testimonios de 160 años de labor - inegi

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SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFIA Y ESTADISTICA Veinticinco Años en la Sociedad de Geografía y Estadística ALBERTO MARIA CARREÑO PERIODO 1906 1933 Pronto se cumplirán 25 años desde que una noche, la del 25 de junio de 1908, lleno de juventud y de ilusiones, pero ya también de penas y desencantos, leía mi trabajo de introducción en la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, que me había hecho el honor de expedirme el diploma de socio el día 30 de abril del mismo año. En un libro que acaso no se publicará nunca, y que he intitulado Páginas del Libro de mi Vida, recuerdo menudamente cómo sentí el anhelo de formar parte de aquella corporación, atraído por el espectáculo que mis ojos presenciaban años atrás, cuando era un estudiantino en la Escuela Superior de Comercio y Adminis- tración, al asomarme a las sesiones que celebraban los socios en el edificio de la escuela citada, a la que se había dado albergue en el antiguo Hospital de Terceros de San Francisco. Pobre, muy pobre era el caudal de mis conocimientos; pero muy rico el que podría adquirir de los miembros de la Sociedad; y esta noble ambición fue la que me llevó a pedir al inolvidable geógrafo mexicano D. Eduardo Noriega, que me hiciera la merced de postularme. Y Noriega, quizá admirado de mi audacia, tal vez sintiendo simpatía por mi ambición, me postuló, y obtuvo para el anhelado título de socio corresponsal, como se llamaba a los que no eran de número. ...No es posible mencionar, por menor, hechos y circunstancias del vivir de la centenaria institución en brevísimas líneas; ni siquiera podría intentar referir las diversas actividades que en su seno me permitió desarrollar la bondad de sus directores y de mis colegas; pero mi vida intelectual, por muy modesta que haya sido, de tal modo se ha vinculado con la de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística que es la única razón por la cual menciono, al hablar de ésta, lo que en la medida de mis fuerzas he procurado hacer en su servicio para tratar de compensar, siquiera en parte, las inmensas muestras de benevolencia que de ella he recibido a través de 25 años. Y fue tanta la impresión que en dejó hallarme por la primera vez entre aquellos hombres de estudio, muchos de ellos de verdadero mérito; y tanta la que me dejó, desde esa noche, el director del Instituto, que no puedo prescindir de presentar la semblanza que acerca de aquel estimable caballero escribí, durante mi postrera estancia en Nueva York, en mi libro antes citado. La reproducción se impone, porque don Félix Romero presidió la Sociedad durante 23 años, y tal vez el prestigio del anciano cooperó a conservar la vida de la Corporación hasta permitirle que llegara a centenaria. "Era el presidente de la Suprema Corte de Justicia" - escribí- y director de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística un tipo singular cuando yo lo conocí. Bajito, bajito de cuerpo; delgado como un sarmiento; de tez extremada- mente morena, y rugosa como una pasa; llevaba siempre el ligero bigotillo engomado y con las guías levantadas y una pequeña "mosca" en el labio inferior. Vestía con pulcritud impecable y tocábase siempre con alto sombrero de seda; jamás faltábanle los guantes y el bastón; tipo completo del indio zapoteca, de cuya raza seguramente descendía, pues era oaxaqueño, hacíase estimar de cuantos lo trataban, por su afable trato y finas maneras. ..."Todos los jueves, día de sesión reglamentaria en la Sociedad, llegaba a las cinco y media de la tarde, lloviera o tronara según la vieja frase y en tugar de acomo- darse en el sillón de la presidencia lo hacía en uno de los sillones destinados a los secretarios y poníase a charlar con los socios que poco a poco iban llegando". "Su conversación era muy agradable, y cuando la hacía rodar al período de la "guerra de Reforma" - una de nuestras más negras manifestaciones de lucha fratricida y antirreligiosa - perfecto en que había sido actor corno uno de los creadores de la Constitución de 1857, su narración resultaba de veras sabrosa y amena." INEGI. Testimonios de 160 Años de Labor. 1993

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Page 1: Testimonios de 160 Años de Labor - INEGI

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFIA Y ESTADISTICA

Veinticinco Años en la Sociedad

de Geografía y Estadística

ALBERTO MARIA CARREÑO

PERIODO 1906 • 1933

Pronto se cumplirán 25 años desde que una noche, la del 25 de junio de 1908, lleno

de juventud y de ilusiones, pero ya también de penas y desencantos, leía mi

trabajo de introducción en la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y

Estadística, que me había hecho el honor de expedirme el diploma de socio el día

30 de abril del mismo año.

En un libro que acaso no se publicará nunca, y que he intitulado Páginas del Libro

de mi Vida, recuerdo menudamente cómo sentí el anhelo de formar parte de

aquella corporación, atraído por el espectáculo que mis ojos presenciaban años

atrás, cuando era un estudiantino en la Escuela Superior de Comercio y Adminis-

tración, al asomarme a las sesiones que celebraban los socios en el edificio de la

escuela citada, a la que se había dado albergue en el antiguo Hospital de Terceros

de San Francisco.

Pobre, muy pobre era el caudal de mis conocimientos; pero muy rico el que podría

adquirir de los miembros de la Sociedad; y esta noble ambición fue la que me llevó

a pedir al inolvidable geógrafo mexicano D. Eduardo Noriega, que me hiciera la

merced de postularme. Y Noriega, quizá admirado de mi audacia, tal vez

sintiendo simpatía por mi ambición, me postuló, y obtuvo para mí el anhelado título

de socio corresponsal, como se llamaba a los que no eran de número.

...No es posible mencionar, por menor, hechos y circunstancias del vivir de la

centenaria institución en brevísimas líneas; ni siquiera podría intentar referir las

diversas actividades que en su seno me permitió desarrollar la bondad de sus

directores y de mis colegas; pero mi vida intelectual, por muy modesta que haya

sido, de tal modo se ha vinculado con la de la Sociedad Mexicana de Geografía

y Estadística que es la única razón por la cual menciono, al hablar de ésta, lo que

en la medida de mis fuerzas he procurado hacer en su servicio para tratar de

compensar, siquiera en parte, las inmensas muestras de benevolencia que de ella

he recibido a través de 25 años.

Y fue tanta la impresión que en mí dejó hallarme por la primera vez entre aquellos

hombres de estudio, muchos de ellos de verdadero mérito; y tanta la que me dejó,

desde esa noche, el director del Instituto, que no puedo prescindir de presentar la

semblanza que acerca de aquel estimable caballero escribí, durante mi postrera

estancia en Nueva York, en mi libro antes citado. La reproducción se impone,

porque don Félix Romero presidió la Sociedad durante 23 años, y tal vez el prestigio

del anciano cooperó a conservar la vida de la Corporación hasta permitirle que

llegara a centenaria.

"Era el presidente de la Suprema Corte de Justicia" - escribí- y director de la

Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística un tipo singular cuando yo lo

conocí. Bajito, bajito de cuerpo; delgado como un sarmiento; de tez extremada-

mente morena, y rugosa como una pasa; llevaba siempre el ligero bigotillo

engomado y con las guías levantadas y una pequeña "mosca" en el labio inferior.

Vestía con pulcritud impecable y tocábase siempre con alto sombrero de seda;

jamás faltábanle los guantes y el bastón; tipo completo del indio zapoteca, de

cuya raza seguramente descendía, pues era oaxaqueño, hacíase estimar de

cuantos lo trataban, por su afable trato y finas maneras.

..."Todos los jueves, día de sesión reglamentaria en la Sociedad, llegaba a las cinco

y media de la tarde, lloviera o tronara según la vieja frase y en tugar de acomo-

darse en el sillón de la presidencia lo hacía en uno de los sillones destinados a los

secretarios y poníase a charlar con los socios que poco a poco iban llegando".

"Su conversación era muy agradable, y cuando la hacía rodar al período de la "guerra

de Reforma" - una de nuestras más negras manifestaciones de lucha fratricida y

antirreligiosa - perfecto en que había sido actor corno uno de los creadores de la

Constitución de 1857, su narración resultaba de veras sabrosa y amena."

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..."Sobre la hermosa mesa de caoba, que ha servido por tantos años para la

presidencia de la Sociedad, colocaba su reloj, y en el momento en que eran las

seis de la tarde suspendía la conversación, cualquiera que fuera el estado en que

se encontraba, y abría la sesión".

Algunos años después de mi ingreso - en 12 de septiembre de 1912 - la muerte

tronchaba la vida del director del Instituto, y éste sufría una seria transformación en

la manera de ser administrado.

Nadie podía dudar que la personalidad del licenciado Romero había cooperado

en gran manera al mantenimiento de ese Instituto; pero nadie tampoco podía

dejar de ver que la ancianidad misma del distinguido Magistrado en varios casos

había sido remora para una evolución, que todo cuerpo necesita movimiento si

no ha de verse amenazado de morir; en cambio nadie se atrevía a negar la reelección

a quien había hecho, de la vida de la Sociedad, parte de su propia vida.

•Pero cuando desapareció ese obstáculo, inicié una reforma, que hasta hoy se ha

mantenido, reforma que en gran parte ha ayudado al desenvolvimiento de la

Sociedad; la no reelección del Presidente; es decir, en aquellos días del vicepre-

sidente, verdadero director de los trabajos sociales, toda vez que el Ministro de

Fomento era el presidente ex-oficio.

Y se hizo más: con rapidez se inició una campaña electoral sumamente activa; y

una semana o diez días después el Ministro de Fomento, que presidió las eleccio-

nes, resultaba terriblemente derrotado, ya que su candidato obtuvo dos o tres

votos contra cuarenta o cincuenta y tantos en favor del licenciado don Joaquín

D. Casasús, que fue electo.

El licenciado Casasús, que con todo afán tomó a su cargo la dirección de la

Sociedad, también tuvo que ausentarse de México temporalmente; y entonces

aquel español tan culto como distinguido, que se llamó Telésforo García, se

convirtió, pudiera decirse, en un vicepresidente interino, porque de acuerdo con

el Reglamento social debía presidir las sesiones el más antiguo de los presentes.

Cosa digna de ser recordada especialmente: cuando se aproximaban las nuevas

elecciones los socios pretendieron elegir a éste último, pero con toda modestia

rehusó la postulación, asegurando que más servía a la Sociedad en la forma en

que entonces trabajaba. Quisieron luego que don Telésforo aceptara la candida-

tura, y también la desechó manifestando que aun cuando él era de corazón más

mexicano que muchos mexicanos, por su amor a México y por los larguísimos años

que llevaba de residir en el país, no se veía bien que una institución, que llevaba

el nombre de mexicana, estuviera presidida por un español, cuando tantos

mexicanos había dignísimos de aquel honor.

Y en efecto, tras de la presidencia del licenciado Casasús, una serie de hombres

eminentes rigieron los trabajos sociales; el insigne geodesta ingeniero Angel

Anguiano, el naturalista y polígrafo doctor don Jesús Díaz de León, el notable

matemático ingeniero Joaquín Mendizábal Tamborrel y el distinguido higienista

doctor don Alfonso Pruneda.

Pero esto no quiere decir que en la Corporación no se trabajara, pues el pequeño

grupo de los constantes siempre llevaba el contingente de sus conocimientos y de

su buena voluntad; y algunas reuniones llegaban a alcanzar solemnidad que hoy

no puede imaginarse.

Eran especialmente solemnes las de aniversario, a las que asistían el Presidente de

la República, con el Ministerio en pleno, el Cuerpo Diplomático y el Consular y lo

más conspicuo de la intelectualidad mexicana, ya por las comisiones de otras

sociedades científicas, ya por los hombres de estudio y de ciencia que acudían al

llamado de la Sociedad. Con las negras casacas de los miembros del Gobierno,

y de numerosos particulares, mezclábanse los bordados uniformes de los diplomá-

ticos; y, según la usanza de aquellos días, la presencia de un piquete de soldados

con bandera y los acordes de la llamada de honor y del Himno Nacional, que

anunciaban la llegada del Primer Magistrado de la República, daban mayor

solemnidad al acto, si cabe, en sus manifestaciones exteriores.

Fui el orador oficial en el último aniversario a que asistió el general Díaz; y lo

recuerdo sólo por el hecho de que su gobierno, atendiendo a la gravedad que

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encerraba para el país el proyecto que se tuvo, de favorecer una inmigración de

negros, gravedad que expuse en mi discurso, impidió aquella inmigración, ya casi

resuelta favorablemente.

He de confesar que el halago de este gran honor tenía que enturbiarse al meditar

en las dificilísimas condiciones materiales y pecuniarias por las cuales atravesaba

la Corporación en aquellos días. El subsidio de ocho mil pesos, que por muchos

años había tenido anualmente del Gobierno del país, no podía disfrutarlo enton-

ces a causa de las penurias del propio Gobierno. La Secretaría de Fomento había

prometido encargarse del pago de las rentas de la casa, mas a pesar de su

voluntad no podía realizar aquella promesa, y el dueño del edificio amenazaba

con el lanzamiento. Más aún: se debían numerosas facturas de alumbrado, y para

colmo de infortunios, una parte del techo del enorme salón habíase derrumbado,

haciendo indispensable que las juntas se verificaran en uno de los pequeños,

donde se hallaba el museo.

No era envidiable, pues, la situación del Vicepresidente que recibiera aquel

conjunto de pesadumbres; pero tras de sostenida lucha logré, al terminar el

período de mi incumbencia, no solamente entregar el salón reformado y en

perfectas condiciones, y evitado el peligro de lanzamiento; sino que, habiendo

descubierto, en los archivos de la Sociedad, el importantísimo códice indígena

conocido con el nombre de Lienzo de Jucutacato, aunque por desgracia ya un

tanto roído por los ratones, lo hice enlienzar y arreglar debidamente por el artista

pintor don Daniel del Valle, y desde entonces lució, en un apropiado y severo

marco, como uno de los mejores ornamentos de aquel salón.

Merece una mención particularísima, entre los sucesos de aquel año de 1918, la

serie de conferencias especiales, organizadas en el hermoso salón de actos del

Museo Nacional, hoy agregado a la Secretaría de Guerra, toda vez que un grupo

de verdaderos hombres de ciencia las tomó a su cargo, y en su conjunto,

constituyeron una de las más importantes aportaciones al estudio geográfico de

México.

Exceso de bondad, por parte de mis amigos, para juzgar de la labor desarrollada

durante ese año, moviolos a pedirme que consintiera en ser reelecto; pero

conformándose, al recibir mi negativa, con el ofrecimiento que les hice y que

espero haber cumplido, de laborar siempre por el engrandecimiento de la

Sociedad, tuviera o no puesto alguno oficial en ella.

Me sucedió, en la dirección del Instituto, el señor profesor don Rafael Aguilar y

Santillán, y su competencia, cómo hombre de estudio y de saber, impulsó más aún

a la Corporación, que recibió de él un señalado servicio: el haber formado el

índice de todos los trabajos publicados en el Boletín de la Sociedad, realizando así,

al mismo tiempo, una de sus más importantes obras bibliográficas.

Entonces sirvió en gran manera a la Sociedad el señor don Maximiliano Chabert,

que a la sazón era jefe del Departamento Administrativo de la Secretaría de

Fomento y miembro del Instituto, pues por conducto suyo logré el acuerdo

favorable para que se imprimieran varios de aquellos manuscritos. Así salieron de

estampa los Jefes del Ejército en 1847, las Memorias de la Guerra de Reforma, del

coronel Valdés, las Noticias de Nutka y la Descripción del Volcán de Tuxtla, del Sr.

José Mariano Moziño, el Compendio de la Historia de la Real Hacienda, por don

Joaquín Maniau.

Entre aquellos MSS, estaba el muy valioso del Sr. Miguel de Guevara, sobre la

Lengua Matalzinga, y en él encontré el célebre soneto "No me mueve, mi Dios,

para quererte...", que me permitió escribir uno de los libros que han tenido mis

preferencias, con el título Joyas Literarias del Siglo XVII encontradas en México; y

entre ellos estaba también el Mapamundi del siglo XVI, que todo hace creer fue

traído a México por el propio conquistador, don Hernando Cortés, y que estuvo en

inminentísimo peligro de perderse.

Pero aconteció entonces algo inesperado: la inestabilidad de los gobiernos, que

a veces sucedíanse en esta ciudad como figuras de caleidoscopio, hizo que el

que presidía el señor Carranza saliera prontamente para Veracruz, y entonces

resolvióse que se llevaran al puerto los más importantes elementos de aquella

imprenta. Con rapidez extraordinaria se desmontaron máquinas, se recogieron

papeles y originales; pero por mi suerte tuve noticia del movimiento que se

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emprendía, y, recordando aquella inestimable joya, corrí desolado en busca de

ella. Todo era desorden y todo confusión, y mi ansiedad crecía por momentos, al

no hallar por sitio alguno aquel Mapamundi, cuando en el cubo del zaguán, y

cerca de la puerta de las oficinas advertí un pequeño paquete envuelto en trapos; me

lancé sobre él, a fin de ver qué contenía, y... allí estaba nada menos que uno de los

tesoros cartográficos que la Sociedad posee, y que hoy ostenta en su museo,

Debo decir ahora que, aprovechando la buena voluntad del Ministro de Fomento,

Señor Pastor Rouaix, quien por su cargo conocía perfectamente las tribulaciones

de la Sociedad, un día resueltamente le plantée el problema de que el Gobierno

diera a ésta algún edificio en donde pudiera instalarse definitivamente, como en

casa propia, a fin de continuar sus trabajos ya sin las amarguras que antes había

experimentado.

Y el Señor Rouaix acogió con buena voluntad aquella audaz solicitud; pero

nuevamente se presentó, de allí a poco, otra crisis política que lo privó de la

satisfacción de realizar ese propósito.

El efecto, recabó el acuerdo favorable del Presidente Señor Carranza, durante la

memorable y trágica última salida con rumbo a Veracruz, pero en Algibes, al ser

destrozado aquel Gobierno quedó frustrado tal acuerdo.

Quiso, sin embargo, la buena estrella de la sociedad que viniera como Subsecre-

tario de Fomento otro hombre culto y distinguido, el Ing. Fortunato Dozal, con quien

yo cultivaba tanta amistad como con el Señor Rouaix. Renové mi petición, pues,

al Señor Dozal; me ofreció transmitirla al Ministro, general don Antonio Villarreal; y

en una conferencia que los tres tuvimos quedó resuelto que se nos daría la casa

número 28 de las Calles de Jesús María, misma que había pedido al señor Rouaix,

después de hacer una selección en unión de varios miembros de la Sociedad, de

entre los edificios disponibles. A su vez el Ministro obtuvo el acuerdo del nuevo

Presidente, señor don Adolfo de la Huerta; y tras de hacer a la casa las reparacio-

nes indispensables me fue entregada, y el Instituto quedó debidamente instalado,

continuando así sus labores ya sin tropiezos ni dificultades.

Otro cambio de Gobierno, sin embargo, trajo consigo éstas que fueron bastante

serlas. El señor de la Huerta, terminado su período presidencial, pasó a ejercer las

funciones de Ministro de Hacienda; y con el propósito de fomentar la música entre

nosotros resolvió acondicionar debidamente el antiguo Teatro Hidalgo para

convertirlo en Teatro de la Opera. Y emprendió serias obras de adaptación, en

tanto se perfeccionaba la compra, en la cual entraba la entrega de algunos

inmuebles como parte del precio. Por error, tal vez de la Dirección de Bienes

Nacionales, se indicó a la dueña del Teatro Hidalgo en la lista de propiedades

disponibles, la casa de Jesús María y precisamente ésta fue escogida.

Se tomó en arrendamiento la casa número 8 de la Avenida República de

Argentina en donde la corporación estableció sus oficinas, su biblioteca y su salón

de juntas. En la escritura de cesión al Centro de Ingenieros, se hizo constar la

obligación de éste de construir locales adecuados para la Sociedad de Geografía

y para la Alzate, y pagó las rentas del edificio arrendado. Por desgracia el Centro

de Ingenieros comenzó las obras, pero no pudo llevarlas a término.

Entre tanto fue electo vicepresidente el Señor Doctor Don Pedro Magaña Peón,

muy estimado en la sociedad por la originalidad y el interés de sus trabajos, y

simpatía personal.

Durante el período de su gestión vencíanse los dos años en que la Secretaría de

Hacienda había de pagar las rentas de la casa; y desgraciadamente quizá -

afortunadamente tal vez por los hechos a que la resolución del Señor Magaña

Peón llevó años mas tarde-, en lugar de obtener que se siguieran cubriendo dichas

rentas, lo que habría sido fácil, creyó preferible solicitar un local en el tercer piso del

antiguo mercado de El Volador.

Y el traslado se hizo, mas con tanta desgracia para la biblioteca de la Sociedad

que los libros fueron hacinados en verdaderas pirámides, en alguno de los salones

adquiridos; habiéndose repetido entonces alguna otra crisis de gravísimo carác-

ter, que pudo haber dado muerte a la corporación, ya casi nonagenaria.

En lo que se refiere al régimen interno de la Sociedad no solamente se había

modificado, en lo relativo a la no reelección de los vicepresidentes, sus verdaderos

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directores; sino que algunas otras reformas indispensables para modernizar el viejo

reglamento de 1862, vinieron a condensarse en el que se expidió en 1918, durante

el año de mi administración.

Sin embargo, entre este año y el de 1926 nuevas modificaciones fueron sugeridas,

y durante mi necesaria permanencia en Nueva York se creó el actual reglamento,

que muestra como principal cambio la manera de constituir la mesa directiva.

El Señor Rouaix, que tan de cerca había visto los inconvenientes de que la

Sociedad, aun sin dejar de ser autónoma estuviera en cierto modo supeditada a

la Secretaría de Fomento, por ser el Ministro su Presidente, creyó que era preferible

que el director de los trabajos sociales asumiera la presidencia que de hecho

ejercía con el título de vicepresidente; y por lo mismo el presidente ya tiene ahora

una función activa y el vicepresidente sólo llena las funciones de éste en su

ausencia. Desapareció el secretario perpetuo, que gratuitamente desempeñaba

sus labores y el primer secretario y el segundo y el tercero, en lo que respecta al

nombre de los dos primeramente enunciados, y definitivamente el último. Actual-

mente en lugar del secretario perpetuo existen el secretario general cuya plaza

está remunerada, el secretario anual y el prosecretario. El cargo de secretario

general, desde su creación lo viene desempeñando el Señor Profesor D. Rafael

Aguilar y Santillán. Existen además, cinco consejeros.

Antiguamente la Sociedad no cobraba cuota alguna a sus miembros; pero desde

que una serie de tribulaciones pecuniarias la ha venido afectando los últimos años,

se tomó el acuerdo de cobrar $ 1.00 cada mes; esta circunstancia exige una

recordación especial del Señor Ingeniero D. Carlos F. de Landero, quien después

de haber sido vicepresidente fue nombrado tesorero, y en multitud de ocasiones

de su peculio tuvo que afrontar los gastos, lo que no le había sido posible cubrir con

los que se recaudaron. Desde otro punto de vista también merece ser menciona-

do el tesorero actual Señor D. José Rodríguez F., con la diligencia que procura que

los socios aporten el pequeño contingente pecuniario que la Sociedad les pide

tras de los días penosos que se acaban de referir vinieron otros de paz y de

concordia: el Señor Ing. D. Luis Híjar y Haro, el Señor D. Enrique Creel, el Señor Ing.

D. Valentín Gama, el Señor Ing, D. Agustín Aragón y ahora el Señor Ing, D, Ezequiel

Ordoñez han dado nuevo esplendor a centenaria Sociedad.

Consagrado el Señor Haro, con grandes preferencias a labores de estadística, con

todo interés ha fomentado los estudios estadísticos; el sabio Astrónomo Gama,

que por igual gusta de los fenómenos físicos que de los sociales, ha impulsado unos

y otros; Aragón, el Filósofo y crítico ha dado notable impulso a todo linaje de

estudios; y el eminente Geólogo Ordoñez ha revivido un género de actividades

interesantísimas: ir a conocer regiones para muchos ignoradas, con la peculiari-

dad de que su voz es el incomparable guía que a todos instruye y cautiva.

Me enteraba de que la urgencia que el Gobierno tenía de derribar el "Mercado del

Ex-volador" obligaba a ambas sociedades a dejar el local que ahí ocupaban: la de

Geografía desde hacía unos cuantos años; la segunda, la Academia de Ciencias

"Antonio Alzate", desde hacía 37.

Pedí entonces que oficialmente se me autorizara para gestionar ante Gobierno

que se diera un nuevo local a dichas agrupaciones; y como por la naturaleza de

mi actuación de hoy, tenía constante contacto con el Ministro de Hacienda, Señor

D. Luis Montes de Oca y con el Director de Bienes Nacionales, Señor Ing. D. Felipe

J. Sánchez y ambos me distinguen por su amistaa, desde luego pude iniciar

negociaciones que trajeron un satisfactorio resultado. En efecto, no únicamente

se logró que pusieran a disposición de las dos corporaciones el importante edificio

que hoy ocupan, en el número 19 de la Calle de Justo Sierra y que la misma

Secretaría hiciera todas las adaptaciones indispensables para el alojamiento de

aquéllas; sino que la propia dependencia se encargara del traslado de los 100,300

volúmenes que forman sus dos bibliotecas hasta colocarlos en los nuevos anaque-

les construidos al efecto en el edificio cedido.

Acaso estas apuntaciones, acerca de la vida de la Sociedad en los últimos 25

años, parezcan jactanciosas y reprobables por la mención que en ellas se hace

de los pocos servicios que he podido prestarle; pero las he formulado así única-

mente para complacer una cariñosa demanda que desde hace tiempo me tiene

hecha mi respetable y querido amigo, el Señor Ingeniero D. Jesús Galindo y Villa,

de conocer mi personal actuación en la Sociedad.

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Jesús Gal indo y Villa.

Para concluir debo agregar que, cualesquiera que hayan sido estos servicios, yo

me he sentido más que remunerado: ora con las manifestaciones de carácter

público que en más de una ocasión me ha tributado, ora con haber sido parte a

que yo encaminara mis estudios y mis aficiones intelectuales por donde en

definitiva los he llevado en esos mismos veinticinco años.

Pastor Rouaix Alberto Mario Carreño Escobedo.

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El Presidente Pascual Ortiz Rubio

Hace Entrega a la Sociedad del Edificio ubicado

en Justo Sierra 19

VALENTIN GAMA

1930

En la Ciudad de México, a los nueve días del mes de septiembre de mil novecientos

treinta, se reunieron en la casa número diecinueve de la primera calle del Maestro

Justo Sierra, los ciudadanos Ingeniero Auxiliar Carlos T. Martínez en representación

de la Dirección de Bienes Nacionales, Arquitecto Nicolás Mariscal en representa-

ción del Departamento de Contraloría, Alberto María Carreño, Presidente de la

Academia Nacional de Ciencias «Antonio Alzate», e Ingeniero Valentín Gama,

Presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, con objeto de

que el primero de los citados, con intervención del representante del Departa-

mento de Contraloría, haga entrega del predio en que se encuentran reunidos los

ciudadanos Presidentes de la Academia y Sociedad mencionadas, de conformi-

dad con lo dispuesto por la Dirección de Bienes Nacionales en oficio número

treinta, guión, tercera, guión, cinco mil setecientos sesenta, expediente doscien-

tos veintiuno, guión, dos mil trescientos cinco, guión, segundo, de nueve de

septiembre de mil novecientos treinta, que en su parte conducente dice: "Por

Decreto Presidencial de diecinueve de marzo del corriente año, que fue publica-

do en el Diario Oficial de la Federación número treinta y nueve de veintidós de abril

próximo pasado, quedó autorizada esta Secretaría para conceder a estas hono-

rables Sociedades, con apoyo en el artículo cuarenta y siete de la Ley de

dieciocho de diciembre de 1902, el usufructo de la casa de propiedad nacional

número diecinueve de la calle del Maestro Justo Sierra, en esta Capital, para el

establecimiento de sus oficinas y demás dependencias. En esa virtud y de

acuerdo con lo dispuesto por el artículo segundo de dicho Decreto, esta

Secretaría concede a esas honorables Sociedades el uso gratuito del referido

predio, bajo las siguientes condiciones: Primera.- Las Sociedades aprovecharán la

casa número diecinueve de la calle del Maestro Justo Sierra, únicamente en los

servicios de sus respectivas dependencias. Segunda.- Las Sociedades se compro-

meten a mantener este predio en las mismas buenas condiciones de conserva-

ción e higiene en que se les entrega. Tercera.-Las Sociedades no podrán hacer en

esa finca ninguna obra de adaptación si no es con previo permiso de la Secretaría

de Hacienda y Crédito Público, dado expresamente por escrito. Cuarta.- Las

Sociedades quedan sujetas a la vigilancia de la Secretaría de Hacienda en lo que

respecta a la buena conservación y uso del predio. Quinta.- Las mejoras e

instalaciones de carácter permanente que las Sociedades introduzcan en esa

casa, quedan a beneficio de ella, sin que tengan derecho a indemnización

alguna. Sexta.- Será motivo suficiente para declarar cancelada esta concesión

el hecho de que las Sociedades no cumplan con cualquiera de las condiciones

expresadas en este oficio".

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A continuación la expedición del Decreto:

PASCUAL ORTIZ RUBIO,

Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a sus habitantes,

sabed:

Que, en uso de la facultad que me confieren los artículos 20 y 21 de la Ley sobre

Clasificación y Régimen de los Bienes Inmuebles Federales, de 18 de diciembre de

1902, he tenido a bien expedir el siguiente:

DECRETO

ARTICULO lo.- Se retira del servicio de la Procuraduría General de la República la

casa No. 19 de la calle de Justo Sierra, en esta Capital.

ARTICULO 2o.- Se autoriza a la Secretaría de Hacienda para que, con arreglo a lo

dispuesto en el artículo 47 de la Ley antes citada, conceda el uso gratuito del

mismo predio a las Sociedades Mexicanas de Geografía y Estadística y a la

Científica «Antonio Alzate», bajo las condiciones que estime convenientes.

Lo que comunico a usted para su publicación y demás fines.

Sufragio Efectivo. No Reelección.

México, D.F., a 8 de abril de 1930

El Secretario de Gobernación

E. PORTES GIL

Rúbrica.

Publicado en el Diario Oficial de 22 de abril de 1930.

Don Fernando Ocaranza, preside una comida, en la nueva sede de la Sociedad, ubicada en la calle de Justo Sierra 19.

Ing. Pascual Ortíz Rubio, siendo Presidente de la Valentín Gama 1930.

República expidió el decreto por el que se asigno

a la SMGE el edificio de Justo Sierra 19.

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SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFIA Y ESTADISTICA

Centenario de la Sociedad Mexicana

de Geografía y Estadística

ADOLFO RUIZ CORTINES Y

LUIS MIJAR Y HARO

1933

La Junta Gubernativa del México independiente ordenó en 1821, a las juntas

provisionales y a los ayuntamientos que fueran "adelantando los trabajos sobre

estadística, división del terreno y partidos".

En 1822 el Congreso Constituyente decretó la formación de la estadística general

del imperio, pero las circunstancias de esa época no permitieron la realización de

tan loable fin. Sólo en la provincia de Michoacán se llevó a cabo, y en 1824 se

publicó con el título de "Estadística de la Provincia de Michoacán".

Durante el período 1822 -1830 se comenzó a elaborar Estadísticas Fiscales, cuyos

resultados se publicaron en las Memorias de Hacienda de esa época.

No obstante que la Constitución de 1824 ordenó la ejecución de un censo de

habitantes, en 1829 no pudo efectuarse éste sino hasta 1831.

Apenas corridos doce años desde la terrible pelea que México mantuvo para

alcanzar su emancipación política; y en vísperas de otra más larga, cruenta y

única tal vez en América, de carácter económico-social, abanderada por irre-

conciliables enemigos, conservadores unos, liberales otros, el Gobierno Nacional

acordó fomentar la creación del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, el

cual debió su existencia a las patrióticas sugestiones de D. Bernardo González

Angulo, Ministro de Relaciones, cerca del vicepresidente de la República D.

Valentín Gómez Farias. Suceso más importante de lo que parece fue su Fundación

y una prueba del conocimiento que México tenía, ya en el primer tercio del Siglo

XIX, cuando su infancia política del adelanto que iba alcanzando la práctica de

la estadística en los países más prósperos de Europa, como una nueva ciencia aún

incierta en sus medios de desarrollo y también de sus resultados, y expuesta a

dificultades seguramente mayores de vencer en un país de cultura naciente,

como era el nuestro. Sus primeros pasos se limitaban a la adquisición y acopio de

materiales nuevos, al examen y rectificación de los existentes, a la publicación de

ambos y a fomentar la afición por esta clase de estudios, así como la colaboración

para que el Instituto recibiera noticias estadísticas tan indispensables a la adminis-

tración pública, que tropezaba con una contienda de principios políticos, siempre

creciente, con las consecuencias económicas inevitables. En tales condiciones y

a pesar de la enérgica cooperación de todos los individuos que componían la

institución,fácil es calcular el cúmulo de dificultades y aún más, de obstáculos que

se oponían a una acertada labor. Colaborador distinguidísimo de los ideales del

Instituto, D. José Joaquín Pesado, sucesor del Señor González Angulo en el

Ministerio de Relaciones, favoreció sus Trabajos facilitándole todos los elementos

de la contaduría federal de propios que habían servido a la Cámara de Diputados

para la división territorial de la República, e interponiendo su influencia cerca de

los gobiernos de los estados, y demás autoridades civiles y eclesiásticas, a efecto

de que todas las instancias que el Instituto les hiciera fueran atendidas diligente-

mente.

Conforme a este principio dividió en cuatro sus secciones: de geografía, de

estadística, de observaciones geográficas, astronómicas y meteorológicas, y de

adquisición de materiales; y dejó al Gobierno sólo el cuidado de suministrar

aquellos datos que son resultado del desempeño de los cargos administrativos,

como por ejemplo: las informaciones parciales sobre población, rendimientos

agrícolas, comercio, e industrias ganaderas, que a las corporaciones puramente

científicas no les es fácil conseguir. Mediante el programa expuesto, pronto el

Instituto estuvo en posibilidad de ofrecer al público varios documentos estadísticos

y geográficos, cuidadosamente elaborados, y en capacidad de proporcionar, en

adelante toda la exactitud dable en tan interesantes materias, aunque distantes

de un orden metódico de publicación puesto que no lo había en la adquisición

de los datos fundamentales. Al menos se satisfacía a la Nación dándole precisas

e importantes noticias, con la esperanza, de parte de la corporación de reunir

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TESTIMONIOS EN 160 AÑOS DE LABOR

cuanto más le fuese posible publicar. La estadística de una Nación no es ningún

manual, ni curso, ni tratado, sino ta reunión de indicaciones generales o particu-

lares expuestas mediante investigaciones o deducciones ciertas y exactas, más o

menos extensas -pensaba el Instituto-; por lo tanto veía indiferente el orden que

pudiera adoptar para publicarlas. Tiempo vendrá en que sea fácil elegir la forma

que deban guardar para componer un todo ordenado; y éste será, decía, uno de

los cuidados preferentes... ¡Cuánto de verdad hubo en sus predicciones de hace

un siglo!

Fueron fundadores del Instituto D. Bernardo González Angulo, D. Alejandro, Barón

de Humboldt (de Berlín), D. José Gómez de la Cortina, D. Ignacio Alcocer, D.

Agustín Arellano, D. Miguel y D. Benigno Bustamante, D. Mariano Cal, D. José María

Castelazo, D. Manuel Castro, D. Ignacio Cubas, D. José María y D. Rafael Durán,

D. José María Echandia, D. Carlos García, D. Federico Gerolt, D. Sebastián

Guzmán, D. Ignacio Iniestra, D. Domingo Lazo de la Vega, D. Ignacio Moral, D.

Ramón del Moral, D. Cástulo Navarro, D. Juan Olbegozo, D. Manuel Reyes, D. José

Antonio Romero, D. Mariano Sánchez Mora, D. Ignacio Serrano, D. Francisco

Arango (Director del Observatorio Real de París), como fundadores ingresaron

como socios distinguidos D. Juan Nepomuceno Almonte, D. Rafael Camargo, D.

Rafael Chovell, D. Pedro García Conde, D. Manuel Gómez Pedraza, D. Joaquín

Velázquez de León, D. Ignacio Cuevas, D. Luciano Castañeda, D. Carlos García,

D. Manuel Castro, D. Onofre Arellano, D. Sebastián Guzmán, D. Manuel Reyes y J.

Burkarf, D. Andrés Quintana Roo.

La sociedad desde su fundación en 1833, ha sido el propulsor científico de cuánto

ha sido útil para México, a pesar de tantos y tantos obstáculos opuestos en sus

primeros años de vida, ya por la pugna liberal - conservadora cuanto por la

endémica pobreza del erario. La terrible invasión del cólera en agosto de 1833, y

los trastornos pofíticos sucesivos paralizaron los anhelos del Instituto hasta 1835, en

que pudo reanudarlos mediante comisiones integradas por sus asociados, consi-

guiendo dar al público algunos documentos estadísticos y geográficos que se

confeccionaron con el mayor esmero posible en una época en que sólo se

pensaba en aumentos de contribuciones, de ejércitos y de toda especie de

reformas sociales. Los primeros Boletines contienen investigaciones sobre pobla-

ción, mortalidad y educación pública; informaciones de carácter histórico y

geográfico, etc., que el Instituto miraba cercanos a la verdad.

Es oportuno recordar, por otra parte, que hace un siglo sólo descollaban como

adelantados en trabajos estadísticos Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Fran-

cia a pesar de tantas obras como tenía publicadas, parcialmente, sobre esa

misma ciencia, aún carecía de una estadística completa siendo tanto más de

admirar cuanto que en diferentes ocasiones estuvo en circunstancias mucho más

favorables que cualquiera otra nación para perfeccionar sus trabajos.

Desgraciadamente las conmociones intestinas de México siguieron tan intensas,

tan frecuentes y de tal naturaleza que no sólo impidieron publicar los Boletines del

instituto, sino que aun se manifestó grande oposición a su existencia. Bástenos

recordar que la atención del gobierno hacia objetivos y necesidades de mayor

urgencia, le impidieron dedicarse al cuidado de otras muchas ramas. Y sin

embargo, en medio de tantas calamidades y del desaliento de los miembros del

Instituto, que miraban lo difícil de una función inmediata, vino en su auxilio un

hombre que, al ocuparse de la Secretaría de Guerra en 1839, y haciéndose

superior a los obstáculos, llamó a sus antiguos asociados en el Instituto y a cuantos

pudieran ayudar al gobierno en la ardua empresa de dar nueva vida a la ciencia,

las artes y todas las actividades de utilidad común; así don Juan N. Almonte creó

la Comisión de Estadística Militar, el 30 de septiembre de 1839, como continuadora

del Instituto de Geografía y Estadística, reduciendo por entonces sus actividades

a la materia de estadística militar, tanto porque así lo exigía la naturaleza misma

de su posición en el Ministerio cuanto porque las circunstancias no permitían hacer

más. La Comisión se dividió en dos secciones: una de Geografía, presidida por

Orbegozo, y la otra de Estadística, por Alcorta. La primera empezó a reunir datos

para formar la carta general de la República, y la segunda a adquirir y colectar

todas las noticias necesarias para presentar a la Nación el estado de su situación

social, deducido de los hechos y acontecimientos actuales, como finalidad de la

Estadística.

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SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFIA Y ESTADISTICA

Pudo hacerse de los Boletines algo interesante para la cultura de México. Desde

sus primeros volúmenes aparecieron estudios serios sobre el Istmo de Tehuantepec;

listas de alturas barométricas de puntos comprendidos en los Estados de México,

Puebla y Tlaxcala; la geografía y estadística de los Estados de Guanajuato, Sonora,

Tabasco, Colima, Aguascalientes, Tlaxcala, Michoacán, etc.; algunos cortes

geológicos y un buen bosquejo de historia y antigüedades de México precolonial;

artículos sobre estadística, etnografía y lenguas mexicanas. Ya en 1850 pasaban

de 60 los asociados de México, de 15 en el extranjero como socios honorarios, otros

tantos de igual jerarquía dentro del país, una veintena de socios corresponsales en

el extranjero y el personal de las Juntas Auxiliares de la Corporación, en varios

lugares de la República, para colaborar en la colección de datos estadísticos,

geográficos e históricos. En febrero de 1840 se comenzó a delinear la Carta

General de la República; en Mayo de 1841 se encargó de ese trabajo don Pedro

García Conde, apoyándose en los planos y documentación de la sección

respectiva, y en enero de 1851 quedó concluida, así como el Atlas y el Portulano,

todo llevado a cabo felizmente. Muchas tentativas hizo la Sociedad en Europa y

Estados Unidos con el deseo de publicar esos trabajos, pero el costo que esto

demandaba no lo permitió, por lo que, al fin, se resolvió enlienzar y barnizar el

ejemplar de la Carta General de la República que se mira en el Salón de Sesiones.

Entretanto la Sección de Estadística, que contaba con todo el material suministra-

do por las autoridades políticas, eclesiásticas y militares de la República, y de la

Secretaría de Guerra, procedía a clasificarlos y coordinarlos para el primer ensayo

respecto de la formación de la estadística.

Sin embargo, a la caída del imperio en 1867, la Sociedad sufrió serias interrupcio-

nes, pues por aquellos sucesos y el triunfo de la República el nuevo Gobierno que

la reinstalaba, le designó 16 miembros elegidos de los antiguos asociados, tenien-

do como vicepresidente al Señor Lic. Lafragua y como secretarios a los Señores

Altamirano y Ortega. Paulatinamente la Sociedad alcanzaba la normalidad en

sus funciones y el crecimiento regular de socios; y a medida que serenándose la

contienda política del Gobierno Nacional, para beneficio de la primera sociedad

científica de México. Ya en el año de 1880 el movimiento de sus asociados era

grande: como de 580 socios honorarios, nacionales y extranjeros, destacándose

entre los primeros D. Antonio del Castillo, D. Joaquín García Icasbalceta, D.

Antonio García Cubas, D.Francisco Díaz Covarrubias, D. Jesús Fuentes y Muñiz, D.

Vicente Riva Palacio, D. Alfredo Chavero, D. León Guzmán, D. Agustín Díaz, D José

María Vigil, D. José J. Arriaga, D. José M. Iglesias, D. Julio Zárate, D. Juan A. Mateos,

el obispo D. Ignacio Montes de Oca y Obregón, D. Manuel Azpiros, D. Santiago

Ramírez, D. Manuel Carmona y Valle, D. Mariano Bárcena, D. Ezequiel Montes, D.

Emilio Donde, D. Félix Romero, D. Angel Anguiano, D. José María Rodríguez Icos, D.

Emeterio Robles Gil, D. José Ivés Limantour, D. Eduardo Garay, D. Ramón Manterola,

D. Ignacio Luis Vallarta, D. Joaquín de Mendizábal Tamborrel, D. Porfirio Parra; entre

los extranjeros D. Oloardo Hassey, D. Andrés Clemente Vázquez, D. Guillermo Cross

Buchanan, D. Enrique de Olavarría, D. Fernando Rosenschweig, D. Guillermo

Pritchard, D. Domingo Sarmiento, D. Bartolomé Mitre, Dr. Kaska, Dr. Kan, D.

Francisco Coello, D. Santiago Quetelet, (secretario de la Academia de Ciencias

de Bruselas) D. Francisco Pi y Margall, D. Samuel Morse, D. Manuel Payno, D. Ignacio

Altamirano, D. Guillermo Prieto, D. José María Vigil, D. Ignacio Mariscal, D. Miguel

Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz, D. Adolfo Thiers, S.E. Boissy d'Anglais, Ministro de

Francia en México; como de 400 socios corresponsales en la República y como de

70 en el extranjero.

Entonces la biblioteca poseía más de 6,000 volúmenes, a disposición de los

asociados y del público. Respecto de cartas, cuadros sinópticos, geográficos,

estadísticos e históricos visitas y retratos, la colección es interesante, una de las

mejores seguramente en América Española; constaba de unas 526 cartas murales

(con numerosos duplicados), que con las publicadas en los Boletines se estimaban

en 14,925.

El más antiguo y curioso de los Atlas que forman la colección, es el descrito en la

obra "Materiales para una Cartografía Mexicana" escrita por el distinguido sabio

D. Manuel Orozco y Berra. La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística ha

formado su biblioteca y cartografía por canjes con otras bibliotecas o bien por

donaciones, y sus relaciones se mantienen constantes con todas las instituciones

científicas y culturales del mundo.

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Las diferencias que se advierten en las superficies de cada estado obedecen a

que los límites que los separan como entidades políticas aún no han sido definidos.

Mas si comparáramos las cifras totales obtenidas por el Ing. García Cubas, a quien

corresponde la prioridad en el cálculo del área de la República (1.915,240 km2),

que con la obtenida medida, por la Dirección de Estudios Geográficos (1.963,303

km2) veremos una diferencia de 48,063 menos en la superficie primera.

D. Lucas Alamán publicó en las Memorias de Fomento, en 1843 estadísticas de

hilados y tejidos, así como de los diezmos cobrados por la Iglesia.

D. Manuel Silíceo, siendo Ministro de Fomento, logró realizar en 1857, un censo de

población, estadísticas demográficas, de acuñación de moneda y algunas otras

bajo la dirección de D. Manuel Orozco y Berra.

D. Miguel Lerdo de Tejada, editó 'El Comercio Exterior de México", por esa misma

época con datos de 1519 a 1853.

Del período 1857 -1867, existen las siguientes obras importantes; «Apuntes» y la

"Memoria de Hacienda" y un estudio sobre censos de D. Miguel Lerdo de Tejada;

el "Cuadro Estadístico y Geográfico de la República Mexicana" de D. Antonio Garcia

Cubas; el "Manual de Geografía y Estadística de la República Mexicana", de D.

Jesús Hermosa y la "Memoria de Hacienda" de 1870, de D. Matías Romero, que

consigna datos de 1822 a 1870.

Por los trastornos políticos de aquella época la labor estadística, continuada

sistemáticamente hasta 1910, fue interrumpida casi totalmente, inclusive el censo

que estaba ordenado para 1920, y que no pudo llevarse a cabo sino hasta 1921.

En 1922, convencido el Gobierno de México de que la estadística es una guía

indispensable para la colectividad, le concedió mayor atención, y al efecto creó

el Departamento de la Estadística Nacional, con fecha 30 de diciembre.

Lic. Adolfo Ruíz Cortines socio activo de Geografía y Estadística, desde su juventud.

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SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFIA Y ESTADISTICA

Primer Centenario

DE LA

SOCIEDAD MEXICANA DE

GEOGRAFIA Y ESTADISTICA

'■ ■ % ### TOMO H

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(USTO

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El Presidente de la República General Abelardo L. Rodríguez, al arribar a la ceremonia conmemorativa del Centenario de la Sociedad, en abril de 1933.

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Luis Hijar y Haro durante su presidencia en la Sociedad, presente en un acto cultural, le acompañan los miembros de la Junta Directiva.

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