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El Colegio de MichoacánPerspectivas de género en las ciencias sociales.
Profra: Dra. Dominique Raby Germán Leyva Valdez.
Lila Abu-Lughod y la jaula de la cultura
Reseña de “Writing against culture” (Lila Abu-Lughod)
Desde los inicios de la antropología el concepto de cultura ha sido una de las principales
herramientas teóricas y metodológicas de una disciplina, cuyos fundamentos nacidos en el
seno de un pensamiento occidental, se esforzaba por conocer y comprender a las llamadas
sociedades primitivas en un supuesto intento de estudiar la vida de la humanidad; aunque
en el fondo este planteamiento apuntaba más a una lógica colonial europea enmarcada en
un etnocentrismo con disfraz de cientificidad.
En este sentido, el profesional de la antropología se convirtió en una especie de voz
autorizada para hablar sobre aquellos pueblos del otro lado del mar, cuyas descripciones
mostraban a las personas como portadores de ciertos comportamientos, costumbres y
prácticas sociales extrañas y exóticas a lo que el europeo por mucho tiempo había
conocido. Paisajes extraños circundaron muchas páginas, haciendo de la antropología un
encuentro con lo desconocido, con una otredad que no podía hablar por sí misma si el
etnógrafo no estaba presente. En esta discusión se enmarca el artículo de Lila Abu-Lughod
que examina una de las relaciones más problemáticas de la antropología cultural: la
distinción entre el yo y el (los) otro(s). Sin embargo, ates de emitir cualquier juicio al
respecto es preciso situar a la autora dentro de un contexto específico.
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¿Quién es Lila Abu-Lughod?
Lila Abu-Lughod nació en 1952, hija de dos académicos en los Estados Unidos, es una
antropóloga americana de origen palestino y judío, profesora investigadora de la
Universidad de Columbia en Nueva York, sus principales líneas de investigación se
refieren a los estudios de género y especialmente sobre mujeres, otros de sus trabajos tienen
que ver con formas de poder y políticas de representación. Por muchos años ha sido una
activista sobre los derechos de las mujeres en el Medio Oriente y especialista en el mundo
árabe, también ha escrito sobre el nacionalismo y los medios de comunicación en Egipto.
Tiene siete libros publicados, de los cuales Veiled Sentiments: Honor and Poetry in a
Bedouin Society su primera obra en 1986, es el más importante de todos. En esa obra ya se
pueden encontrar atisbos de su posterior argumento en Writing Against Culture, pues
concibe la cultura de manera compleja, aspecto difícil de tipificar de manera neutral sin que
se oculten relaciones de poder. Asimismo, esto también se relaciona con sus últimos
trabajos que versan sobre las pretensiones universalistas del liberalismo y los dilemas éticos
y políticos en los discursos de derechos humanos.
¿Por qué escribir contra la cultura?
Writing against Culture apareció como capítulo del libro Recapturing Antropology en
1991, editado por Richard G. Fox. Es un artículo con un planteamiento muy ambicioso y
crítico al mismo tiempo ¿Será acaso que la autora está en contra de las premisas de su
disciplina? Si bien el título sugeriría esa idea, una cosa es atacar los cimientos
epistemológicos y otra muy distinta es tomar distancia de la misma práctica científica. Lo
primero es quitarle legitimidad a la antropología, lo segundo implica generar nuevos
conocimientos y situar en otro lugar algunas de sus principales conceptos. En antropología,
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los conceptos de sociedad cultura han sido los engranajes de diversas corrientes teóricas
como el funcionalismo o el estructuralismo, sólo por mencionar algunas. En este caso, la
autora analiza el de cultura, quizá el más problemático desde el inicio de la disciplina, que
hasta Kroeber y Kluckhohn (1952) dedicaron muchas páginas nada más para enlistar sus
definiciones.
Sin embargo, en ningún momento Abu-Lughod tiene la intención de incrementar la
lista de definiciones, su intención es reflexionar sobre el uso que sus colegas han hecho de
este concepto, y de qué manera “opera en el discurso antropológico para validar las
separaciones que inevitablemente conlleva una jerarquía” (Abu-Lughod, 1991). Es decir,
quien habla por quien y a quienes, el eterno problema de definir a los sujetos de estudio,
veces queriendo encontrar características físicas, somáticas o de comportamiento en un
grupo determinado. ¿Quién es preciso que se defina como tal, el grupo o el antropólogo? A
esto se le suma su incomodidad de que grupos como las feministas y los halfies o
biculturales hayan sido excluidos del debate, precisamente por la forma en la que la
práctica antropológica afecta las concepciones del yo y los otros. Le parece problemático
que no sean tomados en cuenta por el hecho de se que su identidad nacional o cultural sea
producto de varias partes y no sustancia fija y uniforme.
El problema de buscar grupos con rasgos particulares, para encontrar patrones de
similitud y diferenciación. Un humanismo inspirado en la clasificación de la humanidad.
Las feministas y los halfies desafían esta convención y ponen al descubierto situaciones
políticas fundamentadas en esta distinción del yo y los otros. De ahí que los antropólogos
deban empezar a escribir contra la cultura para esclarecer el yo/otros como paradigma
fundante de la antropología.
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Aunado a lo problemático de la cultura se encuentra el feminismo, como una postura
que también obliga a definir un yo pensante en relación a otro. Retoma el análisis de
Strahern (1987) para el caso del feminismo donde el yo se construye a la oposición del otro.
La principal similitud que compartirían el feminismo y la antropología es que ambos
pueden darse el lujo de quitar o dar voz al otro y están atravesados por la dicotomía
occidente/oriente. Ambos están obligados a conservar su identidad como feministas y
antropólogos. Esta no es la única cuestión, se encuentran los halfies y los antropólogos de
origen indígena que estudian sus propias sociedades, donde al mismo tiempo son el yo y el
otro.
Si bien las feministas y los halfies estarían expuestos al mismo problema de distinción
de los antropólogos, nos dice la autora que su ventaja es que dan cuenta del peligro de tratar
a los yos y los otros como dados, las feministas también definen a las mujeres desde la
propia voz que se emite como tal, también congela las diferencias entre los muchos yos que
podrían emerger. El dilema de traspasar las fronteras que nos obligan a pensar en que para
ya no ser yo, quizás tenga que ser el otro, o estar en contacto con él para ser menos yo ¿Qué
tipo de mujer es el otro yo de los hombres? definirme como objeto para saber que soy
sujeto y el otro. Y si se borra esta distinción ¿de qué manera ambos podremos ser sujetos?
¿Quiénes serán la otredad entonces? Por ello, hace un llamado a la reflexión en torno al tipo
de audiencia para la que se escribe, sin olvidar que la antropología hoy en día ya es leída
por más personas que no son especialistas en el área.
Otra de las ventajas es que la implicación de feminismo y antropología, han hecho que
se estudien los entrecruces de la cultura con otras categorías, como el género y la clase
social en los grupos objetos de estudio y en el investigador como alguien que transforma la
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vida del lugar donde trabaja. Aunque halfies y feministas quieran evitar el asunto de su
posicionamiento resulta imposible, pues se entrelazan con la parcialidad del investigador y
la naturaleza de la situación presentada. Esto Abu-Lughod lo entiende con otro problema de
objetividad/subjetividad ¿De qué manera soy mas subjetivo u objetivo, siendo yo o el otro?
La siguiente cita expresa que tomar alguna postura tendría alcances y limitaciones y antes
que emitir juicios de facto o enunciados esencializantes sobre los objetos y sujetos de
estudio, habría que sopesar las posibilidades de congelar las diferencias de ese otro y la
posición de poder en la que nos encontramos, para no crear animadversión irracional a lo
diferente, en el que jamás el otro podrá convertirse en un yo.
Los debates sobre las antropólogas feministas sugieren una segunda fuente de incomodidad sobre la posicionalidad. Aunque se presentan como estudiosas del género son desestimadas ya que sólo muestran un panorama parcial de las sociedades que estudian, porque supuestamente sólo estudian a las mujeres. Los antropólogos estudian a la sociedad sin más nombres (Abu-Lughod, 1991).
Las relaciones de poder están presentes ¿De qué serviría darle voz al otro en el texto y
suprimirlo en la práctica? O quizás darle voz para convertirlo en el mero instrumento de su
poder, para volverlo una especie de nativo enjaulado en un tiempo y espacio específico. Se
alaba la diversidad, pero se niegan las oportunidades de cambio, como si al investigador le
preocupasen que los otros dejasen de ser lo que son o se quisieran volver otro yo legítimo.
Con este examen la autora no pretende decir a sus colegas que están equivocados en sus
afirmaciones, sino que podrían estar siendo presas de un concepto de cultura también
congelado y envuelto en una retórica descriptiva de las descripciones estetizadas del
etnógrafo.
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Tal vez será por su formación e interés por las sociedades orientales que Abu-Lughod
comparte el planteamiento de Eduard Said, acerca de que la eliminación Oriente/occidente
más que diluir las diferencias, dibuja más las formas complejas de cultura en que ambas se
desenvuelven. El concepto de cultura da lugar a modelos sociales para armar y desarmar,
con partes que están entrelazadas y coherentes donde nunca existen las disputas y
divergencias de los individuos.
Al final, la autora nos presenta tres estrategias (prometedoras) para escribir contra la
cultura: 1) Identificar prácticas y discursos, con el peligro de que pudieran convertirse en
sinónimo de cultura, buscar dentro de cada grupo social las contrariedades discursivas y
acciones opuestas que rompen la noción de infinitud cultural; 2) Retoma el punto de vista
de Eric Wolf de ubicar los vínculos y las interconexiones históricas y contemporáneas entre
el contexto de trabajo del antropólogo y la sociedad que se estudia, así como las relaciones
de producción y consumo que lo enmarcan; 3) Como punto final retoma su propuesta de las
etnografías de lo particular, donde a través de la escritura etnográfica se pretende alterar la
cultura y evitar las generalizaciones, para no tipificar los relatos de los informantes.
Alcances y limitaciones de escribir contra la cultura.
Después de revisar el planteamiento y la propuesta de Lila Abu-Lughod pareciera que
las bases de la disciplina se tambalean fuertemente. El proyecto llama la atención porque
pone en vilo a los investigadores que ven en el otro exotizado a un tipo de hombre que
necesita ayuda y echa un vistazo a dicotomías a algunas de las dicotomías fundamentales.
Empero, ¿escribir contra la cultura será ahondar en lo mismo que la autora ha criticado? Es
decir, al no existir la cultura quizás se forje un humanismo que al no enfatizar en las
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diferencias, también encubra relaciones de poder apelando a la igualdad. ¿Debemos negar
que existan diferencias culturales?
Tal vez sería preciso aclarar las formas en las que se utiliza el concepto de cultura, si es
una cualidad inherente a los grupos o es una construcción sociohistórica. Considero que la
autora no ahonda de manera profunda como deberían tratarse las contradicciones
discursivas y prácticas entre los individuos dentro de un mismo grupo, incluso esto podría
convertirse en otro tipo de relativismo que no problematizara las relaciones de los seres
humanos, porque si no los obliga a ver los grupos como entes homogéneos, ¿de qué manera
podrían ser abordados, si no es posible generalizar. Me parece que el término de “etnografía
de lo particular” también se presta a confusiones, pues de cierta manera la particularidad
implicaría diferenciación ¿Cómo escribir situar mis juicios y los de los demás?
Esto podría conducir a otro problema, el de la representación, lo que esos otros estarían
actuando para el investigador en un momento histórico determinado, y que con el tiempo
sería difícil establecer puntos de coherencia. Hablar de culturas o representaciones también
podría aludir a fotografías. ¿De qué manera se podría impedir que discurso y práctica
también se convirtieran en conceptos arbitrarios y totalizantes?
La autora por momentos parece referirse a los halfies y a las feministas como
homogéneas, tampoco se puede hablar de antropólogos indígenas como una categoría
monolítica. También se podría estudiar cómo se manipula este yo y los otros. ¿De que
manera podrían describirse cambios y continuidades? El debate sigue abierto.
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