oguibe la conectividad y el destino de los no conectados

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134 Góran Sonesson ——— (1997b), «Approches in the lifeworld core of pictorial rhctoric», Visio. I, 3 pp. 49-76. (1997c), «The multimediation of the Lifeworld», en: Semiotics ofthe Media State of the art, projects, and perspetives, Nóth, W., ed., pp. 61-78, Berlin y NueV; York. Moulon de Gruyter. (1998), «The concept of texi ¡n cultural semiotics», Semiotiké. Trudy po znakovym .sistemant/Sign system studies, 26, Torop, Peeter, Lotman, Mijafl, y Kul| Kalevi. cds., pp. 83-114. Tartu, Tartu University Press. (1999a), «The Culture of Modernism», Semio-Nordica, II, 3. (1999b) «Bridging Natnrc and Culture in Cultural Semiotics», publicado en el CD-ROM Bridging Nature and Culture. Proceedings of the Sixth International Congre.sx of the IASS, Guaúaljura, México, July, 13-19, 1997, Gimate Welsh, Adrián (ed), México D.F. (2000a) «Icorticiiy in the ecology of semiosis», en: Iconkity. Johansson, T.D.. Skov, M-, y Brogard, B., eds.. pp. 59-80. Aarhus. NSU Press. (2000b) «Ego meets Alter. The meaning of otherness in cultural semiotics», Semiótica, 128, 3/4, pp. 537-559. (de próxima publicación), «The Limits of Nature and Culture in Cultural Semiotics». Se ha de publicar en las actas del Simposio sobre Semiótica Cultural, organizado por la Sociedad Sueca de Rsludios Semióticos, Linkoping. noviembre de 1997. TESNIERE, L. (1969), Eícments de syntaxe structurale, París, Klincksieck. TODOROV, T/VITAN (1982), In ennquete de l'Amérique. La question de iautre, París, Seuil. (1989). Nous et íes nutres, París, Seuil. (1995), La vie commune. Essai d'anthropologie genérale, París, Seuil. Criterios, La Habana, n ° 3 3 , 2002 a conectividad y el destino de los no conectados* 1 Olu Oguibe Para los profesionales de la cultura, la Red funciona en varios niveles diferentes. Como medio, puede ser manipulada para realizar una catego- ría enteramente nueva de productos y situaciones culturales. También funciona como un vehículo para la transmisión, distribución y evaluación crítica de esas formas y contextos culturales. En tercer lugar, la Red posi- bilita la comunicación y la colaboración entre artistas, así como entre artistas y otros productores de contenido fuera de la arena cultural. Tam- bién sirve como un medio de información e intercambio de mercancías, en otras palabras: como un elemento cada vez más importante del comer- cio global en culturas. En la impetuosa agitación con que todavía se narra y se discute la Red, a menudo se pierden de vista dos hechos cruciales. Uno es el he- cho de que no hay red a menos que alguien esté conectado a ella, a menos que uno sea parte de ella. En otras palabras, la red depende de una condición: la conectividad o el estar conectado. El segundo es el «Connectivity, and the Fate of the Unconnccted», manuscrito enviado por el autor. Me agradaría mencionar mi deuda de gratitud con Jordán Crandall, Gilane Tawadros y Sean Cuhilt, todos los cuales leyeron esta contribución mientras la preparaba y me ofrecieron útiles consejos, así como con el personal y ios residentes del Centro Rockefcller de Estudios y Conferencias en Bellagio, Italia, donde fue concebido y escrito.

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Discusión sobre la división de la sociedad entre conectados y no conectados

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  • 134 Gran Sonesson

    (1997b), Approches in the lifeworld core of pictorial rhctoric, Visio. I, 3 pp. 49-76.

    (1997c), The multimediation of the Lifeworld, en: Semiotics ofthe Media State of the art, projects, and perspetives, Nth, W., ed., pp. 61-78, Berlin y NueV; York. Moulon de Gruyter.

    (1998), The concept of texi n cultural semiotics, Semiotik. Trudy po znakovym .sistemant/Sign system studies, 26, Torop, Peeter, Lotman, Mijafl, y Kul| Kalevi. cds., pp. 83-114. Tartu, Tartu University Press.

    (1999a), The Culture of Modernism, Semio-Nordica, II, 3.

    (1999b) Bridging Natnrc and Culture in Cultural Semiotics, publicado en el CD-ROM Bridging Nature and Culture. Proceedings of the Sixth International Congre.sx of the IASS, Guaaljura, Mxico, July, 13-19, 1997, Gimate Welsh, Adrin (ed), Mxico D.F.

    (2000a) Icorticiiy in the ecology of semiosis, en: Iconkity. Johansson, T.D.. Skov, M-, y Brogard, B., eds.. pp. 59-80. Aarhus. NSU Press.

    (2000b) Ego meets Alter. The meaning of otherness in cultural semiotics, Semitica, 128, 3/4, pp. 537-559.

    (de prxima publicacin), The Limits of Nature and Culture in Cultural Semiotics. Se ha de publicar en las actas del Simposio sobre Semitica Cultural, organizado por la Sociedad Sueca de Rsludios Semiticos, Linkoping. noviembre de 1997.

    TESNIERE, L. (1969), Ecments de syntaxe structurale, Pars, Klincksieck.

    TODOROV, T/VITAN (1982), In ennquete de l'Amrique. La question de iautre, Pars, Seuil.

    (1989). Nous et es nutres, Pars, Seuil.

    (1995), La vie commune. Essai d'anthropologie genrale, Pars, Seuil.

    Criterios, La H a b a n a , n 3 3 , 2 0 0 2

    a conectividad y el destino de los no conectados* 1

    Olu Oguibe

    Para los profesionales de la cultura, la Red funciona en varios niveles diferentes. Como medio, puede ser manipulada para realizar una catego-ra enteramente nueva de productos y situaciones culturales. Tambin funciona como un vehculo para la transmisin, distribucin y evaluacin crtica de esas formas y contextos culturales. En tercer lugar, la Red posi-bilita la comunicacin y la colaboracin entre artistas, as como entre artistas y otros productores de contenido fuera de la arena cultural. Tam-bin sirve como un medio de informacin e intercambio de mercancas, en otras palabras: como un elemento cada vez ms importante del comer-cio global en culturas.

    En la impetuosa agitacin con que todava se narra y se discute la Red, a menudo se pierden de vista dos hechos cruciales. Uno es el he-cho de que no hay red a menos que alguien est conectado a ella, a menos que uno sea parte de ella. En otras palabras, la red depende de una condicin: la conectividad o el estar conectado. El segundo es el

    Connectivity, and the Fate of the Unconnccted, manuscrito enviado por el autor. Me agradara mencionar mi deuda de gratitud con Jordn Crandall, Gilane Tawadros y Sean Cuhilt, todos los cuales leyeron esta contribucin mientras la preparaba y me ofrecieron tiles consejos, as como con el personal y ios residentes del Centro Rockefcller de Estudios y Conferencias en Bellagio, Italia, donde fue concebido y escrito.

    JUAN SOTOText BoxOguibe, Olu2002 La conectividad y el destino de los no conectados en Navarro, D. (ed. y trad.), Criterios Revista Internacional de Teora de la Literatura y las Artes, Esttica y Culturologa, La Habana, 33, 135-149.

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    hecho de que esta condicin en s misma implica toda una serie de otras condiciones sociales e histricas igualmente intrincadas, un carcter elaborado de las exigencias que dependen de factores y circunstancias en gran medida no vinculados a la red y fuera del control de la propia red. En las etapas iniciales de su elevacin a medio masivo, el fervor que rodeaba la propagacin de la red fue resumido en una expresin muy popular de uno de sus primeros propagadores, Nicholas Negtoponte. La expresin era slo conecte. Intencionalmente o no, esta breve or-den y otra retrica parecida creaban la impresin de que todo lo que se requera para llegar a ser parle de la nueva era de la informacin, y para tomar parte en su nuevo lenguaje de comunicacin digital e intercam-bio digitales (el comercio todava estaba por entrar en la escena), era coger y conectar. Con la misma rapidez, una nueva retrica de defensa se arremolin, creando tras ella un cuerpo rpidamente creciente de l i -teratura que en lo fundamental afirmaba, como en verdad lo sigue ha-ciendo, los vivificantes potenciales del nuevo medio. Pronto pareci al menos en la retrica de esta defensa como si slo los que estaban conectados, los que pertenecan a la comunidad de la red, representaran verdaderamente nuestro momento en la historia. Los restantes eran des-echados como personas insignificantes.

    Andando el tiempo, sin embargo, hemos llegado a reconocer que los requisitos de entrada a esta red implican algo ms que simplemente co-nectar. Ahora muchos reconocen que la conectividad comporta una reta-hila de requisitos, y, para conectar, el individuo medio debe satisfacer esos requisitos, la mayora de los cuales muchas personas estn mal pre-paradas para llenar. En otras palabras, a pesar de la exhortacin a slo conectar, nicamente una minscula fraccin de la humanidad puede ha-cerlo, incluyendo a los artistas.

    Con frecuencia lo que se prefiere es formular esa discrepancia en tr-minos puramente geopolticos, es decir, algunos tienden a creer que sola-mente en ciertas partes del mundo los individuos no pueden lograr la conectividad. Casi inevitablemente vienen a la mente el frica subsaha-riana, el Asia del Sudeste, China y la Amrica Latina. La premisa sobre la que a menudo se llega a esta conclusin, es el hecho de que, en las men-cionadas unidades polticas, prerrequisitos de la infraestructura de la red tales como las telecomunicaciones o no existen o existen en un estado mayormente deteriorado o mediado. Aunque esto es cierto con respecto a muchas reas as, las realidades y condicionalidades de la conectividad

    la conectividad y el desuno de los no conectados 1T7

    son ms elaboradas y complicadas.- Adems de una infraestructura de telecomunicaciones operacional y totalmente confiable, la conectividad tambin requiere que los individuos tengan las habilidades necesarias, as como privilegios de ubicacin social y econmica a fin de obtener acceso a la red, Adems de la condicin bsica de tener acceso a una computado-ra o terminal, entre ellos tambin est cierto nivel de la capacidad de leer v escribir, porque, a diferencia de la televisin o la radio, Internet es casi o que yo Hamo un medio dependiente de la capacidad de leer y escribir, que requiere que la persona se sienta cmoda ante el texto o tenfea fami-liaridad con el mismo. Es esta convencional capacidad de leer y escribir {literacy] o familiaridad con el texto la que, a su vez, le permite al indivi-duo adquirir o desarrollar las habilidades requeridas para la comunica-cin mediada por la computadora , o computeracy.*

    Estrechamente relacionada con esta ltima est la disposicin psico-lgica del individuo a tratar con tecnologa nueva y bastante compleja, y el caso es que muchos son excluidos de la red por su temor o aversin a la tecnologa, o tecnofobia. A pesar de las excepciones, en muchos casos esta condicin no carece de relaciones con la falta de educacin apropia-da o de un contacto temprano y adecuado con la tecnologa, o con la ausencia de condiciones sociales necesarias para que los individuos desa-rrollen una relacin saludable y gratificadora con la nueva tecnologa. Todo eso significa que en las naciones ms industrializadas hay un gran nmero de personas cuya improbabilidad de que simplemente conecten es tan grande como la de muchos en las regiones menos desarrolladas del mundo, un hecho que corroboran cada vez ms las estadsticas que estn apareciendo. Tales individuos son efectivamente incapaces de funcionar como productores o como consumidores de contenido en la red. Hasta tal

    En FoTsaken Geographies: Cyberspace and the New World "Othcr'V demuestro que los contextos social y material de la no conectividad trascienden el delineamiento geopolttco tradicional y pueden ser hallados con la misma facili-dad en las naciones altamente industrializadas que en el as llamado Tercer Mun-do. En otras palabras, la cartografa de los no conectados o aquello a lo que me he referido como el Tercer Mundo Digital es, en lo fundamental, una cartografa de clase que trasciende la nacin. Vc'asc Oguibe en Frequencies Invesgations into Culture, Jiistory and Technology, Melante Kcen, ed., lnstitute for International Visual Arts. 1998.

    del T.: Computeracy, neologismo construido por analoga con literacy (la opacidad de leer y escribir).

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    punto, a pesar de los nmeros crecientes de individuos conectados a l a red, y a pesar de las hiperblicas afirmaciones de lo contrario, la red digital o Internet todava est por llegar a ser un medio masivo plenamente desa-rrollado como la radio, la televisin o el periodismo impreso.

    El caso es que esa disparidad puede ser delineada espacialmente o demogrficamente, de modo que es menos probable que los individuos de ciertas comunidades, estratos sociales, ubicaciones geogrficas y has-ta confesiones, tengan una presencia apreciable en la red que otros. Eso es. ciertamente, lo que ocurre con el mundo menos industrializado, y el hecho de que Africa est rezagada en niveles de conectividad puede ser atribuido a los factores antes mencionados. No obstante, lo mismo preva-lece dentro de las naciones altamente industrializadas aunque las dispari-dades son niveladas en considerable medida por factores tales como la existencia de infraestructuras de comunicacin avanzadas, y, lo ms im-portante de todo, por la subvencin del acceso especialmente por parte del Estado.

    Hallamos una buena ilustracin de cmo la intervencin del Estado puede nivelar considerablemente tales disparidades en una de las prime-ras formas del establecimiento de redes digitales, el Minitel patrocinado por el Gobierno francs, que trajo la comunicacin en red a uno de cada cuatro hogares franceses entre 1984 y los primeros aos 90, antes de que su popularidad declinara. Concebido en 1978 y presentado al pblico fran-cs en 1984 por el Telecom francs, de propiedad estatal, Minitel era un sistema en red de contenido de imgenes y prestacin de servicios, basa-do en las infraestructuras telefnicas residenciales y pblicas estableci-das que ya Telecom tena instaladas. Empaquetado como una ampliacin del servicio telefnico regular, Minitel presentaba un nuevo servicio de apreciable atraccin, especialmente cuando, en la cspide de su populari-dad, la industria del sexo asumi el control del mismo y fue convertido en un vehculo de mercadeo para el sexo suave [soft-sex] y el voyeurismo. Un ejemplo opuesto a ste sera el de China, donde, segn se informa, la intervencin del Estado a travs de la vigilancia y otros medios impide el acceso de los ciudadanos a la red. En su forma ms reciente, las inducciones del Estado y las corporaciones en las naciones altamente industrializadas toman la forma de acceso subsidiado en el trabajo o la escuela. Como revelan las estadsticas, el mayor porcentaje de individuos conectados a la red en Norteamrica y Europa slo tienen acceso en el trabajo o la escuela, y una considerable proporcin de tales usuarios no pueden

    La conectividad y el destino de os no conectados 139

    permitirse de otro modo una conectividad regular en su hogar o por s solos. Huelga decir que a aquellos segmentos de la ciudadana que estn menos representados en los lugares de trabajo o en las escuelas no les va demasiado bien con el acceso a la red digital.

    Por ende, surge una divisoria, lo que podemos llamar la divisoria digital, entre los que tienen derecho a estar dentro de la red y as pueden participar de sus numerosas ventajas/ y los que no pueden llenar los requisitos de la conectividad. Es cada vez ms evidente que cuando co-nectamos, nos volvemos parte de un nuevo etnopaisaje,4 lo que se podra llamar un redpaisaje o ciberpaisaje en el que la informacin y l*s indivi-duos circulan y se unen en una nueva comunidad. Y, como esta comuni-dad aumenta en extensin e importancia, estamos efectivamente implica-dos en larelativizacin s de los dems que permanecen fuera de sus lmi-tes. Aunque podra parecer ilgico, esta situacin tiene amplias implica-ciones culturales no slo para los individuos y grupos que ya estn en la red, sino tambin, an ms, para aquellos otros que existen fuera de ella.

    Por ejemplo, las poblaciones que estn afuera son excluidas efectiva-mente de la mirada de conversaciones que tienen lugar en este enclave

    ' Lo que William Gibson llama operadores legtimos en su novela de ciencia-ficcin de 1984, Neuromancer.

    4 En su obra sobre las modernidades, Arjun Appadurai realiza una distincin entre lo que l denomina mediapaisajes o arenas para la circulacin de informacin, y etnopaisajes o esferas donde circulan los individuos. Sin embargo, la arena de la red no funciona simplemente como una plataforma para la circulacin de infor-macin o de signos, sino tambin como un lugar para la circulacin de individuos y la formacin de nuevas etnictdades; de ah mi preferencia por el trmino etnopaisaje. Vase Appadurai, Modernity at Large: Cultural Dimensions of Ohbalization, Univcrsity of Minnesota Press, 1996. [N. del E.: Vase en el pre-sente nmero de Criterios una traduccin del artculo de Appadurai al que hace referencia Oguibc.]

    Malcolm Waters afirma que en una cultura globalizada las etnicidades y comuni-dades diferentes y dispares son forzadas a situarse y definirse a s mismas unas en relacin con las otras dentro de una configuracin unificada, global. Lo que dife-rencia esta relacin de lo que existe entre la red y los no conectados es que estos ltimos no estn unificados en una configuracin singular, global, y a medida que la red deviene una fuerza dominante en las relaciones de poder y el intercambio globales, y a medida que los individuos se vuelven hacia ella ms y ms en busca de validacin y de un sentido de pertenencia en la era post-global, el mundo v'sible. menos poderoso, de los no conectados es relegado y forzado a definirse, o a ser definido, fuera y debajo de este etnopaisaje dominante.

  • 140 OhtOguibe

    de poder y privilegio, algunas de las cuales tienen importantes relaciones con su condicin o bienestar o consecuencias para stos. Como resultado,

    P la red a menudo engendra la representacin dentro de s, en nombre d e esas unidades polticas. En ausencia de las voces de stas, sita o fabrica sin demora voces dentro que asumen la autoridad de hablar por el Otro, puesto que, muy a menudo, no escasean los grupos e individuos que apro-vecharan la ocasin para designarse y delegarse a s mismos como repre-

    sentantes de los ausentes. Hoy da tales individuos y grupos abundan por=** los capilares y nudos de la Red: luchadores solitarios y grupos de presin temporales, organizaciones de amigos preocupados y revolucionarios auto-designados, figuras mesinicas que vienen al rescate de los desvalidos, anarquistas en busca de preocupaciones y activistas remanentes de cau-

    j sas fracasadas, ansiosos de hallar nuevas causas que pudieran mitigar su pasin de servir.

    A veces, tras tales actos de autodelegacin hay un propsito genuino. En otras ocasiones la pasin impulsora no pasa de ser un farisaico deseo de llamar la atencin o destacarse mediante tales actos de supuesta buena intencin. A menudo hay poco o ningn contacto, comunicacin, consul-ta o mecanismo de intercambio recproco entre tales voces delegadas y los cuerpos de ciudadanos que ellas eligen para hablar por ellos en la Red. Como agentes libres, ellas habitan los rincones y hendiduras de la Red y se ocupan en innumerables actividades y negociaciones en nombre de grupos y culturas que en esencia no pueden negar o retirar la autoridad que tales representantes se otorgan a s mismos.

    Cualesquiera que sean las intenciones o contextos, humanitarios o de otra ndole, se plantean, no obstante, ciertas cuestiones muy cruciales, adems de la mera tica de la representacin/ Entre ellas est la cuestin

    h Resulta interesante que, mientras los activistas culturales y defensores de la Red estn prestos a sealar exitosas representaciones de comunidades menos privi-legiadas en la red. tales como el uso que de la Red hace el Comandante Marcos para globalizar la causa del pueblo indgena de Chiapas, en Mxico, lo que raras veces se saca a discusin es con qu autoridad moral se hacen tales representacio-nes, y qu interrogantes ticas son suscitadas por aventurados actos de salvamen-to como la campaa de Chiapas y el mesianismo guevariano del Comandante Marcos entre los pueblos indgenas. Algunos podran querer trazar una lnea entre la campaa de Marcos y la declaracin de guerra contra Irak y China en julio de 1998 por un grupo de hackers estadounidenses |N. del T. Hacker. persona que legalmente logra tener acceso a un sistema de computadora y a veces altera en l la nt'ormacinj conocido como la Legin of the Underground |Lcgin de la Clan-

    1\ y ci destino de los no conectados 141

    de la aparente vulnerabilidad de los no conectados. Dentro de los vastos territorios de la Red, las poblaciones que estn fuera, obviamente, no poseen el privilegio de la capacidad de actuar [ageney] porque no pueden ni hablar en su propio nombre, ni pueden ejercer control sobre la dinmi-ca y dialctica de la red. Mientras que pueden tener y, en verdad, s tienen capacidad de actuar dentro de sus propios espacios y vidas como un atri-buto critico de su existencia, esta capacidad de actuar, sin embargo, sufre un impacto cuando una nueva fuerza tal como la Red surge con la capaci-dad de invadir ese espacio.7 Con las enormes capacidades de la red como sistema social, global, naciente, uno se ve forzado a preguntar: podra ella quizs privar ms de derechos o incapacitar ms a esas poblaciones que ya luchan por salir de debajo de la avalancha del progreso y sus dis-cutibles consecuencias, moviendo los postes de la modernidad mientras luchan por abordarla? Ha hecho ms fcil para las entidades e indivi-duos que tienen el privilegio de poseer los dispositivos capacitadores de ella, desalojar a esas poblaciones apropindose de sus voces y hurtndo-les su identidad en una arena de la que ellas son efectivamente excluidas? Dada la relativa facilidad con que los participantes en la red pueden gene-rar y diseminar informacin, a veces en una escala cuya enormidad deja perplejo, nos ha confiado este mdium a alguno de nosotros el poder de

    destinidadj (Lolf). Segn la LoU, su plan de penetrar en las comunicaciones de esos dos pases y destruir la infraestructura de las mismas era un plan en apoyo de los derechos humanos y de las vctimas de las violaciones de los derechos huma-nos. Fue necesaria la intervencin crtica de otros siete grupos de hackers para desalentara la LoU en su misin autodelegada, sealando que ese tipo de activismo [activism] cultural o poltico en la Red (ahora conocido como hacktivism), cuan-do es llevado a extremos irresponsables, podra tener consecuencias no intencionales, pero devastadoras, en vctimas inocentes. En el caso de Irak, seme-jante ataque podra haber paralizado lo que quedaba del ya sitiado sistema de salud pblica del pas, conduciendo a la muerte de cientos de mujeres, hombres y nios. Perr^eljiriiicipio fundamental no es muy diferente, a sbefpa suposicin de que se tiene el derecho a representar a un grupo o a designarse as mismo como delegado en nombre de un grupo en este caso las masas supuestamente oprimi-das de Irak y China sin consulta o consentimiento. "* En Desiring the Involuntary, Jonathan L. Beller escribe sobre fuerzas involuntarias que poseen la capacidad de romper la integridad del sujeto, una expresin que describe de la manera ms apropiada el impacto potencial de la red en la inherente capacidad de actuar o subjetividad de los individuos y comunida-des que no pueden conectar. Vase Beller, en Wilson y Dissanayakc, eds., Global/ Local, Duke Univeristy Press, 1996, p. 197.

  • 142 OtuOguibe

    fabricar y diseminar al resto del mundo constructos y narraciones del Otro posiblemente ficticias y potencialmente lesivas, cuando tales poblaciones no tienen dispositivos igualmente capacitadores para enfrentar, evaluar criticar, desafiar o procurar invalidar imgenes y representaciones de sus identidades y su estado de ser? Si la Red nos faculta a poseer la voz del ausente o inventar la narracin del mismo, al hacerlo, no nos capacita para dejar cicatrices en su cuerpo?

    Un caso reciente de fuera del ciberespacio puede, en verdad, ilustrar de manera del todo convincente los peligros que este poder de autodele-gacin presagia. En abril de 1996, una artista y curadora surafricana blan-ca mont una exposicin en la Galeja^Hacional de Surfrica sobre l a historia y la cultura material de l q ^ s a ^ o de los pueblos indgenas del pas. La exposicin, mayorment^tnogrfica, que mostraba princi-palmente imgenes y documentos de archivo sobre la afrenta colonial europea a los Joisa y el casi completo exterminio de los mismos, implica-ba, no obstante, estrategias de construccin y realizacin que ofendan al grupo. Despus de ver la exposicin, un foro representativo del grupo, la Conferencia Nacional Griqua. censur la exposicin, describindola como una cuestionable y activa contribucin a promover la marginalizacin de las primeras naciones de frica del Sur. s Al tiempo que sealaba que la curadora no consult al grupo, y que los Joisa no participaron en lo que era una exposicin de ellos y sobre ellos, el foro conden la persistencia del pueblo no indgena en robar y exponer nuestro pasado para su propia absolucin. Otro foro de los Joisa, el Movimiento Cultural Hurikamma, conden igualmente la exposicin como otro intento ms de tratar a las personas morenas como objetos.1'

    Ya existe un cuerpo considerable de literatura sobre la debacle aqu referida.1" Como una demostracin de la importancia de la capacidad de actuar por la parte de los representados, la respuesta y la intervencin crticas de los Joisa definieron sucintamente y situaron el acontecimiento mismo, as como tambin suprimieron la autoridad para representar que la curadora, de manera discutible, se haba apropiado involuntariamente. Independientemente de que sus intenciones fueran genuinas o no, la suya

    x Vase WeekJy Muil & Guardian, Johanncshurgo, 19 de abril de 1996. " Ibdem. '" Vase Okwui Enwczor, Rcframing the Black Subjcct. Third Text, 40, 1997 pp.

    21-40.

    AI conectividad y el destino de los no coiwruuhs 143

    n 0 poda ser tomada errneamente por una voz en favor del grupo o en o^mbre de ste. Esta intervencin crucial fue posible, sin embargo, slo

    11 aue el grupo estaba enterado de dicha exposicin, tuvo acceso a ella y, r ende, la oportunidad de presenciarla, relacionarse con ella y evaluar-

    la Imag>nmonos u n a s * t u a c ' n parecida en la que, en contraste con esas ondiciones, dicho discurso es escenificado en la Red, en una galera vir-

    tual por ejemplo, o en un net-foro, o, peor an, en cualquiera de los va-rios miles de foros de acceso limitado que estn operando actualmente en la Red. Imaginmonos, adems, que el grupo cuyos cuerpos e historia son exhibidos tampoco est conectado. Imaginmonos que sus integrantes no tienen ninguna va de acceso a la informacin diseminada sobr ellos y respecto a ellos, supuestamente en su nombre o en el mejor inters de ellos. No slo no tendran ninguna oportunidad de tratar con esa infor-macin, peor an: no tendran ningn modo de hacer constar, como hicie-ron los Joisa de la manera ms enrgica, su desaprobacin y desprecio.

    En efecto, la Red digital suministra un nuevo corredor de infraccin y transgresin en el que los que sufren la infraccin no siempre pueden tener el privilegio de irrumpir. Dentro de este corredor abundan las opor-tunidades para la transgresin, e incluso para la maleficencia. Con tales posibilidades agresivas y desenfrenadas a disposicin del conectado a la red, es que, acaso, los no conectados estn destinados a sufrir una viola-cin digital?"

    11 Aunque posiblemente no podemos abordar aqu lodos los otros numerosos ejem-plos de esta situacin, podemos sealar rpidamente que tales violaciones se pre-sentan quizs con la mayor evidencia en el caso de una de las ms poderosas empresas existentes en la Red, la pornografa. Buena parte del material pornogr-fico vendido o transmitido en la Red pertenece a una categora conocida como user posts, algunos de los cuales consisten en imgenes genuinas de indivi-duos fotografiados, sin sospecharlo ellos, en circunstancias privadas o compro-metedoras, que son transmitidas en la Red. A veces combinadas bajo el epgrafe voyeurismo, muchas de stas son obtenidas mediante discretas minicmaras plantadas en lugares tan improbables como los pisos de elevadores pblicos o en baos pblicos. Nada contradice el prejuicio del gnero en esta preocupacin. A menudo, tambin el mercado para imgenes pedol'licas es atendido por tales dis-positivos. Una vez ms, los no conectados son ms vulnerables, puesto que no tienen medios de ninguna clase para detectar tales abusos de su persona. El pro-blema tico fundamental de la invasin de la privacidad individual que estas prc-ticas plantean, no difiere en ningn detalle del planteado por otra prctica que es igualmente posibilitada por la Red. Me refiero al uso invasivo de'cmaras web en el nuevo arte Uc los media en el que los artistas fotografan o graban en

  • 144 OluOguibe

    Hoy da la red es no slo un poderoso etnopaisaje, como seal arri-ba; tambin ha devenido un formidable sistema de conocimiento. Sus depsitos de informacin son complementados por la pronta accesibili-dad de los suministradores de contenido, expertos y charlatanes. Una vez acomodados en los intrincados rels, adicciones y cojines de la red, mu-chos dependen de ella cada vez ms para obtener informacin y conoci-miento del mundo ms all de su propia puerta. La informacin recogida en la Red deviene nuestro pronto acceso a otras culturas y sectores de la sociedad, ya que nos engatusa para que indolentemente nos preocupe-mos de atravesar sus propios portales de voces e informantes en busca de nuestros conocimientos de los no conectados. Con mucha frecuencia, a pesar del escepticismo expresado, tal informacin es tomada por muchos en su valor nominal. En realidad, el grado de veracidad que se le atribuye a la informacin recogida de la Red es reforzado bastante engaosamente por su proclividad esencialmente textual, dada la asociacin histrica y bblica del texto con la verdad, especialmente en Occidente.12 Cada vez ms, muchos se apuran a citar informacin procedente de la Red como informacin autorizada, pero, lo que es an ms inquietante, se apuran a volverse hacia ella y no a mirar el mundo de puertas afuera. Con esto en mente, uno no puede sino preguntarse: si la red continuara desplazando otros sistemas de conocimiento, como parece destinada a hacer, si sus participantes-ciudadanos continuaran sintonizando con ella como su fuente prioritaria de informacin especialmente sobre aquellos que, por lo de-ms, son considerados remotos e inaccesibles porque no estn conecta-dos, no podra llegar a ser una barrera en vez de un puente? No podra impedir el contacto y el intercambio apropiados y significativos, alentan-do la falsa idea de que conocemos al Otro y de que el Otro es, en realidad, parte de la nueva comunidad global que damos por sentada? No podra ms bien impedir que facilitar nuestra aspiracin a una genuina interac-

    video a individuos en esquinas de calles, terminales de transporte pblico, y hasta baos pblicos, sin que stos lo sospechen, y transmiten las imgenes en la red. Aunque algunos puedan considerarlo discutible, mi punto de vista es que tales prcticas no pueden ser disculpadas sobre la base de la licencia creadora.

    1 2 Para una breve investigacin de la persistencia de la actitud mental literaria o textual en los enfoques generales del hipertexto y del ciberespacio, vase la lectu-ra que de Marshall McLuhan ha hecho Michel A. Moos, McLuhan's Language, en Moos. ed.. Media Research: Technology, Art, Communkation, G + B Arts International, 1997, pp. 140-166.'

    La conectividad y el destino de los no conectados 14S

    cin a travs de las lneas divisorias sociales y culturales, creando contac-to e intercambio ms bien con carcter de simulacro que reales? De una u otra manera, uno se pregunta: a la larga no podra la Red interponerse entre nosotros y el Otro que no conocemos?1*

    No se ha de hacer caso omiso del hecho de que la infraestructura informacional global ha llegado a ser quizs el mecanismo ms importan-te para el proceso de globalizacin en curso. Si tradicional mente cremos que este proceso consista principalmente en la diseminacin e imposi-cin de cultura y productos culturales occidentales por todo el mundo, ahora debemos incluir en l tambin, como un factor, un flujo inverso en forma de posesin y transferencia de mercancas provenientes de ms all del permetro de Occidente. En otras palabras, ahora es vlido hablar de una circulacin verdaderamente global de culturas y productos cultu-rales. La red en todas sus formas y manifestaciones es un formidable canal para este trfico global. Se estima que por el ao 2003 slo por la va de Internet se movern mercancas por valor de 327 billones de dla-res estadounidenses.14 Si se incluye como un factor el comercio que tie-ne lugar a travs de otras redes de comunicacin global, esta estadstica se eleva a una cifra an ms astronmica. De las mercancas y servicios implicados en este comercio global, una porcin cada vez ms sustancial consiste en productos culturales, especialmente objetos de la cultura ma-terial. Tambin esto tiene sus implicaciones para las poblaciones que es-tn fuera de la red.

    En primer lugar, porque mientras no puedan obtener acceso a la red, tales poblaciones estn efectivamente impedidas de ejercer control sobre cualquier aspecto importante de ese trfico, aunque una parte considera-ble de las mercancas circulantes en ese comercio es obtenida o hurtada

    1 1 Desde luego, el contacto fsico y el intercambio en s mismo pueden rio constituir garantas contra la violacin del Otro, como indica la historia. Sin embargo, me parece particularmente alarmante que el propio carcter concreto de tal contacto, a pesar de sus deficiencias e incertidumbres, deba ser reemplazado por la separa-cin y el retiro a Ja virtualidad de los smbolos, de los signos y seales. Tambin se podra sealar que en aquellos casos histricos cuando el contacto engendr ms bien tragedia que entendimiento la esclavitud, el colonialismo, la conquista y matanza de las primeras naciones. hubo poco intercambio visible, la misma ausencia de intercambio que caracteriza cada vez ms la relacin del conectado a la red con el no conectado.

    1 4 Esta cifra se le atribuye a Oiver Smoot, del Consejo de la Industria de Tecnologa de la Informacin (ITI).

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    de los territorios de ellas. En la ausencia de toda capacidad de actuacin participa (or a semejante, no slo son relegadas en la jerarqua de las tran-sacciones: esa condicin tambin significa que son excluidas cada vez ms de cualquier parte sustancial de las ganancias derivadas de su propia cultura material. An ms inquietante es el hecho de que, al tornarse ms patente la accesibilidad de esos productos, crece el deseo de ubicarlos, adquirirlos y circularlos sin una significativa participacin de los que es-tn afuera. Y crece el deseo de obtenerlos y poseerlos sin la tradicional molestia del viaje fsico y la transportacin.

    Por ejemplo, el nmero de sitios de Internet dedicados al mercado en objeto de arte africanos ha hecho explosin, pasando de dgitos aislados hace unos pocos aos a varios cientos en el pasado ao, y lo que todo indica es que tales sitios y el comercio que diligentemente realizan conti-nuarn creciendo. Algunos de los objetos vendidos en este mercado son de escaso valor histrico. Otros son de inmensa importancia cultural e histrica, y a menudo stos son obtenidos de manera ilcita. Es tentadora la idea de que la plataforma abierta sobre la que una gran parte de este intercambio ahora est teniendo lugar mejorara las posibilidades de monitorear el comercio ilcito en productos culturales. Se debe sealar, sin embargo, que eso no es necesariamente cierto. AI contrario, a travs de los numerosos pasajes secretos que la Red suministra, los tratantes y los coleccionistas estn an ms capacitados para comerciar en objetos, intercambiar informacin, o tramar conspiraciones encaminadas a seguir vaciando las culturas materiales de frica, que son entonces encauzadas a colecciones privadas, especialmente en Occidente.

    En un nivel filosfico, estamos ante el advenimiento de un ansia y disposicin rpidamente crecientes a situar y consumir al Otro en la for-ma de smbolos materiales y visuales, sin las responsabilidades morales o sociales que dependen de un encuentro fsico con ese Otro. Mundos ente-ros geogrficos y corporales son abiertos para que los privilegiados los exploren, y posiblemente les roben y los asolen, sin tener que dejar una sola vez el confort de su casa matriz o enfrentar las posibles ramificacio-nes de sus aventuras.

    En los niveles puramente social y material, este deseo de situar y consumir que es facilitado por la red, expone a esas poblaciones a las maquinaciones inescrupulosas de comerciantes desesperados por saciar una demanda creciente. En efecto, a los pueblos que no saben de ello y cuyas culturas materiales atienden a esta demanda, se los vuelve vulnera-

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    bles al saqueo, gracias a la maquinaria impulsora de un sistema de inter-cambio en red. Adems, a causa de su exclusin del sistema, se los deja en gran medida a merced de los jugadores en un complicado juego fuera de sus dominios de comprensin o actuacin.

    sas son algunas de las realidades que la Red constituye para los que no pueden hacer caso de la orden slo conecte. No slo son relegados fuera de una maquinaria poderosa, global: tambin se los expone a los rapaces potenciales de esa maquinaria. Surge entonces la interrogante en cuanto a qu se puede hacer para corregir o mejorar esta situacin, y sta es una interrogante que debe ocupar no slo a los que debaten sobre los mritos y el futuro de la Red, sino tambin a los que propagan la expan-sin de la sociedad de la red.

    Comenzamos esta breve exploracin observando que la red digital global ha devenido una parte ineludible de la mquina del progreso en el milenio. Es la conclusin lgica para un siglo de asaltos implacables a la fortaleza del saber y las fronteras de la posibilidad. Cualesquiera que sean sus demritos, es, no obstante, irreversible. Tambin observamos modos en que los profesionales de la cultura pueden ponerla en servicio, lo que indica que la red puede no ser enfocada solamente como un sistema que se ha de aborrecer o condenar. En verdad, para los que ya estn situados dentro de ella su mirada de posibilidades hacen de ella un medio suma-mente atractivo para la supervivencia en una nueva era. Por lo tanto, para luchar con las realidades arriba bosquejadas slo podemos mirar en dos direcciones.

    La primera es alentar un tipo diferente de activismo dentro de la red misma, un activismo que aspire a generar una cultura de la sensibilidad y la responsabilidad dentro de la Red. Hay una moralidad naciente, aunque rudimentaria, que ya se est desarrollando en la red, y esto se podra ex-tender para que incluya el tener conciencia de los que estn afuera y una escrupulosa relacin con ellos. sta es un rea en la que los artistas y otros profesionales de la cultura podran desempear un til papel que sera un corolario de su tradicin en la sociedad regular. No slo necesi-tan inyectar cierto espritu crtico en su propia prctica con respecto al lugar y destino de los no conectados, sino que tambin podran ayudar a elevar por toda la plataforma de la red la conciencia por la que aqu se aboga.

    Adicionalmente, aunque el asunto de las reeulacinnp* fontm A*

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    red, como cualquier otra comunidad, est sujeta a un nivel de regulacin que se pueda hacer cumplir para proteger las libertades individuales den-tro y fuera de sus cuerpos de usuarios [constituencies]. Semejante apara-to social se hace recomendable de la manera ms especial sobre la base de la evidencia de que la mpral de la autorregulacin individual, la ms fa-vorecida por la comunidad de la red, no ha funcionado, y posiblemente no puede sostener un sistema humano tan vasto y abigarrado. La idea de la Red como un corredor sagrado de libertad sin lmites es no slo ldicra, sino tambin peligrosa, como su historia demuestra amplia y convincen-temente.15 Se requieren una combinacin de trabajo cultural y poltico y un pice negociable de regulacin estatutaria para contrarrestar las pro-clividades predatorias de la red.

    El segundo desafo, inevitable, es emprender las estrategias sociopo-lticas, culturales y tecnolgicas que traern una mayor proporcin de humanidad a la comunidad nueva, global, de los conectados a la red. En los pocos aos transcurridos desde que se empez a desarrollar un discur-so en tomo a las implicaciones y perspectivas de la conectividad espe-cialmente en lo que se refiere a los no conectados, se ha vuelto habitual para algunos plantearla en contraste con preocupaciones supuestamente ms urgentes, tales como el hambre, las privaciones y las enfermedades globales. Sin embargo, esta retrica de prioridades inventadas es un error, en la medida en que no reconoce que esas condiciones no son implaca-bles, sino solamente testimonios de una global falta de voluntad de tratar imperfecciones fcilmente controlables en nuestras pretensiones de pro-greso. Est fuera de discusin que ya poseemos los medios y la pericia tecnolgica para suministrarle comida, alfabetizacin y acceso a la red global a la mayora de la humanidad sin conceder prioridad necesaria-mente a uno por sobre los otros. Y tendremos que aplicar esos recursos a esas tareas.

    Mientras algunos permanezcan fuera del nuevo mundo floreciente que la red ha introducido, y mientras el equilibrio del poder est a favor

    1 ? En Imaginary I(ornes. Imagincd Loyalties; A BrieCRcflcctton on The Unccrtainty of Geographics (Zaya y Michelscn, cds., Interzones: A Work in Progress, Taba Press. 1996). parece que cuestiono cualquier violacin de la libertad en la superautopista de la informacin (la red). Sin embargo, el objeto especfico de mi reserva en esc ensayo es la transferencia de las tradicionales fronteras geofsicas o nacionales que violan ta esencia interzonal de la Red, o las intervenciones estatutarias que violan las libertades convencionales. La idea de la Red como una tierra de nadie, libre para todos, es. desde luego, tan irrealista como repugnante.

    La conectividad y el destino de los no conectados \4*)

    . e s te nuevo mundo, es imposible lograr ese campo global unificado de nciencia que McLuhan una vez demand.1* Finalmente tendremos

    uc luchar no simplemente por la posibilidad o la viabilidad, sino por la necesidad de una era digital ms cohesionada cuyas tecnologas funda-mentales estn al servicio y disposicin de la ms grande mayora.

    Traduccin del ingls: Desiderio Navarro

    l b Marshall McLuhan. The Agcnt Bitc of Outwit, Lncation, , I. 1963, pp. 41-44.