roma mito politico hubenak

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Hubeñak, Florencio Roma : el mito político Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la Institución. La Biblioteca posee la autorización del autor y de la editorial para su divulgación en línea. Cómo citar el documento: Hubeñak, H. (1997). Roma : el mito político [en línea]. Buenos Aires : Ciudad Argentina. Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/roma-mito-politico-hubenak.pdf [Fecha de consulta:...............]

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Nota sobre Roma Mito Politico Hubenak

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  • Hubeak, Florencio

    Roma : el mito poltico

    Este documento est disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Catlica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central San Benito Abad. Su objetivo es difundir y preservar la produccin intelectual de la Institucin.La Biblioteca posee la autorizacin del autor y de la editorial para su divulgacin en lnea.

    Cmo citar el documento:

    Hubeak, H. (1997). Roma : el mito poltico [en lnea]. Buenos Aires : Ciudad Argentina. Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/roma-mito-politico-hubenak.pdf [Fecha de consulta:...............]

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  • FUNDACION CENTRO DE ESTUDIOS POLITICOS Y ADMINISTRATIVOS

    EDICIONES CIUDAD ARGENTINA

    Direccin General Ma. Laura San Martino de Dromi

    Direccin de Publicaciones Mara Alejandra Rubio

    Subdireccin de Publicaciones Lucrecia L. de Navarro

    ESCUELA DE DERECHO

    Director Roberto Dromi

    Secretaria Alicia Nilda Piero

    Fundacin Centro de Estudios Polticos y Administrativos Ediciones Ciudad Argentina: Av. Belgrano 1358 (1093) Buenos Aires

    Tel.: 381-8959 383-2592 - Fax: 381-6965 Distribucin y ventas: Tel.: 384-8182/8183 - Fax: 384-8180

    Diseo de Tapa: Daro F. Baroli

    ISBN: 987-507-007-6 Depsito legal: M. 14.891-1997

    Queda hecho el depsito que previene la ley 11.723

  • AGRADECIMIENTOS

    Una obra de estas caractersticas y complejidad no sera posible sin la ayuda y el apoyo de muchas personas. A ellas corresponde mi agradecimiento.

    Al amigo y colega Hugo Bauz, quien gentilmente realiz una cuidadosa y exigente lectura del captulo I, formulando una serie de atinadas observaciones que, aunque no siempre compartidas, hicieron ms fcil incursionar en un tema tan rido y complejo, relativamente ajeno a la temtica habitual del autor.

    A los catedrticos extranjeros Marta Sordi (Universit del Sacro Cuore de Miln), Paolo Siniscalco (Universit della Sapienza de Roma), Salvador Claramunt (Univer-sidad de Barcelona) y Jos Comellas (Universidad de Sevilla); a los docentes Ignacio Andereggen, Dinko Cvitanovic, Mara Pareti de Canessa, Azucena Fraboschi, Nelly Ongay, Hctor Padrn, que facilitaron el acceso a mltiples artculos especializados a los que hubiera sido imposible acceder sin su ayuda. Este agradecimiento es extensivo a la cantidad de editoriales, centros universitarios, revistas especializadas y colegas del pas y del extranjero cuya nmina sera sumamente extensa que generosamente enviaron libros para resear o fotocopias que resultaron de gran utilidad para este trabajo y que hubieran sido imposibles de obtener de otra manera, dadas nuestras inveteradas dificultades de acceso a la informacin.

    A los Dres. Francisco Arias Pelerano y Jos Mara Medrano y al Lic. Marcelo Camus-so, sin cuyo apoyo estos trabajos de investigacin no hubieran fructificado en una tesis doctoral.

    A la Lic. Mnica Jongeward de Boer, que generosamente y ms all de su escaso tiempo, tradujo esmeradamente del latn algunos de los textos ms complicados.

    A Marta Larrgola que, al igual que su abnegado equipo de colaboradores de la biblioteca de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Catlica Argentina "Santa Mara de los Buenos Aires", estuvo siempre dispuesta a atender los permanentes requerimientos bibliogrficos y aportar informacin sobre nuevas e inhallables obras vinculadas al tema.

    A Juan Manuel Prez Segura, cuya bsqueda y obtencin de las ltimas novedades y de los viejos textos espaoles result de una ayuda invalorable.

    Al Dr. Alfredo Di Pietro, que ms all de sus complejas ocupaciones acadmicas, acept apadrinar esta tesis, orient la bsqueda bibliogrfica y facilit generosamente su biblioteca especializada en temas romanos.

  • A la Dra. Mara Laura San Martino de Dromi, que tuvo la gentileza de asumir la publicacin de este libro.

    Finalmente a Lilia, mi esposa, que supo tolerar estoicamente la ausencia de largas horas dedicadas a libros y papeles; y a mis hijos Juan Manuel, que hizo un poco ms accesibles algunos textos en ingls y en latn; a Paulo Emilio, sin el cual no hubiera incursionado en los esotricos terrenos del procesador de textos y sin cuyo tiempo y paciencia esta obra nunca se hubiera impreso, y a Mara Guadalupe, siempre dispuesta a hacer ms dulces las horas pasadas junto a la computadora.

    El autor

  • INTRODUCCION

    Como expresara con gran claridad el medievalista Ferdinand Gregorovius en su Historia del Estado Romano en la Edad Media, all por 1926: "el nacimiento de Roma de un germen recubierto por el mito, su crecimiento; finalmente la monarqua de esta nica ciudad, continan pareciendo el ms profundo mis-terio de la vida del mundo, junto al nacimiento y seoro del cristianismo ..., la fuerza demonaca por la que una ciudad adquiere el seoro sobre tantas naciones diferentes por la lengua, las costumbres y el espritu no puede ser esclarecida. Slo su desarrollo se deja perseguir en una larga cadena de he-chos, pero la ms ntima ley de este hecho universal que se llama Roma per-manece insondable para nosotros"1.

    La sola mencin de Roma ha producido complejos sentimientos de admi-racin, afecto o enemistad a travs de los tiempos, pero nunca indiferencia y todo intelectual preocupado por el desarrollo de los pueblos no pudo omitir alguna referencia a ella. Duverger nos recuerda que "toda la cultura antigua nos ha llegado a travs del filtro del Imperium romanum. Todas nuestras cons-trucciones polticas remiten a la experiencia romana"2.

    En esta misma lnea de ideas Ortega y Gasset recordaba: "cuando los pue-blos que rodean a Roma son sometidos, ms que por las legiones, se sienten II

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  • ROMA: EL MITO POLITICO

    injertados en el rbol latino por una ilusin. Roma les sonaba a nombre de una gran empresa vital donde todos podan colaborar; Roma era el proyecto de organizacin universal; era una tradicin jurdica superior; una admira-

    ii, ble administracin, un tesoro de ideas recibidas de Grecia que prestaban un brillo superior a la vida, un repertorio de nuevas fiestas y mejores placeres. El da que Roma dej de ser este proyecto de cosas por hacer maana, el Imperio se desarticul"3. Y la ilusin que sustentaba el proyecto era, en otras palabras, el mito de Roma.

    Garca Pelayo resalta la importancia del tema cuando describe que "la lucha por Roma y el nombre romano se extendi desde las estepas rusas a las cos-tas atlnticas, cifr durante un largo perodo el antagonismo de Oriente y Occidente, moviliz los ejrcitos de los emperadores para la 'marcha a Roma', agudiz la habilidad retrica de los poetas y la capacidad de argumentacin de los juristas, de modo que las armas, las letras y las leyes conjuran sus es-fuerzos para esta lucha por Roma y por lo romano"4.

    Resulta fcil comprobar que la historia no nos presenta otro ejemplo simi-lar. Y como, en nuestra opinin, en la historia los hechos no se producen al azar sino que tienen una explicacin, nos parece evidente que Roma no fue producto de la casualidad y esta trascendencia alcanzada justifica que nos interroguemos sobre este fenmeno significativo del papel tan peculiar que le cupo en el desarrollo de la humanidad a lo largo de la historia, y en nuestro caso especfico, fundamentalmente en el campo de la poltica.

    Esta admiracin y curiosidad insatisfecha por Roma es una constante en la historiografa a travs de todos los tiempos, desde dos siglos antes de Cristo, con Polibio, hasta nuestros das, a travs de importantsimos historiadores y pensadores polticos entre los que bastara mencionar a manera de muestra a Paulo Orosio, Otton de Frisinga, Maquiavelo, Montesquieu o Bossuet. La Roma imperial ha desaparecido, pero su recuerdo o algo mucho ms trascendente que ste, como trataremos de establecer an permanece vigente.

    Pero el investigador interesado en adentrarse en esta compleja temtica no puede menos que sorprenderse ante las mltiples Romas con que tropieza en su bsqueda: la Roma de Rmulo y Remo, la Roma republicana, la Roma au-gusta, la Roma imperial, la Roma de Pedro y Pablo, la Roma papal, la Roma barroca, la Roma municipal, la Roma idealizada, la Roma despreciada, inclusi-ve la Roma apocalptica ... y todas ellas acompaadas, de una manera sin pa-rangn a travs del desarrollo de la historia occidental, por una importante tradicin, basada no tanto en su fuerza, como en su "destino providencial", de manera tal que Ussani lleg a identificarla con "una fuerza viva, un mito de nuestra historia que, reclamndola hacia s, continuamente lo recrea"5.

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  • INTRODUCCION

    Como observramos anteriormente, quien haya interrogado a la historia desde ngulos tan diversos como la poltica o la religin, siempre se encon-trar con Roma y se ver compelido a aceptar empricamente que sta tiene las caractersticas de "una idea poltico-religiosa unificadora"6 o, como la denominramos, de una "idea-fuerza"7 o, ms precisamente aun, en la feliz expresin de Garca Pelayo, de un mito poltico.

    Estas consideraciones introductorias que resaltan el papel de Roma en la historia tienen alcances que, en nuestra opinin, superan un anlisis histri-co meramente positivista, obligndonos a buscar una explicacin ms am-plia, procedente de otros campos conocidos como mticos.

    Pero antes de intentar cualquier precisin nos parece importante aclarar, con nuestra visin de historiadores, que toda poca histrica est fuertemen-te signada por el mito o los mitos, como lo podemos observar desde la anti-gua Grecia que nadie discute hasta nuestros tiempos "psicoanalizados". Como afirma Gusdorf: "El guerrero espartano, el civil ateniense, el ciudada-no romano, el caballero medieval, el humanista, el hombre honesto, repre-sentan, por un momento dado, el tipo de la excelencia humana, en forma de mito que encarna los ms altos valores. Y aun los modelos de toda sabidura militante, el genio, el santo, el hroe, toman prestado su nombre de los hom-bres reales, pero revistiendo a su personaje de una perfeccin formal que obtiene del mito antes que de la historia"' y su historia "no erudita", llena de hroes y proezas, era vivenciada como la "verdadera" historia (mitificada) de esa poca.

    La presencia y permanencia de los mitos en las diferentes culturas de toda la humanidad como ha sido hartamente demostrado por mltiples estudio-sos en los ltimos aos, gracias al desarrollo de las investigaciones antropol-gicas y fundamentalmente etnogrficas nos lleva en esta era "post-moderna" a la necesidad de reconsiderar el papel de los mitos en el proceso histrico -poltico, en coincidencia con la afirmacin del telogo Anwander cuando ex-presa que "no se debera subestimar el moderno inters por el mito como una moda pasajera. El mito, tal como lo hemos comprendido ahora, no est ligado a necesidades de poca ni es tributario de modas y caprichos. No es ni primiti-vo ni moderno, ni infantil ni morboso, ni sueo ni verdad escueta, pero es hu-mano y conexo con todo lo humano"9. Y como tal es digno de ser cuidadosa-mente estudiado.

    La tarea que hemos emprendido de analizar un mito poltico en particular requiere necesaria y previamente introducirnos en la complejidad temtica del mito, desbrozando el camino considerablemente enmaraado por tantos "mitomanacos".

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  • ROMA: EL MITO POLITICO

    Parece conveniente anticipar que intentaremos este anlisis desde nuestra formacin de historiadores vinculados a la ciencia poltica y fundamental-mente en la ptica de una "historia de las ideas"; lo que no implica, de nin-gn modo, ignorar que se trata de un tema que dada su complejidad debe ser enfocado desde diferentes ngulos (filosfico, teolgico, literario, proftico...); aspectos que no soslayaremos, aceptando nuestras propias limitaciones y sin perder de vista que resulta necesario buscar una visin integradora.

    Somos conscientes de la advertencia de que "el mito es, posiblemente den-tro del conjunto de los documentos que el historiador puede manejar, el ms impreciso, el ms incierto"" y a su vez el ms ambiguo en sus expresiones. Tambin aceptamos que uno de los problemas ms graves de los historiado-res formados en la escuela positivista es como ya lo sealramos en otras oportunidades trabajar con temas ajenos a la historiografa tradicional re-celosa de lo interdisciplinario. Estas cuestiones no deben ser ignoradas por los investigadores, pese a sus evidentes dificultades, ya que cubren un am-plio espectro de la realidad que no debe ser descuidado.

    Nuestras prevenciones se acrecientan de manera significativa al abarcar temas vinculados a la historia antigua o medieval; perodos en los cuales el hombre era mucho menos racionalista y las creencias influan ms en su vida pblica y privada.

    Una bsqueda como la que intentamos conlleva para el historiador acos-tumbrado a manejarse con hechos una serie de inconvenientes adiciona-les, pero nos parece que stos no justifican esquivar un tema que, en nuestra opinin, hace al fondo de la inteleccin del ser humano, su pensar y su obrar.

    A las dificultades mencionadas se agregan las que surgen de la escasez de fuentes que aporten hechos; por ello debemos manejarnos con obras litera-rias, religiosas u otras que ms all de los datos nos permiten vislumbrar el espritu inspirador que refleja esta mentalidad mtica y rastrear el seguimiento de la misma. A su vez, en la mayora de los casos, las fuentes que poseemos son muy posteriores al perodo que nos interesa el llamado "amanecer de la historia", segn la feliz expresin de Myres pero reflejan, aunque en al-gunos casos de modo deforme, el "espritu" de ese hombre primigenio.

    Por otra parte los mitos raramente estn expresados en textos y menos an claramente expuestos; por esta razn debe recurrirse necesariamente y ms al tratarse de cuestiones vinculadas al mundo antiguo a smbolos, imge-nes, iconografa, ritos, creencias, ceremonias, inscripciones, documentos ju-rdicos u obras literarias. La seleccin, reordenamiento e interpretacin del material de estudio no pueden ser meramente mecnicos como pretenden

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  • INTRODUCCION

    algunos estructuralistas sino que necesariamente requiere, como bien ad-vierten los hermeneutas, una cuidadosa labor reflexiva del investigador.

    Podemos observar que la complejidad de la tarea emprendida se agrava an ms cuando comprobamos la enorme cantidad de trabajos de quienes se dedican al tema desde diferentes especialidades. La exhaustiva lectura de ese material nos permite observar las limitaciones del enfoque "racionalista", caracterizado por una metodologa reduccionista que, sin terminar de acep-tar que el mito era algo ms que fbula o leyenda, pretendi "encorsetarlo" en las rgidas concepciones de anlisis cartesianas. Esta metodologa, al vivi-secar el mito y estudiarlo dividido en la mayor cantidad posible de partes, termin asfixindolo y desnaturalizndolo, a la vez que le negaba su aspecto ms significativo: el totalizador.

    De manera tal que quien afronte la lectura de este trabajo no encontrar en l ninguna definicin ni teora detallada sobre el mito en general ni sobre el mito poltico en particular sino un lento y cuidadoso camino a travs de los imbricados senderos, a veces poblados de enmaraados arbustos que tapan la visin correcta, de las concepciones del hombre romano sobre su origen, el espacio,el tiempo, la eternidad, su pasado, su futuro, los hombres, el Estado, la sociedad es decir los temas que siempre han interesado a los hombrespara tratar de encontrar en ellos las races de la mentalidad poltica del roma-no y, quizs, el significado profundo de la misma.

    La presencia permanente del mito, ms all de los ensayos interpretati-vos, justifica que reconsideremos seriamente esta visin cartesiano-iluminista que le quitaba toda posibilidad de significacin disminuyendo de manera peyorativa su importancia. Por ello uno de los primeros interrogantes de este estudio debe consistir en replantear la existencia de una realidad mtica, cuya comprensin escapa a los "mecanismos intelectuales" elaborados por el ra-cionalismo cartesiano y sus herederos inmanentistas.

    Una vez efectuadas estas aclaraciones previas sealemos que el objetivo del presente trabajo consiste en demostrar que la "idea de Roma" se fue con-virtiendo a travs de la historia del Occidente en un topos conjunto de ideas, creencias y actitudes que adquirieron el carcter de un mito poltico. Este, a partir de su formacin en la misma Roma, cumpli el papel de arquetipo para la conformacin del Imperio (romano, franco-germnico, sajn, ruso, francs, austraco, etctera) y de su ideologa. A la vez sostenemos que el mito pervivi, movilizando a pueblos y Estados como tambin a intelectuales y hombres de accin para una actividad expansionista que justificaba el an-sia de dominio universal que, de manera inconciente, subyace en la humani-dad y genera procesos de expansin temporales y espaciales "sin lmite".

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  • ROMA: EL MITO POLITICO

    Para una correcta delimitacin de nuestro objetivo debemos comenzar por precisar previamente en qu consiste un mito poltico, dentro del contexto ms amplio, y complejo, de qu es un mito. En segundo lugar estudiaremos cmo se forma (en la medida que se pueda precisar el origen), estructura, desarrolla y transforma un mito poltico, adoptando como tipo la "idea de Roma", para procurar, en tercer lugar, a travs de un rastreo documental, analizar cuidado-samente y ste es el meollo del trabajo desde una perspectiva de historia poltica el papel que cumpli el mito de Roma, en sus diferentes manifesta-ciones, tanto en la teora como en la configuracin de la realidad poltica.

    Este ltimo tema ser analizado en relacin con algunos aspectos que le estn ntimamente ligados, como su expresin fctica o poltica, fundamen-talmente el papel del imperator. A partir de all seguiremos su traslado a otras reas poltico-culturales para individualizar los aspectos de continuidad, re-novacin y transformacin que la idea de Roma tuvo en el tiempo y en el espacio. De este modo podremos captar su importancia y uso poltico, en los diversos momentos en que fue empleado o suplantado. Estimamos que estos aspectos nos permitirn, a modo de conclusin, intentar aportar, tras un ras-treo de los orgenes mticos del mito, una explicacin del significado del mito poltico como tal.

    Finalmente hacemos una obligada referencia al mtodo que emplearemos en nuestro trabajo. Sobre el particular nos parece importante aclarar previa-mente nuestro escepticismo ante la excesiva importancia que actualmente se concede a los mtodos como a los modelos que prefieren la forma sobre el contenido en especial a la metodologa basada en el empirismo-positivista y sus derivados. La experiencia demuestra que en ms de una ocasin un excesivo apego al mtodo, o la eleccin de un mtodo nico y/o equivocado, ha condicionado de manera lamentable los resultados de una investigacin.

    Somos conscientes, y nos preocupa sobremanera, que la cuestin metodo-lgica se haya convertido en uno de los temas ms trascendentes de los "mi-tomanacos". Cabe aclarar que usamos este trmino para referirnos a cuantos se han obsesionado con la temtica mtica y la han convertido en una nueva disciplina interpretativa que pretende establecer una hegemona totalitaria en el campo de las ciencias humanas o del saber en general, en reemplazo de la teologa o la metafsica.

    Estas apreciaciones no obstan a que advirtamos la importancia de estable-cer algunas pautas metodolgicas que guen adecuadamente nuestro cami-no de investigacin tal la etimologa de la palabra mito a fin de evitar equivocar los tramos, desviarnos de nuestro objeto o llegar a una meta equi-vocada.

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  • INTRODUCCION

    Ante el caos imperante y la inexistencia de un mtodo adecuado y acep-tado, los seguidores del estructuralismo como Vernant se inclinan por recu-rrir a mtodos de otras disciplinas como la lingstica. Las dificultades son tales, que Caillois llega a preguntarse "si no sera preciso un principio dife-rente para cada mito"11.

    Como observa Bermejo Barrera una investigacin de estas caractersticas encarada desde una perspectiva histrica debe comenzar por la lectura de las fuentes romanas. Despus resulta indispensable un repaso cuidadoso y exhaustivo de los estudios anteriores sobre estos temas, para poder arribar a conclusiones que signifiquen un aporte en la compleja temtica de los mitos polticos. Adems cabe coincidir con el citado autor en que un anlisis de estas caractersticas es imposible sin una teora acerca del hombre y de la sociedad en que ste acta; por ello nuestro enfoque es esencialmente histrico". Reszler, a su vez, sugiere como pasos adaptables a esta investigacin: 1) procurar la reconstruccin del relato original (o su intermediario ms antiguo), 2) estudiar las diferentes etapas de transformacin del modelo inicial y 3) efectuar un es-tudio comparativo de las variantes de un mismo mito "fragmentado"13. Para el tema que nos ocupa nos parecen de inters los dos primeros puntos: la recons-truccin, en la medida de lo posible, del relato originario (o primera expresin escrita [racionalizada] del mito) para lo que nos resultar indispensable recu-rrir en primer lugar a las fuentes histrico-literarias y al seguimiento de sus distintas expresiones transformadas en el espacio y en el tiempo. En cuanto al estudio comparativo, ms afn a una visin estructuralista, no nos parece sig-nificativo para nuestra investigacin; rescatamos, en cambio, la bsqueda de su funcin y significacin, que Reszler omite en su nmina.

    Nos parece til el aporte de Garca Pelayo cuando con lenguaje estructura-lista seala que "el mito se expresa en un mitologema, es decir, en un conjunto de representaciones, no tanto manifestadas en conceptos cuanto en imgenes y smbolos, ni ordenadas sistemticamente, sino confundidas y amalgamadas en un todo, y susceptibles de modificaciones (pudiendo aadir o marginar re-presentaciones) mientras se conserve el ncleo"14. Pero cabe hacer notar que este concepto de "mitologema", heredado de la lingstica y del agrado de los estructuralistas, ha sido interpretado de manera diferente por cada autor. Para su posible utilizacin que retomaremos-prudentemente debemos precisar que entendemos por l nicamente a la mnima unidad inteligible que expresa la idea-fuerza que nos ocupa, soslayando el defecto estructuralista de conver-tirlo en una pura abstraccin o categora racional, alejada de su condiciona-miento histrico y forzada con conexiones comparativas que no surgen de la realidad histrica.

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  • ROMA: EL MITO POLITICO

    Este riesgo disminuye considerablemente si aceptamos que el estudio de los mitos aunque a primera vista parezca una exageracin es ante todo una tarea histrica, sea porque los mitos acontecen en un contexto histrico -cultural y en un sistema ideolgico dado que estamos convencidos de que no puede ser ignorado por quien los estudia, sea porque stos influyen en el acontecer cotidiano (histrico) de los seres humanos.

    Pero a partir de este primer acercamiento histrico cultural, destinado a registrar las manifestaciones evidentes del mito, resulta fundamental alcan-zar una perspectiva mucho ms amplia en el anlisis del tema. En ltima ins-tancia se debe tratar de lograr una concepcin integral que sin pretender convertirse en una ciencia de los mitos procure, en nuestro caso desde una ptica marcadamente poltica, no solamente demostrar la existencia del mito como tal (objetivo de esta investigacin), ni hacer una simple descripcin de ste a travs del espacio y el tiempo (pocas histricas), sino tratar de enten-der su funcin y su significado final, lo cual en ltima instancia implica hacerlo inteligible para el hombre actual y para ello no resulta suficiente el mtodo histrico.

    Esta perspectiva metodolgica que consideramos la ms adecuada y que conocemos como hermenutica significa remarcar la imposibilidad de la reconstruccin objetiva del texto como lo pretendan los positivistas; menos an con un material tan poco "pegado" al texto como el de los mitos. Esta apreciacin nos ayuda a entender la razn por la cual los positivistas, como explicbamos precedentemente, omitieron estudiar estos temas y todos aque-llos que no eran racionalizables dentro de los parmetros de su esquema metodolgico.

    La hermenutica actual nos advierte que los escritos deben analizarse y tratar de entenderse vinculndolos en forma directa con los hombres de la poca a la que pertenece el texto estudiado; ya sea en el contexto histrico y/ o en su cosmovisin, pues en esta realidad "ontolgica" existen hombres que los vivieron y los "interpretaron". A su vez los escritos son nuevamente pen-sados e interpretados por nuevos hombres que con sus prejuicios, entendi-miento e intencionalidad intentan hoy comprenderlos y revivir (no recons-truir) el acontecimiento y las condiciones "culturales" en que aqul tuvo lugar. A esta altura resulta necesario agregar el aporte exhaustivo de quienes nos antecedieron en el estudio de esta temtica.

    De este modo, sujeto y objeto se interrelacionan en el llamado "crculo hermenutico", mtodo que implica la existencia y anlisis de los siguientes pasos: la gnesis del objeto (Roma), el objeto en s mismo (la idea o mito de ste sobre s, pensado y estructurado por otros). En este paso deben analizar-

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  • INTRODUCCION

    se cuidadosamente los participantes y preguntarse qu dice el texto, qu no dice, por qu lo dice, con qu lenguaje, desde dnde, contra qu. Este anlisis debe realizarse en el contexto de la cosmovisin de esa poca para llegar a las consecuencias histricas que produjo.

    Los criterios metodolgicos "hermenuticos" que nos resultar de utili-dad tener presentes son:

    a) La investigacin originariamente de carcter histrico, no se limitar a investigar la sucesin cronolgica de los acontecimientos (dimensin diacr-nica) sino que procurar sacar a la luz los textos y acontecimientos culturales simultneos al hecho que se estudia, en su dimensin sincrnica.

    b) La investigacin de ideas pertenecientes a otras pocas histricas no puede ser objeto de una reconstruccin a causa de la diferente perspectiva cultural de quienes vivieron el acontecimiento y, ms an, de quienes lo registraron. Por ello se pretender una aproximacin al mismo que permita comprenderlo y explicarlo (no revivirlo; y la diferencia es esencial), sin que ello atente contra la seriedad de la investigacin realizada ni contra la certeza y sabidura de los resultados obtenidos. En este mtodo el pasado se convierte en algo potencial, virtualmente comprensible, que adquiere un nuevo ser en la conciencia del intrprete, quien obligadamente subrayar algunas lneas de fuerza, olvidar otras, evocar y traer a la luz aspectos, objetivos, s, pero que adquirirn relie-ve distinto segn la perspectiva en que sean observados y orientar su investi-gacin hacia la comprensin de aquellos signos o vestigios que puedan darle la clave de interpretacin de un texto o de un acontecimiento. Para ello, a veces, es ms importante la intuicin o la experiencia que refinados mtodos basados en epistemologas excesivamente racionalistas.

    c) La investigacin, como uno de sus objetivos bsicos, tratar de recupe-rar el sentido profundo de las frmulas antiguas, respetando en la medida de lo posible su funcin y significado originarios.

    As como no pretendemos atarnos excesivamente a ninguna metodologa que pudiera alejarnos de las mltiples posibilidades de acercamiento e inte-leccin del tema que nos ocupa, ello no obsta a la necesaria seriedad cientfi-ca de la investigacin. De este modo podemos mencionar genricamente que en los dos primeros captulos realizaremos una aproximacin al tema del mito desde una perspectiva que podramos llamar fenomenolgica, mientras que ms adelante nuestro mtodo bsico con las variantes necesarias para lo-grar nuestro objetivo, ser el hermenutico.

    Con estas consideraciones preliminares podemos iniciar una aproxima-cin a la temtica del mito entendido en una acepcin lo ms amplia posi-

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  • ROMA: EL MITO POLITICO

    ble para sentar las bases que nos permitan analizar un mito poltico, moti-vo especfico de nuestro trabajo.

    NOTAS

    1 Cita de Garca Pelayo, M., Los mitos polticos, Madrid, Alianza, 1981, pg. 152.

    2 Duverger, M., Le concept d' Ernpire, Societ Jean Bodin; cit. Chaunu, Pierre, Historia y decadencia, Barcelona, Grnica, 1983, pg. 188.

  • CAPITULO I

    UNA APROXIMACION AL TEMA DEL MITO

    "Todos nosotros percibimos que nuestra imagen del mundo, marcada por las ciencias de la naturaleza, no pregunta por el sentido, que pese a todo no se deja de explicar con los mtodos cientfico-naturales. Para muchos hom-bres, que han perdido el centro en el que estaban anclados y seguros, su vida, nuestra vida, se ha hecho absurda. Estn prisioneros para utilizar una ima-gen de Platn en la cueva de su imagen del mundo construida sobre la razn y slo perciben el eco y las sombras cambiantes de las cosas, mas no lo que produce el eco y las sombras. Nuestro intelecto slo puede investigar el 'aqu y ahora', especficamente el mundo que percibimos con nuestros rganos sensoriales (y sus recursos potenciados por la tcnica). Pero qu hay detrs? Cul es la realidad entera y verdadera? Son preguntas a las que ningn in-vestigador puede responder desde sus conocimientos"1. La simple compro-bacin cotidiana de esta realidad nos hace suponer que la mente humana debe ser mucho ms amplia y tener muchas ms posibilidades que las que los dis-tintos mtodos modernos pretenden establecerle, incluyendo toda clase de

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  • ROMA: EL MITO POLITICO

    intuiciones poticas, mticas, metafsicas e inventivas, que superan con cre-ces al desarrollo logrado por el cientificismo-positivista. Estas, a su vez, per-miten intuir que la realidad es mucho ms amplia y compleja que las expe-riencias empricas de muchos investigadores, quienes, en nombre de la ciencia y bajo riesgo de acientificismo, durante varios siglos negaron la posibilidad de encarar el estudio de nuevos planos de la realidad, y aun del conocimien-to humano.

    El primer interrogante que debemos formularnos en esta etapa inicial de la tarea que hemos encarado, antes de intentar definiciones, consiste en ave-riguar si realmente existe el mito o los mitos, ya que muchos "cientficos" modernos niegan terminantemente su existencia, convirtindolos en meras leyendas, sin llegar ni siquiera a plantear seriamente la posibilidad de su existencia como realidad, eliminndolos apriorsticamente del campo del saber.

    Las investigaciones de las ltimas dcadas pretenden explicar en parte esta posicin en la circunstancia generalmente aceptada de que los mitos se for-malizan mediante un lenguaje distinto al tradicionalmente considerado como cientfico, aun en las disciplinas que podamos denominar humanas.

    De este modo la llamada mentalidad mtica debi sufrir serios embates que la fueron sepultando en el "subsuelo" del tiempo histrico y que comien-zan a advertirse slo en la actualidad.

    Esta mentalidad mtica arcaica ya era conocida por los griegos que reco-lectaron desarticuladamente una serie de mitos dispersos originados en tiem-pos muy remotos y los recrearon de acuerdo a su propia cosmovisin y con-texto histrico, sin lograr una exposicin racional o global articulada, pero tambin sin perder la visin esencialmente mtica de la realidad.

    Esta mentalidad mtica sufri un primer embate en el denominado pasaje del mythos al logos que nosotros calificramos como el "origen de la racionali-dad", llevado a cabo por los pensadores helenos de la Jonia asitica, aglutina-dos en una "corporacin de Mileto" bajo la gida probable de Tales. Nadie duda hoy en da de que nuestro acceso a la mayora de los grandes mitos se debi a un mejor conocimiento del mundo griego y romano y resulta cada vez ms evidente la extremada densidad mtica de la antigedad clsica, que nos ofrece el material ms numeroso e importante para el estudio de los mitos.

    Aunque la Hlade nos proporcione los relatos mticos ms significativos que nos han llegado, una profundizacin de los mismos permite compro-bar que stos subyacen en estratos ms profundos, indoeuropeos y orienta-les, que hoy podemos vincular con pocas tan lejanas como el Paleoltico ("el

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  • UNA APROXIMACION AL TEMA DEL MITO

    amanecer de la historia"). Los mitos antiguos se nos aparecen en capas su-perpuestas y complicadas que mezclan hechos verdaderos o falseados que sirvieron al inters del narrador y que, en el caso romano, adquieren caracte-rsticas de un sincretismo cada vez ms complejo que dificulta el rastrear sus orgenes.

    Parece interesante hacer notar que el "mundo clsico", ms especficamente el griego, ha servido de base para muchos estudios de estas caractersticas' mientras que el romano, ms histrico, y consecuentemente ms afn a los mitos polticos ha sido menos estudiado.

    Esta primera desmitologizacin pese a sus grmenes de racionalismologr preservar an la integridad del saber en un todo' no desterrando los vestigios mitolgicos racionalizados; stos reaparecen de manera significati-va, en un contexto bastante mstico, en un pensador de la talla de Platn, para quien, obviamente, no sera concebible nuestra divisin moderna entre cien-cia y mito. Baste recordar que su dilogo Politeia (De la Repblica) termina con esta frase: "Y es as Glaucn, como el mito no se perdi y se salv del olvido".

    Para los antroplogos modernos quedan pocas dudas de que el mito debe ser considerado anterior a las manifestaciones intelectivas y aun afecti-vo-volitivas, formando parte integral de una percepcin de la realidad por parte del hombre arcaico o primitivo que, en su sencillez, no separaba lo intelectual de lo volitivo, plasmando ms bien en gestos o imgenes sm-bolos la compleja realidad que lo rodeaba y asustaba y que trataba de do-minar por la obra de sus manos y de explicar por los mitos. Por esta misma causa, para dichos investigadores, ste no puede ser estudiado de manera racional porque es anterior a la racionalizacin.

    Los antroplogos ms audaces sostienen que los esfuerzos intelectuales de explicacin totalizadora dieron lugar a una serie de mitologemas que expli-caban acontecimientos trascendentales del "tiempo original" y que reelabo-raron y perpetuaron las oscuras generaciones del Neoltico en mitos etiolgi-cos, fundacionales o cosmolgicos. Algunos centenares de aos ms tarde en "el amanecer de la historia" los mitos fueron "intelectualizados" y sofisti-cados hasta alcanzar el grado de madurez tarda en que los encontramos en el pensamiento babilnico, judo y, fundamentalmente, griego.

    Los historiadores han explicado con claridad que la aparicin de las reli-giones "oficiales" a travs del decurso de los tiempos y en distintas culturas no logr desterrar las "viejas creencias" acentuadamente basadas en los mitos sino que nicamente las han sumergido bajo las nuevas creencias,

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    cuando no las incorporaron o amalgamaron a su propia religiosidad. Un caso notable de este proceso anti-mtico tuvo lugar con el triunfo del cristianismo en el siglo IV y el consecuente ataque al paganismo supervivencia mticaque en muchos casos incluy la aceptacin de costumbres, preservando la integridad dogmtica ms que la religiosidad ritual. Si observamos cuidado-samente el espectro religioso-cultural de este proceso podremos percibir la supervivencia a veces deformada de muchos mitos sumamente antiguos.

    Pero el ataque ms importante contra la mentalidad mtica y su super-vivencia tuvo lugar a partir de la Modernidad con el desarrollo del racio-nalismo y el positivismo, identificados con la cosmovisin del Siglo de las Luces, que no vacilaba en colocar en la misma bolsa a mitos y religiones bajo el apelativo peyorativo de "supersticiones" destinadas a desaparecer en la poca moderna con el avance de la Ciencia y la Razn.

    Cabe hacer notar que, al margen del proceso intelectual de racionaliza-cin empirista que caracteriz a la Modernidad europea y de su efecto final sobre los mitos, el simple desarrollo histrico del pasaje del mythos al logos en la esfera de la vida cotidiana termin, al menos, trabando su funcin vital y, en muchos casos, desvirtundola de manera negativa, cuando no peligrosa. Como expresara Cassirer, aunque refirindose especficamente a los mitos polticos, Europa y Occidente pagaron muy caro este olvido de los mitos. La interesante observacin del pensador alemn merece ser trans-cripta. Explica que "todos nosotros somos responsables de haber calculad() mal esas fuerzas. Cuando omos hablar por vez primera de los mitos polti-cos, nos parecieron tan absurdos e incongruentes, tan fantsticos y ridculos que no haba apenas nada que pudiera inducirnos a tomarlos en serio. No debemos cometer otra vez el mismo error"4. Sobre estos temas volveremos ms adelante.

    EXISTEN LOS MITOS?

    Una primera aproximacin a la realidad que vivimos, antes de entrar en discusiones ms "cientficas", nos muestra que pese al avance del racionalis-mo de que hace alarde nuestra poca, cada da adquiere ms actualidad la observacin del pensador alemn Schopenhauer, cuando en Sobre la voluntad de la naturaleza expresaba que "estamos hundidos en un mar de enigmas y de misterios sin conocer ni entender lo que nos rodea a nosotros mismos"' aun-que en la superficie intenten convencernos sobre la desaparicin de las "su-persticiones" y la superacin de las "irracionalidades". El psiclogo austra-

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    co Carl Jung, muy preocupado por las alienaciones de nuestra cultura con-tempornea, nos advierte con la sagacidad habitual en l que "al crecer el conocimiento cientfico nuestro mundo se ha ido deshumanizando. El hom-bre se siente aislado en el cosmos, porque ya no se siente inmerso en la natu-raleza y ha perdido su emotiva 'identidad inconsciente' con los fenmenos naturales. Estos han ido perdiendo paulatinamente sus repercusiones sim-blicas. El trueno ya no es la voz de un dios encolerizado, ni el rayo su pro-yectil vengador. Ningn ro contiene espritus, ni el rbol es el principio vital del hombre, ninguna serpiente es la encarnacin de la sabidura, ni es la gru-ta de la montaa la guarida de un gran demonio. Ya no se oyen voces salidas de las piedras, las plantas y los animales, ni el hombre habla con ellos creyen-do que le pueden or. Su contacto con la naturaleza ha desaparecido y, con l, se fue la profunda fuerza emotiva que proporcionaban esas relaciones sim-blicas"6, o dicho en otros trminos y a manera de sntesis el mundo ha perdido su "horizonte mtico" y est angustiado y asustado. La experiencia histrica nos permite afirmar que esto es peligroso.

    Una serie de autores contemporneos, procedentes de distintas discipli-nas, coinciden en la actualidad en rescatar la existencia e importancia de los mitos. As por ejemplo Van der Leeuw en su estudio sobre el hombre primi-tivo sostiene que "el mito es una forma de vida que vive entre nosotros, ante todo en la religin, pero tambin en el arte, la ciencia y la poltica que no pueden prescindir de l".

    Parecen no quedar dudas de que cuando se trata de encontrar las motiva-ciones finales de la accin humana "la raz ltima de cualquier comportamien-to del hombre occidental se resuelve en un acto de fe o en una afirmacin voluntarstica basada en supuestos racionalmente indemostrables, detrs de los cuales es posible encontrar o vislumbrar un mito ejemplar"7.

    Pero esta nueva percepcin de la realidad no facilita el estudio de los mitos, ya que stos como sugerimos anteriormente se encuentran metamorfo-seados y subsumidos en estratos inferiores o en elementos irracionales del arte y de la religin. Su descubrimiento slo puede realizarse hoy de manera fragmentaria a travs de las que llamaramos "supervivencias", sin perjuicio de que comprobemos, con visin histrica, que stas no son los restos arqueo-lgicos de un pasado brillante, sino probablemente reflejos desfigurados y subyacentes de una realidad constante de la humanidad, en muchos casos encubiertos por construcciones racionales.

    Pero aunque intentemos negar la existencia de los mitos y esto no lo hacen ni siquiera los ms racionalistas y actuemos como si stos ya no exis-tiesen, de hecho nuestras formas de accin y de interpretacin siguen, total-

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    mente inmersas en una mentalidad mtica y caracterizadas por un comporta-miento mtico, que evidencian que no han sido superadas por la "presunta racionalizacin" del pensamiento evolucionista o de su precedente raciona-lista. Una vez ms la realidad se impone por s misma y elimina toda utopa o ideologizacin.

    La razn misma de la existencia de los mitos, segn interpreta Cencillo, "est en el desfondamiento constitutivo de la naturaleza humana en cuanto tal, que exige en todo momento una base de representaciones, ideas, creen-cias y motivos desde la cual actuar y vivir. Pues el hombre, dejado a solas con sus necesidades fisiolgicas y psicolgicas de cada da, carece de orientacin para moverse en la vida, carece de aliciente para superar el peso de cada momento presente y no encuentra sentido a sus acciones y a las realidades entre las cuales tiene que vivir, que corren as peligro de disolverse en un caos de sensaciones y excitantes". Por otra parte muchos investigadores dedicados a estos temas coinciden en aceptar que los mitos no estn dirigi-dos fundamentalmente a la razn lo que confirma que su racionalizacin los desvirta sino ms bien a la afectividad (sentimientos y emociones), como puede percibirse en sus residuos artsticos o poticos.

    Debemos recordar que ya en el siglo pasado el historiador George Grote advirti sobre los riesgos de una desracionalizacin total de los mitos al ex-presar que "hacer de los mitos puras alegoras es un procedimiento peligroso y poco til, es abandonar el punto de vista de sus auditores primitivos sin encontrar, en compensacin, ninguna otra lgica o filosofa que los justifi-que". Esta afirmacin coincide con la posicin de Cassirer cuando advierte que "no puede describirse al mito como una simple emocin, porque consti-tuye la expresin de una emocin. La expresin de un sentimiento no es el sentimiento mismo, es una emocin convertida en imagen"1.

    Parece indicado recalcar que el mito no es puramente racional y por ende como oportunamente analizaremos no puede ser entendido con catego-ras meramente racionales, pero tampoco debe entenderse como una pura emocin.

    Podemos concluir que la percepcin de los mitos es ms sensitiva o intuiti-va que racional, ya que stos no han sido nunca estabilizados en formas rgidas y definitivas, sino que se perciben con mrgenes variables o expresiones cam-biantes en tiempo y espacio (imgenes, smbolos, cosmovisiones, concepcio-nes espacio-temporales, creencias), como fuera demostrado definitivamente por cantidad de antroplogos y etngrafos, en muchos casos verdaderos "mitgra-fos" obsesionados por la bsqueda de los mitos. Asimismo apreciamos estas actitudes y concepciones mticas por medio de manifestaciones tan difciles de

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    medir con las categoras positivistas, pero tan reales en la vida del ser humano, como la intuicin, el sentimiento, la emocin o la fe.

    La funcin activa del mito merece un prrafo especial pues, como lo percibe el investigador de los mitos Joseph Campbell: "es un hecho que los mitos de nuestras distintas culturas actan sobre nosotros, bien sea consciente o incons-cientemente, como liberadores de energa, impulsores de la vida y agentes rec-tores de la misma. ..."11. Desde otra ptica es similar la posicin que defiende Dumezil, el conocido investigador sobre los orgenes indoeuropeos, cuando asegura que "el pueblo que no tiene mitos estara ya muerto"".

    Nos parece que un campo de investigacin prcticamente virgen y que resultara un aporte importante para la sociologa poltica consiste en tratar de analizar empricamente la prdida de los mitos y su funcin valorativa y operativa relacionndolos con la decadencia de los grandes Estados".

    LA REALIDAD MITICA

    Una vez aceptada empricamente la existencia de los mitos y antes de pre-tender abocarnos a un estudio ms cuidadoso de los mismos, debemos inte-rrogarnos sobre la posibilidad de su estudio y, consecuentemente, pregun-tarnos a qu mbito del saber y de la realidad pertenecen. Los distintos campos de investigacin que caracterizan nuestra poca estn basados fun-damentalmente en los aportes de Descartes (en "las principales reglas del mtodo" de la segunda parte de El discurso del mtodo), quien, en la medida en que pueda ser sintetizado, fundamenta la ciencia entendida como sa-ber en la necesidad de dividir las dificultades en tantas partes como resul-ten necesarias para una adecuada solucin al problema, de manera tal que atenta seriamente contra una visin totalizadora. Esta prdida no slo impi-de observar el mito sino que, ms precisamente, lo vivisecciona y al hacerlo "lo extermina".

    La citada concepcin epistemolgica, de caractersticas deductivas, acele-r el camino hacia las especializaciones que caracterizan cada vez ms el pensamiento y la ciencia contemporneas, con el riesgo que advirtiera con su irona habitual George Bernard Shaw al afirmar que "especialista es el que sabe casi todo de casi nada".

    Como puede percibirse a simple vista, y analizaremos con ms cuidado posteriormente, este mtodo no es aplicable a los perodos anteriores al car-tesianismo, pues la mente humana y la realidad no se estructuraba con

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    estos parmetros, sino que captaba la realidad y la viva como "un todo" in-divisible. La cosmovisin del hombre primitivo no consista en explicar las partes de un todo (Cosmos), sino que trataba, por el contrario, de lograr su captacin entendida en su totalidad vital ms all de sus posibles manifesta-ciones particulares. Como escribe Cencillo "el mundo no es un recipiente sino la atmsfera condicionante de todo acontecer"14.

    Nos parece atinado observar que, en ltima instancia, esta cuestin est vinculada con el cada vez ms generalizado anacronismo propio de muchos historiadores. Estos, al estudiar tiempos pasados, intentan explicar esos pe-rodos antiguos con parmetros o "mecanismos de medicin" mucho ms modernos.

    Es sabido que la divisin tajante en las esferas del pensamiento referi-das en nuestro caso a ciencia y mito no es un invento de la Modernidad, aunque sta la haya desarrollado notablemente y llevado hasta sus ltimas consecuencias, convirtindola como afirma Labourdette en un "mito de la ciencia".

    Ya en la Hlade se percibe, por vez primera, la antinomia Mythos y Logos (pensamiento racional y pensamiento mtico) en los llamados "pre-socrticos" y de all en ms se puede seguir claramente su evolucin en los manuales de historia de la filosofa. Pero internarnos por esa va nos alejara de nuestra rea de inters, ya que solamente pretendemos destacar la existencia de esta problemtica para poder analizar, sobre una base histrica, el saber mtico que es el que realmente nos importa.

    A los lectores de hoy les resulta evidente que el pensamiento contempor-neo a partir de Husserl, Heidegger y con los recientes postmodernos ha roto irreversiblemente con "el racionalismo iluminista" de la Modernidad, resultando ms fcil defender la necesidad de una interpretacin ms inte-gral del saber. Tambin las nuevas investigaciones facilitaron aceptar que la mente humana es ms amplia en su estructura y posibilidades que las cate-goras que marcaba la "cerrazn" racionalista.

    Aunque algunos autores insisten en que la tendencia es bastante antigua creemos que slo en la actualidad existe un consenso generalizado entre los intelectuales para aceptar la existencia de una visin de la verdad superado-ra de la mera racionalidad, aunque no por ello el uso de la razn no sigue resultando insustituible.

    En este sentido nos parece un aporte interesante en la bsqueda de una solucin epistemolgica la aseveracin de Cencillo cuando escribe "parece ser el mito y sin duda lo es la zona ms radicalmente profunda de con-tacto entre la mente y la realidad, all donde la distancia es mnima y apenas

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    ha comenzado el proceso de abstraccin que conducir a los grandes siste-mas filosficos y cientficos a la mxima distancia del dinamismo vital del objeto. Por lo mismo (para el autor citado) fue, y seguir siendo el mito el hu-mus en donde todo logos ha de hundir sus races para poseer un mnimo de vitalidad"".

    El desarrollo exagerado del racionalismo iluminista en nombre del mto-do produjo un reduccionismo peligroso en el anlisis de la realidad del ser humano, opacando la capacidad de comprensin de la totalidad del mismo, no solamente en el plano religioso donde resulta ms que evidente sino tambin en las reas humansticas y artsticas, convirtiendo en muchos casos a la realidad misma en una abstraccin de "laboratorio" sustentada en con-ceptos matemticos y en categoras interpretativas basadas en un vocabula-rio tcnico y estadstico.

    El hombre fue convencido y crey que con su inteligencia racional podra dominar el mundo y no percibi que en cambio estaba perdiendo la capaci-dad de comprender su ubicacin en el cosmos y su relacin con los dems hombres y la naturaleza. Tampoco se cumpli la promesa "fustica" del do-minio. La parte que pudo obtenerse fue a un costo que hoy juzgamos excesi-vo (baste reiterar los permanentes argumentos sobre la accin deshumaniza-dora del hombre en Auschwitz y tambin en Katyn o Hiroshima).

    La tendencia del pensamiento moderno se desliz cada vez ms hacia la concepcin de un hombre racional pensante ("el hombre es un sujeto que piensa"), olvidando que adems siente, vive, reza, habla, goza, sufre y, por qu no decirlo, tambin come; aspectos todos olvidados por un antropologa deshumanizadora.

    Obviamente para una sociedad en la que slo interesaba el homo sapiens, fundamentalmente en su aspecto de homo faber, todos estos aspectos resulta-ban intrascendentes y no facilitaban el objetivo buscado. Mientras tanto, los pensadores parecan no percibir que se produca una hipertrofia reduccio-nista y una ruptura fatal no slo en la estructura misma del pensamiento cada vez menos realista sino en la cosmovisin de un hombre alejado de la realidad que le rodeaba la clebre circunstancia de Ortega y Gasset y ms an de su ubicacin csmica en el amplio plano de la Creacin.

    Esta deshumanizacin condujo a una dogmatizacin en todos los campos del saber, que se fueron esclerotizando hasta producir esa sensacin de "sin salida" en que se encuentra la filosofa en nuestros das. Pero como el hom-bre no logra vivir en un cosmos que no puede comprender, intent aprehen-derlo de todos los modos posibles, favoreciendo esta conciencia de crisis la bsqueda de otros caminos menos racionalistas, pero no por ello menos cien-

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    tficos, siempre procurando encontrar o mejor dicho reencontrar una visin global de la unidad especfica del ser humano.

    La crisis del "progreso permanente" contribuy a rehabilitar el mito de manera tal que "ninguno de los siglos anteriores ha producido un cambio tan notable en la consideracin de los mitos como el siglo en que vivimos"". Hoy es cada vez mayor la cantidad de intelectuales que coincide en que la reali-dad no es unitaria y que tampoco puede encerrarse en un "corset" racionalis-ta. Baste citar como ejemplo a los defensores de un saber intuitivo o a quienes reivindican lo sensible y emocional, a los "varios rdenes de la realidad" de William James o las "regiones nticas" de Husserl; en la misma lnea gran nmero de fsicos, bilogos, psiclogos defienden esta posicin hoy innega-ble. Por otra parte los estudios psicolgicos en el campo del inconsciente han abierto nuevas reas de investigacin en los estados de la conciencia huma-na, llegando a sostener audazmente estructuraciones mentales especficas para las distintas culturas.

    Un aporte sumamente importante a esta temtica fue realizado por el fil-sofo alemn Cassirer, al haber reivindicado en una serie de libros la expre-sin simblica como comn denominador de las actividades "culturales" (a-cientficas en el sentido racionalista), como el mito, la poesa, el lenguaje, el arte, la religin y aun la ciencia; a la vez que pese a rescatar el sentimiento en la formacin de los mitos negaba su presunta incoherencia y reclamaba la necesidad de encontrarles un sentido aunque stos no dependiesen de las tra-dicionales categoras lgicas.

    Parece importante realizar aqu algunas consideraciones sobre el simbo-lismo por su relacin directa con el tema de la realidad mtica. Aceptado que el mito es una forma de conocimiento diferente, para algunos investigadores especialmente Cassirer se maneja con un lenguaje simblico, basado fun-damentalmente en la imagen y lo emocional. Con esto se genera una dificul-tad adicional y de difcil resolucin: qu es un smbolo?

    Sin intentar encontrar una definicin podemos rastrear una respuesta en la obra de Jung; ste se acerca a ella al afirmar que "lo que llamamos smbolo es un trmino, un nombre o aun una pintura que puede ser conocido en la vida diaria aunque posea connotaciones especficas adems de su significa-do corriente y obvio. Representa algo vago, desconocido u oculto para noso-tros"17. Estas consideraciones conllevan el riesgo de prestarse a que coloque-mos bajo la categora de simblico todo aquello que no podamos racionalizar con precisin, pero por otra parte es evidente que los smbolos estn engar-zados en la realidad y se basan en elementos concretos e histricos.

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    En el llamado pensamiento simblico al que correspondera para estos autores el mito las categoras de espacio, tiempo, nmero y los principios de causalidad, identidad y semejanza, actan de manera distinta al pensa-miento racional cartesiano, lo que lleva a algunos investigadores a sugerir un lenguaje cifrado.

    Pero los autores que han precisado el estudio de lo simblico coinciden, en general, en diferenciarlo del mito sin perjuicio de ste tambien puede utilizar smbolos al sostener que el mito se expresa por medio de concep-tos e ideas, mientras que consideran simblico lo que no puede ser conceptua-lizado18.

    En la medida en que aceptemos la vinculacin directa de los mitos con los smbolos nos resultar de utilidad observar que stos ltimos no suelen apa-recer aislados, sino que se unen, se relacionan entre s, dando lugar a compo-siciones simblicas, narraciones, emblemas, obras de arte, sueos. Estos rela-tos simblicos, a los efectos de nuestro estudio sobre los mitos, aparecen como "materiales elementales" no aislables (Lmitologemas?), que se construyen en-rollndose y se estructuran en espiral o a la manera del bricolage de Lvi-Strauss y se metamorfosean, desaparecen, reaparecen a veces en formas engaosas o inesperadas.

    Efectuadas estas consideraciones sobre el simbolismo como otro modo de aceptar y explicar una realidad no captable en su totalidad por lo racional, podemos retomar nuestro anlisis del estado de crisis del pensamiento racionalista-cartesiano y sealar que la salida de esta crisis por una va no ra-cionalista ya haba sido insinuada en el siglo pasado por Thodule Armand Ribot en La imaginacin creadora y ms recientemente por el pensador de las religiones Rudolf Otto en su estudio sobre Lo santo.

    Otro aporte de inters al tema, en la medida que bucea en las races del mito, es la posicin de Zunini cuando expresa que "los mitologemas tpicos han sido observados precisamente en individuos en quienes se excluan ab-solutamente conocimientos de esa ndole y respecto de los cuales eran inclu-so imposibles las derivaciones indirectas de ideas religiosas eventualmente conocidas o de metforas del lenguaje hablado. Tales resultados han hecho necesaria la hiptesis de que se trataba, en cambio, de reviviscencias 'autc-tonas', independientes de toda tradicin, y al mismo tiempo de la existencia de elementos estructurales mitopoyticos de la psique inconsciente. La va-riedad de los smbolos es sumamente extensa (rey y reina, dios y diosa, ani-males, vegetales)... Pero no se trata de meras imgenes, aun si deformadas, cada una de ellas est cargada de un significado e indica una accin; y en este

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    sentido es expresin de un arquetipo, aunque un arquetipo pueda expresar-se por smbolos diferentes, representados con imgenes"19.

    Actualmente es cada vez menor el nmero de intelectuales que siguen firmes en una metodologa centrada en una clasificacin de datos experi-mentales agregada a la interpretacin causa-efecto, inclinndose creciente-mente por una red ms vasta y compleja de "redes de relaciones". La ver-dad ha dejado de estar apresada en la dorada crcel de la diosa Razn. La Modernidad est agonizando y esta renovacin debe satisfacernos, aun en medio de la confusin general que reina en todos los campos del saber, es-pecialmente los humansticos, porque al modo socrtico puede, tras destruir los errores, preparar las bases para la reconquista de la integracin del saber o lo que ltimamente ha vuelto a ser llamado, con un trmino tra-dicional, la sabidura.

    Paralelamente con el proceso de racionalizacin de la realidad anterior-mente citado se llev a cabo un intento de "desmitologizacin" por parte de los pensadores positivistas, neopositivistas lgicos o estructuralistas con in-tencin de demostrar empricamente la inexistencia de los mitos, pero la ex-periencia histrica solo demostr que cuanto ms se intent hacerlos desapa-recer, reaparecieron con fuerza y quizs podramos aadir ms agresivamente, como luchando por su subsistencia. Ello facilit parafraseando la afirma-cin chestertoniana respecto de la Razn que los mitos enloquecieran.

    No se requiere mucha percepcin histrica para recordar, a modo de ejem-plo, que el mundo moderno no super los mitos, pues los reencontramos en el mito de la Diosa Razn o en los mitos de igualdad y libertad de los revolu-cionarios del siglo XIX, en el mito del pueblo de los iluministas, el mito del proletariado de Marx o el mito racista de Hitler, por sealar nicamente los ms conocidos. As pudimos comprobar que la negativa a la aceptacin de una realidad mtica solamente conduca, de manera peligrosa, a la reapari-cin de todo tipo de miedos y fantasmas que recubran los sustratos mticos, ocultados bajo la espesa capa del racionalismo.

    Debemos recordar que hace ya varias dcadas Berdieff al estudiar la his-toria de la cultura en su ensayo sobre Una nueva Edad Media adverta que la experiencia histrica ha demostrado claramente que las pocas de crisis de las creencias "oficiales" producen la proliferacin de las viejas concepciones bsicamente mticas subyacentes, provocando en muchos casos en sus desordenadas manifestaciones adulteradas, una marcada irracionalidad evi-denciada por la aparicin del ocultismo y otras manifestaciones afines que solemos denominar mgicas; ya que como advirti Cassirer "si la razn nos falla, queda siempre como ltima ratio el poder de lo milagroso y misterio-

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    so"20. Y es obvio que sta fall. Esta es tambin una explicacin del irraciona-lismo del pensamiento contemporneo y de las manifestaciones esotricas de nuestra sociedad actual.

    El peligro que implica el soterramiento o la negacin de los mitos fue claramente observado por Jung cuando recuerda que "los antroplogos han descrito muchas veces lo que ocurre a una sociedad primitiva cuando sus valores espirituales estn expuestos al choque de la civilizacin moderna. Su gente pierde el sentido de la vida, su organizacin social se desintegra, y la propia gente decae moralmente. Nosotros estamos ahora en la misma situa-cin..." y agrega tambin: "... hemos desposedo a todas las cosas de su mis-terio y numinosidad; ya nada es sagrado"".

    Por otra parte es un grave error de interpretacin creer que la aceptacin de la existencia de los mitos y su subsiguiente estudio implique rechazar el pensamiento racional o, peor aun como se ha insinuado negar las ver-dades trascendentes o los principios morales. Mito y Razn no son dos verda-des contrapuestas sino dos maneras distintas e igualmente vlidas para acer-carse a la verdad. No se trata de enfrentarlas sino de complementarias para que en esta sociedad totalmente agnstica o sea ignorante podamos res-catar las creencias tradicionales como un aporte positivo para la reconstruc-cin de la totalidad del saber, como paso previo a la reivindicacin de la acep-tacin de la Verdad.

    Los intelectuales de nuestra poca hemos perdido en gran medida por una exageracin del racionalismo el autntico sentido de las palabras, y su significado. Por ejemplo, la tarea de in-vestigare, que es propia del historiador, no puede limitarse a la observacin de las realidades que establece una inter-pretacin positiva de la bsqueda de los "vestigios", sino que debe tratar de abarcar la contemplacin de los designios propia del hombre clsico-medieval y que el simbolismo contemporneo desacralizado intenta restaurar. No olvidemos que ya Bossuet afirmaba que: "lo que es azar respecto de los hom-bres es designio respectQ de Dios"".

    Tambin resulta importante observar que una de las razones ms destaca-bles del fracaso, y consecuente escepticismo, en el estudio de los mitos obe-dece al grave error de pretender analizarlos y comprenderlos nicamente con las mismas categoras racionalistas que los niegan, quedando apresados y limitados, en ltima instancia como veremos ms adelante al desarrollo histrico de las diversas interpretaciones que distintos pensadores han dado, a travs del tiempo, al complejo tema del mito. El resultado, obviamente, ha llevado a empobrecimientos de su sentido, cuando no a verdaderos absur-dos intelectuales. As, por ejemplo, el racionalismo implic el estallido de la

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    razn y con la cada del racionalismo tambin cay la razn y todo se convir-ti en mito.

    Partimos de la aseveracin perceptible de que el mito y la ciencia constitu-yen dos modos distintos del pensar, sin que esto implique una valoracin o la creacin de nuevos compartimentos estancos entre ellos, sino, simplemen-te, intentamos rescatar un pensamiento que trasciende las categoras carte-sianas y revaloriza al hombre en su totalidad. De este modo damos por acep-tada la existencia de un saber mtico que, a diferencia del racionalista, no tiende a la elaboracin de sistemas parcializados sino, por el contrario, intenta abar-car la totalidad, asociando elementos que no siempre considerbamos sus-ceptibles de ser asociados.

    Cencillo, tras una serie de cuidadosos anlisis, llega a la conclusin de que la mayora de nuestras realidades se basan o proceden de mitos que confor-man una forma especfica de pensamiento o saber especial, al que hemos denominado mtico (o simblico) y que representa una dimensin "complexi-va" de la misma realidad humana. En este aspecto resulta ms que importan-te destacar que el mito, al menos en su expresin ms primitiva pero no slo en ella, como lo demostrara el antroplogo Bronislaw Malinowski "no es nicamente una narracin que se cuenta, sino una realidad que se vive"".

    LA POSIBILIDAD DE SU ANALISIS

    Despus de haber afirmado la existencia de los mitos y sostenido una rea-lidad mtica distinta que sustenta un saber mtico especfico, corresponde ahora para continuar con el orden de anlisis propuesto investigar la posibilidad de estudio de los mismos.

    Aunque podamos coincidir en parte con algunos autores como Laplanti-ne24 cuando afirma que los principios ltimos de la vida no requieren ser explicados, sino solamente aceptados, creemos que de todas maneras debe intentarse un estudio de stos, que permita una mejor comprensin de un fenmeno que, como vimos, conserva su actualidad y sus riesgos, pero que tambin tiene ciertos aspectos positivos que an no fueron encarados con seriedad, pese a la evidencia de que "el mito, como el viejo y sutil Proteo, adopta mil disfraces para escurrirse de nuevo siempre"".

    Encarar el estudio del mito implica una compleja serie de dificultades que ya enunciara Cassirer: "tan pronto cuanto planteamos esta cuestin, nos ve-mos envueltos en una gran batalla entre opiniones contrapuestas. En este caso,

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    el rasgo desconcertante no es la falta, sino la abundancia de material empri-co. El problema ha sido abordado desde todos los ngulos. Lo mismo el de-sarrollo histrico del pensamiento mtico que sus fundamentos psicolgicos han sido cuidadosamente estudiados. Filsofos, etnlogos, antroplogos, so-cilogos, han participado en estos estudios. Parece que ahora disponemos de todos los hechos; tenemos una mitologa comparada abarcando todas las par-tes del mundo y nos conduce desde las formas ms elementales hasta las concepciones ms elaboradas y desarrolladas. Por lo que se refiere a nuestros datos, la cadena parece estar cerrada; no falta ningn anillo esencial.

    Pero la teora del mito es todava objeto de grandes controversias. Cada escuela da una respuesta diferente y algunas de estas respuestas, "en flagrante contradiccin con otras"". Cassirer haca estas observaciones antes de efec-tuar sus propios estudios que, aunque agregaron enfoques nuevos de orien-tacin simblica, tampoco se convirtieron en una solucin a todos los proble-mas que pareca ver bien, pero que no eran de fcil respuesta.

    Acierta Laplantine cuando recuerda que ha sido prctica durante mucho tiempo al estudiar el mito "reducirlo, racionalizarlo y desmontarlo metdi-camente con el auxilio de tcnicas consideradas infalibles, para sacar final-mente la conclusin de que hemos llegado a poder con l"27, cuando no lleg-bamos a concluir lamentablemente que todo era un esfuerzo perdido, porque el mito era imposible de explicar.

    Hoy en cambio parece aceptado por los especialistas que ste forma parte de una realidad cultural muy compleja que debe ser analizada desde distin-tos enfoques y con una visin interdisciplinaria. Se trata de una problemtica que interesa por igual a socilogos, psiclogos, historiadores de distinta es-pecialidad (de las mentalidades, del pensamiento, de las religiones), telo-gos, metafsicos, antroplogos, psicoanalistas, politiclogos y otros.

    En las ltimas dcadas los mitos han sido objeto de numerosas aproxima-ciones desde variadas perspectivas que intentaban encontrar una presunta "mentalidad primitiva" o tambin discernir la existencia de una "visin m-tica" de la realidad. El resultado fue muy pobre, ya que ms que obtener res-puestas favorables para dilucidar los problemas aumentaron las dudas. Por otra parte se reclaman respuestas coherentes, integrales, conciliables y com-prensivas que asimismo toleren la posibilidad de distintas lecturas y explica-ciones para cada mito.

    Creemos que una de las razones del fracaso obedece a que el mito como sealramos anteriormente no es esencialmente racional, pero tampoco puede considerarse irracional. Creemos que no es posible demostrar la exis-tencia del mito sin, a su vez, referirnos al logos ya que, en ltima instancia, el

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    mito es tambin logos en la medida en que necesitamos para su comprensin presentarlo bajo el ropaje de una idea o ms fcilmente como un mensaje. Por otra parte resulta evidente que si el mito no asume esta imagen no podra pervivir en la memoria histrica de la humanidad por ms operante que fue-ra y, fundamentalmente, estaramos imposibilitados de percibirlo. Como afir-ma Guerra "mito sin logos, sin idea, sera un cuerpo sin alma, un cadver"". Como compartimos plenamente esta afirmacin hemos presentado nuestro tema de estudio mtico bajo el ttulo: La idea de Roma.

    Desde un punto de vista histrico que es la ptica elegida conviene observar que el ser humano, en un momento determinado, empez a adqui-rir distancia de los mitos y trat de comprender ms racionalmente su situa-cin existencial. De este modo el mito dej de tener una existencia ntica para pasar a ocupar un papel histrico y a partir de ese momento pudo intentarse su comprensin y consecuente explicacin. Ella est vinculada con la apari-cin de la escritura y la obvia desaparicin de la tradicin oral forma ge-nuina y originaria de trasmisin de los mitos y a su reemplazo por el mito escrito que as perdi muchas de sus caractersticas peculiares. Este distan-ciamiento facilit la comprensin y el mito pas a convertirse en un relato, pero a veces resulta difcil descubrir entre las diferentes narraciones litera-rias el mito primitivo y su sentido original.

    A partir de ese momento nos encontramos ante una cosmovisin de la sociedad que es histrica, al arraigarse en espacio y tiempo, pero que conser-va y rescata una serie de elementos mticos. El relato histrico sustituy, al menos en parte, al mito como forma de narracin, pero en el caso romano que nos ocupa, el mito se "historiz", pero la historia escrita, atpicamente, en vez de racionalizar y sustituir al mito lo consolid.

    Pese a la existencia de una opinin mayoritaria contraria que sostiene que "el mito slo puede ser comprendido mticamente"29, nos parece indiscutible que ste puede ser estudiado y explicado de forma mtica pero tambin ra-cionalmente, tanto en su complejidad como en su funcin y, aunque con mucha precaucin, tambin en su verdadero sentido. Como bien ha demostrado Gusdorf, en Mito y metafsica ni la misma filosofa puede prescindir del mito, cuyo testimonio requiere y le ayuda para descifrar su sentido; como haba observado perspicazmente Cencillo "todo sistema filosfico verdaderamen-te creador descubrir en su entraa un mito fsil"", como tambin, a la inver-sa, todo mito posee un ncleo metafsico e, inclusive, teolgico.

    Por otra parte convertir al mito en "irracional" traera como nica conse-cuencia indiscutible aceptarlo tal como es y no pretender entenderlo ni expli-

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  • UNA APROXIMACION AL TEMA DEL MITO

    carlo. Esto nos parece absurdo y peligroso: tratar de demostrar lo contrario es nuestro desafo en este tema.

    Estas consideraciones previas, referidas a la posibilidad de su anlisis, nos conducen al aspecto ms difcil del estudio de los mitos: su complejidad, que conforma una verdadera maraa, ms complicada an por tantos "mitoma-nacos" que se unen a una moda pasajera, sin preocuparse excesivamente por las cuestiones significativas del tema, dificultando an ms la cuestin.

    No debemos dejar de tener en cuenta que el anlisis de los mitos en su forma prstina se dificulta por las sucesivas intervenciones de poetas, telo-gos, filsofos, literatos que han ido perfeccionando y deformando la narracin mtica. Cencillo nos orienta cuando estima que "cuanto ms avan-zada y compleja sea la elaboracin de un mito, ser tanto ms difcil su an-lisis, tanto el estructural como el propiamente hermenutico, y ser indispen-sable distinguir previamente, como en la exgesis bblica, todos los estratos culturales que se hayan superpuesto o fundido en el curso de su gestacin"".

    Entre los muchos investigadores, Ellul parece ser quien ms claramente expresa la complejidad de esta temtica cuando sintetiza que "los mitos son, en efecto, al mismo tiempo, visin, imagen, representacin (y, adems, creen-cia, adhesin del corazn y del alma a esa verdad cabal de nuestro progreso o de nuestro trabajo) y tambin idea, pensamiento, e incluso doctrina, acaso todo eso no se diluye en razn? Por ltimo desembocan en accin, llevan al hombre a la imitacin activa del hroe"32.

    No tenemos dudas de que en medio del "babel etimolgico" en que nos encontramos el mito sea uno de los temas ms imprecisos y resbaladizos para investigar. Un estudio cuidadoso nos permitir discernir que la complejidad se observa en diferentes planos. Previamente queda por dilucidar el proble-ma que aunque a nosotros no nos parezca significativo ha motivado bas-tante literatura de si hay un mito o muchos mitos, posicin sta ltima que adoptamos sin lugar a dudas. En primer lugar, como surge de las considera-ciones que hemos efectuado sobre la existencia de una realidad mtica, la sola realidad de su existencia ya resulta compleja. Luego nos encontramos con la homogeneidad o diversidad esencial del o los mitos vinculada a la tendencia del principio explicativo nico. Posteriormente, como es obvio, reencontra-mos las dificultades cuando intentamos iniciar un estudio pormenorizado de esa "realidad" tan compleja y difcil de asir, agravada por la escasa y reciente experiencia de novedosas investigaciones en este tema.

    El paso siguiente de nuestro anlisis nos llevar a plantear una cuestin metodolgica: debe subdividirse el mito y analizarse cuidadosamente sus

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    partes (amito -logemas?), como hace el estructuralismo, o debe estudiarse nicamente en su "conjunto", como afirma Sorel, para evitar desvirtuarlo? Despus de las consideraciones que efectuamos precedentemente creemos que surge claramente que al ser el mito totalizador y actuante resulta ms que prudente para no correr riesgos de alterarlo o vivisecarlo como si fuera "una

    Lpieza muerta" estudiarlo de manera integral como "un todo" y no por sus, por otro lado discutidas, partes. Esto no implica negar la posibilidad de identi-ficar alguna de ellas y tratarlas de manera preferencial en nuestro anlisis. Paralelamente anticipamos tener serias dudas sobre la aplicacin de un m-todo comparativo, sea sincrnico o diacrnico, como se ha puesto de moda a partir del estructuralismo.

    Ms precisamente, como sugiere Cassirer, "debiramos estudiar cuida-dosamente el origen, la estructura, los mtodos y las tcnicas de los mitos polticos"33. En esta primera etapa del origen y la indefinida estructura cabe recordar como afirmbamos en la introduccin que debemos intentar la reconstruccin, o develamiento, del mito en su versin originaria o al me-nos ms antigua para estudiar luego sus diferentes transformaciones (tem-porales y espaciales). En sus apreciaciones Cassirer omite referirse por no aceptarlos o no interesarle a la funcin (accin) y al significado (explica-cin) que sostenemos no pueden estar ausentes en una investigacin que pretenda ser profunda y totalizadora.

    De no menor importancia es considerar que los mitos no pertenecen a una realidad abstracta sino que forman parte de lo cotidiano, se perpetuaron y desarrollaron a travs de la "memoria histrica" de la humanidad (as como sostienen los pensadores que "somos herederos de un pasado cultural" tam-bin somos herederos de un "pasado mtico" y por ms que querramos no podemos prescindir de l) y estn inmersos en un contexto histrico -social, en el cual actan.

    Este aspecto fue resaltado por Bermejo Barrera, quien perfeccionando con-ceptos que ya expresaran hace muchos siglos Platn y Aristteles seala que "como el individuo aislado, separado de toda cultura o grupo social no exis-te, si queremos comprender alguna vivencia es necesario recurrir al estudio de la sociedad, de la cultura y de la historia, y no realizar experiencias de tipo fenomenolgico"34. Esta posicin que compartimos fue enunciada ya a fines del siglo pasado por el historiador George Grote quien aclaraba que "es evidente que los mitos griegos no pueden ser ni comprendidos ni apreciados ms que si se los pone en relacin con el sistema de las concepciones y creen-cias en la poca en que tomaron nacimiento"35 y fue continuada en la orienta-cin de los estudios en las ltimas dcadas, con una visin antropolgico-social

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    iniciada por Bronislaw Malinowski y desarrollada por Radcliffe-Brown, en-tre los ms significativos. Inclusive autores que, como el pensador griego Castoriadis, defienden la teora de "inconscientes individuales o colectivos" y aceptan la necesidad de "ciertas condiciones sociales favorables".

    A su vez este papel de la sociedad en la elaboracin y conocimiento del mito se acrecienta si aceptamos que en cada poca, cada pueblo reelabora el mito adaptndolo a su cosmovisin e ideologa. Ello nos permite en el mito que especficamente nos ocupa analizar cuidadosamente sus mecanismos de trasmisin espacio-temporal: traslatio y renovatio a travs de su complejo desenvolvimiento histrico.

    Campbell, el conocido investigador de los mitos, refleja su perplejidad, tras muchas dcadas de acumulacin de informacin e investigaciones, ante la cantidad de repeticiones de las mismas historias y de los mismos temas en diferentes momentos histricos36.

    Debemos advertir que, pese a ser artfices inconscientes de la repeticin de los mismos temas, la experiencia permite afirmar que los contemporneos estn imposibilitados de analizar el mito que viven. Casi diramos, incluso, de percibirlo racionalmente como tal, aunque acte con fuerza sobre ellos, convirtindose en expresin de Jung en un verdadero hechizo que so-brecoge e impresiona a los que lo vivencian, impidindoles visualizar cla-ramente sus caractersticas y consecuentemente realizar su estudio.

    Habamos sealado precedentemente la importancia del mito en una so-ciedad y oportunamente trataremos de aproximarnos a la funcin que cum-ple en la misma pero, mientras tanto, aceptemos que ste no puede ser supri-mido de la realidad vivencial del ser humano y de las sociedades sin que ello implique una grave y riesgosa prdida para el funcionamiento y existen-cia de la misma como la experiencia nos lo demuestra permanentemente, aunque no podamos precisar claramente en qu37. As como debemos adver-tir sobre los peligros de los mitos, tambin sealaremos los riesgos de desmi-tificarlos. La experiencia nos ha demostrado que los mitos no mueren, sino que "se sumergen" (como hoy ha aceptado la mayora de los investigadores) y reaparecen transformados en momentos de crisis, pero en la medida en que se les niega o desconoce parecen vengarse.

    La sociedad actual, advertida de estos peligros y preocupada por las ex-periencias vividas, tiende a aceptar la existencia de los mitos y, en muchos casos, a recuperarlos, como necesarios para el correcto funcionamiento de la misma y como ayuda para superar la angustia existencial que distingue a las sociedades en crisis.

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    Una vez aceptada la posibilidad de estudiar los mitos nos resultar de utilidad un breve panorama de las distintas interpretaciones que se han he-cho sobre el tema, para poder intentar con mayor informacin una res-puesta al interrogante: qu es el mito?, punto central de este captulo.

    DISTINTAS INTERPRETACIONES DEL MITO

    Desde la Antigedad griega hasta nuestros das ms acentuadamente en los dos ltimos siglos como reaccin ante las limitaciones del racionalis-mo positivista se efectuaron mltiples interpretaciones sobre los mitos, su esencia, funciones y significados, basadas en las concepciones filosficas e intereses intelectuales de las respectivas pocas, sin lograr, ms all de su in-ters y validez, respuestas definitivas a la compleja realidad del mito.

    Aunque nuevas aproximaciones limitadas y parciales sirvieron para mo-tivar otras investigaciones, creemos que a la fecha seguimos ante una proble-mtica que parece superarnos. Sin descartar estos inconvenientes parece apro-piado trazar un breve panorama para una mejor aproximacin a la realidad del mito en nuestro tiempo y a las dificultades que an persisten.

    Las primeras preocupaciones intelectuales en esta temtica se remontan a la poca de los helenos quienes ya en el siglo VI aC., por medio de Tegenes de Regio y Jenfanes de Colofn, se inclinaban por una visin "fabulosa" de los mitos e iniciaban una interpretacin alegrica que, disfrazando los fen-menos naturales, trataba de hacerlos explicables y comprensibles a sus con-temporneos. Esta lnea de interpretacin de un "lenguaje cifrado" fue conti-nuada dos siglos ms tarde en el mundo helenstico -romano por el celebrado Evmero, quien se anticipara varios siglos al alemn Ludwig Feurbach al sostener que las divinidades no eran ms que la corporizacin de nuestros deseos ms sublimes.

    El tema, como es sabido, no fue ajeno a Aristteles, quien parece haber sido el primero que destac una vinculacin directa entre el mito y la polti-ca, al sugerir que los mitos eran fbulas utilizadas como instrumento de do-minacin. En la Metafsica afirm que "una tradicin que procede de la ms remota antigedad, que nos han transmitido nuestros antepasados y que ha pasado a la posteridad bajo el velo de la fbula, nos dice que los astros son los dioses y que toda la Naturaleza queda contenida por la divinidad". Y en la parte que ms nos interesa agrega: "Todo lo dems son ya cosas fabulosas destinadas a la persuasin de la gente sencilla y vulgar, apaadas para apo-yar las leyes y todo aquello que mire al bien comn"38.

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    El mundo romano y la sociedad feudal y urbana del Medioevo mucho menos teorizantes que la griega no se preocuparon por analizar la temtica de los mitos, lo que no implica que stos hubieran desaparecido ni fueran negados. En el renacimiento de la Antigedad se reinici la preocupacin por estos temas, llegando a su mxima expresin con el racionalismo y funda-mentalmente el consecuente Siglo de las Luces. La nica voz discordante parece haber sido la de Gianbattista Vico (1668-1744), quien rescat los mitos de la "neblina racionalista y fabulosa", aceptndolos como una vera narratio.

    Los "iluministas", de acuerdo con sus prejuicios antireligiosos, as como consideraban a las religiones "supersticiones", catalogaron a los mitos como la expresin natural de una mente inculta y primitiva; tal fue el caso de Fon-tenelle que obviamente no haba ledo o reflexionado sobre las bondades del "hombre natural" ("el buen salvaje") de sus colegas y se anticipaba a los pri-meros evolucionistas. Por otro lado el irnico Voltaire no dudaba en afirmar que el mito era una expresin velada de la protesta de los pueblos subyuga-dos contra sus amos. El curso de "desmitificacin" que comenzaron los ra-cionalistas ilustrados con el deseo de "introducir la razn en el mito, termin por instaurar el Mito de la Razn", como observa Giqueaux39.

    El romanticismo alemn reaccion contra esta visin peyorativa que, al redescubrir los aspectos irracionales del ser humano y revalorizar el pasado, rescat los mitos convirtindolos en una fuente esencial de la cultura. Su re-presentante ms significativo en este campo fue indudablemente Friedrich Schelling, quien basndose en la obra del "simbologista" Georg Creuzer Symbolik und Mythologie der alten Viilker present en Filosofa de la Mitologa y de la Revelacin una concepcin novedosa y de sntesis cultural sobre los mitos (como "teora e historia de los dioses") entendidos de manera "tautogrica", llegando a una interpretacin que elaboraba una nueva disciplina: la mitolo-ga. Esta, en su concepcin idealista, ms que estudiar los mitos se interpre-taba a s misma marcando un punto fundamental en el progreso intelectual del simbolismo. No resulta extrao que sus seguidores llegaran a afirmar rpidamente que esta nueva especialidad deba manejarse con un lenguaje propio. Estos estudios abrieron una nueva lnea de investigacin del mito no racionalista sino intuitiva y en ella han abrevado la mayora de los especialistas contemporneos, sea el simbolista Cassirer, los psiclogos Freud y Jung, los fenomenlogos Van der Leeuw y Otto, el historiador Eliade o el filsofo Ricoeur, por nombrar los ms conocidos.

    Atinadamente observa Cassirer que "las generaciones posteriores a Sche-lling se formaron una idea ms cabal del carcter del mito... Abordaron el problema por el lado emprico, y trataron de resolverlo por mtodos empri-

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    cos... El lingista encontr en l un mundo de palabras y nombres, el filsofo encontr una "filosofa primitiva", el psiquiatra un fenmeno neurtico alta-mente interesante y complicado"4.

    En el siglo XIX, tras las desilusiones de los defensores de una mitologa as-tral y de los pan-babilonistas, el estudio de los mitos qued casi enteramente en manos de los filolgos envanecidos por sus investigaciones sobre el snscri-to y las lenguas indo-europeas y por su deslumbramiento con la comunicacin por medio de signos simblicos, segn surga de sus investigaciones sobre la tradicin oral. Entre ellos debemos destacar a Karl Ottfried Mller, quien de-fenda el trasfondo religioso de los mitos sin considerarlo el origen nicoa la vez que rescataba en el relato, base del mito, el papel fundamental de esa tradicin oral. El autor, tras ratificar la evidencia encontrada en el siglo XIX de que existe una estructura comn de todas las lenguas tanto salvajes como civilizadas adverta que estas formas comunes41, las mticas y las lingsti-cas, se independizan del ser humano y adquieren "vida propia". Esta concep-cin de la realidad de raz kantiana tuvo una importancia trascendental para el estructuralismo y fue llevada a su mxima expresin por Lvi-Strauss, quien en nombre de "las estructuras" lleg a negar la existencia del hombre mismo, considerado por l como un invento del siglo XVIII.

    Sayce discpulo de Mller en Oxford, anticipndose a una visin mu-cho ms antropolgica y precursora en su Universidad, escriba en Principios de Filologa Comparada: "como el espritu humano y la vida de los pueblos sal-vajes son aproximadamente los mismos por todas partes, no debe asombrar-nos que los temas mticos de casi todas las naciones sean similares y obedezcan en general a las mismas leyes" o sintetizando "todos hemos sido arrojados en el mismo molde"42.

    Max Mller, aceptando que el lenguaje, a diferencia del mito, se maneja con la lgica, en sus Nuevos estudios de mitologa lleg a una conclusin inge-niosa, los mitos son "enfermedades del lenguaje" (entendido ste como un mecanismo de comunicacin a travs de smbolos abstractos), o sea aspectos negativos del mismo. Bien lo describe Cassirer cuando aclara que "de este modo se presenta a la mitologa como patolgica, as en su origen como en su esencia. Es una enfermedad que empieza en el campo del lenguaje, y que luego se difunde, en una peligrosa infeccin, por todo el cuerpo de la civilizacin humana"43.

    Aunque pareciera que los lingistas dominaron gran parte del siglo, muy pronto por influencia del positivismo y del proceso de expansin colonial europeo, surgieron nuevos modos de encarar el tema. Uno de los precurso-res en la revalorizacin "historicista" del mito fue el romanista Bachoffen,

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    quien ya a fines del siglo pasado sostuvo que "en los mitos se deposita el recuerdo de acontecimientos reales, que han ocurrido a la raza humana. Te-nemos ante nosotros, no ficciones sino acontecimientos vividos. Son expe-riencias de la humanidad, expresin de historia realmente acontecida. La historia ha descubierto acontecimientos ms grandes que lo que la fantasa creadora poda inventar"". Para sus seguidores inmediatos, que conformaron la llamada escuela histrico-cultural de antroplogos y etngrafos (Graebner, Schmidt, Schebesta, Gussinde, Koppers), se trataba de rescatar del medio de un mundo de fbulas la verdad histrica que all yaca escondida.

    Esta interpretacin revalorizadora influy sobre pensadores provenien-tes de distintas disciplinas que encararon en este siglo el estudio de los mitos. Tal el caso de antroplogos como Frobenius o Malinowski, simbolistas como Cassirer, psicoanalistas como Jung o historiadores de las religiones como Elia-de; todos ellos deudores de alguna manera de las intuiciones y estudios de Bachoffen y sus discpulos.

    Casi paralelamente a las concepciones decimonnicas que, en ltima ins-tancia, analizaban los mitos como "conjunto de ideas" en contraste con la rea-lidad sensorial que no permita percibir un saber mtico ajeno a las categoras kantianas, tambin influy sobre los estudios de los mitos el desarrollo de una concepcin que revalorizaba el papel de la intuicin en contraposicin al exce-sivo racionalismo. Esta corriente fue desarrollada fundamentalmente por el filsofo Henri Bergson, quien fue acusado por sus crticos de haber biologiza-do el mito al convertirlo en "conductas instintivas reprimidas".

    Bergson lleg a escribir que "la inteligencia amenaza entonces romper en ciertos puntos la cohesin social, y si la sociedad debe subsistir, hace falta que en estos puntos haya un contrapeso para la inteligencia. No pudiendo ser este contrapeso el instinto mismo, puesto que su lugar est ocupado jus-tamente por la inteligencia, es necesario que una virtualidad de instinto, o si se prefiere el residuo del instinto que subsiste alrededor de la inteligencia produzca el mismo efecto; este instinto no puede obrar directamente, pero puesto que la inteligencia trabaja a base de representaciones, suscitar repre-sentaciones 'imaginarias' que contrapesen la representacin de lo real y que logren, por medio de la propia inteligencia, contrarresta