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Pesca a la inglesa

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PESCA A LA INGLESA

Aunque esta modalidad en España ha sufrido una enorme transformación para adaptarse a nuestras aguas y a nuestras especies, a veces dedicamos peque-ños artículos pensados para las riberas y pequeños lagos donde la inglesa toma su verdadero origen como bandera. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, debemos adaptarnos a las técnicas que mejor van en nuestro país y así, los artículos de pesca a la inglesa suelen pasear por todo un abanico de posibilidades relacionadas con el uso de sus flotadores, de sus carretes y de laslas propias cañas, así como a técnicas relacionadas con formas de cebar y forma de clavar y tratar a los peces.

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Cuando llegan los fríos del invier-no, los barbos de gran tamaño aparecen “en manada”. La temperatura del agua hace que los peces pequeños busquen una estabilidad en su temperatura corporal que les queda prácti-camente inactivos. Hay que pasar el invierno lo mejor que se pueda y en el caso de animales de sangre fría, se trata de adaptar su cuerpo a unas temperaturas que son excesivamente bajas para que ellos mantengan su actividad habitual. Tras pasar todo el otoño alimentán-dose durante muchas horas al día, los peque-ñazos han creado una buena capa de grasas que les servirá para pasar el invierno siempre que no realicen esfuerzos que signifiquen gas-tar energía. Durante ese tiempo frío, además, las probabilidades de encontrar comida para ellos son muy bajas: casi toda su alimentación procede de procesos de cambios en las larvas de insectos que habitualmente comen y que en estos meses simplemente no existen; los demás elementos de su dieta están también casi des-aparecidos porque necesitan de mayor tempe-ratura en el agua; por tanto, los pequeños bajan enormemente su actividad y sólo en casos de encontrar un buen cardumen en sus cuarteles de invierno a los que les cae la comida delante de sus bocas, es posible realizar buena cantidad de capturas.

La situación descrita anteriormente para los pequeños nos es tan válida para los grandotes. Para empezar, su cuerpo es mucho mayor y, por tanto, guardan un mayor nivel de temperatura; para continuar, parte de su comida sigue activa o es más fácil de encontrar y, de hecho, a partir de cierto peso, todos los inactivos pequeños se convierten en objetivo de los grandotes que saben que, ingerir un pez de éstos les asegura varios días de alimentación. A todo ello, se une el hecho fundamental de la mayor dificultad que tienen para pasar el invierno con sus grandes estómagos vacíos.

El otro factor que hace que la situa-ción que tratamos hoy se dé cada invierno es el agrupamiento que se produce en esta época en el caso de los barbos que pasan del kilo de peso. Es una situación típica de río, aunque en pantanos también ocurre en menor grado. Lo cierto es que no se sabe muy bien por qué ocurre: se tienen sensaciones, que no razones, de ello y entre otras está la mayor facilidad de encontrar alimento cuando se agrupan; también

está aquel razonamiento que indica que, cuando no hay miles de bocas pequeñas compitiendo por la comida, les resulta más fácil poner en funcionamiento sus aspiradoras y pasear lenta-mente limpiando el fondo de todo lo que en él se deposita, vivo o muerto, cumpliendo esa función de “basureros del río” por la que son famosos los barbos de mediano tamaño hacia arriba.

LOS ESCENARIOS

Lo cierto es que es bastante fácil dar con ellos. Si tenemos un río en el que el barbo esté presente en buen número durante todo el año, la búsqueda del escenario idóneo para la técnica de la que vamos a hablar se facilita enormemente.

Siempre se trata de charcos que se sitúan entre dos corrientes sin ser necesaria-mente lo que se denominan “charcos madre” sino lo que conocemos por charcos interme-dios.

La descripción orográfica de un río de los nuestros es sencilla: partimos de una zona de correntía con poca profundidad en la que el río vacía a un charco más profundo situado anteriormente: esta zona de correntía suele ser de fondo de guijarros y, sobre todo, cantos rodados. Tras la correntía, tenemos dos posi-bilidades: o bien ésta desemboca en uno de los denominados charcos madre, es decir, aquellos que, además de recibir agua, tienen agua que brota en sus profundidades procedente de los acuíferos naturales del río cuyo nivel ha roto la correntía. Esta zona tiende a tener un suelo en el que se han ido depositando con el paso de los años gran parte de todo lo que arrastra la correntía mencionada. Esta situación significa que su suelo tiene una capa de lodo, general-mente muy pegajoso y sin comida en su fondo, pero con una capa de entre 4-5 centímetros que llega hasta incluso treinta centímetros de gro-sor y que no es otra cosa que el nuevo lodo que está en proceso de asentamiento y en la que sí suele haber abundante comida. La corriente en estos charcos madre es casi inexistente y, a no ser que las profundidades medias del charco sean muy grandes, la poca corriente suele estar situada lateralmente.

La otra posibilidad tras las correntías es lo que denominamos un charco intermedio.

Sus características se sitúan entre las de una correntía y las de un charco madre. De la correntía, hereda la gran cantidad de comida disponible y el fondo que suele contener mucha piedra, casi siempre en forma de cantos roda-dos; del charco madre hereda una parte de los depósitos que se asientan sobre las piedras formando un fondo muy rico que está, ade-más, en proceso de constante cambio debido a la corriente. Tras este charco, al igual que tras los charcos madres suele venir otra nueva correntía.

Son los charcos intermedios los que nos interesan por encima de cualquier otro tipo de escenarios. Los barbos grandes, simplemente los adoran. En ellos les resulta muy fácil encon-trar comida porque la corriente, generalmente suave en gran parte de su recorrido, les está trayendo constantemente todo lo vegetal, lo vivo y lo muerto que sea comestible. Como los pequeños están en sus cuarteles de invierno, la competencia es prácticamente nula y cuando llega este momento, se agrupan y pueden dar jornadas inolvidables de pesca.

LAS TÉCNICAS

Una gran ventaja que ofrece la situa-ción del escenario y de los peces que habla-mos hoy, es la posibilidad de elegir distintas técnicas de pesca a cual más divertida. Son charcos idóneos para la enchufable cuando se encuentran puestos en los que la profundidad supera los dos metros a distancia de la “vara”. Así mismo, si buscas un lugar para divertirte de forma bestial con la técnica de feeder fis-hing, estos charcos intermedios son los mejores. Simplemente el tipo de corriente que tienen, que hace casi todo el trabajo de presentación por ti, la profundidad que no suele superar los dos metros y medio y por tanto permite el uso de cualquier feeder llegando abajo con toda la carga, etc., hacen que sean lugares geniales para feeder fishing.

Pero, para los que nos gusta la pesca a la inglesa en su más pura esencia, es decir, con flotador fijo y todo lo que ello conlleva y que ahora trataremos, estos lugares son auténticos paraísos, sobre todo cuando se trata de pezacos como los barbos grandotes.

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se estira en el fondo de una corriente suave mucho mejor que uno corto. La segunda razón de su longitud viene indicada por el grueso de los bajos de línea. Si hablamos de bajos de línea de diámetros entre 0,10 y 0,12 milímetros, para poder clavar con seguridad evitando roturas, necesitamos más longitud para absorber el cla-vado que con diámetros superiores.

Insisto, si quieres usar flotadores mayo-res e hilos más gruesos, hablamos de otra forma de pescar estos animales. Que también funciona es obvio pero que no es lo que describimos, es aún más cierto. Tu eliges las sensaciones que quieres tener con una y otra forma porque se parecen como un huevo a una castaña: la una requiere de manejo, habilidad y estar en guar-dia el 100% del tiempo porque, de lo contrario, tendrás roturas. Esta forma que presentamos te dejará sentir cada pequeño movimiento, cada nueva dirección que el barbo decida tomar; la otra no te permite ir más allá de saber que, al otro lado de tu caña, hay un barbo diciendo que no con su cabeza, sin nadar y poniendo como única resistencia su propio peso: al final, acabará viniendo como un palo que, a veces, se mueve. Tienes que elegir.

LOS ANZUELOS

El tema de los anzuelos tiene una rela-ción directa siempre, y esta no es una excep-ción, con el cebo y la cantidad de cebo a utilizar así como con el propio peso del anzuelo.

Un anzuelo más allá del nº 14 atado al tipo de línea que vamos a describir, es una barbaridad. Claro, si vas a utilizar un grano de maíz más una lombriz de tamaño mediano, o quieres utilizar cuatro o cinco gusanos en el anzuelo, necesitarás un anzuelo que pese más para equilibrarse en la presentación con el peso del propio cebo o, de lo contrario, la presenta-ción no será la adecuada. La relación entre el peso del anzuelo, la cantidad de cebo que lleva y el arrastre de la corriente (o su inexistencia), es la que hace que la presentación final del cebo sea la correcta: por eso, en muchas ocasiones, simplemente bajar el tamaño del anzuelo es la solución mientras que en otras, a lo mejor es subirlo lo que hace que todo cambie.

Utilizaremos anzuelos adecuados a la pesca del barbo, es decir, que tengan un “hie-rro” que no se doble ni se abra con facilidad. Una vez cumplida esa condición, el tamaño del anzuelo oscilará entre un número 20 para situaciones de un gusanito, hasta un número 14 para pequeños vagos de maíz, un par de

gusanos pequeños o incluso tres o una lombriz de tamaño pequeño: la prueba y sus errores te dará la solución.

EL MONTAJE

Con todo la anterior, el montaje es, en realidad, simple como verás en el diagrama que te ofrece varias posibilidades. Por tanto, no dejes que te ocurra como a muchos que, tras pasar por detrás de quien está haciéndolo bien, sale con la idea de que no es el montaje, que es muy sencillo, sino el hecho de que tienes peces y él no, lo que hace la diferencia.

El secreto, en realidad, está en saber “tropezar”. Los lechos de este tipo de charco intermedio son suaves, es decir, su composición, ya explicada, es a base de lodos que cubren ligeramente cantos rodados: un reino perfecto para las bocas de barbos y carpas que revuel-ven ese fondo llegando a las piedras sin pro-blema alguno, hasta el punto de que acaban produciendo una auténtica tormenta de burbu-jas, especialmente las carpas, en su búsqueda de comida.

Queremos tropezar, es decir, que nues-tro flotador se atasque y se suelte, a veces sólo, eso es lo idóneo, y a veces, teniéndolo que sol-tar nosotros. La ventaja de que se atasque el flotador es que así conseguiremos que el cebo del anzuelo se mueva a la misma velocidad que se mueve en el fondo blando el cebo suelto que lanzamos, básicamente gusanos pegados. No digamos ya cuando se trata de maíz lanzado con tirador que está estático en el fondo.

Las picadas deben sobrevenir cuando se producen las sueltas y, si no es así, necesi-taremos alargar el bajo hasta que el bajo “ten-ga vida propia” durante los atascos. Por eso verás que hay longitudes distintas de bajos en el diagrama.

Hay que ser conscientes de que el manejo de la línea, necesario a todas luces, debe significar control sobre ella, es decir, que un ligero movimiento de nuestra muñeca en la caña, produzca un movimiento inmediato más o menos intenso según queramos, en el flota-dor y, como resultado en el resto del montaje. Para conseguir control, hay que pescar siempre buscando la mayor cercanía posible: si puedes pescar a quince metros, mejor que a treinta.

LOS MATERIALESAl estar en pleno invierno, los barbos,

por muy grandes que sean tienen poca fuerza y sus musculosos cuerpos, ateridos por el frío, no ejercen la presión que habitualmente ponen en otras épocas del año. Por esta razón, nos permitiremos pescar con materiales mucho más débiles de los que tendríamos que utilizar para sujetar y capturar a estas criaturas extraor-dinarias.

LA CAÑA

Buscamos una caña de acción parabó-lica que sea lo más sensible que se pueda en el sentido de tener control total sobre el punto exacto de lanzado y, sobre todo, que nos permi-ta un buen clavado sin roturas de los elementos que vamos a utilizar.

La longitud de la caña en este caso no juega un papel determinante. La caña idónea es la de 4,20 metros aunque 3,90 o incluso menos también son perfectas para lo que queremos. Pasar de 4,20 en este tipo de pesca no tiene sentido porque, además, las cañas de 4,50 tie-nen una sensibilidad de lance y de clavado muy distorsionada para flotadores pequeños e hilos por debajo del 0,16 mm de grosor.

EL FLOTADOR

Tenemos dos posibilidades básicas. Si se trata de una zona del charco en la que no tenemos corriente en la orilla, es decir, que la corriente con la que tendremos que luchar será muy poca porque apenas si invadimos el borde de la corriente, podremos utilizar flotadores

rectos de inglesa. Mucho más sensibles que los flotadores con cuerpo, nos permiten controlar perfectamente la técnica del “tropezón” de la que hablaremos tras describir los materiales. No necesitamos su sensibilidad para la picada porque las picadas en esta técnica son tremen-damente fáciles de clavar pero sí necesitamos estar seguros de que cualquier movimiento del flotador nos describe perfectamente qué está pasando en el fondo con nuestro aparejo.

Sin embargo, si se trata de pescar corrientes moderadas o incluso medias, de las que hay que huir para esta técnica, ya necesita-remos un flotador con cuerpo. Algunos, cuando llega esta circunstancia, se empeñan en aplicar esta técnica incluso con corrientes mediana-mente fuertes o incluso fuertes ¿Se puede? Pues claro que sí pero hay que empezar a pensar en otras técnicas más adecuadas. Si tenemos una corriente ya más fuerte, significa que los barbos se ven obligados a gastar energía para permanecer en ella y estos grandotes son muy listos y prefieren buscar la comida en aguas un poco más calmadas donde su propio peso, unido a ese magistral uso de la natación que tienen los barbos en las corrientes, les permite estar sin apenas gasto energético mientras limpian el fondo y comen lo ocasional que viene aguas abajo a una velocidad asequible para tragarlo sin apenas gastar energía.

Por todo ello, en el caso de los flotado-res con cuerpo, hablamos de flotadores de pesos ligeros situados entre los 5 y los 10 gramos y que apenas soportan más allá de un gramo en la línea. Además, con los hilos que vamos a utilizar, pesos superiores a los comentados, significarán roturas en el lance. Hablamos de una pesca delicada que utilizamos intenciona-damente aunque el colega de al lado también los coja con aparejos muy superiores: lo nuestro

es intencionado para disfrutar de ello, es decir, no vamos a por carne y ya está.

LOS HILOS

Para esta técnica lo idóneo es utilizar hilos en el carrete entre 0,12 mm y 0,16 mm siendo el mejor, casi siempre el diámetro de 0,14 mm.

Necesitamos un hilo que hunda perfec-tamente con una simple vuelta de manivela, sin necesidad de tener que lanzar quince metros más allá de la zona de pesca para poder hundir-lo todo. No se trata de decir marcas ni modelos porque todas las marcas tienen hilos buenos de este estilo. Sin embargo, tienes que ser cuida-doso con la elección porque, cuando bajamos de diámetros de 0,18 mm las cosas cambian, a veces incluso con el mismo hilo. La composición de los hilos de inglesa para hundirse contiene elementos que en los diámetros gruesos son fáciles de colocar pero en los diámetros más bajos la situación cambia bastante. Si tu hilo no se hunde en treinta metros de línea con un par de vueltas de carrete, simplemente no vale para la situación de la que hablamos, o al menos no es el idóneo.

En cuanto a los bajos de línea, cuando hemos conseguido meter a los peces en el pes-quil, debo recordaros que hablamos de peces grandotes. Los grandes son muy listos uno a uno pero, cuando se unen en “bandada”, se vuelven descuidados y, si luchan por una comi-da muy centrada, se tragan casi todo lo que pongas en lo que a hilos se refiere. Por esta razón, muchos utilizan herramientas y mate-riales que les dan resultado siendo mucho más gruesos en calibres y diámetros. Debo insistir de nuevo en que buscamos una forma concreta de pescar que da unas sensaciones distintas. Y eso desaparece cuando aumentamos los calibres y diámetros de todos o de parte de los elemen-tos del montaje. Si lo que quieres es arrastrar como palos a los barbos grandes en esta época, simplemente usa el feeder fishing que te dará oportunidades distintas de sensaciones diferen-tes a las que buscamos.

Nuestros bajos de línea van a ser, como veréis en los montajes, extraordinariamente lar-gos. La razón de una longitud nada habitual de los bajos estriba en dos factores fundamenta-les: el primero de ellos es la presentación. Nece-sitamos que, durante las “paradas” y “sueltas”, es decir, los tropezones que describiremos des-pués, nuestro bajo de línea se estire y, en contra de lo que alguno pueda pensar, un bajo largo

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CEBADO Y TROPEZONES

Hay lugares donde la cantidad de peces es tal, como en caso, por ejemplo, del charco de Los Pollos en Badajoz, que cuando llega esta época esta técnica vale simplemente con tropezar, independientemente de cómo se cebe siempre que no se hagan burradas.

Sin embargo, para hacer las cosas bien, debemos dar no una, ni dos, ni tres, sino diez o doce pasadas sin cebo antes de cebar y pescar, hasta estar seguros de en qué puntos tropezamos bien y en cuáles no tropezamos sino que nos enganchamos. Cuando estemos seguros de controlar TODO el recorrido que queremos y de que tropezamos a nuestro gusto, decidiremos el punto de cebado.

Nuestro cebo básico deben ser los gusa-nos pegados, a ser posible con piedrecitas. El uso de las piedrecitas no viene marcado en este

caso por la necesidad de peso para llegar con la bola compacta al fondo. Las usamos porque, a la hora de deshacerse la bola en el fondo, las piedras ayudan a que el proceso se ralen-tice soltando los gusanos poco a poco y no en trozos de gusanos que llevan diez o doce de ellos juntos mientras bajan antes de deshacerse completamente.

Hay quien usa engodo de inicio. Yo, personalmente, creo que cuando buscamos bar-bos con esta técnica, todo lo que vaya más allá de lanzar una composición de casi cualquier engodo que suponga menos de un 80% de tierra y 20% de engodo comestible, es una barbari-dad. Sólo necesitamos llamar la atención de los peces y centrarlos en una zona en la que hay algo que comer. Así, de paso, eliminamos en lo posible tener a las carpas, si merodean por allí, intentando adueñarse del puesto. Nosotros que-remos barbos y queremos barbos grandes y a ellos no les gusta gastar energías en esta época del año peleando con peces pequeños y con las

malditas carpas que ponen sus aspiradoras en marcha, levantan todo el lodo y dejan el pesquil casi impracticable para los barbos.

Comenzaremos con varias bolitas, entre tres y cuatro, de gusanos pegados…, y espera-remos a ver qué pasa. Si los barbos aparecen, el ritmo de cebado debe estar acorde con el tama-ño y las picadas. Hablamos de peces grandes y cuando están encima del cebo de carne que les estamos dando, para una mañana buena en picadas y sin pérdidas de ritmo, necesitare-mos entre tres y cuatro litros de gusanos, algo impensable con otra técnica en estos momentos del año ¡Se lo comen todo!

Ya, querido amigo, sólo queda que eches un vistazo a nuestro diagrama, te cojas tu caña y tus aparejos, busques ese charco intermedio en zona de barbos y, respetando el uso de hilos y anzuelo adecuados, te prepares a disfrutar de la aventura de sacar unos pocos de barbazos en medio del gélido invierno ¡A disfrutar!

Ronda del Valle, 7Montijo (Badajoz)676 82 68 92

ESPECIALISTAS ENPESCA DE COMPETICIÓN