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¿Un marxismo sin sujeto? El naturalista Germán Avé-Lallemant y su recepción de Karl Marx en la década de 1890 Horacio Tarcus

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  • Un marxismo sin sujeto?El naturalista Germn Av-Lallemanty su recepcin de Karl Marx en la dcada de 1890

    H o r a c i o Ta r c u s

  • La recepcin del marxismo por parte de GermnAv-Lallemant marca un corte significativo con elsocialismo de corte lassalleano que campe en elincipiente movimiento obrero argentino impulsa-do por los exiliados alemanes del Verein Vorwrtsen la dcada de 1880. Hasta fines de 1890 no s-lo en el semanario Vorwrts que editaba dichoclub alemn, sino en los dos Manifiestos que ha-ba lanzado el Comit Obrero Internacional, res-pectivamente en marzo y abril de 1890, convo-cando a los trabajadores de la Argentina a cele-brar por primera vez la jornada internacional delproletariado del 1 de Mayo, se sobreimprima lanueva orientacin de la socialdemocracia interna-cional (recin fundada en 1889) sobre el fondodel socialismo lassalleano que haban trado con-sigo los emigrados alemanes a Buenos Aires. Elprincipal responsable del semanario en aquellosaos as como de los manifiestos de 1890 habasido uno de los animadores del Vorwrts, a quienel obrero emigrado alemn Augusto Khn, unavez enrolado en el marxismo, reconoca mritosde pionero sin dejar de sealar los lmites de susocialismo pre-marxista: el nico intelectualque al principio contamos entre nosotros, el litera-to suizo Jos Winiger, no era la persona que hu-biera podido sembrar ideas ms claras sobre elsocialismo. Sin querer desconocerle los mritosadquiridos con la buena voluntad de que diopruebas abundantes, hay que decir, en honor a laverdad, que del socialismo tena ideas bastanteconfusas. Testimonio de ello es el primer mani-fiesto del Comit Internacional, que es obra ex-clusiva de Winiger (Khn, 1916, 6: 102).

    El introductor del socialismo cientfico en laArgentina, en cambio, no es un periodista o lite-rato como escribe Khn con apenas disimula-do desdn sino un cientfico: ms precisamen-te, un naturalista alemn que se ha radicado en laremota San Luis. Si bien se encuadra (como Wi-niger) en la doctrina de la socialdemocracia euro-pea, Lallemant introducir entre obreros e intelec-tuales de la Argentina un socialismo marxista,cientfico, moderno, a la altura de los tiempos,con fuertes puntos de contacto con el que, desdeAlemania, desplegaba un Karl Kautsky.

    Paradoja de paradojas, desde una lejana pro-vincia de un pas de la periferia capitalista, un na-turalista alemn ha devenido afanoso lector de ElCapital de Karl Marx y un intenso difusor de esta

    teora elaborada por otro emigrado alemn, perodesde Inglaterra, cuna del capitalismo moderno.Lallemant busca en la obra de Marx claves paradescifrar el atraso argentino y sus perspectivasde desarrollo futuro, volcando los resultados desus estudios y reflexiones en diversos semana-rios porteos como el Vorwrts, El Obrero (1890-1892) y La Agricultura (1894-1899). Y si bien surol de difusor de Marx y el marxismo fue clave enla dcada de 1890, su colocacin dentro delemergente campo socialista ser conflictiva e in-cluso efmera. Sus temporadas en Buenos Aires,epicentro de la poltica nacional y cuna del prole-tariado moderno, sern siempre breves: Lalle-mant retornar una y otra vez a San Luis, cercade la naturaleza, lejos de la poltica, donde lo sor-prender la muerte, en plena labor, en 1910.

    En las pginas que siguen exploraremos algu-nos temas de su trayectoria intelectual, intentan-do evaluar los alcances y lmites de su marxismono slo a travs un anlisis intrnseco de sus tex-tos sino considerando este lugar en tantos senti-dos excntrico de Germn Av-Lallemant.

    Un sabio socialista en el desierto puntano

    No es casual que el introductor del socialismocientfico entre los obreros e intelectuales de laArgentina de 1890 sea un naturalista. HermannAv-Lallemant (Lbeck, 1835 1836- San Luis,1910) no lleg a la Argentina con la generacinde los emigrados del Verein Vorwrts a causa delas leyes antisocialistas de Bismarck, sino quin-ce aos antes (hacia 1868), con la generacin delos cientficos germanos, que arribaban en la se-gunda mitad del siglo XIX contratados por el go-bierno o la universidad. El ms destacado de to-dos ellos, Hermann Burmeister (1807-1892), dis-cpulo de Alexander Von Humboldt y amigo delpadre de Lallemant, habra convocado a la Ar-gentina y apadrinado al joven ingeniero en minas(Garca Costa, 1985; Ferrari, 1993).

    Instalado en San Luis desde 1870, desplegdesde all una labor polifactica como sabio natu-ralista, explorador, ingeniero, agrimensor, cart-grafo, arquelogo, educador y periodista. Forma-do en un medio protestante, se combinaban ensu persona una moral puritana, emprendedora,asctica, voluntarista, con la pasin del naturalis-

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  • ta por la ciencia (no la ciencia especulativa, sinoaplicada). Extraa mezcla de sabio y de pio-neer, posea el temple necesario para llevar ade-lante, empecinadamente, en medio del aislamien-to del desierto puntano, sus emprendimientos deprecursor, bregando contra la desidia de la buro-cracia provincial, la resistencia oscurantista delclero y la estrechez de miras del proyecto de pasde la lite oligrquica.

    En 1882, redact una Memoria descriptiva de laProvincia de San Luis para un concurso oficialque desestim la obra. A pesar de los desintere-sados servicios cientficos, tcnicos, econmi-cos, culturales que Lallemant prestaba a unpas en formacin, su absoluta independencia detoda influencia oficial segn propias pala-bras le haba jugado una mala pasada. Es quea pesar del carcter tcnico del estudio para elcual Lallemant ha debido recabar una ingentemasa de informacin hasta entonces dispersa alo largo de toda la provincia y producir otra canti-dad, elaborando incluso sus propias estadsti-cas, vuelca por aqu y por all opiniones y con-sejos para modernizar diversos aspectos de la vi-da econmica y social de San Luis que segura-mente no fueron del agrado de los evaluadoresde la lite. Lallemant publica por su cuenta la Me-moria algunos aos despus, en 1888, antece-dindola de una Advertencia en la que se hacevisible un cambio de registro: apelando a un lxi-co ostensiblemente marxista, nos explica que enlos seis aos transcurridos desde que el texto fueredactado, la Argentina haba avanzado en el ca-mino del desarrollo de la organizacin capitalistade la produccin.

    La Advertencia constituye, seguramente, elprimer escorzo de una interpretacin marxista dela formacin social argentina. Lallemant est glo-sando, desde la ciudad de San Luis, en el ao1888, el clebre captulo XXIV de El Capital, Lallamada acumulacin originaria, donde Marx ex-plicaba cmo a travs de la violencia extraecon-mica se abri paso a la agricultura capitalista, seincorpor el capital a la tierra y se crearon loscontingentes de proletarios libres y privados demedios de vida que necesitaba la industria de lasciudades (Marx, 1867/1946: 624). La apropia-cin de los bienes pblicos y de las tierras comu-nales, as como la expropiacin de los bieneseclesisticos haba mostrado Marx eran la

    base de esos dominios principescos que hoy po-see la oligarqua inglesa, esto es, los landlords.Los capitalistas burgueses favorecieron estaoperacin, entre otras cosas, para convertir elsuelo en un artculo puramente comercial, exten-der la zona de las grandes explotaciones agrco-las, hacer que aumentase la afluencia a la ciudadde proletarios libres y necesitados del campo,etc. Adems, la nueva aristocracia de la tierra erala aliada natural de la nueva bancocracia, de laalta finanza, que acababa de dejar el cascarn, yde los grandes manufactureros, atrincheradospor aquel entonces detrs del proteccionismo es-tatal (Ibid.: 616).

    Lallemant, sobre la base de su lectura de Marx,entiende que por entonces (1888) se ha consu-mado en la Argentina el momento de la acumu-lacin originaria: al fisco, a la comunidad, ya noqueda nada, las tierras han sido apropiadas porlos landlords argentinos (la oligarqua), pero nocomo propiedad feudal sino como capital cons-tante. Segn el ingeniero alemn que lea a Marxdesde la remota San Luis, la Argentina de la d-cada de 1880 haba ingresado a un segundo mo-mento: el de la produccin agrcola capitalistapor medio de la Bancocratia, la deuda pblica sinlmites, el sistema proteccionista que despojabade sus medios de vida y de produccin a los msy generaba una extraordinaria acumulacin demedios de produccin en manos de unos pocos.Este sistema de produccin traa como su con-secuencia infalible la divisin de la sociedad en-tre, de un lado, el lauboring pauper, esto es, elproletariado, y del otro, la acumulacin gigantes-ca de los medios de trabajo... en manos del capi-talista. De un lado el capital variable, del otro, elcapital constante.

    Cmo tom contacto un ingeniero alemn,desde la ciudad de San Luis, con las obras deMarx y Engels? Fermn Chvez afirma que Lalle-mant arrib en 1868 a la Argentina luego de par-ticipar en la lucha que el socialismo alemn enta-blara con Bismarck (1993: 49) y Garca Costasostuvo que la formacin ideolgica marxista deLallemant se haba producido en Europa (1985:33, n. 9). Ninguno respalda su afirmacin enfuentes: se trata sin duda de conjeturas, ambaspoco plausibles. Para mediados de la dcada de1860 el socialismo estaba en sus albores en Ale-mania. El partido de los eisenacheanos (de Be-

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  • bel y de Liebknecht) recin se iba a fundar en1869, un ao despus que Lallemant arribara a laArgentina. El marxismo virtualmente no existaentonces en tanto que concepcin materialistade la historia o que socialismo cientfico, sinoque es construido como doctrina en gran medidapor Kautsky en la dcada de 1880, con el padri-nazgo de Engels (Andreucci, Haupt). Ahora bien,si no lleg a la Argentina como marxista, habrformado parte el joven Lallemant, poco antes departir para el Brasil, del auditorio de las animadasconferencias de Ferdinand Lassalle que dieronorigen en 1863 a la ADAV (Allgemeiner deutscherArbeiterverein)? Es poco probable. Las primerasreferencias de Lallemant a conceptos socialistaso marxistas aparecen, como vimos, en 1888 y suprimera profesin de fe marxista data de 1890,en El Obrero. Como se ha sealado, no hay nin-gn testimonio escrito de sus ideas socialistas omarxistas entre 1868 y 1888, y resulta poco vero-smil una hibernacin de las mismas durante 20aos (Daz, 1997: 131).1 En 1873, por ejemplo, suconcepcin de la civilizacin no difiere de la deSarmiento y los hombres de la lite: En el RoQuinto vive en los fortines la guarnicin. Salvoella no se ve ninguna casa. Lo que antes estabavivo lo mataron los indios con sus malones o loapresaron y lo llevaron a sus tolderas del sur.Los indios juegan un molesto rol en la seguridaddiaria argentina. Atacan con sus tacuaras a loswinca (cristianos), suben a las mujeres a los ca-ballos y huyen hacia el sur para entregar las mu-chachas y los animales a los caciques. El indio escobarde y artero, falso y prfido... Ofrecerle lamano al indio y cerrar contratos con ellos? La his-toria de las colonias espaolas tiene casi 400aos y dice claramente que no hay que hacerseilusiones y sueos, y tambin en el Ro Quinto lacolonia alemana se expandir y progresar, sloproducir seguridad el plomo y la plvora.2

    No slo no estn presentes en ste y en losotros textos de estos aos los trminos que Lalle-mant incorpora a partir de 1888 fuerzas pro-ductivas, relaciones de produccin, clases socia-les, acumulacin del capital, etc., sino que apartir de entonces su concepcin de la formacinde la Argentina moderna se invertir: la accincivilizadora de la lite aparecer entonces comoresultado de la expansin del capital y la concen-tracin capitalista de las tierras, realizada a ex-

    pensas de las comunidades aborgenes que sonconsideradas ahora como vctimas de este proce-so, antes que amenaza de barbarie.

    Adems, el contraste entre el tenor del texto dela Memoria descriptiva de la Provincia de SanLuis redactado en 1882 y el del prlogo marxis-ta de 1888, permite inferir que el encuentro deLallemant con Marx se produjo dentro de ese lus-tro. Esto es, coincide con la instalacin del VereinVorwrts en la Argentina (enero de 1882) y su in-tensa difusin de literatura socialista y marxista(Klima, 1974), aunque no puede descartarse queLallemant mantuviese correspondencia directacon Alemania y hubiese recibido por esta va in-dependiente obras de Marx y Engels.

    Germn Av-Lallemant y la experiencia delperidico El Obrero

    Cuando en abril de 1890 los miembros del Comi-t Internacional Obrero deciden, entre otras me-didas, Editar un peridico para la defensa de laclase obrera, acuden a ese sabio alemn. Igno-rado de los militantes, y lejos de la Capital Fede-ral, haba un intelectual que conoca a fondo lasteoras socialistas y que con inters creciente ob-servaba las tentativas de organizacin proletaria(Khn, 1916: 102). En efecto, Lallemant es un ig-norado de los militantes, pero para entonces seha transformado en el principal colaborador delsemanario Vorwrts: es prcticamente el nicoque firma sus notas, sea con su nombre o sus in-numerables seudnimos. Aborda en sus pginas,durante ms de una dcada, los temas ms va-riados: cientficos, econmicos, sociales, cultura-les, polticos, unas veces en un tenor ms tericoy abstracto, otras veces, en el tono ms coloquialy descriptivo de un corresponsal. Es probableque se deban tambin a la iniciativa de Lallemantlos pocos artculos que este semanario socialde-mcrata de Buenos Aires de inspiracin lassallea-na, consagrara a Marx y a Engels. A fines de ladcada de 1880 y principios de la dcada de1890 es probablemente la nica persona en elpas familiarizada con su obra.

    El Obrero. Defensor de los intereses de la cla-se proletaria hizo su aparicin el 12 de diciembrede 1890. Sobre el ttulo se estampaba la divisadel Manifiesto: Proletarios de todos los pas,

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  • Unos!. El autor de la mayora de los artculos si-gue siendo Lallemant, an despus de que aban-dona la direccin del peridico porque debe retor-nar a San Luis (febrero de 1891). Las notas, sal-vo excepciones (como algunas corresponsalas),no aparecen firmadas, pero sabemos que sus co-laboradores fueron Augusto Khn, Domingo Ris-so (Italia, 1863- Mar del Plata, 1923), Carlos Mau-li (El Tirol, 1852- Buenos Aires, 1923), Pedro Bur-gos y Leoncio Bags. El tipgrafo Esteban Jim-nez (Mlaga, 1869- Buenos Aires, 1929) se incor-por en los ltimos seis meses de vida del sema-nario, y lo relanzar en 1893.

    Khn lo destac tempranamente: Las teorasde Marx tuvieron en este peridico su primera tri-buna (Khn, 1916, 5:125). Y, en efecto, ya en eleditorial del primer nmero, Nuestro Programa,se seala con toda claridad: Venimos a presen-tarnos en la arena de la lucha de los partidos po-lticos de esta Repblica como campeones delProletariado que acaba de desprenderse de lamasa no poseedora, para formar el ncleo de unanueva clase, que inspirada por la sublime doctri-na del Socialismo Cientfico moderno, cuyos teo-remas fundamentales son: la concepcin mate-rialista de la Historia y la revelacin del misteriode la produccin capitalista por medio de la su-pervala los grandes descubrimientos de nues-tro inmortal maestro Carlos Marx, acaba de to-mar posicin frente al orden social vigente (n 1,12/12/1890: 1).

    El editorial es obra, sin duda alguna, de Lalle-mant. Si bien comienza recuperando el discursoestablecido primero por el Vorwrts y luego por elComit Internacional Obrero acerca del CongresoObrero de Pars, la celebracin del 1 de Mayo de1890 en el Prado Espaol y la lucha obrera por suemancipacin, Lallemant lo re-escribe en trmi-nos del marxismo de la Segunda Internacional,introduciendo en el lxico poltico argentino con-ceptos que tendrn una larga historia: sistemacapitalista y acumulacin del capital, clases so-ciales y lucha de clases, terratenientes, burgue-ses y proletarios, trabajo asalariado y plusvalor(que Lallemant traduce supervala), etc.

    El semanario promete ser un campende los intereses de la clase de los trabajadoresasalariados. El Comit Internacional es presen-tado en trminos de centro de unin de todas lassociedades de obreros que, conscientes de la

    magnitud de la misin que en la historia de la cul-tura humana est llamada a llevar la clase prole-taria, se coaligaron, animados por el espritu desolidaridad ms amplia, con el fin de prestarsemutuamente auxilios y robustecer la accin co-mn, por un lado para luchar en fila cerrada porel mejoramiento de las condiciones de existencia,o sea para mejorar en cuanto posible fuera lossalarios y disminuir las horas diarias de trabajo, ypor otro lado para contribuir a la gran obra de laemancipacin de la clase obrera, y cuyo acto libe-rador lo comprende la misin histrica del Prole-tariado(Ibid.).

    El tono reivindicativo de los manifiestos obrerosde 1890 en pos de la jornada de trabajo de 8 ho-ras y el conjunto de la legislacin obrera ha pasa-do en El Obrero, sin desaparecer, a un segundoplano: el nuevo discurso es el de una Filosofa dela Historia en la cual el Proletariado, en sintonacon el marxismo de la Segunda internacional, alluchar por su emancipacin social, ha de cumplirla misin histrica de emancipar a toda la socie-dad. La Ciencia no es concebida ya como el ma-nantial de la Verdad adonde podrn abrevar suconocimiento los obreros que han logrado reducirla jornada de trabajo, sino que es el garante lti-mo de la redencin de la humanidad por el Prole-tariado, ahora que las condiciones histrico-ma-teriales han hecho que el socialismo, que hastaayer era necesariamente utpico, adquiera conMarx y Engels, un estatuto cientfico. En palabrasdel Editorial de Lallemant: Queremos... ser pro-pagandistas de la sublime doctrina del socialismocientfico moderno, que ensea al proletario c-mo l est llamado a ser el poderoso agente, porcuya accin la Humanidad conquistar el mximogrado de libertad posible, hacindose duea de laNaturaleza, y en este sentido siempre levantare-mos la voz para gritarle a la clase de los obrerosy trabajadores asalariados: Proletarios de todoslos pases, unos! (Ibid.).

    Dos aportes de Lallemant, presentes en esteeditorial programtico y en toda la trayectoria deEl Obrero, sern la caracterizacin del sistemaeconmico-social argentino desde el prisma mar-xista (lo que Lenin, recuperando un concepto deMarx, definir como formacin econmico-so-cial) y el anlisis crtico de la coyuntura argenti-na crisis y revolucin del 90, polticas del go-bierno y de la oposicin radical, etc. congruen-

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  • te con aquella caracterizacin y segn las cate-goras marxistas.

    En relacin al primer punto, Lallemant desple-gar la caracterizacin de la formacin social ar-gentina que haba avanzado en el prlogo a laMemoria descriptiva de la Provincia de San Luisy en los artculos del Vorwrts. Entiende que el te-rritorio de lo que es entonces la Argentina estuvodominado, durante casi cuatro siglos, desde laConquista hasta tiempo reciente, por una formade despotismo fundada en el trabajo servil o in-cluso esclavo de los indios. El Caudillismo era laforma poltica que corresponda a dicho modo deorganizacin y explotacin del trabajo. La Revo-lucin de 1810 aboli de derecho, pero no de he-cho, las formas serviles/esclavistas: slo la pene-tracin de la civilizacin a travs del capital ex-tranjero viene a completar por abajo el trabajoque la Revolucin de Mayo inici por arriba. LaConstitucin Nacional de 1853, as como lasconstituciones provinciales, a pesar de su decla-rado liberalismo, no afectaron al caudillismo pol-tico, que alimentado por el sistema de la polticaelectoral, lleg a su expresin mxima bajo elunicato de Jurez Celman, que acababa de de-rrocar la Revolucin de Julio del 90.

    El capitalismo internacional en busca siemprede mercados nuevos para sus mercaderas, perode mercados solventes, ha mucho que se fij enla feracidad y habitabilidad de estas comarcas.Fue l quien inici y llev adelante la obra de ci-vilizacin aqu, echando sus capitales sobrantesa este pas, tras de cuyos capitales han venido si-guiendo muchos miles de obreros y trabajadoresen busca del mercado en que podan vender sufuerza de trabajo.

    Pero civilizar quiere decir organizar la produc-cin y el trabajo conforme con las leyes del capi-talismo, cuyas leyes surgen frente a cada indivi-duo como leyes compulsoras de la libre concu-rrencia, y realiza en el orden social, las institucio-nes del liberalismo democrtico burgus, comonica organizacin social adecuada al mximodesarrollo posible de la libre concurrencia o com-petencia (Ibid.).

    En suma, Lallemant viene a decir que aunqueel excedente de capital en los pases centralesviene en busca de inversin rentable en estas tie-rras, frtiles y habitables, su penetracin en pa-

    ses de la periferia capitalista como la Argentinaes, objetivamente, un motor de civilizacin, aun-que, por supuesto de civilizacin capitalista: elcapital extranjero disuelve las relaciones servileso esclavistas al mismo tiempo que introduce vn-culos mercantiles entre los hombres, compelin-dolos a aceptar las leyes de la compra y venta demercancas (por ejemplo, los indios desalojadosde sus tierras, los gauchos despojados de susmedios de vida y, finalmente los inmigrantes, sehan visto compelidos a vender su fuerza de traba-jo en el mercado, dando origen a un naciente sis-tema asalariado). La penetracin de capitales ex-tranjeros promueve, en el orden poltico, institu-ciones democrtico-liberales, las nicas adecua-das al capitalismo de libre competencia.

    Sin embargo, si bien el capital extranjero est in-teresado en instaurar un rgimen burgus puro,se ha sabido valer de la oligarqua del caudillajepara sentar sus reales en el pas, e inter este lti-mo bien remunerado, se port obediente y dcil-mente, ambos marcharon de acuerdo. Perocuando la oligarqua lleva su unicato estatista msall de lo tolerable por la lgica del capital, vulne-rando la libre concurrencia, la sociedad entre am-bos se rompe y estalla la crisis: result que la oli-garqua caudillera, abusando ms y ms del po-der del Estado para garantir a sus propios miem-bros de las consecuencias de la ley sobre librecompetencia que determinan las relaciones entrelos capitales individuales entre s, infringi arbitra-riamente las leyes capitalistas, o sea de la socie-dad democrtico burguesa, convirtindose el uni-cato incondicional en un absolutismo insufrible yabsurdo. Entonces el capital internacional le echel guante al caudillaje y estall la guerra (Ibid.).

    La Unin Cvica no sera sino un instrumento in-consciente del capitalismo internacional, que bus-ca instaurar el rgimen puro de la dominacinburguesa en la Argentina: obedeciendo a la ac-cin civilizadora del capital se alz la Unin Cvi-ca, levantando la bandera del rgimen puro de lasociedad burguesa. Hemos visto cmo la revolu-cin de julio, la revolucin burguesa por excelen-cia, esta ltima aunque desgraciada en la luchasobre las barricadas y mal dirigida, derrib el cau-dillaje en la primer campaa, y si esta ltimo re-cuper fuerzas de nuevo, sin embargo, ante laguerra implacable que le hace la Bolsa, guerrainspirada desde el gran cuartel general del capi-

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    talismo internacional en Lombardstreet de Lon-dres, tendr que arrear bandera bien pronto defi-nitivamente. Comienza, pues, en este pas la erade la dominacin pura burguesa, hasta hoy clau-dicada por tradiciones caudilleras hispano-ameri-canas (Ibid.).

    Lallemant considera que esa revolucin burgue-sa constituye un paso histrico progresivo en rela-cin al caudillismo precapitalista y preburgus, yse ampara para ello en el materialismo dialcti-co: Esta era del rgimen burgus puro importa sun gran progreso, y nosotros que confesamos laley fundamental el materialismo dialctico, de quela historia de la humanidad es un desarrollo infini-to, en que, de un estado alcanzado se viene desa-rrollando el subsiguiente, y que sabemos que enel capitalismo y en la sociedad burguesa misma,ya se hallan en vigoroso proceso de desenvolvi-miento los grmenes de la futura sociedad comu-nista, cuya realizacin es el objetivo final de nues-tros esfuerzos y deseos, nosotros aclamamos lanueva era con satisfaccin (Ibid.).

    Este carcter progresivo del dominio burgus,sin embargo, era relativo a la historia y no debahacer olvidar a los marxistas que inauguraba unanueva era de explotacin del trabajo humano: Pe-ro nosotros sabemos tambin que la historia no esotra cosa que la lucha de clases; que la era del r-gimen de la burguesa pura no importa otra cosa,sino una crecida apropiacin del trabajo no paga-do en forma de supervala y la explotacin ms in-tensiva de la fuerza de trabajo de los obreros. ElCapitalista, al tiempo que paga la fuerza-trabajodel obrero con el valor real que como mercancatiene en el mercado, extrae, no obstante, de ellamucho ms valor de aquel que l ha dado en la for-ma de salario para adquirirla, y que esta superva-la constituye la suma de valores de donde provie-ne la masa del capital siempre creciente, acumula-da en manos de las clases poseedoras (Ibid.).

    La Argentina no escapar a estas leyes histri-cas: antes bien, acaba de ingresar al terreno de lamoderna lucha de clases: Con la era de la admi-nistracin pura burguesa, los capitalistas tratarnde hacer subir ms la proporcin de la supervalarelativa, de aumentar el grado de explotacin deltrabajo, tanto ms como el pas tiene que pagarenormes deudas en el exterior, que solamentepueden satisfacerse por los valores de la produc-cin. La clase de los verdaderos productores, la de

    los obreros pues, tendr ahora que defenderse deun modo tanto ms enrgico contra las exigenciascrecientes del capitalismo, cuanto la burguesa esla absoluta duea de los poderes del estado, sobretodo de la legislatura, y estar empeada en echartodos los cargos e impuestos necesarios para laconservacin de la autonoma nacional y provincialsobre los hombres del proletariado (Ibid.).

    Comparado con la prensa obrera socialista pre-marxista desde El artesano de Victory y Surez(1863) hasta Le Rvolutionnaire de S. Pourille(1874-1876), ya el primer editorial de El Obrerocomportaba una innovacin poltico-periodstica eideolgica extraordinarias: no slo defina al nue-vo semanario como defensor de los intereses deuna clase obrera moderna (apenas en forma-cin), sino que vinculaba tambin la misin his-trica del proletariado con la doctrina del socia-lismo cientfico, la caracterizacin de la forma-cin social argentina con el anlisis de un hechoreciente la crisis del 90 y la Revolucin de Ju-lio, abordado en un lenguaje novedoso y ensintona con los temas de lo ms avanzado delsocialismo europeo. Los nmeros sucesivos noharn sino desarrollar este editorial programtico.

    El Marx de Lallemant

    Lallemant no deja de transmitir su entusiasmo, encada pgina de El Obrero, por la obra de sumaestro, y particularmente por El Capital. Cual-quier tema abordado es una buena excusa pararecomendar su lectura a los obreros. En un retra-to que traza con motivo de un aniversario de sumuerte, en la portada de la edicin de El Obrerodel 14 de marzo de 1883, bajo el ttulo CarlosMarx, presenta ante todo la figura de un sabio,un economista, un cientfico, un filsofo. Es inte-resante constatar qu obras de Marx conoce en-tonces Lallemant: l [Marx] ha publicado ade-ms: Manifiesto del Partido Comunista, junto conEngels en 1847 [sic: 1848]. El 18 de Brumaire, unbosquejo histrico-poltico dirigido en 1857 [sic:1852] contra Napolen III. La Miseria de la Filoso-fa, contestacin a la filosofa de la miseria de M.Proudhone, aparecido en 1847. Crtica de la Eco-noma Poltica, aparecido en 1859. De su granobra, El Capital, una crtica de la economa polti-ca, apareci el primer tomo en 1867. El segundotomo fue publicado por Engels en 1885 y el terce-

  • ro debe probablemente publicarse dentro de po-cos meses. Adems escribi Marx un folletito:Revelaciones sobre el juicio contra los comunis-tas de Cologne, en 1853.

    La referencia precisa sobre la inminente apari-cin del tercer volumen de El Capital es una pau-ta clara del grado de actualizacin de Lallemantcon la literatura marxista (Engels viene anuncian-do la edicin del manuscrito de Marx hace aos,pero recin podr concluirlo en 1894). Es signifi-cativo que mientras la mayor parte de los socia-listas contemporneos ingresaban a la doctrina atravs del Manifiesto Comunista, del Anti-Dhringde Engels o de La mujer y el socialismo de Bebel,Lallemant lo haga a travs de esta obra comple-ja. Las citas de El Capital son incontables en ElObrero, en contraposicin a citas aisladas de ElManifiesto Comunista o de la Crtica de la Econo-ma Poltica. Significativamente, Lallemant no ci-ta (ni siquiera incluye en su perfil de Marx) Laguerra civil en Francia, que segn Hobsbawmconstitua, junto con el Manifiesto y El Capital, latriloga de textos de Marx ms difundidos y dispo-nibles al pblico antes de que Engels emprendie-ra un trabajo de reedicin de obras agotadas deMarx (Hobsbawm, 1979/1980: 296).

    Lallemant refiere en menor medida a Engels: ci-ta La situacin de la clase obrera en Inglaterra, elAnti-Dhring y Socialismo utpico y socialismocientfico, glosada ampliamente en su retrato deMarx. En el ltimo nmero de El Obrero (n 88,24/9/1892: 1), en el artculo que titula Historia dela cultura humana, resume El Origen de la fami-lia, la propiedad privada y el Estado (1884), intro-duciendo al movimiento obrero argentino en laterminologa de la antropologa evolucionista deLewis Morgan.

    Tambin hace dos referencias a la Crtica delPrograma de Gotha de Marx, una en 1891, pocosmeses despus de su aparicin en Die Neue Zeit,y otra vez en 1895 en el Vorwrts, en una polmi-ca con el joven Ingenieros. Es muy probable quepara fines de la dcada de 1880 o inicios de la del1890 Lallemant ya est suscripto a Die Neue Zeit,revista a la que enva sus correspondenciasdesde 1894. Esta colaboracin regular ha permi-tido conjeturar a varios autores que Lallemantmantuvo una relacin epistolar con Karl Kautsky,su director.

    Se ha insistido reiteradamente en el carctermarxista ortodoxo de Lallemant. En gran medida,se trata de una construccin retrospectiva con vis-tas a ofrecer un marxismo genuino y originario, encontraposicin explcita o implcita al revisionis-mo de Juan B. Justo (Ratzer, 1970; Paso, 1974;Garca Costa, 1985, etc.) o del joven Jos Ingenie-ros (Labasti, 1975). Sin duda, Lallemant es unmarxista ortodoxo no porque lea a Marx mejor opeor que Justo e Ingenieros, sino en tanto y encuanto lee a Marx segn el canon establecido en-tonces por la ortodoxia marxista alemana, cuyoportavoz era Kautsky. Adems, si bien ortodoxos yrevisionistas leen a Marx desde su propio prisma,unos y otros se apoyan sobre una plataforma co-mn: la que brindan las concepciones evolucionis-tas en boga en las ltimas tres dcadas del sigloXIX. Despus de todo, tambin Kautsky haba lle-gado a Marx despus de estudiar ciencias natura-les, previo paso por el darwinismo.

    No se trata tampoco de que Lallemant fuesekautskista, pues uno y otro desarrollan sus res-pectivas obras en simultneo. Qu ha ledo La-llemant de Kautsky a la hora de redactar El Obre-ro? En verdad, sus principales obras son poste-riores a 1892. Puede haber ledo La doctrina eco-nmica de Carlos Marx (1886), pero sobre todolos artculos de Kautsky en Die Neue Zeit, dondetambin pudo conocer textos de figuras de la so-cialdemocracia europea como Bernstein, Bebel,Liebknecht, Rosa Luxemburg, Lenin, Hilferding,Plejnov, etc. En esta revista se desat el Berns-tein-Debatte, que seguramente sigui con aten-cin, y probablemente haya recibido y ledo la r-plica de Kautsky a Bernstein, pero apenas ha de-jado ligeras referencias indirectas al debate sobreel revisionismo (Lallemant, 1974). Desde luego,conoci y apreci La Cuestin Agraria deKautsky, que hizo traducir para La Agricultura(Daz, 1997), pero la primera edicin alemana deesta obra es de 1899 y Lallemant viene desarro-llando sus tesis sobre la cuestin agraria argen-tina a lo largo de toda la dcada de 1890.

    Lallemant, lector de El Capital

    El Capital no slo ofreca un estudio crtico delrgimen capitalista de produccin que tomaba aInglaterra, el hogar clsico de este rgimen, co-mo modelo. Marx adverta al lector alemn en el

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  • Prlogo a la primera edicin (1867) que las regio-nes menos desarrolladas industrialmente termi-naran, ms tarde o ms temprano, por sucumbira las leyes de la produccin capitalista, imponin-dose en todo el globo con frrea necesidad: dete fabula narratur! La obra de Marx no slo fueacogida por los socialistas del mundo capitalistadesarrollado, sino que interes sobremanera alos del mundo perifrico. Los populistas rusos,por ejemplo, la recibieron con beneplcito, perono dejaron de sentirse conmocionados por el ca-ptulo XXIV consagrado a la llamada acumula-cin originaria y no se demoraron en escribirle aMarx preguntndole si de su concepcin debadesprenderse que algn tipo de necesidad hist-rica obligaba al pueblo ruso a pasar por las hor-cas caudinas de la acumulacin primitiva del ca-pital, con toda su secuela de violencia, miseria ycrisis social, para ingresar en la civilizacin mo-derna (Shanin, 1984/1990; Tarcus, 2000).

    La lectura de El Capital ha conmocionado, sinduda, tambin a Lallemant. La obra de Marx le haproporcionado no slo un modelo para compren-der la dinmica del capitalismo en Europa Occi-dental y los Estados Unidos, sino tambin parareprocesar veinte aos de observaciones crticassobre el atraso argentino. Marx le adverta al lec-tor alemn en el Prlogo a la primera edicin quela realidad alemana es mucho peor todava quela inglesa, pues falta el contrapeso de las leyesfabriles. En todos los dems campos, nuestropas, como el resto del occidente de la Europacontinental, no slo padece los males que entra-a el desarrollo de la produccin capitalista, sinotambin los que supone la falta de desarrollo.Junto con las miserias modernas, nos agobia to-da una serie de miserias heredadas, fruto de lasupervivencia de tipos de produccin antiqusi-mos y ya caducos, con todo su squito de relacio-nes polticas y sociales anacrnicas (Marx,1867/1946, I: XIV). Lallemant no slo es un lec-tor alemn, consciente del atraso alemn. Es,adems, un alemn en Amrica Latina, que cono-ce por partida doble, como alemn y como lati-noamericano, cmo se combinan de modo alar-mante las miserias que trae, desde afuera, eldesarrollo, con las que arrastra, desde adentro,el propio subdesarrollo (la falta de desarrollo),con todo su squito de relaciones polticas y so-ciales anacrnicas.

    La ortodoxia marxista tambin ley a Marx, yconcretamente a su opera magna, en clave evo-lucionista. En palabras de Shanin, el evolucio-nismo constitua el arquetipo intelectual deaquellos tiempos, tan prominente en los trabajosde Darwin como en la filosofa de Spencer, en elpositivismo de Comte y en el socialismo de Fou-rier y Saint-Simon. El evolucionismo, es esen-cialmente, una solucin combinada a los proble-mas de la heterogeneidad y del cambio [...] Lafuerza de esta explicacin reside en la acepta-cin del cambio como parte de la realidad. Sudebilidad principal es el determinismo optimistay unilineal usualmente implcito en ella: el pro-greso a travs de los estadios significaba tam-bin un ascenso universal y necesario a unmundo ms agradable para los humanos...(Shanin, 1984/1990: 15).

    Era inevitable que El Capital fuese ledo desdeeste prisma por los hombres que comoKautsky, o como Lallemant se haban formadoen el paradigma cientificista y evolucionista. Marxapareca ahora, no como el revolucionario de lostiempos de la Internacional (Tarcus, 2002), sinocomo un sabio, un cientfico capaz de ofrecer susaber a una causa de redencin humana. El Ca-pital es ledo, ante todo, como una obra cientfica,equiparable en ese sentido a El Origen de las es-pecies de Darwin. El riesgo de esta lectura en cla-ve cientificista a la que se prestaba la propia in-sistencia de Marx en el carcter cientfico de suobra, cuyo objeto sealaba en el Prlogo de 1867no consista tanto en las contradicciones socia-les como en las leyes naturales de la produc-cin capitalista que se imponan con frrea ne-cesidad es que se desdibujase su tenor crti-co-poltico. La obra tarda de Engels reforz estaorientacin (Mondolfo, 1915/1956). Pero fueKautsky, finalmente, quien instituy el marxismoortodoxo en trminos de un monismo evolucionis-ta y naturalista (Salvadori, 1978/1980). De cual-quier modo, como ha sealado Andreucci, la vin-culacin de Darwin, Spencer y Haeckel con Marxestaba en el espritu de los tiempos(1979/1980). Pues bien: como veremos, Lalle-mant ley El Capital en esta clave cientificista,naturalista y evolucionista, ya sea previamente in-fluido por Kautsky, ya sea por su propia formacinde naturalista y por el peso que la ideologa evo-lucionista haba adquirido dentro de las lites ilus-

    Un marxismo sin sujeto?El naturalista Germn Av-Lallemant y su recepcin de Karl Marx en la dcada de 189080

  • tradas, en el mundo entero y, por supuesto, tam-bin en la Argentina (Tern, 2000).

    El nfasis puesto por Marx en que el comunis-mo no era una idea exterior a realizarse en elmundo, ni un modelo ideal a ser aplicado, sinoque era un proceso intrnseco al orden capitalis-ta, haba entusiasmado a Lallemant. Como mu-chos socialistas contemporneos, el sabio natu-ralista de San Luis interpret la concepcin mate-rialista de la historia en una clave fuertementeevolucionista, donde cada etapa sucesiva repre-sentaba un momento necesario y progresivo enrelacin al anterior: la historia humana como rea-lizacin del Progreso: Marx, en su clebre obraEl Capital, ha demostrado que el mtodo actualde produccin se haba desarrollado en el cursode la historia del gnero humano de los mtodosanteriores, y que este mtodo actual de produc-cin, el del capitalismo, era una fase lgica y ne-cesaria del grande proceso de transformacinprogresista, que llevando a la humanidad de ungrado de cultura a otro superior, haba llegado alactual de la Sociedad Burguesa, o sea, a la civili-zacin moderna... (Las Uniones industriales ca-pitalistas, EO n 11, 7/3/1891, pp. 1-2).

    En el mismo sentido, en el citado editorial delprimer nmero de El Obrero se lea: Esta era delrgimen burgus puro importa s un gran progre-so, y nosotros que confesamos la ley fundamen-tal del materialismo dialctico, de que la historiade la humanidad es un desarrollo infinito, en que,de un estado alcanzado se viene desarrollando elsubsiguiente, y que sabemos que en el capitalis-mo y en la sociedad burguesa misma, ya se ha-llan en vigoroso proceso de desenvolvimiento losgrmenes de la futura sociedad comunista, cuyarealizacin es el objetivo final de nuestros esfuer-zos y deseos, nosotros aclamamos la nueva eracon satisfaccin (Nuestro programa, EO n 1,12/12/1890: 1).

    Asimismo, Lallemant ley a Marx en clave cien-tfico-natural: el marxismo, el Socialismo cientfi-co, no sera para l otra cosa que un saber posi-tivo acerca de las leyes que rigen el movimientode la sociedad, saber que, en el plano del cono-cimiento, se corresponda con la realizacin ob-jetiva del socialismo en el seno el capitalismo:Aunque nuestros enemigos lo niegan, el Socia-lismo es la idea predominante que hoy en da de-termina toda la marcha del Estado y de la Socie-

    dad, de la civilizacin entera. Naturalmente queas sucede, porque el Socialismo es el hijo de es-ta civilizacin, y la Democracia socialista es elproducto de condiciones reales existentes, la ex-presin de condiciones reales concretas, y ha for-mulado sus exigencias de un modo determinante-mente definido y positivo, fundadas sobre aque-llas condiciones reales existentes. La Cienciaera, pues, el garante de la poltica: Estamos ab-solutamente convencidos de la legalidad que laciencia otorga a nuestras aspiraciones (Nuestratctica (continuacin), EO n 23, 1/6/1891).

    Sin embargo, el problema se presentaba cuan-do el conocimiento de la legalidad capitalista ter-minaba confundindose con su implcita acepta-cin en tanto proceso objetivo y necesario. Elextraordinario elogio de la modernidad capitalistacon que Marx abra el Manifiesto Comunista secomplementaba cabalmente con la crtica radicalque le segua a continuacin, y que develaba sucarcter contradictorio, violento, explotador y mis-tificador. La modernizacin capitalista adquiraas, una doble faz, a la vez revolucionaria y opre-sora. En cambio, como ya se ha indicado, el n-fasis puesto por Marx en presentar a El Capitalcomo el estudio de las leyes naturales que ri-gen la produccin capitalista, el hincapi cient-fico en equiparar leyes sociales con leyes natu-rales, facilit la lectura de la opera magna deMarx en clave cientfico-positiva. Durante dca-das se olvid que Marx consideraba a la Econo-ma Poltica como una ideologa y El Capital fueledo como una obra de ciencia econmica so-cialista antes que como una crtica de la Econo-ma Poltica en tanto que tal. Segn Lallemant:La economa poltica es la ciencia de las leyesgenerales del trabajo, o de la industria humana.El trabajador pues, ante todo otro ser humano,tiene un inters directo de estudiar esta cienciae imponerse de sus resultados, con el fin de lle-gar a darse cuenta conscientemente de su posi-cin, de su importancia, de sus derechos y de-beres en la sociedad y para con la especie hu-mana a que pertenece... El estudio de la econo-ma poltica se ha generalizado en los ltimostiempos. Probablemente porque los hombreshan comprendido que esta ciencia les conducira la solucin terica de la magna cuestin delda, de la Cuestin Social (La economa polti-ca, en EO, n 32, 8/8/1891).

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  • En ese sentido, fenmenos del capitalismo defin de siglo como los trusts, grandes uniones in-dustriales por rama a nivel nacional, con la conse-cuente ruina de los pequeos y medianos produc-tores era, aunque doloroso, un progreso necesa-rio: Si bien estas Uniones tienen por resultado labrutal destruccin de la pequea industria, las sa-ludamos como un progreso necesario del sistemamoderno de produccin. Ellas operaban, de he-cho, una nacionalizacin de la industria queequivala enteramente a la socializacin de laproduccin. De modo que, concluye Lallemant:estas Uniones son los ms enrgicos agentes enel tiempo de propaganda de las teoras y del pro-psito del Socialismo cientfico (Ibid.).

    Marx, exponiendo La ley general de la acumu-lacin Capitalista (cap. XXIII de El Capital) habaprevisto que el lmite que alcanzara el procesointrnseco de centralizacin del capital estara da-do por la aglutinacin de todos los capitales deuna misma rama industrial, en manos de un solocapitalista o una misma sociedad (Marx,1867/1946, I: 530-531). Engels agregaba una no-ta al pie de la 4 edicin alemana de 1890: Losnovsimos trusts ingleses y norteamericanos as-piran ya a esto, puesto que tienden a unificar, porlo menos todas las grandes empresas de una ra-ma industrial, en una gran sociedad annima conmonopolio efectivo (Ibid.: 531 n.). Pero Engelsse limitaba aqu a una simple constatacin hist-rica que confirmara la previsin de Marx: difcil-mente puede ser interpretada como el reconoci-miento de una forma progresiva y superior de ca-pitalismo, que aproximara a la humanidad al so-cialismo. Incluso su referencia al recurso mono-polista desacreditaba cualquier interpretacin enese sentido.

    Pero Lallemant, nmeros ms adelante, exten-der el radio de las instituciones penetradas delespritu comunista y socialista hasta incluir todaslas formas contemporneas de propiedad estatal,incluso la economa alemana nacionalizada por elcanciller Bismarck: Ya en la forma actual de mu-chas instituciones sociales y econmicas vemosms o menos realizados nuestros principios so-cialistas, as p. e. en la convencin internacionalde correos, en los ferrocarriles de propiedad delEstado, etc., etc, y ms y ms va la idea comunis-ta apoderndose de los nimos. La reforma so-cial, el imperialismo social alemn, el socialismo

    de la pequea burguesa, el socialismo catlicodel Cardenal Canning, los trusts industriales, lasgrandes compaas de seguros y de aseguranzamutua, etc., etc. Todas estas instituciones pene-tradas del espritu comunista y socialista (Nues-tra tctica, EO n 22, 24/5/1891).

    Mientras Lallemant escribe estas lneas, Engelsprepara una nueva edicin de su folleto Socialis-mo utpico y socialismo cientfico que aparece enAlemania en 1891. Vuelve aqu sobre lo que llamauna verdadera rebelin de las fuerzas producti-vas, cada vez ms imponentes, contra su calidadde capital, esta necesidad cada vez ms imperio-sa de que se reconozca su carcter social. Estaextraordinaria socializacin de los medios de pro-duccin excede al capital individual e impone pri-mero la forma de grandes sociedades annimas,luego la de los trusts e incluso su nacionalizacincomo empresas del Estado, el que, llegado a uncierto punto, tiene que hacerse cargo del mandode la produccin, en reas como el correo, el te-lgrafo y los ferrocarriles. Es progresivo histri-camente este proceso en trminos de Engels, co-mo lo es en Lallemant? En un aspecto, Engels pa-rece coincidir con el optimismo de Lallemant: enlos trusts, por ejemplo, la libre concurrencia setrueca en monopolio y la produccin sin plan de lasociedad capitalista capitula ante la produccinplaneada y organizada por la naciente sociedadsocialista (Marx-Engels, 151-152).

    Sin embargo, el autor de Socialismo utpico ysocialismo cientfico rechaza tajantemente cual-quier ilusin socialista sobre las nacionalizacio-nes por parte del Estado: las fuerzas productivasno pierden su condicin de capital al convertirseen propiedad de las sociedades annimas y delos trusts o en propiedad del Estado... el Estadomoderno no es tampoco ms que una organiza-cin creada por la sociedad burguesa para defen-der las condiciones exteriores generales del mo-do capitalista de produccin contra los atentados,tanto de los obreros como de los capitalistas ais-lados. El Estado moderno, cualquiera que sea suforma, es una mquina esencialmente capitalista,es el Estado de los capitalistas, el capitalista co-lectivo ideal (Ibid.: 153).

    E incluso arremete contra lo que denominauna especie de falso socialismo, que degeneraalguna que otra vez en un tipo especial de socia-lismo, sumiso y servil, que en todo acto de nacio-

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  • nalizacin, hasta en los dictados por Bismarck, veuna medida socialista. Si la nacionalizacin de laindustria del tabaco fuese socialismo ironizaEngels, habra que incluir entre los fundadoresdel socialismo a Napolen y a Metternich (Ibid.:152, n.).

    Engels, en suma, tiende a plantear una dialc-tica histrica objetiva del desarrollo capitalistaentre fuerzas productivas y relaciones de produc-cin articulada con una dialctica subjetiva entrminos de luchas de clases, de sujetos histri-cos, de partidos y poltica. Kautsky, en el prlogoa un texto que pocos aos despus Lallemant ha-r traducir para el semanario La Agricultura, daruna vuelta de tuerca a la dialctica histrica deEngels en un sentido positivo, objetivista, evolu-cionista e integracionista:

    Engels deca en su AntiDhring lo necio que esconsiderar como elemento del proceso dialcticouna negacin destructiva. La evolucin por la vade la negacin no significa en modo alguno la ne-gacin de todo lo existente; supone ms bien lacontinuidad de aquello que est evolucionando...La evolucin slo es un progreso cuando no se li-mita a negar ni abolir, sino cuando tambin con-serva; cuando junto a lo existente que merezcadesaparecer, mantiene tambin lo que merececonservarse. La evolucin consiste, pues, enacumular los progresos de las fases anteriores dela evolucin. El desarrollo de los organismos noslo se produce por adaptacin sino tambin porherencia; las luchas de clases que hacen evolu-cionar, no slo se orienta a la destruccin y la re-produccin, sino tambin a la conquista y la con-servacin de algo existente; el progreso de laciencia sera igualmente imposible sin la transmi-sin de sus resultados anteriores como sin su cr-tica; y el progreso del arte no nace de la origina-lidad del genio, rompiendo con todas las barrerasde lo tradicional, sino tambin de la comprensinde las obras maestras de los predecesores(Kautsky, 1899/1970: CIX).

    Lallemant llegar an ms lejos. Es que el pa-dre el marxismo argentino es, podra decirse, unmarxista sin sujeto, no slo en el sentido de queel proletariado de la Federacin Obrera es ape-nas una clase incipiente en la Argentina, sino entanto su concepcin del marxismo tiende a acen-tuar el momento objetivo, positivo, de la dialcti-ca, en desmedro del subjetivo y negativo. Vase,

    por ejemplo, cmo su entusiasmo por el desarro-llo de las fuerzas productivas y el avance del pro-ceso de socializacin de la produccin obnubilahasta tal punto la dimensin poltico-subjetiva dela dialctica histrica, que tiende a presentar elsocialismo como algo inminente... en 1891:

    El socialismo es hijo del mismo capitalismo. Enla sociedad burguesa actual misma, se estn de-sarrollando los grmenes del socialismo. As co-mo esta sociedad naci del orden social del tiem-po colonial espaol,... as est el socialismo na-ciendo ahora del orden social vigente y tiende ainstalar un orden perfeccionado muy elevado ysuperior al actual, un orden cuya idea fundamen-tal es la Solidaridad, el Mutualismo, la Comuni-dad los intereses de todos, la igualdad de la ac-cin, de desarrollo y ventajas de todos al trabajo,y el derecho igual de todos a la educacin y a losproductos del trabajo. Y la sociedad socialista ocomunista est ya casi pronto para nacer; puededecirse que no falta ms que romper la cscaradel huevo... El proceso de desarrollo no lo ataja,no lo paraliza nadie... El socialismo es absoluta-mente invencible! (El socialismo y la burguesaargentina, en EO n 21, 16/5/1891).

    Esta lgica parece llegar al paroxismo cuandoLallemant se entusiasma al recibir la noticia delxito de una experiencia con energa elctricarealizada en Frankfurt, Alemania. En un artculotitulado Un grande triunfo del trabajo humano. Latransmisin de energa elctrica, la aliada del so-cialismo se complace en anunciar que ha con-cluido la era del vapor, identificada con el capita-lismo, y que ha comenzado la era de la electrici-dad, que ser la del socialismo: La nueva trans-misin de la corriente elctrica es la poderosaaliada del socialismo a tal grado, que no pasarnni los 9 aos restantes del siglo actual sin que sehaya instalado la sociedad socialista y la produc-cin colectivista. Acabse la poca del vapor, delhierro y del carbn. Acabse con ella el capitalis-mo. Comenz la poca de la electricidad y delaluminio, y con ella la poca de la sociedad socia-lista(EO n 41, 31/10/1891: 1).

    Resuena en el aforismo de Lallemant aquellafrase del Marx de Miseria de la Filosofa, que pro-bablemente conociera a travs de la traduccinespaola de J. Mesa: El molino movido a brazonos da la sociedad de los seores feudales; almolino de vapor, la sociedad de los capitalistas

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  • industriales (Marx, 1847/1970: 91). Tal como hasealado E. P. Thompson, este aforismo se hatomado como licencia para basar el determinismotecnolgico: las fuerzas productivas dan lugar auna u otra sociedad cuando en verdad formaparte de una argumentacin mayor dirigida a re-futar el uso ahistrico que haca Proudhon de lascategoras econmicas, tal la de divisin del tra-bajo. Marx argumentaba, pues, que Proudhon in-verta el proceso histrico al comenzar por la ca-tegora divisin del trabajo, cuando en verdades la mquina la que histricamente descubrela divisin del trabajo y determina sus formas par-ticulares (Thompson, 1878/1981: 187). Pero sinduda, en la construccin del marxismo, el aforis-mo pervivi aislado como una frmula que resu-ma el determinismo econmico-tecnolgico do-minante en el pensamiento de la Segunda Inter-nacional. Adems, Miseria de la Filosofa pasabade la crtica de la objetividad de la economa po-ltica a la dimensin subjetiva, concluyendo con elclebre anlisis del proceso de formacin de laclase obrera moderna (de la clase en s a laclase para s), dimensin ausente en la pers-pectiva de Lallemant.

    El aforismo de Lallemant tiene, por otra parte,un eco en un proceso histrico posterior: el quepronunci Lenin en noviembre de 1920 a prop-sito del plan de electrificacin de la URSS (GOS-PLAN): el comunismo es el poder sovitico msla electrificacin del pas. Pero la situacin en laArgentina de 1890 es exactamente la inversa a lade Lenin treinta aos despus: las esperanzasdel lder bolchevique venan dadas porque paral la electrificacin creara las condiciones mate-riales que hasta entonces haban faltado en Ru-sia para la transicin al socialismo, a pesar deque la toma del poder por la va revolucionariahaba tenido lugar tres aos antes...

    Esta perspectiva objetivista lleva a Lallemanta adoptar, en aos inmediatamente posteriores,una posicin ante el fenmeno emergente del im-perialismo que, en principio, puede parecer para-dojal. Lallemant no slo no ignora el carcter de-pendiente del capitalismo argentino, sino que pro-bablemente haya sido el primero en usar esta ca-tegora en un sentido marxista en la Argentina.Por ejemplo, cuando analiza la crisis capitalistade 1883, seala crticamente que nuestros gran-des terratenientes buscaban capital mvil, con

    cuyo fin hicieron que el Estado contrajese gran-des emprstitos, los cuales han hecho del pas untributario del capital ingls. Se enajen la Nacin.La independencia poltica nacida en 1816 se ven-di, y result nuestra dependencia econmica ac-tual (El carbn de piedra en la Repblica Argen-tina, en La Agricultura, 1894, transcripto en Fe-rrari, 1993: 128).

    En un artculo que publica en Die Neue Zeit deKautsky, denominado precisamente Imperialis-mo europeo en Amrica del Sur, Lallemant mos-traba con cifras el endeudamiento argentino enrelacin a Inglaterra. Entenda que el nuevo im-perialismo econmico era mucho ms eficaz queel colonialismo: Sin conquistas polticas, sin bar-cos ni caones, el capital ingls exprime, pues,de la Argentina, en valor relativo, 17 veces msde lo que extrae a sus sbditos indios. Lallemantno olvidaba la perspectiva de clase y sealabaque la crisis agravaba an ms la explotacin ca-pitalista: Es, pues, fcil de comprender que la ex-plotacin del proletariado prcticamente no co-nozca lmites, que cese la inmigracin y que tomecada vez mayor incremento la emigracin. Pobre-za y miseria crecen hasta el infinito. El pas ya nosoporta la carga y se hunde bajo el peso del im-perialismo britnico y de su propia administracinirresponsable (DNZ, t. I, 1902-1903, en Lalle-mant, 1974: 189)

    En otro artculo en la misma revista, presentaasimismo un cuadro dramtico de la penetracindel capital estadounidense en Bolivia. Pero suconclusin, lejos de ser adversa al imperialismo,lo hace aparecer como progresivo: no obstantetodas las protestas, es presumible que la banderaestrellada flamear pronto sobre una parte de es-te continente; los destinos de estas miserables re-pblicas que son totalmente incapaces de gober-narse a s mismas, sern entonces determinadaspor la Casa Blanca en Washington. Cuanto antesesto suceda tanto mejor, porque nicamente deesta manera es posible pensar que Sudamricapueda alguna vez ser abierta a la cultura y a la ci-vilizacin (La poltica expansionista de EstadosUnidos en Amrica Latina, DNZ, I, 1902-1903,trascripto en Lallemant, 1974: 190 y ss.).

    Lallemant adhiere al panamericanismo, como lohaba hecho aos atrs, a propsito el conflicto li-mtrofe entre Chile y la Argentina: A los adversa-rios del militarismo nicamente se les presenta

    Un marxismo sin sujeto?El naturalista Germn Av-Lallemant y su recepcin de Karl Marx en la dcada de 189084

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    Dirk Kerst Koopmans

  • Un marxismo sin sujeto?El naturalista Germn Av-Lallemant y su recepcin de Karl Marx en la dcada de 189086

    una lejana esperanza: la posible intervencin deEstados Unidos. El desarrollo liberal burgus deSudamrica, su liberacin del sistema de violen-cia dominante de las oligarquas que todo lo ab-sorben, ser posible nicamente cuando el pana-mericanismo extienda sus alas en este continen-te. La oligarqua es un enemigo a muerte del pa-namericanismo (Chile y la Argentina, en DNZ, I,1895-1896, en Lallemant, 1974: 174-179).

    Lallemant critica la violencia, la usura y los in-numerables sacrificios que para los pueblos re-presenta el imperialismo, pero lo considera en l-tima instancia, civilizador y progresivo (Daz,1997: 138-139). En verdad, no podra juzgarse aLallemant por desconocer el debate marxista so-bre el imperialismo, que naca en Europa inme-diatamente despus que mora Lallemant.3 La mi-rada del ingeniero germano-argentino sobre elimperialismo estaba inspirada, aqu tambin, enla concepcin del marxismo ortodoxo hegem-nico en la Segunda Internacional.

    Replica aqu, seguramente sin conocerla enforma directa, la perspectiva planteada por Marxen los artculos del New York Daily Tribune a prin-cipios de la dcada de 1850 sobre la penetracindel capital britnico en la India, perspectiva quese haba convertido, repitmoslo, en patrimoniodel marxismo de la Segunda Internacional. Marxintenta pensar el problema desde una dialcticadel progreso, articulando al mismo tiempo queuna condena moral del colonialismo ingls y desus efectos destructivos en la India, una justifica-cin histrica de la expansin capitalista en nom-bre del progreso. Marx no desconoce los horroresde la dominacin occidental: la miseria ocasiona-da en el Indostn por la dominacin britnica hasido de naturaleza muy distinta e infinitamentesuperior a todas las calamidades experimentadashasta entonces por el pas. Lejos de aportar unprogreso social, la destruccin capitalista del te-jido social tradicional ha agravado las condicio-nes de vida de la poblacin. Sin embargo, en l-timo anlisis, a pesar de sus crmenes, Inglaterraha sido el instrumento inconsciente de la histo-ria al introducir las fuerzas de produccin capita-listas en la India y provocar una verdadera revo-lucin social en el estado social (estancado) delAsia (Marx, 1853/1973: 24-30).

    En un artculo ulterior, Futuros resultados de ladominacin britnica en la India, Marx explicita

    su postura: la conquista inglesa de la India reve-la, de otro modo, la profunda hipocresa y la bar-barie propias de la civilizacin burguesa. Sin em-bargo, la clebre conclusin de este texto resumeperfectamente la grandeza y los lmites de estaprimera forma de la dialctica del progreso: Y s-lo cuando una gran revolucin social se apropiede las conquistas de la poca burguesa, el mer-cado mundial y las modernas fuerzas producti-vas, sometindolos a control comn de los pue-blos ms avanzados, slo entonces habr dejadoel progreso humano de parecerse a ese horribledolo pagano que slo quera beber el nctar enel crneo del sacrificado (Ibid.: 71-77).

    Como ha sealado Michael Lwy, Marx percibeclaramente la naturaleza contradictoria del pro-greso capitalista y no ignora en absoluto su cos-tado siniestro, su naturaleza de Moloch exigiendosacrificios humanos; pero l no cree menos en eldesarrollo burgus de las fuerzas productivas aescala mundial promovido por una potencia in-dustrial como Inglaterra y, en ltimo anlisis,histricamente progresista en la medida en queprepara el camino a la gran revolucin social.Se hace aqu patente la impronta hegeliana, his-trico-filosfica, de la concepcin marxiana delprogreso: la astucia de la razn una verdade-ra teodicea permite explicar e integrar todoacontecimiento (an los peores) en el movimien-to irreversible de la Historia hacia la Libertad. Es-ta forma de dialctica cerrada ya predetermina-da por un fin parece considerar el desarrollo delas fuerzas productivas impulsadas por lasgrandes metrpolis europeas como idntico alprogreso, en la medida en que l nos conducenecesariamente al socialismo (Lwy, 1996: 197).

    El Prlogo de Marx a la Crtica de la EconomaPoltica de 1959 pareca establecer una visinprogresista y secuencial de modos de produccinsucesivos y El Capital, como se ha sealado, pa-reca confirmarlo, al mostrar cmo los pases in-dustrialmente ms desarrollados no han ms queponer por delante de los pases menos progresi-vos el espejo de su propio porvenir (El Capital,1867/1946, I: XIV). La puesta en cuestin de es-ta concepcin histrico-filosfica fue llevada a ca-bo por el marxismo crtico a partir de la dcadasde 1920 y 1930, de Lukcs a Karl Korsch, deGramsci a Maritegui, de Benjamin a Adorno. Re-tomando estas preocupaciones, investigadores

  • contemporneos exhumaron nuevos textos y re-velaron los esfuerzos de Marx, tras la publicacinde El Capital, por desautorizar las tentativas deconvertir mi esbozo histrico sobre los orgenesdel capitalismo en la Europa Occidental en unateora filosfico-histrica sobre la trayectoria ge-neral a que se hallan sometidos fatalmente todoslos pueblos, cualesquiera que sean las circuns-tancias histricas que en ellos concurran. Sumtodo, aclara el propio Marx, consiste en estu-diar en su especificidad los diferentes medios his-tricos para luego compararlos entre s, y no enla aplicacin de la clave universal de una teorageneral de filosofa de la historia, cuya mayorventaja reside precisamente en el hecho de seruna teora suprahistrica (Marx, 1877-78/1980:63-65). Pero quizs el sntoma ms evidente decierto desajuste existente entre la teora histricatal como Marx la conceba y lo que comenzaba ainstitucionalizarse como Filosofa marxista de laHistoria, fue el malestar y el extraamiento delpropio Marx ante los marxistas que crean serfieles a su maestro reduciendo la historia a un re-lato preconstituido de matriz economicista: Todolo que s es que yo no soy marxista.

    Ahora bien, en 1890 o en 1900, no slo en elSan Luis de Lallemant sino en la Stuttgart deKautsky, en la Ginebra de Plejnov o en el SanPetersburgo de Lenin se ignoraban absolutamen-te estos esfuerzos de Marx por repensar su con-cepcin de la historia a la luz de un desarrollo de-sigual y no lineal y expansivo del capitalismo (Tar-cus, 2000). Fue aquel razonamiento teleolgico yeurocntrico el que sirvi de base para la llama-da doctrina marxista ortodoxa de la Segunda In-ternacional, con su concepcin determinista delsocialismo como resultado inevitable del desarro-llo de las fuerzas productivas (en contradiccincreciente con las relaciones capitalistas de pro-duccin (Lwy, 1996: 199).

    La apelacin a la cientificidad, con todo, no es-taba necesariamente reida con una concepcinmesinica de la revolucin. El propio Kautsky, ensu influyente comentario de Die Neue Zeit sobreel Programa de Erfurt, interpretaba el papel de lasocialdemocracia como una iglesia combatientey el del socialismo como una buena nueva o unnuevo evangelio. El triunfo del socialismo apa-reca como inevitable: Lo que no puede ser mo-tivo de duda para quien haya seguido el desarro-

    llo econmico y poltico de la sociedad moderna,especialmente durante el ltimo siglo, es la nece-sidad de la victoria final del proletariado (DasErfurter Program, DNZ, 1891, en Salvadori,1978/1980).

    La semejanza con la perspectiva de Lallemantes enorme: Es la fuerza inconsciente, que apare-ce en toda la historia del gnero humano comouna directriz, que determina el rumbo en que de-be evolucionar el desarrollo. Somos nosotros losobreros socialistas los primeros portadores cons-cientes de la idea progresista histrica. En estecarcter consiste nuestra absoluta invencibilidad.El Congreso argentino nos oir, y aunque seoponga el infierno a ello, dictar la ley que solici-tamos (Presentacin de la Federacin Obrera. Alhonorable Congreso (continuacin), EO n 9,21/2/1891).

    Lallemant: un marxismo sin sujeto?

    Ell 7 de abril de 1894 apareca el primer nmerode La Vanguardia y como un eco directo de ElObrero, se subtitulaba peridico socialista cient-fico, defensor de la clase trabajadora. En la por-tada, bajo el ttulo de Nuestros predecesores,se le renda homenaje a Lallemant y su peridico:Debemos un recuerdo honroso a los que noshan precedido aqu en la propaganda socialista.El Obrero, semanario que apareci en diciembrede 1890, ha sido el primer peridico de la clasetrabajadora argentina. Fue rgano de la Federa-cin Obrera, y contribuyeron muy principalmentea sostenerlo los compaeros Lallemant y Khn(LV n 1, 7/4/1894, p. 1).

    Pocas semanas despus, se publicaba unacarta de Lallemant al director de La Vanguardiabajo el ttulo Los obreros en la Repblica Argen-tina. Una opinin digna de ser escuchada. El co-pete indicaba: El ciudadano Germn A. Lalle-mant, que ha sido uno de los iniciadores del movi-miento socialista entre nosotros como fundadorde El Obrero, a cuyo sostenimiento contribuytanto con su inteligencia como con su dinero, yque ahora es asiduo colaborador del Vorwrts yde La Vanguardia, nos ha escrito una carta de lacual a continuacin damos algunos prrafos. Ellosmuestran la conformidad de ideas que tiene connosotros en lo que se refiere a la necesidad deque tambin en este pas los obreros socialistas

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  • entren en la lucha poltica (LV n 5, 5/5/1894: 1).La prdica de El Obrero haba dado, pues, sus

    frutos. Juan B. Justo lo reconoca como el primerprecedente de La Vanguardia. Un joven socialis-ta de la nueva generacin como Jos Ingenieros,en su folleto Qu es el socialismo? (1895), re-coga lo sembrado por Lallemant en El Obrero yLa Agricultura y lo citaba como una autoridadcientfica y tica a la hora de demostrar la perti-nencia de la cuestin social en la Argentina (In-gegnieros, 1895). En la asamblea del Partido So-cialista Obrero Argentino del 9 de febrero de 1896es elegido uno de los cinco candidatos socialistasa diputado para las elecciones parlamentarias deabril de 1896.

    Sin embargo, Lallemant no reconocer paterni-dad alguna con la generacin socialista emergen-te. No dar continuidad a sus colaboraciones enLa Vanguardia ms all de estas jornadas inicia-les ni volver a ocupar cargos en el Partido So-cialista. Asimismo, su crtica vitrilica al folleto deIngenieros en las pginas del Vorwrts, es un tes-timonio por dems elocuente de su distancia-miento: los obreros escribe Lallemant en1896 notan en el folleto del seor Ingenierosque a los estudiantes les falta mucho por apren-der (trascripto en Reinhardt, 1974: 100). Parad-jicamente, el ingeniero Lallemant se ampara en elcarcter obrero del semanario Vorwrts desde elcual escribe para construir un imaginario colecti-vo proletario e impugnar el socialismo pequeo-burgus de Ingenieros. Sin embargo, el joven In-genieros lidera entonces un grupo estudiantil (elCentro Socialista Universitario) que formar parteactiva del proceso de constitucin del Partido So-cialista Obrero Internacional, mientras el VereinVorwrts aparece por momentos replegado a unafuncin de integracin cultural y social de la co-munidad alemana en la Argentina.4

    A menudo se ha entendido su distanciamientodel socialismo argentino por sus diferencias conel socialismo revisionista de Justo. En efecto,en una corresponsala de 1896 a Die Neue Zeit,aprueba en lneas generales la agitacin socialis-ta del partido argentino en el terreno prctico,pero censura el eclecticismo de su poltica edito-rial, as como la poltica de traducciones de LaVanguardia, por la difusin de autores como Enri-co Ferri y Acchille Loria (El movimiento obrero enla Argentina, DNZ 1895-1896, en Lallemant,

    1974: 167). En una corresponsala de 1908, el dis-tanciamiento crtico ha aumentado: la accin delpartido, seala all, difcilmente puede ser mstranquila y cautelosa. Los jefes han pasado casisin excepcin al campo de Turati... son idelogosburgueses que no estn dispuestos a cruzar undeterminado Rubicn (Lallemant, 1974: 205).

    Sin embargo, si vamos un poco ms all de lasenunciaciones doctrinarias y atendemos a la con-cepcin que cada uno se haba forjado del socia-lismo as como de la sociedad argentina y su lu-gar en el capitalismo internacional, se pone enevidencia que la oposicin Justo/Lallemant esuna construccin en parte debida a Khn, perosobre todo a los comunistas y sus epgonos (Pa-so, Ratzer, etc.). Es ms: puede afirmarse queJusto es el discpulo cabal de Lallemant, aunqueste no reconociese su paternidad poltico-inte-lectual. Es indudable que Justo no adscriba almarxismo ortodoxo al estilo de un Kautsky o unLallemant, considerando a Marx dentro de un uni-verso de autores socialistas compartido con unFerri o un Loria (Aric, 1999). Esto no impide queambos adscriban a un socialismo con un fuertenfasis cientificista, objetivista y evolucionista,defiendan como civilizatoria la expansin del ca-pitalismo, sostengan para la Argentina una polti-ca econmica favorable al librecambio y estnanimados por la misma confianza en que el pro-greso identificado con el desarrollo tecnolgi-co colocar al proletariado moderno en los um-brales del socialismo.

    Y si alguno de los dos est ms prximo a atis-bar una salida a este rgido paradigma, se esJusto y no Lallemant. Es, precisamente, su rol deorganizador poltico y dirigente partidario au-sente en Lallemant el que lleva a Justo a argu-mentar brillantemente contra este paradigmacuando precisamente Enrico Ferri, en su clebreconferencia de 1908 en Buenos Aires, la vuelvecontra el Partido Socialista. La poltica ha enri-quecido y problematizado el socialismo objetivis-ta y evolucionista de Justo, pero esta es una di-mensin ausente ms all de ciertos enuncia-dos generales en Lallemant.

    Las corresponsalas de Lallemant en Die NeueZeit se fundan, sin duda, en la complicidad doctri-naria (marxista ortodoxa) con Kautsky a expen-sas del revisionismo. Pero esta ortodoxia pagael precio oneroso del elitismo y el nacionalismo

    Un marxismo sin sujeto?El naturalista Germn Av-Lallemant y su recepcin de Karl Marx en la dcada de 189088

  • cuando busca asociar a los obreros inmigrantesalemanes con la cultura y la conciencia socialis-tas, en franco contraste con la imagen que cons-truye de los obreros italianos y espaoles, queforman la gran mayora del proletariado de la Ar-gentina, escasamente ilustrados y politizados.Lallemant slo se asemeja a Kautsky en dichaidentidad doctrinaria; en verdad, no se ajusta a lafigura de un marxista clsico: responde ms a laimagen de un sabio al estilo decimonnico quea la de un poltico socialista del nuevo siglo. Esacaso, como Kautsky, un terico marxista, perocon la diferencia crucial de que el autor de Lacuestin agraria es el tutor doctrinario de un par-tido poltico de masas (el Partido Socialdemcra-ta Alemn), mientras Lallemant salvo el brevelapso de colaboracin con los socialistas argenti-nos es un marxista sin sujeto. Tanto ms lejosse situaba de la poltica, tanto ms patente se ha-ca su socialismo objetivista. Un sabio devenidosocialista, un alemn en un pas perifrico, unmarxista sin proletariado, un Kautsky sin partido.

    Era, pues, inevitable su ulterior distanciamien-to del socialismo argentino? En modo alguno: deestar animado por una voluntad poltica, pudo ju-gar su enorme prestigio poltico-intelectual ocu-pando, acaso, un lugar de maestro, como Engelslo fue respecto de Kautsky, Bernstein y tantosotros, cuestionando lo que entenda eran las fla-quezas de los jvenes, pero tambin orientndo-los, aconsejndolos y promovindolos. Pudotransformar su autoridad intelectual y moral enautoridad poltica, como lo hizo Justo. E inclusoponer su prestigio poltico-intelectual al serviciode una lnea interna anti-revisionista, al estilo deun Kautsky.

    Pero esto implicaba, sin duda, su instalacin enBuenos Aires, lanzndose de lleno al nico terre-no que no haba rastreado este explorador con-sumado: el de la poltica. Su recolocacin impli-caba una (auto)transformacin que Lallemant nosupo o no pudo hacer. Es as que aquel sabiogermano-argentino de carcter intempestivo,hosco y solitario como un Robinson en su SanLuis adoptiva, escogi en cambio el camino de lacrtica cientfica, severa, inexorable... Es as queluego de colaborar en los primeros dos aos de laexperiencia de La Vanguardia y de aceptar sucandidatura socialista a diputado, se automargi-nabade los que iban a poner en movimiento al

    Partido Socialista argentino aquel hombre nota-ble que haba dado lo mejor de s para nutrir deuna doctrina emancipatoria al naciente proletaria-do argentino.

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    1 El tema no est agotado. Un rastreo exhaustivo de loscientos de artculos de Lallemant dispersos en una docenade publicaciones peridicas, especialmente el Vorwrts,quizs permita hallar referencias del propio autor a su au-tobiografa poltico-intelectual. Se ha sealado reiterada-mente que Lallemant mantuvo correspondencia con En-gels y con Kautsky. Hasta el presente no se ha hallado nin-guna de sus cartas en los archivos europeos que alberganlos Fondos de estas dos figuras, cartas que, de existir, sinduda arrojaran nueva luz sobre la recepcin del marxismopor Lallemant.

    2 Aus der Pampa en La Plata Monatsschift, 1873, trans-cripto y traducido en: Ferrari, 1993: 110-111

    3 Por citar los primeros hitos de este debate: El Capital Fi-nanciero de R. Hilferding apareci en Viena en 1910, Laacumulacin del capital de R. Luxemburg es de 1913 y elclsico folleto de Lenin, El imperialismo, etapa superiordel capitalismo, de 1915.

    4 Cuando en abril de 1894 tres agrupamientos socialistas Les Egaux, Fascio del Laboratori y la Agrupacin Socialis-ta constituyen el Partido Socialista Obrero Internacional,el Verein Vorwrts se abstiene de participar. Pocos mesesdespus, pidi su adhesin.

    Un marxismo sin sujeto?El naturalista Germn Av-Lallemant y su recepcin de Karl Marx en la dcada de 189090