romances históricos - 15 - el cuento de un veterano

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Romances histricos

Romances histricos

ngel de Saavedra, Duque de RivasEl cuento de un veterano

Escrito en 1837, tiene una Introduccin de 68 versos asonantados y seis romances: I, 104 versos en -a; II, 148, -a; III, 124, -o; IV, 156, -e; V, 296, -o y VI, 144, -a. Total, 1140 versos.

La accin tiene lugar a mediados del siglo XVIII durante la guerra de Sucesin de Austria (1741-1748), en la que intervino Felipe V junto con Npoles y Francia en contra de los austriacos. Se recordar que, en esta misma guerra sirvi tambin don lvaro (Don lvaro o la fuerza del sino, jornadas III y IV), a quien Saavedra hizo asistir a la batalla de Vletri como capitn de Granaderos.

Tanto Enrique Gil como Valera, para quien era un primor de cuento, gustaron mucho de este romance, de tan misteriosa y evocadora estirpe romntica22. No pensaba lo mismo el padre Blanco Garca, para quien era una repugnante galera de escenas nocturnas, amores sacrlegos y venganzas femeninas, cuyo teatro no quiso el poeta que fuese Espaa23; Azorn, ms tarde, valindose del recurso que us para criticar Don lvaro, lo juzgaba dechado de lo inverosmil e incoherente24.

No hay que pedir lgica a consejas contadas junto al fuego; el poeta refiere la aventura de don Juan Enrquez de Lara sin digresiones, y graduando el desarrollo de la trama de tal modo que, cuanto ms se complica, ms inters despierta en los lectores. El protagonista comparte las virtudes y los defectos propios del tipo donjuanesco. Rico, gallardo y valiente pareca un caballo sin freno, / un demonio en carne humana al que slo detuvo momentneamente el temor al sacrilegio. Pueden ms el deseo de aventura y el temor a pasar por cobarde que el respeto a la clausura. Una vez en la celda de la linda monja, el audaz libertino intenta la seduccin con la tcnica acostumbrada: Un volcn arde en mi pecho... delicioso martirio... vos, sola vos..., sin sospechar todava que el seducido ha sido l. Destacan aqu esta escena en la celda, as como la magistral ambientacin del entierro nocturno a la luz de un farol.

Azorn hallaba en este romance influencias de la Colomba de Merime, aparecida en 1840. La monja parmesana, obsesionada por vengar el honor familiar tiene no pocos puntos de contacto con ella y pienso que tambin un parentesco con esas mujeres llenas de arrestos, tan corrientes en nuestra literatura, que se visten de hombre, salen a los caminos y toman venganza de quienes mancillaron su honor25.Introduccin

Oh, cun grato es el or,all en el hogar paterno,las largas noches de invierno,entre el cenar y el dormir, al veterano charlar,5y sus pasadas campaas,envueltas con mil patraas,en rudo estilo contar! En nuestra niez primeraembebidos lo escuchamos,10sin que una frase perdamos,ni una palabra siquiera. Y la peregrina historiase queda como grabada,y jams la borra nada15de nuestra tierna memoria.* * * Un veterano alcancque en Italia combati,y que en Veletri se hall,donde malherido fue.20 Y muy nio, all en mi tierra,recuerdo haberle escuchado,de sus palabras colgado,sucesos de aquella guerra. Fuera el tiempo bueno o malo25todas las noches vena,y desde lejos se oasonar su pierna de palo. Era como una estantigua,con desharrapado traje,30y restos del equipaje,de un militar a la antigua. Del cortijo en el hogarmuy orondo se sentaba,y la gente se agolpaba35en torno de l a escuchar. Tras un sorbo de aguardienteencenda su cigarro,y de su voz de catarrose desataba el torrente.40 Ya un asalto refera,estropeando los nombresde reinos, castillos, hombres;mas nada le detena. Ora un combate, ora un duelo,45ya el valor de un camarada,de una patrona burladael amargo desconsuelo, de un coronel el rigor,la astucia de un asistente,50el triste fin de un valiente,las diabluras de un tambor. Y una guitarra tocandocantaba tambin romances,con tal voz y tales lances,55que nos dejaba temblando. De robos y aparicionesvarios casos repeta,y costumbres, que decaser de lejanas naciones.60 Y siempre cosas extraas,jurando a fe de soldadotodo haberlo presenciadoen sus gloriosas campaas. Una noche nos cont65cierta peregrina historia,que est fija en mi memoria,y que a referir voy yo.Romance Primero. El ayudante

El marqus de Castelarentr triunfador en Parma70con las valerosas tropasde Npoles y de Espaa. stas van a la cabeza,aqullas a retaguardia,y de lauro inmarcesible75y gloria cubiertas ambas. Desde Veletri venciendo,y enmendando aquella falta,las guilas imperialesvan ahuyentando de Italia.80* * * La ciudad, que a los Borbonesel ms puro amor consagra,y que el dominio detestade los prncipes del Austria. cual libertadoras mira85a aquellas huestes bizarras,y con vivas de entusiasmolas recibe y las aclama. El alto cielo ensordecenlas sonorosas campanas,90y a los valles y a los monteslas msicas y las salvas. Brillan en los balconajesde las calles y las plazasricos damascos y estofas,95pabellones y guirnaldas. Y an ms el vistoso arreode las lindas parmesanasornadas de ricas joyas,vestidas de nobles galas.100 Y hierve inmenso concursode la plebe alborozada,estrechando la carrerapor donde las tropas pasan.* * * El primero que desfila105al son de blica marchaes el regimiento insignede las espaolas guardias: de firme lealtad ejemploa sus jurados monarcas,110modelo de disciplinay de arrojo en las batallas. De Castilla los pendones,de tanta victoria y tantagloria ya nuncios, ya emblemas,115siguen con noble arrogancia. Y oficiales y soldadosla atencin pblica llamanpor su belicoso porte,por su merecida fama.120* * * En un cordobs morcilloque con espumas de platael pretal, brazos y pechosrespirando fuego, esmalta, recorre las compaas,125y de un lado al otro pasagallardo, vivaz, activo,don Juan Enrquez de Lara, del regimiento ayudante,y de tan noble y gallarda130presencia, que por los ojosentra a conquistar las almas. Esclarecido linaje,de los mejores de Espaa,era el de este caballero,135y su riqueza extremada. En la mies de bayonetasse descubre su cucarda,como suele en la de espigasuna amapola lozana.140 De las mujeres los ojosdoquier sguenlo, y se clavanen su rostro y en su talle,en su garbo y en su gracia. Su edad a los cinco lustros145de seguro an no llegaba,pues sus facciones guarnecenan ms bien bozo que barba.* * * En rondas y en desafos,en pendencias y en batallas,150o con razn o sin ella,siempre era un rayo su espada. Y aunque bueno, calavera,y de ligereza tanta,que cuanto se le ocurra155sin reparo ejecutaba. En juego y en francachelas,y en aventuras galanas,liberalmente expendasus pinges rentas de Espaa.160 Era un caballo sin freno,un demonio en carne humana,en tratndose de amores,en petndole una dama. Siendo ya tantos los lances165que en su tierna edad contaba,que era su famoso nombreconocido en toda Italia. Y en las calles y balconesle reconocen por fama,170y en todas partes se escucha:Ese es don Juan, ese es Lara.Romance Segundo. El alojamiento

En sus cuarteles dejandorecogidas a las tropas,los oficiales y jefes175sus alojamientos toman. Y por las plazas y callespasan, cruzan y se informande los nmeros y casas,y de si hay lindas patronas.180 Coge don Juan su boleta,dnde est la casa anota,y en su fogoso morcillopara buscarla galopa. Al paso dice requiebros185a las nias que se asomana los balcones, donairesa camaradas que topa; atropella a los paisanos,y las mesillas trastorna,190al atravesar la plaza,de las pobres vendedoras.* * * A su alojamiento llega,que es una casa de formadonde un caballero anciano195muy noble y muy rico mora. Mas en ella no hay mujeres,lo que a don Juan incomoda,recetando al boletero,por esta falta, una soba.200 Corts el patrn recibeal husped, que en su persona,urbanidad y despejofina educacin denota. Y en una vivienda rica,205do nada falta, le aloja,rogndole honre su mesa,y que cual dueo disponga. Lara admite agradecidola invitacin obsequiosa,210y con frases cortesanascorresponde a tales honras.* * * Solo ya con su asistente,se lava, atilda y adorna,y por registrar la calle215a los balcones se asoma. No era la calle muy ancha,y estaba desierta y sola,por ser ms de medioda,que era de comer la hora.220 Son las fronteras paredeslas de un convento de monjas,cuya principal fachada,de arquitectura grandiosa, a la plaza daba donde225hicieron alto las tropascon sus bandas y banderas,y marciales ceremonias; de los altos miradoresvindolo las religiosas,230que no estn, como en Espaa,en reclusin tan angosta. Las espaldas del convento,frente a la casa en que moradon Juan, daban, pues, y en ellas235ventanas y claraboyas, con espesas celosas,que a las miradas curiosasde imprudentes libertinosel osado paso estorban.240* * * Hacia una de estas ventanasmaquinalmente se tornande Lara los negros ojos,que fuego mgico brotan, y al travs de los estorbos245juzga ver alguna cosa,como un bulto negro y blanco,que su atencin fija y roba. No se enga. En el momentove que unos dedos asoman250por entre las celosas,y oye una tos sospechosa, y una voz sumisa luegoque claro te llama y nombra;y l corresponde con seas,255pues el gozo le rebosa, pensando que una aventurarara se le proporciona;y de cierta ilustre joven,a quien ha burlado en Roma,260 recuerda haber entendidotener una hermana monja,que en un convento de Parmaamargas lgrimas llora, pues all la sepultaron,265no vocacin fervorosa,sino viles procederesde un galn que la abandona, Luego oye que le preguntan:Decid: la calle est sola?270La registra con los ojos,y contesta: S, seora. Y al punto una celosase entreabre, y una personaque ver no pudo, tirle275un papel que el aire corta. Cerrndose aquel resquiciocon rapidez, sin que sombrani nada a notarse vuelvadetrs de la claraboya.280* * * Coge el papel, que traadentro una medalla toscaslo como lastre o peso,que era avisada la monja, y con un lpiz, escritos285en limpia y gallarda forma,Lara estos renglones halla,que con los ojos devora: Estara tan ufanacon vuestro ligero amor,290como sumida en dolorcon vuestro olvido, mi hermana. Pues no es abultada, no,de vuestro porte galnla fama, seor don Juan,295que hasta mi celda lleg. Quiero que me conozcis,y verme no os pesar;slo en vuestra mano est,si de servirme os dignis.300 Esta tarde al coronelda, de vuestro regimiento,un agasajo el convento;venid, si os place, con l. Y en viendo una monja all305con una rosa en la mano,yo soy, yo, que... Pero en vanoes deciros ms aqu. Por fuerza encerrada estoy,no tengo ni un protector,310y slo en vuestro valor,humilde, a buscarlo voy. Otro papel tendris luegodentro de un escapularioque os pondr el mismo vicario,315Tened disimulo, os ruego! Y sabed... Mas basta ya.sois hidalgo, sois discreto,sois espaol...; el secretoimpenetrable ser.320Romance Tercero. El refresco

En un bajo locutorioque adornan hermosos cuadros,y muebles de terciopeloen forma de regio estrado, est el coronel de Guardias325con su cruz de Santago,y con su azul uniformede galones y entorchados. El capelln le acompaade su regimiento, cuatro330capitanes ya machuchosy el ayudante bizarro. Del convento, la preladaparentesco, aunque lejano,con el coronel tena,335y ha dispuesto agasajarlo. Y su adhesin y obedienciaal vencedor con tal actomanifestar, porque puedeconvenirle en todo caso.340 Dos modestos sacerdotes,y del convento el vicario,los honores de la casahaciendo estn muy ufanos, y con melifluos semblantes345al coronel adulando,y, segn las graduaciones,a todos los convidados.* * * De bronce dorada rejacierra el anchuroso espacio:350lindero entre Dios y el mundo,trmino entre el siglo y claustro. Y detrs est extendidoun cortinn de damasco,mientras acuden las monjas,355de quienes suenan los pasos. Descrrese la cortinadespus de muy breve rato,y la comunidad todadescbrese al otro lado.360 Frmanla unas veinte monjas,que con los velos echados,y con las tnicas blancas,y con los oscuros mantos, dan a la reja el aspecto365de algn espejo encantado,donde un coro de fantasmasse ve al conjuro de un mago.* * * La prelada alzse el velocon seoril porte y garbo,370descubriendo un noble rostro,pero ya sexagenario. Al coronel un cumplidohace oportuno, aunque largo,y manda a las religiosas375alzar los velos opacos. De varios gestos y edadesal descubierto quedaronlos semblantes compungidos,todos modestos y gratos.380 Uno haba como un cielo,de tanta beldad y tantoatractivo, grave y noble,que no es fcil ponderarlo. Tez de ncar, y dos ojos385como poderosos rayos,y los dientes como perlasy como coral los labios. Y una palidez y un todotan perfecto y sobrehumano,390que sin humillarle el almaera imposible mirarlo. Esta linda religiosa,este prodigio, este encanto,una rosa nacarada395llevaba en la diestra mano. Con lo que Lara los ojosclav y ceb en ella incauto,conociendo ser aquellala que pretende su amparo.400 Qued como queda el avebajo el prestigio tiranode los ojos de la sierpe,de quien va luego a ser pasto.* * * La prelada, muy oronda405y con gran despejo hablando,refiri a los circunstanteslas misas y los rosarios que por los reyes Borbonesel monasterio ha aplicado;410y las predicciones cuentade varias santas y santos, que aseguran el dominiode Italia en Felipe y Carlos,por ser de la madre Iglesia415hijos predilectos ambos. Y luego las monjas todas,ora en tiple, ora en contraltomil sandeces refirieron,mil tontunas preguntaron,420 que con rubor escuchabanlos clrigos y el vicario,retozndoles la risaa los otros en los labios.* * * La que no habl una palabra,425indiferencia afectando,fue la hermosa, que el extremoocupaba de un escao. Si era pasmoso su rostro,su talle era tan gallardo430que ni las ropas monjileslograban desfigurarlo, bien que an en ellas habaya negligencia, ya ornato,una y otro disonantes435con la austeridad del claustro. Y tambin su alta bellezademostraba a veces algocomo descompuesto, inquieto,incomprensible y extrao,440 ya retorciendo de prontocomo convulsos los brazos,ya revolviendo sus ojoscomo bizcos y encontrados, ya frunciendo el entrecejo,445ya mordindose los labios;pero todo pasajero,rapidsimo, instantneo, haciendo el desagradableefecto que en un buen cuadro450la cabeza de una santade Murillo o de Ticiano que al resplandor de una velase est de noche mirando,si a un soplo de viento oscila455la luz, y todos los rasgos, sombras, perfiles y toques,se pierden, haciendo acasoinstantneamente un monstruodel ms prodigioso encanto.460* * * Un exquisito refrescode almbares delicados,de sorbetes y bizcochos,sirvise con aparato, en su vajilla de plata,465y sutilsimos vasosde fbrica de Veneciacon cifras de oro y con ramos. Del locutorio ambas partesfciles comunicaron470dos tornos, que revolvanveloces a todos lados. Dentro servan las legas,demandaderos y hermanosafuera, obedientes todos,475a la prelada y vicario.* * * Mediada estaba la tarde,bajaba el sol al ocaso,y ser la hora de la listalos tambores avisaron.480 El coronel levantsecomo militar exacto,obedeciendo al momentode las cajas el mandato. Y con palabras corteses,485demostrndose obligadoal convento y a las monjaspor su afecto y agasajo, se despide y les ofrecela proteccin del muy alto490infante, que de las tropascoligadas tiene el mando. La prelada entonces dice,muy obsequiosa: Anhelamos,yo y mis hijas, que un recuerdo495militares tan cristianos lleven, oh seor!, consigoy que pueda ser, acaso,como impenetrable escudo,bueno en batallas y asaltos.500 Y volvindose a la lindacon noble desembarazo:Traed -prosigue- a estos seoresdel monasterio el regalo.* * * Despareci, y al momento505torn la hermosa, en las manostrayendo un rico azafatecon cartas y escapularios. Pas el azafate el torno,y el reverendo vicario,510siguiendo como discretola graduacin y los aos, fue de cada concurrenteen el cuello colocandoaquella seal bendita,515y ponindole en la mano de hermandad sellada carta,por la cual de los sufragiose indulgencias del conventogozaran como hermanos.520 Pero, oh Dios!, hay una cartaque no tiene escapulario,y sin l, como el ms joveny el menos condecorado, queda don Juan, lo que pone525en gran apuro al vicario.Y lo nota la prelada,que dice en tono muy agrio: Dios os valga, hermana ma,y qu mal habis contado...530Os pierde tanta viveza...Id por otro escapulario. Corre la hermosa, figuraque donde estn va a buscarlo,y torna al punto con uno535que llevaba preparado. Lo presenta a la prelada,sta se lo da al vicario,que en el cuello del mancebono retarda el colocarlo.540 Y el coronel se retiraa la prelada encargandoque el regimiento encomiendea Dios y a todos los santos.Romance Cuarto. Un compromiso

Si a una principal mujer545oprimida, desdichada,contra su gusto encerrada,queris, seor, proteger, esta noche, pues no hay luna,a la pared de la huerta,550que da a una calle desierta,venid solo al dar la una. Y a la parte en que un ciprsdescuella, hallaris subida,que por all carcomida555la tapia est, baja es. Y por dentro una escaleraya colocada estar,que fcil paso os dara do mi afn os espera.560 Mi humilde historia sabris,y entonces, cual caballero...,nada exijo, nada quiero,sino que me oigis y obris. Me parece inoportuno565a un espaol militar,a un hidalgo, asegurarque no corre riesgo alguno. Y encargarle por su honorque eterno el secreto guarde.570No puedo ms, que es muy tarde.Hasta la noche, seor. Esto la carta decaque don Juan con ansia grandesac del escapulario575donde nunca debi hallarse. Y que ley varias vecescomo si acaso dudasede que ser cierto pudieraun empeo tan notable580* * * Encerrado en su aposentoest como delirante,midindolo a largos pasos,y lo que ha de hacer no sabe; que es el violar la clausura585sacrilegio formidablepiensa, y se detiene un punto;mas luego pasa adelante. Y la beldad de la monja,y su discreccin y talle,590y la opresin en que gime,y su arrojo de citarle recuerda, y ya se resuelve,cuando le ocurre lo grave,lo criminal, lo espantoso595del paso a que va a arrojarse, que no hay momento segurode existencia en los mortales,y que la Justicia eternatodo lo castiga y sabe.600 Va a desistir. Mas le asustaque la nota de cobarde,si no acomete la empresa,con la dama ha de quedarle. Y en su edad, salud y bro605juzga estar lejos el tranceen que basta arrepentirseal hombre para salvarse. A su siniestra un demoniotiene, y a su diestra un ngel610que l no ve, pero que escuchaaunque le hablan sin hablarle. Ay de Lara! El pecho cierraal blsamo saludable,y al mortfero veneno,615triste Humanidad!, lo abre. Ir, vive Dios!, lo juro,alto exclama, que aunque nadiecon l est, bien conoceque le contradice alguien.620* * * La ciudad un gran saraoa los jefes y oficialesdaba aquella noche misma,con msica, cena y baile. Y Lara asiste un momento,625de su ligero carcterdando, como siempre, pruebas,esmerado en porte y traje. Pero hubieran advertidounos ojos penetrantes630que en su locuaz alegray movimientos marciales, de afectado y violentodaba muestras su semblante,porque voces interiores635no cesaban de asustarle.* * * Era medianoche en puntocuando dej Lara el baile,y dos veces volver quisoal verse solo en la calle.640 Mas, resuelto, va a su casa,do toma su capa, y sale,seguido de su asistente,a quien mand acompaarle, Por la ciudad, que dorma,645sin que otro rumor sonaseque el eco de los violineso de algn bho los ayes, vaga el joven como loco,porque el demonio y el ngel650dentro de su mismo pechoan empeados combaten. Del Eterno los juciossantos son e inescrutables.Son en el reloj la una,655y decidise el combate.* * * Lara del convento llegaa los humildes tapiales;que all aguarde a su asistentemanda, y decidido parte.660 El ciprs erguido mira,que taladrando los airesaparece entre las sombrasvago, aterrador, gigante. La pared registra; advierte665derruidos los sillaresde la planta, los ladrillosdescarnados, desiguales. Tienta, y ve que ofrecen paso,y que aun ya lo han dado antes;670audaz trepa, y en la bardallega pronto a cabalgarse. Le pasma el hondo silencioy la oscuridad fragantede aquel huerto, que domina675sin ver nada. Escucha el suave murmullo de agua corriente,y de las hojas que el airemece con su dulce soplo...Ay!, an puede retirarse.680 Mas no se retira. Encuentracerca con los dos varalesde una escalera de mano.En ella logra afirmarse; desciende sin saber dnde,685y al tocar la tierra, salede detrs de un tronco, un bultoque por el brazo le ase con una mano convulsa;y una voz, que apenas sabe690si es voz, le dice: Seguidme,y anda el bulto sin soltarle. Por la confusin medrosade tinieblas impalpablesa tal hora, con tal gua,695y sin saber a qu parte va Lara, como caminantras su destino inmutablesin verlo, del ciego mundopor las sombras, los mortales.700Romance Quinto. La monja

De una reducida celdaen el estrecho recinto,que un claro veln alumbraencima de un pajecillo, se encuentra confuso Lara,705cual por encanto metido,con la misteriosa guaque le ha llevado a aquel sitio. Mira en derredor, y encuentraa un lado un lecho muy limpio,710al otro un reclinatorioy sobre l un crucifijo; dos muy capaces armariosde nogal negro, un antiguoescritorio, y taburetes715por la pared repartidos. Y en medio un bufete halla,cubierto de mantel fino,con tortas, bizcochos, dulces,conservas y pastelillos,720 dos copas y dos redomas,que una de agua, otra de vinoparecen, y dos cubiertos,todo muy pulcro y prolijo. La vista en seguida clava725en quien all le ha trado,que ya al descubierto ostentade su porte el atractivo. Y si pens aquella tardeque era un sol el rostro lindo730de la monja, ahora lo juzgaun encantador prodigio.* * * Depuestos el velo y manto,descubre todo el hechizode su esbelto y noble talle,735de su donaire y su bro. Y como no la contienenlos importunos testigos,que acaso en el locutoriode sus gracias fueron grillo,740 ostenta todo el tesoroque el cielo donarle quisode belleza y gallarda,y el de sus modales finos. Con sonrisa seductora745y con ojos expresivosse acerca a don Juan, que, mudo,se ve cual jams se ha visto. Le ase amorosa una mano,y Descansad, seor mo;750tomad algn refrigerioy estad seguro y tranquilo, le dice. Blanda le acercaa aquel bufete provisto,y le ruega que se siente755con gran ternura y cario.* * * Lara torna en s, se esfuerza,recobra el genio nativo,y lo pasado y futurodando ligero al olvido,760 de su temor se avergenza,sonrjase de s mismo,y de slo lo presenteentrgase a los delirios. Y No extrais, oh seora!,765oh sol!, oh encanto divino!,-dice-, se muestre cobardecon su seor el cautivo. Ni que dude de tal dichaquien de ella se juzga indigno,770y piensa que es el juguetede un ensueo fugitivo. Un volcn arde en mi pecho,su fuego slo respiro,y jams sent en el alma775ms delicioso martirio. Vos sola, vos... Levantsetan resuelto de improviso,que atrs la monja dos pasosdio con ademn esquivo;780 y lanzando una miradade indignacin y desvo,en tono grave y resuelto:Teneos, Qu hacis?, le dijo. El militar arrogante,785aterrado y confundido,a ocupar volvi su sillams humilde que un novicio. Pasmado de que un semblantepueda tener tal prestigio,790que baste a imponerle frenoa tal hora y en tal sitio.* * * La monja, ya aseguradade que tiene poderopara anonadar los planes795de aquel audaz libertino, torna a desplegar, astuta,sus encantos y atractivos.Sintase enfrente de Lara,y en l ambos ojos fijos,800 le alarga un tierno bizcocho,y le excita el apetito,dicindole que ella misma,con cuidado muy prolijo, lo ha elaborado anhelosa,805del dulce ms exquisito,para regalo del huspedque en su socorro ha venido. Lara otra vez recobrandosu suelto y marcial estilo,810lo come, y aun otro toma,lo que da gran regocijo a la engaadora maga,que echa en una copa vinoy le dice: Este es regalo815que la Navidad me hizo mi hermana, seor, mi hermana;apurad, gozoso, el vidrio,y gane el licor por suyolo que pierda por ser mo.820 Brindemos por ella entrambos,contesta don Juan, y, fino,va a servirle en la otra copa.Mas ella estrbalo, y dijo: Brindar con agua pura,825que aunque es muy suave este vino,por no estar acostumbradapudiera serme nocivo. Don Juan el agua le sirve,y bebe ella al tiempo mismo830que el otro el blsamo apura,que era aejo y exquisito. De Chipre es, y es excelente-dice don Juan-, vive Cristo.El comendador de Malta,835que vos conocis, mi to, en su galera lo trajocuando volvi del Egipto,contest la religiosacon un gracioso remilgo.840 Es un nctar, dice Lara,y otra copa llenar quiso;mas la monja le detienecon un afable sonriso, dicindole: La cabeza845fuerza es conservar y el tino,que an nos queda que hacer muchoy es el tiempo fugitivo. Lara aquella mano toma,que le ataja, y expresivo850en ella imprime los labiosy se da por convencido.* * * La monja se alza, y, severa:Seor don Juan, es preciso-dice- no perder momento855y que se cumpla el designio con que os he dado esta cita,a que habis correspondido.Vais a hacer un gran viajepara hacerme un gran servicio.860 Y por ahorrarme palabrasy que sepis por vos mismomis ms ocultos secretos,y la proteccin que exijo, abrid aquel grande armario;865no vacilis, os suplico,y ayudadme cual valiente:abridlo, don Juan, abridlo. Subyugado por el tonodel mandato imperativo,870y por demostrar que nadaatemoriza su bro, va don Juan, abre el armario,y a sus pies cae, al abrirlo,de un caballero el cadver875con ricas ropas vestido. Queda helado, queda mudo,queda transformado en risco,en tan espantoso objetolos ojos clavados, fijo.880 Cuando oy la voz tremendade la monja, que el rugidole parece de una tigre,o de voraz hiena el grito, que de este modo le explica885hallazgo tan imprevisto,alumbrando con un rayoaquel ciego laberinto.* * * Ese objeto que os asombrauna vctima es, don Juan,890de su infame alevosa,de su perfidia falaz. Un ejemplo de que nuncahembras de mi calidadlos engaos y traiciones895sin venganza sufrirn. Con sus fingidas palabras,se, que no es nada ya,logr rendir mi altiveza,logr oprimir mi beldad,900 logr encender en mi pechoun infierno, no un volcn;y un gran pecho no se inflamaimpunemente jams. Mi amor, que era inapreciable905pag con iniquidad,y mis grandes sacrificioscon un engao infernal. Ante Dios, en los altares,con otra (que no es mi igual910en sangre ni en hermosura,pero que en ventura es ms) lig su suerte, poniendoentre l y yo, por su mal,un insuperable monte,915un embravecido mar. Llor, maldije, encontrmede la muerte en el umbral,que la violencia del golpeme hundi en una enfermedad.920 Y por no ser el objetode la burla general,de los sarcasmos del mundo,de la charla popular, me encerr en estas paredes,925donde he sabido pasar,preparando mi venganza,tres largos aos en paz. Y la he logrado. El alevevino por casualidad930de esta asoladora guerraabrigo en Parma a buscar. Lo supe, todos sus pasoshice perseguir sagaz,el seuelo de un billete935atrajo su liviandad; y por esa tapia mismaque os abri paso, don Juan,y por el mismo caminoque os ha conducido ac,940 cen, cual vos, a esa mesa,y a mi ruego pertinazbrind con vino de Chiprecomo acabis de brindar; y en ese lecho una muerte945al instante tuvo, tanespantosa, que an me gozocon su agona final. Encerrado en ese sitiohace dos das est,950que falta de fuerza, en vanolo he pretendido sacar. En este terrible apurollegasteis, os vi galn,enamorado, valiente,955al bien dispuesto y al mal; y sabiendo que a mi hermanahabis osado burlar(asunto que para luegosuspendido quedar),960 de todos mis planes juntosvi cerca la realidad,y hasta os trajo mi fortunatan cerca de aqu a morar. Y os he llamado a mi celda965(cuando juzgabais, quiz,que a ser dichoso en mis brazos),un cadver a enterrar. Sus, al punto en vuestros hombrosesa carga colocad;970y si osis mover la lenguao hacer de no el ademn, vive Dios!, que esta pistola,spid fiero de metal,con su ponzoa o su fuego,975ceniza, nada os har; y en vez de uno habr dos muertos,que otro menguado a sacar,enredado con mis artes,cual se y cual vos, vendr.980* * * Aterrorizado Lara,viendo a la furia o vestigloque le apunta una pistola,pronta a vomitar el tiro, y sintiendo por instantes985un fuego lento en s mismoque le abrasa las entraas,que le turba los sentidos, por salir al aire librede aquella celda o abismo,990donde del infierno juzgaescuchar los roncos gritos, obedece, y en sus hombroscoloca el cadver fro,y sigue tras de la monja995acobardado y sumiso.Romance Sexto. Algo ms

All en un bajo terrenode la huerta, hacia una puntaque tapias y matorralesy espesos troncos ocultan;1000 envuelta en su velo y mantoest la tal monja, o furia,como aterrador fantasma,de pie y con la boca muda. En la mano una linterna1005tiene, que en sombras confusasdeja escondido su cuerpo,y con luz de infierno alumbra a sus pies, delante de ella,una zanja o sepultura,1010que don Juan con una azadaest haciendo ms profunda. Se ve en uno de sus bordesel cadver, y resultaun cuadro raro, espantoso,1015de un efecto que espeluzna. Reina silencio profundo,y solamente se escuchael grave vuelo y los ayesde una agorera lechuza,1020 y los golpes de la azadaque entre la tiniebla oscura,a la luz de la linternacon vivas chispas relumbra.* * * Que sus fuerzas desfallecen,1025que su helada frente sudasiente don Juan, y el trabajoharto espantoso apresura. Cuando la monja bastanteel hoyo a su intento juzga,1030la linterna levantandosus luces derrama astuta de don Juan en el semblante,para examinar si algunaseal da ya del efecto,1035que por momentos calcula. Y algo vio, pues presurosadijo: Ya es harto profundala huesa; echad el cadver,y que esa tierra lo cubra.1040 Y la linterna dejandosobre la hierba, le ayudacon los pies y con las manosa llenar la sepultura. Y as que qued el terreno1045igual, sobre l acumulahojas, ramajes y piedrasque el fresco trabajo encubran.* * * Encarando nuevamentela luz a la faz adusta1050de don Juan, lo que esperabaadvirti en ella sin duda. Pues con satnica risa:Estis cansado?, pregunta.Lara contestarla quiere,1055mas la lengua se le anuda. La monja, reconociendoque el habla le dificultaya el estertor, que lo ahoga,urgir los momentos juzga.1060 Ya ve sus planes cumplidos,y que ya nada aventuracon quien est que no puederevelar cosa ninguna. Y la linterna soltando,1065saca, amartilla y apuntaa don Juan una pistola,y estas palabras pronuncia: Cumplisteis con vuestro empeo,yo con mi venganza justa,1070pues al alevoso encierrael secreto de esta tumba. Y tambin est vengadami hermana infeliz, que nuncasin venganza se han quedado1075las hembras de nuestra alcurnia. Ahora, marchad; salid luegopor do entrasteis en mi busca.Salid, a tener descansode tan laboriosa angustia.1080 En tanto que aquesto dicea que se mueva le ayuda,que ya es llegado el momentoy la detencin le asusta. Lara, de quien los sentidos1085se confunden y se turban,de quien se traba la lengua,de quien los odos zumban, anhela tan solamentealejarse de tal furia1090y salir de aquel infiernoen donde un monte lo abruma. De una horrenda pesadillaser presa se le figura,y por despertarse de ella1095el desventurado lucha.* * * Tropezando en cada mata,y por ms que lo procura,sin que en gritar le obedezcala lengua helada y convulsa,1100 ms que ayudado, arrastradopor la monja furibunda,hacia el lugar consabido,entre las sombras oscuras, llega al ciprs. La escalera1105est en la tapia. Con sumafatiga sube; su guacon brazos y hombros le ayuda. Y al verlo sobre la bardaas en ronca voz lo insulta,1110retirando la escaleracon la que a don Juan empuja: Sabed, menguado, que el vinode Chipre que tanto os gusta,con el agua de Tofana1115se confecciona y se endulza.* * * Lara a la parte de afuerapor la tapia se derrumba,cae a la calle, arrastrandoandar por ella procura.1120 Tardamente lo consigue,entre visiones confusas,devorado de doloresque el cuerpo le descoyuntan; abrasadas las entraas,1125porque ya slo circulafuego en sus venas. Al cabollega con fatiga mucha, do el sooliento asistentele espera, sin que presuma1130de dnde viene su amo,ni qu es lo que le atribula. Que de alguna francachelaebrio sale, se figura,como suele, y lo levanta,1135sin susto, por darle ayuda. Alz un cadver... La monjaen calcular era duchala maldita agua Tofana,invencin que Dios confunda.1140