novena a-la-divina-pastora-de-las-almas

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24 La Oración es la Puerta del cielo , La oración es Nuestro teléfono para comunicarnos con Dios Padre, la oración Une a las Familias y las comunidades en una misma fe. Que esta novena nos ayude a recuperar esa comunicación con Dios a través también de nuestra Madre y Pasto- ra de Almas, que ella nos guie como su rebaño de Ovejas hasta su Hijo Jesús. Amen! 1 Novena a la Divina Pastora de las Almas Parroquia Urbana Santa Cruz 2015

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“ La Oración es la Puerta del cielo , La oración es Nuestro teléfono

para comunicarnos con Dios Padre, la oración Une a las Familias y las

comunidades en una misma fe. Que esta novena nos ayude a recuperar

esa comunicación con Dios a través también de nuestra Madre y Pasto-

ra de Almas, que ella nos guie como su rebaño de Ovejas hasta su Hijo

Jesús. Amen!

1

Novena a la Divina

Pastora de las Almas

Parroquia Urbana Santa Cruz 2015

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La presente edición ha sido elaborada por los Misioneros Verbum Dei

Las oraciones: inicial, de petición y final; han sido tomadas de la ―Novena a la

Divina Pastora‖ de Mons. Omar Ramos Cordero. Ed. Paulinas.

Las reflexiones escritas por el P. Eusebio Úsuga, FMVD, con textos tomados

del libro: el Silencio de María, del p. Ignacio Larrañaga.

Cantos populares.

Imágenes de dominio público, tomadas de internet

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ÍNDICE

Presentación…………………………………………………………….………….. Pág. 3

0. ¿Cómo rezar la novena?.............................................................. Pág. 3

1. Oración inicial para todos los días…………………………………..…… Pág. 4

2. Reflexión para cada día……………………………………..………..……… Pág. 5

Primer día............................................................................. Pág. 5

Segundo día………………………………………………...........…..…. Pág. 6

Tercer día………………………………………………….....…….…….. Pág. 7

Cuarto día………………………………………………………..…..……. Pág. 9

Quinto día…………………………………………………………….…. Pág. 10

Sexto día………………………………………..………………….…….. Pág. 12

Séptimo día………………………………………………..........…….. Pág. 13

Octavo día…………………………………………………………..…… Pág. 14

Noveno día…..………………………………………………..………….Pág. 16

3. Petición para todos los días……………………………..……..…………. Pág. 17

4. Padre nuestro, Ave María y Gloria………………………….…………. Pág. 17

5. Oración final para todos los días……………………….....………….… Pág. 18

6. Oración de consagración a María……………………..…………..…… Pág. 19

Himno a la Divina Pastora………………………..……….………. Pág. 20

María la Madre Buena……………………………….……………… Pág. 21

Magníficat…………………………………………….………………….. Pág. 21

Oh María………………………………………………………….……… Pág. 21

Estrella de la mañana………………………….……………….……. Pág. 22

Popurrí……………………………………………………….………….. Pág. 22

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ESTRELLA DE LA MAÑANA

En tu vientre, una gran luz, destello de eternidad, principio de la paz,

hizo su morada, en ti, en tus ojos, brilló la salvación, sagrario del eterno,

eres llena de gracia y madre del amor.

Porque tú eres María, estrella de la Mañana, amparo del que te busca,

madre y reina soberana, porque tú eres María la aurora que trae la paz

ternura de una mamá, los brazos que me hacen descansar. (2)

En tus brazos cayó el salvador, desciende del madero, que siendo rey, se

convirtió en esclavo por amor, tu María silencio y oración, todo lo guar-

daba y lo meditaba en su corazón

POUPURRIT

Viva María, la inmaculada, la vencedora de todo mal / en esta iglesia

hay una nube que al cielo sube es la oración/ (2)

OH María (3) la Reina del cielo es (2)

María y los doce amigos de Jesús oraban y oraban sin cesar (2) / para

alcanzar las gracias de Dios y fuerzas para trabajar/ (2) aleluya (2) vamos

todos a orar, aleluya (2) /vámonos a trabajar/ (3)

Con María es más fácil caminar por el camino angosto donde Jesús

siempre está (2) ella nos guía en el camino, ella guía nuestros pasos, /

porque a Jesús nos quiere llevar él es el camino y la verdad (2).

Con María vamos todos los que creen en el Señor porque en ella está su

Espíritu Santo y consolador / (2)

3

PRESENTACIÓN

Queridas familias y pequeñas comunidades de fe de nuestra Pa-

rroquia Urbana Santa Cruz, les dirijo mi más cordial y afectuoso saludo

al inicio de la Novena a nuestra Excelsa Patrona, la Divina Pastora. Po-

cas ciudades en el mundo son tan privilegiadas como Barquisimeto don-

de la Imagen de la Virgen recorre cada año sus Avenidas y sus calles.

Este salir a recorrer las calles y pasar frente a las casas o detenerse delan-

te de ellas, aunque sea unos momentos, es una muestra de cómo la Ma-

dre de Dios no está lejos de las angustias y tristezas, de los dolores, lágri-

mas y sufrimientos de sus hijos. Verla pasar al frente de nuestras casas es

reconocer que nos lleva a todos en su corazón de madre, y estar en su

corazón es estar muy cerquita de Dios. Ella sabe pedirle a Dios lo que

nosotros tal vez no sabemos expresar o pedir.

¡No hay alegría más grande para una madre que ver a todos sus

hijos reunidos compartiendo como hermanos! Que esta próxima venida

de nuestra Madre la Virgen a nuestra Parroquia sea un motivo para con-

gregarnos con alegría y entusiasmo en nuestras casas todos los vecinos,

familiares y amigos y compartir, dialogar y orar todos juntos. Que su pa-

so por nuestra Parroquia nos convierta en mejores padres, en mejores

hijos, en fieles esposos y en excelentes vecinos. Que la Virgen –Madre

nos ayude a todos a imitar sus virtudes.

Con afecto y cariño.

P. Eusebio Úsuga, FMVD. Párroco.

0. ¿Cómo Rezar la Novena?

1. Oración inicial para todos los días. (pág. 4)

2. Reflexión para cada día. (pág. 5-16)

3. Petición para todos los días. (pág. 17)

4. Padre nuestro, tres Ave María y Gloria. (pág. 17-18)

5. Oración final para todos los días. (pág. 18)

6. Oración de consagración a María: Bendita sea tu pureza (pág.19)

7. Cantos (pag. 21-22)

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1. ORACIÓN INICIAL

PARA TODOS LOS DÍAS

Divina Pastora de las almas.

El Buen Pastor nos recuerda su solicitud por la alimentación de sus

ovejas. Las cuida, alimenta, lleva a buenos pastos.

Tu, Madre celestial, vienes también en nuestra ayuda.

El cuerpo de tu hijo Jesucristo que se nos da en la comunión es tu

cuerpo, pues en ti fue formado virginalmente.

Tu puedes decirnos: "Yo soy la Buena Pastora que apacienta sus ove-

jas con el fruto bendito de su vientre, con el pan de ángeles que se

formo en mi seno".

Queremos recibir con frecuencia este don para alcanzar fuerzas para

caminar robustos y sanos por el largo y difícil sendero de la vida hasta

llegar al cielo.

Lo suplicamos por Jesucristo nuestro Señor.

Amen

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MARIA LA MADRE BUENA.

Tantas cosas en la vida, nos ofrecen plenitud y no son más que mentiras

que desgastan la inquietud. Tú has llenado mi existencia al quererme de

verdad, yo quisiera madre buena amarte más.

En silencio escuchabas la palabra de Jesús y la hacías pan de vida, medi-

tando en tu interior, la semilla que ha caído, ya germina y está en flor,

con el corazón de fiesta cantaré.

AVE MARIA (4)

Desde que yo era muy niño has estado junto a mí y guiado de tu mano,

aprendí a decir sí. Al calor de la esperanza nunca se enfrió mi fe, y en la

noche más oscura fuiste tú.

No me dejes madre mía, ven conmigo al caminar, quiero compartir mi

vida y crear fraternidad, muchas cosas en nosotros, son el fruto de tu

amor, la plegaria más sencilla cantaré.

MAGNIFICAT

Proclama mi alma la grandeza de Dios, se alegra mi espíritu en Dios mi

salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva, desde ahora me

felicitaran, todas las generaciones.

Porque el poderoso ha obrado y hace maravillas en nosotros. Grande es

su amor (3).

Hace proezas con su brazo, corrige a los soberbios y con todo el cora-

zón, ensalza a los humildes llena de bienes a los pobres, su promesa por

siempre durará. Como dijo a nuestros padres.

Porque él.

OH! MARIA

Cuando me siento solo y me oprime el dolor y cuando me siente triste y

nada me hace ilusión; OH María empiezo a cantar/ OH María (2) la

alegría me empieza a brotar. OH María (2)

/OH María (2) grito OH María y mi alma empieza a cantar (2)

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Himno a la Divina Pastora

Letra: Andrés A. Delgado

Música: Simón Whohnsiedler

Coro

¡OH piadosa y amante Pastora!

De las almas dulcísimo amor,

oye el himno que canta, señora,

los que te aman con santo fervor (bis).

I

¡Tú eres, madre, divino consuelo

del que lleva en el alma el pesar;

Tú le ofreces las dichas del cielo

al que siempre te sabe alabar! (bis).

II

Flores puras, lozanas y bellas,

su exquisita fragancia te dan;

y al redor de tu trono de estrellas

los querubes cantándote están (bis).

III

A tu influjo, Pastora celeste,

para siempre de aquí se alejó

la horrorosa y mortífera peste

que este pueblo infeliz desoló.

IV

¡Dadnos, virgen, la paz que anhelamos

y con ella la dicha eternal!

¡Cómo siempre nosotros te amamos

dulce madre de todo mortal!

2

5

PRIMER DIA MARÍA NO FUE UNA MUJER PASIVA

Busca en la Biblia y lee: Lucas 1, 28-35 MEDITACIÓN.

María, según aparece en los evangelios, nunca fue una mujer pasiva. Ella cues-

tionó la proposición del ángel (Lc 1,34), le preguntó cómo sería posible lo que

él le proponía. Por sí misma tomó la iniciativa y se fue rápidamente, cruzando

montañas, para ayudar a Isabel, su prima, en los últimos meses de gestación y

en su parto (Lc 1,39). En la gruta de Belén se las arregló ella solita, con la ayu-

da de José, para dar a luz a su primogénito (Lc 2,7). ¿Qué puede ayudar la

compañía de un varón en ese momento?

Cuando se quedó Jesús en el Templo, la Madre no quedó parada y cruzada de

brazos. Tomó rápidamente la primera caravana. Acompañada de José subió de

nuevo a Jerusalén, recorrió y removió cielo y tierra, durante tres largos días,

buscando a su hijo perdido (Lc 2,46). En las bodas de Caná, mientras todo el

mundo se divertía, sólo ella estaba atenta. Se dio cuenta de que faltaba vino. No

se queja, no echa culpas a nadie por la poca previsión. Tomó la iniciativa y, sin

molestar a nadie, ella misma quiso solucionarlo todo, aunque muy delicada-

mente. Y consiguió la solución.

En un momento determinado, cuando Jesús, su Hijo, pasaba horas sin comer

por estar pendiente de la gente que lo seguía, y algunos decían que su salud no

era buena, se presentó en la casa de Cafarnaúm para llevárselo, o por lo menos

para cuidarlo (Mc 3,21). En el Calvario, cuando ya todo estaba consumado y

no había nada que hacer, entonces sí, ella se quedó quieta, en silencio (Jn 19,

25).

¿Qué haría la Madre en aquellas horas tristes después de ver sepultar a su Hijo

tan amado? ¿Qué haría ella en medio de aquel grupo de hombres y mujeres que

habían creído en Jesús y lo habían seguido desde tan lejos? Algunos se ausenta-

ron, pero la mayoría permanecieron junto a la Madre. Ella era esperanza y con-

fianza para ellos.

Una vez que Jesús resucita y comienzan los discípulos a llevar la Buena Noti-

cia a toda Jerusalén y a otras ciudades, podríamos imaginar las palabras que les

diría de ánimo, fortaleza y consuelo. Ella misma les acompañaría.

PREGUNTATE: ¿Tomo una actitud activa frente a Dios, es decir, le pregunto qué quiere

de mi, de mi familia, de mi pais?

¿Qué suelo hacer ante la necesidad o carencia de los demás, me quedo

quieto?

CON MARÍA VIVIRÉ HOY:

Gestos de servicio llenos de amor

2. REFLEXIÓN PARA CADA DÍA

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Después de la meditación y el compartir de las preguntas se puede

concluir con algunas oraciones comunitarias.

SEGUNDO DIA.

MARIA, MADRE QUE NOS CONSUELA Y FORTALECE

Busca en la Biblia y lee: Hechos 5, 35-42

MEDITACIÓN Para nacer a la vida biológica, todo ser humano ha necesitado una ma-

dre. Para nacer y crecer en la vida espiritual es aún más imprescindible

tener una madre. Dios nos preparó una Madre excelente y Jesús, su

Hijo nos la dejó antes de partir de este mundo. ¿Quién enseñó a Jesús

niño a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como así mismo?

Sus grandes maestros fueron su madre María y José, su padre adoptivo.

María, la Madre estuvo junto a su Hijo desde que nació hasta que expiró

en la cruz.

María hace lo mismo con aquella pequeña comunidad de discípulos que

su Hijo reunió y que era la Iglesia naciente. Siempre estaba detrás del

escenario. Los discípulos ya sabían dónde estaba la Madre: en casa de

Juan, el discípulo amado (cf Jn 19,26; Jn 21,7). ¿No sería María la que

convocaba, animaba y mantenía en oración al grupo de los comprometi-

dos con su Hijo, Jesús? (Hech 1,14). Si Jesús eligió a 12 es porque esa

era la voluntad del Padre. La Madre le ayuda a su Hijo, aunque él ya no

esté, a cumplir la voluntad de Dios. Por eso, ¿No sería la Madre la que

aconsejó cubrir el vacío que dejó Judas en el grupo apostólico para no

descuidar nada del proyecto original de Jesús? (Hech 1, 15ss). ¿De dón-

de sacaban Pedro y Juan la audacia y las palabras que dejaron mudos y

asombrados a Anás, Caifás y demás sanedritas? (cf Hech 4,13). ¿De

dónde sacaron Juan y Pedro aquella felicidad y alegría por haber recibi-

do de los judíos los cuarenta azotes menos uno, por el Nombre de Je-

sús? (cf Hech 5,41). Detrás estaba la Madre.

¿Quién empujaba a Juan a salir todos los días al templo y a las casas par-

ticulares para proclamar las estupendas noticias del Señor Jesús? (ch

Hech 5,42). Detrás de tanto ánimo y valentía, vislumbramos una anima-

dora estupenda.

Cuando empezó la persecución de los seguidores de Jesús con la muerte

de Esteban, ¿No sería ella, la Madre, la consejera, la consoladora, la ani-

madora, en una palabra, el alma de aquella pequeña Iglesia que nacía

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6. ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A MARÍA DIVINA PASTORA

Oh María, madre buena y pastora nuestra fiel, tu que nos alimentas y

robusteces nuestras almas.

Nos alimentas con el ejemplo de tus virtudes, nos robusteces con las gra-

cias que nos alcanzas de tu hijo.

Nos buscas cuando nos alejamos del redil de tu hijo; nos llamas cuando

ves que nos acercamos al peligro; tus silbidos reclaman a las que se ale-

jan.

Buscando su regreso a Dios, las iluminas, les infundes confianza, le

alientas para que salgan del pecado y vuelvan a los brazos de Dios.

Cumple siempre esa misión maternal a nuestro lado.

Lo suplicamos por Jesucristo nuestro señor Amen.

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AVE MARÍA

Dios te salve María

llena eres de gracia

el Señor es contigo

bendita tú eres

entre todas las mujeres,

y bendito es el fruto

de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,

ruega por nosotros, pecadores,

ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén

GLORIA

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu

Santo. Como era en el principio, ahora

y siempre, por los siglos de los siglos.

Amén.

5. ORACION FINAL PARA TODOS LOS DIAS

Pastora celestial, reina y madre.

Jesus, al declararse buen pastor, coloca como primera nota distintiva el

"corazon a mis ovejas".

Tu tambien Divina Pastora, nos conoces, individualmente, uno a uno.!

Me conoces a mi ! !Que dicha tan grande el saber que lucho siempre

bajo tu manto y mirada maternal y protectora. Sabiendo que estas con

nosotros, no importa la lucha.

Eres madre, eres reina, eres pastora de nuestras almas. Eres el consuelo

de los afligidos y enjuagas las lagrimas de tus hijos. Eres la alegria de los

que lloran.

Tu nos concoces. Queremos tener a nuestro lado y sentir constantemen-

te sobre nosotros tu mirada protectora. Lo suplicamos por Jesucristo

nuestro Señor. Amen

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entre persecuciones?

PREGUNTATE. ¿Qué has aprendido en tu vida de María, la Madre que Jesús te ha

dejado? ¿Qué te gustaría imitar o aprender de ella?

¿En qué circunstancias la has experimentado como tu refugio y tu

consuelo?

CON MARÍA VIVIRÉ HOY. El compartir con un vecino, o un conocido, o un compañero la

dicha de poder contar con una Madre Buena. Sentirme orgulloso

de ella.

Después de la meditación y el compartir de las preguntas se puede

concluir con algunas oraciones comunitarias.

TERCER DIA.

MARIA, MADRE CONOCEDORA DE ANGUSTIAS, DO-

LORES, SOBRESALTOS...

Busca en la Biblia y lee: San Lucas 2,46-50

MEDITACIÓN La vida de María no fue un paquete turístico. En un paquete turístico

sabemos en qué restaurante comeremos hoy, en qué hotel dormiremos

esta noche, qué museos visitaremos mañana. Todo está previsto y no hay

lugar para sorpresas.

No fue así en la vida de María. La Madre también fue caminante. Reco-

rrió nuestras propias rutas, y en su caminar existieron las características

típicas de una peregrinación: sobresaltos, confusión, perplejidad, sorpre-

sas, miedo, fatiga...Sobre todo, existieron interrogantes: ¿qué es esto?,

¿será verdad?, ¿y ahora qué haremos? No veo nada. Todo está oscuro.

Desde los días de Moisés, había una ordenación según la cual todo pri-

mogénito masculino– de hombre o animal– era propiedad especial del

Señor. El primogénito animal era ofrecido en sacrificio, y el primogénito

hombre era rescatado por sus padres en un precio estipulado por la ley.

Estaba, pues, María con el niño en los brazos en el templo de Jerusalén

para presentarlo al Señor. Estando allí, se presentó un venerable an-

ciano. Su vida ya a punto de extinguirse había sido una llama sostenida

por la esperanza de ver al Mesías. Entre las palabras que el anciano dijo a

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Peregrinos y devotos que están en el Templo fueron: Este que veis aquí,

en mis brazos, éste es el Esperado de Israel...será bandera de contradic-

ción...será resurrección y muerte, ruina y salvación para muchos… ¿Cuál

fue la reacción de María ante estas palabras? La Madre quedó muda,

―admirada‖ por todo aquello que se decía (cf Lc 2, 33). Todo le parecía

tan extraño. Si estaba admirada era señal de que algo ignoraba y de que

no entendía todo respecto al misterio de su Hijo. Lo mismo le pasó en

Belén (cf Lc 2,8-18).

Transcurridos 12 años le volvió a ocurrir algo angustioso. En un viaje a

Jerusalén perdieron al niño. Fueron días de agitación y sobresalto, bus-

cando al niño durante varios días. Por fin lo encontraron en el Templo.

La Madre tuvo una descarga emocional, un ¿qué hiciste con nosotros?.

La respuesta del niño fue seca, cortante y distante: ―¿Por qué se preocu-

pan de mí? ¡Mi Padre!, mi Padre es para mí la única ocupación y preo-

cupación‖. Fue una verdadera declaración de independencia.

¿Qué hizo María? Quedó paralizada, sin entender nada (cf Lc 2,50),

navegando en un mar de oscuridad, pensando, eso sí, qué querrían sig-

nificar aquellas palabras y, sobre todo, aquella actitud del Hijo.

La vida de María no fue turismo. Igual que todos nosotros, también ella

fue descubriendo el misterio de Jesucristo con la actitud típica de los

Pobres de Dios: abandono, búsqueda humilde, disponibili-

dad...También la Madre fue peregrina entre calles vacías y valles oscu-

ros, buscando paulatinamente el rostro y la voluntad del Padre. Igual

que nosotros.

PREGUNTATE.

¿Qué situaciones te han producido angustias, desconciertos? ¿Qué has

aprendido de todo ello?

¿Cómo reaccionas ante los imprevistos, las sorpresas, las cosas que no

entiendes? ¿Qué haría la Madre en tu lugar?

CON MARÍA VIVIRÉ HOY.

No angustiarme por los contratiempos y pedir a la Madre que me

ayude a descubrir en ello la voluntad de Dios.

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3. PETICION PARA TODOS LOS DIAS

Dios Padre todo Poderoso, tu que colocaste tu mirada en Maria para ser

la Madre de Nuestro Señor Jesus, te pedimos pongas tambien tu mirada

sobre todos nosotros y nuestas Necesidades, concedenos por intercesion

de la Divina pastora esta Gracia que

humildemente te suplicamos por Jesucristo

nuestro Señor Amen. (Si se quiere se puden

nombrar las peticion personal)

PADRE NUESTRO

Padre Nuestro

que estas en el cielo,

santificado sea tu nombre;

Venga a nostros tu reino;

Hagase tu voluntad

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada dia;

Perdona nuestas ofensas,

Como tambien nosotros

perdonamos a quienes nos ofenden,

No nos dejes caer en la tentacion,

y libranos de todo mal. Amen.

4. UN PADRE NUESTRO, TRES AVE MARÍA Y GLORIA.

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NOVENO DÍA.

MARÍA, MADRE QUE NOS REUNE EN FAMILIA.

Busca en la Biblia y lee: Hechos de los apóstoles 1, 12-14

―Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista de la ciudad como media hora de camino. Entraron en

la ciudad y subieron a la habitación superior de la casa donde se alojaban. Allí estaban Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelotes, y Judas, hijo de Santia-go. Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas

mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos‖. Palabra de

Dios.

MEDITACIÓN:

Después de la resurrección de Jesús, los discípulos se sienten aún

con miedo y sin las fuerzas suficientes para vivir la misión que Jesús les

encomendó. Eres Tú, María, quien permanece con ellos. Tú, los reúnes

en familia, el nuevo pueblo de Dios que es la Iglesia. Tú, oras con ellos

enseñándoles a poner todo su corazón y esperanza sólo en Dios. Tú te

conviertes en el modelo de discípula misionera que sabe esperar en ora-

ción la fuerza del Espíritu Santo que les impulsará a la misión. Tú, eres la

madre que engendra a la Iglesia como una madre quiere siempre a sus

hijos en familia. Su corazón se rompe cuando hay enfrentamientos entre

hermanos y desunión. El amor de madre siempre busca el perdón, la re-

conciliación, la armonía del hogar. Más, ese amor, nos viene de Dios.

Conflictos en la familia siempre los hay. Pero, Tú, María, hoy me enseñas

que cuando nos acercamos a Dios, cuando oramos juntos en familia,

cuando dejamos que sea Dios quien nos ayude a superar siempre las dife-

rencias el Amor reinara en nuestros hogares.

PREGUNTATE:

¿Realmente creo que la oración en familia puede mantener la Unión en

el hogar?

PLEGARIA: Por la unión de todas las familias de Venezuela y el mundo,

para que la oración diaria a Dios y a la virgen los mantenga siempre

unidos y en armonía

Roguemos al señor…

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CUARTO DIA.

MARÍA, LA MADRE QUE CAMINÓ ENTRE LUCES Y

SOMBRAS

Busca en la Biblia y lee: San Mateo 1, 13-16 MEDITACIÓN

La vida de María, la Madre, fue un navegar en un mar de luces y som-

bras. En el día de la anunciación, todo parecía claro, lleno de luz y

grandes proyectos. Según las palabras del ángel, a María se le daba a

conocer cabalmente quien era Aquel que florecería en su silencioso

seno, Jesús: «Será grande; será llamado Hijo del Altísimo; su reino no

tendrá fin» (Lc 1,32). Todo era muy claro..

La gestación comienza a darse y antes de nacer el niño se tiene que

desplazar a Belén acompañando a José. Allí nadie los acogió. Al pre-

sentar al niño en el Templo un anciano le profetizó que una espada

atravesaría su corazón. Con el niño en brazos tuvieron que huir a Egip-

to para evitar que lo mataran. Al cabo de un tiempo regresaron a Naza-

ret…

María no fue una diosa intocable, fue una criatura como nosotros; una

criatura excepcional, eso sí —pero no, por excepcional, dejaba de ser

criatura—, y que recorrió todos nuestros caminos humanos, con sus

cuestas y encrucijadas, con sus luces y sombras.

¿Qué sucede entre nosotros? Pensemos, por ejemplo, en los consagra-

dos a Dios por el sacerdocio o la vida religiosa. Un día, allá lejos, en la

flor de su juventud, experimenta-

ron vivamente la seducción irresistible de Jesucristo. En aquellos días,

todo era luz, entusiasmo, decisión: era Dios quien llamaba, y llamaba

para la misión maravillosa. Y se embarcaron con Jesucristo en la aven-

tura más fascinante. Pasaron muchos años. Y cuántos de aquellos con-

sagrados viven confusos hoy día, sin alegría, pensando que Dios nun-

ca los llamó, que la vida consagrada ya no tiene sentido. ¿Cómo puede

ser que lo que un día era espada fulgurante puede parecemos hoy hie-

rro oxidado? Es preciso pisar tierra firme: somos así. No todo es clari-

dad.

Otros se casaron. El decía que no había en el firmamento estrella tan

espléndida como ella, su esposa. Ella decía que, no se encontraría a

otro como él en el mundo. Todos decían que el uno había nacido para

el otro. Por unos años fueron felices. Después

la rutina penetró en sus vidas como sombra maldita. Hoy arrastran una

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existencia lánguida, fría, llena de gritos y culpas. Los dos piensan que

debieran haberse casado con otro consorte. ¿Cómo puede ser que lo

que un día era luz hoy sea sombra? El ser humano no está constituido

de líneas rectas. Somos así: unas pocas seguridades y una montaña de

inseguridades. Por la mañana vemos claro, al mediodía dudamos y por

la tarde todo está oscuro. También María, la Madre Buena y fiel, sintió

el peso del silencio de Dios. También ella tuvo que caminar muchas

veces y mucho años en la oscuridad. Durante treinta interminables años

no hubo ninguna novedad, sólo reinó la monotonía y el silencio. ¿A

qué atenerse? ¿A lo que parecía prometerse en el día de la anunciación,

o a la realidad actual, dura y fría?. Lo que nos acontece a nosotros tam-

bién le aconteció a ella. PREGUNTATE:

— ¿Qué luces o intuiciones claras has recibido de Dios? ¿Qué convic-

ciones te impulsan a vivir y a luchar? ¿Qué sombras han ocultado o es-

tán ocultando la claridad que un día tuviste? ¿Cómo reaccionas cuando

las cosas no salen como quieres?

CON MARÍA VIVIRÉ HOY.

—lo cotidiano llenándolo de esperanza y sentido. No impacientarme por

los imprevistos que hoy pueda vivir.

QUINTO DIA.

MARÍA, LA MADRE QUE NO REACCIONA IRRITADA,

ANGUSTIADA...GUARDA Y MEDITA EN SU CORAZÓN

Busca en la Biblia y lee: Eclesiástico 2, 1-10

MEDITACIÓN

¿Qué hacía la Madre en todos aquellos acontecimientos que la descon-

certaban y que no comprendía? Ella misma nos lo dice: se agarraba a

las antiguas palabras para poder ahora mantenerse en pie. Aquellas pa-

labras eran lámparas. Esas lámparas las mantenía la Madre perpetua-

mente encendidas: las guardaba diligentemente y las meditaba en su

corazón (Le 2,19; 2,50). Cuando los nuevos sucesos resultaban enig-

máticos y desconcertantes, las lámparas encendidas de los antiguos re-

cuerdos ponían luz en la oscuridad de las circunstancias actuales. Así,

la Señora fue avanzando entre luces antiguas y sombras presentes hasta

la claridad total. La comprensión del misterio trascendente de Jesús, su

Hijo, se fue realizando mediante una inquebrantable adhesión

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¿Qué hacía la Madre? En las eternizadas horas, en cuanto ella molía

trigo, amasaba el pan, traía leña del cerro o agua de la fuente, daba vuel-

tas en su cabeza a las palabras que un día —¡ya tan lejano!— le comunica-

ra el ángel: «Será grande; se llamará Hijo del Altísimo; su reino no ten-

drá fin» (Le 1,32). Las palabras antiguas eran resplandecientes, la reali-

dad que tenía ante sus ojos era cosa muy distinta: ahí estaba el mucha-

cho, trabajando en el rincón oscuro de la rústica vivienda. Ahí estaba

silencioso, solitario, reservado.

Esta es nuestra suprema tentación en la vida de fe: querer tener una evi-

dencia, querer agarrar con las manos la realidad, querer palpar la objeti-

vidad como una piedra fría, pretender salir de las aguas movedizas y pi-

sar tierra firme, querer saltar de los brazos de una noche oscura para

abrir los ojos y ver el sol, decir a Dios: ¡Padre Incomparable!, dame una

garantía para asegurarme de que todo esto es verdad, transfórmate aquí,

delante de mis ojos, en fuego, tormenta o huracán. La Madre no hizo

eso. Quedó quieta, se abandonó incondicionalmente, sin resistir, en los

brazos de la monotonía, como expresión de la voluntad del Padre. Al

silencio de Dios respondía con el hágase, y el silencio se transformaba

en presencia. En lugar de exigir a Dios una garantía de veracidad, la Ma-

dre se aferraba incansablemente a la voluntad de Dios, quedaba en paz y

la duda se transformaba en dulzura. La fe de María fue asaltada y com-

batida —mas nunca abatida— por un escuadrón de preguntas que llega-

ban en sucesivas oleadas. Para no sucumbir tuvo que desplegar una

enorme cantidad de fe adulta, fe pura y desnuda, aquella que sólo se

apoya en Dios mismo. Su secreto fue éste: no resistir sino entregarse.

Ella no podía cambiar nada: ni la misteriosa tardanza de la manifesta-

ción de Jesús, ni la rutina que, como una sombra, iba envolviendo e in-

vadiendo todo, ni el silencio desconcertante de Dios... Si María no po-

día cambiar, ¿por qué resistir? El Padre lo quería así o lo permitía así. El

abandono inquebrantable en sus manos, libró a María del peor obstácu-

lo en su peregrinación. Así realizó María la travesía de los treinta años,

navegando en el barco de la fe adulta.

PREGUNTATE: ¿Qué pruebas le exijo a Dios de sus promesas?¿Las

identifico y las llevo a la oración o las evado? ¿Cuáles son las característi-

cas de una fe adulta?¿Me considero impaciente, cómo intento trabajarlo

en mi vida? ¿Dejo que en la oración Dios me contagie su esperanza o

tengo monólogos que me dejan desesperanzado? ¿Oro y le pregunto a

Dios sobre sus promesas para Venezuela?

Page 11: Novena a-la-divina-pastora-de-las-almas

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Y todo este inolvidable espectáculo se debió a su fe. Pero no a la fe co-

mo un planteamiento intelectual. Hicieron todo esto, con tal de no sepa-

rarse de su Dios vivo y verdadero. Su fe era adhesión, llena de amor a su

Dios. Ni la muerte ni la vida —dirá san Pablo—,

ni las autoridades ni las fuerzas de represión, ni

enemigos visibles o invisibles, ni las alturas le po-

drán separar.

PREGUNTATE: ¿María reconoce en su histo-

ria la vida de personas que han sido testigos de

fe, cuáles han sido tus testigos de la fe? ¿Qué

característica de la fe te gustaría reproducir en tu

vida? ¿Cuál debe ser el testimonio del cristiano

venezolano en este momento?¿Qué obstáculos

encuentras para ser testigo? ¿Cómo afrontas esos obstáculos? ¿Qué tes-

timonio te sientes comprometido a dar en tu familia, en tu trabajo, en la

comunidad de la Santa Cruz?

OCTAVO DIA

ESPERAR AÚN EN LA MONOTONÍA

Busca en la Biblia y lee: Lucas 1,26-37

Van pasando los años, y en María la impresión viva y fresca de la anun-

ciación quedó allá lejos. De aquello ya no queda más que un recuerdo

apagado, como un eco lejano. La Madre se siente como atrapada entre

el resplandor de aquellas antiguas promesas y la realidad presente, tan

ordinaria. La monotonía, el quehacer diario se encarnó en Nazaret, en-

tre unos horizontes geográficos inalterables y los horizontes humanos

paralizados, es decir en el mismo lugar y con las mismas circunstancias.

La monotonía tiene siempre la misma cara: las largas horas, los largos

días, los interminables treinta años, los vecinos se encierran en sus casas,

en el invierno oscurece muy temprano, se cierran las puertas y ventanas,

quedan los dos ahí (María y Jesús), frente a frente, la Madre observa to-

do: ahí está el Hijo: trabaja, come, reza... Siempre lo mismo un día y

otro y otro, una semana y otra y otra, cada año parece una eternidad, da

la impresión de que todo está paralizado, todo sigue igual, como una

llanura inmóvil.

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a la voluntad de Dios aun en esos momentos de oscuridad.

Eso mismo ocurre entre nosotros. Muchas almas tuvieron en otras épo-

cas visitaciones gratuitas de Dios, experimentaron vivamente su presen-

cia, recibieron gracias infusas y gratuidades extraordinarias, y aquellos

momentos quedaron marcados y grabados en sus almas. Fueron mo-

mentos embriagadores. Pasan los años. Dios calla. Esas almas son asal-

tadas por la dispersión y la tentación. La monotonía las invade. Se pro-

longa obstinadamente el silencio de Dios. Tienen que agarrarse, casi

desesperadamente, al recuerdo de aquellas experiencias vivas para no

sucumbir ahora.

La grandeza de María no está en imaginarse que ella nunca fue asaltada

por la confusión. Está en que cuando no entiende algo, ella no reacciona

angustiada, impaciente, irritada, ansiosa o asustada. Por ejemplo, María

no se enfrenta con el muchacho de 12 años que se le queda en el Tem-

plo: «Hijo mío, no entiendo nada, ¿qué acontece? Por favor, explícame,

rápido, el significado de esa actitud.» María no dice a Simeón:

«Venerable anciano, ¿qué significa eso de la espada? ¿Por qué este niño

tiene que ser bandera de contradicción?» \

En lugar de eso, toma la actitud típica de los Pobres de Dios: llena de

paz, paciencia y dulzura, toma las palabras, se encierra sobre sí misma,

y queda interiorizada, pensando: ¿Qué querrán decir estas palabras?

¿Cuál será la voluntad de Dios en todo esto? La Madre es como esas

flores que cuando desaparece la claridad del sol se cierran sobre sí mis-

mas; así ella se repliega en su interior y, llena de paz, va identificándose

con la voluntad desconcertante de Dios, aceptando el misterio de la vi-

da.

Sucesivas desgracias caen sobre nosotros con tanta sorpresa como bru-

talidad. La traición nos acecha detrás de las sombras, y ¿quién iba a

pensar?, en la propia casa. A veces se experimenta la fatiga de la vida y

hasta ganas de morir.

¿Qué se consigue con resistir los imposibles? En esos momentos nos

corresponde actuar como María: cerrar la boca y quedar en paz. Noso-

tros no sabemos nada. El Padre sabe todo. Sí podemos hacer algo para

mudar la cadena de los sucesos, hagámoslo. Pero, ¿para qué luchar con-

tra las realidades que nosotros no podemos cambiar? La Madre puede

presentarse diciéndonos: «Hijo mío: refúgiate en mi. Haz lo que yo hi-

ce. Recorre junto a mi la misma ruta de fe que yo recorrí y serás parte

del pueblo de las bienaventuranzas: ¡Felices los que, en medio de la os-

curidad de una noche, creyeron en el resplandor de la luz!»

Page 12: Novena a-la-divina-pastora-de-las-almas

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PREGUNTATE: ¿Qué actitud tomas ante la situación de violencia,

inseguridad que se vive a nuestro alrededor? ¿Te hace ser más violento?

¿Le preguntas a Dios, qué hacer ante tantas injusticias que a diario te

toca vivir? ¿Exiges explicaciones rápidas de las cosas negativas que vi-

ves?

SEXTO DIA.

MARÍA, MUJER QUE

CREE , SE ADHIERE Y AMA

Busca en la Biblia y lee: Génesis 12,1-7

MEDITACIÓN

Creer es confiar. Creer es permi-

tir. Creer, sobre todo, es adherirse, entregarse. En una palabra, creer es

amar. ¿ Creer es «caminar en la presencia de Dios» (Gen 17,1). La fe es,

al mismo tiempo, un acto y una actitud que agarra, envuelve y penetra

todo cuanto es la persona humana: su confianza, su fidelidad, su asenti-

miento intelectual y su adhesión (unión) emocional. Compromete la

historia entera de una persona: con sus criterios, actitudes, conducta ge-

neral e inspiración vital. Todo eso se realizó cumplidamente en

Abraham, padre y modelo de fe. Abraham recibe una orden: «Sal de tu

tierra» (Gen 12,1-4) y una promesa: «Te haré padre de un gran pue-

blo» (Gen 12,1-4). Abraham creyó. ¿Qué le significó este creer? Le sig-

nificó extender un cheque en blanco al Señor, abrirle un crédito infinito

e incondicional, confiar contra el sentido común, esperar contra toda

esperanza, entregarse ciegamente y sin cálculos, romper con una instala-

ción establecida y, a sus setenta y cinco años, «ponerse en camino» (Gen

12,4) en dirección de un mundo incierto «sin saber adonde iba» (Heb

11,8). Eso es creer: entregarse incondicionalmente. La fe bíblica es eso:

adhesión a Dios mismo. La fe no consiste sólo en aceptar dogmas y ver-

dades sobre Dios. Es un entregarse a su voluntad. No es, pues, princi-

palmente, un proceso intelectual. Principalmente es una actitud vital.

PREGUNTATE: ¿Cómo Abraham, dejo que Dios le saque de esa tie-

rra, que son mis pensamientos y visión ante Venezuela ? ¿Me adhiero y

uno a los sentimientos que tiene Dios ante cada persona víctima de in-

justicia sin importar su tendencia política? ¿Mi oración me lleva a accio-

nes y actitudes concretas en el día , cuáles son esas?

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SEPTIMO DÍA

MARÍA, MUJER DE FE Y TESTIGO DEL DIOS VIVO

Busca en la Biblia y lee: Hebreos 11,1-38;12,1-2

MEDITACIÓN

El capítulo once de la Carta a los hebreos es uno de los capítulos más

impresionantes del Nuevo Testamento: parece una galería de figuras

inmortales que desfila delante de nuestros ojos asombrados. Son figuras

fuertes por la fe adulta, hombres indestructibles que poseen una enver-

gadura interior que asombra y espanta, capaces de enfrentarse con situa-

ciones sobrehumanas con tal de no apartarse de su Dios. Este capítulo

nos recuerda en cada versículo, que tanta grandeza se debe exclusiva-

mente a la adhesión (unión) incondicional de estos hombres al Dios vi-

vo y verdadero: en la fe, por la fe, aconteció por su fe, se vuelve a repetir

en cada momento.

Aparecen los patriarcas, durmiendo en tiendas de campaña, sobre la

arena. Por la fe, viven errantes por un desierto ardiente y hostil. Tienen

que habitar siempre en tierras extrañas, donde sus moradores los miran

con recelo (Heb 11,8-13). Por la fe, otros se enfrentaron a las fieras, es-

trangularon leones, silenciaron la violencia devoradora de las llamas y,

no sé cómo, consiguieron esfumarse cuando la espada enemiga estaba

ya sobre sus gargantas. Por la fe recobraron vigor en su debilidad, y un

puñado de hombres, armados de fe adulta, pusieron en humillante fuga

a ejércitos poderosos en orden de batalla (Heb 11,33-35). Por la fe, por

no claudicar de su Dios, recibieron en paz y sin resistir la muerte violen-

ta. Por la fe unos aceptaron en silencio las injurias, otros soportaron sin

quejarse cuarenta azotes menos uno. Por la fe, prefirieron las cadenas de

una prisión a la libertad de la calle. Por no separarse de su Dios, recibie-

ron una lluvia «le piedras sin protestar.

Por la fe, acabaron sus vidas, unos partidos por medio con una sierra y

otros pasados a espada. Por no claudicar de su Dios vivieron errantes y

fugitivos, subiendo montañas, recorriendo desiertos, se vistieron con

pieles de ovejas y cabras —simulando figuras alucinantes— para desorien-

tar a los perseguidores, se escondieron en grutas y cavernas, perseguidos,

hambrientos, oprimidos y torturados (Heb 11,35-39).