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Notas sobre dos partidos políticos conservadores republicanos

Notas sobre dos partidos políticos conservadores republicanos:

el Partido Republicano Valorista y Derecha Liberal

Republicana (1931-1934)

Patricia Zambrana Moral Universidad de Málaga

En un momento trascendente de nuestra historia, objeto de múltiples investigaciones, descubrimos, no obstante, un partido político un tanto desconocido, quizás por su breve y poco fructífera vida. Nos referimos al Partido Republicano Valorista. Sin embargo, creemos interesante reflexionar y dar a conocer su ideología - contenida en el libro Valorismo, que sería publicado en diciembre de 1933 y difundida en una serie de folletos a modo de resumen[1]

que eran enviados a personalidades destacadas de la vida política y social del país[2],

solicitando orientación y un juicio respecto al mismo - por cuanto supone una buena muestra de una particular forma de pensamiento republicano de signo conservador. Tuvo su sede en la calle Fuencarral núm. 95 de Madrid y la jefatura a cargo de Emilio Vellando. Su primera pretensión era modernizar desde el punto de vista político, social y económico «el exhausto programa de los actuales partidos republicanos que o se nutren de savia socialista o carecen por completo de soluciones para los problemas que plantea hoy la realidad de la vida social». Figuran en primer lugar las críticas a los logros de las Revoluciones, comenzando por la Revolución Francesa a la que culpa de conseguir para el hombre un «alma libre y cuerpo esclavo», al considerar que con su declaración de libertad del hombre y la pretensión de igualar al patrono y al obrero, no se hacía más que entregar a este último «un bello permiso para morirse de hambre». La razón se encuentra en que partiendo de las condiciones modernas de la producción se otorga al patrono el derecho a disponer de la vida del trabajador. De este modo, la Revolución francesa concedió «la libertad de espíritu a

http://www.ciere.org/CUADERNOS/Art%2050/notas%20sobre%20dos%20partidos.htm (1 de 22) [06/10/2005 19:49:34]


los hombres, pero los sumió en la esclavitud económica o del cuerpo»[3].

No actuaría mejor - dentro de los postulados del Partido Republicano Valorista - la Revolución rusa que situaría al hombre en la posición contraria: «Cuerpo libre y alma esclava», ya que, en su lucha contra el liberalismo, lo único que consigue es supeditar al hombre de forma total a los fines del Estado, concediéndole la libertad económica pero hundiendo, al mismo tiempo, «su espíritu en la esclavitud». Por ello, se concluye que si el ciudadano decide acogerse en la forma más estricta a cualquiera de las dos revoluciones acabará siendo, en cualquier caso, esclavo - de cuerpo o de espíritu - y «libre, también a medias, económica y civilmente». Prosigue su crítica en el sentido de que «el individualismo, para conservar los derechos imprescriptibles de la personalidad humana, crea parias en la producción que en régimen liberal es despotismo económico. El comunismo, para dotar al hombre de iguales derechos a la vida, arrebata a los nacidos la soberana libertad espiritual y política, consustanciales con la dignidad de los hombres». Frente a todos estos inconvenientes el valorismo emite su primer postulado tendente a una liberación total del hombre en cuerpo y alma, tomando lo mejor de cada una de las revoluciones a las que en un primer momento lanza una feroz crítica y posteriormente aprovecha para elaborar su propia ideología, careciendo de originalidad al respecto: «es heredero de la Revolución francesa, en cuanto proclama al espíritu libre y en cuanto a los postulados de la Libertad y de la Democracia. El valorismo es partidario de la Revolución rusa en cuanto a la igualdad de derechos a la vida y a la producción, que declara actividad colectiva y origen de todo derecho económico-social». El fin es tomar de ambas revoluciones, a las que denomina con el adjetivo de «santas», las características liberadoras, rechazando las opresoras. Califica a los que son partidarios de una u otra Revolución de forma completa de fanáticos, concluyendo que «el hombre puede y debe pensar libremente, y comer y vivir con arreglo al derecho natural. Para que piense libremente no es preciso que se muera de hambre; ni para que coma todos los días y viva dignamente es necesario que piense al dictado, como imponen el fascismo y el comunismo»[4].

El valorismo se define a sí mismo como republicano liberal y demócrata, pero rechaza los métodos del liberalismo y el socialismo de su tiempo por no resultar eficaces ni acordes con las formas de gobierno. Por ello opta por una democracia «indirecta y periódica» que pueda sustituir a la democracia directa que es causa del fracaso del parlamentarismo. A su vez, se exige un gremialismo que permita la igualdad de derechos a la vida y a la producción entre los hombres, «sin aceptar los métodos bárbaros de la lucha de clases»[5].

Seguidamente, el “ideario” del Partido Republicano Valorista se ocupa de las principales instituciones políticas para definir el papel y las funciones de cada una. Del Parlamento



reclama eficacia a la hora de marcar distancias y horizontes al gobierno[6]. El Gobierno debe

responder ante el Parlamento y ser elegido por el mismo pero, a su vez, ha de disponer de libertad para actuar dentro del estricto respeto a las normas constitucionales[7]. En principio

no debe el Parlamento vigilar diariamente la gestión del gobierno en los aspectos sociales, políticos y económicos, ya que se haría imposible gobernar de esa manera. Por ello debe limitarse a «revisar la obra ejecutiva y para dictar la legislativa, de periodo en período, compatible con el normal gobierno de los pueblos. Esto defiende el valorismo y defiende al mismo tiempo la Cámara gremial consultiva, que recoja la genuina representación de la vida económica del país y prepare la obra legislativa de esa orientación a dictar en su momento por la otra Cámara: la legislativa. Nada de parlamentarismo; pero nada tampoco de otorgar la facultad legislativa a una Cámara de intereses». La elección de los miembros de la Cámara tendría lugar por sufragio universal y su función primordial sería la preparación de las leyes respetando el tecnicismo jurídico necesario y exigido por quienes han depositado su confianza en la misma, de acuerdo con los principios democráticos. Por otra parte, el valorismo defendía como organización social el gremialismo integral al que definía en sus más estrictos términos como «división de toda facultad productora nacional en gremios que ostenten la atribución de producir lo necesario para la vida económica nacional e internacional de España bajo el control del Estado y en régimen de colaboración total de la técnica y el trabajo, utilizando al capital, previamente racionalizado y desposeído de privilegios»[8]. En dicho gremialismo integral se insistirá de forma casi constante[9]. Como

consecuencia de este régimen de la producción se hace necesario reconocer el derecho al trabajo «a todos y cada uno de los españoles productores», repartiéndose proporcionalmente, entre todos, el trabajo y los beneficios de la producción. Para el valorismo ésta es la única forma de asegurar la persistencia del capital al permitirse que la industria se acomode a las necesidades del consumo. Se habla así de otorgar al capital, que es fijo, una remuneración fija o jornal; y al trabajo, que es variado, el beneficio creado, ya que lo contrario implicaría una inversión de los más elementales principios de justicia propia del régimen capitalista. De este modo, se atribuyen los beneficios al trabajo, que los produce y no al capital del que tan sólo se debe asegurar su existencia, correspondiéndole un legítimo interés[10]. Para que todo el

sistema funcione la producción debe estar sujeta y tener como guía las necesidades reales, ya que «fabricar más de lo que un pueblo necesita de unas cosas, y menos de otras, lleva consigo la anarquía de la producción, que conduce a la superproducción, a las crisis económicas, a la desvalorización del trabajo, a las quiebras, al paro obrero y de la clase media, a la desesperación de las masas proletarias, a la injusticia, al desorden y a la miseria de legiones de criaturas en todo el mundo»[11]. Precisamente es a esta categoría particular de producción



anárquica a la que conduce el capitalismo, teniendo en cuenta el interés del patrono en lugar de lo que realmente necesita el pueblo y originando, para esta particular ideología, el hundimiento de la economía en su conjunto. Tal y como indica el propio nombre del partido la forma de Estado que se propugna es la republicana, concretamente una República Valorista, que sea capaz de reunir sus principios ideológicos básicos, incidiendo en su utópica visión de las relaciones de producción[12]. En

consonancia con la exposición crea un nuevo subtipo de propiedad. Ya no se habla, para referirse a la producción de la riqueza, ni de propiedad privada, ni de propiedad colectiva, sino «de armónica conjunción de esfuerzos individuales y sociales en una obra de preponderante interés nacional - cual la productora de riqueza - que, bajo esos auspicios y directrices, emprenden los individuos para el cumplimiento de sus fines dentro de la comunidad». De este modo, la producción de riqueza «no es del libre albedrío, sino una prerrogativa social que ejerce el individuo, por delegación de la colectividad, para el normal cumplimiento de sus fines privados, compatibles con los colectivos, sometiéndose a la justa y equitativa distribución de beneficios entre las partes colaboradoras en la expresada producción». Así, trata de conjugar el elemento individual con el medio colectivo en el que se produce, ya que para que la producción tenga lugar se exige una estrecha colaboración permanente entre el individuo y la sociedad[13].

Es en este momento de desarrollo ideológico cuando se puede definir el valorismo desde una óptica puramente económica como «una teoría racional de ordenación de la producción en beneficio de todos y cada uno de los ciudadanos; pero es liberal y democrática - frente al fascismo y el comunismo -; con libertad de segundo grado - individual y económica - y democracia eficaz y modernamente ejercida». Igualmente, «el valorismo, al propugnar la renovación de las instituciones liberales actuales - respetando los fines que tienden a alcanzar -, afianza la Libertad y vigoriza, con un eficaz ejercicio, a la Democracia, y por ello no cede a nadie su puesto en las avanzadas de la lucha por la justicia social»[14].

No obstante, la osadía del programa no se queda aquí, sino que pretende acabar con la tradicional división de los partidos políticos, en derechas e izquierdas, para hablar de un concepto, que ni siquiera en nuestros días se encuentra plenamente definido, cual es la justicia[15].

La defensa de la producción, como base primordial para alcanzar la prosperidad, se convierte en uno de los principales objetivos, debiendo someterse a identidad de normas de eficacia, tanto en el orden público, como en el privado. En ningún caso deben buscarse garantías



unilaterales sino que ha de acomodarse al cumplimiento de los fines sociales, compatibles con los individuales en el triple aspecto obrerista, técnico y capitalista, sin privilegios, preferencias, ni exclusivismos de ninguna clase. La industria se concibe como patrimonio nacional subordinada a los más altos fines de la sociedad, es decir que no pertenece - de forma exclusiva - ni al capitalista, ni al obrero[16].

A modo de resumen del contenido ideológico expuesto hasta el momento se envían una serie de mensajes a algunos de los elementos clave del mismo. Nos referimos al capital que debe recibir seguridad[17], a la técnica a la que corresponden los máximos estímulos y

recompensas[18] y al obrero que necesita tener las máximas garantías de subsistencia para

evitar el paro[19]. Con ello no se hace más que cumplir el artículo 46 de la Constitución

republicana «ofreciendo a todo trabajador las condiciones necesarias de una existencia digna» que - según el valorismo - «le niegan el liberalismo económico y el socialismo marxista, con unas bellas teorías plenas de dolor y de miseria al convertirse en realidades de gobierno»[20].

En su máxima conjunción de ideas dispares llega a hablar incluso de una modernización de la organización gremial de la «Edad Media nacional» como único medio de asegurar la subsistencia del capital, suprimir la superproducción - causa de las crisis económicas - y la competencia ruinosa, como origen de la desvalorización del trabajo y acabar con el paro obrero. Se trataría así de asegurar el equilibrio entre toda la producción nacional y el reparto de los beneficios de un modo justo y equitativo, acabando, al mismo tiempo, con «la anarquía de la producción, los privilegios del capital - sin destruirlo -, la explotación del obrero, propia del liberalismo, la lucha de clases del marxismo, el paro forzoso, la injusticia, la miseria y el dolor»[21].

Entre todas las fuentes de producción, el valorismo elige la agricultura como la máxima creadora de riqueza[22]. En cuanto a la propiedad del suelo no sería tanto problema como el

de la posesión y ello porque esta última correspondería, en virtud del derecho natural, a quien la trabaja. La aplicación a la agricultura de los principios gremialistas defendidos por la ideología básica del partido que nos ocupa daría lugar a la defensa de la aparcería obligatoria. En otro orden de cosas, el valorismo opta por una organización democrática del Estado rechazando, de forma tajante, el fascismo al que sitúa en su antítesis por su marcado carácter antidemocrático[23]. Es el, tantas veces aludido, gremialismo integral, el que permitirá un

gobierno eficaz adaptado a los tiempos modernos y en el marco de un régimen republicano-democrático que deje paso a la justicia social frente al fracaso del liberalismo económico y del



socialismo marxista[24]. De esta forma se podrá alcanzar «la más trascendental revolución

económica: dar al capital, sin destruirlo, lo que hoy recibe el trabajo, y a éste, sin tolerarle una dictadura de clase, lo que guardaba para sí el capital». Para ello será necesaria la colaboración de todos aquellos descontentos con el orden vigente[25].

Mayor entidad como partido político tuvo, sin duda, la Derecha Liberal Republicana. Sería pormenorizado pasar a exponer sus principales postulados ideológicos[26]. No obstante,

hemos preferido detenernos en un asunto concreto. Nos referimos a ciertas discrepancias que se plantearían entre sus Comités nacional y local de Zaragoza de cara a la actitud que debía adoptarse ante la lucha electoral, aunque no sería el único lugar donde tendría problemas. En representación del Comité Nacional se designaría a Blas Vives encargado de mediar en el conflicto con instrucciones concretas para dialogar no sólo con el Comité local sino también con el provincial. Por su parte, el Comité local estaba presidido por Agustín Pérez Lizano, adoptando, en contra del criterio de los órganos centrales del partido, la decisión de participar en la conjunción republicana a base de un sólo puesto. En reunión mantenida con el Comité provincial, Blas Vives llegaría a una serie de acuerdos que serían publicados en la prensa de Zaragoza del día 20 de junio. Entre ellos figuraba no aceptar la unión con los demás partidos republicanos ante las próximas elecciones; presentar candidatura propia por los dos puestos de las minorías en la circunscripción provincial, siendo candidatos el abogado Genaro Poza por la Derecha Liberal Republicana y Ángel Ossorio y Gallardo como independiente[27] -

aprovechando así el elevado prestigio a nivel nacional de este último - y desautorizar cualquier otra combinación electoral[28]. Por su parte, Blas Vives elaboraría un informe - fechado el 16

de julio de 1931 - sobre la situación de la Derecha Liberal Republicana en Zaragoza resumiendo los incidentes ocurridos «con motivo de la lucha contra el cacique Pérez Lizano»[29] del que remitiría una copia a Ángel Ossorio y Gallardo el 18 de julio de 1931. Se

remonta a los antecedentes de la ruptura entre el Comité Local y el Provincial del Partido. Él había sido designado, junto a otros compañeros, para constituir el Comité Nacional de la Derecha Liberal Republicana con la misión de reorganizar el Partido y dirigir la campaña electoral, correspondiéndole en la distribución de provincias la de Zaragoza. El 31 de mayo tendría lugar la celebración de una asamblea en dicha provincia donde se leería públicamente un telegrama de Ángel Ossorio y Gallardo en el que «invitaba» a sus amigos a adherirse a la D.L.R., manifestando que «si yo no lo hago, es por meros motivos de delicadeza personal, pero desde mi aislamiento les acompañarán no sólo mis buenos deseos, sino mi cooperación»[30]. En la referida asamblea se aprobó el programa y el Estatuto del Partido,

finalizando con un acto de propaganda y una cena en el Círculo Mercantil. Sería al término de la misma cuando, con la intervención de Mariano Gómez, Agustín Pérez Lizano y Blas Vives,



se acordó la constitución de un Comité provincial con jurisdicción limitada a los pueblos que facilitaría, de manera considerable, la lucha electoral en los mismos[31]. Estaría integrado este

Comité por Genaro Poza, como Presidente; Manuel Pérez Lizano, en calidad de Vicepresidente; José María Gayarre, como tesorero; Joaquín Morales, Pedro Galán, Mariano Banzo, Mariano Usón, Pompelio Banquero, Felipe Aragüés, Luis Legaz y Valentín Bazán, como vocales y José Bun, en calidad de secretario. Ante el Comité Nacional, Blas Vives, haría constar - como ya hemos indicado - que la Derecha Liberal Republicana no debía conformarse con menos de dos puestos en la conjunción republicano socialista, mientras el Presidente del Comité Local admitiría un sólo puesto, realizando gestiones con otros partidos y ocasionando, dicho comportamiento, una llamada de atención del Comité Nacional por vía de telefonema, con fecha 13 de junio de 1931, que sería obviado por Pérez Lizano[32]. Esta actitud, calificada

por Blas Vives de «indisciplinada», motivaría un segundo telefonema en idénticos términos que el anterior que tampoco recibiría contestación por parte de Pérez Lizano quien se limitó a convocar una Asamblea que dejaría fuera a gran parte de los simpatizantes de Ángel Ossorio y Gallardo, permitiendo la entrada - según el informe de Blas Vives - de «gente indocumentada» en favor de Pérez Lizano. Dicha Asamblea «ratificó la candidatura de Agustín Pérez Lizano a pesar de su manifiesta incapacidad para el cargo de Diputado por ejercer cargo público recientemente conferido por el Gobierno de la República»[33]. Ante dicha situación, Blas

Vives recibió el encargo de personarse en Zaragoza con el fin de lograr el cumplimiento de los acuerdos adoptados a nivel nacional, aprovechando esta ocasión para proponer a Ossorio y Gallardo como candidato independiente. En Zaragoza, la reunión tendría lugar el 19 de junio con Pérez Lizano y Pedro Gavín, quien había sido designado por el Comité local[34] para

sustituir a Pérez Lizano ante a la ya aludida incapacidad de este último. Las discrepancias fueron imposibles de resolver ocasionando la urgente reunión de Blas Vives con el Comité Provincial y la adopción de los acuerdos que se publicaron en prensa de 20 de junio y que ya hemos referido anteriormente. En un intento de obstaculizar la candidatura de Ossorio y de Poza, el Comité local comunicaba, en nota enviada a la prensa y firmada por su Presidente - Agustín Pérez Lizano -, la designación de Niceto Alcalá-Zamora como candidato por la provincia en representación de la Derecha Liberal Republicana, en sustitución de Pérez Lizano que devenía incapaz para ser diputado por su cargo de Delegado Regional del Trabajo[35]. En

otra nota de prensa, calificada de injuriosa por Blas Vives, Pérez Lizano tras declarar inadmisible la candidatura de Ángel Ossorio y Gallardo y afirmar que «todo lo hecho por el señor Vives, ha sido una maniobra faciosa al servicio de unos cuantos caciquillos o pseudocaciquillos del antiguo régimen», llegaría a una serie de conclusiones que no harían sino subir aún más el tono conflictivo que estaba alcanzando la delicada situación. Eran las siguientes: «1) Rechazar la ingerencia que se atribuye el señor Vives en los asuntos de la



organización local, sin título suficiente ni legítimo para hacerlo. 2) Expulsar, a reserva de dar cuenta en su día a la Asamblea, a don Genaro Poza y a cuantos le sigan en el apoyo a la candidatura monárquica formada para torpedear a la de la coalición republicana. 3) Sostener y defender en nombre de nuestro ilustre jefe Don Niceto Alcalá-Zamora, incorporándolo a la candidatura de la coalición republicana, para hacerlo triunfar de acuerdo con nuestros amigos»[36]. No se haría esperar la respuesta de Blas Vives, llegando el asunto a alcanzar

ciertos tintes de enfrentamiento personal, en una nueva nota de prensa en los siguientes términos: «La representación del Comité Nacional de este Partido (la D.L.R.) nos comunica que es en absoluto incierto que el señor Alcalá Zamora pretenda presentar su candidatura por esta provincia. Precisamente y en contra de lo que se afirma por algunos, el ilustre jefe del Gobierno acaba de declarar en la prensa que su propósito es luchar única y exclusivamente por Córdoba, su provincia natal. Así, pues, la supuesta candidatura del señor Alcalá-Zamora, sólo responde a una habilidad de los elementos que han sido desautorizados por los acuerdos del Comité provincial cuya actuación a favor de la candidatura de los señores Ossorio y Poza se pretende perturbar por estos procedimientos que no están llamados a obtener éxito»[37]. De

forma paralela se había producido la dimisión de algunos miembros del Comité local que estaban en desacuerdo con la situación. El Comité Nacional reconocería públicamente, el 22 de junio de 1931, la gestión de Blas Vives en Zaragoza, con el fin de armonizar ambos Comités (local y provincial) enfrentados, apoyando sus decisiones y calificando de indisciplinada la actuación de los elementos discordantes del Comité local. Sin embargo, con posterioridad, se tuvo conocimiento que la conjunción republicana de Zaragoza había designado a Niceto Alcalá-Zamora para ocupar un puesto en su candidatura, lo cual recibiría el apoyo del Comité Nacional de la Derecha Liberal Republicana que recomendaría a sus afiliados que desplegasen «la más intensa actividad en honor del hombre glorioso que hoy ostenta la máxima representación de la República... por su sola e insuperable personalidad y como homenaje debido a su abnegada y decisiva acción en favor del nuevo régimen con el mantenimiento de la candidatura de minorías proclamada por el Comité provincial de Zaragoza y en tal sentido la aprueba plenamente ratificando los acuerdos adoptados por dicha organización»[38]. Ante esta nota del Comité Nacional, Ángel Ossorio y Genaro Poza

manifestarían, igualmente, su apoyo a Alcalá-Zamora. No obstante, todo lo anterior no fue obstáculo para que Pérez Lizano firmase en Zaragoza un manifiesto de la conjunción, en el que, en palabras de Blas Vives, «atribuyéndose la representación de la D. L. R. y al recordar el deber de votar íntegramente la candidatura conjuncionista se hace la siguiente consideración insultante para los verdaderos representantes de la D. L. R.: “Tal es el compromiso de honor contraído solemnemente entre las representaciones de la totalidad de las fracciones que integran nuestra coalición republicana, por lo que debemos advertir paladinamente que el individuo o colectividad que no lo secunden con lealtad absoluta, deberán automáticamente



considerarse expulsados de la comunidad política correspondiente, decididos como estamos a no dar beligerancia a los que sean desleales al pacto establecido y, por tanto, traidores de la causa republicana»[39]. Además, Pérez Lizano se encargaría de repartir octavillas efectuando

un llamamiento a los republicanos y a los socialistas para que no votasen la candidatura de Genaro Poza - a la que se calificaba de «antirrepublicana» y «facciosa» - y reclamando el voto para la opción de la coalición, contando con el apoyo José Valenzuela Soler quien se dirigiría de forma similar al distrito de Daroca. Como consecuencia de todo ello se produciría la derrota de la candidatura del Comité provincial, quedando las minorías de los pueblos en manos socialistas, sin perjuicio del homenaje de todos los partidos a Niceto Alcalá-Zamora. Pese a las circunstancias desfavorables, las elecciones reflejaban gran número de adictos. Finalizará Blas Vives su informe defendiendo la figura de Genaro Poza, al que se había acusado de «viejo y desacreditado político», indicando su «insuperable prestigio personal» y su actitud intransigente frente al viejo régimen, al abstenerse de la lucha electoral «desde 1923 antes del advenimiento de la Dictadura y siendo uno de los elementos más destacados del Partido Social Popular que murió precisamente por no querer colaborar con el régimen dictatorial»; condenando la actitud del Pérez Lizano por aprovechar el triunfo de Alcalá-Zamora, por todos celebrado, como una particular victoria y solicitando a las autoridades de su partido una decisión sobre la situación del mismo en la provincia de Zaragoza en el sentido de ratificar los actos del Comité Nacional y los suyos propios en representación del mismo y «declarando que la representación genuina del Partido en aquella provincia será ostentada en lo sucesivo y mientras no se proceda a una nueva reorganización del Partido, por el Comité provincial que preside Don Genaro Poza, declarando disuelto el Comité local que preside el señor Pérez Lizano»[40]. De esta forma, resumía el conflicto Blas Vives con las esperanzas puestas en una

actitud favorable de su partido, por el que había demostrado absoluta fidelidad y, consecuentemente, ansiando una condena efectiva a su adversario durante meses en una contienda que, entendemos, superó los límites estrictamente políticos haciéndose extensiva a un ámbito personal.

[1] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto.

[2] Una de ellas sería Ángel Ossorio y Gallardo. Reproducimos el documento, fechado en abril de 1934, en el que se le efectúa la oportuna



remisión, aunque no hemos descubierto ninguna respuesta al respecto del mismo: «Le hemos enviado el libro Valorismo, que contiene el credo de nuestro Partido con una súplica de darnos a conocer su valiosísimo parecer. Como no hemos tenido la satisfacción de educarnos con un elevado criterio y por si sus ocupaciones le impidieron leer todo el volumen, nos permitimos enviarle el adjunto folleto que resume nuestro ideal con el ruego renovado de que nos oriente con sus juicios y nos ayude con su autoridad. La trascendencia de querer simultanear la democracia con la eficacia, las aspiraciones proletarias con las nacionales y la producción con el consumo son cuestiones de tal envergadura, que bien pueden disculparnos de pedir a Vd. una opinión sobre el credo político que defienden esas normas con original bagaje ideológico. Reiteramos, pues, la súplica y le pedimos perdón por la molestia, que a causa de su elevada categoría intelectual, le ocasionamos con nuestro ruego» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). Sobre Ángel Ossorio y Gallardo, su personalidad y su actividad política fuertemente comprometida, ya hemos publicado algunos trabajos como El Epistolario jurídico y político-andaluz de Ángel Ossorio y Gallardo (1927-1935), Barcelona, 1997 [de qua vid. Elena Martínez Barrios, en Revista de Estudios Políticos, nº 102 (1998), pp. 378-380; Filippo Ranieri, en Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte, Germanistische Abteilung, vol. 116 (1999), p. 694 y Rafael Gibert y Sánchez de la Vega, en Anuario de Historia del Derecho Español, LXVIII (1998), pp. 661-662] o, anteriormente, su relación epistolar con Presidentes, Jefes del Consejo y Ministros de la Segunda República Española, en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la navegación, nº 19-20 (Diciembre-1996), pp. 5533-5599. José Estévez Prieto y Luis Varela, Presidente y Secretario,



respectivamente del Centro Republicano Español, sito en Bahía Blanca, remitirían el 8 de agosto de 1935 una misiva a Ángel Ossorio y Gallardo donde le felicitaban «por la patriótica y noble franqueza con que, en los actuales momentos históricos de la República Española, viene Vd. haciendo públicas sus interesantes y elevadas ideas de política liberal en el más amplio significado de la expresión, utilizando con tan noble objeto la prensa, la tribuna y hasta el noble desempeño de sus funciones profesionales» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 734, 1ª parte, documento suelto). Se puede consultar a Miguel Peydro, Vida forense del decano Ossorio y Gallardo, Madrid, 1974. Los principios inspiradores de su tarea como abogado se encuentran en su obra El alma de la toga, aparecida en Madrid en 1920 y varias veces reeditada. Contrastar las ideas de Ossorio en su obra Barcelona, julio de 1909. (Declaración de un testigo), Madrid, 1910, 71 págs., con lo que dice en Vida y sacrificio de Companys, 2ª ed., Barcelona, 1976, 301 págs.[3] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [4] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [5] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [6] Indica textualmente al respecto empleando unos juegos fraseológicos que nos parecen un tanto desconcertantes: «Puede un Parlamento ser elegido por sufragio universal; designar él, a su vez, democráticamente, el órgano ejecutivo para una cierta misión, y hasta al supremo magistrado de la Nación; dar las normas de gobierno, y revisar periódicamente el cumplimiento de las mismas. Este método deja en absoluto a salvo la Democracia, pero impide la interferencia diaria, en el órgano ejecutivo, del parlamentarismo, que hace todo gobierno ineficaz y mediatizado, cuando no desprestigiado e inmoral» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto).



[7] Habla, en este sentido, de una «organización gremialista integral, con Asamblea consultiva gremial, que prepare las reformas jurídicas a presentar en los períodos que cada tres o cuatro años el Parlamento emplee en misión legislativa» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [8] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [9] «Es, pues, la organización social valorista de significación gremialista integral; es decir, que cada gremio comprende todo el capital necesario, toda la técnica y todo el trabajo afecto —en la clasificación total de los ciudadanos— a una actividad productora determinada. Cada industria concreta se ejercerá en todo el territorio nacional por el gremio respectivo al que estarán afectos el capital, la técnica y los trabajadores que en la ordenación total de estos elementos de la producción, hecha con fines colectivos, le correspondiere» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [10] Resulta ilustrativo el ejemplo propuesto: «cien pesetas son siempre cien pesetas, lo mismo si se emplean en una industria, en un comercio o en un negocio de banca, de seguros, etc. Pero en unos negocios las cien pesetas se convierten, por efecto del trabajo y de la técnica, en ciento veinte; en otros, en ciento diez; en estos, en ciento treinta; en aquéllos, en el doble etc. Por consiguiente, existe un factor variable que hace crecer, en forma también variable al capital, y sin embargo, es éste el que hoy se lleva esos beneficios que se deben al trabajo; el valorismo se los aplica a él justicieramente, ya que su organización elimina los riesgos del capital» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [11] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [12] «El Valorismo propugna la organización de la República en régimen gremialista integral que coordine la producción con las necesidades del país, fabricando por medio de los respectivos gremios —que comprendan a todos los técnicos y a todos los obreros del censo correspondiente— solamente lo que convenga a la colectividad, evitando así las crisis económicas, la sobreproducción, el paro obrero, la ruina y la desolación». Insiste en que «el régimen gremial en lo económico consiste en aplicar a todos los ramos de la industria nacional lo que se hace en una fábrica cualquiera: no fabricar ni



más ni menos de los elementos de un producto que los que hacen falta para componer la obra propuesta completa». Ilustra con el básico ejemplo de una fábrica de calzado donde por lógica «se producirán el mismo número de pisos de zapatos que de tacones, de palas o de cañas, para obtener, por suma de los diversos elementos, el zapato completo. A nadie se le ocurriría fabricar esas partes esenciales y componentes del zapato en número diferente entre sí y sin relación de ninguna especie, de modo que una vez sobrasen palas, otras vez sobrasen cañas, y otras, tacones..., como si estuviera la industria dirigida por la absoluta incompetencia o por la locura. Pues esto, que se ve claramente absurdo en un ejemplo concreto, es precisamente lo que se hace en la producción total actualmente». Además de absurdo, el valorismo califica de inhumano este régimen de producción «porque conduce a eliminar de la producción a un número creciente de criaturas, que siguen siendo consumidores sin poder proveer a sus necesidades; es decir, que una parte solamente de la Humanidad tiene que producir lo que necesitan todos, dando así el sustento a los que no trabajan como una limosna, en lugar de dárselo como cuota de participación en la obra nacional de producir lo que todos y cada uno necesitamos para una vida normal y humana» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [13] Precisa al respecto que «para que la producción tuviera una significación y un origen particular sería preciso que se produjera en un desierto, como obra puramente individual, sin que nada ajeno a este esfuerzo interviniera. Para que la riqueza, en contrario, tuviera una exclusiva significación social —como pretenden los comunistas—, tendría que producirse espontáneamente dentro del medio colectivo, por la simple existencia de éste, sin que el productor individual tuviese la decisiva intervención en la creación de la riqueza que es forzoso reconocer. Sin el agente individual productor, el medio social sería ineficaz como generador espontáneo de riqueza» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [14] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [15] «Izquierdas y derechas desaparecen con el valorismo. Es un criterio anticuado de clasificación, irracional y arbitrario. El hombre, naturalmente, sabe de lo justo y de lo injusto. De derecha y de izquierda no entiende hasta que le enseñan a odiar. Partidarios de conservar lo que tienen y de alcanzar lo que no poseen son siempre los hombres. Lo



necesario es que haya cada vez más hombres con algo que conservar, y menos o ninguno, con todo lo que apetecer. El valorismo, obrando según los principios expuestos de distribución de la riqueza, no tiene por qué adherirse a los que no quieren dar nada ni a los que desean quitarlo todo. Ni derecha, ni izquierda: Justicia» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [16] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [17] «Decimos al capital: El Valorismo dice al capital: no serás ya el amo, no retendrás egoístamente los beneficios totales; pero te corresponde un legítimo interés, por ser cedido a los demás y las garantías de no ser destruido. No puedes con justicia pedir más» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [18] «Decimos a la técnica: El Valorismo dice a la técnica: no serás despreciada como cuando el obrero veía en ti un enemigo que, dando eficacia al trabajo por medio del maquinismo, le quitaba el jornal. Ahora servirás para que el obrero, empleado de modo permanente en el régimen de producción gremial trabaje menos y gane más, merced a tus progresos» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [19] «Decimos al obrero: El Valorismo dice al obrero: todos y cada uno tenéis derecho a trabajar en una industria que va a ser para todos nosotros y no para unos cuantos amos. Si sois consumidores tenéis que ser también productores. No más obreros colocados y obreros en paro forzoso. Todo ciudadano debe ser incluido en algún gremio y en él trabajar de manera permanente el tiempo que le corresponda al dividir el trabajo social entre todos los trabajadores. Os corresponden los beneficios obtenidos en la producción —asegurado como está el capital, en el régimen gremialista— puesto que la creáis, y al capital que nada crea, sino que auxilia al trabajador, el jornal que antes se os daba a vosotros. Esta distribución es absolutamente justa: al capital que es fijo, lo fijo, que es el jornal, mientras que al trabajo, que es lo variable, lo variable, que son los beneficios» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [20] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [21] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-



social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [22] La califica como «la forma de expresión del trabajo humano más creadora de riqueza efectiva y, por tanto, más digna de apoyo y consideración sociales. Quien posee su riqueza o ejerce su trabajo, al amparo de un techo, a cubierto de los accidentes atmosféricos —en el laboratorio, en el despacho, en el taller o en la fábrica—, no puede conocer de la suprema angustia de que el cielo de su patria en unos minutos arrase toda su riqueza. También el liberalismo y el socialismo han dedicado atención al problema agrícola; pero, al igual que en otras actividades, erraron el camino de la justa distribución de legítimos deberes y derechos sociales a quien vive con la tierra o de la tierra. Supone el liberalismo que la tierra es un factor de la producción —capital, tierra, trabajo—, mientras que el socialismo le asigna el carácter de instrumento forzoso del trabajo, que como tal no puede quedar en manos individuales, con perjuicio de la sociedad». Pese a ello, «la tierra no se considera como factor de la producción, ni como instrumento de trabajo porque los factores de la producción, lugares comunes de una economía privilegiada, no existen. La producción es un hecho unilateral del trabajo universal de la Humanidad, ejercido, como no puede por menos, sobre la materia, medio único de valorizar el esfuerzo del hombre, que sobre la nada sería ilusorio. No hay, pues factores de la producción, sino trabajo sobre lo poseído, que es la tierra —superficie o entrañas— para producir la cosa económica. Tampoco la tierra es instrumento de trabajo, sino objeto del trabajo mismo en la producción de la riqueza. Si el trabajo social califica la materia de riqueza, tanto da que esta materia quede fija o cambie de lugar. Si cambia de lugar es riqueza mueble que puede pasar a inmueble; si no cambia, territorial. Un ladrillo es riqueza mueble hasta el momento que forma pared; la tierra laborable es siempre inmueble. Riqueza es para el Valorismo y en el más alto grado, la tierra laborable y, como toda riqueza, tiene su valor un origen mixto social e individual que debe servir de norma para la justa distribución de los valores que encierra» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [23] «El Valorismo es una teoría absolutamente original, que no puede ni quiere tener conexión alguna con los llamados movimientos fascistas. El Valorismo se crea al amparo de una nueva Economía política. El fascismo pretende galvanizar la antigua. El fascismo es la modernización del tradicional empeño de lanzar a una colectividad a las gestas heroicas. El Valorismo es el intento moderno de coordinar a los hombres en el afán de hacer la producción obra de solidaridad y la distribución de su valor obra de



justicia. El Estado fascista es unitario y uniforme, y el valorista es intergremial y multiforme. El Estado fascista es autoritario, es decir, personal, y el valorista es contractual, impersonal y federativo. En una palabra, el Valorismo es una forma de Estado fuerte, robusto, superior a cualquier interés subordinado, individual y societario, pero democrático, y el fascismo no» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [24] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto. [25] El llamamiento es el siguiente: «Si queréis seguir parapetados tras el signo de la cruz para hacer política, o bien predicar el exterminio tras los postulados de Marx, o la opresión del credo fascista, ya tenéis donde enrolaros para dar rienda suelta a vuestros rencores y fomentar el espíritu de mutua destrucción y venganza. Si, en contrario, queréis colaborar en la implantación de un régimen de orden y de justicia social, que defiende la producción, combatiendo los ruines y egoístas apetitos desordenados de socialistas y liberales y estableciendo justas bases colectivas de distribución de la riqueza, respetando la libertad soberana del espíritu venid al Valorismo, que os llama con fraterna emoción. Si no acudís será porque en España sólo sea posible llamar a los hombres para que se acometan los unos a los otros; no para la obra de acondicionar su vida a pautas de orden, justicia y plena dignidad. Nadie venga creyendo que somos capaces de obedecer servilmente a Roma, Berlín o Moscú, ni de servir a capitalistas, ni de adular a obreros. Vamos a intentar la instauración, con el máximo respeto para los derechos imprescriptibles del hombre, de un régimen de justicia social dentro de la República, plenamente humano, y para ello reclamamos vuestra ayuda. ¡Españoles! Venid al Partido Republicano Valorista para hacer posible la instauración de nuestro credo como régimen supremo social sin dictaduras oprobiosas de comunistas o fascistas, sin sangre, sin lucha de clase y sin rencores. ¡Colaborad en la revolución valorista, profundamente humana, fraterna y nacional!» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 4ª parte, documento suelto). [26] Así, se precisa que desde su nacimiento el partido aspiró a colaborar en la instauración de la República y «ahora se trata de hacer sobre la base de la República, una España mejor que la definitivamente desahuciada, y esta España será la que todos los españoles quieran que sea». Los tres elementos en los que se funda el programa del partido son autoridad, libertad y orden considerados como «los tres postulados básicos



de todo régimen de Derecho». El principio de Autoridad se debe robustecer «en las proporciones adecuadas a la libertad obtenida, ya que sólo con un Poder fuerte, sereno y cimentado en la Justicia y abroquelado en la Ley, puede conseguirse el desarrollo y desenvolvimiento progresivo de la Sociedad» y ello porque se debe compaginar la democracia y la eficacia ya que «sólo en una verdadera Democracia pueden vivir unidos la Libertad y el Orden». En el espinoso asunto de las relaciones entre la Iglesia y el Estado se indica que, al no ser exclusiva la religión católica, «nadie puede ser molestado por sus personales creencias religiosas, ni forzado a admitir o rechazar alguna; que cada uno es libre de practicar el culto de la religión que profese, siempre que no atente con ello a la moral o al orden público; y que no pueden ponerse trabas para el desempeño de cargos públicos por razón de creencias religiosas o de ideas políticas o sociales». Con base en la libertad religiosa las instituciones o asociaciones religiosas de cualquier tipo «deberán encontrar bajo la República su vida garantizada y libre, siempre que vivan ajustadas a la legalidad vigente». Además Iglesia y Estado son respectivamente independientes en el orden espiritual y temporal y ambos deben buscar un «ánimo conciliatorio» y «colaborar amistosamente». El ideal propugnado es la unidad de la patria que se ha de compatibilizar con la descentralización, de modo que «si en alguna comarca —región histórica o no— existe realmente una unidad territorial con sentimiento efectivo que abone apetencias federales, no seríamos nosotros quienes nos opusiéramos a ello, siempre que se respeten los atributos inalienables de la soberanía nacional y no resulten desmembrados ni en parte a favor de entidad infranacional alguna». Sólo se descentralizaría lo puramente administrativo, pero no lo político. Por su parte, el Estado debe ayudar a los municipios y a las Mancomunidades municipales. Se encuentra, asimismo, presente una aspiración «tanto hacia una confederación con los demás pueblos europeos, hasta formar la soñada Paneuropa, como hacia los pueblos de América que hablan nuestra lengua y llevan nuestra sangre, y hacia Portugal». La propiedad privada se estima necesaria así como su difusión, reclamándose el mayor número de propietarios y la función social de la propiedad con sus correspondientes limitaciones. No se olvida ni al hombre del campo con sus necesidades, ni al trabajador de la ciudad, pretendiéndose atender a sus justas reivindicaciones. En cuanto a los últimos se plantea como «exigencia provisional, la fijación como mínimum del salario vital familiar; como aspiración ulterior, la abolición del salariado, por la implantación del régimen de participación en los beneficios de la empresa». Se defiende la libertad para la formación de asociaciones obreras, pero no la sindicación única y obligatoria.



Para contentar a todos, el Estado debe mantener una «actitud deferente y alentadora» con la «valerosa clase media española, fuente y reserva de la cultura nacional y vanguardia de sus ideales salvadores». La cultura ha de ser accesible para todas las clases. Los monopolios, no estrictamente fiscales, deben abolirse y ha de fomentarse una Marina mercante. El sistema tributario debe ser reformado, «en el sentido de un razonable alivio al contribuyente» y de «una más justa y equitativa distribución de las cargas fiscales». En cuanto al problema militar proponen el desarme como ideal, aunque admiten la existencia de una fuerza armada como necesidad; por ello se trataría de lograr «la máxima reducción posible del elemento armado y la máxima desgravación posible de los presupuestos de los departamentos de Guerra y Marina» así como «la supresión gradual y progresiva del aparato bélico de ocupación en la zona marroquí». Se debe abolir el fuero militar y reducir al mínimo los deberes militares, buscando una preparación adecuada sólo para el caso de invasión del territorio nacional. La administración de justicia ha de ser independiente del poder ejecutivo y de todos los demás poderes. El referendum es el medio idóneo para la expresión de la voluntad popular, reconociéndosele al pueblo iniciativa legislativa. Se concluye que «hacer una España mejor, sobre los cimientos que aporta la República, es y debe ser nuestro objetivo único. Sin represalias ni venganzas de ningún género. Pero tampoco olvidando lo que no puede ser olvidado, lo que clama justicia: las grandes responsabilidades de la Dictadura y de la Monarquía, ayer; de los anarquizantes y perturbadores, hoy. No confundiremos a aquellos, autores y coadyuvantes de desafueros de toda índole, perpetrados durante el imperio de las sucesivas Dictaduras monárquicas de estos últimos tristes años, con los simplemente adversarios hasta hoy, con los no, propiamente responsables, sino más bien vencidos. Los que como estos últimos, no tengan por qué sentirse socialmente culpables, y se sientan noble y desinteresadamente coincidentes con nosotros, sean bienvenidos: cordialmente serán recibidos por nosotros, aunque no tengan la suerte de poder llamarse hombres nuevos; pero con el sobrentendido de que, a las puertas de nuestro recinto, habrán de despojarse de toda inclinación o ahuyentar de sí toda influencia caciquil de cualquiera índole o procedencia que sea. Nuestras aspiraciones pugnan radicalmente con toda pretensión de instauración, restauración o tolerancia de oligarquías caciquiles. Nuestras esperanzas están puestas, con leal entrega, en el pueblo. Él, el pueblo español, en sus diversas clases y matices, es el que salvó la vida a España en las ocasiones más críticas de nuestra azarosa Historia; el que la ha salvado, con un gesto de serenidad y decisión, insuperable y magnífico, el memorable



día 12 de Abril; y el que, a despecho de todos los egoísmos tortuosos y de todas las alucinaciones y locuras de unos y otros elementos igualmente patricidas, la salvará una vez más. Con la misma fe plena en la consciencia y la vitalidad del pueblo, acudimos a él hoy nuevamente, como antes lo hicimos. Y esperemos fundadamente que la asistencia ciudadana no habrá de faltarnos tampoco esta vez» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, boletín de adhesión a Derecha Liberal Republicana, Oviedo, 20 de mayo de 1931). [27] Tras la celebración de las elecciones, concretamente el 2 de julio de 1931, Genaro Poza se quejaba a Ángel Ossorio de la pérdida de votos sufrida como consecuencia de las campañas socialistas y de la actuación de Pérez Lizano, entre otros acontecimientos, además de tratar algunas cuestiones económicas menores. Se pronunciaba en los siguientes términos: «Los dos últimos días, cuando todos los partidos se dieron cuenta de que teníamos más fuerza de la que calculaban —no nos concedían al principio sino unos cinco mil votos— se desató una campaña personal y durísima contra nosotros y los socialistas extremaron la nota en varios mítines, ofreciendo a los campesinos, que si les votaban, inmediata y gratuítamente, les harían dueños de las tierras. Esto en varios pueblos como Pina, donde hubiéramos tenido una buena votación, restó sufragios que fueron a la candidatura socialista. Algo parecido aconteció en Caspe y en otros pueblos en los que a la vista de los datos, que le enviaré mañana, podrá ud. apreciar el crecido número de los votos socialistas. La presencia algo equívoca de Alcalá en la candidatura de la conjunción, le daba tono ministerial, para las gentes no muy enteradas, de la situación política. Las astillas de la Derecha que siguen a Pérez Lizano, han hecho cuanto han podido contra nosotros, mediante cartas y proclamas, algunas de las cuales conoce Vives, para que dé cuenta al Comité Nacional. Y Valenzuela Soler que fue diputado albista por Daroca, que tiene allí parientes y amigos y ahora pertenece a la derecha, defraudado, sin duda por no haber sido candidato, también se ha dedicado a boicotearnos. De esta conducta tiene también pruebas Vives. Total que hemos hecho una elección contra todos los partidos, incluso el nuestro. Aún así nos hemos aproximado a los 16.000 votos yendo completamente solos. Esa cifra es muy superior a los de cualquier partido de la conjunción, pues unidos radicales, radicales-socialistas, acción republicana y la derecha anterior a nuestro ingreso, sólo lograron 30.000. En algunos pueblos los elementos de derecha estaban acobardados y pusilánimes, ante la actividad de los obreros excitados por los radicales-socialistas y socialistas y no pocos se abstuvieron de intervenir, de propagar nuestra candidatura y hasta de votar, llegando algunos al punto de abandonar su residencia las vísperas de la elección. Mas, frente la



suma de esos factores en contra; y sin olvidar algunos pucherazos y amaños de los contrarios —hoy jueves por la mañana faltaban las actas de siete pueblos, que debieron llegar el lunes— creo que la votación puede considerarse como satisfactoria y como indicio de que a pesar de haber tenido contacto político con los pueblos en ocho años, existe una gran masa de derecha, que animada y organizada puede acrecentarse considerablemente. Mas para iniciar cualquier labor en este sentido, lo primero que nos hace falta y así se lo planteamos al Comité Nacional de la Derecha Liberal Republicana es que se aclare la situación en la que nosotros hemos de quedar dentro partido y la autoridad que en él se nos reconozca. Como habían transcurrido ocho años sin realizar ninguna tarea electoral, yo no recordaba que en algunos pueblos tenían la costumbre de prorratear entre los candidatos el importe de la comida de las mesas. Ahora nadie me preguntó nada acerca de ese dispendio, ni yo he autorizado a nadie para que realice ningún gasto. Mas hoy me doy cuenta de que si algo se nos diera por ese motivo, lo que tratándose de un distrito, era una cantidad pequeña, con trescientas cincuenta secciones que abarca la circunscripción provincial, alcanzaría una cifra enorme. Para afrontar la posibilidad de este asalto, yo había pensado dos soluciones, sobre las que le agradecería me ilustrase. Una de ellas decir a quienes nos han apoyado en cada pueblo que eso tenía que ser cuenta de ellos, puesto que era la colaboración mínima que se les podía exigir y otra, que aún cuando no hubiera sido candidato igualmente me parecería justa. Y que es, que puesto que la comida de los Sres. que integran las mesas, es una exigencia de la ley, por las horas que comprende la votación, deberían ser los Ayuntamientos quienes sufragasen tales gastos, como uno de tantos de los que comprende el mecanismo electoral. De no ser así, el nuevo sistema, en lugar de abaratar las elecciones, dará el resultado contrario y quien no dispusiera de varios miles de duros se vería incapacitado de ser diputado. Vea si le parece acertada esa idea, pues si ud. la propone en Gobernación, creo que se dictará un Decreto autorizando a los Municipios, para que de sus presupuestos cubran esa atención, que siendo pequeñísima para cada uno, resulta grande sumados los cientos de secciones de las nuevas demarcaciones electorales» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto). El 6 de mayo de 1931, el abogado republicano de Oviedo Tomás Alonso, se dirigía a Ossorio y Gallardo, «pese a su monarquismo nostálgico», como a un «correligionario, más aun, un maestro», llegando a afirmar que «si nosotros dimos el salto, sin vacilación alguna, al campo republicano, lo hicimos impulsados —subconscientemente tal vez— por las viriles enseñanzas que se



desprendían de sus magníficos alegatos contra la dictadura y el borbonismo», agradeciéndole la ayuda directa prestada a la Derecha Liberal Republicana y proponiéndole encabezar la candidatura de este partido por Oviedo (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto). La misma solicitud le sería reiterada en una carta encabezada por Julián Ayesta y firmada por varios miembros del partido, de fecha 5 de junio de 1931, donde se le ponía al corriente de las posibilidades electorales por las características sociales y las tendencias ideológicas de la zona. Ossorio se mostraba, no obstante, algo escéptico al respecto y muy ocupado como Presidente de la Comisión Jurídica Asesora: «Yo no tengo elementos para juzgar de la viabilidad de mi candidatura en Oviedo. Me sorprende mucho que habiendo ahí fuerzas positivas socialistas, sindicalistas, conservadoras, clericales y melquiadistas, quede sitio para mí. Pero, en fin, cuando Vds. lo dicen por algo será. Yo me entrego a su decisión sabiendo que un grupo de amigos tan discretos y que han dado pruebas de quererme tanto, no me llevará a una situación ridícula teniendo yo los ojos vendados. Si hay verosimilitud de triunfar tomen Vds. mi nombre y láncenlo. Claro es que no se puede contar con ninguna acción mía. Primero porque yo podré ser diputado, mas no aspirante a diputado, y después porque, aunque quisiera adoptar ahora la actitud moceril de buscar un distrito, me sería totalmente imposible, porque aparte de mis ocupaciones habituales que Vds. conocen, la redacción de la Constitución y demás leyes orgánicas me tiene prisionero y me impide apartarme del Senado, donde celebramos nuestras reuniones, ni un solo día. La semana pasada pude sustraer el sábado para informar en Alicante y el domingo para hacer el discurso de Barcelona, pero a partir del lunes ya tenemos que trabajar sin levantar cabeza e incluso comiendo allí algunos días» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto). [28] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [29] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [30] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [31] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto.



[32] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [33] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [34] Entre otros posibles candidatos figuraba Rafael Ibarra, Catedrático del Instituto de Zaragoza (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto). [35] En su informe Blas Vives indica en relación a este comunicado: «No se decía en esta nota la verdad. El señor Alcalá-Zamora no sustituía únicamente al señor Pérez Lizano ¡qué ya es mucho sustituir!, sino que su nombre surgió después de otros varios de los que ya se ha hecho mención y con el único objeto de llevar la contraria a la candidatura del Comité provincial de acuerdo con el Nacional» (Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto). [36] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [37] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [38] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [39] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto. [40] Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Madrid, Sección político-social, legajo 736, 1ª parte, documento suelto.


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