preparado para gelatina
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7/21/2019 Preparado para gelatina
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PREP R DO
P R
GEL TIN
Ruth iedrasanta
. ina ácido
fumárico
citrato trisódico saborizantes ycolorantes
artificiales
Tenninó de
leer la
etiqueta con
los ingredientes al reverso de la envoltura. El agua
estaba a punto de hervir ypequeñas burbujas emergían a
la
superficie . Sentada sobre
la
mesa miró sus manos un tanto adelgazadas con
el
tiempo e inmediatamente
le
sobrevino la misma inconfonnidad
que
sintió
al
comenzar acaminar minutos antes
tras
ese hombre.
Después de
todo éste
sólo había
sido
un encuentro fortuito
bastante
breve no
pensó
nunca
en
buscar
una vieja
relación amorosa
que
por
lo
demás jamás dio señales
de
tener
futuro. Pero el
rostro de
él
sin preguntar
sin hablar s
iqui
era
parecía acusarla.
Galú
no
acertó
siquiera
adespedirse de aquel
viejo amigo
y luego de haber
visto
a
su
marido salió tropezando como
magnetizada tras de él.
Su marido era algo
que
Galú no acababa de entender. En
efecto
le
había
significado
una
serie de sentimientos
concatenados:
primero un
impetuoso
afecto
que
si bien
supuso
un tímido acercamiento
al comienzo
pronto
había transitado hacia
una
clase
de
pasión
que no
admite
un No
luego
al
vivir juntos fueron sus
tres
hijas
y
el
compromiso
doméstico
refrendado día
con
día.
Además
quince
piezas añadidas
a su
antiguo mobiliario
y
os
raro
s
objetos de arte que
decoraban
el
comedor
-dos
cruces de
1.20
x 2
metros con pequeñísimo
s
glifos
dorados
y
grabados tan
sólo
en
uno
de los
costados de la superficie
frontal-
.Claro también
má5
con el paso de l tiempo ledaba
la
relativa
seguridad de un hombre en
casa
lo cual parecía ser a o
jo
sde todos muy
valioso. Galú acabó por
estar convencida
.
Al
cabo
de los
años
un día entre otros la
pasión
por él
murió y
por la misma puerta
pareció
irse
ese
fervor
del
cuerpo
que
le había despertado
el
amor e
se
amor alcual de
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ot
ro modo le h
abían cnseliado
a
se
r adepta las
mujeres
de su casa.
sus amigas.
las
c
ursis cancio
nesde la radio las murm uraci ones general
es
los sueiios
ado
lescentes
de suderredor. Aalclase derupturale s
ucedió
el
ví
nculode la
costumb
re. la neces idad
de compartir con él los cuidaLios infanti les, el sa lario el precio delacrisis la queen los
último
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sse
había
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ra
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mo en do
nd
e
perman
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L<;
la
del
país . su c
iudad
el mundo
y la
de ella misma .
Junt
as sacudié
ndola
dejá
ndola
descon
ce
rtada.
EI
a veces le parecía raro co llvivir con alguien
quien ya
le
result
a
ba
extralio desde
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co
n
oc
ido.
Co
n ideas
ex
pectativas yestilos cada vez más apartados delsu
yo.
Inclu
so,
a
pa rti rde
se
man as atrás, había caídoen cuenta que toda una serie depeque iios deta lles
co
tidian
os ligados a
él,
le emp
ez
aron a parecer por entero contradictorios. De todas
maneras, debía de compartir con esa especie de morador
próximo
desam
ado,
los
tiempos de comida las hijas
.. la
misma cama.
El agua hervía bulliciosa yGalú se
di
spu
so
a pre
parar
el postre. Vac ió el
co
ntenido
del
pr
eparado
y
con
cortos llovimi
e
ntos
giratorios,
h
izo
pronto la disolución.
Un
volumen líquido pero con
muy
tenues movimientosde vieja obesa
se
presentó e
ntr
e
sus manos.
Quemaba
y tuvo que verterla apresurada
en el molde
: sin embargo no
debía
meterla a
refrigerar
tan pronto .Ya dentro del recipiente cris
talino
ladepositó
co
nsu
avida
dsobre
la
m
esa.
Ante la vista del m
ovim
iento
viole
t
a-obeso
de
la
ge latina
se sumió otra
ve
z en sÍ.
Nuevamente
su
m
ar
ido
ganó terr
e
no
.
En
realidad
¿por
qué
dia
bl
os
mant
e
nía
e
sa
sumisión an
te
él qué
la obligaba
a seg
uir
allí
como
un pe
rro faldero
u otra mascota
c
ualqui
era y
salir
en
pos
de é
l
de
prisa
obedeciendo el menor gesto
la
más mínima
indi
cac
ión
de
suparte?
Casi
de
inmed
iato
esa rabia se quedó hilvanada
con las i
mágenes
desu
familia, en casa de sus padres
cuando
niña
y e diópor
acordarse
de lasactitudes
de sus mayo
res
de los r
egalios,
las
prohibiciones
. . el r
ecue
rdo de su padre apareció
nítidamente, con ese carácter un poco
seco,
pero amoroso; aunque c
olérico,
lo cual
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tantas veces le causó miedo.
Se
sorprendió
por
la
certidumbre que
le
vino luego de acordarse.
Sí
si
algo le
tenía a
su
marido era
miedo .
El
miedo jugaba
un
papel
claro,
inequívoco
sobre todo cuando
después
de
discusione
s
maritales sin fin
sobrevinieron los knock-outs de
su
parte para
convencerla.
Por
el
miedo siempre se había dejado llevar como una especie de orden apremiante
que
como
relámpago recorría activoy
ulminante su
cuerpo ya la vez en tanto descarga
la dejaba
quieta.
También se
acordó
del mar, de cuando la llevaban
a
las playas
del
pacífico con
sus
primos durante la Semana Santa y
el
calor del
sol
y os juegos le despertaban el ansia
de
meterse agua dentro.
Pero
no
lograba
hacerlo
con el
ímpetu
y
aplomo
que
todos los
demás
mostraban. Ellos parecían tan jubilosos entre las aguas
como
cuando
se
tiraban
entre
sí
la pelota
;en
cambio
Galú
sólo conseguía traspasar lue
go de pensarlo
un
rato
con gran
esfuerzo,
la espuma del oleaje. Unpoco temerosa y itubeando en cada
paso
avanzaba, mas
sin
poder retirarse
ya
de
la
inminencia
del
lenguaje acuático. Habría
de aceptar sin
embargo,
que
tanlbién
se
sentía enormemente
atraída por esa calma
superficial que ocultaba un torrente de agitación interna. Así
al
t
iem
po
que
sus
piernas
se
iban
humedeciendo ysu cuerpo se cubría
de
azul
comenzaba pronto
a
sentir los
fuertes
ybruscos movimientos del oleaje, con giros cada vez
más
contundentes yante
todo capaces de hundirla, llenándole de agua los pulmones.
Algo
del
miedo hacia su marido se parecía al susto
de mar
que
alguna
vez tuvo
cuando
supuso
muy
próxima
a
la muerte,
la
cual le pareció
a ella,
la había
apresado
entre
sus manos,
forzándola
a
participar
en
una
especie de danza bufa, donde los
demás mediante rudos zarandeos, le sacudían los
brazos
dejándole duras las piernas,
jugando
con
ella como una alga
o
un molusco más
como una
muñeca de
trapo
arrojada al vaivén
del
oleaje i en
el
mar había tanto oculto ,
fuerzas
que ella no sólo
desconocía,
sino qu
e se le figuraron tan
parecidas
a un
ataque
.
59
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Todo eso e
nvolvía
aquel y
es te
miedoy ambién la pérdida de la tierra la seguridad
de
unacasa de su casa de
su pedazo
de
ti
e
rra
delimitado y
preci
so.Y se mismo miedo
la obligaba a permanecer situada enel umbral del peligro donde
se rompen
las olas
en el margen de losviolentos choques en elespacio
justo
donde la violencia
se re
so
lvía
continua
e
insistente.
Había algo más
en
común entre
el
mar ysumarido.Ambos eran fuertes
se
desplazaban
rápido así
una
no podía salir
de
entre
sus olas hacia
la
playa así no de su área
de
influenci a
así no de sus
puños
de su
furia
yla marea
que
subía.
También
esa violencia suspendida en el
aire podía sobrevenir
como una
exacta
evocación de
los sucesivos
estados
de
sitio que
aella
le
tocaron e incluso
se
asociaba a
alguna
de varias sobremesas inacabablesen casa
paterna
cuando
casi todos los tíos se
hallaban
reunidos
con
caras
si
no largas
sin
avistar mucho entusiasmo y
donde de
pronto
por
un
hecho
inesperado o un
pequeño
detalle
se
perturbaban yencendían
las voces el
color
de los rostros
y
las emociones de unos de ellos hasta acabar la
reunión entre azotes de puertas maldiciones
llanto
syvidrios rotos.Tan1bién
se
parecía
con
aquella otra
que
había
pululado
según
se
recordaba
por boca
de
todos
entre
los
cuartos yel
corredor
de
viejas
casonas
coloniales
[como la
de su abuelo
1
as cuales
era
sabido
guardaban sus secretos
yfantasmas dentro del grosor de
sus
paredes.
De
todas
formas
y
por igual se
trataba
de violencia la cual de cualquier momento o
situación
podía desprenderse sin
que ella se enterara
exactan1ente
de
la causa.
Galú
no sabía precisar cuándo comenzó el
miedo sólo
registraba que se había
convertido en
una
constante.
Tal vez fue
desde
pequeña
o
cuando
joven. Pero no
era
necesario
esforzarse
demasiado
para
traer a
su
piel esa
especie
de descarga eléctrica
que le
producía ese estado.
Le
vino a la
mente una
ocasión en
que por correr
tras unos
polluelos
Anaí y
ella se
metieron a un patio
vecino
.
Dos
enormes
perros
de oscuro
pelaje con
los dientes más
grandes
que
hasta
entonces creía haber visto
le
salieron al paso. Ella no
pudo escaparse
60
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de
una
mordida
en
seco porque se quedó
allí.
Pálida
yendurecida
como una es taca
clavada al piso mientras Anaí parecía volar por los
aires con sus ágiles piernas
saltando
ligeras veloces yenarbolando como
se
llal de su acelerado escape un vaporoso ves tido
color
naranja
.
Después ... después
había sido la
noche
del cateo
cuando entraron
los soldados a su
casa
en
busca
de
propaganda
polític
aocualquier otra
cosa
a
su juicio
comprometedora.
Todos en casa pusieron
cara
de h
aber visto
un anticipo de la
mu
e
rte
mirando al
grupo compacto-annado penetrar la puerta desplazarse de una habitación a otra
r
evo
lviendo los
papeles
os libros volteando camas rompiendo colchones derribando
roperos las
cómodas
la
luna
llen
a.
Quebraron
cuanto pudieron cuanto
se
les puso en el
camino al ti
empo que toda
la
familia esperaba fuera
alineada
con la cara hacia
la pared del
corredor al amparo
del
ojo
de
una metralleta sostenida por un raso joven de rasgos indios un
poco
menos
espantado que sus conminados. Esa vez el miedo había durado horas no
só
lo Galú
sino
los
demás
compartieron la misma tensión del espinazo.
El miedo no
era
únic a
ment
e
porqu
e
habían llegado
l
os so ld
ados o
porque
desmembraron las cosas familiares fue también porque
se
llevaron asu
tío
a raízde
eso yen adelante poco importaba lo
que
dije
se
su tío a las autoridades tod
os
serían
tenidos como sospechosos
sobre
ellos habría de pesar la duda de se r cons
pir
adores
por el resto
de
sus
vidas.
El miedo
de la
noche del
cateo
no
fue
ig
ual
al de
de
spués p
ero
era miedo. Lazozobra no
fu
e tan intensa pe
ro
desde entonces
se
insta
ló
e
ntre ellos
cierta d
os
is
de
reserva
qu
e los
volvió aprensivos yles ense llóad
esco
nfiaren
adelante de casi todo
s losdemás.
La mancha
violeta-obesa
se entibió al moverla agitó su mole
ge
latinosa.
Aún
era
prematuro
meterla
a refri
ge
rar Esperó otros minutos mas nuevamente empezaron a
correr las imágenes ..
esta vez
actuales .
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Ahora
el
miedo constituía un ad
ecuado ingrediente en medio de ese estado de
ind
efinición pe
rpetua de
no pe
rt
enencia yco
mpr
omiso mu tuo
que entr
e su maridoy
ella se había establec ido. Era el nexo
que
mantenía la unión.
Había ll
egado a ser la
peculiar
manera
decontinuar
con una rel
ación
que aprendi
ó
como vital
pe
ro
hacía
buen rat
o
había
de
jad
o
de
serl
o.
S
in
e
mbar
go
tal
vez
allí
se
metía
a
funcionar
un
resorte interno
incomprensible
bien afianzado es
tabl
e filoso en cierto modo
engarzado a la moral de familia elcual la hacía
mantenerse en
el mismositio como
un
imperativo sin cue
s
tionar.
Pendiente de
la
salud de todos de
los gui
sos de
la
administración
doméstica
el
d
es
amor. Evitando pensar en
algo
más. Distinto mejor
o
peor
pero otra cosa.
Ao
mejor
el miedo era todo eso.
lIna
fina
basta
red
que suti
I
pegajosa
dulce
hasta
cursimente si se quiere la envolvía de la cual a ojos vistas
no
parecía haber
escapatoria obligándola
a
pemlanecer allí
finne
sujeta
como
apostada
en una
metálica estructura junto a él.
El
mi
e
do
los miedos sus miedos eran
así
:
consistentes
e
irrazonables.
Habían
comen
z
ado
siendo
instinto
el
que la
obligaba
a
proteger
el
pellejo mas
ahora
por
el
contrario llegaban a producirle
una veloz
emoción
que
instalada
desd
e
el interior
parecía
cubrirla por
completo abotagándola
entumeciéndola
impidiéndole actuar
moverse
por
si misma.
Tal
vez
tendría
que
preguntarse
más sobre por qué
ese sentimiento
se situaba
tan cerca
de
su
marido.
Por qué se
daba
esa
asociación
esa
Íntima
proximidad
odesde cuándo
había
sido
.
Porque
en
cualquier
caso
si
se
veía con
calma
el
asunto
con
su marido
no
siempre
fue
igual
tal sobrecogimiento
aunque algo
de
ell
o hubo desde
el
principio.
Primero cuando se
casaron
ella
secretamente
empezó a temer que él se
fuera
por
cualquier causa
justificada
o
no
como por otro lado
solía
en circunstancias que le
resultaban
inoportunas
o
difíciles
de
sobrellevar
.Luego cuando
se
fue
y
volvió
el miedo
consistió en que volviera a irse cuando
por
fin
ella quiso que
él
se
fu
era
el
miedo fue
justo porque él se quedó allí
sin moverse
.
62
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Durante
esos períodos se d
esplegaron
distint ,L medidas y dosis de
violencia
, que
cumpliendo
la función
de
un aderezo ,
podían acrecentar
o
matizar
el
miedo. Pero
el
temor
seguía.
Ahí. Cavad
o.
como aguijón. Ponzo
iio
so.
Paralizando s
us
funciones ,sus
instintos. trastornando su metaboli smo. Extendiéndose más allá de
toda
ira, de
toda
agresión
que e
lla
pudo
hab
er
querid
o
ex
te
rnar
también ,mostrar alguna vez al
meno
s
obien, expresar de otro modo que no u ese mediante ataques de desesperadosde llanto ,
a los cuales ya todos parecían es tar habitu ados.
Así,
por
múltipl
es
cana les, el miedo parec ía ser
capaz
de pe
netrar
en e
lla
s
in
co
ntratiemposyh
acerse
presente hasta
inv
adirla
)
disolver
toda
otra reacción.
Luego
,
l
ogr
aba
mantenerse agazapado
enella, vo lviéndo
la queb
r;¡diza, muy
vulnerable.
No por nada ,se so
lía
identificar, m(lS que
con cualquier otro
ser en el mundo , con
lo
s
es
pantad
os,
con quienes como ell;¡, se ve ían de antemano abatibles, perseguidos y
apaleados. P
ero
so
br
e lodo,
co
n un soplode miedometido hasta el fondo delcorazón ,
ocupand
o
una
ampli a
pla
za,
inam ov
ibl
e.
Sin e
mbarg
o, el mismo
miedo
asu
vez lo
s
prendía, de
jándolo
s sujetos a una
mat
eria distinta, aglutinante , la cual en rigor no
podría
decirse
que
era ellos
mismos
,
pero
formaba part
ede
sus
cuerpos.
Sólo así era posible
que
pudiera caberle tanta cobardía y por ella
lograr
soportar la
suma de pe
queña
s
intol
eranci:L, o
fran cas
ydesagradabl es
sensaciones
diarias
que
acababan por
aplastarla
como
la
,a ve rde-
caq
ui
del
día delcateo.
Galú fi
jó, como
cnun descuido,
los
oj
os
en
la mesa
,
la
man
cha
I ioleta-obesa pareció
cobrar
su den
so
cuerpo característico
.
Ella la
ignoró
sin
mucho
esfuerzo.
Ese
temor
que ahora tenía e
nclavad
o tan dentro lo había
ido
guardando co
mo un
germen , no import:lba
si
eran tiempos de paz ode batall;L i. Galú se
mantenía
quieta ,
apagada
,
por completo expu
es
ta
.
Apres
ada e
ntr
e una
masa
p
egajos
a,
fr ía que
se
contoneaba
frente
a ella ,
forz:índola
a
segu
ir
SllS movimientos
l a sacudi rse con la
viscosidad l desfach:ltc7 de ulla obesa .
6)
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Ella e
staba
dentro
de
esa
masa vio
l
eta
que había dejado atrás su
liquid
ez se
untaba
adhiriéndosele refregándos
e
cerrándose so
br
e sí misma has
ta
de
jarl
a
cautiva. Allí de
ntro
de lagelatina demiedo
sob
re la mesade la cocina de
ntro
de
casa
enelsenomismodel
ho
spedero de
larvas.