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Síntesis Este ensayo está basado en una reflexión sobre el arte y sus manifiestos de ahora y hace tiempo. Tiene como protagonista a una de las artistas más controversiales de la Argentina que ha generado siempre un choque emocional en los espectadores a lo largo de toda su trayectoria. Su nombre, Marta Minujín, es aún hoy día noticia y ha permitido investigar sus tendencias y relacionarlas con el período de las vanguardias europeas. A lo largo de este ensayo se ejemplifican algunos cuestionamientos históricos sobre el arte y que vuelven a resurgir de la mano de esta artista que conforma el denominado “arte moderno” de estos días.

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Síntesis

Este ensayo está basado en una reflexión sobre el arte y sus

manifiestos de ahora y hace tiempo. Tiene como protagonista a una de las

artistas más controversiales de la Argentina que ha generado siempre un

choque emocional en los espectadores a lo largo de toda su trayectoria. Su

nombre, Marta Minujín, es aún hoy día noticia y ha permitido investigar sus

tendencias y relacionarlas con el período de las vanguardias europeas.

A lo largo de este ensayo se ejemplifican algunos cuestionamientos

históricos sobre el arte y que vuelven a resurgir de la mano de esta artista

que conforma el denominado “arte moderno” de estos días.

Reflexión personal

El mundo del arte ha formado parte de la vida del ser humano desde

sus inicios hasta hoy día. Ha forjado un camino, lleno de inquietudes y

manifiestos que han conformado diferentes etapas históricas generando un

gran significado en los pensamientos y la evolución del hombre.

El siguiente ensayo me ha aportado conocimiento en cuanto a la

artista elegida, detenerme a analizar las diferentes formas de expresar arte

que han llevado a Marta Minujín a ser una de las artistas más reconocidas de

la Argentina. Como así también, este análisis conlleva a profundizar aún más

acerca de las vanguardias europeas que dieron su origen a principios del

siglo XX; sin dejar de lado el fuerte vínculo histórico de siglos anteriores que

son esenciales para comprender aún más la evolución del ser humano y sus

creaciones artísticas.

Ensayo de Taller de Reflexión Artística I

“¿Todo es arte?”

“Nosotros nos autodefinimos como pop. Arte popular, arte que todo el mundo

puede entender, arte feliz, arte divertido, arte cómico. No un arte que es necesario entender,

es un arte que es necesario gustar; que hace pop y lo entendés”

Marta Minujíncolor1

“Todo es arte”, así lo exclama una de las más conocidas y

controvertidas artistas argentinas que ha ocasionado grandes interrogantes y

repercusiones entre los observadores. Marta Inés Minujín, más conocida

simplemente como Marta Minujín, nunca pasó desapercibida. Arte ó no,

según cada quien, siempre ha tenido una fuerte convicción por lograr un

choque emocional en el observador; algo que ha sido el fin durante

generaciones y generaciones de artistas que han transitado por este nuevo

cuestionamiento del arte a lo largo de la historia.

¿Y… todo es arte? Pues este cuestionamiento ha sido un punto focal

entre filósofos y pensadores que se han interrogado de qué manera el

hombre ha buscado siempre transmitir arte de diversas formas. El concepto

de belleza estuvo por muchos tiempo ligado al arte, pero esta idea hoy día es

abierta y ha sido modificada de acuerdo a cada época. Este nuevo ideal de

belleza está relacionado al concepto de lo feo por ser novedoso, lo extraño, lo

que no es común y genera un choque emocional en el espectador y es un

constante cuestionar de la mímesis. No siempre tiene una razón específica,

simplemente una expresión de sentimientos que un artista quiere transmitir,

pero que muchas veces no es comprendida por todos.

Esta búsqueda de un lenguaje propio, alejada de cualquier tradición

académica, ha sido uno de los principales fundamentos de las llamadas

“vanguardias históricas” desarrolladas desde los primeros años del siglo XX

hasta la Segunda Guerra Mundial (1939). Para muchos fue un gran cambio,

una generación que ha fomentado un nuevo concepto buscando una

respuesta a cada momento histórico y poder expresar así un nuevo despertar

del arte “moderno”.

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El arte surge deliberadamente, sin ataduras, dejando llevar la

expresión hacia el lado más inconsciente, imprevisible; siendo muchas veces

insensato y absurdo; sin una lógica coherente que determine un orden. Marta

Minujín ha sido siempre una de las artistas más controversiales en el mundo

del arte y es una fiel exponente de un fenómeno que no es reciente; ya ha

tenido su principio significativo a partir de un movimiento de vanguardia,

conocido popularmente como Dadaísmo que data del año 1916 (Zurich –

Suiza).

Este movimiento cultural anti-arte era una burla a cualquier tradición,

cuya rebeldía provocaría repercusiones en todos los aspectos artísticos.

Sostenían que el hombre sería más libre cuánto más despojado estaba de su

pasado. Su fascinación se centraba en lo fantasioso, lo dudoso y defendían

siempre el caos contra el orden para generar escándalo en la sociedad. Otro

de sus tantos fundamentos se centraba en criticar hacia todos los estándares

sociales, oponiéndose a todo aquel que promovía el arte como objeto de

valor únicamente para la burguesía y no para todos.

La palabra “actuar de forma artística” no estaba relacionado

únicamente a aquel que sólo tenía una experiencia académica; sino que el

mundo del arte pertenecía a todos. Era libre de expresión, sin ataduras ó

reglas técnicas y podía ser un juego permanente que cualquiera podía

hacerse partícipe del mismo. El Dadaísmo era una ruptura a las reglas

sociales y era tan casual como su propio nombre que los identificaba.

Este concepto, de arte para todos, con mezcla de técnicas no

utilizadas y que genere admiración para muchos y escándalo para

tradicionalistas; no es un tema relegado en la historia, sino al contrario, sigue

vigente aún hoy día y se expresa de diversas formas.

Una estructura habitable, pero cubierta de colchones encontrados

entre los desechos de los hospitales parisinos en 1963, realizada por Marta

Minujín, no está muy alejada de las técnicas empleadas por los artistas

dadaístas que realizaban diferentes collages con materiales encontrados en

la calle como los realizados por el destacado artista de aquel entonces Kurt

Schwitters; ó los famosos ready-mades que también adquirieron su fama por

el conocido artista francés Marcel Duchamp, cuyo arte es realizado mediante

el uso de objetos que normalmente no se consideran artísticos.

¿Acaso los colchones no son de uso cotidiano? ¿Por qué se los

considera arte a partir de su contexto y la manera en que los presenta Marta

Minujín? En plena época del Dadaísmo, Marcel Duchamp sostenía que su

valor estético estaba determinado por un puro acto mental y no por un

procedimiento técnico; ya que al separarlo de su contexto habitual, dónde

cumplía una función práctica, de ahí en más, pasaba a adquirir una actitud

distinta respecto de la realidad que rodea al hombre en su vida cotidiana.

Genera una atención en la mirada del observador que interactúa con esa

obra de arte. Esa inquietud generada por el arte, es buscada no sólo por los

Dadaístas, sino por varios movimientos de vanguardia que hacían hincapié

en lograr ese objetivo hasta llegar a la vida actual que revive esta misma

filosofía del arte.

Hoy día, el significado de “arte” no está sólo plasmado en un objeto en

sí; sino también que se genere una interacción con el espectador. Ese lazo

invisible que une al artista con el observador redefine la palabra “arte”; como

así también la palabra “espectador”, que ya no es más alguien que

simplemente observa su obra sino que forma parte de ella; pasa a tener un

rol más interactivo, al igual que un actor en una obra teatral. Marta Minujín ha

sido una de las precursoras de los famosos “Happenings”; un fenómeno que

surgió en la década de los ’50 y que ha tenido muchos exponentes

significativos, entre los cuáles se encuentra Joseph Beuys (artista alemán),

perteneciente al grupo “Fluxus”, otro de los movimientos dirigidos a impactar

al público al igual que el Dadaísmo. Se lo considera una manifestación

artística, dónde el espectador también puede liberar su arte y poder expresar

sus emociones y sentimientos y hacer presente este concepto de: todos

pueden ser “artistas”.

Uno de los primeros “Happenings”, realizados por la artista Marta

Minujín, fue en el año 1963 (baldío del Impasse Roussin) en Paris,

mencionado anteriormente; dónde no sólo era realizar una estructura con

colchones sino también invitar a varios artistas a destruirlo; con lo cuál no era

sólo exponer un objeto de uso cotidiano, sino también interactuar con él. Se

puede observar que su manifestación artística está influenciada por los

conceptos del Dadaísmo y el Neodadá surgido a finales de los ’50 y principios

de los ’60 (representado principalmente por Robert Rauschenberg y Jasper

Johns).

Uno de sus invitados a este primer happening, fue el reconocido artista

Christo Vladimirov Javacheff, más conocido cómo Christo, que al igual que

Marta Minujín, ha hecho una fusión de estos conceptos de vanguardia y

realizado obras a gran escala en diferentes lugares del mundo, tomando

como objeto la tela como su fuente de inspiración y así envolver edificios de

gran magnitud ó cubrir extensas áreas.

Marta Minujín, sin llegar a envolver grandes superficies, simplemente

se envolvió a sí misma en periódicos (año 1965) para sumergirse en el Río

de la Plata hasta que éstos se disuelvan en el agua. Este nuevo encuentro

con el arte moderno lo denominó “Leyendo las noticias” y nuevamente revive

el concepto dadaísta: impactar al público presente. Ese choque emocional

que hace que la palabra “arte” sea cuestionado una vez más por la sociedad.

A lo largo de los años Marta Minujín ha realizado diversos

“happenings” como “Cabalgata” (1964), “La Menesunda” (1965), “Venus de

Queso” (1985), “Rayuelarte” (2008), entre tantos otras obras singulares que

produjeron una ruptura absoluta con cualquier tradición.

Todo artista busca una forma de expresarse y cada época histórica

han tenido numerosos ejemplos de diversos estilos y formas de manifestar su

arte. Cada uno ha dejado un legado, una riqueza innumerable de obras,

algunas más admiradas que otras, pero todas forman parte de este mundo

artístico. Algunos son basados en ideales de belleza, otros buscando

expresar un manifiesto cargados de contenido revolucionario, queriendo

trasgredir los límites del orden, buscando un lenguaje propio que los

identifique; pero más allá de las diferencias, todos formaron parte de la

denominada “historia del arte” y aún lo siguen haciendo como es el caso de

Marta Minujín. Esta artista argentina seguirá apostando por una redefinición

de los conceptos “modernos” del arte y es así que se puede observar que a lo

largo de la historia del ser humano, muchos de los conceptos vuelven a

resurgir y son capaces de redefinir constantemente el significado del “arte” y

formaran parte del gran interrogante de: ¿Todo es arte?

Bibliografía

§ Oliveras, E. (2006). Estética: la cuestión del arte. Buenos Aires:

Ariel (701.17 OLI)

§ Read, Herbert. Breve Historia de la Pintura Moderna. Ediciones

del Serbal. Barcelona. 759.06 REA

§ Argan, Giulio Carlo. El arte moderno. Del Iluminismo a los

movimientos contemporáneos. Akal ediciones. Madrid.

§ Página web oficial de Marta Minujín disponible en:

www.marta-minujin.com/

§ Biografía de Marta Minujín disponible en:

www.es.wikipedia.org/wiki/Marta_Minujin

§ Artículos sobre Marta Minujín disponibles en:

www.clarin.com/rn/tema/marta_minujin.html

MARTA MINUJÍN

La torre de Babel

El obelisco

Rayuelarte

Arte con colchones

MARTA MINUJÍN

MARTA

MINUJÍN

ARTÍCULOS

MARTA MINUJÍN

MARTA MINUJÍN

• ARTE • 03/10/13

La artista de los proyectos imposibles 2010. Marta Minujín. Una retrospectiva en el Malba permitió recorrer la obra de una artista que se adelantó a su época. POR MERCEDES PEREZ BERGLIAFFA

Acc ion artistica . Destrucción de obra colectiva en París en 1963, en la que participó Minujín. • Etiquetado como: • Marta Minujín Quién, en nuestro país, no conoce a Marta Minujín…? Imposible que pase desapercibida. Extravagante, mediática y especialista en obras de arte de gran escala ubicadas en espacios públicos, Minujín es, probablemente, la artista argentina más popular. Se debe, sí, a sus innumerables trabajos; pero también a la construcción de su “carácter-artista”: ella es parte de su obra.

Minujín, sin embargo, comenzó su trayectoria de muy chica, signada por la dolorosa muerte de su hermano cuando tenía 16 años. Recuerda ella misma que, un año después, por ello, se tajeó las manos intencionalmente (hoy, a los 72, arrastra las cicatrices). En ese momento se recibió de maestra de Bellas Artes. Poco después se hizo conocida como “la chica del colchón”.

Algo de la Minujín de los comienzos pudo verse hace dos años en Marta Minujín, 1959-1989 , su retrospectiva en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Allí se había presentado toda su carrera: desde los trabajos informalistas, sus obras relacionadas con los medios de comunicación –como “Simultaneidad en simultaneidad”, un happening acerca de los medios de comunicación con transmisión en vivo por los canales 13 y 11–, su fuerte experiencia hippie en Nueva York, hasta sus proyectos un poco más críticos hacia Latinoamérica y sus numerosas obras de participación masiva. Fueron las obras con participación del público, las que le dieron popularidad: la Menesunda (1965) creada con Rubén Santantonín, una mujer-instalación gigante dentro del Di Tella, que podía recorrerse por dentro;“El batacazo”, cuatro situaciones en ambientes diferentes; el “Obelisco de pan dulce”, primera obra masiva (1979); y el emblemático “Partenón de libros” (1983) construido con 20 mil libros, por el retorno de la Democracia al país.

Minujín importa porque encarna proyectos imposibles. Sobresale por su olfato inteligente al adelantarse a lo que cada época pide a sus artistas. Y por el riesgo: es una artista mujer que logró destacarse en una época en que la mayoría de las mujeres aun sólo cuidaban del hogar. Disponible en: www.clarin.com/rn/tema/marta_minujin.html

• ARTE • 08/02/13

Los viajes de una artista pop A los ocho años se creía Van Gogh y a los doce se fue de su casa y se anotó en Bellas Artes. En los 60 experimentó con ácido lisérgico y mescalina. Hoy, a los 70 años, reivindica esa experiencia con la que, dice, expandió su conciencia. No falta ni un día a su taller y prepara una retrospectiva en Nueva York. POR EDUARDO VILLAR

1 de 2 ARTE BLANDO. La artista y una de sus obras hechas con colchones. Los usa desde los 60, cuando empezó gracias a un “golpe de genialidad”. • Etiquetado como: • Marta Minujín MÁS INFORMACIÓN • La obra es una línea • Siempre atenta al “ser nacional”

"Casa Minujín” dice un antiguo cartel negro con letras doradas apoyado en el piso de una de las habitaciones del caserón donde ahora trabaja cada día Marta Minujín entre cientos de obras de arte, esculturas de yeso, de hierro o de bronce, colchones de colores flúo, un Citroen 3CV destartalado y cubierto de venecita, fotos, libros, pinturas, vidrios. En este caserón de San Cristóbal que ahora es su taller estaba el local de su abuelo ruso, que fabricaba y vendía uniformes. Aquí pasó Marta Minujín buena parte de su infancia, que ahora recuerda como penosa. “Nací en un mundo muy de locos –dice–, mi familia era medio loca. Mi padre esperaba que yo fuese varón y me peló hasta los cuatro años. Ya en la escuela era una rebelde brutal y supe en primero superior que quería ser artista plástica.”

¿Cómo lo supiste? Lo supe. A los 8 años yo me creía Van Gogh. Entonces iba por el puerto y dibujaba cosas negras, terribles. A los doce me fui a vivir a la casa de mi prima y me anoté sola en Bellas Artes. Hice todas las carreras juntas: grabado, pintura, dibujo, escultura... Hice La Cárcova, la Pueyrredón y

no me recibí de nada. Y me gané la beca a Francia a los 16. A esa edad, para emanciparme, me casé con mi actual marido, para lo cual falsifiqué mi edad, y me fui a París tres años. La infancia la recuerdo como algo horrible que no quiero ni recordar. Mi hermano se murió de leucemia y mi madre llevaba las cenizas por todos lados, mi papá era cazador y tenía ciervos embalsamados. Horrible. Recién fui feliz cuando me hice pop. Porque cuando era existencialista en París no era feliz. Leía El ser y la nada y me deshacía yo. Aunque París me abrió la cabeza. No lo podía creer. Y después me fui a Nueva York y tampoco lo podía creer.

Después de ser artista existencialista en París y artista pop en Nueva York –donde el año próximo hará una retrospectiva en el Museo del Barrio, con curaduría de Victoria Noorthoorn–, eligió en los 70 vivir y ser artista en Buenos Aires por razones que ya explicará en la charla. Por ahora, cuenta que no falta ni un día a su taller; que llega a las 12:30, se cambia y trabaja hasta las siete de la tarde: que si no lo hace, se siente mal; y que trabajó aun el día de la semana pasada en que se casó con el arte en una absurda, delirante ceremonia en el Malba, el día de su cumpleaños. Le pregunto

¿Cómo estuvo eso? Genial. Fue divertido… por la repercusión que una persona se case con el arte, algo invisible, inimaginable. Me interesa que la gente piense que existen otras posibilidades en la vida, aunque uno esté en un rincón, tirado en el piso, y que puede vivir una vida mejor a través del arte, que en el fondo es parecido a una religión.

“Parecido a una religión” dice Minujín que es el arte y después de un breve silencio pasa a hablar de otra “religión”, cuando era hippie en Nueva York, “entre el 67 y el 72, más o menos” y desayunaba cada día con LSD.

Eras un poco hippie. ¡Hippy total…! Vivía en Central Park, después fui a San Francisco… Vivía enganchada en el ácido lisérgico, era una religión, viste, me levantaba y me tomaba 400 microgramos. Fueron 4 o 5 años.

¿Y podías trabajar? Bueno, hacía los dibujos psicodélicos. Que son distintos porque son hechos por muchos, no tienen mucha identidad. El psicodélico no es un arte que esté tanto en los museos. Porque es un arte comunitario. Yo empezaba un dibujo y lo seguía otro. Yo agarraba el de otro… Eramos todos uno.

¿Y todos tomaban ácido? Sí, vivíamos como en comunidad, éramos unos 14 o 15. Conocí a Timothy Leary, estuve en San Francisco con Allen Ginsberg… Todos tomábamos. ¡Todos! Pero era una re-li-gión. Era muy genial. Nadie compraba ropa… A mí me iba bien en todas las galerías de arte y era famosa por el Minuphone y el Minucode, pero nunca más fui a la calle 57 ni a las galerías, no soportaba lo formal. Vivíamos en Low East Side y había una tienda de ropa y una dejaba la ropa y se ponía otra… Y nadie era dueño de nada, nadie era dueño de casa, nadie tenía nada.

Pero era riesgoso, mucha de esa gente se reventó y se murió. O quedaron

ciegos porque tomaron ácido lisérgico y se pusieron a mirar el sol. Otros se volvieron iuppies, que fue lo peor. Acido lisérgico de fin de semana. Tomaban ácido para divertirse.

¿Y ustedes? Nosotros, los hippies del principio, los de Woodstock y la isla de White éramos hippies de verdad. Lo que vino después fue otra cosa… ¡Pero era fantástico! Por ejemplo me miraba la mano y veía la mano de una persona de cien años… A los 28 años me miraba al espejo y era una vieja de 90, me veía todas las arrugas, todo lo que te iba a pasar, todo.

Pero explicame bien, ¿cómo es, se altera la percepción? La percepción es exageradamente fuerte. Se te abren todas las puertas. Entonces por ejemplo, te tomás un taxi, sentís la mala onda del taxi y te tenés que bajar porque no lo podés soportar. No podés soportar la vida… ¡No podés soportar la comida…! Pero en el Central Park la pasábamos bien… leíamos William Blake… Después de tres años de tomar ácido ya te acostumbrás, entonces tomabas el ácido, te ibas a Central Park, te subías a un árbol (aunque parezca increíble), charlabas con otros que eran igual que vos, no tenías contacto con la realidad, comías comida macrobiótica que la hacíamos nosotros mismos en frascos, y vivías ahí descalzo y leías William Blake, leías y te transportabas. Yo en Londres fui a ver la muestra de dibujos de William Blake y me metí adentro. Te metías adentro de las obras… De William Blake o del Renacimiento. Así era. Después llegué a la Argentina, hice el diario ese underground, Lo inadvertido, contagié a todo el mundo del hipismo ahí en el 68, 69, cuando surgió Almendra y todos esos, después me volví a Washington, seguí siendo hippy como hasta el 70 y pico. Post hippie: ya no tomaba ácido porque me asusté mucho. Mucho, mucho, mucho. Cuando dejé de tomar ácido el golpe fue brutal. Y después ya nadie te hacía caso porque llegabas tarde a todos lados, vivías en tu mundo… Entonces te cerraban las cuentas en los bancos, no pagabas, te echaban de los departamentos… Ya eras como vandálico y ya se empezó a acabar el hippismo, todos mis amigos se empezaron a morir, a Timothy Leary lo metieron preso…

Dirías que el ácido lisérgico es una droga intelectual… Totalmente. Y además vos la tomás y lo que hacés es viajar cuatro horas. Y ese viaje es absolutamente maravilloso porque vos ves los colores… Por ejemplo estos colores con los que trabajo ahora creo que son resultado de lo que hice antes. Porque ya me quedó expandida la conciencia, no se me cerró.

Claro, tenés la memoria de eso… No sé si la memoria.

No me refiero a la memoria intelectual, sino sensorial, una memoria de los sentidos. No, yo creo que es la conciencia, se te expande la conciencia. Te mirás la mano y ves la mano de una persona de 100 años, 200 años, no sé, tres vidas.

Una lucidez muy fuerte... Claro. Entonces por ahí te da miedo. Yo me acuerdo que una vez en San Francisco, había ido a dar una conferencia y me agarró pánico de los alumnos, pánico de Berkeley, de la universidad, de todo,

que me pareció terriblemente straight . La gente formal me parecían policías todos. Entonces me tenía que ir y eso te margina muchísimo. Pero al mismo tiempo vivís una cosa inolvidable y para mí es extraordinario lo del ácido. Es maravilloso haberlo vivido. Fue peligroso porque andaba con la marihuana Acapulco gold y 200 pastillas de ácido lisérgico encima y entré en la Argentina cuando nadie sabía eso y los repartí por la calle Florida cuando hice “Importación/Exportación”. Porque yo creía firmemente que todo el mundo tenía que tener la conciencia expandida. Y de ahí salió la maravillosa música de los Rolling Stones y de Los Beatles, y ahí lo conocí a John Lennon y éramos todos iguales... Fue genial. Pero se pasó, ya pasó. Me quedó toda esta mezcla de colores flúo porque era como vivir en flúo. Yo ya no puedo, pero a mucha gente le haría bien abrir un poco los sentidos, “las puertas de la percepción”, como decía Aldous Huxley. Podría gozar mucho más de la vida. Porque vos mirás una flor y te metés en la flor. El tiempo es otro. Agarrás un libro y te metés en el libro, mirás un cuadro y te metés en el cuadro, mirás el cielo y estás en la Vía Láctea.

De aquella época del ácido, ¿tenés obra buena? Sí, pero están vendidas... En el catálogo de la retrospectiva que hice en el Malba hay unos dibujos que hice en un viaje de ácido fabuloso... Pero no tienen valor estético, tiene valor testimonial e histórico. En el MoMA no vas a ver obras hechas bajo el efecto del ácido. No existen en la historia del arte. De artistas borrachos, sí. Picasso era borracho, Modigliani era borracho, todos borrachos...

En esa época ya estabas casada. ¿Tu marido, que es economista, te acompañó en eso? No, ni sabía. Porque yo tengo la capacidad de ser muchas personas en una. Llegaba a mi casa y era con él de una manera, pero cuando me encontraba con los otros era de otra. Y vivíamos mucho tiempo separados porque él estaba en otros estados de Estados Unidos estudiando economía en Columbia, o en Colorado... Y cuando me hice hippie él ya había vuelto a la Argentina y yo me quedé allá. Y mi hijo ya había nacido y estaba acá con el padre.

¿Por qué volviste a la Argentina si te gusta tanto Nueva York? Porque me inspira la Argentina. Si yo me hubiera quedado, hoy sería millonaria. En la Colección Lichtenstein hay 76 obras mías, y en la de Andy Warhol también. Pero si viviera allá, “El Partenón de libros” nunca lo hubiese hecho, ni “El Obelisco de pan dulce”. Estaría haciendo un arte sofisticado y sería de l’école americana.

¿Fue una elección tuya? Sí, fue una elección. Ya me estaban transformando en una artista de la escuela norteamericana, con Nam June Paik y todo el arte tecnológico. Pero cuando llegué acá dije: con esta realidad tan obtusa y cerrada hay que acostar al Obelisco. Después hice las esculturas de las caras cortadas, frente a lo multifacético de esta sociedad en la que tenés que acostumbrarte a tener siete presidentes en una semana, el dólar que sube y baja... En Nueva York, estaría haciendo un arte súper sofisticado que no tiene nada que ver con la esencia argentina. Entonces prefiero ser argentina, quedarme acá y listo.

¿Pero valorás ese arte tan sofisticado de Nueva York? Sí, es un arte fantástico, todo lo que hacen es extraordinario. Por eso hay gente que se quedó ahí. Además los artistas son muy valorados. Acá no... Acá yo soy valorada pero tipo payasesco...

No hay en la Argentina un artista tan popular como vos. ¿Cuánto de esa popularidad se debe a tu arte y cuánto a tu personaje? Porque no hay tanta gente interesada en el arte... No, pero ahora está interesando más porque es la única manera de salvarse de la realidad terrible que vivimos. Y por eso lo de casarme con el arte fue tan importante. Porque muestra que todo es posible en el mundo del absurdo y de lo inmaterial. Vos podés estar en una cueva, siendo pobre, y con tu imaginación –si leyeses libros y no mirases toda la basura que hay en la televisión– estarías bien. Hay una posibilidad de sentirse bien a través del arte. Yo creo que la gente lo sabe. Por eso el otro día cuando me casé con el arte dije “ojalá mucha gente que gasta plata en Punta de Peste haciéndose casas de quince millones, hagan museos privados y muestren el arte de los argentinos. Los norteamericanos en la década del 50 les quisieron ganar a los franceses y se propusieron revalorizar a Pollock, a Rothko, a Barney Newman, y los revalorizaron y les ganaron... El mismo Andy Warhol vale más que un Van Gogh ahora. Eso lo hicieron los norteamericanos con una fuerza de conciencia nacional. Fue un plan nacional para ayudar al arte y convertirlo en una fuente de turismo. En todas las provincias debería haber museos para que la gente vea el arte de los argentinos y no que vaya a comprar arte afuera.

¿Muchos argentinos compran arte afuera? Muy pocos. Habrá 15 o 16. Pero hay y lo tienen escondido. Lo compran en Art Basel y lo traen escondido. Y nadie sabe lo que tienen. Pero no compran arte argentino. Porque ¿yo cuántas obras tengo aquí en el taller? 650 o más...

Es que compran arte no como obra sino como una inversión, como si compraran bonos... Claro, si comprás un Botero después lo vendés en cualquier lado.

¿Qué te parece arteBA? Yo odio las ferias. Te hacen sentir mal mal porque hay mucha ansiedad por vender y los artistas se sienten mal si no venden. Es un espanto. Yo nunca pensé en vender. Hacía arte porque quería y si vendía, era un milagro...

¿Este dominio del mercado y esa ansiedad por vender condicionan la producción de los artistas? ¿Crean lo que pide el mercado? Si son malos artistas, sí. Hay muchos escultores y pintores, pero hay pocos artistas. Artistas hay contados en el mundo. Jeff Koons no es un grande... Ni Damien Hirst, son fenómenos del mercado... No son Rauschemberg ni Picasso ni Dalí.

¿Qué hace que un pintor o un escultor sea artista? ¡Que sea auténtico...! Y que no se contagie con todas las corrientes que lo involucran. Y que no le haga caso a nadie. Yo abandoné los colchones porque no tenía taller en

Nueva York. Y volví a los colchones, que es algo que inventé yo, y tuve la valentía de volverlos a hacer sin tener miedo de que digan que me repito. Muchos tienen miedo y piensan: “¡Ay, no, todos los años tengo que hacer algo nuevo!” Yo hace 47 años con “La Menesunda” hice obra site-specific, que ahora es lo último; fui la primera artista en el mundo que hizo arte con televisión con “Simultaneidad en simultaneidad”; todo eso se está revalorizando en el mundo como obras pioneras hechas en la Argentina. Pero todo eso fue posible en esa época gracias a que había grandes hombres, como Romero Brest, Julio Payró, Córdoba Iturburu, que pensaban y eran filósofos... No hay ahora grandes pensadores del arte; lo que hay son críticos a los que les pagan por escribir, ése es el drama. Pero no hay filosofía del arte. El mercado arruinó todo.

¿Cuándo empezó? En la década del 60 en el mundo entero había pensadores sobre el arte. Pierre Restany, Lawrence Alloway... Cuando aparece el Pop rompre todas las estructuras. Pero sobre todo porque Estados Unidos quiere ganarles a los franceses, quiere haber sido impresionista, quiere haber sido fauvista, y no lo fue. Entonces con el action-painting ponen todo en sus artistas. Lo que habría que hacer aquí es poner todo en los artistas argentinos, sean buenos o malos... ¿Por qué Alan Faena gasta 100.000 dólares en traer artistas extranjeros? ¿Por qué financia tan pocos argentinos? Porque no cree que valga la pena pagar 30.000 dólares por una obra argentina. Por eso muchos artistas no tienen plata, trabajan de profesores... Hay muchos artistas buenísimos en la Argentina. No sé si son tan geniales como yo, porque tampoco el mundo puede producir tantos buenos artistas. En el Renacimiento estaban Leonardo y Miguel Angel y en los 400 años siguientes no pasó nada, eran todos rococó y barrocos. Hasta el impresionismo. Entonces la década del 60 hizo boom. Pasó en el rock, en la literatura, en el cine. Antonioni, Fellini, Godard, Truffaut... ¿Cómo vas a comprarlos con Stephen Spielberg que es puro tecnicismo? No podés, faltan ideas. La gente no cree en la abstracción ni en las ideas. Hace poco releí El arte de amar , de Erich Fromm, y leí Elogio del amor , de Alan Badiou. Badiou no le llega ni a los talones a Fromm. Tampoco hay ya grandes filósofos... Toda la libido quedó en Internet y en las comunicaciones, que fueron un cambio brutal...

¿En qué momento empezaste a hacer la artista que sos hoy? En los 60, cuando agarré el colchón de mi cama y lo puse en una obra. Con el colchón, descubrí el arte blando y después el arte pop y después el arte conceptual. A raíz de ese colchón me liberé por completo de la pintura y del relieve. Necesitaba una forma blanda, entonces agarré mi colchón y lo clavé y desde entonces soy igual. Fue un golpe de genialidad.

¿En Nueva York te sentirías tan cómoda hoy como en los 60? Los americanos eran muy abiertos en esa época. Ahora no estoy tan segura. En el MoMA me encontraba todos los días con amigos y nos divertíamos como locos. Ahora hay miles de personas, no hay un café donde sentarse, es muy desagradable. Ya es un shopping. Aunque esté Picasso. Con el Pompidou es lo mismo...

En el 63 destruiste toda tu obra en un happening. ¿Volverías a destruir hoy todas tus obras? ¡Sí!

¿Por qué? ¡Porque me gusta! Disponible en: www.clarin.com/rn/tema/marta_minujin.html

• ARTE • 31/01/13

La gran bestia pop: Marta Minujín festejó sus 70 casándose con el arte Fue anoche, en el Malba: la boda fue una nueva obra colectiva de la artista. Hubo torta, ramo y paseo en mateo. POR GUIDO CARELLI LYNCH

1 de 3 Glamour a lo Warhol. Un momento crucial: a ver quién se saca el anillo, y a soplar las velitas./FOTOS JUANO TESONE. • Etiquetado como:

• Marta Minujín Mientras los invitados, los curiosos, las cámaras, las señoras, los modernos –todos– se amontonaban en la explanada del Malba para verla llegar, Marta Minujín apuraba el paso en la puerta trasera del museo para pasarse del Citröen gris a un mateo blanco. La custodiaba una corte de mujeres de negro a su imagen y semejanza; con gafas de aviador y pelucas rubias. Vestida de novia, la Minujín original y su tropa se subieron al mateo y dos vueltas a la manzana después, la artista pop más influyente de la Argentina hizo su entrada triunfal, nupcial y performática. El día que cumplía 70 años, la Andy Warhol argentina festejó sus 50 años de obras, casándose con el arte. No fue por capricho; fue una idea de Silvia Braier para recaudar fondos para los programas educativos de la institución que preside, la Asociación de Amigos del Malba. Más de 250 personas pagaron 100 pesos para participar la nueva obra colectiva de Minujín.

La vivaban, le lanzaban serpentinas y le cantaban el cumpleaños, ella saludaba, como una reina, compenetrada con su papel de novia. De espaldas, sin esperar demasiado, lanzó el ramo. La histeria por conseguir las flores eran reales. Una vez adentro del museo, la recibió una marcha nupcial distorsionada, música, tragos, proyecciones con imágenes de Marta joven y quesos presentados con la forma de algunas de sus obras icónicas, como el Obelisco y el Partenón.

“Hola-Hola-Hola”, rompió el hielo antes de agradecer que Eduardo Costantini –el presidente de la Fundación que administra el Malba– decidiera gastar su dinero en el mundo del arte. “Espero que todas las novias de la Argentina, antes de casarse con sus maridos, se casen con el arte”, dijo. Después anticipó que lo próximo era “morir y vivir, con el arte”, un “suicidio” televisado con luces de neón.

“¿Vino para apoyar al Malba o por Marta?”, le preguntó este cronista a una de sus amigas entrañables, la galerista Orly Benzacar. “¡Por ella! Marta-Marta-Marta”, repetía y parafraseaba la fórmula de la artista “Arte-Arte-Arte”. “Es una grande”, agregó.

En tanto, Minujín sorteaba una joya-escultura de plata de su colección “Contemplando la eternidad”, donada por el joyero Jean Pierre. Su amigo de toda la vida y colega Rogelio Polesello le obsequió una de sus obras: un “70”, realizado con lentes por el que se veía un corazón; un anticipo de la obra simbiótica que ambos artistas preparan para la próxima edición de ArteBa. “Esto es sensacional, me divierte. Yo también me casé con el arte, pero me separé, me volví a juntar: Marta fue más consecuente”.

El escritor Carlos Gamerro, que dicta cursos en el Malba, también fue de la partida. “Ojalá yo pudiera tener 50 años en el arte”, imaginó. A su lado iba Victoria Noorthorn, que prepara una nueva muestra de Minujín en Nueva York. Alejandro Corres, Julia Converti, de ArteBa, y la coleccionista Sara Smith también estuvieron, igual que el marido de la artista, su hija y su nieta

en común. Los diseñadores del vestido, Edgardo Coton y Mario Vidal, dijeron que no necesitaron bordados: “El brillo lo aporta Marta”.

Para el final quedó la torta, de varios pisos –el último con la cara de la artista– más aplausos de “Feliz cumpleaños”. “La pasé tal cual lo preví”, le dijo Minujín a Clarín. “Yo estuve siempre casada con el Arte, pero ahora le puse papeles”.

-¿Y alguna vez te separaste?

–¡Nunca! ¡Jamás! Disponible en: www.clarin.com/rn/tema/marta_minujin.html

• ARTE • 12/05/11

Abre la Torre de Babel hecha con 30 mil libros Se la puede visitar gratis en Plaza San Martín, de 10 a 22, hasta el viernes 27. Hay que sacar turno.

LA OBRA. ES DE MARTA MINUJIN: TIENE OCHO PISOS Y 28 METROS DE ALTO. • Etiquetado como: • Torre de Babel • Marta Minujín La Torre de Babel, hecha con 30.000 libros de todas parte del mundo por la artista Marta Minujín, quedó ayer oficialmente inaugurada en la plaza San Martín. A partir de hoy y hasta el viernes 27, se podrá visitar como parte de las actividades por la designación de Buenos Aires como Capital Mundial del Libro 2011.

“Es importante que todos vengan, ya que esta es una obra de participación masiva”, invitó Minujín tras el acto encabezado por el Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y por el ministro de Cultura, Hernán Lombardi. Para visitar la torre, hay que pedir turno en www.capitaldellibro2011.gob.ar o en el puesto de informes ubicado junto a la obra. Entre las 10 y las 21 (hora máxima para sacar turnos) se organizarán grupos de 100 personas por hora. Cierra a las 22.

La torre es una obra de arte urbana y efímera de 28 metros de altura y unos ocho pisos . Está hecha con libros de 54 países como Arabia Saudita, Cuba, China, Finlandia, Japón o Siria. En la planta baja hay ejemplares de todo el mundo; en el primer y segundo piso de América; en el tercero y el cuarto europeos; en el quinto de África, y en el sexto, de Asia. Los 30.000 libros, que fueron donados por vecinos y embajadas, están colocados en paneles metálicos, formando una torre helicoidal iluminada y protegidos por bolsas plásticas.

El 27, último día, los visitantes podrán llevarse un libro. “Con los que sobren se armará una Biblioteca de Babel con ejemplares en muchos idiomas y dialectos, que quedará por siempre como una forma de esparcir la creatividad y cultura de todos los pueblos del mundo”, anticipó Minujín, que con su obra intenta “unificar todas las razas a través del libro”. Disponible en: www.clarin.com/rn/tema/marta_minujin.html

                                                                     LA DESTRUCCION (1963) Performance con la participación de Christo, Lourdes Castro, Manuel Hernándes, Eli Charles Flamand y Eric Beynom. Impasse Ronssin. París. Francia. En un terreno baldío, Marta Minujín organiza una exposición al aire libre de sus obras, estructuras cubiertas de colchones pintados. Cada artista participante es invitado a realizar una obra sobre las expuestas: Lourdes Castro cubrió una de ellas con pintura de spray plateada; Manuel Hernández hizo lo mismo pero con pinceles y con un estilo expresionista abstracto; Eli Charles Flamand, con guantes de goma y tijeras de cirugía, cortó algunos colchones; Eric Beynom recubrió con crema una obra y Christo envolvió a Minujin junto a otra de las obras. Un personaje vestido de verdugo comienza a destruir las obras mientras Minujín se libera de sus ataduras. La artista rocía las obras con nafta y las quema, al tiempo que libera 500 pájaros y 100 conejos. Disponible en la página official: www.marta-minujin.com/