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fantasmagorías seguido de lo real, lo Imaginario y lo ilusorio = • · • • •
LECTURAS
Serie Estética y Teoría del Arte
Directora CHARO CREGO
OvvoM1E Pueut AVI!C L~ CONCOv~• ou MINISTii<E f'RAN'j'At•
CHARC:íÍ on J.A cuLT URE- CE>ITRE NATIONAL ou UVRE.
O oRA PU&t..ICADA coN AYUDA DEL M u.nsTta.ro FrtANCis
lNt:ARC ADO o• LA cuLTURA - CIN1' RO NACIONAL DEL LJURO.
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© ABADA EDITORES, S. L. , 2008
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diseño ESTUDIOjOAQUÍN ÜALLEGO
producción ÜUADALUPE GISBERT
ISBN 978-84-96775-21- 3
depósito legal M-50226-2008
p•-eimpresión EscAROLA Lsc~lNSl<.A
imp•·esión LAVEL
CLÉMENT ROSSET
Fantasmagorías seguido de
LO REAL, LO IMAGINARIO Y LO ILUSORIO
traducción
MAYSI VEUTH EY
<O o o « Cl ii:
~ A B A DA EDITORES LECT URAS D E ESTÉ T ICA
ÍNDICE
FANTASMAGORÍAS Prólogo 9
I. lAS REPRODUCCIONES DE LO REAL n
1 . LA F OTOGRAFÍA II
2. LA REPRODUCCIÓN S ON O RA y LA PINTURA 5I
II. ACLARACIONES 67
1. SoBRE Lo REAL 67 2. SoBRE EL DOBLE 75
Apéndice.- UN PASTICHE DE 5UETONIO 85
LO REAL, LO IMAGINARIO Y LO ILUSORIO
l. MEMORIA E IMAGINACIÓN 91
JI. LO IMAGINARIO 105
PRÓLOGO
1 ,;, l'otografía, la r eproducción sonora, la pintura son
l''·c,ductos del arte, es decir, realidades completas
•¡•w. en consecuencia, no tendría sentido diferenciar
,1 •. la realidad en general, cuyos privilegios compar
t c· 1 • . Por tanto, es aparentemente imposible instruir
111 1 p 1·oceso contra ellas con el fin de establecer que
·., 11 duplicaciones imaginarias (e ilusorias) de lo real,
1 1 1111 ra ríamente a lo que sugiere un famoso aforismo
ole · l'ascal: << ¡Qué vanidad la de la pintura, que atrae
1., admiración por el parecido de cosas cuyos origina
l.·:; no se admiran! >> . Además, pueden alegar ser deri
\· o~c · ion es directas de los dobles << de proximi~_ad>> o
10 FANTASMAGORÍAS
dobles <<menores>> que m encioné en mis Impressions
fUgitives. En efecto, la fotografía entronca con el reflejo
como la reproducción sonora entronca con el eco y la
pintura con la sombra. Pues mi tesis en Impressionsfugi
tives pretendía demostrar que reflejo, eco y sombra
constituían una categoria aparte del doble, que daba
testimonio de lo real en lugar de disuadir de ello,
como es la función más habitual del doble.
Queda por ver, sin embargo, si la fotografía y lo
que le está asociado siguen siendo fieles a los dobles
de los que derivan, que rinden justicia a lo real, o si
por el contrario pocas veces comparten l a suerte
·habitual del doble, que pone en duda lo real.
Espero acabar, así, esta vez para bien, el largo
periplo iniciado en 1975 en torno a la cuestión de la
realidad y sus dobles. Un segundo capítulo aportará
las últimas precisiones que he creído útiles sobre estas
dos nociones.
l. LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL
1 • LA FOTOGRAFÍA
l':s sorprendente, al menos a posteriori, que la fotogra
fía se haya considerado frecuentemente, y desde su
nacimiento hasta una época relativamente reciente,
como una especie de reproductor auténtico e infali-
1 )le de la realidad, algo así como una pintura que por
f'i n se ha hecho objetiva y fiel. El objetivo fotográfico
s (' reconoció inmediatamente como <<objetivo>>, en
<·1 sentido técnico y filosófico del término: lo que
g rababa era la verdad o l a r ealidad misma, tomada
independientemente de todo parasitismo subjetivo o
;II·Hstico . Donde uno se contentaba con ver lo real
pin tado o dibujado, a falta de otros medios y con
I2 FANTASMAGORiAS
todo lo que el resultado debía al estilo y a la persona
lidad del artista, se obtenía, por fin, la realidad mis
ma , autent~ficada por el hecho de que ninguna per
sona había podido intervenir en su proceso de
grabación: la máquina sola había decidido. Por fin se
podía ver el mundo en persona, en directo , de ver
dad. Parecía ignorarse que una máquina no graba si
no es bajo condiciones tan r estrictivas, aunque sea
por otras razones, como las de un pintor o un di bu
jante. Se olvidaba también que una máquina sólo
funciona bajo las instrucciones de un fabricante y de
un operador. La máquina había hecho que se olvida
ra al maquinista. Funcionaba como un deus ex machina,
capaz de reproducir el mundo bajo las órdenes d e su
creador. Esta concepción simplista de la fotografía
pervive aún, al menos entre algunos, a pesar de que
se conocen desde hace tiempo los trucajes políticos
más desvergonzados, sobre todo los que proceden de
los Estados comunistas o de América del Norte. Ade
más, también desde hace mucho tiempo, artistas
dotados del sentido de lo peregrino han realizado y divulgado los trucajes más toscos y más evidentes.
Entre los fotógrafos voluntariamente falsarios, de los
más r ecientes y con más talento podría citar a J oan
LAS RE PRODU CCIONES DE LO REAL I3
l•'ontcuberta, Warren Neidich, AlisonJackson. Entre
los innumerables ejemplos de fotografía trucada pro
reciente de los países del Este, entonces bajo ~a do mi
nación soviética, me contentaré con mencionar la
primera página, terrible y chistosa, del Livre du rire et de
l'oubli de Milan Kundera: «En febrero de 1948, el
dirigente comunista Klement Gottwald salió al bal
cón de un palacio barroco de Praga para arengar a los
r ientos de miles d e ciudadanos concentrados en la
plaza de la Ciudad Vieja. Fue un momento crucial en
la historia de Bohemia, un momento fatídico. Gott
wald estaba flanqueado por sus camaradas y, a su lado,
muy cerca, se encontraba Clementis. Nevaba, hacía
frio y Gottwald tenía la cabeza descubierta. Clemen-
1 is, muy solícito, se quitó el gorro de piel y se lo puso a
( ;ottwald . El aparato de propaganda reprodujo cien
' os de miles de ejemplares de la fotografía del balcón
desde el que Gottwald, con un gorro de piel y rodea
do de sus camaradas, habla al pueblo. En ese balcón
<'.'i donde empezó la historia d e la Bohemia comunis-
1 ;1. Todos los niños conocían esa fotografía porque la
l1abían visto en los carteles, en los manuales o en los
museos. Cuatro años después, Clementis fue acusado
d e traición y ajusticiado en la horca. El aparato de
I4 FANTASMAGORiAS
propaganda lo hizo desaparecer inmediatamente de
la historia y, por supuesto , de todas las fotografías.
D esde entonces, Gottwald aparece solo en el balcón.
Donde estaba Clementis sólo queda la pared desnuda
del palacio. De Clementis sólo queda el gorro de piel
en la cabeza d e Gottwald>> 1•
N o es n ecesario decir que el trucaje fotográfico n o
siempre persigue una utilidad política ni tiene por
única finalidad falsificar la historia. E n otros casos,
pasa de la ocultación al ocultismo al proponer foto
grafías pretendidamente de objetos irreales e inmate
riales; fotografías que se supone que establecen la
realidad d e estos objetos haciéndolos visibles y casi
palpables . Durante bastante tiempo (aproximada
m ente de r870 a 1930), las personas atraídas p o r lo
sobrenatural, generalmente de origen americano o
inglés, esperaban que la fotografía proporcionara a
los incrédulos una prueba material de lo bien fun
dado de sus fantasmas. Entonces vimos aparecer ,
durante la edad de oro de la fotografía ocultista,
innumerables fotografías de fantasmas, de espíritus,
l Trad. de F. Kérel, Gallimard. 1979; reed. col. <<Folio>>, pp. 13s. [ed . esp.: Librode larisayelolvido, Seix Barral, rgg6).
LAS REPRODUCCIONES DE LO RE.ll I5
• 1(' difuntos, o de hechos considerados habitualmente
como alucinatorios, como la levitación o la danza en
<'1 salón de mesas giratorias guiadas únicamente por
su fantasía. Connan Doyle, muy propenso él mismo
a estas divagaciones, a pesar de la aparente lógica del
IH;r·oe de una parte de su obra, Sherlock Holmes (al que decía detestar, y, desde luego, no sin razón, por
que Holmes quiere encarnar una racionalidad abso-
1 uta), poseía una pequeña colección de fotografías de
h<1das, con garantía de estar libres de trucaje y con
Jtcgativos como apoyo , que daban testimonio , según
•·l. de la innegable existencia de las mismas. ¿Cómo
dudar de lo que se ha podido fotografiar igual que se
fotografían, incluso todavía hoy, marcianos, ovnis y
e 11 ros platillos volantes?
En un segundo momento, se pidió a la fotografía
e 111e capturara objetos igualmente inmateriales pero
lll éis abstractos (como el soplo de vida, los pensamien
tos o las emociones de X o de Y). Los trucajes eran
1 :lll variados como ingeniosos, siendo los efectos de
s 11 perposición los m ás simples y los más corrientes.
In el uso se podía prescindir, llegado el caso, de cual
' 1" icr verdadero trucaje. Bastaba, por ejemplo, con
s itua r a espaldas del sujeto a fotografiar un cómplice
r6 FANTASMAGORÍAS
algo mayor que el modelo, recubierto con una sábana
blanca, para obtener sin retoque alguno la fotografía
de un personaje aureolado de su emanación espiri
tual; como Paul N a dar, que hacia 1896 fotografía a un
tal Albert de Rochas en compañía de su fantasma.
Dicho sea de paso , estas diversas alucinaciones
descansaban en el mismo crédito extravagante que se
otorgaba a la fotografía, idéntico al que comentaba al
empezar: se tendrá por real todo aquello d e lo. que
consigamos mostr ar una fotografía, es decir, una
pretendida prueba por la imagen.
Esta apreciación hiperbólica de la objetividad de la
fotografía fue ratificada tardíamente en una obra de
Roland Barthes, La Chambre claire, note sur la photographie •, publicada en 1980 por Éditions du Seuil. Resumiré , ·
sin duda un poco rápidamente, el contenido de esta
obra con la t esis siguiente, de orden casi ontológico :
la fotografía es la única garantía de la existencia de lo
real. Barthes funda su tesis en la emoción que sintió
ante la visión de una fotografía d e su madre, enton-
* Existe ed ición en español: Roland Barthes , La cámara lúcida: nota sobre la fotografía, trad. de Joaquim Sala Sanahuja , Paidós, Barcelona, 1995· [N. de la T.]
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 17
~ - ~·s difunta. Éste es el eminente privilegio de la foto-
1:raf'ía, según Barthes, que lo repite a cada paso: mos-
1•·;, r algo de lo que es imposible dudar que <<ha
:.; ido>>. Ontología en pasado, fundada en la imagen
¡•:tn\ siempre ~udosa (suponiendo que invoque la
··,·alidad cuya imagen pretende ser, la cual, por lo
d1·más, es totalmente real en sí). Cuanto más avanza
•nos en la obra, más nos sorprendemos. <<La foto
~:..-;,fía da testimonio de que esto que yo veo efectiva
••wrlte ha sido>>. La fotografía es <<la autentificación
111 isma>>. <<Toda fotografía es un certificado de pre
.·,~·••cia>>. <<Quizá tengamos una invencible resistencia
a creer en el pasado, en la Historia, si no es bajo la
forma de mito. La Fotografía, por primera vez, vence
,.si ;1 resistencia: el pasado ya es tan seguro como el
1 'l'<·scnte, lo que se ve en el papel es a partir de ahora
1 :••• ::-;e guro como lo que se toca>>. Excepto, natural
llwnte, si la fotografía está trucada, según concede a
b ligera Roland Barthes en un paréntesis cuya breve
d;J<l muestra el poco caso que hace de esta hipótesis y
1 a 1 >Oca importancia que le otorga. Próximo durante
''"l<'ho tiempo al partido comunista francés, Barthes
•jiiÍz<.í consideraba, por otra parte, que las fotografías
¡H-ctcndidamente trucadas en el Este y que entonces
18 FANTASMAGORiAS
se exhibían en la prensa no eran de hecho más qu~
odiosos montajes del Oeste.
Estas singulares afirmaciones, que dan testimonio
de un desconocimiento tanto de la fotografía ordina
ria como de la fotografía en tanto que arte, permiten,
poner en duda el simple sentido común de su autor.
Son tan evidentemente insostenibles que se destruyen
por sí mismas sin que sea n ecesario refutarlas. Basta
con la página de Kundera citada más arriba para des
pojarlas, irónica y cruelmente, de todo crédito. Sin
embargo , a partir de estas afirmaciones pueden
hacerse algunas observaciones curiosas respecto al
problema de la credibilidad de la fotografía y, más
generalmente, respecto a la credibilidad de la realidad
llamada « histórica>>.
La idea de que una realidad atestiguada por la
fotografía no puede ponerse en duda conduce a pen
sar que una realidad atestiguada por miles de docu
mentos puede considerarse incierta si ninguno de
estos documentos es de orden fotográfico.
De esto se deduce el primer absurdo: que toda
realidad histórica tenida por verdadera, si es anterior
a la edad de la fotografía, por ejemplo la realidad de
Napoleón l, puede perfectamente considerarse dudo-
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 19
·.a, por muy absurda que pueda parecer esta duda.
N;~<Lt permite afirmar que esta historia de Napoleón
1 H, sea una inmensa fantasmagoría inventada y perpe-
1 11<1da por millones de personas, incluidas las que la
llttaginaron (¿con qué objeto? Eso quedaría por
establecer) y las que la transmitieron -algo así como
'''' enor de copista, que puede transmitirse durante ·¡•glos hasta llegar, a veces, a no tener ya la más míni
tll ;t posibilidad de ser corregido-. ¿Es necesaria una
¡n·u(·ba de esta hipótesis opuesta al sentido común?
1'. •< l1·emos encontrarla en la obra de un historiador
··• •ntemporáneo, Hubert Monteilhet, autor tan1bién
d(' deleitosas novelas mitad policíacas mitad fantásti
··.ts. U na de estas novelas, Les Queues de Kallinaos 2, cuya
.1n·iún se sitúa en 1827, no es que ponga en duda la
··x istencia de Napoleón sino que, al contrario, la ex:a
!:•·•·a en cierto modo haciéndolo ganar en Waterloo y, • k victoria ulterior a nueva victoria, acabando por
• .,nf'crirle casi el dominio del mundo. Podríamos
··••n·dar más el asunto con la observación de que la
··,istencia de Napoleón es una cosa y la afirmación del
1 c·ino universal de un Napoleón muerto hacía seis
1 . ivn:~ de peche, I982; la ed. J. -J. Pauvert /Ramsay, rg8I.
20 FANTASMAGORÍAS
años, otra. Sin embargo, en ambos casos se trata del
mismo fenómeno: la negación de una realidad histó- .
rica atestiguada por todos y cuyos innumerables testi
monios están a disposición de todos. Esta novela de
Monteilhet hace caso omiso de la historia tal como
nos la han en señado, un poco como en la novela de
ciencia ficción de Philip K. Dick titulada Le Maltre du
haut chateau *, donde los alemanes y los japoneses son los
que finalmente vencen a las fuerzas aliadas al final de
la Segunda Guerra mundial. Es verdad que Les Queues
de Kallinaos no va tan lejos con el cuestionamiento de la ·
realidad de Napoleón, puesto que la duda que siem
b r a la novela no es universal sino que está localizada
en una d eterminada isla griega y destinada, como
veremos, a una sola persona (ningún otro personaje ·
de la isla sufre el engaño). Sin embargo, la puesta en
escena de esta nueva versión de la realidad napoleóni
ca, incluso aunque se proponga a la credulidad de una
única persona y esté limitada al pequeño territorio de
una isla, requiere igualmente poner en marcha medios
* Existe edición en españ ol: El hombre en el castil1o, trad. de Manuel Figueroa, Minotauro, Barcelona, ~002 . Título original en inglés: The man in the high castle. [N. de la T.]
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 21
colosales capaces de desanimar a cualquier productor
(le películas made in Ho!Jywood. Pero veamos la historia.
Sir Randolph M elrose, lord inglés originario de
1 rl anda, sería el feliz padre de una adorable niña
"rdientemente deseada y nacida en Londres en 1809, 1 ,,, rthénope, si no tuviera la desgracia de haber per
dido a su mujer, muerta durante el parto, y, sobre
1 o do, la de constatar que Parthénope tiene de naci
miento, como continuación de su columna vertebral,
11n rabo , al modo de un cuadrúpedo o un mono.
( :onsultados, teólogos y cirujanos desaconsejan for
malmente una intervención quirúrgica que , asegu
¡·an, podría matar a la niña. Enloquecido de dolor
:1 nte la idea de los tormentos que esperan a su hija
" partir del momento en que ésta tenga edad para
constatar su anormalidad, ese rabo que crece al tiem
po que Parthénope lo hace en gracia y belleza, sir
Randolph imagina un extravagante plan inspirado ,
dice, en una divertida página de Suetonio, que en
1·calidad es un remedo debido a la pluma de Monteil
!.et y concebido para la necesidad de la causa3 • Puesto
'{ Para que el lector pueda apreciar su comicidad, in.cluyo esta página como apéndice (cfr . ínfi·a, p. 85 ) .
FANTASMAGORÍAS
que Parthénope no debe descubrir bajo ningún con
cepto que es el único ser humano que posee un rabo
de animal, su padre fabricará todas las piezas de un
mundo ficticio en el que todos los seres humanos o
representaciones de seres humanos que ella pueda ver
estarán provistos de un rabo artificial. Tarea inmensa
y, aparentemente, irrealizable, que, sin embargo, la
obstinación irlandesa de sir Randolph acabará por
llevar a cabo; hace falta tiempo (pero la tierna edad
de Parthénope, que va por sus tre.s años, lo concede)
y dinero (pero a sir Randolph no le falta). Se trata,
en primer lugar, de encontrar y acondicio nar un
lugar lo suficientemente aislado como para no temer
la llegada de intrusos, pero suficientemente cerca de
algún lugar habitado como para poder asegurarse el
avituallamiento y recibir algunas visitas << organi
zadas >>, con ayuda de gente segura y debidamente
provista de rabo. Todos sus habitantes, hombres y
mujeres, tendrán que estar pertrechados de un rabo
que parezca natural, sujeto a su parte posterior pro
bablemente con una cola lo bastante fuerte como
para que no haya riesgo de que se funda con el sol,
circunstancia a temer considerando la latitud del
lugar finalmente reservado . El marco elegido para la
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 23
instalación de la superchería será Kallinaos (<<lugar
donde brotan bellas fuentes>>), isla griega imaginaria
lo bastante grande como para vivir en ella cómoda
mente y lo bastante pequeña como para que se pueda
vigilar de cerca. Naturalmente, habrá que alejar de
;dlí, con dinero, a los pocos habitantes originarios de
la isla, que no aceptan en absoluto que se les obligue a
llevar un rabo tan poco gracioso y tan molesto. Tam
hién habrá que borrar de la isla toda traza de humani
dad desprovista de rabo; destruir, pues, cualquier
rdrato, escultura o dibujo comprometedores. Ade
m<ís, habrá que acumular objetos propios que sugieran,
,.n la mente de Parthénope, la idea de una humani
' Ltd provista de rabo: muñecas falsas, libros falsos,
1''-riódicos falsos, evangelios falsos, etc. Resulta inne
ITsario añadir que también estarán prohibidas las
llwígenes de lugares de fuera de la isla que pudieran
cl"scubrir el pastel; por ejemplo, un periódico cuyos
el ihujos pudieran provocar el asombro de la joven
( 1 ••' rq u e en Kallinaos el rabo se lleva por fuera de la
topa, como las manos o los brazos, y, por tanto,
d.-hería ser visible). Sin embargo, la joven necesita
¡, .,·lu ras y periódicos, noticias del mundo. Y se le •Lir;in. Para ello, se imprimirá un falso Times, redacta-
24 FANTASMAGORÍAS
do y editado en Corfú, que todas las semanas una
chalupa secreta entregaría a los habitantes de Kalli
naos. Por supuesto, este periódico no tendrá ningu- ,
na imagen de nadie sin un rabo sobresaliendo de su
pantalón, como la d e Napoleó n , que, después de
haber vencido a los aliados en Waterloo, toma pose
sión de Inglaterra y reina actualmente en Europa y en
el mundo. La idea d e hacer del Imperio francés el
vencedor, que, r epito , recuerda a la novela de Philip
K. Dick, tiene aquí una utilidad incluso indispensa
ble puesto que impide a sir Randolph y a su hija salir
de Kallinaos, ya que el resto del mundo (que sería
fatal visitar puesto que la humanidad vive allí sin
rabo) está supuestamente bajo el imperio de Napole
ón. Y explica, además, su huida y posterior instala
ción en una isla perdida.
La empresa d e sir Randolph, que se obstina en
crear todos los elementos de un mundo ficticio en
lugar d e intentar adaptarse a la r ealidad, sustituyendo
así el reino de lo que existe por el reino de lo que no
existe , es evidentemente una contravención capital a
la tercera máxima de la moral provisional de Descar
tes , enunciada en el Discurso del método: <<procurar
siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna ,
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 25
y alterar mis deseos antes que el orden del mundo>>.
1.-,n lo/ata, una ópera de Tchaikovski cuyo libreto se
in ~ pira en un cuento de Andersen, encontramos ya
IIJ H\ empresa similar. lolanta, hija del rey de Proven
/.it, René, es ciega de nacimiento. El rey, no pudien
do decidirse a revelarle este infortunio a su hija, deci
<le protegerla por medio de un subterfugio similar al
< 1ue emplea sir Randolph para proteger a Parthénope:
cn:a alrededor de ella un entorno de falsos ciegos,
con vistas a hacerle creer que la humanidad entera es
''"turalmente ciega. I olanta no deberá sospechar
11 u nca la existencia del sentido de la vista o de la per
,·,·pción de la luz. También en este caso habrá que
,-,..,t ar constantemente en guardia: el más mínimo des
•· nido podría ser fatal.
Volviendo a Queues de Kallínaos, a lo largo de todo el
1 i 1' ro se observa un ejemplo del carácter necesaria
lll<"nte inflacionista de la mentira, que, para poder
•••:tntenerse, exige inmediatamente una segunda men-
1 i •·a. después una tercera y así sucesivamente hasta que
111 1 hecho verdadero venga de golpe a d esestabilizar el
;IIHOntonamiento de supercherías, que se derrumban
ce 1tn0 un castillo de naipes. Y eso es precisamente lo '1"<' sucede en la novela de Monteilhet cuando un
FANTASMAGORÍAS
jove n náufrago, completamente desnudo, desem
barca en la isla ante la asombrada mirada de Parthé
nope , que busca en vano ver su <<rabo >>. Circunstan
cia agravante: se trata de Charles Darwin, que, si bien ·
sólo tiene entonces dieciocho años, ya no se traga el .
engaño. Después de algunas peripecias cómicas, a sir
Randolph no le quedará más remedio que confesarle ·
la maquinación.
Este desarrollo, por decirlo así, coralino, o cance
rígeno, de la mentira sugiere la idea de que la confe
sión de la verdad, por perjudicial que pueda ser, lo es
en todo caso menos que recurrir a una mentira que,
para que pueda ser creída , tendrá después que conso
lidarse con infinidad d e o tras mentiras . Evidente
m ente; no tendría sentido condenar la mentira en
nombre de consideraciones morales, pues éstas siem
pre son inciertas o engañosas. Hay que excluir la
m entira sencillamente porque nunca , o muy rara
m ente, es rentable. Exactamente lo mismo sucede
con el chantaje, o más bien con la opción, siempre
enojosa, d e ceder al chantaje tratando d e comprar el
silencio del chantajista. Si se paga una cantidad a
cambio d el silencio -pero es justamente ahí donde
aprieta el zapato, pues es imposible, materialmente,
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 27
1 · ~ 1 111 prar el silencio 1 asegurarse el silencio , ya que este
r • 1 •o de intercambio no lo es en realidad, puesto que
·;·· lt·ata de dar algo a cambio de nada-, pronto habrá
1 1"<' entregar el doble, después el triple y así sucesiva
tn< ·nte. Por tanto , es más <<rentable>> no pagar, pues
l:t revelación con la que se amenaza costará necesaria
uwnte menos que la tentativa de impedir esa revela
ci< ·,n . En resumen, sir Randolph habría hecho mejor
;1n·ptando la verdad, por penosa que fuera para él y
l' ;tt·a su hija, en lugar de inventar un mundo imagi
ll:trio , en el que sólo puede empeorar y complicarse
t ndo hasta la inevitable catástrofe final.
El joven Darwin, en la pluma de Monteilhet, se da
nwnta de esto un poco tarde, hacia el final de la
111 >vela: <<U na situación aberrante d e partida sólo
Jlll<'de acarrear, poco a poco, más y más inauditas
.• 1 1<' rraciones>> 4 •
Señalaré, por último, que estas malas reacciones, la
1 1·· sir Randolph, la del mentiroso, la de una víctima de
,.¡, ,, ntaje, tienen en común el ser dictadas por el páni
~ · o . provocado a su vez por el sentimiento asfixiante ,
Les Que u es de Kalfinaos, op. cit. , p. 2 4 2.
FANTASMAGORÍAS
aunque a menudo ilusorio , de una falta de tiempo que
anula la menor sangre fria; hay que tomar precaucio
nes a toda velocidad, es decir, hay que mentir o pagar
inmediatamente -el resto lo veremos más tarde- . Maquia
velo y Baltasar Gracián, y sin duda algunos otros,
entendieron a la perfección que el dominio político
o psicológico , como d e hecho cualquier forma de
dominio, era ante todo un dominio del tiempo .
Pero vuelvo a mi tema después de esta pequeña
digresión de orden ético- político.
Vuelvo, pues, a la realidad pretendidamente ates
tiguada por la fotografía. Cambiemos al emperador
Napoleón, del que nadie ha tomado un negativo, por
el general de Gaulle, al que muchos h an podido
fotografiar y filmar. ¿Diremos que la existencia de
de Gaulle no puede ofrecer dudas porque ha sido
fotografiado y una fotografía es un testimonio inco
rruptible e <<intratable>> 5? Todos los que trucan y manipulan fotografías saben, sin embargo, que nada
hay más <<tratable>> que una fotografía. Muy a m en u
do, la fotografía no es más que un material bruto
5 R. Barthes, op. cit., p. I20.
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 29
o;o bre el que se puede trabajar. Basta con pensar en el
.1 1'1 e del trucaje fotográfico practicado por todas las
d íc·taduras del siglo xx6• Pero, puesto que h e elegido a
•l< · Gaulle como ejemplo, me limitaré a las fotografías
• ¡•• e publicaron de él los periódicos anglófonos
d u ran.te su visita a Quebec. Fotos asombrosas que,
po•· o tra parte , no tienen por qué sorprender a los
•¡••<· conocen las costumbres de la prensa anglosajona .
.'\ lgunas fo tografías mostraban a de Gaulle pronun
,. 1;1ndo su famoso <<¡Viva Quebec libre!>> , pero ante
••na plaza vacía: apenas se adivinan en ella a unos
J,;,su reros y a algunos paseantes que la atraviesan des
• nielados leyendo el periódico. Esta mentira evoca
, , .. a estructura en abismo , pues podríamos imaginar
• 1' 1 • • e 1 periódico que están leyendo es precisamente el
JnJsmo que el de la foto trucada cuyo comentario ase
~:'' r ;1 que no había ningún quebequense escuchando
id g-(' neral de Gaulle. Otra fotografía muestra a de
1 :a11lle b ajando del avión que acaba de aterrizar en
~ 1, ''' t real ; pero el aeropuerto está desierto y no hay
11.tc 1 Í<' sobre el tarmac para recibirlo.
f. l':•r ;1 este tema, se puede consultar AlainJaubert, Le Gommissaríat ""' urchives. Les photos qui falsi.fient l'histoire, e d. Bernard Barrault, 1986.
30 FANTASMAGORIAS
De todos modos, nada garantiza que de Gaulle,
filmado y grabado en todas las situaciones y en todas
las ocasiones, haya sido real con más seguridad que
Napoleón, de quien nadie ha hecho una fotografía.
Las fotografías de uno me lo convierten en real, la
ausencia de fotografías del otro me hacen dudar de su
existencia: << ¡popular forma de pensar! >> , que diría
Pascal. De Gaulle muy bien podría haber sido siem
pre sólo un fantasma, un fantasma que Francia nece
sitó en 1944. Pero entonces, ¿qué pasa con las foto
grafías, los discursos, las filmaciones? Podrían ser
obra d e geniales ilusionistas. Evidentemente, se pue
de decir que, para crear completamente la ilusión de
la existencia de de Gaulle, hace falta una técnica y una
maquinaria cercanas al prodigio y que superen en
mucho los procedimientos artesanales de lord Mel
rose. Pero ¿de qué prodigios no era capaz la técnica
contemporánea de de Gaulle , suponiendo que
hubiera un complot cuyo objetivo fuera crear el fan
tasma de un general salvador de la Francia de 1940 a
1945? Es imposible probar que todas las fotografías ,
los documentos sonoros, las cintas de actualidad, los
artículos de los periódicos no hayan sido producto de
falsarios o de personas engañadas. E incluso si pudie-
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 31
'''afirmar, al modo en que André Frossard decía de
1 )ios que existía porque se había encontrado con él,
• 1' w de Gaulle existe porque lo he visto y lo he tocado,
.;.quién me aseguraría que no se trataba de un actor
n•aq uillado? En la Segunda Guerra mundial, los ale
n•anes llegaron a creer durante un tiempo que esta
J,a n en presencia del general inglés Montgomery,
~·11ando en realidad se trataba de un sosias que obe
t l(·da las órdenes del ejército británico.
Del carácter fantasmagórico de las fotografías tru
c·adas no se deduce necesariamente que toda fotogra
¡·.;, sea engañosa, sino solamente que no hay ninguna
f', ,¡ ografía cuya autenticidad pueda garantizarse. Por
'l'le ninguna verdad fotográfica puede autofunda
•••entarse: le faltará siempre el apoyo de un elemento
t·.xterior que la valide, de acuerdo con lo que enuncia,
.... co, uno de los dos teoremas de Godel. De ahí la
ll<·cesaria revisión a la baja de la autoridad fotográfi
(';,, muy bien resumida por unas conocidas palabras
de Jean-Luc Godard: <<No es una imagen justa, es
JIISto una imagen». Nada me asegura que el viaje a la
In na de los astronautas americanos no haya sido gra
J,ado en los subterráneos del Pentágono, ni que las
¡>iedras pretendidamente traídas del planeta Marte no
32 FANTASMAGORÍAS
procedan del Estado de Colorado. Desde luego , yo
no dudo ni un segundo del viaje a la luna ni de la
autenticidad de las piedras de Marte. Pero estoy obli- '
gado a confesar que el único fundamento que tengo .
para estar seguro de ello es un argumento expuesto .
por Hume en su ensayo Sobre los milagros: que es posible
conceder credibilidad a hechos cuya verdad es infini- .
tamente más probable que la suma de los testimonios
que tenderían a invalidarla. Pero no en fotografías,
cuyo carácter dudoso está hecho para alimentar la
desconfianza de muchas personas naturalmente incli
nadas a manifestar en cualquier ocasión, retomando
las palabras de Jacques Dutronc: <<nos ocultan todo,
no nos dicen nada>>.
Si tuviera que añadir una objeción, en mi opinión
más decisiva que las que he mencionado anterior
mente, a la concepción de la fotografía como testi
monio de lo real, señalaría que la realidad es esen
cialmente moviente mientras que la fotografía es un
d espiadado <<fijador>>. En estas condiciones, no veo
en absoluto cómo la una puede ser reproducción de ,
la otra. El mundo de la fotografía es el mundo de lo
inmóvil y también el mundo del silencio. Entonces,
¿cómo puede evocar la realidad y, más aún, ser su ·
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 33
l«'stimonio más seguro y fiel, como pretende Roland
1\a rthes, si es incapaz de expresar el movimiento y el rumor? Zenón de Elea puede ser considerado el gran
precursor del negativo al demostrar que nada se mue
ve•, que la flecha no vuela, que a Aquiles le ataca la
p;u·álisis cuando la tortuga le desafía a la carrera. Sin
duda, esta inmovilización fotográfica tiene sus pro
l'ias virtudes y permite , en la instantánea de un nega
r ivo , sugerir toda una vida y un movimiento poten
cial es . Sin embargo , la vida sigue pareciéndose a
c11alquier cosa excepto a lo que de ella inmoviliza un
ll('gativo . Toda parada es una parada d e muerte. La
madre que emociona a Barthes en un antiguo negati
vo n o es una madre todavía viva, sino una madre ya
•nuerta y , además , <<mortificada >> por la fo tografía.
1<1 hecho de fotografiar (no me r efiero a las fotogra
l'ias con finalidad estética o experimental) se parece a
t 111 asesinato , a la cuchilla de la guillotina que, gracias
;, un ingenioso sistema de cuerdas, nos r etrata de una
vl'z por todas - de hecho, al ayudante del verdugo que
durante la ejecución m antenía la cabeza del condena
do fuera del luneto de la guillotina se le llamaba
··fotógrafo >>-. Siempre le he encontrado mucho
·" ~" ntido a un episodio de El/oto w:,ul, de Hergé, donde
34 FANTASMAGORÍAS
un bandido chino, con el pretexto de fotografiar a
Tintín y a su nuevo amigo Tchang, lanza desde su dis
positivo fotográfico, en lugar de un flash, una ráfaga
de metralleta: <<Arriba las manos, bandido - replica
Tintín, que solamente está herido y tiene un revol-11 " :o.. ver-, o te retrato a quemarropa>',...
Es bastante destacable , dicho sea de paso, que, al
menos en el ámbito de la pintura, los ingleses llamen
stilllife (<<todavía la vida>>) a lo que nosotros llamarnos
naturaleza muerta. Quizá haya que entender aquí que el
objeto inerte o convertido en inerte (cántaro, flores,
caza, peces) pintado en la naturaleza muerta escapa
en cierto sentido a la muerte, puesto que escapa, por
su propia inmovilización en la tela, al proceso de des
composición y de anulación. Por eso está, a su mane
ra, <<siempre vivo >>. A veces hay un cráneo o un par
de gafas, recordándonos, com.o en las <<vanidades>>,
la inminencia de la muerte a la que, sin embargo,
escapa la naturaleza muerta.
Si, al paralizarla, la fotografía mata la realidad viva
y temporal , entonces resulta que toda fotografía es
fatalmente una fotografía fallida (si es que el fin que
se persigue es <<mostrar>> la realidad mejor de lo que
puede hacerlo, por ejemplo, la pintura). Otra será la
. ... . 1 --··
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 35
opinión, y mucho más favorable, si se considera la
fotografía como un arte capaz de producir imágenes
de mayor o menor valor estético. Imágen~s que, si
bien nunca podemos tomar por copias exactas de la
r ealidad, pueden despertar a menudo, como todo
arte, lo que llamaré, a falta de algo mejor, un intenso
<<sentimiento de lo real >> . Por otra parte, los cons
tantes progresos de las técnicas de la fotografía hacen
hoy posibles nuevas y cada vez mayores formas de
manipulación, ofreciendo al arte de la fotografía un
campo de experimentación casi ilimitado.
El hecho de que la fotografía decepcione, es decir,
escape al objetivo y traicione al objeto que enfoca, me
parece que está en estrecha relación con la decepción
constitucionalmente ligada a la perversión del VC!Jeu
rista . Conocemos la tendencia de éste a espiar escon
dido, a pretender captar imágenes consideradas como
<<verdaderas>> por el hecho de que la persona espiada
se cree a solas y no observada. Imágenes verdaderas e
imágenes privadas que únicamente verá el que las
recoge y, en cierto modo, roba. La más mínima con
cien cia de ser observado por el v~eur arruinaría el acecho voyeurista, que pretende hurtar una imagen y no que se la ofrezcan , por esa razón general de que
.. . : • •, "• o ' • • , o • 1 e o • o • •• • •• • o • • • 1 • • • • o o o o•• • •• • •' •
FANTASMAGORÍAS
toda perversión no pretende una relación sino una
ausencia de relación con el otro. Por eso le importa
tanto al V<2)1eur, como también al ladrón, no ser visto
mientras actúa. La vergüenza de ser sorprendido,
generalmente alegada en tal circunstancia, pesa
menos aquí que el temor al restablecimiento de un ,
contacto entre él y el otro, que el voyeurista intenta
por todos los medios romper. Todos los psiquiatras
que han estudiado el caso de <<escoptofilia>> saben
que un componente importante de esta p erversión es
el sentimiento de angustia tenaz, fundado en el hecho
de que el V'!)'eur está persuadido de antemano de que
nunca verá nada, bien porque no tendrá nada que ver
(la mujer espiada que cierra la p ersiana en el
momento preciso en que por fin empieza el espectá
culo), bien porque lo que habría de efectivamente
observable coincidirá siempre, en la mente del V<2)leur,
con el momento en que por un instante ha dejado de
acechar, sorprendido por una llamada telefónica o
una necesidad imperiosa. Un ejemplo destacable de
esta decepción, a la vez V9Jieurista y fotográfica, lo pro
porciona el célebre Gaetan Gatian Clérambault,
incansablemente ocupado en fotografiar los pliegues de túnicas de mujeres marroquíes, siempre al acecho
LAS REPROD UCC IONES DE LO REAL 37
r ·~ ..-rtq>J·e volviendo a hacer nuevos negativos, persua
d td" como está de no haber conseguido captar la rea
¡,,¡ ,.,¡ y, yo diría, atrapar el pliegue. Un suicidio pon
' Ir ,, . 1 >O r fin , término a esta angustia voyeuris ta (tanto
"' '':; c·xtraña cuanto que no pretende ver cuerpos des
' "'dos, sino telas que velan el cuerpo). El objetivo
I,.J,j cl o enfocado) se esconde por sortilegio al objeti
~·~~ ( l'o lográfico). ¿Debo añadir que la misma angustia
"l'rime al v01eury al fotógrafo, la de saber que eso que
,,,. c¡uiere captar no se captará nunca? Quien dice
lutografo dice vqyeur, con el mismo fracaso asegurado.
1 ·" di re rencia está en que el fotógrafo ' si tiene talen
''' · puede transformar su falta de fidelidad en inter¡•r-cl ación existosa ; mientras que el v01eur, la mayoría
d,· las veces, ha perdido el tiempo , incluso aunque le
' l'wden, como a Clérambault, una acumulació n d e
,. s i raños n egativos.
l ,a mitología griega, cuando habla de su s Vl!)leurs .
1 11 ·ne m en os en cuenta la angustia d e no conseguir ver
'1''<' la de una prohibición de ver; prohibición que, si se
t r·;rnsgr ede , generalmente se castiga con la muerte.
( :omo Acteón, el más famoso de todos, convertido
··n ciervo y devorado por sus propios p erros p o r
'"' her sorprendido a Ártem is bañándose. Como
: :!L' II.~ .. : . L~!I ' ,: : ~Lo : : .:z .~: .:.:::: ::.:.~.;l · ;,,, : ,,: . : . . .. ... :· : . .. . .. .. , ,. .. : . .. .. :. ! . ... : .. .. .. . : . • · • .• :-'• · • ' · ·:
FANTASMAGORÍAS
Sémele , su tía, fulminada por haber visto a Zeus <<en
todo su esplendor>>, en un deseo itnprudente del que
nacerá, sin embargo, Dioniso. Como Penteo, su pri
mo, que se sube a un árbol para observar cómoda
mente los jugueteos de las bacantes y que perecerá
despedazado por su propia madre Agave (según
cuenta Eurípides en l as Bacantes). Todos estos V<?Jieurs
pertenecen a la misma familia tebana del héroe Cad
mo. Otro héroe tebano, Tiresias, tiene las mismas
inclinaciones escoptofíhcas y, primer V<?Jieurista d e la
historia, será castigado - al menos de acuerdo con una
de las dos versiones del mito- por haber sorprendido
accidentalmente la desnudez de Atenea. Pero castiga
do sólo con la ceguera, pues la visión de Atenea des
nuda deslumbra a Tiresias hasta el punto d e dejarlo
ciego . En todos estos casos, el VC!Jeurismo está prohibi
do y se reprilne. Pero me parece que esta prohibición
de ver, al menos de ver lo que no debe ser visto, a la
que se refiere la mitología griega gana si se interpreta
en un sentido simbólico, premonitorio del sentido
propuesto por el análisis moderno de la escoptofilia;
la prohibición de ver es probablemente la expresión
arcaica de la imposibilidad de ver que caracteriza la
angu stia VC?Jeurista. De hecho, hay que señalar que al
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 39
11wnos un texto de finales de la Antigüedad griega
' .tl ~i ere explícitamente el paso del primer sentido al
·wgundo . En los Dionisíacos de Nonno de Panopolis,
··rH>peya tardía (siglo V d. C.) de un griego de Egipto
• pte se convertirá al cristianismo al final de su vida,
··ncontramos una observación muy interesante. En el
l'anto V de esta inmensa obra, que cuenta con cua
n :nta y ocho cantos (como la l fíada y la Odisea puestas
11 na detrás de la otra), N onno, que se extiende más
<¡ue ningún otro en la historia de Acteón , escribe de
(~ste que es, cuando está contemplando la desnudez de
Artemis, un <<insaciable contemplador de la diosa , a
quien no se debe contemplar>> 7• Lo que llama la
atención en estos versos es, evidentemente, la palabra
<<insaciable >> (akórestos) . Si es insaciable, aun teniendo
el placer de observar a su anchas el cuerpo d esnudo de
Artemis , es porque Acteón es incapaz de encontrar
satisfacción en la visión que le está prohibida, incluso
aunque ésta se le haya ofrecido accidentalme nte a su
contemplación. Dicho de otro modo, el v~eur se sien
te insatisfecho incluso cuando se le muestra, en carne
y hueso, lo que desea ver. Precisamente por no pres-
7 V, verso 305, trad . de Píen·e Chuvin, Les Belles Lettres, 2003.
....... " ... .... ' ~ . . .. ' . . . :
FANTASMAGORÍAS
tar atención a los objetos que se le presentan, incluso
cuando el objeto presentado es, digamos, el bueno, es
por lo que resulta imposible aplacar al V<2J!eur y por lo
que éste es incurable. Esta disposición paradójica del
V<!Jeur determina el círculo vicioso que provoca. Al no
poder contentarse con las imágenes que se le ofrecen y al no pensar m ás que en imágenes hurtadas, el v01eurno
podrá nunca contemplar imágenes que, precisamente,
se ocultan de verdad y que , por tanto, es imposible ver.
De manera que el ladrón de imágenes es necesaria
mente un ladrón robado. Incluso aunque la imagen
sea robada de verdad (en el sentido de que la persona
vista pueda no saber que la ven), el v~eur no sacará
provecho , pues la imagen pasa demasiado deprisa y no
hay tiempo para hacer una <<parada de imagen>> que
le aseguraría la posesión y el disfrute de dicha imagen.
Lo que había que ver se conjuga en imperfecto: había,
efectivamente, que verlo, lo que significa que ya no
está. Un divertido episodio de un libro de Hergé, El cetro de Ottokar, resume la esencia del desengaño que
acecha al v~eur. Un bandolero que ha recibido la
orden de eliminar a Tintín detiene una carreta con
ducida por un campesino sildavo y en la que se supo
ne que se encuentra Tintín, que no obstante ya no
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 41
' ' ·'·' ;1 ahí porque ha aceptado la hospitalidad de un 1tt1lomóvil con el que se encontró en el patio del alber
~:llc; automóvil que, sin embargo, todavía no ha salido
ele ·! albergue y que, por tanto, va con retraso respecto a
la carreta del campesino. La intercepción del bandole
ro no produce, por tanto, ningún resultado: ni som
hnt de Tintín en la carreta. El paisano se ve conmina
do a explicarse: ¿por qué no está Tintín en la carreta?
P(' ro el campesino es tartamudo y tarda en dar sus
,·xplicaciones; mientras se embarulla con sus fone
mas, pasa un automóvil. El bandido lo deja pasar, des
pués vuelve con más intensidad y, apuntando al ombli
go del tartamudo, le pregunta: <<Dónde está (Tintín),
mil truenos?>>. El campesino puede, por fin, expli
carse, pero ya es demasiado tarde: << j En el. .. en el. ..
auto ... to . .. tomov ... tomov ... tomóvil q ... q . .. q ... que
aca ... que acaba de pa ... de papa . . . de pasar! >> 8 •
La razón más profunda de este desengaño V<!Jieun"sta
viene, de hecho, como ya he dicho más arriba, de que
el V<!)leur sueña con inmovilizar un objeto vivo y todo
objeto vivo es necesariamente móvil. El VC!Jeur es ante
todo una víctima de la estructura del tiempo, que hace
8 Le Sceptre d'Ottokar, p . ~7.
: . -·
42 FANTASMAGORÍAS
de todo objeto un objeto cambiante y de todo momen
to un momento inaprensible. Por eso Clérambault
rechaza, uno tras otro , todos los negativos que ha
hecho ; igual que el v~eur de Peeping Tom •, película de
Michael Powell (1950) que cuenta la historia de un
joven v~eur y a la vez asesino que está empeñado en
filmar el rostro d e las jóvenes a las que mata para
gozar después en solitario. Pero no es posible: el momento preciso en que la mujer pasa a mejor vida
siempre se escapa, al menos según el gusto d el V9Jeur, a
la mirada de la cámara. <<Fallido>>, << Otra vez falli
do>>, gime a lo largo de toda la p elícula , a semejanza
de un personaje sudamericano de La oreja rota de Her
gé , que falla siempre con sus puñetazos, cierto que por
poco, y no consigue nunca herir a nadie , como pone
de manifiesto un loro que disfruta exasperando al
poco atinado lan zador repitiendo , tras cada tentativa
vana, << j Fallido , otra vez fallido! >>. Este psitacismo es,
de h echo, muy apropiado aquí puesto que se trata
siempre de la repetición del mism o fracaso. Tal como,
por último, el suplicio de Tántalo, hambriento y
* En Españ a esta p elícula se estrenó con el título de El fotógrafo del pánico. [N. de la T. ]
; : .¡.
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 43
~ • c·d iento, que ve cómo se alejan de él los alimentos y la
l)('hida cada vez que acerca a ellos su boca9 •
En un pasaje particularmente abucheado en el
c·.'i l reno de Peleasy Melisanda, aunque, desde mi punto
clc· vista, es uno de los más conseguidos de esta ópera
cle Debussy, Golaud pone en marcha un dispositivo
d e voyeurismo que le permitirá, eso espera , observar
lo que ocurre en la habitación de Melisanda -¿está
so la allí o está en los brazos de Peleas?- gracias a su
hijo Yniold, que es encaramado a sus hombros, pues
Colaud no puede alcanzar la ventana de esa habita
ción (<<Está demasiado alta para mí, aunque sea yo
tan alto >>) sin el complemento de la talla de Yniold.
Este voyeurismo por poderes es un tipo de voyeuris
mo desesperado. Sé que no veré nada, pero quizás él
sí vea, hazlo por mí. <<¡Mira, mira!, Yniold. Mira,
mira. Mira>>. Evidentemente, el niño no ve nada (de
lo que podría interesarle a Golaud). Este fracaso del
voyeurismo indirecto es una réplica irónica y dramá
ti ca del voyeu rismo directo. Lo que yo nunca podré
9 Sabemos que el sen timiento de h aber fallado por poco , la impresión de que sólo estábamos a un centímetro del fm codiciado, que es la angustia del v¡zyeur, constituye también la inquietud habitual del obseso.
44 FANTASMAGORÍAS
ver, tú lo verás todavía menos. Es interesante señalar,
por o tra parte, que este momento de angustia voyeu
rista corresponde al pasaj e más dramático de la parti
tura de Debussy.
En todo caso, y para volver a mi tema, la búsqueda
del cazador de imágenes siempre <<robadas>> que
caracteriza al v~eur se parece en todo a la búsqueda del
cazador d e fotografías <<verdaderas >> . Tanto para el
uno como para el otro, la captura es imposible porque
la presa siempre huye. El objeto codiciado se ofrece y
rehúye, hasta el punto de llevar a uno inevitablemente
a preguntarse a qué se parece ese objeto incansable
mente buscado y, en primer lugar, a preguntarse si ese
objeto es algo. Suponiendo que ese objeto no sea nada,
es decir, suponiendo que el objeto verdadero que el
objetivo intenta fijar, así como el objeto que quiere ver
el V<2Jieur, no sea más que una fantasmagoría o, al
menos, una realidad contradictoria, inmediatamente
se llega a pensar que este objeto es inaccesible sencilla
mente porque no existe y porque no h ay nada que tan
atinadamente sepa desaparecer como aquello que no
es. Por eso, no creo que haya que interrogar durante
mucho tiempo a un V!!]eur o a un fotógrafo, cuando
intentan atrapar la imagen <<verdad era>>, para que
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 45
e o n fiesen, uno que no sabe lo que quiere ver, el otro
t ¡u e no sabe lo que quiere fotografiar. E ignorar lo que
s<· desea atañe a la pasión, que con preferencia escoge
sus metas en el conjunto inmenso de objetivos lo sufi
cientem ente vagos como para que ninguno d e ellos
IC' nga la más mínima posibilidad de ser alcanzado.
Mencionaré aquí de nuevo un lema que debo a mi
antiguo maestro Joseph Hours: << Si no sabes lo que
{¡uieres, seguro que no lo consigues>>.
Este deseo de nada, tan vano como pertinaz, no es
sólo propio del fotógrafo utópico, del v~eur, del apa
sionado o del obseso, sino que caracteriza también,
como he señalado a menudo, al ideal romántico,
atraído siempre no por algo sino por <<otra cosa>> . La búsqueda romántica, por no tener un fin real o defi
nible, está también abocada al fracaso, yo diría in el u
so <<programada>> para el fracaso. Miles d e páginas
podrían ilustrar esta gran contradicción del romanti
cismo, que ataca con una prohibición casi histérica
toda posibilidad de satisfacción. Me limitaré aquí a
una balada del poeta polaco Adam Mickiewicz, La Ondina del lago Switez., que n arra las d esventuras de un
joven que persigue incansablemente a una criatura
inalcanzable , fantasma en la tierra y ondina en las
" • •• • • • 1 • • •• ! · ' •• • • • J: • •
FANTASMAGORÍAS
aguas del lago en el que el cazador acabará ahogándo
se 10• El poeta describe así a la joven perseguida: <<De
la joven, no sé nada>> . <<¿Quién era? No lo sé>>u.
Era previsible. Quien habla de objeto deseado ignora
generahnente aquello de lo que habla. Por eso lo que
se llama habitualmente <<idea fija>> se refiere muy a
m enudo a una idea vaga. Para convencerse basta con
releer a Balzac o a Zola. Con frecuencia se advierte
una contradicción similar entre la defensa encarniza
da de una causa y la inconsistencia conceptual de esa
misma causa; contradicción que está, como sabemos,
en el fondo de todos los fanatismos.
Para terminar, señalaré que todos estos argumen
tos, que pretenden sugerir el carácter utópico de la
idea de fotografía verdadera, son también válidos,
naturalmente, para el cine. Es cierto que el cine le
10 Muy distinto, aunque comparable, es el conmovedor final de Tabu. , película d e Murnau y Flaherty Ü931) en la que un joven maorí intenta en vano alcanzar a nado, antes de quedar agotado y ahogarse, a una amada muy real.
u Ba/Jades, romances et a u tres poernes, tr. fr. de Roger Legras, La usa nne, ed. L'age d 'homm e, 1998, pp. 31 y 3 5 · Este poema, que , por otra p arle, es muy hermoso, sería la fuente de inspiración de
Chopin para su Tercera balada.
d'
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 47
r('stituye a la fotografía fija el movimiento (cine viene
del griego kinem, <<poner en movimiento>>). Pero el
movimiento del cine es completamente distinto al
movimiento de la vida. Recompone el movimiento a
partir de imágenes fijas que hace desfilar siguiendo
un ritmo apropiado que, aunque evoca más que la
fotografía la realidad moviente, no consigu e nunca
que coincida con ella, por la sencilla razón de que
nunca se hará nada móvil con lo fijo, como demues
tran las paradojas de Zenón y los análisis de Bergson.
De manera que la idea de <<cine-realidad», en boga
en otro tiempo, es de orden tan alucinatorio como la
de fotografía verdadera y no es más que el desarrollo
de la ilusión criticada a lo largo de estas páginas: la
idea de <<fotografía- realidad>> .
* * *
Este rápido examen de la fotografía nos lleva así a
pensar que l a fotografía, como el voyeurismo y el
cine, fracasan en su pretensión de capturar algo. Si
todo se mueve, es imposible atrapar nada, o , mejor
dicho, es imposible capturar algo tal como es, captu-
FANTASMAGORIAS
rar algo sin cambiarlo. Se puede atrapar un conejo
que corre, pero para matarlo (y, eventualmente,
comérselo); pero entonces lo que se ha capturado no
es ya el objeto al que se ha conseguido dar caza, sino
otro objeto desde entonces inerte, que se ha vuelto
comestible a condición de no estar ya vivo. Sin duda,
Hegel diría aquí que el sí mismo no ha renunciado a
su ser más que en la medida en que ha consentido
alienarse en su ser sí mismo en tanto que otro. Hei
degger, por su parte, probablemente aprovecharía la
ocasión para proponer un sentido completamente
nuevo del concepto de <<sobrecogimiento >> -algo
parecido a como hizo con el concepto traducido al
francés por la palabra <<arraisonnement>> *- , afirm.an
do que este sobrecogimiento no hace referencia a algo
que de golpe se apodera de nosotros (emoción, senti
miento), sino que debe entenderse en un sentido a la
vez activo y pasivo, pues el <<apoderarse-coger» no es
más que una expresión del <<de - sobrecogimiento>>
del ser sobre el horizonte del nadear. Expresión que
* El término francés <<arraisonnement>> corresponde a la traducción del término alemán Gestell, que en español viene siendo traducido por <<estructura de emplazamiento>> [N. de la T.]
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 49
tiene mucho m ejor aspecto que su equivalente vulgar
<'n francés: <<nos hemos comido el conejo>>. Eviden
temente, se puede capturar un animal vivo, bien para
intentar convertirlo en animal de compañía, bien
para protegerse de él; pero con el que, entonces, ya
no se sabe qué hacer ... como con el lobo al que se
ti ene cogido por las orejas: si lo sueltas, te comerá
antes de huir; si lo mantienes suj eto por las orejas , la
esperanza de una comida asegurada hará al lobo más
paciente que a su poseedor, a la espera de que, cansa
do pronto del peso que sujeta, éste no tenga otra
elección más que soltar a la bestia, con el riesgo de ser
inmediatamente devorado por ella.
Por otra parte, cuando nada se mueve, como un
objeto paralizado mediante una instantánea que lo
inmoviliza, la fotografía es más incapaz que nunca de
capturar nada (excepto negativos que, r epito, no
pueden reproducir el objeto fotografiado más que
por la fortuna de una expresión cuyo verdadero sen
tido sólo sería descifrable en el contexto de una
secuencia moviente, de la cual el negativo está artifi
cialmente aislado) . De manera que, en fotografía ,
sólo puede <<capturarse>> un objeto aparentemente
vivo o verdaderamente paralizado en la muerte. Con-
50 FANTASMAGORIAS
secuentemente, un ser vivo o en proceso - es decir,
finalmente, toda forma de ser- se su strae, por defi
nición, al intento d e captura fotográfica, o, simple
mente, de captura.
¿Y lo que es válido para la fotografía no lo es, de
h echo, para todo intento de captura perceptiva?
Hemos visto que la fotografía, el cine, el voyeurismo,
no conseguían acorralar al objeto que , bajo una u
otra forma, les preocupa: lo real. Probablemente, lo
mismo suceda con la mirada, con el gusto, con el tac
to , etc. Sin duda, los sentidos aprovechan, al paso, los
objetos, de los que tienen una sensación presente,
pero no pueden apoderarse d e lo que solamente
rozan con mayor o menor brevedad. Las sensaciones
no dependen de nosotros sino que somos nosotros
los que dependemos de nuestras sensaciones. Es
prácticamente imposible invocar un olor o un sab or
sentidos en el pasado. En realidad, sólo es posible
reconocerlos, y ello con frecuencia no sin esfuerzo
(como en el caso de la magdalena de la que habla
Proust al principio de su Recherche) y únicamente cuan
do, digamos , nos toman la delantera, haciéndonos el
<<favor>> - para retomar la palabra exacta que emplea
Proust en el pasaje citado- de volver por sí mismos a
LAS REPRODUCCIONES DE LO REA L 5I
ofrecerse a nuestra percepción, concediéndonos de
este modo una especie de <<segunda oportunidad>>.
Que la sensación sea incapaz de apoderarse de
aquello d e lo que tiene la sensación quizá no sea sino
un ejemplo de una verdad más general: la incapaci
dad del hombre de poseer cualquier cosa. N o creo
(o al menos ya no creo) en las famosas palabras de
Pascal en las que convierte al hombre en un <<prínci
pe desposeído >>. Príncipe, no sé; pero desde luego
desposeído , no. Porque es un inepto para la posesión
y, por tanto, nunca ha tenido verdaderamente nada
de lo que se le pueda privar. Lo cual, seamos since
ros, no arregla en absoluto las cosas.
'2 . LA REPRODUCCIÓN SONORA Y LA PINTURA
Debido a la facultad de duplicación y repetición del
eco, forma primigenia de la reproducción sonora,
éste, lejos de hacer dudar de la realidad de la que es
indicio, puede considerarse sin lugar a dudas como
una <<resonancia>> de la misma. Un sonido algo fuer
te que no fuera devuelto por el acantilado vecin o no
sería un sonido real , sería tan irreal como un cuerpo
52 FANTASMAGORÍAS
que no se reflejara en un espejo o que no produjera
sombra expuesto a l a luz. Este modelo arcaico de
reproducción sonora, podríamos incluso decir pre
histórico, puesto que había eco en la atmósfera de
nuestro planeta antes de que hubiera en él hombres
que lo percibieran, ¿puede ser garantía de la a u ten ti
ciclad de los procedimientos posteriores, principal
mente actuales, de la repetición sonora? Es evidente
que no. Las técnicas de reproducción sonora, naci
das más tardíamente aún que la fotografía, están bajo
la misma sospecha de infidelidad a lo real. La mismas
razones que hacen dudar de la fiabilidad fotográfica
se aplican a la reproducción sonora (una y otra son
cada vez más sospechosas a medida que progresan sus
medios técnicos y, en consecuencia, su facultad de
falsificación). Sólo mencionaré aquí dos razones
principales que impiden, tanto a la reproducción
sonora como a la reproducción fotográfica, preten
der algo más que una conformidad a lo real, compa
rable, en el mejor de los casos, a las fotocopias que
un sello y una firma oficiales nos garantizan como
<<conformes al documento real», al no poder demos
trar que son idénticas a éste. Y eso si el empleado del
ayuntamiento está de buen humor; su colega, si está
LAS REPROD UCCIONES DE LO REAL 53
t' l' peor disposición, se negará con cualquier pretex
''' a certificar vuestro documento , presintiendo , qui,,;, :-;in saberlo, esa verdad filosófica de que la opera
c·ión que se le pide (garantizar que el A que se le
1 11·esen ta es idéntico al B que se le reclama) compete
" la superchería.
La primera de estas razones es, evidentemente, la
•·ventualidad de la falsificación siempre posible ,
siempre fácil e incluso cada vez más fácil a medida que
progresan las técnicas de reproducción sonora. No
supone ningún problema hacer pasar cualquier <<gra
bación>> d e un discurso o entrevista por una repro
ducción fiel de unas palabras que, sin duda, se han
pronunciado, pero que sirven sólo de base a una afir
mación que, por arte de las tijeras del preparador o,
mejor dicho , del maquinador de su difusión por las
ondas, no es, a menudo , más que una versión carica
turesca y mentirosa de lo que realmente se ha dicho.
Volveré sobre esto. Naturalmente, se puede proceder
de igual manera con todo tipo de sonidos. Cualquier
sintetizador transforma a voluntad el sonido de una
flauta en el de un corno inglés , o el bramido de un
elefante en un grito de león marino , hasta el punto
d e que este juego de posibilidades infinitas puede
54 FANTASMAGOR(AS
descarriar el talento del compositor al permitirle
abandonarse a un puro juego de timbres que le dis
pensa de componer. Esta plasticidad de los timbres
evoca en cierto modo los misterios de la cocina china,
una de cuyas cualidades principales, parece ser, con
siste (o consistía) en transformar el material d e base
empleado en un alimento diferente y difícilmente
identificable, de manera que el comensal ya no supiera
si come carne o pescado, dorada o pollo ahumado.
Veamos ahora la segunda de las dos razones prin
cipales que condenan la reproducción sonora (al igual
que la fotografía) a diferir del sonido (o de la imagen)
que se esfuerza en captar. La reproducción sonora es,
por definición , algo que re - produce . De este modo
marca una distancia temporal con respecto a un soni
do que repite. Exactamente igual que el eco, aquélla
viene después del sonido inicial ; a veces, mucho des
pués. Por otra parte y sobre todo, difiere de ese soni
do por el hecho mismo de repetirlo y de que toda
repetición implica una diferencia (esta diferencia ya es
muy sensible en la forma arcaica de r eproducción, el
eco). Si consideramos la repetición como la r epro
ducción rigurosa de lo que se repite, es evidente que
toda repetición resulta imposible, como apuntó Kier-
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 55
kcgaard en su <<novela>> titulada La Repetición, y como
IH~illantemente analizó Gilles Deleuze, que, en Différence et Répétition, demuestra una rotunda verdad bajo
forma de una aparente paradoja: <<En último térmi
no, solamente se repite la diferencia>> 12• La reproduc
ción sonora es, así, la reproducción de un sonido que
necesariamente difiere de él. Por ello, es incapaz de
captar un sonido <<del natural>> , del mismo modo
que la fotografía es incapaz de captar una imagen en
su realidad moviente. Se diría que cuando un oyente
escucha la grabación que se ha hecho de un concierto,
una especie de cot:"tina de gasa lo separa de los sonidos
que percibió directamente en el mismo. Lo que per
cibe puede ser bello, a veces más perfecto que lo que
percibió en directo, pero falta algo de verdadero, de
inmediato, en resumen, de real, que sólo se deja
aprehender aquí y ahora, hic et nunc. Sin duda, es pre
ferible una excelente conserva a un producto fresco
pero de calidad mediocre. Pero nunca valdrá lo que
un producto que sea a la vez fresco y excelente.
I2 Presse Universitaires de France, 1969, p. 158 [ed. esp.: Theatrum phi/osophicum. Repeticióny diferencia, trad. de Francisco Monge, Anagrama, Barcelona, 1995].
FANTASMAGORÍAS
Volviendo al poder de m entir que posee la repro
ducción sonora , señalemos que éste supera a veces los
poderes de la reproducción fotográfica, puesto que es
capaz, no sólo d e deformar unas palabras, sino inclu
so de hacer que digan lo contrario de lo que fue
dicho. Proeza de la cual la fotografía es incapaz; es
difícü, por ejemplo 1 entender en qué podría consistir
una fotografía que representara lo <<contrario>> de la
madre d e Roland Barthes. Sin embargo 1 el manipu
lador d e sonidos tiene en su mano esta hazaña supre
ma, y ello sin tener que añadir el más mínimo so ni
do al material bruto recogido. Puede, a partir de un
discurso hostil hacia el mariscal Petain, fabricar a su
gusto un elogio incondicional hacia el mismo maris
cal; y viceversa. Yo mismo he sido víctima d e una
deformación de lo que había dicho, o más bien escri
to 1 al habérseme atribuido frases que no eran de mi
cosecha y que yo mismo había citado como ejemplos
notables de sandez en una obra, escrita sin duda
demasiado deprisa, que se proponía catalogar las más
flagrantes imbecilidades escritas por los filósofos
franceses contemporáneos. Es verdad que en este caso
no se trata de reproducción sonora sino de repro
ducción escrita. Sin embargo, el procedimiento de
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 57
l ~llsificación es análogo, lo que muestra que se puede
;¡ mañar una reproducción de texto escrito con la mis
lna facilidad que una repr oducción de texto hablado.
* * *
Según Plinio el Viejo y otras fuentes antiguas que,
hasta donde yo sé, nunca han sido rebatidas respecto a
este punto, el origen de la p intura es la sombra; más
precisamente, el hecho de perfilar la sombra de un
personaje proyectada, por ejemplo, en una pared:
<<La cuestión del origen d e la pintura es o scura [. .. ]
pero todos afirman que se empezó por siluetear la
sombra humana>> r3 • Este origen legendario parece
plausible y, en todo caso, ha tenido una larga vida
puesto que una bellísima pintura de Murillo, que data
de los años I66o, llamada El or(gen de la pintura14, repre
senta a un hombre que dibuja en una pared el perfil
13 HistoireNaturelle, XXXV, 15. Tomo esta i nformació n , al igual que las siguientes en este párrafo, d e la obra de Victor l. Stoichita, Breve histoire de l'ombre , Ginebra, Droz., 2 0 0 0 [ed. esp. : Breve historia de/asombra, tr. de .Anna María Coderch , Siruela, Madrid, 2006].
r4 Museo d e Arte, Bucarest.
FANTASMAGORfAS
de la sombra de otro personaje que está de pie e
inmóvil, con la mirada fija, a fin de interceptar los
rayos del s<?l poniente y provocar la aparición de su
sombra , de forma totalmente semejante a un modelo
que posa. Naturalmente, la pintura abandonó pronto
este método rudimentario en provecho de técnicas
más elaboradas, sin las cuales, señala Quintiliano,
contemporáneo de Plinio, <<la pintura seguiría redu
cida para siempre a trazar la silueta de la sombra pro
yectada por los cuerpos expuestos al sol>> rs. Es bastan
te curioso y no menos interesante que la pintura, en
sus primeros balbuceos, haya tenido una relación de
casi identidad con la sombra. Es fácil imaginar que
los contornos de la sombra hayan servido de <<patro
nes>> que guiaran a una mano todavía insegura en la
ejecución de un dibujo. Habría que admitir entonces
que los autores de las pinturas rupestres del paleolíti
co tenían un dominio del dibujo totalmente olvidado
por sus lejanos descendientes. Sea como fuere, esta
relación que nos aseguran original entre la pintura y
la sombra conserva un cierto misterio. Misterio que
muy bien resume Murillo cuando, en el interior de
15 Intituci6n oratoria, X. II , 7.
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 59
11n medallón situado abajo y a la derecha de su lienzo,
inscribe el texto: Tuvo de la sombra origen la que admiras her
mosura en la célebre pintura. Después y hasta el siglo XVIII, de acu erdo con la
doctrina platónica y aristotélica de la mímesis, la pintu
ra, al igual que las otras artes , será apreciada en fun
(' ión de su mayor o m enor parecido con los objetos
que se supone que <<imita>> . El aforismo de Pascal
que he mencionado en mi prólogo es un eco de esta
concepción clásica del arte: << ¡Qué vanidad la de la
pintura, que atrae la admiración por el parecido 16 de
cosas cuyos originales no se admiran! >>. En el siglo
XVIII, exceptuando el caso de Diderot, que a través de
los conceptos de <<verdadero>> y <<natural>> sigue ape
gado a la teoría de la mímesis, la pintura se con sidera
cada vez rnás como un arte independiente y completo
en sí mismo, cuyo valor le viene dado por su propia
belleza y no por su parecido con lo r eal . De manera
que ya no tiene ningún sentido d iscutir sobre su fide
lidad o no fidelidad a una realidad por la que progre
sivamente se va advirtiendo que nunca se ha preocu
pado. U na pintura falsa es una <<falsificació n >> que
r6 La cursiva es mía.
6o FANTASMAGORIAS
miente respecto a la firma del pintor, no respecto a la
conformidad con la realidad que sugiere o puede
sugerir. Por último, a partir del siglo XIX los proble
mas de proximidad o de rivalidad de la pintura ya no
se plantean en relación con la realidad, sino en rela
ción con lo que empieza a presentarse como una
temible alternativa, la fotografía. Algunos tipos de
pintura estaban, por sus propios temas, más inmedia
tamente expuestos que otros a la rivalidad fotográfica,
como el paisaje, campestre o urbano (por ejemplo, las
vedute de Canaletto y de Guardi); como el retrato,
también. Sin embargo, seguía habiendo una autono
mía de la pintura (probablemente más quebrantada
en el caso de Canaletto que en el de Guardi). Una
fotografía puede producir efectos de luz sobrecogedo
res, pero no exactamente de la luz que emana de las
telas de Canaletto o de Vermeer, por citar dos pintores
que rozan antes de tiempo procedimientos que más
tarde serán incumbencia de la fotografía. Y un retrato
firmado por Tiziano o por el Greco dice mucho más y,
al mismo tiempo, mucho menos de lo que podría
decir una fotografía del mismo personaje. En nuestros
días, pintura y fotografía siguen caminos paralelos,
sembrados de intrusiones frecuentes de la una en el
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL 61
lt·•-reno de la otra. Podemos citar el caso de fotografías
'lue sirven de base a pinturas (procedimiento muy del
gusto de Gérard Fromanger) , o que representan
ti i rectamente pinturas, como las fotografías de Rineke
1 >ijkstra, una de las cuales, particularmente consegui
da, rivaliza -durante mucho tiempo sin que la propia
l(>tógrafa tuviera conciencia de ello- con el Nacimiento de
Venus de Botticelli 17• O igualmente el caso de la pintura
<< hiperrealista», cuyo objetivo es reproducir lo más
minuciosamente posible cualquier objeto, mejor de lo
que podría hacerlo el más preciso de los negativos
fotográficos, y que a menudo provoca en el espectador
una r eacción de rechazo, un efecto de saturación cer
cano a la indigestión y a la náusea (lo real, vale; pero
esto es demasiado, demasiado). Y puede citarse tam
bién el caso de pinturas que, a la inversa, sirven de
punto de partida a los fotógrafos, como las <<fotogra
fías - cuadro>> dejeff Wall o algunos negativos sobreco
gedores de Georges Mérillon18 y de Harry Gruyaert(9 •
I7 Su título es: Kolobrzeg. Polonia, ~6 de julio de 1992. 18 Cf. la fotografía llamada La Pieta de Kosovo realizada en 1990 (en
Michel Poivert, La Photographíe contemporaine, Flammarion , 2002).
rg Cf. Región de Pícardía. Bahía del Somme, 1991.
FANTASMAGORÍAS
Recordemos también la existencia de la corriente d~
la fotografía <<pictorialista» de principios del siglo
pasado.
En resumen, a partir de ahora, pintura y fotografía
se alimentan una de la otra. Del mismo modo que los
cómics, que durante un tiempo se inspiraron en el
cine pero que pronto llegaron a influir en él.
El distanciamiento de la pintura respecto a lo real
-es decir, a lo real exterior, a la realidad pictórica- se
acentuó con el advenimiento de la pintura llamada
<<abstracta>>, que terminó por dejar en el olvido el falso problema de la capacidad de la pintura de represen
tarJa realidad. La pintura abstracta, pero también y en
primer lugar la idea, que poco a poco se impuso, de
que toda pintura, incluso la llamada <<figurativa>>, era
ante todo y esencialmente una pintura abstracta, es
decir, un juego de formas y colores: nada más que pin
tura tirada sobre una tela, como dijo Baudelaire, creo.
De manera que nunca ha habido razón para confron
tar lo real a la pintura, puesto .que ésta es un arte que
constituye, igual que la música, una realidad <<aparte>>.
* * *
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL
.~) ,. podrían ofrecer aquí muchas otras consideracio
"'·s, pero hay que concluir. En estas páginas prosigo
' ', n una controversia que se prolonga n1ucho, puesto
'f'l<' la abrí hace ahora una treintena de años. Es ya
ltora de cerrar los debates . Declaro pues definitiva
tll cnte al doble como ilusión principal del espíritu
lnlmano (puesto que, naturalmente, el doble se pre
s<'nta como rival fantasmal de lo real, como compen
s;H:ión, sutil e irrisoria a la vez, de los sufrimientos
ligados a la asunción de la realidad). D e hecho , no sé
si esta refutación de las reproducciones que emanan
de lo que he llamado los << dobles de proximid(ld>>
( reflejo, eco , sombra) , y descrito como garantes de lo
real, no repercute de alguna manera en los originales
de los que emanan. Después de todo , si la sombra es
un signo de lo real, en ningún caso es su reproduc
ción. Lo mismo es válido para el eco: es cierto que
repite un sonido real, pero siempre tardíamente y
degradado. En cuanto al reflejo, es necesario para lo
real, pero no es suficiente para garantizarlo. Lo
demuestran los falsos reflejos, a los que a veces llega
ese colmo d e lo falso que es parecer que refleja, como
en el famoso gag de Max Linder, posteriormente
robado por los Hermanos Marx. Un jefe se acerca a
FANTASMAGORÍAS
un gran espejo para arreglarse la barba. Pero ese
espejo había sido roto accidentalmente por un ayu
dante, el cual , mientras espera la llegada del nuevo
espejo solicitado, debe actuar como el reflejo del jefe
mientras éste se afeita, si no confesar la pérdida del
primer espejo Así pues, se coloca al otro lado del
espejo, que ya no existe, y reproduce a la inversa, gra
cias a un milagro de precisión y a su gran capacidad
de anticipación, todos los movimientos y gestos de su
jefe, que resulta ser un perfecto <<maestro barbero >> .
A veces , este último duda de su reflejo y lo pone a
prueba, queriendo engañarlo con movimientos ines
perados para descubrir por velocidad a su adversario.
Pero el << reflejo>> no se deja engañar y devuelve siem
pre el golpe . En resumen, cuando hay espejo, el
hombre se refleja en él. Lo raro es que, cuando no
hay espejo, el hombre también pueda r eflejarse en él.
E sto arroja una sombra de duda sobre la fiabilidad
del espejo, capaz de funcionar incluso cuando no
existe.
En suma, no concibo doble alguno - excepto los
dobles del miedo y de la risa, sobre los que volveré en
el capítulo siguiente- que merezca ser filosóficamen
te salvado. Hace las veces de último salvavidas, tanto
LAS REPRODUCCIONES DE LO REAL
más engañoso cuanto que todos sueñan con él, pero
nadie ha podido nunca alcanzarlo. Es incalculable el
número de víctimas que se ha cobrado, atraídas por
lo que tomaban por la realidad misma, aunque nunca
haya sido más que, en los dos sentidos del término
(espectro y obsesión), una aparición, un <<fantasma>>.
·•
11. ACLARACIONES
l. SOBRE LO REAL
Igual que los fantasmas d esaparecen al amanecer,
también las fantasmagorías desaparecen en el umbral
de lo real: <<el sollo disipa como si fuera niebla>>,
escribe Maupassant refiriéndose al miedo r . De esto se
puede inferir una primera definición, un poco vaga,
de lo real: diremos que lo real es lo que disipa las fan
tasmagorías, los dobles, el miedo. Naturalmente, la
aparición de lo real, aunque ponga término al reino
de las <<apariciones>>, no significa, sin embargo, el
fin obligatorio de todo peligro , a veces terrible. Evi-
I La peur, en Contes de la bécasse, p. 88 [ed. esp.: Cuentos de la Becada, trad. de María del Carmen Friart, Juventud, Bar celona, 1994].
68 FANTASMAGOR ÍAS
dentemente, es menos temible un peligro imaginario
que un peligro real. No obstante, tal como señala
Maupassant, el peligro imaginario es el que produce
más espanto. La percepción confusa de un peligro
vago impresiona más que la percepción precisa de un
peligro real, aunque esta p ercepción pueda conllevar
en ocasiones reacciones de p ánico análogas a las reac
ciones engendradas por aquella otra.
Lo real es, por tanto, en primer lugar aquello que
queda cuando las fantasmagorías se disipan. Como
dice Lucercio: <<cae la m áscara y queda la realidad>> 2•
Algo tiene que quedar, evidentemente. Lo real quizá
sea la suma de las apariencias, de las imágenes y de los
fantasmas que falazmente sugieren su existencia. Ésta
era ya la tesis, a grandes rasgos, de los escépticos grie
gos (aunque éstos mantuvieran la hipótesis de un
soporte material de las apariencias que llamaban ~po
keímenon, soporte que desde luego era imposible ver
pero cuya existencia nadie ponía en duda). También
fue ésta la tesis de su precursor Pirrón, el cual , según
Marcel Conche3, predicaba un fenomenismo puro
Q De rerum natura, 111, v. 58. 3 Plyyrrhon ou l'apparence, 1973; reed. P. U.F., <<Perspectives criti
ques>>, 1994·
ACLARACIONES 6g
que excluía la idea de l]ypokeímenon. La realidad es su
propia fantasmagoría, y la única manera apropiada de
t •·atarla es redactar un <<Compendio de apariencias>>,
lección que tendrá en cuenta Baltasar Gracián para
llegar a las consecuencias más extremas. De modo que
al querer limpiar lo real de los parásitos que lo velan,
corremos el riesgo de, sencillamente, anular lo real y <<tirar al niño con el agua sucia del baño>>; como esos
criados mallorquines que limpian con tanto empeño
un mapamundi rarísimo, estropeado por haberse
derramado encima tinta negra, que acaba por no
quedar en él ni rastro de las manchas de tinta, pero
tampoco del mapamundi (según cuenta Georges
Sand en un divertido pasaje de Un invierno en Mallorca). En resumen, lo real podría estar constituido por el
conjunto de los dobles y volver a la nada en caso de
desaparición de éstos. El doble de lo real es lo único
real porque es lo único que se puede percibir; lo real
sin doble no es nada. Encontramos una d educción
intelectual totalmente similar, aunque en sentido
inverso, es decir, que va desde la tesis de los escépti
cosa la de Pirroón, en dos frases clave de la película
deJean Marboeuftitulada LePt'ít Curieux (2003). <<La
realidad es lo que no se ve>>, declara al principio el
70 FANTASMAGORÍAS
librero de la ciudad donde transcurre la película, el cual vende, entre otras, revistas de desnudos y ha
tomado clases de voyeurismo, cuyo triste lema se sabe
de memoria. Mejor aún, su declaración va dirigida a
un chaval - Clément, el <<pt'it curieux>>- que se pasa
el día fotografiando justamente lo real. El librero,
ayudado un poco por Clément, precisará más adelan
te su comentario: <<La realidad es lo que no existe>>.
N uestro aprendiz de filósofo, el librero de la pelí
cula de Marboeuf, podría precisar aún más su pensa
miento y decir que, si lo real es lo que no existe, lo
que es real nunca se percibe (o se percibe de manera
indirecta y tardía, a menudo demasiado tarde para
que esa percepción sea útil o utilizable; como les
sucede a las víctimas de las maquinaciones imaginarias
de Boileau-Narcejac en sus novelas, que a m enudo
entrevén la realidad cuando ya no es momento de
sacar partido de ella). D e hecho, los argumentos
generalmente esgrimidos contra la noción de real se
parecen mucho, excepto en el genio filosófico , a los
que emplea Berkeley en su crítica de la noción de
materia, que él considera la principal ilusión de la
filosofía. Esse estpercipi, <<ser significa ser percibido>>,
repite bajo una u otra forma este filósofo para quien la
ACLARACIONES 7I
percepción es la marca de lo que existe y la no percep
ción la marca de lo que no existe y sólo puede ser
designado por una pseudo- noción, vaga y fantasmal.
El genio de Berkeley consiste en haber elegido como
ejemplo emblemático de una pseudo-idea, que no
corresponde a ninguna cosa real, la noción de materia,
que es considerada universalmente como real incluso
por los filósofos más idealistas (Aristóteles, Descartes).
En Tres di6logos entre Hilas y Filonús, Filonús, defensor de la
bandera del idealismo contra Hilas, que no puede
renunciar a la pertinencia de la noción de materia,
combate la idea de materia eliminando cada una de las
falsas concepciones de las mismas que sucesivamente va
proponiendo Hilas, al modo de un campeón de aje
drez que desbarata todas las jugadas y obliga al fin al rey
adversario, guía de las tropas de la materia, a declarar
se vencido. Pues no ha podido establecer que la materia
pueda ser nunca perceptible o inteligible. Lo mismo
sucedería, evidentemente, si yo tuviera que defender la noción de real ante los violentos ataques de Berkeley.
De manera diferente, aunque bastante análoga, lo
que se ha llamado <<realismo>> medieval, por oposi
ción al nominalismo, consistía en negarle toda reali
dad a las cosas reales y concretas y no concederle exis-
FANTASMAGORiAS
tencia más que a las esencias y a las ideas abstractas. El
árbol no es real, sólo es real la idea de árbol. Esta
concepción del realismo privaba de existencia, por
tanto , a toda cosa existente y no acordaba el privilegio
de la realidad más que a aquello que, precisamente, se
veía privado de cualquier tipo d e realidad. Este extra
ño <<realismo>> no prefigura, sin embargo , al menos
no exactamente, lo que sería la doctrina de Berkeley.
Sólo otorga realidad a lo que se concibe, mientras
que Berkeley sólo otorga realidad a lo que se percibe.
Así pues, nada más ambiguo que la noción de real,
que tan fácilmente se deja entender en sentidos dia
metralmente opuestos. Ejemplo de esta ambigüedad,
entre otros infinitos, es una recopilación de poesías
de un autor persa del siglo XIII que, seducido por su
título, Le Soleil du Rée/4 [El sol de lo real], adquirí reciente
mente. Por fin alguien a quien lo real no produce
náusea, imaginé ingenuamente, creyendo descubrir
una nueva recopilación de Ornar Khayan cuando en
realidad se trataba de un <<real>> que, como dice
Gérard de N erval en El desdichado, <<lleva el sol negro de
la melancolía>> . Lo Real en cuestión era en efecto una
4 Tr. fr. de ChristianJambert, lmprimerie Nationale, 1999·
ACLARACIONES 73
mezcla de Idea platónica y Unidad plotiniana, y el Sol
que lo ilumina, la facultad de interrumpir todo con
tacto con el mundo sensible. En resumen, Le Soleil du Réel consistía para su autor en permitir acabar con
cualquier clase de realidad, exactamente como el r ea
lismo medieval autorizaba a tener por irreal la totali
dad de los objetos concretos y reales. La primera frase
de la presentación del texto por su traductor debería
haberme prevenido: «Todo empieza por la pérdida>>.
A falta de argumentos, señalaré tímidamente que
lo que no se puede percibir ni concebir no deja por
ello necesariamente de ser. Sé muy bien que este
pensamiento puede autorizar la superstición, la creen
cia en los espíritus y otros fantasmas. Pero también
autoriza una intuición fulgurante de la realidad, que,
en mi opinión, prescinde de percepciones y de razo
nes. En un pasaje de su novela El v~eur, Alain Robbe
Grillet describe pormenorizadamente el dique de un
puerto , d eteniéndose en cada morrillo, en cada parte
de cemento que une una piedra con otra. Durante
una emisión difundida por Radio- France, un crítico
preguntó a Robbe- Grillet el porqué de tantas frases
para describir el detalle de un dique que, aparte de su
falta de interés y de importancia para la intriga de la
74 FANTASMAGORÍAS
novela, el lector apenas consigue visualizar. Respuesta
de Robbe-Grillet: si me extendí tanto describiendo
este dique era precisamente para demostrar que era
indescriptible. Sin embargo, ese dique existe.
Lo mismo sucede con lo real. Siempre supera las
descripciones intelectuales que se puedan hacer de
ello. Puede superarlas para bien, como cuando M me
de Renal, en Rojo y Negro, descubre que el futuro pre
ceptor de sus hijos no sólo no es el eclesiástico austero
y repulsivo que se teme, sino que se revela como un
joven y encantador laico. Desgraciadamente, también
puede superarlas para mal. Proust tiene e.sa amarga
experiencia cuando hace saber por boca de Fran~oise
que <<mademoiselle Albertine se ha ido >> . La idea de
esta ruptura, que seducía a Proust algunos instantes
antes, era un pensamiento agradable. Pero el hecho de esta
ruptura provoca un sufrimiento atroz. Así, la llegada
de lo real desbarata las anticipaciones que uno haya
podido imaginarse , mostrándolas generalmente como
erróneas. De ahí que yo haya sugerido en repetidas
ocasiones que lo real era la única cosa del mundo a la
que no nos habituamos nunca.
ACLARACIONES 75
2. SOBRE EL DOBLE
Si he sido insuficientemente explícito en la defini
ción -o más bien en la ausencia de definición- de lo
real, lo he sido igualmente en mi definición del
doble, exponiéndome así a confusiones que habría
evitado muy fácilmente si hubiera tenido la precau
ción de precisar desde el principio que el doble aluci
natorio y fundador de ilusión en el que pensaba era
bastante diferente del doble tal como se entiende en sus
acepciones más habituales. Lo expliqué un poco en
un breve pasaje de Philosophe et les sortileges (págs. 54s.),
que excluye de mi concepción del doble , por una
parte, todo lo que compete a la imitación o a la copia
(las cuales dan lugar a efectos no ilusorios sino más
bien de orden extravagante o lúdico, d esde siempre
usados por el teatro cómico); por otra parte, todo lo
que conlleva de inquietante la percepción de un
doble cuyo original sabemos que se encuentra en otro
lugar , por ejemplo la aparición en el jardín de una
persona a la que acabamos de dejar en casa (la duda
sobre la identidad engendra, en esos casos, efectos
que son más propios del espanto que de la comici
dad). Pero a esta precisión le faltaba una distinción
FANTASMAGORÍAS
esencial, la que hay entre los dobles de duplicación y los
dobles de sustitución. Me explico. Sólo son duplicantes
los do bies que remedan los modelos pero sin atentar
en absoluto contra la integridad de los originales de
los que son copias. Éste es el caso de los dos tipos de
dobles que acabo de evocar (aunque el segundo tipo
pueda provocar una duda de quién es el doble y
quién el modelo; pero en ningún caso habrá duda
respecto a que hay un doble y un modelo). Todos los
demás son dobles de sustitución, cuya función es eli
minar el original haciéndose pasar por él gracias a un
efecto de alternativa que afirma su existencia por
medio de la supresión de su modelo, como una célu
la orgánica que reproduce una célula fagocitándola.
Como también, hoy en día, esos altermundialistas
cuyo sueño, como indica la propia palabra <<alter
mundialismo >>, no tiene otra consistencia más que la
eliminación del mundo. La utilidad psicológica del
recurso al doble fantasmal de sustitución sería nula si
éste no eliminara en la operación a su doble y peli
groso rival, lo real. El tipo de dobles de los que hablo
pertenece a la raza de los asesinos, cuya función
secundaria es la de reflejar una realidad artificial,
pero cuya función principal es la de hacer desaparecer
ACLARACIONES 77
la realidad real. Dobles asesinos, pues; y cuando digo
dobles quiero decir que matan dos veces. La película
Pleín soleil* de René Clément, entre otras muchas, des
cribe la victoria de un doble asesino: Tom Ripley
(Alain Delon) , después de haber borrado a Philippe
Greenleaf (Maurice Ronet) convirtiéndose en su
doble, se ocupa también de eliminar el original asesi
nándolo y haciendo desaparecer su cuerpo en el fondo
del Mediterráneo. Al menos eso cree él sin poder ima
ginar que el cuerpo ha quedado enganchado al casco
del yate donde ha sido asesinado y que reaparecerá
cuando, al final de la película, se saque el yate a dique
seco 5 . De hecho, casi siempre es así como suceden y
terminan las cosas: por más que el doble entierre lo real
el mayor tiempo posible, éste siempre acaba saliendo
a la superficie, a m enudo de manera espectacular.
Así sucede con los tres ejemplos que propongo al
principio de Le Réel et son double (págs. 2 8 - 31): la ley en
da de Edipo en Edipo Rry de Sófocles, la historia de
Segismundo en La vida es sueño de Calderón y el cuento
* Esta pelicula se tituló en España A pleno sol. [N. de la T.] 5 Encontramos una secuencia análoga al final de una película de
Fran~ois Laterrier, Pmjection privée, que mencioné en Le Réel (p. 128).
FANTASMAGORÍAS
árabe6. Me limitaré al caso de Edipo, en cuya historia
está el origen de mi reflexión sobre el doble. Resumo
por última vez esta historia para que se entiendan
perfectamente mis palabras. Un oráculo, como casti
go por una falta del pasado, ha prohibido al rey de
Tebas, Layo, concebir un hijo, anunciándole que, si
llegara a nacer, éste lo asesinaría y se casaría con su
madre Yocasta (esposa de Layo). Nacido <<accidental
mente>>, Edipo será abandonado a los lobos por sus
padres, pero finalmente lo adoptarán los soberanos
de Corinto, que no tienen heredero. Enterado, por
su parte , Edipo del oráculo que pesaba sobre él-pri
mer gesto fatal-, huye de Corinto y de los que consi
dera sus verdaderos padres para refugiarse en Te has,
donde cree que estará a salvo. En el camino, se
encuentra con el que no sabe que es su padre, Layo ,
y, como consecuencia de una riña, lo mata. A la
entrada de Tebas, consigue resolver el enigma que le
plantea la Esfinge, liberando así a la ciudad de ese
monstruo que devoraba a los viajeros. Como recom-
6 Se conocen cientos de versiones de este cuento , var ias de ellas judías, en el qu e se basa Jacques Deval para el argumento de su obra Ce soir a Samarcande.
ACLARACIONES 79
pensa, le ofrecen el reino de Tebas y el matrimonio
con la reina Yocasta, viuda del difunto rey Layo. Así se
cumple el oráculo y el destino de Edipo. Pero parece
ser -sólo parece ser- que por una vía indirecta y con
ardides, debido al gran número de lamentables coin
cidencias que favorecen el suceso, siendo la más
inquietante de todas el hecho de que el propio esfuer
zo de Edipo por evitar su destino coincida finalmente
con su realización. Sin embargo, ese sentimiento de
que Edipo ha caído en una trampa es totalmente ilu
sorio. Reflexionando sobre ello, vemos que el modo
de proceder de Edipo - precipitarse hacia sus padres
gracias a un malentendido, matar al primer viajero
que le pone un obstáculo y que no es otro que su
padre, verse llevado después a casarse con la viuda de
éste, su madre- es la vía más rápida y más sencilla de
cumplir el oráculo. Es sabido que un problema d e
matemáticas, igual que una partida de ajedrez, admi
te a menudo varias soluciones posibles que van de la
más rápida a la m ás larga. Se dice que la solución más
corta es también la más elegante. Pues bien, Edipo h a
encontrado la manera más elegante y más expeditiva
de darle la razón al oráculo , aunque sin saberlo y cre
yendo hacer todo lo posible por contrariado.
8o FANTASMAGORÍAS
Sin duda, imaginar otra versión más verosímil de
cómo Edipo podría cumplir la predicción del orá
culo, versión que yo asigno al doble, no anula la ver
sión real y, por otra parte, más plausible relatada por
la mitología griega y la obra de Sófocles. Pero no por
eso deja de estar encaminada a descalificarla, presen
tando la versión real como el resultado de una tram
pa que no debería haberse tendido, dejando entre
ver o tras versiones aparentemente más creíbles o más
sencillas del cumplimiento del drama . Pero, r epito
una vez más, no hay ninguna versión que sea tan
plausible como la de la leyenda; de hecho , es imposible imaginar otra versión de los hechos que no sea
menos directa y m enos sencilla que la de la leyenda.
C omo escribí en Le Réel et son do uble (pág. 38): <<si la
palabra del oráculo puede calificarse de (oblicua' 7, la
vía por la que Edipo realiza su destino es, por el con
trario, la línea recta por excelencia: no ha dado nin
gún rodeo, y es posible que sea precisamente esto lo
que se denomina el carácter o (vueltas ' del destino: el
7 Apolo, cuya predicción ha sellado el destino de Edipo, tenía el sobrenombre de El Oblicuo ( <<Loxias>> ) debido a la ambigüedad de sus oráculos.
ACLARACIONES 8r
ir derecho al objetivo , no entretenerse en el camino,
darse de bruces con uno mismo>>.
Dicho de otro modo, y no volveré más sobre esto:
lo que le sucede a Edipo es lo que le sucede a todo el mundo, un ejemplo perfecto de todo lo que pasa en la rea
lidad. Pensar que el destino le ha tendido una trampa
a Edipo, que el destino, en cierto modo , ha hecho
<<trampas>> con lo real, es muestra de alucinación, es
decir, de la percepción patológica de hechos u obje
tos que no existen. Como lo es la percepción, frente
a un solo y único hecho real, de una miríada de
dobles posibles (que actualmente se llamarían <<solu
ciones alternativas>>).
Volviedo a la distinción propuesta más arriba
entre el doble de duplicación y el doble de sustitu
ción, mantengo, pues , que si bien el doble que se
contenta con duplicar, como el doble de quid pro quo o
el doble inquietante, tiene una función que no es ni
alucinatoria ni ilusoria y no pone en peligro la inte
gridad del original que copia, sucede de modo total
mente distinto con el doble fantasmático, que impli
ca la eliminación del original al que mata, o intenta
matar, al pretender sustituirlo. Matar es, sin duda,
un término excesivo; sería más acertado decir que el
. . : .. ; :. .. ... · . \. ... .. ,, · .
FANTASMAGORfAS
doble fantasmático generalmente se contenta con
echar un velo sobre lo real, como el que Susana, en
una famosa escena de Las Bodas de Fígaro, echa precipi
tadamente sobre el asiento en que está Cherubino
para ocultar la presencia del paje a la vista del conde
Almaviva. A veces, la estratagema dura un cierto
tiempo ; pero la mayoría de las veces no tiene más que
un efecto breve que sólo concede, pues, un pequeño
respiro al inminente reencuentro con la realidad.
, APENO ICE
UN PASTICHE DE SUETONI0 1
En aquel tiempo, Calígula tuvo que jw:gar un hecho que era objeto
de todas las conversaciones en el foro,y que resolvió con esa mezcla
de lógica cruel, desmesura insensata y desprecio del derecho que sólo
a él pertenecfa, dispuesto como estaba siempre a insistir aún más en
las extravagancias vergonzosas o criminales de las que hablaba todo
el mundo.
El único y amado hij·o de cierto caballero llamado Publius Verus
O folla volvió tuerto y desfigurado de las guerras párticas. El dolor del
padre fue tan inmenso que llegó a nublarle la razón, pues el joven, que
habfa perdido en el campo de batalla el gusto de vivir, era conocido
r Hubert Monteílhet, Les Queuesde Kallinaos, op. cit. , pp. 133-135· Véase supra, p. 21, n. 3·
86 FANTASMAGORÍAS
por su belleza y su éxito entre las romanas más coquetas. En un acceso
de furia malsana, Ofella se saltó a sí mismo un ojo, como si ese sacri -· ficio pudiera devolver a su único hijo la integridad de su vista y el dul
ce encanto de su mi rada. Y los dos tuertos se consolaron juntos duran
te un tiempo, en el silencio de una casa estupefacta. Pronto Ofella
buscó en el mercado de esclavos algunos tuertos para el servicio parti
cular de su desgraciado hij'o, que tenía la debilidad de encontrar en
este acomodo una especie de morosa delectación. Pero como los tuer
tos no abundaban, O folla, aun a riesgo de desencadenar una revuelta
y de provocar la reprobación pública, comerv;.ó a dejar tuertos a todos
los esclavos de su villa, desde el filósofo estoico, que lanzó enormes gritos, hasta los jardineros lígures, que se aguantaron sin más. Después le
tocó el turno a las concubinas charlatanas, que padr·e e hijo se repar
tieron para buscar en su regazo el olvido de sus desgracias. El día en
que Ofella pretendía dejar tuerto a uno de sus clientes, venido impru
dentemente a buscar su espórtula, el pretor alertado tuvo que interve
nir. En definitiva, el desgraciado O folla se había esforzado en consti
tuír alrededor de un hijo tuerto un mundo ciclópeo. Esta ternura
paternal conmovió a algunos, pero espantó a la mC!Yor[a, que la
encontraron excesiva.
La mañana siguiente de una noche de orgía, Calfgula requirió la
presencia del joven, al que devolvió ciego a su padre, demostrando de
ese modo que la locura misma debe tener sus límites.
LO REAL, LO IMAGINARIO Y LO ILUSORIO
Los dos textos aquí reunidos pretenden sostener una tesis m¡g sencilla:
que lo real no se define por su relación con lo imaginario sino por su
relación con lo ilusorio. En otros términos, que lo imaginario es una
de las maneras de aprehender lo real, mientras que lo ilusorio es la
manera por excelencia de negación de lo real.
P. S. Agrad ezco cordialmente a Fréderic Schiffter , propietario de éditions Distance, su autorización para reproducir este texto, en el que h e incluido algunas modificaciones.
•' ' 1
1
1
l. MEMORIA E IMAGINACIÓN
El tiempo real no se limita al tiempo presente, ni el
espacio real al espacio del aquí. Señalemos, sin
embargo, que la realidad del tiempo pasado, así como
la del lugar situado en otra parte, no es exactamente
tan <<real >> como la que puedo experimentar ahora y
aquí, puesto que ésta la percibo y aquélla no puedo
percibirla. El ahora y el aquí son los dos <<emplaza
mientos modelo>> de la realidad. Cuando considero
como real algo que no existe ni ahora ni aquí, traigo
'ilel'pasado y de otro lugar esos dos modelos de lo real
que son el ahora y el aquí, asimilando el instante
pasado a un instante en otro tiempo presente y el
lugar o el objeto alejados a un lugar presente, es
92 FANTASMAGORÍAS
decir, a un aquí. No obstante, esta asimilación no e~
obvia, pues ninguna percepción la autoriza. Si soy
capaz de considerar de este modo la realidad de lo
que soy incapaz de percibir, es porque dispongo de
dos medios de percepción extraordinarios, uno para
el tiempo y uno para el espacio. Estos dos medios
extraordinarios son la memoria y la imaginación, o
sea, dos sucedáneos de la percepción o percepciones
de sustitución que toman entonces el relevo a la per
cepción propiamente dicha. Por ejemplo: estoy en
París , pero puedo imaginar que estoy en Londres
(según las descripciones que me han hecho de esa
ciudad o de los recuerdos personales que tengo, es
decir, interfiriendo la imaginación con la memoria).
Del mismo modo , estoy en el2005 pero puedo acor
darme de lo que me sucedió en el 2004.
Memoria e imaginación denotan una irradiación
de la percepción del tiempo y del espacio más allá del
estricto terreno de su propia realidad. Podemos
decir, d e manera general, que denotan una cierta pre
sencia de lo que está ausente. Inmediatamente nos d amos
cuenta de que el auxilio de la memoria y de la imagi
nación, en ausencia de toda percepción posible, tie
ne un poderoso efecto, que pued~ considerarse de
,,
MEMORIA E IMAGINACIÓN 93
utilidad tanto privada como pública. Sin este auxilio,
~ería imposible concebir una identidad, cualquiera
que sea, del sujeto, ni siquiera la de uno mismo, que
únicamente se capta gracias a una idea de su perma
nencia en el tiempo, idea que no se justifica con nin
guna percepción (como <;lemuestra Hume en su Trata
do sobre la naturaleza humana) y que sólo se puede sostener
con el apoyo de la memoria (como demuestra Leib
niz en su Discurso de metafísica). Tampoco sería posible
concebir la cohesión de sociedad alguna sin la base de
armonía que ofrece una comunidad de recuerdos e
imaginaciones, comunidad que es lo único que hace
posible los elementos constitutivos de todo consenso:
como el acuerdo sobre la hora, o la imaginación con
vergente de un príncipe que gobierna.
Pero , naturalmente , la presencia de lo que está
ausente no puede tener el mismo valor que la presen
cia de lo que está presente. Ésta es simple e indubita
ble; aquélla, necesariamente incierta y ambigua. De
ahí que las funciones de la memoria y de la imagina
ción, que no son más que sucedáneos de la percep
ción o, si se quiere, facultades <<semi perceptivas>> , sean
tan frágües como útiles y hayan sido consideradas
siempre como <<poderes engañosos>>. Poderes enga-
94 FANTASMAGORIAS
ñosos porque están sujetos a inevitables flaquezas:
puedo embrollarme con mis recuerdos, o la imagina
ción puede extraviarme cuando me presenta un obje
to como otro totalmente distinto de como se me pre
sentaría si estuviera efectivamente presente. Pero si
los fallos de memoria .. son, a grandes rasgos, compa
rables a los de la imaginación, no sucede exacta
mente lo mismo con sus respectivas manifestaciones.
Memoria e imaginación no son poderes igualmente
engañosos. Porque, ciertamente, la memoria puede
<<equivocarse», confundiendo fechas y lugares de un
acontecimiento cuya singularidad y carácter propios,
sin embargo, rememora perfectamente; pero cuando
no se equivoca, consigue encontrar con toda preci
sión el objeto que buscaba. La imaginación, en cam
bio, incluso cuando da en el objetivo, se revela siem
pre incapaz de evocar exactamente el objeto que
intenta representarse. Si quiero imaginar una ciudad
lejana o a un amigo ausente, la imagen puede ser evo
cadora, pero es borrosa; por el contrario, si intento
rememorar una estancia en esta ciudad o una conver
sación con aquel amigo, y lo consigo, encuentro exac
tamente, como en carne y hueso, el recuerdo buscado.
Por eso, puede s~eder 'a menudo que la memoria,
MEMORIA E IMAGINACIÓN 95
pero nunca la imaginación, proporcione todo lo que
se espera de ella.
En algunos aspectos, la memoria es, efectivamen
te , una función infalible: es verdad que a veces puede
no encontrar lo que busca, pero también es capaz de
dar en el clavo. Y en eso es en lo que es infalible, en
que, hablando con propiedad, nunca engaña: anun
cia siempre, y siempre con total seguridad, si ha
encontrado o no ha encontrado lo que buscaba.
Cuando no encuentra lo que busca, nunca propone
una solución alternativa: se contenta con indicar que
no ha encontrado nada (reconocimiento de una nada
que resulta ser, pues, el indicio más seguro de la rea
lidad de un algo hacia lo que se dirigía). << Pensamiento en
fuga, queyo quería escribir; y escribo, en cambio, que se me ha esca
pado>> (Pascal). Todos los analistas de la memoria,
desde san Agustín a William James y Marcel Proust,
han insistido precisamente en esta infalibilidad de la
memoria, en la incapacidad que tiene, cuando está
sobre la pista d e un recuerdo cierto, de dejarse enga
ñar por otro recuerdo, por muy próximo que esté de
aquel que ella busca. La memoria nunca se confunde,
y rechaza sin dudarlo a todos los pretendientes a ser
reconocidos como el que ella busca, hasta que al fin
g6 FANTASMAGORÍAS
se presenta (a menos que no se presente nunca) el
recuerdo buscado.
Esta infalibilidad de la memoria (excepto, de nue
vo, si fracasa en su objetivo, fracasando entonces
también en ser memoria) autoriza a atribuirle un
conocimiento instintivo, una especie de conocimiento de
la diferencia - es decir , un conocimiento de lo real,
siendo toda realidad esencialmente singular. Lucre
cio describe de la siguiente manera este carácter sin
gular tanto de lo real como del recuerdo que se tiene
de ello: <<Ante el templo de los dioses magníficamen
te adornado, al pie de los altares donde arde el
incienso, a menudo cae un becerro inmolado, exha
lando de su pecho un río caliente de sangre. Sin
embargo, la madre desconsolada recorre los verdes
pastos, intentando reconocer en el suelo la huella de
sus h endidas pezuñas, escudriñando todos los parajes
con sus ojos, esperando quizá encontrar al pequeño
que ha p erdido: inmóvil en la linde del bosque fron
doso, lo llena de quejidos y vuelve una y otra vez al
establo con el corazón taladrado de pesadumbre por
su hijo. Ni los tiernos sauces, ni la hierba reverdecida
por el rocío, ni esos amplios y caudalosos ríos pueden
deleitar su espíritu ni desviarla de la tarea que la ocu-
MEMORIA E IMAGINACIÓN 97
pa. Y la visión de otros becerros en los pastos no
podría distraerla ni aligerar su pena: tan propio y conocido es lo que busca>> 1 • La memoria no se deja
engañar porque busca un objeto singular y éste, pre
cisamente por no poder ser confundido con otro, es
en cierto modo inolvidable por naturaleza. Con esta
consideración gana peso la tesis de Bergson que afir
ma, en Matiere et lWémoire, que nunca se olvida nada y que la <<memoria pura>> conserva la integridad de las
experiencias pasadas.
Al igual que la m emoria, la imaginación dirige sus
esfuerzos hacia un objeto singular -el rostro de un
amigo, el sabor de un vino, el color de una piedra
al que intenta dotar de una casi presencia sugiriendo
su re- presentación (esto es, una vuelta de lo ausente
al presente y al aquí). Pero este esfuerzo de la imagi
nación sólo puede llegar a buen término si lo real se
entrega, es decir, si aparece en persona el objeto
imaginado (que en ese momento, puesto que se
ofrece a la percepción, deja de ser un objeto imagi
nado). En todos los demás casos, la imaginación no
I De rerum natura, IJ, vv. 351-366 (hay trad. del Abate Marchena, Madrid, Cátedra, 1983, pp. 15~ s.)
g8 FANTASMAGORÍAS
llega al final, encontrándose siempre en un perpetuo
no-desenlace por el que se consigue entrever el objeto
imaginado, pero no como si fuera éste o aquél, sino
únicamente en tanto que es diferente a todas las imá
genes precisas que podrían proponerse de él. Si la
memoria implica un conocimiento de la diferencia,
la imaginación se resume en una impresión de lo otro que
no consigue ninguna captura, puesto que , en lugar
de enfocar un objeto preciso, mira en dirección de lo
que es distinto a todo objeto: la única consistencia del
esto que intenta evocar es la de ser diferente a todos
los esos que se le ofrecen -exactamente igual que en
el caso de la memoria, ciertamente, sólo que en este
caso no habrá ningún recuerdo. Así, Esseintes, el
h éroe de la novela de Huysmans Á Rebours, cuando se
imagina, por ejemplo , la ciudad de Londres no lo
hace yendo allí (porque entonces habría percepción y
no imaginación) sino yendo a París un día brumoso y
lluvioso de otoño y limitando sus idas y venidas a
barrios que puedan evocar vagamente este o aquel
lugar de Londres. A medida que se va desdibujando la
presencia de París, donde está, se va perfilando en
filigrana la imaginación de Londres, donde no está.
La imaginación de Londres revela de esta manera no
MEMORIA E IMAGINACIÓN 99
tanto la evocación de una ciudad real como el senti
miento seguro de que esta ciudad es distinta a aquella
en la que se está. Y, de modo general, éste es el caso
de todas las imaginaciones.
A la relativa seguridad de la memoria se opone así
la incertidumbre constitutiva de la imaginación. Ésta
se limita a lo otro, mientras que la memoria es capaz
de llegar a una re-presentación del pasado, o sea, a
una reactualización de lo otro en tanto que ello mis
mo. Por eso los autores clásicos recomiendan fiarse a
veces de la primera pero en ningún caso de la segunda
(<<la loca de la casa>>, como la llamaban Montaigne,
Pascal y Malebranche). La memoria tiene como meta
un otro según el tiempo; la imaginación, según el
espacio. Si la memoria es más precisa que la imagina
ción, es porque el orden del tiempo es más propicio
que el orden del espacio a una casi-percepción de lo
que está ausente - tal como subraya Proust con insis
tencia en las últimas páginas de El tiempo recobrado. Comparada con las incertidumbres ocasionales de
la memoria, la imprecisión de la imaginación puede
apreciarse de dos formas contradictorias, y ha dado
lugar, a lo largo de la historia, a dos interpretaciones
principales y divergentes. Las manifestaciones de la
lOO FANTASMAGORÍAS
imaginación aparecen, efectivamente, bajo una luz
muy diferente según que lo que se espere de ella sea
esencialmente una evocación, la más precisa posible,
de percepciones y sensaciones de la vida cotidiano, o,
por el contrario, una sugerencia de imágenes sin
relación directa con las que ofrece la percepción de lo
real. En el primer caso, lo que la imaginación puede
hacer se limita a lo que es capaz de conservar de la
percepción; y ya hemos visto que , en esta función
conservadora , su éxitos eran bastante menores que
los de la memoria, ante cuya comparación queda
como la pariente pobre. Ésta es, en lo esencial, la
concepción de la imaginación que podríamos llamar
clásica: la imaginación es una sensación no sólo
menoscabada (como sugieren todos los análisis de la
imaginación, qu~ oponen la palidez de la copia a los
vivos colores del original), sino también y sobre todo
una sensación encogida o limitada, algo así como una
sensación mutilada o una reducción d e sensación
- porque lo que queda de la sensación está intacto,
pero eso que queda es también muy poco- . Si, por el
contrario, consideramos la imaginación como un
poder de sugestión de imágenes libres y emancipadas
con respecto a lo real, ajenas al conjunto de imágenes
MEMORIA E IMAGINACIÓN IOI
que se ofrecen a la percepción cotidiana, la función
de la imaginación ya no consiste en evocar las percep
ciones, sino más bien en distraer de ellas mediante la
producciÓn de << representaciones>> tanto más pre
ciosas cuanto que no representan nada de lo ya cono
cid-o, es decir, no re -presentan nada. Lo nuevo que
sugieren procede precisamente de que no presentan
nada de nuevo, no repiten ni reproducen nada, evi
tando así la trampa del de nuevo que implica siempre y necesariamente un nada nuevo. La mala calidad de estas
<<reproducciones>> no es, entonces, el indicio de un
defecto sino el de una cualidad de la imaginación, a
saber: la de producir algo nuevo (de lo que es incapaz
la memoria) y ofrecer un aspecto de lo otro (a lo que
ninguna percepción está en condiciones de respon
der). Ésta es la concepción moderna de la imagina
ción, opuesta a la tesis clásica: la imaginación no es
una sensación encogida o limitada sino, por el con
trario, excesiva, desbordando todas las imágenes que
la realidad puede ofrecer a la percepción. La frontera
histórica entre estas dos concepciones de la imagina
ción pasa por la ruptura que separa, a finales del siglo
XVIII, la filosofía sensualista (de Locke a Condillac) de
la sensibilidad romántica.
102 FANTASMAGORÍAS
Podemos encontramos un testimonio ejemplar,
entre otros muchos, por supuesto, de este paso de la
imaginación clásica a l a imaginación romántica en
varios textos de Baudelaire, sobre todo en las páginas
de Salon de 1859 consagradas al poder de la imagina
ción, que es saludada en el subtítulo del capítulo III
como la <<reina de las facultades>>. Allí marca preci
samente Baudelaire la articulación entre la imagina
ción en sentido limitado - es decir, la imaginación
reproductora de los clásicos, la fang, derivado inglés
de la phantasía de los griegos, co1no lafantaisie de Mon
taigne o la Phantasie de los aleman es- y la imaginación
en el sentido amplio y romántico, es decir, la imagi
nación constructiva y creadora, que tiene toda la
razón en desdeñar la reproducción de lo real, pues lo
que ella se propone es , precisamente, sugerir una
imagen totalmente distinta de ello. D e esta m anera,
lo que aquí se oponen son dos status filosóficos de la
imaginación: la imaginación- creación, que tiene a lo
real como rival y sólo se ocupa de él para impugnarlo,
y la imaginación- reproducción de tipo clásico, que la sensibilidad romántica atribuye al gusto por la bana
lidad cotidiana, cuando no al sospechoso encanto de
la vida burguesa.
MEMORIA E IMAGINACIÓN 103
El debate entre estos dos status de la imaginación lo
reabrió en el siglo XX el psicoanálisis con relación al
tema del fantasma; y es interesante señalar en este
punto la divergencia entre la concepción de Freud,
que se atiene a la definición clásica, y la de Lacan, que
invoca la concepción romántica de la imaginación e
incluso hace de ella el punto central de su teoría de lo
simbólico y de la oposición entre esto y lo imagina
rio. Según Freud, la imaginación que se practica en el fantasma o en el sueño despierto es siempre sólo un
derivado de l a sensación, exactamente como en el
sensualismo de Condillac: los sueños de grandeza, de
poder, de amor consisten en un conjunto de sensa
ciones cuya percepción inmediata está, ciertamente,
excluida (provisionalmente o para siempre), pero
que no son menos perceptibles tanto por derecho
como por realidad, a poco que ésta venga por fin a
sonreír al soñador. Mientras que, según Lacan, lo
esencial del fantasma consiste en tener por objetivo
un objeto situ ado fuera del alcance de toda imagina
ción posible, es decir, un objeto simbólico, que Lacan
diferencia del objeto imaginario por las mismas razo
nes que hacen que se distinga entre la imaginación
romántica y la imaginación clásica. Lo simbólico
104 FANTASMAGORIAS
lacaniano supone la emancipación respecto de toda
sensación o percepción. Concibe, por tanto, lo irreal,
igual que lo imaginario romántico: como un sitio
que no puede ser localizado en ninguna parte - como
el lugar baudeleriano situado argwhere out ofthe world, es
decir, en cualquier sitio siempre que sea en ninguna parte.
11. LO IMAGINARIO
El concepto de imaginario se asocia tradicionalmente
a la idea de irrealidad, al rechazo de lo real suscepti
ble de llevar a la locura a cualquiera que, sin conside
rarlo, se abandone a su imperio. Todas las definicio
nes de los diccionarios coinciden en reconocer en lo
imaginario , por una parte , un producto solamente
de la imaginación y, por otra, un producto contrario
a toda realidad; así, por ejemplo, la siguiente, tomada
del diccionario petit Robert: lo que existe sólo en la imagi
nación, que no tiene re~lidad.
Ahora bien, si no h ay nada que replicarle al pri
mer punto de la d efinición, el segundo, en cambio,
ro6 FANTASMAGORÍAS
parece mucho menos evidente. Que hay una diferen·
cia entre la imaginación y lo real - iba a decir una
<<diferencia de envergadura>>, llevado por el automa
tismo de la escritura; de hecho, se trata más bien,
como veremos, de una diferencia de emplazamiento
no ofrece, por supuesto, la menor duda; pero que
entre ambos ámbitos haya una ruptura resulta, por el
contrario, mucho más dudoso. Porque es cierto que
lo imaginario existe sólo gracias a la imaginación y, por tanto, no podría ser el resultado de una percep
ción directa de lo real; pero esto no implica en abso
luto que lo imaginario suponga una negación de la
realidad, contrariamente a lo que sugiere Sartre, que
en L'ímaginaire insiste en la función <<irrealizante>> y
<<aniquiladora>> de la imaginación.
Las relaciones entre lo real y lo imaginario son de
hecho mucho más próximas e incluso íntimas de lo
que habitualmente se piensa. U na expresión famosa
de Gaston Bachelar, en L' AiretlesSonges, puede servir
nos de advertencia y de guía: <<Un ser privado de la función
de lo irreal es tan neurótico como un ser privado de la función de lo
real>>. Si la función de lo irreal, en que consiste lo
imaginario, es por tanto indisociable de la funció n de lo real que caracteriza al hombre en su sano jui-
LO IMAGINARIO 107
c1o, es porque con toda certeza no implica ni un
rechazo de lo real ni tan siquiera una diferencia radi
cal con relación a ello.
Primer corolario: la negación de lo real, en que
consiste toda locura, no tiene nada que ver con lo
imaginario. Segundo corolario: la percepción .de lo
real no solamente no se opone a la representación
imaginaria, sino que tiene todos los ingredientes para
armonizar con ella y, por tanto, debe parecérsele
mucho. De hecho, eso es lo que señala el propio
Bachelard inmediatamente después de la frase citada
anteriormente: <<Por tanto, deberemos encontrar
una filiación regular de lo real y lo imaginario >>.
Para ilustrar y apoyar esta tesis de buena y funda
mental armonía entre lo real y lo imaginario, invoca
ré aquí el caso de un héroe universal. gran especialis
ta en materia de imaginación: Don Quijote. Don
Quijote vive , al menos durante una gran parte del
tiempo, en un mundo imaginario; y C ervantes toma
la precaución de advertírselo al lector desde el primer
capítulo de su novela: <<Llenósele la imaginación de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pen
dencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas_y
disparates imposibles>> . Pero hay un punto importante,
108 FANTASMAGORÍAS
aunque poco advertido, según creo, y es que él vive.• ni mismo tiempo en el mundo real, sigue en contactu
con una realidad que sus chifladuras nunca y de nin "
guna manera hacen que pierda de vista. Por eso nadM
hay más falso que l a imagen de Épinal según la cuul
Sancho Panza tiene siempre los pies en el suelo
mientras que Don Quijote vive en las nubes.
Señalemos, además, que sería más cierto todo lo
contrario, pues la mayoría de las veces Don Quijote
da pruebas de sentido común y de una conciencia de
lo real mucho más clara y mucho más aguda que la de
su escudero. Sancho se pierde constantemente en
razonamientos absurdos respecto a la naturaleza de
las cosas (sus famosos refranes), un poco como Sga
narelle en el Donjuan de Moliere; y si acaba recayendo
en lo real, siempre es un poco por pura suerte . Para
conocer lo real, Sancho necesita el azar de una buena
botella o de un buen lecho, mientras que a su amo le
basta con razonar, y razona bien. Sin embargo, Don
Quijote ve de manera confusa: toma los molinos de
viento por gigantes, un rebaño de ovejas por un ejér
cito en marcha, un grupo de marionetas por guerre
ros de carne y hueso. No obstante, es relevante que el trastorno de la vista no conlleve un trastorno del
LO IMAGINARIO 109
pensamiento. Porque Don Quijote, en cuanto toma
contacto inmediato con el molmo, la oveja, la mario
neta, reconoce al instante y de buena gana su error;
error cuya responsabilidad atribuye sistemáticamente
al sabio encantador Frestón, que le persigue celoso y
con odio y no ha encontrado para contrariarlo mejor
medio que hacer aparecer y desaparecer ante sus ojos,
según su capricho, todos los objetos a los que él es tan
aficionado.
La intervención del encantador, invocada por
Don Quijote cada vez que le piden que se explique
sobre sus visiones, tiene una gran importancia (cons
tituye incluso , a mi entender, el resorte secreto de la
novela, su idea generadora): demostrando que en
cualquier circunstancia Don Quijote reconoce lo
alucinatorio como alucinatorio y lo real como real, el
ingenioso hidalgo queda limpio de toda sospecha de
verdadera locura, a pesar de las insensateces que pue
da decir o hacer. Don Quijote vive lo real en el modo
de lo real y lo imaginario en el modo de lo imagina
rio. Es tanto como decir que no está aquejado de
locura alguna.
Un estudio atento del texto mostraría, de hecho ,
que Don Quijote sabe discernir perfectamente lo real
IIO FANTASMAGORÍAS
de lo imaginario, que nunca se deja engañar por sus
pretendidas locuras , las cuales no son más que extra
vagancias en las que se mezclan confusamente mucha
complacencia y también , probablemente, un poco de
provocación. El propio Cervantes lo señala, del modo
más formal , al final del capítulo XLI de la segunda
parte de su novela. Sancho Panza, siguiendo el ejem
plo de su señor, acaba de divertir a los asistentes jac
tándose de un viaje por el espacio sideral que decía
haber hecho a horcajadas de un fabuloso caballo, Cla
vileño, amablemente puesto a su disposición por unos
s_ocarrones protectores . Don Quijote le lleva a un
aparte y le dice al oído: Sancho, pues vos queréis que se os crea
lo que habéis visto en el cielo, y o quiero que vos me creáis a mí lo que
vi en la cueva de Montesinos;y no os digo más.
N o hay, pues, divorcio alguno entre lo real tal
como lo vive a diario Don Quijote y lo imaginario tal
como se lo representa de vez en cuando, no siendo lo
imaginario más que lo real aquejado d e un p equeño
p orcentaje de extravagancia . Porcentaj e sin graves
co·n s·ecuencias, pues la imaginación se ofrece como
lo que es y se echa a un lado a la primera amonesta
ción de lo real, como sucede en muchos episodios de
Don Quijote.
LO IMAGINARIO III
Lo mismo es válido para esos números que los
matemáticos llaman imaginarios, cuya definición aso
cia cantidades reales (a,b) a una cantidad imaginaria i
definida por una expresión algebraicamente contra
dictoria, como .f-1. Combinación aparentemente
monstruosa, mezcla de racional e irracional, de don
de, sin embargo, se derivan manipulaciones extrema
damente sabias y, sobre todo, perfectamente sensatas,
así como aplicaciones habituales de gran interés para
físicos e ingenieros. Efectivamente, estos números no
son una ofensa ni para la razón ni para ninguna otra
realidad, desde el momento en que se admite la hipó
tesis según la cual no es inconcebible añadir a can ti
da des reales una cantidad imaginaria i.
Poco importa que esta hipótesis choque contra el
álgebra o el sentido común; le basta con ser precisa
para ser operativa. Es fácil advertir que el tipo parti
cular de <<realidad>> que pueden invocar los números
imaginarios valdría también para cualquier objeto
imaginario: basta con reconocer lo favorable que sería
un sencillo acuerdo respecto a una definición de base,
por paradójica que ésta pudiera ser.
Así pues, tenemos buenas razones para considerar
que la estructura de lo imaginario no difiere funda -
!12 FANTASMAGO RiAS
mentalmente de la de lo real y que, retomando una
expresión de Shakespeare en La Tempestad (<<Estamos
h echos de la misma materia que los sueños>>), la per
cepción de lo real y la representación imaginaria están
talladas en la misma materia. Lo imaginario no es dis
tinto de lo real ; si bien ligeramente desplazado con
relación a su propio espacio y a su propio tiempo 1
situado en lo que Octave Mannonil en Clefs pour l'ima
g¡'naíre, llama precisamente la <<otra escena>>.
Lo real de que se trata es siempre el mismo 1 pero
produciéndose en una escena inhabitual que configu
ra una especie de espacio protegido; entendiendo por
tal no un lugar de escapatoria de lo real, sino, al con
trario, un sitio donde lo real está como preservado,
protegido de lo que hay de constitucionalmente frágil
en la realidad misma. Zona priVilegiada, de reserva de
lo real, como es, por ejemplo, la del arte o la del ima
ginario infantiL
Así, el niño Manuel de Falla, según cu enta Roland
Manuel en su estudio sobre el compositor español, vive
durante seis años una doble existencia: una con su
familia y su entorno, otra en una habitación apartada
de su casa, convertida en una especie de universo para
lelo, un mundo privado en el que sólo él penetra y que
..
LO IMAG INARI O II3
ha bautizado con el nombre de <<Colón>>: De vuelta en
Cádiz:., por mucha ternura que conserve de su ciudad natal, la ciudad
de hermosa.s noches, se encierra con sus sueños en una habitación
retirada que llama «El Edén>>. Allí constnge una ciudad de Utopía
donde recompone todos los encantos de la ciudad perdida 1• En la
imaginación, pueblay gobierna <<Colón>>, mientras que en realidad
la defiende contra la curiosidad del mundo exterior. Durante seis
años, sin que su familia ni sus compañeros lo supieran, este niño
meditativo y tacit~rno cumple con seriedad los deberes de los dife
rentes cargos que le impone el gobierno de su metrópoli. El consejo
municipal, los redactores de periódicos, los académicosy los adminis
tradores de sociedades entran en El Edén por la puerta del armario.
Seis años de cohabitación pacífica entre lo real y lo
imaginario que dan testimonio, a su modo, de la per
fecta compatibilidad de dos mundos y de su mutuo
respeto. Y, digámoslo como anécdota, seis años que
hubieran durado sin duda más de no haber sido por
la intervención, tardía pero desde luego fulminante,
de los padres del futuro músico , los cuales, al dese u
brir de pronto la existencia de <<Colón>>, confían su
I Sevilla, donde el joven Falla ha estado residiendo y donde hubiera querido quedarse.
II4 FANTASMAGORIAS
hijo al médico y queman inmediatamente los archi
vos de la ciudad secreta: un gesto exactamente idén
tico al del cura y el barbero de pueblo que intentan
sanar a Don Quijote, al comienzo de sus extravagan
cias, metiéndolo en la cama y quemando sus libros.
Equivocada parece, por tanto, la oposición entre
lo real y lo imaginario. Éste se acomoda perfecta
mente a lo real y, como hemos visto, sabe hacerle
justicia en cualquier ocasión. Lo que se opone a lo
real no es en absoluto lo imaginario, sino lo ilusorio;
ámbito que no tiene desde luego nada en común con
el de lo imaginario. La ilusión se caracteriza esen
cialmente por la imprecisión, por la incapacidad
permanente para definir de manera exacta un objeto
cualquiera, especialmente el objeto del deseo, y, junto
a eso, por el rechazo de todo objeto preciso que pueda
presentársele. Un ejemplo claro: madame Bovary,
cuyos sueños no consisten en la construcción de un
mundo imaginario, sino más bien en el rechazo con
tinuo de toda realidad tangible. Los sueños que tur
ban su razón se refieren menos a una realidad imagi
nada que, digamos, a la imaginación de ninguna
realidad, sea cual sea; deseo paradójico que resume la
naturaleza de la ilusión.
LO IMAGINARIO II5
Una <<imaginación>> ilusoria como ésta ha de ser
evidente y necesariamente imprecisa, pues no puede
manifestarse más que en lo vago y en lo confuso. Va,
entonces, exactamente en sentido inverso a lo imagi
nario propiamente dicho. Pues nada hay más preciso
que el ámbito de lo imaginario: pensemos en Julio
Verne; o en Valéry Larbaud, que en sus Enfantines, por
ejemplo, muestra perfectamente hasta qué punto el
imaginario infantil está indisolublemente ligado a la
exactitud, al orden del registro, del detalle topográ
fico. El frecuente empeño de los niños en que le
cuenten su cuento favorito siempre en los mismos
términos, sin tolerar ninguna modificación, es una
manifestación bien conocida de esa necesidad de pre
cisión propia del imaginario infantil, igual que es
propia de todo imaginario.
Sabemos que Don Quijote manifiesta el mismo
afán de exactitud, detallando siempre lo que ha
observado durante sus arrebatos, describiendo minu
ciosamente los lugares, dando cifras, citando nom
bres: Pentapolín, Alifanfarón, Timonel de Carca
jona. Tampoco nada se deja al azar en el mundo d e
<<Colón>> donde reina el joven Manuel d e Falla:
todo está en su sitio y ordenado, hasta la tasa de con-
n6 FANTASMAGORÍAS
tribución que debe pagar cada personaje de su su
teatro, de creer a Roland Manuel: Un día de carnaval,
reclaman a los cuatro vientos a Manolo para enseñarle las másca
ras que pasan por debajo de las ventanas. Pero no h<!J manera de
encontrar a Manolo, ocupado como está en ¡~·ar la tasa de contri
bución personal de sus administrados.
Lo que sucede en lo imaginario obedece a leyes
tan estrictas como lo que sucede en lo real, porque en
el fondo se trata de las mismas leyes: nunca se con
fundirá a una persona con otra, un lugar con otro.
Tan vago como es lo ilusorio, así de preciso es lo ima
ginario. Imaginario cuya divisa podría ser esta nota
ble frase de Samuel Butler: Ido not mind Jying, but I hate
inaccura9 -poco me importa la mentira, pero detesto
la imprecisión.
La fotografía, considerada durante mucho tiempo el testigo más fiel de lo real, tal como afirma Roland Barthes en La Chambre claire, se nos muestra aquí como una fuente inagotable de fantasmagorías, capaz de todo (ahí radica su riqueza) excepto de fidelidad (tal su privilegio y a la vez su limitación). Lo mismo ocurre con la reproducción sonora y con la pintura
CLÉMENT ROSSET es hoy uno de los filósofos franceses más reconocidos. Alumno de Althusser y de Lacan y antiguo profesor de filosof ía en las Universidades de Montreal y de Niza, entre sus libros cabe destacar La filosofía trágica (1960), Lógica de lo peor (1970), La antinaturaleza (1973), Lo real y su doble (1976), Lo real. Tratado de la idiotez (1978), El objeto singular (1979), La fuerza mayor (1983), El principio de crueldad (1988), El demonio de la tautología (1997) y Escritos sobre Schopenhauer (2001).
A 8 A O A EDITORES LECTURAS DE ESTETICA
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