sensacional de letras

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Manteca Literaria. Letras urbanas desmaquilladas al ritmo del Festival Cultural "La Yoshokura"

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Page 1: Sensacional de letras

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José Luis Castillo GonzálezEDITOR

Francisco Calderón MagañaDISEÑO

COLABORAN EN ESTE NÚMEROGustavo OgarrioAlejandro BáezÁngel Cortés

El Pinche Envidioso

CONTACTO

www.layoshokura.com

@Yoshokura

La Yoshokura

[email protected]

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta pu-blicación, por cualquier medio o procedimiento, sin para ello contar con la autorización previa, expresa y por escrito del editor. Toda forma de utilización no autorizada será perse-guida con lo establecido en la ley federal del derecho de au-tor. Derechos Reservados Conforme a la ley, (México 2013).

Idiosincrasia¿Qué significa el nombre de tu pueblo?Lugar donde crece el maíz que alimenta los sueños¿Y el tuyo?El nombre de mi colonia significa, donde hay perros secos y vírgenes en los balcones fumando.Ahí si me hinco.

Mamuts, CIERTOS locos y tus labiosSomos desbarrancadero y estela de la horda que un día caminó por el follaje¿Sientes el beat que trota por tus dedos? Es el eco del estertor de la manadacuando pega la madrugada.

Sube el volumen un poco más y asómate, ahí abajo nadie nos conocey nuestras sombras son la verdadera piel de este valle.

MANTECA LITERARIA

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Me gusta el crujir de esta ciudad al abrir sus piernas. Pese a que toda mujer bella tiene hijos vanidosos con faltas ortográficas hasta para ha-blar. Pero venimos al dancing mestizo reinita: Te mojas, luego existo. Bienvenidos al espectá-culo de su alteza histérica, el punkñetero bece-rro de oro, merolico hipnotizador de las masas hacedor de milagros igualitos a los del Santo Patrono “Beto, el Boticario”. Mago, magazo. “Ya no me temen, ¿qué más hago?” Esperan la brisa tibia de mi desvío y sonríen como si barni-zaran el cadáver de su mascota. Que ganas tan jijas de volver donde fuimos nuestro propio af-ter. A sudar la ñonga iluminada y que huela a carnitas en pesero. Yepa.

Si fuera otro el tiempo seriamos Adelitos ne-gros, boticarios de pueblo, mercachifles agua-mieleros, chamanes pozoleros, maestros des-orejados, guerrilleros en salsa. Pero nos tocó parir el ruido, la última frontera. El puerco y digno escándalo. Somos el abandono. Naci-mos en su escenario y sobre su lomo peregrina-mos. No me toquen por que estallo y mis vís-ceras, dice mi madre, no son baladas blandas. Mi lengua es la patria y mi himno tus quejidos. Nadie sabe lo que cuesta llevar penacho des-pués de los míticos 33 años. Así Yepa.

Deléitate con mi perfil griego. Se me sale lo romántico por la camisa y eso que ni la capa y bombín alcanzamos, ni la palabra canta. Dé-jate de mermelada y regrésame a las cavernas nasales. Mucha ropa y poco baile. A ver quien

se agacha más para verle las nalgas a su som-bra. Me gustas más de transformer, coqueta. Que les bailen otros dioses yo me voy a Co-lombia. Yepa.

Salivita iluminada, sácale el taco con elegan-cia a esta guerra ajena. Axila destetada. Dea-ler del Suadero mórbido llamado cultura. Muera el folclor y la terapia. Y aunque no lo crean, en nuestra decadencia seremos el ver-tedero, gangrena santa que purifica y se de-fiende del imperio enajenado. No insulto ni entretengo, ensalivo mi defensa y brinco para inquietar al perverso. Batracio electrónico no-nato. Puro francotirador. Yepa.

Fuimos camerino en la banqueta y polvare-da cósmica en el trance sonidero. Diez años después y somos peluca extraviada y el gorila en llamas fugitivo en la nevera. Que terrible debe ser entretenerme y después perderme. Me aburres, contágiate de lepra y aviéntame un pedazo. Yepa, Yepa, Yepa.

SILVERIOEL IMPERIO DE LA SALIVAPor: Camilo Guanabacoa

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Muchos de nosotros hemos llegado tarde al gran banquete de lo “alternativo”, somos quizás una vieja estirpe de metal y de tum tum tribalizados por las herencias de los géneros duros y ronda-mos con descrédito por los pasillos de esas van-guardias actuales liberadas casi de política. Diga-mos que estamos atados a nuestra frágil memoria de cucaracha sin cabeza: ¡Oh, dioses de la mo-dernidad desgarrada que en el año de 1992 traje-ron desde la metrópoli ahora de aparente ensue-ño multicultural, Nueva York, a The Ramones para que se batieran a dos clavados de tres con la gran banda submarina en el ex balneario de Pan-titlán, con esos hermosos punks mexicanos que nada tenía que ver con el refinamiento estético de Johnny, Joey o Dee Dee, pero hermanados hasta la saciedad por un sentido casi idéntico de la renuncia y la velocidad!

Sin embargo, mi voz de terodáctilo inhóspi-to también reclama su parcela de actualidad incomprendida. Subyugado por ese fabuloso desafío que simplemente puedo identificar en proyectos fundacionales como el Nortec Co-llective, por ejemplo, presiento la brisa de una época sin aparentes jerarquías entre música cul-ta y música popular, una era que se parece más a un gran baile que cierra las calles del barrio que a un concierto de altos decibeles greñudos que vivieron hasta sus últimas consecuencias el culto por la banda de heavy metal. Por mo-mentos siento que yo también vengo de una era envuelta en el nombre de Tijuana Sound Ma-chine y su Boulevard 2000.

¡Pero esto, señoras y señores, es dance music!, me dice mi inconsciente perruno que no alcan-za a identificar la transferencia de ese goce in-mediato cuando bailo al Nortec. También me digo en voz baja: aquí están resueltas las heren-cias de los grandes sonideros de los años seten-ta, la música electrónica y los bailes populares: la dance music abraza y electrocuta dulcemente a la música norteña; el acordeón y la música de viento como una prueba de lo real ante el temi-ble Tenori-on, en el vértigo de la programación digital, del sampler o del DJ omnívoro. Aquí está en toda su complejidad de aguacero la vida de penetración mutua en la frontera, los largos años dorados en los que sólo brillaba La Estre-lla de la Calle Sexta en Tijuana.

En el manual de aficionado más o menos desin-formado en el que me voy transformando, lucho por sostener en pie algo de mis pasiones de in-

fante marino y voy al encuentro de sonidos du-ros sin ser ásperos o de poesía casi hermética o en clave altamente simbolizada (La Barranca), pero también de esas bandas que mezclan gozo-samente ska con cumbia o con lo que se les pe-gue la gana (Panteón Rococó, Los de Abajo) que asaltan las categorías de la crítica con ciertas alu-cinaciones basadas en el surf sin playa o, mejor, de surf urbano ya asfaltado (Lost Acapulco), o ya de plano el surf actual en su versión más solven-te (Los Straitjackets). Lo confieso: soy un devoto del ska, el más viejo ska me hace sonreír ante el malecón imaginario que puede ser tanto la Ave-nida Madero o el Libramiento, el ska más nuevo me derrota en noches de whisky sin turbulen-cias. Recibo con devoción cierto resurgimiento del punk en una versión un poco descafeinada y sin política de barricadas de por medio pero que confirma la fuerza bruta y directa de la herencia de grupos como The Ramones, The Clash o el mismo Sex Pistols o The New York Dolls.

En su forma tradicional, el concierto masivo muere de soledad masiva y se abren paso los fes-tivales que en nada se parecen ya a Avándaro, co-mercializados al máximo y navegantes de la pu-blicidad a gran escala. Soy un escéptico del ¡Vive Latino!: demasiado anuncio corporativo como para sentar las bases de un mínimo acto liber-tario, demasiada carga de policía a la entrada, en su nuevo orden mundial de compra por ticket se van quedando dormidos los toquínes popu-lares, las tocadas asmáticas de los ex balnearios o la toma por asalto de la explanada del Palacio Municipal; en su profesionalización macroeco-nómica también se gana en nitidez y relajamien-to muscular y el espectáculo de masas se con-firma rey de la época cuando miles y miles se meten en las venas tanto género mezclado con una suavidad que a veces aturde. Por el momen-to no hay nada más que declarar. Tengo un plie-go petitorio para la Yoshokura: pido que llevan a Morelia a cowboys como Jaime López o León Chávez Texeiro y/o a lo que queda de El Perso-nal de Guadalajara o al mismísimo Haragán y Compañía, se verían muy bien en la foto al lado de toda la infantería contemporánea; veto de por vida al Tri de Televisa o del PAN, según se le quiera ver; que atenten contra el tradicionalismo defensivo de cierta gazmoñería moreliana y que abran las puertas del festival al “vulgo”, a la “gle-ba”, que no se hagan del rogar y que completen su noble labor de cosmopolitizar lo local y de lo-calizar lo cosmopolita en este valle de lágrimas del Guayangareo. Amén.

TUMTUM Por: Gustavo Ogarrio

PRESIENTO LA BRISA DE UNA ÉPOCA SIN APARENTES JERARQUÍAS ENTRE MÚSICA CULTA Y MÚSICA POPULAR

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Ahora lo sé. Mis entrañas son de papel. Así de fá-cil arden. Así de sencillo se mojan. Por cualquier cosa se maltratan y quedan terriblemente echas bola. El ácido estomacal es tinta negra. Tinta al-berca de las emociones. Tinta océano de las vi-vencias. Mar muerto del día a día. Peor tantito cuando se alza la marea y sube el oleaje. Cuando me pega el hambre en las costas y las costillas. Cuando el estómago reclama alimento, salgo a buscar historias.

Con tripas de papel y de digestivo la tinta, la ver-dad es que no me quedan muchas opciones para vivir medianamente bien, en el sentido de co-modidad personal y no financiera, cosa a la que, también en la reflexión, me doy cuenta que jamás podré alcanzar, por vicios, desidias y desquicios.

Así pues hoy, lo admito. Ya me chingué. Me en-sarté solito y no hay a quien culpar. No quiero hacer otra cosa en esta vida corta, de hueva, in-tensa, poca madre, parensequemebajo, sexosa, nadiemepela, ñoña y surreal que me tocó, más que escribir. ¡Y que desaparezca todo lo demás! Lo digo así. Con la tipografía más rayada del mundo, en mayúsculas y subrayado.

Pero, no siempre estuve, ya no digamos seguro, si no emberrinchado con una decisión como lo estoy ahora. Neeee. Yo fui soñador como todo buen chamaco de mí estirpe, “los algodones de azúcar” Así deberían llamar a todo aquel moco-so que viva una niñez cercanamente parecida a la mía. Ahí les va: Tarde tras tarde sentarse frente a la televisión con 5 pesos de lagrimitas (que para ese entonces era casi un kilo de esas madres, me cae), unos 3 duvalines, 2 pesos de chicles de boli-ta, traducidos a unas 20 piezas de goma de mas-car o 4 bolotas pegadas debajo de la mesa del co-medor; un esquimo de vainilla y 2 paletitas de pollo o manita (las clásicas). Y después de tanta azúcar, harina y bombardeo de la tele ¡Puta! El gordito soñábase “Power Ranger” o aventurero como “Indiana Jones”. Fui súper campeón aun-que no corriera más de una cuadra sin sacudirme todo y sudar, fui “Gokú” y “Ramón Ramírez”. Y las luchas eran otro pedo, “Máscara Sagrada”, “Atlantis”, “La Parca”. Chillaba como puerquito y me montaba en el sillón cuando salía el amo de los ocho ángulos, el maestro de las artes marcia-les más cabrón de todo México: ¡Octagón!

Por alguna extraña razón, todos mis héroes de la infancia tenían máscara o algún disfraz, siempre suplantando si identidad original. Tal vez haya algo oculto ahí, tal vez siempre he querido ocul-tar mis sentimientos del mundo, o quizá sufro de

personalidad múltiple, aunque la teoría que sos-tengo es que, siempre me he sabido feo y no quie-ro que todos me sigan viendo la jeta. Total. Que en la infancia mis sueños iban por autopista, to-dos en chinga. No sabía de la vereda México–Te jodiste, que era la realidad por la que transitan millones de sueños rotos, me esperaba años más tarde en la caseta de la vida de a de veras.

Uno a uno los sueños se fueron quedando cie-gos, fueron atropellados o simplemente ignora-dos, condenados a vagar la vida eterna en enso-ñaciones, entonando una lastimera tonada que haga notar su desespero, tristeza y jodido estado. Se volvieron ciegos por que quisieron y optaron, opté, sentarlos en una esquina y llorarlos en lugar de hacer la intentona.

El paleontólogo se fosilizó debajo de programas del discovery channel, el luchador ni se alcanza-ba a ver el “pilín” debajo de la panza; el cura se

arrepintió de milagro; el militar de soldadito de juguete no pasó, no fue ni cabo, ni cupo más en las aspiraciones; el chef no tenía huevos, así que-daron en repisa los sueños. Pero ya fue mucho caer en el hoyo como para no sacar un clíchesco y rico argumento salvador, aquel que nos devuel-va la fe en el mundo y los dioses.

La solución llegó en el limbo. El putero de los sueños corrompidos, el lugar donde las morras de primaria inalcanzables ahora me bailan cada que cierro los ojos. Ahí, en el centro cultural de las emociones encontré desesperación y miedo, a no saber cuál era el siguiente paso, la salida más próxima, e hice lo que siempre. Escribí. Como lo hice a los cuatro para reclamar a mamá que era enfermera y trabajaba de noche, el que o nunca estuviera o si lo estaba, era dormida. Escribí con crayola y mucho coraje. A los once en un ejercicio de biografía, declaré que el mejor día de mi vida fue cuando nació mi hermana, morena, chapa-rra, desmadroza, caótica, mi antítesis. Años des-pués ella encontró la libreta y me develó ante mis padres, se burló a más no poder, y lo único que hizo fue darme la razón, si fue el mejor día de la vida. Y así llegó. Escribir. Siempre has, he, escri-to, las fobias y las entrañas siempre te han empu-jado a una libreta. Las letras han sido siempre la tabla, que es límite y borde entre el barco salva-ción de lo aburrido, de lo típico y el océano de tinta y desventuras, de duro y rudo oleaje, hogar de monstruos marinos inimaginables.

Pero aquí estoy, al borde, listo para saltar. Lle-vo todo lo que necesito para el más dulce de los náufragos suicidios. Está mi pluma, mi libreta, mi aparato reproductor (de música) con tantas y tantas voces que me hablarán al oído, llevo tiras de condones como cartucheras de balas, y no lle-vo agua. Si me da sed, beberé del océano, si me da sed tomaré de ahí, agua salada de las emo-ciones, de lágrimas y sudores, y no será locura, será dejar que, de a poco, yo también me vuelva océano, yo también me vuelva historias. Play al reproductor. Una reina canta al oído y desata la locura. Mercury y voz.

“…Are you ready/ are you ready for this/ are you hanging on the edge of your seat/ out of the doorway the bullets rip/ to the sound of the beat/ another one bites the dust…”

LLEGADA AL PUNTODE PARTIDA Por: Ángel “Perro” Cortés

NADIE TE VA A DEJAR UN TÚNEL LIMPIO Y PAVIMENTADO. ES TU PROPIA CABECITA, NENE. ESCÁRBALE PARA ADENTRO. EN LO TIBIO Y EN EL EGO. SI ESCRIBIR YA NO ES HISTERIA NI SANAR. DÉJAMELO MÁS BARATO EN ESTA ÉPICA DE LAS UÑAS, NADA MÁS PARA LOGRAR VER LA LUZ Y QUEDAR CIEGO Y EXPUESTO.

ELNIÑOTOPO

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Ni cómo adivinar el clima con un cielo confu-so, sin saber si el sol permearía las filas largas o una que otra nube lo taparía para orinarnos un rato. No importaba. Ese nueve de noviembre nos dimos cita los que teníamos que estar. Amaury, Gandhi, Erika, Gaby, Ángel, Luigi, Dante y yo. Ellos esperaban y eran parte de la cola de dra-gón que había para entrar al Palacio del Arte; en-tre gritos, festejos, alegría, desmadre y júbilo por querer ver y escuchar a Café Tacvba. Por mi par-te estuve recibiendo a la prensa chaquetera que según iba a “cubrir” el evento. Ir por ir, escribir o grabar cualquier madre y sacar la chamba. Tomar fotos a lo pendejo y decir que fue-ron al concierto.

El inmueble no se llenó, las personas pusieron men-guado interés a Durazno Sangrante y a Mexi-can Dubwiser, quienes fueron los teloneros de los Tacvbos. Posteriormente con baile y salón pa’ rato, la músi-ca esperada empezó a colorear el humor de los presentes.

Pero no el de nosotros, cada uno tenía el semblante seco. Fantas-mal. La sonrisa dibujada que se cer-cioraba de equilibrar la tristeza, de hacernos saber que él estaba presente. Ahí, donde lo seña-laras. Allí a un lado mío, tuyo. De todos.

“Como te extraño mi amor por que será…” Cimbró en los oídos de la gente. Euforia in-mediata. Esa sí se la sabe el mocho moreliano. Mientras a mí me recorre el sentimiento de aho-go. De pena. Un espectro que tantea mi cuer-po, que me apuñala con el recuerdo. Y ni cómo verte a través de las persianas. Ahora sólo queda llevarte las flores donde yace tu corporeidad, tu prisión amorfa de esta disoluta vida. La ingra-ta que a tu manera, era más pinche que bonita.Podría no existir ese momento. Ser una inven-ción mía. Que el cero y uno escuchado sea una creación pueril. Una simple cosa. Que la con-junción de miles de personas, de entes bailan-do al son de la música, en el ruedo, en las gra-

das, fuera pura imaginación para creer que en algún rincón me saludarías. Para decirme en la jeta que la locomotora de tus días debía parar. Que las riendas estaban destorlongadas. Que la cuestión era volver a comenzar, por eso te-nías que dejarte caer. Llegar al fin de la infan-

Mira que qué chingadera recibir tu partida al mediodía.

El concierto avanzó y por fin apareciste. De ex-presión tranquila, con tu niño y tu niña en bra-zos. Te colaste, estabas en el escenario justo debajo del teclado. A la vista de todos. Rubén Al-barrán te dedicó un pensamiento, dijo: “Para to-dos aquellos que ya comenzaron su camino hacia las estrellas, deseando que tengan buen camino,

que lleguen rapidito. Que nos manden una bendición desde allá, para to-dos los que estamos aquí todavía” Esa noche, a pesar de todo, fue tu noche. 22 años. 22 canciones.

Un par de rolas más y fue todo. El inmueble empezó a vaciar-

se, nos quedamos sin ganas de ir a un bar, por muy

Tacvba que fuera éste, pues traíamos un pu-

ñal en el corazón. Nos to-mamos la foto del recuerdo

y partimos a casa de Amaury y Gandhi a seguirla, lo que ter-minaría en condescendencia his-triónica con las botellas. Lo que me llevó de la mano hasta por el más mísero sentimiento, dán-

dole connotaciones catastróficas, imperantes; al grado de llegar a aceptarlas

como normales, elocuente. Necesarias.

Congoja noctámbula de tragos encima y el re-cuerdo a flor de piel. De lágrimas a escondidas y siempre volteando hacia la pared, no sea que me vayan a ver. No sea que te vea y no sepa qué decirte. Qué te digo. Lo implícito o mi sentir por tú egoísmo. Siendo mí ser más egoísta por juzgarte y no entender los porqués.

Te escribo y recito una letanía con los enanos que maquilan el recuerdo. Los que están. Aho-ra que no te veo. Aquí comparto con el perro pedinche que está a mi lado en esta taquería tu recuerdo y el almuerzo. No se llena el desgra-ciado. Como tú, que no te bastaba el mundo, no te entraban del todo las opiniones, siempre quisiste más. Así eras tú, así te fuiste.

FOXEL Y EL FINDE LA INFANCIA(Al acabar esta canción tengo algo que contarles)Por Pinche Envidioso

ELPERROPEDINCHE

cia, de tu niñez. Eras un niño cabrón. Un niño que ya cuidaba a sus niños.

Pero no te preocupes, que esa noche bailamos, cantamos, nos reímos. Te extrañamos. Total, qué más hacemos de este lado del camino, don-de el espacio compartido por nosotros, tus ami-gos, recordaba en cada verso, en cada estrofa lo que eres.

Nadie pensó que habrías de buscarnos de ma-ñana. Tus llamadas solían ser de noche: “va-mos a platicar”. Era tu frase. Eso bastaba para salir a charlar de madrugada, con tus pensa-mientos melancólicos, tus dudas y tus vivezas.

FOTOGRAFÍAS INSTANTÁNEAS DE LA INSATISFACCIÓN O NUESTRA PARTICULAR VERSIÓN DE LA POSMODERNIDAD CON HUMOR ÁCIDO Y CORROSIVO. ESCRIBIR PARA PEDIR, COMPARTIR Y DESPEDIR. SI NOS EDUCARON EN CHILLAR PARA ADENTRO, EL CONCIERTO ES LA ARENA DONDE TE ABRAZAS A HUEVO, INCLUSO DE LOS QUE DECIDIERON CUANDO Y COMO IRSE.

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El scrach scrach ronda por todo el ámbito. Las lu-ces destellan y la gente se mueve al ritmo de pe-lícula antigua, de esas que no llegaban aún a los 24 cuadros por segundo. Bum bum trash trash shuit shuit pum pum y las manos levantadas se agitaban al ritmo de Suite Tropical de Sussie 4. El primer concierto presentado por la Yokoshu-ra es un éxito. La juventud trum trum plam plam plam trash plam plam trash y la voz electro acús-tica inundan el ambiente.

La oscuridad cortada a cuchillo por los destellos de luz no deja ver nada. El tuerto es rey en el rei-no de los ciegos. Mientras la carnaliza se agita y regurguirita al ritmo de los DJ’s, una sombra im-ponente, como salido de un relato de H. P. Lo-vecraft, se desliza por todo el XO KLUBB PRI-VADO. Repta por las paredes, el techo, el piso, la gente. La sombra aparece y desaparece al propio ritmo de los estrobos. Bum bum trash trash shuit shuit pum pum trum trum plam plam plam trash plam plam trash. Si se agudiza el oído, esta trae su propia melodía:

Dubi dubi dubi didu. Yo bailo el dubididú. Tú bailas dubididú. Todos al dubi dubi dubi didu dubi dubi dubi didudidú. El saco largo, hasta casi las rodillas, la cadena de leontina pendiendo sobre una pierna. El sombrero de ala corta, con banda negra y la siempre presente pluma germi-naba para identificar al pachuco de pachucos. El Rey del barrio, el que es músico, poeta y loco. Es un muerto que no hace ruido. Germán Genaro Cipriano Valdés Castillo, recordado como Tin Tan está presente en el evento de la Yokoshura.

--¿Le gusta este tipo de música, Tin Tan? No es lo que usted cantaba, bailaba y parodiaba en sus presentaciones en El Patio o en las películas que hizo…“Silabario que me gurgurita este ritmo amerique-que. Guachea cómo muevo los pies”.

--Pero sus ritmos son los tropicales, la canción vernácula, el boggie, el rock’n’roll…“¿A poco me estás diciendo petarrillo? No te espon-

jes, carnalazo. Si este ritmo lo inventó un carnaval que andaba un poco pistolero. Y como andaba rete briaguillo se tragó el tapón de la botella. Y le bur-buneaba aquí en la bodega de un Laredo para el otro (…) Guáchelo efectivamente”.Y sin perder el brillo de sus ojos verdes y con ese bigotillo que enmarca su gran boca, Tin Tan comienza a bailar al ritmo del electro-dance. Se transforma en Baloo, el oso, al rit-mo de Yo quiero ser como tú, la maravillosa rola que ejecutó al lado del rey Lui, en la voz de Flavio. RAAARRNE RAAARRNE Que rico bailas, papi ¡HADLADLADLADA! We-lla hadlada-attadooteh Hodel-doh daleeta-lut! Hootadeeta doota datatat!! Jiglizit, jigli-zit Zebatta-da, habada.

Todos empezaron a rodearlo para que queda-ra en el centro de la pista. De entre la gente, tomo de la mano a una chavala y la convirtió en su Bonita, / Como aquellos juguetes / Que yo tuve en los días / Infantiles de ayer. / Bonita, / Como el beso robado / Como el llanto llorado / Por un hondo placer…

De la nada, Marcelo llegó has-ta donde Germán era el único foco que brillaba en la pis-ta. La música nacía de su bien modulada voz y de sus fi-nos pasos de baila-ba.

- - ¿ P o r qué me in-terrumpes, carnal? No vez que ya estoy en sintonía con esta chavalaCon la mirada, le señaló a al-guien, perdido en el tumulto anónimo.

--El dueño del bululú este quiere que le azotemos con

EL GRAN TIN TANEN LA YOSHOKURA Por: Alejandro Báez

N a c i ó nZ o m b i

la marmaja de la beberecua, dijo Tin Tan, sabién-dose perdidos.

Marcelo, el fiel carnal, sacó la guitarra, mientras Tin Tan se dirigía al respetable:--Voy a cantar una canción que, bueno, a mí me repapalotea. Y cantaron a dúo:“Se va el caimán, se va el caimán, se va para Barranquilla. Ya nos vienen a cobrar. Y yo no traigo dinero. Arráncate pa’ la puerta. Arrán-cate tú primero. No dejes de seguirme. Allá te voy, compañero. Se va el caimán, se va el cai-mán. Se va para Barranquilla… Y se va tam-

bién sin pagar.Y la gente volvió a agitarse al ritmo del

punchis punchis y la pareja de oro, Tin Tan y Marcelo, dejaron

una estela de re-cuerdos en blanco y negro. Como la iluminación del antro.

MUERTOS VIVOS. SOCIEDAD ZOMBI. DIÁLOGO BANQUETERO CON LOS HABITANTES DEL OTRO BARRIOTITLÁN QUE DAN VOLTEÓN PARA PARLAR DE LO QUE SIGUE RONDANDO ENTRE AMBOS CACHETES. CUIDEN NOVIAS Y CARTERAS.

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