roncaglia la riqueza de las ideas una historia del pensamiento economico

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  • LA RIQUEZA DE LAS IDEASUna historia del pensamiento econmico

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  • LA RIQUEZA DE LAS IDEASUna historia del pensamiento econmico

    Alessandro Roncaglia

    Traduccin de Jordi Pascual Escutia

  • Alessandro Roncaglia De la presente edicin, Prensas Universitarias de Zaragoza

    1. edicin, 2006

    Ilustracin de la cubierta: Jos Luis Cano

    Coleccin Ciencias Sociales, n. 57Director de la coleccin: Jos Manuel Latorre CiriaTraduccin: Jordi Pascual EscutiaRevisin tcnica: Alfonso Snchez Hormigo

    Publicado originalmente en italiano como La ricchezza delle idee, por Manuali Laterza2001 y Gius Laterza & Figli 2001.Primera publicacin en ingls por Cambridge University Press 2005, como The Wealth ofIdeas. Traduccin inglesa Alessandro Roncaglia 2005.

    Prensas Universitarias de Zaragoza. Edificio de Ciencias Geolgicas, c/ Pedro Cerbuna, 1250009 Zaragoza, Espaa. Tel.: 976 761 330. Fax: 976 761 [email protected] http://puz.unizar.es

    Con el patrocinio de la Fundaci Ernest Lluch

    Prensas Universitarias de Zaragoza es la editorial de la Universidad de Zaragoza, que editae imprime libros desde su fundacin en 1542.

    Impreso en EspaaImprime: Cometa, S.A.ad. Coop. de Artes Grficas Librera GeneralD.L.: Z-2454-2006

    RONCAGLIA, AlessandroLa riqueza de las ideas : una historia del pensamiento econmico / Alessan-

    dro Roncaglia ; traduccin de Jordi Pascual Escutia. Zaragoza : Prensas Uni-versitarias de Zaragoza, 2006

    778 p. ; 22 cm. (Ciencias Sociales ; 57)Trad. de: The Wealth of Ideas. A History of Economic Thought. Cam-

    bridge: Cambridge University Press, 2005ISBN 84-7733-847-71. EconomaHistoria. I. Pascual Escutia, Jordi, tr. II. Prensas Universitarias

    de Zaragoza. III. Ttulo. IV. Serie: Ciencias Sociales (Prensas Universitarias deZaragoza) ; 57

    330.8

    FICHA CATALOGRFICA

  • PRESENTACIN

    La riqueza de las ideas, obra que Prensas Universitarias de Zaragozaedita por primera vez en castellano, fue publicada originalmente en italianoen el ao 2001 y obtuvo en el 2003 el premio Jrme Adolphe Blanqui queotorga la European Society for the History of Economic Thought (ESHET) almejor libro europeo sobre la disciplina. Su autor, Alessandro Roncaglia, escatedrtico de Economa Poltica en la Universidad de Roma 1, La Sapienza,director de las prestigiosas revistas Moneta e Credito y Banca Nazionale delLavoro Quarterly Review, miembro de la Accademia Nazionale dei Lincei;igualmente, forma parte del consejo editorial del Journal of Post KeynesianEconomics. Entre 1992 y 1995 desempe el cargo de consejero de Presiden-cia de la Societ Italiana degli Economisti, y entre 1993 y 2000 fue coordi-nador del importante proyecto Archivio Storico degli Economisti Italiani.

    Investigador de sumo prestigio, es autor de numerosos trabajos sobre histo-ria del pensamiento econmico, as como de economa aplicada. En el primerode los campos destacan sus investigaciones sobre los orgenes del pensamiento eco-nmico en Italia y sobre autores como Antonio Serra. Igualmente, se han con-vertido en clsicos sus ensayos sobre Smith, Ricardo, Torrens y los economistasclsicos en general, as como sobre las corrientes crticas a la economa clsica.

    Experto en la obra de Piero Sraffa, ha dedicado sus esfuerzos durante msde veinte aos a difundir las ideas del economista italiano, trazando perfecta-mente el mapa de las escuelas sraffianas y habiendo elaborado el mejor ensayobibliogrfico sobre l hasta nuestros das. Asimismo, ha dejado importantestrabajos sobre teora del valor, sobre los enfoques neo-ricardianos de la cienciaeconmica, as como sobre el debate entre las corrientes monetaristas y neokey-nesianas, algunos de los cuales fueron traducidos al castellano y al cataln enlas dcadas de los ochenta y noventa.

  • En el campo de la economa aplicada destacan sus trabajos sobre el papelde las instituciones y el mercado, la intervencin pblica en relacin con eldesempleo, las cuestiones energticas (la economa del petrleo) y las relaciona-das con el desarrollo y el medio ambiente, sobre las que public una revelado-ra obra conjuntamente con su maestro Paolo Sylos Labini; tambin ha inves-tigado sobre la Nueva Economa de la Informacin y las transformaciones eco-nmicas en la sociedad italiana.

    En La riqueza de las ideas efecta un recorrido crtico por la historia delas ideas econmicas, que constituye una gua de lectura y aprendizaje extra-ordinaria para quienes se inician en su estudio. Los captulos que tratan delsurgimiento de la economa a partir de la aritmtica poltica de W. Petty, delas ideas de Adam Smith, consierado desde una ptica totalmente novedosa,del pensamiento econmico durante la Revolucin francesa, de la economaricardiana y de sus crticos, as como los dedicados a Sraffa, Keynes y Schum-peter, ofrecen al lector una lectura sugerente y distinta de la ms repetitiva yasptica a la que nos tienen acostumbrados algunos manuales sobre historia delpensamiento econmico. Igualmente, es notable el esfuerzo del autor por tra-tar las actuales corrientes del pensamiento econmico, analizando las ideas ylos debates existentes hoy en da en el seno de la ciencia econmica.

    La riqueza de las ideas demuestra de forma convincente a los economis-tas por qu deben estudiar historia del pensamiento econmico para poderavanzar en el conocimiento e investigacin de la ciencia econmica y por qudeben rechazar las ideas preconcebidas y los enfoques unilaterales; detrs detales propuestas subyace la concepcin de la necesaria formacin interdiscipli-nar del economista en la que se sustente no slo el nivel cientfico, sino algo queel autor destac siempre en su maestro Sylos Labini: la dimensin civil deleconomista.

    Alfonso Snchez HormigoProfesor de Historia del Pensamiento Econmico

    Universidad de Zaragoza

    8 Presentacin

  • PRLOGO

    La idea que subyace en esta obra es que la historia del pensamientoeconmico es esencial para la comprensin de la economa, la cual consti-tuye un aspecto central de las sociedades humanas. Enfrentadas con reali-dades complejas y siempre cambiantes, las diferentes lneas de investiga-cin desarrolladas en el pasado abundan en sugerencias para cualquieraque trate de interpretar los fenmenos econmicos, incluso para aquellosque abordan cuestiones de relevancia inmediata. En efecto, en este ltimocaso la historia del pensamiento econmico no slo proporciona hiptesispara interpretar la informacin disponible, sino que tambin ensea a serprudentes frente a un uso mecnico de los modelos deducidos de lacorriente principal (pro tempore) de la teora econmica. De modo seme-jante, cuando nos enfrentamos con la variedad de debates sobre cuestioneseconmicas, una buena comprensin de las races culturales y de la lneade razonamiento elegida y de sus alternativas posee un valor incalculablepara evitar un dilogo de sordos.

    De hecho, la reconfortante visin que ofrece la gran mayora demanuales econmicos, la de un consenso general sobre verdades econ-micas, es por lo menos en lo que se refiere a los fundamentos falsa.Para entender la variedad de enfoques en el debate econmico es necesa-rio reconstruir las diferentes visiones que han sido propuestas, desarrolla-das y criticadas a lo largo del tiempo sobre el funcionamiento de los siste-mas econmicos. No es una tarea fcil. El debate econmico no sigue unatrayectoria lineal, sino que ms bien se parece a una madeja enredada.

    Para intentar desenredarla nos concentramos en los fundamentosconceptuales de las diferentes teoras. Uno de los aspectos que distingue

  • esta obra de otras historias del pensamiento econmico es el reconoci-miento de que el significado de un concepto, aun cuando pueda conser-var el mismo nombre, cambia cuando pasamos de una teora a otra. Loscambios en la estructura analtica estn relacionados con cambios en losfundamentos conceptuales; a menudo tambin se pasa por alto este hecho.

    En este contexto, la distincin schumpeteriana entre historia del anli-sis e historia del pensamiento refirindose la primera a las estructuras ana-lticas y la ltima a las visiones del mundo no resulta tan engaosa comoen gran parte intil. Igualmente inadecuada es la aguda dicotoma entrereconstrucciones racionales y reconstrucciones histricas de la historiadel pensamiento econmico. Es difcil ver por qu la reconstruccin de laestructura lgica de las ideas de un economista tiene que contrastarse con susopiniones. En efecto, en el campo de la historia del pensamiento, como encampos anlogos, el criterio de exactitud filolgica es el principal elementoque diferencia la investigacin cientfica de la no cientfica.

    De ah que los lmites de la presente obra no dependan tanto de unafidelidad a priori a una lnea de interpretacin especfica cuanto de las ine-vitables limitaciones de capacidad, cultura y tiempo de su autor. Porejemplo, no he considerado las contribuciones de las tradiciones cultura-les orientales, y se concede muy poco espacio un solo captulo a losveinte siglos que constituyen la prehistoria de la ciencia econmica moder-na. Por supuesto, la teora econmica occidental est profundamenteenraizada en el pensamiento clsico griego y romano y es deudora dela mediacin de una cultura medieval que es ms rica y compleja de lo quenormalmente se considera. As, la decisin de tratar un perodo de tiem-po tan largo e importante en slo unas pocas pginas es evidentementediscutible. Sin embargo, en un campo tan amplio, las elecciones de estaclase son inevitables. Naturalmente, los resultados que se presentan en laspginas que siguen son, a pesar de los esfuerzos para ofrecer una exposi-cin sistemtica, claramente provisionales, y los comentarios y crticassern tiles para futuras investigaciones.

    Nuestro viaje empieza con un captulo sobre cuestiones metodolgi-cas. No pretende ser un examen o una introduccin al debate epistemol-gico. Slo trataremos de mostrar los lmites de la visin acumulativa, yla importancia de estudiar los fundamentos conceptuales de los diferentesenfoques tericos.

    10 Prlogo

  • Los tres captulos que siguen se dedican al pensamiento econmicopre-smithiano. El captulo 2 se refiere a la prehistoria de la ciencia econ-mica, desde la Antigedad clsica hasta el mercantilismo. El captulo 3 sededica a William Petty y su aritmtica poltica: un episodio decisivo paranuestra ciencia, tanto con respecto al mtodo como a la formacin de unsistema de conceptos para la representacin de la realidad econmica.Centrndonos en un pensador individual o en un grupo particular de pen-sadores, aqu como en otros captulos, ilustraremos una fase de la evolu-cin del pensamiento econmico y una lnea de investigacin, mirandohacia atrs y hacia delante, a los precursores y a los seguidores.

    Entre finales del siglo XVII y mediados del XVIII (como veremos en elcaptulo 4) se entrecruzan diferentes lneas de investigacin. Aunque lascontribuciones interesantes desde el punto de vista estrictamente analticofueron relativamente escasas en este perodo, notaremos su importanciapara las relaciones ms estrechas entre las ciencias econmicas y otras cien-cias sociales que lo caracterizan. El problema de cmo estn organizadaslas sociedades humanas y qu motivaciones determinan las accioneshumanas pasiones e intereses, en particular el inters personal, ascomo las consecuencias deseadas o involuntarias de tales acciones, seencuentran en este perodo en el centro de un animado debate en la con-fluencia entre economa, poltica y ciencia moral.

    Ya en esta primera etapa son evidentes dos visiones definidas: unadicotoma que, junto con sus lmites, se ir haciendo cada vez ms clara amedida que se desarrolle nuestra historia. Por una parte, la economa secentra en la contraposicin entre oferta y demanda en el mercado: pode-mos llamar a esto la visin arco, semejante al arco elctrico, en el que losdos polos demanda y oferta determinan la chispa del intercambio, yde ah el equilibrio. En esta visin la nocin de equilibrio ocupa un lugarcentral. Por otra parte, tenemos la idea de que el sistema econmico desa-rrolla, sin embargo, ciclos sucesivos de produccin, intercambio y consu-mo: una visin en espiral, puesto que estos ciclos no son inalterables,sino que constituyen etapas de un proceso de crecimiento y desarrollo.

    Los escritos de Adam Smith proporcionan la recapitulacin y unareformulacin de tales debates, lo que consideraremos en el captulo 5: elfrgil equilibrio entre el inters personal y la tica de la simpata es la otracara de la divisin del trabajo y sus resultados.

    Prlogo 11

  • El debate sobre temas tpicamente smithianos de progreso econmi-co y social se ilustra en el captulo 6. La Revolucin francesa y el Terrorconstituyen los antecedentes de la confrontacin entre los partidarios de laidea de perfectibilidad de las sociedades humanas y los que consideranintil, si no peligrosa, la intromisin en los mecanismos que regulan laeconoma y la sociedad.

    Llegamos as con el captulo 7 a David Ricardo, el primer autor al quepodemos atribuir una slida estructura analtica, desarrollada sistemtica-mente sobre el fundamento de los conceptos smithianos. Ricardo destacaentre otros protagonistas de una fase extremadamente rica del debate eco-nmico, aunque Torrens, Bailey, De Quincey, McCulloch, James y JohnStuart Mill, Babbage y los socialistas ricardianos son personalidadesautnomas con papeles importantes que desempear por derecho propio;se trata de ellos en el captulo 8. En el captulo 9 consideramos a KarlMarx, particularmente aquellos aspectos de su pensamiento que son direc-tamente relevantes desde el punto de vista de la economa poltica.

    La edad de oro de la escuela clsica discurre, ms o menos, entreSmith y Ricardo. El punto de inflexin, tradicionalmente localizado alre-dedor de 1870 y denominado revolucin marginalista, nos retorna a lavisin arco de la contraposicin entre demanda y oferta en el mercado.Aunque ampliamente presente en el debate econmico, la visin adoptaahora una forma ms madura gracias a la slida estructura analtica de lateora subjetiva del valor y de la mayor consistencia del panorama con-ceptual. El problema central de la ciencia econmica ya no consiste enexplicar el funcionamiento de una sociedad de mercado basada en la divi-sin del trabajo, sino en interpretar las elecciones de un agente racional ensus interacciones, a travs del mercado, con otros individuos que siguenreglas de comportamiento semejantes.

    Las caractersticas principales de este giro y su largo camino prepara-torio se examinan en el captulo 10. Adems, ste y los dos captulossiguientes ilustran las tres corrientes principales en las que tradicional-mente se subdivide el enfoque marginalista: la inglesa de Jevons, la austracade Menger y, finalmente, el enfoque francs de Walras (equilibrio general).Un intento ecumnico de sntesis entre los enfoques clsico y marginalis-ta marca la obra de Alfred Marshall. Este intento y sus lmites se estudianen el captulo 13.

    12 Prlogo

  • El marginalismo est estrictamente conectado con una visin subjeti-va del valor, con una radical transformacin del utilitarismo, que original-mente constitua el fundamento de una tica consecuencialista. El utilita-rismo de Jevons reduce el homo oeconomicus a una mquina calculadoraque maximiza una magnitud unidimensional: sobre este muy dbil fun-damento, como veremos, la teora subjetiva del valor construye su castilloanaltico.

    El caso de Marshall resulta bastante interesante, porque muestra lodifcil que es conectar de forma coherente una visin compleja y flexibledel mundo a una estructura analtica constreida por los cnones del con-cepto de equilibrio. Algo semejante sucede en el caso de la escuela aus-traca, as como en el pensamiento de Schumpeter, cuya teora se ilustra enel captulo 15. As podemos comprender las contrastantes valoracionesque se han formulado a lo largo del tiempo sobre diferentes figuras impor-tantes (ensalzadas o menospreciadas segn el punto de vista desde el quese las juzgase), teniendo en cuenta la riqueza y profundidad de su repre-sentacin conceptual de la realidad, o la debilidad y rigidez de su estruc-tura analtica.

    El problema de la relacin entre fundamentos conceptuales y estruc-tura analtica toma formas diferentes en John Maynard Keynes y PieroSraffa, cuyas contribuciones se tratan en los captulos 14 y 16. Keynesesperaba hacer aceptables sus tesis, revolucionarias como eran, a los estu-diosos formados en la tradicin marginalista. Sin embargo, su estilo con-ciliatorio gener manifiestas distorsiones de su pensamiento, que se vioesterilizado en la versin cannica de la sntesis neoclsica. Por otraparte, Sraffa formul de tal modo su anlisis que hizo posible su utiliza-cin tanto de manera constructiva, dentro de una perspectiva clsica,como con intencin crtica hacia el enfoque marginalista. Sin embargo,esto hizo ms difcil reconstruir el mtodo y los fundamentos conceptualesde su contribucin, dando paso nuevamente a una serie de malentendidos.

    Finalmente, ante todo sobre la base de las contribuciones de Keynesy de Sraffa, y teniendo en cuenta los desarrollos recientes ilustrados en elcaptulo 17, el captulo 18 presenta un intento y algunas reflexiones pro-visionales sobre el panorama de la ciencia econmica.

    El ahora ya algo remoto origen de esta obra fue un ciclo de conferen-cias sobre Economic philosophies impartido en 1978 en la Rutgers Univer-

    Prlogo 13

  • sity. Yo ya haba investigado sobre Torrens, Sraffa y Petty (Roncaglia,1972, 1975, 1977) y me haba engaado a m mismo en el sentido de quesera capaz de escribir un libro de esta clase sobre la base de las notas demis conferencias en un lapso de tiempo relativamente breve. En los aossiguientes di ciclos de conferencias sobre la historia del pensamiento eco-nmico en diversas ocasiones: en la Universidad de Pars X (Nanterre), enla Facultad de Estadstica y en los cursos de doctorado en Ciencias Eco-nmicas de la Universidad de Roma (La Sapienza) y en el InstitutoSantAnna de Pisa. Tambin he tomado parte en la realizacin de una seriepara la televisin italiana, La fbrica de alfileres: veintisiete episodios sobrelos principales protagonistas de la historia del pensamiento econmico.Estas experiencias desempearon un papel esencial en el esfuerzo porlograr una exposicin cada vez ms clara y sistemtica. El trabajo de inves-tigacin disfrut, a lo largo de los aos, de becas de investigacin delMIUR (el Ministerio Italiano de Universidades e Investigacin). Tambinfueron de gran ayuda las observaciones y sugerencias recibidas en una seriede seminarios y conferencias, y sobre los escritos que he publicado a lolargo del tiempo sobre temas de historia del pensamiento econmico.Muchos colegas y amigos me han sido de gran ayuda; deseo recordar aqulos estmulos iniciales ofrecidos por Piero Sraffa y Paolo Sylos Labini, y lastiles sugerencias de Giacomo Becattini, Marcella Corsi, Franco Donzelli,Geoff Harcourt, Marco Lippi, Cristina Marcuzzo, Nerio Naldi, CosimoPerrotta, Gino Roncaglia, Mario Tonveronachi, Luisa Valente y RobertoVilletti, que leyeron borradores de alguno de los captulos. Silvia Brando-lin proporcion una inestimable ayuda en la edicin.

    La edicin espaola sigue (con algunas correcciones sugeridas porAlfonso Snchez Hormigo) la inglesa, que incorpora nuevo material y unaserie de cambios menores, provocados por comentarios y sugerencias delectores de las tres ediciones italianas que ya se han hecho y de cuatro eva-luadores annimos. Tambin debo un enorme y clido agradecimiento aJordi Pascual por su atenta y cuidadosa traduccin en espaol, y a AlfonsoSnchez Hormigo por su inteligente coordinacin editorial y su paciencia.Como es lgico, la responsabilidad por los errores que hayan podido sub-sistir inevitables en una obra de esta dimensin es ma. Agradecer alos lectores que me los indiquen ().

    14 Prlogo

  • Advertencia

    Las referencias bibliogrficas seguirn el sistema acostumbrado: nom-bre del autor, fecha de la obra. Esta ltima ser la fecha de la publicacinoriginal (con la excepcin de los autores de la Antigedad), mientras quela referencia de pginas ser la de la edicin de la obra aqu utilizada, esdecir, la ltima que no figura entre corchetes de las ediciones citadas en labibliografa. Cuando sta no es una edicin inglesa, la traduccin de lospasajes citados es ma. En algunos casos de publicacin pstuma, el ao enque se escribi la obra se indica entre corchetes. Cuando se refiere a otraspartes del presente volumen, el nmero del captulo y epgrafe viene pre-cedido del signo .

    Advertencia 15

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  • 1. LA HISTORIA DEL PENSAMIENTOECONMICO Y SU PAPEL

    Comprender a los otros: ste es el objetivo del historia-dor. No es fcil encontrar una tarea ms difcil, y es difcilhallar una que sea ms interesante.

    (Kula, 1958, p. 234)

    1.1. Introduccin

    La tesis que se sustenta en este captulo es que la historia del pensa-miento econmico es esencial para cualquiera que se interese por com-prender cmo funcionan las economas. Por lo tanto, los economistas, pre-cisamente como productores y usuarios de teoras econmicas, tienen queestudiar y practicar la historia del pensamiento econmico. Mientras ilus-tramos esta tesis, examinaremos algunas cuestiones de mtodo que, apar-te de su inters intrnseco, pueden ayudar en la comprensin de nuestralnea de razonamiento en este libro.

    Nuestra tesis se opone al enfoque que ahora predomina. La mayor partede los economistas, especialmente en los pases anglosajones, est convenci-da de que la mirada retrospectiva puede tal vez ser de alguna utilidad para laformacin de economistas jvenes, pero que no es necesaria para el progre-so de la investigacin, el cual requiere trabajar en la frontera terica.

    En el siguiente apartado consideraremos los fundamentos de esteenfoque, conocido tambin como la visin acumulativa del desarrollodel pensamiento econmico. Veremos cmo, incluso en este contexto apa-rentemente hostil, se ha reivindicado un papel decisivo para la historia delpensamiento econmico.

  • La visin acumulativa ha sido contestada por otras ideas sobre el cami-no seguido por la investigacin cientfica. En el apartado 1.3 echamos unaojeada a las tesis sobre la existencia de discontinuidades (revoluciones cien-tficas de Kuhn) o la competencia entre diferentes programas de investi-gacin cientfica (Lakatos). Como veremos, indican la existencia de dife-rentes visiones del mundo, y, por lo tanto, de diferentes maneras de concebiry definir los problemas que han de someterse a la investigacin terica.

    En el apartado 1.4 recordaremos la distincin, propuesta por Schum-peter, entre dos etapas diferentes en el proceso de trabajo del terico eco-nmico: la primera, la etapa de construccin de un sistema de conceptospara representar la economa, y, la segunda, la de construccin de mode-los. Despus, en el apartado 1.5 seguiremos viendo cmo esta distincinapunta a un importante, aunque generalmente olvidado, papel de la his-toria del pensamiento econmico en el propio campo de la teora econ-mica, como una manera de investigar los fundamentos conceptuales de lasdiferentes teoras.

    Todo esto constituye los antecedentes para tratar, en el apartado 1.6,la clase de historia del pensamiento econmico que es ms relevante parala formacin de las teoras econmicas. Como es lgico, esto no niega queexista un inters intrnseco en la investigacin sobre la historia de las ideas:nada ms lejos de ello. Tampoco consideraremos cuestiones tales como laautonoma de la historia del pensamiento econmico, o si en la divisindel trabajo intelectual, los historiadores del pensamiento econmicodeben considerarse ms prximos a los economistas o a los historiadoreseconmicos. La opinin que deseamos expresar es la de que los econo-mistas que rehsan implicarse en el estudio de la historia del pensamien-to econmico y tener alguna experiencia de investigacin en este campo sehallan en seria desventaja en su propio trabajo terico.

    1.2. La visin acumulativa

    De acuerdo con la visin acumulativa, la historia del pensamientoeconmico muestra un aumento progresivo hacia niveles cada vez msaltos de comprensin de la realidad econmica. El punto de llegada pro-visional de los economistas actuales la teora econmica contempor-nea incorpora todas las contribuciones anteriores.

    18 La historia del pensamiento econmico y su papel

  • La visin acumulativa est conectada con el positivismo.1 De modoms especfico, la versin ms ampliamente difundida de la visin acu-mulativa se acerca a una versin simplificada del positivismo lgico, lallamada visin recibida, que adquiri un considerable predicamentodesde la dcada de 1920. En resumidas cuentas, la idea consista en quelos cientficos trabajan aplicando los mtodos del anlisis lgico a lamateria prima proporcionada por la experiencia emprica. Para evaluarsus resultados, pueden establecerse criterios objetivos para su aceptacino rechazo. Dicho con mayor precisin, las afirmaciones analticas, a saber,las que se refieren al razonamiento terico abstracto, son tautolgicas, esdecir, estn implicadas lgicamente en los supuestos, o contradictorias, osea, que contienen contradicciones lgicas; en el primer caso, la afirma-cin analtica se acepta, en el segundo se rechaza. De modo semejante, lasafirmaciones sintticas, es decir, aquellas que se refieren al mundo empri-co, o son confirmadas o son contradichas por la evidencia, y, por lo tanto,aceptadas o rechazadas por razones objetivas. Todas las dems afirma-ciones para las que no pueda hallarse ningn criterio anlogo de acepta-cin o rechazo se denominan metafsicas y se consideran externas alcampo de la ciencia.

    Esta visin ha sido objeto de severas crticas, que se exponen en elsiguiente apartado.2 No obstante, sigue siendo la base para la visin acumu-lativa de la ciencia econmica o, en otras palabras, la idea de que cada gene-racin sucesiva de economistas contribuye con nuevas proposiciones analti-

    La visin acumulativa 19

    1 Un ejemplo ilustre y caractersticamente radical de esta posicin lo representa Pan-taleoni (1898). Segn l, la historia del pensamiento debe ser historia de las verdades eco-nmicas (ibd., p. 217): su nico objetivo [...] es contar los orgenes de las verdaderasdoctrinas (ibd., p. 234). De hecho, Pantaleoni sostuvo que se dispone de un criterio claropara juzgar la verdad o falsedad de las teoras econmicas: Se ha investigado mucho paraobtener hiptesis que sean claras y conformes con la realidad [...] Despus se han utiliza-do los hechos y las hiptesis deduciendo de ellos lo que se ha podido. Tambin se han con-trastado los teoremas con la realidad emprica (ibd., p. 217). Expresado en estos trmi-nos, el criterio de Pantaleoni refleja una versin ms bien primitiva y simplista delpositivismo; la resolucin con la que se afirma viene probablemente, al menos en parte, dela dureza de la controversia entre la escuela marginalista austraca y la escuela histrica ale-mana (cf. ms adelante 11.2).

    2 Para un examen de este debate, vanse Caldwell (1982) y, ms recientemente,Hands (2001); para el vnculo entre la visin recibida en epistemologa y la visin acu-mulativa en la historia del pensamiento econmico, vase Cesarano (1983), p. 66.

  • cas o sintticas al tesoro comn de la ciencia econmica, la cualcomo cien-cia se define unvocamente como el conjunto de proposiciones verdade-ras referentes a cuestiones econmicas. De este modo, un nuevo conoci-miento se agrega a los ya disponibles, y en muchos casos siempre que seidentifica algn defecto en afirmaciones previamente aceptadas lo sustitu-ye. Por lo tanto, el estudio de una ciencia debe dirigirse hacia la frontera te-rica, tomando en consideracin la versin ms actualizada, y no las teorasdel pasado. A pesar de esta posicin, se admite que las ltimas pueden mere-cer alguna atencin: como dice Schumpeter (1954, p. 4; p. 38, trad. cast.), elestudio de los economistas del pasado es pedaggicamente til, puede pro-vocar nuevas ideas y proporciona un material til sobre los mtodos de inves-tigacin cientfica en un campo tan complejo e interesante como la econo-ma, que se sita en la frontera entre las ciencias naturales y las sociales.

    Otros varios historiadores del pensamiento econmico han propuestoargumentos semejantes, a menudo de una forma simplista y con un tras-fondo retrico. Sin embargo, como indica Gordon (1965, pp. 121-122),el hecho de que la historia del pensamiento econmico pueda ayudar en elaprendizaje de la teora econmica no es una razn suficiente para estu-diarla. Dado el limitado tiempo de que disponen los seres humanos, ten-dra que demostrarse tambin que un ciclo de conferencias dedicado a lahistoria del pensamiento econmico contribuye ms a la formacin de uneconomista que una cantidad igual de tiempo dedicada directamente a lateora econmica. Evidentemente, si aceptamos una visin acumulativa dela investigacin econmica, esto sera ms bien difcil de sostener. En con-secuencia, segn Gordon (1965, p. 126), la teora econmica [...] no tieneninguna necesidad de incluir su historia como parte de la formacin pro-fesional (lo que no significa que la historia del pensamiento econmicodeba abandonarse: Estudiamos historia porque est ah).

    El inters por la historia del pensamiento econmico, cuando est jus-tificado por la utilidad pedaggica, se reduce siempre que el desarrollo dela economa contemple discontinuidad en la caja de herramientas analti-cas. Es as como algunos autores explican el escaso inters por la historiadel pensamiento econmico desde la dcada de 1940.3 Sin embargo,

    20 La historia del pensamiento econmico y su papel

    3 Cesarano (1983), p. 69, que tambin se refiere a Bronfenbrenner (1966) y Taras-cio (1971).

  • podemos recordar que, ya en los aos treinta, economistas como Hicks yRobertson sostenan que no existe ninguna razn para perder el tiempoleyendo a los economistas clsicos;4 su actitud se explica no tanto por loscambios en la caja de herramientas analticas como por los cambios en lapropia concepcin de la economa, del enfoque clsico (excedente) a lavisin marginalista (escasez).

    Entre los partidarios de la visin acumulativa, Viner propone unainteligente defensa de la historia del pensamiento econmico, que esmodesta slo en apariencia. Viner apunta a la erudicin, definida comola bsqueda de un conocimiento amplio y exacto de la historia del fun-cionamiento de la mente humana tal como se revela en los documentosescritos. La erudicin, aunque se considera inferior a la actividad terica,contribuye a la educacin de los investigadores, siendo una dedicacin ala persecucin del conocimiento y la comprensin: una vez que se haexcitado el gusto por ella, viene dado un sentido de apertura incluso paralas pequeas investigaciones, y un sentido de plenitud incluso en lospequeos resultados [...] un sentido que no puede alcanzarse de ningunaotra manera.5

    Viner parece sugerir que educar en la investigacin es un requisitoesencial para la explotacin del conocimiento de las herramientas analti-cas.6 As, aunque la historia del pensamiento econmico se considere depoca utilidad en el aprendizaje de la teora econmica moderna, se le atri-buye un papel decisivo en la educacin del investigador. Sin embargo, laimportancia de esta perspectiva ms amplia se aclara mucho ms fuera deuna visin estrictamente acumulativa de la investigacin econmica, comoveremos ms adelante.

    En primer lugar, sin embargo, vale la pena recalcar que la visin acu-mulativa de la historia del pensamiento econmico considerada en este apar-tado es la moderna, que alcanz una posicin dominante en el siglo XX, en

    La visin acumulativa 21

    4 Carta de Robertson a Keynes, 3 de febrero de 1935, en Keynes (1973), vol. 13,p. 504; y carta de Hicks, 9 de abril de 1937, en Keynes (1973), vol. 14, p. 81.

    5 Viner (1991), pp. 385 y 390.6 Schumpeter (1954, p. 4; cursiva en el original) dice algo parecido cuando afirma

    que la historia del pensamiento econmico evitar un sentido de falta de direccin y signi-ficado entre los estudiantes.

  • paralelo con el enfoque marginalista. Una clase algo diferente de visin acu-mulativa puede encontrarse en las breves digresiones sobre la historia del pen-samiento econmico que desarrollaron determinados economistas importan-tes, como Smith y Keynes, utilizndolas para subrayar sus propias teoras ycontrastarlas con las que predominaban en pocas anteriores. As, Smith, enel libro IV de La riqueza de las naciones, critica el sistema comercial o mer-cantil y el sistema agrcola (es decir, los fisicratas). La crtica de los mer-cantilistas una categora abstracta, diseada a fin de colocar bajo una nicaetiqueta una amplia serie de autores que a menudo son muy diferentes unosde otros (cf. ms adelante 2.6) va de la mano con el liberalismo de Smith,ilustrado en otras partes de su obra; la crtica de los fisicratas sirve para recal-car, por contraste, su propia distincin entre trabajadores productivos eimproductivos y su distribucin tripartita de la sociedad en las clases de tra-bajadores, capitalistas y terratenientes. De modo semejante, Marx contrastasu socialismo cientfico con la economa burguesa (la de Smith y Ricar-do) y la economa vulgar (la de Say y las armonas econmicas de Bas-tiat); Keynes crea una categora los clsicos en la que incluye a todoslos autores anteriores que, como su colega de Cambridge, Pigou, excluyen laposibilidad de un paro persistente que no es reabsorbido por las fuerzas auto-mticas de los mercados competitivos. Evidentemente, no nos enfrentamoscon ejemplos de visiones acumulativas que acenten la acumulacin gradualdel conocimiento econmico, sino ms bien con reconstrucciones histricaspor medio de las cuales determinados protagonistas de la ciencia econmicarecalcan el salto hacia delante efectuado por su disciplina gracias a su propiacontribucin terica. Como es lgico, recordar este hecho no equivale a negarla validez de tales reconstrucciones histricas, puesto que en el caso de prota-gonistas como Smith o Keynes estas reconstrucciones identifican los pasosclave en la senda de la ciencia econmica.

    1.3. La visin competitiva

    En las ltimas dcadas una serie de economistas se han referido a lasrevoluciones cientficas de Kuhn (1962) o a los programas de investi-gacin cientfica de Lakatos (1970, 1978) para apoyar la idea de que esimposible elegir entre enfoques tericos que compiten con los criteriosobjetivos indicados por el positivismo lgico (coherencia lgica, corres-pondencia de los supuestos con la realidad emprica).

    22 La historia del pensamiento econmico y su papel

  • Estos criterios ya haban sido objeto de debate. Algunas crticas sereferan especficamente a la distincin clara entre afirmaciones analticasy sintticas. Efectivamente, si se las interpreta como proposiciones pura-mente lgicas, estn desprovistas de cualquier referencia al mundo real;en consecuencia, estn vacas desde el punto de vista de la interpretacinde los fenmenos del mundo real.7 Las afirmaciones sintticas, a su vez,incorporan necesariamente una gran masa de elementos tericos en lapropia definicin de las categoras utilizadas para recoger los datos emp-ricos y en los mtodos por medio de los cuales se tratan estos datos; enconsecuencia, las elecciones de aceptacin o rechazo de cualquier afirma-cin sinttica no pueden ser claras, sino que estn condicionadas por unalarga serie de hiptesis tericas que, sin embargo, no pueden estar sujetasa una evaluacin independiente.8 Es precisamente la imposibilidad deseparar cuidadosamente las evaluaciones conforme a criterios objetivosunvocos para las afirmaciones analticas y sintticas lo que constituyeuna dificultad decisiva para la visin positivista que se trat en el aparta-do anterior.

    Otra crtica importante del criterio para la aceptacin o el rechazopropuestos para las afirmaciones sintticas su correspondencia o nocorrespondencia con el mundo real es la desarrollada por Popper(1934). No importa cuntas veces se vea corroborada una afirmacin sin-ttica mediante su contrastacin con el mundo real, dice Popper; nopodemos excluir la posibilidad de que eventualmente surja un caso con-trario. As, por ejemplo, la afirmacin de que todos los cisnes son blan-cos puede verse contradicha por el descubrimiento de una especie nicade cisnes negros en Australia. El cientfico no puede pretender verificaruna teora, esto es, demostrar que es verdadera de una vez para siempre.El cientfico slo puede aceptar una teora provisionalmente, teniendo

    La visin competitiva 23

    7 En otras palabras, las observaciones estn necesariamente cargadas de teora;cf. Hands (2001), pp. 103 y ss. Es sobre esta base, por ejemplo, que Dobb (1973, cap. 1)desarrolla su crtica de la distincin excesivamente clara, propuesta por Schumpeter, entrehistoria del anlisis econmico e historia del pensamiento econmico, a la que volveremosms adelante ( 1.5).

    8 Esta crtica se conoce como tesis de subdeterminacin de Duhem-Quine (cf.Quine, 1951); segn sta, ninguna teora se contrasta nunca de modo aislado, de mane-ra que cualquier teora cientfica puede inmunizarse contra la refutacin por la evidenciaemprica (Hands, 2001, p. 96).

  • presente la posibilidad de que pueda ser falsada, o, en otras palabras,que se demuestre que es falsa por un hecho emprico recin descubier-to que la contradice. Efectivamente, en un libro posterior (1969), Poppersostiene que el mejor mtodo para la investigacin cientfica consiste pre-cisamente en la formulacin de una serie potencialmente infinita deconjeturas y refutaciones. En otras palabras, el cientfico formula hip-tesis y despus, ms que buscar su confirmacin emprica la que, encualquier caso, podra no ser definitiva, debe buscar ms bien las refu-taciones. stas, estimulando y guiando la investigacin para formularmejores hiptesis, realizan una contribucin decisiva para el avance de laciencia.9

    Una serie de figuras importantes de la epistemologa positivista sos-tienen que no es aplicable al campo de las ciencias sociales. La influenciade algunos historiadores y filsofos de la ciencia, tales como Kuhn, Laka-tos y Feyerabend, contribuy posteriormente, en las ltimas dcadas delsiglo XX, al abandono de la metodologa positivista en el campo de la teo-ra econmica. Recordemos brevemente sus teoras y la visin competiti-va de la ciencia que se deriva de ellas.

    En pocas palabras, segn Kuhn, el desarrollo de la ciencia no es line-al, sino que puede subdividirse en etapas, cada una de ellas con sus pro-pias caractersticas distintivas. En cada perodo de ciencia normal seacepta comnmente un punto de vista (paradigma) especfico como basepara la investigacin cientfica. Sobre tal base se construye un sistema te-rico cada vez ms complejo, capaz de explicar un nmero creciente defenmenos. Sin embargo, este proceso de crecimiento de la ciencia normalse ve acompaado por la acumulacin de anomalas, es decir, de fenme-nos que quedan sin explicar o que para su explicacin requieren un nme-ro excesivamente creciente de supuestos ad hoc. Ello provoca un malestarque favorece una revolucin cientfica, es decir, la propuesta de unnuevo paradigma. Esto seala el comienzo de una nueva etapa de ciencianormal, dentro de la cual contina la investigacin sin cuestionar el para-digma subyacente.

    24 La historia del pensamiento econmico y su papel

    9 Para el debate sobre la utilizacin de las ideas de Popper en el campo de la teoraeconmica, cf. De Marchi (1988).

  • Subrayemos aqu que Kuhn no considera la sucesin de diferentesparadigmas como una secuencia lgica caracterizada por una cantidad cre-ciente de conocimiento. Estos distintos paradigmas se consideran no con-mensurables entre s; cada uno de ellos constituye una clave diferente parala interpretacin de la realidad, basada necesariamente en un conjuntoespecfico de supuestos simplificadores, muchos de los cuales tambin semantienen implcitos. Ningn paradigma puede abarcar la totalidad deluniverso en todos sus detalles. En sentido estricto, es tan incorrecto decirque la Tierra gira alrededor del Sol como que el Sol gira alrededor de la Tie-rra: cada una de las dos hiptesis corresponde a la eleccin de un punto quese fija como referencia para el estudio del universo, o mejor, de una partedel universo que se encuentra en continuo movimiento con relacin a cual-quier otro posible punto fijo. En otras palabras, dado que tanto la Tierracomo el Sol se mueven en el espacio, los enfoques de Coprnico y Tolomeono son sino dos aproximaciones tericas alternativas que explican en tr-minos ms o menos simples un nmero mayor o menor de fenmenos.10

    Tambin podemos recordar a este respecto que una visin heliocntrica yahaba sido propuesta por Aristarco de Samos en el siglo III a. C., casi cincoantes de Tolomeo: por lo tanto, los paradigmas no se suceden necesaria-mente uno detrs de otro en una secuencia lineal, sino que pueden reapa-recer como dominantes despus de largos perodos de eclipse.

    Kuhn presenta su idea de revoluciones cientficas como una descrip-cin del camino que en realidad siguen las diferentes ciencias, ms que

    La visin competitiva 25

    10 Entre los predecesores de Kuhn en este aspecto podemos recordar a Adam Smithcon su History of astronomy (Smith, 1795). Un vnculo de conexin entre Smith y Kuhnpodra localizarse en Schumpeter, que coloca aparte la History of astronomy como la perlaentre los escritos de Smith (Schumpeter, 1954, p. 182; p. 224 trad. cast.) y ms adelanteconsidera el mismo caso histrico que ms tarde iba a ser estudiado por Kuhn: El sistemaastronmico llamado tolemaico no era simplemente falso. Daba satisfactoriamente raznde una gran masa de observaciones. Y cuando se acumularon observaciones que a primeravista no concordaban con el sistema, los astrnomos arbitraron hiptesis adicionales queintrodujeron los hechos recalcitrantes, o parte de ellos, en el seno del sistema (Schumpe-ter, 1954, p. 318 n.; p. 369 n., trad. cast.). Kuhn, como la mayora de los protagonistas deldebate epistemolgico, desarroll originalmente sus ideas como una interpretacin de lahistoria de las ciencias naturales, especficamente la astronoma y la fsica, y no como unareceta metodolgica para las ciencias sociales. Sin embargo, por lo menos alguna de susideas puede utilizarse fcilmente en el campo de la teora econmica. Para un intento eneste sentido, cf. los ensayos reunidos en Latsis (1976).

  • como un modelo normativo de comportamiento para los cientficos. Encontraposicin, Lakatos (1978) adopta una actitud normativa.

    La metodologa de programas de investigacin cientfica de Lakatosconsiste en un conjunto de reglas de funcionamiento para la crtica y cons-truccin de teoras (heurstica negativa y positiva), organizadas en torno aun ncleo duro de hiptesis referentes a un conjunto especfico de temasy utilizadas como fundamentos para la construccin de un sistema teri-co. El ncleo duro no cambia cuando surgen anomalas, gracias a un cin-turn protector de hiptesis auxiliares, y slo se abandona cuando el pro-grama de investigacin cientfica que se basa en l es reconocidoclaramente como regresivo, o, en otras palabras, cuando se reconoce cla-ramente que es bastante probable que si se sigue con l se despilfarrentiempo y esfuerzos. Por lo tanto, Lakatos considera que la aceptacin orechazo de un programa de investigacin cientfica es un proceso comple-jo, y no una decisin basada en un experimento concluyente o, en cual-quier caso, en criterios bien definidos, unvocos y objetivos.

    As interpretada, la opinin de Lakatos no es muy distinta aunques menos radical de la propuesta por Feyerabend (1975) con su teoraanarquista del conocimiento. Feyerabend destaca la necesidad de unamente abierta al mximo frente a los enfoques de investigacin ms dis-pares; al mismo tiempo dista de aceptar sin reservas su propio lema: Cual-quier cosa puede funcionar. La crtica de la idea de que exista un criterioabsoluto de verdad (o mejor, de aceptacin y rechazo de teoras) puedecoexistir con la idea de la posibilidad de un debate racional entre puntosde vista distintos, incluso aunque se hallen en conflicto. Como es lgico,cuando se debaten los diferentes puntos de vista los defensores de cadauno de ellos deben estar dispuestos a renunciar a la pretensin de utilizarcomo absoluto el criterio basado en su propia visin del mundo. Por elcontrario, la adopcin provisional del punto de vista rival para criticarlodesde dentro puede constituir un elemento de fuerza en el debate. Nosenfrentamos, por lo tanto, con un procedimiento para el debate cientficoque es anlogo al que se sigue habitualmente en los procesos legales, en losque el fiscal y el defensor utilizan los argumentos ms dispares en apoyode sus respectivas posiciones.

    Las opiniones de Feyerabend fueron introducidas en el debate econ-mico por McCloskey (1985, 1994), aunque con algunos cambios.McCloskey habla de un mtodo retrico de debate cientfico que recha-

    26 La historia del pensamiento econmico y su papel

  • za un criterio puro y unidimensional para la evaluacin de teoras, y subra-ya, por contraste, el papel de su poder relativo de persuasin.11 Esto noquiere decir que se niegue valor al debate terico: lejos de ello, el princi-pal mensaje que transmite esta metodologa es la necesidad de toleranciaante diferentes visiones del mundo y, por lo tanto, de distintos enfoquestericos. Tambin podemos recordar que, interpretado de este modo, elmtodo retrico en economa puede remontarse hasta Adam Smith.12

    En el caso de Kuhn, y en el de Lakatos de un modo parecido, los eco-nomistas se han visto atrados por el papel que se atribuye a la existenciade enfoques alternativos, deducidos de la sucesin de distintos paradigmaso de la coexistencia de diferentes programas de investigacin cientfica.13

    Evidentemente, las ideas de Feyerabend discurren en la misma direccin.

    Es aqu donde entra en juego la historia del pensamiento econmico.Quienes aceptan una visin competitiva del desarrollo del pensamientoeconmico y participan en un debate entre enfoques que compiten entres se sienten impulsados a investigar la historia de tal debate, en busca delos puntos fuertes y dbiles que explican el predominio o el declive de losdiferentes enfoques.

    En particular, los que respaldan enfoques que compiten con el domi-nante pueden encontrar muy til la historia del pensamiento econmi-co.14 En primer lugar, el anlisis de los escritos de los economistas del pasa-do ayuda a menudo a aclarar las caractersticas bsicas del enfoque que sepropone y las diferencias entre ste y el enfoque dominante.15

    La visin competitiva 27

    11 En el campo de las ciencias naturales, los experimentos bien dirigidos constituyen,por regla general, una prueba decisiva de la superioridad de una teora respecto de otras.Sin embargo, en el campo de las ciencias sociales, los experimentos realizados en condi-ciones controladas (esto es, ceteris paribus) son prcticamente imposibles. De ah la mayorcomplejidad en este ltimo campo para comparar diferentes teoras.

    12 Aqu nos referimos no slo a las Lectures on rhetoric and belles lettres (Smith, 1983),sino tambin a las Glasgow lectures (las llamadas Lectures on jurisprudence [Lecciones dejurisprudencia]: Smith, 1978). Sobre este asunto, cf. Giuliani (1997).

    13 Vanse, por ejemplo, los ensayos reunidos en De Marchi y Blaug (1991). Para unanota de cautela, vase Steedman (1991), que observa que los programas de Lakatos se refie-ren a temas especficos, ms que a amplias visiones del mundo.

    14 Cf. Dobb (1973), Meek (1977) y Bharadwaj (1989) como ejemplos de este inte-rs despus del renacimiento sraffiano del enfoque clsico.

    15 Un ejemplo ilustrativo es la edicin, llevada a cabo por Sraffa, de las Works andcorrespondence de Ricardo (Ricardo, 1951-1955).

  • En segundo lugar, la historia del pensamiento econmico contribuyea la evaluacin de las teoras basadas en diferentes enfoques, sacando a laluz las cosmovisiones, el contenido de los conceptos y las hiptesis sobrelas que se basan. Es frecuente que esto ayude a recuperar las advertenciasde cautela y las calificaciones originales que acompaaban al anlisis y quefueron olvidadas despus en la injustificada generalizacin del campo deaplicacin de la teora.16

    En tercer lugar, recordar ilustres races culturales responde a veces auna intencin tctica, a fin de contrarrestar la inercia que constituye unaventaja tan grande para la corriente principal que predomina. Como eslgico, la apelacin a la autoridad no constituye un buen argumento cien-tfico; esto es cierto tambin para la apelacin a una regla de la mayora,una declaracin de holgazanera intelectual que tan a menudo se repite enla defensa, por ejemplo, del uso persistente de modelos de una mercancaen las teoras de la ocupacin y el crecimiento, o de curvas en forma de Uen la teora de la empresa.

    Puede ser til destacar aqu que la visin competitiva no implica ni unaequivalencia entre enfoques que compiten entre s ni la ausencia de progre-so cientfico.17 Implica sencillamente el reconocimiento de la existencia dediferentes enfoques, basados en fundamentos intelectuales distintos. Cadainvestigador sigue generalmente la lnea de investigacin que considera msprometedora.18 Tal eleccin, sin embargo, es extremadamente compleja acausa de la inconmensurabilidad de los diferentes sistemas conceptuales. Enparticular, debe rechazarse la pretensin que tiene el enfoque dominante deimponer los criterios de evaluacin que se deducen de sus propias visiones.

    28 La historia del pensamiento econmico y su papel

    16 Un ejemplo es el supuesto de vaciamiento del mercado. Implica mercados que fun-cionen de una manera muy especfica, como los mercados call bid de las antiguas bolsascontinentales, o como los mercados de subasta continua de las bolsas anglosajonas. Kregel(1992) considera a los primeros en relacin con la teora del equilibrio general walrasiano, ya los ltimos con referencia a la teora marshalliana. Cf. ms adelante, captulos 12 y 13.

    17 Esta opinin el rechazo de cualquier idea de progreso cientfico se atribuye aveces a la teora anarquista del conocimiento de Feyerabend, y, en el campo econmico,a la retrica de McCloskey (1985). Sin embargo, esta opinin no se sigue necesariamen-te de sus puntos principales, el rechazo de criterios claros y unvocos de valoracin de lasdiferentes teoras y programas de investigacin, y la propuesta de una conversacin abier-ta y moralmente seria entre investigadores con diferentes orientaciones.

    18 Es decir, si excluimos los ejemplos de elecciones oportunistas orientadas a la carre-ra acadmica personal, que a veces explican la adhesin a la corriente principal.

  • Lo que rechaza expresamente la visin competitiva es la idea de unproceso unidimensional de avance cientfico. Puede haber progreso en elseno de cada enfoque (lo que ciertamente es la regla general, en trminosde mayor consistencia interna y mayor poder explicativo) y a lo largo dela sucesin histrica de paradigmas o programas de investigacin. En elltimo caso, sin embargo, la idea de progreso es ms imprecisa y requierede mayor cautela. Un elemento innegable de progreso lo proporciona elcreciente nmero de herramientas analticas cada vez ms sofisticadas, quehacen posibles los desarrollos que se producen en otros campos de inves-tigacin (nuevos instrumentos matemticos, mejor y ms abundantematerial estadstico, mayor potencia informtica gracias a los nuevos orde-nadores). Pero entre los sucesivos paradigmas o programas de investiga-cin existen diferencias a menudo decisivas en la cosmovisin subyacente.A algunos aspectos de la realidad (incluidas las relaciones de causa-efecto)se les da una mayor importancia, y a otros menos, de manera que existendiferencias en el conjunto de supuestos (explcitos o implcitos)19 sobre losque estn construidas las teoras, y, por lo tanto, en el mbito de aplicabi-lidad de las teoras. Las variables o conceptos analticos (tales como mer-cado, competencia, precio natural, beneficio, renta), aunque se indiquencon el mismo nombre, adquieren significados que son incluso considera-blemente distintos cuando se los utiliza dentro de teoras diferentes. Esaqu en el anlisis de los fundamentos conceptuales de las distintas teo-ras, y de los cambios en el significado de los conceptos cuando se losinserta en diferentes marcos tericos donde llegamos a reconocer cunesencial es el anlisis de los conceptos en relacin con el trabajo de inves-tigacin terica. Como ilustraremos en el apartado siguiente, esto implicaa su vez que se atribuya un papel decisivo a la historia del pensamientoeconmico en la propia actividad de los economistas tericos.

    La visin competitiva 29

    19 Los supuestos se mantienen necesariamente, por lo menos en parte, implcitos: esimposible confeccionar una lista completa de los elementos de la realidad de los que se haceabstraccin en el proceso de construccin de una teora (es decir, elementos que no se tie-nen en cuenta en la teora porque se considera que no son importantes para el tema some-tido a examen). En este sentido, los modelos axiomticos dependen de un nmero limita-do de supuestos explcitos, pero un hecho que se olvida con demasiada frecuenciaimplican decisivamente un gran nmero, potencialmente ilimitado, de supuestos simplifi-cadores implcitos, cuando se intenta relacionarlos con la realidad econmica que tratan deinterpretar.

  • 1.4. Las etapas de la teorizacin econmica:conceptualizacin y construccin de modelos

    Entre aquellos que destacan la importancia de analizar los funda-mentos conceptuales como parte del trabajo de investigacin, encontra-mos uno de los representantes ms ilustres, y ciertamente ms cautelosos,del enfoque acumulativo en economa. Schumpeter (1954, pp. 41-42;pp. 77-80, trad. cast.) subdivide la investigacin econmica en tres etapas.Primero, tenemos el acto cognoscitivo preanaltico, o visin, que con-siste en localizar el problema que debe tratarse y sugerir algunas hiptesisde trabajo con las que comenzar el anlisis, con el objetivo de establecer,si no una solucin provisional, s por lo menos la manera de abordar elproblema. En segundo lugar, tenemos la etapa dedicada a verbalizar lavisin o conceptualizarla de tal modo que sus elementos se siten en suslugares respectivos, con sus correspondientes nombres para facilitar suidentificacin y su manejo, y en un esquema o en una imagen ms o menosperfecta: lo que podemos llamar la etapa de conceptualizacin, a la queSchumpeter atribuye gran importancia. El sistema abstracto de conceptosas obtenido asla los elementos de realidad que se consideran relevantespara el tema sometido a examen. Finalmente, la tercera etapa se refiere a laconstruccin de modelos cientficos. Recordemos tambin que la secuen-cia lgica de las diferentes etapas no se corresponde necesariamente con susecuencia real en la actividad de investigacin del economista.

    Como vimos en el apartado anterior, el debate entre los enfoques quecompiten entre s se refiere sobre todo a la eleccin del sistema conceptualque debe utilizarse en la representacin de la realidad econmica. La historiadel pensamiento econmico desempea un papel decisivo a este respecto.Como es imposible proporcionar una definicin exhaustiva del contenido deun concepto,20 la mejor manera de analizarlo consiste en estudiar su evolu-cin a travs del tiempo, examinando los diferentes matices del significadoque adquiere en los diferentes autores y en algunos casos en los diferentesescritos del mismo autor. sta es, de hecho, la experiencia comn de todoslos estudios en el campo de las humanidades, de la filosofa a la poltica.

    30 La historia del pensamiento econmico y su papel

    20 Georgescu-Roegen (1985), p. 300, habla en este contexto de una penumbra querodea a los conceptos dialcticos cuya caracterstica distintiva es la de superponerse con susopuestos. Las crticas de Sraffa al positivismo analtico de Wittgenstein en el Tractatus logi-co-philosophicus son relevantes aqu; sobre esto, cf. ms adelante 16.5.

  • Adems, utilizando la historia del pensamiento econmico para elanlisis de un concepto (y de un sistema conceptual) podemos investi-gar dos aspectos que son decisivos para cualquier lnea de investigacinen economa: primero, si es posible y, si lo es, en qu medida es nece-sario adaptar el contenido de los conceptos a los cambios continuosen la realidad que debe explicarse; segundo, cmo opera el mecanismode interaccin entre la etapa de conceptualizacin y la etapa de cons-truccin de modelos.

    El primer punto la interaccin entre historia econmica y teoraeconmica es una cuestin conocida. El segundo punto se considerararamente, pero es decisivo. De hecho, las dificultades que surgen en laetapa de construccin de modelos y las soluciones analticas a aquellas difi-cultades implican a menudo modificaciones en los fundamentos concep-tuales de las teoras;21 en otros ejemplos, tales modificaciones reflejan laevolucin del mundo real que debe analizarse.22

    Por lo tanto, los sistemas de conceptos subyacentes en cualquier teo-ra cambian continuamente, lo que hace imposible concebir la evaluacinde las teoras econmicas en una escala unidimensional. En consecuencia,no puede haber ninguna medida unvoca del poder explicativo de las dife-rentes teoras. Los avances tericos pueden constituir progreso cientficoen ciertos aspectos, mas no en otros. Y lo que es ms importante, los pasosadelante que se dan continuamente en la direccin de una mayor consis-tencia lgica y de un uso creciente de tcnicas analticas ms avanzadas noimplican necesariamente un mayor poder explicativo: aqullos puedenexigir restricciones adicionales al significado de las variables en considera-cin, excluyendo aspectos cruciales de la realidad del campo de aplicabili-

    Las etapas de la teorizacin econmica 31

    21 Un ejemplo lo proporcionan los cambios en el poder heurstico de las teoras delequilibrio general cuando pasamos de la formulacin original de Walras a la construc-cin axiomtica de Arrow y Debreu (cf. ms adelante cap. 12). Este ejemplo demuestra,entre otras cosas, que la necesidad de analizar los fundamentos conceptuales de las teo-ras y sus cambios a lo largo del tiempo no se limita a una visin evolucionista de la eco-noma, que se concentra en cambios institucionales y dependencia del camino que sehaya seguido, aunque obviamente la interaccin entre teora e historia es ms intensa eneste ltimo enfoque.

    22 Un ejemplo (ilustrado en Roncaglia, 1988), lo proporciona la evolucin en la cla-sificacin de la actividad econmica en sectores, desde Petty hasta Smith, va Cantillon yQuesnay.

  • dad de la teora.23 Cuando nos enfrentamos a este problema, la historia delpensamiento econmico, concentrando la atencin en los cambios de sig-nificado de los conceptos utilizados en la teora, puede ayudar a evaluar lapolifactica senda que ha seguido la investigacin econmica.

    1.5. La economa polticay la historia del pensamiento econmico

    La economa poltica (o economa) es una investigacin de la sociedadcon dos caractersticas principales. Primera, es una investigacin cientficaque sigue reglas metodolgicas especficas (aunque no necesariamente inal-terables o unvocas). Segunda, considera la sociedad en un aspecto particu-lar pero fundamental: el mecanismo de supervivencia y desarrollo de unasociedad basada en la divisin del trabajo. En tal sociedad cada trabajadorse emplea en una actividad especfica, colaborando en la produccin de unamercanca especfica, y tiene que obtener de otros agentes econmicos, acambio (de una parte) del producto, las mercancas que se requieren comomedios de produccin y subsistencia. Estos mecanismos se componen deinstituciones, costumbres, normas, conocimiento y preferencias, los cualesconstituyen restricciones y reglas de comportamiento. Los economistasinvestigan los resultados, individuales y colectivos, de conjuntos especficosde restricciones y reglas de comportamiento.

    Como investigacin de la sociedad, la economa poltica es una cienciasocial, con una dimensin histrica decisiva. Como ciencia, implica adhesina los criterios metodolgicos que predominan en el entorno de trabajo de loseconomistas (los cuales, entre otras cosas, determinan a su vez los criterios deseleccin profesional); los economistas pueden, pues, verse inducidos a adop-tar reglas metodolgicas derivadas de las ciencias naturales, como es induda-blemente el caso en la etapa actual. De ah que tengamos una tensin irreso-luble, dado el empobrecimiento que resultara para la economa poltica, poruna parte, del abandono de las reglas cientficas de consistencia lgica, y, porotra parte, del descuido de sus caractersticas como ciencia social.

    32 La historia del pensamiento econmico y su papel

    23 Por ejemplo, como veremos en el captulo 10, la teora marginalista del equilibriodel consumidor representa ciertamente un paso adelante en cuanto se refiere a la consis-tencia lgica y al uso de sofisticadas tcnicas de anlisis, pero esto viene acompaado porla reduccin del agente econmico a una mquina sensible.

  • La historia del pensamiento econmico24 desempea un papel centralal favorecer una resolucin positiva de la tensin arriba mencionada. Poruna parte, destaca el papel esencial de la dimensin histrica en las inves-tigaciones econmicas. Por otra parte, atribuye un papel central al criteriode precisin lgica, a la par que al criterio de relevancia emprica, selec-cionando y evaluando las teoras en las que cabe concentrar la atencin, ylocalizando un hilo conductor de desarrollo.

    De este modo, surge una respuesta bastante clara a la pregunta de laque hemos partido. La historia del pensamiento econmico es til noslo ni simplemente a nivel didctico, o para proporcionar un sentidode direccin a la investigacin econmica, o material para los episte-mlogos. Es un ingrediente esencial tanto del debate terico entre enfo-ques alternativos dado que contribuye a aclarar las diferencias y modi-ficaciones en sus representaciones del mundo como del trabajo tericodentro de cada enfoque, puesto que contribuye al desarrollo de los fun-damentos conceptuales y a la clarificacin de los cambios que intervie-nen en ellos, en respuesta a las dificultades tericas y a las realidades enevolucin.

    Por lo tanto, la historia del pensamiento constituye tambin una edu-cacin en democracia, en el sentido indicado por Kula (1958), en sus con-vincentes consideraciones sobre el papel de la historia que se citan alcomienzo de este captulo. A diferencia del absolutismo cientfico exten-dido en la corriente principal de la enseanza de la economa, la historiadel pensamiento ofrece una educacin en el intercambio de ideas, quetambin favorece gracias al esfuerzo que implica en la comprensin delas ideas de los otros la percepcin de la complejidad de las cosmovisio-nes que subyacen en las diferentes teoras y determinan sus potencialida-des y lmites, y la percepcin de los vnculos con otros campos del cono-cimiento y de la accin humanos.

    La economa poltica y la historia del pensamiento econmico 33

    24 O historia del anlisis econmico: la distincin entre ambas parece algo arbitraria,cuando consideramos la etapa de conceptualizacin como una parte esencial del trabajoterico. El propio Schumpeter, despus de trazar una clara distincin entre la historia delpensamiento y la historia del anlisis, muestra en su libro (Schumpeter, 1954) slo un vagorespeto por esa frontera. Su declaracin de principios en este sentido debe tal vez interpre-tarse ms como una justificacin de las muchas elecciones simplificadoras que son inevita-bles incluso en el caso de un estudioso tan erudito como l.

  • 1.6. Qu historia del pensamiento econmico?

    Obviamente, el papel atribuido ms arriba a la historia del pensa-miento econmico tiene implicaciones para la manera de estudiar y ense-ar la disciplina. Aqu nos limitaremos a unas pocas y breves observaciones.

    En primer lugar, la historia del pensamiento econmico tal como sela considera ms arriba pertenece ms al amplio campo de la ciencia eco-nmica que a la historia de la cultura o de las ideas.

    En segundo lugar, existe una diferencia bsica entre los historiadores delpensamiento econmico que adoptan una visin acumulativa y los queadoptan la visin competitiva. Los primeros ven el desarrollo de la cienciaeconmica como una mejora progresiva en la consistencia interna y en elcampo de aplicabilidad de la teora; as, tienden a concentrar la atencin enel modo en que aborda cada autor los problemas que los autores anterioreshaban dejado abiertos. Esto favorece a menudo las reconstrucciones de lahistoria del pensamiento econmico en las que las referencias al contextohistrico parecen ampliamente irrelevantes, y que adems generalmente des-cuidan los vnculos entre el pensamiento econmico, filosfico o poltico-social; vnculos que se consideraban vitales antes de que la divisin intelec-tual del trabajo cristalizase en pequeas reservas de caza acadmicas.25

    El riesgo opuesto el de considerar las vicisitudes del pensamientoeconmico a travs del tiempo como resultado exclusivo de la evolucinde la base social y productiva es raro en extremo. Un riesgo ms con-creto es el de la historia basada en ancdotas, cuando se concentra laatencin en las simples opiniones de los autores que se someten a consi-deracin, descuidando el razonamiento que condujo a, o que se desarrollpara, respaldar tales opiniones, y esquivando as las dificultades intrnsecasa la reconstruccin histrica de las semejanzas, diferencias y relacioneslgicas entre las diferentes teoras.

    Para evitar estos riesgos, tenemos que reconocer la existencia de unvnculo bilateral entre la evolucin histrica y las investigaciones tericas.Por una parte, el mundo material tiene una influencia importante sobre eltrabajo de cualquier cientfico social, aunque no hasta el punto de deter-

    34 La historia del pensamiento econmico y su papel

    25 Winch (1962) suscit esta clase de crtica contra la corriente principal de la histo-riografa.

  • minar unvocamente el camino seguido por las investigaciones tericas.Por otra, el debate terico puede a veces ejercer una influencia decisiva enlas elecciones de poltica econmica y ms indirectamente en las creen-cias y opiniones, y de ah tambin en el comportamiento de los agenteseconmicos, aunque esta influencia se vea considerablemente constreiday condicionada por el mundo material.

    La historia del pensamiento econmico tiene un papel importante ensacar a la luz tales vnculos bilaterales. Esto significa que hay lugar tantopara las investigaciones histricas internas al proceso de desarrollo de lateora econmica, como para los estudios orientados hacia fuera, querelacionan las investigaciones de los economistas con los desarrollos enotras ciencias sociales y con la evolucin histrica. Inevitablemente, lasinvestigaciones internas y las que se orientan hacia el exterior procederna menudo por separado; lo que importa es que todo investigador o inves-tigadora, cualquiera que sea el nfasis que elija, no pierda de vista el desa-rrollo de la investigacin histrica en el rea ms amplia que abarca dife-rentes especializaciones.26

    Qu historia del pensamiento econmico? 35

    26 La distincin entre investigaciones internas y orientadas hacia fuera en la historiadel pensamiento econmico se asemeja a las nociones de reconstrucciones racionales yreconstrucciones histricas, de Rorty (1984). Aunque distingue estas dos clases de inves-tigaciones en la historia de las ideas, Rorty las considera como complementarias. La pasinde los epistemlogos por categoras metodolgicas puras, que son ciertamente tiles paraevaluar lo que est haciendo un investigador, no debe conducirnos a una distincin dema-siado sutil del trabajo intelectual, especialmente cuando los aspectos considerados en losprocedimientos de anlisis estn tan obviamente interconectados, como sucede en nuestrocampo. Incluso la que se considera la mejor reconstruccin racional de la historia del pen-samiento econmico, Blaug (1962), subraya la necesidad de ser cautos al adoptar esta dico-toma; as, despus de afirmar su punto de vista en las primeras lneas de su libro (La cr-tica implica ciertas normas de juicio, y mis normas son las de la teora econmicamoderna, ibd.; p. 1, trad. cast.) y proporcionar una definicin clara de las dos nociones(Las reconstrucciones histricas intentan informar acerca de las ideas de los pensadoresdel pasado en trminos que estos pensadores, o sus discpulos, habran reconocido comouna descripcin fiel de lo que ellos tenan intencin de hacer. Las reconstrucciones racio-nales, por otra parte, tratan a los grandes pensadores del pasado como si fueran contem-porneos con los que intercambiamos opiniones; analizamos sus teoras en nuestros trmi-nos, ibd., p. 7), Blaug no slo aade que tanto la reconstruccin histrica como lareconstruccin racional son maneras perfectamente legtimas de escribir la historia del pen-samiento econmico, sino tambin que lo que est separado en principio es casi imposi-ble de mantener separado en la prctica (ibd., p. 8). Observemos en este contexto que lareferencia a las normas de la teora econmica moderna implica una definicin, unvocay universalmente admitida, de teora econmica moderna: como veremos en el captulo 17,el caso dista mucho de ser ste.

  • Otro problema, particularmente serio para los defensores de la visincompetitiva, es el riesgo de concentrar la atencin ms o menos exclusiva-mente en aquellos aspectos del anlisis econmico (esto es, la teora delvalor) que son de mayor ayuda en la identificacin de las caractersticasbsicas de los diferentes enfoques, pero que a menudo ocultan las visionesgenerales de los autores sobre el proceso de desarrollo econmico. Elmismo significado del trmino valor cambia de un enfoque terico a otro,y, a lo largo del tiempo, dentro de cada uno de ellos. En cualquier caso, esun trmino que designa el ncleo central de las relaciones econmicasdesde el punto de vista del especfico sistema de abstracciones adoptado.

    Consideremos, por ejemplo, el significado especfico que tiene lanocin de valor en el enfoque clsico y sraffiano, el cual se ilustrar conmayor detalle ms adelante. Valor no significa la medida de la importan-cia que una mercanca tiene para un ser humano (que es el significado queasume el trmino valor en el enfoque marginalista, cuando se lo relacionacon escasez y utilidad); ni se refiere a una ley moral natural (como en eldebate medieval sobre el precio justo); ni incorpora una caracterstica engrado ptimo (como resultado de una maximizacin restringida de algu-na funcin objetivo). El valor de las mercancas refleja las relaciones queconectan entre s a los diferentes sectores y clases sociales dentro de la eco-noma; adems, el contenido que se atribuye al trmino sugiere una refe-rencia implcita a un modo de produccin especfico, es decir, al capitalis-mo. De hecho, el anlisis desarrollado por los economistas clsicos y Sraffase refiere a un conjunto especfico de hiptesis (ley de precio nico; divi-sin en clases sociales de trabajadores, capitalistas y terratenientes; tipouniforme de beneficio) que reflejan las caractersticas bsicas de una eco-noma capitalista.

    Es verdad que la relacin entre los precios y la distribucin, para unatecnologa dada, tiene que ver con lo que puede denominarse esqueletode un sistema econmico. Histricamente, este problema ha estado en elcentro del estudio de la teora econmica, y lgicamente forma el ncleode los desarrollos de otros problemas de anlisis, aun cuando algunas deestas teoras se desarrollen sin algunos vnculos formales directos con aqul(Roncaglia, 1975, pp. 127-128; p. 133, trad. cast.). Sin embargo, tambines cierto que la posibilidad y oportunidad para construir teoras inde-pendientes para el anlisis de diferentes cuestiones, y especialmente la

    36 La historia del pensamiento econmico y su papel

  • importancia de la etapa de formacin de un sistema de conceptos en laciencia econmica, requieren que la historia del pensamiento econmicono quede limitada a la ilustracin de una secuencia de teoras del valor.

    En cierto sentido, la teora del valor adoptada por un economistaapunta directamente a su representacin del mundo. Utilizando el deba-te entre teoras rivales del valor como hilo conductor, y observando loscambios que la teora del valor (errneamente considerada por algunasreconstrucciones como un monolito inalterable) experimenta en cadaenfoque, podemos tambin entender las diferencias y los cambios en larepresentacin conceptual de la sociedad. Al mismo tiempo, en el otrolado del continuum que constituye el campo de trabajo del economista,podemos ver cmo en torno a una teora del valor, y en estrecha conexincon ella, se desarrollan teoras especficas para interpretar aspectos espec-ficos pero no necesariamente menos importantes de la realidad eco-nmica, desde teoras de la ocupacin y del dinero hasta teoras de lasrelaciones internacionales.

    Intentemos ilustrar con un ejemplo los diferentes significados de lasdos expresiones, papel central en nuestra reconstruccin histrica eimportancia decisiva en nuestra cosmovisin. La teora del valor-trabajotiene un papel central en la reconstruccin analtica de los Principios deRicardo, pero por encima de todo se interesa polticamente por el tema delcrecimiento econmico y su relacin con la distribucin de la renta entrelas principales clases sociales. Otro ejemplo es la relacin entre la teorawalrasiana del equilibrio competitivo y la ideologa liberal. En otras pala-bras, existe cierto margen de independencia entre un sistema de concep-tos (representacin del funcionamiento de la economa) y una teora delvalor, y desde luego entre la ltima y las teoras especficas referentes a losfenmenos que, desde un punto de vista poltico, constituyen preocupa-ciones centrales para el economista.

    Las referencias a la historia, y en particular a la historia econmica,pueden ser tiles en este contexto para explicar los cambios en los princi-pales intereses polticos que dominan en los diferentes perodos y los cam-bios en el proceso de abstraccin dentro de cada escuela, as como paraevaluar los diferentes sistemas de abstraccin. En este aspecto tal vez seatil recordar que un sistema de conceptos (que es el resultado de un espe-cfico proceso de abstraccin, y que se utiliza para representar simplifica-

    Qu historia del pensamiento econmico? 37

  • damente un mundo real cuyas caractersticas ms esenciales se dan porcaptadas) no puede verificarse ni por comparacin directa con el mundoreal ni mediante la comprobacin de si las previsiones deducidas delmismo se producen en la realidad.

    Hay ms cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, con las que soa-mos en nuestra filosofa: la historia del pensamiento econmico, con suspropias y variadas estrategias de investigacin, es de gran ayuda para quelos economistas tengan plena conciencia de la verdad que encierra laobservacin de Hamlet. Al menos por esta razn, es un campo que todoeconomista debiera practicar.

    38 La historia del pensamiento econmico y su papel

  • 1 En ese perodo comenz a usarse el trmino economa poltica; el primero que lo uti-liz como ttulo de un libro (el Trait de lconomie politique, 1615) fue el francs Antoinede Montchrtien (ca. 1575-1621). Se le considera tradicionalmente como un mercantilistade segunda fila, que slo debe recordarse por el ttulo de este libro. De hecho, aunque inser-tas en una discusin, que dista mucho de ser sistemtica, de la situacin econmica de lapoca, en este libro surgen algunas ideas interesantes, tales como una crtica de la tesis aris-totlica de la independencia de la poltica en relacin con otros aspectos de la vida social,acompaada por la afirmacin de que el trabajo es la fuente de la riqueza, la cual a su vez esdecisiva para la estabilidad social. Ms adelante volveremos sobre estos temas.

    2 Para ser exactos, la primera ctedra de Poltica Econmica se estableci en Npo-les en 1754, para Antonio Genovesi; en 1769 sigui Miln con Cesare Beccaria. En otraspartes las cosas fueron ms despacio. La lucha de Alfred Marshall en pro de la institucinde una carrera universitaria de economa en Cambridge y la profesionalizacin de la eco-noma, entre finales del siglo XIX y principios del XX, descritas en Groenewegen (1995) yMaloney (1985), se recordarn brevemente ms adelante ( 13.4).

    2. LA PREHISTORIADE LA ECONOMA POLTICA

    2.1. Por qu la llamamos prehistoria

    El nacimiento de la economa poltica no tuvo lugar en un momentodeterminado. Fue un proceso muy complejo que se desarroll durante siglos.Tenemos que remontarnos por lo menos al perodo clsico griego, y desde allmirar hacia delante, hasta los siglos XVII y XVIII, que pueden considerarsecomo la etapa culminante en el largo proceso formativo de nuestra disciplina.

    La economa poltica comenz a ser reconocida como una disciplinaautnoma, distinta de las otras ciencias sociales, de forma muy gradual, aprincipios del siglo XVIII.1 Slo en el siglo XIX, con la creacin de las pri-meras ctedras econmicas en universidades, se reconoci al economistacomo figura profesional autnoma.2

  • Evidentemente, las referencias a los temas que ahora se consideracomnmente que corresponden a la economa ya hicieron su aparicin enla Antigedad clsica y la Edad Media. Autores como Diodoro Sculo,Jenofonte o Platn, por ejemplo, consideraron los aspectos econmicos dela divisin del trabajo, sosteniendo entre otras cosas que favorece unamejor calidad del producto.

    Sin embargo, en conjunto, durante un largo perodo por lo menoshasta el siglo XVIII la aproximacin a los temas econmicos fue sustan-cialmente distinta de la prctica actual. En efecto, los propios mecanis-mos econmicos que regulan la produccin y distribucin de la renta hanexperimentado desde entonces transformaciones radicales. Sin profundi-zar en el tema, basta recordar el volumen de pura violencia, autoridad ytradicin que pesaba sobre la vida econmica de la Antigedad clsica,basada en el trabajo esclavo, como en la del perodo feudal, basada en eltrabajo de los siervos, en comparacin con los intercambios en el merca-do. Adems, dada la tecnologa relativamente primitiva que se utilizabaen aquellos perodos histricos, la vida humana estaba dominada por losfenmenos de la naturaleza (como calamidades naturales y epidemias), ascomo por guerras y el ejercicio arbitrario del poder poltico. En talescondiciones una vida regular constitua una aspiracin difcilmente reali-zable, que deba perseguirse mediante la adhesin a reglas de comporta-miento sancionadas por la tradicin. Si a ello le aadimos una religiosidaden gran parte supersticiosa, podemos entender que se prefirieran sistem-ticamente los ciclos repetitivos de trabajo y vida, da a da, ao tras ao,a la innovacin y al cambio. Tambin podemos comprender por qu losfilsofos de la Antigedad clsica y los telogos de la Edad Media consi-deraron que su tarea no consista tanto en describir e interpretar el modode funcionamiento de la economa, sino ms bien en aconsejar sobre elcomportamiento moralmente aceptable en el campo de las relaciones eco-nmicas.

    En realidad, la economa poltica naci de la conjuncin de dos cues-tiones importantes. Por una parte, tenemos la cuestin moral: qu reglasde conducta deberan respetar los seres humanos especialmente elcomerciante y el soberano en el campo de las actividades econmicas?Por otra, tenemos la cuestin cientfica: cmo funciona una sociedadbasada en la divisin del trabajo, en la que cada persona o grupo de per-sonas produce una mercanca especfica o un grupo de mercancas, y nece-

    40 La prehistoria de la economa poltica

  • sita los productos de otros, tanto de subsistencia como de medios de pro-duccin, para mantener el proceso de produccin en marcha?

    Evidentemente, las dos preguntas estn relacionadas. Por ejemplo, sibuscamos fundamentos objetivos para la valoracin moral del comporta-miento humano en el terreno econmico, la respuesta a la cuestin moraldepende de la respuesta a la cuestin cientfica. Este vnculo viene refor-zado por la idea (dominante en la tradicin aristotlica) de que lo buenoes lo que es conforme a la naturaleza. De ah la influencia de la primerapregunta sobre la ltima, como se refleja en la idea, todava ampliamentedifundida entre los economistas clsicos de la primera mitad del siglo XIX,de que la tarea del economista consiste en la identificacin de las leyesnaturales que gobiernan la economa.

    Estas relaciones entre tica y ciencia econmica dependen de la mane-ra en que la cuestin moral se concibi en la fase histrica que se conside-re. En aquella poca, lo que se adoptaba comnmente era una aproxima-cin sustancialmente deontolgica a la tica, a los juicios moralesbasados en criterios absolutos, independientes de las circunstancias: matares malo, ayudar al enfermo es bueno. Cuando ms tarde se adopt unatica utilitarista, con juicios morales fundamentados principalmente en losefectos reales del acto considerando las circunstancias especficas de tiem-po y espacio, la tica vino a implicar como condicin necesaria una com-prensin del modo de funcionar de la sociedad. Sin embargo, esta relacinsubyacente en lo que se ha llamado tica consecuencialista sloobtuvo reconocimiento en el siglo XIX, en particular con Bentham, comoveremos ms adelante ( 6.7).

    Durante mucho tiempo, sin embargo, los autores que escriban sobrematerias econmicas no distinguieron claramente entre las dos cuestiones:punto que ilustran las ambigedades en la nocin de la propia ley natural.El hecho de que tales ambigedades sean todava evidentes en la obra de pro-tagonistas de primera fila de la escuela clsica, como Adam Smith y DavidRicardo, es un ejemplo interesante de la persistencia de conceptos inclusocuando se han producido cambios radicales en la percepcin del mundo.

    La economa poltica naci, pues, como una ciencia moral, y comouna ciencia de la sociedad. Adems, en esta etapa, la distincin entre losdiferentes aspectos que ahora se incluyen en el campo de la economa esta-ba en muchos ejemplos ms clara que la lnea divisoria entre la economa

    Por qu la llamamos prehistoria 41

  • y las otras ciencias sociales. As, por ejemplo, la distancia entre el estudiode las instituciones econmicas y el de las instituciones polticas era peque-a; era mucho mayor la distancia que separaba el estudio de las institu-ciones del estudio del comportamiento del buen paterfamilias con respec-to a las actividades de consumo y la supervisin del presupuesto familiar:por ejemplo, el anlisis de las tareas econmicas del paterfamilias implica-ba generalmente reflexiones sobre la educacin de los hijos.

    Un factor importante en la progresiva separacin entre los dos camposde investigacin, como veremos en el captulo siguiente, fue un cambio enla perspectiva provocado por los descubrimientos que tuvieron lugar en lasciencias naturales: desde el descubrimiento de la circulacin de la sangre,anunciado por Harvey en 1616, hasta el cambio que se iba a producir unsiglo despus con Lavoisier (1743-1794), de la qumica descriptiva a la qu-mica basada en relaciones cuantitativas. Tales descubrimientos favorecieronel reconocimiento gradual de la existencia de cuestiones cientficas, acercade nuestra comprensin del mundo fsico, que deban abordarse con inde-pendencia de las cuestiones morales, con mtodos de anlisis distintos delos que tradicionalmente se haban aplicado a aqul. Ya con NicolsMaquiavelo (1469-1527) se haba producido un giro en la misma direc-cin, con su distincin entre ciencia poltica y filosofa moral, entre el an-lisis del comportamiento que deben adoptar los prncipes que persiguen elpoder y el juicio moral sobre tal comportamiento.

    La importancia, para nuestro propsito, de la etapa formativa de laeconoma poltica procede del hecho de que dej como herencia a las eta-pas sucesivas un conjunto de ideas y conceptos, junto con un conjuntode significados a menudo imprecisos y abigarrados para cada uno deellos (como vimos ms arriba para la nocin de leyes naturales y como vere-mos ms adelante con respecto a la nocin de mercado).

    Sin embargo, en torno al siglo XVIII tuvo lugar un cambio en la formade abordar las cuestiones econmicas. Para entenderlo tenemos que con-siderar los cambios radicales que se haban producido en la organizacinde la vida econmica y social. En particular, podemos tomar como ejem-plo el papel de los intercambios.3

    42 La prehistoria de la economa poltica

    3 Tambin podemos recordar aqu el cambio de actitud frente a la habilidad mec-nica, desde el desprecio a la aceptacin del conocimiento prctico especializado, comocomponente importante de la cultura, que tuvo lugar entre 1400 y 1700, y que se docu-menta de forma excepcional en Rossi (1962).

  • El mercado, interpretado como intercambio de bienes por dinero, yaexista en la Atenas de Pericles y la Roma de los csares. Sin embargo, losintercambios representaban entonces una parte relativamente limitada dela produccin social total; adems, las condiciones en las que tenan lugarse caracterizaban por una extrema irregularidad, debida a las influenciasclimticas sobre la produccin de las cosechas, las dificultades de trans-porte y, sobre todo, la inseguridad general acerca de los derechos de pro-piedad, debida no slo a la criminalidad privada, sino tambin, y de formadecisiva, a la arbitraria intervencin de las autoridades polticas, que amenudo ejercan una funcin redistributiva drstica y con frecuenciaimpredecible.

    En lo que se refiere al primer aspecto la limitada proporcin de losintercambios podemos recordar, por ejemplo, que en la economa feu-dal los intercambios en el mercado slo se referan caractersticamente alproducto excedente, es decir, aquella parte del producto que no se necesi-ta como medio de produccin o de subsistencia para la continuidad de laactividad productiva. Por otra parte, ya haba una red de intercambios deproductos de lujo especias, encajes, metales preciosos que ponan encontacto reas geogrficas incluso a grandes distancias; junto con ella, sedesarroll gradualmente una red de relaciones financieras que conectabalos centros comerciales ms importantes, basada principalmente en letrasde cambio.4 En esta etapa, la auto-produccin esto es, la produccinpara el consumo directo por parte de los mismos productores caracteri-zaba a las pequeas comunidades rurales. En estas pequeas comunidadescoexista cierto grado de especializacin productiva y pagos en dinero conintercambios en especie.

    La auto-produccin slo cedi terreno a la produccin para el mer-cado cuando se extendi la propiedad privada de la tierra y creci la pro-duccin manufacturera artesana. As nacieron un sistema diferente de rela-ciones sociales y una estructura tecnolgica distinta. Con este nuevosistema, ni en la agricultura ni en la manufactura eran ahora los trabaja-dores propietarios de los medios de produccin ni de los bienes que pro-ducan, que, en cualquier caso, eran por lo general diferentes de los bienes

    Por qu la llamamos prehistoria 43

    4 En Kula (1962) se analiza un modelo de la economa feudal basado en estossupuestos.

  • que ellos consuman. Adems, la manufactura artesana y ms tarde larealizada en plantas industriales se fue caracterizando progresivamentepor el uso de medios de produccin especializados, fabricados por empre-sas distintas de las que los utilizaban.

    En lo que se refiere al segundo aspecto la irregularidad de los inter-cambios, recordemos slo uno de los ejemplos ms caractersticos de laausencia de uniformidad en las condiciones del intercambio: la multipli-cidad y continua variabilidad de los patrones de medida de las mercancaspatrones de peso, de longitud, de volumen, slo gradualmente susti-tuidos en el curso de los acontecimientos que comenzaron, de modo bas-tante significativo, en el siglo XVIII.5

    Es precisamente la ausencia de regularidad y uniformidad en la acti-vidad econmica lo que posiblemente puede explicar las observacionesgenricas que hicieron los autores de este perodo sobre las condicionesde demanda y oferta como determinantes de los precios de mercado. Enpresencia de una acusada variabilidad de la demanda y de la oferta, y enausencia de indicaciones claras sobre los factores que las determinan, nopuede considerarse que tales observaciones generales alcancen el nivel deuna teora de precios completa, y mucho menos que anticipen las teorasmarginalistas que definen los precios de equilibrio en el punto en quecoinciden la demanda y oferta de la mercanca dada. Como veremos conmayor claridad ms adelante, en el enfoque marginalista la demanda y laoferta se definen como funciones (continuas y diferenciables) la pri-mera decreciente y la ltima creciente del precio de la mercanca de quese trate y posiblemente de otras variables, tales como los precios de otrasmercancas y la renta de los consumidores. Por el contrario, buscaramosen vano las primeras observaciones genricas sobre oferta y demanda encualquier idea de una relacin funcional bien especificada y estable entredemanda u oferta y otras variables, como el precio de la mercanca dada.

    44 La prehistoria de la economa poltica

    5 Los patrones de medida fueron, durante un largo perodo de la historia humana,objeto de un violento conflicto social regulado por convenciones locales, generalmente decarcter temporal y bastante flexibles. La autoridad central de los nuevos Estados naciona-les logr imponer