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RETÓRICA, FICCIÓN Y ESPEJISMO 2 6 1 ETÓRICA, FICCIÓN Y ESPEJISMO: TRES IMÁGENES DE UN MÉXICO BOLCHEVIQUE (1920-1940) Beatriz Urías Horcasitas* UNAM INTRODUCCIÓN El panorama ideológico de México al terminar la fase armada de la re- volución fue muy complejo. En ausencia de un pensamiento político original y con el propósito de dar sentido a una revolución de “masas” que había dado la espalda al liberalismo, el nuevo grupo en el poder le- gitimó el proceso revolucionario y su institucionalización por medio de un conjunto de ideas extraídas del cooperativismo, la socialdemocracia, el jacobinismo anticlerical, el fascismo mussoliniano y el bolchevismo R * [email protected] Otra versión de este ensayo será publicada en Francia bajo el título de “Trois images d’un Mexique bochevique”, Communisme, París, 2005. Agradezco las observaciones y sugerencias de lectura que en la elaboración de las dife- rentes versiones de este trabajo me fueron propuestas por Claudia Canales, Renato Gon- zález Mello, Enrique Plascencia, Luis Enrique Moguel, Roger Bartra y Gilles Bataillon. Sin reflejar de manera fidedigna la realidad histórica del país, la re- presentación de un México bolchevique contribuyó a articular la rela- ción autoritaria y clientelar que el Estado posrevolucionario entabló con las mayorías. Esta representación será analizada en este ensayo a través de tres de sus versiones. La retórica radical del nuevo Estado. Las imágenes de los pintores muralistas acerca de una sociedad con- ducida por las masas proletarias, de donde surgiría el “hombre nue- vo”. El discurso populista de los gobernadores anticlericales de la región del sureste. Estas figuras fueron recuperadas por miradas ex- tranjeras, fundamentalmente norteamericanas, que funcionaron como un juego de espejos que hacia el exterior confirmaron el equívoco de que existía un paralelismo entre las revoluciones soviética y mexicana. (Bolchevismo, Estado posrevolucionario, muralismo, populismo re- gional, movilización de masas)

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ETÓRICA, FICCIÓN Y ESPEJISMO: TRES IMÁGENESDE UN MÉXICO BOLCHEVIQUE (1920-1940)

Beatriz Urías Horcasitas*UNAM

INTRODUCCIÓN

El panorama ideológico de México al terminar la fase armada de la re-volución fue muy complejo. En ausencia de un pensamiento políticooriginal y con el propósito de dar sentido a una revolución de “masas”que había dado la espalda al liberalismo, el nuevo grupo en el poder le-gitimó el proceso revolucionario y su institucionalización por medio deun conjunto de ideas extraídas del cooperativismo, la socialdemocracia,el jacobinismo anticlerical, el fascismo mussoliniano y el bolchevismo

R

* [email protected] Otra versión de este ensayo será publicada en Franciabajo el título de “Trois images d’un Mexique bochevique”, Communisme, París, 2005.Agradezco las observaciones y sugerencias de lectura que en la elaboración de las dife-rentes versiones de este trabajo me fueron propuestas por Claudia Canales, Renato Gon-zález Mello, Enrique Plascencia, Luis Enrique Moguel, Roger Bartra y Gilles Bataillon.

Sin reflejar de manera fidedigna la realidad histórica del país, la re-presentación de un México bolchevique contribuyó a articular la rela-ción autoritaria y clientelar que el Estado posrevolucionario entablócon las mayorías. Esta representación será analizada en este ensayo através de tres de sus versiones. La retórica radical del nuevo Estado.Las imágenes de los pintores muralistas acerca de una sociedad con-ducida por las masas proletarias, de donde surgiría el “hombre nue-vo”. El discurso populista de los gobernadores anticlericales de laregión del sureste. Estas figuras fueron recuperadas por miradas ex-tranjeras, fundamentalmente norteamericanas, que funcionaron comoun juego de espejos que hacia el exterior confirmaron el equívoco deque existía un paralelismo entre las revoluciones soviética y mexicana.

(Bolchevismo, Estado posrevolucionario, muralismo, populismo re-gional, movilización de masas)

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uno de los recursos ideológicos, aunque no el único, que permitió en-cuadrar a las masas en tanto que base de apoyo del nuevo Estado. Cuan-do el control no pudo establecerse de manera eficaz, por ejemplo en elcaso de los cristeros, los movimientos populares fueron denunciadoscomo instrumentos de una “reacción” siempre amenazante que busca-ba socavar el proceso revolucionario. Desde esta perspectiva, planteoque aunque la retórica bolchevique facilitó la instauración de una rela-ción clientelar durable entre el Estado y las mayorías, dando estabilidadal primero y posibilidades de ascenso económico y social a las segun-das, provocó también el malentendido de que en México se había pro-ducido una transformación radical. Considero que este malentendidoocultó los reclamos básicos de una gran parte de la población para lacual el movimiento revolucionario no había ofrecido respuesta a sus de-mandas. Desde estas premisas, intento demostrar que si bien el imagina-rio de un México bolchevique no reflejó de manera fidedigna el procesohistórico que estaba teniendo lugar después de la revolución de 1910, sícontribuyó a articular diversos procesos de movilización popular. Estopermite entender que el mito de la creación de una nueva sociedad in-herente al bolchevismo suscitara interés en actores políticos y socialestan dispares como funcionarios, hombres de letras, artistas plásticos,gobernadores populistas, líderes sindicales y militantes comunistas.

La imagen de un México bolchevique tuvo, en efecto, varias vertien-tes que no fueron unívocas ni homogéneas. En este ensayo delimito tresde ellas, sin que por ello pretenda dar uniformidad a sus contenidos odesmerecer la importancia de otras manifestaciones del bolchevismomexicano que durante el mismo periodo habría que rastrear en el ám-bito de los sindicatos, los grupos literarios, las organizaciones de maes-tros y las primeras agrupaciones feministas. Las representaciones delMéxico bolchevique que serán aquí examinadas son primero, la del Es-tado radical y obrerista en busca de unidad social y en abierta lucha encontra de la “reacción” durante los regímenes de Obregón y Calles. Se-gundo, la de los pintores muralistas que representaron la imagen de unasociedad utópica conducida por las “masas” proletarias. Finalmente, lade los aparatos políticos regionales encabezados por gobernadores po-pulistas y anticlericales que fomentaron la organización de obreros ycampesinos, utilizándola como base de apoyo en los conflictos contra el

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soviético. Este ensayo se interroga acerca del sentido de este último ele-mento, partiendo de la consideración de que la circulación de un ima-ginario bolchevique no permite suponer que en el México posrevolu-cionario se tuviera un conocimiento claro de la significación del términoni del contexto político en que éste había sido generado.1

La aparición de las masas en la vida política después de la revolu-ción de 1910 estuvo en el origen de fenómenos sociales inéditos como elascenso del corporativismo, la formación de una clase media y la gesta-ción de un nacionalismo que exaltó la fusión entre el Estado y el mitorevolucionario. La representación de un México bolchevique cobró sen-tido en este contexto y comenzó a popularizarse al inicio de la décadade los veinte. Propongo aquí la interpretación de que esta imagen fue

1 La palabra bolchevique proviene de bolchinstvo (mayoría); se trata de la mayoría ob-tenida por los partidarios de Lenin en contra de la facción menchevique en el II Congresodel Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (Bruselas-Londres, 1903). En el ensayo¿Qué hacer? (1902), Lenin asoció el vocablo a la teoría de la organización de las masas ya la estrategia de un movimiento revolucionario. Según lo establecido en este escrito, alreivindicar fines estrictamente económicos el proletariado tendía “espontáneamente” asubordinar sus intereses a los de la burguesía. De ahí la necesidad de que los movimien-tos de masas quedaran supeditados a las directrices de un pequeño grupo de revolucio-narios profesionales que establecerían la táctica política a seguir en la lucha contra la bur-guesía y definirían las alianzas a entablar con otras clases. El término de bolchevismo fuevinculado inicialmente a las posturas sustentadas por los partidarios de Lenin en la polé-mica con León Trotsky y Rosa Luxemburgo en torno a la capacidad de los movimientosde masas para organizarse de manera autónoma. Después de 1917 remitió a la teoría dela política proletaria articulada en torno al partido único; en 1919 el Partido Comunistasoviético comenzó a denominarse bolchevique. A partir de la muerte de Lenin (1924), la“bolchevización” de los partidos comunistas significó la eliminación de las corrientesque se oponían al principio leninista de la primacía de la revolución mundial, así comoa la subordinación de las luchas proletarias nacionales al movimiento revolucionario in-ternacional encabezado por Moscú. Finalmente, la interpretación estalinista del leninis-mo enfatizó la necesidad de eliminar a los adversarios de la revolución, invocando al bol-chevismo para justificar las purgas y la depuración de las facciones dentro del partido.Georges Haupt, “Bolchevisme”, Encyclopaedia Universalis (4), París 1990, 312-316; Jean-Marc Gayman, “Bolchevisme” en Georges Labica y Gérard Bensussan, coords., Diction -naire critique du marxisme, París, Presses Universitaires de France, Segunda Edición, 1983.pp. 106-113. Véase también Vladimir I. Lenin, ¿Qué hacer? en Obras escogidas, tomo I, Mos-cú, Editorial Progreso, 1961.

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uno de los recursos ideológicos, aunque no el único, que permitió en-cuadrar a las masas en tanto que base de apoyo del nuevo Estado. Cuan-do el control no pudo establecerse de manera eficaz, por ejemplo en elcaso de los cristeros, los movimientos populares fueron denunciadoscomo instrumentos de una “reacción” siempre amenazante que busca-ba socavar el proceso revolucionario. Desde esta perspectiva, planteoque aunque la retórica bolchevique facilitó la instauración de una rela-ción clientelar durable entre el Estado y las mayorías, dando estabilidadal primero y posibilidades de ascenso económico y social a las segun-das, provocó también el malentendido de que en México se había pro-ducido una transformación radical. Considero que este malentendidoocultó los reclamos básicos de una gran parte de la población para lacual el movimiento revolucionario no había ofrecido respuesta a sus de-mandas. Desde estas premisas, intento demostrar que si bien el imagina-rio de un México bolchevique no reflejó de manera fidedigna el procesohistórico que estaba teniendo lugar después de la revolución de 1910, sícontribuyó a articular diversos procesos de movilización popular. Estopermite entender que el mito de la creación de una nueva sociedad in-herente al bolchevismo suscitara interés en actores políticos y socialestan dispares como funcionarios, hombres de letras, artistas plásticos,gobernadores populistas, líderes sindicales y militantes comunistas.

La imagen de un México bolchevique tuvo, en efecto, varias vertien-tes que no fueron unívocas ni homogéneas. En este ensayo delimito tresde ellas, sin que por ello pretenda dar uniformidad a sus contenidos odesmerecer la importancia de otras manifestaciones del bolchevismomexicano que durante el mismo periodo habría que rastrear en el ám-bito de los sindicatos, los grupos literarios, las organizaciones de maes-tros y las primeras agrupaciones feministas. Las representaciones delMéxico bolchevique que serán aquí examinadas son primero, la del Es-tado radical y obrerista en busca de unidad social y en abierta lucha encontra de la “reacción” durante los regímenes de Obregón y Calles. Se-gundo, la de los pintores muralistas que representaron la imagen de unasociedad utópica conducida por las “masas” proletarias. Finalmente, lade los aparatos políticos regionales encabezados por gobernadores po-pulistas y anticlericales que fomentaron la organización de obreros ycampesinos, utilizándola como base de apoyo en los conflictos contra el

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soviético. Este ensayo se interroga acerca del sentido de este último ele-mento, partiendo de la consideración de que la circulación de un ima-ginario bolchevique no permite suponer que en el México posrevolu-cionario se tuviera un conocimiento claro de la significación del términoni del contexto político en que éste había sido generado.1

La aparición de las masas en la vida política después de la revolu-ción de 1910 estuvo en el origen de fenómenos sociales inéditos como elascenso del corporativismo, la formación de una clase media y la gesta-ción de un nacionalismo que exaltó la fusión entre el Estado y el mitorevolucionario. La representación de un México bolchevique cobró sen-tido en este contexto y comenzó a popularizarse al inicio de la décadade los veinte. Propongo aquí la interpretación de que esta imagen fue

1 La palabra bolchevique proviene de bolchinstvo (mayoría); se trata de la mayoría ob-tenida por los partidarios de Lenin en contra de la facción menchevique en el II Congresodel Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (Bruselas-Londres, 1903). En el ensayo¿Qué hacer? (1902), Lenin asoció el vocablo a la teoría de la organización de las masas ya la estrategia de un movimiento revolucionario. Según lo establecido en este escrito, alreivindicar fines estrictamente económicos el proletariado tendía “espontáneamente” asubordinar sus intereses a los de la burguesía. De ahí la necesidad de que los movimien-tos de masas quedaran supeditados a las directrices de un pequeño grupo de revolucio-narios profesionales que establecerían la táctica política a seguir en la lucha contra la bur-guesía y definirían las alianzas a entablar con otras clases. El término de bolchevismo fuevinculado inicialmente a las posturas sustentadas por los partidarios de Lenin en la polé-mica con León Trotsky y Rosa Luxemburgo en torno a la capacidad de los movimientosde masas para organizarse de manera autónoma. Después de 1917 remitió a la teoría dela política proletaria articulada en torno al partido único; en 1919 el Partido Comunistasoviético comenzó a denominarse bolchevique. A partir de la muerte de Lenin (1924), la“bolchevización” de los partidos comunistas significó la eliminación de las corrientesque se oponían al principio leninista de la primacía de la revolución mundial, así comoa la subordinación de las luchas proletarias nacionales al movimiento revolucionario in-ternacional encabezado por Moscú. Finalmente, la interpretación estalinista del leninis-mo enfatizó la necesidad de eliminar a los adversarios de la revolución, invocando al bol-chevismo para justificar las purgas y la depuración de las facciones dentro del partido.Georges Haupt, “Bolchevisme”, Encyclopaedia Universalis (4), París 1990, 312-316; Jean-Marc Gayman, “Bolchevisme” en Georges Labica y Gérard Bensussan, coords., Diction -naire critique du marxisme, París, Presses Universitaires de France, Segunda Edición, 1983.pp. 106-113. Véase también Vladimir I. Lenin, ¿Qué hacer? en Obras escogidas, tomo I, Mos-cú, Editorial Progreso, 1961.

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consolidación de un orden político autoritario en el periodo que va de1920 a 1940.

Es importante considerar que el hecho de que la retórica bolchevi-que atravesara los regímenes de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles,Emilio Portes Gil, Pascual Ortíz Rubio, Abelardo Rodríguez y LázaroCárdenas, no implica que el periodo 1920-1940 pueda ser visto comouna unidad. En efecto, mientras que Obregón y Calles desplegaron unaviolencia extrema para controlar los movimientos regionales y sofocarcualquier tipo de oposición, Cárdenas consolidó el proceso de centrali-zación del país e introdujo políticas de modernización, profundizandoal mismo tiempo la organización corporativa de la sociedad auspiciadapor sus antecesores. La construcción de una nueva forma de nacionalis-mo recorrió ambos periodos, cambiando de contenidos y de significa-ción a partir de la llegada de Miguel Alemán.

EL BOLCHEVISMO DE ESTADO

En 1940 un apologista del radicalismo revolucionario, José Mancisidor,dio cuenta en los siguientes términos de la filiación bolchevique de losfuncionarios obregonistas:

El comunismo, a pesar de que todavía carecía de fuerza, era una corrientepolítica que empezaba a sumar adeptos. Durante el gobierno de Obregón,que en agosto de 1924 reconoció a la Unión Soviética estableciendo con ellarelaciones diplomáticas, no era raro ver en las solapas de las americanas deSecretarios de Estado y funcionarios oficiales, los emblemas del comunis-mo... No obstante, no era entre los elementos oficiales –que lo hacían sola-mente por demagogia– en donde el comunismo hacía prosélitos, sino en losorganismos de obreros y campesinos del país.5

Fuera por demagogia o por convicción, las alusiones al bolchevismojugaron un papel importante en el proceso de legitimación de la facción

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centro.2 Estas tres imágenes estuvieron atravesadas y fueron reforzadaspor miradas externas, fundamentalmente norteamericanas, que funcio-naron como un juego de espejos que ampliaron la ficción de un Méxicobolchevique. Estas miradas externas se intercalan a lo largo de las tressecciones que estructuran el trabajo. En la parte final se plantean algu-nas conclusiones.

Dentro de las tres representaciones que examinaremos, la sección so-bre los pintores muralistas aborda parcialmente los planteamientos delos militantes comunistas. Esto se debe a que el bolchevismo mexicanode este periodo no fue producto del trabajo de proselitismo del PartidoComunista de México; según Barry Carr, este último acababa de ser fun-dado en 1919 y tenía una influencia limitada sobre una clase obreramarcada sobretodo por el mutualismo y el anarquismo.3 Al inicio de sulibro sobre los orígenes del comunismo en México, Paco Ignacio Taibo IIescribió que se proponía narrar tanto “la historia de un grupo de mili-tantes que pretendieron ser la vanguardia de la clase trabajadora, y nolo lograron”, como “la historia de un espejismo, el de la revolución rusavista en el valle del Anáhuac cuando se encontraba realmente a millaresde kilómetros de distancia”.4 En las siguientes páginas se deja de lado lahistoria “familiar” del pequeño grupo que dio vida al comunismo mexi-cano, pero se aborda el espejismo que la revolución rusa generó enMéxico dando lugar a un sinnúmero de contrasentidos y equívocos. Elensayo trata de mostrar en qué medida estos últimos fueron útiles en la

2 El trabajo en torno a cada una de estas tres representaciones es desigual debido aque este artículo representa un primer esfuerzo dentro de una nueva línea de trabajo. Nopretendo ofrecer una investigación original sobre los tres temas que aquí se abordan;creo, sin embargo, que el interés de este ensayo radica en que el entrelazamiento de estostres temas permite delinear los contornos de una problemática que merece ser discutiday que podrá ser profundizada a través de futuras investigaciones.

3 Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, México, Ediciones Era, 1996,29-91.

4 Paco Ignacio Taibo II, Los Bolshevikis. Historia narrativa de los orígenes del comunismoen México (1919-1925), México, Editorial Joaquín Mortíz, 1986, 7. Véase también Aureliode los Reyes, “Bolcheviquismo”, en Cine y sociedad en México, 1896-1930, Bajo el cielo deMéxico, volumen II (1920-1924), México, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universi-dad Nacional Autónoma de México, 1993, 343-373.

5 José Mancisidor, Síntesis histórica del movimiento social en México (1940), CuadernosObreros 10, México, Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano,1976, 97.

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consolidación de un orden político autoritario en el periodo que va de1920 a 1940.

Es importante considerar que el hecho de que la retórica bolchevi-que atravesara los regímenes de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles,Emilio Portes Gil, Pascual Ortíz Rubio, Abelardo Rodríguez y LázaroCárdenas, no implica que el periodo 1920-1940 pueda ser visto comouna unidad. En efecto, mientras que Obregón y Calles desplegaron unaviolencia extrema para controlar los movimientos regionales y sofocarcualquier tipo de oposición, Cárdenas consolidó el proceso de centrali-zación del país e introdujo políticas de modernización, profundizandoal mismo tiempo la organización corporativa de la sociedad auspiciadapor sus antecesores. La construcción de una nueva forma de nacionalis-mo recorrió ambos periodos, cambiando de contenidos y de significa-ción a partir de la llegada de Miguel Alemán.

EL BOLCHEVISMO DE ESTADO

En 1940 un apologista del radicalismo revolucionario, José Mancisidor,dio cuenta en los siguientes términos de la filiación bolchevique de losfuncionarios obregonistas:

El comunismo, a pesar de que todavía carecía de fuerza, era una corrientepolítica que empezaba a sumar adeptos. Durante el gobierno de Obregón,que en agosto de 1924 reconoció a la Unión Soviética estableciendo con ellarelaciones diplomáticas, no era raro ver en las solapas de las americanas deSecretarios de Estado y funcionarios oficiales, los emblemas del comunis-mo... No obstante, no era entre los elementos oficiales –que lo hacían sola-mente por demagogia– en donde el comunismo hacía prosélitos, sino en losorganismos de obreros y campesinos del país.5

Fuera por demagogia o por convicción, las alusiones al bolchevismojugaron un papel importante en el proceso de legitimación de la facción

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centro.2 Estas tres imágenes estuvieron atravesadas y fueron reforzadaspor miradas externas, fundamentalmente norteamericanas, que funcio-naron como un juego de espejos que ampliaron la ficción de un Méxicobolchevique. Estas miradas externas se intercalan a lo largo de las tressecciones que estructuran el trabajo. En la parte final se plantean algu-nas conclusiones.

Dentro de las tres representaciones que examinaremos, la sección so-bre los pintores muralistas aborda parcialmente los planteamientos delos militantes comunistas. Esto se debe a que el bolchevismo mexicanode este periodo no fue producto del trabajo de proselitismo del PartidoComunista de México; según Barry Carr, este último acababa de ser fun-dado en 1919 y tenía una influencia limitada sobre una clase obreramarcada sobretodo por el mutualismo y el anarquismo.3 Al inicio de sulibro sobre los orígenes del comunismo en México, Paco Ignacio Taibo IIescribió que se proponía narrar tanto “la historia de un grupo de mili-tantes que pretendieron ser la vanguardia de la clase trabajadora, y nolo lograron”, como “la historia de un espejismo, el de la revolución rusavista en el valle del Anáhuac cuando se encontraba realmente a millaresde kilómetros de distancia”.4 En las siguientes páginas se deja de lado lahistoria “familiar” del pequeño grupo que dio vida al comunismo mexi-cano, pero se aborda el espejismo que la revolución rusa generó enMéxico dando lugar a un sinnúmero de contrasentidos y equívocos. Elensayo trata de mostrar en qué medida estos últimos fueron útiles en la

2 El trabajo en torno a cada una de estas tres representaciones es desigual debido aque este artículo representa un primer esfuerzo dentro de una nueva línea de trabajo. Nopretendo ofrecer una investigación original sobre los tres temas que aquí se abordan;creo, sin embargo, que el interés de este ensayo radica en que el entrelazamiento de estostres temas permite delinear los contornos de una problemática que merece ser discutiday que podrá ser profundizada a través de futuras investigaciones.

3 Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, México, Ediciones Era, 1996,29-91.

4 Paco Ignacio Taibo II, Los Bolshevikis. Historia narrativa de los orígenes del comunismoen México (1919-1925), México, Editorial Joaquín Mortíz, 1986, 7. Véase también Aureliode los Reyes, “Bolcheviquismo”, en Cine y sociedad en México, 1896-1930, Bajo el cielo deMéxico, volumen II (1920-1924), México, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universi-dad Nacional Autónoma de México, 1993, 343-373.

5 José Mancisidor, Síntesis histórica del movimiento social en México (1940), CuadernosObreros 10, México, Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano,1976, 97.

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los comunistas; por último, la autonomía de los sindicatos anarcosindi-calistas. Spenser añade que, ignorando estos elementos,

los dirigentes soviéticos y los activistas del Cominterm [...] tuvieron la in-creíble ilusión de que los generales mexicanos podían ser fácilmente atraí-dos a las filas comunistas y que el proletariado mexicano iba a responder asus exhortaciones. El proletariado resultó menos revolucionario y el Estadomás activo de lo que el Comintern había anticipado.9

La situación se complicaba aún más debido a que al inicio de losaños veinte las directrices enviadas por la Internacional Comunistacambiaban continuamente o eran contradictorias.

A pesar de la fuerte oposición norteamericana, en 1924 Obregón es-tableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.10 Esta decisiónfue apoyada por el grupo de “radicales” que rodeaba al presidente, yque originalmente habían sido representantes del agrarismo zapatistaen el Congreso Constituyente de Querétaro en 1916 o maderistas quehabían pasado a las filas carrancistas. Entre ellos figuraban Marte R. Gó-mez, Ramón P. De Negri, Rafael Ramos Pedrueza, Antonio Díaz Soto yGama, Manuel Gómez Morín, José Vasconcelos, así como los generalesFrancisco Serrano y Francisco Mújica.11 La convicción que estos indivi-duos compartían al finalizar la lucha armada era que la Revolución me-xicana había abierto las puertas a una transformación de fondo al anularlos conflictos sociales y poner por encima de ellos al Estado. Para 1930

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de revolucionarios que accedió al poder con el Plan de Agua Prieta.6 Se-gún Alvaro Matute, después del asesinato de Carranza, las alusiones alpueblo revolucionario dieron a su sucesor, Obregón, “una base funda-mental que minó toda reclamación legitimista proveniente de los here-deros de Carranza”, de los villistas o de los zapatistas.7 Fue un momen-to en que la defensa de la revolución justificó el inicio de una luchadescarnada entre el nuevo grupo en el poder y cualquier entidad colec-tiva o individual que se opusiera a la potencia estatal.

Ajenos a la situación que reinaba en México los ideólogos soviéticostrataron de buscar similitudes entre las dos primeras revoluciones delsiglo XX, y a partir de 1921 enviaron agentes para difundir la organiza-ción comunista en el medio sindical mexicano.8 De acuerdo con DanielaSpenser, el fracaso de los emisarios del Cominterm se debió a que so-brestimaron la importancia del proletariado y desconocieron los cam-bios que la Revolución mexicana había generado. Por ejemplo, la trans-formación de la relación sociedad-Estado; el nuevo vínculo entre elgobierno y el movimiento obrero, con la consiguiente marginación de

6 Estudios recientes han establecido que la cultura política impuesta por los militaresque promulgaron el Plan de Agua Prieta fue individualista y laica, con tintes jacobinos yanticlericales, a diferencia de aquella que dominaba en el centro y el sur del país. VéaseJean Meyer, La Revolución Mexicana, 1910-1940, México, Editorial Jus, 1991; Héctor Agui-lar Camín, “La revolución que vino del norte”, Saldos de la Revolución, México, EditorialOcéano, 1985.

7 Alvaro Matute, Historia de la Revolución Mexicana, vol. 8 La carrera del caudillo, Méxi-co, El Colegio de México, 1980, 190.

8 Las noticias acerca de la revolución rusa circularon en México a finales de 1917.Paco Ignacio Taibo II señala que “los diarios nacionales informaron de manera harto con-fusa sobre los acontecimientos revolucionarios que se estaban produciendo en Rusia. Se-gún aquellos sorprendentes textos, Lenine, un espía alemán, se había adueñado del podercon la ayuda de un judío amigo suyo llamado Trotzky. Más tarde Trotzky y Lenine se da-rían golpes de estado, caerían en manos de los blancos, quienes varias veces reconquista-ron Moscou y serían asesinados en incontables ocasiones. Junto con esta popularizaciónde los nombres de los dos dirigentes revolucionarios, se harían comunes los términosbolsheviki y soviet, con múltiples significados, afines todos ellos al extremo radicalismo,al izquierdismo desesperado, al aventurerismo sin límite, al nihilismo definitivo. Pocoatractiva podía resultarle a los desorganizados trabajadores mexicanos, aquella revolu-ción que les quedaba tan lejos y cuyas noticias les llegaban a través del colador de losmentirosos profesionales de la gran prensa”. Taibo II, Paco Ignacio, Op cit., p. 30.

9 Daniela Spenser, El triángulo imposible. México, Rusia soviética y Estados Unidos en losaños veinte, México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 1998, 67.

10 A partir del inicio de las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética en 1924, losEstados Unidos emprendieron una escalada en contra de México que culminó a fines de1926 y principios de 1927. Durante estos años, advierte Daniela Spenser, “el gobiernonorteamericano acusó a México de ser el centro del bolchevismo en el hemisferio y, porlo tanto, una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos. El pretexto inmediato fue elapoyo público de Calles al candidato presidencial liberal nicaragüense Juan Sacasa y elenvío secreto de armas a Nicaragua”. El nombramiento de Alexandra Kollontai comoembajadora en México en 1926 tensó todavía más la situación ya que los norteamerica-nos la consideraban la agente directa de la subversión. Ibid. 113-114.

11 Ibid. 74-77.

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los comunistas; por último, la autonomía de los sindicatos anarcosindi-calistas. Spenser añade que, ignorando estos elementos,

los dirigentes soviéticos y los activistas del Cominterm [...] tuvieron la in-creíble ilusión de que los generales mexicanos podían ser fácilmente atraí-dos a las filas comunistas y que el proletariado mexicano iba a responder asus exhortaciones. El proletariado resultó menos revolucionario y el Estadomás activo de lo que el Comintern había anticipado.9

La situación se complicaba aún más debido a que al inicio de losaños veinte las directrices enviadas por la Internacional Comunistacambiaban continuamente o eran contradictorias.

A pesar de la fuerte oposición norteamericana, en 1924 Obregón es-tableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.10 Esta decisiónfue apoyada por el grupo de “radicales” que rodeaba al presidente, yque originalmente habían sido representantes del agrarismo zapatistaen el Congreso Constituyente de Querétaro en 1916 o maderistas quehabían pasado a las filas carrancistas. Entre ellos figuraban Marte R. Gó-mez, Ramón P. De Negri, Rafael Ramos Pedrueza, Antonio Díaz Soto yGama, Manuel Gómez Morín, José Vasconcelos, así como los generalesFrancisco Serrano y Francisco Mújica.11 La convicción que estos indivi-duos compartían al finalizar la lucha armada era que la Revolución me-xicana había abierto las puertas a una transformación de fondo al anularlos conflictos sociales y poner por encima de ellos al Estado. Para 1930

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de revolucionarios que accedió al poder con el Plan de Agua Prieta.6 Se-gún Alvaro Matute, después del asesinato de Carranza, las alusiones alpueblo revolucionario dieron a su sucesor, Obregón, “una base funda-mental que minó toda reclamación legitimista proveniente de los here-deros de Carranza”, de los villistas o de los zapatistas.7 Fue un momen-to en que la defensa de la revolución justificó el inicio de una luchadescarnada entre el nuevo grupo en el poder y cualquier entidad colec-tiva o individual que se opusiera a la potencia estatal.

Ajenos a la situación que reinaba en México los ideólogos soviéticostrataron de buscar similitudes entre las dos primeras revoluciones delsiglo XX, y a partir de 1921 enviaron agentes para difundir la organiza-ción comunista en el medio sindical mexicano.8 De acuerdo con DanielaSpenser, el fracaso de los emisarios del Cominterm se debió a que so-brestimaron la importancia del proletariado y desconocieron los cam-bios que la Revolución mexicana había generado. Por ejemplo, la trans-formación de la relación sociedad-Estado; el nuevo vínculo entre elgobierno y el movimiento obrero, con la consiguiente marginación de

6 Estudios recientes han establecido que la cultura política impuesta por los militaresque promulgaron el Plan de Agua Prieta fue individualista y laica, con tintes jacobinos yanticlericales, a diferencia de aquella que dominaba en el centro y el sur del país. VéaseJean Meyer, La Revolución Mexicana, 1910-1940, México, Editorial Jus, 1991; Héctor Agui-lar Camín, “La revolución que vino del norte”, Saldos de la Revolución, México, EditorialOcéano, 1985.

7 Alvaro Matute, Historia de la Revolución Mexicana, vol. 8 La carrera del caudillo, Méxi-co, El Colegio de México, 1980, 190.

8 Las noticias acerca de la revolución rusa circularon en México a finales de 1917.Paco Ignacio Taibo II señala que “los diarios nacionales informaron de manera harto con-fusa sobre los acontecimientos revolucionarios que se estaban produciendo en Rusia. Se-gún aquellos sorprendentes textos, Lenine, un espía alemán, se había adueñado del podercon la ayuda de un judío amigo suyo llamado Trotzky. Más tarde Trotzky y Lenine se da-rían golpes de estado, caerían en manos de los blancos, quienes varias veces reconquista-ron Moscou y serían asesinados en incontables ocasiones. Junto con esta popularizaciónde los nombres de los dos dirigentes revolucionarios, se harían comunes los términosbolsheviki y soviet, con múltiples significados, afines todos ellos al extremo radicalismo,al izquierdismo desesperado, al aventurerismo sin límite, al nihilismo definitivo. Pocoatractiva podía resultarle a los desorganizados trabajadores mexicanos, aquella revolu-ción que les quedaba tan lejos y cuyas noticias les llegaban a través del colador de losmentirosos profesionales de la gran prensa”. Taibo II, Paco Ignacio, Op cit., p. 30.

9 Daniela Spenser, El triángulo imposible. México, Rusia soviética y Estados Unidos en losaños veinte, México, CIESAS-Miguel Ángel Porrúa, 1998, 67.

10 A partir del inicio de las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética en 1924, losEstados Unidos emprendieron una escalada en contra de México que culminó a fines de1926 y principios de 1927. Durante estos años, advierte Daniela Spenser, “el gobiernonorteamericano acusó a México de ser el centro del bolchevismo en el hemisferio y, porlo tanto, una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos. El pretexto inmediato fue elapoyo público de Calles al candidato presidencial liberal nicaragüense Juan Sacasa y elenvío secreto de armas a Nicaragua”. El nombramiento de Alexandra Kollontai comoembajadora en México en 1926 tensó todavía más la situación ya que los norteamerica-nos la consideraban la agente directa de la subversión. Ibid. 113-114.

11 Ibid. 74-77.

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Durante su campaña presidencial, el mismo Calles vio con beneplá-cito que se le considerara un radical. Se declaró públicamente a favor dela repartición de tierras entre los campesinos a través del ejido y mani-festó abierto apoyo a las luchas obreras en contra de la burguesía:

Soy francamente obrerista y un ardiente defensor de los derechos obreros[...] De esto nunca he hecho un misterio y mi intervención en algunos con-flictos entre obreros y patrones, donde luché con todas mis fuerzas porquese les hiciese justicia a los trabajadores, es lo que me ha valido mi bien con-quistada fama de radical, que tanto asusta a la reacción.15

Ya como presidente, no hesitó en seguir utilizando esta misma re-tórica hasta el punto de habérsele conocido como el “presidente rojo”.Sus colaboradores cercanos –Manuel Puig Casauranc, Luis L. León, LuisNapoleón Morones, Marte R. Gómez, Víctor Manuel Villaseñor, RamónP. Denegri– mostraron también interés por el proceso soviético. En 1924nombró a Basilio Vadillo Ortega embajador de México en la URSS, quiensubrayó siempre el paralelismo entre las revoluciones de ambos países.16

Por otra parte, Calles envió a personas de su confianza a observar loscambios que estaban teniendo lugar en la Unión Soviética en materia deeducación, salud pública, política migratoria, organización cooperati-vista y formación de partidos.17 En una entrevista publicada en El De -

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algunos de estos “radicales” habían desaparecido del escenario político.Los más amenazantes políticamente habían sido eliminados, como elgeneral Serrano en Huitzilac (1927) debido a su oposición a la reelecciónde Obregón. Otros, como Gómez Morín, salieron al exilio y posterior-mente definieron otras opciones políticas dentro del país (la creación delPartido Acción Nacional). Finalmente, algunos de ellos viraron haciael conservadurismo católico como fue el caso de José Vasconcelos.

Durante la campaña electoral de Calles a la presidencia en 1923, seenfatizó la filiación “socialista” del candidato y su afinidad con los in-tereses de las masas populares. En sus memorias, Luis L. León asentóque Calles había sido aclamado por las multitudes como el “candida-to que postulaba en masa el proletariado mexicano”.12 Víctor Manuel Vi-llaseñor sustentó esta misma interpretación a pesar de denunciar quepocos años después Calles daría un viraje hacia el nazismo.13 En pala-bras de Víctor Manuel Villaseñor:

es indiscutible que la candidatura de Calles significaba el paso hacia delan-te, en cuanto al cumplimiento de los postulados de la Revolución Mexicana.Calles representaba a la izquierda en la vida de nuestro país. Hablaba alpueblo con ruda sinceridad enfrentándose a la reacción conservadora y fa-nática, aparecía en sus proclamas vinculado a las corrientes universales delsocialismo y ofrecía descender a la tumba envuelto en la bandera rojinegra.Ante esa actitud, nada menos que Pancho Villa, ya aburguesado en su ha-cienda de Canutillo, en la entrevista con Regino Hernández Llergo censuróa Calles por su radicalismo, tachándole de bolchevique.14

12 Luis L. León, Crónica del poder. En los recuerdos de un político en el México revolucio -nario, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, 200.

13 Víctor Manuel Villaseñor fue un hombre cercano sucesivamente a Salvador Alva-rado, Calles, Lombardo Toledano y Narciso Bassols. Participó en la revista Futuro al ladode Lombardo Toledano. Después de la ruptura con este último en 1940 fundó con Narci-so Bassols la Liga de Acción Política y el semanario Combate, que tuvo una vida efímera.Acerca del viraje de Calles hacia el nazismo a principios de los años treinta véase, VíctorVillaseñor Manuel, “El régimen callista”, Futuro 10 (tercera época), La Revolución mexicanade ayer y de hoy, México, diciembre de 1936.

14 Víctor Manuel Villaseñor, Memorias de un hombre de izquierda. I Del Porfiriato al Car -denismo, México, Editorial Grijalbo, 1976, 216.

15 Declaración del General Plutarco Elías Calles, México, 26 de octubre de 1923, Archi -vo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, APEC, gav. 21, inv.1353, exp. 28, leg.1/3. P4.

16 Pablo Serrano Álvarez, Basilio Vadillo Ortega. Itinerario y desencuentro con la Revolu -ción Mexicana, 1885-1935, México, Instituto Nacional de Estudios sobre la Revolución Me-xicana, 2000, 286-320.

17 Véase por ejemplo, Medicina roja, “Informe relativo a las condiciones médico-higié-nicas de Rusia”, Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, APEC, gaveta 51, exp.1,leg.1/5 al 5/5, inv.3575. pp.272 (Este expediente se encuentra incompleto, faltan el nom-bre del autor, el lugar de publicación y la fecha, no existe el primer capítulo).

Existen indicios de que Mathilde Rodríguez Cabo (médico psiquiatra, feminista y es-posa del general Francisco Mújica) viajó a la Unión Soviética en 1929 para hacer un infor-me al Departamento de Salubridad Pública. Véase, Ofelia Domínguez Navarro, “El abortopor causas económicas y sociales”, Ponencia presentada en la Convención de UnificaciónPenal a través de la doctora Mathilde Rodríguez Cabo, Futuro 4 (tercera época), México,junio 1936, 21.

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Durante su campaña presidencial, el mismo Calles vio con beneplá-cito que se le considerara un radical. Se declaró públicamente a favor dela repartición de tierras entre los campesinos a través del ejido y mani-festó abierto apoyo a las luchas obreras en contra de la burguesía:

Soy francamente obrerista y un ardiente defensor de los derechos obreros[...] De esto nunca he hecho un misterio y mi intervención en algunos con-flictos entre obreros y patrones, donde luché con todas mis fuerzas porquese les hiciese justicia a los trabajadores, es lo que me ha valido mi bien con-quistada fama de radical, que tanto asusta a la reacción.15

Ya como presidente, no hesitó en seguir utilizando esta misma re-tórica hasta el punto de habérsele conocido como el “presidente rojo”.Sus colaboradores cercanos –Manuel Puig Casauranc, Luis L. León, LuisNapoleón Morones, Marte R. Gómez, Víctor Manuel Villaseñor, RamónP. Denegri– mostraron también interés por el proceso soviético. En 1924nombró a Basilio Vadillo Ortega embajador de México en la URSS, quiensubrayó siempre el paralelismo entre las revoluciones de ambos países.16

Por otra parte, Calles envió a personas de su confianza a observar loscambios que estaban teniendo lugar en la Unión Soviética en materia deeducación, salud pública, política migratoria, organización cooperati-vista y formación de partidos.17 En una entrevista publicada en El De -

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algunos de estos “radicales” habían desaparecido del escenario político.Los más amenazantes políticamente habían sido eliminados, como elgeneral Serrano en Huitzilac (1927) debido a su oposición a la reelecciónde Obregón. Otros, como Gómez Morín, salieron al exilio y posterior-mente definieron otras opciones políticas dentro del país (la creación delPartido Acción Nacional). Finalmente, algunos de ellos viraron haciael conservadurismo católico como fue el caso de José Vasconcelos.

Durante la campaña electoral de Calles a la presidencia en 1923, seenfatizó la filiación “socialista” del candidato y su afinidad con los in-tereses de las masas populares. En sus memorias, Luis L. León asentóque Calles había sido aclamado por las multitudes como el “candida-to que postulaba en masa el proletariado mexicano”.12 Víctor Manuel Vi-llaseñor sustentó esta misma interpretación a pesar de denunciar quepocos años después Calles daría un viraje hacia el nazismo.13 En pala-bras de Víctor Manuel Villaseñor:

es indiscutible que la candidatura de Calles significaba el paso hacia delan-te, en cuanto al cumplimiento de los postulados de la Revolución Mexicana.Calles representaba a la izquierda en la vida de nuestro país. Hablaba alpueblo con ruda sinceridad enfrentándose a la reacción conservadora y fa-nática, aparecía en sus proclamas vinculado a las corrientes universales delsocialismo y ofrecía descender a la tumba envuelto en la bandera rojinegra.Ante esa actitud, nada menos que Pancho Villa, ya aburguesado en su ha-cienda de Canutillo, en la entrevista con Regino Hernández Llergo censuróa Calles por su radicalismo, tachándole de bolchevique.14

12 Luis L. León, Crónica del poder. En los recuerdos de un político en el México revolucio -nario, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, 200.

13 Víctor Manuel Villaseñor fue un hombre cercano sucesivamente a Salvador Alva-rado, Calles, Lombardo Toledano y Narciso Bassols. Participó en la revista Futuro al ladode Lombardo Toledano. Después de la ruptura con este último en 1940 fundó con Narci-so Bassols la Liga de Acción Política y el semanario Combate, que tuvo una vida efímera.Acerca del viraje de Calles hacia el nazismo a principios de los años treinta véase, VíctorVillaseñor Manuel, “El régimen callista”, Futuro 10 (tercera época), La Revolución mexicanade ayer y de hoy, México, diciembre de 1936.

14 Víctor Manuel Villaseñor, Memorias de un hombre de izquierda. I Del Porfiriato al Car -denismo, México, Editorial Grijalbo, 1976, 216.

15 Declaración del General Plutarco Elías Calles, México, 26 de octubre de 1923, Archi -vo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, APEC, gav. 21, inv.1353, exp. 28, leg.1/3. P4.

16 Pablo Serrano Álvarez, Basilio Vadillo Ortega. Itinerario y desencuentro con la Revolu -ción Mexicana, 1885-1935, México, Instituto Nacional de Estudios sobre la Revolución Me-xicana, 2000, 286-320.

17 Véase por ejemplo, Medicina roja, “Informe relativo a las condiciones médico-higié-nicas de Rusia”, Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, APEC, gaveta 51, exp.1,leg.1/5 al 5/5, inv.3575. pp.272 (Este expediente se encuentra incompleto, faltan el nom-bre del autor, el lugar de publicación y la fecha, no existe el primer capítulo).

Existen indicios de que Mathilde Rodríguez Cabo (médico psiquiatra, feminista y es-posa del general Francisco Mújica) viajó a la Unión Soviética en 1929 para hacer un infor-me al Departamento de Salubridad Pública. Véase, Ofelia Domínguez Navarro, “El abortopor causas económicas y sociales”, Ponencia presentada en la Convención de UnificaciónPenal a través de la doctora Mathilde Rodríguez Cabo, Futuro 4 (tercera época), México,junio 1936, 21.

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el Estado buscaría ejercer sobre los intereses particulares a fin de fortale-cer los acuerdos establecidos con las mayorías organizadas en sindica-tos o partidos.

A finales de la década de los veinte, el entusiasmo por la Revoluciónsoviética era manifiesto entre los miembros de una parte importante dela clase política que habían incluso viajado a Rusia.21 Desde otra pers-pectiva, este entusiasmo permeó también el ánimo de “amplios sectoresde la juventud estudiosa” de la cual formaba parte Octavio Paz. SegúnGuillermo Sheridan estos jóvenes provenían de una “clase social des-prendida, dueña de su tiempo, sin miedos ni pudores laborales, desinte-resada, entusiasta y dotada de enorme movilidad”.22 El mismo autorañade que ideológicamente se sentían vinculados tanto a la Revoluciónmexicana como al indoamericanismo vasconceliano y estaban influidospor la propaganda de los partidos comunistas latinoamericanos. Todoello los diferenciaba claramente de la clase política.

A partir de los años treinta, dice Roger Bartra, el bolchevismo mexi-cano se bifurcó en dos grandes tendencias.23 La primera se consolidódentro del aparato estatal y se aglutinó en torno a Vicente Lombardo To-ledano.24 La segunda se desarrolló en el seno del Partido Comunista y

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mócrata el 18 de abril de 1924, Calles respondió en los siguientes térmi-nos a la pregunta de “¿cuál es su juicio sobre el bolchevismo?”:

En México a todo hombre avanzado se le llama “bolchevique”. Y a mi natu-ralmente. Se me ha tildado por mis adversarios de “extremista”, sólo por-que no he querido oponerme a las corrientes de renovación que en los mo-mentos actuales arrollan a los viejos y carcomidos sistemas. No están en lojusto los que aprecian así mi labor. Están poco enterados de lo que pasa enel momento. La renovación social es una corriente que invade hoy todas lassociedades de la Tierra, y a las corrientes impetuosas es necesario guiarlas;hallar el cauce que las discipline y contenga, convirtiéndolas, de agentesdestructivos, en elementos útiles e inofensivos. He aquí lo que no han sabi-do ver. Que ha tenido que acudirse en Rusia en los tiempos no significa unfracaso definitivo. Los ideales siguen siendo los mismos. De todos modosen México estamos hablando de “gobernar con la Constitución de 1917”, ypor lo mismo sólo a título filosófico y humanitario nos interesa el sovietis-mo como sistema de gobierno.18

Sin atentar contra el régimen de propiedad privada, a “título filosó-fico y humanitario”, Calles y sus colaboradores declararon que su pro-pósito era hacer surgir al “hombre nuevo”. Concepto compartido porStalin, Hitler y Mussolini, el “hombre nuevo” fue asociado en Méxicocon la aparición de una nueva moral anti-individualista y la exaltaciónde valores colectivistas y nacionalistas. Algunos de los ideólogos del ca-llismo, por ejemplo Julio Cuadros Caldas, establecieron que el “hombrenuevo” combinaría rasgos del proletariado obrero-campesino y la clasemedia debido a que la Revolución mexicana era producto de ambosgrupos.19 Así, cuando en 1926 Calles declaró en la revista norteamerica-na Foreign Affairs, “Esto es precisamente lo que estamos haciendo o tra-tamos de hacer en México: cancelar las demandas de los individuos ogrupos para lograr el beneficio común”,20 se refería a la hegemonía que

18 Luis L. León, op. cit. 192-193.19 Julio Cuadros Caldas, México soviet, Puebla, Santiago Loyo Editor, 1926; El comu -

nismo criollo, Puebla, Santiago Loyo Editor, 1930.20 Plutarco E. Calles, “Las políticas del México de hoy”, Foreign Affairs 5 (1), Nueva

York, octubre de 1926, en Gabriela Ibarra y Hernán Gutiérrez, Plutarco Elías Calles y laprensa norteamericana, México, Secretaría de Hacienda, 1982, 55.

21 Enrique Plascencia me ha hecho notar que durante este periodo los periódicos deamplia circulación publicaron reseñas de estos viajes, y que desde ahí se promovió tam-bién el modelo soviético. Ejemplo de ello son los artículos escritos por Lara Pardo enExcelsior entre septiembre y noviembre de 1927.

22 Este grupo de jóvenes se formó en San Ildefonso en donde integraron, bajo la ini-ciativa de Roberto Atwood, la “Unión Estudiantil Pro-Obrero y Campesino” (UEPOC). LaUEPOC congregó a José Bosh, Enrique Ramírez y Ramírez, Adolfo López Mateos, SalvadorToscano, Eli de Gortari, Frida Kalho, José Revueltas, Andrés Iduarte, Juan de la Cabada,Octavio Novaro, Julio Prieto, Rubén Salazar Mallén y Ernesto P. Uruchurtu. GuillermoSheridan, Poeta con paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, México, Ediciones Era,2004, 101-103.

23 Roger Bartra, “¿Lombardo o Revueltas?”, La democracia ausente, México, EditorialGrijalbo, 1986.

24 En la década de los treinta, el pensamiento de Lombardo Toledano puede apreciar-se en la célebre polémica con Antonio Caso sobre sentido ideológico de la enseñanza uni-versitaria durante el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos (1933). En esta polé-mica, Caso defendió la libertad de cátedra y el compromiso de la universidad con losproblemas sociales del país, condenando que los maestros tuvieran que apegarse a un

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el Estado buscaría ejercer sobre los intereses particulares a fin de fortale-cer los acuerdos establecidos con las mayorías organizadas en sindica-tos o partidos.

A finales de la década de los veinte, el entusiasmo por la Revoluciónsoviética era manifiesto entre los miembros de una parte importante dela clase política que habían incluso viajado a Rusia.21 Desde otra pers-pectiva, este entusiasmo permeó también el ánimo de “amplios sectoresde la juventud estudiosa” de la cual formaba parte Octavio Paz. SegúnGuillermo Sheridan estos jóvenes provenían de una “clase social des-prendida, dueña de su tiempo, sin miedos ni pudores laborales, desinte-resada, entusiasta y dotada de enorme movilidad”.22 El mismo autorañade que ideológicamente se sentían vinculados tanto a la Revoluciónmexicana como al indoamericanismo vasconceliano y estaban influidospor la propaganda de los partidos comunistas latinoamericanos. Todoello los diferenciaba claramente de la clase política.

A partir de los años treinta, dice Roger Bartra, el bolchevismo mexi-cano se bifurcó en dos grandes tendencias.23 La primera se consolidódentro del aparato estatal y se aglutinó en torno a Vicente Lombardo To-ledano.24 La segunda se desarrolló en el seno del Partido Comunista y

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mócrata el 18 de abril de 1924, Calles respondió en los siguientes térmi-nos a la pregunta de “¿cuál es su juicio sobre el bolchevismo?”:

En México a todo hombre avanzado se le llama “bolchevique”. Y a mi natu-ralmente. Se me ha tildado por mis adversarios de “extremista”, sólo por-que no he querido oponerme a las corrientes de renovación que en los mo-mentos actuales arrollan a los viejos y carcomidos sistemas. No están en lojusto los que aprecian así mi labor. Están poco enterados de lo que pasa enel momento. La renovación social es una corriente que invade hoy todas lassociedades de la Tierra, y a las corrientes impetuosas es necesario guiarlas;hallar el cauce que las discipline y contenga, convirtiéndolas, de agentesdestructivos, en elementos útiles e inofensivos. He aquí lo que no han sabi-do ver. Que ha tenido que acudirse en Rusia en los tiempos no significa unfracaso definitivo. Los ideales siguen siendo los mismos. De todos modosen México estamos hablando de “gobernar con la Constitución de 1917”, ypor lo mismo sólo a título filosófico y humanitario nos interesa el sovietis-mo como sistema de gobierno.18

Sin atentar contra el régimen de propiedad privada, a “título filosó-fico y humanitario”, Calles y sus colaboradores declararon que su pro-pósito era hacer surgir al “hombre nuevo”. Concepto compartido porStalin, Hitler y Mussolini, el “hombre nuevo” fue asociado en Méxicocon la aparición de una nueva moral anti-individualista y la exaltaciónde valores colectivistas y nacionalistas. Algunos de los ideólogos del ca-llismo, por ejemplo Julio Cuadros Caldas, establecieron que el “hombrenuevo” combinaría rasgos del proletariado obrero-campesino y la clasemedia debido a que la Revolución mexicana era producto de ambosgrupos.19 Así, cuando en 1926 Calles declaró en la revista norteamerica-na Foreign Affairs, “Esto es precisamente lo que estamos haciendo o tra-tamos de hacer en México: cancelar las demandas de los individuos ogrupos para lograr el beneficio común”,20 se refería a la hegemonía que

18 Luis L. León, op. cit. 192-193.19 Julio Cuadros Caldas, México soviet, Puebla, Santiago Loyo Editor, 1926; El comu -

nismo criollo, Puebla, Santiago Loyo Editor, 1930.20 Plutarco E. Calles, “Las políticas del México de hoy”, Foreign Affairs 5 (1), Nueva

York, octubre de 1926, en Gabriela Ibarra y Hernán Gutiérrez, Plutarco Elías Calles y laprensa norteamericana, México, Secretaría de Hacienda, 1982, 55.

21 Enrique Plascencia me ha hecho notar que durante este periodo los periódicos deamplia circulación publicaron reseñas de estos viajes, y que desde ahí se promovió tam-bién el modelo soviético. Ejemplo de ello son los artículos escritos por Lara Pardo enExcelsior entre septiembre y noviembre de 1927.

22 Este grupo de jóvenes se formó en San Ildefonso en donde integraron, bajo la ini-ciativa de Roberto Atwood, la “Unión Estudiantil Pro-Obrero y Campesino” (UEPOC). LaUEPOC congregó a José Bosh, Enrique Ramírez y Ramírez, Adolfo López Mateos, SalvadorToscano, Eli de Gortari, Frida Kalho, José Revueltas, Andrés Iduarte, Juan de la Cabada,Octavio Novaro, Julio Prieto, Rubén Salazar Mallén y Ernesto P. Uruchurtu. GuillermoSheridan, Poeta con paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, México, Ediciones Era,2004, 101-103.

23 Roger Bartra, “¿Lombardo o Revueltas?”, La democracia ausente, México, EditorialGrijalbo, 1986.

24 En la década de los treinta, el pensamiento de Lombardo Toledano puede apreciar-se en la célebre polémica con Antonio Caso sobre sentido ideológico de la enseñanza uni-versitaria durante el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos (1933). En esta polé-mica, Caso defendió la libertad de cátedra y el compromiso de la universidad con losproblemas sociales del país, condenando que los maestros tuvieran que apegarse a un

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menzó a existir alrededor de 1933 y de él formaron parte, además delpropio Villaseñor, Enrique González Aparicio, Eugenio Méndez, MiguelOthón de Mendizabal, José Mancisidor, Rafael Ramos Pedrueza, LuisChávez Orozco y Manlio Fabio A l t a m i r a n o .2 8 Su visión acerca de la situa-ción del país en materia de política interna y frente a los grandes acon-tecimientos internacionales quedó plasmada en Futuro. Esta revista,fundada en 1933 por Vicente Lombardo Toledano, era formalmente elórgano de la Universidad Obrera y su comité editorial estuvo inicial-mente integrado por Víctor Manuel Villaseñor, Francisco Zamora yJesús Silva Herzog.29 En materia de política internacional, la línea de F u -t u ro fue abiertamente estalinista, prosoviética, antifascista, antifranquis-ta y pacifista. Los autores extranjeros más citados en los artículos de estarevista fueron Henri Barbusse, André Gide y Romain Rolland, escritoresfranceses que sin compartir las mismas posiciones políticas, teníancomo común denominador no formar parte del Partido Comunista yoponerse terminantemente a la guerra.30 Futuro dio su apoyo a Cárdenasy a la llegada de los republicanos españoles; sus articulistas denuncia-ron tanto la perversidad de la política de masas puesta en marcha du-rante el callismo, como las iniciativas del Partido Comunista.31 Entre

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estuvo encabezada por José Revueltas.25 Unos y otros coincidieron en laidea de crear un partido revolucionario que fuera el eje de la organiza-ción de las masas. Lo que los diferenció, dice Bartra, fue el modelo bajoel cual debería articularse este partido:

Lombardo inscribe a su partido en el interior de la lógica del Estado mexica-no; Revueltas lo concibe como engarzado en el modelo de la futura dictadu-ra proletaria. Para Lombardo, el partido marxista-leninista se desprende ló-gicamente de la historia de la Revolución mexicana; para Revueltas esahistoria es la de la organización burguesa de todas las conciencias: en con-secuencia, el nuevo partido se crea precisamente para resistir y aniquilar ala ideología de la Revolución mexicana.

La disyuntiva planteada por estos dos bolchevismos oscila puesentre el “espectro estalinista de la dictadura del proletariado y el despo-tismo del gobierno de la Revolución mexicana”.26

El grupo encabezado por Lombardo Toledano se opuso a Calles, sedeclaró partidario del marxismo-leninismo y estuvo conformado porfuncionarios e intelectuales vinculados al Estado que no formaban partedel Partido Comunista.27 Según Víctor Manuel Villaseñor, este grupo co-

solo credo (el colectivismo); Lombardo Toledano argumentó en contra de la libertad decátedra por considerar que hasta ese momento la universidad había sido instrumentode la clase capitalista. Proponía que a partir de la revolución la enseñanza debería privi-legiar una corriente opuesta al “individualismo burgués”, tratando así de rescatar a las“masas” de la ignorancia. Véase, Materialismo vs. idealismo, Polémica Caso-Lombardo, Méxi-co, Biblioteca del Trabajador Mexicano, Universidad Obrera de México, Tercera edición,1975. Después de 1940, las posiciones del bolchevismo lombardista pueden examinarseen la “Mesa redonda de los marxistas mexicanos” (Bellas Artes, 1947) en Vicente Lom-bardo Toledano, Obra histórico-cronológica, tomo V, vol.1, 1947, México, Centro de Estu-dios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, 2001.

25 Una exposición de las ideas de Revueltas está contenida en un libro publicado en1962 por la “Liga Leninista Espartaco”. José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin ca -beza, Obras completas 17, México, Ediciones Era, 1980.

26 Roger Bartra, “¿Lombardo o Revueltas?”, op. cit. 183-185.27 Uno de los opositores más visibles al bolchevismo de Estado, Fernando de la Fuen-

te, denominó a estos funcionarios “proletarios intelectuales”, acusándolos de oportunis-mo debido a que “algunos cobran sueldos de la administración, que por menchevique

detestan; lo que no impide que públicamente ataquen al régimen que los sustenta”.Fernando de la Fuente, “El comunismo y el Estado patrón”, El comunismo. Defensa míni -ma del ideal revolucionario mexicano sintetizado en la carta de 1917, prólogo de Luis Cabrera,México, Editorial Cultura, 1933, 235-236.

28 Víctor Manuel Villaseñor, Memorias de un hombre de izquierda. I Del Porfiriato al Car -denismo, op. cit. 314.

29 En 1934 se produjo una polémica acerca de la teoría marxista en la que VicenteLombardo Toledano, Víctor Manuel Villaseñor y Francisco Zamora se confrontaron aEduardo Pallares, Fernando de la Fuente y Alfonso Junco; fungieron como moderadoresXavier Icaza y Daniel Cosío Villegas. Ibid. 335.

30 Véase Jean Pierre Morel, Le roman insupportable. L’Internationale littéraire et la France(1920-1932), París, Ediciones Gallimard, 1985.

31 Un artículo publicado en Futuro reprochaba a los dirigentes comunistas el haberseconvertido en “representativos típicos de la burocracia obrera reformista, (y el haber)transformado a la organización que debería ser la vanguardia del proletariado, en unapéndice político-burocrático del gobierno e indirectamente de la burguesía”. RodrigoGarcía Treviño, “La reacción, el progreso y el socialismo en la educación”, Futuro, núm.16, México, junio 1937, 27.

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menzó a existir alrededor de 1933 y de él formaron parte, además delpropio Villaseñor, Enrique González Aparicio, Eugenio Méndez, MiguelOthón de Mendizabal, José Mancisidor, Rafael Ramos Pedrueza, LuisChávez Orozco y Manlio Fabio A l t a m i r a n o .2 8 Su visión acerca de la situa-ción del país en materia de política interna y frente a los grandes acon-tecimientos internacionales quedó plasmada en Futuro. Esta revista,fundada en 1933 por Vicente Lombardo Toledano, era formalmente elórgano de la Universidad Obrera y su comité editorial estuvo inicial-mente integrado por Víctor Manuel Villaseñor, Francisco Zamora yJesús Silva Herzog.29 En materia de política internacional, la línea de F u -t u ro fue abiertamente estalinista, prosoviética, antifascista, antifranquis-ta y pacifista. Los autores extranjeros más citados en los artículos de estarevista fueron Henri Barbusse, André Gide y Romain Rolland, escritoresfranceses que sin compartir las mismas posiciones políticas, teníancomo común denominador no formar parte del Partido Comunista yoponerse terminantemente a la guerra.30 Futuro dio su apoyo a Cárdenasy a la llegada de los republicanos españoles; sus articulistas denuncia-ron tanto la perversidad de la política de masas puesta en marcha du-rante el callismo, como las iniciativas del Partido Comunista.31 Entre

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estuvo encabezada por José Revueltas.25 Unos y otros coincidieron en laidea de crear un partido revolucionario que fuera el eje de la organiza-ción de las masas. Lo que los diferenció, dice Bartra, fue el modelo bajoel cual debería articularse este partido:

Lombardo inscribe a su partido en el interior de la lógica del Estado mexica-no; Revueltas lo concibe como engarzado en el modelo de la futura dictadu-ra proletaria. Para Lombardo, el partido marxista-leninista se desprende ló-gicamente de la historia de la Revolución mexicana; para Revueltas esahistoria es la de la organización burguesa de todas las conciencias: en con-secuencia, el nuevo partido se crea precisamente para resistir y aniquilar ala ideología de la Revolución mexicana.

La disyuntiva planteada por estos dos bolchevismos oscila puesentre el “espectro estalinista de la dictadura del proletariado y el despo-tismo del gobierno de la Revolución mexicana”.26

El grupo encabezado por Lombardo Toledano se opuso a Calles, sedeclaró partidario del marxismo-leninismo y estuvo conformado porfuncionarios e intelectuales vinculados al Estado que no formaban partedel Partido Comunista.27 Según Víctor Manuel Villaseñor, este grupo co-

solo credo (el colectivismo); Lombardo Toledano argumentó en contra de la libertad decátedra por considerar que hasta ese momento la universidad había sido instrumentode la clase capitalista. Proponía que a partir de la revolución la enseñanza debería privi-legiar una corriente opuesta al “individualismo burgués”, tratando así de rescatar a las“masas” de la ignorancia. Véase, Materialismo vs. idealismo, Polémica Caso-Lombardo, Méxi-co, Biblioteca del Trabajador Mexicano, Universidad Obrera de México, Tercera edición,1975. Después de 1940, las posiciones del bolchevismo lombardista pueden examinarseen la “Mesa redonda de los marxistas mexicanos” (Bellas Artes, 1947) en Vicente Lom-bardo Toledano, Obra histórico-cronológica, tomo V, vol.1, 1947, México, Centro de Estu-dios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, 2001.

25 Una exposición de las ideas de Revueltas está contenida en un libro publicado en1962 por la “Liga Leninista Espartaco”. José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin ca -beza, Obras completas 17, México, Ediciones Era, 1980.

26 Roger Bartra, “¿Lombardo o Revueltas?”, op. cit. 183-185.27 Uno de los opositores más visibles al bolchevismo de Estado, Fernando de la Fuen-

te, denominó a estos funcionarios “proletarios intelectuales”, acusándolos de oportunis-mo debido a que “algunos cobran sueldos de la administración, que por menchevique

detestan; lo que no impide que públicamente ataquen al régimen que los sustenta”.Fernando de la Fuente, “El comunismo y el Estado patrón”, El comunismo. Defensa míni -ma del ideal revolucionario mexicano sintetizado en la carta de 1917, prólogo de Luis Cabrera,México, Editorial Cultura, 1933, 235-236.

28 Víctor Manuel Villaseñor, Memorias de un hombre de izquierda. I Del Porfiriato al Car -denismo, op. cit. 314.

29 En 1934 se produjo una polémica acerca de la teoría marxista en la que VicenteLombardo Toledano, Víctor Manuel Villaseñor y Francisco Zamora se confrontaron aEduardo Pallares, Fernando de la Fuente y Alfonso Junco; fungieron como moderadoresXavier Icaza y Daniel Cosío Villegas. Ibid. 335.

30 Véase Jean Pierre Morel, Le roman insupportable. L’Internationale littéraire et la France(1920-1932), París, Ediciones Gallimard, 1985.

31 Un artículo publicado en Futuro reprochaba a los dirigentes comunistas el haberseconvertido en “representativos típicos de la burocracia obrera reformista, (y el haber)transformado a la organización que debería ser la vanguardia del proletariado, en unapéndice político-burocrático del gobierno e indirectamente de la burguesía”. RodrigoGarcía Treviño, “La reacción, el progreso y el socialismo en la educación”, Futuro, núm.16, México, junio 1937, 27.

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del mundo un esbozo del mayor espectáculo [...] Sólo Moscú puede ufanar-se, quizás, de una cosa semejante[...]35

Durante el cardenismo se siguieron haciéndo declaraciones simi-lares. Por ejemplo, la revista Revolución, órgano del Bloque Revolucio-nario de la H. Cámara de Diputados, reafirmaba la imagen de un pro-letariado que estaba a punto de tomar en sus manos el control de laeconomía nacional y de destronar al capitalismo. El planteamiento cen-tral de un artículo publicado por esta revista en 1939 era que una revo-lución que había sido inicialmente democrático-burguesa, se convertiríaen socialista:

Si las administraciones sindicales de las industrias triunfan, nadie podrádudar ya de que el proletariado será capaz, llegado el momento, de tomaren sus manos la dirección de la economía nacional, esto es erigirse en claseque a través de la constitución de su propio Estado liquide el capitalismo yconstruya el socialismo. Las administraciones obreras no despiertan en na-die la ilusión de que la sociedad burguesa puede transformarse, pacífica yevolutivamente, en una sociedad socialista, o por lo menos en una utópicarepública cooperativista; pero sí es indudable, en cambio, que si tienen éxi-to constituirán un serio jalón hacia la revolución socialista –que es la metafinal, lógica, de nuestra actual revolución democrático-burguesa–, toda vezque este hecho elevará al cuadrado la energía del proletariado y su confian-za en sí mismo.36

Para entender el abismo que mediaba entre la retórica bolchevi-que que circulaba en las esferas oficiales y la realidad política del país,

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1940 y 1941, Narciso Bassols y Víctor Manuel Villaseñor publicaron elsemanario Combate, dando continuidad a los lineamientos de Futuro queambos abandonaron debido a la ruptura con Lombardo Toledano.32

A partir de 1929 circuló Crisol, revista publicada por el Bloque deObreros Intelectuales de México (BOI), dirigida inicialmente por MiguelD. Martínez Rendón.33 El propósito explícito de esta publicación fue “es-clarecer y difundir la ideología de la revolución mexicana” después dela “liquidación del liberalismo”. En Crisol colaboraron Gilberto Loyo,Manuel Maples Arce, Miguel O. De Mendizabal, Francisco Mújica, Fer-mín Revueltas, Adolfo Ruíz Cortínes y Rosendo Salazar.34 La mayor par-te de los artículos publicados en esta revista giraron en torno a tema delas masas y su organización, pero también se discutieron las políticasde población, la educación sexual, el indigenismo, la condición femeni-na y las nuevas políticas sanitarias. Un ejemplo clásico de la manera enque Crisol presentaba a las masas y el problema de su organización es lareseña que el sindicalista Rosendo Salazar publicó sobre la manifesta-ción del 1 de mayo de 1932:

El dragón proletario, la infranqueable ola roja de los trabajadores del Dis-trito Federal, golpeó, con toda su furia, la calma de cristal del espíritu bur-gués de la ciudad de México [...] Rítmica, armoniosa, acorde en un todo fuela marcha de esta colectividad, que ha dado al arte social y a la economía

32 El semanario Combate representó la oposición al avilacamachismo y el disancia-miento de una parte de los “radicales” frente a Lombardo Toledano. Además de Bassolsy Villaseñor participaron en Combate, Manuel Mesa, Ricardo J. Zevada y Emigdio Martí-nez Adame. Víctor Manuel Villaseñor, Memorias de un hombre de izquierda. II. De Avila Ca -macho a Echeverría, México, Editorial Grijalbo 1976, 11-27.

33 Acerca de Crisol, dice Guillermo Sheridan, “no podía disimular que recibía patro-cinio del Partido Nacional Revolucionario. Fuertemente procallista, anticlerical a rabiar,adversa a Vasconcelos [...] Fue también una de las primeras publicaciones creadas paravigilar la pureza del pensamiento revolucionario, tan confuso –aparte del consensado“nacionalismo”– que permitía comulgar en el seno del BOI a protagonistas de todos loscolores políticos, incluyendo católicos vergonzantes”. Guillermo Sheridan, op. cit. 131.

34 Crisol. Revista de crítica publicada por el Bloque de Obreros Intelectuales de México, añoIV, tomo VIII, núm. 46, México 31 de octubre, 1932, 255.

35 Rosendo Salazar, “La manifestación única del 1º de mayo”, Crisol, Órgano del Blo-que de Obreros Intelectuales de México, año IV, tomo VII, núm.41, México 31 de mayo de1932, 262-263. Rosendo Salazar fue autor de libros como Las masas (1930) y La izquierda(1932).

36 M. Gutiérrez B., “Administraciones obreras de las industrias”, Revolución, Órganodel Bloque Revolucionario de la H. Cámara de Diputados”, año II, núm.5, México, mayo1939, 2

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del mundo un esbozo del mayor espectáculo [...] Sólo Moscú puede ufanar-se, quizás, de una cosa semejante[...]35

Durante el cardenismo se siguieron haciéndo declaraciones simi-lares. Por ejemplo, la revista Revolución, órgano del Bloque Revolucio-nario de la H. Cámara de Diputados, reafirmaba la imagen de un pro-letariado que estaba a punto de tomar en sus manos el control de laeconomía nacional y de destronar al capitalismo. El planteamiento cen-tral de un artículo publicado por esta revista en 1939 era que una revo-lución que había sido inicialmente democrático-burguesa, se convertiríaen socialista:

Si las administraciones sindicales de las industrias triunfan, nadie podrádudar ya de que el proletariado será capaz, llegado el momento, de tomaren sus manos la dirección de la economía nacional, esto es erigirse en claseque a través de la constitución de su propio Estado liquide el capitalismo yconstruya el socialismo. Las administraciones obreras no despiertan en na-die la ilusión de que la sociedad burguesa puede transformarse, pacífica yevolutivamente, en una sociedad socialista, o por lo menos en una utópicarepública cooperativista; pero sí es indudable, en cambio, que si tienen éxi-to constituirán un serio jalón hacia la revolución socialista –que es la metafinal, lógica, de nuestra actual revolución democrático-burguesa–, toda vezque este hecho elevará al cuadrado la energía del proletariado y su confian-za en sí mismo.36

Para entender el abismo que mediaba entre la retórica bolchevi-que que circulaba en las esferas oficiales y la realidad política del país,

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1940 y 1941, Narciso Bassols y Víctor Manuel Villaseñor publicaron elsemanario Combate, dando continuidad a los lineamientos de Futuro queambos abandonaron debido a la ruptura con Lombardo Toledano.32

A partir de 1929 circuló Crisol, revista publicada por el Bloque deObreros Intelectuales de México (BOI), dirigida inicialmente por MiguelD. Martínez Rendón.33 El propósito explícito de esta publicación fue “es-clarecer y difundir la ideología de la revolución mexicana” después dela “liquidación del liberalismo”. En Crisol colaboraron Gilberto Loyo,Manuel Maples Arce, Miguel O. De Mendizabal, Francisco Mújica, Fer-mín Revueltas, Adolfo Ruíz Cortínes y Rosendo Salazar.34 La mayor par-te de los artículos publicados en esta revista giraron en torno a tema delas masas y su organización, pero también se discutieron las políticasde población, la educación sexual, el indigenismo, la condición femeni-na y las nuevas políticas sanitarias. Un ejemplo clásico de la manera enque Crisol presentaba a las masas y el problema de su organización es lareseña que el sindicalista Rosendo Salazar publicó sobre la manifesta-ción del 1 de mayo de 1932:

El dragón proletario, la infranqueable ola roja de los trabajadores del Dis-trito Federal, golpeó, con toda su furia, la calma de cristal del espíritu bur-gués de la ciudad de México [...] Rítmica, armoniosa, acorde en un todo fuela marcha de esta colectividad, que ha dado al arte social y a la economía

32 El semanario Combate representó la oposición al avilacamachismo y el disancia-miento de una parte de los “radicales” frente a Lombardo Toledano. Además de Bassolsy Villaseñor participaron en Combate, Manuel Mesa, Ricardo J. Zevada y Emigdio Martí-nez Adame. Víctor Manuel Villaseñor, Memorias de un hombre de izquierda. II. De Avila Ca -macho a Echeverría, México, Editorial Grijalbo 1976, 11-27.

33 Acerca de Crisol, dice Guillermo Sheridan, “no podía disimular que recibía patro-cinio del Partido Nacional Revolucionario. Fuertemente procallista, anticlerical a rabiar,adversa a Vasconcelos [...] Fue también una de las primeras publicaciones creadas paravigilar la pureza del pensamiento revolucionario, tan confuso –aparte del consensado“nacionalismo”– que permitía comulgar en el seno del BOI a protagonistas de todos loscolores políticos, incluyendo católicos vergonzantes”. Guillermo Sheridan, op. cit. 131.

34 Crisol. Revista de crítica publicada por el Bloque de Obreros Intelectuales de México, añoIV, tomo VIII, núm. 46, México 31 de octubre, 1932, 255.

35 Rosendo Salazar, “La manifestación única del 1º de mayo”, Crisol, Órgano del Blo-que de Obreros Intelectuales de México, año IV, tomo VII, núm.41, México 31 de mayo de1932, 262-263. Rosendo Salazar fue autor de libros como Las masas (1930) y La izquierda(1932).

36 M. Gutiérrez B., “Administraciones obreras de las industrias”, Revolución, Órganodel Bloque Revolucionario de la H. Cámara de Diputados”, año II, núm.5, México, mayo1939, 2

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americanos que expresaron temor por sus intereses.41 Al manifestar estainquietud y denunciar a la Constitución de 1917 como producto de la in-fluencia comunista, los norteamericanos reforzaron el equívoco de queen México existía un gobierno bolchevique.42 A ello contribuyó que lasprimeras oleadas de porfiristas exiliados en los Estados Unidos hubie-ran tildado de bolchevique a la Constitución de 1917.43 No obstante, al-gunos observadores extranjeros pusieron en entredicho la transparenciade la retórica utilizada por los dirigentes y los intelectuales posrevolu-cionarios. En 1927, un periodista norteamericano denunció el bolchevis-mo callista como “un medio disfrazado para la perpetuación –o mejordicho–, la rotación en el poder de un pequeño grupo que controla el

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hay que tomar en cuenta la confusión ideológica que reinaba en estemomento. Abelardo Villegas señaló que en la primera parte del siglo XXMéxico estaba lejos de ser un país socialista sin ser tampoco un Estadoliberal clásico, lo cual facilitó la popularización de un “marxismo pocodepurado [...] que se consideraba como la prolongación natural de laRevolución Mexicana”.37 Luis González consideró que los políticos pos-revolucionarios eran “hombres de acción”, más que de pensamiento,que no se adhirieron completamente ni al capitalismo clásico ni al mar-xismo-leninismo sino que adoptaron “una actitud vagamente sociali-zante, proletariazante, de preocupación por las masas”.38 El pragma-tismo político y la preocupación por la organización de las masasabrieron también la puerta a ideas extraídas del nacionalsocialismo ydel fascismo mussoliniano. Guillermo Sheridan señala en este sentidoque en el discurso político oficial de mediados de los años treinta, eradifícil trazar una línea clara entre fascismo y leninismo en la medida enque a través de ambas corrientes podía ser invocada la necesidad deorganizar a las masas en la lucha contra el capitalismo.39 Hasta el finaldel periodo cardenista circularon, sin embargo, sospechas y rumores deque México se encaminaba hacia el sovietismo.40

Desde el inicio de los años veinte, las noticias acerca de las transfor-maciones que estaban teniendo lugar en México atravesaron la fronterae inquietaron profundamente a los políticos y a los inversionistas norte-

37 Abelardo Villegas, Autognosis. El pensamiento mexicano en el siglo XX, México, Insti-tuto Panamericano de Geografía e Historia, 1985, 86.

38 Luis González, Los artífices del cardenismo. Historia de la revolución mexicana (14),Periodo 1934-1940, México, El Colegio de México, 1979, 181.

39 Guillermo Sheridan, op. cit. 121.40 En su estudio sobre el cardenismo, Raquel Sosa sostiene que Cárdenas rechazó una

posible vinculación con el sovietismo y que no compartió la postura de intelectualescomo Narciso Bassols, Luis Chávez Orozco, Francisco Mújica o Jesús Silva Herzog. Enpalabras de esta autora, “a diferencia de estos intelectuales, Cárdenas reconoció con ma-durez que imponer un régimen semejante a lo que se había experimentado entonces enla patria de Lenin y de Stalin no hubiera resultado sino en una nueva guerra civil”.Raquel Sosa Elízaga, Los Códigos Ocultos del Cardenismo: un estudio de la violencia política,el cambio social y la continuidad institucional, México, Universidad Nacional Autónoma deMéxico y Plaza y Valdés Editores, 1996, 516-517.

41 Según Paco Ignacio Taibo II, los agentes del Departamento de Estado norteameri-cano fueron los primeros en propagar el rumor de que la revolución rusa se había exten-dido en México. Este rumor fue reproducido por los periódicos nacionales quienes atri-buyeron las huelgas de Tampico en 1920 a la ingerencia comunista. Paco Ignacio Taibo II,op. cit. 32.

42 Los norteamericanos que habían visto amenazados intereses económicos relacio-nados con el petróleo, denunciaron el bolchevismo del gobierno de Obregón y el de laConstitución de 1917: “The United States will not recognize Obregón because his govern-ment is “Red Flag” and Bolshevik, because the Mexican radicals who unlawfully usurpgovernment in Mexico maintain in effect the illegal Constitution of 1917, under whichthe institution of private property, the bulwark of modern civilization, is attacked anddestroyed in Mexico; because the radicals who make up the de facto government in Me-xico will not comply with their international obligations and bind themselves in due le-gal form to protect the lives and property and rights of american citizens in Mexico in ac-cordance with the principles of international law as recognized by every nation in theworld, except Mexico and Russia”. Anónimo, “An open letter”. “De la Huerta, the Ban-kers and Oil”. “The Devices of the Mexican Bolsheviks to Mislead Public Opinion in theUnited States”, Petróleo, Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, APEC, gav.61,inv.4490, exp.147, leg.4/7, p.7

43 Por ejemplo, Jorge Vera Estañol, antiguo dirigente del partido evolucionista y pro-minente intelectual vinculado a la Universidad Nacional durante el porfiriato escribiódesde el exilio en Estados Unidos: “La letra de no pocos preceptos de la Constitución deQuerétaro es bolchevique [...] El alma que anima y da vida a esa letra es todavía más bol-chevique, si cabe; porque está identificada, no con el amor a la justicia sino con el despe-cho contra las clases no proletarias, particularmente las acomodadas”. Jorge Vera Esta-ñol, Al margen de la Constitución de 1917, Los Ángeles, Wayside Press, 1920, 66. Véasetambién, Carranza and His Bolshevik Regime, Los Ángeles, Wayside Press, 1920.

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americanos que expresaron temor por sus intereses.41 Al manifestar estainquietud y denunciar a la Constitución de 1917 como producto de la in-fluencia comunista, los norteamericanos reforzaron el equívoco de queen México existía un gobierno bolchevique.42 A ello contribuyó que lasprimeras oleadas de porfiristas exiliados en los Estados Unidos hubie-ran tildado de bolchevique a la Constitución de 1917.43 No obstante, al-gunos observadores extranjeros pusieron en entredicho la transparenciade la retórica utilizada por los dirigentes y los intelectuales posrevolu-cionarios. En 1927, un periodista norteamericano denunció el bolchevis-mo callista como “un medio disfrazado para la perpetuación –o mejordicho–, la rotación en el poder de un pequeño grupo que controla el

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hay que tomar en cuenta la confusión ideológica que reinaba en estemomento. Abelardo Villegas señaló que en la primera parte del siglo XXMéxico estaba lejos de ser un país socialista sin ser tampoco un Estadoliberal clásico, lo cual facilitó la popularización de un “marxismo pocodepurado [...] que se consideraba como la prolongación natural de laRevolución Mexicana”.37 Luis González consideró que los políticos pos-revolucionarios eran “hombres de acción”, más que de pensamiento,que no se adhirieron completamente ni al capitalismo clásico ni al mar-xismo-leninismo sino que adoptaron “una actitud vagamente sociali-zante, proletariazante, de preocupación por las masas”.38 El pragma-tismo político y la preocupación por la organización de las masasabrieron también la puerta a ideas extraídas del nacionalsocialismo ydel fascismo mussoliniano. Guillermo Sheridan señala en este sentidoque en el discurso político oficial de mediados de los años treinta, eradifícil trazar una línea clara entre fascismo y leninismo en la medida enque a través de ambas corrientes podía ser invocada la necesidad deorganizar a las masas en la lucha contra el capitalismo.39 Hasta el finaldel periodo cardenista circularon, sin embargo, sospechas y rumores deque México se encaminaba hacia el sovietismo.40

Desde el inicio de los años veinte, las noticias acerca de las transfor-maciones que estaban teniendo lugar en México atravesaron la fronterae inquietaron profundamente a los políticos y a los inversionistas norte-

37 Abelardo Villegas, Autognosis. El pensamiento mexicano en el siglo XX, México, Insti-tuto Panamericano de Geografía e Historia, 1985, 86.

38 Luis González, Los artífices del cardenismo. Historia de la revolución mexicana (14),Periodo 1934-1940, México, El Colegio de México, 1979, 181.

39 Guillermo Sheridan, op. cit. 121.40 En su estudio sobre el cardenismo, Raquel Sosa sostiene que Cárdenas rechazó una

posible vinculación con el sovietismo y que no compartió la postura de intelectualescomo Narciso Bassols, Luis Chávez Orozco, Francisco Mújica o Jesús Silva Herzog. Enpalabras de esta autora, “a diferencia de estos intelectuales, Cárdenas reconoció con ma-durez que imponer un régimen semejante a lo que se había experimentado entonces enla patria de Lenin y de Stalin no hubiera resultado sino en una nueva guerra civil”.Raquel Sosa Elízaga, Los Códigos Ocultos del Cardenismo: un estudio de la violencia política,el cambio social y la continuidad institucional, México, Universidad Nacional Autónoma deMéxico y Plaza y Valdés Editores, 1996, 516-517.

41 Según Paco Ignacio Taibo II, los agentes del Departamento de Estado norteameri-cano fueron los primeros en propagar el rumor de que la revolución rusa se había exten-dido en México. Este rumor fue reproducido por los periódicos nacionales quienes atri-buyeron las huelgas de Tampico en 1920 a la ingerencia comunista. Paco Ignacio Taibo II,op. cit. 32.

42 Los norteamericanos que habían visto amenazados intereses económicos relacio-nados con el petróleo, denunciaron el bolchevismo del gobierno de Obregón y el de laConstitución de 1917: “The United States will not recognize Obregón because his govern-ment is “Red Flag” and Bolshevik, because the Mexican radicals who unlawfully usurpgovernment in Mexico maintain in effect the illegal Constitution of 1917, under whichthe institution of private property, the bulwark of modern civilization, is attacked anddestroyed in Mexico; because the radicals who make up the de facto government in Me-xico will not comply with their international obligations and bind themselves in due le-gal form to protect the lives and property and rights of american citizens in Mexico in ac-cordance with the principles of international law as recognized by every nation in theworld, except Mexico and Russia”. Anónimo, “An open letter”. “De la Huerta, the Ban-kers and Oil”. “The Devices of the Mexican Bolsheviks to Mislead Public Opinion in theUnited States”, Petróleo, Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, APEC, gav.61,inv.4490, exp.147, leg.4/7, p.7

43 Por ejemplo, Jorge Vera Estañol, antiguo dirigente del partido evolucionista y pro-minente intelectual vinculado a la Universidad Nacional durante el porfiriato escribiódesde el exilio en Estados Unidos: “La letra de no pocos preceptos de la Constitución deQuerétaro es bolchevique [...] El alma que anima y da vida a esa letra es todavía más bol-chevique, si cabe; porque está identificada, no con el amor a la justicia sino con el despe-cho contra las clases no proletarias, particularmente las acomodadas”. Jorge Vera Esta-ñol, Al margen de la Constitución de 1917, Los Ángeles, Wayside Press, 1920, 66. Véasetambién, Carranza and His Bolshevik Regime, Los Ángeles, Wayside Press, 1920.

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recuperados por el Estado posrevolucionario, el movimiento muralistano estableció una ruptura tajante con una tradición anterior sino quemás bien dio continuidad a tendencias que se estaban gestando desdela última parte del siglo XIX.47 En otras palabras, la revolución no fue laúnica influencia que marcó la pintura mural. Renato González Mello haidentificado además la influencia de la corriente espiritualista queadaptó las propuestas de Schopenhauer y Bergson a la comprensión dela realidad mexicana. Así, desde una perspectiva similar a la de JoséVasconcelos, los pintores concibieron la Revolución como una etapa másde la lucha entre civilización y barbarie que conduciría a la regeneraciónmoral de la sociedad una vez que la violencia hubiera sido encausada através del arte y la educación.48 En segundo término, identifica la in-fluencia de la mitología liberal y de los valores que le son inherentes: laeducación, el progreso, el anticlericalismo.49 Finalmente, dice GonzálezMello, los muralistas estuvieron también marcados por una simbologíaextraída de la teosofía y de la masonería; de ahí que los murales admi-tan una lectura abierta al público en general y una lectura cifrada accesi-ble sólo a un grupo de iniciados en el esoterismo.50

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país”.44 El radicalismo verbal de los políticos mexicanos fue interpreta-do por este observador como una manifestación más de “la ola de ultra-nacionalismo que ha cundido en todo el mundo”, misma que había per-mitido establecer vínculos entre países tan lejanos como México, Rusiay China. El periodista identificó también diferencias sustanciales en lasformas de organización política de ambos países, pues si en la Unión So-viética el Partido Comunista era la pieza central del dominio estatal, enMéxico el “movimiento ultralaboral (era) el origen de la maquinaria po-lítica de Calles y la fuerza motriz de gran parte de la agitación en contrade los extranjeros”.45 En la siguiente sección examinaremos la versióndel bolchevismo de los artistas afiliados al Partido Comunista de Méxi-co quienes, más cercanos al modelo soviético pero coincidiendo en pun-tos sustanciales con el Estado posrevolucionario, creyeron en la posibi-lidad de crear una sociedad sin clases en donde la propiedad privadahabría desaparecido.

MURALISMO Y BOLCHEVISMO

Mientras en el ámbito político estaba consolidándose una nueva formade autoritarismo cuya base de apoyo era la organización corporativa deobreros y campesinos, el Estado posrevolucionario auspició el desarro-llo de un movimiento innovador en el terreno de las artes visuales: elmuralismo. El auge del movimiento muralista tuvo lugar entre 1921 y1924, fecha en que Vasconcelos salió de la Secretaría de Educación Pú-blica a causa de un enfrentamiento con Obregón y Calles.46 Estudios re-cientes en el campo de la historia del arte han establecido que a pesar deque la revolución fue ideologizada por los muralistas y que éstos fueron

44 Isaac F. Marcosson, “El radicalismo en México”, The Saturday Evening Post, Phila-delphia, P.A., 9 de abril de 1927, en Gabriela Ibarra y Hernán Gutiérrez, op. cit. 229.

45 Ibid. 236.46 Según Jorge Alberto Manrique, la Escuela Mexicana de Pintura fue vanguardista y

revolucionaria durante este primer periodo pero después comenzó a decaer al encerrarseen sí misma por el temor a “contaminarse” con el formalismo. Jorge Alberto Manrique,“Otras caras del arte mexicano”, Modernidad y modernización en el arte mexicano (1920-1960), México, Museo Nacional de Arte, 1991, 134.

47 Fausto Ramírez ha demostrado que la modernidad urbana que comenzó a desarro-llarse en la segunda mitad del siglo XIX y que marcó la orientación de la Escuela Nacionalde Bellas Artes en donde se formaron inicialmente Rivera y Orozco, se prolongó a travésdel modernismo nacionalista de las primeras décadas del siglo XX. Fausto Ramírez,“Horizontes estéticos en México al filo del siglo XX: los años de aprendizaje de Diego Ri-vera (1898-1906)”, Diego Rivera. Arte y revolución, México, CONACULTA, INBA, The Cleve-land Museum of Art, Ohio Arts Council, 2000, 50.

48 Renato González Mello, “Orozco in the United States: an essay on the history ofideas”, José Clemente Orozco in the United States, 1927-1934, Nueva Yo r k - L o n d res, Hood Mu-seum of Art, Darmouth College in association with W. W. Norton & Company, 2002, 25.

49 Ibid. 13.50 González Mello ha documentado el hecho de que en los años veinte y treinta exis-

tieron lazos profundos de solidaridad entre políticos, intelectuales y artistas a través dela filiación a la hermandad rosacruz “Quetzalcóatl”, a la cual pertenecían algunos de los“radicales” que echaron mano de la retórica bolchevique: Ramón P. Denegri, GilbertoLoyo, Luis L León, Jesús Silva Herzog, Eduardo Villaseñor, Manuel Gamio, Eulalia Guz-mán y Diego Rivera. Véase Renato González Mello, “Diego Rivera entre la transparenciay el secreto”, Ester Acevedo (coordinadora), Hacia otra historia del arte en México. La fabri -cación del arte nacional a debate (1920-1950), tomo III, México, CONACULTA-CURARE, 2002; y“Manuel Gamio, Diego Rivera and the politics of Mexican Anthropology”, Res 45, Har-

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recuperados por el Estado posrevolucionario, el movimiento muralistano estableció una ruptura tajante con una tradición anterior sino quemás bien dio continuidad a tendencias que se estaban gestando desdela última parte del siglo XIX.47 En otras palabras, la revolución no fue laúnica influencia que marcó la pintura mural. Renato González Mello haidentificado además la influencia de la corriente espiritualista queadaptó las propuestas de Schopenhauer y Bergson a la comprensión dela realidad mexicana. Así, desde una perspectiva similar a la de JoséVasconcelos, los pintores concibieron la Revolución como una etapa másde la lucha entre civilización y barbarie que conduciría a la regeneraciónmoral de la sociedad una vez que la violencia hubiera sido encausada através del arte y la educación.48 En segundo término, identifica la in-fluencia de la mitología liberal y de los valores que le son inherentes: laeducación, el progreso, el anticlericalismo.49 Finalmente, dice GonzálezMello, los muralistas estuvieron también marcados por una simbologíaextraída de la teosofía y de la masonería; de ahí que los murales admi-tan una lectura abierta al público en general y una lectura cifrada accesi-ble sólo a un grupo de iniciados en el esoterismo.50

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país”.44 El radicalismo verbal de los políticos mexicanos fue interpreta-do por este observador como una manifestación más de “la ola de ultra-nacionalismo que ha cundido en todo el mundo”, misma que había per-mitido establecer vínculos entre países tan lejanos como México, Rusiay China. El periodista identificó también diferencias sustanciales en lasformas de organización política de ambos países, pues si en la Unión So-viética el Partido Comunista era la pieza central del dominio estatal, enMéxico el “movimiento ultralaboral (era) el origen de la maquinaria po-lítica de Calles y la fuerza motriz de gran parte de la agitación en contrade los extranjeros”.45 En la siguiente sección examinaremos la versióndel bolchevismo de los artistas afiliados al Partido Comunista de Méxi-co quienes, más cercanos al modelo soviético pero coincidiendo en pun-tos sustanciales con el Estado posrevolucionario, creyeron en la posibi-lidad de crear una sociedad sin clases en donde la propiedad privadahabría desaparecido.

MURALISMO Y BOLCHEVISMO

Mientras en el ámbito político estaba consolidándose una nueva formade autoritarismo cuya base de apoyo era la organización corporativa deobreros y campesinos, el Estado posrevolucionario auspició el desarro-llo de un movimiento innovador en el terreno de las artes visuales: elmuralismo. El auge del movimiento muralista tuvo lugar entre 1921 y1924, fecha en que Vasconcelos salió de la Secretaría de Educación Pú-blica a causa de un enfrentamiento con Obregón y Calles.46 Estudios re-cientes en el campo de la historia del arte han establecido que a pesar deque la revolución fue ideologizada por los muralistas y que éstos fueron

44 Isaac F. Marcosson, “El radicalismo en México”, The Saturday Evening Post, Phila-delphia, P.A., 9 de abril de 1927, en Gabriela Ibarra y Hernán Gutiérrez, op. cit. 229.

45 Ibid. 236.46 Según Jorge Alberto Manrique, la Escuela Mexicana de Pintura fue vanguardista y

revolucionaria durante este primer periodo pero después comenzó a decaer al encerrarseen sí misma por el temor a “contaminarse” con el formalismo. Jorge Alberto Manrique,“Otras caras del arte mexicano”, Modernidad y modernización en el arte mexicano (1920-1960), México, Museo Nacional de Arte, 1991, 134.

47 Fausto Ramírez ha demostrado que la modernidad urbana que comenzó a desarro-llarse en la segunda mitad del siglo XIX y que marcó la orientación de la Escuela Nacionalde Bellas Artes en donde se formaron inicialmente Rivera y Orozco, se prolongó a travésdel modernismo nacionalista de las primeras décadas del siglo XX. Fausto Ramírez,“Horizontes estéticos en México al filo del siglo XX: los años de aprendizaje de Diego Ri-vera (1898-1906)”, Diego Rivera. Arte y revolución, México, CONACULTA, INBA, The Cleve-land Museum of Art, Ohio Arts Council, 2000, 50.

48 Renato González Mello, “Orozco in the United States: an essay on the history ofideas”, José Clemente Orozco in the United States, 1927-1934, Nueva Yo r k - L o n d res, Hood Mu-seum of Art, Darmouth College in association with W. W. Norton & Company, 2002, 25.

49 Ibid. 13.50 González Mello ha documentado el hecho de que en los años veinte y treinta exis-

tieron lazos profundos de solidaridad entre políticos, intelectuales y artistas a través dela filiación a la hermandad rosacruz “Quetzalcóatl”, a la cual pertenecían algunos de los“radicales” que echaron mano de la retórica bolchevique: Ramón P. Denegri, GilbertoLoyo, Luis L León, Jesús Silva Herzog, Eduardo Villaseñor, Manuel Gamio, Eulalia Guz-mán y Diego Rivera. Véase Renato González Mello, “Diego Rivera entre la transparenciay el secreto”, Ester Acevedo (coordinadora), Hacia otra historia del arte en México. La fabri -cación del arte nacional a debate (1920-1950), tomo III, México, CONACULTA-CURARE, 2002; y“Manuel Gamio, Diego Rivera and the politics of Mexican Anthropology”, Res 45, Har-

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El Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores se disolviópoco después de ser fundado debido a los enfrentamientos con gruposde estudiantes anti-comunistas y por una campaña de prensa en su con-tra. Además, dentro del Partido Comunista habían comenzado a produ-cirse escisiones que incidieron sobre la cohesión de los pintores, unosmás cercanos a la ortodoxia soviética y otros al anarquismo. RenatoGonzález Mello señala que Rivera y Siqueiros viajaron juntos a la UniónSoviética en 1927, momento en que el estaba definiéndose una estrate-gia hostil al agrarismo, y radical en materia de sindicatos, que Siqueiroscomprendió y Rivera ignoró completamente.53 Al regresar a México, Si-queiros buscó activamente que el Partido Comunista se apegara a lanueva línea, lo cual provocó un endurecimiento de su estructura inter-na y la formación de una organización cada vez más centralizada, mo-nolítica y “bolchevizada” en donde se multiplicaron las pugnas y lasoposiciones entre sus miembros. En este contexto, Diego Rivera fue acu-sado de colaborar con Calles, que hasta entonces había sido considera-do un aliado.54 Durante la Primera Conferencia Comunista Latinoame-ricana que tuvo lugar en Argentina en 1929, Rivera fue expulsado delPartido Comunista no por simpatizar con el trotskismo, pues esto seprodujo hasta mediados de los años treinta, sino por colaborar con laderecha. Para González Mello, la salida de Rivera del Partido Comunis-

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La visión “bolchevizada” de la experiencia revolucionaria que estabasiendo reproducida en el discurso político oficial no entró en contradic-ción con el contenido de los murales, en donde junto con las influenciasque acaban de ser enumeradas también fueron introducidas imágenesde personajes emblemáticos de la Revolución rusa. Es importante seña-lar que hasta fines de 1924 no hubo oposición entre los muralistas y elEstado posrevolucionario; los pintores, agrupados en el Sindicato deO b re ros Técnicos, Pintores y Escultore s ,5 1 eran miembros del Partido Co-munista y éste apoyó a Calles durante su campaña electoral confiandoen que como presidente realizaría cambios radicales.52 En forma simul-tánea, los muralistas declararon en el órgano del Partido Comunista, ElMachete, que la Revolución había puesto al proletariado obrero-campe-sino a la cabeza de una sociedad más justa, proclamando que el arte eraun producto del pueblo y para al pueblo, una manifestación antibur-guesa y nacionalista que retomaba elementos de la cultura popular. Adiferencia del discurso bolchevique del Estado callista, los artistas plás-ticos plantearon que la Revolución había abierto la posibilidad de cons-truir una sociedad sin clases en donde la propiedad privada y el capita-lismo habrían desaparecido. Es en esta perspectiva que la imagen delobrero aparece idealizada en las imágenes.

vard University, primavera 2004, 161-185. Véanse también, Raquel Tibol, “¡Apareció laserpiente! Diego Rivera y los rosacruces”, Proceso, México, 9 de abril, 1990; Beatriz UríasHorcasitas, “De moral y regeneración: el programa de ‘ingeniería social’ posrevoluciona-rio visto por las revistas masónicas, 1930-1950”, Cuicuilco, núm. 32, México, Escuela Na-cional de Antropología e Historia, 2005.

51 El Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores se fundó en 1923 y estuvointegrado por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas,José Clemente Orozco y Carlos Mérida.

52 El rompimiento entre los comunistas y Calles se dio en los últimos meses de 1924y los primeros de 1925. El escritor Paco Ignacio Taibo II atribuye el apoyo de los comunis-tas a Calles a la falta de visión y a las oscilaciones ideológicas del partido, ya que “Callesnunca había sido más que un prolongador de la línea obregonista. Si algo había fallado,no era el nuevo presidente, que tiraba al cesto de la basura su ropaje demagógico, sino elmítico Calles que iba a favorecer al ‘frente único’ por arriba, cuyas últimas proposicionesdesaparecerían en diciembre de 1924. Y estas ilusiones habían sido rotas más que por losactos de Calles o Morones, por las directrices de la Internacional Comunista”. PacoIgnacio Taibo II, op. cit. 281.

53 Renato González Mello, “Diego Rivera y la izquierda”, Saber ver, núm. 4, México,Fundación Cultural Televisa, noviembre-diciembre 1999.

54 González Mello explica en los siguientes términos la identificación que los comu-nistas realizaron entre Calles y Rivera: “En todo el mundo, los partidos comunistas ha-bían recibido línea de separarse de sus antiguos aliados del ‘Frente Unido’, de los ‘opor-tunistas de derecha’, es decir, de los socialdemócratas. No había en México ‘reformistas’ni ‘socialdemócratas’ pero los camaradas de Rivera encontraron a su equivalente en Plu-tarco Elías Calles. El Jefe Máximo de la revolución se pintaba de rojo, agitaba banderasrojas y predecía horizontes proletarios ausentes de su práctica política. El callismo habíasido aliado del PCM en el ‘Frente Unido’ y Diego Rivera se jactaba de que cinco años an-tes, en 1923, él mismo había ofrecido a Calles el apoyo del PCM para su campaña presi-dencial. Para abundar más, la retórica de la revolución mexicana era agrarista. Esto la ha-cía sospechosa para los comunistas que obedecían la nueva línea de la Internacional.Diego Rivera había participado en la dirección de la Liga Nacional Campesina y delBloque Obrero y Campesino; así que el Partido podía encontrar, si los buscaba, motivospara sospechar de él”. Ibid. 32.

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El Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores se disolviópoco después de ser fundado debido a los enfrentamientos con gruposde estudiantes anti-comunistas y por una campaña de prensa en su con-tra. Además, dentro del Partido Comunista habían comenzado a produ-cirse escisiones que incidieron sobre la cohesión de los pintores, unosmás cercanos a la ortodoxia soviética y otros al anarquismo. RenatoGonzález Mello señala que Rivera y Siqueiros viajaron juntos a la UniónSoviética en 1927, momento en que el estaba definiéndose una estrate-gia hostil al agrarismo, y radical en materia de sindicatos, que Siqueiroscomprendió y Rivera ignoró completamente.53 Al regresar a México, Si-queiros buscó activamente que el Partido Comunista se apegara a lanueva línea, lo cual provocó un endurecimiento de su estructura inter-na y la formación de una organización cada vez más centralizada, mo-nolítica y “bolchevizada” en donde se multiplicaron las pugnas y lasoposiciones entre sus miembros. En este contexto, Diego Rivera fue acu-sado de colaborar con Calles, que hasta entonces había sido considera-do un aliado.54 Durante la Primera Conferencia Comunista Latinoame-ricana que tuvo lugar en Argentina en 1929, Rivera fue expulsado delPartido Comunista no por simpatizar con el trotskismo, pues esto seprodujo hasta mediados de los años treinta, sino por colaborar con laderecha. Para González Mello, la salida de Rivera del Partido Comunis-

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La visión “bolchevizada” de la experiencia revolucionaria que estabasiendo reproducida en el discurso político oficial no entró en contradic-ción con el contenido de los murales, en donde junto con las influenciasque acaban de ser enumeradas también fueron introducidas imágenesde personajes emblemáticos de la Revolución rusa. Es importante seña-lar que hasta fines de 1924 no hubo oposición entre los muralistas y elEstado posrevolucionario; los pintores, agrupados en el Sindicato deO b re ros Técnicos, Pintores y Escultore s ,5 1 eran miembros del Partido Co-munista y éste apoyó a Calles durante su campaña electoral confiandoen que como presidente realizaría cambios radicales.52 En forma simul-tánea, los muralistas declararon en el órgano del Partido Comunista, ElMachete, que la Revolución había puesto al proletariado obrero-campe-sino a la cabeza de una sociedad más justa, proclamando que el arte eraun producto del pueblo y para al pueblo, una manifestación antibur-guesa y nacionalista que retomaba elementos de la cultura popular. Adiferencia del discurso bolchevique del Estado callista, los artistas plás-ticos plantearon que la Revolución había abierto la posibilidad de cons-truir una sociedad sin clases en donde la propiedad privada y el capita-lismo habrían desaparecido. Es en esta perspectiva que la imagen delobrero aparece idealizada en las imágenes.

vard University, primavera 2004, 161-185. Véanse también, Raquel Tibol, “¡Apareció laserpiente! Diego Rivera y los rosacruces”, Proceso, México, 9 de abril, 1990; Beatriz UríasHorcasitas, “De moral y regeneración: el programa de ‘ingeniería social’ posrevoluciona-rio visto por las revistas masónicas, 1930-1950”, Cuicuilco, núm. 32, México, Escuela Na-cional de Antropología e Historia, 2005.

51 El Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores se fundó en 1923 y estuvointegrado por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas,José Clemente Orozco y Carlos Mérida.

52 El rompimiento entre los comunistas y Calles se dio en los últimos meses de 1924y los primeros de 1925. El escritor Paco Ignacio Taibo II atribuye el apoyo de los comunis-tas a Calles a la falta de visión y a las oscilaciones ideológicas del partido, ya que “Callesnunca había sido más que un prolongador de la línea obregonista. Si algo había fallado,no era el nuevo presidente, que tiraba al cesto de la basura su ropaje demagógico, sino elmítico Calles que iba a favorecer al ‘frente único’ por arriba, cuyas últimas proposicionesdesaparecerían en diciembre de 1924. Y estas ilusiones habían sido rotas más que por losactos de Calles o Morones, por las directrices de la Internacional Comunista”. PacoIgnacio Taibo II, op. cit. 281.

53 Renato González Mello, “Diego Rivera y la izquierda”, Saber ver, núm. 4, México,Fundación Cultural Televisa, noviembre-diciembre 1999.

54 González Mello explica en los siguientes términos la identificación que los comu-nistas realizaron entre Calles y Rivera: “En todo el mundo, los partidos comunistas ha-bían recibido línea de separarse de sus antiguos aliados del ‘Frente Unido’, de los ‘opor-tunistas de derecha’, es decir, de los socialdemócratas. No había en México ‘reformistas’ni ‘socialdemócratas’ pero los camaradas de Rivera encontraron a su equivalente en Plu-tarco Elías Calles. El Jefe Máximo de la revolución se pintaba de rojo, agitaba banderasrojas y predecía horizontes proletarios ausentes de su práctica política. El callismo habíasido aliado del PCM en el ‘Frente Unido’ y Diego Rivera se jactaba de que cinco años an-tes, en 1923, él mismo había ofrecido a Calles el apoyo del PCM para su campaña presi-dencial. Para abundar más, la retórica de la revolución mexicana era agrarista. Esto la ha-cía sospechosa para los comunistas que obedecían la nueva línea de la Internacional.Diego Rivera había participado en la dirección de la Liga Nacional Campesina y delBloque Obrero y Campesino; así que el Partido podía encontrar, si los buscaba, motivospara sospechar de él”. Ibid. 32.

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una situación ilógica, irracional: la de un grupo de individuos que vocif-era sin saber si será escuchado pero que posiblemente está manipuladopor intereses políticos que le eran totalmente ajenos.59 Finalmente, Si-queiros asoció a las masas con un comportamiento “emotivo e irracio-nal”, representándolas como “un solo personaje gobernado por sus pa-siones”, al igual que Gustave Le Bon en La psicología de las masas.Además, dice González Mello, en la obra de Siqueiros la masa tuvo unaconnotación familiar pues los trabajadores no aparecían solos sinoacompañados o seguidos por sus mujeres con los niños en brazos. Enpalabras de este autor:

la composición de Siqueiros tiene, pues, dos inversiones. Por un lado, lasmasas insurreccionadas son familias; no sólo trabajadores, también “muje-res del Mezquital” con sus hijos en brazos; el ámbito público se torna priva-do. Por el otro, la piedad, el llanto de la madre, es público, hasta el límitede lo histórico: es la Patria llorando a sus héroes.60

La imagen visual y discursiva de un México bolchevique que entre1920 y 1940 estaba siendo elaborada por los artistas mexicanos,61 se for-taleció a través de las miradas extranjeras. Leon Trotsky vio en la pintu-ra de Rivera la expresión más lograda de la revolución de Octubre. En

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ta puede ser interpretada como una purga debido a que para los comu-nistas de aquella época, “la vanguardia del proletariado no podía ser ex-tensa, (y) deshacerse con frecuencia de un buen número de partidariosse consideraba revolucionario y sano”.55 Después de 1929, Rivera de-nunció públicamente la censura que el partido había ejercido sobre susproyectos en la medida en que desde 1922 había tenido que someter losbocetos de todos sus murales a la aprobación del Comité Central.56

El tema de las masas estuvo presente en la pintura mural. Para Rivera, la re-presentación de las masas constituyó la esencia misma del muralismo. Enuna célebre declaración hecha poco antes de morir reiteró que lo que habíadado sentido y razón de ser a este movimiento, convirtiéndose además en sumás grande aportación, fue convertir a las masas en el objeto central del arte:“[...] por primera vez en la historia del arte de la pintura monumental [...]el muralismo mexicano, cesó de emplear como héroes centrales de ella a losdioses, los reyes, jefes de Estado, generales heroicos, etcétera; por primeravez en la historia del arte, repito, la pintura mural mexicana hizo héroe delarte monumental a la masa, es decir, al hombre del campo, de las fábricas,de las ciudades, al pueblo”.57

A diferencia de Rivera, Orozco fue un observador crítico de la expe-riencia revolucionaria y se pronunció en contra de la masificación delpueblo. En 1935, después de una estancia de varios años en los EstadosUnidos, pintó dos litografías inspiradas en el tema de las masas: Mani -festación y Las masas. En Las Masas, dice Raquel Tibol, “no hay cabezaspensantes, solo bocas vociferantes. Bocas para el grito, para la aclama-ción”.58 La misma crítica a la masificación aparece en Manifestación, endonde un grupo de hombres camina tras una bandera antropomorfiza-da. Para Tibol, la impresión que se desprende de esta imagen es la de

55 Ibid. 33.56 Raquel Tibol, “Prólogo”, Diego Rivera. Arte y política, Selección, prólogo, notas y da-

tos biográficos por Raquel Tibol, Editorial Grijalbo, México 1979, 24.57 Ibid. 27.58 Raquel Tibol, Orozco, artista gráfico, Guanajuato, Gobierno del Estado de Guanajua-

to, 1984, 40.

59 “El primer golpe visual es el de un absurdo de letras y números. Una especie deapoteosis de la irracionalidad. ¿Qué se pide al manifestar? Por el recodo de las burlasOrozco hacía un llamado a la conciencia de un manifestar para qué, de un manifestar porqué. Rechazo tajante a lo gregario, al acarreo. Actitud plausible en un país que tanto pa-dece los acarreos en las manifestaciones públicas”. Ibid. 41.

60 Renato González Mello, “La provocación y la exhibición del cadáver” en OlivierDebroise (coord.), Otras rutas hacia Siqueiros, México, INBA-CURARE, 1996, 80.

61 En los años treinta se formaron nuevas agrupaciones de artistas plásticos comunis-tas que continuaron plasmando la utopía bolchevique en el arte. En 1934, se formó laLiga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), que además de internacionalista fueantifascista y estalinista. En 1937, el grupo de artistas gráficos integrados en la LEAR seasociaron en el Taller de la Gráfica Popular. Acerca de la LEAR dice Guillermo Sheridanque, “sería la modalidad mexicana de historias parecidas en otros ámbitos: los frentes po-pulares, la fraternidad con la República Española, la lenta intromisión de la metodologíamarxista en los deberes y propósitos de la creación artística y literaria. Es también el capí-tulo cardenista de la discusión sobre las responsabilidades del escritor en la revolución

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una situación ilógica, irracional: la de un grupo de individuos que vocif-era sin saber si será escuchado pero que posiblemente está manipuladopor intereses políticos que le eran totalmente ajenos.59 Finalmente, Si-queiros asoció a las masas con un comportamiento “emotivo e irracio-nal”, representándolas como “un solo personaje gobernado por sus pa-siones”, al igual que Gustave Le Bon en La psicología de las masas.Además, dice González Mello, en la obra de Siqueiros la masa tuvo unaconnotación familiar pues los trabajadores no aparecían solos sinoacompañados o seguidos por sus mujeres con los niños en brazos. Enpalabras de este autor:

la composición de Siqueiros tiene, pues, dos inversiones. Por un lado, lasmasas insurreccionadas son familias; no sólo trabajadores, también “muje-res del Mezquital” con sus hijos en brazos; el ámbito público se torna priva-do. Por el otro, la piedad, el llanto de la madre, es público, hasta el límitede lo histórico: es la Patria llorando a sus héroes.60

La imagen visual y discursiva de un México bolchevique que entre1920 y 1940 estaba siendo elaborada por los artistas mexicanos,61 se for-taleció a través de las miradas extranjeras. Leon Trotsky vio en la pintu-ra de Rivera la expresión más lograda de la revolución de Octubre. En

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ta puede ser interpretada como una purga debido a que para los comu-nistas de aquella época, “la vanguardia del proletariado no podía ser ex-tensa, (y) deshacerse con frecuencia de un buen número de partidariosse consideraba revolucionario y sano”.55 Después de 1929, Rivera de-nunció públicamente la censura que el partido había ejercido sobre susproyectos en la medida en que desde 1922 había tenido que someter losbocetos de todos sus murales a la aprobación del Comité Central.56

El tema de las masas estuvo presente en la pintura mural. Para Rivera, la re-presentación de las masas constituyó la esencia misma del muralismo. Enuna célebre declaración hecha poco antes de morir reiteró que lo que habíadado sentido y razón de ser a este movimiento, convirtiéndose además en sumás grande aportación, fue convertir a las masas en el objeto central del arte:“[...] por primera vez en la historia del arte de la pintura monumental [...]el muralismo mexicano, cesó de emplear como héroes centrales de ella a losdioses, los reyes, jefes de Estado, generales heroicos, etcétera; por primeravez en la historia del arte, repito, la pintura mural mexicana hizo héroe delarte monumental a la masa, es decir, al hombre del campo, de las fábricas,de las ciudades, al pueblo”.57

A diferencia de Rivera, Orozco fue un observador crítico de la expe-riencia revolucionaria y se pronunció en contra de la masificación delpueblo. En 1935, después de una estancia de varios años en los EstadosUnidos, pintó dos litografías inspiradas en el tema de las masas: Mani -festación y Las masas. En Las Masas, dice Raquel Tibol, “no hay cabezaspensantes, solo bocas vociferantes. Bocas para el grito, para la aclama-ción”.58 La misma crítica a la masificación aparece en Manifestación, endonde un grupo de hombres camina tras una bandera antropomorfiza-da. Para Tibol, la impresión que se desprende de esta imagen es la de

55 Ibid. 33.56 Raquel Tibol, “Prólogo”, Diego Rivera. Arte y política, Selección, prólogo, notas y da-

tos biográficos por Raquel Tibol, Editorial Grijalbo, México 1979, 24.57 Ibid. 27.58 Raquel Tibol, Orozco, artista gráfico, Guanajuato, Gobierno del Estado de Guanajua-

to, 1984, 40.

59 “El primer golpe visual es el de un absurdo de letras y números. Una especie deapoteosis de la irracionalidad. ¿Qué se pide al manifestar? Por el recodo de las burlasOrozco hacía un llamado a la conciencia de un manifestar para qué, de un manifestar porqué. Rechazo tajante a lo gregario, al acarreo. Actitud plausible en un país que tanto pa-dece los acarreos en las manifestaciones públicas”. Ibid. 41.

60 Renato González Mello, “La provocación y la exhibición del cadáver” en OlivierDebroise (coord.), Otras rutas hacia Siqueiros, México, INBA-CURARE, 1996, 80.

61 En los años treinta se formaron nuevas agrupaciones de artistas plásticos comunis-tas que continuaron plasmando la utopía bolchevique en el arte. En 1934, se formó laLiga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), que además de internacionalista fueantifascista y estalinista. En 1937, el grupo de artistas gráficos integrados en la LEAR seasociaron en el Taller de la Gráfica Popular. Acerca de la LEAR dice Guillermo Sheridanque, “sería la modalidad mexicana de historias parecidas en otros ámbitos: los frentes po-pulares, la fraternidad con la República Española, la lenta intromisión de la metodologíamarxista en los deberes y propósitos de la creación artística y literaria. Es también el capí-tulo cardenista de la discusión sobre las responsabilidades del escritor en la revolución

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R E T ÓR I CA , F ICC I ÓN Y E SPE J I SM O

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tual y que Rivera era garante del “mito” o la “ilusión” que la Revoluciónno había terminado de realizar:

El producto principal (de la revolución) es espiritual; un descubrimientodel pueblo mexicano de su propia dignidad, dignidad de que ellos no eranconscientes de poseer antes y la que no se les acreditaba ni aún por los filó-sofos al delinear el medio. Desde este punto de vista, el más grande profe-ta de la Revolución Mexicana fue Diego Rivera, quien descubrió y revelóante el mundo la profunda dignidad y fortaleza de su pueblo. Los frescosde Diego Rivera representan la mejor ilusión, la profunda aspiración delpueblo común de México. Algún día, si los verdaderos ideales de la revolu-ción pudiesen perderse en medio de los escombros por una tormenta políti-ca y por una ambición personal política, podrían ser vueltas a descubrir ensus pinturas. Es quizás no decir mucho, pero cuanto mayor tiempo sus pin-turas permanezcan sobre los muros públicos, el pueblo común tendrá másocasión para descubrirse en ellos, y de ese modo la revolución permanecerálibre, por lo menos como un ideal, permanente, como una ilusión o un sue-ño que tiene que cumplirse.63

En términos generales, la izquierda norteamericana –integrada porartistas, intelectuales y activistas políticos– confundió la transformaciónque estaba teniendo lugar en México, y la pintura mural que la refleja-ba, con el establecimiento de “lo que a distancia parecía una repúblicasocialista, una nueva sociedad de campesinos y trabajadores”.64 La ima-gen proyectada hacia el exterior reforzó el mito, hacia el interior, de queen México se estaba desarrollando una revolución proletaria que co-rría en paralelo a la soviética. La fascinación de los intelectuales nortea-mericanos con la Revolución mexicana se explica desde una doble pers-pectiva. Por una parte, señala González Mello, la invención de un Mé-xico comunitario en donde se estaba haciendo realidad la esperada

B E AT R IZ UR Í AS HO RC AS I TA S

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un artículo publicado en inglés en la revista Partisan Review (1938) ypoco después en español en Clave, el planteamiento de Trotsky fue el si-guiente:

en el campo de la pintura, la Revolución de Octubre ha encontrado su másgrande intérprete, no en la URSS, sino en el lejano México; no entre los “ami-gos” oficiales sino en la persona de un declarado “enemigo del pueblo” quela Cuarta Internacional está orgullosa de contar entre sus miembros. Edu-cado en las culturas artísticas de todos los pueblos, de todas las épocas, Die-go Rivera ha permanecido mexicano en las más profundas fibras de sugenio. Pero lo que lo inspiró en sus magníficos frescos, lo que lo elevó porencima de la tradición artística, en cierto sentido sobre el arte contemporá-neo, sobre sí mismo, es el poderoso soplo de la Revolución proletaria. SinO c t u b re, su poder de penetración creadora en la épica del trabajo, opresión ei n s u r rección, nunca habría alcanzado tal extensión y profundidad. ¿Deseáiscontemplar con vuestros propios ojos los móviles ocultos de la revoluciónsocial? Ved los frescos de Rivera. ¿Deseáis saber lo que es el arte revolu-cionario? Ved los frescos de Rivera [...] Tenéis ante vosotros no simplementeuna “pintura”, un objeto de contemplación estética pasiva, sino una parteviviente de la lucha de clases. ¡Y al mismo tiempo, una obra maestra! Sólola juventud histórica de un país que no ha salido del estado de lucha por suindependencia nacional, ha permitido al pincel revolucionario de Riveraemplearse en los muros de los edificios públicos de México.62

En un libro escrito en 1933, dedicado a Diego Rivera, Frank Tannen-baum advirtió que el máximo logro de la Revolución había sido espiri-

mexicana. A partir de su alianza con el partido en el poder, ostentando su carácter cuasi-oficial, los intelectuales nacionalistas abrazan el discurso marxista y fantasean convertir-se en administradores sancionados de la ‘ruta única’. El gobierno apoya a ese gremiopara cumplir algunos expedientes que le son útiles: acompañar el proyecto de la educa-ción socialista, atemperar ánimos caldeados entre la pequeña burguesía ilustrada, certifi-car su vocación de izquierda plural y, ya en términos más prácticos aportarles operariosa las necesidades de su doméstica agitprop”. Guillermo Sheridan, op. cit. 177-178.

62 León Trotsky, “El arte y la revolución”, Clave. Tribuna Marxista 5, México febrero1939, 39. En el consejo editorial de Clave figuraban Adolfo Zamora, José Ferrel y DiegoRivera.

63 Frank Tannenbaum, La paz por la Revolución, México, Instituto Nacional de Estu-dios Históricos de la Revolución Mexicana, Colección Visiones Ajenas, 2003, 206-207.

64 John Brown, “Exuberancia mexicano-norteamericana 1920-1940”, Anglia, Anuariode Estudios Angloamericanos, México, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Na-cional Autónoma de México, 1968, 95-96.

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tual y que Rivera era garante del “mito” o la “ilusión” que la Revoluciónno había terminado de realizar:

El producto principal (de la revolución) es espiritual; un descubrimientodel pueblo mexicano de su propia dignidad, dignidad de que ellos no eranconscientes de poseer antes y la que no se les acreditaba ni aún por los filó-sofos al delinear el medio. Desde este punto de vista, el más grande profe-ta de la Revolución Mexicana fue Diego Rivera, quien descubrió y revelóante el mundo la profunda dignidad y fortaleza de su pueblo. Los frescosde Diego Rivera representan la mejor ilusión, la profunda aspiración delpueblo común de México. Algún día, si los verdaderos ideales de la revolu-ción pudiesen perderse en medio de los escombros por una tormenta políti-ca y por una ambición personal política, podrían ser vueltas a descubrir ensus pinturas. Es quizás no decir mucho, pero cuanto mayor tiempo sus pin-turas permanezcan sobre los muros públicos, el pueblo común tendrá másocasión para descubrirse en ellos, y de ese modo la revolución permanecerálibre, por lo menos como un ideal, permanente, como una ilusión o un sue-ño que tiene que cumplirse.63

En términos generales, la izquierda norteamericana –integrada porartistas, intelectuales y activistas políticos– confundió la transformaciónque estaba teniendo lugar en México, y la pintura mural que la refleja-ba, con el establecimiento de “lo que a distancia parecía una repúblicasocialista, una nueva sociedad de campesinos y trabajadores”.64 La ima-gen proyectada hacia el exterior reforzó el mito, hacia el interior, de queen México se estaba desarrollando una revolución proletaria que co-rría en paralelo a la soviética. La fascinación de los intelectuales nortea-mericanos con la Revolución mexicana se explica desde una doble pers-pectiva. Por una parte, señala González Mello, la invención de un Mé-xico comunitario en donde se estaba haciendo realidad la esperada

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un artículo publicado en inglés en la revista Partisan Review (1938) ypoco después en español en Clave, el planteamiento de Trotsky fue el si-guiente:

en el campo de la pintura, la Revolución de Octubre ha encontrado su másgrande intérprete, no en la URSS, sino en el lejano México; no entre los “ami-gos” oficiales sino en la persona de un declarado “enemigo del pueblo” quela Cuarta Internacional está orgullosa de contar entre sus miembros. Edu-cado en las culturas artísticas de todos los pueblos, de todas las épocas, Die-go Rivera ha permanecido mexicano en las más profundas fibras de sugenio. Pero lo que lo inspiró en sus magníficos frescos, lo que lo elevó porencima de la tradición artística, en cierto sentido sobre el arte contemporá-neo, sobre sí mismo, es el poderoso soplo de la Revolución proletaria. SinO c t u b re, su poder de penetración creadora en la épica del trabajo, opresión ei n s u r rección, nunca habría alcanzado tal extensión y profundidad. ¿Deseáiscontemplar con vuestros propios ojos los móviles ocultos de la revoluciónsocial? Ved los frescos de Rivera. ¿Deseáis saber lo que es el arte revolu-cionario? Ved los frescos de Rivera [...] Tenéis ante vosotros no simplementeuna “pintura”, un objeto de contemplación estética pasiva, sino una parteviviente de la lucha de clases. ¡Y al mismo tiempo, una obra maestra! Sólola juventud histórica de un país que no ha salido del estado de lucha por suindependencia nacional, ha permitido al pincel revolucionario de Riveraemplearse en los muros de los edificios públicos de México.62

En un libro escrito en 1933, dedicado a Diego Rivera, Frank Tannen-baum advirtió que el máximo logro de la Revolución había sido espiri-

mexicana. A partir de su alianza con el partido en el poder, ostentando su carácter cuasi-oficial, los intelectuales nacionalistas abrazan el discurso marxista y fantasean convertir-se en administradores sancionados de la ‘ruta única’. El gobierno apoya a ese gremiopara cumplir algunos expedientes que le son útiles: acompañar el proyecto de la educa-ción socialista, atemperar ánimos caldeados entre la pequeña burguesía ilustrada, certifi-car su vocación de izquierda plural y, ya en términos más prácticos aportarles operariosa las necesidades de su doméstica agitprop”. Guillermo Sheridan, op. cit. 177-178.

62 León Trotsky, “El arte y la revolución”, Clave. Tribuna Marxista 5, México febrero1939, 39. En el consejo editorial de Clave figuraban Adolfo Zamora, José Ferrel y DiegoRivera.

63 Frank Tannenbaum, La paz por la Revolución, México, Instituto Nacional de Estu-dios Históricos de la Revolución Mexicana, Colección Visiones Ajenas, 2003, 206-207.

64 John Brown, “Exuberancia mexicano-norteamericana 1920-1940”, Anglia, Anuariode Estudios Angloamericanos, México, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Na-cional Autónoma de México, 1968, 95-96.

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Compartíamos la comida con los indios y dormíamos en petates sin sufi-cientes sarapes para taparnos. El frío y las pulgas nos quitaban el sueño.Todo en torno nuestro tenía una desnuda magnificencia escultural: lasmontañas, los nopales, los magueyes, los anchos rostros de tez obscura. Yome sentaba a observar y a hacer bosquejos mientras Xavier, quien era el quedebería estar dibujando, difundía la doctrina de Lenin y Marx entre losaldeanos. Hablaban mucho acerca de los enemigos. Xavier explicaba y seguíaexplicando que los enemigos eran los opresores capitalistas, pero ocasional-mente salía a la luz que cuando esta gente hablaba de los enemigos, esta-ban pensando en los indios que vivían al otro lado de las montañas. Xavierera tan devoto como uno de los primeros cristianos. Muchas veces he pen-sado qué habrá sido de él.69

Dentro de Estados Unidos, la promoción de la imagen de los mura-listas por uno de los más influyentes grupos intelectuales de los añostreinta –del cual formaban parte John Dewey, Lewis Munford, RobertLyndt, Sydney Hook, Reinhold Niebuhr– dio lugar a que Rivera y Oroz-co fueran invitados a realizar obra en los Estados Unidos.70 El trabajo delos artistas mexicanos en Estados Unidos fue a la vez objeto de atrac-ción, escándalo y repudio, lo cual explica la destrucción del mural deDiego Rivera en Rockefeller Center. Sin embargo, en un momento enque numerosas galerías privadas habían tenido que cerrar sus puertas acausa de la depresión económica de 1929, el “arte público” mexicanosubsidiado por el Estado encontró una buena acogida en los mediosartísticos.71

En la siguiente sección examinaremos la manera en que los goberna-dores populistas de la región del sureste utilizaron el mito bolcheviqueen el establecimiento de un nuevo equilibrio entre las regiones y el Es-tado central. Paradójicamente, la virulencia del bolchevismo regional

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utopía social era compatible con la búsqueda norteamericana de valoresesenciales; vistos desde esta perspectiva, los muralistas representabanvirtudes cívicas y principios de una ética pública.65 Por otra parte, segúnla interpretación de Mauricio Tenorio, el entusiasmo por la revoluciónpolítica y estética que se pensaba estaba teniendo lugar en México pue-de ser atribuido a que la izquierda norteamericana estaba en busca deelementos para alimentar el desarrollo del populismo y del socialismomarxista dentro de Estados Unidos.66 Entre los artistas y escritores ex-tranjeros que llegaron a México en los años veinte y treinta estaban losnorteamericanos Edward Weston, Tina Modotti, Catherine Anne Porter,Hart Crane, John Dos Passos, George Biddle, Waldo Frank, Stuart Cha-se, William Spratling y Alma Reed; los novelistas británicos SomersetMaugham y D. H. Lawrence; así como los escritores franceses Rened’Harnoncourt, Antonin Artaud y André Breton.67

Es importante señalar que la imagen idealizada y “bolchevizada”que los norteamericanos proyectaron acerca de los pintores muralistas68,deja también entrever algunas de las contradicciones de estos últimos.En sus Memorias, John Dos Passos da cuenta de algunos de los equívo-cos presentes en la labor de proselitismo político que los muralistas es-taban llevando a cabo y que concebían como una forma de evangeliza-ción religiosa. En el relato de un viaje que hizo con el pintor XavierGuerrero al valle de Toluca, Dos Passos explica que los campesinos a losque el pintor trataba de explicar el comunismo confundían a sus “ene-migos de clase” –la burguesía– con los indios del pueblo vecino:

65 Renato González Mello, “Orozco in the United States: an essay on the history ofideas”, José Clemente Orozco in the United States, 1927-1934, op cit. 44-45.

66 Mauricio Tenorio, “Viejos gringos: radicales norteamericanos en los años treinta ysu visión de México”, Secuencia 21, México, Instituto José María Luis Mora, septiembre-diciembre 1991.

67 John Brown, “Exuberancia mexicano-norteamericana 1920-1940”, op. cit. 98-99.68 En 1923 el fotógrafo Edward Weston hacía esta descripción de Diego Rivera pin-

tando y armado, como todos los sindicalistas de la época: “Su revolver, cargado con seisbalas, y la canana contrastaban con su franca sonrisa. Le llaman el Lenin de México. Losartistas de aquí están muy próximos al movimiento comunista; no hacen política de sa-lón”. Citado por Andrea Kettelmann, Diego Rivera, 1886-1957. Un espíritu revolucionario enel arte moderno, Colonia, Taschen, 1997, 34.

69 John Dos Passos, The Best Times. An Informal Memoir, Nueva York, The New Ame-rican Library, 1966, 171. La traducción está tomada de John Brown, “Exuberancia mexica-no-norteamericana 1920-1940”, op. cit. 112.

70 Alicia Azuela, “The Making and Reception of the Imaginary of Artistic and Revo-lutionary Mexico”, José Clemente Orozco in the United States, 1927-1934, op. cit. 213-214.

71 Ibid. 214

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Compartíamos la comida con los indios y dormíamos en petates sin sufi-cientes sarapes para taparnos. El frío y las pulgas nos quitaban el sueño.Todo en torno nuestro tenía una desnuda magnificencia escultural: lasmontañas, los nopales, los magueyes, los anchos rostros de tez obscura. Yome sentaba a observar y a hacer bosquejos mientras Xavier, quien era el quedebería estar dibujando, difundía la doctrina de Lenin y Marx entre losaldeanos. Hablaban mucho acerca de los enemigos. Xavier explicaba y seguíaexplicando que los enemigos eran los opresores capitalistas, pero ocasional-mente salía a la luz que cuando esta gente hablaba de los enemigos, esta-ban pensando en los indios que vivían al otro lado de las montañas. Xavierera tan devoto como uno de los primeros cristianos. Muchas veces he pen-sado qué habrá sido de él.69

Dentro de Estados Unidos, la promoción de la imagen de los mura-listas por uno de los más influyentes grupos intelectuales de los añostreinta –del cual formaban parte John Dewey, Lewis Munford, RobertLyndt, Sydney Hook, Reinhold Niebuhr– dio lugar a que Rivera y Oroz-co fueran invitados a realizar obra en los Estados Unidos.70 El trabajo delos artistas mexicanos en Estados Unidos fue a la vez objeto de atrac-ción, escándalo y repudio, lo cual explica la destrucción del mural deDiego Rivera en Rockefeller Center. Sin embargo, en un momento enque numerosas galerías privadas habían tenido que cerrar sus puertas acausa de la depresión económica de 1929, el “arte público” mexicanosubsidiado por el Estado encontró una buena acogida en los mediosartísticos.71

En la siguiente sección examinaremos la manera en que los goberna-dores populistas de la región del sureste utilizaron el mito bolcheviqueen el establecimiento de un nuevo equilibrio entre las regiones y el Es-tado central. Paradójicamente, la virulencia del bolchevismo regional

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utopía social era compatible con la búsqueda norteamericana de valoresesenciales; vistos desde esta perspectiva, los muralistas representabanvirtudes cívicas y principios de una ética pública.65 Por otra parte, segúnla interpretación de Mauricio Tenorio, el entusiasmo por la revoluciónpolítica y estética que se pensaba estaba teniendo lugar en México pue-de ser atribuido a que la izquierda norteamericana estaba en busca deelementos para alimentar el desarrollo del populismo y del socialismomarxista dentro de Estados Unidos.66 Entre los artistas y escritores ex-tranjeros que llegaron a México en los años veinte y treinta estaban losnorteamericanos Edward Weston, Tina Modotti, Catherine Anne Porter,Hart Crane, John Dos Passos, George Biddle, Waldo Frank, Stuart Cha-se, William Spratling y Alma Reed; los novelistas británicos SomersetMaugham y D. H. Lawrence; así como los escritores franceses Rened’Harnoncourt, Antonin Artaud y André Breton.67

Es importante señalar que la imagen idealizada y “bolchevizada”que los norteamericanos proyectaron acerca de los pintores muralistas68,deja también entrever algunas de las contradicciones de estos últimos.En sus Memorias, John Dos Passos da cuenta de algunos de los equívo-cos presentes en la labor de proselitismo político que los muralistas es-taban llevando a cabo y que concebían como una forma de evangeliza-ción religiosa. En el relato de un viaje que hizo con el pintor XavierGuerrero al valle de Toluca, Dos Passos explica que los campesinos a losque el pintor trataba de explicar el comunismo confundían a sus “ene-migos de clase” –la burguesía– con los indios del pueblo vecino:

65 Renato González Mello, “Orozco in the United States: an essay on the history ofideas”, José Clemente Orozco in the United States, 1927-1934, op cit. 44-45.

66 Mauricio Tenorio, “Viejos gringos: radicales norteamericanos en los años treinta ysu visión de México”, Secuencia 21, México, Instituto José María Luis Mora, septiembre-diciembre 1991.

67 John Brown, “Exuberancia mexicano-norteamericana 1920-1940”, op. cit. 98-99.68 En 1923 el fotógrafo Edward Weston hacía esta descripción de Diego Rivera pin-

tando y armado, como todos los sindicalistas de la época: “Su revolver, cargado con seisbalas, y la canana contrastaban con su franca sonrisa. Le llaman el Lenin de México. Losartistas de aquí están muy próximos al movimiento comunista; no hacen política de sa-lón”. Citado por Andrea Kettelmann, Diego Rivera, 1886-1957. Un espíritu revolucionario enel arte moderno, Colonia, Taschen, 1997, 34.

69 John Dos Passos, The Best Times. An Informal Memoir, Nueva York, The New Ame-rican Library, 1966, 171. La traducción está tomada de John Brown, “Exuberancia mexica-no-norteamericana 1920-1940”, op. cit. 112.

70 Alicia Azuela, “The Making and Reception of the Imaginary of Artistic and Revo-lutionary Mexico”, José Clemente Orozco in the United States, 1927-1934, op. cit. 213-214.

71 Ibid. 214

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un momento en que el Estado central era todavía endeble y en que laselites regionales trataban de reconvertir las bases de la lucha armada enuna nueva forma de populismo?

Los “césares rojos” del sureste –Adalberto Tejeda, Felipe CarrilloPuerto, Tomás Garrido Canabal– accedieron al poder gracias a la rebe-lión de Agua Prieta y fueron respaldados por Álvaro Obregón. Se apo-yaron en grupos organizados de obreros y campesinos para instaurarregímenes que se caracterizaron por su populismo y su anticlericalismo.Su objetivo fue desplazar a las oligarquías tradicionales que durante laúltima parte del siglo XIX habían rechazado y cerrado opciones a las cla-ses bajas y medias. Los nuevos regímenes populistas movilizaron agrandes grupos de la población utilizando el resentimiento que las cla-ses populares habían acumulado en contra de la dictadura oligárquicaderrocada por la Revolución de 1910. Las instituciones gubernamenta-les, partidos y sindicatos dentro de los cuales las clases bajas y mediasquedaron encuadradas fueron la fuente de poder de estos gobernado-res, fungiendo también como mecanismos eficaces de control social.Además de los partidos y los sindicatos, los movimientos populares quese desarrollaron en Yucatán, Veracruz y Tabasco se articularon a travésde las llamadas ligas de resistencia, ligas de comunidades y cooperati-vas que fueron el canal a través del cual los partidos populistas arraiga-ron a nivel local. Todas estas agrupaciones manifestaron su adhesión alos caudillos, apoyándolos en la lucha en contra la “reacción” y exaltan-do el nacionalismo revolucionario.74 Algunos observadores extranjerospercibieron la retórica bolchevique puesta en marcha tanto en el centrocomo en las regiones como un indicio de la configuración de un nuevoautoritarismo. Tal es el caso de un periodista italiano invitado a Méxicoen 1928: “En México no hay bolchevismo [...] México es en este momen-to un feudo de la segunda internacional social-masónica, gobernado por

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atemperó los alcances del bolchevismo de centro, contrarrestando latendencia a establecer una forma de totalitarismo centralista con un Es-tado fusionado a una clase burocrática con posiciones de privilegio.

LOS “CÉSARES ROJOS” EN LA REGIÓN DEL SURESTE

Además de generar a una nueva clase política que quedó al frente delEstado central, la Revolución favoreció la consolidación de cacicazgoslocales y regionales.72 Interpretaciones históricas recientes han demos-trado que el campesinado que había participado en la guerra civil sin re-solver sus demandas de tierra, desempeñó un papel clave tanto en ladefinición de la estructura del nuevo Estado como en la formación deestos poderes regionales.73 Según estos estudios entre 1920 y 1940, tuvie-ron lugar permanentes tensiones y alianzas entre los presidentes (Obre-gón, Calles y Cárdenas) y los caudillos regionales que animaron el radi-calismo anticlerical. ¿Qué papel jugó el “bolchevismo” en los estados en

72 Jean Meyer plantea que el orden político posrevolucionario estuvo basado en larearticulación de la red de “jefes políticos” que existió en el porfiriato: “el poder absolu-to pudo renacer con una facilidad prodigiosa para adquirir una fuerza que nunca habíatenido bajo el viejo César (Porfirio Díaz). La columna vertebral del sistema fue la admi-nistración heredada de los “jefes políticos” del Porfiriato, multiplicada por 10 en efecti-vos y eficiencia. El cacique revolucionario nació de la influencia de las necesidades delEstado y de las necesidades personales del grupo que se había apoderado de él. Encarnala sed de poder y el hambre de riquezas que la revolución despertó o estimuló entre losfrustrados del Porfiriato. El cacique fue general revolucionario, líder sindical, hombrepolítico, comisario ejidal, etc. Este tipo sociopolítico se establece en todos los niveles”.Jean Meyer, La Revolución Mexicana, 1910-1940, op. cit. 278-279.

73 “Los campesinos no sólo fueron los soldados de la Revolución violenta sino los pi-lares del nuevo Estado. Mientras más de cerca se analiza la participación de las regionesen la Revolución, más importantes resultan las clases populares. La de los veinte fue unadécada de transición en la cual los campesinos se desempeñaron como guerreros en di-versas rebeliones nacionales (aunque con base regional) y en innumerables conflictos lo-cales, así como partidarios organizados de los primeros caudillos populistas –AdalbertoTejeda, entre otros– y del entonces Estado nacional encabezado por Lázaro Cárdenas”.Mark Wasserman, “Introducción” en Thomas Benjamin y Mark Wasserman, coords., His -toria regional de la Revolución mexicana. La provincia entre 1910 y 1929, México, CONACULTA,1992, 22-23.

74 Según Carlos Martínez Assad, los tres grandes caudillos –Adalberto Tejeda, FelipeCarrillo Puerto, Tomás Garrido Canabal– estuvieron rodeados por una “constelación decaciques menores” cuya presencia fue muy importante en la articulación de los sistemasde control político. Carlos Martínez Assad, Los sentimientos de la región. Del viejo centralis -mo a la nueva pluralidad, México, Instituto Nacional de Estudios de la Revolución Mexica-na y Editorial Océano, 2001, 91.

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un momento en que el Estado central era todavía endeble y en que laselites regionales trataban de reconvertir las bases de la lucha armada enuna nueva forma de populismo?

Los “césares rojos” del sureste –Adalberto Tejeda, Felipe CarrilloPuerto, Tomás Garrido Canabal– accedieron al poder gracias a la rebe-lión de Agua Prieta y fueron respaldados por Álvaro Obregón. Se apo-yaron en grupos organizados de obreros y campesinos para instaurarregímenes que se caracterizaron por su populismo y su anticlericalismo.Su objetivo fue desplazar a las oligarquías tradicionales que durante laúltima parte del siglo XIX habían rechazado y cerrado opciones a las cla-ses bajas y medias. Los nuevos regímenes populistas movilizaron agrandes grupos de la población utilizando el resentimiento que las cla-ses populares habían acumulado en contra de la dictadura oligárquicaderrocada por la Revolución de 1910. Las instituciones gubernamenta-les, partidos y sindicatos dentro de los cuales las clases bajas y mediasquedaron encuadradas fueron la fuente de poder de estos gobernado-res, fungiendo también como mecanismos eficaces de control social.Además de los partidos y los sindicatos, los movimientos populares quese desarrollaron en Yucatán, Veracruz y Tabasco se articularon a travésde las llamadas ligas de resistencia, ligas de comunidades y cooperati-vas que fueron el canal a través del cual los partidos populistas arraiga-ron a nivel local. Todas estas agrupaciones manifestaron su adhesión alos caudillos, apoyándolos en la lucha en contra la “reacción” y exaltan-do el nacionalismo revolucionario.74 Algunos observadores extranjerospercibieron la retórica bolchevique puesta en marcha tanto en el centrocomo en las regiones como un indicio de la configuración de un nuevoautoritarismo. Tal es el caso de un periodista italiano invitado a Méxicoen 1928: “En México no hay bolchevismo [...] México es en este momen-to un feudo de la segunda internacional social-masónica, gobernado por

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atemperó los alcances del bolchevismo de centro, contrarrestando latendencia a establecer una forma de totalitarismo centralista con un Es-tado fusionado a una clase burocrática con posiciones de privilegio.

LOS “CÉSARES ROJOS” EN LA REGIÓN DEL SURESTE

Además de generar a una nueva clase política que quedó al frente delEstado central, la Revolución favoreció la consolidación de cacicazgoslocales y regionales.72 Interpretaciones históricas recientes han demos-trado que el campesinado que había participado en la guerra civil sin re-solver sus demandas de tierra, desempeñó un papel clave tanto en ladefinición de la estructura del nuevo Estado como en la formación deestos poderes regionales.73 Según estos estudios entre 1920 y 1940, tuvie-ron lugar permanentes tensiones y alianzas entre los presidentes (Obre-gón, Calles y Cárdenas) y los caudillos regionales que animaron el radi-calismo anticlerical. ¿Qué papel jugó el “bolchevismo” en los estados en

72 Jean Meyer plantea que el orden político posrevolucionario estuvo basado en larearticulación de la red de “jefes políticos” que existió en el porfiriato: “el poder absolu-to pudo renacer con una facilidad prodigiosa para adquirir una fuerza que nunca habíatenido bajo el viejo César (Porfirio Díaz). La columna vertebral del sistema fue la admi-nistración heredada de los “jefes políticos” del Porfiriato, multiplicada por 10 en efecti-vos y eficiencia. El cacique revolucionario nació de la influencia de las necesidades delEstado y de las necesidades personales del grupo que se había apoderado de él. Encarnala sed de poder y el hambre de riquezas que la revolución despertó o estimuló entre losfrustrados del Porfiriato. El cacique fue general revolucionario, líder sindical, hombrepolítico, comisario ejidal, etc. Este tipo sociopolítico se establece en todos los niveles”.Jean Meyer, La Revolución Mexicana, 1910-1940, op. cit. 278-279.

73 “Los campesinos no sólo fueron los soldados de la Revolución violenta sino los pi-lares del nuevo Estado. Mientras más de cerca se analiza la participación de las regionesen la Revolución, más importantes resultan las clases populares. La de los veinte fue unadécada de transición en la cual los campesinos se desempeñaron como guerreros en di-versas rebeliones nacionales (aunque con base regional) y en innumerables conflictos lo-cales, así como partidarios organizados de los primeros caudillos populistas –AdalbertoTejeda, entre otros– y del entonces Estado nacional encabezado por Lázaro Cárdenas”.Mark Wasserman, “Introducción” en Thomas Benjamin y Mark Wasserman, coords., His -toria regional de la Revolución mexicana. La provincia entre 1910 y 1929, México, CONACULTA,1992, 22-23.

74 Según Carlos Martínez Assad, los tres grandes caudillos –Adalberto Tejeda, FelipeCarrillo Puerto, Tomás Garrido Canabal– estuvieron rodeados por una “constelación decaciques menores” cuya presencia fue muy importante en la articulación de los sistemasde control político. Carlos Martínez Assad, Los sentimientos de la región. Del viejo centralis -mo a la nueva pluralidad, México, Instituto Nacional de Estudios de la Revolución Mexica-na y Editorial Océano, 2001, 91.

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en un libro titulado Bolchevismo y democracia en México que Alvarado ha-bía buscado implantar en Yucatán el “primer movimiento bolcheviquede América”. Su interpretación acerca de este fenómeno era que ante eltemor de verse sustituidos por gobiernos civiles, los militares como Al-varado habían buscado instaurar regímenes populares que fortalecieranel militarismo. Su arraigo en la sociedad provenía tanto de la creaciónde una compleja trama de organizaciones políticas y sociales como de larepresión. Acerca del papel de la represión, dice Mena Brito:

¿Quién ignora la fuerza funesta y absorbente de las organizaciones obrerasoficiales, la destructora misión de las calamitosas comisiones locales agra-rias, formadas ellas y sostenidas por las autoridades siempre afiliadas alpartido gobiernista; y quien desconoce también la política de crimen usadapor estos dos siniestros factores que, aviesamente, se han desarrollado al ca-lor de los hombres más corrompidos y perversos de la Revolución?.79

Temeroso de la fuerza de la red de organizaciones populares promo-vidas por Alvarado y receloso de la autonomía que había cobrado elPartido Socialista en Yucatán, el mismo Carranza precipitó la caída deAlvarado utilizando un Partido Liberal encabezado por el citado Ber-nardino Mena Brito. Durante un periodo breve, los liberales subieron alpoder y entretanto el Partido Socialista quedó bajo la dirección de unnuevo líder popular, Felipe Carrillo Puerto, que fue elegido gobernadoren 1922. Como dirigente del estado, Carrillo Puerto profundizó y radi-calizó las transformaciones iniciadas por Alvarado. La hipótesis de Gil-bert M. Joseph es que mientras Alvarado impulsó un proyecto de revo-lución burguesa articulada “desde afuera”, Carrillo Puerto se puso a lacabeza de un movimiento más ambicioso que pretendía realizar una re-volución radical “desde dentro”.80 Para ello, entre 1922 y 1924 Carrillo

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un Herriot en las botas de un general mexicano y grupo de caciques feu-dales en traje de ‘camarada’, que son ya gobernadores de los estados, yagenerales jefes de región militar, ya senadores y diputados”.75

El primero de los experimentos populistas en la región del surestefue el de Salvador Alvarado en Yucatán entre 1915 y 1918. Enviado porCarranza, Alvarado fundó en 1916 el Partido Socialista Obrero, que unaño después se convertiría en el Partido Socialista de Yucatán.76 Ademásde este trabajo de organización partidista, Alvarado puso en marchauna campaña de moralización que condenaba el alcoholismo y la prosti-tución, e implantó un sistema educativo llamado “racionalista” que sedifundió ampliamente durante los años veinte.77 Como muchos políti-cos de la época, Alvarado se declaró “bolchevique” y fue acusado deello por sus opositores.78 Por ejemplo, Bernardino Mena Brito explicaba

75 Citado por Jean Meyer, La Revolución Mexicana, 1910-1940, op. cit. 138. 76 La interpretación de Francisco José Paoli y Enrique Montalvo es que a partir del

Primer Congreso Socialista en 1918 el Partido Socialista de Yucatán se transformó de po-pulista a popular. Es, sin embargo, discutible que el movimiento hubiera logrado cobrarverdadera autonomía frente a sus organizadores. Francisco José Paoli y Enrique Montal-vo, El socialismo olvidado de Yucatán (elementos para una reinterpretación de la Revolución me -xicana), México, Siglo XXI Editores, 1977, 61.

77 El énfasis en la moral y la educación de las clases proletarias fue objeto de “librosde lectura” que se difundieron en Yucatán en los años veinte. En 1922, Serapio Baqueiroescribió uno de estos manuales. En él recorre diversos aspectos de la vida social y fami-liar yucateca a través de la figura de un padre que va señalando a su hijo los valores quedeberían articular el nuevo orden social: el rechazo al alcoholismo, la asistencia a la uni-versidad popular, la solidaridad en la fábrica y en el campo, el trabajo filantrópico, elnuevo papel de la mujer, etc. En la visita a la biblioteca el padre muestra al niño las obrasde Rousseau y los enciclopedistas franceses, además de las de Tolstoi, Gorki y Lenin,“que con el impulso de sus ideas redentoras sacaron a Rusia de las tinieblas bárbaras delterrorismo, haciéndole avanzar siglos por la senda del progreso y de la civilización”. Se-rapio Baqueiro, Historia de una familia socialista, Libro de lectura, Mérida, Editorial de losTalleres “Pluma y lápiz”, 1922, 49.

78 Para Gilbert M. Joseph lo que estaba detrás del “bolchevismo” de Alvarado erauna “mezcla clásica de la modernización y la moralización característica de los reforma-dores burgueses”. Sin embargo, “Alvarado se creía socialista (y) en cierta ocasión, en1920, llegó a decir en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México que él había sido,era y seguiría siendo bolchevique”. Gilbert M. Joseph, Revolución desde afuera. Yucatán,México y los Estados Unidos, 1880-1924, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, 127.

79 Bernardino Mena Brito, Bolchevismo y democracia en México. Pugna entre dos partidospolíticos en Yucatán, durante la revolución constitucionalista, Segunda edición, 1933 (sin edi-torial ni lugar de edición), p. 11.

80 Según Joseph el proyecto de Carrillo Puerto planteaba el siguiente “dilema”: “ana-lizaba las dificultades de una revolución social desde arriba y advertía que sólo un movi-miento masivo, que movilizara a los grupos y las clases sociales alrededor de una ideo-

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en un libro titulado Bolchevismo y democracia en México que Alvarado ha-bía buscado implantar en Yucatán el “primer movimiento bolcheviquede América”. Su interpretación acerca de este fenómeno era que ante eltemor de verse sustituidos por gobiernos civiles, los militares como Al-varado habían buscado instaurar regímenes populares que fortalecieranel militarismo. Su arraigo en la sociedad provenía tanto de la creaciónde una compleja trama de organizaciones políticas y sociales como de larepresión. Acerca del papel de la represión, dice Mena Brito:

¿Quién ignora la fuerza funesta y absorbente de las organizaciones obrerasoficiales, la destructora misión de las calamitosas comisiones locales agra-rias, formadas ellas y sostenidas por las autoridades siempre afiliadas alpartido gobiernista; y quien desconoce también la política de crimen usadapor estos dos siniestros factores que, aviesamente, se han desarrollado al ca-lor de los hombres más corrompidos y perversos de la Revolución?.79

Temeroso de la fuerza de la red de organizaciones populares promo-vidas por Alvarado y receloso de la autonomía que había cobrado elPartido Socialista en Yucatán, el mismo Carranza precipitó la caída deAlvarado utilizando un Partido Liberal encabezado por el citado Ber-nardino Mena Brito. Durante un periodo breve, los liberales subieron alpoder y entretanto el Partido Socialista quedó bajo la dirección de unnuevo líder popular, Felipe Carrillo Puerto, que fue elegido gobernadoren 1922. Como dirigente del estado, Carrillo Puerto profundizó y radi-calizó las transformaciones iniciadas por Alvarado. La hipótesis de Gil-bert M. Joseph es que mientras Alvarado impulsó un proyecto de revo-lución burguesa articulada “desde afuera”, Carrillo Puerto se puso a lacabeza de un movimiento más ambicioso que pretendía realizar una re-volución radical “desde dentro”.80 Para ello, entre 1922 y 1924 Carrillo

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un Herriot en las botas de un general mexicano y grupo de caciques feu-dales en traje de ‘camarada’, que son ya gobernadores de los estados, yagenerales jefes de región militar, ya senadores y diputados”.75

El primero de los experimentos populistas en la región del surestefue el de Salvador Alvarado en Yucatán entre 1915 y 1918. Enviado porCarranza, Alvarado fundó en 1916 el Partido Socialista Obrero, que unaño después se convertiría en el Partido Socialista de Yucatán.76 Ademásde este trabajo de organización partidista, Alvarado puso en marchauna campaña de moralización que condenaba el alcoholismo y la prosti-tución, e implantó un sistema educativo llamado “racionalista” que sedifundió ampliamente durante los años veinte.77 Como muchos políti-cos de la época, Alvarado se declaró “bolchevique” y fue acusado deello por sus opositores.78 Por ejemplo, Bernardino Mena Brito explicaba

75 Citado por Jean Meyer, La Revolución Mexicana, 1910-1940, op. cit. 138. 76 La interpretación de Francisco José Paoli y Enrique Montalvo es que a partir del

Primer Congreso Socialista en 1918 el Partido Socialista de Yucatán se transformó de po-pulista a popular. Es, sin embargo, discutible que el movimiento hubiera logrado cobrarverdadera autonomía frente a sus organizadores. Francisco José Paoli y Enrique Montal-vo, El socialismo olvidado de Yucatán (elementos para una reinterpretación de la Revolución me -xicana), México, Siglo XXI Editores, 1977, 61.

77 El énfasis en la moral y la educación de las clases proletarias fue objeto de “librosde lectura” que se difundieron en Yucatán en los años veinte. En 1922, Serapio Baqueiroescribió uno de estos manuales. En él recorre diversos aspectos de la vida social y fami-liar yucateca a través de la figura de un padre que va señalando a su hijo los valores quedeberían articular el nuevo orden social: el rechazo al alcoholismo, la asistencia a la uni-versidad popular, la solidaridad en la fábrica y en el campo, el trabajo filantrópico, elnuevo papel de la mujer, etc. En la visita a la biblioteca el padre muestra al niño las obrasde Rousseau y los enciclopedistas franceses, además de las de Tolstoi, Gorki y Lenin,“que con el impulso de sus ideas redentoras sacaron a Rusia de las tinieblas bárbaras delterrorismo, haciéndole avanzar siglos por la senda del progreso y de la civilización”. Se-rapio Baqueiro, Historia de una familia socialista, Libro de lectura, Mérida, Editorial de losTalleres “Pluma y lápiz”, 1922, 49.

78 Para Gilbert M. Joseph lo que estaba detrás del “bolchevismo” de Alvarado erauna “mezcla clásica de la modernización y la moralización característica de los reforma-dores burgueses”. Sin embargo, “Alvarado se creía socialista (y) en cierta ocasión, en1920, llegó a decir en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México que él había sido,era y seguiría siendo bolchevique”. Gilbert M. Joseph, Revolución desde afuera. Yucatán,México y los Estados Unidos, 1880-1924, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, 127.

79 Bernardino Mena Brito, Bolchevismo y democracia en México. Pugna entre dos partidospolíticos en Yucatán, durante la revolución constitucionalista, Segunda edición, 1933 (sin edi-torial ni lugar de edición), p. 11.

80 Según Joseph el proyecto de Carrillo Puerto planteaba el siguiente “dilema”: “ana-lizaba las dificultades de una revolución social desde arriba y advertía que sólo un movi-miento masivo, que movilizara a los grupos y las clases sociales alrededor de una ideo-

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trató de articular un verdadero partido de masas y multiplicar las uni-dades o ligas de resistencia en todos los pueblos y comunidades del es-tado. Además, dice el mismo autor, Carrillo tendió a una mayor concen-tración del poder y no hesitó en usar la violencia para lograr sus fines:además de quedar a la cabeza del gobierno estatal y de conservar el car-go de presidente del partido, Carrillo organizó una policía secreta diri-gida por su hermano que eliminó a numerosos opositores.81 El discursode este líder regional fue, como lo muestra esta declaración hecha en1920, abiertamente bolchevique:

Si los comerciantes monopolizan provisiones y ustedes no tienen pan, va-yan a las tiendas, echen abajo las puertas y saqueen todos los productos.Vamos a dinamitar la Cámara de Diputados, clausurar el Senado y acabarcon la Suprema Corte. ¡Ya basta de manifestaciones pacíficas! ¡Ya basta dechácharas huecas! Debemos implantar los principios de los bolcheviques.Vamos a izar la bandera roja [...] En lugar de tocar las campanas el domin-go, vamos a fundirlas para hacer monedas de bronce. Si hay necesidad, va-mos a derribar y destruir para construir los altos ideales del comunismo. Ladistribución de la tierra, un aumento de salarios, son cosas que sólo puedenobtenerse por la fuerza, no con manifestaciones pacíficas.82

Entre 1922 y 1935, Tomás Garrido Canabal articuló en Tabasco unproyecto de factura autoritaria y anticlerical, similar al yucateco,. ParaCarlos Martínez Assad, el jacobinismo garridista se alimentó de las co-rrientes secularizadoras que venían de la época de la Reforma liberal, y

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fue etiquetado de “bolchevismo” cuando estalló la Revolución rusa.83

Dice este autor que Tomás Garrido Canabal asimiló el ejemplo de los so-cialistas yucatecos y del anticlericalismo tejedista en Veracruz. Al igualque otros gobernadores radicales del sureste, Garrido emergió política-mente al adherirse al Plan de Agua Prieta, convirtiéndose después enun apoyo incondicional del callismo.84 En Tabasco el movimiento anti-clerical fue violento debido a las acciones de los Camisas Rojas, gruposde choque que impusieron el garridismo a sangre y fuego extremandosus acciones durante las campañas de desfanatización religiosa, asícomo a la fuerza con que se impuso la educación racionalista inspiradaen las ideas del anarquista español Francisco Ferrer Guardia.85 DiceMartínez Assad que los dos medios utilizados por Garrido Canabalpara erradicar la religión del Estado de Tabasco fueron la violencia y elterror: “con la primera despojó de imágenes religiosas a los particulares,con el terror atemorizó a la población al grado de tener que aceptarprácticas irreverentes y sentirse obligada a participar en las quemas desantos, y en la destrucción de iglesias. La obscenidad fue un recurso em-pleado en todos los actos públicos”.86

Elementos similares pueden ser identificados en Veracruz durantelos años veinte, en donde el gobernador Adalberto Tejeda impulsó laformación de organizaciones radicales de tipo socialista y anarquista.Además de un anticlericalismo exacerbado que se reflejó tanto en laeducación como en la difusión de los principios de la eugenesia parael mejoramiento de las razas y a la promoción de la educación sexual, el

logía revolucionaria coherente y una agenda cuidadosamente formulada, tenía algunasposibilidades de éxito. Pero la creación de una base revolucionaria amplia se llevaríatiempo, más tiempo quizá del que disponía, considerando los poderosos oponentes yobstáculos que se le enfrentaban”. Gilbert M. Joseph, Revolución desde afuera. Yucatán,México y los Estados Unidos, 1880-1924, op. cit. 228-229.

81 Franco Savarino confirma lo establecido por Joseph acerca de la violencia desple-gada por Carrillo Puerto a través de la policía secreta controlada por su hermano. Gil-bert, M. Joseph, op. cit. 235; Franco Savarino Roggero, Pueblos y nacionalismo, del régimenoligárquico a la sociedad de masas en Yucatán, 1894-1925, México, Instituto Nacional de Estu-dios Históricos de la Revolución Mexicana, 1997, 399.

82 Citado por Gilbert Joseph, op. cit. 233-234.

83 Para Martínez Assad, jacobinismo y bolchevismo encontraron “su más concretasignificación en el radicalismo anticlerical, del que se hacen sinónimos”. Propone que “el“jacobinismo” había correspondido a una primera etapa de la Revolución mexicana,(mientras) el concepto de “bolchevismo” sólo será conocido en los años posteriores a larevolución soviética, estableciéndose un paralelo que las circunstancias históricas hacíaninevitable”. Carlos Martínez Assad, El laboratorio de la Revolución. El Tabasco garridista,México, Siglo XXI Editores, 1979, 26 y 22.

84 Ibid. 30-31.85 Véase Carlos Martínez Assad, Antología En el país de la autonomía. La escuela moder -

na, México, Secretaría de Educación Pública, Ediciones El Caballito, 1985; Antología. LosLunes Rojos. La educación racionalista en México, México, Secretaría de Educación Pública,Ediciones El Caballito, 1986.

86 Carlos Martínez Assad, El laboratorio de la Revolución, op. cit. 198.

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trató de articular un verdadero partido de masas y multiplicar las uni-dades o ligas de resistencia en todos los pueblos y comunidades del es-tado. Además, dice el mismo autor, Carrillo tendió a una mayor concen-tración del poder y no hesitó en usar la violencia para lograr sus fines:además de quedar a la cabeza del gobierno estatal y de conservar el car-go de presidente del partido, Carrillo organizó una policía secreta diri-gida por su hermano que eliminó a numerosos opositores.81 El discursode este líder regional fue, como lo muestra esta declaración hecha en1920, abiertamente bolchevique:

Si los comerciantes monopolizan provisiones y ustedes no tienen pan, va-yan a las tiendas, echen abajo las puertas y saqueen todos los productos.Vamos a dinamitar la Cámara de Diputados, clausurar el Senado y acabarcon la Suprema Corte. ¡Ya basta de manifestaciones pacíficas! ¡Ya basta dechácharas huecas! Debemos implantar los principios de los bolcheviques.Vamos a izar la bandera roja [...] En lugar de tocar las campanas el domin-go, vamos a fundirlas para hacer monedas de bronce. Si hay necesidad, va-mos a derribar y destruir para construir los altos ideales del comunismo. Ladistribución de la tierra, un aumento de salarios, son cosas que sólo puedenobtenerse por la fuerza, no con manifestaciones pacíficas.82

Entre 1922 y 1935, Tomás Garrido Canabal articuló en Tabasco unproyecto de factura autoritaria y anticlerical, similar al yucateco,. ParaCarlos Martínez Assad, el jacobinismo garridista se alimentó de las co-rrientes secularizadoras que venían de la época de la Reforma liberal, y

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fue etiquetado de “bolchevismo” cuando estalló la Revolución rusa.83

Dice este autor que Tomás Garrido Canabal asimiló el ejemplo de los so-cialistas yucatecos y del anticlericalismo tejedista en Veracruz. Al igualque otros gobernadores radicales del sureste, Garrido emergió política-mente al adherirse al Plan de Agua Prieta, convirtiéndose después enun apoyo incondicional del callismo.84 En Tabasco el movimiento anti-clerical fue violento debido a las acciones de los Camisas Rojas, gruposde choque que impusieron el garridismo a sangre y fuego extremandosus acciones durante las campañas de desfanatización religiosa, asícomo a la fuerza con que se impuso la educación racionalista inspiradaen las ideas del anarquista español Francisco Ferrer Guardia.85 DiceMartínez Assad que los dos medios utilizados por Garrido Canabalpara erradicar la religión del Estado de Tabasco fueron la violencia y elterror: “con la primera despojó de imágenes religiosas a los particulares,con el terror atemorizó a la población al grado de tener que aceptarprácticas irreverentes y sentirse obligada a participar en las quemas desantos, y en la destrucción de iglesias. La obscenidad fue un recurso em-pleado en todos los actos públicos”.86

Elementos similares pueden ser identificados en Veracruz durantelos años veinte, en donde el gobernador Adalberto Tejeda impulsó laformación de organizaciones radicales de tipo socialista y anarquista.Además de un anticlericalismo exacerbado que se reflejó tanto en laeducación como en la difusión de los principios de la eugenesia parael mejoramiento de las razas y a la promoción de la educación sexual, el

logía revolucionaria coherente y una agenda cuidadosamente formulada, tenía algunasposibilidades de éxito. Pero la creación de una base revolucionaria amplia se llevaríatiempo, más tiempo quizá del que disponía, considerando los poderosos oponentes yobstáculos que se le enfrentaban”. Gilbert M. Joseph, Revolución desde afuera. Yucatán,México y los Estados Unidos, 1880-1924, op. cit. 228-229.

81 Franco Savarino confirma lo establecido por Joseph acerca de la violencia desple-gada por Carrillo Puerto a través de la policía secreta controlada por su hermano. Gil-bert, M. Joseph, op. cit. 235; Franco Savarino Roggero, Pueblos y nacionalismo, del régimenoligárquico a la sociedad de masas en Yucatán, 1894-1925, México, Instituto Nacional de Estu-dios Históricos de la Revolución Mexicana, 1997, 399.

82 Citado por Gilbert Joseph, op. cit. 233-234.

83 Para Martínez Assad, jacobinismo y bolchevismo encontraron “su más concretasignificación en el radicalismo anticlerical, del que se hacen sinónimos”. Propone que “el“jacobinismo” había correspondido a una primera etapa de la Revolución mexicana,(mientras) el concepto de “bolchevismo” sólo será conocido en los años posteriores a larevolución soviética, estableciéndose un paralelo que las circunstancias históricas hacíaninevitable”. Carlos Martínez Assad, El laboratorio de la Revolución. El Tabasco garridista,México, Siglo XXI Editores, 1979, 26 y 22.

84 Ibid. 30-31.85 Véase Carlos Martínez Assad, Antología En el país de la autonomía. La escuela moder -

na, México, Secretaría de Educación Pública, Ediciones El Caballito, 1985; Antología. LosLunes Rojos. La educación racionalista en México, México, Secretaría de Educación Pública,Ediciones El Caballito, 1986.

86 Carlos Martínez Assad, El laboratorio de la Revolución, op. cit. 198.

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mada.89 El nuevo Estado tomó bajo su mano el control de la situación sintener claridad acerca de cual era su orientación ideológica, lo cual expli-ca que algunas propuestas de organización corporativa de tipo musso-liniano coexistieran con un imaginario político que tomaba como puntode referencia a la Revolución soviética.

¿Cómo explicar que en medio de esta confusión no llegara a instau-rarse en México un totalitarismo centralizado sino una forma durablede autoritarismo? Más allá de que la alternancia presidencial después dela derrota del callismo no favoreció la permanencia en el poder de un lí-der surgido de los movimientos populares, responder a esta preguntanos lleva a considerar en primer lugar que los conflictos entre el centroy las regiones frenaron el desarrollo de una organización totalitaria ar-ticulada por un Estado central. Otro punto sobre el cual también hayque reflexionar es que si bien después de la Revolución apareció unanueva casta de administradores y de burócratas que detentó privilegiosy prebendas a través del partido, los sindicatos y las instituciones gu-bernamentales, no llegó a consumarse una verdadera fusión entre el Es-tado y dicha casta. Esto, a pesar de la amplitud y profundidad de lasredes de corrupción en las que ambos participaron. Según la interpre-tación de Claude Lefort, la fusión entre el poder político y la casta de ad-ministradores es un elemento necesario para la realización de un pro-yecto de dominación totalitaria, en la medida en que este tipo dedominación no puede desarrollarse sin que exista una complicidadentre Estado y sociedad. El último aspecto a considerar es que el imagi-nario de una revolución bolchevique fue objeto de una fuerte oposiciónpor parte de diversos sectores de la sociedad mexicana.90 Esto represen-tó una limitación para que la sociedad llegara a pensarse unida al Esta-

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gobierno tejedista puso en marcha un proyecto de política popular queimplicó la movilización y la organización masiva de trabajadores que ani-maron movimientos obreros de gran envergadura en el puerto de Vera-cruz. Con ello, señalan Romana Falcón y Soledad García, el gobernadorTejeda abrió la participación política a “actores antiguamente excluidos:los trabajadores del campo y de la ciudad. Teñidos por marcados tintesde extremismo ideológico, los escaños más bajos de la sociedad deman-daron en todos los tonos una vida más decorosa”.87

Los movimientos populistas, que se reclamaron bolcheviques enmayor o menor grado, aparecieron en diferentes regiones del país des-pués de la revolución y, según Heather Fowler-Salamini, deben ser vis-tos en conjunto. Ninguno de ellos favoreció el establecimiento de lademocracia en el nivel local, pero todos ellos fueron “laboratorios expe-rimentales” de modelos de organización política que desafiaron el auto-ritarismo del centro.88 En suma, estos experimentos políticos utilizarona la movilización popular como eje de la configuración de un nuevo or-den en donde las elites locales y regionales buscaron fortalecerse frenteal centro. Paradójicamente, los cacicazgos regionales desplegaron formasde autoritarismo equiparables a las de los gobiernos centrales, utilizan-do de manera más estratégica el elemento de la movilización popular.

CONCLUSIÓN

En 1933, el historiador norteamericano Frank Tannenbaum escribió queel rasgo distintivo del movimiento revolucionario mexicano fue habertraído incidentalmente al centro del escenario político a “masas” quehabían desechado el liberalismo sin contar con ideas, planes o progra-mas para poner en práctica una vez terminado el periodo de la lucha ar-

87 Romana Falcón y Soledad García, La semilla en el surco. Adalberto Tejeda y el radicalis -mo en Veracruz, 1883-1960, México, El Colegio de México y Gobierno del Estado de Vera-cruz, 1986, 120.

88 Heather Fowler-Salamini, “De-centering the 1920’s: Socialismo a la Tamaulipeca”,Mexican Studies/ Estudios Mexicanos, vol. 14 (2), Los Ángeles, The University of CaliforniaPress, verano 1998, 326-327.

89 Frank Tannenbaum, La paz por la Revolución, op. cit., véase capítulo XI, “El levanta-miento de las masas”, 135-151.

90 El imaginario bolchevique no tuvo aceptación unánime sino que suscitó resisten-cia y oposición en diversos estratos sociales y políticos. Desde una perspectiva cercana alliberalismo, Manuel Gómez Morín denunció la corrupción de la camarilla política que sehabía adueñado del poder con la Revolución y su manera de manipular a las masas en laconsolidación de un régimen autoritario. En el ámbito literario, Jorge Cuesta puso en evi-dencia la decadencia de la vida política en el periodo posrevolucionario y la corrupciónde una clase política que, escudándose en posiciones bolcheviques y fascistas, había dado

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mada.89 El nuevo Estado tomó bajo su mano el control de la situación sintener claridad acerca de cual era su orientación ideológica, lo cual expli-ca que algunas propuestas de organización corporativa de tipo musso-liniano coexistieran con un imaginario político que tomaba como puntode referencia a la Revolución soviética.

¿Cómo explicar que en medio de esta confusión no llegara a instau-rarse en México un totalitarismo centralizado sino una forma durablede autoritarismo? Más allá de que la alternancia presidencial después dela derrota del callismo no favoreció la permanencia en el poder de un lí-der surgido de los movimientos populares, responder a esta preguntanos lleva a considerar en primer lugar que los conflictos entre el centroy las regiones frenaron el desarrollo de una organización totalitaria ar-ticulada por un Estado central. Otro punto sobre el cual también hayque reflexionar es que si bien después de la Revolución apareció unanueva casta de administradores y de burócratas que detentó privilegiosy prebendas a través del partido, los sindicatos y las instituciones gu-bernamentales, no llegó a consumarse una verdadera fusión entre el Es-tado y dicha casta. Esto, a pesar de la amplitud y profundidad de lasredes de corrupción en las que ambos participaron. Según la interpre-tación de Claude Lefort, la fusión entre el poder político y la casta de ad-ministradores es un elemento necesario para la realización de un pro-yecto de dominación totalitaria, en la medida en que este tipo dedominación no puede desarrollarse sin que exista una complicidadentre Estado y sociedad. El último aspecto a considerar es que el imagi-nario de una revolución bolchevique fue objeto de una fuerte oposiciónpor parte de diversos sectores de la sociedad mexicana.90 Esto represen-tó una limitación para que la sociedad llegara a pensarse unida al Esta-

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gobierno tejedista puso en marcha un proyecto de política popular queimplicó la movilización y la organización masiva de trabajadores que ani-maron movimientos obreros de gran envergadura en el puerto de Vera-cruz. Con ello, señalan Romana Falcón y Soledad García, el gobernadorTejeda abrió la participación política a “actores antiguamente excluidos:los trabajadores del campo y de la ciudad. Teñidos por marcados tintesde extremismo ideológico, los escaños más bajos de la sociedad deman-daron en todos los tonos una vida más decorosa”.87

Los movimientos populistas, que se reclamaron bolcheviques enmayor o menor grado, aparecieron en diferentes regiones del país des-pués de la revolución y, según Heather Fowler-Salamini, deben ser vis-tos en conjunto. Ninguno de ellos favoreció el establecimiento de lademocracia en el nivel local, pero todos ellos fueron “laboratorios expe-rimentales” de modelos de organización política que desafiaron el auto-ritarismo del centro.88 En suma, estos experimentos políticos utilizarona la movilización popular como eje de la configuración de un nuevo or-den en donde las elites locales y regionales buscaron fortalecerse frenteal centro. Paradójicamente, los cacicazgos regionales desplegaron formasde autoritarismo equiparables a las de los gobiernos centrales, utilizan-do de manera más estratégica el elemento de la movilización popular.

CONCLUSIÓN

En 1933, el historiador norteamericano Frank Tannenbaum escribió queel rasgo distintivo del movimiento revolucionario mexicano fue habertraído incidentalmente al centro del escenario político a “masas” quehabían desechado el liberalismo sin contar con ideas, planes o progra-mas para poner en práctica una vez terminado el periodo de la lucha ar-

87 Romana Falcón y Soledad García, La semilla en el surco. Adalberto Tejeda y el radicalis -mo en Veracruz, 1883-1960, México, El Colegio de México y Gobierno del Estado de Vera-cruz, 1986, 120.

88 Heather Fowler-Salamini, “De-centering the 1920’s: Socialismo a la Tamaulipeca”,Mexican Studies/ Estudios Mexicanos, vol. 14 (2), Los Ángeles, The University of CaliforniaPress, verano 1998, 326-327.

89 Frank Tannenbaum, La paz por la Revolución, op. cit., véase capítulo XI, “El levanta-miento de las masas”, 135-151.

90 El imaginario bolchevique no tuvo aceptación unánime sino que suscitó resisten-cia y oposición en diversos estratos sociales y políticos. Desde una perspectiva cercana alliberalismo, Manuel Gómez Morín denunció la corrupción de la camarilla política que sehabía adueñado del poder con la Revolución y su manera de manipular a las masas en laconsolidación de un régimen autoritario. En el ámbito literario, Jorge Cuesta puso en evi-dencia la decadencia de la vida política en el periodo posrevolucionario y la corrupciónde una clase política que, escudándose en posiciones bolcheviques y fascistas, había dado

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ciones de vida de una parte mayoritaria de la población empeoraron a lol a rgo del siglo X X, y en años recientes las “masas” dejaron además de es-tar cobijadas y controladas por los mecanismos del antiguo sistema cor-porativo. Sin posibilidades reales de acceder a un sistema basado en laequidad, la respuesta a esta marginación creciente parece ser la violencia.

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do bajo la imagen de un gran cuerpo colectivo en donde la empresa to-talitaria podría llegar a encarnarse .91

Sin embargo, el bolchevismo proclamado por la clase política, elabo-rado simbólicamente por los muralistas y reproducido por los gober-nadores socialistas en diferentes contextos regionales fue funcional po-líticamente. Entre 1920 y 1940 proporcionó, en efecto, un juego dereferencias que además de promover la organización y la movilizaciónde las masas, favoreció la instauración de mecanismos de control sobrelos grupos populares. La reproducción y la aceptación de esta retóricapor parte de dichos grupos quizá pueda ser atribuida al hecho de quemediante la participación en las organizaciones sociales y políticas con-troladas por el Estado, las mayorías llegaron a creer que al fin accedíana la igualdad y a la unidad: “En busca de este instante feliz, en que ningu-no es m á s, ninguno mejor que otro, los hombres se convierten en masa”,escribió Elías Canetti en Masa y poder.9 2 Consideradas en esta perspectiva,las tres formas de bolchevismo que han sido analizadas fueron algo másque demagogia: fueron instrumentos de legitimación y de control de re-gímenes que ofre c i e ron soluciones ficticias y provisionales al pro b l e m ade instaurar condiciones de igualdad política, económica y social paratoda la población. Sin embargo, más allá de la retórica política, las condi-

la espalda al liberalismo. Para este autor, el dogmatismo ideológico de los regímenesemanados de la Revolución había provocado la desaparición del pensamiento políticocrítico y la manifestación de toda forma de oposición. Esta misma convicción fue com-partida por algunos individuos formados dentro del liberalismo, que nunca llegaron aagruparse en una corriente política que pudiera hacer frente al grupo en el poder. Algu-nos de ellos habían participado en la Revolución sin lograr una inserción en el nuevocontexto político, como Luis Cabrera. Otros eran intelectuales comprometidos con la li-bertad de expresión en la Universidad, como Antonio Caso, que no lograron articularuna alternativa política viable durante la primera mitad del siglo XX. Finalmente, en elotro extremo del espectro político, grupos significativos de católicos inconformes con losplanteamientos y la retórica de los regímenes posrevolucionarios denunciaron las medi-das impuestas por un Estado “ateo” que había traicionado los valores que habían defini-do a la nacionalidad mexicana desde la Independencia.

91 Estas percepciones acerca del totalitarismo han sido desarrolladas por Claude Le-fort en su libro más reciente. Véase Claude Lefort, La complication. Retour sur le com-munisme, París, Fayard, 1999.

92 Elías Canetti, Masa y poder, Barcelona, Muchnik Editores, 1985, 13.

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la espalda al liberalismo. Para este autor, el dogmatismo ideológico de los regímenesemanados de la Revolución había provocado la desaparición del pensamiento políticocrítico y la manifestación de toda forma de oposición. Esta misma convicción fue com-partida por algunos individuos formados dentro del liberalismo, que nunca llegaron aagruparse en una corriente política que pudiera hacer frente al grupo en el poder. Algu-nos de ellos habían participado en la Revolución sin lograr una inserción en el nuevocontexto político, como Luis Cabrera. Otros eran intelectuales comprometidos con la li-bertad de expresión en la Universidad, como Antonio Caso, que no lograron articularuna alternativa política viable durante la primera mitad del siglo XX. Finalmente, en elotro extremo del espectro político, grupos significativos de católicos inconformes con losplanteamientos y la retórica de los regímenes posrevolucionarios denunciaron las medi-das impuestas por un Estado “ateo” que había traicionado los valores que habían defini-do a la nacionalidad mexicana desde la Independencia.

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FECHA DE RECEPCIÓN DEL ARTÍCULO: 26 DE JUNIO DE 2004FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 28 DE SEPTIEMBRE DE 2004