reorganización del sacerdocio romano tras la instauración de la república

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LA INSTAURACIÓN DE LA REPÚBLICA Y LA REORGANIZACIÓN DE LOS SACERDOCIOS ROMANOS José A. Delgado Delgado Universidad de La Laguna I. Introducción El título del trabajo que me dispongo a exponer reproduce sustan- cialmente el de un artículo publicado en 1917 por Jesse Benedict Carter (1872-1917) 2 , antiguo alumno del gran Georg Wissowa y por entonces director de la Academia Americana de Roma. La intención del autor era presentar un estudio sobre la organización sacerdotal romana en la última época de la Monarquía (“Later Kingdom”) y las transformaciones que sufrió como consecuencia de la instauración de la República. Carter justificaba tal propósito en ese momento atendiendo a la inexistencia de investigaciones sobre el tema, más allá, según decía, de algunas alusiones dispersas en la bibliografía en notas a pie de página. 1 Este texto se presenta como uno de los resultados del Proyecto de Investigación “Metodologías en Historia de las Religiones” BHA 2003-01686 (entidades financiadores FEDER / Ministerio de Ciencia y Tecnología). 2 «The Reorganization of the Roman Priesthoods at the Beginning of the Republic», MAAR, 1, 1915-1916 [1917], 9-17. Se formó con él como especialista en religión de los romanos y bajo su direccción preparó su tesis de habilitación, Epitheta deorum, quae apud poetas Latinos leguntur, Halle, 1902. En esa disciplina publicó The Religion of Numa and other Essays on the Religion of Ancient Rome, London, 1906, y The Religious Life of Ancient Rome, Boston, 1911. Initia Rerum. Sobre el concepto del origen en el mundo antiguo. Málaga, Spicum 2006.

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La instauración de La repúbLica y La reorganización de Los sacerdocios

romanos �

José A. Delgado DelgadoUniversidad de La Laguna

i. introducción

El título del trabajo que me dispongo a exponer reproduce sustan-cialmente el de un artículo publicado en 1917 por Jesse Benedict Carter (1872-1917)2, antiguo alumno del gran Georg Wissowa� y por entonces director de la Academia Americana de Roma. La intención del autor era presentar un estudio sobre la organización sacerdotal romana en la última época de la Monarquía (“Later Kingdom”) y las transformaciones que sufrió como consecuencia de la instauración de la República. Carter justificaba tal propósito en ese momento atendiendo a la inexistencia de investigaciones sobre el tema, más allá, según decía, de algunas alusiones dispersas en la bibliografía en notas a pie de página.

1 Este texto se presenta como uno de los resultados del Proyecto de Investigación “Metodologías en Historia de las Religiones” BHA 2003-01686 (entidades financiadores FEDER / Ministerio de Ciencia y Tecnología).

2 «The Reorganization of the Roman Priesthoods at the Beginning of the Republic», MAAR, 1, 1915-1916 [1917], 9-17.

� Se formó con él como especialista en religión de los romanos y bajo su direccción preparó su tesis de habilitación, Epitheta deorum, quae apud poetas Latinos leguntur, Halle, 1902. En esa disciplina publicó The Religion of Numa and other Essays on the Religion of Ancient Rome, London, 1906, y The Religious Life of Ancient Rome, Boston, 1911.

Initia Rerum. Sobre el concepto del origen en el mundo antiguo. Málaga, Spicum 2006.

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Retomar ahora ese viejo tema me parece que puede ser oportuno, sobre todo si se tiene en cuenta que en el breve estudio de Carter apenas se esbozaban unas pocas de las múltiples y complejas cuestiones que suscita un problema histórico como el tratado. Considérese, además, que tanto por las importantísimas aportaciones de la arqueología como fuente documental, como por la aplicación de nuevos planteamientos metodológicos y teóricos, nuestra comprensión de la historia arcaica de Italia, y en especial de Roma, es mucho más rica y está mejor orientada y fundamentada que la de los historiadores de las primeras décadas del siglo XX. Adviértase, por último, que falta todavía un estudio de con-junto sobre el tema, aunque es cierto que en los casi noventa años que han transcurrido desde la publicación del historiador norteamericano se han tratado y debatido de forma parcial o puntual algunos aspectos, y que estos resultados desde luego han influido positivamente en nuestra percepción de este caso histórico.

Naturalmente todo este avance del conocimiento es, desde un pun-to de vista más amplio, muy relativo, pues el arcaísmo romano sigue plan-teando al especialista actual innumerables problemas de orden político, institucional o social. Así, hago mía la prudente observación formulada por Carter� de que la reconstrucción histórica que aquí propongo será en cierto sentido hipotética, pues es imposible verificar documentalmente todos los detalles y circunstancias que concurrieron en la reorganización de los sacerdocios romanos a comienzos de la República.

ii. rey y sacerdotes durante la monarquía arcaica

II.1. Una aproximación teóricaUrbem Romam a principio reges habuere… Que la ciudad de

Roma fue gobernada por reyes en la primera fase de su historia, como afirma Tácito al comienzo de sus Annales (I, 1), es un hecho que no se puede poner en duda. La unanimidad de la tradición literaria al respecto, la existencia de ciertas instituciones en época republicana de claro origen real (interregnum, rex sacrorum), la festividad del Regifugium (2� de febrero) celebrada en el calendario, la evidencia de la primera topografía

� «The Reorganization of the Roman Priesthoods at the Beginning of the Republic», p. 10.

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urbana (Regia) e incluso documentos epigráficos arcaicos5, son pruebas incontestables de que la forma de gobierno más antigua de Roma fue la Monarquía. A partir de aquí comienzan los problemas para el historiador. La lista real romana, la naturaleza de los reyes mismos y las acciones y hechos que se les atribuyen son cuestiones sobre las que todavía debaten los investigadores. Pero si de los hechos históricos puntuales de esta época pasamos a interesarnos por el orden de la constitución cívico-re-ligiosa de la Monarquía parece que pisamos un terreno algo más seguro. Asumo aquí, pues, la observación que expusiera hace ya más de siglo y medio Joseph Rubino6 (el profesor de Marburg tan admirado por Momm-sen), de que las noticias de orden constitucional se habrían fijado más fielmente en la tradición literaria que las de naturaleza exclusivamente histórica por estar ligadas a las estructuras institucionales de la ciudad y, por tanto, rememoradas continuamente por el ejercicio ininterrumpido de las tareas de gobierno (así como por el propio conservadurismo de tales estructuras, añadiría yo).

Siguiendo este principio metodológico, fundaré mi exposición en la indagación en el viejo ordenamiento cívico de Roma durante la época monárquica y los primeros tiempos de la República. En beneficio de la precisión discursiva me ceñiré estrictamente al tratamiento de aquellos aspectos directamente relacionados con el tema que da título a este texto y con la orientación de las líneas de trabajo que he ideado.

La centralidad en los asuntos religiosos de la ciudad que las fuentes conceden a los reyes romanos es algo difícilmente contestable y desde luego no hay razones ni argumentos para negarla7. La concen-tración de poderes es un hecho contrastado en las monarquías antiguas y existen paralelos muy claros en la situación misma de Roma con la instauración del régimen imperial. La autoridad del rey debía extenderse de alguna manera sobre todo el entramado institucional de la ciudad y debía hacerse sentir en el funcionamiento regular de la vida política y religiosa. Sin embargo el rey no estaba completamente solo en el ejercicio

5 En un fragmento cerámico procedente de la Regia se lee la palabra “rex”; en un cipo inscrito procedente del complejo del Niger Lapis, en el Comicio, se documenta igualmente “recei”. F. Coarelli, Roma (Guide Archeologiche), Roma-Bari, 1995, pp. 65-67 y 97.

6 Untersuchungen über römische Verfassung und Geschichte. Erster Theil. Ueber den Entwickelungs-gang der römischen Verfassung bis zum Höhepunkte der Republik, Cassel, 18�9, pp. vi-vii.

7 Los materiales literarios los recoge exhaustivamente a. SChwegler, Römische Geschichte im Zeitalter der Könige, Tübingen, 185�, pp. 516-808; más recientemente, P.M. Martin, L’idée de royauté à Rome. De la Rome royale au consensus républicain, clermont-Ferrand, 1982, pp. 75-120.

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de las funciones propiamente cultuales, pues tampoco se pueden dejar de atender como auténticas las noticias que mencionan la existencia de diferentes sacerdocios en esta época, por más que se pueda poner en duda que su origen se deba a una decisión real expresa (tal como aparece en los relatos de Dioniso de Halicarnaso o plutarco8).

Ahora bien, lo que es bastante más difícil de determinar es la naturaleza y formas precisas que adquiría tal autoridad religiosa del rey, sus límites y sobre todo las relaciones institucionales y funcionales que vinculaban la Monarquía a los sacerdocios públicos. Cuando se pretende indagar, en definitiva, en la cuestión de los poderes y atribuciones especí-ficos que la constitución monárquica otorgaba en materia religiosa al rey y a los sacerdotes y a los vínculos que establecía entre el primero y los se-gundos, las fuentes son realmente mucho más imprecisas y ambiguas.

Plantearé una primera aproximación general a estos problemas atendiendo a ciertas pautas que parecen reconocerse en la religión de los romanos desde una época remota y también a determinadas tendencias que se observan en la propia monarquía como órgano institucional.

En mi opinión parece indudable que el reconocido carácter normativo de la religión de los romanos se había forjado ya en la época de los reyes. Quiero decir con esto que considero que desde la más alta antigüedad la práctica cultual romana estuvo regulada minuciosamente por una trama compleja de usos, normas, prescripciones y leyes, tal y como ya comprobamos en época republicana. Todo este saber ritual, codificado progresivamente por escrito y en continua evolución9, no pudo ser nunca posesión exclusiva de un monarca que debía atender a múltiples tareas de gobierno y cuya sucesión, además, no estaba sometida a un principio hereditario estricto10. Esta situación implica la necesidad de la existencia de especialistas que asumiesen la gestión de tal conocimiento técnico y garantizasen en consecuencia el escrupuloso cumplimiento de todos los preceptos que exigía la práctica cultual oficial. Quedaría así justificada históricamente la presencia de pontífices y augures junto al

8 Dion. Hal., Ant. Rom., 2.21; 2.6�-7�; Plut., Num., 9-1�.9 Cf. J.a. DelgaDo DelgaDo, «Ex decreto sacerdotum. La responsabilidad de los colegios sacerdo-

tales romanos en la renovación de la tradición religiosa», en iDeM, Dioses viejos – dioses nuevos. Formas de incorporación de nuevos cultos en la ciudad antigua, Las Palmas de Gran Canaria, 2006, 89-100.

10 Sobre las condiciones, criterios y procedimientos de la sucesión real: P.M. Martin, L’idée de royauté à Rome, pp. 5-67.

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monarca, al que los uniría una relación funcional tal vez no muy distinta de la que vinculaba a estos sacerdotes con los magistrados y el Senado durante la época republicana. Unos y otros habrían sido esencialmente bajo los reyes lo que fueron en el sistema republicano: asesores del monarca en materia de sacra et auspicia, las dos grandes secciones en que se ordenaba la práctica cultual oficial11. Pero la competencia para tomar decisiones y ordenar acciones concretas sería exclusivamente del monarca, la única autoridad de la ciudad con atribuciones ejecutivas (se recordará, al paso, que en la República los sacerdotes jamás gozaron de imperium, en posesión exclusiva de los magistrados12).

ii.2. Ordo sacerdotum

II.2.1. Transmisión del texto, autor y fuentesEl marco interpretativo que acabo de esbozar, basado fundamen-

talmente en consideraciones de orden teórico, deja todavía sin explicar tanto el papel preciso del rey como agente activo en la práctica cultual como los lazos de dependencia institucional que unían al monarca con los sacerdotes. Para abordar estas dos cuestiones capitales mi guía básica será la voz “ordo sacerdotum” del léxico de Festo. Aunque se trata de un texto conocido y aparece citado con cierta frecuencia en la bibliografía, creo que la importancia histórica que tiene para el tema que aquí me ocupa no ha sido destacada suficientemente. se me permitirá, antes de descender al análisis del pasaje en cuestión, una breve introducción a la propia transmisión de la obra en la que se incluye, al autor y su forma de trabajo, pues reviste una cierta importancia en la orientación argumental que propondré.

“De verborum significatu” ha llegado hasta nosotros en un único manuscrito, el codex Farnesianus, fechado en el siglo XI y conservado en Biblioteca Pública de Nápoles (nº IV. A. �). Cuando el poeta de origen griego Manilius Rhallus lo redescubrió (no hay certeza de su proceden-cia) hacia 1�76, ya estaba sensiblemente mutilado y no se conservaba

11 Cic., Nat. D., �.5.18: “Cumque omnis populi Romani religio in sacra et in auspicia divisa sit…”.12 Ni siquiera el pontifex maximus, a pesar de la influyente opinión de th. MoMMSen en este sentido

(Römisches Staatsrecht II, Leipzig, 1887³, pp. 18-7�; aceptada por g. wiSSowa, Religion und Kultus der Römer, München, 1912², pp. 511-51�). Léase al respecto el fundamental estudio de J. BleiCken, «oberpontifex und pontifikalcollegium. Eine studie zur römischen sakralverfassung», Hermes, 85, 1957, ��5-�66.

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ninguna voz anterior a la letra M. Posteriormente, aunque también en el siglo XV, sufrió más daños en un incendio, quemándose enteramente sus bordes y con ellos las columnas exteriores del texto. La irresponsable manipulación de la obra por parte del humanista Pomponius Laetus, que la tuvo en su poder algún tiempo, ocasionó daños adicionales. Aquel incendio afectó al lema “ordo sacerdotum”, y se perdieron las palabras decisivas que permitían entender el sentido preciso del texto. Así pues, una de las más delicadas cuestiones que contemplar es su restitución. En este caso no resulta de ninguna ayuda el epítome que paulus Diaconus hizo de la obra hacia fines del siglo Viii, conservado íntegramente y en varios manuscritos, pues entre el material de Festo que excluyó se encuentra esta voz1�.

Aún en este estado mutilado la obra es una fuente de conocimiento de extraordinario valor acerca de cuestiones topográficas, históricas, ins-titucionales, legales y religiosas y en ocasiones, como es precisamente el lema que nos ocupa, aporta una información única sobre dichos temas.

sextus pompeius Festus, del que apenas sabemos que debió vivir hacia fines del siglo ii d. e. (originario de narbo?)1�, utilizó como texto base para su glosario la obra homónima del anticuario y gramático de época augustea Verrius Flaccus15, que no ha sobrevivido. No es posible conocer con precisión lo que a él le debe y en qué medida Festo fue origi-nal, pero, y es lo que aquí quisiera destacar, la obra contiene abundantes referencias a los autores y obras consultados16. Es de especial interés para el tema que aquí me ocupa constatar la notable representación de los grandes juristas y especialistas en “antigüedades” de la República Tardía y comienzos de la era Imperial (Ateius Capito, Antistius Labeo, Sulpicius Rufus, Mucius Scaevola, Varro)17, así como la relativa fre-cuencia de citas de documentos sacerdotales o de tratados de derecho pontifical y augural18.

1� En la introducción a su edición de Festo (Sexti Pompei Festi. De verborum significatu quae supersunt cum Pauli epitome, Lipsiae (MCMXIII), III-XXVIII), w.a. linDSay ofrece todos los detalles sobre la historia de la transmisión del texto.

1� r. helM, «sex. pompeius Festus», RE, XXI 2, 1952, 2�16-2�19.15 a. Dihle, «M. Verrius Flaccus», RE, VIII A2, 1958, 16�6-16�5.16 Véase el “index scriptorum” de la edición de w. M. linDSay, Sexti Pompei Festi. De verborum

significatu, pp. 565-57�.17 Sobre esta literatura véase e. rawSon, Intellectual Life in the Late Roman Republic, London, 1985,

pp. 201-21�, 2��-2�9.18 Commentarii fetialium (178); commentarii sacrorum (pont.) (152, 160, �6�, �9�); libri augurales

(298, ��2, �28, ��6); libri pontificum (20�, �88). M. Antistius Labeo, De iure pontificio (16�, 29�,

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Por la naturaleza y contenido del texto, que enseguida estudiaré, me parece probable que el origen último de la información que transmite procede del tabularium o archivo pontifical. Ya en otro lugar estudié la técnica diplomática del colegio pontifical, y traté de demostrar que los pontífices (a través de un personal especializado) podían producir copias oficiales de documentos de sus archivos a petición de otras instituciones e incluso de particulares19. Es posible, naturalmente, que en la cadena de transmisión de la noticia haya habido alguna alteración en la forma original del documento. En este sentido, si observamos la estructura del texto (véase el “Apéndice”), parecen distinguirse dos partes en él: la pri-mera (ordo deorum … supra pontificem) tiene un claro tono descriptivo y presenta sobriamente la jerarquía sacerdotal; la segunda (Rex, quia pontentissimus … rerum divinarum humanarumque) es decididamente explicativa y aclara los fundamentos de tal jerarquía. Tal vez la diferencia de estructura indica que el texto que tenemos es el producto de al menos dos ambientes creativos: la primera parte remitiría al archivo pontifical; la segunda a las tradiciones exegéticas de los anticuarios de fines de la República y primera época Imperial. Pero he de reconocer que es tan poco lo que se sabe de los documentos oficiales de los colegios sacerdotales romanos y de su técnica compositiva, por no decir del trabajo de casi todos los anticuarios republicanos, que mi propuesta anterior no puede ser sino una hipótesis de trabajo sujeta a discusión.

II.2.2. La restitución del textoLa restitución del fragmento mutilado del texto será la cuestión

que me servirá de tránsito de su estudio externo al de su contenido.Se estima que la laguna en la columna de texto del manuscrito

equivale a entre siete y doce letras20, de tal manera que la restitución debe, en primer lugar, tener en cuenta ese límite físico. El primer editor que sugirió una conjetura para ese vacío fue el gran Karl Otfried Müller; en su edición de Festo (véase el “Apéndice”) proponía leer <ordine, ut

298, �7�, �76); Appius Claudius Pulcher, Auguralis disciplina (�86); C. Ateius Capito, De iure pontificio (144). Todas las citas, salvo indicación expresa, se refieren a la paginación de la edición de Lindsay.

19 «la legislación pontifical sobre los alimentos empleados en la práctica cultual romana: un modelo de gestión documental»”, en D. Segarra (coord.), Connotaciones sacrales de la alimentación en el mundo clásico, Madrid, 200�, 15-�2. Quizás no carezca de interés apuntar, además, que Macrobio (Sat., 1.15.21) consideraba a Verrio Flaco como “iuris pontificii peritissimus”.

20 Véase el aparato crítico de la edición de Lindsay en el “Apéndice” de este trabajo.

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deus>. La lectura fue aceptada en la edición actual de referencia, la de Wallace M. Lindsay de 191� (véase el “Apéndice”), y es generalmente respetada en la bibliografía especializada. Sin embargo, aunque creo que efectivamente esta es la restitución más convincente, su aceptación pasa por explicar una serie de problemas aparentes e implica una serie de consecuencias históricas que habría que poner en evidencia.

Dos eminentes, aunque ya casi olvidados, estudiosos de comien-zos del siglo XIX avanzaron algunas importantes ideas sobre las implica-ciones de la conjetura de Müller. Julius Athanasius Ambrosch21 señalaba que la jerarquía sacerdotal parecía tener una base teológica, pues tenía como fundamento el rango de los dioses a los que servía cada sacerdote; implícitamente aceptaba, en consecuencia, la existencia de una jerarquía divina. ludwig Mercklin, por el contrario (y sin conocer el texto del pro-fesor de Breslau), se mostró inicialmente22 reticente a aceptar la lectura de Müller, pues creía que el principio de la jerarquía de los dioses sólo podía ser aplicable a los tres flamines. A su vez, formuló la restitución alternativa <epulis ut>, con lo que interpretaba que la jerarquía se refe-riría a la posición de cada cual en los banquetes de los dioses, relegando el principio teológico. En un texto posterior2� otorgó mayor confianza a la conjetura de Müller, aunque objetaba ahora a la tesis de Ambrosch (que ya conocía) que el criterio de la jerarquía divina no parecía poder adoptarse en el caso del pontifex maximus24. La solución residía para Mercklin en entender la superposición dos principios de orden en el texto festino: uno teológico, aplicable al rex y los tres flamines, es decir a la realidad arcaica de la Monarquía; el otro histórico, aplicable al pontifex maximus y resultado de la República. El quinto lugar de este último se explicaría porque su origen es posterior a rey y flámines y sus tareas sacerdotales subordinadas –atendiendo a su principio de sacralidad– a las de los anteriores, por más que políticamente éstos estuviesen bajo la autoridad disciplinaria de aquél.

21 «Quaestionum pontificalium. caput primum», en Index scholarum in Universitate Litterarum Vratislaviensi, Vratislaviae, 18�8, �-12.

22 Die Cooptation der Römer. Eine sacralrechtliche Abhandlung, Mitau-Lepzig, 18�8, p. 89.2� «ueber die Anordnung und Eintheilung des römischen priesterthums», Bulletin de la Classe des

Sciences Historiques, Philologiques et Politiques de l’Académie Impériale des Sciences de Saint-Pétersbourg, 10, 1852, 28�-289.

2� Aquí ya había aceptado las pruebas aducidas por J.a. aMBroSCh («Quaestionum pontificalium. caput primum», p. 4), que justificaban la asociación del rex al dios Jano.

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Las posiciones más recientes se mueven en torno a las tesis de uno u otro historiador. Ludwig Preller25, Joachim Marquardt26, Georg Wissowa27 y, de una forma más elaborada en el marco del sistema ideo-lógico indoeuropeo de las tres funciones, georges Dumézil28, admiten el criterio del rango de los dioses como principio organizativo del ordo sacerdotum tal como lo presenta Festo. por su parte el mismo jesse Carter29, Santo Mazzarino�0 y Kurt Latte�1 invocan el principio de la precedencia en los banquetes, oponiéndose vigorosamente los dos últimos al criterio teológico.

II.2.3. Análisis histórico-religiosoLas cuestiones de fondo que suscita el texto festino son de orden

político-institucional, teológico-rituales y cronológicas (es decir, histó-ricas). Por una parte interesa determinar el ordenamiento institucional al que remite el texto, es decir, si refleja una realidad monárquica, repu-blicana o reúne elementos de las dos formas de gobierno. Será crucial para ese fin descubrir la identidad de ese rex al que se refiere el pasaje. Por otro lado, habría que estudiar la naturaleza de la articulación que se establece entre los sacerdotes integrados en el ordo; esta tarea implica una revisión del panteón romano más antiguo.

la antigüedad de la realidad reflejada en el pasaje queda fuera de toda duda, así como también el ambiente público al que remite y al que ya aludí, y en mi opinión se ha de excluir cualquier interpretación que trate de ver en él una mera reconstrucción literaria tardía. El propio lema “ordo sacerdotum” sitúa por sí solo al texto en un contexto institucional, pues alude a una jerarquía u orden de precedencia oficial, tal como se reconoce en otras expresiones afines del ordenamiento cívico romano�2.

25 Römische Mythologie. I, Berlin, 1881�, pp. 6�-6� y 121-122.26 Römische Staatsverwaltung. III, Leipzig, 1885�, pp. 25-27.27 Religion und Kultus der Römer, pp. 22-2�.28 La religion romaine archaïque, Paris, 197�2, p. 155.29 «The Reorganization of the Roman Priesthoods at the Beginning of the Republic», p. 1�.�0 Dalla monarchia allo stato repubblicano. Ricerche di storia romana arcaica, Milano, 2001

[19�5], pp. 57-58 y 217, n. 2 (proponiendo la restitución “ordo sacerdotum aestimatur deorum <in cerimoniis (sic) ut > maximus quisque”).

�1 Römische Religionsgeschichte, München, 1960, pp. �7 y 195-197.�2 Como “ordo tribuum” (Cic., Leg. agr., 2.79.5), que indica el orden de sucesión en que votan las

tribus, establecido por el procedimiento del sorteo público; cf. l. MerCklin, «Ueber die Anordnung und Eintheilung des römischen priesterthums», p. 284. no alude en ningún caso, sin embargo, a un “ordo” específico integrado por sacerdotes y afín a expresiones como “ordo senatorius” u “ordo equester”; en Roma nunca los sacerdotes formaron un “ordo” semejante al de senadores o

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En cualquier caso es obvio que este ordo sacerdotum sólo liga a un conjunto concreto de sacerdotes, y ha de pensarse por esta razón que entre ellos debía haber una solidaridad específica, probablemente de naturaleza a la vez funcional e institucional (es decir, oficial). si se asume esta posición y a ella se añade el manifiesto principio jerárquico que preside el ordo, la impresión que se obtiene es que nos encontramos ante una realidad sólo atribuible al período monárquico. Es un hecho bien conocido que en el período republicano los flámines y el rex formaban parte del colegio pontifical y se encontraban bajo la jurisdicción específica del pontífice máximo��.

En mi opinión, pues, el rex de Festo sólo puede ser el monarca de la época real romana y no el rex sacrorum de la República. El rey arcaico fue efectivamente un sacerdos, y no hay más que recabar los muchos datos que ofrece la tradición literaria sobre ello�� o notar la existencia misma del antedicho rex sacrorum, pero igualmente ejercía como soberano en el resto de las múltiples facetas que exigían las ta-reas de gobierno. Festo usa un calificativo verdaderamente significativo para resumir esa concentración de poderes propia sólo de reyes y que les otorgaba preeminencia: pontentissimus. Es muy revelador constatar la frecuentísima asociación en las fuentes latinas entre el adjetivo y la realeza en su más claro sentido de poder, fuerza, autoridad y soberanía. Así los reyes persas, partos, helenísticos, los reyezuelos galos, germanos o númidas son calificados como potentes (al igual que también insignes caudillos o jefes militares contra los que combatió Roma e incluso los propios cónsules)�5. Un sacerdote como el rex sacrorum, excluido de

caballeros. Cf. C. niColet, «les ordres romains: définition, recrutement et fonctionnement», en iDeM, Des ordres à Rome, Paris, 198�, 7-21; J. SCheiD, «le prêtre et le magistrat. Réflexions sur les sacerdoces et le droit public à la fin de la République», ibidem, 243-280. nótese finalmente, que en la mención de un ordo sacer[dotum] domus Aug(ustae) palat(inae) (CIL VI, 2010), el término ordo se aproxima semánticamente a album, pues la inscripción contiene una relación ordenada de los miembros del colegio hacia la últimas décadas del siglo II d.e.

�� a. BouChé-leClerCq, Les pontifes de l’ancienne Rome, Paris, 1871, pp. 289-�05; g. wiSSowa, Religion und Kultus der Römer, pp. 501-52�; F. van haePeren, Le collège pontifical (3ème s. a.C. – 4ème s. p.C.), Bruxelles-Rome, 2002, pp. 79-107.

�� a. SChwegler, Römische Geschichte im Zeitalter der Könige, pp. 6�8-6�9; P.M. Martin, L’idée de royauté à Rome, pp. 75-120 y, naturalmente, n.D. FuStel De CoulangeS, La cité antique, Paris, 198� [186�], pp. 202-205.

�5 “… Apud eos fuisse regem nostra etiam memoria Diviciacum, totius Galliae potentissimum” (Caes., B. Gall., 2.�.7); “… quid de L. Scipione, qui bellum in Asia gessit Antiochumque, regem potentissimum, vicit?” (Cic., Verr., 2.1.55); “… bellum grave et periculosum vestris vectigalibus atque sociis a duobus potentissimis adfertur regibus, Mithridate et Tigrane” (Cic., Leg. Man., �.1); “… habeatur vir egregius Paulus ille cuius currum rex potentissimus quondam et nobilissimus

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la vida política y militar y con unas limitadas competencias rituales, difícilmente podría ser calificado como potentissimus.

El rey romano, en cuanto sacerdos, debía concentrar sin duda una sacralidad especial y de alguna manera de naturaleza superior a la de los flámines u otros sacerdotes públicos o, al menos, se le habría reconocido frente a ellos una preeminencia en cuestiones sacras. Una interesante y singular noticia que transmite Plinio�6 parece aportar una información adicional sobre esta faceta del rey. Según el texto, todavía en tiempos de Pirro (hacia el 27� a. e.) ciertas decisiones rituales (en este caso, la de incluir el corazón entre los exta con fines adivinatorios) se databan con el nombre del rex sacrorum. Esta suerte de eponimia sacra debe remontar su origen al período monárquico, donde es posible suponer el uso de la datación real (presumiblemente por años de reinado)�7; bajo la República el rex sacrorum heredaría la condición de sacerdote epónimo para fechar determinados hechos vinculados a la práctica cultual y muy probablemente ligados de forma expresa a los ambientes sacerdotales de la ciudad. En mi opinión es más que probable que la información de plinio deriva precisamente del archivo pontifical, pues los pontífices eran quienes estaban al cargo de la documentación relativa a todos los sacer-dotes integrados en el colegio y presumiblemente fue el propio colegio – a través de un decreto- el responsable de la novedad introducida. De la noticia, se infiere�8, además, la existencia de fasti de reges sacrorum, imprescindibles para conservar la memoria del orden de sucesión de quienes ejercieron como tales y su cronología.

Quedaría todavía por tratar la cuestión del principio que ordena-ba el ordo sacerdotum y sobre el que se fundaría la jerarquía oficial a

Perses honestavit” (Cic., Cat., �.21); “Veniebatis igitur in provinciam, unam ex omnibus huic victoriae maxime infensam, in qua rex potentissimus inimicus huic causae” (Cic., Lig., 2�); “ Hac maiores vestri primum universam Italiam devicerunt, deinde Karthaginem exciderunt, Numantiam everterunt, potentissimos reges, bellicosissimas gentis in dicionem huius imperi redegerunt” (Cic., Phil., �.1�); “… Syphace potentissimo rege capto” (Liv., �0.�0.1�); “Artaxerxen, potentissimum regem tam iure quam nomine, fusum fugavimus” (SHA, Alex. Sev., 56).

�6 HN, 11.186: “In corde summo pinguitudo quaedam est laetis extis. Non semper autem in parte extorum habitum est. L. Postumio L. <F>. Albino rege sacrorum post CXXVI Olympiadem, cum rex Pyrrhus ex Italia decessisset, cor in extis haruspices inspicere coeperunt”.

�7 g. wiSSowa, Religon und Kultus der Römer, pp. 509-510, n. 6; S. Mazzarino, Dalla monarchia allo stato repubblicano, p. 58; a. MoMigliano, «Il rex sacrorum e l’origine della Repubblica», en Quarto contributo alla storia degli studi classici e del mondo antico, Roma, 1969, pp. �01-�02; M. BearD - J. north - S. PriCe, Religions of Rome. I. A History, Cambridge, 1998,p. 9.

�8 Como destacara ya J.a. aMBroSCh, Studien und Andeutungen im Gebiet des altrömischen Bodens und Cultus. Erstes Heft., Breslau, 18�9, p. 72, n. 15�.

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la cabeza de la cual estaba el mismísimo rey de Roma. En mi opinión la restitución de Müller cuenta con la ventaja de encontrar un sólido apoyo en las fuentes antiguas y desde luego está en clara armonía con la secuencia de ideas contenidas en el texto.

Creo, para empezar, que se puede demostrar que la jerarquía entre los tres flamines maiores (Dialis, Martialis, Quirinalis), viene determina-da por el rango que se concedía en la época arcaica a los dioses a los que servían. La entrada “Maximae dignationis”, del mismo léxico de Festo, parecer dejar pocas dudas al respecto�9. En ciertas fórmulas oficiales, sin duda arcaicas, la secuencia se encuentra igualmente documentada. Así ocurre en el ritual de los salios�0, en la precatio de la devotio (con la interesante particularidad de que los tres dioses aparecen tras Jano)�1, en la dedicación de los spolia opima�2 o en la conclusión de un tratado por los feciales��. La inferencia natural es que efectivamente existía un antiguo orden de precedencia de los más importantes dioses y que tal orden tenía una consideración oficial en el ordenamiento cívico-religioso romano arcaico. Admitida la existencia de este ordo deorum, nada tendría de anómalo que fuese éste el que determinase la jerarquía de los sacerdotes.

La posición del rex en primer lugar se explica sin problemas desde el punto de vista político-institucional (“quia potentissimus”), pero no resulta inmediatamente evidente en el plano teológico, dado que no se menciona expresamente su relación con divinidad alguna. La vinculación ritual entre el rex y Jano, sugerida originalmente por Am-brosch�� y aceptada por buena parte de la investigación moderna�5, me

�9 1��: “Maximae dignationis Flamen Dialis est inter quindecim flamines, et cum ceteri discrimina maiestatis suae habeant, minimi habetur Pomonalis, quod Pomona levissimo fructui agrorum praesidet pomis”.

�0 “Salios qui sunt in tutela Iovis, Martis, Quirini” (Serv., Aen., 8.66�).�1 “‘Pontifex eum togam praetextam sumere iussit et uelato capite, manu subter togam ad mentum

exserta, super telum subiectum pedibus stantem sic dicere: ‘Iane, Iuppiter, Mars pater, Quirine, Bellona, Lares, Diui Nouensiles, Di Indigetes, Diui, quorum est potestas nostrorum hostiumque…” (Liv., 8.9.5-7).

�2 “Pro primis spoliis bove, pro secundis solitaurilibus, pro tertiis agno publice fieri debere… Iovi Feretrio darier oporteat…Secunda spolia, in Martis ara… Tertia spolia, Ianui Quirino agnum marem caedito…” (Fest., 204); “Possumus et, quod est melius, secundum legem Numae hunc locum accipere, qui praecepit prima opima spolia Iovi Feretrio debere suspendi, quod iam Romulus fecerat; secunda Marti, quod Cossus fecit; tertia Quirino, quod fecit Marcellus…” (Ser., Aen., 8.860); además Plut., Marcell., 8.9.

�� Pol., �.25.6.�� «Quaestionum pontificalium. caput primum», p. 4. �5 l. MerCklin, «ueber die Anordnung und Eintheilung des römischen priesterthums», p. 287; l.

Preller, Römische Mythologie. I, p. 6�, n. 1; J. MarquarDt, Römische Staatsverwaltung. III, pp. 25-26; g. wiSSowa, Religion und Kultus der Römer, pp. 2�, 10�-10�; a. roSenBerg, «Rex sacrorum»,

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parece todavía el razonamiento más aceptable. Recuérdese que el rex sacrorum republicano sacrificaba un carnero a jano en la Regia el 9 de enero, en el curso del Agonium, y que celebraba un sacrificio mensual en las calendas�6, presididas igualmente por la misma divinidad. Nótese, además, que Jano era la divinidad invocada en primer lugar en las fór-mulas sacrificiales�7. A todo ello se podría añadir que parece responder bien al espíritu de una Monarquía la asociación simbólica entre Jano, el dios de los initia y de la renovación por excelencia, y el rey, de quien en cierto sentido dependería el fluido funcionamiento de la vida cívica. En definitiva, la prioridad de jano – divom deus�8– en el viejo ordo deorum tendría su correlación con la preeminencia del rey en el ordo sacerdotum. Se explicaría así de forma satisfactoria el orden ritual del banquete que señala el texto festino�9, uno de los actos públicos en que se manifestaría la importancia de la jerarquía de los dioses.

He dejado para el final de esta argumentación el caso del pontí-fice máximo, pues es el que presenta más problemas para encuadrarlo en la teoría explicativa que estoy formulando. Podría parecer difícil asumir que la posición de este sacerdote en la jerarquía se explique por su vinculación a una determinada divinidad, sobre todo porque su esfera de competencia en época republicana está claramente ligada a la gestión colectiva de los sacra ciudadanos, y no a un dios en particular50. Paralelamente sería posible también cuestionarse la existencia misma de un pontifex maximus ya en época de la Monarquía arcaica, sobre todo

RE, I A1, 191�, col. 72�; r. SChilling, «Roma», en y. BonneFoy, Diccionario de las mitologías. III, Barcelona, 1997 [1981], p. �20. Para g. DuMézil, La religion romaine archaïque, p. ��9, sin embargo, lo que concierne de Jano al rex sacrorum es únicamente “son aspect d’ouvreur du temps”; su posición refuerza las dudas de F. van haePeren, Le collège pontifical , p. 90. Cf. J. Carter, «The Reorganization of the Roman Priesthoods at the Beginning of the Republic», pp. 11-12.

�6 sacrificio en la Regia: “Dies Agonales per quos rex in regia arietem immolat, dicti ab ‘agon’, eo quod interrogatur a principe civitatis et princeps gregis immolatur” (Varro, Ling, 6.12); “Agonium dies appellabatur, quo rex hostiam immolabat…” (paul-Fest., 10); además ov., Fast., 1.�18. sacrificio en calendas: “Romae quoque Kalendis omnibus, praeter quod pontifex minor in curia Calabra rem divinam Iunoni facit, etiam regina sacrorum, id est regis uxor, porcam vel agnam in regia Iunoni immolat, a qua etiam Ianum Iunonium cognominatum diximus, quod illi deo omnis ingressus, huic deae cuncti Kalendarum dies videntur adscripti” (Macrob., Sat., 1.15.19).

�7 “…principem in sacrificando Ianum esse voluerunt” (Cic., Nat. D., 2.67); cf. J. MarquarDt, Römische Staatsverwaltung. III, p. 26, n. 5.

�8 Así es calificado en el antiquísimo carmen saliare (Varro, Ling., 7.27); también como deum deus (Macrob., Sat., 1.9.1�).

�9 También Gell., NA., 10.15.21 (“Super flaminem Dialem in conuiuio, nisi rex sacrificulus, haut quisquam alius accumbit”) y Serv., Aen., 2.2 (“Non enim licebat supra regem sacrificulum que-mquam accumbere”).

50 Véase más arriba la temprana posición crítica de l. Mercklin y su hipótesis interpretativa.

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teniendo en cuenta el paralelo de la era Imperial, en la que el emperador asume siempre tal función sacerdotal.

Esta aparente irregularidad podría explicarse si se la entiende realmente como un anacronismo, suponiendo que serían los propios pontífices ya en época republicana quienes habrían insertado de forma artificial en el viejo ordo al pontífice máximo (pues no hay que olvidar que el texto de Festo probablemente deriva de un documento pontifical), anticipando una figura que cobraría importancia en el curso de la Repú-blica51. Pero hay todavía alguna posibilidad de creer en la originalidad – antigüedad – de esta referencia. Si se contempla al pontifex maximus en su relación histórica con las Vestales y el culto de Vesta52 , se podría ver en el pasaje la interesante simetría formada por el rex, ritualmente ligado al dios de los initia y por ello en el primer puesto de la jerarquía sacerdotal, y el pontífice máximo, muy próximo a una divinidad con la que se cierran las invocaciones en plegarias y sacrificios5�, y por ello en el último puesto del ordo54. En rigor, no es imposible creer en la existencia de un pontífice máximo en época real, que actuase como portavoz o inter-mediario de los pontífices (pues hay que recordar que las fuentes insisten

51 Cf. S. Mazzarino, Dalla monarchia allo stato repubblicano, p. 58.52 l. MerCklin, «Die cooptation der Römer», pp. 71-78; a. BouChé-leClerCq, Les pontifes de

l’ancienne Rome, pp. 292-298; g. wiSSowa, Religion und Kultus der Römer, pp. 507-511; F. guizzi, Aspetti giuridici del sacerdozio romano. Il sacerdozio di Vesta, Napoli, 1968, pp. 100-158; F. van haePeren, Le collège pontifical , pp. 96-106.

5� “… Itaque in ea dea (Vesta), quod est rerum custos intumarum, omnis et precatio et sacrificatio extrema est (Cic., Nat. D., 2.67). Es interesante constatar que en los commentarii de los arvales jano es mencionado siempre en los sacrificios a continuación de Dea Dia (la diosa que preside el lucus de los sacerdotes) y encabezando la relación del resto de las divinidades honradas, que siempre cierra Vesta: J. SCheiD, Commentarii fratrum arvalium qui supersunt, Roma, 1998, nº 9�, I, 2�; 9�, II, �. 9. 1�; 105b, 8. 11; 107, II, 5. 8; 11�, I, 1�. 15; con el comentario de J. SCheiD, Quand faire, c’est croire. Les rites sacrificiels des Romains, Paris, 2005, pp. 60-8�. Cf. J. Mar-quarDt, Römische Staatsverwaltung. III, pp. 26-27; g. wiSSowa, Religion und Kultus der Römer, pp. 23, 103 (“janus bildet zusammen mit Vesta ein uraltes götterpaar, und das römische Ritual schrieb vor, dass bei allen Opferhandlungen, gleichviel welchem Gotte sie galten, in der Reihe der insgemein angerufenen Gottheiten Janus die erste und Vesta die letzte Stelle einnehmen müsse”); g. DuMézil, La religion romaine archaïque, p. �29.

5� F. van haePeren, Le collège pontifical , p. 91, se muestra muy crítica con la formulación wissowiana de esta hipótesis, pues le parece difícil considerar al pontifex maximus como sacerdote de Vesta. Nótese que aquí no presupongo tal cosa, pues me parece evidente que la relación que unía al rey y al pontífice con jano y Vesta respectivamente no era de la misma naturaleza que la que asociaba a los tres grandes flámines con júpiter, Marte y Quirino. éstos últimos eran, en sentido estricto, sacerdotes de sus respectivas divinidades, pues estaban adscritos exclusiva y permanentemente a su culto; desde luego no fue este el caso del rex o el pontifex. Ahora bien, no se puede negar la importancia cultual de la particular relación que unía al monarca con Jano y la que presumible-mente vinculaba al pontífice máximo con Vesta y las Vestales; en la vieja teología podría haberse considerado suficiente tales circunstancias como para justificar la asociación sugerida en el texto de Festo –según la restitución de Müller–.

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– verosímilmente - en que desde los orígenes formaban colegio) ante el rey y que tal vez incluso pudiera suplirlo en algunas de sus actividades cultuales55. En ese caso, quizás podría pensarse que fue ya bajo la propia Monarquía cuando comenzaron a establecerse las relaciones entre ese sacerdote y las Vestales, que ciertamente adquirirían su forma y sanción definitiva sólo con el advenimiento de la República56.

Expuesta toda la argumentación anterior se comprende que me resulte mucho más difícil justificar la hipótesis de carter, Mazzarino o Latte y entender que el fundamento del ordo sacerdotum es tan sólo el orden en el banquete de cada cual, como si tal orden no fuera necesaria-mente el reflejo de una situación teológica o ritual subyacente y no fuera un orden seguido de forma regular en el curso de otras ceremonias.

iii. La instauración de la república y la reorganización de los sacerdocios

III.1. Estado de la cuestión El rex-sacerdos del texto de Festo sobrevivió al regnum, aunque

ciertamente no con la misma identidad que poseía durante la Monarquía. Dice livio57: “Rerum deinde [del nombramiento de los primeros cónsules de la República] diuinarum habita cura; et quia quaedam publica sacra per ipsos reges factitata erant, necubi regum desiderium esset, regem sacrificolum creant. Id sacerdotium pontifici subiecere, ne additus nomini honos aliquid libertati, cuius tunc prima erat cura, officeret”.

Permítaseme que la discusión de la naturaleza de la transfor-mación de uno a otro rex que describe sumariamente Livio la ciña al

55 En este sentido, a. BouChé-leClerCq, Les pontifes de l’ancienne Rome, p. 9; cf. g. DuMézil, La religion romaine archaïque, p. 12�; a. SChiavone, «I saperi della città», en a. MoMigliano - a. SChiavone (eds.), Storia di Roma. I, Torino, 1988, pp. 558-560. Durante la República el colegio pontifical aseguraba la continuidad de las prácticas rituales de los sacerdotes incluidos en el colegio cuando alguno de ellos, por razones diversas, no las ejecutaba: “Saepe pontifices Dialia sacra fecisse si flamen valetudine aut munere publico impediretur” (Tac., Ann., �.58).

56 No pongo en duda aquí la autoridad del rey sobre el sacerdocio vestal, sobre la que insiste la tradición literaria (l. MerCklin, «Die cooptation der Römer», p. 71; P.M. Martin, L’idée de royauté à Rome, pp. 107-110). Sugiero simplemente la posibilidad de una delegación de ciertas competencias reales en beneficio del pontífice máximo (plut., Num., 9.5: pont. max. como “epískopos” de las Vestales bajo la Monarquía de numa), que adquirirían su forma institucional y jurídica definitivas tras la desaparición de la Monarquía. Cf. J. north, «Religion in Republican Rome», en The Cambridge Ancient History VII, 2, Cambridge, 1989, p. 61�; M. BearD - J. north - S. PriCe, Religions of Rome. I, pp. 57-58.

57 2.2.1-2.

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marco estrictamente de lo religioso, pues no es posible aquí un debate más amplio sobre el proceso histórico que condujo a Roma de la Monar-quía a la República. Bastará con indicar, al menos para contextualizar escuetamente mis argumentos, que las posiciones fundamentales de la historiografía moderna se atienen a tres modelos interpretativos básicos: a) evolución gradual de las formas institucionales monárquicas a las republicanas (a través de magistraturas intermedias como el dictator o el praetor maximus– con paralelos en el mundo itálico)58; b) transición rápida y revolucionaria que creó ex nihilo un ordenamiento original basado en un sistema de magistraturas colegiadas59; c) combinación de episodio revolucionario, que acabaría con la Monarquía, con proceso evolutivo a través del cual se pasaría de las primeras magistraturas ex-traordinarias (magister populi / equitum) a otras regulares y ordinarias (praetores / consules)60.

El primer modelo es sin duda el que inspiró a Kurt Latte61 su co-nocida teoría de la “revolución pontifical” (cuya idea última se encuentra ya, aunque bajo una forma mucho menos elaborada, en el trabajo de Jesse Carter62). Imaginaba el autor alemán que la expulsión del último rey dio paso a un largo período de tensión, no culminado hasta c. �50 a.e., durante el cual el pontifex maximus fue absorbiendo los poderes sacros del viejo monarca hasta lograr someterlo a él y a los flámines a su auto-ridad disciplinaria. Ni un solo indicio documental apoya mínimamente la existencia de tal revolución y, como ha visto bien georges Dumézil6�, tal construcción hace difícilmente imaginable la vida religiosa de la ciudad durante un período de siglo y medio.

El modelo revolucionario, que implica una lectura literal de la tradición literaria, ha sido adoptado por la mayor parte de la doctrina

58 w. ihne, Forschungen auf dem Gebiete der römischen Verfassungsgeschichte, Frankfurt, 1847; a. SChwegler, Römische Geschichte im Zeitalter des Kampfs der Stände. Von der Gründung der Republik bis zum Dezemvirat, Tübingen, 1856, pp. �2-20�; g. De SanCtiS, Storia dei Romani. I, Torino, 1907, pp. �98-�20.

59 th. MoMMSen, Römisches Staatsrecht II, pp. 1�-15; a. MoMigliano, «Il rex sacrorum e l’origine della Repubblica», pp. �95-�02; t. Cornell, Los orígenes de Roma (c. 1000 – 264 a.e.), Barcelona, 1999 [1995], pp. 255-28�; a. lintott, The Constitution of the Roman Republic, Oxford, 200�, pp. �0-�2.

60 S. Mazzarino, Dalla monarchia allo stato repubblicano, passim. Cf. F. De Martino, Storia della costituzione romana. I, Napoli, 1958, pp. 175-199; F. CaSSola - l. laBruna, Linee di una storia delle istituzioni repubblicane, Napoli, 1979², pp. 57-76.

61 Römische Religionsgeschichte, pp. 195-197.62 «The Reorganization of the Roman Priesthoods at the Beginning of the Republic», pp. 12-1�.6� La religion romaine archaïque, pp. 116-125.

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moderna6� para explicar la figura del rex sacrorum, entendiendo que “la limitazione dei re ai sacra non fu il risultato di lenta evoluzione, ma di precisa e rivoluzionaria legislazione”65. Pero revolución no conlleva ne-cesariamente originalidad, y ya Arthur Rosenberg66 se encargó de indicar la existencia de precedentes griegos de reductio ad sacra y de cómo tales casos pudieron ser conocidos en Roma hacia el momento de la caída de la Monarquía. Siguiendo esta línea, Arnaldo Momigliano67 contempla la posibilidad de que los reges sacrorum que se conocen en las antiguas ciudades del Lacio68 pudieran haber servido como modelos para Roma.

Recientemente Tim Cornell69 ha propuesto una interpretación alternativa (basada parcialmente en la reconstrucción de Filippo coarelli sobre el complejo de la Regia, atrium y aedes Vestae y domus publica), según la cual “los dos últimos monarcas fueron tiranos (o magistrados vitalicios) que se hicieron con las riendas del poder y redujeron el papel del rey a la esfera puramente ceremonial, dejándolo languidecer en la Regia con el título de rex sacrorum”. su hipótesis, en definitiva, presenta al rex sacrorum como una herencia institucional que recibiría la República de la desaparecida Monarquía.

III.2. Un modelo interpretativoTodas estas teorías, independientemente del crédito que se les

conceda, tienen en común la preocupación por explicar los hechos y el ambiente histórico concretos que determinaron la desaparición del viejo rex-sacerdos y el nacimiento del rex sacrorum, dejando en cierto sentido al margen el estudio de las transformaciones estructurales en las relacio-

6� n.D. FuStel De CoulangeS, La cité antique, pp. 291-296; g. wiSSowa, Religion und Kultus der Römer, pp. 50�-505; a. roSenBerg, «Rex sacrorum», col. 721-722; g. DuMézil, La religion romaine archaïque, pp. 12�-125; J. north, «Religion in Republican Rome», pp. 610-615; M. BearD - J. north - S. PriCe, Religions of Rome. I, pp. 5�-61.

65 a. MoMigliano, «Il rex sacrorum e l’origine della Repubblica», p. �98.66 «Rex sacrorum», col. 726. Es justo reseñar que estas analogías entre el mundo griego y Roma ya

habían sido vistas por a. SChwegler, Römische Geschichte im Zeitalter des Kampfs der Stände, pp. 11�-11�; también C. aMPolo, «Analogie e rapporti fra Atene e Roma arcaica. Osservazioni sulla Regia, sul rex sacrorum y sul culto di Vesta», PP, 26, 1971, ���-�60 (especialmente pp. ��9-�57). Cf. n.D. FuStel De CoulangeS, La cité antique, pp. 28�-296.

67 «Il rex sacrorum e l’origine della Repubblica», pp. �95-�99.68 Una relación actualizada de los testimonios de reges sacrorum se encuentra en mi contribución

«Priests of Italy and the Latin Provinces of the Roman Empire», en ThesCRA V, 2005, p. 122. Sobre los reges sacrorum de Mauritania Cesariense y Numidia, única evidencia de este sacerdocio en provincias, véase mi estudio en Elites y organización de la religión en las provincias romanas de la Bética y las Mauritanias: sacerdotes y sacerdocios (BAR 72�), Oxford, 1998, pp. �5-�0.

69 Los orígenes de Roma, pp. 27�-28� (la cita es de la p. 28�).

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nes que vinculaban al rex con el resto de los sacerdocios públicos70, que es la cuestión que aquí me interesa más.

Para abordar este problema histórico, ya como último estadio de este trabajo, rescataré el espíritu del texto de Livio que antes citaba. Según su relato, una de las primeras novedades que los patres de la República introdujeron en el ordenamiento institucional del recién fundado régimen fue la creación del sacerdocio del rex sacrorum, preocupados según parece por que ciertas actividades sacrales regias tuvieran continuidad, pero conscientes de la necesidad de limitar su capacidad de actuación lo sometieron a la autoridad del pontífice máximo. Aún con toda su sim-pleza, la interpretación liviana contiene, en mi opinión, los elementos fundamentales de una teoría explicativa bastante verosímil.

La abolición del regnum, probablemente hacia finales del siglo Vi, implicaría necesariamente una reflexión por parte de los dirigentes de la República de la cuestión de la transmisión de los antiguos poderes reales. Urgiría especialmente buscar una solución para que determinadas prácticas cultuales ligadas específicamente a la Monarquía no fuesen in-terrumpidas, por lo que tiene bastante sentido pensar en la creación de un sacerdocio específico y que ésta se produjo en los primeros momentos de la época republicana. ciertos sacrificios y ceremonias que había oficiado el rex-sacerdos romano desde un tiempo inmemorial en beneficio de la “salud” del Estado (vinculados especialmente al culto de Jano), no podían interrumpirse durante demasiado tiempo sin grave peligro para la pre-servación de la propia “estabilidad” de la ciudad. La vieja realeza debía, pues, ser conservada en el nuevo ordenamiento cívico para mantener vivo un programa cultual que asegurara la continuidad de unos ritos sin duda de especial valor simbólico para los romanos; tal medida, a su vez, propi-ciaría una transición menos traumática entre el antiguo orden y el nuevo.

Nada tendría de anómalo que en los momentos en que se abordaba esta cuestión los padres fundadores hubiesen tenido en cuenta las solu-ciones adoptadas ante similares situaciones por ciudades de su entorno geográfico o ámbito cultural, y hubiesen modelado al rex sacrorum siguiendo patrones griegos, del Lacio antiguo o incluso de Etruria. Lo cierto es que al menos entre los griegos (en realidad los únicos casos

70 Son excepciones J.B. Carter, «The Reorganization of the Roman Priesthoods at the Beginning of the Republic», pp. 12-17; g. DuMézil, La religion romaine archaïque, pp. 12�-125; J. north, «Religion in Republican Rome», pp. 610-61�.

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sobre los que tenemos información precisa) se conoce también la estricta prohibición de ejercer cualquier cargo público o participar de la vida po-lítica que se exigiría al nuevo sacerdote romano (recuérdese, por ejemplo, al arconte basileus ateniense)71. Naturalmente tal medida convenía al espíritu de un sistema republicano y desde luego no se debe minimizar la importancia de esta lectura política de la norma, pero también es coherente en cierto sentido con la singular sacralidad que los romanos confirieron al sacerdocio, pues de este modo se evitaría la contaminación de sus acciones rituales. Tanto las condiciones exigidas para el acceso al sacerdocio como el modo de selección y asunción de la función sacerdotal parecen ser pruebas de la voluntad expresa de acercar el rex sacrorum a los más sagrados de los sacerdotes romanos: flámines y Vestales. los candidatos debían ser necesariamente patricios, casados según la vieja ceremonia sacra de la confarreatio, seleccionados por el pontífice máximo y, finalmente, inaugurados en solemne ceremonia augural72.

Quedaba todavía por resolver la delicada cuestión de la nueva posición que ocuparía el rex sacrorum en el marco de la organización sacerdotal de la recién nacida República. Parecía claro que deberían permanecer al margen de su competencia todas aquellas atribuciones que tuviesen que ver directamente con las tareas de gobierno del antiguo rey, tanto en su faceta estrictamente política como en la de supervisión de cultos y sacerdocios. De esta manera, la capacidad de la toma de auspicios del monarca fue transferida a los nuevos magistrados y, a la par, se sub-vertía el antiguo ordo sacerdotum, integrando al rex sacrorum, flámines y Vestales en el colegio pontifical (haciéndolos depender directamente del pontifex maximus). Tras esta última medida pudo subyacer también el deseo de mantener al menos simbólicamente el principio arcaico de solidaridad del antiguo rey con los grandes flámines, los pontífices y las Vestales. No me parece tampoco del todo imposible que la tutela que a partir de este momento ejercería el pontífice máximo sobre tales sacerdocios se sustentara en ciertas competencias en este sentido que ya pudiera haber disfrutado en la época monárquica.

71 Dion. Hal., Ant. Rom., �.7�.�; Plut., Quaest. Rom., 6�. 72 Sobre las condiciones de acceso al sacerdocio: l. MerCklin, «Die cooptation der Römer», pp. 78-

8�; J. MarquarDt, Römische Staatsverwaltung. III, p. �22, n. 5; a. roSenBerg, «Rex sacrorum», col. 722-72�.

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la continuidad de los colegios pontifical y augural, que ya desde la época monárquica actuaban como cuerpos de expertos en las dos grandes áreas del culto público, sacra et auspicia, aseguraba el mante-nimiento del orden en estas cuestiones, de tal manera que no debieron suscitarse problemas al respecto. Ahora bien, los colegios alcanzaron una independencia y autonomía que seguramente no tuvieron bajo los reyes, evidenciada por el propio sistema de cooptación interna, al margen de cualquier intervención exterior, que conocemos durante buena parte de la República7�. En adelante, los miembros de dichos colegios gozarían por tales razones de gran prestigio y de una proyección pública cada vez más acusada. Pero, a la vez, se creaba una nueva red de relaciones institucionales y funcionales entre los sacerdotes, el Senado y los ma-gistrados que gobernaban la República. El principio constitucional de la distribución de las responsabilidades públicas y de la interdependencia entre quienes las asumían posiblemente fue fijado ya por los primeros padres de la República.

Las viejas sodalidades sacerdotales de luperci, salii o fratres arvales, con unas funciones rituales muy específicas y puntuales y con una posición marginal en la vida pública de la comunidad, no se habrían visto afectadas por el cambio de régimen político, de tal manera que du-rante la República seguirían manteniendo la misma estructura interna y competencias cultuales que ya poseían durante el período monárquico.

El otrora pontentissimus rex, apartado de la vida política y mi-litar del Estado, permanecería en adelante al margen de las actividades públicas que concedían honor y fama a los miembros de las familias aristocráticas de la ciudad, y la memoria de su existencia misma dejó de tener interés para los historiadores de las grandes gestas del pueblo romano. Pero desde la Regia o el Comicio, centros rituales por excelencia de la Roma arcaica, el rex sacrorum ejecutaba regular y escrupulosamente viejas ceremonias asociadas a la antigua realeza: aparte del sacrificio anual en la Regia durante el Agonium y el mensual de las calendas a los que ya he aludido, anunciaba en cada una de las nonas mediante un edicto las festividades regulares (feriae statae sollemnes) que habrían de celebrarse hasta las calendas siguientes, oficiaba la ceremonia del

7� Sobre el sistema de selección de los sacerdotes, véase mi texto «Criterios y procedimientos para la elección de los sacerdotes en la Roma republicana», ́ Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, �, 1999, 57-81.

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Regifugium el 2� de febrero y participaba en el oscuro rito celebrado los días 2� de marzo y 2� de mayo designado en el calendario como Q(ando) R(ex) C(omitiavit) F(as)74. Su misión, aparentemente modesta, consistía en perpetuar bajo la República unas tradiciones cultuales que siempre se consideraron necesarias para el mantenimiento del equilibrio del ordenamiento religioso de Roma.

“Partout l’issue de la lutte fut la même; la royauté fut vaincue. Mais il ne faut pas perdre de vue que cette royauté primitive était sacrée. le roi était l’homme que disait la prière, qui faisait le sacrifice… on ne pouvait donc pas songer à se passer de roi; il en fallait un pour la religion; il en fallait un pour le salut de la cité… La royauté fut donc conservée; mais, dépouillée de sa puissance, elle ne fut plus qu’un sacerdoce”75.

iV. apéndice

Carolus Odofredus Muellerus, Sexti Pompei Festi. De verborum significa-tione quae supersunt cum Pauli epitome, lipsiae (MDcccXXXiX), 184.

(19) ordo sacerdotum aestimatur deorum . . . . / maximus quisque. Maximus videtur Rex, dein Dialis, / post hunc Martialis, quarto loco Quirinalis, quinto / pontifex maximus. itaque in † Rex supra om-/ nis accubat. licet † Dialis supra Martialem, et / Quirinalem; Martialis supra proximum. omnes / idem † supra pontificem. Rex; quia potentissi-/ mus. Dialis, quia universi mundi sacerdos, qui / appellatur Dium. Martialis, quod Mars condito-/ ris urbis parens. Quirinalis, socio imperii Roma-/ ni curibus ascito Quirino. pontifex maximus, quod / iudex atque arbiter habetur rerum divinarum huma-/ narumque.

�9 Supple: ordine, ut deus. 22 in] adde: conviviis. 23 Sic et. 25 item

Wallace M. Lindsay, Sexti Pompei Festi. De verborum significatu quae supersunt cum Pauli epitome, Lipsiae (MCMXIII), 198-200.

(29) ordo sacerdotum aestimatur deorum <ordine, ut deus> / maximus quisque. Maximus videtur Rex, dein Dialis, / post hunc Martia-lis, quarto loco Quirinalis, quinto / pontifex maximus. itaque in soliis Rex

7� Sobre este calendario ritual: J. MarquarDt, Römische Staatsverwaltung. III, pp. �22-�25; g. wiS-Sowa, Religion und Kultus der Römer, pp. 10�-10�, ��6-��7 y 515, n. 11; a. roSenBerg, «Rex sacrorum», col. 72�-725; g. DuMézil, La religion romaine archaïque, pp. 18�-186.

75 n.D. FuStel De CoulangeS, La cité antique, p. 28�.

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supra om-/ nis accumbat licet; Dialis supra Martialem, et / Quirinalem; Martialis supra proximum; omnes / item supra pontificem. Rex, quia potentissi-/ mus: Dialis, quia universi mundi sacerdos, qui / appellatur Dium; Martialis, quod Mars condito-/ (1)ris urbis parens; Quirinalis, socio imperii Roma-/ ni curibus ascito Quirino; pontifex maximus, quod / iudex atque arbiter habetur rerum divinarum huma-/ narumque.

29 extimatur de deorum X (non ed. princ.) spat. 7 - 8 litt. W : spat. 12 litt. X: suppl. Mue. 30 quis quia X. deinde aliis W: deindem alios X: deinde dialis ed. princ. 3� hunc] habens X (non ed. princ.) 32 in om. X. soliis scripsi: solus codd.: conviviis solus ed. princ. sup. om. sol. rex X. 33 accumbat licet codd.: accubat. Sed ed. princ.: accubat, sic et Mue.: accubat scilicet Urs. 35 idem codd.: inde ed. princ.: dein Aug.: corr. Urs. 36 qui om. X (non ed. princ.) 37 divum X. � pa*ens W. ante corr. 2 curribus W: om. ed. princ. a scito W¹: asscito W². Quir. po. maximo-que iu. W: Quir. pontifice maximo iu. X (pontifex maximus corr. Y) 3 humanarum divanarumque X (non ed. princ.).