijo ella. Con esto ella levantó la mirada y cuadró su mandíbula —. Yo tenía

algo de información que ellos querían sobre otro crimen. Un crimen más grande.

— ¿Te refieres a sobre lo que pasó en el muelle?

— No — dijo ella, y Ronnie pensó haber visto algo duro y desafiante en sus ojos —. Les

dije sobre el incendio en la iglesia y el modo en que realmente empezó. — Blaze se

aseguró de tener la atención de Ronnie antes de continuar —. Scott no inició el

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incendio. Su botella cohete no tuvo nada que ver con esto. Oh, este aterrizó cerca de la

iglesia, pero estaba fuera.

Ronnie absorbió esta información en creciente asombro. Por un momento, ellas se

miraron, la acusación palpable en el aire.

— Entonces, ¿Cómo empezó?

Blaze se inclinó hacia delante y puso sus codos en sus rodillas, sus antebrazos

extendidos como en una súplica. — Nosotros estábamos en una fiesta en la playa,

Marcus, Teddy, Lance y yo. Y un poco después, Scott apareció, justo playa abajo de

donde nosotros estábamos. Pretendimos ignorarnos mutuamente, pero pudimos ver a

Scott encendiendo sus botellas cohete. Will aún estaba abajo en la playa y Scott como

que intentó apuntar uno en su dirección, pero el viento lo atrapó y voló en dirección a

la iglesia. Will comenzó a enloquecer y se acercó corriendo. Pero Marcus pensó que

todo el asunto era muy gracioso, y en el minuto en que el cohete cayó detrás de la

iglesia, él corrió hacia el patio trasero de la iglesia. Yo no entendía lo que estaba

pasando al principio, incluso después lo seguí y lo vi incendiar el pasto seco cercano a

la muralla de la iglesia. La siguiente cosa que supe es que el lado del edificio estaba en

llamas.

— ¿Estás diciendo que Marcus lo hizo? — Ronnie apenas podía decir las palabras.

Ella asintió. — Él prendió otros incendios también. Al menos estoy bastante segura que

lo hizo, él siempre amó el fuego. Supongo que siempre supe que estaba loco, pero yo…

— ella se detuvo, dándose cuenta de que ella había estado en ese camino demasiado

tiempo. Ella se enderezó en su asiento —. Como sea, he accedido a testificar en su

contra.

Ronnie se recostó en su silla, sintiendo que el aire la había abandonado de golpe. Ella

recordó las cosa que le había dicho a Will, repentinamente dándose cuenta de que si

Will hubiese hecho lo que ella había demandado, la vida de Scott hubiera sido

arruinada por nada.

Ella se sintió casi enferma mientras Blaze continuó. — Realmente lamento todo esto —

dijo ella —. Y, tan loco como suena, te consideré mi amiga mientras yo fui una idiota y

lo arruiné. — Por primera vez, la voz de Blaze se quebró —. Pero eres una gran

persona, Ronnie. Eres honesta y fuiste agradable conmigo cuando no tenías ninguna

razón para serlo. — Una lágrima cayó de uno de sus ojos, y ella la secó rápidamente —.

Nunca olvidaré el día en que me ofreciste quedarme contigo, incluso después de todas

las cosas horribles que te hice. Me sentí… avergonzada. Y aún así agradecida, ¿Sabes?

De que aún le importara a alguien.

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Blaze hizo una pausa, luchando visiblemente por recomponerse. Cuando ella se

deshizo de sus lágrimas, respiró profundo y fijó a Ronnie con una mirada determinada.

— Así que, si tú necesitas cualquier cosa, y me refiero a lo que sea, déjame saberlo.

Dejaré todo, ¿De acuerdo? Sé que no puedo compensar lo que te hice, pero de algún

modo, siento que me salvaste. Lo que le pasó a tu pap{ es tan injusto… y yo haría lo

que sea para ayudarte.

Ronnie asintió.

— Y una última cosa — agregó Blaze —. Nosotras no tenemos que ser amigas, pero si

alguna vez me ves nuevamente, ¿Podrías por favor llamarme Galadriel? No aguanto el

nombre Blaze.

Ronnie sonrió, — Claro, Galadriel.

*** Como Blaze prometió, su abogado llamó esa tarde, diciendo que los cargos por robo

habían sido levantados.

Esa noche, mientras su papá dormía en su habitación. Ronnie sintonizó las noticias

locales. Ella no estaba segura de que las noticias lo cubrieran, pero ahí estaba, un

segmento de treinta segundos justo antes del informe del clima ‚el arresto de un nuevo

sospechoso de la investigación en curso relacionada con el incendio de la iglesia local el

año pasado.‛ Cuando ellos mostraron r{pidamente una ficha policial de Marcus con

algunos detalles, con sus cargos previos, ella apagó el televisor. Esos fríos ojos muertos

aún tenían el poder de enervarla.

Ella pensó en Will y en lo que había hecho para proteger a Scott por un crimen que no

había cometido.

¿Era en verdad tan terrible, ella se preguntó, que la lealtad a su amigo había sesgado su

juicio? ¿Especialmente en luz del modo en que las cosas habían cambiado? Ronnie ya

no estaba segura de nada, ella había estado mal sobre tantas cosas: su papá, Blaze, su

mamá, incluso Will. La vida era mucho más complicada de lo que pensó como una

adolescente en Nueva York.

Ella sacudió su cabeza mientras se movía alrededor de la casa, apagando las luces una

por una. Esa vida, (un desfile de fiestas y chismes escolares y disputas con su mamá) se

sentía como otro mundo, una existencia que ella sólo había soñado. Hoy, sólo estaba

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ésta: su caminata por la playa con papá, el incesante sonido de las olas, el aroma del

invierno acercándose.

Y el fruto del Espíritu Santo: amor, júbilo, paz, paciencia, bondad, gentileza, fidelidad y

auto control.

*** Halloween vino y se fue, y su papá se debilitaba con cada día que pasaba.

Ellos renunciaron a sus caminatas en la playa cuando el esfuerzo se hizo muy grande,

y, en las mañanas, cuando ella hacía la cama de él, ella podía ver docenas de cabellos

en sus almohadas. Sabiendo que la enfermedad se estaba acelerando, movió su colchón

a la habitación de él en caso de que necesitara su ayuda, y también para permanecer

cerca de él tanto como pudiera.

Él estaba con las dosis más altas de medicina para el dolor que su cuerpo pudiera

tolerar, pero nunca parecía suficiente. De noche, mientras ella dormía al lado de su

cama, él lanzaba gritos, gemidos que casi rompían su corazón. Ella mantuvo su

medicina al lado de su cama, esta era la primera cosa que tomaba cuando él

despertaba. Ella se sentaría al lado de él, abrazándolo, sus extremidades tiritando,

hasta que la medicina surgiera efecto.

Pero los efectos secundarios tomaban peaje también. Él estaba inestable en sus pies, y

Ronnie tenía que ayudarlo donde fuera que se moviera, incluso a través del cuarto. A

pesar de su pérdida de peso, cuando él se tropezaba, todo lo que ella podía hacer era

evitar que se cayera. A pesar de que él nunca dió voz a su frustración, sus ojos

registraban su decepción, como si de algún modo le estuviera fallando a ella.

Él ahora dormía un promedio de diecisiete horas al día, y Ronnie estaría días enteros

sola en casa, leyendo y releyendo las cartas que él le había escrito a ella originalmente.

Ella aún no había leído la última carta que él le había escrito, la idea aún era muy

aterradora, pero a veces a ella le gustaba sostenerla entre sus dedos, tratando de

convocar la fuerza para abrirla.

Ella llamaba a casa con más frecuencia, programando sus llamadas para cuando Jonah

llegara a casa de la escuela o después de que terminaran de cenar. Jonah parecía

calmado, y cuando él preguntaba por papá, ella a veces se sentía culpable por retener

la verdad, pero ella no podía llevarlo a ese lugar, y notó que cada vez que su papá

hablaba con él, él siempre hacía su mejor esfuerzo por sonar tan energético como

podía. Después, él solía sentarse en la silla al lado del teléfono, pasaba por el esfuerzo,

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demasiado cansado incluso para moverse. Ella lo miraría en silencio, irritándose al

saber que había algo más, si tan solo supiera lo que era.

*** — ¿Cuál es tu color favorito? — preguntó ella.

Ellos estaban sentados en la mesa de la cocina, y Ronnie tenía una libreta de papel

abierta frente a ella.

Steve le dió una sonrisa inquisitiva. — ¿Eso es lo que querías preguntarme?

— Esta es tan solo la primera pregunta. Tengo muchas más.

Él alcanzó la lata de Ensure* que ella le había puesto al frente. Él ya no comía mucha

comida sólida, y ella lo vigilaba mientras él tomaba un sorbo, sabiendo que lo estaba

haciendo para complacerla, no porque tuviera hambre.

— Verde — dijo él.

Ella escribió la respuesta y leyó la siguiente pregunta. — ¿Qué edad tenías cuando

besaste por primera vez a una niña?

— ¿Es en serio? — él hizo una cara.

— Por favor, papá — dijo ella —. Es importante.

Él respondió nuevamente, y ella escribió. Ellos fueron por un cuarto de las preguntas

que ella había anotado, y a la semana siguiente él ya las había respondido todas. Ella

anotó cuidadosamente todas las respuestas, no exactamente al pie de la letra, pero ella

esperó que con el suficiente detalle para reconstruir las respuestas en el futuro. Este era

un atractivo y a veces sorprendente ejercicio, para el final, ella concluyó que su papá

era en la mayoría el mismo hombre que ella había conocido en el verano.

Lo que era bueno y malo, por supuesto. Bueno porque ella sospechó que lo sería, y

malo porque no la acercaba a la respuesta que ella estaba buscando.

La segunda semana de noviembre trajo las primeras lluvias del otoño, pero la

construcción en la iglesia continuó sin pausa. En todo caso, la paz aumentó. Su papá ya

no la acompañaba; aún así, Ronnie bajaba por la playa hacia la iglesia todos los días

para ver cómo las cosas iban progresando. Se había convertido en parte de la rutina

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durante las tranquilas horas mientras su papá tomaba la siesta. A pesar de que el

pastor Harris siempre registraba su llegada con un hola, él ya no la acompañaba en la

playa para conversar.

En una semana, el vitral estaría instalado, y el pastor Harris sabía que haría algo por su

papá que nadie más podía hacer, algo que ella sabía que significaría el mundo para él.

Ella estaba feliz por él, incluso mientras rezaba para ser guiada.

Un día gris de noviembre, su papá insistió en que salieran a pasear al muelle. Ronnie

estaba preocupada sobre el frío y la distancia, pero él era demandante. Él quería ver el

océano desde el muelle, dijo él.

Una última vez, eran las palabras que él no tenía que decir.

Ellos se pusieron sus abrigos, y Ronnie incluso enrolló una bufanda de lana en el cuello

de su padre. El viento llevaba en él el filoso sabor del invierno, haciéndolo sentir más

frío de lo que el termómetro sugería. Ella insistió en ir al muelle manejando y dejar el

auto del pastor Harris en el desierto estacionamiento del paseo marítimo.

Tomó un largo tiempo alcanzar el final del muelle. Ellos estaban solos bajo un cielo

nublado, las olas grisáceas visibles entre los tablones de concreto. Mientras ellos

arrastraban los pies para avanzar, su padre mantuvo su brazo asegurado al de ella,

aferrándose a ella mientras el viento empujaba sus abrigos.

Cuando ellos finalmente lo hicieron, su papá alcanzó la barandilla y casi perdió su

balance. En la luz plateada, los planos de sus hundidas mejillas se destacaron con un

filoso relieve y sus ojos lucían un poco vidriosos, pero ella podía decir que él estaba

satisfecho.

El acompasado movimiento de las olas estirándose frente a él al horizonte parecía

traerle el sentimiento de serenidad. No había nada que ver, no botes, no marsopas, no

surfistas, pero su expresión parecía pacífica y libre de dolor por primera vez en

semanas. Cerca de la línea de agua, las nubes parecían tener vida, turbulentas y

cambiantes mientras el sol de invierno luchaba por perforar sus densas masas. Ella se

encontró mirando el juego de nubes con la misma maravilla que su padre lo hacía,

preguntándose dónde estaban los pensamientos de él.

El viento estaba aumentando, y ella lo vió temblar. Ella podía decir que él se quería

quedar, su mirada atrapada en el horizonte. Ella tiró suavemente de su brazo, pero él

solamente reforzó su agarre en la barandilla.

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Entonces ella cedió, parándose a su lado hasta que el tiritara de frío, finalmente listo

para irse. Él soltó la barandilla y la dejó voltearlo, iniciando su lenta marcha de vuelta

hacia el auto. Por la esquina de su ojo, ella se dió cuenta de que él estaba sonriendo.

— Era hermoso, ¿No es cierto? — ella comentó.

Su papá tomó unos pocos pasos antes de responder.

— Sí — dijo él —. Pero disfruté más compartir ese momento contigo.

*** Dos días más tarde, decidió leer la última carta. Prefería hacerlo antes de que él ya no

estuviera a su lado. No pensaba leerla aquella noche, pero se prometió a sí misma que

lo haría pronto. Ya era muy tarde, y aquel día con su padre había sido el más duro de

todos. Los medicamentos no parecían ayudarlo en absoluto. Las lágrimas inundaban

sus ojos vidriosos mientras los atroces espasmos de dolor atormentaban su cuerpo.

Ronnie le pidió que dejara que lo llevara al hospital, pero él se negó.

— No — jadeó —. Todavía no.

— ¿Cuándo? — preguntó ella desesperadamente, a punto de sucumbir a las lágrimas.

Steve no contestó, sólo contuvo la respiración, esperando a que pasara el dolor.

Cuando finalmente éste cesó, su aspecto pareció súbitamente mucho más debilitado,

como si el esfuerzo hubiera barrido un poco más de la escasa vida que le quedaba.

— Quiero que hagas una cosa por mí — le pidió él. Su voz era un susurro rasgado.

Ronnie le besó la mano. — Lo que quieras

— Cuando me enteré del diagnóstico por primera vez, firmé una declaración de

voluntad, una orden de no reanimar. ¿Sabes que es? — Escrutó la cara de su hija —.

Significa que no quiero que me apliquen ninguna medida extraordinaria que pueda

mantenerme con vida. Si voy al hospital, quiero decir.

Ronnie notó que se le encogía el estómago del miedo.

— ¿Qué me intentas decir?

— Cuando llegue el momento, tendrás que permitir que me vaya.

— No — dijo ella, empezando a sacudir la cabeza —. No hables así.

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La mirada de Steve era cariñosa pero insistente.

— Por favor — susurró — Es lo que quiero. Cuando vaya al hospital, lleva esa

declaración. Está en el cajón superior del escritorio, en un sobre grande de color

marrón claro.

— No… por favor, pap{ — sollozó ella —. No me obligues a eso. No puedo hacerlo.

Él le sostuvo la mirada. — ¿Ni siquiera por mí?

Aquella noche, sus gemidos fueron interrumpidos por una respiración rápida y

fatigosa que la aterró. A pesar de que había prometido que haría lo que él le pidiera, no

estaba segura de poder hacerlo.

¿Cómo iba a decirles a los médicos que no hicieran nada? ¿Cómo iba a dejarlo morir?

*** El lunes, el pastor Harris los recogió y los llevó hasta la iglesia para que fueran testigos

de cómo instalaban el vitral. Como Steve estaba demasiado débil para permanecer de

pie, trajeron una silla de jardín con ellos. El pastor Harris la ayudó a sostener a su

padre mientras lentamente le desplazaban por la playa. Una multitud se había

congregado allí; durante las siguientes horas, presenciaron cómo los trabajadores

colocaban cuidadosamente el vitral en su sitio. Fue tan espectacular como Ronnie había

imaginado que sería, y cuando clavaron la última grapa en su sitio, la gente estalló en

vítores de alegría. Ronnie se giró para ver la reacción de su padre y vió que se había

quedado dormido, arropado entre las gruesas mantas con las que ella lo había

abrigado.

Con la ayuda del pastor Harris, lo llevó de vuelta a casa y lo metió en la cama. Cuando

se marchaba, el pastor se giró hacia ella.

— Se le veía feliz — dijo, tanto para convencerse a sí mismo como para convencerla a

ella.

— Sí, sé que lo estaba — le aseguró Ronnie, al tiempo que le apretaba cariñosamente el

brazo —. Es justo lo que necesitaba.

Su padre se pasó el resto del día durmiendo. Mientras el mundo se quedaba a oscuras

al otro lado de la ventana, Ronnie supo que había llegado el momento de leer la carta.

Si no lo hacía ahora, quizá nunca hallaría el coraje suficiente.

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La luz en la cocina era mortecina. Tras rasgar el sobre, desdobló la hoja despacio. La

letra era diferente de la de las cartas previas; ya no quedaba ningún vestigio del estilo

elegante y nítido de antaño. En su lugar había algo parecido a unos garabatos. No

quería ni imaginar el sobreesfuerzo que le habría llevado a su padre escribir aquellas

palabras, o cuánto tiempo le habría ocupado conseguirlo. Aspiró hondo y empezó a

leer.

Hola, cielo:

Me siento muy orgulloso de ti.

Sé que ya no te lo digo tan a menudo como solía. Y te lo digo ahora no porque hayas elegido

quedarte conmigo en estos momentos tan duros y delicados, sino porque quiero que sepas que

eres la persona tan especial que siempre soñé que serías.

Gracias por quedarte. Sé que resulta duro para ti, seguramente mucho más duro de lo que habías

imaginado, y siento mucho las horas que inevitablemente pasarás sola. Pero especialmente lo

siento porque no siempre he sido el padre que necesitabas que fuera. Sé que he cometido errores

¡Me gustaría tanto poder cambiar tantas cosas en mi vida! Supongo que eso es normal, teniendo

en cuenta mi estado, pero hay algo más que quiero que sepas.

A pesar de lo dura que sea la existencia y a pesar de todos mis pesares, ha habido momentos en

mi vida en los que me he sentido realmente afortunado. Me sentí así el día en que naciste, y

cuando te llevé al zoo de pequeña y vi tu cara de estupor mientras mirabas las jirafas.

Normalmente, esos momentos no suelen durar mucho; vienen y se van como la brisa del océano.

Pero a veces, se quedan impresos en la mente para siempre.

Eso es lo que este verano ha sido para mi, y no sólo porque tú me hayas perdonado. Este verano

ha sido un regalo para mí porque he conseguido conocer a la joven mujer en la que siempre supe

que te convertirías.

Tal y como le dije a tu hermano, ha sido el mejor verano de mi vida; a menudo, en esos días

idílicos, me preguntaba cómo era posible que alguien como yo pudiera ser tan afortunado de

tener una hija tan maravillosa como tú.

Gracias por venir, Ronnie. Y gracias por cómo me has hecho sentir cada uno de los días que

hemos compartido.

Tú y Jonah habéis sido lo más grande de mi vida. Te quiero, Ronnie, y siempre te he querido. Y

nunca, nunca olvides que estoy, y siempre he estado, orgulloso de ti. Ningún padre es tan

afortunado como lo he sido yo.

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Papá

El día de Acción de Gracias pasó. A lo largo de la playa, la gente empezó a poner los

ornamentos de Navidad. Su padre había perdido un tercio del peso de su cuerpo y se

pasaba casi todo el tiempo en la cama.

Ronnie tropezó con las hojas de papel una mañana, mientras estaba limpiando la casa.

Se habían caído del cajón de la mesita rinconera. Cuando las recogió, sólo necesitó un

momento para reconocer las notas musicales que su padre había garabateado en la

página. Era la canción que había estado escribiendo, la canción que lo había oído tocar

aquella noche en la iglesia. Colocó las páginas encima de la mesa para inspeccionarlas

con más atención. Sus ojos saltaron por las series de notas editadas, y de nuevo pensó

que su padre había hecho un buen trabajo. Mientras leía, en su cabeza podía escuchar

los compases impetuosos de las primeras líneas. Pero a medida que ojeaba la segunda

y la tercera página, detectó que la cadencia fallaba. A pesar de que los instintos

iniciales de su padre habían sido buenos, pensó que reconocía el punto de inflexión

donde la composición empezaba a decaer. Pescó un lápiz del cajón de la mesa y

empezó a escribir sus propias variaciones encima de la partitura, garabateando una

rápida progresión de acordes y tablaturas donde su padre lo había dejado.

Antes de que pudiera darse cuenta, habían pasado tres horas, y entonces oyó que su

padre empezaba a moverse. Tras esconder de nuevo las hojas en el cajón, se fue a la

habitación, lista para enfrentarse a cualquier cosa que le deparase el día.

Más tarde, al atardecer, cuando su padre volvió a quedarse dormido, sacó las páginas,

esta vez para trabajar hasta pasada la medianoche. Por la mañana, se despertó animada

y con ganas de mostrarle lo que había hecho. Pero al entrar en la habitación, él no se

movió, y a Ronnie se le heló la sangre al constatar que apenas respiraba.

Con el corazón en un puño, llamó a la ambulancia, y se sintió desfallecer al regresar de

nuevo a la habitación. Se dijo a sí misma que no estaba lista, todavía no le había

enseñado la canción. Necesitaba otro día. — Todavía no ha llegado la hora. — Con las

manos temblorosas, abrió el cajón superior del escritorio y sacó el sobre grande de

color marrón claro.

En la cama del hospital, su padre parecía más pequeño que nunca. Su cara se había

contraído como una pasa, y su piel mostraba una palidez grisácea nada natural. Su

respiración era tan rápida y poco profunda como la de un bebé. Ronnie cerró los ojos y

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apretó con fuerza los párpados, deseando no estar allí, deseando estar en cualquier

otro lugar salvo en aquella habitación.

— Todavía no papá — susurró —. Dame un poco más de tiempo, por favor.

Al otro lado de la ventana del hospital, el cielo estaba nublado. Ya habían caído

prácticamente todas las hojas de los árboles, y las ramas nudosas y desnudas le

recordaban en cierta manera a unos huesos descarnados. El aire era frío y nada se

movía. Se presagiaba la tormenta.

El sobre reposaba en la repisa de la cabecera de la cama; a pesar de que le había

prometido que se lo entregaría al médico, todavía no lo había hecho. No hasta que

estuviera segura de que él no iba a despertase más. No hasta que no estuviera segura

de que ya nunca tendría la oportunidad de decirle adiós. No hasta que estuviera

segura de que no había nada más que ella pudiera hacer por su padre.

Rezó con devoción, pidiendo un milagro, un pequeño milagro. Y, como si Dios la

estuviera escuchando, el milagro sucedió veinte minutos más tarde.

Ronnie se había pasado casi toda la mañana sentada a su lado. Se había acostumbrado

tanto al sonido de su respiración y al continuo pitido del monitor de su corazón, que la

más mínima alteración le parecía alarmante. Alzó la vista y vió que su padre doblaba el

brazo y abría los ojos como un par de naranjas. Steve parpadeó varias veces seguidas

para habituarse a la luz de los fluorescentes, y ella instintivamente le cogió la mano.

— ¿Papá?

A pesar de su pesimismo, se sintió invadida por un rayo de esperanza; imaginó que él

se incorporaba lentamente hasta quedarse sentado.

Pero no lo hizo. Ni siquiera parecía oírla. Cuando giró la cabeza con un enorme

esfuerzo para mirarla, ella vio la oscuridad en sus ojos, algo que no había visto nunca.

Pero entonces él parpadeó y lo oyó suspirar.

— Hola, cielo — susurró Steve con voz ronca.

El fluido en sus pulmones hacía que al hablar sonara como si estuviera ahogado.

Ronnie esbozó una sonrisa forzada.

— ¿Cómo te encuentras?

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— No muy bien — Steve hizo una pausa, como si pretendiera reunir un poco de

fuerzas para continuar —. ¿Dónde estoy?

— En el hospital. Te hemos traído esta mañana. Sé que tienes la declaración de

voluntad, pero...

Cuando él volvió a parpadear pesadamente, Ronnie pensó que quizás se sentiría más

cómodo con los ojos cerrados. Pero al cabo de unos segundos, los volvió a abrir.

— No te preocupes. Lo comprendo — susurró.

— Por favor, no te enfades conmigo.

— No estoy enfadado.

Ella lo besó en la mejilla e intentó abrazar su figura consumida. Notó su mano, que

débilmente le acariciaba la espalda.

— ¿Estás... bien? — le preguntó él.

— No — admitió ella, que procuró no perder la calma, deseando no desmoronarse en

aquel momento —. Soy yo la que lo siento. Nunca debería de haber dejado de hablarte.

Quería tan desesperadamente que todo volviera a ser como antes...

Steve le dispensó una sonrisa marchita.

— ¿Te he dicho alguna vez que creo que eres muy guapa?

— Si — dijo ella, conteniendo las lágrimas —. Sí que me lo has dicho.

— Bueno, pues esta vez lo digo de todo corazón.

Ella se rió con tristeza a través de sus propias lágrimas.

— Gracias — Se inclinó hacia delante y le besó la mano.

— ¿Recuerdas cuando eras pequeña? — le preguntó, súbitamente con un semblante

muy serio —. Solías quedarte mirándome durante horas mientras tocaba el piano. Un

día, te encontré sentada delante del teclado, tocando una melodía que habías

aprendido sólo de oírmela tocar. Sólo tenías cuatro años. Siempre has tenido tanto

talento...

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— Lo recuerdo.

— Quiero que sepas una cosa — le dijo su padre, agarrándole de la mano con una

fuerza que la sorprendió —: por más lejos que llegaste tocando el piano, la música

jamás me importó la mitad de lo que me importaste tú, mi hija..., quiero que lo sepas.

Ella asintió.

— Te creo. Y yo también te quiero, papá.

Steve inspiró lentamente, sin apartar los ojos de su hija.

— Entonces, ¿me llevarás de vuelta a casa?

Las palabras la abordaron con todo su peso, inevitables y directas. Ella miró el sobre,

consciente de lo que estaba pidiendo y de lo que necesitaba que ella le contestara. Y en

aquél instante, Ronnie recordó cada detalle de los últimos meses. Las imágenes se

precipitaron en su mente, una tras otra. Sólo se detuvieron cuando lo vio sentado en la

iglesia delante del tejado, bajo aquel espacio vacío donde finalmente colocarían el

vitral.

Y fue entonces cuando supo lo que su corazón le había estado pidiendo que hiciera

todo el tiempo.

— Sí — respondió —. Te llevaré a casa. Pero yo también necesito que tú hagas algo por

mí.

Su padre tragó saliva. Pareció necesitar toda la fuerza que le quedaba para contestar:

— No estoy seguro de que pueda complacerte, de que pueda hacerlo.

Ella sonrió y cogió el sobre:

— ¿Ni siquiera por mí?

*** El pastor Harris le prestó el coche. Ronnie conducía tan veloz como podía. Con el

teléfono móvil pegado a la oreja, realizó la llamada mientras cambiaba de carril.

Rápidamente explicó lo que sucedía y lo que necesitaba; Galadriel le ofreció su ayuda

inmediatamente. Conducía como si pensara que la vida de su padre dependía de ello,

acelerando ante cada semáforo en ámbar.

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Galadriel estaba esperándola en la casa cuando llegó. A su lado, en el porche, había dos

alzaprimas, que la chica alzó cuando Ronnie se acercó.

— ¿Lista? — le preguntó Galadriel.

Ronnie apenas asintió con la cabeza, y las dos juntas entraron en la casa.

Gracias a la ayuda de Galadriel, tardaron menos de una hora en desmantelar el trabajo

de su padre. A Ronnie no le importaba el desbarajuste que habían montado en el

comedor; lo único en lo que pensaba era en el poco tiempo que le quedaba a su padre y

lo que todavía necesitaba hacer por él. Cuando la última plancha de madera

contrachapada cedió, Galadriel se giró hacia ella, sudando y jadeando.

— Ve a buscar a tu padre. Yo limpiaré todo este desorden. Y te ayudaré a traerlo hasta

aquí cuando entréis.

Ronnie condujo incluso más rápido en su camino de vuelta al hospital. Antes de

abandonar la clínica, había hablado con el médico de su padre y le había explicado lo

que planeaba hacer. Con la ayuda de la enfermera, rellenó todos los formularios que el

hospital requería; cuando llamó al hospital desde el coche, preguntó por la misma

enfermera y le pidió que tuviera a su padre preparado en la planta baja en una silla de

ruedas.

Los neumáticos del coche chirriaron cuando entró en el aparcamiento del hospital.

Siguió el carril hasta la entrada a Urgencias e inmediatamente avistó a la enfermera,

que no había faltado a su palabra.

Ronnie y la enfermera ayudaron a su padre a montarse en el coche; en cuestión de

minutos, Ronnie volvía a estar de vuelta en la carretera. Su padre parecía más alerta

que lo que había estado en la habitación del hospital, pero ella sabía que su estado

podría cambiar en cualquier momento. Necesitaba llevarlo a casa antes de que fuera

demasiado tarde. Mientras conducía por las calles de una localidad a la que había

llegado a considerar, aunque fuera eventualmente, su propio pueblo, sintió un ataque

de miedo y de esperanza. Todo parecía tan simple, tan claro ahora. Cuando llegó a

casa, Galadriel la estaba esperando. Su amiga había arrastrado el sofá hasta la posición

conveniente, y juntas ayudaron a su padre a reclinarse en él.

A pesar de su estado, poco a poco Steve pareció comprender lo que Ronnie había

hecho. De una forma gradual, ella pudo ver cómo su mueca de sorpresa se trocaba en

una clara expresión de ilusión. Mientras Steve contemplaba el piano expuesto en la

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salita, supo que había hecho lo correcto. Inclinándose hacia delante, lo besó en la

mejilla.

— He acabado tu canción — anunció —. Nuestra última canción. Y quiero tocarla para

ti.

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Capítulo 36

Steve

La vida, él comprendió, era como una canción.

En el comienzo hay misterio, al final hay una confirmación, pero es en el medio donde

todas las emociones se asientan para hacer que todo esto valga la pena.

Por primera vez en meses, él no sintió ningún dolor; por primera vez en años, sabía

que sus preguntas tenían respuestas. Cuando escuchó la canción que Ronnie había

terminado, la canción que Ronnie había perfeccionado, él cerró sus ojos con el

conocimiento de que su búsqueda de la presencia de Dios había sido cumplida.

Finalmente entendió que la presencia de Dios estaba por todas partes, en cualquier

momento, y era experimentada por todos en algún momento u otro. Había estado con

él en el taller cuando había trabajado sobre la ventana con Jonah; había estado presente

en la semanas que había pasado con Ronnie. Estaba presente aquí y ahora cuando su

hija tocaba su canción, la última canción que alguna vez compartirían. En retrospectiva,

él se preguntaba cómo pudo haber perdido algo tan increíblemente obvio.

Dios, él repentinamente entendió, era amor en su forma más pura, y en estos últimos

meses con sus hijos, él había sentido Su toque con tanta certeza como había escuchado

la música derramándose desde las manos de Ronnie.

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Capítulo 37

Ronnie

Su padre murió menos de una semana más tarde, mientras dormia, con Ronnie en el

suelo al lado de él. Ronnie no se sentia para hablar de los detalles. Ella sabía que su

madre la esperaba para terminar; en las tres horas que ella había estado hablando, su

madre había permanecido callada, muy del modo en que su padre siempre hizo. Pero

los momentos en los cuales ella vio a su padre dibujar sus últimos alientos, se sintieron

sumamente privados para ella, y sabía que ella nunca hablaría de ellos con nadie.

Estando a su lado cuando él se marchó de este mundo era un regalo que él le había

dado a ella, y sólo a ella, y ella nunca olvidaría cómo de solemne e íntimo lo había

sentido.

En cambio, ella miró fijamente hacia fuera a un helado Diciembre lluvioso y habló de

su último recital, el recital más importante de su vida.

— Toqué para él mientras podría, mamá. Y lo intenté tan fuerte para hacerlo hermoso

para él, porque sabía cuánto significaba para él. Pero él estaba tan débil — susurró ella

—. Al final, no estoy segura que él aún pudiese oírme. — Ella pellizcó el puente de su

nariz, preguntando ociosamente si tenía cualquier lágrima de la que deshacerse. Hubo

muchas lágrimas aún.

Su mamá abrió sus brazos y la abrazó. Sus propias lágrimas brillaron brillantes en sus

ojos. — Sé que él te oyó, cariño. Y sé que era hermoso.

Ronnie se dedicó al abrazo de su madre, descansando su cabeza sobre su pecho como

ella solía hacer cuando era una niña.

— Nunca olvidará cuán feliz tú y Jonah lo hicieron — murmuró su madre, acariciando

su pelo.

— Él me hizo feliz, también — reflexionó ella —. Aprendí tanto de él. Solamente

lamento que yo no hubiera pensado en decirselo. Esto, y un millón de otras cosas. —

Ella cerró sus ojos —. Pero ahora es demasiado tarde.

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— Él lo sabía — su madre le aseguró —. Él siempre lo supo

*** El entierro era un asunto simple, organizado en la iglesia que recientemente había sido

vuelta a abrir. Su padre había pedido ser incinerado, y sus deseos se habian cumplido.

El pastor Harris dio el elogio. Era corto, pero rebosado de pena auténtica y amor. Él

había amado a su padre como un hijo, y a pesar de ella, Ronnie lloró con Jonah. Ella

resbaló su brazo alrededor de él cuando él sollozó con los gritos desconcertados de un

niño, y ella trató de no pensar cómo él recordaría esta pérdida, tan temprano en la

vida.

Sólo un puñado de la gente había venido al entierro. Ella había descubierto a Galadriel

y al Oficial Pete cuando había andado por allí, y había oído la puerta de iglesia abrirse

un par de veces después de que ella había tomado su asiento, pero aparte de esto, la

iglesia estaba vacía. A ella le dolió en el pensamiento que tan pocas personas

conociesen cómo de especial su padre había sido o cuánto significaba para ella.

Después del entierro, ella siguió sentada en el banco de la iglesia con Jonah mientras

Brian y su mamá fueron afuera a dirigirse al Pastor Harry. Los cuatro volaban de

vuelta a Nueva York en unas horas, y ella sabía que no tenía mucho tiempo.

Aún así, ella no quiso marcharse. La lluvia, cayendo toda la mañana, se había parado, y

el cielo comenzaba a despejarse. Ella había estado rezando para esto, y se encontró

mirando fijamente a la vidriera de colores de su padre, disponiendo las nubes

separadas.

Y cuando lo hicieron, era tal como su padre lo había descrito. El sol se colaba por el

cristal, dividiéndose en cientos de prismas de gloria, parecidos a una joya, la luz

lujosamente coloreada. El piano soportado en una cascada de color brillante, y durante

un momento Ronnie imaginó a su padre sentandose en la llave, su cara vuelta hacia

arriba a la luz. Esto no duró mucho tiempo, pero ella exprimió la mano de Jonah en el

temor silencioso. A pesar del peso de su pena, ella rió, sabiendo que Jonah pensaba la

misma cosa.

— Hola, papá — ella susurró —. Yo sabía que vendrías.

Cuando la luz se había descolorado, ella dijo un silencioso ¡adiós! y se puso de pie. Pero

cuando giró, vio que ella y Jonah no estaban solos en la iglesia. Cerca de la puerta,

sentada en el último banco de iglesia, ella vio a Tom y Susan Blakelee.

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Ella puso su mano sobre el hombro de Jonah. — ¿Podrias ir fuera y decirle a mamá y a

Brian que ahora iré? Tengo que dirigirme a alguien primero.

— Bien — él dijo, frotando sus ojos con un puño cuando salió de la iglesia. Una vez que

él se habia ido, ella se dirigió hacia ellos, mirando como ellos se levantaron para

saludarla. Sorprendiéndola, Susan fue la primera en hablar.

— Siento tu pérdida. El pastor Harris nos dijo tu padre era un maravilloso hombre.

— Gracias — ella dijo. Ella miró de uno a otro a los padres de Will y rió —. Aprecio

que vinieran. Y también quiero agradecerles a ambos lo que usted hizo por la iglesia.

Era realmente importante para mi padre.

En sus palabras, ella vio la mirada lejana de Tom Blakelee, y ella sabía que había tenido

razón. — Se suponía que debía ser anónimo — murmuró él.

— Lo sé. Y el Pastor Harris no me lo dijo a mí o a mi padre. Pero adiviné la verdad

cuando le vi aquí. Es una cosa hermosa lo que hizo.

Él cabeceó casi tímidamente, y ella vio sus ojos parpadear hacia la ventana. Él, también,

había visto la luz inundar la iglesia.

En el silencio, Susan se movió hacia la puerta. — Hay alguien aquí para verte.

— ¿Estas lista? — su mamá preguntó en cuanto ella salió de la iglesia —. Ya vamos

tarde.

Ronnie apenas la oyó. En cambio, ella miró fijamente a Will. Él iba vestido con traje

negro. Su pelo era más largo, y su primer pensamiento era que lo hacía parecer más

viejo. Él hablaba con Galadriel, pero en cuanto la vio, ella lo vio levantar un dedo,

como pidiéndole sostener aquel pensamiento.

— Necesito unos minutos más, ¿bien? — ella dijo sin quitar sus ojos de Will.

Ella no había esperado a que él viniera, no había esperado verlo alguna otra vez. Ella

no sabía qué significaba que él estubiese aquí, y no estaba segura si tenía que sentirse

contenta o afligida, o ambos. Ella dio un paso en su dirección y paró.

Ella no podía leer su expresión. Cuando él comenzó a acercarse, recordó el modo en

que él se vio deslizandose por la arena la primera vez que ella lo había visto; ella

recordó su beso en el barco la noche de la boda de su hermana. Y oyó otra vez las

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palabras que ella le había dicho durante el día que ellos se habían dicho adiós. Ella fue

bombardeada por una tormenta de emociones contrarias: pesar, deseo, miedo, pena,

amor. Había tanto para decir, aunque, ¿realmente qué podrían ellos comenzar a decir

en este mal momento y con tanto tiempo ya pasado?

— Hola. — Si sólo yo fuera telepática, y tú pudieses leer mi mente.

— Hey — él dijo. Él pareció buscar algo en su cara, pero qué, ella no lo sabía. Él no hizo

ningún movimiento hacia ella, tampoco ella le tendió la mano a él.

— Viniste — dijo ella, incapaz de mantener el asombro de su voz.

— No podía estar lejos. Y siento lo de tu padre. Él era… una gran persona. — Durante

un momento, una sombra pareció cruzar su cara, y él añadió — lo echaré de menos.

Ella tuvo un destelo de memoria de sus tardes juntos en la casa de su padre, el olor de

su cocina y los gritos de Jonah de risa cuando ellos jugaron al poker—embustero. De

repente tuvo vértigos. Era todo tan surrealista, el ver a Will aquí durante este terrible

dia. Una parte de ella quería lanzarse en sus brazos y pedirle perdon por el modo en

que ella lo había dejado. Pero otra parte, muda y paralizada por la pérdida de su papá,

se preguntó si ella era todavía la misma persona que Will había amado una vez. Había

pasado tanto desde el verano.

Ella cambió torpemente de un pie al otro. — ¿Cómo es Vanderbilt? — ella finalmente

preguntó.

— Es lo que esperé.

— ¿Eso es bueno o malo?

En vez de la contestación, él cabeceó al coche de alquiler. — ¿Lo tomo como que te

diriges a casa, eh?

— Tengo que coger un avión en momentos — Ella metió un hilo de pelo detrás de su

oído, odiando cómo de tímida se sintió. Era como si ellos fuesen extraños —. ¿Has

terminado el semestre?

— No, tengo finales la próxima semana, vuelo de vuelta esta noche. Mis clases son más

difíciles de lo que esperé. Probablemente voy tener que hacer unas noches enteras.

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— Vas a estar en casa para descansar pronto. Unos paseos en la playa y estarás como

nuevo. — Ronnie le dio una alentadora sonrisa.

— En realidad, mis padres me arrastran a Europa en cuanto haya terminado.

Pasaremos la Navidad en Francia. Ellos piensan que es importante para mí ver el

mundo.

— Eso suena divertido.

Él se encogió. — ¿Qué hay sobre ti?

Ella miró lejos, su mente se dirigió espontáneamente hasta sus ultimos dias con su

padre.

— Pienso que voy a hacer una audición en Juilliard — dijo ella despacio —. Veremos si

ellos todavía me quieren.

Por primera vez, él rió, y ella vislumbró la alegría espontánea que él había mostrado

tan a menudo durante aquellos calientes meses de verano. Cómo ella había extrañado

su alegría, su calor, durante el largo marzo y el invierno.

— ¿Sí? Bien por ti. Y estoy seguro que lo harás genial.

Ella odió el modo en que ellos hablaban alrededor de los bordes de cosas. Se sintió

tan… mal, considerando todo lo que ellos habían compartido a lo largo del verano y

todo lo que habían estado juntos. Ella dibujó un aliento largo, tratando de mantener

sus emociones bajo control. Pero era demasiado duro ahora, y ella estaba tan cansada.

Las siguientes palabras salieron casi automáticamente.

— Quiero pedirte perdón por las cosas que te dije. No las pensé. Solamente salieron, yo

no deberia haberte cargado con todo…

Él dio un paso hacia ella y alcanzó su brazo. — Está bien — dijo él —. Lo entiendo.

En su toque, ella sintió todas las emociones guardadas, explotar a la superficie,

aplastando su frágil calma, y ella cerró con fuerza los ojos, tratando de parar las

lágrimas. — Pero si hubieses hecho lo que te pedí, entonces a Scott…

Él sacudió su cabeza. — Scott está bien. Lo creas o no, él consiguió su beca. Y Marcus

está en la cárcel...

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— ¡Pero yo no debería haberte dicho aquellas cosas horribles! — ella interrumpió —. El

verano no debería haberse terminado así. Nosotros no deberíamos haber terminado

así, y soy la que lo causó. No sabes cu{nto daño hace pensar que te ahuyenté…

— Tú no me ahuyentaste — dijo él con cuidado —. Yo me marchaba. Tú sabías esto.

— Pero no hemos hablado, no nos hemos escrito, y era tan difícil mirar lo que le

pasaba a mi padre… quise tanto hablar contigo, pero sabía que estabas furioso

conmigo...

Cuando ella comenzó a gritar, él la acercó y pasó sus brazos alrededor de ella. Su

abrazo, de algún modo, hizo todo mejor y peor al mismo tiempo. — Shhh — él

murmuró — está bien. No estaba tan furioso como pensaste que estaba.

Ella se aferró más fuerte, tratando de adherirse a lo que ellos habían compartido.

— Pero sólo me llamaste dos veces.

— Porque sabía que tu padre te necesitaba — dijo él — y quería que te concentraras en

él, no en mí. Recuerdo cómo fue cuando Mikey murió, y recuerdo desear haber tenido

más tiempo con él. Yo no podía hacerte eso.

Ella enterró su cara en su hombro cuando él la sostuvo. Todo lo que ella podría pensar

era en que lo necesitó. Ella necesitó sus brazos alrededor de ella, lo necesitó para

sostenerla y susurrar que ellos encontrarían un modo de estar juntos.

Ella lo sintió inclinarse en ella y lo oyó murmurar su nombre. Cuando ella se retiró, ella

lo vio reír — Llevas la pulsera — susurró él, tocando su muñeca.

— En mis pensamientos siempre. — Ella le dio una risa inestable.

Él inclinó su barbilla para poder mirarla fijamente a sus ojos. — Voy a llamarle, ¿si?

Después de que regrese de Europa.

Ella asintió, sabiendo que esto era todo lo que ellos tenían, aún sabiendo que no era

suficiente. Sus vidas estaban en caminos separados, ahora y siempre. El verano había

terminado, y ellos tenían que seguir adelante.

Ella cerró sus ojos, odiando la verdad. — Bien — ella susurró.

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Epílogo

Ronnie

En las semanas que siguieron al funeral de su padre, Ronnie continuó experimentando

un cataclismo emocional, pero supuso que eso era normal. Había días en los que se

despertaba con una sensación de absoluta desesperación, y se pasaba horas reviviendo

aquellos últimos meses con su padre, demasiado paralizada por la pena como para

poder llorar. Tras aquel intenso período juntos, le resultaba duro aceptar que su padre

ya no estaba, que ya no podía estar con él, por más que lo necesitara. Sentía su ausencia

como la punta afilada de un cuchillo hurgando en una llaga, y a veces aquel cúmulo de

emociones la sumía en un estado de desconsuelo.

Sin embargo, aquellas mañanas dejaron de ser tan duras como lo habían sido durante

la primera semana que había pasado en casa, y se dio cuenta de que, con el paso del

tiempo, cada vez eran menos frecuentes. Cuidar de su padre la había cambiado, y

Ronnie sabía que sobreviviría. Eso era lo que su padre habría querido, y casi podía

oírlo recordándole que ella era mucho más fuerte de lo que creía. A él no le habría

gustado que se pasara meses llorando su muerte; habría querido que viviera su vida de

una forma similar a como él lo había hecho en el último año. Más que nada, su padre

deseaba que ella abrazara la vida y siguiera su camino.

Jonah también. Ronnie sabía que su padre habría deseado ayudar a su hijo a seguir

adelante, y ella, desde su regreso a Nueva York, pasó mucho tiempo con su hermano.

Al cabo de una semana después de regresar a casa, Jonah empezó las vacaciones

navideñas, y ella le dedicó aquella semana con especial atención: lo llevó a patinar

sobre hielo el Rockefeller Center y a visitar el último piso del Empire State Building;

visitaron las exposiciones de dinosaurios en el Museo de Historia Natural, e incluso

pasaron casi una tarde entera en la tienda de juguetes FAO Schwarz. Ronnie siempre

había considerado que todo eso era un insoportable cliché para turistas, pero su

hermano disfrutó mucho con aquellas salidas, y, sorprendentemente, ella también.

También compartieron ratos en silencio. Ronnie se sentaba con él a ver dibujos

animados o a dibujar juntos en la mesa de la cocina, una vez, a petición de Jonah,

durimió en su habitación, en el suelo, junto a su cama. En aquellos momento tan

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íntimos, a veces, inevitablemente, se ponían a evocar el verano pasado y a contar

anécdotas de su padre, lo cual los reconfortaba.

Sin embargo, Ronnie sabía que Jonah lo estaba pasando mal a su manera, como el niño

de diez años que era. Tenía la impresión de que había algo en concreto que lo

preocupaba. Finalmente, lo descubrió una noche ventosa, cuando salieron a dar un

paseo después de cenar. Soplaba un viento polar; Ronnie mantenía las manos dentro

de los bolsillos para resguardarse del frío cuando Jonah finalmente se giró hacia ella y

echó la cabeza hacia atrás para poder observarla desde la pequeña abertura en la

capucha de su parca.

— ¿Mamá está enferma? — le preguntó —. ¿Igual que lo estaba papá?

La pregunta la pilló tan desprevenida que necesitó un momento para responder. Se

detuvo y se inclinó hacia delante para que su cara quedara al mismo nivel que los ojos

de su hermano.

— No, claro que no. ¿Qué te hace pensar eso?

— Porque ahora ya no os peleáis. Como cuando dejaste de pelearte con papá.

Ronnie podía ver el miedo en sus ojos e incluso, en una forma infantil, podía

comprender la lógica de sus pensamientos. Después de todo, era verdad: ella y su

madre no se habían peleado ni una sola vez desde que había vuelto.

— Mamá está bien. Lo único que pasa es que nos hemos cansado de pelearnos, así que

ya no lo hacemos.

Jonah escrutó su cara con atención. — ¿Me lo prometes?

— Te lo prometo. — Ronnie lo abrazó con fuerza.

*** Aquellos meses compartidos con su padre habían incluso alterado su relación con su

ciudad natal. Necesitó un poco de tiempo para adaptarse otra vez a vivir en Nueva

York. No estaba habituada al incesante ruido o a la constante presencia de otra gente;

había olvidado cómo las aceras quedaban perpetuamente ensombrecidas por los

rascacielos a su alrededor, y también cómo la gente iba siempre como si tuviera prisa,

incluso en los estrechos pasillos colmados. Tampoco le apetecía salir con sus antiguos

amigos; cuando Kayla la llamó para preguntarle si quería salir, le dijo que no tenía

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ganas, y no la volvió a llamar. A pesar de que Ronnie suponía que siempre

compartirían recuerdos, sabía que a partir de ese momento mantendrían una relación

diferente. Pero no se sentía triste por eso, entre las horas que pasaba con Jonah y las

que dedicaba a tocar el piano, apenas le quedaba tiempo para más.

Todavía no habían traído el piano de su padre, así que iba en metro a Juilliard para

practicar allí. El mismo día que regresó a Nueva York, llamó por teléfono y habló con

el director, que había sido un buen amigo de su padre. Él se disculpó por no haber

asistido al funeral. Se mostró sorprendido, y tambíen contento, al menos eso le pareció

a Ronnie, de volver a tener noticias suyas. Cuando le dijo que estaba reconsiderando la

posibilidad de estudiar en Juilliard, él lo organizó todo para hacerle una prueba de

acceso lo antes posible, e incluso la ayudó a expedir el formulario de ingreso.

Apenas sólo tres semanas después de haber regresado a Nueva York, Ronnie inició su

examen con la canción que había compuesto con su padre. Estaba un poco

desentrenada en su técnica clásica, tres semanas no bastaban para prepararse para un

examen de alto nivel, pero cuando abandonó el auditorio, pensó que su padre se habría

sentido orgulloso de ella. Con una sonrisa en los labios mientras se guardaba la

partitura bajo el brazo, pensó que en realidad su padre siempre se sentía orgulloso de

todo lo que hacía.

*** Desde la prueba de acceso, había estado practicando entre tres y cuatro horas al día. El

director había ordenado que la dejaran usar las salas de práctica de la academia, y

Ronnie empezaba a atreverse con algunas composiciones nuevas. A menudo pensaba

en su padre, mientras se hallaba sentada en las salas de práctica de Juilliard, las

mismas salas en las que él se había sentado en más de una ocasión. De vez en cuando,

cuando el sol se ponía, los rayos se filtraban a través de los edificios que la rodeaban,

proyectando largas franjas luminosas en el suelo. Y siempre, cuando Ronnie veía la luz,

se acordaba del vitral en la iglesia y de la cascada de luz que había visto en el funeral.

También pensaba constantemente en Will, por supuesto. Se dejaba atrapar por los

recuerdos de aquel verano que habían compartido, pero no evocaba el breve encuentro

que habían mantenido fuera de la iglesia. No había sabido nada de él desde el funeral,

y mientras la Navidad llegaba y se iba, empezó a perder la esperanza de que la

llamara. Recordaba que él le había comentado que pasaría las vacaciones en Europa.

Mientras transcurrían los días sin tener noticias de él, Ronnie vacilaba entre la certeza

de que él todavía la amaba y el desánimo de saber que quizá fuera mejor que no la

llamase, ya que, en realidad, ¿qué iban a decirse?

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Sonrió con tristeza, esforzándose por alejar aquellos pensamientos de su mente. Tenía

mucho trabajo por hacer, y mientras centraba toda su atención en su última

composición, una canción con influencias de country y pop, se recodó a sí misma que

ya era hora de mirar hacia delante, no hacia atrás. No sabía si la admitirían en Juilliard,

aunque el director le había asegurado que el proceso de su admisión ‚prometía‛.

Pasara lo que pasase, sabía que su futuro estaba vinculado a la música, y que, de una

forma u otra, encontraría el camino que la conduciría de nuevo hacia aquella pasión.

Encima del piano, su teléfono empezó a vibrar súbitamente. Lo cogió pensando que se

trataría de su madre, pero, al mirar la pantalla, se quedó paralizada, contemplando

cómo vibraba una segunda vez. Aspiró airelentamente, lo descolgó y se lo llevó a la

oreja.

— ¿Sí?

— Hola — la saludó una voz familiar —. Soy Will.

Ronnie intentó imaginar desde dónde la llamaba: le parecía oír un eco de fondo, como

si estuviera en un aeropuerto.

— ¿Acabas de bajar del avión? — quiso saber.

— No. Llegué hace unos días, ¿por qué?

— Es que no te oigo muy bien — contestó ella, sintiendo que se le encogía el corazón.

Hacía varios días que había llegado y sólo ahora había encontrado un momento para

llamarla —. ¿Qué tal Europa?

— Ah, muy bien. La relación con mi madre fue mucho mejor de lo que esperaba.

¿Cómo está Jonah?

— Bien. Recuperándose poco a poco, aunque... todavía le cuesta.

— Cuánto lo siento — se lamentó, con un tono absolutamente sincero, y de nuevo ella

volvió a oír aquel sonido, como un eco. Quizá le hablaba desde el porche de la parte

posterior de su casa —. ¿Y qué más me cuentas?

— He hecho una prueba de acceso en Juilliard, y creo que me ha ido realmente bien...

— Lo sé — dijo él.

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— ¿Cómo lo sabes?

— Porque si no, no estarías allí.

Ella intentó encontrar un sentido a aquella respuesta.

— Bueno, no..., sólo es que me dejan practicar aquí, hasta que llegue el piano de mi

padre, ya sabes, por la relación que él tenía con esta academia. El director y él eran

buenos amigos.

— Solo espero que no estés demasiado ocupada y que puedas tomarte un rato libre.

— ¿Por qué lo dices?

— Esperaba que estuvieras libre para salir este fin de semana. Si no tienes planes, por

supuesto.

Ronnie notó que el corazón le daba un vuelco.

— ¿Vas a venir a Nueva York?

— Estaré en casa de Megan. Ya sabes, para ver cómo les van las cosas a ese par de

recién casados.

— ¿Cúando llegas?

— Veamos... — Ella casi podía imaginárselo mirando atentamente las manecillas de su

reloj de pulsera —. Hace una hora que ha aterrizado mi avión.

— ¿Estás aquí? ¿Dónde estás?

Will esperó un momento para contestar. Cuando Ronnie escuchó su voz de nuevo, se

dio cuenta de que no le llegaba desde el teléfono, sino que sonaba a su espalda. Se dio

la vuelta y lo vio, en el umbral de la puerta, con el teléfono en la mano.

— Lo siento —se disculpó —. No he podido evitarlo.

Ella no parecía asimilar la situación. Parpadeó varias veces seguidas antes de volver a

fijar la vista en aquel punto. Pues sí, seguía allí. Increíble.

— ¿Por qué no me llamaste para decirme que ibas a venir?

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— Porque quería darte una sorpresa.

Pues lo has conseguido, fue todo lo que a ella se le ocurrió pensar. Vestido con unos

pantalones vaqueros y un jersey de color azul marino y con el cuello en forma de V,

estaba tan guapo como lo recordaba.

— Además — anunció él —, hay algo muy importante que quiero decirte.

— ¿Qué?

— Antes de que te lo diga, quiero saber si saldrás conmigo.

— ¿Qué?

— Este fin de semana, ¿recuerdas? ¿Te va?

— Sí, me va bien. — Sonrió ella.

Él asintió complacido.

— ¿Y qué hay del fin de semana siguiente?

Por primera vez, ella titubeó.

— ¿Cúanto tiempo piensas quedarte?

Will avanzó despacio hacia ella.

— Bueno... precisamente de eso quería hablar contigo. ¿Recuerdas que te dije que

Vanderbilt no era mi primera elección? ¿Que realmente quería ir a otra universidad

que ofrecía un ambicioso programa de ciencias ambientales?

— Lo recuerdo.

— Pues bien, a pesar de que las universidades no suelen aceptar traslados de

expedientes a mitad de curso, ya sabes que mi madre está metida en la junta directiva

de Vanderbilt, y por casualidad conoce algunas personas en esa otra universidad, así

que ha conseguido mover los hilos, y... bueno, resumiendo, mientras estaba en Europa

me enteré de que me habían aceptado en la otra universidad. Empezaré allí el próximo

semestre; pensé que te gustaría saberlo.

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— Ah, pues, enhorabuena — lo felicitó ella, sin estar segura de a dónde iría a parar

aquella conversación —. ¿Y qué universidad es?

— Columbia.

Por un instante, Ronnie no estuvo segura de si había oído bien.

— ¿Te refieres a Columbia..., Columbia... de Nueva York?

Will sonrió con cara de satisfacción, como si acabara de sacarse un conejo de la chistera.

— Sí, a esa misma me refiero.

— ¿De verdad? — Ronnie alzó la voz, visiblemente emocionada.

Él asintió con la cabeza.

— Las clases empiezan dentro de un par de semanas. ¿Te lo imaginas? ¿Un chico

provinciano y bonachón como yo atrapado en la gran ciudad? Probablemente

necesitaré que alguien me ayude a adaptarme, y me preguntaba si esa persona podrías

ser tú. Si no te importa, claro.

En aquel instante, Will estaba tan cerca de ella como para apresarla de los bolsillos

delanteros de sus pantalones vaqueros. Cuando la atrajo hacia sí, ella perdió de vista

todo lo que la rodeaba. Will iba a estudiar allí. En Nueva York. Con ella.

Ronnie deslizó los brazos alrededor de su cintura, notando aquel cuerpo atlético contra

el suyo, consciente de que no había nada, absolutamente nada, que pudiera superar

aquel momento.

— Mmm... Vale. Acepto. Pero, para que lo sepas, no resultará nada fácil para ti. Aquí

no hay muchos sitios para ir a pescar o para enlodarse...

— Me lo figuraba.

— Ni tampoco esperes mucho vóley—playa. Especialmente en enero.

— Supongo que no me quedará más remedio que asumir ciertos sacrificios.

— Quizá, con un poco de suerte, encontremos otros modos de pasar el rato.

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Will se inclinó hacia ella y la besó con ternura, primero en la mejilla y después en los

labios. Cuando la miró a los ojos, ella vio al jóven del que se había enamorado el

verano anterior, al chico del que seguía enamorada.

— Nunca he dejado de quererte, Ronnie. Y nunca he dejado de pensar en ti. Por más

que los veranos lleuen a su fin.

Ella sonrió, pues sabía que él le estaba diciendo la verdad.

— Yo también te quiero, Will Blakelee — susurró, y se inclinó para besarlo otra vez.

Fin…

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Nicholas Sparks

Estudió en la escuela secundaria Bella

Vista, licenciándose en Empresariales en la

Universidad de Notre Dame. Escribió tres novelas

que no logró publicar e intentó estudiar Derecho

sin conseguir ser admitido. A partir de ahí, trabajó

en diversos empleos escribiendo en 1993 su

primera novela publicada, que obtuvo un éxito

importante, inicio de una serie de éxitos

editoriales.

Nicholas y su esposa actualmente residen en New Bern con sus tres hijos, Miles

Andrew, Ryan Cote, y Landon, y sus hijas gemelas, Lexie Danielle y Savannah Marin.

Nicholas recientemente ha realizado donaciones a la Escuela Secundaria New Bern

High School y contribuye en obras de caridad locales y nacionales. Además, participa

en el Programa Creativo de Escritura (MFA) en la Universidad de Notre Dame

proveyendo becas y asesoramiento para los estudiantes.

Su género literario es la novela romántica, siendo sus lectores principalmente mujeres.

Sus personajes son realistas y cotidianos. Algunas de sus novelas, han sido llevadas al

cine, como por ejemplo The Notebook (El Cuaderno de Noah, 1997), A Walk to

Remember (Un Paseo para Recordar, 2000), Dear John (Querido John, 2010) o The Last

Song (La última Canción, 2009).

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