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BLOQUE II CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL Tema 5 La crisis de la monarquía Borbónica 1. LOS INICIOS DE LA CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA Tras la muerte de Carlos III, acaecida en 1788, le sucedió su hijo Carlos IV, un hombre débil, nada parecido a su padre, y de escasa preparación política. Las inseguridades y deficiencias de este rey se hicieron aún más patentes por las circunstancias históricas tan difíciles que le tocaron vivir. Al poco tiempo de comenzar su reinado, en 1789, se inició la Revolución Francesa. Debido a ello, las reformas borbónicas, creadoras de riqueza aunque no habían atacado de raíz los verdaderos problemas que aquejaban a España, fueron paralizadas tras el estallido de esta revolución. Los ministros ilustrados, como Floridablanca o Jovellanos, fueron apartados del gobierno. De otro lado, la tradicional amistad hispano-francesa se rompió tras la ejecución de Luis XVI de Francia, en 1793. La política nacional estaba entonces dirigida por Godoy, valido de Carlos IV, principal partidario de esa ruptura. Como consecuencia, Francia declaró la guerra a España y su resultado fue la pérdida de la isla de Santo Domingo, el aumento de la presencia británica en América, lo que iba contra de los intereses comerciales españoles, y la ruina definitiva de la ya maltrecha Hacienda real. Un año después, España y Francia se aliaban de nuevo tras la firma del Tratado de San Ildefonso. Lo cierto es que este acuerdo, años después, supuso la participación española en los conflictos bélicos al lado de Napoleón y en contra de Gran Bretaña, nuevamente enemigo común. Justamente por este acuerdo España se vio involucrada en diversos conflictos bélicos. 1

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BLOQUE II

CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL

Tema 5

La crisis de la monarquía Borbónica

1. LOS INICIOS DE LA CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICATras la muerte de Carlos III, acaecida en 1788, le sucedió su hijo Carlos IV, un hombre débil, nada parecido a su padre, y de escasa preparación política. Las inseguridades y deficiencias de este rey se hicieron aún más patentes por las circunstancias históricas tan difíciles que le tocaron vivir. Al poco tiempo de comenzar su reinado, en 1789, se inició la Revolución Francesa. Debido a ello, las reformas borbónicas, creadoras de riqueza aunque no habían atacado de raíz los verdaderos problemas que aquejaban a España, fueron paralizadas tras el estallido de esta revolución. Los ministros ilustrados, como Floridablanca o Jovellanos, fueron apartados del gobierno.

De otro lado, la tradicional amistad hispano-francesa se rompió tras la ejecu-ción de Luis XVI de Francia, en 1793. La política nacional estaba entonces diri-gida por Godoy, valido de Carlos IV, principal partidario de esa ruptura. Como consecuencia, Francia declaró la guerra a España y su resultado fue la pérdida de la isla de Santo Domingo, el aumento de la presencia británica en América, lo que iba contra de los intereses comerciales españoles, y la ruina definitiva de la ya maltrecha Hacienda real.

Un año después, España y Francia se aliaban de nuevo tras la firma del Trata-do de San Ildefonso. Lo cierto es que este acuerdo, años después, supuso la participación española en los conflictos bélicos al lado de Napoleón y en contra de Gran Bretaña, nuevamente enemigo común. Justamente por este acuerdo España se vio involucrada en diversos conflictos bélicos.Cuando ya Napoleón había tomado en sus manos los destinos de Francia, en 1801, España declaró la guerra a Portugal por su violación del bloqueo comercial a Gran Bretaña que había sido decidido para proteger los intereses franceses; fue la denominada guerra de las Naranjas. A su término, España obtuvo Olivenza, que quedaba incluida en Extremadura. Pero el enfrentamiento en el mar con Gran Bretaña tras la derrota de Trafalgar en 1805 supuso la destrucción de la armada española y, como consecuencia, el comercio con América se redujo de forma significativa y aún más los ya escasos ingresos estatales. Mientras, las industrias que fabricaban para el mercado americano entraron en crisis.

El panorama político nacional también era difícil. Godoy puso en marcha la desamortización de los bienes eclesiásticos con el objetivo de equilibrar la deuda pública. Sin embargo, lo que consiguió fue ganarse la animadversión del clero, en un ambiente de descontento social generalizado, que veía en él al

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culpable de la desastrosa situación que atravesaba España. Por otro lado, los sectores más reaccionarios se agrupaban en torno a Fernando, hijo de Carlos IV, que comenzaba a conspirar contra su padre.

En este contexto, con Napoleón como emperador de Francia y con el proyecto de adueñarse de Europa, firmó con España el Tratado de Fontainebleau -1807-, en el que se acordaba la invasión de Portugal y el reparto de su territorio entre ambos países.

Antes de formalizarse, las tropas francesas comenzaron a avanzar por territorio español camino de Portugal. Pronto Napoleón exigió la apertura del comercio americano a los buques franceses y el establecimiento de la frontera entre España y Francia en el Ebro. Mientras la invasión francesa se llevaba a cabo, la situación política se deterioraba cada vez más a causa de la desconfianza y la desunión de la familia real, en la que se sucedían las conspiraciones del Príncipe de Asturias, que ambicionaba el trono de su padre, Carlos IV. En medio de este clima, en marzo de 1808 tuvo lugar el Motín de Aranjuez, protagonizado por el pueblo e instigado por los colaboradores de Fernando, que perseguían provocar el fin del despotismo ministerial, encarnado por el valido Godoy, el derrocamiento revolucionario de Carlos IV y el ascenso al trono de su hijo Fernando. Sin embargo, Carlos IV y su esposa no aceptaron la nueva situación y solicitaron la intervención de Napoleón en su favor. Este convocó a la familia real en Bayona, donde les convenció para que renunciaran al trono a cambio de amplios dominios en Francia y de la conservación de sus títulos nobiliarios.

2. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIALa ocupación francesa, junto a la alarma provocada por las noticias que llegaban de Bayona y la experiencia revolucionaria del Motín de Aranjuez, provocaron una insurrección popular en las calles de Madrid el 2 de mayo de 1808, reprimida brutalmente por los franceses. Con este episodio comienza la guerra de Independencia, un enfrentamiento repleto de contradicciones.

2.1. EL REINADO DE JOSÉ I

Para evitar nuevas revueltas, Murat —lugarteniente de Napoleón en Madrid- logró que el Consejo de Castilla, el Ayuntamiento de Madrid y la Junta de Gobierno, que se mantenían tras la marcha de Fernando VII, apoyaran la coronación del nuevo monarca, José I, hermano de Napoleón. Así, una asamblea de notables fue convocada en Bayona para tomarle juramento como rey y hacerle propuestas para la redacción de una carta constitucional, elaborada por Napoleón. Se trataba así de una carta otorgada, según la cual el poder ejecutivo quedaba en manos del rey, mientras que las Cortes estamentales carecían de iniciativa legislativa, que también se reservaba al monarca. Además, declaraba la religión católica como la única permitida, reconocía derechos como la libertad de imprenta, abolía las aduanas interiores, suprimía los derechos señoriales, reformaba la Hacienda y disponía la próxima elaboración de un código civil y criminal para todo el reino. Ninguna de estas disposiciones llegaría a aplicarse debido al estallido de la guerra.

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2.2. LAS JUNTAS

Ante el vacío de poder, la población se organizó espontáneamente en Juntas locales y provinciales, sin coordinación entre ellas, que asumieron la soberanía e incitaron al pueblo a la defensa del país.

Posteriormente se creó la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino,integrada por representantes de las juntas provinciales como Jovellanos o Agustín de Arguelle. La presidía el conde de Floridablanca, que estaba al frente de la Junta de Murcia. Su objetivo era organizar la lucha contra el rey francés, mediante la coordinación de los grupos que no lo reconocían como tal, y solici-tar apoyos del exterior, principalmente de Gran Bretaña. Pero no fue este su único cometido; ante la ausencia de un poder central, también se ocupó del poder ejecutivo, como la imposición de tributos, y de garantizar la seguridad de los ciudadanos.

De esta forma, las Juntas estaban integradas por nobles, burgueses, clérigos e intelectuales. Sus planteamientos no fueron revolucionarios, ya que en sus filas había liberales, pero también absolutistas, lo cual explica que se tomaran decisiones como la suspensión de la venta de bienes del clero o la readmisión de los jesuitas. Sin embargo, no hay que olvidar que de esta Junta Central saldría una comisión encargada de convocar Cortes para redactar el primer texto constitucional que se hizo en España. En enero de 1810 la Junta Central transfirió su autoridad a una Regencia, que se encargó de ejercer el poder ejecutivo. Las atribuciones de la Junta quedaron limitadas a partir de ese momento a la dirección de la guerra, que fue llevada a cabo por los ejércitos español e inglés, con la contribución decisiva de la guerrilla popular.

Por otra parte, la lucha de guerrillas fue un hecho novedoso ya que suponía la participación del pueblo en el conflicto de forma directa, no en vano la guerrilla se encargaba de acosar y hostigar al ejército francés. El pequeño número de personas que integraba cada partida permitía una enorme agilidad; además, conocían el terreno mejor que el invasor y contaban con la infraestructura que les brindaba el apoyo popular. Algunos guerrilleros famosos fueron Juan Martín El Empecinado, Espoz y Mina, Antonio Morillo y Ventura Jiménez.

2.3. ETAPAS DE LA GUERRA

1) Freno a las conquistas francesas. Durante el verano de 1808 el ejército español logró detener el avance francés en Valencia, Zaragoza y Gerona. La derrota infligida a las tropas galas por el general Castaños en Bailen supuso la huida francesa de Madrid, incluido el rey José I, que se retiró a Vitoria. Era la primera vez que los ejércitos napoleónicos resultaban vencidos en tierra, lo que motivó que el propio Napoleón se pusiera al mando de una expedición para ocupar España. En el mes de julio, Gran Bretaña envió a La Coruña un ejército mandado por el militar y hombre de estado Arthur Wellesley.

2) Nuevas victorias francesas. A finales de 1808, Napoleón conquistó Madrid, tras lo cual regresó a Francia. De forma paulatina, sus tropas fueron avanzando hacia el sur y conquistaron, en los primeros meses de 1809,

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Gerona, Zaragoza, La Mancha, el valle del Guadalquivir y, en 1810, el resto de Andalucía. La actuación de los guerrilleros españoles resultó decisiva durante este periodo al dificultar la comunicación y el abastecimiento de las tropas francesas.3) El fin de la guerra. La ofensiva hispano-inglesa desde Portugal culminó en las victorias de Arapiles y Vitoria, que coincidieron con la retirada de las tropas napoleónicas, enviadas a Europa oriental para participar en la campaña de Rusia. A finales de 1813 se firmó el Tratado de ValenÇay -formalizado unilateralmente por Fernando VII, al margen de las potencias europeas, con Napoleón- que garantizaba su regreso a España.

2.4. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN EXTREMADURA (1808-1814)

En el terreno político, como en las demás regiones españolas, la administra-ción del Antiguo Régimen hizo patente un vacío de poder que fue asumido por las Juntas. Entre las primeras en aparecer se encuentran las de Badajoz, Cáceres y Plasencia, integradas en otra de ámbito provincial, la Junta de Extremadura, la última de las cuales asumió las competencias político-administrativas de los antiguos organismos reales y fue la responsable de crear y mantener en la región un ejército permanente.

La importancia otorgada a Portugal, tanto por parte francesa como inglesa, convirtieron a Extremadura, región limítrofe con este país, en un objetivo principal de ambos ejércitos. De esta forma, la lucha contra las tropas napoleónicas se organizó en Extremadura mediante fuerzas militares regulares y guerrillas.

Las primeras llegaron a contar con cerca de 20 000 hombres, pero sin la pre-paración militar adecuada, lo cual explica las derrotas iniciales. Más fructífera fue la colaboración con tropas inglesas, junto a las que se lograron algunas victorias de cierta importancia. Los objetivos prioritarios de este ejército fueron dos: asegurar el control de los principales puentes que daban acceso a la región y mantener las ciudades más importantes libres de la ocupación francesa.

Además de la guerra con tropas regulares, también destacó la actividad de partidas guerrilleras, compuestas fundamentalmente por civiles, cuya actividad se vio favorecida por la abundancia de zonas abruptas. En esta lucha de guerrillas destacaron figuras como Antonio Morillo, Catalina Martín, Ventura Jiménez, Joaquín Sierra o el marqués de Monsalud.2.5. LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRAEl resultado de esta guerra fue catastrófico para España, que se vio obligada a enfrentarse a una enorme crisis demográfica y económica: campos arrasados, ciudades destruidas, comunicaciones inutilizadas, anarquía monetaria, fábricas arrasadas y desorden en el medio rural, donde pervivían antiguas partidas de guerrilleros. El final de la guerra coincidió, además, con una crisis económica en Europa. También supuso la aparición de un elemento que será una constante en la historia posterior española: el comienzo del intervencionismo militar en la vida política.

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En cuanto a Extremadura, las consecuencias de la guerra de la Independen-cia tuvieron una gran repercusión. Hubo importantes pérdidas de vidas humanas, se arruinaron muchas poblaciones, que durante la guerra fueron saqueadas y destruidas, se destruyeron cosechas como consecuencia de la política de tierra quemada, con la que se pretendía impedir que las tropas francesas se mantuvieran con los recursos existentes sobre el terreno que ocupaban y se perdió parte del patrimonio artístico a causa del saqueo y la destrucción producida por la guerra.

3. LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERALMientras se libraba la batalla por la independencia, los patriotas se reunieron en el único lugar de España que escapaba al control francés: Cádiz. Las Cortes de Cádiz constituyeron por tanto el primer intento en la historia de España de crear un estado liberal y se puso en marcha sin atentar contra los derechos de Fernando VII al trono español.

3.1. LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812Si existía un consenso entre todos los grupos sociales para expulsar al invasor francés, no ocurría lo mismo desde el punto de vista ideológico. Esta división se manifestó claramente entre los diputados de las Cortes de Cádiz, que se organizaron en tres tendencias muy diferenciadas:-Absolutistas: partidarios de la soberanía real y de la vuelta al orden político, social y económico del Antiguo Régimen. Entre los principales valedores de esta postura sobresalieron el obispo de Orense, Pedro de Quevedo y Quintana, así como Valiente y Dou.

-Liberales: defensores de la libertad, de la igualdad y del derecho a la pro-piedad. Este grupo se mostraba contrario al mantenimiento de la sociedad estamental y defendía un modelo de sociedad de clases en la que el criterio de jerarquía no fuera el nacimiento, sino las riquezas que se poseyeran. Defendieron la idea de la soberanía nacional, la instauración de una monarquía integrada en un marco constitucional y la separación de poderes, con un legislativo organizado en cortes unicamerales. En esta tendencia política podrían encuadrarse Muñoz Torrero, Agustín de Arguelles —Conde de Toreno- y Flórez Estrada.

-Jovellanistas: representaban la vía intermedia entre los absolutistas y los liberales, como lo evidencia el hecho de que fueran partidarios de una soberanía compartida por el Rey y por las Cortes y de un sistema bicameral, en el que una de las cámaras representara al estamento privilegiado —influencia del modelo británico-. Sin embargo, se oponían a la elaboración de una nueva constitución y eran partidarios de aprovechar las viejas leyes y costumbres de los reinos españoles, aunque renovándolas. El máximo representante de esta tendencia fue Gaspar Melchor de Jovellanos.

Por otra parte, en las Cortes de Cádiz hubo 12 diputados en representación de la provincia de Extremadura y, entre sus miembros, predominaban la nobleza, el clero y los militares. Unos sostuvieron posiciones absolutistas -Pedro de Quevedo y Quintana o Alfonso de Vera y Pantoja— y otros, liberales, como Muñoz Torrero, Fernández Golfín o Manuel Lujan. Las intervenciones de

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los diputados extremeños se centraron principalmente en temas como la libertad de imprenta, la venta de baldíos y terrenos comunes, y la supresión de la Inquisición y del régimen señorial.La composición de las Cortes de Cádiz, integradas mayoritariamente por diputados que pertenecían a lo que hoy llamamos clases medias -abogados, funcionarios públicos, militares, comerciantes, propietarios, escritores y médicos-, favoreció el triunfo de las ideas liberales. Su obra suponía una ruptura del orden social, económico, jurídico y político que sustentaba al Antiguo Régimen. Su labor se plasmó, además, en la elaboración de una serie de decretos y, sobre todo, en la creación del primer marco constitucional español, la Constitución de 1812, un hecho revolucionario pues se rompió con el Antiguo Régimen, ya que se anulaban sus normas y organismos, creando nuevas leyes y una Constitución.

La trascendencia histórica de esta primera carta magna fue evidente, puesto que se convirtió en la base ideológica y en la bandera del movimiento liberal en su lucha contra el absolutismo, al tiempo que sirvió de referencia a movimientos liberales extranjeros como el portugués o el napolitano.Los principios más importantes que recogía el texto constitucional eran:-La soberanía nacional: fue una de las cuestiones más polémicas en la elaboración de la constitución de 1812, hasta el punto de poder distinguirse cuatro posturas diferentes:• La del obispo de Orense, que defendía la soberanía real.• La de Jovellanos, partidario de una soberanía real compartida con la nación.• La del conde de Toreno, para quien el pueblo era el único soberano y el Rey, el depositario de esa soberanía. Al faltar el monarca durante la guerra de la Independencia, la soberanía volvía a su fuente primera, el pueblo.• La de Juan Nicasio Gallego, partidario de la plena soberanía nacional. Esta postura fue la que triunfó finalmente en las Cortes de Cádiz.- La separación de poderes: el ejecutivo quedaba en manos delRey, que gobernaba por medio de siete secretarios. Además de esta función, la Constitución le reconocía cierta capacidad de intervención en las leyes mediante el derecho de iniciativa, la sanción y el veto suspensivo de dos años. El legislativo residía en unas Cortes con amplios poderes, ya que, además de la función legislativa, tenía la potestad para aprobar tratados internacionales, fijar contribuciones, establecer el presupuesto, etc. El poder judicial, por su parte, quedaba reservado a los tribunales de justicia. Las Cortes de Cádiz mostraron así un gran celo por mantener la plena independencia de este poder, como lo revela el hecho de que en la Constitución se prohibiera cualquier injerencia en el mismo por parte del Rey o de las Cortes.-La libertad de imprenta, aunque de modo parcial, dado que, si en el plano político autorizaba a cualquier ciudadano a escribir, imprimir y publicar sus ideas sin censura previa, en los escritos referidos a ideas religiosas se mantenía dicha censura.-El establecimiento de una contribución única, que acababa con los privilegios fiscales de la nobleza. -El reconocimiento de los derechos individuales. Entre otros, la Constitución reconocía la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, garantizaba la seguridad, la inviolabilidad del domicilio, la libertad de imprenta, la propiedad individual y el derecho a la educación elemental. También recogía

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algunos deberes fundamentales de los ciudadanos, como la obediencia a las leyes, el respeto a las autoridades establecidas, la contribución a la Hacienda pública, la defensa de la patria, etcétera.-La proclamación del sufragio universal masculino. Los miembros del Parlamento unicameral serían elegidos por los españoles mayores de 25 años. El sistema de elección era indirecto, es decir, se hacía en varias fases -local, provincial, regional y nacional-La confesionalidad católica del Estado, la censura eclesiásticapara escritos de carácter religioso y los tribunales eclesiásticos para juzgar a los miembros de la Iglesia fueron medidas con las que se pretendía satisfacer a los sectores tradicionales de la Iglesiaespañola.A estos principios constitucionales hay que añadir unos decretos de carácter ejecutivo, también elaborados por las Cortes, entre los que se pueden citar por su importancia los siguientes:-La abolición de los señoríos. Se eliminaron mediante decretos todos los señoríos, privilegios y tributos feudales. Asimismo, se reconocía la conversión de los señoríos territoriales y solariegos en propiedad privada. Para ello, se obligaba a los titulares de los mismos a demostrar sus derechos sobre la propiedad de la tierra.- La supresión de la Inquisición.- La desamortización de los bienes de manos muertas. El decreto de 4 de enero de 1813 autorizaba la enajenación de baldíos, tierras de realengo y de comunes para su conversión en propiedad privada, con la finalidad de consolidar la idea burguesa de la propiedad individual de la tierra y atender las necesidades de una Hacienda pública sumida en la bancarrota.-La supresión de los gremios y el establecimiento de la libertad de traba-jo, industria, comercio y precios. Estas medidas, unidas a la desamortización de bienes de manos muertas y a la abolición del régimen señorial, permitían consolidar un sistema de economía de mercado, que era un objetivo básico del ideario económico liberal.

4. EL REINADO DE FERNANDO VIIEn diciembre de 1813 se firmó, con el consentimiento de la Regencia, el Tra-tado de Valençay, que ponía fin a la guerra con Francia y Fernando Vil se comprometía a acatar la Constitución de 1812. Tres meses más tarde, en marzo de 1814, Fernando VII regresó a España. Se inició de esta manera un reinado en el que la represión política, la crisis económica y los pronunciamientos militares fueron las características más destacadas.

Tres son las etapas que se pueden distinguir en el reinado de Fernando VII: el Sexenio Absolutista, el Trienio Liberal y la Década Absolutista.4.1. EL SEXENIO ABSOLUTISTA (1814-1820)

Los contactos del monarca con diputados absolutistas, nada más llegar a España, pusieron de manifiesto el talante reaccionario del Rey, reacio a aceptar la legitimidad de las Cortes de Cádiz y la Constitución y dispuesto a restaurar el orden absolutista que existía antes de la guerra de la Independencia.

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El monarca retrasó todo lo que pudo la jura de la Constitución a que se había comprometido y abrió la puerta hacia el absolutismo al firmar el Real Decreto de 4 de mayo de 1814. Este documento contó con el apoyo de los sectores más conservadores del ejército, encabezado por el general Elío, y de la Iglesia, suponiendo un verdadero golpe de estado contra el régimen liberal, al anular la Constitución de 1812, disolver las Cortes y detener a las personalidades liberales más relevantes. También influyó la redacción del Manifiesto de los Persas, por el que 69 diputados solicitaban a Fernando VII el retorno al Antiguo Régimen.

El golpe definitivo contra la obra del régimen liberal se consumó con la apro-bación de posteriores decretos que implicaron, entre otras medidas, la abolición de las contribuciones directas, el restablecimiento de los señoríos, la devolución a la Iglesia de las propiedades vendidas con la desamortización llevada a cabo por las Cortes de Cádiz, etcétera.

Tras estas medidas, con la plenitud de poderes en sus manos y destrozada cualquier oposición al régimen, Fernando VII gobernó a su antojo con la ayuda de ministros débiles, escogidos solo por sus opiniones reaccionarias. A partir de este momento, las decisiones importantes de gobierno correspondieron a una camarilla de personajes allegados al Rey que actuaron como un verdadero «gobierno en la sombra». Si desde el punto de vista político, las medidas adoptadas por Fernando VII supusieron un gran retroceso, una vuelta al pasado, desde el económico la situación no fue mejor.

La guerra de la Independencia significó la ruina de la agricultura y la destruc-ción y el desmantelamiento de la escasa industria nacional. El contexto se agravó como consecuencia las luchas de las colonias americanas por su independencia, que, en caso de producirse, representaría la pérdida de un importante mercado para los productos españoles y de una fuente de ingresos fundamental para la Hacienda pública, muy endeudada.

La política económica del nuevo régimen, lejos de solucionar los problemas, los empeoró. Su negativa a desamortizar bienes eclesiásticos y la oposición de los estamentos privilegiados a establecer un sistema de contribución proporcional a las rentas de cada contribuyente condujeron a la Hacienda pública a una situación muy comprometida. Poco a poco, la política fernandina se granjeó la oposición de la mayor parte de los sectores sociales:

- De la burguesía comercial e industrial del país, por su incapacidad para fre-nar el proceso de independencia de América, cuyo mercado era de gran importancia para sus intereses económicos.-De buena parte del campesinado, por la paralización del proceso desamortizador emprendido años atrás por las Cortes de Cádiz y por la restauración del diezmo.-Tampoco consiguió el apoyo de todo el ejército. La preferencia que mostraron hacia él los oficiales de origen aristocrático le restó popularidad entre una parte importante de la oficialidad castrense.Por supuesto, tampoco contaba con el favor de los sectores liberales, que, perseguidos e incapaces de encauzar sus reivindicaciones políticas por vías

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legales, buscaron el apoyo militar para alcanzar el poder. En estos seis años se suceden pronunciamientos militares -Espoz y Mina, Díaz Porlier, Lacy, Vidal...-, aunque ninguno llegó a triunfar. Habrá que esperar al protagonizado por Riego para cerrar este periodo y abrir uno nuevo, el Trienio Liberal.4.2. EL TRIENIO LIBERAL (1820-1823)La sublevación del coronel Riego en Las Cabezas de San Juan -Sevilla-, al frente de un ejército que tenía como misión embarcar hacia América para contener el movimiento independentista, inauguró un nuevo periodo en la vida política española. Después de varios meses de la sublevación de Rafael del Riego, esta triunfó a duras penas, pero el temor del rey y la debilidad de los sectores reaccionarios del régimen absolutista terminaron cediendo a los empujes de los liberales. Nuevamente en el poder, los liberales pusieron en marcha una política que recuperaba parte de la obra de las Cortes de Cádiz y con la que aspiraban a modernizar el país. Para ello, las medidas que se tomaron fueron de variada naturaleza.

En materia religiosa se suprimieron la Compañía de Jesús y la Inquisición, así como algunas comunidades religiosas. Además, estas medidas se complemen-taron con otras dirigidas contra el patrimonio eclesiástico, como la supresión de los diezmos y la puesta en práctica de una política desamortizadora, que afectó, sobre todo, a los bienes de la Inquisición y de las órdenes extintas.

En materia económica las medidas más importantes que se adoptaron fueron la supresión de los mayorazgos y de los señoríos. Además, se reconocía úni-camente el derecho a percibir rentas derivadas de la propiedad de la tierra, por lo que se obligó a los señores a presentar los documentos de propiedad origínales. La reforma fiscal, orientada al establecimiento de una contribución única, fue otra de las acciones más destacadas.

En materia política, lo más sobresaliente fue la recuperación de la legislación liberal anterior a 1814, que garantizaba los derechos y las libertades de los ciudadanos y el restablecimiento de la libertad de imprenta. El gobierno recayó, durante la mayor parte del Trienio, en el ala más moderada de los liberales y la oposición a su labor de gobierno arreció desde todos los sectores. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812 tras el pronunciamiento militar de Riego, pero desde el primer día conspiró de forma continuada contra los gabinetes liberales y apoyó a las fuerzas absolutistas que, con gran arraigo en el norte de la Península, llegaron a formar, incluso, el embrión de un nuevo Estado en Cataluña -la llamada Regencia de Urgel-.Además, mantuvo conversaciones secretas con las potencias de la Santa Alianza para conseguir una intervención militar que restaurase el orden absolutista.

Junto con el Rey y los partidarios absolutistas, las críticas al gobierno liberal también provinieron de los sectores más radicalizados del propio partido, des-contentos por la timidez de las reformas y por la actitud hostil del monarca y de los absolutistas. Será precisamente la conspiración de los sectores absolutistas -incluido el Rey-, la que lleve a los liberales exaltados de Evaristo San Miguel a asumir el poder en 1822.

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Así pues, la falta de apoyo social impidió consolidar la experiencia del Trienio. Los liberales no supieron ganarse el apoyo de los grupos privilegiados: el del clero, por sus principios absolutistas y por el malestar que producía el proceso desamortizador de sus bienes y la supresión de algunas órdenes religiosas; y el de la nobleza, por el temor a la pérdida de su poder con la nueva situación.

El campesinado, que debía haber constituido uno de los pilares del nuevo régimen, lejos de apoyarlo, mostró una actitud indiferente e, incluso, hostil. El dominio ideológico que sobre él ejercía la Iglesia, profundamente antiliberal, y la política de los propios gobiernos liberales, que no dieron respuesta a algunas de las aspiraciones planteadas por el campesinado español como el reparto de la tierra o la reducción de los impuestos, contribuyeron a ello.

A la falta de apoyo social en el interior del país, se unieron las suspicacias y el rechazo que generaba el gobierno liberal entre las potencias absolutistas europeas, dado que su triunfo en España alentaba a los movimientos liberales europeos -Nápoles, Sicilia, Piamonte...— y ponía en peligro el edificio de la Europa restaurada. Por ello, las potencias absolutistas, reunidas en el Congreso de Verona -1822-, decidieron enviar un ejército que acabara con la experiencia liberal española y restableciese la soberanía del monarca.

4.3. LA DÉCADA ABSOLUTISTA (1823-1833)En el verano de 1823, un ejército francés, mandado por el duque de Angulema, penetró en territorio peninsular y, sin apenas resistencia, repuso a Fernando VII como monarca absoluto. La breve experiencia liberal había terminado. Se daba paso así a una nueva etapa en el reinado de Fernando VII y en la historia de España, conocida como la Década Absolutista. Este periodo comenzó, al igual que el Sexenio Absolutista, con una política de represión dirigida contra los liberales, muchos de los cuales fueron ejecutados o tuvieron que exiliarse, fundamentalmente a Gran Bretaña y a Gibraltar y, en menor medida, a Francia. A lo largo de la década, el régimen fernandino tuvo que hacer frente a una oposición procedente, tanto del bando liberal como de los sectores más reaccionarios del absolutismo, descontentos por la política transigente que, a su juicio, el monarca mantenía con los liberales.

Los medios que utilizaron liberales y apostólicos -absolutistas radicales agrupa-dos en torno a Carlos María Isidro, hermano del rey Fernando— para oponerse al régimen fueron los pronunciamientos y la conspiración -los liberales promovieron más de diez pronunciamientos que fueron duramente reprimidos-. Los apostólicos también protagonizaron levantamientos armados, que fueron igualmente reprimidos, y entre los que destacó el de los «agraviados» en Cataluña. El carácter de las conspiraciones protagonizadas por los apostólicos pone de manifiesto la división de los absolutistas en dos facciones: una radical y otra moderada, esta última partidaria de llevar a cabo también acercamiento a los liberales más moderados.

A pesar de que en esta década se abandonaron las reformas emprendidas durante el Trienio Liberal, el régimen pretendió aparentar que no era inmovilista y, de la mano de absolutistas moderados como Cea Bermúdez,

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González Salgado o López Ballesteros, se emprendieron numerosas reformas administrativas.

En el ámbito económico, la situación de esta década podría calificarse dedesesperada, sobre todo en lo que se refiere a la Hacienda real, aquejada por un incremento continúo de la deuda pública y por la falta de una adecuada política fiscal. Para solucionar el crónico déficit público, los gobiernos fernandinos pusieron en marcha tímidas reformas, tales como el establecimiento de criterios para elaborar un presupuesto anual del Estado o la creación de una Junta de Fomento de la Riqueza del Reino, medidas que consiguieron escasos resultados.

4.4. EL PLEITO DINÁSTICO

Entre los importantes problemas, tanto de índole económica como política, que aquejaban al reino, el problema sucesorio es el que acapara la máxima atención de esta década, sobre todo por las repercusiones que tendrá en los años siguientes.

Desde 1713, año en que Felipe V instauró la Ley Sálica, las mujeres no podían acceder al trono español. Sin embargo, esta situación cambió cuando el 31 de marzo de 1830 Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, por la que se anulaba este precepto.

A pesar del malestar que produjo este hecho entre los sectores absolutistas más reaccionarios, agrupados en torno al infante Carlos María Isidro, la falta de un heredero convertía a este último en el sucesor de Fernando VII. La situación cambió de forma radical en abril de 1830, con el nacimiento de la infanta Isabel, hija de Fernando VII y su cuarta mujer, María Cristina.

El empeoramiento de la salud del monarca y la necesidad de esclarecer la cuestión sucesoria estimularon el enfrentamiento de las dos tendencias: los sectores absolutistas más reaccionarios, partidarios del hermano del rey; y los sectores absolutistas más moderados y los liberales, partidarios de la infanta Isabel.

Las decisiones adoptadas por el monarca a lo largo de 1832 manifestaban su actitud vacilante ante la sucesión y las presiones recibidas por ambos bandos. En septiembre de ese año, el Rey, gravemente enfermo, derogó la Pragmática Sanción y restableció la Ley Sálica; sin embargo, esta rectificación fue neutralizada por los sectores absolutistas más moderados que, asociados a los liberales, consiguieron que el problema sucesorio se resolviese a favor de la infanta Isabel en los conocidos como sucesos de La Granja.

Pero el ascenso al trono de Isabel no resolvió el problema, que derivó hacia una guerra civil entre carlistas, los partidarios del infante Carlos María Isidro, y los isabelinos, partidarios de la futura reina Isabel. Estas contiendas son conocidas como las guerras carlistas, que estudiaremos con más detenimiento en el tema siguiente.

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5. EXTREMADURA DURANTE EL REINADO DE FERNANDO VIIEl Sexenio Absolutista comenzó en Extremadura con el arresto y el encar-celamiento de afrancesados y liberales, como Fernández Golfín, J. M. Calatra-va o Muñoz Torrero, figuras que sufrieron de manera especial la represión absolutista. Estas medidas represivas se complementaron con la liquidación de las instituciones liberales, como la Diputación de Extremadura, o las asociacio-nes liberales, caso de la Asociación Patriótica de Cáceres.

El Trienio Liberal contó con el apoyo mayoritario de la población extremeña, que canalizó su participación política a través de sociedades patrióticas. La primera en surgir en nuestra región, y la que sirvió de modelo, fue la Asamblea Constitucional de Badajoz. Durante el Trienio se elaboró también un nuevo modelo de organización territorial, que dividió el territorio de Extremadura en dos provincias: Cáceres y Badajoz.El fin de este periodo de reformas es evidente ya en 1822. Igualmente, las disputas entre liberales y absolutistas se reflejaron en enfrentamientos armados de poco calado y se crearon partidas realistas que, apoyadas por aristócratas y religiosos, hostigaron a las fuerzas liberales, aunque sin provocar una situación can comprometida para el régimen constitucional como la que se creó en el norte del país.La Década Absolutista comenzó como lo había hecho el Sexenio: con el encarcelamiento o la emigración de numerosos liberales extremeños. Los absolutistas apostólicos se organizaron en Extremadura en sociedades conspi-radoras, como la Sociedad del Ancora, en Badajoz, integrada por los sectores más conservadores de la sociedad pacense. La actividad conspiradora se materializó en 1825, con conatos de levantamientos que finalmente no llegaron a producirse.Los liberales protagonizaron así varios levantamientos, a los que siguió una dura represión. En uno de ellos, el de Torrijos, fue detenido y fusilado uno de los más insignes políticos extremeños de estos primeros años del siglo XIX, Francisco Fernández Golfín.

6. LA INDEPENDENCIA DE HISPANOAMERICA

6.1. LA SITUACIÓN DE LAS COLONIAS EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII

La crisis en la que estaba inmersa España durante el siglo XVII alentó el progresivo distanciamiento de Hispanoamérica respecto de la metrópoli. La reducción de los contactos impulsó el intercambio comercial entre las distintas regiones americanas y la menor dependencia con respecto a España. Supuso también la reducción de la emigración desde la Península. Así, el 95% de la población blanca que vivía en la América hispana estaba constituida por criollos y solo el 5% restante era de origen peninsular. Lentamente, a lo largo de estos dos siglos, los criollos afianzaron y acrecentaron su poder económico, social y religioso; es más, cuando estuvieron sólidamente asentados, empezaron a reclamar también el poder político.

En cuanto a las reformas borbónicas del siglo XVIII destinadas a lograr un mayor control político y económico sobre la zona, no fueron bien acogidas

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entre los sectores criollos. En el plano político, el absolutismo monárquico de los Borbones chocaba con las ideas ilustradas, ampliamente difundidas en el territorio americano, y en el administrativo, se habían creado dos nuevos virreinatos -Nueva Granada y Río de la Plata- e instaurado las Intendencias, con atribuciones administrativas, financieras y militares, a cuyo frente se designó a peninsulares dirigidos desde la metrópoli.

La reforma del ejército, que integró en un solo cuerpo a profesionales peninsulares y a las milicias locales, permitió que la influencia social de los criollos que las integraban se incrementara, al tiempo que constituía un eficaz entrenamiento de una tropa que, con el tiempo, acabaría enfrentándose a la metrópoli. En el plano económico, la creación de sociedades comerciales para fomentar la explotación económica de una región con carácter de mono-polio también se granjeó la oposición de los grupos locales. A este hecho hay que añadir las crecientes dificultades para la comunicación con la metrópoli, derivadas de la derrota española en Trafalgar, y la independencia de los Esta-dos Unidos y la Revolución Francesa, cuyos idearios liberales alentaron los deseos independentistas del resto del continente americano. Especialmente significativa fue la primera, no solo por su ideología liberal, sino porque demostraba que la independencia era un objetivo factible.A esta primera etapa de emancipación respecto a la metrópoli le siguió otra de independencia, caracterizada por la radicalización de las posturas y por el estallido de una guerra abierta.

6.2. EL PROCESO DE INDEPENDENCIA

Así, podemos diferenciar varios periodos en el proceso de independencia.

Primera etapa (1808-1815). El vacío de poder creado en España tras la abdi-cación de Fernando VII y la invasión francesa en 1808 impidió temporalmente que la metrópoli se ocupara de otros asuntos que no fueran los nacionales.Después de la invasión napoleónica se organizaron, también en las colonias, Juntas leales a Fernando VII. Pronto esas Juntas, controladas por los sectores criollos, actuaron con independencia de la autoridad de los virreyes en un acto de autonomía que representó el primer paso hacia la independencia.

Esta primera etapa se caracterizó por el enfrentamiento entre los independentistas y los sectores fieles al monarca. Así, la Junta de Buenos Aires se encontró con la oposición realista de Montevideo y del Alto Perú; y la Junta de Caracas, en Nueva Granada, con la de los territorios del interior.La etapa concluyó con el triunfo de las tropas realistas, aunque quedaron establecidos los principales focos desde los que se llevaría a cabo la lucha posterior: Caracas y Buenos Aires. En el virreinato de Nueva España la sublevación adquirió, además, un cariz social: se pedía la abolición de la esclavitud y el reparto de tierras, situación que provocó que la élite criolla y la peninsular unieran esfuerzos para hacer fracasar la revuelta.Segunda etapa (1816-1824).Durante esta segunda fase se desarrolló una verdadera guerra de corte colonial. Una vez estuvo instalado Fernando VII en el trono, el ejército de la metrópoli se dedicó a combatir a los independentistas.

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En este contexto destacaron dos figuras: el general argentino San Martín que, partiendo de Buenos Aires, liberó Argentina, Chile y Perú -aunque en este último caso persistían focos realistas—, y Simón Bolívar, caraqueño, que, aliado con los británicos, logró la independencia de Venezuela, Bogotá y Quito.

En 1822 se celebró la entrevista de Guayaquil entre ambos generales, en la que Bolívar se comprometió a expulsar a los españoles del Perú, como hizo finalmente en 1824.

No hay que olvidar la importancia del apoyo que las potencias extranjeras prestaron a los movimientos independentistas. Gran Bretaña contribuyó con armas y capitales, y Estados Unidos se apresuró a reconocer la independencia de Méjico y de Colombia en 1822, a las que ya había mostrado su apoyo con el envío de consejeros y con la difusión de su propia declaración de independencia.

Anteriormente hemos señalado que el proceso de independencia mejicano comenzó como una revuelta social dirigida por Miguel Hidalgo, El cura Dolores, que había forzado la unión de peninsulares y criollos. En 1821 ambos grupos aprobaron el Plan de Iguala, por el que se establecía una monarquía constitucional que garantizaba la independencia de Méjico, el mantenimiento del catolicismo como religión oficial y el respeto a la propiedad privada. El plan fue respaldado por España, y con él se abría una nueva etapa en la historia de Méjico.Al finalizar el reinado de Fernando VII, el proceso emancipador americano prácticamente había concluido; tan solo Cuba y Puerto Rico daban testimonio del antiguo imperio colonial español en América.

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