solidaridad obrera centenario

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  • rgano de la ConfederacinRegional del Trabajo de Catalunya III poca - 1,20 euros

    FUNDADA EN 1907 Portavoz de la Confederacin Nacional del Trabajo (CNT)Nmero especial - Centenario de la CNT

    100aos de anarcosindicalismo

  • C e n t e n a r i o C N T2

    Sumario

    Redacci Terrassa(Elas D. Molins i Xavier Barcel Montas)

    Crta. Montcada 79.08221 Terrassa

    www.soliobrera.cnt.es

    Redacci Joaqun Costa(Manuel Castro, Mateo Rello y Pako Milln)C/ Joaqun Costa 34 entlo.08001 Barcelonawww.soliobrera.org

    EDITA:Confederacin Nacional del Trabajo (CNT-AIT)

    Coordinen aquest nmero:

    Dipsit Legal: B.406-1978ISSN 1887-8660

    EDITORIAL100 aos de CNT 3

    CRNICASEl despuntes anarquista (1902-1909). Julin Vadillo Muoz 4

    Sobre los orgenes de la CNT. Joan Zambrana 6El auge anarcosindicalista. Marciano Crdaba 8

    La CNT en la Segunda Repblica. Anna Monjo 10De los cuadros de defensa a las Milicias Populares. Agustn Guillamn 12

    Mujeres Libres y Mujeres Libres en el exilio. Antonina Rodrigo 16Las colectivizaciones en Catalunya (1936-1939). Antoni Castells 18

    La CNT en el gobierno de la Repblica. Bernat Muniesa 20Mayo de 1937: la contrarrevolucin en marcha. B.M. 21

    La CNT y la lucha contra el franquismo: Defensa Interior. Octavi Alberola 22Las guerrillas urbanas (1945-1963). Ferran Aisa 23

    La lucha contina. Paco Madrid 24El MIL y Salvador Puig Antich. Carles Sanz 25

    La cnica estafa de la Transicin. Jos Luis Garca Ra 26Jornadas Libertarias de 1977. Pepe Ribas 27

    La CNT en la transicin y en la nueva democracia espaola. Just Casas 26El caso Scala. J.C. 29

    El CAM y la Exposicin Anarquista Internacional. J.M. Lpez Xouza 31

    CULTURA ANARQUISTALa accin cultural del anarquismo ibrico. Ferran Aisa 32

    La cultura obrera autodidacta en el anarquismo ibrico. Eduard Masjuan 34Ateneos libertarios. Pako Milln 36

    Ferrer y Guardia y el Racionalismo antidogmtico de la Escuela Moderna. Gerard Jacqas 37La prensa anarquista y anarcosindicalista hasta 1939. Paco Madrid 38

    El diario CNT. P.M. 39La prensa libertaria en la clandestinidad (1939-1975). Carles Sanz 40

    Prensa libertaria en la Transicin (1976-1980). Carles Sanz 42La prensa libertaria en Espaa (2001-2009). Carles Sanz 43

    Grfica revolucionaria. Miguel Sarr, Mutis 45Ilustradores actuales. Redacciones 49

    Reproduccin social y procreacin obrera consciente. Eduard Masjuan 50El naturismo integral o libertario. Josep Maria Rosell 51La sanidad libertaria en Espaa. Jos Vte. Mart Bosc 52

    Literatura anarquista. Gimeno 53Agustn Garca Calvo. Juan Camblor 53

    Poesa libertaria en accin. Ferran Aisa 54Antiseor Lizano y Los de Barcelona. Mateo Rello 54

    El Grupo Surrealista de Madrid. Adn Olisipo 54El teatro anarquista en Catalunya (1890-1914). Joan Toms Martnez Grimalt 55

    Cine anarquista (1896-1939). Jos Mara Cervio Vila 56Carranque: El Caimn. J.M.C.V. 56

    Cine anarquista contemporneo. Jos Mara Cervio Vila 57Cine actual. J.M:C.V. 57

    Una de maquis. La guerrilla en el cine y la televisin. Mateo Rello 58El cine militante en los aos setenta. David lvarez 59

    Paco Ros: documentales para no olvidar. D.A. 59Jos Mara Nunes: poeta de la cmara. Rafa Rius 59

    ENTREVISTASVidas paralelas: Conxa Prez y Enric Casaas. Jos Luis Villar / Mateo Rello 60

    Chris Ealham: investigando bajo los adoquines. Mateo Rello 62Chomsky: una aportacin. X. Eliseo 63

  • 3C e n t e n a r i o C N T

    H e aqu el repaso a 100 aos de apasionada yturbulenta historia: en sus distintas facetas,con sus victorias, tras sus derrotas, pese a suscontradicciones o, precisamente, gracias a ellas, asha sido el siglo de existencia de la CNT. O, lo que eslo mismo, esta es la historia de algo ms que un sin-dicato: cien aos, s, pero de proyecto de toda unasociedad distinta, materializado no slo en el augesindical; tambin en escuelas racionalistas, ateneos,cooperativas y colectivizaciones; en libros, folletos,revistas y peridicos, muchos peridicos (comoste); un siglo de huelgas en el tajo, pero tambinhuelgas de inquilinos, incluso huelga de vientrespara no multiplicar la prole de los desheredados; deredes de apoyo en los barrios y consejos rurales; deresistencia dentro de las prisiones, muchas prisiones,y contra ellas; cien aos de armas escondidas bajo elcolchn y lecturas prohibidas a la luz de un candil; dehoras decisivas, represin y tenaces reconstruccio-nes; de un siglo de palabras incendiarias en callespopulosas y fervientes.

    La historia de la CNT no agota la de todo ese movi-miento libertario, es cierto, pero s la resume a la per-feccin, de la misma manera que, con frecuencia a lolargo de estos 100 aos, ha sido su punta de lanza.

    A vueltas con la memoriaPrecisamente, llega este centenario cuando, segndicen, vivimos an los coletazos de cierta SegundaTransicin, la de la memoria histrica, tan falaz comola primera, aquella que supuso el sacrificio de esamisma memoria en beneficio de un aparato franquis-ta que, all por los aos 70, se reciclaba en flamantedemocracia parlamentaria. A nivel legislativo, estaSegunda Transicin se ha saldado, como era de espe-rar, con un texto cosmtico que, por poner un ejem-plo relevante, respeta los consejos de guerra fran-quistas; eso s, en trminos sociales, el debate sobrela memoria sigue vivo, como las heridas que no secierran y las fosas que no se abren porque devuelvenla imagen de un Antiguo Rgimen que no acaba deirse. Sin embargo, en el mbito poltico, hemos cono-cido la confeccin de una memoria histrica hecha amedida y a mayor gloria de esta democracia parla-mentaria. En esa ceremonia de la confusin, y sinvaledor poltico alguno, el pasado anarquista y anar-cosindicalista de la Pennsula est recibiendo todoslos palos.

    No es casual, en efecto, el recrudecimiento que seha producido en los ltimos aos de un viejo fen-meno: hablamos de cierto revisionismo histrico quebusca reducir el acervo anarquista a los paseos por lacarretera de la Rabassada y a las patrullas de control,como si el titnico esfuerzo autogestionario en edu-cacin, sanidad, colectivizacin de empresas y tie-rras, etc. no hubiera existido.

    Asimismo, es notable el empeo poltico de algu-nas voces a derecha y a izquierda, tanto como lo es eldespliegue meditico con que se practica ese particu-lar revisionismo. En definitiva, insistimos, se trata deretorcer y mutilar una memoria incmoda (incmodapor lo que representa, porque es imposible ocultarla

    y porque jams podrn asimilarla a los patrones delparlamentarismo occidental).

    Ese pasado de autogestin y de emancipacin es,tengmoslo siempre presente, no slo historia del@s anarquistas; es tambin un patrimonio comn, yun referente para quienes luchan por defender yconstruir autnticamente su vida. Pero que no sepierda ese pasado es tarea nuestra, de todos los que,de un modo u otro, nos sabemos descendientes delanarcosindicalismo. Slo enlazando ese pasado connuestro presente, tendremos porvenir.

    El Centenario, por cierto, supone una magnficaocasin para sacarlo a la calle.

    El Centenario: preguntas, respuestas, perspectivasEn efecto, la celebracin del centenario de CNT no hade ser motivo para rememorar, con autocomplacen-cia, viejas glorias perdidas o reivindicaciones de unapureza que nunca existi; queremos que 2010 sea uncaptulo ms en el homenaje y reivindicacin deaquell@s que, como decamos, aspiraron a ser prota-gonistas de su poca y de su vida.

    Pero que 2010 sirva tambin, y sobre todo, paraque ahondemos en las cuestiones difciles que que-dan tras soplar el polvo de los aos. Porque lamemoria, o es un ejercicio radical, lcido, compro-metido con los procesos y beligerante con la tumbade la crnica, o es terreno de la melancola, que nodeja de ser tan legtima como cualquier sentimientohumano, pero que invalida en la lucha por el futuro.As que es este un buen momento para desenmara-ar el hilo de lo vivido y recuperar las motivacionesque, ms de un siglo atrs, llevaron a nuestros mayo-res a organizarse. Es tiempo de preguntarse qu sen-tido tiene hoy aquel primer artculo de la Internacio-nal obrera: La emancipacin de los trabajadores hade ser obra de los trabajadores mismos, y que inspi-rara los estatutos de la CNT. Sin tutelas, sin interme-diarios, en el sentido genuino, indmito y spero dela emancipacin humana, partiendo de cero en nues-tra desolada condicin de seres sin dios, frgiles, sise quiere, pero tambin con el orgullo de no teneramo y de no aceptar patria.

    En manos de gestores profesionales, de una mis-ma casta de intermediarios (en el Parlamento, en lossindicatos orgnicos) y sometida como ayer a lacadena del salario, nuestra propia vida ofrece res-puesta a esa pregunta, y la responde con la urgenciade la pura necesidad. Slo desde esa certeza vital esposible encarar el tremendo esfuerzo de reconstruirlas herramientas de participacin directa que, delibe-rada y sistemticamente, fueron desarticuladas enlos aos 70 y 80 del pasado siglo para instaurar estergimen de absoluta delegacin. No hay otra partici-pacin efectiva que la que se ejerce directamente;quin lo dude, que acuda a la inmediata realidad ycontemple el estado de postracin y desesperacinen que se encuentran quienes deciden organizarse yluchar por su dignidad y sus intereses. En todo caso,no olvidemos la parte que nos toca en ese proceso dedesposesin de la autntica soberana popular: nues-

    tra indiferencia, nuestra pereza y confusin, el miedoque nos paraliza contribuyen a consolidar el podereconmico y a sus agentes polticos y sindicales.

    Por lo dems, esta relacin dialctica con lamemoria nos ayudar a poner en perspectiva lascada vez ms precarias condiciones actuales de vida.Nada est escrito para siempre o desde siempre; nohay derrota definitiva cuando se entiende que loscontendientes volvern a encontrarse pasado maa-na, y que conviene preparar ese nuevo encuentro. S:la historia del movimiento obrero, como la de todomovimiento social, es un continuo de altibajos, deretrocesos y avances que, si bien no conoce victoriascompletas, jams sufrir debacles absolutas. Porque,en efecto, ayer como hoy ha habido tiempos malosque han durado hasta la llegada de otros mejores.

    Esa misma perspectiva puede aplicarse a la situa-cin presente del anarcosindicalismo, un movimientoal que, sin duda, quedan por escribir nuevas pginas,siempre y cuando seamos capaces de pasar la dehoy. En ese imps, es muy ilustrativo recuperar eldebate que acompa, en 1907, la fundacin de Soli-daridad Obrera, ncleo de lo que, tres aos ms tar-de, sera la CNT que conocemos. Como luego volve-ra a suceder en los aos 30 y, nuevamente, a finalesde los 70, en aquel momento a principios de siglo, losanarquistas ms ortodoxos ya mostraron su descon-fianza, incluso su rechazo a la va de accin sindical.El tiempo demostr que la convivencia de ambasposturas la crata purista y la meramente sindicalis-ta, con una enorme y rica gama intermedia de pro-puestas organizativas, ms o menos coyunturales aveces, pero frecuentemente unidas por actitudes vita-les afines que esa convivencia, decamos, sera dif-cil, incluso imposible por momentos, pero queambas estaban condenadas a entenderse. Por lodems, y como es lgico, el anarcosindicalismosiempre ha salido mal parado de esas luchas intesti-nas, pero nunca le ha faltado capacidad para recom-ponerse, urgido por las circunstancias unas veces, ypor el sentido comn otras. No desesperamos de quela fraternidad sea la que dicte unidades futuras, tantocomo otras cuestiones de orden prctico.

    Pero tambin es tiempo de celebracin: al fin y alcabo, no todos los das se cumplen cien aos, cienaos de apasionada y turbulenta historia: en sus dis-tintas facetas, con sus victorias, tras sus derrotas,pese a sus contradicciones o, precisamente, gracias aellas, as ha sido el siglo de existencia de la CNT.

    Ms viejo an, este siglo de Confederacin vienedurando ms de cien aos: empieza con los esclavosque, un da, dicen No! al pie de las pirmides y learrebatan el ltigo al capataz; acaso con los camara-das de Espartaco, asolando los campos de Roma; enel gesto rebelde de los herejes, cuando, como se haescrito alguno vez, todava no hablbamos el lengua-je de la lucha de clases. Comuneros de maana,sabemos que la Historia no ha acabado, porque suesencia, enemiga de cualquier discurso definitivo, esproceso y lucha.

    Esa lucha se librar en un territorio muy concreto: elfuturo, el mismo futuro que ya nos va congregando.

    100 aos de CNT

    La bibliografa sobre el anarquismoy el anarcosindicalismo es ingente(Bibliografa del anarquismo espaol.1869-1975 (Rosa de foc), de SalvadorGurucharri, ofrece el compendio mscompleto). Estos son algunos ttulosespeciales, seas de identidad ms que

    volmenes de historia o de memorias.Libros de la secular familia confederal.

    El eco de los pasos (Rosa de foc),Joan Garca Oliver; Durruti (Esfera delos libros); Abel Paz La CNT en la revo-lucin espaola (Ruedo Ibrico); Josep

    PeiratsLa CNT en la encrucijada. Me-morias de un heterodoxo (Flor del vien-to); Luis Andrs Edo Historia del anar-cosindicalismo espaol (La Malatesta);Juan Gmez Casas Enciclopedia hist-rica del anarquismo espaol (Asocia-cin Isaac Puente) Miguel iguez

    NOTA: Buena parte de las imgenes queilustran este nmero extraordinario de Soli-daridad Obrera proceden de la recopilacinEl anarcosindicalismo espaol. Una historiaen imgenes, editado por la Central sindicalSolidaridad Obrera.

    Libros de familia

  • 4 C e n t e n a r i o C N T

    IntroduccinLa crisis finisecular haba provocado unaperdida de valores y de metas para deter-minadas capas de la sociedad espaola.Para la burguesa y las clases altas signifi-caba el final de una poca, donde el colo-nialismo trasatlntico haba llegado a sufin, y con ello determinadas ventajas eco-nmicas. Para la clase obrera que susituacin econmica y social era ms dif-cil, lo que le haca consciente de la necesi-dad de organizacin y de reivindicacin.

    En este contexto se entiende el naci-miento y desarrollo del Regeneracionis-mo, que tanto los sectores conservado-res como los progresistas tomaran. Sibien Joaqun Costa o Macias Picavea lodesarrollaron como un vehculo de rege-neracin de los ms desfavorecidos,analizando las races histricas y socia-les del retraso de Espaa, para los msconservadores tambin sirvi como pun-ta de iceberg para desarrollar una nuevaconcepcin de sus tendencias. Ah podr-amos enmarcar el desarrollo que el mau-rismo (Antonio Maura) tiene a partir deese momento, y que ser determinantepara la poltica espaola del siguientedecenio.

    Las movilizaciones finiseculares hab-an servido a la clase obrera para unadoble lectura:

    1) Por una parte analizar que su situa-cin no era la mejor y que las crisis desubsistencia le azotaban cada vezms. Los impuestos, las levas blicasque slo afectaban a la clase obrera,as como lo ms necesario para vivir,era de muy difcil adquisicin para lostrabajadores.

    2) Por otra parte la gran mayora de losmovimientos finiseculares, provoca-dos por la guerra y la falta de subsis-tencias, haban sido muy deslavaza-dos. No haba una coordinacin endichos movimientos. La Unin Generalde Trabajadores (UGT) como organiza-cin sindical y correa de transmisinsindical del Partido Socialista ObreroEspaol (PSOE), no era capaz de aglu-tinar dichos movimientos. Igualmentelos intentos anarquistas de creacin deuna organizacin de carcter ms gene-ral no haban fraguado. Los trabajado-res en general, y los libertarios en par-ticular, cada da eran ms conscientesde que era necesario la estructuracinde una organizacin obrera que pudie-se aglutinar sus reivindicaciones.

    Esto ltimo fue algo en lo que se traba-j en la primera dcada del siglo XX, y quedar como origen el nacimiento de la CNT.

    Los inicios del siglo XXEl inicio del siglo XX fue el pistoletazo desalida para que los anarquistas comen-zaran a coordinarse y se pusieran comometa el surgimiento de una gran organi-zacin.

    En el ao 1900 se celebra en Madridun Congreso anarquista. Asistieron a lunas 200 sociedades adheridas y estuvoimpulsado por un histrico anarquista,Francisco Toms. La propuesta era lacreacin de una Federacin de oficio yun pacto de unin y solidaridad. Paracomenzar a trabajar en ello se elige la

    El final de un largo camino

    El despunte anarquista (1902-1909)

    ciudad de Gerona como sede de unaOficina Regional.

    La plataforma reivindicativa de estecongreso sigue la estructura del Pacto deUnin y Solidaridad:

    a) Supresin del trabajo a destajo.b) Desaparicin de intermediarios entre

    capitalistas y trabajadores.c) Igualdad de derechos y de jornales

    entre hombres y mujeres.d) Prohibicin del trabajo infantil y de la

    mujer en tiempo de gestacin.e) Enseanza integral y laica.f) Supresin del impuesto de consumos

    y del servicio militar.g) Negacin de la guerra.h) Supresin de la propiedad privada.i) Socializacin de los instrumentos de

    trabajo.j) Triunfo de la concordia, de la justicia y

    de la fraternidad.

    Haba nacido la Federacin de Socie-dades Obreras de Resistencia Espaolas(FSORE), aunque no fue una existenciareal a nivel nacional, pues no generactividad alguna. Aun as sirvi para refor-zar la Federacin Obrera de Barcelona,importante para el devenir del futuro delanarcosindicalismo.

    Los puntos reivindicativos son sinto-mticos de la situacin de la clase obreray del trabajo de reivindicacin que que-daba por delante. Igualmente, se comien-za a perfilar lo que ser uno de los ejescentrales de la lucha anarquista: la Huel-ga General como instrumento de accin.Ello provoca que desde las estanciasestatales, se legisle en 1901 en materiade contratos de trabajo y de huelga gene-ral. Lo que la FSORE comienza a estable-cer en el movimiento obrero espaol esla conjuncin de las tendencias bakuni-nistas de accin con el sindicalismo revo-lucionario de Fernand Pelloutier.

    Estas tendencias son defendidas pornumerosas personalidades y rganos deexpresin anarquistas, fundamentalespara el desarrollo de sus ideas. Comoejemplos estaran Francisco Ferrer i Guar-dia con La huelga general (1902) o Ansel-mo Lorenzo y Ricardo Mella con El Liber-tario (1903). En este momento hay dosrganos de enorme importancia: La Revis-ta Blanca, que comenz su andadura en1898 hasta 1905, y Tierra y Libertad, quetoma nuevo impulso a partir de 1903. Lafamilia Montseny-Mae (Teresa Mae oSoledad Gustavo y Juan Montseny oFederico Urales) tiene mucho que ver enambos proyectos.

    Barcelona se convierte en el epicentrodel movimiento libertario. La buena baseorganizativa que desde 1901 goza laFederacin Obrera, le permite afrontarcon garantas las huelgas de 1902. Perolas luchas obreras que se producendurante estos movimientos huelgusticospasan factura y la Federacin Obrera sedebilita, resurgiendo con fuerza en 1904.

    Pero no slo Barcelona aglutina socie-dades obreras de carcter libertario.Corua, Granada, Mlaga, La Felguera yMadrid tambin tienen importantes socie-dades. El campo andaluz es testigo deeste desarrollo anarquista. Siguiendo aJuan Daz del Moral, la situacin del paroobrero en el campo andaluz provoca,

    2) Accin directa de los trabajadorespara conseguir sus objetivos, sin inter-mediarios de ninguna especie.

    3) Apoliticismo, entendido este que lossindicatos estarn vacos de cualquierideologa y slo servirn para defen-der los intereses de la clase obrera. Deesta manera los sindicatos revolucio-narios estn abiertos a militantes detodas las doctrinas.

    Esta carta ser un gran impulso parala CGT francesa y su sindicalismo, queya tena importantes personajes comoPelloutier.

    Ese 1906 tambin se celebra en ms-terdam un Congreso Anarquista de carc-ter internacional, donde hay un intere-santsimo debate sobre sindicalismo,entre aquellos que lo consideran comouna va ms de la lucha de los trabajado-res y del anarquismo, y quienes que loplantean como la nica va de lucha. Erri-co Malatesta tiene una importante parti-cipacin en este congreso.

    Todos estos debates y tendencias sonrecogidos en Espaa, y poco despus unanueva prctica de sindicalismo se va ainaugurar. El 3 de agosto de 1907 una reu-nin de las sociedades obreras de Barce-lona decide la creacin de SolidaridadObrera. Esta nueva organizacin, y em-brin de la CNT, parte de la convergenciade las tradiciones sindicalistas y anarquis-tas. Solidaridad Obrera se reclama here-dera de los planteamientos de la PrimeraInternacional, conjugando bien las prcti-cas sindicales con la reivindicacin comola reduccin de la jornada de trabajo y lamejora salarial con la lucha por unasociedad nueva. Su primer secretariogeneral fue Antonio Colomer, siendo teso-rero Ramn Lostau, y como ayudantesquedaban ngel Bada Matamalo y JaimeBisbe. Solidaridad Obrera aglutinaba ensu seno una mayora libertaria, aunquetambin se integraron a ella militantessocialistas que no se sentan identificadoscon las sociedades obreras de la UGT,muy minoritarias en Catalua. En octubrede ese mismo ao la organizacin Solida-ridad Obrera saca un peridico con el mis-mo nombre, Solidaridad Obrera.

    El surgimiento de Solidaridad Obrerahace mover ficha a sus opositores entodas las lneas. Los socialistas rpida-mente tratan de restarle fuerza. La figurade Antonio Fabra Rivas se erige en Cata-lua como la lucha de los socialistaspara ganar espacios a republicanos yanarquistas. Lucha infructuosa, pues laUGT sigui siendo minoritaria y muchossocialistas se adhirieron a SolidaridadObrera. Por otra parte la figura de Ale-jandro Lerroux, el Emperador del Para-lelo, irrumpe en Barcelona. El objetivode Lerroux como agente del gobiernocentral, tal y como ha demostrado Joslvarez Junco, es restar fuerza al movi-miento obrero cataln. Primero con elintento de control de Solidaridad Catala-na y posteriormente con la fundacin en1908 del Partido Radical. Los radicales deLerroux hacen intromisin en los asun-tos obreros con propaganda demaggi-ca para arrastras a los trabajadores hacasu causa. Ambos intentos son infructuo-sos y generan una mayor concienciacinde las masas anarquistas.

    El inicio del siglo XX fue el pistoletazo de salida para que los anarquistascomenzaran a coordinarse y se pusieran como meta el surgimiento de una granorganizacin.

    el Ayuntamiento de Madrid, cuando en1905 Pablo Iglesias, Rafael Garca Ormae-chea y Francisco Largo Caballero son ele-gidos concejales.

    Aun as la estrategia de huelgas gene-rales s est generando algunos avancesleves desde el gobierno. Tras las huelgasde 1902 y 1903, el gobierno de Azcrra-ga aprueba en 1904 la Ley del DescansoDominical. Igualmente el movimientoobrero catlico se organiza en 1905 enuna Federacin de Sindicatos Catlicos,que surge en Bilbao. Y es en Bilbao, en1906, donde estalla otra importante huel-ga general.

    Pero es a nivel internacional donde seestn generando unos movimientos quedeterminaran el futuro del movimientoobrero espaol. En 1906 se ha redactadola famosa Carta de Amiens, base fun-dacional del sindicalismo revolucionario.Dicho sindicalismo parte de los siguien-tes principios:

    1) Huelga general como medio ms eficazy efectivo de lucha de la clase obrera.

    sobre todo en Crdoba, un desarrollo desociedades obreras afectas a los princi-pios anarquistas, y un desarrollo de laconflictividad social y huelgustica.

    Pero la FSORE y todas las sociedadesobreras que haban seguido su estelahaban fracasado en una cuestin. Si bienhaban actualizado muchas cosas, lo cier-to es que haban continuado con los mis-mos procedimientos que la Federacinde Trabajadores de la Regin Espaola(FTRE) y el Pacto de Unin y Solidaridadhaban tenido y que haban fracasado.Eso es algo en lo que los libertarios pien-san. Ms teniendo en cuenta que en aque-llos los socialistas haban obtenido algu-nos avances electorales y que en 1905,en el congreso de la UGT y del PSOE enMadrid, estaban analizando estos avan-ces. Incluso han irrumpido con fuerza en

  • 5C e n t e n a r i o C N T

    Los das 6, 7 y 8 de septiembre de1908 se celebra, impulsado por Solidari-dad Obrera de Barcelona, un congresoobrero regional al que acuden 130 agru-paciones. Los temas que trataron fueronmayoritariamente los reivindicativos decarcter econmico, aunque siguiendola lnea de la Primera Internacional y delincipiente sindicalismo revolucionario,se declaran antiautoritarios e indepen-dientes de cualquier partido poltico. Yeso que al congreso acudieron socieda-des obreras de carcter socialistas y radi-cales lerrouxistas. Haba nacido Solidari-dad Obrera Regional de Catalua. Perono slo qued circunscrito al mbitocataln. En Andaluca se adhieren gru-pos de Montilla, Espejo, La Rambla, Fer-nn Nez, etc. Todos de la provincia deCrdoba, de fuerte tradicin anarquista.

    El nacimiento de la Confederacinempieza a fraguarse.

    El Estado contra la anarqua. Elatentado de Mateo Morral y la SemanaTrgica e BarcelonaPero parejo a este desarrollo obrero, losepisodios de represin contra el movi-miento libertario no pararon en esteperiodo. Los sucesos de Montjuc de 1896haban marcado una impronta en el pro-letariado espaol, pues la represin alcan-z grados de extrema dureza. Cnovasdel Castillo haba sido asesinado por elanarquista italiano Angiolillo, pero laspolticas represivas contra el movimientoobrero continuaron. Son de extremadureza la represin contra los movimien-tos huelgusticos de 1902-1903.

    Si bien el periodo de la mal llamadapropaganda por el hecho ya habapasado para el anarquismo, donde sevalor como francamente negativo parael desarrollo del movimiento anarquista,lo cierto es que hubo algn que otroconato de dichas acciones. Miguel Artaltrat de asesinar a Antonio Maura, nologrando su objetivo, y en 1905 el ReyAlfonso XIII fue objeto de un intento deatentado en Pars.

    El mvil de estos atentados era muyconcreto. Se consideraba que eliminandola cabeza visible del Estado, o del movi-miento represivo, se poda desencadenarun movimiento de conciencia y revolucio-nario. Una estrategia que se torn err-nea pero que algunos siguieron practi-cando. En esa lnea se enmarca el atentadoque el 31 de mayo de 1906 realiz MateoMorral contra los reyes de Espaa, Alfon-so XIII y Victoria Eugenia de Battemberg,el da de su boda en Madrid.

    Mateo Morral Roca haba nacido enSabadell en 1880. Era hijo de un industrialde la ciudad de ideas progresistas. Estaprivilegiada situacin hace que Morraltome contacto con la cultura europea, seinstruya y conozca el anarquismo. Al diri-gir las empresas de su padre lo hace conuna lgica distinta. Habla con los obreros,les incita a organizarse y les consiente lashuelgas. En sus viajes por Europa tomacontacto con las ideas anarquistas y elneomaltusianismo, siendo Morral uno delos introductores del mismo en Espaa.

    Al fundarse la Escuela Moderna deFerrer, Morral se siente fascinado por elproyecto. Incluso una hermana suya asis-te a la Escuela Moderna. Ocup el cargode bibliotecario y de la librera de la insti-tucin ferreriana.

    Lejos de las especulaciones sobre lasmotivaciones que llevaron a Ferrer a aten-tar contra Alfonso XIII, el 31 de mayo de1906 arroja una bomba a la altura delnmero 84 de la Calle Mayor de Madrid alpaso del cortejo nupcial. Das antesMorral haba preparado minuciosamente

    El Estado, ante estas acciones, intentabaescarmentar al movimiento obrero apun-tado alto, pero en las tres ocasiones cita-das los intentos fueron intiles.

    No sucedi as cuando en 1909 se pro-duce los llamados sucesos de la SemanaTrgica de Barcelona. Aunque FranciscoFerrer Guardia haba quedado absueltotras el atentado de 1906, se consiguique la Escuela Moderna fuese clausura-da ese ao. Ya no abri ms sus puertas.Siguieron funcionando algunas filialesde las mismas, como la de Vilanova i laGeltr, as como la editorial de la Escue-la Moderna. Al reincorporarse a la vidanormal tras su paso por la crcel, Ferrervuelve a trabajar en la lnea de una edu-cacin racional y cientfica.

    En 1907 haba llegado al poder Anto-nio Maura. La poltica de la revolucindesde arriba para que no la hagan porabajo tena como objetivo yugular elavance del movimiento obrero y sus rei-vindicaciones, as como cualquier expe-riencia innovadora en cualquier campode la sociedad espaola. Igualmente, laIglesia apuntaba en esa lnea. Parejo a lasmovilizaciones obreras, en 1908 liberales,republicanos y socialistas protagonizaronen Madrid una multitudinaria manifesta-cin contra la poltica autoritaria de Maura.

    Perdidas las colonias trasatlnticas,Maura centra todo su esfuerzo en el nortede frica. Espaa haba obtenido benefi-cios de la zona de Marruecos, el Sahara yel Rif, tras la Conferencia de Algeciras de1906 y cuando las potencias europeas seestn repartiendo todo el pastel colonial.Las kabilas rifeas se oponan al colonia-lismo, y para mantener las guerras elgobierno de Espaa movilizaba a losreservistas, todos trabajadores e hijos detrabajadores, que iban a morir a las gue-rras marroques. Aunque posteriores a lapoca tratada, los cuadros que nos ofreceArturo Barea en La forja de un rebelde alrespecto son realmente realistas.

    En julio de 1909, tras la matanza en elBarranco del Lobo, el gobierno decide lamovilizacin de ms reservistas. Estostenan que embarcar en el puerto de Bar-celona a finales del mes. Las organizacio-nes obreras, a cuya cabeza en la capitalcatalana ya est Solidaridad Obrera, seoponen abiertamente y declara de lahuelga general. Los hijos de los trabaja-dores no podan pagar librarse de la gue-rra y son las vctimas inocentes del con-flicto. El da del embarque la movilizacines general y se declara el Estado de Gue-rra. Se constituye un Comit de Huelgaformado por Antonio Fabra Rivas, enrepresenacin de la Federacin Socialis-ta Catalana; Rodrguez Romero, de los

    anarquistas, y Miguel V. Moreno, de laredaccin de Solidaridad Obrera. Las rei-vindicaciones eran de carcter laboral ysocial, pero las movilizaciones adquirie-ron un carcter en ocasiones anticlerical,cuestin que el Comit de Huelga nohaba tomado. El pueblo considerabaque la Iglesia tambin era responsablede estos acontecimientos, pues bendecalas armas de la guerra. Igualmente, laoscura participacin de los lerrouxistasen esta lnea vino tambin a crear confu-sin. El propio Comit de Huelga no veacon buenos ojos a los seguidores deLerroux, y estos estaban divididos entrelos que apoyaban la huelga y los que nolo hacan.

    Tras varios das de huelgas y de levan-tamientos populares, las fuerzas guberna-mentales se hacen con la situacin.Comienza entonces la represin. Numero-sas personalidades son detenidas y encar-celadas. Pero las autoridades ya tienen asu cabeza de turco. Francisco Ferrer esacusado de ser el instigador de los actosocurridos en Barcelona esos das. Trasunos das de bsqueda es detenido enMas Germinal. Junto con otras cuatro per-sonas (Jos Miguel Bar, Antonio Malet,Eugenio del Hoyo y Ramn Clemente, unode ellos disminuido psquico) son juzga-dos y condenados a muerte. En octubrede 1909 es ejecutado Francisco FerrerGuardia. Su nico delito haba sido quereruna educacin ms igualitaria, cientfica yracional, fuera de cualquier intromisin dela Iglesia. La movilizacin nacional e inter-nacional no se hizo esperar. Maura se vioobligado a dimitir desbordado por losacontecimientos. Los fantasmas de laInquisicin resucitaban para un gobiernoespaol que reprima con brutalidad losintentos de avance sociales.

    Aun as las enseanzas de Ferrer sir-vieron como base para los proyectoseducativos libertarios del futuro.

    Tras la Semana Trgica para los anar-quistas estaba claro que tenan que coor-dinar una organizacin a nivel generalque pudiese aglutinar a la clase obreraespaola. Las bases para que en 1910nazca la Confederacin Nacional del Tra-bajo (CNT) ya estaban puestas.

    Julin Vadillo Muoz

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    Los episodios derepresin contra el movimiento

    libertario no pararon

    en este periodo.

    el atentado, reservando una habitacin enel un hostal de la calle Mayor por dondepas el cortejo camino del Palacio Real. Elobjetivo era asesinar a Alfonso XIII. No loconsigui pero s encontraron la muerte23 personas y unos 100 heridos.

    Morral logra huir y se refugia en lasede de El Motn, de Jos Nakens. Perio-dista famoso del momento, Nakens eraun convencido anticlerical y republicano.Ya haba tenido problemas al haber sidouna persona que tom contacto conAngiolillo en 1897, antes de que ste aten-tara contra la vida de Cnovas del Casti-llo. Morral no est mucho tiempo en lasede de El Motn y logra alcanzar el pue-blo madrileo de San Fernando de Hena-res, ya en las proximidades de Torrejnde Ardoz. All es sorprendido por un guar-dia y en un tiroteo cae muerto. Su cuerpoes exhibido por la polica como un trofeo.

    El atentado de Morral valdr el cierrede la Escuela Moderna, al vincular a

    Ferrer al intento de regicidio. Igualmente,son detenidos Nakens y otras personali-dades del momento. Se forma una causacontra ellos, acusados de instigadores yencubridores de Morral. Tras meses dediligencias la causa absuelve a todos losinculpados. Morral se haba movido slopor un inters personal y con la romnti-ca idea de provocar un estallido revolu-cionario al ejecutar al joven monarca. Larepresin que gener dicha accin fueletal, sobre todo para Francisco Ferrer.No fue la nica vez que se intent vincu-lar a personalidades importantes delmomento (como Ferrer y Nakens) al pro-ducirse un atentado. En 1912, tras el ase-sinato de Jos Canalejas, se pretendivincular al recin elegido diputado socia-lista Pablo Iglesias con el atentado. Aosmas tarde, cuando Pedro Mateu, LusNicolau y Casanellas asesinaron al presi-dente Eduardo Dato, en 1921, se quisohacer participe de dicho magnicidio alperiodista anarquista Mauro Bajatierra.

    Vista parcial de Barcelonadurante la Semana Trgica.

  • 6 C e n t e n a r i o C N T

    L a propuesta de creacin de la CNT,en 1910, fue el fruto sostenido ypaciente del societarismo y/o sin-dicalismo obrero, especialmente el deraz libertaria, por encontrar una coordi-nacin que se crea necesaria y benefi-ciosa para la clase obrera en su luchacontra el capitalismo y por el desarrollode una nueva sociedad basada en crite-rios bsicamente libertarios. Esta necesi-dad de agrupar al societarismo obreroya se haba intentado con relativo xitoen el ltimo tercio del siglo XIX con laimplantacin de la AIT en el Estado espa-ol, si bien finalmente sucumbi porproblemas diversos que no vamos aanalizar en este escrito.

    Los orgenes inmediatos de la crea-cin de la CNT hay que buscarlos en elproceso de ensamblaje de la organiza-cin regional catalana Solidaridad Obre-ra, tras sus inicios, en 1907, como orga-nizacin local de las sociedades obrerasde ciudad de Barcelona. Desde este orga-nismo obrero, que agrupaba a las diver-sas corrientes organizadas del obreris-mo de clase, se fue capaz de ensancharel mbito de actuacin para llegar a serprovincial en marzo de 1908 y regionalen un mbito cataln en septiembre delmismo ao.

    Posteriormente, se tena que habercelebrado un congreso de SolidaridadObrera el ao 1909, que no pudo serrealizado a causa de la represin ejercidasobre buena parte del movimiento obre-ro a raz de los acontecimientos vividos,en julio de ese ao en la ciudad de Bar-celona, que han sido conocidos comolos hechos de la Semana Trgica. ElCongreso Obrero Nacional que convocSolidaridad Obrera se celebr casi alao de la primera iniciativa fallida, con-cretamente los das 30 y 31 de octubre y1 de noviembre de 1910, en la ciudad deBarcelona. En dicho comicio se aprobtrascender el mbito regional catalnhacia un mbito estatal espaol con elnombre de Confederacin Nacional delTrabajo (CNT), rivalizando as con laUGT, la otra sindical de mbito estatal yde orientacin socialista.

    La ideologa unificadora del proyec-to sindical de Solidaridad Obrera be-ba en buena parte de las influencias delsindicalismo revolucionario francs e ita-liano, adaptndose a la realidad polticay sindical del momento. Esta amalgamaideolgica conectaba muy bien con lametodologa libertaria de la organiza-cin, la accin y la transformacin de lasociedad, actualizndose en un progra-ma comn que agrupaba a la gran mayo-ra del obrerismo cataln. Siendo el sin-dicalismo revolucionario una herramientatil para agrupar a diferentes sectoresdel movimiento obrero, ello no fue me-noscabo para que se produjeran diferen-tes crisis de organizacin debidas, enbuena parte, al intento de neutralizacinpoltica de diversos colectivos obreros(republicano radical y socialista, funda-mentalmente).

    Si hiciramos un anlisis de la implan-tacin de la CNT en el mbito geogrficoestatal espaol tendramos que sealara Catalua y Andaluca como las zonasregionales de mayor incidencia sindical,tanto en sus inicios como en el ciclo quetranscurre durante los aos que van de1911 a 1936. En lo que respecta a este

    Sobre los orgenes de la CNT

    La propuesta de creacin de la CNT, en 1910,fue el frutosostenido y paciente del societarismo y/o sindicalismoobrero.

    primer Congreso, del que celebramos sucentenario, conocemos el nmero desociedades obreras que participaron enel mismo, siendo un total de 124. Catalu-a fue, con mucho, la zona geogrficaque ms sociedades obreras aport, conun total de 67 sociedades obreras. Leseguira, a gran distancia, pero con unpeso especfico considerable, Andalucacon 25 sociedades obreras. En unsegundo nivel de importancia en cuantoa su presencia en el nmero de socieda-des obreras tenemos que sealar aAsturias, Galicia y el Pas Valenciano. Enlo que se refiere a otras regiones del res-to de Espaa su presencia en dicho Con-greso es testimonial y/o inexistente.Esta implantacin es parecida y secorresponde a grandes rasgos con lageografa desarrollada por la AIT en superiodo de asentamiento durante elsiglo XIX. De todas maneras, esta apre-

    Imagen del segundo Congreso de Solidaridad Obrera, en el que se decidi convertirse en la

    Confederacin Nacional del Trabajo (CNT).

    ciacin, objetiva en sus datos, no reflejalas diversas y variadas situaciones quese dieron en muchos pueblos y ciudadesde Espaa en sus diversas adhesionesy/o rechazos sobre la organizacin con-federal.

    Como se ha sealado no tenemosdatos del numero de afiliados de esteprimer Congreso celebrado en 1910, peros podemos avanzar que el mismo, y elde 1911, fueron Congresos de gestacindel proceso constituyente de la CNT, enlos que todava no existe una afiliacinnumerosa ni tampoco un mbito geo-grfico amplio. En este sentido, se puedeafirmar claramente que ser en el con-greso de 1919 donde el mito de la CNTempezar a gestarse como organizacinobrera importante, extensa y de comba-te contra el capitalismo de aquella po-ca. Por cuantificar esta afirmacin pode-mos indicar que la afiliacin total queestuvo representada en el Congreso dela CNT de 1911 era de 29.510 trabajado-res, mientras que la representada en1919 era 705.512 trabajadores. Creo queno hacen falta grandes argumentacionespara demostrar la importancia capitalque tuvo el Congreso de 1919, celebradoen Madrid, en el transcurrir posterior dela CNT como organizacin sindical de refe-rencia de buena parte de la clase obreraespaola.

    Dos instantneas de Barcelona.Arriba, trabajadores reunidos

    en asamblea durante el conflicto de 1914de la marina mercante.

    Abajo, un grupo de obreros exigiendotrabajo en la Plaa de Sant Jaume,

    delante del Ayuntamiento.

    Se tiende a pensar que la ilegaliza-cin de la CNT, en septiembre de 1911,tomando como excusa represiva laconvocatoria de una huelga general soli-daria, fue el detonante principal de sudeclive momentneo y la causa de su pa-rlisis posterior. Esta afirmacin tiene

  • 7C e n t e n a r i o C N T

    Congresos

    Zona geogrfica 1910* 1911 1919 1931 1936

    Andaluca (25) 8.029 104.622 97.478 150.210Aragn (4) 2.461 15.577 21.937 28.946Asturias (18) 1.520 12.907 24.881 19.510Cantabria (0) 300 426 893 2.384 Castilla-La Mancha (0) 342 1.799 2.664Castilla-Len (1) 174 900 7.000Catalua (67) 14.213 424.578 298.966 178.085Extremadura (0) 320 1.530 2.624Galicia (13) 555 11.079 13.208 23.134Islas Baleares (2) 920 110 1.025 2.598Islas Canarias (0) 971 9.364 La Rioja (0) 610 2.718 2.620 5.055Madrid (0) 946 5.474 33.003Murcia (1) 8.682 6.131 12.078 Navarra (0) 182 1.600Pas Valenciano (9) 1.292 112.081 54.531 56.265Pas Vasco (1) 210 2.864 2.867 4.789

    Ceuta (0) 3.796 5.727Melilla (0) 2.970Tnger (0) 30

    Total (124) 29.510 705.512 534.168 548.693

    *Los datos referidos a 1910, slo incluyen el nmero de sindicatos presentes en dicho Congreso por desconocerse el nme-ro de afiliados asistentes al mismo.

    Por otro lado, los datos referidos a los restantes Congresos, desde 1911 a 1936, se refieren al nmero de afiliados por zonas geo-grficas. Puede haber algn descuadre numrico que no es importante para el anlisis global de la afiliacin total de la CNT.

    ASISTENCIA DE AFILIADOS A LOS PRIMEROS CONGRESOS DE LA CNT

    Los orgenesinmediatos de la creacin de

    la CNT hay quebuscarlos

    en el proceso de ensamblaje dela organizacin

    regional catalanaSolidaridadObrera, tras

    sus inicios, en 1907

    sentido y veracidad cuando se refiere alos aos 1912 y 1913, pero no as en loque respecta a los aos subsiguientes,que estuvieron marcados por una dificul-tad manifiesta y sostenida por entretejerlazos de conexin orgnica. Estas lagu-nas organizativas fueron expresadas, cla-ramente y sin ambages, en el peridicoSolidaridad Obrera, rgano de la Con-federacin Regional del Trabajo de Cata-lua y portavoz de la CNT, haciendo lla-mamientos a la unin y organizacin delmovimiento obrero que tena mejor sin-tona con los presupuestos que defendael sindicalismo libertario.

    En mi opinin, y a raz de la prensaobrera analizada (bsicamente de razlibertaria), creo que es importante real-zar este aspecto, poco estudiado y siem-pre dejado de lado, acerca de la dificultadde anclar unos nexos orgnicos perma-nentes y/o estables. Durante el ciclo queva de 1914 a 1918, se produjeron unaserie de cambios sociales (sobre todo la IGuerra Mundial y la Revolucin Rusa) quemodificaron en buena parte la estructurade la clase obrera y dinamizaron a lossectores obreros ms avanzados en pos

    de un camino revolucionario. Este fen-meno agitador, junto al paciente trabajode los propagandistas sindicales liberta-rios, que ejercieron un papel crucial en laconstruccin de nexos de unin del movi-miento obrero de adscripcin libertaria,fue decisivo en lo que sera la nueva con-figuracin sindical en el mbito estatalespaol.

    A partir de los Congresos Regionales,celebrados a mediados de 1918 en laszonas regionales de Catalua y Andalu-ca, ya se puede ir vislumbrando la capa-cidad de vertebracin que el sindicalis-mo libertario haba ido consiguiendo, ascomo su permeabilidad para integrar abuena parte del movimiento obrero. Porello, es tan importante pensar en los me-canismos flexibles que hicieron posibleese salto cualitativo y que llevaron a laCNT a su apogeo sindical en el Congresode la Comedia en Madrid en 1919 y aliderar a buena parte de la clase obreraen su lucha revolucionaria y libertaria.

    Por ltimo, y siendo ste un articulode combate, me gustara destacar la per-manencia y fuerza del anarcosindicalis-mo y el sindicalismo revolucionario enEspaa representados por la CNT hastael final de la Guerra Civil. Fue una lsti-ma que pases como Francia e Italia, quehaban tenido ncleos importantes ads-critos al sindicalismo libertario, fueranperdiendo la fuerza y vigor que antaoles haba caracterizado, dejando casi ensolitario a la CNT en Europa como la msferviente defensora del anarcosindicalis-mo. Este elemento de aislamiento fuecrucialmente negativo en plena GuerraCivil, donde el imaginario libertario sejugaba el ser o no ser en su lucha contrael fascismo y la implantacin de formaslibertarias en la produccin econmica yen la vida social.

    Joan Zambrana

    Protesta obrera contra la falta de subsistencias, en 1914.

    Anselmo Lorenzo,uno de los pilares de la Primera

    Internacional Espaola.

  • 8 C e n t e n a r i o C N T

    E l contexto histrico de 1917 fue decrisis social, poltica y econmica,con un notable protagonismo delos militares, la emergencia de nuevastendencias polticas y el cariz revolucio-nario de algunas huelgas urbanas en lasreas industriales, a las que hay quesumar las revueltas campesinas en An-daluca. Con el sistema de partidos endescomposicin y la monarqua tamba-lendose, los sindicalistas vieron unaoportunidad para la huelga general inde-finida y unitaria, y la convocaron para el13 de agosto contra la caresta de la viday la falta de trabajo. Reprimida por losdespechados militares junteros y la guar-dia civil siguiendo las pautas de un plancinegtico, en palabras de Besteiro, sesald con un fracaso. Previsible, a tenorde las palabras de Pablo Iglesias a Seguy a Pestaa sobre la oportunidad de lamisma: ustedes los obreros manuales,lo ven as; pero nosotros, los intelectua-les, lo vemos de diferente manera. A laasamblea de parlamentarios de izquier-das y liberales, que peda Cortes consti-tuyentes, les falt tiempo para apartarsedel movimiento huelgustico, por miedoa la revolucin, o para huir al extranjero,y dos hombres de Camb dejaron lasreformas y su reivindicacin de la auto-noma catalana para entrar en el gobier-no el 1 de noviembre.

    La CNT haba apoyado la huelga pen-sando que, en una coyuntura de crisis,poda ser el ariete de un impulso revolu-cionario, pero la actuacin de la UGTdurante su desarrollo evidenci parabuena parte de los libertarios que ladireccin ugetista, aunque interesada enla presin social para conseguir sus obje-tivos, no rebasara nunca los lmites par-lamentarios que encauzaban a los traba-jadores por senderos aceptables para laburguesa. Por ello, la CNT comenz aredefinir su estrategia y retom la prepa-racin del congreso suspendido en juniode 1917 para culminar su reestructura-cin. Empezaron por Catalua, la regincon ms desarrollo orgnico. Pestaa dejen noviembre la secretara general delcomit regional para dirigir la Soli y elnuevo comit, formado Segu, Quema-des, Pey, Rueda y Camilo Pin convocel congreso, que tendra lugar en labarriada de Sants entre el 28 de junio y el1 de julio de 1918.

    Entre los acuerdos orgnicos del mis-mo, destaca la supresin de las tpicasfederaciones de oficio, con connotacio-nes gremialistas medievales, y una nue-va organizacin basada en los Sindica-tos nicos de industria, es decir, unnico sindicato agrupara a todos los tra-bajadores del mismo ramo productivo,una estrategia ms adecuada para enfren-tarse al modo de produccin capitalistasurgido con la industrializacin. Los Sin-dicatos nicos, que contaran con sec-ciones de oficio, se agruparan a su vezen Federaciones locales y comarcalesautnomas y federadas. A diferencia delfederalismo poltico, que buscaba trans-formar la estructura del estado, el fede-ralismo libertario pretenda transformarla estructura social, potenciando la soli-daridad entre los oficios por encima delos intereses gremiales, al tiempo que

    El auge anarcosindicalistaEl congreso de Sants y los Sindicatos nicos

    jar horas extraordinarias. La mencin dela agrupacin del proletariado en unaorganizacin unitaria tambin fue deba-tida, e incluso propugnada en un acuer-do, pero sin ningn resultado prctico,porque a escasas semanas de concluidoel congreso la CNT decidi seguir ade-lante con las movilizaciones y las protes-tas sin contar con la UGT.

    Entre los acuerdos de tipo ideolgico,destaca la preferencia por la accindirecta, entendida como enfrentamientodirecto con la burguesa en el plano eco-nmico, sin intermediarios ni paliativos.No obstante, no excluyeron otros mto-dos de accin, con la intencin de man-tener abiertas las puertas de la Confe-deracin al mayor nmero posible desociedades obreras, salvando la reticen-cia de aquellas agrupaciones que anconfiaban en algunos mtodos del sin-dicalismo de base mltiple, como el mu-tualismo o el cooperativismo. La CNTcontaba entonces con unos 70.000 afilia-dos, participando en el congreso otros5.000 trabajadores no federados.

    Tras el congreso, la CNT reorganizsus sindicatos y emprendi una campa-a para crearlos all donde an no exis-tan, en lo que constituy un proceso deexpansin sindical y de aumento de lamilitancia basado en la visualizacinconstante de la Confederacin en boicots,huelgas, manifestaciones contra la ca-resta y contra el precio de los alquileres,movilizaciones contra el paro, sabotajes,piquetes y actos violentos contra losesquiroles. Los sindicalistas convirtieronen la calle su teatro de operaciones y seincrustaron en el entramado social delos barrios, convirtindose en la voz y enel canal de expresin de quienes tenantodo tipo de problemas para subsistir yuna predisposicin bastante generaliza-da a la solidaridad, propiciada por elentorno social y el contacto personal enla comunicacin. Si la Confederacin Re-gional del Trabajo de Catalua y la deAndaluca ya existan antes del congresode Sants, a finales de 1918 se constituy

    la de Levante, y al ao siguiente la delNorte; en 1920 nacieron la de Asturias yla de Aragn, y en 1921 la de Galicia.

    Durante la Primera Guerra Mundial, lademanda de los aliados haba posibilita-do el crecimiento de la industria en Cata-lua, y con ello la llegada de emigrantesy el aumento de la sindicacin. La patro-nal ceda ante las reivindicaciones sala-riales y la inflacin reduca el salario real.Con la cada de la demanda desde laspostrimeras del conflicto, la patronalopt por la lnea dura para no perdermargen de beneficio; y la CNT, ante lacrisis social e influida por el espectro dela revolucin rusa, opt por la intensifi-cacin del conflicto, particularmente cons-tante y radicalizado en el campo andaluz,extremeo y levantino a lo largo de1918, y que se prolongara durante unpar de aos ms dando lugar al denomi-nado trienio bolchevique. En octubrede 1918, la CNT tena unos 81.000 afilia-dos, y en noviembre unos 114.000. Afinales de ao, la Federacin Nacional deObreros Agricultores se adhiri a la CNT.Para la burguesa, el anarcosindicalismose estaba convirtiendo en una clara ame-naza para el orden social que sustentabasu hegemona social y econmica. Laprueba de fuego entre ambos se inici el5 de febrero de 1919 con el conflicto dela Canadiense, una huelga mtica en lahistoria del sindicalismo libertario por suimportancia, duracin y dimensiones.

    Mientras en Berln haban asesinado aRosa Luxemburgo el 15 de enero, enBarcelona, durante las semanas previasa la huelga, haba incidentes entre liber-tarios y ugetistas, con algn asesinatodurante la huelga de tipgrafos; acusa-ciones de Pestaa contra Camb sobrela intencin de asesinarlos a l y a Segu;suspensin de las garantas constitucio-nales; clausura de sindicatos; detencio-nes de dirigentes y activistas libertarios;buques de guerra en el puerto y censurade prensa. La cuestin de fondo que ali-ment la huelga fue, adems del dere-cho a la sindicacin, el intento de forzar a

    La CNTcomenz aredefinir suestrategia y retom lapreparacin del congresosuspendido en junio de 1917para culminar sureestructuracin.

    Concentracin al final de las Ramblasbarcelonesas en los inicios de las movilizaciones de la Canadiense.

    posibilitaba un mayor grado de unidadfrente a la patronal y facilitaba estrate-gias como la huelga general y la accindirecta. Los nuevos estatutos recogieronste y otros acuerdos que, en los aspec-tos orgnicos, impedan que los polticosprofesionales representasen a la organi-zacin, potenciaban la sindicacin feme-nina, establecan el carn confederal,centralizaban el comit pro-presos e im-pulsaban las escuelas racionalistas.

    Otros acuerdos reivindicaron la jorna-da de ocho horas, los salarios mnimosfijados por los sindicatos, la abolicin deltrabajo a destajo y de la explotacin demenores, adems de la negativa a traba-

  • 9C e n t e n a r i o C N T

    importante abucheo porque algunos tra-bajadores seguan detenidos por losmilitares. Para el Noi del Sucre se tra-taba de elegir entre la consolidacin delas mejoras conseguidas o rescatar porla fuerza a los detenidos, con el consi-guiente bao de sangre, que poda ser elinicio de la revolucin social; pero, aun-que dominaban las calles, estaban encondiciones de vencer a los militares?Acordaron volver al trabajo y dar un pla-zo de tres das para la libertad de todoslos detenidos.

    Con el apoyo de Lliga, Milans delBosch opt por no liberar a los deteni-dos. Burgueses y militares esperabanacabar con los anarcosindicalistas sistos optaban por la huelga generalrevolucionaria. Los ms radicales aca-baron convocndola el 24 de marzo, y el25 el capitn general declar por sucuenta el estado de guerra. Al da si-guiente, unos ocho mil paramilitaresdel Sometent salieron armados a lascalles de Barcelona bajo la direccin delnacionalista Ventosa Calvell. El propioCamb afirm que se haba paseadocon un fusil por las calles de la ciudad.El da 30 el estado de guerra se extendia toda Espaa y el 1 de abril la huelgageneral abarcaba las ciudades ms in-dustrializadas de Catalua. Al da si-guiente todos los sindicatos fueron clau-surados, aunque Romanotes decret lajornada de ocho horas a partir de octu-bre para desbrozar el camino de la vuel-ta al trabajo, hecho que se empez aproducir a partir del da 5. Los partida-rios de la huelga haban sido derrota-dos, y con ellos la sensacin de imbati-bilidad que acompa a la CNT durantela huelga de la Canadiense. El grupo depresin formado por los militares y laLliga, sta a travs de la patronal, sehaba impuesto a las decisiones delgobierno, que dimiti. La burguesa ca-talana, que propugnaba la reforma delestado para acomodarlo a sus intereses,se haba aliado con los militares hasta elmismo lmite del golpe de estado, tam-bin para defender sus intereses econ-micos. No era la primera vez. Ya habanllevado a trmino una campaa de dela-cin tras la Semana Trgica; llevabanaos oponindose a las reformas socia-les de diferentes gobiernos en nombrede la no intervencin, pero pidiendo laintervencin del ejrcito contra los tra-bajadores, es decir, propiciando el mili-tarismo. Tampoco sera la ltima, por-que apoyaran el golpe de Primo de Riveraen 1923 y contribuiran a financiar el gol-pe de 1936.

    Aunque laburguesa mantuvoel poder por

    la violencia, lafuncin

    revolucionaria delanarcosindicalism

    o encarnaba el futuro.

    El fracaso de la huelga posterior al

    conflicto de la Canadiense anim a lapatronal a dar el siguiente paso de suestrategia: acabar con la fuerza organiza-da de los trabajadores aplastando a laCNT. Pactaron con Maura, que los dejhacer, y, bajo la ley marcial, la represinque tuvo lugar durante la primavera y elverano llev a la crcel a unos 43.000confederados, sin distinguir entre parti-darios y detractores de la violencia, loque dio razones a los primeros para for-mar grupos de accin, y rest argumen-tos a los segundos ante el ataque indis-criminado. Los partidarios de respondercon la violencia a la violencia de la patro-nal y del estado empezaron a hacersecon las juntas de los sindicatos, que ac-tuaban en la clandestinidad. La accindirecta dej de ser colectiva para conver-tirse en individual o de grupo.

    Los intentos de mediacin del gobier-no, que los hubo, chocaban con la estra-tegia de la patronal y fracasaban uno trasotro; incluso el cierre patronal parcial denoviembre de 1919 tuvo todo el aspectode ser una medida de presin para derri-bar al gobierno reformista, con la finali-

    dad de, acusndolo de falta de autoridad,obligarlo a dar un salto cualitativo en larepresin, o evitar, al menos, su injeren-cia en los mtodos de la patronal pacta-dos con el capitn general, que, sin exa-gerar, pueden calificarse de fascistas.

    Cuando el 10 de diciembre de 1919 laCNT inauguraba el congreso de la Come-dia en Madrid, que generalizara los Sindi-catos nicos y ratificara la lnea anarco-sindicalista aprobada en Sants, Barcelonaestaba bajo el cierre patronal, que habaconseguido derribar al gobierno y seprolongara un par de meses. Ese mismoda 10, los carlistas constituan en la ciu-dad condal los Sindicatos Libres. Todoslos ingredientes del cctel estaban sobrela mesa. La CNT tena entonces cerca de800.000 afiliados, ms de la mitad enCatalua. Otros 55.000 no federados asis-tieron al congreso. Haba sido capaz dehacer frente a la represin sin desinte-grarse y estaba en su cenit. Faltaban anlos aos ms duros de guerra sucia, enlos que todo vali contra la CNT. Aunquela burguesa mantuvo el poder por laviolencia, la funcin revolucionaria delanarcosindicalismo encarnaba el futuro,una esperanza que pondran en prcticadurante el corto verano de 1936.

    Marciano Crdaba

    la patronal al reconocimiento definitivode la CNT como la interlocutora del mun-do del trabajo en Catalua.

    Por lo que respecta a los hechos, elrecurso de algunos empleados al sindica-to ante una rebaja de salarios provoc sudespido como represalia, razn por lasus compaeros iniciaron una huelga debrazos cados. Era el 5 de febrero. Elrecurso a la polica para expulsarlos dellugar de trabajo provoc la solidaridaddel resto de los trabajadores de la empre-sa, y el da 8 la mayora secundaba lahuelga, que se extendi a otras empresasdel sector. Los despidos incrementabanel nmero de huelguistas y la falta deenerga comenz a afectar a la industria ya los servicios. El da 17, adems de lahuelga del textil, lleg la peticin de mili-tarizar a los trabajadores por parte delcapitn general. Los tranvas dejaron decircular y Barcelona qued a oscuras.Con el permiso de los inversores, Roma-notes confisc la empresa y los ingenie-ros militares consiguieron iluminar la ciu-dad la noche del 22. La huelga era totalen el sector elctrico, y el ramo del aguase sum a la misma el da 27, razn por laque tambin fue confiscado.

    Ante un comunicado empresarial quedespeda a todo trabajador que no sehubiese incorporado al trabajo el 6 demarzo, el sindicato de Artes Grficas res-pondi con la censura roja y el capitngeneral con la movilizacin de todos loshombres del ramo que tenan entre 21 y38 aos. Comenzaron las detenciones yunos tres mil trabajadores llenaron lasprisiones, el castillo de Montjuc y losbuques de guerra del puerto, sometidos

    a la jurisdiccin militar, puesta al serviciode la patronal catalana tras la declara-cin del estado de guerra el 12 de marzo.Barcelona fue ocupada por los militaresy las cajas de resistencia podan llegara recoger decenas de miles de pesetassemanales. Romanones se inclin poralgunos nombramientos polticos parapropiciar el dilogo y el da 15 se abrie-ron las negociaciones. El 17 se lleg a unacuerdo, se levant la censura roja y elestado de guerra. Dos das despus con-clua la huelga con un balance bastantefavorable para los trabajadores: jornadade ocho horas, mejoras salariales, read-misin de los despedidos y libertad paralos detenidos. Unas 20.000 personas secongregaron ese da en la plaza de torosde las Arenas para ratificar el acuerdo,pero el propio Segu fue recibido con un

    A la salida de unmiting, en Madrid:

    Pestaa, Segu, Piera y Molins.

    Concentracin espontnea popular en la Plaa de Catalunya barcelonesa enprotesta por la muerte de Salvador Segu.

  • 10 C e n t e n a r i o C N T

    R esulta difcil analizar en tan pocoespacio la complejidad de laactuacin de la ConfederacinNacional del Trabajo (CNT) durante laSegunda Repblica. Por ello, he opta-do por centrarme especficamente enlos obstculos que sta encontr paradesarrollar su actividad transformado-ra en el marco de un Estado democr-tico burgus y en las carencias de lapropia organizacin.

    No puede entenderse la actuacin dela CNT durante el perodo republicanosin realizar previamente un balance delestado de la organizacin al inicio deeste momento histrico. La CNT llega ala Segunda Repblica despus de unperodo de ms de dos dcadas caracte-rizado por perodos de represin y otros,ms escasos, de libertad de actuacin.La Confederacin haba recorrido desdesu creacin hasta 1918 un largo procesode organizacin sindical, que parte de launificacin del asociacionismo obrerodifuso y evoluciona hasta la formacindel Sindicato nico profesional, en 1918.La constitucin del Sindicato nico leprovee de una herramienta til para ga-rantizar la eficacia de la accin sindical,tal como se demuestra en la huelga de laCanadiense de 1919, y le confiere un granprestigio entre los trabajadores, siendoidentificada por stos como la organiza-cin que mejor les representa. Con estanueva forma organizativa, que evitabaduplicidades, consigui una gran capaci-dad de maniobra para negociar y paraadaptarse a diferentes situaciones deconflictividad algo sin parangn hastaentonces situndose como un referentepara la clase obrera en clara competen-cia frente a la Unin General de Trabaja-dores (UGT).

    Sin embargo, este perodo de organi-zacin sindical bajo las siglas de la CNTno se vio acompaado por un procesoparalelo de debate ideolgico. A pesarde que en 1919 la Confederacin se defi-ne como una organizacin anarcosindi-calista que tiene como objetivo ideol-gico la consecucin de una sociedadcomunista libertaria y como mbito deactuacin el sindicato abierto a todos lostrabajadores, los dilatados perodos declausura y clandestinidad obstaculizan laactividad normalizada y la discusin inter-na, sobre todo el comprendido entre 1920y la proclamacin de la Segunda Rep-blica. As ocurre despus de la huelgageneral de 1919 y del lock-out patro-nal, cuando la postura conciliadora delos dirigentes de la CNT Salvador Segu,entre otros, aceptan participar en la cons-titucin de Comits mixtos obreros-pa-tronos para resolver los conflictos, seenfrenta a una actitud totalmente intran-sigente de la patronal, que impide el des-arrollo de un marco de libertades sindi-cales y la relacin continua y cotidianade los militantes y afiliados en los localessindicales.

    La clandestinidad, a la que se ve abo-cada la organizacin en 1920, da paso aque se potencien opiniones y actitudesms radicalizadas entre la militancia, sinque por eso deba deducirse que las pos-turas pactistas y moderadas, protagoni-zadas por los militantes que lideraban enaquel momento la organizacin, no pro-vinieran de sectores con una fuerte ads-

    La CNT en la Segunda Repblica

    se incorporan a la organizacin en po-cas de clausura sindical y lucha clandesti-na, desconfan de tcticas posibilistas ycreen mucho ms en la lucha revolucio-naria para doblegar al capital.

    De hecho, la ausencia de una prcticasindical normalizada impeda la partici-pacin obrera, y la discusin entre ten-dencias ideolgicas no ayudaba en nadaa la estabilizacin de la CNT ni a sumaduracin interna. Bajo estas circuns-tancias llega la CNT a la proclamacin dela Segunda Repblica: cuenta con ungran prestigio e influencia entre los tra-bajadores por su esfuerzo organizador ysus xitos en la defensa de los mismos,una prctica sindical debilitada y unamilitancia dividida sobre qu hacer ycmo en cada coyuntura.

    Adems, la proclamacin de SegundaRepblica suscita entre los trabajadoresuna gran manifestacin de entusiasmo,vivindose como un perodo esperanza-dor de cambios posibles y de mejora delas condiciones laborales. Esta ilusin sedeposita, sobre todo en Catalunya y Anda-luca, en la capacidad de accin de laorganizacin anarcosindicalista. En esemomento los dirigentes de la CNT mili-tantes veteranos, como ngel Pestaa,del Comit Nacional; Joan Peir, delRegional de Catalunya y Sebasti Clara,director de Solidaridad Obrera, entre

    otros, sitan cmo objetivo principal dela organizacin su fortalecimiento sindi-cal para consolidar a la CNT como princi-pal organizacin del proletariado, y porello priorizan la difusin de propagandaentre los trabajadores y la formacin enaquel contexto de libertades. Sin embar-go, otro sector de la militancia repre-sentado por Juan Garca Oliver, FranciscoAscaso, y Buenaventura Durruti, militan-cia que ms tarde adquirir gran influen-cia dentro de la organizacin, mantieneotra posicin al considerar que la Rep-blica abre paso a una coyuntura revolu-cionaria que deba aprovecharse antesde que se consolidase el rgimen demo-crtico burgus, un momento en el quese deba impulsar de inmediato el hechorevolucionario a travs de la declaracinde huelgas generales y del insurreccio-nalismo.

    Entre 1931 y 1933 estas dos posturasse enfrentan y rivalizan en los plantea-mientos tcticos y estratgicos. Ya, des-de 1931, la militancia radical propaga enlos sindicatos un ambiente revoluciona-rio que la militancia moderada intentafrenar en agosto con la publicacin delManifiesto de los Treinta, donde exponesu posicin ante el hecho revolucionarioque debe surgir de los trabajadores, deah que a partir de entonces se denomi-ne a los moderados trentistas.

    Este perodo abre tambin grandesexpectativas de cambio social. Si bien elgobierno de la Repblica adopta inicial-mente una serie de medidas laboralesreformistas seguro obligatorio de mater-nidad, ley de contrato laboral, implanta-cin del seguro de accidentes, salariomnimo y por primera vez una semanade vacaciones, tambin se estrena des-de un principio con respuestas represi-vas ante las reivindicaciones obreras,como se dan en la huelga general deSevilla o la huelga de la Telefnica, porponer algunos ejemplos, actitud que noayuda a crear el marco necesario paraque el objetivo organizativo de los diri-gentes anarcosindicalistas encuentre elterreno abonado para desarrollarse. Apesar de que entre 1931 y 1932 los diri-gentes cenetistas ya haban pactado conla patronal el reconocimiento del sindi-cato como interlocutor vlido y la acep-tacin de la negociacin laboral, la ley delos Jurados mixtos instaurada en noviem-bre de 1932, que inclua al Estado comorbitro, se interfiere y se presenta comouna imposicin inaceptable para cual-quier tendencia y para toda la militanciade la CNT. Vulnera frontalmente la tcti-ca de accin directa propia de la Confe-deracin y la confina a actuar fuera de lalegalidad republicana. Supone, en cam-bio, un espaldarazo a la UGT, organiza-cin que no tiene ningn problema enaceptar la intromisin del Estado ni sumediacin y regulacin de las relaciones

    La constitucindel Sindicato nicole provee de unaherramienta tilpara garantizar la eficacia de la accinsindical.

    cripcin anarquista. Este perodo de clan-destinidad se caracteriza por una granespiral de violencia, el inicio del pistole-rismo patronal, los Sindicatos libres yms tarde en la creacin de la FederacinAnarquista Ibrica (FAI) como respuestaa la rigidez patronal, la dictadura de Pri-mo de Rivera y la vivencia del fracaso delas tcticas conciliadoras y pactistas. Loque comprobamos durante esos das esque la nueva militancia, los jvenes, que

    Arriba, trabajadores valencianosinmovilizando un tranva durante la Huelga Insurreccionalista de 1933.

    Abajo, una de tantas detenciones de obreros durante la SegundaRepblica.

  • 11C e n t e n a r i o C N T

    laborales. Aunque en Catalunya los jura-dos mixtos tuvieron muy poca inciden-cia, puesto que muchas de las huelgasimpulsadas por la CNT se provocaron alno querer utilizarlos, s que tuvieronrepercusin en el resto de Espaa, don-de se crearon ms de 240 organismosparitarios.

    Este contexto de elevada confronta-cin laboral y movimientos insurreccio-nales contribuye a aumentar las discre-pancias entre tendencias. El blanco delas crticas de los radicales se dirige angel Pestaa, cuestionado por no decla-rar la huelga general tras los hechos deSevilla de julio de 1931 y por su actua-cin durante los movimientos insurrec-cionales de Andaluca, Valencia y el AltLlobregat en enero de 1932, por lo quedimite dos meses ms tarde como secre-tario del Comit Nacional. A partir deeste momento la preponderancia de lamilitancia fasta en los Sindicatos de losComits Regionales, donde las tenden-cias se encontraban ms enfrentadas, yaes absoluta.

    Por tanto, este inicio esperanzador delibertades y de accin sindical no fructifi-ca. La CNT mantiene diversos frentesabiertos, externos e internos, a la propiaorganizacin. Externos, la postura rgidade la burguesa y del gobierno republica-no, con su explcito apoyo a las organiza-ciones de mbito socialista y el papelque juega la UGT; e internos la actuacinde los comunistas dentro de la CNT, queintentan incrementar su peso en la orga-nizacin y el continuo debate tctico yestratgico de las tendencias ante lospasos a seguir en cada coyuntura.

    Tampoco favorece a la organizacincenetista la reglamentacin laboral queconstruye el gobierno de la Repblica. Lasleyes laborales de Largo Caballero sitana la CNT en clara desventaja respecto a laUGT, puesto que su cumplimiento impe-da que la Confederacin fuera coherentecon sus principios de funcionamiento.Tanto trentistas como fastas valoraron elcomportamiento del gobierno republica-no como inaceptable, aunque no llegarona acuerdos sobre las estrategias a seguirpara combatirlo. La Ley de Defensa de laRepblica, en octubre de 1933, continaeste arrinconamiento de la CNT, Una vezms, se trataba en el fondo de una ley deexcepcin camuflada que favoreca a laUGT. Si a ello sumamos que los sindicatosde la CNT se encontraban en muchoscasos clausurados tanto en Barcelona(Alimentacin, Transporte, Construccin)como en Andaluca, donde el gobiernocierra sistemticamente los locales socia-les, la capacidad de accin de la CNT se vemuy limitada. Meses ms tarde la crea-cin de una ley de asociaciones patrona-les y obreras, que exiga que los sindi-catos se inscribieran en un registro deasociaciones, resulta algo impensablepara la forma de actuacin autnoma ydirecta de la CNT.

    No obstante, el impulso de tcticas deenfrentamiento con las institucionesrepublicanas slo se da con fuerza enCatalunya, Andaluca y Valencia, y noen el resto del Estado. Lo mismo ocurrecon las discrepancias de tendencias, queen el resto de Comits Regionales enEspaa mantienen la unidad y el enten-dimiento por encima de las divergen-cias, precisamente en lugares donde laorganizacin socialista tiene una mayorfortaleza. Sin embargo, la divisin inter-na y la lucha de esas tendencias lleva a laexpulsin de la CNT de militantes tren-tistas y comunistas del Bloque Obrero yCampesino (BOC) en Catalunya y mstarde conduce en 1933 a la creacin, por

    de acercamiento de las tendencias anteun enemigo comn y declarado y la dis-cusin sobre cmo recuperar la proyec-cin perdida. Sin embargo, la precipita-da unificacin de la CNT durante elCongreso de Zaragoza de mayo de 1936,antes del inicio de la Guerra Civil, resultaser una unin frgil y poco madura paralos acontecimientos que se avecinanpoco despus y que pondrn el listnmuy alto a la militancia confederal.

    El inicio de la guerra acaba aparente-mente con las discrepancias. Responsa-bilidad y lealtad, ante la gravedad de laGuerra Civil, definen la actuacin de lamilitancia cenetista durante el primerao; una actuacin combinada con slocierta dosis de coherencia con los princi-pios libertarios en el mbito econmico,como el impulso de la autogestin obre-ra y la economa social. Esta actitud coo-peradora de la CNT se ve cercenada porla actuacin desleal, partidista y manio-brera de los partidos que integran losorganismos polticos pluriideolgicos,que devuelven intriga y exclusin a unaapuesta que prioriza la unin ante la gue-rra y posponer el impulso de la revolu-cin libertaria, conscientes de la falta deunanimidad de la militancia de la CNT.

    Cien aos despus de la creacin dela CNT, a pesar de los vaivenes y las difi-cultades vividas, los principios liberta-rios que la guan mantienen en la actua-lidad toda su vigencia y conforman lamanera de actuar de mltiples y nuevosmovimientos sociales en el siglo XXI.Horizontalidad, autonoma y democraciadirecta son dinmicas de actuacin yaexistentes, necesarias y posibles ante laslimitaciones de la participacin polticaen las democracias formales. El desafosigue vivo.

    Anna Monjo Omedes

    Bibliografa Casanovas, J. De la calle al frente. El anarco-

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    Vega, E. El trentisme a Catalunya. Divergn-cies ideolgiques en la CNT 1930-1933,Curial, Barcelona 1980.

    La ausencia deuna prcticasindical

    normalizadaimpeda la

    participacinobrera y la

    discusin entretendencias

    ideolgicas.

    parte de ngel Pestaa y otros veteranosmilitantes trentistas, de los Sindicatos deOposicin. La escisin no ayuda en nadaa la consolidacin de la CNT y aumentala debilidad y la prdida de afiliacin queya se haba iniciado a lo largo de estosdos aos. Pese a ello, esta nueva organi-zacin sindical no es seguida por los tra-bajadores ni tienen xito los Frentes ni-cos de los sindicatos que se forman paracontrarrestar a la CNT. La escisin slocondujo a que la UGT gane preponde-rancia en el marco legal republicano yprotagonismo en el escenario social. Lavictoria de las derechas en las eleccionesde noviembre de 1933 acaba con el Bien-io Reformista y empuja a la CNT a seguirintermitentemente fuera de la legalidad.Este vuelco electoral, unido a la crecien-te percepcin del aumento del fascismoy el resultado de los hechos de Octubrede 1934, propicia el inicio de un proceso

    Arriba, manifestacin de paradosanarcosindicalista en el Alto Aragn, 1931.

    Abajo, cierre de los locales de SolidaridadObrera, octubre de 1934.

  • 12 C e n t e n a r i o C N T

    Del informe de Shapiro a la ponencia de octubre de 1934Un informe confidencial y de escasa difu-sin de Alexander Shapiro, secretario dela AIT, elaborado durante su estancia enEspaa en 1932-1933, relataba qu eran ycmo funcionaban los Comits de Defen-sa, organizados exclusivamente para tare-as insurreccionales de choque, como ladel 8 de enero de 1933, de la que fue tes-tigo. Ese informe de Shapiro, sobre losComits de Defensa, se realiz en plenapolmica entre faistas y treintistas sobrela oportunidad, o no, de la tctica de insu-rreccin inmediata, localista y permanen-te. El informe de Shapiro, que cont conla inestimable ayuda de Eusebio Carb,describa de este modo los cuadros dedefensa existentes en 1933: Esos Comi-ts de Defensa, que ya existan desdetiempo antes, tenan como nica metapreparar las armas necesarias en caso deinsurreccin, organizar los grupos de cho-que en los diferentes barrios populares,organizar la resistencia de los soldadosen los cuarteles, etctera.

    An en curso la insurreccin asturia-na, el Comit Nacional de los Comits deDefensa (CNCD) constataba, en unaponencia, el fracaso de la tctica insu-rreccional, conocida popularmente comogimnasia revolucionaria, a la que cul-paba precisamente de la falta de prepa-racin de la CNT para intervenir, a nivelestatal, en la insurreccin de octubre de1934. Haba llegado el momento de supe-rar esa tctica porque haba demostradolo absurdo y peligroso que era una insu-rreccin local en un momento inadecua-do y sin una seria preparacin previa, yaque someta a los libertarios a la repre-sin estatal sin conseguir nunca unaextensin popular a todo el pas ni laadhesin de otras organizaciones, nece-saria para enfrentarse con xito al apara-to militar y represivo del Estado. Lo peorde todo era que esa represin haba des-mantelado el aparato militar clandestinode la CNT, tras las insurrecciones precipi-tadas de enero y diciembre de 1933. Enoctubre de 1934, cuando se daban las con-diciones adecuadas para una insurreccinproletaria revolucionaria, a escala estatal,los anarcosindicalistas se encontrabanabsolutamente exhaustos y desorganiza-dos, desarmados, con miles de militantespresos.

    La determinacin de trabajar en el for-talecimiento de los Comits de Defensa,superando deficiencias y corrigiendoerrores, y sobre todo aprovechando larepresin estatal como acicate para pro-seguir la lucha, impulsaban la ponenciadel CNCD de octubre de 1934. Se aban-donaba la vieja tctica en favor de unaseria y metdica preparacin revolucio-naria: No hay revolucin sin prepara-cin; y cuanto ms intensa e inteligentesea sta, mejor en su da se impondraqulla. Hay que acabar con el prejuiciode las improvisaciones, por inspiracinexaltada, como nicas formas solutorias[factibles] en las horas de las dificulta-des. Ese error, de la confianza en el ins-tinto creador de las masas, nos ha costa-do muy caro. No se procuran, como porgeneracin espontnea, los medios de

    De los cuadros de defensa a las Milicias Populares

    guerra inexcusables para combatir a unEstado que tiene experiencia, fuertesdotaciones y normas superiores ofensi-vo-defensivas.

    El CNCD consideraba que hay quedar a los Comits de Defensa la granimportancia que tienen para la CNT y larevolucin libertaria, atendiendo al estu-dio ininterrumpido de sus estructuraspara superarlos [mejorarlos] y aportn-doles los medios econmicos y de rela-cin [ayuda] moral y tcnica que losrevistan de la mayor eficacia para obte-ner pronto y rectamente la finalidad de-seada.

    El aparato militar clandestino de losComits de Defensa deba estar siempresujeto a las rdenes y necesidades de laCNT: los Comits de Defensa sern unamodalidad orgnica anexa a la CNT. LaPonencia estructuraba los Comits deDefensa mediante militantes volunta-rios, del mismo modo que se conside-raba voluntaria la participacin de lasorganizaciones especficas, esto es, de laFAI y de las Juventudes Libertarias. Perosin olvidar nunca que los Comits deDefensa eran una organizacin militarclandestina de la CNT, financiada por lossindicatos, que fijarn un porcentaje decotizacin que mensualmente ser entre-gado a aqullos [los Comits de Defen-

    peligrosidad se entiende profesin o ide-ologa de la persona identificada comoenemigo: militares, policas, sacerdo-tes, funcionarios, polticos burgueses ymarxistas, pistoleros, fascistas, etcte-ra. Un tercer militante deba estudiarlos edificios e inmuebles hostiles almovimiento obrero, su vulnerabilidad eimportancia. Se trataba de levantar pla-nos y elaborar estadsticas de hombres,objetos y armamentos existentes encuarteles, comisaras, crceles, iglesiasy conventos, centros polticos y patrona-les, edificios fuertes, etctera. Un cuar-to militante del grupo deba investigarlos puntos estratgicos y tcticos, estoes, puentes, pasos subterrneos, alcan-tarillado, stanos, casas con azoteas, opuertas de escape y acceso a otras calleso patio de fuga y refugio. Se juzgabaque un quinto militante del grupo debadedicarse a estudiar los servicios pbli-cos: alumbrado, agua, garajes, coche-ras de tranvas, metro, vas de transportey su debilidad para el sabotaje o la incau-tacin. Un sexto militante deba encar-garse de localizar y estudiar el asalto alos lugares donde podan obtenerse armas,dinero y provisiones para la revolucin:armeras, domicilios particulares arma-dos, bancos, casas de crdito, almace-nes de vestidos, artculos alimenticios,etctera.

    Se pensaba que ese nmero de seismilitantes era la cifra ideal para consti-tuir un grupo o cuadro de defensa, sindejar de considerar que, en algn caso,poda sumarse algn miembro ms paracubrir tareas de sumo relieve. Reco-mendaba la Ponencia que se sacrificarael nmero de cuadros a su calidad, y quelos militantes deban caracterizarse porser hombres reservados y activos.

    As, pues, los grupos de defensa, des-pus de octubre de 1934, se caracterizar-an por su nmero reducido, seis militan-tes, encargados de tares muy concretas.El secretario del grupo constitua el enla-ce con otros grupos del mismo barrio.Eran grupos de informacin y de comba-te que deban desempear el papel dejusta vanguardia revolucionaria que ins-pirarn directamente al pueblo, esto es,que en el momento de la insurreccindeban ser capaces de movilizar a grupossecundarios ms numerosos, y stos, asu vez, a todo el pueblo.

    El grupo de defensa era la clula bsi-ca de la estructura militar clandestina dela CNT. En cada barrio se constitua unComit de Defensa de la barriada, quecoordinaba todos esos cuadros de defen-sa, y que reciba un informe mensual decada uno de los secretarios de grupo. Elsecretario-delegado de barrio realizabaun resumen que entregaba al Comit deDistrito, ste a su vez lo tramitaba alComit Local de Defensa y ste al Regio-nal y al Nacional sucesivamente.

    Este esquema organizativo, propio delas grandes ciudades, se simplificaba enlos pueblos, donde los distintos gruposse coordinaban directamente en el comi-t local. La Ponencia detallaba inclusocmo y dnde constituir grupos, o cua-dros de defensa, buscando el elementohumano en los Sindicatos y distribuyn-

    Los Comits de Defensa tenancomo nica metapreparar las armasnecesarias en casode insurreccin.

    sa] por conducto de los Comits confe-derales de cada localidad o comarca.

    La Ponencia del CNCD, de octubre de1934, razonaba que el grupo, o cuadrode defensa bsico, deba ser poco nume-roso para facilitar su clandestinidad yagilidad, as como un conocimiento pro-fundo del carcter, conocimientos y habi-lidades de cada militante. Deba estarformado por un secretario, que tenacomo misin fundamental el enlace conotros grupos del mismo barrio y la for-macin de nuevos grupos. Un segundomilitante deba encargarse de identificary anotar el nombre, domicilio, ideologa,seas personales, costumbres y peligro-sidad de los enemigos existentes en lademarcacin asignada a su grupo. Por

    Instantnea tomada, previsiblemente, el 19 de julio de 1936, delante del Cuartel del Bruc, en Barcelona. Al fondo puedeapreciarse la bandera de la CNT ondeandoen uno de los torreones.

  • 13C e n t e n a r i o C N T

    dolos por las barriadas de las ciudadesindustriales, asignndoles un radio deaccin trazado sobre mapa urbano y delque procurarn no salirse sin aviso ex-preso.

    Es notorio el detallismo y la precisincon la que se constituyen esos Comitsde Defensa. La Ponencia recomendabaque los grupos fuesen formados porhombres de un mismo sindicato, o ramoprofesional, no queriendo decir con estoque guarden relacin o dependencia desu Sindicato ya que ellos estn a disposi-cin exclusiva de los Comits de Defen-sa y para llenar los fines que stos pro-pugnan, sino porque ese mtodo tienela virtud de convertir a esos militantes,agrupados dentro de los Comits deDefensa, en guardadores de los principiosdentro del Sindicato y en prever la actua-cin ntima y pblica del mismo.

    La Ponencia del CNCD tambin detalla-ba la organizacin de los Comits deDefensa a escala regional y nacional,encuadrando adems a aquellos sectoresde trabajadores, como ferroviarios, con-ductores de autocar, trabajadores de tel-fonos y telgrafos, carteros y, en fin, atodos los que por caractersticas de suprofesin u organizacin abarcaban unmbito nacional, destacando la importan-cia de las comunicaciones en una insu-rreccin revolucionaria. Se dedicaba unapartado especial al trabajo de infiltra-cin, propaganda y captacin de simpati-zantes en los cuarteles. Tras considerar lanecesidad de discutir y perfeccionar cons-tantemente las tcticas y planes insurrec-cionales a nivel local, regional y nacionalde los Comits de Defensa, y formalizar latrabazn con la FAI, la Ponencia termina-ba con un llamamiento a los cenetistaspara que considerasen la importancia deconsolidar, extender y perfeccionar unaparto militar clandestino de la CNT,frente al armatoste militar y policaco delEstado y de las milicias fascistas o mar-xistas.

    Los cuadros de defensa eran mayorita-riamente cuadros sindicales. Despus del19-20 de julio algunos de esos cuadrossindicales llegaron a constituirse en cen-turias de las Milicias Populares, que mar-charon inmediatamente a luchar contra elfascismo en tierras de Aragn. De ahque, en el seno de las distintas columnasconfederales, se hablase de la centuria delos metalrgicos, o de la centuria de lamadera, o de la construccin, constituidapor militantes de un mismo sindicato.

    Las funciones esenciales de los Comi-ts de Defensa eran dos:

    1) Obtencin, mantenimiento, custodia yaprendizaje en el manejo de las armas.La autoridad de los Comits de Defen-sa radicaba en su carcter de organi-zacin armada. Su poder era el poderde los obreros en armas.

    2) Intendencia en el sentido amplio de lapalabra, desde provisin de abastos ycomedores populares hasta la crea-cin y mantenimiento de hospitales,escuelas, ateneos,... o incluso, en losprimeros das de la victoria popular,de reclutamiento de milicianos y apro-visionamiento de las columnas quepartieron hacia el frente.

    Los cuadros de defensa existieron yadesde poco despus de la proclamacinde la Repblica, y podan considerarsecomo la continuidad, reorganizacin yextensin de los grupos de defensaarmada de los aos del pistolerismo(1919-1923).

    En los aos treinta los parados eranencuadrados en los cuadros de defensa

    de forma rotativa con el fin solidario dedarles un ingreso, evitar esquiroles yextender al mximo de militantes el cono-cimiento y uso de las armas. Por esasmismas razones, y para evitar su profe-sionalizacin, evitaron que esa remune-racin fuera permanente. Durante toda laetapa republicana hubo piquetes y gru-pos de defensa sindical armados quedefendan las manifestaciones y huelgaso promovan insurrecciones locales.

    La Ponencia del CNCD, de octubre de1934, supuso una nueva organizacin yorientacin de los cuadros de defensa,que asuma tcitamente las crticas a lagimnasia insurreccional de AlexanderShapiro y de la oposicin interna cene-tista, concretada en el Manifiesto de losTreinta.

    El Comit Local de PreparacinRevolucionariaEn Catalua, la aplicacin prctica de esanueva estructura de los Comits de Defen-sa fue objeto de una ponencia, presentadapor los grupos anarquistas Indomables,Nervio, Nosotros, Tierra Libre y Germen,en el Pleno de la Federacin de GruposAnarquista de Barcelona, que se reuni enenero de 1935. La ponencia presentaba lafundacin, en Barcelona, del Comit Localde Preparacin Revolucionaria.

    El prembulo de la ponencia caracteri-zaba el momento histrico como unperodo de inmensas perspectivas revo-lucionarias a causa sobre todo de la inca-pacidad manifiesta del capitalismo y delEstado para dar soluciones de equidada los problemas econmicos, socialesy morales planteados de una maneraapremiante. Se constataba el fracaso

    poltico internacional desde el fin de laGran Guerra: Ms de tres lustros deesfuerzo permanente de los dirigentesde la vida econmica y otros tantos ensa-yos de mltiples formas de Estado, sinexcluir la llamada dictadura del proleta-riado, no han producido un mnimo deequilibrio tolerable por las grandes masas,sino que han aumentado el malestargeneral y nos han llevado al borde de laruina fisiolgica y al umbral de la nuevahecatombe guerrera. Frente a un pano-rama histrico, realmente desolador; elauge del fascismo en Italia, del nazismoen Alemania, del estalinismo en la UninSovitica, de la depresin econmicacon un paro masivo y permanente enEstados Unidos y Europa; la ponenciaopona la esperanza del proletariado revo-lucionario: En la quiebra universal delas ideas, partidos, sistemas, slo quedaen pie el proletariado revolucionario consu programa de reorganizacin de las

    bases de trabajo, de la realidad econmi-ca y social y de la solidaridad. El opti-mismo de los redactores de la ponenciavea, en Espaa, al movimiento obrero, lobastante fuerte y capaz de librar la ba-talla definitiva al viejo edificio de la mo-ral, de la economa y de la poltica capi-talistas.

    En la definicin, que los ponentesdaban de la revolucin, se apreciaba unaprofunda crtica a la pueril tctica, yaabandonada en octubre de 1934, de lagimnasia revolucionaria y de la improvi-sacin: La revolucin social no puedeser interpretada como un golpe de auda-cia, al estilo de los golpes de Estado deljacobinismo, sino que ser consecuenciay resultado del desenlace de una guerracivil inevitable y de duracin imposiblede prever. No slo se vislumbraba consorprendente claridad la Guerra Civil, adieciocho meses vista, y su inmensacrueldad, sino que se insista en la nece-sidad de anticiparse ya, organizando lanueva estructura de los cuadros de defen-sa: Si el golpe de Estado exige en lostiempos modernos una gran prepara-cin tcnica e insurreccional, elementosy hombres perfectamente adiestradospara el fin perseguido, una guerra ci