nietzsche, f. apolineo y dionisiaco en el n de la t

5
Friedrich Nietzsche: apolíneo y dionisíaco Los griegos, que en sus dioses dicen y a la vez callan la doctrina secreta de su visión del mundo, erigieron dos divinidades, Apolo y Dioniso, como doble uente de su arte! "n la esera del arte estos nombres representan antítesis estilísticas que caminan una #unto a otra, casi siem luchando entre sí, y que sólo una vez aparecen undidas, en el instante del lorecimiento de la $voluntad% hel&ni ormando la obra de arte de la tragedia 'tica! "n estados, en eecto, alcanza el ser humano la delicia de la e(istencia, en el sue)o y en la embriaguez! "n la vida suprema de esta realidad onírica tenemos, sin embargo, el sentimiento trasl*cido de su aparienc sólo cuando ese sentimiento cesa es cuando comienzan los eectos patológicos, en los que ya el sue)o no restaura, y cesa la natural uerza curativa de sus estados! as, en el interior de esa rontera, no son sólo acaso las im'genes agradables y amistosas las que dentro de nosotros buscamos con aquella inteligibilidad total: tambi&n las cosas serias, tristes, oscuras, tenebrosas son contempladas con el mismo placer sólo que tambi&n aquí el velo de la apariencia tiene qu& estar en un movimiento ondeante, y no le es lícito encubrir del todo las ormas b'sicas de lo real! Así, pues, mientras que el sue)o es el #uego del ser

Upload: rupert-arrocha

Post on 05-Nov-2015

16 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Filosofía

TRANSCRIPT

Friedrich Nietzsche: apolneo y dionisaco

Friedrich Nietzsche: apolneo y dionisaco

Los griegos, que en sus dioses dicen y a la vez callan la doctrina secreta de su visin del mundo, erigieron dos divinidades, Apolo y Dioniso, como doble fuente de su arte. En la esfera del arte estos nombres representan anttesis estilsticas que caminan una junto a otra, casi siempre luchando entre s, y que slo una vez aparecen fundidas, en el instante del florecimiento de la voluntad helnica, formando la obra de arte de la tragedia tica. En dos estados, en efecto, alcanza el ser humano la delicia de la existencia, en el sueo y en la embriaguez. En la vida suprema de esta realidad onrica tenemos, sin embargo, el sentimiento traslcido de su apariencia; slo cuando ese sentimiento cesa es cuando comienzan los efectos patolgicos, en los que ya el sueo no restaura, y cesa la natural fuerza curativa de sus estados. Mas, en el interior de esa frontera, no son slo acaso las imgenes agradables y amistosas las que dentro de nosotros buscamos con aquella inteligibilidad total: tambin las cosas serias, tristes, oscuras, tenebrosas son contempladas con el mismo placer slo que tambin aqu el velo de la apariencia tiene qu estar en un movimiento ondeante, y no le es lcito encubrir del todo las formas bsicas de lo real. As, pues, mientras que el sueo es el juego del ser humano individual con lo real, el arte del escultor (en sentido amplio) es el juego con el sueo. La estatua, en cuanto bloque de mrmol, es algo muy real, pero lo real de la estatua en cuanto figura onrica es la persona viviente del dios. Mientras la estatua flota an como imagen de la fantasa ante los ojos del artista, ste contina jugando con lo real; cuando el artista traspasa esa imagen al mrmol, juega con el sueo.

En qu sentido fue posible hacer de Apolo el dios del arte? Slo en cuanto es el dios de las representaciones onricas. El es el Resplandeciente de modo total: en su raz ms honda es el dios del sol y de la luz, que se revela en el resplandor. La belleza es su elemento: eterna juventud le acompaa. Pero tambin la bella apariencia del mundo onrico es su reino: la verdad superior, la perfeccin propia de esos estados, que contrasta con la slo fragmentariamente inteligible realidad diurna, elvalo a la categora de dios vaticinador, pero tambin ciertamente de dios artstico. El dios de la bella apariencia tiene que ser al mismo tiempo el dios del conocimiento verdadero. Pero aquella delicada frontera que a la imagen onrica no le es lcito sobrepasar para no producir un efecto patolgico, pues entonces la apariencia no slo engaa, sino que embauca, no es lcito que falte tampoco en la esencia de Apolo: aquella mesurada limitacin, aquel estar libre de las emociones ms salvajes, aquella sabidura y sosiego del dios-escultor. Su ojo tiene que poseer un sosiego solar: aun cuando est encolerizado y mire con malhumor, se halla baado en la solemnidad de la bella apariencia.

El arte dionisaco, en cambio, descansa en el juego con la embriaguez, con el xtasis. Dos poderes sobre todo son los que al ingenuo hombre natural lo elevan hasta el olvido de s que es propio de la embriaguez, el instinto primaveral y la bebida narctica. Sus efectos estn simbolizados en la figura de Dioniso. En ambos estados el principium individuatiotis (principio de individuacin) queda roto, lo subjetivo desaparece totalmente ante la eruptiva violencia de lo general-humano, ms an, de lo universal-natural. Las fiestas de Dioniso no slo establecen un pacto entre los hombres, tambin reconcilian al ser humano con la naturaleza. De manera espontnea ofrece la tierra sus dones, pacficamente se acercan los animales ms salvajes: panteras y tigres arrastran el carro adornado con flores, de Dioniso. Todas las delimitaciones de casta que la necesidad y la arbitrariedad han establecido entre los seres humanos desaparecen: el esclavo es hombre libre, el noble y el de humilde cuna se unen para formar los mismos coros bquicos. En muchedumbres cada vez mayores va rodando de un lugar a otro el evangelio de la armona de los mundos: cantando y bailando manifistase el ser humano como miembro de una comunidad superior, ms ideal: ha desaprendido a andar y a hablar. Ms an: se siente mgicamente transformado, y en realidad se ha convertido en otra cosa. Al igual que los animales hablan y la tierra da leche y miel, tambin en l resuena algo sobrenatural. Se siente dios: todo lo que viva slo en su imaginacin, ahora eso l lo percibe en s. Qu son ahora para l las imgenes y las estatuas? El ser humano no es ya un artista, se ha convertido en una obra de arte, camina tan exttico y erguido como en sueos vea caminar a los dioses. La potencia artstica de la naturaleza, no ya la de un ser humano individual, es la que aqu se revela: un barro ms noble, un mrmol ms precioso son aqu amasados y tallados: el ser humano. Este ser humano configurado por el artista Dioniso mantiene con la naturaleza la misma relacin que la estatua mantiene con el artista apolneo. Esta combinacin caracteriza el punto culminante del mundo griego: originariamente slo Apolo es dios del arte en Grecia, y su poder fue el que de tal modo moder a Dioniso, que irrumpa desde Asia, que pudo surgir la ms bella alianza fraterna. Aqu es donde con ms facilidad se aprehende el increble idealismo del ser helnico: un culto natural que entre los asiticos significa el ms tosco desencadenamiento de los instintos inferiores, una vida animal panhetrica, que durante un tiempo determinado hace saltar todos los lazos sociales, eso qued convertido entre ellos en una festividad de redencin del mundo, en un da de transfiguracin. Todos los instintos sublimes de su ser se revelaron en esta idealizacin de la orga.

Pero el mundo griego nunca haba corrido mayor peligro que cuando se produjo la tempestuosa irrupcin del nuevo dios. A su vez, nunca la sabidura del Apolo dlfico se mostr a una luz ms bella. Al principio resistindose a hacerlo, envolvi al potente adversario en el ms delicado de los tejidos, de modo que ste apenas pudo advertir que iba caminando semiprisionero.

__________________________________________________

El nacimiento de la tragedia, Alianza, Madrid 1973, p.230-234.

Textos de Diccionario Herder de filosofa