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erri e b Silva, 39.'-'Madrid (12)..Teléf. 12803 Orgapo äe so Veperable Oräer) Cercera y (ofraäfas Dirección y Administración: 13 DE FEBRERO DE 1932 <> o. <> NÚM. 2 S T_T M lzt, 10 UNA FIESTA DE LA REALEZA DE MARÍA, por Fr. Emilio Silva. Los VIAJES DE NUESTRO SEÑOR, por Fr. Serafín Soldegui. - LA COLONIA HEBREA DE ELEFANTINA, por Fr. Guiller- mo Vázquez.—Li .NEAS GENERA LES DE LA PASTCRAL COLECTIVA DEL EPISCOPADO ESPAÑOL. ¡EL HOMBRE PROVIDENCIAL! EL V. P. ANTONIO CORREA, por Fr. Gaillermo Vázquez. —LA SERPIENTE CONTRA LA VIRGEN, por Mariano Rosselt.—Los DIPUTADOS Y EL ARTÍCULO 24, AHORA 26 DE LA NUEVA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA. TIRSO EN GALICIA, por Fr. Gumersindo Placer.—A UN RÍO, por Tirso de Mol.na.---ISIN REYES!, por Jalia G. Matreros. —POESÍA AL M R. P. PROVINCIAL, por Fr. J. Crespo.—No-riciAs.—NECl2OLOGÍA. UNA FIESTA DE LA REALEZA DE MARIA LA REINA MADRE II Escrito nuestro anterior artículo sobre la conveniencia de instituir una fiesta con el titular que encabeza estas líneas, llega a nosotros la Encíclica que a últimos de año publicó el Pon- tífice reinante sobre el Concilio de Efeso, llave de oro con que el Papa quiso cerrar las fiestas centenarias de dicho Concilio. Habíase tratado en éste , principal y casi exclusivamente la maternidad di- vina de María, condenando la herejía de Nestorio que afirmaba una persona humana en Cristo unida tan sólo mo- ralmente al Verbo, negando según esto que María fuese verdadera y realmente Madre de Dios, siéndolo tan sólo de la persona humana de Cristo. La Iglesia, por boca del Concilio, sostuvo la verdadera doctrina católi- ca enseñando que, aunque en Cristo existen dos naturalezas, una divina y otra humana, constando ésta de alma y cuerpo como en los demás hombres, sin embargo, no hay en El más que una sola persona, y como las madres no lo son de cuerpos o naturalezas separadas, sino de personas, María siéndolo de la persona de Cristo, lo era por el mismo motivo de Dios; pudiéndola, por consiguiente, llamar ortodoxamente Teótocos o Deipara, esto es, Madre de Dios. El Sumo

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erriebSilva, 39.'-'Madrid (12)..Teléf. 12803

Orgapo äe so VeperableOräer) Cercera y (ofraäfas

Dirección y Administración:

13 DE FEBRERO DE 1932 <> •o. <> NÚM. 2

S T_T M lzt, 10UNA FIESTA DE LA REALEZA DE MARÍA, por Fr. Emilio Silva. — Los VIAJES DE NUESTRO

SEÑOR, por Fr. Serafín Soldegui. - LA COLONIA HEBREA DE ELEFANTINA, por Fr. Guiller-mo Vázquez.—Li.NEAS GENERA LES DE LA PASTCRAL COLECTIVA DEL EPISCOPADO ESPAÑOL.

¡EL HOMBRE PROVIDENCIAL! — EL V. P. ANTONIO CORREA, por Fr. Gaillermo Vázquez. —LASERPIENTE CONTRA LA VIRGEN, por Mariano Rosselt.—Los DIPUTADOS Y EL ARTÍCULO 24,

AHORA 26 DE LA NUEVA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA. —TIRSO EN GALICIA, por Fr. GumersindoPlacer.—A UN RÍO, por Tirso de Mol.na.---ISIN REYES!, por Jalia G. Matreros. —POESÍAAL M R. P. PROVINCIAL, por Fr. J. Crespo.—No-riciAs.—NECl2OLOGÍA.

UNA FIESTA DE LA REALEZA DE MARIALA REINA MADRE

II

Escrito nuestro anterior artículosobre la conveniencia de instituir unafiesta con el titular que encabeza estaslíneas, llega a nosotros la Encíclicaque a últimos de año publicó el Pon-tífice reinante sobre el Concilio deEfeso, llave de oro con que el Papaquiso cerrar las fiestas centenarias dedicho Concilio.

Habíase tratado en éste, principal ycasi exclusivamente la maternidad di-vina de María, condenando la herejíade Nestorio que afirmaba una personahumana en Cristo unida tan sólo mo-ralmente al Verbo, negando segúnesto que María fuese verdadera y

realmente Madre de Dios, siéndolotan sólo de la persona humana deCristo.

La Iglesia, por boca del Concilio,sostuvo la verdadera doctrina católi-ca enseñando que, aunque en Cristoexisten dos naturalezas, una divina yotra humana, constando ésta de almay cuerpo como en los demás hombres,sin embargo, no hay en El más queuna sola persona, y como las madresno lo son de cuerpos o naturalezasseparadas, sino de personas, Maríasiéndolo de la persona de Cristo, loera por el mismo motivo de Dios;pudiéndola, por consiguiente, llamarortodoxamente Teótocos o Deipara,esto es, Madre de Dios. El Sumo

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Pontífice resume en su Encíclica Luxver//as la doctrina del Concilio, re-cordando de nuevo al pueblo cristia-no con este motivo las excelenciasde la gran Madre de Dios y confir-mando con su autoridad suprema einfalible aquellas enseñanzas secula-res que tanto enaltecen a María.

«De este dogma de la divina mater-nidad, nos dice, corno de chorro dearcana fuente, proviene a María unagracia singular y su dignidad que esla más grande después de Dios.»

¡Haga nuestra bendita Madre queesta ardiente invocación del Concilioefesino, hecha por el Vicario de Cris-to, conmueva al pueblo cristiano comolas disposiciones conciliares a lospiadosos fieles de aquella ciudad deAsia!

Como recuerdo de las fiestas con-memorativas del centenario del Con-cilio efesino, instituye el Papa la fies-ta de la Maternidad divina de María.Una nueva fiesta para honrar el prin-cipal título de su grandeza, que sinduda será recibida con regocijo porlos amantes de María, Reina y Madrede Misericordia.

Tenemos, pues, que el Papa acabade instituir una nueva solemnidadpara honrar a María, y esto es larazón de haber escrito lo que antece-de, fijar la atención de mis lectores enel constante incremento que en la Li-turgia católica toma el culto de María,pues esto nos hace concebir fundadasesperanzas de que pronto podamoshonrarla oficialmente y en día seña-lado con el pomposo título de ReinaMadre._Veamos cómo la santa Igle-

sia atribuye constantemente en la Li-turgia el título de Reina a María (1).

En una maravillosa visión contem-pló el Apóstol San Juan a (una mujervestida del sol y que tenía la luna por

(1) Como la mayoría de las veces en que laIglesia llama Reina a Marta es aplicándole textosde la Sagrada Escritura, en los que directa o in-directamente se hace referencia a la realeza, y,de consiguiente, tal atribución no tenga más va-lor escriturario que el del sentido del texto que ental caso se le aplique, no estará demás explicarbrevísirnamente a los no versados en estas mate-rias los diversos sentidos que las palabras de laBiblia pueden tener.

Llámase, en general, sentido de la Escrituraaquella verdad que el Espíritu Santo intentó ma-nifestarnos por el autor sagrado. Dos son los sen-tidos que puede tener la Escritura, literal o histó-rico y espiritual o típico, a los cuales con un sig-nificado menos propio se añade el acomodaticio.El sentido literal o histórico es lo que directa-mente intentó expresar el autor, y con toda pro-piedad significan las palabras por él usadas; quepuede ser propio o metafórico según que las pa-labras estén usadas en su sentido natural o en elfigurado, v. gr.: Cuando decimos en el Credo,usando un ejemplo de Santo Tomás, subió a loscielos, damos a las palabras un sentido literal ypropio; y en esta sentado a la diestra de DiosPadre, les damos también un sentido literal, perofigurado. El sentido espiritual o místico, fúndaseen el literal, y es aquel que tienen las personas opalabras de la Sagrada Escritura cuando en ellasel Espíritu Santo quiso significarnos otras cosasque las que ellas directa y propiamente signifi-can. Unos ejemplos aclararán perfectamente la di-ferencia entre el sentido literal y el espiritual. Así:Adán que es la cabeza del género humano (sentidoliteral), es también tipo del nuevo Adán o Cristo(sentido espiritual); el cordero que los judíos sa-crificaban en la Pascua era tipo del Cordero deDios que había de ser sacrificado en la Cruz; lapesca milagrosa de Pedro era figura de las almasque había de convertir, etc.

Además de estos sentidos que son los propiosque puede tener la Sagrada Escritura, añádese,como dijimos arriba, otro menos propio que sellama acomodaticio. Tiene éste lugar cuando laspalabras de la Escritura se emplean para signifi-car cosa distinta de la que el autor sagrado in-tentó, v. gr., citando a algún Santo se le ap'icanlas palabras que la Escritura dice referentes aotro.

escabel de sus pies y en su cabezauna corona de doce estrellas». Estavisión apocalíptica refiérese en sentidoliteral, según parecer común de losintérpretes, a la santa Iglesia, que esEsposa de Cristo, con el cual contraemísticos y eternos desposorios, con-forme nos lo explica bellísimamenteel mismo vidente en los dos últimoscapítulos del Apocalipsis; inefablesdesposorios que el Apóstol de lasgentes propone también a los efesios(5, 22-23) como modelo de amor yunión conyugal. Oportuno será exa-minar la razón de atribuir también aMaría éste y otros textos que luegoveremos.

La Iglesia, esposa de Jesucristo, enatención a los méritos del esposo yPor virtud del Espíritu Santo, engen-dra constantemente hijos a su esposo,comunicándoles la gracia, ese serdivino que les da una nueva naturale-za y filiación. María, que es como elcuello del cuerpo místico de Jesús porel cual se comunican a aquél todaslas gracias, encuentra en la Iglesia suMás perfecta semejanza; Ella es Ma-dre de la divina gracia y engendrado-ra de Cristo nuestro hermano mayorY fecundada por el Espíritu Santo, nocesa de dar a la luz de la gracia nue-vos hijos por medio de la mismaIglesia, de cuya economía ella es ad-ministradora.

Así, pues, la Iglesia, como esposadel Rey, es ella también Reina, yMaría esposa del Espíritu Santo yMadre del mismo Rey, es Reina MadrePor comunicación y honor y con justarazón se le pueden aplicar los textoscl e la realeza de la Iglesia.

¡Dios te salve María, fecunda espo-sa del Espíritu Santo, que compartescon tu hijo la realeza sobre la SantaIglesia! «Has sido elevada sobre loscoros de los Angeles y tu cabeza fuéceñida con una corona de doce estre-llas». Dios te salve, Reina refulgentede gloria en los triunfos de tu Hijo, enlos amores del Espíritu Santo y en lamajestad y gloria de tu reino. (Hirn. de2. d , V. del Rosario).

En el oficio de Maitines de la Vir-gen rezamos el salmo 44 Exultavitcor meum. Interesa nos detengamosalgo en su examen, pues muchos desus versículos son aplicados constan-temente a la liturgia, además de re-zarlo íntegro, como dijimos.

Este salmo, a todas luces mesiáni-co, es un suave y dulcísimo epitala-mio que nos recuerda el cantar de loscantares, con el que guarda muchasemejanza. En él el salmista, trasla-dado en profética visión a los tiemposde la nueva alianza, canta los eternosdesposorios de Cristo y su amadaesposa la Iglesia. Luego de un breveexordio, celebra la hermosura delRey eterno, y haciendo gracia de subelleza y gallardía, invítale a la luchacon el príncipe de las tinieblas enfavor de su santa esposa la Iglesia,asegurándole al mismo tiempo eltriunfo, aclámale luego por Rey, cuyotrono durará de siglo en siglo, habien-do de ser a la postre ungido con elóleo de una gloria y alegría inefables(V, 3-10).

Volviéndose luego a la esposa, aquien ve sentada a la diestra del Reycon vestido de oro, invítala dulcemen-te a permanecer siempre en el amor

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del Rey y predícele la fecundidad quehabrá de tener como fruto de talunión, trayendo consigo a multitud devírgenes que con ella adoren eterna-mente al esposo. Como dijimos arri-ba, es este un dulcísimo canto, enque el poeta celebra las nupcias y laventurosa unión de Cristo y la Iglesia.Varios de sus versos, tanto de losque literalmente se aplican al Cristocomo de los que se aplican a la Igle-sia, son atribuidos a María en sentidoacomodaticio, v. gr., el vers. 5 specietua... et regna y el 11 astitit reglad,etcétera.

Notemos, sin embargo, que aunquelos versos de este salmo y variospasajes que citamos, se aplican ensentido literal figurado a Cristo y a laIglesia, y a María tan sólo en sentidoacomodaticio, el cual no constituyepor sí fuente de revelación, tienen contodo más valor demostrativo del que aprimera vista pudiera creerse, puestoque aunque no sean prueba escritura-ria de la verdad que proponernos, escon todo demostrativa de que la Igle-sia considera a María como verdade-ra Reina, puesto que con frecuenciale aplican los textos en que se haceuso de tal apelativo. Por esta razónno hemos intentado presentar en esteartículo testimonios escriturarios de laRealeza mariana, sino tan sólo hacerver que la Iglesia y el pueblo cristiano así lo han considerado desde an-tiguo.

A fin de no prolongar esto indefini-damente, vamos a presentar sin co-mentario alguno los pasajes de la li-turgia en que más explícitamente se lallama Reina a María:

«Por mi reinan los reyes y loelegisladores decretan lo justo; por midominan los príncipes y todos losgobernadores juzgan la tierra . » (Pro-verbio 8, 15, 16.) Porque tú, ¡oh María,como madre del que es Rey de reyes,eres superior a todos los príncipes ysoberanos de la tierra, por eso «lasdoncellas te vieron y te llamaron bien-aventurada y las reinas te alabaron›viéndote marchar como el alba, her-mosa como la luna, esclarecida comoel sol e imponente como los ejércitosen orden de batalla» (Cant. VI, 9, 10.)El Señor te escogió y te eligió entremillares e hízote participar del tálamonupcial, «elevándote así a su propiadignidad; porque «el Rey te amó y teintrodujo en sus bodegas». «Hoy laVirgen María, decimos en la antífonade las vísperas de la Asunción, subióa los cielos: alegraos, porque conCristo reina ya por siempre.»

En la Edad Media es tan frecuente eluso del apelativo Reina aplicado aMaría, que de las antífonas que anosotros llegaron, generalmente be-llísimas compuestas en su loor, ape-nas hay una que no la llame así desdeel Regina Coeli, alegraos, Reina delcielo, alleluya, etc., compuesta porGregorio V en el siglo X hasta laSalve, que también desde el comienzola invoca con ese título y es obraseguramente del santo monje gallegoy Arzobispo compostelano S. PedroMenzonzo. Estas antífonas, lo mismoque la «Salve Reina de los Cielos».etcétera (Ave Regina ccelorum) delsiglo XV, fueron recibidas por la Igle-sia en la liturgia.

En las letanías lauretanas, no con-

tentos sus amantes devotos con tra-tarla de Reina, van distinguiendo yd eterminando cada una de las catego-rías de bienaventurados, notamlosiempre su soberanía sobre ellos; asíllámasela Reina de los ángeles, de losPatriarcas, de los profetas, de losapóstoles, mártires, confesores, vír-genes, y por fin Reina de todos losSantos.

Puede decirse que en casi todas lasd evociones del pueblo cristiano, a laMadre de Dios se ha tenido presentesu sagrada realeza; prueba de ello esadevoción del Santo Rosario, queconstituye el encanto y las delicias delas almas amantes de María y en laque nada menos que, como uno de losmisterios a meditar, se ha señalado elde la coronación de María por ReinaCíe cielos y tierra.

En la Estatuaria y pintura maria-nas, reflejase constantemente estaverdad representandó a María concorona de Reina. En las catacumbasaparece con frecuencia sentada en untrono, más tarde algunas antiquísimas

imágenes, atribuidas a San Lucas,v. gr., las de Santa María in Traste-vere y Santa María in via Lata enRoma, están coronadas, cosa quedesde la Edad Media se hizo habitualhasta nuestros días.

Creernos, pues, haber demostradoplenamente que María es Reina por susobreexcelencia entre todas las otrascriaturas y que la Iglesia y el pueblocristiano así la han llamado constan-temente desde la antigüedad.

Hagamos votos por que podamospronto honrarla con una fiesta espe-cial con ese título, y para obtenerloacudamos a ella misma que se digneconcedernos ese favor.

Dios te salve, Reina de los cielos;salve, Señora de los ángeles y detodos los santos. «Bienaventuradaeres ¡oh Madre! y virgen sin mancha;gloriosa Reina del mundo, intercedepor nosotros con el Señor.»

Amén.

FR. EMILIO SILVA

O. de M.

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Los viajes de Nuestro Señor— 47 —

(CONTINUACIÓN)

Durante los dieciocho años de vidaoculta del Señor, no sabernos de másviajes que hubiese hecho, si no es elde todos los años a Jerusalén conmotivo de la Pascua del cordero. Aunmás, es probable que repitiese estemismo viaje en alguna de las otras

jando por la orilla izquierda de dichorío, o sea por la Perea, que comohemos dicho era el más seguro, aun-que no el más corto. San Juan nodebía de conocer personalmente aJesús, puesto que necesitó que Diosle revelase una señal indiscutible paraello: «Aquel sobre quien vieres des-cender el Espíritu, ese es el que bau-

cid° por -Satán por los aires? Es deadvertir que había una distancia de 30kilómetros. ¿Existió el monte desdeel cual el adversario le mostró losreinos todos del mundo, o más bienfué una visión? Después de los cua-renta días pasados en el desierto,volvió Jesús al Jordán donde un día lovió el Bautista cuando pasaba a ciertadistancia y pronunció aquellas memo-rables palabras: «He aquí el Corderode Dios que quita los pecados delmundo». Dos de sus discípulos al oiresto siguieron a Jesús. Se ignora eltiempo que permaneció aún en aquellaregión, pero lo que parece cierto esque tenía una morada fija allí cerca,puesto que los dos discípulos de Juanpernoctaron con el aquella noche y« vieron donde vivía» (bann. 1 39).

Todo esto sucedía hacia el mes deenero y febrero del ario 28. Pocosdías después resolvió Jesús partirPara la Galilea. Haría . el viaje por elmismo camino por donde vino y pro-bablemente acompañado de algunosde los que más tarde habían de serSUS Apóstoles; éstos eran por lo me-nos Pedro, Andrés y Juan, todos dis-cípulos del Bautista. No conocemosningún incidente de este viaje que pa-rece haber tenido su término en Naza-ret, donde llama a su compañía a Fe-lipe, el cual debía de encontrarse allíincidentalmente, pues era natural deBetsaida; el recién llamado discípuloinvita a su vez a Natanael para quevaya a conocer a aquel de quien Moi-sés había escrito en la Ley. Este eranatural de Canä, y para ambos pareceser que eran conocidos los parientesde Jesús, pues Felipe habla de El

corno persona de todos conocida,llamándole «el Hijo de José de Naza-ret.

A los tres días después de su con-versación con Natanael, encontramosa Jesús en Caná, distante ocho kiló-metros de Nazaret, con su madre san-tísima y rodeado de algunos discípu-los. El hecho de no hacer aquí elEvangelista mención de San José,puede ser una prueba más de que yahabía muerto. Es muy posible queésta fuese boda de algún pariente delSeñor. Inmediatamente baja acompa-ñado de su Madre, sus parientessus discípulos, a Cafarnaúm, dondemás tarde fijará su residencia, reco-rriendo en su descenso al mar deTiberíades cerca de 27 kilómetros. Esde advertir que tanto Caná como Na-zaret están situadas en las montañasoccidentales de Galilea y que el lagode Genesaret o mar de Tiberíades estáa más de 200 metros bajo el nivel delMediterráneo. En Cafarnaúni, la ciu-dad más importante de las riberas dellago, permanece Jesús no más queunos cuantos días, pues como seacercase la Pascua (últimos días demarzo) subió a Jerusalén a celebrarla,seguido siempre de algunos de susdiscípulos, los que por otra parte nohabían sido aún llamados al Aposto-lado. Esta Pascua es la primera delas tres que enumera San Juan, quecelebró el Señor durante su vida pú-blica.

Mientras se celebraban esas fiestas(duraban ocho días) tuvo ocasión deejercitar su ardentísimo celo por lagloria de su Padre celestial, arrojan-do del templo a los traficantes o ven-

solemnidades judaicas. Los Evange- ti_ iza en el Espíritu Santo». (Joan. 1-33).listas nos callan todos estos detalles --'-¡Qué escena tan conmovedora aquellaquizá dándolo por supuesto, ya que del bautismo de Jesús! ¡Qué santo for-lo hicieron notar cuando Jesús tenía cejeo de profundísimas humildades!doce años. Desde entonces hasta que ¡Con qué emoción debió de ejecutarloaparece en las orillas del Jordán, no el santo Precursor después de resis-sabemos más que cumplía como buen tirse cuanto pudo! Sin duda que enisraelita la ley, «crecía en edad, sabi- aquel momento debieron de embargarduna y gracia delante de Dios y de su alma los mismos sentimientos quelos hombres» (Luc., 11-52). la de San Pedro cuando vió arrodilla-

Así pues, el año decimoquinto del do a sus pies al Hijo de Dios: Domineimperio de Tiberio César, que era el tu venis ad me...? Señor, ¿tú vienes27 o el 28 de nuestra era, teniendo a que te bautice cuando yo debía deJesús cerea de treinta años, salió de ser bautizado por tí y admitido a laNazareidon' de vivía con su benditísi- penitencia? Inmediatamente después,ma Madre (parece que San José había Jesús fué conducido por el Espíritu almuerto ya para esta fecha) y se fue desierto y ayunó allí durante cuarentaen busca de su Precursor, el que hacía días y cuarenta noches y fue tentadovarios meses se encontraba en la re- por Satán. Comúnmente se localizagión del Jordán bautizando a los mu- este desierto en el monte llamado dechos que acudían a él, y lo encontró la Cuarentena al noroeste de Jericó yen Betania de Transjordania, cerca y a unos ocho kilómetros de esta po-enfrente de Jericó, a la orilla izquierda blación; de modo que desde el Jordändel río. Se ignora la situación fija de tuvo que andar de 14 a 16 kilómetros.esta pequeña población, creyéndose No entraremos aquí en la interpre-oomünmente que es la Bethabara de tación de los viajes motivados porque habla Orígenes, a 8 kilómetros las dos últimas tentaciones. ¿Fué alde la desembocadura del Jordán en el pináculo del templo de Jerusalén pormar Muerto. Haría Jesús su viaje ba- su pie, o por el contrario, fue condu-

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Desde este momento hasta los últi-mos días del Señor se hace muy difí-cil el seguirle con un rigor cronoló-gico. Seguiremos a San Lucas principalmente por ser el que al parecerse acerca más a la sucesión real de

los hechos, supliendo las lagunas quedeje, con datos suministrados por losotros tres evangelistas.

F12. SERAFIN SOLAEGLI1

Monasterio de San Juan de Poyo.(Continuará.)

DE SAGRADA ESCRITURA

LA COLONIA HEBREA DE ELEFANTINA (

Entre los descubrimientos arqueo-lógicos relacionados con la Biblia hayPocos tan curiosos como el de unacolonia militar hebrea establecida enel alto Egipto, cerca de la primera ca-tarata del Nilo, para cerrar el paso alos negros invasores.

En la isleta formada por el río en-frente de Siene, se han encontradohace unos años restos de una pobla-ción, visitada en el siglo V antes deJesucristo por Herodoto, y en ellamultitud de papiros escritos en ara-meo, ventas, actas de matrimonio,contratos.., y sobre todo la corres-pondencia sostenida con Jerusalén ySamaria desde el año 500 hasta el 400entes de nuestra era.

Sabido es que en la Tebaida lluevePocas veces cada cien años, y, estan-do a distancia del Nilo, pueden con-s ervarse los papiros indefinidamente,sobre todo metidos en ollas de barroque era su encuadernación en la anti-güedad.

Los documentos encontrados hacenreferencia a personajes hebreos yaconocidos por los libros de Esdras

como habitantes de Jerusalén y deSamaria después del cautiverio. Lascostumbres e ideas religiosas descri-tas en esos papiros confirman tam-bién lo consignado en el libro de Je-remías.

Se ignora la fecha en que los judíosfueron a establecerse en Elefantina.Nabucodonosor tomó a Jerusalén en586 antes de Cristo, y llevó a los ha-bitantes nobles a Babilonia; dejó sinembargo en Judea a los pobres bajoel gobierno de Godolías, al cual ase-sinaron, y temiendo la venganza delos caldeos, huyeron a Egipto, contrael parecer de Jeremías, que al fin hubode seguirlos (1).

Cabe pensar que algunos de estosfugitivos fueran destinados por Fa-raón a guardar la frontera meridional.Sus descendientes aseguran que eltemplo allí levantado a Jahvé o Yahóexistía en tiempo de los faraones y seconservó hasta el de Darío II, Rey dePersia y de Egipto. (424 404 a. d. C.)

Según esos documentos, Cambises,

(1) Jeremí ir, capítulos 41-44.

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dedores de animales destinados a los esta vez hacer el viaje por la Samaria.sacrificios. Desde este momento, y Como hemos dicho, la cuenca delcomo si esto constituyera una señal, Jordán se hallaba muy baja, y tenien-Jesús se encuentra frente a frente con do que subir a la alta meseta queun grupo de hombres de mala volun- comprendía toda la parte central de latad y peores instintos, que no cesarán Palestina, donde estaba situada aque-de oponerse a su doctrina y a su Per- Ila provincia, el que quisiera realizarsona; se trata de los fariseos, hom- ese viaje se veía obligado a vencerbres de gran autoridad y prestigio en- fuertes pendientes en el corto recorri-tre los judíos de aquel tiempo, hipó- do de poco más de 60 kilómetros. Porcritas y serviles cumplidores de la ley lo que no es de extrañar el curioso ymosaica, grandes urdidores de tra- edificante detalle del Evangelista cuanmas, roídos por la envidia y demás do dice que el Señor se hallaba can-bajas pasiones, y, en fin, «sepulcros sado al sentarse en el brocal del pozoblanqueados y llenos de lodo género de Jacob. No obstante esta fatiga,de podredumbres». Sin embargo, aprovecha este breve descanso paracomo en todas las clases sociales, en convertir una pobre alma descarrila-ésta también se encontraban hombres da, siendo la conversación sostenidade buenos sentimientos y dóciles a la con aquella mujer, una de las páginasverdad; uno de éstos era Nicodemo, más conmovedoras del Evangelio.el cual, en vista de las maravillas que Después de permanecer entre losJesús había obrado durante las fiestas, samaritanos de Siquén durante dosfué de noche a conversar con El de días (tan entusiasmados se hallabanasuntos relacionados con la salvación con el Salvador que le pedían se que-de los hombres. Después de esta en- dase ya definitivamente con ellos),trevista, Jesús, saliendo de Jerusalén continuó su viaje a Galilea, hastase retira a aquella región del Jordán, Caná, donde realizó un segundo mi-donde había sido bautizado por el Pre- lagro sanando al hijo de un señor decursor; éste se encontraba entonces la corte, que vivía en Cafarnaúm. Yen Aenón, cerca de Salím en los queriendo dar principio a su vida pú-confines de la Samaria y Galilea. Era blica, se dirige Jesús a Nazaret, yaesto a fines de Marzo o principios de que allí había transcurrido toda su

abril del año 28. vida oculta, y «el día de sábado en-Un incidente debido al excesivo celo trando en la sinagoga.., abriendo el

i" de algunos de los discípulos de Juan, libro del profeta Isaías, leyó el lugarel hecho de haber sido éste puesto en donde estaba escrito: El Espíritu delprisión por Herodes y el deseo de Señor sobre mí: por lo cual... me haevitar inútiles encuentros con los fa- enviado a evangelizar a los pobres...riscos, movieron a Jesús a abandonar y promulgar el año de las misericor-la Judea y trasladarse a Galilea, donde

dias del Señor.., y dijo: la escriturapodría dar principio a su predicación que acabais de oir, hoy se ha cum-con más libertad. Para ello, resolvió

plido».

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escala que allí vió Jacob cuando huíaa Mesopotarnia.

Los nombres propios de los habi-tantes de Elefantina, que suelen con-tener el de una divinidad, o algunainvocación, no recuerdan tampoco aBaal ni Astarte, maldecidos por losprofetas, ni mucho menos a los dio-ses egipcios. Esto induce al P. La-grange a negar que la colonia de Ele-fantina fuera samaritana, como hansupuesto otros autores.

Que los judíos huidos a Egipto per-sistían en las practicas idolátricas quefueron castigadas con la destrucciónde Jerusalén, lo dice claramente Jere-mías, el cual les exhortó repetidasveces a la enmienda amenazándolescon gravísimos castigos y con la ruinatotal si persistían en su maldad.

Las mujeres eran las más tercas enla superstición, toleradas y aun apo-yadas por sus maridos, según de-muestra la contestación que dieron alProfeta (1).

La Reina del Cielo a la que honra-ban es probablemente la Anathiaómencionada en los documentos y tuvonumerosos adoradores en Palestinay en la misma patria de Jeremías, lla-mada por eso Anathot, cerca de Jeru-salén.

Por donde se ve (concluye el PadreLagrange) cuán necesaria fué la inter-vención sobrenatural de los profetas

(1) jeremías, 46, 15.

para apartar a los hebreos del poli-teísmo. Suelen los racionalistas ex-plicar el monoteísmo por el orgullonacional de los hebreos que les hacíaconsiderar a Yahvé como el únicoDios verdadero. Pero eso no les im-pedía darle tina esposa, con lo cualestaban de lleno en el politeísmo.

La religión verdadera de Israel erafruto de la reveladón sobrenatural ycon medios sobrenaturales fue con-servada a través de los siglos, a pesarde las malas influencias que por todaspartes rodeaban a los hebreos.

En los de Elefantina parece haber-se cumplido a la letra las amenazasde Jeremías sobre su futura destruc-ción por la espada y el hambre de quevenían huyendo (1).

Un fragmento de papiro habla decadáveres tendidos ante las casasarruinadas... La guarnición hebreahabía servido para contener a losegipcios en la obediencia a los persas;mas el año 400, aprovechando la de-bilidad de sus dominadores, el Egiptose sublevó en masa contra ellos restaurando el Gobierno nacional. En talmovimiento arrollador cabe suponercuál sería la suerte que cupo a laguarnición de Elefantina, aborrecidaademás por motivos religiosos. Nadase vuelve a decir de ella (2),

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

(I) Ibid. 46, 12.(2) Lagrange: Melanges d'Histoire Religieuse,

1-31.

— 50 —

Rey de Persia, al conquistar el Egipto Josefo, lo mismo que Bagoas o Baghoien 525, aunque destruyó muchos tem- (1). Neheinías había arrojado de Jeru-plos del pueblo vencido, respetó sin salen al hermano de Jochanán porembargo el dedicado a Yahvé en Ele- estar casado con una hija de Sanna-fantina por los hebreos. Este tenía ballat, y el sumo sacerdote expulsadocinco puertas de piedra labrada, con estableció un culto cismático en elhojas de bronce y techo de cedro, y Garizin (2).en él se ofrecían sacrificios de harina Las ideas religiosas de los judíosy perfumes y aun corderos y becerros de Elefantina adolecen de groseroscomo en Jerusalén, lo que debía ser errores y mezcla de idolatría que re-grandemente ofensivo para los egip- cuerdan la de los samaritanos, tancios circunvecinos adoradores del aborrecidos de los judíos. Los sama-Dios Khenún en forma de carnero. ritanos eran paganos enviados por

No es extraño, por tanto, que el los Reyes de Asiria para ocupar eltemplo judío fuera destruido por los lugar de los israelitas trasplantados aegipcios el año cuarto de Darío, y a la ribera del Tigris. Los nuevos habi-obtener su restauración se dirigen las tantes de Samaria aprendieron el cultocartas cruzadas entre Elefantina, Je- de Jehová o Yahvé, pero sin olvidarrusalén y Samaria, sus antiguas divinidades, formando

Quéjanse los judíos de Egipto del con ambas religiones una mezcla ab-escaso apoyo que a sus gestiones surda.prestaron los de Jerusalén, y no es Esto explica que los judíos de Ele-extraño, pues la existencia de un altar fantina se dirigieran a los samaritanosen Elefantina era ilegal; sólo se po- y a su gobernador para que tomarandían ofrecer sacrificios en Jerusalén. por su cuenta la defensa del temploEra natural, por tanto, que el sumo arruinado, ya que los judíos de Jeru-sacerdote Jochanán diera la callada salén nada habían hecho en su favor.por respuesta. En cambio el goberna- Sin embargo, los documentos dedor persa de Jerusalén Bagoas, y el que tratamos no mencionan diosesde Samaria Delaiah, hijo de Sanna- extraños, sino sólo deformaciones deballat, aprueban que en Elefantina se las ideas bíblicas. Se habla, por ejem-ofreciesen sacrificios de harina y de plo, de ofrendas a Anathbetel (o seaperfumes, guardando también silencio la señora de Betel) que parece ser unasobre los sacrificios sangrientos. divinidad. Todavía son más graves

Sannaballat es bien conocido por las ofrendas a Anathiahó, que parecesus encuentros con Nehemías y su ser la esposa de Yahvé. Pero al finoposición a que fuera restaurada la todo viene a parar en el culto demuralla de Jerusalén (I). El sumo Sa- Yahvé, pues la ciudad de Betel (casacerdote Jochanan figura también mu- de Dios) recibió ese nombre por lacho en las Antigüedades de Flavio

(1) Vandervost: Israel et l'Anclen Orient, 214.(1) II Esdr. 4, 1-5. (2) II Esdr. 13-28.

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n o. ..0 0 0 0 0 0 .0,2 0 o.0000 0 00 0.0 210 0. 0 0. °

He aquí los puntos principales delhermoso documento que dirige a loscatólicos el Episcopado español:

(La Iglesia católica ha observadouna actitud contenida y paciente du-rante la primera etapa constituyentede la República.

Organizados ya jurídicamente losPoderes del Estado, ha llegado elmomento para el Episcopado españolde dar forma solemne a 5U actitudante los hechos y aleccionar a losfieles.

1

Los principios y preceptos consti-tucionales en materia confesional ins-pirados en un criterio sectario repre-sentan una oposición agresiva a lasmínimas exigencias de respeto a lalibertad religiosa.

Se ha prescindido de la Iglesia,resolviendo unilateralmente las cues-tiones que a la misma afectan.

Se ha cometido además el error deexcluirla de la vida pública y activade la nación, de las leyes, de la edu-cación de la juventud, de la mismasociedad doméstica.

Así se le han negado los derechosconstitucionales de que goza todociudadano y asociación ordenada aun fin justo y honesto.

II

Frente al monopolio docente delEstado y a la descristianización de la

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juventud no podemos menos de serfirmes en sostener a una los derechosde la familia, la Iglesia y el Podercivil en la convivencia armoniosa queexigen la razón, el sentido jurídico yel bien común. Impedir a los padresatender la educación de los hijos esviolar el derecho natural, y obstaculi-zar o desconocer el derecho docentede la Iglesia; es atentar a su propiamaternidad espiritual. Un incalificableatentado jurídico ha sido el negar a laIglesia la potestad judiciaria en lascausas matrimoniales. Inseparablecomo es el contrato nupcial del sacra-mento en el matrimonio cristiano,toda pretensión del legislador a regirel mismo vínculo conyugal de losbautizados implica arrogarse el dere-cho de decidir si una cosa es sacra-mento, contraría la ordenación deDios y constituye una inicua invasiónen la soberanía espiritual de la Igle-sia.

El matrimonio civil y la legislacióndivorcista laica es una concepciónestatista del matrimonio. La Iglesiaha de reivindicar el reconocimientooficial de su competencia, el acuerdode la legislación canónica y civil y lasupresión del divorcio.

Respecto a las Ordenes religiosas,no creemos que el Estado españolllegue a desconocer sus excelencias ylas someta a una ley que puede sertriste recuerdo de despóticas legisla-

ciones creadoras del llamado delitode Congregación.

111

Quien es hoy el más alto magistra-do de la nación, en el noble afán devolver a la Constitución j sta y con-ciliadora, proclamó ante el Parlamen-to que no era la fórmula de la demo-cracia ni el criterio de libertad, ni eldictado de la justicia.

Sea, por tanto, pública y notoria lafirme protesta y reprobación colectivadel Episcopado por el atentado jurí-dico que contra la Iglesia significa laConstitución promulgada y reste pro-clamado su derecho imprescriptible auna reparación legislativa, por la cualclaman a una la justicia violada, ladignidad de la religión ofendida y elbien general de la misma sociedadespañola.

IV

Nos incumbe ahora mirar al inte-rior de la Iglesia y señalar a los fielescuál debe ser el espíritu y el carácterde su actuación. He aquí las normasy orientaciones:

1.—Intensificar la mentalidad y con-ciencia cristiana. Aumentar la devo-ción y obediencia al Papa. A este fines necesario que se promueva el só-lido conocimiento y la amplia difusiónde las Encíclicas de León X111 y las dePío XI, particularmente las que serefieren a educación de la juventud,matrimonio cristiano y restauracióndel orden social.

2 —Redoblar los fieles el celo y es-fuerzo en defensa de la fe católica y

al mismo tiempo de la patria. En con-secuencia aportarán su leal concursoa la vida civil y pública.

3.—Con aquella lealtad que corres-ponde a un cristiano, los católicosespañoles acatarán el Poder civil enla forma con que de hecho exista ydentro de la legalidad constituidapracticarán todos los derechos y de-beres del buen ciudadano. La acepta-ción del régimen no implica de ningúnmodo—siguiendo la importantísimadistinción entre Poder constituido ylegislación—la conformidad, menosaún la obediencia, a dicha legislaciónen aquello que esté en oposición conla ley de Dios y de la Iglesia.

4.—Es necesario, como fundamen-to de toda otra actuación, la mayorintensidad de vida religiosa, personaly colectiva, dentro de los templos yfuera de ellos, en el culto interno yexterno.

5.—Colaborar en las reivindicacio-nes escolares que constituyen puntocapital del programa restaurador dela legalidad española, a base de de-fender los derechos de la familia enla educación de los hijos y los de laIglesia a educar religiosamente, sintrabas, a sus fi eles, para lo que con-viene propugnar la justa libertad deenseñanza.

6.—Combatir la enseñanza laica,trabajar por la modificación de lasleyes que la imponen y bajo ningúnconcepto contribuir voluntariamente alas instituciones que en ella se inspi-ren o la promuevan.

7.—Para los católicos, el válido ylegítimo matrimonio es sólo el canó-nico y sacramental celebrado in facie

Líneas generales de la Pastoral colectivadel Episcopado a los católicos españoles

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E1 hombre providencial— 54 —

f

Ecclesiae y por ésta regulado. Quie-nes, prescindiendo del matrimoniocanónico y sólo cumplidas las forma-lidades legales civiles, osaren vivircomo cónyuges, faltarán gravísima-mente a su conciencia de católicos,quedando excluidos de los actos legí-timos eclesiásticos y privados de se-pultura sagrada, si antes de morir nodieren señales de penitencia.

8.—Los católicos apelarán al con-curso de todas las buenas energías yusarán de las vías justas y legítimas,a fin de reparar los daños ya sufridosy conjurar el mayor de todos, quesería el oscurecerse y apagarse losesplendores de la fe de los padres. Anadie es lícito quedar inactivo y sehabrá de evitar la falsa prudencia y lapresuntuosa temeridad. El justo me-dio de la recta actuación ha de seruna docilidad efectiva a la jerarquía.

9.—La Iglesia y la Religión son aje-nas al partidismo político. Lo bueno yhonesto de un partido político, cual-quiera que sea, debe ser aprobado yapoyado por los buenos católicos. Laabstención y la oposición a priori soninconciliables con el amor a la Reli-gión y a la Patria. Es un deber inelu-dible de los católicos la unión o porlo menos la acción práctica común.

10.—Los católicos han de abstener-se de leer la mala prensa o de favore-cer directamente su prestigio y divul-gación. Tendrán en alta estima y ayu-darán con todas sus fuerzas y posibi-lidades a los buenos periódicos.

11. —Estas normas deberán ser ob-servadas por todos, pero especial-mente por los religiosos y sacerdotesy cuantos con la pluma o la palabradirigen o mueven la conciencia de loscatólicos en estos momentos tan de-licados para la vida de la Iglesia enEspaña.

Después de nuestra colectiva decla-ración, nadie puede negar con funda-mento lo que cabe llamar la perfectaortodoxia civil de los propósitos yorientaciones de la Iglesia, que nomira egoístamente sólo por Ella y porsus intereses espirituales, sino muyeficazmente aún por el bien y la pros-peridad de la nación.

Han de mantenerse los católicosfirmes en la fe, constantes en la cari-dad, perseverantes en el apostolado,recordando que la Iglesia vence elmal con el bien, que responde a lainiquidad con la justicia, al ultraje conla mansedumbre, a los malos tratoscon beneficios.»

(De El Debate).

En la hora presente, son muchísi-mos los españoles que piensan en elhombre providencial.

Un hombre que salve cuanto estáen peligro próximo de derrumbar-se: la Religión, la Patria, la Familia,todo.

¿Quién podrá ser ese hombre?Un gran general no, porque su es-

pada podría rendir los cuerpos, perono los espíritus. Primo de Rivera im-puso el orden, pero no la ciuda-danía.

Un intelectual no, porque intelectualy gobernante son términos casi con-tradictorios. No se concibe cómo po-drían gobernar a España un Ramón yCajal o un Menéndez Pelayo.

Un monarca o un presidente de laRepública, tampoco; porque por elmero hecho de tenerlo no desapare-cerían el comunismo, el anarquismo,el sindicalismo, el socialismo y lasdemás plagas que destrozan a Es-paña.

Un estadista, tal vez, a condición deser el educador de un pueblo.

Pero dentro de un régimen de de-mocracia, la educación de un pueblodebe ordenarse al gobierno de símismo.

El hombre que sepa infundir en lasm ultitudes la conciencia y firmeza enel cumplimiento de los deberes ciuda-danos, pondrá la base fundamental del a felicidad de una nación.

Y los ciudadanos que cooperen aesa labor de formación, educándose

para las luchas por la Religión y porla Patria, serán partícipes con el edu-cador en una obra verdaderamentesalvadora.

De donde deduzco una verdad que,si me parece cierta, me llena de emo-ción y de sentimien to de mi responsa-bilidad.

¡Luego... yo soy el hombre provi-dencial! ¡Quién lo había de pensar!Yo, y sólo yo. Es decir, tú o lo que eslo mismo, él. O lo que es igual, nos-otros, vosotros y ellos.

Yo soy el hombre destinado por laProvidencia para salvar a España.

Yo, el católico consciente y previ-sor, que sabe asociarse para todo, nimás ni menos que lo sabe cualquierzapatero sindicalista.

Yo, el español con vergüenza, de-cidido para defender sus derechos, ausar todos los medios legales, lospuños inclusive.

Yo, el ciudadano que no se satisfa-ce con indignarse contra los pasqui-nes blasfemos y clandestinos, sinoque además tiene coraje para arran-carlos.

Yo, el padre de familia que sabesufrir las molestias de una denunciacontra las publicaciones obscenas quese venden en los quioscos.

Yo, el joven católico que tiene elvalor de patear una representación enque se escarnece la Religión, la Patriao la Familia.

Yo, el patriota que vota en las elec-ciones al mejor candidato.

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— 56 — — 57 —

to.

El que administra los negocios pú-blicos de un modo intachable.

El que paga lealmente sus contribu-ciones.

El que sostiene su prensa genero-samente.

El que no perdona fatiga para llevarcon su palabra la luz del Evangelio alpueblo, seducido por miserables em-baucadores.

El patrono que trata a sus obreroscomo a hermanos, con amor y conjusticia.

El periodista, el literato, el obrero,el militar que cumple sus deberesprofesionales y no oculta sus convic-ciones, sino que las defiende y propa-ga ante cuantos le cercan.

Si yo hago eso, es decir, si lo hacestú, o lo que es lo mismo, si lo hace él,no hay necesidad de más hombreprovidencial.

Gobernaremos el país a las milmaravillas.

Habrá un Ejército glorioso, y unaMagistratura admirable, y unos polí-ticos que no habrá más que pedir, yunos obreros que serán el ideal delideal.

¿No hago yo eso?¡Ah!, pues es inútil el hombre pro-

videncial. O, si es útil, será transito-riamente; la solución firme y definiti-va, no.

Esa está sólo en la ciudadanía. Esdecir, en el ejercicio de todos losderechos y cumplimiento de todos losdeberes, encaminados directamente ala consecución del bien social.

O lo que es lo mismo, en la accióncatólica y ciudadana. Acción que enlos dirigentes sea la profesión de su

vida, como lo es en muchísimos denuestros enemigos; no el apostoladode ratos perdidos, cosa inconscien-te y grotesca tratándose de directo-res.

Acción remunerada con generosidadcuando sea preciso, para que loshombres de vocación organizadorase despreocupen del problema de lavida.

Unas veces clamorosa y casi siem-pre oculta, de conquista personal deadeptos, de inteligencia con elementosafines, de organización oficinesca yfastidiosa.

Nuestra esperanza está en el traba-jo. Trabajo de Asambleas y Congre

sos frecuentes, de propaganda dePrensa, de mítines y conferencias, delibros, folletos y hojas.

Trabajo de sindicación católica olibre, según la posibilidad de cadacaso, para recoger dentro de organi-zaciones poderosas a todos los obre-ros y empleados que aún conservanideales religiosos, y a los amantesdel orden y de la paz, que han dealistarse hoy forzosamente en sindi-catos socialistas o comunistas.

Trabajo de orientación en los pun-tos fundamentales de un programamínimo de coincidencia entre todoslos elementos afines.

Trabajo, sobre todo, de preparaciónpara las elecciones de diputados, noimprovisado ridículamente quince díasantes de celebrarse, sino con largosaños de anticipación.

Ese trabajo es la fuente de todos losbienes.

Como la apatía y la indolencia, elmal más grave de los españoles y la

raíz y fundamento de todos los malesde la Religión y de la Patria.

No es el gran defecto de los espa-ñoles la verborrea, con ser tan gran-de, que todos se sienten oradores; niel quijotismo fantaseador, con el quevivimos fuera de la realidad, comba-tiendo a los afines y dejando en paz alos enemigos; ni el sanchopancismogrosero, por el que tantos hombresde la política sacrifican a su medrocuanto puede sacrificarse; ni la envi-dia, que nos pinta tirando de lospies al que lucha por subir; ni elindividualismo, que nos proporcionauna independencia tan absoluta cornoestéril; ni la maledicencia y la mur-muración, que son el idioma de nues-tras tertulias y nuestros cafés.

El gran defecto español, el queparece ser por esencia defecto denuestro carácter, es la pereza.

La del obrero, que quiere comer sintrabajar.

La del estudiante huelguista, quequiere aprobar de mogollón.

La del empleado, que quiere cobrarsin asistir a la oficina.

La del rentista, que se contenta concortar el cupón.

La del gran terrateniente, que sesatisface con que otros labren sustierras.

La de las personas de orden, quese abstienen hasta de votar en laselecciones a las personas que han deimponer el orden.

La de los católicos, que se lamentande los males de la Iglesia, pero nomueven ni el dedo meñique para re-mediarlos.

La del sacerdote o el religioso, que

se despreocupan de estudiar y resol-ver los graves problemas sociales,como si no amenazaran destruir laReligión.

Este, éste es el gran defecto de laraza española,

Y mientras no desaparezca, será envano que esperemos un redentor dela Patria.

Cristo, con ser Dios, ha exigido lacolaboración y cooperación de lospueblos para salvarlos.

¿Cómo vamos nosotros a creer queun hombre solo, por grande que sea,nos va a salvar si no cooperamoscon él?

Pero, si luchamos como buenos,salvaremos a España.

Porque entonces no censuraremosla actuación de los demás, pues sóloel que es hombre de acción aprecia loque cuesta el trabajo de los otros y eshumano en disimular sus desaciertos.

Entonces obtendremos magníficosresultados en nuestras obras, ya quela acción perseverante es el manantialmás fecundo del éxito.

Tendremos unidad de pensamiento,porque la realidad nos hará a to-dos concurrir en las mismas afirma-ciones.

Seremos racionalmente optimistas,porque Dios bendice, no los lamentosy las tertulias, sino los sacrificios ylos trabajos.

Daremos nuestro dinero con gene-rosidad, porque nos persuadiremos deque trabajar sin él es perder el tiempolastimosamente.

Lucharemos con plan, sin el cual esabsurdo pensar en obtener ningunavictoria.

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Tendremos sentido común, y, porconsiguiente, no suspiraremos porqueperdimos las elecciones la primeravez, ni la segunda vez, ni la terceravez.

Entonces, es decir, si actuamos,veremos que es grotesco pensar enuna acción católica que consista enque uno o dos oradores den un mitincada mes... ¡Como si al día siguientehubieran de guardar cama, por pres-cripción facultativa, para reponersedel desgaste del organismo!

Entonces nos parecerá evidenteque la acción católica y ciudadana esdiaria, y de muchos, muchos, o sela debe llamar pasividad estéril.

Y, en fin, entonces, es decir, cuandotrabajemos, habrá directores, la grannecesidad del mundo; porque dondeno hay acción, ni hay directores, nivocaciones para nada.

¡Ah!, y el día en que tengamosdirectores, tendremos organización, ycon la organización, propaganda ycentros electorales y diputados, y condiputados aptos para el Parlamento lotendremos todo.

Todo, en orden a la defensa de la

Religión y de la Patria, que es de loque se trata aquí.

Y no hay más.Y el que busque la solución en otra

parte, se equivoca de medio a me-dio.

Porque a lo más logrará un triunfoefímero y transitorio; lo que dure undictador, que puede ser lo que tardeen ser encañonado por una pistolaenemiga.

Nadie, pues, se engañe poniendosu esperanza en otra cosa, porque seequivocará.

Aunque la ponga en un gran caudi-llo, o en una gran inteligencia, o en ungran rey o presidente de la República,o en un gran estadista, y lo quees más, aunque la ponga en un gransanto.

Porque. aunque sea un gran santoel conductor de un pueblo, si no haceel milagro de que los ciudadanossean cumplidores de sus deberesreligiosos, sociales y políticos, lasociedad, que es árbitra de sí mismaen el régimen democrático, se regirámal a sí misma y perecerá sin remi-sión.

s 7

V

El V. P. Antonio Correa 1- en 1576

El apellido Correa, de origen por-tugués, aparece con frecuencia ennuestros documentos de los siglosXVI y XVII. En el Capítulo de Toledoen 1556 figura el presentado Fray An-tonio Correa, al mismo tiempo queen Chile se distinguía por su celo yacción apostólica otro Fray AntonioCorrea, fundador de nuestro conventode Santiago y uno de los primerossacerdotes llegados a aquel reino.

Tirso de Molina, en su Historia Ge-neral de la Merced, basándose en larelación del P. Simón de Lara, merce-darlo chileno, que pudo conocer alP. Correa, asegura que éste era por-tugués y que pasó a América comosoldado. Una rivalidad amorosa conun compañero indujo a éste a sobor-nal' al barbero para que degollara aCorrea mientras lo afeitaba, pero laturbación del asesino infundió sospe-chas al portugués, que poniéndose enpie y empuñando la espada, exigió albarbero la explicación de la inseguri-dad de su pulso.

Confesó el barbero sus malos propósitos y Correa le perdonó a él y asu inductor, pero decidió separarsede contiendas en que tanto peligrocorría su vida y su alma. Aunque suscostumbres fueran a veces derrotadaseran hombres de fe aquellos soldados,y son frecuentes entre ellos cambioscomo el presente.

Pidió el hábito de la Merced que le

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otorgaron con facilidad, por la terribleescasez de personal que había en laOrden en el Perú ante la enorme tareaque ofrecía la evangelización de aque-llos innumerables pueblos. El conoci-miento del latín era entonces frecuen-tísimo, y es seguro que el novicio loposeía como tantísimos de sus com-pañeros; con alguna mayor instruc-ción religiosa y un curso de moralquedó habilitado para las órdenes quedebió recibir al poco tiempo.

Muy probablemente se refieren a éllos documentos que nos hablan de lapeligrosa misión que un P. Correa,Mercedario, desempeñó a fines de1546 en servicio de Lagasca, pacifi-cador del Perú. Venía con éste deEspaña el P. Juan de Vargas, a quienel nuevo presidente encomendó llevara los sublevados las cartas del Em-perador, ofreciendo el perdón a losque se sometieran.

El P. Vargas desembarcó en laBuenaventura, y con reserva llegó aCali, en la actual Colombia, dondeentregó los despachos al P. Correapara que éste los llevara a Quito. Al-gunas de esas cartas iban dirigidas alos jefes de la rebelión que se enfure-cieron con ellas y prendieron al men-sajero, aunque éste disimuló perfecta-mente que había llevado otras máspeligrosas para los mal aconsejados.

Sólo por mediación de otros Mer-cedarios amigos de Pizarro logró elP. Correa su libertad, volviéndose aCali al lado de Belalcázar. El P. Var-

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— 60 —

gas había regresado a Panamá, dondeestaba Lagasca (I).

Esto nos permite colegir cuál debióser su actitud durante la guerra civil.Al terminar esta le hallamos de pro-curador en el convento del Cuzco,donde concurre en 26 de julio de 1549con el Comendador Fray Juan de Var-gas y otros dos Padres al otorga-miento de la escritura de Patronato enla capilla mayor en favor del capitánJuan Alonso Palomino (2).

Debió pasar inmediatamente a Chi-le, pues según declaraciones repeti-das suyas en 1562, el Mercedario lle-vaba en Chile trece o catorce añospoco más o menos (3). Era joven to-davía, pues declara tener treinta y

, seis años en 1558 y debió nacer, portanto, en 1522. Los trabajos y peligrosde la evangelización no eran paraviejos.

Fundaron los Mercedarios una pe-queña residencia en Santiago, cabe laermita del Socorro, pero el P. Correaabandonó pronto la ciudad para anun-ciar la buena nueva a los araucanoscuyas simpatías se captó haciendoentre ellos prosélitos durante los cor-tos años de paz. Pronto comenzó abullir en los indios el ansia de inde-pendencia, y el Padre hubo de reco-gerse a la ciudad de Concepción.

(1) Calvete de Estrella: Rebelión de Pizarro, I,págs. 37072, y Monroy: El Concento de la Mercedde Quito, pág. 10. El primero llama Pedro Correasal Mercedario y el documento citado por el se-gundo Alejo Correa, seguramente por haber des-hecho mal las abreviaturas de Pe. y A°. que esAntonio.

(2) Boletín de la Orden, de 1931. pág 38.(3) Gazulla (Policarpo): Los primeros Merce-

darlos en Chile, pág. 31.

Muerto el gobernador Valdivia enel combate de Tucapel el día de Na-vidad de 1553, hízose cargo del go-bierno su general Francisco de Villa-gra, confesado del P. Correa, quepuso a contribución su influencia conlos indios para restablecer la paz, ysaliendo de Concepción fue a meterseentre los sublevados, a pesar de queninguno de los anteriores mensajeroshabía vuelto y de que los indios acaballo paseaban en la punta de suslanzas las cabezas de los españoles.

«Y este testigo (declara el mismoen la información de 1558) fue al ríode Biobío, que está legua y media dela dicha ciudad de la Concepción, ahablar a algunos caciques que cono-cía, porque había dotrinado allá, adecirles que no tuviesen miedo y queviniesen de paz; y les habló en el di-cho río, donde estaban algunos caci-ques e otros indios rebelados; y losdichos caciques decían que ellos bienquisieran venir de paz, pero que losindios no querían servir, sino morirpeleando.»

«Y luego envió este testigo a unindio principal por mensajero a loscaciques de Arauco, que ansi mismolos conocía este testigo, que eranbuenos caciques, de buena condición,que no tuviesen miedo y que viniesende paz, porque bien sabía Franciscode Villagra que ellos no habían sidoculpantes en la muerte del dichoGobernador, sino los otros de Tu-capel, que está más adelante; y eldicho mensajero volvió con la res-puesta de los dichos caciques, loscuales le enviaron a decir a este tes-tigo que ellos bien holgarían de venir

— 61 —

de paz, mas que sus indios no que-rían (1).

¡Harto fue que los bravos arauca-nos, envalentonados con la victoria,dieran tan moderada respuesta al mi-sionero!

Villagra intentó una salida con 150hombres que tenía útiles, pero se leecharon encima unos cien mil indioscapitaneados por Lautaro, que le de-rrotaron en la cuesta de Marigüerio el26 de febrero de 1554, logrando aduras penas el General repasar elBiobío con unos cuarenta heridos.

El pánico se apoderó de los habi-tantes de la Concepción y fué necesa-ria toda la presencia de ánimo deVillagra y de su confesor para impedirun nuevo desastre, poniendo algúnorden en la retirada hacia Santiago,después de recoger en un barco losobjetos sagrados, marchando en laretaguardia de las mujeres y heridosVillagra y el Mercedario.

Cuando llegaron a la capital, fuerona apearse a la ermita del Socorro,primitiva Residencia de los Mercedanos, ocupada durante su ausencia porlos franciscanos. El P. Correa erademasiado grande para entretenerseen minúsculos pleitos y buscó nuevoacomodo para su naciente Comuni-dad. El Regidor Juan Fernández deAlderete, le dic5 siete solares en elcerro de Santa Lucía, donde con eltiempo se edificó el grandioso con-vento que hoy subsiste y en el quePasó sus últimos años como Tercia-rio el mismo Alderete, bajo la direc-

ción del P. Correa, Comendador casitodo el resto de su vida.

Eralo en 1566 en que otorgó escri-tura con Alderete, renovando la fir-mada diez años antes para reducir lascargas impuestas a la Comunidad envista de la pobreza de ésta, que con-taba ocho individuos con el VicarioProvincial Fray Diego González Car-vajal (1).

Establecido en Santiago, emprendióel P. Correa la educación cristiana del os indios que servían a los españo-les, echando mano para ello de inte-resantes recursos. Oigamos cómo losdescribe Tirso copiando al P. Simónde Lara:

«Empleóse todo... desde su llegadaen convertir :os indios y redujo máscon su doctrina que primero con suespada. Aprendió su lengua, predicä-bales, y con caricias y regalos do-mesticaba aquellos corazones casibrutos, que hasta los más silves-tres por bien se rinden, corno losmás domésticos por mal se encole-rizan.»

«Era, como dije, portugués nuestroFray Antonio, y como tal aficionadí-simo a la música. Reparó, pues, queaquellos bárbaros se deleitaban conel destemplado son de ciertas flautasque usan en sus fiestas; sabía másque medianamente de este ministerioy tenía extremada voz que, ayudadade su destreza, si en el siglo agrada-ba, en el coro suspendía.»

«Para cumplir, pues, con las so-lemnidades de este divino culto, con

‘1) Gazulla, O. c. 418. (1) Gazuila: Los Primeros Mercedarios, 155.

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su inclinación y con la de los indios,escogió cuatro de los más capaces,y enseñándoles poco a poco, a poderde industria y lecciones, I os sacómaravillosos ministriles. Con ellos,como señuelós añagazos, atraía aque-llos rústicos, que hechizados con elsonoro canto, se iban tras él absor-tos. ¡Qué buen Orfeo!»

«Subíase con sus chirimías que élmismo había labrado todas las maña-nas, al asomar la aurora, sobre lacumbre de un apacible cerro, que haceagora espaldas al convento nuestrode la ciudad de Santiago, cabeza deChile, y se llama de Santa Lucía, yy despertaba con sus festivas voces,no sólo a los vecinos españoles, queal punto le enviaban sus yanaconas oindios de servicio, sino a todos losde la comarca, que dejando sus pu-gios corrían a aquel puesto.»

«Juntabanse con esta industria infi-nidad de todos sexos, y predicándo-les la doctrina y misterios de nuestrasalvación, hacía que la aprendiesen,cantándola con ellos al son de losalegres instrumentos. A un lado lasmujeres y los niños, a otro los varo-nes y él en medio, servía con unamisma acción de maestro de capillay de cura de almas, comenzando des-de la señal de la cruz hasta los ar-tículos y mandamientos.»

«De este modo, sin sentirlo, se lle-vaban a sus casas sabidas las lec-ciones, disponiéndolos sin dificultadpara el bautismo. Innumerables fue-ron los que con este ardid redujo a lagracia, con pérdida del demonio quelos tiranizaba.»

Esto no impidió al P. Correa acu-

dir por su persona a las más aparta-das regiones. Así consta que en 1557bajó con el nuevo gobernador donGarcía de Mendoza a Concepción yotras ciudades del Sur «sirviendomucho y muy bien a 5. M. en todo loque se le ordenaba, celebrando elculto divino con mucho riesgo de supersona» según declaran testigos pre-senciales (1).

Con los expedicionarios se encon-traba en 1558 en la recién fundadaCañete y él fué probablemente quienconvirtió y bautizó a Caupolicán, elvaliente jefe indio ya condenado amuerte (2). El 8 de Septiembre de aquelario estaba el P. Correa de vuelta enSantiago, según consta de su decla-ración en el proceso de Villagra, cuyovalor, virtud y prudencia pone en lasnubes, defendiéndolo ahora con lamisma serenidad con que lo habíaaconsejado en las horas de peligro.El hábito blanco había dado másaplomo al antiguo soldado sin quitar-le nada de su valor.

Desde 1562 pasó alguna vez losAndes con grandes trabajos paraprestar los auxilios espirituales a loshabitantes de Mendoza y San Juan deCuyo, ciudades fundadas por los chi-lenos (3).

Francisco de Villagra, nombradoGobernador de Chile en 1558, ayudóextraordinariamente a su confesorpara la edi fi cación de su conventodándole en 1561 cuatro solares más(4). Rodrigo de Quiroga hizo con

(1) Ob. cit. 162.(2) Ibid, 163.(3) Ibid, 173.(4) lbid, 192.

quince mil pesos oro la nueva iglesia,que era por entonces el mejor edificiode Santiago .

Menciónase por última vez al Pa-dre Correa el 21 de Febrero de 1576en que siendo comendador de San-tiago toma posesión de unos solares

Sangrantes aún las heridas de lapersecución callista, la Iglesia mejica-na ha celebrado el cuarto centenariode las apariciones de la Virgen deGuadalupe al indio luan Diego, enmedio de una apoteosis nacional deentusiasmo y fervor exultante, porquela devoción guadalupana es la máshonda, la más arraigada y la máspopular de las manifestaciones reli-giosas de ese martirizado país. TodoMéjico es un inmenso santuario erigi-do a la gloria de la Reina del Tepe-yac y hacia su imagen prodigiosa-mente florecida en la manta de JuanDiego, tienden todas las miradas yhacia Ella se dirigen todos los cora-zones.

Llenos aún de las altísimas reso-nancias del Te Deum y del Magnificatdel cuarto centenario los ambientes dela tierra mejicana, la Serpiente ha le-vantado la cabeza haciendo supremosesfuerzos para morder los pies de laVirgen y enroscarse al cuerpo de lacristiandad m6s. heroica del Nuevo

comprados por su antecesor. Debióterminar poco después su carreramortal, no larga, pero llena de fatigasy méritos (1).

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

(1) 'bid, 286.

Mundo. La Serpiente maldita ha ha-blado por boca de algunos diputadosque en el recinto de la Cámara popularhan proferido blasfemias de infiernocontra la Virgen morena de Guadalu-pe. Uno de ellos, comunista y ateo, hapedido el derribo inmediato de la sun-tuosa basílica guadalupana erigida enlos días de pompa y magnificencia dela dominación española, pretendiendoimitar a los rojcs bolcheviques quehan destruido la catedral del Reden-tor, de Moscou, que significaba eltriunfo de la resistencia rusa contralos ejércitos de Napoleón, en 1812.Mas comprendiendo que aún las pie-dras se levantarían contra los queintentaran semejante destrucción,propuso que el venerando templo seconvierta en museo de la revoluciónatea arrebatándoselo a la Virgen y ala Iglesia. Pero la Serpiente pidiótodavía más. Pidió que el nombre de«Villa de Guadalupe» se cambiara porel de «Villa Gustavo Madero», a finde despojar a la Virgen de Guadalupe

MEJICO

La serpiente contra la Virgen

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iene cincuenta y siete diputados: en f3vor votaron siete, veinticuatro en contraveintiseis no votaron.

CIUDAD REAL

En contra

Sres. P.ñuela, Alberca,Cañizares.

No votaron

Sres. Ortega Gasset, Le-rroux (D. Aurelic), Cebrera,Gómez, Pérez Madrigal, DelRío, Ossorio Florit.

A favor

Ninguno.

- 64 - Pormoononnon000p000nnoononoonoonoopoonnomonnonopoomnononannnanonotmonnomman

21a

de toda soberanía y dominio sobre lapoblación mariana edificada al pie dela colina del Tepeyac, santificada porlas apariciones, y entre cuyos peñas-cales florecieron, por milagro, rojasy galanas rosas de Castilla con rocíode la mañana».

Pero no han sido estos los únicossacrilegios inspirados por la serpien-te. En una hora de más afluencia deperegrinos que de todos los lugaresde Méjico han visitado a su Virgenmorena un endemoniado, adelantósehacia el altar de mármoles, en cuyocentro se venera la Imagen, y sacandoun revólver hizo ademán de dispararcontra la Virgen, evitando este sacrí-lego acto la rápida acción de laspersonas que se hallaban inmediatasal altar, arrebatándole el arma yechandolo del templo.

Lo que se creía habría de ser elprincipio de una época de calma ytolerancia en favor de la Iglesia, se haconvertido en el origen de otra perse-cución anticatólica, plasmada, estavez, en los moldes del gobernador

Canabal, de Tabasco, quien ha pros-crito enteramente de los límites de suEstado el ejercicio de todo acto deculto católico y ha convertido los tem-plos en escuelas racionalistas y encentros de violentísima campaña an-ticatólica.

Las leyes votadas por algunas Le-islaturas, entre ellas las de Méjico,

Yucatan y Jalisco, demuestran hastaqué extremos llegará la tiranía de lanueva persecución y cuán inestablesfueron todos los optimismos de laúltima tregua convenida entre la Igle-sia y el Gobierno entronizado por laRevolución.

La serpiente sigue enroscada alcuerpo de las leyes y mueve o inspiraa los legisladores y a los que gobier-nan. Es su hora, pero la Virgen aplas-tará su cabeza y suyo será el triunfofinal. Es nuestra historia de veintesiglos.

MARCIAL ROSELL

Nueva York, Hotel Walton, enero1932.

[os Diputados y el artículo 24, Íü hora 26 de la Constitucióno

Ousmauuoclouopoupouou000n000poucipoopoopouuuuoL000000uouuociociouououououLluouuuuu,A7

Los que votaron en favor, los que votaron en contrade las Ordenes Religiosas y los que se abstuvieron

(CONCLUS16N)

CASTILLA LA NUEVA

CUENCA

Sres. Blanco, Gosálvez, Sres. Sánchez Covisa,Fanjul. Alvarez Menclizábal.

GUADALAJARA

Ninguno. Sres. Serrano Batane-ro, Martín González.

MADRID

Sres. Almagro.

Sres. Figueroa y Torres,Ortega y Gasset.

Sres, Ossorio Galler- Sres. Rico, Largo Ca-do, hierros. ballero, B2sieiro, Sanchís

Banús, Ove jo, Cordero,Bello, Fernández Clérigo,Rojo, Fernández Quer,Acero, Srta. Campoamor.

TOLEDO

Sres. Lerroux, Castrovido,Sánchez Román, Tapia, Ma-riel Saborit, Gómez, Sán-chez Guerra, Alvarez (M.),Ärauz, Martín de Antonio,Torres Campaná, Srta. Kent,

Sres. Molina y Mada- Sres. Díaz Alonso, De

Sres. Blázquez, Ba:lester,

Gracia, Riera, Alonso ji- Palomo.meno, Fernández Villa-rrubia.

EXTREMADURA

t iene veintitrés diputados: ninguno votó en favor, doce en contra y once no votaron.

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A favor

— 66 --

BADAJOZ

En contra No votaron A favor

— 67 --

JAEN

En contra No votaron

Ninguno. Sres. Vázquez, Morán,Núñez Tomás, Vidarte,García Santos, Muiño,Zulueta, Zugazagoitia.

CACERES

Sres. Salmerón, Hidalgo,Pittaluga, Sala zar Alonso,Vázquez, Ahilada.

Sres. Alcalá Zamora,Castillo.

Sres. Peris, Morales,Alvarez Angulo, Lozano,De Gracia, Domingo Mar-tínez.

Sres. Buleda, Esbrí, Orte-ga y Gasset, Martínez Gil.Del Castrillo.

MALAGANinguno. Sres. Canales (A), Ca-

nales (J.), González Uña,Gira!.

ANDALUCIA

Sres. Rubio, De la Villa,Segovia, Sacristán, Lerroux. Sr. Roldán. Sres. Molina Moreno,

García Prieto, G5mezChaise, Giner de los Ríos,Martínez Jiménez, Ramos.

Sres. Fernández Bolatios,Armasa, Saral, Soriano, Bae-za Medina.

Ninguno.

Ninguno.

Ninguno.

Ninguno.

Ninguno

Sres. Pradal, Tuñón,Ferrer, Domingo.

CADIZ

Sres. Chacón, Molpe-ceres ,

CORDOBA

Sres. Vaquero, AzonisIzquierdo, Sanz Díez, Her-nández Rizo, Zafra, Ca-rreras Pons.

HUELVA

Sres. Rey, Cordero Bell,Terrero Sánchez, Velasco,Marcos Escudero.

GRANADA

Sres. De los Ríos, SáinzRuiz, Palanco.

Sres. Salmerón, Pérez Bur-gos, Granados.

Sres. Roma, Aranda, San-tander, Sola, Rodríguez Pi-ñero, Moreno Mendoza, Mu-ñoz Martínez, Aramburu.

Sres. García Hidalgo, Díazdel Moral, Morán Bayo, Ca-rrillo, Morón Díaz, Jaén.

Sres. Martínez Torner,González Peña.

Sres. Pareja, Santa Cruz,Otero, García Valdecasas,Jiménez Asúa, Ortega y Gas-set, López Dóriga, Jiménez yGarcía de la Serrana, Fa-jardo.

Sres. Fernández Casti-llejo, Centeno.

Ninguno.

Ninguno.

Sr. Arroyo.

Ninguno.

Nirguno.

SEVILLA

Sres. Martínez Barrios,Revilla, Aceituno, Fernán-dez Egocheaga.

BALEARES

Sres. Azaña, Alomar.

LAS PALMAS

Sres. Guerra del Río,Negrín, Pascua.

TENERIFE

Ninguno.

CEUTA

Ninguno.

MELILLA

Sr. Acuña.

mminiumillilemifirdmiu

Sres. Fernández y Garcíade la Villa, González Sicilia,Casas, Franco, Domínguez,O'medo, Crespo, Moreno,Marcial Dorado, García Bra-VO.

Sres. Julia, Jaume, Canet,.March, Alemany.

Sres. Valle Gracia, Fran-chy Roca.

Sres. Lerroux, Lara, PérezDíaz, Orozco, Pérez Trujillo.

Sr. L. Sánchez Prados.

Ninguno.

tiene noventa diputados: votaron en favor de los religiosos cinco, treinta y seis encontra y no votaron cuarenta y nueve.

ALMERIA

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efe TIRSO EN GALICIA s:74—— 69 —

(CONC LUS IÓN)

Acuerdos matrimoniales

La gente de la serranía que no gus-ta mucho de los almibarados discre-teos, es pronta para lanzar de supecho belludo las más regocijadasfrases de su repertorio. Otero, Gilote,Benito y Carrasco se enzarzan enriñas, apuestas y comparaciones que,aunque son dichas a lo tosco, copianbien el ambiente en que fué concebidala obra.

Hablando de Mari-Hernández, diceCorbato a Carrasco: Déle Dios

un marido del tamañode aquel ncgal, o el castañoque teneis a par de vos».

(Act. I, esc. VI.)

Su compañero Benito no le deseamenor bienandanza:

«Viva un sigro y nunca vieja».

Muy luego la hacendosa Dominga,le dirá a la moza parecido requiebro:

«Tantos años llegues a contarcomo hojas estos castañosal sol te saquen tus nietosen una espuerta».

(Act. I, esc. IX.)

Dejemos a Mari-Hernández en elrazonado idilio con don Alvaro deAtaide y fijemos atención en las plá-ticas de Caldeira, su escudero, conDominga, la servidora de Garci Fer-nández.

Están echando las bases de unacuerdo matrimonial, y a la fe que, siCaldeira sabe sermonear, al decir de

Dominga, ella se descubre una esta-dista de primera. En casa de GarciFernández gana ella cinco ducados alaño; si él, Caldeira, la quiere y deseatrabajar en la hacienda de su amo,recibirá siete como los demás vaque-ros. Total, que al cabo de diez añosde ahorros, podrán juntar entre am-bos ciento veinte ducados, y con elloslo suficiente para tener casa y posi-ción desahogada:

Domingo.«Compraremos vacoriños(que los gallegos son bravos),un prado en que sembrar nabos,diez cabras y dos rociños:cogeremos ya el centenoya la boroa, ya el millobuen pan éste, aunque amarillo,sano el rostro, aunque moreno;gallnas que con su gallomos saquen cada año pollos,manteca de vaca en rollos,seis castaños, un carballo,una becerra y un buey:y los diez años pesadospodrá env darnos, casados,el conde de Monterrey».

(Act. II, esc. 1.)

En estas cuatro redondillas se con-densa toda una lección de etnografíay de economía doméstica, y que nossirve para conocer hasta qué puntovivió y estudió Tirso las escenas quecopia.

Resumen

Mari-Hernández la gallega, comola llama su autor cuatro veces endicha comedia, siendo por tanto ésteel título que le compete; Mari-Hernán-

dez, digo, es el tipo central femenino,y para ella se escogió aquel galán ex-patriado de Lusitania, y para ella sePlasmaron aquellos caracteres mon-taraces, que, en su rústica charla,dicen más que un alambicado literatoen doce frases.

Mari-Hernández es uno de los mu-chos tipos femeninos que abundanen su obra ingente; mezcla de psi-cologías extrañas, pero reales y verí-dicas.

La gallega, gala de su serranía,apasionada y resuelta, que lo mismomaneja una sutil invención, que una'media lancha»..., agrupa en tornosuyo un museo bien repleto de perso-najes.

Quien quisiere conocer al Monte-rrey de aquellos días asómese a estasescenas y verá pasar el vivir enterode aquel valle que se extiende a lasmárgenes del Támega.

El espíritu gallego que vió Tirso,no es huraño, ni llorón; es verde yalegre, como sus prados; sano y hon-rado, como el fruto de sus tierras;viril y generoso, como los picachosde sus montañas. Pero la vida es va-riedad y paradoja, y el genio alegredel poeta, sorprende allí donde losve, los enamoros, los engaños, flngi-mientos y dulces invenciones de unamoza casadera, que es ídolo de supadre, y, reina, por señorío, de lacomarca.

Eso es Mari-Hernández la gallega.Y por ser lo que es, fruto de las ob-servaciones de un genio, debía sertenido en cuenta por los renacentistasgalaicos de todas las horas, para quelo imprimiesen con letras de oro.

Pocas veces, aun en las mismas.comedias de Téllez, se encontrará reu -nida tanta riqueza psicológica, así enlos caracteres como en el ambiente.Fuerza es también el advertir que estaobra contribuía a la rehabilitación denuestra tierra, harto sobada entoncespor un olvido político más que cen-tralista, y por la propia inacción desus hijos, que vivían de sus hazañaspasadas y sus laureles, sin hacerlosreverdecer, ni marcar nuevas rutaspara ulteriores empresas.

Otros aspectos

Pero estos dramaturgos del gransiglo, llámense Tirso, Lope o Calde-rón, son unos terribles iconoclastas;pues lo mismo les interesa el motivode su obra, como toman pie de ellapara zaherir susceptibilidaies del todosagradas.

Al mismo Tirso podría objetársele,con versos de él:

«que la culebra entre flores,vende rosas, cuando muerde»,

puesto que lanza acusaciones del todoinfundadas, como cuando dice:

« Pues ya sé yo, aunque porfías,que son muchas golleríaspedir doncellez gallega.»

(M.-1-1., act. II, ese. I).

y la siguiente:Caldeira:

« Moro es el Condey aún peor, si el refrán miras,de «antes moro que gallego».

(Act. II, esc. IX).

Claro está que, poniéndolas enboca de un gracioso, cabe aquello dedecir: tomarlas como de quien vienen;pero eso no entraba en la cuenta de

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— 70 — — 71 —

aquel auditorio de los corrales, queoía la pulla con algazara y la repetíacon fruición en sus coloquios pri-vados.

En la escena XI del acto III sostieneel Conde un pequeño diálogo conDominga que, metamorfoseada ahoraen Gil Carballo, acompaña a su dueñaen traje masculino, y en esa conver-sación alude a cierta vieja costumbregallega, todavía en uso entre nuestrospaisanos; dice el Conde:

« ¡,Los zapatosa la cintura colgaisy descalzo cammais?»

Responde Dominga a la curiosidaddel Conde, y le enseña además sucalabaza y el pan, pan grande amasa-do en casa y cocido en el horno fami-liar; pan, en fin, que:

« es de centenoy en Galicia, aunque moreno,más a.ivia que embaraza »

(Act. 111, esc X1).

En las tierras bajas, hoy comoayer, se consume en mucha mayorcantidad el pan de maíz.

Tirso no pudo menos de caer tam-bién en otro tópico inolvidable, siem-pre que de nuestras costumbres setrata. Me refiero a la Estadea o SantaCompaña, procesión nocturna de al-mas en pena. Caldeira fue quien laviö, en una noche de cita, cuandovió asomar dos sombras, que a él sele antojaron brujas:

«G"gantes vienen a pares,y me d cen que esta tierraes tan fértil en dar brujas,como nabos.... »

(Act. 111, esc. XV).Contra esta evidente exageración,

puede hacerse notar que no son tan

aparatosas las pretendidas brujas ga-llegas, como las que los libros pica-rescos de aquella época nos pintan envarios pueblos de Castilla, donde in-cluso llegaron a quemarlas.

Un soneto discutido

Se encuentra en La Villana de laSagra, act. I, esc. VI, y es dudoso es-pecialmente en lo que respecta a losúltimos tercetos.

Todo se reduce a una cuestión deléxico, en lo que solían ser libérrimosnuestros clásicos. Sucede asimismocon Tirso lo que con otros autoresque, por culpa de los copistas o de losimpresores, se introdujeron erratassin cuento en sus obras; de lo queresulta ahora un problema, poderlimpiar de equivocaciones lo impreso.

¿Acertó el bueno de Hartzenbuschen las enmiendas que propuso paraeste soneto? Comenzemos por elcuarteto segundo y el verso:

«que aunque logrado de tu amor me prin-[ga».

Hasta aquí no había dificultad, y síreconocimiento, en palabras raras, dela universal fama que gozaba Santia-go. En vista de que dicho verso no leagradaba, propuso, así en Teatro Es-cogido, como en Comedias Escogi-das, el siguiente:

(que aunque el egrado de tu amor me[pringa»,

conservando así todo su sentido.pues el último verbo significa, en eluso familiar, lo mismo que: herir oatraer.

Una nueva dificultad encontró Don

Juan Eugenio en el comienzo delsegundo terceto; léese allí:

<A Dios Canij a de mi amor brinquiño.'

« ¿Qué Catuja es esta, preguntaaquel colector, de quien nada se diceen toda la comedia? ¿Era otra queri-da de Carrasco? ¿Era su hija? Difíciles adivinar lo que Téllez escribióaquí». (Prólogo en edic. de Rivade-neyra).

No existirán tales contratiempos decomprensión para quien sepa quecatuxa, en gallego, lo mismo puedeser sustantivo diminutivo, y entoncessignifica Catalina, que adjetivo des-pectivo con significado no muy preci-so. Si lo primero, bien puede ser otraquerida, o la hija, o simplemente unsobrenombre de Dominga. Si lo se-gundo, ¿qué importa un epíteto más,para quien tantos recibe? Lo de brin-guiños, bien puede ser una libertad,bien alusión al joyel con que se ador-naban las mujeres poniéndolo comoemblema de su amor.

De modo que la genuina versiónserá:

«A Dios Catuja de mi amor brinquiño.»

Y no:

« Adiós, barajas, de mi amor brinquirios»,

como Hartzenbusch sustituye tras ra-zonada hipótesis. Con estos reparosy algún que otro retoque, ya podre-mos leer este soneto, tan discutidocomo literariamente malo. De esemodo, Carrasco, o Tirso que lo hacehablar, podrá ser contento de oir laspalabras cual él las habló entre lasgentes de su tierra.

Tirso tradicional

Algo más trascendental que todo loanterior sería, en lo que tiene de va-lioso para la historia de la literatura,el poder demostrar que, efectivamen-te, Téllez fué lazo de unión con la másvieja tradición lírica de la Península,con los primitivos cancioneros ga-laicos.

Dice a este objeto Menéndez Pelayo:«Tirso incorporó en el riquísimo cau-dal de su poesía algunos elementosdel lirismo tradicional de Galicia, y esnotable, por ejemplo, el uso que hacedel decasílabo y del endecasílaboanapéstico, popular y bailable, quevulgarmente llamamos versos de gai-ta gallega.»

Reconozco que, al leer las obrasde nuestro Maestro mercedario, mepropuse aquilatar este aspecto e inda-gar críticamente tales influencias ensu producción; el resultado no fuéhalagüeño; puedo decir que tropezécon pocos pasajes en que abierta-mente se advierta tal afirmación.

Uno de ellos es el que se encuentraen el acto 2.°, esc. IV, de Mari-Her-nández la gallega; es un baile de se-rranos y serranas, y se pone en susbocas unos versos de factura medie-val, con un gallego estropeado, y másque estropeado falsificado, ya que,sin reparos se usa de la grafía portu-guesa, que no fué lo que escribióTirso.

Otro ejemplo notable aparece enHabladme en- entrando; donde, luegode entonar Lucía aquel romance des-figurado:

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«Que xa as doncelas de Leónlibatad ñas són.'

termina la escena con el siguientedístico:

«As tres perillas do ramo joyison para vos meu amo..

(Act. 1, esc. X1 )

Esto sí que es lirismo tradicional; ynadie dudaría en poner estos versosen la más pura csintiga de un juglargallego. Dentro de sí, y aun separa-dos de lo restante de la composición,llevan un mundo de ideas, y su am-biente geográfico abarca desde elMondego hasta el Navia.

Si se quiere ir buscando en la obrade Tirso otros casos de supervivencialírica de los cancioneros, es necesarioun generoso esfuerzo para encontrar-los y separarlos de la ahogadora mu-sa castellana, que los tiene fuerte-mente abrazados en la arrolladoramúsica de sus versos.

Epílogo

Los apuntes que anteceden, nacidosal calor de una idea, son testimoniode la admiración que profeso haciami viejo hermano de hábito y uno delos más grandes escritores de nues-tro siglo de oro.

Procede otra aclaración. Todos losconventos que los mercedarios tenía-mos en Galicia, todos fueron suprimi-

dos cuando la vandálica irrupción de1835. Andando los años, aquella pro-vincia mercedaria de Castilla volvióa organizarse y hoy celebra ya sucincuentenario, y al hacerlo, evocalas figuras de los frailes insignes quepasaron por sus casas. Esta es laocasión próxima de mi trabajo; esbo-zo imperfecto de las relaciones que e/proteico Téllez tuvo con mi adoradatierra de Galicia.

Bibliografía

Menéndez Pelayo: Estudios de Crí-tica Literaria. 2. serie. Tirso de Moli-na. Madrid. 1895.

De los Ríos (D.' Blanca): Del Siglo,de Oro (Estudios literarios), Madrid.1910. Prólogo de Menéndez Pelayo.

Hartzenbusch (D. J. Eugenio): Co-medias escogidas de Fr, Gabriel Té-llez. (El Maestro Tirso de Molina.)2 edic. Madrid. Biblioteca Rivade-neyra. Prólogo.

Cotarelo y Mori (D. Emilio): Co-medias de Tirso de Molina. Prólogoy colección. Madrid. 1906. 2 t. NuevaBiblioteca de Autores Españoles.

De la Iglesia (D. Antonio): El Idio-ma Gallego, su antigüedad y vida.Tomo III, pág. 144. La Coruña. 1886.

Murguía (Manuel): Diccionario deEscritores Gallegos. Vigo. 1862.

Monasterio de Poyo, 1931.

LIN RIOGigante del campo

Blasónate, Río,Ocultando necioTu humilde principio,

Que yo te ví pobreApenas suspiro,De una fuente aborto,Agotarte un lirio.

Y en rotos fragmentosPadecer deliquios,Lamiendo las floresDe un valle sombrío.

No osarás negarmeQue expósito niñoTe admitió a su amparoLa falda de un risco.

Y que sus arroyosSimples, compasivos,Te dieron limosmaPor verte mendigo.

A cambio tomasteRaudales vecinos;Y de estelinatosY usuras valido,

Te alzaste con todo;Que a fuer de los ricosSudores ajenosTe medraron río.

Corriendo te corresPor verme testigoDe tus mendigueces;No me maravillo,

Que siempre se afrentaCualquier presumidoDelante del que sabeSus bajos principios.

TIRSO DE MOLINA

De la Merced,

¡SIN REYES!Juanín estaba muy triste; aquella

Nochebuena había sido para el pobreniño bien diferente de cuantas recor-dara su infantil imaginación. El Naci-miento yacía en el fondo de un viejobaúl en la buhardilla, donde dormíanhacinados reyes, pastores, camellos,ovejas y, desde el palacio de Herodes,a la humilde cabaña; Juanín había in-sinuado débilmente a su mamá, queen la nueva casa, tan grande y bonita,estaría precioso el Nacimier.to . Mamáse había concretado a abrazarle be-sándole muy fuerte, y el niño habíasentido humedecida su cara,..

—,No pondrás el Nacimiento, ma-maíta?— volvió a preguntar tímida-mente.

No, cariño mío, no; papá noquiere.

Algo muy triste se levantó del cora-zón del niño subiendo a sus ojoscomo una nube preñada de lágrimas.Su memoria le representó aquel jovendelgado, pálido, de mirada triste, quele besaba con tanta ternura, y al sen-tirse acometido de un acceso de tos,lo apartaba bruscamente de sí...; des-pués, un día.., su mamá lo tomó enbrazos, y ahogada por los sollozos,le llevó hasta la sala iluminada porgrandes hachones.

Allí, en una negra caja, sobreel enlutado suelo estaba papá..., teníalos ojos cerrados; bajo la capuchaque cubría su cabeza, su cara parecíade marfil; y debía haberse convertidoen marfil o piedra, pues al besarleJuanín sintió bajo sus labios el frío yla dureza de éstos.

No le vió más. Pasaron dos añosen que mamá pasaba los días enterostrabajando; ya no comían cosas tanricas, y muchos días su madre le de-cía sonriendo tristemente:

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Permaneció como si un rayo le hu-biera herido, y sólo cuando aquel/-ierodes salió de la estancia, pudoromper el nudo que apretaba su gar-ganta, y rompió en sollozos- tan des-garradores, que su amigo del pisotercero salió a la ventana, preguntán-dole dulcemente:

—¿Qué le sucede, pequeño? ¡Porqué lloras?

En aquel momento entraba la madrede Juanín, diciendo en voz baja:

—No llores, hijo mío, se enfadarápapá y te pegará.

—;Le pegaría!... ¡(Papá» le pega-ría!

La angustia de Juanín llegó al pa-roxismo; su madre no sabía cómo ca-llarlo, cuando la voz dulce y cascadadel vecino llegó hasta ellos.

Permítame, señora, que suba elniño—decía -. Yo quiero mucho a losniños y los entiendo... Tenía un nie-tecito así, que se me murió hace unaño...

—¿Quieres ir con ese señor? - dijola mamá al oído de Juanín.

Este hizo una seña afirmativa; suinstinto infantil le decía que tenía unbuen amigo en aquel anciano.

Su madre le limpió los ojos, le dióun beso en que iba envuelto un sus-piro y le mandó con la doncella, cui-dando de que su marido no se ente-rara.

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La morada del buen anciano, aquien llamaremos don Benigno, eramucho más modesta que la del nuevomatrimonio; solo en el mundo, vivíaen compañia de una familia que lecedían un gabinete con alcoba.

Salió a recibir a su nuevo amiguitoy le condujo a su aposento.

Una vez allí sentóse en un gransillón, y colocando al niño sobre susrodillas:

—Vamos a ver le dijo cariñosa-mente, secando con su propio pañue-

lo algunas lágrimas que aún rodabaR•por las mejillas del niño ---. Vas a con-•tarme por qué llorabas. ¿Has sidomalo y te ha reñido tu papá?

El niño movió la cabeza; su pechose hinchó con un sollozo, que envano quiso contener, y respondió ba-jando la cabeza:

—No, no he sido malo...; escribíaa los Reyes...; pero... pero «ese papá»dice que no hay Reyes Magos.

Y como si estas palabras reavivaransu dolor mal reprimido, rompió enllanto de nuevo.

—¡Que no hay . Reyes Magos!—ex-clamó don Benigno con tanta indigna-ción que Juanín alzó hasta él sushermosos ojos arrasados en los quebrillaba un rayo de esperanza.

—¿Usted cree que hay Reyes Ma-yos?—preguntó anhelante.

—Ya lo creo; los he visto muchasveces.

Pues, el... papá dice que son lospapás los que compran los juguetes.¿Por qué lo dice?

Don Benigno sonrió bondadosa-mente.

—No hagas caso—dijo besando alniño—. Tu papá no creerá en los Re-yes porque no le habrán enseñado acreer; a lo mejor no ha tenido papás.

Juanín escuchaba con aire pensa-tivo.

De pronto, levantando la cabeza,dijo con acento de convicción:

—O habrá tenido dos papás, comoyo. Tampoco ha querido que pongael Nacimiento.

—Lo que yo te digo—repuso donBenigno—, este pobre papá no debehaber tenido padres cristianos, y comono le han enseñado no ha escritonunca el los Reyes, y claro, no creeen ellos. Mira, vamos a hacer unacosa, escribe tú aquí una nueva carta,yo la echaré al correo y verás cómovienen.

—Y puede que el papá los vea yentonces no tendrá más remedio que

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-11-loy no tenemos postre, hijitomío!; ofréceselo al Niño Jesús.

De pronto todo cambió. Juanín fuéllevado a un colegio; allí comía bien,tenía muchos niños con quien jugar,y sus profesores le querían mucho...pero no veía a su mamá.

Y un día, precisamente aquel quedaban las vacaciones de Navidad,Juanín fue agradablemente sorprendi-do al ver a su mamá que iba a bus-carle.

Le costó trabajo reconocerla. ¡Quéhermosa y elegante estaba!

Un magnífico abrigo de pieles lacubría: en sus orejas brillaban unospendientes que parecían gotas de aguaheridas por un rayo de sol.

Subió con ella a un hermoso «auto»que les condujo a una casa de buenaapariencia, en que todo era nuevopara Juanín.

—¿Vivimos aquí, mamá?—pregun-tó creyéndose juguete de un sueño.

—Sí, tesoro mío. Me... he vuelto acasar. Luego verás a tu nuevo papá.Tienes que ser muy bueno y cariñosocon él.

juanín no comprendió bien. Su ima-ginación de cinco años y medio seembrollaba. El creía que sólo se podíatener un papá...

A la hora de comer, un hombredesconocido apareció ante él; era alto,fuerte, de rostro duro y color encen-dido; pisaba muy recio y su voz erabreve y bronca.

El niño le esperaba cohibido, sinatreverse a decir palabra; sólo alzósu linda carita para esperar unbeso.

Pero el beso no llegó; el nuevopapá le miró despectivamente, midién-dole de pies a cabeza, y volviéndosea su mujer:

—Bien se ve que es el retoño de unárbol enfermo dijo.

Y volviendo la espalda se dirigió aocupar su asiento en la mesa.

II

¡Qué diferencia de aquel .papá alantiguo, al verdadero!

Juanín sentía terror al sólo ruido desus pisadas, y mamá parecía partici-par algo de aquel sentimiento, puespalidecía cuando la mirada del maridose fijaba en su hijo.

En su nueva casa, el niño habíaencontrado un amigo: era un viejecitoque vivía en el piso tercero, y que alencontrarle en la escalera le acari-ciaba.

Un día, era el 4 de enero, Juanín ensu cuarto escribía imitando las letrasde imprenta una carta que empezabaasí:

(Señores Reyes Magos, don Mel-chor, don Gaspar y don Baltasar:Como he sido bueno y obediente conmamá y los Padres del Colegio yprocuré querer a mi nuevo papá, aunque le tengo miedo, porque no se parece en nada a mi papá, que tanto mequería, les pido me traigan una cajade construcciones, un caballo conpelo, y si puede ser, una bicicleta,que yo daré mis juguetes viejos a losniños pobres.

Saben, señores Reyes, que les quie-re mucho...

Juanin no pudo terminar; una manoancha y dura se posó en su brazo yotra mano semejante le arrebató lacarta, mientras una grosera carcajadadejaba helada el alma del pobre niño.

—Eres idiota—dijo la voz dura delnuevo papá—. ¡Qué Reyes, ni qué!...No hay Reyes, sábelo de una vez parasiempre; lo que hay son papás imbé-ciles que compran los juguetes y losponen en los balcones; pero aquí nohay eso, ¿lo oyes, pequeño? Aquímando yo.,. y no soy amigo dc pa-trañas.

Y rompió ante la consternada mira-da de Juanín aquella obra maestra, enla que-el pobre niño pensaba desde elaño anterior.-

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creer en ellos—dijo juanín pasandodel dolor a la alegría con esa facili-dad peculiar en los niños.

Minutos después escribía una nuevacarta, que esta vez fué felizmente ter-minada, y el niño volvió a su casacompletamente consolado.

Cuando fue a despedirse de su pa-drastro para irse a la cama, éste lemiró burlonamente.

—Ya te has consolado de tu desilu-sión—dijo—. Conmigo no valen laspatrañas, hay que educarte como unhombre.

Por primera vez Juanín contestócon una sonrisa a las palabras del«papá», y al rezar su oración de lanoche pidió al Niño Jesús que hicieraver a aquel hombre la cabalgata de losReyes Magos.

IV

Y llegó la mañana del día 6.Por la noche, Juanin había oído a su

padrastro que decía duramente a mamá:— Mucho ojo con que pongas al

chico ni un juguete. Esas son anti-guallas de los retrógrados.

Juanín estaba, pues, seguro de quesi había juguetes en su balcón, dondeél había puesto un zapato oculto entrelas macetas, no podían provenir másque de los Reyes Mayos.

Sus papás se levantaban tarde; sumamá no iba a misa hasta que papásalía; tal vez a escondidas de éste...

Apenas amaneció, juanín se deslizóde su cama y en pijama se dirigió albalcón mirando ansiosamente tras loscristales.

¡Era verdad! ¡Los Reyes habíanpasado por allí!

Aplastando las macetas, algunas decuyas ramas estaban tronchadas, seveía una gran caja, una bicicleta y unhermoso caballo cubierto de fina piely con una crin y una cola hermosísi-mas...

Juanfn no se atrevía ni a respirar.

Quiso abrir el balcón, pero este erasuperior a sus fuerzas, y temiendoser oído se volvió a la cama radiantede alegría.

Y allí permaneció con el oído atentoespiando el menor ruido que le dieraa conocer que se había levantado ladoncella.

Entonces llamó con voz conte-nida.

La muchacha acudió y ante la rela-ción de Juanito, abrió desmesurada-mente los ojos.

Ella había sido testigo la nocheanterior de una escena no muy agra-dable entre el matrimonio, que, comosucede a menudo, no se ocupan paranada de la presencia de la criada, enla que el marido amenazó grosera-mente a su mujer si dejaba que suhijo siguiera creyendo en aquellas«pamemas».

Pero como ninguno de los criadosquería al nuevo señor, duro y autori-tario con ellos, se guardó muy bien detratar de desengañar al niño.

Con grandes exclamaciones abrióel balcón, entrando los preciosos ju-guetes que llevó hasta la cama delpequeño.

Todos estaban unidos por un fuertecordón de seda y oro, uno de cuyoscabos era bastante largo, lo que intri-gó sobremanera a Juanín.

Don Benigno me lo explicará —sedijo.

—Voy a ponerte todo esto en elcuarto de los juguetes—dijo la muchacha—pues si tu papá lo ve... buena laarma.

—¡Y decía que no hay Reyes! —dijojuanín alborozado—. ¡Bien dice miprofesor que el demonio no hace másque trabajar para quitar la fe a losniños!

Y palmoteaba en la cama riendo ygritando:

—1Gracias, Niñito Jesús! ¡Gracias,señores Reyes Magos!

V

— ,Vió usted a los Reves?—pre-guntaba horas después a su viejoamigo, a cuya casa subió apenas sa-lió el papá.

—No, este año no; me dormí en se-guida; pero he oído algo de ruido,como de camellos que pasaran muydeprisa.

—Y... ¿por qué tendrán los jugue-tes una cuerda de seda muy preciosacon hilos de oro con un cabo muylargo?

Don Benigno pareció reflexionar.—Ya caigo—dijo—. Los Reyes no

traen todos los juguetes, pues necesi-tarían muchos camiones; los ángelestraen muchos de ellos y los dejancaer desde las nubes. Ese cordón tan

Por tus méritos probados,por los grados

que escalaste sin cesar,por tus días amargados

y angustiadoste debemos un cantar:un cantar que la gargantacon su voz más tierna cantay el pecho con todo amor,y en esta noche radianteserá un hermoso brillantedel collar que en este instantedesgranamos en tu honor.

Si a la fantasía ligerariendas diera

para que a placer volaracien lugares recorriera

donde vierahuellas de tu fama clara:tanto los puertos norteñosdonde al mar lanzan los leñosforrados de ferrea plancha;

precioso que tú dices será del queéstos se valen para que los juguetesno se rompan.

Juanín quedó convencido, y cuandobajó a su casa, como el papá no ha-bía vuelto, confió a su madre el secre-to de los Reyes Magos.

Han pasado muchos años; hoy sonlos hijos de aquel Juanin convertidoen don Juan los que escriben a losReyes; pero su padre mismo echa lascartas al buzón y antes de acostarselos niños su padre les hace rezar unPadre Nuestro por el alma del buendon Benigno, que ya debe haber vistoen el cielo a los Santos Reyes.

J. GARCÍA HERREROS

1'. M.

tanto en la soleada Mancharica en viñas y olivaresy en mieses donde se ensanchala vista como en los mares;

tanto Roma, la que un díarepartía

por la tierra sus legiones,y que muestra todavía

la osadíade sus viejas construcciones;!a que ofrece al peregrinocabe al borde del caminosepulcros de emperadores,y entre cuyas catacumbaslos cristianos confesoreshallaron templos y tumbasde nuestra fe en los albores;

y esa ciudad poderosaque reposa

sobre los hombros del mar,Barcelona la orgullosa,

Al M. R. P. Alberto Barros, Provincial de Castilla, en eldía de sus bodas de plata sacerdotales

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vanidosade su historia secular;y aquellas islas de ensueñoque con semblante risueñovieron las olas nacer,y que en apretado lazociñen con perpetuo abrazoy iievan en su regazocon cariño de mujer...

todas guardan tu memoriacon la gloria

del deber desempeñado,y en la mención laudatoria

de su historiaverás tu esfuerzo pagado...¿podrán contarte en un díacuántos hombres de valía,cuántos grandes poderososperplejos ante la dudade sus trances espinosostus consejos luminososreclamaron en su ayuda?

El capelo purpuradomuy honrado

se creyó en poder honrarte;y el mismo alcázar dorado

apresuradosus puertas soltó franquearte;pero tu gloria mayory que vence todo honory hoy queremos venerares el subir l altarsacerdote del Señor.

FR. J. SANTIAGO CRESPO

San Juan de Poyo 1-1-1932.

(Poesía leida por su autor en lasolemnísima velada con que la Co-munidad de Poyo obsequió el día 1. 0de enero al M. P. P. Provincial.)

NOTICIASMADRID

La V O. T. de la Merced, cada díamás numerosa, gracias al celo de sudirector, R. P. Antonio Rodríguez, tuvoel 24 el ejercicio del cuarto domingo,en que predicó el dicho padre directory asistió también al triduo de nuestroPadre San Pedro Nolasco, solemne-mente celebrado en esta iglesia.

En el triduo que tradicionalmente seviene celebrKndo en honor del mártirSan Blas, precbcaron los PP. RicardoDelgado y Antonio Rodríguez.

Concurridísimos están corno nuncael ejercicio de la mañana y la Comu-nión de los Siete Domingos.

SARRIA

Toma de hábito.—Vistieron el santohábito de novicios, el día 18 de octubreúltimo, de manos del M. R. P. Provin-cial, los jóvenes Balbino García, An-drés Villamayor, José Castosa, JuanVázquez, Antonio Estévez, José C. Si-món, José Cid, Darío Antón, MiguelAguiar, Servando Conde, Adolfo Cid,Agustín Otero, Mateo Martínez, EliseoRodríguez y Secundino Gómez.

Nuestra Santísima Madre les con-ceda la perseverancia.

Navidades.— Celebróse con granpompa y concurrencia muy numerosala Novena al Niño Jesús.

En el convento los postulantes repre-sentaron varias comedias corno de cos-tumbre; entre ellas la última del PadreSancho «El Nacimiento del Mesías»,con música, que fué de gran emociónpara el público. También sacaron a lastablas un Auto Sacramental de Calde-rón y el gran drama del mismo autortitulado «El Príncipe Constante»,

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Sesión de Radio.--La estación Radio-emisora «Joaquín Ramírez», instaladaen esta villa nos rogó, por medio delPresbítero D. Justo Carrozas, fuéramosa cantar algo al Niño Jesús ante el mi-crófono. Aceptada la invitación, el díaprimero de ario, tras un mensaje desaludo y felicitación a los radioescu-chas enviado por el P. E. Silva, los pos-tulantes ejecutaron un escogido pro-grama de villancicos populares y algu-nos de polifonía clásica.

Resultó la sesión brillantísima, reci-biendo los ejecutores muchas felicita-ciones.

El P. Provincial—EL día 27 de Enerorecibimos la visita del M. R. P. Pro-vincial, que viene a hacer la santa vi-sita y con nosotros pasó la fiesta deNuestro Santo Padre.

Novena a Nuestro Padre San Pe-dro Nolasco.—Con inusitado esplendorse celebró en esta villa la Novena deNuestro Padre. Durante ella desarro-llaron un amplio programa musical los

-novicios y postulantes del convento,dirigidos por los PP. Vallejo y Saave-dra. El día 30, a la tarde, se cantaronen la iglesia solemnemente las Víspe-ras de la fiesta, asistiendo muchos fie-les, a quienes agradó muchísimo. Eldía 31 fué mudia la gente que durantetoda la mañana se acercó a recibir laSagrada Comunión; a las once tuvolugar la misa solemne, que ofició elM. R. P. Provincial, haciendo de pres-bítero asistente el P. Comendador; laschola ejecutó magistralmente la misa« Pontificalis», de Perossi. En la funciónde la tarde ocupó la sagrada cátedra,con grande unción y elocuencia, elP. José Vallejo. En la Reserva de estatarde, corno en la de los tres días ante-riores, ofició el P. Provincial.

Velada literarionnusical.—Para mássolemnizar la fiesta de Nuestro SantoPadre, los novicios nos obsequiaron conuna bonita velada literario - musical,en la que tras la presentación hechapor el P. José Vallejo, desarrollaron elsiguiente programa:

«Ave María, a cuatro v. m., porVictoria.

«San Pedro Nolasco antes de fundarla Orden», por Fr. Juan Vázquez.

« Efectos de la caridad», por Fr. JoséCid.

«Cantate Domino», a cuatro v. m.,por Pitoni (XVII).

«El consuelo del cautivo» (poesía),por Fr. Antonio Estévez.

«Las Ordenes militares», por Fr. JoséCastosa.

«Haec dies», a cuatro v. m., por Via-dana.

«El trabajo de mi Padre» (poesía),por Fr. José Simón.

«La esclavitud en el siglo XIII», porFr. Andrés Villamayor.

«La devoción de San Pedro Nolasco»,por Fr. Darío Ontón.

«Imago Jesu vivida» (adaptación), acuatro v. m., por Ett.

Al final el M. R. P. Provincial tuvounas frases de felicitación y alientopara los jóvenes, quedando muy com-placido de la función. Una ovación alP. Provincial dió final al acto.

Traslado.—A fin de cumplir el ser-vicio militar en El Ferrol, fue trasla-dado a aquella residencia el P. JoséSaavedra. Fué sentida su marcha porlas simpatías de que era objeto. — ElCorresponsal.

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wwwwwwnNECROLOGIA

En el Convento de San Ramón (Léri-da), falleció el 15 de enero el Reveren-do P. Pablo Planes, Definidor de laProvincia de Aragón, a los setenta ytres arios de edad y treinta y tres deprofesión.

Fue religioso de ejemplar vida.

Sarria

Excmo. Sr. D. Manuel Pérez Bata-llón. En Lugo, el 19 de diciembre, enuna reunión del comité de propietariosy arrendatarios, a causa de una anginade pecho, murió de repente nuestrobuen amigo y bienhechor el terciarioD. Manuel Pérez Batallón. El EspírituSanto llamaba al santo Job: «Vir bonuset rectus ac timens Deum et recedensa malo», estas palabras pueden aplicarse exactamente a nuestro caso; eraverdaderamente el Sr. Batallón hom-bre bueno y recto, temeroso de Dios yque huía del mal. Su muerte fue senti-dísima en toda la provincia por su co-nocida bondad.

En el momento en que se sintió malen la dicha reunión, que fué a las sietede la tarde, sus amigos le cogieron ytrasladaron a su casa de esta villa,donde estaba el resto de su familia, ex-cepto la hija menor Srta. Eugenia, queestaba con él en Lugo. El 21 celebróseen la iglesia de este Convento un so-lemnísimo funeral por su eterno des-canso, viniendo de Lugo para cantar la•Schola » de la Catedral y una or-questa.

A continuación de las exequias tuvolugar la conducción, que fué una impo-nente manifestación de duelo por lamuchedumbre ingente que a ella asis-tió.

A su atligidísima esposa D. BalbinaMacía, a sus hermanos D. Jesús y donJosé, y a todos sus hijos y demás fami-lia, damos nuestro más sentido pésamepor tan irreparable pérdida, y pedimosa nuestros lectores una oración por eleterno descanso del hombre bueno, queno olvidará desde el .cielo a sus favore-cedores.

Herencia

Falleció el 28 de enero, a los setentaarios de edad, el Sr. D. Zacarías Rodrí-guez Liébana. Larga ha sido la enfer-medad y soportada con cristiana resig-nación; su muerte fué preciosa, edificando en la recepción de los últimossacramentos a propios y extraños consingulares muestras de fervor, cuyorecuerdo constituye el lenitivo deldolor de sus familiares y amigos. Siem-pre profesó a los mercedarios de aque-lla residencia y de toda la Orden espe-cialísimo afecto; era el primero en pre-sentarse en nuestros sucesos prósperoso adversos y la primera y última visitaa los religiosos que allí hemos resididoera la de él. Era querido de todos losreligiosos, pues todos lo conocían, porlo menos de oídas. Esperamos que Dioshaya premiado ya el amor que siemprenos tuvo y los favores que nos prestó.

A su familia nuestro sentido pésame.111111111111111111111131111n1111111.11111

CON LAS DEBIDAS LICENCIAS

Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211,