receta para hacer un hombre lobo

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RECETA PARA HACER UN HOMBRE LOBO

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1 despedida cruda. 1 reparto una pizca desigualado. Luna llena a cucharadas. 1 portazo a traición, sin vacunar.

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Page 1: Receta para hacer un hombre lobo

RECETA PARA HACER UN HOMBRE LOBO

Page 2: Receta para hacer un hombre lobo

Ingredientes

1 despedida

1 reparto desigual

Luna llena

1 portazo a traición, sin vacunar

Page 3: Receta para hacer un hombre lobo

Preparación

-Ya lo has recogido todo.

Quería sonar a duda y a pregunta, pero

ha sido una afirmación clara.

- Sí.

- ¿Has elegido tú sola los libros?

- La mayoría eran tuyos. Iba a coger

alguno de los que traje yo, porque sé que no

te gustan. Pero me he acordado de que

nunca los leí y de que sólo me gustaron

cuando me los leías tú en voz alta, para que

pudiera dormir. Me llevo toda mi ropa, si a

ti no te importa.

- ¿También la interior?

Page 4: Receta para hacer un hombre lobo

- No, sólo la que llevo puesta. La otra

puedes quedártela. No sabré qué hacer con

ella. Me llevo el paraguas nuevo y la taza del

desayuno.

- No llueve.

- No es para ahora, ni para mañana. He

guardado un cubierto y un cuchillo. El cepillo

de dientes lo cojo por si lo necesitas, pero te

dejo el estropajo y el papel de aluminio.

- Me parece bien. ¿Cuánto te ha costado

recogerlo todo?

- Una hora desde que he decidido que iba

a dejarte.

- Una hora es bastante tiempo si uno

decide cambiarlo todo de repente.

- Sí, yo también lo creo.

- Ahora sólo queda repartirnos el resto

del tiempo y los lugares. Si te parece, esta

hora quédatela tú. No quiero verla por aquí

cuando me ponga a ordenarlo todo de

nuevo.

- Está bien. ¿Y qué hacemos con todo lo

demás?

Page 5: Receta para hacer un hombre lobo

- No sé, lo que tú prefieras, a mí me da

igual.

- Entonces, si no te importa, yo prefiero

quedarme con los días. Encuentro mucho

mejor las cosas que se pierden.

- Como quieras. A mí no me gusta

encontrarme con nada cuando sé que lo he

perdido. No soy hombre de sorpresas. Me

quedaré entonces la noche y no buscaré

más.

- Yo haré todo lo posible para no perder

nada que no venga a molestarte. - respira

hondo, lo mira y dice – Bien.

- Bien – Responde él mirando por la

ventana de la galería, frente al fregadero y

de espaldas a ella.

- Pues creo que me marcho ya. A no ser

que quieras irte tú.

- No, está bien así. Puedes llevártelo

todo. Déjame los platos sin fregar y algunos

trapos sucios en la lavadora. Con eso será

suficiente.

Page 6: Receta para hacer un hombre lobo

- Adiós. – dice ella con voz remolona.

- ¡Lina! – Hace una pausa después del

nombre que siempre le pareció de gata -

¡Una cosa más!

Ella se vuelve desde la puerta, con la

nariz brillante y los ojos temblando.

- ¿Cómo vamos a repartir los sitios?

- ¿Los sitios?

- Sí, los sitios. Dime dónde iré ahora

para no encontrarte…por si alguna vez

salgo de día.

Page 7: Receta para hacer un hombre lobo

- Ah… - el suspiro se cae al suelo y

rueda hasta parar debajo de una silla.

- ¿Te importa si yo me quedo La

Dramagora? Me gustaría ir a cenar alguna

noche para que no estés.

- Quédatelo. Yo intentaré comprarme la

comida en el Nustoguovo y cocinarme a lo

Loren o a la Magniani. ¿Quieres quedarte

con la Sala Russafa?

- Me pilla a deshora, abren muy tarde

para mis días. Quédatela tú, te vendrá

mejor.

- ¿Te importa si también me quedo el

café jazz? Me gustaría ir a oír música, por

ejemplo algún domingo.

- Todo tuyo. Tengo allí demasiados

recuerdos y no quiero que me hagan

llevármelos. Yo me quedo el Sur y la

Luthier para comprarme una guitarra que se

siente conmigo en el sofá y me haga reír.

- Yo el supermercado árabe y el Niño

Llorón. Para lo mío no hace falta sofá y me

vendrá bien tener cerca a alguien más triste

que yo.

Page 8: Receta para hacer un hombre lobo

- Está bien. Creo que ya está todo – dice

ella tratando de que se asome una lágrima y

le corra por la mejilla.

- No, todavía no. Falta una última cosa.

Quisiera quedarme todas las librerías.

- ¿Todas?

- Tú no lees, y si nos encontramos allí

seguramente me pedirás que te lea algo en

voz alta, para que puedas dormir. Y yo lo

haré porque todavía no habré aprendido a

negarte nada, y a ti te gustará que mi voz te

haga eco en el estómago y resuene

haciéndote cosquillas en la garganta.

Querrás volver a hacer el amor conmigo allí

mismo, como siempre que no podías

dormir, y tendré que quedarme otra vez

contigo por haber encontrado algo que daba

por perdido.

- Claro – admite comprensiva. Creo que

tienes razón. No me acercaré al Ubik, ni a

la Querubin, ni a la Cosecha Roja, la

Gramola, ni la Slaughter House.¿Me dejo

alguna?

Page 9: Receta para hacer un hombre lobo

- No quiero que vayas tampoco a la

Cuchufleta ni a la Exlibris. Por favor,

prométemelo.

- Te lo prometo – dice ella con esa cara

de niña que a él le gustaba tanto que pusiera

cuando iba a cambiar las reglas del juego.

- Pues adiós

- Adiós – le dice él ya de espaldas al

fregadero y a la ventana, mirando a la

puerta de la calle – Es curioso, de todo lo

que te llevas sólo hay una cosa por la que

sería capaz de pelear y maldecir.

- ¿Qué es? – Dice ella temiéndose que le

pida otra lágrima, porque sabe que no lleva

más sueltas. La última había sido sólo la

calderilla que le había quedado después de

despedirse del hijo del cartero y de la planta

del rellano.

Él se acerca muy lentamente pero sin

dejar de mirarla a los ojos, tan al fondo a la

derecha que ella teme que descubra que

también se ha llevado los cuadros. Cuando

llega a su altura cierra la puerta, la gira con

un movimiento rápido. Se queda frente a

ella, como haría un replicante que sólo

Page 10: Receta para hacer un hombre lobo

sospecha que lo es porque sueña con

corderos eléctricos y unicornios, dejándola

creer que por fin va a poder darle el último

beso que llevaba tanto tiempo preparándole

a fuego lento. Pero Ernesto cae sobre sus

rodillas y ella empieza a temer que se dé

cuenta también de lo de las lámparas. La

contempla desde el suelo, con la cara de un

niño que no quiere irse a dormir todavía.

- ¿Podrías dejarme la ropa interior que

llevas puesta?

Por toda respuesta ella le coge la cabeza

entre las manos y luego se sujeta la punta

del vestido.

Él observa el trofeo un momento, antes

de guardárselo en el bolsillo. Esperaba que

fueran sus favoritas, quizás la próxima vez.

- Espera. No quiero que cojas frío.

Se aleja unos pasos y vuelve con una

bufanda fina que le enrolla alrededor de

cada pierna. La ata por delante, para que no

se constipe. Se despide del nudo, de la

Page 11: Receta para hacer un hombre lobo

bufanda , apoya la frente y cierra los ojos

para descansar un momento.

Sólo al final de un rato oye aullar a la

puerta al cerrarse con fuerza. La mitad del

corazón de Ernesto se va detrás, alcanzado

por un mordisco. Mientras sostiene el color

rojo entre las manos, mira la puerta y se

pregunta por qué nunca pensaron en

vacunarla, en previsión de que un día

alguno de sus portazos pudiera tener la

rabia. Con los ojos cerrados todavía,

recoge la bufanda que ahora cuelga del

perchero, al lado del sombrero. Se envuelve

el pecho en ella para frenar esa corriente de

aire frío que entra por el hueco. Vaga por la

casa apoyado en la pared, buscando algún

rincón que le sujete la cabeza y le ayude a

lamerse el fondo de la herida.

Page 12: Receta para hacer un hombre lobo

Guiaoscuradelaciudad.wordpress.com

Fotografia: patossa.com