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PALMIRA PLÁ _VÍCTOR JUAN Profesor y escritor

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Page 1: Profesor y escritor PALMIRA PLÁ - ROLDE · Revista de … · 2014-05-07 · ... como decía el padre de Moncho en La lengua de las mariposas, ... Plá paseó su entusiasmo de joven

PALMIRA PLÁ

_VÍCTOR JUANProfesor y escritor

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La vida es una novela en la que todo tiene relación, todoguarda una coherencia interna y los acontecimientos, las per-sonas y las ideas aparecen enredadas en una historia global,una historia que se construye permanentemente, una histo-ria en donde todo tiene sentido. Conocí a Palmira Plá Pecho-vierto (Cretas, 1914-Castellón, 2007), gracias a Los niños delfrente, el libro de Enrique Satué y Roberto L’Hôtellerie, unlibro que, precisamente, acaba de reeditar el Museo Pedagó-gico de Aragón1. Luego, en la primavera de 2004, acudí a lapresentación, en el Centro de Formación Arsenio Jimeno deZaragoza, de Momentos de una vida, sus apasionantesmemorias2. Aquella tarde la vi por primera vez. No me atrevía decirle nada. Solo la miré despacio. Unos meses después,hice con Herminio Lafoz un viaje inolvidable a Teruel el díaque le dieron el nombre de Palmira Plá al Colegio Rural Agru-pado de Cedrillas, y disfruté del entrañable homenaje que secelebró en la capital. Allí pude acercarme a doña Palmira. Mepresenté, le dije que me gustaría hablar con ella y me anotósu teléfono. Después de aquel primer encuentro estuve en sucasa de Benicàssim en varias ocasiones, aunque fui menosveces de las que hubiera deseado ir. Hablar con ella durantehoras, haber estrechado sus manos, sentir en mis ojos elcalor de los ojos que también miraron a Paco Ponzán, quetanto le lloraron, ha sido un hermoso privilegio que la vida meha regalado. Conocer a Palmira Plá ha cambiado mi manerade entender la historia y mi manera de estar en el mundo.Cuando yo era estudiante y comencé a interesarme pornuestro pasado más reciente creía que aquellas personasque sufrieron la guerra civil española, que la perdieron o laganaron –aunque de forma más evidente pensaba en quie-nes la perdieron–, y que con la guerra perdieron a sus ami-gos, a sus padres, a sus hijos, a sus novios, perdieron el paísen el que habían nacido y el paisaje en el que crecieron nose parecerían en nada a mí. No debíamos de tener nada encomún. Suponía que no amarían como amo yo, no estaríantristes como yo lo estoy cuando la tristeza me alcanza, no seencontrarían solos, no llorarían las ausencias de las personasque daban sentido a sus vidas, no echarían de menos lascaricias de quienes amaban, ni tendrían miedo como yo aveces lo tengo. Aquellos hombres y mujeres tenían que sernecesariamente de otra manera porque yo no podría seguirviviendo sabiendo, como ellos sabían, que sus amigos habíansido asesinados, que no volverían a ver a algunos de sus veci-nos, que sus sueños fueron pisoteados por los vencedores de

una guerra injusta, como son injustas todas las guerras. Pal-mira Plá me ayudó a entender precisamente eso: que elloseran como nosotros.

Ella y yo hablamos mucho. A mí me bastaba con mirarla.

Hubo en España una generación irrepetible de maestrosen la edad de oro de la Pedagogía, maestros que fueron lasluces de la República, como decía el padre de Moncho en Lalengua de las mariposas, el estremecedor cuento de ManuelRivas. Palmira Plá hizo frente a las mil caras de la adversidad,desde la poliomielitis que sufrió a los dos años, hasta la sere-nidad con la que aguantó las provocaciones de los partidariosdel general Franco durante los momentos más difíciles de laTransición, pasando por su firme voluntad de cursar los estu-dios de maestra, la convicción con la que trabajó para levan-tar su escuela en Venezuela, o su manera de “no mirar atrás”después de superar las dificultades de las guerras y del exi-lio. Quizá naciera del compromiso irrenunciable de PalmiraPlá con la educación y con la libertad, la dignidad que pro-yectaba su mirada.

Palmira Plá nació en Cretas, donde su padre estaba des-tinado como Guardia Civil. Pasó la infancia en Cedrillas.Sufrió un ataque de poliomielitis que marcó su carácter: sucapacidad de sacrificio, su tenacidad, la firme voluntad dehacer realidad sus proyectos. Siendo estudiante de Magiste-rio en Teruel acudía a la Casa del Pueblo para enseñar a leera mujeres que no habían asistido durante su infancia a laescuela. Allí inició su relación con el Partido Socialista ObreroEspañol y con la Federación Española de Trabajadores de laEnseñanza (FETE).

Durante la II República fue alumna del Plan Profesional,el mejor plan de formación de maestros del siglo XX. PalmiraPlá paseó su entusiasmo de joven maestra en el Teruel repu-blicano del tiempo de la gran ilusión, pero apenas tuvo tiempode ejercer el magisterio y de poner en práctica las ideas que enla Escuela Normal le transmitía el profesor Rodolfo Tomás ySamper. La sublevación militar de julio de 1936 le sorprendióuna tarde tranquila cuando había salido de casa con el dinerojusto para tomar una limonada y montar en los coches chocan-tes. Tenía 22 años. Un guardia civil amigo de su padre le advir-tió que su vida corría peligro, que abandonara Teruel. Ella noentendía nada, pero decidió seguir el consejo del joven guardia

1. Enrique SATUÉ OLIVÁN, Los niños del frente, Ilustraciones de Roberto L’HÔTELLERIE, Huesca, Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón /Museo Pedagógico de Aragón, 2007. La primera edición de este libro data de 2003 y fue realizada por el Museo de Serrablo / Instituto de Estudios Altoaragoneses y Ayun-tamiento de Sabiñánigo.

2. Palmira PLÁ PECHOVIERTO, Momentos de una vida, Fundación Bernardo Aladrén, Zaragoza, 2004.

El compromisoirrenunciable

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y, aturdida, se dirigió a la estación. Aún estuvo dos horasdesorientada, asustada y confundida, en el interior de unvagón que no se movía. No sabía qué estaba pasando en laciudad, no sabía qué sería de sus amigos ni de su familia.Aquel tren la dejó en Sagunto y de allí un camionero la llevóa Salou, donde su hermano ejercía el magisterio.

En septiembre de 1936 recibió la orden de presentarse enla oficina administrativa que funcionaba en Alcañiz, localidadque asumió las funciones de la capital administrativa de laprovincia de Teruel. Le propusieron que se instalara en Caspepara hacerse cargo de las colonias escolares que se organi-zaron en la zona leal a la República para preservar a los niñosde los horrores de la guerra –se crearon colonias escolares enlocalidades como Benabarre, Las Vilas del Turbón, Tamarite,Graus, Estadilla…–. En Caspe coincidió con un nutrido grupode maestros entre los que puede destacarse a Evaristo Viñua-les, Caridad Olalquiaga, Pilar Ponzán, Manuel Latorre o JoséAlberola –maestro racionalista que tenía abierta una escuelaen Fraga y que fue el primer Consejero de Instrucción Públicadel Consejo de Aragón– y, sobre todo, en Caspe conoció aPaco Ponzán, un joven maestro de Huesca.

Los ojos que tanto lloraron aPaco Ponzán

Quizá porque su padre murió cuando él tenía siete años ypor haberse criado rodeado de los cuidados que le prodiga-ban su madre y sus hermanas, Francisco Ponzán Vidal(Oviedo, 30 de marzo de 1911-Toulouse, 17 de agosto de1944) era un niño un poco melancólico, con propensión a latristeza3. Hizo los estudios primarios en los salesianos deHuesca, y después ingresó en la Escuela Normal de maes-tros. Allí conoció a Evaristo Viñuales, que se suicidó en elpuerto de Alicante en 1939, antes de dejarse atrapar por lastropas de Franco. Además, en la Normal le aguardaba el grandescubrimiento que explica su vida: el profesor Ramón Acín,a quien admiró por su sensibilidad, su concepto de la justi-cia, su fe en la humanidad, su preocupación por el bienestarde los humildes. Para aquellos jóvenes que se asomaban a lavida, Ramón Acín era un ejemplo de honestidad. Por eso,cuando cumplió 18 años, Ponzán se afilió a la CNT.

Cuando terminó Magisterio, ejerció en Ipas y en Castejónde Monegros. Entonces ya le habían detenido varias veces porsu participación en mítines, en huelgas o en pequeños sabota-jes. Luego estuvo destinado en municipios de La Coruña.

En octubre de 1936, fue nombrado Consejero de Trans-portes y Comunicaciones del primer Consejo Regional de

Defensa de Aragón. Después ocupó la Subsecretaría delDepartamento de Información y Propaganda, pero Ponzánera un hombre de acción y solicitó formar parte del GrupoLibertador, que en agosto de 1937 se integró en el Serviciode Información Especial Periférico (SIEP), encargado de ele-var informes sobre la situación de los destacamentos enemi-gos, de realizar sabotajes y de pasar a zona republicana apersonas perseguidas.

Cuando cayó Barcelona y todos sabían que la guerraestaba perdida para la República, pasó la frontera francesa el10 de febrero de 1939. Estuvo unos meses en un campo derefugiados de Vernet d’Ariège. En agosto se instaló, junto a suhermana Pilar y a la viuda y la hija de Evaristo Viñuales, enVirelhes, aunque poco después se trasladarían a Toulouse.Desde ese mismo instante, empezó a tejer una organizaciónde guías y pasadores que sacaba personas de España.Durante la segunda guerra mundial colaboró con los serviciosde inteligencia ingleses, belgas y franceses. Facilitó la salidade Francia a centenares de personas a cambio de armas y dedinero para la luchar contra Franco, para llevar esperanza alos presos en España. En 1941 se organizó la cadena de eva-sión Pat O’Leary con el principal objetivo de rescatar a losaviadores aliados que caían en suelo francés y conducirlos arefugios seguros, procurarles ropa, comida, documentaciónpara cruzar los Pirineos y devolverlos desde Portugal o Gibral-tar a territorio aliado. En este último eslabón de la cadena tra-bajaban los hombres de Paco Ponzán.

Aquella Francia resistente era un mundo de sospechas ytraiciones, de calumnias, de agentes dobles y de confidentes.Un complicado juego de estrategia en el que Ponzán, unhombre inteligente y calculador, se desenvolvía con soltura.Pero una de aquellas traiciones fue la causa de la detenciónde Ponzán en Toulouse en abril de 1943. Unos meses des-pués, el 27 de diciembre, estando en la prisión militar deFourgolle escribió su testamento en el que manifestaba:“…Deseo que mis restos sean trasladados un día a tierraespañola y enterrados en Huesca, al lado de mi maestro, elprofesor Ramón Acín, y de mi amigo Evaristo Viñuales”.

Dos días antes de que los alemanes abandonaran Tou-louse, el 17 de agosto de 1944, Ponzán, que acababa decumplir 33 años, fue asesinado en Buzet-sur-Tarn, un bos-que de las afueras de la ciudad, junto a unas cincuenta per-sonas. Como quemaron sus cuerpos, no pudo cumplirse suúltima voluntad: ser enterrado en Huesca junto Ramón Acíny a Evaristo Viñuales4.

Paco Pozán paseó por las mismas calles que nosotrostransitamos, se sirvió de palabras muy parecidas a las queutilizamos para entenderse y explicarse el mundo y miraba elcielo, el mismo cielo que a veces nosotros también miramos.Quizá el mismo día que Palmira Plá salía de Teruel en un tren

3. Sobre Paco Ponzán pueden consultarse Pilar PONZÁN, Lucha y muerte por la Libertad (1936-1945). Francisco Ponzán Vidal y la Red de evasión Pat O’Leary (1940-1944),Tot Editorial, Barcelona, 1996 y Antonio TÉLLEZ SOLÁ, La red de evasión del Grupo Ponzán. Anarquistas en la guerra secreta contra el franquismo y el nazismo (1936-1944),Bilbao, Virus Editorial, 1996.

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de mercancías, Paco Ponzán se despidió de su madre. Lediría que salía un momento porque quería saber qué estabapasando en la ciudad. Cuando no consiguieron que el Gober-nador repartiera armas para defenderse de los sublevados, semarchó de Huesca. Abandonó la ciudad y, en ese mismo ins-tante, también abandonó su vida, lo que su vida hubiera sidosi una parte del ejército no hubiera traicionado la Constitu-ción, si no se hubiera impuesto a la voluntad del pueblo. Pal-mira Plá y Paco Ponzán eran dos jóvenes arrancados de susvidas. Cuando se encontraron en Caspe ya no eran los mismos.A Paco Ponzán le habían matado a Ramón Acín, nos lo habíanmatado a todos, y Palmira Plá sabía que la tierra de las callesde Teruel se había tragado la sangre de muchos de sus com-pañeros, de muchos de sus amigos. Palmira Plá y Paco Pon-zán se conocieron en Caspe y allí se enamoraron con un amorque les iba a unir durante dos guerras, que les iba a ayudar avivir, que les iba a unir después incluso de la muerte.

Nada, rien, niente

Palmira Plá pasó la frontera con otras dos maestras: PilarPonzán y Caridad Olalquiaga. Después de unas jornadas enlas que Palmira no sabía a ciencia cierta si quería vivir o siprefería morir, se instalaron en Saint Jean du Bruel. Allí vivie-ron hacinadas en un almacén hasta que huyó a París. EnFrancia –donde los republicanos españoles eran considera-dos rien, nada, niente–, Palmira Plá conoció la solidaridad delos perdedores, de los perseguidos porque recibió el amparoy la protección de judíos, de polacos o de rusos que compar-tieron con ella cuanto tenían.

A mediados de 1944 Palmira Plá trabajaba en un taller decostura en Chartres. Por primera vez desde que salió deEspaña se había asegurado las condiciones mínimas para sub-sistir: sabía donde iba a dormir cada noche y podía comer unpar de veces al día. Una mañana se presentó un anarquista enel taller y le dijo que Ponzán estaba preso en Toulouse y quenecesitaba su ayuda. Entonces ella lo dejó todo, dejó el relativobienestar que disfrutaba, y acudió a atender a Paco Ponzán, allevarle el consuelo de las palabras. En varias ocasiones pudoenviarle a la cárcel ropa limpia y un poco de comida. Un día losguardias de la prisión le dijeron que no podía dejar el paqueteque había preparado. Unas semanas después los alemanesabandonaron Toulouse, pero antes asesinaron a varias dece-nas de prisioneros, entre ellos a Francisco Ponzán.

No mirar atrás

En noviembre de 1946, después del dolor de dos guerras,después de una década de sufrimiento, Palmira Plá se casócon Adolfo Jimeno Velilla, un joven socialista de Zaragoza aquien conoció durante la Guerra Civil. Unos meses más

tarde, embarcaron en el “Colomby” rumbo a Venezuela. Aun-que era su segundo exilio y se dirigían hacia lo desconocidoles guiaba la esperanza. Dejaban atrás una Europa en ruinas,dejaban las ruinas de su propia juventud, dejaban muchomiedo y el infinito dolor de las ausencias. Salvadas las dificul-tades iniciales, comenzaron a dar forma al sueño de su vida:el Instituto Escuela-Calicanto, que empezó a funcionar enMaracay con quince niños, y que multiplicaba anualmente lamatrícula. En aquel centro, Palmira Plá pudo proyectar supensamiento pedagógico, una manera de entender la educa-ción muy próxima a la Institución Libre de Enseñanza. En elInstituto Calicanto la norma esencial era el respeto a las per-sonas y a los credos de todos los alumnos.

En 1974 una grave enfermedad de su marido hizo queregresaran a España. Palmira Plá solicitó el reingreso en elmagisterio y le adjudicaron la escuela de Valdealgorfa y des-pués la de Almazora (Castellón). Invitada por Felipe Gonzá-lez, se presentó a las elecciones y fue diputada por el PSOEen las Cortes Constituyentes. Fue concejala del primer Ayun-tamiento democrático de Benicàssim.

Con el dinero que obtuvieron de la venta del InstitutoEscuela Calicanto, Palmira Plá y Adolfo Jimeno crearon unafundación, ADOPAL, con sede en la Universidad Carlos III deMadrid, que concede anualmente las becas “Palmira Plá” paraque universitarios venezolanos puedan estudiar es España.

Afortunadamente, en los últimos años Palmira Plá recibióalgunos reconocimientos en Aragón: Premio del ConsejoEscolar de Aragón, Medalla José de Calasanz, que otorgaanualmente la Consejería de Educación Cultura y Deporte,recibió un gran homenaje en Teruel, en la ciudad de la quetuvo que abandonar cuando estalló la guerra civil, le pusieronsu nombre al Colegio Rural Agrupado de Cedrillas… PalmiraPlá creía en el potencial de la educación para transformar lasociedad. “He sido una mujer de acción, y mi acción ha sidola escuela –decia–. Creo que durante toda mi vida he hecholo que tenía que hacer. Si me lo permitís os daré un consejo:no renunciéis nunca a vuestros principios”.

Palmira Plá era un ejemplo de dignidad y de generosidad.Le preocupaba el mundo, le preocupaban las condiciones enlas que vivían los más débiles. Tenía un sentido del humorsorprendente y era una inteligente conversadora. Hasta elfinal de su vida fue una mujer cargada de proyectos. Creíaque la vida no tenía más sentido que hacer del mundo unlugar mejor. Cuando murió estaba corrigiendo las pruebas deimprenta de su último artículo.

Ahora que Palmira Plá ha muerto llueve mansamente sobreCaspe, llueve en la costa de Benicàssim, llueve en Cretas,llueve en todas las pistas de coches chocantes de Aragón,llueve en las escaleretas que bajan a la estación de tren deTeruel, llueve sobre las escuelas, llueve en un bosque cerca deToulouse donde los alemanes asesinaron a Paco Ponzán.Llueve sobre la conciencia irreductible y sobre las ausencias,llueve sobre las palabras. Llueve tristeza y compromiso, lluevedolor y esperanza, llueve dignidad y memoria, llueve solidari-dad, llueve firmeza y ternura. Palmira Plá ha muerto y sabemosque su vida ha tenido un sentido pleno porque consiguió hacerdel mundo un lugar mejor. Por eso, junto al sentimiento deorfandad, doña Palmira nos deja su ejemplo de compromiso,de amor, de generosidad, de coraje y de valentía.

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