parábolas de hoy

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El p. Rodolfo Bonci es sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús (dehoniano) desde 1956. Nacido en Italia, recién ordenado presbítero, en 1966 llegó a América Latina. Con el entusiasmo que lo caracteriza, cumplió la tarea evangelizadora en la Iglesia argentina (Córdoba y Chaco) hasta 1989. Luego se estableció en Uruguay, siendo encargado de la comunidad de Nuestra Señora de Guadalupe, párroco en La Gruta de Lourdes, en la parroquia de El Pinar, Canelones y actualmente la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de Montevideo. Su presencia en el Santuario de La Gruta es muy apreciada por el contacto vivo que mantiene con cada persona que se le acerca. Desde el comienzo de la etapa evangelizadora que lleva el lema “Redescubrir el Evangelio”, se encargó de ofrecer a los peregrinos, a través del Boletín, una manera para encontrarse con la Buena Noticia de Jesús en la vida de cada día: y esto gracias a su infinito tesoro de experiencias acompañadas por la reflexión de fe.

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Pará

bola

sde h

oy

para encontrarla Buena Noticiade Jesúsen la vida de hoy

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Santuario Nacional de

La Gruta de Lourdes,

Montevideo, Uruguay.Setiembre 2011

Textos: p. Rodolfo Bonci.

Diagramación: Equipo de Umbrales.

Página web: www.umbrales.edu.uy

Impresión: Imprenta Rojo.

Dep. Legal:

El p. RodolfoBonci es sacer-dote del SagradoCorazón de Je-sús (dehoniano)desde 1956. Na-cido en Italia, re-cién ordenadopresbítero, en1966 llegó a

América Latina. Con el entusiasmo quelo caracteriza, cumplió la tarea evange-lizadora en la Iglesia argentina (Córdo-ba y Chaco) hasta 1989. Luego se esta-bleció en nuestro país, siendo encarga-do de la comunidad de Nuestra Señorade Guadalupe, párroco en La Gruta deLourdes y actualmente, en la parroquiade El Pinar, Canelones.Su presencia en el Santuario de La Gru-ta es muy apreciada por el contacto vivoque mantiene con cada persona que sele acerca. Desde el comienzo de la etapaevangelizadora que lleva el lema “Redes-cubrir el Evangelio”, se encargó de ofre-cer a los peregrinos, a través del Bole-tín, una manera para encontrarse con laBuena Noticia de Jesús en la vida de cadadía: y esto gracias a su infinito tesorode experiencias acompañadas por la re-flexión de fe.

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elIntroducción

Cuando iniciaron las celebraciones del Año Jubilar de Lourdes,en 2008, a los 150 años de las apariciones de la Virgen a SantaBernardita, decidimos, como Santuario de la Gruta en Montevideo,poner como lema del año: “Redescubrir el Evangelio” que sig-nifica Buena Noticia. Sí, nos pareció que la verdadera alegría(jubilum en latín) es la Buena Noticia de Jesús. En ese año, propu-simos en el Boletín de la Gruta dos Parábolas de Jesús (en los añosque siguieron: el Evangelio de la Encarnación -2009- de la Pasióny Muerte -2010- y de la Resurección -2011). También se reflexionómucho sobre cómo redescubrir el Evangelio. El p. Rodolfo insistíaque no existe solo el Evangelio según san Marcos, Lucas, Mateo yJuan: existen muchas otras buenas noticias del Padre, del HijoJesús y del Espíritu Santo, que obran de día y de noche, ya sea quedurmamos o que estemos despiertos.La vida de cada uno está llena de huellas, mensajes y dones deDios. Son como parábolas actualizadas que nos muestran lapresencia del Reino de Dios, hoy. Muchas veces no nos damoscuenta, no lo percibimos, lo vivimos sin saber.El mundo está lleno de santos, de maravillas que no siempreencuentran espejos que les permitan verse y apreciarse. Personasque envían perfume de Dios sin darse cuenta, como las flores.Así fue que el p. Rodolfo comenzó a enriquecer nuestro Boletín delindas parábolas de hoy, que él supo almacenar gracias a su re-flexión evangélica y a su experiencia. Mes a mes, fueron las páginasmás leídas del Boletín.En este cuaderno quisimos coleccionarlas, juntos a un texto evan-gélico que ayude a la reflexión y a unas preguntas que permitandescubrir la misma Buena Noticia en tu vida.Aún acompañadas por muchas sombras, estas páginas pueden servistas como el producto de una ilusión, porque en el mundo haymucho mal. Lo sabemos, pero Jesús vino para anunciar el Evange-lio que ya está entre nosotros; Él piensa que necesitamos redescu-brir lo bueno que está en medio del mundo: esto nos cambiará.Este cuaderno entra como segundo volumen de la serie “Primeranuncio”. Puede ser útil para una charla de Bautismo, para regalar-lo a quien se está interrogando sobre la fe, o a quien no conoce aJesús, pero comparte sus ideales cada día, aunque no sabe que Éllo está acompañando.

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Eran las siete de la mañana de un día de invierno. Yo estabatransitando por un camino descampado, envuelto por oscurassombras de altos pinos en la zona de El Pinar, entre Colinas de Solymar y laAvenida Giannattasio. La oscuridad y una abundante llovizna me obligaban amantener encendidas las luces y el limpiaparabrisas. De pronto vi la sombrade un chiquilín saltando los tantos pozos llenos de agua que cubren nuestrascalles de la Ciudad de la Costa. A su lado, una figura de mujer llevando de lamano una bicicleta. Esta escena se repitió una y otravez durante toda la semana. Distraído, los dejaba pa-sar como si nada.Una mañana, que me quedaban dos minutos de mar-gen, para el comienzo de la misa, sentí como un im-pulso de parar para preguntarles “¿Qué sería tan im-portante como para enfrentar los fríos, las lluvias y elcamino tan feo en esas madrugadas invernales?”. Larespuesta de la mujer fue cortita como el apuro de lahora y el margen de tiempo que quedaba para la en-trada al liceo.“¡Este es mi hijo y tiene que ir al liceo de Médanosde Solymar. El camino es oscuro y feo y, con loque está pasando, no lo dejo solo... yo lo acompa-ño!”. Sentí tanto amor, tanto coraje, tanta entrega enesa expresión de madre, que me quedé sin respuesta.Apenas unos segundos de tiempo para registrar y re-accionar, y lo único que me salió fue: “¡Los felicito ylos admiro! ¡Sean fuertes!” Y volví a mi camino.Ese chiquilín debe frecuentar el liceo. La fuerza de unideal es grande. La maternidad no se agota en el dar aluz un ser biológicamente completo. Ella sabe que tie-ne que dar a luz mucho más: una personalidad para lavida, para el mundo, para un futuro exigente, de ries-gos y dificultades. ¡Un hijo hay que equiparlo y armar-lo adecuadamente!La carita tierna del chiquilín me hizo caminar rápida-mente hacia el futuro y allí me acordé de tantas expre-

La parábola de lamadre de la bicicleta

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siones que se oyen entre nuestros adoles-centes. Algunas nobles, justas y agradeci-das: “¿Me recibí gracias a mi madre! ¡Si nohubiera sido por mi madre!, ¡Mi madre fueuna sargentona, pero gracias a eso soy loque soy!, ¡Nunca terminaré de agradecera mi madre por lo que me exigió estudiar!De otra manera... ¿quién sabe lo que hu-biera sido?”.Pero... También me acordé de otras expre-siones tantas veces oídas por ahí: “¡Yo note pedí traerme al mundo!, ¡Yo no te debonada! ¡Con mi vida hago lo que a mi seme antoje! ¡Yo soy libre y soy dueño demi vida!”.Volví a esa figura de mujer: bicicleta enmano, recorriendo su camino para hacer“por segunda vez” su liceo. Primero cuan-do era adolescente, ahora rehaciendo elmismo camino para que su hijo, hacién-dose hombre, crezca derecho, persona edu-cada capaz de hacer buen uso de su liber-tad. Descubrí tanto del evangelio de Jesúsen esa mañana de invierno. Volví a oír esode “¡No hay mayor amor que dar la vida!”,“El pan que yo les doy es mi carne paraque tengan vida...”.Cuando paso por ese camino es como siviera a alguien escribiendo una página delevangelio, una buena noticia de Jesús. Sinsaber, pero con tinta de sangre ysudor, como la del Nazareno, mu-chos escriben el “evangelio deJesús”, esta vez, “según Cecilia,Jorge, Lucía, Esteban, etc.”. Elque sabe leer, que lo publiquepara gloria de Dios.El Espíritu de Cristo trabaja dedía y de noche y es importanteayudar a nuestros hermanos a re-conocerlo en el camino, como Pa-blo, y al partir el pan, como losdos de Emaús.

“Ese mismo día, dos de losdiscípulos iban a un peque-

ño pueblo llamado Emaús, si-tuado a unos diez kilómetros de

Jerusalén. En el camino hablaban sobre loque había ocurrido. Mientras conversabany discutían, el mismo Jesús se acercó y si-guió caminando con ellos. Pero algo impe-día que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo:“¿Qué comentaban por el camino?”. Ellosse detuvieron, con el semblante triste, y unode ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Túeres el único forastero en Jerusalén que ig-nora lo que pasó en estos días!”. “¿Quécosa?”, les preguntó. Ellos respondieron:“Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fueun profeta poderoso en obras y en palabrasdelante de Dios y de todo el pueblo...”

Lucas 24,13-19

¿Conociste madres con labicicleta? Quizás tus padresla tienen y no te diste cuenta.

¿¿¿¿¿?????

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Ver, oír y sintonizarcon el corazónNo es difícil asociar la exuberancia de la primavera con la juventud,con su vitalidad, creatividad y energía. Todas riquezas que tene-mos que aprovechar. El tiempo, el clima, las circunstancias son dones,oportunidades y sugerencias. Sin embargo dejamos a muchos en el camino...Y ¡Ojo! A veces lo que dejamos por el camino son personas y, tal vez, grupos,generaciones, y... Seguimos de largo, como aquel sacerdote o aquel levita dela parábola del Buen Samaritano.Me acuerdo esa mañana de primavera tibia y luminosa que invitaba a salir,cuando, termo en mano, me encaminé hacia el parque de la Gruta de Lourdes,hacia el Miguelete y vuelta. El paseo de casi todas las mañanas... (de Jerusa-lén a Jericó...). Muchos me paraban para pedirme que bendijera unaestampita, una medallita, una vela o un rosario. Yo me detenía un instante, ycomo de costumbre introducía una fórmula de bendición. “¡Bendice, Señoreste rosario y concédeles a los que lo cuidan y lo rezan con devoción, cono-certe y amarte siempre más y, al mismo tiempo, dales lo que te piden y quete pidan lo que es bueno, en el Nombre del Padre y del Hijo y del EspírituSanto!”. Y...(seguía de largo...). Cada uno por su camino, a sus tareas, sinvernos, sin conmovernos, como andando en caminos paralelos... Esto una yotra vez.Pero una mañana, un señor, que caminaba despacio por el parque, me paró yme pidió que lebendijera una me-dallita. Su paso len-to, sintonizó con mifalta de apuro. Lomiré a los ojos y vialgo diferente: ¿Ti-midez?, ¿Miedo?,¿Dolor?, ¿Angustia?No sé qué...Lo confieso: estuvea punto de seguirde largo como tan-tas veces... Algo,mejor dicho, Al-

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guien me dijo: “Pasó un sacerdote, lo vioy siguió de largo...” Me detuve y le pre-gunté: “¿Tenés un tiempito?” “¡Si, padre!”.Me pareció que era lo que ese señor espe-raba. Un tiempito, una invitación, una ven-da, un poco de aceite y un poco de vino,un descanso en “el albergue”. Me bajé demi montura, pasamos al despacho parro-quial y, siempre con su medallita en mano,como si ella lo hubiera traído a ese en-cuentro, me habló de un hijo enfermo, deuna familia herida, de una carga y un can-sancio inmenso. Hubo un nudo en la gar-ganta y, finalmente un llanto suelto, sin fre-no. Pasaron unos minutos y una hermosaconfesión trajo la calma y la dura y fuerteresignación. La bendición de esa medalli-ta fue lo último de ese encuentro. La apre-tó fuerte, fuerte en sus manos y salió conla promesa de llevarla al hijo enfermo enel hospital.No pude evitar volver a pensar en ese her-moso capítulo 10 delevangelio de Lucas, consu parábola del “BuenSamaritano” y mis fre-cuentes y frustrantes apu-ros. A cuántos malheri-dos dejé por el camino,sólo Dios sabe.Y me acordé del hermosocanto: “¡Viva la gente!”y “¡Las cosas son impor-tantes pero la gente lo esmás!”, sin embargo, sigode largo, apurado, y can-tando “¡Viva la gente!”,pero siempre preocupa-do por las cosas.

Pero el doctor de la Ley,para justificar su interven-

ción, le hizo esta pregunta:“¿Y quién es mi prójimo?”.

Jesús volvió a tomar la palabray le respondió: “Un hombre bajaba de Je-rusalén a Jericó y cayó en manos de unosbandidos, que lo despojaron de todo, lo hi-rieron y se fueron, dejándolo medio muerto.Casualmente bajaba por el mismo caminoun sacerdote: lo vio y siguió de largo. Tam-bién pasó por allí un levita: lo vio y siguió sucamino. Pero un samaritano que viajaba porallí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.Entonces se acercó y vendó sus heridas, cu-briéndolas con aceite y vino; después lo pusosobre su propia montura, lo condujo a unalbergue y se encargó de cuidarlo. Al díasiguiente, sacó dos denarios y se los dio al

dueño del albergue, di-ciéndole: “Cuídalo, ylo que gastes de más,te lo pagaré al volver”.¿Cuál de los tres te pa-rece que se portó comoprójimo del hombreasaltado por los ladro-nes?”. “El que tuvocompasión de él”, lerespondió el doctor. YJesús le dijo: “Ve, yprocede tú de la mis-ma manera”.

Lucas 10,29-37

¿¿¿¿¿?????¿Recuerdas un encuentroparecido a este?¿Por qué a vecesla indiferencia es una opción?

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Las guiñadas de DiosUn día estando en La Gruta una señora se me acercó y me pidió quele bendijera cuatro estampitas. Yo le pregunté para quiénes eran yme contestó que se las dejaba a sus 4 hijos pequeños que iba adejar a los abuelos, mientras ella iba a viajar a una gran ciudad ita-liana para ver si podía levantarle a los hijos una casita. “No quiero que les paselo mismo que a mi” decía. Yo me crié en un Barrio pobre y en un ranchopasando frío. Tengo que aprovechar ahora que soy joven. Cuando le preguntési tenía trabajo, me dijo llorando: “la calle, padre”.Me acordé de un libro entero de moral. Sin embargo le dije que la calle eradura y cruel y que las enfermedades y la muerte recorrían las mismas calles.“¡Ojo que es preferible un ranchito con la madre, que un chalet sin ella”. Unacasa sin madre es fría y oscura. Me tragué todo el libro de moral y me acordéde todas las fiestas del Padre: a la vuelta del hijo pródigo, al reencuentro con laovejita perdida, frente a la adúltera en el templo, y frente a la Magdalena en lacena, o después del almuerzo frente a Zaqueo... Jesús hablaba con tanta ale-gría frente al retorno del pecador que me parecía verlo mirar al cielo y recibirla correspondiente guiñadita del Padre. “Se hace más fiesta en el cielo por unpecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no precisan...”Una madre va y arriesga su vida por los hijos... y me acordé: la caridad cubreuna muchedumbre de pecados... Nadie ama más que aquel que da suvida... y preferí tragarme el texto de moral y acompañarla en la entrega. Mesalieron unas lágrimas de emoción y le hice una guiñadita asegurándole quela acompañaría con la oración. Las fiestas de Navidad, de fin de año, el co-mienzo de un nuevo año, y la vida, me ayudaron a descubrir, aunque no deltodo, qué tendremos nosotros para que Dios nos ame tanto? O tal vez: “¿Cómoserá Dios para que nos ame tanto?...”Y vuelvo al Génesis (2,7) donde dice que Dios nos hizo de barro y que soplóen nuestras narices “aliento y vida, y existió el hombre”.Con razón Jesús dice: “cuando recen digan Padre Nuestro...”A veces se me ocurría pensar si Dios no tendría vergüenza en presentarsecomo Padre nuestro ya que nosotros cuando un hijo nos sale bien sacamospecho y lo anunciamos, mientras cuando nos sale mal, lo escondemos. ¿CómoDios grita al mundo que somos sus hijos, sabiendo que inventamos el odio, laviolencia, las guerras, las discriminaciones, las violaciones, que abusamos delos propios hijos, y que matamos a los propios bebés?...

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¿Tanto nos ama? ¿Por qué?Y vuelve a mi mente ese soplo que salede las entrañas de Dios para entrar en lasnuestras.Ese soplo que embarramos, que pisotea-mos con nuestro orgullo y nuestro egoís-mo. Y es allí cuando pienso lo mismo queel padre Adán, que somos desnudos, y quenos escondemos por vergüenza en el mon-te, para que ni Dios se entere de nuestraconducta. El barro no le gana al Soplo deDios. Ese Soplo es engendrado por Dios,porque Dios es Amor y “se dona”. Y La Pa-labra de Dios, La Imagen perfecta del Pa-dre, El Hijo Único del Padre, Engendrado,no creado, contemplándonos, heridos porel pecado y envueltos en la vergüenza, secompadeció de nosotros. Ese soplo del Pa-dre lo “sedujo” y su misericordia pudo másque nuestra miseria. El Hijo único que estáen el Padre, por amor al Padre y por amor anosotros poseedores de su Soplo, se en-tregó para redimirnos, para santificarnospor el Espíritu Santo que nos conduce enla docilidad de nuestra vida. De aquí queya no nos sorprende la palabra del Hijo aveces hasta escandalosa: “la fiesta por el hijopródigo que vuelve, la fiesta por la ovejitaperdida... el perdón para el publicano delúltimo banco del templo,... esa expresióntan desorientadora: ...“los publicanos y lasprostitutas les pasarán adelante en el reinode los cielos...”Qué atrevido el Hijo de Dios hecho carne.Y yo lo imagino después de decir esto mi-rar al cielo y ver el Rostro del Padre... que lehace unas guiñaditas de aprobación... Cla-ro había deseo de conversión y cambio yno excusas.

¿¿¿¿¿?????¿Quiénes son los buenos?

¿Quiénes son los malos?

Todos los publicanos y peca-dores se acercaban a Jesús

para escucharlo. Los fariseosy los escribas murmuraban,

diciendo: “Este hombre recibe alos pecadores y come con ellos”. Jesús lesdijo entonces esta parábola: “Si alguien tie-ne cien ovejas y pierde una, ¿no deja acasolas noventa y nueve en el campo y va a bus-car la que se había perdido, hasta encon-trarla? Y cuando la encuentra, la carga so-bre sus hombros, lleno de alegría, y al lle-gar a su casa llama a sus amigos y vecinos,y les dice: “Alégrense conmigo, porque en-contré la oveja que se me había perdido”.Les aseguro que, de la misma manera, ha-brá más alegría en el cielo por un solo pe-cador que se convierta, que por noventa ynueve justos que no necesitan convertirse”.

Lucas 15,1-7

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Ser libres como Jesúsel pobre, rico en libertad

En una ciudad no lejos de aquí, los jóvenes, siem-pre atentos a lo que puede ser nuevo y generoso, se reuníancon bastante facilidad entorno a lo que la Iglesia pudiera ofrecerde noble y grande. La mirada, atenta a los pobres, les permitíaencontrar siempre lindos y fuertes desafíos para enfrentar. Entre los más acti-vos había dos jóvenes siempre dispuestos. Tenían trabajo fijo en la ciudad y eltiempo libre era para reunirse y comentar lo del país, de la ciudad y del barrio.La sensibilidad hacia los problemas sociales y la justicia, era una de las carac-terísticas de estos muchachos.La condición de trabajadores les daba una buena dosis de seriedad y respon-sabilidad y, el ser estudiantes, les proporcionaba una especie de derecho asoñar. La fe en Jesús les garantizaba que la lucha por la justicia no quedaríasin recompensa y les aseguraba la tranquilidad de conciencia y la más purafelicidad.Un día pregunté a uno de ellos sobre su familia. Vivía con una señora que lohabía adoptado sin saber nada sobre sus padres. Después el papá adoptivo,luego de dejarle un hermanito, con la señora con la que lo había adoptado,había fallecido. Quedó él con un hermanito a quien quería mucho y a quiendefendía en todas las reuniones... Cuando pedí al otro compañero que medescribiera su situación, me contóque vivía con su madre porque elpadre se “había borrado” hacíamuchos años. El no recordabanada. Su propósito era estudiar yfinalmente encontrar a su padrepara quien tenía preparado un fi-loso sermón, suficientemente fuer-te para herirlo hasta el alma. Nopodía yo entender si ese rencor fue-ra bronca contra el padre o defen-sa y exaltación del sacrificio solita-rio de su madre.Pasaron unos meses. La búsquedade su padre, fue intensa. Un domin-go, de tarde, lo veo con paso acele-

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rado, como quien tiene algo grande paracontar... fue abriendo los brazos tan anchoque parecía querer abrazar a un pueblo.“¡Rodolfo!” gritó, y apretándome fuerte, conlas lagrimas en los ojos, siguió: “encontréa mi padre!”.“¿Y? -le pregunté- ¿cómo te fue?”“¡Bárbaro, che! ...me contó toda su histo-ria... ¡Lo que es “no saber...”!Hay cosas que no se pueden entender...cómo todo empezó. La vida es un miste-rio, hasta que no se llega a la raíz... ¿Vossabés que nos entendimos? Me invitó a sucasa, me mostró su alegría al saber quemi madre y yo no nos rendimos... La vidafue difícil para todos, pero Dios no aban-dona a nadie. Me dijo que me va a dar unamano en mis estudios y me pareció quese sintió orgulloso de mí y apenado porlas peripecias de mi madre. Ahora nuestrapobreza es menos pesada. Nos liberamosdel rencor. Tú sabes cuánto pesa...”.El resentimiento achica, acobarda y gastalas pocas energías en insultos y amenazas.Cristo, pudiendo ser rico, quiso ser pobrepara enseñarnos que el mal más grave noes ser pobre,sino resentido yrencoroso con lapobreza y losque la provoca-ron. Asumirla ac-tivamente es redi-mirla y disiparlasin violencias.

Ustedes han oído que se dijoa los antepasados: No mata-

rás, y el que mata, será con-denado por el tribunal. Pero yo les

digo que todo aquel que se irrita contra suhermano, será condenado por el tribunal. Ytodo aquel que lo insulta, será castigado porel Sanedrín. Y el que lo maldice, será con-denado a la Gehena de fuego. Por lo tanto,si al presentar tu ofrenda en el altar, teacuerdas de que tu hermano tiene algunaqueja contra ti, deja tu ofrenda ante el al-tar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sóloentonces vuelve a presentar tu ofrenda.Trata de llegar en seguida a un acuerdo contu adversario, mientras vas caminando conél, no sea que el adversario te entregue aljuez, y el juez al guardia, y te pongan pre-so. Te aseguro que no saldrás de allí hastaque hayas pagado el último centavo.

Mateo 5,21-26

¿¿¿¿¿?????¿Te pasó de disfrutar lacompañía de una personaque antes te resultabaantipática?

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Rosa:la “niña-mamᔓ-¡Mamá llega más tarde!” les decía, ¡Pasen y acomódense!. Conuna mirada y sin gritar se comunicó con José y Damián queenseguida fueron con su hermanita a juntar unos tronquitosde asiento de debajo de una sombra y los arrimaron al altarcitode la Virgen.“-Mamá dijo que rezáramos sin esperar porque hoy no la iban a dejar salirantes”. Dijo Rosa.Y comenzamos a rezar el Rosario. Como siempre al final de la oración, comen-tábamos con los vecinos algunas cosas del barrio, y de la necesidad de tratarlos problemas juntos...Yo no podía sacar mi mirada de esa chiquilina que llevaba en sus brazos a doshermanitos: uno de 2 años y otro de meses. Se movía con sencillez, losreacomodaba con un pequeño salto y, toda encorvada, al mayor lo sentabacon arte a caballo sobre su anca del lado derecho. Ese gesto se repitió variasveces. Seis hermanos no son poca cosa para una familia, ni para una madre y5 hermanos, tampoco, para una hermana. Ese rosario me hizo pensar mucho.Fui, vine y me fui de nuevo muchas veces del tema. Me acordé haber escucha-do cómo el uso de la mochila puede afectar la columna vertebral de los niños...Dos hermanitos son más que una mochila esco-lar... Me acordé de lo superficiales que somoscuando salimos con esas “nada salomónicas” ex-presiones: “si no pueden, porque traen al mun-do tantos hijos...”Y pensando en mi país despoblado, no compren-do lo cortos que somos al no buscar otras solu-ciones mejores... Pensé que un sueldo por fami-lia debería alcanzar a mantener a los hijos, yaque desde que existen no son sólo hijos de doñaMaría sino de mi Patria. Pensé que Rosita, ya“mamita precoz” de cinco hermanos, antes queinsultos y críticas aceptaría mejor una ayuda. Den-tro de treinta años tendrá problemas de colum-na que tendrá que asumir como una ofrenda sa-grada al Buen Dios que seguro la pondrá en la

Dionisio Díaz, de Treinta y Tres,dió la vida por su hermanita.

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lista de los mártires. Pensé que en esafamilia humilde la educación estaba pre-sente y que la convivencia entre hermanoses posible aún en los barrios más humil-des y en las familias más numerosas. Pen-sé que traer el pan a la mesa dejando a loshijos pequeños en manos de los herma-nos mayores, también hace al trabajo máspesado y a los sueldos siempre insuficien-tes. No pude escapar a un acercamientoentre las Beatas mártires uruguayas Con-suelo y Dolores, que en poco tiempo re-galaron la vida como testimonio de amor aCristo y Rosa, esta hermana mayor queregaló todo: infancia, adolescencia, juven-tud (hasta la vejez, si llega), con dolores dehueso, de columna y de renuncias para elbien de sus (perdón) nuestros hermanos.“Un vaso de agua fresca dado en mi amorno quedará sin recompensa” dijo Jesús. Eldía de las Beatas Dolores y Consuelo meacordaré siempre de las Rosas que llenannuestro jardín escondido, nuestra Patriaoculta, nuestra Iglesia misterio. Creo siem-pre más en nuestro Pueblo santo, que nosiempre coincide con el Pueblo que está ennuestros templos. Tendríamos más espe-ranza si pudiéramos, tanto presbíteroscomo parlamentarios, recorrer los sende-ros de nuestras periferias, ver lo que se vive,escuchar sus “¡Upa!” y darles una mano enla infancia para evitarles tantos dolores enla vejez.Yo por mi parte, no quisiera escuchar nun-ca más esa expresión: “¡Bajar la edad de laimputabilidad!”. Preferiría escuchar el“¡Upa!” de los pequeños y darles una manoa las madres, no para que no tengan hijos,sino para que puedan... Será que algún díalos grandes de la sociedad y de la Iglesiaescucharemos el “¡Upa!” de nuestros peque-ños. Ese rosario me ayudó a descubrircuánto de evangelio se vive en los ranchitosy cómo el Espíritu de Jesús evangeliza des-de los patios abiertos, en escuelas detronquitos, con docentes menores de edad.

Le trajeron entonces aunos niños para que les im-

pusiera las manos y orarasobre ellos. Los discípulos los

reprendieron, pero Jesús les dijo: “Dejen alos niños, y no les impidan que vengan amí, porque el Reino de los Cielos pertenecea los que son como ellos”. Y después dehaberles impuesto las manos, se fue de allí.

Mateo 19, 13-15

¿¿¿¿¿?????¿Conociste a personas queviven o entregan su vida demanera heroica, sin darte

cuenta? ¿Personas que siguendiciendo “sí” a la vida, sin condiciones?

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En el “entrevero”vemos la mano de DiosEstaba yo mirando esa maravillosa obra de arte que es el“Entrevero”. ¿Quién no admiraría esa compleja fantasía de sol-dados, caballos y armas, entreverados con arte, movimientos y esfuerzos atre-vidos, en batalla? Podríamos imaginar así el corazón de un adolescente. Sue-ños, proyectos, sentimientos, contradicciones, logros, sufrimientos y fraca-sos...Cuando me pidieron hablar de un compañero, hoy misionero en Filipinas, elp. Delio Ruiz, de su adolescencia y de su vida, pensé que me pedirían escribirun libro. “¡No, una paginita!”. Qué atrevimiento, pensé. Allí es como se mepresentó la obra del “Entrevero”. Hay tanto de ideales, de sentimientos, delogros y de sufrimientos, que sólo un milagro lo puede lograr; entonces no mequeda otra que pedírselo a Jesús por intercesión de “san Delio Ruiz”. Empeza-ré por hablar del Delio más chiquito. Hace años yo solía, en las vacaciones y enlos fines de semana largos, trasladarme con varios chiquilines a poblaciones yaldeas lejanas para compartir la fe, y algo de la vida con los hermanos. Loschicos venían con gusto. La novedad, las aventuras y un poco de apostoladonos ayudaba mucho. Ellos, acercaban a la gente, achicaban las distancias yrompían el hielo en los encuentros. En proximidad de las fiestas de La Asun-ción de la Virgen María y de San Roque, fuimos a Pampa Almirón, Chaco. Enuna de esas vigilias que realizábamos con los jóvenes de la aldea, saqué unalbum de fotos de Pierre Babín. “¡Miren, les dije, y elijan la foto en la que sevean reflejados y que les ayude a expresar algo de lo que piensen”. Delio,todavía adolescente, eligió una foto en la que aparecía un grupo de pobresnecesitados de atención. “Yo elegí esta foto porque mi deseo es buscar,

atender y enseñar a los pobres loque enseñó Jesús. Ellos no lo sa-ben, por eso están muchas veces tris-tes. Yo veo que cuando en la placitase reúnen y les cuento las parábolasde Jesús, se ponen contentos”. Lepregunté quién le había encargado en-señar catequesis, siendo que era to-davía un niño. Me contestó que los ni-ños le pedían y él contaba las parábo-las del evangelio. Poco tiempo des-pués, mientras preparaba a un grupi-

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to de adolescentes, un poco más grandesque él para llevarlos al seminario, me pi-dió que lo llevara a él también. Me re-sistí, pero no hubo más remedio. Delio, defamilia muy pobre, perdió a su madre muytemprano. El padre estaba criando tresjóvencitos trabajando de peluquero. Deliodemostró fuerte voluntad, superó el “malde Chagas”, se recibió en la facultad de Teo-logía de Devoto, Buenos Aires, estudió y seespecializó en Roma, viajó por todo el mun-do y ahora se encuentra en Filipinas, al ser-vicio del Reino y de la formación de otrosDehonianos.Existen momentos decisivos. Son los mo-mentos de las llamadas “opciones fun-damentales”. Momentos de los cuales de-pende la vida. Allí nace esta vocación, conese carisma y para esa misión. Todos, en lavida, tenemos esa propuesta de la que de-pende una larga historia, una fuerte luchaen un entrevero de gente y relaciones querevelan el proyecto y la hermosa obra dearte que sale de la gracia de Dios y del es-fuerzo del hombre. Hay que aclarar que el“entrevero” no es confusión y que cada cualtiene más de uno. Lo que hizo Dios con losprofetas, Jesús con los pescadores, y conPablo, se sigue repitiendo con Delio, y cadauno de nosotros. Es cuestión de creer en elartista y dejarlo trabajar aún cuando pegafuerte con el martillo y el formón, o cuandonos quema y funde en formas nada fáciles,en entreveros de proyectos, caminos, in-tentos, logros y fracasos. Delio es justamen-te uno de éstos que el Señor quiere allí lis-to y disponible para los pobres que lo pre-cisen.Su preparación arrancó de un gran amor aJesús, conocido desde pequeño en el ho-gar, anunciado en las placitas del barrio,profundizado en la vida religiosa, en la teo-logía. Un Cristo con rostro divino y huma-no, mar adentro, mundo adentro, historiaadentro, entreverado con nosotros, sedien-tos de la esperanza que nace de su cora-

zón y de su Buena Noticia. Así como en la obradel Entrevero, si no te mueves se te escapa la otravisión, así en la vida del sacerdote, si no se tienefe, no se lo puede entender. Como un arquitectoateo no puede construir una buena catedral, asíun ateo no puede entender al sacerdote y menosal misionero. Hay entreveros que desafían a la fan-tasía y a la imaginación. La otra parte está delotro lado y se desarrolla en la intimidad, por esoJesús a veces llamaba los discípulos aparte...Y la obra lleva también los rasgos, la líneas y lasacentuaciones que el pueblo, dentro del que temueves, va grabando. Delio, un poco paraguayo,por sus padres, un poco argentino, chaqueño,cordobés, porteño, italiano, filipino e indiano, re-partiendo y cosechando cultura y fe. Habrá quehacer, con Delio, lo que se hace cuando celebra-mos algún aniversario importante en el que des-cubrimos alguna imagen o recordatorio: cortaralguna cinta, quitar algún velo e imaginar... sinpretender descubrirlo todo. Hay cosas que el pro-pio Delio no va a ver, ni puede contar. En el “en-trevero” hay que admitir la mano de Dios queno dejará de ser, en parte, misterio.

¿¿¿¿¿?????En algún momento,¿apreciaste el ordende Dios en el aparente

desorden humano?

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No hay mayor amorque dar la vidaEran las 9,30 de la noche. Hora de las tareas domésticas, hora en laque (como decían en mi casa) “se tiran los remos en barca”.De pronto suena el teléfono. - ¿Hola?-¿Padre, me dieron este teléfono. Tenemos a una enferma grave.-¿Dónde se encuentra?-¡Atrás del Aeropuerto! Está en coma. Yo me puse más nervioso. Al sacerdotehay que llamarlo con tiempo. El Sacramento de la Unción de los enfermos, enlo posible, hay que administrarlo cuando alguien padece una enfermedad,física o espiritual, de cierta importancia y cuando esté consciente. Pero... No esmomento para muchas reflexiones y (dada la hora, solicito que me vengan abuscar). Busco al Santísimo para la comunión, los óleos para la unción y espe-ro. Pasaron 20 minutos, el tiempo necesario, y un modesto coche está frente ami puerta. Caras serias. Saludo con delicadeza y comienzo a preguntar:-Cuéntenme algo de la enferma...-Padre... se trata de mi hermana mayor. Tiene cincuenta y tantos años...nosotros somos 7 hermanos. Ella prácticamente ha sido la madre de to-dos. Somos gente humilde. Ella nos arreglaba para llevarnos a la escuela.Nos iba a buscar. Nos ayudaba en todo porque en las familias pobres y nu-merosas los padres, solos, no dan. Nosotros nos criamos con ella. Cuandouno se golpeaba lo primero que hacía era buscarla a ella. Fíjese, padre, quepor cuidarnos a todos y ayudar a la madre ni se casó. Y mire que es unamujer capaz y podría haber tenido un buen pasar... pero no. ¡Primero está-bamos nosotros!Llegamos a la casa donde estaba la enferma. Un puñado de gente amiga esta-ba en la puerta. Saludé rápidamente y entré. Comencé la oración del ritual.Cada tanto interrumpía con algunas referencias al momento: “No hay ma-yor amor que dar la vida”... Muchas maneras de dar la vida... Las infinitasmaneras de vivir la meternidad... Los muchos huérfanos de amor... la necesi-dad de vivir las adopciones espirituales... de los tantos que, aún viviendo jun-tos, están solos... Las renuncias que tienen la dimensión del martirio... y sin lapalma o el reconocimiento... Iba a seguir, cuando una vecina me interrumpiódiciendo: “aquí no hay vecino que no haya recibido alguna atención de ella.Cuando había algún enfermo era la primera que lo visitaba. Juntaba a loschiquilines y les daba catecismo”.Vi algunos hombres entre los 40 y los 50 años, con los ojos húmedos y fuerte-mente emocionados. Imaginé algún hermano entre ellos... e imaginé muchas

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deudas atrasadas con la hermana enferma.¡Cuántas veces nos acordamos tarde detodo lo que exigimos a los demás y de lopoco que agradecemos. Sentí que tanto lapresencia, como la oración y las lágrimaseran una gran inmensa reconciliación. LaAbsolución, como la Unción de la enfermamaduraron en el encuentro con Él, el Se-ñor, y una Señora me ayudó a darle la Eu-caristía. Me acordé entonces de la Promesade Jesús: “Yo soy el Pan de Vida... él queme come tiene Vida y Yo lo resucitaré. Aque-lla enferma quiso todavía una vez darnoslo que tenía: una gran fe y un amor sinmedida a Jesús y al prójimo. “¡Nadie amamás que aquel que da su vida!”.Todavía tengo presente ese rostro dolori-do y sereno y me quedé con deuda haciaella: no pude oírla. A los familiares quisieravolverlos a ver en otro momento, quizás enuna celebración o en alguna mateada re-cordando ese evangelio que el Espíritu San-to escribe en el corazón y en la vida de cadauno y de todos.

Yo soy el pan de Vida. Suspadres, en el desierto, comie-ron el maná y murieron.

Pero este es el pan que descien-de del cielo, para que aquel que lo coma nomuera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Elque coma de este pan vivirá eternamente, yel pan que yo daré es mi carne para la Vidadel mundo”.... “Les aseguro que si no comen la carne delHijo del hombre y no beben su sangre,no tendrán Vida en ustedes. El que come micarne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, yyo lo resucitaré en el último día.Porque mi carne es la verdadera comiday mi sangre, la verdadera bebida. El que comemi carne y bebe mi sangre permanece en míy yo en él. Así como yo, que he sido enviadopor el Padre que tiene Vida, vivo por el Pa-dre, de la misma manera, el que me come

vivirá por mí. Este es elpan bajado del cielo; nocomo el que comieronsus padres y murieron.El que coma de estepanvivirá eternamente”.

Juan 6,48-ss

¿¿¿¿¿?????¿Recuerdas personasque, sin mucho ruido nipublicidad, se entregaronpara los demás?

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¡Solo Dios sabe!El papá tenía una enfermedad terminal.La madre con 4 hijos vivía muy preocu-pada porque la situación económica erarealmente insostenible. Un día, un tío, queno tenía problemas económicos ni de sa-

lud, pidió a la hija más grande (6 años) y sela llevó a su casa por unos días. La Providencia,que todo lo sabe y lo prové, hizo que la niña se en-contrara bien y volviera a solicitar pasar un fin de se-mana y otro, a la casa de los tios.Una tarde, después de pensarlo mucho le dijo a la se-

ñora: “¡Vieja! Quiero decirte algo, referente a la nena”Como en plena sintonía se miraron con calma, se tomaron

de la mano y unos lagrimones grandes salieron del corazón y pasando por losojos y sus mejillas, bajaron hasta la almohada. Qué pasó por sus cabezas, uno,apenas lo imagina. ¿Qué dirá la niña? ¿Pensará que no la quisimos? ¿Queda-rá resentida? ¿Nos reprochará toda la vida? Pero venían respuestas concretas:¡Va a tener un techo seguro! ¡No le va a faltar un plato de comida! ¡Va a teneruna buena educación! …¡Le preguntamos!Un sábado, de tardecita, llamaron a la hija y le comentaron el plan: “Hija, lostíos, como tu sabes, no tienen hijos y nos pidieron si tu estás de acuerdo enir a vivir con ellos. ¿Qué pensás?”Sin mucho pensar, la niña miró entorno y dijo bastante segura: “¡Bueno!”La mamá intuyó que la sorpresa le había producido como una especie deanestesia. Los golpes duelen más tarde. Imaginó a la hija adolescente, jóven yhasta de casada... Pasó el tiempo. Murió el padre. Pasaron los años...Un día una pareja me pide prepararlos para el casamiento. Las charlas, elsacramento, la belleza de la familia y las responsabilidades son temas fuertes yentusiasmantes. Los novios me dicen que no pensaban que las charlas fuerantan interesantes. A lo último: la fiesta. Invitados, tantos...Pregunto yo: “¿Estarán todos los familiares?” Un movimiento de la cabezame dice que hay un problema. “¿No? ¿Pasa algo?” El novio me indica con elmovimiento de la cabeza a la novia. La miro con una mirada de interrogación.“Padre -me dice él- ella no quiere invitar a la madre porque dice que cuando

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era pequeña la dió”.Entonces le pregunté que me contara suvisión de la historia. La corta edad deaquella separación de los padres, el tiem-po pasado, la distancia de los acontecimien-tos, impidieron ver a la realidad, meterseen el lugar de los otros... Solo pude decirlecon mucha pena algo que el Padre de to-dos, que todo lo sabe, me sugirió: “Y pen-sar que tus padres sufrieron más que vos,pensaron solo en tu felicidad, y se des-prendieron de lo más sagrado que tenían:una hija... y a lo mejor, cobran hoy unanueva amargura, que se suma a todas lasdemás... Dijiste: ‘me dieron’, yo agrega-ría: me dieron a luz, una vez más”.No se lo que pasó en la mente y en el cora-zón de aquella novia. Pero el día del casa-miento, mientras yo esperaba, en la puertadel templo a la pareja, me acordé de lastantas cosas que pasan y que sólo Diossabe. Pero cuando llegó la novia, lo prime-ro que me dijo fué: “¡Aquella señora, esmi madre”. Le dí un apretón de manofuerte, fuerte, y un abrazo con el que yoquería borrar tantas injustas penas...Ese casamiento lo celebré con una alegríamuy especial alabando a Dios que hace tan-tas maravillas sin tantos bombos.

Sus padres iban todos losaños a Jerusalén en la

fiesta de la Pascua. Cuan-do el niño cumplió doce

años, subieron como de cos-tumbre, y acabada la fiesta, María y Joséregresaron, pero Jesús permaneció en Je-rusalén sin que ellos se dieran cuenta. Cre-yendo que estaba en la caravana, camina-ron todo un día y después comenzaron abuscarlo entre los parientes y conocidos.Como no lo encontraron, volvieron a Jeru-salén en busca de él.Al tercer día, lo hallaron en el Templo enmedio de los doctores de la Ley, escuchán-dolos y haciéndoles preguntas. Y todos losque lo oían estaban asombrados de su inte-ligencia y sus respuestas. Al verlo, sus pa-dres quedaron maravillados y su madre ledijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?Piensa que tu padre y yo te buscábamosangustiados”. Jesús les respondió: “¿Porqué me buscaban? ¿No sabían que yo deboocuparme de los asuntos de mi Padre?”.Ellos no entendieron lo que les decía.

Lucas 2, 41-50

¿¿¿¿¿?????¿Tienes alguna experienciade reconciliación oreencuentro, después demucho tiempo?

¿Tienes experiencias de perdón?

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¡No puedo!Hace días que no me puedo desprender de lo que me pasó. “Padre,yo me drogo”. -¿Y... tenés ganas de salir?“¡Más o menos!”. - ¿Por qué más o menos?”“¡Porque no puedo!”. - ¿Sabés por qué no podés? ¡Porque noquerés!Mientras hablábamos, un niñito de 3 años me tocó las manos. Le preguntécómo se llamaba, cuántos años tenía y donde estaba mamá.No puedo olvidar esa tristeza profunda, esa palidez, esa mirada semiperdida.Miré a la madre, (20 y pico de años) le pregunté si era su hijo.Me contestó que sí. No pude frenar mi ímpetu:“¡Mujer, tu tienes en una mano a tu hijo y en la otra a la maldita pasta base!¿Será posible que no puedas elegir? ¡Mira a tu hijo, mira esta maravilla, miraesta joyita toda en tus manos y tu elijes veneno para ti y para este tesoro... ¡Unhijo precioso!... Contame: ¿Tu marido? ¿El papá de esta joya?”. “¡Me dijo quecuando deje la droga volverá conmigo!”. -Tu ¿Con quién estás viviendo?“Con mi madre... ella también me dijo que no me aguanta más, que no mequiere, que me vaya...”Sentí una inmensa pena, unas ganas de agarrarla de los brazos y pegarle unasacudida que le moviera el piso y más, si fuera posible. Miré al pequeño y ledije: - ¡Andá y tocale las manos a la Virgencita que está allí!El pequeño fué hacia el cuadro de la Virgen y se puso a tocarle las manos conmucha delicadeza, un rato largo. Parecía no quererse desprender. A un ciertopunto su mirada fue hacia una estatuita que representaba a San José con elniño Jesús en brazo. El niño le tocaba la cara y la barba a San José. El pequeñoestuvo mirando durante mucho tiempo esa imagen y como despertándose dequizás que ilusión, se vino corriendo hacia mi. Le ofrecí mis brazos y el setrepó con fuerza, lo alcé, y se le vino la babita como si hubiera estado mirandounos sabrosos dulces de chocolate. Le pregunté a la madre cuánto tiemposería que no vería al padre... “¡Hace rato!” me contestó.Todavía me parece ver al niñito contemplar a San José con el Niño Jesús.Inmóvil, conteniendo la respiración, procurando crearse para sí algo parecidonunca experimentado.Me acordé de tantos proyectos de seudofamilias... de la inmensa soledad detantos pequeños, de abuelos resentidos por su vejez, escondidos en un rincónde sus casas o de sus jardines buscando tranquilidad, lejos de nietos vivaces ycosechando soledad... del plan ceibal que hay que humanizar, bautizar, vivifi-

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car, y de la pandemia de la droga a la quetímidamente enfrentamos en la espera dedetener quién sabe qué pescado gordo...mientras nos comen a tantos pequeños ygrandes...Me acordé también de algunos medios decomunicación que estimulan el uso y abu-so de cualquier cosa o sexo con tal de lo-grar el único dios: placer. Y a la hija de15 o al hijo de 12 se le dice “¡Lleva el pre-servativo, cuidate como puedas, con tal deque no me traigas problemas!”. ¿Los man-damientos hay que vivirlos solamente parapoder comulgar? ¿Dios vale solamente has-ta la primera comunión, después de la cual“vale todo?”. La familia ¿No tiene normas,leyes, requisitos aparte de los que uno sequiera dar?Me acordé entonces también del MaestroJesús.La educación para vivir la ley fundamentalescrita en la naturaleza humana, los man-damientos de Dios, las exigencias básicasirrenunciables, la necesidad de una educa-ción para el camino angosto, la superaciónde las idolatrías del tener, del placer, y delpoder. Aprender a amar hasta dar la vida,hasta amar al enemigo. ¿Sabrá dar cariñode padre, ese pequeño mañana, cuandotenga un hijo? Me acordé del Padre Diosque viste a los lirios del campo y alimenta alos pájaros del cielo, y que no deja que sepierda ningún cabello de nuestra cabeza...La falta de experiencias sanas y de buenosmodelos nos deja vulnerable y expuestos.¿Cuál educación? ¡Uno es el camino: sal-var a la familia! Cuando hablamos de fa-milia hablamos de un papá y una mamá yaque ésta es la familia normal.En mayo celebramos el día de la Madre: de-volvamos la madre a su familia y viceversa,y dediquemos más y mejor presencia a loshijos en sus primeros años.

Por eso les digo: No se in-quieten por su vida, pen-sando qué van a comer, ni

por su cuerpo, pensando conqué se van a vestir. ¿No vale

acaso más la vida que la comi-da y el cuerpo más que el vestido? Mirenlos pájaros del cielo: ellos no siembran nicosechan, ni acumulan en graneros, y sinembargo, el Padre que está en el cielo losalimenta. ¿No valen ustedes acaso más queellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que seinquiete, puede añadir un solo instante altiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietanpor el vestido? Miren los lirios del campo,cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplen-dor de su gloria, se vistió como uno de ellos.Si Dios viste así la hierba de los campos,que hoy existe y mañana será echada alfuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hom-bres de poca fe!

Mateo 6,25-30

¿¿¿¿¿?????En la tuya o en otra, ¿tieneslindos recuerdos de familia?(educación, cariño, ejemplosde vida...)

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La Verdad los hará libresMás años pasan, más me doy cuenta de que, más allá de la Iglesia visible,“sacramento” de Cristo, hay una iglesia invisible, “misterio”, mucho másamplia, rica, vital y dinámica. Sacramento y misterio, es Una, comoel alma y el cuerpo. El año 1992, se habló mucho de los 500 años de laevangelización en América. Juan Pablo II, impulsó la gran celebracióncon una preparación de una novena de años. Ese año conmemorando los500 años de la evangelización del continente, la Imagen de la Santísima Vir-gen de los Treinta y Tres orientales viajó por todo el País. En Montevideo sefijó la visita sólo en la Catedral, el Cordón, el Cerrito de la Victoria, la Gruta deLourdes, La Aguada, La Ayuda... Yo atendía entonces la Capilla del Borro que,en un primer momento tenía que dedicarse a Santa Bernardita, como el cole-gio adyacente, si no hubiera ocurrido algo muy peculiar. P. José Caccín, y otroscuras de la Gruta de Lourdes, en una visita a mons. Parteli, vieron una hermo-sa imagen de la Virgen de Guadalupe, que Juan Pablo II había donado alentonces Obispo de Montevideo. P. José y sus colegas pidieron dicha imagen aParteli que más rápidamente les dijo: “¡Si le construyen un templo, es suya!”. P.José estaba embarcado en la edificación de un templo para el Barrio Borro. Enese mismo momento nació un pacto. Y, en pocos meses, estaba el Templodedicado a la Virgen de Guadalupe. Cuando la Imagen de la Virgen de losTreinta y tres llegó a La Gruta, me sentí desplazado porque no figuraba laCapilla del Borro en la lista de los templos marianos que la Patrona del Uru-guay visitaría en su recorrido. Me acordé que “no siempre lo más prolijo eslo más importante ni lo mejor”. La Guadalupana fue la primera y la abande-rada de la evangelización. Ella había elegido al indio Juan Diego, pobre yhumilde. Teníamos un templo dedicado a ella, entre barrios muy humildes.Cuando la auténtica Imagen de la Virgen de los Treinta y Tres llegó a La Gruta,decidimos, con la Comunidad del Barrio Borro, Bonomi, Misiones y Casavalle,realizar un “rapto”. A las 22 hs. salimos a “robarla y a pasearla” por lascalles oscuras de nuestros Barrios. Le hablamos con el corazón como a “laMadre”. La sentimos tan presente como nunca. Nos parecía vivir un momen-to trascendente: en plena noche, en la clandestinidad. “La nueva Evangeli-zación” seguía su curso, sigue su curso. Una hora más tarde, después decruzar por las sendas y los pasajes, entramos en la iglesia de la Virgen deGuadalupe. En profunda contemplación nos esperaba la comunidad parro-quial. Vivimos un momento intenso, compartimos una hermosa visita noctur-na. Ausentes no sólo las autoridades sino también todos los periodistas. Una

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parar un nuevo amanecer y vivimos tiempos degracia inolvidables en esos barrios: nació una Ca-pilla dedicada al Sagrado Corazón; llegaron lashermanas de Madre Teresa de Calcuta; un me-rendero para niños, un comedor para ancianos;y después de la llegada de la hermana Eva, la obrade los focolares de “Nueva Vida”, el crecimientode Los Tacurúes y... mucho más: las misiones deverano; los campamentos de verano con un éxitoinesperado; el grupo juvenil que junto a los adul-tos, movían a la parroquia; un floreciente grupode Alcohólicos Anónimos que animó y recuperóa tantos, marcando el paso entre comunidadesvecinas. Capté, además, que los chicos de esascomunidades, todavía sumergidas, tienen una in-teligencia brillante. Entonces volví a entender quedebajo de la superficie del agua del río, si bienhay algo de escombros y pantanos, existe tantariqueza, tanta vida y tantas gracias que novaloramos, no utilizamos y no ponemos en co-mún. Cuántas veces pensé: “Si tuviera la posibili-dad de crear una fábrica, tomaría todos esos chi-

cos de esos barrios, los mismos quehacen de saltimbanqui en los semá-foros, los que llamamos traviesos,porque siempre nos sorprenden conalgo nuevo. Jesús decía que el Rei-no de los cielos se parece a un hom-bre que al encontrar un tesoro enun campo vendió todo lo que teníay compró el campo... Los jóvenesson nuestro tesoro.

cosa es la que se ve y otra la que se da.¿Recuerdan el Nacimiento de Jesús? Lospobres no suelen ser noticia. No figuran.La farándula está en el palacio de Herodes...Ni se entera. Y ¿Cómo no recordar a mu-chos de los periodistas que, llegando al san-tuario de la Gruta de Lourdes describíanlas grandes celebraciones de los días Oncey lo único que veían era el pedacito del “ice-berg” que sale en la foto: “la piedra, las ve-las y el agua...” ¡Cuan diferente es la expe-riencia de quien pasa horas confesando...como buceando y contemplando el inmen-so “iceberg” sumergido. ¿Cómo puede es-cribir la historia de los 500 años de evan-gelización Latinoamericana, un periodista?No puede describir a un “iceberg” sin bu-cear en profundidad. El que no ve en la dis-tancia es “miope”. Hay que aprender a verla vida, a la persona, a la historia de otromodo. La balanza, el metro, el kilo, los nú-meros, las estadísticas, las fotos, no lo di-cen todo. Debajo del agua, en lomás profundo, como arriba de lostechos y en lo más alto, tanto enlas noches oscuras, como en la in-timidad de las familias, se muevemucha vida, muchas corrientes sa-ludables. Allí está Dios fermentan-do tiempos nuevos, cielos nuevosy tierras nuevas. No faltarán las per-secuciones ni las intrigas de los im-perios, o de minúsculos “lobby”que presionan, hasta amenazar condestruir a la familia y a la Iglesia,subrayando sólo los escándalos.¿No saben que nos ayudan a ser humil-des, y así nos ayudan a flotar y salir me-jor? El orgullo y la soberbia del Titanic nonos sirven. El “¡No prevalecerán!” no se apo-ya en nuestras buenas artes, organizacio-nes, tecnologías o diplomacias, sino enCristo que dijo: Permanezcan en mi ydarán mucho fruto, mientras que sin mino pueden nada.Y esa visita nocturna de María fue como pre-

¿¿¿¿¿?????¿Qué “tesoro clandestino”encontraste en tu vida?

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AMAR en serioPensé mucho en la pequeña y grave diferencia entre el egoísmoy el amor. Tan diferentes y tan parecidos. Hay amores que sonsutilmente falsos como el cóctel y el veneno: ¡Matan! Como el delpastorcito, que viendo a una víbora dura de frío la levantó y,compadecido, se la puso en el bolsillo. A las dos horas sintió conalegría que se movía. Cuando la quiso sacar de su bolsillo, recupera-da y viva, ella lo mordió.“Padre, no tengo más nada en mi casa. Mi hijo me vendió todo para com-prarse droga. Ahora parece que está vendiendo droga para bancarse el vicio.No sé qué hacer. Visto que nosotros no podemos con él, mi marido me dijoque lo denunciemos... Hay centros de recuperación...”El amor verdadero lo aprendemos en la lectura calma y pausada de la Bi-blia. Ese libro tan sabio, y tan exigente que nos regaló nuestro Padre lleno deamor verdadero. Hemos querido ablandar, suavizar, subestimar los límites, laprudencia y nos volvimos cómplices de una debilidad globalizada. La salva-ción, la felicidad cuestan. Jesús nos habla de camino angosto.Me surgieron algunas preguntas. ¿Seremos tan inocentes frente a este flage-lo?, ¿Habremos puesto en el alma de nuestros hijos todos los ingredientespara que conocieran en qué consiste la felicidad? ¿Los hemos preparado parael duro combate educándolos y capacitándolos en el espíritu de sacrificio?“¿Vos te animarías a dar tu corazón a tu hijo para que funcione?“ La res-puesta fue inmediata: “¡Sí!“Y: “¿Vos estarías dispuesta a dar el corazón de tu hijo a un extraño para quefuncione?“; me miró arrugando la frente como si la pregunta hubiera conteni-do alguna ofensa y contestó grave: “¡No!“Y soñé... Desde siempre me había gustado crear. Mi taller era un mundo depequeños inventos. Además siempre agregaba a mis pequeñas criaturas algonuevo y toda novedad sugería más y más aplicaciones y desarrollos. Pero undía se me ocurrió hacer algo semejante a mi. Puse todo mi empeño. Estabacasi a punto. Faltaba un soplo, el soplo. Respiré hondo, soplé sobre él y elinvento, mi criatura, echó a andar. Pero, apenas lo puse en el jardín no faltó unenemigo quien se le cruzó y, seduciéndolo, lo llevó al barranco. Perdió elcontrol y se quebró el núcleo, el corazón. No lo podía creer. Lo rescaté y lo volvía mi taller. Una gran amargura me envolvió. Me tomó la fiebre y en un deliriode sueños e imaginaciones, Alguien me dijo: “¡Papá, visto que tanto te dueley a mí me preocupa, yo te doy una mano. Te doy mi corazón, y lo arregla-mos!”; “¡Hijo! Hay que ver el costo. A este invento lo hice andar con mi soplo.

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Esta ruptura se realizó en el corazón, en elcentro. No se arregla así nomás!”. “¡Padre!Yo sé donde te duele. Yo sé donde está laruptura. Se quebró el corazón. Bueno, Pa-dre, yo te amo y amo a tu Obra. ¡Aquíestoy! ¡Cuenta conmigo! Yo sé que si pon-go mi Corazón, va a funcionar“...“¿Voy a entregar a mi Hijo?” Un silencio desiglos trajo primero una suave briza, des-pués un viento huracanado y finalmentefuego. Entre las llamas una voz decía: “¡Altercer día lo resucitaré!”. Y volvieron a re-construir a esa criatura, tan pequeña y tanquerida.¿Quién podría dar el corazón de un hijopara que una simple criatura volviera a vi-vir, a ser. Sólo Dios, en su amor, único, eimprevisible, como un enamorado ado-lescente que pierde la cabeza, un artistasoñador, un apasionado sin control, unloco... Se hizo hombre, se jugó por elhombre. Entregó su vida y, como si fuerapoco, se hizo comida, pan, fuerza del hom-bre, criatura suya.Comprendí que no hayejemplo en la tierra. Nohay padre ni madre, ni hijo,que puedan mostrar tantoamor. Entendí por qué alHijo, Jesús, lo llamamostambién, Sagrado Corazón.Comprendí el amor de Ma-ría, que por ser su madreaprendió y enseñó que elamor es “darse“, darlo todo,dar el corazón y que edu-car no es simplementemantener al hijo sino ca-pacitarlo para la lucha, elsacrificio y la entrega.¡Qué error, dejar prematu-ramente en guarderías o dejar al hijo conalguna experta, o empleada para poder tra-bajar y comprarle todo lo que precise, cuan-do descuidamos el corazón.

Al principio existía la Pa-labra, y la Palabra estabajunto a Dios, y la Palabra

era Dios. Al principio estabajunto a Dios. Todas las cosas

fueron hechas por medio de laPalabra y sin ella no se hizo nada de todo loque existe. En ella estaba la vida, y la vidaera la luz de los hombres. La luz brilla en lastinieblas, y las tinieblas no la recibieron.Apareció un hombre enviado por Dios, quese llamaba Juan. Vino como testigo, para dartestimonio de la luz, para que todos creye-ran por medio de él. Él no era la luz, sino eltestigo de la luz. La Palabra era la luz ver-dadera que, al venir a este mundo, iluminaa todo hombre. Ella estaba en el mundo, y elmundo fue hecho por medio de ella, y elmundo no la conoció. Vino a los suyos, y lossuyos no la recibieron. Pero a todos los quela recibieron, a los que creen en su Nombre,

les dio el poder de llegar a serhijos de Dios. Ellos no nacie-ron de la sangre, ni por obrade la carne, ni de la voluntaddel hombre, sino que fueron en-gendrados por Dios. Y la Pala-bra se hizo carne y habitó en-tre nosotros.Y nosotros hemos visto su glo-ria, la gloria que recibe del Pa-dre como Hijo único, lleno degracia y de verdad.

Juan 1,1-14

¿¿¿¿¿?????¿Por qué Jesus se llamatambién Sagrado Corazón deJesús?

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El amor todo lo puede(1Cor 13)

Era una de esas noches en que uno busca la estufa o la cama. Yoestaba caminando en el Templo con las luces semi apagadas.Caminaba rápidamente de un lado al otro, procurando calentarel cuerpo. Afuera, una lluvia constante daba la sensación de aler-ta meteorológica. “Tiempo feo” le decimos por aquí. Mientrasdesgranaba el rosario, a la misma velocidad del paso, como sin-tonizando, veo dos sombras venir directamente hacia la puertadel Templo. Empujan, abren y entran. Sin abrigo adecuado, con unos buzosde primavera, la cara morada y fregándose las manos -no se si para espantarel frío o para tomar coraje- preguntan:- ¿Usted es el padre? - ¡Si!- ¿No tiene algo que nos dé? Me pareció que con “algo” no arreglaría nada,entonces me atreví:- ¡Siéntense! ¿De donde vienen?- ¡De una casa abandonada!- Bueno pero no nacieron en esa casa... ¿Son hermanos?- ¡No! Somos amigos.Me atreví: - amigos en la mala, porque peor que así... ¿En qué andan? Y allíempezó la historia...- Mi padre se fue para Brasil, yo vivía con mi madre, pero como empecé conla droga... vio, con la pasta base, mi madre se cansó, no aguantó más y meechó. Pero, padre, ya hace 4 días, hace 4 días que no me drogo, pregúntelea él, y dirigiéndose hacia el amigo, le dijo: - ¡Contále! ¿Verdad? ¡Decíle vos!Hace 4 días que no me drogo y todas las noche me pongo a llorar, porque mimadre me echó de casa. Yo me drogaba todos los días, yo no aguantaba niun día sin droga... Pero usted ¿Sabe lo que es? Me echó de casa y me dijo: “¡Odejás esa porquería o te vas! ¿Me entendés? Si no dejás la droga, ¡Olvidate deque tenés madre!” Para que una madre le diga esto a uno, ya es lo último.Bueno, padre ya hace 4 días que estoy limpio. ¡Pregúntele a él! Y miraba alcompañero. Todas las noches lloro, porque me acuerdo de lo que me dijo. Yola cansé.- ¿Cuantos años tenés?- ¡Dieciocho!- ¿Que andan precisando?- De todo... algo para comer, alguna frazada, si tiene alguna campera, algún

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buzo... lo que sea. Estamos muertos de frío.- ¡Bueno, es la hora de la Misa, los invito aquedarse y después vamos a ver qué ha-cemos...Terminada la Misa me pidieron algo calien-te porque en la casa abandonada no teníanni para calentar una taza de leche. Les dí loque pude y nos despedimos... Pocos díasdespués el muchacho me trajo 150 pesospara que se los guardara, una semana des-pués me trajo otros 450 pesos para que selos cuidara y hace poquito me enteré deque volvió a su casa con su madre que tan-to extrañaba. Tan grande puede ser unamadre que levanta a un hijo aún desde elpantano más feo. Acaso ¿No recuerdan alhijo pródigo?; “en la casa de mi padre...”La bondad de la familia es la fuerza yel recurso mayor del que disponemospara seguir la lucha diaria y el cami-no de recuperación. Una fuerte y sabro-sa experiencia de íntimas y cálidasrelaciones en familia, mantiene vivala esperanza de recuperarse y recu-perar a los familiares y a la sociedad.La falta de familia o una triste expe-riencia de ella, quitan el empuje delcaído y la añoranza o la seducciónde lo perdido.¡Cuánto gastamos en todo el mundode la droga, accidentes, jóvenes per-didos, etc.? Se precisa mayor inversiónen la preparación, acompañamiento yrecuperación de las familias.¿Con qué facilidad accedemos a la se-paración o divorcios, acomodando alos hijos “de alguna manera”? ¿Nohabrá que educar a los medios decomunicación antes que tomar repre-salias contra nuestros hijos? NuestroPadre Dios que nos hizo, Jesús que seentregó por nosotros y el Espíritu Santoque vive en cada uno, nos aman. Es sólocuestión de que nos dejemos salvar. Aho-ra, las familias que se olvidaron de Dios,saben que “nadie da lo que no tiene”.

Llegaron entonces unaspersonas transportando aun paralítico sobre una ca-

milla y buscaban el modo deentrar, para llevarlo ante Je-

sús. Como no sabían por dóndeintroducirlo a causa de la multitud, subie-ron a la terraza y, separando las tejas, lobajaron con su camilla en medio de la con-currencia y lo pusieron delante de Jesús. Alver la fe de ellos, Jesús le dijo: “Hombre,tus pecados te son perdonados”. Los escri-bas y los fariseos comenzaron a preguntar-se: “¿Quién es este que blasfema? ¿Quiénpuede perdonar los pecados, sino sóloDios?”. Pero Jesús, conociendo sus pensa-mientos, les dijo: “¿Qué es lo que están pen-sando? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pe-cados están perdonados”, o “Levántate y

camina”? Para queustedes sepan que elHijo del hombre tienesobre la tierra el poderde perdonar los peca-dos -dijo al paralítico-yo te lo mando, leván-tate, toma tu camilla yvuelve a tu casa”. In-mediatamente se le-vantó a la vista de to-dos, tomó su camilla yse fue a su casa ala-bando a Dios.

Lucas 5,18-25

¿¿¿¿¿?????¿Qué fortalezas recibiste detu familia?

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Aprender de los niñosCasi corriendo se metieron en la iglesia. Detrás de ellos (unniño de tres años y una nena de dos), venía una madre, jo-ven, y una chiquilina de doce años. Entretenido por la vivacidadde los dos más pequeños, yo los seguía con la mirada pensando en quiénsabe qué lío me harían entre los candeleros y las flores.Imaginé el motivo de esa visita, pero no acerté. ¿Un asiento, un desahogo, unoído?“¡Siéntense!” les dije. La niña de doce años miraba para todos lados, inspec-cionando el templo con cara sorprendida. La mamá de los pequeños, empezócomo sacándose una pesada carga, imposible de contener.“¡Padre! Pedimos al panadero un pedazo de pan. El hombre le dio un pedacitode pan a cada uno de los niños, gritando: ¡Para Uds. hay! Para la madre ¡No!,Ella es joven y puede ir a ganárselo!”.Yo la miré con ganas de saber hasta qué punto sería cierto. Pero de prontollegó corriendo el hijito, me tomó de la manga gritando: “¡Vení... vení.Sacále!”. No pude resistir a la vehemencia y movido por la curiosidad, miré ala madre y lo seguí. Me llevó delante de una cruz y me mostró el grueso clavoque tenía sujetados los pies de Jesús, diciendo fuerte y apurado: “¡Sacále,sacále!” e indicaba el clavo.Como queriendo distraerlo de esa fuerte impresión, lo tomé y lo alcé hacia elrostro de Cristo, pidiéndole que le besara. No hubo caso. No podía sacar sumirada de los pies de Jesús repitiendo más nervioso: “¡Sacále, sacále!”.Derrotado, lo llevé en mis brazos hacia su madre que había quedado sentadaen el banco. El niño volvió corriendo hacia la Capilla donde había visto a Cristoen cruz. Pasaron unos minutos y nuevamente volvió pero esta vez con otraobservación: “La imagen del Sagrado Corazón de Jesús tenía unas monedas,mientras que la de la Virgen no tenía ninguna...”. Le parecía injusto. Me sentíembretado por estas dudas del pequeño: las fuertes heridas, los clavos, quetodavía hacen sangrar a Jesús en nuestros hermanos; las injusticias que admi-nistramos cada día con los bienes, los prejuicios, las ofensas y las discrimina-ciones. Pensé en mi madre, viuda, con tres hijitos: una hermanita de 6 años,yo de 4 y mi hermana menor de 2, en plena Guerra Mundial. Cuántas mujeresestán obligadas, a veces forzadas y a veces condenadas a enfrentar la lucha decriar, educar, y formar ciudadanos sensibles, nobles, justos, como todos que-remos y reciben antes que alientos, “indirectas, insultos”.

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Verdaderos sagrarios de la vida, mujeres,madres de mis hermanos, de mi país,miembros de mi cuerpo, del cuerpo de Cris-to, forjadoras del presente y del futuro, noreciben, no sólo las monedas necesariaspara vivir, sino tampoco el aliento y el apre-cio que les quite los dolorosos clavos quesangran, duelen y condicionan.Los mejores maestros que tenemos sontodavía los niños inocentes. No quieren cla-vos para nadie, quieren justicia e igualdady nos reclaman que hagamos algo. No to-leran la indiferencia. La tolerancia frecuen-temente es complicidad. La misericordiaexige acción reparadora. En el encuentrode María con suprima Isabel, losniños se comuni-caron y comuni-caron a las ma-dres actitudesprofundas yproféticas.Tanto Isabel co-mo María se deja-ron enseñar y sa-lieron a anunciaral Santo Todopo-deroso que harájusticia exaltandoa los humildes yderribando a lospoderosos. Meacordé que SanJosé murió de-masiado pronto,y que María, lamadre y elChiquilín se tu-vieron que rebus-car y que las pruebas a pesar de todo pue-den volverse provechosas, lecciones, creci-miento, madurez y solidaridad.

Jesús fue al monte de losOlivos. Al amanecer volvió

al Templo, y todo el puebloacudía a él. Entonces se sen-

tó y comenzó a enseñarles.Los escribas y los fariseos le trajeron a unamujer que había sido sorprendida en adul-terio y, poniéndola en medio de todos, dije-ron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sidosorprendida en flagrante adulterio. Moisés,en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clasede mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían estopara ponerlo a prueba, a fin de poder acu-

sarlo. Pero Jesús, inclinándo-se, comenzó a escribir en elsuelo con el dedo. Como in-sistían, se enderezó y les dijo:“El que no tenga pecado, quearroje la primera piedra”. Einclinándose nuevamente, si-guió escribiendo en el suelo.Al oír estas palabras, todos seretiraron, uno tras otro, co-menzando por los más ancia-nos. Jesús quedó solo con lamujer, que permanecía allí, eincorporándose, le preguntó:“Mujer, ¿dónde están tusacusadores? ¿Nadie te hacondenado?”. Ella le respon-dió: “Nadie, Señor”. “Yo tam-poco te condeno, le dijo Jesús.Vete, no peques más en ade-lante”.

Juan 8,1-11

¿¿¿¿¿?????Todos los días encontramos aCristo con clavos y pesadascruces... ¿Lo reconocemos?

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“Exilios” y “Egiptos”en tu propia tierra...Alguna vez pensé que ciertas páginas del evangelio no nos decíanmucho; una de esas páginas era por ejemplo, “la fuga de la SagradaFamilia a Egipto”. Pero un día, el maravilloso “Tramposo”, me llevó yme trajo a mi tierra, la de todos los días, la del Barrio... allí me hizodescubrir cuántos Herodes con sus soldados amenazan la vida, lapaz, el desarrollo sereno, el trabajo, la estadía de muchos, obligadosa emigrar para sobrevivir: porque la “crisis” económica, porque eltrabajo escasea, porque la edad avanzada, el muchacho debe seguirlos estudios, porque las lenguas de algún vecino... ¡Si! Aquí. A este Egipto merefiero. ¡Cuántos casos de familias que tuvieron que emigrar por culpa de laslenguas. Raro este Herodes, pero sutil, poderoso y con un alcance inimagina-ble. Puede alcanzar al inocente, a su familia en distancia.- ¡Padre! ¿mi hija puede venir a la catequesis en esta capilla? Ella no quieremás ir al grupo del barrio.-¿A qué se debe este cambio?- ¡Padre, nosotros somos nuevos en el barrio. Yo puse una pequeña escuelitade música y danza folklórica, e invité a una vecina a que me ayudara. Pero alterminar el año, esta persona puso su pequeña academia y lanzó tremendascalumnias sobre mi. Que yo maltrataba a los niños, que los basureaba, que losamenazaba... ¡Me dejó tan mal en el barrio!... Tanto veneno desparramó, queun día la maestra de mi hija me preguntó qué había ocurrido que la niñahabía cambiado tanto, que a veces se la veía llorando en el patio... Y si eraverdad que yo había golpeado algunos de los niños. Padre, le juro, por mihija, que nada de todo eso ocurrió nunca. Nosotros hemos invertido todosnuetros ahorros en la compra de una casa en el barrio... Queríamos hacer unjuicio, pero después pensamos que se levantaría un gran revuelo, que igualnos dejaría incómodos en el barrio... Mi marido es abogado, pero yo piensoque nuestros hijos pueden sufrir algunas consecuencias desagradables. Yo ledigo que más vale nos mudemos...Egipto, y de la bendita fuga... Claro está. Las cosas no son tan iguales. Aveces hay que tener la fortaleza y emprender toda esa escuela “no-formal”, deeducar a la comunidad a la convivencia, a la comprensión, a la tolerancia, y avivir “La Caridad en la Verdad”, como sugiere la última encíclica de Bene-dicto XVI. Lindo trabajo “vivir la Caridad en la Verdad”, sobre todo ahoraque los medios de comunicación nos inundan con cataratas de calum-

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nias, maledicencias, chismes aún entreslos ilustres ciudadanos. Nosotros sabemosque los “Herodes” no dejarán de existir.Sabemos que de los chismes o de las ca-lumnias no nos vamos a salvar. Pero... ¿Notendríamos que insistir un poco más so-bre los mandamientos de Dios, la honesti-dad, la verdad en las relaciones familiares,nacionales e internacionales? Una compu-tadora para cada niño, pero ¿Qué circulaen las venas de esa computadora? ¿Cuáles la escala de valores que inyectamos enlos jóvenes sedientos de verdad y que cu-brimos y apabullamos con promesas, losusamos un poco y después los largamossin educar la capacidad de discernir y usarsu libertad?La verdad es que flechamos sus mentes, losprecisamos como “clientes” de nuestros“seudo-derechos” y los proclamamos “cons-tructores” de una sociedad materialista,consumista, competitiva a veces sin escrú-pulos con tal de “trepar”... El peor enemi-go de la verdad es justamenteel “parecido”. El peor enemi-go de la “libertad” es justa-mente el “libertinaje”. El peorenemigo del “derecho” es el“placer”. Si esto me trae pro-vecho o amenaza mi privilegioes mi amigo o enemigo. A estehay que perseguirlo hasta“Egipto”. Y desencadenamosuna sarta de calumnias que ma-tan o exilian. Las lenguas espe-cialmente de tantos adultos, si-guen siendo los medios de tor-tura, desconcierto y confusiónde tanta gente que terminará enalgún exilio no deseado.Gracias a Dios el Espíritu Santosupera nuestras fronteras,nuestra censura y sabe sacar de esos“exilios”, de esos “Egiptos”, crecimientospersonales y comunitarios que trasciendanescuelas, prensas y parlamentos.

Después de la partida de losmagos, el Ángel del Señor se

apareció en sueños a José yle dijo: “Levántate, toma al

niño y a su madre, huye a Egipto y perma-nece allí hasta que yo te avise, porqueHerodes va a buscar al niño para matarlo”.José se levantó, tomó de noche al niño y a sumadre, y se fue a Egipto. Allí permanecióhasta la muerte de Herodes, para que secumpliera lo que el Señor había anunciadopor medio del Profeta:Desde Egipto llamé a mi hijo. Al verse en-gañado por los magos, Herodes se enfure-ció y mandó matar, en Belén y sus alrede-dores, a todos los niños menores de dos años,de acuerdo con la fecha que los magos lehabían indicado. Así se cumplió lo que ha-bía sido anunciado por el profeta Jeremías:En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y

gemidos:es Raquel, que llora a sushijos y no quiere que laconsuelen, porque ya noexisten.Cuando murió Herodes, elÁngel del Señor se apare-ció en sueños a José, queestaba en Egipto, 20 y ledijo: “Levántate, toma alniño y a su madre, y re-gresa a la tierra de Israel,porque han muerto losque atentaban contra lavida del niño”.

Mateo 2,13-19

¿¿¿¿¿?????¿Encontraste personas quesilenciosamente pagaron porlos chismes y las calumniasde los demás?

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¡Lo quiero,pero aún no se lo dije!Había llovido mucho en la mañana. Yo, como todos los días oncede cada mes, iba a la Gruta de Lourdes, en Montevideo. Una nece-sidad de ver y vivir un momento con “La Madre”. El barro meexigía mirar donde ponía mis pasos pero en un instante pude ver lacarita de un niño que desde el último banco de la Gruta mirabahacia el Cristo. Al llegarle cerca se me ocurrió decirle: “¡Decile ala Virgen que la querés mucho y ella te ayudará siempre!”. Y,sin detenerme, seguí mi marcha hacia la Gruta para hablar conElla. Pasaron unos diez minutos y me estaba volviendo. Una persona medetuvo y mientras hablaba con ella, veo el chiquilín acercarse corriendo. Lomiro y me dice: “Le dije a la Virgen que la quiero mucho, pero Ella... ya sabetodo”. Fue como un relámpago acordarme de algo ya vivido y, mirándolo a losojos le conté: “¿Ves ese pino grande? Una tarde yo estaba saliendo de la Grutay, debajo de ese pino, se me acercó una señorita de unos veinte años y mepreguntó si yo disponía de unos minutos. ¡Claro! le dije. ¡Todo el tiempo quenecesites!”. El niño me miraba con unos ojos grandes como queriendo adivi-nar. Y seguí: “Esa señorita se detuvo, como sacando fuerzas, y mirándome,me dijo: ¡Padre, mi hermano se fue para Estados Unidos para trabajar. Tuvoun accidente y se murió! Tenía apenas 24 años. Y siguió entre lágrimas, conuna tristeza infinita: padre, yo nunca le dije: ¡Te quiero! Nunca, padre,nunca se lo dije. Yo lo quería mucho, mucho, pero nunca se lo dije. No sé porqué no se lo dije. En ese momento yo también me acordé de algo parecido...de ciertas deudas que todo nosotros tenemos. Deudas sin pagar o que he-mos pagado a medias y quedaron sin cerrar. ¡Cuántas! Y esa señorita yaestaba tapando su rostro en lágrimas con un delicado pañuelo. El llantosiguió un rato largo hasta que se calmó”.Fue entonces que el niño, que me miraba escuchando atentamente, me dijo:“¡Padre, me voy porque me hace llorar!”.Entonces le dije mientras se alejaba: “¡No te olvides de decirle a la Virgen quela quieres. Ella ya lo sabe, pero le gusta escucharlo”.No se si la vergüenza, el apuro, las distracciones, o el darlo por descontado,impiden que paguemos nuestras cuentas. Yo también hubiera querido tenerun día más para contarle tantas cosas a mi hermana que falleció. Cosas quequedaron en el tintero porque ese día faltó, y no tuve el tiempo, habiendotenido años para hacerlo. No dejes para mañana lo que es importante hacer

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hoy, porque el mañana no sé si llegará.Todas las veces que me llaman a un velo-rio, casi siempre, me sale sugerirles a lospresentes esta idea: “Imaginemos que Dios,Padre Bueno le regale al difunto, un mi-nuto de tiempo. ¿Qué nos diría y qué lediríamos? Seguro que no nos hablaría nide negocios ni de quinielas: Nos diría queel Rostro de Dios llena toda nuestra exis-tencia y que lo busquemos con pasión...Y nosotros ¿Qué le diríamos a mamá, apapá, o a un hijo o abuelo? ¡Perdóname!¡Gracias! ¡Te quiero de corazón! Bueno, aúnse lo podemos decir. No lo demos por des-contado”.¡Que bueno es rezar por nuestros di-funtos! Es como otro encuentro en la Casadel Padre. Un breve encuentro, un llamadotelefónico, un decirle: “No me olvidé, nun-ca me olvidaré. Perdóname los malos ra-tos. Te agradezco elcariño que me diste.Decile a Dios que nosvuelva a reunir paravivir lo que no supi-mos, no pudimos, noalcanzamos...”Esto, sin embargo, nose improvisa.La familia también seconstruye con los fa-miliares que nos pre-cedieron. Podemosencontrarlos en la casadel Padre. Ese lugarestá. Cristo lo descri-bió: “En la casa de miPadre hay muchasmansiones, voy aprepararles un lu-gar para que estén junto conmigo”. Em-pecemos con la oración: momento de pri-vilegio, íntimo y comunitario, profundo ycompartido.

Jesús, conmoviéndose nue-vamente, llegó al sepulcro,que era una cueva con una

piedra encima, y dijo: “Quitenla piedra”. Marta, la hermana del difunto,le respondió: “Señor, huele mal; ya hacecuatro días que está muerto”. Jesús le dijo:“¿No te he dicho que si crees, verás la glo-ria de Dios?”. Entonces quitaron la piedra,y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:“Padre, te doy gracias porque me oíste.Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dichopor esta gente que me rodea, para que creanque tú me has enviado”.Después de decir esto, gritó con voz fuerte:“¡Lázaro, ven afuera!”. El muerto salió con

los pies y lasmanos atadoscon vendas, y elrostro envueltoen un sudario.Jesús les dijo:“ D e s á t e n l opara que pue-da caminar”.

Juan 11,38-44

¿¿¿¿¿?????¿Te sentiste mejor frente aun gesto de amor,aparentemente innecesario?

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La libertad... y los vidriosEstaba yo en el templo parroquial de El Pinar, dedicado a S. Rosa deLima: el frente del templo, al sur, totalmente de vidrios transparentes;al norte, una pared semicurva revestida de lajas barnizadas, sobre lasque surgen unos vidrios pintados, en signo de cruz y otros transparentes.Tenía la puerta del Templo abierta. Estaba leyendo cuando vi una palomaentrar en el templo picoteando unos granos de arroz, ya que se había celebra-do un casamiento el día anterior. Entró decididamente y avanzó bastante.Un pequeño ruido la asustó. Levantó el vuelo y fue a golpearse contra unvidrio. Se detuvo un segundo y levantó nuevamente el vuelo. Fue nuevamentecontra otro vidrio. Logró pararse en una de las varillas divisorias. Me levanté yfui a abrir las 4 puertas del frente esperando que bajara y, sintiendo el airefresco de la puerta, se orientara a la salida.Retomé la lectura y la pobre paloma quedó moviéndose entre los mismos dosvidrios.Me daba mucha pena y me preguntaba ¿Por qué no se aleja? ¿Por qué nocambia de lugar?Y me acordé de las infinitas empecinadas... Cuando era niño frente a un ju-guete... Adolescente con el tema de la bicicleta... Después con el profesor dematemática, con el docente de filosofía, en los amores deportivos, y en lasopciones de la política...Mientras tanto la paloma estaba allí dándose contra los vidrios. Se venía lanoche y sin beber ni comer. ¿Por qué el instinto de sobrevivencia, la razón, losideales no ayudarían a ensanchar el espacio de exploración? Busqué una tacuaralarga, la aproximé a la paloma que voló hacia el lado norte del templo. Tam-bién allí los vidrios dejaban ver a los pinos dibujados en un cielo azul. Lapaloma se golpeó fuerte. Volvió sobre su camino y fue a darse de nuevo contralos mismos dos vidrios. Quedaban muchos espacios, muchos vidrios sin tan-tear. Yo le seguía el vuelo y con la tacuara en mano tomé la decisión: “parasalvarle la vida, no tendré más remedio que asustarla, cansarla, dejarla quecorra, que se golpee hasta a la rendición. Una vez agotada, tomarla en lasmanos y soltarla en el patio abierto”.Pero en ese mismo momento recapacité y me di cuenta que eso era lo quetantas veces le había recriminado a Dios.Lo obligamos a intervenir de la misma manera. Nos deja libres para que apren-damos, de los golpes, los límites y los riesgos de nuestra libertad pero noquiere nuestra muerte. El sufrimiento es un buen docente, pero no basta. Sólo

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Dios salva y hace que el dolor nos prepare.Y pensamos: Pero Dios ¿Se ensañó contrami? ¿Por qué nos persigue tanto? ¿SeráDios masoquista? En esos pensamientos lapaloma cayó extenuada.Me pude acercar. La agarré, asustada y gol-peada. “¡Se acabó! -pensó- ¡Adiós libertad!¡Mis alas en manos ajenas! ¿En qué manosme encuentro? ¿Dónde está el Dios Bue-no que me dio las alas? ¿Para qué las tram-pas de los vidrios? ¿Será la libertad unverso, una ilusión y todo vuelo orientadohacia la esclavitud?”Le acaricié su dolorida cabecita y la lancéhacia el cielo de esa tarde tan roja y pro-metedora de un nuevo día. Atardeceres yamaneceres tan parecidos y tan diferentesy al mismo tiempo tan fuertemente relacio-nados.Respiré hondo y entendí cómo los golpesmaduran y con frecuencia obligamos a Diosa una dolorosa y amorosa persecución. Ate-rricé, y descubrí que esasmanos no me quitabanla libertad sino me laiban a regalar. ¡Cuántasveces le pedimos a Diosque quitara el vidrio...Que lo rompiera... Que...¿Por qué lo colocó allí?...¿Qué sentido tendríanlas ventanas? ¡Qué tram-poso e innecesario in-vento lo de los vidrios...Y..¡Sacámelo, Dios, sieres un buen Padrecomo dicen! y nosotros,en vez de bajar despaci-to al suelo y buscar lapuerta, despotricamoscontra los vidrios, la na-turaleza y el creador.

Jesús hizo un látigo decuerdas y los echó a todos

del Templo, junto con susovejas y sus bueyes; despa-

rramó las monedas de loscambistas, derribó sus mesas y dijo a los ven-dedores de palomas: “Saquen esto de aquíy no hagan de la casa de mi Padre una casade comercio”. Y sus discípulos recordaronlas palabras de la Escritura:El celo por tu Casa me consumirá.Entonces los judíos le preguntaron: “¿Quésigno nos das para obrar así?”. Jesús lesrespondió: “Destruyan este templo y en tresdías lo volveré a levantar”. Los judíos le di-jeron: “Han sido necesarios cuarenta y seisaños para construir este Templo, ¿y tú lo vasa levantar en tres días?”. Pero él se referíaal templo de su cuerpo.

Juan 2,15-21

¿¿¿¿¿?????¿Encontraste la solución de tuproblema en la “última opción”que te quedaba, y no querías?

¿en la obediencia a la vida, a Dios?

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Los del bajo...y los de arriba“Ya le perdoné. Antes deseaba que se murieran todos, ahora no. ¡Cuán-tas veces pensaba dentro de mi: ¿Por que no se morirán, esos infeli-ces? Y parecen tener suerte, porque los meten presos y al poco tiemposalen...”! Mi hijo tenía 25 años. Fue al almacén y le tiraron 4 balazos. Tenía uncorazón maravilloso. “Los pobres del bajo” lo querían de una manera increí-ble. Me decían: “El Lucio tiene un corazón grande, Señora. El Lucio era de losnuestros. El venía con nosotros, tomaba mate con nosotros, fumaba un ci-garrillo con nosotros. Él no hacía diferencia.” Un día agarró la caja de ropaque tenía y me dijo: “Mamá, con el frío que hace voy al bajo y le llevo esto...”.Mire padre, tenía un corazón tan grande que no se pegaba a nada. Bastabaque le pidieran cualquier cosa para que se la diera. Y le pegaron 4 balazos...Un día me dijo: “Mamá, ¿Sabés una cosa? ¡Estoy en la droga!” Yo lo miré fijoy él me contestó: “¡No te preocupés, la tengo dominada!”.Vio, padre, su hermano, una luz, trabaja muy bien, pero... Lucio era de lospobres. Trabajador como él solo, pero se le dio por el maldito porro, y... esaotra porquería. Un día me llamaron, después vino la policía y me llevaron.Estaba ahí.Yo me crié con las hermanas. Hice todo con ellas: primera comunión y todo.Después, el trabajo, los hijos, y entre una cosa y otra, uno se deja estar.Ahora estoy de vuelta, solo que no rezo más con los libros, ahora rezocon mi cabeza, hablo con Dios y esto me ayuda mucho a perdonar. Le juropadre, que yo decía: “¿Por qué no se morirán todos esos delincuentes?Van a la cárcel y tenemos que mantenerlos. Pero ahora les perdoné. Mi marido,el otro día, me hizo llorar. Me dijo: “Ya hace un año que pasó. Ahora ya no loespero más. Ya sé que se fue con Dios porque quería tanto a los pobres. Yaestá bien. “Los del bajo” se acordarán siempre de él.Dicen que la caridad empieza por casa. Para el Lucio la caridad empezabacon los de afuera, con “los del bajo”. Después de unos minutos, mientrasnuestra fantasía recorría “el bajo”, le dije: “Señora, a veces pienso en aquellosque quisiéramos que se murieran para poder vivir tranquilos, y se me pasanpor la mente una seguidilla de rostros vistos en muchos barrios de Montevi-deo. Rostros y vidas de niños, de adolescentes y de jóvenes que pude escu-char. Algunos me recordaban escenas muy dolorosas. Violencia doméstica,violaciones en la infancia... Tener que pelear con el padre para que no moles-tara a la madre... ser maltratados en todo momento, nunca una palabra que

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no fuera un insulto o una agresión... pesa-dillas de noche, esperando al padre que po-dría venir con un trago de más. Hasta elsaludo en algunos lugares sería una pro-vocación... parte del micro mundo, delmicroclima y de la mentalidad barrial...¿Cómo no ser violento cuando no se vio,ni respiró otra cosa en el entorno... enton-ces... ¿Victimarios o víctimas? frecuente-mente ambas cosas. Pero esto ocurre tantoentre “los del bajo” como entre “los dearriba”.Se sabe que todo organismo que se respe-te, tiene que crear sus anticuerpos. Lafamilia sólida y acompañada con planes yprofesionales, la educación profunda eintegral, sostenida con todos los medios.Un buen sentido común será la mejor in-versión para el Bien Común, porque lo ne-cesitan tanto “los del bajo” como “los dearriba”.

El pueblo permanecía allíy miraba. Sus jefes, bur-

lándose, decían: “Ha salva-do a otros: ¡que se salve a sí

mismo, si es el Mesías de Dios,el Elegido!”. También los soldados se burla-ban de él y, acercándose para ofrecerle vi-nagre, le decían: “Si eres el rey de los ju-díos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabezahabía una inscripción: “Este es el rey de losjudíos”.Uno de los malhechores crucificados lo in-sultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías?Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otrolo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temorde Dios, tú que sufres la misma pena queél? Nosotros la sufrimos justamente, porquepagamos nuestras culpas, pero él no ha he-cho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérda-

te de mí cuando vengas aestablecer tu Reino”. Él lerespondió: “Yo te aseguroque hoy estarás conmigo enel Paraíso”.Era alrededor del medio-día. El sol se eclipsó y laoscuridad cubrió toda la tie-rra hasta las tres de la tar-de. El velo del Templo serasgó por el medio. Jesús,con un grito, exclamó: “Pa-dre, en tus manos enco-miendo mi espíritu”. Y di-ciendo esto, expiró.

Lucas 23,35-46

¿¿¿¿¿?????El “buen ladrón”¿sólo seencuentra en eltexto evangélico?

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Los mártires desconocidosHacía varios años que se repetía la situación.Llegaba el verano y la nuera le traía a la casa el hijito menor: Agustín. Era unaardilla. Uno de esos niños que algunos sicólogos definen como “hiperactivos”,inquietos, curiosos, con ganas de explorarlo todo. Imposible dejarlo solo unrato. Para él no había ni tele, ni dibujitos animados, ni computadora o esejuego que le llaman “play station”.Hacía años que a la abuela la habían operado de un pecho. “Cáncer de mama”,le dijeron, y a “¡No dejar el tratamiento! ¡Llegamos tarde!”¡Cómo no dejar el tratamiento!Ó el tratamiento ó el nieto. Y ese nieto era tan especial. Lo habían estadoesperando tanto tiempo... Además un abuelo nunca le dice que no a un nieto.Uno tiene en la conciencia tantas cosas... Al nieto le voy a dar lo que no pudedarle a mi hijo... y entre alegrías, culpas y auto castigo, lo recibía con el cora-zón y los brazos abiertos. Ya lo estaba esperando para otro verano. El añopasado el médico le había reprochado por haber dejado el tratamiento. Perocómo puede uno seguir el tratamiento si los remedios le bajaban la presión, ladejaban medio dopada y no podría cumplir con el seguimiento del nieto.Había que ver el trote al que Agustín la sometía. Esa cabecita siempre enacción y en movimiento jugando y toqueteándolo todo: la cocina, los enchu-fes, las tijeras, la caja de herramienta del padre y cuántas cosas más. Y alterminar las clases, la abuela ya guardaba sus remedios arriba del ropero y¡Que nadie se entere!Nadie se entere. ¡Sí! La enfermedad avanzaba, el médico no se explicaba, elabuelo se preguntaba y se decía: “¡El verano la trata mal! ¡No aguanta el ca-lor!...”Pero ella sí sabía que los remedios, arriba del ropero, no le podían aliviarnada, y que no había alternativa. ¿Cómo podría decirle que ¡No! Al nieto?Miraba al cuadro de la Sagrada Familia y se decía: “¡Ellos saben todo! ¡Jesússabe!” La nuera necesita trabajar. Ellos son jóvenes, tienen que terminar lacasa y el verano es cuando uno puede aprovechar para hacer unos pesitos ...y con una cara extasiada imaginaba esos ojos vivaces e inquietos de un nietotan precioso e inteligente. ¡Cuántas veces hablando con algunas amigas lescontaba las hazañas de ese Agustín, “orgullo de la abuela”. Todos la festejabany, más que nadie la nuera, feliz de ese hijito que sería, un mañana, el orgullode toda una familia.Pero, de pronto, el abuelo me llamó y me dijo que fuera a visitar a la “abuela de

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Agustín”. Fui y me enteré que arriba del ro-pero estaban los remedios, y que la abuelatenía poco tiempo más para disfrutar delas maravillas del nieto...¡Así son los santos! ¡Así son los mártiresdesconocidos! Ellos no figuran en el san-toral del Vaticano. Ellos están en el corazónde Dios y de la Virgen. Algunos creen quehay una sola Madre Teresa. ¡Si supieran!Ellos viven lo del Maestro Jesús: “¡Amar esdar la vida!”. Entendí por qué el cielo esmás grande que la tierra. Son desconoci-dos porque esconden los remedios arribadel ropero y van al cielo sin ruido, dejandoen la tierra huellas y perfumes misteriosospara los nietos y demás vecinos. ¡Es ver-dad! “¡No hay mayor amor que dar la vida!”....Y la casita se hizo... los nietos crecieron...se hicieron hombres... y algunos se dieroncuenta de que la mezcla para los ladrillosde la casa estaba hecha con amor y reme-dios...Pero Dios, quesabe todo, algúndía nos contará lahistoria de tantosabuelos, padres ohijos maravillososque aprendieron ya g r a d e c i e r o namando como Je-sús, El Maestronos enseñó: dan-do la vida...

Entre los que habían subi-do para adorar durante lafiesta, había unos griegos

que se acercaron a Felipe, el deBetsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor,queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decír-selo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.Él les respondió:“Ha llegado la hora en que el Hijo del hom-bre va a ser glorificado.Les aseguro que si el grano de trigo que caeen la tierra no muere, queda solo; pero simuere, da mucho fruto.El que tiene apego a su vida la perderá;y el que no está apegado a su vida en estemundo, la conservará para la Vida eterna.El que quiera servirme, que me siga, y don-

de yo esté, estarátambién mi servidor.El que quiera servir-me, será honrado pormi Padre.

Juan 12,20-26

¿¿¿¿¿?????¿Conoces a personas querenunciaron a días, meseso años en favor de losdemás?

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Nuestros santos. Mientrasvivimos, tenemos para darTenía aproximadamente unos cincuenta años. Caminaba encorvada,con la cabeza agachada, una mirada cansada y un poco triste. Su ropadelataba una sencillez extraordinaria, casi descuidada. Ningún signo derebusque. Fue a la piedra de la Virgen, piedra traída desde Lourdes, Fran-cia, que los fieles de nuestro Uruguay suelen tocar buscando alguna gra-cia, agradeciendo algún favor o simplemente comulgando con un gestotan conocido y cariñoso hacia la Madre: tocarla... Era un día entre sema-na. No era un 11 de mes, de manera que había calma. Yo estaba leyendo elevangelio del día. “Y Jesús les dijo: Esa mujer dio más que todos, porqué diotodo lo que tenía...” La imagen de la mujer del evangelio y la de la mujer deLa Gruta se me encimaron de tal manera que se me hizo una sola. La seguícomo preparando la homilía del domingo, y, sin dejar la tarea que me habíapropuesto, la miraba como viendo a las dos en una. Se me acercaron, mejordicho, se me acercó y me dijo: - “¡Padre! ¿Ud. Es padre verdad?” - “¡Sí!”- “¡Hace mucho que no hablo con un sacerdote!... ¿Puedo?” - “¡Sentate!”- “¡Padre, hace un mes murió mi madre! Yo ya no sé qué hacer con mi vida!”- “¿Estás casada?”Me miró con una mirada perdida. Esperé que me contestara... pareció dudar obuscar palabras para expresarse. Entonces cambié la pregunta:- “¡Tenés marido..., hijos? - “¡No padre! Mi madre se enfermó cuando yo tenía22 años. Yo tenía un novio y nos queríamos mucho. Ya habíamos hablado decasamiento, pero mi padre me dijo: ‘¡Bueno, mi hija. Ahora te toca a ti contodo y con todos. Mis dos hermanos eran más chicos. Había que acompañar-los a la escuela y seguirlos en sus deberes. Mi padre trabajaba todo el día enla construcción. Un día se cayó de un andamio. Vivió pocos días pero antesde morir me dijo: ¡Hija! A tus hermanitos hacelos estudiar! No quiero quesean como yo. Sin estudio van a tener que treparse por los andamios por unpedazo de pan...’Yo estoy contenta porque le cumplí. Uno se recibió de ingeniero y mi herma-na es abogada. Pasaron muchos años. Ellos se casaron y yo me hice cargo demi madre. Ella me necesitaba. A veces tenía que levantarla y hacerle todo.Ella me miraba y siempre me decía: ‘¡No me dejes sola y fijate en tus herma-nos porque para terminar mal, basta poco’. Padre, ellos se recibieron y ahoraestán bien. Se casaron y tienen su trabajo y su casa. Ya tienen dos hijos cadauno. Yo me quedé con mi madre. Pobre. La cuidé mejor que pude. Hace unmes me enojé con Dios porque se la llevó. Ahora entiendo. Sin embargo

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como yo vivía para ella me parece que yano tengo ganas de vivir”.- “¿Algún día tus hermanos se hicieron car-go de ella o no?”- “Padre,cuando uno tiene hijos ya no eslibre. Más todavía, con la juventud de hoy,sabe como es...”- “¿Cuánto hace que no los ves?”- “¡Desde el entierro, hace un mes! Le decíaque cuando hay hijos de por medio no sepuede!”- “¡Y así tu, ni te casaste ni tenés hijos y nosabes qué hacer con tu vida!” - “... porqueella me necesitaba...! Yo, padre, no me arre-piento, pero ya no tengo ganas de vivir...¿Para qué quiero vivir?”Me puse a pensar y le dije con fuerza: - “¿Sa-bes tu cuántos chiquilines es-tán sin padre y sin madre? ¡Bue-no! ¿Por qué no te dedicas a sermadre, abuela, o amiga de losque no tienen madre, abuela oamigas? Mañana te vas a la pa-rroquia y le decís al cura: ‘¡Pa-dre, yo tengo un poco de tiem-po todavía y quiero tener...“¡Una familia!” A través delservicio voluntario tendrás hi-jos, nietos y amigos a quienesregalar todo lo que la vida teenseñó. Están los hijos de lapanza y los hijos del corazón.Mirás a San José. Las canastasde Inda son importantes, peroel cariño es más importante.Regálalo y lo cosecharás. Verásque lindo”.Si supieran los jubilados todo loque tienen todavía para vivir ypara dar... Pero muchos lo mal-gastan en los bares o en los vi-cios, en nada. Cuantas personas no sabenqué hacer... y habiendo tanto por hacer, ter-minan en el ocio o a lo sumo entretenién-dose con alguna mascota. “Hay mas felici-dad en el dar que en recibir”, dice Jesús.

Después, levantando losojos, Jesús vio a unos ricos

que ponían sus ofrendas en eltesoro del Templo. Vio también a

una viuda de condición muy humilde, queponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo:“Les aseguro que esta pobre viuda ha dadomás que nadie. Porque todos los demás die-ron como ofrenda algo de lo que les sobra-ba, pero ella, de su indigencia, dio todo loque tenía para vivir”.

Lucas 21,1-4

¿¿¿¿¿?????Jesús dice que la vida de esamujer tuvo mucho sentido.¿Conoces a mujeres comoella? ¿las aprecias?

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“¡Como ovejassin pastor!...”

Tenía una reunión en una comunidad local. Fuimos dos adultos.Entonces, como siempre en ocasiones parecidas decidimos rezarun rosario. Naturalmente durante el rosario fueron más las distracciones quelas elevaciones. Entre las distracciones, ésta: “¡Mamita! (decía yo por la Virgen)¿Será posible que tu no puedas mover a la gente? ¿Por qué tanto fervor enbuscar escándalos en la Iglesia... Tanta creatividad en hurgar para encontrarmotivos para acallar a la jerarquía... ¿No podrás tu, Virgencita, pedir a tu Hijo,al Espíritu Santo que soplen, muevan y nos ayuden a encontrar caminos paranuestros chiquilines, para nuestro pueblo?...Era una nochecita oscura y fría. Mientras me acercaba al coche para irme, unavoz juvenil: “!Padre Rodolfo!” “¡Bueno!” contesté y vi, al otro lado del patio de laCapilla, una barra de una docena de adolescentes. Con alegre sorpresa, sinperder la oportunidad fui hacia ellos. Crucé el alambrado y ya estaba entreellos.En seguida me acribillaron a preguntas: “¿Existe el infierno? ¿Existe la reen-carnación? ¿Qué hay después de la muerte? ¿Por qué el mal?” Y seguían...casi con ganas de que no me fuera...¿Buscan respuestas? Pensé, ¿Quieren que me quede? ¿Necesitan atención?Muchas preguntas juntas, no eran sólo para respuestas... Necesitan respuestasde alguien que no sea una computadora. Respuestas calientes, humanas, na-cidas de alguien vivo, adulto, con experiencia... respuestas que permitan du-das, objeciones, discusiones... En un instante me acordé del pedido de unosminutos antes: “la distracción” del rosario. ¡Señor, envíanos un irresistible so-plo de tu Espíritu!... “Chiquilines... ¿Por qué no nos reunimos aunque sea unavez por semana a conversar de todo lo que les preocupa o les interesa?” El¡Sí! Fué inmediato y contundente. “¡Bueno Padre, Ud. Nos dice cuando y allíestamos!” Fijamos el día, la hora y el lugar. La despedida fué de “viejos ami-gos”. La simple conversación había achicado la distancia. Volviendo para micasa me dí cuenta que iba muy despacio, rezando y recordando aquello delMaestro: “¡...Como ovejas sin pastor...!”. Era mi caso. ¡Cuántas veces seguíde largo sin oír llamados, cruzar alambrados o sin atender preguntas... y cuantasveces juzgué a la juventud sin atenderla.Una de las chiquilinas de ese grupo había estado en un colegio de Hermanitaspor años pero el vacío estaba allí... otros habían tomado la primera comunión

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pero ni se acordaban de la Biblia... otrosni se habían enterado de la hora de la Misa.Unos días antes, tres estudiantes de sextode liceo sostenían que el hombre es ape-nas un animal, más sofisticado, sin espíri-tu. La muerte acaba con todo. No hay tras-cendencia. Les preguntaba entonces “cómoencarar su futura carrera “ciencias de lacomunicación” sin valores trascendentes ysi todo sería tan pasajero. “¡La muerte anu-la todo!”.Nos llenamos la boca hablando que la edu-cación debe presentar “valores”. “Educaren valores”, pero... ¿Qué valores sostene-mos si a la propia vida le quitamos su valortrascendente? Si Dios queda excluido porno medirlo con la balanza y no verlo en elmicroscopio...?Los adultos no podemos esconder la res-ponsabilidad de una educación superficial.Nuestros chiquilines necesitan descubrir elsentido de la vida, necesitanmodelos que convenzan, ne-cesitan ideales y metas quelos proyecten más allá de una“carrera”, de un “sueldo”, yde una “Comodidad”. Nece-sitan descubrir el valor de lavida, y capacitarse para en-frentar sus desafíos con ga-nas y preparación. La vida esuna hermosa aventura perohay que enfrentarla sabien-do lo que vale y lo que vale lapena en serio vivir, ganar yofrecer. Sin Dios nuestrosjóvenes están solos. SinDios nuestros jóvenes muti-lan su horizonte, les faltaoxigeno y vuelo, quedan sinfuturo, les falta trascendencia.“¡Un cóndor en una jaula!” Y la jaula, ¿no laconstruimos nosotros mismos?

“Yo soy el buen Pastor. Elbuen Pastor da su vida porlas ovejas. El asalariado, en

cambio, que no es el pastory al que no pertenecen las

ovejas, cuando ve venir al lobolas abandona y huye, y el lobo las arrebatay las dispersa. Como es asalariado, no sepreocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pas-tor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas meconocen a mí -como el Padre me conoce amí y yo conozco al Padre-y doy mi vida porlas ovejas. Tengo, además, otras ovejas queno son de este corral y a las que debo tam-bién conducir: ellas oirán mi voz, y así ha-brá un solo Rebaño y un solo Pastor.El Padre me ama porque yo doy mi vidapara recobrarla”.

Juan 10,11-17

¿¿¿¿¿?????¿Pudiste en algún momentoapreciar lo bueno de tantosjóvenes que a menudomiramos con suspicacia?

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¿Quién no los conocía?Eran del barrio, conocidos por todos,... “famosos”. Cuando faltaba algo,(championes, camperas...) todos se acordaban de ellos, casi eran másfamosos que las “marcas” clásicas del medio. Entonces se pregunta-ban: “¿Viste al Maxi y al Ricky?”. Eran señal de alerta y los nombra-ban con una cierta rabia. Ellos se habían dado cuenta de que en lamirada y en la expresión de la gente había una especie de tristeza y dedolor, pero eran conscientes de que con frecuencia eran injustas. A la injusti-cia también se habían resignado, no solo eso, ésta los había unido más toda-vía.Cuando se encontraban con niños o adolescentes, parecían respirar. Recuer-do haberlos visto: parecían gozar de una total libertad. Eran inteligentes ylúcidos, amables y serviciales.El poder opresivo de los prejuicios... el peso de los antecedentes... y hasta lamirada de tantos vecinos, los contagiaba de eso...: la “rabia” contagiosa comola de los perros enfermos. En cambio entre los compañeros respiraban unasbocanadas de oxígeno puro, libre de “prejuicios” y brotaban gestos, actitudes,gauchadas de una generosidad y espontaneidad extraordinarias. Eranauténticamente buenos y delicados. ¡Qué valores! Eran adolescentes, sí. Sinembargo habían entendido, experimentado lo que Einstein había dicho: “Esmás facil transformar un átomo que cambiar un prejuicio!”. Mucha gente hayentre nosotros, aún entre los tantos “devotos” de la Virgen o de Jesús Miseri-cordioso, que no hubieran dejado a Jesús resucitar a Lázaro de la muerte. Nohubieran movido la Piedra. “Está muerto! Hace 4 días que está sepultado. Yahuele mal!”. “¡No hay Cristo que los rescate. Es inútil. No cambian más!”.“¿El Maxi y el Ricky?... ¡Ya sabés!”“¿Los viste al Ricky y al Maxi ? No... ¿Te faltó algo? ¡No encuentro el vaquero!Pero al otro día aparecía el vaquero en el montón de ropa lavada. Estaba lim-pio pero los dos amigos seguían cada vez más “sucios”. Sucios y sin ganas delimpiarse. Ese prejuicio... La calle es una madre cruel. No alimenta ni abriga.Sin embargo para Jesús no hay espacio vacío. En la calle encontró al ciego, alos leprosos, a la Samaritana, a Zaqueo, Mateo... y ninguno quedó atrapadopor su problema o por su pasado. Él sigue siendo el mismo. El Salvador, elLiberador; pasa haciendo el Bien, aunque nosotros no lo entendamos. A vecesendereza el árbol caído, a veces lo cosecha para trasplantarlo en su jardín... aveces les da poder para frutos y otras para flores y perfume. Libera, y soloquien es libre, libera...Y esa tarde de verano el calor era insoportable. Y los dos amigos, “el Maxi y elRicky” se acordaron del Miguelete. Un chapuzón nos refresca y nos ayuda,

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nos quita el calor, el polvo y nos regalaotro día. Nadamos un poco y a seguir. ElMaxi se tiró de una y... no salía... El Rickytitubeó un poco, pero no había tiempo paraperder... no salía el amigo... entonces seacomodó la bermuda, lo llamó por su nom-bre: “¡Maxi!” dijo, y sin más se lanzó al agua.Pasaron los minutos y nada.“Nada” decimos nosotros. Estoy seguroque el amor es más fuerte que la muerte...Jesús dijo que no hay mayor amor quedar la vida. San Pedro dice que la cari-dad cubre una muchedumbre de pe-cados. Estoy seguro que los dos amigos,el Maxi y el Ricky, están juntos en la casade Dios Padre. Se que están mejor que enaquel campamento de Vera-no en el que lucieron unabondad deliciosa, una soli-daridad a toda prueba y com-partieron un semillero decualidades. Claro está: se en-contraron con Aquel que es“el Camino, la Verdad, y LaVida”. A La Samaritana la en-contró en el brocal del pozo,a Zaqueo, arriba de un árboly al Maxi, junto al Ricky, en elMiguelete, como la Virgen aBernardita, junto al río Gaveen Lourdes. Orgullosos denuestros Santos, diferen-tes pero no raros, los recor-damos con cariño, junto a lostantos mártires de la droga. Conozco lalucha de tantos de estos mártires. Su luchatal vez es más valiosa, dura y larga que lalucha de tantos mártires de los leones ro-manos. El recuerdo de todos estos herma-nos me consuela. Dios tiene su manera depoblar su casa, su jardín, de realizar su co-secha. Su tiempo no es el nuestro, su graciaes infinita. Entiendo que la eternidad no seráaburrida porque conocer las maravillas detantos hermanos nos llevará tiempo, muchotiempo, la eternidad.

“No se inquieten. Crean enDios y crean también en mí.En la Casa de mi Padre hay

muchas habitaciones; si no fue-ra así, se lo habría dicho a ustedes.Yo voy a prepararles un lugar.Y cuando haya ido y les haya preparado unlugar, volveré otra vez para llevarlos con-migo, a fin de que donde yo esté, estén tam-bién ustedes. Ya conocen el camino del lu-gar adonde voy”. Tomás le dijo: “Señor, nosabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a cono-cer el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy

el Camino,la Verdad yla Vida.Nadie va alPadre, sinopor mí. Siustedes mec o n o c e n ,conocerántambién ami Padre.Ya desdeahora lo co-nocen y lohan visto”.

Juan 14,1-7

¿¿¿¿¿?????¿Puedo ser esclavo de mipasado? ¿Puedo ser esclavode lo que digan o piensen losdemás? ¿De lo que pienso yo?

¿Por qué no miramos a lo bueno queestá en cada persona?

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¿Más tarde? ¡Es tarde! ¿No sabían?... ¿Y Ud. se lo cree? Ya los roma-nos, que no tenían computadora ni celular, ni plan Ceibal, lo decían:“¡El ocio es el padre de todos los vicios!”. Los romanos viajaban a caba-llo, nosotros en avión, pero el ocio arruina a cualquiera y en cualquier época ycivilización... Es difícil que me quiten el sueño, pero esa tarde quedé noquea-do. ¿Decepción, impotencia, enojo? me quedé tan molesto que llegué a micasa sin saber cómo ni por dónde... Esa tarde había ido a visitar a una familia.Estaba hablando con una pareja cuando la madre me dice: “-¿Lo ve padre?ese es Jorge. Se le puso en la cabeza que no quiere estudiar y no hay caso.La maestra dice que es inteligente pero, no quiere.-Bueno, pero me imagino que ustedes lo mandarán igual.-¡No! No hay caso. Se le ha metido en la cabeza de no ir y no va.-Disculpen pero ¿cuántos años tiene ese chiquilín?-Once.-Entonces depende de ustedes.-El padre le dijo que si no iba a la escuela le iba a dar una paliza. ¿Sabe conqué le salió? Como toreándolo, le contestó: ¡Pegáme! Y cruzando el patio, legritó: ¡Te denuncio! Como ve, no quiere!”.En unos segundos me trasladé a unos 50 años atrás, cuando nosotros, ni-ños y adolescentes, estábamos comprometidos en algún trabajo. Estar“sin hacer nada” era considerado un delito tan grave como tirar una miga depan. Se decía: “comer el pan a traición”. De tanto hablar... nos pasamos para elotro lado.¿Bondad?...¿Permisividad?... ¿Libertad?... ¿Diálogo?... ¿Misericordia? O ¿sim-ple complicidad?Tal vez tendríamos que pensar o implementar mejor ciertas leyes. Defender ala niñez sin menoscabar la patria potestad o confiar más en los padres; tal vezpagar mejor al trabajador para que uno de los dos padres quede más tiempocon los hijos, o facilitar el empleo de las madres aún en edad más avanzada...“Es inteligente el Jorge...”Tanto hasta embaucar a los padres, al maestro y al Estado para conseguir loque quiere. ¿No estaremos enfermos de egoísmo buscando el beneplácito, lasimpatía, el besito o (quizás) los votos? ¿No convendría dar más autoridad alos padres para poderles exigir lo que les corresponde? Y, al querer formar una

La Educación comienzaantes de la concepción

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familia, acompañarlos con alguna prepa-ración. Hay padres “feroces” que arruinana los hijos, y hay padres “flojos” con el mis-mo resultado.Pasó un tiempo largo... Volví a la mismacasa y pregunté: “-¿Y Jorge? -¿Jorge? medijo la madre, Jorge... y agregó una mue-ca de pena, usted sabe que se metió con“una junta” que un poco a la vez lo llevópor mal camino. Dicen que estuvo impli-cado en una rapiña... Parece que se estáponiendo más rebelde... Yo no sé, padre...nosotros nunca nos dimos cuenta. Pareceque hay algo de esa porquería que le di-cen “pasta base”... la junta, el Barrio, nosé donde vamos a parar.-¡Tan inteligente!, dije yo. -¡Lo que son lasjuntas!, dijo la madre, ¡Pueden más queuno!” .Y me miraba con una cara triste ybuscando comprensión... De pronto vi otrosniños en el patio. “-¿Son suyos?, pregun-té. -¡Sí! Padre. -No les quiten los ojos deencima. Pueden quejarse, pero si no losvigilan creen que no los quieren, no lesinteresan. No hay que atender todas lasquejas. Los adolescentes son muy contra-dictorios. Desde antes de que nazcan hayque presentarles derechos y deberes. De-ben asumir que la vida es exigente y queexigirles es amarlos. Para vivirla hay queprepararse y capacitarse. Desde su naci-miento saben que no pueden hacer lo quequieren sino lo que deben...”Demasiada permisividad de parte de lospadres, demasiada idolatría de parte delos legisladores y la sociedad, y que ha-bría que tirarles las orejas a los padres porno intervenir temprano, a su debido tiem-po. Habría que controlar a la Televisión y ala prensa para que respeten ese proyectode persona y de País que la Constituciónnos proponen. “¡Nada de censura!” se dice.Pero esto ¿significa trabajar sin proyecto,ni de persona ni de sociedad? ¿y al final?Caemos en la peor de las censuras: “La re-presión”.

El Reino de los Cielos es tam-bién como un hombre que, alsalir de viaje, llamó a sus ser-

vidores y les confió sus bienes.A uno le dio cinco talentos, a

otro dos, y uno solo a un tercero...Después de un largo tiempo... El que habíarecibido los cinco talentos se adelantó y lepresentó otros cinco...“Está bien, servidorbueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondistefielmente en lo poco, te encargaré de muchomás: entra a participar del gozo de tu señor”.Llegó luego el que había recibido dos talentosy le dijo: “Señor, me has confiado dos talentos:aquí están los otros dos que he ganado”. “Estábien, servidor bueno y fiel, ya que respondistefielmente en lo poco, te encargaré de muchomás: entra a participar del gozo de tu señor”.Llegó luego el que había recibido un solo ta-lento “...tuve miedo y fui a enterrar tu talento:¡aquí tienes lo tuyo!”. Pero el señor le respon-dió: “Servidor malo y perezoso... tendrías quehaber colocado el dinero en el banco, y así, ami regreso, lo hubiera recuperado con intere-ses. Quítenle el talento para dárselo al quetiene diez, porque a quien tiene, se le dará

y tendrá demás, pero alque no tiene,se le quitaráaun lo que tie-ne...”

Mt 25,14-30

¿¿¿¿¿?????¿Hay personas queaprovechan sus dones?¿Quién los ayudó?

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“¡Hormiguitas!”Siempre los veía unidos. Ella “chiquita” y flaquita y él “grandote”y fortachón. Muy diferentes pero muy integrados. La complemen-tariedad, cuando se logra, robustece la unidad. Ella acelerando elpaso para seguirlo y él regulando el suyo para ir juntos. Lo de “juntos”parecía cosa seria. Siempre se dice: que los acelerados y los jóvenes aprendana esperar a los ancianos y que estos mantengan su elasticidad para no cortarsey mantenerse unidos... Bueno, hacía años que los veía unidos, de aquí paraallá... últimamente, tan despacio que... la enfermedad hacía prever que algúndía esa unidad sufriría algún desgarro, para unirlos de otra manera...Ella, “Chiquita”, nacida en Florida el 7 de mayo de 1927, habia hecho susestudios allí, con las “Hermanas del Huerto”. Se recibió como maestra en Mon-tevideo e ingresó en el equipo de canto lírico del SODRE. El Matrimonio laobligó a reducir sus actividades y a dedicarse a tiempo pleno a su casa y a sutrabajo en el BPS. La atención a los jubilados y pensionados le dio la posibili-dad de vivir su trabajo como vocación de servicio: “Hormiguita” al fín.Muchos recuerdan la delicadeza, la suavidad y la solicitud con que llevaba ade-lante los expedientes. Cuando los clientes volvían con algún regalo, para agra-decerle, no les aceptaba nada. Recuerdan que en el fondo del mueble de susexpedientes, estaba la Imagen del Sagrado Corazón. Su alegría más grandeera comunicarles que el trámite se había concluido rápidamente y con éxito.Después de jubilada, viviendo en El Pinar, seguía visitando a su dulce Virgencitade Florida. Era una pasión desde su infancia. Vaya a saber lo que había pasa-do entre esas dos muchachas uruguayas: La Virgen María y Chiquita. Una ínti-ma unión y una nostalgia invencible. De Florida volvía cargada de rosarios, deestampitas de “La Madre”, la Virgen de Los Treinta y Tres, e imágenes de JesúsMisericordioso. La distribución era gratuita.En 2005 tuvo un primer síntoma de conmoción cerebral. No había nada quele gustara más que recibir la Eucaristía. La esperaba. No pensaba que su en-fermedad sería grave. Más de una vez yo me preguntaba de dónde sacaríatanta fe, tanto cariño para su Jesús. Hay personas que hacen mucho caminoen la vida espiritual y que tienen una experiencia muy profunda de un Jesúscomo el del “Cantar de los Cantares”. Me decía una señora de la Comunidadparroquial: “¡Qué delicadeza, qué dulzura cuando repartía sus estampitas deJesús y de la Virgen”. Todos los viernes, aún después de su tercer ataque,llegaba al templo de Santa Rosa para recibir la Eucaristía. En su mano, unapequeña estatuilla de la Virgen la acompañaba: “¡Es la Madrecita!” decía.Cuando el clima o la salud se complicaban, entonces Él, con mucho respeto ydevoción le llevaba la Comunión. Al encontrarnos, preguntaba: “¿Y sus chiqui-

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lines, cómo andan?”. En invierno venían elgrandote y la chiquita, con el baúl del co-che lleno de frazadas. En primavera, veníancon hortensias, ramillete de novias, plan-tas de paraíso o rosales. Sabían que el Tem-plo y su entorno hablan. Tienen que decirque hay una comunidad que cree en Aquelque todo lo llena. Entendí que los dos vi-vían una sola espiritualidad. El quererse loshizo no solo unidos, sino uno. Un solo co-razón, una sola alma, una sola velocidad,una sola preocupación: “Que todos cono-ciéramos y amáramos a la Madre y al Je-sús de sus corazones”. Parecían haber en-tendido que La Virgen y Jesús son dos con-temporáneos, dos vecinos del Barrio, denuestro tiempo. Él me decía; “Yo la seguíaporque entendí que ella tenía una sabi-duría verdadera, de aquellas que no pa-san. Era una “hormiguita” muy laboriosay muy sabia”. Los dos acompañaban a lasHnas. Benedictinas y a las Clarisas, comoa las hnas. de La Flori-da. Para nosotros tam-bién fueron las“hormiguitas” que nostraían las hostias parala Celebración de laEucaristía, y ese buenejemplo y esa fidelidadpoco comunes, aún enlas adversidades.El 14 de Noviembre elSeñor se llevó a “Chi-quita”, pero yo le dije alque se quedó con no-sotros, “no voy a pediral Señor que descanseen paz, sino que sigatrabajando como “lashormigas”, silenciosa-mente, suavemente, pero sin parar, ya quequeda mucho todavía por hacer”.

Él respondió: “¿No han leí-do ustedes que el Creador,

desde el principio, los hizovarón y mujer; y que dijo: Por

eso, el hombre dejará a su pa-dre y a su madre para unirse a su mujer, ylos dos no serán sino una sola carne? Demanera que ya no son dos, sino una sola car-ne. Que el hombre no separe lo que Dios haunido”. Le replicaron: “Entonces, ¿por quéMoisés prescribió entregar una declaraciónde divorcio cuando uno se separa?”. Él lesdijo: “Moisés les permitió divorciarse de sumujer, debido a la dureza del corazón de us-tedes, pero al principio no era así. Por lo tan-to, yo les digo: El que se divorcia de su mu-jer, a no ser en caso de unión ilegal, y secasa con otra, comete adulterio”.

Mateo 19,4-9

¿¿¿¿¿?????La familia estable es la ayudaadecuada para el desarrollode las personas y de lasociedad. Tal vez hay muchas

alrededor nuestro...

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¿Cómo no ver a Dios, cuán-do está ahí...en ti?“El que ve al Hijo y cree en él tiene Vida eterna” (Jn 6,40).¿Será que todos estamos llamados a ver al Hijo de Dios y acreer? ¿Podremos ver al Hijo de Dios tal cuál como lo vieron Pedroo Pablo? ¿Se trata de revelaciones especiales, como visiones o sim-plemente de experiencias de la presencia de Dios?... Éstas y otras preguntassalieron a borbotones cuando nos pusimos a leer y a reflexionar sobre la voca-ción de San José (Mt 1,20-21).Por supuesto que si José estaba pensando no estaba durmiendo, y esepensamiento era de los que más bien quitan el sueño... Entonces los presen-tes empezaron a contar: “Me acuerdo cuando mi padre se enfermó... todosme decían que había que prepararse porque el Señor se lo iba a llevar... yo loveía y le decía a Dios que me lo dejara. Yo sentía que Dios me escuchaba.Tenía una paz profunda y le decía a mis familiares que no se iba a ir. “¡Mi papáno se va a morir!” decía yo. Los médicos me miraban con una cara de des-confianza, como diciéndome ¡Ingenua! ¡Abre tus ojos!” Yo sentía que Diosme lo dejaría... Con mi madre experimenté lo contrario: “¡Dios se la llevaría,y nadie me creía...”.Otros recordaron que en momentos cuando parecía que la desocupaciónlos llevaría a la situación de calle y hambre, sintieron que Dios no los abando-naría. Era como si se asociara el miedo a la bancarrota, con las gauchadasvividas anteriormente. Eran como unas guiñaditas de Dios...”.Otro recordó que tenía una especie de encuentros frecuentes con Jesús y quetenían algo como lo que nosotros le llamamos luces. Uno se mete en temas aveces muy complicados y es como si Dios te mandara alguna señal... como si“se te prendiera una lamparita”, algo así. Ponele que, por ejemplo, a San Josése le prendió la lamparita y le creyó a la Virgen, por lo buena que era, y leregalara a Dios y a ella su servicio, su paternidad. Yo les dije que durantemuchos años y en muchas oportunidades, cuando salía para visitar a las co-munidades para la Misa o para la catequesis, le decía a Jesús que se sentara ami lado y mientras yo manejaba el coche me dijera “qué quería decirle a lagente”. Para mi se trataba de una presencia verdadera, normal y corrien-te. Subía al coche y golpeando el asiento del acompañante le decía a Jesús:“¡Sentáte! ¿Qué le voy a decir a la comunidad de La Loma... de Santos luga-res o de Tres lagunas?” Y mirando un poco hacia arriba, en el cielo, lo veía o lo

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imaginaba un poco como en la Ascensión.Otra contó que cuando levanta a sus hi-jos (3 y 5 años) para hablarles, le pareceque está tocando a Dios....No sé si somos nosotros que estamos to-cando a Dios o si es Dios que nos está to-cando a nosotros... pero hace mucho queestoy convencido que todos vemos a Diosy que para no verlo hay que hacer unesfuerzo grande, comprar vendas es-peciales y pagar a otros para que nosvenden. Yo puedo creer en la existenciadel “superficial”, del “indiferente”, del “ig-norante”, del que “no tiene tiempo”, en fin,del que no quiere plantearse en serio eltema. De lo que estoy seguro es que Dios anadie deja sin la propuesta, y sin su pre-sencia. Dios nos ama de tal manera que nova a renunciar a nosotros. Al final acudiráal recurso inevitable: el dolor. La pruebao la tribulación terminarán siendo un cur-so acelerado para nuestro rescate. El dolory el llanto purifican la vista y sensibilizan elalma. Aparecerá finalmente Él como autorde la propuesta y contenido de la misma.Él, que se ofrece a símismo para la felici-dad nuestra. Se oyesiempre: “¡Abre tu Bi-blia!”, y me gustaríaque pudiéramos oírcomo eco: “¡Abre tuvida!”. Allí junto a ti,dentro de ti estáDios, yendo y vinien-do con soplos, pala-bras y gestos deamor, dejándose ver,como en la Biblia, demil maneras. En lacreación, en la histo-ria, en el hombre, en el pueblo, en Cristo,en la iglesia , en los sacramentos... etc. Enla fiesta, en el dolor, en el triunfo y en laderrota... ¿Cómo no ver a Dios, cuándo estáahí...en ti?

Por eso les digo: No se in-quieten por su vida, pen-

sando qué van a comer, nipor su cuerpo, pensando con

qué se van a vestir. ¿No vale aca-so más la vida que la comida y el cuerpomás que el vestido? Miren los pájaros delcielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acu-mulan en graneros, y sin embargo, el Padreque está en el cielo los alimenta. ¿No valenustedes acaso más que ellos? ¿Quién de us-tedes, por mucho que se inquiete, puede aña-dir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Ypor qué se inquietan por el vestido? Mirenlos lirios del campo, cómo van creciendo sinfatigarse ni tejer.Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplen-dor de su gloria, se vistió como uno de ellos.Si Dios viste así la hierba de los campos, quehoy existe y mañana será echada al fuego,¡cuánto más hará por ustedes, hombres depoca fe! No se inquieten entonces, diciendo:

'¿Qué comere-mos, qué bebe-remos, o conqué nos vestire-mos?'. Son lospaganos los quevan detrás deestas cosas. ElPadre que estáen el cielo sabebien que ustedeslas necesitan.

Mateo 6,25-32

¿¿¿¿¿?????¿Haz visto las luces de Diosque seguramente están en tuvida?

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Aquel IbiscoLos religiosos, como misioneros, cambiamos muchas veces delugar. No es cosa fácil. Hay que ubicarse, conocer el ambiente,adecuarse al medio, a la gente, al clima a la cultura, a las cos-tumbres, etc..Ya hace ocho años que estoy en esta comunidad, al comienzo solicité unaserie de plantas para el frente del templo. Entre las tantas que me regalaronhabía un ibisco. Lo planté con cariño y lo cuidé con paciencia, pero...¿flores? ¡Nada!Pasaron unos años, y ¡nada! Empecé a dudar si no se tratara de una plantaespecial. Una de esas plantas que solo dan hojas verdes. Me dejaba decepcio-nado porque nunca dió ni una flor, ni una semilla, ni siquiera amagó a ofreceralgo distinto fuera de esas hojas verdes y, para colmo, pocas... Pensé cortarla yreemplazarla. Ya casi siete años sin una flor. El otro día, pensando en la Biblia,tomé un bastón, me acerqué al ibisco, lo miré y le dije: “hace casi siete añosque estás ocupando este lugar. No te faltó sol, aire, agua, ni carpida...¿Y?” Le pegué una paliza de aquellas... “Ale”, un amigo, me miró con sorpre-sa: “¿Qué hacés?” Así fué. A la semana me llamó Ale: “¡Padre, su planta, eseibisco, está dando flores!”. “¡No!” contesté; y me dirigí hacia esa planta quetanto me había decepcionado. Una flor entre rosada y amarilla estaba casiabriéndose. Sorprendido, miré la corteza donde le había pegado. No sabía sipedirle perdón o si alegrarme por la flor. Era una súplica: “¡déjame vivir! ¡Nome mates!” o tal vez un “¡gracias! Me ayudaste a descubrir que todavía pue-do”. Busqué el escardillo y comencé una carpida “a fondo”. Una gramilla fuertecomo alambre lo estaba aprisionando. Entonces le metí la mano así sentiríamejor qué había en aquella raiz. Sentí algo duro, rústico como un alambreherrumbrado. Lo moví un poco y... se trataba de un verdadero pedazo dealambre. Intenté tirarlo con la mano. No podía. Tomé el escardillo, enrosqué lapunta del alambre y comencé a tirar. El alambre herrumbrado salió de alrede-dor de esa raiz. Me quedé mirándolo.Me acordé de los tantos juicios, de los infinitos prejuicios, de las tantas ysuperficiales carpidas y finalmente de aquella paliza.¡Qué facil es juzgar, prejuzgar, condenar, sin estudiar, sin saber la verdaderacausa, la raiz del problema. Me dió pena y me acordé de los tantos niños,adolescentes y jóvenes entorno a los cuales todos opinamos y poco hacemos.“¡Hay que bajarle la caña! Hay que bajar la edad de la imputabilidad! ¡Manodura! ¡Hay que meterlos presos! ¡Hay que aumentar los castigos! ¡Hay que

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mirar los antecedentes!”...Yo nunca vi un ibisco engendrar alambre,ni herrumbre, ni gramilla...Alguien puso ese alambre, tal vez lo su-jetó a un tutor, algún descuidado lo tiró decasualidad, algún vecino. Algún programade tele o algún dato de internet o algúncelular..., o tal vez... los propios padres.Entonces hay que bajarle la caña a los pa-dres y a los tutores, aumentar la imputabi-lidad de los mayores, de los que armamoslos programas de educación o de los me-dios de comunicación social, etc.. Los chi-quilines son lo que nosotros, los grandes,queremos o fomentamos. ¿Quién le enros-có ese alambre? ¿Quién lo escandalizó? Je-sús decía que sería mejor atarle una pie-dra de molino al cuello antes queescanddalizar a un pequeño. Los adultosnos “auto-absolvemos” y a los peque-ños: condena anticipada.Está prohibido hablar de Jesús y de los san-tos pero presentamos nuestrosheroes, los que con una trompa-da matan, con un cuchillodeguellan y con un rifle ganan unaguerra.A Domingo Savio y Teresita no losconocemos pero si al “Pelado”, alChino”, al “Oreja”... Nuestros chi-quilines están “como ovejas sinpastor”, decía Jesús.Nosotros los grandes los dejamossin familia, sin ideales, sin metas,sin modelos válidos o con apenasalgunos deseos de ganar unosbuenos sueldos o de tener todoslos placeres que queramos. Si éstaes la vida, para qué luchar tanto.Desde chicos fueron enredadosporque la familia no aguantó, por-que los grandes reclamaron el derecho altanteo, al probar, y al fin... bueno nos re-signamos a producir hojas, nomás... y lopeor es que dejamos a los hijos enredadosy con traumas difíciles de resolver.

En aquel momento los dis-cípulos se acercaron a Jesús

para preguntarle: “¿Quiénes el más grande en el Reino

de los Cielos?”. Jesús llamó a un niño, lopuso en medio de ellos y dijo: “Les aseguroque si ustedes no cambian o no se hacencomo niños, no entrarán en el Reino de losCielos. Por lo tanto, el que se haga pequeñocomo este niño, será el más grande en elReino de los Cielos. El que recibe a uno deestos pequeños en mi Nombre, me recibe amí mismo.Pero si alguien escandaliza a uno de estospequeños que creen en mí, sería preferiblepara él que le ataran al cuello una piedrade moler y lo hundieran en el fondo del mar.

Mateo 18,1-6

¿¿¿¿¿?????¿Alguien te dió la otraoportunidad que nadie tequería dar?

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“Mabel de La Gruta”Hace muchos años una mujer sencilla y trabajadora entraba ennuestra familia de La Gruta de Lourdes. Por supuesto que entraren La Gruta significa entrar en un torbellino de cosas que a vecescomplican la vida. Venía con una joyita linda y delicadita: Verónica, la hija. Enla hija ponía su vocación de madre. En la mesa ponía su arte de cocinera, y enel lavadero su gusto por la limpieza y su arte de costurera. Mabel trascendía suservicio. Integraba el voluntariado de la Gruta de Lourdes que abarcaba des-de el servicio de la mesa de los sacerdotes y obispos (huéspedes para la aten-ción de las Misas, las confesiones, la predicación y el acompañamiento de losperegrinos) hasta la atención de los pobres, la venta económica, el servicio y ladocencia en La Tarde de la Gruta.De sus atenciones disfrutamos todos los vecinos y los dehonianos de la Grutade Lourdes. Aprovechando la pasada y algún encuentro personal le decíamos:“¡Mabel, no fumes!”. La libertad y la dependencia, para nosotros, los mortales,son don y desafío: relaciónalas.¡...Era más fuerte que ella!... Su respuesta era una sonrisa. “Lo se... les agra-dezco el consejo pero no se lo puedo garantizar”. La rapidez en organizar yresponder a las necesidades era proverbial. Mabel nunca tenía un “¡Pero!”.Todo era “¡Ya!”.El cigarrillo también aplicó su método. “¡Ya!”. Y casi no nos dimos cuenta. Enpocas semanas esa vida se fué, el 12 de enero de 2011, luego de su último día11. El no querer y el no creer nos dejaron pagando. Nos quedaron muchasgracias para dar. Sacerdotes, pobres y vecinos quedamos con deudas. Lahijita, sorprendida y arrollada por los eventos también quedó allí, necesitandotiempo y calma para retomar lo vivido y procesarlo. Se necesita una vida.Algo así vamos a vivir dentro de poco en Semana Santa con un Tal Jesús deNazareth. Los siglos no alcanzan para entender lo que se vivió en esa primerasemana santa, allá en Judea hace casi dos mil años... Semana Santa en laque se sintetiza una vida y nada menos que la vida de Dios.Todos tenemos esa “semana santa”. Hay momentos de alegría y de gloria... yorecuerdo a esa niña... Mabel la vestía y la adornaba de maravillas y de gloria.Recuerdo su primera comunión, su presencia en esas misas y en los momen-tos de fiesta: “un poema”. La semana va pasando, los días y los años sesuman y aparecen las necesarias diferencias. Necesarias hasta que el tiemponos ayudará a ver lo mucho que había en común en esas diferencias... A todoslos que tenemos un dedo de frente nos pasa descubrir después, frecuente-

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mente tarde, lo mucho de bueno que ha-bía en aquello que hemos rechazado, a ve-ces hasta con actitudes definitivas... La vidame enseñó a rescatar también a losfinados. ¡Cuántas frases de mi madre, demi padre y de mis abuelos o de tantos adul-tos aprobé recién después de tanto tiem-po, después que murieron! Finalmente en-tendí un poco más de esa expresión deJesús frente a la tumba de Lázaro:“¡Quitenle la piedra!... ¡Quítenle las ven-das!...”El tiempo nos ayudará a entender cuántode santidad y de evangelio vivió Mabel.Agradezco a Dios haberla conocido, habercompartido tanto tiempo, tanto trabajo, yen particular sus delicadezas para con P.Luciano Micheli en su enfermedad. Mabel,gracias por la interminable disponibilidaden los múltiples trabajos y traslados. Mabel,ahora que estás en tu definitiva casa, ladel Padre Dios, cuida de tu hijita, y de nues-tros chiquilines. Hay mucho por hacer to-davía. A Jesús le pedimos que en la horade la tardecita, tomando algún matecito allíarriba, te muestre cuánto le agradecía cadauno de los inumerables sacrificios hechossin aparente recompensa en la tierra. Nin-gún suspiro, ningún esfuerzo cayó en el va-cío. Todos y todo brotará y florecerá, gra-cias a la encarnación y a la semana santade Jesús. Tu semana santa terminó, la nues-tra continua y sabemos que gracias a lacomunión de los santos, desde allí, nosacompañarás. Te recomendamos sobreto-do a los más necesitados. Nosotros esta-mos en la fila...

Los judíos dijeron: “¡Cómolo amaba!“. Pero algunos

decían: “Este, que abrió losojos del ciego de nacimiento,

¿no podía impedir que Lázaromuriera?”. Jesús, conmoviéndose nuevamen-te, llegó al sepulcro, que era una cueva conuna piedra encima, y dijo: “Quiten la pie-dra”. Marta, la hermana del difunto, le res-pondió: “Señor, huele mal; ya hace cuatrodías que está muerto”. Jesús le dijo: “¿No tehe dicho que si crees, verás la gloria deDios?”. Entonces quitaron la piedra, y Je-sús, levantando los ojos al cielo, dijo: “Pa-dre, te doy gracias porque me oíste.Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dichopor esta gente que me rodea, para que creanque tú me has enviado”.Después de decir esto, gritó con voz fuerte:“¡Lázaro, ven afuera!”. El muerto salió conlos pies y las manos atados con vendas, y elrostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo:“Desátenlo para que pueda caminar”.

Juan 11,36-44

¿¿¿¿¿?????Si lo piensas ¿cuántas personascomo Mabel te mostraron elamor de Dios?

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“Oportunidadesy Bendiciones”Estaba yo en la Gruta de Lourdes de Montevideo. Un amigo de la Vir-gen, apenas me vio me dijo:-¿Ve padre esa señora que está sentada debajo de esos eucaliptos?¡Dicen que no tiene fe! ¿Cómo se hace para hablarle? -¡Querido Ami-go, la fe es un don. ¡Hay que pedirlo! ¡Claro! ¿Cómo pedirlo si nadie selo presentó? Pero no te aflijas. Nosotros fallamos Dios, no. ¿Ves? ¿Por quécrees que ella vino aquí? A mi me parece que ya están dialogando. Dios tienesu manera de meternos en “el rodeo...” ¡Déjalos en su idilio o en su pulseada!El amor de Dios no tiene muros ni fronteras. Su idioma es tan personalizadoy la prueba la tienes en su Hijo: si habrá pagado para hablar nuestro lengua-je... y para enseñarnos el suyo.Así empecé a caminar por el siempre más grande y hermoso parque de LaGruta. El otoño despoja, pinta y abriga a la naturaleza a su manera. Nos diceque todo pasa, pero que es por algo. Hay que endurecer los palos, hacerlosfuertes para la primavera. Nosotros también precisamos algún otoño, o algúninvierno para disfrutar la primavera y el verano, no sea que el crecimientonecesario se transforme en resquebrajamientos de ramas sobrecargadas...Cuando estaba cerca de las fuentes de agua de la Gruta, oí una voz: -¡Señor!¿Usted es el padre? -¡Sí! Uno de los padres. -¿Puedo hablar con Ud.? -¡Cómono! ¡Diga! -Padre, ¡quiero que bendiga a mi hijo! Era la misma señora queestaba, poco antes, sentada debajo de los eucaliptos. Miré el rostro de su hijitoy lo vi tan lindo, que me conmovió. Se lo presenté a la Virgen y le dije que yaque ella era madre, presentara a Jesús ese niño para que Él lo tocara. Despuésla invité a que me contara... Me dijo que el médico le había dicho que su hijoestaba gravemente enfermo, que podría vivir un año, o poco más, pero que notendría cura. Estaba sola porque el padre del niño, cuando supo de la enfer-medad... ¡Se borró! Le dije entonces muy pocas cosas... Que en la Teletónse fijara en las tantas familias con algún hijo con discapacidades... se tratabade familias sobresalientes, con una especial compensación, con mayor espiri-tualidad, una delicadeza muy superior a lo común, y una capacidad de comu-nicación con un lenguaje tan simple y al mismo tiempo tan eficaz, que conmo-vían. Le dije que todos en la tierra venimos para cumplir una misión: conocery amar a Dios y al prójimo. Cumplida nuestra misión, Dios nos recogería atodos en su casa. Finalmente, que los más pequeños y enfermos eran los pre-feridos por Dios y que seguramente los pondría en las manos y en los brazosde gente con capacidades excelentes. Discapacitados, pero especialistaspara hacernos santos, desafiando en nosotros un crecimiento y una grande-

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za a toda prueba para responderles. Comotambién para prepararlos para la casa delSeñor. No se si puedo explicarte (no con-vencerte) que si miramos como genio a unoque hace un trasplante, ¿por qué no mirarde la misma manera a una madre que tras-planta una vida y la cuida como en perma-nente terapia intensiva -a menudo sin tec-nología ni medios- aparte de su amor, suintuición y su fidelidad? “Hija, le dije, Dioste ha hecho capaz de hacer santo a tuhijo y a él le ha dado la super-capaci-dad de hacerte santa a vos. Si para lasociedad hay discapacidad, para Dios us-tedes son súper capacitados, súper do-tados. Lo más importante es capacitarlospara la vida eterna. El resto pasa. Por su-puesto que alabo a los que luchan paratender a la “equidad” (y falta mucho) perorepruebo a los que facilitan la muerte, elaborto, la eutanasia, o facilitan los divor-cios frente a cualquier dificultad....”. Se dióuna pausa larga. Tomé al niño en mis bra-zos y dije: “¡Señor, tu sabes todo, y tu sólotienes palabras de vida eterna. Haz queaprendamos a disfrutar la vida y la sonri-sa de un niño,más que todo;amar más quecomprar; dar,más que reci-bir. Líbranos deuna sociedadque facilitán-donos todo,nos vuelve in-útiles; danos lacapacidad dedisfrutar, supe-rarnos y creceren el servicio”.La mamá me tendió las manos. Le devolví elhijo y me agradeció emocionada. “¡Toma atu hijo! Dios te lo ha dado porque sabe quetu puedes hacer maravillas. No te olvides,los domingos, llenarte de Él, de Jesús”.

Sean dóciles los unos a losotros por consideración aCristo: las mujeres a su

marido, como si fuera el Se-ñor, porque el varón es la

cabeza de la mujer, como Cristoes la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, quees su Cuerpo. Así como la Iglesia es dócil aCristo, así también las mujeres deben serdóciles en todo a su marido. Maridos, amena su esposa, como Cristo amó a la Iglesia yse entregó por ella, para santificarla. Él lapurificó con el bautismo del agua y la pala-bra, porque quiso para sí una Iglesia res-plandeciente, sin mancha ni arruga y sinningún defecto, sino santa e inmaculada. Delmismo modo, los maridos deben amar a sumujer como a su propio cuerpo. El que amaa su esposa se ama a sí mismo. Nadie me-nosprecia a su propio cuerpo, sino que loalimenta y lo cuida. Así hace Cristo por laIglesia, por nosotros, que somos los miem-bros de su Cuerpo. Por eso, el hombre deja-rá a su padre y a su madre para unirse a su

mujer, y los dos seránuna sola carne. Este esun gran misterio: y yodigo que se refiere aCristo y a la Iglesia. Encuanto a ustedes, cadauno debe amar a sumujer como a sí mis-mo, y la esposa deberespetar a su marido.

Efesios 5,21-33

¿¿¿¿¿?????Piensa en las maravillas quehizo Dios a través de ladiscapacidad, de la enfermedad,

de la pobreza... ¿recuerdas algunosejemplos en tu vida?

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Salvar la familiaUna improvisa y grave enfermedad golpeó a una niña de dos años ymedio. Inmediatamente acudieron al hospital de niños. El abuelo, fuer-temente sacudido, la visita y contemplando su delicada situación, cuen-ta que elevó una intensa y profunda oración al Señor Jesús y a la VirgenMaría.Hay abuelos que tienen el privilegio de sentir y vivir una íntima y fuertecomunión con sus nietos. Estamos en uno de esos casos. Desde varios años,gracias a la catequesis estoy observando este fenómeno. Posiblemente el de-masiado trabajo de los padres, los obliga a confiar a sus hijos a los generososabuelos. Mucho tiempo y, a menudo, la poca pensión, junto a la abundanteexperiencia, van invertidos en los nietos. Pronto se forma una reciproca entre-ga a tal punto que el problema de los pequeños se vuelve problema de losancianos y viceversa, como el crecimiento o el éxito de unos beneficia a losotros. Recuerdo que en una celebración, durante un retiro, sobre siete oracio-nes de los fieles, cinco fueron dedicadas a los abuelos, como también re-cuerdo que en una clase de catequesis de niños en preparación a la comu-nión, sin previo aviso llegué interrumpiendo la clase y la catequista me dice:“Padre, traje una palangana de agua, les pedí a los niños que fabricaran unabarquita cada uno y que la colocaran en la palangana, después le dije queimaginaran una de las tantas tormentas de la vida y que en poco tiempotendrían que colocar una sola cosa en la barquita. Tendrían que escribir la talcosa en un papelito y colocarla”. Pasaron unos minutos y listo... Al final delcuento sabrán qué salvaron los niños...Volviendo al abuelo de la nietita del hospital, recuerdo que me marcó su ora-ción: “Le pedí a Dios que la curara. Le pedí con mucha fuerza, padre, por esoestoy aquí y quiero que me prepare para tomar la Comunión. La nietita estádivina y yo quiero tomar la Comunión”.La salud de la nieta convirtió al abuelo y la intensa oración del abuelo salvó a lanieta. Los dos cables encendieron una preciosa luz: la vida y la fe. El abueloviene con frecuencia. Leemos juntos el evangelio y descubrimos que hay unasolidaridad que va mucho más allá que el bolsillo, la moneda, o el gesto decompartir cosas... podemos compartir vida y hacer magníficos trasplantes, nosólo de órganos... Leyendo la biblia descubrimos que esa comunión se datambién con Cristo.Comulgamos su palabra, su verdad hasta comulgar su vida, su cuerpo y su

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sangre. Descubrimos que el evangelio, contanta savia, nos devuelve las ganas devivir.La Comunión con el prójimo, sobre todocon el más próximo, es también una tarea,una necesidad para comulgar con Cristo.Entendí por qué los niños de la catequesiscoincidieron en las cosas que salvarían encualquier tormenta de la vida: la familia.La familia como la manda Dios, de un hom-bre y de una mujer abiertos a la procrea-ción. Intenté nuevamente preguntar a otrosniños si tuvieran que salvar una sóla cosa,¿Cuál sería? Y volvieron a subrayar “a la Fa-milia”. En un liceo pregunté cuál era el sen-timiento más fuerte y presente en su vidaen el momento actual. Me contestaron: “¡Elmiedo!”. Con sorpresa volví a preguntar-les: ¿Miedo a qué? y nuevamente con sor-presa escuché: “¡A que los padres se sepa-ren!”. Me pregunto: si ellos sienten con tantafuerza la necesidad de una verdadera y es-table familia, ¿por qué los mayores mano-seamos, olvidamos, destruimos, emparcha-mos y deformamos aquella realidad tannecesaria para ser y vivir? El otro día metrajeron un texto utilizado para la forma-ción de chiquilines de primaria. Vi con sor-presa el tratamiento del tema de la forma-ción sexual, prescindiendo de una necesa-ria referencia a la familia. Estamos a me-nudo a contramano con las exigencias dela naturaleza, con los hijos, con los niños,con el sentido común...Cazando poder, olvidamos la verdad, y bus-cando adeptos renunciamos a realidadesimportantes, y para complacer nos hace-mos cómplices de un futuro en peligro.Hay que salir a salvar a la familia antes deque se hunda, y hay que recuperar a losabuelos, antes de que se nos pierdan y alos niños aún antes de que nazcan. El marestá movido y nosotros medio dormidos.Algunos, no siempre los mejores, atentossólo al provecho personal.

No se inquieten entonces,diciendo: '¿Qué comeremos,

qué beberemos, o con qué nosvestiremos?'. Son los paganos

los que van detrás de estas cosas. El Padreque está en el cielo sabe bien que ustedes lasnecesitan.Busquen primero el Reino y su justicia, y todolo demás se les dará por añadidura.No se inquieten por el día de mañana; elmañana se inquietará por sí mismo. A cadadía le basta su aflicción.

Mateo 6, 31-34

¿¿¿¿¿?????¿Conoces a buenas personasque más que padres tuvieronabuelos? ¿o hermanos?

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“De tal palo, tal astilla”Era el viernes santo. El cielo estaba nublado y pesado. La terminal deómnibus, repleta. Yo tenía que viajar. Escuchaba con frecuencia: “alertametereorológica, alerta naranja”. La gente conversaba animadamente.De pronto el tema se deslizó hacia otra realidad. No se si por culpa de laTelevisión que transmitía el noticiero, o si alguien, sin querer, levantó la voz yprovocó el contagio. La frase clave fué: “Zona roja”. ¡Cuántas veces la escu-chamos o la leimos en nuestros periódicos! ¿Realidad o afán de vender?Caí en la trampa; presté el oído y...: “¡Que los jóvenes de hoy! ¡Que los ado-lescentes! ¡Que estos chiquilines! ¡Que así no se puede más! ¡Qué hay queacabar con ésto de una vez! ¡Mano dura! ¡Meterlos presos a todos!...”Me acordé lo de Jesús: “¡El que no tiene pecados que tire la primera piedra!”.Una breve pausa me trasladó a otros “versículos” comunes en estos tiempos:“¡Que somos un país de viejos! ¡Que ya no hay juventud! ¡Que en los prime-ros años de primaria hay pocos alumnos! ¡Que hay que enseñarles a lospobres a no tener hijos!” Y que: “¿Para qué tienen hijos si no los puedenmantener?”. Uno, un poco más joven dijo: “¡Total, dentro de unos años, parapoblar al Uruguay van a venir los coreanos!; ¡los chinos!”, dijo otro.Pensé: “si los jóvenes van presos, los adultos no tienen hijos y alguno serebusca en algún país extranjero, terminamos siendo realmente una repúbli-ca “oriental”, pero del oriente asiático. Con una diferencia: más que pertene-cer al viejo continente, seremos los viejos del continente”.Pero ¿qué tiene que ver aquí lo de “¿De tal palo, tal astilla?”. Los tigresgeneran tigres. Los monos, monos. El conejo, conejo. El zorro, zorro.¿De dónde salieron estos: “chorros”, violentos, cobardes? ¿“de la sociedad”?Lo escuché muchas veces, pero en el bosque del anonimato se siguen escon-diendo los verdaderos culpables: “de tal palo, tal astilla”. ¿Alguien acusaría altigre por nacer tigre? ¿Al mono, por nacer tal? “¡De tal palo tal astilla!”. Antesque nada apuntaría el teleobjetivo a la familia. Después al nido y finalmente apichón, a su alma. Cuando esto se repite y se generaliza entonces apuntaría lacámara hacia el Parlamento. ¿Qué tal nuestras leyes? ¿qué tal nuestro conceptode libertad?, ¿qué tal nuestra ley de Educación? ¿qué tal nuestra legislaciónsobre la familia? “¡De tal palo tal astilla!”Bueno, miremos el “palo”. Los padres, víctimas, se volvieron victimarios. Vícti-mas ¿de quién?, ¿de la escasa educación escolar? ¿Quién hizo la ley de educa-ción? ¿Quién la lleva adelante? ¿Víctimas de la maleducada TV? ¿Quién ladirige y la proyecta? ¿Tiene algún proyecto de persona, de familia y de comu-nidad éticamente válida? “¡De tal palo tal astilla!”. ¿Quién controla la salud del

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Palo? Estoy seguro que nadie desconoce elrefrán: “¡Dime con quién andas y te diréquién eres!”.Estos chiquilines vienen de nosotros, vivencon nosotros, y se parecen a nosotros. Sonun producto de nuestras familias y estasde nuestra comunidad y a esta se alimentade nuestra cultura, nuestra legislación,nuestras instituciones y medios de comu-nicación. “¡De tal palo tal astilla!”. Nues-tros muchachos tienen nuestro ADN. Sucondena es nuestra condena. “¡Alerta roja!”,no “zona roja”, y a ponernos todos en es-tado de revisión de vida “comenzando porlos más ancianos”, dice el evangelio, des-autorizándonos a tirar piedras sobres pie-dras a los chiquilines, y solicitándonos aeducarlos con untestimonio más ci-vilizado de partede los más adultos.Me subí al ómni-bus, me acomodéy miré al cielo, que,entre rayos y true-nos me recordó laprometida “alertanaranja”. Tambiénme acordé que enla Biblia, en los úl-timos siglos delantiguo testamen-to, escaseando losprofetas y los líde-res, el Señor acom-pañó y animó a supueblo con unaefusión de prover-bios y dichos car-gados de sabidu-ría: los libros sapienciales. Dios nuncadejará sin luz, sin agua, o sin pan a los quelos busquen con un corazón sincero. La zonaroja no es una zona geográfica sino cultu-ral o moral y es hereditaria. “De tal palo talastilla“.

Al ver a la multitud, Jesússubió a la montaña, se sen-

tó, y sus discípulos se acer-caron a él.

Entonces tomó la palabra y co-menzó a enseñarles, diciendo: "Felices losque tienen alma de pobres, porque a ellosles pertenece el Reino de los Cielos. Feliceslos pacientes, porque recibirán la tierra enherencia. Felices los afligidos, porque seránconsolados. Felices los que tienen hambre ysed de justicia, porque serán saciados. Feli-ces los misericordiosos, porque obtendránmisericordia. Felices los que tienen el cora-zón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan porla paz, porque serán llama-dos hijos de Dios.Felices los que son persegui-dos por practicar la justicia,porque a ellos les perteneceel Reino de los Cielos.Felices ustedes, cuandosean insultados y persegui-dos, y cuando se los calum-nie en toda forma a causade mí.Alégrense y regocíjense en-tonces, porque ustedes ten-drán una gran recompensaen el cielo; de la misma ma-nera persiguieron a los pro-fetas que los precedieron.

Mateo 5,1-12

¿¿¿¿¿?????¿Por qué tanta fobia a estasastillas si son de nuestrospalos?

La conversión del mundo comienza porla conversión de mi corazón.

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¡Caer para arriba!

Era diciembre. El peso del año se sentía con un cansancio mezclado alsabor festivo de la Navidad que se acercaba junto al montón de compro-misos que suelen traer estas fiestas: invitaciones, despedidas, conclusiónde clases y proyectos de vacaciones... “dulces y salados...” Estaba cansa-do. Sonó el teléfono y una hermana me pidió si podía preparar los niñospara la primera comunión. Por lo menos estos últimos días. Ya teníavarios grupos y, uno más, me parecía demasiado. ¿Cómo decirle que no? Medetuve un instante y por una de esas cosas, se me ocurrió pedirle algo impo-sible para que renunciaran a insistir. Le dije entonces: “¡Dígale a los chicos:Si me dicen tres maneras de caer para arriba, los acompaño!”Esperaba ya liberarme de ese compromiso. ¡Pero, no! La hermana, con muchainocencia, volvió al ataque solicitando una pista. Entonces les díje: La prime-ra, la va a encontrar en la multiplicación de los panes (en los canas-tos). La segunda en la parábola de los talentos (en la aerostática). Latercera en el evangelio, en su totalidad ( y en un taller de electrónica).A la semana me invitaron a celebrar una Misa.Pensé: “esta es una trampa”. Fuí. “Padre, me dijo la hermana, mire que estosalió de los chiquilines”. “¿Esto qué?” dije yo, pensando en alguna trave-sura, a tolerar o disculpar... “¡No! Lo que los chicos prepararon para la Misa”.Quedé sin saber, esperando algo común, lo de siempre: la oración de losfieles, la ofrenda y algún nuevo canto-sorpresa. Cantaron lindo. Siempre quecantan, ellos me tocan el alma.Al ofertorio un grupito de chiquilines, desde el fondo de la capilla, trajo unlienzo con muchas manos pintadas. Una palabra grande arriba: solidaridad.Alguien explicó cómo las manos representaban la solidaridad del chiquilínque en el evangelio ofreció los cinco panes y los dos peces y todo “cayó”para arriba porque pasaron de la necesidad (el hambre) a la abundancia(sobraron doce canastos).Enseguida apareció otro grupo de chiquilines que trajo pintado un globoaerostático con un canasto para viajeros y una fuerte llama pintada en laapertura del globo para llenarlo de aire caliente. Así lo explicaron: La llama escomo “un ideal” que a uno lo entusiasma, lo anima y lo calienta y esecalor del ideal lo lleva hacia arriba.Otro grupito trajo en sus manos un imán, unas latas y unos clavos con algunasarandelas. Uno de ellos explicó que el Imán representa “un líder”, en nuestrocaso, Jesús, que apareció y nos sedujo con su persona, con su enseñanzacontagiándonos con su propuesta de un mundo mejor (el proyecto del

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Reino), así como el imán contagiaba a laslatitas que, a su vez, quedaban imantadasatrayendo (a los clavos, arandelas, etc.)hacia arriba.Cinco panes puestos generosamente enlas manos de Jesús alcanzan un superávitmaravilloso. En el mundo, con la solidari-dad, derrotaríamos el hambre. La tierra pro-duce alimentos para 36 mil millones de per-sonas y somos apenas 7 mil millones y noalcanzan. Claro. ¿Quien diría que en elmundo una tercera parte de los alimentosson desechados, desperdiciados?Un ideal es indispensable, necesario paracualquier carrera, emprendimiento o via-je. Un ideal permite discernir y elegir, y lle-na la vida de energía, de combustible, degracia; da sentido a la vida.Un líder, convoca, compromete, une en-torno al ideal, como lo hacen Cristo, los san-tos, los mártires. “La sangre de los márti-res es semilla de cristianos” decía Tertulia-no. Madre Teresa, Juan Pablo II, y tantoslíderes lograron levantar naciones... Yo tam-bién me sentí caer para arriba, y asumíel compromiso de acompañar a esos chi-quilines en su caminata hacia Cristo, dondel Padre compartido solidariamente conel mundo, ideal y meta de todo corazón hu-mano, y fuerza contagiosa de elevación.

Cuando el Hijo del hombrevenga en su gloria rodeadode todos los ángeles, se sen-

tará en su trono glorioso. Todaslas naciones serán reunidas en su presen-cia, y él separará a unos de otros, como elpastor separa las ovejas de los cabritos, ypondrá a aquellas a su derecha y a estos ala izquierda.Entonces el Rey dirá a los que tenga a suderecha: “Vengan, benditos de mi Padre, yreciban en herencia el Reino que les fue pre-parado desde el comienzo del mundo, por-que tuve hambre, y ustedes me dieron decomer; tuve sed, y me dieron de beber; es-taba de paso, y me alojaron; desnudo, y mevistieron; enfermo, y me visitaron; preso, yme vinieron a ver”. Los justos le responde-rán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,y te dimos de comer; sediento, y te dimos debeber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alo-jamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo tevimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”.Y el Rey les responderá: “Les aseguro quecada vez que lo hicieron con el más peque-

ño de mis hermanos, lo hi-cieron conmigo”.

Mateo 25,31-40

¿¿¿¿¿?????¿Cuántos testimonios solidariospuedes recordar? ¿Cuántaspresencias de Jesús en tu vida?

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Índice

- Introducción................................................................................ 3

La parábola de la madre de la bicicleta ............................. 4

Ver, oír y sintonizar con el corazón ................................... 6

Las guiñadas de Dios ....................................................... 8

Ser libres como Jesús el pobre, rico en libertad ............. 10

Rosa: la “niña-mamá” ..................................................... 12

En el “entrevero” vemos la mano de Dios ....................... 14

No hay mayor amor que dar la vida ................................ 16

¡Solo Dios sabe! ............................................................. 18

¡No puedo! ...................................................................... 20

La Verdad los hará libres ................................................. 22

AMAR en serio ................................................................ 24

El amor todo lo puede ..................................................... 26

Aprender de los niños ..................................................... 28

“Exilios” y “Egiptos” en tu propia tierra... ......................... 30

¡Lo quiero, pero aún no se lo dije! ................................... 32

La libertad... y los vidrios ................................................. 34

Los del bajo... y los de arriba........................................... 36

Los mártires desconocidos ............................................ 38

Nuestros santos. Mientras vivimos, tenemos para dar ... 40

“¡Como ovejas sin pastor!...” ........................................... 42

¿Quién no los conocía? .................................................. 44

La Educación comienza antes de la concepción............ 46

“¡Hormiguitas!” ................................................................ 48

¿Cómo no ver a Dios, cuándo está ahí...en ti? ............... 50

Aquel Ibisco ..................................................................... 52

“Mabel de La Gruta” ......................................................... 54

“Oportunidades y Bendiciones” ....................................... 56

Salvar la familia ............................................................... 58

“De tal palo, tal astilla” ..................................................... 60

¡Caer para arriba! ........................................................... 62

Santuario Nacional de

La Gruta de Lourdes,

Montevideo, Uruguay.

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