plotkin - manana en san peron - la crisis del consenso liberal en la sociedad argentina

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Capítulo 1 La crisis del consenso liberal en la sociedad argentina Qesde su incorporación al mercado internacional en la segunda mitad 4el siglo XIX, la _Argentina había experimentado un largo período de expansión económica sin precedentes, basado en la expo11:ación de pro- ductos agropecuarios. Esta experiencia sin duda exitosa se debió a la combinación de recursos domésticos (tierra abundante y fértil) y extran- jeros (capital y mano de obra proporcionada por la-inmigración masiva). Hasta 1916 el país había sido gobernado por una elite política cuyos intereses estaban fuertemente vinculados con el mercado de nrportación. La vasta mayoría de la población era excluida de la participación formal en el sistema político por medio del fraude electoral y la coerción. Esta exclusión de las masas, además, se veía reforzada por la existencia de una alta proporción de inmigrantes dentro de la población, la mayoría de ios cuales carecía de incentivos para adoptar la ciudadanía argentina, lo cual les impedía participar del sistema electoral a nivel nacional. 1 Las características de este orden político y social eran consistentes con el consenso que existía entre los sectores dominantes acerca de cuáles debían ser las precondiciones sociales y políticas adecuadas para sustentar un continuado crecimiento económico. Este consenso, que se basaba.en las premisas ideológicas del liberalismo decimonónico tal como era éste entendido en América Latina, 2 enfatizaba la necesidad de mantener una sociedad sin conflictos y formalmente democrática aunque de hecho 1 Sobre este período, véase Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, Argentina: ia república consen1adora, Buenos Aires, 1972. Véase también Natalio Botana, El orden conservador: la política argentina entre 18 80 y 1916, Buenos Aires, 1977. 2 Ch. Hale, "Política! and social ideas". Para la evolución del liberalismo en México, véase Ch. Hale, The Transformation of lviexican Liberalis?11 in Lzte Nineteellth- CentmJ' 1Wextco, Princeton, 1989. Para el caso argentino véase N. Botana, La -tradición republicana: Alberdi, S anníento .Y las ideas polittcas de s11 tiempo, Buenos Aires, 1984. Véase también Tuiio Haiperin Donghi, "Liberalismo argentino y [27]

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Page 1: Plotkin - Manana en San Peron - La Crisis Del Consenso Liberal en La Sociedad Argentina

Capítulo 1

La crisis del consenso liberal en la sociedad argentina

Qesde su incorporación al mercado internacional en la segunda mitad 4el siglo XIX, la _Argentina había experimentado un largo período de expansión económica sin precedentes, basado en la expo11:ación de pro­ductos agropecuarios. Esta experiencia sin duda exitosa se debió a la combinación de recursos domésticos (tierra abundante y fértil) y extran­jeros (capital y mano de obra proporcionada por la-inmigración masiva).

Hasta 1916 el país había sido gobernado por una elite política cuyos intereses estaban fuertemente vinculados con el mercado de nrportación. La vasta mayoría de la población era excluida de la participación formal en el sistema político por medio del fraude electoral y la coerción. Esta exclusión de las masas, además, se veía reforzada por la existencia de una alta proporción de inmigrantes dentro de la población, la mayoría de ios cuales carecía de incentivos para adoptar la ciudadanía argentina, lo cual les impedía participar del sistema electoral a nivel nacional. 1

Las características de este orden político y social eran consistentes con el consenso que existía entre los sectores dominantes acerca de cuáles debían ser las precondiciones sociales y políticas adecuadas para sustentar un continuado crecimiento económico. Este consenso, que se basaba.en las premisas ideológicas del liberalismo decimonónico tal como era éste entendido en América Latina, 2 enfatizaba la necesidad de mantener una sociedad sin conflictos y formalmente democrática aunque de hecho

1 Sobre este período, véase Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, Argentina: ia república consen1adora, Buenos Aires, 1972. Véase también Natalio Botana, El orden conservador: la política argentina entre 18 80 y 1916, Buenos Aires, 1977.

2 Ch. Hale, "Política! and social ideas". Para la evolución del liberalismo en México, véase Ch. Hale, The Transformation of lviexican Liberalis?11 in Lzte Nineteellth­CentmJ' 1Wextco, Princeton, 1989. Para el caso argentino véase N. Botana, La

-tradición republicana: Alberdi, S anníento .Y las ideas polittcas de s11 tiempo, Buenos Aires, 1984. Véase también Tuiio Haiperin Donghi, "Liberalismo argentino y

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Matiana es San Perdn

gobernada por una elite ilustt;ada. Sería responsabilidad de esta elite ad­ministrar la riquezá aparentemente ilimitada, generada por el comercio

internacional y por la obl'a de la "mano invisible". Las instituciones de­

mocráticas proporcionaban, al menos en teoría, el marco·institucional adecuado para este desarrollo. La solidez de este consenso entre las elites

que controlaban el Estado fue una de las características más importantes . de la cultura política argentina hasta la segunda década del siglo xx._J Como señala Cristián Buchrucker, hasta la Primera Guerra Mundial nin­

guna de las instituciones relevantes de la Argentina había desarrollado concepciones políticas que fueran incompatibles con el consenso liberal.3

En ~emejante contexto, las ideologías partidarias y en general los

partidos políticos jugaban un papel más bíen secundario en el sistema

político a~gentino, ya que si estos tenían la aspiración de presentar una

. alternativa viable, debían por fuerza participar del consenso dominante. Aun el Partido Socialista, a pesar de su adherencia teórica a los principios

del marxismo, no perdía su confianza en las instituciones liberales y en la economía de mercado.

Hacia 1920, sin embargo, los problemas derivados de este modelo comenzaron a aparecer con claridad. El proceso desencadenado mfldio ·

siglo antes había tenido como consecuenciá una transformación tan pro­

funda de la sociedad que se hacían necesarios ciertos ajustes para asegurar

el continuado éxito de éste. La inmigración masiva había tenido un fuerte

impacto en la sociedad, y algunos de los recién llegados -los más afortu­nados sin duda, o sus descendientes directos- comenzaron a escalar

posiciones en la pirámide social, con tal éxito que amenazabaq el mono­polio de los privilegios económicos que tradicionalmente habífuI mante­

nido las elites sociales. La expansión de una clase trabajadora organizada,

de visibilidad creciente y cuyas demandas se hacían sentir en oportunida­des de manera violenta, también era percibida como un peligro potencial

por los sectores dominantes. En consecuencia, se hizo claro para algunos

grupos dentro de estos que una intervención más P!ofunda por parte del Estado en materias sociales, si no todavía en las económicas, era necesa­

ria. "La liberalidad absoluta tal como ha sido entendida entre nosotros

hasta hace muy poco es en los momentos actuales un grave peligro",

liberalismo mexicano: dos destlnos divergentes" en Tulio Halperín Dongbi, El espejo de la historia: proble111as argmtwos y perspectivas lati11oame11canas, Buenos Aires, 1987.

3 Cristian Buchrucker, 1\íacionalismo y peromsmo: J_,a Argenhna en la cnsts ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aíres, 1987, p. 28.

La crisís del consenso liberal en la sociedad argentina

escribía J oaqlún V González en la primera década del siglo XX. 4 El resul­tado de esta toma de conciencia fue una combinació[l de políticas soda­

Jes represivas y reformistas. Así, por ejemplo, •en 1902 se sanéionó la llamada Eey de Residencia, que autorizaba al Poder Ejecutivo a expulsar

del país de manera sumaria a cualquier extranjero considerado peligroso

para el orden social. En 1910, una nueva ley de "Seguridad Social" que otorgaba al Gobierno mayores poderes represivos fue sancionada por el Congreso. Por otro lado, el Congreso también comenzq a debatir y san­

cionar algunas de las primeras leyes sociales, y en 1904 el ministro Gon-. zález proponía, aunque sin éxito, la sanción de un código laboral que habría regulado las relaciones entre el capital y el trabajo. ·

Al rrusmo tiempo, durante la década de 1910 el Consejo Nacional

de Educación presidido por el Dr. José María Ramos Mejía establecía un

programa de "educación patriótica" destinado a inculcar un sentimiento nacionalista en las mentes de los hijos de los inmigrantes. Este sentimiento

nacionalista debía servir también como una J:¡arrera contra las "ideologías disolventes" (en especial el anarquismo, en auge en ese momento dentro del movimiento obrero).5 Paradójicamente, la fuerza del consenso ideo­lógico era aún tan fuerte, que entre los maestros que cumplían fieL.'11ente

con su obligación de adoctrinamiento patriótico era posible encontrar a ~aunos de abierta militancia anarquista y, más tarde, comunista.6 De he­

cho, la burocracia educativa incluía a personas de iis más diversas orienta­ciones ideológicas, desde nacionalistas como Leopoldo Lugones y Ma­

nuel Gálvez, hasta simpatizantes anarquistas como Juli9 Barcos.

í Durante la década de 1910, también se hizo clara la necesidad de una profunda reforma en el sistema político. El sistema cerrado que

impedía la partidpación activa de las masas en el juego político ya no

proveía las respuestas adecuadas a los problemas presentados por una s.ociedad que se tomaba cada vez más compleja. La Unión· Cívica Radi-

' Citado en David Viñas, Literatura argentina)' realidad política, Buenos Aires, 1982, p. 236.

5 Sobre educación patriótica, véase Carlos Escudé, El fracaso del prO)iecto argentino: educación e ideología, Buenos Aires, 1990, especialmente el capítulo 2; y Hobart Spalding, "Education m Argentina, 1890-1914: The Limits of Oligarchic Re­form" en Joumal of Interdisaplinao' Hirto1:Y 3, Nº l. 1972.

6 Muchos maestros que participaban en las "escuelas racionalistas" ligadas a grupos anarquistas, que se suponía que ofrecían una educación alternativa no patnótica, ocupaban al mismo tiempo posiciones en el Conse¡o Nacional de Educación. Sobre educacíón ane,rquista véase el libro de Dora Barrancos, Anarquismo, ed1tca­ción )' costumbres m Ja Argwti11a de pri11czpios de siglo, Buenos Aíres, 1990.

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i.~'Ímiaua es San Perón

cal; que bajo el liderazgo de Hipólito Y rigoyen estaba en camino de convertirse en un pru:tido de masas que al mismo tiempo que se rehusaba a participar en un sistema electoral que, tal como estaba definido, no le dejaba ninguna chance de triunfar, también contribtúa a la deslegitíma­ción del sistema político tradicional.7 Los miembros más progresistas dé hl~ dª-S~? dominantes, entre ellos el presidente Roque Sáenz Peña, coro­.prendieron que a efectos de asegurar la supervivencia del sistema era indispensable una profunda transformación de éste. Dicha transforma­ción, lejos de implicar un rechazo de los principios del liberalismo en los cuales se basaba el consenso dominante, implicaba más bien una aplica­ción más amplia y precisa de estos; lo que implicaría la incorporación de las masas en el sistema político. Un resultado importante de esta aplica­ción más cabal de las premisas del liberalismo fue la llamada Ley S_áenz Peña, que estableció el voto secreto, obligatorio y universal (para la pobla­ción masculina). Como consecuencia inmediata de la aplicación de esta ley, en 1916 Hipólito Y rigoyen triunfó en las elecciones presidenciales. convirtiéndose en el primer presidente eleg1do por la voluntad popular ..

Durante la administración radical el Estado incrementó su partici­pación en cuestiones políticas y sociales, actuando en muchos casos como un árbitro de los conflictos sociales. Sin embargo, a pesar de este papel expandido asignado al Estado, el radicalismo no abandonó, al menos en teoría, los principios del liberalismo. Después de todo Yrigoyen mismo proclamaba, como lo haría otro presidente radical casi setenta años más tarde, que el programa de la Unió!'. Cívica Radical era la Constitución Nacional de 1853, la verdadera columna vertebral del sistema político y económico liberal.

A pesar del hecho de que la Ley Sáenz Peña era en el fondo sólo una aplicación más tlgurosa de los principíos en los que se apoyaba el consen­so liberal de las clases dominantes, los resultados producidos por la incor­poración de las masas a la política induíeron a algunos miembros menos progresistas de la elite a cuestionar la validez de aquellos principios. Como señala José Luís Romero, las clases gobernantes, cuyo liberalismo y pro­gresismo habían sido motivo de orgullo, se transformaron en portavoces del conservadurismo cuando se vieron forzadas a confrontarse con 'lo

7 Sobre la evolución de la Uruón Cívica Radical, véase David Rock, El radicalisllJo argentino: 1890-1930, Buenos lures, 1977. Para una v1s1ón más reciente de los orígenes de este partido, véase Paula Alonso, Entre Ja 1evo!11ció11 J' los urnas. Los origenes de la Unión Cívica Radical)' ia política argmtma de Jos at7os '90, Buenos Aires, 2000.

La crisis dd consenso libtraí en la sociedad argentma

que ellos percibían como una amenaza "desde abajo". 8 Para esos grupos la Ley Sáenz Peña produjo como resultado lo que Buchrncker denominá el "periodo del peligro democrátíco".9 Ante la evidencia de que ya no era pos<i~le conservar el monopolio del poder político PQJ'. medio de la apli­cacion (aunque perversa) de los principiosJib(':ral~, los sectores ahora conservadores comenzaron a cuestionar la validé':z de esos principios.

Por otro lado, el propio Y rigoyen se convirtió en un importante fac­tor que contribuyó a la quíebra del cons.enso. Y rigoyen carecía de un pro­gr':111a concreto de gobierno, y estaba convencido de que su legitimidad no se basaba solamente en sus éxitos electorales sino en el hecho --que por otro lado los trmnfos electorales de su partido parecían confirmar- de que su gobierno y su partido eran en realidad "la patria misma": la encar­nación. de un~ unión cívica que representaba las aspíraciones del pueblo argentlno. I'v1ientras Y ngoyen y la propaganda oficial se referían a los gobiernos que lo habían precedido y a sus oponentes (los de Yngoyen), como "el réglillen", su propio gobierno era caracterizado corno "la cau­sa".10 Aunque es justo reconocer que la libertad de expresión no sufrió d:irante el gobierno de Yrigoyen (particularmente durante el primero), lo cierto es que el discurso oficial intentaba privar a la op_o.síción de su stam;¡ como contendiente legítimo en la arena política. 11 Se produjo, por lo tanto~ u~ proceso que podrían1os caracterizar como de "doble deslegiti­inac1on . :Los yngoyerustas se negaban a reconocer a la oposición como actores políticos legítimos, mientras la oposición conservadora cuestio­naba la legitimidad no sólo del gobierno radical sino t.ambié.n._delim.xm ideológico e institucional que lo había hecho posible. .

La emergencia del nacionalismo

_ La verdadera amenaza al sistema basado en los principios del libe­ralismo democrático provino de aquellos segmentos de la elite que per-

8 José Luis Romero, El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina deí stglo XX Buenos Aires, 1983, pp. 57-58. '

9 Buchrucker (1987), p. 32 y ss. 10 ........ <

J:'.s mr_eresante menc10nar que el tono del diario yrigoyenista La Época no era muy distmto en sus clog10s ai presidente radical y en sus insultos a ia onosición de lo que sería después ai transfo1marse en un diario peronista. '

ll Véase An~ Maria Mus,:apic, "Conflictos ms:itucionales durante ei primer gobier­no radical. 1916-1922 .en Desarrollo Econo1mco, Revista de Cietmas Socia/es 24 N~ 9~, 1984; y Peter Smíth, "The Breakdown of Democracy in Argentina 1916~ 1930 , en Juan Lmz y Alfred Stepan (eds.), The Breakdonm of DeJJJocratic Regi- '

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cibían su propia situación amenazada por los sectores recién incorpora­dos a la vida política, y del nacionalismo radical de derecha que comenzó a surgir en la décad~ de 1920.12 La Revolución Soviética de 1917, los disturbios sociales de la Europa de la primera posguerra y los eventos de la Semana Trágica de 1919 sólo sirvieron para confirmar los temores de la elite:El gobierno de Yrigoyen era caracterizado por sus opositores conservadores como el preludio a una revolución de tipo soviético en la que Y rigoyen cumpliría el papel que en Rusia le había cabido a Kerensky. Durante la década de 1920 surgieron numerosos grupos nacionalistas de derecha, tales como la Liga Patriótica Argentina, que luchaban por la recuperación de la "verdadera nacionalidad" y por el establecimiento de algún tipo de control autoritario del orden público a efectos de prevenir el ascenso de las masas al poder y los peligros del comunismo.13

El surgimiento de una ideología nacionalista no era un fenómeno nuevo en la Argentina. Ya en la década de 1910 se había producido la emergencia de un pensamiento nacionalista. Sin embargo, mientras el objetivo de los pensadores nacionalistas de aquella década había sido el mantenimiento de un sistema, cuyas grietas eran ya evidentes, a través de la infusión de una nueva vitalidad al Estado y de la generación de senti­mientos patrióticos entre las masas inmigratorias, los nuevos nacionalistas se proponían precisamente la destrucción del sistema.14 Ya en 1924 Leo­poldo Lugones había predicho con entusiasmo el advenimiento de "la hora de la espada". ~ru,:a él, al igual que para otros militantes nacionalistas, el ejército era el único depositario del sentimiento nacional. Desde el ·libro La Argentina y ei imperiaíismo británico de los hermanos Julio y Ro­dolfo Irazusta al "Manifiesto de la Liga Republicana" de mayo de 1933, todos los grupos y autores_ nacíonalistas coincidían en celebrar la muerte

de_l liberalismo. Sin embargo, los nacionalistas nunca fueron capaces de

mes. Latín Ammca, Baltimore, 1978. 12 Sobre íos nacionalistas, véase fyiarysa Navarro Gerassi, Los 11acio11alistar, Buenos

Aires, 1969; Enrique Zulcta Alvarez, El 11acio11alismo argentí110, Buenos Aires, 1975; y Buchrucker (1987).

13 Ver Sandra Me Gee Deutsch, Co1111terrevolutzo11 111 Argmtma, 1900-1932. The Argentzne Patn.otic Leag11e, Líncoln, Nebraska, 1986.

14 Véase, por e¡emplo, La restauración 11acio11alísta, de Ricardo Rojas. Sobre el nacio­nalismo de la década de 1910 véase D. Rock, "Intellectual Precursors of Conser­vative Nationalism in Argentina, 1900-1927", Hispa11ic AJJJerican Histoncal Re­vie111, 67, Nº 2, 1987. Sobre la reacción de los nacionalistas frente a la inmigración, Tulio Halperin Dongbi, "¿Para qué la inmigración? Ideología y política inmigra­toria en la Argentina (1810-1914)", en Halperin Donghi (1987).

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• formar un partido político viable y permanecieron profundamente divi­i didos. Su fuente de inspiración provenía fundamentalmente de ías obras de Charles lvfaurras, pero algunos de ellos admiraban a Mussolini, Oli­veira Salazar y Primo de Rivera.

El pensamiento nacionalista tuvo un profundo impacto en el ejérci­to. El periódico nacionalista La Voz Nacional, fundado por Juan Carulla en 1925, contaba entre sus suscriptores con ei general José Félix Uriburu. Uno de los oficiales de rango medio que participaron en el golpe de Estado que en 1930 derrocó a Y rigoyen, el entonces capitán Juan Perón, recordaría muchos años después que el grupo de oficíales que organizó la conspiración distribuía entre las filas del ejército ejemplares del perió­dico nacionalista La Nueva República.15

El desafío al consenso liberal se convirtió en una verdadera amena­za en la década de 1930, cuando una combinación de factores, incluyen­do los efectos de la crisis económica, pusieron en evidencia el hecho de que la línea de evolución histórica basada en ios principios del liberalismo había llegado a su fin.i 6 Tal como se hizo claro luego del golpe de 193!)_la elite política, incluyendo algunos integrantes de un nuevo miembro de ésta, el ejército, se dividía entre aquéllos que consideraban deseable y po­sible una vuelta al orden político previo a 1916, y aquellos otros (inclu­yendo al general Uriburu) que proponían una completa transformacíón de éste, basada en los principios sustentados por los .regímenes tQJafüa­rios que estaban surgiendo en Europa. Aunque este último grupo, com­puesto por nacionalistas que rechazaban de plano la tradición liberal, era marginal y permaneció dividido, alguna de sus ideas permearon el "cli­ma de ideas" de la época. En cualquier caso había un sentimiento com­partido de que la era del liberalismo estaba llegando a su fin.

La qwebra del consenso liberal no sólo se hizo evidente en la eva­luación que distintos grupos hacían de la situación presente, sino también _en sus interpretaciones del pasado histórico., Durante la década de 1930 surgió una nueva corriente de análisis histórico: el llamado Revisionismo Histórico, estrechamente ligado al nacionalismo. Esta tendencia historio­gráfica intentaba llevar a cabo una revisión de la versión del pasado pre­sentada por la historiografía liberal a efectos de justificar las alternativas

15 Juan Do1mngo Perón. Tres re110!11ciones militares, Buenos Aires, s/ f. 16 Tulio Halperm Donghl, "El lugar del peronismo en la tradición política argenti­

na", en Sanrnel Amara! y Mariano Plotkm (comps.), Peró11, del exilio al poder, Buenos Aires, Cántaro, 1993 [2" ed.: Caseros, Eduntref, 2004).

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ltrlaña11a es San Periil!

• políticas no liberales que sus adherentes apoyaban" Los revis1onístas in~. tentaban recuperar la tradición hispano-católica del país como alternativa a la cosmopolita y liberal. Según los revisionistas, la historia argentina era en realidad la historia de la penetración y explotación del país por parte del imperialismo británicq: Los "padres fundadores" del liberalismo ar­gentino no eran sino merbs agentes de este imperialismo. Los caudillos antiliberales, que habían sido relegados por la historiografía liberal a la categoría de representantes de la barbarie, y en especial Juan Manuel de Rosas, reemplazaron a los héroes liberales en el panteón nacional revisio­nísta. A pesar de que durante la década de 1920 ya se había intentado reevaluar la imagen de Rosas, sería sólo durante la década siguiente que estos intentos adqui.rú:ían una connotación abiertamente polfrica.17

A lo largo de la década de 1930 la polémica alrededor de las inter­pretaciones divergentes de la historia nacional se convirtió en un compo­nente importante del debate político. Distintos grupos políticos usaban la historia como instrumento para legitimar sus propias aspiraciones políti­cas. Tal como estaba claramente explicitado en un panfleto político del grupo Forja (al que nos referiremos más abajo) del año 1937: "la historia es un arma polírica".18 Este uso del pasado no era patnmonio sólo de los grupos nacionalistas. Grupos políticos de diversas orientaciones ideoló­gicas se veían en sí rnísmos como el último eslabón de una cadena de períodos y eventos históricos que representaban la verdadera y legítima historia de la patria. En 1928, por ejemplo, el "Comíté de Jóvenes Inte­lectuales Yrigoyenistas" creado por algunos rníembros del grupo litera­rio que publicaba la revista Martín Fierro, y que incluía en sus filas a Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal y Raúl González Tuñón, aprobó una resolución reconociendo tres períodos en la histona nacional: revolución (1810-1816), organización (1853-1860), conciencia nacional (1916-1922).1 ~

Además del nacionalismo autoritario de ultraderecha, durante la década de 1930 también surgió una tendencia populista dentro del na­cionalismo. En 1935 un grupo de jóvenes rníembros de la Unión Cívica Raclical, insatisfechos con la orientación dada al partido por sus líderes,

17 Diana Quattrocch1-\Voísson, "La querelle h1stonograph1que en Argenune. Qucte d'identité pour una nation en críse. Histmre et poliuque 1916-1955", tesis de doctorado, Universidad de París VII, 1989, passm1.

18 Citado por MigutJl Angel Scenna, FORJA: una avmt11ra argenfmt1 (dt Yngqyw a Perón), Buenos,Aíres, 1972. vol. 2, p. 387.

19 Jesús Méndez, ''.Argentine Intcllecruals in the Twenaeth Century, 1900-1943", tesis de doctorado, Uruvers1dad de Texas, Ausan, 1980.

La cr1s1s dei consenso iiberal en la sociedad :a.rgenuna

creó el grupo Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (For­ja), bajo el liderazgo intelectual de Raúl Scalabrini Ortiz.20 Los jóvenes de Forja estaban descontentos en particular con la política "participacionís­ta" que Marcelo T. de Alvear había adoptado para el partido. Forja se proclamaba heredera del verdadero yrigoyenísmo y declaró que sus ob­jetivos eran recuperar la verdadera ideología y retomar las banderas del ex presidente .• i\i igual que los nacionalistas de derecha, el grupo Forja sería pro neutralista durante la Segunda Guerra Mundial, aunque no ne­cesariamente pro Eje. Al igual que los "otros" nacionalistas, los forjistas también se sintieron atraídos por la versión revisionista de la historia na­cional, y también consideraban a la penetración del imperialismo británi­co como el problema más importante (sí no el úníco) que debía enfren­tar la Argentina.

Sin embargo, a pesar de las similitudes y a veces lazos personales que la gente de Forja tenía con los nacionalistas de derecha, había impor­tantes diferencias entre ambas vertientes del nacionalismo. El discurso de Forja, que constantemente hacía apelaciones al "pueblo", y su confianza en la voluntad popular, no podía ser más cliferente de la concepción jerárquica y reaccionaria de la sociedad que sustentaban los nacionalistas de derecha. Los forjistas denunciaban a la oligarquía como agente del rmperialismo y reclamaban la emancipación económica del país como también el "verdadero ejercicio de la voluntad popular".21

Pero el compromiso de los forjistas con las instituciones demo­crático-liberales no carecía de ambigüedades y se basaba en una distin­ción entre "democracia formal" y "democracia real". En 1942 Arturo Jauretche, un influyente rníembro de Forja que luego ocuparía posiciones oficiales durante el gobierno de Perón, escribió:

La cosa es sencilla: se nos quiere hacer pasar por de­mocracia el mantenimiento del Parlamento, la justicia, las instituciones, en una palabra, lo formal que el régimen ma­neja. Para nosotros la democracia es el gobierno del pue­blo, con o sin Parlamento, con o sin ¡ueces.22

20 A pesar de su influenda, ScalabrlnÍ Ortiz no fue míembro de :~orja, ya que se, negó· a afiliarse a la U CR., uno de los requerunicntos para ingresar en la organización.

11 Sobre Forja, véanse Scenna (1972); y Buchrucker (1987). 21 Carta a.José Avalos, cítada en Scenna (1972), p. 517.

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Como señala Ernesto Laclau en su ya clásico estudio, "la década de · 1940 desarticuló el discurso político tradidonai del radicalismo: ahora ha­bía que optar entre liberalis~o o democracia. La síntesis perfecta entre los dos conceptos que había caracterizado al yrigoyenismo estaba disuelta". 23

El modelo de sociedad que los forjistas tenían en mente era uno en el c¡ue no había lugar para conflictos sociales: estos serían reemplazados poda armonía social. "La liberación nacional sólo puede ser la resultante de la unión de clases y no de su oposición" .24 Ai igual que Y rigoyen dos décadas antes, Forja quería para la "verdadera" Unión Cívica Radical un estatus superior al de un mero partido político. La Unión Cívica Radical debía proveer las bases de un nuevo consenso que cimentaría la unión de la sociedad. En 1942, J auretche decía en un tono semejante al que habi­tualmente había usado Yrigoyen:

Ahora hay radicales que no se atreven a decir que la UCR no es un partido político sino la unión civil de los argentinos para realizar la Nación por encima de las faccio­nes del régimen que son los partidos. Encuentran eso tota­litario ... La definición era perfect.a y no encuentro que haya habido nunca una fuerza revolucionaria que no fuera totali­taria, es decir que negase totalmente cualquier facción al constituirse ella en la Nación rnisma.25

Todavía en 1945,Jauretche escribía en el periódico La Víspera:

Para los que ven en el radicalismo un partido político esto puede parecer una fácil elusión de la definición concre­ta. Pero la UCR no es un partido político ... En reiterados documentos había [Y rigoyen] establecido v desarrollado el

concepto de que Ua UCR] era la unión civil de los argenti­nos para realizar la nación radicalmente, y no un partido de disputa del poder ... Por eso pudo decir que ei radicalismo era la Nación misma. 26

Muchos de los miembros de Forja, inclu3;endo a Jauretche mismo, verían en el peronismo la consumación del sueño radical. Luego de los

23 Laclau (1977), p. 180. 24 Scenna (1972), p. 152. 23 Carta a Avaios citada en Scenna (1972), p. 519. 26 La Víspera, 27 de enero de 1945. Citado en ibid., p. 611.

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eventos del 17 de octubre de 1945, Forja se autodisolvió, ya que sus miembros consideraron que en vistas de los hechos ocurridos la existen­cia del grupo se había tornado innecesaria. Aunque algunas de las ideas de los forjistas adquirirían gran influencia más adelante, el grupo nunca contó con más de 2.500 miembros en todo el país.27

La "Década Infame" y la redefinición del papel del Estado: justicia social y corporativismo

Aquellos sectores que se hicieron cargo del poder como conse­cuencia del golpe de 1930 se aseguraron de conservarlo ... Su objetivo era recrear las condiciones existemes antes de 1916, cuando las masas habían estado excluidas del sistema político. Para ello, los gobiernos neoconser­vadores que dirigieron el país durante la década de 1930 hicieron amplio uso del fraude electoral y la corrupción política. Esta corrupción contrí­buyó a-generar una crisis de legitimidad en el sistema político. Además,

' los partidos tradicionales estaban sufríendo crisis internas, no dejando alternativas reales a la vista.28 A partir de 1935 la U rúón Cívica Radical, luego de cinco años de ausencia de la escena política, retornó a ocupar su lugar en ésta lo que fue interpretado por muchos rruembros del partido como una claudicación de principios. Las sucesivas muertes de l\farcelo T. de i~Jvear, Agustín Justo y Roberto Ortiz en el plazo de meses entre 1942 y 1943 también contribuyeron a generar un sentuniento de inesta­_bilidad política. La desaparición de Alvear había dejado ai radicalismo sin líderes relevantes. La larga enfermedad seguida de Ja muerte del pre­sidente Ort1Z frustra.ton sus planes de revitalización y limpieza del sistema político. Por otro lado, la presencia del general Justo, que tenía ambicio­nes políticas propias y un gran prestigio dentro del ejército, había servido para garantizar el acatamiento del arma al sistemainstitucionaL Su muerte dejó sin líder a los sectores más democráticos del.ejército.

Sin embargo, la'SÍtuación en los años de 1930 era muy diferente a la existente antes· de 1916. La crisis económica de 1930 tuvo dm conse­cuencias ímportantísimas c1ue contribuyeron a la quiebra definitiva del consenso en el cual se basaba el sistema pre-1916. En primer lugar, como resultado de las nuevas condiciones económicas, el rol del Estad.o fue reformulado y expandido particularmente en el área de la economía. En

27 Jbid.,pp.194-195.

?Jl A. CirJa, Parlidor y poder en la A;ge11tma 1JJoderna (1930-1946), Buenos Aires, 1975.

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1..\if01/atJt1 ~s San Peró11

1933 el presi?ente Justo comenzó a implementar una política econórruca al estilo "New Deal".29 El Estado tomó un papel activo en la regulación de las fuerzas del mercado en general para beneficio de las clases acomo­dadas cuya suerte no podía ya confiarse a los dictados de la "mano ip.yí­

, sible". La agitada discusión generada alrededor de la definícíón de las funciones del Estado puede seguirse en los debates parlamentarios y en las págmas de publicaciones ta.les como la Revista de Economía Argentina. 30

En segundo lugar, ia creciente visibilidad de la clase obrera pi_~­podía ignorarse. Durante la década de 1930, la crisis económica limitó la habilidad del país para mantener sus niveles tradicionales de importación de productos manufacturados. Eso produjo una ola de industrialización sustitutiva de importaciones. Enrre 1935 y 1946 el número de plantas industriales pasó de 38.456 a 86.400, mientras ei número de obreros industriales pasó de 435.816 a 1.056.673 en el mismo período.3

i Este rápido crecimiento industrial, sin embargo, no tuvo su correlato~-º-una mejor distribución del mgreso. I\fas bien, como señala Juan Carlos Torre, durante la década de 1930 el Estado funcionó como un instrumento en beneficio de los intereses de los sectores económican1ente dominantes, que ahora incluían también a los industriales.32

Sin embargo, en parte como resultado del miedo a que los conflic­tos soC1ales que siguieron a la primera posguerra se repitieran en la segun­da, el tema de la "justicia social" pasó a formar parte del discurso políti­co de grupos que iban desde la ultraderecha a los industi:iaies reformistas agrupados alrededor de la Revísta de Econov1ia Argentina, dirigida por Alejandro Bunge. Todos estos grupos veían en una intervención más

29 Carios Díaz Aie¡andro, Ess~ys on the Eco11omic History of the Argmtme Rep11bíic, New Haven, 1970; Javier Villanueva, "EconoITllc Devélopmenr", en Mark Paí­coff y Ronaid Dolkart ( eds.), Prologue to Peron: Argentina m Depression a11d IV'"ar, 1930-1943, Berkeley, 1975. Véase también Peter J\lhadeff, "The Economíc For­muiae of the 1930's: A Reassessment" en Guido Di TeUa y D. C. M. Platt (eds.), The Po/itica! EconotJJy of Argentína: 1880-19 30, Londres, 1985.

30 Véase entre otros Marcos Rouges, "¿Está e:! honzonte tan oscuro?", Revista de Economía Argentina (en adelante REA), L"'LX, Nº 179-180, 1933; Ale¡andro Bunge, "A propósito de la participación dei Estado en ía indusrna y el comer­cio", REA, XXXIV, Nº 204, 1935; "El Estado industrial, dos e:h-perimentos", RE-4, XXXIV, Nº 10-12, 1935; y REA, XLI, 292, 1942, número enteramente dedicado al papel del Estado en Ía economía.

31 D. James, rusíslance cmd Integration: Peroms?il ami the Argmtine fForkmg C!ass, 1946-1976, Cambridge, 1988.

32]. C. Torre, "Interpretando (una vez más) los orlgenes del perorusmo", De.rmTo­llo Económico. Revista de Ciencws Socialer, 29, Nº 112, 1989.

La crís1s dei consenso liberal on la sociedad argentina

vigorosa del Estado en los problemas económicos y sociales la única solución posible a estos. Luis Colombo, por muchos años presidente de la Unión Industrial Argentina, expresaba sus preocupaciones de esta manera en 1943:

Entre ellos Uos problemas que los países enfrentarían 'en la posguerra] ocupa un lugar preponderante el que se refiere al bienestar social, puesto que la pobreza y la miseria son las fuentes origmarías de todas las rebeliones ... Es sobre ese punto donde hay más seria preocupación en las grandes naciones ... Así queremos defender al trabajador "desde la cuna hasta la tumba". Y así será.33

De manera semejante, en 1942 el empresario Torcuato Di Tella había presentado un proyecto de ley al Congreso proponiendo la creación de un, sistema de segundad social universal semejante (aunque mucho menos ge­neroso) al propuesto por sir \Villiam Beveridge en Gran Bretaña.34

El tema de la "justicia social" también preocupaba a algunos miem­bros del cuerpo de oficiales del ejérClto. Muchos de ellos veían en la po­breza existente en diversas regiones del país una amenaza a la seguridad nacional. En 1936, por ejemplo, el 45% de los potenciales conscriptos provenientes de la provincía de Santiago del Estero fueron eximidos del servicio militar en la revisión médica por problemas derivados de la mala nutrición y asociados a la pobreza. 35 Numerosas publicaciones y discursos

·, dentro de los círculos hacían referencia a la necesidad de mejorar las con­. diciones de vida de la población trabajadora mediante políticas estatales.36

De todo lo anterio_r se concluye que la década de 1930 en la Argenti­ua (como en muchas otras partes) ~stuvo caracrenzada por una crisis de las insntuciones liberales democráticas y de li;ídeología que las sustentaba. Las funciones del Estado estaban siendo redefinidas y la viabilidad del sistema mismo estaba siendo cuestionada. Como señala Ernesto Laclau, "[en ia década de 1930] liberalismo y democracia dejaron de estar articulados". 37

53 Luis Colombo, discurso pronunC1ado el 16 de abril de 1943 y reproducido en REA, XLII, Nº 299, 1943.

34 La discusión del plan de Di Tella puede ser segwda en las páginas de RE-4 a ló largo del año 1942.

35 Alam Rouquié, Poder militar y sociedad polítua en Ía Argmtma, Buenos Aires, 1982, vol. 1, p. 333; y J. D. Pcrón, Tres revoímiones militares, si f, p. 97.

36 A. Rouguié (1982), p. 333. 37 E. Laclau (1977), p. 188. / O (

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Esta crisis del consenso liberal fue reconocida explícitamente por el pre­sidente Justo en 1934 cuando hablando ante un grupo de profesores secundarios dijo: · _...

Estamos asistiendo a los más variados experimentos de organización social y vemos hoy negar ptincipios y creen­cias que ayer no más eran aceptadas como verdades indis­cutibles. Presenciamos el retorno de antiguos procedimien­tos abominados en su hora v acaso mañana presenciemos\ , '

ei repudio de lo que hoy se pretende erigir en verdad abso-luta y convertir en panacea de los pueblos.38

La democracia liberal ya no era percibida como el único sistema político legítimo, y diversos grupos políticos coincidían en propugnar algún tipo de sistema corporativo. En 1934, por ejemplo, Carlos Ibargu­ren decía, en una pieza que con unas pocas variantes podría haber sido pronunciada por Perón quince años después:

Ha llegado el momento de bregar pata que un espíri­tu de ideal nacionalista, homogéneo, sea la fuerte base de la Nueva Argentina. Es menester en esta hora de tormentosa confusión transformar al Estado a fin de que en la Nación -sin banderías que la debiliten ni lucha de clases que la divi­da- predomine sobre el egoísmo individualista la acción concertada de los grupos de intereses organizados -gre­miales, sindicales, profesionales, corporativos, económicos, sociales-, que en su conjunto representan el interés colecti­vo. Así, haciendo efectiva la justicia social y la solidaridad, . afianzaremos la unión nacional, fomentaremos el trabajo y 1a producción que nos dará la independencia económica y aseguraremos un mínimo de bienestar a todos los que la­boren en nuestra tierra al amparo de una equitativa distri­bución de la riqueza.39

Pero no eran los admiradores de las soluciones autoritarias en boga en Europa en aquellos tiempos los únicos en entusiasmarse por soluciones

38 "Discurso del General Justo en el almuerzo de camaradería de profesores secun­darios de la Capítal el 21 de setiembre de 1934", El Momtor de la Educación Común, Nº 714, setiembre de 1934.

39 Carlos Ibarguren, La histo1ia qtte he vivído, Buenos i\ires, s/ f, p. 465.

[40]

de tipo corporativo. El corporativismo formaba parte del "clima de ideas" de la época. El líder socialista Alfredo Palacios, q1.úen difícilmente puede ser considerado un admirador de 1\fossolini, aceptaba la posibilidad de

. establecer algún tipo de sistema de representación corporativo. En un dis­curso pronunciado en Córdoba el 6 de septiembre de 1930, reconocía que la "representación profesional, no para suprimir el Parlamento político, sino para completarlo, ha sido estudiada por publicistas de autorí~ad", y era por lo tanto una alternativa digna de ser considerada seriamente.40

El Estado y la Iglesia Católica: la redefinición de una relación antigua y conflictiva

Otro síntoma del cambio en el clima ideológico y político fue la estrecha relación que se desarrolló entre la Iglesia Católica y el Estado a lo largo de la década de 1930. Durante el gobíemo del general Justo esta relación fue probablemente la mejor registrada hasta entonces desde co­mienzos de siglo X,'(. El Estado y la Iglesia se acercarían aún más al principio del gobierno de Perón.

Tradicionalmente, las relaciones entre el Estado 'y la Iglesia Católica en la Argentina habían sido complejas. Durante las décadas finales del siglo XIX, cuando los gobiernos liberales sancionaron ia mayor parte de las leyes de separación entre Iglesia y Estado (matrimonio civil, educa­ción laica, etc.), estas relaciones habían sido particularmente tensas.41 En las décadas posteriores hubo un factor que contribuyó a suavizar las ten­siones: el surgimiento de un enemigo común, el anarquismo militante. entre los sectores obreros.

En 1910, el padre (y más tarde obispo) Miguel de Andrea, guíen siempre había mostrado un fuerte interés por la "cuestión social", toda­vía sentía ia necesidad de advertir a los liberales (o sea al Estado) que sus enemigos reales no eran los católicos sino los anarquistas de "ideas disol­ventes" .42 Nueve años más tarde, después de la Semana Trágica, la 1den-

"º Citado en José Luis Romero, El desarrollo de las ideas en la sociedad a1'g.'t1t111a deí sigío XX, Buenos Aires, 1983, p. 166.

41 Néstor Tomás Auza, Católicos)' liberales en la generación del ochenta, Buenos Aires, 1981.

42 "No lo ataguéis í~ católicol; y cuando de ello sintáis tentaciones, pensad que cada uno de los ataques que dirijáis contra sus verdades y sus príncir-ios, contra su práctica y su moral, será un nuevo golpe que descarguéis sobre los cimientos mismos dei edificio social en que descansáis ... Esas preciosas energías que tan sin razón se dirigían en com.ra de nosotros, aplicadlas resueltamente para contta-

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.Almimta cJ San Perón

ciclad del "<memigo real" ya era suficientemente clara. Luego de los suce­sos de 1919 algunos sectores de la jerarquía eclesiástica organizaron la llamada "Gran Colecta Nac10nal" con el propósito de mc¡orar las con­diciones de vida de la clase trabajadora. La idea detrás de ia Gran Colec­ta era que un meíor ruvel de vida alejaría a los trabaíadores de las tenta­ciones del anarquísmo o del comunismp. El marufiesto hecho público por los organizadores en la Gran Colecta terminaba diciendo: "Dime: ¿qué menos podrías hacer, sí te víeras acosado o acosada por una mana­da de fieras hambrientas, que echarles pedazos de carne para aplacar el furor y taparles la boca? Los bárbaros ya están a las puertas de Roma" .43

Las divisiones ideológicas que atravesaban a la sociedad en general también permearon en l<?s secrores católicos. Pero en Ja década de 1930 la corriente ideológica conocida como "integrismo" estaba ganando te­rreno entre la jerarquía eclesiástica. Según decía monseñor Gustavo Fran­ceschi, director de la influyente revista católica CJiterio, la democracia era inaceptabie como sistema de gobierno porque estaba basada en el libera­lismo y "un católico", decía Franceschi, "no puede ser liberal".44 Los sectores católicos más derechistas desarrollaron estrechos vínculos con los nacionalistas de igual orientación ideológica. Gradualmente la Iglesia (o al menos aigunos sectores de la jerarquía) comenzaron a partlc1par activamente en ia lucha política. En 1930 el sacerdote nacionalista Julio Meinvielle decía en Criterio que la Iglesia, a efectos de cumplir su misión, podía y debía orientar e íncentívar la pamc1pación de los cmólicos en la polítíca.'15 A partir de 1931, la jerarquía eclesiástica comenzó a publicar cartas pastorales ames de cada eiección presidencial, aconsejando de manera apenas velada a los católicos por quién debían votar.46

Durante el gobierno de Justo las relaciones entre la Iglesia y el Esta­do se estrecharon considerablemente. El Congreso Eucarístico Interna­cional llevado a cabo en Buenos .Aires en 1934 con la presencia del carde-

rrestar la illfluenaa demoledora de las doctrinas disolventes", l'vfiguel de An­drea, "Oración Pamótica de Acción de Gracias por el Éxito <le las Fiestas del Cenrenario", Buenos _i\ires, 1910.

43 Citado por J. L. Romero (1983), p. 109. 44 Gustavo Francesch1, Totalitarismo, !them!isl!Jo, rnto!icismo, Buenos Atres, 1940, p.

34; citado en NaYarro Gerass1 (1969), p. 116. 45 Julio Meinvíelle, "Sobre la Iglesia y ia polínca", en Cnteno, Nº 110, 1930; citado

en Jorge A. \Varley, Vida c11Íf¡¡ra/ e i11telect11alcs en la década de 1930, Buenos Aíres, 1985.

46 NrNarro Gerassi (1969), pp. 109--110. r

Lu crisis dd consenso liberal en la sociedad argenuna

nal Eugenio Pacelli, quien en ese entonces ocupaba el cargo de secretario de Estado del Vaticano y que luego sería coronado Papa con el nombre de Pío XII, proporcionó ai presidente Justo la oportunidad de ostentar su devoción y piedad· católicas. Justo asistió a todos los eventos relacio­nados con el Congreso, yendo en oportunidades mucho más allá de los requerimientos del protocolo. Semejante muestra de devoción fue nota­da por las autoridades del Congreso, y mereció el reconocimiento de la

jerarq1úa eclesiástica. El cardenal Pacelli comentó en una n_ota publicada en L'Osservafore Romano, y reproducida en Criterio, que nunca se había visto a un jefe de Estado pronunciar de manera tan solemn~ la consagra­ción de su pueblo al Rey de Reyes.47 La actitud de Justo con la Iglesia, atribuida por Tulio Halperin Donghi a la necesidaci "de erhplear a fuer­zas no estrictamente partidarias como contrafueros e instrumentos de

_extorsión sobre ias [fuerzas] organizadas políticamente",413,fue además, reforzada por el surgimiento de un sentimiento generalizado de religiosi­dad popular. Este se debió en parte a los resultados generados por la política de la Iglesia de "acercarse al pueblo" -particularmente a los sec­tores populares-, puesta en práctica durante las décadas de 1920 y 1930. En la "noche de los hombres" de la Conferencia Eucarística, 175.000 hombres recibieron la comunión de manos del cardenal Pacelli, qUJen no pudo ocultar su emodón:19 Aunque pueda ser cierto, como ha sido nota­do, ei hecho de que entre los fieles se haya registrado la presencia de numerosos mie~bros de Acción Católica y otros grupos militantes, en cualqwer caso esta agrupación no tenia en esa época más de 11.000 miem­bros. Aun admitiendo que todos ellos comulgaran esa noche, todavía queda una cantidad consíderable de gente que no puede ser'caracterizada como militantes activos y que sí asistió a la "noche de los hombres".5º Como monseñor Franceschi diría en 1936, la religión se estaba poniendo

47 L'Osser11a1ore Romano, 4 de noviembre de 1934, reproducido en Cnterío, Nº 359, 1935; citado en Noreen Stack, "Avo1ding the Greater Evil: The Response of the .Argenunc Carholic Church to Juan Perón", tesis de docrorado, Rutgers Uníver­síty, 1976, p. 57.

·18 T Halperin Donglu, Arge11tma en el callejó11, Montevideo, 1964, p. 37. 49

Según Criterio, 1.500.000 personas asisueron a los eventos del Congreso Euca­rístico. Crite1io, Nº 345, 1934; citado en Fortunato M.ülirnaci, Ei catolicwno integral en la Argmtina (1930-1946j, Buenos ll..!res, 1988, p. 9.

50 N. Stack (1976), p. 77. Según Tulio Haiperill Donghi, "la adhesión a ia Iglesía como elemento aglutrnador [durante la década de 1930] significa a la vez el disgusto por la realidad presente ... y una resignada aceptación de sus elememos fundamentales", T. Halperin Donghi (1964), p. 38. \

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de moda. 51 El catolicismo, tradicionalmente confinado a los sectores al-, tos, estaba ahora también penetrando en los sectores populares.52

El nuevo tipo de vínculo desarrollado entre la Iglesia y el Estado también se puso de manifiesto en un área de capital importancia: la edu-\ cación primaria. En junio de 1937, un grupo de maestros católicos orga- \ nizó una concentración en las puertas del edificio del Consejo Nacional de Educación para agradecer al presidente de éste, Pico, por "el espíritu que, de acuerdo a la ley, se ha infundido en las escuelas públicas a la educación moral y al culto a las tradiciones nacíonales."53 Pico respondió al homenaje puntualizando que la iey 1.420 de 1884 de ninguna manera ordenaba que se impartiera educación atea. A partir de 1938 se autorizó la celebración de navidades en escuelas públicas, io que se bacía con ia asistencia del presidente del Consejo Nacional de Educación y de otras autoridades civiles y eclesiásticas. 54

Sin embargo, la educación primaria fue una de las últimas áreas en las que la crisis del consenso se puso en evidencia. A pesar de las políticas del Gobierno, había en la burocracia educativa una fuerte corriente "sar­mientina" de tradición liberal fuertemente enraizada entre los maestros v personal de menor jerarquía. Además, así como en la década de 1910

· hubo en las filas de la burocracia educativa personajes que simpatizaban públicamente con e;l anarquismo y que sin embargo cumplían fielmente con su tarea de fortalecer el debilitado consenso a través de la educación patriótica (y funcio_nf.lrÍos de ideología derechista que cumplían con las mismas funciones), también en los años de 1930 y los de 1940 es posible encontrar gente de la ideología más diversa trabajando en el sistema edu­cativo. Así, por ejemplo, en 1946 Perón no tend~ía problemas en encon­trar entre los funcionarios de carrera de la burocracia educativa a aquellos de ideología nacionalista católica para ocupar cargos de importancia, como

51 En Crztmo, Nº 432, 1936, Franceschi dirigía sus quejas contra aquéllos que se acercaban a la Iglesia porque estaba de moda, así como sesenta años antes había estado de moda ser positivista.

; 2 En 1932 un editoríalista de Criterio se quejaba de que "la gran masa del pueblo ya no es católica; menos aún lo es la masa obrera argentina". Siete años más tarde la situación, según la revista, había cambiado favorablemente. En 1939 Cmeno anunciaba triunfalmente que "recién ahora comienza a asomar entre nosotros una nueva Edad .Media: f:l catoliosmo en 1939 es una primavera espwtual. El viento va llevando las ho¡as muertas, pero el árbol muestra toda su íozanía," Citado en Mallimaci (1988), pp. 28-29.

53 El lvlomtor de la Educación Común, Nº 774, 1937. 5'

1 En 1939 el cardenal Copello en persona asistió a una de estas celebraciones.

[44]

veremos más adelante. Pero al mismo tiempo, en 1945 el periódico co­munista 01iet1tación publicó un artículo criticando las políticas educativas antiliberales del gobierno militar, en particular la adopción del revisionis­mo histórico. El autor del artículo era un tal Juan Nissen, caracterizado por el periódico como un distinguido lector de Orientación y por lo tanto, suponemos, simpatizante comunista. Sin embargo su ideología no le ha­bía impedido tener una carrera admirable dentro del sistema educativo, siguiendo un cursus hono111111 que incluía el haber ocupado (entre otros) los puestos de profesor en la prestigiosa Escuela Normal de Paraná, secreta­rio del Consejo Escolar de Mercedes, inspector de escuelas primarias de Entre Ríos, director de numerosas escuelas y secretario técnico del Con­sejo Nacional de Educación.55

La crisis de consenso, la polarización de la sociedad y los intelectuales

La crisis del consenso liberal, combinada con la emergencia del nacionalismo en sus distintas vertientes, dividió, como ya vimos, a la so­ciedad y en especial a la elite. Esta división, sin embargo, sólo se hizo insalvable cuando acontecimientos internacionales como la Guerra Civil Española primero y la Segunda Guerra Mundial después forzaron a las clases dominantes, y en cierta medida a la sociedad en su conjunto, a tomar posiciones más militantes y rígidas.56 Aún en 1936, con motivo de la reunión del PEN club en Buenos Aires, la delegación argentina había estado compuesta por ei historiador nacionalista Carlos Ibarguren y la escritora liberal Victoria Ocampo, quien, además, sólo unos años antes había elogiado públicamente la fortaleza del régimen de Mussolini. De la misma manera, en 1935 Ocampo y Eduardo Mallea no habían encontra­do nada de objetable en aceptar una invitc'tción del Gobierno italiano para dar una serie de conferencias en varias instituciones culturales oficia­les donde fueron cordialmente presentados por el filósofo oficial del fascismo, Giovanni Gentile.57 En años posteriores tanto Mallea como

55 Juan Nissen, "Grave regresión cultural y derroche de caudales públicos", en Orientación, 31 de octubre de 1945.

56 Sobre el impacto de la Guerra Civil Española en la Argentina, véase I'vL Falcoff, "Argentina", en IVL Falcoff y Frederick Pike, The Spanish Civil W:ir 1936-1939. Avmicatz HevJispheric Pe171ecíives, Lincoln, Nebraska, 1982.

57 Beatriz Sarlo, U11a 111odemidad pe1iférica, Bumos Aires 1920 y 1930, Buenos Aíres, 1988, P- 288.

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Ala11tiihJ es Jan Feron

• Ocampo darían apoyo explícito a la oposición liberal a Perón y serían miembros prominentes del grupo proaliado de intelectuales durante ia guerra. En sus memorias el lústoríad01· revisionista Julio Irazusta recuer­da el clima de pacífica coexistencia entre intelechiales de ideologías diver­sas que era todavía posible a principios de la década de 1930:

[Refiriéndose a un encuentro en casa de Victoria Ocam­po] Eduardo Mallea, Pedro Henríquez Ureña, 1\faría de Maeztu, Carmen Gándara ... e innúmeros otros que no ten­go presentes, alternaban con nosotros en un ambiente de convivencia civilizada ... Si este experimento cesó fue en parte debido a la guerra europea que confundió los espíritus y los dividió en banderías internacionales. Pero a mí ver debióse también a que el nacionalismo degeneró en una internacio­nal ideológica y ya enteramente maniobrado por el régi­men, colaboró con los sucesivos gobiernos y no cuajó en la práctica. 58

Semejante "convivencia civilizada" era inímaglnable al final de los años de 1930.

La crís1s de confianza en el consenso que había aglutinado a la so~ ciedad (o por lo menos a su elite), también se puso en evidencia en las medidas represivas tomadas por los gobiernos neoconservadores con­tra intelectuales de tendencia izquierdista. En las décadas anteriores, aun­que el Estado reaccionaba con violencia contra cualquier amenaza con­creta y material contra el orden social, la libre diseminación de ideas no había sido vista como un desafío serío a éste. El consenso era fuerte y capaz de absorber ideologías alternativas. En el nuevo clima de la década de 1930, las ideas comenzaron a ser vistas como peligrosas y los intelec­tuales que las generaban eran sometidos a medidas represivas. De esta manera, mientras a finales del síglo XIX el conocido anarquista italiano Pietro Gori había sido invitado a dar conferencias en ia Facultad de De­recho de la Universidad de Buenos Aires, en los años de 1930 el pensa­dor marxista Anfüal Pon ce fue separado de su cátedra de Psicología en el Instituto Nacional de Profesorado y forzado a partir al exilio, mientras el poeta Raúl González Tuñón era persegi.údo legalmente por el contenido

58 Julio lrazusta, Me¡¡¡onas, Buenos Aires, 1974, p. 227; cítado por.John King, S11r· A Stt/t[)' of the Argenti11e Lzterm:y jo;mw/ and Its Role m the Development oj a C11/t11re, 1930-1970, Cambndgc, 1986, p. 74.

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La crms del consenso liberaí en la sociedad argcnd.na

de algunos de sus poemas.59 Como señala Jesús Méndez en su tesis doc­toral, en la década de 1930 Héctor Agosti fue puesto en la cárcel por decir las mismas cosas que José Ingenieros había dicho sin consecuencias décadas antes.60

La "muerte del liberalismo", lamentada por Mallea desde las pági­nas de Sm; fue ac;ompañada por una ola de pesimismo entre la íntelec­tualidad.61 En 1933, por ejemplo, Ezequiel Marúnez Estrada publicó su Radiogrcifía de la pmvpa, obra con la que ganó el Premio Nacional de Literatura de ese año. Radiografía es un catálogo exhaustivo de los pro­blemas y enfermedades argentinas. Naturalmente, la percepción de que las cosas no andaban del todo bien en el país no era nueva. Escritores anteriores tales como José María Ramos Mejía o Ricardo Rojas, ya en la , - .

década de 191 O habían hecho su diagnóstico sobre los problemas de la patria, y habían culpado por estos a los aún no adecuadamente integra­dos inmigrantes o al imperfecto pero perfectible sistema político. El diag- · nóstico estaba lejos de ser terminal, y ambos esp::itores 0J otros) propo­nían recetas a efectos de que la patria recuperara su salud. Martínez Estra­da, en cambio, encontraba las causas de los problemas nacionales en los mismos orígenes de la historia dei pais. Según su -visión, la Argentina estaba pagando ahora el precio de sus defectos de origen, defectos que tenían que ver con su geografía y con la configi.1ración económica y social de las pampas.

Esta visíón crítica de la Argentina era compartida por otros autores tales como Eduardo Mallea, quien en su Histmia de una pasión argentina distinguía entre una "Argentina visible" -materialista, pretenciosa, sin alma y·urbana-y una "Argent:iqa invisible" -enraizada espiritualmente y esen­cialmente rural-. La obra de Mallea, que ad.quirió grap popularidad, fue escrita, como el propio autor nos informa, como resp'uesta a su "necesí­dad de gritar mí angustia a causa de mí tietta, nuestra tierra". A diferencia de Martínez Estrada, Mallea no encontraba el origen de los problemas del país en su configuración geográfica. Más bien, Mallea encontraba su causa en la "Argentina visible" y particularmente en el comportamiento de políticos e intelectuales durante la crisis que se estaba viviendo. La

59 Sarlo (1988), p. 133. 60 J. Méndez (1980), p. 358. 01 Eduardo I\fallea, "El escritor de hoy frente a su tiempo", en Sur, Nº 12, 1935. Un

panorama de las corrientes intelectuales del periodo puede encontrarse en Mark Falcoff, "Intcllecrual Currents", en I\i Falcoff y R. Dolkart (1975).

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visión de Mallea era, en este sentido, menos pesimista que la de Martínez Estrada, ya que adrrP.tía la posibilidad de redención. Uno de los capítulos de Historia de tma pasión argentina se titula "El país como Lázaro". Aun­que la situación analizada por el libro era caracterizada en los términos más oscuros, eventualmente, como en la historia de Lázaro, había una resurreccíón. Sin embargo, en el momento en que Mallea escribía, tam­bién como Lázaro, el país estaba muerto.

Algunos intelectuales y políticos, desesperados por la crisis, encon­traron en el suicidio la única salida posible. La década de 1930 fue tam­

bién la década de los "grandes suicidios", incluyendo aquellos de Leo­poldo Lugones y Lisandro de la Torre entre otros.

*** En muchos aspectos, los años de 1930 marcaron el final de un

período que había comenzado más de cincuenta años antes. En parte como resultado de la crisis económica, que terminó de quebrar las bases (que por lo demás habían resultado ser más débiles de lo previsto) de la exítosa experiencia argentina, y en parte como resultado de la evolución natural de una sociedad que se estaba tornando más compleja y conflic­tiva, el consenso que había aglutinado a las elites se desintegró. Como señala Beatriz Sarlo, la Argentina, que en el siglo XIX había sido "una causa y un programa", era en los años de 1930 "un problema que admi­tía pocas soluciones optimistas".62 El clima de discordia generó una "es­tructura de sentinúentos" que permeó la literatura y la vida cultural en general.63

A finales de la década de 1930 la sociedad argentina estaba profun­damente polarizada. La ilusión de la existencia de una unanimidad y ar­monía social ya era insostenible. l1demás, el siste~a político corrupto y fraudulento había perdido legitimidad, y el ejército se había convertido en un importante factor de poder político. Fue en este contexto que ocurrió el golpe de junio de 194 3 que motorizaría el ascenso de Perón. Sin embargo, como mostraremos en el capítulo siguiente, la tradición liberal era todavía fuerte entre algunos sectores de la sociedad y reemer­gería como un aglutinante ideológico entre la oposición anciperonista.

62 Sarlo (1988), p. 242. 63 Ibidem, p. 243. La idea de "estructura de sentimíentos" está sacada de Raymond

Williams, i}iarxis111 and Literatttre, Oxford, 1977, pp. 131-132.

[48] 1 k

Capítulo 2

Perón y el problema del consenso

La ideología de Perón y el problema de la "unidad de doctrina"

Juan Perón surgió a la vida pública como uno de los principales cabecillas e !deólogos de la logia militar secreta compuesta por oficiales de rango medio, el GOU, que organizó el golpe de Estado que el 4 de junio de 1943 derrocó al presidente Ramón Castillo. En términos gene­

rales ~~_p~ec:i~ .9_e:~ir_9~~ los P-ánci¡¿.iQ§jQ<;:Qló_gicos sustentados por la logia eran los del nacionaj:i~,_~ticQ..qJ.1JJ1i§ffiQ..Y_1Jl_t;racatQlicismo. 1_AL_ f~al 9?~~~bi~~~~~Eos E.~<:~C?.~~E.'.'~ta_s_~e dei:ed.~'.1, l?~EJ-ÍeE?J?ros_<?_e l~ l~gia temían a las_pgs.!J?.l~S..S::QQ§..~C::1.JS:f!C::ͪ-;U1.Q.cigJ,~s_de_la.posguerra. También com;-~t~;; grupos semejantes discutidos en el Capítulo anterior, lQs ofic~aj_t".s._sl!;lQQ lJ_g~fa:q qm;:_<::.rn.imp.ex:ativ.o. ele:v.ar..el ru:\zeLde la .vida de los trabajadoresa t:f~_rn:>s de evitª1:rnnilict.o..s....s..oc.ial~§, En un documento secreto que circuló entre los miembros de la logia en mayo de 1943, la

situación del momento era descripta en los siguientes términos:

Los grandes empleados y acomodados de la buro­cracia disfrutan sus buenos sueldos sin pensar sino en que esta situación dure y el gobernante se cruza de brazos apte el aparente panorama de bíenestar; los pobres no comen ni se visten conforme a sus necesidades.2

Según el documento, los políticos en el poder estaban al servioo del usurero, de las compañías extranjeras y de los mercaderes judíos. La

solución propuesta a tales problemas era:

1 Véase la coleccíón de documentos del GOU publicada por Robert Potash, Perón y el GOU: Los domlllentos de m1a !ogza secreta, Buenos Aires, 1984.

2 Documento reproducido en Potash (1984),.p. 202.

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