refranes del tiempo en león

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Extracto del libro "Refranes del tiempo en León" del autor Francisco Javier Rúa Ayer

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Refranes del tiempo en LeónFrancisco Javier Rúa Aller

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A mi madre y a Charo por su estímulo y comprensión

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Índice temático

PRÓLOGO . . . . . . 11

INTRODUCCIÓN . 21

EL TIEMPO CRONOLÓGICO . 25 . . EL .AÑO .Y .LAS .ESTACIONES 33 . . El .año 35 . . Las .estaciones . 41 . . LOS .MESES . . 51 . . Enero . . 54 . . Febrero 59 . . Marzo 61 . . Abril . . 66 . . Mayo . . 69 . . Junio . . 72 . . Julio . . 77 . . Agosto . 80 . . Septiembre 81 . . Octubre . 83 . . Noviembre 86 . . Diciembre . 91

. EL .TIEMPO .LUNAR .Y .LAS .FIESTAS .MÓVILES . 99 . . La .Luna . 101 . . Fiestas .móviles . 105

. LA .SEMANA .Y .EL .DÍA 115 . . La .semana 117 . . El .día . . 122 . . EL .SOL .Y .LA .DURACIÓN .DEL .DÍA . 133 . . El .Sol . . 135 . . La .duración .de .la .luz .solar .a .lo .largo .del .año . 139

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.EL TIEMPO METEOROLÓGICO . 161 . . FRÍO, .HELADAS .Y .CALOR 171 . . El .frío 173 . . Las .heladas . 194 . . El .calor 201 . . LLUVIAS .Y .NIEBLAS . 213 . . El .agua .y .la .lluvia 215 . . Pronósticos .de .lluvias . 220 . . La .lluvia .a .lo .largo .del .año . . 240 . . La .niebla . . 255 . . NIEVE, .VIENTO .Y .TORMENTAS . 259 . . La .nieve . 261 . . El .viento 273 . . Las .tormentas . 280

ANEXOS . . . . . . 293

. INFORMANTES .Y .BIBLIOGRAFÍA .CONSULTADA 295

. RELACIÓN .DE .LOCALIDADES .LEONESAS . 309

. ILUSTRACIONES 313

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“No hay peor tiempo que aquel que viene a destiempo”

En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. ¡Qué mejor manera que empezar un texto con las palabras del Libro Sagrado!

Y de la Biblia, cambiando de registro, nos trasladamos a la Teogonía de la antigua Hélade para rememorar el conflicto generacional que se produjo en el cielo de las divinidades griegas entre el padre, Cronos, Señor del Tiempo, con el implacable re-loj de arena y el hijo, Zeus, Señor del Rayo, con un haz de brillantes centellas en su diestra. De esta homérica contienda, Zeus fue el vencedor y al dominar a Cronos, el tiempo, se convirtió en Inmortal y desde su trono en la cima del monte Olimpo pasó a controlar no sólo el tiempo cronológico sino también el tiempo meteoroló-gico de los mortales.

Los refranes y los meteoros

Esta presentación es un trípode que, como su nombre indica, consta de tres patas: los refranes, el verbo o la palabra y el tiempo en su dúplice acepción de tiempo cro-nológico y tiempo meteorológico.

Vamos a indagar, primeramente, sobre el concepto de refrán y sobre la ciencia que se ocupa de los mismos, la paremiología.

El vocablo “paremia” procede del griego oime, que tiene entre otras acepciones la de poema o canto, y de la preposición pará, junto a; por tanto, la más primitiva sig-nificación de paroimía sería, aclaración al sentido general de un poema. El registro

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más antiguo que se conoce data del siglo V a. de C. y se encuentra en el Agamenón de Esquilo y en la Retórica de Aristóteles (circa 329-323 a. de C.). La paremiología, hoy en día, se ocupa, básicamente, del estudio, recopilación y explicación lingüísti-ca de los refranes.

El uso de este tipo de escritos proverbiales está documentado en la historia por los hallazgos arqueológicos efectuados cerca de la actual Bagdad, en donde aparecieron en diversas tablillas cuneiformes, más de 300 proverbios/refranes, procedentes de la cultura Sumeria ya en el segundo milenio a. de C.

En el mundo egipcio, nos encontramos con las Instrucciones de Ptah-hotep, (cir-ca 2450 a. de C.), las Sentencias de los Reyes Meri-ka-re y Amen-em-het y las del escriba Ani a su hijo. También está reflejado este género literario en los preceptos protoindoeuropeos del Rig Veda, los denominados sutras, compuestos por 1.028 himnos sapienciales transmitidos por vía oral entre el 1200 y 1500 a. de C. y reco-pilados en torno al año 800 a. de C. Otro texto a considerar son las Conversaciones de Confucio (compiladas por sus seguidores entre el 202 a. de C. y el 220 d. de C.).

En la Antigüedad clásica aparecen, igualmente, frases sencillas y fáciles de memori-zar: los Gnomai de los Siete Sabios de Grecia, considerando como tales, y dentro de la gran pléyade de figuras relevantes de la Hélade a: Tales de Mileto, Bías de Priene, Pitaco de Mitilene, Solón de Atenas, Cleóbulo de Lindos, Periandro de Corinto y Quilón de Esparta, a los que se atribuyen sentencias de toda índole y condición y de las que realmente se desconoce la autoría: Conócete a ti mismo, Nada es mucho, Óptima es la medida, Preocúpate de las cosas importantes, etc.

Otra fuente de gran importancia en nuestra cultura cristiana es la Biblia que cuenta, con una amplia representación de dichos y sentencias, muchos de ellos reunidos en el Libro de los Proverbios, colección de colecciones atribuido a Salomón y a otros sa-bios de Israel y que adquirió su forma definitiva en el siglo V a. de C.

Miguel de Cervantes pone en boca de Don Quijote estas palabras: “Los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia”. La defi-nición de Cervantes nos indica tres características claves de los refranes: sentencia breve, extraída de la experiencia y aplicada en el momento correcto.

El Diccionario de la Real Academia Española, define refrán como “dicho agudo y sentencioso de uso común”. Rodríguez Marín completa la explicación: “Es un dicho

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popular, sentencioso y breve, de verdad comprobada, generalmente simbólico y expues-to en forma poética, que contiene una regla de conducta u otra cualquiera enseñanza”.

Desde un punto de vista lexicológico, la Academia afirma que la palabra refrán pro-viene de la palabra francesa refrain, si bien con un significado distinto, refrain en francés es estribillo de canción y, en español, es sentencia.

Según el paremiólogo mexicano Herón Pérez Martínez, la ascendencia y uso actual de la palabra refrán tiene raíces en la lengua de Oc, en la que la palabra refranh de-rivaba del verbo refráher, antes fránher (romper), a su vez de procedencia latina: frangere (romper), ya que se refería al rompimiento de la estrofa para hacerla más ágil y menos monótona.

Luis Martínez Kléiser explicita que si la voz española refrán es una asimilación fran-cesa, pese al galicismo, triunfó sobre otros vocablos que en el transcurso del tiempo tuvieron afinidad semántica tales como: fablas, parlillas, patrañas, retraheres, vies-sos, “…pues en las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio y en el Libro de las Armas del Infante Don Juan Manuel, sentó sus reales”.

La historia de la literatura española, de la lírica y de las canciones, revela que el re-curso del refrán en la Península Ibérica, puede datarse a partir de la lírica popu-lar arábigo-andaluza, pues ya Abencuzmán canta dolido de amor: “De las mujeres, como sabes, se gana huyendo de ellas”. Y Gonzalo de Berceo alterna versos con re-franes: “El lino cabel fuego malo es de guardar”, “Oimos la lengua mas el cuer non sabemos”.

La enumeración de la evolución histórica de las colecciones de refranes y refraneros más importantes de nuestra lengua, por pura organización metodológica, se ha si-tuado en los párrafos dedicados a los refranes ya propiamente meteorológicos.

Julia Sevilla, profesora y paremióloga, ha seleccionado una serie de características del refrán español que reúne dieciocho rasgos distintivos, a saber: Agudo, antiguo, basado en la experiencia, bimembre, breve, célebre, con elemento mnemotécnicos, engastado, general, jocoso, metafórico, práctico, popular, repetitivo, sentencioso, unidad cerrada, universal y verdadero.

Uno de los rasgos más interesantes es que muchos de ellos pueden dividirse en dos partes contrapuestas que a menudo presentan paralelismos en la sintaxis y en el ritmo. Estas características estructurales son marcas de oralidad ayudadas por la

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nemotecnia, ya que el metro, la rima, la aliteración y el paralelismo en los refranes no son únicamente elementos artísticos sino también nemotécnicos.

La vida de los refranes depende de su vigencia y de la función social que cumplan, ya que en ocasiones alteran su sentido paremiológico y se adaptan a las nuevas cir-cunstancias al igual que una palabra, en la medida en que son codificaciones ver-bales de los pensamientos y experiencias individuales que adquieren un carácter histórico y social al ser transmitidos por el lenguaje y por ello participan de una memoria social y colectiva tradicional que aflora en el habla.

Después de haber analizado su origen y evolución se nos plantean una serie de interrogantes:

¿Tienen valor hoy en día los refranes? ¿Merecen que nos ocupemos de ellos y que las nuevas generaciones los aprendan? ¿Qué valores podemos adjudicarles?

La respuesta es claramente afirmativa y para poder comprender mejor su trascen-dencia vamos a clasificarlos en seis categorías:

Valor cultural Como manifestación de la cultura tradicional, el refranero expresa los valores y la cosmovisión del pueblo español a través de los siglos.

Amando de Miguel en su obra El espíritu de Sancho Panza. El carácter español a tra-vés de los refranes, indica que el refranero “viene a ser una especie de radiografía de la sociedad, del espíritu popular”. De ahí su utilidad “para entender lo que los españoles del común han sido a lo largo de los siglos”; y no sólo eso: “Está por ver en cada caso cuánto de lo que hemos sido también lo somos ahora”.

Sin embargo, su valor cultural, y por tanto, temporal, puede llegar a ser uno de sus puntos débiles. En palabras de Torrente Ballester “los refranes pierden eficacia cada vez que las cosas de este mundo cambian y adquieren para quienes las viven un sen-tido distinto”. No obstante habría que dilucidar si el problema afecta únicamente a ciertos refranes concretos o al refrán como fórmula o recurso.

Valor objetivo de los refranes Un problema básico es la veracidad de los refranes, su relación con la realidad. ¿Todos los refranes son verdaderos? o ¿lo son siempre? Recordemos de nuevo a Torrente Ballester “La experiencia de la vida no es uniforme ni coherente; a veces,

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sus conclusiones son contradictorias y los resúmenes en que se expresan, los refranes, llevan el mismo color, a veces blanco, a veces negro, de tal manera que para la misma situación o el mismo suceso podemos encontrar el sí o el no, según convenga”. El clásico ejemplo de “Al que madruga, Dios le ayuda” contrapuesto a “No por mucho madrugar, amanece más temprano”.

Valor moral o ético Los refranes evalúan conductas, lo que sirve de control no sólo social sino in-dividual. Prosigamos con Torrente, aunque los refranes “a veces no pasan de ser fórmulas sintéticas de verdades obvias; otras su alcance o sus pretensiones son de más profunda enjundia y bien escogidos y ordenados pueden servir de sostén a toda una filosofía de la vida, que a su manera expresan. No es nadie el que habla, sino todos; no es un saber de ahora, sino de siempre”.

No puedo por menos de citar un antiguo refrán aplicable al moderno asesor de imagen: “El sastre engaña al parroquiano y, bien vestido el parroquiano, éste a la mi-tad del género humano”.

Valor comunicativo Los refranes, en palabra de Amando de Miguel “forman parte de la retórica prác-tica, la de las conversaciones comunes” y según Joaquín Calvo Sotelo, los refranes “encubren, con frecuencia, cierta pereza mental, es indudable, como también lo es que, en ocasiones, redondean casi apodícticamente una controversia y otorgan, a quien lo trajo a colación, la palma de vencedor”.

Valor estético El refrán es un objeto estético que puede ser estudiado como tal, prescindiendo de sus contenidos morales o de sus consejos prácticos y como tal objeto estético, su forma, sus métodos de síntesis verbal, su uso de las palabras siempre será tema de curiosidad y estudio.

Además, España es el país de los refranes por excelencia. Los usaron nuestros dra-maturgos del Siglo de Oro y adornan generosamente tres de las obras más sobre-salientes de nuestra literatura: El Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita; La Celestina de Fernando de Rojas y Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.

Valor didáctico El refranero brinda una enorme variedad de temas: agrícolas, meteorológicos, morales y de conducta apropiada.

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También puede mostrar connotaciones sociales o geográficas que podrían caracte-rizar a quien los utiliza.

Frente a refranes expositivos, más o menos abstractos, hay otros que podemos ca-lificar de anecdótico-narrativos (subyace una historia que se adivina fácilmente). Según Ángel Palomino, “quizás el cuento más corto sea ese que consta sólo de seis pa-labras: Éramos pocos y parió la abuela”.

También se pueden utilizar refranes directos y naturales, para criticar actitudes pe-dantes, transformándolos al cambiar sus palabras por sinónimos o circunloquios: “A perturbación atmosférica, rostro jocundo” (= A mal tiempo, buena cara) o “En ca-vidad bucal obstruida no penetran insectos dípteros de la familia músidos” (= En boca cerrada no entran moscas).

En conclusión, un universo amplísimo, en el que, antes de centrarnos en los refranes propiamente meteorológicos, voy a ofrecerle, amable lector, una delicia cervantina.

En Don Quijote de la Mancha, Cervantes pone en boca del Quijote:

“paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas” (Cervantes, I, XXI)

Y en boca de Sancho:

“Estáme reprehendiendo que no diga yo refranes y ensártalos vuesa mer-ced de dos en dos”.

Y la réplica quijotesca:

“no más refranes Sancho por un solo Dios, que pareces que te vuelves al sicut erat; habla a lo llano, a lo liso, a lo no intrincado, como muchas veces te he dicho, y verás como te vale un pan por ciento” (Cervantes II, XVII).

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Refranes meteorológicos

Al abordar el tema de los refranes sobre el tiempo la primera disyuntiva que se plantea es el concepto de la dualidad temporal: tiempo cronológico y tiempo me-teorológico, ambos inextricablemente unidos en la urdimbre de una cultura tradi-cional incardinada en una naturaleza, a veces madre ubérrima, a veces madrastra, dueña de oscuras fuerzas destructivas que condicionaba el devenir de nuestros ancestros en un mundo eminentemente rural, en el que la vida se medía por las estaciones con sus respectivas labores agrícolas y santos protectores, que iban gra-vitando unidos a los días, como la Tierra alrededor del Sol, a través de los doce meses del año.

Del tiempo cronológico captamos su devenir, Tempus fugit, el paso inexorable de las horas, Omnes vulnerant, ultima necat (todas –las horas- hieren, la última mata), de los días y de los años. Vivimos en un continuum pasado, presente, futuro, inapren-sible, la mutación permanente de Heráclito. Venimos de un pasado que era un pre-sente que se convierte velozmente en un futuro, por eso el hombre ha tratado de, recordando el pasado en el presente, poder predecir el futuro y si no todo el futuro, sí, por lo menos el meteorológico que en la sociedad tradicional era del que depen-día, en gran manera, la supervivencia de los grupos humanos.

Y los refranes como poso de la sabiduría de los antepasados reúnen en muchos casos, la experiencia del pasado para predecir lo que ocurrirá en el futuro, si bien, aunque hay refranes universales, en la mayoría de los casos, los refranes están refe-ridos a un determinado enclave geográfico, en el que las sentencias que muestran, fruto de la transmisión de los ancestros, se pueden verificar feacientemente.

En este contexto siguiendo la línea de investigación marcada por Mª del Carmen Ugarte García, podemos clasificar los refranes del tiempo en:

Refranes predictivos: predicen el tiempo que va a hacer, basándose en referencias fruto de la experiencia, en las fechas del calendario o en la mera superstición.

Refranes prescriptivos: en los que se señalan las labores agrícolas a realizar en función de la época del año o del tiempo meteorológico.

Constataciones: Se centran en la descripción de los fenómenos naturales y de sus consecuencias.

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Numerológicos: Analizan las fechas del calendario con sus correspondientes san-tos, así como los días que transcurren entre unas y otras festividades del santoral.

Este interés por las predicciones puramente meteorológicas se puede constatar des-de la Antigüedad a lo largo de los siglos hasta nuestros días. Debemos al profesor Jorge Olcina Cantos la siguiente selección de autores clásicos:

Así Hesíodo, (750 a. de C.) en su obra Los trabajos y los días recoge: “Atiende el mo-mento en que oigas a la grulla lanzar desde las altas nubes, su grito anual, porque te anuncia el momento de arar y la estación de las lluvias” y que recuerda a “Por San Blas la cigüeña verás y si no la vieres, año de nieves.”

También aparecen en Los Meteorológicos de Aristóteles; en Sobre los aires, las aguas y los lugares de Hipócrates y en Sobre los signos del tiempo de Teofrasto (hacia el 300 a. de C.)

Ovidio afirma “nube solet pulsa candidus irae dies” (= cuando las nubes se disipan, suele llegar un día claro) y Séneca: “procellae quanto plus habent virium tanto mi-nus temporis” (= las tormentas, cuanto más violentas son, duran menos tiempo).

En la Edad Media aunque existan textos con incorporación de refranes meteoroló-gicos, estos son tan escasos que hay que incluirlos en la categoría de anecdóticos.

Algo similar sucede en los dos grandes refraneros del siglo XV: Seniloquium. Refranes que dizen los viejos y Refranes que dicen las viejas tras el fuego, atribuido al Marqués de Santillana, en ellos no aparecen refranes meteorológicos al igual que sucede en la obra cumbre de Fernando de Rojas, La Celestina.

Si avanzamos en el tiempo, en los siglos XVI y XVII, los refranes son básicamen-te morales y filosóficos. El mismo Cervantes emplea refranes en Don Quijote con suma prodigalidad, a excepción de los meteorológicos.

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, la Casa de Contratación de Sevilla, super-visora de las expediciones americanas, se ocupó de que científicos como Jerónimo de Chaves (Sevilla, 1523-1574) o Rodrigo Zamorano (Valladolid, 1542-Sevilla, 1623), reunieran todos los conocimientos existentes, hasta la época, de meteoro-logía, astronomía y astrología, así como su aplicación a los trabajos agrícolas. La Cronografía o Repertorio de los tiempos, de Jerónimo de Chaves se reeditó una y otra vez, gracias a sus pronósticos meteorológicos aplicables a la agricultura.

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Refraneros en los que la temática meteorológica tiene un peso específico serían: Libro de refranes y sentencias de Mosén Pedro Vallés (Zaragoza, 1549), Refranes o proverbios en romance de Hernán Núñez (Salamanca, 1555), en esta colección de más de 8.000 refranes, aparecen ya 491 referidos a la meteorología o al calendario y ya en 1627, también en Salamanca, se publica Vocabulario de refranes y frases pro-verbiales de Gonzalo Correas, que recogiendo todo lo anterior, ha sido durante si-glos la más completa colección de refranes existente.

En el siglo XVIII los intereses de la Ilustración corrieron por otros derroteros y hemos de esperar hasta mediados del siglo XIX, cuando el erudito, José María Sbarbi, escribe su obra monumental, en 10 volúmenes, Refranero general español, entre 1874 y 1878.

La otra gran figura del siglo XIX fue el estudioso sevillano Francisco Rodríguez Marín, que inició su andadura con Cien refranes andaluces de meteorología, crono-logía, agricultura y economía rural (1883-1884), a la que siguieron Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la colección del maestro Gonzalo Correas alle-golos de la tradición oral y de sus lecturas (Madrid, 1926) y 12.600 refranes más: no contenidos en la colección del maestro Gonzalo Correas ni en “Más de 21.000 refranes castellanos” (Madrid, 1930).

Hay que señalar, igualmente, una publicación decimonónica clave en la predicción meteorológica: El Calendario Zaragozano, que en forma de almanaque –del árabe, al-manaakh, el clima- había comenzado a publicarse en 1840 y, a fecha de hoy, año 2014, aún sigue publicándose.

Obras claves para desentrañar estos conceptos son El tiempo y los espacios de tiem-po en los refranes (1945) y Refranero general ideológico español (1953), ambas del Académico y paremiólogo, Luis Martínez Kléiser, Refranero agrícola español (1954) de la folklorista Nieves de Hoyos, Calendario romance de refranes (2003) de Correas Martínez y Gargallo Gil y, por último, el proyecto BADARE (BAse de DAtos de REfranes del calendario y meteorológicos de la Romania) dirigido por José Enrique Gargallo Gil.

A estas consagradas colecciones de refranes, hay que incorporar ya, el presente libro del Dr. Rúa Aller, por su cronológicamente larga y laboriosa dedicación a la búsque-da de refranes leoneses aún no catalogados, yendo a las fuentes, al medio rural, a las personas de edad, a los sabios de la tribu que aún recordaban las viejas consejas, sentencias, acertijos y refranes y que sin su desinteresada colaboración habría des-aparecido inevitablemente un legado cultural del más alto valor.

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También es de destacar su análisis, catalogación y analizada descripción del tiem-po meteorológico: las características de los meteoros y su presencia o ausencia en los doce meses del año, comparando, en muchos casos el refrán tradicional con los actuales estudios de meteorología científica y señalando la verdad o la falacia del antiguo refrán.

Como colofón y dado que este texto se ha finalizado el 3 de febrero, concluimos con uno de los refranes meteorológicos de más honda raigambre en nuestra tierra leonesa:

“Por San Blas, la cigüeña verás y si no la vieres, año de nieves”.

María Jesús García ArmestoLEÓN, 3 DE FEBRERO DE 2014

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IntroducciónA comienzos del verano de 2013 encima de mi mesa de trabajo se encontraban dos ventrudas carpetas: una verde y otra azul que acumulaban el resultado de mi acopio de refranes cronológicos (la primera) y meteorológicos (la segunda), procedentes de distintas localidades leonesas. Durante los meses anteriores, en realidad años, esos cerca de tres mil refranes los había ido recopilando pacientemente, en un go-teo continuo, siguiendo la lectura de algunas publicaciones de tema leonés (libros, monografías y artículos), la consulta de páginas de Internet y la realización de en-cuestas estivales por diferentes zonas de León; sin desdeñar la anotación de algu-nos que surgían en conversaciones cotidianas en León capital, donde los contertu-lios me hacía llegar un “dicho” que conocían de padres, abuelos u otros familiares. Algunos de mis informantes fueron alumnos y exalumnos, sobre todo de mis clases en la Universidad de la Experiencia, de León, a quienes agradezco su interés y su amabilidad.

Como comprobarán en la lectura de las páginas de este libro, una gran parte de los refranes que figuran en él proceden de El Bierzo, una zona leonesa donde ha existido una mayor preocupación por la recopilación de elementos etnográficos, entre ellos los refranes, que están recogidos en publicaciones específicas como el Refranero berciano de Santiago Castelao o incluidos en otros trabajos de gran inte-rés, como son los libros de Alicia Fonteboa, Fernado Bello (Las Médulas), Francisco González (Toreno) y Manuel Rodríguez (Bierzo Oeste-Suroeste), o en los artículos de José Ramón Fernández (Ancares) y Manuel Gutiérrez (“Refranes galaico-bercia-nos”). Más escasas son las paremias recogidas en otras zonas leonesas, si bien me-rece destacarse la labor realizada por Francisco Rodríguez y Eva González, quienes en sus respectivas obras sobre El Páramo y Palacios del Sil, incluyen compendios de refranes y frases hechas, así como por Marta Nistal en su tesis doctoral sobre la lite-ratura oral en Villamuñío. Tras una atenta lectura de estos y otros textos que figuran

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en la bibliografía, extraje aquellos refranes que me interesaban sobre la cronología y la meteorología. Esta información fue completada con una labor de campo, realiza-da mayoritariamente durante los veranos de 2007 a 2013 en diferentes pueblos de la provincia leonesa, preferentemente en aquellos de los que se disponía de menos in-formación escrita. Tal y como se indica en el apartado “Informantes”, se recogieron los refranes que me proporcionaron cerca de un centenar de personas de unas se-senta localidades leonesas, así como algunos de mis familiares y amigos de Asturias, Palencia y Salamanca. También fue muy útil la información obtenida de diversas páginas de Internet, alguna de las cuales, como la de Fresno de la Vega, incluye un listado de refranes actualizado, de los diferentes meses del año.

Tras una primera lectura de las paremias recopiladas, me percaté de que algunas eran repetitivas en todo o en parte de su enunciado, aunque se expresasen en dife-rentes hablas leonesas. Llegaba ahora la tarea más laboriosa: el cribado y la clasifi-cación de este torrente refranero a fin de que pudiera convertirse en una publica-ción de lectura, más o menos ágil y con un orden lógico dentro de los dos grandes capítulos en que había decidido incluirlos. El trabajo parecía pesado y desde lue-go, no había que hacerlo de un tirón, sino en pequeñas fracciones de tiempo, a fin de que pudiera ir sedimentando la información y corrigiendo cada capítulo, sec-ción o apartado. Contaba con una pequeña ventaja ya que, con anterioridad, algu-nas de estas frases ya las había incluido en los libros Meteorología popular leonesa (León, 2007) y Meteorología campesina (León, 2009), así como en el artículo publi-cado conjuntamente con María Jesús García Armesto, “Refranero meteorológico en León”, en la revista Tierras de León. Por ello, en realidad, el libro se escribió al revés de como se presenta ahora, ya que primero redacté el “Tiempo meteorológico” y luego me dediqué al “cronológico”. El trabajo también se complicó por cuanto, des-de el principio, me propuse no repetir ningún refrán, sino que cada uno apareciera en una sola sección, como se puede constatar en el libro con algunas excepciones. Dentro de los meteorológicos decidí que aquellos que se refirieran específicamente a un meteoro, figurarían en la sección correspondiente: temperatura (frío y calor), lluvia, nieve, viento, etc. y si incluían varios fenómenos meteorológicos tendría en cuenta el primero que se nombrara en el dicho o el más significativo de los mismos. Casi al mismo tiempo, empezaron a surgir los cronológicos, ya que muchos refra-nes podían estar en diferentes apartados: por ejemplo los de “nieve” y “frío” po-dían incluirse en los meses de “diciembre” y “enero”, algunos de “lluvia” en “abril” o “mayo”, los de “calor” en “julio”, y así algunos más. No obstante mantuve el criterio meteorológico y dentro de los cronológicos situé los que se referían claramente al cómputo del tiempo, así como los relacionados con las actividades del campo. Se ordenaron de acuerdo a las diferentes unidades temporales, de mayor a menor: año,

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estaciones, meses, semanas y días, teniendo en cuenta también el cómputo lunar y la existencia de fiestas móviles en el calendario. Asimismo, se construyó un capítulo para los refranes relativos a la duración de la luz solar a lo largo de los días del año.

Dentro de cada capítulo también había que establecer una serie de grupos homo-géneos: secciones y subsecciones, incluyendo comentarios adecuados en cada uno de ellos. Esta labor también requirió su tiempo, necesario para redactar las frases de enlace entre cada grupo de refranes, y añadir otros dichos similares obtenidos del refranero general castellano, así como de libros y artículos de otras provincias, mayoritariamente Asturias, de Castilla y León y de Galicia, seleccionadas por razón de su proximidad a León. Como indica el título del libro, se trata de “Refranes del tiempo en León”, lo que indica que están recogidos en León, pero que no son exclu-sivos de la provincia, ya que, como comprobarán, muchos de ellos están generaliza-dos en España o son universales, incluso el hecho de que algunos se expresen en el dialecto de una determinada comarca, no garantiza su autoctonía.

Finalmente, el manuscrito quedó compuesto de manera prácticamente simétrica por 1.080 paremias cronológicas y 1.090 meteorológicas, si bien algunas no son pro-piamente refranes, sino partes de coplas (“Cuando las Tres Marías / van al Palero, / salen las mocitas / del filandero”), cancioncillas infantiles (“Cuando llueve y hace sol, baila el perro y el pastor. Cuando llueve y hace frío, baila el perro y el judío”), dictados tópicos (“Adivino de Valderas, cuando corren las canales, que se mojan las carreras”), frases hechas (“Hay agua de pronóstico reservado”) o fórmulas rimadas (“Marzo ni-darzo, abril güevil, mayo pajarayo, junio para ninguno”). Algunos de estos estaban incluidos como refranes en las fuentes revisadas, o las personas encuestadas los te-nían por tales.

Quiero terminar esta Introducción con un breve capítulo de agradecimientos; y así quiero manifestar mi gratitud a algunos profesores de otras Universidades que me enviaron artículos de sus trabajos (estoy especialmente agradecido a los doctores José Enrique Gargallo, de la Universidad de Barcelona y director de BADARE y Julia Sevilla, de la Universidad Complutense de Madrid, y directora de la revis-ta Paremia). Asimismo tuve que realizar visitas periódicas a diferentes biblio-tecas de la capital leonesa: Pública de León, Mariano Domínguez Berrueta (del Instituto Leonés de Cultura), Universitaria, de la Facultad de Filosofía y Letras y del Departamento de Filología Hispánica y Clásica. Agradezco al personal de las mis-mas su amable acogida y las facilidades proporcionadas para la localización de algu-nos textos. Quiero tener también unas palabras de reconocimiento para el meteo-rólogo y gran divulgador de esta ciencia en España, José Miguel Viñas, por todo lo

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que aprendo de meteorología con sus libros y artículos y por incluir algunas de mis publicaciones en su reconocida página (www.divulgameteo), la cual empleo como fuente de información por los interesantísimos contenidos que alberga. Mi agrade-cimiento también para el profesor Lorenzo López Trigal, Catedrático Emérito de Geografía en la Universidad de León, por ayudarme a situar correctamente las di-ferentes localidades leonesas de procedencia de los refranes, dentro de las comarcas y subcomarcas de nuestra provincia. Agradezco igualmente a mi amigo y colabora-dor Pedro Redondo, la cesión de un gran número de imágenes que acompañan al texto, y de todas las fotografías sobre los elementos meteorológicos que me ha ido proporcionando, desde hace algunos años, para mis artículos y libros sobre estos te-mas. Mi agradecimiento para Ángel Armesto por su generosa contribución, con sus acuarelas del calendario románico de San Isidoro. Mi reconocimiento también para Mikel Mandon por su excelente trabajo de maquetación y para Eolas Ediciones por haber apostado por la edición de este libro.

Reservo para el final a aquellas personas que más han estado en conexión con la elaboración de este libro. Una de ellas ha sido la historiadora María Jesús García Armesto, quien ha escrito un prólogo brillante y lleno de sabiduría para el libro, y con quien he compartido muchos de estos refranes, tanto en publicaciones conjun-tas, como en los programas de radio en la emisora local Radio León, realizados du-rante los meses de julio y agosto de 2013.

Y todo mi agradecimiento, sin duda, para las dos personas más cercanas, mi madre, que me ha servido de gran ayuda al acompañarme a la mayor parte de las locali-dades donde se realizaron las encuestas y de facilitarme, con su simpatía, el acceso a aquellos informantes más reacios a ser entrevistados; y Charo, por su constante apoyo y estímulo, para que consiguiera llevar a buen puerto esta larga singladura. A ambas, como no podía ser de otra manera, les dedico este libro, por toda la pacien-cia y permisividad que han derrochado conmigo, al consentir que empleara tantas horas en su elaboración, robándolas a su compañía. Espero que la posible satisfac-ción que puedan encontrar en su lectura, les permita mitigar, en una parte al me-nos, el sacrificio al que también se han visto sometidas.

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EL TIEMPO CRONOLÓGICOCuando no hace tiempo

no se pierde tiempo

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El tiempo es un invento humano que se ha hecho imprescindible. A lo largo de la historia y en todas las civilizaciones se ha tenido en cuenta el cómputo del tiempo, de tal manera que muchas veces el grado de desarrollo de esas culturas se ha consi-derado desde el punto de vista de la perfección de sus calendarios y de la visión que tenían del Cosmos; conceptos que no son independientes, por cuanto la idea del tiempo se relaciona con los movimientos de los astros en la bóveda celeste.

El concepto del tiempo, no obstante, era muy diferente en las sociedades campesi-nas, donde se acuñaron la mayoría de los refranes, respecto a la urbana actual, en la que el tiempo ejerce su tiranía sobre todas nuestras acciones. En el mundo rural de hace algunas décadas, sólo algunos afortunados poseían un reloj (recuerdo a este respecto un dicho que me refirió una informante de Turcia, sobre el recelo que des-pertaban quienes lo tenían: “Gente de villa y reloj, ¡os! (es decir fuera)”), y eran mu-chos, como veremos en alguna de las páginas siguientes, los que conocían el trans-currir del tiempo por la posición de las estrellas o las sombras del Sol.

En esta primera sección, de las dos grandes en las que dividimos el libro, trataremos de la percepción que tenían nuestros antepasados leoneses del tiempo cronológico, ordenando los aforismos que lo reflejan desde las unidades superiores (años y me-ses) hasta las inferiores (días y horas), teniendo en cuenta también que en estas di-visiones temporales influyen tanto el ciclo solar como el lunar.

El tiempo, en general, está presente en muchas expresiones, empleándose, a veces, en sentido figurado:

A mal tiempo, buena cara (León, muy difundido).Con el tiempo maduran las peras (Montaña Central).Con el tiempo maduran los higos (El Bierzo).Con el tiempo y una caña, hasta las brevas maduran (El Bierzo).

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Cualquier tiempo pasado fue mejor (León, muy difundido).Cuando no hace tiempo, no se pierde tiempo (Adrados de Ordás).De los tiempos, el que vieres (Villamuñío).Del tiempo, lo que se vea (Prioro).Echar tiempo (Sajambre) (Perderlo, malgastarlo o destinarlo a algo menos

importante o urgente).El tempo váise, ía nun espera por nadie (Ancares) (Se refiere a la fugaci-

dad del tiempo).El tiempo todo lo come (El Páramo).El tiempo todo lo cura (León, muy difundido) (1).Eso será cuando Dios baixe a mãun [baixe’l díu]. Eso será cuando me(i)

xen as pitas (Ancares) (Premonición de que algo no llegará a suceder nunca, similar a: Cuando San Juan baje el dedo)

Hay que velas vir, deixalas pasar e parar a tempo (El Bierzo).No mal tempo non te mates, e no bon non te agaches (El Bierzo).O que fai unha, fai ciento; si lle dan lugar ía tiempo (Las Médulas).Piedra movediza, no cría mofo (musgo) (Matalavilla) (El éxito no acom-

paña a quien no echa raíces).

Algunas expresiones se refieren a una porción muy breve de tiempo, o a la rapidez con la que se hacen las cosas:

¡En menos que canta un gallo! (Toreno).La noticia mala chega voando, e a boa coxeando (El Bierzo) (= La noticia

mala llega volando y la buena cojeando).Marchó que se mataba (Calzada del Coto) (Rápidamente).Meu dito, meu feito (Las Médulas) (significa “inmediatamente, al momen-

to”, “sin más”. El equivalente en castellano sería “Mi dicho y mi hecho”).Se fue como un rayo (o como una centella) (León capital).Tarea feita a destallo / non vale un carallo (El Bierzo) (Lo que se hace de-

prisa y corriendo siempre suele salir mal) (2).

Como recomendación, las tareas hay que hacerlas a su tiempo y no lamentarse lue-go de los retrasos:

Cuando as barbas do teu veciño vexas afeitar, pon as túas a remollar (El Bierzo).

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar echa las tuyas a remojar (Acebes del Páramo, Montaña Central, Villamuñío) (Otra versión castellana es:

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“Si las barbas de tu vecino ves cortar, pon las tuyas a remojar”, para ad-vertir que si le ocurre alguna desgracia a alguien semejante a nosotros, debemos temer que otro día pueda sucedernos y, por tanto, estar pre-venidos a fin de que el golpe no sea tan fuerte).

Después de burro muerto, cebada al rabo (Santa Cristina de Valmadrigal).Después de muerta la liebre, palos en la cama (Santa Cristina de Valmadrigal).Después de la liebre ida, palos en la cama (Villamuñío).El que da primero, da dos veces (Matalavilla) (Recomienda anticiparse en

la acción a los demás).Inda tá’l capador encima da cocha (Ancares) (Aún está sin resolver deter-

minado asunto o no se sabe cuál será el final de algo).Más vale tarde que nunca (Matalavilla, Acebes del Páramo) (Mejor hacer

las cosas aunque con retraso que no hacerlas nunca).Sardina que lleva el gato, tarde o nunca vuelve al plato (Toreno).Sembró bellotas, pero se las comieron los gochos (El Páramo) (Se refiere al

que hace las cosas o faenas del campo a destiempo).Tarde o temprano no hay animal que no se parezca al amo (Villamuñío).Todavía está el capador encima de la gocha (Calzada del Coto).Vale más tarde que nunca (León, varias localidades).Yo arrendando y mi maíz agarandiellando (Sajambre) (Indica que la tarea

se ha hecho muy a deshora. “Agarandiellar” es echar espigas el maíz) (3).

Y qué decir de este refrán tan generalizado, que habla de repetir una acción conti-nuamente en el tiempo hasta obtener un resultado, todo un elogio de la perseveran-cia; pero de mucho más, porque, por ejemplo, tanta exposición a un peligro puede acarrear malas consecuencias:

De tanto ir el cántaro a la fuente, alguna vez se tiene que romper (Villamuñío) (Correas, 1627:472, “Tantas veces va el cántaro a la fuen-te, que deja el asa o la frente; o que quiebra el asa o la frente”, “Tantas veces da la gotera en la piedra, que hace mella”).

Tantas veces va el cántaro a la fuente, que al final se rompe (León, muy difundido)

El tiempo también está presente en estas indicaciones o recomendaciones para rea-lizar algunas tareas agrícolas:

Cuando la araña extiende su tela, es tiempo de sementera (Acebes del Páramo).

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Los páxaros te dirán, / cuando na sazón as frutas están (El Bierzo).Planta, siembra y cría/ y vivirás con alegría (El Páramo).Poda tardío y siembra temprano y cogerás uva y grano (Villacidayo) (4).Por segar verde, ninguna hierba se pierde (Prioro).Por sembrar ralo y recoger verde, ningún labrador se pierde (El Páramo).Por sembrar temprano y segar en verde, ningún labrador se pierde (El

Páramo).Primeiro as cubas, / despois as uvas (El Bierzo).Racimo corto, / vendimia larga (El Bierzo)Si lo temprano miente, lo tardío siempre (Valencia de Don Juan).

Y en el uso de la ropa o los zapatos:

Lo que otro suda a mi poco me dura (Sajambre)Zapato de madeira, / dura a vida enteira (El Bierzo) (Se refiere a los zue-

cos que, por estar hechos de madera, suelen durar varios años).Zurzir e remendar, / e mellores tiempos esperar (El Bierzo) (Advierte que

hay que aprovechar bien la ropa que se tiene, hasta que mejore la eco-nomía familiar y se pueda comprar otra).

El tiempo se debe aprovechar al máximo:

Cuando no hace tiempo, no se pierde tiempo (Adrados de Ordás).Echar tiempo (Sajambre) (Malgastarlo o destinarlo a lo que urge menos).El tiempo es oro (León capital y otras localidades).Jornada emprendida, / media concluida (El Bierzo).Poco a poco se va lejos (Matalavilla) (Incitación a la perseverancia) .Poco a poco, hila la vieja el copo (Prioro).Poco se gana hilando, pero menos mirando (León capital).

Y un poco de paciencia, que estamos sólo al comienzo de este libro de refranes:

El que espera, desespera (León, muy generalizado).

Así que:

P’alla iréis, que lo veréis (El Páramo).Allá iremos que lo veremos (El Páramo).

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NOTAS DE CAPÍTULO

(1) Encontramos expresiones similares en Correas (1627:477) “El tiempo cura al enfermo, que no el ungüento”, “El tiempo cura las cosas”, “El tiempo lo cura todo, o lo pone del lodo”, “El tiempo todo lo cura y todo lo muda” (Para la consulta de los refranes de Gonzalo Correas se ha emplea-do la edición de 1992, no obstante siempre que nos refiramos a ellos pondremos el año 1627, que fue en el que el autor dejó su obra escrita y que hace referencia a la antigüedad de estos refranes).

(2) En algunos casos se ha escrito en forma de texto seguido, con la inserción de barras inclinadas [/], los refranes que en los originales aparecen en distintas líneas, en forma de versos.

(3) Algunos ejemplo sobre este asunto en Correas (1627:473-474): “Tarde chilla el pajarillo, cuando está asido”, “Tarde, mal y nunca son tres malas pagas”, “Tarde se arrepiente el rato, cuando está en la boca del gato”, “Tarde venís, no con hora; recaudaréis, mas no agora”, “Tarde venís, y no con hora; comeréis y no de la olla”.

(4) Refranes similares encontramos en otros lugares de Castilla y León:“Labrador, ara y ora y espera tranquilo la última hora” (Santiago del Val, Palencia), “Poda tarde y siembra temprano, cogerás uva y grano” (Fariza de Sayago, Zamora), “Por sembrar temprano y segar verde ningún labrador se pierde” (Almazán, Soria), “Siembra temprano, poda tardío y cogerás pan y vino” (Canillas de Esgueva, Valladolid), “Siembra temprano y ten por cierto que lo que no pinta en un año pinta ciento” (Castromonte, Valladolid). En Correas (1627:452): “Siembra temprano y poda tardío, co-gerás pan y vino”. (Los refranes generales, de otros lugares de España o de otras localidades de Castilla y León, que no se menciona la fuente, proceden de Puente y Úbeda (1896), Díez Barrio (1994) y Blanco (1987)).

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© de los textos: Francisco Javier Rúa Aller© de las fotografías: sus autores© de la edición: EOLAS EDICIONES

Portada y maquetación: contactovisual.esISBN: 978-84-15603-56-6Deposito legal: LE-728-2014Impreso en España - Printed in Spain

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