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HIDALGUÍA. Año LXIII 2016. Núm. 372. Págs. 341-360

Fecha de recepción: 14-04-2016 Fecha de aceptación: 15-06-2016

REFLEXIÓN SOBRE LAS DIFICULTADES DE UNA COMPLEJA GENEALOGÍA NOBILIARIA EN LAS POSTRIMERÍAS DEL MEDIEVO: EL CASO DE LEONOR PIMENTEL Y ZÚÑIGA

DRA. LORENA C. BARCO CEBRIÁN (*)

1. INTRODUCCIÓN

En las sucesivas páginas intentaremos mostrar la dificultad que implica enfrentarse a la reconstrucción de una genealogía. Máxime cuando el período que se analiza no cuenta con las grandes fuentes documentales de las que la Genealogía se sirve para su reconstruc-ción. Teniendo en cuenta la existencia de grandes corpus documen-tales que nos permiten de una forma más llevadera la reconstruc-ción de la genealogía para la Edad Moderna, sin embargo, para la horquilla cronológica que nosotros utilizamos la mayoría de dichas

(*) Profesora Sustituta Interina, Área de Ciencias y Técnicas Historiográficas, Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Málaga.

LORENA C. BARCO CEBRIÁN

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fuentes documentales no existían todavía, o su conservación se an-toja difícil. De ahí que hayamos querido estructurar nuestro trabajo en varios apartados donde podamos mostrar toda la complejidad de dicha reconstrucción. En un primer momento nos acercaremos a la dicotomía existente todavía en nuestros días sobre si la Genealogía es una ciencia autónoma e independiente, o si por el contrario es, como se ha venido defendiendo desde la historiografía tradicional, una ciencia auxiliar de la Historia. En segundo término, nos acerca-remos a las fuentes y corpus documentales de los que se sirve cual-quier historiador o genealogista para poder realizar una reconstruc-ción de la ascendencia y descendencia de cualquier personaje; para después dar a conocer las dificultades que se nos han presentado a la hora de reconstruir dicha genealogía para una dama noble de fi-nales de la Edad Media, ejemplificándolo en la figura de doña Leo-nor Pimentel. Finalizando este trabajo de la genealogía de la I du-quesa, con la reconstrucción que hemos podido realizar de la du-quesa de Plasencia. Así podemos decir que este trabajo versa sobre la Genealogía circunscrita a la Edad Media y, concretamente, sobre una mujer y su linaje, Leonor Pimentel y Zúñiga.

2. LA GENEALOGÍA (1): UNA DICOTOMÍA ENTRE CIENCIA AUTÓNOMA Y CIENCIA AUXILIAR

La Genealogía ha sido tratada como una ciencia auxiliar de la Historia (2), sin embargo, lo cierto es que cualquier historiador que se acerca a la nobleza tiene que acudir o valerse de ella. Histórica-mente la Genealogía siempre se ha asociado a la nobleza, y es que desde antaño los miembros de ella (3) han querido demostrar sus orígenes, unos orígenes puros y, en muchas ocasiones, míticos o re-

(1) Para acercarse a esta disciplina recomendamos, entre otras, la obra de SALAZAR Y ACHA, J. de, Manual de genealogía española, Madrid: Ediciones Hidalguía, 2006.

(2) CEBALLOS-ESCALERA Y GILA, A. de: «La Genealogía en la frontera del año 2000. El cómo y el por qué de esta ciencia histórica», Memòries de la Reial Acadè-mia Mallorquina d´Estudis Genealògics, Heràldics i Històrics, 12 (2002), p. 7.

(3) Ibídem, pp. 8-9.

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gios (4), probando descendencias desde don Pelayo, o incluso desde Adán y Eva. Por ello, la Genealogía y los genealogistas, en tiempos remotos, siempre han sido criticados desde una perspectiva históri-ca, denominándolos falseadores, y otros descalificativos aún mayo-res. Pero no se puede generalizar, menos cuando la mayoría de los genealogistas de la Modernidad —época dorada de la Genealogía en nuestro país— trabajaban al servicio de los propios señores que les encargaban el trabajo en cuestión. Por ello, no es de extrañar el poco rigor científico que hasta no hace demasiado tiempo ha reves-tido este saber en no pocas ocasiones, no sin menospreciar a aque-llos especialistas y grandes genealogistas que se atuvieron a la ver-dad.

Pero empecemos por dar una definición de qué es Genealogía: es la ciencia que, por medio de documentos fehacientes, establece el parentesco entre personas, familias, líneas y linajes. Etimológica-mente se trata de una palabra griega, genea, que significa genera-ción; y, logos, que significa tratado (5). Por lo tanto, sería el estudio del linaje de una familia. Su origen en castellano se documenta para el año 1438, y tradicionalmente a partir de entonces, y como se ha comentado con anterioridad, la investigación genealógica se desa-rrolla, sobre todo, para el estudio y conocimiento del estamento no-biliario, dejando de lado el resto de la sociedad cuasi en su totali-dad. Con todo ello, se puede decir que la investigación genealógica se incluye dentro de la historia social (6).

Hace ya unos años, Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila pronun-ció una conferencia titulada «La genealogía en la frontera del año 2000, el cómo y el porqué de esta ciencia histórica», en ella repasó de manera brillante y concisa las vicisitudes por las que esta ciencia auxiliar, tal y como él la define, ha pasado desde la Edad Moderna

(4) Foucault se opone a esta concepción de genealogía, criticando aquella que se servía de un origen mítico. Ver RUJAS MARTÍNEZ-NOVILLO, J.: «Genealogía y dis-curso. De Nietzsche a Foucault», Nómadas: revista crítica de ciencias sociales y jurí-dicas, 26 (2010), pp. 105-119.

(5) BARROSO ARAGUETES, A., y ZUBIA MUXIKA, J.J.: «Más fuentes, más posibili-dades de investigación», Antzina: revista de genealogía vasca e historia local, Extra 1 (2011), p. 4.

(6) Ibídem.


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hasta la actualidad, y cuáles son los visos de futuro que le espe-ra (7). Pero nos interesa subrayar de dicho discurso la visión que ofrece del futuro de la ciencia que aquí tratamos. Textualmente Al-fonso de Ceballos nos dice:

«(…) el nuevo enfoque histórico-científico tiene tres objetivos bien determinados: la importancia de la Nobleza en el ámbito del reino, en el regional y en el local o urbano; el verdadero alcance de su papel político, de su preponderancia social, y de su poder econó-mico; y, por fin, el desarrollo de genealogías que permitan ajustar las estructuras familiares, facilitando así estudios sociológicos, estadísti-cos, o meramente familiares (…) en el contexto de los estudios ge-nealógicos el futuro debe encaminarse, a mi juicio, en varias direc-ciones distintas pero complementarias, para lograr abarcar en todas sus dimensiones tanto aquel gran fenómeno social, político y econó-mico que fue la Nobleza, como el no menos importante que va a ser la Bio-Medicina» (8).

De lo anterior podemos sacar varias conclusiones nada baladíes, por un lado, los genealogistas han estudiado las casas nobiliarias, sus componentes, pero no las han relacionado con su contexto, en la mayoría de los casos. Es decir, la Genealogía para avanzar y dar un salto cualitativo debe abrirse a otras disciplinas tales como la Sociología. Como toda ciencia, necesita de otras para poder ser lo más completa y dar una visión lo más fehaciente posible. Y uno de los puntos que más nos llamó la atención cuando leímos el texto mencionado fue su vinculación futura a la bio-medicina. En reali-dad, ¿no se hace ya? Cuando se detecta una enfermedad o viso de existencia de ella, el médico lo primero que hace es preguntar por referencias de los antepasados, para poder pronosticar con más se-guridad si su organismo está predeterminado genéticamente a pa-decer cierto tipo de enfermedades. Esto hoy en día se hace gracias

(7) CEBALLOS-ESCALERA Y GILA, A. de: «La Genealogía en la frontera del año 2000. El cómo y el por qué de esta ciencia histórica», Memòries de la Reial Acadè-mia Mallorquina d´Estudis Genealògics, Heràldics i Històrics, 12 (2002), pp. 7-28. En el texto se desgrana de forma brillante el devenir de esta ciencia.

(8) Ibídem, pp. 23-24.


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a los informes clínicos, pero si no fuera el caso de que existieran, por x circunstancia, siempre quedaría el poder valernos de la Ge-nealogía para poder determinarlo. Es decir, acudir a las partidas de defunciones y registros para saber si nuestros antepasados sufrieron tal o cual dolencia. Esto llevado a su máximo exponente es lo que nos indica Alfonso de Ceballos. Sin lugar a dudas será un tema con-trovertido y que puede —y debe— abrir una puerta a la Genealogía y los genealogistas para que esta ciencia sea tenida en mayor consi-deración en los círculos académicos. Ya que, aún hoy, se considera dicha ciencia como un hobby, y creemos, que nada más lejos de la realidad. Los habrá que se dediquen a ella por puro entretenimien-to, al igual que hay personas que hacen «pseudo-historia» también por puro entretenimiento, pero ni a unos ni a otros se les puede llamar genealogistas ni historiadores, en la mayoría de los casos.

3. CÓMO RECONSTRUIR UNA GENEALOGÍA: EL EJEMPLO DE LEONOR PIMENTEL

3.1. Fuentes para la reconstrucción genealógica

Una vez puestos en antecedentes y analizada brevemente esta ciencia y su posible futuro, cabe ahora centrarnos en cómo hacer Genealogía, cuál es el método, y en este caso, circunscribirlo a la Edad Media.

Todo genealogista dirá que para hacer Genealogía hay que acu-dir a los archivos, generalmente a varios de ellos. Y lo primordial es empezar por los archivos parroquiales, acudir a los registros sacra-mentales (9), los cuales ofrecen una infinidad de posibilidades —ver tabla 1—.

(9) Ver BARROSO ARAGUETES, A., y ZUBIA MUXIKA, J.J.: «Más fuentes, más posi-bilidades de investigación», Antzina: revista de genealogía vasca e historia local, Ex-tra 1 (2011), pp. 4-26.


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Tabla Nº 1: Corpus documentales de los registros sacramentales

Libros de registros sacramentales

Rectificación de partidas o registros sacramentales

Bautismo

Libro de bautismos

Registros originales de bautizados

Índices de bautizados

Certificados de bautismo

Licencias de bautismo

Libros matrimoniales

Registros originales de casados

Índices de casados

Certificados de matrimonio

Expedientes matrimoniales

Contratos matrimoniales

Velaciones

Licencias, dispensas, bulas, concesiones, poderes

Libros de defunciones

Índices de difuntos

Extremaunciones

Certificación de defunción

Índices de defunciones de párvulos

Libros de confirmados

Comuniones

Penitencias

Confesiones

Libros de diezmos y tazmías

Hermandades y cofradías

Padrones parroquiales

Fundaciones pías

En la tabla precedente, tal y como se ha señalado, se nos mues-tran una infinidad de posibilidades. Pero esto lo encontramos, y no


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en todas las iglesias, a partir del Concilio de Trento (1545-1563), cuando la Iglesia Católica decidió dejar constancia por escrito de todo lo que en sus paredes acontecía. Pero, ¿qué ocurre cuando que-remos acercarnos a un linaje o una familia de una época anterior? Pues que esta posibilidad se anula. Por lo tanto, tenemos que acudir a otra serie de fuentes. Claro está, a los archivos parroquiales hay que añadir otro tipo de archivos, en realidad cualquiera que nos hable del personaje o familia que estamos estudiando. Pero hay un tipo de registro que ha sido fundamental y hoy todavía lo es, habla-mos de cualquier archivo nobiliario. Por ello la mayoría de los ge-nealogistas trabajan con ese estamento que es la nobleza. Incluso hoy en día, los investigadores privados contratados para realizar la genealogía de una determinada familia o persona, son empleados para ver y probar que dicha familia es descendiente de la nobleza, para así darse prestigio, y si es posible reclamar parte de lo que le pueda corresponder por pertenecer a dicho linaje.

A todo lo dicho, es decir, que para la Edad Media no conta-mos con archivos parroquiales, hay que añadir que la docu-mentación notarial no la localizamos en todos los lugares (10) para el período cronológico que aquí tratamos; pero además, a todo ello, hay que añadir, al mismo tiempo, varios inconvenien-tes más. Uno de ellos son los apellidos. Hasta hace reciente-mente escaso tiempo la persona en cuestión decidía qué apelli-do llevar, si el materno o el paterno, además, el orden no im-portaba; y ello se debía a que según el apellido y su posición la persona podría disponer de beneficios sociales y políticos vin-culados a uno u otro apellido familiar (11). El modo actual de dos apellidos, el paterno y el materno, se impuso en el siglo XIX en España gracias a que el registro civil así lo estipuló y la so-ciedad española lo acogió. De igual forma, varias personas pue-den compartir un mismo apellido, y esto no siempre es sinto-

(10) Para ver los diferentes archivos y fuentes documentales que se utilizan en la reconstrucción genealógica ver HERRERO LICEAGA, V. J.: «Archivos municipales y genealogía: fuentes documentales para la reconstrucción familiar», Antzina: revis-ta de genealogía vasca e historia local, Extra 1 (2011), pp. 29-46.

(11) ALFARO DE PRADO SAGERA, A.: «Los 10 errores más comunes en Genealo-gía y Heráldica (y como prevenirlos)», Historia y Genealogía, 3 (2013), pp. 10-11.


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mático de que pertenezcan a una misma familia o linaje. Asi-mismo, el apellido no siempre se mantiene inalterable a lo largo del tiempo, y dependiendo de la ocasión, puede incluso escri-birse de formas disímiles.

Pero volvamos al eje principal de este trabajo, la nobleza me-dieval. Para recomponer la genealogía de un miembro de la no-bleza medieval debemos acercarnos también a los archivos y al documento de archivo, pero estos son menos abundantes, y en muchas ocasiones contradictorios, dependiendo de la fuente o fuentes que utilicemos. Así, por ejemplo, podemos encontrarnos con dispensas matrimoniales por parte del Papado, en estos ca-sos hallaremos la endogamia dentro de la familia en cuestión, práctica habitual dentro de la nobleza. De este modo se asegura-ban que los bienes y el patrimonio de la familia quedaran dentro de ella y, en la mayoría de los casos y al mismo tiempo, se vieran ampliados (12).

Otra de las fuentes a las que debemos acudir son las crónicas, los cronistas de la época escribían la historia familiar de aquel que le contrataba, y aunque de ellas se pueden extraer informaciones muy sustanciosas, siempre hay que tratarlas con sumo cuidado y contrastar, en todo lo posible, lo que en ellas se dice con otras fuen-tes. Ya que, al ser un cronista oficial —pagado por el sujeto en cues-tión—, en la mayoría de los casos los hechos reales suelen estar cubiertos con un cierto halo de misticismo, alejándose en numero-sas ocasiones de la realidad (13). Esto que aquí se apunta lo pode-mos comprobar en el caso que nos ocupa de Leonor Pimentel, como veremos en las páginas sucesivas.

(12) Ver BARCO CEBRIÁN, L.: Mujer, poder y linaje en la Baja Edad Media: una biografía de Leonor Pimentel, La Ergástula, Madrid, 2014.

(13) MONTERO MÁLAGA, A.I.: «Dos cronistas para un reinado: Alonso de Palen-cia y Diego Enríquez del Castillo», Estudios medievales hispánicos, 2 (2013), pp. 107-128. VILLA PRIETO, J.: «La escritura de la Historia en la Baja Edad media: deseo racional versus propaganda política. La mentalidad de los cronistas», Historiogra-fías: revista de historia y teoría, 10 (2015), pp. 65-84.


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3.2. Un ejemplo de reconstrucción genealógica: Leonor Pimentel y Zúñiga

Una vez tratadas someramente las fuentes de las que nos servi-mos, pasemos ahora al sujeto de nuestro trabajo, Leonor Pimentel y Zúñiga. Para hablar sobre este personaje de la nobleza castellana, primeramente debemos situarla en su contexto histórico y así poder adentrarnos en ella y en su familia.

Leonor Pimentel y Zúñiga vivió en una época convulsa de la historia de los reinos hispánicos, donde vio ascender al trono cas-tellano a varios monarcas, pero sobre todo su papel fue destaca-do bajo los reinados, primero de Enrique IV, y, segundo, del tán-dem formado por Isabel y Fernando. En este panorama convulso doña Leonor disfrutó de su status social y se benefició de él. In-fluyó perentoriamente en las decisiones de su esposo y tío, Álvaro de Zúñiga, posteriormente en las de su hijo y maestre de Alcánta-ra, Juan de Zúñiga; para al mismo tiempo, tomar partido dentro de las ligas nobiliarias y las alianzas del momento, defendiendo a unos y otros en su propio beneficio y en el de sus sucesores. Es destacado, sobre todo, su papel en la guerra de sucesión que llevó a Isabel de Castilla al trono. En un primer momento doña Leonor apoyó al hermano de Isabel, Alfonso, pero cuando se produjo el óbito de este, tomó partido por Juana «la Beltraneja», aliándose con los «enemigos» portugueses, para después, una vez visto que Juana no conseguiría la victoria unirse a la causa de la Reina Católica (14).

En medio de toda esta convulsión política, doña Leonor vivió entre Béjar y Plasencia, sus dos ciudades, a las que benefició sobre-manera, tanto en vida como después de su finamiento. Ostentó un gran poder, alzándose como señora de Capilla y Burguillos, rom-piendo así el mayorazgo de la Casa Zúñiga, hito que le acarrearía serios problemas y una gran animadversión con el heredero de la casa Zúñiga e hijo de su esposo con su primera mujer, Leonor Man-rique. Además de todo ello, a Leonor Pimentel le quedó tiempo para

(14) Ver BARCO CEBRIÁN, L.: Mujer, poder y linaje en la Baja Edad Media: una biografía de Leonor Pimentel, La Ergástula, Madrid, 2014.


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tener tres hijos, criarlos y posicionarlos en los mejores lugares den-tro de su sociedad, de cumplir con los requisitos de una «honrada» mujer medieval, de cuidar de los suyos y de su memoria, y, al mis-mo tiempo, ser una buena cristiana (15). Es decir, aunar y conjugar lo público y lo privado. Esto último —la proyección de la mujer en el ámbito privado— es lo que más se ha estudiado y analizado en cuanto a la historia de la mujer se refiere, sin embargo, lo público no ha sido tan considerado por la historiografía tradicional, aunque en los últimos años esto se viene corrigiendo desde las diferentes corrientes que han surgido dentro de la denominada como Historia de las Mujeres (16).

Pasando a lo que aquí nos compete, el papel de la nobleza a lo largo de la Edad Media, este no ha sido siempre el mismo, por ello a partir del siglo XIV se produce un cambio profundo, haciendo aparición la conocida como «nueva nobleza», cuyos primeros estudios y denominación se deben a Moxó. Y será den-tro de esa «nueva nobleza» consolidada en la Corona de Castilla durante el siglo XV, donde tendrá un papel destacado el linaje Zúñiga, cuyo curso diacrónico tratamos de glosar en la siguien-te figura:

(15) BARCO CEBRIÁN, L.: «El poder de la dama noble en la Baja Edad Media: el caso de Leonor Pimentel y Zúñiga, I Duquesa de Plasencia», Estudios medievales hispánicos, 5 (2016), en prensa.

(16) Para acercarse a los últimos estudios sobre la Historia de las Mujeres de la nobleza en la Edad Media ver PELAZ FLORES, D., y VAL VALDIVIESO, M.ª I. del: «La Historia de las Mujeres en el siglo XXI a través del estudio de la Reginalildad me-dieval», Revista de historiografía, 22, 1 (2015), pp. 101-127.


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CABEZAS DE LA CASA ZÚÑIGA (17)

SANCHO ÍÑIGUEZ DE STÚÑIGA

ÍÑIGO DE STÚÑIGA

SANCHA DE STÚÑIGA

ÍÑIGO ORTIZ DE ZÚÑIGA

DIEGO ÍÑIGUEZ LÓPEZ DE ZÚÑIGA

LOPE ORTIZ DE ZÚÑIGA

ORTÚN ORTIZ DE ZÚÑIGA



DIEGO LÓPEZ DE ZÚÑIGA


DIEGO LÓPEZ DE ZÚÑIGA

PEDRO DE ZÚÑIGA Y LEIVA

ÁLVARO DE ZÚÑIGA Y GUZMÁN

(17)

(17) La figura antecedente es la línea de los herederos dentro del linaje Zúñi-ga, Estúñiga o Stúñiga, nos lo encontramos de diferente forma según la fuente, el documento, o el historiador que se consulte.


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Como apuntáramos anteriormente, el apellido es un problema a la hora de realizar las genealogías, y en el caso que nos ocupa, el apellido Zúñiga, no siempre se escribió así. Por ello, según la fuente que utilicemos podremos encontrarnos con Stúñiga, Estúñiga o Zúñiga.

Aunque el primer nombre que hallamos en esta línea de suce-sión es el de Sancho Íñiguez de Stúñiga, el cual pertenece al siglo XII; lo cierto es que el linaje tiene su inicio a finales del siglo XIII, concretamente cuando en 1278 tiene lugar la guerra civil navarra, de cuyas tierras proceden. Su origen hay que situarlo en la villa de Zúñiga, de la cual tomaron su nombre, denominándose en su origen Estúñiga que pertenecía a la Casa Real Navarra. En el apuntado año de 1278 miembros de esta casa huyeron a Castilla, y a partir de en-tonces empezaron a asentarse en diferentes territorios castellanos. Será con Pedro I cuando este linaje penetre en la corte castellana.

Comenzaremos con Íñigo Ortiz de Stúñiga, pues es el personaje que a nuestro entender empieza a consolidar el linaje y éste empieza a tener relevancia en la vida política, ya que este personaje fue guar-da de la reina Blanca de Borbón, y emisario de Pedro I de Navarra. A Íñigo le sucede su hijo, del mismo nombre, quien liga el linaje a la causa Trastámara, por lo que empezó a recibir donaciones por parte de Enrique II. Vivió pocos años, sucendiéndole en la casa su herma-no Diego López de Zúñiga, quien compró en 1382 el señorío de Ca-pilla. Éste empezó siendo camarero del Infante Juan, que llegaría a reinar bajo el nombre de Juan II, y llegó a ser Justicia Mayor del Reino en el año 1394, llegando a ser un personaje de gran influencia en el reinado de Enrique III. Dicho cargo de Justicia Mayor se con-solidaría en el linaje pasando tanto a su hijo Pedro, como a su nieto Álvaro, cónyuge de doña Leonor. Vemos la importancia que tiene el ostentar cargos y oficios dentro de la corte en el devenir de un linaje, y cómo estos cargos se patrimonializan junto con el mayorazgo, como por ejemplo vemos aquí el cargo de Justicia Mayor que se pa-trimonializó en la casa Zúñiga. Como también podemos apreciar los cambios en los apellidos de los cabezas del linaje, aunque el común denominador sea el apellido Zúñiga en todas sus variantes.

Siguiendo con la línea, Diego López de Zúñiga también recibió de Enrique III Béjar el 5 de abril de 1396. Falleció Diego López en


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noviembre de 1417 sucediéndole su hijo Pedro de Zúñiga, conde de Ledesma en el año 1429, aunque permutaría este condado por el de Plasencia, añadiendo además Cáceres, Trujillo y Curiel.

Según Fray Alonso Fernández —cronista de este linaje que aquí nos ocupa—, Pedro de Zúñiga, abuelo y suegro de Leonor Pimentel, murió:

«…aviendo sido Conde y señor de Plansencia…; año mil y qua-trocientos y cincuenta y cinco. Aviase casado don doña Ysabel de Guzman, hija de don Alvaro Perez de Guzman, y de doña Elvira de Ayala su muger, señores de Gibraleon, Olvera, Ayamonte, heredando con esta señora este Estado. Y fueron sus hijos don Álvaro de Zúñi-ga, que sucedió en la casa…» (18).

Sigue Fray Alonso Fernández:

«Don Álvaro de Zúñiga, segundo conde de Plasencia, en sucesión al Conde su padre, que después vino a ser Duque de Arévalo y Pla-sencia…Sirvió este valentísimo caballero al Rey don Juan el Segun-do en las guerras y diferencias contra los Infantes de Aragón, y en otras ocasiones de su tiempo, que fueron muchas, y llenas de turba-ciones. En vida de su padre el Conde don Pedro, sirvió al Rey en prender a don Álvaro de Luna, Maestre de Santiago, cosa de tan pe-ligro y dificultad año mil y quatrocientos y cincuenta y tres…» (19).

Del anterior fragmento podemos extraer la idea de la importan-cia que tuvo don Álvaro de Zúñiga y Guzmán en el reinado de Juan II, ya que fue él, junto con algunos de sus hombres, quien prendió nada más y nada menos que al privado del rey, al hombre más influ-yente y poderoso del momento, don Álvaro de Luna.

El linaje Zúñiga extendió sus dominios por territorios muy diversos, lo hizo de varias formas, con compras —como el seño-río de Capilla—, con concesiones regias —que fueron la mayoría y los títulos más importantes—, y, también, por enlaces matrimo-

(18) Fray Alonso Fernández Predicador general de la Orden de Predicadores, Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia, 1627, p. 96.

(19) Ibídem.


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niales. Con todo ello los Zúñiga terminaron extendiéndose por amplias zonas tanto de Castilla como de Navarra —cuna de su linaje—, así nos los encontramos en la Rioja, Tierra de Campos, valle medio del Duero, Ávila, Salamanca, con Béjar, que fue el epicentro de su linaje; en Andalucía con el señorío de Gibraleón; y, en Extremadura con Plasencia, Burgillos, La Higuera y Casilla. En lo que se refiere a los títulos recibidos en 1442 serían condes de Plasencia, en 1480 duques de Béjar, son los títulos más impor-tantes. Toda esta nómina de territorios y títulos dejó don Álvaro de Zúñiga a su nieto, que llevó su mismo nombre, el cual seguiría a la cabeza de la casa de Zúñiga (20). Y aquí nos encontramos con otro problema a la hora de realizar la genealogía de este lina-je. Y es que hay que utilizar la documentación con sumo cuidado cuando se refiere a Álvaro de Zúñiga, ya que puede ser el abuelo o el nieto, por lo que la homonimia es un hecho a tener muy en cuenta para no caer en errores a la hora de llevar a cabo estudios genealógicos.

A lo largo de la obra de Fray Alonso Fernández y de los do-cumentos originales tratados podemos percibir una evolución dentro de la Casa de los Zúñiga hacia las cotas altas del poder político de la corte enriqueña, gracias a su leal compromiso tan-to con Juan II, como, sobre todo, con Enrique IV, que va a hacer que el linaje ostente mayores títulos y territorios dentro de la corona castellana y, por lo tanto, consolide su poder político, su influencia en el panorama social y extienda sus redes de influen-cia a una multitud de territorios a lo largo y ancho de la Castilla bajomedieval.

Hay que subrayar la importancia del matrimonio en la consoli-dación y expansión de los señoríos, y de la nobleza en general, en estos momentos. Muestra de ello puede ser el matrimonio de doña Leonor Pimentel y Álvaro de Zúñiga. Don Álvaro casó dos veces, la primera con Leonor Manrique de Lara y Castilla, que era hija del adelantado de León, señor de Treviño y Amusco, Pedro Manrique de Lara y Mendoza.

(20) BARCO CEBRIÁN, L.: Mujer, poder y linaje en la Baja Edad Media: una bio-grafía de Leonor Pimentel, La Ergástula, Madrid, 2014, pp. 54-55.


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DESCENDENCIA DE ÁLVARO DE ZÚÑIGAY GUZMÁN

CASÓ CONISABEL

MANRIQUE

LEONOR PIMENTELY ZÚÑIGA

TUVIERON POR HIJOS A

PEDRO DE ZÚÑIGA

ÁLVARO DE ZÚÑIGA

FRADRIQUE DE ZÚÑIGA

ELVIRA DE ZÚÑIGA

DIEGO DE ZÚÑIGA

FRANCISCO DE ZÚÑIGA

LEONOR DE ZÚÑIGA

JUANA DE ZÚÑIGA

JUANDE ZÚÑIGA

Maestre de Alcántara

ISABELDE ZÚÑIGA PIMENTEL

Futura Duquesa de Alba

MARÍADE ZÚÑIGAPIMENTEL

De aquel primer matrimonio que tuvo lugar en 1429 nacieron don Pedro de Zúñiga, don Diego de Zúñiga, don Álvaro de Zúñiga, que sería gran Prior de San Juan, don Francisco de Zúñiga, don


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Fadrique —que fue obispo de Osma—, doña Leonor, doña Elvira de Zúñiga y doña Juana.

En segundas nupcias casó don Álvaro con doña Leonor Pimentel en el año 1458. Doña Leonor era su sobrina, ya que sus padres eran Juan Alonso Pimentel, conde de Mayorga, y Elvira de Zúñiga y Guz-mán, hermana de don Álvaro. Doña Leonor tuvo mucha influencia en los actos políticos y sociales que realizó su esposo. Tuvieron por hijos a don Juan de Zúñiga, a doña Isabel de Zúñiga Pimentel y a doña María de Zúñiga Pimentel (21).

No sabemos con exactitud la fecha de nacimiento de Leonor Pi-mentel, aunque debemos suponer que tendría lugar a principios de la década de 1430: su padre nació en torno al año 1410, y murió a una edad muy temprana, con apenas 27 años (1437). Cuando murió sólo contaba con una hija, doña Leonor, que sería una niña. Por otra parte, sí que conocemos la fecha de su finamiento, el 31 de marzo del año 1486 en Béjar, Salamanca, después de una enferme-dad, tal y como queda reflejado, por ejemplo, en su testamento (22).

Doña Leonor quedó huérfana de padre a una edad temprana y, apenas unas décadas después, quedó huérfana también de madre. Data de 1448 una carta de licencia y poder que otorga la propia Leonor a favor de Alfonso González de Toro, al cual nombra su pro-curador para que tome posesión de los bienes que había heredado de su difunta madre. Estando sola quedó a cargo de sus parientes más cercanos, su abuelo materno, don Pedro de Zúñiga, que luego se convertiría también en su suegro, y de su tío don Álvaro de Zúñi-ga, su futuro esposo. Vivía doña Leonor en aquellas fechas en la vi-lla de Béjar, lugar al que siempre tuvo un especial cariño. Contrajo matrimonio en 1458, con unos veinte y pocos años de edad, mien-

(21) ORTIZ DE ZÚÑIGA, D.: Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andalucía, que contienen sus mas principales memorias desde el año de 1246, en que emprendió conquistarla del poder de los Mo-ros el gloriosísimo Rey S. Fernando III de Castilla y León, hasta el de 1671 en que la Católica Iglesia concedió el culto y título de Bienaventurado, Madrid, 1796, pp. 140-145.

Fray Alonso Fernández Predicador general de la Orden de Predicadores, Histo-ria y anales de la ciudad y obispado de Plasencia, 1627, p. 97.

(22) Archivo Histórico Nacional (A partir de ahora AHN), Sección Nobleza, OSUNA, C. 217, D. 1-27, fol. 2v.


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tras que su tío y esposo sobrepasaría los cuarenta. Para que se pu-diera realizar el matrimonio, al ser su sobrina, necesitaron tanto una bula papal, dispensada por Pío II, como una provisión real, dada por Enrique IV (23).

Dejaremos aquí a un lado el papel que doña Leonor desempeñó en el seno de su linaje, porque tal vez nos desviemos del tema que aquí nos ocupa, la genealogía.

Para realizar la genealogía de Leonor Pimentel también fue necesario hacer la de su esposo, máxime cuando ambos compar-tían lazos de consanguineidad. Como apuntáramos antes, para trazar la genealogía en la época que aquí nos ocupa no contamos con la abundantísima documentación que nos podemos encon-trar en los archivos parroquiales o entre la documentación nota-rial. Por el contrario, hemos tenido que recurrir a obras contem-poráneas, escritas por cronistas de su época, tal como la de Fray Alonso Fernández ya aducida, con todo lo que ello supone; y a los archivos, sobre todo, nobiliarios. Gracias a la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, esta tarea no se nos presenta tan complicada. A través de la bula matrimonial dispensada por el Papa Pío II y de la real provisión dada por Enrique IV, pudimos trazar la fecha del matrimonio y de tío y sobrina, además de constatar la consanguineidad entre ambos. A partir de ahí nos hemos servido de diferentes documentos de archivo para ir tra-zando las líneas descendentes y ascendentes de estos dos perso-najes. Por otro lado, quehacer bastante complicado y arduo. Así, hemos podido estudiar numerosos documentos, donde en algu-nos de ellos a penas se hacen referencias a relaciones de paren-tesco, mientras que otros, en cambio, nos han dado mucha infor-mación. Como puede ser el documento de la confirmación del mayorazgo a favor de don Álvaro de Zúñiga, donde se realiza una retrospectiva de sus antepasados más recientes. Asimismo, me-diante cartas, compra-ventas, pagos, poderes, etc. (24), hemos

(23) AHN, Sección Nobleza, OSUNA, D. 215, D. 7. (24) Entre otros: AHN, Sección Nobleza, OSUNA, C. 290. D. 5.AHN, Sección Nobleza, OSUNA, C. 290, D. 6.AHN, Sección Nobleza, OSUNA, C. 290, D. 7-8.AHN, Sección Nobleza, OSUNA, C. 217, D. 1-27.


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podido ir trazando las diferentes líneas. Así constatamos los tres hijos habidos en el matrimonio, y con quiénes emparentaron las dos hijas. Gracias, sobre todo, al papel jugado por doña Leonor en estos enlaces matrimoniales, dejando constancia por escrito y en nuestros archivos de todos los preparativos y conversaciones en torno a ellos (25). Aunque todavía seguimos debatiendo quié-nes eran los hijos mayores y quiénes eran los menores. Algo que esperemos poder dilucidar con mayor claridad en futuras investi-gaciones.

Pero un hecho curioso en la vida de este matrimonio, rodeado de cierto aire de leyenda, es la vida de su hijo don Juan de Zúñiga. Según algunos cronistas de la época Juan de Zúñiga murió cuando era niño, según otros, cayó enfermo pero se sobrepuso. Pero según la documentación de archivo que nosotros hemos podido analizar, y es abundante la documentación a la que hemos podido tener acceso que versan sobre este acontecimiento, Juan de Zúñiga cayó enfermo cuando era un niño, su madre, doña Leonor, presa del pánico por perder a su único hijo varón se encomendó a San Vicente Ferrer, prometiendo que si el niño sanaba construiría un monasterio bajo su advocación. El niño, por suerte, sanó y su madre cumplió su pro-mesa (26). Hecho que hizo que hoy sólo se conozca a esta mujer en numerosos círculos por ser la valedora de dicho monasterio —hoy en día todavía en pie, reconvertido en mirador—, sin embargo, los estudiosos de este linaje han pasado por alto numerosos matices nada desdeñables de esta mujer.

(25) AHN, Sección Nobleza, OSUNA, C. 285, D. 68. (26) Fray Alonso Fernández Predicador general de la Orden de Predicadores,

Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia, 1627, p. 107.


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4. CONCLUSIONES

Como conclusión podemos decir que la Genealogía es una cien-cia, tal vez auxiliar, que debe todavía exigir un lugar destacado den-tro de las ciencias sociales. Ya que parte de los estudios que los historiadores acometemos, en algún momento de nuestra vida in-vestigadora, tiene como eje vertebrador la genealogía de algún per-sonaje o linaje en particular, ya sea en la Edad Media o en la actua-lidad, pasando por la Modernidad, por motivos disímiles. De cuyas herramientas —las de la Genealogía— nos servimos para dar a co-nocer parte importante de nuestro pasado. Por ello, en las páginas precedentes hemos intentado mostrar los entresijos y dificultades que cualquier investigador tiene que afrontar a la hora de acometer un trabajo de reconstrucción genealógica. Nosotros hemos intenta-do evidenciar las dificultades que entraña enfrentarse a un caso concreto de una figura noble de finales de la Edad Media, que, ade-más, es mujer y cuya figura no cuenta con grandes aportaciones científicas a las que acudir para empezar a trabajar. Sin olvidar, tal y como apuntara Alfonso de Ceballos, que el camino por recorrer todavía es largo, cuyas líneas de actuación pueden ser numerosas y novedosas, pero no lo olvidemos, no más ni menos que cualquier saber, todos sin excepción tienen todavía un gran camino por andar, sacar a la luz y dar a conocer matices de nuestro devenir histórico que todavía esperan en cualquier rincón de cualquier archivo a que algún historiador, o genealogista en este caso, de con él y se zambu-lla en sus páginas.

reflexiÓn sobre las dificultades de una compleja ... · reflexiÓn sobre las dificultades de una...

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