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XVI CONGRESO LATINOAMERICANO DE ESCUELAS DE TRABAJO SOCIAL - ALAETS/ACHETS
“La globalización y su impacto en el Trabajo Social hacia el siglo XXI”
Chile, Noviembre de 1998
Política asistencial y pobreza. Escenarios concretos de fin de siglo
María Laura Lluis 1
Introducción
La pobreza como resultante de los procesos estructurales, en los que se produce
y reproduce el sistema capitalista, y la asistencia social, como respuesta paliativa
articulada desde el Estado (en su gestión en la tensión acumulación-legitimación) y/o la
sociedad civil, tuvieron una trayectoria particular en la Argentina del siglo XX. Su
análisis no sólo muestra su presencia y vigencia sino señala el carácter acuciante de la
situación social a finales de siglo con rasgos semejantes a la del principio.
Fundamentando esta afirmación la ponencia realiza un breve recorrido histórico
que conduce al planteo de interrogantes sobre el presente y el futuro. Tomando algunos
de éstos como hipótesis de trabajo se expone luego parte de los resultados de una
investigación en desarrollo sobre el tema2, describiendo el complejo escenario que
constituye la política asistencial en su nivel de ejecución en ámbitos de pobreza.
Siglo XX, Argentina
De forma esquemática distinguimos en el siglo tres grandes períodos
correspondientes a diferentes regímenes de acumulación del capitalismo mundial que
tuvieron su expresión en Argentina, condicionada por su inserción periférico-
dependiente y sus características internas, a través de distintos modelos
socioeconómicos y versiones de Estado.
En el régimen conservador de principios de siglo a los años '40 la pobreza se fue
identificando con las condiciones de vida de los sectores subalternos. La
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sobreexplotación de la fuerza de trabajo que caracterizó la transición del modelo
agroexportador a los inicios de la industrialización junto a la fuerte migración externa y
luego interna favorecieron, con la concentración urbana, la creciente organización y
movilización de la clase trabajadora con crecientes demandas, revueltas y
manifestaciones de descontento. Las críticas condiciones de vida de los trabajadores se
configuración así en "cuestión social" para las clases dominantes que interpelaba al
orden socioeconómico enjuiciando su legitimidad.
Con su agravamiento, y el desarrollo embrionario de las condiciones que
sustentarían el orden siguiente, la respuesta represiva del Estado liberal-subsidiario fue
cediendo paso al reconocimiento de las demandas sociales acrecentando su ingerencia
en la regulación de la relación capital-trabajo y asumiendo paulatinamente funciones
para responder a aquéllas. Entre otras, la asistencia social, hasta entonces
subvencionada por el Estado pero administrada por organizaciones privadas que
autónomamente destinaban esos fondos a acciones atomizadas sobre situaciones
particulares, mostró su ineficacia frente a las demandas de la época. La necesaria
recuperación del consenso y el ejercicio del control social condujeron a la centralización
de la asistencia por el Estado y su complementación con otras funciones dirigidas a las
condiciones de vida de los trabajadores iniciando la política social que alcanzaría su
apogeo en el período siguiente.
De los años '40 a mediados de los '70 se desarrolló el orden basado en la
confluencia de intereses de sectores dominantes y subalternos con las versiones
locales del régimen de acumulación de posguerra (a través de la generación de
producción y consumo masivos con altos niveles de ocupación) y del Estado de
Bienestar como forma de regulación que aseguró los niveles de ingreso necesarios
para la reproducción del capital en las nuevas condiciones. La extensión del empleo
asalariado, la distribución progresiva del ingreso (alcanzando el de los trabajadores la
mayor participación del siglo) y la redistribución efectuada por el vasto sistema de
políticas sociales como salario indirecto implicaron el mejoramiento del nivel de vida de
amplios sectores de la población. No obstante la progresividad y movilidad social
ascendente la pobreza no desapareció, aunque mantuvo una magnitud relativa
moderada bajo la forma de bolsones críticos.
La versión del Estado de Bienestar, incompleta, parcial, no plena respecto al de
los países centrales y la forma histórica de hacer política en nuestro país,
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intercambiando prebendas entre corporaciones y poder político como forma de
legitimación y aseguramiento del control social, imprimió al sistema de políticas sociales
características contradictorias con el discurso universalista, integrador y solidario bajo el
que se construyó. Comportándose como un sistema corporativo, altamente
fragmentado, resultado de la agregación de cuerpos autónomos de seguros sociales
vinculados a grupos laborales específicos, con beneficios diferenciales según el mayor
o menor acceso de los sectores interesados a los círculos del poder y su importancia
económica y social.
Compartiendo estas características la asistencia social se consolidó como sector
residual de la política social destinado a población no amparada por el sistema de
seguro social por su precaria o nula integración al mercado laboral. La escasa magnitud
respecto a los otros sectores del sistema, la población destinataria relativamente
pequeña y con poca capacidad de presión por no estar corporativizada agregaron a
este sector una debilidad intrínseca convirtiéndolo en área privilegiada para el
desarrollo de estrategias clientelísticas.
Desde mediados de los '70 el surgimiento de un nuevo régimen de acumulación
a nivel mundial repercutió en nuestro país con la destrucción del anterior modelo de
acumulación e integración social y la instauración de otro diferente de sentido regresivo
que implica la polarización de la sociedad por la concentración del poder y la riqueza en
una minoría y la exclusión y la pobreza de la mayoría de la población.
La reducción del mercado de trabajo y el aumento de la desocupación, la
precarización del empleo y la caída del ingreso de los trabajadores junto al
desbaratamiento del Estado de Bienestar y su sistema de políticas sociales resultó en el
deterioro de las condiciones de vida de los sectores subalternos y el incremento de la
pobreza en extensión y profundidad.
La reproducción del capital ya no requiere la redistribución del ingreso mediante
la función social del Estado. Su abandono ha ocasionado la desintegración del sistema
de políticas sociales con la privatización de los sectores más rentables y el deterioro de
aquellos que, por su carácter netamente social, no son atractivos para el capital
privado.
Sin embargo, como recomiendan los organismos internacionales, en este retorno
al Estado subsidiario la política social aún debería mantener su rol compensador de los
efectos de la economía focalizado en los sectores más pobres. Lo que queda del
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sistema de políticas sociales debería cumplir tal función neoasistencialista pero sus
características históricas siguen impregnando y potenciándose en su funcionamiento.
Fragmentación, prebendas, privilegios, clientelismo, lejos del logro de la eficacia,
eficiencia o equidad, y particularmente en el área de la asistencia social, favorecen el
círculo reproductivo de la pobreza.
¿Nueva cuestión social?
La situación de fines de siglo presenta similitudes con la del principio pero sus
perspectivas parecen más sombrías al menos desde la situación de los sectores
subalternos. La reducción y deterioro de sus fuentes de ingreso directo e indirecto los
coloca en situaciones de alta vulnerabilidad. La política asistencial, aún superando sus
irracionalidades, no podría resolver la contradicción entre el mandato de la focalización
y la expansión de la pobreza. El agravamiento de la situación todavía no ha generado
respuestas que permitan vislumbrar su modificación. Ello requeriría que la pobreza, la
desigualdad, la exclusión social intrínsecas a este orden socioeconómico se
transformaran en nueva "cuestión social" para los sectores dominantes.
Los interrogantes sobre cómo podría generarse y cuál sería el sentido y las
respuestas a esa problematización son múltiples. ¿Qué formas asumiría?, ¿qué actores
y con qué organización lo conducirían?, ¿suscitaría la generación de un nuevo Estado
de Bienestar o sólo la represión?, con amplios sectores de la población en la frontera de
la supervivencia ¿cuál será el límite de la exclusión?...
Como propuesta de superación los planteos de reformulación de la política social
con base en el reconocimiento de la ciudadanía apelan a la construcción de un orden
más justo pero requieren de nuevos compromisos sociales sin que se vislumbren aún
las suficientes fuerzas sociales y políticas con bases éticas para asumirlos.
Desde la generalidad los interrogantes nos devuelven al nivel de lo particular.
¿Cómo puede este orden reproducirse en el arduo proceso de reproducción de los
sujetos de la pobreza?, ¿qué sucede allí donde sus contradicciones son palpables en la
adversidad de las condiciones de vida?, ¿cómo se manifiesta en este nivel la tensión
entre acumulación y legitimación?.
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La asistencia social, como sector de la política social encargado
fundamentalmente del suministro directo de recursos indispensables para la
subsistencia, es uno de los principales mecanismos compensatorios y quizá legitimador
que actúan desde el sistema en los contextos de pobreza. Su carácter residual se
transforma en relevante para los sectores destinatarios imposibilitados de asegurar por
sí mismos su supervivencia. Pero el contenido de la asistencia trasciende la esfera
material. Ésta vehiculiza otros aspectos impregnados de las distorsiones que
mencionamos antes. La asistencia social imprime así su impacto en la reproducción
material y simbólica de los sectores pobres, no sólo en las condiciones de vida sino en
la configuración de una trama de relaciones que atraviesan los espacios de pobreza
estructurando desde la vida cotidiana de los hogares a relaciones de poder barriales (y
de mayor agregación también, particularmente como base del clientelismo político), y
que como instancia de interpelación y control social impacta aún en la construcción de
identidades colectivas y en la configuración de subjetividades.
La complejidad concreta de la pobreza y la asistencia social
El párrafo anterior expresa la hipótesis de trabajo que orienta nuestra
investigación. Se trata de un estudio en profundidad de un ámbito de pobreza que
busca describir en qué consiste el nivel cotidiano en que la asistencia social se realiza,
quiénes son sus sujetos, qué prácticas y relaciones se generan en torno a ella, cuáles
son sus implicancias materiales y simbólicas, etc.. Apuntamos así al conocimiento de
esta trama, constitutiva de nuestro campo profesional, intentando aportar a los
interrogantes planteados que, si bien nos trascienden, nos atraviesan .
Atendiendo a algunos de estos aspectos presentamos aquí parte de nuestra
aproximación que ilustra la complejidad del escenario que compone la política
asistencial en su nivel de ejecución.
• El referente empírico
El Gran Buenos Aires o Conurbano Bonaerense es el conglomerado urbano más
importante de la Argentina. Sus 19 partidos que rodean a la Capital Federal
concentraban, según el censo de 1991, un cuarto de la población del país. En él se
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manifiesta particularmente el incremento de la pobreza producido en las últimas
décadas (el crecimiento relativo de la pobreza en el área es del 67,4% entre 1980 y
19903).
El partido de Merlo se ubica entre los más pobres de esta área. Las mediciones
de pobreza basadas en las necesidades básicas insatisfechas (NBI) indican que el peso
de los hogares y población en estas condiciones era en él, en 1980, superior al
promedio del Conurbano. En 1990 en un ranking por departamento de población con
NBI4 el partido se ubica en 5º lugar sobre los 19 partidos que conforman el Conurbano y
7º lugar sobre 522 puestos que abarcan a todo el país.
No obstante el gran peso de la pobreza la composición del Conurbano y de cada
partido, incluido Merlo, es heterogénea incluyendo un espectro de situaciones
socioeconómicas. Esta heterogeneidad está presente aún a nivel barrial pero dentro de
márgenes cada vez más estrechos.
Nuestro estudio se desarrolla en la unidad geográfica compuesta por tres barrios
del partido de Merlo pertenecientes a una de sus áreas más pobres. La información
estadística, que poco aporta en este nivel de desagregación, señala en ella la gran
incidencia de la pobreza estructural (manifestada fundamentalmente en las viviendas
por su precariedad, alto nivel de hacinamiento y críticas condiciones sanitarias) que
alcanzaba en 1990 a más de un tercio de sus hogares.
Desde aquí, y corroborado por nuestra aproximación, la unidad de estudio se
presenta como un escenario significativo en cuanto su pertinencia a nuestro objeto de
estudio por su nivel de pobreza y la similitud con vastas situaciones.
• Las dimensiones de la pobreza
El abanico de situaciones socioeconómicas es estrecho en la unidad de estudio.
La heterogeneidad se reconoce al interior de la pobreza y sus fronteras. Esta diversidad
se desarrolla entre dos posiciones que consideramos extremas.
En el extremo superior, los procesos generales de empobrecimiento, desempleo
y precarización del mercado de trabajo afectan peculiarmente a estos barrios cuyos
estratos mejor posicionados, asalariados y pequeños comerciantes, son de los
relativamente recientes 5 perjudicados por el descenso en sus ingresos que deterioró su
nivel de vida. Mientras muchos de los hogares se mantienen algo por encima o en la
frontera de la pobreza, con gran susceptibilidad para caer en ella, muchos otros
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engrosan el sector de "nuevos pobres" o "pauperizados"6 cuyos ingresos no alcanzan a
la canasta básica de subsistencia y/o fluctúan entre estas dos situaciones según la
temporalidad del empleo.
En el extremo inferior, la pobreza crítica de orden estructural y profundizada por
la pauperización general afecta a gran cantidad de hogares, generalmente de
composición numerosa, que desarrollan su cotidianeidad en condiciones de privación
muy inferiores al "mínimo aceptable" dado el grado de desarrollo de nuestra sociedad.
El estado de privación no sólo se refiere a la precariedad extrema de las viviendas y a
sus deficitarias condiciones sanitarias sino que en este escenario se despliegan
carencias aún más primarias: alimentación, vestido, salud. La imposibilidad de estos
hogares de asegurar a sus miembros el mínimo calórico para su mantenimiento
biológico es quizá el parámetro más contundente de su ubicación por debajo de la
supervivencia que depende de la asistencia alimentaria externa. Estas carencias
básicas impactan negativamente en otros aspectos (educación, participación social,
trabajo) generando el círculo reproductivo de la pobreza que se transfiere
generacionalmente y cuyo horizonte de superación aparece lejano en el modelo de
exclusión social que se está cristalizando en nuestra sociedad.
Vinculados a este modelo, otros fenómenos que atraviesan a la sociedad en
general no son ajenos a estos barrios, potenciados o con manifestaciones propias de la
pobreza conformando un panorama social conflictivo: desagregación familiar, violencia
doméstica y “callejera”, explotación de género e intergeneracional, alcoholismo,
drogadicción, delincuencia, etc..
No obstante lo crítico de este panorama, la falta de acciones, estímulos y
perspectivas del contexto, debemos señalar el potencial humano que parte de la
población moviliza conformando redes de intercambio y/o participando en acciones
colectivas que no sólo aportan al alivio de sus necesidades sino que implican cierta
solidaridad.
• La configuración de la asistencia social
La gran incidencia de la pobreza tiene su correlato en la profusión de acciones
asistenciales en la unidad de estudio. Tal profusión no significa amplitud en la cobertura
ni eficacia en la paliación de la pobreza sino que es relativa a otros ámbitos
socioespaciales. La proporcionalidad entre nivel de pobreza y presencia asistencial no
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se refiere según sus manifestaciones, coherentes con el conjunto de la política social y
nuestro contexto sociopolítico más amplio, a la “lucha” por la superación de la pobreza
sino que remite a las funciones de legitimación y control social. Como expresa nuestra
hipótesis, que afirmamos en nuestro proceso de conocimiento, el peso de las
dimensiones simbólicas contenidas en la asistencia es más que considerable.
Afirmaríamos que es mayor que las materiales dada su insignificancia en relación a las
necesidades de los destinatarios.
Nuestro plano de análisis corresponde al último escalón en que la asistencia
llega al destinatario. El acercamiento a las instancias de ejecución muestra la
complejidad que la política asistencial adquiere en esta perspectiva. Se confunden aquí
acciones asistenciales provenientes de distintos sectores de la política social
(Asistencia Social, Salud, Educación y Previsión Social), se entremezclan esferas
estatales de distinto nivel y actores no gubernamentales en una diversidad de formas,
instituciones, agentes ejecutores y destinatarios.
Los irracionalidades y “vicios” del sistema de política social de nuestro Estado de
Bienestar, profundizados en su proceso de degradación y desestructuración, se
potencian en el área asistencial. Por un lado, el sector Asistencia Social, históricamente
el más rezagado del sistema y reducto privilegiado del clientelismo, se caracteriza por la
escasez de recursos, la irracionalidad de su distribución, la incoherencia entre ésta y los
planes y programas formales, la discontinuidad aún de éstos, la temporalidad de su
personal técnico, la extrema dependencia de los vaivenes políticos. Su configuración es
un mosaico compuesto principalmente por diversas modalidades de asistencia
alimentaria (dirigidos fundamentalmente a población materno-infantil extensible a
ancianos), algunos y circunstanciales complementos de tipo más “promocional”
(huertas, microemprendimientos), en menor medida fluctuantes subsidios directos
(pensiones y otros) y restos para emergencias (catástrofes, etc.).
Por otro, los subsectores públicos de Salud y Educación en que la
desestructuración del Estado de Bienestar actúa por abandono produciendo su
deterioro; falta de infraestructura, mantenimiento e insumos; temporalidad, extensas
jornadas laborales y bajas remuneraciones al personal todo lo cual redunda en
prestaciones de muy baja calidad e insuficientes a una demanda creciente. Además de
sus actividades específicas canalizan asistencia alimentaria. En el subsector público de
Previsión Social la retracción del Estado se manifiesta fundamentalmente en la
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reducción de sus prestaciones (jubilaciones y pensiones) especialmente las de las
categorías más bajas. El nivel de estas remuneraciones, que son las más extendidas,
es tan bajo que se complementa también con asistencia alimentaria de carácter
temporal.
Este conjunto lamentable que compone la política asistencial se presenta en el
plano de la ejecución, en nuestra unidad de estudio, como un entramado de acciones
diversas realizadas por distintos actores:
- asistencia alimentaria: bajo la forma de comedores, ollas, entregas de
alimentos, en escuelas, unidades sanitarias, sedes político-partidarias, iglesias,
sociedades de fomento, destinadas fundamentalmente a población infantil y en menor
medida a adultos (especialmente mujeres embarazadas) y ancianos. Algunas de ellas
enmarcadas en planes y programas, nacionales y provinciales, otras no. Canalizan
fundamentalmente recursos estatales, en ínfima medida complementados con otros
obtenidos por donaciones, trabajo voluntario, etc.
- subsidios en dinero: pensiones por discapacidad y vejez, de origen nacional y
provincial, principalmente canalizados a nivel municipal, a veces con intermediación de
sedes político-partidarias barriales.
- otros subsidios: entrega de ropa y elementos para la vivienda, realizados por
iglesias, sedes político-partidarias barriales, y municipalidad. De tipo ocasional, con
recursos estatales y privados provenientes de donaciones.
• Rasgos asistenciales y efectos en la pobreza
Como decíamos arriba, esta “profusión asistencial” está lejos de significar siquiera
cobertura. Parcialidad, temporalidad y discriminación son algunas de las características
de ésta que surgen del análisis de los contenidos materiales, frecuencias, tipo y
cantidad de población asistida.
La parcialidad se refiere en primer lugar a que estas acciones sólo se dirigen a
ciertas necesidades de la multiplicidad que implica la pobreza. En segundo lugar, al
grado de satisfacción de cada necesidad específica. Esto se observa hasta en la
necesidad más elemental a la supervivencia, la alimentaria, aún constituyendo el
principal tipo de asistencia la que a ella se dirige: su cobertura es parcial desde la
perspectiva de la población objetivo que en su definición excluye a grupos necesitados
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y desde la perspectiva de la efectivamente beneficiaria a la que no satisface
plenamente.
La temporalidad de la cobertura es resultado de los criterios, formales e informales,
con que se define o efectiviza la población destinataria: mayoritariamente por edad
(niños y ancianos) y luego por situación (fundamentalmente embarazo, en menor
medida enfermedad).
Estos criterios implican discriminación fundamentalmente etárea: los jóvenes y los
adultos no son objeto de asistencia. Veladamente hay una discriminación de género: los
hombres nunca son objeto de la asistencia, las mujeres al menos cuando se
embarazan, situación frecuente en cierta franja etárea. En algunos casos definidos
desde los programas, en otros por las instancias ejecutoras pero en todos sostenido por
los agentes ejecutores, atrás de estos criterios se encuentra el precepto de sentido
común de no “viciar” a la fuerza de trabajo desalentándola a insertarse laboralmente
mediante la asistencia (jóvenes y adultos, especialmente hombres). El grado de
incoherencia que éste guarda con la extendida situación de desempleo (y reconocida
aún por los mismos sujetos que sostienen el precepto) nos lleva a calificar a estos
criterios, al menos, de discriminatorios.
Confrontada con la magnitud de las necesidades-objeto la cobertura asistencial
reviste, por lo tanto, un status complementario. Apreciada desde los escasos recursos
de los hogares destinatarios el complemento se convierte en principal y/o único
satisfactor. La relevancia de este paliativo para los destinatarios es innegable y se
manifiesta aún en sus opiniones. El resultado, la satisfacción parcial, la persistencia de
la necesidad que la asistencia sólo atenúa. Este es el estado “normal”, el que define a
la población pobre.
La inexistencia de otros medios para atender la supervivencia no sólo implica, en el
actual panorama socioeconómico y sus perspectivas, que la asistencia no atenúa la
reproducción de la pobreza sino que la apreciación de su mísero contenido y a la vez su
importancia contextual es un indicador de la magnitud de ésta.
Casi no existen evaluaciones de la eficacia de la asistencia, de su impacto material.
Sí hay parámetros indirectos que corroboran estas afirmaciones:
- las dificultades en el aprendizaje de niños de hogares pobres debidas a las
repercusiones en el desarrollo de la escasa y/o inadecuada alimentación;
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- la incidencia de patologías propias de la pobreza, manifestadas generalmente en
niños y embarazadas (grupos que más atienden su salud), atribuidas a las
condiciones de vida, fundamentalmente a la alimentación que implica al menos
déficit nutricional cuando no desnutrición, pero también a la precariedad de
viviendas y vestimenta (enfermedades respiratorias, parasitosis, etc.)
Suficientemente demostrado, objeto de numerosos trabajos y con extensa
manifestación en nuestra unidad de estudio, este testeo indirecto pone en evidencia
desde sus parámetros el reducido impacto de la asistencia y el contenido de ese
estado “normal” de la población pobre, sus condiciones de vida degradadas.
• Eficacia simbólica
La fragmentación de las manifestaciones de la asistencia y la pobreza es
congruente con la fragmentación de las representaciones en sus sujetos. La
perspectiva de totalidad donde se reconstruye la complejidad concreta escapa a éstos.
Las visiones y di-visiones del mundo plasmadas en el sentido común se hacen
presentes en la trama particular de la pobreza y la asistencia.
Ejecutores y destinatarios, sujetos de distintos estratos sociales, vinculados a
esta trama por diversas cuestiones (desde laborales hasta la propia necesidad), con
distintas motivaciones y posturas ideológicas, con diferentes trayectorias personales,
etc. configuran un mapa muy diverso. Sin embargo, más allá de los matices, las
similitudes en el plano simbólico son homogéneas en su sentido.
Las interpretaciones del conjunto de los sujetos y el sentido de la generalidad de sus
prácticas en torno a la asistencia indican un sustrato común: el sostenimiento de viejos
prejuicios en el orden de “culpabilización de las víctimas” (aún por ellas mismas), en
algunos casos simultáneamente con discursos críticos sobre la situación
socioeconómica actual. La acción hegemónica sedimentada en el sentido común se
hace presente en nuestra cuestión particular.
La funcionalidad de la asistencia al sostenimiento del orden se hace obvia en su
carácter clientelista y en su máxima expresión, la canalización por unidades político-
partidarias del gobierno. Pero la impronta del clientelismo va más allá del voto.
Además, aún cuando sea una de las formas principales, esta canalización de la
asistencia no es la única.
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La homogeneidad de sentido remite a la fortaleza del núcleo común y a los
esquemas de percepción moldeados por aquella acción trasciende y atraviesa a las
prácticas asistenciales desde donde a la vez se reproduce.
Aquí, donde se relacionan cara a cara destinatarios y ejecutores, donde confluyen
en una simultaneidad geográfica y temporal la necesidad y su paliativo, donde la
materialidad de la pobreza y la insuficiencia de la asistencia se hacen “evidentes”, las
contradicciones se diluyen en la esfera simbólica, con justificaciones más o menos
conscientes que implican la aceptación de la desigualdad y la autocondena a la pobreza
aún cuando las “resistencias” se manifiesten en otro orden (evasión, delito, violencia).
Rupturas y perspectivas
La hipótesis que orienta nuestra investigación se confirma a medida que
avanzamos en el estudio, no en el sentido de validación (ya que se trata de una
afirmación teórica sólidamente sustentada), sino en el de corroboración en sus
dimensiones concretas.
Este conocimiento desde lo singular nos devuelve al nivel de la generalidad con
el planteo de otra hipótesis, ahora de intervención: se trata de las posibilidades de
ejecución de la asistencia con otro sentido, de las pequeñas transformaciones a nivel
microsocial.
El encuadre de esta hipótesis son las propuestas de superación del actual
ordenamiento socioeconómico basadas en la equidad y la ciudadanía en las que la
política social y especialmente la asistencial son revalorizadas como mecanismos de
carácter universal que aseguren a toda la población, como sujeto de derecho, un
mínimo nivel de vida considerado digno.
Entre otros aspectos estas propuestas sugieren el aprovechamiento de las
potencialidades de los espacios concretos. En nuestro caso, la heterogeneidad y
diversidad del campo asistencial en el nivel de ejecución, el contacto sujeto a sujeto, la
cercanía con la contradicción aún diluida. Estos rasgos que hacen a la “eficacia
simbólica” que señalamos arriba contienen también ciertas “brechas”. Los fragmentos
de solidaridad entre los sujetos de la pobreza y desde los otros sujetos de la asistencia,
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los discursos y posturas formalmente críticas, las motivaciones y sensibilidades que
luego se desdibujan y contradicen. Pero el aprovechamiento de estas parcialidades
con otro sentido demanda la realización de un trabajo concientemente direccionado a
producir nada menos que rupturas en el sentido común.
Sin este trabajo, previo y simultáneo, que revaloriza el nivel sujeto a sujeto, la
construcción de la equidad no es posible. Aunque pudiera alcanzarse desde la
materialidad su mantenimiento también interpela a la esfera simbólica aún de los
sujetos directamente involucrados.
Recordemos que la “complementariedad de la nada”, es decir, la parcialidad, la
ineficacia de la asistencia es sostenida también por sus destinatarios. Sin entrar al
análisis, los eriza la idea de que las necesidades aún básicas sean cubiertas por otra
vía que no sea el ingreso por trabajo. “Orgullo”, “amor propio”, “dignidad”, son
expresiones generalizadas que valorizan positivamente a esta reacción. Otra muestra
de la eficacia del sentido común que, en el mejor de los casos, podemos calificar de
anacrónicas. Como acicate contra la pobreza guardaban más coherencia en regímenes
de pleno empleo. La magnitud y el carácter estructural del desempleo actual señalan su
ridiculez. No obstante su vigencia es un obstáculo, menor pero obstáculo al fin, a la
imaginación de situaciones más equitativas.
La aparente inamovilidad de la situación global y la rispidez de sus escenarios
concretos, particularmente los configurados por la pobreza y la asistencia social, exigen
alguna perspectiva, cuando menos teórica, para la intervención profesional que permita
afrontar la impotencia. Aunque pueda calificarse de voluntarista, esta vía microscópica y
a la vez fundante para la apertura a otras posibilidades es un marco adecuado a la
magnitud de nuestro aporte. Sabiendo que el desafío no es fácil, que la meta no es
alcanzable sólo desde aquí, que quizá ya no estamos en el tiempo de los grandes
cambios pero también que la historia no ha concluido y nos interpela.
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VILLARREAL J., La exclusión social, Norma - FLACSO, Bs. As., 1996
VILLARREAL J., Estado, sociedad y acción social, CLAD, Bs. As., 1994 11 Lic. en Trabajo Social, becaria de investigación y auxiliar docente en la Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires, Argentina. 2 “La trama cotidiana de la pobreza y la asistencia social”, Secretaría de Ciencia y Tecnología, Universidad Nacional de Luján, Buenos Aires, Argentina. 3 MINUJIN, 1993: pág. 2 4 4 INDEC - CEPA, Mapas de la pobreza en la Argentina, 1994 5 Dos últimas décadas. 6 De esta forma se denomina el tipo de pobreza que más se extendió en los procesos de las últimas décadas. Se trata de amplios sectores de las clases medias afectados por la movilidad social descendente que resulta de la reducción del mercado laboral y la precarización del empleo. El descenso de sus ingresos no permite a estos sectores mantener el nivel de vida anterior sufriendo un deterioro en las condiciones de vida que los acerca a los sectores históricamente pobres, los pobres estructurales, si bien sostienen fuertes diferencias culturales.