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PROYECCIONES HACIA LA COMUNICACIÓN INTERCULTURAL BULLA, María del Valle FERRARESI CUROTTO, Carolina HERRERA, Iván Emilio
Universidad Nacional de Catamarca Secretaría de Ciencia y Tecnología – Editorial Científica Universitaria
ISSN: 1852-3048
ÉCFRASIS Y CONTRARIEDADES EN ROMEO Y JULIETA
BULLA, María del Valle
FERRARESI CUROTTO, Carolina
HERRERA, Iván Emilio
En su obra Romeo y Julieta, Shakespeare nos muestra un estado emocional complejo dividido y a su vez entrelazado por el sentimiento de satisfacción y el de duelo, con la condena del mundo que predestina al fracaso el amor de la joven pareja, instrumento de curación y de restauración del equilibrio social. El personaje principal masculino, Romeo, usa recursos ecfrásticos para referirse a su amor, sus inconvenientes y finalmente su dolor con respecto a la situación en la que vive. Cuando Romeo usa écfrasis o sus variantes, la audiencia logra visualizar y encarnar en sí misma el objeto ecfrástico, al sufrir las vicisitudes de su amor, que está contrariado por un feudo arcaico, la imaginación del amante procurando resolver los problemas de la realidad circundante. Estos momentos tienen un rol fundamental. La carga emotiva, llena de contrariedades, nos lleva a descubrir que en el corazón de la écfrasis surge una maraña de luces y sombras, amores y odios, sabiduría e impulsividad. Se concluye que Shakespeare utiliza la écfrasis y sus variantes para la presentación de diferentes acontecimientos, y la refuerza desde su misma naturaleza, para entonces hacer visible el viaje al interior de este personaje y permitirnos encarnar como audiencia todas sus emociones. Palabras clave: carga emotiva - recursos ecfrásticos - Romeo
INTRODUCCIÓN
Bradley (Meek 1904: 54)1 sostiene que la habilidad de Shakespeare en el
manejo de la palabra narrada hace que, comparado con otros escritores, las obras de
este dramaturgo puedan ser leídas sin notar deficiencia alguna. Además, enfatiza que
el interés y la viveza de la narrativa shakesperiana tienen por efecto hacer que
nuestras fuerzas imaginativas trabajen en la página como si estuviésemos frente al
escenario.
En su obra La Tragedia de Romeo y Julieta, Shakespeare nos muestra un
estado emocional complejo, dividido y a su vez entrelazado por el sentimiento de
satisfacción y el duelo. El personaje principal masculino, Romeo, usa recursos
ecfrásticos para referirse a su amor, sus inconvenientes y finalmente su dolor con
respecto a la situación que vive. Éstos son los momentos en que la magia de
Shakespeare estalla a través de la seducción de su lenguaje, para lo cual se vale de
los más diversos recursos estilísticos, entre los que podemos mencionar la écfrasis y
sus variantes: la enárgeia y el emblema.
1 Las fuentes consultadas están en Inglés. Traducciones de los autores
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ISSN: 1852-3048
El propósito de este trabajo es caracterizar los momentos ecfrásticos que
tienen como protagonista a Romeo y que impulsan la obra hacia su trágico final, y
establecer la carga emotiva, llena de contrariedades, que nos lleva a descubrir en el
corazón de la écfrasis una maraña de luces y sombras, amores y odios. Estos
momentos son: el primer encuentro de Romeo y Julieta; la muerte de Tybalt a manos
de Romeo y la muerte de Romeo. Si bien todos son ecfrásticos, lo notable de estos
pasajes es cómo el dramaturgo hace uso del recurso y de sus variantes –la enárgeia y
el emblema- con fines netamente dramáticos y de involucramiento de la audiencia.
Écfrasis
La écfrasis es el recurso retórico de hacer presente lo ausente al crear, a través
del lenguaje, en el “ojo de la mente” (Hamlet, I, ii, 184), la representación visual del
objeto ausente. Si bien en sus comienzos la écfrasis fue un recurso solamente
retórico, en 1955 Leo Spitzer en su estudio de “Oda a la urna griega” de John Keats,
la presenta como un género poético divorciado de la forma retórica dando nacimiento
a una nueva tradición (Webb 2009: 34).
Krieger (1992: 4) sostiene que los teóricos literarios consideran al lenguaje
como capaz de hacer el trabajo del signo visual y propone que la écfrasis es la
instancia más extrema y expresiva del potencial visual del medio literario (1992: 6). En
sus comienzos, en la retórica helenística, la écfrasis se refería a una descripción o
narración de casi cualquier aspecto de la vida o del arte. Sin importar el objeto, era un
recurso verbal que alentaba a la extravagancia por la cantidad de detalles y la
vivacidad en la representación, a tal punto que según Hermógenes la écfrasis “debe a
través de la audición funcionar para producir la visión” (Krieger 1992: 7). Era un
recurso que interrumpía la temporalidad del discurso para congelarlo durante la
exploración espacial. (Krieger 1992: 7). De esta forma, la écfrasis podía ya sea
complementar, ya caracterizar un argumento.
Barthes (Webb 2009: 13) considera a la écfrasis de la época romana como
fragmentos identificatorios y delineantes, ligeramente conectados entre sí. Pero según
Webb (2009: 138), la situación era diferente con los griegos cuando la retórica tenía
por objetivo persuadir. Con tal fin, el discurso poseía una estructura muy ajustada con
pasajes que conformaban una unidad. De esta manera, la écfrasis debía emerger de
su contexto, ser su fruto, y es por tanto una parte esencial de un discurso más amplio
cuya función depende del contexto retórico.
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La écfrasis y sus variantes tienen por propósito hacer presente lo ausente a
través de la palabra. Así Shakespeare, en sus obras, somete este recurso a las más
arduas pruebas y combinaciones. El dramaturgo no sólo utiliza la écfrasis para narrar
aquello que no se representa -por ej. batallas-, sino también para que la audiencia
coteje entre lo que escucha y lo que ve representado, o con lo ya dramatizado, o con
aquello que está ocurriendo en forma simultánea pero no es dramatizado. Es así que
nosotros, la audiencia, somos sometidos a un constante juego de cotejar, imaginar,
visualizar, comparar, creando de esta forma un estrecho involucramiento con lo que
acontece sobre el escenario.
Pero además, Shakespeare hace uso de este recurso y sus variantes con fines
dramáticos, desplegando las potencialidades que el mismo tiene. El primer encuentro
de Romeo con Julieta pone en acción el argumento. En efecto, en el baile de los
Capuletos, Romeo queda eclipsado de su entorno ante la primera visión de Julieta –
compartida con la audiencia- que plasma en un parlamento ecfrástico. El nacimiento
de este amor, por ahora platónico, se presenta como una maraña de luces y sombras,
y la algarabía de la fiesta pasa a un segundo plano. Julieta, en las palabras de Romeo,
emerge como una pintura, es una imagen visual. Y es que la conexión entre écfrasis y
el concepto de representación visual es la esencia del recurso (Webb 2009: 53).
Romeo nos permite percibir, a través de sus ojos, cómo él está viendo a Julieta
y ser espectadores del nacimiento de su amor. Con respecto a esta obra, Spurgeon
(1966: 310) sostiene que “Shakespeare vio la belleza y el ardor del amor joven como
la gloria que irradia la luz del sol y de las estrellas en un mundo de oscuridad.” La
misma autora afirma que la luz es el hilo conductor de las imágenes visuales y para
contrastar se presentan las imágenes asociadas con la oscuridad (310). Así, el
deslumbramiento acompañado de ciertos signos ominosos comienza a hacer sus
apariciones, principalmente a través de personificaciones e imágenes de luz u
oscuridad.
El deslumbramiento, el impacto que Julieta causa en las emociones de Romeo,
hace que Julieta sea una fuente de luz tan poderosa que “she doth teach the torches
to burn bright” (I, v, 41)2. Funde el brillo de la luz con la pasión del fuego. Tan fuerte y
vivo es el brillo de Julieta, que en medio de la noche, la luz que asoma por su ventana
es el oriente y “Juliet is the sun!” (II, i, 45), es el “bright angel” (II, i, 68), “a wingèd
messenger of heaven” (II, i, 70).
2 La fuente de las citas de la obra es: INGLEDEW, J. Ed. (1991), Romeo and Juliet, Singapore, Longman.
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Este brillo que emana de Julieta se encuentra reforzado por su descripción
física, también asociada con imágenes de luz. Precisamente, sus ojos de estar en el
cielo “Would through the airy region stream so bright / That birds would sing and think it
were not night.” (II, I, 63-4). Tal es el destello, el fulgor que ellos poseen.O, “The
brightness of her cheek would shame those stars / As daylight doth a lamp” (II, i, 61-2).
Mas para Romeo, la belleza de Julieta es tal que es una joya invaluable, “Beauty to
rich for use, for earth too dear!” (I, v, 44), sustentada además por la delicadeza de la
imagen de “a snowy dove” (I, v, 45).
Habrá que tener en cuenta que el marco de este deslumbramiento es el feudo
que involucra a Capuletos y Montescos desde hace años. Romeo sabe que está en la
casa del enemigo de su familia y si bien en un comienzo no sabe que Julieta es una
Capuleto, internamente no puede dejar de lado una zozobra, un malestar ominoso, un
presentimiento acuciante de un peligro inminente. De allí que la luz que emana de
Julieta se vea encerrada por imágenes de oscuridad. Éstas actúan como un río
subterráneo que busca aflorar con todo su ímpetu de destrucción. Es el monstruo sutil
que persigue fisuras por donde escabullirse, por donde filtrarse hasta poder emerger
totalmente. Es la forma en que Shakespeare nos va preparando, sin que lo notemos,
para un desenlace trágico. Porque ésta es una tragedia luctuosa que comienza como
comedia pero tiene un final trágico (Grady 2009: 215). Justamente, Julieta enseña a
las antorchas a brillar pero con su brillo adorna al “the cheek of night” (I, v, 44) o es la
nívea paloma “trooping with crows” (I, v, 47).
Y si bien la escena del balcón parece el canto de dos pájaros y su logro técnico
reside en sostener por tanto tiempo -sin historia que contar ni personajes que peleen-
esas simples expresiones de alegría (Granville Barker 1947: 340), allí también la
luminosidad de Julieta está amenazada por la oscuridad. Así Julieta es el Oriente, es
el Sol pero “the envious moon” (II, i, 49) es una luna que está “sick and pale with grief”
(II, i, 47) porque Julieta “her maid art more fair than she.” (II, i, 48) Además, en el
jardín, sin la protección de la máscara, Romeo siente a la oscuridad como su aliada, “I
have night‟s cloak to hide me from their [Capuletos‟] eyes” (II, ii, 117); por el momento,
es una oscuridad engañosa porque protege, porque permite a los jóvenes amantes
encontrarse, pero los ayuda a mantener un secreto que será el motivo de su tragedia,
“O, blessèd, blessèd night! I‟ am afeard, / Being in night, all this is but a dream, / Too
flattering-sweet to be substantial.” (II, i, 139-41).
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Emblema
El clímax, momento de reconocimiento en la obra donde se resuelve el destino
de los jóvenes protagonistas inmersos en el duelo arcaico, condensa, reúne y resalta
todos los temas presentes en la obra y define el curso del argumento. Allí
Shakespeare hace converger nociones de la cotidianeidad renacentista a través del
emblema.
Los emblemas eran pinturas, cuadros, con imágenes alegóricas, muy
utilizados durante el Renacimiento cuando muy pocos sabían leer. Shakespeare, a
través de la palabra, introdujo emblemas con el propósito de presentar una postura
moral o política (McEvoy 2000: 33). Al respecto, Krieger (1992: 15-19) sostiene que,
durante el Renacimiento, el principio ecfrástico, más que en la écfrasis, halla su
completitud en el emblema. Éste se libera de las ataduras de la simple écfrasis para
explorar libremente los poderes del lenguaje de crear ilusión.
Como el emblema es un cuadro, representa al signo natural, pero a su vez, lo
trasciende porque no es arbitrario, ya que los signos que lo componen tienen
referentes en un sistema alegórico inalterable enraizado en la hermenéutica ontológica
(Krieger 1992: 20). Por lo tanto, el emblema visual está planteado como una “sola
imagen llena de firmeza” para transmitir de una vez todo el significado que encierra. A
su vez, Webb (2009: 173) opina que el emblema, a través de la palabra, crea la
imagen mental con tal fuerza que la audiencia se vuelve espectadora en vez de oyente
y presenta un modelo de antagonismo en donde prevalece la imagen mental creada
por la palabra, es decir: la imagen va a ser más fuerte o tener más sentido que lo que
se está viendo en escena.
Para comprender cómo se crea el emblema en Romeo y Julieta, es
necesario, en primer lugar, considerar qué clase de tragedia es. Grady (2009: 215)
encuadra a Romeo y Julieta en una Trauerspeil (una obra teatral fúnebre o luctuosa,
un drama trágico) más que una tragedia por estar signada por las contingencias,
carecer de un argumento basado en causa-efecto y cuyo sentido trágico no deviene de
la harmatia o defectos de los personajes. Al carecer la obra de un argumento
aristotélico y sus protagonistas no poseer defectos, los conflictos son ocasionados por
otros elementos muy importantes en la cosmovisión isabelina: el Destino y la Fortuna –
esta última entendida como chance, relacionada con la influencia de las estrellas.
Séneca definía al Destino como “la necesidad unificante de todos los eventos y
acciones, una necesidad que ninguna fuerza puede quebrar” (Waters 1994: 129).
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Además, sostiene que muchos eventos ocurren por azar sin por ello entrar en conflicto
con el Destino (Waters 1994: 131).
Según Spencer (1966: 90-92), Shakespeare explora la perspectiva tradicional
de la relación del hombre con las estrellas y cómo la Fortuna ocasiona la caída de
gente de alto nivel social. Brooke, una de las fuentes para Romeo y Julieta, habla de la
implacable destructividad de la Fortuna. Según Tolomeo, si bien el Destino es
inalterable las “cosas terrenales” son controladas por un “destino natural mutable”
(Waters 1994: 131). Pero Shakespeare identifica esta fuerza externa con las estrellas,
elementos más cercanos a las creencias de la audiencia del siglo XVI. Por ello,
Spencer considera a esta obra como una tragedia externa. Romeo y Julieta es la
tragedia de dos jóvenes de valor, dignidad e importancia superbas que son víctimas de
circunstancias sociales, naturales y cósmicas fuera de su alcance.
De esta forma, Shakespeare revela, a través del emblema, el significado
filosófico-simbólico isabelino del ser humano a merced del Destino y de la Fortuna. El
Destino sitúa a Romeo y a Julieta en un feudo sin sentido y del cual no son
responsables pero sí partícipes obligados. El ambiente, todo, es insoportable. El
pasaje ecfrástico preparatorio del emblema ya comienza a asfixiarnos con un día de
calor insoportable,
Benvolio I pray thee [Mercutio], let‟s retire. The day is hot, the Capels are abroad, And if we meet we shall no „scape a brawl,
For now, these hot days, is the mad blood stirring. (III, i, 1-4)
donde el calor del ambiente mimetiza el calor metafórico del feudo.
En efecto, el destino, como una fuerza cósmica operando desde lo externo en
conexión con el feudo, fuerza a Romeo a pelear con Tybalt. Romeo es el pacifista que
aboga por la paz:
Tybalt, the reason that I have to love thee Doth much excuse the appertaining rage To such a greeting. Villain am I none. Therefore farewell, I see thou knowest me not. (III, i, 59-62)
Pero el insulto de Tybalt a Romeo, “thou art a villain.” enardece a Mercucio, ““O
calm, dishonourable, vile submission!” (III, i, 70). Grady (2009: 207) sostiene que la
historia de amor de Romeo y Julieta explora el impacto social del amor y el deseo y
critica a la patriarquía caracterizada por la violencia masculina de la vida citadina y su
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necesidad de regular el deseo, compartiendo, de esta manera, la opinión de
Greenblatt (Grady 2009: 209) sobre la “inexorabilidad de lo social”. Este trasfondo
hace que la situación esté fuera del control de Romeo:
Gentlemen, for shame! Forbear this outrage! Tybalt, Mercutio, the Prince expressly hath Forbid this bandying in Verona streets. Hold, Tybalt! Good Mercutio! (III, i, 83-86)
Sin embargo, la Fortuna (chance) ayuda al destino causando la muerte de
Mercucio. Las imágenes de oscuridad prevalecen en la écfrasis descriptiva, “This day‟s
black fate on more days doth depend. /This but begins the woe others must end.” (III, i,
115-116), y la Fortuna abandona a Romeo a las fuerzas irracionales. Entonces, las
emociones violentas de Tybalt anidan en Romeo, “And fire-eyed fury be my conduct
now!” (III, i, 120) quien clama venganza aunque el precio sea también su vida, “Either
thou or I, or both, must go with him.” (III,i, 125-127). Desde la perspectiva de Granville
Barker (1947: 342), “la vida quiebra a Romeo y a la vez él quiebra todo compromiso
con la vida.” Así, cegado por la pasión, Romeo mata a Tybalt, pero sólo una vez
cometido el acto comprende el sentido total del mismo condensado en el emblema “O,
I am fortune‟s fool!” (III, i, 132).
De esta forma, Romeo es el equivalente al bufón del Rey Lear. Danby (1964:
108) afirma que la rueda –imagen también asociada con la Fortuna- es esencial en las
imágenes del bufón. El mecanismo de la rueda se aplicaba al individuo, a la sociedad,
a la conformación del mundo moral, a la historia. El hombre está atrapado, sube y baja
continuamente. Según Danby (1964: 113), el bufón en Lear representa el intelecto que
puede discernir pero no puede elegir. Lo que hace no es coherente con lo que dice.
Intencionada y ciegamente, se aferra a la gran rueda que lo arrastra cuesta abajo.
Algo similar acontece con Romeo, quien con las pasiones bajo control utiliza
su intelecto para calmar los ánimos caldeados, pero una vez desbordado por la ira,
mata a Tybalt y se transforma en sus propias palabras en “fortune‟s fool” (III, i, 132). El
emblema se completa y más que la representación de haber matado a Tybalt, es el
emblema lo que manifiesta plásticamente con toda su carga semántica el significado
del hecho, a tal punto que se representa lo irrepresentable y prevalece la imagen
mental creada por la palabra. La Fortuna vuelve a ser, según la tradición renacentista,
la mujer voluble (Waters1994: 134), no interesada ni en la moralidad ni en la justicia,
que impide al buen individuo poner fin a la contienda.
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De esta forma, cuando Romeo se involucra en la pelea, ayuda al destino, ya
que entonces ocurre la muerte por azar de Mercucio. En este momento la Fortuna
utiliza a Romeo como bufón y lo abandona a las fuerzas irracionales. El Destino,
cadena de acontecimientos externos cósmicos y sociales (Waters 1992: 132), junto
con la Fortuna anulan la sincronización de los eventos e impiden que los jóvenes
gocen de una vida como marido y mujer. Están condenados a morir para terminar con
el feudo (Waters1992: 138).
Enárgeia
El último aspecto de la écfrasis a considerar es la enárgeia. Ésta se presenta
con mayor plenitud en la resolución de la obra. Es el momento en que Romeo, al lado
del cuerpo inerte y aparentemente muerto de Julieta, resuelve quitarse la vida.
La écfrasis es una descripción y su característica principal es su riqueza. Así
Tucídedes habla de la habilidad de la écfrasis de hacer que sus lectores sientan como
si estuviesen presentes ante el hecho y es esta vivacidad -la enárgeia– que causa en
las mentes de los lectores sentimientos de desconcierto. Además el impacto visual
produce el involucramiento imaginativo y emocional. No busca solamente riqueza en la
descripción, sino que pretende algo más: no es un fin en sí misma (Webb 2009: 20). Y
es precisamente que la enárgeia también trata de hacer inteligible la naturaleza del
objeto ecfrástico (Webb 2009: 54).
Por tanto, inseparable de la función descriptiva e informativa de la écfrasis, la
enárgeia tiene la función de conmover a la audiencia y de hacerle sentir las emociones
que se corresponden con el hecho descripto (Webb 2009: 90). Se origina en lo más
interno de la mente del hablante y hace su recorrido hacia lo interno del oyente para
producir un efecto intenso (Webb 2009: 99). Aún cuando muchas veces, estrictamente
hablando, no emociona, la comprensión física del impacto de la enárgeia implica que
el lector/oyente arma una imagen en su mente desde un sentimiento de pathos que
hace que sienta el efecto de las palabras (100). Es que la enárgeia se concibe como el
resultado de un proceso psicológico interno (94). Tanto el locutor como la audiencia se
involucran en la creación de imágenes mentales y ambos son pintores metafóricos de
estas imágenes inmateriales (97) y para que esto suceda ambos deben compartir el
mismo bagaje cultural. A diferencia del emblema, la imagen mental pasa a ser
secundaria. Lo importante es que ocasione alguna clase de sensación, desde un
placer sencillo hasta una sensación de indignación o gran conmiseración.
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Recurrir a la metáfora en las discusiones sobre la écfrasis deja en claro que la
idea evocada excede a la complejidad del lenguaje técnico para expresarla o que la
écfrasis es un efecto que trasciende las categorías y expectativas normales del
lenguaje (Webb 2009: 53). Y la enárgeia, al estar en el corazón de la écfrasis, hará
uso de metáforas para generar en la audiencia emociones que nos hacen encarnar el
objeto ecfrástico.
La tragedia culmina en un juego donde los jóvenes amantes desconocen que
están a merced de “las estrellas”, de la cambiante Fortuna que no dejará que se
reúnan. Este juego de la Fortuna es el que surge de la oposición apariencia-realidad.
Romeo llega a la cripta donde yace Julieta. Nuevamente la maraña de luces y
sombras estalla en las imágenes de luz y oscuridad continuando con esa batalla
constante que tuvieron durante toda la obra. Mas ahora Romeo desconoce parte de la
verdad que sí es conocida por la audiencia. Y la audiencia está consternada.
Las imágenes de luz y oscuridad se hacen principalmente metáforas sobre la
belleza y la muerte que trasuntan el amor y el dolor de Romeo. La belleza de Julieta
convierte “This vault a feasting presence full of light” (V, iii, 86). Se da el duelo entre la
belleza –realidad- y la muerte que es sólo apariencia. Romeo ve bien. La belleza de
Julieta está intacta,
Death, that hath sucked the honey of thy breath, Hath had no power yet upon thy beauty Thou art not conquered. Beauty‟s ensign yet Is crimson in thy lips and in thy cheeks, And death‟s pale flag is not advancèd there.(V, iii, 91-5)
Romeo describe la realidad, la realidad que nosotros también vemos y que
comprendemos, pero esa realidad le es incomprensible porque para él, a su entender,
Julieta está muerta
Ah, dear Juliet, Why art thou yet so fair? Shall I believe That unsubstantial death is amorous, And that the lean abhorrèd monster keeps Thee here in dark to be his paramour?(V, iii, 101-5)
A través de este juego de apariencia-realidad, Shakespeare nos involucra
emocionalmente. Por un lado compartimos el pesar de Romeo que cree que Julieta
está muerta, pero por el otro nos desesperamos ante la inevitabilidad de que estos
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jóvenes mueran en manos de la Fortuna. Julieta no despierta. Romeo, cada vez más
dolido, se sumerge en imágenes de oscuridad, una oscuridad reconfortante porque le
permitirá estar con su amor. La cripta es ahora “this palace of dim night” (V, iii, 107).
Pero el dramaturgo nos coloca nuevamente en la inexorable aterradora proximidad de
la muerte real con la crudeza del proceso de descomposición del cuerpo de Julieta que
Romeo ya visualiza “With worms that are thy chambermaids.” (V, iii, 109) Las
imágenes “his paramour” (V, iii, 195) y “chambermaids” (V, iii, 109) son el “abhorred
monster” (V, iii, 104) y los “worms” (V, i, 109), metáforas de la muerte que la describen
vívidamente transmitiendo, con el uso de la enárgeia, el miedo que ésta causa y el
asco que produce un cuerpo en descomposición.
El Destino, el feudo arcaico, acorrala a Romeo. La única forma que Romeo
tiene para contrarrestar el poder de la Fortuna y su indiferencia es suicidarse. Pero
esta acción debe ser expresada en un lenguaje a la altura de las circunstancias para
no destruir el efecto dramático de lo sublime y aterrador del contexto. El uso de la
metáfora con toda su enárgeia, una vez más, nos conmueve, “The doors of breath,
seal with a righteous kiss / A dateless bargain to engrossing death!”(V, iii, 114-5) Y así,
Romeo podrá librarse del “yoke of inauspicious stars / From this world-wearied flesh.”
(V, iii, 111-2) La metáfora nos paraliza. La nefasta influencia que ejercen las estrellas
(Conejero 2000: 398) se sella con la metáfora del piloto y la barca, “Thou desperate
pilot, now at once run on / The dashing rocks thy seasick weary bark!” (V, iii, 117-8). El
piloto es el veneno que representa “el cruel mundo de autoridad caprichosa, valores
desubicados, y una hostilidad tal hacia el amor que tan amargamente Romeo ha
descubierto” (Grady 2009: 216). La barca describe el estado emocional del amante
contrariado.
De este modo visualizamos la desesperación, destrucción y sinsentido del
sufrimiento de Romeo. Mas la audiencia sabe que Julieta vive. Y Julieta despierta sólo
para morir realmente y convertir la apariencia en realidad. De esta manera, la muerte
parece ser “el accidente de un mundo cruel en el contexto de fuerzas que están más
allá del control del amor.” ( 217).
CONCLUSIÓN
Charlton (1939:16) sostiene que la vida de los jóvenes amantes está signada
desde sus comienzos por un destino maligno, fatal, marcado por la tragedia, y están
condenados a una destrucción lamentable. Esta destrucción se nos va haciendo
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presente gracias al poderío de las imágenes, a través de la écfrasis, el emblema y
luego la enárgeia. Con su pluma magnífica, Shakespeare hace que sintamos el amor
que Romeo siente, se nos hace carne su fragilidad ante los sucesos en la escena del
duelo y finalmente nos estremece en la tumba. El contraste de luces y sombras ayuda
a reforzar la idea de las contrariedades que surgen en la obra, el blanco sobre negro,
el amor y el odio, sube y baja constante de emociones diferentes. Además, con la
rapidez de los sucesos, que están comprimidos en tres o cuatro días, se despliega un
drama salvaje de las furias regocijándose en un juego sobrenatural (35).
Desde el uso de los recursos, la rapidez de los sucesos y el juego con la
audiencia se logra efecto. Las variantes ecfrásticas acompañan al suspenso y
Shakespeare cuenta la historia de los jóvenes amantes de Verona, una historia de
amor frustrado por la indiferente Fortuna, historia que impacta en la audiencia
dejándola estupefacta y avasallada por el dolor.
BIBLIOGRAFÍA
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