procesos migratorios hispÁnicos hacia y en amÉrica

30
Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA: DINAMISMO HUMANO Y TRANSPOSICIÓN DE MENTALIDADES, EL CUMPLIMIENTO DE UN SUEÑO EN LA CIUDAD DEL “ORDEN” HUMANISTA Delfín ORTEGA SÁNCHEZ Abstract In this article we analyze the migratory process to and in the colonial Amer- ica, which, from a perspective more interpretive than quantitative and in relation to the study of the accessions and urban development resultant structures, reflects the accomplishment of the whole transposition of men- talities, philosophical paradigms and political strategies, only possible in a New World understood as fertile land of provision of a dynamism not only demographically but ideologically. Resumen En este artículo analizamos el proceso migratorio hacia y en la América colonial, que, desde una perspectiva más interpretativa que cuantitativa y en relación al estudio de los asentamientos y estructuras urbanísticas resul- tantes, refleja la realización de toda una transposición de mentalidades, paradigmas filosóficos y estrategias políticas, sólo realizables en un Nuevo Mundo entendido como fértil tierra de provisión de un dinamismo no sólo demográfico sino ideológico. Becario de Investigación para la formación del personal investigador de la Universidad de Extremadura, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Ciencias de la Antigüe- dad, Avda. de la Universidad, Campus Universitario, 10071, s/n, Cáceres, España, correo electrónico: [email protected]

Upload: others

Post on 03-Oct-2021

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA: DINAMISMO HUMANO Y TRANSPOSICIÓN DE

MENTALIDADES, EL CUMPLIMIENTO DE UN SUEÑO EN LA CIUDAD DEL “ORDEN” HUMANISTA

Delfín ORTEGA SÁNCHEZ�

Abstract

In this article we analyze the migratory process to and in the colonial Amer-ica, which, from a perspective more interpretive than quantitative and in relation to the study of the accessions and urban development resultant structures, reflects the accomplishment of the whole transposition of men-talities, philosophical paradigms and political strategies, only possible in a New World understood as fertile land of provision of a dynamism not only demographically but ideologically.

Resumen

En este artículo analizamos el proceso migratorio hacia y en la América colonial, que, desde una perspectiva más interpretativa que cuantitativa y en relación al estudio de los asentamientos y estructuras urbanísticas resul-tantes, refleja la realización de toda una transposición de mentalidades, paradigmas filosóficos y estrategias políticas, sólo realizables en un Nuevo Mundo entendido como fértil tierra de provisión de un dinamismo no sólo demográfico sino ideológico.

� Becario de Investigación para la formación del personal investigador de la Universidad

de Extremadura, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Ciencias de la Antigüe-dad, Avda. de la Universidad, Campus Universitario, 10071, s/n, Cáceres, España, correo electrónico: [email protected]

Page 2: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

58

Algunas ideas introductorias

Si tomamos como punto de partida la consideración del proceso migratorio español a las nuevas tierras americanas en la Edad Moderna como proceso, no tanto cuantitativo como cualitativo e interpretativo, nos encontramos con movimientos estrechamente encajados en el engranaje del poder estatal, eclesiástico, económico, social y cultural. Muchos podrían ser, por tanto, los matices objeto de análisis aunque dichos matices no se nos presentan susceptibles de ser independizados en relación a una red general portadora del sentido último de las transformaciones que, en base al prisma de-mográfico y su plasmación cultural, pretendemos interpretar en estas pági-nas. Y es que, bien es cierto que, ya a partir de las disposiciones de Carlos V y, sobre todo, a través de los mecanismos reguladores de la emigración a Indias de Felipe II en que el carácter selectivo del emigrante supuso un determinante resorte de elección del individuo en base a su historial fami-liar, los intentos por la conformación de un modelo poblacional americano vieron sus pilares asentados sobre fórmulas estratégicas que no siempre tuvieron la oportunidad de realizarse. Asimismo, y en la línea que exponemos, la emigración española no sólo condicionaría el antedicho modelo poblacional sino que, y como es obvio, se produciría allende el Atlántico todo un dinámico proceso en torno a otro movimiento: el de las ideas, el de la puesta en práctica de componentes humanistas en un territorio donde, a priori, era posible realizar; véanse, a este respecto, los inicialmente controvertidos objetivos de Vasco de Quiro-ga, los deseos mesiánicos franciscanos, la utilidad y pragmática del asenta-miento urbano para con el poder o la fundación y constitución de centros de enseñanza pioneros, merced a los nuevos caminos pedagógicos del huma-nismo europeo. Y es que, sólo desde el “abandono” de la obsesión cuantita-tiva, podríamos obtener la interpretación de aparato perfectamente perfilado desde las instituciones del poder y, como no, la comprensión última del movimiento emigratorio español a tierras americanas.

La cuestión de las cifras: registro o ilicitud emigratoria

Aunque, como hemos apuntado en la introducción de este estudio, las limi-taciones ofrecidas por las investigaciones acerca del volumen exacto o por-centaje de pasajeros destinados a Indias (análisis cualitativos), en ocasiones, nos privan de una esperada estrategia interpretativa resultado del proceso migratorio hispánico a América, no estaría en demasía hacer alusión a la polémica establecida en torno a una exégesis donde autores ya clásicos

Page 3: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

59

como M. Mörner proponen una salida, sobre todo meridional, de unos 440,000 individuos para el primer siglo “exportador” y la primera mitad del siguiente,1 contando asimismo con las reales cifras de emigrantes polizones no registrados en la Casa de Contratación sevillana y exentos de toda licen-cia; realidad ésta que, allende de elucubraciones, es reafirmada a través de las constantes disposiciones acerca de las cotas de restricción que debieron establecerse para realizar el viaje —de ida o vuelta— a Indias. Domínguez Ortiz, por su parte, lejos de proponer esos 450,000 viajeros, estima como cifra de cota máxima los 200,000 individuos (generalmente, eso sí, jóvenes en su mejor edad fértil), mientras que Parry hace una valora-ción de unos 100,0002 y Konetzke unos 300,000; cálculos estos realizados en base a los pasajeros que, desde Sevilla, se dirigen al Nuevo Mundo, elu-diendo en estos cálculos los emigrados de La Coruña, Bayona (Galicia), Avilés, Laredo, Bilbao, San Sebastián, Cartagena, Málaga y Cádiz, puntos de partida habilitados tras la Real Provisión de Toledo del 15 de enero de 1529. A nuestro juicio y siguiendo a Boyd-Bowman, habría que considerar que la concesión de apertura de estos nuevos puertos no existía para la época antillana, siendo Sevilla la única fuente de estudio para el proceso migrato-rio. Y es que, dichas disposiciones, estudiadas desde un punto de vista dia-crónico, nos permiten esbozar un proceso evolutivo que no hacen más que responder a las coyunturas políticas del momento en cuestión. Así, encon-tramos en los primeros momentos tras el descubrimiento y conquista, la urgencia del poblamiento de las islas —y, posteriormente, a tierra firme—, poblamiento que favorecería, aunque con dudas en cuanto a su cumplimien-to, el traslado (que no proceso migratorio) de delincuentes en virtud de su exculpación por un período de uno o dos años o el obligado cumplimiento

1 La distribución sería la siguiente: 250,000 para el siglo XVI y 190,000 para la primera

mitad del siglo XVII. Mörner, además de ofrecernos una detallada periodización anual en relación al período mencionado, contamos también con una veintenal de Boyd-Bowman para el mismo tiempo. Puede estudiarse en: Mörner, Magnus, “La emigración española al Nuevo Mundo antes de 1810. Un informe del estado de la investigación”, en AEHA, Sevi-lla, pp. 43-131, 1975; Boyd-Bowman, Peter, “Patterns of Spanish emigration to the Indies until 1600”, en HAHR, no. 4, pp. 580-604, 1976. De este contingente poblacional emigra-do, la mayoría no volvería a su tierra natal.

2 Recuérdese que estos cálculos se conforman para el siglo XVI, etapa que escogemos como muestra de la existencia de la disensión actual en cuanto a volúmenes emigratorios desde perspectivas meramente cuantitativas. Este breve recorrido por las cifras es extensible, aunque con oscilaciones, al resto de las centurias modernas.

Page 4: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

60

de su condena a destierro en el Nuevo Mundo.3 Sea como fuere, la cédula de Fernando el Católico de Burgos del 9 de septiembre de 1511 acabó dis-poniendo la total libertad emigratoria, siendo únicamente imprescindible la inscripción del nombre del emigrante. Esta libertad, qué duda cabe, irá siendo moldeada, limitada y perfilada de acuerdo a los posteriores conflic-tos reformistas-contrarreformistas pero, sobre todo, y en nuestra opinión, en relación a la toma de conciencia de una excelsa tierra donde la codicia y la ambición disputaba un acceso necesariamente ensombrecido para muchos. En efecto, las disposiciones acerca de la selección del perfil del emigran-te dictadas por Felipe II, y en relación directa a los nuevos avatares euro-peos reformistas-contrarreformistas, nos proporcionan toda una fuente de recursos sobre los cuales aventurar diversas hipótesis. No obstante, una de ellas se nos presenta sin ningún tipo de obstáculo: el temor ante el paso, y posterior conformación, de la herejía protestante. Y es que, no olvidemos que la homogeneización social y, por ende, su disponibilidad para el control por parte de las fauces políticas (incluimos en esta forma de poder, dado su alto grado de confusionismo, a las estructuras y esferas de influencia ecle-siásticas) suponía uno de los mecanismos sobre el cual, en una “tierra pro-metida” para muchos, podía imponerse otro tipo de morfología social, cultural y económica, pero sobre todo, política. De este modo, no debe ex-trañarnos la necesidad estatal por superponerse a todo una carrera, la de Indias, susceptible de hacer peligrar el organicismo del Estado. En este sentido también, debemos incluir el favorecimiento político en la selección de ciertos emigrantes, a saber: eclesiásticos, campesinos, artesa-nos y segundones,4 perfectamente articulados desde el punto de vista fun-cional en lo que se pretendía fuera el espejo español. Así, evangelización, economía y aprovisionamiento de cargos administrativos (ocupados, respectivamente, por los perfiles mencionados) venían a transpolar el mode-lo español moderno, ahora materializado en una tierra en la que era posible hacer carrera. Tan es así que, a pesar de las críticas lanzadas contra la con-siderada degradación social del emigrante por parte de conocidos intelec- tuales de la época (Cervantes y Céspedes, entre otros), nos comenta Céspedes: “frailes y clérigos fueron bastantes, miembros de la alta nobleza casi ninguno, segundones de las casas nobles, caballeros e hijosdalgo mu-chos, sin duda”; América se propone como la Nueva España sobre la que configurar pretensiones cedidas a otros desde tiempo atrás.

3 Recuérdese la provisión de Medina del Campo del 22 de junio de 1496. 4 Especialmente beneficiados de esta vía, la americana, donde poder formalizar la justifica-

ción de un poder, sino vedado, sí muy limitado en la metrópoli.

Page 5: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

61

Pues bien, de acuerdo con estas coyunturas, y su irremediable reverso en las disposiciones de viaje hacia América y España, se nos presentan, sobre todo a partir de 1518, toda una serie de prescripciones sancionadoras de viajeros según su calidad como extranjeros, españoles de América, judíos, moros o gitanos5 y descendientes (desde el basamento político y religioso), y mujeres solteras (con excepciones).6 Los requerimientos informativos del pasajero aumentaban (de modo plausible a partir de 1552), evitando encontrar grupúsculos herejes en unas tierras donde la conversión —más bien, la evangelización— resultaba esen-cial para la puesta en marcha del éxito colonizador; de ahí, la explícita prohibición del paso de religiosos extranjeros a partir de 1530, aun cuando contasen con licencia de sus superiores como aval garante.7 Sin embargo, los avisos acerca del control por parte del clero hispánico sobre las posibles prédicas de estos peligrosos grupos, muestra su innegable existencia y esta-blecimiento permanente en Indias. Prueba de ello, aunque en aplicación a un caso de converso, es el caso que nos comenta Domínguez Ortiz de Ma-teo Alemán, converso que accedió a las Indias con una licencia obtenida mediante la venta de su casa en Sevilla a un funcionario de la Casa de Con-tratación. De todos modos, el paso a la nueva tierra, aun cuando precisara de di-versos certificados de buena conducta y entorno del futuro pasajero, lo cier-to es que la venta de licencias reales por dos años, muy probablemente efectuada en la misma Casa de Contratación,8 se erigiría como método qua-si legal —por cuanto de frecuente se presenta su práctica— adoptado por aquellos extranjeros que deseaban embarcar. Y es que,

5 Véanse las cédulas del 15 de julio de 1568 y del 15 de febrero de 1581. 6 No así las mujeres casadas quienes, en beneficio de las disposiciones tendentes a la mate-

rialización efectiva de un sacramento como el matrimonio, recibían la licencia para reunirse con sus maridos ausentados.

7 Son conocidos algunos casos de emigración de religiosos extranjeros que no hallaron trabas para su embarque. Uno de ellos, el dominico, y después protestante, Fr. Thomas Gage. No obstante, la prohibición de estos religiosos para su acceso a las Indias se dilata-ría, merced a la cédula de 10 de diciembre de 1664, hacia formas más comprensivas.

8 Así también lo considera González: “No se conoce el verdadero volumen de la emi-gración ilegal, dada la dificultad de las fuentes, pero sabemos que nunca faltó y que estu-vo amparada por un clima de corrupción que comenzaba en la propia Casa de Contratación”, González, Rosa Ma., La población española. Siglos XVI, XVII y XVIII, Actas, Madrid, p. 90, 2004.

Page 6: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

62

Que, a pesar del rigor de los controles, eran muchos los que pasaban a las Indias sin licencia en regla lo muestra la ley que se expide el 25 de noviembre de 1604, que se refrenda varias veces y luego se aumentan sus sanciones: los pasajeros que se embar-quen sin licencia serán castigados con cuatro años de galeras, o si fuesen personas de calidad en diez años en Orán; a los capitanes y demás oficiales de los barcos que lle-varen pasajeros sin licencia llegó a amenazárseles, por cédula del 1º de noviembre de 1607, con pena de muerte, en 1620 se aumentó la sanción a los infractores a ocho años en galeras; y en 1566 y 1599 se encargó a los virreyes y gobernadores que enviaran presos a los que estuviesen en las Indias sin licencia.9

De todos modos, la infracción, de acuerdo con las estipulaciones legales, no sólo se asentaba en una maraña perfectamente articulada por quienes pertenecían al negocio del viaje a Indias y sobre la que se beneficiaban no pocos polizones, sino también en los conceptos que, a nuestro juicio, se debían; esto es, a la demarcación de quiénes podían obtener licencia y quié-nes no. El caso más palpable es el extranjero quien, si bien no ofrecía dubi-taciones clasificatorias en cuanto a su vedamiento indiano en base a su origen francés, portugués, holandés, alemán o inglés, napolitanos y sici-lianos sí presentaban dudas, aun cuando se albergasen bajo la órbita política de la Corona de Aragón. En definitiva, queremos hacer ver que las cifras, objetivo de análisis de muchos investigadores, se tornan irremediablemente incompletas e imposi-bles de insertar en una cuantificación cierta y absoluta. De este modo, fuen-tes tan primigenias para el estudio de la emigración española a Indias como el Libro de Asientos de los Pasajeros a Indias no suponen más que puntos de partida sobre las que asentar y asestar hipótesis de trabajo que, a nuestro juicio, siempre quedarán privadas de mayor interpretación al descontar de sus listas los innumerables casos de emigración ilegal. Y es que, aunque, en realidad, son escasos los documentos justificativos de esta práctica corrup-tiva habitual —especialmente interesante entre los años 1549 y 1566—, hallamos flotas como la perteneciente al Conde de Nieva de 1560 en la que,

9 Martínez, José Luis, Pasajeros de Indias. Viajes transatlánticos en el siglo XVI, Fondo de

Cultura Económica, México, p. 34, 1999. La prohibición en relación a la expulsión de aquellos que en tierras americanas se hallaren sin licencia, se presentarían especialmente rígidas en relación con los extranjeros con la cédula de Toledo del 26 de septiembre de 1560. Sea como fuere, y a pesar de la acérrima oposición de las Cortes a la tolerancia ex-tranjera (prueba clara del incumplimiento de muchas de las disposiciones más arriba se-ñaladas), interés económico y articulación imperial política allende los Pirineos, no hicieron más que suavizar las tendencias por las que, según muchos, debía seguir la legis-lación en cuanto al acceso a Indias.

Page 7: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

63

a juicio de los documentos disponibles, registramos la cuantía de cuarenta emigrantes ilegales.10 También son apreciables los casos en que la enfermedad del seudo mari-nero ausente a la vuelta a la metrópoli era propuesta al Consejo de Indias como razón válida para la consecución de una prolongación de su estancia en América. Y es que, muchos de estos marineros, una vez pisada la tierra indiana, se convirtieron en pobladores y conquistadores. En efecto,

así debieron de pasar a América, en el siglo XVI, centenares de marineros portugueses, vascos, gallegos e italianos sin que tengamos más noticia de su pasaje que la de su presencia en el Nuevo Mundo (…). Muchos de los marineros y capitanes de navío que figuran en las expediciones de la época antillana aparecen posteriormente avecinda-dos, a veces en calidad de mercaderes, en Santo Domingo o en Panamá.11

La desconfianza del Consejo ante estas motivaciones de permanencia acabará desembocando en las condenas de los maestres que, en calidad de marineros, permitían la migración de pasajeros sin licencia; licencia con la que sí contarían los “criados” de titulares para el viaje cuyo acceso a Indias se resolvía con el juramento de sus “señores” sobre el desinterés con que venía el pasajero adicional. No obstante, habría que atender en las inscrip-ciones que, el término “criado”, no sólo respondía al sirviente auxiliar de un señor dado, sino que también son criados los componentes de séquitos gu-bernamentales o funcionariales; no digamos ya cuando nos encontramos “un criado de Su Majestad”,12 e incluso hayamos comunidades enteras de campesinos con pasaje gratuito, diez años sin obligaciones tributarias, tierra y herramientas, merced a su recluta por parte del noble regente. De todos modos, la venta de licencias debe ser interpretada como un arriesgado recurso de cambio, merced al número de referencias existentes (inclusive en la misma calle), como recurso común también fue la falsifica-ción de las mismas. Veamos un caso a este respecto:

En el año 1561 se detenía a un tal Francisco Martínez, vecino de la villa del Campo de Gitana, en Hojacastro, que había falsificado una licencia. Francisco Martínez había

10 Puede estudiarse el caso en Pieter, Auke, “Pasajeros y Polizones. Algunas observaciones

sobre la emigración española a Indias durante el siglo XVI”, en Revista de Indias, núm. 172, CSIC, Madrid, p. 447, 1983.

11 Boyd-Bowman, Meter, Índice geobiográfico de más de 56 mil pobladores de la América Hispánica I. 1493-1519, Fondo de Cultura Económica, UNAM, México, p. 16, 1985.

12 Junto a marineros y criados, aparece un tercer disfraz, el de religioso, muy provechoso éste por cuanto permitía, en el momento de inscripción como pasajero, que no se le pre-guntase por sus orígenes familiares o naturales.

Page 8: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

64

rayado el nombre que figuraba en ella para poner su nombre. Sin embargo, lo había hecho con una letra tan insegura y diferente a la de la licencia, que no fue difícil ad-vertir la falsificación13.

No obstante, que el volumen de población emigrante española accediera a las Indias por mecanismos ilegales fuera realmente habitual, no queremos afirmar con esto que se propusiera como asegurado camino para llegar a las Indias. En efecto, los disfraces y las ventas de licencias o sus versiones falsificadas no suponían un paraíso alternativo en donde viajar, dado su alto coste económico, un coste que muchos ni podían ni estaban dispuestos a pagar. Y es que, muchos sueldos no permitían la compra de una licencia (aun cuando para el siglo XVIII constatamos una reducción de fletes) ni tam-poco era producto corriente el disponer de una serie de avales (léanse, bie-nes inmuebles o futuro efectivo) para optar a la petición de un préstamo; estas circunstancias, muy comunes, justificarían las referencias que hablan acerca de la compra de licencias en base al usufructo del ejercicio de la profesión del pasajero durante dos años ya en tierras americanas, entregan-do dicho usufructo al responsable de su proceso emigratorio obviamente. Sea como fuere, y alejándonos de esa emigración ilegal estándar, debe-mos hacer referencia —aunque con un final abierto, por cuantas dificultades ofrecen las fuentes— al caso canario. En efecto, a pesar de los pocos regis-tros legales hallados, parece sorprendente que un punto de escala obligado de navíos en dirección americana no participara muy activamente en este proceso. Por ello, y atendiendo a las complicaciones que se derivarían en su traslado a Sevilla en aras de legalizar su posible embarque, la emigración, de nuevo ilegal, sería el método. No obstante, investigadores como Eiras Roel consideran, sobre todo en aplicación al siglo XVI, que el bajo nivel de poblamiento canario definido, en su mayor parte, en base a un aprovisiona-miento inmigratorio (lusitanos en su mayoría), explicaría ese déficit en vo-lumen emisor.

Las consideraciones arbitristas del XVII

A pesar de la conocida divergencia interpretativa que arbitristas y otros tratadistas proponían como germen y vías de solución a los males de la España barroca, en materia poblacional —calificada, en más de una ocasión como diáspora española (en los primeros tiempos básicamente castellana)— una era la línea interpretativa: la extracción de la fuente de riqueza primor- 13 Ibidem, p. 461.

Page 9: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

65

dial de un país, su población. En efecto, la toma de conciencia de la práctica de una despoblación metropolitana dirigida hacia varios destinos (propósi-tos bélicos en los Países Bajos, Roma como centro de atracción o, como no, la repoblación indiana), sobre todo producidos en el primer cuarto de siglo, se erigiría como un urgente conflicto que podría hacer tambalear la Monar-quía Hispánica apoyada, como es conocido, en su centro neurálgico caste-llano (primer núcleo en cuanto a volumen emigratorio). Pues bien, entre estos memorialistas, verdaderos analistas políticos, en-contramos a Pedro Fernández de Navarrete quien, en 1626, consideraba como impulso de abandono y, por ende, acicate para la seudo-despoblación metropolitana:

(…) La muchedumbre que de ellas salen a poblar (…), (a) los que han muerto en las continuas guerras de los Países Baxos, (a) los que se ocupan de presidiar en Italia y África, (…) (a) los que por descuido nuestro están en esclavitud y cautiverio, (…) (a) los que a sus pretensiones residen en Roma, siendo cosa cierta que salen cada año de España más de cuarenta mil personas aptas para todos los ministerios de mar y tierra, y de éstos son muy pocos los que vuelven a su patria y poquísimos los que por medio del matrimonio propagan y extienden la generación.14

Sin embargo, una circunstancia se escapaba a los arbitristas españoles: los ritmos de mayor profusión emigratoria parecen coincidir con coyunturas de expansión demográfica en las regiones de emisión.15 Por tanto, lo cierto es que no es posible afirmar sin más que se produjeran coyunturas de déficit demográfico, aunque la edad de los emigrantes viniera a coincidir con su momento de plenitud fértil y que fuera una realidad que la Monarquía His-pánica, ubicada en el corazón castellano, soportara ciertamente diferentes vías de expulsión voluntaria hacia diferentes destinos. Sea como fuere, la conciencia de despoblación peninsular formaba parte del ideario colectivo de la España Moderna, al menos en aplicación a las postrimerías del siglo XVI y del siglo XVII.16 Así lo pone de manifiesto el procurador de Burgos Martín Porras en las Cortes de 1597, quien solicitaba a Felipe II la urgencia de un control de gentes: 14 Estas ideas, aunque puestas en tela de juicio y disputadas entre diversos autores, son

corroboradas por investigadores como J. Nadal. El texto de Navarrete puede estudiarse en González, pp. 88-89.

15 Esta circunstancia coyuntural demográfica es defendida a todas luces por Eiras Roel. 16 Esta conciencia aparecerá atenuada, sobre todo, a partir de la segunda mitad del siglo XVII

y en el siglo XVIII, dado el descendimiento de los valores emigratorios. No obstante, en páginas sucesivas, analizaremos estos ritmos y su grado de complejidad en el que es difí-cil la generalización.

Page 10: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

66

La saca que de gente se hace destos reynos para fuera dellos atento que de ninguna cosa están tan pobres como de gente… que no pasen a las Indias por algunos años…, pues no se puede poblar aquellos reynos sin despoblar éstos.17

Opiniones similares serán defendidas —a modo de paradigma para los dos primeros siglos emigratorios— por el catedrático de la Universidad de Sevilla Juan Álvarez Serrano, por el miembro del Consejo de Hacienda Manuel Hinojosa, por el conde de la Puebla18 o por el propio Consejo de Castilla. Sea como fuere, y tal y como han comprobado los investigadores Rodrí-guez Cancho y Rodríguez Grajera, la luz documental de diversas fuentes como las parroquiales extremeñas19 (atendiendo al volumen de bautismos) proponen el rechazo al sostenimiento de la tesis basada en que la emigra-ción a las Indias fuese la causa de la despoblación y baja densidad extreme-ña; y es que, tanto las fases como los focos de mayor profusión emisora aparecen asentados sobre previos procesos de expansionismo demográfico. Por tanto,

Estos resultados vinculan el ritmo migratorio a las fases de crecimiento demográfico, y que permiten contemplar la emigración como variable dependiente del crecimiento de la población, y no a la inverse.20

17 Ibidem, pp. 89-90. Ibidem, p. 169. 18 Considera los casos de la despoblación de muchos de los pueblos fronterizos extremeños que,

huyendo de la guerra, se dirigen ávidos de embarque hacia los puertos de Sevilla y Cádiz. 19 Las fuentes parroquiales suponen una ingente fuente de recursos documentales (sin obviar

sus limitaciones) en la que podemos rastrear, en base al número de actos por defunción de ausentes, perfiles en relación a una posible emigración, el destino de ésta, edad o el estado civil del desaparecido, partiendo del hecho de que sería la esposa la encargada de costear di-chos actos litúrgicos. De todos modos, “la falta de noticias y la necesidad de esperar el tiempo necesario para presumir la muerte del emigrado —en algunas actas parece insinuarse la barrera de los 90 años— puede llevar a la desaparición de los familiares más directos (pa-dres o cónyuges) y a la no celebración definitiva de los funerales”. Pérez, José M., “Las fuentes parroquiales como reveladoras de las migraciones a larga distancia: posibilidades y limitaciones. El ejemplo de Salnés (1660-1899)”, en Eiras, Antonio, coord., “Emigración española y portuguesa a América”, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, Alicante, p. 109, 1991. Junto a las fuentes parroquiales, resultan esenciales las composiciones de extranjeros, los bienes de difuntos, los protocolos notariales, la correspondencia (más adelante extraere-mos varias noticias), las disposiciones reales en materia migratoria, los siempre útiles me-moriales arbitristas y los registros-licencias de embarque.

Sin embargo, bien es cierto que este tipo de inscripciones parroquiales produjeron un mayor número de registros, sobre todo, a partir de 1730, tendiendo a la baja máxima ya a mediados del siglo XIX y a casi desaparecer en sus postrimerías.

20 Eiras, Antonio, “Introducción. Consideraciones sobre la emigración española a América y su contexto demográfico”, en Ibidem, p. 16.

Page 11: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

67

Asimismo, a pesar del hecho cierto sobre la emigración de varones adul-tos jóvenes en plena edad reproductora, no debe marginarse el proceso emi-gratorio femenino y familiar como resultado de la llamada a Indias desde finales del siglo XVI —y con mayor profusión en el XVII. De todos modos, si realizamos una aproximada determinación acerca del crecimiento demo-gráfico peninsular, al menos para el siglo XVI, entendemos un crecimiento de entre el 5 y 6% anual, índices claros de que la emigración española a las Américas no fue especialmente grave en cuanto al quebran-tamiento demográfico metropolitano. Desde un punto de vista económico, a pesar de los escasos estudios ha-llados, encontramos valoraciones que apuntan hacia la existencia de un drenaje de factores de marcado cariz económico y que, merced a ello, hicie-ron posible la consolidación del comercio americano en detrimento de la decadencia castellana, imagen corroborada por multitud de cartas de emi-grantes que veían a la metrópoli como la tierra de la miseria. Así, Macías Hernández concluye que Castilla cedió a las Indias su mejor riqueza, su capital humano:

(…) los beneficios de América no sólo se lograron gracias a sus riquezas naturales, explotadas mediante la esclavitud indígena y africana, sino con la colaboración del contingente inmigratorio hispano, capital humano que, en síntesis, fue producido y luego drenado de la economía castellana. ¿Los funcionarios, desde los virreyes hasta los oidores y desde obispos a frailes, no eran también activos agentes económicos (…)? ¿No fue este colectivo inmigratorio el responsable del activo proceso transfor-mador e integrador ocurrido en las economías coloniales del XVII, mientras la caste-llana conocía su decadencia?21

Los ritmos de emigración a Indias

Siglo XVI

Atendiendo a los cálculos por regiones del contingente poblacional emi-grante para el siglo XVI realizado por Boyd-Bowman, podemos distinguir varias fluctuaciones en las que los ritmos nos proporcionan valores orienta-dores acerca del proceso emigratorio. No obstante, Boyd-Bowman, lingüis-ta interesado en desmontar la supuesta teoría andalucista del español de América, reconoce la existencia de una tendencia irrefutablemente mayori-

21 Macías, Antonio M., “La emigración española a América (1500-1914)”, en Ibidem, p. 38.

Page 12: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

68

taria del área meridional, Extremadura en segundo lugar y Castilla la Nueva en tercer lugar para el siglo del que ahora nos ocupamos.22 Si dirigimos nuestra atención a la época antillana (1493-1519),23 primera etapa de repoblación, la corriente emigratoria extraería su contingente bási-co,24 sin lugar a dudas, de la actual Andalucía en general, y de Sevilla y Huelva en particular. Los porcentajes para cada centro emisor son aproxi-madamente, y a juicio de Boyd-Bowman, del 58% para Sevilla y del 20% para Huelva; como vemos, el 78% de los emigrantes durante esta primera época, vienen a nutrirse de las tierras meridionales peninsulares. De este modo,

Es sumamente significativo el hecho que para la época antillana en conjunto, de cada tres colonizadores, por lo menos uno era andaluz; de cada cinco, uno era oriundo de la provincia de Sevilla; de cada seis, uno se llamaba vecino o natural de la ciudad del mismo nombre.25

Para este momento, podemos confirmar, siguiendo la metáfora de Bow-man, el trazado de esa media luna cuyo recorrido dibuja los principales centros de emisión poblacional a Indias, una media luna cuyos extremos vendrían a coincidir con Burgos en el norte y Sevilla en el sur, discurriendo su cuerpo por Valladolid, Salamanca, Segovia, Ávila, Cáceres y Badajoz. En cuanto a algunos de los destinos más sobresalientes, podemos afirmar que, hasta 1509, el destino preferente de los emigrantes fue Santo Domingo, desde donde, con posterioridad, se iniciaría la conquista de Cuba y Puerto Rico, destino este último que, de los 111 colonizadores identificados, regis-tramos 47 andaluces. De este modo, la idea de que los primitivos coloni-zadores de Puerto Rico fuesen principalmente castellanos, ahora es insostenible. Si nos fijamos en México, descubrimos que, entre los conquistadores de esta tierra que acompañaran a Cortés y Narváez, aproximadamente un 30% corresponde a los andaluces, un 20% a Castilla la Vieja y un 13% a Extre- 22 “Y aunque no llevamos nuestros cálculos más allá del fin del siglo XVI, importa señalar

que en aquel momento la corriente emigratoria desde Andalucía y Sevilla seguía más fuerte que nunca. Así, la apreciable emigración del norte de la Península (por ejemplo, de catalanes, vasos y gallegos) en el siglo XVII y XVIII fue demasiado tardía para influir deci-sivamente en la formación del español americano”. Ibidem, p. 5.

23 Recuérdese que la época continental o época de paso a tierra firme comienza en 1520. Se hallará centrada en los nuevos territorios de México, Río de la Plata, Perú, Nuevo Reino de Granada, etc.

24 Hablamos, por tanto, de aproximaciones generales y valores globales. 25 Ibidem, p. 8.

Page 13: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

69

madura. Desmontamos, de nuevo, otra de las ideas establecidas a lo largo de una amplia bibliografía: Badajoz no supuso una ingente cantera de emi-grantes afiliados al ejército de Cortés; de hecho, esto no hubiera sido habi-tual, pues una provincia solía unirse a un capitán cuando a sus tierras llega-ban los vítores de su triunfo y éxito. Por tanto, Andalucía vuelve a superar en capital humano con destino americano. A pesar de estas tendencias, claramente favorecedoras para la mitad meridional peninsular, lo cierto es que, en cuanto a número de mandatarios y futuros responsables en la articulación del aparato administrativo y políti-co novo-hispano, destaca en primer lugar la antigua Castilla la Vieja con un 28.8% de caudillos aportados, les siguen los andaluces con un 21.6%, los extremeños con un 19.2%, los leoneses con un 13.6%, los castellanos nue-vos con un 7.2%, los vascos con un 5.6%, los gallegos con un 1.6%, los genoveses con otro 1.6%, y los catalanes con un escaso 0.8%.26 Como nota final para esta rápida revisión del siglo XVI, podemos decir que la especial aportación sevillana en cuanto a su volumen emisor a Indias, puede vislumbrarse desde la calidad de una ciudad donde, el fluir de gentes tanto naturales como extranjeros y la circulación de ideas, posibilitó el viaje de un no despreciable sector humilde sevillano. Junto a ello, nos es cono-cido un interesante número de viajeros extranjeros cuya alegación en de-fensa de la travesía esperada se hallaba en su calidad de vecino de Sevilla, una vez transcurrido cierto tiempo (normalmente un año o dos). Sin em-bargo, tras la cédula de 1529 (ya superada la época antillana) en la que se disponía la habilitación de otros puertos, muchos de los emigrantes del norte ya no se verían impelidos a esa larga permanencia en tierras sevillanas por obtener la consecución de su naturalidad y, por ende, la preferencia de inscripción en el registro. De todos modos, debemos reconocer que el prestigio sevillano de los primeros tiempos colonizadores, derivaron hacia la transmisión de un espa-ñol, que lejos de situarse en el normativo toledano o madrileño, procedió del sur: el andaluz. Adentrándonos ahora en el segundo período (a partir de 1520 y hasta 1539), Boyd-Bowman recoge unos porcentajes en los que, de nuevo, son los andaluces los conformadores del icono colonizador de este momento

26 A pesar de que extralimitaría las conclusiones que se esperan de este estudio, sería bueno

indicar que este tipo de emigrantes, “emigrantes oficiales” como los denomina Macías Hernández, no se ajustarían, a nuestro juicio, al perfil del verdadero emigrante colono la-brador o artesano en tanto que no atendieron a factores de expulsión coyunturales sino a los mecanismos propios de la evolución económica.

Page 14: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

70

con un 36.9%, siguiéndole en segundo lugar Extremadura con un 16.4%; en cuanto al resto de porcentajes, se hallan distribuidos entre Galicia, País Vasco, Castilla la Vieja y León. Para el caso extremeño, y siguiendo las conclusiones de González Mar-tínez, en su proceso emigratorio cabe señalar tres períodos dentro de este dispórico siglo XVI: años treinta, años setenta y primeros compases de los años noventa, apuntando como vértice máximo los momentos coincidentes con las conquistas de Cortés y Pizarro y, tras las conquistas, su ordenación territorial y administrativa. Esta periodización cíclica, avalada por Eiras Roel, puede ser documentada por un recurso documental, el epistolar, que lejos de situarse en un plano de complementariedad histórica, supone una óptima herramienta interpretativa. De este modo, hemos podido comprobar que, a la luz de las informaciones aportadas por cartas de extremeños inter-cambiadas en estos períodos, efectivamente, se proyecta una España, bási-camente meridional, imbuida en una crisis agraria que hace dificultosa la evasión de la miseria en los últimos pasos finiseculares. Sea como fuere, lo cierto es que, como señalábamos más arriba en rela-ción a la facilidad en cuanto a la obtención de licencias de mujeres casadas, serán este sector poblacional el que, conforme progresa la evolución del siglo (sobre todo, entre los años sesenta y noventa), supone un importante volumen nada despreciable del que, atendiendo a los objetivos del presente estudio, nos es imposible abordar en profundidad. No obstante, es preciso mencionar que las continuas reclamaciones epistolares de esos maridos emigrados nos aportan una ingente cantera documental sobre la que susten-tar este proceso emigratorio femenino. A modo de ilustración, hemos esco-gido un fragmento de las muchas cartas recogidas por Enrique Otte en las que se impele a la mujer, familia (entendida ésta en su sentido más amplio) peninsulares a su traslado a tierras americanas:

Alonso de Porras a su mujer Beatriz de Porras, en Sevilla Señora: Jesús María, de México y de marzo a cinco de 1575 años, con salud. (…) Por las que tengo escrito entenderá el deseo con que estoy y estaré hasta ver puesta en ejecución su buena venida de v. m., con sus hijos y con mi señora Catalina Martín, porque sin ella no tendría entero contento como con la venida de todos, como son es-pecial con la de Isabel de Porras, mi hija, y su marido, y para conseguir este viaje y que se nos acaben trabajos, pues por las demás habrá entendido v. m. no haber de pre-sente otra comodidad. No es menester más consejo para esta jornada de esta mi última determinación, para lo cual lleva mi hijo Mateo de Herrera doscientos pesos de oro común, con los cuales se podrán aviar para matalotaje y refresco en los puertos, por-que en cuanto a los fletes, le será aviso fletarse a pagar a un mes llegados que sean en

Page 15: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

71

el navío en que vinieren al puerto de San Juan de Ulúa, y en ninguna manera deje v. m. de conseguir este presupuesto, aunque haya émulos por sus deudos de v. m. (…) Que Nuestro Señor me deje ver lo que deseo, que es ver a v. m. y a toda su casa, con mi señora, en esta ciudad, en la cual quedo en esta buena esperanza (…). Muy magnífica señora besa a v. m. las manos su marido que todo su bien desea, (A mi muy deseada señora mujer Beatriz de Porras, en Sevilla). Alonso de Po-rras.27

Si nos fijamos en el caso extremeño de la segunda mitad del siglo XVI, podemos comprobar su representatividad en este tipo de emigración fami-liar de un respetable 68.3% del total analizado.

Siglo XVII

Según Mörner, podemos establecer para el siglo XVII dos momentos de indudable importancia demográfica:28 uno de alza emigratoria (1601-1625; en este tiempo registramos el mayor número de denuncias sobre los males de la despoblación metropolitana) con alrededor de 111,312 emigrantes, y otro, considerado marca de inicio de una tendencia irremediablemente a la baja (1626-1650). No obstante, y fijándonos en Andalucía como marco estructural demográfico, comprobamos que la tendencia andalucista parece continuarse —aunque a la baja— para este siglo XVII, ya que, según los cálculos de Díez Trechuelo, fueron 10,502 andaluces los emigrados regis-trados en esta centuria (sobre todo, artesanos y artífices urbanos sevillanos), suponiendo ser esta cifra la mitad estimada con respecto al siglo anterior. A juicio de Eiras Roel, y en aplicación a los comentarios de estas líneas, con-sidera que:

La emigración no es causa de la despoblación, sino más bien su efecto, o bien los dos fenómenos derivan de las mismas causas. Es posiblemente la crisis del subconsumo industrial originada por la agravación coyuntural de la despoblación del campo, lo que fuerza toda esa emigración de artesanos y artistas sin trabajo.29

Ya a partir de la segunda mitad del siglo XVII observamos, eludiendo algún que otro testimonio optimista, la continuidad descendente en las ten-dencias emigratorias. En efecto, muchas podrían haber sido las causas ale-

27 Otte, Enrique, Cartas privadas de emigrantes a Indias 1540-1616, México, Fondo de

Cultura Económica, México, p. 91, 1993. 28 Téngase en cuenta que sus trabajos se detienen en 1650. 29 Ibidem, p. 17.

Page 16: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

72

gadas para dicho comportamiento, pero parece plausible la consideración de los notables efectos de la peste de 1649-1650 en Andalucía occidental y en los destinos tradicionales de América; en suma, un factor de expulsión que no hizo más que continuar la tendencia de la centuria anterior en cuanto a motivaciones emisoras, sobre todo, a partir de la década de los ochenta del XVI. En definitiva, es en el siglo XVII donde debemos situar un aumento, o comportamiento migratorio igualitario con respecto al sector masculino —al menos con seguridad para el caso andaluz—, de la participación feme-nina y familiar en los valores del flujo del movimiento de población.

Siglo XVIII

En cuanto al siglo XVIII, las fuentes tampoco se nos regalan óptimas, más bien escasas y de difícil interpretación. No obstante, podemos considerar una notoria disminución en la puesta en marcha del acostumbrado flujo migratorio castellano, aunque ya anunciado a lo largo de la centuria ante-rior; sin embargo, el crecimiento de la población criolla y de la trata escla-vista se erigirían como los componentes de compensación demográfica que explicarían las cifras disponibles. Si no en sustitución, sí como elemento mantenedor del discurso migratorio (sin oponer el continuado movimiento castellano-meridional), se presentan las provincias norteñas30 que, lejos de efectuar el cumplimiento de las normativas que en sus puertos se esta-blecían en relación al transporte de pasajeros, suponen el inicio de líneas migratorias ya claramente definidas en la centuria siguiente. Tendencia ésta comprobada por Pérez García en base al revelador producto extraído de las fuentes parroquiales, producto que, aun cuando su sesgado carácter resulta

30 Junto al caso canario, que exhibirá ya en esta centuria claridad de movimientos. Ya en las

postrimerías del XVIII, ese flujo marcadamente claro se verá entorpecido por una relativa recuperación del factor que con anterioridad había actuado en calidad de resorte de ex-pulsión: la coyuntura económica. De todos modos, a juicio de Eiras Roel, los canarios se presentan en esta centuria como principales fundadores de poblaciones en Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, atendiendo además —tal y como exponíamos en líneas más arri-ba— a la producción de una coyuntura demográfica expansiva: “En este siglo los colonos isleños son los protagonistas principales del desarrollo agrícola de Cuba. Todo esto supo-ne un intenso movimiento migratorio desde el archipiélago, que hacia 1680 ha comenza-do a cambiar su condición de tierra de inmigración para iniciar su nuevo modelo migratorio de larga duración como tierra clásica de emigración a las Antillas y Tierra Firme. Una demografía desbocada de muy alta fecundidad y un saldo vegetativo del or-den del diez por mil anual alimentan esta corriente migratoria”. Ibidem, p. 18.

Page 17: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

73

primordial, podemos evidenciar en él ciertas estructuras modélicas sobre las que profundizar, en su caso, en el ejemplo de Salnés para el período 1660-1849. De este modo, tenemos, ya bien definido para la segunda mitad del siglo XIX un destino norteño marcadamente americano, en detrimento del destino peninsular español anterior (sobre todo, el andaluz-gaditano).31 De todos modos, y en contraposición a las dos centurias precedentes, señalamos a los asturianos (destaca el destino cubano desde el área central costera), a los vizcaínos, a los cántabros (sobre todo, en las décadas de los sesenta y setenta los valles litorales refuerzan su destino minero de Nueva España), a los gallegos32 y a los catalanes como espejos poblacionales que, además de proporcionar nuevos modelos emigratorios, proyectan el reflejo de un nuevo reparto poblacional español donde el Norte se verá favorecido en detrimento del estancado Centro-Sur.33 En referencia a estos últimos, aludiremos a la tesis doctoral, modificada y resumida, de Martínez Shaw34 quien confirma la idea basada en que Cataluña participó del comercio colo-nial desde su misma apertura, sostenido mediante los puertos de Sevilla, Cádiz y Lisboa y señalando como fecha de despegue trasatlántico a partir de 1740, sobre todo merced al Decreto de Libre Comercio en 1778. Y será, desde esta red de contacto (más amplia a finales del XVIII y en el XIX) con los puertos hispanoamericanos, desde donde arrancará un no despreciable flujo migratorio aún vinculado a la actividad comercial, donde señalamos el área caribeña y de Montevideo. Por tanto, y como claro exponente, el caso catalán se propone como modelo en la conformación de toda una red migratoria que, basada en es-tructuras de parentesco y vecindad, hará posible el surgimiento de una or-ganización clientelar en los asentamientos emigrados, verdaderos centros de atracción en cadena. Otra de las manifestaciones acerca de la existencia y estabilidad de estas redes, es aquella forma de pago consistente en que el 31 Ibidem, pp. 99-116. 32 Sobresale el destino a Cuba y Río de la Plata desde la fachada litoral atlántica gallega.

Asimismo, contamos con trabajos en los que se pone de manifiesto la importancia del vo-lumen de gallegos incorporados al ejército real en América bajo los reinados de Carlos III y Carlos IV. Prueba de ello es la composición casi enteramente gallega de la guarnición de Buenos Aires. Sin embargo, también se hacía posible la incorporación a levas y poste-rior deserción como medio de acceso a Indias.

33 El binomio expansión-emigración variable, según el período, entre el Norte-Sur español, resulta claramente diferencial con respecto a Portugal donde “lo que sorprende más es la aparente estabilidad de la composición regional de la población emigrante”, Rowland, Robert, “Emigración, estructura y región en Portugal (siglos XVI-XIX)”, en Ibidem, p. 145.

34 Martínez, Carlos, “Cataluña en la carrera de Indias: 1680-1756”, Crítica, Barcelona, pp. 13-18, 1981.

Page 18: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

74

pasajero en cuestión comprometía las obligaciones de pasaje, necesaria-mente satisfechas en quince días o un mes una vez arribado en tierras americanas. En este momento, el pasajero solicitaría un préstamo a sus fa-miliares ya establecidos o a alguna empresa que quisiera contratarle por el tiempo necesario como para pagar su flete; en caso de no obtener la cuantía comprometida, quedaba estipulada la hipoteca del patrimonio del emi-grante. De todos modos, este tipo de individuo, el comercial, mercader o mari-no, a pesar de ser registrado y contabilizado en el proceso y corriente migra-toria española, a nuestro juicio, no responde al perfil de emigrante propiamente dicho. En efecto, el viaje efectuado de ida y vuelta, aun cuando supone una voluntariedad de movimiento, no aporta la estabilidad, por ejemplo, del que fue y requirió a su familia su desplazamiento ante la nega-tiva de su retorno. En una posición menos conciliadora con respecto a la mayoría de los investigadores, tenemos a Macías Hernández quien vislumbra el siglo XVIII como una centuria eminentemente marcada por la emigración, superior incluso al siglo XVI. Esta conclusión, sustentada en base a un primer mo-mento novator de la periferia española mediante la sustitución de antiguos modelos productivos por otros más novedosos y que requería fuerza de trabajo (reducción en las tasas migratorias), lleva a considerar que, una vez destruido este marco y emergida la presión demográfica, la emigración se propuso como la vía más óptima ante este factor de expulsión. Sin embargo, a éste le sumará otro de carácter interno sustentado sobre la base de movi-mientos migratorios interiores temporeros (sobre todo, para el caso gallego y asturiano) que solventaban las irremediables rupturas familiares derivadas de la decisión de emigrar a Indias. Sea como fuere, Macías Hernández, en virtud del libre comercio y el aumento en la asiduidad en la comunicación con América, entiende un momento, el XVIII, como centuria expansiva en que, desde el punto de vista del polizón o “llovido” (sobre todo, el campesi-no, ante las restrictivas disposiciones municipales en claros derechos de intervencionismo sobre su fuerza de trabajo) se hacía menos obstaculizado el siempre prometedor acceso a Indias. En definitiva, podemos tomar los cálculos de Eltis, sino como valores absolutos (su consecución, por otra parte, resultaría infructuosa), sí como orientativos para todo el período moderno.35 Establecerá los 440,000 de Mörner para el período 1506-1650 y 310,000 para el tramo 1650-1810. En 35 Eltis, David, “Free and coerced transatlantic migrations: some comparisons”, en The

American Historical Review, no. 2, pp. 251-280, 1983.

Page 19: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

75

total, y con reservas al respecto, podemos definir en valores cuantitativos una emigración española a América en una cifra aproximadamente cercana a los 750,000 emigrantes.

La búsqueda del orden humanista

Hasta este punto hemos intentado acercarnos a la interpretación de uno de los momentos migratorios más relevantes y sorprendentes de la Historia Moderna, movimientos que no se situaron en una esfera de mero “trasplante humano” sino que, muy al contrario, y correlativamente a su propia idiosin-crasia dinámica, proporcionarían como parte estructural de equipaje, las ideas y, dentro de ellas como es natural, las humanísticas. No obstante, nos planteamos una hipótesis inicial: ¿realmente puede hablarse de humanismo americano? ¿Sería más adecuado hablar de utilita-rismo político imbuido en corrientes innovadoras sobre las cuales justificar de algún modo una determinada forma de actuar? Intentaremos analizar estas cuestiones en líneas siguientes. En principio, no cabe duda de que, desde los inicios del Renacimiento y desde sus más diversos ámbitos, se establecería la búsqueda de un orden, la necesidad de un orden (léase armonía) porque, “donde no hay orden (diría Sir Thomas Elyot), todas las cosas son odiosas y desagradables”, por lo que, se revelaba cuestión de urgencia “buscar un orden decente y práctico en todas las cosas” a juicio de Bodin. Por tanto, nos encontramos con la asunción de un orden y reorganiza-ción sin posibilidad de matices aunque con diversas morfologías de presen-tación. Así, − Para la órbita eclesiástica, la aplicación de este orden en uno de los ám-

bitos donde dicho orden apareció desde su nacimiento como componente inherente al mismo, la idea de jerarquía36 es uno de los paradigmas del orden más esclarecedores.

− Para la dimensión política, angustiosa premura por definir sobre plano sus derechos temporales, sus dominios, eludiendo así toda reclamación feudal. Y es que,

La noción de fronteras naturales fue un intento evidente de basar firmemente los lími-tes en la naturaleza; el Océano Atlántico, los Pirineos, los Alpes, el Rin, habiendo sido

36 Véase la reafirmación del orden jerárquico en la bula de 1588 de Sixto V, Inmensa eterna

dei.

Page 20: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

76

creados por Dios, proporcionaban un fundamento casi ontológico para el orden políti-co.37

− Para los fundamentos sociales, unos fundamentos donde también emer-

gería un rechazo evidente de movilidad social y un acercamiento a la de-finición del orden y estatus social. Y es que, este planteamiento bien se aplica a una coyuntura en la que, el exacerbado movimiento campo-ciudad ante las limitaciones pecuniarias que la inflación provocó sin dubitaciones, amenazaba la organizada urbe donde las estructuras y órdenes debían absorber estas inusitadas oleadas de gentes.

De este modo, y en los más diversos planos de la vida moderna, se hacía evidente, como bien advertía el puritano Richard Sibbes, que:

El pueblo de Dios es hermoso, pues el orden es hermoso. Resulta una cosa disciplina-da ver a tanta gente unida someterse a la ley de Dios”, tal y como es hermoso la es-tructura organizativa del ejército, pues es “algo hermoso, debido al orden y a los rangos tan bien dispuestos que hay en su interior.

Dicho esto, no es extraño que aquellas gentes arribadas en las costas americanas, en los contextos, ritmos, situaciones y conceptos analizados páginas atrás, llevaran bajo su visión de las cosas esta macro-concepción de un ordenamiento emanado de las más diversas instituciones y sectores de poder de la metrópoli hispánica. Asimismo, serán los responsables delega-dos de la administración y regulación normativa encargados de estos nue-vos sitios los que, siguiendo consciente o —quizás— involuntariamente, las prerrogativas (materializadas en cédulas, ordenanzas o disposiciones nor-mativas) de las instancias de poder los que, a nuestro juicio, establecieron e intentaron mantener después ese orden. Pues bien, si esa cultura del orden, de acuerdo a la sistematización que el humanismo renacentista prescribía, se manifestó a todas luces en las gran-des esferas sociales, económicas, políticas y religiosas, la urbanística, in-cluida en intercesión, en formación combinatoria de las anteriores o al menos reflectora de sus características desde sus esquemas organizativos, no podía dejar de asumir esta nueva pragmática del orden, barnizada, por otra parte y como veremos más adelante, de tintes utópicos. 37 Bowsma, William J., “El otoño del Renacimiento 1550-1640”, Crítica, Barcelona, p. 198,

2001.

Page 21: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

77

El orden de la ciudad hispanoamericana

Los antecedentes38

La regularidad, desde los postulados del orden, que detectamos en las ciu-dades hispanoamericanas no supone una organización genuina si recupera-mos desde los registros arqueológicos, y al menos para el caso de Occidente, las plantas urbanísticas grecolatinas que, resultado de la proyec-ción y reflexión previa a la fundación urbana, propusieron un modelo de ordenamiento urbano ortogonal extensivo hacia otros lugares fuera de su órbita de influencia directa, hacia otros lugares lejanos. No obstante, si las polis griegas de traza hipodámica se erigieron como realidad evidente, es

La colonización romana (la que) lleva consigo la práctica de los trazados ortogonales a través de la fundación de campamentos militares, más tarde transformados en ciuda-des, como son el caso en España de León, Lugo, Cádiz, Cáceres, Zaragoza o Zamo-ra.39

En este sentido, y como resultado, aunque bien es cierto que el prece-dente último de las razones urbanísticas aplicadas por la Corona española en Hispanoamérica lo hallamos en la cultura grecolatina (cuya intensa recu-peración encuentra sus fundamentos en la habilitación de los modelos anti-guos por la renovación renacentista y humanista) encontramos disensiones insoslayables que nos obligan a establecer puntualizaciones. En efecto, mientras que la colonización comercial helena no hizo más que erigir emplazamientos que hicieron posible la vida y la extensión de la cultura griega, no encuentra parangón en relación a la ordenación teórico- 38 Antes de comenzar, debemos distinguir una serie de conceptos que, utilizados por más de

un autor como ideas equivalentes, requiere una atención distinguida sobre cada uno de ellos:

Retícula: Trazados geométricos configurados a partir de cruces entre calles, exentos de ángulos rectos y distancias equitativas entre las formas resultantes. Este trazado, prototí-pico de la primera etapa colonizadora, podemos hallarlo en Santiago de Cuba.

Retícula ortogonal y cuadrícula: Ambas aplicadas en el modelo urbanístico ex novo hispanoamericano colonial —idóneas para con el reparto en propiedad de los colonizado-res—; el primer concepto atiende a la conformación de ángulos rectos, resultado de cruce de calles, y el segundo refiere además una distancia uniforme entre dichas cruces. Mode-los de este tipo de trazado son Panamá y Guatemala (retícula ortogonal), y Caracas y León de Huanuco (cuadrícula).

39 De Terán, Fernando, “La ciudad Hispanoamericana. El sueño de un orden, Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo, Ministerio de Obras Públicas y Ur-banismo, Madrid, p. 87, 1989. Los fundamentos de este paralelismo será analizado e in-terpretado más adelante.

Page 22: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

78

práctica del Imperio Romano, cuyos esquemas organizativos lograron su mantenimiento más o menos agradecido aun cuando los andamiajes del Imperio ya habían desaparecido. Por tanto, podemos advertir que el modelo de reflexión urbanística y con ánimos de perdurabilidad se hallan intrínse-camente en la cultura latina. De todos modos, algunos de los conceptos sustentadores de esta reflexión se encuentran en la filosofía griega: la armo-nía, entendida como sinónimo de orden, de perfección. Así, comenta Bielza de Ory, y con razón:

Desde que la Antigüedad griega asoció mística y geometría (…) se puede considerar que la cuadrícula de las ciudades nuevas participaba de la búsqueda de una armonía entre la ciudad terrestre y el orden celestial.40

En definitiva, este tipo de organización del suelo urbano, transmitido a través de diversos tratados y documentos reguladores, llegaría al Medioevo hispánico, siendo aplicado en la sucesión de sus fundaciones durante el proceso de repoblación a partir del siglo XI.41 Sin embargo, desde nuestro punto de vista, claros precedentes de la plan-ta urbana hispanoamericana serán las “Ordenaciones” de Jaime II de Ma-llorca (se describen plantas cuadradas dispuestas con una distribución de 5 x 5 manzanas) que, según García Fernández, bien recordaban al sistema de la “centuriato” romana, y el “Dotzé del Crestiá” (1380) del renombrado franciscano Eximenic, donde definirá —a partir de inexcusables influencias del mallorquín— (raíz indiscutible de los posteriores tratados urbanístico-arquitectónicos italianos) su ciudad ideal: básicamente, planta cuadrada (recuperación del simbolismo) y plaza central. Y es que, la recuperación de dicho simbolismo se revela como una solución urbanística no inocente, tal y como conviene García Fernández42 aunque sin establecer un marco explica-tivo y que intentaremos proponer en páginas siguientes. En definitiva, se vislumbra un modelo de ordenación regular (no necesa-riamente ortogonal) que se irá implantando en la Península Ibérica, pero en el que la Plaza Mayor aún no representa ese centro simbólico y generador urbano del modelo hispanoamericano. Esta corriente, imbricada como parte

40 Ibidem. 41 Véanse las “Siete Partidas” de Alfonso X. 42 “El empleo de la forma cuadrada en el parcelario de la ciudad de México, la plena regu-

laridad de su tamaño en Puebla y la subsiguiente aplicación del modelo cuadricular per-fecto en Lima, hasta llegar a coincidir en todo lo formal con los dos anteriores y aún aproximadamente en lo dimensional con el mallorquín, no parece haber sido mera coin-cidencia”. Ibidem, p. 216.

Page 23: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

79

explicativa del pensamiento humanista, llegaría a España en la forma y fondo de las disposiciones urbanísticas con destino americano. De todos modos, aunque no parece que el esquema reticular-cuadricular resultante en suelo hispanoamericano fuera común en las culturas preco-lombinas, lo cierto es que sí encontramos adaptaciones sincréticas hispano-indígenas, ya por razones de condicionamiento natural ya de índole políti-co-simbólicas, a partir de las cuales se adaptaron estas “nuevas” formas regulares cuyas dimensiones fueron, por lo general, inusitadas en España. No cabe duda, eso sí, que las Plazas Hispanoamericanas superaron en mu-cho a las más esplendorosas españolas.

La ciudad del Renacimiento: ¿Utopía o pragmática de poder?

Pero… ¿Por qué este modelo? ¿Simple estética urbanística? ¿Simple ideali-dad de planteamientos, moderadamente recuperados de los planos de la colonización medieval y, de modo más consciente, del pensamiento rena-centista?43 Veamos, partiendo de estos interrogantes y para la realización de un óptimo análisis, alcanzamos un siglo XV en que comienzan a aparecer di-versos tratados que comprenden el estudio de la ciudad ideal, una ciudad que, configurada de acuerdo a las directrices resueltas por pensadores del momento como Tomás Moro, León Bautista Alberti o Francesco de Giorgio Martini, se erige como punto de encuentro funcional, allende utopías espiri-tuales de convivencia social, en relación a un Estado que se pretende elabo-rado sobre las bases del reforzamiento de su poder intrínseco; este poder, sólo dispuesto a través del control de los elementos que hacen posible su legitimidad y mantenimiento temporal, ungido por reglas de depuración espirituales, se verá impreso en la estructura urbana cuya única idealidad, a nuestro juicio, es la pragmática de dicho poder. En efecto, la mayoría de estos proyectos ideaban una ciudad de plano poligonal estrellado y prolijamente fortificado, donde la simetría central o centro generador de la estructura final actúa como núcleo que provee de una pretensión de orden (de una cultura del orden, tal y como sucedía en los diversos planos del hombre) y regularidad renacentista aplicada a todos los ámbitos de la experiencia humana, y cuya mejor imagen son las líneas defi-nitorias de las nuevas urbes americanas. Sin embargo, lo cierto es que se

43 El logro de la ortogonalidad y el acercamiento a la morfología urbana hispanoamericana

de raíz humanística, como hemos visto, siguió un proceso evolutivo.

Page 24: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

80

produce una utilidad, una intencionalidad pragmática que la ciudad huma-nística querrá hacer traer de nuevo en su corriente de emergencia cultural de la Antigüedad,44 pero cargada de un evidente objetivo funcionalista tal y como sucedía con las fundaciones imperiales clásicas alejadas de la metró-poli: control, control de un enclave que, organizado de forma ortogonal, proporcionaba facilidades de sometimiento en caso de conflicto. Asimismo, y de mayor importancia si cabe, esta organización permitiría la transmisión de la ideología del poder metropolitano, necesariamente vinculado a la con-centración generadora del resto de la ciudad (en nuestro caso, la hispanoa-mericana)45 en la Plaza Mayor, a diferencia de los tradicionales y herméticos planteamientos medievales peninsulares, y de acuerdo con las líneas utópico-utilitarias. Sea como fuere, lo cierto es que el Nuevo Mundo, tal y como sucedía en otros ámbitos de la actividad humana,46 y al menos en los primeros tiempo de asentamiento, se presentó como el mejor de los territorios (so- 44 A nuestro juicio, disentimos de las estimaciones de Joan Capdevila en su comentario a la

tesis doctoral del profesor Arévalo Rodríguez cuando afirma: “(Se) distingue entre ciudad medieval y ciudad renacentista. Las primeras son herederas de las antiguas fundaciones romanas, que resurgen a partir de los siglos X y XI después del colapso en el siglo V”; se elude, a pesar del desarrollo posterior de todas las teorías de la ciudad ideal humanística, que la raíz latina (y su vertiente simbólica entre el binomio geometría-armonía) supone un esfuerzo consciente en la recuperación de trazados y modelos fácilmente reconocibles en otros ámbitos, pero en los que la ciudad también ocupa su lugar como producto cultu-ral. Capdevila i Subirana, Joan, reseña a: Arévalo, Federico, “La representación de la ciu-dad en el Renacimiento, Levantamiento urbano y territorial”, en Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, núm. 545, Barcelona, Universidad de Barcelona, p. 3, 2004. Asimismo, autores como Morris en su “Historia de la forma urbana” rechaza la co-rrelación entre tratadistas como Vitruvio y su posible influencia desde los postulados clá-sicos en una estructura urbana únicamente eficaz, proponiendo los modelos clásicos como meros aparejos intelectuales encargados de dar brillo a una realidad no fundamen-tada en aquellos. Rechaza, por tanto, el humanismo urbanístico. Obviamente, no conside-ramos esta conclusión en virtud a las líneas del presente estudio y sus correspondientes argumentaciones.

45 No amurallada, en tanto en cuanto se hallaba suficientemente defendida a partir de los hitos institucionales que incluso, en muchas ocasiones, adquieren forma fortificada (ar-quitectura religiosa, por ejemplo). De todos modos, desde los albores de los siglos XVII y XVIII constatamos una preocupación creciente por la constitución de fortificaciones, sobre todo, en el área caribeña y del Pacífico, focos especialmente vulnerables al sufrimiento de conflictos y ataques enemigos.

46 Recuérdese que el Nuevo Mundo supuso para el ámbito de la cultura un diferenciado canal de difusión en el entretiempo de aparición y aplicación al modo hispano de la insti-tución inquisitorial. La profesión de médico (protagonizada prácticamente por casi la to-talidad del sector judeoconverso) adquiriría una notabilísima primera salida hacia este destino.

Page 25: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

81

bre todo, por su generosidad en extensión territorial) donde aplicar sin ataduras los planteamientos ya anunciados en las Ordenaciones y en el tratado del franciscano, seudo-utopías urbanísticas puestas de facto en suelo colonial.

La normativa urbanística. Evolución y significado

En relación a la puesta en práctica de estos nuevos tratados que convergen en raíces clásicas con una intencionalidad, a nuestro juicio, inapelablemente pragmática y comunicadora del poder, irían surgiendo todo un compendio de normativas reguladoras acerca de la implantación progresiva de una es-tructura urbanística conveniente y acorde con los fundamentos del orden que inspiraba a seguir el humanismo latino europeo. Todo ello convergerá en lo que se ha denominado “el carácter ordenacionista y planificador que presidió esta vasta empresa”,47 la cultura del orden. De todos modos, y a la postre, lo cierto es que la planificación urbanísti-ca hispanoamericana no vino a configurar ni utopías renacentistas ni pro-yectos inconscientes de estelarización genuina, sino la puesta en marcha de funcionales trazados al estilo cuadricular del campamento romano; a esto, le añadimos la primitiva elementariedad griega pre-hipodámica. Desde estos preceptos interpretativos, la ciudad, foco neurálgico trans-misor de cultura, normatizará, en este caso desde lo urbanístico, en un in-tento consciente de adecuación de sus estructuras a sus nuevas posesiones en el Nuevo Mundo. No obstante, este proceso se presentó pausado pero seguro.48 En este sentido, consideramos: La Instrucción de Fernando el Católico al comendador Nicolás de Ovando (1501) y a Pedrarias Dávila (1513): En estas instrucciones denota-mos indefinición y falta de concreción en las líneas actuantes, aunque ya se presenta una voluntad organizadora regular. 47 AA. VV., Urbanismo español en América, Ed. Nacional, Madrid, p. 8, 1973. 48 Distinguimos dos grandes estadios temporales: I. 1492-1570: Desde el Caribe a Tierra Firme la fundación de asentamientos se revela

temporal e insegura (las urbes definitivas, en muchos casos, se establecerán después), aunque fundamentales como puntos de partida desde donde elaborar una cadena funda-cional ex novo finalizada en torno a 1570.

II. 1570-1700: Observamos la consolidación de la idiosincrasia urbana hispanoamericana y de sus estructuras administrativo-productivas, así como de sus redes de comunicación comercial.

Page 26: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

82

La plaza grande, mirando al creciente de la población…; los solares se sortearán y se acomodarán en ellos a los pobladores…49

La Ordenanza de Carlos V (1523): Prescribe, aunque con menos minu-ciosidad con la que actuará su hijo Felipe II, las condiciones naturales sobre las que se asentará el nuevo asentamiento así como la necesidad de propo-ner la plaza mayor como centro generador de la estructura urbana:50

(…) y cuando hagan la planta del lugar repártanlo por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor y sacando desde ella las calles a las puertas y caminos principales y dejando tanto compás abierto que aunque la población vaya en gran crecimiento se pueda proseguir y dilatar en la misma forma,51

y podríamos añadir, independientemente de las trabas u obstáculos presen-tados en el terreno (por ejemplo, un río) que son incorporados en la estruc-tura general, o salvados por la traza urbana. Lo que sí viene quedando aclarado es la idea de una configuración utó-pica urbana desvanecida en la sombra de la eficacia económica, social y política. Las “Ordenanzas de Descubrimiento y Población” de Felipe II (1573): El alto grado de pragmatismo, utilitarismo, funcionalidad y proyección de perdurabilidad se pone de manifiesto en estas ciento cuarenta y nueve orde-nanzas que, recogiendo la experiencia en esta materia, describen un modelo concreto, definido, aplicable y eficaz para con los intereses de la Corona. Veamos, alguna de sus disposiciones:

Elíjase región teniendo consideración de que sea saludable, que no se vieren cosas no-cibles; sanos frutos, cielo claro y benigno, aire puro y suave, ni exceso de calor ni de frío… Tierras fértiles, buena tierra para sembrar, pasto para ganados (…) buenas en-tradas y salidas por mar y buenos caminos (…). Si hay tierras cuestas que sean en po-niente y levante; si ha de edificar cerca del río, que sea en parte oriente para que al salir el sol dé primero en el pueblo y no en el agua (…) —Como vemos, se dan ins-trucciones sobre la elección del lugar, atendiendo a sus condiciones naturales y futu-ros provechos— Continúa con la morfología urbana, destacando la calidad como espacio generador de la plaza: (…) Planta del lugar con plazas, calles y solares a cor-dón y regla empezando por la plaza mayor (porticada) sacando las calles a puertas principales dejando espacio previsto para crecimiento (…) La casa real, la casa del

49 Ibidem, p. 11. 50 En esta regularización de las condiciones naturales del asentamiento observamos una

clara demanda de información por parte del Estado. La pragmática del poder vuelve a manifestarse sin reminiscencias.

51 Ibidem., p. 12.

Page 27: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

83

consejo, cabildo y aduana cerca de la Iglesia (…) Los solares de la plaza mayor que no se adjudiquen a particulares (…)”

No obstante, Felipe II, no olvida la justificación última de la toma de esos territorios:

Y que sean pobladas de indios y naturales a quien se pueda predicar el Evangelio, pues este es el principal fin para que mandamos hacer los nuevos descubrimientos y poblaciones (…).52

A pesar de este detallismo colonizador, lo cierto es que llegaron tarde. Y es que, a estas alturas la mayoría de las ciudades hispanoamericanas ya habían sido fundadas, aunque ya reflejaran en la experiencia esta regulari-zación y ordenación urbana prescrita del 73. Por tanto, podemos decir que, aunque “la práctica precedió a la norma, configurándola a posteriori”,53 en estas Ordenanzas se aconsejaban matices morfológicos que bien hubieran enriquecido el trazado simplista de la cuadrícula; por ejemplo, se disponía una Plaza Mayor rectangular de la que se derivaran dos calles a partir de sus esquinas, y otras generadas a cada lado de su centro; organización ésta que hubiera provisto de mayor diversidad a la estructura final. Y es que, en relación directa a la utilidad organizativa del trazado urba-no, las Ordenanzas de Felipe II, incluso proveyeron de una distribución agrícola similar a la urbana, siendo su unidad la “caballería”. No obstante, todas estas prerrogativas, contenedoras de la experiencia previa y aportadoras de un cariz funcionalista ordenado extensible a los demás aspectos de la actividad moderna, eluden la inclusión de todas esas otras poblaciones confeccionadas por aventureros ávidos de riqueza, que no hicieron más que reproducir la irregularidad organicista multifuncional de la ciudad medieval hispánica.

La Plaza Mayor, un hito urbanístico del orden y del poder

Como ya hemos advertido, uno de los elementos esenciales de este trazado geométrico es, sin dudas, la Plaza Mayor; solución urbanística cuyo espacio resulta de la no construcción en su lugar de una manzana. No obstante, también podemos localizar —como casos excepcionales— plazas configu-

52 Ibidem, pp. 13-14. 53 Ibidem, p. 83.

Page 28: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

84

radas a partir del vacío de más de una manzana, o incluso provistas de es-quinas cerradas que finalmente alteran la regularidad urbana. La Plaza Mayor, centro concentrador de la vida política, civil, religiosa y festiva, además de transmisora —en sus diversas formas y transformaciones efímeras— de la ideología del poder metropolitano, se erige en la ciudad hispanoamericana como elemento generador del que nace la estructura final del ordenamiento territorial. Sin embargo, dicho elemento, objeto espacial último de neuralgidad urbana, es susceptible de desplazamientos; es el caso de la villa situada cerca del mar o ribera que, presentándose como potencia-les amenazadores del protagonismo de la plaza, ésta resuelve ubicarse, por ejemplo, cerca del puerto. Pues bien, en todo caso, la Plaza Mayor se convertirá en refuerzo último dentro de la conformación de esas estructuras de poder y organización utili-tarista funcional que pretenden superponerse sobre las preexistentes, dando paso a la concentración de uno de los recursos que bien hilaban con fuerza los intereses político-espirituales regentes de la actuación y control social: la festividad, en claro sincretismo con las costumbres precolombinas. Así:

(La plaza), escenario de juras reales, juegos de cañas y sortijas, justas, corridas de to-ros y paseo del estandarte real, es igualmente estrado de la justicia, marco para las re-presentaciones sacrales, autos y misterios, misas al aire libre,54 grandes procesiones litúrgicas y penitenciales, presenciadas por un concurso de verdaderas muchedum-bres.55

De todos modos, y no sólo contando con la actuación como escenario de fondo de la Plaza Mayor, toda la ciudad se proponía como escenario de celebraciones, rogativas (por terremotos, proximidad de frecuentes flotas enemigas, etc.) o de actos, ya temporales, ya espirituales, a través de col-

54 Muy en relación a las costumbres nativas. De hecho, y en el ámbito retórico, encontramos

esta metodología evangelizadora (ausencia de templos) en claro intento sincrético de atraer las masas de infieles en los primeros tiempos.

55 Guarda, Gabriel O.S.B., “En torno a las plazas mayores”, en VI Congreso Internacional de Historia de América, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, p. 363, 1982. Y es que, el compendio de estas actividades realizadas de modo comunitario y concentra-das en un punto, la Plaza, foco de concentración de poder, no hace sino advertirnos de la imagen del poder, del poder de Dios, del poder del colonizador; sólo habría que echar un vistazo a la denominación de esas plazas (Plaza de Armas, por ejemplo). Sea como fuere, lo cierto es que el orden, como producto de la cultura del humanismo, se revela, si cabe, con un peso mayor.

Page 29: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

enero-diciembre 2007 Procesos migratorios hispánicos hacia y en América…

85

gantes ornamentales, balcones y altares improvisados; todo en aras a la materialización del ejercicio efectivo del poder metropolitano.56

¿Una ciudad barroca e ilustrada hispanoamericana?

Aunque el estudio de la regularidad y orden urbano como manifestación artístico-funcional enlazada con la cultura del orden humanístico ha centra-do nuestra atención en las páginas precedentes, no podemos concluir nues-tro análisis sin hacer notar, al menos someramente, la problemática y vicisitudes acerca del núcleo urbano en los siglos XVII y XVIII. En principio, y a nuestro juicio, no podemos considerar la idea de ciudad barroca en el ámbito colonial hispánico, en tanto en cuanto la problemática que en torno a la ciudad se sucedía en estos siglos no suponía, como en Roma, la recombinación de calles que desembocasen en impactantes mo-numentos que captaran en asombro la atención del espectador (al estilo del sistema de fuga pictórica) o la apertura de nuevas plazas, como en la metró-poli española. No, no fue el caso hispanoamericano que prefirió seguir con las pautas simplistas regulares cuyo excelente modelo lo encuentra en México. Sin embargo, no podemos considerar sin más que no se produjo cultura, que la actividad de los habitantes no reprodujeron los esquemas del momento. En efecto, aunque no desde los basamentos estructurales, pero sí desde las “artes efímeras” podemos observar ese barroco hispanoamericano que, como ya se consideró más arriba, tendrá en la Plaza Mayor una eterna aliada. Sea como fuere, la funcionalidad de la regularidad de las nuevas funda-ciones (o la configuración de nuevos asentamientos por traslados ante la inconveniencia del contexto ambiental) barrocas e ilustradas continuó, aun-que con excepciones,57 con el outillage mental regularizado y homogéneo;

56 Incluso cuando las mascaradas y festividades basadas en la sustitución de roles del “mun-

do al revés barroco” aparecían entre estas celebraciones, la cultura del orden se erige co-mo fin último de la organización de la vida del hombre. De nuevo, el orden urbano, el orden del humanismo. Véase la crónica “De las fiestas y regocijos que esta ciudad de La Plata, hizo a la buena venida del ilustrísimo señor don Fray Francisco de Borja, su arzo-bispo” (1636); puede encontrarse en Ramírez Del Águila, Pedro, “Noticias políticas de Indias y Relación Descriptiva de la Ciudad de la Plata Metrópoli de las Provincias de los Charcas y nuevo Reino de Toledo…” Citado en: Nicolini, Alberto, “La ciudad hispanoa-mericana en los siglos XVII y XVIII”, Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, 2007. En:http://www.upo.es/depa/webdhuma/areas/arte/actas/3cibi/documentos/085f.pdf

57 Véanse las soluciones de asentamiento jesuitas, la influencia de las Ordenanzas de Felipe II en la Nueva Panamá (1673), Orán o la remodelación de centros urbanos como la El

Page 30: PROCESOS MIGRATORIOS HISPÁNICOS HACIA Y EN AMÉRICA

Derechos Reservados Citar fuente - Instituto Panamericano de Geografía e Historia

831 .múN .A.H.R zehcnáS agetrO nífleD

86

es el caso de Nuestra Señora de Talavera de Madrid (1610), el de Montevi-deo (1730) o el traslado de San Miguel de Tucumán (traslado en 1685)58. A pesar de todo, la cultura, como resultado mismo de la mentalidad del hom-bre y de las aplicaciones que éste hace de la misma, enriquecería, si no es-tructuralmente, sí formalmente a la ciudad hispanoamericana.

Algunas conclusiones

Como nota final sólo queda recordar que hemos pretendido estudiar y de-mostrar las relaciones recíprocamente vinculadas entre el proceso migrato-rio hispánico acontecido en la España de los siglos XVI, XVII y XVIII y su necesario vehículo de expresión cultural (en su concepción orden-armonía humanística), en nuestro caso urbano, de un movimiento en que no cabe considerar al hombre como mera entidad móvil. Lejos de este “dinamismo estático” encontramos una tierra, la del Nuevo Mundo donde materializar sueños, ungidos de la gracia político-religiosa del momento y derivados en pragmáticas estratégicas de poder, donde el hombre, donde el emigrante llevaba consigo, no una cifra representativa del volumen poblacional de salida metropolitana, sino su vida, su pensamiento, sus ideas y su avidez de aplicación en un Mundo donde, al menos en los primeros tiempos, creyó ser la “tierra de los sueños”.

Zócalo (Plaza Mayor mexicana), la Plaza de Armas de Lima y de La Habana. Dado el ca-rácter generalista y sistemático del presente estudio, escapa de nuestros objetivos el análi-sis de estas reformas que no impiden conceptualizar el hecho del mantenimiento de la regularidad lineal de las fundaciones coloniales post-iniciales y que se propusieron como modelos generales. Por tanto, las remodelaciones, siempre insertas dentro de este esque-ma geométrico, sigue proponiendo la cultura del orden humanística del XVI en su relación con el trazado urbano.

58 De Lázaro, Juan F., “La traslación de la ciudad de San Miguel de Tucumán, Nueva Tierra de Promisión al sitio de la Toma”, en: Revista de Humanidades de la Universidad Nacio-nal de Tucumán, tomo XXVIII, Argentina, 1941.